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PREGUNTAS DE LITERATURA

1.- El Modernismo y la Generación del 98.

(1) El Modernismo es un movimiento artístico que se inició hacia 1880 y se mantuvo vigente a lo largo
de los primeros años del siglo XX, aproximadamente hasta la Primera Guerra mundial (1914). Este
movimiento representa el cambio de sensibilidad en la cultura española de fin de siglo. El Modernismo
se asocia con la preocupación estética y el refinamiento artístico.

(2) Precedentes e influencias: Nace en Hispanoamérica, a partir de 1880, fruto del deseo de
renovación de la literatura. Sus figuras principales fueron Rubén Darío y, en menor medida, José Martí.

(3) En lo estético influyen en el Modernismo dos movimientos literarios franceses de la segunda mitad
del XIX: parnasianismo (Gautier, Leconte de Lisle) y simbolismo (Baudelaire, Mallarmé, Verlaine,
Rimbaud). El parnasianismo (“el arte por el arte”) buscaba la perfección formal y el culto a la belleza
externa, además de una poesía serena y equilibrada; mientras que el simbolismo se vale de los símbolos
para sugerir ideas, sentimientos o estados de ánimo: el ocaso como símbolo de muerte y decadencia,
por ejemplo. Para evocar los significados ocultos recurren a un lenguaje musical y a un ritmo muy
marcado del verso.

(4) Otras influencias perceptibles en el Modernismo son el romanticismo intimista de Bécquer, la


poesía cargada de misterio de E. Allan Poe, el arte refinado de Óscar Wilde y el decadentismo de G.
D’ Annunzio.

(5) Temas de la literatura modernista: La temática de la poesía modernista presenta dos campos
diferentes aunque no opuestos: el escapista y el intimista.

(6) El Modernismo escapista se apoya en la búsqueda de la belleza como medio para huir de la
realidad cotidiana, que deja insatisfechos a los poetas modernistas. Esta búsqueda de la belleza se
manifiesta en una evasión en el espacio y en el tiempo mediante evocaciones históricas y legendarias:
el mundo oriental, la Edad Media, la mitología griega, la América precolombina, etc.

(7) El Modernismo intimista lo constituye la expresión de la intimidad personal, el llamado modernismo


interior, de clara inspiración romántica: la melancolía, el hastío, la tristeza como manifestación del
malestar existencial que acompaña al modernista.

(8) Aspectos estéticos: Los escritores modernistas valoran la estética en sí misma: el arte por el arte.
Para ello seleccionan un léxico musical y culto, con mucha luz y color: “el modernismo es la literatura de
los sentidos”. Emplean recursos estilísticos como las aliteraciones, sinestesias, metáforas y en la métrica
buscan la armonía y el ritmo mediante versos largos (alejandrinos, dodecasílabos), esquemas
acentuales marcados e innovaciones estróficas, así como la recuperación de estrofas olvidadas.

(9) Autores y obras: En América destacan entre otros Rubén Darío, José Martí, Gutiérrez Nájera y
Leopoldo Lugones; mientras que en España estuvieron influidos por Rubén Darío los siguientes
poetas: Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa y Manuel Machado, autor de obras como Alma o
Caprichos. El Modernismo influyó también en algunos libros de Antonio Machado (Soledades, ampliado
y refundido después en Soledades, galerías y otros poemas), Juan Ramón Jiménez (Ninfeas y Almas
de violeta) y Valle Inclán (Sonatas).

(10) Rubén Darío, nicaragüense, conoció muy pronto la literatura francesa moderna. Viajó por
numerosos países sudamericanos y europeos, entre ellos España. A partir de 1899 los modernistas
españoles siguieron sus directrices. Este autor está considerado como el gran renovador de la poesía
en lengua española, tanto en los temas como en la métrica, ya que practicó todas las estrofas clásicas,
con importantes innovaciones.

(11) Su obra poética está compuesta por los títulos: Azul (1888), Prosas profanas (1896), su libro más
brillante en la línea del Modernismo esteticista; Cantos de vida y esperanza (1905) y El canto errante
(1907).

(1) El término de Generación del 98 se debe a Azorín, que lo propuso en una serie de artículos de
1913 para referirse a un grupo de jóvenes escritores contemporáneos de los modernistas que
compartían con éstos una misma actitud de protesta contra la sociedad y contra el estado de la literatura;
pero con distintas preocupaciones: el problema de España y cuestiones filosóficas, básicamente.

(2) Características de la Generación del 98: Como rasgos distintivos que podrían caracterizar como
grupo homogéneo a los escritores noventayochistas destacan los siguientes:

• Su interés por el problema de España. Coincidiendo con el desastre del 98 se había extendido
por el país una sensación generalizada de crisis. Los autores del 98 tuvieron un fuerte deseo de
regeneración nacional, aunque sus posturas eran idealistas, nunca pragmáticas. Buscaron respuestas
filosóficas y abstractas para los problemas económicos y sociales del país. En definitiva, el tema de
España les interesaba especialmente en el plano de las ideas y de las creencias; por eso buscaban la
esencia de lo español en el idioma, la tradición, en el paisaje castellano, las vidas de las gentes sin
historia y la literatura medieval.
• Las preocupaciones filosóficas. Cuestiones como el sentido de la existencia o el destino del
hombre son fundamentales en muchas de sus obras. Estos temas derivan de la gran influencia ejercida
por filósofos de la época, especialmente Schopenhauer, Nietzsche y Kierkegaard. Algunas obras de
Baroja y Unamuno son claros antecedentes del existencialismo europeo.
• Unas mismas inquietudes literarias. Crítica del realismo; búsqueda de un lenguaje preciso y
natural, alejado del barroquismo y la retórica de buena parte de la literatura del XIX; innovaciones en los
géneros literarios, particularmente en la novela y el ensayo, serían las notas características de estos
escritores.
(3) Autores y obras: Aunque no hay acuerdo en la lista de escritores que pertenecen a esta
generación, los nombres más relevantes son los siguientes: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín,
Ramiro de Maeztu, Antonio Machado y Valle-Inclán.

(4) Miguel de Unamuno nació en Bilbao en 1864. En 1891 ganó la cátedra de griego en la Universidad
de Salamanca, ciudad en la que vivió hasta su muerte y con la que se le identifica. La personalidad
atormentada y contradictoria de Unamuno se refleja en su producción literaria. Sus preocupaciones
personales giraron siempre en torno al sentido de la vida, la angustia ante la muerte, la existencia de
Dios, el ansia de eternidad, el tema de España y el problema de la identidad. Es autor de ensayos como
En torno al casticismo (1895), Del sentimiento trágico de la vida (1913), aunque también utilizó el marco
de la novela (“nivolas”) para expresar sus preocupaciones existenciales y filosóficas: Niebla (1917), Abel
Sánchez (1917), La tía Tula (1921), San Manuel Bueno, mártir (1930).

