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El relato freudiano sitúa la feminidad como reacción secundaria ante una masculinidad
primaria u original. La idea de la "feminidad primaria" alimentó una tendencia conceptual
contraria al falocentrismo presente en esta teoría. Sin embargo, la utilización de este
concepto a modo de antídoto ha ocultado, bajo la apariencia de homogeneidad, diferentes
significados y puntos de referencia.
La idea de una "feminidad primaria" fue propuesta por los psicoanalistas en oposición a las
propuestas freudianas sobre el desarrollo psicosexual femenino, que fueron fundadas sobre
la noción de una masculinidad primaria.
Horney (1926) no utilizó el término feminidad primaria, pero avanzó sobre la idea de que el
sentido de inferioridad de una niña no era primario, sino adquirido y reforzado culturalmente.
Ella también sostuvo que el anhelo de maternidad en la niña no necesariamente se deriva
de la sustitución de un bebé por un pene, que compensa una falta, sino más bien de la
identificación con su madre. Horney y otros, como Jones (1927) insistieron en que la chica
tiene conocimiento temprano de su propia vagina, aunque a menudo reprimido.
El trabajo de Stoller sobre la identidad de género nuclear también refleja ideas ligadas a la
feminidad primaria. La identidad de género nuclear se refiere al sentido más básico de ser
varón o mujer, el cual se establece tempranamente, hacia los dieciocho meses. Stoller
(1968, 1976) argumenta a partir de una gran cantidad de investigaciones que la identidad de
género nuclear es en gran parte una cuestión de aprendizaje, basada en la asignación
parental.
Tal es así que, en palabras de Butler, "...la teoría psicoanalitica ofreció a la teoria feminista
una forma de identificar y fijar al diferencia entre los género a través de una metanarración
de desarrollo infantil compartido y al mismo tiempo ayudó a las feministas a mostrar la
forma en y que la misma noción de sujeto es una prerrogativa masculina dentro de los
términos de la cultura" (Butler, 1992:77).
Las reformulaciones que Judith Butler ha realizado en torno a tal la categoría multiplican las
controversias. Para Butler, el género no es una identidad estable, sino más bien una
identidad débilmente constituida en el tiempo a través de una repetición estilizada de actos.
Un yo generalizado de manera permanente es una ilusión. Claramente se produce una
ruptura con el modelo sustancial de identidad, que, por ejemplo, subyace a la propuesta de
Stoller (1968).
Entonces, Butler (1990b) vincula la idea de una identidad de género cosificada con la
categoría de actos constitutivos. Son estos actos lo que establecen performativamente la
ilusión de una identidad de género naturalizada. De este modo la producción de género se
entrama con actos, sutiles estilos corporales, que al repetirse en el tiempo generan la firme
creencia de, por un lado la existencia un núcleo yoico generizado de manera permanente y,
por otro, a localización de este núcleo en el lugar de agente causal de los actos que se
corresponden coherentemente con la especificidad de la identidad que ha dado origen.
Butler focaliza la figura de la Drag, o la Drag Queen -me refiero a un varón, o una mujer,
que se viste y actúa como una mujer de un modo muy exagerado y de forma provocativa
para alcanzar un efecto cómico, dramático o satírico a través de la parodia. Sus actuaciones
en escenarios teatrales suelen convocar mucho público y generan enorme satisfacción y
aplausos. Efecto un tanto diferente al que genera la travesti.
Se presenta, entonces una modalidad de género que no puede ser fácilmente asimilada
dentro de las categorías pre-existentes que regulan la realidad de género.
El travesti se constituye en una figura que posibilita una elucidación crítica. A simple vista, el
travesti parece resaltar la diferencia entre sexo y género, ya que se trataría de una
anatomía que es revestida por un significado social y cultural que no se corresponde con su
sexo. En este caso la vinculación entre los actos de género y una identidad de género
esperada, de acuerdo a la anatomía, es cuestionada. La expectativa de que ambas
vertientes confluyan, actos de género e identidad de género, se encuentra regulada por la
pregnancia de la percepción del sexo como dato fáctico y fijo. En tonces, usualmente se
espera que el sexo coincida armónicamente con la identidad de género que se le asigna
desde la cultura, y esta identidad, preexistente, es la que genera actos, posturas y gestos
específicos. Cuando hay armonía entre todos estos elementos, el nivel de mimesis es tal
que la diferenciación entre sexo y género no tiene sentido, permanece perfectamente
oculta, y cada uno de estos elementos parece formar parte de un todo coherente, mono
lítico y univoco.
Retomando lo que Butler entiende por performance de género, es posible afirmar que los
atributos de género no son expresivos sino performativos. Es decir que son los actos los
que crean la idea de identidad. La idea de que los actos de género son performativos nos
permite derivar analiticamente la no existencia de la identidad en términos sustanciales.
Las primeras conceptualizaciones sobre género (del inglés gender) datan de la década del
50 cuando los psiquiatras y psicoanalistas Money y Stoller distinguían los conceptos de
sexo y de género. Este último era definido como los comportamientos esperados para una
persona en función de su sexo biológico.
En una definición de mayor complejidad, Scott (1988) se referirá al género diciendo que:
"El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales fundadas sobre las
diferencias percibidas entre los sexos; y el género es un primer modo de dar significado a
las relaciones de poder () Como elemento constitutivo de las relaciones sociales fundadas
sobre las diferencias percibidas, el género implica cuatro elementos:
Hablar de lo masculino y lo femenino desde una perspectiva de género implica realizar una
primera afirmación: las culturas construyen los modos de "ser mujer" y de "ser varón". Al
decir de Simone De Bouvoir "la mujer no nace, se hace". Podríamos extender la misma idea
hacia la construcción del varón: no nace sino que se hace.
Y nos construimos como mujeres y como varones en un complejo entramado cuyos hilos
refieren a aspectos socioculturales, históricos, políticos, económicos, familiares.
Los Estudios de la Mujer han sido necesarios para describir las necesidades y las
consecuencias de la dominación masculina en la mitad de la especie humana, pero
insuficientes a la hora de generar conocimientos acerca de las relaciones entre los géneros.
Money, citado por Badinter', afirma que es más fácil "hacer" una mujer que un hombre
El tan citado baño cerebral de testosterona, ha sido una de las modalidades de corporizar
Stoller en concordancia con el planteo de Money, afirma que los machos, son al inicio 16 de
su vida intrauterina protofemeninos. Sólo cuando la acción de la testosterona y otras
hormonas actúen comenzará la diferenciación, si corresponde por presencia del cromosoma
Y, hacia un feto masculino.
masculina deberá convencer a los demás de tres cosas: que no es una una mujer, que
Connell sostiene que las estructuras del orden de género que explican la encarnación social
de la masculinidad son cuatro:
c-calexis d-simbolización
La percepción del propio cuerpo, el cuerpo modelado por la clase social, por el tipo de
trabajo, por la alimentación configuran espejos de masculinidad: del sobrepeso a la
languidez.
Varios autores refieren que parecen existir diversas masculinidades en cada cultura, aunque
todas remiten hacia un modelo hegemónico. Nosotros creemos que ese modelo será el eje
en torno al cual se definirán -por identificación o rechazo- las masculinidades emergentes.
La violencia masculina es analizada en tres categorías por Kaufman": hacia sí mismo, hacia
las mujeres, hacia otros hombres. Por otra parte, sostiene que la masculinidad al ser una
construcción cultural, la torna frágil. En esta dirección, analizando los actos de violencia
sexual y doméstica perpetrados por varones afirma que son una demostración de la
necesidad de confirmación del ser varón, al mismo tiempo que prácticas de ejercicio de la
dominación.
Vicent Marques", aportará que los varones al nacer reciben dos consignas básicas. La
primera afirma: "Ser varón es ser importante" y la segunda" Debes demostrarlo. Estas dos
consignas transmitidas por toda la cultura, serán un referente en la vida de todo hombre.
Aún cuando las posibilidades de aproximarse al ideal marcado por el modelo hegemónico
sea una utopía. Los varones se sienten, según este autor, pertenecientes al "colectivo
masculino".
Lo que ocurre en nuestro país con los jóvenes que tienen más de veinte años de edad es
que dichos acontecimientos ocurren con retraso de varios años respecto a generaciones
anteriores. Por ejemplo, quienes hoy tenemos alrededor de 50 años de edad,
mayoritariamente antes de los 25 años habíamos terminado la formación, teníamos un
empleo, estábamos casados y esperando el primer hijo. Veinticinco años después, si
nuestros hijos nos comunican sus intenciones de dejar la casa familiar, de sus planes de
boda o de tener un hijo seguramente les aconsejaremos que no se precipitan, que esperen
a tener unos años más y alcanzar una posición laboral y económica más segura. Les
recordamos que pueden hacer casi todos sus planes sin necesidad de salir del hogar
familiar. Parece que hoy en día se teme que los jóvenes de 20/30 años no estén tan
preparados para afrontar los retos sociales de la adulta como en su día estuvieron sus
padres.
Los jóvenes de hoy en día pueden pasar de la adolescencia a la adultez e incluso madurar
psicológicamente desde una posición de cohabitación con sus padres, manteniendo ciertas
dependencias de ellos. Es decir, si se puede adquirir la identidad, la responsabilidad y la
independencia afectiva, como características de la persona adulta y madura, desde una
posición vital de sujeto en parte dependiente.
Indirectamente la edad cronológica y, sobre todo, la edad social son aspectos a tener en
cuenta en la delimitación de los inicios de la edad adulta temprana. La identi dad personal
de los jóvenes y la comunicación con los demás tiene relación con la edad y con el estatus
social de la edad. Cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo cre emos que nos
perciben los demás, tanto los de tu misma edad cronológica como el resto de los adultos,
incide en la dinámica interpersonal, en las atribuciones y expectativas sociales y en el
bienestar subjetivo.
La edad adulta viene pues marcada más por un estatus que por una edad cronológica
concreta. Se diría que el joven de la década de los veinte años será adulto, no estrictamente
por su edad cronológica sino cuando sus compañeros, sus padres, sus superiores y otros
adultos le consideren y le traten como adulto.
La década de los 20 años de edad puede ser bien calificada como un amplio periodo de
transición desde la adolescencia hasta la edad adulta. Las transiciones, desde el punto de
vista del desarrollo humano, son cambios en los que reestructuramos nuestras vidas o
reorganizamos nuestras metas (Hoffman, Paris y Hall, 1996). A la psicología no le interesa
solamente identificar los cambios sociales que se producen (ser empleado, madre, vivir
independientemente), sino de los procesos psicológicos subyacentes, los cuales, puede que
estén menos externalizados, pero son los más importantes. Los cambios en los roles
sociales, en las actitudes, valores y comportamientos, las experiencias emocionales
intensas, el sentido del propio yo, la responsabilidad en los diversos contextos, el sentido de
autodirección de la propia vida, etc, son variables importantes de la personalidad adulta.
Se sabe que la transición a la edad adulta es diferente hoy en día según el medio social y
cultural de los jóvenes, su historia personal e incluso su sexo. También se conoce el estrés
que supone la realización de las tareas del desarrollo tales como la incorporación laboral, el
compromiso emocional, la paternidad/maternidad.
Posiblemente la asunción de los roles de padre y madre son los más determinantes en los
cambios de la personalidad del adulto. Particularmente en la década de los veinte años de
edad los jóvenes deben realizar ajustes constantes, ajustes del yo y ajustes sociales, como
suele ser habitual en las transiciones evolutivas.
Actualmente en las sociedades desarrolladas los padres valoran la cualificación profesional
de los hijos y de las hijas y les animan para que tengan un alto grado de autonomía
económica antes de decidirse a vivir juntos como pareja estable. Con respecto a las
mujeres de nuestro país, los padres desean que sus hijas tengan un nivel profesional lo más
alto posible y un buen empleo antes que decidan casarse, pues en caso contrario, es difícil
compatibilizar la vida de pareja estable, el empleo y la formación continua en la perspectiva
de tener hijos. Esto supone prolongar la dependencia de las hijas respecto de los padres, el
matrimonio se retrasa y el nº de hijos se reduce.
Arnett (2000) define como adultez emergente a la etapa de transición entre la adolescencia
y la edad adulta temprana en las sociedades industrializadas avanzadas, cuyos límites
cronológicos estarían entre los 18 y los 25 años de edad, aunque puede extenderse hasta
los 30 años. Son los jóvenes que han dejado la dependencia de la niñez y la adolescencia,
pero aún no han asumido las responsabilidades propias de la adultez. Como dice Gould (en
G. Craig, 1988), en esta etapa los jóvenes van cambiando su concepción del mundo y de sí
mismos, deben abandonar la "identidad adolescente", rechazan el control de los padres y
deciden ir creando una nueva identidad que no sea como la de sus adultos-padres. Se
trataría de una identidad propia de "joven para siempre".
