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INSTITUTO MISIONES CONSOLATA

BIENIO SOBRE LA PERSONA


29 de enero de 2021 - 29 de enero de 2023

Ficha 20 - Agosto de 2022


Dimensión Espiritual

LA ORACIÓN EN NUESTRAS VIDAS


"Sed hombres de oración"
"A menudo se afirma que para ser misionero se requiere, en primer
lugar, una gran actividad... Yo también lo reconozco... Pero esta
actividad debe comenzar desde el Señor; por lo tanto, en primer
lugar, es necesaria la virtud de la oración... Esta es la primera
lección que (Jesús) nos ha dado para tener éxito en el apostolado:
debemos tener mucho espíritu de oración; no basta correr por aquí
y por allá queriendo hacer muchas obras: es necesario estar unidos al
Señor; entonces sí que logramos hacer muchas cosas!... El primer
recuerdo, por lo tanto, es éste: ¡Sed hombres de oración! ¡No tengáis
nunca miedo de orar demasiado! ... De lo contrario, si no sois
hombres de oración, seréis instrumentos ineptos de la gracia de Dios”.1
"La oración es 'nuestro primer deber'; de hecho, la evangelización
brota de la experiencia de Dios, conocido y familiar, en orden a reunir
a los hombres, para que alaben a Dios en la Iglesia y participen de la
mesa del Señor (Constituciones, n. 56).
"La oración es un impulso, es una invocación que va más allá de
nosotros mismos: algo que nace en lo más profundo de nuestra persona
y se proyecta, porque siente la nostalgia de un encuentro. Esa nostalgia,
que es más que una necesidad, es un camino. La oración es la voz de
un "yo" que se tambalea, que anda a tientas, en busca de un "Tú".2

STATUS QUAESTIONIS
"Como toma de conciencia, es importante que nos preguntemos si, en
nuestra tarjeta de identidad como misioneros, la oración está en primer
lugar. El resto viene como consecuencia. En el caso de que hubiera
todo lo demás y faltara la oración, nos encontraríamos fuera del plan

1
En Parole di Padre. Il Fondatore ai missionari e missionarie in partenza per la
missione, Ed. IMC, 2014. Discurso del día 12 de Diciembre de 1920, pág. 64.
2
Papa Francisco, La oración del cristiano, Audiencia, 13 de mayo de 2020.

2
de Dios y estaríamos en contradicción con nuestra vocación como
ministros del misterio de la salvación".3
Por lo tanto, cuestionar la oración significa también poner en tela de juicio
la propia fe, examinar la propia vocación, evaluar cómo se está viviendo
el ministerio y, más radicalmente, hacer un balance de la propia vida. La
pregunta: "¿En qué se ha convertido mi oración?" también resuena como:
"¿En qué se ha convertido mi vida?" y "¿Qué he hecho con mi
ministerio?". Es oportuno hacernos estas preguntas porque, sin darnos
cuenta, algo de nuestra vida puede haberse escapado de nuestras manos,
porque no hemos sabido velar o simplemente porque la vida muchas veces
evade nuestra preparación y desplaza nuestros propósitos.
Ahora bien, puede suceder que, casi sin darnos cuenta,
abandonemos la oración, la perdamos. Incluso si continuamos
celebrando la Misa, haciendo liturgias y oraciones públicas;
simplemente, ya no oramos, ni en comunidad ni personalmente.
Es una observación que regresa periódicamente, tal vez con diferentes
formulaciones, en los diversos documentos del Instituto:
"El compromiso con las actividades misioneras a veces nos hace olvidar
la exhortación del Fundador, por quien el misionero es un hombre de
mucha oración y hace mucho más y en poco tiempo, después de haber
orado. Los espacios para el silencio, la meditación, la oración personal y
comunitaria son escasos. Pocos encuentros de oración en comunidad se
consideran suficientes; el resto entra dentro de los deberes asociados a
los compromisos personales. La falta de una dimensión espiritual fuerte
hace que nuestro servicio a la misión sea menos creíble. Entonces
aparece nuestro límite: la superficialidad y la falta de profundidad en las
diversas expresiones de nuestra vida. Es imprescindible volver a vivir "el
absoluto de Dios", una espiritualidad fuerte, una experiencia profunda de
Dios, que anime y mueva nuestro ir ad gentes.4

3
Superiori Generali degli Istituti Missionari di fondazione italiana, La preghiera del
missionario, Pasqua 1972, en Consacrazione e Missione, ed. IMC, p. 235 (cursiva
en el original).
4
Xº Capítulo General, en la sección "La vida consagrada", 1999.

