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Nombre: Andrés Augusto Sarmiento Osorio Curso: 1102

ACTIVIDAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS


Garantías Sociales del M19 en la Constitución de 1991
El 9 de marzo de 1990 el gobierno de Virgilio Barco firmó un pacto de paz con el
Movimiento 19 de abril, el primero entre un Estado y una guerrilla en América Latina.
Y, en términos generales, funcionó: el grupo insurgente dejó las armas, el Estado garantizó
la participación política de los combatientes y hoy algunos de ellos, como Gustavo Petro,
ejercen política dentro de la legalidad.
Y, en términos generales, funcionó: el grupo insurgente dejó las armas, el Estado garantizó
la participación política de los combatientes y hoy algunos de ellos, como Gustavo Petro,
ejercen política dentro de la legalidad.

Cuatro años después de la firma, incluso a pesar del asesinato del líder Carlos Pizarro el 26
de abril de 1990, el país ya parecía haber pasado la página de aquel conflicto.
Diferentes guerrillas, diferentes procesos
Los dos movimientos se originaron durante un periodo conocido como el Frente Nacional,
entre 1958 y 1974, un acuerdo entre los dos principales partidos políticos para turnarse la
presidencia y evitar la violencia.
Pero sus orígenes ideológico y geográfico son distintos: el M-19, creado en 1970, fue una
guerrilla urbana de corte socialdemócrata, mientras que las FARC, fundadas en 1964, eran
un movimiento campesino y comunista.
El M-19, creado tras un supuesto fraude electoral del Partido Conservador, se dio a conocer
con operaciones de carácter simbólico más que militar: su primer gran golpe, por ejemplo,
fue robarse de un museo la espada del Simón Bolívar —que entregaron al firmar la paz—
con la promesa de que la devolverían cuando las causas políticas del Libertador se hicieran
realidad.
Secuestraron políticos y miembros de la élite empresarial, asaltaron unidades militares y
diplomáticas y se tomaron el Palacio de Justicia en 1985 con un saldo de 98 muertos.
Una vez firmada la paz, los líderes del M-19 tenían cierto apoyo popular: algunos de ellos
fueron elegidos congresistas o alcaldes de grandes ciudades, participaron en la redacción de
la Constitución del 91 y en las elecciones presidenciales de mayo de 1990 sacaron un
sorpresivo 13%.
Los miembros de las FARC, a diferencia, son de los políticos menos votados en Colombia
y sus escaños no son resultado de votos, sino de garantías acordadas en el proceso de paz.
En las Legislativas de 2018, el partido FARC sacó 0,38% de los votos.
Volviendo a su participación en la construcción de la constitución de 1991; sólo 49 días
duró en la vida civil Carlos Pizarro Leongómez. El 8 de marzo de 1990 se desmovilizó
junto con cerca de 900 hombres y mujeres que hasta ese momento hicieron parte del grupo
guerrillero M-19, y el 16 de abril fue víctima de 13 proyectiles en un vuelo comercial que
cubría la ruta Bogotá-Barranquilla. Una hora y media después del atentado murió en la
clínica de la Caja de Previsión Social, en la capital de la República.
Con la muerte del candidato presidencial de la Alianza Democrática M-19 se puso en duda
la celebración de los comicios del 27 de mayo de ese año, en los que se elegiría al nuevo
jefe de Estado. El asesinato de tres aspirantes presidenciales (Luis Carlos Galán, Bernardo
Jaramillo y Carlos Pizarro Leongómez) convirtió la campaña del 90 en la peor pesadilla
para la democracia del país.
Tras el asesinato de Pizarro, Antonio Navarro Wolf tomó las banderas de la AD M-19 y
además de ser el candidato presidencial para las elecciones de 1990 —en las que César
Gaviria obtuvo la victoria—, fue la cabeza de la lista del naciente movimiento político en
los comicios en los que se eligieron los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente
de 1991. En ese proceso, el “Eme” obtuvo 19 curules, sólo cuatro menos que el oficialista
Partido Liberal.
Para antiguos dirigentes del M-19, como Vera Grabe, Gustavo Petro y el mismo Antonio
Navarro, dos décadas después de la desmovilización y del magnicidio de Pizarro, el legado
más importante que le ha dejado el movimiento al país es su participación en la redacción
de la Carta Magna de 1991.
La Constituyente de 1991  fue el mayor éxito electoral y moral de la ADM19, pues ya en  la
conformación del Congreso de ese mismo año las curules obtenidas se redujeron a nueve.
Los grandes “golpes” que el Eme dio durante su periodo de guerra nunca más se
evidenciaron en tiempos de paz.
Hoy, sus únicos militantes reconocidos y activos políticamente son Gustavo Petro,
candidato presidencial del Polo Democrático, y Antonio Navarro, gobernador de Nariño.
Para ambos, el movimiento fue la “demostración práctica de que la reconciliación es
posible”, un mensaje directo para un país al que le falta recorrer el camino definitivo de la
paz, la que siempre soñó Carlos Pizarro, cuyo asesinato ocurrió un 26 de abril de 1990.
Su apuesta fue básicamente el cambio del régimen político, en el entendido que una
profundización de la democracia y una transformación de las estructuras políticas
garantizaría el cambio de las condiciones sociales y económicas. Por eso, si bien en la
