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Apunte Historia Argentina

(1880-1955)
(Resumen del libro “Problemas de Histori Argentina” de la Universidad Nacional Arturo
Jauretche)

EL ORDEN CONSERVADOR

Desde la sanción de la Constitución en 1853 y a medida que el estado nacional se iba


construyendo, el sistema político también definía sus particulares modos de
funcionamiento. Por un lado, las leyes pautaban una serie de derechos civiles pero, al
mismo tiempo, limitaban bastante el otorgamiento y ejercicio de los derechos políticos,
ya sea a través de restricciones específicas, explícitas en las propias leyes, como a través
de la práctica misma. En todas las elecciones el voto no era obligatorio y era público, y
los padrones y la fiscalización de la elección estaban a cargo de las propias autoridades
que serían “elegidas”.Esto implicaba la existencia de amplios márgenes de
arbitrariedad: el resultado dependía, en definitiva, de quien manejara los padrones,
quien pudiera movilizar a más ciudadanos y quien tuviera mayor poder de presión y
coerción sobre los votantes.

Hacia 1880, cuando Julio Argentino Roca llegó a la presidencia, esos modos de
funcionamiento de la política cuajaron en la organización de una alianza entre distintos
gobernadores provinciales, que dio lugar al Partido Autonomista Nacional (PAN). El
PAN pasó así a controlar la política en las provincias y también a nivel nacional:
establecía candidaturas y sucesiones que luego eran ratificadas en esas elecciones que
ellos mismos organizaban. Suele hablarse del “orden conservador”, y por ende de que
quienes participaban y se beneficiaban de esta situación eran “conservadores”, para dar
cuenta del particular modo de organización y funcionamiento del sistema político
durante las décadas finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Julio Argentino Roca, nació en Tucumán en 1843; en 1858 ingresó a la carrera militar.
En las décadas de 1860 y 1870 participó en diversos acontecimientos de la vida
política y militar del país: en la Batalla de Pavón, luego bajo las órdenes de Mitre en
las campañas en contra de caudillos provinciales, en la Guerra de la Triple Alianza en
contra de Paraguay. En 1879, comandó las fuerzas que desalojaron y exterminaron a
los indígenas en la Patagonia. Las tierras obtenidas fueron vendidas y repartidas entre
quienes habían participado y apoyado la llamada “Campaña al Desierto”.
Fue presidente de la nación entre 1880 y 1886. Pero su influencia continuó por
muchos años más, al ser el principal dirigente del PAN. Volvió a ser Presidente entre
1898 y 1904.

La Revolución del 90

Ya en 1890 el sistema controlado por el PAN comenzó a recibir críticas. En ese año,un
movimiento cívico-militar, la llamada Revolución del Parque, presentó una serie de
cuestionamientos no solo a quien era en ese momento presidente –Miguel Juárez
Celman–, sino a todo el funcionamiento de la política. Uno de sus reclamos era
justamente el establecimiento del sufragio libre. Si bien el movimiento fue derrotado, el
acontecimiento dejó dos consecuencias importantes: por un lado, el presidente tuvo
que renunciar; por otro, fue el punto de partida para la emergencia de la agrupación que
terminaría desplazando al PAN del poder. Según la propia historia partidaria, la Unión
Cívica Radical nació en el clima de tensión e impugnación dado por los acontecimientos
de la Revolución del Parque, luchando por sanear el sistema y establecer la libertad del
sufragio.

En el contexto de crisis del gobierno de Juárez Celman y al calor de la Revolución del


Parque nació la Unión Cívica Nacional. Desde un comienzo, contó con la
participación de muchas y diversas personalidades políticas. Entre ellas,
sobresalieron dos: Leandro Nicéforo Alem y Bartolomé Mitre. El partido tuvo luego
una escisión, cuando los partidarios de Alem se negaron a negociar con el gobierno y
decidieron conformar un partido político, la Unión Cívica Radical.

El reclamo era más bien un pedido de apertura del sistema y un reclamo por un manejo
menos discrecional de ciertos resortes de la política. De allí también que otra
consecuencia del 90 fue el inicio de una corriente reformista dentro del propio PAN y,
por ende, una serie de tensiones y enfrentamientos entre quienes consideraban que
todo debía seguir igual y quienes promovían algunos cambios.

Hacia el Centenario

Pese al férreo control que los principales dirigentes del PAN seguían teniendo, las
fracturas y los resquebrajamientos del orden conservador eran visibles. Por un lado, la
Unión Cívica Radical, que desde el 90 tenía presencia en el escenario público, se había
convertido en un actor clave que impugnaba constantemente –incluso a través de las
armas– el funcionamiento de la política. También el socialismo, organizado como
partido y con presencia en algunas organizaciones gremiales protestaba y levantaba sus
críticas al sistema político. A su vez, durante la primera década del siglo XX una serie de
conflictos obreros potenciaron la emergencia y difusión de organizaciones anarquistas y
anarcosindicalistas. Por otro lado, también se había consolidado una corriente
reformista dentro de la propia alianza conservadora del PAN que presionaba a favor de
algunas transformaciones.

Hacia 1910, la conflictividad y movilización social y política alcanzaban así puntos


álgidos, y el gobierno parecía no contar con herramientas suficientes –más allá de la
represión– para controlar la situación. Así, la impugnación política comenzaba a
retroalimentarse del conflicto social.Parte de la dirigencia política entendía que si se
conseguía sanear el sistema, abrirlo de una manera más o menos controlada, podría
retomarse el control y fundar una nueva legitimidad.

Éstos eran algunos de los razonamientos y argumentos que llevaron a Roque Sáenz
Peña, presidente de la Nación desde 1910, a presentar un proyecto para la modificación
de la ley electoral.

La Ley Sáenz Peña

Pese a las resistencias de muchos dirigentes, diputados y senadores, en febrero de 1912


el Congreso sancionó la Ley 8.871, conocida como Ley Sáenz Peña: esta Ley establecía
nuevas condiciones para la realización de las elecciones.

Básicamente, la Ley establecía que el voto sería obligatorio y secreto para todos los
varones, nativos o naturalizados, mayores de 18 años. La obligatoriedad buscaba
asegurar la mayor participación posible, en tanto hacía del voto no sólo un derecho,
sino también una obligación. Por otra parte, la condición de que fuera secreto apuntaba
a crear mejores condiciones para que cada ciudadano emitiera su voto, sin presiones y
con total libertad.Pese a declarar un carácter universal, había aún muchas personas que
no podían participar de las elecciones: las mujeres, los habitantes de territorios
nacionales y los menores de 18 años, por ejemplo.

