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Publicacion de documentos extrabiblicos

 
 
 
Como una manera de contribuir a la búsqueda de una mejor
comprensión de muchos sucesos narrados en la Biblia, presentamos el
proyecto de poner en la red la principal literatura extrabíblica que se
posee hasta fines del siglo II.  La que sigue es una lista no exhaustiva de
documentos antiquísimos (traducidos al español o al inglés) que guardan
relación con los trasfondos sociales, políticos, geográficos y culturales de
la Sagrada Escritura. Estos escritos son:
 
(1) los Targumim (traducciones ampliadas del texto hebreo a la lengua
aramea para el uso diario, la lectura sinagogal y la cúltica; tales son el
tárgum de los libros de la ley, de los profetas, de los cinco rollos, de los
salmos, etc.),
 
(2) los rollos de Qumrán (los escritos del Mar Muerto que describen las
creencias y prácticas de una secta judía rigorista, contemporánea de Juan
el Bautista y conocida por Flavio Josefo; así tenemos la Regla de la
comunidad, el Documento de Damasco, el Documento de las dos
columnas, los Himnos y Comentarios bíblicos, etc.),
 
(3) la ley oral judía o Mishná (cfr. Marcos 7:1-13; colección de materiales
rabínicos antiguos, en 63 tratados, que decidían legalmente situaciones de
la vida religiosa judía: Sanhedrín, Shabat, Eruvín, Peshajim, etc.),
 
(4) los Apócrifos del Antiguo Testamento (libros no canónicos contenidos
en la Septuaginta [Biblia Alejandrina]: Oración de Manasés, 3 y 4
Macabeos, Salmos de Salomón, etc., y parcialmente reproducidos en
la Biblia Católica: Judit, Tobit, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, etc.),
 
(5) los Pseudoepigráficos del Antiguo Testamento (libros judíos no
canónicos, cuya autoría [epígrafe] o narraciones pretenden relacionarlos
con personajes bíblicos; así, el Apocalipsis de Abrahán, el de Adán, el
Testamento de Job, 1ro., 2do. y 3er. libros de Henoc, la Carta de Aristeas,
los Jubileos, etc.),
 
(6) los Apócrifos del Nuevo Testamento (escritos espurios del siglo II en
adelante, en forma de Evangelios, Hechos, Epístolas, Apocalipsis,
pretendidamente escritos por los apóstoles),
 
(7) los escritos de los Padres Apostólicos (documentos y autores de fines
del siglo I y décadas posteriores, los cuales guardan una relación
temporal cercana a los apóstoles; así, la 1ra. y 2da. Carta de Clemente a
los corintios, las Cartas de Ignacio, el Pastor de Hermas, la Didajé, etc.),
 
(8) los libros de Flavio Josefo (militar e historiador judío, que floreció
entre los años 37-100 DC, escribió la historia de los judíos, las guerras de
éstos bajo el yugo romano y dos escritos polémicos: Antigüedades
judaicas, Guerras judías, Autobiografía y Contra Apión),
 
(9) las obras de Filón de Alejandría (escritor judío de los años 20 AC y 45
DC, residente en Alejandría, Egipto, cuya filosofía y alegorías, mezcla de
platonismo y Biblia, influyó grandemente en la literatura cristiana; sus
obras: Sobre la creación del mundo, Sobre el decálogo, Interpretación
alegórica de las sagradas leyes, etc.),
 
(10) los documentos gnósticos de Nag Hammadi (encontrados en 1945 en
Chenoboskion, Alto Egipto, describen creencias cristianas secretas no
ortodoxas; escritos originalmente en copto [idioma antiguo de los
egipcios]: Evangelio de la verdad, Evangelio de Tomás, Tratado sobre la
resurrección, etc.).
 
 
La presente página invita a todo el que esté interesado en que
publiquemos los textos castellanos de “Literatura extrabíblica” a sumarse
voluntariamente a nuestro proyecto de transcribir en formato Word
todos nuestros documentos hispanos o traducir aquellos del inglés al
español.
 
