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LA POESÍA DE POSTGUERRA.

INTRODUCCIÓN.

La poesía española posterior a la Guerra Civil, como el resto de géneros,


se caracteriza por una ruptura con el pasado cultural y literario anterior a
la guerra. A esta situación se añaden cuatro circunstancias que contribuyen
a crear un vacío literario en la lírica de posguerra:
•La muerte de poetas representativos de generaciones anteriores; Antonio
Machado, García Lorca, Miguel Hernández y Miguel de Unamuno.
•La cárcel y una rígida censura, sobre todo en la década de los años
cuarenta.
•El exilio de poetas como J. Ramón Jiménez y gran parte de los
miembros del grupo poético del 27.
•La publicación y la divulgación de la poesía a través de revistas y
antologías sólo para un público minoritario.

A pesar de este panorama desolador, la lírica se convierte en el género


literario más creativo de la posguerra, con numerosas corrientes poéticas.

LA INMEDIATA POSTGUERRA.

Durante la década de los años 40, cuatro son las corrientes de la lírica
que predominan en el panorama literario español:

-Poetas del Grupo Escorial: Son poetas que escriben en torno a las revistas
'Escorial' y 'Garcilaso'. Representan la corriente de lo que Dámaso Alonso
llamó 'poesía arraigada', para referirse a escritores afines al régimen
franquista cuya fe les aporta una visión serena y armónica del mundo 'bien
hecho'.

Recuperan temas como el amor, la fe católica, el paisaje o la patria, unidos


al ensalzamiento del régimen y sus valores.

Su estilo es sobrio, intimista y sencillo y rescatan las formas métricas


clásicas como el soneto, reivindicando al poeta renacentista Garcilaso de la
Vega como modelo de este clasicismo temático y formal.

Pertenecen a este grupo los siguientes autores:


a) José García Nieto (1914-2001): En 1943, con el apoyo de casi todos sus
compañeros de "Juventud Creadora", fundó la revista ' Garcilaso' para
recuperar los modelos formales y temáticos tradicionales. Esta recuperación
estuvo alentada y subvencionada por la política cultural de los falangistas,
que añadían a este interés estético la añoranza ideológica del antiguo
esplendor imperialista que rodeó al gran poeta toledano. Su extensa,
fecunda y brillantísima producción lírica sobresale por su equilibrada hondura,
su serena voz expresiva, su acabado formal. Hunde sus raíces en la
tradición clásica hispánica del Renacimiento. García Nieto fue uno de los
máximos exponentes de la poesía garcilasista (clasicista) que triunfó al
término de la Guerra Civil (1936-1939).
Su poesía esconde, bajo los moldes formales clásicos, importados de Italia
por Garcilaso, un nítido aliento neorromántico de raigambre unamuniana y
machadiana.
Premio Nacional y Premio Cervantes de Literatura, sus obras más
destacadas de la década de los 40 son “Víspera hacia ti” (1940), “Tú y yo
sobre la tierra” (1944) y “Del campo y la soledad” (1946).

b) Luis Rosales (1910-1992): Este poeta granadino codirigió revistas como


'Escorial', y aunque fue un militante falangista, más tarde se distanció del
régimen en un momento en que su escritura se centró en la búsqueda
interior del sentido vital.
En la inmediata postguerra su poética derivó hacia un barroquismo de
lenguaje en el que incorpora elementos surrealistas y simbólicos adaptados
a una temática religiosa, como en “Retablo sacro del Nacimiento del Señor”
(1940).
En 1949 publicó su libro más importante, “La casa encendida”, largo poema
narrativo y autobiográfico, ampliado en la reedición de 1967. El poeta llega
de noche a su casa y ve cómo en ella se iluminan las distintas estancias
que le evocan sucesivos ámbitos de su vida emocional (la niñez y los
padres, el amigo muerto, la esposa) constituyendo un mundo, si bien
mínimo, protegido y suficiente.
En 1951 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con “Rimas”. En ambas
obras se percibe un acercamiento al neorromanticismo; son poemas de
carácter confidencial, intimista, en los que los motivos son muchas veces
cotidianos, pero que se caracterizaron, sin embargo, por los hallazgos
rítmicos y una marcada preocupación por el lenguaje: la métrica es en ellos
más libre, y la lengua más coloquial.

