La Organización Mundial de la Salud, dirigida por el comunista etiope
Tedros Adhanom, se ha negado en reiteradas ocasiones a admitir que el COVID-19 pueda haber sido creado en un laboratorio en China. Incluso, se ha encargado de condenar cualquier señalamiento que responsabilice al régimen chino sobre el particular.
Así pues, la OMS, parece olvidar que la cepa original del virus que contagió a medio mundo y sembró muerte y ruina en muchos países surgió en Wuhan, China.
Por otra parte, en relación con la aparición hasta ahora, de 13 variantes
del virus en diferentes puntos del planeta (unas de mayor peligrosidad que otras), ha sido tratada con “guantes de seda" por la OMS, al señalar cada variante con letras del alfabeto griego, para "no estigmatizar" a los países en que aparecieron tales mutaciones del virus original.
Por ejemplo, las variantes identificadas por primera vez en Reino
Unido, Sudáfrica, Brasil e India, fueron designadas con las letras alfa, beta, gamma y delta respectivamente; consideradas variantes de "preocupación" para distinguirlas de las variantes "de interés" ubicadas en Perú y Colombia, nombradas con las letras Lambda y Mu.
Inclusive, la "delicadeza" de la OMS, se extendió al hecho de omitir la
décimo tercera letra griega, para designar la siguiente variante encontrada en varios países, pues "Xi”, es un apellido (chino) y en consecuencia fue llamada "O" "ómicron".
Por ello, en su afán de promover la impunidad y el igualitarismo,
odiosas fuentes de miseria y opresión, el órgano mundial en materia de salud ha sido transformado por los comunistas en la "Organización Mundial de la Sutileza".