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Estudiantes
Juan Mateo Ocampo Giraldo
Juan Sebastián Londoño Cossío
Camilo Pena Mora
Profesor
Gildardo Díaz Cardona
Universidad de Antioquia
Instituto Universitario de Educación Física
Licenciatura en Educación Física y Deportes
Proceso Vital III
Medellín
2018 – 1
Introducción
Marco Referencial
A pesar de la gran diversidad que se puede presentar en el momento de analizar
teóricamente un mismo componente, es necesario conocer el concepto con el cual se
desarrollará el trabajo, pues basta con hacer una yuxtaposición de esos criterios y poder concluir
que la actividad física en el siglo XXI se podría sintetizar a través de lo expuesto por un circulo
de autores reunidos en el marco de salud, como es el caso de la Organización Mundial de la
Salud, este factor es tomado como cualquier movimiento desarrollado a través de la demanda
muscular y que tenga como consecuente un gasto calórico (OMS, 2018). Dicha organización
también enfatiza en plasmar el gran impacto que tiene en la vida del ser humano y como su poco
desarrollo puede ser causal de procesos deletéreos, registrando así una tasa del 6% de las muertes
a nivel mundial: “La inactividad física es la causa principal de aproximadamente un 21%-25% de
los cánceres de mama y de colon, el 27% de los casos de diabetes y aproximadamente el 30% de
la carga de cardiopatía isquémica.” (OMS, 2018)
Por otro lado la Organización Panamericana de Salud citada por (Vidarte, Velez,
Sandoval, & Lorena, 2011) afirma que “la actividad física se vincula como estrategia o
intervención efectiva que permite mejorar la autopercepción, el nivel de satisfacción de las
necesidades individuales y colectivas y los beneficios reconocidos que esta trae desde lo
biológico, psicosocial y cognitivo”. La Asociación de Medicina Deportiva de Colombia
(AMEDCO) define la actividad física como “cualquier movimiento corporal voluntario de
contracción muscular, con gasto energético mayor al de reposo”. No obstante, vemos como a
través del desarrollo tecnológico y la globalización, el ser humano ha tenido que estar inmerso en
un espacio de inactividad física tanto a nivel laboral como personal, pues ya no existe la
necesidad de superar rémoras tales como: la alimentación, la seguridad y la procreación. Hoy por
hoy se le apuesta no a la prevención como debería ser, sino y todo lo contrario, a la posible
“solución” a través de fármacos que ayuden a equilibrar un gasto energético que no existe por
actividad física y ayuden a regular el peso tratando de hacer un proceso de dilación para las
enfermedades que devienen de el.
Los números con los cuales el sistema de salud cuenta a nivel de obesidad y sedentarismo
son alarmantes “Se ha demostrado que aproximadamente el 70% de la población en los países
occidentales no es lo suficientemente activa como para poder gozar de una buena salud y
mantener el peso. (Cintra & Balboa, 2011). La población aún no escatima en hacer uso de su
cuerpo para generar alguna actividad como salir a trotar, montar bicicleta, nadar, o el sólo hecho
de caminar qué estarían generando en él un gasto calórico. Este detonante es producto de la poca
cultura y educación que se brinda desde niños frente a la actividad física y el ejercicio, pues en
ningún momento se diferencia sobre estos conceptos generando desde allí un eslabón de
dificultad para las personas, por un lado no hay diferenciación y por el otro se desconoce
totalmente todos los beneficios a nivel hormonal, óseo, cardiovascular, estético, social, en
síntesis: toda la integralidad que puede obtener la persona con un mínimo de minutos al día de
actividad física, viéndose inerme frente a la poca actividad del estado a través de sus políticas de
promoción de la salud.