3
Muchas veces creemos que sea suficiente predicar, celebrar y hablar de
Dios a los demás para sentirnos exentos de dedicarle un tiempo específico
a la oración y de considerarla una prioridad para nuestras vidas.
Para apaciguar algún remordimiento de la conciencia y del corazón
que nos reprochan no orar adecuadamente, somos capaces de encontrar
justificaciones; sobre todo, decimos que: nos falta tiempo, que el
tiempo huye rápidamente, que el tiempo se llena con nuestros servicios
y con las preguntas de las personas a las que hemos sido enviados.
El testimonio del Papa Francisco es emblemático:
"A mí me gustaba, en la otra diócesis, preguntarles a los sacerdotes:
'A ver, dime, - me hablaban de sus trabajos - dime, ¿cómo te vas a
dormir?'. Y no entendían. "Sí, sí, por la noche ¿cómo te vas a dormir?"
- "Llego cansado, como algo y me voy a la cama y, delante de la cama,
la televisión..." - "¡Ah, bravo! ¿Y no visitas al Señor, ¿al menos para
darle las buenas noches?". Ese es el problema. La falta de cercanía al
Señor. Era normal el cansancio del trabajo e ir a descansar y ver la
televisión -cosas lícitas-, pero sin el Señor, sin esta cercanía. Había
rezado el rosario, había rezado el breviario, pero sin intimidad con el
Señor. No sentía la necesidad de decirle al Señor: "¡Hola, hasta
mañana, muchas gracias!". Son pequeños gestos que revelan la
actitud de un alma sacerdotal". 5
Esta ficha sobre la oración fue concebida como una oportunidad para
evaluar el "estatus" y la calidad de nuestra oración, porque: "Si la
oración ha de entrar tan radicalmente en nuestra existencia como
misioneros, hasta el punto de marcar todos los desarrollos positivos
posibles, es indispensable que con absoluta lealtad sometamos nuestra
oración individual y comunitaria a una evaluación constante".6

5
Papa Francisco, A los participantes en el simposio "Por una teología fundamental
del sacerdocio", 17 de febrero de 2022.
6
Superiori Generali, op. cit., pág 235.

4
ILUMINACIÓN
La Oración: ¡un espíritu por adquirir!
Es cierto que en la oración podemos experimentar dulzura, descanso,
quietud y alegría; pero es igualmente cierto que la oración es y sigue
siendo ascetismo, esfuerzo, opus, trabajo.
Nuestras Constituciones nos invitan a “adquirir el espíritu de oración
continua (cf. Lc 18,1), para que toda actividad nuestra esté inspirada
por Dios, tenga en él su principio, se realice en su presencia y sólo por
él. La búsqueda de Dios en la oración y la ayuda de los hermanos en el
apostolado se sostienen mutuamente y nos hacen crecer en santidad (n.
57).
Con demasiada frecuencia, por ejemplo, en la vida se practica la
oración sólo como un deber, olvidando que la amistad y el amor con el
Señor no pueden imponerse como una regla externa, sino que son una
opción fundamental de nuestro corazón. Esta opción de seguir al Señor en
la vida misionera, hecha en el pasado, debe rehacerse y renovarse en las
nuevas y diferentes situaciones de la vida en las que nos encontramos,
porque seguramente las motivaciones que antaño nos llevaron a esa
opción, pueden ser insuficientes e incapaces de sostener, hoy, en las
nuevas situaciones existenciales, la carga de nuestro servicio misional.
La oración ayuda a renovar el discernimiento realizado en el
pasado, lo hace actual y dinámico, encarnado en la vida cotidiana.
Por eso, darle continuidad a la vocación implica darle continuidad a la
oración: seguir al Señor, tomando sobre sí la propia cruz "cada día"
(Lc 9.23), significa también hacer que la oración se convierta en algo
cotidiano, en un acontecimiento de cada día.

