Está en la página 1de 12

Universidad Nacional de Costa Rica

Facultad de Filosofía y Letras

Escuela Ecuménica de las ciencias de la Religión

Profesor: Victor Madrigal Sánchez

Il Reporte de lectura

Pertenece a: Sharon Soto Picado

Curso: Historia de la iglesia 1

Fecha: 13/06/2022

I Ciclo
Historia del cristianismo.

Las primeras comunidades cristianas algunos criterios para estudiar el cristianismo


primitivo.

La comunidad personal de fe y de vida fundada por Jesús tenía que ser


completada con una organización misionera ministerial se sacramental doctrinal
ritual para consolidar y agrandar el incipiente cristianismo. La complejidad de la
misión a los gentiles.

El actual Canon del nuevo testamento recoge escritos fundacionales a los que se
dio valor oficial después de un largo proceso de evolución eclesial dentro de la
fase de institucionalización que siguió a la carismática las comunidades no tenían
homogeneidad doctrinal ni uniformidad organizativa de ahí la pluralidad de
corrientes y escritos así como la imprecisión inicial en la que se movían las
fronteras de ortodoxia y heterodoxia iglesia y secta pluralidad y cisma.

Surgió la estructura ministerial común. En el último cuarto del siglo I se dio un


doble proceso se tendió a la homogenización de la estructura ministerial y se
Buscó una legitimación teológica a las estructuras ya existentes, se creó una
estructura común para todas las iglesias fueran judeo cristianas o gentiles y se
buscó una fundamentación teológica que hacer posible las vinculara al mismo
Jesús. En lo que respecta la homogenización se produjo una fusión entre los
obispos y los presbíteros.

Cuando se trata de mujeres que aspiran a cargo se les pide que sean viuda a su
mujer en un solo marido, en las comunidades cristianas también había un
Ministerio de viudas ministerio femenino que se mantuvo hasta bien entrado el
siglo III. Entonces se me ocurrió al esquema de los Apóstoles cuya autoridad
última deriva de Cristo estos escogían a los ministros unas veces ir al colegio de
presbíteros El que ordenaba indica que los presbíteros impusieron las manos a
Timoteo se ayude a la imposición de manos directamente por Pablo en contra del
desarrollo posterior que fijo un procedimiento estricto de consagración de los
ministros inicialmente el Cristiano no tenía una regla fija había distintas formas de
elección luego se homogenizaron y universalizaron.

El proceso de institucionalización y las crecientes dificultades llevaron a la


concentración en los cargos. En las comunidades esta actividad magisterial se vio
luego favorecida por la práctica de nombrar a grandes teólogos como obispos con
lo que unían la autoridad del cargo con la del conocimiento teológico. Se creó el
perfil de lo que fue la carrera clerical. La luchas por la supremacía en la iglesia.
Pedro fue el primer apóstol el portavoz el líder de los 12 discípulos tanto antes de
la muerte Jesús como luego, la aparición del resucitado le confío la autoridad
apostólica y le constituyó como el principal del grupo de los 12 la autoridad de
Pedro así como su prestigio apostólico en la iglesia primitiva.
El evangelio Marciano es claramente Pro-petrino, Pedro jugó un papel de
mediador entre las corrientes judeo cristianas y las gentileza evitando la ruptura
con los primeros aún a costa de enfrentamientos con Pablo, para este Pedro era
uno de los Apóstoles principales.
Rasgos sociales y organizativos de las comunidades.

Jesús anuncia el reino de Dios se hizo de los pecadores de los pobres y los
enfermos los destinatarios primeros de su mensaje el cambio escatológico
misional e institucional del cristianismo cambió la prioridad de los destinatarios, el
cristianismo se convirtió en una forma de vida con pretensiones de ejemplaridad,
había que ser simultáneamente buen ciudadano y Cristiano de ahí la
transformación ética y espiritual que sufrió el mensaje de Jesús para en
inculturarlo en la sociedad.
El radicalismo religioso era compatible con el conservadurismo sociopolítico sobre
todo de trasfondo histórico el orden político y familiar se veía como designio divino
y solo grupos minoritarios radicales fueron sensibles a la transformación de ambos
órdenes la decadencia de los Profetas y la pérdida de tensión escatológica.
Asimilando sus asimetrías e interiorizado y espiritual izando las exigencias
cristianas el cristianismo Se movió preferentemente entre la baja clase media y el
proletariado urbano siendo excepcionales los mendigos y miserables así como los
altos dignatarios y la aristocracia como el cristianismo es un fenómeno urbano se
desarrolló a partir de Iglesias domésticas en las que los anfitriones ejercían como
ministros de las comunidades.