Ya se ha hecho mención a que durante el período intertestamentario apareció,
principalmente en Palestina, aunque también en la dispersión, una copiosa literatura judía
muy significativa no sólo para el judaísmo sino aun más para la cristiandad.2 Por una parte
proporciona interesantes y profundos conocimientos de la historia de los judíos y de su
religión independientemente de las escuelas rabínicas, y por otra, arroja luz sobre los
orígenes de la fe cristiana. Es difícil decir la amplitud geográfica por la que estos libros se
extendieron, pero es muy posible que fueran un número muy considerable de ellos.
En la literatura rabínica se les designa con el nombre hisonim que significa “externos” o
“ajenos”, dando a entender aquellos libros no incluidos en el canon. Una guía para
identificarlos la da el tratado de Tosefta, Yadaim II, 13, que reza así: “Los libros (sic) de
Ben Sirac y todos aquellos que fueron escritos desde ese tiempo en adelante no hacen
manos inmundas”, es decir, no son canónicos. Se puede conjeturar que esta literatura
forme el grupo completo al que pertenece Ben Sirac, a saber, la literatura apócrifa y
semejantes (incluyendo muchos escritos de tipo apocalíptico). En el tratado de la
Mishnah, Sanhedrin X.I, se dice por influencia del rabí Akiba (132 d. de J.C. aprox.), que
entre aquellos que “no tienen parte en el mundo venidero” está “el que lee los libros
ajenos”. Superficialmente podría considerarse esto como que la lectura de los libros no
canónicos estaba prohibida, pero en verdad la referencia probablemente es a
su recitación pública tanto en la liturgia del culto como en la disciplina de estudio.

¿Sobre qué bases estaba esta literatura considerada no canónica? W. D. Davies ha


sugerido1 cuatro criterios para determinar la aceptación o el rechazo de cualquier libro:
I. En vista de que la profecía había cesado en Israel después de Daniel durante el período
persa, todos los libros escritos después de este tiempo no podían aceptarse.

II. La conformidad del contenido del libro con la Tora (compárense discusiones sobre la
canonicidad de Ezequiel).

III. Una cierta autoconsistencia por parte de cada libro en cuestión.

IV. El carácter originalmente hebreo.

Estos factores explican la inclusión de Daniel en el canon, y la exclusión de libros como


Eclesiástico (o Ben Sirac), Judit, Salmos de Salomón y 1 y 2 de Macabeos. Explican
también la exclusión de los escritos apocalípticos judíos que durante algún tiempo gozaron
de cierta popularidad en Palestina. Pero había tal vez otras razones del porqué estos
escritos no fueron aceptados en el canon. Una era la antipatía que hacia ellos sentían los
rabíes al recordar la participación tan importante que tuvieron para que prendiera la llama
de la revuelta, que condujo a la caída de Jerusalén en el año 70 d. de J.C. Esa catástrofe y
la subsiguiente reorganización del judaísmo condujo a una concentración en torno a la
Tora y su acompañante la tradición oral. Además estaba el uso que los cristianos
empezaban a hacer de este tipo de literatura. Los cristianos encontraron la enseñanza de
estos libros, especialmente con respecto al Mesías, sumamente adecuada para sus
propios fines; comenzaron a hacerse interpolaciones cristianas en las obras apocalípticas
judías y aparecieron escritos apocalípticos cristianos independientes. Todos estos factores
juntos militaron contra el estudio y la publicación continuada de tales libros por parte de los
judíos. Entre los últimos “libros ajenos” de carácter apocalíptico escritos figuran 2 Esdras (i.
e. IV Esdras) 3–14 y el Apocalipsis de Baruc sobre el año 90 d. de J.C.

La mayoría de estos libros se escribieron tanto en hebreo (la lengua erudita de ese tiempo)
como en arameo (la lengua vernácula, generalmente usada en la literatura judía), pero,
con la excepción de Eclesiástico (o Ben Sirac), sobrevivieron sólo en traducciones, primero
griegas y después a otras lenguas. Algunos eruditos como C. C. Torrey, han argüido que
en el año 70 d. de J.C., se decidió “destruir, sistemática y completamente, los originales
semíticos de toda literatura no canónica … La literatura popular, que había tenido una
existencia tan floreciente, era ahora interferida tanto en cuanto concernía a la Judería
Palestiniana”.1 Es muy dudoso, no obstante, si la evidencia puede prestarse a tan rotunda
afirmación, pues el divorcio entre el fariseísmo y las ideas guardadas como reliquias en la
apocalíptica no era algo tan conclusivo como para que hubiéramos de creer semejante
aserto. Pero la antipatía que muchos rabíes sentían por la apocalíptica no se puede negar
y, bajo su influencia, estos “libros ajenos” perdieron el favor de Palestina.
Anteriormente, sin embargo, habían sido traducidos al griego por los judíos de la
dispersión, llegando a ser muy populares entre ellos. Ciertamente, cuando llegaron a
Alejandría entraron en su propio ambiente y recibieron la más amplia expansión que jamás
tuvieran en Palestina. Cuando, con el tiempo, para los judíos de la dispersión tales escritos
habían perdido mucho de su valor ya eran posesión de la iglesia cristiana por medio de la
Versión de los Setenta, con lo cual algunos de estos “libros ajenos” fueron incorporados. Y
así como en el primer caso fueron preservados por los judíos de habla griega en Egipto, la
iglesia cristiana fue finalmente la responsable de que sobrevivieran.

