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෪!mención del yoontae


෪!romance, juvenil
⚠︎!drama, asesinato, violación, abusos,
relación tóxica. En concusión temas deli-
cados, leer bajo responsabilidad.

𖧵ˑ escritor original
﹫ Marina Mercury
Capítulo 1

Sangre sobre el hielo.

Sangre sobre tus manos y las mías.

Sangre en tu mirada al reflejar mi alma.

Sangre en mi corazón al contemplar tu miedo.

Sangre. Sangre.

Una impura lágrima roja quebrantando lo níveo.

Despedazando el presente, fragmentando el futuro.

Sangre. Sangre.

Cubriéndolo todo, purpúreo enemigo.

Sembrando la muerte para que no estés conmigo.71

***

–¿"Lo siento, papá"…? ¿Lo siento? ¡¿Esa es la mejor

excusa que tienes para dar?!

–Lo intenté, lo juro. Hice mi mayor esfuerzo, papá, pero no

pude, no pude…

–Eres una vergüenza, un perdedor, ¡un maldito fracaso!32


Hoseok no podía contener sus lágrimas. Sentado en un

extenso banco de madera, ocultaba el rostro en la

concavidad que formaban sus brazos al rodearse las

piernas, mientras el profundo sentimiento de haber perdido

lo más importante de su vida lo carcomía por dentro como

un insecto hurgando en sus entrañas. Su padre y

entrenador deambulaba en derredor suyo como una fiera

salvaje acechando a su presa, maldiciendo y echando

golpes a todo lo que estuviera a su alrededor. Perder es

difícil en cualquier ámbito de la vida, pero cuando uno se

entrena por años y años para lograr un objetivo, y se

fracasa por culpa de un solo fallo en apenas cinco minutos,

la frustración es infinitamente mayor. 5

Esa era la realidad para Jung Hoseok. Tenía 19 años y

hacía tres que luchaba por alcanzar la medalla de oro

mundial en patinaje artístico sobre hielo. Tres años en que

había estado a punto de obtenerla, arañando esa gloria

dorada, para finalmente verla alejarse de él


indefectiblemente hacia otras manos. Siempre hacia las

mismas manos…27

No era falta de talento, pues sin duda alguna era un

excelente patinador. Había sido coronado tres veces como

campeón de su país, y había obtenido con indiscutida

superioridad todos los premios nacionales de menor

categoría. Pero al parecer en el ámbito mundial era incapaz

de ganarle a Kim Taehyung, el ruso que por quinta vez

consecutiva se adjudicaba el título de Campeón Mundial,

dejando muy por debajo de su marca a todos los demás

competidores. Hoseok podía ser sorprendente, pero

Taehyung era un dios sobre patines. A sus 22 años ya se

había convertido prácticamente en una leyenda de aquel

deporte, y su estilo era tan único que marcaba tendencia en

su país y en el mundo, rompiendo día a día sus propios

records, construyendo un nombre que parecía ser tan

fuerte e insuperable como su extraordinario talento.44

Una vez más Hoseok no había podido con él. Y no hubiera

podido ganarle aún sin haber sufrido esa caída durante el


salto más difícil de su rutina, aunque por lo demás su

presentación había sido tan impecable que le había valido

un merecido segundo puesto, subiendo con honores al

podium, siendo aclamado y felicitado por todos. 2

Por todos, menos su padre. 19

De carácter fuerte y desamorado, el señor Jung era sin

dudas uno de los factores por los cuales Hoseok se había

convertido en el excelente patinador que era. Aquel rústico

estadounidense había decidido llevar a su hijo a la cima a

cualquier precio, y lo había logrado a fuerza de años de

extenuantes entrenamientos, interminables horas de

práctica y sacrificios desmedidos, aunque con ello le hiciera

perder la niñez y prácticamente toda la frescura de la

adolescencia. Dando más prioridad a su condición de

entrenador antes que a sus deberes básicos como de

padre, el señor Jung siempre había sido de hierro con su

hijo, y ahora, en la soledad de los vestuarios de aquel

estadio de Alemania en donde había perdido el título

mundial y sus ilusiones de grandeza, irritado y furioso como


estaba, disparaba contra Hoseok palabras que dolían más

que la impotencia, la derrota y las lesiones físicas. 6

–Inútil –murmuró con desprecio, mirando la figura

temblorosa que era su hijo–. ¿Cuántas veces has hecho

ese maldito salto? ¿Cuántas? ¡Cientos de veces! ¡¿Tenías

que caerte justo esta noche, aquí, en la presentación más

importante?!3

–Ya te lo dije… –intentaba explicar el muchacho, sus ojos

negros inundados de lágrimas–, es la lesión de mi pierna,

no pude resistir el dolor cuando…15

–"La lesión de mi pierna" –volvió a interrumpirlo el hombre,

simulando la voz de una niña pequeña– ¿Acaso no eres

hombre para aguantar el dolor? ¡Tengo un hijo perdedor y

encima marica! –bramó alzando los brazos al cielo, para

luego acercársele peligrosamente– Los machos soportan el

dolor, ¿me escuchas? –dijo sacudiéndolo de un brazo,

haciéndole levantar el rostro–. ¡Si fueras lo suficientemente

hombre habrías saltado como debías, aunque la pierna se

te saliera en el intento! 27
Hoseok abrió la boca para responder, pero se encontró

gesticulando en vano. No sabía qué contestar. Lo cierto era

que su lesión llevaba meses molestándole, pero su padre

nunca le había permitido descansar como lo había indicado

el médico por miedo a que la inactividad bajara su

rendimiento. Como consecuencia la lesión había ido

empeorando poco a poco y cada día dolía más, hasta llegar

al punto de incapacitarlo para algunos saltos. 2

–¿Te pusiste a pensar en alguien más que en ti mismo? –

continuó el señor Jung, apretando los dientes en un

contenido gesto de ira –¿Acaso pensaste en los sacrificios

que tu madre y yo hemos hecho para que tú lo eches todo

a perder así? No, claro que no. Egocéntrico y quejoso

como siempre. ¡Y ya deja de llorar! –gritó, dándole una

fuerte bofetada que por poco lo hace caer del asiento–.

Suficiente vergüenza me has hecho pasar hoy, como para

que encima digan que mi hijo es un puto llorica.38

Tragándose las lágrimas Hoseok intentó obedecer, aun

sintiendo la pesada mano de su padre escociéndole la


mejilla. El cabello oscuro le ocultó el rostro de la

humillación recibida, y apretó los ojos dispuesto a soportar

como pudiera todas las agresiones que aún estaban por

venir. Pero entonces unos pasos se oyeron en la escalera,

y la figura de un hombre alto y rubio asomó por la entrada.

–¡Kim Taehyung! –exclamó el señor Jung, haciendo que

Hoseok alzara asombrado el rostro hacia el recién llegado.

23

Por unos segundos ninguno de los tres dijo absolutamente

nada. Luego el señor Jung pareció salir de su letargo y se

acercó con la mano extendida y una sonrisa falsa que no

acompañó con la mirada.

–Permíteme felicitarte, fue una presentación estupenda –

comentó cordialmente, su voz sin un ápice de la rudeza

que había empleado segundos antes. Taehyung estrechó

su mano sin decir ni una palabra, con su gesto frío y

distante–. Aunque debo admitir que mi hijo cometió tantos

errores que te la dejó fácil –agregó con una risa que

pretendía ser señal de mutuo entendimiento.


Taehyung no sonrió ni siquiera por cortesía. Aún en silencio

desvió sus ojos claros hacia Hoseok, que se había puesto

de pie, su rostro colorado por la vergüenza y el golpe que

acababa de recibir, y permaneció observándolo como si

esperara alguna reacción de su parte. Arreglándose el pelo

instintivamente, queriendo aparentar una impasibilidad que

no poseía, Hoseok se acercó igual que su padre con la

mano extendida, aunque sin su hipócrita sonrisa.

–Te felicito –dijo escuetamente, intentando que su voz no

sonara congestionada por las lágrimas que había estado

derramando hasta entonces.

–Y yo a ti –respondió el ruso hablando por primera vez, con

su marcado acento extranjero y sus modales diplomáticos.

Pero para sorpresa de los dos americanos, aún sin ceder la

presión de mano, preguntó–. ¿Cómo está tu pierna? 8

Padre e hijo se miraron por un instante, desconcertados.

No habían mencionado ni una palabra sobre la lesión por

temor a que lo descalificaran (nadie en su sano juicio le

habría permitido patinar con una lesión así), y habían


hecho lo imposible por ocultarlo a los jueces. ¿Cómo

demonios se había enterado? ¿Los habría escuchado

discutir momentos antes?

–¿Mi pierna? –preguntó Hoseok, soltándose de inmediato,

intentando sonar sorprendido– Perfectamente, gracias,

¿por qué lo preguntas?.

Kim Taehyung no respondió, pero continuó mirándolo a los

ojos, imperturbable. Tenía una mirada firme y fama de una

personalidad fuerte, rayando lo soberbio, con un ego

inquebrantable que mantenía a raya a duras penas bajo un

manto de estricta educación y un trato frío. Su evidente

falta de humildad se mantenía aún con la prensa aunque

todo eso le trajera mala propaganda y fuera un constante

dolor de cabeza para sus asesores de imagen. Sus fans,

no obstante, despilfarraban elogios sobre su humildad y

buena disposición con la gente más sencilla que se

acercaba a él en busca de un autógrafo o una foto, siempre

dispuesto a sacrificar su tiempo con ellos, respondiendo


amablemente a lo que solicitaran, haciendo favores y obras

de caridad en la más silenciosa discreción. 3

Como fuera, con Hoseok sólo había cruzado los saludos de

rutina en las competencias que habían compartido, y

ninguno de los dos había demostrado más interés que ese.

Esta vez, sin embargo, el ruso parecía querer algo más. 4

–He venido a buscarte –dijo sin más preámbulo–, los

organizadores quieren unas palabras con los campeones.

–¿Con los campeones? –repitió el señor Jung como si no

hubiera entendido la pregunta. Taehyung volvió a él su

mirada de hielo.

–Con nosotros –respondió con la impaciencia de quien

explica algo obvio–. Su hijo es el ganador de la medalla de

plata, señor Jung. ¿O es que lo ha olvidado usted? –y

dicho esto le volvió la espalda, encaminándose hacia la

salida. 4

Hoseok no pudo menos que quedar estupefacto ante tal

insolencia. No conocía a nadie que se hubiera atrevido a


hablarle así a su padre, jamás, en toda su vida. ¿Era que el

ego de este hombre no conocía límites?

Miró a su padre, que guardaba un rabioso silencio, y luego

volvió su mirada hacia el rubio.

–¿Vienes o no? –preguntó éste, empezando a perder la

paciencia.

Algo en aquel descaro le sonó a dulce venganza, y sin

hacerse esperar más, Hoseok lo siguió escaleras arriba, sin

volver la vista atrás.

En silencio, Taehyung lo condujo por unos pasillos

desiertos hasta detenerse frente a una puerta. La abrió y

con un gesto de la cabeza le indicó que pasara. Cuando la

puerta se cerró tras de él y echó una mirada a la

habitación, Hoseok sintió que un frío le recorría la espalda.

La sala estaba completamente vacía. 26

Con un súbito e inexplicable temor se volvió hacia

Taehyung. Éste estaba apoyado contra la puerta cerrada,

de brazos cruzados, y la mirada tan fría como antes

clavada en él. 2
–¿Qué significa esto? –preguntó intentando sonar más

enojado que temeroso.

–¿Qué significan los cinco dedos que tienes en la cara? –

preguntó a su vez el ruso con su inglés acartonado, sin

variar su expresión. 33

–¿Qué…? –de súbito el más joven sintió un rubor cubrir

sus mejillas– No puedes hacer esto, me has traído aquí con

una mentira. Si lo denuncio como intimidación puedo hacer

que te sancionen ¿sabes? Déjame salir –pero cuando

intentó huir, la mano del rubio se plantó contra su pecho,

deteniéndolo. Su mirada continuaba tranquila y silenciosa.

La respiración de Hoseok se agitó levemente, mientras los

ojos le ardían por las lágrimas contenidas–. No tengo nada

en el rostro, no sé de qué hablas.1

Los ojos celestes se encogieron suspicaces, pero

continuaron en silencio. Aquella mirada era tan

penetrante…

–Mira, no es asunto tuyo, ¿de acuerdo? Déjame salir.


–¿Hasta cuándo lo permitirás? –preguntó entonces

Taehyung, mirándolo como si lo supiera todo– ¿Hasta que

te incapacite para siempre y no puedas volver a patinar?

¿Hasta que te destroce todos los huesos del cuerpo? ¿O

hasta que finalmente te mate?

Hoseok lo miró boquiabierto, tenso al saber su secreto

revelado. Si el ruso hablaba, si los jueces se enteraban…

–No sabes lo que dices –dijo entonces en un suspiro

apenas audible–, no sabes nada.

–Sé más de lo que crees –respondió el otro, volviendo a

cruzarse de brazos. De pronto sus ojos celestes se

suavizaron, y cuando volvió a hablar su voz fue diferente–

Yo también pasé por eso, Hoseok, sé de lo que hablo. 2

Silencio. El americano negó con la cabeza, incapaz de

hablar, las lágrimas brillando en sus ojos.

–Mi tutor –continuó Kim Taehyung con voz pausada y

grave–, Kim Namjoon. Estuve bajo su cuidado desde los

seis años hasta los once. Cinco años, Hoseok, toda mi

infancia. Créeme cuando digo que sé de lo que hablo. 38


Hoseok retrocedió hasta chocar con una mesa, y se aferró

a ella como si estuviera a punto de caer. Toda una vida de

abusos físicos con su padre, ocultándolo, resistiendo…y

jamás se había permitido soñar con la posibilidad de…

No, era imposible, era inútil soñar así.

Pero ahora venía este, su enemigo, a encender esa

peligrosa chispa de libertad, avivar un fuego interno que

había intentado reprimir siempre.

–¿Qué hiciste con él? –preguntó en un murmullo, como si

temiera escuchar la respuesta.

–Escapé.

–¿Sólo eso? ¿Así de sencillo?

–¿Quién ha dicho que fue sencillo? –preguntó el rubio,

ofendido, un halo de violencia resonando en su voz–. Tenía

sólo 11 años, ¿piensas que es sencillo valerte por ti mismo

a esa edad? –desvió la vista, como si los recuerdos fueran

demasiado dolorosos para él, y luego continuó con voz

calma– Nada ha sido un lecho de rosas para mí… Por eso


estoy orgulloso de ser quien soy. Nadie me ha regalado

nada, todo lo que conseguido con mi sacrificio. 5

–¿Y te crees que a mí sí? –preguntó entonces Hoseok,

volviéndose a él, las lágrimas brillando furiosas– ¿Acaso

piensas que eres el único que ha sufrido? A mí no me cayó

ningún regalo del Cielo, no nací con un "don mágico" como

tú, todo lo que logré fue con esfuerzo, con sudor y

lágrimas… Y sangre…18

–Sangre porque sigues permitiendo. ¿Por qué no te

deshaces de él? Ya no eres un niño, yo tenía ocho años

menos que tú cuando tuve que convertirme en un hombre.4

–¿Deshacerme de él? –repitió Hoseok con una risa triste–

Es mi padre, maldita sea. ¡No puedo deshacerme de mi

padre! No es un entrenador al que pueda despedir, no se

irá de mi vida. Ni siquiera puedo tocar mi dinero si él no lo

permite. Le pertenezco tanto o más que su casa o su

auto…

–Entonces vete, vive por ti mismo.


–¡No puedo! ¿Qué haría para vivir? ¿Cómo haría para

entrenar?

Los ojos de Taehyung vagaron por la pared unos

momentos.

–… a veces tienes que sacrificarte para obtener

beneficios…7

Hoseok lo miró consternado. ¿Qué le estaba insinuando?.

–Quieres decir… ¿qué no patine más?

–…

–No… No, no, jamás… No, ¡no lo haré! ¿Cómo puedes

decirme eso? ¿Dejarías tú acaso de patinar? ¿Lo hiciste

incluso en aquel momento que dices? Oh, ya veo… Ya sé a

dónde quieres llegar… Te vendría más que perfecto que yo

me alejara del patinaje, ¿verdad? ¿Cuánta ventaja te daría

eso?

–No seas imbécil. Puedo ganarte a ti y a todos los que

quiera, como quiera y en el momento en que quiera. Soy el

mejor patinador del mundo –aseguró, e irguió la frente

orgulloso y desafiante. Se cubría en su ego como con un


gran manto que, en vez de ser su ruina, lo dignificaba y

engrandecía–. De querer sacar ventaja te dejaría donde

estás. Con suerte para mí, para la próxima temporada

estarás cuadripléjico. 17

Las lágrimas en los bellos ojos oscuros de Hoseok

pugnaban por salir mientras un incontenible temblor se

apoderaba de él. Sin saberlo Taehyung estaba tocando las

fibras más sensibles de su alma, sus peores recuerdos, su

más profundo y terrible temor… ¿hasta dónde llegaría su

padre? ¿Terminaría matándolo algún día? ¿Eran aquellas

terribles palabras parte de una profecía anunciada?

–No te preocupes Taehyung –dijo entonces, empostando la

voz para que sonara lo más firme posible– No quedaré

postrado ni nada parecido, no te daré el gusto. Mejor

preocúpate por lo que harás en la presentación del

miércoles, porque patinaré tan bien que te haré pasar

vergüenza.

Y atravesando la habitación a grandes pasos salió del

cuarto sin que el otro hiciera nada por impedirlo.


***

Las dos presentaciones que seguían al gran premio

mundial eran espectáculos destinados a la recreación y

festejo del espíritu deportivo, donde no había medallas ni

grandes puestos en juego, sino la buena disposición de los

patinadores de efectuar una exhibición en beneficio de

grandes corporaciones de ayuda humanitaria, donde el

público y la prensa más especializada en deportes se

reunía en un ambiente casi familiar a disfrutar de su

deporte favorito en una fiesta que ya era tradición.

Eran los mismos participantes, generalmente luciendo los

mismos trajes y desplegando las mismas rutinas, pero era

costumbre que nadie faltara a aquellos encuentros

amistosos, y por supuesto Hoseok y Taehyung no fueron la

excepción.

A diferencia de sus compañeros, todos más relajados y

sonrientes sin la presión del puntaje pesando sobre sus

hombros, Hoseok precalentaba nervioso y concentrado,

decidido a escuchar a su padre y desoír el dolor de su


pierna, que no había hecho más que acrecentarse a pasos

agigantados desde que ganara la medalla plateada.

Taehyung, por el contrario, ocupaba toda la pista en largos

deslizamientos, saludando al público que parecía querer

derrumbarse sólo para tocarlo, recogiendo las flores, osos,

cartas y demás obsequios que le arrojaban, deteniéndose

aquí y allá para saludar a alguna intrépida jovencita

desesperada por un autógrafo, y en el mejor de los casos,

un beso, que él concedía con la indulgencia de un santo.15

–Pendejo de mierda –murmuraba el señor Jung mirándolo

con un gesto que no acompañaba sus palabras, mientras

daba instrucciones a su hijo–. Quiero que lo destroces,

quiero que lo hagas ver como el idiota que es, ¿me oyes?

Tenemos que vencerlo, vamos a demostrar que es un

infeliz, mocoso presumido…21

Hoseok prefería no responder, elongando con cuidado su

pierna herida, asegurando sus patines, echándole rápidas y

furtivas miradas a su competidor, que por lo visto había

decidido ignorarlo por completo.


O así parecía al menos hasta el momento en que se rindió

un pequeño homenaje al país de cada uno de los

patinadores. Cuando las primeras estrofas del himno ruso

comenzaron a sonar, Taehyung echó una rápida mirada a

Hoseok. Sus ojos enviaban una advertencia, eso era claro,

aunque no había violencia en su mirada. Pareció negar con

la cabeza, en un gesto rápido y casi imperceptible, pero

cuando el americano quiso captar el mensaje observándolo

con más atención, Taehyung ya miraba al frente con la

mano en su pecho, entonando su canción patria como si

nada más importara.

Tenía un aspecto impecable en su ceñido traje negro, con

detalles en el pecho y puños, tan dorados como su cabello,

que le caía lacio sobre la frente y los costados de su rostro

en un estudiado descuido. Un look casual seguramente

planeado para romper con la imagen glacial que podía

infligirle su mirada, siempre penetrante, demasiado rígida

para tratarse de un joven (costaba creer que tal prodigio

sólo tuviera 22 años). Era alto, delgado, de espaldas


fuertes y aspecto masculino, con un trasero de roca y una

energía incapaz de ocultar aún cuando permanecía estático

y con la mirada fija. 3

Hoseok, en cambio, tenía un aspecto delicado y suave, con

un aire mucho más femenino si se lo comparaba con su par

ruso. Ya fuera por su edad o por su complexión física, era

más bajo y delgado que Taehyung, con un rostro de

facciones refinadas y una sonrisa tímida y encantadora,

que capturaba la atención de chicos y chicas por igual.

Tenía un cabello negro algo salvaje, que solía cambiar

según sus gustos, y que ahora llevaba un poco largo, casi

rozándole los hombros, siendo el marco perfecto para su

rostro pálido y agudo. Aunque sonreía con frecuencia y

tenía muy buen trato con sus fans, sus ojos oscuros eran

tristes, siempre ocultos tras un velo de desdicha que ni

siquiera el premio más esperado podría haber descorrido,

transmitiendo así una sensación de nostalgia que ni sus

admiradores más acérrimos podían negar. 36

Hoseok era un mar profundo plagado de secretos.


Taehyung una caja fuerte llena de misterios.

Aquel día ambos se deslizaron como relámpagos sobre el

hielo, volando en increíbles piruetas, rotando en veloces

giros al compás de músicas maravillosas que cautivaron al

público e hicieron enloquecer a espectadores de todo el

mundo. Paso a paso los demás competidores volvían a

perder las esperanzas de lucirse ante tanto despliegue de

talento: Hoseok con sus movimientos gráciles y etéreos

como un elfo, Taehyung rápido y enérgico, desplegando su

fuerza y talento como el amo y señor de los hielos. Eran

hermosos, eran perfectos, pero…4

… pero no en vano Hoseok se quejaba de su lesión… y no

por nada Taehyung era el Campeón del Mundo.

Dos veces cayó Hoseok desde la altura de uno de sus

saltos más complicados, empeorando más su situación, y

para cuando terminó, a pesar de haber hecho una bella

presentación, a nadie le quedaban dudas de quién sería el

vencedor.
Jadeando mientras se presionaba la pierna herida, ya sin

poder ocultar su dolor, se deslizó hasta el lugar en donde

su padre lo observaba con gesto hermético.

–Es todo… lo que pude… hacer. No puedo… no puedo

más –admitió, agitado, apretando los dientes para no gritar,

mientras los aplausos en su honor seguían resonando por

todo el estadio.

–Cierra la boca. Haré que te arrepentirás de esto toda tu

vida –fue la única respuesta que obtuvo de su padre, que

enseguida se giró a saludar con una sonrisa a quienes

venían a felicitarlos. 3

Jadeante, soportando el profundo dolor de su pierna,

Hoseok permaneció de pie estrechando manos y

recibiendo palmadas casi sin darse cuenta, aún asimilando

las palabras de su padre.

–No patina mal, tiene buena técnica –declaraba Taehyung

con voz indiferente al otro lado de la pista, respondiendo a

los rapaces periodistas que se habían acercado a

preguntarle por su adversario–, pero aún le queda mucho


camino que recorrer… Y decididamente, debería cambiar

de entrenador. 2

***

Cuatro días después Hoseok aguardaba silencioso e

inmóvil, oculto en el recodo de uno de los corredores del

Kumpinski Hotel. Escudriñaba los pasillos en busca de la

mirada indiscreta que lo cazara por sorpresa, pero éstos

estaban desiertos y silenciosos, y nadie parecía haberlo

seguido desde el hall de entrada, donde se había

escabullido sin ningún tipo de anunciación.

Cuatro días. Sólo cuatro habían pasado, pero sus ojos

habían envejecido siglos. Con las manos hundidas en los

bolsillos de su largo tapado color tiza, apretaba los puños,

desvaído, con un aspecto marchito y agotado, tal vez sin

tomar verdadera consciencia de la locura que era irrumpir

así en un hotel de lujo cuando la prensa que cubría el

evento podía hacerse el festín del año con él si lo

descubrían.

No le importaba. Nada parecía importarle ya.


Avanzó con cuidado hasta detenerse frente a la puerta que

buscaba: habitación número 325. Respiró profundo y

exhaló en un suspiró. Aún estaba a tiempo de irse

silencioso como había llegado, de escapar de allí sin que

su loca idea tuviera consecuencia alguna… pero no iba a

hacerlo. En vez de huir golpeó la puerta, sintiendo en su

cuerpo un extraño temblor creciendo desde lo más íntimo

de su ser.

Esperó un momento. Podía oír la música que surgía desde

el interior, pero ningún otro movimiento que le hiciera

pensar que había sido escuchado. Los deseos de

esfumarse de allí se acrecentaron, pero como si una fuerza

interior mucho más fuerte que su consciencia lo guiara,

volvió a golpear, esta vez con más energía.

Aguardó unos instantes, ansioso, hasta que pudo oír el

ruido del cerrojo descorriéndose lentamente. Su corazón

comenzó a latir con fuerza cuando la puerta finalmente se

entreabrió y la esbelta figura de Taehyung asomó semi


oculta en las sombras, sólo medio rostro iluminado por las

luces del corredor, observándolo en silencio.

–Taehyung –dijo a modo de saludo, intentando que su voz

sonara firme y serena–, quisiera unas palabras contigo, si

es posible…

El silencioso perfil del rubio pareció pensativo. Luego abrió

más la puerta para darle paso y con un gesto le indicó que

entrara.

Hoseok ingresó en silencio. Con una rápida mirada sus

ojos recorrieron la lujosa habitación, pero fue a Taehyung a

quien estudió con más detalle: llevaba puestos unos

pantalones de vestir negros con zapatos al tono, y una

polera de cuello alto gris oscuro, que se ajustaba

perfectamente a su cuerpo haciéndolo ver más alto y

corpulento de lo que le había parecido jamás. Fue entonces

cuando se percató de que era la primera vez que lo veía

con ropa casual, en vez de los ajustados e insinuantes

trajes de competición.
Dándole la espalda con confianza, Taehyung lo condujo

hasta otra habitación, no tan espaciosa pero más cálida

que la anterior, de donde provenía la música que había

escuchado desde afuera. El lugar era acogedor, con

mullidos sillones beige claro, enormes ventanales cubiertos

por vaporosas cortinas blancas, muebles oscuros y

modernos, y algunas plantas aquí y allá que le daban el

toque de color necesario. Pero aunque hasta las luces,

tenues pero claras, invitaban al relax, Hoseok se detuvo en

seco al comprobar que el ruso no estaba solo… Tres

hermosas muchachas se acomodaban alrededor del

espacio que claramente él había ocupado momentos atrás.

37

Eso arruinaba totalmente sus planes…13

–Mi amigo es tímido –comentó Taehyung sin quitarle los

ojos de encima, mientras volvía a tomar asiento entre las

muchachas, abrazándolas cómodamente.18


Dos de ellas rieron envolviéndole con sus abrazos, y la

tercera, que estaba arrodillada frente a él, se acercó

lentamente a Hoseok con una sonrisa juguetona. 18

Instintivamente el americano dio un paso atrás. La

situación, tan distinta a la que él había imaginado, lo tomó

por sorpresa y desorganizó su atribulada mente. Ya no

podría llevar a cabo lo que había planeado y ahora se veía

envuelto en una bizarra situación amorosa. La mano de la

muchacha acariciándole el rostro pareció despertarlo de su

hechizo, y de pronto se encontró observando aquel lugar

como si no supiera cómo ni por qué había llegado allí. 21

–No tengas miedo –dijo la chica acentuando su sonrisa–.

No muerdo… si no me lo pides…5

Las otras muchachas rieron, acomodándose más contra

Taehyung, que continuaba con la mirada impasible clavada

en él.

–¿No quieres acompañarnos? –preguntó con un sutil gesto,

elevando las cejas, dando a entender que estaba dispuesto


a compartir su preciada compañía con él si lo deseaba.

Hoseok pareció desconcertado. 10

–Yo… volveré en otro momento –dijo girando sobre sí,

buscando la salida a ciegas como si no estuviera frente a

él.

–No, detente.

Obedeció a aquella voz de inmediato, pero no se volvió a

enfrentarla. Simplemente permaneció de pie, sintiendo que

las mejillas le escocían, esperando otra de aquellas

órdenes, hasta que finalmente volvió a escucharla.

–No te vayas, las chicas ya se iban.

Hubo un murmullo de reproche de parte de las tres jóvenes

que al parecer no tenían ninguna intención de marcharse,

pero Taehyung volvió a despedirlas.

–Lo siento niñas, pero mi amigo y yo estamos en plena

concentración para el torneo y no tenemos permitida otra

cosa más que entrenar, comer y dormir.

Hoseok se volvió a verlos. Taehyung besó a cada una en

los labios con una pasión extraña, algo que


inexplicablemente parecía derretirlas mientras él

permanecía inconmovible. Luego las muchachas desfilaron

hacia la salida mirando a Hoseok con recelo, acusándolo

en silencio por haber sido el culpable de su velada

interrumpida, y salieron de la habitación sin decir una

palabra más. Sin ellas de pronto la sala pareció mucho más

grande y silenciosa.18

Taehyung había vuelto a acomodarse en el amplio sillón, y

con las manos cruzadas sobre su abdomen lo observaba,

esperando.

–Lo siento –se disculpó Hoseok, acercándose con paso

lento, tomando asiento frente a él.

–No tienes por qué, yo les dije que se fueran.

–Pero apuesto a que hubieras preferido pasar la noche con

ellas, en vez de desperdiciar tu tiempo hablando conmigo.

–Nunca hagas apuestas conmigo si no quieres perder,

Hoseok.37

Hoseok alzó la vista hacia él. Una sutil sonrisa se había

formado en los labios del rubio, y su mirada era penetrante


e inteligente, como si quisiera comprobar que captaba la

ironía de sus palabras. El americano quiso corresponderle,

pero la sonrisa que salió de sus labios fue débil y

desteñida.

–Dime qué quieres beber.

–Nada.

–Entonces habla. No es divertido mirarte si no estás en

movimiento. 3

Sin estar seguro de cuándo hablaba en serio y cuándo lo

hacía en broma, Hoseok respiró profundo, intentando

inútilmente que el aire lo llenara de valor, y fijó la vista en

sus manos. ¿Qué decir? ¿Qué decir ahora que sus ideas,

que parecían tan claras horas atrás, se habían vuelto

inútiles y ridículas frente a aquellos ojos de cielo que

parecían querer traspasarlo?

No, ya no podría hacerlo. Ya no era capaz. Y por alguna

razón, mirando los rubios mechones de pelo descansar

sobre aquellos fuertes hombros, supo que jamás podría.8


–Bien… –comenzó a decir lentamente, buscando con

desesperación las palabras que lo ayudaran a expresar el

terrible vacío que lo llenaba–. Yo…he venido para…para

pedirte un favor.

Taehyung permaneció inalterable, mirándolo como si aún

no hubiera dicho el motivo de su visita. Pero al ver que

ninguna otra explicación llegaba a sus oídos, cruzó los

brazos sobre su pecho.

–Un favor… –repitió al fin con suavidad.

–Sí.

–¿Qué clase de favor? 3

Hoseok suspiró. Era una idea descabellada, sí, pero peor

era su plan inicial. ¿Por qué no le había parecido una

atrocidad antes de venir? ¿Qué le había hecho cambiar de

parecer a último momento? Ahora incluso el hecho de

mencionar su propuesta le parecía increíble. Consciente de

que sus mejillas debían verse encarnadas de vergüenza,

tomó aire, sabiendo que no podía dilatar más aquel

momento.1
–Necesito… Yo… Taehyung, necesito que me dejes

ganar.59

Risa. Una risa clara que poco a poco se fue incrementando,

confiriéndole al pálido rostro una luminosidad extraña. Pero

Hoseok no se reía, y Taehyung se fue calmando de a poco

hasta que volvieron a quedar en silencio.

–Es una broma –aseguró el ruso, aún mirándolo con una

sonrisa.

–No. No lo es.

Por un momento Taehyung mantuvo su mirada calma,

como si necesitara tiempo para asimilar una petición tan

sencilla, y luego se enderezó, acercándose, aún extrañado.

–¿Te has vuelto loco o estás drogado? –Hoseok no

respondió. Sólo continuó mirándolo a los ojos. Taehyung

mudó su expresión a una de las más duras que jamás le

había visto–. Estás totalmente desquiciado.

–No puedo competir contra ti mañana –se apresuró a

explicar Hoseok, desangrando en su voz la angustia que lo


invadía y que casi lo había llevado a cometer una locura–.

Estoy… No podría ganar, no puedo hacerlo sin tu ayuda. 1

–Entonces no ganarás –respondió el otro rotundamente.

–Debo hacerlo, yo… Por favor, te lo suplico, yo…

–Olvídalo.

–Te lo pagaré como quieras, haré lo que me digas que

haga.

–No.

–¡Eres el maldito Campeón del Mundo! ¡Campeón de

Europa! ¡Campeón de Rusia! ¿Qué puede significar para ti

dejarme ganar esto? No tiene ningún valor.

–No puedo creer que en verdad me estés hablando en

serio.

–Te lo suplico Taehyung, haré lo…

–¡He dicho que no! –exclamó el ruso, irritado, poniéndose

de pie en toda su altura.

–¡Mi padre me matará! –gritó entonces Hoseok, y

perdiendo toda compostura se echó a llorar como un niño,


hundiendo el rostro entre sus manos para ocultar su

vergüenza–. Me matará… sé que lo hará…25

–No seas ridículo, nadie va a matarte.

–¡No conoces a mi padre! –exclamó Hoseok desesperado,

descubriendo su rostro compungido y bañado en lágrimas–

Él… me golpeará hasta matarme, lo sé… Tú mismo lo has

dicho, terminará matándome, y lo hará mañana si no

gano…

–Entonces esfuérzate en ganar, por tu valía y no por mi

debilidad.

–¡No puedo!

–¡Claro que puedes! ¿No ganaste la medalla de plata?

¿Qué hubiera pasado si no caías en aquel salto? ¿Si yo

cometía algún error?

–No lo entiendes, ¡ya no puedo! No puedo hacerlo –gimió,

y quitándose el abrigo y el sweater, tomó su camisa y

comenzó a desabrochar uno por uno los botones, hasta

desprenderla por completo.2


Taehyung dejó escapar un débil jadeo, pero permaneció

inmóvil. 23

Hoseok sollozó. Terminó de quitarse la camisa, que cayó al

suelo, inanimada, y volvió sus ojos al frente, implorado

piedad con la mirada al azorado rubio, que parecía no

poder reaccionar ante lo que veía… El delgado cuerpo

estaba minado de magullones y marcas, de golpes y

heridas, desperdigados por todo el pecho y perdiéndose

hacia la espalda y por debajo del pantalón. Era más que

obvio que había recibido una golpiza descomunal.9

–Mírame –exigió–. ¡Mírame…! Apenas si tuve fuerzas hoy

para levantarme y venir hasta aquí… No soy competencia

para ti, ni para nadie… –lloriqueó, y más lágrimas rodaron

por su rostro–. Mírame… si hasta me duele respirar. No

puedo hacerlo, Dios, no puedo…31

–¿Has tomado analgésicos?

–No, y no lo haré –se negó el morocho rotundamente,

secándose el rostro con el dorso de la mano–, suficiente


tengo con esto como para que me suspendan de por vida si

encuentran drogas en mi sangre.

–No pensarás en competir mañana, estás loco, debes estar

en un hospital.

–¡¿Es que no me escuchas?! Tengo que competir, ¡y tengo

que ganar!

Taehyung se mantuvo de pie en silencio, y por unos

instantes no pareció saber qué hacer. Luego desapareció

de la habitación para regresar minutos después con una

pequeña caja. En el momento en que se sentó a su lado,

Hoseok pudo ver que contenía gasas y medicamentos. Y

aunque sorprendido, se dejó hacer cuando comenzó a

aplicarle antisépticos y cicatrizantes con extrema

delicadeza. 2

Permanecieron en silencio por varios minutos, mientras la

música lenta los acompañaba como un discreto

espectador. Taehyung estaba serio y concentrado en su

trabajo. Hoseok, desesperado por una respuesta.


–¿Me ayudarás? –preguntó cuando sus nervios le

impidieron seguir guardando silencio.

–… Te estoy ayudando. 6

–¡No me refiero a esto! ¿Lo harás?

Dejando a un lado el algodón que sostenía, Taehyung

levantó su vista, severa e inflexible.

–Sabes perfectamente que jamás accederé a lo que me

pides. Has perdido la razón o alguno de esos golpes te

movió algo en el cerebro. Eres un idiota o un iluso si crees

que voy a dejarte ganar.

–¡Maldito seas! –exclamó Hoseok echándose atrás,

golpeando el sillón con la fuerza de su puño, para luego

apuntar con un dedo acusador a su improvisado

enfermero–. Si muero quedaré en tu consciencia,

Taehyung.

–No morirás –aseguró el otro con cansancio, mientras

colocaba nuevamente los medicamentos en la caja.

–Me matará. ¡Me matará! ¿Por qué crees que no lo hará?


–Sin ti él no es nada, te necesita para ser alguien. Eres

demasiado valioso para él, eres su "gallina de los huevos

de oro".

–¿Te recuerdo el final que tuvo esa famosa gallina…?33

Sus miradas se cruzaron por un momento. Y entonces

sucedió algo que ninguno de los dos hubiera pensado

segundos antes: …se echaron a reír. Fue una débil y

disimulada sonrisa que sus miradas cómplices

acrecentaron hasta convertir en carcajadas. El sonido de

sus risas pareció ser el conjuro que rompiera el

maleficio.41

–Eres un idiota.

–Es tu culpa, tú mencionaste a esa estúpida gallina.

Rieron, libres por un momento de la agobiante presión que

atrapaba constantemente sus vidas, hasta que las sonrisas

se fueron apagando con la debilidad de los fuegos de

artificio. La música todavía sonaba, pero muy suave y

lejana, como si fuera parte de un antiguo recuerdo que

hablaba de amor y perdón, de protección y entrega. Las


lágrimas de Hoseok aún brillaban en su rostro, pero su

mirada ahora era tranquila, resignada. Taehyung ahora lo

observaba como si hubiera descubierto algo nuevo en él.

–Cолнышко... (solnishko / es una forma de llamar al

“amor”) –susurró, y dio un suspiro mientras se echaba atrás

el cabello en un gesto distraído de su mano–. Ven aquí –

agregó con voz extrañamente dulce, aunque fue él quien se

acercó–. Recuéstate. Tranquilo, sólo quiero ver bien tus

heridas. 49

Hoseok obedeció casi con alivio. Estiró su cuerpo sobre el

mullido sillón, sintiendo las punzadas de dolor

aguijoneándole todo el cuerpo, y el cansancio, ese

cansancio que le nacía de las mismas entrañas.

Taehyung lo ayudó a tenderse, y acarició su cabello para

calmarlo. Deslizó lentamente la mano por sus hombros y

bajó por su espalda siguiendo el camino natural de su

columna. 5

–Es la derecha, ¿verdad? La pierna lesionada.


–Sí –admitió Hoseok con los ojos cerrados. Era tan

placentera esa caricia después de tantos maltratos… Tanto

que no ofreció resistencia cuando aquellas manos

delicadas pero fuertes le quitaron el pantalón y comenzaron

a masajear lentamente su pierna herida. Una puntada de

dolor le hizo lanzar un quejido, pero poco a poco el dolor

fue cediendo a una molestia profunda pero soportable–.

Eres bueno en esto –murmuró casi como un ronroneo,

mientras sentía el cálido placer de aquel roce, que disipaba

el dolor y relajaba su mente. 1

–Admítelo. Soy bueno en esto, como en todo lo demás…25

Sus risas volvieron a entrelazarse, esta vez más genuinas,

aliviadas. Hoseok seguía con la mente el recorrido de las

manos que lo masajeaban con tanta lentitud que era

tortura, mientras subían suavemente por sus piernas, sus

muslos, salteaban decorosamente sus glúteos para

aterrizar nuevamente en su espalda. Taehyung manejaba

las manos con la misma gracia con que conducía sus

patines.
–Estás muy tensionado. 2

–mmmm…

–Tú sólo ponte así… Sólo relájate.

Hoseok asintió con otro murmullo. Era demasiado

placentero para negarse, y su mente ya estaba lo bastante

confundida como para poder leer entre líneas cualquier tipo

de insinuación. Sólo quería estar allí… y que Taehyung

siguiera tocándolo de aquella forma deliciosa…

Estaba disfrutando demasiado ese contacto, y muy en su

interior supo que era una mala señal. Comenzó a sentir con

más nitidez cómo las fuertes manos del ruso trabajaban en

su espalda, cómo las tensiones de su cuello comenzaban a

liberarlo, mientras un hormigueo interior despertaba al

mismo ritmo de cara roce. Sí, necesitaba masajes, y en vez

de relajarse y disfrutarlos su mente se perdía en extrañas e

imposibles fantasías. Tal vez Taehyung tuviera razón. Tal

vez estaba volviéndose un poco loco.14

Las manos subían y bajaban lentamente por su cuerpo,

realmente se sentía muy bien. No sabía de dónde, pero el


ruso sí que tenía experiencia en esto. Sonrió. Las cosas

que habría hecho ese diablillo rubio con esa expresión de

casto. Divertida estaba su mente imaginando a su eterno

rival abandonado a los brazos de fogosos amantes, cuando

de pronto algo lo hizo sobresaltar: Taehyung se había

subido sobre él, con las piernas una a cada lado de su

cuerpo.

–¿Te molesta? Es más cómodo así. 31

Negando con la cabeza, Hoseok volvió a recostar su rostro

contra los almohadones. No le molestaba, en absoluto, y

eso era lo que lo ponía nervioso. ¿Por qué no le molestaba

que otro hombre se montara sobre él? Podía sentir la

presión de aquellas largas piernas contra su cuerpo, la

dureza de aquel sexo cobrando vida con cada balanceo

contra sus nalgas… y aún así… no le molestaba. Lo

deseaba.25

Intentó desviar sus pensamientos hacia otro lado, pero no

podía concentrarse en otra cosa más que en las manos

deslizándose suavemente por su cuello, sus hombros, sus


brazos… Cada vez que Taehyung se inclinaba hacia

delante, con movimientos lentos pero rítmicos, podía sentir

su miembro excitándose… de igual forma que él lo estaba

haciendo contra la cómplice y secreta superficie del sillón.

Antes de que pudiera reprimirlo, un escalofrío lo recorrió

entero.

–¿Qué te sucede?

–Nada –mintió, sintiendo que su respiración se agitaba, sin

poder hacer nada al respecto.

–¿Nada?8

Taehyung detuvo sus manos lentamente, y por un

momento permaneció inmóvil sobre él. Hoseok apretó los

ojos, expectante. Deseaba con toda su alma que la realidad

diera paso a sus fantasías, y al mismo tiempo temía que

sucediera. No podría soportar que Taehyung se levantara y

lo echara por tener esos perversos deseos con él, que en

un arrebato de vanidad publicara al mundo el acoso que

había recibido a cambio de su gesto de buen samaritano.


Y de pronto el movimiento, el pecho que se recostó sobre

su espalda y las palabras susurradas al oído mientras

acariciaba sus brazos.

–¿En verdad no sientes nada…?55

Hoseok dejó escapar un jadeo al sentir la humedad de una

lengua en el lóbulo de su oreja. Y tan rápido como su

dolorido cuerpo se lo permitió, giró para atraparla con su

boca en un beso que no había atrevido a soñado jamás,

pero que ahora comprendía que había esperado toda su

vida. 40

–Taehyung –susurró abrazándose a su cuello cuando sus

cuerpos se enfrentaron, con los ojos abiertos de par en par

por el temor y el deseo contenido.

El rubio volvió a besarlo profundamente, con la firmeza y el

control que había demostrado con las muchachas, y

Hoseok pudo comprobar por qué se habían sentido así de

subyugadas. Electrizante, abrumador el poder que

rezumaba el campeón con sus abrazos y sus besos, otra

expresión de la potencia que desplegaba sobre el hielo y la


supremacía sobre cualquier otro mortal. Con el cuerpo

tembloroso de deseo, agitado, entregado, Hoseok se

abrazó con las piernas a la cintura de su amante, cuyas

manos parecían hacer magia sobre su cuerpo, tanto como

aquella boca que febril y húmeda había recorrido un

camino prohibido hacia sus rincones más privados. Lo besó

hasta casi perder el aliento, y cuando las ropas quedaron

desparramadas en el suelo, lo miró a los ojos, apasionado.

14

Taehyung le echó el cabello hacia atrás, para despejarle el

rostro. Sus ojos claros brillaban con una luz nueva, casi tan

encendidos como cuando volaba sobre la pista en

imposibles saltos.

–¿Confías en mí? –preguntó con su mirada firme.

–Sí –jadeó Hoseok casi sin pensarlo, temblando de

ansiedad.

–Entonces, mi Príncipe del hielo… prepárate para recibir a

tu Rey…95

***21
La consciencia penetró en su mente cálida y luminosa

como los tibios rayos de sol que bañaban su cuerpo,

colándose a través de las suaves cortinas blancas. Junto

con la percepción de un nuevo día, también llegaron las

primeras señales de dolor, acusaciones de su pobre cuerpo

malherido por el odio, y ahora también por el amor. Pero

con una sonrisa, por primera vez, supo que no le

importaba.8

Hoseok se desperezó, intentando hacer oídos sordos al

dolor que lo invadía desde lo que parecía cada célula de su

cuerpo, y aún sin querer abrir los ojos estiró una mano,

palpando a su alrededor en busca de su amante dorado.

Pero se encontraba solo. ¿Dónde habría ido Taehyung?

"Tal vez se esté bañando u ordenando el desayuno" pensó

mientras se enroscaba sobre su vientre, demasiado tibio y

perezoso como para averiguarlo. Pero segundos después

sus ojos se abrieron de súbito, y de un salto se puso de pie,

olvidando por completo las quejas de su cuerpo.

¡¡¡La competición!!!53
Miró el reloj de su muñeca deseando que aquello fuera un

mal sueño del que pudiera despertar. Pero las pequeñas

manecillas le confirmaban que su pesadilla era real, muy

real. Si sus cálculos no le fallaban, en apenas diez minutos

la presentación habría terminado…

Lo más probable era que nunca en su vida se hubiera

vestido tan rápido. Salió de la habitación y del hotel como

alma que lleva el diablo, ahora sí llamando la atención de

los guardias de seguridad, y echó a correr en dirección al

estadio que sabía que se encontraba a unas escasas seis

cuadras de allí. 5

Corrió esquivando personas y autos, sin respetar

semáforos ni señales de tránsito, deseando que alguno de

esos airados automovilistas lo arrollara y le diera una

excusa valedera para no haberse presentado. "Voy a

llegar, voy a llegar" se decía a sí mismo, aunque sabía que

su esfuerzo sería en vano. No tenía su traje, no tenía sus

patines, ni siquiera tenía su pase al estadio, aunque en

verdad de nada le hubiera servido todo eso ya. La última


exhibición habría terminado al menos media hora atrás, y

en escasos minutos las puertas se abrirían para liberar al

público.

Era inútil.

De todos modos, incapaz de rendirse ante su fatídica

suerte, irrumpió en el recinto atropellando guardias, público

y entrenadores hasta llegar a la misma pista. Se detuvo

jadeando al divisar la larga mesa de los jueces, y entre

ellos, hablando tranquilamente, a Kim Taehyung…

Tomó tres bocanadas de aire intentando serenar su

corazón al borde de la explosión, y se acercó a ellos,

pensando por primera vez en el terrible aspecto que

seguramente tendría.

En cuanto lo vio, Taehyung detuvo su discurso

bruscamente, su gesto pugnando por permanecer

inexpresivo ante el inesperado visitante.

–¡Señor Jung Hoseok! –exclamó uno de los jueces que

había seguido la línea de mirada de aquellos ojos celestes–

Dios Santo, ¿se encuentra usted bien?


Los demás miembros del staff se volvieron de inmediato a

él, repitiendo exclamaciones de preocupación y alivio al

verlo llegar.

–Justo estábamos hablando con el señor Kim de su

inexplicable ausencia.

–¿Sí? ¿Y qué les dijo el señor Kim de mi ausencia? –

preguntó Hoseok incapaz de disimular su ira contra

Taehyung, que permanecía en silencio y con la inexpresiva

calma de siempre.2

–Nos contaba de su lesión –respondió una de las mujeres,

recorriéndolo discretamente con la mirada, como si quisiera

comprobarlo por ella misma–. Que usted le había

comentado acerca un dolor en su pierna, causa de los

fallos de sus dos últimas presentaciones. Comentábamos si

sería eso lo que le habría impedido venir hoy, pero nos

desconcertaba que su padre estuviera aquí buscándolo

igual que nosotros.

–¿Mi padre está aquí?


–Estaba. Se retiró cuando dimos por concluida la última

exhibición. Ha de estar preocupado por usted, buscándolo,

ya sabe cómo somos los padres cuando no sabemos de

nuestros hijos…

Los comentarios comenzaron a distenderse y a derivar en

otros, como si nada fuera de suma importancia.

–¿Puedo hacer mi exhibición?

–¿Cómo dice?

–Quiero patinar, quiero hacer mi presentación.

–Lo sentimos, pero todo ha terminado, como verá la gente

ya comenzó a retirarse hace algunos minutos.

–Estoy aquí, puedo usar cualquier patín, yo…

–Señor Jung Hoseok, entendemos su preocupación por

querer cumplir, pero ya es demasiado tarde, ha terminado y

hace bastante, mire las gradas, están vaciándose. No se

preocupe, aunque aquí el señor Kim ha sido nuevamente el

elegido –dijo uno de los hombres, señalando a Taehyung

que continuaba sumido en su mutismo–, esta no es una

ocasión en que se gane o se pierda nada en su carrera.


Fue una pena no tener el placer de verlo en la pista, pero

no faltarán oportunidades.

–Nos alegra saber que no le ha pasado nada grave –dijo

otro de los hombres, palmeándole la espalda.

–Ah, y nos comunicaremos a la brevedad con usted para

hablar acerca de esa lesión. De todos modos su padre ya

fue notificado para una cita con la junta médica de

evaluación. 11

–No podré patinar… –repitió Hoseok como si no hubiera

escuchado nada de lo que le decían, aún sin poder creer lo

que le estaba pasando.

–No señor Jung. No hoy. Buenos días. 26

Era tarde… demasiado tarde…

Fue como si el tiempo se hubiera detenido por un

momento, y luego poco a poco todo volviera a tomar su

ritmo, a encontrar su rumbo. Los jueces volvieron la mirada

a sus papeles y comenzaron a levantarse de sus asientos,

intercambiando opiniones unos con otros sobre las


coreografías y presentaciones, riendo relajadamente,

discutiendo sobre los planes que tenían para aquella tarde.

Taehyung también desvió su mirada y se volvió con paso

tranquilo hacia los vestuarios, donde los últimos

patinadores partían ya vestidos con su ropa de calle a

encontrarse con sus familiares y amigos.

Hoseok se encontró de pie en la misma posición durante

más de un minuto mientras a su alrededor todo parecía

moverse con excepcional rapidez. Entonces sintió

despertar dentro de él un intenso ardor, mezcla de furia y

desesperación, y partió como un rayo hacia los vestuarios a

encontrarse con quien él creía el culpable de su

vergonzosa e injusta derrota.

Taehyung estaba aún allí, por supuesto. Guardaba sus

patines con extremo cuidado, enfundado en unos

pantalones deportivos azules y con el torso desnudo,

donde Hoseok pudo ver los tenues rastros de su pasión de

horas atrás. Apenas alzó los ojos cuando lo vio irrumpir


como un huracán, agitado y tembloroso, para continuar

doblando su traje con extrema pulcritud.

–Cómo pudiste ser tan miserable… –exclamó Hoseok en

un jadeo ahogado, mirándolo con los ojos encendidos de

dolor y bronca.

–Te hice un favor, deberías agradecerme –respondió el

ruso sin mirarlo, con su temple inalterable mientras se

colocaba una remera blanca inmaculada.

–¿Un favor? –repitió el otro incrédulo.

–Evité que te desgarraras la pierna por completo, por no

mencionar que te ahorré una derrota más frente a mí –

explicó con voz tranquila, como si compartiera detalles

técnicos–. Y los jueces ya saben de tu lesión, así que

tendrás unas merecidas vacaciones sin que tu papi te culpe

por ello. ¿Qué más quieres? Es un panorama mucho mejor

que el que planteabas ayer. 21

–¡Hijo de puta! –gritó Hoseok fuera de sí y en un segundo

tenía a Taehyung aplastado contra la pared– ¡Eres un

terrible hijo de puta! –continuó gritando, mientras con una


fuerza impensada en él sacudía al rubio en fuertes golpes

contra el muro–. ¡Cómo pudiste irte y dejarme allí! ¡Cómo

fuiste capaz de engañarme así! ¡Cómo puedes ser tan

falso, mentiroso, traicionero!

–¡Es que no lo puedes ver! –exclamaba Taehyung

intentando quitarse aquellas manos de encima– Podrás

restablecerte, tu padre no tendrá excusas para obligarte a

entrenar antes de que te recuperes. ¡Te repondrás como

corresponde y luego podrás volver!6

–¡Voy a matarte, hijo de puta! –gritaba Hoseok mientras

azotaba ya con menos fuerzas el cuerpo que había amado

la noche anterior, dando puñetazos cada vez más débiles

sobre el pecho al que había sembrado de besos– Eres un

maldito, maldito, maldito…

–Ódiame si quieres, pero en algún momento me

reconocerás que te he hecho un favor más grande que el

que me pedías.

Negando con la cabeza retrocedió lentamente hasta tomar

asiento en un banco, el mismo donde se encontraba


sentado el día en que Taehyung había venido a buscarlo, y

permaneció allí tomándose la cabeza como si fuera a

colapsar en cualquier momento.

–Estoy perdido… Me has matado, Taehyung, no tienes una

idea de lo que me has hecho.

–Te he salvado. Al menos por unos meses no podrá

hostigarte sin que lo sancionen. Estás obligado a asistir a

terapia, te estarán vigilando, te curarás.

Hoseok no respondió, inmóvil en el banco con las manos

enterradas en el cabello y los ojos fuertemente apretados.

Taehyung tomó sus patines y se colgó el bolso al hombro.

Lo miró por unos segundos, indeciso y luego se dirigió a la

puerta. Pero cuando ya casi había la había atravesado,

volvió sobre sus pasos como si quisiera agregar algo,

aunque no parecía encontrar las palabras.

–Hoseok… lo de anoche… No tuvo nada que ver con esto

ni con la competición. No lo hice pensando en hoy, ¿de

acuerdo? No fue un maldito plan. Yo… lo que sentí… fue


real, ¿me oyes? No estaba fingiendo. Quería estar

contigo…yo… aún quiero hacerlo… 73

–Muérete…8

Taehyung permaneció unos segundos más observando la

espalda de su derrotado amante, y por primera vez sus

ojos fueron cubiertos por un velo extraño. Finalmente

inspiró profundo y se marchó.

Hoseok continuó sentado en la misma posición, con la

mirada perdida, lamiendo las lágrimas que silenciosas

morían en su boca. Tenía que ordenar sus pensamientos.

Quería desaparecer para el mundo, quería estar solo…

pero los pasos tras él volvieron a resonar, entrometiéndose

en su soledad como intrusos en sus pensamientos.

–¡Te dije que te fueras al infierno! –exclamó girando para

enfrentar al que venía a importunarlo. Y lo vio, apenas

instantes antes de que su mundo se volviera rojo, y luego

negro, cuando el filo de un patín comenzara a golpearlo

una, y otra y otra vez…76

***
CAMPEONATO SANGRIENTO

El subcampeón del mundo en patinaje artístico, Jung

Hoseok, quien la semana pasada se alzara con la medalla

de plata, sufrió un violento ataque en el mismo predio en

donde se desarrollaron las competencias.

Jung, de 19 años, fue encontrado apenas con vida en los

vestuarios del estadio luego de que un desconocido lo

atacara, golpeándolo casi hasta la muerte,

presumiblemente con un patín, causándole heridas en todo

el cuerpo pero principalmente en el cráneo.55

En estos momentos el infortunado joven lucha por su vida

en una clínica privada, aguardando que el milagro venga de

manos de los médicos que tan afanosamente luchan por

salvarlo, como de los miles de consternados fans y

amantes del deporte, que aún sin salir del terrible shock

que provocó la noticia, arman cadenas de oración frente al

hospital y alrededor del mundo por su pronta recuperación.

33

***
CONTINUARÁ…

Hoseok era un mar profundo plagado de secretos...

...Taehyung una caja fuerte llena de misterios.


Capítulo 2

-Quiero verlo.12

-Lo siento señor, pero sólo se permite la entrada a

familiares directos.

-¿Acaso no sabe quién soy yo? ¡Soy Kim Taehyung, y exijo

que me dé el pase!24

-No tiene caso alterarse conmigo. La situación es delicada,

el paciente está crítico, sólo han pasado 24 horas desde la

última intervención quirúrgica, no puede recibir visitas si no

son las estrictamente autorizadas.

-Pero cómo es posible, doctor... -una voz oscura,

resonando opaca mientras se acercaba lentamente,

escoltada por unos pasos secos contra el suelo de losas- Si

el gran Taehyung quiere abrir las aguas a su paso aún en

la terapia intensiva de un hospital, quiénes somos nosotros,

simples mortales, para querer impedírselo...

Taehyung se giró para enfrentar al hombre que lo miraba

con indisimulado odio y ya sin rastros de sus almibarados

modales. El señor Jung se detuvo ante él, con las manos


tomadas en la espalda, observándolo de arriba a abajo con

desprecio.

-¿Qué diablos haces aquí, Taehyung? No hay ninguna

medalla de oro que puedas robar, ni fanáticos que te

adulen. Vete.12

-Sólo quiero ver a Hoseok.2

-¿Y por qué razón querrías verlo?

-Lo respeto y lo admiro -respondió Taehyung cubriendo sus

verdaderas intenciones-, y por eso quiero ofrecerle mi

ayuda para...

-No necesito tu ayuda, puedes irte.

-No se la ofrezco a usted, si no a él -aclaró con frialdad-.

Necesita alguien que lo ayude, que lo cuide, que se

asegure que está recibiendo todo lo que es posible darle.2

-Yo soy perfectamente capaz de cuidar de mi hijo solo, no

te necesito husmeando en mis asuntos.9

-No, claro que no. No le convendría que descubriera lo que

hizo, ¿verdad? Imagínese lo que diría el mundo... Su propio

padre...
Los ojos de el Señor Jung se abrieron, encendidos en

cólera, y se acercó tanto a Taehyung que dio la impresión

de que iba a golpearlo de un momento a otro.

-¿Estás insinuando que yo hice esto? ¿Que yo ataqué a mi

propio hijo?23

Taehyung apretó los puños. Estaba dispuesto a pelearse si

era necesario, y de hecho lo haría con mucho gusto. Pero

en lugar de eso, inclinó su cabeza sobre el colérico hombre

y murmuró apretando los dientes.

-No. Estoy insinuando que es un maldito hijo de puta, que

ha maltratado a su hijo desde que era un niño, que lo ha

sobre exigido y explotado en beneficio personal. Que se ha

apropiado de su cuenta bancaria, que ha fraguado

información para ocultar las lesiones de Hoseok, y que me

encantará saber lo que piensan las autoridades de los

campeonatos al respecto... Pero no señor Jung, no tengo

pruebas de que haya sido usted quien hizo esto. Aún.7

Se hizo un silencio desagradable. El rostro de el Señor

Jung a punto de explotar de la ira que a duras penas


lograba controlar. Taehyung, en cambio, se había

enderezado y miraba con su expresión de hielo,

aguardando una respuesta.

-Te crees tan invencible... -murmuró desdeñoso, y

permaneció observándolo, tragando su propio veneno. El

ruso no respondió, sonriendo con una mirada jactanciosa

con la que parecía estar diciendo "lo soy"-. Muy bien, si

quieres verlo, entra, si no, vete, pero no permitiré que

utilices la muerte de mi hijo para crearte más publicidad.5

-Su hijo aún no ha muerto. Y deseo con todo el corazón

que no lo haga.

-Los deseos no siempre se hacen realidad, Kim. Aunque

seas tú quien los formule... -Una sonrisita malévola que

Taehyung estuvo a punto de borrar de un golpe-. Y por

cierto, no apuntes con tu dedo con tanta facilidad... puede

que el acusador termine acusado.9

-¿Yo acusado? -Taehyung dejó escapar una seca

carcajada desprovista de humor. Pero el hombre se acercó

y susurró como momentos antes había hecho el rubio.


-No te creas que no sé que usaste a mi hijo como tu puta.

Que te revolcaste con él en tu hotel, pervertido, anormal -

dijo, y sonrió al ver el pálido rostro perder su escaso color,

para luego señalarlo con un dedo acusador-. No intentes

jugar conmigo, Taehyung... o cavaré tu tumba.22

Y dicho esto se alejó con el mismo paso tranquilo con que

se había acercado, silbando bajito, rumbo a un pasillo que

parecía interminable.

Con la mirada cargada de resentimiento, Taehyung lo

observó alejarse, y luego cerró los ojos, carcomido por una

oscuridad asfixiante. Maldito desgraciado... Pero no tenía

pruebas, ninguno de los dos las tenían. Sus pruebas

estaban escondidas en la mente de ese chico de ojos

negros en el que se había hundido en una fabulosa noche

de placer, al que había susurrado palabras tiernas

coronadas de gemidos, al que había hecho gritar de dolor y

placer.

El mismo que ahora yacía en coma en alguna de aquellas

funestas habitaciones.
-Pase por aquí entonces, señor Kim -dijo una voz a sus

espaldas.

Y Taehyung se volvió, y caminó tras el médico que lo

guiaría a través de los pulcros pasillos hasta una verdad

que aún no estaba seguro de poder afrontar.

***

-Господи! (gospodi! / ¡Dios mío!)16

Taehyung sofocó su horror llevándose una mano a la boca,

y la mantuvo allí para evitar que un desesperado grito de

angustia escapara de sus labios en un torrente imparable

de lágrimas y culpa.

-Sólo cinco minutos -anunció el médico, que permaneció

unos momentos en la habitación chequeando los monitores

con la clásica indiferencia de su profesión; miró su reloj,

anotó algo en su planilla y luego se retiró en silencio.

Taehyung todavía estaba de pie en el mismo lugar en

donde la terrible imagen que tenía frente a él lo había

detenido. Incapaz de reaccionar en forma coherente, sus

ojos claros vagaban de un detalle a otro de la habitación,


desesperado por encontrar algo que le diera sentido a tanta

tragedia. Monitores, sondas, cánulas, respiradores... nada,

nada de todo aquello se relacionaba de forma alguna con

Hoseok, y sin embargo esos horrendos artefactos entraban

y salían de su frágil cuerpo como si les perteneciera por

completo, minándolo, desfigurándolo, invadiéndolo por

dentro y por fuera.

¿Era ese Hoseok? ¿Era ese cuerpo el que se había

entrelazado con el suyo sólo un par de días atrás, el que

había cubierto con sus besos igual que ahora lo cubrían

aquellas vendas...? Sí, era él. Lo supo apenas tomó su

mano, aunque ahora ésta estuviera tan fría y pálida como

la de un cadáver, tan diferente de la que lo había recorrido

como un guante de seda, delineando su rostro, sus labios,

silenciando sus gemidos.

-Hoseok -llamó, y su voz le pareció tan extraña-. Hoseok,

¿puedes oírme?

Nada. Ni una miserable variación de sus latidos, ni un

gesto, ni un solo cambio en la respiración rítmica y


monótona a la que lo obligaba aquella máquina. Nada. Ni

un pequeño temblor de sus tupidas pestañas.

Si al menos pudiera verle el rostro con claridad, pero era

difícil descubrir las delicadas facciones de niño bonito,

cuando poderosas cintas sujetaban un tuvo a su boca, y los

vendajes que envolvían su cabeza llegaban hasta casi

rozar sus cejas. Ni si quiera su cuerpo desnudo bajo las

sábanas era plenamente reconocible bajo las innumerables

gasas y vendas que lo recorrían. Taehyung quería besarlo,

pero se le hacía difícil encontrar un lugar, si hasta las

palmas de las manos estaban cubiertas de heridas. No

necesitaba cerrar los ojos para representarlo en su mente:

reflejo de horror y miedo en sus ojos, levantando las manos

sobre su cabeza para protegerse de la brutal agresión...34

Con mucho cuidado se inclinó para besarle los dedos, y

acarició su propio rostro con aquellas yemas suaves,

rozándolas una por una con sus labios, sin saber cuánto

tiempo más podría contener las lágrimas que parecían

contraerle el pecho hasta casi quitarle la respiración.


-No sé si puedes escucharme -confesó logrando que las

palabras atravesaran el nudo de lágrimas en su garganta-.

No sé si tu cerebro ha muerto o estás aquí, gritando

desesperado dentro de tu mente intentando que yo te

escuche... -suspiró, incapaz de dejar de acariciar la mano

que sostenía y besaba con suavidad-... pero necesito

hablarte, necesito decirte todo lo que tengo aquí en el

pecho o el dolor crecerá hasta matarme.

Aguardó, tal vez con la inconsciente esperanza de obtener

una respuesta. Pero sólo pudo escuchar los débiles latidos

en el monitor y el invariable sube y baja del respirador.

-Perdóname Hoseok -suplicó, y las lágrimas quebraron la

barrera de su voluntad, deslizándose por su rostro hasta la

mano del agonizante-. Perdóname por haberte hecho

esto... Si te hubiera ayudado, si hubiera accedido a lo que

me pedías... Tenías razón, esa presentación no tenía

ninguna importancia para mí, no había nada que perder,

excepto mi orgullo... Preferí... preferí arriesgarte a perder

mi reputación, no podía permitir que me opacaras... Si


hubiera sido lo suficientemente hombre me habría quedado

en aquel vestuario, contigo, aguantando tus insultos y tus

golpes, enfrentando lo que me merecía... ¿Qué pasó,

Hoseok, cómo sucedió? No lo entiendo, estás ante mis ojos

y no puedo creerlo... esto no tendría que haber sucedido

nunca... es una pesadilla.46

Alzó la vista. Era inútil. Todo era inútil, Hoseok estaba

muerto, tenía hachado el cerebro, ¿qué vida podría guardar

dentro de aquel cuerpo más que la que le incorporaban

constantemente por las venas y obligaban a mantener a

través de una máquina de ventilación? No había

esperanzas, era ridículo no rendirse ante lo evidente.5

Pero en todo aquello había otra cosa inútil y ridícula... y era

pensar que Taehyung podía darse por vencido.

Simplemente no sabía hacerlo, perder no estaba en su

vocabulario.1

-Escúchame bien -dijo de pronto, y su voz por primera vez

volvía a sonar con la firmeza y superioridad de siempre-, no

vas a quedarte acostado allí, ocioso e inútil hasta que te


mueras. Vas a levantarte, ¿me oyes? Vas a hacerlo, o te

levantaré a patadas, haragán. ¿Así piensas ganarme? ¿Así

piensas arrebatarme las medallas de oro? Tendrás que

entrenar mucho para sacarme de mi puesto Jung, así que

será mejor que comiences a moverte, y que lo hagas

pronto.11

Silencio, interrumpido por los continuos y fastidiosos ruidos

de las máquinas. Taehyung se acercó al rostro inerte y

besó los párpados cerrados.

-Vendré todos los días -le susurró al oído-. Todos los días,

¿entiendes? Siempre logro lo que me propongo, y tú no

serás la excepción.3

Luego besó la breve porción de mejilla que quedaba libre

en aquel rostro maltratado, y abandonó la habitación sin

volver la vista atrás.

***

No regresó a su hotel sino hasta muy entrada la noche, tras

haber merodeado por más de un pub nocturno y luego de


cinco vasos de vodka que consumió con la naturalidad

pasmosa de un ebrio.

Entró a la suite con gesto cansino y la mirada más opaca

que nunca, dispuesto a encerrarse en su habitación y

tenderse en la cama, esperando que el efecto del alcohol

hiciera su trabajo y lo sumiera en un sueño profundo, y si la

suerte lo acompañaba, descansar libre de sueños que lo

atormentaran. No, no quería soñar, para pesadillas le

bastaba la realidad. Pero apenas si había recorrido la mitad

del corredor hacia su cuarto cuando una voz grave lo hizo

detener.

Cerró los ojos por un momento. Simplemente quería irse a

dormir...

-Taehyung -volvió a llamar la voz con insistencia.

Bajó la cabeza, aún con los ojos cerrados. Y luego se

volvió hacia la puerta entornada que había pasado por alto

en su andar. La empujó suavemente, y se recostó contra

en el umbral sin hacer nada por ocultar el cansancio que lo

invadía.
-¿Dónde estabas? Mira la hora que es. Casi me matas de

la preocupación.

Taehyung no respondió. De hecho no hizo más que

cruzarse de brazos, acomodándose mejor contra el muro,

como si estuviera dispuesto a dormirse de pie allí mismo.

La habitación estaba a oscuras, completamente a oscuras

a no ser por las luces de la calle que penetraban por un

gran ventanal en el lado opuesto a la entrada. Sobre las

paredes laterales las sombras convertían en formas

tenebrosas lo que seguramente a la luz del día eran

grandes estanterías llenas de libros, custodiando la figura

de un imponente escritorio de madera oscura, detrás del

cual, sentado en una butaca de cuero, un hombre esperaba

en silencio una respuesta a sus preguntas. A simple vista

podría habérselo descrito como la antítesis de Taehyung:

bajo, robusto, con una incipiente calva rodeada de cabello

oscuro. Su rostro redondo y de facciones serias le

conferían una edad aparente entre cincuenta y sesenta

años, aunque su piel era tersa y sus arrugas casi


inexistentes. Sus ojos pequeños y oscuros brillaban en la

oscuridad, descubriendo parte del vigor que lo animaba,

aunque no se hubiera movido un ápice para demostrar la

preocupación que expresaba en palabras.

-Ven aquí.

Con un gesto cansado, Taehyung pareció despegarse del

marco de la puerta, y avanzar hasta donde le habían

señalado. El hombre le estiró los brazos, y él se arrodilló a

su lado.

-Cómo te atreves a desaparecer así luego de lo que ha

pasado -le reprochó con el ceño fruncido. Pero luego la

línea entre sus cejas desapareció y su expresión mudó

hacia la preocupación más pura-. Pensé que te encontraría

muerto, desangrado en algún lugar -susurró acariciándole

la mejilla, visiblemente aliviado de comprobar que sus

temores ya podían desvanecerse.

Taehyung no pareció molestarse con aquel contacto. Algo

soñoliento permaneció inmóvil, arrodillado, recibiendo las

caricias con silenciosa indiferencia.


-Estoy aquí -respondió encogiéndose de hombros,

desganado.

-¿Has estado bebiendo?

-¿Y qué si lo hice? La competición ya ha terminado.

-¡Taehyung! Hay un maldito suelto por la ciudad que puede

estar dedicándose a matar patinadores, ¿y tú me preguntas

qué hay de malo con estar de orgía hasta estas horas?

¿Acaso quieres terminar como Jung?

-No estuve de orgía -corrigió Taehyung fregándose los ojos

ardidos-, y no te enloquezcas pensando en un asesino

serial... sé perfectamente bien quién atacó a Hoseok.

Se hizo un silencio extraño, y aún en la oscuridad pudo

verse el rostro del hombre palidecer.

-¿Qué dices? -preguntó en un susurro apenas audible.

-Sé quién lo atacó... Fue su padre.1

Como si por un momento hubiera temido una respuesta

mucho más alarmante, el color pareció volver a las mejillas

del hombre.21
-¿Y cómo lo sabes? -continuó preguntando con un evidente

cambio de voz, en un tono mucho más relajado.

Taehyung bajó el rostro, los labios apretados con fuerza.

-Hoseok me lo dijo... -confesó en voz baja-. Hablé con él

antes de la última presentación. Me dijo que su padre era

capaz de matarlo, y no tengo dudas de ello. Sé que lo

golpeaba, bestia bruta... Hoseok temía que lo matara aquel

día, me lo dijo -recordó con culpa.

-Pero ¿por qué?

-... por no ganarme... dijo que lo mataría si no me ganaba...

Ahora el silencio fue sombrío. La habitación pareció más

oscura y fría que antes, con las lejanas luces de los

automóviles desplazándose por el techo en rápidos

destellos.

Al fin aquellas manos anchas acariciaron la rubia cabellera.

-Eso ya no importa -lo reconfortó la voz madura y firme-. Lo

importante es que tú estás bien y a salvo conmigo. Mañana

mismo volvemos a Rusia y olvidaremos que esto ha

sucedido.4
-¡No!

Taehyung endureció su gesto demasiado tarde. Su mirada

fría, su expresión indiferente, nada sirvió para que el

hombre no notara el temor, la preocupación oculta.

-¿No, qué?

-No quiero irme de Alemania, no todavía.

-¿Por qué no?

Pausa. Gesto nervioso.

-...Conocí una chica -respondió, con la vista fija en el piso-,

quiero estar unos días con ella.7

-No digas tonterías, puedes tomar a cualquiera en Rusia.

Debes volver a tu entrenamiento.1

-No son tonterías, quiero quedarme. Y puedo entrenar aquí

si ese es el problema.1

Una nueva pausa, esta vez más densa. Taehyung parecía

incapaz de levantar la vista del suelo, mientras el hombre

no le quitaba la mirada de encima.

-Es por el chico Jung, ¿verdad?

-...
-Sí... es por él... Ni aún con una buena mentira de por

medio podrías haberlo ocultado.

Con la pregunta respondida Taehyung no vio la necesidad

de agregar nada más, y permaneció con los ojos cerrados,

deseando que aquel interrogatorio terminada pronto. No

quería ser grosero, pero no estaba de humor. Si tan solo

pudiera irse a dormir...

-Taehyung... mi dulce niño... -un susurro, las manos

acariciando con suavidad su pelo- Intentas siempre ser tan

frío como el hielo, pero ni siquiera esa dura coraza puede

ocultar tu corazón. No lo logras, mi cielo -murmuró el otro

mientras él permanecía serio, con los ojos llorosos,

sabiendo que recibía un elogio que no merecía-. Puedes

dar al mundo la imagen que quieras, pero yo te conozco:

eres dulce, leal, agradecido... siempre lo fuiste... siempre,

desde la primera vez... -las manos ahora pronunciaban sus

caricias, una de ellas en la nuca, subiendo y bajando con

un rito lento, la otra delineando sus hombros, los huesos de

la clavícula, la delicada depresión de su garganta-. Y


también obediente. Por eso sé que aceptarás que es

necesario volver lo antes posible a casa, no podemos

quedarnos aquí.32

Por un momento Taehyung permaneció inmóvil, con los

ojos cerrados, disfrutando al parecer de aquellos roces

cada vez más insinuantes, aunque su gesto era serio,

hermético. No podía volver a Rusia ahora, no podía dejar

así a Hoseok, y si tenía que ser persuasivo para eso,

pues... lo sería. ¿Acaso no lo era siempre? ¿Ganar todos

sus objetivos no era su día a día? Él ganaba, de una forma

u otra, pero siempre ganaba...13

Humedeció sus labios suavemente, inclinando la cabeza,

casi mimoso, y sus manos se deslizaron lentas acariciando

la entrepierna del hombre, que de inmediato dejó escapar

un débil jadeo.88

-Ah, no diablillo, no me ganarás con eso -advirtió, pero sus

ojos se cerraron de deseo contenido, dejando actuar a las

manos que con destreza lo atrapaban por sobre la ropa,

desprendiendo su cinturón, y pronto las ideas le cambiaron


tan rápido como bajó el cierre de su cremallera-. Sí,

pequeño mío, ven -ronroneó mientras abría las piernas y

acomodaba la cabeza de Taehyung en medio de ellas-.

Ven y hazme feliz como sólo tú sabes hacerlo... Ah, sí, sí

mi niño, así... tan dulce... Oh, mi ángel, lo haces tan bien -

decía mientras se hundía cada vez más en aquella boca

húmeda y caliente que lo envolvía con maestría-. Sí, así

Taehyung, así... Oh por Dios...93

-Nos quedaremos...

-Tú sí que sabes cómo hacer que te obedezca, ¿verdad?

Oh, Dios, continúa... Sí... Y como siempre, al final terminaré

cediendo... ¿quién puede negarle algo a tu boca, mi zorrito

perverso?38

-Nadie...

-No, nadie -rió el hombre, acalorado por el placer que

recibía, jalando de los cabellos rubios cuando el disfrute era

tan exquisito que lo hacía temblar-. Y yo menos que

ninguno...-admitió siseando de placer-. Maldita sea, me

arrepentiré de esto, lo sé... Oh Taehyung... Está bien, tú


ganas... nos quedaremos en Munich... -consintió al fin,

arañando la espalda de su niño que, agradecido,

reanudaba su empresa con ardiente entusiasmo.

***

-Te prometí que vendría, y yo nunca rompo una

promesa.12

Y así era. Al día siguiente, a la hora programada, Taehyung

estaba sentado junto a Hoseok, tomándolo de la mano,

observando con aprehensión todos los dispositivos e

instrumentos que lo rodeaban.1

-No sabes lo que me costó entrar -comentó, decidido a no

dejarse llevar por el deprimente contexto de su charla

(monólogo, al decir verdad), mientras se quitaba el abrigo-.

No por tu padre, porque no he visto ni señales de él por

ningún lado, sino por la gente que está reunida afuera por

ti. También hay mucha prensa, así que tuve que venirme

disfrazado -dijo con una sonrisa, observando su atuendo:

sobretodo, bufanda, anteojos oscuros, gorro-. Si me

reconocen bajo todo esto les doy con gusto la nota -rió
elevando su vista. Pero la imagen que le devolvió la mirada

no era para reírse.1

Permaneció un momento en silencio, sin saber qué hacer.

Luego volvió a tomar la exánime mano entre las suyas y se

acercó más a la cama.

-No debes preocuparte, ¿sabes? Hablé con una de las

enfermeras y me dijo que tu aspecto mejorará con el correr

de los días, que con la cirugía todo se inflama, pero que

luego vuelve a la normalidad... Y tu pelo, tuvieron que

cortártelo... pero crecerá de nuevo, con eso no hay

problema, ya verás que cuando menos lo esperes tendrás

tu linda melena otra vez. Sobre los cortes... bueno, de

algunos me dijo que no te quedará ni el recuerdo, otros tal

vez parecerán rasguños. Algunos son más profundos,

¿sabes? El que... el que te seccionó parte del hígado y... el

de la espalda, que te perforó el pulmón... bueno, por esos

tendrás que volver en algún momento a quirófano... y luego

podrás ufanarte de sus cicatrices, como un guerrero... Hay

otra cosa que debo decirte... tuvieron que quitarte el bazo...


pero no te preocupes demasiado, hay mucha gente que

vive sin él... Y el riñón derecho... bueno, dicen que esperan

que funcione luego de la cirugía, así que cruzaremos los

dedos... de todos modos tienes el otro, ¿no? No es para

desanimarse tanto...177

A Taehyung se le hacía muy difícil hablar. En verdad le

costaba dar aquella información con el sentido alentador

que quería, pues nada en la condición de Hoseok era

alentador. Nada.

Las máquinas lo ponían nervioso. Tampoco le era fácil

permanecer en silencio cuando el monótono ruido de

aquellos aparatos invadían su intimidad, acrecentándose

cada vez más como si quisieran devorarlo. Se pasó la

mano por el pelo y cerró los ojos, concentrado.

-Hoy voy a hablarte de Min Yoongi -comenzó a decir, sin

soltar la mano que sostenía con firmeza-. Sin duda sabes

quién es. Sí, mi entrenador... Mi entrenador -repitió en un

susurro.106
Taehyung hizo una pausa. Su mirada se perdió en la

claridad de las sábanas de cubrían el inerte cuerpo sobre la

cama, y permaneció tan absorto que por un momento

pareció que él también había caído en un profundo coma.

Pero luego apretó fuerte los ojos, y al abrirlos observó a

Hoseok que continuaba ajeno al mundo, como si ya no

perteneciera más a él.1

-Hoseok -volvió a decir en voz muy baja, y sus ojos brillaron

de forma extraña-, voy a contarte un secreto. Un secreto

que no le he dicho a nadie, jamás, ni siquiera a mi familia...-

hizo otra pausa, pero esta vez era atenta, consciente-. Min

Yoongi es más que mi entrenador -confesó, y abrió los ojos

como si esperara una reacción de sorpresa de parte de

Hoseok. Reacción que por supuesto, nunca llegó-. Es más

que eso, él es... como mi padre. Un segundo padre. Fue él

quien me ayudó cuando huí de mi tutor ¿recuerdas cuando

te hablé de eso?. Fue él el único que se fijó en mí, un

chiquillo desarreglado y medio muerto de hambre que

dormía acurrucado al costado de la escalera de un edificio,


en la calle, a punto de morir congelado... Me llevó a su

casa, me dio de comer, me vistió. Me dio un hogar,

educación y comenzó a entrenarme. Era entrenador de

patinaje, ¿puedes creer eso? ¿Crees en el destino,

Hoseok...?15

En vano esperó una señal, un mínimo cambio en sus

funciones.

Hoseok estaba muerto. Pero Taehyung no se rendiría.6

-Yo sí creo -continuó, retomando su relato-. Aquello tuvo

que ser obra del destino, ¿cómo pudo encontrarme justo a

mí? De todas las personas que transitaban aquellas

heladas calles, durante esas horribles semanas de

soledad... sólo él me tendió la mano. Sólo él.

Los ojos de Taehyung se llenaron de lágrimas, y momentos

después se cubrió el rostro para ocultarlas cuando rodaron

por sus mejillas.

-¿Lo entiendes, Hoseok? -preguntó elevando sus ojos,

mientras pequeños sollozos conmocionaban su cuerpo-

¿Cómo podía negarme...? ¿Cómo podía decirle que no,


después de todo lo que había hecho por mí...? Hubiera

muerto, tal vez esa misma noche si él no me recogía. Me

devolvió la vida, y me elevó hasta aquí sólo a cambio

de...19

Las palabras murieron en la nada. Parecía incapaz de

pronunciar aquel pacto secreto hecho en una fría noche

tantos años atrás.

-No me forzó como seguramente crees -continuó con la voz

calma-. Yo tenía once años, pero no puedo decir que me

violentó. Yo no quería hacerlo, no quería... pero sabía que

era mi deber, tanto como estudiar o entrenar. Se lo debía a

él... a él que me lo daba todo. Todo... Hasta me llevó a

Disneyland, a mí, que no había soñado jamás con salir de

aquellas frías estepas rusas.39

Taehyung se frotó las sienes, como si recordar le trajera un

gran dolor. Pero continuó hablando, ya incapaz de

detenerse.

-Fue allí, en tu país, donde lo hizo por primera vez. Había

sido un día estupendo, el mejor día de mi vida hasta ese


momento. Había reído, jugado y comido tanto que pensé

que estaba en el paraíso. Cuando a la noche llegamos a

nuestro hotel estaba eufórico, y no podía dejar de

abrazarlo, con la sensación de que una vida no sería

suficiente para pagarle toda aquella felicidad. Creo que se

lo dije, y él se echó a reír. Me preguntó si estaba dispuesto

a soportar un poco de dolor en muestra de mi gratitud y dije

que sí sin pensarlo dos veces. Yo estaba habituado al

dolor, mi tutor me había tratado salvajemente desde el

momento en que me alejó de mis padres. Ese animal...

