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Casi al pasar de cinco siglos se presenta un ser como al modo de un peregrino en medio de
las sombras de la noche, así yo en medio de las tinieblas de la ignorancia, he podido divisar
el valle de la justicia, y antes de que llegue al término de mi vida, he reflexionado
presentarme privada y públicamente ante todas las sociedades que componen y cuidan de
ese valioso tesoro (justicia), para que examinen todas la vejaciones y atentados que han
cometido violenta y villanamente los hombres, y castiguen sus culpas, y dé a cada cual los
derechos que le corresponde" MANUEL QUINTIN LAME
Al pasar el tiempo los propietarios de tierras cedieron parcelas a los esclavos libertos y
hombres libres, bajo una serie de condiciones como la entrega de tributos al jefe. Una de las
cosas que marco’ el cambio fue que los que tenían una parcela se vinculaban a la tierra, de
tal modo que si se les vendía, era con todo y su fuente de producción, no eran esclavos, aquí
daba la historia un paso hacia el feudalismo.
Los instrumentos de trabajo con que la humanidad conta ba en las fases iniciales del régimen
de la comunidad primitiva no podían ser más rudimentarios: el palo, el hacha de piedra, el
cuchillo de pedernal y la lanza con punta del mismo material; más tarde son inventados el arco
y la flecha. Los medios de subsistencia procedían de la caza y la recoleccióri de frutos
silvestres, mucho más tarde surgió la agricultura a base del trabajo con azada. La única fuerza
motora que se conocía era el músculo del hombre.
El nivel de las fuerzas productivas hallábase en concordancia con las relaciones de producción
que existían entre los hombres. Con aquellos instrumentos de trabajo y armas el individuo
aislado era incapaz de hacer frente a las fuerzas de la naturaleza y de proporcionarse el
sustento. Únicamente el trabajo en común (la caza, la pesca, etc.) de todos los miembros de la
comunidad primitiva, su solidaridad y recíproca ayuda podían asegurarles la obtención de los
recursos necesarios para su vida. El trabajo en común traía consigo la propiedad en común de
los medios de producción, que era la base de las relaciones de producción en aquella época.
Todos cuantos integraban la comunidad hallábanse en relaciones iguales respecto de los
medios de producción; nadie podía despojar de ellos al resto y atribuírselos en propiedad
privada.
Al no existir propiedad privada no podía haber explotación del hombre por el hombre. Los
rudimentarios instrumentos de trabajo, aun utilizándose en común, proporcionaban tan pocos
medios de existencia que apenas si cada individuo podía sustentarse. No quedaba excedente
alguno que se pudiera quitar al productor en beneficio de otros miembros de la sociedad. Y
como no había explotación del trabajo ajeno, no se sentía la necesidad de un aparato especial
de coerción. Las sencillas funciones del gobierno de la comunidad eran ejercidas
colectivamente o encomendadas a los hombres más respetados y expertos.
Las particularidades de la comunidad primitiva venían determinadas, pues, por el bajo nivel de
desarrollo de la producción, y por la impotencia en que el hombre se veía ante una naturaleza
temible. La dependencia de los hombres respecto de la naturaleza, extraña e incomprensible,
que se oponía a ellos, se reflejó en sus concepciones religiosas de una ingenuidad infantil. El
hombre se sometía a la autoridad de la comunidad, de la gens o de la tribu, seguía ciegamente
las tradiciones y costumbres. La colaboración y la ayuda mutua se extendían entonces
únicamente a los miembros de una tribu. Las tribus mantenían a veces entre sí cruentas
guerras. El régimen de la comunidad primitiva, aunque sin las deformaciones ni los repelentes
rasgos que la explotación trajo posteriormente a la sociedad y a los hombres, estuvo muy lejos
de ser la «Edad de Oro» del género humano.
El desarrollo de las fuerzas productivas -de los instrumentos de trabajo y de los hábitos y
experiencia de los trabajadores- da lugar a importantes cambios sociales. Prodúcese la división
social del trabajo: el pastoreo se separa de la agricultura; luego las industrias artesanas se
constituyen como ocupaciones independientes. Comienza a ampliarse el intercambio de
productos del trabajo, primero entre las tribus y después en el seno de la propia comunidad.
Gradualmente se hace innecesario el trabajo en común de la comunidad entera. La tribu y la
gens se descomponen en familias, cada una de las cuales se convierte en una unidad
económica autónoma. El trabajo se concentra en dichas unidades, aparece la propiedad
privada y se hace posible la explotación: la producción había progresado tanto que la fuerza de
trabajo humana rendía ya más de lo necesario para el simple sustento del propio trabajador.
