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Como una manera de contribuir a la búsqueda de una mejor
comprensión de muchos sucesos narrados en la Biblia, presentamos el
proyecto de poner en la red la principal literatura extrabíblica que se
posee hasta fines del siglo II. La que sigue es una lista no exhaustiva de
documentos antiquísimos (traducidos al español o al inglés) que guardan
relación con los trasfondos sociales, políticos, geográficos y culturales de
la Sagrada Escritura. Estos escritos son:
(1) los Targumim (traducciones ampliadas del texto hebreo a la lengua
aramea para el uso diario, la lectura sinagogal y la cúltica; tales son el
tárgum de los libros de la ley, de los profetas, de los cinco rollos, de los
salmos, etc.),
(2) los rollos de Qumrán (los escritos del Mar Muerto que describen las
creencias y prácticas de una secta judía rigorista, contemporánea de Juan
el Bautista y conocida por Flavio Josefo; así tenemos la Regla de la
comunidad, el Documento de Damasco, el Documento de las dos
columnas, los Himnos y Comentarios bíblicos, etc.),
(3) la ley oral judía o Mishná (cfr. Marcos 7:1-13; colección de materiales
rabínicos antiguos, en 63 tratados, que decidían legalmente situaciones de
la vida religiosa judía: Sanhedrín, Shabat, Eruvín, Peshajim, etc.),
(4) los Apócrifos del Antiguo Testamento (libros no canónicos contenidos
en la Septuaginta [Biblia Alejandrina]: Oración de Manasés, 3 y 4
Macabeos, Salmos de Salomón, etc., y parcialmente reproducidos en
la Biblia Católica: Judit, Tobit, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, etc.),
(5) los Pseudoepigráficos del Antiguo Testamento (libros judíos no
canónicos, cuya autoría [epígrafe] o narraciones pretenden relacionarlos
con personajes bíblicos; así, el Apocalipsis de Abrahán, el de Adán, el
Testamento de Job, 1ro., 2do. y 3er. libros de Henoc, la Carta de Aristeas,
los Jubileos, etc.),
(6) los Apócrifos del Nuevo Testamento (escritos espurios del siglo II en
adelante, en forma de Evangelios, Hechos, Epístolas, Apocalipsis,
pretendidamente escritos por los apóstoles),
(7) los escritos de los Padres Apostólicos (documentos y autores de fines
del siglo I y décadas posteriores, los cuales guardan una relación
temporal cercana a los apóstoles; así, la 1ra. y 2da. Carta de Clemente a
los corintios, las Cartas de Ignacio, el Pastor de Hermas, la Didajé, etc.),
(8) los libros de Flavio Josefo (militar e historiador judío, que floreció
entre los años 37-100 DC, escribió la historia de los judíos, las guerras de
éstos bajo el yugo romano y dos escritos polémicos: Antigüedades
judaicas, Guerras judías, Autobiografía y Contra Apión),
(9) las obras de Filón de Alejandría (escritor judío de los años 20 AC y 45
DC, residente en Alejandría, Egipto, cuya filosofía y alegorías, mezcla de
platonismo y Biblia, influyó grandemente en la literatura cristiana; sus
obras: Sobre la creación del mundo, Sobre el decálogo, Interpretación
alegórica de las sagradas leyes, etc.),
(10) los documentos gnósticos de Nag Hammadi (encontrados en 1945 en
Chenoboskion, Alto Egipto, describen creencias cristianas secretas no
ortodoxas; escritos originalmente en copto [idioma antiguo de los
egipcios]: Evangelio de la verdad, Evangelio de Tomás, Tratado sobre la
resurrección, etc.).
La presente página invita a todo el que esté interesado en que
publiquemos los textos castellanos de “Literatura extrabíblica” a sumarse
voluntariamente a nuestro proyecto de transcribir en formato Word
todos nuestros documentos hispanos o traducir aquellos del inglés al
español.