No es sorprendente que los “libros ajenos” y en particular los apocalípticos entre ellos,
fueran populares desde el principio entre los cristianos primitivos por haber surgido estos
libros de la fe judía; su aplicabilidad a la enseñanza de la iglesia sobre la inminente venida
de Cristo era evidente. Dado que los gentiles se congregaban cada vez más en la iglesia, y
que la lengua aramea dio paso a la griega como lengua de la comunidad cristiana, la
difusión de estos libros fue todavía mayor. Con excepción del libro canónico de Daniel la
tradición apocalíptica es cristiana y no judía. Las numerosas versiones de 2 (IV) Esdras
indican que este cuerpo de doctrina seguiría teniendo una profunda y amplia influencia
entre los cristianos. En el judaísmo la tradición apocalíptica, que había influido
profundamente al menos en una parte de las gentes desde el tiempo de Antíoco IV en
adelante, según las consecutivas crisis, con el paso del tiempo dejó de existir.

B. El Ambiente de la Literatura Apocalíptica

Se ha sugerido que la separación entre la literatura apocalíptica y el judaísmo farisaico


ortodoxo no era tan radical como algunos eruditos creían. Las diferencias entre ellos no
pueden, por supuesto, negarse; pero el hecho es que la literatura apocalíptica podía
compartir ciertas creencias fundamentales con el judaísmo rabínico, las cuales les dio
puntos definitivos de contacto. Con respecto a la Tora ambos adoptaron la misma actitud,
es decir, la reverenciaron como revelación de Dios. El centralismo de la Tora en el
pensamiento de los libros apocalípticos se puede ilustrar libro tras libro, desde los Jubileos
y los Testamentos de los XII Patriarcas del siglo II a. de J.C., hasta 2 Esdras y 2 Baruc del
siglo I d. de J.C. Es verdad que la forma de la literatura apocalíptica difiere
considerablemente de la forma del Halakah de la literatura rabínica,1 pero ante la evidencia
del libro de Jubileos se pone de manifiesto que esta diferencia no es absoluta en todos los
casos. El autor de Jubileos está verdaderamente familiarizado con el método rabínico, y da
evidencias de halakot incluso antes que las que se dan en las mismas fuentes rabínicas.
De nuevo, el elemento apocalíptico de estos escritos va frecuentemente acompañado de
un interés profundo y ético de lo que en muchos aspectos es la clave para comprender y
apreciar el judaísmo rabínico. Así pues, hay una perspectiva escatológica en estos dos
grupos de escritos la cual, aunque distinta en muchos aspectos, revela tener también
mucho en común. Esto se aprecia claramente en ciertas esperanzas rabínicas como son la
resurrección del cuerpo y el advenimiento del Mesías. Un caso destacado es el del rabí
Akiba quien, como vimos, a principios del siglo II elaboró y ordenó el halakot; fue el mismo
hombre que ansiosamente aguardaba la venida del Mesías y apoyó de todo corazón los
propósitos de Bar Kochba en su revuelta del año 132–135 d. de J.C.
Pero este tipo de literatura apelaría mucho más a los zelotes y a aquellos que participaban
de puntos de vista políticos y religiosos. Estas personas encontrarían aquí mucho que
contar con su entusiasta aprobación, y que encendiera aquel celo nacionalista que les hizo
procurar ejecutar completamente, incluso con la espada si era preciso, la voluntad
revelada de Dios. Nuestro conocimiento de los esenios es limitado, pero lo que sabemos
de ellos indica que sus creencias no se ajustarían siempre a las expresadas en los escritos
apocalípticos. Pero el término puede bien designar a un número de diferentes grupos
cuyas ceremonias y prácticas podrían bien corresponder más exactamente con las de la
literatura apocalíptica. Si pudiera comprobarse que los sectarios del Qumran eran en
efecto una rama de los esenios, entonces el argumento para la posible influencia esenia
sobre este tipo de literatura puede recibir más crédito que antes, pues el pensamiento
mesiánico y apocalíptico de los pergaminos del mar Muerto tiene mucho en común con los
escritos apocalípticos de los “libros ajenos”.