Recibí más golpizas que aplausos recibiré en toda mi

vida... -Taehyung entornó los ojos, recordando con dolor

aquellos terribles años de su vida, y luego respiró profundo

para retomar su relato-. Si bien mi tutor nunca me había

tocado en un sentido sexual, comprendí lo que me

esperaba cuando Yoongi comenzó a besarme en los labios.

De esas borrosas semanas que pasé solo en las calles de

Rusia, sólo recuerdo con claridad las veces que debí salir

corriendo de las manos de esos hombres que me


sorprendían durmiendo e intentaban arrastrarme a algún

callejón, con sus manos dentro de mis pantalones y sus

asquerosos alientos sobre mi boca... Yoongi no fue así en

lo absoluto... Él me trató con sumo cuidado... Besó mis

lágrimas, y me cubrió de caricias cuando el dolor fue

insoportable, y me susurró al oído palabras bonitas para

que pudiera soportarlo mejor y... Él... él no...51

Pero no pudo continuar. Un llanto histérico volvió a

apoderarse de él, obligándolo a ocultar el rostro entre las

manos.

-Por Dios, Hoseok... yo tenía 11 años y él 44, y me daba un

hogar a cambio de poder tener sexo conmigo... Es algo

horroroso, repugnante, y yo aún sigo justificándolo, aún hoy

sigo buscando excusas para convencerme de que no es

tan terrible, que en realidad no es un monstruo, que... que

es un buen hombre, y que soy yo quien sigue en deuda con

él.54

Lloró por largos y sentidos minutos, tal vez como no había

llorado en muchos, muchos años. Más de diez años


engañándose a sí mismo, justificando al hombre al que

amaba como a un padre pero que no lo trataba como tal.

Tantos años entregándose en pago de una deuda que

creía invalorable. Tanto tiempo llevando esa vida... y nunca

le había molestado tanto como ahora...5

Cuando el llanto se calmó, Taehyung se limpió el rostro y

volvió a mirar a Hoseok. Parecía desahogado, y mucho

más tranquilo, aunque su semblante continuaba triste.

-Debes pensar que me gusta esto. Que no me molesta que

él me posea cuando se le antoje, que no me siento usado,

y sucio, que disfruto de este pacto que firmé sin leer la letra

pequeña. Pues te equivocas, no me gusta... Pero tampoco

mal interpretes mi unión con Yoongi. No lo amo como se

puede querer a un amante, pero no puedo decir que lo

odio. Él me ama. No me extorsiona ni me maltrata como lo

hace tu padre contigo, no me retiene por la fuerza... No, el

lazo con el que me atrapa es otro muy distinto. Gano mi

propio dinero, suficiente para pagarle todo lo que ha

invertido en mí, pero cada vez me siento más en deuda con


él. Sí, cada vez más, porque cuantas más medallas gano,

más me convierto en lo que él creó. Soy su creación, ¿lo

entiendes? Cuanto más alto llego más profundo veo el

pozo en donde estaría en estos momentos si no hubiera

sido por él. Le estaré en deuda por siempre... pero él no

desea otra forma de pago...18

Suspiró con una mano en la frente. Le dolía la cabeza

terriblemente, y mirando a Hoseok, con su pobre cráneo

fracturado, no pudo ni imaginar el dolor que estaría

sintiendo. Tomó aquella mano inanimada y la besó

repetidas veces, y como había hecho antes, acarició su

propio rostro con ella.

-Estoy atrapado en una jaula de rosas, Hoseok... Pueden

ser hermosas, y te sientes reconfortado entre ellas, pero...

te lastiman si quieres huir. Y llegado el momento, ¿te

dejarán ir con solo algunos rasguños o se cerrarán en torno

a ti hasta atraparte y asfixiarte? Rosas con espinas... tú

sabes de eso, ¿verdad? -susurró con la mirada perdida, y

luego sacudió la cabeza como si quisiera alejar malos


pensamientos. Volvió a besarlo con suavidad-.

Perdóname... Tú ya tienes suficientes problemas como

para que yo te venga a cargar con los míos...1

Pero un par de problemas más no parecían hacer mella a

Hoseok. Costaba muchísimo creer que allí adentro aún

quedaba una mente, un corazón, una vida...

-Volveré mañana -suspiró Taehyung acariciando con

suavidad las escasas porciones de piel que no estaban

cubiertas de vendajes-, y también pasado, y pasado, y

todos los días que sean necesarios. Te hablaré hasta que

te estallen los oídos o despiertes a insultarme -aseguró con

una sonrisa triste. Luego se acercó al mortecino rostro

moviendo los labios, sin poder encontrar palabras que lo

expresaran-. Recupérate, Hoseok... -susurró con los ojos

cerrados-. Como te dije en el vestuario, te juro que lo que

dije e hice aquella noche fue verdad. No fingí nada, ni mis

besos, ni mis gemidos, ni mis orgasmos, nada... Te

deseaba, y entre tus brazos disfruté como no recuerdo

haberlo hecho antes con nadie. Tienes que creerme. Nada


de lo que hice luego...fue...-la voz se le quebraba y algo

interior lo hacía temblar-. Sé que soy el responsable de que

estés aquí, si pudiera cambiar las cosas créeme que daría

mi vida por hacerlo, pero no puedo. ¡No puedo Hoseok, no

puedo cargar tu cruz! ...Pero puedo ayudarte a llevarla, y es

lo que haré.13

Y besándolo largamente, tomó su abrigo, y se fue.

***

-Mi ángel... Estoy pidiendo el desayuno, dime lo que

quieres comer.17

Taehyung abrió los ojos y parpadeó, cegado por la claridad

del día. Se encontraba en el lecho de Min Yoongi, que a

pocos pasos de él, con el tubo del teléfono contra el pecho

lo miraba esperando una respuesta.1

Se desperezó en la cama y una puntada de dolor

interrumpió su gesto. Su cintura dolía. Sus caderas y

rodillas siempre dolían el día después. Con sus viejas

lesiones recriminándole el exceso de actividad no era raro


que le costara soportar el cuerpo de su entrenador

cabalgando sobre él durante horas...61

-Quiero... -se fregó los ojos, el pelo lacio cubriéndole el

rostro- ... quiero tostadas, con mantequilla y dulce. Y café

con leche. Y jugo de frutas. Y un yoghurt con cereales.8

Yoongi rió, como siempre que lo escuchaba ordenar

comida, y se volvió al teléfono. Taehyung giró en la cama

hasta quedar de costado. Envidiaba la salud que poseían

los chicos comunes de su edad, pero era un precio

necesario que pagar por ser el mejor. "La lesión de Hoseok

está peor" pensó con una sonrisa malvada, que

desapareció tan pronto como recordó la cruel realidad.

Hoseok, conectado a una máquina de respiración...

Hoseok, con el cráneo hecho pedazos...

-Con todo lo que comes deberías ser un cerdito -dijo una

voz risueña en su oído, mientras lo abrazaba por la cintura

y besaba el cuello.
-Tú me haces gastar muchas energías -comentó sin ánimo,

sus pensamientos aún vagando por las salas de aquel

hospital.

-¡Qué tengo que decir yo entonces! -continuó Yoongi con

una risotada, atrayendo a aquel cuerpo joven contra él,

regodeándose de su calor-. Ya no puedo seguirte el ritmo,

no tienes piedad de este pobre anciano. Un día de estos

vas a matarme de un infarto.94

Continuó riendo, pero Taehyung no lo acompañó. Permitió

que aquellas manos le acariciaran el pecho y las caderas,

que le besara el cuello y los hombros, pero no se movió.

Quince días habían pasado. Quince, y aún ni un solo

avance, ni una mísera señal de vida, ni una pequeña

reacción que le diera esperanzas. Nada. Absolutamente

nada. Hoseok seguía vagando en aquel valle de sueños

desconocidos, mientras él luchaba contra la corriente de

ese mar de insondable y certera realidad. "No lo logrará",

"No resistirá mucho más", "El fin se acerca"... todos le

repetían lo mismo, y él lo negaba tercamente, insistiendo


en que algún día se recuperaría, pero aquellas mentiras ya

no lograban convencerlo. Luego de tantos días sin ninguna

mejoría, aún alguien incansable como él empezaba a

flaquear.

Abandonar. Renunciar. Darse por vencido.2

Como si hubiera escuchado sus pensamientos, Yoongi le

acarició el cabello con suavidad y preguntó

cautelosamente:

-¿No crees que ya es tiempo de volver a Rusia?

Taehyung no respondió, su mirada perdida, profundamente

triste.

-Amor -volvió a susurrar el hombre con dulzura en su oído,

besándole la sien-, has hecho todo lo que podías por ese

chico. Te preocupaste por él, estuviste a su lado todo el

tiempo, fue más de lo que hizo su familia... Pero ya es

suficiente. No puedes resucitar a ese pobre niño sólo con

desearlo.

Con un gesto rápido, Taehyung clavó su mirada de hielo en

el rostro que tenía sobre él.


-Lo mismo dijo su Padre -acusó con sequedad-. ¡Y no se

puede resucitar a alguien que todavía no ha muerto!

Maldita sea, dejen de hablar de él como si fuera un cadáver

-exclamó perdiendo la paciencia, deshaciéndose

bruscamente de los brazos que lo retenían, poniéndose de

pie, molesto.

-Lo siento -dijo entonces Yoongi, asombrado por la

violencia de su reacción-. No quería decir que el chico vaya

a...

-¡Pero lo dijiste! Todos dan por hecho que morirá. A nadie

le importa realmente si se recupera, prefieren vivir la

atmósfera trágica de una muerte dramática. "Tan joven, tan

lleno de vida, con tanto futuro por delante"... Les encanta

saber día tras día esos monótonos e insufribles partes

médicos, y regodearse de no tener ninguna buena noticia

para poder continuar con su macabra función.

La escultural figura de Taehyung se recortaba contra la

claridad de la ventana, desnudo, de espaldas, como un

dios romano con su perfil recio y orgulloso.7


-Amor... ¿por qué le das tanta importancia a esto? ¿Por

qué estás tan obsesionado?

Silencio. Ojos nublados por las lágrimas.

-Ya te lo dije. Me siento culpable.

Pero él sabía perfectamente que no era solo la culpa,

aunque no supiera decir con exactitud cuál era ese

sentimiento que lo impulsaba. Tal vez era el momento de

decirlo, de confesarle a su padre-amante la aventura que

había tenido con Hoseok... ¿pero cómo hacer eso sin

descubrirse? Sin demostrar que aquel encuentro le había

dejado algo más que un deseo satisfecho y un capricho

cumplido. Así debería sentirse, ¿no?. Había poseído en

todo sentido a su máximo rival, lo había engañado como a

un niño y lo había quitado totalmente de su camino, tal vez

para siempre...21

Oh, sí, debería estar brindando con champaña en los

brazos de una bella muchacha alemana, pero en lugar de

eso sólo podía pensar en Hoseok... en esos labios

deslizándose por su cuello, aquel cuerpo delgado y firme


que se amoldaba al suyo como si hubiera nacido para ello.

Sí, en Hoseok gimiendo bajo él, en su exquisita expresión

de dolor, en esa entrega consciente con la que se le había

ofrendado. No recordaba que nadie, ni hombre ni mujer, se

hubiera ofrecido a él con tanta generosidad... Y él lo había

traicionado a consciencia, lo había engañado a

propósito...13

Dos robustos brazos rodeándole la cintura lo volvieron a la

realidad. "Que bajito que es Yoongi" pensó, intentando

descomprimir su mente desviándose hacia otros temas,

"Pensar que cuando lo conocí yo le llegaba al pecho..."2

-Mi dulce Taehyung -dijo paternalmente el hombre, con la

frente pegada a su espalda, apretándose contra él-, eres el

mejor hijo que alguien pudiera tener: talentoso, inteligente,

bello y buena persona. Estoy muy orgulloso de ti. Pero

tienes un defecto que aunque lo has sabido manejar a tu

favor no deja de ser nocivo para ti: eres obsesivo hasta el

hartazgo, mi ángel. Y esto te ha salvado la vida, pero

también puede destruírtela -hizo una pausa en la que besó


sensualmente la nuca de Taehyung, mientras éste

permanecía inmóvil-. No puedo permitir que te obsesiones

con cosas que te hacen daño y esta es una de ellas.

Tendría que haberte llevado a casa hace dos semanas, y

eso es lo que haré. Este capricho se demoró demasiado.

Termínalo aquí -volvió a besarlo y luego lo liberó de su

abrazo-. Ahora olvidemos esto -exclamó con tono jovial-. El

día es hermoso, iremos de compras antes de viajar,

¿quieres? Te compraré algo especial -concluyó mientras se

alejaba hacia el cuarto de baño.9

Por dos largos, interminables minutos Taehyung

permaneció de pie, inanimado. Yoongi tenía razón. Su

obstinación lo había llevado hasta ese hospital, día tras día,

a hablar con la insistencia de un predicador a alguien que

no había evidenciado la más mínima señal de vida propia,

que lo escuchaba tanto o menos que su reflejo en el

espejo, y al que todos, desde el más ignorante al más

experto, habían pronosticado un desenlace funesto.


Sí, una vez más su entrenador tenía razón. Ser obsesivo

en el hielo tenía sus evidentes ventajas, pero perseguir

esta quimera lo estaba llevando a la locura. Había llegado

el momento de aceptarlo: Hoseok estaba muerto, y él

volvería a Rusia.

***

Apenas había terminado de formular su decisión cuando

llamaron a la puerta.

-Debe ser el desayuno, ¿puedes recibirlo tú? -preguntó la

lejana voz de Yoongi

-Sí -respondió Taehyung con desgano, y miró a su

alrededor en busca de algo con que cubrir su desnudez.2

"¿Que tal si atiendo así a la mucama? Tal vez me dé una

tostada extra." pensó risueño intentando de poner un poco

de humor a su día. Pero cuando nuevos golpes lo

apremiaron, tomó lo que tenía más al alcance de su mano

(la funda de la almohada) y la anudó alrededor de su

cadera.
"¿Eres tan insistente para todo, querida?" pensó en decir

cuando abriera la puerta, pero al momento de hacerlo su

sonrisa se desdibujó como si le hubieran arrojado un balde

de agua helada.

-¿Qué diablos hace usted aquí? -exigió con voz trémula.

-¿Sorprendido de verme, Kim?

-¿Sucedió algo con Hoseok?

El señor Jung lo miró de arriba a abajo con una sonrisa de

desprecio, y torció el gesto, como si lo que veía le diera

asco.

-Veo que pasaste una noche agitada. ¿Algún otro jovencito

ingenuo?

-Diga qué demonios quiere y lárguese de aquí o llamaré a

la seguridad.

-No llamarás a nadie si quieres que siga permitiéndote el

pase hasta la cama de mi hijo -dijo El señor Jung con la

mirada de hierro, aunque nuevamente una sonrisa

despectiva volvió a surcarle los labios-. Aunque el pase

hasta tu cama lo obtuvo con suma facilidad, ¿verdad?


-¿Qué es lo que quiere? ¿Acaso ha venido a atacarme a mí

también porque sé lo que hizo? ¿Trajo sus propios patines

o piensa matarme con los míos?

-Sería una idea más que interesante, créeme... pero no

mancharía mis manos con tu sangre. Quién sabe qué

pueden haberte contagiado esos maricones con los que te

acuestas.

-¿Como su hijo, por ejemplo?18

-No lograrás avergonzarme a mí con las inmundicias que

puedan haber hecho entre ustedes. Los dos me dan asco.

-Usted me da asco a mí. Usted es la inmundicia, que trató

siempre a su hijo peor que a un animal de carga.

-¿Trajeron todo, querubín?26

La figura de Yoongi, envuelta solamente en una bata roja,

se detuvo al instante de ver al inesperado invitado.

-¡Oh, pero qué sorpresa! -exclamó El señor Jung mirando

al recién llegado con un profundo y antiguo desprecio-

Miren cómo me vengo a enterar de dónde provenía tanta

perversión... Confieso que ya me desagradabas lo


suficiente Yoongi, antes de saber que gustas de sodomisar

adolescentes.2

-Taehyung, llama a la seguridad.

-Taehyung sabe que no debe llamar a nadie si pretende

seguir visitando a su putita.4

-Das asco Jung. Parece mentira que exista gente que

pueda hablar así de sus hijos, pero tú demuestras que esa

clase de escoria existe -dijo Yoongi, mirándolo como si

fuera un desperdicio-. De todos modos guárdate tus

extorsiones, de nada te sirven ya: nos volvemos a Rusia.29

-¿En serio? -una carcajada fría y Taehyung que a duras

penas se contenía-. Creo que no será posible. Lamento

arruinar sus planes pero a eso se debe el honor de mi visita

-dijo extrayendo un sobre de su bolsillo-. Me temo que tu

querido prodigio no podrá volver a casa. La justicia

alemana le prohibe salir del país.

-¿Qué? -Taehyung quiso adelantarse, pero Yoongi lo

retuvo, su mirada adusta clavada en el americano, que

acrecentaba paso a paso su sonrisa cruel.


-Habla claro antes de que se me acabe la paciencia -

advirtió el ruso, sosteniendo a su discípulo.

-Te lo explicarán mis abogados, pero creo que se entiende

bastante claro, ¿no?

-No.

-Tu muchacho de oro está acusado de violar, secuestrar y

agredir a mi hijo.

-¡Eso es ridículo! -exclamó Taehyung, pero las fuertes

manos de su guardián lo retenían en su sitio.

-Yo le encuentro bastante sentido -admitió El señor Jung-.

Tú te pudrirás en la cárcel y yo disfrutaré de tu dinero.

-Jung, para escuchar estupideces habríamos visto una de

esas patéticas entrevistas en las que intentas robar

protagonismo a tu hijo y hubiera sido más que suficiente. Si

esa es tu mejor carta no te valió ni el tiempo de venir hasta

aquí.

-No fue molestia -negó con un gesto de aparente cortesía-.

Más tiempo gastarás tú yendo a visitar a tu muñequito a la

cárcel.
-Eres desastroso Jung. ¿A quién crees que asustas?

¿Violación? ¿Secuestro? ¿Agresión? No tienes pruebas

para armar ni uno solo de los casos.

-¿Estás seguro? Piénsalo mejor -los ojos de El señor Jung

brillaron, triunfantes- ¿Acaso no sabes que tu querido

Taehyung se aburrió de tu carne vieja y fláccida y decidió

que sería más divertido revolcarse con mi hijo...? Oh, no lo

sabías, ¿eh? Pues entérate, y les recuerdo que para la ley

Hoseok aún es menor de edad.

-¿Y qué con eso? -cuestionó Yoongi sin alterarse-. ¿Acaso

tu hijo declarará en su contra? Me parece que primero

debería empezar a respirar por sí mismo, y luego intentar

hablar. Claro, eso si le quedó algún trozo de cerebro que

funcione, cosa que dudo mucho.36

Taehyung volvió su mirada horrorizada al hombre por el

que momentos antes había sentido un profundo orgullo.

Comprendía que era una estrategia más para vencer a

Jung, pero le pareció nefasta.


-Hay otras cosas que pueden hablar por él -retrucó el

yanqui sin un solo signo de dolor por lo escuchado-. Como

por ejemplo las pruebas que le realizaron apenas ingresó al

hospital... Encontraron restos de semen en su cuerpo...

¿tienes una idea de quién no fue tan cuidadoso en los

detalles? -preguntó volviéndose a Taehyung, que quedó

paralizado.

El silencio que se hizo fue prueba suficiente para Jung, que

sonrió satisfecho.

-Eso no prueba nada -dijo entonces Yoongi, presionando

con fuerza el brazo de Taehyung para que no interviniera-.

Los muchachos de ahora no son inocentes, no esperarás

que crean que un joven de casi 20 años se dejó violar

como un niño... Ni siquiera los niños son tan inocentes

como crees -agregó, y las pálidas mejillas de Taehyung se

sonrojaron como nunca.24

-Eso lo dices tú que eres un depravado, Yoongi. Para los

"normales" es una abominación el solo hecho de que

tengas sexo con un hombre como si fuera una mujer, tenga


la edad que tenga. Y no me des más detalles, o me harás

vomitar, malditos anormales. Pero no te creas que es mi

única arma -aclaró, y su sonrisa volvió a tomar fuerza-.

Todos sabían que Hoseok quería patinar ese día, fue el

primero en confirmar su asistencia. Y su posterior intento

indica que si no se presentó a tiempo fue porque algo o

alguien se lo impedía. ¿Y adivina el personal de qué hotel

dice haberlo visto escapar a la carrera, desesperado por

llegar al estadio? ¿Cuánta gente, cuántos automovilistas y

comerciantes lo vieron recorrer ese trayecto? Además...

lamento informarte que todos saben que el último que vio a

mi hijo antes de que apareciera en este estado... fue

Taehyung. Y las razones por las que pudo haberlo hecho

son demasiado claras y bien públicas...

De pronto, el metálico ruido del andar de un carrito fue

acercándose desde el corredor hasta que una muchacha

con el uniforme del personal entró por la puerta que había

quedado abierta.

-Por favor, disculpen el... retraso...


Los grandes ojos azules de la chica pasaron del escultural

cuerpo de Taehyung, prácticamente desnudo, a la bata roja

del hombre mayor que lo sujetaba, para luego volverse al

extraño hombre junto a la puerta que hablaba con ellos sin

que al parecer nada le llamara la atención.

-Pasa tranquila, linda -la invitó Jung Hyun-. Tal vez te

hagan pedazos con el cuchillo de la mantequilla, pero no te

violarán baby. Te falta "una gran razón" para ser de su

gusto -explicó, haciendo un gesto bastante grosero para

referirse a la homosexualidad de sus interlocutores.

-Querida -dijo Yoongi con suavidad-, sé tan amable de

llamar a los guardias, que retiren a este hombre de aquí.

-Sí señor.

-No es necesario, me retiro solo. Voy a planear lo que haré

con todo el dinero que te saque cuando gane el juicio.

Aunque mi mejor gozo será verte tras las rejas el resto de

tu vida por asesinato.


-Hoseok aún no está muerto -gruñó Taehyung, harto de

hacer aquella aclaración, tembloroso y con los dientes

apretados por la ira.

-¿Estás seguro? -preguntó Hyun con una sonrisa torcida,

tomando una tostada de la bandeja-. Creo que tienes

noticias atrasadas, Kim...

***

-¡Espera!

-¡Déjame ir, debo verlo!

-¡Taehyung, espera un momento! -Con la fuerza de un

gladiador Yoongi forcejeaba por mantener a Taehyung en

su sitio-. Escucha lo que voy a decirte. ¡Escucha!

Ya a solas, los dos rusos se veían acalorados y nerviosos.

Taehyung tomó asiento por fin, tembloroso y colorado de la

ira, impaciente por confirmar las malignas insinuaciones del

americano.

-Usa la cabeza, Taehyung, dirá cualquier cosa para que

caigas en su trampa. Si hubiera sucedido algo con Hoseok

ya habría salido en las noticias, hay periodistas y fans


bordeando el hospital, esas cosas siempre se saben al

instante.

Taehyung continuaba con su rostro serio, evitando su

mirada, moviendo una pierna nervioso y ofuscado. Yoongi

tomó asiento frente a él y lo observó, su rostro más serio

que nunca pero mucho más calmado.

-¿Y bien? -preguntó al fin, luego de unos minutos de

silencio.

-¿Y bien, qué? -repreguntó Taehyung con brusquedad.

-¿Dice la verdad?

-Oh, por favor -exclamó con un suspiro de hartazgo.

-Sólo quiero escucharlo de ti, que me digas que está

mintiendo.

-¡No violé a nadie! No más de lo que tú lo has hecho.

Puedes acusarme menos de lo que puedo acusarte yo a

ti...22

Sus palabras salieron a borbotones, sin pensarlas, pero al

instante comprendió que había dicho algo inconveniente...

muy inconveniente...
La expresión de Yoongi mudó de la sorpresa absoluta a

una mirada dura, agria.

-Yo no dije que hubieras violado a nadie... Y si tienes algo

que decirme déjate de rodeos y dilo claramente.

Taehyung bajó su mirada, sintiendo que su rostro ardía. No

había querido decir eso, no al menos en esos momentos.

Yoongi había saltado como una fiera a defenderlo, y él

ahora lo único que hacía era ofenderlo. Negó lentamente

con la cabeza, sin atreverse a mirarlo a los ojos.1

-... no... no tengo nada que decirte...

-Bien. Entonces respóndeme de una vez... ¿esas pruebas

de semen los traerán a ti?

-...

-¿Sí o no?

-... es posible...

-¡Oh, por Dios, Taehyung! -Yoongi se tomó la cabeza en un

gesto típico de exasperación- De todas las personas del

mundo, ¿tenías que meterte con Jung Hoseok?

-No lo tenía planeado, no pensé...5


-¡Eso quedó claro! Taehyung, cómo se te ocurre enredarte

con tu mayor rival, ¿no pensaste en lo que esto podía

acarrear? Olvídate de lo que pasó, ¿no pensaste que podía

estar engañándote a propósito, que podría tener una

cámara oculta o un grabador? ¡Si hablaba con la prensa

era tu fin!

-Hoseok no tenía esas intenciones.

-Vamos, Taehyung, desde cuándo eres tan inocente.

-¡No llevaba nada de lo que dices!

-¿Cómo lo sabes? ¿Lo averiguaste al desnudarlo?

-... sí...

-¿No crees que ya hubiera sido un poco tarde?

Taehyung se tomó la cabeza, sentía que le estallaba.

-¿Qué importa todo eso ahora?

-¿Estás sordo o estúpido, hijo? -exclamó Yoongi con una

rudeza que jamás había empleado con él-. ¿No escuchaste

lo que dijo? ¡Tienen tu ADN! Hyun no tiene razón, pero sí

sentido en todo lo que dice. A sus abogados no les costará

armar un juicio, aunque luego no puedan sostenerlo, te


envolverán en el escándalo hasta destruir tu imagen... Por

Dios, sólo ruega que ese chico no se muera o estaremos

en graves problemas.

-Lo ruego a diario desde hace dos semanas -respondió

Taehyung con la mirada perdida, terriblemente cansado.

Yoongi lo miró como si no supiera qué hacer con él. Tras

su imagen de hombre riguroso, su mirada no podía ocultar

la preocupación y el amor que sentía por Taehyung.

Permanecieron en silencio unos minutos, y luego se acercó

a su niño, acariciándole el rostro.2

-¿Te enamoraste de él?

-... no lo sé...

-¿Cómo es posible? No lo entiendo, hablamos de ese chico

cientos de veces, hemos visto sus videos hasta el hartazgo

buscando sus puntos débiles, estudiando su técnica...

nunca me dijiste nada.

-No sentía nada -aseguró Taehyung, elevando sus ojos

celestes, dolorido-. No sé lo que pasó, Yoongi... pero de

repente me encontré atrapado en su mirada... y...8


Más silencio. Hasta el movimiento de la ciudad parecía

haberse detenido.

-Vete -dijo entonces Yoongi, masajeándose las sienes-.

Hablaré con nuestros abogados, pondré todo en sus

manos, ellos sabrán que hacer.

-...

-Ve Taehyung... ve a corroborar lo que dijo ese maldito. Ve

a confirmar que Hoseok ha muerto.

***

-Necesito pasar. ¡Hoseok!

-¡Señor, no puede entrar así en este lugar, menos fuera del

horario de visitas!

La enfermera se acercó con paso enérgico para sacarlo de

la sala, pero Taehyung la sostuvo por las muñecas,

forcejeando levemente, hasta que pudo ver por sobre el

hombro de ésta hacia el interior de la sala...

Entonces sintió que perdía todas sus fuerzas...

La cama de Hoseok estaba vacía.

-¿Dónde está? -susurró desesperado.


-No puedo darle informaciones si no es familiar -protestó la

mujer, deshaciéndose furiosa de las manos del ruso.

-¡Usted me conoce! ¡Sabe que he venido a diario!

-Lo siento, pero nos han prohibido darle ninguna

información.

-Por favor -suplicó al borde de las lágrimas-. Por favor, se

lo pido... dígame si ha muerto.

-No puedo hacer eso -respondió la enfermera más

sosegada, ahora mirándolo con cierta compasión.

-¡Sólo dígame sí o no, por piedad!

Indecisa, la mujer le echó una larga mirada. Luego

escudriñó a un lado y a otro en busca de oídos indiscretos,

y volvió a mirarlo.

-No ha muerto. Aún -susurró acercándose a la rubia

cabellera de Taehyung, que de inmediato se inclinó sobre

ella para oírla mejor-. Pero lo estará en una hora. Lo

siento.2

-¿¿Qué??1
-Los médicos ya han declarado que no se recuperará, y la

familia solicitó que se le retire toda asistencia, incluido el

respirador.9

-No... no... -repetía Taehyung, incapaz de articular otra

palabra.

La mujer lo miró apenada.

-Lo siento mucho... pero en una hora lo desconectaremos.

Taehyung se cubrió el rostro con las manos, e incapaz de

sostenerse a sí mismo, apoyó las espaldas contra la pared.

Se sentía mareado, las piernas no lo sostenían. Todo había

sido inútil, tan inútil. Y esto era sin duda obra de Jung

Hyun. Él sabía, sabía que con Hoseok muerto su situación

empeoraría muchísimo, y había decidido acelerar los

trámites...

Sin fuerzas resbaló por la pared hasta quedar sentado en el

piso. De pronto comenzó a faltarle el aire, se sentía

enfermo. Enterró el rostro entre sus piernas, sintiendo una

debilidad horrorosa, y respiró profundo con la sensación de

que iba a desmayarse de un momento a otro.


Pero entonces sintió una mano acariciando su cabeza.

Tardó un momento en elevar sus ojos, pero cuando lo hizo

se encontró con el rostro de dos enfermeras: una, la que le

había comunicado la espantosa decisión, la otra, una

muchacha a la que veía casi a diario en sus visitas.

Parecían preocupadas y conmovidas.

-Te conozco -dijo la joven, acariciándole el rostro-. Tú

siempre estás con él, lo cuidas, lo amas. Su padre no lo

visita nunca -sus ojos grises parecían tristes, su inglés era

muy elemental-. Pero tú le hablas y cuidas de él. Yo te

dejaré verlo.3

Taehyung la miró emocionado, parecía incrédulo. La otra

enfermera asintió con un gesto de la cabeza y continuó

acariciándole el cabello.

-Ven -dijeron, poniéndolo de pie entre las dos-. Te

llevaremos con él.

***

La sala a donde lo condujeron era mucho más pequeña y

oscura que la que había visitado todo aquel tiempo. No


tenía ventanas, sino un pequeño tragaluz casi rozando el

techo por donde entraba una mortecina luz grisácea, que

cuando el sol no brillaba con intensidad dejaba todo en

penumbras. En el medio había una cama, sin

prácticamente nada que la rodeara, y sobre ella, Hoseok.

Taehyung parpadeó, confundido.

-¿Dónde están todos los aparatos? -preguntó, haciendo

ademanes sobre sus brazos y su cabeza, sin conocer las

palabras para tantos equipos médicos.

-Sólo le dejaron el respirador. Y el monitor para saber

cuando su corazón se detenga.1

-Es inútil e innecesario administrar medicamentos o suero a

alguien que morirá en unos minutos.

Las mujeres lo miraron afligidas, y palmearon su hombro

para darle fuerzas. Luego abandonaron la habitación.

Taehyung se acercó. Irónicamente, sin tantas cosas

conectadas a él, Hoseok parecía más saludable. Al menos

podía ver su rostro más despejado, su delicada nariz, las

sombras oscuras bajo sus ojos cerrados. Asomaba algo de


cabello bajo las vendas de su cabeza, y alguien lo había

vestido con una bata blanca. Parecía estar durmiendo en

paz, ajeno como siempre a todo el horror que lo rodeaba.1

-Hola Hoseok -lo saludó, como todos los días, y besó su

frente y sus mejillas.

Parecía mucho más joven con aquella ropa de aspecto

angelical, y al tomar su mano tuvo la sensación de estar

ante un niño. Un niño inocente.

-Hoy no voy a contarte una de mis anécdotas aburridas -

comenzó a decir, acariciando compulsivamente la mano

que sostenía-, porque hoy tengo que darte una mala

noticia... Tu padre ha decidido enterrarnos a ambos. A ti

bajo tierra, a mí en una cárcel. Me acusará de tu muerte

Hoseok, y a ti te matarán esta misma tarde.

¿Era duro decírselo así? Que diablos importaba, si no

podía oírlo. Los ojos de Taehyung se llenaron de lágrimas y

ya no pudo contenerse. Se echó sobre el cuerpo inerte de

su amante, y lo abrazó con todas sus fuerzas. Apoyó su

rostro contra el pecho, y escuchó los latidos de aquel


corazón que pronto se silenciaría para siempre. Y lloró,

lloró trepado a la cama, abrazado a aquel cuerpo

consumido como un niño buscando protección.

-Perdóname Hoseok, no pude salvarte. Lo intenté, pero no

pude hacer que despertaras, ni siquiera logré que variaras

el ritmo de tu corazón, nada... Lo intenté, sabes que lo hice.

No falté ni un día a mi promesa de acompañarte, pero tú

me fallaste a mí, tú no pusiste nada de ti para salir de este

maldito hospital y reírte de todos aquellos que decían que

morirías.19

Llorando desesperadamente, tomó los brazos inertes y los

sujetó en torno a su cintura, esperando que lo abrazara.

Pero en cuanto los soltó cayeron inanimados como los

miembros de un títere abandonado. Taehyung entrelazó

una mano con la suya y hundió el rostro contra aquel cuello

tibio, mientras las lágrimas le caían incontrolables.3

Cerró los ojos y permaneció así, acurrucado, sintiendo por

última vez el calor de ese cuerpo que había sido suyo

solamente una vez, respirando el aroma de esa piel dulce


que no había perdido su suavidad aún después de pasar

por aquel infierno.

-Nunca me enamoré de nadie -admitió con una voz

relativamente calma, aunque de sus ojos cerrados seguían

cayendo lágrimas inagotables-, pero creo... creo que me

enamoré de ti, Hoseok... Lo que significa que estoy

terriblemente perdido. Acabado... Me acusaste de haberte

matado, pero tú me has matado a mí... Me dejaste solo con

todo esto, ¿cómo puedo seguir adelante sin ti...?1

No hubo respuesta. Como siempre.

-Bозбуждать! (bozbuzhdat! / ¡Despierta!) -susurró

Taehyung con desesperación, aferrado al cuerpo que se

negaba a dejar ir, apretando con tanta fuerza los dientes y

los ojos que temblaba.

Entonces, una suave brisa acarició su piel. O eso le

pareció, porque poco le importaba ya abrir los ojos al

mundo. Pero luego de unos momentos volvió a sentirla, en

su mano, como el roce de una pluma.48


Entreabrió los ojos perezosamente. Un pulgar le acariciaba

la mano. Un pulgar que no era suyo.3

Abrió más los ojos y observó mejor. Hoseok... Hoseok lo

acariciaba con tanta lentitud que era agonía, pero su caricia

era clara y pronto se unían los otros dedos para acrecentar

ese delicioso mimo.

Taehyung dejó escapar un jadeo y levantó el rostro, muy

despacio...

Dos ojos oscuros lo observaban cansinamente,

pestañeando con mucha suavidad.88

Y la caricia no se detuvo...
Capítulo 3

MILAGRO DE PASCUA

Mientras en la mitad del planeta hoy se celebra la

resurrección de Cristo, en Munich y en varias partes del

mundo se está festejando otro milagro de Pascuas. Y no es

para menos: luego de dieciséis días de agonía, el joven

patinador estadounidense Jung Hoseok, ha despertado del

coma en que estaba sumido desde que sufriera un brutal

ataque que estuvo a punto de llevarlo a la muerte.11

Hoseok, quien estaba listo para ser desconectado de las

máquinas que lo mantenían con vida (luego de un decisivo

diagnóstico de los cirujanos que lo asistían y el

consentimiento de su familia), reaccionó inesperadamente

y sin ningún tipo de asistencia, recuperando la consciencia

y el control de sus funciones vitales.

"Aún no sabemos con exactitud en qué estado se

encuentra" advirtió el jefe del plantel médico que lo trata,

"queremos ser cautelosos y no dar falsas esperanzas; que


haya salido del coma no significa que su vida esté fuera de

peligro".

"El cerebro es un órgano misterioso y fascinante"

comentaba un experto neurocirujano venido especialmente

de Estados Unidos para tratar a su joven compatriota, "las

consecuencias de sus lesiones pueden ser infinitas, desde

ceguera y pérdida del habla, hasta incapacidad mental o

motriz"13

Como bien dicen los especialistas, la joven gloria del

patinaje aún necesita de varios milagros, pero haber

burlado a la muerte a tan pocos minutos de su llegada no

puede menos que infundir esperanzas en todos los que lo

aman.

Yoongi leía con gesto serio sentado en su despacho

mientras Taehyung aguardaba de pie frente a él, con una

mano apoyada sobre el escritorio y la otra en la cintura,

disimulando una sonrisa que a duras penas podía contener.

Cuando el hombre dobló el periódico y lo abandonó a un

lado, el joven lo observó con una expresión radiante.


-¿Y bien?

-¿Y bien, qué?

-¿No es este el momento en que todos deben decirme "sí

Taehyung, tenías razón, sólo tú decías que esto sucedería

y nadie te dio importancia, perdónanos"?

Con un entusiasmo casi infantil, leyó por décima vez las

líneas que confirmaban su milagro. El tiempo parecía

acompañar su estado de ánimo: el sol brillando con fuerza

inundándolo todo con su luz dorada, y el clima era

relativamente cálido, con bellas nubes blancas adornando

un cielo azul claro. En la calle nadie hablaba de otra cosa

que no fuera "la resurrección" de Hoseok, las risas

repiqueteaban como tintineo de campanas.

Todo era felicidad. Pero Min Yoongi no parecía compartir

esa alegría.5

-Yo no cantaría victoria.

-¿Y por qué no?

-¿Pudiste hablar con él? -preguntó incrédulo.


-Oh, Yoongi, ¿qué vas a decirme? ¡Lo vi con mis propios

ojos! Movió la mano, me acarició, ¡me miraba, prestaba

atención a mis palabras! No era la mirada perdida de

alguien sin consciencia.

-¿Pudiste hablar con él? -repitió, poniendo especial énfasis

a sus palabras.

-No, claro que no hablé, tenía un tubo de respiración ¿lo

olvidas?. En cuanto les avisé a las enfermeras entraron

corriendo armando un revuelo terrible. En un minuto la sala

estaba llena de médicos que hablaban, daban órdenes, lo

revisaban... Fue una locura. Luego de eso no pude volver a

entrar, debían hacerle muchas pruebas.

-...

-¿Qué estás insinuando?

-Que haya despertado no significa que sea la misma

persona de antes. No lo digo yo, lo dicen los médicos.2

-Mira, respira solo, abrió los ojos, movió su mano, estaba

atento a mi voz. Lamento si peco de optimista, pero es


mucho más de lo que hizo en dos semanas, con eso tengo

bastante.

-¿Comprendes que puede haber quedado discapacitado

mentalmente? ¿Acaso que mueva una mano implica que

caminará? Tal vez no sea capaz de hilvanar un

pensamiento, ni decir dos palabras seguidas, hay muchas

posibilidades.

-¡Sí, y también había muchas más posibilidades de que hoy

fuera un cadáver, y sin embargo no lo es! Además,

después de todo, ¿a ti qué te importa cómo quede?7

-Me importa, porque dependiendo de cómo le funcione ese

cerebro, si es que le funciona claro está, pues de eso

dependerá también lo que declare en el juicio.

-¿El juicio...? Eso es lo único que te importa, ¿verdad? Lo

que se diga en ese maldito juicio.

-¡Por supuesto que sí! -admitió Yoongi, reaccionando con

brusquedad- ¿Qué más puede importarme de ese mocoso?

Que tú te hayas acostado con él no significa que para mí

haya dejado de ser el maldito americano que había que


sacar de nuestro camino. Al contrario, ahora pienso eso

más que nunca -Taehyung se quedó mirándolo,

boquiabierto-. ¿Por qué me miras así, acaso no tengo

razón? -insistió Yoongi, visiblemente enojado-. Una noche

de sexo con él y bastó para retrasar todos nuestros planes

y jodernos la vida. Maldito seas Taehyung, si no hubiera

sido por tu lujuria no estaríamos metidos en este infierno.

-¿Por mi lujuria? -repitió Taehyung, las mejillas teñidas de

rubor-. Lo que haya hecho con Hoseok aquella noche nada

tiene que ver con todo lo que sucedió después. Jung Hyun

me habría culpado igual, por más que hubiésemos pasado

la noche jugando a las cartas.

-Honestamente darling, nadie les hubiera creído. Y

conociéndote, yo menos que ninguno.1

-¿Pero qué te pasa? ¿A qué viene todo esto?

-¿Qué necesidad tenías de hacerlo? -preguntó entonces

Yoongi, volviéndose con la mirada encendida, como si

aquella pregunta lo hubiera consumido por días-. ¿Acaso

no te doy demasiado? ¿Sexo a diario no es suficiente para


ti? ¿Necesitas más, tan insaciable eres? -demandó,

mientras las mejillas de Taehyung ardían-. Si es así sólo

tienes que decírmelo, con gusto te retendré por más tiempo

en la cama. Prefiero perder mi salud copulando y no

preocupándome por más de estos condenados juicios.55

Palpitante y ruborizado por la humillación, Taehyung

permaneció un momento de pie, apretando sus puños con

fuerza. Yoongi nunca antes le había hablado así, jamás lo

había hecho sentir tan... descartable, como un objeto de su

propiedad. Un objeto sin valor.

Su mirada fue desafiante, cargada de rencor. Pero en vez

de responder a gritos o defenderse de alguna forma, dio

media vuelta y se dirigió hacia la puerta.

-¿Adónde vas? -exigió Yoongi, irritado.

-A buscar más amantes, porque tú no me satisfaces -

respondió antes de dar un portazo y abandonar la

habitación.56

***
Había salido a caminar sin un rumbo fijo, pero sus pasos lo

guiaron hacia el lugar donde vagaban sus pensamientos.

Hacia Hoseok.

La gente seguía reunida en el hospital. La prensa había

vuelto a aparecer, cámaras aquí y allá reporteaban a

desconocidos que contaban su experiencia de fieles

devotos, mostrando fotos de Hoseok, cruces y estampas

religiosas, atribuyendo a sus distintos dioses el milagro

acontecido. Taehyung los miró disimuladamente mientras

se escabullía entre la multitud, intentando pasar lo más

desapercibido posible. Los pasillos estaban agitados, como

siempre, y nadie pareció reparar en él mientras se

introducía más y más dentro del edificio, hasta llegar al piso

en donde encontraría a Hoseok.

Avanzaba por el corredor pensando en cómo sería aquel

momento. ¿Su niño sería el de antes o Yoongi y los

médicos tendrían la razón? ¿Se acordaría de él?

Memoria... tal vez fuera su peor enemiga. Deseaba

profundamente empezar todo desde cero con Hoseok,


tener la oportunidad de conocerse como dos chicos

normales... no dos antiguos rivales, no dos amantes

furtivos.1

Había llegado al fin. Estaba a un par de puertas de saber la

verdad, y tal como le había sucedido el primer día, temió

mucho enfrentarse a ella. Pero debía hacerlo, debía

arriesgarse a...

-Ahí está. Les dije que vendría -dijo una voz ronca a su

izquierda.

Taehyung se detuvo en seco, y de inmediato cuatro

hombres uniformados se presentaron ante él,

franqueándole el paso en todas direcciones. De pronto uno

de ellos lo arrojó contra la pared, y antes de que pudiera

reaccionar ya lo tenían inmovilizado de las muñecas y los

tobillos, con las piernas separadas y la mejilla contra la

pared.

-¡¿Qué diablos...?!
-¡Silencio! -le gritaron en alemán, y unas manos fuertes y

bruscas le recorrieron el cuerpo, palpándolo desde los

brazos a las caderas y la entrepierna.

-¡No he hecho nada! ¡No pueden hacerme esto!

Con la misma brusquedad con que lo habían sujetado, lo

hicieron girar, golpeándole la espalda contra la pared. Fue

entonces cuando, mientras seguían palpándolo por delante,

tuvo una imagen más clara de lo que estaba sucediendo.1

Jung Hyun se encontraba allí, por supuesto, parado detrás

de un oficial muy alto que parecía de la gestapo, y ambos

lo miraban en silencio como si supieran un secreto dicho a

voces. A su alrededor, los cuatro hombres que lo habían

interceptado, trabajaban a velocidad de hormigas en vaciar

sus bolsillos, revisando sus pertenencias, mientras lo

mantenían inmovilizado contra la pared.

-Kim Taehyung -anunció uno de ellos leyendo su

documento de identidad, y enseguida se lo alcanzó al más

alto.
El hombre leyó su nombre sin descruzar las manos que

mantenía detrás de la espalda, y luego avanzó hacia él con

paso lento hasta detenerse a un palmo de su rostro,

mirándolo fijamente a los ojos. Taehyung le devolvió la

mirada, desafiante, aunque estaba agitado y algo

tembloroso.

Permanecieron en silencio por un momento, hasta que a un

gesto de su superior, los hombres lo dejaron en libertad.

-¿Es usted Kim Taehyung? -preguntó con una voz dura,

acrecentada por el característico acento alemán.

-Sí.

-... Señor ¿no fue notificado por la justicia alemana sobre

su participación en el juicio que se celebrará a razón de las

agresiones sufridas por el señor Jung Hoseok?

-...sí...

-Se los dije, está perfectamente enterado...

-¡Silencio!

Hyun se replegó de inmediato, mirando a Taehyung con

sus ojos entornados cargados de rencor.


-Señor Kim -continuó el oficial, volviéndose nuevamente

hacia Taehyung-, usted es uno de los acusados de la

agresión, ¿cómo cree que puede acercarse hasta este

lugar donde es sabido que Hoseok está hospitalizado?

-Pero... ¡lo he visitado a diario, y nadie me detuvo! ¡Su

padre me dio autorización, pregúntele a los médicos!

-No se había hecho ninguna acusación oficial hasta

entonces, pero ahora, como acaba de decirme, usted está

enterado del juicio. Y me temo que la palabra del señor

Jung no es autoridad mayor que la de la justicia.

-¿No podré ver a Hoseok?

-No. No puede hablar con él, ni acercarse a un radio menor

de cien metros de donde se encuentre.

Taehyung miró a uno y a otro con incredulidad. No ver a

Hoseok... ¿hasta cuando? ¿Hasta que se celebrara el

juicio? ¿Hasta que finalizara? ¡Podrían pasar siglos!

-¿No hay ninguna posibilidad de que pueda verlo?

-He dicho que no -respondió el oficial fríamente-. Debe

retirarse. Ahora.6
Decepcionado y con una nueva presión en su pecho,

Taehyung se volvió caminando con paso lento y algo

errático. Tenía que hablar con Yoongi, suplicarle que lo

ayude, él le diría a los abogados y ellos podrían hacer

algo...

-Kim -la voz fría del alemán lo detuvo nuevamente-. Debo

aconsejarle que no insista con esto por vías no legales...

me temo que no podré ser tan "amable" con usted si lo

encuentro aquí de nuevo...1

***

La animosidad de la gente que aquella mañana le había

parecido encantadora, ahora le fastidiaba terriblemente.

Atravesó la barrera de fans y curiosos casi a los empujones

y huyó con paso rápido por una de las aceras más

desiertas, donde el sol del medio día caía de pleno sobre la

cabeza de los transeúntes, que de vez en vez se volteaban

para ver al tosco caminante.

Con un gesto de impaciencia se arrancó el gorro que

ayudaba a ocultar su identidad, y su cabellera rubia relució


como oro al sol, moviéndose libre al compás de los rápidos

pasos. Estaba molesto, ¡estaba histérico! Si Hoseok había

despertado era gracias a él, si no había muerto en todos

esos días había sido gracias a él, ¡pero era justamente a él

a quien le prohibían verlo!

-¿Taehyung?

Una voz femenina a sus espaldas. Lo único que le faltaba,

que una fans lo obligara a plasmar su nombre en un

estúpido papel.

-¡Taehyung!

Taehyung continuó caminando a grandes zancadas

dispuesto a ignorarla.

-¡Taehyung! -volvió a gritar la voz, mucho más cercana,

mientras una mano lo aferraba del brazo.

-Me confundes con otro -aseguró Kim, airado,

deshaciéndose con un gesto brusco.

-Sé que eres tú, así que detente -insistió la mujer,

asiéndolo de nuevo, ahora con más fuerza.

-¡Te dije que no, déjame en paz!


Taehyung se detuvo, dispuesto a mandar a un lugar muy

alejado y poco educado a tan insistente mujerzuela. Pero al

girarse observó que no se trataba de ninguna muchacha

enardecida, sino de una mujer madura. Era delgada y de

estatura media, más bien baja, vestida con elegancia, y con

un toque aristocrático en sus finas facciones que

decididamente desentonaban con la imagen característica

de los cazadores de autógrafos.

-¿Sabes quién soy?

-No. Y no quisiera ser grosero señora, pero ni tengo tiempo

ni me interesa averiguarlo.

-Mi nombre es Haneul. Y soy la madre de Hoseok...35

Taehyung parpadeó, confundido. La mujer esperaba en

silencio, mirándolo fijamente.

Ahora que lo había mencionado, las similitudes le

parecieron tan obvias que no podía creer no haberla

reconocido de inmediato. De hecho, la semejanza era

asombrosa, y mirando ahora a esta dama nunca antes el

rostro de Hoseok le había parecido tan femenino.


-Señora Jung... -susurró llevándose una mano a los labios.

Había sido tan descortés-. Discúlpeme, no sabía que era

usted.

-No, claro que no -respondió la mujer con cierta frialdad en

su voz-. Tú eres la figura célebre, no yo...

Taehyung no había empezado con el pie derecho, era

verdad, y ella no parecía tener la cortesía de perdonárselo;

pero por alguna razón algo en el aspecto de aquella señora

le indicaba que no era de la misma calaña que su marido,

al menos no en profundidad, y decidió desplegar toda su

educación a pesar del trato distante. Si bien las

circunstancias no eran las mejores, luego de insistir, logró

que la mujer aceptara tomar un café con él, y unos minutos

más tarde se hallaban sentados en una pequeña mesa de

una refinada confitería alemana.

De modales fríos y poco afecto a expresarse con libertad,

Haneul observaba todo a su alrededor, incluido a él, como

si se sintiera profundamente disgustada. Era bella, pero

fría, y si en algo se distinguía de Hoseok era en la carencia


total de aquella sonrisa tan dulce que caracterizaba a su

niño.

-¿Cómo está Hoseok? -preguntó Taehyung intentando

ocultar la profundidad de su preocupación.

-Mal -respondió ella-, pero vivo.

-¿Él... él ha... hablado o...algo?

-Habla, pero sólo dice incoherencias. Por otro lado

comprende bien lo que le decimos... sólo que parece ser

incapaz de poder expresarse. No ve bien. No tiene noción

de las profundidades y las distancias. En cuanto a

movimientos... su lado izquierdo está muy débil... pero al

menos tiene sensibilidad en todo su cuerpo.

-¿Y... qué dicen los médicos?

-Nada concreto, sólo estupideces. Que todo puede ser

pasajero o permanente. Que puede recuperarse, pero que

también puede tener una recaída y morir. Que sólo resta

esperar...

A pesar de su imagen siempre adusta y controlada, era

Taehyung y no Haneul el que se mostraba más conmovido


por aquellas palabras. No iba a derramar sus lágrimas

aunque se muriera de ganas, ni se iba a mostrar quebrado

emocionalmente, no. Pero, o bien su capacidad de

actuación no era tan buena como creía, o su dolor y

preocupación eran demasiado grandes para poder

ocultarlos, pero se le estaba haciendo difícil mantener su

imagen de hombre impasible.

De cualquier modo, la señora Jung no parecía tener ese

problema.

-No voy a ser hipócrita contigo, Kim -advirtió de manera

cortante, mientras acomodaba el cuello de su traje con

cierto nerviosismo-. Nunca me agradaste y siempre te

deseé lo peor dentro de la pista. Cada victoria tuya era una

derrota para mi hijo, y te odiaba por ello.3

Taehyung echó azúcar a su café sin hacer ningún

comentario. No se estaba enterando de nada nuevo

después de todo.

-Cada medalla, cada título que le arrebatabas, deseé que lo

pagaras con sufrimiento y lágrimas. Cuando vi caer a


Hoseok en los campeonatos mundiales y a ti alzarte con el

oro... quise que murieras -confesó en un murmullo cargado

de resentimiento. Taehyung bebió de su pocillo sin mudar

su expresión indiferente, mirándola con apatía. Estaba muy

acostumbrado a ser envidiado, tal vez el 99% de los

patinadores le deseaba lo mismo-. Pero entonces... -

continuó la mujer suavizando su expresión-, entonces fue

mi hijo el que casi pierde la vida...2

Hizo una pausa que Taehyung toleró respetuosamente,

pero entonces, alzando sus ojos negros, lanzó las nuevas

palabras como si fueran dardos venenosos.

-Estaba segura de que habías sido tú.

Los ojos celestes se abrieron, sorprendidos, y abandonó su

café sobre el platillo para observarla, afectado. La mujer

mantenía su mirada firme sobre él.

-Eras su enemigo, lo odiabas, no había nadie más que

tuviera razones para hacer algo así.

-Yo no lo odiaba -se apresuró a aclarar Taehyung-. Era mi

rival, no mi enemigo. Y sí había otra persona capaz de


hacerlo. Y lamento decirle que esa otra persona es su

marido.

-¡Mi esposo jamás habría lastimado a Hoseok!

-¿Acaso va a decirme que usted no está enterada del trato

que su marido le dio siempre a su hijo?

-...

-Lo sé todo, señora. Hoseok me contó, y lo más importante,

me mostró las cosas de las que era capaz su padre.

La señora Jung no respondió. Sus manos temblorosas

doblaron la servilleta sobre la mesa a medida que sus ojos

se humedecían.

-Tú no sabes nada de eso, no es asunto tuyo.

-Lo mismo me dijo Hoseok y mire donde está ahora. Creo

que sé bastante y que ya estoy demasiado involucrado.

-No tengo pruebas de la culpabilidad de mi esposo -susurró

Haneul con la voz quebrada, luego de ver que ya no tenía

forma de ocultar la realidad-. Y hasta que tú no las tengas,

no quiero que vuelvas a mencionarlo.


Permanecieron largo rato en silencio. El ritmo de la ciudad

ahora le sonaba extraño, el sol, la gente, las risas... todo

parecía estar fuera de lugar. Era increíble pensar que se

hubiera sentido tan esperanzado sólo un par de horas

atrás...

-Pero no es eso lo que quería decirte, es para otra cosa

que te busqué -continuó entonces la mujer, visiblemente

más recuperada-. Cuando las enfermeras me dijeron lo que

habías hecho por Hoseok... supe que me había

equivocado. Y que había sido gracias a ti que mi hijo había

revivido... Me contaron que habías sido su única visita, que

lo cuidabas todos los días, que cuando todos pensaban lo

peor tú le dabas esperanzas. Que cuando los médicos

murmuraban por los pasillos, esperando que Hoseok

expirara... tú lo tomabas de la mano y hacías planes para el

futuro.7

Taehyung revolvió su café en silencio. Se sentía

extrañamente reconfortado por aquellas palabras de

reconocimiento, que tal vez internamente había esperado


recibir desde hacía tiempo. No expresó en voz alta su

satisfecho, pero se permitió una sonrisa suave, y su mirada

se dulcificó notablemente.

-Sé que estás enamorado de mi hijo -dijo entonces con tal

naturalidad que la sonrisa de Taehyung se esfumó,

espantado. Los labios de ella se curvaron suavemente

hacia arriba, por primera vez mostrando un poco de

candidez. No te horrorices, ¿crees que puede importarme

cuando has salvado la vida de Hoseok? Sólo el amor

puede hacer lo que tú hiciste. Y no lo tomes como una

frase cursi, lo digo en serio. Nadie se habría quedado a su

lado de esa forma si no lo amara.

Nervioso y con la respiración algo agitada, Taehyung

permaneció en silencio. Echó una rápida mirada a su

alrededor, como si temiera que alguien escuchara aquella

confesión, y luego fijó la vista en su café. Pero no sería eso

lo más revelador de la charla.

-Hacía dos meses que no hablaba con mi hijo, pero lo supe

aún antes de tomar el avión hacia aquí. Supe que Hoseok


también te ama -informó con tanta naturalidad que daba

escalofríos-. Y ahora pude confirmarlo... No, no me lo dijo

directamente... pero cuando logra hilar dos palabras

coherentes sólo pregunta por ti. Luego se duerme, divaga y

en sueños repite tu nombre.16

Demasiada conmoción habían despertado tan pocas

palabras. ¿Que Hoseok lo amaba? ¿Que en los momentos

de lucidez preguntaba por él? No estaba en su

personalidad entregarse libremente a sus emociones, no

podía permitírselo aunque el corazón le estuviera

estallando en el pecho.5

-¿Por qué lo dudas tanto? ¿Acaso Hoseok no te lo

demostró? Tal vez no lo conozcas lo suficiente, pero

créeme que no se hubiera entregado a ti si no le hubieses

arrebatado el alma.

-¿Cómo... cómo sabe eso? -susurró Taehyung ya incapaz

de ocultar su desconcierto. Aquella mujer parecía leer sus

pensamientos.
-Tus ojos son más transparentes de lo que crees -

respondió ella con una pequeña sonrisa-. Pero por si me

hubieran quedado dudas, hallaron rastros en el cuerpo de

mi hijo. Y mi esposo afirma que son tuyos.

-¿Y usted no cree que lo forcé?

-... no más de lo que él deseaba que lo hicieras...6

Un silencio cómplice los envolvió y por primera vez

Taehyung se sintió desconcertado. ¿Esas palabras

significaban que estaba de su lado y no del de su esposo?

-No quieras buscarle significados ocultos a esto -dijo de

pronto, otra vez como si hubiera leído su mente-. Sólo

quería agradecerte que hubieras salvado la vida de mi hijo,

nada más.

-¿Por qué no vino antes a verlo? Todos estos días... No

puedo pensar en una excusa valedera.

La expresión de la señora Jung volvió a endurecerse. El

momento mágico había terminado.

-Te lo dije Kim, lo que suceda en mi familia no es asunto

tuyo... No te metas en eso... lo digo por tu bien.


-¿Y por qué le interesaría mi bien a usted?

-Porque en verdad no te deseo ningún mal, nunca lo hice

realmente. Y mucho menos desde que aferraste a mi

Hoseok a la vida. Te crees un hombre muy maduro y

experimentado, pero para mí no eres más que un niño

inseguro que podría ser mi hijo.

Taehyung permaneció un momento estudiándola con la

mirada fría. No sabía qué era pero algo en su interior al ver

a aquella mujer le advertía "ten cuidado". Tal vez la cara

que mostraba al resto de los mortales no era del todo su

verdadera personalidad, siendo en verdad mucho más

terrenal y vulnerable que el personaje que reinaba sobre el

hielo ante los ojos del mundo, pero él no era un niño como

ella decía. No era ingenuo, ni estúpido, y mucho menos

inocente.

Endureciendo su gesto inclinó la cabeza y entornó los ojos,

como si así pudiera investigarla con más profundidad.

-No se ofenda señora... pero luego de ver cómo abandonó

a su hijo me alegro de que no sea mi madre.


-Yo no abandoné a mi hijo.

-¿Cómo llama usted dejar solo a alguien en otro país

mientras agoniza en un hospital y no tener ni siquiera la

intención de ir a verlo?

-...Subestimas las conexiones entre una madre y su

vástago. Yo estuve junto a Hoseok, siempre.

-¿Ah, sí? ¿Podría explicarme eso un poco mejor? Porque

no lo entiendo.

Haneul decidió que había tenido suficiente y tomando su

bolso se puso de pie. Pareció que iba a marcharse sin dar

ningún tipo de explicación, pero cuando pasó por al lado de

Taehyung se detuvo, mirándolo con un fuego extraño en

sus ojos.

-¿Vive aún tu madre, Kim Taehyung?5

-Sí...

-Entonces ella podrá explicártelo mejor que nadie. Una

madre nunca abandona a su hijo, por más que las

distancias físicas los separen...

***
"Una madre nunca abandona a su hijo, por más que las

distancias físicas los separen..."

Como si se tratara del cazador más rapaz no había podido

escapar de aquella frase en todo el día. Lo perseguía, le

quitaba el aire, era como estar atrapado en un laberinto sin

salida. Aún entonces, ya en plena noche y cenando en la

intimidad de su suite, ese pensamiento le quemaba por

dentro de una forma inexplicable.

Yoongi comía a su lado, bastante más silencioso de lo

habitual. Al llegar, aquel atardecer Taehyung lo había

encontrado sentado en su cama, acariciando su almohada

con devoción, y al verlo entrar se le había lanzado encima

para abrazarlo y besarlo, pidiéndole perdón casi con

lágrimas en los ojos. Y Taehyung no había podido evitar

perdonarlo. Si bien distaba de sentirse aliviado, prefirió dar

por terminado aquel asunto y comentarle lo sucedido en el

hospital. La historia del cacheo policial no había hecho más

que acrecentar la culpa de Yoongi, y desde entonces

parecía haberse perdido en sus propias reflexiones.


Pero al rubio aquello ya no le preocupaba tanto. Luego de

su inesperado encuentro con la madre de Hoseok, todo

aquel asunto había pasado a un segundo plano. De todos

modos, y por alguna razón que no terminaba de entender,

no había querido comentarle a Yoongi sobre esa pequeña

reunión con la americana. Sí en cambio estaba dispuesto a

expresarle el deseo que durante las últimas horas le

abrasaba el alma.

-Quiero ver a mi madre -soltó sin preámbulos, sin dejar de

comer ni mudar su expresión indiferente.

-¿Qué? -Yoongi, que hasta entonces había permanecido

con la mirada perdida, apoyó su copa de vino en la mesa y

lo miró como si ya no pudiera esperar más problemas-.

¿Ver a tu madre has dicho?

-Madre, padre, hermana. Quiero verlos a todos.

-¿Y puedo saber el motivo de tan repentino amor filial?

-... los extraño, es todo.

-Pues, no quiero hacerte sufrir Taehyung, pero creo que es

más que evidente que ellos no te extrañan a ti -declaró con


voz fría-. ¿Cuánto hace que no los ves? ¿Tres, cuatro

años?

-Tres años y ocho meses -respondió Taehyung,

revolviendo la comida en su plato, sin prestarle atención.

-¿Te parece poca prueba? -continuó el entrenador con voz

severa- No se molestan ni siquiera en tomar el teléfono y

preguntar cómo estás, pero sí que responden raudos y

veloces a cobrar los cheques que les envías, ¿verdad?

-Tal vez no saben dónde ubicarme -quiso justificar

Taehyung-, además... yo tampoco los he llamado en todo

este tiempo.

-Sí los llamas, lo haces para Navidad, Año nuevo,

cumpleaños... ¿acaso responden alguno de tus

mensajes?14

-...quizás no puedan hacerlo...

-Oh, vamos. No me pidas que los justifique -por alguna

razón aquel tema parecía enfurecer terriblemente a Yoongi-

. Con la cantidad de dinero que les mandas por mes

pueden vivir como reyes. Podrían viajar todos a verte si así


lo quisieran, pero ni siquiera lo hacen para agradecer tu

generosidad.1

-¿Cómo sabes que están recibiendo el dinero? -preguntó

entonces Taehyung, volviendo su mirada que por primera

vez mostraba algo de interés-. Tal vez es otra persona

quien cobra los cheques.

-Mi niño, no seas ingenuo ¿crees que no he comprobado

eso? Son ellos, es tu padre quien firma cada recibo. Tengo

gente que me informa a menudo de lo que hacen, y están

perfectamente sanos, yendo y viniendo al centro de la

ciudad a gastar los billetes que tú ganas con sacrificio. Lo

siento mi ángel, pero no busques más excusas, esa es la

verdad.16

Taehyung desvió su mirada y continuó mezclando su

alimento sin comerlo. Yoongi le acarició el brazo con

dulzura.

-Sé que esto te pone triste... pero después de todo, ¿qué

esperas de gente que vendió a su hijo a los seis años?

-¡Ellos no me vendieron! -exclamó Taehyung, ofendido.


-¿Acaso no te entregaron a Bogum a cambio de dinero?8

-¡No! Al contrario, mi padre tuvo que conseguir un trabajo

extra para poder pagar mi estadía con él... Ellos creían que

era mi única oportunidad de salir de mi pueblo, de entrenar

y llegar a ser un gran patinador -los ojos claros se volvían

más cristalinos a medida que hablaba-. Nunca supieron

cómo me trataba Bogum... nunca quise decírselos. Cuando

podía hablar con mi madre por teléfono sólo le contaba lo

bien que me iba en los entrenamientos, las cosas que

aprendía, y ella se despedía con lágrimas pero feliz por mí.

No Yoongi, ellos no me vendieron, sólo querían que tuviera

un futuro mejor.

Algunas amenazaron con caer, pero con gesto rápido se

apresuró a secarlas.

-Como sea -continuó Yoongi, acariciándole la espalda-.

Créeme que es mejor tenerlos lejos, sólo traerían más

problemas a los que ya tenemos.

-Yoongi, no me entiendes... necesito verlos.

-Te recuerdo el "detalle" de que no puedes salir del país.


-Tráelos a ellos aquí.

-¿Qué te hace pensar que querrán venir?

-¡Querrán! No se negarían... No si les estoy pidiendo que

vengan a verme...

-Pero no es conveniente que en este momen--1

-¡Yoongi, quiero ver a mi madre! -exclamó Taehyung

arrojando su tenedor lejos de él- No es algo tan difícil ni tan

extravagante para no poder cumplirlo, ¡simplemente

extraño a mi madre y necesito estar con ella!

En un gesto de extremo cansancio Yoongi se tomó la

cabeza con las manos, y así permaneció por más de un

minuto. Parecía estar agotado y rendido bajo una evidente

jaqueca que amenazaba vencerlo.

-Piensa lo que quieras de mí -concedió Taehyung

descansando la frente sobre su mano, los ojos cerrados-.

Di que soy débil, infantil, pero necesito estar con ella,

besarla, que me abrace aunque sea una vez... La extraño.

Ambos parecieron agradecer que el silencio se prolongara.

Ahora era Taehyung quien se había perdido en sus


pensamientos, sus ojos celestes clavados en la nada, sin

pestañear, cansados. Yoongi en cambio parecía haberse

vuelto más hermético, extremadamente serio.

-Ven aquí -dijo de pronto, echándose hacia atrás, con gesto

cansado. Taehyung lo miró sin moverse-. Aquí, ven...

siéntate sobre mí -indicó, palmeándose la falda.

Con la mirada cansada y calculadora, Taehyung lo estudió

por un momento desde su lugar. Luego, con gesto cansino,

dejó su servilleta sobre la mesa y se acercó.

Tomándolo del brazo, Yoongi lo atrajo con urgencia,

acomodándolo sobre su regazo, de frente a él, con una

pierna a cada lado y abrazándolo con fuerza. Con gesto

febril buscó el calor de su piel, hundiendo las manos bajo

su remera, enterrando el rostro en aquel pecho joven

donde el tierno corazón latía con fuerza.

-Oh, Taehyung... te quiero tanto -susurró, deteniéndose a

disfrutar por un momento de esa calidez, del aroma a piel

joven, suave y perfecta-. Moriría sin ti... moriría...


Con el rostro tranquilo y resignado, Taehyung permaneció

quieto, aguardando, dejándose acariciar por aquellas

manos inquietas. Era la parte más fácil, dejarse hacer a

gusto y deseo del otro, sin tener que intervenir mientras no

fuera estrictamente necesario. Que lo tocara, que lo

besara, qué más daba ya. Era preferible eso a tener que

complacerlo.

En cierta forma era afortunado, pues Yoongi casi siempre

se conformaba con ser la parte activa en la situación. Su

gusto era mandar, actuar sobre él, poseerlo en todas las

formas y lugares que se le ocurrieran. Eran pocas las veces

que le exigía complacerlo mientras él permanecía

mirándolo, maravillado.4

Jamás se había dejado poseer por Taehyung ni por ningún

otro hombre. En todos aquellos años, ni una sola vez había

cambiado su rol dominante en pos del placer de su niño.

No, su deleite consistía en disfrutarlo de todas las formas

posibles, tenerlo a su merced y poder someterlo, sentir que

era su dueño, hacer con él lo que le viniera en gana, pero


jamás entregarse a sí mimo, a nadie. Sólo el amor que

sentía por su criatura lo llevaba a consultarlo, a solicitar con

un ardiente deseo contenido que le permitiera atarlo,

violarlo o poseerlo dulcemente, cualquiera fuera su

perversión de turno, a pesar de que sabía que nunca se

encontraría con un "no" por respuesta. Su Taehyung era

tan paciente, tan comprensivo, tan tolerante, que resistía en

silencio cualquier barbaridad que se le ocurriera hacerle.

Por eso lo amaba aún más cada vez que le permitía

cumplir una fantasía, sacar a la luz una de sus

perversiones más ocultas y convertirla en la más ardiente

realidad. Y por eso también había jurado morir antes que

lastimarlo cruelmente, postergando para cualquier otro

amante ocasional aquellas fantasías más violentas, más

sádicas, a las que no se habría atrevido a someter a su

ángel dorado.1

No, porque Taehyung era su tesoro y le gustaba jugar con

él, pero antes que nada era su niño, su hijo, su amor.

Habría muerto por él.6


Habría matado por él.66

Con aquellas convicciones remolinándose en su mente

mientras descansaba la cabeza en el cálido pecho de

Taehyung, se dejó arrastrar por un arrebato de pasión y en

un movimiento salvaje hizo trizas el pantalón de su niño,

desgarrando la tela con sus manos como una fiera hiciera

con sus garras. Se deshizo bruscamente de los jirones, y la

misma suerte corrió luego la suave ropa interior, dejando al

descubierto el objeto de su deseo. Con un jadeo de placer

tomó el miembro desnudo de Taehyung y lo fregó contra su

vientre, gozando de aquel gesto como si fuera su propio

miembro el estimulado, y suspiró, acariciándolo con

lentitud, sintiéndolo endurecerse bajo su mano.18

Sentir su propio palpitar entre las piernas lo hizo

enloquecer, y tomando con firmeza las torneadas caderas,

y lo obligó a moverse, aumentando la fricción contra él.6

-Muévete mi amor ... muévete como a mí me gusta...

Cerrando los ojos, Taehyung suspiró suavemente. Luego

echó los brazos al cuello de Yoongi para poder sostenerse


mejor y comenzó a ondular su cuerpo con movimientos

lentos y sensuales. El miembro bajo sus nalgas se

endurecía cada vez más y los gemidos aumentaban a

medida que sus ondulaciones se aceleraban, para luego

volver a hacerlas lentas... muy lentas, para que su adorador

sufriera la agonía del placer más tortuoso.

Y siseó, lamiéndose lentamente el labio cuando sintió que

le mordisqueaban los pezones y arañaban sus muslos,

acelerando sus movimientos para gozar él también de la

deliciosa fricción contra su miembro.

-Espera... espérame -jadeó Yoongi liberando su órgano

para posesionarlo en la estrecha entrada de su amante-.

Ahora mi pequeño... muévete... danza para mí...24

Cómo odiaba Taehyung aquel momento. Toda su voluntad

y entrega flaqueaban ante el punzante dolor, el fuego que

lo invadía y pujaba contra sus vértebras, amenazando

quebrar su columna, dilatando lo que no quería ceder. Y

Yoongi se desvivía en besos y caricias, en palabras de

amor y deseo que poco parecían ayudar al dolorido


Taehyung, que concentrado se empalmaba tembloroso en

aquel grueso falo.

Un brazo alrededor de su cintura presionándolo hacia

abajo, una boca húmeda recorriéndole el pecho, una mano

masajeando rítmicamente su miembro y él tragándose el

dolor con los dientes apretados, balanceando su cuerpo

para acabar de acoplarse. Pero de pronto el rubio sintió

que perdía el equilibrio. De un violento manotazo, Yoongi

había arrojado platos y cubiertos al suelo, haciéndolos

estallar en mil pedazos, y ahora lo depositaba sobre la

mesa, sin separar su unión ni dejar de besarlo.5

-Tú eres el mejor manjar -susurró, devorándole la boca en

un beso profundo y apasionado, mientras acomodaba las

largas piernas de su niño alrededor de su cadera-. Eres tú

el único alimento que deseo.45

Taehyung no pudo reprimir un grito de dolor cuando su

entrenador acabó de penetrarlo con un sólo y certero

empuje, al que le siguieron otros no menos violentos, y


estiró los brazos para poder aferrarse de algo cuando su

cuerpo comenzó a ser azotado vigorosamente.5

-Hermoso, hermoso... eres tan hermoso -repetía Yoongi,

descorriéndole el cabello hacia atrás, para poder ver con

claridad las muecas de dolor que no podía disimular-. Tan

delicioso... tan virgen como la primera vez...55

Taehyung respiraba con dificultad, atrapando con las

piernas el robusto cuerpo de Yoongi que jadeaba sobre él,

entremezclando palabras obscenas con dulces frases de

amor. Y se dejaba invadir ya sin resistencia alguna, incapaz

de asirse a nada firme pues la mesa se movía al ritmo de

las embestidas. Las fuertes manos del hombre atrapándolo

firmemente, presionándolo contra él para no perder la unión

ni por un instante. Yoongi lo mordía y rasguñaba para luego

lamer su piel sonrosada con una fruición alocada, sin

perder el ritmo salvaje y desenfrenado de sus caderas.

El dolor cambiaba pero no cedía, y Taehyung comenzaba a

percibir ya el sabor de lo conocido. El momento de frenético

éxtasis antes de la caída, cuando Yoongi descargaba un


rosario de alabanzas entrelazado de jadeos y él solo

gemía, pensando esperanzado que el fin se acercaba ya.

Sí, pronto acabaría el dolor, pronto ese fuego abandonaría

su cuerpo dejando el ardor como esquela de una futura

profanación. Un poco más... un poco más y otra cuota de

su deuda quedaría saldada.1

El pesado cuerpo se estremeció sobre él y una humedad

caliente inundó su interior. La botella de vino se derramó

debido al brusco movimiento, empapándole el cabello.

Jadeante, casi desvanecido, Taehyung abandonó la

cabeza a un lado, y vio la mancha roja extenderse por el

prístino mantel.

Como sangre esparciéndose sobre el hielo...12

-Te amo tanto... -murmuró Yoongi, desfallecido sobre el

cuerpo que acababa de poseer-... tanto que... mataría por

ti...48

Taehyung parpadeó, agotado. El fuerte aroma del vino en

su pelo lo mareaba. Pero Yoongi se incorporó para mirarlo

a los ojos, para asegurarse de que había sido escuchado.


-¿Me oíste...? Mataría a cualquiera que quisiera arrebatarte

de mi lado... A cualquiera... Eres mío, Taehyung... soy

capaz de cualquier cosa por ti.57

Lo besó en la boca, lamiéndole lentamente los labios, para

luego descender con aquella boca húmeda por su pecho,

su vientre y aún más abajo.

Taehyung dejó escapar un jadeo cuando aquella lengua se

deslizó como loca por su intimidad, pero lo que acababa de

escuchar lo había dejado demasiado traumatizado. La

insinuación era clara, y atar los cabos sueltos no tardó en

llevarlo hasta Hoseok... Su respiración se agitó y no fue

placer lo que lo hizo temblar cuando su miembro fue

succionado con énfasis, sino terror.3

"Mataría por ti"

¿Acaso Yoongi sería capaz de...?17

Permaneció sosegado, intentando ocultar su temor.

Por primera vez en su vida el apasionamiento de su

entrenador le causó miedo.

***
El amanecer trajo un nuevo día y el sol disipó las sombras

de su alma. Arrullado en los tibios brazos de Yoongi,

ambos abandonados entre los mullidos almohadones de la

sala, sus temores nocturnos le parecieron exagerados. El

viejo era su tutor, su padre, y por más pervertido que fuera

en materia sexual sabía que tenía un corazón enorme y

que jamás lastimaría a nadie.

Muchos menos a él...

No, jamás. Aquellas amenazas habían sido producto de su

excitación, y nada más. Yoongi no sería capaz de hacer

nada como aquello.10

El desayuno había sido abundante y divertido, y aunque

luego Taehyung se había enojado por ser espiado en la

ducha (era algo que odiaba y que a Yoongi parecía

divertirle especialmente) la mañana había transcurrido con

una paz y alegría especial. Incluso pasearon por la ciudad,

visitando monumentos históricos, comprando en las tiendas

más renombradas, y avanzando con un poco de lentitud

cuando con chilliditos histéricos las adolescentes


descubrían a Taehyung y se abalanzaban sobre él en

busca de un autógrafo. Incluso el almuerzo en un exclusivo

restaurante fue de lo más placentero, deleitándose con los

mejores platos de la cocina alemana. Al fin Taehyung

volvía a sentirse envuelto en la cálida protección que había

significado siempre su entrenador.24

Fue recién por la tarde cuando sus pies volvieron a posarse

en la tierra. Tan enfrascado había estado todo el día en

viejos sentimientos, envuelto en la telaraña de su salvador,

que casi había olvidado el juicio que caería sobre él por el

ataque a Hoseok. Los cuatro abogados y dos secretarios

entrando al hotel en fila militar fueron una forma sutil de

recordárselo.

Por suerte querían hablar primero con Yoongi, así que

luego de instalarlos en la sala principal, partió hacia el

despacho de éste, para encontrarlo sentado en su

escritorio, de espaldas a la puerta. Cuando se giró,

Taehyung pudo ver que estaba hablando por teléfono, pero

ni su semblante serio ni ceño fruncido lo alertó tanto como


los gestos que hizo al verlo, señalándolo a él y al auricular

alternadamente.

"¿Mis padres?" gesticuló sin voz, y Yoongi asintió con la

cabeza.

Taehyung sintió que el corazón se le aceleraba.

"Pásamelos" indicó con un gesto, pero su entrenador se

negó e hizo un ademán de paciencia.

- ...sí señor Kim, lo entiendo -dijo con voz áspera-, pero es

Taehyung quien quiere verlos, no yo. ¿No podría viajar su

esposa al menos, con su hija...? ¿Y su esposa sola?

Nosotros la recogeríamos en el aeropuerto sin ningún

problema... ¿Está su esposa allí? ¿Podría hablar con ella?

No, no yo, es Taehyung quien quiere hablar, está a mi

lado...

Ilusionado, Taehyung se adelantó con la mano extendida,

pero Yoongi hizo un gesto negativo con la cabeza.

-... ¿usted tampoco quiere hablar con él? ...le digo que está

aquí a mi lado, no le haré perder nada de tiempo... Bien...


no, no lo comprendo señor Kim, pero si usted lo dice debe

tener sus razones... Buenas tardes.35

Cuando Yoongi cortó el teléfono Taehyung permaneció

mirándolo como si no comprendiera lo que había sucedido.

-¿Por qué cortaste?

-...

-¿Por qué no me pasaste con ellos...?

-Mi amor... no quisieron hablar. Lo siento.29

-Pero les dijiste que yo estaba aquí, a tu lado, que quería

hablar con ellos... que yo...

-Sí, se los dije.

-...Mi madre... ¿ella tampoco quiso hablar conmigo?

-No, mi niño, no quiso. Lo siento.15

-...

-Olvídalos Taehyung, olvídalos -dijo Yoongi abrazándolo

con fuerza-. No valen la pena, mi vida, no se merecen ni

que hables de ellos. Si quieres que les siga enviando

dinero lo haré, pero no puedo verte sufrir por esta gente.16


Taehyung no respondió. Con el cuerpo laxo y los ojos

húmedos, continuó contemplando el teléfono, como si

aquel aparato siguiera hiriéndolo con su sola presencia. El

dolor que lo invadía era demasiado amargo, y la

incertidumbre de no saber con exactitud la razón de por

qué su familia había elegido aquel distanciamiento lo

acrecentaba aún más.

Olvidarlos... Imposible. No había podido crecer junto a

ellos, era verdad, y luego, en su afán de escribir su página

de gloria en la historia del patinaje, había postergado todo

interés ajeno a su objetivo, pero... ¡los amaba! No los había

traído a vivir junto a él porque le hubiera sido imposible la

convivencia con la viciosa relación que llevaba con Yoongi.

Pero se había asegurado que recibieran todo el dinero,

beneficios y comodidades que nunca habían tenido y que él

ahora podía darles. Y había sido pura felicidad en los

primeros años. Recordaba perfectamente su niñez pobre

pero colmada de cariño. Su padre, siempre con la risa

pronta y dispuesto a dedicarle su tiempo aunque viniera de


una extenuante jornada de doce horas de duro trabajo. Su

madre, cariñosa y dedicada a su familia, siempre

preocupada porque fuera feliz. Y su hermana mayor,

inundando el hogar con su bella voz, aquellas dulces

canciones que alegraban sus interminables inviernos

cuando la nieve los hacía prisioneros dentro de la casa,

siempre dispuesta a jugar con él, tratándolo con tanto

cariño como su madre.

Pero todo eso había cambiado hacía años, todo se había

vuelto extraño, frío, incomprensible. El alejamiento

comenzó poco a poco, aunque el cambio de actitud había

sido brusco. De pronto su padre se mostraba austero y

reservado, su hermana rehuía de hablar con él, y su madre

siempre se despedía con un llanto angustioso, que el

esposo con gesto firme intentaba controlar con palabras

susurradas al oído. Todo había sido muy extraño, y en

cierta forma muy doloroso, pero Yoongi siempre había

estado allí para consolarlo, y había suplido todo el cariño

que necesitaba en los momentos más difíciles. Él tampoco


podía explicarse aquel extraño y sorpresivo

comportamiento, pero aquello solo le servía para redoblar

el cariño hacia su protegido.29

Hacía años que no hablaba con ellos, más aún que no los

veía. Pero que no quisieran hablar con él sabiendo que se

encontraba al otro lado de la línea en aquel momento había

sido demasiado.

-Los abogados están en el recibidor -dijo Taehyung,

inspirando profundo para recuperarse-. Quieren hablar

contigo, era lo que venía a avisarte.

-Perfecto -exclamó Yoongi, liberándolo de su abrazo-.

Olvídate de esto, ¿sí, mi niño? Tienes que estar fuerte para

las cosas que nos esperan.

-Sí.

-¿Vienes conmigo?

-Ve tú. En un momento te alcanzo.

Yoongi lo besó con delicadeza en los labios y salió de la

habitación. Cuando Taehyung lo escuchó saludar a los


hombres que lo esperaban en la sala, se acercó al teléfono

y levantó el auricular.

-Señorita -llamó, hablando con la telefonista del hotel-, por

error corté la comunicación que estaba manteniendo,

¿podría ayudarme a reanudarla?1

-Por supuesto señor -respondió la voz femenina al otro lado

de la línea- aguárdeme un momento.

-Claro...

Respiró profundo. El corazón le latía con fuerza mientras

escuchaba a su entrenador reír despreocupadamente con

los abogados. Sus padres no querían hablar con él, aún

sabiendo que los necesitaba. ¿Qué iba a decirles cuando

los tuviera en línea? Aún no sabía si iba a insultarlos o

ponerse a llorar como un niño.

-Lo siento señor, pero la última llamada que tiene

registrada su habitación fue al servicio de lunch, hace seis

horas.

-Imposible, acabo de hablar con Rusia.20


-Lamento contradecirlo señor, pero la última comunicación

a Rusia que se ha hecho desde esta línea fue ayer a las

16hs.2

-...

-¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer por usted?

-...no... gracias...

Taehyung cortó el teléfono lentamente, con la sensación de

que el piso se movía bajo él. El arco iris entre nubes de

algodón había desaparecido, la seguridad que sentía hasta

entonces rompiéndose como un cristal. No era capaz de

razonar, no entendía qué demonios estaba sucediendo allí.