Tanto durante la adultez emergente y como en la adultez temprana se produce una evidente
desfase entre la madurez biológica y la dependencia familiar, entre la capacidad subjetiva y
los deseos de independencia y la demora en la asunción de responsabilidades. El joven se
siente en un momento de plenitud vital, autónomo para tomar decisiones sobre lo que hace,
piensa, con quién está y cómo quiere orientar su vida laboral. La autonomía personal está
limitada en tanto en cuanto no tiene recursos ni medios para vivir de forma independiente de
sus padres. Aunque este no siempre es el problema principal, pues sus padres pueden
ceder de sus ventajas para que el hijo se sienta a gusto en la "cohabitación" y sin
presionarlo para que tome decisiones de independencia que pueden hacer daño a ambas
partes.
Torres y Zacarés (2004) destacan con razón que en la adultez emergente la madurez
psicológica no se basa en criterios psicosociales más o menos normativos sino en otros
criterios marcadores de inicio de la adultez: 1) Finalización de la madurez biológica; 2)
mayoría de edad legal y derecho al voto; 3) comportamientos de cierta indepen dencia
como la obtención del carnet de conducir, poseer un coche propio, viajar o pasar
vacaciones con amigos aparte de la familia; 4) criterios psicológicos o cualidades de
carácter (Arnett, 1998) que son subjetivos e individuales pero que contribuyen al "sentirse
adulto" en ausencia de otros factores y roles sociales asociados directamente con la
adultez.
Definiciones:
Teorías:
Se han de considerar, pues, los cambios diferenciales, al aumentar la edad. Las diferencias
de cambio entre las personas (interindividuales) y dentro de la misma persona
(intraindividuales) conforman, por tanto, la base de la gran variabilidad dentro del grupo de
las personas mayores.
Para la fase de la edad adulta establece unas tareas típicas del proceso de envejecimiento,
de las correspondientes pérdidas y de la proximidad del fallecimiento. La tarea general será
la adaptación a un cuerpo que se deteriora, y las pérdidas, por ejemplo, de la pareja deben
compensarse con mejores contactos sociales con los propios hijos y otros familiares o
amigos. Otra adaptación esencial, según Havighurst, se refiere a la jubilación y su
consecuente descenso de recursos económicos.
Socialización frente a sexualización en las relaciones humanas. Es otro ajus te impuesto por
las restricciones sociales y por los cambios biológicos. Los cambios físicos pueden obligar a
redefinir las relaciones con miembros de ambos sexos, a dar prioridad a la camaraderia
sobre la intimidad sexual o la competitividad.
-Flexibilidad frente a rigidez mental. El individuo debe luchar contra la ten dencia a
obstinarse en sus hábitos o a desconfiar demasiado de las nuevas ideas. La rigidez mental
es la tendencia a dejarse dominar por las experien cias y los juicios anteriores, a decidir, por
ejemplo, que "Toda mi vida he rechazado la política, de modo que no veo por qué deba
cambiar de opinión ahora"
3) Trascendencia del ego frente a preocupación por el ego. El temor a la propia muerte
debe verse sobreseído por las aportaciones personales a cualquier nivel: aportaciones por
medio de los hijos y del legado material o cultural para las futuras generaciones.
Hay que destacar que la teoria de Loevinger sobre la "mitad de la vida", que según el
investigador se produce entre los 40-45 años, abre el paso a la adultez inter media. En este
período, los sujetos se interrogan sobre distintos aspectos y valores de su propia vida, lo
que les altera emocionalmente.
A lo largo de la vida, aparecen cuatro periodos de 20 a 25 años cada uno con diversos
niveles. La persona pasa de un periodo a otro por unas fases de transición de cinco años de
duración cada una, combinando las diversas estructuras. En el des arrollo humano, por
tanto, se dan fases relativamente estables, en las que se cons truyen las estructuras y fases
de transición, en las que se cambian.
En la psicologia del desarrollo de la edad adulta son frecuentes, como se ve, las teorías
caracterizadas por las etapas vitales. Algunos autores las describen como transiciones.
Erikson (1950, 1968, 1985) explica el desarrollo humano, desde la infancia a la senectud,
como una búsqueda de la identidad personal, a través de ocho etapas. La resolución
positiva de cada etapa es de capital importancia para poder acceder a las etapas siguientes.
El conflicto propicia el paso de una etapa a otra superior. Si esa "crisis" no se resuelve de
forma satisfactoria, continúa demandando energía y causando dificultades. Por tanto, toda
personalidad sana debe resolver la crisis de forma adecuada. La naturaleza de cada crisis
es diferente y se caracteriza por una bipolari zación (positiva-negativa). De acuerdo con
Erikson, el problema fundamental que se encara en la adultez es el de la generatividad
frente al estancamiento.
Respecto a la generatividad, Erikson afirma que operamos dentro de tres dominios:
● el procreativo, que consiste en dar y en responder a las necesidades de la siguiente
generación.
● el productivo, que consiste en integrar el trabajo a la vida familiar y cuidar a la
siguiente generación, y
● el creativo, que consiste en hacer aportaciones a la sociedad a gran escala.
Baltes propuso siete principios para su psicología del desarrollo del ciclo vital, de los que
sólo mencionaremos los cuatro más impor tantes (Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998):
2. El desarrollo de todo el ciclo vital está caracterizado por una multidireccionalidad y una
multidimensionalidad inter e intraindividuales. La metidimensionalidad indica que el
desarrollo no corre de forma paralela, sí diferencial, entre los distintos ámbitos de las
conductas o recursos . y también dentro de esos mismos ámbitos (p.ej.: dentro de la
cognición que puede referirse a una inteligencia fluida, como en la elaboración de la
información, o a una inteligencia cristalizada, como en las estrategias cognitivas y la
adquisición de conocimientos).
Dentro de este contexto, también se discute, si pueden actuar nuevos recursos a edades
más tardías. Baltes, en oposición al concepto de desarrollo de Piaget, propone que pueden
darse tales recursos, por ejemplo, en las competencias relativas a la adquisición de la
experiencia y sabiduría.
3. En relación con este tema, se advierte que el desarrollo vital es un doble juego entre
pérdidas y ganancias. Mientras que al principio predominan las ganancias, estas van
cediendo con el paso del tiempo en campos concretos. Pero siempre, aún en edades
superiores, pueden constatarse nuevos recursos, aunque no sean muy numerosos.
Los aportes significativos de autores tales como Bühler, que en la década del ’30 teorizó
acerca del “desarrollo espiritual del niño”, y de Erikson, que elaboró, por la misma época,
su teoría del desarrollo psicosocial, han permitido el avance de la Psicología evolutiva hacia
la Psicología del desarrollo.
Estas nuevas perspectivas teóricas, favorecen la posibilidad de pensar el ciclo vital desde
una mirada holística, es decir que integre lo bio, psico, social y espiritual. Este enfoque
permite, asimismo, una visión más amplia respecto a la fe y contribuye a la comprensión de
la misma como una cuestión compleja, multidimensional, y variable a lo largo de la vida de
un sujeto
Fowler, (1981) definió la fe como una manera de comprender o conocer el mundo y cómo
cada sujeto construye significados.
La fe, a diferencia de la religión y las creencias, es una categoría que incluso las abarca y
contiene.
Piaget (2005) considera que un sujeto conoce en la medida en que interacciona con un
objeto/realidad y también con las variaciones de sus acciones, logra así una modificación en
dicha relación y en el objeto o realidad. A cada acción por parte del sujeto, la engloba en su
totalidad. Piaget (2005) ha ido demostrando a lo largo de todos sus trabajos que,
necesariamente, para que surja una nueva construcción, ésta será una reorganización de la
anterior, y así sucesivamente, a lo largo de todas las etapas de la vida. Es decir, que un
nivel de pensamiento, cualquiera sea, es un equilibrio temporal, que puede, a su vez
reorganizarse en otro que lo supera y lo contiene.
Las etapas de la fe propuestas por Fowler no pueden pensarse desde una perspectiva
separada de otros aspectos del desarrollo, ya que para su abordaje el autor retoma las
etapas del desarrollo cognitivo propuesto por Piaget, las etapas del desarrollo moral de
Kohlberg, y las etapas del desarrollo psicosocial propuesto por Erikson
Fowler (2004) explica su teoría del desarrollo de la fe, reafirmando la importancia que tiene
el factor funcional, reconociendo la interdependencia estructural, funcional y genética que
presentan los aspectos del desarrollo. Fowler (2004) tiene en cuenta las diferencias
interindividuales y las variaciones que cada sujeto presenta en su desarrollo de la fe.
En la década del sesenta, Baltes, junto a Goulet & Reese (1981), publicaron los
fundamentos del nuevo paradigma: multidimensionalidad, multidireccionalidad y
multicausalidad del desarrollo, entendiéndolo como un proceso continuo de cambios
influenciados por aspectos genético-biológicos y socio-culturales, de naturaleza normativa y
no-normativa, este proceso está marcado por ganancias y pérdidas concurrentes.
Baltes junto a sus discípulos, Lindenberger & Staudinger (1999) definen el desarrollo como:
"El cambio selectivo en la capacidad de adaptación relacionado con una edad determinada".
Proponen que la "capacidad de moverse entre los niveles de conocimiento y habilidades" es
crucial para el desarrollo individual efectivo.
Este análisis preliminar, según dice Fowler (1981), de las relaciones óptimas entre el
desarrollo psicosocial y el desarrollo estructural de las etapas de la fe, puede ayudar a
aclarar de qué manera las mencionadas etapas de la fe pueden verse como normativas.
Fowler y Erikson plantean sus teorías, ambos hablan de una virtud que se alcanza cuando
se avanza en las etapas del desarrollo.
Las etapas propuestas por Fowler tienen mucho en común con las etapas del desarrollo
cognitivo propuestas por Piaget y con las etapas del desarrollo moral de Kohlberg.
Las teorías de las etapas del desarrollo estudiadas por los autores mencionados
anteriormente adquieren fuerza porque describen cambios previsibles en el pensamiento y
en la adaptación humana en términos ampliamente formales.
Etapa 1: Fe intuitiva-proyectiva.
Esta etapa abarca normalmente de los 3 a los 7 años. Es época de imaginación no inhibida
aún por el pensamiento lógico, que produce imágenes y sentimientos duraderos, que en las
etapas posteriores se ordenarán e integrarán. En este período el niño alcanza una primera
conciencia de sí, pero de tipo egocéntrico, o sea es incapaz de ponerse en la perspectiva de
los demás. Se da también una primera conciencia del sexo y de la muerte y de los tabúes
mediante los cuales la sociedad aísla estas zonas de la experiencia.
Etapa 2: Fe mítico-literal.
Esta etapa, se da, aproximadamente, en el período comprendido entre los 7 años y los 12-
14 años. En este lapso, el niño va haciendo suyas las historias, las creencias, las
costumbres y los símbolos de la comunidad a la que pertenece.
Etapa 3: Fe sintética-convencional.
Etapa 4: Fe individual-reflexiva.
Etapa propia de los jóvenes que comienzan a tomar responsabilidades adultas en la vida.
Esto los hace enfrentar inevitablemente ciertos conflictos; por ejemplo, entre la subjetividad
de los sentimientos y la objetividad de la reflexión crítica, entre su individualidad y el ser
definido por el grupo, entre la realización personal y el servicio, entre lo relativo y el
absoluto. En esta etapa se busca, por un lado, tener una identidad que no sea definida por
los demás, que no esté compuesta exclusivamente por los papeles significativos que cada
uno desempeña en la vida. Por otro lado, se construye una cosmovisión claramente
diferenciada de la de los demás, capaz de sostener coherentemente la propia identidad;
aquí los símbolos se vuelven conceptos: se trata de una etapa desmitificadora, gracias a
una lógica de distinciones claras y de conceptos abstractos muy bien definidos.
La fortaleza de esta etapa es la capacidad de reflexión crítica, tanto respecto de la propia
identidad como de las ideologías y cosmovisiones. El peligro es el exceso de confianza en
esta capacidad crítica, una especie de “segundo” narcisismo, que sobreidentificada la
realidad con la cosmovisión que uno tiene.
Etapa 5: Fe conjuntiva.
Etapa 6: Fe universalizante.
Solo muy pocas personas alcanzan esta etapa. Se trata de personas que encarnan
contagiosamente el espíritu de una comunidad humana inclusiva y plena; personas que
crean en torno a sí zonas liberadoras, porque viven en la participación de un poder que
unifica al mundo y lo transforma.
Se puede pensar en Gandhi, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, Dietrich
Bonhoeffer, Thomas Merton; podríamos añadir a esta lista de Fowler muchos otros.
Las etapas de la fe, por consiguiente, no debieran ser una perspectiva separada de otras
capacidades del desarrollo.
FORMA LÓGICA:
Este aspecto describe los patrones característicos de las operaciones mentales que la
persona emplea al pensar en el mundo de los objetos. Se basa en el análisis de Piaget
sobre el desarrollo del pensamiento lógico, pero se limita a las características generalizadas
de este desarrollo. Evalúa la manera en la que el sujeto "opera" en su ambiente teniéndose
en cuenta operaciones como causalidad, reversibilidad y orden serial, el uso del lenguaje, la
coherencia en su narrativa teniendo en cuenta la dimensión espacio temporal, la posibilidad
del sujeto de organizar experiencias dentro de unidades sentido, asociándolas en un
esquema lógico, así como la distinción entre realidad y fantasía que puede realizar el sujeto.
