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TEMA IV, LA VARIACIÓN HUMANA. ¿EXISTEN LAS RAZAS?

PREGUNTAS A TENER EN CUENTA:

1. ¿Cuáles son las cuatro grandes razas que definieron los antropólogos
naturalistas que adhieren a las clasificaciones taxonomistas de la especie
humana?
2. ¿la realidad multiforme de la especie humana puede ser abarcada en esas
grandes razas? Justifique.
3. ¿los mapas de distribución de distintos genes de la población mundial, se
superponen? Desarrolle.
4. ¿Cómo la selección natural favorece la división de las características
denominadas ‘raciales?
5. ¿Qué papel juega la vitamina D y la latitud en la coloración de la piel?

BIBLIGRAFÍA

BLANC, M. 1982 Existen las razas humanas?. Mundo Científico. La


Recherche. Ed. Fontalba. 18(2): 1010-1028. 
HARRIS, Marvin 1992 Crisol de razas. Revista Página 30:71-74

VALLOIS, H.1964. Capítulos 1 y 8. Las razas humanas. Eudeba. Buenos Aires.


104 pags.

BLANC, M. 1982 Existen las razas humanas?. Mundo Científico. La


Recherche. Ed. Fontalba. 18(2): 1010-1028. 
Según el sentido común, existen tres grandes razas humanas: la raza blanca, la
raza negra, la raza amarilla.

UNESCO, 1981 - antropólogos y genetistas estiman que la noción de raza en la


especie humana no tiene demasiado sentido biológico. Luego de la segunda guerra
mundial, varios científicos guiaron sus esfuerzos hacia la negación de la existencia de
razas humanas, o de la carencia de base biológica del concepto de raza.

Sin embargo, ciertos científicos siguieron defendiendo la idea y noción de raza.


Entre sus argumentaciones podemos encontrar una de carácter naturalista. Los
antropólogos que se apoyan en este tipo de argumentación, consideran que la especie
Homo sapiens es una más dentro de las otras de la biosfera y que, objetivamente, debe
ser estudiada según las categorías en vigor para el estudio de todas las especies. Del
mismo modo que los naturalistas distinguen en el seno de las especies animales
subdivisiones a las que denominan razas o subespecies, estos antropólogos proponen lo
mismo para la ‘especie humana’. Para estos, la definición de las razas humanas
continúa siendo fundamentalmente la dada por Henry Valois en 1944, quien afirmaba
que las razas humanas son agrupaciones naturales de hombres que presentan un
conjunto de caracteres físicos hereditarios comunes. Según esta clasificación, existirían
cuatro grupos raciales: australoide, negroide, europeoide, mongoloide; y son
reconocibles gracias a un diagnóstico fundamental, la descripción de una asociación de
caracteres morfológicos (color de la piel, forma de los cabellos y forma de la nariz). De
este modo, esta clasificación es completamente ‘naturalista’, y sigue exactamente los
principios de las clasificaciones ‘con claves’ empleadas por los naturalistas en las
‘faunas’ o las ‘floras’. Resulta notable, por otro lado, que esta clasificación acredita
fundamentalmente la idea de que existe un ‘tipo físico’ propio de cada raza, una
asociación particular de caracteres morfológicos hereditarios característicos de la raza.
Al mismo tiempo, el carácter aparentemente natural de estas subdivisiones viene todavía
acentuado por el hecho de que cada una de estas razas ocuparía o habría ocupado un
área geográfica determinada.

La clasificación de Vallois parece natural también por recoger lo que percibe el


sentido común: las ‘grandes razas’ negra, blanca y amarilla reflejan el concepto de las
razas corrientemente utilizado por el público en general.

En suma, las nociones de gran raza de los antropólogos o de raza del publico en
general pueden sugerir que la especie humana está escindida en tres o cuatro grandes
bloques homogéneos, en los cuales los individuos son biológicamente muy similares,
mientras que son muy diferentes de un grupo a otro. Esta tipología racial, fácilmente
nutre a la ideología racista: desde el momento en que se admite que los hombres son
desde el punto de vista biológico profundamente diferentes, se puede justificar que
tengan reservados distintos destinos en la sociedad.

Siempre hay poblaciones que no entran en las categorías muy globalizadoras


como las de ‘gran raza’. Por consiguiente, si se quiere abarcar la realidad multiforme de
la especie humana, hay que multiplicar las categorías raciales. Siempre es posible
encontrar razas intermedias e intermedios entre las intermedias.
Con todo, hay determinados autores que proponen que debería dejar de lado las
clasificaciones raciales, tanto en seres humanos como en otras especies, para
consagrarse al estudio de las variaciones geográficas de caracteres de las poblaciones.
Por ejemplo, Jay Gould sostiene que la subespecie es una categoría de conveniencia, y
que sería más correcto trabajar en el establecimiento de mapas de variaciones
geográficas.