c) Dionisio Ridruejo (1912-1975): Fue discípulo de A. Machado en Segovia y


amigo personal de José Antonio Primo de Rivera. Participó activamente en
la Falange, y su primera poética de postguerra se centra en temas bélicos
y políticos, como en “Poesía en armas” (1940) o recoge el testimonio de su
participación voluntaria en la División Azul como en “Cuadernos de la
campaña en Rusia” (1944). Poco después rompe con el régimen y renuncia
a sus cargos públicos. Su poemario “Elegías” (1948) da cuenta de este
pesimismo.
d) Leopoldo Panero (1909-1962): Sus temas predilectos fueron la familia, la
duda religiosa y el fluir del tiempo. Destaca su obra “La estancia vacía”
(1944), cuyo protagonista es un ser indefenso que busca refugio en Dios.

e) Luis Felipe Vivanco (1907-1975): En su poesía predomina la temática


religiosa y una expresión muy depurada. Destacan “Cantos de primavera”
(1936) y “Tiempo de dolor” (1940).

- Poetas desarraigados: Además de los poetas afines a la dictadura,


permanecieron en España artistas e intelectuales detractores del régimen
franquista, que tuvieron que someterse a la censura. A través de los poemas
los autores transmiten una profunda angustia porque los poetas perciben la
realidad como un caos y la existencia como un dolor desgarrado sin sentido
marcada por el paso del tiempo y la muerte y de la que Dios parece
haberse alejado.
Su estilo se caracteriza por el uso de un lenguaje directo y desgarrado, de
enorme fuerza expresiva y acentuado tono dramático.
Pertenecen a esta corriente Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y los autores
que se reunieron en torno a la revista “Espadaña”, réplica ideológica a
otras como “Escorial” o “Garcilaso”, entre los que cabe mencionar a
Victoriano Crémer y Eugenio de Nora.

a) Dámaso Alonso (1898-1990): Este crítico y profesor universitario perteneció


en un primer momento a la Generación del 27. Pero en 1944, después de
muchos años de esterilidad lírica, publica “Hijos de la ira”, el poemario de
corte existencial que lo inscribe en la corriente de poesía desarraigada y
que se considera su obra más lograda. En sus poemas se reflexiona sobre
la condición humana, sobre el sentido de una existencia condenada a la
muerte y sin un principio orientador que nos guíe. El escenario de este
grito poético es una realidad social de postguerra en la que imperan la
injusticia, la miseria material y moral y el odio.

b) Vicente Aleixandre (1898-1984): Otro de los escritores de la Generación


de 1927 inaugura esta corriente de la poesía tremendista de la postguerra
española con la publicación en 1944 de “Sombra del paraíso”. A través de
una visión pesimista, el autor critica el mundo de la postguerra y presenta
una concepción trágica del hombre llamándolo 'la criatura más penosa del
universo'. En sus versos hallamos dolor, angustia, vulnerabilidad, fragilidad.
La exaltación de la naturaleza frente a una sociedad corrupta que ha
terminado con el 'paraíso' es una actitud de disconformidad y rebeldía.
Aleixandre definió esta obra como 'un canto a la luz desde la conciencia
de la oscuridad'.
c) Victoriano Crémer (1906-2009): Fue el poeta más longevo de nuestras
letras, cofundador de la revista leonesa “Espadaña” (1944), como medio que
aglutinó la expresión de los poetas desarraigados. Entre sus obras de la
década de 1940 destaca “Tacto sonoro. Puestos de tierra adentro” (1944),
“Caminos de mi sangre” (1947) “Las horas perdidas” (1949) y “La espada y la
pared” (1949).

d) Eugenio de Nora (1923): Su lírica existencial habla con patetismo del


destino humano e incide críticamente en la realidad social de posguerra.
Fue fundador y codirector de la revista “Espadaña”, aparecida en León en
1944. Luego se trasladó a Madrid, donde estudió filología románica, y
posteriormente a Berna, ciudad en la que ejerció como profesor. “Cantos al
destino” (1945), su primer poemario, es una colección de tono unamuniano
que se interroga vibrantemente sobre la condición del hombre.

