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PAPELES DEL EXILIO 2021 N° 72

¡VIVA LA MEDIOCRIDAD!

Etimológicamente, la palabra mediocridad proviene del latín


“Mediocritas” (sustantivo femenino de la tercera declinación) y traduce, por
una parte, “insignificancia, pequeñez” y por la otra, “moderación, término
medio, medianía” (Diccionario Vox Latín-Español).
En el mismo sentido, atendiendo a las nociones presentadas por el
diccionario de la Real Academia Española (2021), encontramos que el
adjetivo “mediocre” significa “de calidad media”, “de poco mérito, tirando a
malo”.
Por supuesto, la exclamación presentada en el título de este papel del
exilio, no alude a tales nociones, sino a la llamada “dorada mediocridad”
(Aurea Mediocritas; en ningún caso reñida con el talento o brillantez) que el
mismo DRAE define como “estado de quien vive satisfecho con su relativo
bienestar, sin envidia ni codicia”.
En efecto, esa mediocridad dorada, es digna de elogio y apología, en
especial en estos tiempos de inusitada turbulencia en los que imperan lo
irracional, la ambición y voracidad, verbigracia, cuando el planeta se
prosterna, siguiendo a un “youtuber” que recibe más créditos, recompensas y
aplausos que los científicos y médicos que luchan a diario contra el virus
chino.
La afirmación anterior, se sustenta en los siguientes argumentos. El
primero; si la “dorada mediocridad” implica un estado de satisfacción o
felicidad (siempre relativa por razones de edad, sexo, estado civil, nivel
educativo y cultural entre otras variables) y además, tal satisfacción es capaz
de lograr que el individuo proscriba de su vida la detestable envidia (tristeza o
pesar por el bien ajeno) y también la codicia (afán excesivo de riquezas),
fuente inagotable de desviaciones y delitos, entonces “¡Viva la mediocridad!”.
En segundo lugar, en un plano más elevado, si la mediocridad aurea, es
capaz de proporcionarnos la madurez para hacernos rogar al Creador:
“Dos cosas te he pedido, no me las niegues antes que muera: Vanidad y
mentira aparta de mí, y no me des pobreza ni riquezas, sino susténtame con el
pan necesario, no sea que, una vez saciado, te niegue y diga: ¿Quién es el
Señor?, o que, siendo pobre, robe y blasfeme contra el nombre de mi Dios”
(Proverbios 8).
Entonces, exclamemos a voz en cuello, “¡Que viva la mediocridad!”.

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