(5) Pío Baroja nació en San Sebastián en 1872. Se le considera el novelista del grupo, pues escribió
66 novelas. Los rasgos más destacados de la personalidad de Baroja son su visión pesimista de la vida
y el mundo, su actitud individualista y solitaria. Él se define a sí mismo como “liberal radical, individualista
y anarquista”. Su concepción de la novela se basa en una “retórica de tono menor”, esto es, busca la
sencillez, la claridad, la precisión y la amenidad. Sus héroes son personajes inadaptados, expresión del
pesimismo del autor. Sus narraciones no tienen estructuración precisa y en ellas cobra especial
importancia el ambiente. Clasificó buena parte de sus novelas (34) en trilogías, con un título común.
Algunas obras suyas son: Camino de perfección (1902), La busca (1904), Zalacaín el aventurero (1909)
y El árbol de la ciencia (1911), posiblemente su mejor novela.
(6) Antonio Machado. Nace en Sevilla en 1875. Es el poeta del grupo. Sus comienzos son
modernistas: Soledades (1903) y Soledades, galerías y otros poemas (1907) son obras de tono intimista
y marcado simbolismo. Tras estos libros vendrá una época que coincide con las preocupaciones
noventayochistas. Así, en Campos de Castilla (1912) hay una mayor atención al paisaje y a los temas
políticos y sociales. Esta es una poesía menos intimista y más objetiva y descriptiva, un paso del “yo”,
al “nosotros”. En 1924 escribe Nuevas canciones un libro muy variado con temas filosóficos,
descripciones de paisajes y evocaciones y recuerdos.

(7) Valle-Inclán: Nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra) en 1866. Es el dramaturgo del grupo. Se
dedicó por entero a la literatura hasta su muerte, ocurrida en Santiago de Compostela en 1936. Valle-
Inclán pasa del impresionismo modernista de las cuatro Sonatas al expresionismo esperpéntico de
Tirano Banderas, la historia caricaturesca y sangrienta de una dictadura americana. Su obra cumbre es
Luces de bohemia, obra con la que nace para la vida literaria un nuevo término retórico: el esperpento.
“Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento”. Aquí el espejo cóncavo es
una conciencia dolorida, una conciencia moral que escandaliza o aterra. Lo patético es que quien ve la
verdad es un ciego, Max Estrella, soñador perdido en un Madrid absurdo y hambriento. Otras obras
suyas son la trilogía La guerra carlista (Los cruzados de la causa; El resplandor de la hoguera; Gerifaltes
de antaño) o la trilogía El ruedo ibérico (La corte de los milagros; Viva mi dueño; Baza de espadas).

(8) José Martínez Ruiz, “Azorín”, nació en Monóvar (Alicante) en 1873. Los rasgos más destacados
de sus ensayos y novelas son el estilo sencillo y claro, inconfundible por el uso de frases cortas; el
vocabulario, exacto y preciso, con abundantes términos olvidados o en desuso; la capacidad para
describir y evocar nostálgicamente impresiones, sensaciones, paisajes, etc; su habilidad para percibir el
detalle de las pequeñas cosas cotidianas. Obras suyas son: Ensayos: Los pueblos; La ruta de Don
Quijote; Castilla; Novelas: La voluntad, Antonio Azorín, Las confesiones de un pequeño burgués.

(9) Ramiro de Maeztu formó parte junto a Azorín y Baroja del grupo de Los Tres. De ideología
revolucionaria en su juventud, derivó posteriormente hacia posturas abiertamente tradicionalistas (fue
fusilado en 1936 por un tribunal popular). Obras suyas: Hacia otra España (ensayo sobre la decadencia
de España); Don Quijote, Don Juan y La Celestina (tres ensayos de crítica literaria) y La crisis del
humanismo.
2.- El Novecentismo y las Vanguardias.

El Novecentismo y las vanguardias son movimientos artísticos y culturales de principios del siglo XX que
tienen en común el rechazo de la literatura anterior y el deseo de renovación.

En la segunda década del siglo XX surgió un grupo de escritores caracterizados por su intelectualismo,
su afán europeísta y su búsqueda del arte puro, es decir, un arte alejado de la realidad y de los sentimientos,
al que se llegue a través de la perfección formal y un lenguaje depurado. A estos escritores se les conoce
con el nombre de Generación del 14 y al movimiento se le denomina Novecentismo (“arte del novecientos”).
Cultivaron tanto la poesía como la prosa.

En poesía, el autor más destacado es Juan Ramón Jiménez, con una obra caracterizada por la
búsqueda constante de la perfección, la desnudez formal y la poesía pura. Su obra atravesó por tres etapas:
sensitiva, desnuda o intelectual y suficiente o verdadera. Sus obras más representativas son Almas de
violeta, Diario de un poeta recién casado y Dios deseado y deseante.

En prosa, los novecentistas cultivaron especialmente la novela y el ensayo. La novela se destacó por su
lirismo descriptivo y la inclusión de pasajes ensayísticos. La acción se reduce al mínimo y lo importante es
la reflexión y la descripción de personajes y ambientes. Los escritores más representativos en este campo
fueron Gabriel Miró (El obispo leproso) y Ramón Pérez de Ayala (Tigre Juan). Entre los ensayistas
destacan Eugenio D´Ors (creador del término Novecentismo) y José Ortega y Gasset, quien en La
deshumanización del arte, expresó su concepto de la nueva literatura. Defiende la originalidad, la ausencia
de lo sentimental, el antirrealismo y el predominio de la imagen. Sus ideas influyeron profundamente en los
autores de la Generación del 27. Otros ensayistas fueron Gregorio Marañón, Manuel Azaña y Américo
Castro.

A principios del XX surgen en el panorama artístico europeo las llamadas vanguardias. Son unos
movimientos que rechazan las formas artísticas tradicionales y defienden la experimentación y la búsqueda
de nuevas formas de expresión. Entre las vanguardias cabe citar:

Cubismo: nació como un movimiento de las artes plásticas y Guillaume Apollinaire lo adaptó a la
literatura. Su creación más conocida es el caligrama, poema en el que los versos adoptan una disposición
gráfica especial formando una figura que hace referencia al tema.

Futurismo: el manifiesto futurista de F.T. Marinetti defiende que el arte debía ser consecuencia de una
actitud vital. Proclamaba su desprecio por cualquier tipo de sentimiento y su admiración por el progreso,
las máquinas y la técnica. Pretendía eliminar de la escritura los adjetivos, los adverbios y los signos de
puntuación, y dejar el infinitivo como única forma verbal.

Creacionismo: impulsado por Vicente Huidobro, su principio fundamental es que el poeta tiene que
crear la realidad, no copiarla. Su propósito es tomar motivos de la realidad y darles una nueva vida,
independiente del mundo exterior. Para ello, se servían de numerosos juegos lingüísticos.

Surrealismo: fue el movimiento de vanguardia de mayor importancia. Creado por André Breton, su
objetivo era liberar al hombre de las ataduras que le impiden mostrarse tal cual es. Para ello utiliza la técnica
de la escritura automática, que consiste en escribir dejando que el pensamiento fluya libremente. Como
consecuencia, desaparece la puntuación y no se respeta la sintaxis. Los sueños, llenos de imágenes y
símbolos, son para los surrealistas la principal fuente de información. Este movimiento influyó
considerablemente en Lorca (Poeta en Nueva York).