La oración como intimidad con el Señor


La oración nos ayuda a cultivar la intimidad con Dios, y de esta
relación podemos sacar todas las fuerzas necesarias para nuestro
ministerio. La relación con Dios es, por así decirlo, el injerto que nos
mantiene dentro de un vínculo de fecundidad. Sin una relación

5
significativa con el Señor, nuestro ministerio está destinado a
volverse estéril.
El Papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate7
sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo habla de la
oración por lo menos treinta veces y en el número 147 escribe:
"Aunque parezca obvio, recordemos que la santidad está hecha de una
apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y
la adoración. El santo es una persona con espíritu orante, que
necesita comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta ahogarse
en la inmanencia cerrada de este mundo, y en medio de sus esfuerzos
y entregas suspira por Dios, sale de sí mismo en la alabanza y amplía
sus límites en la contemplación del Señor. No creo en la santidad sin
oración, aunque no se trate necesariamente de largos momentos o de
sentimientos intensos".
En otro pasaje del mismo documento nos invita a unir oración y vida
(n. 26):
"No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, desear
el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar
el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como parte de la
propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de
santificación. Estamos llamados a vivir la contemplación también en
medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y
generoso de la propia misión".
La cercanía a Jesús, la intimidad con Él en la oración, la escucha de su
Palabra, nos permiten comparar nuestra vida con la suya y aprender a
no escandalizarnos por nada de lo que nos pueda suceder, a
defendernos de nuestras fragilidades y debilidades.
Nos es neccesario aprender a dejar que el Señor siga haciendo su obra
en cada uno de nosotros podando todo lo que es infructuoso, estéril y

7
Papa Francisco, Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate sobre la llamada a la
santidad en el mundo contemporáneo del 19 de marzo de 2018.

6
distorsiona el llamado. Así que perseverar en la oración significa no sólo
permanecer fieles a una práctica: significa no huir cuando la oración nos
lleva al desierto de la desolación. El camino del desierto es el camino que
nos conduce a la intimidad con Dios, siempre y cuando no huyamos, no
encontremos formas de escapar de este encuentro.
"Cuanto más trabajo tengáis, más debéis rezar... Ante todo, tenemos que
hacernos santos, primero rezar, después hacer el bien a los demás.
¡Amemos la oración! ¡Sí, rezar, rezar bien! No creer que el tiempo
dedicado a la oración es tiempo perdido. Alguien dice: "¡En estos tiempos
se necesita acción, acción!". Sí, sí, trabajar; pero hay más necesidad de
oración que de cualquier otra cosa. Necesitamos del espíritu de Dios. Lo
mismo en las misiones: no creáis que se va sólo a trabajar. Cuanto más
trabajo tengáis, más debéis rezar. Algunos, con la excusa de hacer el bien
a los demás, no rezan más, ni para sí ni para los demás; de esta manera
se vuelven inútiles para sí y para los demás. ¡Os digo todo esto, porque
quiero que os convirtáis en hombres de oración, desde la mañana hasta
la noche! (Los quiero así, 176).

Oración en vigilancia y humildad


La oración coexiste a menudo con las distraccions. De hecho, la mente
humana lucha por detenerse durante algún tiempo en un solo
pensamiento. Las distracciones no tienen culpa, pero hay que
combatirlas. En el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que se
olvida a menudo, pero que está muy presente en el Evangelio. Se llama
"vigilancia". Y Jesús lo repite seguido: "Velad. Orad". Jesús a
menudo llama a sus discípulos al deber de una vida sobria, guiados por
la certeza de que Él, tarde o temprano, regresará, como un novio de la
boda o un maestro de un viaje. Pero al no conocer el día y la hora de
su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no deben
desperdiciarse en las distracciones (cfr. Mateo 26.41; 25.1-13).
"Habrá quien se lamente de que, cuando entra en el coro para
salmodiar, o cuando celebra la Misa, su mente se puebla de mil
distracciones. Pero, antes de acceder al coro o de iniciar la Misa,
¿cómo se ha portado en la sacristía? Cómo se ha preparado? ¿Qué

