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HOMILÍA DOMINICAL: “JESÚS: BÚSQUEDA Y ENCUENTRO DEL IMPENITENTE” [Lc. 15: 1-10].

DECIMO CUARTO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Iván Montes, vdm. “Adveniat Regnum Tuum…” Reforma SV. T3E45.

HOY, ES DÉCIMO CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. LA LECTURA ES DEL SANTO


EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 15 [1-10… “C”] [SEGUNDO DOMINGO DE SEPTIEMBRE DE 2022]
[11/IX/2022]
“1 Todos los que cobraban impuestos para Roma y otra gente de mala fama se acercaban a Jesús, para oírlo.
2 Los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban por esto, diciendo: Éste recibe a los pecadores y come
con ellos. 3 Entonces Jesús les dijo esta parábola: 4 ¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de
ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla?
5Y cuando la encuentra, contento la pone sobre sus hombros, 6 y al llegar a casa junta a sus amigos y
vecinos, y les dice: Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido. 7 Les digo que
así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que 1
no necesitan convertirse. 8 O bien, ¿qué mujer que tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende
una lámpara y barre la casa buscando con cuidado hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus
amigas y vecinas, y les dice: Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que había perdido. 10 Les
digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte”.

Esta es la Palabra del Señor. [Sal. 51:1-10; Ex. 32:7-14; Is. 30: 18; I Tim. 1:12-17; I Pd. 5:4; Lc. 15: 1-10].

“JESÚS: BÚSQUEDA Y ENCUENTRO DEL IMPENITENTE”

1. “Jesús y los pecadores que deseaban escuchar su Evangelio…” El contexto de esta


proclamación se expresa el contraste de quienes desean escuchar la predicación y consejo del
Maestro; el pasaje recuerda lo que tanto énfasis hizo de su propósito para el mundo: “El Hijo
del hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido” [Lc. 19:10] Los Fariseos y Maestros
de la Ley, se empeña por opacar su presencia juzgando mal el acercamiento con los hombres
públicos y de mala fama; son un grupo concreto quienes confiaban en su propia justicia,
maestros del pueblo, signo de vidas idealizadas por la espiritualidad, la fe y un ejemplo
aparente según les reprocha el Maestro en su debido momento. Mientras el otro grupo, es
señalado constantemente como los opresores, y verdugos del pueblo, la cara visible de la élite
oscura y codiciosa que nunca falta en cualquier sociedad. Esos mismos transgresores querían
escuchar a Jesús, el pasaje nos recuerda que publicanos y pecadores son el centro del odio del
pueblo; eran castas protegidas por la Ley civil, también respetados gracias al poder de las élites
del dinero a las que servían con sumisión. Su estado tenebroso causaba la necesidad de hallar
la luz mediante la gracia y misericordia de D; ante ellos se encuentra Jesús, la fuente de la
gracia y la demostración más ejemplarizante del amor por el hombre, al impío nadie le
convence de lo que han constatado, del testimonio de los restaurados, de los perdonados, y
por eso quieren oír a Jesús; dice el Apóstol: “En verdad, D ha manifestado su gracia a toda la
humanidad, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones
mundanas, así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio” [Tito
2:11-12]. Contrariamente, la actitud farisaica de soberbia, altivez, de vana religión,
prepotencia y ritual inerte, no parecen ser las actitudes correctas para mover a D en
compasión y alcanzar al impenitente por sus actos delictivos e infracciones en perjuicio de D y
de su prójimo. Según este pasaje, no todo hombre ofrece signos de requerir la misericordia
salvadora de D; más bien la Escritura afirma que D está atento al que viene con su espíritu
destrozado, al hombre que no puede con el peso de su culpa; al de mirada baja, avergonzado
por su inmundicia e inmoralidad; al de labios dispuesto a confesar su culpa, a los dispuestos a
acogerse a su amnistía eterna mediante el perdón de su cruz [Sal. 51]. El profeta realza la
HOMILÍA DOMINICAL: “JESÚS: BÚSQUEDA Y ENCUENTRO DEL IMPENITENTE” [Lc. 15: 1-10]. DECIMO CUARTO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Iván Montes, vdm. “Adveniat Regnum Tuum…” Reforma SV. T3E45.