Ultraísmo: en el propio nombre del movimiento (ultra) se sugiere su pretensión de ir más allá de la
estética dominante. Del futurismo toma los temas y motivos de la vida moderna; del creacionismo, la
búsqueda de imágenes y metáforas nuevas; del cubismo, el interés por la disposición tipográfica y visual
del poema. Aunque de muy corta duración, el ultraísmo ejerció considerable influencia en los poetas de la
Generación del 27 y en los hispanoamericanos César Vallejo y Jorge Luis Borges.

Los vanguardismos llegaron enseguida a España, a través sobre todo de revistas como Revista de
Occidente, fundada por Ortega y Gasset; pero el máximo impulsor de las vanguardias en España fue
Ramón Gómez de la Serna (1888-1963).

La obra de Gómez de la Serna, siempre original y a menudo inclasificable, tiene como base la greguería.
Él mismo la definió como la suma de humorismo más metáfora, y consiste esencialmente en una ingeniosa
asociación de ideas o una metáfora insólita, resumida en una breve frase: “El arco iris es la bufanda del
cielo”; “El hielo se derrite porque llora de frío”.

Además de los varios tomos de greguerías, Ramón Gómez de la Serna escribió multitud de cuentos y
varias novelas, como El novelista (1923), El torero Caracho (1926). En ellas, y siguiendo sus ideas de la
novela libre, el argumento es sustituido por reflexiones, divagaciones, cuadros, etc. Es autor también de
ensayos, biografías, memorias y un tipo de teatro completamente innovador.
3.- La poesía de la Generación del 27.

(1) La Generación del 27 está formada por un grupo de escritores que publican sus obras más
significativas entre 1920 y 1935, y que se reúnen en torno a la Residencia de Estudiantes de Madrid y
al Centro de Estudios Históricos.

(2) El nombre del grupo surge a raíz de la celebración del tercer centenario de la muerte de Góngora,
que tuvo lugar en el Ateneo de Sevilla en 1927 y en la que tomaron parte muchos poetas del grupo.

(3) Para la difusión de sus obras fue muy importante la labor de algunas revistas literarias como Litoral
(1926), Cruz y Raya (1933), Caballo verde para la poesía (1935). También fue decisiva la Antología
realizada por Gerardo Diego (1932), en la que recoge parte de la obra de los miembros del grupo.

(4) Características de la Generación del 27. Cada uno de los poetas del grupo cultiva la poesía con
una voz muy original; sin embargo, todos ellos comparten rasgos comunes:

• Mezcla de tradición y modernidad: Sintieron pasión por la poesía popular del Romancero
(Lorca, Gerardo Diego), de la poesía del cancionero (Alberti), o de Garcilaso (Cernuda); es el llamado
neopopularismo. Junto a este extremo popular, Góngora fue para ellos modelo de la búsqueda de una
lengua especial para la poesía, diametralmente alejada del lenguaje usual. Entre los poetas del XIX y
principios del XX, admiraron a Bécquer, cuyo influjo se aprecia en los comienzos de Lorca, Salinas,
Cernuda y Alberti; a Unamuno y Antonio Machado; y, por encima de todos, a Juan Ramón Jiménez.
Finalmente recibieron las influencias de los “ismos” (Ultraísmo, Creacionismo y, sobre todo,
Surrealismo) que se observa en la disposición tipográfica de algunos poemas y en la desaparición de la
métrica clásica, que será sustituida por el versículo o verso libre. En suma, en las obras de estos poetas
hay una convivencia entre la tradición y la renovación.
• Cultivo intenso de la imagen y de la metáfora: El lenguaje poético es brillante y sugerente y
separa la realidad cotidiana de la literaria. La poesía es un don, un impulso cercano a lo religioso, que
ha de ser engrandecido por medio de la técnica. El poeta debe esforzarse en crear imágenes alejadas
del lenguaje corriente (símbolos, imágenes, metáforas visionarias).
• Innovación métrica: se utiliza el verso libre junto a estrofas tradicionales.
• Variedad de temas: por un lado, utilizan temas vanguardistas, relacionados con la técnica, lo
moderno y lo intelectualizado; por otro, recuperan temas tradicionales o humanizados, como el amor, la
muerte, el paisaje...

(5) Etapas de la Generación del 27. Aunque deberá tenerse en cuenta la evolución peculiar de cada
autor, pueden señalarse, en conjunto, las siguientes etapas.

• Hasta 1927, aproximadamente. Tanteos iniciales, con resabios posmodernistas y huellas de


Bécquer. Domina el ideal de una poesía pura, es decir, más atenta al trabajo de la forma que a la
expresión de lo humano. Esto se consigue con formas de tipo popular, con influjos clasicistas o con la
influencia de las primeras vanguardias. Con todo, lo humano no está ausente de los versos de estos
poetas.
• De 1927 a la guerra civil. La humanización de la poesía será cada vez mayor y, en parte, como
sabemos, coincide con la irrupción del Surrealismo. Junto a la expresión de ansias personales y
angustias vitales, pronto aparecerá en los versos la protesta social, aspecto que alcanzará mayores
dimensiones en los años de la República y de la guerra civil. Entonces se llegará a propugnar “una
poesía sin pureza” (Neruda), inmersa en las circunstancias.
• Después de la guerra. Lorca ha muerto. Varios de los miembros del grupo se han visto obligados
a un doloroso destierro. En España, la poesía deriva hacia un humanismo angustiado (Dámaso Alonso)
o solidario (Aleixandre). En el exilio, la queja, la denuncia y la nostalgia de la patria perdida son algunas
de las notas dominantes.
(6) Autores y obras. Los componentes de la Generación del 27 son: Pedro Salinas, Jorge Guillén,
Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Federico García
Lorca, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados.

(7) Pedro Salinas definió su poesía como una “aventura hacia lo absoluto”. Es autor de La voz a ti
debida (1933), obra en la que el tema del amor aparece como un diálogo continuo entre el “yo” del poeta
y el “tú” de la amada. Su visión del amor es claramente antirromántica: la amada no es enemiga, sino la
amiga y confidente; el amor no es sufrimiento, sino fuente de alegría: “¡Qué alegría vivir / sintiéndose
vivido!”

(8) A Jorge Guillén se le ha venido considerando como el prototipo de poeta puro e intelectual. Su
obra clave es Cántico (1928, primera edición; 1950, última edición), libro que contiene un entusiasmo
ante el mundo y la vida, sentimiento de alegría por el simple hecho de ser y estar vivo: “El mundo está
bien hecho”.)

(9) La poesía de Dámaso Alonso es un tanto ajena a los presupuestos estéticos de sus compañeros.
Cultivó una poesía existencial. La visión angustiada del mundo, la búsqueda de sentido a la vida, una
religiosidad desgarrada son los temas más frecuentes de sus obras. Su obra cumbre es Hijos de la ira
(1944), obra que reúne todos los rasgos de la llamada poesía desarraigada.

