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I. EL FLETAMENTO
A) Evolución Histórica Y Concepto
El contrato del fletamento es el más importante de los contratos del Derecho marítimo,
porque todos los demás han ido naciendo en relación con él: la venta marítima presupone el
transporte de las mercancías vendidas; el seguro marítimo nace para garantizar los riesgos
durante el transporte; a él se refieren también otros contratos como el préstamo a la gruesa.
En una primera fase y cuando las condiciones de navegación eran deficientes, el transporte
por mar se presentaba como una aventura arriesgada. En consecuencia, los comerciantes no
se desprendían de sus mercancías, sino que las acompañaban durante el viaje. Eran ellos los
que afrontaban el transporte de sus propias mercancías, para lo cual contrataban la cabida
total de un buque, que podían utilizar por sí solos o repartirse con otros comerciantes. En
muchas ocasiones, de las condiciones técnicas del buque elegido y de la pericia de su
capitán se iba a hacer depender no sólo el éxito de la operación sino también la prestación
del consentimiento contractual.
Según nuestro C. de c., fletamento sería todo convenio en cuya virtud se pone un buque a
disposición de una persona, sea como objeto de un contrato, sea como instrumento de
ejecución del mismo. Bajo este nombre genérico subsisten en el Código de 1885 las formas
tradicionales de fletamento en su evolución histórica: el fletamento del buque por entero
(art. 652.7) y el fletamento-transporte de mercancías (arts. 652.8, 658.3 y 685). De ahí la
importancia que alcanza la determinación del buque (su clase, nombre y porte, menciones
esenciales del contrato ex art. 652.1 del C. de c.). Pero también de ahí que en otros
preceptos se manifieste la absoluta preeminencia del transporte de las mercancías como
finalidad última de aquél (v. art. 657 del C. de c.). En función de este último precepto la
doctrina ha mantenido que el fletamento de nuestro Código es fundamentalmente un
fletamento-transporte y lo ha definido como aquel contrato en que un naviero (fletante)
cede a otra persona (fletador) la utilización de todo o parte de un buque para la carga de
mercancías, obligándose a cambio de un precio (flete) a transportarlas de un puerto a otro.
B) Elementos Personales
Son el fletante y el fletador.
Fletante es la persona que asume la obligación de realizar el transporte, sea con un buque
determinado en la póliza, o con otro distinto si durante el viaje quedare inservible (art. 657
del C. de c.), sea con el buque que estime conveniente. Fletador es la persona que contrata
con el naviero (fletante) la utilización del buque para el transporte en general, o de sus
mercaderías en particular. En este último caso, recibe el nombre de cargador (arts. 665 y
687 del C. de c.). Otra serie de personajes aparecen con frecuencia en la contratación de
fletamentos: comisionistas de transportes (que contratan con el fletante por cuenta ajena y
que reciben en el Código también la denominación de fletadores —art. 652.5 del C. de c.
—); mediadores, brokers, simples corredores que aproximan a las partes, etc. La
responsabilidad personal del agente fletador resultará de que emplee o no su propio nombre
o el del principal por el que actúe (arts. 246 y 247 del C. de c.). Aparece también en el
fletamento la figura del destinatario, con idéntica fisonomía que en el transporte terrestre
(v. arts. 667, 668, 675 y 686 del C. de c.). Por último, en el fletamento pueden intervenir los
comisionistas, especialmente «los consignatarios de la carga» o el «consignatario del
buque».
C) Elementos Reales
Respecto de ellos se pone de manifiesto, como se ha dicho, las divergencias entre el
fletamento y el transporte de mercaderías, derivadas de la desigual consideración que en
uno y en otro recibe el medio de transporte.