La Ley indicaba además que el padrón sería confeccionado por el Ejército y establecía
una nueva proporcionalidad para establecer mayorías y minorías en los cuerpos
legislativos. Esto último cobraba especial relevancia ya que permitía poner fin al
sistema de lista completa, vigente durante los años del orden conservador, por el cual
quien ganaba la elección ocupaba todos los cargos en disputa, y asegurar al menos un
tercio de la representación para las minorías.

Éxito o fracaso

La Ley Sáenz Peña rigió plenamente entre 1912 y 1930. Durante esos años, y pese a ser
los impulsores del proyecto, los conservadores consiguieron solo algunas victorias
electorales locales o provinciales; en 1916, perdieron las elecciones nacionales. Durante
esos años también, la Unión Cívica Radical ganó no solo la presidencia, sino que se
proyectó como un partido en el ámbito nacional y creció en número de votantes en cada
elección que se presentó.

Los conservadores no preveían perder, por el contrario, suponían que se lograría


implementar una apertura controlada que sin correrlos del centro de la escena
permitiría la incorporación de otros actores y la recuperación de cierta legitimidad.

Las primeras elecciones, realizadas bajo la vigencia de la nueva Ley, durante ese año de
1912 comenzaron a mostrar que los resultados no eran en absoluto los esperados por la
coalición conservadora: en Santa Fe, la Unión Cívica Radical ganó las elecciones para
diputados. En el corto plazo, esos primeros triunfos radicales se ampliaron y
consolidaron. En 1916, el candidato de la UCR, Hipólito Yrigoyen, consiguió un 46% de
los votos frente a un 25% obtenido por los conservadores.

LAS PRESIDENCIAS RADICALES: YRIGOYEN-ALVEAR-YRIGOYEN

La primera presidencia de Yrigoyen

La gestión y las elecciones

Yrigoyen asumió la presidencia de la Nación en octubre de 1916. Los desafíos por


delante corrían en varios sentidos: la UCR había sido siempre un partido de oposición y
de denuncia, pero ahora debía gobernar y hacerse cargo de la gestión. A su vez, debía
seguir participando del juego político de las elecciones para consolidar su posición: no
alcanzaba con ganar una vez, sino que había que seguir compitiendo en cada comicio.
Más aún cuando los representantes en el Poder Legislativo también llegaban allí por
medio de elecciones regidas por la Ley Sáenz Peña: en tanto el presidente necesitará del
Congreso para gobernar, debería ocuparse también de ganar las elecciones en las
provincias.

La Unión Cívica Radical siguió creciendo electoralmente: se organizó como un partido


en el ámbito nacional y contó con herramientas para tener un desempeño electoral
positivo al menos hasta 1930. La mayor dificultad estaba en la competencia en las
provincias: allí los conservadores seguían controlando gran parte del escenario político.
Por eso, aquellas jurisdicciones que se mantenían críticas al gobierno nacional, fueron
intervenidas por Yrigoyen. Así también, la relación con el Congreso fue compleja y
conflictiva. Allí estaban quienes eran representantes por las provincias, con lo cual el
peso de los conservadores era importante.

Un tema central del primer gobierno radical fue el fomento de la explotación


petrolera. Se combinan en ese tema diversas cuestiones: una preocupación por la
defensa nacional, presiones militares, un interés por el abastecimiento energético. El
Congreso Nacional rechazó varios proyectos presentados por Yrigoyen que proponían
la nacionalización de los hidrocarburos. Así es que, finalmente en 1922, se creó por
decreto Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), un organismo destinado a realizar la
exploración y la explotación petrolera. Enrique Mosconi quedó a cargo de su
administración.

Los conflictos políticos

El propio radicalismo sufrió varias particiones, a veces vinculadas con conflictos


personales y a veces articuladas a partir de cuestiones locales o provinciales. Pero
también los socialistas y los conservadores se fracturaron en diversos partidos y
agrupaciones.

El conflicto social

Los vaivenes del ciclo económico –a los que se hará referencias más adelante
combinados con las tensiones sociales y políticas que se arrastraban desde la época de
Centenario dieron por resultado la emergencia de diversos conflictos sociales de
magnitud. Frente a ellos, la actitud de Yrigoyen fue cambiando: al comienzo de su
gobierno, buscó actuar como mediador e interlocutor entre los obreros y sus patrones.
En 1916, por ejemplo, buscó interceder en la huelga declarada por los gremios
portuarios y ferroviarios (dos áreas clave de la economía agroexportadora), recibió a
delegados de ambas organizaciones y se negó a reprimir, tal como reclamaban las
asociaciones patronales. Esta posición le valió fuertes críticas por parte de todo el arco
conservador.
Pero otra fue la actitud algunos años después, en 1919, frente a la huelga declarada en
los Talleres Metalúrgicos Vasena de Buenos Aires y los acontecimientos conocidos como
la Semana Trágica. Los obreros reclamaban por aumento salarial, mejores condiciones
de trabajo y la reincorporación de trabajadores despedidos; a comienzos de enero de
1919, los huelguistas chocaron con otros obreros que seguían trabajando, lo cual
provocó la intervención policial, la represión y el saldo de muertos y heridos. Las
organizaciones obreras convocaron entonces a una huelga general, en un contexto en el
cual –por otras razones particulares en cada caso– en otras fábricas y en otros ámbitos
laborales también comenzaban a multiplicarse las huelgas. La policía se vio desbordada
y se convocó al Ejército para reprimir y controlar al movimiento obrero. Durante al
menos una semana, la ciudad se vio jaqueada por los enfrentamientos entre obreros,
policías y el Ejército. A ellos se sumó la flamante Liga Patriótica, una agrupación de
derecha que, denunciando que los conflictos que se vivían eran el inicio de una
revolución comunista, salieron también a las calles a enfrentar a los huelguistas. Si bien
Yrigoyen buscó mantener negociaciones diversas con los delegados, no impidió el
accionar de la policía y del Ejército. Su posición frente al movimiento obrero y el
conflicto social ya había cambiado.

La Liga Patriótica fue fundada en enero de 1919 con el principal objetivo de reprimir
las protestas de obreros. Su lema fue “Patria y Orden” y sus ideas incluían cierto tono
xenófobo. En medio de la represión generada durante la Semana Trágica, los
miembros de la Liga se ocuparon no sólo de atacar a trabajadores y dirigentes
sindicales sino que también organizaron el primer acto violento en contra de
inmigrantes rusos, en su mayoría judíos, en la ciudad de Buenos Aires. La Liga
actuaba en muchos casos en complicidad con la policía y con la colaboración de los
miembros de la élite. Su presidente fue Javier Carlés; el poeta Leopoldo Lugones,
figuró entre sus adherentes.