Sólo sabía que Yoongi le estaba mintiendo.

***

-Taehyung... ¿estás dormido?

No, no lo estaba. Vuelto de espaldas a la puerta, tapado

hasta el cuello dentro de su cama, permanecía en silencio

con los ojos abiertos y fijos al frente, aunque la habitación

estuviera en total oscuridad.


No había enfrentado a Yoongi. Se había armado con su

mejor cara de indiferencia, y con toda naturalidad, se había

unido al grupo de abogados en la sala. Para cuando

terminaron de discutir las cuestiones legales ya era de

noche, pero excusándose por un supuesto intenso dolor de

cabeza había logrado zafar de la cena. Ahora sin embargo,

no parecía que fuera a librarse de su entrenador.

La puerta chirrió al abrirse, iluminando momentáneamente

el cuarto, e hizo un ruido quedo al cerrarse, volviendo a

sumir todo en las tinieblas. Los pasos no se escucharon,

amortiguados por la alfombra, pero Taehyung permaneció

inmóvil, atento a cualquier movimiento a sus espaldas,

convencido de que no lo había dejado solo.

Y no se equivocaba. Unos dedos rozaron suavemente su

cabello, despejándole el rostro, y a continuación un cuerpo

frío se escurrió dentro de su cama, abrazándolo por detrás,

estremeciéndose al contacto con su calor.

-¿Duermes? -volvió a preguntar la voz.


-¿Contigo congelándome la espalda? -preguntó a su vez

Taehyung, incapaz de disimular su mal humor, pero una

risa susurrante resonó en su oído, mientras unos labios

yertos le besaban el cuello.

-Lo siento, hace un frío del demonio. Pero tú estás tan

calentito... -Más besos y los brazos que lo atrapaban se

cerraron con fuerza en torno a su cintura-. Mmmm... hueles

delicioso...1

Taehyung no respondió, ni siquiera cambió de postura.

Yoongi se movió a sus espaldas pegándose cada vez más

a su cuerpo, y aunque él no hacía nada para

corresponderle, eso no parecía importarle. No sólo la

respiración cada vez más agitada ni los besos rápidos y

húmedos delataban su excitación; la dureza que

presionaba contra aquel firme trasero era más que

evidente.4

-Hace frío, pero tú eres capaz de calentar un cadáver -

sonrió, metiendo su mano en la delicada depresión que

forma la pelvis sobre la ingle-. Uff... aquí sí que estás


caliente -susurró sensualmente mientras profundizaba su

caricia- ¿no me dejarías calentar mis orejitas entre tus

piernas...? Mmmm... pienso que "esto" además de caricias

se merece unos ricos besos...13

De los labios del rubio escapó un suspiro de impaciencia.

-Si te comportas como un buen niño te daré un regalo...

-Yoongi, ahórrate el preámbulo y haz lo que viniste a hacer.

Yoongi detuvo su mano donde estaba, sin quitarla ni

avanzar un centímetro más.

-¿Qué te sucede? -preguntó, molesto por el trato que

estaba recibiendo.

-Di de una vez qué es lo que quieres, hagámoslo y listo.

¿Me pongo en cuatro? ¿Me arrancas la ropa y te montas

sobre mí? ¿Prefieres atarme esta vez o que te haga sexo

oral? Tú eliges, como siempre.25

-¿Por qué me hablas así?

-¿Así cómo? -preguntó Taehyung haciéndose el inocente.

-Como una prostituta vulgar.

Los ojos de Taehyung refulgieron en la oscuridad.


-... Tal vez no sea más que eso... después de todo siempre

lo hago contigo para obtener algo a cambio...y tú compras

con regalos lo que de otra forman no podrías pagar...

La bofetada sonó clara y seca, como si todos los demás

sonidos de la noche se hubieran apagado para oírla.

Taehyung permaneció inmóvil, como si no hubiera recibido

más que una caricia. Su pálida mejilla fue tornándose cada

vez más roja, pero su rostro no evidenció signo alguno de

dolor.4

Yoongi encendió la luz. Era él el que, al verse iluminado,

parecía apunto de echarse a llorar. De hecho emitió un

pequeño sollozo cuando con dedos temblorosos acarició la

suave piel que segundos antes había golpeado.

-Taehyung... -susurró con los ojos inundados-...

perdóname.

-Me han golpeado toda la vida, Yoongi. Perdí la cuenta de

cuántas veces he terminado sangrando e inconsciente,

¿crees que me importa una bofetada más?

-Yo no... nunca...


-No, lo sé. Nunca me golpeaste, jamás... Tú sólo me

penetraste a diario durante once años.19

Yoongi lo observó con un gesto de dolor. Las lágrimas

ahora caían sin disimulo.

-Te amo -confesó en un susurro.

-Sí, no lo dudo... -coincidió Taehyung, su tono cargado de

ironía mientras descorría las mantas para ponerse de pie.1

Pero unos brazos lo atraparon en pleno movimiento. Fue

tomado casi con desesperación, atrapado, y obligado a

volver a recostarse.

-¡Ya déjame en paz!

-¡No, mi amor, no! -gritaba el otro, angustiado-. ¡Quédate,

quédate aquí!

-¡¿Es que no puedes pasar un día sin ponerme las manos

encima, maldición?!

-¡No lo haré! No te haré nada, pero quédate, por favor.

-Suéltame.

-No, quédate aquí.


-¡Déjame ir! No quiero estar aquí, no quiero que me toques,

no vas a convencerme con tus besos y lágrimas -

protestaba el muchacho, forcejeando para deshacerse de

las manos que lo sostenían-. Te conozco -dijo casi con

lágrimas en los ojos-, ya te conozco de sobra: en cuanto

ceda, cuando te permita estar a mi lado, terminarás sobre

mí, quitándome la ropa.

-No, mi ángel...

-¡Estoy cansado! No quiero hacerlo. Quiero... por una vez

quiero dormir en paz sin tener antes que entregarme a ti,

estoy harto, estoy... -Angustiado, Taehyung articuló

palabras sin voz. Yoongi no lo retenía con fuerza, pero

tampoco lo liberaba-. Quiero al menos por un día tener una

vida normal... Quiero mi vida, mi familia, mi infancia... Ya

me poseíste por completo, no queda un rincón de mi

cuerpo que sea mío, ¿qué más quieres de mí?... Déjame

en paz aunque sea una noche, te lo pido -suplicó, y apretó

los ojos con fuerza. No quería llorar, estaba harto de

sentirse débil.20
-Tómame tú.7

Las palabras fueron demasiado claras para simular no

haberlas escuchado. Taehyung levantó el rostro,

desconcertado.

-... ¿qué?

-Tómame tú -repitió Yoongi con la mirada nerviosa-. Quiero

que hoy seas tú el que... domine.53

Taehyung lo miró, pasmado. ¿Yoongi se le estaba

ofreciendo? ¡Le estaba pidiendo que lo tomara! Esto era

imposible, su entrenador jamás...

-No... -susurró, mirándolo con incomprensión.

-Sí... quiero que lo hagas...

-No, no quieres. Nunca quisiste ¿por qué habrías de

quererlo ahora?

-¡Porque quiero que me perdones! -exclamó el mayor con

el rostro mojado por las lágrimas-. Oh, mi niño... quiero

pagar lo que te hice. Hazme sufrir lo que yo te he hecho

pasar a ti. Hazme lo mismo, quiero sufrirlo, quiero padecer

ese dolor por ti.18


-No...

-¡Tómame Taehyung! -exigió con una mirada demencial,

quitándose la camisa del pijama casi a tirones,

desprendiéndose el pantalón-. Poséeme, vamos.

-¡No!

-¡¿Por qué no?!

-¡Porque no quiero! -exclamó Taehyung, espantado ante

aquella situación-. No deseo hacerlo.

-¡Tienes que hacerlo! -insistió Yoongi abalanzándose sobre

él-. Hazme pagar, has que...

-¡No! ¡Basta! ¡Basta! -gritó al fin, escapando del lecho, casi

cayendo por las manos que intentaban retenerlo. Agitado,

miró a ese hombre gordo y calvo casi con repugnancia. No

era lo mismo entregarse que dominar. "No podría tomarlo

ni aunque quisiera", pensó con crueldad.18

Yoongi pareció comprender al instante las intenciones de

aquella mirada. Era claro, ¿por qué iba a excitarse un joven

de 22 años con un hombre arruinado como él? Pero por lo

visto estaba decidido a todo aquella noche.


-Yo puedo complacerte -dijo, acercándose lentamente-. Sé

lo que te gusta, puedo encenderte en un minuto, querubín.

-Basta , por favor -pidió Taehyung, buscando ropa de calle

para vestirse.

-... sólo tienes que decirlo, dime lo que deseas y será una

orden para mí...

-¡Por Dios, ten un poco de dignidad!

-¡Solo quiero que tengas tu venganza! Que me hagas sufrir

lo que tanto te duele, lo que tanto me reprochas... Ven aquí

y hazme gritar de dolor, átame, golpéame... Hazme todo lo

que te he hecho.13

La mirada de Taehyung era mezcla de rabia e impotencia.

Sí que era manipulador el viejo. ¿Por qué no se ponía

agresivo? ¿Por qué no era el gran dominador de siempre?

Acudir a la lástima... no podía enfurecerle más aquel

recurso... ¿Y si aceptaba el trato? ¿Si lo tomaba con

violencia y le hacía pagar todas y cada una de aquellas

noches? Nunca sería lo mismo, pero podría vengarse un

poco. Al menos le haría sentir la humillación y el dolor, la


impotencia y la exasperación de no poder quejarse por el

deber de cumplir.

-Castígame -prosiguió Yoongi, acercándose aún más, de

rodillas en el suelo frente a él-. En serio, quiero pagar, ya

que no soy capaz de detenerme quiero que puedas

hacerme todo lo malo que pensaste todos estos años... Mi

niño, sé lo que hice, sé lo que te hice, pero te amo tanto -

exclamó, arrojándose sobre él, abrazándole las piernas-.

Eras tan pequeño, con tus piernitas delgadas, tus caderas

estrechas, tu rostro aún redondeado... Eras delicioso, mi

ángel, irresistible... Oh, fui tan cruel y desconsiderado

contigo, te causé tanto dolor sólo para complacerme... Me

merezco lo peor, castígame amor...37

"No, maldito, no pidas perdón, no te arrepientas" pensó

Taehyung con los ojos cerrados, odiándose por su falta de

fortaleza "No vas a convencerme, eres un maldito pedófilo,

no tienes perdón"

-Suéltame.

-Taehyung, te quiero.
-Suéltame.

-Taehyung...

Maldito sea. Y maldito fuera él también por su debilidad,

porque no podía. No podía castigarlo como se merecía. No

podía odiarlo.

Sin ninguna suavidad, se deshizo de los brazos que

atrapaban sus piernas y terminó de escoger su ropa.

Y odiándose por ser tan estúpido de sentir pena y cariño

por aquel hombre sollozante que permanecía hincado en el

suelo, tomó sus patines y se fue.

***

"Acceso libre las 24hs"

Taehyung apostaba que quien hubiera hecho aquellas

tarjetas electrónicas no había pensado que en verdad él

usaría la pista a las tres de la madrugada.

Pero así era. Afortunadamente aquel lugar había sido

pensado para el entrenamiento de los patinadores en

temporadas de competición, donde las horas diurnas se

hacían pocas cuando más de cincuenta personas debían


practicar sus programas sobre el hielo y compartir la pista

al mismo tiempo habría sido un caos. Taehyung aún

conservaba la exclusiva tarjeta desde los mundiales, y al

parecer seguía funcionando de maravillas.

El acceso a aquellas horas estaba restringido a cualquiera

que no fuera un afortunado poseedor de aquel permiso. La

pista permanecía siempre iluminada y bien dispuesta,

aunque había un detalle difícil de pasar por alto: sin

personal que lo asistiera carecía de música, elemental para

ensayar su rutina.

"No, no es indispensable" se dijo, encogiéndose de

hombros. Ya era una bendición poder practicar sin que

nadie lo molestara, aunque todo se sintiera un poco tétrico

con las tribunas en total oscuridad y ni un alma

merodeando en todo el predio. Quién necesitaba la música

después de todo. Él la tenía perfectamente grabada en su

memoria, no necesitaba escucharla con sus oídos si podía

oírla con su mente.


Ya con los patines puestos se deslizó hasta el centro

mismo de la pista y cerró los ojos, concentrándose en

quebrar aquel silencio. El solo de violín lo envolvió como si

el instrumento se estuviera desangrando a su lado. Movió

sus brazos en un gesto elegante y comenzó a deslizarse al

compás de ese lamento agónico que lo obligaba a ser

lánguido y etéreo como solía ser Hoseok en sus

presentaciones. Sí, aquellos movimientos suaves hubieran

quedado mejor con la gracia natural de su niño de ojos

negros, pero había practicado tantas veces aquel programa

que se atrevía a decir que lo hacía con la misma

naturalidad, si no mejor.1

Tomó velocidad avanzando de espaldas e hizo su primer

triple. Oh, sí... buena altura, aterrizaje perfecto... La libertad

ya empezaba a fluir por sus venas. El violín comenzaba a

tomar fuerza. Parecía seguirle los pasos a él y no al revés.

Sí, él obligaba a la música a acelerarse.

El ritmo comenzaba a agradarle. Se sentía más en su

cuerpo cuando podía ser enérgico y rápido, y no un triste


cisne languideciendo en el hielo. Un triple, y luego un

doble. "Sí, poder, invádeme, fluye dentro de mí" se dijo y

volvió a impulsarse con más velocidad. El violín ya

galopaba al ritmo de su corazón. Sí, le permitía liberarse,

girar, saltar. Cuádruple, triple, doble. ¡Sí! Le salía perfecto.

"Vengan malditos" pensó con una sonrisa vanidosa

mientras se deslizaba moviendo los brazos de forma

precisa, "intenten copiarme y fracasen en el intento".

Más giros, más y más veloces, dejando caer su cabeza, el

pelo cubriéndole el rostro para luego flamear libre hacia

atrás, sus manos formando diferentes figuras. Saltos y

bailes, sí. Aquel violín era delicioso y la adrenalina recorría

hasta su última célula. Cuádruples, triples, saltos, giros y

más saltos, rápido, más rápido, y la música sonando a un

ritmo frenético dentro de su cabeza, girando, girando,

girando cuando...

... Cuando el llamado de un teléfono resonó por toda la

pista.
Taehyung se detuvo, jadeante, y observó a su alrededor,

desconcertado. La música se había acallado en su cabeza,

pero el teléfono seguía sonando demasiado real. Era su

celular, que se iluminaba sobre su abrigo en el banco

donde los había abandonado al llegar.

Agitado y aún algo desorientado, se deslizó hasta el

pequeño aparato, convencido de que sería Yoongi. ¿Qué

otro podría llamarlo a esa hora? Pero el número que

aparecía en pantalla le era totalmente desconocido.

Dudó por unos instantes, pero luego la curiosidad pudo

más.

-Hola -dijo en ruso, por pura costumbre.

-Taehyung ¿eres tú?

-¿...quién habla?

-Soy Haneul...

Haneul... No podía significar nada bueno que esa mujer lo

llamara en mitad de la noche. ¿Y cómo diablos había

conseguido su número privado?

-Taehyung, necesito que vengas.


-¿A dónde?

-Al hospital.

-... no puedo.

-Hoseok te necesita.

-No puedo acercarme a él, es una ordenanza judicial.

-¡Está muriendo!14

Taehyung tuvo que sostenerse del panel que rodeaba la

pista para no caer. Nuevamente se sintió mareado y tuvo la

sensación de que las piernas no lo sostendrían por mucho

más tiempo.

-¿Qué sucedió?

-Ha empeorado -anunció la voz, quebrada por la emoción

contenida-. Está decayendo y lo único que hace cuando

está consciente es preguntar por ti... Tienes que venir... se

muere.

Un fuerte suspiro. ¿Por qué? ¿Por qué ahora?

Exhausto, se fregó los ojos y pasó una mano por su

cabello.
-¿Cómo voy sin que me vean? Si me encuentra la policía

estaré en graves problemas.

-Yo te ayudaré si es necesario, pero tienes que venir, ahora

mismo.

-...

-Escucha, si mi hijo muere estarás en graves problemas de

todas formas, ¡así que vente ya! -exigió la mujer, perdiendo

los estribos. Pero después su voz volvió a ser la de una

madre quebrada por el dolor-. Por favor Taehyung, ven a

verlo. Salva a mi hijo.5

Era un paso muy arriesgado de dar, muy arriesgado... y

aquel oficial se lo había dejado muy en claro. Pero era

Hoseok quien lo necesitaba... ¿Preguntaba por él? ¿Lo

hacía? Eso quería decir que lo recordaba... Dios, si llegaba

a verlo y...1

Ha empeorado. Está decayendo. Se muere.

-Tienes que venir, por favor. Sé que sólo tú puedes darle

las fuerzas para salir de esto. Por favor, no hay tiempo que

perder.
No, no había tiempo. No podía faltar. Y si había riesgos...

era hora de asumirlos.

Dudó unos segundos, su aliento formando vapor frente a su

boca debido al intenso frío de la pista. Hasta que al fin

respondió.

-Voy para allá.


Capítulo 4

–¿Está segura de que no hay ningún guardia?3

–Te he dicho que no, tú solo pasa por aquí.

No podía evitar sentirse un poco paranoico. Sin mucho

convencimiento, Taehyung seguía los pasos rápidos de

aquella mujer menuda, escudriñando cada pasillo del

hospital con el profundo presentimiento de que algo saldría

mal. Los corredores estaban demasiado silenciosos y

desiertos para su gusto. ¿Dónde estaban todos?

"Durmiendo" se respondió a sí mismo intentando

convencerse. "Es de noche, es normal que no haya

movimiento". Pero la sensación de desconfianza crecía a

medida que avanzaban, y ser conducido por aquella mujer

no ayudaba a calmar sus sospechas. Había algo en todo

aquello que no encajaba.

–¿Cómo consiguió que la dejaran estar aquí a esta hora?

–Como consigue todo mi esposo: con dinero. Vamos,

camina, date prisa. Aquí, ven. Lo han cambiado de

habitación.
Y así era. Esta vez se trataba de un cuarto bastante cálido

comparado con lo que habían sido los dos anteriores, con

las paredes color crema, una gran ventana al exterior, que

en aquellos momentos tenía la persiana cerrada, una silla,

y una mesa de luz en donde sólo había un pequeño florero

blanco. Vacío.

Hoseok estaba allí, por supuesto, al fin sin aquel maldito

respirador pero con una vía que le transmitía suero y

medicamentos. El gran vendaje de su cabeza había sido

reemplazado por un más pequeño y localizado, que

envolvía perfectamente el contorno de su cráneo, dejando

asomar pequeños mechones de cabellos oscuro sobre la

frente pálida. Los labios apenas sonrosados, se movían en

murmullos inaudibles. Parecía estar teniendo una pesadilla

según cómo se agitaba en sueños, respirando

agitadamente, estremeciéndose por momentos con breves

temblores.

–Ha estado así durante todo el día –comentó su madre con

un gesto frío, aunque el brillo de sus ojos evidenciaba una


preocupación más profunda–. Había mejorado un poco, ya

no decía tonterías sin razón, bebió agua e hizo muchas

preguntas… Pero hoy todo empeoró. Tuvo convulsiones

por la mañana, levantó mucha fiebre por la tarde.

Descubrieron una infección en su vientre y acumulación de

sangre en el pulmón, tuvieron que darle más calmantes y

antibióticos. Y desde hace horas no recupera la

consciencia.2

Taehyung volvió sus ojos a la cama, mordiéndose el labio

inferior, preocupado. Realmente no sabía muy bien qué

hacer. Visto a la distancia le parecía tarea fácil la de cuidar

del muerto vivo que había sido todos aquellos días de

agonía en coma, y no como ahora, agitado y tembloroso,

preso en pesadillas de las que no podía despertar.

–Me quedaré afuera –anunció la mujer dirigiéndose a la

salida–. Has lo que sea que hayas hecho antes y sálvalo –

pidió, y salió de la habitación cerrando la puerta tras ella.7

Sálvalo. Era muy fácil echar aquella responsabilidad sobre

sus hombros. Sálvalo, como si él fuera Dios.1


Con un suspiro tomó valor para comenzar el ritual que

había hecho en cada visita hasta entonces: acercarse a la

cama y tomar la mano del enfermo. Sentirlo temblar fue

una sensación extraña, aterradora en cierta forma, y lo

sujetó con más fuerza al tiempo que le acariciaba el rostro.

Estaba afiebrado.

–Hoseok… ¿puedes escucharme? –Más temblores, más

bruscos, pero ninguna respuesta–. Mi amor… –musitó

acariciándole las mejillas. Y estaba a punto de rozarle los

labios cuando unos ojos negros asomaron, cansados, bajo

las tupidas pestañas oscuras.3

Taehyung retiró la mano, sobresaltado. Rayos, no había

esperado que realmente despertara.2

–Eh... Hola –saludó, de pronto sintiéndose muy estúpido.1

Hoseok lo miró en silencio, o mejor dicho, sus ojos

permanecieron fijos en él, sin evidenciar ningún signo de

reconocimiento.
–¿Te acuerdas de mí? –preguntó Taehyung, casi con

timidez, sintiendo que en cualquier momento sería él quien

se echaría a temblar.

Hoseok cerró los ojos, apretándolos con fuerza, para luego

de abrirlos volver a intentar hacer foco en la persona que le

hablaba.

"No ve bien. No tiene noción de las profundidades y las

distancias…", recordó de pronto. "Qué estúpido soy" pensó

entonces, por poco golpeándose la frente, y sentándose en

la cama, acercó su rostro.

Los ojos de Hoseok se abrieron de par en par, y luego

parpadearon, como encandilados.

–Taehyung… –susurró.

La voz fue tan extraña. Ni siquiera parecía haber salido de

aquellos labios descoloridos pero tersos, juveniles. Era

áspera, disfónica, débil, nada en común con la voz dulce y

melodiosa de Hoseok, aquella que articulaba palabras

suaves y delicadas al hablar, vibrantes y apasionadas al

amar.
–Me recuerdas –balbuceó Taehyung, entre maravillado y

asustado, su rostro volviéndose tenso, nervioso.

Una mano débil e imprecisa se levantó desde las sábanas

y vagó errátil hasta rozar los rubios cabellos. Pero entonces

los ojos de Hoseok volvieron a abrirse, asustados, su

respiración agitándose nuevamente. El corazón de

Taehyung pareció detenerse por unos segundos.

–Eres real –exclamó con la misma voz irritada, como si no

pudiera creerlo, como si hubiera esperado que aquel rostro

se desintegrara como humo al rozar sus dedos.7

–Claro que sí –asintió el ruso, mientras tomaba aquella

frágil mano y la pasaba por su rostro para demostrarle que

era tangible.

–Vienes… te vas… nunca estás en verdad aquí… –

murmuró la voz oxidada.

–No, mírame, tócame… Soy real, ¿lo ves? ¿Puedes

sentirme?
–Real… –susurró Hoseok, y una sonrisa débil y delirante se

dibujó en su rostro–. En mis sueños…–concluyó, cerrando

los ojos, adormeciéndose de nuevo.6

–No, no en tus sueños, estoy aquí, de verdad –aseguró

Taehyung, sacudiéndolo suavemente para que despertara–

. Mira, observa cuan real soy –agregó, e inclinándose aún

más, atrapó aquellos pálidos labios con los suyos,

besándolos con suavidad.2

La respiración de Hoseok se volvió ligera e irregular,

mientras su cuerpo se tensaba, tembloroso, y gimió

quedamente arrugando las sábanas con su mano libre

cuando con mucho cuidado aquella lengua se introdujo en

su boca. Taehyung sabía que debía ser delicado, pero

había esperado tanto tiempo para hacer esto, para poder

volver a sentirlo de aquella forma que no pudo evitar

prolongar su beso, acariciando con mucha suavidad la

porción de nuca que quedaba a su alcance.

Cuando sus bocas se separaron, Taehyung permaneció

expectante, preocupado por ver si había causado algún


daño con su sentida aunque inadecuada demostración de

cariño. Pero entonces Hoseok hizo algo que lo llenó de

angustia.

Comenzó a llorar.

Desconcertado, lo tomó de la mano y acarició sus mejillas,

intentando calmarlo, pero Hoseok parecía haber

despertado muy mal de aquella pesadilla en la que se

hallaba sumergido.

–Calma Hoseok, ¿qué sucede?

–Era real –exclamó con los ojos inundados–. Tú y yo… No

fue mi imaginación… Es un recuerdo, un recuerdo de

verdad…

–Sí, sí lo es, pero no te angusties. Si tú… estás arrepentido

o algo, no tienes de qué preocuparte, yo…

–Tenía tanto miedo –interrumpió Hoseok, su voz ronca,

casi inaudible–. Tanto miedo de que fuera sólo un sueño…

Taehyung… yo te recuerdo… Nosotros…5

–Tranquilo, tranquilo –el llanto dejaba a Hoseok casi sin

aire, Taehyung estaba poniéndose nervioso.


–Yo fui a verte para… –más lágrimas, cada sollozo parecía

repercutir en dolor–. ¿Cómo terminé en tus brazos?12

–No lo sé… supongo que fue el destino. Pero por favor

cálmate. Aquella noche significará lo que tu quieras. Deseo

acompañarte, estar contigo, pero si no quieres volver a

verme lo entenderé, ese secreto morirá aquí y no te

molestaré jamás.

–Taehyung… abrázame…

…¿Era aquello un "quédate a mi lado"? No lo sabía con

certeza, pero de todos modos ¿cómo resistirse a aquel

pedido? Sintiendo que la opresión en el pecho también

amenazaba dejarlo sin aire, Taehyung rodeó con extremo

cuidado aquel cuerpo consumido, y hundió suavemente el

rostro contra el cálido cuello de su amado. Estaba

demasiado delgado, era como abrazar a un niño, pequeño

y delicado. Le dieron ganas de llorar.1

–Eres real… eres real –susurraba aquella voz extraña en

su oído, mientras algunas lágrimas caían hasta su rostro.


–Sí, y me quedaré contigo si me lo permites. Te quiero, no

tienes por qué llorar.

Pero Hoseok parecía desconsolado, devolviendo la caricia

con el único brazo que le respondía (el otro permanecía

inanimado sobre la cama), con los ojos cerrados y un

profundo gesto de dolor.

–Me voy a morir. Lo sé.19

–No, claro que no. Te recuperarás.

–Me siento muy, muy…muy mal…1

–Lo sé, pero créeme que has superado la etapa más difícil,

ya estás fuera de peligro –mintió Taehyung, intentando

infundirle ánimos–. Has estado mucho peor y te has

recuperado. ¡No puedes rendirte ahora que viene lo más

fácil!

–Ya… no tengo… fuerzas… –dijo, adormilado.3

–Sólo necesitas descansar, es todo. Dormir, recuperar tus

energías. Si intentaras comer algo, moverte o… Si

empezaras por tratar de permanecer más tiempo

consciente.
–Hay veces que… no sé si estoy soñando.

–A eso me refiero, intenta ordenarle a tu mente distinguir

entre el sueño y la realidad. Eso puedes hacerlo sin

moverte siquiera.

–Tengo… mucho… mucho dolor –gimió agotado,

abandonando la cabeza a un lado, una lágrima resbalando

por su mejilla.1

–Lo sé, lo sé Hoseok… pero debes ser fuerte, como lo

fuiste hasta ahora. Los médicos te ayudarán, cada día,

cada hora te sentirás mucho mejor, te lo prometo. Ya no

tienes de qué preocuparte, han solucionado todos los

problemas, de ahora en más sólo tienes que ir

mejorando…1

Taehyung sabía mentir, se estaba volviendo un maestro en

eso. Hoseok parecía haberse calmado un poco

escuchando sus palabras, su llanto al menos había cesado.

Pero entonces nuevamente el gesto de dolor y las

pequeñas perlas líquidas volvieron a aparecer brillando

sobre sus bellas pestañas.


–Mi cuerpo no me responde… no veo… no puedo… ni

pensar con claridad.

–Nada de eso es permanente –se apresuró a responder el

rubio–. Todo eso pasará, me lo han dicho los médicos.

–…mentira…

–Créeme, así será –continuó mintiendo–. No estás tan mal,

esto es normal, todo es muy normal… Hoseok… ¿tienes

una idea de lo que has superado, de lo que tu cuerpo ha

soportado? ¿Recuerdas… recuerdas lo que te sucedió?3

Un gesto de concentración y dolor se apoderó de Hoseok.

Parecía estar poniendo todas sus fuerzas en recordar lo

que se le preguntaba.

–Discutimos. Te insulté, te golpeé –recordó con culpa,

entrelazando sus dedos en el cabello de Taehyung–. Te

fuiste, me quedé solo… sí, me quedé solo… Todo es muy

confuso… Pensé que habías regresado, pero no… no

puedo… no, no recuerdo…

–Está bien, no es necesario que lo hagas ahora. Es mejor

que no pienses en eso, debes descansar.


–Pasos… –con mucho esfuerzo, como si pesara toneladas,

Hoseok se llevó la mano a la frente, como si aquella

presión pudiera hacerle recodar mejor–… pasos, alguien

vino… yo te había golpeado, te había insultado…

–Olvídate de eso –insistió Taehyung, ocultando sus ojos

llenos de lágrimas–, ahora ya no importa.

–Pasos, pero no recuerdo nada –maldijo apretando el puño

contra su frente, pero de pronto abrió los ojos, como si

hubiera recordado algo importante–. Una luz, una luz breve

y brillante… ¡el brillo de la hoja del patín! –exclamó, y todo

su cuerpo se estremeció de miedo, cual si estuviera viendo

nuevamente a su atacante–. Dios Santo, Taehyung –gimió

angustiado–, me golpeó con un patín…7

–Lo sé… lo sé –asintió el otro, consolándolo entre sus

brazos.

–Pero no puedo recordar quién fue.

–No importa, cálmate.


–El brillo… no me dejó ver su rostro –continuó Hoseok aún

tembloroso, asustado–. Todo fue tan rápido, tan confuso,

tan… no recuerdo… no puedo…

–Nadie pretendería que lo hicieras ahora. Tienes fiebre,

estás débil. En este momento sólo debes descansar.

–Algo mojó mi boca… algo mojado me corría por el rostro –

lentamente se acarició la frente y palpó el vendaje–. Era

sangre, mi sangre… –concluyó dolorido y acongojado–. Me

salpicó los ojos, no pude ver… Estaba mojado, mi cuerpo

mojado de sangre… No habló, maldito, ¿por qué no habló?

Si hubiera hablado yo podría reconocerlo, lo sé, pero no

dijo nada… o no recuerdo… Sí, la sangre estaba en mi

boca y en todos lados, pero yo… no pude verlo, no lo

recuerdo… todo fue rojo al principio… y luego negro… y…

No, no puedo, no puedo recordar nada más, no hay nada

más aquí –aseguró arañándose el rostro, decepcionado.

–Mejor… mejor así, mi amor, deja de torturarte.


–Pero ¿quién puede odiarme tanto? ¿Qué hice para que

quisieran matarme? –lloró desconsolado–. Oh, Dios… me

siento tan odiado…1

Taehyung hundió más su rostro. No quería que Hoseok

viera sus lágrimas, quería ser fuerte para él, ser su

valuarte, el escudo en donde pudiera buscar refugio, pero

el dolor de su niño le partía el alma.

–Yo te amo –murmuró, apretando los ojos para que las

lágrimas cesaran–. Mucho más que todo el odio que

puedan tenerte. Seré tu protector, tu amparo, te daré lo que

necesites, no permitiré que jamás nadie vuelva a

lastimarte.8

El suspiro de alivio de Hoseok repercutió también en su

pecho. Con aquella mano débil le buscó el rostro y lo

condujo hasta tenerlo frente a sus ojos.

–¿Por qué? –preguntó maravillado–. Las enfermeras me

contaron lo que hiciste, día tras día, siempre a mi lado… No

podía creerlo… Yo caí bajo tu hechizo de inmediato, y no


hice nada por ocultarlo, pero tú… Luego de la presentación

creí que sólo me habías utilizado.

–Te dije que no fue así, que no había sido un plan.1

–Pensé que mentías, ¿cómo iba a creerte?… No quise

creerlo Taehyung, porque te habías adherido demasiado

fuerte a mi alma, lo suficiente para matarme con aquella

traición…

–¿Qué estás diciéndome, Hoseok? –cuestionó el rubio, sus

ojos celestes volviéndose más cristalinos–. ¿Vas a decirme

que te habías enamorado de mí…? Me llevó días, semanas

entender qué era este fuego que sentía por dentro –explicó

tocándose el pecho–. No me digas que tú lo supiste esa

noche.

Muy lentamente, muy débil, Hoseok sonrió. Había algo tan

dulce en su gesto, tan irreal… que Taehyung pensó que no

podría aguantar las lágrimas por mucho tiempo más.

–¿Acaso importa desde cuando? He perdido la noción del

tiempo, ya no tiene sentido para mí. Lo sé ahora y eso me

basta.
Volvieron a abrazarse. A Taehyung lo tenía aterrorizado

esta nueva sensación. Toda la vida siendo tan disciplinado,

frío, calculador… no entendía ni sabía manejar aquellos

sentimientos. Se sentía extraño e inseguro. Simplemente

no podía creer que algo en su vida fuera tan sencillo de

conseguir. Amaba a Hoseok y él le correspondía… ¿podía

haber felicidad tan pura y natural?

–Sí, es demasiado perfecto para ser real –dijo Hoseok, aún

con su suave sonrisa. Lo de leer la mente parecía ser algo

de familia–. Era obvio que algo tenía que salir mal.

–¿Qué? –preguntó Taehyung incorporándose.

–Yo –susurró el americano cerrando los ojos–. No siento

que… vaya a vivir… mucho más.6

Taehyung lo observó en silencio. ¿Morir ahora, después de

todo lo que había pasado? No, no podía permitirlo, no iba a

dejar que su primera oportunidad de ser feliz se extinguiera

tan fácilmente, no después de todo lo que había hecho por

conservar a su amor junto a él.1


Tomando el rostro de Hoseok con firmeza, apoyando la

frente contra la suya, le obligó a mirar directo a sus ojos

asegurándose de que lo escuchaba perfectamente bien.

–Voy a hablar, y más te vale que me escuches –dijo,

intentando recuperar su tono firme y dominante–. Te vas a

poner bien, ¿me oyes? Vas a dormir, y a descansar todo lo

que sea necesario. Las medicinas te ayudarán a sanar,

pero tú vas a poner toda tu fuerza de voluntad enfocada en

eso. Te curarás, y eso no pasará de un día para el otro, no

será fácil, pero nosotros estamos acostumbrados a pelear

por todo. ¿Cuántas veces nos caemos y volvemos a

levantarnos? Miles, ¿verdad? Pues en esto será igual.

Lucharás y lograrás uno a uno los objetivos que te

marques, paso a paso, hasta que salgas de este hospital

caminando para mandar al diablo a todos los que alguna

vez dijeron que no lo lograrías. Prométemelo. Promete que

no te darás por vencido ante nada.24

Hoseok acrecentó su sonrisa. Sin mucho convencimiento,

asintió lentamente. Se lo veía terriblemente agotado, y todo


el peso que había perdido desde el ataque lo había

debilitado aún más. Taehyung podía haber disfrazado la

realidad, pero esta se mostraba con una crueldad

inexorable.

Permanecieron un momento en silencio. Hoseok aún

estaba recuperándose de tantas lágrimas y de la

conversación a la que su pobre garganta se había

desacostumbrado. Taehyung, por otro lado, lo observaba

con mucha atención, como si estuviera grabando en su

memoria todos y cada uno de sus detalles.

–Ten, quiero darte esto –dijo entonces, llevándose las

manos al cuello. Luego volvió la palma de Hoseok hacia

arriba y depositó sobre ella una cadena con un crucifijo de

oro puro. Era una pieza hermosamente trabajada y de un

valor evidente–. Es costumbre en Rusia, cuando bautizan a

un niño, que el padrino le regale un objeto que lo protegerá

para el resto de su vida. Se suponía que no debía

quitármelo jamás, nunca lo he hecho hasta ahora –admitió

con una suave sonrisa–, pero quiero que tú lo conserves.


No te lo regalo. Irás a devolvérmelo a Rusia, cuando

puedas ir por ti mismo a visitarme.25

Hoseok observó el reluciente crucifijo con respeto. Él no

creía en Dios, pero se sentía honrado por aquel gesto,

pues sabía que Taehyung sí lo hacía. Su religión no era

algo con lo que permitiera hacer bromas. Algo de lo que no

hablaba ni permitía hablar a otros. Lo recordaba bien por

un episodio algo espinoso que había tenido una vez con un

periodista inglés, en donde había saltado como una fiera a

defender aquella dichosa cruz. Hoseok había olvidado

muchas cosas, pero recordaba claramente las veces que

su padre se había mofado del ruso por aquel tema. "Mira al

imbécil, si parece una maldita monja" decía cada vez que

veía a Taehyung, siempre con su Dios al cuello. Ahora

entendía la importancia de llevar consigo algo entregado

por amor, algo que lo protegería y acompañaría siempre.

–Gracias –susurró, tal vez mostrando la mayor lucidez de

toda la conversación–. Lo cuidaré con mi alma, no te

preocupes, te lo devolveré sano y salvo.


Taehyung sonrió, y asintió en silencio. Luego, una nube de

preocupación nubló su rostro, volviéndolo gris, abatido.

–¿Sabes que no podré verte en un largo tiempo? –preguntó

entristecido.

La sombra parecía ahora haber alcanzado a Hoseok, que

asentía con un mínimo gesto.

–Mi madre me dijo que… mi padre te acusará a ti en el

juicio. Y tú a él.

–Y qué piensas al respecto.

–Yo ya no pienso nada… –susurró, tocándose suavemente

la sien dolorida.

–Acaso… ¿acaso no crees que pudo ser tu padre? Hoseok,

¿recuerdas todo lo que hablamos aquella noche? Tú

mismo lo dijiste, fuiste tú quien me dijo que él te mataría si

no ganabas, que si…

–Basta –imploró Hoseok–, no sigas.

–¿No recuerdas cómo te golpeó? ¿No recuerdas las

amenazas, los maltratos? ¿No te acuerdas tampoco del

miedo que tenías?11


–Por favor…

–No tienes una idea de lo indolente e insensible que se

comportó mientras estabas aquí. Cuando medio mundo

rezaba por tu recuperación él hacía planes sobre cómo

gastaría mi dinero cuando me mandara a la cárcel por tu

"asesinato".

–Basta, detente, por favor –suplicó Hoseok cubriéndose los

ojos con un gesto de la mano.

Taehyung suspiró, mordiéndose el puño. Y tal como había

hecho antes, se acercó para atrapar esos labios, que le

correspondieron casi con alivio.

–No puedo, Taehyung –murmuraba trenzando sus palabras

entre besos–. No quiero pensar que fue él, no puedo… No

ha venido a verme ni una sola vez, pero es mi padre…mi

padre… Si fue él, si él me hizo esto, yo…no podré

resistirlo…

Taehyung se salía de sí por atraparlo con pasión, pero la

debilidad de su niño lo refrenaba. Hoseok iba a volver a


llorar, todo aquello era demasiado para él. Era hora de irse

y dejarlo descansar.

–Debo irme.

–No, quédate… quédate conmigo…3

–Escúchame, recuerda todo lo que dije. Debes ser fuerte,

recuperarte, luchar –más besos, sus cuerpos se negaban a

decir adiós–. Piensa en mí. En el juicio dirán cosas

horribles. Querrán convencerte de que soy la peor basura

del mundo, que te odio, que deseo tu muerte. No creas

nada de lo que tu padre diga de mí –suplicó con besos

lentos–. Sólo tú sabes lo que hubo entre nosotros… Sólo tú

me has visto como soy… Recuerda mis palabras, recuerda

lo que he hecho por ti, no te dejes engañar por él ni por

nadie. Sabes que te amo –confesó en un tímido susurro.

–Lo sé –susurró Hoseok agitado, ya sin fuerzas–. No lo

olvidaré Taehyung… mi amor… –murmuró al fin, antes de

caer en un sueño mucho, mucho más tranquilo que el

anterior.

***
No había nadie fuera de la habitación, ni en los pasillos

cercanos. Todo seguía tan silencioso y tranquilo como

antes. Taehyung observó su reloj: casi las cuatro de la

mañana.

"No puedo irme si no encuentro a Haneul" pensó,

maldiciendo para sus adentros. "No puedo dejar a Hoseok

sin asegurarme que haya alguien a su lado"

De pronto todo el cansancio físico y el sueño caían sobre

él. Los párpados comenzaban a pesarle y sentía el alma

agotada de tantas emociones. Pensó que refrescarse un

poco para disipar el sueño sería lo mejor, y entró al primer

baño de caballeros que halló en su camino. El agua estaba

helada pero servía de maravillas para despejar su mente

mientras con ambas manos la vertía sobre su rostro. Dios,

tenía frío, pero estaba listo para volver al hotel y hundirse

en su mullida cama de una vez por todas. Si Yoongi se

ponía molesto, alquilaría otra habitación esa misma noche.

Ya habría tiempo de comunicarle que ahora su alma le


pertenecía a Hoseok por completo, y que debía

abandonarlo.11

Elevó la cabeza, estremeciéndose por el súbito escalofrío

que lo recorría mientras las gotas heladas resbalaban por

su piel. Pero cuando observó su imagen en el espejo… dos

ojos grises le devolvieron la mirada.

–Buenas noches Kim Taehyung –dijo una voz fría con un

marcado acento alemán, que se acercó con lentitud hasta

quedar prácticamente pegada a sus espaldas.

Taehyung continuó mirando el espejo, intentando

permanecer inalterable. En el severo rostro suspendido

sobre su hombro se dibujó una sonrisa mordaz. Sin

demostrar ningún temor el ruso irguió su cabeza, digno y

majestuoso como siempre. La maldita bruja lo había

entregado y él había caído como un cordero inocente en la

trampa.16

–Te advertí que no volvieras a acercarte a este lugar –dijo

el hombre, tan cerca que su aliento caliente le voló el


cabello–, ahora me veré obligado a no ser tan amable

contigo…

***

Inspirando profundo Taehyung volvió sus ojos al techo,

implorando a los cielos que lo armaran de paciencia. Hacía

más de media hora que lo tenían de pie, con las manos

esposadas a la espalda, sin dirigirle la palabra ni permitirle

hablar con nadie, mientras esperaban que ocurriera vaya

Dios a saber qué cosa.

Ya no se encontraba en el hospital, sino en lo que le

informaron vagamente era un departamento policial, al que

lo habían llevado metiéndolo a empujones dentro de un

auto negro sin ningún tipo de identificación. No se había

cruzado con nadie en aquellos fríos pasillos grises, pero

aunque no estaba familiarizado con ese tipo de lugares,

nada allí se asemejaba a una alcaldía convencional.1

La habitación en la que lo habían introducido sin mucha

delicadeza, era pequeña y fría: unos tres metros cuadrados

sin ventanas y toda pintada de blanco, con un deprimente


tubo de luz, un escritorio de metal gris en el centro y una

puerta a la izquierda que cerraba con la pesadez de una

caja fuerte. Nada más. Con aquel asombroso mobiliario en

el cual distraer su mente, Taehyung no tenía más remedio

que contemplar aquellos fríos ojos grises que lo miraban

desde el otro lado de la mesa, y que no se habían

despegado de su rostro desde que entraran. Aunque le

hubieran permitido voltearse, detrás tampoco tenía mucha

acción: sólo dos guardias, uno a cada lado, de pie como él,

firmes y esperando órdenes con la disposición de un perro

de caza.

Sobre el escritorio habían desparramado los objetos

personales que llevaba con él: su billetera (de la cual

habían retirado oportunamente todo el dinero), las llaves

del hotel, el pase a la pista, pañuelos descartables, y un

inocente paquete de caramelos de menta. En el centro, por

supuesto, su posesión más preciada: sus patines.

Desparramados por el suelo habían quedado su mochila,

abrigo, bufanda y guantes.


–¿Pensabas terminar hoy tu trabajo? –preguntó al fin el

oficial de ojos grises, que hasta el momento no se había

molestado en identificarse con un nombre–. Vaya que eres

perseverante… ¿Qué significa esto? –demandó señalando

con un gesto de su cabeza, mientras tomaba otro de los

caramelos que venía consumiendo sistemáticamente.

–Sólo son patines –respondió Taehyung con fingida

inocencia.

–¿Patines? ¿A estas horas?

–No suelen dejarse llevar por el reloj, siguen siendo patines

a toda hora. Al menos los míos.5

Los ojos grises se entornaron peligrosamente.

–¿Para qué los traes…?

–Verá, tal vez le suene extravagante, pero algunos

tenemos la curiosa costumbre de usarlos para patinar.23

El alemán arrugó lentamente el paquete vacío de

caramelos, sin quitarle sus gélidos ojos de encima. Al

parecer no tenía mucho sentido del humor.


–Sí –respondió con peligrosa suavidad–, pero tú también

tienes la curiosa costumbre de utilizarlos para romperle el

cráneo de tus competidores.4

Taehyung apretó los dientes para no responder. Su

carácter combativo le exigía a gritos que replicara y pusiera

en su lugar a ese nazi de pacotilla, pero si algo había

aprendido de las películas norteamericanas era que todo lo

que dijera podría ser usado en su contra. Por ende, guardó

silencio.4

El oficial apoyó los codos sobre el escritorio y el mentón

sobre sus manos cruzadas.

–¿Por qué quieres matarlo? –preguntó con sospechosa

amabilidad–. No creo que sea por intentar opacar tu

talento, ¿verdad? Según tú mismo aún no ha nacido quien

pueda ganarte… ¿Por qué es entonces? ¿Acaso no quiso

acordar contigo otro tipo de trato? ¿Le hiciste a tu amiguito

yanqui una propuesta indecente y se negó…? –Taehyung

volvió su mirada fría como el hielo mientras el alemán

lanzaba una risa sarcástica–. Tal vez sea eso… Quizás le


propusiste un acercamiento un poco más íntimo, un

acercamiento que le causó repulsión…

–¿Cuándo podré llamar a mis abogados?

–No estás acostumbrado a que te digan que no, ¿verdad

Kim? Chasqueas tus dedos y simplemente esperas a que

te complazcan. Eres un niño mimado que se creyó sus

propios delirios de grandeza…

–Tengo derecho a hacer una llamada al menos –continuó

Taehyung, ignorando completamente los comentarios

maliciosos.

El hombre acrecentó su sonrisa mientras entornaba los

ojos observándolo. Se echó cómodamente hacia atrás en

su silla mientras lo evaluaba con expresión pensativa, un

gesto lujurioso al deslizar lentamente un dedo por sus

labios.

–¿Eres homosexual, Kim? –preguntó con mucha calma.

Taehyung hizo una mueca burlona, mirándolo con desdén.

–¿Por qué lo pregunta, está buscando novio? Gracias por

la propuesta, pero ya estoy en pareja.10


El oficial se enderezó en la silla y se puso de pie. Al

parecer no le había gustado el comentario de Taehyung.

Haciendo sonar sus botas de militar se acercó hasta

detenerse a un palmo de su detenido. Erguido en toda su

altura le llevaba casi una cabeza, pero el ruso no se dejó

amedrentar, el mentón en alto, su postura recta.

Por un momento Taehyung se tensó, preparado para

soportar el golpe que estaba seguro que recibiría. Pero en

lugar de eso el hombre comenzó a observarlo en detalle,

estudiando cada línea de su rostro, deslizando la mirada

por cada uno de sus rasgos. No sabía por qué, pero

hubiera preferido el golpe.2

–Tienes boca de prostituta –sentenció al fin, mirándolo con

desprecio–. Tal vez la utilices para lo mismo que ellas…2

–Usted dígamelo. Al parecer es experto en observar

hombres.4

–¡No se necesita ser experto para ver que eres un maldito

gay, que te gusta que te den por atrás, que gimes como

mujer cuando te penetran! –vociferó de pronto el alemán,


haciendo sobresaltar a Taehyung más por la sorpresa del

grito que por la ofensa de sus palabras.12

Se hizo un silencio pesado, en donde por un momento

ninguno se movió. Sin molestarse en volver a sus fingidos

buenos modales, el hombre encendió un cigarrillo, echando

el humo en los ojos de Taehyung.

–Todos los rusos son putos –aseguró, haciendo girar el

caramelo en su boca–, lo llevan en la maldita sangre, lo

heredan de sus sucias madres. Seguramente tu padre lo

era… sí, seguro que se cogía al vecino enfrente de ti, para

que aprendieras –dijo riendo, y luego volvió a observarlo de

arriba abajo–. Apuesto a que sabes muy bien cómo

complacer a un hombre.12

–Sí, claro que lo sé –respondió Taehyung casi temblando

de ira. Su familia y su patria, no podían haberse metido con

algo más personal–. Cómo no voy a saberlo si lo aprendí

de la más puta de todas las meretrices… Lo aprendí todo

de su madre, oficial.32
El rodillazo en la boca del estómago y después la patada

en el pecho no lo tomaron del todo desprevenido, pero eso

no ayudó mucho a la hora de soportar el dolor. Taehyung

había caído al suelo, y tener las manos esposadas a la

espalda no le hacía las cosas más fáciles al querer

incorporarse.

–Soy miembro del plantel deportivo nacional de Rusia –

jadeó casi sin aire, el golpe le había cortado la respiración–.

Represento a mi país donde quiera que esté… Si me

atacan están atacando a…

–Representas mierda, ruso mugroso –declaró el alemán,

dándole otro feroz puntapié–. Aquí no eres nadie. No eres

nada más que una lacra que apesta la tierra que pisa…2

Taehyung apoyó la frente contra el suelo, jadeante,

intentando recuperar el aire. Pero enseguida dos pares de

manos lo tomaron con fuerza de los brazos y lo obligaron a

ponerse nuevamente de pie. El oficial alto seguía allí,

fumando tranquilamente frente a él, mientras los otros dos

volvían a su posición.
–Quiero llamar a mi abogado –solicitó Taehyung con la voz

ahogada.

–Y yo quiero que me la chupes –respondió el otro,

encogiéndose de hombros, mientras exhalaba el humo de

su cigarro con una sonrisa burlona.4

–¡Tengo derecho a una maldita llamada! ¡Esto que está

haciendo es ilegal!

–Ah, ¿sí? ¿Qué cosa? ¿Esto? –preguntó, dándole una

fuerte bofetada– ¿O esto? –agregó, tomándolo fuertemente

del pelo, jalándole la cabeza hacia atrás para apagar el

cigarrillo en la tierna piel de su garganta.8

Taehyung lanzó un alarido de dolor. Cuando aquella mano

se lo permitió, retrocedió trastabillando al chocar con los

otros dos guardias, que reían a carcajadas, empujándolo.

Mareado y agitado, se encaminó hacia la salida en cuanto

le fue posible.3

–¡Sáquenme de aquí! –gritó pateando aquella puerta que

parecía de acero macizo, mientras a sus espaldas las risas

se intensificaban.
–¿Qué pasa, Kim? ¿Ya no te llevas el mundo por delante?

Taehyung se giró, con la respiración agitada, apoyando la

espalda contra la puerta.

–¿Quién le paga por hacer esto?

–¿Quién crees?

–… cuánto le pagó el maldito…

–El señor Jung es generoso a la hora de hacer negocios.

–Te pagaré el doble, pero déjame salir.

–Oh, una oferta tentadora –admitió el alemán con una

sonrisa–, pero sugerida un poco tarde, ya no hay vuelta

atrás. Y no soy tan estúpido como para creerte –La sonrisa

del oficial fue tornándose diferente, y algo extraño brilló en

sus ojos de acero–. De rodillas –ordenó de pronto.

Taehyung tragó saliva, su mirada firme, pero no obedeció.

–¡He dicho de rodillas! –Al dar la orden en alemán, los otros

dos lo arrastraron y obligaron a hincarse–. Así me gusta…

–murmuró, acariciándole el pelo con bastante brusquedad.

Taehyung cerró los ojos cuando aquellos dedos fríos le

rozaron los labios, introduciéndose dentro de su boca,


dándole arcadas al profundizarse en su garganta–. Te

gusta esto, ¿verdad? –preguntó con suavidad,

humectándole los labios con aquellos dedos húmedos–. Sí,

sé que te gusta… porque eres un putito insaciable…32

Era inútil cualquier movimiento que Taehyung quisiera

hacer para escapar, los dos guardias a sus espaldas los

sostenían con fuerza para inmovilizarlo en su lugar,

mientras el oficial de ojos grises le dirigía la cabeza

atrapándolo dolorosamente por el pelo.

–Campeón del mundo, que bonito… Pues veremos si eres

igual de bueno para otras cosas –dijo mientras comenzaba

a desabrocharse el pantalón–. Y será mejor que lo hagas

bien o me divertiré mucho más contigo… Abre la boca…

Lámelo bien y trágatelo todo, maldito perro ruso…

Los tres tomaron su turno.39

Ahora hablaban entre ellos en alemán, riendo a carcajadas,

burlándose de Taehyung que permanecía de rodillas,

mareado y nauseabundo, quebrado por la humillación y el

desamparo. No recordaba haber deseado tanto ver a


Yoongi en toda su vida como en aquel momento, estar

entre sus brazos protectores, oírlo decir que estaba a salvo,

que él lo protegería, que lo amaba…1

–No, no bello durmiente, despierta –dijo el alemán,

poniéndolo de pie cuando estaba a punto de derrumbarse.

¿Ya estás cansado? ¡Pero si aún falta lo mejor!

Taehyung gimió por anticipado cuando los dos oficiales lo

sujetaron con fuerza para quitarle los pantalones. Pero

cuando vio al jefe volverse hacia él comprendió que lo que

iban a hacerle era mucho peor de lo que había pensado.

–Te gusta sentir cosas largas y duras en tu trasero,

¿verdad bonito? –preguntó, golpeando rítmicamente contra

su mano el bastón de policía que llevaba a la cintura–.

Entonces esto te encantará… –aseguró, acercándose con

una sonrisa perversa–. Y no olvides nunca –agregó

susurrándole al oído momentos antes de hacer lo que

había prometido– que esto es un regalo de parte de Jung

Hyun… Que te lo envía para que aprendas a no ser tan

puto… para que lo recuerdes cada vez que se te ocurra


acercarte a su hijo… y para que te acostumbres, pues esto

te sucederá a diario cuando él te envíe a la cárcel de por

vida…

***

–Ha sido un error de identidad. Era un prisionero sin

identificación y acusado de graves delitos.

–¿Un error? ¡No hubo ningún error! ¿Espera que crea eso?

Los demandaré por esto, pagaran todos, desde el primero

al último de ustedes.

La voz de Yoongi se hacía más fuerte a medida que

avanzaba y retumbaba por el frío corredor. Cuando el

oficial que lo acompañaba se detuvo frente a una puerta y

la abrió con desgano, los ojos negros del ruso recorrieron la

habitación rápidamente, ofuscado por no encontrar lo que

buscaba. Pero al volver la vista a uno de los rincones… su

expresión cambió por completo.

–¡Taehyung! –exclamó, y en un segundo se arrojó a su

lado–. Mi ángel…
Pero su ángel parecía perdido en algún limbo lejano,

sentado en el suelo, acurrucado en el ángulo más alejado,

abrazando sus rodillas con la mirada fija al frente y la

expresión más indiferente que nunca. Yoongi acarició su

pelo y le echó los brazos al cuello, pero apenas si obtuvo

un parpadeo como respuesta.

–Qué te han hecho, mi vida… –No era una pregunta. Era la

confirmación a sus temores más profundos. Taehyung fijó

en él sus ojos muertos y suspiró, agotado.

–Llévame a casa, Yoongi... Quiero irme de aquí.

Su deseo fue más que una orden. Como un tigre

enfurecido, Yoongi tomó a su niño en brazos, y

demostrando una gran fortaleza literalmente lo cargó hasta

sacarlo de aquel lugar. Ya en el coche rumbo a la

seguridad de su hotel no dejó ni por un momento de

abrazar a su pequeño, que se pasó el viaje en silencio

observando cómo poco a poco la ciudad despertaba para

recibir a un tímido sol que no parecía querer terminar de

asomar.2
Una hora después Taehyung no había dicho mucho, pero

lo justo fue suficiente para que su tutor comprendiera a la

perfección todo lo que había sucedido dentro de aquellas

infames paredes. Así era su pequeño: pocas palabras,

conciso y al núcleo, por más fuerte y difícil que fuera la

realidad. Sin derramar ni una lágrima, sin quebrar su voz

siquiera había relatado lo que creyó necesario, y ahora

descansaba tendido en la cama, tapado con las mantas

hasta el cuello, con la mirada resignada y perdida en la

claridad del nuevo día que ya se presentaba nublado y gris

como su propia alma.

Yoongi, en cambio, se paseaba eufórico por la habitación,

fumando como un poseso y despotricando contra su

teléfono celular mientras hablaba con el principal de sus

abogados.

–¡Sí, Boris, sí, te digo que lo golpearon! …No, no tanto

como para acabar en el hospital, pero lo hirieron… Sí…

sexo oral… No… no, dice que no… Si él lo dice, le creo, no

necesito ningún médico que me lo confirme… ¡Te digo que


lo maltrataron mucho! ¡Tenemos que hacer algo, no voy a

permitir que esto quede así! …No, no puedo tranquilizarme,

han herido a mi niño, ¿cómo esperas que me ponga? …No

lo sé, le preguntaré… ¿No se puede evitar eso? … Bien,

pero te advierto que si él no quiere nadie lo tocará, ¿me

oyes? Sí, ya sé que es mejor para nosotros, pero ya lo han

humillado lo suficiente como para hacerlo pasar por esto

también… Está bien, te llamaré. Adiós.2

Visiblemente irritado, cortó el teléfono con tanta fuerza que

crujió entre sus manos. Arrojándolo a un lado se acercó a

la cama de Taehyung y tomó asiento junto a él, acariciando

sus manos con preocupación y ternura.

–Boris quiere que te revise un médico, así podrá constatar

que lo que dices es cierto. No me mires a mí, mi ángel, yo

te creo hasta la última palabra, pero dice que

necesitaremos las pruebas o será tu palabra contra la de

ellos.

Taehyung suspiró, agotado.


–¿Para qué? ¿Qué pruebas pretenden hallar? Te digo que

no lo hicieron ellos, sino con …–la oración quedó

inconclusa. Los ojos se le llenaban de lágrimas de furia–.

Tal vez hubiera sido mejor si lo hubieran hecho, si al menos

uno me hubiera…2

–No, no digas eso, ni siquiera lo pienses. Suficiente con lo

que te hicieron.

–Al menos tendríamos pruebas contra ellos.

–Tenemos pruebas.

–¿Qué? ¿Signos de penetración? Vamos Yoongi, lo único

que confirmaría eso es la imagen que quiere dar Jung de

mí… un pervertido, un maldito homosexual que no pasaría

ni el test más básico de virginidad.

–No hables así.

–Es la verdad.

–¡No, no es la verdad! –exclamó Yoongi, alzando la voz,

sus ojos brillantes y encendidos–. No es verdad. Tú no eres

un pervertido, ni siquiera puede decirse que seas

homosexual… No, no me estoy burlando. ¿Acaso alguna


vez te di la oportunidad de preguntártelo? ¿Te di la chance

de descubrir tu propia sexualidad? No. Te llevé de la mano

por este camino antes de que supieras que podías elegir,

antes incluso de que entendieras de qué se trataba todo

esto. Me siento tan culpable…1

–Yoongi… –quiso detenerlo con un gesto de su mano. No

quería escuchar aquel discurso, le dolía lo suficiente la

cabeza y el cuerpo para prestarse a remover viejas heridas.

Las nuevas sangraban demasiado como para tener que

cargar con ambas.

–No, déjame hablar. Te he amado tanto, me he

obsesionado de tal forma contigo que perdí la noción del

daño que te he causado. Anoche sentí tanto miedo de

perderte, tanto… Nunca me sentí tan abandonado en toda

mi vida como cuando cruzaste esa puerta… Y mientras te

buscaba en aquel condenado lugar, tenía tanto miedo de

no volver a verte que pensé que iba a morirme allí mismo…

La estilizada mano de Taehyung reposaba tranquila entre

las fuertes y regordetas de su entrenador. Sus ojos


celestes seguían perdidos en la ventana, pero algo en su

gesto ausente indicaba que escuchaba con atención cada

una de aquellas palabras.

–Sé que estás enojado conmigo, que estás cansado y harto

de mí. Sé que te lastimo, pero no puedo evitarlo… Trata de

entenderme, mi amor –suplicó Yoongi, llevando la pálida

mano a sus labios, besándola con devoción–. Si no te

tengo en mis brazos me desespero, si no te siento en mi

boca me falta el aire. ¿Cómo hago para que entiendas la

angustia que es dormir sin ti? ¿El dolor que siento cuando

no estoy dentro tuyo…? No pretendo que te enamores de

mí, que me desees. Ni siquiera que me aprecies una cuarta

parte de lo que yo te adoro. Sólo te ruego que me dejes

amarte. No tendrás que hacerme nada, tú sólo…

permíteme amarte y que yo te complazca, déjame hacer

eso y seré feliz. Pídeme la vida y te la daré, amor, pero no

me pidas que me vaya. Mátame si vas a dejarme, porque

moriré. Moriré el día que no te tenga.22


Las palabras eran dichas con tanta dulzura, tanta

sinceridad… Taehyung había sido demasiado maltratado

en aquellas últimas horas, física, pero sobre todo

emocionalmente. Había deseado tanto un abrazo, un beso,

una mano amiga que lo protegiera de aquellas bestias… Y

Yoongi parecía ser todo lo que necesitaba, como siempre,

desde aquel lejano día y todos los que siguieron.1

–Si me das la oportunidad, prometo llevarte a casa, alejarte

de este infierno y protegerte con mi vida. Regresaremos a

Rusia, a nuestra querida patria, y volverás a tu cuarto y a

tus cosas, a tu pista, a tus mascotas. Saldrás con muchas

chicas a pasarla bien, y disfrutarás del tiempo con tus

amigos. Volverás a tu vida normal, irás a donde se te

antoje, te compraré todo lo que desees. Todo será como tú

lo sueñes, mi amor, cumpliré todo lo que pidas… pero te

ruego, te suplico Taehyung… que no me alejes de tu lado.

Un profundo suspiro. Taehyung se veía agotado y

conmovido. Inclinándose, rodeó con sus brazos el abultado

vientre de Yoongi, descansando la cabeza contra su pecho


robusto. Estaría atado a ese hombre de por vida, lo sabía, y

aunque era consciente de toda la entrega y sacrificio que

eso significaba, no podía evitar sentir el consuelo que era

saberse amado y protegido de ese modo. Después de todo

las reglas habían estado claras desde el principio, la jaula

siempre había estado sin llave y sin embargo él no había

escapado nunca. No quería hacerlo. Con Yoongi se sentía

en casa, él era su padre, su hogar, su refugio. Al fin y al

cabo, nadie jamás lo amaría tanto como él…50

Lo abrazó con más fuerza, cerrando fuertemente los ojos

mientras las manos conocidas se deslizaban por su sedoso

cabello. Quería decirle que no lo odiaba tanto como

parecía, que había dicho esas cosas porque estaba

molesto con él, sólo para lastimarlo. Quería confesarle que

a veces sentía la necesidad de herir a los que lo amaban,

tal vez con la retorcida intención de ver que tan profundo

llegaba ese amor, hasta donde lo perdonaban. Que

detestaba muchas cosas, pero que estaba agradecido por

muchas otras. Que a veces no soportaba la situación, pero


que no quería abandonarlo. Quería decir muchas cosas.

Pero no dijo nada.1

Yoongi, sin embargo, pareció leer el silencio como un

pentagrama, y acunando aquel cuerpo amado, besó los

dorados cabellos con pasión.

–¿Recuerdas la noche en que nos conocimos? Yo no

podré olvidarla mientras viva. Te veías tan indefenso en

aquel sweater rojo, acurrucado en la calle, mojado por la

nieve, aterido de frío, medio muerto de hambre… Nunca

había visto ojos tan dulces y tristes como los tuyos, y

cuando los clavaste en mí supe que sería tu esclavo para

siempre. Eras tan pequeño… Cuando te envolví dentro de

mi abrigo, cuando presioné tu cuerpito contra el mío, yo…

Oh, Dios, si cierro los ojos puedo sentir el escalofrío que

me recorrió entonces, fusión de mi calor al contacto con tu

piel helada… Siempre fuiste una criatura deliciosa… ¿Lo

recuerdas mi vida?30

Por supuesto que Taehyung lo recordaba, esos y muchos

detalles más. Pero no mencionó ni media palabra, por más


que las lágrimas ahora rodaran silenciosas por su rostro,

semi oculto contra aquel pecho tibio, mecido por los

mismos brazos que lo habían rescatado aquella noche.

Cómo olvidarlo, si aquel día lo había salvado de la muerte.

Cómo olvidarlo si le había dado una nueva vida.

–Volveré a crear un mundo perfecto para ti, te lo prometo –

aseguró Yoongi sin dejar de acariciarle la cabeza–.

Superarás esto como has hecho con tantas otras cosas,

eres indestructible Taehyung. Lo vencerás y volverás a ser

el triunfador de siempre. Y vivirás tranquilo, mi cielo, pues

nadie te lastima y vive para contarlo, que te quede claro.2

Taehyung parpadeó, desconcertado por un momento.

–¿…Qué piensas a hacer? –preguntó, elevando un poco el

rostro.

–De eso tú no debes preocuparte.

–Yoongi…

–No Taehyung, no lo dejaré pasar. Seré un degenerado, un

pervertido y todo lo que quieras pensar de mí…pero eres


mi niño, y no permitiré jamás que te lastimen. No sin pagar

por eso.1

Por segunda vez la devoción de su tutor le infundía temor.

Envuelto por aquellos brazos fuertes se sintió a la vez

protegido y atrapado. Once años juntos y por momentos

tenía la sensación de que no conocía a aquel hombre con

el que había compartido la intimidad más profunda. Si era

capaz de deshacerse de esos hombres, también sería

capaz de deshacerse de Hoseok si sentía que eso lo

alejaba de él. ¿Hasta qué punto él, Taehyung, no era la

potencial causa de muerte de su amado? ¿Estaba

arrastrándolo a la muerte cada vez que se le acercaba? Tal

vez debería alejarse de él… De él y de todos los que

amaba…5

"No eres nada más que una lacra que apesta la tierra que

pisa"

–¿Y bien, mi niño…? Tienes que decirme qué has decidido,

así se lo comunico a Boris. ¿Te someterás a una revisión

médica?
Revisación, exploración, registro… Revivir esa pesadilla

una y otra vez, mientras fotografiaban su cuerpo

maltratado, volviendo a invadirlo para recolectar pruebas

inútiles, buscando rastros, indicios, marcas… No, claro que

no quería, quién en su sano juicio querría hacerlo.

–Sé que es difícil para ti, pero piensa que eso nos ayudará

a volver más rápido a casa –susurró Yoongi sobre su oreja,

para besarla luego con mucha suavidad.

Taehyung se encogió aún más en el regazo de su

entrenador, rodeando la ancha cintura, y cerró los ojos.

Quería dormir, tenía tanto sueño. Quería recostarse en el

lecho, aunque fuera atrapado por aquellos brazos, y poder

soñar. Soñar con su Hoseok… ¿Pero cuándo en su vida

había tenido la opción de hacer lo que quería en pos de lo

que debía? Nunca. Y por supuesto, esta vez no sería la

excepción.

–¿Lo harás, Taehyung?

Abandonó la cabeza, relajándose en la comodidad de

aquel cuerpo blando y tibio, disfrutando del pequeño placer


de esos dedos deslizándose por entre su cabello. Y asintió

en silencio, intentando no pensar en lo que vendría.


Capítulo 5

Con los antebrazos apoyados en la baranda de su balcón,

Taehyung masticaba lentamente una manzana mientras

observaba tranquilo el ir y venir de la inquieta ciudad

alemana. El día era claro y despejado, el manto de sol que

abrazaba el paisaje demasiado tacaño para su gusto, con

una brisa helada que flameaba los dorados cabellos hacia

atrás en suaves ondulaciones, obligando a la gente en la

calle a sujetarse fuerte a sus abrigos y hundir un poco más

el rostro en sus bufandas, colándose indiscreta por todos

los rincones, hundiéndolo todo bajo la gris melancolía del

otoño que se iba. El día definitivamente se mostraba algo

hostil, pero ¿qué era un poco de frío para alguien que se

había criado en las frías ciudades de Rusia? Nada, sino

una gélida caricia, una metáfora más de lo que le había

concedido siempre la vida.3

Una semana había transcurrido ya desde que Yoongi lo

rescatara de la pesadilla con los oficiales alemanes. Una

experiencia traumática, sin dudas, pero al igual que esa fría


brisa que ahora golpeaba su rostro, el recuerdo de aquella

noche era algo que le hería las entrañas y el orgullo, sí,

pero que de ninguna forma podría derribarlo. Yoongi había

tenido razón en ese sentido: lo que no lograba matar a

Taehyung, definitivamente lo hacía más fuerte.3

Y así era. Tal como había hecho desde siempre, una vez

más estaba transformando lo que podría haber sido su

ruina en la fuente de energía que necesitaba para continuar

y crecer, superarse y vencer. No podía permitir que aquel

hecho lo derrumbara como hubiera sucedido con cualquier

persona. Porque él no era cualquier persona. Él era Kim

Taehyung y debilidad era una palabra que no podía permitir

tener en su vocabulario.

Mientras se recuperaba en cuerpo y mente, había utilizado

cada minuto de aquella semana en ordenar sus

pensamientos, recapacitar sobre sus acciones y revisar sus

prioridades. En pocas palabras: decidir qué rumbo tomaría

su vida. No le había sido fácil tomar esas decisiones, claro

que no, pero ya era momento de dejar su corazón a un lado


y permitir que su mente escogiera las opciones más

conveniente para él. Se había acabado el sentimentalismo.

Abandonar su camino de disciplina de hierro sólo lo había

llevado a la ruina.5

Lo primero y principal era volver a Rusia. No era bueno ni

para su salud mental ni para su economía continuar en

aquella ciudad. Llevaba casi dos meses en un hotel cinco

estrellas sin haberlo disfrutado siquiera; aquel templo del

relax había sido de todo menos placentero para él:

conflictos, dudas, tentaciones, debilidades... en esos meses

había tenido más crisis emocionales que en los últimos diez

años juntos. Su vida simplemente se había paralizado: no

entrenaba, no dormía bien, no probaba bocado hasta que

Yoongi lo obligaba... No podía permitirse continuar así.

Consciente de que debía jugar todas sus cartas si

pretendía salir del país, accedió a ese maldito examen

médico y a cuantas preguntas quisieron hacerle. No podían

acusarlo de no cooperar. Había permanecido manso como

un cordero, recostado en aquella aséptica camilla, mientras


los doctores separaban sus piernas para insertar hisopos y

cánulas en su intimidad, extrayendo muestras, tomando

fotografías. Ni una palabra, ni una protesta, con Yoongi a

su lado tomándolo de la mano, acariciándole la frente,

transmitiéndole en silencio el amor y la protección de

siempre. Se había expuesto como un cadáver en la mesa

de autopsia para que todos pudieran observarlo, cortarlo y

llevarse un pedazo de él. Así era como se sentía. Un

cadáver en exposición. Un ser abandonado e insensible,

frío y reseco, indiferente a todo lo que lo rodeaba. Y más

aún desde que había tomado la decisión más importante de

todas... No volvería a ver a Hoseok.28

Yoongi tenía razón, siempre la había tenido, y aunque se le

partiera el corazón debía aceptarlo y hacer lo que él decía.

Si le hubiera hecho caso desde el primer día, si hubiera

volado a Rusia la misma noche del ataque, nada de todo

aquello habría sucedido. Su obsesión por Hoseok lo había

llevado a la ruina. Y si bien ya no se podía deshacer lo


hecho, al menos podía evitar seguir hundiéndose en el

pozo ciego de su desgracia.

Decir adiós a Hoseok...32

Después de todo sólo habían sido un par de dulces besos y

una noche de placer, nada más. Mucho menos que lo que

había tenido con tantos otros que ni siquiera recordaba el

nombre. Un capricho, simplemente, eso debía ser. Un

capricho que, como bien decía su entrenador, se había

salido de control y había ido demasiado lejos. Amor

verdadero... en verdad sonaba ridículo. Pretender amor

profundo por sólo unas miraditas ardientes, por un

encuentro sexual, por tejer con deseos sueños delirantes,

cursis e irrealizables. El amor debía ser otra cosa y no lo

que le quemaba adentro cuando besaba a Hoseok. El amor

debía acercarse más a la adoración incondicional que

Yoongi le profesaba, perdonándole todo, entregándole

todo... No, Hoseok no era el amor, por más que tuviera la

sonrisa más encantadora del mundo, la piel más suave, los

ojos más dulces, el trasero más tentador...25


Taehyung tragó su manzana y congeló el gesto,

succionándose el labio inferior, aún contemplando la

sensual imagen en su mente. ¿Qué diablos había pasado

que le costaba tanto controlarse a sí mismo? Disciplina,

disciplina, disciplina. Se lo repetiría a su mente y corazón

hasta que no conocieran otra palabra. Pero allí estaba,

repitiendo el conjuro que lo libraría de las ataduras del

amor, cuando su teléfono celular comenzó a llamarlo desde

la mesa de noche. Extrañado, volvió su rostro hacia el

interior de la habitación. Sí, era su teléfono, que con la

melodía cada vez más estridente le demandaba su

atención inmediata.

Entró. El cuarto estaba realmente cálido en contraste con el

frío aire del balcón, pero casi no se permitió el tiempo de

disfrutar de ese pequeño abrazo invisible; tomando el

teléfono en un rápido movimiento atendió sin siquiera mirar

el número que brillaba en la pantalla.

-Привет (privét / hola) -dijo dejándose caer cómodamente

sobre la cama.
-¿Taehyung?1

-...

-¿Estás ahí...? Soy Haneul.9

Sí, claro que era Haneul, sabía perfectamente bien que era

ella. Si no había contestado hasta el momento era porque

estaba decidiendo qué hacer, si simplemente cortar la

comunicación o mandarla al mismísimo diablo antes de

hacerlo.

-Taehyung, ¿eres tú?

-¿Y quién va a ser si no?

-¿Te encuentras bien? -voz medida, algo confundida.

¡Descarada! ¿Cómo se atrevía a llamarlo? ¿Cómo podía

ser tan hipócrita de preguntarle si estaba bien cuando

había sido ella la culpable de que lo entregaran a las

manos del terror aquella noche?

-Sí -respondió apretando los dientes, haciendo acopio de

toda su autocontrol para no deshacerse en insultos-, y no

gracias a usted justamente.

-¿De qué hablas?


-¿De qué hablo? ¡¿De qué hablo?! -Taehyung apretaba

tanto el pequeño aparato en su mano que casi podía

sentirlo ceder bajo su fuerza-. Hablo de que su plan estuvo

lejos de ser perfecto, señora. Sí, logró llevarme y que me

atraparan, logró que me golpearan y torturaran, pero no fue

tan ingeniosa como para tener la más mínima coartada a la

que apelar a la hora de clamar su inocencia.

-Taehyung... ¿sospechas que yo te entregué?

-No lo sospecho, ¡estoy seguro!

-¡Te equivocas!

-Oh, por favor, no quiera tomarme por idiota. Bastante

estúpido fui al confiar en usted. Quise creer que la movía el

amor de madre, pero fui un ingenuo al pensar que una

víbora podía sentir amor por alguien.

-No sabía que estaban en el hospital, ¡te lo juro! Estaban

escondidos, esperando, y cuando salí de la habitación no

me permitieron volver a acercarme, no tenía forma de

avisarte que estaban afuera.

-...
-¡No fui yo quien lo hizo, fue mi esposo! Él me utilizó para

atraparte, yo no lo sabía, lo planeó a mis espaldas... No

pude hacer nada, me engañaron tanto como a ti...

-Es lamentable que en una semana sea eso lo mejor que

se le ocurrió para decir.

-¡Es la verdad, maldita sea! ¿Para qué habría intentado

salvarte si hubiera sido mi idea que te llevaran? Avisar lo

que había sucedido, tratar de asegurarme que estuvieras

bien, ¿qué más podía hacer? Hablé con tu entrenador lo

más pronto que pude, no sabía qué más hacer.

-¿... qué?

-¿Acaso no te lo dijo? Hablé con él. ¿Cómo crees que se

enteró tan rápido de lo que había sucedido? Yo fui quien lo

llamó y le dijo que te habían llevado. No podía esperar a

que se enterara solo, mientras esas horas pasaban podía

haberte sucedido cualquier cosa. Crees que te traicioné,

que quería que te lastimaran, pero piensa cuánto tiempo

más habrías estado prisionero si yo no le hubiera avisado a


Yoongi, cuántas horas más hubiesen pasado hasta que él

comenzara a buscarte...

Taehyung guardó silencio. Tenía sentido. Maldición, tenía

mucho sentido. ¿Cómo se había enterado Yoongi? No lo

había pensado hasta entonces, pero era prácticamente

imposible que hubiese llegado tan pronto en su ayuda sin

esa llamada. Además, la mujer no iba a mentirle en algo

tan fácil de comprobar, sería demasiado estúpida en

pretender que él le creyera más a ella que a Yoongi. Pero

¿por qué su tutor no le había dicho nada...? Otra cosa más

que le ocultaba, una mentira más a sus espaldas...

Pero no, no caería de nuevo en la trampa. La maldita

estaba sembrando cizaña, quería plantar en él la semilla de

la sospecha para sacar fuerzas de sus dudas. No, no le

importaba si había sido así o no, no creía en ella, nada de

lo que dijera lo convencería de hacer ni pensar nada más,

mucho menos en contra de Yoongi.

-¿Cómo puedo hacer para que me creas? -insistió.


-No pierda su tiempo, no podrá de ninguna forma. Ahora,

hágame un favor señora: olvídese de mí para siempre.

-¿Olvidarme de ti? Y cómo crees que puedo hacer eso con

mi hijo mencionándote cada cinco minutos...

Silencio. Un golpe demasiado bajo. El recurso más fácil al

que apelar, y sin embargo, el más difícil de resistir.

Taehyung cerró los ojos, mordiéndose los labios para no

traicionarse.

Hoseok...

-¿Cómo se encuentra? -preguntó en un susurro, como si al

no levantar la voz su promesa de olvidarlo no se rompiera

totalmente.

-Mejor que aquella noche, pero todavía delicado. La

infección ha disminuido y no ha vuelto a tener

convulsiones, pero su cuerpo sigue sin responder, su lado

izquierdo se niega a obedecerle, su visión sigue en

penumbras, y han tenido que introducirle un tubo en el

pecho para drenar la sangre acumulada en su pulmón. Aún


está demasiado débil... si tan sólo pudiera verte estoy

segura de que sanaría más rápido.3

Taehyung alejó el teléfono y cubrió su ojos con una mano,

como si así pudiera alejar aquel problema de su vida y

protegerse del dolor que le causaba. Era inútil responder.

Cruel continuar torturándose de aquella forma, pero a pesar

de todo lo que quería decir, de las razones y motivos que

podría haber expuesto con todo el énfasis de su enojo, sólo

pudo permanecer en silencio y volver el teléfono a su oído

esperando escuchar algo más de su niño de ojos negros.

Sólo un poco más...

-¿Qué puedo hacer por ti? -preguntó de pronto la mujer.

-Dejarme en paz.

-Hablo en serio.

-Yo también.

-Por favor, dime algo que pueda hacer por ti. Salvaste dos

veces la vida de mi hijo, si no más, y ahora me dices que

por mi culpa te han herido. Necesito hacer algo por ti.


-Si quiere hacer lo que corresponde por una vez en su vida,

haga lo que debió haber hecho años atrás: tome a su hijo y

llévelo a un lugar seguro. Asuma su responsabilidad de

madre y aléjelo de su esposo de una maldita vez. Si

permite que él lo lastime otra vez en cualquier forma, por

Dios que le desearé la peor de las muertes y la desdicha

eterna, Haneul. Porque no me importa que se sienta fuera

de ese maldito círculo de violencia, y que no admita su

culpa por no ser usted quien golpea a Hoseok. Es tan

culpable como el desgraciado de su marido, si no más aún,

porque permite que su hijo sufra cuando se supone que

usted, su madre, debería ser la que más lo ame sobre la

faz de la Tierra, la que vele por su seguridad y felicidad. Si

quiere limpiar su conciencia, empiece por saldar las

cuentas con la persona por la que debería dar su vida.1

Se hizo un silencio pesado y evidente del otro lado del

teléfono. Al parecer la señora Jung no esperaba una

respuesta de aquel tipo.


-Bien -respondió al fin con una voz tan ausente que

Taehyung fue incapaz de imaginar la expresión que tendría

en aquel momento-, haré lo que me dices. Pero me refería

a hacer algo por ti, no por Hoseok ni por otra persona.

El rubio dio un suspiro, cerrando los ojos. Odiaba pedir

cosas a los demás, odiaba todo lo que no viniera de su

propio esfuerzo, pero en especial si venía de aquella mujer.

Y estaba a punto de decirle dónde podía guardarse su

ofrecimiento cuando... cuando una idea se cruzó en su

cabeza, tan clara como un cartel de neón. Sí había algo

que él necesitaba... algo que ella podría hacer si quisiera.

-Muy bien -respondió decidido-, si quiere hacer algo por mí,

le diré qué necesito. Ha demostrado tener una facilidad de

vértigo para acceder a lugares cuando no está permitido,

tener presentimientos o "leer la mente" cuando más le

conviene, y todavía no sé cómo demonios hizo para

obtener el número de mi teléfono privado. Al parecer le va

bien el papel de detective -las palabras eran dichas con

rudeza, rozando la ironía despectiva, pero en el fondo eran


inquietudes que Taehyung en verdad había guardado

desde el principio-. Bien, tengo tres personas que quiero

hallar, en Rusia. Saber dónde viven, cómo lo hacen, en qué

situación se encuentran. SunHee, Suni y Kim Dongsun,

esos son sus nombres; 47, 25 y 50 años. Ahí lo tiene,

¿haría eso por mí?1

Ahora el silencio fue mucho más profundo y prolongado

que el anterior. O la propuesta la había tomado demasiado

por sorpresa o bien no sabía como desligarse de la

proposición que había ofrecido, pero el pedido parecía

haber sido más difícil de digerir que el discurso moralista a

la que la había sometido momentos atrás. Justo en el

momento en que Taehyung estaba por decir que lo

olvidara, la voz volvió a oírse, más conmovida y suave de lo

que la había escuchado jamás.

-Lo haré -respondió simplemente.

¿Lo haría? No, claro que no. No haría nada, no buscaría

ningún dato para él, lo sabía, pero de todos modos no

perdía nada con pedírselo.


-Muy bien entonces, buscaré los últimos datos que tengo

de ellos y...

-No -se adelantó la mujer-, no necesito ningún dato más.

Yo los buscaré.

-¿Le repito los nombres?

-Su Hee, Suni y Dongsun. Tengo buena memoria.

Una vez más, la actitud de aquella mujer le sonaba

sospechosa. Sospechosa y falsa. Taehyung sintió un

escalofrío, el presagio de algo funesto. Ya no quería seguir

hablando con ella.

-Si no es para darme esos datos... no quiero que vuelva a

llamarme.

-Pero Hoseok quiere...

