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Resumen Butler, Judith. "Sujetos de Sexo / Género / Deseo"
Resumen Butler, Judith. "Sujetos de Sexo / Género / Deseo"
La teoría feminista ha asumido que existe cierta identidad, simbolizada por la palabra
mujer/mujeres, que representa a las mujeres y que sirve para inscribir sus intereses
en el discurso (por ejemplo, hablando de “los derechos de la mujer” o "la identidad de
la mujer"). Si entendemos que la representación lingüística sirve como criterio
mediante el cual se originan los sujetos mismos (en tanto se ubican en la red de
relaciones intersubjetivas que es la sociedad o el grupo), entenderemos también que
la palabra (en este caso, “mujeres”) solo puede representar a quien se reconozca en
ella.
Pero dice Foucault, teórico francés con el que Butler lleva a cabo un diálogo constante
durante la obra, que los sistemas de poder producen a los sujetos a los que más tarde
representan. Es decir que desde el propio poder (poder que es siempre horizontal y
está siempre presente, el lector deberá aquí abandonar la arquetípica imagen del
poder como instancia lejana y autoritaria) se dice quién es quién y qué significa ser
qué (por ejemplo, qué significa ser mujer, o ser hombre, o ser bueno, o ser
ciudadano). ¿Y si es el sistema patriarcal, el poder masculino, el que ha “creado” a la
mujer? Entonces, dice Butler, recurrir a un sistema que oprime a la mujer para la
emancipación de las “mujeres” será abiertamente contraproducente. Es decir, el
mismo sujeto que lucha contra el patriarcado ha sido creado… por el patriarcado, al
igual que (lamento el spoiler) al final de 1984 se descubre que la Resistencia contra la
dictadura era una creación de la propia dictadura. ¿Puede el feminismo luchar
empleando las categorías que el propio sistema ha creado, en este caso la idea de
“mujer”?
Por otro lado Butler explica que en todo sistema político (esto es, de poderes, o sea,
en toda sociedad humana) existe siempre una ilusión ficticia de un ser previo al sujeto,
es decir de un sujeto paradójicamente previo al sujeto. Esto es, de una cosa que es
previa a su señalamiento lingüístico y a su contenido normativo. Por ejemplo,
podríamos pensar que la mujer existe antes de que se señale como mujer. Esto es,
sería lógico imaginar a un sujeto antes de ser sujeto, porque al final y al cabo al nacer
no tienes identidad alguna y sin embargo poca duda cabe de que existes. No obstante
la autora advierte de que se trata de una ilusión. Esto porque el sujeto no es hasta
que le señala como tal, y si se quiere insistir en la idea del recién nacido que aún no
ha sido arrojado a la red cultural de su sociedad diríamos que es un ser humano pero
no un sujeto (de algún modo ese bebé "no es aún"). ¿Qué había antes de “la mujer”?
Nada. Ni siquiera podríamos decir: “bueno, había un cuerpo femenino, con vagina,
pechos, zonas erógenas, ciertas hormonas, rasgos distintos”, porque esto también
tiene que ser señalado y será característica del sujeto-mujer. Imaginar ese momento
anterior, ese “sujeto antes de la ley”, es para Butler el equivalente a imaginar un
estado de naturaleza anterior a la sociedad. Y añade: “Quizás el sujeto y la invocación
de un antes temporal sean creados por la ley como fundamento ficticio de su propia
afirmación de legitimidad”. La autora plantea una idea fundamental para todo su
marco teórico: no existe el sujeto pre-social, no existes ni tienes contenido antes de
que desde la sociedad te señalen con una determinada identidad.
Siguiendo con el problema del significante “mujeres”, se advierte de la falsedad que
implica pensar que un solo término con un cierto contenido detrás (esto es, el
contenido que le damos al ser-mujer, lo que se entiende que sean las mujeres) puede
agrupar a todas las mujeres (es curioso y sintomático de la falsedad de ese término lo
paradójico de lo que acabo de escribir: “no se puede representar a todas las mujeres
bajo el término mujeres”, aparentemente un enunciado absurdo o carente de sentido
pero que, si el lector me sigue, verá que no lo es, lo que ocurre es que me faltan
palabras para agrupar a todo ese amasijo que son las "mujeres"). Y Butler continúa
afirmando que no puede existir ni un feminismo universal ni un patriarcado universal,
pues hablando de tales situaciones nos dejamos atrás toda la diversidad cultural y los
muchos marcos existentes. De algún modo el feminismo occidental (¡pero también el
patriarcado occidental!) se presenta como universal, y por lo tanto existirían
feminismos “periféricos” y señalados como exóticos (por ejemplo, lo que se ha
denominado feminismo islámico, que tiene su contraparte en un patriarcado islámico,
por cierto pensado como barbarie esencial de Oriente Medio).