En noviembre de 1920, en la actual provincia de Santa Cruz, se desató una importante


protesta de trabajadores, que reclamaban por mejores condiciones de trabajo y un
aumento salarial. El presidente envió entonces al Teniente Coronel Héctor Varela a
mediar. En lo inmediato se logró un acuerdo con los trabajadores, pero al poco tiempo
los patrones se negaron a cumplir lo pactado, así fue que la protesta se reanudó. La
Sociedad Rural del lugar, dispuesta a no ceder a ningún reclamo, comenzó a presionar al
gobierno para que reprimiera a los trabajadores. En noviembre de 1921, Varela volvió a
la Patagonia y dio curso a los pedidos de los terratenientes y empresarios rurales:
instauró la pena de muerte y durante todo enero de 1922 persiguió, detuvo y asesinó a
los obreros en huelga. En esta masacre Varela contó con la ayuda de algunos miembros
de la Liga Patriótica, que viajaron al sur para participar en la represión. Finalmente
Varela fue también asesinado por un obrero simpatizante de quienes habían sido
reprimidos, un año después en enero de 1923.

Los conflictos también estuvieron presentes en la región del litoral. En 1921, luego de
varios años de conflictos diversos, la policía terminó reprimiendo a los trabajadores de
La Forestal, una compañía inglesa que se dedicaba a la explotación del quebracho en
Santa Fe.

La presidencia de Alvear

Hacia 1921, comenzó a discutirse la sucesión de Yrigoyen: la decisión finalmente


recayó en la figura de Marcelo T. de Alvear, un dirigente con trayectoria partidaria y
cierta experiencia política.

La emergencia del antipersonalismo y la gestión de Alvear

Pese a que entre Yrigoyen y Alvear existía una buena relación, desde el momento
mismo de asumir quedó claro que Alvear organizaría un gobierno con perfil propio,
alejado del yrigoyenismo: tanto los nombres de quienes integraron su gabinete como
por algunas de las primeras decisiones tomadas indicaban una toma de distancia del
nuevo presidente de su antecesor. Ese distanciamiento poco a poco se fue
profundizando, provocó un quiebre en el bloque parlamentario, sumó a otros tantos
disconformes con la política y la figura misma de Yrigoyen y concluyó en la organización
de una nueva agrupación: la Unión Cívica Radical Antipersonalista. En efecto, la razón
que permitía aglutinar a ese sector era precisamente la oposición a Yrigoyen, a lo cual se
sumaban luego otros argumentos.

Esta partición del radicalismo pronto se convirtió en uno de los principales ejes del
conflicto político: personalistas y antipersonalistas disputaron elecciones en provincias
y municipios, en el Congreso y, en general, en la escena pública.

Alvear impulsó diversas iniciativas legislativas vinculadas con cuestiones laborales,


tales como la reglamentación para el trabajo de mujeres y niños en la Capital Federal y
la implementación de un sistema de jubilaciones. Dado que no contaba con mayoría en
el Congreso, gran parte de los proyectos presentados fueron rechazados. Siguió dando
impulso a la política petrolera iniciada durante el gobierno de Yrigoyen y dando
respuestas a las preocupaciones militares sobre el problema de la defensa nacional. En
relación con esto, en 1927 creó Fabricaciones Militares.

Los años del gobierno de Alvear fueron una etapa de bonanza económica apoyada
fundamentalmente en la recuperación de las exportaciones y el buen funcionamiento
del comercio internacional. Esto permitió mantener los salarios relativamente altos y
los precios estables y, si bien hubo huelgas, su número y magnitud fueron mucho
menores que en los años anteriores. Esta situación combinada con algunas medidas
laborales, como la Ley de Descanso Dominical, creó mejores condiciones de vida
–siempre relativas y distintas según cada sector social– para los trabajadores.

Segunda presidencia de Yrigoyen

Al momento del nuevo recambio presidencial, el radicalismo seguía dividido:


personalistas y antipersonalistas terminaron siendo los principales contendientes. La
campaña de 1928 fue intensa y disputada, y las elecciones fueron mucho más
concurridas que en los años anteriores. Los antipersonalistas habían forjado una alianza
con ciertos sectores conservadores, pero no lograron imponerse. El triunfo de Yrigoyen
fue absoluto: para sus seguidores era la clara ratificación de que el yrigoyenismo era la
Nación y el propio Yrigoyen el verdadero líder. Para los derrotados, comenzaba a quedar
claro que sería difícil desplazarlos por la vía electoral. Esta opinión, por otro lado,
empezaba a combinarse con argumentos que denunciaban la falta de cultura cívica en la
población y la necesidad de anular la reforma de 1912 en tanto otorgaba el voto a una
masa de ciudadanos sin preparación ni responsabilidad.

El inicio del fin del gobierno de Yrigoyen

Si bien el apoyo electoral había sido masivo, a poco de iniciar su segundo mandato
Yrigoyen debió enfrentar una serie de dificultades que se agravarían con el correr de los
meses.

Los conflictos políticos se intensificaron, sobre todo en las provincias y en el Congreso.


Las intervenciones provinciales se multiplicaron y esto, a su vez, condicionó el
funcionamiento del Parlamento. Un atentado al propio Yrigoyen, enrarecieron más aún
el clima político. la Liga Patriótica comenzó a tener cada vez más visibilidad y organizó
grupos de choque que se enfrentaron con grupos radicales en las calles.

El diario Crítica, uno de los principales periódicos de la ciudad de Buenos Aires, inició
una campaña constante en contra del gobierno radical. El propio gabinete de Yrigoyen
se encontraba también en crisis, cruzado por disputas internas que desgastaban al
propio presidente y debilitaban a la gestión. Los apoyos eran cada vez más tibios.

En ese contexto, además, sobrevino la crisis económica. La caída de la Bolsa en Estados


Unidos afectó al comercio internacional y, por ende, condicionó las finanzas del estado
argentino: el gobierno debió bajar el gasto estatal, reducir salarios y personal.

El mundo de la cultura: la Reforma Universitaria

Un acontecimiento clave, que articula en parte los cambios culturales y políticos que
atravesaba el país en las dos primeras décadas del siglo XX, fue la Reforma
Universitaria.

Para la época del Centenario, existían tres universidades nacionales: la de Córdoba, la


de Buenos Aires y la de La Plata, y una universidad provincial en Santa Fe. Si bien se
contaba con una ley que regulaba el funcionamiento de estas casas de altos estudios, el
sistema universitario era en sí muy pequeño, elitista.

En 1918, se inició un nuevo conflicto en la Universidad de Córdoba, institución en la


cual tanto la Iglesia católica como diversas corporaciones tenían un peso decisivo. Los
estudiantes comenzaron a organizarse y a presentar sus demandas: cambios en los
cursos, en el régimen de asistencia y la necesidad de renovación del cuerpo de
profesores. En marzo de 1918, lanzaron una huelga, pero las autoridades respondieron
con la clausura de la universidad. El conflicto se profundizaba y se extendía, lo cual
motivó, finalmente, la intervención del propio Yrigoyen: la universidad fue intervenida
y gran parte de los reclamos estudiantiles comenzaron a seguir su curso.