El régimen de la esclavitud
La base de las relaciones de producción de este régimen era la propiedad privada del esclavista
no sólo de los medios de producción, sino también de los propios trabajadores: los esclavos.
Esta propiedad del esclavista sobre los esclavos y cuanto ellos producían venía impuesta por el
nivel del desarrollo de las fuerzas productivas de la época, suficientemente alto para que fuese
posible la explotación de los trabajadores. Sin embargo, dicho nivel era aún tan bajo, que se
podía explotar a los trabajadores, apropiarse parte del producto por ellos producido, sólo
reduciendo su consumo al mínimo, dejándoles lo estrictamente imprescindible para que no se
muriesen de hambre. Esto podía hacerse únicamente privando a los explotados de toda clase
de derechos, reduciéndolos a la situación de «instrumentos parlantes» y aplicándoles las
medidas de coerción más feroces.
El cambio de las relaciones de producción revolucionó asimismo las esferas restantes de la vida
social.
La feroz explotación de que eran objeto los esclavos provoca en ellos una desesperada
resistencia. Para aplastarla no servían los viejos órganos de gobierno de la gens y la tribu;
requeríase un aparato especial de violencia, y éste fue el Estado. La nueva institución estaba
llamada a proteger la propiedad de los esclavistas y asegurar la afluencia constante de
esclavos; a esta situación eran reducidos los prisioneros de guerra y los deudores insolventes.
A la vez que el Estado, nació el Derecho, o sistema de normas y prescripciones jurídicas que
expresaban la voluntad de la clase dominante y estaban respaldados por la fuerza coercitiva
del Estado. Aparecieron nuevas costumbres y una ideología específica de la sociedad
esclavista. Entre los opresores se fue extendiendo poco a poco el desprecio al trabajo físico, en
el que empezó a verse una ocupación indigna del hombre libre; se fue arraigando la idea de la
desigualdad de los hombres.
Y a pesar de todo esto, el régimen esclavista significaba un gran paso adelante en el progreso
de la humanidad. Prosiguió la división social del trabajo: entre la agricultura y las industrias
urbanas y entre estas últimas también. La división del trabajo significaba, a su vez, la
especialización y perfeccionamiento de los instrumentos y un nuevo caudal de experiencia de
trabajo. En la agricultura, junto al cultivo de cereales aparecieron ramas nuevas (horticultura,
fruticultura, etc.). Se inventaron aperos como el arado de ruedas, la grada y la guadaña. La
fuerza muscular del hombre se ve completada en gran escala por la de los animales. El trabajo
de masas de esclavos permitía la construcción de presas y sistemas de riego, de caminos y de
barcos, de conducciones de agua y de grandes edificios urbanos. Y cuando parte de los
miembros de la sociedad quedaron libres de la participación directa en la producción -debido a
la explotación de los esclavos-, se crearon las condiciones para el progreso de la ciencia y de
las artes.
Pero llegó, sin embargo, un tiempo en el que se agotaron las posibilidades de progreso que el
modo esclavista de producción implicaba; sus relaciones de producción se convirtieron en una
traba que dificultaba el desarrollo de las fuerzas productivas. Los esclavistas, disponiendo
como disponían del trabajo barato de los esclavos, no mostraban interés por el
perfeccionamiento de los instrumentos de producción. A mayor abundamiento, no se podía
confiar al esclavo instrumentos complicados y costosos, puesto que no tenía el menor interés
en el resultado de su trabajo. Pero el desarrollo de las fuerzas productivas imponía cada vez
más imperiosamente la supresión de las viejas relaciones de producción.
Esto únicamente podía hacerlo una revolución social, cuya fuerza motriz eran las clases y capas
que más sufrían del régimen esclavista y que, por tanto, se hallaban más interesadas en su
supresión. Eran los esclavos y la parte más pobre de la población libre. A medida que las
contradicciones se ahondaban en el viejo modo de producción, la lucha de clases adquiría
mayor virulencia. Sus formas eran muy variadas, desde la premeditada inutilización de los
instrumentos de trabajo hasta los levantamientos, en los que participaban decenas de miles de
hombres. En fin de cuentas el régimen esclavista sucumbió bajo los golpes aunados de las
insurrecciones de las clases trabajadoras y de las incursiones de las tribus bárbaras vecinas, a
las que era ya incapaz de hacer frente el Estado esclavista, debilitado por las contradicciones
internas y las guerras. Vino a sucederle una nueva formación: el feudalismo.