7
medios ha predispuesto y usado para mantener el recogimiento?
¿Deseas que te enseñe a aumentar tu participación interior en la
celebración del coro, a complacer aún más a Dios con tu alabanza y
a progresar en el camino de la santodad? Escucha lo que te digo. Si
una chispa del amor divino ya prendió en ti, no la apagues de
improviso, no la expongas al viento. Mantén cerrado el hogar de su
corazón para que no se enfríe y no pierda calor. Es decir, huye de las
distracciones siempre que puedas. Mantente recogido con Dios, evita
las charlas inútiles”.8
Entonces, ¿qué podemos hacer con este sin fin de distracciones?
Debemos aprender a caminar siempre con perseverancia y mucha
humildad.
Pensemos brevemente en la parábola del fariseo y del publicano que
van al templo a orar. El primero se dirige a Dios jactándose de sus
méritos; el otro se siente indigno incluso de entrar en el santuario. Dios,
sin embargo, no escucha la oración del primero, es decir, de los
orgullosos, mientras responde a la de los humildes (cfr. Lc 18.9-14).
No hay verdadera oración sin espíritu de humildad. Es
precisamente la humildad la que nos lleva a pedir en la oración.
“La oración va a la par que la fe. Y la fe, en muchos días de nuestra
vida, puede parecer una ilusión, un cansancio estéril; pero practicar la
oración significa también aceptar este cansancio".9

Oración en tiempos de crisis


Los momentos de crisis a menudo se manifiestan, desde el punto de vista
espiritual, como disgusto por la oración. El hombre ve el fracaso

8
San Carlos Borromeo, Discurso pronunciado en el último Sínodo de Milán en 1599,
cfr. Lturgia de las Horas, Oficio de Lecturas, 4 de noviembre.
9
Papa Francisco, Oración perseverante, Audiencia del 11 de noviembre de 2020. El
Papa Francisco ha dedicado 38 catequesis a la "Oración" en las audiencias
generales del 6 de mayo de 2020 al 16 de junio de 2021.
https://www.vaticannews.va/it/papa/news/2021-06/papa-ciclo-catechesi-udienza-
generale-preghiera.html

8
sustancial de sus esfuerzos espirituales, de sus propósitos de mejora, se da
cuenta de que tiene todavía que lidiar con problemas que lo acosan de
muchos años atrás, que los cambios que han ocurrido son más superficiales
que de sustancia. Entonces se abre paso el sentido de la inutilidad de la
oración y de la fe. Uno puede reaccionar a esta crisis alienándose en el
hiperactivismo, en el formalismo de ritos y rúbricas, de normas y leyes. O
uno se vuelve inestable: siempre sueña con estar en otro lugar porque, en
realidad, no se atreve a entrar en sí mismo, a morar en sí mismo, a ahondar
en una vida interior, en la oración como un conocimiento real de sí mismo
y de Dios. Se rechaza la invitación que la oración le hace al creyente:
a entrar en la interioridad, en la vida interior, en el propio corazón.
Es importante orar siempre, especialmente en tiempos de crisis,
perseverar en la aridez y la monotonía de las oraciones, encontrar
momentos de soledad y silencio cuando todo parece inútil, porque la
crisis es un momento de gracia, es la acción de Dios que cava en lo
más profundo del corazón humano para purificarlo y volverlo firme.
"En el desierto de la vida" el Señor volverá a hablar a nuestro corazón
(cfr. Oseas 2.16) y en la oración lograremos descubrir lo auténtico y lo
concreto de las motivaciones que nos guiaron en la opción de vida:
nuestra perseverancia en la escucha de la palabra de Dios que se
convierte en luz para nuestro camino.
Por esta razón, especialmente en tiempos de crisis, la perseverancia en
la oración es fundamental porque va de la mano con la difícil y
agotadora perseverancia en la opción realizada. Y el abandono de la
oración precede al abandono de la vida religiosa y del ministerio.
Es precisamente en la oración que uno debe saber cómo renovar las
motivaciones de su opción y afianzar su perseverancia en el hecho de
que uno le ha dicho sí a Alguien y no a algo o a alguna actividad. Le
hemos dicho un sí incondicional al Señor que nos hace decir, como
Pablo, "sé en quién he puesto mi confianza" (2 Tim 1.12).
Nunca debemos olvidar que, en los momentos difíciles, el Señor no
nos abandona y nos dice, como le dijo a Pedro: cuando hayas "pasado
por el crisol", no olvides que yo mismo "he orado por ti, para que tu fe

9
no falle" (Lc 22, 32). "El Señor es el primero en orar y en luchar
por ti y por mí. Jesús conoce más que nadie nuestros esfuerzos y
logros, así como las fallas y los fracasos. Él es el primero en
decirnos: "Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados,
y yo os aliviaré" (Mt 11,28-29).10