En conclusión, la existencia de esta literatura no canónica, apocalíptica y de otro tipo,


justifica el punto de vista anterior de que durante el período intertestamentario el judaísmo
era un complejo sistema que contenía en sí muchas sectas, partidos y tipos, pues la
literatura misma revela muchos puntos de vista diferentes, intereses y creencias que no
pueden ser identificados siempre con cualquiera de los partidos reconocidos del judaísmo.
Como R. Travers Herford dice: “La existencia de escritores como los de los libros apócrifos
apunta más bien a una complejidad que a una simplicidad en las actividades literarias del
tiempo. Además, que la presencia de muchos elementos en el judaísmo contemporáneo
no implica en ninguna manera que hubiera interacción y mutua influencia.”1 Ahora,
volvamos a un examen más profundo de la literatura “apócrifa”.
¿Que es la Literatura
Paratestamentaria y cual es su
utilidad para la interpretacion
de los textos Biblicos?
CARI RODRIGO·JUEVES, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2018·Público

1. Introducción y definición del término

Antes de abordar este tema es necesario aclarar qué se entiende por Para-
testamentario y también explicar el término Inter-testamentario que aparece
asociado al anterior.

Inter–testamentario: Algunos autores llegan a la conclusión que dado que el


último libro del AT, el libro de la Sabiduría, se compone aproximadamente en el
año 50 a.C. y el primer libro del NT ( 1 Tesalonicenses) se escribe
aproximadamente en el año 51 d.C., entre uno y otro testamento transcurre un
período de un siglo. De este siglo que se genera entre ambos testamentos la
Biblia no dice nada, pero claramente durante ese tiempo se produce una profusa
literatura extra bíblica.

Para-testamentario: algunos autores siguen utilizando actualmente el término que


vimos anteriormente: inter – testamentario, para señalar a este tiempo entre uno y
otro testamento. Pero otros prefieren utilizar el término para-testamentario dado
que se cuestionan algunos elementos, a saber:

•¿Existe realmente un tiempo inter – testamentario si cuando se empieza a


escribir el Nuevo Testamento todavía no estaba cerrado el canon del Antiguo
Testamento ni para judíos ni para cristianos?

•Si se pudiera determinar realmente ese tiempo inter-testamentario sería un


período muy corto.
Es por ello que estos estudiosos ven más conveniente el uso de la palabra para-
testamentario cuyo significado es más neutro y no tiene complicación temporal
ya que es más abarcativo.

En resumen: nos inclinamos a utilizar la expresión: literatura para-testamentaria


entendiéndose por ella a los textos del entorno judeo cristiano que se pueden
situar en un período más o menos largo en torno al paso del Antiguo y el Nuevo
Testamento, entre los siglos III a.C. al V d.C. Aclaramos que existen otras
posturas, como ya vimos en cuanto a la terminología y también al período de
tiempo que abarca.

Pero… ¿Por qué es importante en un estudio bíblico como el que estamos


haciendo tener en cuenta esta literatura si justamente no es bíblica? Porque
durante ese tiempo que hemos señalado se produce una evolución en el
pensamiento religioso, en la comprensión de los textos bíblicos y en el modo de
expresar la fe que no se encuentra en la Biblia y que es de gran importancia
conocer para una mejor comprensión de los comienzos del cristianismo y del
ambiente donde se gesta el Nuevo Testamento.

Obviamente no se trata sólo de “literatura” o de “escritos” dado que toda


literatura, todo escrito nace en un ambiente determinado, por ello el término inter
– testamentario hace referencia a todo el ambiente civil, religioso, institucional
donde dicha literatura se concibió. Esta literatura, en algunos casos ya era
conocida hace tiempo pero en otros casos ha salido a la luz en descubrimientos
más recientes.

1.1 Obras que componen la literatura llamada para-testamentaria2

 Obras históricas de Flavio Josefo.

 Comentarios bíblicos de Filón de Alejandría.

 Literatura rabínica.

 Apócrifos del AT.

 Apócrifos del NT.