El régimen feudal
Aún fueron más importantes los éxitos de las industrias artesanas, que proporcionaban aperos
para el campo, objetos para el uso de los señores feudales y comerciantes, utensilios, armas y
pertrechos militares. El progreso de las industrias artesanas y del comercio favoreció el
crecimiento de las ciudades, que con el tiempo se convirtieron en grandes centros
económicos, políticos y culturales, en la cuna del nuevo modo capitalista de producción.
En la época del feudalismo se hicieron numerosos descubrimientos relevantes que ejercieron
gran influencia en la historia de la humanidad: los hombres aprendieron a convertir el hierro
colado en dulce, a construir barcos de vela apropiados para largos viajes, a preparar sencillos
instrumentos ópticos (anteojos, catalejos), inventaron la brújula, la pólvora, el papel, la
imprenta y el reloj de cuerda. A la energía muscular del hombre y de los animales se fue
sumando cada vez más la fuerza del viento (molino de viento, barco de vela) y de las caídas de
agua (molino de agua, rueda hidráulica, el motor más primitivo que se empleó
extraordinariamente en la Edad Media).
El cambio de las relaciones de producción propias del esclavismo por las feudales trajo consigo
grandes modificaciones en toda la vida de la sociedad.
Modificose, lo primero de todo, la estructura de clase. La clase dominante pasó a ser la de los
señores feudales, que eran los propietarios de la tierra. La otra clase fundamental de la
sociedad feudal era la de los campesinos siervos. Las relaciones entre estas clases eran de
carácter antagónico, se basaban en la contradicción inconciliable de sus intereses de clase. Las
formas de la explotación, aunque un tanto suavizadas en comparación con la esclavitud, eran
extraordinariamente duras. Tratábase, en cuanto a los siervos, de una coerción
extraeconómica, como lo era antes. Trabajaban movidos por estímulos puramente
económicos, por su interés material, únicamente en sus lotes de tierra. Sin embargo, la mayor
parte del tiempo lo dedicaban a trabajar para el señor, sin que por ello percibiesen
remuneración alguna. Lo que principalmente les hacía trabajar en este caso era el temor al
castigo, la pena que ello acarreaba y laamenaza de perder todos sus bienes personales, de los
cuales podía desposeerlos el señor.
La lucha de clases se elevó en la sociedad feudal a un nivel más alto de lo que se había
conocido bajo el esclavismo. Los levantamientos campesinos se extendieron a veces a grandes
territorios. Del volumen de su resistencia a los señores son prueba las guerras campesinas, que
sacudieron sucesivamente un país tras otro: la insurrección de Wat Tyler en Inglaterra (siglo
XIV) y la de la Jacquerie en Francia (siglos XIV y XV), las guerras husitas en Bohemia (siglo XV),
la guerra campesina de Alemania (siglo XVI, el levantamiento de los tai-ping en China (siglo
XIX) y de los sijs en la India (siglos XVII y XVIII), los movimientos de Bolótnikov, Razin (siglo XVII)
y Pugachov (siglo XVIII) en Rusia, etc.
El derecho reafirmó la desigualdad social y económica del feudalismo; las clases y capas
sociales adoptaron la forma de estamentos: nobleza, clero, campesinos, comerciantes, etc. Las
relaciones entre los estamentos y dentro de cada uno de ellos eran de estricta subordinación y
dependencia personal. Los compartimientos estancos en que la sociedad estaba dividida eran
un obstáculo para el paso de un peldaño a otro en la jerarquía feudal. En la vida espiritual, el
primer puesto lo conquistó la Iglesia, la religión.
Con el tiempo, el desarrollo de las fuerzas productivas choca con las relaciones de producción
imperantes en el feudalismo y la superestructura política e ideológica que tales relaciones
predeterminaban. Los campesinos fueron luchando con más empeño cada vez contra la
opresión feudal por obtener el derecho a disponer libremente de los productos de su trabajo.
Aspiraban a eximirse de las cargas feudales a fin de obtener medios para mejorar su hacienda,
etc. Junto a los pequeños talleres artesanos aparecen grandes manufacturas basadas en el
trabajo artesano, pero en las cuales las distintas operaciones estaban muy especializadas y se
empleaba a operarios no sometidos a servidumbre.
Poco a poco, en el seno del régimen feudal se fue estructurando el nuevo modo capitalista de
producción. Para que se desenvolviera libremente hacía falta que se pusiera fin al sistema
feudal. La burguesía -clase portadora del nuevo modo de producción- necesitaba un mercado
de trabajo «libre», es decir, hombres emancipados de la servidumbre y sin propiedad, a los
cuales empujase el hambre a las fábricas. Necesitaba un mercado nacional, con supresión de
las barreras aduaneras y de otro género que los señores feudales habían levantado. Pugnaba
por la supresión de los impuestos destinados al sostenimiento de la Corte, con los numerosos
nobles que vivían a su arrimo, y la anulación de los privilegios estamentales. Pugnaba por
imponer libremente su voluntad en todos los órdenes de la vida social.