Oración en la fragilidad y la vejez


"En verdad, en verdad, te digo, cuando eras más joven, tú mismo te
ceñías e ibas adonde querías; cuando seas viejo extenderás las manos,
otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras". Esto le decía indicando
con qué muerte había de glorificar a Dios. Después de hablar así,
añadió: Sígueme" (Jn 21.18-19).
La invitación de Jesús a Pedro, que encontramos en el Evangelio
de Juan: “Tú sígueme”, está clara: tu seguimiento debe aprender a
dejarse instruir y moldear por tu fragilidad, por tu impotencia, por tu
dependencia de los demás, incluso para poderte vestir y caminar.
El discípulo misionero siempre sigue adelante, con buena salud y con
mala salud, con capacidad y con discapacidad física: hay que seguir a
Jesús siempre; a pie, con prisa o pausadamente, en silla de ruedas o
como sea; hay que seguirle siempre. Nuestros misioneros ancianos y
enfermos saben muy bien lo que esto significa.
En este sentido, la oración sostiene, anima y renueva en el corazón de
los ancianos la promesa de la fidelidad y de la bendición de Dios. El
anciano redescubre la oración y da testimonio de su fuerza. Jesús, en los
Evangelios, nunca rechaza la oración de aquellos que necesitan su ayuda.
Existe, entonces, un "magisterio de la fragilidad”, que la vejez es capaz
de recordárnoslo de manera creíble durante todo el tiempo de la vida
humana. ¡No ocultes las fragilidades de tu vejez¡ Los ancianos, debido a
su debilidad, pueden enseñarles a los que viven otras etapas de la vida que
todos necesitamos abandonarnos al Señor, invocar su ayuda.

10
Papa Francisco, Carta a los sacerdotes con motivo del 160 aniversario de la
muerte del Santo Cura de Ars, 4 de agosto de 2019.

10
Este nuevo tiempo es también un tiempo de prueba, por supuesto.
Empezando por la tentación - muy humana, sin duda, pero también
muy peligrosa - de querer mantener nuestro protagonismo. Y a
veces el protagonista tiene que disminuir, rebajarse, aceptar que la
vejez le rebaja como protagonista.
"Los misioneros ancianos son testigos entre nosotros de una
misión arriesgada, de frontera y de primera evangelización, o
desarrollada en otros contextos, y siempre con una entrega total al
anuncio del Evangelio y a la continuidad de la misión. A veces, llevan
de ella los estigmas visibles y esperan su cumplimiento en el silencio,
en la oración y en el sufrimiento. .... Su presencia es preciosa y es
considerada así por todos, especialmente por los misioneros que siguen
activos en la misión. Necesitan sentirse sostenidos por su intercesión,
fortalecida por la oferta y por el interés por su trabajo y sus dificultades
(cfr. Xº Capítulo General, 5,2.1; 7).

ORIENTACIONES
La Oración en primer lugar
El equilibrio entre la intimidad con el Señor y la misión entre los
hombres es delicado y hay que cuidarlo sin cesar, porque es un
equilibrio inestable que debe restablecerse a diario. Los Hechos de los
Apóstoles nos testifican que también los apóstoles se dieron cuenta
pronto de una patología que amenazaba seriamente su ministerio:
"Los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: 'No es justo
que nosotros descuidemos la Palabra de Dios para servir a las mesas.
Por lo tanto, hermanos, designad siete hombres de los vuestros, de
buena reputación, llenos de Espíritu y de prudencia, y los
encargaremos de esa tarea. Nosotros nos dedicaremos a la oración y
al ministerio de la Palabra" (Hechos 6.2-4).
Esta es la prioridad que los Apóstoles deben absolutamente
reconocer para ser fieles a su vocación: dedicarse ante todo a la

