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carretera vieja, a pocos kilómetros de la caleta. El hombre juró que estaba por
detenerse cuando se dio cuenta de que la mujer flotaba sobre la calzada. Sin dudarlo
un instante, aceleró la marcha dispuesto a alejarse lo más rápido posible del lugar,
pero, inexplicablemente, la velocidad se redujo y la puerta del copiloto se abrió al
pasar al lado de la mujer. En ese momento, un viento helado invadió la cabina.
IX
Le dijo que siempre había querido ser padre, que la idea de dar vida lo emocionaba,
y que eso lo había empujado a tomar la decisión de marcharse. Magdalena levantó
la cabeza y lo miró con expresión vacía. ¿En realidad lo veía o acaso ella estaba
perdida en sus propios pensamientos? Samuel no supo qué responderle y siguió
narrando su historia reciente.
Le comentó que ahora trabajaba en una fábrica de conservas de pescado, pero que
extrañaba mucho hacerse a la mar con sus aparejos de pesca. Admitió que vivía no
muy lejos de allí, y, con honesta tristeza en la voz, le confesó que desde hacía algunas
semanas su mundo había cambiado, una vez más, de manera repentina. La que había
sido su mujer durante el último año estaba muerta, se había suicidado sin un motivo
aparente, y su hijo recién nacido, que había estado secuestrado unos días, acababa
de aparecer ahogado.
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Al volver a la caleta, Samuel no sabía qué reacción tendría Magdalena. Esperaba que
lo recibiera con sorpresa, incredulidad, enojo, hasta reproche, pero cuando ella lo
miró, finalmente, parecía otra persona. Sus dulces Ojos negros ardían convertidos en
dos bolas de fuego, y su rostro pálido y melancólico tenía una expresión feroz. Una
sonrisa macabra se dibujó en sus labios al pronunciar las dos únicas palabras que
guardaba para él: «Fui yo».
Lucharon por rescatar al hombre que estaba adentro, pero fue imposible acercarse a
él. Mientras las lenguas de fuego lo envolvían, el cuerpo aquel permanecía inmóvil
como atado a la silla con cuerdas invisibles.
Dicen que en tiempos muy antiguos, cuando los europeos y los americanos recién
comenzaban a conocerse, sucedió que la hija más joven del jefe del pueblo se
enamoró de un recién llegado y él correspondió a su amor. Pero el destino de la
muchacha era otro, su padre ya la había prometido como esposa al gobernante de las
tierras vecinas y se negó a incumplir su palabra.
Los enamorados huyeron para vivir su amor al pie de una cascada, pero al ser
descubiertos por el furioso padre de la muchacha, la dicha terminó. El padre desafió
a muerte al amante, mientras un fiel lacayo ahogaba al hijo recién nacido de la pareja.
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XI
Los agentes no encontraban relación entre el incendio y los extraños casos de suicidio
y muerte de niños, y preferían una versión menos infernal que les permitiera llegar a
alguna conclusión, por lo que buscaron a la muchacha para hacerle algunas
preguntas, pero nadie parecía haberla visto.
Los hechiceros que fueron llegando, alertados por las historias infernales, se armaban
de rituales y conjuros, con los cuales aseguraban podían liberar el alma de la joven
panadera del control de la Llorona.