Etapa 3. La lógica es la de las operaciones formales tempranas, esto significa que están
presentes, pero de una forma rudimentaria. La persona en esta etapa puede reconocer
inferencias y sistemas pero generalmente no es capaz de producir sistemas parecidos
espontáneamente. Predomina la inducción, siendo capaz de razonar desde hechos y
eventos particulares hacia leyes más generales y reglas, pero todavía no pueden producir
normas o reglas desde un proceso puramente abstracto y no somete las teorías o
constructos a pruebas rigurosas.
La persona capaz de construir entidades hipotéticas, lo cual es un prerrequisito para
la construcción de la interioridad de los otros y para la capacidad de tomar la perspectiva de
una tercera persona.
Etapa 5. Los argumentos de las entrevistas de esta etapa expondrán a pleno la lógica de las
operaciones formales de la etapa anterior. En esta etapa el empleo de la lógica tiene un
estilo dialéctico o dialógico, la persona está consciente de los límites del sistema formal, y
usualmente no le agrada limitar sus pensamientos en colocar las ideas en un sistema, esto
significa que tiene la capacidad de ver diversos aspectos de un fenómeno simultáneamente
y reconocer que esos significados tienen diferentes modos de análisis que pueden ser
necesarios para un determinado problema.
La lógica está caracterizada por una franqueza hacia la realidad y la toma de
o diálogo entre diferentes perspectivas sobre ella, observándose una interacción
perspectivas o planteos para generar un entendimiento dentro de un problema o cuestión.
Etapa 6. La persona de la etapa 6 es capaz de usar las formas lógicas de todas las etapas
previas, pero, no necesariamente se limitará a una de ellas. Una posibilidad esperada en los
argumentos de esta etapa, es mostrar un orden funcional de formas lógicas; que es, el uso
de la lógica que el individuo considera más apropiada al tema en que está envuelto. Podría
llegar a verse la habilidad de razonar "sintéticamente". Esta forma de razonamiento debiera
trascender o resolver las paradojas y tensiones dialécticas de la Etapa 5, no a través de la
supresión de la paradoja y diferencia, pero por la aprehensión de principios elevados de
unidad que subyace en las paradojas.
Etapa 1. La capacidad para la toma de perspectiva social es muy limitada. Existen rasgos
de una empatía rudimentaria en los niños más grandes de este grupo, esto se debe a que la
persona en esta etapa está operando con un modo de pensamiento egocéntrico y todavía
no tomó conciencia de que hay otras perspectivas además de la propia, es decir, no posee
realmente la categoría del "otro". La percepción de los otros en esta etapa es muy directa y
se expresa en términos de los efectos de los otros sobre el sí mismo, por ejemplo, temor,
recelo, recuerdos, etc., además se encuentra cargada de fantasías.
El egocentrismo de los cinco años deriva del hecho de que el niño sabe sólo acerca
de su experiencia y todavía no ha descubierto categorías de comparación.
Etapa 3. Los "otros" son reconocidos como poseedores de una interioridad de sí mismos y
no son simplemente vistos como un objeto de predicción y control. La toma de perspectiva
en esta etapa es mutua e interpersonal, existiendo la habilidad de construir la interioridad
del otro, la cual puede ser imaginada.
Etapa 5. El hecho de poder tomar múltiples perspectivas sobre los objetos permite una
mayor habilidad para construir la perspectiva del otro en esta complejidad y a través de
múltiples dimensiones.
La toma de perspectiva en la etapa considerará tanto la influencia de la historia y
situaciones, como de las ideas o puntos de vista del otro. Se intentará reconocer al otro en
su alteridad o autonomía, y estará dispuesto a soportar sus propios pensamientos o
sentimientos en el intento de ver a partir de la perspectiva del otro.
La etapa 5 posee un sentido de uno mismo que se encuentra más allá de las ideas,
sistemas y puntos de vista, así es capaz de moverse entre sistemas y se encuentra abierto
para ser cambiado por el otro.
La etapa 5 es capaz de otorgar autonomía al otro y mirarlo a partir de su perspectiva,
esto es, construyendo el camino en el cual los otros se verán a sí mismos.
JUICIO MORAL:
Al evaluar la forma de juicio moral, buscamos los patrones de pensamiento de una persona
sobre cuestiones de relevancia moral, incluida la forma en que la persona define lo que
debe ser tomado como una cuestión moral y de cómo la persona responde a la pregunta de
por qué ser moral. Este aspecto responde a la pregunta, "¿Cuál es la naturaleza de los
reclamos/pretensiones que los demás tienen de mí, y cómo son estas afirmaciones
reclamos ¿A qué deben medirse?
A pesar de ser similares a las etapas propuestas por Kohlberg del razonamiento
moral, también difieren en algunos aspectos importantes. En el contexto de la entrevista
desarrollo de la fe, el juicio moral es visto como una habilidad compleja que implica no
sólo las pautas de razonamiento. Este enfoque tiene la ventaja de permitir que los
sujetos respondan sobre los problemas morales sobre la base de sus propias
experiencias de vida.
Etapa 1. Es una etapa "pre-moral" ya que a pesar de que la persona es capaz de articular
nociones de lo correcto e incorrecto, bueno y malo, esto es usualmente evaluado
únicamente en términos de consecuencias para uno mismo, generalmente para evitar una
consecuencia física o castigo. Debido a que la etapa 1 es egocéntrica la persona no puede
considerar las perspectivas e intereses de los otros porque ella todavía no sabe que otros
intereses pueden ser diferentes a los suyos. Las acciones son juzgadas en base a las
consecuencias y estas son usualmente consecuencias físicas. La autoridad no está
claramente definida o diferenciada pero esta se base en el poder de castigo.
Etapa 5. Los juicios morales pueden tomar diferentes formas, podrían ser basados en un
contrato utilitario, antropológico y social u otros modos de justificación.
Las razones morales son frecuentemente utilitarias, las personas intentarán llegar a
la decisión moral ponderando las demandas de competencia que lo benefician en una
situación acorde a algunos principios de distribución.
Además se mostrará un proceso de razonamiento dialéctico por el cual las demandas de
competir en una situación se ponen en tensión, y los principios son buscados para que
resuelvan esa tensión. Mantendrá una distancia "crítica" que defienda los principios de los
cuales el orden social va a ser criticado, percibirá la relatividad de valores y normas
culturales, pero optará por defenderlas cuando estas no conflictúan con los valores
principales.
Los juicios morales en la etapa 5 frecuentemente son orientados hacia los individuos
en una situación, antes que orientados a la perspectiva de una sociedad o un grupo. Esto
defenderá los derechos de los individuos por sobre y contra la sociedad o un grupo.
Etapa 6. Los juicios morales son principales y universales. En esta etapa se mantiene
progresivamente la posibilidad de una "elevada moralidad" que incluye el sacrificio de uno
mismo en el servicio de la humanidad o en la visión de su futuro.
Este aspecto tiene varias dimensiones. La manera en que una persona se identifica con un
grupo es central, incluye como la persona está relacionada con el grupo al cual pertenece y
además, contesta a la pregunta de ¿qué tan amplio o global es el mundo social al cual una
persona responderá? ¿A quién la persona incluye complacientemente en su pensamiento y
quién permanece ajeno? Este aspecto también mostrará las diferencias en cómo las
personas y los grupos son tratados dentro de la estructura de pensamiento de un individuo.
Etapa 1. El mundo de los niños está constituido por la familia y particularmente por los
cuidadores primarios. Mientras hay conciencia de otros, esta conciencia está mediada por
las relaciones primarias o las secundarias.
Usualmente, hay una pequeña conciencia de cómo los otros se relacionan consigo
mismos y con la familia. La persona en la etapa 1 todavía no ha construido más
ampliamente
su sistema de relaciones por este motivo las respuestas de las personas fuera de la familia
son idiosincráticas y las interacciones con los otros son usualmente momento a momento.
En la etapa 1 el sujeto posee la habilidad de reconocer a los otros y el nombre de ellos, pero
no posee las categorías de relaciones para clasificarlas.
Etapa 4. Los límites de la conciencia social podrán ser dificultosos de evaluar. El ego
primario que concierne a la etapa 4, mantiene el sistema con el cual uno mismo es
identificado y la persona en esta etapa tenderá a ver a los otros como partes o
representativos de un sistema u orden social antes que como individualidades. Así la
persona posee una sobre simplificación o reduce la vista de los miembros de los demás
sistemas que la que él o ella ha seleccionado.
El modo de la participación grupal es ideológico, la inclusión social extenderá a esas
personas y comunidades que poseen una compatibilidad ideológica con el individuo y las
partes que no son ideológicamente compatibles generalmente serán vistas críticamente
desde la perspectiva de un sistema propio de ideologías.
Etapa 5. La persona en la etapa 5 tiene en cuenta y busca las opiniones de los otros y se
muestra como abierta a éstas, es apta para darle mayor peso a los puntos de vista y
opiniones de los otros y tratará de reducir la disonancia refiriéndose a los conflictos a partir
de los principios intergrupales. Selecciona grupos en base a los principios que ellos
representan, buscando activamente contactos con grupos y personas que son diferentes
con el propósito de comparar.
El sujeto se interesará en lo individual y no sólo como una parte de un grupo o
sistema. La conciencia social en la etapa 5 sin embargo contiene una paradoja, el sentido
de quién es incluido y quién es excluido se basa frecuentemente en un principio utilitario.
Generalmente se excluye aquellos intereses que no sirven a los cálculos utilitarios.
Etapa 6. Los límites de la conciencia social en la etapa 6 son universales. Aquí la lealtad es
como el principio del ser, la estructura central se basa en una identificación con la totalidad
de la especie humana. La persona es capaz de entrar en diálogo con otros que se
se encuentran en otra etapa.
La habilidad de tomar una perspectiva universal sin embargo no quiere decir que la
persona en la etapa 6 no pueda hacer distinciones, al contrario, es totalmente capaz de
realizar juicios críticos
LUGAR DE AUTORIDAD:
El aspecto, el lugar de la autoridad, está influido por tres factores: cómo las autoridades son
seleccionadas, cómo son sostenidas en la relación al individuo, y si la persona responde
principalmente a autoridades internas o externas.
Etapa 1. La persona en la etapa 1 no posee una noción de autoridad, esta autoridad es
externa y está constituida por una relativa dependencia de sus cuidadores primarios. Así la
estructura central de este aspecto es accesoria. Usualmente la aceptación de la autoridad
se basa en el deseo de evitar consecuencias físicas desfavorables.
Las personas en esta etapa mostrarán interés hacia los chicos más grandes, por
ejemplo a quienes son más grandes o más fuertes, pero la verdadera autoridad residirá en
los cuidadores primarios. La reacción de la autoridad es además concreta y ante una
situación específica. La persona en la etapa testeará la autoridad para permitido.
Etapa 3. Los motivos al aceptar la autoridad en cuanto a valores interpersonales tácitos son
consonantes con la etapa donde hay una coherencia general y una toma de perspectiva
social.
El consentimiento del grupo, real o hipotético, es un punto importante de legitimación
de autoridad. El poder del valor del grupo es tácito y frecuentemente muy fuerte. La
convención social juega una parte importante en la validación de la autoridad y en la
aprobación social que es frecuentemente un factor determinante al decidir si la autoridad
será aceptada.
Las figuras de autoridad son generalmente aceptadas en base a lo que ellos
muestran como una virtud interpersonal que es reconocida por otros, tales como honestidad
y realismo, es decir una virtud que contribuye a una mejora en las relaciones
interpersonales.
Debido a que la persona en la etapa 3 se encuentra inserta en sus relaciones sociales, es
incapaz de penetrar completamente en el interior del otro y no localiza al otro como un
sistema u orden. Usualmente presta atención a los símbolos convencionales de autoridad y
el carisma personal es un importante legitimador de autoridad.
Etapa 5. El centro de poder y autoridad que apareció en las otras etapas (leyes, normas
culturales, tradiciones, individuos, opinión de otros) también se presentan en la etapa 5 y
estas estarán mediadas por diferentes características de toma de perspectiva o
pensamientos mediados. Es inusual una dependencia hacia alguna forma de autoridad a
menos que ésta sea una autoridad de conciencia crítica o la autoridad de principios
transculturales como un derecho natural o de contrato social, lo cual es aplicable para todo
el contexto social.
La autoridad en la etapa 5 esta internamente localizada y se descubre en la
dialéctica de múltiples perspectivas. A pesar de que es posible encontrar un funcionamiento
subjetivo del individuo como un árbitro, es siempre una disciplina mediada por un
pensamiento crítico. En esta etapa se acepta o rechaza la autoridad en base a la
conformidad con los principios de relaciones universalmente potenciales. Hay una
disposición a localizar la autoridad trascendente y un incremento en el énfasis en la
soberanía de la conciencia individual.
Etapa 2. Hay dos caminos primarios para la coherencia del mundo para la persona en esta
etapa: uno es la coherencia concreta del mundo físico, que emerge con la adquisición de
operaciones concretas de pensamiento al unir objetos y eventos en relaciones lógicas, la
otra que es conveniente en la emergencia de la narrativa o historia como un modo de dar
coherencia a lo interpersonal o mundo social.
