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Cuanto valoramos nuestra pureza

 
 ¿Cuánto valoramos nuestra pureza?
Por Ing. Juan Fernando Campos

Me impresiona la determinación del


armiño. Se trata de un animalito
parecido a la comadreja. En el verano
tiene pelaje color café, pero en el
invierno su pelaje se vuelve blanco como la nieve.
 
 
 
 
 
Me impresiona la determinación del armiño. Se trata de un animalito
parecido a la comadreja. En el verano tiene pelaje color café, pero en
el invierno su pelaje se vuelve blanco como la nieve.
 
Todo pinta a que tiene un profundo respeto y celo por ese color
blanco que adquiere. Hará lo que sea con tal de mantenerlo limpio. Se
cuenta que cuando los cazadores encuentran una cueva en donde
habita este animalito, tienen una estrategia para poderlo atrapar. Le
pasan unos brochazos de alquitrán pegajoso a la entrada de la cueva,
luego usan los perros para hallarle la pista y lo persiguen en dirección
de la cueva. Cuando el armiño ve su cueva llena de alquitrán se
rehúsa entrar, pues no desea que su pelaje se ensucie. Entonces se
voltea y enfrenta a los perros y con ello la propia muerte. Ha valorado
más la pureza que su propia vida.
 
¿Qué hay de la forma en que valoramos nuestra pureza?
Estamos dispuestos a dar nuestra vida a cambio de ella. En el caso del
armiño, él murió físicamente, en nuestro caso se nos pide morir
diariamente a nuestras pasiones con el fin de glorificar el nombre de
Jesucristo en nuestras vidas. No es abandonar nuestra vida terrena
sujeta a las tentaciones lo que Dios nos exige, sino darle el espacio al
Espíritu de Dios para que actúe libremente a través de nosotros.
Valorar nuestra pureza implica tomar decisiones drásticas que puedan
provocar muerte a todo aquello que es contrario a la voluntad de Dios.
Significa hacer a un lado todo aquello que cada uno sabemos en
nuestro interior se ha vuelto en un factor que ensucia la puerta de
nuestra entrada a la presencia del Padre.
 
Dejar morir nuestra carne es darle vida a la pureza interior que Dios
desea exaltar por encima de cualquier cosa en nuestras vidas. Darle la
espalda a la suciedad que nos impide entrar en la presencia de Dios
cuenta con la garantía divina de vivir plenamente. Sólo en Cristo
podremos encontrar la plenitud de nuestro potencial como hombres,
sólo en Él podremos encontrar el deleite de lo que significa
verdaderamente vivir...  aunque paradójicamente, tengamos que
morir.

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