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RESUMEN DE LA SEPTIMA PAPELETA

En las elecciones del 11 de marzo de 1990 en Colombia estaba previsto escoger a senadores,
representantes a la Cámara, diputados de asambleas locales, concejales municipales, alcaldes y al
candidato presidencial del Partido Liberal.

Seis papeletas para seis elecciones.

Pero hubo una papeleta adicional a las oficiales, que no estaba pautada, y terminó siendo la más
importante.

Se llamó la Séptima Papeleta (SP), y fue repartida en las calles o impresa en periódicos para que la
gente la recortara y la metiera en las cajas de votación.

En ella se enunciaba: "Plebiscito por Colombia, voto por una Asamblea Constituyente qué reforme
la Constitución y determine cambios políticos, sociales y económicos en beneficio del pueblo".

La carta magna que pretendía reformar estaba vigente desde 1886, y establecía el catolicismo
como el pilar del Estado, restringía el derecho al voto, permitía la pena de muerte, prohibía el
divorcio y daba poderes extraordinarios al presidente, como el de elegir gobernadores y
magistrados.

Los impulsores de la SP eran estudiantes, la mayoría de Derecho, que rondaban los 20 años, y
recogían el hartazgo general de los colombianos en un momento crítico: el Estado colombiano se
enfrentaba en una cruenta guerra a los carteles del narcotráfico, las tasas de homicidios eran la
más alta del mundo, los atentados contra la población civil eran frecuentes y seis guerrillas
buscaban derrocar al gobierno.

Además, en agosto de 1989 el candidato favorito para la presidencia, Luis Carlos Galán, fue
asesinado.

Ni el ente electoral ni el movimiento estudiantil pudieron establecer cuántos colombianos


presentaron su voto alternativo a favor de una Constitución aquel 11 de marzo, pero el objetivo se
cumplió: el presidente, Virgilio Barco, decretó un estado de sitio para que se organizara un
plebiscito constitucional en las presidenciales del 27 de mayo.

Ese día, ya de manera formal y vinculante, 5.236.863 colombianos votaron a favor y 230.080 en
contra de una Asamblea Constituyente.

Eso dio origen a la Constitución del 4 de julio de 1991, una de las más innovadoras y respetadas de
América Latina; la base del andamiaje institucional actual de Colombia.

Un país en paz
No es fácil de establecer cuáles eran las demandas concretas de los que abogaron por la
Constituyente, ya que el movimiento estudiantil no era homogéneo, y lo que se pedía no es
exactamente igual a lo terminó escrito en la Constitución de 1991.

Muchos de los líderes estudiantiles hoy son influyentes políticos, como la alcaldesa de Bogotá,
Claudia López, y el procurador, Fernando Carrillo. Otros son magistrados, profesores o políticos.
BBC Mundo habló con tres de ellos, de diferentes tendencias, y encontró dos demandas clave.

La primera tiene que ver con un acuerdo de paz entre los diferentes grupos legales e ilegales que
llevaban décadas matándose en Colombia.

"El único objetivo de la SP, realmente, era lograr crear un espacio de reconfiguración institucional
ante lo que considerábamos en ese momento un fracaso, un Estado cuasi fallido"

Para eso, dice, proponían una Asamblea Constituyente "plural e inclusiva" que transformara el
Estado de un país "lleno de pequeñas órdenes feudales".

Y eso se logró, parcialmente: "Participaron (las guerrillas) del M-19 y el EPL y todos los (políticos)
conservadores, los indígenas, los liberales, los campesinos, los cristianos. Y se reconfiguró el
Estado constitucional. De eso no hay la menor duda".

"Pero la incapacidad de realizar una reforma política y territorial (en los últimos 30 años)
obstaculizó la posibilidad de que el país acabara con el clientelismo y la centralización que están
detrás de la violencia", explica la profesora.

La Constituyente se dio al tiempo —y para muchos, no por coincidencia— de cuatro procesos de


paz con guerrillas que resultaron relativamente exitosos. Pero los dos grupos insurgentes más
grandes no solo siguieron en armas, sino que se fortalecieron desde entonces gracias al
narcotráfico.

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