Rechazando las diferencias de sexo tuvieran algún valor para Dios.


En su movimiento abundaron las mujeres como discípulos y simpatizantes las
mujeres fueron también un factor clave en cuanto protectoras del cristianismo,
cooperadoras de los Apóstoles, eran ministras diaconisas anfitrionas de las
iglesias también destacan las viudas cuyas funciones eran imprecisas respetadas
y atendidas por las comunidades. Está Concepción igualitaria chocó con el
entorno socio cultural judío.

EL CRISTIANISMO GRECO-ROMANO. José Fernández Ubiña

Las concepciones religiosas de las primeras comunidades cristianas Las guerras


de los judíos contra Roma durante los años 66-74, 115-1 17 y 132-135, lideradas
por los sectores más radicales del judaísmo, imbuidos todos de espíritu mesiánico,
pusieron de relieve el arraigo de estos ideales entre la población hebrea de
Palestina, Mesopotamia y África. Por el contrario, algunas tradiciones judías los
acusan de traidores y cobardes, y es en todo caso indudable que estos
enfrentamientos dramáticos actuaron como un catalizador que dio su propia
personalidad religiosa al cristianismo y lo distanció definitivamente de su matriz
judía. Eiigion no sólo se fraguaría alejado del judaísmo, sino enfrentado a él. No
en vano Pablo, el más grande pionero de la nueva fe, reivindicó para sí el título de
apóstol de los gentiles y, como se ha visto en capítulos anteriores, son numerosos
los testimonios que confirman la conversión al cristianismo de griegos y romanos,
de todas las clases sociales, antes de que finalizara el siglo I. En realidad, el
cristianismo se difundió desde un principio, incluso entre muchos judíos, arropado
por la cultura.
No cabe, pues, hablar de un enfrentamiento entre el cristianismo y la cultura
clásica, como lo hubo siglos atrás entre el judaísmo y el helenismo. Pero sí es
cierto que algunos cristianos se mantuvieron durante siglos muy cercanos a los
preceptos del judaísmo y consideraron su fe incompatible con las formas de vida y
la sabiduría clásica, mientras que otros, por el contrario, renegaron de sus raíces
hebreas y acomodaron sus concepciones religiosas y éticas a los principios de la
filosofía. Por eso, más que hablar de cristianismo, en singular, convendría hacerlo
de cristianismos, en plural.

El desarrollo doctrinal

La gran Iglesia se construye en la segunda parte del siglo ll e inicios del lll
mediante la convergencia o asimilación de corrientes diversas en una comunidad
universal caracterizada por su unidad doctrinal y disciplinaria y por una sólida
organización jerárquica. Como ya se ha visto, al paso de los años este kerygma se
fue enriqueciendo y diversificando, sobre todo al contacto con la filosofía clásica,
pero hasta mediados del siglo 11 ningún grupo o tendencia cristiana trató de
anatematizar a otro con el que discrepara. Los problemas de este tipo sólo se
presentaban y resolvían en el interior de cada iglesia, que ante determinados
comportamientos o doctrinas podía expulsar definitiva o temporalmente a alguno
de sus fieles, quedando éste excomulgado.
Pero una iglesia no condenaba a otra. Desde mediados del siglo ll hay autores
eclesiásticos, como Justino e Ireneo, que usan la palabra «herejía» no para
designar la discrepancia, sino para condenarla como desviación doctrinal.