-¡No me importa lo que Hoseok quiera! -exclamó Taehyung,

golpeando la cama con el puño cerrado, temblando

levemente por la batalla de sentimientos que pugnaba en

su interior-. No quiero volver a escuchar de usted, ni de

nadie... No vuelva a hablarme si no es sobre mi familia.6

-¿Y si Hoseok quiere comunicarse contigo?1


Una vez más Taehyung se encontró en silencio. Un vacío

terrible y doloroso lo envolvía por dentro, inundándole los

ojos de lágrimas, cerrándose en un nudo sofocante

alrededor de su garganta, como una mano invisible que

quisiera asesinarlo y hundirlo en la desesperación infinita

que sentía. Entonces, sin agregar una palabra más... cortó.

Por unos minutos permaneció sentado en la cama, inmóvil,

escuchando el silencio. Los ruidos de la ciudad le llegaban

como ecos lejanos e irreales mientras a su alrededor el

tiempo transcurría demasiado lento. Y de pronto... la

erupción interna, el arrebato de ira, la energía

descontrolada. Tomó el teléfono, llegó al balcón en tres

zancadas y lo arrojó al aire con tanta fuerza que estalló

contra la pared del edificio más cercano, cayendo al vacío

reducido a pedazos irrecuperables.

-¡Taehyung! -llamó una voz a sus espaldas, mientras él

seguía contemplando, inanimado, la trayectoria de la

insensatez que había cometido- ¡Taehyung! -Yoongi entró

en la habitación y luego se le unió en el frío balcón,


rebozando de un entusiasmo que hacía mucho tiempo que

no tenía-. ¡Lo logramos, mi niño! -exclamó abrazándolo con

fuerza-. Boris lo consiguió, tendremos la audiencia por

adelantado.

-¿La audiencia?

-La del juicio, amor -explicó entusiasmado, tomándolo del

rostro-. Te tomarán declaración, ¡y podremos volver a

casa!17

-Perfecto -asintió escuetamente, con el semblante serio.

-¿Qué te sucede?

-Nada...

No era necesario ser tan cercanos como lo eran ellos para

detectar en esos afligidos ojos claros que las cosas no

marchaban bien. Casi respondiendo a un deseo mutuo

Yoongi lo estrechó entre sus brazos y Taehyung descansó

la cabeza sobre su hombro, agradeciendo en silencio aquel

gesto tan necesitado.

-Pequeño, por Dios... estás temblando, ¿qué te pasa?


-Tengo frío -mintió Taehyung, refugiándose aún más entre

la calidez de aquel cuerpo robusto, cerrando los ojos para

hundirse de lleno en el refugio inviolable que Yoongi creaba

para él, en donde su sola presencia servía para

tranquilizarlo y unas pocas palabras lograban levantarle el

ánimo. No quería despertar la pasión en él, muchos menos

interrumpir la pacífica tregua amatoria que había concedido

a su cuerpo luego del abuso, pero esta vez necesitaba un

abrazo. La caricia tangible y concreta de sentir tibieza a su

alrededor, protección dulce y acogedora y la certeza de

sentirse amado de verdad-. Quiero irme a casa -susurró,

aferrándose con cariño, buscando el consuelo del padre y

no del amante-. Quiero que todo vuelva a ser como antes.

Quiero mi vida de vuelta.17

Yoongi posó suavemente sus labios contra la blanca sien, y

luego besó repetidas veces la suave cabellera.

-Así será, mi amor -aseguró, ocultando su mirada voraz

tras un manto de dulce paternidad-. Confía en mí... Deja

que yo me encargue de todo...


***

-Señor Kim, póngase de pie.

Taehyung obedeció, irguiéndose más airoso y elegante que

nunca, desbordando su encanto en cada gesto aunque

más no fuera en el simple acto de permanecer firme e

inmóvil en su lugar, con la mirada serena y astuta fija en

cada uno de los magistrados. Llevaba un exquisito traje

negro azabache que se amoldaba a cada centímetro de su

figura con una perfección envidiable, la camisa inmaculada

cerrándose pulcramente alrededor de su cuello, en donde

la corbata parecía abrazarlo con la pasión de un amante,

para dejarse caer luego grácil contra la calidez de su

pecho.

Si estaba nervioso, jamás lo demostraría. Calmado y

desenvuelto, observaba todo y a todos como si él fuera la

autoridad máxima a la que los demás vendrían a dar sus

explicaciones, y no el ser sentado en el banquillo de los

acusados. De todos modos, a pesar de su aparente

tranquilidad y de los mil y un consejos que había recibido


de sus abogados, había algo allí para lo que no estaba

preparado: y era la sencillez y aparente facilidad con que

se disponían las cosas a su alrededor. Había esperado

encontrarse con grandes estrados de madera trabajada, un

gran jurado cuchicheando su culpabilidad y un juez con

peluca de rizos blancos observándolo con cara de pocos

amigos. Nada más alejado a la realidad. Una vez más se

había dejado llevar por sus fantasías cinematográficas,

pues la sala a la que había ingresado era muy moderna,

con muebles de estilo liviano, y las autoridades allí

reunidas, en sus trajes de corte caro, distaban de tener

togas y polvorientas pelucas.

No había ningún jurado acusador. De hecho había muy

pocas personas en la sala: el juez con dos asistentes, una

secretaria; dos traductores, uno proporcionado por el

gobierno alemán, el otro traído por órdenes de Boris; el

abogado de Jung Hyun (un hombrecito menudo y casposo,

de aspecto desagradable y diminutos ojos negros, pero de


mirada vivaz y penetrante); Taehyung, Yoongi y dos de sus

abogados. Nadie más.

-Espero que entienda usted que esto no es un juicio, sino

una audiencia extraordinaria para tratar un caso especial.

Sus abogados han presentado una petición que no estoy

dispuesto a otorgar si no encuentro pruebas suficientes.

Está acusado de un delito muy grave para esperar que yo

sea indulgente con usted sin tener mis justificadas razones.

¿Comprende eso?1

-Sí señor -respondió Taehyung

Era muy extraño y más que incómodo expresarse a través

de la voz y las palabras de otra persona. Apenas el juez

comenzaba a hablar el traductor junto a él descifraba

aquellos ásperos sonidos traduciéndolos a su gloriosa y

conocida lengua materna, y lo inverso hacía el hombre

sentado a su derecha, convirtiendo sus pensamientos en

incomprensibles palabras que los demás captaban con

relajada naturalidad.
-A pesar de las barreras idiomáticas, le ruego que

comprenda la importancia de todo lo que se hablará en

esta reunión. Sus respuestas serán tomadas bajo

juramento, con castigo de prisión si incurre en falso

testimonio. También le recuerdo que tal vez esta sea su

única oportunidad de expresarse libremente. Diga todo lo

que tenga que decir, aclare todo lo que desee aclarar,

porque lo que no diga aquí dificultosamente será agregado

a posteriori. ¿Comprende?

-Sí señor.

-Bien, entonces tome asiento y continuemos.

Taehyung se acomodó en su butaca y aguardó en silencio,

intercambiando miradas con Yoongi, sentado a unos

cuantos metros a su izquierda, en un lugar alejado pero

visualmente estratégico.

-Dígame claramente: su nombre y apellido, edad, fecha y

lugar de nacimiento.

-Kim Taehyung, 22 años, 18 de Noviembre de 1982,

Novosibirsk, Rusia.8
-Estado civil, ocupación y lugar de residencia.1

-Soy soltero, patinador profesional y vivo en San

Petersburgo.2

Taehyung suspiró por lo bajo, mientras observaba a la

secretaria tomar nota de sus palabras y a los demás

chequear sus expedientes con gesto cansino. Le parecía

inútil repetir cosas que todos sabían, pero Boris ya le había

advertido lo tedioso que podían llegar a ser aquellos

trámites. Debía armarse de paciencia.

El juez revisó los papeles que tenía frente a él y lo observó

un momento antes de volver a hablar.

-Esta audiencia a sido solicitada y otorgada porque sus

abogados aluden que la permanencia en esta ciudad y en

este país atenta contra su integridad física y psíquica... Se

ha entregado a este tribunal constancias médicas que

probarían que usted ha sido víctima de abuso y malos

tratos por parte de personal presuntamente identificado

como policial, y a la vez una acusación concreta contra el


señor Jung Hyun por considerarlo el autor intelectual de tal

ataque. ¿Corrobora todo esto?

-Sí señor.

-¿Tiene idea de lo grave que es esa acusación?

-Sí.

-¿Entiende que la defensa del señor Jung puede iniciarle

un juicio por calumnias e injurias y que podría ir a prisión?

-Sí.

-¿Y aún así quiere ratificar sus dichos?

-Sí.

Taehyung respondía con tanta firmeza y seguridad que el

juez pareció darle credibilidad de inmediato, aunque por

supuesto no hizo más que guardar silencio y observarlo

evaluadoramente. En cierta medida aquel hombre le

recordaba a Yoongi, aunque tal vez sólo tuvieran en común

la edad. Tenía un tupido cabello blanco, pero en contraste

el rostro era juvenil y sin arrugas, casi afable si se hubiera

permitido la dispensa de una mínima sonrisa. De ojos

oscuros y profundos, observaba como si la experiencia en


su puesto le hubiera otorgado visión de rayos x para leer el

alma de los acusados, y se tomaba todo el tiempo que

deseaba para aquella tarea, aunque a su alrededor se

formaran incómodos silencios que sus colegas parecían

detestar. Resguardado entre Boris y su traductor,

Taehyung le devolvía la mirada con su impasibilidad típica,

mientras tragaba sus nervios y temores, refugiado tras el

muro frío y angelical de su apariencia.

-Debido a la gravedad del crimen de que se lo acusa, se

había tomado como medida de precaución la decisión de

no dejarlo salir del país. Por otro lado, en caso de

demostrarse que estas pruebas presentadas son verídicas,

no podría anteponerse una sospecha a la clara evidencia

de la realidad. Si así fuera confirmado, y ofreciendo todas

las garantías de que usted se presentará voluntariamente a

cuanta audiencia se requiera, aquí o donde eventualmente

la justicia rusa lo disponga... consideraré otorgarle la

repatriación.
Por un momento la ola de alivio que lo invadió por dentro

pareció cruzar la barrera de hielo tras la que se había

ocultado. Aún quedaban muchos obstáculos que saltar,

pero ahora estaba tan seguro de que volvería a casa como

seguro estaba de que aquella noche de pesadilla había

sido real. "Volverás a casa" le repitieron las heridas de su

cuerpo que aún no sanaban...

-Lo que nos obliga a dejar esto de lado y volver al asunto

que nos concierne -continuó el hombre, apartando unas

carpetas y acercando otras.

Taehyung inspiró profundo, y lo mismo parecieron hacer

sus abogados. Algo en sus gestos asemejaba la

preparación a una batalla. Pero antes de que tomara su

lanza y escudo, el juez lanzó su primera pregunta con la

voz rígida y la mirada implacable.

-¿Cómo y por qué conoce a Jung Hoseok?

Taehyung se encontró de pronto siendo el centro de

atención total de la sala, y una sensación horrible se

apoderó de él. Era la primera pregunta, ¡la primera!, y no


sabía cómo responderla. Era como encontrarse en un

mundial y caerse en los primeros pasos de la presentación.

Con un leve carraspeo Boris le indicó que contestara de

una vez.

-Ambos somos patinadores -respondió, con el cuerpo tenso

y la voz firme-. Competimos en el más alto nivel. Somos

muy pocos los que llegamos allí, es imposible no

conocerse.

-¿Cómo podría definir su relación con él?

-...Casual... cordial...

-¿Podría explayarse en su definición?

-Casual porque nos veíamos sólo en las competencias.

Cordial porque nunca intercambiamos más que el saludo

protocolar.

-¿Y cuál es su entendimiento con él al día de hoy?

-... Prácticamente el mismo.

El puntapié inicial para la discordia había sido dado. El

hombre sentado a la izquierda del juez comenzó a tomar


notas con una rapidez morbosa y el que se encontraba a la

derecha intercambió miradas cómplices con el magistrado.

-¿Mantiene la misma confidencialidad ahora que hasta el

día del ataque?

-Prácticamente la misma -repitió Taehyung, ácidamente,

articulando cada sílaba.

-¿Tengo que recordarle que está bajo juramento?

-...No...

-Entonces sea sincero en sus respuestas o la siguiente

será tomada como falso testimonio-exigió el hombre con

sequedad-. ¿A usted le parece que visitar diariamente en el

hospital al señor Jung Hoseok es mantener la misma

relación que viéndose seis veces al año cuanto mucho?

Taehyung entornó los ojos, desafiante. Boris a su lado

parecía morir de ganas de intervenir, y al mismo tiempo de

aplacar los ánimos.

-Usted me preguntó si teníamos la misma confidencialidad

ahora que la que teníamos hasta el día del ataque -insistió

Taehyung sin disimular su mal modo-. Yo le respondo que


sí. He ido a visitarlo a diario, es verdad. He pasado más

tiempo con él esas semanas que en todos los años que

lleva como mi competidor. Pero nuestra comunicación no

ha avanzado ni cambiado por la simple razón de que no

hemos intercambiado palabra alguna. Estuvo en coma

profundo durante todas esas visitas, y cuando recuperó la

conciencia me prohibieron entrar a verlo. El señor Jung se

encargó de que su oficial me lo hiciera saber -aclaró con

resentimiento.1

A sus palabras siguió un silencio desagradable que inundó

primero el estrado, luego la sala por completo. Parecía

haber ganado la pequeña batalla. El juez lo miraba

pensativo, no necesariamente por darle su aprobación, sino

simplemente por no tener intenciones de intervenir en aquel

momento. Pero entonces el hombre sentado a su lado

sobresaltó a todos tanto por su pregunta como por lo

inesperado de su intervención.

-No nos referimos a los penosos momentos de agonía que

pasó Jung Hoseok durante esas semanas... sino al


encuentro sexual que mantuvo con él en la habitación de

su hotel, la noche anterior al ataque.5

La incomodidad fue generalizada: Taehyung perdió

sutilmente el color de sus mejillas, sus abogados recibieron

aquella pregunta como el impacto de una bala de cañón,

Yoongi a lo lejos se tensó, los traductores se movieron

nerviosos y hasta la secretaria levantó la vista hasta él,

escandalizaba. Otra vez el rubio era el centro de atención,

y otra vez la sensación no fue nada placentera.

-¿Qué puede decir al respecto? -insistió el hombre con

malicia.

No podía mentir. No con aquella maldita muestra de semen

que habían tomado del cuerpo de Hoseok. ¿Sería verdad?

¿Existiría realmente? No podría asegurarlo, pero tampoco

podía arriesgarse a mandar todo al diablo por un falso

testimonio. Sabía que su nombre saldría resaltado como en

luces de neón, y Dios lo amparara si la prensa llegaba a

enterarse de eso, pero negarlo sería demasiado estúpido.


Enderezándose, Taehyung posó su mirada en todos, con la

frente en alto y la mirada irritada. Pero luego su rostro se

relajó, y su personalidad fría e irónica de siempre pareció

resurgir de las sombras con una calma relajante.

-Puedo decirle... que fue casual... y que definitivamente fue

muy cordial.1

Un breve temblor estremeció a todos los presentes. Sólo

Yoongi pareció captar la sarcástica burla de aquellas

palabras, mirándolo sin ocultar su sonrisa.

-¿Está admitiendo que tuvo relaciones homosexuales con

él? -volvió a preguntar el hombre, poniendo especial

énfasis en repetir la "atrocidad" cometida.

-Sí, las tuve... ¿Es eso delito aquí en Alemania?

-¡Es una falta a la moral aquí y en cualquier lado!

-Con el debido respeto -intervino Boris, obligando a todos a

un brusco giro de cabezas-, pero las preferencias sexuales

de los individuos no son algo pertinente a discutir en un

tribunal.
-Oh, a mí me parece muy pertinente -terció el abogado de

Jung Hyun, olvidado hasta el momento por el resto de los

presentes, provocando otro sobresalto y el cambio del foco

de atención-. Sobre todo si es un menor de edad el que fue

forzado a tales prácticas.

-¡Yo no forcé a nadie! -exclamó Taehyung sin esperar el

permiso para hablar.

-Disculpe si su palabra no es confiable, Kim -retrucó el

menudo hombrecito con gesto de desdén.

-Esto es ridículo, ¿por qué no se lo preguntan directamente

a Hoseok? Confirmará lo que estoy diciendo. ¿Acaso yo fui

a buscarlo? Fue él quien vino a verme. Que él diga si lo

forcé o estuvo conmigo por voluntad propia.

-Eso haré -dijo entonces el juez, tomando el control de la

situación-. Y les recuerdo que esto no es un café, para

hablar esperarán su turno y mi permiso.

El brusco tono de voz reimplantó el orden. Taehyung

permaneció mirando al grasiento abogado con

resentimiento.
-Es verdad que no nos interesan sus historias de alcoba -

continuó el hombre de pelo blanco-. Lo importante aquí es

qué estaba haciendo usted en el momento en que atacaron

a Jung Hoseok. Pero no vuelva a mentir o a ocultar

información o me veré obligado a cumplir mi palabra y

encarcelarlo si no coopera.

-No he mentido -insistió Taehyung, sus mejillas encendidas

ahora por la ira-. Si la pregunta abarcaba mi relación con él

desde el día del ataque hasta hoy... entonces es

exactamente como lo que dije. Nuestro encuentro fue

anterior a ese momento, así que nuestra relación es la

misma desde entonces. Pregúntenme con exactitud y les

responderé de igual modo.

Una intervención oportuna del siempre cortés Boris impidió

tomaran las frías palabras de Taehyung como una

irreverencia, haciendo hincapié en que las preguntas fueran

claras y sencillas de modo que no hubiera malos

entendidos en las traducciones. Pedido que no fue bien

visto por los mismos traductores, por supuesto, pues


estaban seguros de no haber causado ningún mal

entendido. De todos modos, luego de la aclaración,

Taehyung sintió tan penetrante la mirada de advertencia de

su abogado que se obligó a mantener sus modales.

-Si el encuentro sexual fue casual como usted dice, ¿para

qué fue a verlo Hoseok?

-Para pedirme que lo deje ganar.

-¿¿Cómo??

-Su padre lo había amenazado de muerte si no ganaba en

la siguiente presentación. Y él se sentía incapaz de hacerlo

por lo terrible de su estado. Hoseok me dijo, y yo pude

confirmarlo, que su padre lo había golpeado hasta dejarlo

inconsciente por haber perdido la medalla de oro. Él solía

hacerlo, golpearlo, humillarlo, por eso fue a pedirme que lo

dejara ganar, para que su padre no volviera a lastimarlo, o

peor aún, matarlo. Estaba aterrorizado hasta las lágrimas

con aquella amenaza... que luego "alguien" cumplió.

-¿No le parece un poco extremo que alguien quiera matar a

su hijo porque no gana una competición?


-No. Pero qué importa lo que a mí me parezca,

pregúntenselo a Hoseok y se los contará él mismo.

-Al señor Hoseok le preguntaremos todo lo que sea

necesario cuando sea oportuno. Hoy es su declaración,

señor Kim, así que será usted quien responda.

Los ánimos no eran los mejores para ser tan altanero, era

verdad, pero Taehyung no estaba acostumbrado a dar

explicaciones a nadie ni a ser sumiso. Sólo Yoongi tenía la

cuerda para tirar un poco de su cuello en aquel sentido...

-Si Jung Hoseok le pidió ayuda porque su vida corría

peligro... ¿por qué no lo ayudó?

-No creí que su padre fuera capaz de matarlo por no

ganar... no lo conocía lo suficiente en aquel entonces. Pero

además soy una figura del patinaje señor, no puedo ceder

ante una petición de ese tipo, aunque no esté en juego

ninguna medalla. Tengo una posición y un nombre que

cuidar. No podía ayudarlo como él quería.

No sólo la secretaria tomaba notas de sus dichos. Incluso

Boris lo hacía. Eso lo ponía nervioso.


-Muchos testigos lo apuntan a usted de ser quien entró con

él al vestuario la última vez que vieron ileso a Jung Hoseok,

y muchos otros afirman haberlo visto salir de allí solo, con

paso rápido y gesto iracundo. Citando textual a un testigo -

agregó el juez tomando un papel, al tiempo que se

colocaba unos lentes pequeños y dorados-: "...pasó junto a

nosotros a gran velocidad, nos empujó bruscamente para

apartarnos de su camino y continuó con paso rápido hacia

la salida. Tenía una expresión extraña, el rostro rígido y

algo pálido, con los ojos encendidos y ausentes...". ¿Qué

dice al respecto?2

-No entré con él al vestuario, entré solo y luego él fue a

buscarme, de eso pueden dar fe hasta los jueces del

evento -aclaró Taehyung claramente enojado. Se

preguntaba quienes serían esos malditos testigos, ni

siquiera recordaba haberse topado con nadie, pero

conociéndose no podía jurar que no hubiese sido así-. Salí

con paso rápido porque siempre camino así, y si estaba

iracundo era porque acababa de discutir con Hoseok.


El rostro del hombre a la derecha del magistrado pareció

iluminarse.

-Con que al final sí tenía un motivo para atacarlo, ¿eh? ¿Y

por qué fue que discutieron? -preguntó, tomando su

lapicera como si se dispusiera a tomar anotaciones.

-¿Porque él no estaba de acuerdo con que nuestro

encuentro hubiera sido simplemente "casual y cortés", tal

vez?

-Guarde la ironía para sus amigos, señor Kim, y cuide su

tono de voz -exigió el juez. Los traductores estaban

agitados y tan entregados al papel que cada uno

representaba, que reproducían no sólo las palabras, sino el

tono y hasta los gestos de sus interlocutores-. Explique

cómo fue esa discusión -exigió sin humor. Taehyung

suspiró, airado.1

-Él pensó que nuestro encuentro de la noche anterior había

sido para engañarlo y dejarlo fuera de la competencia. Le

expliqué que si en algo había influido mi deseo (nada tuve

que ver en que no se presentara a la exhibición, no lo


retuve contra su voluntad), era en no verlo patinar en

aquellas terribles condiciones. Yo mismo curé las heridas

que Jung Hyun le había causado, y le aconsejé a Hoseok

más de una vez atender aquella lesión que su padre le

había obligado a ignorar. Los médicos tienen que saber

decir si lo que digo es cierto o no -dijo, y Boris asintió

rebuscando en sus papeles las pruebas que seguramente

abalarían esos dichos-. Hoseok tenía heridas anteriores a

aquel día, y posteriores a la entrega de premios.

-Su señoría, eso no implica que haya sido mi cliente quien

golpeó a su hijo.

-Si le preguntan él mismo podrá confirmar lo que digo -

continuó Taehyung, indignado-. Hoseok estaba aterrado

por haberse perdido la presentación de aquel día porque su

padre había jurado matarlo si volvía a perder. Tanto miedo

tenía que no quiso escuchar ninguna de mis razones y me

echó de allí. Así de sencillo, me dijo que me fuera y me fui.

-¿A dónde se fue?

-A mi hotel.
-¿Con quién?

-Solo.

-¿Por qué no fue a reunirse con su entrenador? Venía de

ganar un gran premio, estaba en una presentación de gala,

todos los demás participantes estaban allí, el público, los

fans, se disponían a festejar, usted era el homenajeado...

¿Por qué no se unió al señor Yoongi, como es su

costumbre hacer luego de todas y cada una de sus

presentaciones?

Taehyung tragó saliva, su gesto hermético. Lo casual de

aquella pregunta no era tal. No era de casualidad ni por

distracción que aquel hombre diera tantos datos de sus

rutinas y costumbres hasta de la forma de festejar sus

logros. Era una forma muy sutil de advertirle que sabía

muchísimas cosas de él, y que si le mentía lo sabría al

instante. Cualquier paso en falso dado en aquel momento

podría ser su ruina.

-Estaba enojado -dijo entonces con mucha suavidad-.

Como bien sabrá, cuando me enojo necesito estar solo y


que nadie me moleste. Fue lo que hice. Me fui solo al hotel,

y allí me quedé. Solo.

-Muy bien... cuéntenos paso a paso qué hizo desde que se

fue a su hotel...

Dos horas y media después seguían estancandos en el

mismo sitio, repasando una y otra vez cada uno de los

pasos dados antes, durante y después del ataque. Mil

preguntas, todas iguales, con las que parecían querer

colapsar su paciencia más que llegar a la verdad. Y el

joven campeón soportó estoico el interrogatorio pasando

por varios estados de ánimo, hasta por fin caer en un

resignado sopor mental, en el que respondía a todo con

monótonas monosílabas. Parecía que aquello no tendría

fin.

Había dicho todo lo que sabía, lo que pensaba, lo que le

parecía, lo que no tenía idea. Había dado todas sus

razones de por qué creía culpable a Jung Hyun, y todas las

pruebas que había dado este de ser un reverendo mal

nacido, y todavía lo tenían a él como acusado. Las


preguntas ya rozaban lo absurdo. ¿Estaban probando su

límite? Llegarían en cualquier momento.

-¿Es usted diestro o zurdo?9

Otra pregunta sin sentido. Taehyung echó una mirada a

Boris, que sentado a su lado parecía tan cansado como él.

Este le indicó que contestara.1

-Zurdo -respondió y las miradas cómplices en el estrado se

multiplicaron-. ¿Por qué lo pregunta?1

Tardaron en responderle. De hecho pareció que no iban a

hacerlo, pero de pronto el juez lo miró fijamente a los ojos,

como si volviera a sospechar de él.

-Porque es una cuestión muy interesante -dijo, evaluándolo

con la mirada-, ya que los resultados de las investigaciones

que se hicieron sobre las heridas de Jung Hoseok dan por

conclusión que hay una alta probabilidad de que el

atacante sea una persona zurda.

Ni un músculo se movió en el rostro del rubio. Era claro que

había bajado nuevamente la cortina de hierro que ocultaba

sus emociones.
-Es ridículo que quieran acusarme por eso. No soy el único

zurdo en el país, ¿verdad?

-Usted dígamelo. ¿Conoce alguna otra persona zurda que

haya estado ese día allí presente?

Taehyung echó una rápida e imperceptible mirada hacia

Yoongi. Su entrenador se la devolvió, tenso y pálido,

escondiendo las manos en los bolsillos en un gesto de

disimulada autoprotección. Sí, claro que conocía uno... lo

conocía muy bien.31

No iba a decir el nombre de su tutor, no era tan estúpido

para incriminarlo a él también en esto, podía estar tranquilo

de eso. Pero de todos modos conocer aquella pista le heló

el alma, y por un momento se le hizo difícil volver a hablar.1

-El treinta por ciento de los presentes en aquel estadio

podían serlo -respondió con calma-. Es insensato

condenarme por eso.

-Nadie lo está condenando señor Kim, sólo queremos

saber si puede ampliar el rango de sospechosos.


Taehyung se frotó los ojos ardidos. Simplemente quería

irse de allí de una maldita vez.

-No estuve en el momento en que atacaron a Hoseok aquel

día. No entiendo por qué continúan acusándome a mí

cuando les he contado todo lo que he visto de Jung Hyun,

todo lo que demostró ser capaz de hacer y todo lo que

Hoseok mismo me contó. Hasta su madre, Haneul, puede

dar testimonio de eso. Ya no tengo nada más que decir.

Todos se movieron, cansados, en sus asientos. Parecían

compartir sus deseos de largarse de allí.

-Póngase de pie -dijo de pronto el juez. Taehyung

obedeció. El hombre dedicó otro momento a observarlo y

luego continuó-. Quiero que me de una buena razón por la

cual yo debería creer que usted no es culpable.

Taehyung se tomó un momento antes de responder.

-Porque nunca necesité, ni necesito ahora, algo más que

no sea mi talento y mi trabajo para quitar del camino a mis

competidores, que es la única razón que hay para avalar

sus hipótesis contra mí. Porque no hay un verdadero


motivo para que yo hiciera eso. Porque no hay ninguna

prueba que me incrimine a mí, y sí hay en cambio muchas

razones para pensar que fue Jung Hyun -dijo, echando una

mirada evidente hacia el abogado, que parecía estar

tomando nota de cada palabra. Pero luego volvió sus ojos

hacia el hombre de cabello blanco y lo miró profundamente-

. Pero la razón principal... es que aprecio... mucho... a

Hoseok, e hice todo lo que me fue posible para ayudar a

salvarlo. Y créame que fui el único -concluyó bajando la

vista. No quería que nadie viera sus ojos humedecerse, no

les mostraría debilidad. No quería dar lástima, sólo que le

creyeran de una maldita vez.12

Un silencio perfecto invadió la sala. Nadie parecía querer

romperlo, nadie se atrevía a hacerlo. Finalmente el juez

volvió a hablar.

-Muy bien señor Kim... esto ha sido todo. Si luego de

estudiar el material que ha presentado considero que hay

pruebas suficientes que comprueben que ha dicho la

verdad sobre su abuso... le prometo que tan pronto como


se lo comunique... podrá volver a Rusia. Ahora puede

retirarse.

***

Taehyung gimió ahogadamente su alivio, arañando las

paredes del cubículo del baño en donde se encontraba.

Yoongi, arrodillado frente a él, prolongaba hábilmente su

placer, recogiendo con su lengua todo resto de simiente

que hubiera escapado a sus labios. No lo hubiera

imaginado, pero luego de la experiencia, decididamente los

baños de un tribunal extranjero sí eran perfectos para tales

menesteres.30

Veinte minutos después de haber ingresado, los dos

salieron del pequeño recinto: Yoongi como si nada extraño

hubiera ocurrido, sacudiendo el polvo de sus pantalones,

arreglando su corbata frente al espejo; Taehyung un poco

menos capaz de tal tranquilidad, todavía con las mejillas

sonrosadas por el placer recibido.

-Esto no era necesario -suspiró apoyando sus espaldas

contra la pared, aún algo agitado.1


-Sí, lo era -replicó Yoongi, mirándolo risueño a través del

espejo-. Estabas demasiado tensionado, fueron muchas

horas bajo presión. Lo necesitabas. Y yo también -agregó,

guiñándole un ojo.7

Taehyung curvó sus labios en una sonrisa cortés, pero

desvió la mirada sin ánimo. Con su pelo rubio cayéndole

sobre los hombros, pues no lo había cortado desde su

único y ya lejano encuentro con Hoseok, enfundado en

aquel impecable traje, parecía modelo de publicidad. Si

bien su belleza no era perfecta tenía un atractivo único, y

Yoongi era el menos ciego a esa atracción.

-Mírate -comentó orgulloso, aún de espaldas a él, sus ojos

ardientes fijos en el espejo-. Te ves increíble.

-Sí, es verdad. Hasta aparenta ser muy hombre -dijo una

voz tan desagradable como conocida desde la otra punta

de la larga fila de lavabos. Ambos se volvieron con

desprecio.

-Jung. No me sorprende verte aquí. Los retretes ya debían

extrañarte ¿verdad?
Jung Hyun lanzó una risa despectiva, mirándose

despreocupadamente al espejo, como si sólo hubiera

entrado a los baños interesado en arreglar su imagen.

-El humor ruso es patético -comentó, alisándose el cabello

hacia atrás, abriendo el grifo para lavarse las manos con

toda naturalidad.

-Entonces hace juego contigo.

-Dime Kim... ¿te llegaron mis saludos? -preguntó de pronto,

mirándolo con una sonrisa malvada-. Unos amigos míos

dijeron que se encargarían de dártelos.3

-Hijo de puta -gruñó Yoongi abalanzándose sobre él, pero

Taehyung lo detuvo con firmeza, sus ojos fijos en el

americano.

-Sí, me los dieron ellos, ya que usted no tuvo el valor de

hacerlo personalmente.

-Oh, no, no hubiera podido. Les advertí que no te tocaría ni

"con un palo"... ¿Siguieron mis consejos de "tocarte" con

el? -Taehyung tembló de horror cuando los flashes de su

memoria ilustraron aquellas palabras. Yoongi, en cambio,


tembló de la ira que lo consumía. Jung continuaba

regodeándose en su triunfo-. Me dijeron que gemías como

una prostituta mientras te lo metían... Te gusta eso,

¿verdad Taehyung? Parece que eres un jovencito

insaciable...4

-¿Qué mierda hace aquí Jung?

-¿Cómo? ¿No lo ven? Soy un pobre padre abatido por el

dolor -exclamó con un gesto teatral, para luego volver a su

gesto cruel-. Juego mi papel en la historia, como ustedes.

¿Acaso creen que la figura del "pobrecito homosexual

abusado" será más fuerte que la del "padre amoroso

desesperado por su hijo"? -preguntó, y luego lanzó una

carcajada-. Por algo Hollywood está en América y no en

Rusia -agregó, guiñándoles el ojo.12

-No podrá hacerlo -aseguró Taehyung tranquilamente-. Ni

siquiera porque sirviera a sus propósitos podría hacer

creíble su amor a Hoseok. Es muy mal actor, como todos

los de su tierra.
-¿Qué importa si me creen? Tengo el ancho de espadas,

idiotas. En cuanto Hoseok declare contra ti serás hombre

muerto.

Taehyung lanzó una fría risotada

-¿Declarar contra mí? ¿Y cómo piensa hacer eso? Hoseok

no mentirá por usted.

-Lo hará si sabe lo que le conviene.

-¿Acaso ha ido a visitarlo...? ¿Lo ha visto desde que

despertó? ¿Se preocupó por su salud?

-Eso no te importa, maricón.

-Se nota que no ha ido porque no tiene idea de cómo está

o de qué es lo que piensa. Hoseok estuvo y está

permanentemente al borde de la muerte, ¿acaso piensa

que sus estúpidas amenazas podrían importarle? Su hijo

ha cruzado un límite, sólo se jugará por lo que ame. Y

lamento comunicarle... que usted no entra en su lista.

-¿Y crees que eso me importa? ¿De qué puede servirme

ahora, qué utilidad puedo sacarle? -Taehyung y Yoongi lo

miraban incrédulos. Jung hablaba sin que se le conmoviera


un pelo-. El "amor" es para los afeminados como ustedes.

Lo valioso de Hoseok era que podía ganar medallas. Sí,

ganar medallas y mucho dinero. Pero es un estúpido, un

flojo... Y fue demasiado débil para soportar como un

hombre... -un chispa de desprecio encendió su mirada-.

Ahora sólo es una carga inútil, es lo que mi esposa no

quiere entender, así ya no sirve para nada. Ah, pero no me

hundiré solo en este barco, ¿oyeron? Sí, las cosas

terminaron mal, todo se salió de control y no siguió el

rumbo que había planeado, pero si yo perdí mi lugar no los

dejaré seguir en carrera, eso lo juro. Hoseok podrá ser un

inválido inservible, pero no descansaré hasta que tu

mocoso caiga en prisión y deba meterse los patines en el

trasero, donde tanto le gusta.17

-¿Cómo puedes ser tan mal nacido, Jung? Es de tu hijo de

quien estás hablando, ¡tu hijo!

-¿Ahora vas a darme clases de moral, Yoongi? ¿Justo tú? -

preguntó mirándolo de arriba abajo.4


-Jamás golpeé a mi muchacho. Nunca lo insulté, ni lo

humillé, ni le falté el respeto, ni hablé de él como si fuera

basura.3

-No lo golpeas pero te lo cojes, ¿acaso eso es mejor? Sí,

mejor para ti. Y seguramente también para él, porque son

igual de anormales. Asquerosos.2

-Cierra tu mugrosa boca y escúchame. Recuerda muy bien

lo que voy a decirte Jung, porque este será tu final -

aseguró Yoongi amenazándolo con un dedo, mientras sus

ojos ardían de odio-. Morirás, y lo harás frente a mí. Antes

de acabar mi vida veré tu sangre derramada y escupiré tu

cadáver como la porquería que eres. Recuérdalo y dalo por

hecho.11

-Vaya, no sabía que Nostradamus era ruso -sonrió el

americano. Volviéndose al espejo, sacó de su bolsillo

interno un pequeñísimo cofre plateado, y tomando de él un

montículo de polvo blanco lo aspiró por la nariz con total

impunidad.
Yoongi rodeó a Taehyung con sus brazos, como si quisiera

protegerlo de aquel espectáculo decadente. Jung perdió el

equilibrio por un momento, y luego se volvió a ellos con una

sonrisa idiota. Pareció que iba a agregar algo más, pero

como si hubiera entrado en un transe "feliz", rió

estúpidamente, y haciéndoles un gesto obsceno, se fue.

-Yanqui descerebrado -murmuró Yoongi, sin poder creer

tan pobre conjunto de neuronas.

-¿Notaste lo mismo que yo? -preguntó Taehyung, aún con

los ojos fijos en la salida.

-¿Que es un idiota?

-Además -concedió con calma, posando una mano sobre el

hombro de su tutor, mirándolo con una sonrisa discreta-.

Querido Yoongi... él también es zurdo.

***

-Taehyung... Despierta, tienes visitas...

Muy perezosamente Taehyung comenzó a abrir los ojos.

Se había quedado dormido cómodamente echado sobre los

gigantescos y mullidos almohadones que adornaban la sala


de juegos, un cuarto espectacular donde además de esos

placenteros rincones en dulce penumbra podía hallarse una

mesa de pool, una barra de bebidas y un impresionante

equipo de música con su correspondiente lugar para bailar.

Había también otro sector donde un gigantesco televisor de

pantalla plana era rodeado por la más variada colección de

dvd's, dispuesto frente a unos enormes y cómodos sillones

anatómicos que superaban la comodidad de cualquier cine.

Sencillamente era el mejor cuarto para relajarse, sin

menospreciar, claro está, la bella terraza con sus reposeras

de madera y el jacuzzi, disponibles a todas horas aunque el

clima no invitara a poder disfrutar plenamente de todo

aquello.

"Tienes que despejarte"

Esa había sido la consigna dada por Yoongi, y Taehyung la

había tomado al pie de la letra. En las siguientes dos

semanas, mientras continuaba esperando una resolución

del juzgado, se había dedicado a disfrutar de todo lo que se

había visto privado desde su llegada a Munich:


comenzando por nadar durante horas en la espectacular

pileta del hotel, pasando por degustar todos y cada uno de

los vinos y cócteles que habían caído en sus manos, hasta

desfallecer rendido de placer en los brazos de las más

diversas y hermosas señoritas alemanas que pudo ser

capaz de conseguir. Bueno, conseguir era tal vez sólo una

expresión, pues Yoongi solamente tenía que encargarse de

organizar sus encuentros amorosos de modo tal que

pudiera abarcarlas a todas. Luego de eso el trabajo era

sencillo... ellas venían solas.18

-Querido, a las damas no se las hace esperar...

Taehyung se fregó suavemente los ojos, pesado por el

sopor del sueño y el exceso de licor que había ingerido. No

se sentía enfermo, aunque sí extraño; la tolerancia al

alcohol de cualquier ruso era altísima, pero él no recordaba

haber bebido tanto en toda su vida. No solía hacerlo en

exceso, su actividad de atleta se lo impedía, pero en los

últimos tiempos había descubierto que era la mejor manera

de afrontar sus días. Sí, mejor era beber... y olvidar...5


Con la mirada nublada giró la cabeza para observar a quien

le hablaba. Era Yoongi, por supuesto, junto a una

muchacha de cabello oscuro y grandes ojos verdes, que lo

miraba entre admirada y temerosa.

-Vamos, hijo, vamos. Ponte de pie.

Sí, de pie, tan fácil era decirlo. Ayudándose con los brazos,

Taehyung se irguió en toda su altura. Vestía un sencillo

pero bello conjunto de jogging negro, que le daba un toque

informal y a la vez destacaba cada detalle de su esbelta

figura. Se sentía algo mareado, pero eso ya pasaría.

Reprimiendo un bostezo pasó una mano por su cabello a

modo de peinado y se adelantó observando a la chica sin

ningún disimulo.

-Ella es Ingrid -explicó Yoongi sin poder ocultar una

pequeña y viciosa sonrisa-. Ha estado esperando por

semanas la oportunidad de conocerte personalmente,

incluso ha pasado días fuera del hotel para poder verte. No

pude dejar de darle una pequeña ayudita para que su

sueño se hiciera realidad, ¿verdad linda? -preguntó


acariciándole el hombro, echándole el pelo hacia atrás.

Pero la muchacha estaba demasiado embelesada o

avergonzada para responder más que con una sonrisa.

-Ingrid... -repitió Taehyung, y ella asintió con timidez. Al

estilo más caballeresco tomó la delicada mano y la besó

respetuosamente. Ella acrecentó su sonrisa, sus mejillas

encendiéndose. Todo parecía muy cortés... pero la

silenciosa complicidad de los dos hombres encerraba algo

maligno.

-Los dejo solos -anunció Yoongi y echándole una mirada

encendida a su niño, abandonó la habitación.

-Estoy muy feliz de conocerte. No sabes lo que esto

significa para mí -comenzó a decir la chica hablando con un

terrible acento alemán, y continuó, mencionando las típicas

sandeces que las fans suelen decir a sus ídolos, entre

gestos nerviosas y risas exageradas. Su inglés era

bastante malo, pero de todos modos... Taehyung no la

quería para conversar.


Sonriéndole, agradeciéndole de vez en vez, la había

llevado hasta los tiernos almohadones en donde él había

estado reposando tan cómodamente momentos atrás. Allí,

ignorando completamente los elogios con que era

bombardeando sin cesar, comenzó a evaluar en detalle la

presa de aquella noche. En verdad era muy bonita. Tenía

un brillante pelo color caoba, suavemente rizado por debajo

de los hombros, unos ojos verdes grandes y hermosos, y

una cintura casi inexistente. Tal vez era demasiado delgada

para su gusto, con un trasero para nada atractivo, pero lo

compensaba con unos pechos redondos y apetecibles. Sí,

era bella, y rezumaba feminidad. Eso le gustaba.

Extremadamente nerviosa, más aún ante el hecho de que

Taehyung no hiciera más que devorarla con los ojos, la

muchacha mencionó algo sobre lo bella que era la

habitación.

-Nunca he jugado al pool -confesó mirando la mesa con

interés, intentando encontrar un tema de conversación que

ocultara su entusiasmo.
-Yo puedo enseñarte -se ofreció Taehyung sin mirarla a los

ojos, su instinto de hombre creciendo paso a paso.

A veces le causaba gracia sentir aquella atracción por las

mujeres. Mientras veía a esta en particular, jugando

tontamente con las bolas sobre el paño verde, tomando de

manera incorrecta el taco, mostrándose infantil y

provocadora el mismo tiempo, recordó cómo aceptar su

bisexualidad había sido más un problema para Yoongi que

para él mismo. ¡Al principio había sido tan difícil para su

tutor asimilar el hecho de que le gustaran las mujeres!

Luego, a través de los años y al ver que no conseguía

desarraigar esa atracción, había aceptado que tuviera

encuentros con ellas, siempre y cuando fueran una mera

distracción, descartable y desinteresada, que acabara allí

luego de coito, un disfrute más como podría ser ir al cine o

salir de compras. Incluso luego de un tiempo había

encontrado diversión en arreglar esas citas él mismo, en

presenciarlas desde las sombras y a veces hasta

filmarlas.26
Sin embargo aún recordaba la primera vez que había

hablado de aquel tema con su "padre". Tenía 15 años y las

hormonas demasiado alborotadas como para contentarse

sólo con él. Sentados tranquilamente en la terraza de su

casa en San Petersburgo, una noche de verano se había

atrevido a plantearle aquellos deseos tan terrenales, sus

atrevidas incursiones amorosas, e incluso la peregrina idea

de tener una novia.

-¿Para qué te serviría una mujer? Son estúpidas -había

dicho Yoongi, relajado-. Es inútil involucrarse con ellas.

¿Qué pueden ofrecerte? Hijos, es para lo único que sirven.

Y tú no estás buscando ser padre, ¿verdad? Hablamos de

temas de alcoba, de placer. Nunca una mujer podrá darte

tanto placer como un hombre. Nosotros nos conocemos,

sabemos qué nos gusta y cómo obtenerlo. ¿Cómo podría

saber una mujer qué siente un varón, qué busca, qué

necesita? No, imposible. No tienen nada para ofrecer, nada

que no pueda darte un verdadero hombre.25


-Pero son bellas -había respondido él, confundido-. Me

gustan sus cuerpos. Sus pechos, su piel... Es agradable

dormirse abrazado a ellas... No lo sé, sentir su cuerpo

dúctil, amoldándose perfectamente al de uno... Es como un

rompecabezas, todo encaja correctamente. En cambio, con

nosotros es distinto... es... antinatural...

¡Como se había puesto Yoongi al escuchar aquello! Airado,

se había levantado de su asiento, casi haciéndolo caer,

para tomarlo con fuerza de los brazos, atrayéndolo hacia él.

-Eso es una estupidez Taehyung -había dicho, abrazándolo

con fuerza contra su pecho en un gesto que podría haber

sido hasta violento, mientras avanzaba con él casi a la

rastra hacia dentro de la casa-. ¿Cómo que antinatural?

¿Quién te ha metido ideas raras en la cabeza?

-Nadie.

-Los cuerpos se amoldan al deseo de quien los posee.

¿Crees que somos dos piezas que no encajan? ¿Que no

está bien lo que hacemos, lo que somos?9


-No... no he querido decir eso -había respondido, intentado

disuadir a las manos que desabrochaban su pantalón con

presteza, recostándolo sobre el lecho, acomodándose

sobre él.

-Te demostraré que eso es totalmente posible... sólo hay

que llegar más y más profundo... sí mi niño.... relájate y lo

verás...

Taehyung apretó los ojos con fuerza para dar fin a su

recuerdo. La muchacha seguía hablando, preguntándole si

luego podría firmarle unas fotos y su agenda. Era

realmente muy teen. Ignorando sus preguntas, Taehyung

se posicionó tras ella y pasó sus brazos a cada lado,

enseñándole a tomar la posición correcta para el primer

tiro.

-Tomas el taco de esta forma -indicó, presionándola contra

él- y te inclinas hacia adelante... -La chica tembló

levemente al sentir aquella firmeza apoyada contra su

trasero, y luego se relajó, complacida. Taehyung olfateó su

cabello, olía delicioso-. Ahora visualizas la bola blanca,


siempre la blanca... apoyas la punta sobre tus dedos, así...

calculas bien... y ya.

El golpe fue breve, seco y rápido. Las pequeñas bolas

rodaron y chocaron entre sí provocando un ruido

estruendoso, desparramándose por el paño. La ingénua

Ingrid soltó el aliento que había retenido y sonrió,

levemente agitada por sus fantasías de adolescente.

-Eres bueno en esto...

-Soy bueno en muchas cosas...

Convencer a una mujer enamorada es más fácil que sumar

uno más uno, y cuando esa mujer solo tiene 16 años y está

viviendo el momento más romántico de su vida con el ídolo

que siempre soñó... sumar esos dos dígitos se convierte en

tarea difícil a comparación. Inútil es decir que diez minutos

más tarde la muchacha había perdido más que su ropa

interior y que de su inocencia sólo quedaba el recuerdo.1

Perder la virginidad con el Campeón del Mundo. Agradece

el privilegio, baby.21
Había un perverso punto en común que Taehyung

compartía con Yoongi, y este era que ambos sentían un

indomable placer por escuchar gemir de dolor a quien

tuvieran bajo su cuerpo. Era inevitable, el rubio solía ser

siempre muy caballero, pero su gentileza se iba al diablo en

cuanto escuchaba esos exquisitos siseos de dolor, la

inconfundible mueca de sufrimiento, y por qué no el

excitante grito de súplica. Allí, escuchando los agudos

quejidos de esta pequeña virgen mientras penetraba su

suave cuerpo sobre la misma mesa de pool, viendo su

carita de ángel distorsionada por esas nuevas sensaciones

que desconocía, no pudo evitar recordar el hermoso rostro

de Hoseok en el momento exacto en que lo hacía suyo...

Cómo olvidarlo, si había sido perfecto: los ojos cerrados,

los dientes blanquísimos y perfectamente formados,

apretados y al descubierto musitando su dolor, las

delicadas manos aferrándose a la funda del sillón o en un

vagabundeo errátil en busca de su pelo, para arañarlo,

atraerlo hacia él, aferrándolo con violencia, arrancando


débiles cabellos rubios en cada estocada. Sí, recordaba

cada detalle, y ahora que rasgaba profundidades a las que

nunca nadie había accedido antes, hacerlo con ella le

pareció un hecho burdo e innecesario. ¿Para qué tomar

nuevos cuerpos si ya había conquistado al que más

deseaba? ¿Para qué abrir nuevos canales si había sido el

primero en atravesar la puerta de acceso al secreto más

amado? No, era inútil que buscara, no hallaría a Hoseok en

aquellos cuerpos sin nombre.

Taehyung besó el cuello de la muchacha y lo encontró igual

de suave, aunque su fragancia era distinta: flores dulces

donde Hoseok había sido bosque de pinos, naturaleza

salvaje y a la vez delicada. Sí, había respirado en su nuca,

con la caricia de sedosos cabellos negros en su rostro, y se

había perdido en un parque de hierva fresca y frutos

silvestres, aire puro y sol radiante. Nunca había estado allí,

pero ahora podía jurar que el Edén olía a Hoseok.

"¡Deja de pensar en él!" dijo una odiosa pero sabia voz en

su cabeza, y en seguida navegó hacia una parte del cuerpo


que no pudiera comparar. Manteniendo el ritmo de sus

caderas, vigoroso y constante, se zambulló entre los

mullidos y redondeados pechos, apretándolos con sus

manos, succionándolos con glotonería. "Oh sí, amo esto"

pensó, y sonrió con cierta tristeza por haber encontrado al

fin algo que Hoseok no hubiera podido darle. Sí, las

mujeres era encantadoras, y no importaba qué dijera

Yoongi, habían cosas que no podía reemplazar un

hombre... Por más que ese hombre fuera su niño...1

-Basta -se exigió en un murmullo, y redobló su velocidad,

arrebatando nuevos y sentidos gemidos. Lo arrancaría de

su cerebro, al igual que ahora arrancaba la inocencia desde

entre esas piernas.

Pero la sensual atmósfera fue interrumpida nuevamente.

Esta vez no eran sus recuerdos intrusos colándose en los

momentos más inoportunos. No, esta vez era un ruido y

una presencia concreta. Sin ningún tipo de permiso, Yoongi

había entrado a la habitación y ahora avanzaba hacia ellos

con toda naturalidad... ¿Qué diablos quería? ¿Por qué no


se quedaba oculto en las sombras y los miraba desde allí

como solía hacer si eso era lo que deseaba? No sabía por

qué, pero al parecer su entrenador había decidido tener

una participación más activa aquella noche...

Taehyung lo vio acercarse entre las sombras y asomar a la

luz con suavidad, deslizar lentamente sus dedos por el

ancho borde de la mesa y detenerse junto a ellos sin decir

una palabra. Ingrid lanzó una pequeña exclamación,

mezcla de sorpresa y pudor, que mutó a una expresión

temerosa en sus grandes ojos verdes. Pero el recién

llegado, lejos de marcharse, le acarició los largos rizos

caoba y la besó en la boca con decisión. Taehyung

observó, tenso, cómo la chica intentaba resistirse ante

aquella intrusión, y cómo cedía luego a la experiencia de

esa boca que la invadía sin permiso. Y luego, sin consultar

tampoco, Yoongi se volvió hacia él, y repitiendo el gesto le

acarició el cabello antes de besarlo con pasión. Al quedar

visible nuevamente, el rostro de Taehyung estaba

sonrojado, tanto por la invasión de su intimidad como por la


expresión en el rostro de la chica, que parecía haber

quedado maravillada por el pequeño espectáculo que

acababa de presenciar.+

-Continúa -ordenó Yoongi con suavidad, acariciando la

cabeza de ambos, mientras sus ojos se encendían tanto

como su cuerpo, incitándolos a reanudar lo que habían

comenzado-. Vamos, no te detengas -susurró.


Capítulo 5.2

–Continúa –ordenó Yoongi con suavidad, acariciando la

cabeza de ambos, mientras sus ojos se encendían tanto

como su cuerpo, incitándolos a reanudar lo que habían

comenzado–. Vamos, no te detengas –susurró.13

Taehyung inspiró profundo. Por alguna maldita razón sabía

cómo acabaría todo eso y lo odió. Pero como si no tuviera

la facultad de decidir sobre su cuerpo, obedeció algo tenso,

obligado.

–Son hermosos, tan hermosos... Sigue, sí, bésala así...

Envuelto en su fina bata roja, Yoongi disfrutaba claramente

de tener a esas dos jóvenes bellezas amándose frente a él.

Los acariciaba, los besaba, posaba sus manos sobre los

cuerpos tibios y palpitantes, delineando sus contornos y

uniones, sintiendo los músculos moviéndose bajo su tacto,

las vibraciones, las respuestas de la piel. Luego de varios

minutos, Taehyung no podía decir que estuviera pasándola

mal, pero se sentía francamente desconcentrado.

Continuaba poseyendo a la muchacha, intentando ignorar


el hecho de que su tutor hubiera dejado de acariciarlos

para posicionarse tras él, recorriendo ahora su espalda

desde la nuca hasta la suave curva que se formaba al

final.8

Incomprensibles susurros en ruso escaparon de sus labios

cuando la inquieta lengua de Yoongi se hundió entre sus

glúteos, preparándolo de una forma enloquecedora para lo

que ya había sospechado que vendría. No quería hacerlo,

mucho menos con la chica allí presente, testigo a la que

tuvo que besar con pasión para distraerla de la visión que

la tenía atrapada y totalmente estupefacta.

Ahora había llegado su tiempo de gemir de dolor. Ingrid

resguardó entre sus senos el rostro de su ídolo cuando fue

penetrado por su entrenador (¿quién diablos iba a creerle

esto alguna vez?), y acarició la hermosa cabellera rubia

cuando comenzó a temblar entre jadeos entrecortados. Ella

había olvidado su propio dolor e incomodidad. Ahora era

otro quien le hacía el amor a través de su amado, una

cadena de gemidos y placer que no podía terminar de


creer. Besó en los labios aquel rostro contorsionado por el

dolor y él le correspondió, agradecido. Ahora que el

dominador era dominado lo sentía más dulce y cercano a

ella.7

–Luego de un momento te acostumbras –lo consoló,

pensando en su ingenuidad que el ruso no tenía ninguna

experiencia en esto. Yoongi, sobre ellos dos, lanzó una

carcajada. Taehyung ignoró la maligna burla y besó a su

dulce fan, murmurando que estaba bien, respirando

profundo para encontrar el equilibrio entre dolor y placer.

Al parecer allí estaba la clave. No había nada en el mundo

que quitara el dolor de aquel momento, y tras la experiencia

con los alemanes aquello parecía más de lo que era capaz

de soportar, pero esta vez eran cuatro las manos que lo

consolaban y dos las bocas que lo colmaban de besos para

que olvidara el fuego que entraba paso a paso en su

cuerpo. Era un dios dorado, alabado por delante y por

detrás, mientras intentaba mantener la calma. Una vez

controlado el tormento en su interior, pudo volver a


concentrarse en el hermoso cuerpo que tenía entre sus

brazos, y en el que aún se hundía azotándolo con fuerzas

ajenas. Se había convertido en el intermediario de un ritmo

que no era el propio, pero al que pronto se unió para formar

una misma sintonía. Sí, esto era nuevo y no estaba nada

mal.4

–Siente... sufre... goza... –las palabras eran susurradas en

su oído mientras una mano lenta descendía por sus

caderas–. Dar y recibir, Taehyung... eres un puente de

placer.

Pronto los dos jóvenes estuvieron gimiendo al unísono,

azotados por la misma fuerza. Un puente de placer, sí,

pues el impulso que penetraba por entre sus muslos salía

convertido en gemidos de mujer de aquellos labios

carnosos y femeninos. Eran como tres velas distintas, pero

una misma llama. Una lejana metáfora religiosa que lo hizo

sentir blasfemo.

Taehyung se sentía desfallecer. Yoongi nunca lo había

compartido con nadie y él jamás se había dejado poseer


por otro hombre, por lo que ahora nadaba y se ahogada en

aguas desconocidas, donde las sensaciones se

encontraban como olas furiosas en medio de una

tempestad y el aire no le alcanzaba para reír o llorar. Placer

y dolor, dolor y placer, golpeándolo un por delante, el otro

por detrás, hasta confundirse en el centro mismo de su ser,

ardiendo en sus entrañas como un fuego nuevo e

indescriptible. Un cuerpo galopando a sus espaldas, otro

temblando contra su vientre. ¿Qué era aquello, por Dios?

¿La culminación de todos sus deseos? ¿La plenitud del

goce total? No, no sabía explicar qué era, pero sabía que

no era la cima. Él ya la había alcanzado, y sólo había

necesitado a una persona.

–¡Oh, Hoseok!77

Fue una cadena de orgasmos. Primero Ingrid, luego

Taehyung y por último Yoongi, que acabó con furia y una

violencia desmedida, a estocadas profundas y bruscas,

finalizando con una mordida feroz en el cuello de su niño,

de la que brotaron unos puntos de sangre.


Taehyung ahogó su grito en los palpitantes pechos de la

muchacha y allí aguardó jadeante y dolorido, a que el

infierno de lava que se derramaba en su interior finalizara

de una vez y dejara de quemarle.

Demasiado extasiado para pensar, muy dolorido para

reaccionar, quedó casi desvanecido sobre la chica, que

ahora temblaba estremecida y fría, y permaneció con la

cabeza sobre sus senos desnudos, con los ojos cerrados y

los labios entreabiertos, hasta que el cuerpo que lo invadía

lo abandonó. Fue una salida dolorosa, pero luego el ardor

le era demasiado familiar como para quejarse.2

De todos modos, no quería mirar a Yoongi. No tenía que

preguntar el por qué de aquella violencia extraña e inusual.

Sabía que lo había escuchado pronunciar el nombre

prohibido en la cumbre de su éxtasis, y que estaría furioso.

Pero... ¿estaba arrepentido? ¿Acaso no se sentía orgulloso

y conmovido de que su corazón y su mente hubieran

recordado a Hoseok en ese momento a pesar de todos los

planes? ¿Satisfecho de que Yoongi lo hubiera escuchado,


así podía quedarle claro que ni en el más alto punto de

placer lo nombraría a él?

Sí, sí lo estaba. Por eso ni siquiera se molestó en abrir los

ojos para mirarlo cuando depositó un sobre en su mano.

Para cuando identificó el sello oficial en el sobre, la puerta

se había cerrado con violencia y nuevamente eran dos en

la habitación.

–¿Qué dice? –quiso saber la muchacha, que ahora, un

poco más tranquila, le acariciaba el cabello con adoración.

Taehyung acabó de leer y devolvió la carta al sobre. Sus

ojos centelleaban, y casi no podía reprimir su sonrisa de

felicidad.

–Dice que me voy a casa –anunció con suavidad,

abandonándose nuevamente sobre ella, mientras la

abrazaba con dulzura.15

Podía volver a Rusia. Al fin.1

***

Parecía increíble estar en el aeropuerto, con su equipaje

despachado y sus documentos en orden, listo para subir al


avión que lo llevaría de regreso a casa. Yoongi estaba a su

lado, por supuesto, ultimando los detalles finales antes de

abordar, despidiéndose para siempre de ese maldito país.

Algunas chicas se habían acercado a Taehyung para

tomarle fotografías y pedir su autógrafo, y él había

aceptado con una sonrisa. Todo parecía estar bien.4

Desde la llegada de aquella carta, apenas un día atrás, las

cosas habían comenzado a marchar sobre ruedas. En

pocas palabras el comunicado resumía las decisiones

tomadas por el juez, y la más importante, desde luego, era

la vía libre para abandonar el país. Pero aunque había una

lista infernal de órdenes que debía acatar hasta que el

juicio llegara a su fin y se dictara un veredicto (prohibido

cambiar de domicilio, obedecer cualquier disposición que

se tomara o de lo contrario sería apresado por la Interpol,

obligación de colaborar con la causa, y un largo etc), otra

resolución lo había llenado de satisfacción: gracias a sus

acusaciones y sospechas levantadas, ahora Jung Hyun

estaba igual de implicado que él en la causa y debía


cumplir las mismas normas. ¡Lo había logrado! Había

conducido las miradas acusatorias a ese energúmeno

despiadado, que ni con sus dichos dejaba de lastimar a

Hoseok. No le permitirían acercarse a él, ninguno de los

dos podría, y aunque eso le causaba dolor, no podía dejar

de pensar en que ahora su niño estaría a salvo. Al menos

algo en toda aquella amargura había valido la pena.5

“Sí Hoseok... al final te hecho el favor que tanto me

necesitabas”2

–¡Taehyung! –exclamó alguien de pronto. Los dos hombres

se volvieron hacia el llamado de aquella voz.

Haneul agitaba los brazos llamando su atención,

abriéndose paso entre la gente–. ¡Espera, no te vayas!

–Ignórala –ordenó Yoongi dándole la espalda, tomando del

brazo a su pupilo que obedeció volviendo la vista al piso.5

–¡No te vayas!

Los gritos se fueron acercando, pero antes de que la mano

femenina pudiera asir la del rubio, Yoongi se interpuso

bruscamente entre ellos.


–Déjelo en paz –gruñó amenazante, como un animal

defendiendo a su cría.

–No deseo lastimarlo. Sólo quiero…

–¿No cree que usted y los suyos ya le causaron demasiado

daño?

–Taehyung, no te vayas todavía, Hoseok quiere verte.2

–Se lo diré por última vez, deje a mi muchacho en paz.

–¡Te necesita, Taehyung! ¡Te ama! ¡TE AMA!19

Yoongi tomó con firmeza del brazo a su silencioso niño y lo

condujo hacia donde las azafatas ya comenzaban a

convocar a los pasajeros.

–¿Qué voy a decirle ahora a Hoseok? –exigió la mujer casi

en un lamento. Los demás pasajeros comenzaban a

mirarla, tal era la escena que estaba armando–. ¿Qué le

digo cuando sepa que te fuiste?3

Taehyung no había levantado la vista del suelo, ocultando

su rostro bajo la lluvia dorada que era su pelo. Pero cuando

los alzó, sus ojos celestes se veía dolidos y llenos de

lágrimas.
–Dígale que lo siento –susurró, antes de que Yoongi

prácticamente lo arrastrara hacia el interior, y juntos

desaparecieran tras los pesados cortinados rojos.3

El botón de “abróchese el cinturón” se encendió frente a

sus ojos, al tiempo que una azafata de sonrisa perfecta se

paseaba por los pasillos asegurándose de que todos

cumplieran la orden. Afuera el día se había tornado

espantoso, con el cielo cubierto de gigantescos nubarrones

gris oscuro, y las primeras gotas de lluvia ya comenzaban a

golpear contra los cristales donde los tristes ojos de

Taehyung se reflejaban con indiferencia.

–Ha sido mejor así. Lo sabes –comentó Yoongi a su lado,

pero el rubio lo ignoró por completo. Y cuando minutos

después le ofreció un periódico, se negó un gesto brusco,

volviéndose hacia la ventanilla visiblemente ofuscado–.

Debes leer esto –insistió con voz tranquila.

Con un resoplido de impaciencia, Taehyung tomó lo que se

le ofrecía y comenzó a leer lo señalado con gesto

iracundo… Momentos después desviaba sus ojos del


periódico a su entrenador, las pupilas dilatadas, el rostro

tenso…

Yoongi, en cambio, parecía más tranquilo que nunca. Con

gesto paternal se inclinó sobre él y lo besó en los labios

con mucha discreción.1

–Ahora duerme tranquilo, mi amor –dijo cubriéndolo con la

manta azul de la aerolínea–. Tenemos un largo viaje por

delante.2

Taehyung no discutió. Tomando el borde de la manta la

subió hasta su cuello, y girándose en su asiento se volvió

de cara a la ventana. No supo dónde había caído el

periódico, ni le importaba realmente. No necesitaba

releerlo…

MACABRO HALLAZGO

Tres oficiales pertenecientes a la policía federal fueron

hallados muertos esta mañana por un grupo de niños que

jugaba en las cercanías de una zona descampada, a 20 km

del corazón de Munich.


Los cuerpos fueron reconocidos como los de un

comandante y dos suboficiales de menor rango, aunque

sus identidades se mantienen en reserva por orden del juez

que atiende la causa. Gracias a las noches de intenso frío,

que retrasó su estado de descomposición, pudieron

evidenciarse a simple vista claros signos de tortura,

plasmándose así el doloroso padecimiento que estos tres

hombres sufrieron antes de encontrar su funesto final.30

Aún se desconocen los móviles de los asesinatos y

tampoco se tienen detenidos ni sospechosos, pero la saña

y crueldad con que se cometieron estos terribles crímenes

dejan entrever que no se trató de un hecho casual ni

accidental, sino premeditado y con claros tintes de

venganza.

Las cruentas imágenes de la escena del crimen hablan por

sí mismas.1

–Créeme, ha sido mejor así –insistió Yoongi, relajándose

en su asiento–. Si nos hubiéramos quedado… a Hoseok

podría haberle ocurrido cualquier cosa…39


El avión carreteó unos momentos y luego se elevó,

ingrávido hacia el cielo.

Taehyung no se volvió ni dijo una palabra más en todo el

viaje; silencioso, pensativo, su rostro reflejado en la

ventana. Y los cristales le devolvieron la mirada, con los

ojos tan inundados y grises como el mismo firmamento…

3
Capítulo 6

¿Cuánto dura un año...?21

Trescientos sesenta y cinco días dirán lo más iluminados,

pero no se trata de eso. La pregunta es... ¿cuánto tarda en

pasar un año? ¿Cuánto tiempo dura un mes, un día, una

hora...? ¿Qué es el tiempo después de todo? Sabemos

cómo es el color verde, pero... jamás sabremos si para otra

persona el verde es el mismo color que nosotros

conocemos, o si lo ve de la misma manera... Del mismo

modo, ¿cómo podríamos asegurar que el tiempo que tarda

en transcurrir una hora es igual para uno que para otro?4

Relatividad.

Taehyung no era muy propenso a la filosofía. Lo blanco era

blanco, lo negro era negro, y lo gris debía decidir cual de

los dos bandos escogería, y tenía que hacerlo rápido, de lo

contrario lo desechaba y pasaba a lo siguiente, fin del

asunto. Las cosas en su vida debían ser claras, concisas y

útiles, nada de abstractos y medias tintas. Tal vez por eso


era tan brillante en matemáticas como mediocre era en

literatura, y quizás también fuera esa la clave por la cual

una disciplina estricta daba tan buenos resultados en él.

Pero a pesar de su naturaleza práctica en el último tiempo

se había vuelto más reflexivo, algunas veces hasta

distraído. Ya no era tan raro encontrarlo con la mirada

ausente, sentado frente a su plato de comida sin haberla

tocado siquiera, o caminado por el gran parque de su casa,

generalmente a la puesta del sol, cuando se alejaba

lentamente para despedir el atardecer en soledad. En más

de una oportunidad le habían tenido que llamar la atención,

en una cena, en una fiesta, incluso en algunos

entrenamientos en los que Yoongi debió gritar varias veces

su nombre para que el rubio aterrizara en la realidad y

atendiera a sus indicaciones. Pequeñas distracciones que

eran solucionadas al instante sin mayor problema, pero que

no dejaban de ser un detalle curioso en su persona.

Ese "último tiempo", según el calendario, había durado un

año. ¿Un año desde cuándo? Desde que se había hundido


por primera y única vez en el cuerpo del ser que le había

robado el alma. Porque él podía haber penetrado su carne,

sí, pero ese ángel de brillantes ojos negros le había

penetrado la vida. Y aunque era un hombre de acciones y

no de meditaciones, ahora se hallaba filosofando sobre la

imposibilidad de que ese año hubiera durado lo mismo que

otros. ¿Acaso todo ese tiempo había sido igual al que

pasara con su familia de los cinco a los seis años, cuando

comía los pasteles que horneaba su madre mientras reía

con su hermana por las historias que les contaba su padre

en las largas tardes de invierno? ¿Habían transcurrido a la

misma velocidad las noches bajo los puños de su primer

tutor, que entre los brazos de Yoongi? No era posible. El

segundo que tardaba su madre en besar sus mejillas no

podía durar lo mismo que el golpe con un cinturón, o el

orgasmo jadeado al oído.6

De todos modos, como fuera que quisiese plantearlo, había

transcurrido un año.8
La bienvenida en Rusia había sido descomunal.

Centenares de fans se habían agrupado para recibirlo, si

bien no en el aeropuerto por lo inesperado de su regreso, sí

en reuniones y fiestas dadas en su honor. En aquellos

meses de pesadilla en Alemania, Taehyung parecía haber

olvidado que era un héroe nacional, y disfrutar de cosas tan

banales como que todos hablaran su idioma y conocieran

desde su nombre hasta su platillo favorito, habían sido los

obsequios más gratos de recibir. Era evidente que ni una

palabra de su peligrosa situación judicial había salido a la

luz, cosa que le extrañó muchísimo al principio, pero que

después aceptó con naturalidad. El tema era bastante

sencillo, según Boris le había explicado: para los alemanes

no era nadie como para desperdiciar media línea de

periódico en él, y por otro lado a los rusos sólo les

interesaba lo que dijeran los rusos. Gracias a Dios por ello.

El cálido abrazo de su gente no tardó en devolverle las

fuerzas que había perdido, y en pocos días había vuelto a

ser el Taehyung de siempre. Lejos parecían haber quedado


esos días de incertidumbre y sufrimientos, y la normalidad

invadía nuevamente su vida con la frescura con que sus

pulmones se llenaban de los aromas de su amada tierra. El

reencuentro con todo lo conocido lo llenaba de alegría: sus

perros, su música, su comida, todas sus pertenencias...

Dios, no quería volver a irse jamás de allí. Era como

despertar de una pesadilla para comprobar que todo lo que

amaba seguía en su lugar. No quería volver a soñar. Ni

siquiera quería volver a dormir.1

Luego de un par de semanas de fiestas, con sus conocidos

primero, con sus fans después, estuvo listo para volver a

entrenar. Y qué grandioso fue ese día. Taehyung no se

había percatado de lo mucho que necesitaba el hielo hasta

que, como una bocanada de aire puro, sintió que el viento

golpear suavemente su rostro al deslizarse por la pista.

Incluso ponerse nuevamente los patines fue una sensación

indescriptible. Cuando, luego de varios minutos de

calentamiento, dio un par vueltas rápidas y realizó su


primer salto... fue como si al aterrizar el alma le volviera al

cuerpo. Oh, sí, libertad... felicidad... volvía a ser él, al fin...

En casa, con Yoongi las cosas estaban extrañas como

nunca. No habían vuelto a mencionar ni una sola palabra

de lo sucedido en Alemania, como si no hubiera pasado

nada, un secreto indecente que los dos debían ocultar.

Taehyung no puso ninguna objeción al respecto. No tenía

ni la más mínima intención de recordar nada de lo ocurrido

en aquel país, ni lo malo ni lo bueno (incluso había pedido

que guardaran separada de las demás la medalla que

había ganado a Hoseok...). No quería que nada le

recordara lo débil e inestable que se había sentido durante

esas semanas, ni el dolor y la humillación sufridos bajo las

manos alemanas, ni siquiera quería pensar en la muerte de

estos últimos... Yoongi no lo había admitido, pero él había

visto la muerte en sus ojos... y Dios lo perdonada pero, una

vez pasado el miedo, se había sentido feliz y satisfecho por

ello...4
Por otro lado, su entrenador nunca había estado más dulce

y cariñoso con él como durante ese año. Se había

desvivido por complacerlo en todo, desde solucionar sus

problemas diarios para que no tuviera ninguna

preocupación, hasta mimarlo en pequeños detalles que a

Taehyung le estremecían el alma, como arroparlo por las

noches como cuando era niño o entrar a su cuarto sólo

para besarle la frente cuando pensaba que estaba dormido.

Le daba obsequios cada semana, se esmeraba en

encontrarle distracciones que le agradaran, vivía pendiente

de sus necesidades, le preparaba sus platillos preferidos y

hasta hacía encargos a otros países sólo para complacer

sus deseos. Había aprendido a diferenciar bastante bien

cuando Taehyung lo necesitaba como padre y se había

comportado a la perfección en ese papel, sin inmiscuir al

amante que llevaba dentro, pasando noches enteras

conteniendo a su niño sin ponerle una mano encima para

cualquier otra cosa que no fuera una casta caricia

paternal.2
Esa dulce armonía no implicaba, por supuesto, que ya no

tuviera que compartir su lecho con él. Durante el día

Taehyung era feliz y libre como un pez en el agua,

moviéndose sobre el hielo con la soltura y la elegancia de

quien ya no tiene nada más que aprender. Pero durante la

noche... el tiempo volvía a distorsionarse. Las horas eran

interminables mientras no dormía. Los recuerdos y sonidos

en su mente, cada vez más vívidos. Si al principio habían

sido meras fantasías, no supo en qué momento se habían

vuelto su mejor arma para combatir el asco y la frustración,

y como el adicto a una droga, llegó un punto en que no

podía evitar recurrir a sus memorias para soportar la

realidad. Cada noche, cuando Yoongi comenzaba su

meloso ritual de besos y caricias, él cerraba los ojos y

pensaba en Hoseok. Un arma sencilla a la que acudir,

sobre todo a la hora de tolerar el conocido y lacerante dolor

invadiéndole hasta los huesos, repercutiendo en su

columna y sus entrañas, mientras era mancillado una y mil


veces sobre la mesada de la cocina, el piano de la sala, el

borde de la piscina o contra el espejo del baño.15

"Mi amor, dímelo... dime que me quieres."3

"...Te quiero, Yoongi"12

Y sí. A pesar de todo y muy a su manera... lo quería.

Pero cuando la vida parecía seguir su curso tranquilo y

natural, algo se presentó dispuesto a desmoronar su

organizada rutina, observándolo desde no tan lejos como

un lobo hambriento oculto en las sombras a la espera de

sus despojos. Un hecho inocente que ahora venía a

desequilibrar sus planes con la rotunda certeza de lo

inevitable...

Los Juegos Olímpicos.15

Taehyung los había esperado por años, pues era la única

de todas las medallas en el mundo que le faltaba ganar, el

último objetivo, la pieza final de su dorada colección. Era un

reto a su ambición, un desafío que su ego estaba


desesperado por afrontar, pero había un detalle que no

había previsto... los juegos se realizarían en los Estados

Unidos... y aquello no sólo significaba tener que pisar un

suelo que odiaba, la cuna de la pesadilla que ya llevaba

doce años, sino que ahora tomaba un nuevo significado...

implicaba estar mucho más cerca de Hoseok... y eso

definitivamente era muy malo.9

A cinco días de su partida, el hijo más querido de Rusia

ahora se encontraba sentado en medio de la desierta

tribuna de su rink en San Petersburgo, disfrutando de un

momento de soledad mientras descansaba luego de toda

una larga mañana de entrenamiento. Abajo, la pista era

surcada por los otros alumnos de Yoongi, niños y jóvenes

en distintos niveles de preparación que pasaban horas

luchando contra el hielo con la esperanza de verse algún

día subidos a un podio, coronados de laureles y adorados

por su país. A Taehyung de vez en cuando le gustaba

practicar entre ellos, animarlos, corregirlos, responder sus

preguntas. Los chicos lo amaban y respetaban como a un


dios. Él, por el contrario, se sentía más normal que nunca

rodeado de tanta inocencia y frescura. Era un anhelo

mutuo. Los jóvenes envidiaban su increíble talento y

celebridad. Él, la pureza de sus almas y la virginidad de sus

cuerpos...16

-Su majestad Kim tomando un descaso. Dios me ampare,

por qué no tendré una cámara, nadie va a creerme esto.

Taehyung sonrió aún antes de volverse hacia la voz que se

le acercaba por detrás. No necesitaba verlo para reconocer

a la única persona que podía considerar un verdadero

amigo y confidente.

-Qué haces aquí a esta hora, anciano. Deberías estar aún

en el geriátrico.17

Sus sonrisas se encontraron, y estirándose hacia él

estrechó en un sentido abrazo al recién llegado. Kim

Seokjin, ex Campeón Europeo, ex Campeón Olímpico, ex

muchas cosas. Un joven "veterano" que una maldita lesión

había dejado fuera de juego en lo más alto de su carrera,

truncando sus sueños y los de todos los que lo apreciaban.


¿Y quién no podía querer a Jin? Tenía 32 años y el mejor

carácter del mundo, risueño y amable, siempre sonriente y

dispuesto a ayudar a cualquiera que lo necesitara. Tanta

simpatía como talento, y eso era decir mucho.24

Si bien su carrera como patinador había terminado, para

alegría de todos nunca abandonó completamente la

academia, visitándolos como amigo primero, como

entrenador después. "No imagino esta pista sin Jin" había

dicho Yoongi al ofrecerle el empleo, y todos habían

festejado su decisión, en especial los más pequeños, de

quienes comenzaría a encargarse a partir de entonces.

Taehyung lo amaba de forma especial. No sólo por estar

unidos por la amistad, la profesión y la vida en común. No

porque lo hubiera ayudado siempre en todo y adoptado

como hermano menor desde que lo conociera, sino por

algo mucho más oscuro y siniestro... Este joven alto, de

cabello oscuro y ojos rasgados, de risa fácil y gestos

cariñosos, compartía con él el secreto más profundo y


doloroso de su vida, pues Jin había sido, antes de su

llegada, el "preferido" de Yoongi...21

"Sé lo que te hace. Lo hacía conmigo antes de que

llegaras, ¡no debes permitírselo!" le insistía siempre que

tenía la oportunidad, y aunque el rubio nunca accedía a

hablar de eso con nadie, ni siquiera con él, agradecía tener

a alguien que comprendiera su dolor, sus silencios, su

tristeza. Inconscientemente veía a Jin como la prueba de

que se podía sobrevivir a todo aquello, que algún día se

libraría de su condena y podría llevar una vida normal.11

-¿Nervioso por los Olímpicos?

-No te imaginas cómo. ¿No me ves temblar? -respondió

Taehyung con ironía, totalmente relajado.

Jin sonrió, sentándose a su lado.

-Jamás una duda, ¿verdad?

-Nunca.

-Si no te quisiera tanto te golpearía. Mereces caerte en

primer plano transmitido en vivo al mundo.


-Sigue soñando, ancianito -se burló Taehyung, y luego, con

gesto más sobrio para indicar que hablaba en serio,

agregó-. No te preocupes. Lo he practicado tanto que no

podría salirme mal ni aunque quisiera hacerlo a propósito.

-Si tu lo dices, entonces lo doy por hecho -aseguró el otro,

palmeándole la pierna.

Sonrieron, y luego ambos se perdieron observando la

práctica de los chicos, un dejo de añoranza y melancolía

brillando suavemente en sus ojos.

-He aquí el futuro, mi amigo.

-Sí. Pero uno en el que yo no exista ya, pues no los dejaré

ganar por más que seas tú quien los entrene.

Volvieron a reír, relajados. Se sentía bien pasar el tiempo

con Seokjin, aunque más no fuera sentándose a su lado.

Pero luego de unos minutos la sombra que perseguía a

Taehyung cayó nuevamente sobre él, y de pronto se

encontró con la mirada perdida y angustiada.

-¿Qué te sucede?

-Nada.
-Vamos, mientes muy mal.

Taehyung desvió su mirada a los niños, en silencio, y lo

mismo hizo Jin. Ahora ninguno de los dos sonreía.

-Es por el viejo ¿verdad?

-...

-¿Aún te sigue molestando?

-...

-Maldito sea... pensé que ya estabas demasiado grande

para su gusto, pero veo que continúa poniéndote las manos

encima.

-Jin, no empieces con eso... No se trata de Yoongi.

-No mientas Taehyung, no lo justifiques. No conmigo.

-No lo justifico, es sólo... Mira, es mejor que no te metas en

eso. Quieras o no aún trabajas para él, no te conviene

ponerlo en tu contra.

-¿Y qué puede hacer? ¿Despedirme? No, es a él a quien

no le conviene tenerme a mí en su contra, te lo aseguro -

afirmó con resentimiento. Taehyung observó un momento a

su amigo. Era tan extraño verlo enojado con alguien.


-¿Por qué sigues aquí si lo odias tanto? -preguntó con

sincera curiosidad.

-¿Y tú por qué sigues permitiendo su perverso juego?

-...

-A ver, dímelo tú, ¿por qué crees que sigo viniendo aquí en

vez de pasar más tiempo con mi esposa y mis niños?6

-... no lo sé...

-Te lo diré entonces, para que no creas que es por amor al

hombre que arruinó mi vida. ¿Ves a los chicos? -preguntó

indicando la pista, desde donde se elevaron risas lejanas y

despreocupadas- ¿Los ves bien? Pues no sigo aquí para

entrenarlos. No me importa si tienen talento o no, no me

interesa que ganen medallas mundiales ni que se

conviertan en íconos del patinaje, como lo has hecho tú. No

Taehyung. Lo único que me importa es que salgan de aquí

directamente a los brazos de sus padres, sin que pasen

antes por las manos de ningún viejo degenerado. Para eso

sigo aquí, para asegurarme de que Yoongi no les dé

palmadas amistosas, ni premios raros en su oficina, ni les


haga visitas a los vestuarios. Odio tener que verlo y tratar

con él como si nada hubiera sucedido jamás. Cada vez que

me palmea la espalda diciendo "Eres un buen chico, Jin"

tengo ganas de matarlo, pero necesito saber que hice todo

lo posible para que estos niños alcancen la mayoría de

edad con el trasero intacto.26

Taehyung lo miró con un respeto renovado. Siempre había

sentido agradecimiento por lo que Jin hacía por los niños

en la escuela, sobre todo con los que, como él, llegaban sin

su familia y ni un centavo en el bolsillo, sólo con la

esperanza de alcanzar su sueño. Viéndolo desde este

nuevo punto de vista, ahora apreciaba doblemente la tarea

de su amigo.

-Comprendo. Y tienes razón -aseguró posando una mano

sobre la suya-. Gracias por ello.

-No me digas gracias, no tú. Si mi infierno terminó fue

porque empezó el tuyo. Eres el que cargó mi cruz sobre los

hombros y jamás pude ayudarte... Taehyung -dijo de

pronto, acariciándole el rostro, su gesto de profundo dolor-,


por años te he visto desarrollarte y volverte cada día más

fuerte, crecer en altura y en talento, y disfruté compartiendo

la vida contigo, aún sabiendo la tortura que debías

soportar... Si arruinó mi vida en el tiempo que transcurría

entre el entrenamiento y mi hogar, no puedo siquiera

imaginar cómo debe estar tu mente luego de doce años de

vivir con él... Te admiro más de lo que jamás llegarás a

entender.

Taehyung no respondió. Unas profundas ganas de llorar se

habían apoderado de él y no sabía cómo disiparlas.

-No puedo verte sufrir más. Hablaré con él.

-¿Qué? No, no tienes nada que hablar, porque no sucede

nada.

-Ya no soy un niño, no le tengo miedo. Hablaré con él. Si

no termina esto por las buenas, lo terminará por las malas.

-¿A qué te refieres?

-Lo denunciaré.4

-¡No! No Jin, escucha... estoy bien -Taehyung se giró hacia

él, tomándolo de las manos, buscando las palabras


correctas para disuadir a su amigo de hacer esa locura. Si

Yoongi comenzaba a verlo como a un obstáculo, como algo

peligroso... No, tenía que evitarlo. Si algo llegaba a pasarle

a Jin por su culpa... jamás podría superarlo-. Estoy

perfecto, en serio, mírame, ¡estoy bien!2

-No, no estás bien. Estás enviciado, tan atrapado en su tela

de araña que no eres capaz de ver la realidad aunque esté

frente a tus ojos. Te está matando de a poco, enfermarás,

ya lo verás, y no sólo lo hará tu mente, sino también tu

cuerpo. Ya estás enfermo, cualquiera puede verlo.13

-¿Enfermo? ¿Cómo que estás enfermo?