11
oración y al ministerio de la Palabra. Sólo así el misionero es fiel a la
intimidad con el Señor, al "estar con él", porque, antes de ser enviado,
es necesario sentirse llamado; es necesario escuchar la voz que llama
y envía; es necesario conocer el objeto del envío; es necesario vivir un
diálogo profundo y comprometido, para que el enviado sea de verdad
capaz de hablar y actuar en nombre de quien lo envía. Sólo si existe
este fundamento de la intimidad con el Señor, de la comunión con Él,
es posible estar entre los demás como signo y voz de la presencia del
Señor. En este sentido es importante entender que:
"Desde el punto de vista de la evangelización, ... sin momentos
prolongados de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de
diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de
sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor
se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente del pulmón de la
oración. ... Al mismo tiempo, se debe rechazar la tentación de una
espiritualidad íntima e individualista, que poco tiene que ver con las
exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación" (EG, 262).
Lo esencial es la intimidad con Jesús, porque "el sacerdote debe ser un
hombre que conoce a Jesús en lo más profundo, que le ha conocido y ha
aprendido a amarle. Por lo tanto, debe ser sobre todo un hombre de
oración, un hombre verdaderamente "religioso". Sin un fundamento
espiritual fuerte, no puede permanecer mucho tiempo en su ministerio".11
Cada vez que nos desconectamos de Jesús o descuidamos nuestra relación
con Él, poco a poco nuestro compromiso se seca y nuestras lámparas se
quedan sin el aceite que ilumina la vida (cfr. Mt 25.1-13): "permaneced en
mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo,
si no permanece en la vid, tampoco vosotros podéis hacerlo si no
permanecéis en mí ... porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 4-5).
"En este sentido, quisiera animaros a no descuidar el acompañamiento
espiritual, teniendo a algún hermano con quien hablar, confrontar,
discutir y discernir en plena confianza y transparencia el propio camino;

11
J. Ratzinger, La chiesa: una comunitá sempre in cammino, Pauline, 1991, p. 91-92.

12
un hermano sapiente con quien hacer la experiencia de saberse discípulos.
Buscadlo, encontradlo y disfrutad de la alegría de dejaros cuidar,
acompañar y aconsejar. Es una ayuda insustituible para poder vivir el
ministerio haciendo la voluntad del Padre (cfr. Hb 10,9) y dejar al corazón
latir con "los mismos sentimientos de Cristo" (Flp 2.5). Qué bien nos
hacen las palabras de Qoèlet: "Mejor dos juntos que uno solo ... si uno
cae, lo levanta su compañero. ¡Pobre del que está solo, si cae, no tiene
quien lo levante!" (4.9-10).12

La Oración como cercanía a Dios y al pueblo


Algunos, por prejuicios espiritualistas, creen que la oración debería ser una
pura contemplación de Dios, sin distracciones, como si los nombres y los
rostros de los hermanos fueran una perturbación a evitar. Por el contrario,
en la cercanía a Dios fortalecemos la cercanía a nuestro pueblo; y
viceversa, en la cercanía al pueblo también vivimos la cercanía al Señor.
De esta manera, la oración del misionero está habitada por el Espíritu
"que clama: ¡Abbá, Padre!" (Ga 4.6), y por el pueblo que le fue
confiado. Nuestra misión e identidad reciben luz de este doble vínculo.
La oración del misionero se nutre y se encarna en el corazón de los pueblos
con los que comparte su vida, llevando los signos de las heridas y alegrías
de su pueblo, a quien presenta cada día ante el Señor en el silencio.
Un misionero debe tener un corazón "ensanchado” para darle cabida
al dolor y a toda la pobreza del pueblo que le ha sido confiado y, al
mismo tiempo, ser como centinela, para anunciar el amanecer de la
gracia de Dios que se manifiesta sobre todo en ese dolor.
En nuestra oración nos es necesario no descuidar estos dos lazos tan
constitutivos de nuestra identidad, porque "existe el riesgo de que algunos
momentos de oración se conviertan en una excusa para no entregar la
vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar
a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad" (EG, 262).

12
Papa Francisco, Cartas a los sacerdotes..., 4 de agosto de 2019.

13
"La oración no es un encerrarse con el Señor para maquillarse el
alma: no, esto no es oración, es oración fingida. La oración es un
encuentro con Dios y un dejarse enviar para servir a los hermanos. La
prueba de la oración es el amor concreto por el prójimo. Y viceversa:
los creyentes actúan en el mundo después de estar primero en silencio
y haber orado; de lo contrario, su acción es impulsiva, carece de
discernimiento, es una carrera frenética sin meta. Los creyentes que se
comportan así, cometen muchas injusticias, porque no han ido antes
donde el Señor a orar, a discernir lo qué deben hacer".13