La habilidad para generar narraciones está basada en habilidades operacionales concretar
para generar las categorías de espacio y tiempo y ordenar los espacios en series. El mundo
así se vuelve lineal, ordenado y coherente.
Se orienta hacia un mundo físico y ha aprendido a separar la fantasía de la realidad,
mostrará una importancia considerable al realizar una distinción con lo que es real y con lo
que es "es creído" y la mantención de esas dos categorías de pensamiento separadas.
Etapa 3. La coherencia del mundo forma un sistema tácito antes que un sistema explícito.
La persona no será consciente de poseer un sistema y no tendrá un reflejo generalizado de
las implicaciones de sus pensamientos, actitudes y creencias. En esta etapa mostrarán una
síntesis o mezcla en conjunto con ideas convencionales, actitudes o creencias de los
miembros de su grupo o de los otros significantes. Las contradicciones en esta vista del
mundo sintetizado son usualmente tratados a partir de razones excluyentes sobre ellas e
intentan formar un punto de vista más comprensivo. La fantasía y realidad se mezclan en la
etapa 3, de todas maneras la fantasía es más coherente, diferenciada y con un propósito a
diferencia de la etapa 1. La coherencia del mundo es mediada simbólicamente pero los
símbolos tenderán a ser globalmente considerados y críticamente examinados.
Habrá una tendencia de proyectar los propios valores y actitudes sobre el grupo o
personas que piensan "como nosotros" y una concomitante intención de excluir al otro
diferente de uno. El mundo es interpersonal y tácito. Las apariencias son usualmente
tomadas de acuerdo a valores y hay una orientación hacia las personas y valores
interpersonales en la construcción de su visión del mundo.
Usualmente existe evidencia rudimentaria de reflexión o abstracción en la etapa.
Etapa 6. La forma de coherencia del mundo es difícil de describir precisamente porque hay
un sentido en el cual aprehende más allá del lenguaje. Así, es apropiado hablar de la
coherencia del mundo en la etapa 6 como una construcción o de una "sensación sentida" de
participación y lealtad al principio del ser. La metáfora es el lenguaje usual en el cual ésta
"sensación sentida" puede ser expresada, a pesar de que estas son declaraciones
metafóricas que son a veces simples, a veces confusas, estas reflejan una simplicidad que
"vienen del otro lado de la complejidad". Las declaraciones del pensamiento buscan
expresar una "sensación sentida" de coherencia del mundo, se debe tener cuidado de no
confundir estas declaraciones con el "sistema tácito" de la etapa 3. El primer camino para
distinguir entre las dos es que las declaraciones en la etapa 6 muestran una profundidad y
multiplicidad de sentido, mientras que las declaraciones de la etapa 3 serán
unidimensionales.
FUNCION SIMBOLICA:
Este aspecto de la fe está referido a cómo la persona entiende, asigna, y utiliza símbolos y
otros aspectos del lenguaje en el proceso de fabricación del sentido y localización de su
centros de valor e imágenes de poder. Cualquier paso que revela cómo una persona
interpreta el material simbólico, en particular aquellos símbolos que son importantes para el
individuo, puede ser registrado bajo este aspecto.
Etapa 1. La persona usualmente no realiza una distinción entre el símbolo y lo que este
representa. La mezcla entre fantasía y realidad en la etapa 1 le da un uso y entendimiento
global y de cualidad numinosa a los símbolos. Los cuentos de hadas y los mitos no se
distinguen de la realidad. Los símbolos de deidad son frecuentemente antropomórficos,
usando ideas como invisibilidad, alma y aire para representar a Dios quien es capaz de
actuar sobre el mundo. La simbolización muestra una fluidez y falta de límites.
Etapa 2. La persona en la etapa 2 es capaz de realizar una clara distinción entre fantasía y
realidad, entre el símbolo y la cosa simbolizada. Lo simbólico funciona en base a una
correspondencia literal entre los dos. Los símbolos de la deidad son aún antropomórficos
pero ahora poseen una intención, y están atentos a las acciones de los humanos. La fluidez
de los patrones de pensamientos se encuentran disminuidos y la persona en la etapa 2 es
capaz de ordenar eventos y crear narrativas simples pero coherentes. Hay un considerable
interés en los mitos e historias, particularmente de historias de acción. Historias y mitos son
tomados literalmente y la persona intentará explicar la historia en un sentido muy literal.
Cuando los símbolos representan una idea o concepto, este debe ser específico y
bien definido. Hay una pequeña noción del poder de lo simbólico al evocar sentimientos que
aparecen como fuertes en la etapa 3. La etapa 2 tiende a ser investida en estas historias y
mitos y no tendrá una distancia reflexiva en ellas. El sujeto se encuentra investido en la
acción de la historia.
Los paralelismos entre las características de los apegos infantiles y las del amor de pareja
sugieren que estos dos tipos de relaciones podrían ser variantes de un único proceso
subyacente (Shaver et al., 1988). Este análisis teórico, aunque más detallado, es parecido
en su enfoque al trabajo de Weiss (1982, 1986, 1991) y Ainsworth (1989), que estudiaron la
aplicabilidad de los criterios del apego a las relaciones adultas.
Por lo tanto, Shaver y Hazan (1988) creen que el amor de pareja implica la integración de
tres sistemas conductuales: el apego, el cuidado, y la sexualidad. Como ya hemos visto,
Bowlby (1969, 1973, 1980) sostiene la existencia de una serie de sistemas conductuales
entrelazados (entre los cuales se encuentran el apego, el cuidado y el apareamiento sexual)
que tienen la función de asegurar la supervivencia de la especie. Estos sistemas podrían
diferir en importancia a lo largo del ciclo vital de una relación; por ejemplo, la atracción
sexual y la pasión tienden a ser especialmente intensas en las primeras fases; y también
podrían diferir en importancia en diferentes relaciones amorosas (Shaver & Hazan, 1988;
Shaver et al., 1988). De los tres sistemas, se cree que el fundamental es el sistema de
apego: éste es el primero que aparece en el curso del desarrollo del individuo y juega un
papel capital en la formación de los modelos mentales del sí mismo y de los demás, siendo
porque establece las bases para el desarrollo de los otros sistemas.
Comparación de la perspectiva del apego con las anteriores conceptualizaciones
del amor
En un intento por integrar las teorías sobre el amor, Shaver y Hazan (1988) comparan la
perspectiva del apego con tres conceptualizaciones anteriores: las teorías del "amor
ansioso", las teorías que trazaban los componentes del amor, y la teoría de los "estilos de
amor". El objetivo que persigue el análisis de Shaver y Hazan es demostrar que, en
comparación con las explicaciones anteriores, la perspectiva del apego ofrece un enfoque
más global y una mejor base teórica para el estudio del amor.
Amor ansioso. Las teorías del amor ansioso, como su propio nombre indi-
ca, se centran en el amor marcado por la ansiedad, los celos, las obsesiones
y el miedo al abandono. Diversos investigadores y escritores han acuñado
varios nombres para el amor ansioso, como amorenfermo (Hindy & Schwartz,
1985; Money, 1980), limerencia (Tennov, 1979), y amor desesperado (Sperling,
1985). Shaver y Hazan creen que estas formas de amor son equivalentes al
estilo ansioso-ambivalente de apego.
Teorías componenciales del amor. Como ejemplo de las teorías que perfilan los
componentes del amor, Shaver Hazan (1988) se centra en la teoría triangular del amor de
Sternberg (1986). Según esta teoría, el amor puede describirse en términos de tres
componentes: intimidad (sensación de cercanía y conexión), pasión (impulsos que provocan
la atracción física y sexual), y decisión-compromiso (la decisión a corto plazo de que uno
ama al otro el compromiso a largo plazo de mantener ese amor).
La analogía del triángulo parte de la idea de que los tres componentes del amor forman los
vértices de un triángulo. Del mismo modo que triángulos diferentes tienen ángulos
diferentes, tipos diferentes de amor implican pesos diferentes de los tres componentes (en
otras palabras, la importancia relativa de los tres componentes varía en cada relación
amorosa). Por ejemplo, Sternberg cree que el amor entre amigos implica un énfasis en la
intimidad y el compromiso, pero no en la pasión. Además, dentro de una misma relación
amorosa, la importancia relativa de los tres componentes podría cambiar a lo largo del
tiempo, y estos cambios también pueden representarse utilizando la analogía del triángulo.
Estilos de amor. Por último, Shaver y Hazan (1988) comparan la perspectiva del apego con
la teoría de Lee (1973, 1988) sobre los estilos de amor. A partir del estudio de descripciones
detalladas de entrevistas sobre relaciones amorosas adultas, Lee propone una tipología del
amor basada en la analogía con un "círculo de color". Según esta tipología, hay tres estilos
primarios y tres estilos secundarios de amor (ver figura 2.2). Los tres estilos primarios son
eros (el amor de pareja y pasional), ludus (el amor como entretenimiento) y storge (el amor
entre amigos). Estos estilos primarios se combinan para formar los estilos secundarios, o
compuestos: mania (amor posesivo y dependiente; fusión de eros y ludus); pragma (amor
lógico, de la "lista de la compra"; fusión de ludus y storge) y agape (amor desinteresado y
entregado; fusión de storge y eros). La noción de compuestos implica que los nuevos estilos
tienen propiedades bastante diferentes de las de cada uno de los elementos que los
componen. Aunque los estilos primarios también pueden combinarse formando
mezclas (por ejemplo, storge-eros) en las que siguen presentes las propiedades de
sus componentes.
Quizás el aspecto más problemático de esta teoría del amor sea la analogía de los
compuestos; por ejemplo, resulta difícil justificar que manía sea una combinación de eros y
ludus cuando no muestra ninguna de las propiedades de estos estilos primarios. A nivel
más general, Shaver y Hazan (1988) creen que la tipología que describe la teoría de los
estilos de amor puede reducirse en esencia a los tres estilos básicos de apego. Según este
análisis, el apego seguro equivaldría a una combinación de eros y ágape, el apego evitativo
equivaldría a ludus, y el apego ansioso-ambivalente a manía; los restantes estilos de
amor (pragma y storge) se considera que son formas de amor de pareja.
Ventajas de la perspectiva del apego. Shaver y Hazan (1988) señalan importantes ventajas
de la teoría del apego que también reconocen otros autores (por ejemplo, Clark & Reis,
1988). Sus tres contribuciones más importantes son las siguientes.
En primer lugar, el marco conceptual del apego aporta un punto de vista sobre el desarrollo:
sostiene que las diferencias en las tendencias del amor de pareja tienen su origen en las
experiencias sociales tempranas, y los procesos mediadores que implican modelos
mentales del apego pueden explicar tanto la continuidad como la posibilidad de cambio en
los patrones relacionales tempranos. De este modo, no ve el amor de pareja como un
fenómeno aislado, sino como una parte integrante del vínculo afectivo humano.
En segundo lugar, la teoría es lo suficientemente amplia para englobar una serie de
aspectos relacionales como el amor, la ansiedad, la soledad y la pérdida.
Es decir, la teoría del apego engloba aspectos relacionados con la experiencia del amor;
incluyendo el efecto de las relaciones amorosas
en otras relaciones personales y en los proyectos laborales, y los efectos de la separación y
la pérdida.
En tercer lugar, la perspectiva del apego permite explicar formas sanas y disfuncionales de
amor utilizando los mismos principios generales; cree que las diversas formas de amor se
han originado como adaptaciones predecibles a circunstancias sociales específicas.
La medida que utilizaron Hazan y Shaver (1987) para medir el estilo de apego fue
exploratoria por necesidad; su objetivo, dada la información disponible sobre las
características de los niños seguros, evitativos y ansioso-ambivalentes, y dando por
supuesta la continuidad esencial de los estilos de apego, era captar los principales rasgos
que tipifican los tres tipos de amantes adultos.
Hazan y Shaver (1988): el apego seguro mantenía una correlación positiva con eros y
ágape y negativa con ludus; el apego evitativo mantenía una correlación positiva con ludus,
y negativa con eros; y ansioso-ambivalente apego correlacionaba positivamente con manía.
Hay que señalar que el patrón de relaciones predicho por Levy y Davis difiere ligeramente
del propuesto por Shaver y Hazan; en particular, Levy y Davis sostienen que el apego
seguro debería estar relacionado con storge (una asociación que no encontraron).
Levy y Davis (1988) también evaluaron los vínculos existentes entre los estilos de apego y
las medidas de los tres componentes del amor del modelo de Sternberg (1986): intimidad,
pasión y compromiso. Encontraron que los tres componentes del amor correlacionaban
positivamente con el apego seguro y negativamente con el evitativo y el ansioso-
ambivalente.
Levy y Daviz sí que respaldaron la distinción entre apego evitativo y apego ansioso-
ambivalente: encontraron que la evitación mantenía una relación más intensa con la falta de
compromiso en las relaciones de pareja y que la ambivalencia ansiosa estaba relacionada
con un estilo dominante de respuesta al conflicto.
Feeney y Noller defienden la existencia de diferencias entre los grupos de apego en
medida de la historia familiar temprana y de los modelos mentales de las relaciones, que
respaldan los estudios anteriores. Un hallazgo notable que se desprende de su estudio es
que los sujetos evitativos es más probable que digan haber pasado por un largo período de
separación de sus madres en la niñez.
