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BACHICHA

ONOF
Bachicha, el sufriente naufragio en el lodo de la personalidad, única forma de seguir un
trayecto hacia la más tenaz de las secuelas propuestas por mentes llenas de oprobio y
maldad.
Lo que ocurre es lo que algunos le llaman libertad-esa sufriente cuestión- que es un
manoseo tremendo de los cerebros universales ¿para qué? Decir esto: hoy solo estoy
para piruetas y sublimaciones del alma.

En el naufragio de esta noche quisiera brindar por una nueva aurora, en las sombras de
esta maldita noche, cuando el sol empieza a aparecer, quizás ya no haya más gloria; en
la siempre eterna fantasía que volando en la frescura de la magnífica noche se sumerge
en las mieles de una plegaria llena de silencio.

No puede ser más absurdo y estúpido a la vez que mantener una relación de oprobio y
angustiante agonía en una maldita plaza llena de canallas y cobardes que no logran
tolerar a estos huesos carcomidos por sus hurañas y sicóticas mentes. Todo está por
verse si tan sólo comprendieran todo el dolor que significa cargar con toda la
podredumbre sobre mis hombros, quizás haya una idea que cambie sus malditos
prejuicios, pero esto nunca va ocurrir de eso estoy seguro, son tan solo unos malditos
desgraciados que se revuelcan en su propia mierda.

Hoy me he propuesto ser reaccionario y contestatario a las voces que deambulan por mi
cerebro y con las imágenes ser un iconoclasta sin tregua. Ya no existe más el
conciliador tenaz que trataba de brindarse sin ninguna traba de enemistad, solamente
quiero desquitarme de forma singular para que el dolor no carcoma más mi espíritu. No
quiero permanecer en un estado cataléptico porque es demasiado penoso y ruin.
Estoy sofocado por las habladurías, no soporto mas este letargo y adormecimiento del
alma; si hay algo que me impide salir al exterior es la malicia de los demás.

Las voces dicen que ni en lo más recóndito de mi alma hay un poco de amor hacia los
demás que soy todo orgullo y patetismo rechiflado, yo tan sólo digo que tengo que
resistir las mediocres cualidades de los hombres que hurgan en la miseria de la vida que
los arrastra por las calles de esta maldita ciudad de la cual forman parte de un cuerpo
mohoso y putrefacto en donde el olor es nauseabundo y todo se desfigura en una
parálisis del espíritu y ya no hay vuelta atrás porque todo se desmorona en la pendiente
que conduce a una caída eterna y yo ya no quiero caer más en las osamentosas voces
que me flagelan sin descanso.

Ya cayó la noche con todo su misterio, no tengo nada que hacer en los suburbios de esta
maldita ciudad; he renunciado desde hace un tiempo a las caminatas por los bajos
fondos ya que se me figuran inútiles y aburridos y además porque la fría estación se fue
y las calles comienzan a escupir transeúntes por todos lados cosa que me irrita
sobremanera.

No trataré más con gente (si se les puede llamar así). Hoy en día ya no se puede charlar
y beber algo con nadie, mantener una conversación y relacionarse es ya imposible o al
menos así me parece a mí. Es triste que la vida sea de esta forma, pero ya estoy harto de
ser hostigado por estúpidos que no entienden nada de nada; ¿para qué explicarles? si
apenas te das vuelta estos imbéciles se ríen de tus desgracias y no tienen un poquito de
respeto. Me da asco y náuseas que jueguen así con mis sentimientos.

Quizás sea mejor dejar toda esta angustia atrás, pero ¿Cómo? De qué manera mirar
hacia delante sin resentimientos en esta vida que te dice injurias si actúas de una manera
verdadera. La máscara de la mentira se presenta de una forma que alarma y cuando te
das cuenta te lleva por delante y te arrastra por derroteros siniestros y uno cae en la
abyección de un pozo abismal que te hiere de muerte.

Yo, Bachicha me interpongo en la adversidad de la vida como un viento susurrante que


comienza primero muy suavemente y luego cobra toda la vitalidad de un viento
tempestuoso que azota con todas sus fuerzas y nada logra detener. Es así que los ojos
muertos de los desgraciados se llenarán de sangre colérica y su bronca derivará en
veneno que les traerá la muerte.

Me duelen los sesos de mi cráneo horriblemente, no sé si son las apabullantes


alucinaciones que he padecido todos estos días que me dejaron postrado en la cama o
mis dolores neuróticos causado por los disgustos con los malditos granujas que conozco
por ahí. Desearía irme lejos, salir de esta maldita ciudad que me asfixia y atosiga de
manera demoníaca. Necesito recuperar fuerzas ya que el último ataque alucinatorio me
ha dejado exhausto y al borde traumático de la locura.

Llevo diez días encerrado en mi antro y las alucinaciones continúan sin darme tregua ni
descanso; culpo a los malditos desgraciados que andan por ahí de mi indisposición ya
que se manifiestan en mi cerebro de forma abrupta gritando y maldiciéndome
haciéndome sentir un estúpido canalla que no puede defenderse de sus tontas e
inverosímiles imprecaciones. ¡Si tan solo pudiera irme!

Esta noche viajo como un ente por el universo. A pesar de todo yo no soy un tipo muy
especial que digamos, ahora pienso un poco digamos en mis alucinaciones creo que no
doy mas y ese engaño que viene cada tanto y golpea a mi puerta; maldita sea.
Lo había pensado con cierta crueldad en el último peldaño de la noche se encontraba el
recurso del crimen, del asesinato. Entonces, salí corriendo hacia la calle de forma que se
acelero el corazón y me vino un cierto mareo pero igual encaré rumbo a la perjura que
debía realizar un acto atroz y no me importaba nada de nada, para que pagara de una
buena vez esa escoria payasesca.

El maldito desgraciado no salió porque no estaba. Lo hubiera matado sin ningún tipo de
miramientos, ya lo había decidido; pero esta vez te salvaste escoria.
A medida que pasaba el tiempo y caminaba rumbo a mi cueva para una vez ahí aplacar
todas las ansias del crimen, entré en un estado de apatía que me dejó postrado en la
cama. Las voces me dieron una tregua cataléptica, se apagaron violentamente; pero
luego yo se que vendrán para torturarme impunemente.

He pasado un periodo tranquilo, las voces abandonaron su escarmiento hacia mí y pude


descansar por un tiempo. Hoy creo que saldré a caminar rumbo al río para poder
despejarme.
No todo tiene porque ir tan mal, quizás he abandonado un poco el pesimismo y me hace
bien, pero cuando reflexiono un poco todo parece dar vueltas y derrumbarse y no
entiendo porque; los atavismos melancólicos de épocas pasadas son quizás las causas de
mis angustias pero no sé, es todo tan dramáticamente absurdo.

Es posible que en cualquier momento me mande un tiro al aire… ¡SI! Si es eso lo que
busco con ansiedad… la locura me carcome el cráneo y me arrastrara a cometer
crímenes… ¡si crímenes! Soy un criminal… un peligro para esta sociedad…Aaaaahhh
Todos perecerán ante mí, usaré el crimen bajo la forma del asesinato para
destruirlos…seré malo, muy malo; aaaahhh… estas voces me tienen enloquecido con lo
que me dicen y para mitigar esta ofensa sarcástica e infringida sin tregua… ¡mataré…!

Padezco de una enfermedad extraña de eso ya se habrán dado cuenta. No sólo les
contaré de lo extraño de mi caso, sino que también les diré o mejor dicho confesaré que
esta parálisis del ser y del alma me hunde en los abismos del esplín, el hastío de todos
estos días o de toda una vida me tortura con estas voces que escucho golpear en mi
cabeza.

El torturante enigma por el que sufro estos dolores es provocado por las palabras que
deambulan por mi cabeza. Las voces están llenas de palabras a veces sin sentido otras
con la atroz evidencia de una locura que me hunde en la parálisis. Me digo a mi mismo
que esto no puede seguir más así y me arrojo a las garras del suicidio y es allí donde yo
quisiera ver a más de uno que la juega de guapo a ver si puede enfrentar la tiranía de la
febril locura.

He caminado por la costa del río y me he encontrado con una multitud de niños que al
verme soltaron una catarata de burlas y risas; me sentí profundamente herido en mi
orgullo que despotriqué en un llanto silencioso primero y luego comencé a emitir
tremendos sollozos tomándome la cabeza y huyendo rápidamente del lugar. Los niños
seguían con su escarmiento hacia mí y aunque me alejaba del sitio donde pululaban
estos malditos demonios, las risas y agresiones verbales continuaron sonando en mi
cabeza por varios días.

Es la espeluznante carcajada del vil payaso: es increíble como toda una noche me quedé
escuchando conciertos de Brahms en las mieles de una noche que se caía por los
chaparrones de agua que llueven en el mar de plata.

Todos estos días he vivido sin sentido, ya sea por las torturantes voces que me acechan
o por la extravagancia de una existencia llena de depravaciones que me recluyen en un
rincón de mi cuarto asfixiante de moho.

Es momento para encontrar una salida a toda esta vorágine que me tiene reducido a un
montón de cuero y huesos; sí, trataré de pensar con un poco de libertad con respecto a
las voces que me apabullan sin sentido o quizás ellas se hayan presentado con un fin
respecto a mi andar en la vida. Esto es algo que trataré de dilucidar y la pregunta es ¿Por
qué a mí?

