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Parroquia Nuestra Señora del Valle

Grupo Misionero Madre Teresa de Calcuta


Misión Tupelí 2011
FICHAS DE FORMACIÓN
FICHA Nº1:
LAS VIRTUDES TEOLOGALES:

El amor que todo cristiano debe sentir por Dios se asocia, bajo un mismo signo común, con la fe y la esperanza. Se trata
de tres actitudes o movimientos profundos del alma denominados virtudes teologales, porque a través de ellas se verifica
la relación directa y expresa del creyente con Dios. El propio Dios las origina en nosotros otorgándonoslas como
disposiciones sobrenaturales en el santo bautismo.

Las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad se hallan íntimamente compenetradas, hasta el punto que no es posible
deslindarlas con precisión rigurosa: el cristiano que cree, forzosamente espera y ama lo que cree. Y si espera, cree y ama
lo que espera. Y si ama, cree y espera lo que ama. Parece un trabalenguas pero es así como sucede realmente.

Pero a pesar de ello cada una de ellas acentúa un aspecto específico de la relación con Dios que a lo largo de estos días de
misión vamos a ir conociendo y tratando de experimentar con mayor fuerza.

LA VIRTUD DE LA FE:

Al leer los evangelios vemos una y otra vez en forma directa o implícita que parece haber un solo requisito entre Jesús y
los hombres para obrar los milagros que buscan: ese requisito es la fe. Lo vemos en forma muy clara en las palabras del
capitán romano que tantas veces hemos oído: “Señor no soy digno de que entres en mi casa. Di una palabra solamente y
mi sirviente sanará.” Mt 8, 8 a lo que Jesús maravillado respondió a los que lo seguían: “En verdad no he hallado fe tan
grande…” Mt 8, 10. Más adelante en el mismo relato el evangelio proporciona la respuesta de Jesús al capitán: “Puedes
irte, y que suceda como creíste”. Y en aquella hora el muchacho (el sirviente) quedó sano. Mt 8, 13

Otras veces no es la profesión de la fe públicamente sino los actos que la fe madura llevan hacer a los creyentes lo que
impresiona a Jesús, por ejemplo levantar el techo de una casa para buscar la sanación de un paralitico (Mc 2, 1-5) o
meterse entre medio de una multitud con la convicción de que solamente con tocar un fleco del manto del Señor se va a
sanar (Mt 9, 20-22).

¿Pero qué es la fe? La fe es la virtud por la cual aceptamos a Dios ante todo con la mente, asintiendo a cuanto Él nos ha
revelado sobre sí mismo o con miras a nuestra salvación, y que se halla contenido en la Sagrada Biblia o en la Tradición
Viva de la Iglesia.

En este sentido la fe es conocimiento e iluminación mental obrada por la gracia de Dios. La fe es creer en Dios.

Con todo, la fe no se estaciona en un plano puramente conceptual y especulativo, lleva por su propia dinámica a una
entrega total e incondicionada de la persona y de la vida a Dios.

En ambos aspectos – conocimiento iluminativo y adhesión vital- la fe encuentra su último fundamento en la palabra
inefable y en el poder y amor infinitos de Dios. En ella está la raíz de toda gracia y salvación.

EL PODER DE LA FE:

El poder de la fe es tan grande y lleva a las personas creyentes a realizar actos que muchas veces nos cuesta creer, pero su
garantía es la palabra de Cristo. El evangelio según San Mateo nos cuenta que Jesús dijo a sus discípulos, al verlos
asombrados por cómo se secó la higuera que no tenía frutos, la siguiente afirmación:

“En verdad les digo: si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera,
sino que dirán a ese cerro ¡Quítate de ahí y échate al mar!, y así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de
fe lo conseguirán” Mt 21, 21-22
FICHA Nº2:
LA FE Y LA ORACIÓN:

La fe y la oración están mucho más relacionadas entre sí de lo que a veces pensamos la mayoría de los cristianos. Tener fe
y no llevar una vida de oración es como tratar de creer en alguien con el que ni siquiera conversamos. Es imposible, nunca
vamos a amarlo realmente.

En ese sentido Jesús fue el maestro más grande de la oración. Los evangelios hablan frecuentemente que Jesús oraba, ante
todo antes de tomar decisiones importantes. Él acostumbraba a participar en las oraciones públicas, en las sinagogas y en
el templo. Pero muchas veces buscaba también la soledad en un cerro o en el desierto, o simplemente el silencio de la
noche para orar a solas. Y fue eso lo que les inculco en forma perseverante a sus discípulos.