Constitución quedaron establecidos derechos, instancias y fundamentos, la prioridad de los
constituyentes fue promover la erradicación de las costumbres e instituciones políticas que
sostienen el clientelismo, la exclusión y el autoritarismo políticos. La Asamblea Nacional
Constituyente finalizó su trabajo en Junio y una nueva Constitución fue proclamada el 4 de
Julio de 1991. Se ha criticado a esta Constitución la falta de coherencia democrática en
temas como los medios de comunicación, el control a los monopolios, y las Fuerzas
Armadas. Sin embargo, tiene poco sentido juzgar las cosas por fuera de su contexto, desde
el deber-ser, y no desde las condiciones en que surgen: la Constitución de 1991 fue
resultado de un proceso donde no hubo vencedores ni vencidos, fue el encuentro de
sectores muy diversos, y por tanto no podía ser sino un producto híbrido.
La Constitución reflejó la crisis del régimen y fue, desde su conformación, la expresión de
un nuevo país, un país que hasta entonces no había accedido a estos espacios de decisión
tradicionalmente reservados al bipartidismo, lo cual de hecho ya fue una revolución. Nació
allí el reconocimiento de los derechos fundamentales, algo que en otros contextos parece
una nimiedad, pero que en el caso colombiano fue un verdadero salto histórico. Se crea una
nueva institucionalidad: para profundizar la democracia, se crean mecanismos para hacer
valer los derechos, una Corte y una Defensoría para velar por ellos; y para ampliar los
procesos de descentralización administrativa y generar mecanismos de control y
fiscalización política. Sin embargo, el contenido y significado de la nueva Carta han sido tal
vez más importantes en la formación de una cultura ciudadana que en la construcción de un
nuevo Estado. Si bien quedaron establecidas una serie de nuevas instituciones desde
entonces los sectores del viejo régimen han sido perseverantes en todo tipo de esfuerzos por
desmontar la Constitución.
La revocatoria del Congreso, que estaba en funciones en el momento de elección de la
Constituyente, debía contribuir a la renovación de la dirigencia política, proceso que quedó
trunco cuando el gobierno Gaviria, cogestor del cambio político, optó por aliarse con los
sectores políticos tradicionales mayoritarios en el Congreso para sacar adelante su política
de privatización y de apertura económica. Esto contribuyó a impedir el adecuado desarrollo
a nivel de leyes que requería la recién promulgada Constitución. Por ello, la defensa y
desarrollo de la Constitución en cuanto a garantías sociales y democráticas ha sido más una
carrera de resistencia y perseverancia de los sectores progresistas en el Congreso y, sobre
todo, de la ciudadanía. La lección que queda es que una redefinición de las bases del estado
tiene que estar articulado a un pacto político de largo aliento para garantizar los
fundamentos sobre los cuales se edifique la nueva casa. La Constitución expresó un nuevo
país, pero eso no quiso decir que la dirigencia tradicional y su cultura política estuviera
derrotada.
Vale la pena reflexionar sobre la lista que se presentó a la Asamblea Nacional constituyente
en nombre de la ad . Para el segundo semestre de 1990 era claro que una de las doctrinas de
las cuales partía la Alianza era la de la inclusión de los más diversos sectores. Se intentó
respetar tal vez el espíritu que había impregnado Carlos Pizarro. Esta situación fue
ampliamente debatida y, a su vez, motivo de resentimientos. Se consideraba que se le
estaban dando demasiadas concesiones a los partidos y sectores tradicionales, que se
desdibujaba el espíritu de alternatividad y de oposición, que este partido debería tener.
El 9 de diciembre de 1990 la lista del m -19 obtuvo una contundente victoria
que superaba los votos del mismo Navarro en las elecciones presidenciales de mayo. Cerca
de un millón de sufragios respaldaron la lista del nuevo partido, superior al Partido
Conservador y equivalente a las listas del Partido Liberal, dispersas en una conocida
operación avispa. Era, en efecto, el momento de oro de la ad, que los llenó de suma
confianza y cuando sus líderes interpretaron que la victoria sobre el modelo bipartidista
estaba muy cercana. 19 nombres de la lista resultaron ganadores y participaron en una
asamblea de 70 constituyentes. La ad obtuvo cerca de un tercio de las curules. Sin embargo,
al mirar la lista en detalle se pueden apreciar las contradicciones en la orientación de
Navarro. De los 19 constituyentes, solo seis eran antiguos combatientes del m -19: tres
pertenecían a las filas del partido conservador y otros tres, a las toldas liberales. Del sector
sindical hubo tres miembros; a estos se unirían un líder estudiantil y un curtido dirigente de
la Anapo. Por el m -19 los elegidos fueron alguno de sus líderes históricos. El primero,
cabeza de lista, fue Antonio Navarro, quien había renunciado al ministerio de Salud y dejó
en su lugar a Camilo González Posso, miembro de la ad. Luego, estaba otro histórico, Otty
Patiño. Valluno y jefe de las redes urbanas de la guerrilla, Patiño fue uno de los hombres de
mayor confianza de Carlos Pizarro.