(10) Para Aleixandre la poesía es, ante todo, comunicación. Por eso, el tema central de su obra es el
impulso afectivo y solidario hacia la naturaleza y el hombre. Autor muy influido por el surrealismo, usa
con frecuencia imágenes visionarias. Obras suyas son: Ámbito (1928), Espadas como labios (1932), La
destrucción o el amor (1935).

(11) F.García Lorca presenta dos mundos en su poesía: uno alegre y vital, con el folklore andaluz
como eje; otro dramático y amargo, marcado por el tema del destino trágico y la frustración. Al primer
grupo pertenece su obra Canciones (1927); al segundo obras tan conocidas como Romancero gitano
(1928) y Poeta en Nueva York (1940).

(12) Rafael Alberti, poeta con variedad de estilos y temas: lo tradicional y lo vanguardista, lo popular
y lo culto. Es autor de obras tan dispares como Marinero en tierra (1924), Sobre los ángeles (1929), El
poeta en la calle (1931-1936).

(13) Luis Cernuda expresa su íntima insatisfacción ante la vida como tema central de su poesía. Su
obra más conocida es Donde habite el olvido (1932-33).

(14) Gerardo Diego se hizo eco de todas las tendencias de la poesía de su tiempo. Influido por las
vanguardias, no por eso dejó de cultivar las formas tradicionales y clásicas. Obras suyas fueron El
romancero de la novia (1918); Imagen (1922); Fábula de Equis y Zeda (1926-1929) y Alondra de verdad
(1941).

(14) Emilio Prados, fundador, junto con Altolaguirre, de la revista Litoral, es autor, entre otros, de los
libros Tiempo (1925), Canciones del farero (1927) y Jardín cerrado (1949).

(15) Manuel Altolaguirre es el autor de obras como Las islas invitadas y otros poemas (1929) y Fin
de un amor (1949).
4.- El teatro anterior al 39. Tendencias, autores y obras principales.

(1) Los gustos del público burgués del momento determinan en gran medida la orientación del teatro
anterior al 36. Suele hablarse de dos grandes tendencias: teatro de éxito comercial y teatro
renovador. El primero, destinado a satisfacer las exigencias del público, es, en general, un teatro
costumbrista, cómico o melodramático que rehúye los planteamientos ideológicos y continúa con las
formas dramáticas tradicionales. El segundo, a contracorriente de los gustos de la época, renovador en
las formas y en los temas, hubo de esperar muchos años para ser valorado en su justa medida.

(2) En la línea del teatro comercial pueden distinguirse tres corrientes: Comedia burguesa (Jacinto
Benavente), teatro poético y teatro cómico.

(3) El teatro renovador está representado especialmente, entre otros, por las figuras de Valle-Inclán y
García Lorca, los dos grandes dramaturgos de este período.

La comedia burguesa de Benavente

(4) Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954) escribió y estrenó cerca de 200 obras y fue el autor de
mayor éxito de la época. Sus obras se caracterizan por el dominio de los recursos escénicos y la
habilidad y el ingenio de los diálogos (a él le corresponde el mérito de haber desterrado del teatro el
estilo grandilocuente y declamatorio del drama posromántico). La mayor parte de su producción, que
tiene como escenario los salones y ambientes de la burguesía y la alta sociedad, plantea como tema la
crítica amable, irónica y superficial de algunos vicios y defectos de las costumbres burguesas.

(5) Sus obras más importantes son: El nido ajeno (1894), sobre la situación opresiva y discriminatoria
de la mujer casada en la sociedad española de la época; Gente conocida (1896), La comida de las fieras
(1898), La noche del sábado (1903), Rosas de otoño (1905), críticas suaves de los convencionalismos
y valores de la sociedad burguesa. Pero sin duda su obra más famosa es Los intereses creados (1907),
con Crispín (encarnación del sentido utilitario e interesado de la vida) y Leandro (que representa el
idealismo) como protagonistas. La acción se sitúa en el siglo XVII y aparecen en escena personajes de
la Commedia dell’ Arte como Polichinela y Arlequín. Señora Ama (1909) y La malquerida (1913) son dos
obras también conocidas del autor, dos dramas de ambiente rural.

El teatro poético

(6) En los primeros años de siglo tuvo gran aceptación este teatro escrito en verso, al estilo modernista,
sonoro y musical con temas de carácter histórico: exaltaciones de grandes hechos o personajes del
pasado. Los principales cultivadores de este teatro fueron: Francisco Villaespesa (El alcázar de las
perlas (1911)) y Eduardo Marquina (Las hijas del Cid (1908)). También dentro de este tipo de teatro
podemos incluir las obras Juan de Mañara (1927), La Lola se va a los puertos (1929) de los hermanos
Manuel y Antonio Machado.

El teatro cómico

(7) Gran éxito de público tuvo también este teatro, basado casi siempre en la presentación de
costumbres y tipos populares. Los autores más representativos fueron Carlos Arniches (La señorita de
Trevélez (1916)), Serafín y Joaquín Álvarez Quintero (El patio (1900), El genio alegre (1906)) y Pedro
Muñoz Seca (La venganza de don Mendo (1918), su obra más famosa, parodia de los dramas históricos
neorrománticos y del teatro poético en verso de principios de siglo).
El teatro renovador

(8) Este teatro, que en aquel entonces fracasó en sus intentos de atraer al público, es hoy, sin duda,
el más apreciado. Los dos autores más importantes de este tipo de teatro fueron:

(9) Valle-Inclán, autor de poesía, teatro y novela, siempre con una actitud renovadora y antirrealista.
Suelen distinguirse dos periodos en su producción: el modernista y el de los esperpentos. Sus dos obras
teatrales más conocidas son: Divinas palabras (1920), tragicomedia de aldea, ambientada en Galicia,
en un mundo rural de pasiones elementales; y Luces de bohemia (1920), el primer esperpento. Con este
nombre designa Valle un tipo de teatro basado en la deformación sistemática de la realidad. La
deformación alcanza a los personajes, al lenguaje y a los escenarios. Todo ello con intención de reflejar
el absurdo de la realidad y la vida española de la época. Esta obra es una sátira deformada y
caricaturesca de la vida española de comienzos de siglo XX. También escribió teatro modernista (Cuento
de abril (1909).

(10) García Lorca compuso importantes obras teatrales, especialmente a partir de 1930. El tema
central de sus obras es “el conflicto entre la realidad y el deseo”. Este conflicto nace del choque entre
un individuo y las fuerzas externas que ahogan o impiden su realización personal. Obras suyas son La
zapatera prodigiosa (1930), María Pineda (1927), Doña Rosita la soltera (1936); pero por encima de
todas ellas destacan tres tragedias que representan la plenitud de su teatro: Bodas de sangre (1933),
Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). Esta última representa el conflicto entre el
autoritarismo de Bernarda Alba y el deseo de libertad de sus cinco hijas, condenadas por la madre a
ocho años de luto y reclusión en la casa. La obra termina con el suicidio de la hija menor al intentar
rebelarse y la sumisión de las demás a la voluntad materna.