Por estos días creo haber descubierto la maraña que tejen las voces y es que ellas crean
una burbuja supersticiosa que me envuelve en discursos absolutamente tenebrosos. Las
voces me inducen a un estado de ánimo febril y apabullante en donde floto en una nube
de irrealidad y soy conducido a realizar actos depravados.
Hasta ahora he aguantado este sufrimiento yo sólo sin comunicarlo a nadie, aunque he
cedido paso a la locura en algunas ocasiones lo he aguantado con todas mis fuerzas pero
no sé hasta cuándo podré reprimir mis instintos criminales.

Desperté con la sensación de que las auroras me habían cubierto con un velo rosa mis
sienes acalambradas por la demora de los fuegos de un amanecer que se prolonga hacia
lugares inesperados, para desfallecer.
Hoy no podré relajarme de la manera que a mí me gusta, digo esto por las verdes
praderas de la zona; quién sabe como terminaré éste día que veo se trocará en paranoico.

Fui a embriagarme a la hora en que el azul se transforma en negro y las estrellas se


encienden hasta el amanecer, para ofrecer la melancolía de un hastío que luego se
vuelve furia lastimada y aborrecida por la creciente ola que se arroja al sueño
moribundo, siniestro y atolondrado.

Me preguntaron por ahí si tenía alguna actividad, algún proyecto; pero qué carajo tienen
que decirme lo que tengo que hacer. Yo hago la vida que quiero, nadie tiene que
meterse. Detesto las intromisiones, me parecen horribles.
Si por las miles de libélulas que devoran los fierros oxidados de la cárcel, una boca se
traga un caballo blanco que galopa rumbo a los infiernos de fuegos fríos, de una bóveda
roja cae el ígneo fénix el cual chorrea un ruido áureo por todo el firmamento y se va a
perder a las selvas vírgenes y siniestras con recuerdos de caracoles, arañas venenosas y
serpientes emplumadas que gritan profecías a los reyes del café y el cacao.

La maldita suerte que escupe chorros de sangre purulenta y amarilla se mezcla con la
tempestad de un huracán que devora todo a su paso por esta tierra de mentiras. ¡Que se
limpie todo! Es hora de enseñar las manos y decir te quiero, pero es tan difícil remar
hacia los huevos de las tortugas que se rompen en la arena de la playa que dan ganas de
ser un árbol para así estar aferrado a un sitio que brinda seguridad y bienestar y no ser
un ave migratoria que se olvida de todo en primavera.
El horror que golpea a las puertas de la ciudadela trae aires de los desiertos embrujados
por dioses de pies ligeros que se precipitan a los riscos y estallan en millones de
moléculas y se vuelven instantáneas de colores fosforescentes para que un dromedario
venga a vengar la muerte de un espécimen creado en probetas y tubos de ensayo.
Yo, la involución de una vida que derrocha haraganería por los caminos de los reptiles y
los zorros. Y está todo dicho por la salamandra atormentada por el esplín y el fracaso de
un mundo que desbarranca en un paroxismo ególatra que me carcome el cráneo y me
funde los sesos a un millón de grados Celsius de calor.

No sé como reproducir el sueño interior que tuve –sueño o pesadilla- sonará como un
Niágara en las cavernas del averno, sin más que decir fue de un horror tremendo y ya no
se sabe continuar como un rinoceronte la marcha eterna y sin derrotero que pueda
comunicar el hechizo de las siete cabezas de Angola y la polilla que arde en los fuegos
de las antorchas de la catacumbas que encierran todo el dolor y la tragedia de una legión
de voraces guerreros que devoraron ciudades de la nostalgia y la amargura hasta
apoderarse de melodiosos secretos tirados al oído de la más armoniosa belleza que
llorando teme a todo arrepentimiento amoroso.

Con la corrosiva estelar Vía Láctea que surcando por el universo, por eso me adhiero a
la voz más hipócrita y vendedora de lunas con la impronta de un polibolche del siglo de
la peste y las moscas; veo lo sagaz que aún sigue siendo la fruta del ámbar procedente
de las profundidades de las mentes humanas que brotan en mi cerebro y estallan como
galaxias en la frente y por el sur la alegría de todos los hipopótamos que copulan en el
río negro.

Que fue de la lucha que tiene doscientos años –de eso no creo recordar el átomo que lo
mueve- sin más lucha que la mía, y que a lo sumo puedo ser yo un vampiro de
doscientos años y a la perrera. No más la fase tortura que es terrible y además es poco
demostrativa de una disciplina que cae en el error y no hay vuelta atrás.

Ya estaba podrido antes de las voces ahora sólo hay una ratificación y es que soy malo,
en mi cabeza desfilan millones de crímenes que asustaría a una jauría de animales que
dedican sus vidas a morfarse todo lo que camina. Las voces sólo modelaron la
perfección de la maldad demoníaca que se encontraba en el subsuelo para transformarse
en el acicate de una humanidad que desparrama sus hijos y los arroja al naufragio por el
infinito. Y trocar así la sinrazón en razón y nueva moral de la agonía.

Soy Bachicha el perjuro luzbelito que empuña la espada de la locura y el crimen.


Soy la bazofia que se traga sin parar el buitre carroñero y negro como la noche que con
sus rojos ojos vislumbra una batalla por el Valhala sangriento.
Es de esta forma que pertenezco a la raza de súcubo del infierno que brota de su mente y
es escupido por su boca las blasfemias hacia el todopoderoso que ha olvidado dar su
paternal cariño y amor…¡¡¡ pero qué amor grandísimo hijo de!!!

Como un muerto después de la una de la mañana cosa de agarrar el último tren que lleva
a la noche total de luna rojo sangre, en un tierno retorno a la nada, parece languidecer en
las nieves de Siberia. Sin más brío que un pabellón de psicópatas a la luz de la luna en
donde los lobos se reúnen en tumultuoso frenesí que los lleva por el espacio sideral. Así
debía de ser las conjuras de los brujos que reparten elixires de colores para los dolores
del alma a la luz de las velas del aquelarre; no, para mí esta vez lo que escuche fue
atroz…

En la agreste campiña se ve veloz un búfalo que cae a toda carrera al vacío de la


imprudencia, sigue la ruta cerebral sin vértigos de prisionero orgullo, de esta forma el
abismo sacude las miasmas de la corteza para atraer a los murciélagos a succionar la
sangre de las ratas, no es así que sepultaremos a un macho cabrío cercano al lugar donde
los colibríes hacen espectaculares aleteos en cámara lenta y las abejas liban de las
flores.

Escucho los ecos en que se han transformado las voces y me sumerjo en un laberinto en
el cual el Minotauro juega con su fuerza y ferocidad a cometer crímenes en donde soy la
víctima que huye de las garras de la bestia que devora corazones y sesos. Es tan sólo
una zona lúgubre en donde la espera se transforma en eternidad, las ventajas de la
demora se derrite con fuegos abrasadores de saharas infernales; ya no hay una víctima
que resista la vida y la existencia cuando arden las velas bajo una tempestad de
demonios con lenguas de fuego que queman la piel de lagartos del equinoccio tropical.
Necesito llenarme de valor para afrontar mis problemas - ¡pero si ya no doy más! – no
importa, cuando la luna viaje a eclipsar el sol, es ahí cuando trocará este juego macabro,
será así: es lo que las voces dijeron. Es tiempo para poder cambiar el azul del cielo
donde danzan, fiel a sí mismos, los lobos de las estepas y las mariposas de frágil vida
que comunican sus deseos al aire envenenado por el alacrán que con su fina y dura
aguja inocula con el olvido.

A pesar de las malas rachas de caos que soplan en mi cerebro no dejo de pensar en el
mar que choca contra las rocas y se desborda por la rotación de los planetas que surcan
el universo. A no olvidar Bachicha las salas de los palacios que desfilan majestuosos
por tu mente, todo negro corazón explota en los océanos de la memoria para dejar
cenizas por los prados del alma que soberanamente infla las arterias de las espléndidas
ciudades.

No quiero ver más con estos rubíes y esmeraldas tu espalda de nácar, sino sé la razón de
tu llanto en medio de las canciones que traen la memoria del ataque de los leones a los
leviatanes en los tiempos en que todo parecía marchar por un camino enlodado por la
infamia y la sinrazón.

¿Planeando el crimen? Pero si tengo las manos atadas con las cuerdas de los navíos
hundidos por los devoradores maelstroms. Es así que los escollos se cerraron para dar
paso a la angustiante sensación de naufragio, en donde las vidas piden piedad y
clemencia. Por las aborrecidas generaciones viajo hacia el fin de la noche, cargando
inciensos de una mística que muere en el paraíso más septentrional del mundo.

La derrota ha jugado sus más intratables cartas, no siento sin embargo la tristeza de
otras épocas que se han portado de manera asesina. En la escalera que conduce al
infinito he rodado cuesta abajo y he caído en un pozo existencial de duro roble que se
impregna de alcoholes que se transforman en focos ígneos y dejan un olor a piel y
huesos carbonizados.
¿Quién cuestionará mis pensamientos criminales? Si estoy condenado al encierro es
porque lo hago para no terminar en una cárcel, es así que permanezco enjaulado en un
lugar del cual no puedo salir. Quizás me este trampeando a mí mismo, un pobre
desesperado al cual la vida se encargó de demostrar que los lobos voraces son las gentes
que empañan todo con su ego y tratan de despedazarte como los buitres carroñeros.