El C. de c., cuando se refiere al fletamento en sentido estricto, presupone siempre que los
contratantes estipularon la utilización de un buque concreto
(v. arts. 652, 657 y 670 del C. de c.).
a) Póliza De Fletamento
Su valor meramente probatorio ya ha sido destacado. El art. 654 del C. de c. afirma que
puede extenderse con intervención de corredor o sin ella. En el primer caso, certificada por
el corredor la autenticidad de las firmas de los contratantes, la póliza hará prueba plena en
juicio. Pero también probarán de la misma forma las pólizas no intervenidas si los
contratantes reconocen como suyas las firmas puestas en ellas. La póliza puede contener los
pactos que las partes estimen por conveniente. Pero, además de éstos, el Código señala que
debe incluir los siguientes datos: clase, nombre, porte, pabellón y puerto de matrícula del
buque; nombres y domicilios del capitán, del naviero o fletante y del fletador, el puerto de
carga y descarga, la cabida, la cantidad, peso o medida que las partes se obliguen
respectivamente a cargar y a conducir; el flete que deberá pagarse; el tanto de capa del
capitán, los días convenidos para la carga y descarga; y las estadías y sobreestadías (arts.
652, núms. 1 a 11 del C. de c.).
b) El Conocimiento De Embarque
El art. 706 del C. de c. establece que el capitán y el cargador del buque tendrán obligación
de extender el conocimiento, en el cual se expresará: 1) el nombre, matrícula y porte del
buque; 2) el del capitán y su domicilio; 3) el puerto de carga y el de descarga; 4) el nombre
del cargador; 5) el nombre del consignatario, si fuere nominativo; 6) la cantidad, calidad,
número de los bultos y marcas de las mercancías, y 7) el flete y la capa contratados. Del
conocimiento primordial se sacarán, al menos, cuatro ejemplares (art. 707 del C. de c.). El
conocimiento es documento acreditativo de la carga (art. 709), siendo además título de
tradición, que representa a las mercancías y legitima a su poseedor para recibir su entrega
(arts. 715 y 716 del C. de c.). El conocimiento puede ser al portador, a la orden o a nombre
de persona determinada (art. 706 in fine del C. de c.). Su valor es probatorio y aparece
aunque exista póliza. El conocimiento desarrolla una triple función: es título probatorio de
hechos relativos al transporte marítimo, es título de crédito contra el capitán otorga al
tenedor legítimo el derecho a reclamar la entrega del cargamento, produciendo acción
sumarísima o de apremio (art. 715). Y es, por último y al tiempo, título de tradición el cual
representa las mercancías y su tradición equivale a la de éstas. Como modelos usuales de
conocimiento debe señalarse que existen algunos como Congenbill, adoptado por BIMCO o
Intankbill 78 (para el tráfico de crudos), publicado por Intertanko y adoptado por BIMCO,
específicamente utilizados en aquellos supuestos en que el conocimiento se expide en
virtud de una póliza de fletamento por viaje y que toman la mayor parte de sus cláusulas de
dichas pólizas mediante su incorporación. Son los llamados tramp bills of lading que se
emplean fundamentalmente en el tráfico de gráneles.
b) Realizar las operaciones necesarias para la buena carga y estiba de las mercancías y
facilitar la prueba de su recepción a bordo. En este sentido, han de recibirse y cargarse las
mercaderías y procurar su estiba (art. 615.5 del C. de c.). Debe rechazarse la carga de los
géneros de ilícito comercio (art. 682 del C. de c.) y los de carácter peligroso (art. 612.5 del
C. de c.). Asimismo, podrá rechazarse el exceso de carga del fletador, o echar a tierra las
mercaderías cargadas clandestinamente, debiendo hacerlo cuando peligren las condiciones
de estiba (art. 674.1 y 2 del C. de c.). Ha de extender y entregar el conocimiento (arts. 706 y
707).
c) Emprender el viaje en el término convenido o en el legal (art. 670 del C. de c.), siendo en
caso contrario de su cuenta los perjuicios que sobrevengan al fletador (art. 673 del C. de c.).
c) Si el buque quedase inservible durante el viaje, el capitán deberá fletar otro a su costa
para hacer el transporte. Sólo si no lo encuentra (en diferentes puertos hasta la distancia de
150 km), puede depositar la carga a disposición de los fletadores (art. 657 del C. de c.).