La taxonomía comienza con el primer grupo de jóvenes comprendidos entre 5-17 años de
edad, dónde la actividad física debería estar bajo un enfoque recreativo, educativo y hasta
competitivo, claro que en este último enfoque se transformaría en ejercicio físico. La intención es
crear un ambiente de goce y de utilización del tiempo libre por parte de los niños y adolescentes
para así mejorar las funciones cardiorrespiratorias, musculares y óseas, mejorando así su
autoestima y la capacidad de generar relaciones en grupos sociales. Como manifiesta (OMS,
2018) este grupo etario debería emplear mínimamente 60 minutos diarios de actividad física con
una intensidad moderada o vigorosa teniendo en cuenta que si realiza unos minutos de más
tendría un mayor impacto positivo en su salud. La vía energética que debería primar en los
trabajos de actividad física con los niños debe ser aeróbica, aunque convendría añadir
mínimamente tres días de actividades vigorosas las cuales podrían tener un impacto en sus
músculos y huesos.
El segundo grupo comprende edades entre 18-64 años, la actividad física en esta
población debería tener un foco recreativo y de aprovechamiento del tiempo libre tanto a nivel
familiar como personal, además se busca que estas personas generen la mayor cantidad de
movimiento sea en el trabajo o en cualquier otro ambiente. La actividad física se sigue
presentando como un medio para disminuir la aparición de enfermedades crónicas no
transmisibles, y de mejorar la función ósteomuscular y cardiorrespiratoria. Cabe resaltar que si
estamos hablando de un adulto mayor la actividad física tomaría un rol diferente en función de la
persona, ya no se plasma sólo un método de prevención y de calidad de vida, sino una
herramienta vital para mejorar la longevidad y el estado de salud en el tercer ciclo vital del ser
humano. Según (OMS, 2018) deberían realizar 300 minutos por semana de actividad física
moderada para obtener mayor beneficios a nivel de salud, o bien 150 minutos semanales de
actividad física con un enfoque aeróbico y de intensidad moderada y 75 minutos con intensidad
alta/vigorosa además de realizar dos días a la semana trabajos de fortalecimiento a través de
fuerza, pliometría e isometrías. Factores condicionados a la edad del sujeto, pues mientras mayor
edad tenga, mayor movimiento debería generar, pues las dos variantes están estrechamente
correlacionadas.
El último grupo comprende las edades superiores a los 65 años de edad, la actividad física
debe abarcar las esferas en que está inmerso la persona, teniendo en cuenta que debe primar un
ambiente recreativo y de ocio, con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias,
musculares y óseas, además de reducir el riesgo a E.C.N.T. la depresión y el deterioro cognitivo.
La (OMS, 2018) plantea para este grupo poblacional realizar 150 minutos semanales de A.F.
moderada aeróbica o 75 minutos con una dirección energética mixta, realizada en bloques de 10
minutos como mínimo.
Una vez abordado el tiempo que se debería utilizar para realizar actividad física y
siguiendo las recomendaciones de la OMS se puede concluir que una persona solo debería
direccionar 2,97% de su tiempo semanal para dirigirlo a la actividad física y obtener de él todos
los beneficios que acarrea el movimiento. Sin embargo las personas se encuentran inermes frente
a esta información que nunca obtienen en un espacio educativo en Colombia, a menos que sean
profesionales de la actividad física y el deporte. Por ello es importante plasmar cuales son los
beneficios que obtendría una persona normal por realizar actividad física durante 2,97% de su
tiempo semanal:
La actividad física debe ser empleada como una estrategia de promoción de la salud por
el estado, no sólo porque acarrea menos inversión económica que la rehabilitación y la atención
sino también porque es el medio más holístico que tiene el ser humano para contrarrestar los
procesos biológicos de envejecimiento y la mejorara de componentes sociales. Solo basta con
una concientización sobre todos los beneficios que se extraen del movimiento y una serie de
políticas empleadas por el gobierno que mejoren la participación y los escenarios deportivos.
Por un lado y recalcando lo planteado durante el trabajo, se tiene que Actividad física es:
El ejercicio
físico planteado por la (OMS, 2018) es “una gran variedad de actividad física planificada,
estructurada, repetitiva y realizada con un objetivo relacionado con la mejora de uno o varios
componentes fisiológicos y psicológicos”. Tenemos que el ejercicio físico es un proceso
sistemático que normalmente es dirigido por profesionales a cargo, ya que estos procesos
involucran intensidad, frecuencias, volúmenes, y un sin fin de principios con los cuales el
entrenador puede desarrollar un plan de entrenamiento asumiendo la propia individualidad de
cada sujeto con el fin de una o varias mejoras.