 Manuscritos de Qumrán.
2. Flavio Josefo

Judío palestinense de obediencia farisea nacido el 37 o 38 d.C. en tiempos de la


ascensión al trono del emperador romano Calígula. Hijo de sacerdote, y por parte
de madre descendiente de los asmoneos. Fue un aristócrata, fino y con gran
talento. Pasó tres años en el desierto en compañía del eremita Banus, se afilió al
partido de los fariseos a los 19 años y se instaló en Jerusalén donde empezó su
actividad política. En el año 64 fue enviado a Roma a solicitar la liberación de los
sacerdotes encarcelados y allí estableció lazos de amistad con personajes
importantes que luego le serían muy útiles. A su regreso de Roma encontró a sus
compatriotas en plena efervescencia contra Roma. Le encargaron defender el
territorio galileo e intentó calmar la agitación local convencido de la
imposibilidad de una victoria judía lo que le ocasionó ciertas sospechas de los
judíos. Cuando los romanos invadieron Galilea Josefo se refugió en Jotapata,
plaza fuerte que defendió con valentía. Más tarde se entregó a los romanos que
luego lo liberaron. Asistió al asedio a Jerusalén por parte de Tito y eso le valió el
odio de sus contemporáneos. Luego de la caída de Jerusalén fue a Roma y asistió
al triunfo de sus vencedores; luego llevó una vida tranquila de cortesano.
Adquirió la ciudadanía romana, tomó el nombre gentilicio de los Flavios y vivió
con una pensión del emperador. Murió probablemente al principio del siglo II.

Se trata de un personaje algo ambiguo, por un lado porque siendo judío escribió
la historia completa de su pueblo en la lengua y a la manera de los historiadores
de la gentilidad. Por otro lado fue un asceta luego convertido en diplomático.
Líder guerrero en la resistencia contra Roma pasó a ser tiempo después, el
protegido de sus vencedores. Por todo esto su vida estuvo llena de
contradicciones y paradojas, lo que hizo que su obra fuera rechazada por el
judaísmo hasta hace muy poco tiempo y fueron los cristianos los que la salvaron
y la explotaron abundantemente durante los primeros siglos de su historia.

Lo más importante de su obra radica en el hecho de su contemporaneidad con el


Nuevo Testamento, tanto desde el punto de vista político como cultural y
religioso. Josefo construyó su obra después de la ruina total e irreversible de la
nación judía. Esta fue compuesta en Roma; es amplia y muy importante tanto
para los estudios históricos como para la investigación bíblica. Cuatro de sus
obras han llegado a nosotros:

1. La guerra de los judíos

2. Las antigüedades judías

3. La autobiografía

4. Contra Apio

La guerra de los judíos: redactó esta obra primero en arameo, su lengua materna
poco después del desastre del 70. Más tarde la rehízo, completó y redactó en
griego. Se publicó al final del reinado de Vespasiano (entre el 75 y 79). El
período de estudio abarca desde la intervención de Antíoco IV Epífanes en
Palestina (175 a.C.) hasta la caída de Masada (73 o 79 d.C.) Prácticamente es la
única fuente que poseemos de estos dos siglos de historia judía. Josefo se nos
presenta como un historiador del estilo de sus protectores los Flavios, tanto en los
puntos de vista que adopta como en las fuentes que utiliza (posiblemente notas de
guerra de Vespasiano y Tito). Sigue además los principios historiográficos de las
escuelas helenistas contemporáneas. Pero a pesar de todas las concesiones
amplias y necesarias que Josefo tiene que hacer a la historiografía de la
gentilidad, a su política y a su cultura, no dejó por ello de ser un historiador
judío, fiel a la inspiración tradicional de la “historia de la salvación”. En sus
obras se encuentra una idea religiosa de la historia que concuerda con la
enseñanza de los padres de Israel, de hecho el desastre del 70 lo explica del
mismo modo que los profetas como fruto de la ruptura de la alianza.

Antigüedades judías: Esta obra se termina en el año 13 del reinado de Domiciano


(93-94). Josefo tenía aquí 56 años y llevaba ya unos 20 años en Roma. Se trata de
una amplia colección de 20 libros, que abarcan la historia de Israel desde el relato
de la creación del mundo hasta la época del procurador romano en Palestina
Gessius Florus (64 d.C.).

La autobiografía: es la obra de Josefo de menor interés, donde trata de responder


a las acusaciones de una obra rival a la Guerra de los judíos, escrita por Justo de
Tiberíades. Josefo trata de defender su conducta durante los 6 meses del mando
que ejerció en Galilea. En esta obra se encuentran breves resúmenes de su
juventud en Palestina y de sus años en Roma.

