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CONTRATOS - PARTE GENERAL


CÁTEDRA: DILLON - FRESNEDA
COMISIÓN: 3 C
LORENZO GROSSO
PROGRAMA VIGENTE 2019

UNIDAD 1: El contrato en la teoría general del derecho.

El contrato en la teoría general del derecho:

Para por realizar un correcto análisis al respecto, debemos partir de la idea o concepción que se
tenga acerca del derecho.
La concepción unitaria del derecho lo entiende simplemente como un conjunto de normas, pero
lo cierto es que la norma no está aislada en el mundo, sino que tiene un componente sociológico
y otro valorativo. Primero hay un comportamiento en la sociedad y luego se produce la
captación normativa de dicha conducta por parte del derecho. Este derecho positivo que esta
en la norma surge a partir de la captación de la conducta, por ejemplo, primero se crearon los
aviones y después surgió el derecho aeronáutico.
Pero no solo ello, sino que no puedo hacer lo que quiero con esa norma, tengo que enmarcarla
dentro de ciertos limites, por ejemplo, tengo derecho a escuchar música, pero no a hacerlo a
cualquier volumen, sino que tengo que hacerlo de modo que no moleste a los demás. La norma
tiene “frenos”, tales frenos son los Principios Generales del Derecho, que son informadores del
derecho. Las normas tienen que estar valoradas por la justicia, sin valor no hay norma
(recordemos que algunos autores dicen que la ley injusta no es ley). Así llegamos a la concepción
trialista del derecho, que es la que adopta la catedra; distinguimos:

▪ Dimensión sociológica.
▪ Dimensión normológica.
▪ Dimensión valorativa o diquelógica.

Ubicación en la teoría de los hechos y actos jurídicos:

En primer lugar, debemos tener en cuenta que el CCyC perfecciono el sistema de Vélez Sarfield
que, si bien regulo los actos jurídicos, no construyo un verdadero sistema al respecto. Dice
Aparicio que el acto jurídico es el producto de una elaboración científica que permite categorizar
los acontecimientos, ya sean humanos o de la naturaleza.
El CCyC contiene ahora, por un lado, la teoría del acto jurídico, y por el otro, la teoría del
contrato; respecto de ello se puede observar en algunos sistemas del derecho comparado, como
el francés, que se hace prevalecer la teoría del contrato por sobre el acto jurídico. En la doctrina
argentina, Borda defendió con énfasis una idea diferente, sostuvo que debía potenciarse la
teoría general del acto jurídico porque es la que en principio rige.
Ahora bien, para poder ubicar al contrato dentro de la teoría general de los hechos y actos
jurídicos debemos partir de que es un contrato, cual es el concepto de contrato. Respecto de
esta cuestión el nuevo CCyC ha superado las imprecisiones terminológicas del código velezano,
cuyo artículo 1137 decía que hay contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre
una declaración de voluntad común, destinada a reglar sus derechos.

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Según el artículo 957 del CCyC contrato es acto jurídico mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones
jurídicas patrimoniales.
Ahora el Código Civil y Comercial nos dice que el contrato es un acto jurídico. Por lo tanto, ya no
es un mero acontecimiento de la naturaleza o un realizar del hombre que tiene efectos jurídicos.
Sino que se trata de un acto humano, voluntario, licito que tiene como finalidad inmediata la
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas.
De acuerdo con la norma legal se observa que el contrato puede ubicarse como una es pecie
dentro de la categoría de los actos jurídicos y como una de las fuentes de las obligaciones, quizás
la más importante. Es decir, el contrato, es un hecho humano, voluntario, licito que tiene como
tiene como fin inmediato crear, modificar o extinguir, relaciones o situaciones jurídicas; que en
este caso tiene siempre contenido patrimonial.
A diferencia del CCyC, la mayoría de los códigos civiles conservan la estructura técnica del S.19
y omiten consideraciones importantes, como ser la patrimonialidad de las prestaciones.
El contrato tiene por fin inmediato crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones
jurídicas. La expresión relaciones jurídicas que usa el CCyC, dicen Hernández y Nicolau, debe
distinguirse de la expresión situaciones jurídicas. La situación jurídica es la ubicación o
calificación que el ordenamiento le acuerda a una persona. La relación jurídica es el vínculo que
el derecho objetivo establece entre una persona y otra, o entre una persona y una cosa.
La definición legal en análisis dice que las partes manifiestan su consentimiento. Con esta
expresión indica que el eje de la figura contractual en el ordenamiento normativo argentino es
el consentimiento, es decir, que el código ratifica la noción consensualista del contrato.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que nadie puede contratar consigo mismo, ello surge
del artículo 386 del CCyC, según el cual, nadie puede, en representación de otro, efectuar
consigo mismo un acto jurídico, sea por cuenta propia o de un tercero, sin la autorización de un
representado. Tampoco puede el representante, sin la conformidad del representado, aplicar
fondos o rentas obtenidos en ejercicio de la representación a sus propios negocios, o a los ajenos
confiados a su gestión.
El auto contrato supone celebrar un contrato por mí mismo y actuando en representación de
otro, de modo tal que hay dos centros de intereses; es el caso en que un hermano vende una
casa a otro, y pide que actúe en su representación porque confía en él.

Caracteres de los contratos:

De la definición que brinda el CCyC surgen cuales son los caracteres elementales del contrato:

▪ Acto jurídico: es un hecho humano voluntario - es decir, realizado con discernimiento,


intención y libertad - licito, que tiene como fin inmediato crear, modificar o extinguir relaciones
o situaciones jurídicas.
▪ Bilateral o plurilateral: intervienen siempre dos o mas partes, entendiendo a la parte
como centro de interés y no como persona.
▪ Entre vivos: porque produce sus efectos sin estar condicionado a la muerte de alguna
persona.
▪ Patrimonial: es un rasgo elemental de los contratos, recaen sobre derechos individuales
que tienen valor económico y constituyen el patrimonio de la persona.

El contrato como fuente de las obligaciones:

El efecto principal del contrato es hacer nacer obligaciones, y constituye - sin duda - su fuente
más importante. En este sentido, el artículo 959 del CCyC dispone que todo contrato
válidamente celebrado es obligatorio para las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o
extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos en que la ley lo prevé.

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La doctrina clásica sostuvo una clasificación pentarquica de las fuentes, según la cual las
obligaciones surgen de la ley, el contrato, el cuasicontrato, el delito y el cuasidelito. El CCyC dice
que las obligaciones deben derivar de algún hecho idóneo para producirlo, de conformidad con
el ordenamiento jurídico. Bajo el Titulo V del Libro III de dicho cuerpo normativo, titulado “Otras
fuentes” se regulan la responsabilidad civil, la gestión de negocios, el empleo útil, el
enriquecimiento sin causa, la declaración unilateral de voluntad y los títulos valores.

La unidad de la teoría general del contrato:

En primer lugar, debemos tener en cuenta que la unificación es la antítesis de la primigenia


escisión del derecho comercial que, como es sabido, se separó del civil por muy diversos motivos
de orden económico, social y político. El S.19, siglo de la codificación, encontró ambas ramas
muy diferenciadas.
La unificación que se plasma en el CCyC argentino no es más que el último eslabón en un proceso
que se inició en los orígenes mismos de la codificación. Desde los orígenes de la codificación
argentina la regulación de las obligaciones y los contratos fue la parte que tuvo mayor nexo y
complementación en los códigos.
En 1889, a poco de entrar en vigor los códigos de derecho privado, uno de sus más serios
comentaristas, Lisandro Segovia ya señalaba la inutilidad de contar con un Código de Comercio.
En el I Congreso Nacional de Derecho Comercial, celebrado en 1940, postulo que se unificara la
legislación de las obligaciones y los contratos.
A partir de allí este significativo movimiento logro, en 1987, que el Congreso aprobara el
Proyecto de unificación de las obligaciones civiles y comerciales. Se sanciono la ley 24.032, que el
Poder Ejecutivo veto íntegramente, al mismo tiempo que creaba una comisión de juristas para la
elaboración de un proyecto de unificación de ambos códigos. Por su parte el Congreso
Nacional también creo una comisión a tal efecto, de modo tal que se presentaron dos proyectos
de unificación, ninguno de los cuales fue sancionado.
En 1998 se presento un nuevo proyecto de unificación que, si bien no obtuvo sanción, ha sido,
básicamente la base sobre la que se elaboro el Proyecto de Código Civil y Comercial de 2012,
obra de una comisión designada por el Poder Ejecutivo, integrada por los Doctores Ricardo
Lorenzetti, Helena Highton y Aida Kemelmajer de Carlucci. Fue promulgado como ley 26.994 y
esta en vigencia desde el 1 de agosto de 2015.

Contrato y modelos jurídicos internacionales:

Entre los distintos modelos jurídicos que circulan en el ámbito internacional no puede dejarse
de tener en cuenta la Convención de las Naciones Unidas sobre Contratos de Compraventa
Internacional de Mercaderías, que ha influido como “modelo jurídico” en los países que
asumieron la reforma de sus códigos; su influencia en el CCyC ha sido notoria, en tanto que sin
dicha Convención hubiera sido imposible regular la compraventa
Pueden también considerarse los Principios sobre los Contratos Comerciales Internacionales de
UNIDROIT (Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado).
Este ordenamiento esta integrado por un preámbulo y once capítulos. Se trata el régimen de las
obligaciones, las disposiciones generales relativas a la validez, interpretación, contenido y
cumplimiento de los contratos.
De acuerdo con el preámbulo, los principios de UNIDROIT establecen reglas generales aplicables a
los contratos mercantiles internacionales y son de aplicación cuando las partes del contrato
hayan decidido que el mismo se rija por estos principios (autonomía de la voluntad).
Como elementos diferenciadores de los Principios de UNIDROIT, a modo de ejemplo se podrían
mencionar lo dispuesto en la formación del contrato:

▪ Libertad de forma en los contratos internacionales: disponen que nada de lo expresado

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en estos Principios requiere que un contrato, declaración o acto alguno deba ser celebrado o
probado conforme a una forma en particular.
▪ Reconoce los usos y costumbres del comercio internacional. en este sentido el artículo
1.9 dispone que las partes están obligadas por cualquier uso que sea ampliamente conocido y
regularmente observado en el comercio internacional por los sujetos participantes en el tráfico
mercantil de que se trate, a menos que la aplicación de dicho uso sea irrazonable.
▪ Deber de confidencialidad: en ellos se señala que si una de las partes proporciona
información como confidencial durante el curso de las negociaciones, la otra tiene el deber de
no revelarla ni utilizarla injustificadamente en provecho propio.

Por otra parte, es importante reseñar las iniciativas de la Unión Europea para elaborar un
derecho común de contratos. Sin embargo, ninguno de los proyectos presentados logro superar
dicha etapa.

Elementos del contrato:

El análisis de los elementos del contrato permite conocer su estructura interna para determinar
si se esta, o no, en presencia de un contrato.
La doctrina clásica distinguió entre elementos esenciales o estructurales, naturales y
accidentales. Modernamente se discute si los denominados elementos naturales y accidentales
son elementos del contrato o efectos propios de algunos contratos; el Código Civil y Comercial
recepta esta distinción en forma indirecta.

Elementos estructurales o esenciales:


En primer lugar, hallamos los elementos estructurales generales, que son comunes a todos los
contratos y que hacen a su existencia misma, sin ellos no hay contrato. Para la mayoría de la
doctrina son el consentimiento, el objeto y la causa. A su vez, el consentimiento tiene como
presupuestos la capacidad y la forma, y como elementos la oferta y la aceptación.
Por otro lado, hallamos los elementos estructurales particulares, que se trata de elementos que
impone el legislador o la costumbre para que un determinado contrato pueda ser subsumido en
un tipo especial, por ejemplo, en la compraventa se exige - además de los elementos generales
- que una persona entregue la propiedad de una cosa y otra se comprometa a pagar un precio.

Efectos naturales:
Para poder comprender cuales son los elementos naturales del contrato o bien en que consisten
estos debemos tener en cuenta en primer lugar que las partes, en el ejercicio de la fuerza
jurigenética que les concede el ordenamiento jurídico pueden dictar sus propias normas y
configurar internamente el contrato. Los efectos naturales son aquellos que surgen del
ordenamiento legal para aquellos casos en que las partes no establecieron una regulación
específica, se trata de elementos supletorios legales. Respecto de esta cuestión el articulo 962
del Código Civil y Comercial nos dice que las disposiciones de la teoría general de los contratos
aplican supletoriamente a todo lo no regulado por las partes.

Efectos accidentales:
Se producen como consecuencia de que las partes han incorporado al contrato determinados
pactos en virtud de la autonomía de la voluntad. Se trata de efectos accidentales en abstracto,
pero son exigibles y concretos una vez que el pacto se incorpora a un contrato, como la
condición, la cláusula penal, entre otros.

Comparación del contrato con otros actos bilaterales:

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El contrato debe ser diferenciado de otros actos jurídicos que también se perfeccionan con el
acuerdo de dos o más partes, como la convención, el pacto y los actos personalísimos.
Las pautas para diferenciar el contrato de la convención han sido variadas; en el Código Civil
italiano, por ejemplo, se distinguió porque la convención era de contenido extramatrimonial
mientras que el contrato era de contenido patrimonial.
Respecto de la diferencia entre el contrato y el pacto, en el derecho romano era muy importante
la existencia del nudo pacto. El pacto aparece como una cláusula o conjunto de cláusulas
accesorias especiales, incluidas por las partes en un contrato a los efectos de modificar sus
efectos normales o naturales.
La diferencia que debe observarse con mayor cuidado es la que existe entre el contrato y el acto
jurídico bilateral personalísimo. Estos últimos tienen por objeto derechos o relaciones
inherentes a la persona, relativos a la esencia de su personalidad. Según el artículo 17 del CCyC
los derechos sobre el cuerpo humano o sus partes no tienen un valor comercial, sino afectivo,
terapéutico, científico o social y solo pueden ser disponibles por su titular siempre que se
respete alguno de esos valores y según lo dispuesto en leyes especiales. Son ejemplos de estos
actos el consentimiento para la dación de sangre y órganos.
A estos actos jamás se les podría someter a la teoría del contrato, pues las diferencias son
sustanciales. En ellos prevalece la voluntad interna por sobre la declarada, además de que su
contenido no es patrimonial - a diferencia del contrato que es por esencia patrimonial y donde
prevalece la voluntad declarada -.

Comparación del contrato con actos colectivos:

El contrato es un acto jurídico bilateral o plurilateral diferente del acto unilateral que es
otorgado por un único centro de interés.
En el negocio unilateral existe una única legitimación para su perfeccionamiento, ya sea que se
trate de un negocio subjetivamente simple o complejo, según participen una o varias personas.
Cuando varias personas conforman un único centro de interés estamos ante un acto unilateral
plurisubjetivo. También son llamados plúrimos y comprenden tres categorías, los complejos,
colectivos y colegiales, a todos se les aplican las normas de los negocios jurídicos, pero no las de
los contratos.

▪ Actos complejos: las voluntades de varias personas que lo integran se funden al


momento de su perfeccionamiento, ya no es posible distinguirlas porque conforman una única
voluntad inescindible. Por ejemplo, el inhabilitado que requiere asistencia para otorgar actos de
disposición.
▪ Actos colectivos: supone que las partes manifiestan sus voluntades que permanecen
diferenciadas, pero se suman para resolver alguna cuestión de interés común, como sucede en
un condominio para decidir por unanimidad si se vende o no la cosa común.
▪ Actos colegiales: aquí las voluntades también son paralelas y se suman, pero, en este
caso, esa voluntad común se atribuye a un sujeto diferente. En el acto colegial la voluntad
colectiva proviene de una comunidad organizada de sujetos y es adoptada luego de una votación y
deliberación. Es ilustrativo el caso de la asamblea de asociados de una asociación.

Principios generales del derecho en el ámbito contractual:

Recordemos que un principio general del derecho es un estándar jurídico o precepto válvula,
apto para adoptar soluciones justas en casos que, por su complejidad, no pueden resolverse
solo con el ordenamiento positivo. Así, para el positivismo jurídico son deducciones lógicas de
normas legales, mientras que, para las corrientes no positivistas, son pautas orientadoras de
normación jurídica que, en virtud de su propia fuerza de convicción, pueden justificar decisiones
jurídicas.

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Título Preliminar del CCyC y normas especiales:

El Título Preliminar del CCyC, que constituye una novedad en el sistema argentino, compendia
los principios y reglas que rigen el derecho privado.
Allí se encuentra el eje de la materia civil y comercial, de modo que la totalidad de los libros que
constituyen el código deben ser concordados, interpretados y aplicados con las normas de este
Título. La materia contractual no escapa a la regla general y debe ser leída a la luz de dicho Título
Preliminar.

Autonomía de la voluntad:
El acto jurídico, y en especial el contrato, han sido señalados como exponentes máximos de la
autonomía privada, al punto que se discute si sus efectos se producen por la fuerza jurigena de
la voluntad o devienen de la ley.
La autonomía privada es fuente generadora de normas jurídicas. En este sentido el artículo 958
del CCyC establece que las partes son libres para celebrar un contrato y determinar su
contenido, dentro de os límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas
costumbres. Esta libertad de contratar deriva de la última parte del artículo 19 de la CN, según
el cual ningún habitante de la Nación puede ser privado de lo que la ley no prohíbe, ni obligado
a hacer lo que ella no manda.
En materia contractual, la autonomía privada tiene dos despliegues; la libertad de contratar y la
libertad contractual. La primera refiere a la facultad que toda persona tiene de elegir contratar
o no y con quien hacerlo. Por otro lado, la libertad contractual se entiende como la facultad que
las partes pueden ejercer para establecer el contenido del contrato, es decir, para configurarlo
internamente.
Como toda libertad, su ejercicio no es absoluto y encuentra su límite en la afectación perjudicial
de los derechos de terceros ajenos al contrato y en los límites impuestos por la ley, el orden
público, la moral y las buenas costumbres. Como señala Mosset Iturraspe, se trata de una
libertad que el estado a través de normas controla, otorgando a los jueces poderes suficientes
para que no se torne en abusos del fuerte sobre el débil.

Buena fe:
No cabe duda de que la buena fe es el principio general del derecho por excelencia. El nuevo
Código lo coloca en el Título Preliminar. En su artículo 9 dice, de manera lacónica, pero
terminante, que los derechos deben ser ejercidos de buena fe.
En materia contractual es un elemento de la estructura misma de la noción de contrato.
Originalmente no estaba reconocido en el derecho argentino, sino que fue incorporado por la
reforma de la ley 17.711.
Respecto del rol de la buena fe, sin duda ha sido Weiacker quien le reconoce varias funciones,
entre las que destacan permitir realizar el plan de valores de un ordenamiento, una pauta para
rechazar los casos de insignificancia permite corregir el derecho legal, se destaca también una
función de creación jurídica (por ejemplo, cuando amplia las obligaciones asumidas por las
partes). La doctrina ha reconocido dos clases o tipos de buena fe:

▪ Buena fe objetiva: también llamada buena fe lealtad, consiste en la reciproca lealtad


de conducta. Constituye un estándar jurídico y uno de los medios más eficaces para proteger al
hombre de otros hombres. El CCyC regula la buena fe no solo en su título preliminar, sino
también específicamente en materia contractual. Su artículo 961 dispone que los contratos
deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe. Obligan no solo a lo que esta
formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan considerarse comprendidas
en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso

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y previsor. Asimismo, el artículo 991 del CCyC dispone que durante las tratativas preliminares
las partes deben obrar de buena fe para no frustrarlas injustificadamente.
▪ Buena fe subjetiva: se la conoce también como buena fe creencia y configura la
herramienta que se emplea para proteger a quien confía, con razonabilidad, en la titularidad de
un derecho propio o ajeno. En el derecho contractual argentino se concreta en lo dispuesto por
el artículo 974 del CCyC, según el cual la oferta obliga al oferente. Para gozar de protección el
agente debe demostrar que podía confiar en la situación creada porque existieron conductas o
manifestaciones de voluntad de una persona.

Abuso del derecho:


Según Planiol, la expresión abuso del derecho constituye una verdadera contradicción, pues el
derecho concedido a la persona cesa en el mismo momento en que comienza el abuso, dado
que cuando la persona se extralimita actúa sin derecho.
Superada esta doctrina se admitió que, aun ejerciendo su derecho individual, la persona puede
caer en una conducta ilícita si lo hace de manera irregular. En un primer momento se adoptaron
criterios subjetivos (el sujeto que abusa tiene la intención de perjudicar, actúa con dolo). Cuando
se advirtió que la prueba del dolo o la culpa para la victima era dificultoso, lentamente, se fueron
elaborando criterios objetivos.
Actualmente el CCyC dispone en su articulo 10 que el ejercicio regular de un derecho propio o el
cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto. La ley no
ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Seguidamente la norma dispone que se considera
tal el que contraria los fines del ordenamiento jurídico o el que excede los limites impuestos por
la moral, la buena fe y las buenas costumbres.
Nuestro nuevo CCyC supera la regulación que brindo Vélez en su código; en su ultimo párrafo el
articulo 10 dispone que el juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio
abuso o de la situación jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de
hecho anterior y fijar una indemnización.
Finalmente, en el articulo 11 del CCyC se prevé un supuesto especial del acto abusivo al
establecer que las disposiciones del abuso del derecho se aplican cuando se abuse de una
posición dominante en el mercado, sin perjuicio de las disposiciones contenidas en leyes
especiales.

Razonabilidad:
Se trata de la máxima que obliga a obrar de manera arreglada, conforme al sentido común y a
los juicios de valor generalmente aceptados.
Ha habido discusiones respecto de si se trata de un principio, de una clausula general o una
regla, pero reconociendo que en definitiva la razonabilidad representa un inevitable
componente del derecho, de la norma jurídica y el equilibrado acuerdo contractual.
La diferente concepción del sistema del derecho privado que el Código Civil y Comercial tiene
respecto del Código de Vélez se advierte con facilidad porque este ultimo solo remitía a lo
razonable, plazo razonable y precio razonable. El nuevo cuerpo normativo, en su articulo 3,
sienta una regla fundamental, el juez debe resolver los asuntos que sean sometidos a su
jurisdicción mediante una decisión razonablemente fundada.
En la teoría general del contrato es empleado en diversas normas. Esta la razonabilidad como
criterio de conformidad o correspondencia, se ofrece un modelo de referencia, como “persona
razonable”. La razonabilidad del contenido de un contrato es juzgada, en primer lugar, por los
propios contratantes en virtud del principio de autonomía privada. Los jueces pueden juzgar
sobre lo razonable en caso de que fracase la convención estimada razonable por las partes o en
caso de discrepancia sobre su interpretación.

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UNIDAD 2: Las transformaciones de la noción tradicional de contrato.

El contrato como instrumento económico:

El estudio del contrato en sus orígenes romanos permite apreciar en toda su magnitud la
diferente concepción que tuvo la figura. Los romanos no construyeron una ciencia, sino que
observaron la realidad social.
En relación al contrato observaron que en la realidad existían los cambios (synalgmata) y
concibieron el contrato como una traslación patrimonial, como un cambio.
Fueron los filósofos franceses del S.17 los que aportaron una visión consensualista del contrato,
según la cual lo que obliga es el acuerdo de voluntades. La voluntad de las partes es creadora de
derechos y obligaciones. En el derecho continental europeo se ha desarrollado desde entonces
una concepción subjetiva del contrato. Por el contrario, el common law, se mantuvo alejado de
la influencia continental y más apegado a la tradición romanista.
Vélez hablaba de contratos paritarios o negociados, donde ambas partes están en pie de
igualdad, cuentan con la misma información e iguales herramientas para defender sus intereses.
El fenómeno de la masificación produjo que los contrales ya no sean entre iguales, por ello, el
nuevo CCyC, en forma acertada, estructura la regulación de los contratos bajo tres modalidades:

▪ Contratos paritarios.
▪ Contratos por adhesión a clausulas generales predispuestas. ▪
Contratos de consumo.

Aunque la reforma no recepto ningún atisbo de objetividad, no puede negarse que atemperó el
consensualismo. Es que en los contratos por adhesión y de consumo que manifiesta el
adherente o consumidor queda reducida a su mera expresión. Cabe tener en cuenta que el
concepto de contrato sigue siendo el mismo - el que brinda el artículo 957 - solo que se
contemplan dos especies dentro del género que define la norma legal.
Si bien no puede hablarse de un quiebre o fragmentación, es importante considerar que significa
un adelanto la técnica legislativa del CCyC.

Contratos paritarios o negociados:

Se trata del paradigma contractual elaborado por Vélez, parte de un vínculo relacional paritario,
con un intercambio prestacional equilibrados. La realidad negocial actual conlleva a cambios,
que obedecen, fundamentalmente a:

▪ Mutación en la manera de contratar: fundamentalmente porque se abandona la libre


voluntad negocial, hay nuevos contratos estandarizados con contenidos predispuestos por una
parte (generalmente el oferente).
▪ Mutación en el diseño del contrato: el diseño tradicional del contrato se ve modificado
por la Ley de Defensa del Consumidor.

Contratos por adhesión a clausulas generales predispuestas:

El contrato por adhesión a cláusulas predispuestas o condiciones generales es aquel en que la


configuración interna del mismo (reglas de autonomía) es dispuesta anticipadamente solo por
una de las partes (predisponente, profesional, proveedor, empresario, etc.), de modo que, si la
otra decide contratar, debe hacerlo sobre la base de aquel contenido.
Lo expuesto constituye una restricción al principio de libertad de contratación, en perjuicio de
quien contrata con una empresa creadora del texto contractual. De ello se deduce que la
contratación predispuesta porta los siguientes caracteres:

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▪ Unilateralidad: la configuración interna del contrato viene moldeada solo por una de las
partes, el adherente no participa en la redacción ni influye en su contenido.
▪ Rigidez: la contraparte carece del poder de negociación consistente en contar con la
posibilidad de discutir o en intentar influir en la redacción del contrato.
▪ Poder de negociación: predisponer un contrato presupone poder de negociación y ello
solo lo ejerce el profesional. Adherir a un contrato presupone que se carece de dicho poder. Y
esa carencia se sitúa en cabeza del adherente/consumidor o usuario.

Contratos de consumo:

Se trata de contratos en donde una de las partes se encuentra en una especial condición de
debilidad o vulnerabilidad; cuyos derechos gozan de jerarquía constitucional a partir de la
reforma de 1994. Está regulado especialmente por la Ley de Defensa del Consumidor 24.240, y
ahora también en el CCyC.
Tanto el Código como la legislación especial definen al contrato de consumo como aquel
celebrado entre un consumidor o usuario final con una persona humana o jurídica que actúe
profesional u ocasionalmente, o con una empresa productora de bienes o prestadora de
servicios (pública o privada) que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los bienes o
servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social.

Evolución del régimen de defensa del consumidor:


La defensa del consumidor se presenta como un despliegue de la tutela de debilidad jurídica. La
preocupación se acentuó durante el S.20 en razón de los desequilibrios que comenzaron a
manifestarse en el mercado de bienes y servicios.
Los avances tecnológicos, el rol preponderante de las empresas en el mercado, la influencia de
los medios de comunicación y la publicidad facilitaron la estandarización de las relaciones
contractuales y pusieron en jaque la autonomía privada y la libertad de contratación; dejando
en evidencia la insuficiencia de las instituciones tradicionales del derecho contractual.
En nuestro país el tema se instala en la doctrina a partir de la década del 80; a partir del impulso
doctrinario dado al tema, y, en gran medida, también por exigencia impuestas por la integración
regional - por la inserción de la Argentina al MERCOSUR -, se sanciona en 1993 la Ley de Defensa
del Consumidor N° 24.240. Desde entonces la evolución ha sido constante.
La influencia de este régimen protectorio ha tenido una influencia indiscutible, esto repercute
en la reforma constitucional de 1994, que incorpora la protección a los consumidores en su
artículo 42; dicho artículo dispone que los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen
derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses
económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de
trato equitativo y digno.
Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la
defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los
monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la
constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios.
La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y
los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional, previendo la
necesaria participación de las asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias
interesadas, en los organismos de control.
En consonancia con las exigencias de la jerarquía constitucional del principio protectorio, el
legislador opto por incorporar la defensa del consumidor en el CCyC. Esto se concreta a través
de normas que diseñan una protección de niveles mínimos y conforman el núcleo fundamental
de tutela.

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Contratos por adhesión a clausulas generales predispuestas: artículos 984 a 989

Tal como vimos, y según dispone el artículo 984 del CCyC el contrato por adhesión es aquel
mediante el cual uno de los contratantes adhiere a clausulas generales predispuestas
unilateralmente, por la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su
redacción.
La alternativa de la que dispone el adherente consiste en no contratar —hipótesis excepcional,
pues habitualmente se halla en estado de compulsión, del cual no puede sustraerse, pues
necesita del bien o servicio que presta el predisponente, preferentemente en ocasión del
ejercicio de un monopolio de hecho o de derecho— o, en su defecto, contratar, en cuyo caso
debe adherir en bloque contenido redactado por el profesional.
Lo característico de este tipo de contratos es que tienen un destinatario genérico, el público
consumidor o usuario, y no va dirigido a persona determinada, recién se individualiza con el
perfeccionamiento de cada contrato particular.
Ocurre que el consumidor o usuario adhiere a un esquema contractual que le viene (le llega)
predeterminado. Y lo hace a través de una manifestación de voluntad particular y concluyente,
que se traduce en una oferta. De tal manera que esta parte del adherente, quien propone
contratar en base a las cláusulas o condiciones generales predispuestas por el profesional o
empresario.

Clausulas generales:

Nuestro CCyC dispone en su artículo 985 cuales son los requisitos que deben reunir las clausulas
generales predispuestas para ser válidas. Así, dispone que tales clausulas deben ser
comprensibles y autosuficientes. La redacción debe ser clara, completa y fácilmente legible.
Cabe destacar que el Código hace prevalecer la importancia de la inteligibilidad y la
completividad de la cláusula de modo que, para la comprensión de su lectura, se haga
innecesario un reenvío a otra cláusula. En su tercer párrafo el artículo 985 dispone que se tienen
por no convenidas aquellas cláusulas que efectúen un reenvío a textos o documentos que no se
facilitan a la contraparte del predisponente, previa o simultáneamente a la conclusión del
contrato; esta disposición es aplicable a la contratación telefónica, electrónica o por medios
similares.
El objeto de la referida obligación tiene por contenido redactar cláusulas claras, serias e
inequívocas, idóneas para ser entendidas por sí por el adherente. Y llena este requisito el texto
redactado con palabras cuyo sentido objetivo puede ser establecido sin lugar a dudas según el
uso idiomático común o del comercio.

Interpretación:
Por otro lado, el artículo 987 - titulado interpretación - establece que las clausulas
predispuestas ambiguas se interpretan en sentido contrario a la parte predisponente, lo que da
cuenta de la protección que busca dársele por su situación de vulnerabilidad.
Ello es así porque es el predisponente quien debe asumir los riesgos de una defectuosa
declaración. Para alcanzar esta conclusión, debemos señalar que su fundamento está dado en
que es él quien dispone de los medios a su alcance para evitar toda duda por no haberse
expresado con claridad.

Clausulas particulares:

Este tipo de cláusulas se contemplan en el artículo 986 del CCyC, según el cual tales clausulas
son las que tienen por fin sustituir, ampliar, suprimir o modificar una cláusula general,
predominantemente traducen una expresión de voluntad que atiende al mecanismo tradicional
en la formación del contrato. En ese caso, prevalecen por sobre la condición general que deviene

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derogada; y así lo establece expresamente el CCyC.

Cláusulas abusivas:

En primer lugar, debemos tener en cuenta que las cláusulas abusivas son definidas por el CCyC
en su artículo 1119, con motivo de la regulación de los contratos de consumo. Según dicho
artículo es abusiva la cláusula que, habiendo sido o no negociada individualmente, tiene por
objeto o por efecto provocar un desequilibrio significativo entre los derechos y las obligaciones
de las partes, en perjuicio del consumidor.
Por otro lado, y específicamente respecto de los contratos celebrados por adhesión, el artículo
988 del CCyC dispone que en estos contratos se deben tener por no escritas las cláusulas que:

▪ Desnaturalicen las obligaciones del predisponente.


▪ Importen una renuncia o restricción a los derechos del adherente, o que amplíen
derechos del predisponente que resultan de normas supletorias:
▪ Por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente previsibles.

Control judicial de cláusulas abusivas:


Seguidamente, el artículo 989 del CCyC, dispone que la aprobación administrativa de las
clausulas generales no obsta su control judicial.
Esto es consistente con lo establecido en el artículo 1122, con relación a los contratos de
consumo y con el principio general, inherente al sistema de frenos y contrapesos propio de la
división de Poderes de gobierno, por el que los actos de la Administración pueden ser revisados
por el Poder Judicial.
Cuando el juez declara la nulidad parcial del contrato, simultáneamente lo debe integrar, si no
puede subsistir sin comprometer su finalidad; tal integración se debe dar según lo dispuesto en
el artículo 964 del CCyC.

Contratos de consumo:

La materia que hace al contenido de estos contratos corresponde a derechos que, en el


ordenamiento jurídico argentino, tienen específico rango constitucional.
El CCyC ha regulado los contratos de consumo, que hasta ahora se encontraban disciplinados
por la ley específica en la materia, pero no incorporados ni al Código Civil, ni al Código de
Comercio.
Se han establecido mínimos legales que actúan como un “núcleo duro” de tutela, los que pueden
ser ampliados por la legislación específica, mas no limitados. En la interpretación de las normas,
de las relaciones jurídicas y de los contratos, lo establecido en el Código debe ser considerado
el mínimo legal previsto para la protección.
Se trata de un ámbito donde las relaciones jurídicas entre los particulares se encuentran
atravesadas por el interés público y limitadas por el orden público protectorio; pues es claro que
en un sinnúmero de actividades cotidianas los consumidores se encuentran expuestos a riesgos
que no pueden controlar, para lo que se hace necesaria la intervención de agencias u órganos
públicos que aseguren el control de la actividad.