La Oración de intercesión
En la intercesión, el misionero lleva ante Dios a los cristianos de la
comunidad, a las personas en dificultades y las necesidades de los pueblos
y de la humanidad, como parte integrante de su servicio misionero.
De verdad, la oración por los demás es, pues, un ejercicio de
responsabilidad y caridad pastoral; es una lucha contra nuestra
indiferencia ante la realidad del otro, una tentación que, con los años
que avanzan, se hace más concreta y fuerte.
"La súplica de intercesión tiene un valor particular, porque es un acto
de confianza en Dios y al mismo tiempo una expresión de amor al
prójimo. ... La realidad es que la oración será más agradable a Dios y
más santificadora si en ella, por la intercesión, intentamos vivir el
doble mandamiento que nos dejó Jesús. La intercesión expresa el
compromiso fraterno con los demás cuando en ella somos capaces de
incorporar la vida de los demás, sus angustias más perturbadoras y sus
mejores sueños".14
Cuando nos resulta difícil orar los unos por los otros, y nos limitamos
a los aniversarios o a la memoria de los misioneros fallecidos, significa
que todavía tenemos un largo camino por recorrer para construir y vivir
el espíritu de familia.

13
Papa Francisco, Audiencia, 7 de octubre de 2020.
14
Papa Francisco, Gaudete et exsultate, n. 154.

14
Es necesario redescubrir la oración de intercesión como instrumento
fundamental para "darle alma" al espíritu de familia, basándola en la
encomienda de los hermanos a la misericordia del Señor. Este es un
gesto de profundo amor fraterno porque la intercesión nos lleva no sólo
a recordarle a Dios las necesidades de los demás (Él, de hecho, "sabe
lo que necesitamos", Mt 6.32), sino que nos lleva también a abrirnos a
las necesidades del otro recordándolo ante Dios.
Es, por lo tanto, también una asunción de responsabilidad radical
hacia los hermanos de la comunidad, porque en la intercesión le
pedimos a Dios el bien de los hermanos y que purifique las relaciones
para que el Evangelio sane todas las situaciones de conflicto,
incomprensión, tensión, antipatía, desconfianza u hostilidad.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL


Y EL COMPARTIR EN COMUNIDAD
Os proponemos la lectura y meditación de las Constituciones
"Perseverar en la oración", nn. 56-68.
También os invitamos a hacer propuestas para darles contenido a las
indicaciones del XI Capítulo General (2005) en el n. 2, para "una vida
de intensa espiritualidad y oración" que se realice:
1. En un camino espiritual y en una oración personal, que se
conviertan en el alma de nuestra vida comunitaria y de nuestra
misión, con especial atención a los pobres.
2. En la escucha humilde y atenta de Dios a través de su Palabra,
que personal y comunitariamente nos comprometemos a meditar,
profundizar y testimoniar a diario en nuestra vida.
3. En darles valor y espacio a los tiempos del espíritu, a los ritmos
de la oración y reflexión personal, a los momentos de oración
comunitaria (cada día, retiros mensuales, ejercicios espirituales
anuales, etc.), a las expresiones de piedad popular y de
espiritualidad inculturada.

15
4. En fidelidad a la Eucaristía diaria, a la liturgia de las horas como
acción de gracia e intercesión en favor de todos, y al sacramento
de la reconciliación.
5. En la opción de orar y celebrar con las personas de las comunidades
que nos han sido confiadas, a unir la oración y el trabajo apostólico,
siguiendo el ejemplo de Pablo (cfr. Rom 12.1-2).
6. En la dirección espiritual, un instrumento válido de crecimiento:
el misionero lo practica de la manera más adecuada a sus
situaciones concretas (cfr. Const. 68)".

ORACIÓN
ACTO DE ABANDONO
Padre mío, me abandono a ti,
haz de mí lo que quieras.
Hagas lo que hagas conmigo, te lo agradezco.
Estoy listo para cualquier cosa, lo acepto todo.
Que tu voluntad se cumpla en mí, en todas tus criaturas.
No quiero nada más, Dios mío.
Encomiendo mi alma a tus manos
te la doy a ti, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón, porque te amo,
y es una necesidad de mi amor
darme para ponerme en tus manos
sin reservas y con infinita confianza
porque Tú eres mi Padre.
(San Carlos de Foucauld)

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