Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Desde sus grandes ojos oscuros, hasta las curvas que no puede
ocultar...
Sus grados y títulos no cambian quién es: una mujer que se doblegará
a mi voluntad.
Claro u oscuro.
Retorcido o dulce.
Underworld Kings tiene algo para cada lector.
1
Constantine
He estado encerrado en confinamiento solitario durante tres semanas.
Pero por lo que puedo decir, ellos se fueron con una nariz rota, un
hombro dislocado y una rodilla que nunca volverá a ser la misma.
Por eso no discuto cuando el guardia me dice que estoy listo para una
reunión obligatoria con una psiquiatra.
Dejo que me esposen las manos y los tobillos, y salgo arrastrando los
pies de mi celda que es del tamaño de un ascensor, a través de los
numerosos puntos de control y puertas cerradas que conducen desde el
Bloque 8 hasta la enfermería.
Puedo oler su perfume antes de poder verla, es sutil y cálido, con notas
de rosa y anís.
Intenta ser profesional con su traje y sus lentes de montura oscura, pero
se ha dejado el pelo suelto, y no puede ocultar la tensión en sus hombros,
o el leve temblor de sus manos mientras coloca su carpeta y su bolígrafo
frente a ella.
No digo nada.
Así que se aventura a hacer una pregunta que cree que seguramente
responderé.
La miro en silencio.
Respondo al fin.
Una de esas mujeres que cree que puede hacer un cambio en el mundo,
y cuanto más dramático sea el cambio, más satisfactorio será para ella.
Podría estar vacunando a huérfanos en Guatemala o sacando plástico del
océano, pero en vez de eso, está aquí tratando de rehabilitar la escoria de
la tierra.
―¿Qué hace una niña rica como tú en un lugar como este? ―le
pregunto―. Seguramente hubo mejores opciones una vez que te
graduaste de... Columbia, ¿supongo?
―Pero crees que yo debería desnudar mi alma con una extraña. ¿Quién
no quiere responder a una simple pregunta sobre sí misma?
―No tenemos que hablar de eso hoy ―dice, con un ligero énfasis en la
palabra hoy, lo que implica que es un tema al que seguramente volverá
en el futuro.
No le gustará la respuesta que recibirá si lo intenta.
Abusada sexualmente…
―No es un problema.
―Eso es imposible.
No sé por qué está tan decidida a considerarse una mujer simple; puede
que no tenga la ostentación obvia de cierto tipo de mujer, pero su belleza
es aún más poderosa por su sutileza. La delicadeza y luminiscencia de su
piel, como si el más leve toque la lastimara... y esos ojos grandes y oscuros,
tan líquidos que casi parecen llorosos...
―No seas modesta, has visto cómo te miran los hombres. Dime la
verdad, Clare.
Aún así, veo la forma en que ese tono se apodera de ella, obligándola a
responderme.
―La salud mental es un espectro ―dice―. No hay una línea clara entre
las enfermedades mentales y las mentes sanas y racionales, y en cualquier
caso, incluso sin una afección diagnosticable, aún puedo ayudarte a
comprender tus factores desencadenantes y corregir tu comportamiento.
―Eso no es realmente...
―¿Sí? ―Me río―. ¿Cuándo obtuviste esa licencia? ¿Está seca la tinta?
―Así es como sé que eres una maldita novata ―gruño, mirando esos
ojos aterrorizados―. Porque una profesional sabría que no debe llevar el
pelo suelto, ni siquiera levantar el bolígrafo. Demonios, dudo que traigan
un bolígrafo a treinta metros de un hombre como yo. Sabrían que puedo
apuñalarlos entre los ojos más rápido de lo que podrían parpadear.
Para su crédito, ella no grita ni trata de pelear, sabe que sería inútil.
Está temblando con tanta fuerza que apenas puede levantar la carpeta
y el maletín.
Espero que me golpeen por poner mis manos sobre la pequeña y bonita
psiquiatra, o que al menos me arrojen a la celda de castigo.
Inhala.
Exhala.
Inhala.
Exhala.
Inhala- Todavía puedo olerlo. Crudo y terroso, como una piedra recién
cortada y desnuda por un deslizamiento de tierra. Limpio, con el más
mínimo toque de pino. Indiscutiblemente masculino.
Exhala.
Estoy bien.
Estoy bien.
Me pongo de pie e imagino lo que diría mi madre si supiera que me
acabo de apoyar contra la puerta del baño de una prisión. Probablemente
me haría bañarme con desinfectante de manos y hacerme una prueba de
ETS.
Gracias a Dios por eso, necesito algo limpio en este momento, algo
normal y predecible.
Normalmente soy seguidora de las reglas... pero solo por esta vez, no
puedo hacerlo. No cometeré el mismo error dos veces.
Mi cabello, por otro lado, es otra historia, me lo alacié hoy y trabajé duro
para asegurarme de alcanzar el acabado profesional que buscaba, pero
gracias a ese puño carnoso suyo, mi cabello perfecto está desordenado.
Nunca me habían tocado unas manos como esas. Ni una sola vez.
Ninguna mujer podría ser tocada por manos como esas y olvidarlas.
Estoy tan sorprendida por lo que hizo, que no puedo recordar el color
de sus ojos. Estoy medio tentada a verlo de nuevo para poder reconstruir
su imagen en mi mente. Sus ojos, duros y despiadados, se entrecerraron
con furia ante la audacia de mis afirmaciones, mi propósito. Como
muchos presos, no cree en la rehabilitación, o eso dice él. Supongo que si
pensara que rehabilitarse era posible, tendría que admitir que estar
encerrado tiene un propósito.
Me estremezco.
Oh, claro. Este era el color nude, mis labios son del mismo tono, solo
que ahora están pegajosos.
Yo suspiro.
Mi teléfono suena con el tema de Cruella de Vil, y hago una nota mental
para decirle a mi mejor amiga Felicity que deje de cambiar los tonos de
llamada de mi madre. Uno de estos días, ella se enterará, y prefiero no
lidiar con ese drama. Lo silencio, agradecida por la distracción
momentánea.
―Sí, mamá ―murmuro para mí―. Soy muy consciente de que mi fiesta
de cumpleaños es en treinta minutos. Discúlpame mientras me arreglo
después de ser agredida por mi último cliente, que está cumpliendo
cadena perpetua por asesinato.
Porque creo que todos los humanos somos capaces de alcanzar la grandeza.
Mi teléfono suena de nuevo, y esta vez miro hacia abajo para ver no a
mi madre sino a mi padre en la línea. Niego con la cabeza, suelto un
suspiro y lo tomo. Tengo veintinueve años y mi madre aún acude a mi
padre para hacer que me comporte cuando ella no se sale con la suya de
inmediato. Es encantador, de verdad.
―¿Hola?
Antes de irme, me pongo jabón en las manos y me las lavo con el agua
más caliente que puedo, como para borrar de mi mente el recuerdo del
asalto de hoy.
No funciona.
Miro por encima del hombro, a solo unos metros de las celdas donde
tienen a los presos.
¿Porqué me importa?
Mi pulso se acelera.
Pero una mirada a sus ojos y estoy segura de que Constantine Rogov es
absolutamente capaz de cometer un asesinato.
No es mi escena.
5:45.
No tengo que trabajar hasta el mediodía, así que tengo algo de tiempo
para mí esta mañana, y sé exactamente cómo lo gastaré.
Sigo leyendo.
“Su relación era volátil, por decir lo menos” dijo una fuente “Peleaban
constantemente, y el año pasado, el día de San Valentín, ella le cortó los
neumáticos cuando sospechó que le había sido infiel. Las fuentes dicen que el suyo
iba a ser un matrimonio concertado destinado a formar una alianza entre la mafia
irlandesa y los rusos”.
―¿Hola?
―Ella habla.
―Acepto.
―No es habitual que los reclusos llamen a sus médicos, señor Rogov.
―Aceptaste mi llamada.
―Lo hice.
Acepto. Lo hice. ¿Tengo un doctorado para esto?
Mi pulso se acelera.
―Debes venir esta tarde, pero eso no sucederá. A las diez de la mañana,
descubrirán que el médico que está programado para el turno de la
mañana está, lamentablemente, incapacitado y no podrá asistir como
estaba previsto. Te llamarán, señorita Nightingale y te pedirán que vengas
temprano.
Clic.
―¿Hola?
Tantos sonidos que hacen las mujeres son inherentemente sexuales, sin
importar las circunstancias.
Ahora mi polla palpita con fuerza, cada latido pulsa hasta la cabeza.
Clare, por otro lado, es arcilla blanda, sin forma... no sabe lo que ella es
en realidad, pero yo si…
De todas las cosas que observé sobre ella, la que más me interesó fue lo
que sucedió después de que desapareció de la vista.
Y luego la llamo.
La primera parte de la prueba es ver si responde.
Si es terca...
Yo soy el que está encadenado a la mesa, pero ella parece apenas capaz
de moverse mientras mis ojos la inmovilizan.
―¿Según quién?
―Eso es correcto.
Ella golpea ligeramente la mesa con la yema del dedo, en una imitación
inconsciente de mí, entonces dice.
No hay afecto en su tono, no hay gratitud. No creo que sea por irritación
por mí.
1
Recaudador.
―Vamos, no querrás hacer cumplir esa regla; estoy seguro de que
tendrás tus propias preguntas de seguimiento.
―No particularmente.
Ambos nos damos cuenta, una vez más, de dónde estamos sentados, de
las cadenas en mis muñecas, de nuestras posiciones relativas en esta
habitación. Por un momento, esos elementos parecieron disolverse a
nuestro alrededor, volverse pálidos y brumosos, mientras que el rostro de
Clare y el mío resaltaban con gran detalle. Ahora todo vuelve a enfocarse
rápidamente.
―Así es.
―Moscú.
Estoy seguro de que se está preguntando qué clase de mujer hace que
un hijo sea como yo. Podría estar imaginando a una adicta, una prostituta,
una stripper...
Ya inferí que Clare Nightingale tiene una relación tensa con sus padres.
Efectivamente, se pone rígida mientras intenta responder de la manera
más suave posible.
―Supongo que diría que es una socialité. Ella está en los consejos de
administración de varias organizaciones benéficas, y es una excelente
tenista también.
Está mintiendo.
―Joven ―digo, lo cual es cierto. Tenía doce años la primera vez que
me puso una pistola en la mano.
Quiero poner mis huellas dactilares en toda esa piel pálida y ver si tiene
moretones del mismo color que esas pecas...
Hasta que se rinda ante mí. Como se muere por hacer, en el fondo...
―Te gusta pensar eso, Clare ―digo en voz baja―, pero dale un año,
dale cinco años. Este fuego cruzado morirá dentro de ti sofocado por la
horrible realidad de este lugar, por tu total incapacidad para marcar la
diferencia en la vida de alguien. Con el tiempo, volverás a la comodidad
de las fiestas y las juntas benéficas, a personas como tú. Te mirarás en el
espejo y la persona que te mire te resultará demasiado familiar.