2. Durante el viaje
a) Esperar que el buque se repare en caso de arribada (aunque pueden descargarlo a su
costa, art. 683 del C. de c.).
b) Pagar el flete y demás gastos si desea descargar el buque antes de su llegada a destino
(art. 683 del C. de c.
a) En cuanto a su importe, éste se fijará en el contrato, sea en la póliza (art. 652.8 del C. de
c.), sea en el conocimiento (art. 706.7 del C. de c.), sea en ambos. El flete puede ser
calculado, como indica el citado art. 652.8, en relación con el buque o en relación con la
carga. En el primer caso, o bien por cantidad alzada por el viaje o por una serie de viajes, o
bien por meses o días (en cuyo caso corre desde el día en que se ponga el buque a la carga,
art. 658.1 del C. de c.), o bien por cavidades que se hubieren de ocupar. En el segundo, se
calcula por peso o medida (art. 658.3 del C. de c.), por valor, o por combinación de ambos.
b) Las reglas básicas que regulan cuándo y cómo es debido el flete descansan en la
consideración del fletamento como arrendamiento de obra. El flete se paga según el
resultado del transporte, es decir, completo cuando el buque llega a su destino y en relación
con la distancia recorrida si se hubiere perdido antes (este principio se plasma en los arts.
659, 657, 660, 661 y 662). El flete no disminuye aunque las mercaderías sufran deterioro o
disminución por vicio propio o mala calidad y condición de los envases, o por caso fortuito,
pero se pierde por falta de navegabilidad inicial del buque (art. 676 del C. de c.). En la
práctica es frecuente la estipulación de la cláusula de «flete a todo evento», lo que parece
amparado en el párrafo 2.o del art. 661 del C. de c.
1. Las cláusulas que se refieren a las obligaciones del fletante de un buque por entero
pueden consistir en la limitación del derecho de rescisión del fletador, en la posibilidad de
desviación de la ruta establecida o cambio del puerto de destino, en la posibilidad de
retrasar el comienzo del viaje, en la exoneración por los defectos de navegabilidad del
buque, etcétera.
2. Las cláusulas que afectan a las obligaciones del porteador pueden actuar:
— Neutralizando los efectos descriptivos del conocimiento de embarque, por la
imposibilidad del capitán de comprobar la exactitud de las declaraciones en él contenidas
(así: «mercancías cargadas en aparente buen orden»; «contenido desconocido»; «calidad
desconocida»; «número, medida, peso desconocidos»; «ignoro peso y cantidad»; etc.).
— Endosando al cargador o al destinatario la carga de la prueba de la culpa del capitán
(cláusula de la inversión de prueba), en los casos de daños o pérdidas de las mercancías (de
este tipo es la insurance clause, que libera al naviero de toda responsabilidad por daño que
pueda ser cubierto por contrato de seguro).
— Suprimiendo de modo absoluto la responsabilidad del naviero, cualquiera que sea su
origen. Son las cláusulas de negligencia (negligence clause), redactadas además de forma
muy general, para poder abarcar cualquier supuesto de culpa del capitán y de la tripulación.
El criterio civil de culpa no es fácil de precisar en la práctica marítima. De ahí que se haya
acudido a una distinción más sencilla: faltas náuticas y faltas comerciales del capitán y de
la tripulación. Así, sólo se admitirían las cláusulas limitativas respecto de las primeras y
siempre que el naviero haya empleado la debida diligencia antes de la salida del buque.
