Tan solo 5 días después del llamado “Carupanazo”, el Presidente de la
República, Rómulo Betancourt dictó un importante decreto para cortar de raíz la maldad y las ambiciones ilegítimas de los grupos comunistas, que a pesar de haber sido acogidos por la naciente democracia venezolana, pretendieron incendiar al país y tomar el poder por la fuerza, derrocando al gobierno constitucional electo por el pueblo tres años antes. Frente a esa situación, en uso de las atribuciones conferidas por los artículos 190, 136 y 114 de la Constitución Nacional de 1961, a don Rómulo no le tembló el pulso para ordenar a través del decreto 752: “Artículo 1°: Se suspenden en su funcionamiento y se prohíben las actividades de los Partidos Comunista de Venezuela y Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Artículo 2°: Procédase a la ocupación de los locales, archivos y demás efectos de los Partidos a que se refiere el artículo 1° de este decreto. Artículo 3°: El Ministro de Relaciones Interiores queda encargado de la ejecución del presente decreto”.
Con la trascendental decisión ejecutiva, el primer mandatario nacional,
actuando de conformidad con la Carta Magna y coherentemente con la “Doctrina Betancourt” dictó una auténtica “Cátedra sobre cómo tratar a los comunistas”; individuos anárquicos y desadaptados que solo conocen el lenguaje de la fuerza y las prohibiciones.
Hoy, 58 años después, la realidad latinoamericana, cuyas democracias
han sido amenazadas seriamente por los sediciosos comunistas, confirma que no pueden recibir consideraciones; por el contrario, debe aplicárseles todo el peso de la ley penal, con sanciones principales y accesorias, restringiendo los beneficios procesales, las amnistías e indultos, que en la práctica han funcionado solo como medidas populistas de gobernantes inescrupulosos.