La voz inesperada y alarmantemente cercana de Yoongi

casi los hace caer de sus asientos. Cuando ambos

volvieron sus rostros tensos hacia él, se encontraba de pie

tras ellos, como si simplemente se hubiera materializado

allí. Era obvio que había escuchado buena parte de su

conversación, si no toda, aunque aguardara una respuesta

con fingida inocencia y preocupación.6


-Locuras de Jin -se apresuró a decir Taehyung, intentando

aparentar normalidad, mientras el otro mantenía su frente

en alto, desafiando con la mirada a su antiguo entrenador-.

Está nervioso por los Olímpicos, insiste en que no estoy en

condiciones para afrontarlos. ¿Pero verdad que no hay de

qué preocuparse? Díselo tú, a mí no me cree.

Yoongi se volvió a Jin con su beatífica sonrisa.

-Pero mi querido, ¿qué te hace pensar eso? Taehyung está

en perfectas condiciones, te lo aseguro.2

Jin guardó silencio. Sus ojos, en cambio, parecían

incapaces de permanecer callados.

-¿Hasta cuándo seguirás con esto? -preguntó en un

susurro, manteniendo su mirada-. ¿No ves que ya no

puede más? ¿No lo quieres aunque sea un poco, no te

inspira la más mínima piedad? Por favor, no sé cómo tengo

que pedírtelo, déjalo en paz de una vez, lo estás

matando...1

Taehyung sintió su rostro arder. Avergonzado y nervioso,

bajó la vista para evitarlos a ambos. Las mejillas de Yoongi


también se habían teñido, aunque no parecía ser

vergüenza lo que lo animara. Sus ojos se entornaron, y

algo en su forma de mirar de pronto fue aterrador.

-Nunca he matado a nadie, Jin... ¿por qué crees que

mataría a Taehyung? -dijo con suavidad, aunque ya no

sonreía-. Lo quiero mucho, igual que te he querido siempre

a ti. Son mis niños más amados, si les sucediera algo malo

yo sería el primero en morir.20

El rostro de Jin se contrajo en una ambivalente mezcla de

dolor y odio. Parecía querer darle una respuesta firme,

cruel tal vez, algo que lo pusiera en su lugar. Pero ninguna

frase hiriente, ninguna respuesta irónica era lo

suficientemente fuerte para franquear sus labios.

Haciendo caso omiso a aquella mirada, Yoongi lo rodeó

con sus brazos, pegando su mejilla a la de él.

-Deja de estar enfadado conmigo -suplicó con ternura,

acariciando los negros cabellos con suavidad-. Mira a

Taehyung, él no me trata mal, y eso que según tú "lo estoy

matando" -Jin miró a su amigo, tenso, casi tembloroso.


Aquel paternal contacto parecía darle repulsión, aunque lo

toleraba pacientemente-. Anda, ven a comer con nosotros.

Otro puede ocuparse de los niños por hoy. Vamos, ven,

como en los viejos tiempos, cuando Taehyung era un

pequeñito y tú todavía eras mi muchacho, ¿recuerdas?1

Muy lentamente, rechazándolo con una mano en el pecho,

Jin lo alejó de sí, mirándolo seriamente.

-Sí, lo recuerdo -dijo echándose hacia atrás, como si la

distancia interpuesta no fuera suficiente-. Recuerdo todo

muy bien. De hecho, el punto es que nunca lograré

olvidarlo aunque quiera -Yoongi se retrajo, serio, y mantuvo

su mirada serena, resentida-. Estoy cansado de ver a este

chico sufrir así. Haz algo al respecto o juro que comenzaré

a refrescar mi memoria más de lo que te conviene. Ahora,

si me permiten, tengo trabajo que hacer.

Taehyung permaneció quieto y silencioso, aún cuando Jin

ya había reanudado las clases con sus alumnos. Se sentía


incómodo, terriblemente incómodo y culpable. Su amigo

tenía familia, hijos pequeños... si algo llegaba a sucederles

por su culpa...1

-Odio cuando crecen... -murmuró de pronto Yoongi, que no

había quitado los ojos de su antiguo alumno- ¿Por qué no

podrán quedarse pequeños para siempre? Prométeme que

siempre serás mi niño, Taehyung. Que nunca crecerás

para mí -pidió, besándole la mejilla para descansar luego la

frente contra su sien.38

Con un suspiro de angustia, Taehyung cerró los ojos. Se

había equivocado en tomar a Jin como su futuro. No era su

futuro, era su sueño, y había sido muy ingenuo al creer que

podría hacerlo realidad. Era estúpido engañarse... él nunca

podría escapar.

***

-¿Los escuchas, mi amor? ¿Oyes el fragor de la gente?

Están clamando por ti...13

Estadio Olímpico, al fin. Taehyung asintió en silencio,

apelando a la fortaleza de su temple para no caer preso de


los nervios, mientras Yoongi a sus espaldas lo ayudaba a

terminar de alistarse, asegurando el cierre de su traje,

alisando cualquier imperfección para que estuviera

absolutamente perfecto. De negro riguroso, como ya era su

costumbre, la ceñida malla elástica no dejaba nada librado

a la imaginación, lujuriosamente apegada a cada curva de

su cuerpo, destacando la proporción y elegancia de sus

formas, quitando el aliento a quien pusiera los ojos sobre

él, aunque más no fuera por envidia. El rojo, que ya era su

cávala, dispuesto en delicados detalles sobre el pecho, y el

sutil baño de lluvia plateada completaban su sobria pero

majestuosa presencia.

-¿Aseguraste bien tus patines?

-Sí.

-¿Estás cómodo?

-Sí.

-¿Seguro? ¿No necesitas nada?

-No Yoongi, estoy bien.


Yoongi asintió, nervioso como si fuera él quien en escasos

minutos tuviera que salir a exhibirse ante los ojos del

mundo.

-Lo harás perfecto.

-Lo sé -coincidió Taehyung con su típica modestia. Pero

ante la duda, y más aún desde que "perdiera" su crucifijo,

ambos juntaron sus manos unos momentos en posición de

rezo, y se santiguaron a la usanza rusa, primero el hombro

derecho, luego el izquierdo.

Encomendarse a Dios, irónico y absurdo, como todo en

ellos.

-Bien, ya es hora. Sal, mi niño, y demuéstrales a todos el

significado de lo insuperable...

Apenas pisó el hielo, las tribunas parecieron derrumbarse

en aplausos. Taehyung dio una vuelta veloz por el

perímetro de la pista, con la frente en alto y la mirada

desafiante hacia el jurado, las cámaras de televisión y las


decenas de periodistas que dispararon hacia él sus flashes

con la agresividad de un ataque mafioso. Allí estaban

todos, desde Noruega hasta Argentina, esperando obtener

"la foto", "la entrevista", "la noticia" que recorriera el mundo.

Y si eran muy afortunados... la primicia de la primera y gran

derrota del campeón de campeones. Taehyung los odiaba

cada día más.9

Haciendo caso omiso a los gritos desaforados de sus

jóvenes fans, se deslizó hasta el centro mismo del estadio,

deteniéndose exactamente sobre la unión de los cinco aros

olímpicos, con sus colores velados por la gruesa capa de

hielo que los cubría, y permaneció inmóvil, en posición,

esperando que la música diera comienzo a su programa.

Esos segundos eran lo más difícil de todo. Los instantes

previos al gran momento, en que las cientos de almas

presentes caían en un silencio de muerte y él podía sentir

su propia respiración, los fuertes latidos de su corazón

impulsando la sangre a todo su organismo. Eran milésimas

de segundos en que sentía sus rodillas flaquear y al mismo


tiempo la obligación de mantenerse estático y atento, a la

espera de esas notas musicales que parecían tardar una

eternidad en surgir. Hasta que finalmente... todo

comenzaba.

Los primeros acordes se propagaron a toda velocidad por

el recinto y lo mismo hizo Taehyung por la pista. Él no

servía para melodías lánguidas y agonizantes, o mejor

dicho, ese tipo de música no le servía a él; tenía demasiada

energía dentro y muchas cosas para mostrar. Enseguida el

público, maravillado y ansioso, adoptó el ritmo con sus

palmas, ávidos por absorber la magia que despedía su rey

de los hielos.

La primera combinación llegó pronto: un cuádruple toeloop,

triple toeloop, triple loop. ¡Impresionante! Gran parte de la

gente no entendía la importancia de aquellos saltos, pero

¿qué importaba? Disfrutaban de la belleza de ese joven

regalándoles su talento en preciosas figuras y gráciles

movimientos, con gestos irónicos y ondulaciones sensuales

que entregaba a su público con una pasión desinteresada.


Coordinación perfecta con la música que les llegaba al

alma, intercalando triples con la naturalidad de quien sortea

un obstáculo insignificante, sin detenerse un momento

siquiera a recuperar un equilibrio que nunca perdía.

La melodía avanzaba, y también la danza. La coreografía

era exquisita. Una nueva combinación de saltos preparó a

todos en sus asientos. Un primer cuádruple... un segundo...

y un tercero... Taehyung aterrizó limpiamente sobre el hielo

para continuar adelante, dejando a un estadio mudo de

incredulidad. Tardaron varios segundos en reaccionar que

habían sido testigos de algo nunca antes visto en la historia

de ese deporte; tanto así que cuando prorrumpieron en

estruendosos aplausos el ruso ya comenzaba su serie de

giros. Hermosas figuras realizadas en revoluciones a gran

velocidad, subiendo y bajando sobre su eje, para luego

tomar impulso y continuar rotando en bellas formas,

agraciadas aún más por el color y el brillo de las luces

reflectadas sobre él.5


Taehyung reinició su vuelo con delicadeza, deslizándose

sobre una sola pierna, la otra extendida con gracia hacia

atrás, mientras los espectadores ya lo aplaudían de pie, y

los relatores saturaban sus transmisiones con comentarios

exaltados, sabiendo ya que se hablaría de aquel día

durante años. Pero el rubio no había terminado. Dispuesto

a hacer historia, retomó su presentación aún con más

énfasis, reavivando los aplausos y acompañamientos de la

gente que ya se había rendido por completo a sus

encantos, realizando nuevos saltos y combinaciones nunca

antes vistas, superándose cada vez más en complejidad y

belleza.

La música enloqueció y con ella el público. Ahora estaban

todos de pie, aplaudiendo al unísono el compás de la

melodía, y abajo, solo en el hielo, Taehyung danzaba como

poseído bajo el poder de aquellas palmas. Su cabello

flameaba, de aquí para allá, siguiéndolo un paso atrás en

cada movimiento, mientras él agitaba sus brazos en el

momento preciso a cada pulso, golpeando con tanta fuerza


la pista en sus brincos que una suave llovizna de hielo era

despedida en cada repiqueteo de cuchillas.9

Lo controlaba una energía diabólica. Con el rostro

encendido se desplazaba de un extremo a otro, incitando a

todos a perderse con él en aquel torbellino que creaba su

propio cuerpo. Era hermoso, soberbio, magnífico, aterrador.

Cuando la nota final resonó como una explosión, y

Taehyung en el mismo segundo extendió los brazos hacia

el cielo, estuvo seguro de poder tocar las estrellas. Las

tribunas estallaron en vítores, gritos y aplausos. Las

banderas se agitaron enloquecidas, mostrando los colores

de su patria, su rostro, su nombre por doquier, palabras de

amor en todos los idiomas. Aún estático en su pose final,

contempló cómo los jueces intercambiaban miradas de

admiración, los reporteros se agrupaban a empujones en la

salida de la pista para ver quién lo atrapaba primero,

sectores de las tribunas colapsaban de adolescentes

enardecidas que pretendían lanzarse de clavado al hielo.


Jadeando sin control bajó lentamente los brazos. El

corazón parecía querer salírsele del pecho, golpeando tan

fuerte que dolía. Temblaba, todo su cuerpo palpitaba en un

gran latido. De pronto se sintió mareado, hiperventilado, y

perdiendo el equilibrio se tambaleó levemente hacia atrás,

como si la energía que emitiera la audiencia en aquel

aplauso ensordecedor fuera una onda invisible que quisiera

tumbarlo.

Desorientado, buscó con la mirada a Yoongi. Lo halló

inclinado sobre la pista, bastante alejado de la turba de

periodistas, mirándolo con atención, seguramente al tanto

de su repentino debilitamiento. Con un gesto le indicó que

se acercara, y él obedeció tan pronto como pudo.

-¿Qué te sucede?

-Nada... es sólo... me... me cansé demasiado.

Ayudado por los fuertes brazos de su entrenador,

Taehyung saltó la cerca sin necesidad de salir por la

atestada portezuela. Pero le fue imposible eludir la

intercepción de las cámaras oficiales que cubrían el evento,


habían comprado su exclusiva con muchísimo dinero y

había que cumplir con ellos.1

Jadeando tomó asiento junto al periodista, y entre

respiraciones agitadas contestó como pudo las preguntas

que le fueron hechas. No necesitaban esperar el resultado,

todos sabían que era el ganador de aquellos Juegos

Olímpicos y más aún.

Allí mismo, con Yoongi a su lado y rodeado de todo el show

del que tanto gustaban los norteamericanos, recibió su

puntuación: dieciocho veces la marca perfecta. Ni siquiera

él había visto nunca tantos 6.0 juntos.

Con gesto cansado colocó las protecciones a sus patines y

volvió la mirada a Yoongi. Si el amor y el orgullo tenían un

rostro, pues su tutor se los había robado en ese momento.

Con todo el recato al que estaba obligado, lo vio inclinarse

sobre él, rodear su nuca con la mano y besar sus mejillas

con sentida ternura.

-Lo lograste, mi amor -susurró en su oído, mientras por los

altoparlantes el nombre de Kim Taehyung era repetido


incontables veces con breves comentarios en varios

idiomas-. Eres el mejor patinador de todo el mundo.

11

***

Taehyung emitió un profundo suspiro, cansado y

satisfecho, echándose lentamente el pelo hacia atrás con

ambas manos, los codos apoyados sobre la mesa, los ojos

suavemente cerrados. Más de dos horas después de su

presentación, había contentado mínimamente tanto a

espectadores como periodistas, y ahora tenía el primer

momento de paz a solas y en silencio.

Lo había logrado. La última medalla era suya, ya no le

quedaba ninguna meta más por alcanzar, había ganado

todo lo que era posible ganar. Era el más grande del

mundo, de todos los tiempos, pues con la actuación de hoy

firmaba con su nombre la mejor página en la historia del


patinaje. Increíble, único, insuperable, sí... eso decían

todos... así hablarían de él por siempre.6

Extasiado, inspiró profundo. "Siéntelo, amigo" se dijo a sí

mismo, regocijándose en su éxito "estás en la cima, no hay

nadie por sobre ti, ni lo habrá jamás. Ya eres leyenda".

Inmensamente orgulloso de lo que había alcanzado abrió

los ojos para ver su reflejo sonriéndole suavemente desde

el espejo, y a bordo de sus fantasías se perdió por un

momento en la vanidad de admirarse en silencio.3

Con su exquisito traje de gala, su postura majestuosa y sus

brillantes ojos azules, no le hubiera sido difícil pasar por

una estrella de Hollywood. Más aún en aquella habitación,

que más que un vestuario privado parecía el camerino de

un actor de cine, con la mesa de tocador iluminada y el

gran espejo frente a ella, todo adornado con los cientos de

osos, flores, cartas y regalos varios que habían llovido

sobre él al terminar la presentación. Taehyung jamás los

revisaba en detalle, pero le gustaba recogerlos y

guardarlos, aunque a lo largo de los años aquella colección


de obsequios se hubiera vuelto un dolor de cabeza para

Yoongi que era el encargado de reunirlos y buscarles un

lugar adecuado.

Esta vez sin embargo algo había escapado a esa

recolección. El embelesamiento por sí mismo no le había

permitido a Taehyung divisarlo antes, pero exactamente

frente a él, en medio de la mesa y casi pegado al espejo,

había un sobre blanco que rezaba su nombre como

destinatario.4

El rubio lo observó algo sorprendido, y luego lo tomó para

abrirlo. La nota que contenía era breve, escrita en inglés

con trazo simple y en tinta negra:

"Suele decirse que si Mahoma no va a la montaña, pues

que la montaña vaya a Mahoma. No me encontraba en

condiciones de escalarte, así que agradezco que te hayas

acercado a mí. Vengo a devolverte lo que es tuyo."30

Eso era todo, sin firma, sin remitente, nada. Taehyung

frunció el ceño y volvió a tomar el sobre. Aún estaba

pesado. Colocó entonces la palma de su mano hacia arriba


y vació el contenido sobre ella... y cuando el pequeño

objeto resplandeció reluciente... sintió que se le cortaba el

aliento.

-Dije que te lo devolvería sano y salvo.41

Taehyung se giró en un gesto brusco, francamente

sobresaltado, pues se creía a solas en la pequeña

habitación. Observando al hombre que se hallaba allí de

pie, exactamente contra la pared opuesta a él, su rostro

estaba algo desencajado por la sorpresa, pero sobre todo

por la incertidumbre. Por un momento había creído que...

Pero no... no era...

De pantalones oscuros y sweater blanco tejido de cuello

alto, aquel hombre le era tan familiar como su propio

reflejo, pero a la vez lejano y desconocido. Con ese pelo

oscuro y esos brillantes ojos negros, observándolo tras

gafas de marco invisible, era tan parecido a...

-¿Ya no te acuerdas de mí? -preguntó sonriendo

suavemente, dando un paso hacia delante, donde la luz lo

iluminó por completo.9


-¡Hoseok! -exclamó Taehyung casi sin voz, sin ocultar el

asombro y la emoción que lo embargó por completo.8

No podía ser. ¡No podía creerlo! ¿Hoseok? ¿Cómo podía

haber cambiado tanto en un año? Pero cuando sonrió,

asintiendo, no le quedaron dudas. Esa sonrisa no podía

pertenecer a nadie más que a su niño, y como si hasta

entonces hubiera llevado una máscara y ahora la quitara

para revelarse, Taehyung vio con nitidez la realidad a la

que había estado ciego momentos antes. Por supuesto que

era Hoseok. Era él, sólo que... distinto. Mucho más maduro,

más crecido. Parecía un joven adulto y no el adolescente

frágil que había sido siempre, y era claro que había

recuperado el peso perdido y un poco más, pues su rostro

estaba rozagante y saludable, nada de las demacradas

mejillas y la tez amarillenta que había lucido en la terapia

del hospital. El cambio de peinado y los lentes de aumento

completaban los detalles que lo habían desconcertado

tanto al principio.
-¿Puedo felicitar al campeón olímpico? -preguntó con

timidez, extendiendo los brazos, pidiendo permiso para

estrecharlo entre ellos.47

Taehyung asintió con una sonrisa y en dos pasos se

adelantó hasta él. Ambos se fundieron en un abrazo

generoso e interminable, estrecho, cálido. Con los rostros

ocultos sobre los hombros del otro, las sonrisas de felicidad

fueron dando paso al gesto de dolor y profunda añoranza,

los ojos fuertemente apretados al recordar lo que se habían

extrañado, todo lo que habían tenido que posponer,

resignar... Ninguno de los dos parecía querer soltarse.

Ninguno de los dos sentía el valor de enfrentar al otro.

Cuando al fin lo hicieron volvieron a sonreírse, nerviosos

como dos colegiales.

-Estás tan... -comenzó a decir Taehyung, pero las palabras

le fallaban-. Es increíble. ¡Estás completamente

recuperado!

-No completamente, no te dejes engañar por lo que ves -

respondió Hoseok con una sonrisa tímida, arreglándose las


gafas, para caer luego en otro incómodo silencio-. Oye, la

presentación... fue sublime. Aún no puedo creer lo que

hiciste.1

-¿Estuviste allí?

-Por supuesto.2

-¡No te vi!

-No, claro que no, si casi no me reconoces aquí -observó,

divertido, y ambos rieron-. Además, no me encontrarás

donde estuve siempre, ya no estoy de este lado de la pista,

ahora debo sentarme con el público.19

El comentario pareció ser algo sin importancia, al pasar,

pero Taehyung reconoció el profundo dolor de aquella

declaración. Hoseok quiso ocultarlo, pero fue demasiado

evidente. Un nuevo silencio se interpuso entre ellos, ahora

mucho más grave y pesado.

-Yo... -comenzó a decir, claramente nervioso, clavando su

vista en el piso-... yo quería felicitarte por lo de hoy. Y

devolverte tu cruz, claro -explicó, señalando la dorada

reliquia-. También... quería... bueno, también quería


agradecerte todo lo que hiciste por mí el año pasado... Yo...

estaba muy confundido, perdido, mi vida era un caos y...

bueno, luego fue peor y no tuve mucha oportunidad de

hablar contigo. No coherentemente al menos.

Taehyung asintió con un gesto. Ni su naturaleza rígida ni

las costumbres de su tierra ayudaban a que aquel

momento fuera más llevadero. No sabía qué decir y

prefería el silencio antes que cometer un error.

Hoseok no habría preferido lo mismo. Sentía muy pesada

la carga de expresar, solo, todo lo que había acumulado

durante un año, y que el ruso lo mirara fijamente sin decir

palabra, decididamente hacía las cosas más difíciles.

-En fin, quería decirte eso... y... -Taehyung continuaba

escuchando, esperando, quieto y silencioso como un

soldado. Hoseok abrió la boca un par de veces sin emitir

sonido-. Y... nada más. Sólo darte las gracias.9

Nada. Más silencio. Las mejillas del morocho comenzaban

a arder.
-Bien... creo... que me voy. Te felicito nuevamente,

estuviste espectacular.5

Aquellos ojos azules seguían fijos en él. Hoseok retrocedió

un paso, observándolo, y despidiéndose con un gesto,

abrió la puerta y se marchó.11

Recorrió el pasillo que lo alejaba de allí sintiéndose un

estúpido. Había planeado esta visita cientos de veces en su

mente, pero en ninguna había terminado de esta manera.

Un fuerte deseo de llorar se combinó con un profundo

vacío, sumiéndolo en una sensación extraña. Pero cuando

ya casi había llegado a la escalera, una voz potente y

conocida lo detuvo como una mano invisible.

-¡Hoseok! -Taehyung se acercaba corriendo, su cabello

rebotando con cada paso-. Hoseok...3

Deteniéndose a unos metros de él, avanzó lo que le faltaba

con pasos lentos. Parecía querer decir muchas cosas y al

mismo tiempo disfrutar del silencio. Sus labios se abrieron

suavemente, dejando ver su blanca dentadura de fondo.

Los ojos le brillaban, cristalinos.


-¿Tienes algo que hacer... ahora?

Hoseok sonrió, inspirando como si le hubiera faltado el aire

hasta ese momento.

-Yo no, pero tú sí. Acabas de ganar los Juegos Olímpicos,

¿recuerdas?

Taehyung también sonrió.

-Sí -admitió, orgulloso-. Pero acabo de darme cuenta... que

esta medalla no era lo último que me quedaba por

ganar...34

***

-En total fueron trece operaciones. Permanecí en Alemania

tres meses más, luego pude volver a casa...

Poco le había importado a Taehyung dejar la fiesta sin

homenajeado. Sin siquiera cambiarse de ropa se había

enfundado en su gruesa campera negra, y habían

escapado casi a la carrera, tomando el primer taxi que

encontraran con tal de que los alejara de allí. Hoseok había

elegido el destino y él, por supuesto, no se había quejado.


Ahora paseaban por un inmenso parque del que Taehyung

no conocía ni el nombre, pero que su compañero recorría

con toda naturalidad, sin siquiera prestar atención a sus

pasos. Caminando tranquilos entre la gente, rodeados de

árboles y flores, esquivando niños que pasaban corriendo

entre risas y juegos, comían chocolate (con almendras para

Hoseok, relleno de licor para Taehyung), y hablaban de los

interminables días que habían pasado desde su

separación.

-Era desesperante -contaba Hoseok, mientras a su lado el

rubio lo escuchaba con atención-. Un día me decían que

me recuperaría, otro, que iba a quedar hemipléjico. Venía

un médico a decirme que quedaría ciego para siempre, y

luego otro a decir que recuperaría la visión y ni siquiera

necesitaría lentes. Como verás, ambos se equivocaron -

agregó sonriendo, subiéndose los anteojos con un dedo,

acrecentando su nuevo aspecto de intelectual. Pero

entonces su gesto se ensombreció, como si los recuerdos

aún le dolieran en la piel-. Pensé varias veces en


suicidarme -confesó con voz grave, y Taehyung tragó con

dificultad, mirándolo entristecido-. Deseaba poder

recuperarme lo suficiente para poder llegar a la ventana y

arrojarme desde allí... Pero entonces contemplaba la cruz y

recordaba tus palabras, la promesa que había hecho de no

rendirme, de levantarme cuantas veces fuera necesario. Un

día lo tenía decidido, iba a acabar con todo esa misma

noche, y entonces te vi en la televisión... Habías ganado un

premio, por supuesto, y te hacían un homenaje pasando

cinco de tus mejores presentaciones. Luego de verte, no

pude hacerlo...10

Las mejillas de Taehyung se sonrojaron, y se obligó a mirar

al suelo. Pero Hoseok, calmado, parecía haber superado la

vergüenza, y se veía aliviado de poder contar aquellas

cosas.

-Tuvieron que volver a operarme la cabeza -continuó

relatando con un suspiro de cansancio-. Al parecer un

fragmento de hueso había quedado allí adentro y era eso lo

que estaba haciendo de las suyas. Fue la peor noche,


aunque yo no recuerdo nada. Había vuelto a caer en coma

y esa vez nadie, ni el sacerdote que vino a darme la

extrema unción, pensó que lo lograría. De hecho sufrí un

paro cardíaco en medio de la operación, estuve

clínicamente muerto por cinco minutos.3

Taehyung detuvo la marcha, mirándolo horrorizado. Su

niño había sufrido todo aquello, y él ni siquiera se había

molestado en preguntar su estado... Con mucho cuidado le

acarició la cabeza, allí donde sabía que el pelo cubría las

marcas de las terribles heridas.1

-Nunca lo supe -admitió con culpa.

-No, claro que no. Estabas muy ocupado ganando

medallas.17

-...

-No quise decirlo como un reproche, lo siento.2

-...

-En serio, no tienes que disculparte por nada. Además, no

vi ninguna luz al final del túnel, tal vez eso me reste

importancia -bromeó Hoseok, tomándolo del brazo.


Momentos después ambos sonreían, y continuaron

caminando-. Luego de eso todo fue muy incierto hasta que

finalmente comencé a recuperarme. Le siguieron, como te

dije, otras cirugías, tu sabes: el pulmón, el hígado, el riñón,

las cicatrices... pero prefería correr el riesgo por los

beneficios, y creo que al final valió la pena. Lo que odio con

toda mi alma es la rehabilitación -confesó, extendiendo su

mano izquierda, que aún movía con cierta dificultad, al igual

que aquella pierna, aunque caminando a ese ritmo

cualquier cojera era imperceptible.

-Bueno, vele el lado bueno, al menos agradece ser diestro,

a mí me habrían arruinado aún más la vida -comentó

Taehyung a modo de broma para descomprimir lo penoso

de la situación. Pero para cuando cayó en cuenta de lo que

acababa de decir ya era tarde.

-¿Sucede algo? -preguntó Hoseok con calma pero sin

ingenuidad.

-¿No te lo dijeron?
-¿Qué? ¿Que mi atacante es zurdo? Sí Taehyung, lo sé,

me sé de memoria cada hoja del expediente.

-¿Leíste mi declaración?

-La tuya, la de mi padre, todas.

Taehyung guardó silencio. Había estado muy feliz de no

tener noticia de se maldito juicio durante todo el año,

abandonado totalmente en las manos de Boris.

Prácticamente lo había borrado de su cabeza, y ahora

Hoseok decía que se sabía el expediente de principio a fin.

-¿Y cómo está tu querido padre? -preguntó de pronto,

fríamente-. ¿Sigue golpeando a la gente él mismo o le

encontró el gusto a pagarle a otros para que lo hagan?

Hoseok le echó una larga mirada antes de responder.

-No lo sé, no lo he vuelto a ver. No fue a visitarme jamás, ni

al hospital ni a mi casa, y cuando ya no pudo manejar más

mi cuenta bancaria abandonó a mi madre. Ahora vive con

una pendeja de nuestra edad, a la que maneja a su placer

con drogas y muy poco dinero.5

-Veo que sigue siendo un ejemplo de padre, como siempre.


- ...Así parece -coincidió Hoseok, entristecido-. Además...

tiene prohibido acercarse a mí ¿recuerdas? Igual que tú...3

-¿Eso significa que debo alejarme de ti ahora mismo?

-Eso... o que salgamos del parque así ningún policía nos

reconoce, y vayamos a tomar un buen café antes de

congelarnos.

-Me parece una estupenda idea -admitió Taehyung con una

sonrisa, buscando con la mirada un lugar adecuado para

refugiarse-. ¿A dónde vamos?

-Allí, al frente, cruzando la calle.

-...No veo ningún café.

-No es un café. Es mi casa.

15

***

-Ven, pasa. Puedes colgar tu abrigo aquí. No te preocupes,

mi madre no vendrá hasta la semana que viene, está de

vacaciones en Inglaterra con su nuevo novio.8


Taehyung atravesó el umbral con cierta reticencia, y

escudriñó cada rincón de la casa recorriéndola sólo con sus

ojos, mientras permanecía de pie con las manos tomadas

en la espalda. Era un típico departamento de Norteamérica,

amplio y luminoso, sobrecargado de electrodomésticos, tan

modernos como inservibles, que le daban el característico

toque impersonal que predominaba en aquella sociedad.

Hoseok se veía contento de moverse en su terreno, y con

comentarios alegres dispuso las tazas sobre la pulcra

mesada de la cocina, hurgando con el entusiasmo de un

niño el contenido de una lata de galletas.

-¿Cómo quieres tu café?

-Negro. Sin azúcar. Y bien caliente -respondió Taehyung,

sin comprender qué había dicho tan gracioso para que

Hoseok se echara a reír.2

-Olvídalo -insistió el otro, restándose importancia con un

gesto de su mano-. Ven, te mostraré el resto de la casa.2

La breve expedición no lo sorprendió mucho. Más de lo

mismo que había imaginado encontrar apenas entrar en la


casa, siendo su único descubrimiento inesperado un gato

gordo y amarillo que, cómodamente echado sobre un

televisor gigante, lo observaba con cara de pocos amigos.

El ruso lo miró de igual modo.5

-Y ésta es mi habitación.

Taehyung echó un vistazo desde la puerta, y luego entró

con paso lento, sus manos aún tomadas en la espalda. Con

gesto evaluador observó los muebles y luego las paredes

que lo rodeaban, tapizadas de posters de películas: El

señor de los anillos, Harry Potter, Entrevista con el vampiro,

La historia sin fin, Laberinto... no cabía duda de que a su

niño le gustaba la fantasía...8

-¿Qué te parece?

-...Interesante... -comentó Taehyung simplemente, mientras

observaba a un mago de capa negra y penetrantes ojos

oscuros que lo miraba desde el papel con gesto

amenazador.

-No te gustó... Dime la verdad.


El rubio echó una mirada a las interminables filas de cd's.

¿Backstreet boys? ¿Cristina Aguilera?10

-Es un poco teen para mi gusto.

Hoseok se echó a reír, recostándose sobre su cama,

abrazando un almohadón.

-Bueno, lo tengo casi igual desde niño, pero sí, tal vez lo

sea. ¿Cómo son los cuartos de los adolescentes en Rusia?

-No lo sé, no conozco ninguno.

-Me refería a ti...

Taehyung, que examinaba ahora la pequeña biblioteca, se

giró como si lo hubieran insultado.

-¿Yo? ¿Crees que soy un adolescente?

-Lo dices como si fueras un anciano.

-No importa mi edad. Jamás he sido un estúpido teenager.

-Vamos, fumar a escondidas, salir a bailar, jueguitos

prohibidos con alguien... Diversiones insensatas, tontas e

inocentes, ¿nunca has hecho nada de eso?8


Inocente... ¿Habría sido alguna vez inocente? Desde que

había practicado su primer sexo oral a los once años, había

borrado esa palabra de su vocabulario.8

-Nunca tuve tiempo para esas cosas...

La tarde todavía era plena, pero las persianas bajas

impedían que el sol entrara si no a través de las rendijas,

otorgándole a la habitación una suave iluminación dorada,

reflectando bellamente sobre las numerosas medallas

expuestas sobre un mueble. Recortado por los haces de

luz, el perfil de Taehyung se había vuelto triste y pensativo,

ajeno por un momento a dónde se encontraba.

-¿Es cierto lo que dice mi padre? -la voz de Hoseok sonó

mucho más cerca de su oído, aunque éste permanecía

sentado en su cama-. Que Yoongi y tú...3

-Que Yoongi y yo, ¿qué?8

-Que lo hace contigo, y que lo ha hecho durante años,

incluso desde que eras pequeño...


Taehyung cerró los ojos. Había tantas cosas que tenía que

volver a contar, empezar todo desde cero. Todas las

charlas en el hospital, todas las confesiones, perdidas...

-Todo eso ya te lo he dicho cuando estabas en terapia, sólo

que no lo recuerdas.

-Entonces ven aquí, siéntate a mi lado y cuéntamelas de

nuevo.

-Ahora no tengo ganas de hablar de eso.

-Pues ven aquí de todos modos.3

La voz fue exigente y suave al mismo tiempo. Taehyung se

volvió para mirarlo. Hoseok había descubierto el cobertor

de su cama y tenía una mano apoyada a su lado,

indicándole el lugar que debía ocupar.

-No tienes que hablar si no lo deseas -susurró con la

mirada encendida, quitándose los lentes.

Taehyung se tomó unos segundos para pensarlo. Muy

pocos en verdad. Apenas si habrían transcurrido tres

cuando se encontraba besando a Hoseok como un

desesperado, derribándolo sobre la cama, tomándole el


rostro entre las manos para controlar y profundizar aquel

beso acorde a sus deseos.35

Hoseok apenas si había gemido una imperceptible queja.

De inmediato se aferró al esbelto cuerpo que se

acomodaba sobre él, desesperado por hallar la forma de

quitar aquel ceñido traje. Habían perdido demasiado

tiempo...

-¿Dónde tienes el maldito cierre? -gruñó y Taehyung lanzó

una carcajada al sentir las manos ansiosas en su nuca,

intentando desprender el precinto de seguridad.1

-Deberías saberlo amigo, cuanto más difíciles de sacar,

más cómodos para patinar.

-De acuerdo, pero no tengo intenciones de que patines en

este momento -aclaró, liberando el traje para poder al fin

acariciar los fuertes músculos de aquella espalda

desnuda.2

Por su parte Taehyung hundió las manos bajo las blandas

ropas de abrigo, y las deslizó lentamente por todo ese torso

suave, delineando con la yema de sus dedos las líneas


nacaradas que surcaban la piel aquí y allá, recuerdos

eternos de que la pesadilla del año anterior había sido

real... muy real. Lo acarició con devoción y descendió

besándole el vientre, esa porción de tibia carne debajo del

ombligo, mientras con ansias comenzaba a desabrocharle

los pantalones. Hoseok, mientras tanto, luchaba entre

quitarse el sweater y terminar de desnudar el cuerpo que

tanto deseaba poseer.

-Al menos déjame las medias, hace frío -bromeó Taehyung

cuando su niño por poco le arranca el traje a mordiscos,

desnudándolo por completo.5

-No te preocupes, yo te haré entrar en calor -aseguró,

tendiéndolo con fuerza sobre la cama, besándolo con

pasión.3

Todo fue tan rápido que Taehyung casi no comprendió

cómo había acabado con la boca de Hoseok entre sus

piernas, dándole placer de una forma exquisita, con un

énfasis y una fruición que no tardaron en arrancarle los

primeros gemidos de placer.


-¡Veo que has estado practicando! -exclamó extasiado y a

la vez sorprendido por la experiencia que demostraba el

joven.

-Jamás he hecho esto en mi vida -reconoció Hoseok,

deteniéndose sólo lo necesario para dar aquella

información y volver a tomarlo en su boca, lamiendo y

succionando con unas ganas incontrolables.1

Dios santo, si así de rápido aprendía todo... ese chico tenía

futuro. Taehyung se arqueaba, regodeándose de

satisfacción, arañando las sábanas y jalando el suave

cabello que acariciaba sus ingles. Era delicioso, podría

haberse quedado así por siempre, pero quería disfrutarlo

todo.

-Espera, espera... -dijo apartándolo, cosa que no le fue tan

fácil.

-¿No te gusta? -preguntó Hoseok, arrebolado.

-Me encanta, pero tranquilo -le aconsejó, recostándolo

junto a él, besándolo en la boca, acariciando su pecho.

-Es que te esperé tanto... Soñaba contigo a diario.


-Yo también mi niño. No me creerías lo que te he

extrañado.63

-A veces pensaba que había sido todo una alucinación mía,

que lo que había sucedido en el hotel era imposible.

Las manos no eran suficientes para todo lo que había para

acariciar. Los besos no daban respiro, las piernas se

entrelazaban, ansiosas. Giraban en la pequeña cama, uno

sobre el otro, besando, arañando, mordiendo, todo era

demasiado poco para demostrarse el deseo y las ansias

contenidas durante tanto tiempo.

Finalmente Taehyung colocó a su amante boca abajo y se

tendió sobre él, abrazándolo con ternura, sintiéndolo

templar de ansiedad. Echándole el cabello hacia arriba

besó su nuca, y con mucha suavidad, comenzó a

descender con sus labios por toda la columna, para

ascender luego por la marcada curva de su trasero y

zambullirse hasta la entrada de la cual que sólo él tenía

llave. Y lamió con pasión el tierno acceso por donde


penetraría con los derechos de un rey a la ciudad

conquistada.1

-Hazlo Taehyung... tómame ya... por favor -suplicó en un

susurro tenso, mientras entrelazaba las manos con las de

su amor, que ahora besaba con ternura su cuello mientras

presionaba con firmeza entre sus muslos.1

"Puedo soportarlo todo siempre que tú me abraces" había

dicho, agitado y con los ojos cerrados, mientras Taehyung

se adentraba en su cuerpo con movimientos cada vez más

rápidos. Y lo había hecho, el ruso lo había tomado entre

sus brazos con un cariño infinito cuando con besos cálidos

intentaba sofocar el dolor que le infringía, moviéndose

dentro de él con ritmo vigoroso, llegando cada vez más

profundo.

Era una sensación inexplicable la de querer consolarlo y al

mismo tiempo causarle dolor, para que contuviera el grito

mordiéndose los labios, dejando escapar aquellos

deliciosos quejidos, para obligarlo a aferrarse con fuerza a

lo que pudiera y escucharlo murmurar dulces obscenidades


contra las sábanas. Sentir el cuerpo dócil bajo él,

obedeciendo sumisamente a sus movimientos como si en

la vida no tuviera otro fin más que cumplir sus órdenes,

para Taehyung era un placer que excedía lo físico.

Y Hoseok, totalmente abandonado a la vorágine de

sensaciones que lo invadía, se entregaba al disfrute tanto

de los besos y caricias que recibía constantemente, como

así también del penetrante ardor que arrancaba sus

gemidos más profundos, aceptando con voluntaria

resignación esa parcial pérdida de control. Era el esclavo

sediento del látigo de su amo, agradeciendo su toque

aunque fuera de fuego, buscando el beso pero también el

roce. Oh, sí, qué importaba la sangre si ésta le permitía

tener a su amor más adentro aún, si le recordaba los

sacrificios que había hecho para poder vivir ese momento,

si era necesaria para poder sentirse tan inundado de

placer, de amor, de carne rígida y caliente que parecía

querer llegarle por dentro hasta el corazón.


-Atraviésame entero, Taehyung -había delirado con

lágrimas en los ojos, ya con las rodillas y los antebrazos

enrojecidos por la fricción, sintiendo esas fuertes manos

sujetándolo con firmeza de las caderas para evitar que

escapara al azote de pasión-. Hazme lo que quieras, seré

lo que me pidas...

Pero al parecer Taehyung no quería que fuera nadie más

que quien era. Envolviéndolo con sus brazos lo había

retenido contra él, empujando con todas sus fuerzas para

alcanzar las profundidades más secretas, y allí se había

derramado, caliente e irrefrenable, hasta que su cuerpo

dejó de convulsionarse para caer en un desvanecimiento

palpitante.

Luego de un momento y con mucha dulzura abandonó a

Hoseok y se echó boca arriba a su lado, jadeante y

agotado, sin fuerzas siquiera para abrir los ojos. Su

compañero, temblando, se había echado sobre él para

cubrirlo de besos y caricias.


-Te amo -le dijo en un susurro ardiente al oído,

mordisqueándole el lóbulo de la oreja, lamiendo de una

forma exquisita los sectores más sensibles de su cuello.1

-Y yo a ti -respondió Taehyung acariciándole el cabello con

abandono, pero la impaciente insistencia de su niño, y la

rígida tibieza que presionaba contra su cuerpo en rítmicas

ondulaciones le indicaron súbitamente que él no estaba

siendo muy equitativo en aquel intercambio amoroso. De

pronto el silencioso pedido le pareció claro como el agua y

por alguna razón la sola idea lo aterró.

Con un movimiento rápido, por no decir brusco, se quitó a

Hoseok de encima y giró sobre sí mismo en la cama,

dándole súbitamente la espalda. Por un momento no

escuchó nada más que la agitada respiración de su niño a

sus espaldas, y la ausencia de manos acariciándolo lo hizo

sentir aún más desnudo y desprotegido.

-No vas a dejarme hacerlo, ¿verdad? -preguntó Hoseok, sin

ocultar el rencor en su voz-. Se lo permites a Yoongi, pero

a mí no.25
Taehyung no respondió. ¿Cómo explicarlo si ni él podía

entenderlo? Yoongi había sido el único, y sólo él le era

familiar, conocido. ¿Darle su cuerpo a otro? Jamás había

pensado hacerlo. Eso no sería para pagar ninguna deuda...

eso sería solamente deseo...

Ahora era Hoseok quien le daba la espalda. Dolido,

Taehyung se giró para abrazarlo. No quería que lo odiara,

no quería ofenderlo, no a él que se había entregado dos

veces sin antes haberlo hecho jamás, y había soportado

estoico la furia de su pasión. Tenía miedo, pero no al dolor,

claro que no... tenía miedo a relacionar su amor con el odio

más visceral e incontenible que sentía hacia su tutor

cuando se apoderara así de él... Dios, cómo odiaba eso...4

-Tómame -susurró al fin, rozándole la nuca con la punta de

la nariz.24

-Olvídalo.

-Hoseok -exigió, asiéndolo del rostro para volverlo hacia él-.

Quiero ser tuyo. Tómame, quiero hacerte sentir lo que me

haces sentir tú a mí.


Sus miradas se cruzaron, dolidas, ansiosas. Besándolo

profundamente, Taehyung se subió a horcajadas y

acomodándose sobre el miembro que esperaba listo para

poseerlo, respiró profundo y comenzó su danza sobre él...

-Estás temblando -susurró Hoseok unos minutos después,

luego de girar y colocarse encima para tomar el control-.

¿Tanto te duele? -preguntó preocupado, besándole las

mejillas y los labios con suavidad.12

Taehyung sonrió con sus ojos llenos de lágrimas, y negó en

silencio.

-¿Qué te pasa?

-...Te amo -murmuró aferrándose con fuerza, hundiendo el

rostro en la tibieza de aquel cuello al tiempo que se

acunaba en el vaivén del ritmo que lo poseía, mientras

lágrimas tibias rodaban por sus mejillas. Y sonrió al fin de


felicidad, radiante como nunca, con su amor respirando

sobre él, besándolo apasionadamente.

Afuera la muerte aguardaba su turno para mover las fichas

del juego. Pero por ahora el sol los cubría con su luz, y

ocultos bajo su mantilla color ocre, se amaban burlándose

de ella y de todos. Ya habría tiempo para las lágrimas. La

felicidad era fugaz y muy pronto acabaría, pero por ahora...

estaban juntos.38

Después de todo, sólo eso les importaba.


Capítulo 7

Café con leche y medias lunas, una merienda tardía que

Taehyung agradeció con el alma (demasiadas energías

gastadas en lo que iba del día...). Sentado sobre la cama,

acababa de terminar de vestirse cuando Hoseok entró al

cuarto portando la bandeja en sus manos y la más hermosa

de sus sonrisas pintada en los labios.2

–Perdona que haya tardado, pero... se había enfriado –

ironizó guiñando un ojo, depositando la taza humeante en

las manos del rubio, que agradeció con un gesto sin apartar

la mirada de él.

Luego de que sus pasiones se hubieron calmado, ambos

se sentían más relajados, aliviados, pero aún confusos.

Envueltos en un silencio cómplice se mantenían presos de

un desconcierto cálido, nacido desde la misma certeza de

sus sentimientos, esas certezas que de tan firmes

engendran dudas en lo más profundo del alma por el miedo

a que algo las arruine. Cómodos y satisfechos, pero a


pesar de los momentos íntimos vividos aún los inhibía la

tangible cercanía del otro.

Hoseok bebió su café y sonrió, sus ojos brillantes diciendo

lo que sus labios callaban. Se sentía nervioso y a la vez

orgulloso de que esos hermosos zafiros estuvieran a

merced de cada uno de sus movimientos. No podía

ufanarse, él se sentía exactamente igual.

–Dime la verdad... lo hice mal, fui desastroso...

Taehyung sonrió, evaluándolo un momento con la mirada.

–No –respondió con suavidad–. Pero mejorarás.

–No estoy acostumbrado a esto, es nuevo para mí... Pero

confío en el talento de mi profesor –admitió con una sonrisa

traviesa, jugueteando con sus labios, mientras las mejillas

se le cubrían con un infantil rubor –¿Qué te pasa? –

preguntó risueño cuando el silencio se prolongó

demasiado.

Taehyung no respondió en seguida, prendado como estaba

de cada detalle que descubría, ínfimas y sin embargo

encantadoras particularidades: el sweater tejido a mano, tal


vez demasiado grande para su contextura pequeña,

desbocado en el escote dejando ver tímidamente un poco

de la suave piel del cuello; el pantalón jogging que en nada

combinaba con el resto, tomado al azar pues él en la prisa

de su pasión había hecho trizas el anterior; los anteojos

que parecían carecer de montura, dos cristales que

concordaban a la perfección con el rostro de rasgos

delicados...

–Hoy es un día muy especial para mí –confesó, casi sin

pestañear.

–Me lo imagino, no todos los días se ganan las Olimpíadas,

mucho menos en la forma en que tú lo hiciste.

–...No me estoy refiriendo a eso –aclaró con voz suave,

mientras Hoseok endulzaba su mirada, sonrojado–. Hoy...

fue la primera vez que lo hice –admitió con una paz que

descubrió no haber sentido nunca.8

De inmediato los ojos negros se alzaron hacia él,

incrédulos.

–Vamos... no soy tan estúpido.


–Lo fue. En cierto sentido.

–Sí, la primera vez que lo hiciste en mi casa –bromeó

Hoseok, bebiendo su café.3

–No... La primera vez que me entrego a alguien que no es

Yoongi.20

La sonrisa de Hoseok de desdibujó lentamente, y bajó su

taza hasta depositarla sobre el platillo, abandonando la

vista dentro de ella, su respiración agitándose levemente.

Fue como si la sombra de una nube hubiera caído sobre

ellos, ocultándolos de la tibieza del sol que habían

disfrutado hasta entonces.

–¿Entonces es verdad...? –preguntó, aunque sabía que no

necesitaba respuesta. Su rostro se encendió, los labios

apretados con fuerza. Una ola de celos y odio pareció

invadirlo como un viento frío, estremeciéndolo–. No es

posible que lo ames.

–Salvó mi vida, es mi padre, ¿cómo piensas que no puedo

amarlo?19
–Ese hombre no es tu padre –exclamó de pronto, en un

tono bastante elevado que de inmediato intentó disimular–.

Además... ¿es verdad que... te tomó cuando todavía eras

un niño?1

Taehyung suspiró. La maldita historia otra vez. Pero tendría

que contarla de nuevo en algún momento de todos modos.

–A los once años, sí. Y en este mismo país.

–¡Oh, por Dios, Taehyung! ¡Es un enfermo! ¿Cómo puedes

permanecer con él luego de eso? ¿Estás loco o qué rayos

tienes en la cabeza?

–Habla quien permaneció con un golpeador toda su vida

hasta que por poco lo mata –respondió el ruso

abandonando su taza, mirándolo con firmeza–. Al menos

Yoongi me ama y me trata con cariño.33

–Pero... ¡es un perverso! Por favor, alguien que hace eso a

un niño merece la muerte.

–Pues muerto habría estado yo de no ser por él.

–¡Taehyung, no justifiques una atrocidad semejante!


–¡No la justifico, maldita sea! ¿Qué piensas que soy?

¿Acaso crees que estoy tan desquiciado como para

hacerlo? Sólo Dios sabe lo que he sufrido, las cosas que he

tenido que soportar como un hombre siendo un niño.

–¡Pero permaneces junto a él! Estás siguiendo su juego,

haciendo lo que él quiere.1

–¿Tú también vas a darme un discurso sobre eso? –

preguntó, bastante cansado de tener que cargar siempre él

con la culpa de que aquella pesadilla no tuviera fin–. No

festejo lo que hace, sólo estoy diciendo que le debo la vida.

¡Mi vida! ¿Qué precio tiene eso? ¿Acaso tú sabes

decírmelo? Me encantaría que no me valiera el trasero

todos los días, pero si esa es la forma en que él desea que

se lo pague, no puedo hacer nada más que aceptarlo.

–No, no puedes aceptar eso –Hoseok parecía

desesperado, echando atrás su cabello con ambas manos

en un gesto de exasperación–. No lo entiendes, no le

debes nada, nada justifica lo que te hizo, lo que te sigue


haciendo. Debes dejarlo, alejarte de él lo antes posible.

Deberías enviarlo a la cárcel y que se pudra en allí.1

–No sabes lo que dices. No sabes nada.

–¡Eso mismo te dije yo a ti, Taehyung, y ya ves lo

equivocado que estaba! Tú me demostraste eso, fuiste tú

quién me enseñó que se debe parar a tiempo antes de que

sea una tragedia.

–¿Enviarlo a la cárcel? ¿Acaso crees que podría hacerle

algo así a Yoongi?

–¡Pero se lo merece!

–No puedo pagarle con traición todo el amor que me ha

dado. Tú estás loco.15

–¿Amor? ¡Eso no es amor! No hay nada más alejado al

amor que el abuso, Taehyung. ¡Es un degenerado! Maldito

desgraciado, qué patrañas te habrá dicho para que encima

creas que eres tú el que está en deuda. Once años... no

puedo creer que sea tan hijo de puta, merecería morir de la

peor manera. Ojalá que sufra hasta lo impensable, mal

nacido.8
–¡No hables así de él! ¡No lo conoces! –Taehyung se había

puesto furioso, ciego a razones en su afán de mantener la

ilusión de normalidad en su vida. Con un gesto nervioso

había hecho el ademán de levantarse, pero Hoseok, más

rápido que él, se le había echado al cuello, besándolo con

la misma desesperación de antes, como si temiera perderlo

de un momento a otro. Afligido, había luego descansado la

cabeza sobre su hombro, sin dejar de abrazarlo.

–Déjalo... Déjalo, ahora me tienes a mí.14

–... No puedo descartarlo como a un juguete roto porque

ahora tenga uno nuevo.19

–¡Y yo no puedo soportar que él te toque cuando eres

mío!39

–...

–Taehyung... ¿qué tengo que hacer para que lo

abandones?

–Nada, no tienes que hacer nada. Por favor, esto ya es

demasiado difícil para mí, no me lo compliques más.


–Te ayudaré a librarte de él –insistió, tomándolo del rostro

para obligarlo a mirarlo a los ojos–. Haré lo que sea para

alejarlo de ti.

–No hay nada que puedas hacer, no insistas.

Los ánimos se habían elevado demasiado. El silencio que

los sobrevino no traía paz, sino una tensa pausa.

–Sí, si puedo –dijo entonces Hoseok, soltándose con gesto

cansado, como si hubiera perdido una batalla librada hasta

ese momento consigo mismo–. Sí puedo. Y aunque no

quería hacerlo... veo que no me dejas alternativa.23

Taehyung volvió su mirada hacia él.

–¿De qué hablas?

Pero Hoseok no respondió. Con una extraña expresión, se

puso de pie y salió del cuarto. Taehyung aguardó. ¿A

dónde había ido? Pero luego de unos minutos lo vio

regresar, trayendo con él una pequeña caja con candado.

Volvió a sentarse al frente y permaneció en silencio unos

momentos más, como si estuviera buscando las palabras

más adecuadas para expresarse.


–La última vez que hablaron, tú le dejaste un encargo a mi

madre, algo que querías que investigara por ti –dijo

entonces con tono abatido. Con un notorio cambio de

expresión, Taehyung volvió hacia él toda su atención.

Hoseok lo observó un momento, y luego continuó

hablando–. Ella lo hizo. Trabajó con ahínco en tu pedido

durante varios meses, y aunque le fue difícil, descubrió

muchas cosas.8

–¿...Y bien?

–Taehyung... no sé cómo decirte esto.3

–Diciéndolo.26

–...2

–No reciben un centavo de todo el dinero que les envío,

¿verdad? –aseguró con amargura, como si hubiera leído su

mente–. Yoongi no les remite ningún cheque... ¿Es eso?

–Eso... es verdad. No les envió jamás nada de dinero.

Taehyung hundió el rostro entre las manos en un gesto de

profunda angustia.
–Yo ganando de a miles y ellos hundidos en la miseria... No

pudieron perdonarme, lo sé, por eso no me hablan. Luego

de todos los sacrificios que hicieron por mí... ¿Pero por qué

no hablaron conmigo? No, mi madre jamás me llamaría

para pedirme dinero, y mi padre nunca se lo permitiría.

Dios... deben odiarme.

–La verdad es que no lo sé, Taehyung. Y creo que nunca lo

sabremos...27

–¿A qué te refieres?

–...

Hoseok bajó la vista, acongojado. Una extraña punzada de

dolor repercutió en el pecho de Taehyung. ¿Qué más le

estaba ocultando?

–¿Qué hay en la caja? –preguntó pausadamente, sin

siquiera mirarla.5

–...

–Habla Hoseok.

–...

–¡Habla de una maldita vez!


–Si no responden tus llamadas no es porque estén

enojados, ni porque no tengan dinero... Ellos simplemente

no pueden... no lo harán...16

–¿Qué quieres decir...?

–...

–¡¿Qué demonios quieres decir?! –exclamó tomándolo por

los hombros, sacudiéndolo enérgicamente. Hoseok lo miró,

agitado, sus ojos enormes.

–Tu familia... lo siento... pero ellos están muertos.39

Taehyung lo soltó de inmediato, como si de pronto el

cuerpo que sujetara le hubiese dado una descarga

eléctrica, y estiró el brazo hacia atrás, intentando asirse de

algo y recuperar el equilibrio que un repentino vértigo le

había hecho perder. Su respiración comenzó a agitarse, su

mirada era de incredulidad.

–¿Qué dices? –susurró negando con la cabeza, aturdido.

–Lo siento.

–Pero ellos... cómo... no es posible...

–Lo lamento mucho.


–No pueden... haber muerto, no todos... Mi hermana...

ella... –Taehyung balbuceaba palabras desarticuladas,

intercalándolas con susurros en ruso, mientras sus ojos se

inundaban cada vez más. Parecía perdido, atontado,

incapaz de terminar de asimilar la noticia–. ¿Un accidente?

–No, no un accidente... Un asesinato.42

Taehyung se llevó la mano al pecho, allí donde su corazón

acababa de detenerse bajo el esmerado diseño rojo y

plateado de su hermoso traje. La punzada fue aún más

profunda y dolorosa que la que había sentido en el hielo.

–No puede ser cierto –susurró casi sin aire, mientras las

lágrimas al fin comenzaban a rodar por sus mejillas.

Hoseok se acercó a él, acariciándolo, dispuesto a

consolarlo pero también a decírselo todo.

–Sé que esto es terrible para ti, no quería causarte este

dolor pero debías saberlo. Y entenderás por qué te lo dije

ahora y no esperé otra oportunidad... Fueron asesinados,

los tres, a manos del mismo homicida... Taehyung, mi amor


–murmuró, besando sus lágrimas y sus labios con

suavidad–, quien los mató... fue Yoongi.

32

***

–Mientes... –Taehyung presionó más su pecho, con los

ojos fuertemente cerrados como si ya no pudiera respirar–.

¡Mientes! –gritó de pronto, tomando a Hoseok con fuerza y

arrojándolo contra la cama sin ninguna delicadeza. Una

taza se derramó sobre el cobertor, la otra cayó al suelo

haciéndose añicos. Inmovilizándolo, detuvo el puño a

centímetros de distancia de su rostro, con el suyo propio

distorsionado por el estallido de ira, tembloroso, tenso, y

bañado en lágrimas–. Maldito mentiroso –gimió con los

dientes apretados–, lo dices para inculparlo, para que yo lo

odie y lo abandone... ¿Cómo te atreves, cómo puedes decir

que mi familia está muerta y acusar a Yoongi de haberlos

asesinado? ¿Cómo osas mentirme así? Vuelve a decirlo y

te destrozaré. ¡Atrévete a repetirlo!41


Hoseok evaluó su situación, inmóvil. El puño de Taehyung,

por más tembloroso que estuviera, no era algo para tomar

en broma; era un hombre fuerte y enérgico, y él, aunque no

estuviera recuperado de ninguna herida, jamás habría

podido ganarle en fuerza. De todos modos, y a pesar de la

violenta amenaza, con la determinación en la mirada y la

voz firme, decidió continuar adelante.

–Tu madre, tu padre, tu hermana... –dijo con calma,

aunque su pecho se agitaba y sus ojos luchaban por

ocultar el miedo al riesgo que estaba tomando–... los

asesinaron a todos, con cuchillos, toscos cuchillos de

carnicero. Fue en su casa, tu casa allí en Novosibirsk. Tu

padre fue el primero en morir: lo degollaron y abandonaron

su cadáver tendido en la sala de entrada. A tu madre la

apuñalaron repetidas veces en la cocina y la dejaron allí

hasta que murió desangrada. A tu hermana la hallaron en

su cuarto. Era la que más heridas tenía: en el pecho, en el

abdomen, en la espalda... al parecer fue la que más batalla

presentó a su atacante. Cuando la sorprendió te estaba


escribiendo una carta a ti... te contaba que estaba

embarazada...44

Taehyung abrió el puño amenazador para cubrir su boca y

así evitar que sus gritos ensordecieran al mundo.

Permaneció unos interminables segundos inmóvil,

asimilando con retraso cada una de las macabras palabras,

hasta que finalmente estalló en violentos sollozos que lo

hicieron caer casi desvanecido sobre el pecho de Hoseok.

Se convulsionaba, tembloroso, mientras las lágrimas caían

sin cesar por sus mejillas y entre sus dedos, mojándole el

pelo y los labios, con un llanto sonoro y desgarrador que se

incrementaba cada vez más. Todas las lágrimas contenidas

por tanto tiempo, las que jamás había derramado aunque

muriese de ganas, tal vez las de toda su vida, se

atragantaban ahora en su pecho, anudándose en su

garganta, desbordando en sus ojos. Ninguna pena anterior

a ésta le pareció tan grande, ninguna herida tan honda. De

pronto todas sus quejas desaparecían bajo el peso de esta


desgracia. La muerte había llegado de improviso y

simplemente lo había deshecho.

Hoseok se mordió los labios, abrazándolo con fuerza, sus

lágrimas también a punto de derramarse. No quería pensar

en esa gente muerta, en esos padres quebrados de dolor

por el alejamiento de su hijo, en esa joven que nunca

llegaría a ver el rostro de su bebé, en ese niño que jamás

saborearía la copa de la vida. No, no quería pensar en toda

esa sangre derramada, en esa casa teñida de muerte...

Sabía que si retenía esas imágenes en su mente acabaría

perdiendo la razón. Prefería concentrarse, aunque fuera

igual de difícil, en confortar a Taehyung. No creía haber

visto a alguien más dolido y desconsolado en toda su vida.

¿Por qué lo había tomado por sorpresa su reacción?

¿Acaso no era un joven recibiendo la peor noticia del

mundo? Siempre había tenido una imagen tan fuerte de él,

lo veía tan fuerte, imbatible, resistente... desde siempre lo

había idealizado tanto que casi olvidaba que sólo era un

muchacho, como él, como cualquiera. No era ese


monstruoso enemigo al que había que derribar a cualquier

precio, como siempre le había dicho su padre. Lo había

odiado tanto, y ahora, protegiéndolo entre sus brazos, se

sentía tan culpable...1

–Fue Yoongi, por más que no quieras creerme –aseguró en

voz baja cuando sintió que su niño se calmaba un poco–. Si

necesitas pruebas... aquí las tienes, velas por ti mismo –

apuntó, estirando una mano hasta levantar la tapa de la

pequeña caja.

Los sollozos dieron paso a profundos suspiros de dolor.

Taehyung había dejado de llorar, pero aún continuaba

abandonado contra el pecho de Hoseok, con los ojos fijos y

tan perdidos como sus pensamientos. Daba la impresión de

que permanecería por siempre allí, aletargado, pero luego

de unos minutos volvió el rostro y la mirada hacia la caja

–¿Qué encontraré allí? –preguntó con voz débil, como si

realmente ya no le importara nada en el mundo. Los ojos

de Hoseok también se desviaron hacia la caja, y la miraron

sin verla.
–Tan sólo la verdad...

Durante la siguiente media hora Taehyung se dedicó a

revisar, con lágrimas en los ojos, las pruebas que quitaban

una a una las vendas que lo habían cegado hasta aquel

momento a la realidad. Hoseok tenía razón. Su familia

había muerto tal cual su relato, según los informes forenses

que databan la horrible masacre hacía cuatro años atrás...

Cuatro años, y él nunca había sido comunicado por

nadie...3

“Al menos seis vecinos dicen haber escrito cartas a

Taehyung para comunicarle lo sucedido” decían unas notas

tomadas a puño y letra por la misma Haneul. Por supuesto

Taehyung no era tan ingenuo para creer aquello sin más,

pero la mención de aquellos vecinos, de nombres que él

recordaba muy bien desde su infancia, le parecieron

prueba suficiente. No era un simple cuento escrito por la

madre de Hoseok. Los informes de las autopsias eran

oficiales, y junto a las pulcras traducciones al inglés

estaban las copias de los originales en ruso, que como él


mismo podía comprobar, contaban exactamente la misma

macabra historia.

No eran esos relatos lo único perturbador. Todo allí parecía

ser una pesadilla. La letra de Yoongi aparecía una y otra

vez: en cheques firmados sin su consentimiento, en notas

haciéndose cargo y dando indicaciones para los funerales,

en agradecimientos a condolencias que jamás había

recibido, comprando parcelas en el cementerio, arreglando

sucesiones y herencias en su nombre, incluso falsificándole

la firma en los papeles que lo requerían obligatoriamente.

Poderes que nombraban a Yoongi como el encargado de

administrar y decidir sobre cualquier tema relacionado con

su familia, aunque más no fuera para recibir los boletines

oficiales de la causa judicial que la policía había enviado en

los primeros tiempos, investigación que después habían

terminado en la nada.1

Era la letra de Yoongi, allí no había engaño posible. Era su

letra, y le había estado mintiendo por más de cuatro años...


Pero, aunque angustiante, nada fue tan doloroso como lo

que halló en el fondo de aquella caja. Una maltratada hoja

de papel minada de atroces manchas de sangre, donde la

bella caligrafía de su hermana aún se hacía notar con

bastante claridad a pesar de los oscuros rastros de muerte.

Con las pupilas dilatadas y casi en estado de transe,

Taehyung tomó entre sus manos aquella carta tardía y

comenzó a leer.

Querido Taehyung:

Sigo escribiéndote con la esperanza de que alguna vez

recibas mis cartas. Quiero creer que no te entregan mi

correspondencia, ni te avisan cuando llamamos por

teléfono, y que la casilla de correo electrónico a la que

envié tantos mensajes no la abres tú. Me convenzo de que

no te enteras de todos los intentos que hacemos por estar

contigo hermano mío, porque me niego a creer que sabes

de nuestra desesperación por verte y nos vuelves la

espalda.
Si mamá y papá se enteraran que te reprocho estas cosas

no me lo perdonarían, porque intentan convencerme

(aunque ellos aún no lo hayan hecho) de que Yoongi tiene

razón y que lo mejor es que desaparezcamos de tu vida.

Ya sabes, él habló con nosotros. Nos contó lo feliz que eres

allí en San Petersburgo, lo fantásticos que son tus

entrenamientos, y que por primera vez estás realmente

complacido con lo que tienes. No sabes cómo nos

alegramos por ti mi querido, todos los días ruego a Dios

para que te dé toda la alegría que mereces y que sigas

ganándolo todo como hasta ahora. Jamás fue nuestra

intención, como nos dijo que tú crees, el truncar tus sueños

ni interferir con tus planes. No queremos que sacrifiques

nada por nosotros, sólo deseamos estar contigo. Él dice

que si te amamos de verdad debemos olvidarnos de ti para

siempre, que es lo que tú esperas, pero ¿cómo podríamos?

No lo logramos Taehyung, por más que intentamos pensar

que es tu deseo y queramos tu bien.


Sé que, según nos cuenta Yoongi, te irrita la idea de que

vayamos a verte, pero aún así no nos perdemos ni una sola

competición en la que te presentas. Deberías vernos, los

tres alrededor de la televisión atraídos como insectos a la

luz. Me pone muy feliz, pues es la única forma que tengo

de verte, pero me agradaría más si mamá no llorara tanto

cuando apareces en pantalla, y si papá no saliera a

caminar por horas una vez que termina la transmisión. Él

también llora a escondidas, lo he escuchado.10

Taehyung ¿es que no nos extrañas? ¿no te interesa volver

a vernos? Nuestros padres están destrozados, pero

insisten tercamente en que es lo mejor para ti. Repiten el

discurso de Yoongi como si estuvieran bajo su hechizo,

diciendo que estás mejor sin nosotros, que sólo te

llevaríamos preocupaciones, que arruinaríamos la feliz vida

que llevas. Yo no pienso lo mismo. Y no me gusta Yoongi.

Estoy segura de que es él quien desvía nuestra

correspondencia, el que jamás pasa nuestras llamadas. Sé

que será él quien lea estas líneas y las arroje a la basura


antes de dártelas, pero no puedo rendirme. No puedo

resignarme a perderte como si nunca hubieras formado

parte de la familia. Aún eres mi hermanito, me niego a creer

que nos has olvidado, que te avergonzamos, que ya no nos

amas.

No ambiciono compartir tu fortuna porque es sólo tuya, la

has ganado con todo el sacrificio, pero no puedo sacarte de

mi mente ni de mi corazón. Mucho menos ahora, que me

siento más sensible que nunca. Todos me han prohibido

molestarte con esto, pero ya estoy demasiado ansiosa

como para continuar guardando el secreto. Si todo sale

bien, en dos meses serás tío mi querido Taehyung. Sí,

Viktor y yo estamos muy felices, aunque él deberá seguir

trabajando en el sur por varios meses más. Lo extraño,

pero necesitamos juntar dinero para el bebé y además--

10

En este punto la carta se interrumpía. Un rayón inesperado

y extraño al resto de la prolija escritura se extendía hacia


abajo, atravesando varios reglones y se perdía hacia la

derecha en vuelo directo hacia la nada. Y eso era todo...

El ensangrentado papel tembló momentáneamente en sus

manos, y luego cayó sobre el cobertor como si su peso se

hubiera tornado insostenible.

–Taehyung... ¿a dónde vas? –preguntó Hoseok cuando lo

vio levantarse, decidido, y salir de la habitación sin decir

palabra–. ¡Taehyung, espera! ¿Dónde vas?

Pero ya era demasiado tarde. La puerta principal se cerró

de un golpe y un segundo después la figura de Taehyung

cruzaba la calle para perderse dentro del primer taxi que se

atravesó en su camino.

Hoseok permaneció de pie largo rato junto a la ventana.

Con la sien apoyada contra el marco parecía meditar,

abstraído, sobre lo que había sucedido aquel día: desde la

mañana, cuando había sido testigo de aquella increíble

hazaña artística, hasta aquel momento en que la tarde

moría, donde había pasado a ser el protagonista de la

acción más dulce y más intensa que había vivido jamás.


Arrullándose en la suavidad de la cortina, distraídamente se

acarició los labios, cerrando los ojos en un gesto

ensoñador. Suspiró. No era lo mismo, luego de Taehyung

ya nada era lo mismo.

Casi inconsciente de sus movimientos, dio unos pasos

hacia la cama y se recostó sobre las sábanas revueltas,

respirando profundo entre ellas. La almohada olía aún al

cabello de Taehyung. Se aferró a ella con fuerza, con los

ojos cerrados. Sí... el calor de su piel, el perfume de su

cuello, su pelo...3

Apenas entreabriendo los ojos, como si quisiera dormirse y

soñar, divisó la carta abandonada. La sangre, aunque seca,

continuaba allí, latente, eterna. La observó unos momentos

con la mente en blanco. Y luego, hundiendo el rostro entre

sus brazos... se echó a llorar.

***
–¡Taehyung! ¡¿Dónde demonios te habías metido?! Por

Dios, ¡casi me matas de la angustia!

Yoongi cortó el teléfono que estaba a punto de utilizar,

seguramente para hacer otra de las cientos de llamadas

que había realizado tratando de localizarlo, y cerró los ojos

juntando sus manos en un gesto instintivo de

agradecimiento y alivio. Sobre la mesa yacían

desparramados una agenda abierta y dos paquetes de

cigarrillos vacíos. Ahora Yoongi apagaba el último de sus

cigarros, aplastándolo nerviosamente en el cenicero que

rebalsaba de colillas, y se acercaba a Taehyung con la

camisa desalineada, sofocado por los nervios y con un

gesto que no terminaba de decidirse entre ser de enojo o

de alivio.

–¿Qué diablos tienes en la cabeza? ¿Cómo se te ocurre

desaparecer así sin avisarme al menos que te vas? –exigió

con el ceño fruncido y los ojos húmedos de preocupación–.

Creí que te habían secuestrado, que Jung te había hecho

vaya Dios a saber qué salvajada, hasta pensé que algún


fanático te había asesinado, ¡por Dios! –volvió a exclamar,

ocultando el rostro entre las manos como si fuera a echarse

a llorar. Parecía realmente consumido por la angustia y al

borde de un ataque de nervios; pero cuando luego de un

momento reapareció entre los dedos temblorosos, sonreía

aliviado, al parecer dispuesto a olvidarlo todo ante la

alegría de haber recuperado su tesoro perdido–. De

acuerdo, no digas nada si no quieres, no es asunto mío

dónde estuviste. Estás bien y estás aquí a salvo conmigo,

es todo lo que me importa –concluyó con un suspiro,

elevando el rostro para besarlo.

Pero grande fue su sorpresa cuando, en vez de responder

con sus labios, Taehyung le contestó con sus puños,

sentándolo en el suelo de un solo y certero golpe. Cayó

pesadamente sobre su trasero, sin ningún signo de dolor

aparente, y allí permaneció inmóvil, mirándolo aún con un

estúpido aire de sorpresa. Era claro que no tenía la más

mínima idea de dónde había venido eso, y mucho menos

del por qué, pero tampoco tuvo mucho tiempo para meditar
al respecto. Apenas si había reaccionado cuando las

fuertes manos del rubio lo levantaron por el cuello y lo

derribaron nuevamente de otro golpe en pleno rostro.

–¡Taehyung! –exclamó desesperado al ver que su pupilo

volvía a tomarlo para golpearlo una y otra vez sin ninguna

intención de detenerse–. ¡Basta! ¡¿Qué haces?! ¡Basta!17

Pero Taehyung, inconmovible y más frío que nunca,

continuó castigándolo mecánicamente, sosteniéndolo con

la derecha, golpeándolo con la mano izquierda, sin respiro,

hasta que pronto el rostro estuvo cubierto de sangre.

–¡Detente! ¡Basta, basta! –chillaba Yoongi intentando

inútilmente repeler la agresión, retrocediendo como podía,

derribando todo lo que chocaba, cruzando los brazos frente

a su rostro mientras continuaba recibiendo violentos

puñetazos–. ¿Por qué? ¿Por qué? –preguntaba a los gritos

mientras la sangre llenaba su boca y salpicaba todo a su

alrededor.

–¿Por qué? ¿Me preguntas por qué? –repetía Taehyung,

enajenado como nunca en su vida, golpeándolo cada vez


más fuerte–. ¿Necesitas que te lo diga? ¿Quieres que te lo

recuerde, hijo de puta?

–¡Basta, basta! ¡Me vas a matar! ¡Basta!

Taehyung se detuvo, agitado, tembloroso. Tenía las

mejillas sonrojadas, el cabello alborotado y los ojos

encendidos por el odio y el dolor.

–Hijo de puta... hijo de puta –repitió como si no encontrara

más palabras que esas para expresarse.3

Yoongi permaneció por un momento a la defensiva, aún

protegiéndose la cabeza en caso de que la tregua durara

poco. Pero cuando Taehyung se echó en el suelo,

exhausto, y permaneció allí con los ojos cerrados y las

manos hundiéndose despacio en su cabello, bajó

lentamente los brazos, tembloroso y alterado. La sangre le

caía a chorros por la nariz, claramente fracturada, y

manaba también de su boca, de donde habían caído dos

dientes. El ojo derecho ya mostraba una hemorragia

impresionante, y la mejilla y los labios comenzaban a

hincharse con rapidez. Trémulo y aún desconcertado, se


llevó una mano al rostro. Atónito, permaneció un momento

observando el fluido rojizo brillando en sus dedos con los

ojos inundados por el dolor.

–¿Por qué? –preguntó en un susurro, mientras las lágrimas

comenzaban a mezclarse con la sangre caliente sobre su

piel.

–Porque lo sé todo –respondió Taehyung, mirándolo como

si ahora el cansancio fuera más fuerte que cualquier otro

sentimiento.

–No te entiendo... No entiendo nada... –aseguró con la voz

congestionada, siseando de dolor al tocarse la nariz,

palparse el ojo lastimado, el labio partido.

–Claro... cómo podrías, has hecho tantas perversidades en

tu vida que no sabes a cuál me refiero –se burló Taehyung

con frialdad. Pero luego su gesto fue convirtiéndose paso a

paso en puro dolor, y cuando volvió a hablar su voz sonaba

casi quebrada por el llanto–. Mi familia... Mi familia...

¿Cómo te atreviste? Mi madre, mi hermana embarazada...

¿cómo fuiste capaz de hacerme algo así? A mí... ¡A mí,


luego de todo lo que te he ofrecido! Te entregué mi vida,

me abandoné a tus manos y así me lo pagas... ¿Cuánto

más pensabas seguir con la farsa? ¿Cuándo ibas a

decírmelo, o creíste que ibas a poder engañarme por el

resto de mi vida?

Yoongi cerró los ojos lentamente y permaneció en silencio.

La mancha de sangre sobre su camisa continuaba

extendiéndose, pero ya no parecían importarle sus heridas.

¿Qué podían interesarle? Ahora debía enfrentar algo

mucho peor que el dolor.

–Lo siento –dijo casi en un suspiro–. Lo siento, Taehyung...

cometí un error... un terrible error...3

–¿Un error? ¡¿Llamas a matar a mi familia cometer un

error?!

–Yo no los maté.

–No, claro que no. Como tampoco mataste a los alemanes,

¿verdad?

–... Lo hice por ti.


–Sí Yoongi, te creo... como siempre, todo lo haces por mí.

Supongo que también debería agradecerte esto, ¿no es

así?

–¡Yo no maté a tus padres!

–¿Y quién lo hizo entonces?

–... no lo sé...

–¿Por qué no me dijiste que habían muerto? ¿Cómo

pudiste engañarme por años, diciéndome que no querían

verme, que no eran dignos de mi ayuda?

–No quería que sufrieras.

–¡Ah, porque en ese entonces no sufrí en lo absoluto! Que

buen plan el tuyo... Era más fácil deshonrarlos a ellos,

¿verdad? Serían los villanos de la película mientras tú

quedabas como el héroe. Siempre tú el maldito héroe.

–No lo entiendes. ¿Qué habrías hecho si te lo decía

entonces?

–Lo mismo que ahora, pero antes.

–No... no, eras aún muy chico para recibir esa noticia.

Habrías sufrido demasiado, te hubieses hundido en una


depresión horrible, no podía permitir eso. Estabas ganando

todos los campeonatos, habías empezado la carrera a la

gloria, no podía echarlo todo a perder por tres personas a

las que era mejor que olvidaras. Créeme, hice lo mejor para

ti. Hace tanto que no los ves que ahora sus muertes no te

importarán lo mismo que antes. Ahora será más fácil

superarlo. No lo entiendes, pero lo hice por ti.7

–¿Más fácil superarlo...? Mi familia fue asesinada y yo ni

siquiera me enteré. Nunca tuvieron dinero, ni comodidades,

ni siquiera pude decirles cuánto los amaba, ¿y tú crees que

me es más fácil?

–Piensa, ¿para qué los querrías ahora? Ya tienes un hogar,

yo soy tu familia, no los necesitas. ¿Qué hubieran podido

darte? ¿Pasteles horneados, canciones en invierno,

juguetes de madera? Tenemos una hermosa casa, y dinero

para hacer lo que quieras, sólo con eso ya tienes más de lo

que te hubieran dado ellos. De hecho, tú hubieras tenido

que mantenerlos, incluso una boca más; piensa que hasta

es mejor que estén muertos.21


–¡Por Dios, cómo puedes ser tan cínico!

Taehyung se puso de pie y Yoongi se retrajo, elevando los

brazos frente a él, instintivamente aguardando el golpe...

pero éste nunca llegó. Apenas entreabriendo los ojos

observó que su niño dorado permanecía de pie unos

momentos, cubriéndose el rostro con las manos como si

estuviera ocultando sus lágrimas, y luego partía hacia el

cuarto que había elegido como dormitorio. Minutos después

regresaba con su equipaje.

–No. ¡No! –exclamó al verlo, pero el gesto amenazador del

rubio interrumpió su intento por detenerlo–. No lo hagas...

Devuelve eso al cuarto... Espera hasta mañana, por favor,

el avión parte al medio día. Iremos a casa y todo estará

bien, te lo prometo, te lo juro, estarás bien.1

Taehyung lo observó en silencio, su rostro más serio y

desamorado que nunca. Las palabras que escuchaba ya no

lograban tejer su hechizo y se desvanecían como chispas

antes de tocar el piso.


–No voy a denunciarte –anunció con voz sombría,

mirándolo fríamente como si sólo se tratara de un montón

de basura que no mereciera ni siquiera sus insultos–. No

voy a denunciarte por estupro, ni por abuso reiterado, ni por

pederasta... No voy a contar al mundo todos los años que

me tuviste a tu lado prostituyendo mi cuerpo y mi mente,

extorsionándome psicológicamente día a día,

poseyéndome a tu antojo, como si yo no tuviera ningún

derecho sobre mi propio cuerpo... Ni por alejarme de mi

familia... por hacerlos sufrir la mentira de que yo ya no los

amaba, cuando eras tú quien nos separaba... quien

finalmente nos separó para siempre –la voz vibró y pareció

quebrarse como un cristal, el mismo que ahora cubría sus

ojos cada vez más húmedos. Había tanto odio y dolor en su

mirada que ya no podía expresar nada–. No voy a contar

que los asesinaste y ocultaste todo por años... No contaré

ni estos ni tus otros muertos, pero con una condición... –

agregó, agachándose para que sus rostros quedaran a la

misma altura. Yoongi estaba tembloroso, casi ido,


escuchando su sentencia como si fuera un mal sueño del

que pronto despertaría–... con la condición de no volver a

verte nunca más en mi vida. ¿Escuchaste? Nunca más en

mi vida. Si te cruzo en la calle, si coincides conmigo en un

lugar público, si llego a verte entre los espectadores de

alguna presentación, juro por la memoria de mi familia que

denunciaré absolutamente todo ese mismo día. No me

importará que haya sido casualidad, que no lo hubieras

planeado, que nos junte el destino; arréglate para pasar el

resto de tu vida lo suficientemente alejado de mí, ¿has

entendido...? ¡¿Has entendido?!7

–Mátame –suplicó Yoongi en un murmullo ahogado,

mientras las lágrimas le empapaban el rostro

ensangrentado–. Si vas a hacerme eso entonces mátame

ahora.17

–No, no voy a matarte. Quiero que vivas y sufras. Ojalá me

amaras tanto como dices, así sentirías más dolor aún. Vas

a vivir, y pensarás en mí hasta el último día de tu vida, y te

arrepentirás de lo que me hiciste de aquí a la eternidad.


Vas a desear tener el valor de suicidarte, y no lo obtendrás

porque eres un cobarde y un maldito hedonista que sólo

sabes pensar en ti, en tu deseo, en tu placer. Vas a

consumirte en tu propio vicio como un insecto comiendo su

mugre, y yo veré tu ruina desde afuera, desde los brazos

de quien amo y deseo como nunca jamás te amé ni te

deseé a ti. Y me reiré de tu decadencia, de tu soledad, de

tu falta de seres queridos, de tu necesidad de que alguien

te abrace y te de cariño sincero. Nadie te querrá nunca,

porque tú no sabes querer. No tienes idea de lo que es eso.

Y morirás por la mano del odio, por todo lo que me has

hecho sufrir, a mí y a Jin, y a todos los chicos a los que

arruinaste la vida... Me das asco... Quisiera decir que te

odio, pero es más que eso...36

–¡Taehyung! –gimoteó Yoongi desesperado, estirando sus

manos ensangrentadas hacia él, intentando asirlo del borde

del pantalón cuando giró para marcharse–. ¡Moriré sin ti!

¡Lo digo en serio, moriré! ¡Taehyung, te amo!16


Observando la figura sollozante que se arrastraba a sus

pies, Taehyung comprendió que no era su fortaleza sino la

debilidad del otro lo que le permitiría dar ese gran paso.

Nunca había visto a su tutor tan arruinado como en ese

momento, nunca sus ojos lo habían contemplado bajo una

luz tan terrenal. De pronto ya no le pareció tan fuerte, ni tan

versado, ni siquiera tan inteligente como lo había creído

siempre. Ya no veía a su salvador, aquel que podía

protegerlo contra todo mal, no... ahora veía a un hombre

viejo, perdido, con una calva demasiado pronunciada y un

abdomen prominente, que lloriqueaba como un niño

perdido sin su madre. Verlo partía el alma, pero algo allí se

había roto irremediablemente, y no era otra cosa que el

velo que cubría sus ojos, rasgado al fin, manchado de

sangre y lágrimas. La última cuota estaba saldada, sus

cadenas habían sido rotas y la puerta de salida estaba

abierta de par en par, esperándolo. Era libre...

–Este es el fin de la historia –recitó con calma antes de

tomar su valija y dirigirse hacia la puerta–. Recuerda lo que


acordamos: nada te debo. Adiós Yoongi. Adiós para

siempre.

***

–Ten, toma esto, te hará sentir mejor...

Hoseok depositó una taza de té y una aspirina en las

manos de Taehyung, que las recibió con la mirada ausente,

perdida en algún punto lejano del parquet. Tenía el rostro

demacrado por el agotamiento y los ojos irritados de tanto

llorar. Más silencioso que nunca, hacía casi una hora que

se encontraba allí, en casa de Hoseok, arrebujado sobre el

amplio sillón de la sala, cobijado por una manta verde

escocesa que su niño le había depositado sobre los

hombros intentando inútilmente disminuir los incontrolables

temblores que lo asaltaban.

Apenas si podía creer que sólo fueran las nueve de la

noche. Que esa misma mañana hubiera alcanzado la cima

del mundo, y que desde esa altura ahora estuviese

cayendo a las profundidades más aterradoras. El mejor y el

peor día de su vida, el Cielo y el Infierno tocados con la


misma mano... Señor, ese sentimiento de vacío total debía

tener fin, las puntas del risco debían alzarse de una vez por

todas para destrozarlo, le dolía el cuerpo, no podía seguir

cayendo, no podía...