Esta distinción aparece por primera vez en la Harter Act americana de 1893 y de allí pasó
al Convenio de Bruselas de 1924 y a nuestra LTM. El fundamento se encuentra en que el
naviero puede exonerarse de las consecuencias de la actividad náutica del capitán y de la
tripulación, ya que confía en su habilitación oficial, pero no de sus faltas o errores
comerciales, que en última instancia recaen sobre él. Nuestro C. de c. parece negar validez
a las cláusulas que exoneren al capitán —y al naviero— de la responsabilidad derivada por
sus propias faltas (art. 620.1 del C. de c.). En cambio, nada dice respecto de las de la
tripulación.
2. Si existe error en la cabida del buque o en la nacionalidad de éste (art. 688.2; v., al
respecto, art. 669 y S.T.S. de 7 de diciembre de 1979).
4. Por vuelta al puerto de salida o arribada a otro (en el primer caso por riesgo de piratas,
enemigos o tiempo contrario; en el segundo para reparaciones) (art. 688.4 y 5).
B) El Trip charter
Denominado también a veces round charter, no debe confundirse con el mero fletamento
de ida y vuelta regulada en nuestro Código. En este supuesto el buque es fletado para un
viaje, de ida o de ida y vuelta, utilizando una póliza de time-charter, sobre la base del
tiempo que va a durar el viaje de que se trate. En concreto, suele utilizarse la póliza
Baltime.
Como en todo time-charter se cede la gestión comercial del buque al fletador y en
consecuencia el buque se «entrega» a éste y se «devuelve» al fletante. Además, el flete se
paga por tiempo. Se trata, sin duda, de un contrato de naturaleza verdaderamente compleja
en cuanto que el buque se fleta para un viaje pero por el tiempo que dure ese viaje. Así, si
existe una verdadera cesión de la gestión comercial, plasmada en una cláusula de empleo
efectiva, por la que el capitán y la tripulación pasan a depender de las órdenes del fletador,
el supuesto sería de time-charter. De no ser así, aun existiendo cláusula de empleo,
inoperativa por la mecánica misma del negocio pactado, el supuesto sería de fletamento por
viaje. No falta quien afirma que el trip charter coincide básicamente con nuestro fletamento
por meses o por días regulado en los arts. 652.8 y 658.1 del C. de c.
C) El Tonnage agreement
Denominado también contract au tonnage o, defectuosamente, contract of affreightment,
COA. Puede definirse como aquel contrato por el que una persona se compromete a
transportar por mar, en buques propios o ajenos, una cantidad importante de mercancías,
con o sin determinación de un plazo determinado. La doctrina suele calificarlo de contrato
marco que, en la medida en que se resuelve en la utilización de uno o varios buques para un
número de viajes dentro de un período de tiempo, presenta perfiles comunes con el time-
charter y el fletamento a viaje. El flete se calcula en atención al peso o volumen de las
mercancías porteadas. En otros casos, el contratante es más bien un transitorio o agente de
transportes que se obliga a llevar a cabo los transportes necesarios, a largo plazo, de su
cliente, fletando los buques precisos para ello, o incluso cuantos medios permitan el
transporte completo en sus fases terrestre y marítima.
«Las disposiciones contenidas desde el art. 349 en adelante [las propias del transporte
terrestre, aplicables analógicamente al transporte marítimo, y de forma directa a toda
comisión de transporte] se entenderán del mismo modo con los que, aun cuando no hicieren
por sí mismos el transporte de los efectos de comercio, contrataren hacerlo por medio de
otros, ya sea como asentistas de una operación particular y determinada, o ya como
comisionistas de transportes y conducciones. En cualquiera de ambos casos quedarán
subrogados en el lugar de los mismos porteadores, así en cuanto a las obligaciones y
responsabilidades de éstos como respecto de su derecho». No existen formularios tipo de
esta clase de contratos, a excepción hecha del ya citado Intercoa 80 y la póliza VOLCOA
para carga seca. No podemos analizar, pero sí citar, otras posibles fórmulas. Es el caso del
fletamento de células, regulado en la práctica por la póliza Slothire 93, de cuya compleja
naturaleza da cumplida cuenta la doctrina; el del fletamento de cruceros por viaje (v. el
formulario CRUISEVOY/97); y el del fletamento para ejercicios navales (v. el formulario
NAVEXCON/1998).