Una vez abordado el concepto de actividad física y los elementos que fluctúan para su desarrollo
en la vida diaria de una persona, es el momento de articularlo con los procesos degenerativos
cognitivos, pues tal como lo presenta los doctores (Rolland, Van kan y vellas, S.F)
La actividad física puede resultar en mejorar la salud cerebral, prevención del declive de la
capacidad cognitiva y reducción en la incidencia de Alzheimer. La actividad física puede proteger
ante el declive cognitivo y la demencia a través de la reducción de varios factores de riesgo
cardiovascular como hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia y obesidad.
En 1988 Flicker citado por (Arriola & Et, 2017) define el DCL como una situación
cognitiva que no alcanza el cuadro de demencia o el cuadro clínico inicial del Alzheimer. A
continuación se abordara un conjunto de síndromes y trastornos relacionados con el deterioro/
trastorno cognitivo. En el primer grupo se englobarán las manifestaciones permanentes
(demencia y amnesias crónicas) y en el segundo grupo estarán de acuerdo a la desviación del
funcionamiento y que no necesariamente tendría que dejar secuelas (delirium, cefaleas, migrañas
y amnesias transitorias)
Por último se presenta la demencia la cual se suele emplear para designar el deterioro de
la capacidad mental, las personas que padecen esta enfermedad pueden tener dificultad para
realizar sus actividades diarias con completa normalidad, además su personalidad se ve anclada a
cambios inmediatos y su capacidad para controlar las emociones es casi nula. La pérdida de la
memoria también suele ser evaluada como demencia, aunque no es motivo suficiente para
diagnosticarlo, normalmente este tipo de población tiene dos o más problemas cognitivos por
ejemplo el lenguaje y la memoria. Los tipos más comunes de demencia son:
A continuación se presentarán los factores de riesgo al DC sea leve o severo, los cuales
están relacionados con aspectos etiológicos y etiopatogénicos de la enfermedad:
Como manifiesta (Wimo & Et, 2017) citado por (Rodriguez, 2011) desde el 2010 los
costos totales para tratar la demencia a nivel mundial ha aumentado un 35%. Lo que con llevará
en algunos años tambalear las políticas sociales y la inversión que realiza los países para el
tratamiento de dicho trastorno. No obstante, no es más que una gran brecha para crear
concientización sobre la importancia de realizar de actividad física, no sólo como herramienta
mediadora del peso, el musculo y la grasa, sino además, nos va brindar la posibilidad de generar
una política eficiente que no requiera tanta inversión y por el contrario se concentre en la
prevención a través de la motricidad como medio para tener un ciclo vital mucho más saludable
y longevo.
En este sentido, a medida que vamos envejeciendo, nuestros sistemas van sufriendo un
deterioro natural a causa de diferentes factores endógenos y exógenos (de León-Arcila, Arévalo-
Cedano, Millán-Suazo, Camacho-Calderón, & Escartín-Chávez, 2009) y existen diferentes
teorías, las cuales tratan de explicar estos procesos, que son naturales e individuales. La
población mundial a medida que va aumentando en número, también va envejeciendo cada vez
más. Se estima que la población general crece 1,7% anual, mientras que la población de adultos
mayores crece 2,5% (de León-Arcila, Arévalo-Cedano, Millán-Suazo, Camacho-Calderón, &
Escartín-Chávez, 2009). Además, se proyecta que para el año 2030 los mayores de 80 años
representarán el 30% de la población en los países desarrollados y el 12% en los países en vía de
desarrollo (Mogollón González, 2014).
Con el enorme crecimiento del grupo poblacional de adultos mayores, también aparecen
trastornos asociados con la edad. Es así, como aparecen diferentes enfermedades crónicas no
transmisibles, relacionadas con trastornos cognitivos, y estos además, con una influencia directa
sobre la pérdida de autonomía personal (García Pulgarín & García Ortíz, 2004). Se calcula que
35 millones de personas en el mundo sufren algún tipo de demencia, y se traza que para el año
2050 más de 115 millones de personas, siendo el Alzheimer el mayor representativo de estas
demencias, alcanzando a ocupar un porcentaje entre el 50% y el 70% (Mogollón González,
2014). Pero también, y aludiendo a (García Pulgarín & García Ortíz, 2004), se evidencia una
relación de este trastorno y cambios en patrones de la marcha.