La dificultad de la noción de raza en la especie humana deriva de las mismas


causas. La especie humana también presenta variaciones geográficas de los caracteres,
independientes unas de otras. Esto es cierto para los caracteres externos. Todavía más
cierto es esto cuando se consideran caracteres biológicos, como los grupos sanguíenos o
los grupos tisulares HLA o formas variables de ciertas proteínas.

Luego de la segunda guerra mundial, se reunieron una gran cantidad de datos


sobre la distribución en las poblaciones humanas mundiales de grupos sanguíneos: los
clásicos grupos A, B o 0, Rhesus, los sistemas denominados MN, Duffy, Kell, etc –
todos estos grupos o sistemas representan estructuras moleculares que se encuentran en
la superficie de los glóbulos rojos y se detectan por medio de pruebas inmunológicas.
En este mismo momento, se ha establecido la distribución en las poblaciones humanas
de las variantes diferentes de proteínas o enzimas: hemoglobina, glucosa-6-fosfato
deshidrogenasa, haptoglobina, fosfatasa ácida, entre otros. Alrededor de la década del
70, los grupos tisulares HLA y lo grupos Gm (formas variantes de las
inmunoglobulinas) fueron los uqe han sido estudiados en relación a su distribución en
las poblaciones mundiales. Tanto los grupos sanguíneos, como los grupos tisulares
HLA, los enzimas o las proteínas son particularmente interesantes para la antropología
puesto que su determinismo genético es fácilmente identificable.

Con toda esta información disponible, resulta factible caracterizar las


poblaciones, no por medio de los caracteres morfológicos o físicos distintivos, sino por
las frecuencias de los genes. Por otro lado, la definición de raza, según los genetistas,
estipula que una población es una raza si difiere de las otras poblaciones por sus
frecuencias génicas. Por ejemplo, los grupos sanguíneos A, B o 0, están determinados
por los genes Ia, Ib e I°: conociendo la frecuencia de los grupos sanguíneos en las
poblaciones, es fácil deducir de ellos la frecuencia de los genes correspondientes. Así,
en el período 1950-1970 los antropólogos han podido disponer de mapas mundiales de
numerosos genes relativos a los grupos sanguíneos, bioquímicos, tisulares, etc.
Los mapas de las diferentes distribuciones de genes en las poblaciones
mundiales no se superponen. Si se toma al pie de la letra la definición de raza dada por
los genetistas, se podría definir una ‘clasificación de la especie humana para ABO, otra
para Rhesus, una tercera para Kell, una cuarta para las hemoglobinas, etc., sin contacto
apenas entre sí’. Las compartimentaciones de la especie humana, con la ayuda de los
grupos sanguíneos o de otros caracteres biológicos, tampoco coinciden con las
compartimentaciones en tres o cuatro grandes razas geográficas. Dicho de otro modo,
hay discordancia geográfica de la variación de los numerosos genes estudiados.

Cuando una especie muestra una amplia discordancia en la variación geográfica


de numerosos caracteres biológicos, el taxonomista tiene entonces dos posibilidades
para delimitar las razas. La primera posibilidad consiste en considerar las múltiples
combinaciones de todos los caracteres que varían geográficamente en discordancia: esto
le lleva a multiplicar el número de ‘razas’ – que se hacen cada vez más ‘locales’-. No
precisan que se les otorgue un nombre particular, basta con que sean identificadas con
su localización geográfica. La segunda posibilidad para el taxonomista es la de
considerar tan sólo algunos de los caracteres que varían groseramente en concordancia
y, así, delimitar grandes grupos raciales repartidos geográficamente, aunque se pierde
una considerable cantidad de información acerca de la variación en el seno de la
especie. Este segundo procedimiento lleva a generar grandes subdivisiones en la especie
humana, como la de Vallois, que se basa en algunos caracteres de diagnóstico.

CONCLUSIONES:

El conjunto de resultados de la taxonomía o de la genética muestran que la


noción de raza admitida no tiene gran significaicón biológica y, en todo caso, no la de
una separación biológica de la humanidad en 3 o 4 grandes bloques: de una parte, las
diferencias taxonómicas entre las ‘grandes razas’, son muy poco numerosas; de la otra,
las distancias genéticas de estas grandes razas son muy pequeñas.

Si se considera de cerca el aspecto taxonómico, en definitiva hay un solo


carácter en el que puede basarse de manera constante la delimitación de las grandes
razas: el color de la piel. Como vimos en el tema anterior, la variación de la coloración
de la piel depende de la presencia de la melanina: si hay mucha melanina, la piel es
negra; si su concentración es mediana, la piel es amarilla, y si se presenta en pequeñas
cantidades, la piel es clara. Por consiguiente no se trata de diferencias cualitativas
discontinuas que separen a las ‘grandes razas’, si no de diferencias cuantitativas.