¿Será necesaria la llegada de algún Mesías para redimirme? La llegada de este ser es
posible si todas las estrellas se apagaran; no lo creo posible porque las auroras, que
surgen como espectros, me han dicho que las fuentes y manantiales mueren por ellas.
No sé si la clepsidra del universo dirá la hora en que este ángel o demonio entre en
acción, más allá del espejismo los sentidos se atrofian y las moléculas entran en un
estado apático y hastiante.

¿De dónde viene esa rabia, esa bronca, ese odio que me carcome el alma?
Siempre afligido como una momia llena de arañas y serpientes que caminan y se
arrastran en la carroña donde el buitre hunde su pico y la esfinge grita sus alegorías con
maldad.
La angustiante fatalidad de todo ser que tropieza con obstáculos en su vida me da a
entender la paradoja de la anatema, símbolo y emblema de los pensamientos infernales
que torturan el alma y no dan tregua, sino un dolor espiritual que te subyuga en el esplín
para mortificarte constante y vorazmente.

Vagando por los rincones de mi mente vislumbro fantasmagorías de costas que se


hunden en piélagos infernales que se tragan los espectros de fieras indomables en la
triste y difusa apariencia de trastornados verdugos que irradian la soberbia de sus
espíritus malditos por sus ejecuciones y las maléficas tribulaciones que encierran la
inocencia de los desdichados del hambre.
La negativa del cuervo se expande por mi cráneo como un virus nocivo provocado por
una especie de droga-veneno que me sentencia a una vida trágica y en donde toda
facultad psíquica se ve atrofiada por el efecto de esta substancia que los profetas
inhalaban para sentirse más livianos y los transportaban a paraísos artificiales en donde
estos poetas acariciaban las estrellas para decir que el universo era infinito.

¿Quién rompe los cristales del cielo tormentoso? ¿La palidez vampírica de mi cara no se
refleja en el espejo de tus lunáticos ojos de azufre?
Siento con mis manos de marfil tu silueta de golondrina que traspasa los aires que están
viciados con el fuego del sol naciente en este crepúsculo de alondras y mariposas que
surcan el azur con la fuerza de sus alas argentinas.

Puedo abatir colosos con la punta de mis dedos de la mano que soltaste aquella noche
de lujuria; para la que nunca fue mi mujer en los atrios de la desdicha y para la que
nunca supo poner los escopetazos de mi rifle en el centro del enlodado blanco, para tí
creó va a quedar la vida en una encrucijada de los demonios.

Fue batir el centeno en el caldero de la locura lo que desfiguró mi ser de espeluznantes


placeres de panteras que desgarraron mi alma en la noche de la acuarela chinesca.
Un dejar el olvido en las cloacas de las ciudades sin rumbo y perecer a orillas de algún
Danubio sin más fuerzas que estas cadenas atadas a mis costillas.

Aquí no hay fuertes vientos desde el cielo que precipiten gotas de rocío en los rosales de
tu corazón, sólo hay una tenue brisa que llora cristales de alcoholes que mojan tu vientre
de macachines y pálidas margaritas. Lo teatral de una fuerte ráfaga de lluvia
transformará tu marasmo en un payaso del averno que se ríe y se burla de mí, sin más
desidia que este ojo de esmeralda de algún Amazonas del Hades.
Corrí con los relámpagos hacia el acantilado y ví tus estandartes tirados en el mar de la
ignominia, para tu suplicio los tiburones devoraban tu sacramental discurso de un
mundo mejor. Aunque lo niegues la soberbia y la estulticia ha conquistado tu
pensamiento y ya nada te importa a la hora en que los delfines emigran equivocados
hacia trópicos australes en busca de las sirenas que les canten los sones de la libertad.

El diamante que son tus huesos en la muerte un millón de helmintos tallarán la joya de
una estatua que mira hacia el horizonte de los letargos solares y las sublimaciones
lunares. Para qué veas las mareas necesitas ser condenado por los dioses del maíz y así
los corceles de tu espanto cabalgaran hacia planetas recónditos en donde sus habitantes
festejan los eclipses de una forma sagrada.

¿Me entiendes acaso cuando desgarro como el puma tus almohadones de plumas? Es de
esa forma que procedo ante tu orgullo de mazmorra que aniquila mis sueños.
No tardaré en afrontar tu antipático andar por este mundo de pirámides que acarician el
sol, no será tu suplica tormento de mis desvelos en las noches de azabache para dejar a
un lado de la ladera esa música triste de pianos apocalípticos.

No creo en suras y salmos de una religión de la bestialidad de los cíclopes, pertenece al


buen dios la miseria y la desdicha que proclaman los gusanos de la muerte terrenal. Es
ahí donde el Quijote inmortal vocifera en las planicies ígneas la verdad del infinito, para
asir el absoluto de una vida libertaria.

Serán cenizas en el cielo los vuelos de las águilas de la indolencia para adjetivar la
pesadumbre de los gnomos, habitantes de los bosques, que tratan de robarle el
pergamino de los misterios a la naturaleza.

¿Quién trata de aplacar el sonido del andar de los bueyes en la marcha hacia la cruz del
sur? Quizás sea la soledad que habita a mí alrededor, incrustándome puñales en la
espina dorsal para paralizarme como un reptil.
No es más que una estrategia de guerra que lleva muchos años y no entiendo su razón
de ser en las noches donde todo parece subterráneo y obscuro.
La cáscara de mi piel de limón no aguanta el sol de las cordilleras que se lavan en el
mar de la infamia. Solo el cuervo en su anatomía de heraldo logra romper el yugo de la
mediocridad.

La Némesis de los pueblos es la tortura de los arcángeles enfrentados a los demonios,


será la migración de los grillos la señal de su fin; pero la tregua será efímera y todo
retornará cuando los sapos devoren todas las mariposas y moscas de la mesopotamia. Es
ahí que el buen dios tronará su espejo dialéctico y ahorcará a los culpables de sus leyes
divinas.

Espero que devores como un tiburón el excremento del caldero para que tu sapiencia se
transforme en la esencia de los linces. Serás el eterno ídolo de la alucinación de las
panteras, la encarnación del tótem de la locura, la lucha que conduce al dolor y la apatía.

La bravura de tu boca, enferma loca, me arrulla entre tapices persas de colores del
arcoíris en las frías noches de invierno. Ya no bulle tu corazón cansado a la luz de las
velas que encendíamos para arrojar en la fría estancia el calor de nuestros cuerpos
envueltos en la más lacerante lujuria. Ahora que tu muerte trae a ese fantasma para
martirizar mi soledad, yo le digo (al espectro) en sus narices que la amapola no crece
más en mi jardín.

Hoy la música corona a los cristos del alma con lirios de oriente y los arrastra a una
danza macabra que hace estallar sus esqueletos famélicos. Es la gracia del ritmo su
primordial agonía, solos en el silencio de la nada que torpes brincan al abismo de la
maldad para ser crueles en el suicidio.

En la visión del infierno: la fuente es una estatua de tres elefantes que de sus trompas
arrojan sangre de forma intermitente a los condenados, y ellos piensan que son
inocentes y no merecen semejante tormento, pero Satán transformado en cobras negras
y de ojos rojos con sus lenguas beben desesperadas la sangre que cubre con vergüenza
los cuerpos de estos malditos locos que chocan entre sí en muchedumbre moribunda.
La odisea de tu reino me dice que perdiste el flanco que da a los piélagos de calurosas
islas tropicales, donde morabas como amo y señor, y, donde eras considerado amado y
temido, hoy sólo eres un recuerdo de la brutalidad de tu imperio.

La pléyade de tus estrellas, universo insondable, asemeja mis estados de ánimo que
apuro en el vino que acaricia mi garganta, y, con humo de incienso me infiero las
lavativas que sanan mis heridas de guerras demoníacas.

Bajan desde el azur los dioses para celebrar en los bosques las bacanales junto a las
jóvenes ninfas que ofrecen su sexo. La música de la cítara de Apolo sumerge en trance a
estas jovencitas ávidas de placeres carnales en la fiesta orgiástica.

Es el brilloso y calórico magma que se derrama de los volcanes lo que recorre las sendas
y los caminos de tu cuerpo para calentarlo en el instante que te amo como un león que
se acopla a la hembra por instinto.

Son cráteres lunares las híper neurosis de tu estado de ánimo que fulgura en el diapasón
de tu hastío invernal; la embriaguez que adormece tus sentidos te lleva a una pasiva
alucinación de opio, donde el mundo se mueve a un ritmo lento.

Los calambres en tus músculos de gorila te hacen caer en los cementerios donde los
muertos a la noche abandonan sus tumbas para festejar el aquelarre y tú te unes a ellos
abnegadamente.

El frío plomo de tu cielo invernal se acopla al diamantino mar que alberga misterios
insondables y provoca en tí el esplín de cuatrocientos años; es la primavera, Bachicha,
la que trae las floridas mieles que hacen estallar en alegre carcajada tus epítetos de
maldito.
En la ansiedad de las horas voy sintiendo la opresión que me resulta fastidiosa. ¿Qué es
esa substancia que circula por tus venas y provoca la alucinación de soles que se
consumen en el último aliento de tu placer?
Aquí no hay lugar para tí súcubo del averno, alma maldita y pordiosera con el rostro
flagelado por las cuchillas de algún arcángel misérrimo.