El movimiento de la Reforma había obtenido gran parte de lo que se había propuesto:


nuevos reglamentos y estatutos que sentaban las bases para un funcionamiento menos
discrecional, acceso menos restrictivo, e, incluso, participación de los estudiantes en el
gobierno de la universidad.

El Golpe de Estado de 1930

El 6 de septiembre de 1930 un golpe militar encabezado por el general del Ejército José
Félix Uriburu, puso fin al gobierno de Yrigoyen. Se abrió, a partir de ese momento, un
nuevo escenario político en varios sentidos: por un lado, el golpe significó el quiebre de
una continuidad institucional que, con aciertos y flaquezas, venía funcionando desde
1912. Por otro lado, permitió la entrada a escena de nuevos actores políticos, entre ellos
el Ejército, la Iglesia y los grupos nacionalistas al tiempo que dejaba en evidencia la
debilidad de los partidos políticos.

Los acontecimientos del 6 de septiembre fueron protagonizados no solo por grupos


militares, sino que también contaron con el apoyo de diversos sectores de la sociedad
civil. En algún sentido, el golpe venía anunciándose desde hacía meses a través de la
prensa y en distintos espacios políticos en los cuales las críticas al gobierno radical
proliferaban explícitamente.

Uriburu, a tono con la crisis que atravesaba la democracia en todo el mundo, proponía
un ordenamiento de la sociedad basado en la representación de intereses corporativos
(y no individuales como prevé la democracia liberal) y con un fuerte apoyo en las
estructuras militares.

Pero su proyecto rápidamente encontró límites. Algunos de los partidos políticos que,
de manera más o menos explícita habían participado del golpe, ya se habían organizado
en una Federación Nacional Democrática y se oponían de plano a las formas
corporativas. Una vez corrido Yrigoyen de la escena política, reclamaban una vuelta al
sistema de representación de partidos. E incluso, pese al lugar destacado que Uriburu
había asignado al Ejército, en las filas militares no todos aprobaban el proyecto
corporativo. Por el contrario, un grupo de oficiales liderados por el general Agustín P.
Justo mantenía diálogos con diversas fuerzas políticas y también buscaba una salida
electoral.

En ese contexto, la figura de Uriburu y su proyecto corporativo perdieron poder: debió


convocar a elecciones presidenciales y correrse de la candidatura. En un agitado clima
político, finalmente Justo logró encabezar una coalición de partidos, llamada la
Concordancia, y ganar las elecciones en noviembre de 1931.

Justo fue presidente entre 1932 y 1938. Ese año se convocó a nuevas elecciones
presidenciales en las que el candidato oficial Roberto Ortiz triunfó. En 1940 debió
alejarse del poder por una grave enfermedad y fue sucedido por su vicepresidente
Castillo que, en 1943, sufrió un golpe de Estado encabezado por los militares Rawson,
Ramírez y Farrell.

La “Década Infame”
Si la aplicación del fraude daba cuenta de la crisis de la democracia liberal, otro tanto
se expresó en una serie de hechos de corrupción que se convirtieron en verdaderos
escándalos políticos.

En 1935, Lisandro de la Torre denunció el tratamiento preferencial que el gobierno les


concedía a algunas empresas y frigoríficos extranjeros a diferencia de la exigencia con
que supervisaba a los establecimientos más pequeños y propuso la creación de una
comisión para investigar las posibles irregularidades cometidas por las grandes
empresas exportadoras de carne (Swift, Armour, Anglo). Su denuncia, por otra parte,
tenía que ver con las cláusulas preferenciales, y las irregularidades, que las empresas
británicas habían conseguido a partir de la firma del Pacto Roca-Runciman que se
explicará luego. La comisión absolvió a las compañías pero el senador de la Torre
presentó un informe en disidencia. Allí mostraba cómo los frigoríficos extranjeros
evadían impuestos y responsabilizó a miembros del gobierno como cómplices de estas
irregularidades. En medio de ese debate se produjo un atentado dirigido a de la Torre
que hirió mortalmente al senador demócrata progresista Enzo Bordabehere,
representante de Santa Fe.

En 1942, se descubrieron muchas y diversas irregularidades en el manejo de los sorteos


de la Lotería Nacional. Todos estos hechos, sumados a los del fraude y la violencia
política, son la razón por la cual se ha hablado de los años 30 como los de la “Década
Infame”.

Otros actores políticos: Ejército e Iglesia

Más allá de que el proyecto uriburista hubiera fracasado, lo cierto es que diversas
corporaciones comenzaron a tener mayor peso en la discusión política: diversas
organizaciones que representaban intereses económicos, como la Sociedad Rural
Argentina, pasaron a convertirse en interlocutoras directas del Estado y a presionar a
favor de sus intereses. Por otra parte, también en la medida en que los partidos que
sostenían intereses de clase, como el socialista o el comunista, atravesaban una etapa
de crisis, el movimiento obrero en sí comenzó a tener mucha mayor incidencia a través
de sus organizaciones gremiales y sindicales.

Otro actor que poco a poco se convirtió en protagonista de la política fue el Ejército. Si
bien entre sus integrantes era posible entrever distintas adscripciones políticas
(uriburistas, justistas, radicales, nacionalistas, liberales, etc.), a partir de 1930 el
Ejército pasa a constituir un foco de poder y legitimidad. Justo había logrado consolidar
su propio liderazgo entre los oficiales y, apelando al profesionalismo militar, intentó
colocar al Ejército por fuera de las disputas políticas. Esto colaboraba, a su vez, a
enlazar los valores militares con los de la Nación misma, dotando de legitimidad a toda
la corporación militar.

El Ejército mantuvo estrechos vínculos con la Iglesia: esto potenció el rol que ambos se
otorgaban de custodios de los valores nacionales. En los años 30 la Iglesia había
iniciado una radical contraofensiva católica a partir de las orientaciones impartidas
desde Roma por los papas Pio XI y Pio XII y su actividad se reorientó mayoritariamente
hacia el área social.

Contando con el apoyo del Estado, se crearon nuevos arzobispados, nuevas parroquias,
seminarios y colegios religiosos, se reforzó la disciplina sacerdotal y se promovió un
rígido encuadramiento para el laicado católico a través de la promoción de la Acción
Católica. Desde el punto de vista ideológico, esta especie de cruzada católica buscaba
combatir los males producidos por la modernidad y el liberalismo: se condenaba el
individualismo, el socialismo y el comunismo, las costumbres licenciosas, el cambio de
rol de la mujer, la educación laica, etcétera. Junto con esto,quedaba claro que el objetivo
político central era la cristianización del Estado, es decir, la aceptación de que el
catolicismo era la doctrina vertebradora de la sociedad y de la política argentina.