III. EL SUBFLETAMENTO
Señala el art. 679: «El fletador de un buque por entero podrá subrogar el flete en todo o en
parte a los plazos que más le convinieren, sin que el capitán pueda negarse a recibir a bordo
la carga entregada por los segundos fletadores, siempre que no se alteren las condiciones
del primer fletamento, y que se pague al fletante la totalidad del precio convenido, aun
cuando no se embarque toda la carga». En virtud de este contrato, el fletador de un buque
por entero cede a una o varias personas («subfletadores») todo o parte de los derechos que
tenía frente al fletante en virtud del primitivo contrato de fletamento. Sin entrar en su
verdadera naturaleza jurídica, si subfletamento o cesión de fletamento, conviene destacar
simplemente que existe acción directa entre fletante y subfletador, lo que permite a aquél
reclamar la totalidad del flete (con independencia de las relaciones fletador- subfletador) y
al subfletador exigir la puesta a disposición del buque.
EL CONTRATO DE TRANSPORTE DE MERCANCÍAS EN RÉGIMEN DE
CONOCIMIENTO DE EMBARQUE
II. EL TRANSPORTE EN RÉGIMEN DE CONOCIMIENTO DE EMBARQUE.
SÍNTESIS HISTÓRICA Y SITUACIÓN ACTUAL
Las referencias históricas clásicas sitúan los antecedentes documentales («lejanos») del
conocimiento de embarque entre los siglos xi a xv, a resultas de la «reaparición del
comercio marítimo» (y, con él, en sentido más estricto, del nacimiento del Derecho
mercantil) que propician los intercambios comerciales entre las ciudades-Estado italianas y
las que se encuentran en el sur de Francia y en los alrededores de Barcelona y Valencia; un
desarrollo «paralelo» al que se produce en el norte de Europa, en este caso incluyendo
zonas que comprenden los puertos cántabros (en particular, Bilbao) y otras ciudades
costeras francesas e inglesas, comunicados con otros centros de comercio en los Países
Bajos, en Flandes, en Visby, etc. (el Báltico).
Al margen de esta breve referencia histórica, que permite esbozar las líneas básicas de su
evolución inicial, puede convenirse en que la configuración actual del conocimiento de
embarque obedece a diversas razones, de índole económico (el extraordinario auge que
experimenta el comercio internacional, en su mayor medida merced al transporte
marítimo), político y técnico, propias de la segunda mitad del siglo XIX, que culminaron en
una regulación uniforme del título en un Convenio internacional, a principios del siglo xx.
Las razones políticas hacen referencia a un complejo proceso, el de la consolidación de los
Estados, que supuso entre otros extremos la legalización del Derecho marítimo. La
regulación de esta rama del Derecho mercantil había sido asumida por los Estados en los
siglos anteriores (así, la Ordonnance touchant la Marine, de 1681, primera obra
codificadora estatal de la materia marítima), lo que suponía el abandono del sistema de
fuentes tradicional de la materia (las costumbre marítimas, por tanto, la fuente
consuetudinaria) en favor de las normas estatales, en particular la codificadas. Ello supuso
la petrificación del Derecho marítimo-mercantil, que pasó a responder a las normas
contenidas en los códigos de la época, alejándolo del Derecho marítimo profesional y
práctico. Supuso, entonces, la fragmentación de ese régimen uniforme y profesional, según
las disposiciones de los Estados; diversidad de las fuentes frente a la uniformidad que,
merced a la extensión de sus propias prácticas, habían alcanzado anteriormente los
profesionales de la mar. Pronto las normas codificadas se mostraron insuficientes para
responder a las nuevas necesidades y a las nuevas posibilidades derivadas de los avances
técnicos y las mejoras que incidían en el tráfico marítimo.
