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¿Qué es la oración?

No podemos hacer oración bien si primero no sabemos qué es. Descubre la oración y qué es exactamente
La oración es a la vez algo fácil y difícil. Fácil porque hablar con Dios es algo que podemos hacer en cualquier
momento, prácticamente en cualquier circunstancia. Y es difícil porque a veces no sabemos exactamente qué es
hacer oración, porque las ocupaciones diarias nos absorben o simplemente porque hay una gran resistencia a
sentarse un rato para hablar con Dios.
Para poder hacer bien la oración, para rezar bien, es importante entender qué es la oración.
Orar es hablar con Dios, de tú a tú, como le habla un hijo a un padre. Y a Dios podemos decirle cualquier cosa: lo
que vivimos, nuestras preocupaciones, lo que hemos logrado, en lo que necesitamos su ayuda, incluso platicarle
nuestro día tal y como lo haríamos con la gente a la que le tenemos confianza y le queremos. La oración es un
dirigirse a Dios para alabarlo, agradecerle, reconocerlo y pedirle cosas que sean para nuestro bien.
Es buena idea conocer las definiciones de oración de algunos autores espirituales, santos, doctores de la Iglesia y
el Santo Padre:
• No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas
con quien sabemos nos ama (SANTA TERESA, Vida, 8, 2).
• La oración es la elevación del alma hacia Dios y la petición de lo que se necesita de Dios. (SAN PEDRO DAMIAN,
en Catena Aurea, vol. III, p. 304)
• La oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador.
(SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración)
• La adoración es el acto por el que uno se dirige a Dios con ánimo de alabarle (ORIGENES, Trat. sobre la oración,
14).
• La oración es el acto propio de la criatura racional. (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 22, q. 83, a. 10)
• La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios
y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos menos de abandonarnos a Él, nuestro Creador y Señor, con plena y
total confianza […]. La oración es, ante todo, un acto de inteligencia, un sentimiento de humildad y
reconocimiento, una actitud de confianza y de abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor. La oración
es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un diálogo de confianza y amor. (JUAN PABLO II, Aloc. 14III1979)
El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica en síntesis que “La oración es la elevación del alma hacia Dios o la
petición a Dios de bienes convenientes” (CEC 2590), es decir, pedirle lo que es bueno para nuestra alma y nuestra
salvación. Cualquier cosa que sea contraria a esto, por supuesto que no nos la concederá, porque ante todo nos
ama y nunca haría nada para hacernos daño.
En las definiciones anteriores encontramos varias palabras “clave” en el concepto de la oración: diálogo,
elevación, adoración, tratamiento de amistad. En la oración nuestra mente se eleva a Dios para alabarlo y pedirle
cosas convenientes a nuestra salvación.
Ya sabemos qué es la oración, aunque hay muchos tipos diferentes.
Mencionaremos las clases de oración más importantes:
En primer lugar, muchos pueden preguntarse qué diferencia hay entre la oración que se hace por ejemplo en la
Santa Misa y la que hacemos solos frente al Sagrario o en nuestra casa, esto es la diferencia entre la oración
privada y la pública. Explicaremos la primera:
Algunos recordarán que Jesucristo nos dijo “…cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la
puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. ” Mt 6,6
Esta es una oración privada, personal en la que solamente estamos a solas con Dios. Esta oración es fundamental,
verdaderamente el pilar de la vida interior. Con ella nos acercamos a Dios y nos dirigimos a Él que es persona.
Dios, nuestro Padre en el cielo está siempre presente y lo puede todo (es omnipotente y omnipresente), y
cuando Jesús nos indica que vayamos a nuestro aposento y cerremos la puerta para orar privadamente, es
porque Dios quiere vernos a solas, como una Padre se sienta a hablar cariñosamente con su hijo sobre las cosas
más privadas, más trascendentes y más importantes. Jesús comprende nuestra necesidad de consuelo, de ayuda
y nos invita a que en la intimidad, nos dirijamos con toda la confianza del mundo a nuestro Padre para pedirle
cuanto nos haga falta.
Jesucristo nos da testimonio de que está en continua comunicación con su Padre y nos invita a hacerlo. Jesús ora
en el Bautismo (Lc3, 21) ; en su primera manifestación en Cafarnaúm

