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Lectura 2
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John Antonakis
Universidad de Lausana
- Dirigir toda la correspondencia a: John Antonakis, Ph.D., Departamento de Gestión, HEC, Universidad de Lausana BFSHl,
Lausana, CH- 1015, Suiza. Correo electrónico: john-antonakis@hec.unil.ch
172 "INTELIGENCIA EMOCIONAL" Y EFICACIA DEL LIDERAZGO
Organizational Analysis, Vol 12, No. 2, 2004, pp. 171-182 ISSN 1551-7470 Copyright © 2004 Information Age Publishing,
Inc. Reservados todos los derechos de reproducción en cualquier formato.
de la investigación empírica. Lamentablemente, si no se utilizan estas directrices, las conclusiones
de los investigadores de El pueden inducir a error a los lectores que no están capacitados para evaluar
críticamente las afirmaciones que se hacen. Por lo tanto, mi motivación al establecer estas directrices
es garantizar que las futuras investigaciones -que deberían informar la práctica y, con suerte, mejorar
la eficacia de las organizaciones- se basen en la ciencia y en datos que sean metodológicamente
defendibles. Por último, demostraré que muchas de las posturas fundamentales relativas a la aparente
necesidad de El para el liderazgo organizativo son erróneas.
REFLEXIONES GENERALES
En general, he acogido con satisfacción la respuesta de Prati et al. (2003b) a mi crítica, que ha
ayudado a aclarar sus posiciones y a resolver algunos malentendidos. Contrariamente a su trabajo
original (Prati et al., 2003a), Prati et al. (2003b) han decidido ahora desechar las nociones populares
de El a la Goleman y colegas (Goleman, 1995, 1998a, 1998b; Goleman, Boyatzis, & McKee, 2002)
de su barco teórico. Sin embargo, aunque siguen justificando el uso del modelo de Goleman, bastante
"amplio", que incluye casi todas las variables de diferencia individual que no son el CI (para una
interesante crítica de este modelo, véase Sternberg, 1999), ahora reconocen el valor de la definición
centrada de El propuesta por Peter Salovey y sus asociados (cf. Mathews, et al., 2002).
Con toda probabilidad, la decisión resultante en este clima no sólo sería insatisfactoria para
todos los implicados, sino que además no abordaría las cuestiones organizativas contenidas en el
conflicto. Otros investigadores tienen que empezar a cuestionar algunas de las afirmaciones
populares que rodean a El. Por desgracia, el mundo empresarial se ha visto excesivamente influido
por estas obras populares (véase Zaccaro y Horn, 2003). La influencia de las afirmaciones populares
ha sido probablemente para mal. Por ejemplo, invito a los lectores a realizar una búsqueda en Internet
utilizando los términos "inteligencia emocional" y "liderazgo" para ver el daño que se está causando.
Las empresas de consultoría ofrecen una gran cantidad de pruebas de inteligencia emocional que
pueden diferenciar entre el 60% y el 90% de los líderes ejemplares de los que tienen un rendimiento
medio (o, alternativamente, que el de la eficacia en el liderazgo se atribuye a la inteligencia
emocional). Estas afirmaciones, que no están claras desde el punto de vista estadístico (es decir,
¿predice realmente el EI hasta el 90% de la variación en la aparición del liderazgo o la eficacia?) son
muy engañosas y no están respaldadas por ningún dato científico publicado en fuentes creíbles. Sin
embargo, muchas de estas empresas de consultoría utilizan el trabajo de Goleman para respaldar sus
afirmaciones, señalando también que la El es aparentemente dos veces más importante que el
coeficiente intelectual o las habilidades técnicas para la eficacia del liderazgo (véase Goleman,
1998a), una afirmación nebulosa que nunca ha sido revisada por pares ni publicada en una revista
científica empírica creíble.