En este apartado Judith Butler comenta la clásica distinción entre sexo y género.
Según el relato oficial y sistémico, todos y todas tenemos un sexo biológico (o sea, un
cuerpo sexuado, unas tienen pechos y vagina y otros tienen pene y barba) y por otro
lado un género presumiblemente cultural, pero que encontraría sus límites en el sexo.
Simone de Beauvoir afirma en El segundo sexo que “no se nace mujer, sino que se
llega a serlo”. ¿Qué hay que entender con esto? Para Butler la filósofa francesa
vendría a decir que el género es una norma cultural obligada, pero esa obligación no
la crea el sexo (es decir, no es tu sexo biológico lo que te obliga a ser de género
masculino o femenino) y no hay nada que nos indique que la persona que se
convierta en “mujer” sea necesariamente de sexo femenino. Beauvoir también afirma
que “el cuerpo es una situación” (o sea, el cuerpo es un cierto cuerpo, no existe el
cuerpo en sí sino que debe ser explicado, significado y señalado) y Butler añade que
entonces no podemos aludir a un cuerpo que no haya sido desde siempre
interpretado mediante significados culturales, y que por tanto el sexo quizás no
cumpla con los requisitos de ser algo pre-discursivo que da pie al género. Es decir, si
el cuerpo y el sexo también son construidos (o sea que están llenados de significado)
¿cómo va a ser el cuerpo la base natural y dada que explique el género construido?
¿no habrá que explicar también el origen del sexo biológico?
Desde la postura del género como una construcción cultural que se levanta sobre un
cuerpo masculino o femenino se da por hecho que el cuerpo es un medio pasivo, un
instrumento o medio con el cual se relaciona solo externamente un conjunto de
normas y significados culturales. Digamos que para ellos el cuerpo masculino o
femenino existen per se, antes de cualquier cultura y señalamiento. Pues bien, Butler
da un giro a esta propuesta al advertir que ese cuerpo supuestamente “objetivamente
masculino/femenino” también está construido. Sin embargo nos es imposible pensar
más allá de lo binario, pues este se presenta “como el lenguaje de la racionalidad
universal (…) que elabora una restricción dentro del lenguaje y del campo de lo
imaginable”.
Habla aquí Butler de las distintas posiciones de dos autoras feministas, Beauvoir e
Irigaray, con respecto a la asimetría de género.
Acto seguido vuelve a atacar la categoría “mujeres” como algo incapaz de abarcar a
todas las “mujeres”, y la falsedad de la creencia de un feminismo universal y de un
patriarcado universal. “La crítica feminista, dice Butler, debe explicar las afirmaciones
totalizadoras de una economía significante masculinista, pero también ser autocrítica
respecto de las acciones totalizadoras del feminismo”. Explica además que insistir en
la coherencia y unidad de la categoría de las mujeres ha negado, en efecto, la
multitud de intersecciones culturales, sociales y políticas en que se construye el
conjunto concreto de ‘mujeres’. La obsesión del feminismo por crear una unidad de
acción y demanda ha llevado a que se cree una identidad “mujer” obviamente dentro
de los límites culturales patriarcales que no puede tener como fin la ampliación de los
conceptos existentes de identidad. Como ya comentábamos, el feminismo toma como
sujeto de la acción a la “mujer”, pero este concepto es precisamente una creación del
régimen cultural contra el cual el feminismo lucha.
La propuesta alternativa de Butler es una coalición abierta que “cree identidades
alternadamente” y que permita múltiples coincidencias y discrepancias sin obediencia
a un objetivo normativo de definición cerrada. El movimiento feminista sería pues un
amasijo de identidades sin un significante principal que las envuelva. Una propuesta
interesante pero, ¿sería eficaz políticamente?
Aquí la filósofa carga contra la idea de identidad como algo continuo y coherente,
pues los conceptos de coherencia y unidad son normas de inteligibilidad socialmente
instauradas, no rasgos lógicos de la persona. Es decir, la idea de que una persona
tenga ciertos rasgos fijos o sea una cosa (por ejemplo, mujer u hombre) es una forma
que tenemos de entender al sujeto, de ordenarnos la realidad, pero no es en ningún
caso algo real ni lógico. Butler llama la atención aquí sobre las personas de sexo o
género fluido, que no se corresponden con las normas culturales imperantes mediante
las cuales definimos a las personas.