Aprecio su espíritu.
Él nota todo sobre mí... o lo que él puede ver, al menos, y por alguna
razón, me pregunto si nota cosas que no puede, como si de alguna manera
tuviera un sexto sentido o un poder de percepción afinado.
Los ejecutores son los que hacen que otros paguen, eso lo sé.
Veo el reloj.
―Nuestro tiempo se acabó por ahora, señor Rogov, pero antes de que
te vayas me gustaría que tomaras este formulario, lo llenarás y lo firmarás
antes de nuestra próxima sesión.
Trago saliva.
―Sí.
―¿Qué es esto?
―No, no lo sé. ―Juro que es la primera protesta que hace cada uno de
mis pacientes cuando hago su admisión.
―Sí.
Definitivamente a mí no.
Cuando inclina la cabeza hacia un lado, casi parece un niño, por una
mínima fracción de segundo.
―Los verdaderos y auténticos locos saben mentir, Clare, tan bien que
nunca detectarías el más mínimo indicio de falsedad. Los verdaderos
locos justifican el mal tan a fondo que han silenciado la apariencia de
conciencia antes de graduarse de la escuela primaria. La gente realmente
loca se deleita con el dolor y equipara el poder con el placer. ―Se burla
del papel―. Ningún recuento de marcas de verificación en una hoja te
diría eso.
―¿Ptichka?
―Ah ―digo, fingiendo valentía―. ¿El ruso grande y malo usa términos
de cariño?
Una lenta y malvada sonrisa se extiende por su rostro. Dios, no puedo
apartar la mirada. Un destello de dientes blancos y perfectamente rectos
y labios carnosos me hace temblar, tiene la inconfundible promesa de
destrucción escrita en sus rasgos. Él es del tipo que ganaría tu corazón y
luego lo rompería en pedazos y lo esparciría como si fuera confeti.
No lo dejaré hacerlo.
―Te diré lo que eres ―dice, con una nota de desdén con la que estoy
muy familiarizada.
―O eres virgen o eres una chica que nunca ha estado con un hombre
que sabe qué hacer con un cuerpo como el tuyo.
―Eres una buena chica, sigues las reglas, eres encantadora y creativa,
y trabajas duro. Eres ingeniosa y entusiasta, atrayendo a muchos como
amigos, pero solo unos pocos están en tu círculo íntimo. Cruzas cada 't' y
punteas cada 'i'. No te estacionas en espacios de estacionamiento para
discapacitados y no has realizado un pago atrasado en tu vida. Tu papá
pagó tu universidad, así que no tienes préstamos estudiantiles.
―Has llegado al clímax, pero nunca has tenido un orgasmo que te deje
sin aliento, que te haya dejado agotada y destrozada. Nunca has tenido
las piernas abiertas y te han lamido el coño haciéndote gritar hasta quedar
ronca. ―Traga―. ¿Verdad, doctora?
El bolígrafo se ha ido.
Mierda.
Maldita sea.
¡Argh!
¿Tiene mi bolígrafo?
―Hola.
Es Felicity.
―Hola, cariño. ¿Estás bien? Te envié mensajes de texto como diez veces
y no tenía respuesta tuya. ―Incluso Felicity no sabe sobre mi trabajo en la
prisión. Nadie lo sabe.
Nunca has tenido las piernas abiertas y te han lamido el coño haciéndote gritar
hasta quedar ronca.
No.
¿Constantine?
Necesito salir porque los irlandeses no son los únicos que quieren
venganza.
Una vez le lancé un jarrón que le pasó rozando la oreja, después de que
ella cortó los neumáticos de mi Maserati.
Fue el peor momento de mi vida. No por Roxy, lo lamenté por ella, pero
como dije, nunca estuvimos enamorados.
Lo que me arrancó las entrañas fue la pérdida de nuestro bebé, ella solo
tenía ocho semanas de embarazo, era del tamaño de mi pulgar, pero había
escuchado su corazón latir, fuerte y persistente dentro de ella.
Saldré de DesMax.
¿Creen que los irlandeses acabarán conmigo antes de que pueda buscar
mi venganza? Los quemaré a todos. Me agradaba Roxy, pero sin nuestro
matrimonio, la alianza está rota. Me abriré paso a través de todas las
personas que se interpongan en mi camino, incluidos los irlandeses.
Todo esto es para explicar que tengo que cuidarme la puta espalda
mientras hago los preparativos para salir de aquí.
2
Pájaro.
Eso es muy interesante, considerando que cuando me incliné cerca de
ella, cuando mi boca estaba a centímetros de esa garganta delicada, cálida
y dolorosamente vulnerable, vi algo que nunca había notado antes.
―Continúa.
La última vez que nos vimos, le dije que tenía que inclinarse, abrirse y
follar.
―Yo no miento ―gruño―. Si dije que hice algo… lo hice. Si digo que
haré algo... sabes que lo digo en serio.
―¿De verdad? ―dice ella―. ¿Qué le dijiste a Roxy Maguire que ibas a
hacer? Porque según testigos, dijiste que la ibas a matar.
¿Se pregunta cómo se sintió Roxy cuando puse mis manos por todo su
cuerpo? ¿O si alguna vez agarré su cabello y la acerqué como lo hice con
ella?
Sabe que está cruzando una línea, haciendo una pregunta no como
doctora, sino como ella misma.
2:14 ahora.
―No lo sé ―gruño―. ¿Qué crees que tendría que hacer una mujer para
cautivarme? ¿Para complacerme? ¿Para satisfacerme?
―Pensé que eras tú quien sabía cómo satisfacer a una mujer ―dice―.
¿No es eso lo que me dijiste el otro día? ¿Crees que eso es lo que les gusta
a las mujeres? ¿Brutos que las amenazan?
―Quieres autorización ―le digo―. Para ser tan mala como quieres ser.
Quieres que te digan que te pongas de rodillas, que abras la boca, y hacer
lo que te dicen... para no tener que sentirte culpable, porque solo estás
haciendo lo que papi dijo...
2:16.
2:18.
Sus ojos se agrandan y ahora intenta gritar, pero le corto el aire con un
apretón de manos.
Su pulso se acelera bajo mis dedos como si ese pobre corazón pudiera
explotar.
―¿D-de qué estás hablando? ―jadea, contra la presión de mis manos.
―No juegues conmigo ―gruño, frente a frente, nariz con nariz con
Clare. Ella está de puntillas, esos tacones caros apenas tocan el suelo, y
sus delgados dedos se aferran a mis manos mucho más grandes tratando
desesperadamente de soltar mi agarre, que para el caso, sería como si
intentara doblar los barrotes de una de estas celdas de la prisión―. Sé que
tu padre es el fiscal del distrito. ¿Por qué te envió aquí? ¿Con quién
trabaja? ¿Qué quiere saber?
―Él... no... sabe... que estoy aquí... ―Clare jadea, su cara está roja, sus
labios se oscurecen.
2:20.
2:21.
Está pateando con tanta fuerza que pierde uno de sus zapatos, pero se
las arregla para conectar el otro tacón con mi espinilla, jodidamente duro.
Yo aprieto mi antebrazo alrededor de su cuello, gruñendo en su oído.
2:22.
2:24
Odio los lugares pequeños. Los odio. Cuando tenía cinco años, me quedé
atrapada en un ascensor con mi madre y estuvimos ahí tres horas antes
de que los bomberos pudieran rescatarnos. Todavía puedo oler el aroma
empalagoso de su perfume, todavía siento el aire húmedo que me hizo
sentir como si estuviera en un ataúd. Soy claustrofóbica desde entonces.
Es solo el miedo.
Nunca has tenido las piernas abiertas y te han lamido el coño haciéndote gritar
hasta quedar ronca.
No le di suficiente crédito, pensé que sabía de lo que era capaz... leí los
archivos, sé cómo mató a su prometida, pero puse demasiada fe en
DesMax y muy poca en Constantine.
Dios.
Tendré que tener cuidado, tendré que jugar bien mis cartas.
Petrov.
Yama.
Valencia.
―¿Sigues viva?
Entonces no respondo.
Estúpido.
Genial.
Escucho con tanta atención como puedo, pero no puedo distinguir nada
entre los sonidos apagados y los fuertes acentos rusos. Me sobresalto
cuando el panel sobre mí se abre y parpadeo bajo la cegadora luz del
techo.
Con mis ojos acostumbrados a la luz, reprimo otro grito ahogado. Hay
decenas y decenas de hombres alrededor. Hombres grandes,
voluminosos, tatuados, algunos blandiendo cuchillos y otros, pistolas.
Algunos usan arneses con múltiples pistolas aseguradas en su lugar. Se
paran en pequeños grupos, vestidos con ropas descoloridas y capuchas,
como para hacer una escapada rápida u ocultar su identidad si es
necesario.
Una cosa me queda muy clara, están aquí por una razón y no están
contentos de que yo esté con Constantine. Lanzan miradas furiosas en mi
dirección, y si Constantine no estuviera junto a mí, ya estaría muerta, o
algo peor. Estoy segura de que algunos de ellos estarían felices de usarme
bien antes de matarme.
No. Oh, Dios. Si saben quién soy... y lo saben. Puedo decir por las
miradas en sus ojos que probablemente la mitad de ellos han tenido un
encontronazo con mi padre y no se separaron como amigos.
―Nadie tocará a Clare. Ella es mía para tratar con ella, y mía para
negociar. Quiero que su padre sepa que me la llevé y por qué, porque él
responderá por lo que ha hecho.
―¿Estamos claros?
Asiento temblorosamente.
Yo no respondo, no respiro.
El hombre da un paso hacia mí, nunca había visto tanta furia en los ojos
de alguien.
―Tu padre mató a mi hermano.
¿Qué?
Intento ver dónde estamos, pero no puedo. Nunca he visto este lugar
en mi vida y tiene la sensación distintiva de estar desolado y abandonado.
Mientras nos dirigimos al auto, veo un cartel de acero viejo y destartalado.
Carnicero e hijo
Recordaré eso.
Hasta ahora, he reconstruido que probablemente haya pedido favores
para escapar. Él piensa que yo tenía algo que ver con mi padre y trabajé
con él para poder encontrar información. Algo me dice que no cree la
verdad, que mi padre ni siquiera sabía que yo estaba ahí. Se ha reunido
con sus hermanos Bratva y probablemente con algunas alianzas neutrales
o amigos que también le deben favores. ¿Y va a hacer algo con Petrov?
Miro mientras camina alrededor del auto y abre la puerta del lado del
conductor. Dobla su gran volumen en el asiento del conductor con un
suspiro de satisfacción. Apuesto a que se siente bien volver a sentarse en
el asiento del conductor. El motor cobra vida y ronronea cuando gira la
llave.