La situación relativa a las nociones populares de El y su influencia en el mundo empresarial es
problemática desde el punto de vista científico, económico y ético. Es inconcebible que las
organizaciones puedan basar sus decisiones de contratación, promoción o retención total o
parcialmente en modelos de El, que simplemente no tienen suficiente respaldo científico para ser
utilizados en entornos industriales. Por lo tanto, es imperativo que se lleven a cabo investigaciones
futuras utilizando pruebas rigurosas para determinar si el El realmente importa. Las pruebas
científicas actuales sugieren que el El no ofrece todavía nada nuevo más allá de lo que sabemos sobre
la "g" (es decir, la inteligencia general o CI) o la personalidad (los "cinco grandes" factores de
personalidad). Además, el El no predice muy bien el rendimiento laboral -y, desde luego, mucho
menos que la "g" u otros factores de personalidad, como analizo a continuación-, en contra de las
A pesar del importante papel que se atribuye a una amplia gama de competencias emocionales en el lugar de
trabajo, en la actualidad sólo hay un mínimo de investigación que apoye el papel significativo que se atribuye
a El (y a las competencias emocionales anidadas).
JOHN
petencias) en la determinación del éxito laboral. Muchas de las afirmaciones populares que se presentan en la
literatura sobre el papel de El en la determinación del éxito laboral y el bienestar, son bastante engañosas, ya
que parecen presentar estudios científicos que apoyan sus afirmaciones, mientras que en realidad no lo hacen.
En Shon, a pesar de algunas afirmaciones bastante fantásticas en sentido contrario, el principio rector parece
ser actualmente "caveat emptor" [es decir, que el comprador tenga cuidado].
En esta sección se presentan algunos principios derivados de las directrices básicas utilizadas
en psicometría, que pueden ser útiles para evaluar la investigación de El y las afirmaciones de El.
Como ya he mencionado en otro lugar (Antonakis et al., 2004), no existe ninguna autoridad similar
a la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. que garantice que los productos (es
decir, libros, programas de formación, herramientas de selección, etc.) que aparentemente miden,
predicen o desarrollan el liderazgo hacen lo que dicen hacer. Es el consumidor quien debe determinar
si una herramienta concreta hace lo que sus creadores afirman que puede hacer.
Antes de que se pueda proponer que un constructo (por ejemplo, El) ofrece algo diferente o es
de alguna manera mejor que los constructos que tienen una historia establecida (por ejemplo, "g" y
los "cinco grandes"), es importante que los proponentes de El demuestren que El es fiable y válido
(para las explicaciones detalladas sobre la validez y la fiabilidad, véase Carmines y Zeller, 1979;
Kerlinger, 1986; Nunnally y Bernstein, 1994). En general, la fiabilidad se refiere a la medida en que
los indicadores de una prueba están internamente cohesionados y miden un constructo de forma
consistente (Carmines y Zeller, 1979). Una medida puede ser fiable, pero podría estar midiendo de
forma fiable algo erróneo: la medida podría estar consistentemente fuera del objetivo. Por lo tanto,
una medida fiable no implica que la medida sea válida. La validez -que es "el grado en que cualquier
instrumento de medición mide lo que pretende medir" (Carmines y Zeller, 1979, p. 17)-, cuando se
demuestra, sugiere que la medida hace lo que debe hacer (es decir, da en el blanco, de forma
consistente). Por lo tanto, la validez garantiza que una medida es fiable. La validez se suele evaluar
de la siguiente manera:
Al demostrar que las medidas de El son válidas, los defensores de El pueden afirmar con razón que
El es importante en los entornos laborales. Desgraciadamente para ellos, éste no es el caso. Prati et
al. (2003b) atribuyen la
JOI--N
En mi primera crítica a Prati et al. (2003a), cuestioné expresamente que fueran necesarios niveles
"elevados" de capacidad de valoración emocional. No afirmé que los líderes deban ignorar totalmente
los estados emocionales de los demás y argumenté que los individuos normales son perfectamente
capaces de demostrar las habilidades sociales y de valoración emocional que son necesarias para un
liderazgo eficaz. Estoy en contra de la noción de que se necesitan niveles desmesurados de capacidad
de valoración emocional, lo que es contrario a la posición de Prati et al. de que un mayor nivel de El
del líder está asociado a un mayor carisma del líder]rendimiento.