Ya se ha hecho mención a que durante el período intertestamentario apareció,
principalmente en Palestina, aunque también en la dispersión, una copiosa literatura judía
muy significativa no sólo para el judaísmo sino aun más para la cristiandad.2 Por una parte
proporciona interesantes y profundos conocimientos de la historia de los judíos y de su
religión independientemente de las escuelas rabínicas, y por otra, arroja luz sobre los
orígenes de la fe cristiana. Es difícil decir la amplitud geográfica por la que estos libros se
extendieron, pero es muy posible que fueran un número muy considerable de ellos.
En la literatura rabínica se les designa con el nombre hisonim que significa “externos” o
“ajenos”, dando a entender aquellos libros no incluidos en el canon. Una guía para
identificarlos la da el tratado de Tosefta, Yadaim II, 13, que reza así: “Los libros (sic) de
Ben Sirac y todos aquellos que fueron escritos desde ese tiempo en adelante no hacen
manos inmundas”, es decir, no son canónicos. Se puede conjeturar que esta literatura
forme el grupo completo al que pertenece Ben Sirac, a saber, la literatura apócrifa y
semejantes (incluyendo muchos escritos de tipo apocalíptico). En el tratado de la
Mishnah, Sanhedrin X.I, se dice por influencia del rabí Akiba (132 d. de J.C. aprox.), que
entre aquellos que “no tienen parte en el mundo venidero” está “el que lee los libros
ajenos”. Superficialmente podría considerarse esto como que la lectura de los libros no
canónicos estaba prohibida, pero en verdad la referencia probablemente es a
su recitación pública tanto en la liturgia del culto como en la disciplina de estudio.
II. La conformidad del contenido del libro con la Tora (compárense discusiones sobre la
canonicidad de Ezequiel).
La mayoría de estos libros se escribieron tanto en hebreo (la lengua erudita de ese tiempo)
como en arameo (la lengua vernácula, generalmente usada en la literatura judía), pero,
con la excepción de Eclesiástico (o Ben Sirac), sobrevivieron sólo en traducciones, primero
griegas y después a otras lenguas. Algunos eruditos como C. C. Torrey, han argüido que
en el año 70 d. de J.C., se decidió “destruir, sistemática y completamente, los originales
semíticos de toda literatura no canónica … La literatura popular, que había tenido una
existencia tan floreciente, era ahora interferida tanto en cuanto concernía a la Judería
Palestiniana”.1 Es muy dudoso, no obstante, si la evidencia puede prestarse a tan rotunda
afirmación, pues el divorcio entre el fariseísmo y las ideas guardadas como reliquias en la
apocalíptica no era algo tan conclusivo como para que hubiéramos de creer semejante
aserto. Pero la antipatía que muchos rabíes sentían por la apocalíptica no se puede negar
y, bajo su influencia, estos “libros ajenos” perdieron el favor de Palestina.
Anteriormente, sin embargo, habían sido traducidos al griego por los judíos de la
dispersión, llegando a ser muy populares entre ellos. Ciertamente, cuando llegaron a
Alejandría entraron en su propio ambiente y recibieron la más amplia expansión que jamás
tuvieran en Palestina. Cuando, con el tiempo, para los judíos de la dispersión tales escritos
habían perdido mucho de su valor ya eran posesión de la iglesia cristiana por medio de la
Versión de los Setenta, con lo cual algunos de estos “libros ajenos” fueron incorporados. Y
así como en el primer caso fueron preservados por los judíos de habla griega en Egipto, la
iglesia cristiana fue finalmente la responsable de que sobrevivieran.
No es sorprendente que los “libros ajenos” y en particular los apocalípticos entre ellos,
fueran populares desde el principio entre los cristianos primitivos por haber surgido estos
libros de la fe judía; su aplicabilidad a la enseñanza de la iglesia sobre la inminente venida
de Cristo era evidente. Dado que los gentiles se congregaban cada vez más en la iglesia, y
que la lengua aramea dio paso a la griega como lengua de la comunidad cristiana, la
difusión de estos libros fue todavía mayor. Con excepción del libro canónico de Daniel la
tradición apocalíptica es cristiana y no judía. Las numerosas versiones de 2 (IV) Esdras
indican que este cuerpo de doctrina seguiría teniendo una profunda y amplia influencia
entre los cristianos. En el judaísmo la tradición apocalíptica, que había influido
profundamente al menos en una parte de las gentes desde el tiempo de Antíoco IV en
adelante, según las consecutivas crisis, con el paso del tiempo dejó de existir.