Las instituciones eclesiásticas

El proceso de formación de la llamada gran Iglesia se ha identificado a menudo


con la difusión de una sólida organización jerárquica en el ámbito local, provincial,
diocesano y hasta universal. A finales del siglo I e inicios del ll se constata una
acelerada desaparición de apóstoles y profetas, los dos títulos carismáticos por
excelencia, y la dirección de las comunidades empieza a recaer en obispos o
presbíteros elegidos por el pueblo, pero no necesariamente revestidos de una
gracia especial. Por otra parte, perdido ya el ímpetu inicial de la edad apostólica,
quienes se proclamaban apóstoles o profetas inspirados por Dios eran con
bastante frecuencia truhanes y embaucadores que sabían sacar el máximo
provecho de la ingenuidad de muchos fieles. Fueron, sin embargo, los
movimientos milenaristas y las iglesias heréticas, sobre todo la montanista y la
marcionita, las que, según vimos anteriormente, siguieron rigiéndose por líderes
inspirados, entre los que ni siquiera se hacía distinción de sexo, de manera que
también hubo entre ellos profetisas, doctoras, diaconisas, sacerdotisas y obispas.
Pero, por otra parte, a todos los sucesores de los apóstoles, incluyendo los de
Roma, los llama indistintamente obispos y presbíteros. La preeminencia del obispo
es reconocida sin cortapisas en La tradición apostólica de Hipólito, que dedica un
capítulo a su elección por el pueblo, otro a la plegaria de su consagración,
pronunciada después de que los obispos asistentes le hubiesen impuesto las
manos, y otros más a los sacerdotes, diáconos y confesores. No obstante, todavía
a finales del siglo IV y principios del v son muchos los teólogos y Padres que
defienden la plena igualdad de presbíteros y obispos. La consolidación de la
jerarquía eclesiástica presidida por responsables locales, a la manera de las
magistraturas urbanas romanas, acentuó el carácter ciudadano de su autoridad, y
al igual que el Imperio lo constituían una constelación de municipios, así el
cristianismo se conformó como una federación de iglesias locales. Por el contrario,
la comunión entre iglesias y entre cristianos individuales fue algo muy intenso
desde los primeros tiempos y contribuyó a unificar criterios en todos los ámbitos.
Así lo prueba la acogida fraternal que las iglesias solían dispensar a viajeros y
transeúntes cristianos de otras comunidades y, sobre todo, las intensas relaciones
epistolares entre unas iglesias y otras. En la segunda mitad del siglo ll, según
informa Eusebio, el obispo Dionisio de Corinto mantuvo una intensa relación
epistolar con muchas iglesias, dirigiendo siempre sus cartas a las comunidades de
fieles , no al clero, aunque en la dirigida a Roma menciona a su obispo Sotero.
En su mayoría eran documentos abiertos, que se leían a la comunidad receptora
públicamente, se comentaban en sus reuniones litúrgicas y, a veces, se copiaban
y se reenviaban a otras iglesias. Viajes y correspondencia fortalecieron la
comunión Inter eclesiástica, pero donde los problemas comunes empezaron a ser
tratados y resueltos de manera formal fue en los concilios o sínodos que reunían a
representantes de iglesias cercanas o pertenecientes a la misma provincia.

Culto y espiritualidad cristiana

Esta tesis, muy discutible, ha eclipsado la transformación de no menor calado que