Este estudio también tuvo hallazgos frente al Alzheimer, relacionando la actividad física
con la protección de estructuras cerebrales en personas con Alzheimer y con desorden cognitivo
leve; especialmente, en los centros de memoria y aprendizaje. Pero también se encontró que las
personas que participaron en el estudio, tuvieron menos declinación memorística por más de 5
años. Y finalmente proponen que esta actividad (caminar 10 kilómetros/semana) no es la cura
para el Alzheimer, aunque sí puede mejorarla.
Continuando con otras relaciones entre el deterioro cognitivo y la actividad física, (Mora,
Villalobos, Araya, & Ozols, 2004) plantean que entre más actividad física realice una persona,
más autonomía tendrá esta, repercutiendo directamente sobre su calidad de vida, y a su vez,
aumentando elementos como el placer, el bienestar mental y corporal, mejorando el auto
concepto, la autoestima y las emociones, y causa una sensación de ser útil y sentirse ocupado.
Todos estos elementos influyen de manera directa sobre la salud mental de una persona haciendo
que la depresión disminuya o desaparezca por completo (Olave-Sepulveda & Ubilla Bustamante,
2011). Por otro lado, Angevaren et al., 2008, citados por (Aparicio Garcia-Molina, Carbonell-
Baeza, & Delgado-Fernandez, 2010) proponen que el mejoramiento del VO2máx entorno al 14%,
produce mejoras paralelas en la capacidad cognitiva, ligados a la función motora y la atención
ante estímulos sonoros.
En este sentido, y como ya se había mencionado, una de las actividades que más lograron
denotar una mejora en la prevención de los trastornos cognitivos, fueron las que estaban en el
marco de la psicomotricidad: en el “Programa de activación psicomotriz en adultos mayores
institucionalizados con deterioro cognitivo y depresión” (Olave, C. & Ubilla, P. 2011) se
mencionó la efectividad del programa en el rendimiento cognitivo y la disminución de la
depresión en los adultos mayores institucionalizados, así mismo, en el mismo documento
afloraba la duda sobre la fiabilidad de estos resultados a la luz de la falta de discriminación, es
decir, se habla en este caso de adulto mayor institucionalizado, pero no se abarca los no
institucionalizados ni los grados de escolaridad que comprenden los sujetos en cuestión.
Pero ojo, queremos ser enfáticos en este asunto, y es que pese a la no incidencia de la
escolaridad en los trastornos cognitivos, no deja de ser preocupante que una amplia tasa de los
adultos mayores presenten un nivel académico bajo, representando la baja oportunidad de acceso
y mantenimiento académico de esta población durante la infancia.
Por otro lado, y reforzando la idea de que el ejercicio físico regular si tiene incidencia en
la prevención de los trastornos cognitivos, la Universidad de Illinois en los Estados Unidos, tras
un estudio experimental, confirmo que a mayor actividad aeróbica, menor degeneración neuronal
(citado por Ramírez, W. Vinaccia, S. & Ramón Suarez, S. 2004). Por lo cual comenzamos a
entender que las recomendaciones dadas por la OMS y el Colegio Americano de Medicina
Deportiva (ACMS) sobre la frecuencia, duración e intensidad semanal de actividad física, no
solo le apuntan al mantenimiento o mejora de la condición física, sino además, promueve la
prevención de enfermedades dadas por el avance de los trastornos cognitivos, que como bien se
ha mencionado, puede influir desde los procesos mentales más elementales como la atención o la
memoria, hasta el punto de llevar al adulto mayor a un estado de demencia en el que conjuga
varios de estos trastornos, e incluso, interfiere en el ámbito psico – afectivo generando depresión.
