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Iglesia.
Texto principal: “Todo es lícito, pero no todo conviene; todo es lícito, pero no todo
edifica” (1 Corintios 10:23).
Este es, tal vez, uno de los pecados más grandes que Satanás ha logrado usar para
hacer pecar a las personas, especialmente a partir del siglo XX, debido a todas las esferas
pecaminosas que abarca y lo fácil que resulta caer en él. Obviamente, cada persona es
responsable de sus pecados y decisiones, ya que Dios nos ha diseñado con libre albedrío
o libre elección, sin embargo, el diablo usa nuestra naturaleza pecadora a su favor, por lo
que las Escrituras nos lo presentan también como el tentador, o con palabras del teólogo
John MacArthur, “aquel que pone a prueba y tienta con el fin de provocar una caída
fatal”.
El apóstol Pablo les escribió a los tesalonicenses: “Por esta razón, cuando ya no
pude más, envié a Timoteo para averiguar si la fe de ustedes seguía firme. Tenía miedo
de que el tentador los hubiera vencido y que nuestro trabajo hubiera sido en vano” (1
Tesalonicenses 3:5).
La inmoralidad sexual es el plato del día en todo el mundo, pero sobre todo en los
países occidentales. Basta con encender la televisión o cualquier dispositivo para
encontrarse de forma rápida y gratis con lujuria, sexo y provocación sexual. Pero, ¿qué
incluye exactamente la inmoralidad sexual? Incluye: (1) fornicación, cualquier tipo de
relación sexual que un individuo no casado pueda tener con una persona que no sea su
cónyuge (1 Corintios 6:18-20); (2) adulterio, tener sexo, estando ya casado, con cualquier
persona que no sea tu cónyuge (Éxodo 20:14); (3) pedofilia y pederastia, atracción y
prácticas sexuales ilícitas que se dirigen hacia los niños (Mateo 18:2-10); (4) incesto,
relaciones sexuales con familiares directos, como padre, madre, hermano, hermana,
suegro, suegra, nuera, yerno, etcétera (Levítico 18:1-20; 1 Corintios 5:1-5);
(5) homosexualidad, relaciones sexuales practicadas con una persona del mismo sexo y
cualquier cambio de orientación sexual en general (Levítico 18:22; 1 Corintios 6:9-10);
(6) zoofilia, tener sexo con animales (Levítico 18:23); (7) prostitución, tener sexo con
personas por dinero, placer, fama, explotación y demás (1 Corintios 6:9-10); y (8) lujuria,
la cual en el contexto bíblico tiene que ver con la inmoralidad en nuestro interior y Jesús
equiparó el adulterio con una mirada lujuriosa (Mateo 5:27-28).
La inmoralidad sexual es condenada en las Escrituras por el hecho de tratarse de
algo que va en contra de la santidad, la pureza, el amor y la ley divina. Dios ha creado el
sexo y lo ha diseñado únicamente para que disfruten de él un hombre y una mujer casados.
Conclusión:
Dios jamás ha condenado nada entre las relaciones sexuales de una pareja casada;
ninguna práctica. Jugar, excitar y disfrutar son parte del diseño de Dios para el sexo,
incluso el sexo oral y el sexo anal, con la luz prendida o apagada. Todos los textos bíblicos
que parecen condenar estas prácticas no condenan las prácticas sexuales en sí, sino el
marco pecaminoso de estas, es decir, el practicarlas fuera del matrimonio.
De todas maneras, si tu conciencia no te permite practicar el sexo oral ni el sexo
anal o, quizás, solo uno de los dos, si te sientes incómodo/a o crees que quieres hacerlo
egoístamente, en vez de hacerlo con amor y para el placer mutuo, entonces es preferible
no hacer nada de todo esto.
Lo importante es que todas las parejas casadas puedan disfrutar totalmente del
sexo entre ellos, puesto que es algo maravilloso creado por Dios, y lo único que él nos
dice es que nuestro matrimonio sea honroso, es decir, que no lo contaminemos con la
infidelidad matrimonial, sino que disfrutemos de este con nuestro cónyuge (Hebreos
13:4). Toda actividad sexual dentro del matrimonio es pura, mientras que cualquier
práctica sexual fuera del matrimonio está bajo la condena divina. Y recuerda: si esto hace
tropezar a tu cónyuge o a otra persona, evítalo, y, además, cualquier tipo de práctica
sexual hagas, hazla para la gloria del Señor.