Observo como saca algo de su bolso, se acerca y lo ata como una venda
alrededor de mis ojos. Estoy sumida en la oscuridad. Esto lo puedo
manejar mejor que en lugares pequeños, pero todavía odio la sensación.
Supongo que no se me permite ver a dónde vamos ahora. Al igual que el
almacén, probablemente sea un lugar seguro para hombres como él.
―Puedes decir que eres inocente, Clare. Podrías decirme que tu padre
no es el fiscal del distrito, o que lo es, pero no tienes idea de lo que está
planeando. ―Me sobresalto al sentir su mano en mi pierna―, pero quiero
que sepas que soy muy, muy versado en el arte del interrogatorio de
rehenes. De hecho, mi hermandad a menudo me llama solo para realizar
ese trabajo, incluso se podría decir que es mi especialidad.
Lo sabía. Podía decirlo solo por su mirada, incluso cuando él era el que estaba
encadenado al otro lado de la mesa.
Mi estómago se aprieta. Puede interrogarme todo lo que quiera, pero
no le daré la respuesta que quiere porque no puedo.
―Te pusiste esto para burlarte de mí, ¿no? ―No respondo y salto
cuando me da un fuerte golpe en la pierna―. Contéstame cuando te haga
una pregunta. Ahora déjame preguntarte de nuevo. Hiciste esto a
propósito. El vestido. Tu cabello. Todo el atuendo, solo para mostrarme
que puedes, ¿no?
Pienso antes de responder, pero finalmente asiento con la cabeza. Sí. Si,
lo hice.
―Eso fue algo muy de una niña traviesa. ¿Tienes fantasías de niña
traviesa, Clare?
Querían caer sobre Clare como los lobos sobre la carne fresca.
El hecho de que su padre sea mi enemigo solo hace que esto sea aún
más delicioso. Añade maldad a mi lujuria, como pimienta en un bistec.
Pero no va a encontrarla.
Como el Emporium.
Desde el exterior, parece nada más que un hotel antiguo, con la fachada
desgastada y los escalones agrietados.
Le tiemblan tanto las piernas que apenas puede ponerse de pie. Le bajo
la venda de los ojos para que pueda caminar sin tropezar.
Ella me mira fijamente por un momento, con esos ojos oscuros brillando
con rebelión. Luego, lentamente, asiente.
Saco la tela de entre sus dientes y hace una mueca como si quisiera
morderme.
―¿Nunca has estado aquí antes? ―digo, sabiendo muy bien que nunca
ha estado a veinte millas de este lugar. No hay posibilidad de que Clare
haya pisado las calles de Warren―. Creo que lo encontrarás
increíblemente... educativo.
La luz es baja y violeta, emana hacia arriba desde los rodapiés. Las
gruesas alfombras, los muebles de terciopelo y las paredes empapeladas
de color oscuro dan una sensación de silencio como las habitaciones
acolchadas de un manicomio. El latido sordo de la música palpita como
el latido de un corazón.
Incluso a esta hora en la tarde, el Emporium está lleno. Este es el club
de sexo más popular de Desolation. A cada hora del día los solitarios, los
cachondos y los depravados buscan alivio en sus fantasías más
prohibidas.
Clare mira el espectáculo con los ojos muy abiertos, luego vuelve a
mirarme a mí. No hace falta ser un genio para ver que se está preguntando
qué le haré, o qué he planeado.
Las chicas go-go bailan en jaulas. Las meseras usan pintura corporal y
tangas. Clare no es la única persona con las manos atadas.
―Estamos aquí para que podamos tener una pequeña charla ―le digo,
mientras mis dedos se clavan en su brazo―. No puedo registrarme en
ningún hotel en este momento.
He usado esta sala antes, aunque solo con profesionales. Nunca con
alguien a quien conocía de manera más… personal.
Es por eso que nunca tuve una relación seria antes de Roxy.
La suite tiene todas las herramientas que necesito para hacer cantar a
este pajarito.
―Siéntate ―ladro.
Yo sé que tiene.
―Ábrela ―gruño.
Mojo los dedos en el vodka con soda. Luego, trazo mis dedos húmedos
alrededor de sus labios, humedeciéndolos.
Esta vez, Clare no retrocede. De hecho, cede al beso, como si esta bebida
estuviera drogada con mucho más que un trago de vodka. Mi boca es la
droga, y mi aliento en sus pulmones el anestésico irresistible.
Clare se sonroja.
―Levántate ―ordeno.
―Quédate quieta...
Quiero tocarla.
Quiero marcarla.
―Sí ―susurra. ―Dijiste que eras un asesino, pero ahora estás diciendo
que te incriminaron...
―¡Pero yo no sé nada!
Suelto su rostro.
Clare espera que la empuje hacia abajo en la cama, pero en vez de eso,
la empujo contra la pared, donde un grupo de grilletes y ataduras cuelgan
del techo, con esposas atornilladas directamente al yeso a cada lado.
―Respóndeme.
―Dime ―le susurro al oído―. No les haré daño, solo quiero echar un
vistazo a su oficina. Ni siquiera estarán en casa...
Froto mis dedos hacia adelante y hacia atrás por su clítoris, sintiendo
su corazón martilleando contra mi torso, escuchándola jadear
desesperadamente en mi oído.
―Dime ―ordeno.
Una vez que se derrumba, colgando sin fuerzas de sus ataduras, le doy
un breve descanso. Me paso ese minuto o dos admirando la luminiscencia
de su piel, y la forma en que brilla levemente rosa, como flores de cerezo,
después de su orgasmo.
―Mmm ―le digo, sin dejar que ella vea que realmente le creo.
Presiono la varita contra su clítoris de nuevo, girando la potencia hasta
el máximo.
No es mucho.
No me detengo hasta que ella se corre tres veces más, hasta que me
ruega que pare con lágrimas corriendo por sus mejillas.
Nunca me había gustado nada como esto. Nunca había visto algo así en
mi vida.
Y aún así…
Estoy débil por lo que me hizo, pero no estoy herida. Miro hacia abajo
a mi cuerpo, medio esperando moretones o evidencia de que él me obligó,
pero no.
Cierro los ojos y escucho. Se oye el sonido del agua corriendo, luego el
fuerte acento ruso de Constantine. Miro alrededor de la habitación
mientras mis ojos se adaptan a la oscuridad. Una franja de luz amarilla se
asoma por el marco de una puerta. Hay un baño pequeño, la puerta está
entreabierta y él está llenando lo que parece una tetera con agua.
¿Cuánto pesa?
―Así que te has despertado, pajarito. ¿Estás lista para nuestra próxima
conversación?
―No.
¿Desobedecer? ¿Está delirando? ¿De dónde se saca este que está bien
hablarme así?
Vive una forma de vida tan extraña para mí, y no me refiero solo a ser
la cabeza de la Bratva. No sé que esperar.
No me gusta eso.
―¿Hambrienta, pajarito?
―Harías bien en recordar tu lugar, Clare ―dice con esa voz profunda
teñida con acento ruso, algo que siempre asociaré con el peligro―. Si me
desobedeces, te castigaré, y no siempre seré tan amable como para hacerte
llegar al orgasmo como castigo.
―Tengo gusto por muchas cosas buenas ―dice en voz baja y ronca.
Arrastra la yema de su pulgar por mi pómulo, es cálido y calloso, pero el
toque es tan íntimo que un escalofrío de miedo recorre mi espalda.
Sosteniendo mi mirada, traza el borde de mis labios con su pulgar.
―¿No crees que estoy mintiendo, pero no puedes decir que me crees?
―¿Por qué me protegerías tú? ―Yo susurro. Niego con la cabeza. Para
mí está bastante claro que si lo incriminaran, querría salir y está claro que
tiene el poder y las conexiones para hacerlo. También está claro que yo
era un blanco fácil de usar para que él saliera, y al menos inicialmente
creyó que yo tenía algo que ver con una conspiración en su contra.
No responde a mi pregunta.
―No soy un buen hombre, Clare. Decirte eso sería una mentira, y yo
no miento, y te digo la verdad cuando te repito: tu padre es un mentiroso
y te haría daño. La mujer con la que estaba comprometido murió por su
culpa. ¿Por qué? No lo sé. ―Se inclina―. Lo averiguaré, y será mucho
más fácil para ti si me ayudas en lugar de obstaculizarme esto.
Lo miro con la boca abierta, sin saber qué pensar. Mi mente está llena
de pensamientos que me ponen nerviosa, y la menor de mis
preocupaciones es mi estado actual.
No puede.
―¿Qué?
―¿Cómo te lastimó?
―Ya veo, así que esta es la razón por la que le ocultaste tu trabajo.
Nunca aprobaría que su hija perfecta se ensucie trabajando en una prisión.
―Fuera de esta puerta hay tres hombres armados. Todos obedecen mis
órdenes. He pagado un buen dinero por una buena noche de sueño y he
esperado demasiado tiempo como para poner en peligro eso.
Asiento de nuevo.
―Primero, come.
―Iré contigo.
Estoy de mal humor después de todo lo que sucedió, así que lanzo por
encima del hombro:
―Tú eres el que escapó de la cárcel, me empujó debajo de las tablas del
piso del vehículo de escape, me llevó a un matadero repugnante y luego
me interrogó, ¿y yo soy en quien no confías?
Jadeo cuando su palma se estrella contra mi trasero con tanta fuerza
que casi tropiezo. Lo miro boquiabierta, pero él está detrás de mí,
claramente preparado para dar otro golpe si le respondo.
Aprieto los dientes, furioso por lo caro que es arreglar esas máquinas.
3
Capitán a cargo de un pequeño grupo de hombres.
No necesito los furiosos intentos de asesinato de los irlandeses para
asegurarme que están jodidamente enojados porque Roxy está muerta.
Hablando de eso…
―No hay forma de que ese perro sarnoso siquiera me lama ―gruño―.
Odiaba a ese maldito perro.
―Sí, eso es raro ―dice, sin mucho entusiasmo para discutir más el
tema.
Todos mis hombres me apoyan, pero a veces creo que uno o dos de ellos
tal vez no crean que yo no estallé en rabia y maté a Roxy con la botella de
vino. Como ahora, algo en el tono de Emmanuel me hace pensar que él
cree que la razón por la que Chopper no atacó es porque conocía al
atacante de Roxy a nivel personal... como porque vivíamos juntos en la
misma maldita casa.
―Programa una reunión con Maguire ―le digo―. Tenemos que poner
fin a esta mierda, yo no maté a Roxy y quiero saber quién lo hizo tanto
como él.
Está tan enojada que todo su cuerpo está rígido como un recorte de
cartón.
―Vendrás conmigo.
―¿A dónde?
―A la casa de mi padre.
¿Está… celosa? ¿Le desagrada la idea de llevar la ropa de una mujer que me
importa?
Pero sé que ella no está enojada conmigo. Si los espíritus existen, Roxy
sería la única criatura en este planeta que sabe con certeza que yo no la
maté. Bueno, ella y Chopper, y quien sea que lo haya hecho realmente.