– Grupo Cántico: Surge en Córdoba en 1947 y está representado por


autores que se desmarcan de la poesía arraigada y de la poesía
desarraigada y tratan de enlazar con la tradición de la Generación del 27,
admirando especialmente la figura de Jorge Guillén y Luis Cernuda. Su poesía
es sensual, intimista y de gran fuerza expresiva y sus máximos
representantes son:
a) Pablo García Baena (1923-2018): Su primer poemario es “Rumor oculto”
(1946) al que le seguirán otros como “Mientras cantan los pájaros” (1950).
b) Ricardo Molina (1916-1968): Su condición de homosexual al igual que la
de otros miembros del grupo, le llevó a exaltar el cuerpo y el deseo en
obras como “Elegía de Medina Azahara” (1957).
c) Juan Bernier (1911-1989): Partidario de otorgar la supremacía a la estética
antes que al mensaje, su poesía se caracteriza por la gran riqueza expresiva
y sensorial. Destacamos su obra “Aquí en la tierra” (1948). También escribió
un “Diario” muy crítico consigo mismo donde hablaba de su condición de
homosexual y de la necesidad que sentía de hacerla pública en un periodo
difícil de la Córdoba de posguerra.

(Baena) (Molina) (Bernier)

– El postismo: Debe su nombre a la abreviatura de 'postsurrealismo', que


se propone rescatar y continuar la poética de vanguardia utilizando un
lenguaje propio de los -ismos, plagado de imágenes nuevas, lúdicas y
sorprendentes. Sus principales representantes son:
a) Eduardo Chicharro (1905-1964): Asociado a la pintura y a la Escuela
de Artes de San Fernando, su obra literaria ha sido reunida
póstumamente en “Música celestial y otros poemas” (1974).
b) Carlos Edmundo de Ory (1923-2010): Sus primeros versos aparecen
recogidos en una antología titulada “Versos de pronto” (1945) en las
revistas del grupo “Postismo” y “La Cerbatana”.
c) Juan Eduardo Cirlot (1916-1973): Fue poeta y crítico de arte. Los
poemarios que publicó en la década de los cuarenta son “Donde las
lilas crecen” (1946) y “Canto de la vida muerta” (1946).
(Eduardo Chicharro) (Carlos Edmundo d'Ory) (J. Eduardo Cirlot)

LA POESÍA SOCIAL DE LOS AÑOS 50.


En las revistas de poesía de los años cuarenta empieza a publicar sus
primeros poemas una nueva promoción de poetas de diferentes edades que
conciben la poesía no como una mera expresión de intimidad, sino como
comunicación e instrumento al servicio de un compromiso ético-político de
izquierda. Como los espadañistas, estos poetas rechazan el esteticismo,
ponen el acento en la denuncia de la realidad histórico-social y optan por
un lenguaje sobrio con el propósito de llegar a la inmensa mayoría. La
tendencia estética representada por estos poetas recibe el nombre de
'realismo social', que va a dominar el panorama lírico español en las dos
décadas siguientes. Entre los poetas sociales hay que distinguir dos grupos.

El primer grupo está formado por escritores que empezaron a publicar sus
obras en los años cuarenta o incluso antes. Las figuras de esta primera
generación de poetas realistas incluye nombres como Gabriel Celaya, Blas de
Otero y José Hierro, fundamentalmente.

El segundo grupo o segunda generación recibe el nombre de Generación de


Medio Siglo, o Generación de los 50, ya que fue en esta década cuando se
dieron a conocer, aunque sus mayores logros se cultivaron en los sesenta.
Los autores más conocidos de esta Generación son Ángel González, José
Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Claudio Rodríguez y
Francisco Brines.
PRIMEROS POETAS SOCIALES:

A) Gabriel Celaya (1911-1990): Rafael Múgica pasó a la historia de la


literatura como Gabriel Celaya, segundo de sus nombres y apellidos.
Comienza Celaya su trayectoria poética influido por las corrientes estéticas
de los años 30 con “Marea del silencio” (1935). A partir de los años 40,
su poesía cobra un perfil más personal a partir de obras como
“Tranquilamente hablando” (1947) y “Las cosas como son” (1949). En estos
libros, combinando versos de distinta medida y con un lenguaje directo,
coloquial, caudaloso y apasionado – al que se ceñirá ya definitivamente en
obras posteriores- se encara con la realidad histórica española de la
posguerra.

El compromiso político-social del poeta, así como su propósito de denuncia


de la injusticia y la falta de libertad, se hace patente en los libros que va
publicando en los años siguientes: “Las cartas boca arriba” (1951) y su obra
fundamental “Cantos Iberos” (1955). Posteriormente Celaya se atreve con la
poesía experimental en obras como “Campos semánticos, Función de uno,
equis, ene (1973).

