Miguel Ángel Bounarroti fue un escultor, pintor y arquitecto italiano de los siglos
XV y XVI (nació el 6 de marzo de 1475 y murió el 18 de febrero de 1564) conocido principalmente por la escultura del «David» y la obra pictórica que recubre la bóveda de la Capilla Sixtina. Nació en Caprese, municipio italiano de la provincia de Arezzo, denominado actualmente Caprese Michelangelo en su honor. Comenzó su formación como pintor a los 12 años en el taller de la familia Ghirlandaio y un año más tarde se adentraría en el mundo de la escultura a través de Bertoldo di Giovanni, el cuál le introduciría en el influyente círculo de los Médici. Desde entonces desarrolló una fructífera vida artística entre Florencia y Roma, de cuyo amplio legado destacan dos grandes obras: El David y la bóveda de la Capilla Sixtina. Sus últimos años los dedicó a la arquitectura hasta que falleciera en Roma a los 88 años de edad. El David El David es una escultura de mármol blanco de 5,17 m.1 de altura realizada por Miguel Ángel Buonarroti entre 1501 y 1504 por encargo de la Opera del Duomo de la Catedral de Santa María del Fiore de Florencia. La escultura representa al Rey David bíblico en el momento previo a enfrentarse con Goliat, y fue acogida como un símbolo de la República de Florencia frente a la hegemonía de sus derrocados dirigentes, los Médici, y la amenaza de los estados adyacentes, especialmente los Estados Pontificios. El David es una de las obras maestras del Renacimiento según la mayoría de los historiadores, y una de las esculturas más famosas del mundo. Actualmente se encuentra expuesta en la Galería de la Academia de Florencia, aunque hasta 1910 estuvo ubicada en la Plaza de la Señoría de la capital toscana; desde entonces en su lugar se erige una copia de la obra a tamaño real realizada también en mármol Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano Miguel Ángel realizó los frescos de la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512. La restauración que se realizó en la década de 1990 mostró el increíble dominio técnico del pintor, que además no contó con ayudantes para la realización de las pinturas, tan solo unos obreros que prepararon la techumbre. El tamaño gigantesco de las figuras y la dificultad de aplicar la pintura en los techos curvos convierten este fresco en una creación excepcional. El propio artista comentó en sus escritos el dolor que le provocaba trabajar desde los andamios. Los frescos de la Capilla Sixtina La complejidad iconográfica de la obra es extraordinaria. La parte central la componen una selección de escenas del Antiguo Testamento: La creación del mundo, La creación de Adán y Eva, El pecado original, El sacrificio de Noé, El Diluvio y, por último, La ebriedad de Noé, que representa la expresión más vil del ser humano contaminado por el pecado. En ambos lados, conectando con los frescos de los muros laterales, aparecen representaciones de las Sibilas y los Profetas, que flanquean la bóveda como precursores de la llegada del Mesías. Los ángulos, ocupados por las pechinas, contienen escenas de los milagros de la salvación de Israel que prefiguran la venida de Cristo.