Añadiendo algo de apoyo a mi especulación de que El no importa para la eficacia del liderazgo,
Feyerherm y Rice (2002) encontraron que los elementos de El de los líderes -medidos por el MEIS-
están relacionados negativamente con el rendimiento del equipo de los líderes. Concluyeron
afirmando: "Los escritores, consultanJOkm
anzas, los formadores y los propios directivos deberían ser cautos a la hora de hacer afirmaciones
amplias sobre los beneficios del El del líder para el rendimiento del equipo" (p. 359) (nota: este
estudio es limitado porque no se justificó la agregación de datos individuales al nivel de análisis del
equipo). Sigo manteniendo que un gran líder carismático/transformacional genera vínculos afectivos
con sus seguidores debido a su visión, convicción moral, un alto poder de necesidad (con una
disposición de alta responsabilidad), valor y confianza (véase Antonakis & House, 2002; Shamir,
House, & Arthur, 1993). No hay ninguna razón teórica por la que el líder tenga que ser alto en El
para fomentar el efecto carismático, como destaqué en mi anterior crítica (Antonakis, 2003).
Sostengo que los líderes no deben ser demasiado sensibles a los estados emocionales de los
demás ni dejarse influir indebidamente por ellos, 4 especialmente en los niveles superiores de
liderazgo. He comparado la capacidad de calibración emocional o social con el aprendizaje y la
aplicación de guiones, una forma de conocimiento esquemático que se posee tácitamente (Antonakis,
2003). Un esquema es "una estructura cognitiva que representa el conocimiento sobre un concepto o
tipo de estímulo, incluidos sus atributos y las relaciones entre esos atributos" (Fiske y Taylor, 1991,
p. 98). Los guiones son "expectativas sobre el orden y la ocurrencia de los acontecimientos",
aprendidas por la exposición repetida a una serie de acontecimientos interrelacionados (Abelson,
1981, p. 717). Teóricamente, la capacidad de aprender guiones es una capacidad general y se
desprende de las definiciones de "g" (generalmente definida como la capacidad de aprender, procesar
información y abstraer, véase Gottfredson, 1997, 2002; Schmidt, 2002; Schmidt y Hunter, 1998).
El aprendizaje, la recuperación y la actuación de los guiones pueden aplicarse a una variedad
de procedimientos de condición-acción o secuencias causales, incluidos los significados asociados a
las emociones (Abelson, 1981, p. 727; véase también Zeidner et al., 2001). No hay ninguna razón
lógica por la que este proceso cognitivo general requiera que uno sea "alto en El" o empático (a
menudo asociado con El). Es decir, no es necesario ser "El alto" para aprender guiones asociados a
la lectura de los estados emocionales de los demás. El uso de mi razonamiento implica que los
individuos pueden tener la capacidad de leer y actuar sobre los estados emocionales de los demás,
pero que no están necesariamente "empantanados" (es decir, desmesuradamente influenciados) por
los estados emocionales de los demás por ser de "El" alto.
Es probable que los mismos procesos cognitivos intervengan en la formación de guiones
asociados a procesos emocionales o no emocionales, independientemente de que estos guiones se
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hayan aprendido de forma vicaria o experimental. No he visto ningún argumento o dato convincente
que apoye lo contrario. Tras la exposición repetida a patrones de eventos -ya sean emocionales o no-
, los individuos abstraen elementos comunes y los representan simbólicamente en una forma
esquemática que denota información descriptiva y prescriptiva sobre ese evento (cf. Fiske y Taylor,
1991). Como menciona Becker (2003), "¿por qué no se puede considerar la inteligencia emocional
simplemente como una inteligencia general dirigida a los fenómenos emocionales?" (p. 193).