Concretamente, Feeney y Noller creían que era necesario aclarar dos aspectos de los
vínculos propuestos por Shaver y Hazan (1988). El primero de ellos era el papel de storge
(el amor entre amigos). Shaver y Hazan sostenían que storge "no es un estilo de amor
romántico en absoluto".
Shaver y Hazan consideraban que las teorías del amor ansioso eran unidimensionales, pero
no comprobaron si constructos como limerencia son, de hecho, unidimensionales, ni si son
el ansioso-ambivalente.
Por estos motivos, Feeney y Noller (1990) exploraron las diferencias que
presentaban los grupos de apego en sus experiencias relacionales utilizando
un amplio rango de variables relevantes: autoestima, afecto.
Hendrick & Hendrick, 1979), limerencia (amor marcado por el miedo al rechazo, los
extremos emocionales y la preocupación, como expuso Tennov, 1979) y adicción al amor
que implica obsesión, implicación excesiva y extrema dependencia, según (Peele, 1975,
1988)
En segundo lugar, había pruebas de que las medidas del amor ansioso implicaban más de
una dimensión. Por ejemplo, la medida de limerencia de 42 ítems parecía incluir cuatro
aspectos diferentes del amor ansioso: preocupación obsesiva, ansiedad por timidez,
dependencia emocional e idealización
El análisis factorial de segundo orden realizado a partir de las 16 escalas del estudio de
Feeney y Noller (1990) proporcionó una integración de los temas básicos presentes en las
anteriores medidas del amor. Se obtuvieron cuatro factores: el amor neurótico (que implica
preocupación obsesiva, dependencia emocional e idealización de la pareja), la confianza en
uno mismo (fuerte autoestima, junto a una falta de ansiedad por timidez en las relaciones
con las parejas amorosas), la evitación de la intimidad (puntuaciones altas en ludus y
puntuaciones bajas en ítems relacionadas con el afecto, eros y agape) y el amor
circunspecto (amistad y pragma).
Los sujetos evitativos presentaban una marcada evitación de la intimidad, mientras que
los sujetos ansioso-ambivalentes obtenían puntuaciones altas en amor neuró-
tico y bajas en amor circunspecto. Estos resultados respaldan en general la
formulación teórica de Shaver y Hazan (1988), pero señalan algunas reservas
importantes.
En particular, aunque para Shaver y Hazan la limerencia sería equivalente al apego
ansioso-ambivalente, parece ser que la limerencia tiene varios componentes y que uno de
ellos (la ansiedad por timidez en el trato con las parejas amorosas) es característica tanto
de los individuos evitativos como de los ansioso-ambivalentes.
En resumen, los estudios expuestos en esta sección sugieren que la perspectiva del apego
ofrece una visión integradora del amor de pareja. La teoría de apego parece englobar las
principales variables discutidas en las teorías del amor que la precedieron; en concreto, el
estilo de apego mantiene una relación significativa con las medidas del amor ansioso, con
los diversos estilos de amor y con los componentes de las relaciones amorosas.
Las estrategias aprendidas a partir de las interacciones con los cuidadores son adaptativas
porque permiten al niño alcanzar sus objetivos a corto plazo; sin embargo, cuando se trata
de afrontar situaciones a largo plazo pueden ser apropiadas o inapropiadas.
Los individuos evitativos es probable que demuestren una escasa conciencia de sus
sentimientos negativos y pocas manifestaciones de ira y ansiedad, aprendidas como
estrategia para reducir sus conflictos con cuidadores que les rechazaban o permanecían
insensibles. Se muestra una gran confianza en uno mismo a expensas de buscar el apoyo
de los demás.
Los individuos ansioso-ambivalentes es probable que tengan una conciencia constante de
sus sentimientos negativos. Centran su atención en esos sentimientos de forma
hipervigilante y manifiestan expresiones intensificadas de miedo e ira.
Los sujetos seguros mostraban formas constructivas de afrontar sus sentimientos negativos
en contextos sociales: sus iguales creían que tenían una mayor capacidad de recuperación
del ego.
Estos investigadores sostienen que el miedo a la muerte es un miedo universal que implica
la separación de los seres queridos y que, por lo tanto, es probable que active esquemas
relacionados con el apego.
Funcionamiento de la relación:
Simpson (1990) estaba también interesado en las descripciones que hacían cada uno de los
grupos de apego al hablar de la calidad de sus relaciones de noviazgo. Sus resultados
ponen de manifiesto un vínculo entre el apego seguro y niveles altos de confianza,
compromiso, satisfacción e interdependencia (por ejemplo: amor, dependencia y revelación
de cosas sobre uno mismo). Por el contrario, tanto el apego evitativo como el ansioso-
ambivalente presentan correlaciones negativas con la confianza y la satisfacción, estando el
apego evitativo también relacionado con niveles bajos de interdependencia
y compromiso. Estos resultados son congruentes con la teoría del apego.
Collins y Read evaluaron el estilo de apego utilizando tres escalas: cercanía (que medía el
consuelo que se encontraba en la cercanía), dependencia (que medía la confianza y hasta
qué punto se creía que los demás estaban disponibles y que se podía depender de ellos) y
ansiedad (que medía la ansiedad sobre temas relacionales, como que no le quieran a uno).
Siguiendo la división de los tres grupos del estilo de apego, los sujetos seguros y ansioso-
ambivalentes obtuvieron puntuaciones más altas en cercanía y dependencia que los sujetos
evitativos; y los sujetos ansioso-ambivalentes manifestaron tener una mayor
dad por las relaciones que los grupos de sujetos seguros y evitativos.
Resumen:
Las primeras publicaciones de Hazan y Shaver (1987; Shaver y Hazan, 1988; Shaver et al.,
1988) sobre el apego adulto proporcionaron un cuerpo sustancial de evidencias teóricas y
empíricas a la perspectiva del apego sobre el amor de pareja. Los primeros estudios de
otros investigadores del apego adulto apoyan estas evidencias, especialmente en lo
referente a la integración de las teorías del amor y la descripción de las diferencias entre los
grupos de apego en la regulación del afecto y la calidad de las relaciones. Las
descripciones verbales de respuesta abierta demuestran que los individuos hacen
referencia espontáneamente a temas relacionados con el apego cuando describen sus
relaciones de noviazgo; además, el contenido específico de estas descripciones es
congruente con las características fundamentales de los grupos de apego.
A pesar de los prometedores resultados de estos primeros estudios, hay otros aspectos
subyacentes en la bibliografía que tienen que ver con la conceptualización y medida del
estilo de apego adulto.
Los cambios cruciales del hecho de sustentación comienzan a desequilibrar a una persona
en el campo interno, señalando la necesidad de cambio y del paso a un nuevo plano en la
nueva etapa de desarrollo. Estos cambios cruciales se producen a lo largo de toda la vida,
pero la gente se niega persistentemente a reconocer que posee un sistema de vida interno.
Si se le pregunta a cualquier persona que parece deprimida por qué se siente así
desplazará la mayoría el mensaje interior a un hecho demarcador. "Estoy así desde que nos
cambiamos de casa, desde que cambié de trabajo, desde que mi mujer volvió a la
Universidad y se convirtió en una maldita asistenta social vestida de arpillera" y así
sucesivamente.
Probablemente menos del diez por ciento dirá: « existe en mi interior una perturbación
cuyos términos exactos desconozco y que, aunque dolorosa, siento que debo asumirla y
superarla». Un número aún menor de personas logrará explicar que la turbulencia que
siente puede no tener ninguna causa externa.
Una de ellas es el sentido interior del yo con relación a otros. La segunda son las
proporciones de seguridad y peligro que sentimos en nuestras vidas. La tercera se refiere a
nuestra percepción del tiempo ¿Disponemos de mucho tiempo o empezamos a sentir que
éste se acaba? Por último, habrá un cambio en nuestro sentido de vitalidad o
estancamiento. Éstas son las vagas sensaciones que componen el tono de fondo de vivir y
conformar las decisiones sobre las que actuamos.
Vivir la vida adulta no es fácil. Al igual que la infancia, cada paso no solo representa nuevas
tareas de desarrollo sino que exige dejar a un lado una serie de técnicas que funcionaban
con anterioridad. En cada paso se debe abandonar alguna magia, se debe desprender
alguna querida ilusión de seguridad y sentido cómodamente familiar del yo, para permitir la
mayor expansión de nuestra propia singularidad.
Lo que quiero decir es que debemos estar dispuestos a cambiar de silla si deseamos
madurar.
Los momentos de crisis, de ruptura o de cambio constructivo, no son previsibles sino
deseables, significan madurez. Naturalmente, ésta no es la única alternativa. Si el
funcionamiento de la vida adulta parece demasiado difícil, uno siempre tiene la posibilidad
de instalarse en un «hogar permanente», de acomodar todo el sistema de vida alrededor de
aquel: el trabajo, las escuelas para los hijos, las actividades sociales y todo lo demás.
Después, cuando los redobles de una nueva etapa de desarrollo empiezan a sonar en
nuestro interior, podemos manifestar la imposibilidad de alcanzar el cambio.
Aún más, afirma la psicosociologa Bernice L. Neugarten, hablamos mucho acerca de la
identidad del rol sexual pero rara vez mencionamos la poderosa influencia de la “identidad
del rol de la edad”
La gente que se compromete a fondo con un objetivo y lo cumple
satisfactoriamente, en oportunidades florece en la mitad de la vida, cuando se liberan sus
emociones hasta entonces descuidadas, lo que para él puede significar una renovación.
Existen otros acontecimientos que el individuo no puede prever: una guerra, una depresión
económica, la muerte de uno de los padres, o de un hijo, o de un cónyuge, o una amenaza
real a la propia vida. Designo a estos hechos con el nombre de accidentes vitales.
En la vida cotidiana es posible encontrar parejas con 20 o más años de historia y sistema de
valores cambiantes, las diferencias generacionales pueden parecer obvias, no obstante es
interesante indagar ¿Cuáles son las diferencias de sueños? ¿Qué visiones del matrimonio,
qué objetivos para el futuro, qué visión general de sí mismo distingue la pareja cuando se
hace a la vela en el mundo adulto?. Algunos dirán que dos generaciones pueden ser
fácilmente reconocibles. Hay que observarlas en la vida cotidiana.
De igual modo que todos crecemos y envejecemos gradualmente, el sistema de vida interior
tiene su propio reloj inquebrantable. Probablemente en algún momento de nuestra vida
todos nos sentimos como el hombre que aúlla, sin ser oído, en una historieta de Jules
Feiffer. No obstante, los acontecimientos que exigen una acción antes de que estemos
preparados, a menudo tienen el benéfico efecto de lanzarnos a la siguiente etapa de
evolución a pesar de nosotros mismos.
Como veremos más adelante, cada persona aborda los peldaños en su estilo de avance
característico. Algunas personas nunca llegan a completar toda la secuencia. Ninguno de
nosotros
ARRANCAR RAÍCES
Antes de los dieciocho, la divisa es clara y contundente; “tengo que alejarme de mis padres”
Pero rara vez las palabras se relacionan con la acción. Por lo general, cuando todavía
estamos dentro de la seguridad de nuestra familia, aunque estudiemos lejos, sentimos que
nuestra autonomía se encuentra sometida a una constante erosión.
Después de los dieciocho empezamos a arrancar raíces con satisfacción. La Universidad, el
servicio militar y los viajes cortos son los vehículos que habitualmente proporciona nuestra
sociedad para los primeros viajes de ida y vuelta entre la familia y nuestra independencia.
En el intento por separar nuestra visión del mundo de la de nuestra familia, a pesar de las
violentas protestas en sentido contrario «se exactamente lo que quiero» vamos detrás de
cualquier creencia a la que podemos llamar propia. Y en el proceso de experimentación de
esas creencias, a menudo nos sentimos atraídos por las novedades, preferentemente por
aquellas que son más misteriosas e inaccesibles para nuestros padres.
Cualquiera sean las tentativas de adhesión que probemos en el mundo, nos acecha el
temor de que en realidad somos chicos que no pueden cuidarse solos. Encubrimos ese
temor con actos de desafío y fingida confianza. Nos volvemos a nuestros contemporáneos
en busca de aliados que sustituyan a nuestros padres. Aquéllos se convierten en
conspiradores y en tanto que su perspectiva engrana con la nuestra, sustituyen el santuario
familiar. Pero esto no perdura demasiado tiempo. En cuanto se apartan de los pocos sólidos
ideales de «nuestro grupo», se consideran traidores. Es corriente volver de rebote a la
familia entre los dieciocho y los veintidós años.
Un paso tormentoso a través de los años de la etapa de arrancar raíces, probablemente
facilitará la progresión normal del ciclo vital adulto. Si no se produce una crisis de identidad
en este punto, surgirá durante una transición posterior, en la que quizá resultará más difícil
soportar las penurias.
LOS DIFÍCILES VEINTE
Los veinte nos sitúan frente al problema de cómo participar en el mundo adulto. Nuestro
centro de atención diverge del tumulto interior de los últimos momentos de la adolescencia
«¿quien soy yo?» y pasamos a preocuparnos por la elaboración de lo externo: «¿Cómo
pongo en marcha mis aspiraciones?» «¿A dónde voy?» «¿Quién puede ayudarme?»