Antes de abordar este tema es necesario aclarar qué se entiende por Para-
testamentario y también explicar el término Inter-testamentario que aparece
asociado al anterior.
Literatura rabínica.
Manuscritos de Qumrán.
2. Flavio Josefo
Se trata de un personaje algo ambiguo, por un lado porque siendo judío escribió
la historia completa de su pueblo en la lengua y a la manera de los historiadores
de la gentilidad. Por otro lado fue un asceta luego convertido en diplomático.
Líder guerrero en la resistencia contra Roma pasó a ser tiempo después, el
protegido de sus vencedores. Por todo esto su vida estuvo llena de
contradicciones y paradojas, lo que hizo que su obra fuera rechazada por el
judaísmo hasta hace muy poco tiempo y fueron los cristianos los que la salvaron
y la explotaron abundantemente durante los primeros siglos de su historia.
3. La autobiografía
4. Contra Apio
La guerra de los judíos: redactó esta obra primero en arameo, su lengua materna
poco después del desastre del 70. Más tarde la rehízo, completó y redactó en
griego. Se publicó al final del reinado de Vespasiano (entre el 75 y 79). El
período de estudio abarca desde la intervención de Antíoco IV Epífanes en
Palestina (175 a.C.) hasta la caída de Masada (73 o 79 d.C.) Prácticamente es la
única fuente que poseemos de estos dos siglos de historia judía. Josefo se nos
presenta como un historiador del estilo de sus protectores los Flavios, tanto en los
puntos de vista que adopta como en las fuentes que utiliza (posiblemente notas de
guerra de Vespasiano y Tito). Sigue además los principios historiográficos de las
escuelas helenistas contemporáneas. Pero a pesar de todas las concesiones
amplias y necesarias que Josefo tiene que hacer a la historiografía de la
gentilidad, a su política y a su cultura, no dejó por ello de ser un historiador
judío, fiel a la inspiración tradicional de la “historia de la salvación”. En sus
obras se encuentra una idea religiosa de la historia que concuerda con la
enseñanza de los padres de Israel, de hecho el desastre del 70 lo explica del
mismo modo que los profetas como fruto de la ruptura de la alianza.
Contra Apio: es un tratado en dos tomos y es la obra más atractiva de los escritos
de Josefo. Constituye una apología en favor del judaísmo y una respuesta a las
críticas que levantó la publicación de las Antigüedades. Apio es el representante
de los enemigos de Israel. El texto está redactado con un gran dominio y arte
literario mostrando gran familiaridad con la filosofía y poesía griega. En esta
obra Josefo trata de mostrar la antigüedad de la raza judía. En ella se encuentra
un panorama del antisemitismo del siglo I d.C. y numerosas citas de escritos que
se han perdido.
Las obras de Josefo aportan material de fondo de gran importancia para los
estudios de la historia del período paratestamentario tardío, como también del
neotestamentario. Por todo lo señalado, podemos decir que la obra de Josefo es
de gran importancia. Por un lado ayuda a comprender el modo en que se fue
gestando la Biblia cristiana y también para apreciar como tantas generaciones
cristianas, a lo largo del tiempo, le dieron a su obra un gran significado
actualizándola constantemente.
3. Filón de Alejandría
Llamado también Filón el Judío, nace en Alejandría, Egipto, alrededor del año 25
a.C. y muere después del año 50 d.C. Fue autor de una extensa obra teológica y
filosófica de gran importancia. Filón es considerado como el más importante
representante de la filosofía judeo alejandrina. Para desarrollar esta filosofía se
basó especialmente en la interpretación alegórica del AT, uniendo a ello las
tendencias de dos escuelas filosóficas griegas, la de los platónicos y la de los
estoicos. No se conoce mucho sobre su vida, sólo a través de su autobiografía y
en Antigüedades judías de Josefo.