Relación y contrato de consumo: artículos 1092 a 1095

Como punto de partida, en nuestro derecho positivo, tanto la norma constitucional como las
infra constitucionales en la materia coinciden en expresar que la protección se dispensa en el
ámbito de la relación de consumo.
Según la define el artículo 1093 del CCyC la relación de consumo es el vínculo jurídico entre un

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proveedor y un consumidor. Puede tener origen contractual como no, y ello demuestra que el
legislador busco ampliar su ámbito de aplicación y no ceñirse únicamente a los contratos.
En su segundo párrafo, y en consonancia con el artículo 1 de la LDC, este artículo define al
consumidor como la persona humana o jurídica adquiere o utiliza en forma gratuita u onerosa
bienes o servicios en beneficio propio o de su grupo familiar o social. Se equipará al consumir
quien, sin ser parte de una relación de consumo, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma
gratuita u onerosa, en beneficio propio o de su grupo familiar o social.
El consumidor es el último eslabón de la cadena productiva, pues no lo destina a la producción
de otros bienes, sino que agota la cadena de valor del mismo, lo retira del circuito económico
situándolo fuera del mercado.
Por otro lado, según la LDC, el proveedor es la persona humana o jurídica que desarrolla de
manera profesional, aun ocasionalmente, actividades de producción, montaje, creación,
construcción, transformación, importación, distribución y comercialización de bienes y servicios,
destinados a consumidores y usuarios.
Finalmente, el artículo 1093 del mismo cuerpo legislativo define al contrato de consumo como
aquel celebrado entre un consumidor o usuario final con una persona humana o jurídica que
actúe profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o prestadora de
servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los bienes o
servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social.
Vemos así que el CCyC se vale de una expresión más amplia que la LDC, refiere a la empresa,
termino comprensivo de una variedad de situaciones donde la nota relevante será la presencia
de una organización empresarial, cualquiera sea esta.
Serias críticas se han planteado respecto a la exclusión del régimen de consumo los servicios
prestados por profesionales liberales. Ello surge del artículo 2 de la LDC, según el cual la
exclusión opera de aquellas profesiones que exigen título universitario habilitante y
matriculación en colegios profesionales. Tal eximición no rige cuando media publicidad de los
servicios destinada a los consumidores.

Pautas de interpretación:
Desde la sanción de la Ley de Defensa del Consumidor en 1993 y, en forma consolidada, a partir
de la incorporación de los derechos de los consumidores y usuarios a la Constitución Nacional,
en el año 1994, se ha establecido entre nosotros el criterio según el cual las cuestiones que se
suscitan vinculadas a las relaciones y contratos de consumo deben ser interpretadas a favor del
consumidor.
Más allá de que las relaciones de consumo constituyen un campo apto para la aplicación fecunda
de los principios generales del derecho, existen también principios que son propios del derecho
de consumidor.
Según se dispone en el artículo 1094 del CCyC las normas que regulan las relaciones de consumo
deben interpretarse y aplicarse conforme al principio de protección del consumidor y el de
acceso al consumo sustentable. Desde articulo podemos distinguir dos pautas:

▪ Protección al consumidor: se infiere, como dije más arriba, del artículo 42 de la CN,
como así también de la LDC. Nos ordena a dar prevalencia a la aplicación de aquella que sea más
beneficiosa a los intereses del consumidor; lo que nos conduce a descartar - en esta materia -
las soluciones de los artículos 963 y 1079 del CCyC. Seguidamente el artículo que analizo nos
dice que, en caso de duda sobre la interpretación de este código o las leyes especiales, prevalece
la más favorable al consumidor.
▪ Consumo sustentable: constituye una nueva directriz que expresa la íntima vinculación
existente entre el derecho del consumidor y el derecho ambiental. El consumo sustentable
exige, entre muchas otras cosas, atender a la protección del medio ambiente desde las normas
de derecho del consumidor y su aplicación.
Y, por otro lado, respecto de los contratos de consumo, se dispone que estos también deben

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interpretarse en el sentido más favorable al consumidor. En caso de duda debe optarse por la
interpretación menos gravosa para este último.

Prácticas abusivas: artículos 1096 a 1099

En primer lugar, corresponde determinar que el ámbito de aplicación del régimen de prácticas
abusivas presenta mayor extensión, puesto que según el artículo 1096 del CCyC estas
disposiciones aplican a todas las personas expuestas a prácticas comerciales. Esto resulta
coherente con la función preventiva asignada al derecho de daños.
Además de ello se debe tener en cuenta que tanto lo relativo a prácticas abusivas, como lo
referido a la información y publicidad a consumidores constituyen normas de orden público
protectorio, y, por ende, indisponibles para las partes.

Trato digno, equitativo y no discriminatorio:


Dispone el artículo 1097 del Código Civil y Comercial de la Nación - de conformidad con el
artículo 8 de la LDC - que, los proveedores deben garantizar condiciones de trato digno a los
consumidores y usuarios. La dignidad de la persona humana debe ser respetada conforme a los
criterios generales que surgen de los tratados de derechos humanos. Seguidamente se dispone
que los proveedores deben abstenerse de conductas que coloquen a los consumidores en
situaciones:

▪ Vergonzantes: situaciones deshonrosas o humillantes.


▪ Vejatorias: refiere a conductas representativas de malos tratos, persecuciones o
padecimientos para el consumidor.
▪ Intimidatorias: comportamientos destinados a infundir temor.

Además de ello y, por otro lado, el CCyC dispone en su artículo 1098 que los proveedores deben
dar a los consumidores un trato equitativo y no discriminatorio. No se pueden establecer
diferencias basadas en pautas contrarias a la garantía constitucional de igualdad, en especial, la
de la nacionalidad de los consumidores. Se trata de una norma de clara inspiración
constitucional, fundamentalmente en relación a los artículos 16 (igualdad) y 42 (consumidores)
de la CN.
Un supuesto especial de práctica abusiva, subsumible en el estándar inequitativo, está
consagrado en el artículo 10 quater de la LDC, según el cual se prohíbe el cobro de preaviso, mes
adelantado y/o cualquier otro concepto, por parte de los prestadores de servicios en los casos
de solicitud de baja de servicios del mismo realizado por el consumidor ya sea en forma personal,
telefónica, electrónica o similar.

Libertad de contratar:
La libertad de contratar del consumidor suele verse afectada de manera significativa a
consecuencia del poder económico ejercido por las empresas proveedoras de bienes o servicios.
Nuestro codificador ha establecido en el artículo 1099 que están prohibidas las cláusulas que
limitan la libertad de contratar del consumidor, en especial aquellas que subordinan la provisión
de productos o servicios a la adquisición simultanea de otros.
Con ello se busca posibilitar a los consumidores decidir libremente las operaciones a celebrar,
de modo que no sean productos de coacciones, acosos o presiones.
Otra práctica que cercena sustancialmente la libertad de contratación del consumidor, es el
supuesto de contratación forzosa consagrado en el artículo 35 de la LDC. Según este artículo se
prohíbe asignar el carácter de aceptación al silencio o ausencia de rechazo por parte del
consumidor. Es por ello que en el fragmento de consumo el silencio jamás puede configurarse
como manifestación de al voluntad.

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Información y publicidad: artículos 1100 a 1103

Información:
La información a los consumidores se ubica entre los derechos enunciados por el artículo 42 de
la CN, pues se trata de una de las principales herramientas que permiten corregir situación de
vulnerabilidad del consumidor. Es así que el artículo 1100 del CCyC y el artículo 4 de la LDC,
imponen a los proveedores la obligación de informar al consumidor las características esenciales
del bien o servicio, como así también toda otra circunstancia relevante para la transparencia del
negocio. Dicha información debe ser gratuita y con la claridad necesaria para su comprensión.
Este deber de informar proyecta su eficacia sobre todas las instancias temporales de la relación
de consumo.
Por otro lado, el artículo 4 de la LDC dispone que la información debe ser proporcionada siempre
en soporte físico, salvo que el consumidor o usuario opte expresamente por un medio
alternativo de comunicación que el proveedor ponga a disposición.
La obligación de proporcionarla, impuesta al proveedor, está destinada a morigerar o suprimir
la asimetría existente entre las partes en una relación de consumo, precisamente basada en
gran medida por la distinta posibilidad de acceder a información real, certera, sobre las
características del producto o servicio del que se trate.

Publicidad:
En el ámbito de la contratación masificada, el marketing y la publicidad se erigen como
herramientas principales del proceso de creación y comercialización de bienes y servicios. La
enorme significación y el lugar que ocupa en la realidad socio económica el fenómeno
publicitario torna inviable pensar en cualquier intento de eliminación de esta práctica, pero si
resulta necesario que el derecho se ocupe al menos de un régimen de controles mínimos para
evitar se afecten derechos elementales de los consumidores.
En orden a esta cuestión, se establecen en el artículo 1100 del Código Civil y Comercial tres
supuestos o tres modalidades de publicidad prohibida:

▪ Publicidad falsa: comprende en ella a la que contenga falsedades que induzcan (juicio en
concreto) o puedan inducir (juicio en abstracto) a error al consumidor, en tanto recaigan sobre
elementos esenciales del producto o servicio.
▪ Publicidad comparativa: es aquella que efectúa comparaciones de bienes o servicios
cuando sean de naturaleza tal que conduzcan a error al consumidor.
▪ Publicidad abusiva: el CCyC se refiere a aquella publicidad que fuere abusiva,
discriminatoria o induzca al consumidor a comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su
salud o seguridad.

Los consumidores que resulten afectados, o quienes estén legalmente autorizados pueden
solicitar al juez la cesación de la publicidad ilícita, la publicación a cargo del demandado de
anuncios rectificarorios y una sentencia condenatoria.
Por otro lado, el CCyC dispone que las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios,
prospectos u otros medios de difusión se tienen por incluida en el contrato con el consumidor y
obligan al oferente. Ello, dice Kemelmajer de Carlucci, se da como consecuencia del principio de
protección de la confianza y en la buena fe, dado que los destinatarios de la publicidad actúan
en función de las expectativas creadas por el mensaje publicitario.

Modalidades especiales: articulo 1104 a 116

Se trata de técnicas que facilitar a las empresas llegar a concretar contratos con un amplio
número de consumidores. Están reguladas también en la LDC, podemos ver:

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Contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales:


Este supuesto está regulado por el artículo 1104 del CCyC, según el cual, está comprendido en
la categoría de contrato celebrado:

▪ Fuera de los establecimientos comerciales del proveedor


▪ El que resulta de una oferta o propuesta sobre un bien o servicio concluido en el
domicilio o lugar de trabajo del consumidor, en la vía pública, o por medio de correspondencia.
▪ Los que resultan de una convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del
proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria sea total o parcialmente
distinto al de la contratación, o se trate de un premio u obsequio.

Esta enumeración debe interpretarse como enunciativa, a fin de no impedir la subsunción de


nuevos supuestos que las técnicas de marketing puedan diseñar en el futuro.

Contratos celebrados a distancia:


Son aquellos concluidos entre un proveedor y un consumidor con el uso exclusivo de medios de
comunicación a distancia, entendiéndose por tales los que pueden ser utilizados sin la presencia
física simultánea de las partes contratantes. En especial, se consideran los medios postales,
electrónicos, telecomunicaciones, así como servicios de radio, televisión o prensa.

Utilización de medios electrónicos:


Nuestro CCyC dispone, en su artículo 1106 que, siempre que en este Código o en leyes especiales
se exija que el contrato conste por escrito, este requisito se debe entender satisfecho si el
contrato con el consumidor o usuario contiene un soporte electrónico u otra tecnología similar.

Información sobre los medios electrónicos:


Si las partes se valen de técnicas de comunicación electrónica o similares para la celebración de
un contrato de consumo a distancia, el proveedor debe informar al consumidor, además del
contenido mínimo del contrato y la facultad de revocar, todos los datos necesarios para utilizar
correctamente el medio elegido, para comprender los riesgos derivados de su empleo, y para
tener absolutamente claro quién asume esos riesgos.

Ofertas por medios electrónicos:


Las ofertas de contratación por medios electrónicos o similares deben tener vigencia durante el
período que fije el oferente o, en su defecto, durante todo el tiempo que permanezcan
accesibles al destinatario. El oferente debe confirmar por vía electrónica y sin demora la llegada
de la aceptación.

Lugar de cumplimiento:
En los contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales, a distancia, y con
utilización de medios electrónicos o similares, se considera lugar de cumplimiento aquel en el
que el consumidor recibió o debió recibir la prestación. Ese lugar fija la jurisdicción aplicable a
los conflictos derivados del contrato. La cláusula de prórroga de jurisdicción se tiene por no
escrita.

Revocación:
Se dispone en el artículo 1110 del CCyC que, en los contratos celebrados fuera de los
establecimientos comerciales y a distancia, el consumidor tiene el derecho irrenunciable de
revocar la aceptación dentro de los diez días computados a partir de la celebración del contrato.
Si la aceptación es posterior a la entrega del bien, el plazo debe comenzar a correr desde que
esta última se produce. Por otro lado, dispone este artículo que, si el plazo vence en día inhábil,
se prorroga hasta el primer día hábil siguiente.

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Se dijo que la facultad de revocación conferida al consumidor es irrenunciable, carácter que se


reafirma con el último párrafo del artículo 1110 cuando sanciona con la ineficacia cualquier
clausula o modalidad aceptada por el consumidor que tenga por efecto imposibilitar su ejercicio.

Deber de informar el derecho a la revocación:


El proveedor debe informar al consumidor sobre la facultad de revocación mediante su inclusión
en caracteres destacados en todo documento que presenta al consumidor en la etapa de
negociaciones o en el documento que instrumenta el contrato concluido, ubicada como
disposición inmediatamente anterior a la firma del consumidor o usuario. El derecho de
revocación no se extingue si el consumidor no ha sido informado debidamente sobre su
derecho.
La revocación debe ser notificada al proveedor por escrito o medios electrónicos o similares, o
mediante la devolución de la cosa dentro del plazo de diez días computados conforme a lo
previsto en el artículo 1110.
Si el derecho de revocar es ejercido en tiempo y forma por el consumidor, las partes quedan
liberadas de sus obligaciones correspectivas y deben restituirse recíproca y simultáneamente las
prestaciones que han cumplido.

Imposibilidad de devolución:
La imposibilidad de devolver la prestación objeto del contrato no priva al consumidor de su
derecho a revocar. Si la imposibilidad le es imputable, debe pagar al proveedor el valor de
mercado que la prestación tiene al momento del ejercicio del derecho a revocar, excepto que
dicho valor sea superior al precio de adquisición, en cuyo caso la obligación queda limitada a
este último.

Gastos:
Según el artículo 1115, el ejercicio del derecho de revocación no debe implicar gasto alguno para
el consumidor. En particular, el consumidor no tiene que reembolsar cantidad alguna por la
disminución del valor de la cosa que sea consecuencia de su uso conforme a lo pactado o a su
propia naturaleza, y tiene derecho al reembolso de los gastos necesarios y útiles que realizó en
ella.

Excepciones al derecho de revocar:


Dispone el CCyC en su artículo 116 que, excepto pacto en contrario, el derecho de revocar no es
aplicable a los siguientes contratos:

▪ Los referidos a productos confeccionados conforme a las especificaciones suministradas


por el consumidor o claramente personalizados o que, por su naturaleza, no pueden ser
devueltos o puedan deteriorarse con rapidez.
▪ Los de suministro de grabaciones sonoras o de video, de discos y de programas
informáticos que han sido decodificados por el consumidor, así como de ficheros informáticos,
suministrados por vía electrónica, susceptibles de ser descargados o reproducidos con carácter
inmediato para su uso permanente.
▪ Los de suministro de prensa diaria, publicaciones periódicas y revistas.

Cláusulas abusivas: artículos 1117 a 1122

Como vimos al tratar los contratos por adhesión, en todo contrato existen, básicamente dos
tipos de cláusulas:

▪ Negociadas: son conversadas, dialogadas y dispuestas por las partes del contrato en
pie de igualdad.

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▪ Predispuestas: no son conversadas, sino que son impuestas por la parte fuerte del
contrato a la otra.

El CCyC dispone que a los efectos de determinar si las cláusulas de un contrato de consumo son
abusivas o no, se aplica lo dispuesto por las leyes especiales y la normativa del CCyC entre los
artículos 985 y 988, existan o no clausulas generales predispuestas por una de las partes.
Asimismo, cabe aclarar que todas las cláusulas del contrato de consumo pueden ser declaradas
abusivas, aun cuando estas hayan sido negociadas individualmente o aprobadas expresamente
por el consumidor.
La regla general es que se considera abusiva y debe tenerse por no escrita aquella cláusula que
tiene por objeto u efecto provocar un desequilibrio significativo en los derechos y obligaciones
de las partes en un directo perjuicio del consumidor.
Por otro lado, se contempla en el CCyC la figura de la situación jurídica abusiva, a la cual
podemos definir como el conjunto de actos jurídicos conexos que tiene como objeto u efecto
provocar un desequilibrio significativo en los derechos y obligaciones de las partes en un directo
perjuicio del consumidor.
Sin perjuicio de lo antes señalado, el artículo 1121 del CCyC - titulado limites - dispone que no
se pueden declarar abusivas las cláusulas que:

▪ Hagan referencia a la relación entre el precio y el bien o servicio prestado.


▪ Se refieran a normas contenidas en tratados internacionales o normas imperativas.

Control judicial: articulo 1122


Este artículo establece que sin perjuicio de lo que dispongan las leyes especiales, el control
judicial sobre las cláusulas del contrato de consumo debe realizarse conforme las siguientes
reglas:

▪ La aprobación administrativa de las cláusulas abusivas no obsta el control.


▪ Las cláusulas abusivas se tienen por no convenidas.
▪ Si se declara la nulidad parcial de un contrato y sin las cláusulas declaradas nulas dicho
contrato no pueda subsistir manteniendo su finalidad original el juez debe integrarlo.
▪ Cuando se prueba una situación jurídica abusiva derivada de contratos conexos, el juez
debe aplicar lo dispuesto en el artículo 1075.

Contrato Preliminar: artículos 994 a 996

En los tres artículos de esta sección se regulan los contratos preliminares o preparatorios, de
especial —pero no excluyente— utilidad para el desarrollo de proyectos negociales de gran
envergadura. se emplean cuando no resulta material o jurídicamente posible o conveniente
para las partes celebrar directamente el contrato definitivo.
Los códigos civil y comercial derogados carecían de estipulaciones específicas al respecto
El contrato preliminar actúa como un vínculo instrumental y temporario con relación al contrato
definitivo cuya posible concreción es su fin.
La promesa de celebración de un contrato futuro, bajo cualquiera de las dos modalidades que
se mencionan a continuación, obliga por el plazo por el que fue formulada; el que puede ser de
un año o menor y ser renovado a su vencimiento, o prorrogado por un lapso inferior al del plazo
inicialmente estipulado, según lo acuerden las partes. el fundamento de esta limitación se
encuentra en la preservación de la libertad contractual, por lo que, en caso de duda, las cláusulas
de autonomía que varíen dicho plazo deben ser interpretadas restrictivamente, en el sentido de
la liberación del obligado. Dos son, básicamente los contratos preliminares:

▪ La promesa de contrato futuro.

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▪ El contrato de opción.

Promesa de contrato futuro:

Esta modalidad de contratación esta regulada en el articulo 995 del CCyC, según el cual las partes
puede obligarse a celebrar un contrato futuro. Agrega que el contrato futuro no puede ser un
contrato formal solemne, es decir, de aquellos para los cuales se exige una forma bajo sanción
de nulidad.
Es aplicable el régimen de las obligaciones de hacer, contenido entre los artículos 773 y 778 del
CCyC, que prevé la ejecución forzada, con intervención sustitutiva del juez en el supuesto del
artículo 1018, de verificarse los requisitos allí establecidos.

Contrato de opción:

Se trata de un contrato preliminar por el que las partes se obligan a celebrar un futuro contrato,
cuyos elementos esenciales particulares determinan, otorgando a una de ellas, a varias o a
todas, según el tipo de vínculo del que se trate, la facultad irrevocable de concluir el contrato
por vía de la aceptación, la que debe ser ejercida dentro del plazo de un año o del menor que
convengan. Según el articulo 996 del CCyC puede tratarse de contratos gratuitos u onerosos. De
uso normal en la compraventa inmobiliaria y en el mercado bursátil, su regulación en la parte
general permite, con buen criterio, emplazarlo como un mecanismo negocial de aplicación
general tanto a los contratos onerosos como a los gratuitos.
El contrato de opción debe observar la forma requerida para el contrato definitivo; lo que
determina, por ejemplo, que, si la finalidad del contrato de opción es la celebración de un
contrato de compraventa inmobiliaria, deba realizarse en escritura pública.
La identidad de los contratantes resulta fundamental, por ello en su parte final el articulo 996
prohíbe su transmisibilidad a terceros.

Pacto de preferencia y pacto sujeto a conformidad: artículos 997 y 998

El sentido básico del pacto de preferencia es el de posibilitar que determinados negocios se


mantengan bajo el ámbito de control de quienes en un determinado momento participan de
ellos, otorgándoles la posibilidad de adquirir los derechos de los que sean titulares otras partes,
antes de dar ingreso a terceros.
En el régimen anterior eran contempladas en la regulación general del contrato de
compraventa, aun cuando pueden aplicarse a otros contratos —en este código se lo regula
específicamente en los artículos 1165 y 1166 CCyC, para la compraventa; y en el artículo 1182
CCyC, para el contrato de suministro—. Por ello, su tratamiento en la Parte General de la
regulación de los contratos importa una notoria mejora en la técnica normativa y evita la
necesidad de desarrollar fundamentos analógicos para la aplicación a otros contratos de una
solución antes prevista para un tipo determinado.

Pacto de preferencia:

El código establece que el pacto de preferencia da nacimiento a una obligación de hacer a cargo
de una de las partes por la que, de decidir ella celebrar un contrato con relación a la operación
jurídica considerada, deberá concluirlo con quien o quienes sean acreedoras de tal obligación.
Por lo general, el pacto se encuentra contenido en el contrato original o base, pero nada obsta
a que se perfeccione por vía accesoria, observando las formalidades que exija el contrato
principal.
La norma prevé que dicha obligación pueda ser asumida por las partes con carácter recíproco
cuando la operación jurídica considerada trate sobre participaciones sociales de cualquier

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naturaleza, partes alícuotas en un condominio, participaciones en contratos asociativos o


supuestos similares, expresión que debe interpretarse en el sentido de dar tal posibilidad a
quienes tienen ya algún interés jurídico o económico en un negocio o con relación a un bien,
para que puedan incrementar su participación con la incorporación de la porción del obligado
por el pacto, antes de dar lugar al ingreso de terceros al negocio.
En la última parte del artículo 997 del CCyC se prevé la transmisibilidad a terceros de los
derechos y obligaciones derivados de este pacto, la que deberá ajustarse a las modalidades y
formas que se hubieran estipulado para ello en el contrato base.
Lo establecido con relación a la transmisibilidad determina que no se esté ante una estipulación
en la que la identidad del beneficiario se considere esencial. el pacto obedece a una cuestión de
conveniencia negocial.
El otorgante de la preferencia debe dirigir a su o sus beneficiarios una declaración, con los
requisitos de la oferta, comunicándole su decisión de celebrar el nuevo contrato, en su caso de
conformidad con las estipulaciones del pacto. El contrato queda concluido con la aceptación del
o de los beneficiarios.

Contrato sujeto a conformidad:

Es habitual que, en algunos ámbitos negociales, como el de la intermediación en la compraventa


inmobiliaria, se alcancen acuerdos sujetos a la conformidad del titular del derecho sobre el que
trata la operación jurídica a celebrar. ello puede ocurrir, también, cuando se contrata con
relación a intereses de niños u otros incapaces, cuando se requiere autorización judicial. la
regulación contenida en este artículo se aplica en tales supuestos.
El contrato sujeto a conformidad, habitualmente denominado contrato ad referendum, es un
negocio en el que la declaración de voluntad de una de las partes, o de ambos, debe ser
integrada por la declaración de voluntad del titular de un derecho en cuyo interés se actúa o de
la decisión de un juez, para que el acto jurídico pueda considerarse concluido.
Queda, pues, sujeto a una condición suspensiva, por lo que:

▪ Según el artículo 347 del CCyC, pendiente la condición suspensiva, el titular del derecho
sujeto a condición puede solicitar medidas conservatorias, recayendo sobre el transmitente el
deber de actuar según las reglas de la buena fe, de modo de no perjudicar a la contraparte.
▪ Dispone el artículo 348 que, ante el cumplimiento de la condición, las partes deben
cumplir recíprocamente las obligaciones convenidas, de acuerdo con la naturaleza, fines y
objeto del acto jurídico concertado.
▪ El artículo 349 del CCyC, dispone que, de no cumplirse la condición suspensiva, las partes
quedan liberadas de obligaciones entre sí, debiendo restituirse lo que se hubieran entregado,
con sus accesorios, de haberse ejecutado alguna prestación antes de la verificación del
cumplimiento de la obligación, a excepción de los frutos percibidos.

Contrato por persona a designar: articulo 1029

El contrato para persona a designar tiene lugar cuando uno de los contratantes, el estipulante,
se reserva el derecho o la facultad de designar, dentro de un plazo establecido, a quien ocupará
luego su posición contractual en el negocio. este contrato carecía de regulación en el orden
normativo previo a la sanción de este código.
Dice Picasso en el comentario a este artículo del CCyC que suele ser un recurso empleado por
intermediarios, quienes actúan en nombre e interés propios, de especial uso en operaciones de
compraventa de inmuebles y de automotores —las denominadas compras “en comisión”—,
quienes adquieren un bien sin satisfacer los recaudos formales específicos, que completarán
una vez que encuentren un comprador al que adjudicar la cosa.
El código admite la realización de contratos para persona a designar por cualquier parte y en

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tanto no se trate de contratos que no pueden ser celebrados por medio de representantes o en
los que la determinación de los sujetos que integrarán cada parte sea indispensable en el
momento de la celebración, como ocurre cuando la persona que habrá de cumplir las
obligaciones surgidas del contrato resulta esencial en razón de sus cualidades personales
La asunción de la posición contractual se produce con efectos retroactivos a la fecha del
contrato, cuando el tercero acepta la nominación y su aceptación es comunicada a la parte que
no hizo la reserva. Esta comunicación debe revestir la misma forma que el contrato, y ser
efectuada dentro del plazo estipulado o, en su defecto, dentro de los quince días desde su
celebración. Mientras no haya una aceptación del tercero, el contrato produce efectos entre las
partes.

Contrato por cuenta de quien corresponda: articulo 1030

El contrato por cuenta de quien corresponda es un contrato representativo, de habitual empleo


en el ámbito comercial, en el que el celebrante no actúa en interés propio, por lo que no es
parte, sino ajeno. Se da en casos en los que el contratante se encuentra en la necesidad de tener
que contratar sobre cosas de las que es tenedor, para luego identificar a quien resulte ser el
dueño de ellas.
Al quedar el contrato por cuenta de quien corresponda sujeto a las reglas de la condición
suspensiva, quien lo celebra puede solicitar, pendiente la condición, que se adopten medidas
conservatorias de los bienes objeto del contrato. Hasta tanto se cumpla la condición, las partes
deben comportarse de acuerdo con el principio de buena fe.

Subcontrato: artículos 1069 a 1072

La subcontratación no tenía regulación general en los códigos anteriores, aunque sí dentro del
contrato de locación, en el que es de uso habitual.
Podemos decir que el subcontrato es un nuevo contrato derivado de otro principal; según el
artículo 1069 del Código Civil y Comercial el subcontrato es un nuevo contrato mediante el cual
el subcontratante crea a favor del subcontratado una nueva posición contractual derivada de la
que aquél tiene en el contrato principal. Sus partes son el subcontratante y el subcontratado y,
a partir del consentimiento entre ellos alcanzado, aquel crea a favor de este una nueva posición
contractual.
Seguidamente, el articulo 1070 establece un límite a la subcontratación y establece que, en los
contratos con prestaciones pendientes éstas pueden ser subcontratadas, en el todo o en parte,
a menos que se trate de obligaciones que requieren prestaciones personales
Debemos tener en cuenta que aun cuando se hable de un nuevo contrato, este es derivación de
otro principal, del que resulta accesorio; por lo que el subcontrato subsiste y es eficaz en tanto
lo sea el contrato base.
Se trata de una suerte de desprendimiento del contrato base que no debe confundirse con la
cesión de posición contractual regulada en los artículos 1636 a 1640 CCyC.

Acciones del subcontratado:

Respecto a las acciones establecidas a favor del subcontratado, el articulo 1071 nos dice que el
mismo dispone de:

▪ Acciones emergentes del subcontrato: el subcontratado puede ejercer contra el


subcontratante las acciones surgidas del subcontrato que, como se vio, crea una nueva posición
contractual derivada del contrato principal.
▪ Acciones del subcontratante contra el contratante en el contrato principal: el Código
atribuye al subcontratado la posibilidad de demandar al contratante en el contrato original por

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vía de acción directa. La acción directa es de carácter excepcional, y es por ello que en el artículo
se la enuncia expresamente.

Acciones del contratante:

El contratante en el contrato principal, quien no ha sido parte en el subcontrato, conserva las


acciones emergentes del contrato del que es parte contra el subcontratante; pero también
puede accionar contra el subcontratado por lo que este adeude al subcontratante y en la medida
del crédito que ese contratante pueda invocar. Esas acciones pueden ser ejercidas por el
contratante en nombre e interés propio.

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UNIDAD 3: La clasificación de los contratos.

Clasificación de los contratos:

Clasificar significa ordenar, organizar, catalogar una materia determinada. En materia


contractual se pueden esbozar dos grandes criterios clasificatorios. Por un lado, los contratos se
pueden clasificar desde un punto de vista técnico jurídico y, por otro lao, desde el punto de vista
de su utilidad o función económico - social.

CLASIFICACION TECNICO JURIDICA:

Las distintas clasificaciones de los contratos desde el punto de vista técnico jurídico surgen del
Capítulo 2, Titulo II del CCyC y como consecuencia de la ausencia de caracterización de estos en
la regulación efectuada por el codificador, es que tal tarea ha quedado en manos de la doctrina.

Contratos unilaterales, bilaterales y plurilaterales:

Esta distinción dice Nicolau se ciñe a los contratos generadores de obligaciones. Esta consagrada
normativamente en el artículo 966 del CCyC, a partir del cual distinguimos entre:

Contratos unilaterales:
Según el primer párrafo articulo antes mencionado se llama unilateral aquel contrato en el cual
- al momento de su celebración - nacen obligaciones para una sola parte. De este modo solo
un parte es acreedor y la otra deudora, son ejemplos de ellos la donación, la fianza.
Existen contratos denominados no rigurosamente unilaterales, en los cuales ambas partes
están obligadas, pero las obligaciones a cargo de cada una de ellas no son reciprocas entre si;
por ejemplo, la donación con cargo. En estos casos pese a que ambas partes están obligadas
debe encuadrárselo como unilateral, pues no hay relación entre las obligaciones.

Contratos bilaterales:
En su segunda parte el articulo 966 dispone que los contratos son bilaterales cuando las partes
se obligan recíprocamente la una hacia la otra; los contratos bilaterales exigen reciprocidad e
interdependencia entre las obligaciones. De modo que ambas partes son al mismo tiempo
deudor y acreedor.
En efecto, esta relación de bilateralidad y reciprocidad se denomina sinalagma. Puede ser
genético, cuando esas relaciones nacen al momento del perfeccionamiento, o funcional, cuando
aparecen durante su ejecución. Son ejemplos la compraventa, la permuta, la locación, entre
otros.

Contratos plurilaterales:
El articulo 966 del Código Civil y Comercial, in fine, dispone que las normas de los contratos
bilaterales se aplican supletoriamente a los contratos plurilaterales. Por otro lado, el articulo
977 del CCyC dice que si el contrato ha de ser celebrado por varias partes, y la oferta emana de
distintas personas, o es dirigida a varios destinatarios, no hay contrato sin el consentimiento de
todos los interesados, excepto que la convención o la ley autoricen a la mayoría de ellos para
celebrarlo en nombre de todos o permitan su conclusión sólo entre quienes lo han consentido.
La doctrina subclasifica estos contratos en:

▪ Contratos plurilaterales con causa asociativa:


o Contrato asociativo societario: da origen a una persona jurídica distinta de los
Socios (por ejemplo, una sociedad anónima).
o Contrato asociativo no societario: cuando presentan una finalidad común pero

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no dan lugar al surgimiento de una sociedad.


▪ Contratos plurilaterales con causa de cambio: no dan lugar al nacimiento de una
sociedad civil ni se verifica en ellos una función común, pero presentan complejidades propias
de la pluralidad, como la transacción entre tres o mas sujetos.