OBSERVACIONES GENERALES
Me alegró mucho ver que Prati et al. (2003b) admitieron que a veces su "redacción estaba mal
redactada" (p. 367) con respecto al hecho y que atribuyeron erróneamente ciertas posiciones a los
estudiosos (por ejemplo, sugiriendo que Wasielewski, 1985, afirmaba que El importaba para el
carisma). Prati et al. (2003a) también afirmaron que otros estudiosos, por ejemplo, Williams y
Sternberg (1988), aportaron pruebas empíricas para demostrar que El importa para el liderazgo eficaz
o el funcionamiento del equipo. Afirmaron, por ejemplo, que "la falta de inteligencia emocional de
un individuo podría ser perjudicial para la interacción eficaz del equipo, como descubrieron Williams
y Sternberg (1988)" (Prati et al., 2003a, p. 36). Sin embargo, Williams y Sternberg nunca utilizaron
ninguna medida reconocida de IE. Prati et al. (2003b) justificaron su enfoque afirmando que
intentaban recopilar pruebas teóricas en apoyo de sus proposiciones. Yo no tendría ningún problema
con este enfoque. Prati et al. (y otros investigadores) deberían ser siempre claros a la hora de definir
qué tipos de medidas se utilizaron en los trabajos revisados y cuándo se hacen inferencias indirectas.
Todo lo que no sea este enfoque es engañar a los lectores y tergiversar las pruebas.
Por otra parte, Prati et al. (2003b) están de acuerdo con mi razonamiento de que las habilidades
para calibrar las emociones podrían ser simplemente una función de la cultura nacional. Mi
argumentación a este respecto sugería explícitamente que las habilidades consideradas efectivas en
una cultura podrían no serlo en otra porque los individuos varían en la forma de mostrar y actuar
sobre las emociones en función de la cultura nacional. Esta postura es incoherente con la posición de
que El es una variable de diferencia individual, porque es la pertenencia a un grupo y no los rasgos
de los individuos lo que determina las habilidades de los individuos (aparte de la capacidad de
aprender guiones, como ya he comentado). Prati et al. han pasado por alto esta aparente contradicción
en su posición al dar a entender que El debe estudiarse como una variable de diferencia individual.
Prati et al. (2003b), al igual que muchos investigadores de El, no han considerado las
implicaciones de realizar una investigación multinivel (véase Dansereau, Alutto y Yammarino, 1984;
Klein, Dansereau y Hall, 1994). Prati et al. (2003a) sugirieron que los efectos de la El del líder se
manifestarían en el nivel de análisis del equipo (y dije explícitamente "en el nivel de análisis del
equipo", p. 358). Para que un efecto se manifieste en un nivel de análisis superior al que se mide (es
decir, del individuo al grupo), el investigador tiene que demostrar que la variación de las
percepciones de los seguidores es homogénea (utilizando el procedimiento estadístico adecuado, por
ejemplo, WABA, véase Antonakis et al., 2004). En otras palabras, debido a su pertenencia al grupo,
los seguidores verán a su líder más o menos de la misma manera. Esta postura sería incoherente con
los efectos que aparentemente engendraría un líder de alta El. Tratar a cada seguidor de forma
personalizada, heterogénea e individualmente adaptada, con empatía, sugeriría un cierto grado de
intimidad con los seguidores (o una distancia social reducida, véase Antonakis y Atwater, 2002). En
consecuencia, las diferencias individuales de los seguidores podrían explicar la forma en que éstos
ven al líder (es decir, cada seguidor vería a un líder comparativamente "diferente"), lo que sugiere
que los efectos de los líderes serían evidentes en el nivel individual de análisis.
Por último, Prati et al. (2003a) defendieron firmemente la postura de que los líderes deben
demostrar y difundir emociones positivas. Señalaron expresamente que "emociones como la ira o la
tristeza expresadas por el líder del equipo" resultarían perjudiciales para la eficacia del equipo (p.