Su oración antes de morir en la cruz nos muestra con que espíritu debemos orar también nosotros: “Padre, si quieres,
aparta de mí esta prueba. Sin embargo que no se haga mi voluntad sino la tuya” Lc 22, 42. “Tenemos plena confianza de
que Dios nos escucha, si le pedimos algo conforme a su voluntad” nos asegura San Juan (1Jn 5, 14). No oramos para que
Dios haga nuestra voluntad haciendo tal vez un milagro especial, sino para que Él nos ayude a cumplir la suya. No
oramos para cambiar a Dios, sino para que Dios nos cambie a nosotros.

LA ORACIÓN TIENE DOS DIMENSIONES: LA INDIVIDUAL Y LA COMUNITARIA

Jesús nos da, por un lado, el consejo: “Tú cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte
tus secretos, y tu Padre que ve en los secretos te premiará” Mt 6, 6. Pero por otro lado Jesús promete su presencia
especial a los que oran en comunidad: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos”
Mt 18, 20.

Las dos cosas, la oración individual y en comunidad, son importantes y deben complementarse. La oración en
familia, iglesia u otro grupo cristiano nos hace crecer como hermanos en la familia de Dios. Y la oración personal en
privado debe ayudarnos a hacer más intima nuestra relación con Dios y así preparar nuestra oración en común.

¿COMO HAGO PARA ORAR?

Una de las expresiones más escuchadas por los misioneros al preguntarle a la gente si lleva una vida de oración es: “yo sé
que la oración es muy importante pero yo no rezo porque no sé, no tengo tiempo, nadie me enseño, etc.”.

Pero lo que esta gente parece olvidar, claro está en los casos que no es mentira la respuesta dada como justificativo, es que
existen muy variados modos de oración: de pie, de rodillas, sentados, de alabanza, etc.

Sin embargo es cierto en algunos casos que hay personas que en verdad nunca tuvieron la posibilidad de aprender a orar o
no recibieron el suficiente estimulo, por lo que abandonaron muy pronto la vida de oración. Ante esta situación la Iglesia
propone un método de oración bastante sencillo y que conlleva también el uso de la Palabra de Dios. Este modo de
oración se conoce como Lectio Divina y consta de los siguientes pasos:

1. Epíclesis: es la invocación del Espíritu Santo.


2. Lectio: consiste en leer el pasaje bíblico con atención, imaginando lo que sucede a medida que voy leyendo. Lo
leo cuantas veces lo crea necesario prestando atención a que personajes intervienen y lo que dice cada uno. La
pregunta clave es: ¿Qué dice el texto?
3. Meditatio: es el esfuerzo por actualizar el texto y llevarlo a nuestra vida, a nuestro hoy, a nuestra realidad y a
nuestra historia. La pregunta clave es: ¿Qué me dice el texto a mí? Y más aún ¿Qué me dice Dios a mi hoy?
4. Oratio: este es el momento de responderle a Dios. La pregunta clave es: ¿Qué le digo a Dios, frente a lo que Él
me habló?
5. Contemplatio: la contemplación es un don y como tal puede darse o no, es un salir de nosotros mismos y un
entrar en el misterio que es nuestra vida en las manos de Dios.
6. Actio: es el momento de poner en práctica lo que Dios me está pidiendo.

En cuanto a la falta de tiempo para orar es cierto que hay días en los que no se puede orar por diversos motivos o porque
las actividades nos sobrepasaron, pero el no tener un par de días o al menos un día a la semana para hacerlo es en realidad
más una falta de compromiso que otra cosa. Es cuestión de hacerse el tiempo y proponérselo como objetivo y no dejarlo
como algo que hago otro día o es algo solamente para las doñas que no tienen que hacer. La madre Teresa de Calcuta nos
dice al respecto:

“Si las ocupaciones te impiden orar, estas más ocupado de lo que te conviene”

ALGUNOS CONSEJOS PARA UNA BUENA ORACIÓN:

 Antes de orar buscar un lugar calmo y estar relajado, no se puede orar


en lugar donde me voy a dispersar fácilmente o si estoy enojado no
puedo pretender alabar a Dios.
 Una buena oración NO necesariamente debe ser extensa y debe llevar
muchas palabras. Leer Mt 6, 5-8
 Orar no consiste solamente en súplicas también lleva adoración y
alabanza junto con acción de gracias.
 La idea de querer sentir fuertes emociones o ser “consolado” y
terminar llorando o sentirse en otro mundo; es una falsa idea de
oración que puede ser que Dios me la regale alguna vez, cosa que se
lo voy a agradecer, pero que no es sinónimo de una buena oración ni
mucho menos una “obligación” que se debe dar siempre que oramos.
 Si rezamos en grupo debemos saber que cada persona ora según su
forma por lo que debemos respetarla.
 NUNCA en una oración podemos pedir que le vaya mal a alguien
porque en vez de orar se está cayendo en pecado.