Los principales partidos

Diversas agrupaciones se unieron en 1931 y crearon la Concordancia, una alianza


electoral entre los conservadores, los radicales antipersonalistas –es decir contrarios a
la figura del ex presidente Yrigoyen– y el Partido Socialista Independiente. Esta alianza
conservadora asumió el poder político durante toda la década. Apoyados por el Ejército
y los terratenientes, eran defensores del modelo agroexportador.

En este contexto, el radicalismo pasó de una actitud de abstencionismo e impugnación


al fraude a participar en elecciones asumiendo así una posición más conciliadora con el
gobierno conservador. Fue hacia 1935 cuando, luego de que Marcelo T. de Alvear se
pusiera al frente del partido, el radicalismo se propuso volver a la batalla electoral. Esta
decisión provocó divisiones en el seno de la agrupación.

Uno de esos grupos enfrentados a Alvear fue la llamada Fuerza de Orientación Radical
de la Joven Argentina (FORJA).
FORJA se fue definiendo a través de una práctica político-intelectual que afirmaba la
tradición yrigoyenista para marcar los contrastes entre la dirección del partido y su
historia. Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz fueron sus principales dirigentes:
ambos escribieron libros y artículos en los que denunciaban a la oligarquía y el
imperialismo, pugnaban por la democracia y la unidad latinoamericana. Hacia 1945,
con el surgimiento del peronismo, muchos de sus integrantes se incorporaron a este
nuevo movimiento y se apartaron de la UCR.

Los demócratas progresistas fueron, junto con los socialistas, uno de los partidos más
importantes de la oposición en el Congreso. Debido a la política abstencionista de la
UCR, recibieron un importante número de bancas en el Congreso. Su figura saliente fue
el senador Lisandro de la Torre.

La crisis económica y el nuevo rol del Estado

Por décadas, la Argentina había estructurado su comercio internacional a partir del


vínculo con Gran Bretaña: nuestro país exportaba carnes y granos, y recibía
manufacturas, bienes de capital e inversiones. Si bien ese tipo de relación ya se había
comenzado a modificar en los años 20, a partir de la incorporación y consolidación de la
economía norteamericana, lo cierto es que fue a partir de los años 30 cuando el modelo
agroexportador entró en crisis.

La intervención del Estado en materia comercial

En efecto, como consecuencia de la crisis internacional, Gran Bretaña decidió en la


Conferencia Internacional de Ottawa (Canadá) dar preferencia en la compra de materias
primas a los países que integraban la Comunidad Británica de Naciones
(Commonwealth) en desmedro de los intercambios realizados con otros países
agroexportadores. La reducción de las compras británicas provocó entonces una
alteración de toda la economía argentina y evidenció los límites del modelo
agroexportador y el carácter dependiente de la economía.

El gobierno de Justo encargó entonces al vicepresidente Julio A. Roca (hijo) la misión


de negociar un acuerdo comercial. En mayo de 1933 se firmó el Pacto Roca-Runciman:
se trataba de un acuerdo por el cual se establecía que la Argentina recibiría el mismo
trato comercial que recibían las excolonias inglesas. El argumento de Roca, para
sostener esta propuesta, era que la Argentina, desde la perspectiva económica, era parte
casi integrante del Imperio Británico.

Esta actitud, así como las cláusulas del acuerdo, generaron controversias en la prensa y
en la dirigencia política. Tanto los socialistas como los demócratas progresistas
denunciaron el tratado y alertaron sobre los efectos que su aplicación podría tener entre
los consumidores del mercado interno.

Las cláusulas del acuerdo más importantes apuntaban a asegurar para la Argentina
una cuota de exportación de toneladas de carne enfriada: el 85% de la exportación de
carnes debía realizarse a través de frigoríficos extranjeros. Por otro lado, se liberaba
de impuestos a la importación de carbón y a otros productos de origen inglés. La
Argentina se comprometía a no reducir las tarifas de los ferrocarriles ingleses.

Proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI)

La crisis desatada a partir de los años 30 también fue un poderoso estímulo para el
proceso de industrialización. Hasta los años 30 el crecimiento de la industria argentina
se había realizado bajo el impulso de la economía agroexportadora (frigoríficos,
ingenios, derivados de la actividad agrícola-ganadera). Con la coyuntura de las guerras
mundiales y la crisis abierta en 1929 se produjo un desabastecimiento de productos
industriales y una baja en los precios de los productos primarios lo cual, en definitiva,
significaba menos divisas para poder comprar manufacturas europeas.

Esta coyuntura creó las condiciones necesarias para que, poco a poco, se fueran
sustituyendo los productos comprados afuera por otros ahora fabricados en el país. A
este proceso se lo denomina de “industrialización por sustitución de importaciones”.
Las industrias que se desarrollaron en esta etapa fueron la textil, la alimenticia, además
de las de maquinarias, artefactos eléctricos y derivados del caucho.

Parte del crecimiento industrial se debió, además, a la llegada de empresas


norteamericanas.

La sociedad de los años 30: migraciones y urbanización

El proceso de industrialización trajo consigo la transformación de la sociedad: la crisis


de la producción agraria impactó en diversas regiones del país y provocó la migración de
muchos trabajadores rurales hacia las ciudades. Esto, a su vez, era estimulado por el
hecho mismo del crecimiento industrial que se registraba en las ciudades y en sus
alrededores. De ahí que las grandes urbes fueron un polo atractivo para los migrantes
internos que veían en ellas las posibilidades de trabajo.

El éxodo desde las provincias hacia la ciudad de Buenos Aires y el área metropolitana
adquirió gran trascendencia y es comparable con el producido por las inmigraciones a
comienzos de siglo.

El movimiento obrero

Durante los primeros años de la década, la crisis fue profunda y afectó no solo a los
salarios y el trabajo, sino que también repercutió en el costo de vida, el consumo y la
infraestructura habitacional. Fueron estas situaciones de exclusión y explotación las
que motivaron, también, la reorganización del movimiento obrero.

En 1930 se había fundado la Confederación General del Trabajo como resultado de la


unión de las dos centrales obreras que existían en ese momento: una de tendencia
sindicalista (USA) y otra de inclinación socialista (COA).

El mundo cultural de los años 30: intelectuales, política y nacionalismo

Los años 30 constituyeron una rica etapa del desarrollo cultural, tanto por el fortísimo
debate de ideas como por la discusión sobre el rol de los intelectuales y la relación con
la política. Dichas cuestiones, de igual manera, se fueron transformando también en
relación con los debates y desarrollos que llegaban de otros países. En ese sentido, tanto
la Guerra Civil Española como el avance del nazismo y la formación de frentes
populares (para pelear en contra del avance del fascismo) incidieron en las posiciones
de los intelectuales y del campo cultural en general. Asimismo es también en los años
30 cuando se consolidan determinados productos culturales de consumo masivo, como
el cine y la radio. En este caso su desarrollo también fue al compás de cómo se
transformaban las industrias culturales, sobre todo la norteamericana, en el resto del
mundo.