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26). Señalaron además que "la ira mostrada por el líder del equipo podría ser percibida por los
miembros del equipo como una debilidad o falta de control en el líder [y que] Goleman (1998) y
Lewis (2000) descubrieron que la falta de control emocional de un líder estaba relacionada con la
ineficacia del mismo" (p. 27). Desafié esta postura afirmando que el carisma se basa en apelaciones
emocionales que pueden incluir la ira, el asco, etc. (Antonakis, 2003; véase también Tiedens, 2001,
que descubrió que las muestras de ira estaban asociadas al estatus de líder). Prati et al. (2003b)
afirmaron que "la falta de control emocional al mostrar emociones angustiosas [es] la razón de los
efectos negativos en las percepciones de los miembros del equipo sobre el líder" (Prati et al., 2003b,
p. 367). Esta afirmación contradice lo que dijeron anteriormente. Parece que Prati et al. están diciendo
esencialmente que El puede ser por parecer que pierde el control emocional (es decir, actuar
realmente enfadado) siempre que uno esté realmente en control y sepa lo que está haciendo (sería
interesante ver cómo se podría medir esta capacidad). Y lo que es más importante, esta postura me
sugiere que esos líderes no están siendo auténticos porque no están tan enfadados como aparentan.
JOHN
CONCLUSIÓN
Un fenómeno y un problema comunes en la práctica del liderazgo se refieren a la confianza indebida en las
ideas populares y las modas sin que se preste suficiente atención a la validez de estas ideas. Algunos ejemplos
recientes son la inteligencia emocional [El]. ...[En lo que respecta a la El] hay dos creencias fundamentales que
prevalecen en los directivos de hoy en día, pero que aún no tienen suficiente validación empírica: que la [Ell
influye en la eficacia organizativa e individual y que la [Ell puede cambiarse e, implícitamente, que dicho
cambio puede producirse a un plazo relativamente corto. (Zaccaro & Horn, 2003, pp. 779-781)
Zaccaro y Horn (2003) son escépticos con razón. La responsabilidad de demostrar la falta de
fundamento de este escepticismo recae en los defensores de El. Los defensores de El tienen que hacer
avanzar la ciencia, de forma objetiva. Es normal tener fe en argumentos intuitivamente atractivos.
Sin embargo, los científicos tienen la responsabilidad de informar al público de lo que funciona y lo
que no funciona, independientemente de las creencias e intuiciones de los científicos. Los científicos
deben prestar atención a las pruebas y de vez en cuando deben "morder la bala" cuando la marea se
ha vuelto en su contra.
Los interminables debates y proposiciones teóricas no van a ayudar a la ciencia ni a la
práctica. Ya hemos tenido suficientes proposiciones y especulaciones de sillón sobre la utilidad de
El. Ahora queremos ver datos. Los defensores de El deberían enfrentar su barco a competidores
fuertes (es decir, "g", "big five", etc.). El barco de El apenas ha abandonado sus amarres teóricos.
Cuando lo haga, sufrirá una calamidad de proporciones titánicas. Entonces, tal vez, se diseñe un
nuevo y mejorado barco El que sirva mejor a los intereses de la ciencia y los negocios.
Agradecimientos: Me gustaría agradecer a Saskia Faulk y Marika Anger-felt sus comentarios sobre
un borrador anterior de este manuscrito.
NOTAS
l. La medida del CI utilizada debe incluir todos los aspectos del CI y no sólo aspectos específicos (por ejemplo,
la inteligencia verbal).
2. Un reciente meta-análisis estableció que la p meta-analítica (es decir, la correlación poblacional estimada)
entre "g" y las medidas objetivas de desempeño del líder era de .33 (Judge, Colbert, & Ilies, 2004), lo que
puede calificarse como un tamaño de efecto medio (Cohen, 1988).
3. Como se ha mencionado anteriormente, la amabilidad no predice el liderazgo (Antonakis, 2003).
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