HARRIS, Marvin 1992 Crisol de razas. Revista Página 30:71-74

Los rasgos con los que se determina la ‘raza’ de una persona, son las partes
blandas y superficiales del cuerpo. Las partes duras, las que se fosilizan, no son fiables
como indicadores raciales, porque las dimensiones de los esqueletos de todas las razas
coinciden en su mayor parte. Por otro lado, los genes que determinan las características
utilizadas para definir las razas contemporáneas, no forman necesariamente conjuntos
de rasgos hereditarios que se den siempre juntos. Las variantes de color de la piel, forma
del pelo, tamaño de los labios, anchura de la nariz, etc., se pueden combinar y heredar
independientemente unas de otras. Esto significa que los rasgos que van asociados en la
actualidad no tuvieron que estar necesariamente asociados en el pasado o existir entre
las poblaciones de las que descienden los grupos raciales actuales.

Distintos procesos, de carácter aleatorio, contribuyen a la difuminación de los


rasgos raciales: 1) acelerado flujo de genes que se produce cuando las poblaciones
distintas migrantes encuentran poblaciones distintas desde el punto de vista genético.

2) Como en toda evolución biológica, la selección natural constituye una de las


causas principales de la distribución y frecuencia cambiantes de los genes utilizados
convencionalmente para determinar las divisiones raciales. Cuando las poblaciones se
trasladan a hábitat diferentes o se producen alteraciones en los entornos, la selección
con arreglo al éxito reproductor lleva a la aparición de nuevos conjuntos hereditarios.
Desde la antropología, se han sugerido una serie de conceptualizaciones que vinculan
las diferencias raciales con la temperatura, la humedad y otros factores climatológicos.

Así, muchos de los rasgos que los antropólogos consideraron en otro tiempo
como los mejores indicadores de ascendencia racial han demostrado tener valor
adaptativo en determinadas situaciones.

Pese a esto, sigue siendo posible diferenciar las poblaciones humanas sobre la
base de gran número de rasgos genéticos invisibles cuyas frecuencias medias se agrupan
en grado estadísticamente significativo. El porcentaje de genes que comparten estas
poblaciones puede emplearse para medir la ‘distancia’ genética que las separa. Además,
suponiendo que el ritmo de cambio genético ha sido uniforme en dichas poblaciones se
puede estimar el momento en que dos de ellas empezaron a divergir y, por tanto, a
construir un árbol genético probable que muestre l secuencia de sus derivaciones a
través del tiempo.

DE CARA AL SOL.

La blanquísima piel de los europeos septentrionales y sus descendientes, y las


negrísimas pieles de los centroafricanos y sus descendientes, son probablemente
adaptaciones especiales.

La piel humana debe su color a la presencia de melanina, cuya principal función


es proteger las capas cutáneas superficiales de los daños que podrían ocasionarle los
rayos ultravioletas irradiados por el sol.

VALLOIS, H.1964. Capítulos 1 y 8. Las razas humanas. Eudeba. Buenos Aires

CAPÍTULO 1. ¿QUÉ ES LA RAZA?

El Homo sapiens es una especie ubicua, caracterizada por su extrema diversidad.


Dicha diversidad puede dividirse, al menos, en tres grupos: blancos, amarillos y negros.

La humanidad se divide en cierto número de grupos que se distinguen por sus


caracteres corporales. A estos grupos, el autor, lo llama razas. Este concepto
corresponde a lo que los zoólogos denominan subespecies. Pueden definirse como
‘agrupaciones naturales de hombres que presentan un conjunto de caracteres físicos
hereditarios comunes cualesquiera que sean, además, sus lenguas, sus costumbres o sus
nacionalidades’.

El término físico abarca caracteres que conciernen a la naturaleza misma de los


hombres. Hay allí una serie de facultades debidas ya a la estructura del cuerpo –
caracteres anatómicos- ya al mecanismo de su cerebro – caracteres psicológicos-, ya al
mecanismo de sus órganos – caracteres fisiológicos. Agrega, por último, la manera
como el hombre reacciona frente a las enfermedades –caracteres patológicos-. Las razas
se definen de acuerdo con el conjunto constituido por estos cuatro órdenes de hechos.
Agrega que estos caracteres solo tienen valor si son hereditarios.

Las agrupaciones humanas pueden encararse desde puntos de vista muy


diferentes. El nombre de razas se reserva para las que se establecen según un conjunto
de caracteres físicos; solo estas tienen un valor antropológico.
LOS CARACTERES RACIALES:

1) El color de la piel (el más clásico de todos);

2) El color de los ojos y al cabello;

3) La forma de los cabellos;

4) La estatura;

5) La forma de la cabeza.

6) La forma de la cara:

a) El grado de desarrollo de las mandíbulas;

b) La nariz

Otro hecho de orden fisiológico que juega un papel importante en la raciología


es la distribución de grupos sanguíneos.

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