La a d - m -19 poseía una de las bancadas más importantes de la Asamblea, por lo que pudo
participar en las cinco comisiones que se conformaron, según los intereses los miembros de
la bancada. No obstante, resulta diciente que un grupo importante de constituyentes
quisieron vincularse a la primera comisión, que es la que definía la parte dogmática de la
carta magna. No sorprende que Orlando Fals se haya vinculado a la comisión de
ordenamiento territorial dada su trayectoria académica e intelectual que se había orientado
hacia dicho tema. Tampoco es de admirar que Navarro participara en la definición de la
rama ejecutiva dadas sus claras aspiraciones no solo a ser presidente, sino a tratar de abrir
un espacio para su partido en el sistema político. A pesar de que la comisión definía el
futuro y funcionalidad de las Fuerzas Armadas, no promovió cambios sustanciales. Garcés
y Velasco fueron dos de los constituyentes más dinámicos de la bancada haciendo
propuestas y debates. Ayudaron a diseñar propuestas innovadoras, como la Corte
Constitucional, la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Angelino Garzón también se destacó,
ya que movilizó y apoyó diversas propuestas en todo lo referente a temas laborales
medioambientales. Sin embargo, mientras que Garzón se convirtió en el defensor de los
sectores trabajadores y populares, Ossa, en la misma comisión, se convirtió en el defensor
del modelo neoliberal que habría de regir a futuro el país.
ís.

Todos los constituyentes, partidos o agrupaciones políticas presentes en la anc tenían el


derecho a presentar reformas a la constitución. Estas propuestas podían ser individuales,
colectivas o, en determinados casos, darse a través de un partido político. Igualmente se
podían presentar reformas que trataran todos los temas de la constitución o bien propuestas
parciales, que podrían incluir un solo artículo o hablaban únicamente del preámbulo. El
plazo para presentar las propuestas fue el 26 de marzo y estas deberían ser tramitadas ante
el secretario de la anc, Jacobo Pérez Escobar. Se propusieron 152 proyectos
constitucionales, de los cuales 26 fueron presentados por externos a la anc, tales como el
Gobierno nacional, las altas cortes, el ministerio público, universidades, entre otros.
Los cambios propuestos por la ad al inicio de la asamblea se resumieron en un primer
borrador de constitución de alrededor de 190 artículos. Los elementos centrales que
englobaban esta propuesta eran los siguientes:
• Una democracia participativa y representativa,
• Una autonomía territorial,
• Una equidad social,
• Una moralización de la gestión pública, y
• Una modernización de las instituciones.
La estrategia de Navarro en la constituyente, junto con los miembros de la ad, otros
partidos como la up, indígenas y otros desmovilizados, se enfocó en:
• Reformar al Congreso y revocarlo.
• Crear la vicepresidencia y la segunda vuelta.
• Elección de gobernadores.
• Unicameralismo con cien diputados.
• Un esquema menos presidencialista.
• Nuevo régimen de partidos políticos