La diferencia entre contratos unilaterales o bilaterales y contratos plurilaterales recae en que


para clasificar un contrato en unilateral o bilateral se toma en cuenta si nacen obligaciones para
una o ambas partes. En cambio, para decir si es plurilateral, lo que se toma en consideración es
si existe o no un fin común entre las partes.
A diferencia de los demás contratos, estos son abiertos porque las partes pueden variar, en el
sentido de que quienes lo celebraron pueden retirarse e ingresar otros, que se incorporan en
ese mismo carácter de partes, quedando obligados según las normas contractuales originarias.
Estas diferencias influyen a la hora de aplicar los institutos tradicionales del derecho contractual,
como los vicios de la voluntad.

Criterio de distinción:
Debemos tener en cuenta que el criterio clasificatorio en análisis no se confunde con el que
permite determinar el carácter bilateral de un acto jurídico. El acto jurídico es bilateral cuando al
momento de su celebración intervienen la manifestación de voluntad de dos o mas partes. Por
ello la clasificación contenida en el articulo 966 del CCyC es propia de los contratos y no puede
extenderse a los demás, en tanto que el contrato - como acto jurídico - es siempre bilateral;
pero como contrato puede ser unilateral o bilateral.

Contratos onerosos y gratuitos:

Contratos a titulo oneroso:


Según lo dispone el articulo 967 del CCyC los contratos son a titulo oneroso cuando las ventajas
que procuran a una de las partes les son concedidas por una prestación que ella ha hecho o se
obliga a hacer a la otra.
En definitiva, se llama oneroso el contrato en que cada una de las partes realiza un sacrificio
patrimonial (prestación que se cumple) en correspondencia con una ventaja (contraprestación
que se recibe). Debemos tener en cuenta que dicha equivalencia no debe ser objetiva, solo en
aquellos casos en que el desequilibrio de prestaciones sea notable (lesión), la ley proporciona a
la parte afectada un medio de defensa. Como por ejemplo la compraventa, la permuta, el
suministro, la locación. También existen contratos que se presumen onerosos, pero se podría
pactar la gratuidad sin que se desnaturalicen, como el mandato. Y otros como la cesión de
derechos pueden ser onerosos o gratuitos.

Contratos a título gratuito:


Este mismo artículo, in fine, dispone que los contratos son a título gratuito cuando aseguran a
uno o a otro de los contratantes alguna ventaja, independientemente de toda prestación a su
cargo. Es decir, una sola parte recibe una ventaja patrimonial y la otra soporta un sacrificio, o
sea, aquel en que la única atribución patrimonial no presenta ningún nexo con otra; tal es el
caso de la donación y el comodato.
La persona del beneficiario en los contratos gratuitos es principalísima, puesto que a ella y no a
otra cualquiera se ha querido favorecer.
Puede decirse que en materia de contratos no existe acto alguno que pueda escapar, total o
parcialmente, a esta clasificación. Dice Salvat que la determinación del carácter gratuito u
oneroso de un contrato es una cuestión de hecho, librada a la apreciación de los jueces y
tribunales en cada casa particular.

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Por otro lado, la distinción entre contratos bilaterales y unilaterales plantea el interrogante
acerca de si existe o no concordancia perfecta entre aquellos, y los onerosos y gratuitos,
respectivamente.
En este sentido pude afirmarse que existe una correspondencia entre los bilaterales y los
onerosos, en tanto que hay contraprestaciones recíprocas. Pero esta afirmación no tiene
carácter absoluto, así podemos ver al comodato, que por naturaleza es gratuito.
Por otro lado, la concordancia entre los unilaterales y los gratuitos, en principio existe; se
presenta por ejemplo en la donación y la fianza, puesto que solo una de las partes es deudora y
la otra acreedora. Y si bien el CCyC no regula tipos legales de contratos que puedan ser
unilaterales y onerosos, la excepción puede darla un contrato innominado en el que las partes
así lo acuerden.

Contratos conmutativos y aleatorios:

La mayoría de la doctrina entiende que se trata de una subespecie de los contratos onerosos; y
tal criterio ha sido adoptado por el CCyC en su articulo 968.

Contratos conmutativos:
El primer párrafo del articulo 968 del CCyC dispone que los contratos onerosos son conmutativos
cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas.
En otras palabras, los contratos son conmutativos cuando las ventajas que proporcionan a las
partes son ciertas y susceptibles de apreciación inmediata, no depende de eventualidad alguna.
Son ejemplos la compraventa, la permuta, la cesión de derechos - salvo los derechos dudosos o
litigiosos - la locación, entre otros.

Contratos aleatorios:
Por su parte el contrato aleatorio es aquel en el cual la entidad del sacrificio puesta en relación
con la ventaja no puede ser conocida en el acto de formación del contrato. Tal entidad se
revelará luego, según el curso de los acontecimientos. Es decir, quien celebra este tipo de
contratos tal vez haga una cosa que les útil o perjudicial, según las circunstancias.
El acontecimiento es incierto no solo cuando no existe certeza sobre la posibilidad de s
ocurrencia, sino también cuando se ignora el momento en el cual ha de verificarse.
Estos contratos pueden ser tales por su naturaleza, como el juego y la apuesta, o por voluntad
de las partes como la compraventa de cosa futura.

La implicancia practica de esta clasificación estriba en que, en principio, la imprevisión resultaría


aplicable a los conmutativos y, solo por excepción, podría invocarse en los aleatorios, si la
prestación se torna excesivamente costosa por causas extrañas a la alea propia.

Contratos formales y no formales:

Esta clasificación surge de lo dispuesto por el articulo 969 del nuevo Código Civil y Comercial de
la Nación.

Contratos formales:
El articulo 1015 del CCyC dispone que son formales los contratos a los cuales la ley les impone
una forma determinada; sin embargo, como surge del articulo 284 del CCyC a estas formas
legales se le suman las convencionales.
A su vez, el articulo 959 - que establece el distingo entre contratos formales y no formales -
efectúa una fragmentación de la categoría en dos:

▪ Contratos formales bajo pena de nulidad: también llamados contratos absolutos o

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solemnes, son aquellos en los cuales las solemnidades se exigen para la validez, de modo que,
no observada la forma en el momento de la celebración, son nulos. Son claros ejemplos la
donación de bienes muebles registrables y las prestaciones vitalicias. Se trata de casos
excepcionales, y según dice Nicolau no es conveniente aumentar su número.
▪ Contratos formales sin pena de nulidad: son llamados relativos o no solemnes,
tradicionalmente han sido definidos como aquellos en los cuales las solemnidades se exigen
para producir sus efectos propios, pero se admite que sean validos aun sin el cumplimiento de
ellas. Respecto de ello el articulo 285 del Código Civil y Comercial dispone que el acto que no e
otorga en la forma exigida por la ley no queda concluido como tal mientras no se haya otorgado
el instrumento previsto, pero vale como acto en el que las partes se han obligado a cumplir con
la expresada formalidad, excepto que ella se exija bajo sanción de nulidad.

Contratos no formales:
Son los que carecen de forma legal o convencional impuesta. No aparece incluida en el articulo
959 del CCyC. En el régimen anterior se distinguía entre contratos no formales con forma
requerida para la prueba (si eran debatidos en juicio solo podían probarse por esa via) y
contratos no formales sin forma requerida para la prueba.
El panorama en el CCyC es otro, mucho mas difuso, en su segunda parte el articulo 969 de dicho
cuerpo normativo dispone que cuando la ley o las partes no imponen una forma determinada,
esta debe constituir solo un medio de prueba de la celebración del contrato.
Podría concluirse que la categoría de los contratos no formales con forma requerida para la
prueba no se refleja con claridad en el CCyC y que, siendo ellos validos y eficaces, no se
diferenciarían de los formales con forma impuesta sin sanción de nulidad.

Contratos nominados e innominados:

En el articulo 970 del CCyC se dispone que los contratos son nominados e innominados según
que la ley los regule especialmente o no.
Según la RAE nominar es dar nombre. Como se advierte, la norma emplea los términos
nominados e innominados, aunque adopta la pauta de distinción entre contratos típicos y
atípicos, porque no alude a la denominación, sino a la regulación de ellos.
La utilización de las expresiones típicos y atípicos ha sido recomendada fuertemente por gran
parte de la doctrina nacional. Sin embargo - señalan Nicolau y Hernández - puede utilizarse una
u otra nomenclatura, en la medida que le demos el exacto concepto de tener o no regulación.

Fundamentos de la distinción:
La recepción normativa de los contratos innominados se enmarca en los limites de la autonomía
de la voluntad. La atipicidad en materia contractual reviste importancia económico social
incuestionable. El legislador pone a disposición de los contratantes la regulación de aquellas
figuras de mayor uso en el trafico, pero a la par otorga poder jurigena a los particulares para
incorporar nuevas figuras.

Contratos nominados:
Cuentan con regulación en la ley, que los precisa y les otorga una disciplina en cuanto a su
contenido, efectos e, incluso, requisitos formales. En el CCyC hallamos regulados en forma
expresa la compraventa, el leasing, la caja de seguridad entre otros; luego hallamos contratos
regulados por leyes especiales como el de medicina prepaga.

Contratos innominados:
Son aquellos que, surgidos debido a la libertad contractual inherente a la autonomía de la
voluntad, carecen de una completa estructura legal peculiar. La doctrina ha dividido estos
contratos en tres grupos:

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▪ Puros: son figuras creadas por las partes que son enteramente nuevas, no previstas por el
legislador.
▪ Mixtos: resultan de la combinación de dos o mas tipos contractuales, o la sustancial
modificación de uno.
▪ Con tipicidad social: esta expresión alude a aquellos contratos que si bien no tienen una
disciplina normativa establecida en la ley, poseen una manifestación frecuente en el trafico, que
los dota de un nombre por el que son conocidos y suelen ser consagrados doctrinaria y
jurisprudencialmente. Como el hospedaje, publicidad, garaje, entre otros. En estos contratos
adquieren relevancia los usos y costumbres.

Régimen aplicable:
En su segunda parte el artículo 970 del Código Civil y Comercial dispone el orden de reglas que
los regulan. Así, la norma dispone que los contratos innominados están regidos, en el siguiente
orden, por:

▪ Autonomía de las partes: los contratantes tienen derecho de ejercer su libertad para
celebrar un contrato y determinar su contenido dentro de los límites impuestos por el
ordenamiento jurídico. Si dicha regulación es completa no será necesario efectuar la
integración.
▪ Normas generales sobre contratos y obligaciones: esta pauta conduce a una adecuada
integración del contenido del contrato. La aplicación de tales normas permite regular los
elementos esenciales generales del contrato innominado, necesarios para la validez de cualquier
contrato. Resulta útil para los elementos generales, pero no así para el contenido particular de
este.
▪ Usos y prácticas del lugar de celebración: cabe aquí remitirnos al artículo 964 del CCyC
relativo a la integración del contrato dispone que los usos y prácticas del lugar de celebración
son aplicables en cuanto hayan sido declarados obligatorios por las partes o porque sean
ampliamente conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se celebra el contrato,
excepto que su aplicación sea irrazonable, lo que según Rivera se produce cuando causen una
ruptura en el equilibrio prestacional.
▪ Disposiciones relativas a contratos afines: la norma establece que en último lugar son
aplicables las nomas correspondientes a los contratos nominados afines que son compatibles y
se adecuan a su finalidad. La norma se refiere a la aplicación analógica de las normas, debemos
tener en cuenta que la analogía puede darse respecto de la regulación total del contrato o solo
de alguno de sus aspectos.

Contratos de ejecución inmediata y diferida:

La distinción toma en cuenta el momento a partir del cual comienzan a producirse los efectos
del contrato. Debemos distinguir:

▪ Ejecución inmediata: son aquellos en los cuales las prestaciones se cumplen en forma
simultánea a la celebración del acuerdo; tal es el caso de la compraventa a contado de una cosa
mueble.
▪ Ejecución diferida: se da cuando el cumplimiento de alguna de las obligaciones se
encuentra sometido a un plazo inicial o una condición suspensiva, por ejemplo.

Contratos de ejecución instantánea y de tracto sucesivo:

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Los contratos de ejecución instantánea son aquellos en los que el cumplimiento de las
prestaciones es susceptible de realizarse en un solo acto, se verifique o no en forma
contemporánea a la celebración del mismo.
Por otro lado, los contratos de tracto sucesivo son aquellos que tienen por contenido al menos
una prestación cuya ejecución necesita prolongarse en el tiempo. A su vez pueden ser:

▪ Ejecución continuada: el cumplimiento se da en modo ininterrumpido, por ejemplo, el


uso y goce de la cosa en la locación.
▪ Ejecución periódica: el cumplimiento se realiza en tiempos separados entre sí, por
ejemplo, la renta vitalicia.

En los contratos de ejecución inmediata y diferida el tiempo es relevante a fin de saber cuándo
comienzan a ejecutarse las prestaciones acordadas. En cambio, la clasificación entre contratos
de ejecución instantánea y ejecución continuada, tiene en cuenta si el cumplimiento puede
agotarse en un solo acto o bien si supone la necesaria prolongación en el tiempo de al menos
una de las prestaciones. Ambos criterios pueden combinarse entre sí.

Contratos de larga duración:


Se trata de un fenómeno que fue adquiriendo cada vez más relevancia en la economía actual
por presentarse en gran cantidad de negocios, tales como servicios, seguros, entre otros.
Nuestro CCyC refleja este fenómeno en ocasión de regular el objeto del contrato, refiriéndose -
en su artículo 1011 - los contratos de larga duración como aquellos en que el tiempo es esencial
para el cumplimiento del objeto, de modo que se produzcan los efectos queridos por las partes o
se satisfaga la necesidad que se tuvo al contratar.

Contratos directos, indirectos y fiduciarios:

Contrato directo:
Un contrato es directo cuando la finalidad perseguida por las partes se satisface en modo
inmediato, a través de las prestaciones típicas del negocio que emplea. Por ejemplo, si quiere
obtenerse la transmisión del dominio de una cosa a cambio del pago de un precio se utiliza el
tipo contractual de la compraventa.

Contrato indirecto:
Se da cuando las partes a fin de alcanzar un determinado resultado práctico, recurren a una vía
oblicua o transversal, distinta de aquella que procuraría en forma inmediata la finalidad
perseguida; podemos citar como ejemplo la venta con pacto de retroventa utilizada con la
finalidad de garantizar la restitución del dinero en operaciones crediticias.
Para distinguirlo del contrato directo es preciso observar si existe correspondencia entre la
causa objetiva del negocio y el fin inmediato de las partes; cuando tal coincidencia no existe el
contrato es indirecto.
El CCyC se refiere a los actos jurídicos indirectos en el artículo 385, que los define como aquellos
actos jurídicos celebrados para obtener un resultado que es propio de otro acto. De este modo
se reconoce la licitud de los mismos, en tanto no sean realizados para eludir el orden público o
perjudicar a un tercero.

Contratos fiduciarios:
Es aquel negocio jurídico indirecto que determina una modificación subjetiva de una relación
jurídica preexistente y el surgimiento simultaneo de una nueva relación. La modificación
consiste en la transmisión de la titularidad del dominio o de otro derecho realizada por el
fiduciante con fines de administración, facilitación de encargos o garantía. Y el adquirente tiene
la obligación de restituir su titularidad al transmitente una vez cumplida la finalidad propuesta.

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La transmisión expone al fiduciante a una situación de peligro, dado que el fiduciario puede
transmitir válidamente a terceros el derecho recibido o bien abusar del goce del objeto. Esta
facultad se denomina potestad de abuso.

CLASIFICACION ECONOMICO SOCIAL:

La denominada utilidad económico-social del contrato está vinculada a su virtualidad para dar
respuesta a las exigencias practicas del hombre cuando interactúa en la sociedad.
Esta clasificación pone la lupa en la función del contrato, es decir en su causa objetiva. Esta
afirmación no implica adscribir a un criterio objetivo de la causa fin. El neocausalismo dualista
sostiene que todo contrato tiene causa, de manera que en ocasiones se podrá investigar la causa
fin subjetiva y en otras habrá que analizar la causa fin objetiva.
Esta clasificación de los contratos no surge del CCyC, sino que nace, implícitamente, de un
análisis global que realiza la doctrina de las normas sobre tipicidad. La génesis de la función del
tipo contractual se encuentra en la realidad social, que al ser reiterada adquiere tipicidad social y
luego es captada normativamente.
Las principales funciones económico-sociales identificadas en el ordenamiento jurídico
contractual a través del esquema típico son de cambio, de colaboración, de garantía, de crédito,
de custodia, de recreación y de previsión.
Indagar sobre la finalidad económica social de un contrato resulta fundamental para su
interpretación, calificación y eventualmente, para su integración. Contribuye a determinar su
naturaleza jurídica y por tanto a determinar el régimen legal aplicable.

Contratos de cambio:

Aquí el individuo se comporta maximizando su interés individual lo que da origen a una lógica
adversarial dice Lorenzetti. La finalidad económico social de este tipo de contratos es la
circulación de bienes en el mercado, lo que puede darse a partir de la transmisión de la
propiedad o el uso y goce de cosas.
Pueden distinguirse, según el cambio se verifique con sacrificios económicos para ambas partes
(a título oneroso) o de una sola parte (a título gratuito). Son ejemplos:

▪ Transferencia de la titularidad de cosas: compraventa, permuta, suministro.


▪ Transferencia de la titularidad de derechos: cesiones de derechos varias.
▪ Transferencia del uso y goce: locación de cosas, el leasing operativo.

Contratos de colaboración:

El individuo se comporta tomando en cuenta el interés del otro contratante. Lorenzetti sostiene
que se trata de una conducta que actúa en base a la confianza y da lugar a:

▪ Contratos de colaboración gestoría: tienen por finalidad el encargo de actos jurídicos o


materiales, es decir, el titular del interés delega en otro la realización de los mismos.
Paradigmático es el caso del mandato, pero también podemos hablar del contrato de ahorro
previo con fines determinados, el corretaje, entre otros.
▪ Contratos de colaboración asociativa: son aquellos en los que dos o más partes
contratan para obtener una finalidad común. El contrato modelo es la sociedad, pero también
podemos incluir las uniones transitorias de empresas, contratos de shopping center.

Contratos de garantía:

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Son contratos que tienen como función económico social brindar seguridades respecto del
cumplimiento de otro contrato. La doctrina ha señalado que la función específica de la garantía
constituye la ampliación del poder de agresión del acreedor, a fin de que le sea posible obtener,
prescindiendo de la solvencia del deudor principal, la plena y exacta satisfacción de su derecho
de crédito.
Podemos ubicar aquí la fianza en todas sus especies (simple, solidaria y principal pagador), el
fideicomiso en garantía, el leasing back, y otros más.

Contratos de crédito o financiamiento:

Tienen como finalidad el aprovechamiento económico del dinero. La función de crédito es


complementaria de la función de cambio.
Podemos ubicar aquí el leasing financiero, el factoring, el mutuo y descuento bancario y la
apertura de crédito.

Contrato de custodia:

Son casos en que una cosa ajena se entrega para su guarda o conservación. Vamos a
encontrarnos en esta categoría con el deposito - en todas sus especies -, el contrato de caja de
seguridad y el de garaje. En tanto que su objeto consiste en la operación económica de dar para
custodiar.
La obligación de guarda implica el deber de conservar una cosa en el mismo estado físico que
fue entregada, y constituye la obligación nuclear de estos contratos.

Contratos de recreación:

Tiene por finalidad el esparcimiento o el entretenimiento. Podemos ubicar el contrato de juego y


apuesta, de destreza física, prode, rifa y el de espectáculo público.
Si bien se ha afirmado que estos contratos no cumplen una función económica, sino solo una
recreativa, debe tenerse presente que, en ocasiones, el de juego y apuesta se utiliza como
accesorio a otros contratos (compraventa, locación y otros para movilizar el consumo)
cumpliendo en estos casos una función económico social.

Contratos de previsión:

En este grupo se hallan aquellos contratos destinados a la prevención de riesgos o a su


minimización. Pueden considerarse comprendidos la renta vitalicia, el contrato de seguro, el
contrato de medicina prepaga.
El riesgo consiste en la posibilidad que se produzca un evento incierto capaz de provocar una
necesidad; es necesario que exista la posibilidad razonable de que acontezca un suceso que
origine esa necesidad.
La cobertura del riesgo contra la posibilidad de que surja esta necesidad tiene importantes
consecuencias económicas.

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UNIDAD 4: Presupuestos del consentimiento.

Elementos estructurales del contrato:

Como señale con anterioridad al tratar el tema en la unidad 1, los elementos esenciales del
contrato son aquellos indispensable para que este pueda ser considerado tal. Son aquellos que
hacen a la esencia del contrato, cuya ausencia causa la invalidez del contrato. Dijimos que
podíamos distinguir:

▪ Elementos estructurales generales: son comunes a todos los contratos, de modo que
ningún contrato puede carecer de ellos, son iguales para todos los contratos. Estos son el
consentimiento, el objeto y la causa.
A su vez, el consentimiento, presenta como presupuestos la capacidad y la forma. Y como
elementos la oferta y la aceptación.
▪ Elementos estructurales particulares: se vinculan al tipo o calificación del contrato de
que se trate y los elementos que lo caracterizan. Varía en función de cada contrato, es decir, no
es común a todos ellos. Por ejemplo, la compraventa exige la entrega de una cosa a cambio de
un precio en dinero.

Presupuestos del consentimiento:

El consentimiento es uno de los elementos estructurales del contrato en nuestro sistema


jurídico. Y para su perfeccionamiento este consentimiento exige capacidad de las personas
humanas o jurídicas que se desempeñan como partes, y por otro, es indispensable que la
manifestación de la voluntad haya sido expresada en la forma requerida por la ley o las partes.

CAPACIDAD:

La capacidad es verdaderamente un prius en el sistema jurídico, pues se trata de uno de los


atributos de la personalidad.
El CCyC ha mejorado de manera notoria la metodología relativa a la capacidad e incapacidad,
porque, a diferencia del Código Civil derogado, regula esta materia en el Libro Primero, Parte
General, cuando trata el régimen legal de las personas humanas.
Se mantiene el sistema tradicional según el cual se distingue entre capacidad de derecho y
capacidad de hecho.
Conforme lo establece el artículo 22 del Código Civil y Comercial la capacidad de derecho es la
aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos. Este artículo establece que toda persona
goza de dicha capacidad y que la ley puede limitarla respecto de hechos, simpes actos, o actos
jurídicos determinados. Frente a la capacidad de derecho para contratar se encuentra la
inhabilidad, que refiere a la prohibición de contratar en determinadas situaciones.
Por otro lado, según el artículo 23 del CCyC la capacidad de ejercicio es la aptitud que tiene una
persona para ejercer por si misma aquellos derechos de los cuales es titular. En este sentido el
articulo antes mencionado dispone que toda persona goza de ella, excepto las limitaciones
establecidas en el CCyC y en una sentencia judicial. Cualquier persona, incluso los incapaces,
pueden ejercer sus derechos y contraer obligaciones, pero no los ejercen por si mismos, sino
mediante sus representantes.

Inhabilidades para contratar:

Bajo este instituto se incluyen las personas que tienen prohibido celebrar determinados
contratos. El fundamento de la prohibición radica en la necesidad de proteger el interés general
a cuyo fin debe evitarse el conflicto de intereses que subyace en los casos contemplados.

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Inhabilidades en general:
Según el artículo 1001 del Código Civil y Comercial de la Nación no pueden contratar, en interés
propio o ajeno, según sea el caso, los que están impedidos para hacerlo conforme a
disposiciones especiales. Los contratos cuya celebración está prohibida a determinados sujetos
tampoco pueden ser otorgados por interpósita persona.
Este artículo nos indica que tienen inhabilidad para contratar todas las personas que dispongan
leyes especiales.
Por otro lado, quien tiene prohibición para contratar tampoco puede hacerlo por “interpósita
persona”, esto es, por otra persona. En tanto que el representante solo puede realizar actos que
el representado este autorizado a realizar.

Inhabilidades especiales:
Están enumeradas en el artículo 1002 del CCyC. Dicho artículo dispone que no pueden contratar
en interés propio:

▪ Los funcionarios públicos, respecto de bienes de cuya administración o


enajenación están o han estado encargados: comprende a toda persona que ejerce una
función pública asignada por ley, ya sea en forma permanente o transitoria.
▪ Los jueces, funcionarios y auxiliares de la justicia, los árbitros y mediadores, y
sus auxiliares, respecto de bienes relacionados con procesos en los que intervienen o
han intervenido: este supuesto comprende a toda persona que presta servicios en el
poder judicial y comprende todos los bienes que son objeto inmediato de procesos en
los que intervienen, como también aquellos que pueden plantear conflictos de intereses
porque la persona del Poder Judicial ha intervenido en cuestiones resolutivas respecto
del mismo.
▪ Los abogados y procuradores, respecto de bienes litigiosos en procesos en los
que intervienen o han intervenido: solo comprende los bienes vinculados en juicios en
los que el letrado intervino. Por lo tanto, se excluyen aquellos en los que actuaron
extrajudicialmente o en cuestiones judiciales no litigiosas como una sucesión sin
controversias.
▪ Los cónyuges, bajo el régimen de comunidad, entre sí: para comprender este
supuesto de inhabilidad debemos tener en cuenta que desde la sanción del CCyC al
momento de celebrarse el matrimonio - y solo el matrimonio - los cónyuges pueden
optar entre el sistema de comunidad o separación de bienes. En régimen de comunidad
de bienes, al disolverse el matrimonio cada uno de los cónyuges conserva los llamados
bienes propios (aquellos con los cuales ingresa al matrimonio) mientras que todos los
bienes obtenidos durante el matrimonio, que reciben el nombre de bienes gananciales
(sueldos, rentas de bienes propios, bienes adquiridos con tales frutos, etc.) se divide en
mitades. Para proteger a los acreedores se impide a los cónyuges, bajo el sistema de
comunidad de bienes, contratar entre sí.
Esta supuesto parece entrar en contradicción con otras normas del ordenamiento, por
el ejemplo, el artículo 459 del CCyC que autoriza a los cónyuges a celebrar el contrato
de mandato entre sí. Es por eso dice Ariza, que debemos entender que la inhabilidad
comprende únicamente aquellos actos que tengan por objeto la transmisión de bienes.
▪ Los albaceas que no son herederos no pueden celebrar contrato de
compraventa sobre los bienes de las testamentarias que estén a su cargo: esto es
totalmente lógico, el albacea es la persona encargada de gestionar los bienes del
causante, de modo que este no puede adquirirlos ya que es quien fija el precio de los

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mimos y podría fijar precios irrisorios en solo beneficio, perjudicando a acreedores u a


otros herederos.

Incapacidad para contratar:

Respecto de la incapacidad para contratar en la regulación de los contratos solo se establecen


los efectos del acto ineficaz, razón por la que en esta materia hay que remitirse a las reglas
generales de la capacidad de ejercicio contenidas en la Parte General del CCyC
En el artículo 24 del CCyC el codificador nos comunica quienes son incapaces de ejercicio, es
decir quienes carecen de aptitud para ejercer por si mismos los derechos de los cuales son
titulares.
A diferencia de la inhabilidad que se establece en pos de intereses generales, la declaración de
incapacidad de ejercicio protege los intereses particulares de la persona de la que se trate.
Conforme dispone la norma antes mencionada son incapaces de ejercicio la persona por nacer,
la persona que no cuenta con la edad y grado de madurez suficiente y quien es declarado incapaz
por sentencia judicial.

Persona por nacer:


Constituye la única incapacidad que puede establecerse con certeza, en tanto que según el
artículo 19 del CCyC la existencia de la persona humana comienza desde la concepción, y
mientras no haya nacido queda claro que existe una persona y es imposible que esta persona
pueda ejercer sus derechos por sí misma.

Persona que no cuenta con edad y grado de madurez suficiente:


No resulta sencillo determinar quiénes están comprendidos en esta incapacidad. El CCyC
dispone que la mayoría de edad se adquiere a los años. Se denomina menor de edad (o niño) al
menor que no cumplió trece años y adolescente a quien los ha cumplido.
Y en este sentido debemos tener en cuenta la regla general fijada por el artículo 261 del CCyC.,
según el cual el discernimiento para la celebración de actos lícitos se adquiere a los trece años y
para los ilícitos a los diez años; ello es así porque se entiende que las personas comprenden
antes la diferencia entre lo bueno y lo malo, que lo conveniente de lo inconveniente.
Los menores cualquiera sea su edad pueden celebrar los denominados pequeños contratos,
propios de la vida cotidiana como comprar un mapa, comprar golosinas; ello está consagrado
en el artículo 684 del CCyC según el cual los contratos de escasa cuantía de la vida cotidiana
celebrados por el hijo se presumen - iure et de iure - realizados con la conformidad de sus
progenitores.

Personas declaradas incapaces por sentencia judicial:


El artículo 32 del CCyC nos dice que cuando la persona se encuentra absolutamente
imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresas su voluntad por cualquier medio y el
sistema de apoyos resulte ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad y designar un curador.
Por otro lado, el mismo artículo 24 establece que la incapacidad será únicamente respecto de
los actos indicados en la sentencia.

La persona incapaz requiere de un representante, que suple su voluntad a la hora de prestar el


consentimiento respecto de los actos para los cuales carece de capacidad, ello está
expresamente reconocido por el artículo 100 del CCyC. Seguidamente el artículo 101 de dicho
cuerpo normativo dispone que son representantes:

▪ De las personas por nacer, sus padres.


▪ De las personas menores de edad no emancipadas, sus padres. Si faltan los padres, o

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ambos son incapaces, o están privados de la responsabilidad parental, o suspendidos en su


ejercicio, el tutor que se les designe. También ejerce una representación promiscua el Ministerio
de Menores.
▪ De las personas con capacidad restringida, el o los apoyos designados, o bien el curador
según el caso.

Restricciones a la capacidad:

Se trata de ciertos casos en los cuales la declaración de incapacidad de la persona resultaría


extrema, puesto que esta cuenta con ciertos lapsos de lucidez. Son ejemplos la persona con
fobia social, los ebrios consuetudinarios o toxicómanos, personas con una alteración mental
permanente o prolongada, los inhabilitados (pródigos). La restricción de la persona puede
ordenarse a partid de sus trece años.
A las personas con restricciones a la capacidad se le designa un apoyo o apoyos si fuese
necesario. Según surge del mismo código el apoyo es cualquier medida de carácter judicial o
extrajudicial que facilite a la persona que lo necesite la toma de decisiones.
El apoyo, como regla, no es representante, sino asistente; ello implica que no desplaza la
voluntad de la persona. A fin de poder expresar un consentimiento valido como parte de un
contrato, el apoyo y la persona con capacidad restringida celebran entre si un acto complejo, es
decir sus voluntades se funden al momento del perfeccionamiento, dando origen a una voluntad
única.

Efectos de contratos celebrados por incapaces, inhábiles o personas con capacidad restringida:

Aun cuando las personas que tienen prohibiciones para contratar no deben hacerlo, puede
ocurrir que lo hagan. En tales casos debemos distinguir:

▪ Celebrado por inhabilitado: en este caso el contrato es nulo de nulidad absoluta, lo que
implica, según dispone el artículo 387 del CCyC, que no puede sanearse por la confirmación del
acto ni por la prescripción.
▪ Celebrado por persona incapaz de ejercicio: el contrato será nulo de nulidad relativa
por lo que se puede sanear por la confirmación del acto y por la prescripción de la acción, ello
de conformidad con el artículo 388 del CCyC.
▪ Celebrado por persona con restricción a la capacidad: hay que tener en cuenta las
limitaciones de la sentencia que la determino. Puede ser válido o nulo de nulidad relativa.

En caso de que el contrato sea nulo por haber sido celebrado por incapaz o persona con
capacidad restringida sus efectos se regulan en el artículo 1000 del CCyC, según el cual,
declarada la nulidad del contrato, la parte capaz no tiene derecho a exigir la restitución o el
reembolso de lo que ha pagado o gastado, excepto si el contrato enriqueció a la parte incapaz o
con capacidad restringida, y en cuanto se haya enriquecido.

Legitimación activa:
Respecto de quienes son los legitimados para ejercer la acción de nulidad respecto de un
contrato determinado, debemos distinguir si se pretende la nulidad absoluta o relativa del
mismo:

▪ Nulidad absoluta: según surge del artículo 387 del CCyC puede ser declarada de oficio
por los jueces si es manifiesta al momento de su celebración; el Ministerio Publico y cualquier
interesado (quien iba a comprar la cosa y no pudo porque la compro quien no estaba habilitado
para hacerlo, por ejemplo) excepto por la parte que invoque la propia torpeza para lograr un
provecho. Es decir, nunca puede ser peticionada por la parte.

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▪ Nulidad relativa: según el artículo 388 del Código Civil y Comercial solo puede
declararse a pedido de la parte en cuyo beneficio se establece; ello implica que lo puede
reclamar la persona con restricción a la capacidad cuando al recupera, su representante, sus
herederos, el Ministerio Publico debido a su representación promiscua.
También se legitima a la parte incapaz cuando actuó de buena fe y ha sufrido un perjuicio
importante, en cuyo caso se deben verificar los requisitos del enriquecimiento sin causa.

FORMA:

La palabra forma tiene múltiples significados, basta condecir que la RAE reconoce más de veinte
acepciones de la palabra. En el mundo jurídico, se la emplea en sentido amplio para referir a la
exteriorización de la voluntad de una persona. En un sentido más restringido o técnico podemos
decir que es el conjunto de solemnidades que pueden exigirse para el perfeccionamiento de un
acto jurídico.
No debe confundirse el acto jurídico que el agente celebra, con la forma en que el mismo puede
materializarse, es decir, con el instrumento público o privado; ya que puede resultar valido el
acto jurídico pero nula la escritura en que se materializa, porque carezca, por ejemplo, de la
firma del escribano.