(11) Otros autores de importancia que merecen ser destacados son Unamuno (El otro, (1932) centrado
en el problema de la personalidad), Azorín (Brandy, mucho brandy (1927)), Jacinto Grau (El señor de
Pigmalión (1921)), Ramón Gómez de la Serna (Los medios seres, Escaleras), Rafael Alberti (El
hombre deshabitado (1930), Alejandro Casona, que estrenó antes de la guerra dos obras: La sirena
varada y Nuestra Natacha, aunque su obra más importante la estrenó después de la guerra; y Enrique
Jardiel Poncela, representante de un teatro cómico caracterizado por situaciones inverosímiles y por
diálogos ingeniosos. En algunos aspectos se acerca al teatro del absurdo. Antes de la guerra estrenó
entre otras obras: Una noche de primavera sin sueño (1927), Usted tiene ojos de mujer fatal (1933),
Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936).
5.- La novela española de 1939 a 1974. Tendencias, autores y obras principales.

Se distinguen tres grandes etapas en la novela de posguerra:

La novela de los años 40.

En los años cuarenta podemos encontrar los siguientes tipos de novelas: La novela de los vencedores
exalta las virtudes heroicas y militares desde una posición ideológica y franquista. Destaca Agustín de
Foxá: Madrid de corte a checa (1938). La novela existencial se caracteriza por tratar temas referidos a la
miseria y sordidez de la vida cotidiana, la frustración y la angustia, la inadaptación social y la soledad. Las
técnicas narrativas son las propias de la novela realista tradicional. Los autores representativos de la novela
existencial son: Carmen Laforet con su novela Nada (1945) ofrece un retrato de la vida sórdida y monótona
de los años de posguerra en Barcelona; Miguel Delibes escribió La sombra del ciprés es alargada (1948).
La obra de Delibes es la propia de un hombre de talante ético y sencillo comprometido con los problemas
de los pueblos de Castilla, la mentalidad de las clases medias provincianas y la vida de las gentes humildes
y marginadas. La novela tremendista se caracteriza por sus ambientes, situaciones y personajes de gran
dureza y violencia. El máximo representante es Camilo José Cela autor de La familia de Pascual Duarte
(1942). El protagonista, Pascual Duarte, un campesino extremeño, relata su vida en primera persona,
mientras espera en la cárcel a ser ejecutado. El ambiente de miseria, sordidez y brutalidad en que ha vivido
desde la infancia es presentado como la causa de su carácter violento y de los crímenes que ha cometido.
Otras novelas de Cela en los años cuarenta son Pabellón de reposo (1944), Nuevas andanzas y
desventuras de Lazarillo de Tormes (1944) y Viaje a la Alcarria (1948). La novela realista tradicional. En
la que destacan autores como: Ignacio Agustí, autor de La ceniza fue árbol, conjunto de cinco novelas
conocidas popularmente como “La saga de los Rius” y Juan Antonio de Zunzunegui, con obras como El
barco de la muerte (1945).

La novela de los años 50.

Autores y obras. C. J. Cela publicó en 1951 (en Buenos Aires, por razones de censura) La colmena,
precursora de toda la corriente de novela social. La acción transcurre durante tres días en el Madrid triste
y desolado de posguerra, y los más de trescientos personajes –protagonista colectivo- sirven para ofrecer
una visión global de la vida cotidiana y de la sociedad española de los años cuarenta.

Miguel Delibes. Aunque sin seguir estrictamente las directrices del realismo social, Delibes escribió en
estos años algunas de sus novelas más conocidas. El camino (1950), Diario de un cazador (1955), Las
ratas (1962).

Rafael Sánchez Ferlosio (1927), publicó en 1956 El Jarama, novela emblemática del realismo social. El
tema de fondo de esta obra objetivista es el aburrimiento, la rutina y el vacío de la vida de un grupo de
jóvenes y, por extensión, de la juventud española de la época.

Otros autores y obras son: Jesús Fernández Santos (Los bravos), Ana María Matute (Fiesta al noroeste,
Pequeño teatro), Carmen Martín Gaite (Entre visillos), José Manuel Caballero Bonald (Dos días de
septiembre), Alfonso Grosso (La zanja), Juan García Hortelano (Tormenta de verano) y el ya citado
Juan Goytisolo (Juegos de manos, Duelo en el paraíso.)

Otros novelistas de interés que, sin estar adscritos a la corriente del realismo social, publican alguna de
sus obras en los años cincuenta son los siguientes: Gonzalo Torrente Ballester (Los gozos y las sombras),
Álvaro Cunqueiro (Las mocedades de Ulises) y José María Gironella (Los cipreses creen en Dios,
primera novela de la trilogía dedicada a contar la vida española antes, durante y después de la guerra civil).
La novela de los años 60.

A partir de esta década, al tiempo que se va produciendo un rechazo creciente de la novela social, tiene
lugar un proceso de renovación narrativa. Dos eran las acusaciones principales contra los novelistas
sociales de los cincuenta: la inutilidad de su concepción de la literatura como instrumento de cambio social
y el empobrecimiento de la calidad artística.

Aparece un tipo de novela experimental, más preocupada por los aspectos formales y lingüísticos del
relato que por la reproducción objetiva de la realidad: el cómo se cuenta tiene tanto interés como lo que
se cuenta. En este cambio de rumbo influyeron de manera determinante dos factores:

• El conocimiento de los grandes novelistas europeos y norteamericanos del siglo XX (Marcel Proust,
Thomas Mann, Franz Kafka, James Joyce, Faulkner, Scott Fitzgerald, Dos Passos, Hemingway).
• El descubrimiento de la nueva novela hispanoamericana, con dos obras clave: La ciudad y los perros
(1962) de Mario Vargas Llosa y Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez.

Autores y obras: Luis Martín Santos. Con su obra Tiempo de silencio (1962), de fuerte contenido social,
incorpora definitivamente a la novela española las técnicas narrativas modernas. En ella tanto como el
argumento en sí, interesan los procedimientos formales: la originalidad del tratamiento; el enfoque irónico,
producto de la inadecuación entre lo que se cuenta y la forma de contarlo; el lenguaje barroco y cultista; el
empleo del monólogo interior, etc.

Juan Goytisolo. Autor con una visión crítica de España. Escribió Señas de identidad (1966), sobre el
regreso de un exiliado a España en busca de sus raíces; y Juan sin tierra (1975).

Juan Marsé. Combina la denuncia y el realismo social con los procedimientos narrativos más originales.
Autor de Últimas tardes con Teresa (1966), La oscura historia de la prima Montse (1970) y Si te dicen que
caí (1973), las tres ambientadas en Barcelona.

Juan Benet, creador de un espacio mítico denominado Región. Volverás a Región (1967) es su obra
cumbre.

También los novelistas de generaciones anteriores contribuyeron a la renovación experimental de la


novela de esta época.