buena intención de D y nos dice con una voz esperanzadora: “Por eso el Señor los espera,
para tenerles piedad; por eso se levanta para mostrarles compasión. Porque el Señor es un
D de justicia. ¡Dichosos todos los que en el Él esperan!” [Is. 30:18]. A todo el que anhela su
voz, Él los defenderá, les dejará escuchar su mensaje de vida y redención; hablará al corazón
para llenar el deseo de quienes le buscan mientras les anunciaba la preciosa noticia del reino,
mientras sana sus dolencias y enfermedades; les demostrará su compasión, llevará el peso de
su cansancio, el pesar de su congoja, y será un verdadero y compasivo pastor para que nunca
se sientan abandonados… [Mt. 9:35-36].
2. “Jesús: la alegría por la oveja que se perdió y fue encontrada…” El mensaje del Evangelio es
firme en cuanto que no hay mayor propósito que la salvación de los impenitentes extraviados
y alejados de su creador, sus bellas motivaciones son expuestas por el Maestro: “…Porque el 2
Hijo del Hombre, no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate
por muchos” [Mt. 20:28] ahí están todos los requeridos ante la demanda del juez que exige
que su justicia se cumpla y de cómo su amor es el principal motivo de salvación, con ese mismo
afecto les proporciona la bella figura de la Oveja extraviada, y cual pastor redentor pasa todos
los riesgos necesarios para ir en busca de esa solitaria pécora que perdió el rumbo y se
encuentra en condición de extraviada. El pastor tiene sobrados motivos de cariño por la
artiodáctila, sabe que su carácter sumiso le convierte en presa fácil del depredador, su falta
de orientación le hace deambular hasta extraviarse aún más; la soledad le abate haciéndose
delatar con su baliteo constante; el pastor debe conocerla bien para intuir su ubicación precisa
e ir en su rescate; se pasa horas en la nocturnidad y en condiciones inhóspitas porque no hay
alternativa, o es la vida o la destrucción para siempre, sabe que debe ir en su rescate para no
perderla. El profeta en señal de dependencia y confianza en el pastor de pastores dice:
“Aunque ande en valle de sombra y de muerte no temeré mal alguno…” [Sal.23]. Jesús es el
príncipe de los pastores, y comparte con hermanos el dolor por los extraviados e impenitentes;
el hombre sin D fácilmente es atrapado por la alegría del gozo terrenal, seducido por la gloria
efímera del dinero, poder, sensualidad y provocaciones de este siglo; no es extraño verle en
terrenos oscuros y peligrosos, mientras el bondadoso pastor le busca con sincero deseo de
rescatarla y ofrecerle la vida eterna, paz y armonía. El profeta con convicción profunda dice:
“Vivo yo, declara el Señor, que no me complazco en la muerte del impío, sino que el impío
se aparte de su camino y viva. Vuélvanse, vuélvanse de vuestros caminos errados ¿Por qué
habéis de morir?” [Ez. 33:11]. El deseo honesto de Jesús es llamar y encontrar al extraviado;
le estará aguardando hasta el último momento, no le rechazará, sino extenderá sus cálidos
brazos, recibirá su caricia, su mirada compasiva, sus dedos aplicando bálsamo y aceite en sus
traumas y heridas, luego le conducirá hacia la comunión de los redimidos. Su alegría ya
comenzó, ha encontrado su tesoro más grande, pudo salvar una vida, juntará a los suyos y les
dará la noticia que un extraviado va en la ruta de la vida eterna. La alegría continúa con quienes
comparten y participan del rescate de muchos, quienes comparten el sentimiento de salvar a
quienes les es extraño el camino de la vida; el apóstol anticipa: “Y cuando aparezca el príncipe
de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” [I Pd. 5:4].
3. “Jesús: la alegría de encontrar un objeto de valor y el festival en sus moradas...” El Señor
reitera su interés eterno y redentor en beneficio del hombre. Para facilitar nuestra
comprensión usa una alegoría donde una moneda es encontrada, el interés y tristeza de
haberla extraviada es a causa de la importancia que esta tenía entre los pobres, en particular
de las mujeres que dependían de ella para adquirir lo necesario y tener a tiempo la
alimentación familiar. El corazón de ella arde porque sabe la importancia que cada miembro
de la familia no desenfoque su actividad diaria y no alterar lo cotidiano; para ello, aclara el
espacio e ilumina hasta encontrar el objeto de valor. El hombre debe reconocer la importancia
HOMILÍA DOMINICAL: “JESÚS: BÚSQUEDA Y ENCUENTRO DEL IMPENITENTE” [Lc. 15: 1-10]. DECIMO CUARTO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Iván Montes, vdm. “Adveniat Regnum Tuum…” Reforma SV. T3E45.