A pesar de su evidente compromiso social y la lucha enérgica por la


liberta y la justicia que se observa en sus obras, a Celaya la crítica
siempre le ha advertido su marcado prosaísmo.
B) Blas de Otero (1916-1979): Es el gran poeta de la época y quizás la
voz más personal del realismo social por las características de su obra
poética. Vasco, al igual que Celaya, viajó por medio mundo (URSS, China,
Cuba y Suiza) y participó como soldado de los dos bandos en lucha, lo
que le dio una voz equidistante después de la guerra convirtiéndose en
adalid de la justicia, de la paz, de la libertad.
Aparte de su “Cántico espiritual” (1942), homónimo del de San Juan de la
Cruz, cuya conmemoración se celebraba ese año, y que representa la
corriente existencialista de nuestro poeta, la obra religiosa de Blas de Otero
se desarrolla con títulos como “Ángel fieramente humano” (1950) y “Redoble
de conciencia” (1951), dos libros más tarde refundidos y ampliados en uno
solo, “Ancia” (1958), título que resulta de la unión de la primera sílaba de
'ángel' con la última de 'conciencia'.

“Ancia” está considerado como uno de los más elevados exponentes de la


poesía que nos legó la 'generación desarraigada', así denominada por el
propio Blas de Otero. La visión del mundo que nos ofrece el poeta es
agónica y desoladora.

Con “Pido la paz y la palabra” (1955) asistimos al despertar social del autor.
Los motivos trascendentales, religiosos e intimistas son desplazados por los
estrictamente sociales y éticos. El hombre en su dimensión colectiva y
España emergen como nuevos temas de un quehacer poético volcado hacia
el mundo exterior. Su poesía ahora se basa en un claro compromiso
político-moral, destinada a la inmensa mayoría e impulsada por el ideal de
solidaridad con los oprimidos, que busca denunciar las injusticias, reivindicar
la libertad y el anhelo de paz. La palabra es la herramienta para
humanizar al hombre y a la sociedad.

Otros títulos que siguen esta orientación cívica pública son “En Castellano”
(1959), “Que trata de España” (1964).

La obra de Blas de Otero destaca por la variedad de metros y estrofas,


alternando formas tradicionales con versos de gran libertad formal, y un
lenguaje, que, aunque en apariencai sencillo, posee una técnica muy
depurada y está dotado de gran fuerza expresiva y un logradísimo equilibrio
entre lo conceptual y lo emocional.
C) José Hierro (1922-2002): Este escritor madrileño que iba para perito
industrial, tuvo que interrumpir sus estudios por la Guerra Civil, tras la cual
sufrió encarcelamiento hasta 1944. Posteriormente trabajó en editoriales y
fundó revistas literarias, hasta conseguir un puesto de trabajo como crítico
literario en Radio Nacional de España, de 1952 a 1987. Obtuvo numerosos
premios literarios y en 1999 fue elegido como académico de la lengua,
pero no pudo llegar a leer el discurso de ingreso.

En su primer libro “Tierra sin nosotros” (1947) nos presenta una visión de la
realidad desde la frustración existencial. “Con las piedras, con el viento”
(1950) nos habla de la experiencia del amor y la nostalgia de un pasado
irrecuperable.

Sus libros sociales se inauguran con “Quinta del 42” (1952), “Cuanto sé de
mí” (1957) y el “Libro de las alucinaciones” (1964).

“Cuaderno de Nueva York” (1998) es un libro donde el poeta medita sobre


la megalópolis contemporánea, el mestizaje cultural, el desarraigo y la
deshumanización de la vida moderna.

La fragilidad de la vida, el amor, la amistad, la muerte, la temporalidad, la


memoria, la naturaleza y la música son los grandes temas de la poesía de
Hierro, quien reconoce las influencias de Antonio Machado y Gerardo Diego.

Su lenguaje tiende a la objetividad, a la narración y al diálogo, al registro


coloquial y a la expresión directa. En métrica muestra predilección por los
versos octosílabos, alejandrinos y por el soneto.

(Blas de Otero) (José Hierro)


SEGUNDA PROMOCIÓN DE POETAS SOCIALES: LA GENERACIÓN DE 1950.