Miguel Delibes: Cinco horas con Mario (1966), extenso monólogo en el que Carmen recuerda los años
de vida en común con Mario. C. J. Cela: en San Camilo 1936 (1969), Cela construye un largo e
ininterrumpido monólogo interior en el Madrid de comienzos de la guerra. G. Torrente Ballester: La
saga/fuga de J.B (1972) novela experimental en torno a cuyo cambiante protagonista se narran mil años
de historia de una imaginaria ciudad gallega.

Otros autores de la novela experimental son Miguel Espinosa (Escuela de mandarines (1974)), Alfonso
Grosso (Guarnición de silla (1970) y Luis Goytisolo (sobresale por un grupo de cuatro novelas de los
años setenta llamado Antagonía).

La vuelta a la normalidad llegó en 1975 con uno de los escritores de más prestigio hoy en día, Eduardo
Mendoza, con su primera novela La verdad sobre el caso Savolta. Se recupera el gusto por la trama
argumental, por los personajes nítidos, por el tiempo convencional, etc. No obstante, la experimentación
no ha transcurrido en vano y el autor posee una gran libertad de recursos: perspectivismo, inclusión de
textos no literarios, ironía, parodias, reivindicación de subgéneros como la novela negra, histórica, el
folletín, etc.
6.- El teatro de 1939 hasta nuestros días. Tendencias, autores y obras principales.

Tras la Guerra Civil española nuestro teatro presenta tres graves problemas:

1. La grave crisis económica que atraviesa el país hace que solo los más poderosos puedan
asistir a las representaciones. Además, la censura impide que se lleve a escena cualquier
contenido político crítico.
2. La muerte de algunos grandes autores (Lorca, Valle Inclán, Unamuno) y el exilio de otros (Max
Aub, Alejandro Casona, Alberti...), produjo una ruptura con el teatro innovador anterior. Las
nuevas propuestas teatrales van a ser de muy baja calidad, aunque las obras serán
aplaudidas por un público entusiasta.
3. Los empresarios recurren a traducciones de obras de autores extranjeros, con lo que los
jóvenes dramaturgos españoles se van a encontrar con grandes dificultades a la hora de
estrenar sus obras. Además, el cine se convierte en el nuevo espectáculo de masas, lo que
agravará aún más la crisis del teatro.
Las principales tendencias del teatro de posguerra son:

Durante los años 40:

1. Teatro de evasión (o teatro de "continuidad sin ruptura"). Este teatro está dominado por
una defensa de los valores tradicionales: Dios, patria y familia. Es continuista de la comedia
de salón de Benavente. Dentro de este teatro ideológico se incluyen autores como Juan
Ignacio Luca de Tena (¿Dónde vas, Alfonso XII?), José María Pemán (El testamento de la
mariposa), Joaquín Calvo Sotelo (La muralla).
2. Teatro humorístico. En general intrascendente, salvo el propuesto por dos autores: Miguel
Mihura y Enrique Jardiel Poncela. Del primero podemos decir que su lenguaje lleno de ingenio
le convierte en un antecedente del teatro del absurdo. Su obra más importante, Tres
sombreros de copa, escrita en 1932, aunque no estrenada hasta 1952, satiriza con
desencantado pesimismo la mediocridad de la vida de provincias. Otras obras suyas, más
asequibles para el público burgués, son Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia,
Ninette y un señor de Murcia. Por su parte, Enrique Jardiel Poncela es un autor de humor
inverosímil y disparatado, con rasgos vanguardistas y claramente influenciado por el cine.
Después de la guerra escribió Los ladrones somos gente honrada, Los habitantes de la casa
deshabitada y Eloísa está debajo de un almendro.

Durante los años 50-60

3. Teatro realista de denuncia y protesta. Aproximadamente a mitad de los años 50, y


coincidiendo con la aparición de un público universitario y un cierto relajamiento de la censura,
surge un teatro nuevo, muy próximo a los planteamientos sociales. Autores de este periodo
son: Alfonso Sastre (La mordaza), Lauro Olmo (La camisa), José María Rodríguez Méndez
(Los inocentes de la Moncloa), Carlos Muñiz (El tintero), José María Recuerda (Los salvajes
en Puente San Gil) y Antonio Gala (Los verdes campos del Edén). Aunque el autor más
importante del teatro de la posguerra es Antonio Buero Vallejo. A partir de Historia de una
escalera se abordan los problemas de la sociedad española de la época, abandonando el
tono escapista. Insinúa la crítica para superar la censura y por eso en su obra siempre
encontramos un carácter simbólico, una denuncia de la injusticia, el inconformismo ante un
mundo hostil, el sufrimiento, la búsqueda de la verdad y la ética y la lucha por la libertad. Otras
obras destacadas suyas son: En la ardiente oscuridad, Un soñador para un pueblo, El
tragaluz, La fundación.
Durante los años 70

4. Teatro más experimental. Aunque mantiene la crítica social, este teatro se opone al realismo,
por lo que tiene dificultades para ser representado (por eso se le denomina teatro underground
subterráneo). Se basa en la escenografía, en técnicas audiovisuales, por encima del propio
texto literario. La acción se distribuye en fragmentos que no constituyen una historia y los
personajes tienen carácter simbólico. Los autores más destacados son Francisco Nieva
(teatro de inspiración surrealista y valleinclanesca, con un lenguaje tremendamente barroco,
como ocurre en su "teatro furioso", de denuncia (Pelo de tormenta, La carroza de plomo
candente) y Fernando Arrabal (empieza escribiendo obras cercanas al teatro del absurdo,
como Pic-nic, y evoluciona al llamado "teatro pánico", que busca el escándalo y la provocación
y la "catarsis pánica"(El triciclo, El cementerio de automóviles).
A finales de la década surgen grupos teatrales independientes que rechazan el teatro
comercial y estrenan en locales alternativos. El espectáculo, la luz, la danza, el gesto o la
música priman sobre el texto, que suele ser de creación colectiva, a partir del cual realizan
diversas improvisaciones. Entre los más conocidos figuran Tábano, Els Joglars, Els
Comediants, La Fura dels Baus, La cubana...

Con la llegada de la democracia, el teatro se vuelca en la representación de autores prohibidos


hasta entonces y recibe un importante respaldo oficial: se crean instituciones con el Centro
Dramático Nacional o la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Aparte de la labor teatral de
estas instituciones, en los años 80 se advierte una tendencia al neorrealismo, esto es, se
abordan temas de actualidad. Aparece así un nuevo costumbrismo, esta vez de tono irónico.
Se trata de un teatro de autor donde destacan José Alonso de Santos (La estanquera de
Vallecas, Bajarse al moro), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano) o
José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!, Ñaque).

