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MEJORA DE LA CONDICIÓN FÍSICA EN ESTUDIANTES DE PRIMARIA MEDIANTE UN

PROGRAMA DE INTERVENCIÓN EN EDUCACIÓN FÍSICA

INTRODUCCIÓN

Las diferentes condiciones, (personales, familiares, escolares y sociales) en que los niños y adolescentes

se desenvuelven, conllevan elementos que pueden ser un apoyo positivo para la construcción de su identidad, la

adquisición y el ejercicio de competencias que favorecen su salud, autonomía, y sus capacidades para las

relaciones sociales, la toma de decisiones y la resolución de problemas o aspectos que le permitirán, en un

futuro, desenvolverse como personas adultas, responsables, íntegras y satisfechas de su actuación.

Sin embargo, existen ocasiones en que tales condiciones no resultan favorables, y tienen un efecto

negativo que pueden ocasionarles daños, principalmente de salud y emocionales, que interfieren o afectan su

desarrollo integral, y les predispone al fracaso escolar y en su vida personal, entre otros efectos.

Tal es el caso del sedentarismo y la falta de actividad física en niños y adolescentes de nuestro país. El

niño que solía jugar y correr, ahora tiende a estár sentado; es probable que en la edad escolar, los hábitos de

postura y las actividades físicas jueguen una parte importante en la prevención de diversos problemas de salud

(Gómez, Izquierdo, De paz y González 2002).

La inactividad física o sedentarismo no es sólo un tema vinculado con conductas individuales sino que

está relacionado con la falta de espacios como los parques, el aumento de las multitudes, la contaminación

ambiental, el crimen, el tráfico y las dificultades para desarrollar un deporte y una recreación sana (Rodríguez,

2006).

En nuestro país la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino ENSANUT MC 2016,

refiere que el 17.2% de los niños (21.8%) y niñas (12.7%) de entre 10-14 años de edad se categorizan como

activos de acuerdo a los criterios de la OMS; También la ENSANUT MC 2016, reportó que más de 30% de la

población adolescente y adulta es inactiva (ENSANUT MC, 2017).


Entre los factores de riesgo de obesidad infantil, se destaca la actividad fundamentalmente sedentaria del

tiempo libre, con una gran disponibilidad de entretenimientos como la televisión, videojuegos y dispositivos

electrónicos (Rodríguez, 2006). Por lo tanto, con el creciente proceso de urbanización ha habido un

decremento en la frecuencia y duración de las actividades físicas cotidianas de los niños, tales como caminar a

la escuela y hacer los quehaceres del hogar.

Para combatir ésta problemática en México, la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha lanzado un

nuevo modelo educativo, en el cual, se incluyen estrategias como “Salud en tu escuela” que es un esfuerzo

conjunto entre la Secretaría de Salud y la Secretaría de Educación Pública con el objetivo de que todos los

niños, niñas y jóvenes mantengan un cuerpo sano, eviten conductas de riesgo y adquieran hábitos saludables.

(SEP, 2017) En el inciso “Educar para la salud” de dicho programa, menciona específicamente que “se

fortalece la asignatura de educación física y se promueve la atención al desarrollo personal” (SEP, 2017).

Concretamente, en el nuevo modelo educativo, en el ámbito correspondiente a la atención al cuerpo y la

salud, menciona que el alumno al finalizar la secundaria sabrá activar sus habilidades corporales y adaptarlas a

distintas situaciones que se afrontan en el juego y el deporte escolar, adoptando un enfoque preventivo al

identificar las ventajas de cuidar su cuerpo, tener una alimentación correcta, y practicar actividad física con

regularidad (SEP, 2017).

Por lo tanto, se vuelve indispensable que el docente de educación física proponga estrategias

encaminadas a la mejora de la salud mediante la actividad física, que sean acordes a los propósitos y objetivos

del nuevo modelo educativo, y las demandas de una sociedad cada vez más sedentaria y enferma.