La segunda promoción de poetas sociales comienza a publicar a fines de


la década de 1950 y marcan el camino de renovación poética de la
década siguiente.

He aquí algunas de sus características:

1. Siguen manteniendo una visión crítica de la realidad, una actitud


humanista y muestran preocupación por los problemas del ser humano
(morales, sociales, existenciales, históricos...), aunque ya sin el marcado
carácter testimonial de la primera oleada de poetas sociales. Los poetas
hacen suyos los problemas del hombre y la poesía se afirma como un
medio de conocimiento personal, más que de comunicación.

2. Rehúsan, sin embargo, el acentuado prosaísmo de sus antecesores, y


pretenden dignificar el lenguaje poético a través de un rigor expresivo y
formal y una marcada voluntad de estilo, con frecuente uso de la ironía y
del humor, aunque conservando un cierto tono conversacional y una
tendencia hacia la narratividad.

3. En métrica predomina el verso libre, aunque no es infrecuente el uso


de las estrofas clásicas. También se retoman ciertos elementos estéticos
cercanos al vanguardismo.

4. La apertura de miras hacia Europa y la influencia de autores como T.S.


Eliot o Cavafis les confiere cierto sesgo culturalista, que se acentuará aún
en mayor medida en la generación posterior.

Las voces más representativas de esta Generación son las de:


Ángel González, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de
Biedma, Claudio Rodríguez y Francisco Brines.
A) Ángel González (1925-2008): Este escritor ovetense ha sido reconocido
por la crítica con infinidad de premios, entre ellos, el Príncipe de Asturias
(1985), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1996) o Premio
Internacional de Poesía Federico García Lorca (2004).

Su obra es una mezcla de intimismo y poesía social, con un particular y


característico toque irónico, y trata asuntos cotidianos con un lenguaje
coloquial y urbano, nada neopopularista ni localista. El paso del tiempo y la
temática amorosa y cívica son las tres obsesiones que se repiten a lo
largo y ancho de sus poemas, de regusto melancólico pero optimistas. Su
lenguaje es siempre puro, accesible y transparente.

“Áspero mundo” (1956), “Grado elemental” (1961) o “Tratado de urbanismo”


(1967) son algunos de los títulos representativos de esta época.

B) José Ángel Valente (1929-2000): Es, entre los poetas de su tiempo, el


más intelectual y simbolista. Su poesía es de tono meditativo, reflexivo,
filosófico y místico, y asimila corrientes de pensamiento y religiosas de
diferentes culturas. El problema de la inefabilidad, del vacío, de la nada,
están presentes en un autor que busca las esencias líricas. El lenguaje y
la materia son otras de sus obsesiones, no muy alejadas de su sensibilidad
cercana a la mística: la materia, como constante engendradora de formas, y
el lenguaje, al que Valente quisiera liberar de su uso puramente
instrumental, son dos vías de acceso al misterio de la existencia.
“A modo de esperanza” (1955), “Poemas a Lázaro” (1960), “La memoria y los
signos” (1966) y otros títulos han sido recogidos en una colección de sus
obras completas en 1972 bajo el título de “Punto cero”.

Ángel González José Ángel Valente


C) José Agustín Goytisolo (1928-1999): Nacido en Barcelona el 13 de abril
de 1928 de familia burguesa, empezó Derecho en la Universidad de
Barcelona, y terminó sus estudios en la de Madrid.
Su familia se vio brutalmente sacudida por la muerte de su madre Julia,
víctima de un bombardeo aéreo del bando franquista sobre la ciudad de
Barcelona en 1938. El hecho dramático afectó a todos los hijos, pero
especialmente a José Agustín, que puso a su hija el nombre de la madre
perdida, y que en “Palabras para Julia” (1980) uno de sus más célebres
poemas une voluntariamente, en amor y deseo, a las dos mujeres.
En 1993, en el tomo “Elegías a Julia” reunió todos los poemas de tema
materno, principal en su primer libro, “El retorno” (1955) y en otro, muy
posterior, en que pretendía cerrar esa vieja y fecunda herida, “Final de un
adiós” (1984).

D) Jaime Gil de Biedma (1929-1990): Su condición de homosexual lo llevó a


enfrentarse a las convenciones de la sociedad burguesa a la que pertenecía
y que no pudo cambiar; de ahí su apatía y su frustración.
Es un poeta muy influyente en las generaciones actuales. Su poesía es
irónica, sincera, cercana a lo cotidiano, refleja las contradicciones del mundo
burgués. Muestra un cierto escepticismo y visión negativa de la realidad,
desengañada y nihilista.