Crepita el fuego por la montaña, es la señal que esperabas para realizar tu hechizo de las
serpientes y las águilas. Para luchar contra las furias, Bachicha, fuiste elegido; y, con
ese conjuro enfrentarás a las coléricas arpías para lograr tu ansiada libertad.

Creo en tu lucha Bachicha porque es beatífica. Ya has despertado de tu letargo para


insuflar tu pecho y dar combate a toda adversidad. Tu alma no se ahoga en los límites
del suicidio, sino que derriba los muros de los laberintos imposibles.

El espiral del tiempo teje telarañas que envuelven el alma de los perros cimarrones, su
fiereza acaricia las nubes del azur. Mujeres plebeyas albergan a estas bestias para que su
ancianidad no sea de un dolor martirizante.

Las joyas que ofreciste a los muertos de aquel abril cansado bajo flemas de fuego
conspiran en tu mente ahogada de alcoholes.
Lideras a una multitud de moribundos que destruyen la ciudad bajo el yugo de
semidioses, y, la peste devora todo a su paso y da el golpe de gracia.

No es parte del legado de las hambrunas lo que repercute en las tierras lejanas de la
séptima estrella, sino un soliloquio fraudulento que aterra al más valiente de los héroes.
Es el susurro esbozado al oído de una diosa enferma de amor lo que esos violines
satánicos ejecutan con fervor de adolescente.

Rompí los lazos de la fatalidad para presenciar el espectáculo de tu cuerpo iluminado


por los soles lunáticos de la belleza, ahora soy testigo de tu encanto y no pienso
abandonarte en los valles donde la muerte incendia el hacha de los verdugos.
Llevas el viento en tu corona de espinas y el relámpago en tu corazón de rubí.
La fraterna guirnalda de la paz en tu pecho y el oro de tus pasos por los desiertos
blasfemos, las canciones que son tu réquiem de las agonías estelares escupes con
desprecio para no perecer ante los titanes abyectos.

Los dragones de tu ira vuelan sobre los riscos de la incredulidad y satisfacen sus fauces
mordiendo y arrancando las cadenas del oprobio. Y con la llama de sus bocas
ensangrentadas derriten el fierro de los portones del limbo para que sus habitantes
perezcan en sus garras diamantinas.

La reina de tus pesadillas te susurra al oído las canciones que aplacan la cólera de los
dioses en las noches de las auroras nórdicas.
El poder que blande esta dama de los sueños cicatriza las heridas infringidas por los
sables de los sultanes del oprobio.

Tu corazón late como un terremoto en el cuadrante de tu pecho, las victimas se ahogan


en gritos lastimeros y todo se sumerge en el caos de tus puños crispados; no hay salida
en esta catástrofe.

Satán en los infiernos hace estallar el gong que anuncia el castigo de los héroes.

Brotan del lodazal los gusanos hambrientos de carroña, devorando la osamenta de las
plegarias de los cristos mugrientos y ebrios de pasiones en los altares de las iglesias
putrefactas y hediondas.

Iníciame Satán Trimegisto en tu alquimia esencial y purificadora de todo dolor


existencial para dar lucha a esos cerdos de granja que con sus vomitivas palabras
desgarran hasta las mentes más sublimes.

Con el vientre laxo, Bachicha se pasea por las sombras mascullando oraciones a los
ídolos de religiones paganas y su sola presencia pone trémulos a los Ángeles.
La fría tempestad de tus visiones, Bachicha, encierran la prueba de tu vida laberíntica.
En la hora que muerdes el mendrugo de los amores catalépticos, sales de tu sedoso
caparazón para dar de bruces con la esquelética impiedad de las hordas de serafines que
sacuden tu anatomía, y, en la irreverencia de tus deseos te hundes como en un piélago
de babas del diablo.

Soplan las cornetas en los bosques para dar aliento a las luciérnagas devoradas por los
sapos en los pantanos. Bachicha, como un escorpión a punto de clavar su aguijón, se
adentra en los montes húmedos de rocío para contactarse con las viejas brujas que
ritualizan con la naturaleza enmarañada y preparan ácidos brebajes para sanar o castigar
con furores calóricos los vientres de alguna victima momentánea.

Los fuegos astronómicos incendian tu frente que tiene una cicatriz hecha el tercer año
de tu infancia por un rayo disparado por Zeus; este dios te infringió tamaña marca para
que los que conocen tu verdadero genio te reconozcan en las noches en que se acoplan
las serpientes y te dieran paso sin herir tu sensibilidad.

La dureza de tu espina dorsal se asemeja a las rocas de la cordillera de los Andes


cuando el Aconcagua no está enojado. Siempre quieres irte cuando tus visiones
encarnan a los indios guaraníes en pie de guerra, es ahí que tu columna se transforma en
un líquido violeta y viscoso, y, con los aguijones de tus dedos los insertas en tu espalda
y das de beber a tus perros cimarrones el líquido que los altera y enciende sus ojos
rojos; entonces, los animales como con una mueca burlesca te siguen por los caminos
que mueren en el horizonte.

La torre de la infelicidad se derrumba con los terremotos de tu corazón indolente, y, la


brisa de tu mirada barre con las hojas muertas de los ombúes de las taperas; la paz de las
ruinas dan paso al marasmo de tus sueños, y, los muertos de la tempestad se pudren en
el fango.

Así te pierdes con vértigo en la espesura de las selvas tropicales, bebiendo de los cocos
y con la esperanza del azur en las mañanas en que la barahúnda toca los ritmos del caos
y la locura. Ya no hay freno para un criminal como tú, Bachicha.
Con la fe de los cristos clavados en las cruces de hierros calientes, Bachicha mira al
nuevo día con lágrimas arenosas en los ojos. Los centauros van al encuentro del
vampiro endemoniado y burlesco y le proponen el pacto de las estrellas.

Has visto salir a la anguila un momento del arroyo y esta te ha hablado de las penas que
aquejan a su especie y a las demás y le respondiste que el exterminio era un hecho. La
crueldad del hombre es infinita como el universo.

Arde tu cuero tus sesos tu pecho flemático, ¿eres el canalla el traidor o el héroe? ¡Oh,
agonía y locura de antihéroe! Cuando los fuegos universales incendian tu mente de
cometa fermenta el odre de tus vinos empalagosos y agrios que provienen de las viñas
satánicas donde los alcoholes dan un tono rancio y grasiento al paladar de los
condenados.

Tu estética de la daga obedece a los ditirambos que elogian a los dioses. Con rapidez y
habilidad supiste triunfar en los duelos más extraordinarios. Tu corazón late
estrepitosamente y tus sienes se empapan en sudor, es ahí cuando tu instinto dice que el
duelo es inminente.

Cae el telón de tu teatro de asquerosidades y el arte que imaginas y despliegas


atormenta de pasiones a los Ángeles del todopoderoso. Rindes homenaje al asesino, los
parias y los súcubos que parodian al cristo y su resurrección.

Buscas compañía en las rameras y en los reos para curar tus purulentas llagas del alma.
El dolor de estas heridas son sanadas por las prostitutas y criminales como tú, y, esta
asepsia maldita tranquiliza tu espíritu.

Claman tus poros de lagarto y tu piel plagada de hipocampos verdes y mohosos que
recorren tu infame humanidad y el ansioso tungsteno de tus venas absorbe por tus
tentáculos el líquido cefalorraquídeo de tus victimas.
Eres el perverso que deambula por los espacios silenciosos como el fiero tigre detrás de
su presa, tu castigo es la horca o el hacha del verdugo.
Los demonios agitan tus exuberantes lucubraciones consiguiendo partirte los sesos en
ardides infernales.

Eres un inmoral Bachicha enfrentado al eterno todopoderoso y su gloria. Renegaste de


dios hace siglos para convertirte en un vampiro, blasfemando así al creador con
arrogancia, y, el ímpetu que insufló el demonio en tu esencia contradice a los diez
mandamientos que para tí ya nada significan.

Un viento de medusas mueve tus miembros rocosos esculpiendo la estatua de la fuerza


de mil centauros con la mirada fatigada y casina del camaleón en la hora del asesinato
fratricida que te otorga la oscilación del péndulo de la arrogancia y la frustración lunar
en los bordes místicos de los diamantes rasgados por las cuchillas plateadas.

Después de tus crimines al filo de la medianoche te invade como un aluvión de


langostas el esplín seguido del tormento de la absorción de los espíritus de las víctimas
que ultimaste con tu daga argentina. Tu cerebro y tu espina dorsal se retuercen de dolor
al incorporar las almas de los desdichados a los que diste la contundente muerte como
sentencia final, y, así prolongar tu vida en este mundo.

La amapola de los sueños te detalla el fuste morboso de las impiedades que gobiernan
los lacerados escorpiones de tus maléficos ojos. Es la incógnita de tus alucinaciones a la
luz de la luna la perfidia que arrasa los manantiales de las llanuras marcianas.

Los cráteres de color verde oliva de tu piel segregan el liquido que alimenta a las
moscas y las transforman en los zánganos que sacian tu apetito de reptil en las tardes de
ocio y te brindan un placer crepitante en tu estómago de vaca.