SALUD Y ACTIVIDAD FÍSICA

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la salud es un estado de completo bienestar

físico, mental, y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedad (OMS, 2017).

Se considera a la actividad física como el conjunto de acciones generales realizadas en cualquier

ámbito de la vida humana, dotadas de un sentido unitario y que se pueden reproducir de manera continua o
con interrupciones (Robles citado por Pacheco, 2009). Según Capersen et al. (citado por Pacheco, 2009) la

actividad física es todo movimiento corporal producido mediante los músculos esqueléticos y que produce

un gasto energético. Por ser un concepto muy general el Diccionario Paidotribo de la Actividad Física y el

Deporte (DPAFD) utiliza adjetivaciones para clasificarse en: actividad físico-deportiva, actividad físico-

recreativa y actividad físico-educativa (DPAFD,1998, pp. 38-39).

Desarrollar en la adolescencia unos buenos hábitos de alimentación sana y ejercicio físico es

fundamental para gozar de una buena salud en la edad adulta. Asimismo, reducir la comercialización de

alimentos ricos en grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcares libres o sal, y ofrecer acceso a alimentos

sanos y oportunidades de hacer ejercicio son medidas importantes para todos, pero en particular para los

niños y los adolescentes.

Sin embargo, los datos de las encuestas disponibles de la OMS indican que menos de uno de cada

cuatro adolescentes sigue las directrices recomendadas sobre actividad física: 60 minutos diarios de actividad

fisica moderada o intensa (OMS, 2017).

En personas adultas, la actividad física se asocia a un menor riesgo de enfermedades como la

obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, cáncer, hipertensión, entre otras. (Martínez y Sánchez,

2008). Hay suficiente evidencia de que los orígenes de la enfermedad cardiovascular se encuentran en la

infancia y la adolescencia.  Las cifras relativas de lípidos y lipoproteínas, presión arterial y adiposidad de los

jóvenes tienden a persistir a lo largo de la vida  (Ortega, et al. 2007). También hay pruebas de que los

patrones de conducta en cuanto a actividad física en la infancia permanecen en la vida adulta (Twisk,

Kemper y Van Mechelen, 2000).

Evidencias científicas muestran que en la adolescencia es el grado de condición física, y no tanto la

actividad física, lo que se relaciona con el perfil de riesgo lipídico- metabólico. Una alta capacidad aeróbica en

varones y un alto grado de fuerza muscular en mujeres se asocian con un menor riesgo lipídico-metabólico de

enfermedad cardiovascular (García, et al., 2007).


Dichas investigaciones sugieren que para una mejora en la salud, es viable optimizar la condición física

y no solamente los niveles de actividad física, por lo que a continuación se definirán tales conceptos y su

relación, para proponer un plan de intervención desde el ámbito de la educación física.

ACTIVIDAD FÍSICA, EJERCICIO, Y CONDICIÓN FÍSICA

Los términos actividad física, ejercicio físico y condición física suelen utilizarse de forma confusa; sin

embargo, aunque sean variables estrechamente relacionadas, no deben utilizarse como sinónimos. La actividad

física hace referencia a cualquier movimiento corporal producido por el músculo esquelético que precisa

consumo energético, y el ejercicio físico se define como la actividad física planificada, estructurada, sistemática

y dirigida a la mejora o el mantenimiento de uno o más componentes de la condición física (Martínez y

Sánchez, 2008).

Se puede considerar la condición física como una medida de la capacidad de realizar actividad física y/o

ejercicio físico que integra la mayoría de las funciones corporales (del aparato locomotor, cardiorrespiratorias,

hematocirculatorias, endocrinometabólicas y psiconeurológicas) involucradas en el movimiento corporal.

(Martínez y Sánchez, 2008).

