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Queridas hermanas,

En la última circular, hemos visto juntas, las líneas generales, los tratados en el Capítulo General y la
necesidad de profundizar y vivir nuestra identidad de mujeres-consagradas-apostólicas-salesianas,
que era su punto de partida.
Ahora me parece bien y creo que también puedo encontrarme con un sus deseos, permanecer más
tiempo, en uno u otro tema, con el fin de detectar los aspectos vitales y así llegar a una mejor
comprensión de los mismos.
La Comisión Capitular, que ha estudiado “Los medios de formación más considerados para hacer
más eficaz y vital la oración”, concluyó con su informe:

“Los jóvenes aprenden a orar si ven a la gente orando.”


“Las Hijas de María Auxiliadora entre ellas debemos revelar el misterio con
nuestra presencia orante del hombre que en Cristo, por el Espíritu, está en
relación con Dios Padre”.

El Capítulo nos invitó, por tanto, a hacer de cada comunidad una escuela de oración, no sólo para
nuestro bien común, sino de la juventud y de cada persona a la que nos acercamos. Es un
compromiso muy noble y una gran responsabilidad. Ninguna chica debería salir de nuestras casas
sin haber comprendido y disfrutado la oración en su esencia y en su vitalidad. Por lo tanto, es bueno
que hagamos una revisión honesta y profunda de nuestra oración, tanto personal como comunitaria.

No me detengo a subrayar las modificaciones que el capítulo ha aportado respecto al tiempo y al


modo de la oración, fundamentos comunitarios, ni siquiera en señalar las razones, fue el Espíritu que
condujo estos cambios y se muy bien que las inspectorías ya han trasmitido fielmente estos
aspectos.

En cambio, me detengo en cómo verificar nuestra oración, para avanzar cada vez en forma al espíritu
de oración, para que cada una de nosotras y la comunidad se convierta en una verdadera escuela de
oración.

El punto de partida para la verificación es la creencia de que somos


mujeres-consagradas-salesianas-apóstolas en la medida en que la oración es el fundamento y
el alma de nuestra vida personal, comunitaria, apostólica.

No se resuelve de raíz el problema de la oración sólo desplazando horarios, cambiando el ritmo,


sustituyendo ciertas expresiones de prácticas de piedad con otras.

Mi oración, es mi relación íntima con Dios. El criterio para juzgar si mi rezo está bien, es verificar si
mi vida se transforma.

Orar es convertirse
Nuestra verificación, sin embargo, no debe partir de la oración en sí, sino de la preparación que le
damos, todo está ahí,un clima que se prepara. Si falta ese clima, la oración corre el riesgo de
reducirse a un formalismo, que la hace árida y vacía.
El clima de la oración se crea tanto comunitariamente como personalmente, a través del
recogimiento, el silencio, la calidez, el alimento de la Palabra de Dios.
Si queremos llegar a rezar verdaderamente bien, debemos hacer en nuestros hogares la cruzada del
silencio: lucha contra las palabras ociosas, inútiles; moderación en el tono de la voz a lo largo del día,
en las horas de trabajo como en las jornadas de estudio; debemos mantener un religioso silencio
especialmente después de las oraciones de la tarde.
Nuestras Constituciones y el manual de oraciones destacan la gran importancia del silencio para
estar en contacto con Dios.
Depende mucho de nosotras, incluso en los días más movidos, saber crear esos espacios de
soledad interior, en los que, conscientes de la inhabitación de Dios dentro de nosotras, oxigenamos el
espíritu en el íntimo contacto con Él.
Además, es importantísimo, diría indispensable a la oración, cultivar a lo largo del día, el sentido de la
presencia continua, viva y operante de Jesús resucitado en nosotros y en nuestro entorno. Reavivar
la fe en esta presencia divina, ponernos en relación de amor con el Dios vivo, es abrirnos a la
oración.
Nos dan ejemplo admirable nuestros Santos. El Cardenal Alimonda, en la conmemoración del
trigésimo aniversario de nuestro santo fundador y padre Don Bosco, lo definía como la unión con
Dios.
El Papa Pío XI, al proclamar la heroicidad de sus virtudes, decía: « Esta era una de las
características más bellas de él, es decir, estar presente en todo, ocupado en una atención continua,
agobiado por las preocupaciones, entre una multitud de peticiones y consultas, y tener siempre el
espíritu en otra parte: siempre en lo alto, donde el sereno estaba siempre perturbado, donde la calma
era siempre dominante y siempre soberana; así que en él el trabajo era precisamente oración
efectiva, y se realizaba el gran principio: qui laborat orat » (20 de febrero de 1927).