En los ocasos del dios sempiterno la boa de tus intestinos defeca los huevos oníricos que
al romperse en las arenas inmaculadas tiñen de veneno las costas de los océanos donde
las ballenas se intoxican al inhalar de los fetos podridos que se retuercen en las cáscaras
rotas.
Es la brida que detiene tus pasos por selváticos laberintos de avernos incandescentes, tu
figura que se pasea por el metálico cielo se detiene para sumergirse en los sótanos de
antiguas religiones. Avanza el escalofrío de gotas provenientes del mar de la luna por tu
frente verde y rugosa como la piel del cocodrilo, y, en carrera vertiginosa quieres
triturar el frío hielo del corazón de los creyentes fanáticos del dios de la caridad.

El pergamino y el anillo son razones por las cuales asesinas con tu daga a cualquiera
que se interponga en tu camino, porque el pergamino que buscas para descifrar su
escritura de querubines y demonios te susurrara el lugar donde se encuentra el anillo que
borra la fatiga de tus siglos de vampiro.

Cañones de indiferencia recubren las plumas negras de tus fuertes alas de Pegaso
calumniado; los fusilamientos de tu alma abatida se ciernen en las esquinas grises donde
una cascada de gorriones son pulverizados por los pies de los cíclopes gigantes. Así
nace como un ballenato rojo la pena misteriosa que te derruye.

Recubren las escaras de oro de tu espalda negra y alada un ungüento del Asia donde
viste los templos de Buda y bañaste en las aguas del Ganges tu arrugada frente.

La siderurgia por tus venas amatistas recorre el faro de tu cuerpo y yace en el oropel de
tu carne de cangrejo que rompe el iceberg ígneo de tus amargas ginebras; con toda su
bestialidad de bueyes que arrastran en las dunas escarlatas la carga de tus injurias en los
días polares.

Largos destellos como dientes de marfil de mamuts fulminan tu paciencia artera de


langostas por las murallas que dividen los palacios ancestrales de logias de la
reencarnación de los leones de piel y melena blanca.

El coloquio de los astros en las noches de tus crímenes te revela las astutas estrategias
que te evaden de los jueces mortales; porque en el sabor de tus pedrerías escondes las
argucias de los rubíes y las avispas que trastornan tus tentáculos y ciegan en el
paraninfo acuático a los delfines marmóreos.

Al encontrar el pergamino en el fango del Orinoco que versa sobre el anillo encantado y
diamantino observaste en el cielo una batalla entre demonios y querubines, y,
convertido en una horda de ratas huiste hacia el horizonte y olvidaste todo el dolor.
El fuego circular cae y estalla en plumas de oro que guardan almohadones de seda india.
Las imágenes que refracta el anillo a la luz del sol (en el día) y la luna (durante la
noche) calma los dolores de tus estigmas de siglos pasados y te embriaga con líquidos
de la alquimia del absoluto.

Aúllan los violines en los madrigales crepusculares, es el comienzo de la simbiosis de


Bachicha y el anillo que ha borrado lo pasado, solo en la memoria de Satán están las
angustias purulentas del réprobo.

Un salobre verde de tu estómago sale por la boca torcida de espasmos, la metamorfosis


de tu esencia te tortura aún más que ser una bestia asesina. Quisiste ser un simple mortal
con una rutina de trabajo pero los dolores de tus entrañas fueron más fuertes que tu
deseo de ser un hombre de carne y hueso.

Bachicha, olvida el anillo de la transformación no es para tí, pensaste que podías


cambiar y ser un ciudadano integrado a la sociedad, con el anillo creíste beber del
mismo Leteo pero solo te engañaste; Bachicha sigue tu camino como eres y soporta
todas las adversidades.
Bachicha ha conservado el anillo de las imágenes porque quiere proyectarlas para solaz
propio en su antro.

A pesar de que Bachicha no se transformó en un mortal y su vida continúa siendo


siniestra, se apoderó del anillo y lo usó en beneficio propio. Quedó hipnotizado con las
imágenes; lo que sigue son algunas provenientes del poder del anillo que tiene escrito el
nombre TITO.
Nauta del encanto y la risa
Huyó de los tormentosos naufragios y del esplín
Y la causa de su locura
Nutrió las viñas de la luna
Vió atardecer las melodías y los planetas
Y agitar las olas plateadas de su espíritu
En las madrugadas ancestrales
Su universo se apareció en los fulgores
De la quema de los bosques
Y en el humo que ciega a los cuervos
El fuego arrebató los plantíos
Y la porcelana del colibrí
En el destierro del bardo
Fue su poesía vagabunda
Toga de la diosa Artemisa
Se cobijó en su risa
Templo del ángel protector
Y en los trucos de su cinismo
Hallo esmeraldas y rubíes en el abismo de la fuente
Y una estrella diamantina en su frente

Entiendo su alma, su congoja y su sosiego


Yo pude maravillarlo en todas las zonas
Tanto en mi ser como en los otros
Y recorro los dominios de su inspiración
Los caminos silenciosos de sus llagas
Toda la marca de su pensamiento
La dádiva de su exterminio y su vida
Sigo en la comarca de su ardor poético
La risa, su genio y su emocionante voz
Sus rimas: un desfile en el desierto
Después… la sumersión en la bóveda azul
Yo he navegado en las vísceras de sus poemas
Y en sus afecciones y en su pura dicha
¡Apoderado del mundo!
Semidiós heroico que profetiza
Y sobrevuela por el universal caos
Tu numen de poeta
Embajador de las elevadas realidades
Que excede el goce humano
Vio además en su mente
La sangrantes heridas de cenizas de Marte
Anfitrión rojo del edén
Zagal de gorriones y palomas
Por el oscuro vuelo de los caranchos
Supo también de la asquerosa carroña
Suyo los rosados blasones de los flamencos
Y la carne de mármol de Venus
Son todas las alegorías que su cuerpo delinea
Cuerpo ígneo y gaseoso
Ardor delirante
Y embriaguez del baile
Símbolo de la humana locura
Viaje seductor de la catarsis
Que nos libera y nos tranquiliza
Y pliega el telón de la fábula
Ondina y serafín de la danza
Compendio de la cabal belleza
Vaho sedoso del sueño
Trapecio de los mundos
Sideral manifestación de la figura
El puro arte de las transformaciones
¡Oh jóvenes del Ágora!
¡Vírgenes de la locura!
En el desfile de los dioses
Disgregan las cuentas de sus amuletos y las cuerdas de sus cítaras
Canto del cuerpo y del alma
Y hábito cristalino de la forma
Borrasca de centella y diamantes
Alas de humo y alabastro
Pasan náyades y sacerdotes
Mitos y poemas
Por los azules secretos de la imagen
Y el vuelo matizado del alma

Cuanta discreción
En esa oculta morada
De farragosas figuras
Y de apocados sonidos
Y su cuplé es la llave de la imagen
Recinto de los universos y los perfumes
Unas veces de esmalte y piedra de la cantera
Las otras, de distante rosado
Extensión de las treguas y la desaparición
Yo he asistido en ese eco lejano
A las bodas de lo verdadero o quimérico
De las partículas y la ilusión
Su composición es la asombrosa compostura
Transparente que proclama lo repugnante
Las lágrimas del relámpago
El secreto de lo invisible
Expresión, oblación del azur
Límite del hueco y del intersticio
Desfallecimiento de la euforia y la agonía
Del rayo oculto y los cuerpos celestes
Horno nocturno de silencio y melodías
La palabra de las cimas estelares
Y las estrellas del alma
Caminante obscuro de la poesía
Fuera del territorio impenetrable
Y sobre las yermas tinieblas
Su verso: aldabón del axioma
Fenómeno del resplandor revelador
Conocimiento de la sangre y la llama
Raigón de la elocución
Presencia visionaria
De pétalos, de plumas y de antorchas
En la silenciosa lejanía de la roca
En el horizonte del sueño
Conversan los gorriones

La noche es una selva en llamas


Que atiborra de símbolos extravagantes
Los ojos y el azur
Quemando los derroteros de la bóveda celeste
Traspuse cordilleras místicas y sagradas
Escuchando en sus vísceras
Los recónditos cantos del viento…
Vi al pie de los ombúes
Los dioses del maíz
Sus caballos, sus halcones
Y en el pecho del cóndor
Escuché el espíritu de la noche
En la barca de purpúreos metales
Me elevé hacia las galaxias
Desafiando a los poderes de Urano
Supe así de la cólera y las lágrimas
Que padecen los ríos, los bosques
Y las llamas y las pampas, y el cierzo y las lagunas
Los severos enemigos de los otros páramos
De todos los cantos verdes
Y del baobab fosforescente del sol
Yo he experimentado la huída delirante
De cuervos, corceles y dioses
Que en la cadencia voraz de sus tragedias
Rayan la marea de la noche
Y sus quejas retumban en el infinito
La fanfarria demoníaca de los negros huracanes solares
Destruye los cántaros llenos de diamantino líquido
Que escancia Júpiter después de tronar su rayo
En la victoria de los héroes de la brutal Roma
Cuando el ciudadano se transforma en guerrero
Las estrellas encienden los fuegos de las antorchas del cielo
Los cometas ígneos surcan los universos infernales
De los destierros de los filósofos bohemios
Que con lámparas a llama de velas
Escriben discursos de osados pensamientos
Sobre la libertad, la vida y la muerte
Temas que Minerva susurra al oído de los poetas
En las noches de fiebre concupiscente
Y los melodramas de las heridas de las serpientes
Los cíclopes y las brujas irascibles
Que invocan a Satán en el Sabbat invernal
Utilizando salamandras para la conjura de los hechizos
Agregando ancas de rana y sapos al caldero perverso
Para que los trogloditas y los impíos del vicioso libertinaje
Forniquen a las ninfas de alabastro y oro
Que encienden la mecha de los encantos de los semidioses
Dormidos en los bosques de los elogios azules