A su vez (Ruiz, Romero, Castro et al., 2011) mencionan que la condición física relacionada con la salud

se define como la habilidad que tiene una persona para realizar actividades de la vida diaria, así como aquellos

atributos y capacidades que se asocian con un menor riesgo de enfermedades crónicas y muerte prematura.

La condición física históricamente ha sido conceptualizada en tres componentes: la capacidad

cardiorrespiratoria (CCR), la fuerza, y la habilidad motriz. Con el tiempo, este concepto ha pasado de estar

dirigido principalmente a los componentes de fuerza y habilidades motrices a centrarse en los componentes más

directamente relacionados con la salud, y se habla de condición física relacionada con la salud (health-related

physical fitness) (Martínez y Sánchez, 2008).

La condición física relacionada con la salud se considera un indicador muy importante en la salud de

niños y adolescentes (Ruiz, et al., 2006). Es por ello que la actividad física, especialmente de moderada a alta
intensidad, debería considerarse un significativo indicador de salud (Strong, et al., 2005; Brug et al., 2012). Por

lo tanto, es de suma importancia tener en cuenta ambos indicadores cuando se trate de crear nuevas políticas

públicas de salud. (Emeljanovas, et al., 2017).

Aunque las pruebas específicas para determinarla son algo heterogéneas, la condición física relacionada

con la salud incluye la capacidad cardiorrespiratoria, la fuerza y la resistencia muscular, la flexibilidad y la

composición corporal (especialmente la adiposidad), y en niños, también la velocidad y la agilidad (Martínez y

Sánchez, 2008).

Aunque gran parte de la variabilidad de la condición física está genéticamente determinada, los

condicionantes ambientales y especialmente el ejercicio físico influyen en la condición física. En los niños, la

relación entre actividad física y condición física es menos sólida. Se ha argumentado que en los niños y

adolescentes más jóvenes, dado que la actividad física se produce de forma poco predecible, no sistemática y en

períodos de corta duración (en el caso de una sesión de educación física) puede que no modifique la condición

física.

Además, la falta de concordancia en los hallazgos de los diferentes estudios que valoran la relación entre

actividad física y condición física en niños y adolescentes podría deberse a la multitud de métodos que se han

utilizado para medir tanto la condición física como la actividad física. Un aspecto importante cuando tratamos

de valorar los efectos de la actividad física diaria es la dificultad de obtener mediciones válidas y precisas.

En la educación física se busca incrementar los niveles de actividad física en el alumno, mediante

diversas estrategias didácticas que le permitan apropiarse de un conocimiento. Sin embargo, en México el

tiempo que se otorga a la sesión oscila entre los 50 y 60 minutos, una o dos veces por semana, dependiendo de

la región geográfica y el contexto escolar.

Para la aplicación y monitoreo del modelo educativo elaborado por la Secretaría de Educación Pública,

se propone cierto número de colegios “piloto”, de la educación básica entre ellos escuelas secundarias. Una de
las propuestas para su evaluación es brindar la oportunidad de incrementar el número de horas de la sesión de

Educación Fisica y observar la interacción de los resultados con las demás asignaturas.

Como se ha señalado en los diferentes estudios, para que la actividad física genere beneficios depende

de la frecuencia y la intensidad a la que se ejecute.

Por lo que a partir de ello, se propone implementar una propuesta de intervención educativa,

incrementando en un grupo de estudiantes de secundaria a cuatro horas por semana la sesión de educación

física, elevando a su vez la intensidad de la misma, mediante un programa de actividades y ejercicios de

acondicionamiento físico específico a la etapa del desarrollo de los adolescentes, y comparándolo con las

evaluaciones de dos grupos de control; ambos recibiendo dos y tres horas a la semana respectivamente de

sesiones cotidianas de educación física impartidas por el docente.

Todo ello con el objetivo de comprobar y comparar los resultados obtenidos con diversas

investigaciones en torno a la mejora de la condicion física y su relación con la salud en estudiantes del nivel

secundaria, y desde la perspectiva de la educación física.


REFERENCIAS

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