En 1959 publica “Compañeros de Viaje”, que junto con “Moralidades” (1966)


conforman la parte más social de su poesía, con piezas llenas de denuncia
política en las que evoca la hipocresía burguesa, la miseria que presidía el
sistema capitalista, la opresión del pueblo por la España franquista y la
discriminación de la mujer.

José A. Goytisolo Jaime Gil de Biedma


E) Claudio Rodríguez (1934-1999): Es el escritor más surrealista de su
generación. La amistad con Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso, las
lecturas de Arthur Rimbaud y el conocimiento de los románticos ingleses
influyeron notablemente en su formación como artista y crítico.
Lector y escritor precoz, este poeta zamorano publicó su primera obra “Don
de la ebriedad” (1953) con tan solo 19 años, a la que seguirían “Conjuros”
(1958), “Alianza y condena” (1965) y el “Vuelo de la celebración” (1976), todas
ellas muy aplaudidas por la crítica.

F) Francisco Brines (1932): Su obra poética, continuando en parte la línea


iniciada por Luis Cernuda, se caracteriza por un tono intimista y por la
constante reflexión sobre el paso del tiempo.

En su escritura, la infancia aparece como un tiempo mítico, que desconoce


la muerte, ligado al espacio de "Elca", la casa de la niñez en Oliva. El
adulto ha sido expulsado definitivamente del paraíso de la infancia y sólo
en algunos momentos (a través del erotismo, de la contemplación de la
naturaleza...) el ser humano recupera la plenitud vital experimentada en la
niñez y en la juventud. Por todo ello, la memoria desempeña un papel
fundamental en su escritura, si bien en sus poemas se deja traslucir la
convicción de que ni la poesía ni el recuerdo permiten detener el paso del
tiempo y salvar los momentos de plenitud del pasado. En “El otoño de las
rosas”, (1986) su libro más valorado por la crítica, se funden el lamento
elegiaco y la exaltación vital.

Su escritura, que tiende a un equilibrio clásico y a un tono melancólico,


que intenta dominar la angustia ante la muerte mediante una asunción
serena de lo inevitable, se nutre no sólo de la influencia de Luis
Cernuda sino también, y en especial, en su primer libro, “Las brasas” (1960),
de la poesía de Juan Ramón Jiménez y del Antonio Machado más
intimista.

Claudio Rgez Francisco Brines


LA POESÍA DE LOS AÑOS SETENTA: LOS NOVÍSIMOS.

En 1970 José María Castellet publicó una antología denominada 'Nueve


novísimos poetas españoles'. Con ellos llega un nuevo concepto de poesía
que se interesa más por la forma que por el contenido. Es una síntesis
de surrealismo, refinamiento cultural y arte pop. El propio José María Castellet
señala los rasgos comunes de los novísimos:

1. Despreocupación hacia las formas tradicionales.


2. Escritura automática, técnicas elípticas, uso del collage.
3. Introducción de elementos exóticos, artificiosidad.
4. Tensiones internas del grupo, cuando no divergencias de fondo.

La poesía novísima supuso una auténtica ruptura con la lírica realista y, salvo
alguna excepción, con la tradición poética española. En ella, el compromiso
político desaparece; la imaginación y el cosmopolitismo reemplazan a la
realidad inmediata; el culturalismo y la moderna cultura de masas con sus
mitos procedentes del cine, de la televisión, del deporte, del cómic, de la
música, aportan los temas; la libertad expresiva (versolibrismo), el humor y
lo lúdico se imponen y los aspectos estéticos cobran gran importancia.

La nómina de autores que forman parte de esta generación de novísimos


son para Castellet los siguientes:
- Pere Gimferrer (1945): Escribió tanto en castellano como en catalán. En
sus obras “Arde el mar” (1966) y “La muerte en Beverly Hills” (1968) destaca
principalmente un intenso culturalismo, que se observa tanto en las
anotaciones a los poemas como en la reflexión poética y estilística que en
ellos se manifiesta.
- Guillermo Carnero (1947): La poesía de Carnero se caracteriza por su
hermético culturalismo y la metapoesía. Su obra trata fundamentalmente el
tema de la muerte, del que derivan otros, como la crisis del racionalismo,
el poema como ficción, o la relación del hombre con el lenguaje y el
mundo. “Dibujo de la muerte” (1967) y “El sueño de Escipión” (1971) son
obras representativas.

- Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003): Cultivó muchos géneros literarios.


Procedente del mundo del periodismo, fue escritor de ensayos, columnas,
artículos, viñetas, retratos, biografías, novelas, y por supuesto también se
dedicó a la poesía. Su primera obra fue “Una educación sentimental” (1967),
a la que siguieron otros títulos que reunió en “Memoria y deseo. Poesía
1967-1983”.

- Antonio Martínez Sarrión (1939): Su poesía está llena de referencias


culturalistas, surrealistas, irracionalistas, míticas que sus compañeros de
generación asumirían más tarde. En su poesía se mezcla todo en un
mismo poema: la cita del poeta, una conversación, una digresión, un
recuerdo, una canción de jazz, todo ello en una magnífica ilación que
consigue realizar por medio de la ruptura de las formas sintácticas.
“Teatro de Operaciones” (1967) y “Pautas para conjurados” (1970) son sus
primeros poemarios.
- José María Álvarez (1942): Ha reunido su obra en un volumen único que
lleva por título “Museo de cera” y cuya primera publicación es del año 1974
y la última de 2016.

- Félix de Azúa (1944): Su poesía está considerada fría y hermética, y gira


sobre los ejes temáticos del vacío y la nada. “Cepo para nutria” (1968) y
“El velo en el rostro de Agamenón” (1970) son los títulos significativos de esta
época.
- Vicente Molina Foix (1946): Escritor y director de cine español. Como
literato ha cultivado la narrativa, la poesía, la autobiografía y la dramaturgia.
“Los espías del realista” (1990), había sido escrito en 1970.

- Ana María Moix (1947): Escritora española, hermana del también escritor
Terenci Moix. Es autora de una obra que combina lo experimental con lo
lírico. Ha publicado “Baladas del dulce Jim” (1969), “Call me Stone” (1969) y
“No time for flowers” (1971).

- Leopoldo María Panero (1948-2014): Desde su primera juventud, su actitud


rebelde e inconformista le acarreó serios problemas de adaptación. Este
comportamiento empezó a conformar una imagen concreta y a esbozar el
camino vital y creativo que iba a seguir Leopoldo María Panero.
El aura de malditismo romántico que empezó a crearse alrededor de su
figura a partir de su adolescencia fue tanto obra suya como de las
circunstancias externas (fundamentalmente, del constreñimiento familiar y
educativo).
Sus duras vivencias en la cárcel (con diversos intentos de suicidio), el
alcoholismo y la adicción a las drogas marcaron una poesía hipersensible
que bascula entre la lucidez y la locura con un sustrato muy importante en
el sentimiento de la pérdida de la niñez y del desvanecimiento de la
felicidad y la inocencia, entendido como proceso de destrucción. Muchas de
sus referencias poéticas vienen del mundo mágico y fantasioso de la
infancia, claves para entender su obra.

Ello quedó reflejado en sus primeros títulos: “Por el camino de Swan” (1968)
y, sobre todo, “Así se fundó Carnaby Street” (1970).

En la década de 1970 aparecieron “Teoría” (1973) y “Narciso en el acorde


último de las flautas” (1979). En estas obras afianza Panero el soporte
culturalista, así como la trasgresión de las convenciones sociales e
ideológicas, y especialmente de las expresivas. En esta etapa creativa
fueron desvelándose otros temas recurrentes como el sexo (traducido en
incesto, homofilia, sadismo, necrofilia y coprofilia), el humor (que exprime la
comicidad de lo trágico con resultados siniestros) o la locura, entendida
como un desvelamiento del sueño de la normalidad.

A la estética novísima más culturalista habría que añadir otros poetas no


incluidos en la antología de Castellet como Luis Alberto de Cuenca (“Los
retratos”, “Elsinore”, “Scholia”...); Luis Antonio de Villena (“Sublime solarium”,
“El viaje a Bizancio”...); Antonio Colinas (“Poemas de la tierra y de la sangre”,
“Preludios a una noche fatal”...); y Jaime Siles (“Génesis de la luz”...).
LA POESÍA DESDE 1975 HASTA LA ACTUALIDAD.