Aún así, esa pequeña irlandesa furiosa nunca estará tranquila hasta que
la persona responsable de su muerte, y la muerte de nuestro hijo, haya
pagado un alto precio por su crimen. Cuanto más sangriento y
prolongado sea su sufrimiento, más feliz será Roxy.
Clare se pone los jeans, los calcetines, la camiseta y los tenis que Yury
le proporcionó con tanta amabilidad. No puedo evitar sonreír al verla: la
hermana de Yury solo tiene quince años y la camiseta está adornada con
la portada de un álbum de K-Pop de color rosa brillante.
―Es eso o puedes ir desnuda ―le digo―. Estoy seguro de que puedes
adivinar cuál prefiero.
Solía poder lograr sus objetivos con los puños. Era un hombre tan
enorme y brutal como yo, un luchador feroz conocido como el dentista
por la cantidad de dientes que le había arrancado de la boca a la gente.
Aprendí del mejor. Podría tener el mismo apodo ahora, por razones
ligeramente diferentes...
Quien fue el autor intelectual del asesinato bien podría haber sido un
enemigo de mi padre. Saben que yo soy su músculo y su sucesor.
Demonios, incluso podrían haber sabido sobre el embarazo de Roxy. Solo
le habíamos dicho a nuestro círculo íntimo, pero ningún barco está a salvo
de las fugas. Si querían acabar con la línea Rogov, estuvieron muy cerca
de lograr su objetivo.
Lo único que no odio en este momento es a la mujer que sale del auto
detrás de mí.
Dado que estuve encerrado durante casi seis meses, uno pensaría que
mi padre podría mostrar un poco de emoción a mi regreso. En lugar de
eso, apenas levanta la vista del libro de contabilidad abierto en su
escritorio, solo me da una mirada de pasada y a Clare una mirada dura y
oscura, antes de escribir unas pocas líneas más y luego dejar su bolígrafo.
Él dice:
―Así es.
Esto es parcialmente cierto, pero tengo muchos otros planes para ella,
antes de que siquiera piense en devolvérsela a su padre...
Mi padre parece intuir algo en ese sentido, porque me mira con sus ojos
azul pálido entrecerrados y el labio superior fruncido en una mueca de
disgusto.
Clare se encoge aún más cerca de mí, tan cerca que puedo sentir sus
suaves senos presionando contra la parte posterior de mi brazo, e incluso
sentir el aleteo de su corazón mientras mira a mi padre, con los ojos muy
abiertos y aterrorizada.
Ella tiene unas manos hermosas, de color crema con uñas translúcidas
y dedos largos y elegantes.
―Hay una pelea en Yama esta noche ―dice―. Ilya estará ahí.
―Así que no me vas a cortar el meñique ―dice en voz baja, una vez
que salimos de la casa.
―No.
Me doy la vuelta para verla, sus grandes ojos oscuros que me miran con
algo más que miedo… con genuina curiosidad. Esta jodida loca
psiquiatra, no puede dejar de analizarme ni por un segundo.
Alguien que avisó a los armenios en dónde estaría el día que pasaron
por el mercado de Danilovsky en su Cadillac descapotable, disparándole
con dos ametralladoras.
―Doce.
―Ya medía casi dos metros ―le digo, como si mi mente hubiera crecido
junto con mi cuerpo. Como si no fuera todavía un niño por dentro―. Me
puso una pistola en la mano. Comenzó a capacitarme en su negocio,
primero con los conceptos básicos de extorsión, robo y vicio, luego me
llevó a sus prostíbulos, sus droguerías, los almacenes donde le rompió las
rodillas de los hombres que le debían dinero por deudas de juego.
―Yo aún tenía doce años cuando me hizo estallar la cereza ―digo―.
No respecto al sexo, eso vino uno o dos años después con una de sus
putas. No, quería romper la gran barrera del mundo criminal, diciéndome
que cuanto antes lo superara, mejor. Quería que matara a un hombre.
《El hombre era delgado, más bajo que yo, pero era un adulto con patas
de gallo alrededor de los ojos y cabello ralo, él estaba aterrorizado. Nunca
había visto a un hombre adulto suplicar y llorar, gimió como una niña,
sollozó, nos ofreció cualquier cosa si le perdonábamos la vida. A decir
verdad, me molestó.
―Tenía una opción ―le digo―. Solo había un dedo en ese gatillo.
―Ésta no es una batalla del bien contra el mal, Clare. No hay bien ni
mal. Están todos conmigo o todos en mi contra. Puedes adivinar de qué
lado cae tu padre. En cambio, te estoy dando la oportunidad de estar
conmigo porque no quieres estar junto a tu padre cuando le ponga
napalm en la cabeza.
10
Clare
Constantine está absolutamente convencido de que mi padre mató a
Roxy, no tiene ninguna duda de que él es culpable. Yo, en cambio, no
estoy convencida.
¿Yo lo haré?
Sus labios se arquean como lo hacen a veces cuando digo o hago algo
que lo divierte, lo que honestamente sucede con bastante frecuencia.
―¿Como deporte?
Lo miro, boquiabierta.
―¿Por mí?
―Ya es suficiente.
No tiene que decirlo en voz alta, pero él lucharía por mí, no hay duda.
Ya amenazó a uno de los hombres y me defendió frente a su padre.
¿Por qué?
―Lo he hecho.
―Esta noche, verás una pelea diferente a todo lo que hayas visto antes.
―¿Atacarás a alguien?
¿Por qué?
Me encojo de hombros.
―Todo, y repetidamente.
―Oh, wow.
―Tenía una niñera que me dio las obras recopiladas en una versión
encuadernada cuando tenía diez años. Entonces era demasiado joven para
apreciar lo brillantes que eran.
―Yo igual.
―En DesMax, los descubrí en inglés y fue casi como leerlos todos por
primera vez.
―Sí.
―Sí.
―Así que aquí estás a salvo del contragolpe de los irlandeses. Es
probable que sea el lugar más seguro, porque las únicas personas que
podrían causarte un daño real serían... bueno, las autoridades legales.
¿No?
―Correcto.
No respondo a eso, está mucho más seguro que yo. Me gusta pensar
que mi padre sigue siendo inocente y pensar que tenemos la posibilidad
de que no muera a manos de Constantine, el solo pensamiento me
enferma.
―Sí, tengo que demostrarles a los irlandeses más de lo que tengo que
demostrarle al sistema judicial que yo no fui el responsable de la muerte
de Roxy. Los irlandeses me matarán antes de que me vuelvan a poner bajo
custodia.
―Entonces, ¿qué pasa si... si obtienes la... justicia que buscas? ―Mi
estómago se revuelve―. Y eres reivindicado por lo que sea que el crimen
organizado te amenace.
―¿Sí?
―¿Entonces qué?
―Deberías saber una cosa que nos diferencia a los dos, Clare. Gente
como tú: acomodada, rica, nacida con una cuchara de plata en la boca.
Me encojo interiormente.
―Sus vidas están planeadas. Sus padres saben a qué escuelas irán antes
de que ustedes nazcan. Saben que irán a la universidad y, en algunos
casos, con quién se casarán, y la lista continúa. ¿La gente como yo? ―El
niega con la cabeza―. Vivimos el día a día. No he pensado en lo que
sucederá a continuación, porque la luz frente a mí solo llega hasta mi
próximo paso. Mi siguiente paso es entrar en ese club y reivindicarme.
Guau. ¿Ni siquiera quiere que abra la puerta y salga del vehículo sola?
Encantador.
―Entiendo.
El pozo tiene la misma vibra que el club de sexo, solo que cuando
entramos, no es tan opulento. En cambio, está tan sucio por dentro como
por fuera. Con poca luz, huele levemente a sudor y goma, como un
gimnasio muy usado. La gente pasa a nuestro lado ajena a quiénes somos,
vestida con todo tipo de ropa, desde jeans rotos y camisetas descoloridas
hasta tacones y minifaldas.
―Señor Rogov, Petrov envía sus más cálidos saludos ―dice un tipo
rubio corpulento y fornido cuando llegamos a uno de los rings
abarrotados―. Está ocupado esta noche, pero dice que pronto te
alcanzará.
Constantine asiente.
Pero ahí voy a hacer juicios de nuevo, y hasta ahora, he sido una jueza
realmente mala.
Hay un snack bar a lo largo de una pared con grandes recipientes de
palomitas de maíz y cervezas espumosas, y a lo largo de otra pared, una
barra larga donde los meseros sirven bebidas.
―Me alegro mucho de que te escaparas ―dice una pequeña rubia con
tacones que desafían a la muerte―. Sabía que eras inocente.
Constantine asiente.
―Gracias.
―Le hemos dicho a todos los que conocemos ―dice un tipo alto,
delgado, pero de aspecto letal, de otra esquina―. Estamos difundiendo la
palabra de tu inocencia.
―A los únicos a los que tienes que ver son a los malditos irlandeses
―dice un tipo corpulento con una cicatriz blanca en la barbilla―. Están
dispuestos a matarte, hermano.
―Lo sé.
Constantine asiente.
―Por supuesto.
Así que parece que hay buenos irlandeses y malos irlandeses, a sus ojos.
A los ojos de todos ellos, realmente.
―Lamento lo que le pasó a Roxy ―dice una bonita pelirroja―. Eso fue
horrible.
Mi estómago se aprieta.
―Oh, primo ―se ríe―. Ahora entiendo por qué tuviste que llevarte a
la chica contigo en tu fuga...
Constantine frunce el ceño, apoyando una pesada mano en la parte baja
de mi espalda. El gesto posesivo me hace sentir extrañamente
reconfortada en esta apretada presión de criminales y gánsteres.
Una mirada irritada cruza por el rostro del primo, pero Constantine no
la ve o no le importa. Su atención se ha centrado en un hombre fornido
con un traje de raya diplomática y una cabeza calva tan pulida como una
bola de boliche.
―¡Ahí estás, amigo mío! No esperaba verte por aquí, con todos los
policías de la ciudad buscándote.
―¡Para nada, mi amigo! Pero ya sabes, las cosas están muy delicadas
en este momento con los irlandeses y...
―Entonces, analízame.
Emmanuel lo ignora, sus ojos oscuros están fijos en mi rostro con burla
y desafío a partes iguales. Su rostro está sonrojado, y creo que veo una
pequeña capa de polvo blanco alrededor de sus fosas nasales. Sé lo que
eso significa: dar un golpe en el baño era tan común como cambiar un
tampón con las chicas con las que crecí.
―Si eso es lo mejor que puedes hacer, será mejor que te ciñas a tu
trabajo diario ―le digo―. Estoy perfectamente feliz de estar aquí esta
noche, de hecho, lo estoy disfrutando bastante. Desde una perspectiva
médica, se muestra una fascinante variedad de comportamientos socio-
divergentes. Tú, por ejemplo, pareces estar compensando en exceso los
sentimientos de insuficiencia física, lo cual es comprensible con todos
estos hombres poderosos que te rodean. Sin embargo, vuelves esa
agresión hacia mí, una de las únicas mujeres presentes, lo que me hace
pensar que también puedes estar compensando la insuficiencia sexual.