Libertad de forma:

El artículo 284 del Código Civil y Comercial de la Nación establece como principio la libertad de
formas en el régimen de los actos jurídicos. Este principio es la concreción de la autonomía
privada. Las partes, dice el CCyC, pueden decidir libremente cuando la ley no designa una forma
para la exteriorización de la voluntad.
Por otro lado, el artículo 1015 del CCyC, que se titula libertad de formas, dice que solo son
formales los contratos a los cuales la ley les impone una forma determinada. El empleo de la
palabra solo permite interpretar que, como regla general, los contratos no tienen forma, porque
solo son formales cuando la ley les impone solemnidades.
Además de ello en el nuevo régimen si hay forma impuesta por la ley las partes pueden ser más
exigentes y esa será, entonces, la forma convencional impuesta, pero, como mínimo no pueden
dejar de observar la forma legal impuesta.

Contratos con forma impuesta y sin forma impuesta:

La regla general de la que debe partirse respecto de la forma de los actos jurídicos se encuentra
en el artículo 285 según el cual el acto que no se otorga en la forma exigida por la ley no queda
concluido como tal mientras no se haya otorgado el instrumento previsto, pero vale como acto
en el que las partes se han obligado a cumplir con la expresada formalidad, excepto que ella se
exija bajo sanción de nulidad.
Muchas clasificaciones se han realizado respecto de la forma de los actos jurídicos. En la
actualidad existe, a menos, alguna coincidencia entre los autores respecto a que los contratos
pueden clasificarse desde el punto de vista de la forma en dos grandes categorías; los formales,
es decir, con forma impuesta, y los no formales, es decir, sin forma impuesta.

Contratos formales o con forma impuesta:


En el artículo 969 del CCyC, contenido en el Capítulo “Contratos en general”, se dispone que los
contratos para los cuales la ley exige una forma para su validez, son nulos si la solemnidad no
ha sido satisfecha. Cuando la forma requerida para los contratos, lo es sólo para que éstos
produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos como tales
mientras no se ha otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las
partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no imponen

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una forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la celebración del
contrato.
El régimen de formas impuestas para los contratos de derecho privado se extiende a los de
derecho administrativo.
Por otro lado, y tal como surge de la norma, podemos distinguir dos clases de contratos
formales:

▪ Contratos formales sin sanción de nulidad: son los denominados contratos formales
relativos o formales no solemnes. Son casos en que el legislador impone una forma determinada
para la celebración de un acto, pero, no sanciona la inobservancia con la nulidad. Son actos
válidos, pero, teóricamente, no producen los efectos que están destinados a producir. Por
ejemplo, los contratos bancarios o la locación de inmuebles (se les impone forma escrita sin
sanción).
Por otro lado, el artículo 1020 del CCyC hace referencia a los denominados contratos formales
para la prueba, no se explica cuáles son, solo se dispone que en aquellos casos en que la forma
es exigida únicamente con fines probatorios, en ciertas circunstancias podrán ser probados por
otros medios.
La diferencia entre uno y otro radicaría en que en los contratos formales relativos la
inobservancia de la forma impide que se produzcan sus efectos propios, en cambio si la forma
solo es para la prueba, el contrato es válido y eficaz, solo existe un problema si es negociado en
juicio.
▪ Contratos formales con sanción de nulidad: también llamados contratos formales
absolutos o formales solemnes. Previstos por el artículo 969 del CCyC cuando sostiene que los
contratos en los que la ley exige una forma para su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido
satisfecha. Podemos ubicar aquí la donación de inmuebles y la transacción.
La imposición de forma bajo sanción de nulidad también puede ser pactada por las partes dentro
de los límites de la autonomía de la voluntad.

Contratos no formales o sin forma impuesta:


Son aquellos que no tienen exigencia de forma derivada de la ley o de las partes. A ellos se
refiere de forma confusa el artículo 969 del CCyC al sostener que cuando la ley o las partes no
imponen una forma determinada, esta debe constituir solo un medio de prueba de la
celebración del contrato.
Se trata de contratos no formales, de modo que, si no hay forma impuesta, el contrato es válido y
plenamente eficaz cualquiera sea la forma adoptada.

Contratos que deben celebrarse por escritura pública:


El artículo 1017 del Código Civil y Comercial, en concordancia con el artículo 285 del mismo
cuerpo normativo, impone la escritura pública como solemnidad para los contratos que en él se
incluyen, aun cuando la inobservancia de la forma no trae aparejadas sanciones de nulidad; es
decir son formales relativos.
Así, dispone la norma antes mencionada, que deben ser celebrados por escritura pública:

▪ Los contratos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de derechos
reales sobre inmuebles. Quedan exceptuados los casos en que el acto es realizado mediante
subasta proveniente de ejecución judicial o administrativa.
▪ Los contratos que tienen por objeto derechos dudosos o litigiosos sobre inmuebles.
▪ Todos los actos que sean accesorios de otros contratos otorgados en escritura pública.
▪ Los demás contratos que, por acuerdo de partes o disposición de la ley, deben ser
otorgados en escritura pública.

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Otorgamiento pendiente de instrumento:

En aquellos contratos en que la forma esta impuesta sin sanción de nulidad, el incumplimiento
de la misma no es tan sencillo de explicar.
Ese acto - el que no cumple con la forma - es un acto jurídico claudicante, dice Nicolau, pero
existe la posibilidad de hacerle producir sus efectos. La cuestión a resolver es mediante que
procedimiento se alcanza la eficacia plena. De manera similar a lo que sostenía Vélez en su
código, en el CCyC nace la obligación de otorgar el instrumento y, una vez concluido el contrato
nacen las obligaciones que las partes pactaron.
Es allí donde se ha planteado una discusión, decidir si se trata de un contrato definitivo o un
preliminar, que obliga a celebrar otro con la forma exigida. Vélez se inclinaba por esta última
postura.
Durante décadas siguiendo a Vélez se interpretó que el contrato preliminar solo legitimaba para
demandar escrituración. Desde 1950, la doctrina y especialmente la jurisprudencia
interpretaron contra legem lo dispuesto por el Código Civil. A partir del leading case Cazes, se
dispuso que el contrato no se resolvía, sino que el juez también podía escriturar.
Para subsanar la carencia de la forma impuesta, el artículo 1018 del CCyC prevé un
procedimiento. Estando pendiente el otorgamiento del instrumento previsto (ya sea por la ley
o por las partes) nace una obligación de hacer. Si la parte condenada a otorgar el instrumento
es remisa en hacerlo se dispone con claridad que el juez lo hace en su representación, siempre
que las contraprestaciones estén cumplidas, o sea asegurado su cumplimento. Vemos así que el
otorgamiento del instrumento no configura una obligación intuito personae.

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UNIDAD 5: El consentimiento.

Manifestación y declaración de voluntad:

El CCyC se ocupa de la voluntad, la manifestación y la declaración, al abordar los hechos y actos


jurídicos, evitando su reiteración en el tampoco de los contratos, lo que parece una decisión
metodológica correcta, dado que el contrato es una especie de acto jurídico.
Todo acto voluntario requiere, según el artículo 260 del CCyC, de discernimiento, intención y
libertad (elementos internos); y su manifestación (elemento externo).
En caso de discordancia entre la voluntad interna y la externa, en los negocios extra
patrimoniales prevalece la voluntad interna, siendo paradigmático el ejemplo del matrimonio. En
cambio, en el ámbito contractual, la regla es inversa y prevalece la voluntad externa. Solo se
producirá la ineficacia originaria del contrato cuando el error de uno de los contratantes haya
podido ser conocido por el otro, según las circunstancias de persona, tiempo y lugar. De lo
contrario, el yerro - aun esencial - no es suficiente para causar la nulidad.

Manifestación de la voluntad:

En el artículo 262 del Código Civil y Comercial, relativo a la Teoría General de los Actos Jurídicos,
se dispone que los actos pueden exteriorizarse:

▪ Oralmente.
▪ Por escrito.
▪ Por signos inequívocos.
▪ Por la ejecución de un hecho material.

Debemos tener en cuenta que la declaración de voluntad no es lo mismo que la declaración de


voluntad, atento a que esta última supone recurrir a los símbolos del lenguaje (oral, escrito,
signos inequívocos). Podemos decir entonces que la manifestación es un género que comprende
la declaración como una especie.
Así, podemos distinguir entre comportamientos declarativos y comportamientos no
declarativos de la voluntad.

Comportamientos declarativos:

Como dijimos más arriba se trata de aquellas manifestaciones de la voluntad que recurren a los
símbolos del lenguaje, podemos distinguir:

Medios gráficos:
Se asocia a la grafía, y como su nombre lo indica son manifestaciones de voluntad hechas a
través de medios escritos. Así, puede manifestarse a través de:

Instrumentos públicos:
Es el de mayor rigurosidad dentro de la república, y hace plena fe de lo que allí acontece salvo
redargución de falsedad (vía procesal idónea para atacar un instrumento público). Para hablar
de ellos debemos remitirnos a la Parte General del CCyC; según el artículo 289 de ese mismo
cuerpo normativo, se consideran instrumentos públicos:

▪ Escrituras públicas y sus copias o testimonios.


▪ Instrumentos que extienden los escribanos o funcionarios públicos con los requisitos
que establece la ley.
▪ Títulos emitidos por el estado nacional, provincial o la CABA conforme las leyes que lo

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reglamentan.

Por otro lado, el artículo 290 del CCyC dispone que son requisitos de validez del instrumento
público la intervención de un oficial público en los límites de sus atribuciones y competencia
territorial; y, por otro lado, la firma del oficial público, de las partes, y en su caso, de sus
representantes.

Instrumentos particulares:
Según el artículo 286 del CCyC la expresión escrita puede tener lugar por instrumentos
particulares no firmados. Puede hacerse constar en cualquier soporte, siempre que su contenido
sea representado con texto inteligible, aunque su lectura exija medios técnicos.
Esta categoría comprende todo escrito no firmado, entre otros, los impresos, los registros
visuales o auditivos de cosas o hechos, y cualquiera sea el medio empleado.

Instrumentos privados:
Surge del artículo 286 del Código Civil y Comercial, se trata de instrumentos particulares
firmados.
La firma prueba la autoría de la declaración de voluntad expresada en el texto al cual
corresponde. Debe consistir en el nombre del firmante o en un signo.
En los instrumentos generados por medios electrónicos, el requisito de la firma de una persona
queda satisfecho si se utiliza una firma digital, que asegure indubitablemente la autoría e
integridad del documento.

Medios fonéticos:
Supone recurrir a medios orales, es la modalidad más frecuente de contratación, sobre todo en
los contratos de consumo. Por ejemplo, al comprar un marcador en una librería, y si bien me
van a entregar una factura, esta no es más que el comprobante del contrato de compraventa
celebrado oralmente.

Medios mímicos:
Los medios mímicos suponen el empleo del lenguaje gestual, se asocia a una respuesta
determinada. Forma parte del lenguaje en tanto puede ser decodificado en términos verbales,
por ejemplo, el asentir con la cabeza que da señal de confirmación. Se trata de signos
inequívocos del lenguaje.

Comportamientos no declarativos:

Para expedirse las personas no siempre recurren al lenguaje, se trata manifestaciones de la


voluntad que no recurren a los símbolos del lenguaje - cuanto gráfico, cuanto mímico, cuanto
fonético -. Es por ello que aquí no es igual utilizar manifestación y declaración como sinónimos.
Ubicamos aquí, básicamente, dos situaciones, el silencio y las relaciones contractuales de hecho o
factia concludentia según algunos autores.

Silencio:
Frente al dilema de saber si el puro silencio puede ser considerado como una manifestación de
voluntad constitutiva de un negocio jurídico, hallamos diversas posturas:

▪ Tesis negatoria: tal como su nombre lo indica, niega tal posibilidad, entiende que quien
guarda silencio nada declara.
▪ Tesis afirmativa: en concordancia con dichos vulgares entiende que “quien calla
otorga”, admitiendo la manifestación de voluntad por silencio.
▪ Tesis intermedia: se parte de negar la existencia de una voluntad, aunque se admiten

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diferentes excepciones. Aquí se ubicaba Vélez y es donde también se ubica el CCyC.

Actualmente, el artículo 263 del CCyC dispone que el silencio opuesto a actos o a una
interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad conforme al acto o la
interrogación, excepto los casos en que haya un deber de expedirse que puede resultar de la
ley, de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual y declaraciones
precedentes.
De esta manera vemos que como regla general el silencio no manifiesta voluntad, no
perfecciona un contrato, salvo ciertas excepciones. Son requisitos para que el silencio pueda
constituir una manifestación de voluntad en el ámbito de los contratos:

▪ Contratos paritarios: que las partes se encuentren en pie de igualdad, con la misma
capacidad negocial. De modo tal que el silencio jamás puede constituir una forma de
manifestación de voluntad en los contratos de consumo, el consumidor es la parte relacional
más débil que podemos encontrar en el sistema (son el ultimo eslabón de la cadena productiva);
respecto de estos contratos el silencio jamás podrá constituir una manifestación de voluntad,
debido a la posición de desigualdad en que se encuentra el consumidor y ello está expresamente
consagrado en el artículo 35 de la LDC. Respecto de los contratos predispuestos, el silencio
tampoco configura una manifestación de voluntad, porque el adherente es débil, no tiene lugar
a modificar clausula alguna - y si lo hiciera el contrato se convertiría en paritario -. Por ejemplo,
si una empresa transportista tiene una gran flota de camiones decide contratar con una
aseguradora - a la que le conviene que el transportista contrate sus servicios - habrá un contrato
predispuesto porque no puede pensarse en una póliza para cada cliente, pero la empresa puede
obtener ciertos beneficios (primas diferenciadas, por ejemplo), porque la empresa transportista
es también una parte fuerte, porque a la aseguradora le conviene que contrate, es decir, hay
clausulas particulares que desplazan clausulas generales predispuestas.
▪ Circunstanciado: el silencio configura una manifestación de voluntad en los contratos
paritarios cuando sea pactado o circunstanciado como manifestación. Es pactado cuando las
partes expresamente lo establecen en el contrato, por ejemplo, que si no se expide se entiende
que acepta la entrega de una determinada cantidad de insumos a un determinado precio. Si las
partes nada pactaron, en principio no hay manifestación de la voluntad, salvo que el mismo sea
circunstanciado, se dice que el silencio es circunstanciado cuando hay relación directa entre el
silencio actual y manifestaciones precedentes; es el caso en que ya estamos suscritos a una
revista de jurisprudencia y antes del vencimiento de la misma nos notifican que si no nos
expedimos en un determinado plazo de tiempo nos estaremos subscribiendo nuevamente, el
silencio si constituye manifestación de la voluntad, hay perfeccionamiento por silencio.
Entonces, esto implica que el silencio de hoy tiene que ver con un contrato precedente de la
misma naturaleza.
Por otro lado, no constituye un silencio circunstanciado el caso de que la facultad decide crear
una revista societaria a toda la comunidad educativa, y envía una notificación diciendo que, si
no se expide, con la cuota mensual se descontara una determinada cantidad de dinero por esa
revista; nunca puede haber manifestación porque no hay relación alguna entre el contrato por
servicios educativos que yo - alumno - mantengo con la facultad con la revista de interés social.

Relaciones contractuales de hecho:


Un número creciente de relaciones negociales se constituyen a través de aparatos automáticos,
como las expendedoras de gaseosas, estacionamientos, etc. Desde el plano teórico se ha
debatido si todos estos casos constituyen o no un contrato.
Ha prosperado la idea de que son supuestos que resultan de manifestaciones de la voluntad por
comportamientos no declarativos, dado que es evidente que no se recurre a signos del lenguaje.
De todos modos, no puede negarse que la contratación así gestada presenta elevados niveles
de objetivación dado que la voluntad resulta al menos difícil de identificar. Este fenómeno se ve

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agudizado por la contratación por internet.

Manifestación tacita e indirecta:


Existen en el CCyC normas que se ocupan de esta cuestión. Su artículo 264 dispone que la
manifestación tacita de la voluntad resulta de los actos por cuales se la puede conocer con
certidumbre. Carece de eficacia cuando la ley o la convención exigen una manifestación expresa.
Por ejemplo, si una persona sabe que alguien está haciendo algo en su interés, y no lo impide,
pudiendo hacerlo, se entiende que ha conferido tácitamente mandato.
Son requisitos de la manifestación tacita de la voluntad conforme lo dispuesto por el código:

▪ Que la voluntad pueda conocerse con certidumbre mediante actos concluyentes e


inequívocos.
▪ Que la ley o la voluntad de las partes no exijan una manifestación expresa.

Periodo precontractual y tratativas previas:

Aunque las leyes civiles habían contemplado desde la época del Derecho Romano algunos casos
de responsabilidad civil durante la formación del consentimiento, ellos no habían merecido una
especial consideración en un contexto general. Por el contrario, los modelos contemporáneos,
han llevado a tipificar la figura, lo que también hace el CCyC.
Aludir hoy al periodo precontractual, supone reconocer un conjunto de fenómenos, sucesos e
instituciones, que tienen significación jurídica antes del perfeccionamiento del contrato. Tiene
una mayor duración en los contratos paritarios, en los contratos por adhesión la negociación es
suplantada por la pre redacción de una de las partes, y en los de consumo, es posible incluso
que ni quiera exista una relación previa al contrato.

Tratativas previas:

Se trata, dice Cataudella, de los procedimientos a los cuales, en ocasiones, recurren las partes
para acceder al contrato, ejercitando plenamente las libertades de contratas.
Según el artículo 990 del CCyC, titulado libertad de negociación, las partes son libres para
promover tratativas dirigidas a la formación del contrato, y para abandonarlas en cualquier
momento.
Va de suyo, que quien se da a la negociación, no se encuentra obligado a concluirla exitosamente a
través del perfeccionamiento del contrato. Si se sentara la premisa opuesta, difícilmente
alguien estaría dispuesto a emprenderla.

Deberes precontractuales:

El derecho de abandonar las tratativas, como cualquier derecho, no es absoluto, y se lo morigera


mediante la tipificación de los deberes precontractuales.

Deber de buena fe:


Es uno de los deberes que recae sobre las partes durante el periodo precontractual. Tiene
consagración normativa en el artículo 991 del CCyC, titulado “Deber de buena fe”.
Según el artículo antes mencionado, durante las tratativas preliminares, y aunque no se haya
formulado una oferta, las partes deben obrar de buena fe para no frustrarlas injustificadamente.
El incumplimiento de este deber genera la responsabilidad de resarcir el daño que sufra el
afectado por haber confiado, sin su culpa, en la celebración del contrato.
Como vemos se acepta que una de las partes responda civilmente, cuando interrumpa
abruptamente las negociaciones sin preservar la secuencia que las mismas partes le habían

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dado. En este punto nuestro ordenamiento coincide con lo sostenido por la doctrina y la
jurisprudencia.
La buena fe en el periodo de las tratativas preliminares supone que las partes deben respetar la
palabra empeñada y no defraudar la confianza generada.

Deber de información:
Aparece en el Código Civil y Comercial fuertemente reglamentado en materia de contratos de
consumo, en sintonía con la Ley de Defensa de los Consumidores. Coinciden Ossola y Vallespinos
en que la buena fe se configura como el principal soporte de este deber.
Ello explica que deba suministrarse información cuando uno de los pre contratantes cuenta con
una situación de superioridad o fortaleza, lo que ocurre, por ejemplo, en los contratos de
prestación de servicios médicos.

Deber de custodia:
Este deber también se infiere del de buena fe. Surge toda vez que durante la etapa preliminar
una de las partes se ve constreñida a la entrega de una cosa a los fines de prueba de la misma.
Nuestra jurisprudencia ha afirmado que es deber de los pre contratantes observar conductas
diligentes que se traducen en el deber de custodiar y conservar los bienes que se hubieren
desplazado con motivo de las tratativas previas.

Deber de confidencialidad:
Por su parte, la confidencialidad aparece consagrada expresamente como deber en el artículo
992 del CCyC, siguiéndose los lineamientos de UNIDROIT. Dicho artículo dispone que si durante
las negociaciones una de las partes facilita a la otra una información con carácter de
confidencial, el que la recibió tiene el deber de no revelarla y no usarla inapropiadamente en su
propio interés. Además, la parte que incumple este deber reparar los daños causados y, si ha
obtenido una ventaja indebida, deberá indemnizar a la otra en la medida de su enriquecimiento.

Responsabilidad civil precontractual:

En su última parte el artículo 991 del CCyC tipifica un supuesto de responsabilidad pre
contractual que deriva de la violación de la buena fe en ocasión de las tratativas contractuales. Si
bien no existe en el CCyC una regulación especial de la responsabilidad pre contractual, no
puede negarse que el nuevo sistema de derecho privado la reconoce entre las fuentes de la
responsabilidad civil. Desde que el periodo precontractual:

▪ Aparece reconocido en toda su extensión.


▪ Se encuentra gobernado por los principios de buena fe y abuso del derecho
▪ Admite que, en sus diferentes etapas, se produzca una lesión que dé lugar a un daño
resarcible.

A diferencia del Proyecto de Código Civil de 1998, que receptaba expresamente la figura del
daño al interés negativo, referido a los gastos comprometidos con la finalidad de celebrar el
contrato frustrado y, en su caso, a una indemnización por la pérdida de posibilidades concretas
para celebrar otro negocio similar, el nuevo CCyC carece de una referencia expresa a este, pese
a lo cual, subsisten las voces de quienes la entienden como una consecuencia lógica del
momento en el cual el daño resarcible se produce, desde que busca colocar al damnificado en
la situación que hubiere tenido de no haber confiado en el éxito de las tratativas.
Será entonces la jurisprudencia la encargada de resolver esta cuestión y establecer un criterio
al respecto.

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Instrumentos a los que recurrir en la etapa precontractual:

Para las tratativas contractuales las partes pueden recurrir a instrumentos, generalmente
privados. Recordemos que el artículo 287 del CCyC dispone que los instrumentos particulares
pueden estar firmados o no, si lo están reciben el nombre de instrumento privado. Entre ellos
podemos encontrar:

▪ Cartas de intención: dice Nicolau que formalizan la voluntad de una o ambas partes de
dar comienzo a las negociaciones, sobre un contrato que se explicita, definiendo las líneas y
contornos de la negociación. Según el artículo 993 del CCyC son de interpretación restrictiva;
solo tienen la fuerza obligatoria de la oferta si cumple sus requisitos. Se rigen por el principio de
forma libre.
▪ Minutas: reflejan el avance de las tratativas; en el régimen actual aparecen consagradas
con motivo de tratar los acuerdos parciales, se enfatiza que el mero otorgamiento de minutas,
no supone la formación de un contrato. Tienen como propósito lograr una óptima contratación,
que ambas partes se beneficien en la mayor medida posible, por ejemplo, en la venta de una
biblioteca el comprador indica a los vendedores cuales son los autores o materias de su interés.
▪ Invitación a ofertar: se puede definir por exclusión, es la tratativa que no cumple con
los requisitos de la oferta. Por ejemplo, A le envía a B folletos y fotos de un producto, pero no le
indica su precio.

Elementos del consentimiento:

partir de lo dispuesto en la Sección 1 del Capítulo sobre “Formación del consentimiento” de


nuestro CCyC, podemos reconocer como elementos del consentimiento a la oferta y a la
aceptación, toda vez que según el artículo 971 del CCyC, los contratos se concluyen con la
recepción de la aceptación de la oferta o por una conducta de las partes que sea suficiente para
demostrar que existe un acuerdo.

OFERTA:

Está definida por el artículo 972 del CCyC como aquella manifestación dirigida a persona
determinada o determinable, con la intención de obligarse y con las precisiones necesarias para
establecer los efectos que debe producir de ser aceptada. En la realidad económico social,
puede insertarse en el marco de un proceso más o menos extenso de negociación entre las
partes.

Requisitos de la oferta:

Para que la oferta pueda ser considerada tal, es necesario que cumpla con una serie de
requisitos que impone el mismo código. De modo que esta debe ser:

Personalizada:
Ello surge claramente del artículo 972 del Código Civil y Comercial según el cual esta debe estar
dirigida a una persona determinada o determinable.
Sin embargo, la regla no es absoluta, desde que el artículo 973 dispone que la oferta dirigida a
persona indeterminada es considerada como invitación para que hagan ofertas, excepto que
de sus términos o circunstancias de su emisión resulte la intención de contratar del oferente. En
ese caso se la entiende emitida por el tiempo y en las condiciones admitidas por los usos. Vemos
así que el nuevo CCyC busca adaptarse a la actual realidad del mercado.
Por otro lado, los medios de comunicación masivos utilizados por los consumidores para hacer
conocer su intención negocial potenciales consumidores han conducido a que en el ámbito del

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derecho del consumidor se abandonen las reglas y moldes tradicionales que rigen la oferta en
la contratación paritaria. De esta manera, se postulaba la necesidad de que la propuesta
contractual dirigida a personas indeterminadas, fuese reconocida como oferta y no como
invitación a ofertar.
Y ello ha sido consagrado normativamente en el artículo 7 de la Ley de Defensa del Consumidor
Nº 24240 (LDC); según el cual la oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados,
obliga a quien la emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa
de comienzo y de finalización, así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.
Cabe aclarar que, para atribuir el carácter de oferta a la propuesta de contratación dirigida a
destinatarios indeterminados, deben reunirse los demás recaudos enunciados en el artículo 972
del CCyC.
En su segundo párrafo el artículo 7 de la LDC nos dice que la revocación de la oferta hecha a
publica es eficaz una vez que haya sido difundida por los medios similares a los empleados para
hacerla conocer.

Seria:
Ello en cuanto la ley exija que sea emitida con la intención de obligarse. Es decir, debe emitirse
con la intención real de quedar obligado. Quedan fuera aquellos casos en los que se la emita
con propósitos no obligatorios, por ejemplo, quien con fines pedagógicos ejemplifica
proponiendo la formalización de un contrato determinado.

Completa:
Debe contener las precisiones necesarias para establecer los efectos que el contrato habrá de
producir de ser aceptada: existe consenso acerca de que basta con que consigne los elementos
esenciales generales y particulares del contrato que se propone.

Objetivada a un contrato en especial:


Si bien no está expresamente previsto por el CCyC, este requisito puede ser inferido de modo
implícito, en tanto que el propósito de toda oferta es proponer la formalización de un contrato
determinado, que podrá ser nominado o innominado.

Fuerza vinculante de la oferta:

En este tema ha innovado el CCyC, desde que el mismo acepta la fuerza obligatoria de la oferta,
superando las asimetrías que en el régimen derogado existían entre el derecho común y el
subsistema de consumidores.
Actualmente el CCyC se refiere a la fuerza obligatoria de la oferta en su artículo 974, según el
cual, la oferta obliga al proponente, a no ser que lo contrario resulte de sus términos, de la
naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso.
Por otro lado, este mismo artículo dispone que, la oferta hecha a una persona presente o la
formulada por un medio de comunicación instantáneo, sin fijación de plazo, solo puede ser
aceptada instantáneamente. Aquí la obligatoriedad tiene una duración determinada dada por la
inmediatez de la comunicación.
En su tercer párrafo este artículo nos dice que cuando la oferta se hace a una persona que no
está presente, sin fijación de plazo para la aceptación, el proponente queda obligado hasta el
momento en que puede razonablemente esperarse la recepción de la respuesta, expedida por
los medios usuales de comunicación.
Finalmente, este artículo dispone en su párrafo final que los plazos de vigencia de la oferta
comienzan a correr desde la fecha de su recepción, excepto que contenga una previsión
diferente.

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Retractación y caducidad de la oferta:

Retractación de la oferta:
Nuestro CCyC se refiere a este supuesto en su artículo 975, según el cual la oferta dirigida a una
persona determinada puede ser retractada si la comunicación de su retiro es recibida por el
destinatario antes o al mismo tiempo que la oferta. Cabe aclarar que solo es posible en los
contratos celebrados entre ausentes.
Por otro lado, y en razón de lo dispuesto por el artículo 983 del CCyC, la recepción e tiene por
pronunciada cuando su destinatario la conoció o debió conocerla. Este criterio coincide con la
Convención de Viene y los Principios UNIDROIT.

Caducidad de la oferta:
El codificador ha optado por preservar la tradición del antiguo Código Civil, y en tal sentido, el
articulo 976 consagra que la oferta caduca cuando el proponente o destinatario de ella fallecen
o se incapacitan, antes de la recepción de su aceptación.
Por otro lado, en la parte final de este mismo artículo se consagra otro supuesto de
responsabilidad precontractual, al disponer que el que acepto la oferta ignorando la muerte o
incapacidad del oferente, y que a consecuencia de su aceptación ha hecho gastos o sufrido
pérdidas, tiene derecho a reclamar su reparación.

ACEPTACIÓN:

Al igual que la oferta, la aceptación constituye un acto jurídico unilateral, aunque esta última
tiene el propósito de perfeccionar el contrato.

Requisitos de la aceptación:

Para que la aceptación de la oferta perfeccione el contrato es necesario que cumpla una serie
de requisitos, tales son:

▪ Dirigirse al oferente: es decir que se formule como una respuesta personalizada a la


propuesta cursada al aceptante.
▪ Manifestarse de modo tempestivo: ello quiere decir que para su validez la aceptación
debe darse durante el tiempo de vigencia u obligatoriedad de la oferta.
▪ Concordar con la propuesta recibida: ello surge del artículo 978 del CCyC, que en su
primera nos dice que para que el contrato se concluya, la aceptación debe expresar la plena
conformidad con la oferta. Seguidamente se dispone que cualquier modificación a la oferta que
efectúe el destinatario al manifestar su aceptación, no vale como tal, sino que importa la
propuesta de un nuevo contrato, pero las modificaciones pueden ser afectadas por el oferente si
lo comunica de inmediato al aceptante.

Modos de manifestar la aceptación:

Esta cuestión está regulada por el artículo 979 del CCyC, que se titula, justamente, modos de
aceptación; según este articulo toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad
con la oferta constituye aceptación. El silencio importa aceptación de la oferta solo cuando
existe el deber de expedirse, que puede resultar de la voluntad de las partes, de los usos o de
las practicas que las partes hayan establecido entre ellas, o de una relación entre el silencio
actual y declaraciones precedentes.
Como vemos la solución adoptada al respecto es la misma que el codificador ha establecido para
los actos jurídicos en general.

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Acuerdos parciales:

Como vimos para que el contrato se perfeccione, la aceptación debe expresar la plena
conformidad con la oferta, y dijimos que cualquier modificación que el destinatario efectúe
sobre la misma al manifestar su aceptación la convierte en una nueva oferta. Así podemos
afirmar que la regla es la aceptación pura y simple de la oferta, y que cualquier modificación a
la misma importa una contraoferta.
Si el aceptante realiza modificaciones, estas pueden ser aceptadas por el oferente, en la medida
que lo comunique de inmediato a aquel. Asimismo, vale aclarar que el artículo no hace mención
a qué tipo de cambio puede proponer el aceptante, lo que da lugar a pensar que aun aquellos
que revistan carácter sustancial podrán dar lugar a la conformidad del oferente.
En el derecho comparado y durante la vigencia del Código Civil se hablaba de la teoría de la
puntualización, de cuño alemán, según la cual el acuerdo sobre los elementos esenciales
particulares perfecciona el contrato. Hoy, el CCyC acepta que se pueda tener por operado el
perfeccionamiento mediante tales acuerdos parciales, ello surge del artículo 982, según el cual
los acuerdos parciales de las partes concluyen el contrato si todas ellas, con la formalidad que
en cada caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los elementos esenciales
particulares. En tales casos el contrato se integra con las reglas del Capítulo 1.
Y si bien no se establece el campo de actuación de esta figura, resulta claro y obvio que es
respecto de los contratos paritarios. Un claro ejemplo de acuerdo parcial lo constituye el
supuesto en que dos personas acuerdan que una venda a otra su libro en $500, sin indicar plazo,
lugar de entrega.
En su parte final el articulo 982 nos dice que no se considera acuerdo parcial la extensión de una
minuta o de un borrador respecto de alguno de los elementos o todos ellos.

Retractación de la aceptación:

La retractación de la aceptación es una manifestación unilateral de voluntad cuya intención es


la de privar de efectos jurídicos a otra manifestación de voluntad anterior, formulada por la
misma parte, por la que se comunicó la aceptación de la oferta.
Según el artículo 982 del CCyC será jurídicamente eficaz si llega a conocimiento del oferente
antes o al mismo tiempo que aquella aceptación que procura dejar sin efecto.
Por otro lado, y en razón de lo dispuesto por el artículo 983 del CCyC, la recepción e tiene por
pronunciada cuando su destinatario la conoció o debió conocerla. Este criterio coincide con la
Convención de Viene y los Principios UNIDROIT.

Formación del contrato:

Respecto de esta cuestión la distancia entre las partes impacta de manera notoria y es un área
que ha sufrido una notable evolución, influenciada, en una gran medida, por lo avances
tecnológicos. En primer lugar, para poder comprender correctamente esta cuestión, debemos
tener en cuenta que según dispone el diccionario de la Real Academia Española, la palabra
distancia alude al espacio o intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos personas, cosas
o suceso.
Por estos motivos en el derecho contractual interesa saber si existe una comunicación
instantánea entre las partes, en cuyo caso, el contrato se entiende formado entre presentes, o
si, por el contrario, media un intervalo de tiempo entre la oferta y la aceptación, supuesto en el
cual el contrato se considera perfeccionado entre ausentes.
Vemos así que el concepto de presencia o ausencia, en lo que a la formación del consentimiento
respecta, no responde a un criterio de proximidad física, sino que es de naturaleza técnico
jurídica.