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(Mc 1,35; Lc 5,16) ; en la elección de los Apóstoles (Lc 6,12). Noches enteras pasa el Señor en diálogo de oración
con su Padre (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; 10,21 ss.). Jesús enseñará a sus discípulos que han de orar en todo tiempo
(Lc 18,1). La plegaria de Jesús pone de manifiesto su confianza filial con Dios Padre que se traducirá en la familiar
expresión de Abba, Padre
(Mc 14,36). Lo mismo sucede con las diversas peticiones que formula en la oración sacerdotal, poco antes de su
Pasión (Mt 26,36-46; Mc 14,32-42; Lc 22,4046), y en la petición por sus verdugos (Lc 23,34). Jesús ante la
pregunta de uno de sus discípulos ha dejado a los cristianos no sólo el modelo de su propia oración, sino también
el cómo y la manera de hacerla
(Lc 11,14).
El Señor instruye a sus discípulos para que hagan bien la ORACIÓN, sin charlatanería (Mt 6,5-15) ; con una
postura de humildad, tal y como nos lo señala la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,914) ; en unión de la fe
y la confianza, como requisitos de eficacia para él orante (Mt 11 , 24; Lc 17 ,5 ss.).
Como podemos ver, esta oración privada es fundamental en la vida de piedad de todo católico. Ahora bien, no
debemos olvidar que todos los bautizados formamos parte de la Iglesia (y en ese sentido somos parte del cuerpo
místico de Cristo); el Señor nos dijo que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre , allí estoy yo en medio
de ellos.” Mt 18,20 La oración también puede hacerse en conjunto con otras personas, incluso Jesucristo le da
tanto valor que promete “estar en medio de nosotros” cuando lo hagamos. Esa es la oración pública, la que se
hace en nombre de la Iglesia, por un ministro destinado legítimamente a este fin (CIC, can. 1256; v. III). Este tipo
de oración suele tener un carácter eminentemente litúrgico, como le ocurre al rezo del Oficio divino. Santo
Tomás le llamaba a esta oración común; y considera que debe realizarse en voz alta para que el pueblo fiel tenga
conocimiento de ella. La oración privada es la que ofrece la persona individual por sí misma o por los demás.
Una vez que hemos entendido la diferencia entre oración pública y oración privada, llega el momento de
comentar la oración que se expresa hacia afuera de forma visible y externa (o sea con palabras) y la oración que
hacemos sin palabras, sin que nada en nuestro exterior lo exprese, pero que se da dentro de nuestra mente
como un acto de raciocinio.
Cuando la oración se exterioriza con palabras se le llama oración vocal.
Don Antonio Royo Marín, O.P. nos dice en su Teología Moral para Seglares que “La oración vocal está al alcance
de todos. No se requiere de una fórmula determinada, si bien la ofrece insuperable el Padrenuestro.
Para que sea verdadera oración es preciso que se haga con atención (toda distracción voluntaria es un pecado
venial de irreverencia) y con profunda piedad.”
La oración es interior, sin que existan palabras habladas, se le llama oración mental. En ella el diálogo con Dios se
realiza mediante nuestra razón y nos dirigimos a Dios hablándole con nuestra mente. Esta oración puede ser un
diálogo con el Señor (recordemos que para el católico la oración no es necesariamente un monólogo) y en ese
sentido la oración mental se llama discursiva porque, en efecto, es un discurso.
La oración es acto de raciocinio
La oración, nos enseña Santo Tomás de Aquino, es una un acto de raciocinio, sin olvidar que nuestros
sentimientos y afectos forman parte de dicha acción. La oración debe dejarnos una resolución práctica y
concreta. La oración en la que predominan los afectos sobre el entendimiento es afectiva que cada vez que se
simplifica más se convierte en oración de sencillez.
Ahora bien, además de la oración discursiva, hay otro tipo de oración mental que es la contemplativa. En ella se
da un total recogimiento de los sentidos y un “silencio interior” que nos permite escuchar mejor a Dios.
Es, efectivamente, como contemplar a Dios, pero no es un contemplarle con la vista, sino una contemplación del
alma.
La oración contemplativa (también conocida como mística), es de gran profundidad. Las almas con un gran
avance espiritual pueden recibir de Dios grandes dones y un inmenso gozo en la oración contemplativa. En esta
oración, Dios puede permitir que nuestra alma tenga un recogimiento, una paz y un sosiego excepcionales. Con
ello llega una quietud derivada de la presencia de Dios que cautiva la voluntad y llena el alma y el cuerpo con una
suavidad y un deleite imposibles de describir con palabras.
Hay un punto en la vida de oración en la cual se puede dar una unión intensa en la que todas las potencias del
alma se cautiven y estén absortas en Dios. Esta unión puede ser tan fuerte e intensa que se suspenden los
sentidos internos y externos. El alma no ve nada ni oye nada de lo que ocurre en el exterior. Es lo que se llama
una unión extática. Y el alma que ha logrado traspasar todas estas corrientes de la vida interior, llega a una
transformación total en Dios, en donde ambas partes se entregan totalmente la una a la otra.

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Todo cristiano puede llegar a estos puntos en una cumbre de la vida interior. La santidad está al alcance de toda
alma que sea verdaderamente fiel a la gracia y generosa al servicio de Dios. Todo lo que hemos descrito en el
párrafo anterior no está reservado para unos pocos aristócratas del espíritu, por el contrario, en el desarrollo
progresivo y normal de la gracia santificante ocurre. La unión con Dios en un sentido pleno debería ser el preludio
normal de la visión beatífica, alcanzado en este mundo por todos los fieles bautizados. Esto nos lo enseña Santa
Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, plenamente de acuerdo con los principios más firmes de la teología
católica. El concilio Vaticano II ha proclamado con fuerza el llamamiento universal a la santidad para todos los
hombres sin excepción
(Constitución Lumen gentium c.5).
Hemos recorrido un buen camino hasta ahora, pero no nos perdamos de la vía principal. Hay muchos tipos de
oración, y conforme se avanza en ella la Gracia de Dios comienza a actuar más y más en el alma, pero no
olvidemos nuestro concepto fundamental. Y respondiendo a la primera pregunta ¿Qué es la oración?
recordemos que “La oración es la elevación del alma hacia Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (CEC
2590)

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