de la luz de la Palabra que le permita ver, comprender lo tenebroso de la vida que llevamos,
las rutas que convergen con el camino ancho y el fango de los senderos donde nos recreamos,
cual hijo pródigo que saciaba sus deseos en la porqueriza del mundo. Los golpes de la vida son
llamadas urgentes a regresar a la vía angosta que conduce a la comunión familiar; la
enfermedad y tristeza que abate nuestra alma moribunda es un llamado en el silencio de la
intimidad para recapacitar y regresar a la casa del amado Padre, donde los seres que hemos
amado, nos esperan. Como la mujer humilde, con el alma protectora de los suyos, D comanda
las legiones celestiales para que con su alegría y oraciones animen, intercediendo por quienes
atravesamos este camino tenebroso en ruta a nuestro destino eterno; los santos están atentos
a nuestros caminos extraviados y convergen en nuestros deseos salvíficos y oraciones, existe
consecuencia en las palabras de Jesús en el relato del HIJO EXTRAVIADO cuando en su 3
intención para arrepentimiento dice en la intimidad: “He pecado contra el cielo…” [Cp.15]; al
parecer, en ese estrato se enteran de nuestras debilidades, pruebas y necesidades; también
se reúnen para celebrar y elevar sus voces a la manera de una ODA PARA LA ALEGRÍA la cual
une sus almas en adoración al salvador del mundo por un pecador que se ha arrepentido. Se
ensancha el fervor de ellos en las moradas eternas cuando el impenitente expresa la confianza
afirmando: “Yo soy de mi amado y mi amado es mío…” [Cant,6:3]; los familiares, amigos,
santos que aguardan por nosotros en la casa celestial, jubilosos adoran cuando el rescatado
habla con firmeza: “El Señor es mi pastor, nada me hace falta…” [Sal.23:1]; la esperanza se
consolida cuando el redimido confiadamente dice: “Yo oigo la voz del Señor, le conozco y le
sigo, en sus manos estoy seguro, nadie puede arrebatarme de su mano firme y poderosa”
[Jn. 10: 27-29]. Hermanos todos, juntos somos llamados a convocar al impenitente, traerlos a
la cruz del Señor, mostrarles el camino, iluminar con humildad y con nuestro ejemplo.

Oremos: Señor de toda gracia y bondad, puesto que sin ti no podemos complacerte: Concede, por
tu misericordia, que tu Espíritu Santo dirija y gobierne nuestros corazones, llenando este mundo
con tu gracia redentora y misericordia para alcanzar al impenitente; por Jesucristo nuestro Señor,
que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. AMÉN

…Y que la bendición de D todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y
os acompañe siempre. AMÉN.

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