–¿Por qué no comes algo? No has probado bocado en todo

el día... –Arrimando el plato con emparedados, Hoseok

insistió un par de veces, pero Taehyung parecía no

escucharlo, perdido como estaba en el torbellino de su

mundo interior–. My God... si así tienes la mano, no quiero

ver cómo le quedó la cara... –comentó rozando con sus

labios los nudillos enrojecidos.1

–Doce años... Doce años y estoy exactamente donde

empecé... Todo perdido, todo muerto....

–¿Por qué dices eso? Eres un hombre, tienes tu propio

dinero, tienes fama y reconocimiento, no lo necesitas. Hoy

debería ser el mejor día de tu vida.1

Por primera vez Taehyung volvió sus ojos cansados hacia

Hoseok, como si recién se percatara de su presencia. La


afirmación había sido demasiado descabellada como para

ignorarla.

–¿Es que no lo ves? –preguntó, mientras su mirada se

humedecía–. Estoy huérfano, me quedé solo en el mundo...

Toda mi vida se fue al diablo, no tengo nada, estoy otra vez

solo, perdido en una ciudad, sin abrigo, sin ningún lugar a

dónde ir... sin futuro, como cuando Yoongi me halló a punto

de morir en la nieve... sólo que ahora ni siquiera lo tengo a

él para salvarme...5

–Pero... ¿qué estás diciendo? –Hoseok quitó la taza de las

temblorosas manos para evitar que se derramara, y las

tomó entre las suyas para transmitirle calma, tranquilizarlo–

. Mi vida, ese tipo es un demonio, un asesino, un

abusador...

Pero las lágrimas de Taehyung volvían a caer, tibias y

desesperadas, desbordando como la angustia que tenía

adentro.
–Lo sé, ya los sé –admitió sin poder contener un sollozo,

harto de escuchar siempre el mismo discurso–, pero sea

como sea es mi padre.6

–¡Él no es tu padre, Taehyung!

–¡Lo es! –exclamó, estallando en lágrimas–. Me crió, me

cuidó, me dio su amor... ¿No es eso un padre? Era un niño,

Dios, yo era un niño al que habían maltratado por años y

años, y él me convirtió en un príncipe, en su príncipe... No

era una bestia, él me trató siempre con cariño, me educó,

me enseñó a pelear por mis sueños, a compartir mi fortuna

y mi tiempo con los que más lo necesitaban... No me mires

así Hoseok, él no es como tú crees... Jamás me dejó solo,

nunca me abandonó cuando clamé por él. Cuando era niño

y me enfermaba, permanecía a mi lado toda la noche para

cuidarme, darme medicinas, controlar mi temperatura,

como hubiera hecho una madre... Y en los entrenamientos

su prioridad siempre fue mi salud a cualquier medalla o

título, por más importante que fuera. Me dio la mejor

educación, se preocupó por mis tareas, atendió con


paciencia a todos mis deseos... Me dio todo lo que alguien

puede desear.5

–Sí, ¿a qué precio?1

Los ojos enrojecidos de Taehyung se cerraron, exhaustos,

mientras mordía su puño lleno de impotencia. Hoseok se

acercó más a él, acariciando con cariño las sedosas

mechas doradas, acomodándoselas tras la oreja.

–Te dio todo menos la posibilidad de ser feliz con tu niñez y

tu inocencia –prosiguió con voz calma, sin dejar de

acariciarlo–, de ser dueño de tu propio ser, violando no sólo

tu cuerpo, sino todos tus derechos como persona. Amor,

pagaste con creces todos y cada uno de esos privilegios

que tanto le agradeces. Sólo te usó porque le convenías a

su placer.

–No, él me amaba, me ama... Y yo...

–¿Y tú qué?

–Yo le dije cosas horribles... Sé que le dije lo justo, lo que

debía, lo que se merecía, pero... pero en verdad no lo

siento –admitió con furia, enojado consigo mismo–. No sé


qué me pasa, no entiendo qué más tengo que escuchar

para convencerme. No puedo creerlo, no importa cuántas

cosas vea, no puedo aceptar que todo haya sido una

mentira desde el comienzo, que me haya utilizado a su

antojo riéndose de mí, que cada vez que me besaba y me

decía que me amaba, internamente se burlaba de mi

inocencia, de mi estupidez... No puedo, no puede ser

cierto, no pudieron ser mentira todos estos años, todas las

cosas que vivimos, todo lo que dijo... ¡Maldición, no puedo!

–gritó, cubriéndose la cabeza con las manos–. No puedo

creer que nunca me haya amado, que nunca haya pensado

en mí...

Los siguientes minutos pasaron en silencio. La luz cálida

del hogar era la única que iluminaba la sala, y todo lo que

no era sombra oscura y vibrante era de un dorado color

ocre, a veces más anaranjado, otras más apagado.

Taehyung estaba encerrado en el círculo vicioso de sus

contradicciones, y con los ojos cerrados se perdía en el

doloroso laberinto de la incredulidad. No sólo era humillante


saberse engañado por quien más decía amarlo en la vida,

también era angustiante, profundamente desestabilizador.

Si quien debía amarlo lo odiaba... qué podía esperar del

resto del mundo.

–Te entiendo –dijo al fin Hoseok, corriendo la comida y el té

intactos para sentarse sobre la mesa baja frente al sillón–.

En serio, te entiendo. Yo tampoco podía creer que mi padre

pudiera hacerme lo que me hizo, pero ya sabes, de nada

sirve negarlo –Taehyung alzó su vista sorprendido, por un

momento olvidándose de sus pesares. ¡Hoseok creía en él!

No sólo creía en su inocencia, sino también en la

culpabilidad de Jung...–. Él jamás fue un padre amoroso –

continuó con tristeza–, nunca en su vida me besó, ni me dio

un abrazo o una palabra de aliento. No recuerdo haber oído

una sola cosa cariñosa hacia mí, ni siquiera de niño, nunca.

Conozco de sobra todas sus miserias, sus maldades, sus

ideas fachistas y salvajes, sé de barbaridades que ha

hecho, créeme Taehyung, es la peor persona que puedas

encontrar sobre esta tierra... y sin embargo... sin embargo


no sabes lo que me cuesta aún hoy aceptar que mi padre,

mi propio padre me arruinó la vida de esta forma. Que fuera

él quien me odiara tanto, justo él quien tuviera menos

piedad de mí, quien no me amara si siquiera lo suficiente

para no querer verme sufrir... que no lo conmoviera verme

sangrar, ni siquiera dejarme al borde de la muerte –Los

ojos de Hoseok no mentían. Espejos de alma, como suelen

llamarlos, reflejaban con transparencia el dolor de aquella

traición aún sin asumir, ese dolor lacerante que

seguramente sería más insoportable que el dolor del

cuerpo, y cuyas heridas no cicatrizarían jamás–. Créeme

Taehyung, yo te entiendo, pero tú debes entender lo que te

digo de una vez por todas: Yoongi mató a tus padres,

asesinó con sangre fría a tu hermana y a tu futuro sobrino.

Les dio una de las más horrible muertes, ¿eso es amor?

¿Crees que el amor puede estar vivo bajo esa máscara?

¿Podría el amor alguna vez lastimar así?6

Taehyung permaneció mirándolo con los ojos muy abiertos

y cristalinos, estremeciéndose como si un viento frío le


diera de lleno en la espalda, temblando aferrado a sí mismo

como si temiera escuchar sus propios pensamientos.

Entonces de un salto le echó los brazos al cuello,

aferrándose con fuerza como si temiera caer.

–Oh Hoseok… Hoseok, estamos rodeados de hienas…

–No dejaré que ninguna te toque.

–¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer ahora?

–Quédate aquí.

–Sí, hasta mañana, mi avión parte al medio día... ¿Pero

qué haré de mi vida?

–No, no me entiendes. Me refiero a que te quedes a vivir

conmigo, para siempre.25

Silencio. Taehyung suspiró, agotado, separándose un poco

para verlo a los ojos. Se veía incrédulo, dolido, pensativo.

–Explícame qué somos, Hoseok... No eres mi primer

amante, ¿cómo podría jurar que serás el último...? Estoy

perdido por ti y ya lo sabes de sobra, ni siquiera puedo

ocultarlo para salvar mi orgullo. Nunca sentí esto por nadie,

pero no soy inocente como para creer en cuentos de


hadas. Fui el primer hombre con el que tuviste sexo, sólo

eso, acostarte dos veces con alguien en más de un año no

implica justamente que sea tu amor verdadero. En la vida

no hay magia como en las paredes de tu cuarto, no te

engañes.

–No me engaño –Hoseok parecía desconcertado y dolido

por aquellas palabras–. Pero sé lo que siento, lo que

quiero. Pasé un año soñando contigo, con lo que tuvimos

una noche, y cuando pude revivirlo supe que era lo que

quería vivir todos los días de mi vida.

–Yo también tengo claro lo que siento y deseo, pero tengo

miedo. Miedo porque no puedo controlarlo, y eso me hace

débil... Por Dios ¿qué somos? ¿Qué es esto que siento?

–No lo sé, no quiero poner títulos. Sólo sé que quiero que

te quedes conmigo.

Sin pedir permiso, Hoseok echó a Taehyung hacia atrás,

recostándolo contra el respaldo del sofá, y colocando una

pierna a cada lado de su cuerpo se subió a horcajadas

sobre su falda, atrapando su boca en un beso profundo,


casi desesperado, que el rubio no resistió en absoluto.

Aunque aquellos brazos atrapaban su cabeza, la lengua

dominaba su boca y ese cuerpo flexible se frotaba contra el

suyo, no se opondría, no. Ojalá ese sexo rígido que lo

presionaba pudiera matarlo con su estocada. Ojalá esa

lengua fuera ponzoñosa y lo sacara de este mundo con su

beso ardiente. Al menos muerto no sentiría tanto dolor. Al

menos muerto ya no tendría que pensar en nada.

***

A la mañana siguiente Taehyung despertó famélico, de

comida y de sexo, dos inconvenientes que Hoseok resolvió

con la rápida predisposición de una cortesana. Hacia el

mediodía el ruso ya no consideraba la idea de partir ese

mismo día, por la noche la sola idea de separarse de su

amante le pareció inconcebible.

Y así fue. Los días pasaron como una indiferente sucesión

de horas, mientras ellos enterraban sus tristezas bajo las


sábanas y ahogaban sus problemas entre gemidos,

fundiéndose una y otra vez el uno en el otro con la misma

naturalidad con que el sol daba paso a la luna, para

reaparecer en el horizonte a la mañana siguiente y

continuar así ese ciclo interminable. Sus actividades se

redujeron básicamente a dos: hablar y hacer el amor. No

volvieron a salir de la casa, no contestaron ninguna llamada

telefónica, no prendieron ni radio ni televisión. El mundo

podría haberse caído a pedazos y ellos no se habrían

enterado, absortos como estaban el uno en el otro.

Hoseok habló por horas y horas con un entusiasmo

contagioso, desde los maltratos de su padre hasta las

novias en la escuela, de cómo amaba salir de compras e ir

al cine, de su música preferida y las comidas que odiaba,

de la eterna indiferencia de su madre y la fobia que había

desarrollado a todo lo que tuviera que ver con hospitales.

Le relató hilarantes anécdotas vividas con un grupo de

amigos que había podido mantener en la escuela, con los

que había hecho una tontería tras otra, desde faltar a clase
hasta fumar marihuana. Habló de todo, de las tristezas que

guardaba dentro, de todos sus miedos y sueños truncados,

y del profundo dolor que aún sentía al recordar lo sucedido

en aquel vestuario de Alemania.

Taehyung escuchó con atención todas y cada una de sus

palabras, guardando un respetuoso silencio cuando su niño

rompía en llanto o estallaba en insultos, sonriendo y

festejando sus chistes, consolándolo cuando era necesario.

A veces, cuando se daba el momento oportuno, era él

quien hablaba. Entonces, con su voz seductora y ese

acento que volvía loco a Hoseok, contaba la increíble

experiencia que había sido convivir con Yoongi. Las

ambigüedades y contradicciones en las que había crecido,

rodeado constantemente de amor y abuso, de riqueza y

soledad. Habló también de cosas cotidianas, como de lo

mucho que amaba a sus perros y de cómo odiaba perder el

tiempo frente a la televisión, de lo bien que jugaba al

ajedrez y lo malo que era para la pintura, de cómo Yoongi

le había enseñado a tocar el piano y de las veces que


había acabado la lección poseyéndolo contra el teclado. Si

la tarde había sido buena y se sentía lo suficientemente

fuerte, contaba cómo eran las cosas en su casa cuando

vivía con sus padres y su hermana, de lo ricas que eran las

tortas de su madre, las bonitas canciones que le cantaba

Suni y los bellos juguetes que les fabricaba su padre, pues

eran muy pobres y no podían comprarlos.

Taehyung era de naturaleza más reservada y costaba

sacarle confesiones, pero cuando lo hacía desplegaba una

amplia gama de detalles, que según fuera el tema eran

exquisitos o perturbadores, y hablaba de su tierra y sus

costumbres de forma tal que al escucharlo uno deseaba

haber nacido allí, despertando las ansias de conocer desde

el idioma hasta las danzas típicas de aquel país. En líneas

generales Hoseok había tenido una vida más llevadera,

reflejada en la diversidad de anécdotas, por más

insignificantes que fueran, mientras que el ruso había vivido

con menos libertad, siempre gastando sus días en el hielo,


pero con experiencias tan profundas e intensas que daban

vértigo el sólo escucharlas.

No eran almas gemelas, de hecho, eran el día y la noche,

unidos por la cruel cadena del dolor y los sacrificios, sin

embargo se amoldaban tan perfectamente que costaba

creer que no hubieran estado juntos toda la vida. Sabían lo

que el otro pensaba, lo que deseaba, lo que no le gustaba.

Aprendieron con increíble rapidez el lenguaje de los

silencios y los gestos, el significado de cada sonrisa y de

cada roce. Se amaban, ahora lo sabían con certeza, y tal

vez por eso temían cada vez más decirlo y atraer la

tragedia...

No eran miedos infundados. Hoseok dormía mucho,

Taehyung demasiado poco. Desvelado, no tardó en

descubrir la temible sombra que amenazaba caer sobre

ellos. Hoseok no le había mentido al decir que las

apariencias engañaban y que no estaba completamente

recuperado. De hecho, la preocupación fue apoderándose

del ruso a medida que los signos funestos de la frágil salud


de su amante fueron presentándose uno a uno con el

correr de los días. Hurgando a escondidas en su agenda

descubrió varias citas con distintos médicos a las que no

había concurrido. El teléfono estaba desconectado, pero

también la grabadora de mensajes. ¿Qué llamado temía

tanto recibir? Mientras tanto el cuerpo de Hoseok no

respondía bien. Algunas veces era su mano o su pierna la

que se negaba a obedecerle, otras, caía preso de terribles

dolores que lo llevaban al borde de las lágrimas. Sus

reflejos fallaban. Habían días en que la cabeza le dolía

terriblemente, y perdía el equilibrio con tanta frecuencia

que, con lágrimas en los ojos, decidía permanecer en la

cama durante todo el día. Era en aquellos momentos en

que Taehyung, se convertía en el único sentido de su vida,

su sostén, la roca en la cual ampararse. El protector que

con gusto adoptaba su papel de ángel de la guarda,

mimándolo en cada pequeño detalle, recostándose junto a

él para hacerle arrumacos, riendo, conversando. Con todo,

la fragilidad de Hoseok era alarmante.11


–Juguemos a algo –sugirió una tarde en que estaba

prácticamente postrado, con la cabeza hundida bajo la

almohada porque ya no encontraba posición en la que no

le doliera.1

–¿Te sientes en condiciones? –preguntó el rubio

tendiéndose a su lado, pasando los brazos alrededor de su

cintura con mucha delicadeza, para besarle la nuca.

–No... no para esa clase de juegos –admitió con un suspiro

de frustración, mientras cerraba los ojos al placer de

aquellos besos–. Pero sí para hablar. Al menos para

escucharte hablar.

–¿Qué quieres que te diga?

–Pongámoslo de esta forma –explicó, descubriendo su

cabeza para acomodar la almohada bajo ella, sus ojos

cansados y contraídos por la terrible jaqueca–, yo cuento

algo bueno y luego lo haces tú, después algo malo y así

sucesivamente.

–No te entiendo.

–Por ejemplo...mmm... Odio el brócoli.


–Odio las legumbres.1

–Muy bien, pero puedes elegir el tema que tú quieras, no

sólo lo que yo diga. Lo que sea que quieras decir. A ver,

ahora algo bueno... me encanta comprarme ropa.1

Taehyung meditó un poco más esta vez su respuesta.

–Amo manejar a alta velocidad.1

–Jamás me festejaron el cumpleaños.5

–Nunca tuve muchos amigos por ser el preferido de

Yoongi. Mi único verdadero amigo siempre fue Jin.2

–Besé a la chica más linda de mi colegio.8

Taehyung sonrió. Le gustaba el juego, sólo que encontraba

difícil hallar buenas anécdotas que contar.

–Cuando tenía quince huimos en el auto de Jin. Llegamos

hasta Moscú. Yoongi luego nos gritó durante semanas,

pero fue un viaje muy divertido.

–Me golpeaban y enviaban a la cama sin cenar cuando

fallaba en los entrenamientos.

–Cuando era pequeño vi a Jin en las duchas siendo violado

por Yoongi a cambio de que no me tocara a mí...39


–... Un grupo de fans me regalaron a mi gato.1

–Yoongi me compró un perro hermoso. Y Jin...1

–¿Podrías evitar seguir mencionando a esos dos? –

interrumpió Hoseok con brusquedad.4

–No realmente, fueron las únicas dos personas importantes

en mi vida en los últimos años. ¿Y qué tienes contra Jin?

–Te preocupas mucho por “tu amigo”, se ve que son muy

“unidos”...

–Claro que sí, es muy importante para mí –Hoseok disparó

una mirada cargada de reproche. Taehyung sonrió–.

Tienes un grave problema de celos, ¿lo sabías?

–¿Te acostaste con él?1

–Vamos, continúa –lo ignoró, reprimiendo una sonrisa.

Hoseok se concentró de mala gana. Los recuerdos malos

eran tantos...

–Cuando tenía cuatro años mi padre me golpeó tanto que

me sangró la cabeza.
–En los días que pasé solo en la calle, cuando escapé de

mi primer tutor, tuve que comer lo que encontraba en la

basura.3

–...

–...

–Lo siento, sigue tú, no se me ocurre nada bueno.

–Cuando era niño visité Disneyland y pasé un día

alucinante.

–¡Yo también! La madre de un amigo me llevó. Me copio tu

recuerdo, sigues tú.

–Esa misma noche me poseyeron por primera vez.

–... Sabes... creo que ya no quiero jugar a esto.19

–Está bien.

Hoseok asintió, entristecido, y se recostó mirándolo en

silencio. Taehyung lo abrazó estrechamente, besándole los

labios.

–¿Estás triste por mí? –preguntó, acariciando los

mechones de cabello negro que cubrían la frente pálida.

–Sí. Pensaba que yo había sufrido, pero tú...1


–No tienes que preocuparte por eso –sonrió Taehyung

besándolo de nuevo–. Fue hace muchos años, ya no me

importa, lo he quitado de mi mente. Sólo tú ocupas ese

lugar ahora.

Hoseok sonrió, echándole los brazos al cuello,

acurrucándose más contra el calor de su cuerpo. Pero su

mirada volvió a perderse igual que su mente en el mar de

recuerdos que habían revuelto.

–¿Cuál es peor? ¿Mi padre o Yoongi? Me inclino a pensar

que ese entrenador tuyo es lo más cínico que hay, pero si

tú supieras las cosas que ha hecho mi padre... cosas

imperdonables...1

Taehyung apoyó el mentón sobre la suave cabellera negra,

sintiendo aquella respiración cálida acariciar su garganta, y

suspiró con los ojos cerrados. No necesitaba saber los

secretos de Jung Hyun, sabía la clase de basura que era

sin tener que ver más pruebas. En cuando a Yoongi... Era

difícil decidirse. Uno siempre había sido un demonio. El


otro había ocultado sus garras mortales tras blancas alas

de ángel. Los odiaba a ambos.

–No sé cuál es peor –admitió, inclinándole el rostro hacia

arriba para poder besarlo mejor–. Sólo sé que no quiero

hablar de ellos. Entiérralos en el olvido Hoseok, como yo he

decidido hacer, y caminemos sobre sus tumbas pisoteando

sus memorias.

Asintió con una sonrisa triste, y luego cerró los ojos. El

cansancio lo consumía. Taehyung acarició su rostro,

preocupado.

–¿No crees que puede ser mi culpa? –preguntó afligido–.

¿Que el sexo empeoró tu estado?

–¿Qué? –Hoseok se echó a reír a carcajadas–. Búscate

otra excusa para justificar que ya no tienes energías para

complacerme.

–Atrévete a repetir eso –advirtió, trepándose sobre él,

inmovilizándole las manos contra la cama para devorarlo a

besos.
–No, basta, me duele la cabeza –se quejó al tiempo que

contradictoriamente abría las piernas para recibirlo,

atraparlo y mantenerlo junto a él.2

–Pones excusas de mujer –bromeó Taehyung

acomodándose sobre la tibieza de su cuerpo, quitando el

sencillo lazo de la bata blanca que lo cubría–. No te alteres,

tú sólo tienes que relajarte... y gozar...

Relajarse y gozar, exactamente eso estaba haciendo

Hoseok, lamiéndose los labios mientras sus manos bajaban

entrelazadas en la rubia cabellera que descendía

lentamente por su pecho y su vientre, dejando a su paso el

rastro húmedo de besos dulces y apasionados, una lengua

que delineaba el sendero hacia sus lugares más ardientes,

excitándolo con el sólo pensamiento de lo que vendría,

cuando...

... cuando el timbre de la puerta de calle sonó claro y fuerte,

sobresaltándolos a ambos...2

Quedaron paralizados. Sus miradas se encontraron y

aguardaron, en silencio.
–Tu madre –murmuró Taehyung sin creer su mala suerte.1

–No puede ser... hablé con ella ayer, incluso me dijo que se

retrasaría una semana. ¿Quién diablos será?

Atándose apresuradamente la bata, Hoseok se acercó

silencioso a la puerta, mientras Taehyung aguardaba

semioculto tras el umbral de la sala de estar. Muy

lentamente descorrió la protección de la mirilla, y

elevándose levemente sobre la punta de sus pies observó

al inesperado visitante...

Al rubio le pareció que se tardaba demasiado en aquella

posición, aumentando los nervios que comenzaban a

invadirlo. Y cuando lo vio alejarse, su semblante serio no

contribuyó a tranquilizarlo. Pero más grande fue aún su

sorpresa cuando, sin mediar palabra, tomó las llaves y las

introdujo en la cerradura.

–¿Quién es? –preguntó en un susurro sin respuesta.

La puerta se abría hacia la izquierda, de modo que su

visión hacia el exterior quedó obstaculizada por completo.

Sólo podía ver a Hoseok, mirando al recién llegado con una


expresión extraña, entre receloso y asombrado. No

escuchó ningún saludo, ninguna pregunta. Sólo el molesto

silencio interponiéndose entre ellos, como una segunda

puerta que aún debieran franquear.

–Es para ti –dijo al fin Hoseok, abriendo aún más para

permitir la entrada al desconocido, retrocediendo sin

siquiera volver a mirarlo.1

Desconcertado, Taehyung se acercó a la puerta. Y cuando

se asomó, casi no pudo creer que el rostro que lo

observara desde el umbral, pálido y desencajado, fuera

real.

–¡Taehyung! –exclamó la voz tan familiar, al tiempo que le

echaba los brazos al cuello.

–Seokjin... –susurró como toda respuesta, fundiéndose en

el abrazo, hundiendo el rostro en suave cabello de su

amigo, mientras el americano los miraban consumiéndose

de celos...
Capítulo 7.2

Aunque ya instalados en los cómodos sillones del living, la

situación entre los tres seguía siendo algo extraña y

embarazosa. Hoseok, sentado junto a su amante,

aguardaba silencioso e inmóvil, incapaz de ocultar la

aprensión que sentía ante tal inesperada y sospechosa

visita. Los dos rusos hablaban cómodamente en su idioma,

y aunque no se habían dicho mucho todavía, lo enervaba

no poder entenderles. Se sentía totalmente excluido de la

reunión; casi sin quererlo los celos lo estaban consumiendo

por dentro, incontrolables y ardientes como el fuego de una

hoguera que amenazaba con salirse de control.6

Taehyung, ajeno a estos sentimientos, esperaba intrigado y

algo preocupado a que su amigo le diera un sentido a

aquella imprevista aparición. Jin, aunque ya lo había

abrazado y besado lo suficiente, parecía no poder

convencerse de que realmente se encontraba bien.1

-¿Puedes decirme qué diablos ha sucedido? -preguntó con

una irritada exigencia inusual en él, aunque su agitación


comenzaba a calmarse ante la evidencia de que sus

peores temores no se habían realizado-. Hace una semana

que intento comunicarme, no sé nada de ustedes desde la

presentación. Yoongi me llamó desesperado diciendo que

habías desaparecido sin dejar rastros y que había pasado

horas buscándote sin éxito. Luego, él también desaparece

sin dar el más mínimo aviso.

-¿...Yoongi no se ha comunicado con ustedes?

-No, no lo ha hecho. Estuvimos día tras día llamando sin

cesar, sin obtener ninguna respuesta, ni un e-mail, nada. Si

al menos hubieran estado en un hotel, como siempre, pero

no, justo ahora se les ocurre alquilar una casa perdida en

no sé donde -Jin aflojó el lazo de su bufanda, suspirado,

acalorado por toda la preocupación que traía como carga-.

Estábamos muriendo de preocupación, dimos aviso a la

policía y a la embajada, ya no sabíamos qué hacer. Con el

llamado de Yoongi temía que algo horrible te hubiera

ocurrido, pero cuando él también desapareció... No podía


quedarme allí sin hacer nada. Si las cosas hubieran estado

bien él habría llamado.

-¿Cómo me encontraste?

-Fui a la casa que habían arrendado... Por Dios, parece

que un tornado hubiera arrasado con todo allí: los muebles

están caídos, la vajilla hecha añicos, todo roto y tirado por

el piso. Vi manchas de sangre en el la sala, en el cuarto, en

el baño... Las cosas de Yoongi están todavía allí, pero de

él, ni señal. Encontré esta dirección escrita en un papel

sobre la mesa, entre botellas de vodka vacías y cientos de

cigarrillos.1

Tras aquellas palabras un silencio pesado cayó sobre ellos.

Hoseok, incapaz ya de contenerse, se movía incómodo

mirando a uno y a otro con gesto huraño.

-¿Podrías decirme qué sucede? -preguntó malhumorado.

-No volvió -respondió Taehyung, siempre tan escueto.

-¿Qué?

-Yoongi... no volvió a Rusia, ni se comunicó con nadie.


-¿Y qué te importa eso a ti? ¿Acaso estás preocupado por

él?

-No, no por él, por nosotros -aclaró seriamente-. Tiene esta

dirección, sabe que estamos aquí.

Ahora el excluido por la barrera idiomática era Jin. Cuando

Taehyung volvió a mirarlo vio cómo su amigo analizaba con

la mirada lo que los nervios no le habían permitido

descubrir antes: a él prácticamente desnudo, cubierto

solamente con un slip negro, en casa del que había sido su

principal rival, ahora sentado a su lado vestido apenas con

una salida de baño. Los ojitos negros del ruso recorrieron

primero a uno y luego al otro, y sin sorpresa aparente se

fijaron en los azules que lo aguardaban, desafiantes.

-¿Qué sucedió con Yoongi? -preguntó con calma, como si

la escena ante él fuera de lo más normal.

-Lo abandoné.

-... tienes que estar bromeando.

-¿Por qué dice eso? Sólo hice lo que siempre me dijiste

que haga.
-Pero... ¿qué pasó? ¿Por qué ahora?

Taehyung no respondió con palabras. Meditó un momento

la respuesta y luego simplemente tomó la mano de Hoseok,

sin quitar la mirada de su amigo. Jin observó esa unión y

volvió a mirarlo a los ojos, impasible.1

-Por Dios -murmuró con los dientes apretados-, dime qué

diablos sucede aquí.

En pocas palabras, con ese poder de síntesis tan propio,

Taehyung hizo un resumen de su último año de vida. Contó

a Jin el casual y decisivo encuentro con Hoseok en

Alemania el año anterior, la dolorosa separación que el

destino les tenía preparada, y el encargo dejado a esa

madre arrepentida. Describió lo inesperado del reencuentro

hacía una semana atrás y la terrible verdad revelada sobre

el triste final de su familia, confirmada a medias luego por el

mismo Yoongi, que admitía haberlo ocultado todo bajo una

pantomima imperdonable. El final se había escrito con

golpes y sangre, con palabras hirientes y lágrimas, pero


estaba hecho y no había vuelta atrás. Ahora era libre y

estaba donde quería estar.

Jin necesitó un par de minutos para asimilar tanta

información. Parecía haberlo golpeado de forma particular

la muerte de Suni, y en aquel simple acto de dolor

Taehyung confirmó las viejas sospechas que enlazaban a

su hermana y su mejor amigo en un breve pero apasionado

romance nacido en las escasas visitas a San Petersburgo.

Historias muertas, amores dormidos para siempre. Sintió

deseos de llorar.

Pero entonces Jin se puso de pie inesperadamente, y luego

de un momento de vacilación, se encaminó a la salida con

paso firme. Taehyung fue tras él.

-¿Ya vuelves a Rusia? -preguntó deteniéndolo.

-Sí. Pero antes intentaré encontrar a Yoongi. Tal vez

necesite asistencia médica.

-Jin... ¿repudias lo que hice?


-No, claro que no, fuiste tu venganza y la mía, y no quiero

pensar la de cuántos más. Pero por más que sea un

desgraciado no puedo dejar de ayudarlo.12

Taehyung asintió en silencio. Tenía la maldita certeza de

que él habría hecho lo mismo de haber sido al revés. Jin se

acomodó nuevamente la bufanda y cerró muy bien su

abrigo sin acotar nada más. Pero cuando pareció que se

iría sin más, se acercó velozmente a él con la mirada

suplicante y la voz firme.

-Vuelve a casa conmigo, por favor.

-No tengo casa a la que volver. No volveré a compartir ni

por un minuto el mismo suelo que él.

-Ven a mi casa entonces -insistió-. Ven con Jisoo y los

niños, ellos te aman y hay lugar de sobra para todos.

Tendrás privacidad cuando lo desees, te lo prometo, no te

molestaremos.6

-Gracias amigo -respondió Taehyung, abrazándolo con

ternura-, pero por ahora me quedo aquí. No creas que no

volverá a Rusia, sabes que no puedo estar lejos de nuestro


hogar por mucho tiempo, pero en este momento no quiero

estar en ninguna otra parte más que aquí, con él...

-No me gusta -confesó entonces Jin, echando una mirada

de desconfianza a Hoseok, que los observaba desde la

sala-. No me gusta, hay algo horrendo en él, algo...

invisible. Lo presiento Taehyung, traerá desgracia a tu vida,

debes alejarte de él, te lo suplico.66

-Vamos, no digas tonterías.

-No son tonterías. Sus ojos no son sinceros. Ocultan

cosas.6

-Todos ocultamos algo, Seokjin. Es porque está celoso de

ti, no le des importancia. Además, escúchame, que quiero

proponerte algo.

Aún intercambiando miradas de desprecio con Hoseok, Jin

indicó con un gesto que lo escuchaba, aunque no estuviera

prestándole mucha atención.

-Quiero que seas mi entrenador.

-¿¿Qué??
-Quiero que seas mi entrenador -repitió Taehyung con una

sonrisa.

-Estás loco.

-¿Por qué? Yo me quedé sin instructor y tú eres uno, creo

es un trato más que justo.

-Taehyung... -Jin estaba tan emocionado con la posibilidad

que no quería ni pensar en ello-. Entreno niños, jóvenes

que van a sus primeras competiciones... ¿qué podría

enseñarte a ti? Sería el fin de tu carrera. Además, ¿qué

podrías necesitar de un entrenador? Ya lo sabes todo.

-Necesito muchas cosas, como ya te iré diciendo. Si

encuentras a Yoongi, has que te entregue todos los

papeles que él maneja. Por favor, manda a sacar todas mis

cosas de la casa y ponla en venta. Que él se lleve lo que

quiera y lo demás véndelo. Dale lo que te pida, dinero,

muebles, cuadros, dáselo todo con tal de que se vaya lo

antes posible.

-Taehyung, tengo miedo por ti.

-¿Por qué?
-No lo sé. Temo no volver a verte.

-Lo harás, mi amigo. Nos veremos mucho antes de lo que

crees.

Sentado aún en la sala, blanco sobre blanco, Hoseok era la

imagen viviente de los celos y la envidia. Taehyung no

pudo evitar sonreír al verlo tan furioso.

-¿Se fue al fin o pido la cena para tres?

-¿Por qué te disgusta tanto? -preguntó sentándose a su

lado, rodeándolos con sus brazos aunque ofreciera

resistencia.

-¿Acaso no viste cómo me miraba? Es él el que me

desprecia.

-Jin es un santo, no conozco a nadie que no le ame.

-Me conoces a mí -declaró, resistiéndose aún a los besos

que intentaban resbalar por su cuello-. ¿De qué hablaron

tanto?
-Le propuse ser mi entrenador de ahora en adelante... ¿Por

qué me miras así? Sabe muchísimo de técnicas de

entrenamiento, y no tengo que recordarte que es un

excelente patinador. Su experiencia me aportará mucho, es

una buena decisión. Y será divertido -agregó con una

sonrisa-. Me costará ponerme serio y obedecer al buen Jin.

-Es tu amante, ¿verdad? -la pregunta fue directa y sin

humor. Taehyung lo soltó, desviando la mirada con un

suspiro de fastidio-. Es tu amante. Claro, por qué no habría

de serlo: están todo el tiempo juntos, aún es joven, bello,

simpático... sano... ¿qué te impediría estar con él?11

-¿Su esposa y sus hijos, tal vez?

-Ah, como si eso alguna vez hubiera sido excusa para

alguien. Si quieres estar con él una mujer no será

obstáculo, como tampoco lo será un incapacitado inútil

como yo -gimió con la voz estrangulada, intentando que su

gesto permaneciera impasible mientras sus ojos se

inundaban de lágrimas.5
Taehyung se giró hacia él en un movimiento seco,

observándolo incrédulo. Segundos después lo tenía

atrapado entre sus brazos y sollozando contra su hombro.

-No es mi amante y nunca lo fue -lo tranquilizó, meciéndolo

suavemente, acariciando sus cabellos-. Es mi amigo, el

mejor, el más querido, pero nada más de todo lo que tú te

imaginas. Tú eres mi amante. Mi amado. Y no permitiré que

nadie te llame como acabas de hacer, ni siquiera tú.

Hoseok suspiró quedamente mientras esos labios suaves

se posaban sobre sus pestañas húmedas, sus mejillas, sus

labios... Tenía miedo de perderlo, era así de sencillo, y

todas sus inseguridades se encargaban de darle mil y una

razones para asegurarle que cualquiera podría alejarlo de

su lado.

-No me dejes -suplicó en un susurro, aferrándose con

fuerza. Y gimió de deseo cuando aquellas manos esbeltas

pero fuertes lo depositaron con delicadeza en el suelo,

empujando el sillón que los incomodaba, y se hundieron


bajo su bata deslizándose con una lentitud torturante hacia

donde más las necesitaba...

***

-Taehyung... ¿cuándo vas a quitarme esta venda de los

ojos?1

-Aún no, espera.

-¡No puedo caminar así! Siento que voy a caerme en

cualquier momento.

-No te vas a caer, yo te guío, confía en mí.

Hoseok suspiró, aferrando con fuerza el brazo que lo

sostenía, tanteando con su mano libre la oscuridad ante él,

como un ciego desesperado por asirse a algo firme o al

menos conocido. No le gustaba andar en tinieblas, pero no

podía quejarse ahora por ese pequeño detalle... aquel día

había sido perfecto. Taehyung lo había despertado a besos

cálidos y apasionados para regalarle una sesión amatoria

francamente deliciosa, de la cual le llevó varias horas

recuperarse pero que le imprimió una sonrisa que no pudo

quitarse en todo el día. Le había preparado luego un


desayuno espectacular: café con crema y pasteles varios,

incluida una deliciosa tarta de frutillas, lejos su postre

preferido. Poco después lo había sometido a unos masajes

espectaculares, hundidos ambos en la tina llena de

espuma, con perfumes y oleos que lo habían hecho casi

desvanecerse de placer. Por la tarde habían asistido a un

recital de música pop, de esos que él tanto amaba y que

Taehyung detestaba con el alma, pero el pequeño sacrificio

pronto quedó olvidado, cuando apenas regresar a casa,

cayeron enredados en la alfombra para amarse una vez

más con esa desesperación irresistible que sentían el uno

por el otro. La cena había sido de ensueño. A la luz de las

velas de un exquisito restaurante, habían bebido champaña

y brindado por su felicidad, mirándose en silencio a los ojos

mientras intentaban disimular sus sonrisas cómplices,

jugando bajo la mesa los juegos prohibidos que el

favorecedor mantel ocultaba de las posibles miradas

indiscretas.

Sí, sin dudas aquel era el mejor cumpleaños de su vida.


Pero luego de cenar Taehyung se había vuelto muy

misterioso. Un auto los había interceptado mientras

paseaban por la calle y él se había subido con toda

naturalidad, invitándolo a hacer lo mismo. Dentro lo había

besado con pasión, y susurrándole que confiara en él, le

había vendado los ojos con un lazo de terciopelo negro.

Desde entonces su mundo era total oscuridad.

-Estoy completamente perdido, no sé dónde estamos.

-Esa es la idea, my dear.

-Me estoy mareando.

-Deja de quejarte, ya llegamos.

Ya llegamos. Eso le había dicho hacía varios minutos

cuando hubieron bajado del auto, pero desde entonces no

habían dejado de atravesar corredores y puertas, cuando

no escaleras en las que había estado a punto de perder el

equilibrio. Le gustaban las sorpresas, pero ir a ciegas lo

hacía sentir vulnerable, incómodo. Vaya fetiche tenía

Taehyung con vendarle los ojos...


-Tengo frío -informó con calma, como si así disimulara su

queja. La risa a su lado sonó suave, paciente.

-Eres insufrible. Está bien, ven, siéntate aquí.

-¿Me quito la venda?

-No, aguarda.

Hoseok tomó asiento como le indicaban. La silla era dura y

estaba fría. Todo allí estaba muy frío.1

-Muy bien, ahora sostén esto... Feliz cumpleaños, mi amor.

El homenajeado sonrió al sentir que una caja, bastante

pesada por cierto, era depositada en su regazo. Con

delicadeza palpó el papel de regalo y el gran moño en la

parte superior. También una tarjeta que luego leería,

cuando su amo le permitiera descubrir sus ojos, por

supuesto.1

Con el entusiasmo de un niño comenzó a desenvolver su

presente, sin poder ocultar una gran sonrisa de felicidad

(exceptuando a sus fans y algunos amigos, nunca le daban

obsequios...). Una caja resistente, con una tapa bastante

fuerte. Quien hubiera dicho que su amado fuera tan


romántico. Después de todo era una buena idea la del lazo,

tenía su encanto esto de disfrutar las distintas texturas y

pequeños sonidos casi siempre ignorados. Complacido,

rozó el borde con la yema de sus dedos y luego los

introdujo dentro de la caja. Otro envoltorio y un papel de

seda protegiendo el tesoro, que para su intriga, era algo

muy rígido. Hoseok se mordió los labios, excitado, y

descorrió el papel para tomar al fin su regalo...

La sonrisa desapareció de inmediato y quitó las manos con

tanta rapidez que dio la sensación de haber sido picado por

algo. Con un gesto brusco se arrancó la venda de los ojos y

observó hacia el interior. Con el delicioso olor de las cosas

nuevas, el cuero de más alta calidad y las cuchillas mejor

afiladas, un hermoso par de patines lo aguardaba desde su

elegante envoltorio...24

Hoseok jadeó, alterado. Perturbado, volvió su vista a un

lado y a otro. Como no podía ser de otra forma, se

encontraban en una pista de hielo, nada más y nada menos

que en la que él había entrenado toda su vida, en donde su


padre, a fuerza de dolor y lágrimas, lo había convertido en

campeón nacional.3

Sus ojos se elevaron, dolidos e incrédulos, hasta el rostro

expectante de Taehyung y se enfriaron como lo hacen las

rocas volcánicas, fijos en él.

-Esto no es gracioso -dijo alejando la caja de sí, casi con

lágrimas en los ojos.

-No se supone que lo sea, no es una broma.

-A mí sí me parece una broma, y una de muy mal gusto.4

Disgustado, arrojó la caja al suelo. El lustroso brillo de las

hojas metálicas lo hacía estremecer. Taehyung pareció

desconcertado. Agachándose, recogió los patines algo

entristecido, mirándolos sin entender qué estaba mal con

ellos.

-Son los mejores. Pensé que te gustarían.13

-¿Olvidaste el detalle de que por poco me matan

golpeándome con un patín?

-No, no lo olvidé.
-¿Y qué se supone que haga con ellos? ¿Volver a abrirme

la cabeza o clavármelos en el pulmón?22

-Te los regalo para que patines, no para que te suicides

con ellos.

-¡Sabes que no puedo patinar! Nunca volveré a hacerlo.

-¿Y qué médico ha dicho eso? ¿El que confirmó que

morirías o el que aseguró que quedarías ciego?

-Taehyung, no necesitas ser cínico con esto... Estoy vivo

de milagro, con suerte si he logrado volver a caminar... Ya

no persigo más quimeras.

Hoseok apoyó la frente en las manos y unos sollozos

comenzaron a oírse, apagados, mientras lágrimas

silenciosas rodaban por sus mejillas. Taehyung arrojó la

caja al suelo y lo miró por un momento. Luego, sentándose

a su lado, lo abrazó con ternura, besándole el cabello.

-Yo te ayudaré. Te enseñaré, paso a paso, como en el

comienzo.

-Ya no puedo hacer eso, Taehyung, olvídalo.


-Sí puedes. Si trabajas duro puedes hacer cualquier cosa.

Debes empezar de nuevo, desde cero, como has hecho

con tantas cosas ya. ¿Saliste de un coma irreversible y

dices que no podrás volver a aprender esto? Lo harás, sólo

ten en cuenta que no naciste sabiendo patinar... el único

que nació con ese don mágico fui yo... -Hoseok volvió a él

sus ojos inundados. Y muy a pesar de su tristeza, sonrió-.

Además, me salieron muy caros y no los puedo devolver,

así que será mejor que los uses o te mataré.9

-Te odio -susurró Hoseok con una sonrisa mientras se

secaba las lágrimas.

-No importa, yo me amo lo suficiente por los dos.23

Ambos rieron. Taehyung lo besó en las mejillas y los labios,

acariciándole el pelo con dulzura. Hoseok suspiró,

observando a su alrededor con una nostalgia mortificante.

-Pasé la mayor parte de mi vida en este lugar -dijo,

aferrándose de las manos de su amor, como si eso le diera

fuerzas-, y hace más de un año que no lo veía. No volví, ni


una sola vez, desde mi última práctica antes de viajar a

Alemania...

El doloroso recuerdo se tradujo en silencio, y Taehyung

permaneció en espera el tiempo que le pareció prudencial.

Luego tomó la caja y sacó los patines.

-Deja que yo te los ponga. Siéntelos, familiarízate con ellos,

entonces daremos una vuelta. Si luego de eso no deseas

patinar más puedes quemarlos o hacer lo que quieras,

prometo nunca más volver a molestarte con esto.

-...No quiero hacerlo.

-¿Por qué no?

Hoseok se tomó su tiempo para responder. Con los dedos

entrelazados con los de Taehyung, apretaba su mano en

un gesto nervioso e inconsciente, con la vista al frente,

compungido.

-Patinar... Es lo que más extraño en mi vida. No pasa un

día sin que desee volver al hielo -confesó, observando la

blanca pista frente a él con un brillo encendido en sus ojos-.

Deseo con toda mi alma entrar contigo ahora mismo y


poder deslizarme, poder sentir dentro de mí ese... -las

palabras no salían, no existían, como siempre que querían

explicar la indescriptible sensación que los inundaba al

pisar el hielo-. Pero no sé si resistiré ponerme los patines.

Y si lo hago, si me los pongo y salgo a la pista... Dios,

Taehyung, si intento patinar y no logro sostenerme... no

podré soportarlo. No podré vivir con la seguridad de que

nunca más volveré a ser alguien, a ser quien era.

-Escúchame -sin soltar sus manos, Taehyung se arrodilló

frente a él, mirándolo con esos penetrantes ojos suyos-. Así

no volvieras a patinar nunca más, aún seguirías siendo tú.

Eres tú, nunca dejaste de serlo. Hoseok, no eres un triple,

ni un giro, ni una combinación de saltos. Esa estúpida idea

es culpa de tu padre, que te ha hecho creer siempre que

valías lo que hacías sobre el hielo, y no es así. Lo sabes -

echándole el cabello hacia atrás Taehyung lo observó en

detalle, sonriéndole embelesado-. Para mí nunca dejaste

de ser Jung Hoseok, el campeón nacional de USA, uno de


los mejores patinadores del mundo y mi mayor

competidor.5

Hoseok sonrió, y asintió lentamente, sus ojos brillantes de

lágrimas. Y entonces, con un suspiro, tomó los patines y

comenzó a quitarse el calzado. Taehyung sonrió, triunfante,

y arrastró hasta ellos un bolso deportivo negro que tenía

bajo otro asiento.

-¿Qué traes ahí?

-Mis patines. Y ropa cómoda, para los dos. Toma, ponte los

guantes... hace frío.

***

-Así es, tú sólo deja que yo te deslice...

Con las piernas rígidas y temblorosas, Hoseok se dejó

conducir hacia el centro de la pista, aferrado con ambas

manos a las de Taehyung, que avanzaba de espaldas, de

frente a él.2

-Me falta una buena música, eso es todo. Con un buen

tema podría patinar sin problemas.


Sonriendo Hoseok se obligó a festejar su propia broma,

pero aunque intentaba descomprimir la situación lo cierto

era que todo su cuerpo temblaba como una hoja, aterrado

como estaba de no poder dar los primeros pasos en el

camino que ya había recorrido millas.

Taehyung le sonrió, colocándose tras él sin soltarlo ni por

un momento, un brazo rodeándole la cintura, el otro

sujetando fuertemente su mano. Pegó su pecho a la

espalda, e inclinándose dulcemente sobre el suave cabello

negro, entonó con una voz tan seductora como la que

utilizaba al hablar.1

-Love of my life, you've hurt me... -Al escuchar las tiernas

palabras musitadas en su oído Hoseok sonrió, esta vez

risueño, más relajado-... you've broken my heart and now

you leave me... ¿Así está mejor?13

-Sí... mucho mejor.

Con un cariñoso beso en la mejilla Taehyung lo alentó a

seguirlo sin temor. Sin dejar de cantar suavemente y

manteniéndolo junto a él todo el tiempo, comenzó a


deslizarse tranquilamente hacia delante, pasos básicos que

Hoseok imitó con la inseguridad que da el miedo, el rostro

tenso y concentrado en cada movimiento que hacía.

-Love of my life can't you see... bring it back, bring it back,

don't take it away from me because you don't know what it

means to me...4

Nada era tan difícil si permanecían juntos. Con un poco de

resistencia Hoseok aceptó cambiar el rumbo y con un

suave suspiro comenzó a deslizarse hacia atrás, mirando

inquieto por sobre su hombro, permitiéndose descansar en

la seguridad que le ofrecía el firme cuerpo tras él cuando su

inestabilidad o sus miedos amenazaban vencerlo.

-No te detengas, sigue cantándome, por favor.2

-Love of my life don't leave me. You've taken my love, you

now desert me. Love of my life can't you see... Bring it

back, bring it back, don't take it away from me because you

don't know what it means to me...

Alentado por el éxito del primer intento, Taehyung decidió

arriesgarse un poco más. Conduciendo el cuerpo que


sostenía con firmeza aumentó considerablemente la

velocidad de sus pasos. El viento ahora hacía flamear sus

cabellos, entremezclándolos en el aire en una fusión

exquisita, mientras las formas que los rodeaba se volvían

más difusas y descoloridas.

-You won't remember when this is blown over, and

everything's all by the way...

Cruzándole el brazo izquierdo sobre el pecho, atrajo a

Hoseok aún más contra su cuerpo, pegándolo

completamente a él, y con mucho cuidado deslizó luego el

otro brazo, el que hasta el momento aferraba su cintura,

hacia abajo, hasta sujetar su pierna derecha.

-¿Qué pretendes hacer? -preguntó el indefenso Hoseok,

mirando temeroso esa mano que sospechosamente se

posaba por encima de su rodilla, pero para entonces ya era

demasiado tarde. Taehyung no sólo le levantó la pierna

hasta la altura de las caderas, sino que también elevó la

suya propia, dejándolos a ambos deslizándose hacia atrás

apoyados sobre una sola pierna...12


-¡Bájame Taehyung, bájame! -chillaba desperado, cerrando

fuertemente los ojos, pero de nada sirvieron sus quejas.

Tan juntos y coordinados como si fueran la sombra del otro,

se deslizaban por la pista en una elegante y delicada figura,

uno riendo, el otro aterrado.2

-When a get older I will be there at your side to remind you

how I still love you. I still love you.

-Te odio -murmuró Hoseok cuando al fin pudo sostenerse

en sus dos pies, girando para quedar de frente, aferrado al

cuello de su improvisado instructor.

-Mentira, me amas -refutó Taehyung, besándolo

profundamente en la boca, avanzando con él en un

estrecho abrazo.

Resultó ser la prueba de fuego. Cuando el beso acabó

Hoseok pareció tomar la confianza suficiente para patinar a

su lado, tomado de la mano, adquiriendo velocidad y un

poco de audacia en cada paso que daba. Lejos, muy lejos

estaba de ser el campeón nacional que había sido hasta el

año anterior, pero al menos había vencido el pánico a pisar


el hielo. Podía flaquear, pero qué importaba... siempre

tendría a Taehyung a su lado para sostenerlo, guiarlo y

contenerlo.

When a get older I will be there at your side to remind you

how I still love you.

Sí... estarían juntos hasta el final...

12

Pero como un frágil molinillo de viento, el destino torció el

rumbo de aquella noche en un ínfimo instante. De pronto

Taehyung se detuvo, con la mirada atenta hacia la entrada

de la pista. Hoseok también frenó, sujetándose de él,

observándolo un momento sin comprender antes de volver

la cabeza en la misma dirección.7

Había un hombre allí. Un hombre bajo, con un abrigo

grueso y gorra, cuyo rostro no lograba distinguir con nitidez

por más que entornara los ojos. Pero Taehyung sí podía

ver con claridad, y lo que vio no pareció gustarle.


-¿Qué haces aquí? -exclamó, mientras un extraño rubor

cubría sus mejillas-. ¿Acaso no fui claro? ¿No dije que no

quería volver a verte en mi vida?

Furioso, dio dos largos pasos en su dirección, al parecer

dispuesto a refrescar la memoria de aquel con sus puños,

pero Hoseok lo refrenó tirando de él, sujetándose con

fuerza a su brazo para impedirle que avanzara. Ahora

sabía que esa forma borrosa era Yoongi, y más que nunca

sintió que su presencia no podía significar nada bueno.

-Te amo Taehyung -dijo la voz en ruso, para que sólo el

rubio captara su mensaje-. Nunca lo has querido creer,

pero eres la luz de mi vida, eres más importante para mí

que el alimento o el agua. Sin ti simplemente me muero.29

Metáforas al margen, aquellas palabras parecían tener

sentido. Con una impresión apenas disimulada Taehyung

pudo ver lo terriblemente desmejorado que estaba Yoongi

desde la última vez que lo viera. Había bajado mucho de

peso, como si realmente no hubiera ingerido alimento

desde aquel día; estaba sin afeitar y desalineado, sin


cuidado en el vestir, algo que jamás se había permitido

antes; y la inflamación producida por los golpes en su

rostro aún perduraba, tornando su piel en las diferentes

gamas de verde, morado y violeta. Su ánimo, en cambio,

parecía haberse recompuesto, al menos lo suficiente para

permanecer erguido y hablar con voz clara, lejos ya de

aquel patético estado en que se arrastraba por los suelos

llorando su miseria y suplicando sin orgullo.

-No sabes lo que te he extrañado -prosiguió con

tranquilidad, mirándolo con dulzura-, sobre todo por las

noches cuando me acostaba solo... Deseaba tanto tenerte

allí que casi podía sentir tu pelo rozándome el rostro, y el

calor de tu cuerpo bajo el mío... ese hermoso trasero tuyo

en el cual hundirme...15

-Sí, ya veo lo que extrañas de mí, hijo de puta -respondió

Taehyung con los dientes apretados y las mejillas

encendidas. Y aunque Hoseok no entendía nada de lo que

se decían, su instinto le indicaba que sujetara a su amor


para impedirle avanzar. A Yoongi no pareció importarle que

lo insultaran.

-Siempre fuiste mi niño, mi amor -continuó, tan calmado

como antes-, lo supe desde el primer instante en que te vi,

supe que serías mío por siempre... Nadie, ni siquiera

Seokjin llegó a mi corazón como lo has hecho tú,

Taehyung. No sólo lograste tocarlo, sino que me lo robaste

por completo, lo hiciste tuyo y lo manejaste desde entonces

a tu merced...

-Vete... Vete de aquí o te mataré, mal nacido. ¡Suéltame

Hoseok! Déjame ir a matarlo.

-Y tú me amabas -continuaba Yoongi con una sonrisa

delirante y los ojos humedecidos por la emoción-. ¡Me

amabas y éramos tan felices! Sí, tan felices, mi pequeño...

Pero ahora todo eso terminó -concluyó entristeciendo su

mirada-, y si no estamos juntos... nada me importa.5

Taehyung dejó de forcejear para quedar estático, a la

expectativa de aquella pausa que intuyó peligrosa. Hoseok,

a su lado, continuaba aferrado a él, mirando al viejo


entrenador con aversión aunque no hubiera entendido una

sola palabra de todo lo dicho. Y así unidos los atrapó la

sorpresa, reflejada por un segundo en sus jóvenes rostros,

cuando Yoongi sacó la mano que ocultaba en el bolsillo de

su abrigo, los apuntó con un arma, y sin más aviso,

disparó.17

Hoseok cayó pesadamente sobre el hielo. Taehyung, de

igual modo, se desplomó desarticulado sobre él.


Capítulo 8

–¡¡No!!

En el vacío del estadio un grito salvaje desgarró el silencio.

Yoongi, aún con el arma en sus manos, bajó lentamente los

brazos, tembloroso y agitado. El fogonazo había salido

veloz cual rayo, tan sencillo e instantáneo como si su sólo

deseo hubiera sido suficiente para jalar el gatillo.

Simplemente pensó en disparar y de pronto... ya estaba

hecho.

–No... no, no, no...

Los lamentos desde el hielo se alzaban como himnos a su

victoria. Había dado en el blanco, no cabía dudas, pero...

pero algo no estaba bien, no. Algo había salido muy mal,

podía sentirlo claramente aunque no lograba discernir de

qué se trataba.

Con la respiración alterada, aún tembloroso por la

repercusión del disparo en sus manos, entornó los ojos

para mejorar su visión sobre los cuerpos caídos. Y

entonces... fue cuando lo vio. Vio cómo Hoseok se


enderezaba, alzando los brazos hacia él, mostrándole sus

manos ensangrentadas.

–Asesino... ¡Asesino! –gritó mientras Taehyung continuaba

tendido en el hielo, totalmente inmóvil.15

Un jadeo seco y una puntada de dolor en el pecho, eso fue

lo único que Yoongi fue capaz de distinguir en su propio

cuerpo. Hundido en una mezcla de desesperación e

incredulidad, abrió los ojos al extremo. No podía haberse

equivocado así, ¡no podía haber matado a su niño! Pero

Hoseok continuaba arrodillado frente al cuerpo vuelto hacia

él, sosteniendo la laxa cabeza sobre sus manos, hundiendo

el rostro entre el cabello dorado, meciéndose de adelante

hacia atrás repitiendo la misma letanía. Asesino. Asesino.

Atormentado, Yoongi avanzó casi corriendo por el hielo

hasta ellos. Era verdad, era Taehyung el herido, había sido

él el escudo humano que detuviera la bala homicida. La

pequeña mancha oscura en el costado izquierdo del cuerpo

sobre su buzo azul, rasgado por el impacto, ya era un

extenso mar rojo sobre la pulcra remera blanca que llevaba


debajo, como revelaron las manos que lo revisaban con

desconsuelo. Allí estaba la rojiza carnada tentando a la

muerte. Sangre fresca, mojada. Sangre joven y amada.2

Aún en shock el ruso susurró algo en su lengua, los ojos

llenos de lágrimas, negando con la cabeza, rehusándose a

aceptar la realidad que tan cruelmente le abofeteaba el

rostro. Le había disparado, a él, ¡a su bebé! Lo había

matado... había matado a su amor...

En un profundo suspiro pareció exhalar todo el aire de su

cuerpo, el dolor en el pecho contorsionándole el rostro,

amenazando con atravesarle el corazón. Momentos

después, ya sin nada que perder, volvió a cargar su arma.

Los pasos a seguir eran sencillos: mataría al maldito

yanqui, y con otra bala luego iría a reunirse con su niño,

donde fuera que estuviera ahora. Lo alcanzaría, no iba a

dejarlo caer solo en las frías profundidades de la muerte,

iría a acompañarlo y protegerlo como siempre había hecho,

no seguiría sin él.2


Hoseok se echó levemente hacia atrás, aterrado, sus ojos

enormes y húmedos cuando el cañón del arma apuntó

directamente a su frente. Yoongi contuvo la respiración,

calculando el punto exacto del impacto. No iba a haber

palabras finales, simplemente jalar del gatillo y todo estaría

completo. Pero entonces... un leve movimiento. Los ojos de

ambos se volvieron hacia Taehyung. No estaba muerto

aún. Respiraba. ¡Respiraba! Pero apenas lo imprescindible.

O había sido su imaginación o el frágil aleteo de vida que

aún lo animaba era demasiado débil para hacerse notar.

Como fuera, Yoongi no podía arriesgarse a perder la última

oportunidad de salvar a su pequeño. Sin dejar de apuntar a

Hoseok, estiró su mano libre lentamente hacia el cuello de

Taehyung. Debía encontrar pulso... tenía que sentir en sus

dedos el débil pero constante latido de su corazón...

Pero antes de alcanzar la tierna garganta, un movimiento

rápido y enérgico lo derribó de espaldas y el arma se le

escurrió de las manos resbalando a toda velocidad por el

hielo. Aunque sorprendido por el golpe, de inmediato se


echó tras ella, avanzando casi a gatas por la resbaladiza

superficie, pero su adversario fue más rápido y consiguió

tomarla antes que él. Agitado, Yoongi alzó los ojos hasta la

figura que ahora estaba de pie a su lado. Y con una mezcla

de resignación y alivio comprobó que era Taehyung quien,

también con la respiración acelerada por la breve carrera,

lo apuntaba directo al rostro...10

–Estás vivo –susurró en un suspiro, mientras las mejillas

recuperaban su color. Fue como si el alma le volviera al

cuerpo. Y sonrió, aunque ahora presionara contra su pecho

una mano dolorida, que Taehyung casi le había fracturado

al derribarlo de una patada–. Estás vivo...

–Sí, y no gracias a ti.

–Amor, ¿te encuentras bien?

La voz de Hoseok sonó tan preocupada como la del viejo

ruso, por más que hubiera participado de la pequeña

triquiñuela para engañarlo. Avanzando con dificultad, se

acercó a comprobar la gravedad de aquella herida que

había manchado sus manos de sangre. Sin dejar de


apuntar a Yoongi, Taehyung levantó sus ropas y también

echó una mirada a su costado. Como un puñal, la bala

había rasgado su piel haciendo un profundo corte

horizontal, y aunque evidentemente no había alcanzado

ningún órgano vital, el tajo sangraba y ardía como los mil

demonios.

–Estoy bien. Nada que unos puntos de sutura no arreglen –

respondió, siseando al dejar caer la ropa sobre su herida,

dirigiendo su mirada cargada de resentimiento hacia su

antiguo entrenador–. Me imagino que estarás feliz ahora.

–Sí, lo estoy... feliz de ver que estás bien.

–Y todavía te burlas de mí, hijo de puta...

–No me burlo, lo digo en serio.

–Estás loco –susurró Taehyung mirándolo con aprensión–.

Totalmente loco, Yoongi, ¡te pasaste con esto! ¿Pensabas

matarnos? ¿Ibas a matarnos a los dos?

–No, no a los dos. A ti nunca, mi ángel.


–Haré que te encierren. No puedes estar libre, eres nocivo,

tanto o más peligroso que esta arma. Llamaré ahora mismo

a la policía y les diré...

–¡Ey, tú!

El grito de Hoseok fue tan extraño y fuera de lugar que

ambos lo observaron, absortos. Pero éste miraba tan

convencido hacia la entrada más cercana a la pista que

acabaron por voltearse en aquella dirección.

Al principio Taehyung no vio nada, todo estaba tan desierto

y tranquilo como cuando habían llegado. Pero segundos

después una sombra se movió tras las butacas azules,

dispuesta a huir a la carrera hacia la puerta.

–¡Alto! ¡Alto, detente!

La figura se retrajo nuevamente tras los asientos, y allí

permaneció, agazapada.

–¡Sal de ahí, y ven aquí! –ordenó Taehyung, apuntando el

arma hacia su nuevo objetivo–. ¡Sal a donde pueda verte!


Pero el intruso no obedeció. Aguardaron en silencio. Si

había habido un testigo de todo aquello, Taehyung no iba a

dejarlo escapar.1

–¡Sal a donde pueda verte! –insistió, pero entonces todo

sucedió demasiado rápido. El hombre hizo un nuevo intento

de huída y salió corriendo a toda velocidad hacia la puerta.

Velocidad que, por supuesto, no fue mayor al disparo que

rebotó en unas barandillas de caño, produciendo un sonido

extraño, y acabó impactando contra uno de los reflectores

apagados, haciéndolo añicos...

Cuando la lluvia de vidrios cesó, sobrevino un silencio

expectante. Aquello pareció ser suficiente para que el

desconocido desistiera de su plan de huída. Claro que al

voltearse pudieron comprobar que de desconocido... no

tenía mucho.

–¡Papá! –exclamó Hoseok, atónito, pensando que su

deteriorada visión le estaba jugando una mala pasada.

Pero entonces Taehyung volvió a apuntar su arma, esta

vez decidido a dar en el blanco.1


–Bienvenido, suegro –dijo sin humor, elevando el arma

hasta dejar la mira perfectamente centrada sobre su

pecho...

20

***

Park Hyun había descendido las escalinatas con paso lento

y las manos en alto, mirándolos con una sonrisa burlona, el

desprecio pintado en sus ojos, y se había detenido en el

borde de la pista, aún considerando la manera de escapar.

–Acércate más, Park –ordenó Taehyung con la voz

peligrosamente suave1

–Oh, pero ¿acaso no sabes que no se debe ingresar al

hielo sin patines? –preguntó sin abandonar su tono de

burla–. Lo dice el cartel de las reglas.

–Ven aquí o te disparo. Lo juro Park, la próxima no habrá

advertencia.

–Y él sí tiene buena puntería, te lo aseguro...

–Cállate Yoongi.
Park lanzó un resoplido que intentaba ser una risa

sarcástica, pero ante la tangible posibilidad de una bala en

el cuerpo, avanzó de mala gana hasta donde Taehyung le

había indicado.1

–Ahora dime qué demonios estás haciendo aquí, basura.

–Me divierto viendo cómo te disparan.

Taehyung no se molestó en responder; simplemente quitó

el seguro del arma. Park elevó más las manos con una

sonrisa nerviosa.

–¡Ey! ¡Creo que estás algo tensionado, necesitas relajarte,

campeón! No puedes ir disparándole a la gente sólo porque

no te gusta, como hace tu entrenador... ¿Qué es lo que te

pasa? ¿Fue el stress de los Olímpicos o es mi hijo que no

te satisface como quieres? ¡Ok, ok! –agregó al ver que

Taehyung volvía a elevar su arma, calculando el lugar del

impacto–. ¿Qué hago aquí? Sólo respondo a una cita...

claro que debió haber un error... porque ninguno de

ustedes es Sally, ¿o sí?7

–Mentiroso.
–Es verdad, tenía una cita –insistió, pero esta vez no fue la

voz de Park Hyun la que habló, sino la de Yoongi. Los tres

se volvieron a verlo. Lejos de su nerviosismo anterior,

ahora lucía tan tranquilo que el sólo verlo exasperaba–. Y

no hubo ningún error, yo te cité, Park. Y hubiera sido un

encuentro estupendo, realmente, si no hubieras llegado

tarde. Era de prever que fueras impuntual.

–¿Un encuentro estupendo? Qué pretendías, Yoongi,

¿violarme?6

–Duerme tranquilo, no tengo tan mal gusto.11

–No me hables de tus gustos. En verdad me repulsa

imaginarte chupando una...

–Basta –los detuvo Taehyung, pero Park se echó a reír

groseramente.

–Eres increíble, Jeon. No te importa que te penetren por el

trasero, ni hacer vaya uno a saber qué sarta de inmundicias

con este viejo, pero te escandalizas al escuchar malas

palabras.
–Es curioso –continuó Yoongi, como si no hubieran sido

interrumpido, mientras un profundo rubor cubría las mejillas

de Taehyung–, tú no tienes que hacer nada para darme

asco. Eres tan vulgar que simplemente verte allí parado ya

es desagradable.

–Ya, basta de idioteces. ¿Qué querías conmigo, entonces?

¿A qué se debía tanto misterio, Sally?

–Digamos que quería matar dos pájaros de un tiro.2

–Que ingenioso...

–¡Silencio, los dos! ¡Basta! Si no quieren que los llene de

agujeros van a hacer lo que yo les diga... –Taehyung

estaba furioso, apuntando a uno y a otro con el arma,

intentando asumir el control de la situación. Hoseok, en

cambio, parecía nervioso y agitado, como si sólo deseara

escapar de allí–. Yoongi, tú quédate donde estás. Park,

muévete hacia allá, vamos. ¡Muévete! ¡Ahora!

Park Hyun obedeció a regañadientes, disparando miradas

cargadas de rencor. Sus posiciones formaron un rombo,

con él y Yoongi en los extremos más alejados, Taehyung y


Hoseok, uno frente a otro, separados por unos pocos

pasos.

–Nunca esperé nada interesante de ti, Yoongi, pero debo

admitir que no me hubiera imaginado jamás la grata

sorpresa de verte disparar a tu mocoso.

–Quería matar al tuyo, por si no te diste cuenta.2

–¿Y qué más da? Los dos me importan un bledo.

–¡Cállense! –intervino Taehyung.

–Claro –insistió Yoongi, ciego a cualquier amenaza, tal era

el odio que lo impulsaba–, si mataba a tu hijo te hacía un

favor, ¿no es así? Te habría ahorrado el trabajo de terminar

lo que empezaste hace un año.

–Oh, por supuesto... pero si fueras tan eficiente como

dices, él estaría bajo tierra y no aquí parado.4

–¡He dicho que se callen! –cuando el arma apuntó a sus

rostros, ambos guardaron silencio. Hoseok se mostraba

más dolido de lo que hubiera sido prudente.

–No me importa –dijo desafiando a su padre, tal vez por

primera vez en su vida. Aún en aquellas circunstancias


parecía aterrado por tener que enfrentarlo–. No me importa

lo que digas, no me importa que no me quieras... Yo ya

tengo quien me ame y me proteja –afirmó indicando a

Taehyung, que seguía concentrado en apuntar su arma–.

Ya no necesito más de tus limosnas de paternidad,

guárdatelas junto con todo lo que me robaste y aléjate de

mí para siempre. No te tengo miedo –aseguró, aunque

cada gesto de su cuerpo indicara lo contrario–, ahora estoy

con quien me quiere de verdad, a mí, por lo que soy y no

por lo que hago. Alguien que nunca me lastimará como tú

lo has hecho.3

–Qué ingenuo eres, hijo, siempre fuiste medio idiota –se

burló Park con aquella desagradable risa suya–. Te dan

una palmada en la cabeza y vienes meneando el trasero

como un perro abandonado. Cuando eras normal no

importaba tanto, porque al menos podías patinar. Pero

ahora que ya no sirves para nada … no sé qué será de ti.7

–Déjalo, Taehyung, olvídalo –suplicó Hoseok forcejeando

para aferrar a su amante, que encendido de rabia se había


abalanzado sobre Park dispuesto a deshacerle la cara a

golpes–. No vale la pena, déjalo.

–¿Y te haces el ofendido, “pobre víctima”? ¿Acaso te estás

enterando de algo nuevo? –continuó Park, al parecer

disfrutando de las lágrimas que inundaban los ojos de su

hijo–. No, no te quiero –aseguró con malicia–. ¿Quién

podría querer a un asqueroso homosexual como tú?

Maricón, afeminado, me avergüenza que sepan que eres

mi hijo. Y encima de todo ahora eres un maldito inválido.

De haberlo sabido en aquel entonces... te habría rematado

en el hospital.8

–¡Hijo de puta!

–No, Taehyung, no –rogó Hoseok, interponiéndose delante

de él, de espaldas a su padre, con la doble intención de

ignorarlo y evitarse la humillación de que viera sus

lágrimas–. Estoy acostumbrado a esto. En verdad no me

importa, que diga lo que quiera. Todos sabemos ya la clase

de basura que es.


–¿Perdón? –Park Hyun parecía incapaz de contenerse–.

¿“Que es” has dicho? ¿Hablas en singular? Oh, vaya, vaya,

¡Mr. Inocencia ha hablado!1

–Cállate –soltó Hoseok, girándose cargado de ira.4

–No, no voy a callarme –insistió Park. El arma que volvía a

apuntar en su dirección no parecía intimidarlo–. ¿Acaso

tienes miedo de lo que pueda decir? Sí, sí lo tienes

¿verdad? –Hoseok permaneció en silencio, vuelto de

espaldas. Su rostro estaba tenso, pálido–. ¿Qué pasaría si

tu amorcito se enterara de ciertas cosas...? Apuesto a que

ya no te tendría tanta simpatía si conociera tus secretos...

Oh, sí, porque ustedes dos, tortolitos, no son muy sinceros

el uno con el otro, ¿verdad? Empezaremos por ti, Hoseok.

¿Por qué no le cuentas a Taehyung a qué fuiste a su hotel

aquella noche en Alemania?24

La atención de los dos rusos se volvió instintivamente hacia

al chico de ojos negros. Hoseok entreabrió sus labios,

como si no pudiera creer que su padre hubiera mencionado

aquel hecho. Como empujado por la fuerza de aquellas


miradas, se deslizó unos pasos hacia atrás, lívido. Park

sonrió, triunfal.2

–Bien, si así lo prefieres, se lo contaré yo. Aquella noche

Hoseok no fue a tu habitación a entregarte el trasero,

Taehyung, aunque luego su asquerosa perversión haya

sido más fuerte que él y lo haya hecho con gusto. Tampoco

fue a pedirte ayuda de ningún tipo, como tú crees, según

declaraste en todos lados. No me importa si en verdad te

dijo eso, de todos modos es mentira... –El silencio era tal

que podría haberse escuchado una mosca en la última fila

de asientos. Taehyung aguardaba con el ceño fruncido,

Yoongi expectante, como si estuviera a punto de recibir un

regalo inesperado–. El único fin que Hoseok perseguía esa

noche... era eliminarte. Llevaba una navaja en el bolsillo de

su abrigo y estaba bien dispuesto a clavártela en la yugular

con tal de quitarte de en medio y quedar él como puntero

en las competencias. Pero por lo visto las ganas de que se

la metieras por atrás fueron más fuertes que las de ganar

las medallas por las que tanto luchamos...34


Taehyung sonrió y luego se echó a reír, divertido,

volviéndose a Hoseok esperando que desmintiera aquella

estupidez sin sentido. Pero Hoseok no reía. De hecho,

jamás había visto su rostro tan serio como en aquel

momento. La sonrisa del rubio se desvaneció, cargada de

incredulidad.18

–Ya lo ves –concluyó Park, cruzándose de brazos–,

nuestro Hoseok no es tan estúpido como parece.

Por un momento ninguno se movió, nadie dijo nada.

Taehyung no podía despintar el escepticismo de su rostro.

Hoseok simplemente lo miraba.

–Lo siento, Taehyung –susurró avergonzado.5

–... no es cierto...

–Perdóname.

–Vamos... oh, vamos, dime que es mentira y te creeré...

El arma aún apuntaba a Park, pero los ojos de Taehyung

estaba clavados en Hoseok. No iba a creerlo, no quería

hacerlo, había depositado toda su confianza en él y ahora...


–Es verdad. Es verdad, estaba enloquecido, desesperado,

y fui con todas las intenciones de lastimarte. Necesitaba

ganar –explicó Hoseok con lágrimas en los ojos–. No podía

hacerlo de otra forma, no había manera de ganarte, no en

el estado en que me encontraba... Pero no pude hacerlo,

mi amor, jamás habría podido. Quise pensar que la

presencia de aquellas chicas había truncado mi plan, pero

no fue así. En cuanto me senté a tu lado supe que no iba a

poder hacerlo, jamás.2

–¿Fuiste a matarme?

–Fue una locura, sólo quería evitar que te presentaras al

día siguiente.

–Fuiste a matarme –repitió, incrédulo de lo que

escuchaba.7

De pronto Taehyung pareció perdido. ¿Qué pasaba en su

mundo que todo en lo que confiaba acababa explotando

como una pompa de jabón? Así de efímeros y frágiles

parecían todos los pilares en los que se apoyaba. Pero

entonces, la voz que tantas veces había sido su refugio,


respuesta a tantos problemas, se escuchó a su lado, tan

clara como si estuviera arrullándolo, tan tangible como un

abrazo.5

–¿Lo ves, amor? –un brillo nuevo había nacido en los ojos

de Yoongi–. ¿Ves la clase de basura que son éstos dos?

Taehyung... mi niño, mi vida... vuelve a mí. Yo siempre te

protegí, siempre te amé y te cuidé con esmero. Éste que

dice quererte intentó matarte y siguió la parodia del amante

perfecto, mintiéndote, ocultándote algo tan importante

como lo que acabamos de escuchar... Ven aquí mi amor, tu

lugar está conmigo, como siempre ha sido, yo jamás te

haría daño.15

–No, Taehyung, cometí un error, ¡pero te amo! –se

defendió Hoseok, casi implorando–. ¿Qué caso tendría

confesarte esto ahora si mi intención no fuera serte

sincero? Fue hace tanto tiempo, yo era un estúpido, me

dejaba influenciar con facilidad y tenía tanto miedo que no

podía pensar con claridad. Pasaron tantas cosas entre


nosotros luego de eso... Te amo, puedes estar enojado

conmigo, pero no dudes de mi amor por ti.12

Taehyung parecía tan perdido como antes. Al único que

apuntaba seguía siendo a Park, pero la postura de su

cuerpo había cambiado. Lentamente se había alejado de

Hoseok y, tal vez inconscientemente, acercado más a

Yoongi, un gesto que no pasó desapercibido para ninguno

de los dos.1

–Sí, mi pequeño, ven a mí. Ven a mis brazos y estarás a

salvo de todo, ya no tendrás nada por lo que preocuparte.

–¡Taehyung, te amo! ¿Acaso lo que sentimos no es más

fuerte que un estúpido error que estuve a punto de cometer

hace más de un año? Por favor, no me castigues por una

idiotez de la que me arrepentí antes de llevarla a cabo.

¿Nunca has cometido un error? ¡Perdóname!

Por un momento los profundos ojos azules se refugiaron

tras las tupidas pestañas, cerrando su visión al mundo. Los

labios apenas entreabiertos exhalaron un aliento cálido que

dibujó siluetas de vapor en el frío aire. Estaba solo dentro


de sí mismo, caminando a orillas de su conciencia,

remojando sus pasos en recuerdos salpicados de pecado.

Con una mano en el corazón presionó su pecho. Bajo su

palma la silueta de la cruz colgando de su cuello le dolió

como un estigma del mismo crucificado. ¿Cómo podría no

perdonarlo?11

–Taehyung... –la voz de Yoongi rompió su silencio interior,

devolviéndolo al frío de la realidad– pequeño mío... Ven y

seremos felices, te prometo que...

–¡Ya basta! –explotó Taehyung volviéndose violentamente

a él. El silencio se hizo como obedeciendo a su deseo–. No

voy a dejar a Hoseok. Nada de lo que digan me hará

cambiar de opinión, así que basta de decir estupideces. No,

no hablemos más de esto –indicó con un dulce gesto de

silencio, cuando Hoseok intentó decir algo más, sus ojos

llenos de lágrimas–. No ahora.4

–¿Y por qué no? –preguntó entonces Park con una sonrisa

maligna–. ¡Si estoy disfrutando esto como no he disfrutado

nada en años! ¿Qué tal si pasamos al siguiente secreto?3


–No me importa nada de lo que tengas que decir. Cierra la

boca.

–Oh, pero si te gustó esa bobería que conté, ¡te encantará

saber esto! ¿A que no sabes lo que hizo tu lindo Hoseok

con...?12

–¡He dicho que cierres tu mugrosa boca, maldito hijo de

puta! ¡Cállate, cállate, cállate! –exclamó Taehyung fuera de

sí, acercándose velozmente, apuntando el arma con los

brazos estirados, apretando los dientes, tembloroso.7

Park no fue el único que lo observó, sorprendido ante su

reacción. Pero sí fue el único que, en lugar de guardar un

conveniente silencio, sonrió de la forma más irritante.

–Muy bien –aceptó con calma–, si no quieres saber más de

Hoseok, no diré nada más de él.... –hizo una pausa

demasiado obediente para ser auténtica, entrecruzando

sus dedos, golpeando rítmicamente sus pulgares. Había

una satisfacción contenida luchando por surgir a

carcajadas, haciendo brillar sus ojos de forma extraña–...

mejor hablaré de ti, de ustedes –corrigió, incluyendo a


Yoongi con la mirada, sonriendo perversamente, dispuesto

a no detenerse–. Escucha muy bien esto Hoseok, porque te

fascinará. No eres el único que guarda secretos, ¿sabes?

No... pero me temo que eres el único imbécil que no lo

sabe, hijo. El único idiota que aún cree que...13

La frase murió en el aire... al igual que él. Fueron milésimas

de segundo que parecieron siglos, en la proyección de la

cámara lenta más aterradora que hubieran vivido jamás: el

momento en que abría la boca en la más pura expresión de

sorpresa; en que echaba los ojos hacia atrás, temblorosos,

poniéndolos en blanco; cuando se desplomaba de

espaldas, sin reflejos, como un pesado saco de piedras…

Un disparo lo había derribado. Un disparo que había

entrado por su frente y había hecho estallar la parte

posterior de su cabeza en cientos de pequeñas esquirlas

humanas, rociándolo todo con su espeso contenido ...30

Uno atónito, el otro horrorizado, Yoongi y Hoseok volvieron

sus miradas desencajadas hacia Taehyung, que observaba

como hipnotizado el curso de la sangre esparciéndose


sobre el hielo, un río serpenteante y caudaloso que parecía

encausarse curiosamente en su dirección, sediento de una

venganza ambiciosa y voraz.

–¡Oh, por Dios! –exclamó Hoseok, llevándose una mano a

la boca con gesto nauseabundo, tal vez con la doble

intención de no gritar y mantener dentro de sí lo que su

estómago luchaba por expulsar. Yoongi, en cambio,

parecía maravillado.

–Mi profecía se cumplió –murmuró, mirando el horroroso

espectáculo cual si fuera la mejor obra de arte que viera en

su vida–. Su sangre fue derramada delante de mí...13

La escena era macabra, pero Taehyung no podía dejar de

mirarla. La viscosidad del órgano destrozado parecía estar

viva, deslizándose como un molusco por la límpida

superficie, y la sinuosidad se su movimiento lo mantenía

como hipnotizado bajo las redes de un hechizo siniestro.

Agitado, con las manos temblorosas, dejó escapar un jadeo

y se volvió hacia Hoseok esperando un ataque de locura y

odio. Pero su niño sólo lo miraba aturdido y boquiabierto,


tanto o más estupefacto que él mismo. Miraba la sangre y

el cuerpo yugulado, abría los ojos al extremo y aún así no

podía creerlo, aunque el cadáver estuviera desangrándose

ante su atónita mirada.

–Hoseok… –susurró Taehyung apenas en un hilo de voz.

No tenía palabras, no las encontraría jamás.

Consternado, observó el arma en sus manos. Se veía tan

silenciosa e indefensa como antes de destrozar la cabeza

de aquel hombre. “Ojalá pudiera sentirme tan imperturbable

como ella”, pensó contemplándola como si pudiera obtener

alguna respuesta, “después de todo fue Park, nadie que

valiera la pena...”. Sintió asco de sus propios

pensamientos, de su falta de remordimientos. Se preguntó

si sería así de ahora en adelante, sin culpa, con ese

silencio sordo, con ese vacío en su interior. Y entonces la

realidad lo golpeó de frente con la fuerza de una maza, y

era tan simple y concreta como el hielo bajo sus pies: le

había quitado la vida a una persona..., y tendría que vivir

con ello el resto de su vida.


Casi sin pensarlo, arrojó el arma lejos de él. Como había

hecho antes al escapar de las manos de Yoongi, ésta

resbaló por el hielo, hasta detenerse a los pies de Hoseok.

Taehyung miró sus manos. Sus guantes eran negros, pero

podía imaginar sus palmas rojo sangre. El rojo de la culpa.

Todo a su alrededor olía a pólvora. El mundo seguía

exactamente igual, pero no, ahora él era un asesino... Dios

Santo... era un asesino...2

***

¿Horas? ¿Minutos? ¿Segundos? Imposible decir cuánto

tiempo había pasado. Lo cierto fue que, luego de una

mirada letárgica, no era odio ni dolor por aquel padre

perdido lo que se reflejaba en los ojos de Hoseok, sino una

profunda incertidumbre teñida de recelo y sospecha.

–Taehyung… –dijo enfrentándolo, sus ojos negros

buscando los suyos con pujante desesperación– ¿qué iba a

decirme? –inquirió pasando alternativamente la mirada de

su amado al viejo entrenador–. Taehyung, respóndeme…

¿qué es lo saben ustedes que yo no sé? Es obvio que lo


silenciaste, no querías que hablara, que dijera…algo. Dijo

que iba a hablar de ustedes...10

Silencio. Ni Taehyung ni Yoongi parecieron mover un

músculo, sus rostros impasibles, inescrutables. Pero

aunque era imposible descifrar emoción alguna en sus

facciones, la expresión de Hoseok comenzó a florecer

lentamente, como si el entendimiento le llegara en suaves

ondas, armando y completando el rompecabezas,

activando su razón.

–Oh Dios… oh, Dios –susurró mirando a uno y a otro, su

pecho agitándose a cada paso–. Fue él –sentenció

señalando a Yoongi con un dedo tembloroso–. Fue él... Él

me atacó y tú lo sabías. ¡Tú lo sabías! –sollozó, y su

respiración fue acelerándose a medida que descubría aquel

silencio cómplice–. ¡Sabías que él me había atacado y

nunca me lo dijiste!2

–No... fue tu padre –insistió Taehyung tercamente, pero

Hoseok negó con la cabeza.