Una de las cuestiones que generó amplios debates fue el rol de los intelectuales ante la
vida política, lo cual implicó una relación directa entre los intelectuales y los partidos o
agrupaciones políticas. Así muchos intelectuales adscribían abiertamente a una opción
partidaria.

Una vertiente del debate de ideas encuentra su jalón más importante en el desarrollo
del pensamiento nacionalista: sus temas, ejes de debate y posiciones políticas
involucraron de una u otra manera a todos los protagonistas del campo cultural. A su
vez, las ideas nacionalistas encontraban distintas variantes dentro del pensamiento
político de derecha, algunas bastante extremas por cierto.

Distinta postura tenían otros nacionalistas que, en realidad, denunciaban a la


“oligarquía” conservadora como “agente del imperialismo” y ponían en cuestión su
legitimidad en tanto habían llegado y se mantenían en el poder a través de la violencia y
el fraude. Estos nacionalistas reclamaban: democracia, autonomía económica y
solidaridad latinoamericana. En este espacio de ideas, FORJA ocupaba un lugar central:
se consideraba como la célula nuclear de un movimiento que conectaba la lucha
nacional contra la dominación extranjera con las exigencias populares de mejoras
socioeconómicas y participación política. Afirmaban reiteradamente que la fuente de
legitimidad del poder solo se encontraba en la soberanía del pueblo.

Existía para ellos una estrecha conexión entre emancipación económica y justicia
social, pero para lo segundo se hacía necesario lo primero, de ahí el acento puesto en la
prioridad de una política económica nacional de corte industrializador. Esto también
abriría el camino hacia una comunidad supranacional de los pueblos latinoamericanos.

En un arco ideológico con algunos puntos en común, el “revisionismo histórico”


también logró cierta circulación de su visión del pasado nacional. Se trataba de una
corriente historiográfica que cuestionaba la mirada liberal sobre la historia nacional,
instalada además como “historia oficial”, especialmente en la versión de Bartolomé
Mitre. Durante los años 30 los revisionistas se agruparon en el Instituto Juan Manuel de
Rosas y produjeron una historiografía que apuntaba a rescatar a figuras “olvidadas o
malditas”, entre ellos, justamente, a Juan Manuel de Rosas.

A diferencia de lo ocurrido a fines del siglo XIX, por ejemplo, la figura del gaucho
quedó ligada a ciertos valores que lo terminaron convirtiendo en el máximo exponente
del ser nacional. La Legislatura de la provincia de Buenos Aires estableció por Ley No
4.756/1939 que el 10 de noviembre, aniversario del nacimiento de José Hernández,
debía conmemorarse el Día de la Tradición.

Los emprendimientos editoriales: los radicales a través de la revista Hechos e Ideas y el


proyecto FORJA. El nacionalismo contó también con sus órganos específicos: Crisol,
Bandera Argentina, El Pampero y las revistas Clarinada y Combate; algunas de esas
publicaciones sostenían posiciones antisemitas. Otra publicación de gran relevancia fue
la revista Sur, fundada por Victoria Ocampo en 1931. Cosmopolita, pluralista pero
también elitista, Sur se convirtió en una de las más prestigiosas revistas de la Argentina
y quizá de América Latina.

Entre las publicaciones populares apareció la revista Patoruzú, dirigida por Dante
Quinterno en 1937. En esta historieta el eje eran las aventuras del cacique tehuelche
acompañado de su padrino Isidoro Cañones, su hermano Upa y su capataz Ñancul.

Medios y consumos culturales

En los años 30, la radio y el cine se consolidan como medios de comunicación masiva y
como los productos culturales más consumidos. La Argentina era líder mundial en
materia de radiodifusión, y ya desde los años 20 contaba con varias frecuencias en
funcionamiento. Los radioteatros se convirtieron, en los años 30, en fenómenos de
consumo masivo. De igual modo, a medida que los espectáculos deportivos,
fundamentalmente el fútbol y el boxeo, se hacían más populares, también comenzaron
a ser transmitidos por la radio.

Por otro lado, las salas de cine y la cantidad de funciones se multiplicaron


geométricamente. A los films norteamericanos, ya en circulación durante los años 20,
se sumaron los films nacionales, ahora también con sonido. Muchas de estas películas
nacionales tomaron como tema el contexto político y social de la época, así como
también las que comenzaban a presentarse como las grandes pasiones populares como
el tango, “los burros” y el fútbol.

En 1931, se profesionalizó el fútbol. Asimismo, en esta década y también como


consecuencia de la popularidad que estos deportes adquirían, se construyeron el Luna
Park (1934), la cancha de River (1938) y de Boca (1940). El automovilismo también se
convirtió en un popular deporte, a medida que avanzaba la construcción de caminos y
se difundían los automóviles.

El tango alcanzó su apogeo en estos años y Carlos Gardel se convirtió en la figura más
emblemática.

LA EMERGENCIA DEL PERONISMO: 1943-1946

Nuevo golpe militar, nuevo gobierno militar

El 4 de junio de 1943 una intervención militar derrocó al gobierno conservador de


Castillo. Desde hacía meses se vivía un clima de extrema tensión e incertidumbre: las
críticas al gobierno eran cada vez más fuertes en tanto la manipulación, el fraude
electoral y la violencia política se extendían. De cara a la realización de las próximas
elecciones, por otro lado, se sabía que el candidato oficialista sería Robustiano Patrón
Costas, un dirigente conservador, abierto partidario del fraude y del abandono de la
neutralidad.

Para muchos dirigentes, el único modo de encauzar la vida política del país hacia un
sistema electoral transparente era apostando por una intervención militar que
terminará con el gobierno de Castillo.

Una vez producido el golpe, quedó claro que el Ejército había participado
institucionalmente, como cuerpo y aludiendo a un poder que iba más allá que el de ser
mediador de conflictos políticos.

El grupo de militares que tomó el poder estaba atravesado por disputas internas que
prontamente se hicieron visibles. El general Arturo Rawson había sido designado como
sucesor de Castillo, pero a los pocos días fue reemplazado por Pedro Ramírez. Este
tampoco logró consolidar demasiado su posición y en marzo de 1944, a meses de
producido el golpe, fue desplazado a favor de otro general, Edelmiro Farrell.

El GOU y la figura de Perón

En medio de las disputas y enfrentamientos entre diversos agrupamientos militares, el


Grupo de Oficiales Unidos (GOU) –una logia militar que empezó siendo secreta y luego
adquirió visibilidad– se proyectaba como el sector más efectivo: su papel fue clave en el
rumbo que tomó el nuevo gobierno militar. Entre los militares del GOU, se destacó
prontamente la figura del coronel Juan Domingo Perón.