La aplicación del vapor a la navegación marítima a principios del siglo XIX supuso la
construcción de navíos cada vez más veloces y seguros, de navegación más sencilla que
con el uso de la vela, en los que el metal sustituía a la frágil madera; lo que suponía una
considerable disminución de los riesgos clásicos de la navegación, para el propio buque
(ahora más eficaz), su tripulación y las mercancías transportadas (que podían conservarse
en mejores condiciones). Los buques adoptaron cada vez dimensiones mayores,
aumentando con ello su capacidad de carga, que excedía notablemente de las necesidades
de cualquier cargador; lo que permitía que muchos acudieran a «compartir» el mismo viaje.
Entre las reformas que supuso el protocolo de 1968 cabe destacar la correcta definición de
la posición que asume el tercero adquirente de buena fe del conocimiento de embarque
frente al porteador, que se establece sobre la base de la literalidad del propio título (art. 1.1
del Protocolo: «(S) sin embargo, no se admitirá la prueba en contrario cuando el
conocimiento de embarque se haya transferido a un tercero que actúe de buena fe». Una
posterior modificación del Convenio de Bruselas se produjo mediante el Protocolo de 21 de
diciembre de 1979 que, entre otros aspectos, actualizó el límite de responsabilidad del
porteador (aspecto esencial del régimen de estas modalidad de transporte) y estableció
como unidad para el cálculo del importe de las modificaciones los derechos especiales de
giro (SDR, special drawing rights), definido por el Fondo Monetario Internacional. Una
posterior modificación del Convenio de Bruselas se produjo mediante el Protocolo de 21 de
diciembre de 1979 que, entre otros aspectos, actualizó el límite de responsabilidad del
porteador (aspecto esencial del régimen de estas modalidad de transporte) y estableció
como unidad para el cálculo del importe de las modificaciones los derechos especiales de
giro (SDR, special drawing rights), definido por el Fondo Monetario Internacional.
Un último intento de revisión del régimen del Convenio de Bruselas de 1924 se ha
realizado en el seno de CNUDMI, habiendo culminado los trabajos en 2008, con la
aprobación de las denominadas Reglas de Rotterdam (Convenio de las Naciones Unidas
sobre el Contrato de Transporte Internacional de Mercancías Total o Parcialmente
Marítimo; adoptado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 11 de diciembre de
2008). Se trata de una texto pretendidamente adaptado a las nuevas necesidades, técnicas y
comerciales, del transporte marítimo y de las operaciones «puerta a puerta» que el mismo
posibilita, que presta atención no sólo a la fase marítima en sentido estricto, sino también a
las operaciones previas que se producen más allá del muelle o, incluso, del puerto y las
terminales de carga. La referencia del nuevo convenio es, en efecto, el transporte «puerta a
puerta» (door to door), siempre que la operación contemple un tramo internacional por vía
marítima; tomando como base ese complejo ámbito espacial y contractual para regular los
derechos y las obligaciones de los cargadores, los porteadores y los destinatarios que
participan en la operación.
La realidad legislativa en nuestro país resulta aún más compleja, como consecuencia de los
citados protocolos modificativos de 1968 y de 1979 y la ratificación de ambos por nuestro
país (el Instrumento de ratificación se publicó en el Boletín Oficial del Estado de 11 de
febrero de 1984). La ratificación formal del Protocolo de 1979 ha tenido además el efecto
de producir la ratificación (y la incorporación a nuestro Derecho) de las denominadas
Reglas de La Haya-Visby de 1968 (esto es, el protocolo modificativo de 1968). Como
consecuencia del juego de los arts. 1 y 6.2 del Protocolo de 1979, el Convenio e Bruselas de
1924 se convertiría, nuevamente y en virtud de esa publicación de 1984, en Derecho interno
en nuestro Ordenamiento; planteándose la cuestión de las relaciones entre el convenio de
1924 (nuevamente «ratificado»), la LTM 1949, las Reglas de La Haya-Visby y el
denominado SDR Protocol 1979.