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Perfeccionamiento entre presentes:


El contrato se perfecciona entre presentes cuando existe un contacto directo entre las partes,
sea porque se encuentran físicamente presentes o por recurren a un medio tecnológico que
permite ese tipo de intercambio.
En estos casos dice el artículo 980 del CCyC en su inciso a, el contrato se tiene por celebrado
cuando la aceptación es manifestada, esto es, cuando se exterioriza.

Perfeccionamiento entre ausentes:


Este supuesto ha sido de una profunda reformulación en el régimen del CCyC, dado que el
régimen de Vélez estaba desajustado a las tendencias comparadas.
Existe consenso universal acerca de que los sistemas para el perfeccionamiento entre ausentes
se presentan bajo el formato de distintas teorías:

▪ Teoría de la manifestación: cuando el aceptante exterioriza su voluntad; se critica a esta


teoría que no hay posibilidad de que el oferente conozca cuando ocurrió ello.
▪ Teoría de la expedición: exige que el aceptante concrete el acto material de envío o
remisión de la aceptación. Se critica que no es posible conocer con exactitud cuando oc urre,
esta teoría fue la adoptada por Vélez.
▪ Teoría del conocimiento: impone el anoticiamiento directo del oferente de la
aceptación. Es decir, no basta con haberla recibido, sino que debe además haberla leído.
▪ Teoría de la recepción: entiende que el contrato se forma cuando el oferente
recepciona la aceptación.

El ultimo es, claro está, el sistema más adecuado, es seguida por la Convención de Viene sobre
Compraventa Internacional de Mercaderías - a la cual adherimos -, los principios UNIDROIT. Y
es el que adopta el CCyC, que en el inciso b de su artículo 980 dispone que la aceptación
perfecciona el contrato entre ausentes, si es recibida por el proponente durante el plazo de
vigencia de la oferta.

Formación del contrato en el comercio electrónico:

Las tecnologías de la información y las comunicaciones han dado nacimiento al amplio universo
de la contratación electrónica, que desborda las fronteras de la formación del consentimiento.
Lorenzetti señala que en estos ámbitos es posible diferencias distintas clases o grupos de casos,
a saber:

▪ Contratos celebrados en forma instantánea: es entre presentes debido a no mediar


tiempo relevante entre la oferta y su aceptación.
▪ Contratos no instantáneos: dan cuenta de un tiempo interpuesto entre la oferta y la
aceptación, dentro del cual puede verificarse un riesgo o contingencia, por lo que se considera
celebrado entre ausentes.
▪ Contratos de consumo a distancia: en los contratos de consumo la distancia física actúa
más allá de los problemas de la formación del contrato, constituyéndose en una pauta de
protección de los usuarios y consumidores.
Las distintas reglas de protección buscan paliar la falta de inmediatez entre el consumidor y el
objeto del contrato, e impide una directa percepción de la cosa o servicio contratado, que
genera el riesgo de recibir una prestación que no se adecua a la esperada. Ante esta situación el
consumidor se ve obligado a asumir la dificultad de reclamar los defectos del producto o
actividad a un proveedor distante.
Como consecuencia de ella se pondera elogiosamente el reconocimiento de la categoría de los
Contratos a distancia en el CCyC

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UNIDAD 6: El objeto y la causa.

Regulación del objeto y la causa de los contratos en el CCyC:

Nuestro nuevo Código Civil y Comercial regula el objeto de los contratos entre sus artículos 1003
y 1011, seguidamente, regula la causa entre los artículos 1012 y 1014.
En el primer artículo que regula cada uno de estos elementos del contrato nos remite a la teoría
general de los actos jurídicos. Al ser el contrato una especie del genero acto jurídico, es lógica y
de buena técnica legislativa esta remisión.

Objeto de los contratos:

Podemos decir a priori, que el vocablo objeto expresa la materia sobre la cual recaen las
manifestaciones de voluntad emanadas de las partes, pero esta es solo una primera aceración
al concepto. Existieron, a lo largo de la historia, varias teorías acerca de ello:

▪ Teorías clásicas: son las más antiguas de todas, entre ellas podemos encontrar o
distinguir entre:
o Tesis amplia: identifica el objeto del contrato con las obligaciones.
o Tesis intermedia: esta teoría identifica al objeto con la prestación.
o Tesis restringida: identifica el objeto con las cosas y los hechos, identifica el
objeto del contrato con el objeto de la prestación.
▪ Teoría moderna: elaborada por los hermanos Mazo, señala que las anteriores son
teorías reduccionistas, consideran que el objeto va mas allá. Señala que el objeto es el contenido
concreto e integral del contrato, es decir, no solo las obligaciones, sino también lo que hace a
las consideraciones de las mismas.

La remisión efectuada por el artículo 1003 del CCyC, permite aplicar a los contratos lo dispuesto
por el artículo 279 para los actos jurídicos. Este último si dispone que el objeto del acto jurídico
no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco
puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.
Esto nos da cuenta de que nuestro derecho ha optado por la teoría clásica restringida.

Requisitos del objeto de los contratos:

El segundo párrafo del artículo 1003 dispone que el objeto debe ser licito, posible, determinado
o determinable, susceptible de valoración económica y corresponder a un interés de las partes,
aun cuando este no sea patrimonial.

Licitud:
La juridicidad es una exigencia que aparece fuertemente enfatizada en el CCyC. Así, el articulo
279 nos dice que el objeto no debe estar prohibido por la ley, ni ser contrario a la moral, a las
buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana.
Esto mismo es sostenido por el artículo 1004 del CCyC, titulado objetos prohibidos. Tampoco
pueden ser objeto de los contratos dice este artículo, los bienes que por un motivo especial se
prohíbe que lo sean. Se dispone además que cuando el contrato tenga por objeto derechos
sobre el cuerpo humano se aplican los artículos 17 y 56 del CCyC.

Posibilidad:
Según la RAE es la aptitud, potencia u ocasión para ser o existir. La norma exige que el objeto
sea posible, sin más, sin ningún aditamento, lo que ha dado lugar a debates en la doctrina.

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Hay quienes entienden que la norma se refiere a la posibilidad fáctica, es decir, que tengan
aptitud para constituirse en la materia del contrato, así no es posible celebrar un contrato de
transporte al centro de la tierra, pues no existe tecnología para hacerlo.
Otros en cambio hablan de la posibilidad en el plano jurídico, lo que no se debe confundir con
la licitud, por ejemplo, no sería posible jurídicamente constituir una hipoteca sobre un bien
mueble, pues esta se circunscribe al ámbito inmobiliario.

Determinación absoluta o relativa:


Es necesario que el objeto sea determinado por las partes al contratar, o al menos lo sea
relativamente. Respecto de ello el artículo 1005 del CCyC sostiene que cuando el objeto se
refiere a bienes, estos deben estar determinados en su especie o genero según sea el caso,
aunque no lo estén en su cantidad, si esta puede ser determinada. Es determinable cuando se
establecen los criterios suficientes para su individualización.
Por otro lado, en el artículo 1006 del CCyC se regula la determinación por un tercero, este
articulo dispone que las partes pueden pactar que la determinación del objeto sea efectuada
por un tercero.
En caso de que el tercero no realice la elección, esta sea imposible, o no haya observado los
criterios establecidos expresamente por las partes o por los usos y costumbres, puede recurrirse
a la determinación judicial, que debe tramitarse por el procedimiento más breve que prevé la
legislación procesal.
Lo que se busca con ello es enfatizar la conservación del contrato, que hace que el mismo evite
su nulidad por falta de objeto si el tercero no lo hace o esta deviene imposible.

Patrimonialidad:
Debemos tener en cuenta que, si bien el objeto del contrato debe ser susceptible de valoración
económica, el interés de la parte no necesariamente debe serlo. Alterini ejemplifica que la
prestación de servicios que se celebra con el interés - seguramente extra patrimonial - de
aprender una lengua.

Reglas especiales sobre los bienes que son objeto de los contratos:

Bienes existentes y futuros:


Ello está regulado por el artículo 1007 del Código Civil y Comercial, según el cual los bienes
futuros pueden ser objeto de los contratos.
Seguidamente el articulo dispone que este contrato se presume celebrado de modo condicional,
bajo la condición suspensiva de que el bien llegue a existir. En la condición suspensiva el acto no
logra la plena eficacia, o lo que es lo mismo, tiene una eficacia pendiente.
Por excepción, dispone el artículo, el contrato será aleatorio, en la medida que el adquirente
asuma los riesgos de que la cosa futura llegue o no a existir.

Bienes ajenos:
Nuestro CCyC también autoriza el perfeccionamiento de contratos sobre bienes ajenos,
sepultado los interminables debates habidos en el régimen anterior, especialmente con motivo
de la aparente prohibición de vender cosas ajenas, que se previó en el artículo 1329 del Código
Civil derogado.
El artículo 1008 del CCyC, titulado bienes ajenos dispone que los bienes ajenos pueden ser
objeto de los contratos. Y según dispone este artículo cabria distinguir dos tipos de promesas
sobre bienes ajenos:

▪ Promesa sin garantía: si quien promete transmitir los bienes no ha garantizado el éxito
de la promesa, solo está obligado a emplear los medios necesarios para que la prestación se
realice y, por su culpa, el bien no se transmite, debe reparar los daños.

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▪ Promesa con garantía: en estos casos si la promesa no se cumple el individuo debe


reparar los daños; esta responsabilidad es objetiva, desde que el promitente se comprometió
como resultado el cumplimiento de la promesa (según el artículo 1723 del CCyC cuando el
individuo se compromete a entregar un resultado determinado su responsabilidad es objetiva).

En su última parte el artículo 1008 del CCyC dispone que el que ha contratado sobre bienes
ajenos como propios es responsable de los daños si no hace entrega de ellos.

Bienes litigiosos, gravados o sujetos a medidas cautelares:


Del texto del artículo 1009 del CCyC surge que el contrato que recae sobre dichos bienes será
válido, pero los gravámenes o cautelares seguirán subsistiendo, y gravarán al adquirente del
bien.
La solución adoptada por el artículo es concordante con el principio de accesoriedad que
gobierna el sistema de garantas, y en particular, a los derechos reales de garantía.
Este articulo dispone además que quien de mala fe contrata sobre esos bienes como si
estuviesen libres debe reparar los daños causados a la otra parte si esta ha obrado con buena
fe.

Objeto del contrato y pacto de herencia futura:

El artículo 1010 del CCyC es claro al sostener que la herencia futura no puede ser objeto de los
contratos ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos
particulares, salvo casos previstos expresamente por la ley.
En el segundo párrafo del artículo 1010 del CCyC se consagra una excepción a la prohibición
sobre herencia futura, comúnmente denominado pacto de familia. Según este, los factos
relativos a una explotación productiva o a participaciones societarias de cualquier tipo, con
miras a la conservación de la unidad de la gestión empresaria o a la prevención de conflictos,
pueden incluir disposiciones referidas a futuros derechos hereditarios - herencia futura - y
establecer compensaciones en favor de otros legitimarios.
Según la norma estos pactos serán válidos, sean o no parte el futuro causante y su cónyuge, su
no afectan la legitima hereditaria, los derechos del cónyuge, ni los derechos de terceros.

Objeto en los contratos de larga duración:

En la regulación del objeto, el CCyC trae una norma innovadora relativa a los contratos de larga
duración. Así, en su artículo 1011 dispone que en los contratos de larga duración el tiempo es
esencial para el cumplimiento del objeto, de modo que se produzcan los efectos queridos por
las partes o se satisfaga la necesidad que las indujo a contratar.
Las partes deben ejercitar sus derechos conforme un deber de colaboración, respetando la
reciprocidad de las obligaciones del contrato, considerada en relación a la duración total.
Finalmente se dispone que la parte que decide la recisión debe dar a la otra la oportunidad
razonable de renegociar de buena fe, sin incurrir en el ejercicio abusivo de los derechos.

Causa de los contratos:

Se ha dicho tradicionalmente que la causa es un vocablo multivoco, entre las distintas


acepciones sobresalen la que refiere a aquello que considera como fundamento u origen de algo
(causa fuente), y la que alude al motivo o razón para obrar (causa fin).
A diferencia de lo que ocurría en el marco del Código Civil derogado, que trataba el tema causa
al abordar el régimen de las obligaciones en general, el CCyC, con una técnica legislativa
superadora, lo aborda en el marco de la teoría general de los actos jurídicos y al tratar la teoría
general del contrato.

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Evolución de la causa:

Podemos sintetizar la evolución de la causa del siguiente modo:

Causalismo:
Esta teoría fue desarrollada por Domat, quien sostenía que la causa fin era la razón abstracta
perseguida por los contratantes. Esa causa fin era siempre la misma en los contratos iguales. Así
en los contratos recíprocos la causa fin de una parte era la contraprestación de la otra; de esta
manera realizo una clasificación tripartita:

▪ Contratos bilaterales: la causa radica en la contraprestación.


▪ Contratos reales: la causa radica en la entrega.
▪ Contratos gratuitos: la causa radica en el animus donandi.

Anticausalismo:
Es la tesis elaborada por Ernst, de origen belga, y Planiol, de origen alemán, quienes se oponen
a Domat, y sostienen que el concepto de causa fin se confunde con el objeto en los contratos
sinalagmáticos y en los gratuitos con el consentimiento. Quienes la apoyan entienden que la
causa no aporta nada nuevo, entienden que el concepto de causa es completamente falso.

Neocausalismo:
Más adelante, las dos teorías anteriores se sintetizan en las teorías neocausalistas, que rescatan
la noción de causa a partir de las críticas del anticausalismo. Se desarrolla a través de dos
grandes vertientes: francesa e italiana.

▪ Neocausalismo objetivo: cuenta con grandes exponentes italianos, entiende que la


causa radica en la función económico social del contrato. La noción de la causa se vincula al tipo
contractual, en cuanto pone el acento en su función abstracta, de la cual resultan los efectos
legales correspondientes a los contenidos mínimos esenciales de la figura. Entienden que debe
hallare una causa que aplique a todos los contratos.
Aquí la causa es ajena a las partes, y generalmente coincide con finalidades supra personales
que en muchos casos pondera el propio legislador al tipificar el contrato. La causa objetiva es
siempre licita - porque la autoriza el propio ordenamiento jurídico - a diferencia de la causa
subjetiva que puede ser ilícita.
▪ Neocausalismo subjetivo: tiene su origen en el derecho francés, parte de la base de que
al contratar todos nosotros lo hacemos impulsados por motivos. Estos motivos, dice Josseran
son - máximo exponente de esta postura - las razones de obrar de las partes, que se presentan
como sentimientos, intereses, pasiones por las que el alma humana puede ser conmovida. De
modo que la causa será distinta en cada contrato.
Cuando estos motivos se dan a conocer, pierden su carácter de motivo, y pasan a ser móvil o
motivo determinante. La causa es el móvil o motivo determinante. Por ejemplo, una iglesia
contrata un orfebre para construir una puerta especial, pero dicha iglesia se destruye como
consecuencia de la detonación de una bomba, aquí se rescinde el contrato, por falta de causa.
Es lo mismo que ocurre con los famosos casos de la coronación que se nos enseña al estudiar el
derecho de las obligaciones.
Se critica a esta teoría que no en todos los casos los contratantes expresaban cual era la causa,
más aún hoy con la celebración de contratos masificados, de este modo habría contratos sin
causa.
▪ Neocausalismo sincrético o dual: combina las dos anteriores, entiende que la causa es
el motivo o móvil determinante de las partes, como así también la función económico social del
contrato.

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El CCyC adopta lo que podemos decir es una postura neocausalista sincrética o dualista, al
sostener, en su artículo 281, que la causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento
jurídico que ha sido determinante de la voluntad (Neocausalismo subjetivo). También integran
la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados expresamente
al acto, o tácitamente si son esenciales para ambas partes (Neocausalismo subjetivo).

Presunción de causa fin:

Antes dije que el CCyC, al tratar la causa en el marco de la teoría general del contrato, nos remite a
la teoría general del acto jurídico. Allí encontramos el artículo 282 según el cual, aunque la
causa no este expresada en el acto se presume que existe mientras no se pruebe lo contrario.
Esta presunción responde al propio sentido común, puesto que no se concibe que una persona
se obligue sin razón o motivo.
Por otro lado, la parte final del artículo da cuenta de la falsa causa y sostiene que el acto es
válido, aunque la causa expresada sea falsa si se funda en otra causa verdadera.

Necesidad de la causa:

Según el artículo 1013 del Código Civil y Comercial de la Nación, la causa debe existir en la
formación del contrato y durante su celebración y debe subsistir durante su ejecución.
La falta de causa dará lugar, según los casos, a la nulidad, adecuación o extinción del contrato.

Causa ilícita:

Según el artículo 1014 del CCyC, el último en materia de causa dentro de la teoría general del
contrato, el contrato es nulo cuando:

▪ Su causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres.


▪ Ambas partes lo concluyeron por un motivo ilícito o inmoral común. Si solo una de ellas
persigue un fin ilícito o inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra parte que
obro de buena fe, la que si puede reclamar la restitución de lo que entrego sin estar obligada a
cumplir las obligaciones asumidas.

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UNIDAD 7: Interpretación, integración, calificación y prueba del contrato.

Interpretación de los contratos:

La interpretación tiene por finalidad escrudiñar el significado que puede atribuirse a la ley, los
actos jurídicos y la costumbre.
En su propia esencia es un acto libre de la inteligencia que se lleva adelante con ciertas reglas o
pautas. Es, quizás, el proceso más personal que lleva adelante el juez.
Respecto de la tarea interpretativa, es frecuente la discusión acerca de por qué se interpreta, o
bien, cuando es necesario interpretar. Según una corriente es menester interpretar cuando
existen clausulas ambiguas u oscuras. Sin embargo, no parece esta la respuesta adecuada, la
norma necesita interpretación, porque es necesario conocer lo que quiso el autor.
Siendo la interpretación una de las etapas del funcionamiento de las normas en general, para
lograr un mayor acierto metodológico, el CCyC opto por incluir reglas en la regulación de los
actos jurídicos en general, y luego otras en forma específica para la interpretación contractual.
A diferencia de lo que ocurre con la interpretación de la ley, en el contrato, la interpretación
auténtica es la más frecuente, es decir quienes primero lo interpretan son las partes. Sin
embargo, esta interpretación no puede prevalecer sobre la judicial o administrativa.
El nuevo CCyC regula la interpretación de los contratos entre sus artículos 1061 y 1068. Por otro
lado, debemos tener en cuenta el CCyC distingue, a la hora de la interpretación, entre las
distintas clases de contratos que reconoce - paritarios, de consumo y por adhesión -.

Interpretación de contratos paritarios:

Intención común:
Es la primera pauta de interpretación que establece el CCyC en su artículo 1061. Importa que no
debe estarse a la literalidad del contrato, sino que, en primer lugar, se debe buscar conocer cuál
fue la intención de las partes, que es lo que estas querían lograr.
Esta norma alude al principio de ultra literalidad, el legislador ha privilegiado la búsqueda de la
intención común sobre el método literal que implicaría atenerse a las palabras empleadas.
Como vemos, este articulo nos dice que en la interpretación del contrato debe indagarse cuál
fue la intención común, lo que no significa sino determinar cual fue la finalidad que las partes
concordaron.
La finalidad es un elemento vertebral de todo contrato, pues es claro que las partes contratan,
comprometen su actividad y recursos, para el logro de un objetivo determinado, sin el que el
vinculo carece de eficacia. El contrato es la regulación del procedimiento pautado para alcanzar
tal fin.
Por otro lado, la mención al principio de buena fe supone que se debe evaluar conforme al
estándar objetivo medio, el de un contratante cuidadoso y previsor. La buena es una regla
troncal en todo el ordenamiento jurídico, cabe tener en cuenta también la mención de ella por
el artículo 961.

Interpretación restrictiva:
Según el artículo 1062 del CCyC cuando por disposición legal o convencional se establece
expresamente una interpretación restrictiva, debe estarse a la literalidad de los términos
utilizados al manifestar la voluntad. Sin embargo, ello - dice el mismo artículo - no aplica
respecto de las obligaciones del predisponente y del proveedor en los contratos por adhesión y
en los de consumo, respectivamente.
Podemos citar como ejemplos de casos de interpretación restrictiva por disposición legal las
cartas de intención, la estipulación a favor de tercero, cláusulas de disminución y supresión de
la obligación de saneamiento.
No obstante, puede ocurrir que la literalidad de los términos requiera de la aplicación de alguno

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de los criterios de interpretación fijados por otras normas del CCyC.


El lenguaje tiene un grado de indeterminación relativa del que a menudo no se tiene conciencia.
Las palabras constituyen la materia del discurso jurídico, ellos expresan conceptos cuyos límites
y alcances no siempre son ponderados de igual modo. Por eso el derecho debe solucionar
conflictos y para ello establece reglas específicas al respecto.
Este artículo, es complementado por el 1063, titulado significado de las palabras. Dicho artículo
sostiene que las palabras empleadas en el contrato deben entenderse en el sentido que les da
el uso general, excepto que tengan un significado especifico que surja de la ley, del acuerdo de
las partes o de los usos y prácticas del lugar de celebración conforme con los criterios de
integración del contrato. Asimismo, estas reglas aplican respecto de conductas, signos y
expresiones no verbales con los que se manifiesta el consentimiento.

Interpretación contextual:
La interpretación sistemática o contextual considera al contrato como una unidad coherente de
sentido, lo que posibilita evaluar el sentido con el que las palabras son empleadas en los distintos
tramos del texto. En el artículo 1064 del Código Civil y Comercial se dispone que las cláusulas
del contrato se interpretan las unas por medio de las otras, y atribuyéndoles el sentido
apropiado al conjunto del acto. Se trata de lo que comúnmente se denomina interpretación
sistemática, es decir, aquella que tiene por objeto analizar el lazo intimo entre las instituciones y
reglas del derecho en el seno de una vasta unidad.
Por otro lado, el artículo 1074, relativo a los contratos conexos, dispone que estos contratos se
interpretan los unos por medio de los otros, atribuyéndoles el sentido apropiado que surge del
grupo de contratos, su función económica y el resultado perseguido.
Según este principio interpretativo el texto del contrato es elaborado con un criterio uniforme
que asigna similar significado a la misma palabra o expresión, en las distintas clausulas en las
que ella es empleada.

Fuentes de interpretación:
El artículo 1065 del CCyC establece que cuando no sea posible determinar el sentido de las
palabras empleadas en el contrato por medio del cotejo asignado a ellas en las distintas cláusulas
del acuerdo, se deben tomar en consideración:

▪ Circunstancia en las que se celebró, incluyendo las negociaciones preliminares: esas


negociaciones pudieron haber dado lugar a documentos aptos para proporcionar información
sobre el sentido asignado a las expresiones por las partes, como puede ser una carta de
intención.
▪ La conducta de las partes, incluso posterior a su celebración: se trata de aquel principio
por el cual se pondera la conducta de las partes al tiempo de la celebración o durante la
ejecución, como criterio interpretativo.
▪ La naturaleza y finalidad del contrato: los contratos presentan una finalidad tópica y
tienen también una finalidad o funcionalidad económica determinada; como también las partes
pueden tener un interés o finalidad de índole subjetiva.

El CCyC establece como principal fuente de interpretación el significado de las palabras y


subsidiariamente puede recurrirse a las circunstancias, conducta y finalidad del contrato;
siempre que, si se trata de un contrato paritario, las partes no hayan pactado la interpretación
restrictiva.

Conservación del contrato:


Es otro gran principio interpretativo, normativizado por el artículo 1066 del CCyC, según el cual,
si hay duda acerca de la eficacia del contrato, o de alguna de sus cláusulas, debe estarse a aquella
que de validez al mismo.

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Esta regla responde a una cuestión lógica, y es que, si las partes celebraron un contrato es
porque apostaron a su validez.
En nuestro sistema jurídico las partes gozan de la libertad para contratar y determinar el
contenido de los negocios jurídicos que realizan. Según el principio de conservación del contrato
en caso de duda el juez no debe privar de validez a lo estipulado por las partes; pero solo en
caso de duda, de ser clara la invalidez, debe declararla, aun de oficio en caso de afectar el orden
público.
En caso de existir diversos sentidos posibles, alguno de los cuales conduce a la determinación
de la ineficacia de todo o parte del contrato, el intérprete debe optar por la más adecuada al
objeto del contrato.

Protección a la confianza:
Se encuentra expresamente reconocido en el artículo 1067 del Código Civil y Comercial, es un
principio básico en materia contractual. Este artículo dispone que la interpretación de los
contratos debe proteger la confianza y lealtad que las partes se deben recíprocamente, siendo
inadmisible la contradicción entre una conducta jurídicamente relevante, previa y propia del
mimo sujeto.
Esta norma impone al interprete orientar sus valoraciones en el sentido de proteger la confianza y
la lealtad que las partes se deben, desestimando como admisibles aquellas ponderaciones que
validen una conducta que, por entrar en contradicción con otra anterior de la parte de la que
emana, resulta jurídicamente inadmisible.
Para ser considerada contradictoria con la actual, la conducta anterior debe partir del mismo
sujeto y ser jurídicamente relevante; esto es, no viciada, vinculada con la misma relación jurídica
de la que se trate y a algún aspecto importante de ella, no a una cuestión accesoria o tangencial.

Expresiones oscuras:
Agotadas las instancias interpretativas desarrolladas anteriormente, sin que por medio de ellas
se haya logrado superar la duda existente con relación al contenido y alcances de una expresión
del contrato, el CCyC brinda reglas específicas acerca de su interpretación, según se trate de
contratos a título gratuito o a título oneroso.
El ultimo artículo en materia de interpretación del CCyC, el articulo 1068, dispone que cuando a
pesar de las reglas contenidas en los artículos anteriores persisten las dudas, si el contrato es a
titulo gratuito debe interpretarse en el sentido menos gravoso para el obligado y, si es a título
oneroso, en el sentido que produzca un ajuste equitativo de los intereses de las partes.

Interpretación de contratos por adhesión:

En estos contratos a las clausulas predispuestas se le pueden sumar las llamadas clausulas
particulares, que según el artículo 986 del CCyC, son aquellas que, negociadas individualmente,
amplían, limitan, suprimen o interpretan una clausula general. En caso de incompatibilidad
entre clausulas generales y particulares, prevalecen estas últimas.
La solución que adopta el codificador es correcta puesto que son las partes quienes, mas allá de
la cláusula general, negociaron individualmente respecto de una cuestión determinado que se
busca modificar respecto de la cláusula predispuesta.
Por otro lado, el artículo 987 del CCyC, nos dice que en caso de que existan clausulas ambiguas
predispuestas por una de las partes, estas deben ser interpretadas en el sentido contrario al
predisponente.
Esto se debe a que es el predisponente quien debe asumir los riesgos de una defectuosa
declaración, dado que es el quien dispone de los medios para evitar toda duda, sebe soportarlo
por no haberse expresado con claridad.

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Interpretación de contratos de consumo:

Respecto de esta cuestión no podemos dejar de tener en cuenta que, desde la sanción de la Ley
de Defensa del Consumidor en 1993 y, en forma consolidada, a partir de la incorporación de los
derechos de los consumidores y usuarios a la Constitución Nacional, en el año 1994, se ha
establecido entre nosotros el criterio según el cual las cuestiones que se suscitan vinculadas a
las relaciones y contratos de consumo deben ser interpretadas a favor del consumidor; tal como
lo enuncia el Código, agregando la exigencia hermenéutica de adoptar las soluciones que
contribuyan a asegurar un consumo sustentable.
El CCyC se refiere a esta cuestión en su artículo 1094, según el cual las normas que regulan las
relaciones consumo deben ser aplicadas e interpretadas conforme el principio de protección del
consumidor y el de acceso al consumo sustentable.
Además, esta norma cuenta con una previsión aplicable a todo el ordenamiento jurídico al
sostener que, en caso de duda sobre la interpretación de este código o las leyes especiales,
prevalece la más favorable al consumidor.
Seguidamente el artículo 1095, titulado interpretación del contrato de consumo, reafirma esta
pauta y sostiene que estos contratos deben interpretarse en el sentido más favorable para el
consumidor. Cuando haya dudas sobre el alcance de su obligación, se adopta la menos gravosa.

Clasificación de las reglas de interpretación:

La doctrina ha diferenciado en el catálogo de las reglas de interpretación las reglas objetivas y


las subjetivas.

▪ Reglas objetivas: proporcionan al encargado del funcionamiento de la norma un


modelo o patrón general, respecto del cual contrastar las cláusulas del contrato.
▪ Reglas subjetivas: se emplean para escrudiñar de manera inmediata la común intención
de las partes.

Integración de los contratos:

El significado más sencillo de la palabra integrar lo brinda el Diccionario de la Lengua Española,


cuando dice que integrar es completar un todo con las partes que faltaban. La integración de un
cuerpo normativo implica completarlo, hacer que las normas faltantes pasen a ser parte del
todo. Por su parte, la integración del contrato supone que este tiene carencias y consiste en
completarlo, mediante la construcción de sus efectos (ya sea porque no fueron previstos o lo
fueron en forma notoriamente injusta).
Alguna doctrina no comparte esta idea, pues considera que la locución integración resulta una
suerte de extensión conceptual de la terminología empleada para la interpretación de la ley.
Postura que para nada comparto. Si coincido con Goldschmidt, quien decía que la interpretación
requiere lealtad, la integración reclama coraje. Lealtad al autor de la norma, coraje para decir
que la norma existe, pero es injusta y se deja de lado.
Por otro lado, tampoco es correcto asimilar la integración con la denomina interpretación
integradora. La integración supone una laguna, que puede hallarse en la formula o en la idea, y
que obliga a crear la norma para el caso; es decir la integración se hace necesaria cuando no hay
norma. Mientras que en la interpretación integradora, el intérprete encuentra una norma que
no está expresa, sino implícita. Estas normas implícitas, por lo general, son el resultado de una
elección negativa.

Procedimientos para la integración:

La norma contractual puede integrarse, de igual modo que la norma legal, por medio de dos

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grandes vías:

▪ Autointegración: este es el procedimiento menos frecuente, se elabora una norma que


se deduce del propio ordenamiento contractual.
▪ Heterointegracion: aquí se recurre a otras fuentes, entre las que las normas legales se
vuelven imprescindibles, porque el encargado del funcionamiento de las normas necesita de
una referencia.

En las disposiciones de los contratos en general el codificador incluyo una norma relativa a esta
cuestión. A simple vista resulta claro que el CCyC adopta la vía de la Heterointegracion. Así, el
artículo 964 del CCyC dispone que el contenido del contrato se integra por:

Normas indisponibles:
El articulo sostiene que las normas indisponibles se aplican en sustitución de las clausulas
incompatibles con ellas. Respecto de esta cuestión el artículo 962 del CCyC titulado carácter de
las normas legales para determinar si una norma es indisponible o supletoria deben tenerse en
cuenta los siguientes aspectos:

▪ Modo de expresión: a menudo, las propias normas establecen la obligatoriedad de su


aplicación o declaran el carácter de orden público de sus contenidos, supuestos en los que
resultan indisponibles para las partes.
▪ Contenido: se consideran normas indisponibles las que regulan sobre cuestiones de
derecho público; nombre, estado, capacidad, domicilio, matrimonio, uniones con- vivenciales,
etc.
▪ Contexto: se consideran indisponibles las normas que regulan en materia de
emergencia, cualquiera sea su naturaleza.

Normas supletorias:
Son normas supletorias las contenidas en la ley, no indisponibles, que se aplican en aquellos
aspectos que no han sido regulados por las partes por vía de alguna norma particular por ellos
creada en ejercicio de su libertad de determinación de contenidos contractuales. A tal efecto no
podemos dejar de mencionar el orden de prelación de las normas en materia contractual, que
recordemos, según dispone el artículo 963 del CCyC, es el siguiente:

▪ Normas indisponibles de la ley especial y del Código. ▪


Normas particulares del contrato (negociadas).
▪ Normas supletorias de la ley especial.
▪ Normas supletorias del CCyC.

Usos, prácticas y costumbres:


Según la norma estos resultaran aplicables únicamente cuando hayan sido declarados
obligatorios por las partes en ejercicio de la autonomía de su voluntad, o bien porque son
ampliamente conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se observa el contrato,
excepto que su aplicación resulte irrazonable.

Otra cuestión que merece aclaración es que esta norma solo aplica respecto de los contratos
nominados, es decir, aquellos que están expresamente regulados por el ordenamiento, toda vez
que según el artículo 970 del CCyC los contratos innominados están regulados, en el siguiente
orden, por:

▪ La voluntad de las partes.


▪ Las normas generales sobre contratos y obligaciones.

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▪ Los usos y prácticas del lugar de celebración.


▪ Las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad.

Calificación de los contratos:

Es el procedimiento por el cual se le atribuye a un contrato su naturaleza jurídica. Dicen


Hernández y Nicolau que calificar un contrato significa subsumirlo en el tipo contractual que
corresponda, una vez calificado como contrato nominado o bien determinar su pertenencia a
una tipología innominada.
La calificación es imprescindible para subsumir el contrato en su tipo y aplicarle la regulación
legal que corresponda.
Las encargadas de calificar el contrato son las partes, las que al momento de la celebración
manifiestan su acuerdo acerca del tipo negocial que pretenden perfeccionar. No obstante, esa
calificación es revisable por la autoridad judicial o administrativa, pues una calificación
incorrecta puede encubrir simulación o fraude que debe ser desbaratado.