sufrió el cristianismo en la primera mitad del siglo lll, época en que se fragua la
ortodoxia y las fórmulas de fe, los cursos eclesiásticos, la institucionalización de
los concilios y la preeminencia de Roma.
Cuando el gobernador Plinio informa a Trajano sobre las costumbres de los
cristianos y le dice, entre otras cosas, que se reúnen en un día determinado, se
refiere con toda probabilidad al domingo, el primer día de la semana para ellos.
Los primeros cristianos especularon muy poco sobre sus rituales. A los conversos
sólo se les pedía que reconociesen a Cristo como Mesías o Hijo de Dios, tras lo
cual recibían el bautismo, rito de origen judío, y con él el Espíritu Santo. El escaso
desarrollo del ritual explica que algunos fieles administraran el bautismo no en
nombre de Cristo, sino en el suyo propio, cosa que censura Pablo. Tampoco era
raro el bautismo colectivo, sobre todo de familias enteras, e incluso había quien se
bautizaba por los difuntos, para hacerlos así partícipes del reino de Dios.
Ignacio de Antioquía subraya que el ministro del bautismo y de la eucaristía deber
ser el obispo. La tradición apostólica consagra varios capítulos al catecumenado y
al bautismo. El catecumenado duraba tres años, período que el posterior concilio
de Elvira reduce a dos, pero los «elegidos» recibían una instrucción intensiva,
acompañada de ayunos, oraciones y exorcismos, los días previos al bautismo. En
estos escritos se afirma a menudo que el ministro del bautismo es el obispo o, en
su lugar, el presbítero o el diácono, aunque cualquier fiel podía administrarlo a un
enfermo grave.
El pastor de Hermas, fechado a principios del siglo ll, es el primer texto que
informa sobre la potestad de la Iglesia para reconciliar a estos pecadores, aunque
precisando que solamente una vez en su vida. Su implantación, que equivalía a un
segundo bautismo, no suponía menoscabo alguno del bautismo iniciático, ni
tampoco del compromiso moral asumido por los neófitos. Tertuliano, que en su
etapa montanista negaría la capacidad de la Iglesia para perdonar los pecados
graves, escribió previamente un tratado sobre la penitencia donde sí reconocía
esta expiación eclesiástica bajo severas condiciones. En esta situación, un
número creciente de cristianos, sobre todo los poderosos que no soportaban
humillarse ante los demás cumpliendo penitencia, optaron por no bautizarse y
mantener su condición de catecúmenos hasta el final de sus vidas, a la espera de
ser bautizados en su vejez o en el lecho de muerte.
El catecumenado dejó entonces de ser un período de preparación para el
bautismo, intensa y rigurosa, y se convirtió, para muchos, en una forma cómoda y
poco comprometida de ser cristianos. Y a quienes cometían graves faltas estando
ya bautizados, especialmente si eran jóvenes, la Iglesia les permitió «hacer
penitencia~ no de manera indefinida, hasta que el obispo consideraba oportuno
absolverlos.

Por la importancia política de esta ciudad, capital de la provincia


Desgraciadamente, casi todo lo que sabemos de éste, aun siendo mucho, se
encuentra en la obra literaria de Tertuliano y Cipriano, lo que obliga a centrar en
ella toda la investigación. Tertuliano, que vivió a finales del siglo ll y comienzos del
lll, es el mayor apologeta de Occidente y el gran debelador de los movimientos
heréticos y judaizantes difundidos por el norte de África. Escrituras preguntándose
qué tienen en común Atenas y Jerusalén, la academia y la Iglesia, pero él mismo
conoce a fondo los sistemas filosóficos en boga y reconoce que su aprendizaje es
imprescindible.