–Siempre supiste la verdad... me engañaste todo el

tiempo...8

Yoongi y Taehyung cruzaron sus miradas y las mantuvieron

sin pestañear, en silencio. Las tensiones de las últimas

semanas parecieron desvanecerse como la niebla al

amanecer, envolviéndose en un manto de complicidad, un

contacto profundo, eterno, secreto. Tan inmersos uno en el

otro, tan estáticos que Hoseok era una cosa nerviosa y

movediza en comparación, una interrupción que parecía no

ser capaz de cortar aquella unión.1

Luego, un imperceptible gesto de negación y unos

murmullos en ruso escapando de los labios del rubio.

–No lo digas –susurró en una extraña mezcla de orden y

súplica, su mirada firme como si estuviera manteniendo

una conversación telepática paralela. Yoongi inspiró

profundo, sin quitarle los ojos de encima, casi con

resignación–. Ya basta, Yoongi, no lo hagas. Fue él. ¡Fue

él! –insistió Taehyung señalando el cadáver de Park.3


–Fui yo –confesó al fin, volviéndose a Hoseok casi triunfal–.

Yo te ataqué aquel día...26

***

Hoseok parpadeó, confuso. Taehyung permaneció en

silencio, al parecer demasiado irritado por haber sido

contradicho, pero Yoongi sonreía satisfecho, volviendo su

mirada cargada de desprecio hacia el americano.

–Para que veas, maldito mocoso, que hay vínculos que no

se pueden romper. Por más joven, y bello, y especial que te

creas... siempre habrá un lugar en su corazón que sólo

será mío. Mío, ¿escuchaste? Me protegió siempre,

¡siempre! Nunca permitió que mancharan mi nombre.

–¿Es verdad lo que dice, Taehyung? –preguntó Hoseok,

tembloroso y con el rostro encendido–. ¿Es verdad que lo

sabías...?

–¡No, no fue él! ¡Fue tu padre!

–¿Lo ves? –preguntó Yoongi con una sonrisa insana–.

Convéncete: mintió por mí, para defenderme, y sigue

haciéndolo aún ahora, a pesar de todas las mentiras que le


dijiste, de toda la cizaña que sembraste en mi contra.

Piensas que nos separaste, que lograste gran cosa... pero

él siempre será mío. Puedes tomar su cuerpo, pero yo seré

dueño de sus secretos, de sus pensamientos... He llegado

donde tú nunca llegarás. No eres ni serás jamás siquiera la

sombra de lo que yo fui en su vida. De lo que seré

siempre.9

Hoseok quedó sin palabras. Temblando de ira se volvió

hacia Taehyung, aunque su rostro no buscaba venganza

sino una explicación que lo contradijera todo, que echara

por tierra los delirios de aquel viejo, que le demostrara que

no seguía siéndole fiel luego de todo lo que él se había

esmerado en mostrarle.

Los ojos de Taehyung se llenaron de lágrimas, y su

expresión de dolor fue tan profunda que inclinó el rostro

hasta ocultarlo entre sus manos. Yoongi se había

aprovechado de él toda la vida, lo había utilizado, había

asesinado a su familia, y ahora… esto. Turbado,

visiblemente conmocionado, les volvió la espalda a ambos


y se impulsó un par de pasos alejándose de ellos. Dios, ya

no podía continuar con esto, no podía más…

Pero Hoseok, por el contrario, distaba de parecer

conmovido. Todo el miedo y la furia, todo el dolor y la

impresión que había experimentado momentos atrás, se

habían convertido en una fría cólera que le infligía una

expresión extraña a su rostro delicado.

–Usted –dijo con resentimiento y odio, volviéndose hacia

Yoongi–. Después de todo lo que sucedió, de todo lo que

se dijo…había sido usted…

–Sí. Y si hubieras muerto aquel día, condenado pendejo,

todo esto que tuvimos que soportar después nunca hubiera

sucedido.

–Maldito mal nacido –susurró con los ojos ardiendo como

carbones encendidos–. ¿Cómo pudo.... cómo fue capaz...?

Es un criminal, un degenerado, ¡un asesino!

–No sigas, o me harás llorar del arrepentimiento –suplicó

Yoongi, cargado de ironía.1


–¿Por qué? ¿Por qué tanto odio hacia mí? ¿Por una

competencia, una maldita medalla? ¿Todo por ganar?

–¡Sí, una competencia, sí! –admitió el ruso, encendido por

la efusión de sus convicciones–. ¡Para ganar y recuperar lo

que era mío y tú me robaste! Porque fuiste tú, pequeño

miserable, el que me alejó de mi Taehyung. Tú el que se

metió en nuestra vida y la pudrió como un gusano pudre

una fruta, desde adentro y en silencio. Yo tenía una vida

exitosa. ¡Yo tenía una vida feliz! –gritó, enajenado por la

cólera que lo invadía–. Mi ángel y yo, juntos, y nada más

importaba, porque teníamos todo lo que podíamos soñar.

–¡Usted lo tenía! ¡No él!

–¡Cállate! ¡Tú no sabes nada! No tienes idea de nuestro

mundo, del refugio que había construido para él –indicó,

mientras Taehyung, aún alejado, lloraba con el rostro oculto

entre sus manos–. Lo saqué del infierno en el que vivía

para crear nuestro propio paraíso, en donde él era el ángel

más dorado, el dios, y yo su adorador y sirviente…


Entregué mi existencia a él, y tú arruinaste nuestras vidas.

Tenía que eliminarte. Lo hice por él.1

–¿Por él? ¿Cómo se atreve a ponerlo de excusa? ¿Cómo

puede decir algo así, lacra asquerosa y cobarde? Luego de

todas las cosas que tuvo que pasar Taehyung por esto:

abusos, malos tratos, el juicio, las humillaciones, la

difamación… ¿cómo pudo guardar silencio todo este

tiempo sabiendo cómo sufría?

–Estuve siempre a su lado, padeciendo todo con él, no

como tú, maricón, que no le has dado nada a cambio de

todo lo que hizo por ti. Además, tenía mis esperanzas de

ver a tu querido padre pudriéndose en prisión por tu

causa… pero créeme, ver su cerebro desparramado por el

hielo también es una recompensa muy placentera. Tanto

que hasta me doy por satisfecho. Y estoy orgulloso y feliz

de que fuera mi niño quien lo hiciera. En cuanto a ti…

nunca dormirás tranquilo, Hoseok, nunca, pues siempre te

estarás preguntando qué siente en verdad mi niño por mí.

Jamás entenderás por qué permaneció conmigo tantos


años si yo “lo trataba tan mal” como dices, por qué me

encubrió sacrificando su salud y su reputación... y por qué

me sigue defendiendo ahora... –Yoongi sonrió ante la

imagen de Hoseok, rojo de ira e impotencia–. Te lo estás

preguntando ahora, ¿verdad? “¿Por qué lo protege? ¿Por

qué sigue defendiéndolo?” Pues te quedarás con la intriga,

mocoso estúpido, porque jamás llegarás a hondar tanto en

su alma como para comprobarlo. Nunca –insistió,

enfatizando la eternidad de aquella palabra– lograrás hacer

que deje de quererme. Tómalo como una profecía si lo

deseas, como la que hice con la mugre de tu padre, y ahí lo

vez. Recuérdalo.8

Taehyung sollozaba, con los ojos fuertemente apretados y

los puños cerrados con tanta fuerza que le sangraban las

palmas. Sangre que se mezcló con la que había derramado

tan fríamente, tan irracionalmente. Sangre manchando sus

manos como la culpa manchaba su alma. Un alma que se

estremeció hasta lo más profundo al sentir dos disparos

quebrando el silencio con una violencia escalofriante.


Casi sin aire, llevó una mano a su cuello, sofocado. Su

corazón se detuvo, sintiendo que aquellos disparos habían

impactado de lleno en su pecho... pero el aire retenido

inconscientemente en sus pulmones le dijo que no sería él

el elegido por la parca aquella noche. Obligándose con

toda la voluntad que poseía, volteó para ver el horror que

había ocurrido a sus espaldas. Y cuando vio tendido sobre

el hielo el cuerpo del que había sido su entrenador, padre y

amante durante los últimos doce años de su vida, sintió que

aquella, su alma atormentada, ya no podría soportar una

cosa más.

–¡Yoongi! –exclamó con un grito agudo, casi salvaje, y

veloz como un rayo se arrojó resbalando de rodillas hasta

él–. Yoongi… –repitió casi sin voz al sostener la cabeza

sobre su regazo.14

Yoongi no estaba muerto, pero al verlo, Taehyung suplicó

en silencio que por piedad lo estuviera pronto. El cuerpo

que tantas veces lo había cubierto con sus cálidos abrazos,

el mismo que también lo había mantenido prisionero del


dolor más impuro desde su infancia, se convulsionaba en

agitados espasmos, mientras una desgarradora mueca le

contorsionaba el rostro. La sangre que inundaba su boca

indicaba que nada quedaba por hacer; los dos disparos en

su pecho y vientre se lo llevarían en pocos segundos.

Agonizaba.

–Perdóname... –balbuceó entre borbotones escarlatas.

Taehyung sollozó, sosteniendo su mano, pero Yoongi

repitió su súplica con insistencia en medio de violentos

jadeos–. Perdóname...2

Taehyung no pudo responder. Se lo impidieron las miles de

noches que debió haber dormido tranquilo en una cama

infantil y no en lujurioso lecho de un adulto, se lo impidieron

todas las lágrimas y el dolor, su cuerpo maltratado y su

alma mancillada, se lo impidió el recuerdo de sus padres y

su hermana, y el sueño de esa inocencia que hubiera

podido ser, y sin embargo dormía perdida para siempre

bajo la lápida de su pasado. No pudo responder más que

una silenciosa negativa con un gesto de su cabeza.


Yoongi tuvo su convulsión más violenta. Un lago de sangre

estaba formándose bajo su espalda, y Taehyung vio el

hielo tornándose rojo a medida que ésta se extendía. Pero

cuando parecía que iba a expirar una suave sonrisa curvó

sus labios, pestañeando lentamente en un gesto de

asentimiento. Comprendía. Comprendía que no podía

perdonarlo. Y entonces Taehyung supo, de forma tan

incomprensible como había sido siempre todo en su

relación, que aquella segunda profecía se cumpliría, que

por alguna razón todo lo que había dicho a Hoseok era

verdad. ¿Qué más podría haber en su contra? Nada. No

podría agregarse un pecado más en su lista, y sin

embargo... no lograría desarraigar esa pequeña llama de

cariño que ardía por él.

Fue entonces que, aún sonriendo, Yoongi estiró una mano

ensangrentada hasta aferrarse de la suave cabellera rubia,

e incapaz de medir su fuerza, lo jaló hacia abajo hasta que

sus labios se fundieron en un último beso. Taehyung cerró

los ojos, saboreando entre lágrimas la sangre abundante y


tibia que manaba de aquella boca. Cuando la presión sobre

su pelo cedió y pudo separarse, Yoongi ya estaba

muerto.59

***

Minutos más tarde Taehyung continuaba sosteniendo la

exánime mano entre las suyas, observando el cadáver con

una concentración sobrenatural. Los labios rojos de sangre

contrastando con su pálida piel le daba un aspecto

vampiresco que completaba el cuadro espectral. El silencio

que precedió a aquel minuto postrero fue tal que las

respiraciones de los dos jóvenes podían escucharse sin

esfuerzo, fuertes, impetuosas, como si sus vidas quisieran

despertar la envidia de aquellos que yacían para siempre.

Hoseok aún permanecía apuntando el arma con ambas

manos. Parecía aguardar la oportunidad de rematarlo de un

momento a otro. Todo su cuerpo temblaba sutilmente, pero

no parecía haber en él ni exasperación ni remordimiento.

Cuando Taehyung alzó la vista hacia él, su voz sonó

cargada de desprecio.3
–Baja eso –ordenó, sus ojos opacos–. Ya está muerto, qué

más quieres hacerle.16

Hoseok obedeció de inmediato, arrojando el arma al suelo.

Aún guardaba muchas preguntas, pero Taehyung no iba a

respondérselas, no en ese momento al menos. No lloraba

ni se lamentaba, pero él sabía que su alma estaba

quebrada de dolor por Yoongi. A pesar de todo lo que le

había contado, después de las atrocidades que había

hecho, Taehyung aún... Pero antes de que tuviera la

oportunidad de decir algo, el suspiro ahogado del rubio le

obligó a volver la vista hacia él. Los cristalinos ojos azules

estaban fijos en un punto en la tribuna, como si la acción ya

no transcurriera sobre la pista sino en la semi oscuridad de

las gradas. Siguiendo la línea de aquella mirada, Hoseok

también dirigió sus ojos hacia allí. Y como Taehyung,

también él pareció perder la respiración.8

Sentada como una lady, enfundada en su impecable traje

color arena, una mujer escribía con trazo rápido pero firme

sobre un anotador, sin evidenciar el menor signo de


conmoción por lo que acababa de suceder frente a sus

ojos. De hecho, no parecía tener la más mínima intención

de levantar la vista de sus notas, y así aparentaba haber

transcurrido bastante tiempo.1

–Madre… –susurró Hoseok, y casi por inercia su cuerpo se

deslizó hacia ella. Taehyung lo siguió de cerca–. Madre –

volvió a repetir con lágrimas en los ojos, pero la mujer

estaba demasiado ocupada escribiendo como para

prestarle atención. Cuando al fin acabó sus anotaciones,

Haneul Park cerró su pluma con cuidado. Recién entonces

levantó la vista hacia los dos jóvenes, que la miraban como

soldados escapados de una guerra.

–Madre... ¿qué haces aquí?

–¿Acaso eso importa ahora? Deben irse inmediatamente –

dijo con la frialdad que la había caracterizado siempre–. Si

los encuentran aquí será el fin de sus vidas. Huyan,

ahora.17

Ambos guardaron silencio, intercambiando miradas de

incomprensión.
–¿Y qué harás tú? –preguntó Hoseok, mientras unas

lágrimas incontenibles volvían sus ojos hermosamente

brillantes.

Haneul no respondió, pero en cambio se volvió decidida

hacia Taehyung, como si sintiera que era posible mantener

con él el contacto que nunca había logrado tener con su

hijo.

–¿Recuerdas lo que me dijiste una vez en Alemania? Lo

que debía hacer si en verdad amaba a mi hijo, lo que

debería dar por él... –Taehyung meditó un momento

aquellas palabras, buscando en su memoria ese tramo de

la historia. Luego fijó sus ojos en ella con un gesto extraño

y asintió–. Tal vez tengas razón. Tal vez parir fue lo único

maternal que he hecho en mi vida... Pero supongo que aún

estoy a tiempo de hacer algo bien.

Con gesto dubitativo estiró la mano hasta el rostro de su

hijo y la deslizó con suavidad por sus mejillas. Subió con

ambas manos para acariciar la suave melena negra y

descendió bordeando el maxilar hasta la boca entreabierta,


rozando con la yema de sus dedos la seda de aquellos

labios rojos. Luego, en un extremo acto de expresión, lo

cubrió de besos maternales. Hoseok estaba demasiado

sorprendido y emocionado para responder.4

Pero la magia duró poco. Como si hubiera acabado de

cumplir con un deber impuesto, Haneul se alejó de su hijo

con el mismo gesto indiferente de siempre y volviéndose

hacia el asiento en donde tenía su cartera, comenzó a

ordenar los papeles que tan frenéticamente había escrito.

–Ahora fuera, los dos. No quiero verlos aquí.

–Pero ¿qué es lo que harás? –insistió Hoseok, aún

enternecido por la insólita muestra de cariño.

–Taehyung, llévatelo –ordenó con el mismo tono

inalterable.

Con la calma de quien ha pasado el límite de la

resignación, Taehyung asintió en silencio, mirándola a los

ojos. Y luego de ese pequeño momento que pareció

congelarse en el tiempo, tomó a Hoseok firmemente del


brazo y recogiendo sus cosas comenzó a avanzar hacia la

salida.

–¡No! Espera, suéltame Taehyung. Mamá. ¡Mamá!

Pero el rubio no volvió la vista atrás. Atravesando puertas y

pasillos arrastró a Hoseok, que se debatía con irrisoria

debilidad, sin permitirle retroceder un sólo paso, su gesto

comprensivo pero firme. Y no cedió siquiera cuando, ya en

el pasillo final, escucharon un último y certero disparo...30

Los gritos de Hoseok murieron de inmediato, resbalando

lentamente hasta el suelo desmadejado de dolor. Taehyung

suspiró, descendiendo hasta él, rodeándolo con sus brazos

protectores. La muerte enamorada había abierto su manto

tres veces aquella noche, pero ellos habían escapado de

sus gélidos labios. No debían seguir tentándola o su beso

los atraparía para siempre.9

–Vámonos Hoseok –susurró besándolo en la frente, jalando

para ponerlo de pie–. Tenemos que irnos. Debemos huir de

aquí antes de que nos atrapen...


Capítulo 8.2

Tres y media de la madrugada. El reloj de la sala nunca

había azotado su segundero con tanto énfasis y en el

impasible silencio de la noche su sonido les parecía

enloquecedor. Un esporádico maullido, triste, melancólico,

también les arañaba los oídos con sus agudas garras. El

animal parecía haber sentido el olor a muerte en sus

cuerpos, pues apenas al acercarse a darles la bienvenida,

había huido despavorido, y desde entonces no había

bajado del estante más inaccesible de la biblioteca. Todos

los objetos de la casa parecían rechazarlos, como si

reconocieran lo que eran, como si ahora supieran en lo que

se habían convertido... Sobre la cama matrimonial de los

Jung, tal vez donde el mismo Hoseok había sido

engendrado, sentados uno frente al otro, los dos amantes

se miraban en silencio.

Con las ropas tan manchadas como sus conciencias, las

pupilas dilatadas y los labios tensos, aguardaban sin saber

qué esperar. El tiempo en el reloj pasaba demasiado rápido


en un mundo que se había detenido para ellos, un mundo

que los repelía, reverberando en sus conciencias la cruda

verdad: ...Asesinos.4

-Debemos escapar.

Taehyung, tan directo como siempre, fue el que decidió

romper al fin ese inquebrantable silencio que los había

sofocado por horas. Hoseok no respondió. Aunque ya no

lloraba, no había variado su expresión vacía, oscuramente

resignada, que le había dejado impresa aquel último

disparo, aún resonando en sus oídos.

-Me odias -dijo con una voz tan calma que parecía irreal.

-¿De qué hablas?

-Me odias por haberlo matado- aseguró, mientras el rubio

hundía el rostro entre sus manos ahogando un suspiro-. Yo

odiaba a mi padre, pero tú... tú querías a Yoongi... él tenía

razón en todo lo que dijo, ¿no es así? Lo quieres...2

-Eso ahora ya no importa -susurró Taehyung abrazando

sus piernas, la frente apoyada sobre sus rodillas-. Tenemos


que pensar qué vamos a hacer. Hay que decidir algo

rápido.

-Supe que era verdad cuando seguiste defendiéndolo -

continuó Hoseok con la misma calma de antes, cual si

hubiera sido invitado a confesarse-, pero no sentí nada

malo hacia ti, te lo juro, sólo odio y envidia hacia él... Le

disparé a conciencia -admitió en un susurro-. Tú lo hiciste

casi por inercia, pude verlo, había algo extraño brillando en

tus ojos, cegándote, como si no estuvieras allí realmente...

pero yo no lo hice así.

-Hoseok, por favor...

-No estaba tan fuera de mí -prosiguió con suavidad-.

Simplemente sentí demasiado odio por él y quise verlo

muerto -confesó con los ojos cerrados-. No vengué a mi

padre... me vengué a mí mismo.1

-No me des explicaciones, no quiero oírlas. No quiero oír

más sobre esto... Haber perdido la razón no me hace

menos asesino, por favor, mi conciencia será suficiente

para recordármelo hasta que muera, no necesito que tú


también lo hagas... No te odio, ¿de acuerdo? Te amo, te

amo, pero no hay tiempo para filosofar ahora, tenemos que

huir, y tenemos que hacerlo rápido.

Sin responder, Hoseok desvió la mirada. Con mucho

cuidado quitó la toalla ensangrentada que mantenía

presionada contra la herida de Taehyung y la cambió por

una nueva.

-Necesitas un médico -indicó, ignorando la mirada de

expectación clavada sobre él-. Esta herida sangra

demasiado.

-¡Al diablo con la herida! No pienso ir a un hospital para que

me arresten antes de entrar. Debemos escapar ahora, si

nos encuentran de poco servirá contarles nuestra historia.

Silencio. Demasiada espera para un planteo tan simple.

-... no voy a huir.15

-¿Qué dices?

-No voy a huir -repitió Hoseok con calma, sin mirar de

frente, obligándose a ocupar sus manos y su mente en


presionar la toalla limpia sobre la herida que intentaba

curar.

Taehyung lo observó, atónito. Por un momento pareció no

saber qué decir.

-Hoseok, escúchame bien. Hay tres cadáveres, no uno,

¡tres cadáveres abandonados en el hielo! -indicó señalando

con un gesto nervioso hacia la calle-. Y al menos dos de

ellos llevan nuestro nombre. Son tu madre, tu padre y mi

entrenador. ¿Quieres darme al menos una razón por la que

crees que no vendrán por nosotros?3

-... Nadie nos vio, no pueden probarlo...

-¿No pueden probarlo, dices? -Taehyung lanzó una

carcajada desprovista de humor-. Están allí, muertos,

estamos cubiertos con su sangre, ¡por Dios!, ¿qué más

crees que necesitan? ¿Que uno de ellos se levante y

declare? -Hoseok escuchaba sin mirar, en silencio, tan

tenso que casi temblaba-. Debemos cruzar la frontera esta

misma noche, mañana será tarde.

-...No sirvo para huir, no quiero hacerlo...


-¡Van a matarnos si nos atrapan! ¿Es que no lo entiendes?

-Taehyung, por favor... contratemos un buen abogado, él

nos sacará de esto.

-Ni Dios nos sacará de esto, Hoseok-aseguró el ruso,

nervioso, tomándolo por los hombros para obligarlo a mirar

de frente-. Acabo de volarle los sesos a un hombre y tú

mataste a otro a quemarropa, ¿crees que lo tomarán a la

ligera, cual si fuera una evasión fiscal? ¿que un soborno y

un par de firmas arreglarán todo? ¡Abre los ojos! Ninguno

de esos magos que lees vendrá a arreglarlo todo con su

varita mágica, no hay mundos de fantasía en los que

puedas refugiarte. Debemos hacer algo nosotros, ¡y

debemos hacerlo ahora! ¿Quieres pasar el resto de tus

días en la cárcel? Nos encerrarán de por vida, tal vez nos

condenen a muerte, ¿es eso lo que deseas?.

-No.

-¿Entonces por qué no me haces caso?

-¡Porque tengo miedo! -estalló al fin Hoseok, cubriéndose el

rostro con las manos-. Tengo miedo de que nos atrapen


huyendo, de eso no hay vuelta atrás, sería peor que todo lo

anterior junto. No sabes cómo funcionan las cosas aquí, no

les importa lo que hiciste, ¡lo importante es que no les

mientas! ¡Que no los quieras tomar por idiotas!

Taehyung permaneció mirándolo como si ya no fuese

capaz de entender el idioma en que le hablaban. Mientras

Hoseok parecía ser presa de un ataque de nervios, él

comenzó a enfriarse, como el témpano que siempre había

sido.

-Tú no sabes lo que es el miedo -dijo con una calma

envenenada por los recuerdos-. No tienes idea de lo que es

estar prisionero. No sabes lo que es sentirse solo y

abandonado, sentir el miedo devorándote desde adentro,

como si ya no tuvieras órganos, como si sólo el terror

llenara tu cuerpo. No tienes idea de lo que es que te

esposen, que te golpeen, que insulten lo que más amas,

que te humillen y abusen de ti como se les ocurra sin que

puedas hacer nada, sabiendo que nadie vendrá a

rescatarte, que aquella tortura no tendrá fin. ¿Crees que la


cárcel es solamente estar encerrado en un cuarto mirando

el techo? Piénsalo dos veces.

Las lágrimas de Hoseok caían sin cesar, por más que se

esmerara en secarlas al instante. Trataba de imaginar esos

horrores, mientras Taehyung sólo tenía que recordarlos.

-No voy a volver a pasar por eso -aseguró el rubio con la

mirada cargada de rencor-. Te lo advierto desde ahora. No

permitiré que me atrapen.

Los minutos pasaban interminables. Hoseok oscilaba entre

la calma y el llanto, como si debatiera internamente consigo

mismo, cubriendo y descubriendo el rostro tras las manos

pálidas. Taehyung tenía la decisión tan firmemente tomada

que, por el contrario, cada segundo que pasaba lo volvía

más sereno.

-No cambiarás tu decisión, ¿verdad?

-No.

El rostro de Hoseok se contrajo de dolor, mordiéndose los

labios para no llorar más. Por segunda vez deseaba poder

volver el tiempo atrás y deshacer lo hecho... pero una vez


más era imposible. Congestionado, respiró profundo y

suspiró un par de veces, intentando con eso poder

tranquilizarse. Luego estiró una mano temblorosa para

acariciar el rostro que había convertido en santuario de sus

besos: los labios, las mejillas, la piel suave de los

párpados... Todo había resultado tan perfecto... Todo había

sido demasiado bueno para durar.

-¿Te quedarías al menos el tiempo suficiente para...

dejarme amarte...? -suplicó entre susurros.

Taehyung recibió aquel mensaje entre líneas con un

profundo e inesperado dolor. En ningún momento había

considerado la posibilidad de que Hoseok no lo

acompañara... incluso aunque lo estuviera escuchando no

podía creerlo. El camino había llegado a su fin, ahora se

bifurcaba y cada uno tomaría la dirección opuesta. ¿Por

qué todas sus decisiones debían ser tan tristes? Tristes

como los ojos de Hoseok que se diluían al verlo, manos

que temblaban al deslizarla por su piel. Se encontró

suspirando profundamente, como si el aire le quemara


dentro. Abandonado, posó su frente contra la de su amor,

sus perfiles rozándose suavemente.16

-Prometo que si me atrapan no mencionaré tu nombre. Me

haré cargo de todo. Hoseok asintió, una lágrima solitaria

rodando por su mejilla.

-Yo también. Jamás te involucraré en esto, lo juro, jamás,

seré el único responsable.1

El abrazo dolía más de lo que reconfortaba, pero los labios

de Hoseok pronto revirtieron la situación. Con besos

suaves, sinceros, fue traduciendo en pasión el terror que lo

invadía, y casi con desesperación recostó el cuerpo herido

contra la suave superficie de la cama, el mullido acolchado

recibiéndolos con calidez, y lo despojó de aquella ropa

ensangrentada como si con ello pudiera aliviar el peso de

su culpa, quitándole las manchas de su pecado. Si esa iba

a ser su despedida, entonces haría que valiera la pena la

vida solamente por revivir el recuerdo.

-Hoseok, ah...!
El gemido ahogado de Taehyung había sido un cóctel de

placer y dolor ardiente, nacido desde su interior de su ser

mientras aquella boca se deslizaba, húmeda y caliente

sobre su herida, lamiendo la sangre nueva y vieja, propia y

ajena. Pareció ser una especie de antiguo ritual. Luego de

quitarse sus propias ropas, Hoseok se había recostado

sobre él muy lentamente, y con un extraño brillo en los

ojos, había comenzado a lamer cada centímetro de su

cuerpo con una fruición y una profundidad que lo habían

hecho estremecer por completo. Sin olvidar un solo rincón,

fue borrando los tétricos recuerdos de aquella noche

trágica, apoderándose de cada rastro, de cada mancha

punzó, para absorberla y lavarla, como si al quitarlas de la

piel también las quitara del alma.5

Taehyung recibió aquel baño con una mezcla de

sensaciones encontradas, alternando el placer más

morboso con el dolor más punzante cuando esa lengua se

hundió en su herida y hurgó en ella con la avidez de una

serpiente. La sintió moverse como loca sobre su pecho, en


su ombligo, tras su oído, dentro de su intimidad, en la

cuenca de sus manos... No quería saber lo que Hoseok

pensaba mientras lo adoraba con aquellas lambidas

apasionadas, como tampoco quiso pensar en ello cuando

lo volteó y emprendió con un ritmo frenético y desenfrenado

el camino hacia las profundidades de su intimidad. Sólo

quería sentirlo en su interior y oírlo jadear sobre su hombro,

disfrutar de esos dulces besos en su nuca y de aquellas

manos delicadas entrelazándose en su cabello. Sólo quería

a Hoseok invadiendo su cuerpo y su mente, borrando con

cada estocada las horrorosas imágenes de aquella noche:

de Jung Hyun con el cerebro destrozado, su sangre espesa

salpicándolos, persiguiéndolo al extenderse por el hielo; de

Yoongi con la camisa y el pecho agujereados, ese pulso

débil apagándose contra su mano, y aquel beso rojo y

húmedo que sabía a vida y a muerte; del olor a pólvora, del

ruido de los disparos... No, no quería pensar en esas

cosas. Mientras moría rendido bajo el peso de su amante,

con el cuerpo dolorido por tanto placer, intentó ser


solamente éxtasis y lujuria, satisfacción y complacencia.

Sólo Hoseok importaba, y no los tres fantasmas que

rodeaban su lecho. Sólo sus hermosos ojos negros

susurrándole que lo amaban, y no las acusadoras miradas

de aquellos espectros. "Nunca más volveré a ver a Yoongi"

pensó mientras las lágrimas nublaban su visión. "Nunca

más volveré a ver a Hoseok" asumió, y su llanto se

derramó sobre las sábanas, al tiempo que su amado,

conteniéndolo en un fuerte abrazo, que derramaba en su

interior...

***

Por segunda vez en su vida, Hoseok estiró su mano en

busca del cálido cuerpo de Taehyung, para descubrir que

de él sólo quedaba la silueta en las sábanas. Igual que

aquella mañana luego de su primera vez, su cuerpo gimió

de ausencia y dolor por el abandono, y algo más frío que el

hielo lo invadió por dentro. No estaba preparado aún. Sabía

desde la noche anterior que al despertar se encontraría

solo, pero a la luz del sol, que ahora invadía la habitación


con su claridad, la realidad no dolía menos. Sin lágrimas,

pues las había agotado todas, tomó la almohada y la

colocó a su lado, abrazándola bajo él con los ojos

fuertemente cerrados. Había hecho eso cientos de veces

con la esperanza de poder algún día estrechar al dueño de

sus fantasías, pero nunca para reemplazarlo luego de

haberlo conseguido. Ahora aquel gesto infantil era un

consuelo demasiado estúpido y doloroso, sobre todo

cuando el perfume de ese suave cabello rubio continuaba

allí, como tinta indeleble, aunque tal vez no fuera la tela

sino su cerebro el que no dejaría escapar nunca aquel

aroma.3

Con un profundo suspiro giró su cabeza, restregando su

rostro contra el recuerdo invisible de aquella silueta, y con

otro sollozo sofocado abrió los ojos, parpadeando

levemente a la suave luz del día. Pero luego de fijar la

vista, ni el rayo más potente de sol podría haberlo hecho

volver a pestañear... Su imaginación enfermiza le jugaba la

más dolorosa de las bromas. Allí hundido en una butaca, la


figura amada lo contemplaba serena y silenciosa, como un

retrato tridimensional, una impresión tangible de su mente.

Hoseok dejó escapar un jadeo. O se había vuelto

totalmente loco o Taehyung no había huido. Y por cómo se

habían dado las cosas en las últimas horas, lo primero era

mucho más factible.2

-Taehyung... -susurró, aunque no estuvo seguro de que su

voz en verdad se hubiera escuchado. Levantándose de la

cama sin quitar los ojos de aquella imagen inmóvil, avanzó

con paso lento, vacilante, con una mano estirada al frente

como si esperara que la visión se hiciese humo al rozarla...

pero no fue así-. ¡Taehyung! -exclamó, ahora

perfectamente audible, derrumbándose a sus pies,

hundiendo el rostro en su regazo-. No te fuiste... no te

fuiste...3

-No pude hacerlo -confesó la voz, que de tanto pensar que

fuera irreal casi lo parecía-. No pude atravesar la maldita

puerta... no podía terminar de despedirme...


Hoseok sonrió, besándole las manos, abrazándolo por la

cintura, besando una y otra vez sus piernas, su bajo

vientre, su virilidad, para luego elevar el rostro y comprobar

que su sueño seguía allí, más hermoso que nunca... Pero

Taehyung se veía extraño. Tenía el cabello mojado, prueba

de un baño reciente, y por ello lucía más oscuro y

aplacado, pero no era ese detalle el que lo hacía ver

diferente. Estaba cansado, demacrado, con los ojos más

pequeños y rasgados, como si le tomara demasiado

esfuerzo el sólo mantenerlos abiertos. Alzándose para

poder abrazarlo mejor, Hoseok le echó los brazos al cuello

y lo besó en los labios. Pero se retiró casi de inmediato, su

expresión alarmada.

-Taehyung... estás ardiendo. Amor, estás volando de fiebre.

-Acabo de darme un baño helado. Eso la bajará.

-No, no -repuso Hoseok, arrodillándose nuevamente frente

a él para poder examinar la herida, pero Taehyung no se lo

permitió, deteniéndolo con una mano-. Tienes que ver a un


médico, tienes fiebre, probablemente una infección, ¡esto

no está bien!

-Nada está bien -aseguró Taehyung con la misma lentitud

de antes, que ahora sonaba mortecina. Pero antes de que

Hoseok pudiera responder, el timbre de la puerta sonó tan

claro y fuerte que fue lacerante. Sus miradas se

encontraron al instante. La de Hoseok aterrada, la de

Taehyung, resignada.

-Te lo dije -le recordó con calma, una sonrisa suave, casi

desquiciada-. Te dije que hoy sería demasiado tarde.

***

Venían por Hoseok, por supuesto. No podrían haber sabido

de ningún modo que Taehyung estaría allí, y él, claro está,

no iba a facilitarles el trabajo revelando su identidad. Los

dos agentes, que se identificaron correctamente con sus

placas como miembros de la policía federal, no presentaron

una actitud belicosa a la hora de abordarlos, pero tampoco

dieron mucha información sobre la razón de su visita. Uno

de ellos, un hombre de color y mirada perspicaz, sólo se


dedicó a observarlos en silencio; el otro, más alto y delgado

que su compañero, explicó, escueta pero cortésmente, que

debía tener la amabilidad de acompañarlos. Ninguno de los

dos se opuso a que Taehyung los acompañara;

simplemente intercambiaron miradas significativas cuando

los dos jóvenes salieron de la casa fuertemente tomados

de la mano. Aquellas no fueron las únicas miradas que

recibieron, por supuesto. Mientras esperaba en la

ayuntamiento, Taehyung recibió imperturbable las ojeadas

de cuantos los habían visto llegar: de gordos y sedentarios

oficiales sentados tras sus escritorios, de curiosas

secretarias que oportunamente encontraban trabajo que

hacer en las cercanías del rubio, de viejas administrativas

que lo observaban por sobre sus anteojos... Pero a pesar

de aquella intimidante inspección ocular, no fue interrogado

ni maltratado en ninguna forma. De hecho, dos de aquellas

atractivas secretarias se acercaron solícitamente a él: una

a ofrecerle una taza de café, la otra un vaso con agua.


-¿En verdad no necesita nada? -preguntó ésta última, una

pelirroja de actitud sugerente-. No tiene buen semblante...

Y efectivamente, así debía ser. Su temperatura no había

hecho más que subir mientras esperaba allí sentado a que

Hoseok saliera del cuarto al que había entrado con el oficial

encargado para hablar de algo "de suma importancia",

tanta que ni Taehyung ni nadie más podía estar presente. Y

desde entonces ya había perdido la cuenta de cuánto hacía

que estaba en aquel banco, temblando levemente de frío,

con la herida de su costado escociéndole más que nunca.1

-Creo que aceptaré el agua, gracias -dijo Taehyung,

intentado corresponder a la sonrisa de la muchacha.

Parecieron pasar eones hasta que la puerta se abrió y

Hoseok salió de aquel cuarto, pálido como un cadáver.

Tenso y con el rostro casi descompuesto, se dirigió a

Taehyung como si no hubiera nadie más en la gran oficina,

y tomándolo de la mano le indicó con un gesto que podían

marcharse. Preso por la curiosidad, Taehyung devolvió el

vaso, agradeció y se despidió de las jóvenes casi con el


mismo movimiento, mientras seguía el paso rápido de su

amante hacia la salida.

-¿Qué pasó?

-Después -respondió Hoseok apenas moviendo los labios,

mientras franqueaban las protegidas puertas del recinto.

Casi inmediatamente después tomaron un taxi que en diez

minutos los dejó en la entrada de su casa. Solamente

cuando estuvieron dentro, con la puerta perfectamente

cerrada, Hoseok se echó en brazos de Taehyung dejando

escapar un angustiado llanto contenido.

-¿Vas a decirme qué diablos pasó?

-Nos salvó -respondió apenas con un suspiro-. Nos salvó,

Taehyung.13

-¿Quién? ¿Quién nos salvó?

-Mi madre... mi madre -repitió, dejándose caer en los

pulcros sillones de la sala, mientras Taehyung tomaba

asiento lentamente a su lado.

-¿Cómo es posible?
-Dejó una carta. Eso era lo que estaba escribiendo, eran

los mismos papeles, los leí, era su letra... se incriminó, dijo

que ella lo hizo...1

-¿Qué...?

-Dijo que lo tenía todo planeado con anterioridad, que los

citó a ambos, que primero mató a mi padre, luego a Yoongi,

y que decidió suicidarse porque una dama como ella

prefería la muerte antes que la prisión...2

-...Es un cuento ridículo, no tiene sentido. ¿Qué razón

tendría para matarlos?

-Yo -respondió Hoseok, y sus ojos volvieron a llenarse de

lágrimas-. Dijo que luego de mucho investigar mi ataque en

Munich, su círculo de sospechosos se había cerrado, pero

que no lograba terminar de descifrar cuál de los dos lo

había hecho... dijo que no podía dejar impune el crimen

que había coartado mi carrera, y que casi me había

costado la vida... que no iba a permitir que quien me había

lastimado quedara libre y sin castigo, y que como tenía


fuertes resentimientos con ambos, decidió matarlos a los

dos...1

Taehyung parpadeó un par de veces, como si estuviera

procesando la información. Aquella historia no parecía

consolarlo.

-¡Es una coartada demasiado débil! ¡No van creerse eso! -

exclamó, nervioso.

-¡Claro que no! -reconoció Hoseok, ahora también

perdiendo los estribos-. El oficial con el que hablé no se lo

cree, me ha dicho que es el caso más extraño que le ha

tocado en su vida, que no sigue ningún patrón coherente, y

que hay demasiadas piezas que no encajan.

-¿Y por qué te dejó ir, entonces?

Hoseok pareció meditarlo un momento.

-No tienen nada contra mí, no me ha incriminado, no

directamente. Tampoco te nombró a ti, pero comentó que

también debía informarle lo sucedido a "la otra parte". No

se cree la historia, pero no tienen pruebas contra

nosotros...
-Las tendrán -aseguró Taehyung, abatido-. Sólo dales

tiempo. Cuando analicen las huellas, el arma, los

disparos...

-No hay huellas -insistió Hoseok con un extraño brillo de

confianza en sus ojos-, los dos teníamos guantes, ella no.

Sus huellas, las de Yoongi tal vez, pero no nuestras... Y los

disparos... bueno, ella sí disparó, tendrá pólvora en sus

manos.

-¿Y mi sangre?

-Quemaremos nuestras ropas, jamás las encontrarán, no te

preocupes.

-No la que está en la ropa... la que está en el hielo...

El entusiasmo en el rostro de Hoseok pareció

desvanecerse por un momento. Luego abrazó a su amado

con fuerza.

-No creo que la distingan de las demás. Mi padre... mi

padre cayó muy cerca, asumirán que es de él, no la

analizarán... Además -agregó, la esperanza volviendo a su

voz-, el oficial dijo que si los peritos hacen las pruebas


caligráficas y dan positivas, es decir, que comprueban que

en verdad es la letra de mi madre, que no lo escribió bajo

stress de amenaza y todo lo que pueden descubrir con eso,

pues... dijo que sería más difícil lograr que el fiscal cambie

la carátula de "homicidio seguido de suicidio".

-¿Y por qué querríamos que la cambie?

-Porque se supone que queremos encontrar a los

verdaderos culpables, en caso de que no hubiera sido mi

madre...1

Taehyung se fregó los ojos, suspirando. Estaba cansado y

débil, se sentía realmente mal.

-Esto no me gusta -confesó apoyando los codos sobre las

rodillas, el rostro hundido entre las manos-. Hay muchas

cosas que no concuerdan, nos van a atrapar...

-No, mi amor -aseguró, rodeándolo por los hombros.

-Tarde o temprano lo harán.

-No... si nos vamos antes... -Taehyung alzó el rostro

lentamente. Unos grandes ojos negros lo observaban de

cerca-. Esto ya no sería huir -continuó Hoseok con una


sonrisa, buscando perdón con la mirada-. Nadie me ha

prohibido nada. Podríamos irnos hoy mismo y no estaría

rompiendo ninguna ley... Ahora sí puedo hacerlo, amor.

Perdóname, pero no hubiera podido de otra forma.

Quedarse valió la pena, si no me hubieran encontrado aquí

sería el principal sospechoso ahora.

-Te mataré -le aseguró Taehyung, descansando la

afiebrada cabeza contra su pecho, los ojos cerrados,

cansados-. ¿Y a dónde nos vamos? En Rusia también

acabarán buscándome.

-No te preocupes, tengo el lugar ideal.

-¿Cuál es?7

-No lo sé. No sé cómo se llama, ni dónde queda.

-Oh, ahora sí que me quedo más tranquilo.6

-Pero es un lugar hermoso -aseguró Hoseok apretando su

abrazo, besándole la frente-. Estaremos bien allí.

-¿Y de dónde se supone que lo conoces?


-Soñé con él anoche... No me mires así, no me preguntes

cómo, simplemente sé que es el lugar perfecto... ¿Qué

tanto hablas de español?

-Ni una palabra... ¿por qué?

-Porque nos vamos al sur, mi amor... muy, muy, muy al

sur...35

Taehyung volvió a mirarlo, su ceño fruncido, pero Hoseok

sonreía confiado. Al decir verdad, nunca lo había visto tan

seguro de algo. ¿Seguir un sueño? Era una idea

descabellada. Pero el ruso estaba demasiado débil para

discutir algo ahora, y volvió a reclinar su cabeza. Por

segunda vez pondría su destino en manos de un hombre

con el que compartía su cama. Por primera vez en manos

de uno al que amaba.


Capítulo 9

Taehyung corre desesperado por los nevados campos de

Rusia. Ya no es un niño, pero se siente solo y aterrado

como una vez lo estuvo, perdido en el laberinto de calles

congeladas y rostros sin nombre. Corre deshecho en

lágrimas y con el corazón estrangulado, al límite de sus

fuerzas y de sus nervios.

Yoongi lo persigue. No el Yoongi de su infancia, tierno y

comprensivo, no el amante ardiente que ordenaba en su

lecho, tampoco el dulce entrenador de mejillas tersas y

sonrisa compasiva. Éste es un Yoongi transformado por la

muerte, de ojos sanguinolentos y piel marmolada, de

mirada vacía y manos trémulas.

–¡No me perdonaste! –le reprocha con desprecio, mientras

estira sus brazos para atraparlo–. ¡No me dejaste morir en

paz, te supliqué y no me perdonaste...! 6

Taehyung apresura sus pasos, atormentado. Los árboles

se cierran a su alrededor, las ramas le lastiman el rostro y

las manos, la nieve bajo sus pies es cada vez más suave.
Pero de pronto pisa firme y los árboles lo liberan. Se

encuentra sobre un lago congelado y ahora lleva puestos

sus patines. Oh, sí, sus patines. Sobre el hielo ya no tendrá

problemas. Sobre el hielo todo irá mejor.

De inmediato toma ventaja, Yoongi ha quedado atrás.

Suspira aliviado, pero no por mucho tiempo. Una figura se

presenta ante él tan repentinamente que por esquivarla cae

al hielo y resbala sin control. Otro muerto. Otra venganza.

–Te lo dije, Kim –dice Jung Hyun con la mitad de su cabeza

destrozada, la sangre cayendo espesa y viscosa por su

rostro–. Dije que cavaría tu tumba. Ahora la policía te

encerrará de por vida y yo estaré allí para torturarte. Cada

día hasta que mueras, ¡y tú no podrás escapar! –se burla

en medio de groseras carcajadas.

–¡Maldito! –exclama Taehyung, la ira sobrepasando su

miedo–. ¡Vuelve al infierno, demonio! –grita, y saca uno de

sus patines con la facilidad de un guante, y comienza a

golpear con el la repentinamente sólida figura de su

enemigo. Hiende su arma con loco frenesí mientras la


sangre salpica más de lo que es lógico, volviendo todo un

infernal mar escarlata.2

–¿Por qué, Taehyung? ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué

ya no me amas?

La voz de mujer congela su gesto en el aire. No entiende

en qué momento Jung Hyun se convirtió en su madre y él

en matricida.

–¡No! ¡No! –exclama enloquecido, arrojando el patín a un

lado, viendo a su madre agonizante vomitar sangre sobre el

hielo.

Retrocede horrorizado y su espalda golpea contra algo

sólido. Gira, ya en pánico, y unos ojos negros le devuelven

la mirada.

–¡Hoseok! –exclama desvanecido de alivio cuando su

amado lo besa en los labios, atrapándolo entre sus brazos

con pasión–. Hoseok... –repite extasiado mientras esa boca

deliciosa lo colma de placer.

– Злой (Zloi) –le susurra su amor al oído y él parpadea sin

comprender. ¿Sabrá Hoseok que acaba de insultarlo?


“Maldito”, “perverso”... no, obviamente Hoseok no sabe lo

que dice. Aleja el rostro y lo observa. Su niño sonríe de

forma extraña.

–Taehyung –murmura con ternura al tiempo que le clava un

cuchillo en el vientre, derribándolo al piso–. Mi amor –

insiste, arrodillado junto a él, acariciándole el cabello

mientras retuerce el puñal en sus entrañas–. Taehyung...

despierta...

Sus ojos se abrieron al tiempo que exhalaba en un

espasmo de dolor. Con un fuerte empujón intentó apartar a

Hoseok, inclinado sobre él, pero éste lo retuvo firmemente

por los brazos para impedirle escapar.

–¡Suéltame! –gimió casi en un llanto, mientras intentaba

liberar su cuerpo–. ¡Suéltame!

–¡Basta Taehyung, basta! ¡Fue un sueño, sólo fue un

sueño!

Jadeante, aún combativo, el rubio echó una mirada

desorientada a su alrededor. No había muertos ni árboles


allí, no había sangre ni nieve bajo ellos... sólo las sábanas

arrugadas de un lecho tibio y acogedor.

Los brazos de Hoseok lo liberaron, y Taehyung suspiró

profundamente mientras se incorporaba, todavía agitado.

Un sueño, nada más que un sueño, pero su pulso seguía

acelerado y le costaba recuperar el tranquilo ritmo de su

respiración, cubierto por un sudor frío que lo hacía

estremecer.

–Ten, toma –Hoseok le ofrecía agua. Con una mano

temblorosa tomó el vaso y humedeció sus labios. Dios,

cómo odiaba aquellas pesadillas...

Con otro suspiro volvió a recostarse, tapándose hasta el

cuello con las mantas. Tenía frío, pero la sensación de la

nieve húmeda y roja bajo su cuerpo se disipaba como la

oscuridad en el cuarto. Ahora sabía dónde estaba. No era

la primera vez que despertaba desorientado en aquel lugar,

pero desde ese angustiante día habían pasado ya ocho

meses. Sólo dos estaciones, aunque parecieran dos años.


No recordaba mucho de aquella primera semana, si debía

ser sincero. Sólo tenía el vago recuerdo de haber arribado

a Buenos Aires en una mañana luminosa y cálida, a pesar

de que en aquella parte del mundo ya se aproximaba el

otoño, y de discutir tercamente con Hoseok acerca de que

se encontraba perfectamente bien para tomar el otro vuelo

que los llevaría directo a su lugar de ensueño. Del resto de

la historia se había enterado una semana más tarde,

cuando despertó atendido por una enfermera gorda y un

Hoseok pálido como la nieve. 19

–¿Cómo te atreves a dejarme sólo en un momento como

éste? –había sido su infantil reproche, antes de arrojarse

sobre él, abrazarlo con fuerza y deshacerse en lágrimas

contra su pecho.

Y así, en una novena de besos y caricias, Hoseok había

relatado su odisea desde que partieran del aeropuerto

internacional hacia el sur del país, donde Taehyung había

aterrizado con tanta fiebre que deliraba. Y sobre cómo

había luchado por mantenerlo a salvo junto a todo el


equipaje mientras buscaba desesperado la forma de

comunicarse con aquella gente, de pedir un taxi, de buscar

un hotel, y finalmente, conseguir un médico porque su amor

se moría. Un joven lugareño había hecho las veces de

ángel guardián para Hoseok, presentándose con la

bendición de hablarle en su idioma y de tenderle una mano

amiga. Sin indagar mucho a los recién llegados, el

muchacho los había instalado en una hostería y poco

después traído ante ellos un médico: un anciano de cabello

blanco y mejillas sonrojadas, que frunció el ceño al ver la

herida de Taehyung.

–Hospital –anunció, tan claro que Hoseok pudo entenderlo

a la perfección.

–No, no podemos. ¡Por favor, sálvelo usted! –suplicó,

uniendo sus palmas en actitud de ruego–. Dinero, le daré

mucho dinero –agregó ofreciéndole un puñado de dólares.

Pero el viejo lo había mirado mal, casi ofendido, y dándole

un breve empujón lo había apartado del camino para

acercarse en la cama. Con cariño de abuelo se había


dedicado a palpar el vientre de Taehyung, tomar su pulso,

acariciar su frente y su cabello, y sin perder más tiempo

había abierto su maletín milagroso para comenzar a

sanarlo. Tres días y tres noches pasó junto a la cama,

mientras Hoseok deambulaba como un fantasma o

dormitaba en una silla, ignorando los platos de comida que

la amable posadera ponía ante él. Hasta que al amanecer

del cuarto día, el anciano salió exaltado de la habitación,

hablándole en esa lengua extraña, para conducirlo junto a

Taehyung que, aunque pálido e inconsciente, ya no tenía

fiebre ni temblores.

Dos días más tarde, la mujer del anciano casi tuvo un

infarto al recibir el sobre con los honorarios de su esposo...

El paraíso con que Hoseok había soñado resultó ser una

pequeña ciudad del sur de Argentina, Calafate, donde Dios

parecía haberse inspirado para crear el edén. Una pequeña

porción del planeta decorada al oeste por la eternamente

nevada cordillera de los Andes, al norte por cristalinos

lagos y glaciares, al este por hermosos montes de colores,


y al sur por fragantes bosques rebosantes de vida natural,

donde cientos de especies de animales buscaban refugio

de la amenaza del mundo, al igual que ellos dos. 10

Cuando Taehyung se recuperó lo suficiente para ponerse

de pie y salir a la calle, el paisaje que hallaron los dejó sin

habla. No hizo falta discutir ni planear nada. Luego de tres

días de recorrer el hermoso pueblo, rentaron una cabaña

de locura casi sobre la cima del valle, desde donde tenían

una vista panorámica de toda la ciudad y, por supuesto, de

la sublime inmensidad que los rodeaba.

Les tomó menos de dos semanas sentir aquella casa como

propia. Bellamente construida con madera y piedra, era tan

cálida y cómoda como pudieran desear, con gigantescos

ventanales donde sentarse a soñar y coloridas flores que

no habían visto en ninguna otra parte del mundo, de esas

que permanecían firmes y hermosas entre la nieve como si

ninguna inclemencia del tiempo fuera capaz de quitarles su

belleza. La cocina y la chimenea, la sala de estar y el

dormitorio, todos los cuartos eran sus preferidos, no había


rincón que no amaran, y no había momento del día en que

no disfrutaran permanecer allí.

Los dos amantes estaban eufóricos por poder vivir aquella

fantasía. Al principio temieron que su reciente pasado los

atormentara, pero los fantasmas que ellos mismos habían

enviado al infierno no parecían ser capaces de penetrar en

aquellas tierras. Se amaban con la desesperación del

último encuentro, gozando hasta las lágrimas de cada

momento íntimo, tentándose y complaciéndose donde y

cuando quisieran, libres del tiempo y los compromisos.

Pronto comprendieron que el idioma no era una barrera

infranqueable. Muchas personas hablaban inglés, y las que

no, expresaban su hospitalidad con grandes sonrisas y

gestos elocuentes, invitaciones y pequeños presentes.

Eran demasiado pocos como para mezquinar lo que tenían.

Aquella tierra, como sus habitantes, parecía mantener sus

brazos abiertos en cálida bienvenida. Los senderos dentro

de los cuidados bosques parecían salidos de cuentos de

hadas, las cabañas jugaban a competir en hermosura, los


lagos eran tan cristalinos que podían verse sus fondos sin

esfuerzo, y las flores de colores crecían por doquier,

irrespetuosas de los inclementes vientos que las azotaban.

Taehyung había caído enamorado a primera vista del

imponente glaciar Perito Moreno, tal vez porque era tan frío

y bello como él. En su primera visita había pasado seis

horas frente a la imponente mole blanca y azul, observando

sus grietas y colores, aturdido por el atronador sonido de

sus desprendimientos, viéndolo morir de a poco ante a sus

ojos, hasta que éstos se llenaron de lágrimas y colapsó

abrazado a Hoseok, murmurando palabras de amor sincero

y fidelidad eterna. 1

Para el joven norteamericano hubiera sido imposible

decidirse por algo en especial, pero sin dudas su momento

preferido era el despertar, cuando el sol penetraba en el

cuarto bañándolos con su luz dorada y las montañas le

daban la bienvenida al nuevo día. A su derecha la

cordillera, teñida de lilas, azules y celestes, coronada de

blanco por nubes y nieve; a la izquierda, los montes que


acunaban aquel hermoso valle, donde las pinceladas de

colores eran tan increíbles como hermosas, separándose

en capas verdes y terracotas, naranja y ámbar, pardos y

beiges. 1

–Sin dudas, es el mejor sueño que he tenido en toda mi

vida –solía decir, embelesado ante tanta belleza, acunado

por las risas de Taehyung que parecía estar en un todo de

acuerdo.

Fueron días de ocio y placer, de risas y amores,

recorriendo tanto montañas y bosques como cada calle y

rincón del pueblo, comprándose cosas constantemente y

comiendo en los mejores restaurantes. Una sola vez en

todo ese tiempo Taehyung se había acercado a una

computadora para enviar un escueto mail a Jin, diciendo

que estaba bien y que volvería a comunicarse cuando lo

creyera necesario, enviando su cariño y compartiendo su

felicidad. Hoseok decidió que no tenía a nadie a quien

enviar un mail similar, y le dio la espalda al mundo para


volver a internarse en las laberínticas calles de su nueva

vida, entre velas y artesanías, madera y flores silvestres.

–Dios mío, esto no puede estar ocurriendo... no cuatro,

dime que no, no puede ser cierto... ¡no pude haber

engordado cuatro kilos! –Hoseok lanzó una carcajada ante

el angustiado grito del rubio–. ¡No te rías de mí! ¡Estoy

obeso!3

–Taehyung... no estás obeso.

–¡Pero lo estaré en cualquier momento! Todo esto es tu

culpa, todos los días cordero, tartas, chocolate... –le

reprochaba, mirándose de frente y perfil ante el espejo,

desesperado por descubrir dónde se habían acumulado

tantas cosas ricas.1

Desde la cocina, acomodando en la alacena las compras

recién hechas, Hoseok también le echaba miradas

evaluadoras mientras intentaba disimular su risa. Si esos

kilos realmente estaban allí, no podía encontrarlos; el

maldito seguía tan esbelto como siempre.


–Tal vez sea tu ego lo que haga la diferencia en la

balanza...

–¿Sólo cuatro kilos?

–... no, tienes razón, deberían ser cuarenta...3

–Dieta –seguía diciendo el ruso palpándose el abdomen y

las caderas, aunque siguieran tan firmes y torneadas como

siempre–. Tendré que hacer dieta hasta que vuelva a

entrenar, o no seré capaz de saltar ni un triple...

El silencio que se hizo de pronto fue demasiado evidente

para poder ignorarlo. Taehyung bajó la vista, olvidando de

inmediato su frívola conversación. Casi sin quererlo había

mencionado un tema que ambos, consciente o

inconscientemente, rehusaban tratar, y el momento se

había tornado tan incómodo como lo había imaginado.

Hoseok había quedado petrificado frente a la mesada de la

cocina, sus manos apoyadas sobre el mármol, los

comestibles aún a medio guardar. Cuando sintió los pasos

acercarse por detrás, tomó una lata y la acomodó


rápidamente en su lugar, intentando disimular su

conmoción.

–Entonces me comeré yo solo los bombones que

compramos –comentó con una sonrisa forazada, evitando

volver su mirada.

Taehyung se posicionó tras él, juntando sus caderas,

presionando los labios contra su sien al tiempo que lo

rodeaba con sus brazos.

–Tal vez necesite hacer más ejercicio... –susurró,

ondulándose lentamente mientras apretaba su abrazo.

–Pues conozco una parte de ti que estará siempre en

forma, querido, ya no paras de usarla...4

Taehyung sonrió, girándolo de frente a él para atraparlo en

un beso profundo y dominante. Cuando se separó, había

encendido en Hoseok algo más que sus mejillas...

–Acaba de recordarme otra cosa más que maneja a la

perfección, señor Kim –susurró el castaño, agitado por la

pasión que crecía en él.


–Colme mis oídos con su obsceno vocabulario, señor

Jung... y le demostraré que una boca puede llenarse de

algo más que de palabras vulgares...

Hoseok sonrió, dispuesto a no ceder tan fácilmente a su

juego. Pero cuando Taehyung descendió lentamente por su

pecho hasta quedar de rodillas frente a él, extorsionándolo

con la prohibida caricia de una lengua ardiente, debió a

rendirse con la irrisoria facilidad con que se derrumba un

castillo de arena ante el excitante aliento del mar...

El sexo en la cocina fue estupendo. Arrojar con violencia

los objetos de una mesa para poseerlo apasionadamente

sobre ella, era uno de los arrebatos preferidos de

Taehyung. Ver el sol hundirse en el horizonte mientras él

se hundía en su amante, en cambio, era propiedad de

Hoseok. Ambos obtuvieron lo que deseaban, y el

anochecer los encontró gimiendo su orgasmo enredados

en la alfombra del living. 6

–No me importa tu dieta, iremos a comer afuera –había

advertido Hoseok con una sonrisa, secándose el cabello


desde el baño, mientras Taehyung, en la habitación, se

enfundaba en un impecable sweater negro.

Pero en lugar de acabar el día comiendo a la luz de un

fogón u observando las estrellas junto al lago, habían

terminado en una sala de emergencias, con Hoseok

inconsciente y azotado por violentas convulsiones...5

Los médicos y enfermeras fueron muy amables con él. Con

igual cuidado habían atendido al pálido Taehyung, que una

vez más se encontraba solo y perdido en los pulcros

corredores de un hospital rezando por la vida de Hoseok.

Le explicaron con suma paciencia cosas que él ya había

oído demasiadas veces: que el cerebro era un órgano muy

delicado y misterioso, que el ataque sufrido en aquel lejano

vestuario de Munich tendría consecuencias de por vida,

que había sido imprudente abandonar los tratamientos

médicos, y que debían medicarlo y tratarlo correctamente o

moriría.1

A los dos días Hoseok era el de siempre, e insistía en la

exageración de los pronósticos médicos. Se cansó de


asegurarle a Taehyung que se encontraba bien, que sólo

había sido una recaída insignificante, y que las

convulsiones seguramente habían sido provocadas por

exceso de actividad sexual... broma que tuvo que aclarar

cuando Taehyung estalló en lágrimas asegurando que todo

aquello era su culpa.

–No voy a morirme por acostarme contigo, necesitarás más

que sexo a todas horas para deshacerte de mí.

Aunque abandonaron el hospital con fuerzas renovadas,

ambos sabían que aquel día sería un punto de inflexión y

no se equivocaron. Los fantasmas del pasado parecían

haber logrado franquear las puertas invisibles que los

mantenían fuera de aquel paraíso terrenal, y habían

penetrado en sus vidas como intrusos a los que ni siquiera

podían rastrear. El insomnio volvió a asaltar a Taehyung y

los dolores a Hoseok. Ya no necesitaron dietas, pues las

pesadillas les quitaban el apetito, y se refugiaban en brazos

del otro más seguido de lo acostumbrado, repitiendo las


palabras de amor como exorcismos, el ritual de unir sus

cuerpos como la única solución a sus miedos.6

Continuaban visitando los bosques y los glaciares cada vez

que lo deseaban. Seguían reuniéndose con los lugareños a

celebrar comidas y fiestas regionales, y pasaban horas de

picnic frente al lago, abrazados mientras hablaban con los

ojos fijos en las montañas nevadas. Pero una sombra

invisible había caído sobre ellos, y cada vez se hacía más

difícil ignorarla.

El sol que asomaba entre las montañas regalando los

primeros brillos al lago y el resplandor dorado a los árboles,

le indicó a Taehyung que no era necesario obligarse a

conciliar nuevamente el sueño luego de esa horrible

pesadilla. Hoseok, a su lado, observaba el despertar del día

con el semblante serio, casi triste, como si también hubiera

sido testigo de aquellas horrorosas imágenes.

–Iré a preparar el desayuno –anunció, descorriendo sus

frazadas para incorporarse.


–No, quédate –suplicó Taehyung, abrazándolo con fuerza–.

Aún es temprano. Hace frío.

Sonrió aliviado cuando su amor volvió a recostarse para

besar su cabello, acunándolo entre sus brazos, pero en el

fondo se sintió inquieto. El frío no era la verdadera excusa.

Tampoco la hora. Quería retenerlo a su lado y hacer eterno

aquel momento, pues pronto lo rompería para siempre.

Abriría su boca y diría las palabras que Hoseok no quería

oír. Discutirían. Habrían gritos tal vez. Y la felicidad que

habían sentido se iría de aquel lugar como se había ido la

nieve al comenzar el deshielo. 2

–Hoseok... tengo que volver a Rusia.13

El tranquilo silencio que precedió a sus palabras le indicó

que su niño hacía mucho tiempo que esperaba ese planteo.

No hubieron gritos, como esperaba. Ninguna escena de

nervios ni acusaciones. Sólo un profundo y resignado

suspiro que dolió como una bofetada.


Hoseok apartó la rubia cabeza de su pecho y se giró hasta

darle la espalda. Seguramente así Taehyung no podría ver

sus ojos negros cristalizados de lágrimas.

–¿Por qué? –preguntó, y nada en su voz calma denotaba el

dolor y la tristeza que lo invadía.

–Porque uno de los dos tiene que trabajar, mi amor –

respondió Taehyung con una leve sonrisa, alentado por la

tranquila reacción a su anuncio–. El dinero no nos

alcanzará por siempre.

–¿Dinero? ¿De eso se trata? –preguntó Hoseok, y ahora sí

una nota de rabia tiñó su voz–. No lo necesitamos. Tengo

suficiente dinero ahorrado, ahora puedo disponer de lo que

he ganado en todos estos años.

–Lo poco que ha sobrevivido a las garras de tu padre,

querrás decir.2

–No importa. Vendí la casa, el auto, y todas las posesiones

de mi familia. Es suficiente para vivir aquí, y además el

banco nos dará intereses. Y si fuera necesario, trabajaré.

–Hoseok...
–¡Puedo trabajar, no soy un inútil! Soy joven, puedo hacer

muchas cosas, y...

–Hoseok –Taehyung interrumpió el encendido discurso con

una voz clara y la mirada firme. Ya no sonreía. Su

expresión era más bien fría–. ¿Y qué hay de mí?

Hoseok no respondió.

–¿Qué hay de mis entrenamientos, de mis presentaciones?

–insistió el ruso.

–...

Los azules ojos de Taehyung fueron enfriándose hasta

convertirse en hielo.

–¿Estás insinuando que abandone mi carrera?

–...

–No puedo creerlo. No puedo creer que lo estés diciendo

en serio.1

–... no es la muerte de nadie, créeme que se puede

sobrevivir a eso y a mucho más. Si no, mírame a mí.

–¡Hoseok! –Taehyung no daba crédito a sus oídos–. ¡Es lo

más egoísta e insensible que me has dicho en tu vida!


¿Cómo te atreves siquiera a considerarlo? ¿Cómo eres

capaz de decirme que renuncie al puesto que me he

ganado con tanto sacrificio? Trabajé sin descanso desde

los cuatro años, entrenándome más allá de mis fuerzas,

soportando cualquier clase de vida para escribir mi nombre

en la historia del patinaje, ¡y cuando lo logro tú quieres que

me retire en lo más alto de mi carrera para enterrarme en

un pueblo en el fin del mundo! 3

–¡Sí! ¡Para que, por sobre todas las cosas, me elijas a mí!

¡Para quedarte conmigo!

Hoseok enterró el rostro en la almohada y golpeó el

colchón con fuerza, ahogando primero sus maldiciones,

luego sus lágrimas. Taehyung lo observaba entre la

incomprensión y la cólera.

–No he dicho que me iría solo a Rusia y te abandonaría

aquí. Sólo he dicho que necesito volver, es obvio que iba a

pedirte que fueras conmigo. Lo daba por hecho.

–¿Y si no quiero ir a Rusia? –Hoseok había vuelto su rostro

mojado de lágrimas–. ¿Si no quiero irme de aquí?


–Entonces quédate, porque eres tú el que no es capaz de

renunciar a nada por mí.6

–¿Por qué? ¿Por qué tienes que arruinar nuestra felicidad?

–¿Eres feliz conmigo, o con éstas montañas y lagos?

Porque parece que estás más enamorado del paisaje que

de mí.

–No digas estupideces.

–¡Entonces no las insinúes! Si eres feliz conmigo, serás

feliz donde sea que yo me encuentre.

Hoseok volvió a girarse, dándole la espalda. Taehyung no

acaba de comprender cuál era el problema tan terrible de

marcharse.

–¿Por qué me haces esto? –murmuró, echándose el pelo

hacia atrás con ambas manos.

–No quiero ir a Rusia.

–¿Por qué? Hablas como si quisiera llevarte a vivir a la

selva. Mi hogar es hermoso, te encantará San Petersburgo.


–¡No voy a vivir en donde viviste con él!–rugió Hoseok,

para luego volver a rebujarse sobre sí mismo.20

Taehyung reflexionó un momento. Así que era el fantasma

de Yoongi el que otra vez se interponía entre ellos...

–No vamos a vivir en la misma casa –aseguró dulcificando

su voz, recostándose ahora junto a su irritado niño,

abrazándolo por detrás en un gesto cansado–.

Seguramente Jin se ha encargado de venderla como le

indiqué hace meses... Vamos, mi amor. Compraremos una

casa nueva, la que más te guste, donde quieras.

Tendremos toda la ciudad para nosotros, podrás comprarte

lo que desees, tendremos una buena vida.

Hoseok escuchaba, y recibía en silencio las lentas caricias

en su cintura.

–Tengo miedo de irme –confesó en un susurro, apretando

contra su pecho la mano que lo acariciaba–. Hemos sido

tan felices aquí... Temo que algo malo nos pase al partir... 9

–Amor, no tengas miedo... –Taehyung besó la mejilla de su

amado, que aún permanecía tenso, con la mirada perdida


en el amanecer–. Todo estará bien –aseguró deslizando

una mano hacia su entrepierna, escurriéndola por debajo

de la ropa interior, acariciándolo rítmicamente–. Seremos

felices allí, te lo prometo –susurró en su oído antes de

perderse en besos cálidos y suaves, tan tibios como el sol

que ya los acariciaba con sus rayos.

Hoseok cerró los ojos, entregándose al placer de aquel

roce íntimo, acomodándose para recibir mejor los besos de

aquella boca que lo buscaba con ansiedad. Ir a Rusia era

un error, lo sabía. Con tanta certeza como sabía que jamás

podría arruinar la vida de su querido coartando su carrera.

Por más que gritara y pataleara era un tema decidido. Se

iría al Viejo Mundo... a enfrentar viejos fantasmas...

***

Todas las promesas de Taehyung no pudieron contra los

temores de Hoseok. Amargado por un profundo sentimiento

de pérdida armó sus maletas y se despidió de las

amistades que había hecho. Con lágrimas en los ojos cerró

por última vez la puerta de la hermosa cabaña y dijo adiós


a los árboles y a las montañas, al glaciar y al poblado, al

chocolate y a los lagos.

–Por favor, Hoseok, parece que fueras a la guerra.

¡Alégrate! Nos vamos a casa.

Taehyung no hubiera podido entenderlo aunque pusiera

toda su buena voluntad. Por el contrario, había pasado los

últimos días de preparativos excitado y feliz como un niño

en Navidad, empacando y comprando obsequios, haciendo

planes para el futuro y canturreando risueño mientras

recolectaba recuerdos de aquellos confines del mundo.

Volvía a su patria y a sus cosas, a su comida y a su gente.

Hoseok se acostumbraría igual que lo había hecho al llegar

a estas tierras extrañas. Construirían allí su nido, él lo

ayudaría a sentirse en su hogar.

–Bienvenido a casa, mi vida –había dicho al besarlo,

cuando el avión por fin aterrizó en tierras rusas. Pero

Hoseok nunca se había sentido peor acogido en un lugar,

aunque las espesas nubes se hubieran abierto para dejar


pasar un tímido sol, frío y distante como no lo había sentido

jamás–. ¡Mira! Jin ha venido a recibirnos.

Así era. Hoseok inspiró profundo cuando el frío aire de ese

país extraño lo golpeó en el rostro, pero sintió una rara

tibieza en su pecho cuando el ruso, luego de atrapar a

Taehyung en un fuerte abrazo, estrechó su mano con

franca cortesía y una sonrisa cálida aunque tranquila.

Taehyung explicó brevemente que irían a casa de Jin por

unos días hasta que consiguieran un lugar apropiado para

ellos. Luego le indicó que subiera a la parte trasera de un

bonito auto azul, y mientras Jin manejaba, él se instaló

cómodamente en el lugar del copiloto, enfrascándose en

una animada conversación en ruso que no tuvo respiro

hasta que llegaron a destino. Hoseok no tuvo más remedio

que dedicar el viaje entero a observar por la ventanilla. San

Petersburgo era una ciudad imponente, muy hermosa

aunque el tiempo no ayudara a lucirla, y mientras se

empequeñecía ante tanta grandeza, los sonidos de ese

idioma extraño lo apabullaban, dándole un claro panorama


de lo que sería su vida desde ese momento. Soledad.

Aislamiento absoluto.

Algo consoladoramente maternal lo envolvió al llegar a la

casa, y su nombre era Jisoo. La esposa de Jin era una

muchacha rubia, delgada y risueña, que no escatimó en

abrazos al recibirlos, y que le dio la primera alegría del día

al saludarlo en inglés.

–No hablo perfecto pero sí lo suficiente para hartarte con mi

charla –dijo alegremente, desplegando una hermosa

sonrisa en su rostro de mejillas rosadas, invitándolo a

acercarse a la cocina que olía a tarta recién horneada

aunque lo que le ofrecieran fuera un vaso de vodka llevo a

rebalsar. Para Hoseok, que era casi abstemio, la idea de

beber vodka a las diez de la mañana le resultó

nauseabunda.2

–¡Za udachu! (¡Por la buena suerte!) –brindaron los tres

compatriotas, vaciando sus vasos con una rapidez que

daba vértigo.
Hoseok miró su vaso y lo acercó a sus labios. El potente

olor a alcohol le hizo arder la nariz; de todos modos decidió

tomar un pequeño sorbo para no despreciar el ofrecimiento.

Pero al levantar la mirada, la cara de desilusión de sus

anfitriones le indicó que el gesto no había sido suficiente.

Taehyung también lo observó unos segundos con el ceño

fruncido, pero un momento después echó a reír, se acercó

a él y lo estrechó entre sus brazos. Luego giró y dio una

especie de explicación que al parecer conformó a la pareja.

Hoseok no entendía nada.

–¿Qué es tan gracioso? –preguntó irritado.

–Mi amor –dijo Taehyung sonriendo–, no te preocupes, no

pasó nada. Simplemente es costumbre aquí acabar de un

sorbo el vaso, de lo contrario significa que no apruebas el

brindis –Hoseok miró a su alrededor. Jisoo sonreía,

comprensiva. Jin no lo miraba; la llegada de dos pequeñitos

de alrededor de uno y tres años, tan rubios como su madre,

había desviado su atención y ahora se encontraba

arrodillado junto a ellos. Taehyung volvió a besarlo en la


mejilla–. Tienes mucho que aprender, pero no te

preocupes. Yo te lo enseñaré todo.

***

San Petersburgo era una ciudad tan enorme como

hermosa, rebosante de historia y belleza en cada esquina,

pero Hoseok jamás se había sentido tan extranjero en un

lugar. La tranquila naturalidad con que se había amoldado

a aquel lejano paraíso austral en nada se parecía a la

obligada adaptación a estas frías tierras nórdicas. Todo le

era extraño e inusual, a menudo tan distinto a sus

costumbres que solía sentirse un extraterrestre. Pero lo

más desesperanzador era saberse sólo en aquella lucha

cotidiana. Ahora Taehyung ya no estaba de éste lado de la

línea para compartir su aislamiento verbal, ni comprender

su asombro o curiosidad por tradiciones que no

comprendía. De hecho, la alegría de zambullirse

nuevamente en su mundo había puesto al ruso en un

estado permanente de excitación e hiperactividad,

dedicándose de lleno a recuperar el tiempo perdido, tanto


con sus amistades como con su carrera, dejando poco

tiempo (demasiado poco) para ayudar a su amante a

insertarse en su nueva vida. 5

La magnitud de todo a lo que debía acostumbrarse hubiera

sido desesperante para Hoseok de no haber sido por el

cariño y la paciencia que le demostró Jisoo. De tan buen

humor como el primer día, la muchacha (pues Hoseok

descubrió que era apenas un año mayor que Taehyung) le

enseñó todo sobre la casa y las costumbres, atendió sus

necesidades y sus preguntas, y ayudó como mejor pudo a

cubrir la repentina ausencia de Taehyung en su vida.

–No te preocupes, está emocionado por volver a casa –lo

consolaba ella con una sonrisa cuando el rubio pasaba

fuera todo el día–. En poco tiempo volverá a estar tan

pegado a ti que suplicarás poder quitártelo de encima.

Hoseok sonreía dócilmente, aunque no estuviera de

acuerdo. En los diez días que llevaban allí Taehyung había

mantenido casi la misma rutina: levantarse temprano y

partir con Jin a la pista de entrenamiento o a ver a otras


personas; luego, con suerte, regresaban a la hora del

almuerzo, para volver partir hasta la noche y pasar la cena

y sobremesa en conversaciones que no tenía forma de

comprender. Hoseok no encontraba la manera de hacerse

notar. Las escasas veces que lograba abordarlo a solas,

Taehyung se comportaba tan dulce y cariñoso como

siempre, y resumía sus ausencias en que tenía muchos

planes y que todo marcharía bien. No parecía ver la

soledad en que se encontraba Hoseok, y éste,

desconcertado por el buen trato, no se atrevía a mencionar

sus quejas.

–Jisoo, tú que los entiendes, ¿de qué hablan tanto esos

dos? –preguntó una noche mirando con recelo hacia la sala

de estar, mientras él y la muchacha permanecían en la

cocina bebiendo café.

–¿Realmente crees que mi oído es tan bueno como para

escuchar lo que murmuran en la sala? –respondió risueña,

mientras observaba con ternura cómo Hoseok acunaba a

su hijo menor.
–Me refiero en general.

–Oh, de muchas cosas. Están preparando nuevas

presentaciones. Tú sabes, coreografías, trajes, música... Y

por lo que he oído, cerrando buenos tratos. Tu Taehyung

sabe cómo venderse –agregó con un pícaro guiño, rozando

sus dedos en el gesto universal de dinero.

–¿No te da celos que Jin pase tanto tiempo con él? –soltó

de pronto, reflejando sus propios temores. La joven se echó

a reír.

–¿Celos? ¿De qué? Seokjin es mi esposo.

–¿La palabra “infidelidad” no existe en el idioma ruso?

–Claro que sí –Jisoo volvió a reír como si hubiera

escuchado una buena broma–. Pero él no es gay –agregó

con simpleza–. Aunque así lo quisiera Taehyung, Jin jamás

accedería a tener sexo con él ni con ningún otro hombre.

Eso puedo jurarlo.1

Hoseok volvió su mirada hacia la ilusa muchacha y rió

como ella, aunque por distintos motivos. Así que Seokjin

escondía un “pequeño secretito” a su esposa... Vaya, vaya,


el hombre perfecto mintiendo a su mujer... muy

interesante.17

***

Las risas se dejaron oír desde la cocina y Taehyung sonrió

satisfecho.

–¿Sigues pensando mal de él? –preguntó mirando de

soslayo a su amigo.

–A Jisoo le cae bien.

–Te estoy preguntando a ti.

Jin apuró su trago con la vista fija en la lejana figura de

Hoseok.

–Al menos es bueno en las tareas domésticas...

–Jin...

–¿Qué importa lo que yo piense? Te gusta a ti, que es lo

importante.

–Sabes que todo lo que tú pienses es importante para mí.

–Si es así, ¿por qué aún no me has dicho la verdad?

–¿La verdad sobre qué?

–Sobre Yoongi.
El rostro de Taehyung empalideció sin disimulo.

Permaneció un momento inmóvil, y luego volvió a llenar los

vasos vacíos que había frente a él.

–¿Qué quieres que te diga? ¿Que admita que tenías

razón? ¿Que pasó los últimos doce años acostándose

conmigo como antes había hecho contigo?

–No... –la expresión de Jin se había vuelto muy sombría al

aceptar el vaso que le ofrecían, como si temiera revolver

aquellos oscuros recuerdos de su propio pasado–, y te

suplico que no menciones nada de esto delante de Jisoo.

Nunca se lo he dicho y nunca lo haré. La destrozaría –

Taehyung asintió, e instintivamente posó la mano sobre su

hombro, acariciando suavemente el nacimiento de aquel

cabello oscuro. Jin sonrió en agradecimiento antes de

continuar–. Me refiero a una verdad más reciente. Me

refiero a cómo murió Yoongi.

–Creí que al encargarse del caso, Boris te había mantenido

al tanto de todo.
–¿Esperas que me crea ese cuento de la carta de la madre

Hoseok?

–No es ningún cuento, esa carta existe y ella la escribió.

–Claro, y por eso desapareciste sin dejar rastro y huiste al

fin del mundo en vez de regresar a casa...

–¿Por qué siempre tienes que hurgar en mis secretos?

¿Acaso no sabes que la curiosidad mató al gato?

–Lo siento, pero algún defecto tengo que tener...

Taehyung sonrió, vaciando nuevamente su vaso, pero

pronto no pudo sostener más la fachada de comicidad. Un

escalofrío hizo vibrar su respiración.

–Tengo miedo de hablar... –admitió en un susurro aterrado,

sus ojos fijos en el vaso que sostenía entre las manos–,

porque al mencionarlo lo haré real.

Jin se acercó aún más, acariciando los suaves mechones

dorados, rozando las delgadas mejillas con sus dedos,

besándolas en un arrebato de cariño. 4

–Taehyung... lo que sea que haya pasado, hecho está, y

esconderlo no lo hará menos real. Si tú no puedes confiar


en mí, ¿quién lo haría? Comparto contigo el peor secreto

de mi vida, y lo que sea que ocultes dudo mucho que

supere lo que ambos hemos vivido. ¿Acaso crees que ya

algo podría escandalizarme?

Taehyung suspiró, sus manos repentinamente temblorosas.

Luego alzó sus ojos y los fijó en los oscuros y brillantes de

su amigo.

–Creo que será mejor que abras otra botella...

***

Hoseok acomodó lentamente sus anteojos. No era su

pobre visión la que lo engañaba: Taehyung estaba

acariciando el hombro y el cuello de Jin. Sin poder

controlarlo, sintió que su respiración se aceleraba. 4

–Espero que pronto podamos irnos de aquí –murmuró con

menos calidez de la que hubiera sido justa para su pobre

anfitriona.

–¿No están cómodos? –preguntó la muchacha con el gesto

entristecido–. Es por los niños, ¿verdad? Creí que los tenía

a resguardos de sus gritos y juegos.


–No es que no estemos cómodos, simplemente no quiero

seguir abusando de tu hospitalidad.

En el fondo era verdad. Al margen de la irritante

incomunicación que estaba teniendo con Taehyung, su

estadía allí era cómoda, y lo que tuviera de placentera era

indiscutiblemente mérito de ella.

–¡No hay ningún problema en que se queden! Tú me

agradas mucho y Taehyung es como de la familia. Disfruto

que esté aquí, lo echamos tanto de menos los últimos

meses...

–Se ve que lo quieres mucho.

–Taehyung es como mi hermano –aseguró la mujer con

firmeza y amor–. Fue testigo de mi boda, es el padrino de

mis hijos... –la lista parecía en verdad ser bastante larga.

En la otra habitación, Jin acababa de besar las mejillas del

rubio. Hoseok sintió deseos de estrangularlo–. No te

pongas celoso, ¡pero me dio mi primer beso!

La pequeña noticia lo hizo apartar la mirada de la pareja en

la sala para volverla a ella, curioso.


–¿En serio?

–Sí... éramos adolescentes tontos, y todas en el rink

moríamos por un beso de Taehyung. Imagínate, siempre

fue bien parecido, y se veía tan elegante con sus trajes de

competición... Creo que el miedo a que me quedara con él

fue lo que hizo que Jin me pidiera ser su novia!

Sí, buen plan para alejarte de Taehyung, mientras a

escondidas se enredaba con Suni cuando venía de visita,

pensó Hoseok con malicia, vigilando los movimientos en

aquel alejado sillón. 3

–¿Hace mucho que conoces a Jin?

–Desde los seis años. Y creo que desde ese momento

supe que me casaría con él.

–¿Dónde lo conociste?

–En la pista, claro. Tú sabes, yo daba mis primeros pasos

en el hielo y él ya comenzaba a ganar campeonatos, pero

de todos modos era un chico muy bueno y ayudaba

siempre a todos. En fin, como ahora, no ha cambiado


mucho. Tengo el mejor esposo del mundo –comentó,

mirando a su marido con amor.1

Sí, muy tierno...

–Entonces conoces a Taehyung desde hace años

también...4

–Desde que Yoongi lo trajo –recordó con nostalgia–. El

pobre Yoongi... Llegó un día con éste ángel rubio y todos

nos quedamos anonadados por cómo patinaba. ¡Daba

envidia pensar que sólo tuviera un año menos que yo!

–¿Y nadie hizo nada para rescatarlo de Yoongi cuando se

lo llevó a su casa? –preguntó Hoseok, dejándose llevar por

la indignación. Jisoo lo miró sin comprender.

–¿Bromeas? Lo rescató de la calle, el pobrecito estaba casi

muerto. ¡Yoongi fue lo mejor que pudo pasarle! Todos nos

alegramos por Taehyung, muy pronto demostró que se

merecía todo lo que él le daba y mucho más. ¿Acaso no

conoces la historia entre ambos?

–Sí, la conozco muy bien...


A Hoseok le costaba cada vez más mantener los ojos fuera

de las dos figuras perdidas en la sala. Demasiados abrazos

para su gusto, cada vez más juntos, cada vez más cerca...

Por un momento, hasta le pareció que se besaban...5

–Estás celoso –dijo ella de pronto con una sonrisa traviesa,

y Hoseok pensó que su vigilancia había sido demasiado

evidente–. Celoso del lazo que tenía con Yoongi, ¿verdad?

