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Literatura Profesora Paola Holzmann

2° de Bachillerato

Introducción a la Biblia por Idea Vilariño

La Biblia
La Biblia es el libro sagrado de varias de las grandes religiones de Occidente
pero, pese a esa verdad, la Biblia no es un libro sino una pequeña biblioteca, un
conjunto de libros. El número de libros que acepta cada una de esas religiones
varía: la Biblia judía comprende 24 libros (o 39, según se cuente1); al hacerse la
primera traducción al griego, la llamada de los setenta, se incorpora un grupo de
libros, los llamados apócrifos2, lo que llevó el número de libros a 45. La Iglesia
católica aceptó esta selección, el canon alejandrino, mientras que los protestantes
optaron por la primitiva selección, el canon hebreo. A estos cánones, las iglesias
cristianas suman los 27 libros del Nuevo Testamento.
Aunque se diga a menudo, y sin forzar demasiado las cosas, que se trata de
una “biblioteca sagrada”, no se puede afirmar que todo el material que contiene sea
de carácter religioso. En sus libros se incluyen censos, genealogías, leyes civiles,
actos administrativos o guerreros, municipales o individuales, por ejemplo, que no lo
son. Tampoco se puede afirmar que sea una obra literaria o un conjunto de obras
literarias: los textos recién mencionados no lo son, tampoco los libros históricos, aun
cuando a veces incluyan pasajes artísticamente valiosos.
Biblia, el título con que estos libros pasaron a las lenguas modernas, y que
tanto contribuyó a que se los considere como un solo libro, es una mala traducción,
conservada hasta en las mejores versiones modernas, tal vez porque ayuda a
mantener la idea de la unidad de un volumen que algunas iglesias consideran como
la palabra de Dios y no como la obra de hombres sucesivos.
Biblia viene del griego Bibliae (plural de Biblos) –libros o rollos de papiro- que
era una buena traducción del concepto hebreo. Los hebreos llamaban a sus textos
sagrados los escritos o TNK (iniciales de las tres partes en que los dividían: Torá,
Nebiim y Ketubiim), o los veinticuatro, por el número de libros. (…)
Pero no es el único error. Los judíos, que no aceptaron que Jesús fuese el
esperado Mesías, tampoco aceptaron los textos cristianos. Los libros que agregan
las diferentes iglesias cristianas se imprimen como una segunda parte, y las
traducciones designaron las dos partes como Antiguo Testamento y Nuevo
Testamento. El error consiste en que se eligió mal al traducir una palabra griega –
diatheké- que significaba testamento pero también alianza, pacto. El concepto de
testamento no tiene ninguna significación en el pensamiento religioso judío ni en el
cristiano; en cambio es fundamental el vínculo que crean los diferentes pactos

1
Según se dividan o no algunos libros, como Samuel, Reyes, y otros.
2
Que no significa “falsos” sino “escondidos, secretos, apartados”.

1
concertados entre Yahveh y el pueblo hebreo; Jesús, en Mateo 26, 29, se refiere al
Nuevo Pacto que su sangre va a signar. El error es importante porque en un pacto
ambas partes tienen derechos y obligaciones y cada una tiene derecho a exigir el
cumplimiento. De manera que sería mucho más fiel al espíritu de estos libros y
tendría más sentido distinguir ambas partes como Antigua y nueva alianzas, o
Antiguo y nuevo pactos.

ANTIGUO TESTAMENTO
Se llama así, pues, al conjunto de libros que los judíos consideran sagrados
y que constituyen la primera parte de las Biblias cristianas.
Todos los pueblos transmiten de generación en generación sus mitos,
leyendas, tradiciones. Pero es singular el imperativo que llevó a estas tribus, desde
que eran nómades y pobres, a conservar, a salvar de los avatares de las
migraciones, las guerras, los desastres diversos, primero, sus tradiciones orales y,
después, los escritos en que constaban sus orígenes, sus antepasados, sus mitos y
leyendas, su historia, y que finalmente, se convirtieron en historia de más de mil
años, de su relación, de su pacto con la divinidad.
Se piensa que Judá sobrevivió a la deportación en Babilonia (las 10 tribus de
Israel deportadas se perdieron para siempre) porque en el exilio mantuvo una
intensa vida religiosa centrada en sus libros santos. Ese nexo cultural y religioso
hizo posible también que el pueblo judío mantuviera su identidad a través de una
diáspora –dispersión- que comenzó muy temprano y que tuvo siempre alcances
universales, podría decirse. Pueblos mucho más grandes, prósperos, de más
gravitación vieron desvanecerse, junto con su poder político, su identidad y su
cultura, y no han dejado más que ruinas –que dicen mucho pero no todo-.
Los textos rehechos, completados, entretejidos, adaptados a medida que la
situación social, política y religiosa evolucionaba, fueron conservados en rollos de
papiro, pergamino o cuero, manuscritos con minucioso –aunque no siempre exacto-
cuidado por escribas que, en su mayor parte, escribieron en hebreo. Escribían de
derecha a izquierda, sólo las consonantes, y sin la separación –artificial y tardía- en
capítulos y versículos. Algunos textos están en arameo, otra lengua semita que fue
una especie de lengua internacional en el Cercano Oriente, hablada por la mayor
parte de los pueblos con que los hebreos estaban en contacto, y que, al fin, suplantó
al hebreo entre el pueblo. Cuando la expansión del helenismo la lengua “universal”,
de origen indoeuropeo, es el griego común, o koiné, en la que se escribe la mayor
parte de los textos del Nuevo Testamento.
Fueron conservados en innumerables copias y muchas veces escondidos
para eludir la destrucción, la persecución. Con todo, no queda ni un solo manuscrito
original completo del Antiguo Testamento. El más antiguo que se conserva es del
1008, es decir, posterior unos quince siglos a la fijación definitiva del texto de la Torá
o ley, en el V a.C.
Los manuscritos que se poseen son los del llamado texto masorético. Los
masoretas fueron eruditos judíos que, aproximadamente entre los siglos VI y X se
dedicaron a la fijación del texto. Mediante un sistema de puntos indicaron las