Contra Apio: es un tratado en dos tomos y es la obra más atractiva de los escritos
de Josefo. Constituye una apología en favor del judaísmo y una respuesta a las
críticas que levantó la publicación de las Antigüedades. Apio es el representante
de los enemigos de Israel. El texto está redactado con un gran dominio y arte
literario mostrando gran familiaridad con la filosofía y poesía griega. En esta
obra Josefo trata de mostrar la antigüedad de la raza judía. En ella se encuentra
un panorama del antisemitismo del siglo I d.C. y numerosas citas de escritos que
se han perdido.

2.1 Importancia de la obra de Josefo

Como ya se mencionó precedentemente los que salvaron e hicieron célebre a


Josefo fueron sobre todo los cristianos de la era patrística y de la edad media. Los
escritos rabínicos desconocen completamente sus obras, el judaísmo tradicional
lo rechazó. Eusebio de Cesarea, Jerónimo y otros muchos Padres de la Iglesia lo
estimaron mucho. Sus textos fueron copiados y recopilados, traducidos y vueltos
a traducir. Fueron también objeto de retoques e incluso de censuras por parte de
los cristianos. De todos es conocida la aventura del célebre Testimonium
Flavianum (testimonio de Josefo sobre Jesús, cuya autenticidad fue objeto de
controversias a partir del siglo XVI, Antigüedades XVIII, 63-64) con sus
diversas variantes cristianas, en griego, latín, siríaco y árabe.

También se sabe que el libro VI de la Guerra de los judíos, sobre la toma de


Jerusalén el año 70, figuraba en algunas Biblias siríacas como texto canónico
bajo el nombre de 5 Macabeos.

Las obras de Josefo aportan material de fondo de gran importancia para los
estudios de la historia del período paratestamentario tardío, como también del
neotestamentario. Por todo lo señalado, podemos decir que la obra de Josefo es
de gran importancia. Por un lado ayuda a comprender el modo en que se fue
gestando la Biblia cristiana y también para apreciar como tantas generaciones
cristianas, a lo largo del tiempo, le dieron a su obra un gran significado
actualizándola constantemente.
3. Filón de Alejandría

Llamado también Filón el Judío, nace en Alejandría, Egipto, alrededor del año 25
a.C. y muere después del año 50 d.C. Fue autor de una extensa obra teológica y
filosófica de gran importancia. Filón es considerado como el más importante
representante de la filosofía judeo alejandrina. Para desarrollar esta filosofía se
basó especialmente en la interpretación alegórica del AT, uniendo a ello las
tendencias de dos escuelas filosóficas griegas, la de los platónicos y la de los
estoicos. No se conoce mucho sobre su vida, sólo a través de su autobiografía y
en Antigüedades judías de Josefo.

Es una figura clave para conocer la profunda relación entre Judaísmo y


Helenismo en el siglo I d.C. Judío practicante, su profundo dominio de la lengua,
de la literatura y, de modo especial de la retórica griegas lo convierten en una
personalidad extraordinaria de su tiempo, tanto por su exégesis del Pentateuco
como por sus escritos apologéticos, históricos y filosóficos. Su testimonio es de
gran valor para todo estudioso de la Antigüedad clásica por los muchos datos que
aporta acerca de la filosofía, el pensamiento, la educación y la tradición clásica
en el momento histórico que le tocó vivir, precisamente en un centro cultural de
excepcional importancia dentro del Imperio romano. Su obra no tuvo gran
aceptación ni entre los judíos ni entre los griegos, pero los cristianos la recibieron
con entusiasmo.

Sus obras se suelen dividir en:

1. Exposición de la ley judía: tratándose sobre todo de comentarios al Pentateuco


(Cometario Alegórico sobre el Génesis, Vida de Moisés, etc.)

2. Obras apologéticas: (Vida Contemplativa, Contra Flaco, Sobre la Humanidad,


Sobre la Piedad, Sobre el Arrepentimiento, etc.)

3. Tratados filosóficos: Los más importantes son Sobre la providencia y Sobre la


eternidad del mundo, aunque de este último existen dudas sobre su autoría, ya
que la idea de la eternidad del mundo está en contradicción con las creencias
judaicas.
Proximante seguiremos publicare un poco sobre la Literatura Rabinica como
parte de la Literatura Paratestamentaria importante para comprender mejor los
textos Biblicos en el tiempo de Jesús.

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