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 Mona Lisa, de Leonardo da Vinci (1503-1506)

Leonardo da Vinci: Mona Lisa  o Gioconda, 1503-1506, óleo sobre tabla, 77 x 53 cm, Museo del
Louvre, París.

La Mona Lisa es sin duda la obra más famosa de Leonardo da Vinci. Ella es expresión de la
madurez del estilo leonardesco en cuanto a las técnicas del claroscuro y el esfumato, el cual
consiste en difuminar los bordes de las figuras para que se perciba la integración en el espacio.
Asimismo, hace gala de la técnica del paisaje de fondo, que abre el espacio para dar mayor
profundidad. Sin embargo, esta obra, así como toda la obra de Leonardo, no pertenece al
Quattrocento, sino al Alto Renacimiento, a veces llamado también Segundo Renacimiento.

Ver también: La Mona Lisa o Gioconda de Mona Lisa de Leonardo

Frescos del techo de la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel Buonarroti (1508-1512)

Miguel Ángel Buonarroti: Frescos de la Capilla Sixtina, Techo pintado entre 1508-1512. Muro
pintado entre 1537-1541, pintura al fresco, Ciudad del Vaticano.

Hablar de Miguel Ángel Buonarroti, así como de los pintores del Cinquecento italiano, es
adentrarse en el Alto Renacimiento. Por ende, nos aproximamos al manierismo, del que
Buonarroti será uno de sus exponentes. Los frescos de la Capilla Sixtina son su obra pictórica
más celebrada.

Son nueve escenas que narran pasajes del Génesis, y todas conducen al Juicio Final, muro
pintado unas dos décadas después del techo. En este muro, San Bartolomé, mártir
despellejado, cuelga su piel antigua. Pero en ella se advierte el rostro de Miguel Ángel. Como
vemos, el artista también se retrata, pero no como los artistas del Quattrocento que
celebraban sus glorias terrenas, sino como reconocimiento de su indignidad.

Sagrada Trinidad con la Virgen, San Juan y donantes, de Masaccio (1425-1427)

Masaccio: Sagrada Trinidad con la Virgen, San Juan y donantes  (fragmento), 1425-1427,


fresco, 667×317 cm, Basílica de Santa Maria Novella, Firenze

El fresco Sagrada Trinidad, con la Virgen, San Juan y donantes  representa el punto de partida
del Renacimiento, pues se dan cita los grandes cambios plásticos y culturales de la época.
Destaca la perspectiva lineal, el claroscuro y la técnica del trampantojo. La bóveda de cañón,
de inspiración romana, se anticipa a los cambios de la arquitectura renacentista. Junto a los
personajes sagrados, se retratan a los donantes, lo que confiere al tema religioso una mirada
antropocéntrica. Esto revela la estima que tenía aquella generación de sí misma.

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