«¿cómo lo hicieron ustedes?» en este periodo, es más prolongado y estable que el paso
que conduce a él, las tareas a realizar son tan grandiosas como vigorizantes: dar forma a un
sueño, esa visión de nosotros mismos que generará energía, vitalidad y esperanzas
Uno de los aspectos aterradores de la década de los veinte años es la convicción interna de
que las elecciones que hacemos son irrevocables. Este es un temor falso. El cambio
siempre es posible y alguna alteración de nuestras elecciones originales resulta
probablemente inevitable.
Como siempre, están presentes dos impulsos. Uno de ellos es el de construir una estructura
firme y segura para el futuro mediante compromisos profundos: «asentarse» pero es
probable que quienes se deslizan por un camino ya abierto sin hacer un examen a fondo, se
encuentren encerrados.
El otro impulso es el de explotar y experimentar, manteniendo provisionalmente cualquier
estructura, de modo que sea fácilmente reversible.
RENOVACIÓN O RESIGNACIÓN:
Si uno se ha negado a vivir la transición de la mitad de la vida, la sensación de deterioro se
clasificará en resignación. Uno a uno se alejaran las seguridades y el apoyo de la persona
que permanece quieta. Los padres se convertirán en hijos; los hijos se volverán extraños;
un compañero evolucionará o se alejará; la carrera se transformará en un simple trabajo....
Y cada uno de estos acontecimientos se sentará como un abandono. Es probable que
vuelva a surgir la crisis de los 50, aunque esta vez el golpe será más fuerte, la sacudida
puede ser exactamente lo que necesita la persona resignada de edad madura para buscar
la revitalización.
«No puedo esperar que nadie me comprenda plenamente». Podemos perdonar a
nuestros padres las dificultades de nuestra infancia. Podemos dejar ir a los hijos sin que nos
provoquen un silencio mortal. A los cincuenta surge una calidez y maduración. La amistad
llega a ser más importante que nunca y lo mismo ocurre con la intimidad.
Teniendo en cuenta qué es lo que más a menudo proclama la gente que ha sobrepasado la
mitad de la vida, el lema de esta etapa podría ser: “basta de tonterías”
La etapa adulta se encuentra definida por determinadas metas y logros sociales, los cuales
están muy influenciados por la cultura. En general, existe un consenso a la hora de
considerar tres etapas dentro del desarrollo adulto. La adultez temprana se extiende de los
20 a los 30 años aproximadamente, la adultez media de los 30 a los 60 y, la adultez tardía o
vejez de los 60 o 65 en adelante (Craig, Lefrancois y StassenBerger, como se citó en
Martínez, 2004). Este trabajo se centra en la adultez media.
Este proceso psicológico personal es un aspecto muy positivo en esta edad, al igual
que la libertad como conquista personal. Por lo que, se considera que la mujer compensa la
pérdida de las cualidades físicas con los aspectos más personales.
El bienestar subjetivo es definido como la evaluación que realiza una persona sobre su
situación en un momento dado (Diener y Suh; Kuppens, Realo y Diener, como se citó en
Yárnoz-Yaben, Comino y Sansinenea, 2014). Dicha evaluación incluye dos componentes:
los juicios cognitivos de satisfacción (aspecto cognitivo) y realización personal como la
frecuencia e intensidad con que se experimentan reacciones emocionales (aspecto afectivo-
emocional), como alegría, tristeza o enfado (Diener y Lucas, como se citó en Cabañero y
colaboradores, 2004; Carmona, 2009; Kim-Prieto, Diener, Tamir, Scollon y Diener;
Luhmann, Hawkley, Eid y Cacioppo, como se citó en Yárnoz-Yaben, Comino y Sansinenea,
2014).
El componente cognitivo o satisfacción con la vida se considera una valoración global, es
decir, un juicio sobre la trayectoria vital realizado en un momento determinado. Por otro
lado, el componente emocional al que algunos autores tachan como felicidad consta de dos
componentes: afecto positivo (AP) y afecto negativo (AN), los cuales reflejan la situación
emocional de una persona en un momento determinado el bienestar emocional es también
un reflejo de las situaciones vitales y circunstancias externas de la persona (McNulty y
Fincham, como se citó en Yárnoz-Yaben, Comino y Sansinenea, 2014). Victoria y González
(2000) y otros autores (Díaz, García-Viniegras y González, como se citó en Moyano y
Ramos, 2007) apuestan porque el componente fundamental del bienestar es la satisfacción
con la vida, pero además, la consideran como resultado de la transacción entre el individuo
y su entorno.
la Satisfacción Vital parece verse influenciada por otras variables predictoras como: el nivel
socioeconómico, el empleo, tamaño familiar, estado civil, número de hijos, el nivel cultural,
la salud y diversas variables personales (edad, sexo y rasgos de personalidad), las cuales
pueden condicionar la valoración subjetiva que se hace de la vida o de algún aspecto de la
misma como más o menos satisfactorio (Clemente, Molero, Y González, 2000).
La satisfacción vital disminuye con la edad (Diener, como se citó en Bourque, Pushkar,
Bonneville & Béland, 2005), otros señalan que la Satisfacción Vital y la edad no están
relacionados y, sin embargo, otros estudios apuntan que se encuentran relacionados
positivamente, dependiendo de la variable sexo y estado civil el sexo no constituye un factor
que contribuya a predecir la Satisfacción Vital de las personas adultas. En este sentido,
Carmona (2009), subraya que el ser hombre o mujer no es un factor que pronostique el
bienestar personal en los adultos y que, aunque tengan distintas aspiraciones en las
diferentes etapas de la vida, la Satisfacción Vital es independiente del género. Sin embargo,
en diversos trabajos se encuentra que los hombres parecen poseer un mayor nivel de
Satisfacción Vital en comparación con las mujeres, aunque Javaloy (como se citó en Goñi,
2009) apunta que la diferencia es mínima.
Las personas divorciadas puntúan con un afecto positivo más bajo. Las personas que tienen
pareja estable muestran niveles más bajos en afecto negativo que las personas solteras,
situándose de esta forma las personas divorciadas en el nivel más elevado de afecto
negativo. Por tanto, las personas separadas/divorciadas indican un menor nivel de
satisfacción vital en comparación con las personas casadas o emparejadas.
La calidad del matrimonio o de la relación declinan con el paso de tiempo y, que este hecho
se refleja en un aumento inicial seguido por un lento decline en el nivel de bienestar
subjetivo asociado al emparejamiento (Yárnoz-Yaben, Comino y Sansinenea, 2014)
Si una persona piensa que el trabajo es la única manera de lograr la Satisfacción Vital,
pasará la mayor parte de su tiempo en el área laboral, a pesar de que trabajar en exceso
puede ser perjudicial para la salud y, para la Satisfacción Vital (Brannen y Moss; Crouter,
Bumpus, Maguire & McHale, como se citó en Macri & Mullet, 2003). Además, a fin de lograr
su objetivo puede decidir no tener hijos.
Macri & Mullet (2003), indican que en los hombres, el trabajar a tiempo completo se
relaciona con un elevado nivel de Satisfacción Vital. Mientras que, en el caso de las
mujeres, se relaciona con media jornada. Además, indican que tanto en hombres como en
mujeres, el número de hijos asociado a un nivel elevado de Satisfacción Vital es uno,
seguido de cero y dos. Ambos, lo consideran un factor importante.
Tomando como punto de partida a uno de los principales investigadores sobre el tema,
Nuttin (Martínez, 2004), considera a la conducta como un fenómeno global e integrado de
los tres niveles (motor, cognitivo y fisiológico), donde las funciones cognitivas poseen un
papel central. La conducta se genera dentro de un determinado contexto o situación. El
individuo y el contexto no se conciben como entidades separadas, porque la persona y el
ambiente están en constante relación.
En esta misma línea, Nuttin (como se citó en Martínez, 2004), postula que en la
conducta influye el proceso de aprendizaje y el proyecto de futuro, por tanto, las acciones o
conductas se convierten así en actos instrumentales para lograr un fin determinado. La
persona realiza proyectos en base a sus necesidades y busca formas de satisfacerlas. Los
niveles de Satisfacción Vital que la persona obtiene dependen de factores externos e
internos, es decir, de su autovaloración y jerarquía motivacional (Victoria y González, 2000).
Por tanto, como señala Martínez (2004), se podría hablar de una estructura jerárquica de
metas, lo cual se asocia con la Satisfacción Vital personal, puesto que dicha estructura
concede un significado a cada uno de los comportamientos que la persona realiza.
La necesidad activa los procesos cognitivos y, mediante la imaginación se satisface la
necesidad, de esta forma, se impulsa al organismo a satisfacerla a través de conductas. La
conducta se regula en última instancia según los proyectos que la persona se pone así
misma y que reflejan un concepto de sí el poder motivacional que tienen las metas está
vinculado a la autoevaluación que hace la persona de sí misma y de las posibilidades de
alcanzarlas.
Nurmi (1994) y Martínez (2004), hallan en sus estudios que las metas de cada persona
dependen de la etapa del desarrollo o etapa evolutiva en la que se encuentre. Las
diferencias de edad respecto a las metas se corresponden con la anticipación de la
siguiente etapa de desarrollo, de tal forma que, las metas asociadas con la educación y el
trabajo disminuyen en la adultez tardía y vejez.
El modo en que las personas elaboran sus propios proyectos está relacionado con la
satisfacción vital (Martínez, 2004). Por tanto, siguiendo los planteamientos de Nurmi (1994),
se puede afirmar que, las metas que las personas elaboran están vinculadas a las tareas
del desarrollo. Igualmente, señala que se observan los cambios más relevantes en el ciclo
vital, presentándose entorno a los 40 años o al ingresar a la adultez media.
hay pocas diferencias entre hombres y mujeres en la distancia temporal. Sin embargo, Díaz-
Morales (2006), señala que, parece ser que las mujeres tienen una menor distancia
temporal con la edad en las metas de trabajo y/o posesiones. Con la edad, parece que
tienen mayores conocimientos de los temores relacionados con la salud y el trabajo
La reducción de las metas sobre Autorrealización y Realización está vinculada al aumento
de metas relacionadas con los hijos, que en esta etapa se convierten en la principal fuente
de autorrealización (Martínez, 2004).
En esta línea, en la adultez media, las metas relacionadas con los hijos y la salud cogen
mayor fuerza y otros investigadores consideran que la presencia de hijos se relaciona con
niveles más bajos de Satisfacción Vital. El convertirse en progenitores parece traer
satisfacciones (White & Dolan, como se citó en Yárnoz-Yaben, Comino y Sansinenea,
2014), pero, al menos mientras los niños son pequeños, hay una relación significativa con
más costes que beneficios. Además, en la adultez media, se considera relevante destacar el
proceso del "nido vacío".
Se sugiere que la relación con los hijos va cambiando a lo largo de los años como proceso
evolutivo normativo, favoreciendo en la evolución personal sobre todo de las madres. La
marcha de los hijos se percibe como un momento crítico en la vida de las madres,
especialmente en el caso de las mujeres que han dedicado prácticamente.
El concepto de Actitud Temporal por tanto se entiende como una actitud positiva, negativa o
neutra hacia el pasado, presente o futuro. Las actitudes positivas señalan el tiempo como
un continuo integrado, mientras que la actitud negativa supone una visión del tiempo como
inconsistente y limitada.
Este modelo teórico está formado por tres componentes: motivación, planificación.
evaluación prospectiva. El primer componente, motivación, hace referencia a que los
motivos, intereses y metas de las personas se orientan al futuro.
Zaleski (como se citó en Martínez, 2004), subraya que las personas con una larga
Perspectiva Temporal Futura son más persistentes en su intento de lograr la meta y
alcanzar una mayor satisfacción con las conductas que se dirigen hacia la meta. Concibe el
futuro como un espacio temporal con poder motivacional, porque la Perspectiva Temporal
Futura genera actitudes positivas y negativas y, conlleva a la consecución de metas. Por
tanto, como la investigación muestra empíricamente, la Satisfacción Vital es una experiencia
humana que se asocia tanto al presente como al futuro.
En general, las actitudes hacia el pasado, presente y futuro, tienden a ser positivas,
siendo la actitud hacia el futuro la más positiva, lo que muestra una actitud
predominantemente
Soledad subjetiva
La soledad es un fenómeno universalmente conocido y con significativas repercusiones
en el funcionamiento psicológico de las personas. La soledad se considera una experiencia
subjetiva emocionalmente angustiante y que las personas en general suelen evitar (Rokach
En esta línea, hay que distinguir la soledad social de la soledad emocional o soledad
subjetiva. La soledad social se refiere a la percepción de un déficit en relaciones sociales
(amigos, familiares, etc.). Este concepto está vinculado a factores sociales y situacionales.
Es frecuente hallar en la adultez media que los adultos sin hijos, con el nido vacío, con
escasas amistades o poco contacto con su red social más soledad social (Van Tilburg,
Havens & Jong Gierveld, como se citó en Buz, Urchaga & Polo, 2014).