Este es el llamado yo imaginario o "yo ideal", lo que el sujeto cree que es, su identidad
imaginaria. Por ejemplo, yo creo que soy un hombre, pero esa identidad me ha venido
de fuera, no está en ninguna esencia ni hormona ni nací con ella. Conozco otros
hombres biológicos que no comparten mi identidad en absoluto, que creen ser otra
cosa y por ello lo son. Al ocupar una identidad imaginaria (o, más bien, al ocuparnos
ella) actuamos, pensamos y deseamos de acuerdo a ella. Tenemos por otro lado el yo
simbólico, es decir el lugar que ocupamos en la red de relaciones intersubjetivas que
es la sociedad. Por ejemplo, un profesor es un profesor en tanto lo sea para sus
alumnos, el gracioso o la ligona del grupo lo son en tanto les reconozcan como tales o
un rey en tanto sus súbditos le consideren como tal. Zizek, en El sublime objeto de la
ideología, nos explica que un rey que realmente creyese que es un rey esencialmente
sería tratado como un loco, y que de hecho ello ocurrió una vez en Bulgaria. En uno
de sus artículos explica el vacío que subyace en la identidad apelando a Lacan:
En el Seminario 11, Lacan se refiere a la paradoja muy conocida de Chuang Tzu,
quien, después de soñar que era una mariposa, ya despierto se pregunta si él no es
la mariposa que sueña ser Chuang Tzu. Según Lacan, éste tenía razón al hacerse
esa pregunta: en primer lugar, porque “es lo que prueba que no está loco, que no se
toma por alguien absolutamente idéntico a sí mismo”; en segundo lugar, porque
“precisamente cuando era mariposa, se aferraba a alguna raíz de su identidad –que
era y es en su esencia, esa mariposa que se pinta con sus propios colores– y por esa
vía, en la última raíz, él era Chuang Tzu”. La primera razón corresponde a la
exterioridad de la red simbólica que determina la identidad del sujeto: Chuang Tzu es
Chuang Tzu porque lo es “para los demás”, porque esa identidad le fue conferida por
la red intersubjetiva de la que él forma parte: estaría loco si pensara que los otros lo
tratan como Chuang Tzu porque él ya es Chuang Tzu en sí mismo,
independientemente de esa red simbólica. La verdad del sujeto se decide fuera, el
sujeto “en sí mismo” es una nada, un vacío sin ninguna consistencia.
La identidad sería pues una falsedad, una unidad ficticia e ilusoria (en lo referente al
yo imaginario) o un ser-para-los-otros que depende precisamente de la mirada ajena
(el yo simbólico).
Butler lleva esto al género y establece una de sus más famosas ideas: el género es un
acto performativo. “El género conforma la identidad que se supone que es”, dice la
autora. El género (ser hombre o ser mujer) es un mero hacer, pero no un hacer por
parte de un sujeto previo a la acción, sino que el sujeto es mientras hace. Por decirlo
simplemente: eres hombre cuando actúas como un hombre. Y para acabar Butler cita
a Nietzsche, el cual en su famosa Genealogía de la moral expone que “no hay ningún
ser detrás del hacer, del actuar, del devenir, el agente (el yo) ha sido ficticiamente
añadido al hacer, pero el hacer es todo”.
Butler comenta lo paradójico que alguien con la mentalidad de Nietzsche esté dando
pie a una idea feminista tan subversiva y sentencia: “no existe una identidad de
género detrás de las expresiones de género; esa identidad se construye
performativamente por las mismas expresiones que, al parecer, son resultado de
esta”. Si Beauvoir dice que la mujer no nace, sino que se hace, Butler diría que la
mujer no nace, sino que hace.
Aquí la autora nos presenta un debate entre dos feministas ya mencionadas: Wittig e
Irigaray. Para la primera el lenguaje es un instrumento que en ningún caso es
misógino per se, en su estructura, pero que lo es en un sistema patriarcal. Sin
embargo Irigaray opina que si queremos evitar la “marca de género” (ser señalados
binariamente como estando en uno u otro género) debemos crear “otro lenguaje” o
economía significante. También hace referencia al papel del psicoanálisis en la
construcción de la binaridad de género.
También explica Butler que su objetivo es entender cómo se hace aceptable esta
relación binaria de los géneros y cómo hacen de una construcción cultural algo “real” y
natural. Dicho sea de paso, según la autora no podemos afirmar que el género es
falso por ser construido. La construcción social no equivale a falsedad, pues eso daría
pie a pensar en una “verdad de género” (la expresión es mía) sobre la cual se
levantaría algo artificial. Y no olvidemos que lo discursivo, que la construcción cultural,
¡es la propia realidad! No hay nada más allá de la construcción, o al menos nada
“verdadero”, pues “las configuraciones culturales ocupan el lugar de lo real”.