D) La Cláusula Paramount
La denominada General Paramount Clause (o Liability for Carriage Between Port of
Loading and Port of Discharge) determina el Derecho aplicable a los conocimientos de
embarque que la incorporen. Formalmente se concibió para garantizar el sometimiento de
los conocimientos de embarque emitidos en virtud de una póliza de fletamento a la
reglamentación «protectora» de los cargadores contenida en alguna disposición
(inicialmente, en la Harter Act norteamericana, de 1893), en la actualidad especial, al
Convenio de Bruselas de 1924 (eventualmente, a los protocolos modificativos que fueren
ratificados). Su denominación expresa la idea de que debe prevalecer la «regla» en ella
contenida sobre cualquier otra estipulación contractual que resulte incompatible con la
misma. Su finalidad es, pues, asegurar un régimen de responsabilidad único para toda la
operación, con independencia de quién fuera el poseedor del conocimiento de embarque,
desplazando las eventuales normas nacionales en favor de la normativa internacional. La
cláusula se generalizó en los conocimientos de embarque emitidos en virtud de una póliza
de fletamento, contrato excluido del ámbito de aplicación del Convenio de Bruselas de
1924; por ello se precisaba un acuerdo expreso reclamando expresamente ese régimen
convencional internacional.
Los términos de la eficacia de la cláusula Paramount en el Ordenamiento español precisan
una reflexión más. Se trata de resolver si, resultando aplicable el Derecho español, el
reclamo al Convenio de Bruselas de 1924 (en su caso, con los protocolos correspondientes;
generalmente se cita sólo el de 1968, esto es, las Reglas de La Haya-Visby) en la citada
cláusula implica el reclamo precisamente a ese texto debiendo entenderse hecho al
convenio en la forma en que fue adaptado a nuestro Ordenamiento (esto es, la LTM 1949,
«corregida» en su caso por los protocolos modificativos reclamados).
Las menciones más importantes del conocimiento son sin embargo las relativas a la
descripción de las mercancías, si se tiene en cuenta de un lado el carácter representativo de
éstas que ostenta el conocimiento y de otro que la especificación de la mercancía recibida
por el porteador entraña la especificación de lo que éste deberá entregar, en el mismo
estado, en el puerto de destino.
Tales menciones son las siguientes:
a) Las marcas principales que permitan la identificación de las mercancías, o de los
embalajes que las contengan. Deben estar colocadas de forma clara y duradera de forma
que sea posible la identificación de la mercancía desde el momento de su carga. Con
frecuencia, el porteador condiciona la asunción de responsabilidad por la mercancía a que
las marcas consten de una forma particular. La correcta identificación de las mercancías,
directamente o de los embalajes que la contengan interesa tanto a las partes originales del
transporte como, en su caso, al destinatario. El art. 8 de la LTM 1949, letra o), exonera la
porteador de las pérdidas o los daños que experimenten las mercancías debidos debidas a
las «insuficiencias o imperfecciones de las marcas». La exoneración no «beneficiaría» al
porteador, por el contrario, en los supuestos de inexistencia de marcas o en aquellos otros
en los que no existe ninguna relación entre las marcas y las menciones reflejadas en el
conocimiento de embarque y aquellas otras que efectivamente constan en la mercancía o en
sus embalajes.
Según la LTM de 1949, el hecho de retirar las mercancías constituye una presunción, salvo
prueba en contrario, de que éstas han sido entregadas en la forma estipulada en el
conocimiento (art. 22), excepto si el consignatario hace reserva antes o al retirar las
mercancías, si los daños son aparentes, o en los tres días siguientes si no lo son.