El segundo concepto, la soledad emocional o soledad subjetiva se considera una
experiencia caracterizada por intensos sentimientos de vacío, abandono o soledad como
consecuencia a la falta de relaciones interpersonales cercanas.
Freixas (1991), apoya que el envejecimiento es un proceso en el que hay una pérdida
física y motivacional y, el cual será marcado significativamente por la personalidad. Los
aspectos que marca como positivos en la década de los 50-60 son la madurez en cuanto a
la experiencia, serenidad y libertad. Y, por otro lado, como aspectos negativos la reducción
de las cualidades físicas y el aumento de la soledad.
INFANCIA Y SOLEDAD
En términos estrictos, recién ahora puede desarrollarse plena mente la verdadera genitalidad,
pues gran parte de la vida sexual que precede a estos compromisos corresponde a la
búsqueda de identidad, o está dominada por las tendencias fálicas o vaginales que hacen de
la vida sexual una suerte de combate genital. Por otro lado, con excesiva frecuencia se
describe la genitalidad como un estado permanente de dicha sexual recíproca. Este,
entonces, puede ser el lugar adecuado para completar nuestro examen de la genitalidad.
A fin de lograr una orientación básica en esta cuestión, citaré lo que ha llegado hasta mí como
la declaración más breve de Freud. A menudo se afirma, y los malos hábitos de conversación
parecen corroborarlo, que el psicoanálisis como terapéutica intenta convencer al paciente de
que sólo tiene una obligación frente à Dios y a sus semejantes: tener buenos orgasmos, con
un "objeto" adecuado y en forma regular. Desde luego, esto es falso. Alguien le preguntó
cierta vez a Freud qué pensaba que una persona normal debía ser capaz de hacer para vivir
bien. Es probable que el interlocutor esperara una respuesta complicada. Pero Freud, en el
tono brusco de sus antiguos días, respondió, según afirma: Lieben und arbeiten (amar y
trabajar). Conviene meditar sobre esta simple fórmula; se vuelve más profunda a medida que
se reflexiona sobre ella. Pues cuando Freud dijo "amor", se refería al amor genital y al amor
genital; cuando dijo amor y trabajo, se refirió a una productividad general en el trabajo que no
preocuparía al individuo hasta el punto de hacerlo perder su derecho su capacidad de ser
genital y capaz de amar. Así, podemos reflexionar sobre ella, pero no mejorar la fórmula del
"profesor".
a) ci trabajo;
b) la procreación:
c) la recreación;
Es evidente que semejante logro utópico en gran escala no puede constituir una tarea
individual o, de hecho, terapéutica. Tampoco se trata en modo alguno de un problema
puramente sexual. Es parte integral del estilo que una cultura tiene pera la selección, Is
cooperación y la competencia sexuales.
El peligro de esta etapa es el aislamiento, esto es, la evitación de contactos que llamar a la
intimidad. En psicopatología, ese trastorno puede llevar a serios "problemas de carácter".
En este libro el acento está puesto en las etapas de la infancia, de no ser así, la sección
correspondiente a la generatividad sería necesariamente esencial, pues este término abarca
el desarrollo evolutivo que ha hecho del hombre el animal que enseña e instituye, así como
el que aprende. La insistencia, muy de moda hoy día, en dramatizar la dependencia de los
niños con respecto a los adultos a menudo nos hace pasar por alto la dependencia que la
generación más vieja tiene con respecto a la más joven. El hombre maduro necesita sentirse
necesitado, y la madurez necesita la guía y el aliento de aquello que ha producido y que debe
cuidar. La generatividad, entonces, es en esencia la preocupación por establecer y guiar a la
nueva generación, aunque hay individuos que, por alguna desgracia o debido a dotes
especiales y genuinas en otros sentidos, no aplican este impulso a su propia descendencia.
Y, de hecho, el concepto de generatividad incluye sinónimos más populares tales como
productividad y creatividad que, sin embargo, no pueden reemplazarlo.
DESESPERACION
Para convertirse en un adulto maduro, cada individuo debe desarrollar en grado suficiente
todas las cualidades yoicas mencionadas, de modo que un indio sabio, un verdadero
caballero y un campesino maduro comparten y reconocen unos en otros la etapa final de la
integridad. Pero para desarrollar el estilo particular de integridad sugerido por su ubicación
histórica, cada identidad cultural utiliza una combinación particular de estos conflictos, junto
con provocaciones y prohibiciones específicas de la sexualidad infantil. Los conflictos
infantiles se vuelven creadores sólo si cuentan con el firme apoyo de las instituciones
culturales y las clases dirigentes especiales que las representan. A fin de acercarse a la
integridad o de experimentarla, el individuo debe aprender a seguir a los portadores de
imágenes en la religión y en la política, en el orden económico y en la tecnología, en la vida
aristocrática y en las artes y las ciencias. Por lo tanto, la integridad voica implica una
integración emocional que permite la participación por con sentimiento así como la aceptación
de la responsabilidad del liderazgo.
El Webster's Dictionary tiene la gentileza de ayudarnos a completar este bosquejo en una
forma circular. Confianza (el primero de nuestros valores yoicus) se define aquí como "la
seguridad con respecto a la integridad de otro", el último de nuestros valores. Sospecho que
Webster se refería a los negocios antes que a los niños, y al acreditar antes que a la fe. Pero
la formulación sigue siendo válida. Y parece posible parafrasear aún más la relación entre la
integridad adulta y la confianza infantil diciendo que los niños sanos no temerán a la vida si
sus mayores tienen la integridad necesaria como para no temer a la muerte.
LEMAIRE, JEAN-G.
La elaboración de una cultura y una identidad conyugales que privilegia ciertos sectores: el
universo doméstico y la distribución de los roles, la y las comunicaciones, los conflictos, los
ritmos conyugales, por último, la vida sexual; la cuestión del deseo de un hijo, el nacimiento
de un hijo o el paso crítico y mutativo de pareja a familia y sus incidencias en la economía y
la dinámica psíquicas de la pareja y de cada uno de sus miembros; la pareja sin hijos, por
"libre elección" o estéril, sus causalidades y sus incidencias por el ciclo de vida de los hijos y
los acontecimientos diversos vividos por sus miembros y que necesariamente Inducen efectos
desestabilizantes en la dinámica y la economía conyugales y familiares.
Según los sociólogos, el ciclo de la vida está pautado por los marcos de socialización
particulares a las diferentes edades de la existencia: infancia, Juventud, madurez, vejez. El
ciclo conyugal se inscribe en el ciclo de vida y comienza a menudo en la juventud.
Este primer tiempo del ciclo conyugal es el de los descubrimientos, el del encuentro que
"cambia la vida" de todo individuo. La pareja naciente está como fuera del tiempo y fuera de
un espacio que le es propio. Lo esencial es investido en la relación, fuertemente cargada
emocionalmente, que une a las dos personas y que conmueve de manera profunda la
identidad de cada uno de los integrantes. Esto también genera angustia. Recordemos que el
ingreso a la pareja está marcado, en nuestra época, por las relaciones sexuales que habrían
reemplazado al casamiento.
El tiempo de la ambigüedad
Este segundo tiempo aparece enteramente ocupado por la dinámica de la relación entre los
dos compañeros que buscan vivirla, en la "aventura de la redefinición mutua de las
identidades, idealmente bajo la forma de una historia de amor.
Es por eso que Kaufmann considera que este tiempo es ambiguo, porque los integrantes no
tienen conciencia de este proceso que va contra su aparente levedad y libertad creativa.
El tiempo del confort y el "quid pro quo conyugal
Bozon y Héran analizaron los lugares de encuentro, socialmente construidos de manera que
cualquiera no se encuentra con cualquiera. Estos autores dibujan un "triángulo de los
encuentros entre los lugares públicos, los lugares reservados y los lugares privados"; de modo
que cada categoría socioprofesional estaría, entonces, posicionada entre estos tres polos.
Así, pues, los miembros de medios populares se encontrarían en los lugares públicos (fiestas,
ferias, bailes, calle, café, centro comercial), las clases superiores con capital intelectual en los
lugares reservados cuyo acceso está simbólicamente o materialmente controlado
(asociación, lugar de estudio, disco teca, evento cultural, deporte) los ejecutivos del sector
privado, patrones, profesiones liberales en lugares privados (domicilio, testas familiares, entre
amigos). La frecuentación de estos lugares definidos habrá determina do, entonces, cuales
serán las frecuentaciones.
El segundo grupo de explicaciones se refiere a las categorías a partir de las cuales se opera
Ias elección del compañero, de percepción" que diferirían según el medio de origen y según
el sexo, De este modo, demuestra cómo los criterios físicos y la evaluación de las cualidades
morales y psicológicas ponen en correspondencia a los candidatos de ambos sexos
Es decir que esta situación movilizaría la femineidad de cada uno en la pareja, pero también
su componente masculino, penetrante y "pulsionalmente invasivo". Eso es posible por la
bisexualidad psíquica de ambos integrantes de la pareja.
El objeto amoroso debe dar origen a satisfacciones narcisistas, eróticas, tiernas y agresivas,
y al mismo tiempo contribuir a reforzar el Yo y su organización defensiva,
El Edipo de cada uno de los cónyuges va a predeterminar la elección del objeto que, de
hecho, tendrá lugar en dos tiempos, como la evolución de la sexualidad llamada difásica
(sexualidad infantil, fase de latencia luego pubertad). En el curso de esta evolución
convergerán dos corrientes, tierna y sensual, hacia el mismo objeto, y una combinación de
las pulsiones parcia les pregenitales bajo la primacía de lo genital que conduce efectivamente
al amor genital y a la meta genital
A partir de los notables trabajos de Lemaire, presentamos algunos tipos de elección de objeto.
Elecciones referidas a las imagos parentales es decir elecciones edificas. Estas referencias
son positivas pero pueden ser negativas con respecto al padre de sexo opuesto pero también
del mismo sexo, E rol de la bisexualidad psíquica y de las identificaciones masculinas
femeninas está particularmente patente.
Elección referida a las imagos positivas y negativas de la pareja parental, que remite a la
fantasía de la escena primitiva, como fuente de inspiración y de creación, pero también en
una perspectiva defensiva.
Elección de objeto narcisista Lo que uno es, lo que uno fue, lo que uno quisiera ser (ideal del
Yo) y la persona que fue una parte del propio yo.
La elección del compañero con la protección contra el riesgo de un amor interno y para evitar
ser deglutido o devorado por un objeto de amor demasiado absorbente
Agregaremos la contribución de Kaës referida al rol que desempeña el complejo fraterno.
Para una mujer es tal vez la elección de la imago fraterna como objeto de amor que la conduce
a establecer vínculos amorosos con el hombre que será su marido. Este hermano pudo ser
idealizado como "objeto narcisista complementario", "doble masculino y bisexual". Con su
marido, como sustituto de este hermano, reconstituye esta pareja hermano-hermana, lo que
puede dar cuenta de los fracasos de su vida sexual y las inhibiciones vinculadas a esta
fantasía incestuosa.
Lo que crea la fuerza de la atracción mutua específica, según Willi y luego Lemaire, es
esencialmente la percepción inconsciente de una problemática común con maneras de
reaccionar simultáneamente ante eso. En uno y otro sujeto. Esta colusión que articula las
problemáticas inconscientes de ambos compañeros constituiría la base de la estructuración
de la pareja haciendo posible su comprensión sistémica.
Las identificaciones mutuas condición y resultado de estas alianzas, llevan a cabo funciones
múltiples y producen formaciones comunes y compartidas. Estas alianzas son también
proceso, y medios de realización de metas inconscientes
El potencial psicopatológico del trabajo causa los máximos estragos en las profesiones
sanitarias y docentes, en los agentes de orden público y en los empleados de las instituciones
carcelarias, a causa de la sobrecarga de responsabilidad o riesgo.
Los factores de riesgo para la salud mental conexionados con el ambiente laboral se
reagrupan en cuatro sectores:
—La organización del trabajo: el papel o rol ambiguo o conflictivo, el profundo desnivel entre
la formación laboral o la capacidad y la actividad desempeñada en cualquiera de ambos
sentidos, la demanda excesiva o la sobrecarga, la inseguridad del empleo y otros.
Las alteraciones psíquicas atribuidas a factores laborales nocivos que han desbordado la
capacidad personal de resistencia, pueden gestarse a través de una dinámica diversa, cuyos
mecanismos operativos más importantes son los siguientes: la alienación, la frustración, el
hiperestrés, las insatisfacciones o incomodidades y la agresividad, cuyas dos formas hoy en
el candelero son el mobbing y el hostigamiento sexual. Entre estos mecanismos se insertan
vínculos de solapamiento o de asociación.
El trabajador elige a sus compañeros preferidos, en primer lugar, entre los que pertenecen a
su misma clase social; en segundo lugar, entre los que poseen la misma calificación laboral
o formación profesional que él; y, en tercer lugar, entre los que comparten algunos de sus
rasgos personales básicos, factor que, en cambio, asume un papel más significativo en la
germinación de vínculos interpersonales positivos por fuera de la esfera laboral.
Y es que hasta en la elección de los compañeros y los amigos, el entorno laboral tiene
peculiaridades propias. En cualquier caso, el vínculo positivo interpersonal se refuerza
cuando se procesa como un influjo dinámico de reciprocidad, tomando así la forma de una
actitud amistosa mutua.