Prueba de los contratos:

Según Palacio la prueba es la actividad procesal, realizada con el auxilio de la ley encaminada a
crear la convicción judicial acerca de la existencia o inexistencia de los hechos afirmados por las
partes en sus alegaciones. Se vuelve esencial en caso de que el negocio contractual entre en
crisis. En el CCyC la prueba de los contratos se regula entre los artículos 1019 y 1020.
Algunos autores incluso hablan de un derecho de la prueba, lo que indica la importancia crucial
de esa actividad en el proceso.
Por otro lado, existen ciertas cuestiones que debemos diferenciar y tener en cuenta si de
materia probatoria se trata.

▪ Medios de prueba: son instrumentos reservados a la actividad del juez, de las partes o
de terceros, para ser empleados en el proceso, a fin de aportar las fuentes de la prueba
▪ Fuentes de prueba: no se deben confundir con los anteriores, son el hecho mediante el
cual el juez deduce el hecho objeto de la prueba; el propio hecho objeto de la prueba; las
personas o cosas que representan el hecho que será objeto de la prueba.
▪ Modos de prueba: son los actos procesales mediante los cuales los medios de prueba
son incorporados, y empleados en un determinado proceso, refiere, en definitiva, al
procedimiento para llevar adelante la prueba en juicio.

Medios de prueba:

Debemos aclarar que el CCyC, a diferencia de los códigos derogados, no incluye una
enumeración de los medios de prueba. En cambio, proporciona una regla general, según la cual,
los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos para llegar a una razonable
convicción según las reglas de la sana critica, y de conformidad con las leyes procesales, salvo
que la ley establezca un medio especial.
La ley, con un enunciado menos casuístico que el de su antecesora, abre aquí amplias
posibilidades probatorias, no limitadas a los medios de los que actualmente se dispone sino a
cualquier otro que en el futuro puedan generarse por los avances científicos y tecnológicos. El
articulo prevé que las pruebas sean evaluadas según las reglas de la sana critica, que según
Couture se trata de las reglas del correcto rendimiento humano contingentes y variables con
respecto a la experiencia del tiempo y del lugar, pero estables y permanentes en cuanto a los
principios lógicos en que debe apoyarse la sentencia.
En su último párrafo la norma consagra una excepción, y es que los contratos que sea de uso

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instrumentar no puede ser probados exclusivamente por testigos. Esta regla no es aplicable a
los contratos formales, en tanto que la norma se refiere a los contratos no formales, pero que,
usualmente, se instrumentan.
Cabe aclarar que las reglas analizadas no tienen nada que ver con la forma de los contratos. Los
contratos que hayan cumplido con la forma legal tienen validez y eficacia plena con total
independencia acerca de si pueden o no probarse en juicio.

Prueba de los contratos formales:

Este supuesto esta reglado por el artículo 1020 del CCyC. Dicho artículo se refiere a un supuesto
específico en que la formalidad es requerida a los fines probatorios. La prueba principal y básica
será, en estos casos, siempre el propio instrumento; pero la norma admite que la existencia del
acto jurídico se pruebe por otros medios, incluido el de la prueba testimonial, si se da alguno de
los siguientes supuestos:

▪ Imposibilidad de obtener la prueba de haber sido cumplida la formalidad: lo que


puede darse en caso de mediar destrucción, sustracción o extravío del instrumento, o también,
de darse algún supuesto invencible de acceso al documento.
▪ Existe principio de prueba instrumental: según el último párrafo de este mismo
artículo, se considera tal cualquier instrumento que emane de la otra parte, de su causante o de
parte interesada en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato.
▪ Existe comienzo de ejecución: se verifica cuando se corrobora la realización de
determinadas prestaciones que pueden considerarse comprendidas en las obligaciones
generadas por el vínculo contractual invocado y no en otro existente entre las partes; de modo
tal que no habrían tenido lugar de no haber mediado la celebración del contrato que se quiere
probar.

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UNIDAD 8: Eficacia e ineficacia de los contratos.

Eficacia vinculante de los contratos:

La eficacia de un contrato supone que el mismo alcanza los efectos perseguidos por las partes;
en tanto que reconocer su ineficacia, implica aceptar que los mismos no pueden alcanzarse.
El carácter obligatorio del contrato se constituye en un principio fundamental del derecho
contractual. Vélez consagro este principio con gran intensidad, al sostener que las convenciones
hechas en los contratos forman para las partes una regla a la cual deben someterse como a la
ley misma.
Con el transcurso del tiempo, esta fuerza vinculante del contrato se ha ido morigerando, que en
nuestro país se dio, por ejemplo, con:

▪ Doctrina de la emergencia económica y social: esta teoría habilita la revisión del


contrato. Según se dijo en las XIV Jornadas de Derecho Civil, la emergencia es un hecho que
provoca una situación de grave riesgo social o peligro colectivo que puede legitimar la adopción
de medidas que restringen el ejercicio de ciertos derechos constitucionales para conseguir el
bien común.
▪ Principios generales e institutos revisores de los contratos: incorporados por la
reforma que la ley 17711 realiza al Código Civil.
▪ Constitucionalización de fenómenos sociales: resguardo de la vivienda (artículo 14 CN),
la tutela del ambiente (artículo 41 CN), la protección a los consumidores (artículo 42 CN).

Fuerza obligatoria del contrato en el CCyC:

La estructura normativa en materia de contratos y el sistema de justicia que la respaldan están


destinados a resguardar el cumplimiento de las obligaciones asumidas por las partes, para
reducir el riesgo admitido por cada contratante al celebrar un acuerdo. Ello explica que el
artículo 959 del Código Civil y Comercial afirme que, todo contrato válidamente celebrado es
obligatorio para las partes. Su contenido solo puede ser modificado o extinguido por acuerdo
de partes o en los supuestos en que la ley lo prevé.
El principio de obligatoriedad actúa como un resguardo para la libertad contractual, pues
establece la base necesaria para que este pueda desplegarse con confianza, en un ámbito donde
debe imperar la buena fe.

Facultades de los jueces:


En el artículo 960 del CCyC el legislados nos dice que son las partes quienes pueden celebrar,
modificar o extinguir el contrato, en ejercicio de su libertad contractual. Sin embargo, la norma
habilita el ejercicio de la función jurisdiccional con respecto a las estipulaciones de un contrato
bajo los siguientes recaudos:

▪ A pedido de parte cuando la ley lo autoriza: como sería el caso de la lesión.


▪ De oficio, ante la manifiesta afectación del orden público: por ejemplo, cuando se
revisan cláusulas que imponen intereses usurarios

Eficacia relativa de los contratos:

Históricamente ha sido expresada a partir de un axioma extraído del Digesto, según el cual la
cosa hecha o juzgada entre unos no aprovecha ni perjudica a terceros.
Desde la codificación decimonónica, el principio encuentra sustento en la autonomía privada,
toda vez que no se concibe que dos personas puedan, por su solo consentimiento, convertir a
otra en deudor o acreedor. Así debemos distinguir entre los efectos directos que dan cuenta del

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plan prestacional, y que lógicamente, se proyectan sobre las partes, salvo una disposición legal
que autorice su extensión a terceros. Y los efectos indirectos, que conciernen a situaciones
creadas o modificadas por el contrato, que se irradian sobre terceros.
Nuestro sistema normativo da libertad a los particulares para generar normas contractuales,
que regularan relaciones jurídicas especificas entre ellos. Como lógico contrapeso de ese poder
jurígeno, el Código limita los efectos que puede proyectar cada vinculo a las obligaciones
asumidas por las partes, dejando a salvo la situación de terceros, a excepción de los supuestos
estrictamente previstos por la ley, en que estos puedan verse beneficiados.
Y ello está dispuesto por el artículo 1021 del CCyC, según el cual como regla el contrato solo
tiene efectos entre las partes contratantes; no lo tiene con respecto a terceros, salvo en los
casos previstos por la ley.
Este principio entra en crisis de alguna manera, a partir de la incorporación de muchos institutos
que producen efectos sobre terceros como la estipulación a favor de terceros y el contrato a
nombre de tercero.

Partes del contrato:

El Código Civil derogado no brindaba un concepto de parte contractual, además de ello,


equivocadamente, en la definición de contrato entendía que el mismo se perfeccionaba
mediante el acuerdo de varias personas. La expresión dio lugar a fuertes y uniformes criticas de
nuestra doctrina, que el CCyC viene a superar, en su artículo 1023 este cuerpo normativo nos
dice que se considera parte del contrato:

▪ El propio interesado, es decir, es quien actúa a nombre y por cuenta propia.


▪ Quien lo otorga en nombre propio, aunque lo haga en interés ajeno.
▪ Quien es representado por un otorgante que actúa en su nombre e interés.
▪ Quien manifiesta su voluntad contractual, aunque esta sea transmitida por un corredor o
agente sin representación.

Sucesor universal:

El artículo 1024 del CCyC señala que los efectos del contrato se extienden, activa y pasivamente,
a los sucesores universales. Respecto de ello el artículo 400 del CCyC titulado sucesores
universales señala que sucesor universal es quien recibe todo o una parte indivisa del patrimonio
de otro.
Esta transmisibilidad del rol de parte a los sucesores no es absoluta sino relativa. La misma no
tendrá lugar:

▪ Cuando se establecen obligaciones inherentes a la persona que fallece, como cuando un


cantante famoso se compromete a realizar una serie de presentaciones y fallece antes.
▪ Cuando la transmisión sea incompatible con la naturaleza de la obligación, como sucede
con el contrato de mandato.
▪ Cuando la transmisión este prohibida por una cláusula del contrato o por la ley.

Terceros en el contrato:

Como vimos el artículo 1021 del CCyC enuncia lo que en doctrina se conoce como principio de
relatividad de los efectos de los contratos, según el cual estos producen efectos sobre las partes y
no con relación a terceros ajenos al vínculo establecido entre ellos.
Por otro lado, el artículo 1022 del CCyC dispone que el contrato no hace surgir obligaciones a
cargo de terceros, ni los terceros tienen derecho a invocarlo para hacer recaer sobre las partes
obligaciones que estas no han convenido, excepto disposición legal. Puede suceder que, si bien

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los terceros sean ajenos al contrato celebrado, tengan sin embargo algún interés en su éxito o
en su fracaso.
Aunque la norma no brinda un concepto general, no es forzado sostener a partir de ella, que
tercero en un contrato es aquel que no asume el rol de parte.
La norma tampoco clasifica a los terceros, sin embargo, es muy común diferenciar o distinguir
entre:

▪ Tercero interesado: son casos en que el tercero puede inmiscuirse, o bien sufrir los
efectos del contrato, en virtud de existir un interés jurídicamente protegido. En la primera
situación, cabe comprender a los acreedores de las partes, legitimados por la acción directa, la
acción subrogatoria, de simulación y de fraude. En la segunda hipótesis están los sucesores,
como dije más arriba los efectos del contrato se transmiten activa y pasivamente a los sucesores
universales, con las excepciones antes mencionadas.
▪ Tercero no interesado: son terceros ajenos o desinteresados que resultan alcanzados
por el efecto indirecto por el cual deben respetar el acuerdo de las partes. Carecen de derechos
subjetivos o intereses legítimos afectados por el acto jurídico.

Problemática de la conexidad contractual:

La categoría de la conexidad contractual no constituye un fenómeno nuevo ni en la teoría del


negocio jurídico, ni en la teoría del contrato.
Su presencia es habitual para la comercialización de bienes o servicios, frecuentemente se
ofrece una financiación por parte de una empresa coligada al proveedor, en donde los
consumidores son expuestos a frecuentes abusos. El CCyC ha sabido conformar un régimen
suficiente y moderno sobre la materia.
En la realidad social, la conexidad se expresa a través de diferentes manifestaciones. Entre ellas,
es de interés, dice Lorenzetti, distinguir a las redes de las cadenas de contratos.
Las redes de contratos conforman una relación donde los negocios vinculados se celebran con
cierta simultaneidad. Puede ocurrir que todos los vínculos contractuales converjan en un solo
sujeto que los una, en los cuales la organización y control del funcionamiento del sistema queda
a cargo de un solo sujeto, quien a tales fines se vale de una pluralidad de idéntica naturaleza y
contenido; tal es el caso de los contratos celebrados por el administrador de un shopping.
Por otro lado, hallamos las cadenas de contratos que enlazan diferentes contratos que se
disponen sucesivamente para facilitar la circulación de bienes o servicios en el mercado.

Tipificación de la conexidad contractual en el CCyC:


Se establece en el artículo 1073 del Código Civil y Comercial de la Nación que hay conexidad
cuando dos o más contratos autónomos se hallan vinculados entre sí por una finalidad
económica común previamente establecida, de modo que uno de ellos ha sido determinante
del otro para el logro del resultado permitido. Vemos así que la conexidad elige dos elementos
fundamentales:

▪ Pluridad de contratos autónomos: es necesario que existan dos o más contratos


autónomos, desde el punto de vista de la autosuficiencia, mas allá de la necesaria
interdependencia que debe verificarse entre ellos.
▪ Finalidad económica común: es distinta de la causa fuente y causa fin de cada contrato
conectado. Cada uno de los contratos bien podrá presentar un objetivo concretamente
identificable y hasta aparentemente autónomo, pero existe un motivo generalmente recóndito,
que lleva a las partes a buscar una interrelación o establecer un sistema o red para alcanzar un
único y diferente objetivo al de cada negocio individual.

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Por otro lado, en el artículo 1074 del CCyC se dispone que los contratos conexos deben ser
interpretados los unos por medios de los otros, atribuyéndoles el sentido apropiado que surge
del grupo de contratos, su función económica, y el resultado perseguido.
Cuando los contratos conexos se sitúen dentro del marco de una relación de consumo, el
contrato que une al consumidor con el sistema o grupo, deberá ser interpretado considerando
las reglas hermenéuticas propias de los contratos de consumo, que mandan a interpretar a
favor del consumidor, y que, en caso de duda, por la liberación de sus obligaciones.

Fuentes de conexidad:
Según lo establece la norma son fuentes generadoras de la conexidad contractual:

▪ Autonomía de la voluntad: son las partes dentro de su ámbito de libertad que conectan
contratos independientes entramando sus efectos.
▪ Ley: existen varios casos en los cuales es el propio ordenamiento jurídico el que impone
esta vinculación entre contratos. Por ejemplo, en materia de leasing, tarjeta de crédito.
▪ Coligación fáctica: cuando los negocios han quedado relacionados en la realidad social y
es posible reconocer un supuesto de conexión relevante a partir de una correcta
interpretación de la operación concretada.

Efectos de la conexidad contractual:


Dispone el artículo 1075 del CCyC que, según las circunstancias, probada la conexidad, un
contratante puede oponer las excepciones de incumplimiento total, parcial o defectuoso, aún
frente a la inejecución de obligaciones ajenas a su contrato.
Atendiendo al principio de la conservación, la misma regla se aplica cuando la extinción de uno
de los contratos produce la frustración de la finalidad económica común.
un claro ejemplo que nos permite comprender el fenómeno de la conexidad en los contratos y
sus efectos, es el caso de la compraventa con mutuo. Supongamos que A quiere comprar un
inmueble a B, pero no cuenta con el dinero suficiente por lo que B le ofrece financiar la compra
con el banco C - ello puede ser vinculante, como ocurre a veces para comprar autos, o bien una
simple sugerencia -. De modo que hallamos dos contratos conexos, uno de compraventa entre
A y B, y otro, de mutuo entre B y C. Ante esta situación si B no cumple con las cuotas del mutuo
celebrado con C, el contratante A puede no entregar la cosa hasta que cumpla. Lo mismo podría
hacer B respecto del cumplimiento del mutuo si A no le entrega la cosa.
También debe tenerse en cuenta que di desaparece la finalidad económica común ambos
contratos pueden extinguirse.
Cabe aclarar que esto no ocurre si B, independientemente de A, solicita un préstamo bancario
para comprar el inmueble, para ese caso, ante el incumplimiento del mutuo por parte de B se
aplicaran las reglas relativas a los contratos bancarios en particular.

Acción Directa: artículos 736 a 738

El CCyC la define en el artículo 736 como la acción que compete al acreedor para recibir lo que
un tercero le debe a su deudor, hasta el importe de su propio crédito. El acreedor la ejerce por
derecho propio y en su beneficio. Estas acciones se consideran un remedio excepcional puesto
que se trata de una severa restricción al efecto relativo de las obligaciones, por lo que debe ser
interpretado de forma restrictiva.

Requisitos para ejercer la acción directa: articulo 737


Son requisitos necesarios para el ejercicio de la acción directa:

▪ Un crédito exigible del acreedor contra su propio deudor: el titular de la acción debe
tener un crédito exigible contra su deudor que no esté embargado y de plazo vencido.

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▪ Una deuda correlativa exigible del tercero demandado a favor del deudor: se
requiere que exista una deuda del tercero demandado con el deudor del actor.
▪ Homogeneidad de ambos créditos entre sí: debe haber homogeneidad entre el objeto
debido por el demandado (tercero) con el objeto debido por el deudor del demandante.
▪ Ninguno de los créditos debe haber sido objeto de embargo anterior a la promoción
de la acción: es preciso que el crédito del deudor contra el tercero no haya sido objeto de
embargo previo.
▪ Citación del deudor a juicio.

Casos previstos por la ley:


Como se indicio anteriormente las acciones directas solo pueden ser llevadas a cabo en los casos
expresamente previstos por la ley, entre ellos:
▪ Sublocación de cosas: el locador contra el sublocatario y el subinquilino contra el
locador.
▪ Sustitución de mandato: el mandante contra el mandatario sustituto.
▪ Responsabilidad civil: es un presupuesto excepcional, el damnificado contra el
asegurador del causante del daño.

Efectos de la acción directa: articulo 738

▪ Respecto del acreedor:


El reclamo procede hasta el monto menor de las dos obligaciones: el acreedor no está legitimado a
cobrar una suma superior a la de su crédito. El monto recibido por el demandante ingresa
directamente a su patrimonio.
▪ Respecto del deudor:
Cuando el acreedor obtiene el cobro de su crédito el deudor se libera en la medida que
corresponda al pago efectuado por el tercero.
▪ Respecto del tercero:
La notificación de la demanda causa el embargo del crédito a favor del demandante; luego de
hecha la demanda, el pago hecho por del demandado a su acreedor, es inoponible al
demandante, quien puede solicitar la reiteración del pago en su favor.
El tercero puede oponer todas las defensas contra su acreedor y contra el demandante.

Acción Subrogatoria: artículos 739 a 742

El artículo 739 del Código Civil y Comercial de la Nación establece que el acreedor de un crédito
cierto, exigible o no, puede ejercer judicialmente los derechos patrimoniales de su acreedor si
este es omiso en hacerlo, y esa omisión afecta el cobro de su acreencia. El acreedor no goza de
privilegio alguno sobre los bienes obtenidos. El artículo 740 señala que el deudor debe ser citado
para que tome intervención en el juicio respectivo.
Recibe el nombre de acción subrogatoria porque los acreedores subrogan a su deudor, se la
llama también acción oblicua atendiendo a que el producido ingresa al patrimonio del deudor
subrogado, y acción indirecta porque los acreedores no actúan en nombre propio sino en el de
su deudor.

Derechos excluidos: articulo 741

▪ Están excluidos de la acción subrogatoria:


▪ Los derechos y acciones que por su naturaleza o disposición de la ley solo puedan ser
ejercidas por su titular.
▪ Derechos y acciones que estén sustraídos de la garantía común.
▪ Las meras facultades, excepto que de su ejercicio pueda resultar una mejora

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patrimonial para el deudor.

Efectos de la acción subrogatoria:

▪ Respecto del actor y el demandado:


El subrogante ejercita los derechos del deudor subrogado, titular del crédito que podría haber
ejercido pero que no ejerció, contra el tercero demandado, según el artículo 742 este último
podrá oponer todas las excepciones y causas de extinción de su crédito, aun cuando provengan
de hechos del deudor posteriores a la demanda, siempre que no sean en fraude al acreedor.
▪ Respecto del actor y el subrogado:
Origina la sustitución de personas en el ejercicio del derecho al cual se refiere. El actor queda en
el lugar de su deudor e investido en sus facultades para obtener la utilidad de dicho ejercicio.
▪ Respecto del subrogado y el demandado:
No afecta la relación entre el demandado con su acreedor (subrogado).
▪ Respecto de los demás acreedores del subrogado:
Como señalamos anteriormente la acción de subrogación no concede al acreedor privilegio
alguno respecto de los demás acreedores de su deudor.

Cesión del contrato:

La cesión de la posición contractual está regulada entre los articulo 1636 y 1640 del CCyC en la
sección correspondiente a los contratos en particular.
En los contratos con prestaciones pendientes cualquiera de las partes puede transmitir a un
tercero su posición contractual, si las demás partes lo consienten antes, simultáneamente o
después de la cesión.
Si la conformidad es previa a la cesión, ésta sólo tiene efectos una vez notificada a las otras
partes, en la forma establecida para la notificación al deudor cedido.
Esto difiere de la cesión de créditos o de deudas porque se caracteriza como un único negocio
en el que se transfieren el complejo de derechos y deberes que están adheridos a la calidad de
parte, y que se encuentran unidos por la posición que se detenta en el contrato.
Lo que se transmite es la situación jurídica que ocupaba el contratante cedente al tercero
cesionario. En la sustitución de la posición contractual resulta necesario que existan obligaciones
recíprocas pendientes de ambas partes.

Efectos de la cesión del contrato:

Desde la cesión o, en su caso, desde la notificación a las otras partes, el cedente se aparta de
sus derechos y obligaciones, los que son asumidos por el cesionario.
Sin embargo, los cocontratantes cedidos conservan sus acciones contra el cedente si han
pactado con éste el mantenimiento de sus derechos para el caso de incumplimiento del
cesionario. En tal caso, el cedido o los cedidos deben notificar el incumplimiento al cedente
dentro de los treinta días de producido; de no hacerlo, el cedente queda libre de
responsabilidad.
Se diferencia con la cesión de crédito, dado que en esta el deudor cedido no puede oponerse a la
cesión ya que le es indistinto a quien cumplir. Por otro lado, al igual que la cesión de deuda
exige conformidad de la otra parte.

Incorporación de terceros al contrato:

Dentro del Capítulo de efectos, el CCyC también disciplina a los diferentes supuestos de
incorporación de terceros al contrato. Podemos hablar de la estipulación a favor de terceros, el

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contrato a nombre de terceros y la promesa de hecho ajeno. Ahora, veamos cada una de ella en
particular:

Estipulación a favor de terceros:

La técnica legislativa que el CCyC adopto respecto de esta figura es absolutamente correcta,
pues se incluyeron normas generales en la teoría general del contrato, y otras especiales, que
importan aplicaciones concretas de la misma.
Los avances importan brindar un marco de seguridad jurídica a un instituto de gran alcance
practico, como lo demuestra la rica experiencia judicial.
Con precisión técnica el artículo 1027 del CCyC señala que, si el contrato tiene una estipulación
a favor de un tercero beneficiario, determinado o determinable, el promitente le confiere los
derechos o facultades resultantes de lo que ha convenido con el estipulante. Del mismo, surge
que las partes son el estipulante y el promitente, este último obligado frente al tercero
beneficiario.
Por otro lado, se dispone en este mismo artículo que el tercero aceptante obtiene directamente
los derechos y las facultades resultantes de la estipulación a su favor.

Revocación de la estipulación:
El estipulante puede revocar la estipulación mientras no reciba la aceptación del tercero
beneficiario, para lo que debe contar con la conformidad del promitente, cuando este tenga
interés patrimonial o extrapatrimonial en su perduración, cuestión que debe establecerse caso
por caso.
De tal modo, cuando no existe tal interés, la revocación operará como un acto unilateral
recepticio; pero cuando aquel se verifique, adquirirá la naturaleza de un acto complejo, que
requiere la conformidad de estipulante y de promitente por lo que se dará como una suerte de
rescisión bilateral del vínculo contractual base.
nuevamente aquí, al igual que en el proceso de formación del consentimiento entre ausentes,
el criterio adoptado es el de la recepción, que debe tenerse por operada cuando la comunicación
estuvo a disposición del destinatario, aun cuando no haya tomado efectivo conocimiento de su
contenido.

Efectos entre las partes:


El contrato que une al estipulante con el promitente puede presentar la más variada naturaleza.
Independientemente de ello, debemos prestar particular atención a la ejecución del beneficio
creado. Así, en el artículo 1028 del CCyC se dispone que el estipulante puede:

▪ Exigir al promitente el cumplimiento de la prestación, sea a favor del tercer beneficiario


aceptante, sea a su favor si el tercero no la aceptó o el estipulante la revocó.
▪ Resolver el contrato en caso de incumplimiento, sin perjuicio de los derechos del tercero
beneficiario.

Efectos frente al tercero beneficiario:


En estos casos el tercero cuenta con un derecho a su favor, como así también tiene el derecho
de aceptar o rechazar la ventaja creada a su favor. El rechazo faculta al estipulante a reclamar la
prestación que debía cumplirse al tercero, salvo pacto en contrario.
La manifestación del tercero de aceptar el beneficio importa consolidar el derecho adquirido.
Luego de la aceptación, el beneficiario puede ejercer, de manera directa, la ejecución de la
prestación prometida, para lo cual dispone de los medios legales para ellos. Frente a esto el
promitente puede oponer al tercero las defensas derivas del contrato básico y las fundadas en
otras relaciones con él.

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Contrato a nombre de tercero:

Según el artículo 1025 del CCyC, en estos casos la regla general es que quien contrata a nombre
de otro solo obliga a este si ejerce su representación. Dicha representación puede ser voluntaria,
legal u orgánica, de acuerdo a lo establecido en el artículo 358 CCyC y, los actos celebrados por
el representante en nombre del representado y en los límites de las facultades conferidas por la
ley o por el acto de apoderamiento, producen efecto directamente para aquel.
La representación, cualquiera sea su naturaleza, alcanza a los actos objeto del apoderamiento,
a las facultades otorgadas por la ley y a los actos necesarios para su ejecución.

Falta de representación:
En su segunda parte este artículo establece que a falta de representación el contrato es ineficaz.
Esta ineficacia se sitúa dentro del campo de la nulidad relativa, puesto que la ley la impone en
beneficio del perjudicado, por el obrar del falso procurador.
La nulidad obligara a resarcir los daños y perjuicios a quien obra sin representación, o
excediéndose de la oportunamente extendida.

Ratificación del tercero:


En su último párrafo el artículo 1015 del Código Civil y Comercial nos dice que la ratificación
expresa o tácita del tercero suple la falta de representación. Además, se agrega que la ejecución
del contrato implica la ratificación tacita de la representación.
Como lo establece el artículo 369 del CCyC, la ratificación suple el defecto de representación y
luego de ella la actuación se da por autorizada con efecto retroactivo al día del acto, sin
afectación de los derechos de terceros que hayan contratado con relación al bien objeto del
contrato con anterioridad a la ratificación, para quienes ella y sus efectos primarios resultan
inoponibles.
La ratificación puede hacerse en cualquier tiempo, pero los interesados pueden requerirla,
fijando un plazo para ello que no exceda de quince días. El silencio frente al requerimiento se
debe interpretar como negativa.

Promesa del hecho ajeno:

Quien promete el hecho de un tercero queda obligado a hacer lo razonablemente necesario


para que el tercero acepte la promesa. Si ha garantizado que la promesa sea acepada, queda
obligado a obtenerla y responde personalmente en caso de negativa.
Vemos así que la norma contempla dos alternativas para el caso de darse una promesa de hecho
ajeno, según la actitud del promitente:

▪ Obligación de medio: se da cuando el sujeto promete un hecho ajeno, pero no lo


garantiza; de modo tal que solo se obliga a concretar las diligencias exigibles conforme el
negocio, y no será responsable si adecua su actividad a las mismas. El individuo se compromete
a actuar diligentemente, independientemente del resultado, por lo que este no será
responsable, aun cuando no alcance el resultado, si empleo la diligencia debida para la actividad
de que se trata.
▪ Obligación de resultado: aquí el sujeto promete la aceptación por parte del tercero, ello
genera una responsabilidad adicional, cuya violación lo hará responsable independiente de su
diligencia. Aquí se compromete a entregar un resultado determinado, por lo que la obligación
solo se cumple si alcanza ese resultado, independientemente de la diligencia con la que obro.

Todo ello surge del artículo 774 del CCyC, relativo a las obligaciones de hacer; el obligado
responde en ambos supuestos. En el primero, si no actúa con la debida diligencia y ello
determina la ineficacia de su gestión. En el segundo, si no obtiene el resultado que garantizó.

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El tercero cuyo hecho se procuraba obtener no queda obligado en ninguna de esas hipótesis;
recién lo estará, pero por eventual incumplimiento, en caso de consentir la celebración de un
contrato destinado a obtener el cumplimiento de la que de él se espera obtener.

Efectos propios de contratos bilaterales

Suspensión del contrato:

La moderna teoría contractual ofrece nuevas herramientas jurídicas para afrontar con cierta
elasticidad el sinnúmero de contingencias que suelen acaecer en la vida de una relación
contractual.
En esta línea puede ubicarse la suspensión temporal de los efectos del contrato, constituyendo
una instancia que paraliza la ejecución de las prestaciones para permitir a los contratantes
analizar su conveniencia o utilidad de continuar.
Según Nicolau se trata de un recurso preventivo que faculta a una parte que conoce la
imposibilidad de cumplimiento de su contraparte, a retrasar o suspender su propio
cumplimiento. Está regulada en los artículos 1031 y 1032 del CCyC, como un supuesto de
ineficacia temporal.

Suspensión total o parcial de los efectos del contrato:


Este supuesto está regulado por el artículo 1032 del CCyC, según el cual, en los contratos
bilaterales, cuando las partes deben cumplir simultáneamente, una de ellas puede suspender el
cumplimiento de la prestación hasta que la otra cumpla u ofrezca cumplir. Se han señalado como
requisitos para la procedencia de este instituto:

▪ Contrato bilateral: ello supone prestaciones reciprocas e interdependientes entre las


partes.
▪ Obligaciones simultaneas: aquellas obligaciones que emergen del contrato deben,
necesariamente, ser de ejecución simultánea, es decir, ejecutadas mano a mano.
▪ Incumplimiento del principal: ña parte sobre la que recaía la obligación principal de
contrato debe haber incumplido.

En orden a su funcionamiento, este artículo señala que la suspensión puede ser deducida
judicialmente, por vía de acción o excepción. La expresión facultativa que uso el legislador nos
permite suponer que esta también puede ser deducida extrajudicialmente.
Finalmente, la norma establece que, si la prestación es a favor de varios interesados, puede
suspenderse la parte debida a cada uno hasta la ejecución completa de la contraprestación. En
caso de que la obligación sea indivisible la suspensión se realiza por el total de la misma, debido
a la naturaleza de la prestación.

Suspensión preventiva o anticipada de los efectos del contrato:


El derecho obligacional conoce diversos instrumentos de tutela preventiva del crédito. En esa
línea, avanza el CCyC al abrir cauce a la tutela preventiva como una de las manifestaciones de la
suspensión del contrato.
Está regulada por el artículo 1032 del CCyC, según el cual una parte puede suspender su propio
cumplimiento si sus derechos sufriesen una grave amenaza de daño porque la otra parte ha
sufrido un menoscabo significativo en su aptitud para cumplir, o en su solvencia. La suspensión
queda sin efecto cuando la otra parte cumple o da seguridades suficientes de que el
cumplimiento será realizado.
Se trata de una medida de tutela anticipada porque procede sin que medie incumplimiento, solo
existe la amenaza seria o la inminencia de su producción; esto supone que la prestación todavía
no es exigible. La norma no traza ninguna distinción en orden a los modos de articulación, razón

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por la cual cabe entender que puede hacerse por vía de acción o excepción, y aun
extrajudicialmente.

Seña o arras:

Según Nicolau la seña o arras es la dación o entrega de una cosa mueble o de una cantidad de
dinero, realizada por uno de los cocontratantes a favor del otro, que se realiza con la finalidad
de asegurar el cumplimiento del contrato, o bien, de facultar al arrepentimiento. Los conceptos
seña, señal o arras son sinónimos y constituyen un efecto propio de los contratos bilaterales.
La seña puede desempeñar funciones muy diversas según la finalidad perseguida con su entrega,
así, podemos hablar de:

▪ Seña confirmatoria: actúa como un medio para compeler al cumplimiento y refuerza a


la firmeza y seriedad del compromiso asumido por las partes; es la función primitiva de este
instituto en el derecho romano.
▪ Seña penitencial: autoriza, a cualquiera de las partes o a una de ellas, a arrepentirse y
poner fin al contrato, con la perdida de lo entregado o restitución de lo recibido más otro tanto.

Se trata de uno de los institutos en los cuales se puede ver con mayor claridad la unificación en
las materias civil y comercial. Ello porque en materia comercial, y así lo establecía el Código de
Comercio, la regla era que la seña tenía carácter confirmatorio y en materia civil era de carácter
penitencial. Actualmente, en función de lo dispuesto por el CCyC, debe entenderse que la seña
es siempre confirmatoria salvo pacto en contrario.
Nuestro CCyC reconoce ambas especies de arras y regula sus efectos entre sus artículos 1059 y
1060. Este último prescribe de manera expresa que solo puede ser entregado como seña, dinero
u otras cosas muebles; queda excluida de manera indudable la posibilidad de que el objeto sea
un mueble.