A patir de mediados de los años 1970, decayó la estética de los


novísimos y se produjo un cambio en la poesía que rescató la continuidad
con el pasado literario español y encontró sus modelos en los poetas de
fin de siglo, en la Generación de 1927 y en el Grupo de los 50,
especialmente en Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente y Francisco
Brines.

Las nuevas tendencias poéticas rechazan lo frío y lo conceptual en favor


del intimismo y la emoción. La nueva poesía mantiene una temática urbana, y
la vida cotidiana se convierte en fuente de poemas de tono autobiográfico,
en los que asoman sentimientos como la soledad, el amor, el paso del tiempo,
la angustia ante la muerte...

Formalmente, se rechaza la ornamentación estilística y culturalista de los


novísimos y se prefiere una poesía de retórica más equilibrada. El lenguaje,
de tono coloquial, se carga del léxico de la vida moderna y se usa la ironía
como recurso de distanciamiento de la realidad. Aunque se produce una
vuelta a las formas métricas clásicas (soneto, silvas, tercetos encadenados...),
no se abandona la práctica del verso libre.

Con todas las precauciones por la falta de perspectiva histórica, la crítica


ha señalado las principales tendencias presentes en la poesía de nuestros
días:

a) Poesía de la experiencia: Poesía de corte realista que se expresa con


un lenguaje accesible y natural. Se usa con frecuencia el monólogo
dramático, es decir, la presencia de un observador que cuenta la
experiencia. En 1983 apareció en El País un manifiesto de los poetas
granadinos Luis García Montero, Javier Egea y Álvaro Salvador, en una época
en la que este tipo de declaración de intenciones poéticas había dejado de
ser habitual. La antología “La otra sentimentalidad”, recoge textos de todos
estos autores.
Luis García Montero Javier Egea Álvaro Salvador

b) Poesía del silencio o neopurismo: Continúa la línea de la poesía


hermética de Valente. Los poemas, preferentemente en verso corto,
condensan los conceptos y abandonan el exceso verbal. Se trata de
composiciones que invitan a la sugerencia por medio de 'silencios'.
Representantes de esta tendencia son:
- Jaime Siles (1951), con sus obras “Génesis de la luz” (1969), “Alegoría”
(1977), o “Música de agua” (1983).
- Andrés Sánchez Robayna (1952), de quien destacamos “Palmas sobre la
losa fría” (1989) y “Fuego blanco” (1992).

Jaime Siles Andrés Sánchez Robayna


c) Neosurrealismo: Esta orientación entronca con la poesía de la Generación
del 27 y los surrealistas de posguerra y continúa la línea de algunos
novísimos, como Leopoldo María Panero. La escritora más representativa del
género acaso sea Blanca Andreu (1959), cuya obra “De una niña de
provincias que se vino a vivir en un Chagall” (1980) obtuvo el premio Adonáis.
Otras obras de esta reconocida escritora son “Báculo de Babel” (1986) y
“Elphistone” (1988).
d) Nueva épica: Recupera la naturaleza y el recuerdo de un pasado idílico.
Destaca Julio Llamazares (1955) con sus obras “La lentitud de los bueyes”
(1979) y “Memoria de la nieve” (1982).

e) Poesía clasicista: La obra de poetas como Luis Antonio Villena (1951)


abordan desde una postura vitalista temas diversos como el erotismo, el
hedonismo, la juventud como paraíso perdido o la muerte. La influencia de
autores clásicos grecolatinos se hace patente, así como del modernismo y
de la cultura anglosajona. “Hymnica” (1975) o “El viaje a Bizancio” (1978)
son títulos representativos.
f) Neoerotismo: Corriente representada por la autora gaditana Ana Rossetti
(1950), esta corriente parodia y transgrede los cánones de la poesía
amorosa elaborada desde la perspectiva masculina, pues convierte a la
mujer en sujeto protagonista de su poesía. El tema de la homosexualidad
es frencuente. Destacan las obras “Los devaneos de Erato” (1980), “Indicios
vehementes” (1985) o “Devocionario” (1986), entre otros.

g) Neorromanticismo: Los temas constantes de esta nueva línea romántica


son la noche y la muerte. Está representada por Antonio Colinas (1946) en
obras como “Sepulcro en Tarquinia” (1975), “Noche más allá de la noche”
(1983), “Jardín de Orfeo” (1988) y “Los silencios del fuego” (1992).

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