Las melodías del ámbar eléctrico


Son los rayos que serpentean en el lago
Y producen sinfonías paranoicas
Que angustian en esplín a los peces voladores
Perseguidos por las garras de los halcones
En una batalla imaginada por la deidad suprema
Que se regocija en los combates de sus creaciones
Y el ojo humano es ansioso espectador de los caprichos del omnipotente
La osamenta de los mares es devorada por los tiburones blancos
En un frenesí tormentoso
Que guardan los relicarios de monjes enloquecidos
Por las visiones de los demonios
Que navegan a toda vela por los piélagos rabiosos
Susurran los péndulos de la oscuridad
En los letargos del tigre
Como una brisa de las cimas
Donde el buitre destruye el hígado de Prometeo
Peces invertebrados caen por la cascada de verdes aguas
Donde las cataratas sumergen el líquido de los deshielos en el azul del océano
La navegación de las arañas del desencanto provoca atrocidades
Y que mueran atosigadas por las bocas de las serpientes
Que al deglutirlas causa el cambio de piel de las anacondas
Los monos desde los árboles imploran a la diosa de la selva
Para que a los hombres los devore la fiera pantera
En un acto de justicia y redención de sus almas
Y además servir de carroña al buitre y al cuervo
Que canta la poesía que los aborígenes escriben en las rocas
Poesía que leen los dioses alucinados por el peyote
En las noches de ceremonias a la Luna
Que terminan con los cantos del tucán y el golpe del gong
Cuyos símbolos son el calendario solar que indica los tiempos
En que deben ser cosechados el maíz, el café y el cacao
Toda la selva se abre en flores, plantas y animales
Brindándose así su rica naturaleza a los conjuros de los chamanes

Las melodías de las gaitas hipnotizan a los unicornios


Que con su cuerno diamantino dibujan espectros
De los héroes que perecieron por el poder y los hechizos de Circe
A la hora en que las abejas libaban los crisantemos
El viento aturdía en Escila y Caribdis
Y la esfinge celebraba saturnales en honor a Baco
Desde el Olimpo Zeus alentaba a las tormentas
Para que sus rayos fulminaran a los mortales
Que embriagados en ira furiosa
Transitaban los caminos de la crueldad y el pecado abominable
Que únicamente Hera concebía como tributo
Para que los asesinos de las ninfas
Ahogaran sus penas en el vino y no sentir dolor
Al ultrajar a las vírgenes que poseían después de conquistar una ciudad
Apolo con su lira calmaba los furores de los guerreros
Y Venus con sus encantos de diosa
Se brindaba sin miramientos a los locos paranoicos
Que ardientes en deseo
Pagaban a la diosa
Después de consumar el acto amoroso
Con sus vidas
Arrojándose al mar Egeo
Los crepúsculos dan fiestas de colores magnéticos al rosal
Donde el sol quema las pieles de los leones
Y las sustancias del cielo corroen los zafiros
De los ojos de las luciérnagas y las libélulas
Que viajan rumbo a los arcoíris de la liberación
La acrópolis se sumerge en la neurosis de la noche
Y las auroras se visten con esmeraldas apocalípticas
Que dan una representación infernal al cielo impregnado de estrellas
Los hombres se suicidan
En los sótanos góticos llenos de gárgolas
Con drogas de las garras de los tigres del Asia
Y los dioses enloquecidos
Corren por los bosques detrás de las mujeres que toman por ninfas
Y el poeta
En su fiebre creadora
Imagina universos
Donde la vida es locura y placer
Y la musa
Loca por el poeta enajenado
Siente que el silencio es un mal augurio
Que quiebra los nervios del bardo
Entonces
Con la inspiración de Atenea
Escribe en los folios del vate
La poesía épica de los antihéroes

El licor de la alucinación produce el febril tormento de la metempsicosis:


La lluvia de oro se cristaliza en los ojos de los jaguares
Que arañan las hojas de aluminio de los árboles ardientes de culebras
Bajo un cielo rojo
Donde el pintor plasmó el arte del color
La alquimia de la soledad
Surgió como un bálsamo del alma
En la búsqueda de lo absoluto
Y en los abismos rapsódicos
La distorsión hunde en silencio
A los cuervos de plumas de azabache y ojos de rubí
Temblando como una momia de las pirámides
La estatua de una diosa de las clorosis
Suplica a los cielos ensangrentados
Por los espíritus hastiados de las religiones paganas
Que pagan sus culpas en los infiernos de la melancolía
Donde la furia creadora de la estrella verde
Explotó en esmeraldas
Que tomaron las Harpías
Para engañar a los solitarios
Que se pasean por los bosques
En busca de tranquilidad
Sin la indulgencia de los corceles
Que sepultan los hartazgos
De los jinetes magnéticos
Sin mediar una araña metálica
Que teje su tela en ramas fosilizadas
Segundo tras segundo
El encierro termina en el camino hacia el cadalso
Y la locura de las serpientes tiembla en el féretro
Despertando a los muertos en los ecos de la insania
Psicodélica de los tormentos catalépticos
Funambulesca fanfarria de buitres agusanados
Que despliegan sus carcomidas alas hirsutas
En el vuelo sobre ríos de lava volcánica
Cicatriz en el ojo del huracán
Y rayo homicida de palomas
Escuálidas montañas
Actores de la santidad
Flemas ácidas
Zorros de la codicia
Títeres y payasos fanfarrones
Cartas de la extravagancia universal
Derretidos zafiros de medusas
Países ancestrales
Lujuria escatológica
Elefantes sagrados
Moribundos amantes a la luz de la luna
Cerezas de la gula concupiscente
Oriflamas mentales
La maldición de las visiones ubérrimas
Los pies con espinas del caminante son un cactus sediento
Y las melodías distorsionadas del violín de Satán
Son un aria que revienta los oídos
Y estruja los huesos y la carne
Y los demonios cansados de la lucha eterna
Se deslizan por los infiernos
Y en silencio
Prenden velas
Para que la ciencia los libere
Del yugo del dios omnipresente

Las flores mueren ahogadas en el cemento


Por un amor que olvidó las sombras del alba
En el verano de los soles rabiosos
La suciedad de las estrellas aborrecen los discursos del anatema
Que clava alfileres de hierro candente en la cara de la estatua de la arrogancia
La bestia lobuna brama en los bosques del universo la cadencia del diablo
En el baile que sobre el trapecio
El bufón angustiado en su dilema
Realiza piruetas para la digestión del rey
Y el humo de los castillos sale por las tumbas de los jinetes guerreros
En la soledad de la emperatriz austera
Un sátiro duerme en su regazo
Y los hechiceros duermen el sueño de las alquimias diabólicas
En las tabernas que ofrecen los licores añejos
A los sedientos viajeros del desierto
Y las caravanas de camellos
Que trafican opio, sedas y piedras preciosas
Son asaltadas por el mismo demonio
Que se regocija viendo las caras de espanto de los traficantes
Y dios ve todo esto con ojos de matón
Y continua alucinando una partida de ajedrez
En el día de los santos mártires
Cuyo tormento fue una virgen pitonisa
Que auguraba en los oráculos la peste bubónica
En las huestes de Calígula
Y por ende el triunfo de los bárbaros
Y los gritos salvajes hacen sangrar los oídos
La barahúnda en los templos de Baco
Son observadas por un niño triste
En una esfera de cristal

La frenética crepitación de la tormenta solar


Ahoga en las llamas a la bóveda etérea
Y en el horizonte se ve el huracán
Que enciende los relámpagos y los truenos
De la tempestad
La borrasca en los cielos
Y el tifón en los océanos
¡Poseidón enfurecido!
Encadenado en el peñasco está el hombre
Aguantando el vendaval
Y el canto de las sirenas
Torturante como el temporal
El destino lo llevó ahí como castigo
Castigo del dios del mar
A la osadía del hombre
¿Qué hiciste hombre para alentar la ira de Neptuno?
Conocí a una ninfa amante del dios
A la que yo seduje
Entonces la deidad enfurecida
Me puso ante el Leviatán
Monstruo al que di muerte
Montado en el caballo Pegaso
Poseidón al enterarse de mi victoria
Le ordenó a la ninfa que se suicidara
Y ella cumplió el mandato
Y yo al conocer la acción nefasta
Quise hacer lo mismo
Fue entonces que el dios dijo:
Para tí habrá otro castigo diferente
Y es así que me encadenaron de pies y manos a esta roca
Además de soportar eternamente la tempestad
Que se produce por los fuegos solares
Si el viento del sol es abrazador
Los ciclones en este lugar son terribles
Cruel tormento sufre el hombre
Al desobedecer a un dios
Arrastrado por el amor lujurioso hacia una ninfa
Amante de la omnipotente deidad
¡Poseidón enfurecido!