Efectos de la seña:
En el régimen del nuevo CCyC el artículo 1059 establece expresamente que el carácter
confirmatorio de la seña se presume, por lo que si los contratantes quisieran gozar de la facultad
de arrepentirse deben convenir expresamente esa posibilidad, para dar a la seña carácter
penitencial.
Por otro lado, el artículo 1060 del Código Civil y Comercial de la Nación se refiere al destino de
aquello entregado como seña y prescribe que, si es de la misma especie que lo que debe darse
por el contrato, la seña se tiene como parte de la prestación si el contrato se cumple; pero no si
ella es de diferente especie o si la obligación es de hacer o no hacer.
En el primer supuesto en caso de incumplimiento, la parte cumplidora podrá optar entre
requerir la ejecución del contrato y la reparación del daño, o bien, accionar por resolución del
contrato más la reparación del daño, en este supuesto, solo podrá retener la seña para imputarla a
cuenta de la indemnización a la que pueda tener derecho.
En la seña penitencial si se arrepiente, quien la entrego pierde la seña a favor de la otra parte;
mientras que en caso de desistimiento quien la recibió, deberá restituir lo dado más otro tanto
de su valor, la norma dice que la seña debe restituirse doblada.

Vicisitudes contractuales:

Podemos decir que las vicisitudes son todas las contingencias que sufre el contrato y que llevan
a su extinción anticipada. Son conocidas como ineficacias, sin embargo, tal expresión no resulta
del todo acertada, atentos a que - como veremos - algunas de ellas afectan no solo la eficacia,
sino también la validez del contrato, es por eso que desde la cátedra proponemos hablar de
vicisitudes contractuales.

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El Código Civil derogado no contaba con una regulación autónoma de la extinción del contrato,
lo que se agravaba por la falta de reglas relativas a las diferentes causales de ineficacia de los
actos jurídicos.
Aunque la reforma introducida por la ley 17.711 incorporo las figuras de la lesión e impresión, y
ordeno el régimen de resolución por incumplimiento, persistían debates al respecto.
El CCyC intenta construir reglas suficientes sobre la materia, a fin de armonizar los horizontes
de seguridad jurídica y justicia. Así, hallamos el Capítulo 13 de la Teoría General del Contrato,
titulado extinción, modificación y adecuación del contrato.
Tales vicisitudes pueden clasificarse del siguiente modo:

▪ Absolutas: son de oponibilidad erga omnes, es decir, se pueden oponer frente a todos y
contra cualquiera. A su vez, pueden ser:
o Originarias: la vicisitud o defecto nace al momento de celebrarse el contrato,
podemos decir que nace con el contrato. Ubicamos aquí la nulidad.
o Sobrevinientes: el contrato se celebra válidamente y la vicisitud nace con
posterioridad. Estas pueden clasificarse en:
▪ Bilaterales: dependen de la manifestación de la voluntad de ambas
partes, acá encontramos la recisión bilateral.
▪ Unilaterales: dependen de la manifestación de voluntad de una sola de
las partes. Encontramos la revocación, la resolución y la recisión unilateral.
▪ Relativas: por oposición a las absolutas son aquellas que no tienen oponibilidad erga
omnes, solo pueden oponerse contra personas determinadas. Ubicamos aquí la inoponibilidad
positiva y negativa.

Debemos tener en cuenta que algunas de estas vicisitudes no son exclusivas de los contratos,
sino que son comunes a todos los actos jurídicos, tales son la nulidad y la inoponibilidad en sus
dos variantes; las restantes son ineficacias propias de los contratos.

Vicisitudes absolutas originarias:

NULIDAD:

La nulidad constituye una categoría extintiva de los actos jurídicos, por lo cual su regulación se
halla en el Libro Primero del CCyC. Sin embargo, en ocasión del tratamiento de los contratos
aparecen menciones directas a ella, a fin de precisar algunos efectos.
Si bien no está definida por el CCyC, a partir de su regulación podemos decir que se trata de
aquella sanción legal que priva a un acto de validez en función de un vicio existente al momento
de su celebración.
Por otro lado, y a diferencia de lo que ocurre en algunos ordenamientos del derecho comparado,
en nuestro ordenamiento no se distingue entre actos nulos (existe un vicio en algún elemento)
y actos inexistentes (carece de algún elemento), sino que se consideran nulos tanto aquellos
actos que carecen de algún elemento como los que tienen un vicio en alguno o más de ellos.
Desde la entrada en vigencia del Código Civil y Comercial se eliminó la distinción entre actos
nulos y anulables.

Clasificación:
Podemos afirmar que existen tres criterios clasificatorios de la nulidad, dos de los cuales están
contenidos en el CCyC (los primeros dos):

▪ Según el interés comprometido:


o Nulidad absoluta: son actos que contravienen el orden público, la moral o las

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buenas costumbres. Como consecuencia de ello se encuentra ampliada la nómina de


legitimados activo que pueden pretenderla, que según dispone el artículo 387 del CCyC, son el
juez, aun sin mediar petición de parte, si es manifiesta en el momento de dictar sentencia. Puede
alegarse por el Ministerio Público y por cualquier interesado, excepto por la parte que invoque
la propia torpeza para lograr un provecho. No puede sanearse por la confirmación del acto ni
por la prescripción.
o Nulidad relativa: actos a los cuales la ley impone esta sanción sólo en protección
del interés de ciertas personas. Debido a que se instituye en pos de intereses particulares sólo
puede declararse a instancia de las personas en cuyo beneficio se establece. Excepcionalmente
puede invocarla la otra parte, si es de buena fe y ha experimentado un perjuicio importante.
Puede sanearse por la confirmación del acto y por la prescripción de la acción.
▪ Según las clausulas comprometidas:
o Total: afecta a la totalidad de las cláusulas que integran el contrato, de modo
tal que invalidad al contrato en sí mismo.
o Parcial: afecta la validez de alguna o algunas de las cláusulas del contrato, de
modo que da lugar a integración, ello como consecuencia del principio de conservación.
▪ Según el modo en que se exterioriza:
o Nulidad: el vicio o defecto es claramente ostensible.
o Anulabilidad: el vicio o defecto no es ostensible, sino que solo puede ser
conocido a partir de la indagación del juez.

Efectos de la nulidad:
Podemos señalar o destacar como principales efectos de la declaración de nulidad de un acto
jurídico, los siguientes:

▪ Según el artículo 390 del CCyC tiene efectos retroactivos, y consiguientes obligaciones
restitutorias, gobernadas por reglas específicas según haya habido o no mala fe, es decir, la
excepción del artículo 1000.
▪ Los contratos pasibles de nulidad dan lugar a la reparación de los años y perjuicios, en la
medida que se verifiquen sus requisitos de procedencia.
▪ Según el artículo 392 del CCyC, todos los derechos reales o personales transmitidos a
terceros sobre un inmueble o mueble registrable, por una persona que ha resultado adquirente
en virtud de un acto nulo, quedan sin ningún valor, y pueden ser reclamados directamente del
tercero, excepto contra el subadquirente de derechos reales o personales de buena fe y a título
oneroso.
▪ Los subadquirentes no pueden ampararse en su buena fe y título oneroso si el acto se
ha realizado sin intervención del titular del derecho.

Vicisitudes absolutas, sobrevinientes y bilaterales:

RECISIÓN BILATERAL:

Su regulación comienza en el artículo 1076 del CCyC, si bien no se la define, podemos decir que
se funda en el consentimiento de las partes contratantes; la autonomía privada lleva implícita la
posibilidad de deshacer el acuerdo arribado, mediante el pertinente detracto.
La voluntad por la que se expresa la rescisión bilateral debe exteriorizarse por los medios
previstos para la celebración del contrato que las partes procuran extinguir, ajustándose a los
recaudos formales necesarios para ello. En caso de no requerirse, o haberse válidamente
estipulado por las partes una forma determinada para la celebración del contrato que se intenta
rescindir, habrá libertad de formas para la formulación de la rescisión.
Se aplica para la extinción de todo tipo de contratos, aun de los que tienen eficacia real, por lo

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que si por la rescisión bilateral se deja sin efecto el título por el que se constituyó un derecho
real, se extinguirá también este.
Si la naturaleza de las prestaciones debidas en un determinado contrato lo amerita, nada obsta a
que la rescisión pueda ser parcial.
La rescisión produce efectos hacia el futuro, sin embargo, nada obsta que las partes en ejercicio
de la autonomía privada le acuerden efectos retroactivos, siempre que no se afecte a terceros.
En caso de acordarse efectos retroactivos las partes deben restituirse mutuamente lo
entregado.

Vicisitudes absolutas, sobrevinientes y unilaterales:

La extinción del contrato puede producirse también a partir de la voluntad de una parte, por vía
de la rescisión unilateral, la revocación o la resolución —según los casos—, puertas de salida
para un ámbito contractual que ya no habrá de cumplir su finalidad.
Este Código supera en claridad y precisión del lenguaje técnico a los que lo antecedieron. Los
términos rescisión, resolución y revocación tienen un significado particular, con efectos y
circunstancias de aplicación distintos para cada uno de tales supuestos. En este sentido, el
artículo 1077 del CCyC, dispone que el contrato puede ser extinguido total o parcialmente por
la declaración de una de las partes, mediante rescisión unilateral, revocación o resolución, en los
casos en que el mismo contrato, o la ley, le atribuyen esa facultad.

RECISIÓN UNILATERAL:
La rescisión unilateral es un medio de extinción de un contrato que depende de la exteriorización
de voluntad de una de las partes contratantes y puede ser ejercida cuando ello se encuentra
habilitado por una norma legal o convencional, incorporada por las partes en previsión de tal
posibilidad. No requiere expresión de causa, podemos citar como ejemplo el desistimiento
unilateral del contrato de obra, extinción anticipada en la locación de obras.
Cabe señalar que puede ser considerada abusiva cuando favorece al predisponente, en los
contratos de adhesión, o al proveedor en los de consumo, y que se encuentra especialmente
vedada para el empresario en el contrato de medicina prepaga.

REVOCACIÓN:
La revocación es un medio de extinción de los actos jurídicos que, en el caso de los contratos, se
presenta como la facultad de una de las partes de dejar sin efecto el vínculo en los casos
previstos por el legislador y únicamente en tales casos, la revocación nunca puede ser convenida
por las partes. Opera por medio de una declaración unilateral de voluntad que tiene por fin
inmediato extinguir la relación jurídica. Produce sus efectos solo hacia el futuro.
Son casos de revocación previstos en este Código en materia de contratos, el de la donación,
cuando es planteada por incumplimiento del cargo o por ingratitud.

RESOLUCIÓN:
La resolución es un acto jurídico unilateral que genera la extinción del vínculo contractual en
etapa de cumplimiento, por causas sobrevinientes. Opera retroactivamente entre las partes, y
no afecta el derecho adquirido a título oneroso por terceros de buena fe.
El hecho resolutorio pudo ser previsto por las partes o por la ley, además, puede ser expreso o
surgir tácitamente. La resolución depende de la previsión legal o del acuerdo de las partes,
formulado en el momento de su celebración; ellas pueden estipular la cláusula resolutoria que
consideren conveniente. Exige, necesariamente, expresión de causa y esto es lo que
fundamentalmente lo diferencia de la recisión unilateral.

Disposiciones comunes:

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El CCyC realiza un importante esfuerzo a fin de sistematizar los mecanismos concernientes a la


extinción del contrato por declaración de una de las partes. Así, el artículo 1078 dispone que,
excepto disposición legal o convencional en contrario, se aplican a la rescisión unilateral, a la
revocación y a la resolución las siguientes reglas generales:

▪ El derecho se ejerce mediante comunicación a la otra parte. La comunicación debe ser


dirigida por todos los sujetos que integran una parte contra todos los sujetos que integran la
otra.
▪ La extinción del contrato puede declararse extrajudicialmente o demandarse ante un
juez. La demanda puede iniciarse, aunque no se haya cursado el requerimiento previo que pudo
corresponder; por ejemplo, se demanda judicialmente, la demanda puede iniciarse, aunque no
se haya cursado el requerimiento previo que pudo corresponder.
▪ La otra parte puede oponerse a la extinción si, al tiempo de la declaración, el declarante
no ha cumplido, o no está en situación de cumplir, la prestación que debía realizar para poder
ejercer la facultad de extinguir el contrato.
▪ La extinción del contrato no queda afectada por la imposibilidad de restituir que tenga la
parte que no la declaró.
▪ La parte que tiene derecho a extinguir el contrato puede optar por requerir su
cumplimiento y la reparación de daños. Esta demanda no impide deducir ulteriormente una
pretensión extintiva.
▪ La comunicación de la declaración extintiva del contrato produce su extinción de pleno
derecho, y posteriormente no puede exigirse el cumplimiento ni subsiste el derecho de cumplir.
Pero, en los casos en que es menester un requerimiento previo, si se promueve la demanda por
extinción sin haber intimado, el demandado tiene derecho de cumplir hasta el vencimiento del
plazo de emplazamiento.
▪ La demanda ante un tribunal por extinción del contrato impide deducir ulteriormente
una pretensión de cumplimiento.
▪ La extinción del contrato deja subsistentes las estipulaciones referidas a las
restituciones, a la reparación de daños, a la solución de las controversias y a cualquiera otra que
regule los derechos y obligaciones de las partes tras la extinción.

Régimen restitutorio:
Finalmente, en el artículo 1080 del CCyC, se dispone que, si el contrato es extinguido total o
parcialmente por rescisión unilateral, por revocación o por resolución, las partes deben
restituirse, en la medida que corresponda, lo que han recibido debido al contrato, o su valor,
conforme a las reglas de las obligaciones de dar para restituir - artículos 761 y subsiguientes -, y
a lo previsto en el artículo siguiente.
Por otro lado, el artículo 1081 del CCyC establece reglas específicas para la restitución en los
contratos bilaterales, y fija las siguientes reglas:

▪ La restitución debe ser recíproca y simultánea.


▪ Las prestaciones cumplidas quedan firmes y producen sus efectos en cuanto resulten
equivalentes, si son divisibles y han sido recibidas sin reserva respecto del efecto cancelatorio
de la obligación.

Para estimar el valor de las restituciones del acreedor se toman en cuenta las ventajas que
resulten o puedan resultar de no haber efectuado la propia prestación, su utilidad frustrada y,
en su caso, otros daños.

Reparación de los daños:

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El Código Civil derogado no contenía disposiciones particulares para el supuesto de daño


derivado de la extinción de un contrato, por lo que se aplicaban a ella las normas relativas al
incumplimiento de las obligaciones.
En su artículo 1082 el CCyC establece reglas específicas para la reparación de daños en los
contratos que derivan de la extinción del contrato a partir de la manifestación de la voluntad de
las partes. La regulación específica responde a las particularidades propias de la conclusión de
una relación contractual, en la que deben tenerse en consideración lo que surge de los artículos
anteriores de este Capítulo del Código. Según dicho artículo, la reparación de daños queda
sujetas a las siguientes reglas:

▪ El daño debe ser reparado en los casos y con los alcances establecidos en este Capítulo,
en el Título V de este Libro, y en las disposiciones especiales para cada contrato.
▪ La reparación incluye el reembolso total o parcial, según corresponda, de los gastos
generados por la celebración del contrato y de los tributos que lo hayan gravado.
▪ De haberse pactado la cláusula penal, se aplica con los alcances establecidos en los
artículos 790 y siguientes.

Es claro que la reparación del daño a la que alude la norma habrá de darse de existir este, de
configurarse los presupuestos que habilitan el resarcimiento, lo que no necesariamente habrá
de verificarse en todo supuesto de extinción por rescisión unilateral, revocación o resolución.

Resolución por incumplimiento:

Para poder comprender correctamente esta modalidad extintiva del contrato debemos recurrir a
un breve análisis histórico de la cuestión.
Como es sabido el Código Civil fue producto de la Revolución Francesa y en él se plasmaron los
ideales e ideas de dicho movimiento. En ese marco de actuación el contrato se creaba para
cumplirse, no se admitía la resolución por incumplimiento del contrato, en tanto que esta debía
estar expresamente prevista por las partes.
A partir de la década del 60 distintos movimientos intentaron incorporar nuevos paradigmas en
materia contractual e hicieron que esta idea fuera cediendo en aquellos casos en que las partes
no acordaron expresamente la facultad resolutoria al contratar.
Con el tiempo se incorpora la posibilidad de extinguir un contrato por incumplimiento aun
cuando no haya sido expresamente previsto por las partes. Se genera así un elemento de tipo
natural que permite extinguir el contrato ante el incumplimiento de la otra parte. La resolución
puede tener origen:

▪ Convencional: a partir de una cláusula por la cual las partes acuerdan la resolución por
incumplimiento del contrato. Ates llamada cláusula comisoria y la única conocida por el
codificador del S.19.
▪ Legal: se trata de una clausula resolutoria implícita, para casos en que, si bien no fue
expresamente prevista e incorporada al contrato por las partes, surge de su voluntad. Es de
aplicación supletoria cuando las partes nada han pactado, es una novedad del CCyC. Debemos
tener en cuenta que es erróneo hablar de clausula resolutoria implícita, y debería hablarse en
su lugar, de facultad resolutoria implícita, ya que no hay tal clausula, y si existiera no sería
implícita sino expresa.

Procedencia:
Para que procesa la resolución por incumplimiento, ya sea por medio de una clausula resolutoria
expresa o una clausula resolutoria implícita, es necesario que se verifique un incumplimiento
que denominaremos grave. Respecto de ello, el artículo 1084 del CCyC, titulado

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configuración del incumplimiento dispone que, a los fines de la resolución, el incumplimiento


debe ser esencial en atención a la finalidad del contrato. Se considera que es esencial cuando:

▪ El cumplimiento estricto de la prestación es fundamental dentro del contexto del


contrato.
▪ El cumplimiento tempestivo de la prestación es condición del mantenimiento del
interés del acreedor.
▪ El incumplimiento priva a la parte perjudicada de lo que sustancialmente tiene
derecho a esperar.
▪ El incumplimiento es intencional.
▪ El incumplimiento ha sido anunciado por una manifestación seria y definitiva del
deudor al acreedor.

Clausula resolutoria implícita:


En caso de que las partes en un contrato bilateral no hayan previsto una cláusula resolutoria
expresa, redactada a su medida, con sujeción a sus concretos intereses en el caso y previsión de
los efectos queridos, se aplica la opción estándar, de vigencia supletoria, que es la de la cláusula
resolutoria implícita, cuya regulación será de aplicación a todo lo no previsto en materia
resolutoria por los contratantes. De tal modo, en el contenido normativo de un mismo contrato
pueden convivir una cláusula resolutoria expresa con una implícita que habrá de aplicarse a lo
no previsto por aquella.
Es de la esencia de los contratos bilaterales el mantenimiento de la situación de reciprocidad en
el cumplimiento de las obligaciones a cargo de cada una de las partes. Si ella no se da por causa
de un incumplimiento imputable a alguna de ellas, es justo que se dé a la otra la posibilidad de
liberarse del vínculo, recobrando la disponibilidad de la porción de su libertad que sujetó a una
relación cuya disfuncionalidad la torna ineficaz.
Es por ello que, para los contratos bilaterales, se regula el régimen de la cláusula resolutoria
implícita, denominación que el CCyC asigna al conocido por nuestra doctrina como pacto
comisorio tácito. En este sentido, el artículo 1087 del CCyC dispone que en los contratos
bilaterales la cláusula comisoria es implícita, y se sujeta a los artículos 1088 y 1089.

Presupuestos para su ejercicio:


Los presupuestos necesarios para su ejercicio surgen de lo dispuesto por el artículo 1087 del
Código Civil y Comercial de la Nación:

▪ Incumplimiento: es necesario que la parte contra la que se pretende resolver no haya


cumplido con sus obligaciones contractuales. El CCyC supera las imprecisiones del Código Civil
derogado y en su artículo 1084 establece que el incumplimiento debe ser esencial en atención a
la finalidad del contrato (analizado en particularidad más arriba).
▪ Mora del deudor: es necesario un cumplimiento imputable al deudor. La regla es la
mora automática en las obligaciones de plazo expreso, mientras que, es necesaria la
interpelación en las obligaciones sujetas a plazo tácito y a plazo indeterminado. Por excepción,
procede la resolución del contrato sin mora del deudor, cuando este ha manifestado en forma
indudable su voluntad de no cumplir o si el cumplimiento ha devenido imposible por causas
imputables al deudor, o un caso fortuito que el deudor haya asumido expresamente.
▪ Ausencia de mora del acreedor: es lógico que quien pretender la resolución del
contrato no debe haberse constituido en mora. No está expresamente prevista, pero deriva del
principio de buena fe.

El régimen descripto por el articulo 1087 parece estar pensado para alcanzar la resolución por
declaración del acreedor de manera extrajudicial. No obstante, de conformidad a las reglas

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generales sobre extinción por declaración unilateral, puede declararse extrajudicialmente o


demandarse ante un juez.

Mecanismo extrajudicial:
Si se verifica el cumplimiento de los tres presupuestos antes mencionados, el acreedor podrá
resolver el contrato. En el régimen vigente está regulado por el artículo 1088, según el cual la
resolución por clausula resolutoria implícita exige:

▪ Emplazamiento de cumplimiento: es necesario que el acreedor requiera al deudor el


cumplimiento de la prestación. De modo de otorgarle una última posibilidad de subsanar la
inejecución y evitar la extinción del negocio.
▪ Apercibimiento resolutorio: el requerimiento formulado debe advertir al deudor la
grave consecuencia que se seguirá de persistir en su conducta renuente. Es decir, se lo debe
emplazar bajo apercibimiento expreso de la resolución total o parcial del contrato.
▪ Plazo: se debe conceder al deudor un plazo, no menor de quince días, para que cumpla.
Se trata de un plazo suplementario, no de un término de gracia, pues el deudor debe responder
por las consecuencias de la mora.
El emplazamiento es innecesario si la obligación fuere de plazo esencial, pues la prestación
resultaría inútil para el acreedor. Tampoco será necesario cuando la parte incumplidora ha
manifestado su decisión de no cumplir y cuando el incumplimiento ha devenido imposible.

Mecanismo judicial:
En primer lugar, debemos tener en cuenta que los requisitos son los mismos (incumplimiento
grave, contrato bilateral y un contratante en mora). La parte contratante in bonis puede
demandar judicialmente la resolución. Si opta por la vía judicial, la demanda puede interponerse
pese a no haberse cumplido con el requerimiento previo de cumplimiento. Ya que el requisito
de la intimación es suplido por la demanda. Aquí puede demandar por incumplimiento o bien
demandar por el cumplimiento y luego variar su derecho y solicitar la resolución, pero no a la
inversa.
En estos casos, según dispone el artículo 1078 del CCyC, el régimen legal reconoce al accionado
el derecho de cumplir hasta el vencimiento del plazo del emplazamiento.

Clausula resolutoria expresa:

Constituye el pacto por el cual las partes se reconocen derecho a extinguir el contrato ante
incumplimientos genéricos o específicos de la contraparte. En el CCyC se lo regula en el artículo
1086, según el cual las partes pueden pactar expresamente que la resolución se produzca en
caso de incumplimientos genéricos o específicos debidamente interesados.
A diferencia del Código Civil, que prohibía este tipo de estipulación en la prenda, el anticresis y la
venta de cosas muebles, la aplicación del instituto es en este Código amplia, limitada solo por las
exclusiones propias de los contratos por adhesión a cláusulas predispuestas y de consumo, en
caso de configurarse un supuesto de ejercicio abusivo.
El mecanismo extrajudicial a seguir para llegar a la resolución cuando media clausula resolutoria
expresa, es el que hayan estipulado las partes. A falta de previsión convencional rige el
mecanismo supletorio legal, esto es, que la resolución surte efectos a partir que la parte
interesada comunica a la incumplidora en forma fehaciente su voluntad de resolver.
De este modo, el deudor puede cumplir la prestación a su cargo, y evitar la resolución, mientras
no haya recibido la comunicación de la declaración de voluntad extintiva, salvo que la obligación
fuere de plazo esencial.

Resolución por ministerio de la ley:

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Nuestro CCyC dispone en su artículo 1089 que el requerimiento dispuesto en el artículo 1088 no
es necesario en los casos en que la ley faculta a la parte para declarar unilateralmente la
extinción del contrato, sin perjuicio de disposiciones especiales. El artículo 1088 establece -
como vimos - cuales son los requisitos de la cláusula resolutoria implícita; aquí estamos ante
casos en que el propio ordenamiento jurídico permite a las partes resolver el contrato.

Resolución total o parcial:

Este supuesto encuentra sustento normativo en el artículo 1083 del CCyC, y sostiene que una
parte tiene la facultad de resolver total o parcialmente el contrato si la otra parte lo incumple.
Pero los derechos de declarar la resolución total o la resolución parcial son excluyentes, por lo
cual, habiendo optado por uno de ellos, no puede ejercer luego el otro. Si el deudor ha ejecutado
una prestación parcial, el acreedor sólo puede resolver íntegramente el contrato si no tiene
ningún interés en la prestación parcial.
El acreedor afectado por el incumplimiento de la contraria puede plantear la resolución total o
parcial del contrato, según la medida de su interés y el carácter del incumplimiento.
Pero, como ya se señaló, planteada una no puede luego solicitarse el encuadre en la otra. Pero si
hubo ejecución parcial solo puede plantearse la total en caso de ya carecer el acreedor de
interés en aquella, lo que puede darse de no haber sido cumplida una prestación sustantiva,
pues la prestación insignificante o accesoria no autoriza al deudor a esperar que el contrato no
vaya a ser totalmente resuelto por la contraria ante la falta de ejecución de prestaciones
medulares. En contraposición, la ejecución de una prestación parcial relevante autoriza al
deudor a discutir la procedencia de una resolución total.

Frustración del fin del contrato:

Este instituto tiene un largo desarrollo en el derecho comparado. En el régimen anterior, en El


CCyC incorpora la frustración de la causa fin del contrato como un supuesto de ineficacia
contractual. El instituto, que autoriza la resolución del contrato cuando se ve frustrada la
posibilidad de concretar la finalidad considerada por las partes, no se encontraba regulado en
los Código Civil y Código de Comercio, aun cuando había sido acogido por la jurisprudencia.
La causa fin no solo debe existir al tiempo de la formación del contrato, pues se trata de un
elemento esencial para su existencia, sino perdurar durante su ejecución, como surge del art.
1013 CCyC.
El origen del instituto suele asignarse a los conocidos como "casos de la coronación", fallados
por la Corte de Apelaciones de Londres, Inglaterra, en el año 1903, en los que se trató de la
frustración generada con relación al cumplimiento de obligaciones establecidas en contratos de
locación de balcones, celebrados a fin de que los locatarios pudieran presenciar con sus familias
el desfile del rey Eduardo VII, con motivo de su coronación, el que no tuvo lugar en razón de un
problema de salud del monarca. Ante el reclamo del pago del saldo de precio por uno de los
locadores —caso "Krell v Henry" (1903) 2 KB 740—, el locatario reconvino por restitución de lo
pagado, pretensión a la que se hizo lugar, sosteniendo que el contrato había sido realizado para
que el locatario pudiera observar el desfile, causa ("consideration") compartida por los
contratantes, y que, aplazado este, se había visto afectada la base del contrato.
Se trata de un instituto que opera sobre el concepto de frustración de la causa fin de los
contratos. se requiere pues un contrato que, por ser tal, habrá de tener causa fin, uno de los
elementos esenciales de esta categoría de actos jurídicos. Dado que el artículo en comentario
no establece ninguna restricción al respecto, cabe considerar al instituto aplicable también a los
contratos unilaterales, a los gratuitos y a los aleatorios. Sí es necesario que se trate de un
contrato de cumplimiento diferido, sea de plazo suspensivo o de tracto sucesivo, porque en los
de ejecución instantánea no es lógicamente posible la frustración, pues ella requiere de una
variación extraordinaria de circunstancias ocurrida en el tiempo.

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La frustración opera sobre la causa fin, tanto en su modalidad típica (la que es idéntica en todos
los contratos del mismo tipo) como en la motivacional (la particular de cada contrato), en tanto
ella haya sido incorporada por las partes al contrato, en forma expresa o implícita —como
ocurría en los "casos de la coronación"—. Si lo afectado fuera el cumplimiento material de la
prestación debida, se estaría ante un caso de caso fortuito o fuerza mayor, y no de frustración
de la causa.
Según el artículo 1090 del CCyC, la frustración definitiva de la finalidad del contrato autoriza a la
parte perjudicada a declarar su resolución, si tiene su causa en una alteración de carácter
extraordinario de las circunstancias existentes al tiempo de su celebración, ajena a las partes y
que supera el riesgo asumido por la que es afectada. La resolución es operativa cuando esta
parte comunica su declaración extintiva a la otra.
En su parte final el artículo nos dice que, si se trata de un caso de frustración temporaria, hay
derecho a resolución sólo si se impide el cumplimiento oportuno de una obligación cuyo tiempo
de ejecución es esencial.

Requisitos de procedencia:
Tradicionalmente la doctrina argentina exigió para la admisión de la frustración definitiva de la
finalidad, la concurrencia de los siguientes requisitos:

▪ Contrato valido: que puede ser gratuito u oneroso, conmutativo o aleatorio, de


ejecución diferida o continuada.
▪ Acontecimiento anormal: que debe ser sobreviniente, ajeno a la voluntad de las partes
que no hubiera sido provocado por ninguna de ellas.
▪ Incidencia en el contrato: es necesario que este acontecimiento anormal incidiera sobre
el contrato de modo que malograra el motivo que impulso a contratar, al punto que
desapareciera el interés o utilidad de su subsistencia.

Imprevisión:

La teoría de la imprevisión es un instituto de justicia contractual destinado a abordar situaciones


en las que el cumplimiento de una prestación convenida en un contrato se ha hecho
excesivamente oneroso para alguna de sus partes, o para todas ellas, por razones ajenas a los
contratantes.
Está contemplada en el artículo 1090 del CCyC, según el cual si en un contrato conmutativo de
ejecución diferida o permanente, la prestación a cargo de una de las partes se torna
excesivamente onerosa, por una alteración extraordinaria de las circunstancias existentes al
tiempo de su celebración, sobrevenida por causas ajenas a las partes y al riesgo asumido por la
que es afectada, ésta tiene derecho a plantear extrajudicialmente, o pedir ante un juez, por
acción o como excepción, la resolución total o parcial del contrato, o su adecuación. Igual regla
se aplica al tercero a quien le han sido conferidos derechos, o asignadas obligaciones,
resultantes del contrato; y al contrato aleatorio si la prestación se torna excesivamente onerosa
por causas extrañas a su álea propia, por ejemplo, en el caso de la renta vitalicia el obligado no
podrá alegar imprevisión si el beneficiario vivió 95 años - cuando esperaba que viva tan tolo 85
- pero si podría invocarla por un cambio en la moneda, pues el primer supuesto refiere al riesgo
asumido.

Requisitos para aplicar la imprevisión:


Para que pueda aplicarse la imprevisión a una situación de alteración de la relación de
onerosidad de un contrato, se requiere:

▪ Una alteración extraordinaria de las circunstancias existentes al tiempo de la

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celebración.
▪ Que esa alteración sea sobreviniente al nacimiento del vínculo contractual, en el que
deben subsistir obligaciones pendientes de cumplimiento al tiempo del planteo.
▪ Que sea ajena a la parte afectada, quien no debe haberla provocada por su dolo o culpa
ni debe, debido a su mora relevante, haber privado a la contraria de la oportunidad de adoptar
medidas de seguridad o de resguardo idóneas.
▪ Que genere una excesiva onerosidad sobreviniente que afecte el cumplimiento de las
obligaciones a cargo de, al menos, una de las partes.

Excesiva onerosidad:
La excesiva onerosidad en los términos de cumplimiento de una obligación puede darse cuando:
Aumenta para una parte el valor del sacrificio, manteniéndose inalterable el de la ventaja;
Permanece idéntico el valor del sacrificio, disminuyendo el de la ventaja; o
Ambos valores sufren alteraciones en sentido inverso, desequilibrándose la economía interna
del contrato, su equilibrio.
Ante esta situación, en el régimen del CCyC, según el artículo 1091, el afectado se encuentra
legitimado para demandar la resolución o el reajuste equitativo de los términos del contrato —
no así en el CC, en el que se preveía solo como posibilidad que planteara directamente la
resolución—.

Efectos de la imprevisión:
Los efectos dependerán del planteo que efectúe el afectado. Si opta por la adecuación de los
términos del contrato y ella es alcanzada en la negociación con la otra parte, se produce una
reformulación que podrá llegar a tener efectos novatorios si esa es la voluntad de las partes, lo
que no necesariamente afectará los derechos de terceros, en tanto ellos participen del acuerdo)
Salvo previsión específica en contrario, el reajuste no tendrá efectos retroactivos.
En el reajuste no se modifica el contrato desde su inicio, sino solo en lo relativo al desquicio, por
lo que, si se intercambiaron prestaciones, pagaron cuotas, etc., no deben quedar alcanzadas por
los efectos inmediatos de ese acuerdo. Los pagos hechos con sujeción a las reglas propias de la
materia.
La readecuación de los términos del contrato no debe ser una mera operación aritmética, sino
que debe estar orientada a reconfigurar justamente las obligaciones alteradas por el hecho
externo al vínculo.

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UNIDAD 9: La responsabilidad civil y el derecho contractual.

Responsabilidad civil:

Plantean muchos autores, entre ellos Alterini, que la Responsabilidad Civil responde a la idea de
dar a otro, cuenta por lo debido, y que este concepto puede ser visto de manera estricta o
amplia. Esto, en sentido amplio implica que la responsabilidad es el deber de satisfacer la
conducta debida o sufrir las consecuencias derivadas por su incumplimiento. En sentido estricto,
es el deber de reparar el daño causado, con lo cual, en este sentido, la responsabilidad civil es
común al orden contractual y extracontractual.