Y el siervo de Dios don Filippo Rinaldi, presentándolo a nosotras, afirmaba: «... Don Bosco identificó
a la máxima perfección su actividad externa, incansable, absorbente, vastísima, llena de
responsabilidad, con una vida interior que tuvo principio en el sentido de la presencia de Dios... y que
un poco impregnada, se volvió actual, persistente y viva de tal manera que era perfecta unión con
Dios » (Aguinaldo en las FMA 1931).

La « presencia de Dios » se podía decir es la palabra clave del Santo. Para limitarnos a los
encuentros con nuestras hermanas, subrayaba a menudo el sentido de la presencia de Dios. Así en
Alassio como en Mornese, repetidas veces: « Es necesaria la oración continua... Consiste en la recta
intención de hacer todo por Dios, con el fin de agradarle, con el pensamiento y el corazón fijos en Él
» (Cronistoria, II 44).

¡Qué hermoso sería que las FMA estuvieran perpetuamente en la presencia de Dios! Pero, mis
buenas hijas, podemos hacerlo así: renovar la intención de hacer todo a la mayor gloria de Dios,
cada vez que se cambia de ocupación» (Cronohistoria, II 235).

Y de nuestra santa, el biógrafo narra este testimonio: «Sus pensamientos, sus afectos debían
dirigirse continuamente a Dios, porque de todo, con toda naturalidad, tomaba ocasión para hablar de
Dios. Cuántas veces yo tenía que acercarme también por razones de oficio, siempre me dejaba la
impresión de la presencia de Dios» (Maccono, El espíritu y las virtudes de S. Maria D. Mazzarello,
71).

El cardenal Cagliero pudo atestiguar los procesos para la beatificación: «¡Vivía, se diría, perdida en
Dios! » (Maccono, S. Maria D. Mazzarello, II 505).

El pensamiento de Dios estaba tan vivo en ella, que brotó de corazón a los interrogantes y a las
expresiones que dirigía una hora a una, una hora a la otra para mantenerlas en el sentido de la
presencia de Dios: « ¿Qué hora es?... Es hora de amar al Señor. - ¿Ya has hecho algo hoy que no
sea por Jesús? - Obra para que Jesús, cada noche pueda decirte: 'Hija mía, soy contento de ti '. -
Nosotros decimos: ¡Viva Jesús! ¡Viva María! ¿Los tenemos precisamente en el corazón? » (cf.
Maccono)
El contacto habitual con Dios presente, permite al Espíritu Santo derramar en nosotras la caridad
que, mientras nos une cada vez más íntimamente a Dios, genera en nuestro corazón sentimientos de
bondad hacia todos. Solo entonces podemos abrirnos totalmente en la oración a Dios que es Padre
de todos.

Pero nuestras oraciones pueden ser anémicas y poco sustanciosas de fe porque están poco nutridas
de la Palabra de Dios. El «Perfectce caritatis » dice a los religiosos: « ... tengan cotidianamente entre
las manos la Sagrada Escritura, para que de la lectura y de la meditación de los libros sagrados
hablan la ciencia sobrehumana de Cristo» (PC 6).

La Palabra de Dios profundamente asimilada, modela los pensamientos y los sentimientos:


repensada a lo largo del día, nos lleva a un descubrimiento cada vez más luminoso de Dios, nos
arranca de las demasiadas preocupaciones de nosotras mismas y nos fija en Él: Así infunde solidez y
fuerza a nuestra vida y nos guía a la verdadera oración.

Esta preparación nos sentiremos estimuladas a hacer nuestras prácticas de piedad no por
costumbre, sino por impulso interior y crecerá en nosotras el deseo de vivir los tiempos
fuertes de nuestra oración, descubrir su sentido y asimilar valores.