En la tibia noche, cuando los cipreses captan el último aliento del viento en las
gargantas de las ramas, Bachicha oscilante como el diapasón que afina el piano, siente
sus penas derramas en su mundo interior. La vitrinas de las vanidades le ha mostrado un
arsenal de subyugaciones que aborrecen las naturalezas rebeldes; en los confines de la
tragedia adornada con las joyas falsas de la hipocresía, la medusa había petrificado el
espíritu de Bachicha que un loco delirante con un enorme martillo partió en mil
pedazos. La sentencia destructiva clavo los colmillos del desengaño y la sangre
purulenta brotó de las heridas que mostraron la carroña del alma. En la soledad más
atroz, Bachicha en un grito agónico reveló todo el dolor de sus entrañas. Y en las
nostalgias de los puertos crípticos donde los navíos de la infelicidad encallan, los
tormentos mentales surgieron como helmintos en la carne podrida. En los gritos
desgarradores del maldito se escondía la desazón y la prueba de no rendir pleitesía a los
cielos gobernado por el todopoderoso, el rebelde pagaba por su afrenta a la divinidad y
se ahogaba en sus heces. Has seguido el camino de los endemoniados Bachicha, ahora
resiste y deja los lamentos; eres el eterno condenado sin razón ante el señor que es tu
enemigo, no hay lugar para ti al lado del todopoderoso, en realidad nunca fuiste de su
agrado; hay quienes piensan que el señor es misericordioso incluso con los espíritus
descarriados, pero él te detesta Bachicha, déjalo así y sufrirás menos. Debajo de la piel
sientes parpadear las serpientes de la resurrección que brotan de tu cráneo formando una
diadema. En los infortunios de tu existencia las tribulaciones han levantado muros de
espanto y desdicha. Los desgarramientos del alma son cuchillas destructivas de tu
naturaleza. El caos apaga las antorchas de la bondad y te rebelas vengándote a través del
crimen. Dulce tormento de los corazones crueles. Las melodías infernales te susurran al
oído el fin de los tiempos agonizantes llenos de frustración. Los violines magullan los
oídos con analectas sinfónicas del tiempo de los gnósticos que transparentaban la deidad
en sublimes interjecciones de los jilgueros en las mañanas que el sol flagelaba con sus
rayos los sauces de hojas de esmeraldas. Los intersticios polares truncan sus montañas
en las nieves de las gargantas resecas por los meteoros sin bridas plateadas. Son los
piélagos dentro de una botella de vodka que exudan mieles del ámbar lunar y estallan en
filamentos que se incrustan en la superficie de las estalactitas diamantinas. La materia
gris de Bachicha se transformó en un níquel viscoso por hundir su cabeza en los colores
del arco iris circular. Después de esto Bachicha se opuso férreamente a la liturgia de los
clérigos charlatanes de las plazas públicas que versaban sobre el advenimiento y la
conquista de las almas descarriadas por el Mesías cristiano. Recordaba los discursos de
los sacerdotes en el púlpito de la infame bienaventuranza de los pecadores del libre
albedrío y de los fieles al dios de la espada, y, con encono blasfemaba sobre los paraísos
redentores y la eterna misericordia del dios de los pobres de espíritu. De las fauces del
dragón ancestral brotaron las llamas que calcinaron a los guerreros que eran los
defensores de la fe cristiana en las tierras ya sagradas por otras deidades que inspiraban
más respeto que el todopoderoso; Bachicha presenció la batalla con los ojos llenos de
un placentero orgullo al ver las huestes perecer por el ataque ígneo del fabuloso animal.
Y dijo: hay algo al fin que el señor no puede imponer por la fuerza, su poder superior ha
sido vencido por otro poder que lo supera en fuerza y crueldad. Los escapes de las
torturas celestiales sumieron a Bachicha en la liviandad y el desenfreno por los encantos
luciferinos. Así como aborrecía de dios tomó partido por los demonios a los que
consideraba preocupados por los problemas de la ciencia. Bachicha imploraba a los
infiernos letanías de Satán y le pedía al príncipe de las tinieblas que lo guiara por los
caminos de la experiencia y la sabiduría. Entendía que el todopoderoso quería
perjudicarlo y Astaroth salvarlo; dios siempre demanda pruebas de lealtad y amor y
nunca se ve complacido, en cambio Satán no tiene intereses creados y su cariño es
desinteresado. Se entregó al estudio de la poesía con febril ardor, y, con el anillo
entendió un poco más la vida y el universo. Fue así que Bachicha se perdió por los
caminos de la vida y los libros, y por las imágenes de la laberíntica poesía del anillo. El
anillo fue el germen de su libertad, y, como vampiro se salvó del castigo divino del
todopoderoso; el ya no era por su naturaleza un fiel partidario por el señor, sino, que le
sentaba mejor una vida eterna junto al diablo. Los lobos desgarran lo imperecedero en
las noches del eclipse lunar; hay algo que muere en el interior de Bachicha como una
hoja que se marchita en otoño, pero otra cosa nueva renace de las cenizas como el ave
fénix. Lo perturbador desaparece, se borra, y, las sombras espeluznantes realizan la fuga
de escena del teatro de la vida. Si siempre te acompaña lo siniestro y perverso Bachicha,
ahora lo intrincado de tu vida da un giro hacia nuevos derroteros, ¿quién sabe a dónde te
arrastrara éste cambio? Yo tan sólo seré testigo y tú serás el que actúe en los vaivenes
de tu nueva vida. Vuela Bachicha hacia donde tú quieras, eres dueño de tu propia vida y
con la libertad recobrada huye de los espasmos del supremo, de sus veleidades de
arquitecto del universo, de su carácter despiadado, de su omnisciencia y de su fe que ha
destruido generaciones enteras. El es cruel y dice ser misericordioso, dice ser justo y
sólo quiere la gloria aunque esto cueste millones de vidas, dice amar a la humanidad y
sólo la enfrenta en guerras religiosas en las que quiere ganar y erigirse como el
gobernante supremo del universo. Grande es su poder porque la humanidad embaucada
lo glorifica. Los planes de dios son siniestros Bachicha y ahora tú te has dado cuenta de
esto. Vete Bachicha, huye, corre hacia el horizonte, sacia tu sed de libertad y con Satán
breva la sabiduría milenaria de los infiernos y el cielo. Largos peldaños en la simbiosis
de truculentos aforismos carcomidos por el ácido de las moscas en la fuente de estatuas
rotas; las viscosidades de las larvas ultrajan en el vidrio del lago a los peces voladores
que vibran por los aires al ritmo de los ecos de un sicus; imprescindible los marfiles de
los dientes del viento que hacen bailar a la aurora en las espaldas de las montañas;
anocheceres fosfóricos y sensoriales de abismales magnetismos en los resquicios de
melodías arcaicas; sanciones acuáticas que derivan en silencios de la muerte a orillas de
la incertidumbre; la lluvia simboliza las greñas de la musa enloquecida por el furor vital
del poeta que piensa el devenir de los fuegos del cometa por las constelaciones de las
estrellas que susurran blasfemias. Rompiendo los destellos que giran chorreando virutas
de metal al rojo vivo, Bachicha hundió su cornamenta en las cataratas de la luz solar, y,
bañado en el néctar de la permanente radiación impulsó su espíritu a los desiertos en
donde la noche es eterna. La melena del león se hizo cenizas en la cabeza de un
saltimbanqui de los carnavales de la agonía; esqueletos danzarines muestran sus
cicatrices óseas; plumas negras caen de los cielos hacia los ríos selváticos; ojos
lunáticos devoran los espejismos en clave de sol; las melodías de las gaitas se expanden
por los bosques amarillos; los eléctricos destellos del rayo muestran las fauces de los
tiburones; sombras gigantescas crepitan en los valles de la luna; el humo en las estepas
se transforma en un titán con un martillo golpeando un muro de cemento; un engendro
demoniaco al timón escupe brasas de baobab al mar negro de los ojos de los cuervos;
los colmillos de las serpientes forman palabras de un alfabeto obscuro y olvidado; el
hacha en el tronco de metal estalla en estalactitas que se transforman en carroña donde
los buitres se hartan en el sopor de la osamenta; durante la obra y el frenesí de
escuálidas actrices interpretando papeles de mujeres licenciosas, Bachicha bebe el vino
añejo de las alucinaciones de las vírgenes pitonisas de los antiguos oráculos. Las redes
electrizadas de las arañas brillan en relámpagos que fulguran en los ojos de Bachicha
mirando al universo; en los avernos los demonios claman por las almas en pena
aborrecidas por el todopoderoso; las clepsidras revientan el tiempo en tifones que surcan
los océanos. El estruendo del gong se transforma en un eco agonizante que se expande
por los valles desolados y desérticos; en los imperios de la crueldad sobrevuelan los
halcones agoreros de calamidades; la melancolía del mundo muestra sus ojos llenos de
lágrimas en la injusticia milenaria de oprobios y maldades de la codicia. En las cárceles
los presidiarios duermen con un rosario en las manos asesinas y en los manicomios los
locos le rezan a una deidad paranoica. Humillados los pueblos marchan hacia el cadalso
donde espera el verdugo ansioso por ver la sangre de los condenados; el pánico de las
multitudes estalla en fuegos de colores en el cielo espectral. Se abre la densidad de la
niebla dejando entrever una figura oscura de la cual caen gusanos que son devorados