Así mismo, ciertos estudios ejecutados en seres humanos también habían demostrado que algunos
procesos y habilidades cognitivas cerebrales en las personas mayores, eran mejores en las
personas que practicaban una actividad física que en aquellas que no lo hacían. Por ejemplo en
1999 los mismos científicos que realizaron el estudio de la Universidad de Illinois observaron que
un grupo de voluntarios -que durante 60 años llevaron una vida muy sedentaria-, tras una
caminata rápida y sostenida de 45 minutos durante tres veces a la semana, lograron mejorar sus
habilidades mentales, las cuales suelen declinar con la edad. (Ramírez, W. et al. 2004).
Este asunto da cuenta de que a pesar, de haber tenido un gran periodo de sedentarismo a
lo largo de la vida (donde posiblemente varias estructuras a nivel anatómico se vieron afectadas
por esta inactividad), el acondicionamiento físico se puede iniciar con un programa de ejercicio
físico, entendiendo que nunca es tarde para prevenir o mitigar algunas situaciones dadas por el
correr de la vida, aun cuando el sujeto se encuentra en una edad avanzada; así mismo, se concibe
que las principales mejoras se dan a nivel cardiopulmonar, sin desconocer la incidencia que tiene
estos ejercicios en la re estimulación del sistema nervioso, partiendo de que aún hay procesos de
plasticidad a nivel cerebral. Sobre este último tema, Thayer (1994). Plantea que “se ha
demostrado la capacidad del cerebro para modificar sus conexiones interneuronales en caso de
envejecimiento o daño cerebral, la denominada plasticidad, era importante conocer el papel
exacto del ejercicio en la mejora de las funciones cerebrales” (tomado de Ramírez, W. et al.
2004). Pero ahora bien, este autor nos menciona que sí hay evidencia de que el ejercicio físico
promueve mejoras a nivel cerebral, pese a desconocer la exactitud de ejercicio físico en estas
funciones; no obstante, Foster et al. (2011). En una revisión más reciente nos menciona: “cómo
la actividad física incrementaría la plasticidad neuronal, lo que ayudaría a la compensación de
circuitos cerebrales deteriorados, ampliaría la función de otras redes neuronales e incrementaría
el funcionamiento neurológico general en las personas mayores” (tomado de Franco, M. et al.
2013). Determinando que el deterioro cognitivo es una situación reversible, dada por la
capacidad cerebral de moldearse y organizar las interconexiones neuronales; pero aún mejor, es
de saber que esta situación puede llegar incluso, a prevenirse cuando la actividad física esta
inerte en periodos previos a la etapa de la vejez. (Stone, 1965. Citado por Ramírez, W. et al.
2004).
En esta misma línea, una revisión sistemática sobre “La influencia del ejercicio físico en
la prevención del deterioro cognitivo en personas mayores: revisión sistemática” refuerza este
asunto en términos globales, mencionando que la tendencia general es atribuirle al ejercicio
físico sus implicaciones en la prevención del deterioro cognitivo, y por tanto, a la mejora de la
calidad de vida. (Franco, M. et al. 2013). Lo cual es una conclusión de bastante peso al partir de
que esta revisión sistemática inicio con un total de 9.937 artículos, que después decreció por los
diferentes niveles de filtros hasta terminar con un total de 35 artículos que comprendían 9
revisiones, 2 metaanálisis, 3 documentos de conceptualización más 1 tesis, y finalmente, 20
estudios. Lo importante aquí es entender que aun cuando había diferencias metodológicas,
analíticas y hasta poblacionales (no por edad sino por cultura, grado de escolaridad, etc.)
Dentro de esta revisión sistemática, que como bien dijimos, comprendía un total de 35
artículos limitados en un periodo comprendido entre el año 2001 y 2012, la mayoría de estudios
concluyeron en que, evidentemente, el ejercicio físico como ítem de promoción en salud,
previene el deterioro cognitivo. Pero esta cuestión, no deja
de ser muy amplia, pues las diferentes investigaciones mostraron mejoras en aspectos
puntuales que estaban en el marco de las capacidades o funciones cognitivas.