Su rostro se pone rígido y pálido con cada palabra que sale de mi boca,
y no ayuda que Yury deje escapar un suave pero perceptible bufido de
diversión.
―De acuerdo, jefe ―dice Yury, agachándose para llamar a esta persona
Remo.
Se corta cuando alguien lo golpea por detrás, se mueve sobre sus pies
pero no pierde el equilibrio. Empieza a balancearse, luchando contra los
hombres que se le abalanzan desde todas las direcciones.
No puedo decir quién está peleando con él, quién lo está ayudando y
quién está tratando de escapar antes de ser atrapado el filo de un cuchillo.
Veo al menos tres cuchillos, atacándolo desde todas las direcciones.
Constantine patina y rueda con una agilidad que difícilmente parece
posible para un hombre de su tamaño.
―Maldito Rogov ―gruñe uno de los atacantes. ¿Es irlandés? ¿Se han
infiltrado los irlandeses en el ring de lucha?
Constantine lanza a uno de sus atacantes contra otro, pero dos más
avanzan, aullando como demonios. Dios, son implacables.
En cualquier momento, espero que los mate. Que les dispare, o que les
corte la garganta, o al menos asestarles un golpe.
Pero no lo hace.
Esquiva de nuevo, luego rueda por el suelo justo cuando el más joven
de los hombres le clava el cuchillo en el pecho.
En todo caso, Petrov está más furioso que yo, su rostro está
congestionado de sangre y sus dientes al descubierto mientras le gruñe a
Niall.
Niall no le responde a Petrov. Sus ojos están fijos solo en mí, inyectados
en sangre y furiosos, mientras gira su rostro hacia arriba para gritarme.
―Te seguiremos a donde sea que vayas. Nunca estarás a salvo, incluso
después de que mueras, Roxy te encontrará en el otro mundo y te hará
pedazos el alma…
―Perfecto.
Dejo a Niall en una silla plegable de metal, las patas oxidadas casi
colapsan bajo su peso.
Clare grita:
―¡No! ―Clare llora―. ¡No voy a quedarme aquí y ver cómo lo torturas!
Niall parpadea hacia mí, no puedo decir si está medio consciente por el
golpe en la cabeza o si está considerando mis palabras.
―¿Qué... qué vino? ―jadea, con los dedos de los pies arañando el suelo
mientras lo mantengo en alto con un brazo, mi mano sigue sujetando su
garganta.
―¡El vino que bebimos esa noche! ¿Dónde lo consiguió? Era caro, un
Chateau Margaux. ¿Fue del sótano de tu padre?
Lo dejo en el suelo para que pueda hablar un poco más claro, pero no
aparto la mano de su garganta.
―¿No deberíamos quedarnos con él? ―dice Yury―. ¿En caso de que
Maguire vuelva por ti?
―No harás una maldita cosa sin mi permiso ―le susurro―. Y seguro
que no interferirás cuando estoy trabajando.
―Sí ―susurra.
―Yo no...
―Lo siento ―dice Clare, sus ojos van de mi cara al cinturón y viceversa.
Clare intenta salir disparada hacia la puerta, con sus dedos escarbando
salvajemente con la manija.
―Cuida tu boca, pajarito ―le digo―, o te lavaré la boca con algo que
no disfrutarás. Acepta tu castigo y lo tomaré con calma. Di: 'Lo siento
papi, por favor perdóname'.
―Respuesta incorrecta.
Balanceo el cinturón, dejándolo caer con fuerza sobre su trasero.
¡Crack!
Clare aúlla.
―¡Oww! ¿Qué…?
¡Crack!
¡Crack!
¡Crack!
¡Crack!
Espero a que ella envuelva esa pequeña mano delgada alrededor del eje
y se lleve la cabeza a su boca cálida y húmeda.
Estoy segura de que la forma en que me llevó al orgasmo tuvo algo que
ver con eso.
¿Por qué estamos hablando de esto? ¿Por qué mencioné esto? No quiero
hablar de lo que hizo con otra mujer más de lo que quiero volver a sentir
ese implacable golpe de su cinturón.
Por ahora.
―No.
―¿He azotado a una mujer antes? También, sí. Me gustan las cosas
pervertidas y me gusta tener el control, probablemente eso ya esté claro
para ti.
―Pero no tengo relaciones con mujeres, Clare. Entonces, no. Sabes que
Roxy y yo estábamos comprometidos por un matrimonio concertado sin
amor de por medio. Lo que hicimos aquí, tú y yo, fue entre nosotros. ―Se
detiene en un estacionamiento y se acomoda en el primer piso en un
espacio marcado como estacionamiento privado. Hay una mirada
contemplativa en su rostro, como si quisiera decir algo más, pero no se
atreve a hacerlo.
Se gira completamente hacia mí, con toda la fuerza de su mirada
penetrante.
―Hemos tenido unos días muy largos. Por una noche más, estamos
libres de los perros del infierno pisándonos los talones, por así decirlo.
―Reprime un suspiro, pero noto el cansancio que cruza sus rasgos.
Le creo a Constantine. De hecho, incluso creo que soy especial para él,
y aún así…
―Sé que era un matrimonio arreglado el que habrías tenido con Roxy,
pero pareces... muy decidido a vengarla.
Constantine suspira. Por primera vez veo más que cansancio grabado
en su rostro, veo un profundo dolor y me corta hasta la médula.
Se ríe amargamente.
Yo fluyo.
―Ven, Clare. ―Me tiende una mano, con su gran palma hacia arriba,
esperándome.
Todavía no veo nada más que a una chica promedio que está un poco
demacrada después de todo lo que ha sucedido, no soy alguien en quien
debería estar interesado o sentirse orgulloso. Soy tan sencilla como puedo
serlo, y sin embargo, cuando me mira...
Doy un paso hacia él. Me enmarca entre sus piernas, y sus pesados
brazos descansan suavemente sobre mis hombros.
Hay una suave corrección en su tono que hace que mi corazón lata más
rápido, todavía estoy en carne viva por el castigo que recibí por mi
desobediencia.
―Es que eres un enigma para mí ―le digo sin rodeos. Es la verdad. Es
tan brutalmente violento y brutal, sin embargo, hay un lado tierno que
apuesto a que muy, muy pocos han visto alguna vez...
No me pregunta por qué ni cuestiona mi afirmación, solo suspira y
asiente.
―Ah, entiendo.
―¿Lo haces?
―Por supuesto. Cada relación en mi vida, desde mis padres hasta mis
amigos ha sido complicada, exactamente por la misma razón.
No lo cuestiono, yo le creo.
Su boca viaja desde mis labios hasta mi mandíbula, sin prisa pero
insistente, mientras que al mismo tiempo me desnuda rápidamente.
―Te quiero desnuda, pajarito. Quiero verte, quiero saborearte, y luego,
quiero devorarte.
―Desvísteme, ptitsa.
―Quítamelos.
Con las manos temblorosas, desabrocho sus pantalones y los bajo por
sus piernas. Su erección brota y trago saliva, superada por una lujuria
absoluta. Tomo sus bóxers y los empujo hacia abajo, luego ahueco sus
bolas, rodeo su eje grueso y veteado y me inclino más cerca. Arrastro mi
lengua por la punta, y luego gimo en voz alta ante el sabor salado de su
líquido pre seminal.
Sin decir una palabra, toma mis manos y las presiona en uno de los
espejos mientras se para detrás de mí. La superficie está fría bajo mi toque.
Con uno de sus pies, empuja suavemente mi pantorrilla interior.
Sus ojos sostienen los míos en el espejo cuando se desliza dentro de mí.
La sensación es exquisita, como nada que haya sentido antes. Estoy tan
llena. Tan perfecta y felizmente llena.
Tenía planes para ella, tenía la intención de usarla como arma en contra
de su padre.
Pero cuanto más tiempo paso con ella, menos quiero comerciar o
canjear por su vida.
Ya anhelo tirarla hacia atrás de nuevo, revelando ese cuerpo que hace
que la sangre corra a mi polla antes de que siquiera le ponga una mano.
Veo el miedo en sus ojos. Me doy cuenta de que podía tener muchas
razones para retenerla, la mayoría de ellas desagradables.
―Nadie más que tú ―dice, con las marcas de mi cinturón aún visibles
en su trasero y muslos.
―¿Por qué?
―Crees que quieres saber, Clare… pero la verdad puede ser dolorosa.
Puede ser destructiva, no solo mata el futuro... diezma incluso los
recuerdos agradables en tu mente, cambiando el color de todo lo que
estuvo antes.
Nuestra suite está equipada con artículos de tocador y ropa limpia, esta
vez, ropa comprada para Clare, no prestada por la hermana de Yury.
Está marcada por todas partes, no solo en su trasero. No fui amable con
ella anoche.
Quizás recordando esto, enjabona la toallita y comienza a lavar mi
cuerpo, suave y cuidadosamente, como una sirvienta. Esperando
complacerme.
Clare ha sido una chica tan buena que se merece una recompensa.
Utilizo mis dedos para separar sus labios, examinando sus partes más
íntimas y privadas.
Clare se sonroja y levanta la mano como si quisiera alejarme, pero sabe
que no debe intentar detenerme.
Hoy masajeo sus senos suavemente, pasando mis palmas sobre sus
pezones, haciéndola gemir profundamente e impotente, como si hiciera
cualquier cosa mientras yo continúe.
Pongo sus muslos sobre mis hombros, mis manos debajo de su trasero,
y en un movimiento me levanto, levantándola en el aire.
Estamos cara a cara ahora, algo que hago casi tan raramente como
comer coños. Yo la beso, dejándola saborear su propia dulzura en mi boca.
Sus labios están suaves e hinchados, y su lengua más caliente de lo que la
había sentido antes.
Normalmente tengo que trabajar para correrme, tengo que follar duro
y agresivo, pero este clímax se apodera de mí sin mi consentimiento.
Exploto dentro de ella antes de saber qué está pasando, su fuerza es tan
poderosa que mis piernas se debilitan y apenas puedo sostenernos a los
dos.
Casi me asusta.
Sus ojos trazan la tinta en mi piel expuesta, me pregunto si sabe que soy
Bratva.
Puedo sentir a Clare tensándose detrás de mí, pero esta vez no intenta
intervenir.
―¿Hacia dónde?
El chico está temblando con tanta fuerza que sus dientes castañetean,
tiene un largo rasguño en el costado de su cara donde se encontró con el
cemento en la culminación de mi ataque.
―Tenía el pelo oscuro, uh, tal vez como treinta años, vistiendo como
un abrigo, un tipo normal de abrigo negro...