El trabajador alienado
“Alienar” es un vocablo jurídico tradicional que significa vender, ceder o enajenar y, en sentido
personal, volverse uno extraño a sí mismo o enajenarse (alienus, extraño).
En el manual de psicopatología laboral dirigido por los científicos franceses Decours, Veil y
Wisner (1985), publicado hace una veintena de años, se introduce la noción de alienación
laboral, en la que el alienado no es el trabajo sino el trabajador. Se define al trabajador
alienado como aquél que deja de ser él mismo en la situación de trabajo, por razón de sentirse
extraño o diferente, a causa de las circunstancias laborales. En esta perspectiva, apelo a mi
óptica propia para identificar la extrañeza personal en cuanto dato sustantivo del trabajador
alienado, como una degradación mortificante del hombre en situación de trabajo, integrada
por un proceso de resquebrajamiento deshumanizado que abarca la identidad, la razón
pensante, la libertad interior, la iniciativa y la expresión libre de la creatividad. El trabajador
alienado es, pues, ante todo un trabajador bloqueado y desmotivado, que se convierte en un
extraño de sí mismo, al sufrir una especie de mutilación antropológica durante el ejercicio de
su actividad ocupacional.
Con arreglo a mis observaciones, la tipología del trabajador alienado se sistematiza en varios
grados, que van desde el alienado máximo, grado 4, hasta el alienado más periférico, ■Grado
1. Su definición al tiempo cuantitativa y cualitativa se establece en consonancia con la índole
del elemento laboral alienante. En síntesis, desde mi óptica la tipología del trabajador alienado
se sistematiza en esta escala tetrapartita:
■Grado 1: el trabajador pagano, que paga por culpas ajenas con el precio de la humillación o
la explotación como si fuera un chivo expiatorio. Cuando se habla de explotación empresarial,
inmediatamente se piensa en un salario insuficiente, lo que se justifica por razón de que el
lenguaje predilecto de la empresa es el lenguaje económico, a lo que se agrega la tendencia
de la reivindicación de los empleados a inclinarse hacia una formulación económica.
■Grado 2: el trabajador marioneta, que se siente un muñeco manipulado por sus jefes. Las
medidas generales de vigilancia rigurosa o el control minucioso realizado por un capataz
inflexible, sobre todo cuando observa sin ser observado, un elemento organizativo laboral que
siembra el desconcierto y el temor entre los empleados.
■Grado 4: el trabajador objeto, caracterizado por sentirse cosificado por una relación
interpersonal de dominación absoluta. Tal relación autoritaria es propia de empresas
piramidales organizadas al estilo tayloriano con el fin de alcanzar como sea una rentabilidad
máxima.
El trabajador frustrado
La mayor parte de los deseos y expectativas laborales que no pueden cumplirse se relacionan
con los temas siguientes: el aumento de salario, el logro de un premio o una distinción
honorífica, el ascenso o el cambio de tipo de trabajo. Entre ellos destacan la expectativa del
ascenso defraudada y el aumento de la retribución no confirmado como los dos temas
laborales frustrantes que más abundan.
Las reacciones agresivas se disparan en forma de una conducta violenta psíquica o física. La
violencia puede proyectarse sobre los directivos o los compañeros responsables de no
haberle permitido alcanzar sus deseos, o tomar la senda extraviada de ir contra personas
totalmente ajenas al origen de su contrariedad. El dicho “pagan justos por pecadores” se
cumple en una elevada proporción de las reacciones agresivas desenfocadas puestas en
marcha por una frustración. Este tremendo desenfoque reactivo denota la frecuente ceguera
de la violencia humana.
Las reacciones de evasión conducen al mundo creado por las fantasías propias o a la
irrealidad construida con el uso de drogas. El recurso de las fantasías o los ensueños permite
obtener una compensación inocente que sólo a la larga puede volverse contra el sujeto. La
entrega al alcohol o a otras drogas para olvidar las penas y las contrariedades, en cambio,
representa la forma de usar sustancias químicas más asediada por el riesgo de conducir a la
adicción o a síntomas de intoxicación.
El trabajador insatisfecho
PARENTALIDADES
La "función parental verdadero salf" base de la integración del Yo - Eva Rotenberg
Es decir que, para que pueda devenir sujeto de su propio deseo y sentirse "verdadero", es
necesario otro acto fundante, un acto psíquico, me refiero a la "función de la madre como
espejo", que le devuelve una mirada desde su deseo y su propio imaginario, que preexiste
al bebé. Esta mirada de la madre/padre, y la del bebé hacia ellos, constituye la
interdependencia emocional, que puede ser sana o enfermante.
Ahora bien, esa función de madre como espejo que incluye su propio deseo y su propio
imaginario y preexiste al bebé, implica reco nocer al otro, dueño de pulsiones, de
necesidades y deseos. Esto es interesante porque entonces el sujeto humano está
conformado no solo por el otro sino por el otro con sus otros.
Las funciones parentales auténticas son las que reconocen las satisfacciones del Ello del
bebé, "las que permiten la integración yoica, y por último, que reconocen al bebé" como un
otro. Porque es únicamente reconociéndose como otro que se puede reconocer el placer
del bebé como distinto al materno, es la clave.
Las madres y los padres, como amparadores, deben ser amparados por la cultura para
poder ejercer sus funciones. Podríamos pensar, con Ignacio Lewcowicz (2004), que, cuando
la cultura no regula ni ampara la crianza de los niños (por desfondamiento de las
instituciones, por la corrupción, o la marcada inequidad que no ofrecen apoyo a las familias
en momentos de la crianza), no se logra pacificar la agresividad constitutiva, con el riesgo
de transformarse esta en violencia desenfrenada y anónima.
Los artículos de la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989, van más allá de la
autoconservación. Resaltan el derecho a un nombre, una nacionalidad, espacio de juego y
no trabajo, recreación y atención a las madres pre y posparto, entre otros. Se otorga un
poder al Estado para velar por el bienestar de los niños e intervenir en la vida privada de las
familias, y esto es una respuesta a la historia de maltrato (Gluzman et al., 2008).
Las reflexiones realizadas son un aporte para una reformulación de algunas bases de
nuestras teorías. Estas se ven interpeladas frente a los cambios en la producción de
subjetividad y las nuevas negocia ciones entre hombres y mujeres en la constitución de
familias y en las formas de crianza de las nuevas generaciones.
Afortunadamente, más allá de las posiciones apocalípticas y del aumento del hedonismo y
de la fragilización de los vínculos, como psicoanalistas recibimos diariamente consultas en
las cuales el deseo, el amor, y el bienestar y malestar en los vínculos, siguen siendo el
motivo central de angustia y de interrogación.
Es muy útil aquí relacionar la teoría de la autora con su propia historia, ya que, el padre de
Françoise Dolto, como lo expresa su biografía, pensaba que, para una mujer, el trabajo era
degradante. A causa de dicha creencia, esta autora comenzó sus estudios de medicina
tardíamente sólo apoyada por uno de sus hermanos.
Como ya lo hemos señalado, la asimilación de la madre al rol paterno, ya sea ante la
sanción de la madre que decreta un padre incapaz, o cuando esta figura se erige fallida en
su función, ya sea por ausencia, o porque la madre desconoce sus deseos (los del padre),
estas cuestiones determinan generar conflictos patógenos en el hijo.
Es importante pensar, sin embargo, que en estos casos la madre hace referencia
inconsciente a su propio padre o a todo hombre que haya sido significativo en su vida.
Sabemos que el niño crece con la ilusión y la esperanza de lograr que se realice su deseo
de amor. Es por ello que otorga valor a su pequeño mundo familiar; "un valor a largo plazo
que se funda en la esperanza de llevar en su seno hijos del ser a quien ama y de darle una
descendencia, y llegado a los 6-7 años debe renunciar a todo lo que lo hizo crecer... o al
menos olvidar el placer" de ese antiguo amor infantil.
Por estructura, hay siempre falla de la función del padre simbólico; es imposible que el
padre simbólico opere sin falla en cada sujeto; esta imposibilidad es la que produce
síntomas y una respuesta fantasmática inconsciente en cada quien, fantasmática que dirige
la realidad del sujeto. Cuando, en cambio, esta falla, abarca la mayor parte de la
simbolización (a lo cual denominamos "forclusión del nombre del padre") estamos en el
campo de la psicosis.
La función paterna se constata por su eficacia, pues es la función que permite separar, vía
el significante fálico, a la madre del hijo, colocando así al sujeto en una posición de falta que
lo incluye en la cultura, o por su ineficacia, lo cual deja al individuo fuera del lazo social
exogámico.
En este punto es donde me interesa introducir una distinción que considero importante: no
es solamente de manera positiva y efectiva que la función se cumple, no se trata de
empirismo, ya que, justamente, para el psicoanálisis, esta función se da como cumplida en
tanto el padre real favorece su propia sustitución, deja su lugar a la sustitución de su
nombre por otro nombre en la metaforización del deseo materno y en lo real de la existencia
del hijo, es decir, se convierte en agente de la prohibición del incesto y de la inscripción de
la Ley. O sea, el padre, agente simbólico o de castración, se deja convertir en padre muerto
al ser nombrado y además sustituido por otro nombre, por otro representante de la Ley y la
prohibición de incesto.
Paternidad y parentalidad
Parentalidad no es lo mismo que hablar del eje paternidad-filiación, si bien una cosa está
ligada con la otra. La parentalidad tiene que ver con los vínculos que se establecen entre
una pareja y la relación simbólica que los liga a la particular forma de concebir la familia. La
parentalidad es una asunción que algunos desean y otros no, sean varones, mujeres,
homosexuales.
En cambio, la paternidad simbólica no tiene que ver con personas ni con vínculos sino con
funciones. Estas funciones pueden cumplirlas diferentes personajes de la trama, o
elementos que están en la estruc tura aunque no tengan existencia real, por ejemplo, la
vocación de la madre hacia determinado objeto cultural ya supone deseo hacia otra cosa
que no sea su hijo, o sea, la vocación (voz, palabra, deseo) la separan del niño como
encarnadura de su falo.
El padre es un nombre, es decir, no está garantizado por una verdad de experiencia sino
que es un nombre que dona un nombre y en el cual se cree, en la neurosis, y se descree en
la psicosis. Es decir que la incertidumbre de la función paterna es estructural y estará ligada
al deseo exogámico mientras que la retención que se hace del hijo, del partenaire, del
objeto del duelo, es siempre endogamatizante, nostálgica..
Luego, el deseo de ser padre o el deseo de un hijo, deseos inconscientes más que
demandas conscientes, proviene de la inscripción simbólica del sujeto en una cadena
generacional, de la inscripción en una genealogía a la que consideramos el orden de la
cultura; sin embargo este orden se transforma y cada generación reordena los lazos de
parentesco según como se inscriba la "deuda simbólica", inconsciente, con el antepasado a
dos vías: al padre por la donación del nombre y a la madre por la donación de la vida
(biológica y afectiva). Esta deuda simbólica amarra al sujeto a un lugar absolutamente
diferente en relación con cualquier criterio biologista o naturalista.
Dador de un nombre, o función paterna, es una función de corte: función de donar que
involucrará al donante (función paterna) como agente de la castración. Esta función de
nominar no solo lo involucra al sujeto en una cadena generacional, sino que, al producir un
corte, el padre se vuelve agente de la castración o de metaforizar el goce materno,
sustrayéndole a la madre su objeto de goce.
Lacan discierne al padre del origen natural de los sexos. Desde esta perspectiva el sujeto
se define por la noción del Otro (reservorio incompleto de significantes) a partir de la cual el
sujeto puede tomar su referencia.
El lugar del padre siempre ha sido vinculado a un elemento tercero ordenador, al lugar de la
ley que regula las relaciones entre los tres elementos del Edipo freudiano: el niño, la madre
y el padre.
Lacan agrega el falo y nomina padre a aquel elemento que mantiene a los otros unidos pero
separados, o sea, padre es la función de transmisión. Volvamos a la estructura real,
simbólica e imaginaria o la estructura que nosotros usamos en psicoanálisis, es una
estructura constituida por algunos elementos. Esos elementos son: la madre: imaginaria,
real y simbólica; el padre: real, simbólico, imaginario y muerto; y el hijo, que no es solo el
niño sino es lugar de falo imaginario o simbólico.
Dado que tenemos una falla en la simbolización, es decir, no todo es simbolizable, no todo
puede pasar por la palabra, entonces, hacemos síntoma, y eso que no puede pasar por la
palabra es lo que llamamos el goce. Entonces, ¿de qué se separa el padre, como agente
simbólico de la castración? De algo que se llama el goce de la madre, de su niño como falo
imaginario.
Freud dice que, a la salida del Edipo, se inscriben simbólicamente dos diferencias: la
diferencia sexual y la diferencia generacional. Esto, que en Freud es salida del complejo de
Edipo, diferencia sexual y diferencia generacional, tiene en Lacan, como agentes, al padre
real, al padre imaginario y al padre simbólico, los cuales, a su vez, gestan las tres formas de
faltas: la frustración, la privación y la castración.