2
vocales que no se habían escrito ni necesitado mientras el hebreo fue una lengua
viva. Indicaron también la puntuación y la acentuación y agregaron notas al margen
y entre-líneas. Fue una obra de siglos, difícil e importante, que fijó lo determinado
por una tradición que se perdía. Pero tuvo también su lado negativo, porque fueron
destruidos todos los manuscritos pre-masoréticos, de los que solo se salvaron raros
ejemplares, haciendo imposible la tarea que hoy podría hacerse de una manera más
cabal y científica. Se dio así la idea de una uniformidad que no fue tal; la versión de
los setenta (hecha aproximadamente a partir del año 280 a.C.) dice el Diccionario de
Haag y otros, presupone en numerosos pasajes un texto hebreo que, no solo en
pequeñeces, sino también en el orden del texto y en amplios pasajes se separa
considerablemente del texto masorético.
Veremos qué libros componen el Antiguo Testamento o los Antiguos
Testamentos, y que se han establecido diferentes cánones de sus libros.

CANONES
La idea de establecer un canon3, es decir una lista cerrada de libros que se
consideran inspirados por la divinidad, es ajena al espíritu hebreo, o lo fue hasta una
época más bien tardía. Pero indudablemente un texto como el Decálogo, Éxodo 34,
que parece haber sido escrito alrededor del siglo X a.C., adquirió muy temprano una
especial autoridad, por su autoridad y porque se atribuía a la propia mano de
Yahveh.
Más tarde otros códigos fueron impuestos atribuyéndoseles también origen
divino. Más de una vez se “encontró” un libro cuya supuesta antigüedad le hacía
venerable; así el Deuteronomio o Segunda Ley, que fue presentado por Josías
como obra antiquísima y divina encontrada en el Templo, cuyo texto juran acatar el
rey y el pueblo, y que promovió una reforma religiosa fundamental. (…) El libro
aparece hoy atribuido a Moisés, en el Pentateuco. Este, llamado también Torá o
Ley, primera parte de todos los cánones bíblicos, quedó completo por el 400 a.C.,
fecha después de la cual no se le modificó nunca.
Mientras tanto se siguieron redactando los libros que recogían la prédica y los
hechos de los profetas. Pese a la autoridad moral y la influencia en el pensamiento
religioso de algunos de estos, sólo más tarde se van poniendo sus libros junto a la
ley. (…) Profetas, o Nebiim es la segunda parte del canon hebreo.
Los libros de la tercera parte, los llamados Escritos o Ketubiim, que son
textos de intención literaria, filosófica o sapiencial, fueron los últimos en ser
admitidos. (…)
En la ciudad filistea de Jabné, donde hubo una famosa escuela rabínica, se
reunió en el siglo II un Concilio que entre otras cosas trató sobre los textos a incluir
en los Ketubiim. Solo entonces se cierra el canon hebreo, cuando el pueblo judío ya
está destruido políticamente, y destruido el templo, corazón del culto; cuando ya es

3
Canon viene del griego Kanon (vara o caña de medir) y significa “regla, norma”. Fue cobrando otra
acepción, la de catálogo o lista; determinada lista de palabras representa la norma, lo que se debe
aceptar como inspirado.

3
inmensa la diáspora hasta el punto de quedar en Palestina solo una tercera parte de
la comunidad judía. Y se le cierra por preservar la pureza de la religión. (…)
La gran comunidad judía en territorio griego, especialmente en Alejandría,
hace necesaria la traducción al griego. La primera, que será llamada la septuaginta
o de los setenta (porque una leyenda muy alejada de la realidad la atribuía a 72
sabios judíos que la habrían realizado milagrosamente en 72 días), incorpora otros
libros, según vimos: los apócrifos4.
Así se separan los dos primeros cánones: el hebreo y el alejandrino. (…)
El canon hebreo fue el canon de los judíos de Palestina, que no admitieron
entre los textos inspirados los libros llamados apócrifos (dudosos, escondidos,
secretos, apartados), aunque los admitieran como lectura edificante.
Menafra afirma que el canon hebreo agrupa los libros por su orden de
aparición “más o menos”. (…)
El canon alejandrino fue llamado así por ser el de la versión griega de los
setenta, realizada en Alejandría.
Comienza igualmente con el Pentateuco o Torá que, en razón de haber sido
el primer “canon” hebreo y de atribuirse por entero a Moisés, fue siempre respetado
y aparece como una unidad al comienzo de todos los cánones.
En el resto, el orden es más coherente, agrupándose los libros según su
carácter: históricos, literarios o sapienciales, y proféticos.

Idea Vilariño (1976) La literatura bíblica. El Antiguo Testamento. Montevideo:


Técnica. Pp. 3-9.

4
La mayoría de los cuales pasaron a la traducción latina, la Vulgata, como se llamó a la Biblia
aceptada por la Iglesia católica.

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