Detesto las redes sociales y nunca permití que Roxy publicara una sola
foto mía o de nuestra casa.
Puedo decir que consideró mentir solo para que lo soltara, pero estaba
demasiado asustado para hacerlo.
―Espera, ¿cómo voy a entregar esas flo… ―Antes de que Clare se aleje.
―Bueno, fue bueno que vieras a ese chico. Sabemos más de lo que
sabíamos antes.
Clare suspira.
Me lamo los labios y hago lo que toda chica quiere hacer cuando ve a
un hombre tan fuerte y poderoso como Constantine. Descanso mi cabeza
en su pecho.
―¿Ah?
―Ah.
―Nunca.
Él resopla.
―Cuento con eso. Por ahora, ordenemos la cena. Tengo que hacer unas
llamadas.
Iremos a ver a los irlandeses, eso lo sé, pero ir desprevenidos sería como
firmar nuestras sentencias de muerte.
―Siéntate.
No sé si eso me gusta.
Yo trago saliva.
―Solo quiero decir, todo el tiempo, de todas las personas. Sé que hay...
momentos... en los que lo esperas de mí.
―¿Tienes hambre?
Ah. Entonces, ¿es una de esas preguntas que merece una respuesta
calculada? Interesante.
―De mis hombres, no espero nada menos que una obediencia ciega.
―Así que tiene sentido que esperes que tus hombres te obedezcan.
Él asiente.
Interesante.
―Ya veo.
No, en absoluto.
Yo no respondo.
―Si esa no es nuestra maldita comida, los mataré. ―Algo me dice que
no está bromeando.
―Servicio a la habitación.
¿Qué?
Él me gruñe.
―Ahora.
Quizás sí.
―Abre.
Es Constantine.
Oh, no. No, no, no, no, no. ¿Quiere que salga por la ventana?
Miro hacia él, presa del pánico, y niego con la cabeza salvajemente de
un lado a otro. No hay forma de que salga por esta ventana.
―No puedo.
―¿Cómo vas a…
Oh, Dios. Oh, Dios. Las estrellas brillan en el azul profundo del cielo
nocturno. Es hermoso y glorioso y tan abierto y libre aquí, pero no estamos
cerca del suelo, gimo y me alejo del abismo viendo el pavimento que parece
estar a millas por debajo de nosotros.
―Súbete a mi espalda ―grita y cae sobre una rodilla y se dobla,
dándome el ancho de su espalda. Sin abrir la boca subo, envuelvo mis
brazos alrededor de su cuello y coloco mi cuerpo sobre el suyo. Estoy
sollozando, las lágrimas mojan mis mejillas por el miedo, pero parpadeo
con impaciencia mientras él se agacha como un resorte y nos lanza.
―¡Salta! Te atraparé.
Me quedo congelada, estamos a dos pisos del suelo. ¿Quiere que salte?
¿Qué?
―¡Salta!
―¿Cuánto mejor?
―¡Cincuenta, cincuenta!
Otro chorro de balas ataca la parte trasera del auto como avispones
furiosos. Yury gira bruscamente en una esquina cerrada, y por poco
golpea los espejos retrovisores laterales de varios autos estacionados a lo
largo de la calle.
Los autos de la policía chillan detrás de nosotros, las sirenas son
inquietantemente silenciosas. Ambos son autos furtivos, negros sobre
negro, sus calcomanías son invisibles en la noche.
―¿Qué quieres decir? ―Clare exige, con los ojos muy abiertos.
Por otro lado, sé a quién puedo confiar mi vida. Es una lista corta, pero
inmensamente valiosa para mí. Yury, por ejemplo. Como le dije a Clare,
pondría literalmente mis pulmones en sus manos para mantenerlos a
salvo y no me preocuparía ni un momento.
Mis bratoks Czar y Remo ya están esperando. Tan pronto como nuestro
auto pasa, empujan un contenedor de basura al callejón, encajando el
contenedor de metal oxidado en su lugar. Los autos de policía frenan con
fuerza, sus puertas se abren de par en par y otra ráfaga de balas golpea el
contenedor de basura, pero no importa: el contenedor está encajado en el
callejón como un corcho en una botella. Los policías no pueden pasar,
tendrán que irse. Los escucho maldecir, volver a subir al interior de sus
vehículos y dar marcha atrás a toda prisa.
―Los sacaré, jefe ―me asegura Yury, quedándose al volante del Benz.
Puedo sentir las yemas de los dedos de Clare clavándose en los duros
músculos de mi abdomen mientras me agarra con cada giro y balanceo de
la moto.
Con cada curva que tomo, Clare me pelea un poco menos, aprendiendo
a inclinarse junto con la motocicleta, de modo que ella, yo y la furiosa
máquina nos movemos como uno solo.
Por lo general, está lleno de gente, pero las ventanas están oscuras una
hora después de cerrarse. Las letras doradas del otro lado del vidrio dicen:
Local Original en Desolation, desde 1829.
De hecho, los Maguire han estado dirigiendo este lugar durante casi
dos siglos. Es posible ser perdonado por pensar que el viejo Cian Maguire,
el bisabuelo de Roxy, ha estado ocupando su habitáculo en la ventana
durante todo ese tiempo; parece más antiguo y arraigado que la barra de
roble, que presumen fue sacada del casco del barco que trajo a los
primeros Maguire al puerto de Nueva York.
―Oh, escucharé cada palabra que digas ―se burla―. Cuando estés
atado a una silla y te golpeen con un puto tubo como lo hiciste con mi hijo.
Entonces tendremos mucha conversación.
―Tu chico llegó a casa muy bien ―le digo a Connor, manteniendo mis
ojos en sus hombres―. Te lo envié de vuelta con apenas una marca,
incluso después de que me arrancó un trozo del brazo.
Connor se gira hacia ella, sus ojos azules tan apagados que no parecen
más que pupilas negras como pinchazos en un mar de blanco grisáceo.
Yo, sin embargo, todavía puedo leer sus pensamientos, con la claridad
de un titular de periódico en primera plana.
Connor resopla como si esto no significara nada, pero puedo decir por
su ceño fruncido que le molesta, ha notado mi comportamiento en cada
paso del camino. Sabe que nunca usé fuerza letal contra sus hombres,
incluso cuando intentaban matarme. Sabe que interrogué a su hijo con
solo una fracción de la crueldad que normalmente empleaba.
Y ahora, por primera vez, veo la verdad; Maguire sabe que yo no maté
a su hija.
―Tienes razón ―le digo en voz baja―. Y por eso estoy profundamente,
profundamente apenado.
Especialmente no a Clare.
―La policía puede ser irlandesa, pero no son Maguire ―dice Connor,
cruzando sus fornidos antebrazos rojos sobre su pecho.
―¿Ah sí? ―Me burlo―. ¿Y qué crees que debería pasar? ¿Quieres que
le entregue las pruebas a la policía? Están en eso, ¿recuerdas? E incluso si
existiera la justicia y lo metieran en DesMax, no duraría ni una puta
semana. El resultado es el mismo de cualquier manera.
Cuando me mira de esa manera… con ese brillo en sus ojos que me dice
que soy especial, comencé a creer que era verdad.
Cuando me sostiene de esa manera... con esa feroz posesividad que solo
él ha mostrado a mi alrededor, comencé a creer que lo decía en serio.
―Súbete a la motocicleta ―gruñe, con una voz aún teñida de ira. Pongo
el casco en mi cabeza.
―¿Te vas a subir o qué? ―Mi voz tiembla de ira y él me lanza lo que
podría llamar una mirada de advertencia, algo que me dice que no lo
presione demasiado. Sería inteligente si dejara que las cosas se
desvanezcan en este momento, para hacer lo que en el mundo académico
llamamos distensión.
Constantine me excita.
A la mierda mi vida.
Casi le digo que conozco esta calle, no estoy segura de que nos hayamos
quedado en esta casa exacta, pero he estado cerca. Entonces me doy
cuenta de que sabe dónde estamos, eligió este lugar a propósito. Aunque
puede que no sepa que yo estuve de vacaciones aquí cuando era niña, es
muy consciente de lo cerca que estamos de la casa de mi infancia.
Sé que no puedo tener eso, no puedo ir ahí. Ahora sé que quien era
nunca volverá a ser la misma.
―Desnúdate.
¿La mía?
―Quince segundos.
―¿Qué?
Acaríciate a ti misma.
Y luego se va. Su calor, sus gloriosos dedos y ese tono de voz tan sexy
como la mierda en mi oído. Su olor y la sensación de él y la forma en que
me moja con una simple mirada. Lo veo levantar un pequeño control
remoto y presionar un botón. El sonido de los chorros de agua llenando
una bañera hace eco detrás de mí, lo veo salir de la habitación y me doy
diez segundos para estar aturdida antes de empezar a moverme.
Oh, Dios, mi clítoris palpita bajo mis dedos mientras trabajo más duro,
más rápido, en círculos rítmicos. Gimo cuando el dolor de su palma se
derrite para calentarse de nuevo.
Mierda, sí. Nunca había tenido sexo así. Nunca volveré a ser la misma.
Para todo.
―Oh, Dios, oh, Dios ―le susurro al mismo tiempo que él maldice.
Estoy tan llena, tan malditamente llena que voy a morir, pero moriré
como una mujer feliz. No puedo contenerme mientras sus flancos chocan
contra mi trasero, y todo el dolor se desvanece en un éxtasis perfecto. Mi
clítoris late y mis muslos se aprietan. Sus dedos se envuelven alrededor
de mi garganta cuando nos acercamos a la liberación.
He robado una princesa y ahora quiero quedarme con ella, pero ¿qué
tipo de vida podría ofrecerle?
Clare está profundamente dormida, acurrucada contra mi pecho. Está
agotada por todo este correr y esconderse, todo este buscar y luchar. No
está acostumbrada a esta existencia desesperada.
La devastará.
Creí que había nacido lobo, viviría lobo y moriría lobo. Sujeto a las leyes
de los depredadores, no de los filósofos.
Sus rodillas se abren, su coño se abre como una flor para mí.
No hay acto más dominante que el sexo anal, requiere sumisión total
de la mujer, tiene que estar en un estado de completa aceptación donde
todo su cuerpo se relaje, donde se vuelva suave y flexible como un
caramelo caliente. Lo que en un principio parece imposible e incluso
doloroso se convierte en un placer profundo y desesperado tan intenso
que al final Clare me suplicó que la follara más fuerte, y que explotara
dentro de su culo.
Ella está gimiendo ahora, sus piernas se abren más, y su coño duele por
ser llenado.
Medio dormida y medio despierta, se agacha para pasar sus dedos por
mi cabello, rascándome el cuero cabelludo con las uñas. Cada punto de
fricción envía deliciosas chispas de placer por mi columna vertebral. Su
aroma llena mi nariz y mi boca, es rico y embriagador. Su coño es
irresistible y estoy jodidamente drogado.
