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Conoce tu lenguaje

La herramienta principal de todo escritor es el lenguaje. Si bien es cierto que la narración oral es la
forma más antigua de transmitir historias, ya sea en forma de mitos y leyendas, a medida que se
sofisticó el lenguaje escrito, se pudo apreciar de modo más preciso las intenciones del autor de un
texto.

Aunque si bien existen una serie muy variopinta de lenguajes alrededor del mundo, entre hablantes
de la misma lengua el lenguaje permite establecer una relación más íntima entre ellos, por lo que no
es raro que en una historia sea común que conectes mejor con alguien que domine mejor las
palabras que alguien con quien no.

Con el dominio del lenguaje no me refiero solo a tener una ortografía impecable, pues esa es una
característica que se va perfeccionando a medida que un escritor se vaya formando en el oficio y el
estudio que le dedique, sino más bien hago hincapié en la capacidad del escritor para utilizar las
palabras y hacerlas suyas, adhiriéndoles su propio estilo con diversas figuras literarias y giros
narrativos aderezados con un ápice de creatividad.

Existe un debate muy claro entre los autores puristas, los cuales creen que el respeto profundo por el
lenguaje es suficiente para tener una buena historia y los autores que piensan que basta con escribir
sus pensamientos de manera sincera para conectar emocionalmente con el lector o público al que se
dirigen porque creen que el mensaje es lo importante, sin embargo, ambos puntos tienen su parte de
razón.

Y es que un escrito sin emoción difícilmente alcanzará los corazones de las personas, no influyendo
así en el sentido de la belleza de los espectadores, pues a fin de cuentas escribir es un arte. Pero al
mismo tiempo, si un escrito carece de un correcto dominio gramatical, el mensaje ni siquiera será
captado por la audiencia, así que por muy buena que sea la idea de la historia en general, lo más
seguro es que pase desapercibida (o en el peor de los casos sea ignorada) por no tener un mínimo de
calidad en cuanto escritura se refiere.

¿Con esto quiero decir que todas las faltas de ortografía son impermisibles en una obra? La
respuesta tajante es no, porque existen palabras que, a pesar de ser escritas o pronunciadas de modo
incorrecto, son de uso común (como son ciertos modismos de alguna comunidad o estrato social), y
en una historia éstas pueden usarse como un recurso estilístico para denotar características de un
personaje, como su modo de hablar o de comportarse. Sin embargo, para lograr ser efectivo en la
aplicación de este recurso se debe ser diestro en el uso del lenguaje, pues si tu obra peca de los
suficientes vicios, puede llegar a ser percibida como poco seria o con falta de profesionalidad.
Por otra parte, el uso excesivo de palabras “cultas” también puede entorpecer y dificultar la lectura
de tu texto. En efecto, Emplear palabras sin discriminar en su uso es una acción que todo escritor
debería evitar, ya que a veces vale más una descripción sobria pero sólida que una narración muy
culta y pesada para los lectores. Con esto no quiero decir que no recurras a palabras poco comunes,
sino que las utilices a conciencia y con medida.

Una palabra bien empleada en el momento justo potenciará tu escrito como no sospechas.

Por ello, a medida que te adueñes de las palabras y que descubras cuales son las adecuadas te
sentirás más seguro a la hora de tomar la tinta y el papel en tus manos.

Cada palabra encierra una explosión de sentimientos y sentidos. Dejarte llevar por ellas y tejer una
red de significados te brindará resultados muy estimulantes. Si te entrenas en los modos de inventar
y tejer las oraciones y párrafos, lograrás elevar la creatividad de tus escritos exponencialmente.

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