LA CONTROVERSIA PELAGIANA. ADVERSARIOS Y DISCÍPULOS DE SAN


AGUSTÍN Por Vittorino Grossi

La polémica pelagiana fue esencialmente, y como tal pasó a la historia, una


controversia sobre el modo de comprender la antropología cristiana. A lo largo de
los siglos fue estudiada, ante todo, como herejía condenada por la Iglesia, a base
de los escritos de San Agustín y de sus discípulos, que repetían su pensamiento y
la doctrina de la Iglesia. La situación actual de los estudios —desde los trabajos de
Plinval a los más recientes de Greshake y Wermelinger — nos permite discernir
mejor la lógica que gobierna la posición pelagiana y la posición de Agustín y sus
discípulos, y nos ofrece mayores posibilidades que en el pasado para determinar
las respectivas posturas y restituir de este modo a cada cual lo que le
corresponde. Para Jerónimo, Pelagio era uno de los origenistas romanos, socio
del círculo de Rufino y Melania, que, con la traducción, obra de Rufino, de Evagrio
Póntico y de la Historia monachorum difundían el origenismo en Occidente.
Lactancio, seglar, proponía en Roma una comprensión del cristianismo basada en
la responsabilidad humana de la libertad. Entretanto, los africanos celebraron el 1.
° de mayo del Pelagio 559 418 un concilium plenarium o universal en la basílica
Faustus, de Cartago, bajo la presidencia de los obispos Aurelio de Cartago y
Donaciano de Telepte. Eligieron, asimismo, tres representantes por cada
provincia, siendo Alipio, Agustín y Restituto los de Numidia.
Dividimos las obras de Pelagio por el tema en escritos exegéticos, teológicos y
ascético-morales. 1. Obras exegéticas Las obras exegéticas de Pelagio, muy
concisas en la explicación del texto e importantes para el estudio del texto bíblico
latino y por la difusión que dieron a la Vulgata, obedecen a dos principios
hermenéuticos: la Biblia, por ser obra de un mismo Espíritu, no puede contener
contradicciones; los pasajes oscuros deben ser entendidos a la luz de los más
claros. Uno y otro principio deben, a su vez, ser entendidos y aplicados a la luz de
las exigencias de un atributo inderogable de Dios, su justicia, que aborrece toda
acepción de personas y no exige lo que es imposible.
Pelagio aborda y resuelve cuestiones en función no de una predestinación previa,
sino de una destinación merecida por la observancia de los preceptos divinos con
la libertad personal, ínsita en la naturaleza humana: insertum est in natura.
Concluye, por tanto, que, «conocidos previamente, los predestinados, los
llamados, los justificados, son... aquellos que Dios ha previsto que con Pelagio
soportarán sin desfallecer todo lo que deberán sufrir por su nombre».

Cristo, que el Antiguo y Nuevo Testamento conducen igualmente al cielo y que en


el Antiguo Testamento se dieron hombres justos sin pecado. De las acusaciones
presentadas contra Celestio el 411 poseemos dos fuentes: una el De gestis
Pelagii, de Agustín, que cita las actas del proceso de Dióspolis, traducidas al latín
por M. Mercator, y otra, el Commonitorium super nomine Coelestii, del mismo M.
Mercator . La fuente escrita de Paulino fue, al parecer, el Líber decide, Rufino la
condenación de Celestino del 411 señala una etapa fundamental de la
controversia pelagiana; a ella se referirán incesantemente uno y otro bando; el
primero para hacerla respetar, el segundo para tratar de revocarla. Pelagio explicó
personalmente que el hombre recibe de Dios la capacidad de comportarse en
conformidad con los mandamientos divinos y que la ley o la revelación era uno de
los auxilios divinos para hacer real esa posibilidad. Pelagio fue absuelto de la
acusación que se le imputaba, y para exponer de forma más sistemática su
pensamiento compuso entonces su De libero arbitrio. Agustín estaba convencido
de que Pelagio en Dióspolis había reducido la gracia a la libertad. En el De libero
arbitrio, en la relación entre libertad y gracia se introduce el adverbio fácil: la gracia
es, para el libre albedrío, una facillitas non peccandi, no una possibilitas non
peccandi, que es patrimonio de la naturaleza humana en cuanto tal. Las
aclaraciones acerca de la gracia que Pelagio propone en Dióspolis, distanciándose
de Celestio, y en el De libero arbitrio demuestran que no identificó la gracia con la
naturaleza o con el libre albedrío y que no sostuvo la inutilidad de la oración para
el Pelagio 575 cristiano, más demuestran, asimismo, que reducía la gracia a un
estímulo de la voluntad. Para San Agustín, la gracia de que hablan los pelagianos
no es más que la naturaleza, o el libre albedrío, y por ello llama a Pelagio
«enemigo de la gracia de Dios».
Bibliografía

Estrada, Juan A. Las primeras comunidades cristianas(paginas 123-186)

Fernández Ubiña, José. El cristianismo greco-romano. (páginas 227– 289)

Grossi, Vittorino. Patrología 3. La controversia pelagiana adversarios y discípulos


de San Agustín. (paginas 554-580)

También podría gustarte