Ella rueda sus caderas contra mí, toda mi cara está húmeda y
resbaladiza. Yo quiero más, más y más.
Clare comienza a correrse, todavía sin despertar del todo. Sus gemidos
son profundos y guturales, borrachos de sueño.
Ella se corre contra mi lengua, con sus muslos apretando mis oídos.
―Oh... Constantine...
Veo su tristeza.
―Lo sé.
Mi voz sale más fría de lo que pretendía.
Clare se estremece.
Estoy torciendo sus palabras de la manera más fea. Su pecho sube y baja
rápidamente debajo de mi camisa. Sé que la estoy molestando, pero
parece que no puedo detenerme.
La absorbí en este loco asunto, esto nunca fue lo que ella quería para sí
misma: una criminal. Un asesino.
Era mucho menos complicado cuando solo tenía que preocuparme por
mí mismo. Cuando podía cortar, golpear y quemar a cualquiera en mi
camino sin una pizca de remordimiento.
Sin embargo, rechazo esta verdad, la rechazo con todo mi ser porque sé
que no es cierto. He visto la mirada en sus ojos cuando no está a la
defensiva, encajamos como si estuviera tallada en él, y estar juntos nos
complementa a los dos. Su pasión salvaje y ardiente me alimenta, y mi
firmeza calma su fuego.
Así que sigo la farsa, le permito que me aleje de él, tengo que hacerlo…
por ahora. Hasta que arroje luz sobre la verdad, eso debe suceder.
Recojo las pocas pertenencias que tengo mientras él habla por teléfono
en ruso, sin duda orquestando los planes que me liberarán, y por enésima
vez, desearía hablar su lengua materna. Puedo decir por el puño apretado
y el tono tenso y acalorado de su voz que está enojado.
Yo le pertenezco.
―No importa qué ―dice, con acento fuerte―. No importa lo que pase,
siempre serás mía.
¿Dónde estoy?
Intento sentarme de nuevo. Necesito ver qué día es, qué hora es.
Necesito demostrarme a mí misma que todo sucedió. Cierro los ojos y
evalúo mi situación.
¿Me drogó para traerme a casa? ¿Por qué haría algo así?
¿Tenía miedo de que yo peleara con él? ¿Qué corriera por mi cuenta?
Espera.
Mi mirada se vuelve de nuevo al manto, e ignoro el espasmo de dolor
por el movimiento repentino.
Había seis adornos cuando me fui, ahora hay cinco. A través de la nube
de niebla mental, recompongo lo que había antes de irme y trato de
recordar lo que falta, cuando me doy cuenta con vívida claridad. Un
pájaro. Un ruiseñor de cristal. Ya no está.
¿Él lo tomó?
Tengo que saber si mi padre hizo lo que Constantine dijo que hizo.
Tengo que llegar a la casa de mis padres, ese podría ser el paso más fácil
de todos.
Evadir a la policía.
Fingir confusión.
Revisarla.
Toco el teléfono.
―Llama a mamá.
―¿Clare?
Su tono es agudo.
―¿Dónde estás?
―En casa.
―¿Estás aquí?
―En mi apartamento.
―¿Estás sola?
―Sí.
―No ―miento.
―¿Hola?
―Es bueno ver que está a salvo, señorita. Sus padres me han dado
instrucciones para llevarla a casa.
Nunca me he sentido más viva que en el poco tiempo que pasé con él,
y ahora todo lo demás parece tan aburrido y silencioso que quiero llorar.
―Gracias. ―Miro por la ventana, mientras los autos y las calles pasan
como si estuviéramos en un carrusel―. ¿Cómo está mi padre?
Reprimo un gemido.
Así tiene que ser. No podemos estar juntos, así que es mejor que nos
separemos más temprano que tarde.
Y sin embargo… por primera vez en mi vida desearía ser otra persona.
Alguien sin antecedentes penales, sin una larga historia de
derramamiento de sangre y un futuro destinado a ser aún más violento.
Basta con verme ahora, estoy a punto de hacer algo que la enfadaría
mucho, incluso podría hacer que me desprecie. Si ella estuviera aquí, de
hecho intentaría detenerme, razón por la cual no está conmigo.
La tortura es lo mismo.
Fui fácil con Niall Maguire, porque aún esperaba salvar el acuerdo
entre su familia y la mía.
El oficial Wicker se sienta en la silla plegable frente a mí, con las manos
atadas a la espalda y una capucha sobre la cabeza.
Lo reconocí esa noche afuera del hotel de mi tío cuando seis oficiales
intentaron convertirnos a Clare y a mí en un suflé de balas. De todos los
sucios policías corruptos, este es uno de los más sucios. Ya sea que el jefe
Parsons se lo haya confiado o no, es un hijo de puta astuto con el oído en
el suelo, y sabrá algo.
Todo eso sería bastante rutinario, pero Wicker es un hijo de puta sádico.
Maltrató a la chica a pesar de que ella estaba cooperando, manteniéndole
las manos esposadas a la espalda mientras le hacía una mamada. Ella
sollozaba y resoplaba, con la sangre goteando por su nariz.
―¿Alguna vez has visto uno como este? ―le pregunté a Yury.
Una vez que regresamos al matadero, le dije a Yury que hiciera una
prueba de cocaína.
―No seas idiota ―le dije―. ¿Vas a meterte algo en la nariz cuando no
tienes idea de lo que contiene? Si eso es cien por ciento puro, también
podrías dispararte con un .45 ahí mientras lo haces.
―Oh, creo que me vas a contar todo lo que sabes ―le digo―. Útil, o no.
Tus secretos más oscuros y la mierda que escribes en Facebook. Lo que te
dijo tu madre cuando tenías cuatro años, e incluso lo que le gusta a tu
esposa en el dormitorio... Una vez que me ponga a trabajar contigo, bien
podría estar revolviendo tu cerebro. No me ocultarás nada porque no
quedará nada. Porque, a diferencia de ti, soy muy bueno en lo que hago.
Paso las yemas de mis dedos por la línea de herramientas, mirando para
ver cuál provoca la respuesta más fuerte.
Empieza a tartamudear.
―¡Arghhhhhhhh! ―grita.
―Ahora ―digo en voz baja―. Sé que piensas que eso duele, pero
déjame asegurarte que el dolor que acabas de sentir no es nada
comparado con la agonía que experimentarás mientras repito este
ejercicio y lo aplico a tu nervio abierto y en carne viva. Los hombres se
han suicidado por un dolor de muelas, ¿lo sabías? Se han volado los sesos
cuando no había un dentista que los aliviara. Yo no soy dentista... pero sé
exactamente dónde poner esto...
―Le oí decir algo sobre una alianza. Con los rusos y los irlandeses. Y
de cómo no podía que... no podía dejar que pasara.
Arrugo la frente.
―Te creo ―le digo en voz baja―. Pero solo hay una forma de estar
seguro.
Emmanuel se estremece.
―Obviamente no.
―Se supone que no deben estar aquí hasta dentro de una hora. No
responderemos ninguna pregunta hasta entonces.
―Oh, sí, por supuesto ―digo con una voz llena de sarcasmo―. Me
alegro de estar viva también. Tiene perfecto sentido que tu primera
prioridad es cómo aparezco en la pantalla.
Abre la boca para protestar, pero paso junto a ella. Nunca le respondí
antes, nunca le hice frente. Mi silenciosa victoria llegó cuando encontré
mi propio lugar personal y éxito en este mundo, cuando no me incliné
ante sus caprichos ni atendí sus peticiones.
Estoy aquí por una razón, incluso si él nunca sabe qué pasará después,
incluso si nunca lo vuelvo a ver. Trago la punzada de dolor que amenaza
con asfixiarme.
―¿Yo? No puedo imaginar por qué. ―El sarcasmo seco parece perdido
en mi madre mientras frunce el ceño, reflexionando sobre el mechón
suelto de mi cabello que retuerce entre sus dedos.
En la parte superior de la lista, necesito ver qué demonios tuvo que ver
mi padre con la aprehensión de Constantine, si es que tuvo algo. Desearía
que mi instinto dijera que es inocente, pero por alguna razón, estar aquí,
en la casa de mi infancia, está haciendo que mis dudas se evaporen. Odio
eso.
Estoy aquí por una razón, no importa si alguna vez vuelvo a ver a
Constantine, ahora no, lo que importa es que averigüe la verdad.
Y por qué.
―Estoy bien, madre. Gracias por preguntar. No, no creo que necesite
ver a un médico. De hecho, fue una situación traumática, pero
imagínense, de hecho sobreviví por mí misma. Ahora, si me disculpan,
necesito algo de comida y agua.
―Solo dale tiempo ―dice, pero siento que ambos me miran como si
fuera una bomba a punto de estallar... y tal vez lo sea.
Extraño a Constantine.
Yo lo reivindicaré.
Algo hermoso.
Yo decido en ese mismo momento que lucharé por él, lucharé por
nosotros.
―Por supuesto que si. Viste las noticias. ―Aparto la mirada, no quiero
hablar con él. Sin querer siquiera mirarlo, odio referirme al único hombre
que me ha importado como “ese hombre”.
―Te preguntaste por qué estaba ahí para empezar, dijiste que fue su
maldita culpa.
Todavía puedo sentir sus manos en mis caderas y su boca sobre la mía. Todavía
siento sus poderosos dedos clavándose en mis muslos, anclándome en mi lugar
antes de que él...
Lo extraño.
Mantente concentrada.
Veo el cajón cerrado con llave y me pregunto... ¿es ahí donde está?
¿Dónde está la llave?
Nada.
Heredero de la Bratva
Drogas ilícitas.
Yury se estaciona en una calle y nos acercamos por la parte trasera del
edificio, entrando por las puertas del muelle de carga.
Yury se mueve para abrir una, pero le levanto una mano para detenerlo.
Puedo sentirlo, hay una energía silenciosa y vibrante que me dice que
el almacén no está tan desierto como se supone que debe parecer. La gente
ha estado pasando por aquí recientemente.
De hecho, puedo ver huellas en el polvo del suelo. Siguiendo las huellas
más adentro del almacén, llegamos a varias cajas que parecen mucho más
frescas que las otras.
Las tapas ya han sido levantadas, los clavos esparcidos y hay una
palanca descansando junto a las cajas.
―¿Qué vamos a hacer con él? ―Emmanuel dice, mirando hacia abajo
a todo ese hermoso polvo blanco como si abriéramos una veta de oro puro
en el corazón de una montaña.
―No se muevan.
El almacén es un polvorín con las viejas cajas más secas que el polvo y
el aire lleno de diminutas partículas inflamables. El fuego se propaga
rápidamente, el aire es tan denso y negro que la tos abruma el sonido de
los disparos.
Tampoco puedo irme sin él. Yury y yo nos detenemos junto a las
puertas del muelle de carga, mirando a través de la penumbra.