En ese escenario la ad fue la sensación al obtener 19 curules de las 70 disponibles para


dicha asamblea. Si bien este nuevo partido logró atraer una parte importante de votantes,
estos resultados fueron relativos, dado que la abstención en las votaciones de diciembre de
1990 superaba el 70 %. Esto nos sugiere que el número de votantes fue muy bajo, que hubo
un cambio en las preferencias de los ciudadanos. De igual forma, el hecho de que no
hubiera un clientelismo en esta votación nos sugiere que se desestimuló a un gran número
de votantes. Más allá de esta situación, la ad no supo capitalizar de forma efectiva su
participación en la anc ni proyectarse como organización política a futuro. La lista de
constituyentes resultó de una transacción con diversos sectores de la política nacional
negociada por Antonio Navarro. Por esta razón, se trató de presentar a la nueva
organización como moderada.
Sin embargo, esto no era del gusto de muchos sectores al interior de este partido. Así las
cosas, la excesiva pluralidad terminó por jugar en contra no solo de la bancada, sino de la
misma organización política. Por último, la apuesta de Navarro de aliarse con los sectores
liberales, más que con el msn, desdibujó igualmente su visibilidad política; esto se
materializó en el acuerdo de la Casa de Nariño de junio de 1991. En el marco de la anc
tanto los partidos tradicionales como los curtidos políticos de la talla de Álvaro Gómez
jugaron con la inexperiencia de Navarro y sus seguidores. Así las cosas, la ad perdió la
oportunidad de haber sido una bancada más determinante en la redacción de la nueva
constitución. A pesar de esto, es indudable que la constitución que hoy nos rige tiene la
impronta de un partido que, a pesar de su pronta desaparición, en su momento se consideró
la verdadera alternativa política al bipartidismo.
ICA

El Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, es una entidad Pública del Orden Nacional
con personería jurídica, autonomía administrativa y patrimonio independiente,
perteneciente al Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, adscrita al Ministerio de
Agricultura y Desarrollo Rural.
El ICA tiene la jurisdicción en todo el territorio nacional, siendo su domicilio principal la
ciudad de Bogotá, D.C., cuenta con 32 Gerencias Seccionales, una por departamento, con
un recurso humano altamente calificado. 
El ICA diseña y ejecuta estrategias para, prevenir, controlar y reducir riesgos sanitarios,
biológicos y químicos para las especies animales y vegetales, que puedan afectar la
producción agropecuaria, forestal, pesquera y acuícola de Colombia. 
Adelanta la investigación aplicada y la administración, investigación y ordenamiento de los
recursos pesqueros y acuícolas, con el fin de proteger la salud de las personas, los animales
y las plantas y asegurar las condiciones del comercio. 
Sus acciones se orientan a lograr una producción agropecuaria competitiva, con el fin de
aportar al logro de los objetivos de la Apuesta Exportadora de Colombia. Realiza
inspección y control de productos agropecuarios, animales y vegetales en los pasos
fronterizos, aeropuertos y puertos.  
El ICA es responsable de las negociaciones de acuerdos sanitarios y fitosanitarios
bilaterales o multilaterales que permiten la comercialización de los productos agropecuarios
en el exterior y mediante los cuales se busca garantizar el crecimiento de las exportaciones. 
De igual manera, el ICA tiene la responsabilidad de garantizar la calidad de los insumos
agrícolas y las semillas que se usan en Colombia, al tiempo que reglamenta y controla el
uso de organismos vivos modificados por ingeniería genética para el sector agropecuario.
Diversificación de la Agricultura en los 60’s
El incremento de la deuda externa y la manifiesta intención de los organismos
internacionales de suspender el crédito externo, junto con el interés expresado por Rojas
Pinilla para prolongar su mandato hasta 1962, incrementaron la oposición al gobierno y
produjeron finalmente su derrocamiento, terminando la aspiración del general de construir
un peronismo a la colombiana.
El Frente Nacional, pactado entre los partidos liberal y conservador y aprobado por el
pueblo en un plebiscito, se instaura a partir de 1958 después de un breve interregno militar
en el cual se adoptaron las primeras medidas para estabilizar la economía y encarar la
difícil situación11. El objetivo primordial de acomodar las tensiones entre los segmentos de
la sociedad se va a reflejar en la esfera económica con el recurso a la planificación del
desarrollo, reflejando el enfoque que se había impulsado en Punta del Este, en el marco de
la Alianza para el Progreso. En términos generales el país había adquirido el compromiso
de instituir un proceso de reforma agraria y de elaborar un plan decenal (Perry, 1973), lo
que reflejaba el interés continental de frenar el avance del comunismo que se había
instaurado en Cuba, como también enfrentar de alguna manera los desajustes en los
derechos de propiedad y en las pérdidas de vida que había ocasionado la lucha partidista
conocida como “La Violencia”, y finalmente proseguir la vía de desarrollo económico con
intervención del Estado y con protección.
Al tiempo que el Frente Nacional adoptaba la planificación del desarrollo, se corrigieron
algunas deficiencias de la política cambiaria y de comercio exterior (Ley 1a de 1959) y se
insistió nuevamente, después del breve período de liberación de 1954, en el camino de la
restricción a las importaciones con los Decretos 1345 y 1346 de 1959, en los que se
sancionó el nuevo arancel de aduanas con un espíritu muy proteccionista explicado, ahora
sí, por la crisis cambiaria, pero también por el deseo de proteger la industria nacional y
estimular su crecimiento. Desde ese momento los períodos con incrementos en protección
se van a alternar con los intentos de liberalización del comercio. Estos últimos fracasaron
por diversas razones y solamente hasta las reformas estructurales de principios de la década
de los noventa se puede hablar de una liberalización relativamente completa.
El debate sobre el sector agrícola en la segunda mitad del siglo giró alrededor del
diagnóstico realizado por la misión del BIRF dirigida por Launchlin Currie. La
desproporción entre el número de habitantes de las áreas rurales y su productividad fue
interpretada por la Misión como uno de los problemas centrales de la economía
colombiana. Se consideraba que la mala utilización de las mejores tierras era antieconómica
e inferior al óptimo. Una de las principales propuestas era un impuesto progresivo a la tierra
para presionar a los terratenientes a intensificar el cultivo de la tierra subutilizada o vender
la que utilizaba de manera más ineficiente para con ello propiciar el abaratamiento y la
reducción de la renta del suelo, todo acompañado de una estrategia general para generar
una rápida migración de la población campesina hacia las ciudades.
Currie estaba convencido de que la producción agrícola se podía incrementar con muy poca
o ninguna mano de obra adicional. Esto significaba que la mano de obra de las regiones
sobre pobladas de Boyacá, Nariño y la Costa Atlántica podía reclutarse para trabajar en las
ciudades. No estuvo de acuerdo con las visiones que deploraban la migración de las áreas
rurales a la ciudad y buscaban frenar esa tendencia recurriendo a la reforma agraria. En su
parecer, en un diagnóstico que después modificaría levemente, el problema de fondo se
encontraba no tanto en las tenencias excesivamente grandes de tierra, o en el latifundismo,
sino en la parcelación excesiva o minifundismo, explotadas con una tecnología primitiva
que propiciaba la erosión de la tierra. El énfasis de la acción estatal debería hacerse, en
consecuencia, en el estimulo a la agricultura de exportación, basada en el desarrollo de una
agricultura moderna que aprovechara las grandes escalas de producción, en productos tales
como el ganado vacuno de engorde, algodón, azúcar y aceite de palma. En ese sentido, para
Currie la despoblación de las áreas rurales era un fenómeno deseable, una consecuencia
necesaria del desarrollo económico y social (Sandilands, 1990).
Esa visión fue muy cuestionada pues iba en contravía de la defensa del modo de vida
campesino, sacudido por la violencia y que requería de una política compensatoria y
protectora por parte del Estado, visión que aparecía como predominante en el país. Por el
contrario, la de Currie era una visión acorde con el papel que a la agricultura se le confería
en occidente, influenciada por el trabajo de Arthur Lewis que había planteado que la
agricultura podía proveer un trabajo excedente y otros recursos para ser transferidos a la
industria y así acelerar el desarrollo económico .
Los planteamientos del BIRF no se convirtieron en propuestas oficiales de desarrollo sino
hasta mucho tiempo después. Sería el plan de desarrollo de Lleras Camargo el que
produciría un replanteamiento de la acción estatal y de las metas de la política económica,
tomando los elementos intervencionistas surgidos en la república conservadora pero
adaptándolos a un consenso bipartidista que no fue operativo inmediatamente. Su
importancia se encuentra en que retomó ideas de intervención apoyado en el clima
internacional favorable a ese tipo de acciones. También definía los aspectos de fondo sobre
los cuales existiría un acuerdo entre los diferentes actores de la vida nacional y, por esa
razón, fue acogido plenamente por el primer gobierno del Frente Nacional. Como afirmaba
el presidente Lleras Camargo: “El programa de desarrollo es un esfuerzo para integrar la
sociedad colombiana”. Y agregaba: “El propósito, más que el de producir un cambio total
en el estilo de desarrollo prevaleciente, es el de impulsar y racionalizar ese estilo”.
En la década del sesenta el problema del desempleo urbano cambió la agenda de las
autoridades económicas y de los partidos políticos. Su creciente importancia se sumó a las
tensiones sociales en el campo y a la aparición de los movimientos guerrilleros y populistas
como la ANAPO. La discusión se va a desplazar a la forma de abordar el problema del
empleo y de la evolución de las estructuras agrarias. El pensamiento reformista triunfó en
ese momento y se adueñó de la escena. También se dio una coincidencia en las estrategias
de desarrollo y, en particular, en la visión acerca de la necesidad de retener a la población
en el campo. Para ello, sería preciso reducir la diferencia entre el ingreso rural y urbano,
mediante la redistribución de los beneficios sociales por medio de la acción del Estado.
Aquí cobra especial importancia la reforma agraria, buscándole el apoyo político de sus
usuarios campesinos, y la movilización de recursos gubernamentales a fin de impulsar la
utilización de técnicas intensivas en trabajo a nivel de todos los sectores productivos.
En la década de los cincuenta la política de importaciones fue muy restrictiva. A partir de la
reforma de 1951, el arancel promedio tuvo un movimiento descendente a través de los años,
en medio de retrocesos esporádicos asociados a reformas proteccionistas de alcance
transitorio El retroceso más notable se dio en tiempos de la administración Betancur (1982-
1986), cuando el nivel promedio del arancel pasó de 10% a 20%. Posteriormente, el arancel
promedio descendería hasta alcanzar sus niveles más bajos después de las reformas
estructurales de los noventa (gráfico 1).