Alrededor de la burguesía se agrupaban todas las clases y capas sociales descontentas con el
feudalismo: desde los siervos de la gleba y la gente humilde de las ciudades, víctimas de la
miseria, la humillación y toda clase de desafueros, hasta los hombres de ciencia y escritores
avanzados a quienes, cualquiera que fuese su origen, asfixiaba el yugo espiritual del
feudalismo y de la Iglesia.
El régimen capitalista
Las relaciones de producción del capitalismo abrieron amplias posibilidades de desarrollo a las
fuerzas productivas. Apareció y progresa rápidamente la gran producción maquinizada, basada
en el aprovechamiento de fuerzas tan poderosas como el vapor y, más tarde, la electricidad, y
en la amplia aplicación de la ciencia. El capitalismo llevó a cabo la división del trabajo no sólo
dentro de cada país, sino también entre los distintos países, creando así el mercado mundial y,
luego, el sistema mundial de economía.
Y una vez más, el cambio del modo de producción trajo consigo modificaciones en toda la vida
social.
Las clases fundamentales de la sociedad son ahora los capitalistas y los obreros. Las relaciones
entre ellos siguen siendo antagónicas, por cuanto descansan en la explotación y opresión de
los desposeídos por los poseedores. Son las relaciones de una lucha de clases inconciliable.
Pero los métodos de explotación y opresión cambian sustancialmente: la forma dominante de
coerción es la económica. El capitalista, por lo común, no suele necesitar la fuerza para obligar
a que trabajen en su beneficio. El obrero, carente de medios de producción, se ve reducido a
hacerlo «voluntariamente» bajo la amenaza de la muerte por hambre. Las relaciones de
explotación se hallan ahora encubiertas por la «libre» contratación de los obreros por los
patronos, por la «libre» compraventa de la fuerza de trabajo.
Ahora bien, con todas las diferencias que podemos observar entre las superestructuras
políticas e ideológicas de la sociedad burguesa y la feudal, lo principal sigue en pie: una y otra
se basan en las relaciones propias de la propiedad privada y de la explotación. La parte
preponderante de la nueva superestructura corresponde a las instituciones e ideas de la clase
opresora, de la burguesía, y está destinada a defender su dominación de clase y a mantener a
las masas explotadas en la obediencia.
La formación capitalista, y así nos lo dice ahora no ya la teoría, sino también la práctica social,
es asimismo temporal y perecedera. En su seno maduran y se ahondan los antagonismos, y en
primer término la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada de
la apropiación (nota * *.- Al análisis de los modos capitalista y socialista de producción están
dedicadas dos secciones de nuestra obra: la tercera y la quinta, respectivamente. ). La única
salida de estas contradicciones es el paso a la propiedad social sobre los medios de
producción, es decir, al socialismo.
Pero, lo mismo que ocurrió en otros tiempos, el paso al nuevo modo de producción es posible
únicamente mediante la revolución social. La fuerza llamada a realizar esta revolución es la
clase obrera, engendrada por el propio capitalismo. Tras agrupar en torno suyo a todos los
trabajadores, derroca la dominación del capital y crea un régimen nuevo, el régimen socialista,
que no conoce la explotación del hombre por el hombre.
El régimen socialista
La base del modo socialista de producción es la propiedad social de los medios de producción.
De ahí que las relaciones de producción de la sociedad socialista sean de colaboración y
recíproca ayuda de los trabajadores no sometidos a explotación alguna. Dichas relaciones
corresponden al carácter de las fuerzas productivas: el carácter social de la producción se ve
sostenido por la propiedad social de los medios de producción.
***
Tales son, en sus líneas más generales, las principales etapas del desarrollo de la humanidad.
Todo cuanto conocemos del pasado es una confirmación patente y viva de la veracidad
científica de la interpretación materialista de la historia, la esencia de la cual formuló Marx
como sigue en su prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política: .
«En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias
e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una
determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas
relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la
que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas
formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso
social, político y espiritual en general. No es la conciencia del hombre lo que determina su ser,
sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una
determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con
las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto,
con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas
de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se
abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o
menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella» (nota 66.- C Marx y F.
Engels, Obras escogidas, en dos tomos, t. I, Moscú, pág 373, ed. en español.)