Durante los años 90-2000

5. Se aprecian varias tendencias: desde un teatro de marcado signo intelectual y reflexivo


(Juan Mayorga) a un teatro más narrativo (García May), pasando por un teatro vanguardista
(Rodrigo García). En general, hay una cierta obsesión por mostrar las manifestaciones del
mal en el mundo contemporáneo. Eso sí, cada vez hay menos espacio para autores nuevos,
ya que triunfan las obras comerciales y las adaptaciones o reposiciones protagonizadas por
actores de fama. Además, los teatros públicos, cada vez más abundantes, prefieren
representar obras de autores clásicos con la supuesta intención de proteger y difundir nuestra
cultura literaria.

En la actualidad
6. Frente a los circuitos teatrales consolidados y las grandes compañías, se han creado una serie
de salas alternativas: en Madrid, "La cuarta pared", la sala "Pradillo", el "Teatro del Arte", "La casa
de la portera". En Barcelona, "Microteatro por dinero", "Átic 22", "Porta4".
En estos espacios se hace un teatro renovado, en lugares con aforo inferior a doscientas
localidades. Ayudan a descubrir nuevos talentos y nuevas formas expresivas.
Es muy frecuente también que se incorporen al teatro novelistas destacados que crean textos
nuevos y originales o adaptan sus propias novelas. Por ejemplo, Eduardo
Mendoza, (Restauración); Fernando Savater (Vente a Sinapia); Manuel Vázquez Montalbán, (Se
vive solo una vez); Mario Vargas Llosa (La señorita de Tacna).
7.- La poesía de 1939 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales.

La Poesía de los años 40

Bajo el nombre de generación del 36 se suele incluir a un grupo de poetas nacidos, aproximadamente,
entre los años 1905 y 1920, cuyas trayectorias vitales y creativas están profundamente marcadas por la
Guerra Civil. Asimismo, este grupo de escritores es conocido como generación escindida, ya que tras el
conflicto bélico numerosos escritores partieron al exilio y otros permanecieron en España.
Al exilio partieron poetas como J. Ramón Jiménez, Cernuda, Salinas, Guillén, Alberti, Prados,
León Felipe, Emilio Prados, Concha Méndez… Estos autores estuvieron unidos por el tema de la
patria perdida (la guerra, la derrota o la injusticia de los vencedores).
Por su parte, los escritores que permanecen en el país se diferenciaron en dos tendencias poéticas: la
poesía arraigada o garcilasista, vinculada al bando vencedor, con poetas como Luis Rosales,
Leopoldo Panero, J. García Nieto y Luis Felipe Vivanco y la poesía desarraigada, de los poetas que
vivieron angustiosamente la situación. Nace con la obra Hijos de la ira de Dámaso Alonso y tiene como
poetas más destacados a Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, José María Valverde y
Blas de Otero.
Como puente de unión entre la generación del 27 y la generación del 36 destaca Miguel Hernández,
autor que atraviesa tres etapas: una primera con inicios gongorinos (Perito en lunas) y de madurez (El
rayo que no cesa). A esta seguirá una segunda de compromiso político (Viento del pueblo, El hombre
acecha) para llegar a su tercera etapa en la que vuelve al intimismo (Cancionero y romancero de
ausencias), libro escrito en la cárcel.

La Poesía de los años 50

La poesía desarraigada de la década de los 40 derivará progresivamente en la llamada poesía social.


Esta evolución se produce por el desplazamiento del enfoque individual al colectivo en cuanto a los
interrogantes sobre el sentido de la existencia humana, así como a la incorporación de la obra de arte
de la denuncia de la injusticia reinante en el país. Esta poesía pretende ser una vía de comunicación
que busca dirigirse a la masa y ser al mismo tiempo una herramienta de transformación social.
Autores destacados son Blas de Otero (Pido la paz y la palabra) y Gabriel Celaya (Las cartas boca
arriba, Cantos íberos).
En esta década subsisten también otras tendencias poéticas: el Postismo, creado por Carlos
Edmundo de Ory de estética vanguardista, con seguidores como Eduardo Cirlot, Miguel Labordeta,
Ángel Crespo y Gloria Fuertes; y el Grupo Cántico, de tendencia intimista con autores como Ricardo
Molina y Pablo García Baena.

La Poesía de los años 60

El agotamiento de las fórmulas de la poesía social, su fracaso como medio de transformación y el


anhelo de nuevas formas literariamente más ricas y cuidadas conducen a la aparición, en los años 60,
de una línea poética en la que no desaparecen la solidaridad ni el compromiso social, pero se
transforman en un compromiso ético con el ser humano. Estos poetas que comienzan a publicar a finales
de los 50: “los niños de la guerra” se interesan más por lo personal y en sus textos cobra mayor
importancia el elemento autobiográfico. Entienden la poesía no como comunicación sino como un medio
de conocimiento de la realidad.
La nómina de la promoción de los 60 es muy extensa: José Hierro, Claudio Rodríguez, Ángel
González, José Manuel Caballero Bonald, José María Valverde, Carlos Barral, José Agustín
Goytisolo, Gil de Biedma, Valente, F. Brines…

La Poesía de los años 70

En la década de los 70 nació la llamada Generación del 68, también llamados Novísimos. Se trata de
un grupo de poetas nacidos entre 1939 y principios de los años 50, cuyos nombres aparecen recogidos
en importantes antologías del momento, entre las que sobresale Nueve novísimos poetas españoles,
de José María Castellet, que da nombre al grupo.
Los nueve poetas que aparecen en esta antología son: Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero,
Manuel Vázquez Montalbán, Guillermo Carnero, Antonio Martínez Carrión, Ana María Moix, José
María Álvarez, Félix de Azúa y Vicente Molina Foix.
Además de estos nueve hay otros autores que presentan características comunes en sus primeros
poemarios, aunque posteriormente siguen trayectorias líricas muy personales, como Jenaro Talens,
Jaime Siles, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena o Antonio Colinas.
Estos autores se oponen a la concepción de la poesía como testimonio de la realidad. El poema debe
ser una creación con plena autonomía. Su poesía, además, presenta un exhibicionismo cultural, una
gran experimentación lingüística donde prima la forma sobre el tema y una gran integración de
influencias (Surrealismo, Cubismo, Simbolismo, Modernismo y poesía inglesa contemporánea).

La poesía a partir de la década de los 80

Desde finales de la década de los 70 se aprecia cierto cansancio con respecto a la lírica de los
novísimos y una paulatina renovación de la creación poética.
Las abundantes antologías, las revistas y los premios literarios (Hiperión, Visor, Adonais) revelan la
diversidad de tendencias de finales del siglo XX y principios del XXI.
Varias son las tendencias poéticas, por lo que es difícil su clasificación:
• Poesía de la experiencia. Poesía de corte realista y compromiso ético donde el poeta traslada al
texto la experiencia vivida y las reflexiones de dicha experiencia. Autores: Luis García Montero,
Benjamín Prado, Felipe Benítez Reyes.
• Poética del silencio o neopurismo. Poesía afín a la mística, a la poesía pura y a la estética de José
Ángel Valente u Octavio Paz. Autores: Jaime Siles, Andrés Sánchez Robayna, Amparo Amorós,
Álvaro Valverde o Ada Salas.
• Nuevo Romanticismo: Presencia de temas como el sueño, el recuerdo de la infancia como mítico
paraíso, la meditación sobre la soledad. Empleo de un tono irónico. Alejandro Duque, Francisco
Bejarano, Abelardo Linares, Fernando Ortiz.
• Prosaísmo elegíaco: Poesía que busca emocionar, no sorprender. Tono de melancolía. Intimismo y
sencillez expresiva. Eloy Sánchez Rosillo.
8.- La novela española de 1975 hasta nuestros días. Tendencias, autores y obras principales.