por una bandada de cuervos con brutal fruición, el espectro se dirige hacia el mar para
observar a la orca devorar en la orilla a los lobos marinos, durante el salvaje espectáculo
un sol negro lentamente asoma por el oriente y el fantasma alzando los brazos
agusanados y rodeado de cuervos lanza imprecaciones hacia el cielo gris. Es Bachicha –
el anatema- que ritualizando de cara al sol vocifera palabras en un dialecto
incomprensible; quizás su enojo de siglos encuentre en esta práctica un escape que lo
pone de rodillas en la arena por lo enérgico del ininteligible discurso. Por tus
carcomidas venas corren los furores siniestros del desencanto y buscas en cosas
incompresibles a los simples mortales la descarga febril de tus males. Una luz
proveniente del horizonte entre el cielo y el mar iluminó al loco cataléptico en la playa y
en su mente se dibujaron los rostros de los verdugos que otrora lo torturaron sin piedad,
y el muy lentamente alzó su puño desafiante a los cielos que arrojaron piedras heladas
que despertaron al réprobo de su letargo y con un escalofrío por toda la médula huyó
despavorido. Llamas en las cruces de hierro de las catedrales de las montañas son la
tragedia de los insomnios terribles que devoran a Bachicha en las noches donde el tigre
desgarra los sonidos de los antílopes; las cigarras y los grillos melodiosos te susurran
sobre el infierno extravagante. Ya no te será permitido amar. Los simples mortales ya
no alteraran tu psiquis y tus nervios, tu alma y tu corazón permanecerán fríos ante sus
costumbres, solo te calentarás en la fragua de la creación poética. ¿Tienes un anillo con
el cual puedes ver imágenes? Satán lo puso en tu poder, ese anillo perteneció a otros que
volaron en la inspiración artística y ganaron la inmortalidad, lograron trascender su
época y ahora el diablo te lo da a tí a cambio de tu alma. ¿Qué pierdes Bachicha? Yo
creo que ganas más de lo que tenías. Llevabas una vida desgraciada, vagabas sin sentido
por las calles y solo conocías a unos tontos fracasados que te disgustaban y no te
valoraban, en cambio el demonio vio en tu espíritu altivo y en tu orgullo a alguien
interesante para pactar. Ya no tengas miedo de tí mismo, toma el anillo y
experimentarás un cambio interior que se verá reflejado en tu obra. Las lunas han
transpuesto los umbrales de las auroras en las noches del resurgimiento del poeta y las
rocas estallan para mostrar la estatua de una musa que enciende las antorchas libertarias
de la creación poética. Los cuadros de la tristeza mueren en letanías a las flores de
pueriles revelaciones a la hora en que los violines cumplen el ritual sanguinario donde el
adiós a épocas pasadas significa el caos. Hoy es el pesar de la angustia en los rojos de la
pasión, todo ha sido renovado en las noches abiertas a nuevos mundos. La piedra de
carbón llora una lágrima diamantina al pie de las montañas que dan a los piélagos más
sinuosos del orbe. ¿Qué ha sido de tu herida abierta Bachicha? Como sabrás el miedo al
caos solo puede ser tu perdición, enfréntalo y te darás cuenta que no te sofocará, sólo es
una ilusión que ha creado el demonio para ponerte a prueba, es únicamente un
espejismo en el desierto de tu vida. Corre pronto a las alturas montañosas y sumérgete
en profunda meditación y deja a tu alma volar en éxtasis, en las noches la aurora te dirá
los secretos de la naturaleza y de día el sol será el vocero de los secretos del universo;
cuando tu mente caiga en el surménage habrás aprendido lo intangible, lo que no se
puede ver, y, comprenderás el infinito. Decodificaras el absoluto así como los planetas
giran alrededor del sol, así como las leonas cazan por la noche, así como los elefantes
mueren alejados de la manada, así como los delfines se comunican por un lenguaje
indescifrable para los humanos, así como el herrero forja la espada del guerrero, podrás
Bachicha alejar a tus fantasmas en los momentos en que sientas flaquear a tu espíritu, y
así templar todo tu ser en el absoluto. Se encontró Bachicha en un desierto infernal
donde el sol calentaba los sesos y provocaba alucinaciones atroces; fue ahí donde
Bachicha conoció o alucinó con nueve personajes que a continuación relataré. El
primero no era un hombre vulgar sino un virtuoso de siglos anteriores a la era cristiana
por lo que no había recibido el bautismo, alababa a los dioses paganos y vivía conforme
a la naturaleza. Tu futuro está aquí –le dijo a Bachicha- tú eres el nuevo elegido,
Bachicha se asombró y quiso saber más: ¿Qué quieres decir con eso? le preguntó
Bachicha y el otro le contestó: ahora tú posees el anillo de las imágenes ¿no es cierto? –
Sí- contesto Bachicha y el personaje emitió una risa loca y dijo casi ahogado: ¡ahora
cargas tú con la maldición! Hombre de la antigua Grecia y aedo fui aunque ciego veía
imágenes de mundos maravillosos con ese anillo y mis cantares eran escuchados por
todo el reino, ahora te toca a tí. Vivir sin esperanza y con deseo-dijo- vagando por este
desierto es mi castigo por pactar con el demonio por ese anillo que tu llevas en el dedo
pulgar. ¿Todos los que pactan terminan en las llamas de este desierto? preguntó
Bachicha y el otro respondió: yo no soy el único, otros locos atormentados encontrarás
aquí que llevaron el anillo antes que tú; ahora debo irme porque una tormenta de arena
se avecina. ¡Espera, cuéntame más! dijo Bachicha y mientras el hombre se marchaba
cuando los remolinos de arena aumentaban le gritó a Bachicha ¡sigue tu camino y
déjame en paz! La figura del aedo se perdió rápidamente entre las nubes de arena y
Bachicha ya no lo vio más.
Bachicha continuo su derrotero por los valles desérticos del infierno acompañado por
las hienas que osaron devorarlo si no fuera por los gritos de otro personaje que se
aproximó a él. ¿Quién eres tú? –preguntó Bachicha- Soy quien amó con lujuria a las
mujeres y se inspiró en su belleza para escribir. Entonces la atmósfera del desierto se
tornó oscura y tenebrosa y una borrasca de los demonios sacudió las arenas e hizo volar
a un lado y a otro al personaje y se lo llevó lejos de la presencia de Bachicha. El
torbellino hizo desaparecer al hombre y dejo a Bachicha sofocado cayendo en un letargo
y lo último que vio al desfallecer fueron los temibles ojos de las hienas.
Bachicha despertó de su letargo exaltado por los terribles ladridos del cancerbero que
gruñía y desgarraba con uñas y dientes a un ser gordo. Inmediatamente después una
torrencial lluvia y granizo comenzó a caer sin piedad. Bachicha se acercó
prudencialmente al gordo y le preguntó: ¿Quién eres y por qué te ataca ese perro de tres
cabezas? Y el obeso contestó: este es mi castigo porque en la vida además de escribir
me entregué a la gula y ahora el cerbero desgarra mis carnes y aturde mis oídos con sus
ladridos, y, además en esta zona del desierto llueve terriblemente sin parar y el granizo
no se detiene. ¿Y no puedes huir? Preguntó Bachicha. No, este perro endemoniado no
me deja salir de esta zona y ahora vete quien quieras que seas déjame con mi miseria
solo. Y el hombre rompió en escandaloso llanto y Bachicha continuó su camino.
Se encontró con otro escritor que lucró avariciosamente con sus best sellers
enriqueciéndose escandalosamente según le dijo este personaje a Bachicha. Luego se
topo con otro escritor que iracundamente le grito a Bachicha lo genial que había sido
como poeta y ahora estaba empantanado en las arenas del desierto. En una tumba de
fuego había otro escritor que profería gritos desgarradores. Bachicha se le acercó y le
preguntó ¿Por qué estás aquí? Y el otro le contestó: hereje he sido y por eso sufro este
castigo en la tumba ardiente. El hedor nauseabundo obligo a Bachicha a seguir y se
encontró con un séptimo escritor que blasfemaba a dios y al ver a Bachicha lo insultó y
luego se descerrajó un tiro en la sien. Continúo Bachicha y se encontró a una mujer
vestida con un manto de hierro candente a la cual se acercó y le preguntó ¿Por qué
sufres este tormento? Y ella le respondió: como falsa profeta y alquimista del verbo fui
condenada a la eternidad a padecer esto, sólo te pido que me dejes ya que tú también
sufrirás vaya a saber que castigo. ¿Cómo? ¿Qué dijo? ¿Qué castigo sufriré? Preguntó
Bachicha. Pero la mujer huyó dejando a Bachicha perplejo y reanudando después su
marcha. Caminó un trecho y se convenció que la arena se había transformado en hielo y
divisó no muy lejos algo así como una cabeza, se acerco y efectivamente era una cabeza
cuyo cuerpo estaba sepultado en el hielo. Bachicha le preguntó: ¿y a ti que te sucedió?
Y el aprisionado en el hielo le respondió: traicioné a todo y a todos en la vida, a pesar de
que escribía mi sufrimiento ayudado por el anillo traicioné a más no poder. Y Bachicha
entendió vaya a saber que en este desierto. Miró su mano derecha y en el pulgar estaba
el anillo. ¿Escribiría? ¿Sería capaz después de ver a los antecesores que se valieron del
anillo para escribir? No había quedado nada claro en la mente de Bachicha. ¿Habrá sido
por usar el anillo o porque en realidad esas gentes estaban condenadas de antemano por
sus actitudes en la vida? Preguntas que giraban en la mente de Bachicha como acordes
de un piano satánico que le estrujaba los sesos. La fantasía del anillo ha hablado para
Bachicha…

-FIN-

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