En un primer momento tanto desde el punto de vista de los reajustes arancelarios como del
régimen de importación y de los depósitos previos, la política buscó el control y el
racionamiento de las divisas disponibles y subsidiariamente la protección a la industria
nacional. En la reforma de 1959 se observa una mayor claridad sobre el patrón de
industrialización buscado; el diseño de la tarifa se hace más racional, al tiempo que se
desestimulan decididamente las importaciones de bienes de consumo. En esa reforma y en
la posterior de 1964 la estructura arancelaria que se consolida otorga una protección muy
alta a la producción de los bienes de consumo y baja a ciertas ramas de bienes intermedios
y de capital. Este esquema perduraría con pocos cambios, pese a la sucesión de reformas
comerciales en los años setenta y ochenta.
De esa forma se arraigó el principio consagrado en la Ley 1 de 1959, donde se consideraba
que el arancel era el mejor instrumento para lograr una determinada estructura de la
demanda de importaciones. De acuerdo con Lleras Restrepo, el ponente de la Ley:
“Lo indicado es ahora buscar fondos especiales para conseguir, mediante el
montaje de las industrias sustitutivas y el ensanche de la producción agrícola,
cambios estructurales que nos tornen menos dependientes de las compras del
extranjero. Sobre ninguna otra cosa es más necesario un plan bien concebido y
rigurosamente adelantado.”
Sin embargo, hasta principios de la década de los noventa funcionaron al tiempo las
restricciones arancelarias al comercio y las restricciones cuantitativas a las importaciones,
instauradas en la década de los cincuenta. En ocasiones se hacía uso de las llamadas listas
de libre importación para relajar los controles a las importaciones, pero continuaban
funcionando las altas tarifas. De esa forma, a pesar de la intención de moldear la economía
con la estructura arancelaria, el uso continuo del sistema de licencias de importación
terminó por modificar esta última25. Ello significó que en ciertas épocas la protección a la
producción nacional, incluyendo muchas ramas agrícolas, alcanzó a ser absoluta.
Entre 1950 y 1989 hubo varios episodios de liberación de comercio, la mayoría de los
cuales fueron total o parcialmente revertidos. Si bien en un primer momento, entre 1959-61,
se dio una tendencia hacia la liberación de licencias de importación, ella fue frenada a
principios de 1962, y durante ese año y los tres siguientes las restricciones fueran
fortalecidas. A finales de 1965 se inicia un nuevo período de liberación de importaciones
que se prolonga hasta los primeros meses de 1966, cuando en medio de una aguda
controversia con el FMI se suspendió el mercado libre de divisas, se estableció el control de
cambios y se restableció el control generalizado de importaciones26. Este proceso
culminaría en la expedición del Decreto Ley 444 de 1967 que se convirtió en el estatuto
cambiario y de comercio que rigió hasta principios de la década de los noventa.

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