FICHA Nº3:
LA VIRTUD DE LA ESPERANZA:

La segunda virtud teologal es la esperanza y tiene su origen en la fe. La fe es precisamente “la garantía de lo que
esperamos” Heb 11, 1.

Por la esperanza confiamos alcanzar a Dios – infinitamente bueno y fiel- cuanto Él nos tiene prometido en la vida presente
y sobre todo en la futura.

Debemos cuidarnos de concebir esta virtud como si fuera estacionamiento, pasividad o evasión del espíritu. Lejos de
incitarnos a ello, la esperanza nutre toda nuestra actividad aquí en la tierra, nos abre su sentido pleno, la impulsa y
potencia, densificándola anticipadamente con los bienes del futuro. Por ello la esperanza es fuente de optimismo y
dinamismo cristiano.

Sin embargo hay dos pecados contrarios a la esperanza que son mucho más comunes de lo que creemos y que es bueno
recordarlos:

 La desesperación: que en su forma extrema es perder la esperanza en Dios y en la ayuda de su gracia


renunciando a todo esfuerzo por salvarse
 La presunción: que consiste en presumir de las propias fuerzas descartando la gracia siempre necesaria de Dios.

FICHA Nº4:
LA ESPERANZA EN LAS COSAS TEMPORALES:

Las obligaciones y dificultades de la vida diaria siempre han inquietado al hombre a tal punto de alejarlo a veces de Dios
(Mt 13, 22). Son varios los pasajes en los que Cristo insiste al pueblo en que no se inquieten por las riquezas materiales ni
muchos menos por acumular bienes solamente por avaricia. Dos de los más conocidos son los que nos relata en forma
continuada en su evangelio San Lucas acerca de que la vida no está en el poseer (Lc 12, 13-21) y el de no inquietarse por
como vivirán o también conocido como discurso de la providencia (Lc 12, 22-34). Este último también lo relata en forma
más radical San Mateo al plantear el tema de servir a dos señores: o se sirve a Dios o se sirve al dinero (Mt 6, 24).
Debemos tener cuidado y no tomar tampoco todo al pie de la letra cuando leemos: “No se preocupen por la vida,
pensando: ¿Qué vamos a comer? No se inquieten por el cuerpo: ¿con qué nos vamos a vestir? Lc 12, 22. En primer lugar
no debemos sacar de contexto la frase porque lo que Jesús realmente nos quiere decir se encuentra en el versículo que
sigue al citado: “porque la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido” Lc 12, 23. Y en segundo lugar el
hecho de que pedir o trabajar por un futuro mejor no es pecado sino al contrario una bendición para aquellos que pueden
hacerlo. El problema está en que cuando por tener más y aparentar una vida de lujos se descuida la familia y se hace
paulatinamente esclavo del trabajo, llegando incluso a no disfrutar de los bienes obtenidos (Ec 6, 1-2); o peor aún, cuando
cualquier medio es lícito para alcanzar lo que quiero.

Pero no solo el cristiano debe tener esperanza en mejorar las cosas materiales suyas y del prójimo, existen un sinnúmero
de cosas en las cuales el cristiano debe tener puesta su fe y esperanza de que pueden mejorar como son: eliminar la
drogadicción, la lucha contra el aborto, el alcoholismo, la inseguridad, la salud, etc. Pero para lograr los cambios además
de fe y esperanza es necesario actuar con caridad, de lo contrario no vamos a lograr nada. Como dijimos antes la
esperanza no es pasividad sino fuente de optimismo y dinamismo, hay que moverse y trabajar por ese cambio que
deseamos.

FICHA Nº5:
LA VIRTUD DE LA CARIDAD:

Cuando hablamos de caridad es imposible no referirnos al primer y más importante mandamiento: “Amaras al Señor tu
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” Mt 22, 34-40.

Precisamente, en cuanto a virtud teologal, la caridad es amar a Dios a nivel máximo (con todas las fuerzas) y supremo
(sobre todas las cosas) y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Tal amor, cuando es perfecto, no
es captivo sino donativo, es decir, no pretende en forma egoísta conseguir el propio provecho o cubrir una indigencia
personal, sino adherirse a Dios que es el Bien por esencia y por ello infinitamente digno de ser amado.

El amor de Dios y a Dios

¿Por qué “debemos” amar a Dios? Porque si comprendemos cuento El nos ama no podemos tener otra respuesta. ¿Y
por qué Dios nos ama? El amor de Dios no tiene un "porqué", es gratuito. Es el único amor en el mundo real y
totalmente gratuito, que no pide nada para sí (¡ya lo tiene todo!), sino que sólo da, o, mejor dicho, se da. Juan nos da
luz cuando dice:" El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Y si nos preguntamos cómo
manifestó Dios su amor la respuesta es: enviando a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de
él. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó primero, y
envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados" (1 Jn 4,10.19).