Resaltando entre estas investigaciones, que una de las funciones que más se ve
beneficiadas con el ejercicio físico y los programa psicomotores es la velocidad del proceso de la
información, lo cual es importante al comprender que en el día a día esta condición favorece a
respuestas inmediatas y pertinentes al margen de los eventos aleatorios de la cotidianidad, lo que
podría significar incluso, la supervivencia en una situación hostil o riesgosa. Pues bien, también
queremos ser claros en que las diferentes investigaciones en cuestión, ponen de manifiesto cómo
además, se mejora con el ejercicio algunos asuntos concernientes a la psicología, es decir, nos
mencionan que a partir de la liberación de hormonas, principalmente endorfinas y dopamina, y la
posterior inhibición del cortisol y/o la adrenalina, los adultos mayores también logran mitigar los
efectos de la depresión y también de lo que ha sido denominado como un baja autoestima, puesto
que se debe tener en cuenta que en la mayoría de casos, esta etapa se caracteriza por perdidas
afectivas y también por el aumento de una constante dependencia, las cuales logran significar un
peso emocional bastante alto para el adulto mayor, teniendo en cuenta que el estrés generado por
la muerte y la disfuncionalidad es latente. No obstante, y pese a haber encontrado situaciones
similares, queremos ser concluyentes en que nuestro foco en este escrito fueron los aspectos
relacionados principalmente con el deterioro cognitivo, aun cuando se ha relacionado estas dos
esferas de desarrollo.
En el presente trabajo la asociación entre actividad vigorosa e indicadores de salud mental existe
prácticamente en la totalidad de variables estudiadas para ambos sexos. Las recomendaciones de
práctica de actividad física en la población general, en este sentido, podrían orientarse
preferentemente hacia la promoción de la práctica de actividad física de intensidad moderada a
vigorosa durante el tiempo libre.
Ahora bien, si aterrizamos la anterior cita a la realidad del adulto mayor, sabremos que al
hablar de actividad física vigorosa con esta población entramos en un campo que podría tornarse
un poco riesgoso, no solo por la fragilidad en ciertas estructuras, sino además, por la incapacidad
de realizar algunas tareas a determinada intensidad. No obstante, es de valorar que a mayor
intensidad del ejercicio, mayor beneficio, por lo que se debe procurar un avance progresivo
dentro del plan de entrenamiento, con miras a mejorar sus cualidades físicas y mentales.
Conclusión
Como bien se ha discutido a lo largo del actual documento, a día de hoy, es la actividad
física uno de los principales protectores contra el padecimiento de enfermedades dadas por el
envejecimiento u otras situaciones que signifiquen un deterioro funcional del organismo; por lo
cual es preocupante que la tasa de sedentarismo se presente, aparentemente, de manera
inalterable, pues este factor representa uno de los principales problemas asociados a defunciones
orgánicas y/o atrofias; en este sentido, nos compete desde el área de la Educación Física,
promocionar los hábitos adecuados de actividad física para posibilitar el incremento de las
capacidades físicas, a la vez que prevenimos todo tipo de enfermedades o patologías dadas por la
inactividad física; siendo las funciones o la capacidad cognitiva, uno de los principales objetivos
de los programas dirigidos de ejercicio físico.
Referencias
Ramírez, W., Vinaccia, S., & Suárez, G. R. (2004). El impacto de la actividad física y el deporte
sobre la salud, la cognición, la socialización y el rendimiento académico: una revisión
teórica. Revista de estudios sociales, (18), 67-75.
Rodriguez, F. (2011). Transtornos Cognitivos. Universidad de Sevilla, 37.
Valencia, C., López-Alzate, E., Tirado, V., Zea-Herrera, M. D., Lopera, F., Rupprecht, R., &
Oswald, W. D. (2008). Efectos cognitivos de un entrenamiento combinado de memoria y
psicomotricidad en adultos mayores. Revista de neurología, 46(8), 465-471.
Vidarte, J., Velez, C., Sandoval, C., & Lorena, M. (2011). Actividad física: Estrategia de
promoción de la salud. Hacia la promoción de la salud, 17.
Wimo, A., & Et, A. (2017). The worldwide costs of dementia 2015 and comparisons with 2010.
Alzheimer’s & Dementia, 13. 1-7.