Funciones de la responsabilidad civil:

En los últimos tiempos se produjo cierto debate en la doctrina y jurisprudencia nacional en


cuanto a que el objeto perseguido por el derecho de daños no se limita al resarcimiento del
perjuicio ocasionado, sino que comprende otros fines.
El artículo 1708 del CCyC, el primero en materia de responsabilidad civil, culmina todo debate al
respecto y expresa que las disposiciones de dicho título son aplicables a la prevención del daño y
su reparación. Es así que podemos distinguir:

▪ Función preventiva: busca actuar con anterioridad a que el perjuicio se produzca, o que,
si se produjo, no se agrave.
▪ Función resarcitoria: ya consagrada por el Código de Vélez, actúa cuando el daño ya fue
ocasionado y tiene por fin que el responsable repare el perjuicio, sea en especie o por su
equivalencia en dinero.

Presupuestos de la responsabilidad civil:

Los presupuestos del deber de responder son los requisitos o condiciones que deben verificarse
para que la acción preventiva o indemnizatoria. Son cuatro, la antijuridicidad, el daño, la
relación de causalidad y el factor de atribución. Dicho orden carece de relevancia alguna, en si
podemos afirmar que no existe un orden en que deban verificarse estos presupuestos, solo es
necesario que se verifiquen todos ellos en conjunto.

Antijuridicidad:
Según el artículo 1717 del CCyC toda acción u omisión que causa un daño es antijurídica si no
está justificada. Es un concepto único en todo el derecho que lo atraviesa sin distinción de ramas
e importa una conducta contraria al ordenamiento jurídico, considerado este como un todo
inescindible.

Daño:
Según el artículo 1737 del CCyC hay daño cuando se lesiona un derecho o interés no reprobado
por el ordenamiento jurídico que tiene como objeto la persona, el patrimonio o un derecho de
incidencia colectiva.

Relación de causalidad:
Todo efecto reconoce su origen en una causa; como sostiene Goldemberg nada existe en sí,
independientemente de otros fenómenos.
Podemos decir que la relación causal, relación de causalidad o nexo causal es el enlace material
que existe entre un hecho antecedente (acción u omisión) y un hecho consecuente (el daño).

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Factor de atribución:
La imputación de responsabilidad no es antojadiza o arbitraria, tampoco responde a la mera
discrecionalidad del juez. El factor o criterio de atribución constituye un elemento axiológico o
valorativo en cuya virtud se le adjudica a determinada persona ciertas consecuencias dañosas.
Podemos decir que es el enlace de justicia entre el antecedente dañoso y el consecuente daño,
de este modo son vistos como criterios legales para imputar el daño a uno o más responsables,
imputar significa atribuir.

Efectos de la responsabilidad civil contractual:

Nuestro nuevo CCyC dispone en su artículo 1749 que es responsable directo quien incumple una
obligación o causa un daño injustificado. Respecto del primer supuesto debemos decir que es
es necesario que se configure el incumplimiento de una obligación. Algo que naturalmente se
configura de manera distinta en las diversas obligaciones.

▪ Obligaciones de medio: el incumplimiento requiere de la culpa del deudor, pues


requiere de la omisión de las diligencias necesarias, es decir, el factor de atribución es subjetivo.
▪ Obligaciones de resultado: basta con la sola consecución del resultado prometido, el
factor de atribución es necesariamente objetivo.

Extensión del resarcimiento en el CCyC:

Se establece en la segunda parte del artículo 1726 del CCyC que, salvo disposición legal en
contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles.
Por otro lado, el artículo 1727 se refiere a los tipos de consecuencias, así podemos distinguir:

▪ Consecuencias inmediatas: son aquellas que surgen, directamente, como consecuencia


del acto mismo, sin que entre este y la consecuencia dañosa medie algún hecho distinto; el
código especifica que se refiere a las que acostumbran a suceder conforme el curso natural y
ordinario de las cosas. Por ejemplo, se transfusiona sangre con sida a un paciente.
▪ Consecuencias mediatas: son aquellas que resultan solamente de la conexión de un
hecho con un acontecimiento distinto. Siguiendo con el ejemplo de antes, el paciente contagia a
su esposa.
▪ Consecuencias casuales: son las consecuencias mediatas que no pueden preverse; no
hay relación causal adecuada ya que entre el hecho originario y el daño se interpone otro hecho
no previsible de acuerdo al curso normal de los acontecimientos. En el caso anterior seria, por
ejemplo, que el hijo se entere de la enfermedad se sus padres y se suicide.

Lo dispuesto en estos artículos es común a la responsabilidad derivada del incumplimiento


obligación y la derivada de un hecho ilícito. Ergo, la extensión del resarcimiento es la misma en
ambas orbitas. Además de ello debemos tener en cuenta que en el nuevo cuerpo normativo no
hay agravación en la extensión del resarcimiento por dolo, ello es una novedad respecto de la
obra de Vélez donde en caso de culpa se respondía por las inmediatas y mediatas, cuando había
dolo se respondía por las inmediatas, las mediatas y casuales.

Obligaciones que no tienen por objeto una suma de dinero:

Como explique más arriba, la extensión del resarcimiento se determina recurriendo a la teoría
de la causalidad adecuada, esto es, las consecuencias que eran previsibles para un hombre
medio con conocimiento de las circunstancias.
Sin embargo, dicha regla no resulta extensible a la órbita del contrato, en donde, según dispone
el artículo 1728 del CCyC, es preciso tener en cuenta las consecuencias que las partes previeron

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o pudieron prever al momento de la contratación.


Ello se debe a que, en el ámbito contractual, son las partes las que mejor determinan el nivel de
riesgos que quieren y están dispuestos a aceptar.
En caso de dolo del deudor la previsibilidad se medirá al momento en que se configura el
incumplimiento.
Para entender correctamente esta figura podemos recurrir al ejemplo que brinda Lorenzetti. Un
banco suele emplear los servicios de seguridad de una compañía para el transporte de sacos de
dinero. Sin informar a la compañía, la entidad financiera envía sacos con monedas de colección,
con un valor diez veces superior al de las monedas transportadas antes.
Los sacos son robados en un asalto. Partiendo de la regla que sienta este artículo, el banco solo
responde por el valor de los sacos transportados regularmente.

Obligaciones que tienen por objeto una suma de dinero:

En estos casos solo se resarce el daño moratorio, puesto que la obligación siempre es susceptible
de cumplimiento tardío; la obligación dineraria es fungible por excelencia, el género que nunca
perece.
La forma específica de indemnizar este tipo de obligaciones la constituyen los intereses; el
acreedor no debe probar que sufrió daños por el retardo en el cumplimiento de la obligación,
sino que el ordenamiento presume que hubo daño, con prescindencia de cuales sean
efectivamente los perjuicios sufridos por el acreedor.
Según Busso, los intereses son los aumentos que las deudas pecuniarias devengan en forma
paulatina, durante un tiempo dado, sea como precio por el uso de un dinero ajeno o como
indemnización por un retardo en el cumplimiento de obligación dineraria.
Podemos distinguir, tres distintas clases de intereses, todos ellos consagrados en forma expresa
en el nuevo Código Civil y Comercial. Son los intereses compensatorios, moratorios y punitorios.

Factor de atribución objetivo en obligaciones de resultado:

La determinación del factor de atribución en los supuestos de responsabilidad civil contractual,


requiere, en primer momento, determinar de qué tipo de obligación se trata. En el artículo 1723
del CCyC se dispone que cuando de circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las
partes, surge que el deudor debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es
objetiva.
Ello significa que el individuo debe responder independientemente de si obro o no con la
diligencia debida; el cumplimiento solo se verifica si alcanza el resultado prometido.

Obligación de saneamiento:

La obligación de saneamiento se manifiesta como un efecto propio de los contratos transmisivos


de derechos a título oneroso. El termino saneamiento deriva del verbo sanear, cuyo significado,
entre otras acepciones, refiere a asegurar la reparación o satisfacción del daño que puede
sobrevenir.
Vélez había regulado esta problemática a través de dos institutos, la garantía por evicción y la
garantía por vicios redhibitorios; se le critico que no ubico tales normas dentro de la teoría
general del contrato. La metodología del Código Civil y Comercial supera dichas falencias a través
de una prolija, sobria y clara sistematización del instituto, entre sus artículos 1033 y 1043.
Podemos decir, según dispone el artículo 1034 del CCyC, que la obligación de saneamiento es la
que tiene el transmitente de reparar el daño que sufre el adquirente si es vencido en el derecho
por un tercero (evicción) o si la cosa transmitida tiene un vicio en su materialidad (vicio oculto
o redhibitorio).

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Sujetos responsables:

De acuerdo a lo regulado por nuestro CCyC en su artículo 1033, están obligados a responder por
saneamiento:

▪ Quien transmite bienes a título oneroso: se trata de una expresión genérica que
comprende a todo contrato que implique la enajenación de bienes patrimoniales; comprende
además la donación con cargo o remuneratorias. Asimismo, en la donación sin componente de
onerosidad el donante puede responder por saneamiento en los supuestos contemplados por
el propio CCyC.
▪ Quien ha dividido bienes con otros: ello se debe a que cuando varias personas son
cotitulares de los mismos bienes, no poseen una parte determinada de ellos, sino una parte
indivisa, una porción ideal. La división de bienes produce la determinación material de lo que a
cada uno corresponde, a partir de esta legitimación pasiva se busca preservar a todas las partes
(para no ser vencidas luego por evicción, por ejemplo).
▪ Los antecesores de quienes se encuentran comprendidos en los dos supuestos
anteriores, si la transferencia que realizaron fue a título oneroso: si el adquirente de un bien
es a título gratuito y carece de acción, podrá accionar contra cualquiera de los antecesores, hasta
llegar a quien era titular del derecho al tiempo de la aparición del vicio en el derecho o
materialidad de la cosa. En consonancia con ello, el artículo 1042 del CCyC dispone que quienes
tienen responsabilidad por saneamiento en virtud de enajenaciones sucesivas son obligados
concurrentes y el artículo 1035 dispone que el adquirente a título gratuito puede ejercer en su
provecho las acciones de responsabilidad por saneamiento correspondientes a sus antecesores.

Naturaleza y modificación convencional:

La obligación de saneamiento es un efecto natural en los contratos onerosos y en la partición.


Esto significa que su operatividad no requiere previsión convencional, conforme se afirma en el
artículo 1036 del CCyC, titulado disponibilidad, la responsabilidad por saneamiento existe
aunque no haya sido estipulada por las partes. Seguidamente dispone que estas pueden
aumentarla, disminuirla o suprimirla, sin perjuicio de lo que dispone el artículo 1037.
No obstante, la eficacia de las clausulas limitativas de la responsabilidad por saneamiento, se ve
limitada a fin de asegurar el equilibrio prestacional y evitar traslaciones de riesgos injustificadas,
así el artículo 1037 del CCyC dispone que las cláusulas de suspensión y disminución de la
responsabilidad por saneamiento son de interpretación restrictiva.
Y luego, el artículo 1038 del Código Civil y Comercial dispone que la supresión y la disminución
de la responsabilidad por saneamiento se tienen por no convenidas en los siguientes casos:

▪ Si el enajenante conoció, o debió conocer el peligro de evicción, o la existencia de vicios.


▪ Si el enajenante actúa profesionalmente en la actividad a la que corresponde la
enajenación, a menos que el adquirente también se desempeñe profesionalmente en esa
actividad.

Responsabilidad por saneamiento y responsabilidad por daños:

Responsabilidad por saneamiento:


En el artículo 1039 del CCyC, el legislador enuncia cuales son las opciones establecidas a favor
del acreedor por saneamiento, esto importa un avance en relación al régimen anterior. Así,
según el artículo antes mencionado el acreedor de la obligación de saneamiento tiene derecho
a optar entre:

▪ Reclamar el saneamiento del título o subsanación de los bienes: por ejemplo, en el

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caso de evicción, por la adquisición del bien respecto de quien sea su dueño por parte de quien
lo entrego como si fuera propio al acreedor de la garantía.
▪ Reclamar un bien equivalente, si es fungible: importa la sustitución por el transmitente
de la cosa fungible por otra de igual especie que no esté afectada por los reclamos de terceros o
defectos materiales que presentaba la cosa entregada.
▪ Declarar resuelto el contrato: la norma prevé la posibilidad de resolución parcial, con
reducción del precio.

Responsabilidad por daño:


El artículo 1040 del CCyC enuncia, de modo general, el derecho del acreedor de la obligación de
saneamiento - prevista por el artículo 1039 del CCyC - de reclamar el resarcimiento de los daños y
perjuicios que pudo haber sufrido, del que gozara, salvo que se verifiquen alguna de las
siguientes circunstancias:

▪ Si el adquirente conoció, o pudo conocer el peligro de la evicción o la existencia de


vicios.
▪ Si el enajenante no conoció, ni pudo conocer el peligro de la evicción o la existencia de
vicios.
▪ Si la transmisión fue hecha a riesgo del adquirente.
▪ Si la adquisición resulta de una subasta judicial o administrativa.

En su párrafo final la norma establece que la exención de responsabilidad por daños prevista en
los dos primeros incisos no puede invocarse por el enajenante que actúa profesionalmente en
la actividad a la que corresponde la enajenación, a menos que el adquirente también se
desempeñe profesionalmente en esa actividad.

Pluralidad de bienes y pluridad de sujetos:

Puridad de bienes: articulo 1041


En los casos en que la responsabilidad por saneamiento resulta de la enajenación de varios
bienes se aplican las siguientes reglas:

▪ Si fueron enajenados como conjunto, es indivisible.


▪ Si fueron enajenados separadamente, es divisible, aunque haya habido una
contraprestación única.

En su párrafo final el artículo establece que, en su caso, rigen las disposiciones aplicables a las
cosas accesorias.

Pluridad de sujetos: articulo 1042


Como ya adelante más arriba, quienes tienen responsabilidad por saneamiento en virtud de
enajenaciones sucesivas son obligados concurrentes.
Por otro lado, la norma establece que, si el bien ha sido enajenado simultáneamente por varios
copropietarios, estos solo responden proporcionalmente a su cuota parte divisa, excepto que
expresamente se haya pactado su solidaridad.

Ignorancia o error del obligado:

Según el artículo 1043 del CCyC el obligado al saneamiento no puede invocar su ignorancia o
error, excepto estipulación en contrario. Esta regla ubica al saneamiento en la órbita de la
responsabilidad objetiva, a la vez que es coherente con la finalidad del instituto que no es otra
que preservar la correspondencia de prestaciones.

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Responsabilidad por evicción:

En términos generales, y sin perjuicio de las variaciones de régimen previstas para situaciones
concretas, la evicción como garantía constituye la obligación de quien transmitió un derecho a
título oneroso, por la que debe asistir o sustituir en el proceso judicial al adquirente frente a
todo planteo de causa jurídica anterior o contemporánea al acto de transmisión, que podría
conducir a que se lo privara total o parcialmente del derecho adquirido. Está regulada entre los
artículos 1044 y 1050 del CCyC.

Contenido de la responsabilidad por evicción:

De acuerdo a lo establecido en el artículo 1044 del Código Civil y Comercial de la Nación, la


responsabilidad por evicción asegura la existencia y legitimidad del derecho transmitido, y se
extiende a:

▪ Toda turbación de derecho, total o parcial, que recae sobre el bien, por causa anterior o
contemporánea a la adquisición.
▪ Los reclamos de terceros fundados en derechos resultantes de la propiedad intelectual
o industrial, excepto si el enajenante se ajustó a especificaciones suministradas por el
adquirente.
▪ Las turbaciones de hecho causadas por el transmitente.

Por otro lado, el artículo 1045 del CCyC, titulado exclusiones, establece que la evicción no
comprende:

▪ Las turbaciones de hecho causadas por terceros ajenos al transmitente.


▪ Las turbaciones de derecho provenientes de una disposición legal.
▪ La evicción resultante de un derecho de origen anterior a la transferencia, y consolidado
posteriormente. Sin embargo, el tribunal puede apartarse de esta disposición si hay un
desequilibrio económico desproporcionado.

Requisitos de procedencia:

Señala Nicolau que, a partir de lo dispuesto por los artículos 1044 y 1045 del CCyC, es posible
enunciar como requisitos de la evicción, los siguientes:

▪ Transmisión de un derecho a título oneroso: como ya vimos la evicción funciona en


los negocios que suponen la transmisión onerosa de derechos o en la partición.
▪ Reclamo fundado de un tercero: esta responsabilidad se pone en marcha cuando un
tercero esgrime un reclamo contra el adquirente del derecho - por vía judicial o extrajudicial -
en virtud del cual se cuestiona la existencia o legitimidad del derecho.
▪ Turbación o privación del derecho transmitido: tiene lugar cuando sobreviene una
turbación en el derecho transmitido, no actúa ante turbaciones de hecho.
▪ Causa anterior o contemporánea a la adquisición: esto significa que el defecto del
derecho que hace nacer la responsabilidad es previo o concomitante al acto transmisivo.
Carecería de toda lógica responsabilizar al enajenante por defectos posteriores.

Efectos de la responsabilidad por evicción:

Citación de evicción y gastos de defensa:


Se dispone, en el artículo 1046 del CCyC, que el enajenante, garante de la responsabilidad de

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evicción, tiene el deber jurídico de comparecer al proceso cuando es citado en radón de la


demanda planteada por un tercer contra el adquirente del bien, quien podrá seguir actuando
en el proceso más allá de la intervención del transmitente. La citación es una carga procesal para
el adquirente, en razón de que no se encuentra sujeta a cumplimiento coactivo pero su
inobservancia conduce, a priori, a la pérdida del derecho para reclamar por la evicción.
El ámbito donde habitualmente se hace efectiva la garantía de evicción es el del procedimiento
judicial. No obstante, no se advierte impedimento para que a citación sea formulada ante el
planteo extrajudicial serio por un tercero.
En lo referente al modo y oportunidad del llamamiento del enajenante al proceso, el CCyC
remite a las normas procesales de los códigos correspondientes.
Esa citación determinara que el garante deba pagar al adquirente los gastos en los que
razonablemente haya tenido que incurrir para la defensa de sus derechos; salvo que se trate de
alguna de estas situaciones:

▪ El garante no haya sido citado al proceso por el adquirente, quien entonces deberá
cargar con las consecuencias de la inejecución de tal carga procesal.
▪ El garante citado, se haya allanado a la acción planteada por el tercero, no obstante, lo
cual el adquirente continuo con el proceso y fue vencido.

Cesación de la responsabilidad:

Para la subsistencia de la responsabilidad por evicción se requiere de una conducta diligente del
adquirente en la realización de las medidas necesarias para hacer efectiva la garantía debida por
el enajenante. Por ello, dice el artículo 1048 del CCyC, la responsabilidad cesa:

▪ Si el adquirente no cita al garante, o lo hace después de vencido el plazo que establece la


ley procesal.
▪ Si el garante no comparece al proceso judicial, y el adquirente, actuando de mala fe, no
opone las defensas pertinentes, no las sostiene, o no interpone o no prosigue los recursos
ordinarios de que dispone contra el fallo desfavorable.
▪ Si el adquirente se allana a la demanda sin la conformidad del garante; o somete la
cuestión a arbitraje y el laudo le es desfavorable.

Sin embargo, la responsabilidad subsiste si el adquirente prueba que, por no haber existido
oposición justa que hacer al derecho del vencedor, la citación oportuna del garante por evicción,
o la interposición o sustanciación de los recursos, eran inútiles; o que el allanamiento o el laudo
desfavorable son ajustados a derecho.

Régimen de acciones en materia de evicción:

De conformidad con lo que dispone el CCyC en su artículo 1049, podemos afirmar que, el
acreedor de la responsabilidad dispone del derecho a declarar la resolución:

▪ Si los defectos en el título afectan el valor del bien a tal extremo que, de haberlos
conocido, el adquirente no lo habría adquirido, o su contraprestación habría sido
significativamente menor-
▪ Si una sentencia o un laudo produce la evicción.

Prescripción adquisitiva:

Cuando el derecho del adquirente se sanea por el transcurso del plazo de prescripción
adquisitiva, se extingue la responsabilidad por evicción. Ello es porque el paso del tiempo puede

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sanear un título defectuoso, tornando en titular del dominio de un bien a quien lo tiene en su
poder en razón de una transmisión de parte de quien no es su dueño.
La norma tiene lógica sistemática, porque la adquisición del dominio por prescripción extingue el
derecho de cualquier tercero a reclamar mejor derecho sobre el bien.

Responsabilidad por vicios ocultos:

A menudo ocurre en el tráfico negocial que se transmiten cosas que no tienen en la realidad la
calidad material o la funcionalidad que se les atribuye, por lo que quien las recibe a título
oneroso se encuentra con que no resultan aptas para la finalidad razonablemente tenida en
cuenta al celebrarse el contrato. La responsabilidad por vicios ocultos proporciona una vía de
solución para tales situaciones. Es un supuesto de responsabilidad inherente a los contratos
onerosos destinada a proteger los intereses del adquirente.

Contenido de la responsabilidad por vicios ocultos:

Según el artículo 1051 del CCyC, la responsabilidad por defectos ocultos se extiende a:

▪ Vicios ocultos: se considera tal a todo defecto subsanable que afecta a la cosa de
manera que esta no puede cumplir con la función que le es propia e impide equipararla a la que
fue adquirida en condiciones normales, en tanto y en cuanto no estén comprendidos en las
exclusiones del artículo 1053.
▪ Vicios redhibitorios: es aquel defecto en la cosa que la afecta de manera tal que de
haberlo conocido el adquirente no la hubiera adquirido o bien la hubiese adquirido a un precio
significativamente menor.

La característica que presentan los vicios ocultos y los vicios redhibitorios es que ambos son,
justamente, ocultos, es decir, no se pueden advertir a simple vista. Podemos decir que los vicios
ocultos son un género que comprende también a los vicios redhibitorios, podemos hablar así de
vicios ocultos propiamente dichos y vicios redhibitorios. Esto nos permite distinguir los vicios
ocultos genéricamente hablando de los llamados vicios aparentes, que son aquellos advertibles
con una mirada atenta, a su vez se clasifican en advertibles y no advertibles. Son advertibles
cuando se puede conocer a simple vista. Son no advertibles cuando se pueden conocer a simple
vista sin embargo en virtud de las circunstancias de tiempo, de modo y de lugar, no lo fueron en
el caso concreto; por ejemplo, si se pretende comprar una casa con calefacción en verano,
debido a las altas temperaturas en el ambiente al probar la calefacción no puede determinarse
con exactitud si esta funciona o no correctamente, es decir, si el calor proviene del ambiente o
de la calefacción.

Exclusiones:
Como vimos, el artículo 1051 del CCyC excluye de la responsabilidad por vicios ocultos los
supuestos contemplados por el artículo 1053 del CCyC, que son los siguientes:

▪ Los defectos del bien que el adquirente conoció, o debió haber conocido mediante un
examen adecuado a las circunstancias del caso al momento de la adquisición, excepto que haya
hecho reserva expresa respecto de aquéllos. Si reviste características especiales de complejidad, y
la posibilidad de conocer el defecto requiere cierta preparación científica o técnica, para
determinar esa posibilidad se aplican los usos del lugar de entrega.
▪ Los defectos del bien que no existían al tiempo de la adquisición. La prueba de su
existencia incumbe al adquirente, excepto si el transmitente actúa profesionalmente en la
actividad a la que corresponde la transmisión.

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Requisitos de procedencia:

La redacción del artículo 1053 del CCyC conjuga diversos elementos que permiten determinar
cuáles son los requisitos para que proceda la acción por vicios ocultos, tales son:

▪ Existencia del defecto al tiempo de la adquisición: la garantía se justifica si el defecto


existe antes o contemporáneamente al tiempo de la adquisición del bien.
▪ No cognoscibilidad del defecto por el adquirente: puesto que es de la esencia de esta
garantía proteger al adquirente de vicios ocultos, esto es que fueron desconocidos. Por ello no
se responde por las deficiencias aparentes u ostensibles, salvo pacto en contrario.
▪ Gravedad: este requisito exige que el vicio afecte a la cosa de manera tal que impida
cumpla la función que le es propia, pero sea subsanable, en el caso de los ocultos y que la
desnaturalice al punto tal que de haberlo conocido el adquirente no lo hubiese adquirido o lo
hubiera hecho a un precio significativamente menor, en el caso de los redhibitorios, es decir,
desnaturaliza la cosa.

Ampliación de la garantía por vicios ocultos:

Como especie comprendida dentro de la obligación de saneamiento, la responsabilidad por


vicios ocultos comparte su carácter de efecto natural. Por tal motivo, en ejercicio de la
autonomía privada, los contratantes pueden introducir pactos relativos a la existencia de
defectos específicos, o a la ausencia de ellos, o que afirmen la existencia de ciertas cualidades
en la cosa. Se trata de supuestos que amplían convencionalmente la garantía, al otorgarle el
carácter de vicio redhibitorio a defectos que, por su naturaleza, no son. Así el artículo 1052 del
CCyC dispone que, se considera que un defecto es un vicio redhibitorio:

▪ Si lo estipulan las partes con referencia a ciertos defectos específicos, aunque el


adquirente debiera haberlos conocido.
▪ Si el enajenante garantiza la inexistencia de defectos, o cierta calidad de la cosa
transmitida, aunque el adquirente debiera haber conocido el defecto o la falta de calidad.
▪ Si el que interviene en la fabricación o en la comercialización de la cosa otorga garantías
especiales. Sin embargo, excepto estipulación en contrario, el adquirente puede optar por
ejercer los derechos resultantes de la garantía conforme a los términos en que fue otorgada.

Responsabilidad por defectos ocultos:

En algún momento el defecto se hace ostensible, ya sea porque afloran humedades o grietas en
los inmuebles, presentan problemas funcionales las maquinas o porque se evidencia una
enfermedad congénita en un animal. Tal afloramiento marca el punto de partida para el
computo de los plazos establecidos para el ejercicio de las acciones conferidas para hacer
efectiva la responsabilidad.
Como consecuencia de ello el artículo 1054 del Código Civil y Comercial impone al adquirente la
carga de denunciar expresamente la existencia del defecto oculto al garante dentro de los
sesenta días de haberse manifestado. Si el defecto se manifiesta gradualmente, el plazo se
cuenta desde que el adquirente pudo advertirlo.
Vemos así que se trata de una carga y no de una obligación, es decir, estamos frente a un
imperativo del propio interés. El incumplimiento de esta carga extingue la responsabilidad por
defectos ocultos, excepto que el enajenante haya conocido o debido conocer, la existencia de
los defectos.

Caducidad de la garantía:
Recordemos, que a diferencia de la prescripción - en donde se extingue la acción - la caducidad

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extingue el derecho, es decir, no puedo reclamar a los tribunales porque carezco de un derecho
efectivo que tutelar en juicio. El artículo 1055 del CCyC dispone que la responsabilidad por
defectos ocultos caduca:

▪ Cosas inmuebles: cuando transcurren tres años desde que la recibió.


▪ Cosas muebles: cuando transcurren seis meses desde que la recibió o puso en
funcionamiento.

La norma consagra la posibilidad de que estos plazos sean ampliados por las partes en ejercicio
de la autonomía de la voluntad. En su último párrafo este artículo dispone que la prescripción
de la acción por vicios redhibitorios está sujeta a lo dispuesto en el Libro Sexto. Según el artículo
2564 del CCyC la acción por vicios redhibitorios prescribe al cabo de un año.

Régimen de acciones:

En el régimen del Código Civil se preveían la acción de estimatoria de reducción del precio, que
posibilitaba la subsistencia del contrato, por la reducción de sus términos, y la acción
redhibitoria por la que se dejaba sin efecto el contrato. La solución ahora incorporada en el CCyC
innova respecto de aquellas previsiones.
Según dispone el artículo 1056 del CCyC, el acreedor de la garantía dispone del derecho a
declarar la resolución del contrato:

▪ Si se trata de un vicio redhibitorio, es decir aquel que hace a la cosa impropia para su
destino por razones estructurales o funcionales, o bien disminuye su utilidad de modo tal que,
de haberlo conocido, el adquirente no hubiese contratado o lo hubiese hecho por una
contraprestación menor.
▪ Si medio una ampliación convencional de la garantía.

Vemos así que la resolución del contrato se habilita únicamente en el caso de los vicios
redhibitorios, pero no así en el caso de los defectos ocultos. Respecto de ellos, se dispone en el
artículo 1057 del CCyC que el adquirente no tiene derecho a resolver el contrato si el defecto es
subsanable, el garante se ofrece a subsanarlo y él no lo acepta. Queda a salvo la reparación de
daños.

Pérdida o deterioro de la cosa:

En el artículo 1058 del CCyC se establece que, si la cosa perece total o parcialmente a causa de
sus defectos, el garante soporta su perdida. Esto se asimila con la regla establecida por el artículo
755 del CCyC - relativo a las obligaciones de dar cosa cierta para constituir derechos reales -,
según la cual el propietario soporta los riesgos de la cosa.

Régimen de garantías en el contrato de consumo:

El derecho del consumidor también se ocupa de diseñar el régimen de garantías legales que
refuerzan de manera especial la tutela del interés del consumidor o usuario de servicios pues
persiguen asegurar la calidad mínima de los bienes y servicios. Así, la LDC contempla las
siguientes garantías:

▪ Garantía legal por inadecuación de las cosas muebles no consumibles. ▪


Garantía de provisión de repuestos y servicios post venta.

Este régimen convive con el de la obligación de saneamiento regulada en el CCyC entre sus

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artículos 1033 y 1058, y comprende, como vimos, la garantía por evicción y por los vicios ocultos.

Garantía por inadecuación de las cosas muebles no consumibles:

El artículo 11 de la ley 24240 instaura una garantía legal, imperativa para los proveedores, cuya
finalidad es asegurar la adecuación a lo pactado de las cosas muebles que se comercialicen.
Dicho artículo dispone que cuando se comercialicen cosas muebles no consumibles, el
consumidor y los sucesivos adquirentes gozaran de garantía legal por los defectos o vicios de
cualquier índole, aunque hayan sido ostensibles o manifiestos al tiempo del contrato, cuando
afecten la identidad entre lo ofrecido y lo entregado, o su correcto funcionamiento. Esta
garantía tiene vigencia por tres meses en caso de bienes usados y seis meses en los demás casos,
el plazo comienza a correr con la entrega. En caso de que la cosa deba trasladarse a fabrica o
taller habilitado el transporte será realizado por el responsable de la garantía y serán a su cargo
los gastos de flete y seguros y cualquier otro que deba realizarse para la ejecución de este.
Vemos que la norma comprende la falta de conformidad entre lo prometido y lo entregado, que
constituye un defecto de calidad.
La norma ha producido una ampliación de la noción de vicio, que trasciende los defectos
materiales de la cosa, para comprender también la falta de cualidades, que por acuerdo implícito o
expreso el bien debía reunir.
Ante la configuración de alguno de los supuestos de hecho contemplados en el artículo 11, el
consumidor tiene derecho, en primer lugar, a exigir la reparación satisfactoria del bien; el bien
debe quedar en condiciones de ser utilizado para su destino. Si esto no se alcanza,
subsidiariamente podrá articular o bien una acción de sustitución del bien, o solicitar una quita
proporcional del precio o impetrar la resolución.
Por otro lado, el artículo 17 de la LDC prescribe que la reparación de reputarse insatisfactoria
cuando la cosa no reúna las condiciones óptimas para su destino. Por otro lado, expresa que se
entenderá por condiciones óptimas aquellas necesarias para un uso normal. Mediando un trato
adecuado y siguiendo las normas de uso y mantenimiento impartidas por el fabricante.
Respecto del cómputo del plazo de vigencia, cabe tener en cuenta que según el articulo 16 la ley
24240, el tiempo durante el cual el consumidor esta privado del uso de la cosa en garantía, por
cualquier causa relacionada con su reparación, debe computarse como prolongación del plazo
de garantía legal.

Garantía de provisión de presupuestos y servicios post venta:

En su artículo 12 la LDC contempla una garantía que hace responsable a los proveedores de la
existencia en el mercado de un adecuado servicio técnico y de asegurar la provisión de
repuestos.
Es conveniente aclarar que este régimen no impone al proveedor la obligación de prestar
gratuitamente el servicio técnico o suministrar repuestos sin cargo alguno, sino que coloca sobre
ellos un deber precontractual de asegurar la existencia de servicios técnicos especializados
dentro del ámbito territorial donde los bienes se han comercializado, así como también la
disponibilidad de repuestos, de manera tal que, el consumidor pueda acceder a la reparación
del bien cuando sea necesaria, ya sea consecuencia del desgaste producto del uso normal o por
cualquier otra casa ajena a la garantía del artículo 11.
Respecto de la legitimación pasiva el artículo 12 se refiere genéricamente a “los proveedores”,
por lo que debemos analizar esta garantía a la luz de los conceptos de proveedor del artículo 2
de la LDC y el artículo 1093 del CCyC.

Garantía por defectos en la prestación de servicios:

En los contratos de consumo relativos a la prestación de un servicio la LDC instaura un régimen

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especial de garantía legal. Así, establece el articulo 23 que, salvo previsión expresa y por escrito
en contrario, si dentro de los treinta días siguientes a la fecha em que concluyo el servicio se
evidenciaren deficiencias o defectos en el trabajo realizado, el prestador del servicio estará
obligado a corregir todas las deficiencias o defectos o a reformar o a reemplazar los materiales y
productos utilizados sin costo para el consumidor.
La disposición se refiere al servicio y al prestado de servicio, términos que deben ser
interpretados a la luz del articulo 774 del CCyC, por lo tanto esta garantía actuara tanto en los
contratos de servicio cuanto en el de obra, cuando puedan calificar como contratos de consumo.

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