El GOU nucleaba a oficiales de rango medio o bajo. Defendían ideas nacionalistas


vinculadas a la necesidad de la autonomía industrial del país.

En noviembre de 1943, Perón se hizo cargo del Departamento Nacional del Trabajo,
que un mes más tarde pasó a ser la Secretaría de Trabajo y Previsión, una repartición del
Estado que, hasta ese momento, se ocupaba centralmente de datos estadísticos. Desde
este organismo, Perón comenzó a construir un vínculo estrecho con los distintos
sindicatos, que se tradujo en la promoción y sanción de diversos proyectos referidos a
las relaciones laborales. A partir de 1944, y a instancias de la gestión de Perón, el
gobierno puso en marcha una serie de disposiciones legales que modificarían
sustancialmente el mundo del trabajo: si entre 1941 y 1943 se habían firmado cerca de
400 convenios colectivos de trabajo, entre 1944 y 1945 se firmaron cerca de 700. En
estos acuerdos entre las empresas y los trabajadores, el Estado tenía un rol
fundamental: era el que los impulsaba, el que actuaba como mediador y el que se
encargaba de que se cumplieran a través de la creación de los Tribunales de Trabajo.
Junto con esto, se extendió el régimen jubilatorio y las vacaciones pagas y se sancionó
el Estatuto del Peón.

El Estatuto del Peón, en 1944, sancionó por primera vez derechos para los
trabajadores rurales: pautó salarios, condiciones de trabajo tan básicas como la
obligatoriedad del descanso, la higiene y el abrigo en los lugares de alojamiento del
trabajador, las vacaciones pagas, la asistencia médica a cargo de los patrones, entre
otras.

Hacia el 17 de octubre

La figura y el poder de Perón crecían en el gobierno: en 1944 fue designado ministro de


Guerra y luego vicepresidente de la Nación. Este mismo crecimiento y el vínculo cada
vez más estrecho que tenía con los sindicatos y con los trabajadores comenzaron a
generar reacciones por parte de la Unión Industrial Argentina, la Sociedad Rural
Argentina y cierto sector militar. A su vez, el tipo de políticas laborales y sociales
impulsadas y el activo rol que se le asignaba al Estado reacomodó a la oposición, que
comenzó a acusar a Perón de fascista. La oposición comenzó a plantear el conflicto con
Perón como si se tratara de una más de las batallas que se libraban entre las llamadas
“democracias” y los “totalitarismos”.

En septiembre de 1945, los partidos políticos opositores a Perón y al gobierno militar


realizaron una marcha que reunió a casi 250 mil personas. La movilización reclamaba
que el gobierno militar, considerado ilegítimo, entregara el poder a la Corte Suprema de
Justicia. Estas presiones se combinaron entonces con las críticas de aquellos militares
contrarios a las reformas laborales que se estaban impulsando. A principios de octubre
de 1945, en un clima de tensión in crescendo, Farrell, ante las presiones de los oficiales
de Campo de Mayo, pidió la renuncia de Perón y ordenó su detención y posterior
traslado a la isla Martín García.

Esa decisión activó y multiplicó la agitación en las fábricas: Perón era el garante de los
derechos conseguidos, su salida del gobierno, impulsada por sectores contrarios a esas
reformas, ponía en cuestión que esos derechos se mantuvieran. La CGT convocó un paro
para el día 18 de octubre, no obstante el 17 de octubre decenas de miles de trabajadores,
provenientes de los barrios obreros de la ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos
Aires, marcharon desde temprano hacia la Plaza de Mayo.

Frente a la multitudinaria movilización, el gobierno militar debió ceder y traer a Perón


a la Casa Rosada. Pasadas las 23 horas Perón habló desde el balcón: reivindicó lo
realizado, agradeció la lealtad de los trabajadores y pidió que se desconcentraran en
orden. Ante esa situación, Farrell no tuvo otra opción más que llamar a elecciones para
febrero de 1946.

Los acontecimientos del 17 de octubre de 1945 marcaron concreta y simbólicamente el


futuro político del país: evidenciaron el apoyo y la legitimidad que tenía Perón entre los
trabajadores y la capacidad de movilización de los sindicatos.

Las elecciones de febrero de 1946

De un lado, la figura de Perón aglutinó a los sindicatos, a los Centros Cívicos que se
creaban en apoyo de Perón, al recientemente creado Partido Laborista y a la línea Junta
Renovadora de la Unión Cívica Radical. Del otro, se reunieron todos los que estaban en
contra de Perón: la Unión Democrática, tal el nombre elegido, incluyó a radicales,
socialistas, demócrata-progresistas e incluso a los comunistas. Contaron, además, con
el apoyo de diversas entidades patronales y corporativas –como la Unión Industrial
Argentina, la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio– movilizadas fundamentalmente en
contra de la política laboral de Perón, y de algunos diarios de circulación nacional, como
La Prensa, que, a diferencia de lo que había sido siempre su línea editorial, llamó
abiertamente a votar por la Unión Democrática.

En medio de la campaña electoral, el ex embajador de Estados Unidos, Spruille


Braden, impulsó la publicación de un libro, llamado Libro Azul, en el que se acusaba
abiertamente a Perón y al gobierno militar de colaborar con los nazis. A los pocos
días, el peronismo publicó otro libro, el Libro Azul y Blanco, en el que en respuesta a
esas acusaciones, denunciaba la constante intromisión del Departamento de Estado
Norteamericano en los asuntos argentinos. Este enfrentamiento, quedó resumido
también de manera polarizada en la frase “Braden o Perón”

Las elecciones se realizaron el 24 de febrero de 1946. La fórmula Perón-Quijano se


impuso a la de la Unión Democrática, integrada por José Tamborini-Enrique Mosca. En
todas las provincias, a excepción de Corrientes, ganó el peronismo.

LA PRIMERA PRESIDENCIA DE PERÓN: 1946-1952


El escenario político

La primera presidencia de Perón transcurrió entre 1946 y 1952.

Luego de asumir la presidencia, Perón decidió la disolución del Partido Laborista y la


unificación de todas las agrupaciones políticas que lo habían apoyado. Se creó así, en
primer lugar, el Partido Único de la Revolución Nacional; luego, en 1947 ese partido se
convirtió en el Partido Peronista, organizado en dos ramas: la masculina y la sindical.
En 1949 –luego de la sanción de la Ley 13.01. de 1947– Eva Perón organizó el Partido
Peronista Femenino (PPF).

Algunas fechas, como el 17 de octubre o el 1° de mayo, pasaron a ser jornadas de


celebración en las cuales se expresaba, una vez más, el apoyo de los trabajadores a
Perón y, a su vez, el protagonismo que aquellos tenían en la etapa histórica que se vivía.