Si toda la Escritura se pusiese a hablar a la vez, si, por un milagro, de palabra escrita se el alegre mensaje del amor
de Dios en Cristo Jesús convirtiese toda ella en palabra pronunciada de viva voz, esta voz gritaría: "¡Dios nos ama!".

El amor al prójimo

La caridad es también amor al prójimo. Un cristiano no puede decir que ama a Dios si no ama a su prójimo. Como
advierte San Juan, “si alguno dice que ama a Dios y odia a su hermano es un mentiroso, porque el que no ama a su
hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve? (1 Juan 4,20). Las razones en que se funda la
fraternidad cristiana son claras: todos somos hijos del mismo Padre celestial y, en consecuencia, hermanos; hemos sido
redimidos con la sangre de Jesucristo y estamos destinados al cielo. Cristo mismo se identifica con el prójimo para
urgirnos al amor: “Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25,40).
Por eso hemos de querer a los demás por amor a Dios. La pura simpatía, la admiración o el altruismo, no son la caridad
que Cristo nos pide.

FICHA Nº6:
“COMO VIVIMOS LA CARIDAD”
La caridad se hace humana cuando Jesús da su mandamiento nuevo a los apóstoles y discípulos: Ámense unos a otros
como yo los he amado En esto conocerán todos que son mis discípulos” (Juan 13,34-35).

Para llevar a cabo la acción de ese amor, es necesario guardar los mandamientos de la ley de Dios. El mismo señor nos
indica: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn15, 9-10; Mt 22,
40; Rm 13, 8-10).

La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia . Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es
benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: San Pablo habla del
amor de Dios y nos deja ver cómo es la caridad, "La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es
jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la
injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta" (1 Co 13, 4-8). Y
termina, "la caridad no dejará de existir".

Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no
tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las
virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero  la mayor de todas ellas es la
caridad”.

¿Y cómo debemos amar?. Para enseñar de manera gráfica cómo vivir la caridad, Jesucristo propuso la parábola del buen
samaritano (Lucas 10,30-37). Este hombre que se compadece del moribundo y busca hacer el bien de manera
desinteresada. Jesús nos invita a actuar de la misma forma y nos dice “Ve y procede tú de la misma manera”. Es en el
amor donde encontramos la plenitud de nuestra vida cristiana Menciona San Agustín que la culminación de todas nuestras
obras es el amor. Ese es el fin y para conseguirlo, corremos hacia él; una vez llegados, en él reposamos.

¿Con que medida debemos amar? Cristo murió por amor a todos nosotros. Nos pide que amemos como Él estando
dispuestos a dar la vida por nuestros hermanos, amando hasta a nuestros enemigos (Mt 5, 44), haciéndonos prójimos del
más lejano (Lc 10, 27-37), amando a los niños (Mc 9, 37) y a los pobres como a Él mismo. El Señor nos deja de manera
clara cuales son las acciones de amor que debemos practicar cuando nos dice: “Tuve hambre y me dieron de comer;
tuve sed y me dieron de beber; estaba de paso y me alojaron, desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron;
preso y me vinieron a ver” y afirma: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de mis hermanos, lo
hicieron conmigo.” (Mt 25, 34-40).

FICHA Nº7:
“FE, ESPERANZA Y CARIDAD”

Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Dichas virtudes son
infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacernos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna, ya
que fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano, vivificando todas las virtudes morales. Son la garantía de
la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano.

Al ser dones requieren nuestra colaboración libre y consciente para que se perfeccionen y crezcan.   No son virtudes
teóricas, sino un modo de ser y de vivir y Van siempre juntas.

Como vivió María estas virtudes.

Fe, esperanza, caridad: estos tres pilares sostuvieron el Corazón de María al pie de la Cruz, su fe inconmovible, su firme
esperanza y su amor profundamente sacrificial. A través de toda su vida, podemos ver estas tres virtudes actuar en Ella
por sus privilegios especiales, y es en el calvario que contemplamos hasta donde pueden estas virtudes sostenernos para
que seamos files a Cristo en los momentos más difíciles. Si alimentamos estas tres virtudes seremos capaces de hacer lo
que nuestra Madre hizo en el calvario, estar de pie al lado de la Cruz.
De la Santísima. Virgen aprendemos a vivir en fe, esperanza y caridad en nuestras propias cruces. No solo nos enseña a
estar de pie y firmes en medio de la tormenta, por el poder de estas tres virtudes, sino que viene a nosotros para
defendernos con su presencia maternal y llevarnos de la mano a través del desierto de la tribulación.

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