El Capítulo nos los ha señalado: Celebración Eucarística, Liturgia de las Horas, Meditación, Lectura,
Visita a Jesús Sacramentado y Rosario. Y es muy indicativo que, en el programa post-capitular,
muchas Inspectoras hayan elegido como primer objetivo la « oración »

Es verdaderamente reconfortante constatar que las Inspectoras consideran como uno de los dones
más grandes para las religiosas, satisfacer su profunda exigencia de oración. Los programas reflejan
el compromiso por una verdadera formación a la oración, tanto personal como comunitaria: formación
seria, eclesial, vigilante también para conservar a nuestra piedad la característica salesiana.

Esta característica puede ser identificada en estos aspectos:


● una piedad teologal, fundada firmemente en la fe y nutrida de la Palabra de Dios;
● una piedad sacramental y litúrgica, que hace de la Misa y de los sacramentos el centro de la
oración y de la vida;
● una piedad mariana, que pasa a través de María, ideal y forma de la FMA;
● una piedad apostólica, que abraza en la oración a las almas a las que cada una de nosotras
está dedicada;
● una piedad vital, que transfigura el trabajo y todas las circunstancias de la vida en una liturgia
vivida, prolongación del encuentro con Dios en la Eucaristía.

Todo ello, marcado por esa hermosa sencillez más ligada al espíritu que a las formas, más a la
sustancia que a los métodos.
Hay que bendecir al Señor por los tiempos de oración programados, por los cursos que se hacen en
todas partes sobre la liturgia, especialmente sobre los Salmos, para penetrar mejor su sentido y
hacer de la Liturgia de las Horas una verdadera celebración; sobre la Misa, fuente riquísima de vida
espiritual (cf PC 6).

Hay que bendecirlo también, para la profundización de las riquezas teológicas del santo Rosario,
que, a pesar de las diversas formas, se siente cada vez más como un « asociarse al cántico de
alabanza y a la intercesión universal de la Iglesia» (MC 48).

Y hay que bendecirlo más hoy, en que el Espíritu Santo está suscitando en el pueblo cristiano una
renovada sed de oración. En este movimiento providencial, nuestra parte debe ser de animadoras
que con la vida y con la palabra enseñan a rezar.
Preguntémonos a nosotras mismas:
● Son realmente « una presencia orante » que revela a quien me acerca, el misterio de mi
unión íntima con Dios?
● Estoy convencida de que la oración debe estar en el primer lugar de mi vida y, puesto que es
un don de Dios, ¿lo pido incesantemente?
● ¿Me renuevo en ella todos los días?
● ¿Me preocupo de prepararme para la oración en el clima del silencio y en el ejercicio de la
caridad?
● ¿La oración es para mí un compromiso serio, deseado, transformador?
● ¿Hay discontinuidad entre mi oración y mi vida de trabajo?

El tiempo de Adviento ya está a las puertas, que haya escuela de oración: vividlo con María, a la
espera de Jesús.

Y puesto que el Adviento nos lleva a la Navidad, os anticipo desde ahora los más santos deseos y as
invito a uniros a mí en la entrega, a través de una intensificada oración, de los votos más filiales al
Rev.mo Superior y Padre Ricceri. En Él volvemos a ver el rostro de don Bosco; en Él encontramos,
en el momento difícil que vivimos, la guía segura para perseverar en fidelidad dinámica, en el
genuino espíritu del común Fundador. En el recuerdo del rev Superior, formulemos los votos más
santos a cuantos colaboran directamente con Él al timón de la Congregación, por el rev.mo sr. Don
Zavattaro que nos lo representa y nos acompaña con mucho interés paternal y para cuantos, en cada
lugar, hay, a través del ministerio, guías iluminados y confiables. Para estos, como siempre, me
encomiendo a cada inspectora y directora.

A vosotros, además, os encomiendo mis mejores deseos y gratitud a vuestros padres y parientes,
que son los primeros y más grandes benefactores del Instituto.

¡A todas, feliz Navidad! Que el Señor nos conceda renacer con Jesús en la « novedad de vida » tan
deseada por este Año santo, que está llegando a su fin.

Sienteme con todas, la Madre

aff.ma Madre
Suor ERSILIA CANTA

Roma, 24 novembre 1975

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