Desde el punto de vista más institucional, durante el primer gobierno de Perón


ocurrieron algunos hechos por demás destacados que implicaron, básicamente, una
ampliación de la ciudadanía política: la ley de voto femenino, la ley de voto para los
habitantes de los territorios nacionales, y, finalmente, la reforma de la Constitución
Nacional.

La ampliación de los derechos políticos

Luego del correspondiente debate parlamentario, en septiembre de 1947, se votó la Ley


de Sufragio Femenino: las mujeres argentinas pasaban a tener los mismos derechos y
obligaciones políticas –excepto el servicio militar– que tenían los varones. En 1949 se
creó el Partido Peronista Femenino (PPF) y en las elecciones de 1951 las mujeres
votaron por primera vez. Por otro lado, el Poder Ejecutivo envió al Congreso otro
proyecto que otorgaba el voto a los habitantes de los territorios nacionales, los cuales
habían sido transformados en provincia.

La economía: el Primer Plan Quinquenal

El fin de la Segunda Guerra Mundial planteó un escenario nuevo para la Argentina,


condicionado en parte por los cambios de la economía pero también por las
redefiniciones en cuanto al rol que debía jugar el Estado.

Si bien la Argentina no abandonaba su modelo agroexportador,la experiencia del


proceso de sustitución de importaciones de los años 30 había dejado un sector
industrial ampliado y cuyo crecimiento iba de la mano de la extensión, también, de un
mercado interno.

Esas claves constituyen, en algún sentido, las bases a partir de las cuales el peronismo
delineó su política económica, presentada en 1947 a través del Primer Plan Quinquenal.
el plazo de cinco años daba cuenta, también, de que se aspiraba a proyectar la economía
por un período relativamente importante. En sí mismo el plan contenía una serie de
instrumentos legales que le permitirían a Perón desarrollar y alcanzar determinadas
metas: nacionalizar los servicios públicos, las fuentes de energía, fomentar la industria
liviana y el mercado interno a partir de la redistribución de la riqueza a favor de los
trabajadores.

Hasta el momento, no se había aplicado ninguna política gubernamental sistemática


destinada a promover la expansión del mercado interno y acelerar la industrialización.
Allí radica una de las principales innovaciones del peronismo en materia económica: en
la voluntad del Estado de participar activamente en la planificación económica a favor
del desarrollo industrial y el mercado interno.

El plan venía a dar continuidad a algunas de las políticas ya planteadas en el período


1943-1946.

Como parte de las medidas impulsadas por el Plan Quinquenal, se nacionalizaron


varias empresas de servicios que estaban en manos del capital privado,como la Unión
Telefónica, las empresas de gas y los ferrocarriles. Los recursos del subsuelo fueron
declarados patrimonio del Estado y se dio un nuevo impulso a Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF) la empresa estatal de petróleo. La expansión de la Flota Mercante del
Estado permitió transportar los productos que se exportaban en barcos argentinos, lo
que significó también un importante beneficio económico al reducir el costo de los
fletes y seguros.

En esencia, el Plan Quinquenal apuntó a dos tipos de industria. Por un lado, buscó la
protección de las industrias manufactureras existentes, en particular las ramas
metalúrgicas y textiles. En segunda instancia, favoreció el desarrollo de nuevas
industrias, como la de la producción de laminados, acero, y algunos productos químicos.
Si bien el mayor énfasis se puso en la industria liviana, también poco a poco se empezó
a invertir en otros proyectos industriales de mayor complejidad, como la fabricación de
autos, aviones, herramientas. Entre 1945 y 1948 el incremento de los salarios fue de un
50%. Esto, a su vez, permitía seguir alentando la demanda de determinados bienes y
sostener el crecimiento del mercado interno.

La política exterior del peronismo

El peronismo asumió su gobierno en un contexto mundial marcado por la finalización


de la Segunda Guerra Mundial y el inicio del conflicto entre Estados Unidos y la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ese conflicto dividió al mundo en dos bloques
antagónicos que se disputaban el poder mundial: de un lado estaba el bloque capitalista
con el liderazgo de los Estados Unidos y teniendo como aliados a los países de Europa
occidental; del otro lado, estaba el bloque comunista, con la Unión Soviética a la cabeza
junto con los países de Europa oriental. Cada bloque representaba un modelo de
organización política, social y económicamente distinto que pugnaba por imponerse al
otro: esa disputa, que se prolongó por décadas, se conoció como Guerra Fría.

Frente a este contexto, el peronismo buscó sentar su posición internacional en lo que


llamó la “Tercera Posición”, equidistante en principio tanto de la política de Estados
Unidos como también de la Unión Soviética. No obstante, la Argentina mantuvo
relaciones con todos los países del mundo, dentro de un marco de respeto mutuo.
Incluso, a partir de 1947 estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética,
inexistentes hasta entonces. Argentina, también, fue uno de los primeros países en
reconocer al Estado de Israel, fundado en 1948. Por otro lado, el peronismo desplegó
también estrechos vínculos diplomáticos con los países de Latinoamérica a través de la
firma de diversos tratados de integración con Brasil, Chile y Paraguay.

LA SEGUNDA PRESIDENCIA DE PERÓN

Contramarchas económicas y políticas

El año 1952 constituye un momento de quiebre en los años peronistas: se inicia la


segunda presidencia de Perón y junto con ella comienza una crisis económica que se
combinó con una mayor tensión en la vida política, agravada sin dudas por la muerte de
Evita el 26 de julio de ese año.

El golpe de septiembre de 1955: el fin del gobierno peronista

El intento de golpe de Estado ocurrido el 16 de junio de 1955. Ese día, la aviación naval
y parte de la Fuerza Aérea bombardearon la Plaza de Mayo con la intención de asesinar
a Perón. El movimiento contaba con apoyos diversos, civiles, militares y también
religiosos. Los objetivos del golpe no se cumplieron, pero el bombardeo dejó como
resultado la muerte de más de 300 personas y muchos más heridos. En medio de esa
tragedia, la respuesta no se hizo esperar y grupos armados que apoyaban al gobierno
quemaron las principales iglesias de la Capital y el conflicto se profundizó aún más.

El 16 de septiembre de 1955 estalló una rebelión militar en Córdoba, que luego se


extendió a otras bases militares y que contó también con el apoyo de la Marina. Parte de
las fuerzas militares seguían siendo leales a Perón y se organizaron para reprimir el
levantamiento, pero la amenaza de un nuevo bombardeo a Buenos Aires, e incluso a los
depósitos de gas de Mar del Plata, obligó a una retirada: Perón sabía que si decidía
resistir la guerra civil era inevitable, por lo cual presentó su renuncia. No obstante, ya
nadie pudo evitar la violencia posterior. Un nuevo golpe de Estado quedaba consumado:
el gobierno democráticamente elegido era derrocado por la fuerza militar.

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