Veo un destello de metal y Yury grita: “¡Jefe!” El arma dispara más
fuerte que un cañón mientras que Yury se lanza hacia mí, golpeándome
de lado y la bala lo golpea, justo debajo de las costillas. Ambos caemos, y
él cae pesadamente sobre mis piernas. Me pongo de pie de un salto,
levantándolo también, pasando su brazo por encima de mi hombro. Yury
se agarra el costado, con la sangre filtrándose por sus dedos.
Emmanuel mira hacia atrás por encima del hombro, con una ceja
levantada en confusión.
Lo digo en voz alta de todos modos, solo para que estemos todos en la
misma página.
―No pudimos encontrar al nuevo proveedor, porque no hay uno. La
policía es el proveedor.
4
Medicamento que se usa para tratar el dolor que va de moderado a grave. Se une a los receptores de
opioides del sistema nervioso central.
¿Qué encontraste?
Puedo ver los tres puntitos que significan que está escribiendo su
respuesta. Por fin leo:
Yo los tengo guardados en una unidad flash. Te los daré, pero tienes que
prometerme que no lo matarás.
Escribo de nuevo:
No puedo prometer eso.
Un momento después:
Ella responde:
Tal vez Clare lo sepa porque no presiona sobre ese punto en particular.
En cambio, después de una pausa más larga, responde:
He visto el circo mediático desde que Clare regresó a casa. Sus padres
han estado dando fragmentos cuidadosamente seleccionados sobre ‘la
falta de seguridad adecuada en el sistema penitenciario” la “necesidad de
privatización” y “las raíces profundas del crimen organizado que el fiscal
de distrito arrancará de esta ciudad”. Les he escuchado decir de todo,
excepto lo felices que están de tener a su hija de regreso.
―¿Tienes un esmoquin?
Yo sonrío.
La gala no es solo para los policías, todos los ciudadanos más ricos e
influyentes de Desolation están aquí, las mujeres están vestidas con
vestidos extravagantes y con volantes como pasteles de boda en colores
claros, los hombres con esmoquin oscuros. Cada rostro está enmascarado
y cada persona que atraviesa las puertas lleva una pesada invitación
dorada.
Emmanuel lleva una máscara de color blanco pálido con una sonrisa
diabólica que cubre todo su rostro. La mía es negra y cubre solo la mitad
superior, dejando mi boca al descubierto.
Lleva un vestido plateado, más ligero que una nube, que parece flotar
a su alrededor, brillando suavemente bajo las docenas de candelabros que
bordean el pasillo. Su cabello está recogido en un elegante peinado, las
ondas oscuras se mantienen en su lugar con dos peinetas enjoyadas. Su
máscara plateada parece las alas abiertas de un cisne.
Todo lo que veo es a ese hijo de puta suicida con las manos alrededor
de la cintura de Clare. La está tocando, abrazándola, mirándola a los ojos,
y decido en ese momento que voy a romper todos los dedos que la tocan,
y luego voy a romperle el cuello por si acaso.
―No digas una palabra más si quieres mantener esa lengua pegada a
tu cabeza ―gruño.
―¿Estás loco?
―¡Y yo te dije que tendrías que esperar hasta mañana! ¡Todos los policías
aquí te están buscando!
Me encojo de hombros.
Resoplo.
―¿Planeas presentármela?
―No ―dice Clare, sin sonreír más―. Pero solo porque nunca te
impondría a mis padres.
Vine aquí para conseguir la memoria USB de Clare, pero ahora que la
veo en persona, me importa una mierda la evidencia. La quiero mil veces
más de lo que quiero esos correos electrónicos.
La saco por las puertas laterales del salón de baile, hacia los jardines
botánicos adyacentes al hotel.
―Ya sé lo que quieres ―le digo, metiendo dos dedos dentro de ella―.
Tú quieres esto.
―Soy tuya…
Es un delirio.
Clare también se corre, gritando tan fuerte que tengo que ahogar su
boca con mi mano.
Estoy llena de él. Marcada por él. No sabía cuánto necesitaba su cuerpo
duro y firme contra mí, su pasión cruda y honesta, tenerlo dentro de mí
hasta que volvimos a estar juntos. No debería sorprenderme que no
pudiera soportar ver las manos de otro chico sobre mí. Es más, no debería
sorprenderme que tuviera que dejarle muy claro a todos que yo le
pertenecía. Me ha dejado jadeando y marcada, saciada y... viva. Tan
malditamente viva.
―¿Orgulloso? ―dice con ese fuerte acento suyo que hace que mi
corazón se altere―. De lo único de lo que estoy orgulloso es de ti. ―Me
atrae hacia su pecho en un abrazo feroz y planta un beso acalorado en mi
frente―. Encontraste lo que necesitábamos, te metiste en una cueva de
víboras y saliste ilesa. ―Su voz se quiebra en la última palabra y me besa
de nuevo―. Cuéntamelo todo.
―Una alianza entre mi familia y los irlandeses habría sido una fortaleza
inquebrantable ―dice Constantine, casi con tristeza, como si todavía
estuviera de luto por la pérdida de lo que debería haber sido―. Tu padre
lo sabía. No podría haber tenido éxito con sus planes si hubiera tenido
que derrotar el poder de las dos familias unidas.
―La forma más fácil para él de romper esa alianza era pintarte como el
asesino de Roxy. Sabía que si podía hacer que los irlandeses creyeran esa
historia y llevarte a la cárcel...
Constantine asiente.
―Él podía hacer lo que necesitaba. La única pregunta es... ―La voz de
Constantine se va apagando, como si estuviera pensando en un acertijo.
―Lo sé.
No puedo ver su rostro completo debido a la media máscara que usa
sobre su nariz y ojos, pero puedo ver la batalla que se desata en su mirada.
¿No es así?
Oigo voces por encima del hombro y me doy cuenta, con una repentina
punzada de miedo, de que es mi padre, nada menos que con el propio jefe
de la policía.
―No ―repito―. Es inevitable, soy parte de todo esto tanto como tú,
ahora.
―Fue terrible ―les digo―. Era tan fuerte y feroz que lo vi arrancar la
puerta de un auto sin sudar. ―Me estoy divirtiendo con esto. Casi puedo
imaginarme a Constantine negando con la cabeza, y esa sonrisa en su
rostro antes de golpearme el trasero por ser tan descarada.
―¿Estabas asustada?
Mi teléfono suena.
Yo: ¿Desnudos?
Constantine: Absolutamente.
Ahora que estamos juntos, siento como si mi mundo volviera a ser más
brillante, más vívido. Siento que puedo sonreír y que todo estará bien,
incluso si todavía tenemos que caminar sobre brasas para llegar ahí.
Yo: Entendido.
De acuerdo.
Cayó.
Sin embargo, ahora soy una mujer diferente, he visto el lado más crudo
de la humanidad y lo que la gente malvada es capaz de hacer. No soy tan
inocente como antes. Ahora, he elegido el lado de los hombres que
conocen el significado de lealtad y honor.
―Esperándonos.
Se gira hacia mí con los ojos furiosos e intenta agarrarme, pero no dejo
que me toque. Esquivo su brazo y, por instinto, lo pateo directamente
entre las piernas, justo cuando una enorme sombra se levanta detrás de
él.
―Bien hecho, pajarito ―dice con una voz afectada por la emoción―.
Ven conmigo ahora, mereces escuchar la verdad tanto como cualquiera
de nosotros.
Me lleva a una habitación con él, y nunca quita los ojos de mí, sus manos
están encima de mí en todo momento.
Tal vez sea porque por primera vez en mucho tiempo... está a punto de
ser libre. Libre de los lazos que lo retenían y de las acusaciones de los
irlandeses.
Quiero que todo esto termine ahora, que todo esto quede atrás.
―¿Los irlandeses retrocederán una vez que hayamos castrado a los Bratva?
―pregunta mi padre.
―Ellos quieren venganza, creo que ya no creen que haya sido Constantine.
―¿Quién?
―Tú eras la fuente ―dice con una voz fría y despiadada que me hace
temblar―. Les hablaste de la alianza, y ordenaste el vino.
¡No, no!
Habrá reglas en este nuevo mundo mío, y si me quedo, elijo esa vida.
Él asiente.
―Cuando te toque, no quiero que sepas lo que han hecho mis manos.
No quiero que lo que hay entre nosotros se vea contaminado por mi
trabajo y la vida que vivo. ―Traga saliva―. Quiero que nuestra vida
juntos sea toda nuestra.
Constantine abre la boca para decir algo más, pero sus palabras se
ahogan con una explosión que nos ensordece a todos.
23
Constantine
Una explosión atraviesa el hotel y sacude el edificio.
Clare me mira.
―Quiero estar contigo ―dice en voz baja―. A donde sea que vayas y
lo que sea que estés haciendo.
Solo dudo lo suficiente para sacar una de las Glocks de las fundas
ocultas debajo de mi chaqueta.
Así que en lugar de dispararle una bala justo entre sus ojos, agarro un
plato de peltre pesado y se lo arrojo a la cabeza, golpeándolo en la sien.
Se resbala en el suelo mojado y tropieza, perdiendo el agarre de la pistola.
Rugiendo, me lanzo hacia él, lo agarro por la cintura y lo empujo hacia
atrás. Le pego en la cara, una, dos, tres veces, hasta que le rompo la nariz
y tiene la boca llena de sangre.
―¿¡Quién!?
Luego, las últimas piezas caen en su lugar y lo veo todo con claridad.
Por qué el perro no ladró. Por qué las puertas no fueron forzadas. Por qué
Roxy no se defendió del hombre al que recibió en nuestra casa como
amigo y familia. Su propio hermano pequeño.
Ella se queda ahí parada, con el agua corriendo por su rostro, y esos
grandes ojos oscuros llenos de lágrimas.
Clare todavía sostiene la pistola con ambas manos, con los brazos
rígidos y los dientes al descubierto.
―Gracias.
―¿Por qué?
―Lo haré ―dice, con un tono de voz burlón―, sugeriré una forma de
distracción de vez en cuando.
Sus manos viajan por mis costados, luego vuelven a bajar, como si se
estuviera asegurando a sí mismo de que realmente está aquí.
―Ahí, ahora ―dice con una sonrisa burlona―. ¿Estabas diciendo algo?
Murmuro algo incoherente y confuso.
―¿Qué fue eso? ―Todavía está sonriendo, solo que ahora tiene los ojos
entrecerrados―. ¿Decías algo?
Constantine
Llevo a Clare a Karelia, el lugar al que solía ir con mi madre cuando era
niño. Aquí los árboles alcanzan proporciones prehistóricas, creciendo
sobre rocas más grandes que una casa, mientras que las cascadas
resplandecientes caen en piscinas sin fondo. Es la parte más hermosa de
Rusia. Después de toda la fealdad que soportó en Desolation, quiero
mostrarle que el mundo sigue siendo hermoso y seguro para ella.
Mientras esté conmigo.
―¿Qué cosas?
Fin.