La historia de la humanidad, está llena de episodios que nos muestran
cómo las crisis políticas, económicas, sociales y sanitarias, como la que vivimos hoy en el planeta desde la aparición del coronavirus, devenido en pandemia, han servido por una parte para exhibir las miserias humanas, pero paralelamente hacen florecer las virtudes de quienes, con sus actos, dan testimonio de ser hijos de Dios. Así, por ejemplo, la grave crisis por la expansión del virus, ha exacerbado las disputas políticas e ideológicas entre las grandes potencias. Chinos y rusos por un lado, estadounidenses por el otro, se acusan mutuamente sobre el origen artificial del virus creado con fines bélicos, pero sin duda, destaca la asombrosa e inhumana intervención del presidente Trump ofreciendo inmensas cantidades de dinero a cambio de la exclusividad en el uso de una vacuna contra el coronavirus. Por cierto, China, donde apareció el mal, se ha mostrado indignado por las referencias del presidente Trump sobre “el virus chino”. Al respecto, debemos recordar: a) Que históricamente muchas enfermedades han recibido el nombre del país o la localidad en que aparecieron, verbigracia, “la peste de Siracusa” -396 antes de Cristo- o “la gripe española” de 1918; b) Que, en todo caso, el coronavirus no solo se originó en China, sino que se expandió por el mundo por imprudencia, inoperancia o negligencia de las autoridades de la nación asiática. Como de costumbre, en medio de esa pugna, emergieron las inveteradas ignorancia, desfachatez y cinismo de Nicolás Maduro, tirano que ha sumido al pueblo venezolano en una crisis humanitaria sin precedentes en Latinoamérica, expresando que se trata de “una cepa creada para la guerra biológica contra China”. Precisamente, en Venezuela, país arruinado por una “peste política” llamada “Socialismo del Siglo XXI”, podemos verificar los actos más viles de quienes ostentan el poder, al plantear una cruel cuarentena a todos los habitantes, sin alimentos, medicinas ni servicios esenciales como agua y electricidad; apresando a aquellos que salgan de sus hogares sin portar un tapabocas, que el régimen no proporciona y que en la calle tiene un valor de 10 dólares (3 salarios mínimos mensuales), por supuesto, vendido por compatriotas envilecidos e inhumanos. Igualmente, miserables y repulsivas resultan las declaraciones de líderes de la oposición, verbigracia Henry Ramos Allup, quien hace apenas 7 días pedía a la oposición organizarse para unas “elecciones parlamentarias”, soslayando completamente el “cese de la usurpación” presentado por ellos en 2019, como condición “sine qua non” para ir a un proceso electoral. Ciertamente, anteponen sus intereses personales y partidistas sobre la agonía de Venezuela. Por si fuera poco, los protagonistas de los más groseros actos de corrupción del planeta, por miles de millones de dólares, hoy piden un “financiamiento al Fondo Monetario Internacional” (organismo objeto de ofensas y anatemas en reiteradas ocasiones por Chávez, Maduro y Diosdado) por $5MM, para atender los casos de coronavirus en Venezuela. Con dicha solicitud el régimen pretende una jugada perfecta: Al negar el FMI el crédito solicitado (por miles de razones), Maduro se hará la víctima, haciéndoles responsables de las pérdidas humanas; si lo conceden, él y sus secuaces dispondrán de dinero fresco para su voraz corrupción. No obstante, ese devastador panorama que nos preocupa profundamente, encuentra una poderosa fuerza contraria que se enfrenta al mal y finalmente se impondrá con la tutela Divina, manifestada en los médicos y enfermeras que se desprenden de sus seres queridos para arriesgar su vida cada día prestando la atención a los contagiados. Con la misma orientación humanitaria que nos llena de esperanza, surgen las expresiones solidarias de los líderes de varias naciones, principalmente europeas, en las cuales fueron suspendidos a los ciudadanos, el pago de los servicios básicos, alquileres e impuestos. Pero tal vez, la mayor manifestación de la intervención de Dios para salvar a la humanidad, ha nacido justamente de su pueblo, Israel, en el Instituto de Investigaciones MIGAL, ubicado en Galilea, al norte del país. Allí, adelantan el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus para su posterior producción a gran escala, anunciando que está lista en cuestión de semanas.