Marco histórico

El ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española tras la muerte de Franco
(el 20 de noviembre de 1975), permitió un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de
la literatura occidental en España. A ello contribuyó significativamente la desaparición de la censura (lo
que supuso la publicación de novelas españolas prohibidas en nuestro país y editadas en el extranjero,
expurgadas o inéditas), la recuperación de la obra de los escritores exiliados y un mayor conocimiento
de la narrativa de otros países.

Características generales

Es difícil establecer objetivos o propósitos comunes en los novelistas de las dos últimas décadas del
siglo XX. Entre otras razones, debido a la proliferación de obras, la convivencia de diversas
generaciones y tendencias y la falta de perspectiva histórica. De manera muy general se puede observar
un alejamiento del experimentalismo y una vuelta al interés por la anécdota, la recreación de tipos y la
reconstrucción de ambientes; en suma, se trata de una recuperación de la narratividad, encabezada por
Eduardo Mendoza en La verdad sobre el caso Savolta (1975). La novela se desarrolla en la Barcelona
de 1917-1918, en la cual Javier Miranda –el protagonista– se ve envuelto en la muerte del industrial
Savolta. Mendoza utiliza tres puntos de vista diferentes: el del protagonista (1ª persona), el narrador
omnisciente, y los documentos del juicio.

Señalamos a continuación brevemente las principales líneas de la novela a partir de 1975 hasta
nuestros días, así como algunos de los autores y títulos más significativos:

• La metanovela. Simbiosis entre la narración de la historia (creación) y el proceso seguido para la


construcción de la misma (crítica). Esta manifestación de la literatura dentro de la literatura define
la mayoría de las novelas de Juan Goytisolo y de su hermano Luis Goytisolo, de José María
Merino (La orilla oscura) y Juan José Millás (El desorden de tu nombre), entre otros.

• La novela lírica. La novela lírica o poemática centra su interés en un mundo más sugerente que
concreto, con un personaje-símbolo y una mayor tendencia al lenguaje poético. Es la modalidad
preferida por Francisco Umbral (Mortal y rosa) y la característica esencial de la narrativa de Julio
Llamazares (La lluvia amarilla). Dentro de ese mismo género podemos encontrar otros afines, como
el relato de aprendizaje, el memorialismo y la autobiografía. Aspectos a los que responden muchas
de las novelas de Javier Marías (Todas las almas, Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa
en mí).

• La novela histórica. Novelas ambientadas en el pasado, desde el más lejano (El maestro de
esgrima o la serie del Capitán Alatriste, de Pérez Reverte) al más próximo: la Guerra Civil (Octubre,
octubre, de José Luis Sampedro), los años de la dictadura franquista, la transición política…

• La novela de intriga. Mezcla esquemas policíacos con aspectos políticos e históricos. La serie de
novelas sobre el detective Carvalho o Galíndez (1990) convierten a Manuel Vázquez Montalbán
en el escritor más representativo; aunque no es el único, ya que de algunos elementos de este
género también se han servido Eduardo Mendoza (La ciudad de los prodigios) y Antonio Muñoz
Molina (El invierno en Lisboa y Beltenebros).

• La novela de enfoque realista. Tras el furor del experimentalismo, algunos autores han vuelto a
recuperar para la novela el arte de narrar. Eso sí, desde una perspectiva mucho más amplia y
abierta, que abarca también el mundo onírico, irracional o absurdo… En esta línea cabría mencionar
a Luis Mateo Díez (La fuente de la edad) o a Luis Landero (Juegos de la edad tardía).
• La novela culturalista. En los últimos años han aparecido una serie de autores jóvenes que hacen
una novela que se ocupa de analizar y explicar diferentes aspectos de la cultura occidental desde
unas posturas bastante eruditas. Eso es lo que hace Juan Manuel de Prada con Las máscaras del
héroe o La tempestad.

Otra tendencia en la novela de los autores más jóvenes es la de hacer una novela que trata los
problemas de la juventud urbana con una estética muy cercana a la contracultura (Historias del
Kronen, de José Ángel Mañas, Ray Loriga con Héroes o Lucía Etxebarría en Amor, curiosidad, prozac
y dudas).

Debemos tener en cuenta que muchas de las novelas y novelistas citados participan, a la vez, de más
de una de las características señaladas, por lo que se les podría incluir en más de una tendencia.

En suma, dos son los aspectos más significativos de la novela española en los últimos treinta años:

a. El carácter aglutinador. Acoge prácticamente todas las tendencias, modalidades, discursos,


temas, experiencias y preocupaciones personales.

b. La individualidad. Cada novelista elegirá la orientación que le resulte más adecuada para
encontrar un estilo propio con el que expresar su mundo personal y su particular visión de la realidad.

No debemos olvidar que la mujer adquiere cada vez más importancia en el terreno de la narrativa;
aunque pertenecientes a distintas generaciones, podemos destacar nombres como Ana María Matute,
Rosa Montero, Josefina Aldecoa, Almudena Grandes, Dulce Chacón, Maruja Torres, Soledad Puértolas,
Alicia Giménez Barlett, etc.

Tampoco hay que olvidar la narrativa en otras lenguas peninsulares, con autores como Manuel Rivas
(que escribe tanto en gallego como en castellano), Bernardo Atxaga (en euskera y castellano), los
hermanos Terenci Moix y Ana María Moix o Quim Monzó (los tres en catalán y castellano)

Como resumen, desde la publicación de La verdad sobre el caso Savolta (1975), los escritores van a
ir ensayando subgéneros muy populares -frente al experimentalismo de los años 60 y 70–y se van a ir
alejando de los estrictos sistemas ideológicos de la novela social (los buenos obreros y campesinos
frente a los crueles patronos). Tenemos así dos características muy claramente destacadas en la novela
española actual: el eclecticismo y la posmodernidad (entendida como renuncia a cualquier
interpretación totalizante del mundo, con una actitud bastante escéptica, que evita la definición
ideológica y ensalza lo ligero, lo leve, lo íntimo).

Hay que tener en cuenta además la convivencia de varias generaciones: por un lado, Francisco Ayala,
Camilo J. Cela, Miguel Delibes, Sánchez Ferlosio o Juan Marsé, y por otros escritores como Javier
Marías, Muñoz Molina, Juan José Millás o Luis Landero. Pero quizás el fenómeno más novedoso e
interesante sea que una buena parte de la prosa narrativa breve (cuento y microrrelato), de las
entrevistas, crítica y debates, que generan estas obras y sus autores, se esté anticipando en los blogs,
por lo que es necesario seguirlos con atención.

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