–agregó, y el americano comprendió que la pobre no

entendía nada–. Jin también se puso así los primeros

tiempos. Es que él era el preferido de Yoongi hasta que

llegó Taehyung. Aún era muy joven, creo que fue lógico

que tuviera un poco de envidia, en cierta forma había sido

reemplazado. Pero bueno, Jin tenía a sus padres cerca,

Taehyung no tenía a nadie, y era tan pequeño...

Hoseok se puso de pie casi de un salto. Eso sí había sido

un beso, un beso en la boca, él no era estúpido, lo había

visto perfectamente. Breve, fugaz, pero beso al fin, ¡maldita

sea!10
En un gesto nervioso, casi sin saber qué hacer, depositó al

niño dormido suavemente en brazos de su madre, y sin

decir una palabra más ni volver la vista hacia la sala, salió

como un huracán hacia el dormitorio.

***

–No Taehyung, no eres un asesino, no vuelvas a decirlo.

¿Cómo crees que podría odiarte por esto?

El beso sobre sus labios había sido rápido pero intenso.

Taehyung parpadeó, incrédulo, para ver a un Jin casi

tembloroso, aún sosteniéndole el rostro con ambas manos.

¿Qué había sido eso? ¿Cómo habían pasado de las

palabras temblorosas y las confesiones homicidas a los

abrazos consoladores y besos en la boca? No lo sabía. Lo

único que comprendió a la perfección cuando vio pasar a

Hoseok rápido como un rayo, era que tendría problemas.

17

–¡Lo siento! –susurró Jin, aterrado y asombrado por lo que

acababa de hacer–. Lo siento, yo...

–Está bien, no te preocupes.


–Taehyung, no quise, yo no... sólo quería...

–No hay problema, cálmate.

–... quería que supieras que te quiero, que eres mi mejor

amigo, que no me importa nada...18

–Lo sé, pero guarda silencio...

La cara de terror de Jin se duplicó al ver llegar a su esposa

con el niño dormido en brazos. ¿Ella también lo habría

visto?

–Taehyung, creo que metí la pata –confesó Jisoo,

mirándolo preocupada–. Estaba hablando con Hoseok y le

conté nuestra estúpida anécdota del beso. Luego seguimos

hablando de Yoongi... no sé qué fue, pero algo que dije lo

molestó.

Taehyung se puso de pie. Jin lo imitó, blanco como un

papel.

–No te preocupes –le aseguró el rubio a la mujer,

acariciándole el rostro con una mano mientras se inclinaba

a besar al niño en la frente–. No fue tu culpa, está enojado

conmigo. En verdad, no te aflijas, se le pasará... pero ahora


debo ir con él –agregó, y con una última mirada a su amigo,

se despidió de la pareja.

***

Al entrar en la habitación, Taehyung halló a Hoseok en la

cama, haciéndose el dormido. Un panorama mucho mejor

del que pensó que encontraría. Ya se había imaginado un

revolotear de ropa, maletas y gritos encendidos acerca de

traición y ruptura.

Intentando mantener esa calma milagrosa, cerró la puerta

con llave y se dirigió a la cama, desnudándose antes de

introducirse en ella.

–¿Debo despertar a éste bello durmiente con un beso? –

preguntó en un susurro vehemente, mientras envolvía con

sus brazos ese cuerpo amado, que se mantenía tenso y

distante, impasible ante sus caricias. Cuando intentó

besarlo en los labios, Hoseok apartó la cara con un

movimiento brusco.2

–Hueles a vodka –le reprochó con frialdad.


–Tú hueles a muchas cosas ricas –concedió Taehyung,

sumiso, olisqueándole el cuello como un sabueso–.

Apuesto a que estás delicioso –aseguró en tono meloso,

mordiéndolo suavemente, pero fue rechazado.

–Quiero dormir.

–Dormir... Muy bien, de todos modos no te necesito

despierto para esto, ¿o sí? –susurró, ardiente, mientras con

un movimiento diestro bajaba la ropa interior de Hoseok,

excitado ante la idea de una pequeña batalla antes

dominarlo y poder poseerlo con furia. Pero su contrincante

se subió la ropa de inmediato, girándose hacia él con el

rostro rojo de ira.

–¿Qué te crees que soy? ¿Tu muñeca inflable?

–Buena idea, tal vez si soplo por aquí...

–¡No me toques! Estás muy mal acostumbrado, Taehyung.

Te crees que todo el mundo es como tú, al que pueden

tomar sin pedir permiso y cuando se les viene en gana...15

La pasión de Taehyung se enfrió tan rápido como si le

hubieran arrojado un cubo de agua helada sobre la cabeza.


Se echó atrás, dolido, incapaz de retrucar ni decir nada

inteligente a su favor.

–Yo sólo... quería estar contigo –balbuceó casi en un

susurro–. Llevamos aquí más de una semana, pensé que

querrías... hacerlo.

–Oh, vaya, menos mal que lo recordaste, qué considerado

de tu parte. Pero resulta que no tengo ganas de acostarme

contigo, mira qué simple es el asunto.

–¿Y eso te da derecho a maltratarme?

–¿Maltratarte? Vaya que estás sensible hoy. Por qué mejor

no vuelves a la sala, seguramente Jin sabrá consolarte

como a ti te gusta.

Taehyung permaneció un momento inmóvil. Finalmente dio

media vuelta, apoyó la cabeza en la almohada y se tapó

con las mantas sin agregar una palabra más. A Hoseok

aquel silencioso acto pareció enfurecerlo más que cualquier

excusa barata.

–Voltéate a enfrentarme y dame una respuesta menos

cobarde que esa.


–¿Para qué? Viste lo que querías ver, no escucharás nada

más que lo que quieras oír.

–¡No permitiré que te pongas en el papel de víctima!

–De víctima no, al parecer llevo el papel de estúpido. Yo

pongo lo mejor de mí para que estemos bien y tú no haces

más que quejarte.

–¿Lo mejor de ti? ¡Prácticamente te has olvidado de mí

desde que bajamos del avión! Estoy en un país extraño,

donde no conozco ni el idioma ni las costumbres, y en vez

de darme un poco de tu apoyo ¡tú te dedicas a hacer

sociales, a salir con tu queridísimo amigo, a ir a patinar, a

programar tus futuras presentaciones! Si no fuera por Jisoo

me habría muerto de la desesperación. Mira mi consuelo,

pasar los días con un ama de casa.

–Pensé que te agradaba...

–¡Me agrada! Esa chica es un ángel, ¡pero está haciendo tú

trabajo! ¡Tú deberías estar conmigo! ¡Tú tendrías que

quedarte a mi lado, ayudarme a habituarme a éste lugar,


enseñarme la ciudad! Por Dios, Taehyung, si recién te das

cuenta de que no hicimos el amor en diez días...

Hubo un silencio desagradable durante el cual Taehyung

no dio ninguna señal de reacción. Pero luego, lentamente,

giró hasta quedar tendido de espaldas, su rostro vuelto

hacia Hoseok.

–Lo siento, tienes razón –admitió con un dolor extraño

turbando el azul de sus ojos, aunque su voz era firme y

desprovista de un arrepentimiento efusivo–. Debí

permanecer más tiempo contigo, no pensé que la

estuvieras pasando tan mal.

Hoseok abrió la boca como para decir algo, pero de

inmediato la cerró, desconcertado. Realmente no esperaba

que Taehyung le diera la razón. Internamente deseaba que

no lo hiciera, tenía tantas ganas de pelear con él...8

–Pero trata de entenderme tú también –continuó el ruso–.

Por primera vez siento que soy verdaderamente feliz: estoy

en mi país, contigo, tengo a mis mejores amigos, a mis

afectos, siento que al fin estoy en casa. ¿Sientes raras las


cosas aquí? Pues para mí fue lo mismo vivir en occidente.

¿Acaso te detuviste a pensar eso? Estuve meses sin

quejarme ni una sola vez de todo lo que me parecía

extraño e incomprensible, tú llevas una semana y ya

quieres crucificarme. Me haces sentir como basura sólo

porque al fin pude relajarme unos días. ¡Si hasta es la

primera vez en meses que puedo hablar con alguien en mi

idioma! Tú jamás tuviste que tomarte esa molestia, ni

siquiera pensaste en el esfuerzo que significaba para mí

comunicar hasta las cosas más cotidianas... No, nunca

pensaste en éstas cosas, porque yo prefería callar mis

incomodidades antes que crearte más preocupaciones.

Pero claro, una semana de “grandes sacrificios” no se

compara...20

Volvieron a quedar en silencio. Taehyung volteó el rostro

hacia el otro lado. Hoseok había dejado pintada la cara con

expresión ausente. No era que no hubiese escuchado, por

el contrario, todas las palabras habían calado hondo en su

mente y corazón. ¿Por qué ahora todas las rabias y


tristezas de la semana no parecían nada a comparación de

lo que acababa de oír? Eso era típico de su amante: hablar

de algo con tanta pasión que era imposible no acabar

convencido de su punto de vista.

Lentamente, fue acercándose hasta apoyar su mejilla

contra el pecho tibio. Las vibraciones del corazón que

había dentro lo hicieron entrar en razón. ¿Qué estaba

haciendo? Era su amor el que estaba allí, rechazado y

triste.

–Lo siento –suspiró, rozando el calor de aquel cuerpo con

sus labios–. Lo siento.13

Una mano delicada le acarició la cabeza y él respondió con

un movimiento de felino agradecido. Era tan fácil

comunicarse cuando eran sus cuerpos los que hablaban...

–Todo estará bien –aseguró Taehyung por centésima vez,

con su caricia consoladora mientras la dulce boca sobre su

pecho lamía suavemente sus pezones, despertando las

profundas pasiones del deseo contenido por tantos días.

Pero cuando descendió, apasionado, por el camino de su


vientre, hundiéndose en su ombligo, trepando luego por los

montes de su intimidad, sintió la necesidad de detenerlo–.

No necesitas hacer eso –aclaró invadido por un pudor

extraño en él.

–Pero quiero hacerlo –afirmó su niño, lamiéndolo, con la

respiración y los ojos encendidos.

No había rechazo ni obligación en esos hermosos ojos

oscuros, muy por el contrario, sólo deseo genuino y

entrega, pero Taehyung no pudo evitar sentir sucio, barato,

fácil... “como tú, al que pueden tomar sin pedir permiso y

cuando se les viene en gana”. Había dolido mucho, como

sólo sabe doler la verdad. A través de Hoseok, Yoongi

seguía mostrándole que sólo era un objeto de diversión, un

instrumento para saciar el placer de otros. Desafiando el

tiempo, las palabras de ese fantasma volvían en suaves

ondas que golpeaban con la fuerza de azotes. “No sabes lo

que te he extrañado... ese hermoso trasero tuyo en el cual

hundirme...”
Un nudo en la garganta le diezmó el aire. Algo en su boca

comenzaba a saber amargo, y no era por el vodka.

–Ven aquí –dijo al fin, alzando el cuerpo joven de Hoseok

hasta dejarlo a su lado–. Sólo quiero que me abraces.

–¡Pero te deseo!

–Por favor, sólo abrázame fuerte... muy fuerte...

No habría pasión esa noche. Sólo el desconcierto de

Hoseok y el cargo de conciencia por su falta de sentido

común. Sólo las lágrimas de Taehyung, retenidas a duras

penas en el umbral de sus pestañas, y esa intensa

sensación de vergüenza y asco por sí mismo. +

“Tú sí que sabes cómo hacer que te obedezca, ¿verdad?

¿Quién puede negarle algo a tu boca, mi zorrito perverso?”

No podrás separarnos. Te odio, Yoongi,repitió como una

plegaria hasta caer dormido sobre el pecho de Hoseok. Te

odio.
Capítulo 9.2

El imponente Volkswagen negro se desplazaba a gran

velocidad por la carretera. Taehyung, conduciéndolo, se

sentía el rey del mundo. Su cabello flameando libre, un

brazo cómodamente apoyado sobre la ventanilla abierta, el

otro firme sobre el volante. Una suave sonrisa en sus labios

y la música que amenazaba con hacer explotar los

parlantes.

La nieve se acumulaba a los costados del camino. El sol

sembraba pequeños diamantes sobre la capa de hielo

formada encima del pavimento. Era peligroso ir tan rápido

sobre aquella superficie resbalosa, pero no lo

suficientemente peligroso para él. ¿Acaso patinar no era su

mayor destreza...? La velocidad aumentaba al ritmo de sus

pulsaciones: ciento veinte, ciento cincuenta, doscientos

kilómetros por hora...

Labios entreabiertos, ojos entornados tras los lentes

oscuros. Iba a correr sí, en más de un sentido. El sol pegó

de lleno contra el parabrisas al tomar la curva, pero él


aceleró aún más, levantando una lluvia de nieve que roció

el camino. Ahora llevaba las dos manos sobre el volante y

su respiración ya era un jadeo. Un gemido trepó por su

garganta hasta escapar en el momento justo en que clavó

los frenos... El cero kilómetro no pudo contra la congelada

superficie y dio dos giros completos sobre el pavimento

antes de detenerse en sentido contrario al que iba. Agitado,

Taehyung echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos con

fuerza, suspirando.

–Te dije que no podrías –ronroneó Hoseok con una sonrisa

traviesa, lamiéndose los labios al tiempo que se

enderezaba desde entre las piernas del rubio para

mordisquearle el cuello–. Gané la apuesta.1

–Debería ser yo el ganador –replicó Taehyung, aún agitado

por el placer recibido–. Evité que nos matáramos.

–Acéptalo, perdiste. Y será mejor que abroches tus

pantalones o tendrás que inventar una buena excusa si nos

detiene la policía. Está muy mal manejar a esas

velocidades, mi querido, muy mal...


Taehyung echó una mirada penetrante para luego sonreír.

Hizo lo que le aconsejaba su amante y después puso

nuevamente el auto en marcha.

–No me compré esta belleza para dejarla en exposición.

–Claro, pero ¿podrías intentar no destrozarla el primer día?

–Da lo mismo, puedo comprar otro si quiero –alardeó

Taehyung con una sonrisa autosuficiente, gozando del

gesto exasperado de Hoseok–. ¿Y bien? ¿Qué es lo que

quieres de premio?

–Que seas mi esclavo sexual por una semana.

–Soy tu esclavo sexual siempre...

–Si, pero me refiero a una semana entera, día y noche,

sólo para mí –insistió Hoseok echándole los brazos al

cuello, besándolo repetidamente en las mejillas mientras

volvían al camino, ahora con más calma.

–Bien, pero tú le darás las explicaciones a Jin de por qué

faltaré a los entrenamientos –bromeó Taehyung, relajado.


–Eso incrementaría peligrosamente nuestro grado de

conversación. Más de diez palabras, la idea me da miedo...

¿A dónde vamos?

–A conocer a alguien.

–¿A quién?

–Eso... es una sorpresa.

La expectativa crecía tanto como la distancia que recorrían.

¿A cuánto estarían ya del centro de la ciudad? ¿A veinte,

treinta minutos? Taehyung manejaba demasiado rápido, no

podía calcularlo. Pero en verdad que poca importancia

tenía cuando el día era tan bonito que los sueños volaban

al viento como sus cabellos, entretejiéndose en el aire en

una estela dorada y azabache.

Al salirse del camino, Hoseok liberó del abrazo a su

conductor, y se pegó a su ventanilla, curioso. Los árboles,

el sendero... hasta la nieve parecía más prolija. ¿Quién

sería el afortunado dueño en ese lugar? Bueno, pronto lo

averiguaría.
El enorme caserón que coronaba el final del camino era tan

hermoso que a Hoseok se le hizo difícil disimular su

embelesamiento al bajar del auto.

–Taehyung... ¿qué es este lugar?

–¿Te gusta?

–Es hermoso... mira éste parque... y la casa es gigante... –

Hoseok avanzaba con lenta admiración, deteniéndose bajo

algún árbol, observando la mansión, fascinado. Taehyung

lo seguía de cerca, con las manos en los bolsillos, su

mirada llena de amor–. ¿De quién es todo esto?

–Tuyo. Si lo deseas.

La cara de Hoseok fue, de pronto, un himno al estupor.

–Estás bromeando...

–Puedo comprarla –admitió Taehyung, encogiéndose de

hombros–. Puedo comprarte lo que quieras. Pídeme el

mundo entero y te lo daré –aseguró tomándolo por la

cintura, atrayéndolo hacia él.


–No necesito el mundo entero, ¡me conformo con ésta

parte de él! –exclamó Hoseok, entusiasmado, mirando a su

alrededor como si nada fuera real.

–Pues que bueno, porque no tenía tanto dinero...24

Ambos rieron, abrazados, Hoseok tan exaltado que trepó

sobre Taehyung, abrazándole la cintura con las piernas

–Te amo, te amo, te amo –repetía besándolo una y otra

vez.

–¿Estarás feliz ahora?

–No...

–¿No?

–No hasta que entremos y me tomes en la habitación más

bella de esta casa.

–Tal vez tenga muchas habitaciones bellas...

–Entonces... creo que es tiempo para ti de demostrar qué

tanta energía te dan esos cereales que desayunas...1

***

Era una casa demasiado grande para ellos, había que

admitirlo, pero eso no impidió que la convirtieran en un


cálido hogar. Cumpliendo con su palabra de honor,

estrenaron todas y cada una de las habitaciones con largas

y deliciosas sesiones amorosas, que más tarde dieron lugar

a códigos privados tales como “quiero repetir el cuarto azul

luego de la cena”, “es tiempo para ti de mostrarme qué tan

bien haces la cocina”, “me han dado ganas de el baño del

segundo piso”, o “es un día hermoso, hagamos un jardín,

my love...”.9

Mientras Taehyung entrenaba sin respiro, Hoseok, sin otra

cosa que hacer, pudo dar rienda suelta a su imaginación

artística, y respaldado por el generoso presupuesto que

habían destinado a la casa, realizó un trabajo magnífico de

diseño que luego carpinteros y decoradores profesionales

dieron vida por él. Llenaron la casa de libros y música, de

flores y hermosos muebles. Había salas enteras destinadas

al puro ocio, con mesas de pool, gigantescos y mullidos

sillones, barras de bebidas y hasta una pequeña sala de

cine. Incluso, en un área cerrada de la planta baja, habían

hecho construir una espectacular pileta climatizada desde


donde era un placer contemplar la nieve caer contra los

gigantescos ventanales mientras se disfrutaba un tibio

baño, y por qué no, algún otro tipo de actividad más

ardiente... El jardín delantero se convirtió en un parque con

bancos de piedra y un gran sillón mecedor hecho de

troncos, en donde solían sentarse a recordar los plácidos

momentos vividos en el sur. Taehyung compró seis perros

y Hoseok adoptó un pequeño gato siamés, que se resignó

a vivir confinado en las habitaciones más alejadas cuando

el rubio se encontraba en la casa.4

Tenía una mansión de ensueño y un novio envidiado por

media ciudad, tres autos en su cochera y una moto que

dejaba sin habla al más experto, y sin embargo... Hoseok

no parecía satisfecho. Al poco tiempo de concluir la

decoración de la gran casa, cuando se encontró solo y sin

nada que hacer en ella, su humor volvió a ser bastante

irascible. Agregado a esto, Taehyung había comenzado su

ronda de campeonatos y la atención, tanto de la prensa

deportiva como de sus fans, había vuelto a caer sobre él,


acosándolo cuando recorría las calles de la ciudad,

retrazándolo luego de cada entrenamiento.

–¿No puedes llamar a la policía y que las arresten? –

preguntaba irritado.

–¡Son sólo niñas! –respondía Taehyung, sonriendo a las

muchachas que le arrojaban besos o venían corriendo a

pedir un autógrafo.

–Te pareces a Jung Hoseok –había dicho una de ellas, una

tarde en que asistía como espectador a un evento y de

pronto docenas de flashes habían caído sobre él. Desde

entonces, la voz de que el tristemente célebre patinador

norteamericano actualmente vivía en Rusia, había corrido

entre los amantes del patinaje como reguero de pólvora,

por lo cual ahora también se acercaban a él, aunque más

por curiosidad que por fanatismo.

–Son tus fans que te extrañan –le decía Taehyung,

animándolo.
–No. Sólo quieren saber si tengo la cabeza partida al

medio, o si quedé medio idiota –respondía Hoseok,

recluyéndose aún más en el interior de su pesimismo.2

***

Antes que el reloj despertador mostrara las 6:00 am en su

pantalla de grandes números color verde, Taehyung

aplastó la alarma en un movimiento rápido y seco. La

habitación todavía estaba en penumbras; la cama tibia y

cómoda, ideal para que su niño durmiera aún tres o cuatro

horas más, enrollado sobre sí mismo como estaba,

respirando rítmicamente bajo un sueño tranquilo. Taehyung

suspiró, observándolo con sana envidia, deseando algún

día poder conciliar el sueño de aquella forma, y besó su

mejilla con cariño antes de levantarse. No quería

molestarlo.

El baño estaba condenadamente frío. ¿Pasaba algo con la

calefacción central? Sonrió. No, claro que no. El problema

era que cada vez soportaba menos estar lejos de la calidez

de Hoseok. Con una mezcla de aburrimiento y desgano,


tomó la pasta dental y la colocó en su cepillo. La tentación

de no ir a entrenar se hacía cada día más difícil de resistir.

Era curioso descubrir a esa altura de su vida que en las

ansias casi desesperadas por ir a la pista todos los días

mucho tenía que ver su deseo de no quedarse en casa.

Ahora que tenía más de un motivo para no abandonar su

hogar, compartir un lecho tibio con quien amaba se hacía

evidentemente más seductor que una fría pista de hielo.

Pero en fin, así eran las reglas del juego que había

decidido jugar y debía respetarlas.

Envuelto en la cálida sensación del deber cumplido echó su

pelo hacia un costado con un movimiento de cabeza,

totalmente distraído, pero grande fue su sorpresa al

descubrir que había otro reflejo en el espejo además del

suyo. Hoseok estaba de pie bajo el umbral de la puerta,

vistiendo una remera de mangas largas dos talles más

grandes que el suyo, con el cabello revuelto y el gesto

iracundo y soñoliento.

–¿Adónde vas?
–A entrenar.

–¿Un sábado? –inquirió de mal modo.

Taehyung mordió su cepillo con la mirada fría clavada en el

espejo.

–Tengo que entrenar –informó escuetamente antes de

continuar lavándose los dientes.

–Entrenas seis horas, cinco días a la semana, cuando no

más, ¿eso no te parece suficiente?

–No llegué a donde estoy por ser perezoso.

–No, si nadie va a acusarte nunca de ser perezoso

Taehyung, apuesto que no es eso lo que te quita el sueño.

El ruso volvió a detener el cepillo en su boca, taladrando

ahora el reflejo con una mirada de profunda ofensa. ¡Se

había sacrificado como un animal desde niño, entregando

cuerpo y alma para su mejor formación, y ahora lo

despreciaban por eso! Pero luego de que el relámpago de

furia surcó su rostro, Taehyung pareció tranquilizarse.

Enjuagó su boca con lentitud, se secó el rostro con una

toalla y tomó un peine azul con total naturalidad.


–Los Mundiales comienzan en un mes –explicó sin humor,

peinando su lacio pelo rubio–. En los Nacionales y

Europeos estuve bien, pero pasé demasiados meses

inactivo para mi gusto. Enfrentar un Mundial no es cosa

fácil, los entrenamientos deben ser más duros y si no

refuerzo mis...

–¡No me digas cómo son los entrenamientos de

temporadas! –interrumpió Hoseok a los gritos– ¡Sé

perfectamente cómo son! ¡No me hables como si yo no

supiera nada, como si no los hubiera vivido! ¡Fui un

patinador de competición, ¿lo has olvidado?! ¡Estuve en los

mismos malditos torneos que tú! ¡Gané decenas de

medallas! ¡Era un campeón! ¡Era un campeón! –gritó antes

de deshacerse en sollozos, resbalando por la puerta hasta

quedar sentado en el suelo, sus manos cubriéndole el

rostro.12

Taehyung se giró lentamente para observarlo, estupefacto.

¿Qué rayos había sido eso?3


–Estás histérico, Hoseok –dijo luego de observarlo por un

largo rato–. Estás insoportable desde que llegamos a Rusia

–agregó con su voz más fría.22

Hoseok se puso de pie y regresó a la habitación sin decir

una palabra más. Taehyung golpeó su frente contra el

espejo. “Soy un idiota” se dijo a sí mismo mientras un

suspiro empañaba su imagen.1

Cuando un par de minutos más tarde entró en el dormitorio,

Hoseok se encontraba sentado en la cama, de espaldas a

la puerta. Ya no sollozaba, pero se veía furioso, intentando

dominarse a sí mismo, tembloroso y con la vista clavada al

frente. Suavizando su gesto, Taehyung se acercó a él,

arrodillándose tras él sobre la cama. Hizo un par de

intentos por descomprimir la situación, pero no pareció

tener mucho éxito. Finalmente lo abrazó por detrás,

besándole el cuello con pasión, sus manos hundiéndose

sensualmente bajo la ropa interior... Pero Hoseok lo

rechazó con brusquedad.


–Déjame –se quejó, apartándolo con un empujón–. Yo no

soy Yoongi, no tienes que compensarme siempre con sexo

cuando necesito algo. ¿Acaso es lo único que sabes hacer

para convencer a alguien? Eres más rastrero que una

prostituta, no vales más que la más vulgar de ellas...47

Hoseok comprendió que había ido demasiado lejos aún

antes de terminar de hablar. Llevándose una mano a los

labios, arrepentido, giró para enfrentar las consecuencias

de aquellas desatinadas palabras. Taehyung se había

apartado, veloz como si hubiera sido atacado por una

serpiente. Su gesto, sin embargo, no era de enojo sino de

dolor, profundo dolor y vergüenza.

–Perdóname –susurró Hoseok, incapaz de creer lo que

había dicho–. Perdóname –suplicó, echándole los brazos al

cuello, besándole las mejillas con devoción. Taehyung no

respondió. Su expresión estaba ausente, aunque sus ojos

se volvían cada vez más cristalinos, inundados de

lágrimas–. No quise decir eso, no sé por qué lo hice,

perdóname mi amor, perdóname.


Estar sinceramente arrepentido no parecía servir de

mucho. Hoseok apretó su abrazo, deseando que el calor de

su contacto derritiera la helada capa de hostilidad que

había caído sobre ellos, pero aunque aceptaba sus

caricias, Taehyung parecía incapaz de devolverlas.

–Perdóname –insistió, soltándose, y los sollozos volvieron

a apoderarse de él–. Taehyung, soy un idiota. No puedo

hacer nada para merecerte, para captar tu atención, para

que veas que vale la pena estar conmigo. Quiero ser

inteligente, divertido, interesante para ti, y sólo fracaso,

fracaso todo el tiempo –admitió, secándose una lágrima

que rodaba por su mejilla–. Siento celos de todos los que te

rodean. Celos de Jin, que comparte códigos contigo que yo

jamás podré entender. Celos de Jisoo cuando te muestra a

sus hijos, cuando tú los tomas en brazos y juegas con ellos,

tentándote a la vida familiar que nunca podrás tener si te

quedas conmigo. Celos de todos y cada uno de los que

vienen a pedirte un autógrafo, una foto, de las muchachas

que coquetean por un beso, deseando poder conquistarte.


Los odio a todos –confesó, tomándose la cabeza entre las

manos–. A veces... hasta tengo celos de Dios. Sí, de Dios,

porque te he visto besar tu cruz cuando crees que estoy

dormido, y murmurar con los ojos cerrados, confiándole a

Él cosas entre lágrimas que no me confías a mí...12

En este punto Taehyung volvió sus ojos, ya no dolido,

tampoco enojado, sino pasmado, como si estuviera a punto

de decirle “estás totalmente loco”.

–Sí, estoy loco –admitió Hoseok, leyendo sus

pensamientos–. Estoy enfermo de miedo a perderte, de

miedo a que te hartes de lo que soy y busques a alguien

menos complicado, alguien que traiga alivio a tu vida y no

más preocupaciones de las que tienes... Taehyung... tengo

miedo de que me odies...

Permanecieron en silencio por un par de minutos. Hoseok

esperaba una respuesta con la vista clavada en el suelo,

mordiéndose los labios, tembloroso de nervios y miedo a lo

que vendría. Taehyung parecía meditar lo que había

escuchado, con el semblante serio y ausente. Nada en su


expresión indicaba que fuera a darle la razón o no.

Momentos después, con un suspiro quebrantó el silencio y

sin decir una palabra abandonó la habitación.

Hoseok hundió aún más la cabeza entre sus manos, una

lágrima cayendo en silencio. Pero antes de que pudiera

pensar en las consecuencias de la estupidez que había

cometido, Taehyung regresó, tomando asiento a su lado.

–Tenemos que hacer algo, porque las cosas así no

marchan –dijo como si hubiera enunciado un gran

descubrimiento–. Quiero que me prometas algo, y que de

verdad lo cumplas.18

–Lo que sea, mi amor, lo que quieras.

Taehyung desvió su mirada al suelo cuando sus ojos

volvieron a llenarse de lágrimas

–Promete que no volverás a decirme algo tan feo –susurró,

intentando ocultar la mueca de dolor que contorsionó su

rostro–. Palabras como esas me hacen sentir sucio, me

lastiman, me duelen mucho más de lo que puedes


comprender... porque todo lo que tú pienses me importa

mucho... y me duele aún más.

Hoseok asintió, aún llorando en silencio. Taehyung era muy

bueno en muchas cosas, pero en nada era tan experto

como en hacerlo sentir culpable.4

–Quiero que prometas –continuó con voz extraña; al

parecer las lágrimas también se anudaban en su garganta–

que intentarás darme tu apoyo en mis proyectos, en mi

trabajo, ayudarme a alcanzar mis metas y no sólo poner

piedras en mi camino... –Secándose las lágrimas, Hoseok

volvió a asentir enérgicamente–. Y por último, quiero que

seas siempre sincero conmigo, que no me ocultes nada, ni

tus problemas ni tus quejas. No puedo darte lo que

necesitas de mí si guardas secretos, si escondes

resentimientos para estallarlos en mi cara cuando pienso

que estás bien. Esto es lo más importante. No podemos

continuar juntos si no te abres completamente a mí.

Hoseok permaneció un momento observando el azul de

aquellos ojos. Vagó suavemente su mirada por la pálida


piel de las mejillas, la boca bien delineada con labios

rozados y apetecibles, el sedoso y brillante pelo dorado

enmarcando el rostro. No podía negarle nada a esos ojos.

No quería negarle nada, nunca más.

–Te lo juro –respondió al fin, hipotecando su alma en

cumplir su promesa.

Taehyung exhaló el aire retenido en un delicado suspiro de

alivio. Su mirada era tranquila y a la vez tan penetrante

como aquel primer encuentro en Alemania.

–Había planeado una salida romántica para darte esto, una

cena con velas, a bordo de un barco tal vez... pero las

cosas no siempre salen como uno las planea –dijo,

mostrando en sus manos un estuche de fino terciopelo

negro. Hoseok lo observó, sin atreverse siquiera a pensar

lo que creía que era, pero Taehyung quitó el misterio

enseguida. Sin mucha ceremonia, abrió la pequeña tapa y

mostró su contenido: un par de hermosas alianzas de oro.

Hoseok quedó boquiabierto, mudando alternativamente sus

enormes ojos negros de los azules de su amante a los


anillos en el joyero. Una expresión de dolor ensombreció su

semblante.

–Ya no quieres dármela ¿verdad? –preguntó, compungido.

Una suave sonrisa brilló en los labios de Taehyung.

Demostrando una santa paciencia, tomó el más pequeño

de los anillos, en cuyo interior estaba grabado su nombre:

“Юнгкок”.

–Si viviéramos en otro país tal vez podría proponerte que

seas mi esposo –dijo, y ninguno de los dos pudo reprimir

una sonrisa por lo ridículo que sonaba el término–, pero

estamos aquí y no podemos cambiar el mundo con sólo

desearlo. No habrá sacerdote alguno que bendiga nuestra

unión, ni constitución que nos ampare con sus leyes. No

me interesa qué título nos pongan los de afuera, ni qué tan

depravado les parezca que estemos juntos... nada me

importa si tú me aceptas como amigo, amante y

compañero.3

Hoseok dejó escapar un jadeo. Aún después de la pela,

luego de que lo rechazara y humillara sin motivo... todavía


mantenía su deseo de hacerle esa proposición. Se sentía

tan avergonzado... Pero el rostro de Taehyung se había

iluminado junto con la habitación, en donde los muebles

iban tomando nitidez a medida que la claridad del día los

alcanzaba.

–¿Es necesario arrodillarme, decir palabras cursis y todo

eso para que me aceptes?

–Sí –respondió Hoseok, riendo. También con una sonrisa,

Taehyung hincó una rodilla en la pose más caballeresca, e

impostando la voz en tono ceremonial, recitó al tiempo que

colocaba la sortija:

–Hoseok, toma este anillo en señal de mi amor y mi... oh,

creo que olvidé lo que sigue...

–Sabes muy bien lo que sigue.

–Tengo amnesia.

–Dilo o te golpearé.

–Ok, ok... mi amor y mi fidelidad –dijo al fin, obligado,

Hoseok riendo por la teatral cara de condena del rubio–. Y


prometo amarte y respetarte hasta que la muerte nos

separe. Amén.1

Ambos rompieron en carcajadas. Hoseok secó las lágrimas

que antes fueran amargas, ahora cayendo como la

expresión más pura de su alegría, mientras miraba

emocionado la bella alianza en su mano. Taehyung dejó

instalada su sonrisa, mirando con adoración el rostro de su

niño. Tomando su mano entre las suyas, lo instó a mirarlo a

los ojos.1

–Eres tú mi único dueño –afirmó, ahora su voz sonando

dulce pero verdadera–. Es tu voz a la única que obedezco,

tus labios quienes tienen el disfrute de mis besos, tus

manos las únicas autorizadas a explorarme –aseguró,

besándoselas–. Soy ciego a cuantos me rodean, no tienes

nada que temer. Juro que sólo tú tienes el control de mi

cuerpo y de mi alma. Lo digo en serio. No sé qué más

tengo que hacer para que lo entiendas.

Arrojándose sobre él, devorándole la boca con un beso

desesperado, Hoseok dejó en claro que no necesitaba más


pruebas. Apenas separándose, tomó la alianza en la que

habían grabado su nombre, “Цзи Мин”, y la colocó en la

mano de Taehyung, besándosela repetidas veces.

–¿No vas a arrodillarte y darme un discurso sobre cuánto

me amas? –exigió el rubio, apenas conteniendo su risa.

–Me arrodillaré... pero te daré algo más que eso –aseguró

Hoseok, atacando sus pantalones, sin apartar la mirada de

su rostro.

–Yo tenía un entrenamiento al que asistir, ¿lo recuerdas?

–Pues... creo que llegarás muy tarde...

***

Las alianzas parecieron resultar de maravilla. Como un

talismán contra todo lo negativo, surgieron su efecto con

una eficacia casi mágica. Eran sus doradas promesas,

tangibles e inseparables, recordándoles el amor y el

respeto por si alguna vez se veían tentados a olvidarlos.

No tuvieron ese inconveniente. Hoseok fue el que sufrió el

cambio más radical. Desde ese día se transformó en una

versión mejorada de aquel joven dinámico que una vez


había sido, cuando enfrentaba a su padre y al mundo

desplegando su magia sobre el hielo, y resurgió de sus

cenizas con la fuerza renovada de un fénix. Decidió ser

responsable y obediente con su tratamiento médico, y

cumplió las órdenes de sus nuevos doctores a rajatabla. No

sólo se convirtió en el amante y el paciente perfecto, sino

también en el estudiante ejemplar, pues desde ese mismo

día comenzó a tomar clases para aprender a hablar en

ruso, y aunque en poco tiempo descubrió que era algo para

lo que carecía totalmente de aptitud, continuó intentándolo

con esmero.2

–Está bien, tómatelo con calma, algún día lo aprenderás –

lo alentaba Taehyung cuando, en un arrebato de

desesperanza, arrojaba lápiz y papel al diablo, derrotado

por aquellos incomprensibles símbolos y endemoniados

sonidos ante los que su oído parecía volverse de piedra.3

Taehyung estaba tan encantado con tal muestra de

dinamismo y buena voluntad, que no sintió el peso de

cumplir con su parte del trato. Hoseok no sólo lo


acompañaba espiritualmente en su trabajo, sino que,

literalmente, iba con él a todos y cada uno de sus

entrenamientos. Sus días perdieron el tedio de la rutina al

poder compartir con él cada momento. Se les hizo un

hábito levantarse más temprano de lo que necesitaban

hacerlo, pues aprendieron que no eran capaces de

preparar el desayuno sin terminar enredados nuevamente

entre las sábanas, práctica que atentaba contra cualquier

intento de puntualidad.

Taehyung manejaba cada mañana hasta el estadio y

entrenaba duramente hasta el medio día bajo la minuciosa

supervisión de Jin y la atenta mirada de Hoseok, que desde

las gradas lo animaba y aguardaba pacientemente. Luego

el día quedaba entero sólo para ellos, como había

prometido a su amor. Solían almorzar en los mejores

restaurantes de San Petersburgo, pero tampoco dejaban

de visitar los preciosos “bistros”, pequeños y encantadores

lugares, económicos pero bellos, en donde se comían

cosas deliciosas. Los canales y los ríos estaban helados,


pero a Taehyung le encantaba tomar café a sus orillas y

hacer planes para el verano, cuando podrían dar largos

paseos en barco por el río Neva y disfrutar de la ciudad

desde otro punto de vista. Visitaban museos, palacios, iban

al cine y al teatro, pero decididamente lo que más

disfrutaba Hoseok era hacer compras.

–Vamos, continúa gastando el dinero que yo gano con duro

trabajo –solía decir Taehyung para molestarlo, pero nada

impedía que Hoseok derrochara billetes comprando

toneladas de ropa para ambos, música, teléfonos celulares,

cámaras digitales y prácticamente todo lo que se cruzaba

en su camino.

–¿Cuándo me darás mi propia tarjeta de crédito?

–¿Estás loco? ¿Crees que permitiría que pusieras tus

manos sobre mis cuentas en el banco?

–Así no tendrías que preocuparte por dejarme dinero todos

los días...

–No, sólo debería preocuparme por dónde iría vivir cuando

embarguen mi casa... ¡Y ya deja de hacer eso!


Hoseok lo estaba volviendo loco. Hacía media hora que

asomaba entre los estantes llenos de juguetes haciendo

pucheros de niño pequeño porque no complacía sus

caprichos. A ese paso llegarían tarde a la cena.1

–¿Has decidido qué comprar?

–No lo sé, ¡son todos tan lindos!

–Decídete de una vez, porque pasará la Navidad y

seguiremos aquí buscando regalos.

–Creo que llevaré esto también... ¿dieciséis regalos para

dos niños estará bien?6

–Más que bien, vamos ya.

Por supuesto, pasarían las fiestas junto con Jin y Jisoo. Las

asperezas entre Hoseok y el nuevo entrenador de su

amado fueron limándose con el tiempo hasta prácticamente

desaparecer. La incompatibilidad de idiomas era una

barrera importante, pero una vez superado el terrible

ataque de celos, Hoseok fue capaz de descubrir a esa

pacífica persona de la que todos hablaban maravillas. Jin

amaba a su esposa, Taehyung lo amaba a él, no había


motivos para alarmarse, o por lo menos eso era lo que se

obligó a creer. Cuando fue capaz de aceptar eso, entonces

pudo comenzar a disfrutar de una nueva familia.

No podrán separarnos, amenazó a los viejos fantasmas

cada vez que lo atacaron en la oscura soledad de su

mente. No lograrán arruinarnos la vida.

***

Fue la Navidad más dulce que Hoseok hubiera vivido

jamás. La casa estaba hermosamente decorada, y olía a

dulces y a comida casera recién hecha. Taehyung se

disfrazó de Papá Noel para los niños y la felicidad sincera

derribó toda barrera idiomática y cultural.

–Me doy cuenta que nunca tuve una familia –reflexionó

Hoseok, abandonado en brazos de Taehyung, mientras Jin

entretenía a sus hijos leyéndoles un cuento y Jisoo

desfilaba por la casa llenando el árbol de regalos.

–Yo tuve una hace muchos años –aseguró el ruso,

suspirando–. Y ahora tengo otra –agregó besándole la

frente.
–¡Oh, por Dios, Hoseok! ¡Tienes que ver ésta foto! –Jisoo

casi derrama su copa, entusiasmada por el

descubrimiento–. ¡Mira qué pequeño estaba Taehyung!

–¿Esos tres son ustedes? –Hoseok tomó la foto, incrédulo.

Sin dudas ese viejo retrato valía oro.

–Claro que sí –respondió ella, sonriente–. ¿Acaso yo no

estoy igual de joven y bella?

Todos rieron. Pronto se encontraban reunidos alrededor de

la fotografía.

–Oh, Dios... mira esa diferencia de estatura, me hacen

sentir viejo –se lamentó Jin.

–Eres viejo –afirmó Taehyung, antes de recibir un golpe.

–Ustedes eran unos mocosos, que no es lo mismo.

–El pequeño prodigio –se burló Jisoo, agitando el rubio

cabello de su amigo–, había llegado para quedarse. No sé

quién tuvo más suerte, si tú encontrándote con Yoongi o él

por encontrarte a ti –sonrió, sin percatarse del silencio

helado que había caído sobre los tres hombres–. Pobre

Yoongi –continuó, única ignorante de la verdadera historia–


, es nuestra primera Navidad sin él... a veces se lo extraña

mucho...4

Jin miró a Hoseok y éste a Taehyung, que no miró a nadie.

Permanecieron en silencio un minuto, en supuesto respeto

por el recuerdo del muerto. Un minuto demasiado largo.

–Vodka –dijo de pronto Taehyung, poniéndose de pie casi

de un salto–. Hay que abrir otra botella...

Para el final del familiar encuentro, Taehyung había bebido

dos botellas de vodka y brindado con un par de copas

Champagne Soviético, pero aún así manejaba con la

precisión de un reloj suizo. Al principio, Hoseok se había

negado rotundamente a subirse a un auto conducido por

alguien que había bebido en una sola noche más que él en

toda su vida, pero las sabias palabras de Jisoo lo

convencieron de que era lo mejor. Al menos al principio...


–Piensa que hoy todos los conductores de la ciudad han

bebido más que él. Créeme, estás en las mejores manos3

–No se preocupen, acabo de beber opokhmelitsya* –había

dicho Taehyung al sentarse al volante.

–¡Oh, Dios los ampare! –se había lamentado Jisoo,

preocupada, en medio de las risotadas de su marido y su

mejor amigo.

Hoseok, que no había entendido el chiste, se había subido

al auto tenso y asustado, pero ahora, luego de recorrer

medio camino y comprobar que aún seguían vivos,

permanecía en su asiento silencioso pero tranquilo.

Al rubio se le hacía difícil ocultar su sonrisa. Sujetando el

volante con su mano izquierda, estiró la otra para acariciar

la pierna de su acompañante.

–¿Me dejarás desenvolver mis regalos cuando llegue a

casa? –preguntó con voz melosa.

–Los abrirás mañana, como un buen niño... Y será mejor

que sujetes la palanca que corresponde o chocaremos.

Taehyung volvió a sonreír.


–Tendrás que dejarme abrir uno en el auto –aseguró, sin

dejar de acariciarlo–, considerando que no sé si nos

dejarán llegar a casa...

Hoseok miró lo que Taehyung le indicaba con un gesto.

Una gran cantidad de gente, proviniendo de todas

direcciones, se congregaba en el camino. Sin posibilidad de

retroceder, decidieron aparcar el auto.

La escena parecía salida de una película navideña.

Familias enteras, con sus sonrisas beatíficas y expresiones

amorosas, caminando en larga procesión hacia la iglesia,

en donde escucharían el servicio religioso que coronaría

aquella noche santa y los enviaría de vuelta a sus hogares

con una fe renovada. Parecía montado por un escenógrafo.

Faltaban los villancicos y que alguien desde una silla de

director gritara: “¡Corten!”

Hoseok los miró con indiferencia, pero Taehyung quedó

estancado en ellos, perdido en un mar de añoranza. Sus

ojos vagaron lentamente sobre los niños tomados de la

mano de sus madres, los hombres conduciendo


cuidadosamente a sus esposas, los ancianos

acompañados por sus nietos... Quién sabe qué

pensamientos o recuerdos revivían dentro de su alma...

–Quiero entrar a la iglesia.

Taehyung se volvió, veloz e incrédulo.

–¿Qué dijiste?

–Dije que quiero entrar a la iglesia –repitió Hoseok con

calma.

–No es verdad –replicó, mirándolo de forma sospechosa–.

Odias todo lo que tenga que ver con religión, ¿por qué

querrías hacerlo?

–Porque te estás muriendo por entrar, lo veo en tus ojos. Si

eso te hará feliz, entonces hagámoslo y listo.

–Te lo agradezco, amor, pero no eres tú quien me impide

entrar.

–Eso es verdad, nadie te lo impide.

–¿Hablas en serio? ¿Acaso crees que somos dignos de

entrar a un templo luego de lo que hicimos?


–Oh, vamos. ¿Qué crees que pasará? ¿Dios se presentará

señalándonos con su dedo, acusándonos de asesinos?

¿Bajará a la Tierra en bata y ruleros, tomará una escoba y

nos echará de su casa, como una matrona echando a las

ratas?8

–No digas esas cosas, no hables así.

–Lo siento, mi amor, lamento si insulto tus creencias, pero

para mí es pura basura. Eso es sólo un edificio –insistió,

señalando la enorme iglesia–, un hermoso edificio

construido con mucho gusto arquitectónico, pero también

con la sangre y el sacrificio de la gente más pobre. Así que,

si en verdad tu Dios existe y aceptó con agrado éste frío

presente de oro y mármol, derroche de lujo en medio de la

miseria, no creo que desate el Apocalipsis porque nosotros

entremos cinco minutos para que tú te postres ante Él a

acrecentar tu cargo de conciencia.4

–...

–¿Qué vas a decirme? ¿Que me iré al Infierno por decir

cosas como éstas?


–No iba a decírtelo, pero sí lo pienso.

–No te preocupes por mí, esa entrada ya la tengo ganada y

por cosas peores que éstas.

Taehyung meditó un momento con los ojos puestos sobre

el inmenso edificio. Luego desprendió su cinturón de

seguridad.

–¿Entrarías conmigo? –preguntó en voz baja. Hoseok se

quitó su cinturón y lo abrazó con fuerza.

–Contigo a dónde sea, mi amor.

***

Aunque renegaba de las religiones, a Hoseok le gustaban

las iglesias. Las recorría con la misma curiosidad con que

visitaba un museo o una exposición de arte. Aquella noche,

sin embargo, sintió la incomodidad de saberse en un lugar

al que no pertenecía y en el que, secretamente, no era

bienvenido. El aire estaba embotado por el incienso y la

combustión de las velas, los rezos se arremolinaban a su

alrededor como insectos, atosigándolo; los sacerdotes, con

sus largas togas negras típicas en los ortodoxos, se


reunían en el altar mayor realizando sus extrañas

ceremonias.. Hasta la rígida mirada de la Virgen,

acechándolo desde los elaborados trípticos de plata y

piedras preciosas, parecía perseguirlo y repudiar su

presencia.

En un rincón, exactamente a la derecha de donde ellos

estaban parados, había un gran altar ardiente. Cientos de

pequeñas velas encendidas, según explicó Taehyung en

un susurro, por las almas de los muertos más amados. A la

izquierda de ese altar, una fogata distinta, un cáliz ardiente

al cual la gente se acercaba a arrojar pequeños pedazos de

papel.

–Escriben sus pecados y peticiones –susurró, señalando

unos canastos llenos de papeles en blanco y lapiceras,

listos para quien quisiera usarlos–, y luego los arrojan al

fuego. En realidad no significa nada, sólo una forma de

acercarse a Dios.

A Hoseok le gustó aquel gesto, era una buena metáfora, y

siguió con la mirada aquel rito mientras se acercaba con su


novio hacia el altar de las ánimas. Taehyung tomó una

cerilla y de inmediato prendió tres velas. Luego encendió

otra, aprisa, como si lo hubiera olvidado. “Padres, hermana

y sobrino” pensó Julien, abrazándolo con fuerza al tiempo

que sentía sus ojos llenarse de lágrimas al contemplar las

pequeñas llamas, tan cálidas y débiles como la propia vida.

Pobrecito su hermoso Taehyung, cómo sufría esas

pérdidas... Pero luego de un largo momento de meditación,

aún con el gesto dubitativo, lo vio encender otra vela,

aunque alejada de las anteriores.2

Se soltó de inmediato.

–Dime que no es para Yoongi –exigió con frialdad.

–...

–¿Por qué? ¿Por qué hacer algo en conmemoración de su

miserable alma? No te molestes prendiendo velas,

Taehyung, si existe vida después de esta, no habrá vela en

el mundo que lo saque del Infierno.

–…Es Dios el encargado de evaluar la balanza entre su

perversidad y su amor… conmigo saldó su cuenta.2


–Pero ¿por qué? ¿Por qué lo perdonas?

El rostro de Taehyung estaba contorsionado por la pena y

una extraña resignación. A la dorada luz de las velas,

Hoseok pudo reconocer algo de esa complicidad que había

visto entre él y Yoongi la noche de su muerte.

–Mi perdón no sirve de nada. Es Dios quien debe

perdonarlo –aseguró el rubio sin quitar la vista de las velas.

–No, te equivocas, tu perdón es el que más importa –

Hoseok parecía desesperado en el camino de explicar sus

sentimientos, el reflejo de las llamas danzaba dentro de sus

ojos negros como fuego en un mar de petróleo– Yo no creo

en Dios. O tal vez no quiero creer en Él ni admitir que sí

existe, porque entonces estaría en graves problemas...

–Estamos en graves problemas –confirmó Taehyung,

mostrando la mortificación que su credo le causaba–. No

creas que nos recibirán con los brazos abiertos al dejar

esta vida. Purgaremos eones en el Infierno, si es que algún

día salimos de ahí.1


–Eso no lo sé, y tú tampoco. Pero no me importan ninguno

de esos cuentos, para mí es sólo un montón de palabrería

inútil. Sólo tu perdón es importante para mí.

Con una mirada de cariño, el ruso pasó un brazo sobre sus

hombros y besó su frente.

–Entonces no tienes nada que temer, tú siempre tendrás mi

perdón –aseguró, apoyando su sien contra la cabellera

negra, mientras sus ojos azules volvían a perderse en el

fuego.

Hoseok también volvió su mirada a las llamas, aunque su

corazón lejos estaba de perder el temor. Un dolor

inexplicable comenzó a crecer en su pecho, y casi llegó a

pensar que era el anticipo de otro ataque convulsivo, pero

pronto comprendió que era algo mucho peor que eso: era

pánico y remordimiento. Pánico a perder lo que amaba,

remordimiento por no abrir su corazón como debía.

Casi con un sollozo de deshizo del abrazo que lo retenía y

se alejó unos pasos hacia la izquierda. Regresó trayendo

dos papeles y un par de lapiceras que yacían junto al cáliz


de fuego, haciendo señas para que se acercaran a un

grupo de pequeños bancos que aún permanecían vacíos.

–Si en verdad hay un Dios en el Cielo viéndonos en éste

momento, entonces sabrá que hago esto con las

intenciones más puras que he tenido en toda mi vida –

Taehyung se volvió a él, extrañado. Hoseok observó el

altar, como si buscara inspiración. Ahora sus rostros

estaban semiocultos en las sombras–. Te amo tanto que no

puedo seguir adelante sin confesarte algo primero, así que

tomaré éste papel, escribiré mi peor pecado en él, y en vez

de arrojarlo al fuego te lo entregaré a ti... si tú me perdonas,

no me importa que Dios no lo haga...8

–¿Y quieres que yo haga lo mismo?

–Sólo si tu quieres.

Taehyung tomó con calma la lapicera y miró el trozo de

papel en blanco entre sus manos.

–Juro que seré sincero, sin pensar en las consecuencias –

aseguró Hoseok, tembloroso, sus ojos brillantes de

lágrimas.1
–Yo también lo juro.

Sin reparar en donde se encontraban, ambos se inclinaron

hacia delante y sellaron su juramento con un beso en los

labios. Profundo, sincero, como si fuera a ser el último.

Luego cada cual se volcó a su confesión.

Terminaron de escribir al mismo tiempo y se miraron en un

silencio cómplice.6

–Antes de que lo leas quiero que sepas que te amo, y que

perdonaré lo que sea que hayas escrito en ese papel –dijo

Taehyung, mirándolo a los ojos.7

–Iba a decirte exactamente lo mismo –coincidió Hoseok,

sosteniendo la mirada.

Intercambiaron sus papeles simultáneamente, y se echaron

una última mirada de amor antes de leer...

Segundos después, el rostro de Taehyung se descompuso

de tal forma que pareció que iba vomitar. Sujetándose del

reclinatorio para no caer, resbaló hasta acabar de rodillas,

tapando su boca con una mano, escondiendo el rostro en la

cuenca de sus brazos.8


Hoseok, en cambio, parecía haber caído nuevamente en

coma, con las pupilas dilatadas y fijas en el papel que aún

sostenía entre sus manos. Su expresión era impenetrable.

Estaba paralizado.18

La gente continuó pasando a su alrededor como suaves

oleadas en el mar, moviéndose de un lado hacia el otro

susurrando sus plegarias. Las velas siguieron

encendiéndose en el altar iluminado, los pecados

consumiéndose en el fuego. Todo permaneció tranquilo y

normal en aquella antigua iglesia rusa. Nadie pareció notar

que Taehyung, casi arrastrando su cuerpo, abandonaba el

edificio dejando a Hoseok aletargado en el banco.


Final

Padre nuestro que estás en el Cielo...

Sí, Dios podía estar en el Cielo, pero el Diablo estaba en la

Tierra y esa noche tendría su festín.

Las plegarias se elevaban tan suaves y cadenciosas como

las aromáticas volutas que escapaban del ornado bracero

de plata, balanceándose en sensual danza, esparciéndose

lentamente hasta alcanzar cada rincón del templo. Fijos y

completamente ausentes, los opacos ojos de Hoseok eran

ciegos testigos de los minuciosos ritos en el altar mayor, de

cada devoto gesto que los sacerdotes hacían con sus

manos, de los recargados ornamentos, del brillo y la

opulencia. Un canto solemne comenzó a escucharse a lo

lejos y el aroma a incienso lo abordó al fin, envolviéndolo

con un velo etéreo que, a pesar de su calidez, escarchó su

alma como un manto de hielo.

Aquel abrazo fantasmal lo hizo estremecer. Los lienzos

misteriosos que cubrían su larga y trágica historia se

habían desplomado como los pétalos secos de una flor


muerta; el libro que la contenía, caído abierto en su última

página. Muy lentamente, Hoseok bajó la mirada hasta el

papel que sostenía en sus manos temblorosas. En él,

revestidas de un hechizo hipnótico, relucían las escasas

palabras de Taehyung, letales como una daga, simples

como un suspiro.

"No fue tu padre quien te atacó en el vestuario. Y tampoco

fue Yoongi. Fui yo."133

.. perdona nuestras ofensas...1

Fui yo... fui yo... El eco de aquellas palabras rebotaba una y

otra vez dentro de su cabeza, como si estuviera

completamente vacía excepto por esa maldita confesión.

Como si hubiera encajado la última pieza del

rompecabezas, todo cobró sentido con espantosa

velocidad. "Todo esto es mi culpa". ¿Cuántas veces había

dicho Taehyung esa frase cuando él sufría las

consecuencias de sus lesiones? "No es necesario que

recuerdes, es mejor que no pienses en eso" decía siempre

que él se esforzaba por llenar los huecos en su memoria...


Fue el último que recordaba haber visto en el vestuario, lo

vieron salir del estadio enajenado, es zurdo como dijeron

los peritos que era el atacante... Oh, Dios... tantas cosas

que ahora caían en su sitio, como si hubieran sido

demasiado obvias desde el principio...18

Lánguidamente, la mirada de Hoseok fue desviándose

hacia el suelo. El otro papel yacía arrugado a poca

distancia de su pie. Había caído de las manos de Taehyung

en el mismo momento en que éste se derrumbaba sobre el

reclinatorio, y allí había quedado, abandonado sobre la

oscura tabla de madera, revelando en silencio su secreto

mejor guardado.

"La investigación fue todo una farsa armada con mi madre.

Sabíamos desde el principio quién había matado a tu

familia y no fue Yoongi. Fuimos mi padre y yo. Y fue idea

mía"124

...como también nosotros perdonamos a los que nos

ofenden...
El baile de máscaras había llegado a su fin. Sus

verdaderos rostros habían sido descubiertos, y la

revelación era tan sorprendente como monstruosa. Ahora

las manos que no habían vacilado a la hora de matar, que

no habían flaqueado en el momento de clavar un puñal en

el vientre de una embarazada, temblaban al sostener un

simple pedazo de papel.

...no nos dejes caer en la tentación...

Pero la venganza llamaba a con la irresistible seducción de

una muchacha en celo, hambrienta de castigo y redención,

sedienta de sangre y lágrimas.

...y líbranos del mal...

Líbranos del mal, imploraban todos los presentes, pero el

mal ya se había desatado. Abandonando su disfraz en

aquel banco, Hoseok arrugó el papel entre sus manos, lo

arrojó al suelo, y enardecido por la furia, se precipitó hacia

la salida.

... Amén.

***
-¡¡Taehyung!! ¡¡Taehyung!!

A pesar de sus profundas heridas, Hoseok dejó claro que

todavía tenía buenos pulmones. La gente comenzó a

mirarlo de mal modo aún antes de que derribara a un

anciano al piso y que casi tumbara a tres personas más al

abrirse paso hacia la calle. Los gritos y reproches no se

hicieron esperar, pero fueron inútiles; se había vuelto

totalmente ciego y sordo al mundo que lo rodeaba.

Cuando el viento frío del exterior golpeó su rostro, entornó

los ojos en busca de su único objetivo. Lo vio al final de la

gran escalera de piedra, y de inmediato se echó tras él,

saltando los escalones de tres en tres para acortar la

distancia que los separaba.

-¡Alto ahí, maldito! -gritó a todo pulmón, mientras bajaba

como un huracán. Taehyung se detuvo en seco, pero no se

volteó a verlo-. Enfréntame, hijo de puta -lo increpó al

llegar, aferrándolo violentamente de un brazo para volverlo

hacia él.
Taehyung se deshizo de su mano con un gesto brusco y la

expresión más homicida que jamás le hubiera visto. Un

fuego asesino llameaba en el interior de sus ojos,

volviéndolos hielo ardiente, una energía tan incontenible

como peligrosa, a punto de estallar de un momento a otro.

-No te atrevas a volver a tocarme -lo amenazó con una voz

que no era suya, y luego de sostenerle la mirada por unos

segundos interminables, continuó bajando las escaleras en

dirección al auto estacionado. Hoseok lo siguió con la

mirada, agitado, los dientes apretados. No iba a dejarlo ir,

aunque para detenerlo tuviera que asesinarlo allí mismo.

-¿Te vas? ¡¿Te escapas, cobarde?! -comenzó a hostigarlo,

echándose a andar tras él, mientras Taehyung buscaba las

llaves en su bolsillo, ignorándolo-. ¿Qué va a hacer? ¿Vas

a ir a buscar tus patines para atacarme de nuevo o irás a

lloriquear a los brazos de tu amiguito Seokjin? -Taehyung

se detuvo un instante, clavándole una mirada envenenada,

pero continuó girando el manojo de llaves en sus manos.

Hoseok sonrió, un brillo insano bailando en sus ojos-. Eso


te gustaría, ¿verdad? -insistió maliciosamente-. Que te

consuele y de paso que te la meta hasta la garganta...

Vamos, ve, ¡hazlo! Acuéstate con él, con su esposa,

ahógate en vodka mientras los filmas haciéndote el amor,

¡has lo que quieras! Sólo adviérteles el pequeño detalle...

¡que puedes asesinarlos luego de poseerlos! ¡Hijo de puta!

La gente en la calle, más los que habían salido del templo

alertados por los gritos y el pequeño caos que había

armando Hoseok en la puerta, los miraban sin disimulo.

Murmullos como "patinador" y "campeón olímpico"

comenzaron a llegar a oídos de Taehyung; era evidente

que los estaban reconociendo.

-Deja de gritar y sube al auto -ordenó en un susurro

cargado de odio, mirando de reojo a su alrededor, con las

mejillas ardiendo por el rencor y la vergüenza.

-¡¿No quieres que grite, eh?! -exclamó Hoseok aún más

fuerte-. ¡¿Temes que se enteren de lo que hiciste?!

-¡¿Quieres que yo comience a gritar lo que tú hiciste?! -

rugió entonces Taehyung, tan violento y sorpresivo que


Hoseok quedó tieso mirándolo. Ahora cuatro o cinco

personas se habían detenido a observarlos de cerca,

mientras los cuchicheos entre los demás se extendían

como reguero de pólvora-. Créeme que no te conviene. No

cuando ellos pueden entenderme a mí y a ti no. Así que

cierra la maldita boca y sube al auto. Ahora.

Sin esperar la respuesta, Taehyung abrió la puerta de su

automóvil y se subió sin decir una palabra más. Hoseok

miró a su alrededor. Las miradas de desprecio se iban

multiplicando, y todas en su dirección. Maldijo, primero en

susurros y luego a los gritos. Hasta que finalmente rodeó el

auto y subió azotando la puerta.

Retomaron el camino sumidos en un frágil mutismo.

Hoseok se mantenía en su asiento a duras penas, preso de

una cólera que deseaba descargar a puñetazos, convertir

su ira en dolor ajeno, tomar a su acompañante y molerlo a

golpes hasta ya no poder mover sus nudillos

ensangrentados.2
Taehyung, en cambio, aunque temblaba de pies a cabeza,

mantenía la mirada fija al frente y las manos firmes sobre el

volante. Su aparente calma era una farsa evidente. No

necesitaba gritar para expresar su rabia, ni mudar su

expresión indiferente para mostrar la violencia que lo

consumía. Igual que una cobra, cuanto más inmóvil

permanecía, más peligroso era.

-No puedo creerlo -dijo al fin, como si pronunciar cada

palabra fuera una tarea titánica-. No logro entender cómo

puede existir alguien tan mal nacido como tú.

-¿No te parece irónico que seas justamente tú quien diga

eso? -replicó Hoseok con los ojos encendidos, indignado.

-¿Cómo... cómo fuiste capaz de hacerme algo semejante? -

gimió Taehyung con los ojos inundados.

-Insisto, ¿y tú lo preguntas?

-¡Cómo te atreves a comparar tu actitud con la mía!

Maldito, ¡maldito asesino! Yo... no puedo... ni siquiera

encuentro palabras para describirte. Me hiciste daño desde

el comienzo, incluso antes de que te dirigiera la palabra...


Mi familia, ¿cómo pudiste matar a mi familia? ¡Cómo

pudiste ser tan cruel! Y yo preocupándome por ti, hijo de

puta -sollozó Taehyung, apretando los ojos con fuerza al

recordar cómo había comenzado su acercamiento luego de

aquella presentación en Alemania, donde ese chiquillo

maltratado por su padre había despertado su compasión

más profunda-. Yo pensando en tu salud y tú me habías

dejado huérfano...

-No quieras jugar el papel de virgen violada. Que de

casualidad no hayas logrado matarme no te hace menos

asesino que yo.3

-¡Yo no te había hecho nada!

-¿Acaso sabías que yo sí? ¿Qué razones tenías tú en ese

entonces para lastimarme, para...

-¡Cállate! -bramó Taehyung, interrumpiéndolo-. ¡Cierra tu

maldita boca! Guardarás silencio y escucharás todo lo que

se me antoje decirte -amenazó, apuntándolo con un dedo,

desviando la vista del camino por primera vez para clavarla

sobre él como puñales al rojo vivo. El auto se salió de


control por un momento, y Hoseok permaneció en silencio

por miedo a que la discusión derivara en un choque-. ¡¿Por

qué?! -volvió a gritar, tembloroso-. ¡¿Qué diablos te había

hecho yo para que me arruinaras la vida de esa forma?!

¡¿De qué era culpable entonces?! -los sollozos de

Taehyung eran violentos y el llanto tan abundante que

dificultaba su visión para conducir-. Yo sólo patinaba sin

hacerle mal a nadie -se lamentó con dolor, secándose las

lágrimas con el dorso de la mano, hipando como un niño-.

Triunfaba por mis propios méritos, jamás dañé ni boicoteé a

ninguno de ustedes para ganar. ¡Maldito seas Hoseok, si ni

siquiera tenía en cuenta que existías! Eras uno más... uno

más de tantos otros...

La velocidad seguía aumentando. Hoseok, agitado,

apretaba las mandíbulas observando las inestables manos

del rubio sobre el volante y la saña con que presionaba el

acelerador. El recuerdo de la cantidad de alcohol que éste

había bebido aquella noche le obligó a tragarse sus

palabras.
-¿Disfrutaste matando a mi familia, degenerado?

-Deja de decir idioteces.

-¿Cómo lo hiciste?

-Detén el auto.

-¡Dime cómo demonios lo hiciste!

-¿Acaso no leíste tú mismo el informe del forense?

-¿Y acaso no acabas de decirme que fue todo una farsa

armada por ti y la perra de tu madre? -repreguntó

Taehyung con el rostro encendido. Hoseok resopló,

apretándose las sienes con fuerza.

-Eso es verdadero... los documentos son verdaderos... sólo

que la forma de obtenerlos fue otra...

-Y me imagino que las notas tomadas por tu abnegada

madre también son verdaderas, ¿no es así? Oh, sí, no lo

dudo... era una hija de puta, igual que tú... Dios, con esos

dos padres, ¿por qué no ibas a ser igual de mal nacido que

ellos? Cómo pude ser tan estúpido, Señor, era evidente

que el fruto de esa mierda sería una calaña como tú.


-Por lo visto no siempre sucede eso. Tus padres parecían

buena gente, y mira la alimaña traicionera que tuvieron por

hijo.

-¡Si te parecieron tan buena gente por qué los mataste, hijo

de puta!

El auto ya era un huracán negro circulando desbocado por

las calles de la ciudad. Hoseok añadía a los nervios de la

discusión la visión de verse estrellados contra algún poste

de iluminación. Por suerte, los escasos automovilistas que

se habían cruzado en su camino se habían desviado, o

Taehyung los había esquivado a una distancia tan corta

que daba espanto.

-Mi padre no, él era un hombre fuerte, jamás podrías

haberlo vencido -aseguró el rubio con los ojos rojos y los

dientes apretados-. Pero mi hermana y mi madre... ellas

eran un blanco fácil para ti, ¿verdad? A ellas sí las

asesinaste tú -aventuró, sin saber que con su lógica había

llegado a la verdad-. Mujeres indefensas... tú sí que eres


valiente, maldito seas... ¿Te excitaste apuñalándolas?

¿Acaso te masturbaste sobre el cadáver de mi hermana?

-¡Ya basta, Taehyung, basta! ¡No soy un psicópata ni un

depravado, no soy una bestia sin sentimientos, deja de

decir eso! -exclamó Hoseok de súbito, y los ojos le brillaron

por las lágrimas contenidas-. No sentí placer haciéndolo,

¡qué diablos crees que soy! No sabes cómo he sufrido, no

tienes idea de lo que ha significado esto para mí... me

destrozó por completo. Mi humanidad murió con ellos, no

he vuelto a tener un momento de paz en la soledad de mi

alma desde ese día. ¿Por qué crees que no quería venir a

Rusia? Porque no soportaba la idea de volver a éste país,

porque todo me recordaría a ellos, a aquel día, a tu casa, a

sus ropas, sus voces... He pasado años intentando borrar

esas imágenes de mi mente, convenciéndome de que

nunca fueron reales, y por algún tiempo lo logré... pero los

ojos doloridos de tu madre quedaron impresos a fuego en

mi alma; el llanto, los gritos y las súplicas de tu hermana

me perseguirán por siempre... No Taehyung, las cosas no


fueron tan sencillas como tú piensas, no sabes lo que fue, y

sigue siendo, lidiar con esa culpa.

-¡No, yo sólo sé lo que es lidiar con el dolor de que me

hayas quitado a mi familia! No seas sádico, Hoseok, no

pretendas que te tenga lástima. ¿Qué vas a decirme, que

tu padre te obligó a hacerlo? ¡Tú mismo dijiste ser el que

ideó el plan, el que tuvo la idea de matarlos!

-¡Sí, lo hice, pero también es verdad que mi padre me

obligó! Sí... me obligó al dejarme inconsciente a golpes

cada vez que tú me ganabas, me obligó al repetirme tu

nombre cada vez que fallaba en algo, me obligó al exigirme

hasta no poder más sólo porque tú constantemente

llegabas más lejos que yo. Siempre fuiste la representación

de mi fracaso, Taehyung, nunca entenderás hasta qué

punto mi padre me torturaba contigo.

-Y eso justifica que yo tuviera que sufrir.

-No, claro que no... pero entiende que él me forzaba

continuamente a buscar la forma de derribarte, de sacarte

del camino para siempre, de destruirte.


-Y no se te ocurrió mejor idea, ¿no?

-Pensé que devastándote emocionalmente te haría fracasar

en el hielo. Nunca entendí por qué no funcionó -admitió,

recordando la perplejidad de entonces-. Sólo en Munich,

cuando hablaste con mi madre en el bar, ella descubrió por

una pregunta que te hizo, que no sabías nada de lo que

había sucedido. De alguna manera habían logrado

ocultártelo (sin dudas tu entrenador), así que todo había

sido en vano. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de

armar una falsa investigación con los datos que teníamos,

para poder defendernos y hundir a Yoongi al mismo tiempo,

en caso de que tú te enteraras de la verdad.

-¿Lo hiciste sólo para... para poder ganarme en las

competiciones?

-Sé que todo fue una locura -continuó Hoseok, al ver la

cara de abatida incomprensión del rubio-, pero estaba

desesperado, Taehyung. Tenía 16 años, ¿acaso crees que

poseía plena conciencia de lo que estaba haciendo? ¿Que


pude comprender en ese momento las consecuencias

irremediables con las que cargaría el resto de mi vida?

-No, si puedo imaginarme la situación: un pobre niño

inocente que no tenía más remedio que obedecer a su

malvado padre -afirmó Taehyung, su voz cargada de

sarcasmo y dolor-. Igual que en Munich, ¿verdad? Cuando

fuiste a mi hotel a matarme a sangre fría, como habías

hecho antes con mi familia... Pero claro, aún entonces eras

muy pequeño para distinguir el bien del mal, ¿no es así?

Vaya, no sé cómo pude acostarme esa noche con un niño

tan inocente. Tal vez lo hayas hecho por no tener religión,

me imagino que al no leer la Biblia nada sabías de ese

pequeño mandamiento que dice "no fornicarás", ¿lo

conoces? Está cerca de "no matarás".

-No vengas a darme clases de moral, Taehyung. Hablas de

sangre fría, ¿acaso olvidas que te vi destrozarle la cabeza

a mi padre de un balazo, sólo para que no divulgara tu

crimen? Mira quién habla de ser sádico... me dejaste tirado

en el piso, medio muerto, abandonado a mi suerte, y luego


te instalaste a mi lado a darme ánimos para vivir. Estás

enfermo, totalmente loco si en verdad te crees más

inocente sólo por el hecho de que sobreviví de milagro a lo

que me hiciste... Y ya baja de una vez la maldita velocidad -

murmuró, tensionado, viendo con temor lo rápido que

dejaban atrás a los otros autos, pequeñas luces rojas

apareciendo ante ellos, y en un santiamén, perdiéndose en

la oscuridad.

Lejos de hacerle caso, Taehyung apretó con más fuerza el

acelerador.

-¿Sabes que las estadísticas indican que para éstas fechas

festivas es cuando más se incrementan los accidentes

automovilísticos? -preguntó de pronto, con la voz

peligrosamente suave-. Las prisas, el alcohol, el exceso de

velocidad...

La respiración de Hoseok comenzó a agitarse, sus ojos

fijos en la pequeña porción de pavimento iluminado frente a

ellos a cada paso que daban. Si no aminoraban la

velocidad, convertirían esa estadística en un dato


espantosamente real. En un gesto casi automático se quitó

los lentes y afirmó su cinturón de seguridad.

-El asiento más inseguro de todo auto es el del

acompañante -continuó Taehyung, comentando tranquilo,

como si en aquella ruleta rusa él no estuviese también en

peligro mortal-, sobre todo en uno como éste, donde el

conductor es el único que tiene airbag...

Por la contracción de sus facciones, al parecer Hoseok no

estaba enterado de ese pequeño detalle. Muy lentamente,

intentando ocultar su expresión de terror, volvió el rostro

hacia la izquierda. Taehyung lo miró, y su sonrisa no por

pequeña fue menos demencial. Un electrizante escalofrío lo

hizo estremecer.

-¿Qué vas a hacer? -llegó a preguntar, pero ya era

demasiado tarde para una respuesta. Acrecentando su

extraña sonrisa, Taehyung tomó el volante de lado y con un

movimiento brusco viró en contramano, adentrándose en

una de las avenidas más concurridas de San Petersburgo...


Podrían haber muerto en ese instante de no ser por los

reflejos del conductor con el que se encontraron de frente,

que desvió su trayectoria a último momento, subiéndose a

la acera, arrasando con el escaparate de varios comercios.

-¡¡¡Qué demonios estás haciendo!!! -aulló Hoseok,

desesperado, sujetándose de donde le era posible,

gritando como un condenado ante la visión aterradora de

decenas de luces avanzando de frente a ellos, un concierto

de bocinas y frenadas, haces luminosos pasando a su lado

como relámpagos. Taehyung, sin embargo, enfrentaba a

esa temible horda de acero con la mirada concentrada y

firme, sin aminorar la velocidad ni cambiar de rumbo,

decidido a estrellarse de lleno contra el primero que no se

moviera, y a llevarse a quien fuera necesario en su loca

carrera hacia la muerte.

-¡¡¡Sal de aquí!!! ¡¡¡Sal ya!!! -seguía gritando Hoseok,

enloquecido por obligarlo a cambiar de rumbo, y al mismo

tiempo buscar la manera de protegerse de la inminente e

inevitable colisión que sin dudas le costaría la vida.


-Como gustes...

Taehyung dio otro violento volantazo que hizo a Hoseok

golpear su costado duramente contra la puerta. Las

enceguecedoras luces fueron reemplazadas en un instante

por una densa oscuridad, y de pronto... la frenada, tan

súbita que la chirriante fricción de las llantas obligó al

castaño a protegerse el rostro con los brazos,

preparándose para el impacto...

Se detuvieron de forma tan brusca que su cuerpo se

desplazó por inercia hacia delante, y luego rebotó contra el

respaldo del asiento. Su cuello hizo un movimiento de látigo

tan fuerte que su visión se volvió negra por un momento,

para luego iluminarse por el estallido de cientos de chispas

blancas, antes de volver a recuperar lentamente el

contorno de las cosas. De inmediato se llevó una mano a la

nuca y otra a la región lumbar, donde un dolor extraño se

irradió por toda su columna hasta perderse en intensidad

hacia sus extremidades. Aterrado ante la idea de quedar

paralizado, exhaló el aire contenido y respiró profundo.


Luego, con mucho cuidado, balanceó suavemente la

cabeza de un lado a otro. Podía mover las manos y las

piernas, electricidad y profundos pinchazos le recorrían las

yemas de los dedos. Por primera vez el dolor era un buen

síntoma. Vaya que eran drásticas las formas que tenía Dios

de demostrarle que sí existía.

Una vez que se cercioró de encontrarse en buen estado,

volvió la mirada hacia su acompañante. Taehyung estaba

inmóvil y caído sobre el volante, con un brazo doblado

sobre su frente como si hubiera querido protegerse la

cabeza en el último instante. "Se desnucó" pensó con la

respiración entrecortada, pues el famoso airbag no se

había abierto y una gruesa gota de sangre chorreaba por

su frente. Pero entonces el rítmico movimiento de su

espalda le indicó que respiraba. No estaba muerto. Las

lágrimas que rodaban suaves por sus mejillas se lo

confirmaban.4

El silencio fue ensordecedor a comparación de los

enloquecidos bocinazos que los habían rodeado en la


avenida como un enjambre de abejas enardecidas. Aquella

callejuela estaba oscura y desierta, y nadie venía

persiguiéndolos, ni para bien ni para mal. Al parecer, a los

ojos de aquellos desconcertados automovilistas, ellos se

habían esfumado tan rápido como había aparecido.

Taehyung cruzó sus brazos y acomodó la cabeza entre

ellos, como si se dispusiera a dormir. La luz amarillenta del

farol público más cercano alumbraba su rostro, mostrando

una herida pequeña aunque profunda en su frente, casi en

el nacimiento del cabello, pero él parecía no haberla

notado, o la ignoraba por completo. En sus ojos ya no

brillaba esa luz demencial; por el contrario, parecía

cansado y soñoliento, totalmente agotado.

-Y todo por unas medallas -concluyó casi en un suspiro,

abandonado-. Todo por unas malditas y estúpidas

medallas.

Hoseok no respondió. Hubiera querido gritarle que no, que

no fuera tan idiota, que no se había arruinado la vida sólo

por tal ridículo objetivo... pero no pudo. No pudo porque al


fin y al cabo era verdad. El dinero de los premios era un

incentivo, sí, pero había entregado su vida para obtener el

honor que daban esas pequeñas glorias colgadas al cuello,

se había manchado las manos y el alma con sangre por

ellas, y casi había perdido la vida por esas malditas

medallas... ¿o no?

El corazón comenzó a latirle nuevamente con mucha

fuerza. ¿Qué competidor se deshace de sus rivales cuando

ya ha ganado el premio? Por más infame y despreciable

que fuera, él tenía una razón para hacer lo que había

hecho. Pero ¿cuál era la excusa de Taehyung?

-Ahora es tu turno de decirme por qué lo hiciste -exigió al

fin, con una voz monótona e inexpresiva.

Taehyung cerró lentamente los ojos; no parecía dispuesto a

responder. Hoseok aguardó, mirándolo en silencio. Le

parecía imposible que ese rostro fino pero masculino, en el

que tantas veces se había perdido embelesado, que había

besado centímetro a centímetro con un amor que quitaba el

aliento, ahora fuera capaz de despertar en su interior un


fuego tan distinto al de la pasión y el deseo. La intriga

había dado paso al odio, y ahora el odio al dolor.

-¿Te lo ordenó Yoongi?

Silencio, y una vaga negación con la cabeza.

-¿Lo hiciste para sacarme del medio? ¿Te estaba

estorbando demasiado en las competiciones?

-Ya te lo dije, nunca recurrí a nada más que a mi esfuerzo

para ganar.

-Entonces fue por venganza, ¿verdad? Viste la oportunidad

y decidiste hacerme pagar.

-¿Cómo diablos iba a hablar de venganza cuando no sabía

lo que me habías hecho?

-¡¿Entonces qué fue?! Dame tus razones, dime algo que

tenga sentido... explícame por qué demonios querías

verme muerto -sollozó, al fin liberando las lágrimas que

había contenido desde que salieran de la iglesia-. ¿Por

qué? Luego de esa noche juntos, luego de haber estado

tan... -Hoseok ahogó su llanto con una mano, desviando el

rostro hacia la ventanilla mientras las lágrimas caían de sus


ojos cerrados. No podía hablar, el dolor era demasiado

grande-. Dios... ¿cómo ese encuentro pudo engendrar

sentimientos tan opuestos?... yo sintiéndome en la cima del

mundo, creyendo que había encontrado la verdadera

felicidad, lo más perfecto, que nunca más estaría solo, y

tú... tú planeando cómo asesinarme... -Taehyung continuó

inmóvil, sujetado del volante con el rostro hundido entre los

brazos-. Sólo dime por qué -insistió Hoseok, volviendo

hacia él sus ojos llenos de lágrimas-. Dime cómo fue que

mientras yo me enamoraba hasta los huesos, tú pasabas

de no notarme a odiarme de esa forma. Dime por qué.

-¡No sé por qué! -gritó Taehyung de pronto, levantando la

cabeza tan rápido que Hoseok se echó hacia atrás,

asustado-. ¡No sé por qué lo hice, no lo supe entonces y no

lo sabré nunca!

Seguía tembloroso, pero su llanto había cesado. Ahora sus

ojos enrojecidos y afiebrados se perdían en la nada, como

si estuviera rebobinando sus memorias, concentrándose en

la lectura de sus evocaciones, retrocediendo en el tiempo


hasta aquel fatídico día en que las vidas de ambos habían

cambiado para siempre.

-No puedo recordarlo -admitió, dejándose caer sobre el

respaldo, congestionado de tanto llorar, la sangre de su

herida cayéndole lentamente por el rostro-. Entenderás

cómo pasó, o sabrás de qué te hablo al menos, porque me

has visto hacerlo cientos de veces. Me enfurezco,

comienzo a enervarme mientras intento mantenerme

impasible y controlado, escondo mis sentimientos tras un

muro, hago lo imposible por volverme de hielo, hasta que

ya no aguanto más y estallo. No sé qué sucede entonces,

no tomo conciencia de mí mismo hasta segundos o minutos

después... Siempre ese tiempo ha sido fatal. Lo fue con tu

padre, lo fue contigo. Y desde destrozar mi teléfono celular

a destrozarte la cabeza a ti, he destruido infinidad de cosas

en mi vida...1

Hoseok permanecía inmóvil, con la espalda pegada a la

puerta, como si estuviera dispuesto a atacar o defenderse

en cualquier momento. Sólo sus ojos se movían inquietos


en la oscuridad, rememorando la cantidad de veces que

había visto a Taehyung en aquella actitud desquiciada, que

sólo duraba unos segundos, pero que lo transformaban en

alguien completamente diferente. El brillo extraño en sus

ojos, la mirada ausente, el exceso de energía, la violencia

inusitada... ¿Cuántas veces lo había visto explotar así?

¿Cuántas otras había sentido la amenaza, la tensión crecer

como un volcán a punto de entrar en erupción, para

después verlo aplacarse, lentamente, como el bajar de la

marea? "Tenía una expresión extraña, el rostro rígido y

algo pálido, con los ojos encendidos y ausentes" Eso

habían dicho los testigos, eso había leído en la causa. Él

mismo había visto esa ausencia total de conciencia al

momento de dispararle a su padre...

-No sé por qué lo hice -insistió Taehyung sin mirarlo,

resignado, como si recibiera con cierto alivio el poder al fin

confesar su gran pecado-. Que ya nunca más volvería a

estar solo, esa fue la sensación que tuve luego de hacer el

amor contigo -coincidió, observándolo brevemente, para


volver a desviar su mirada hacia la oscuridad-. Tan

profundo era el sentimiento que no consideré ni por un

momento que no querrías estar conmigo. Pero luego

estabas allí, golpeándome, insultándome a pesar de que te

daba todas las respuestas que eran obvias...Me rechazaste

-dijo entonces, como si en todo aquel tiempo transcurrido

aún no hubiera podido digerir la situación-. Me

rechazaste.13

La ciudad había desaparecido. Ni un sólo ruido traspasaba

los límites de aquel vehículo, transformándolo en una

cápsula atemporal en donde ambos desangraban sus

corazones envenenados. Continuo e incesante el fluir de

esa herida abierta hacía tanto tiempo, y que recién ahora

podía drenar su dolor.

-Recuerdo haberme ido, pero no recuerdo haber regresado

-confesó el rubio, con la mirada fija en sus manos

temblorosas-. Sólo sé que de pronto te vi en el suelo,

ensangrentado y con mi patín clavado en la espalda. Miré a

mi alrededor, todo estaba cubierto de sangre, incluso mi


rostro, mis manos, mi ropa -y cerró los ojos, como si

aquella visión todavía le resultara demasiado increíble-. Me

incliné sobre ti, tiré del patín y al quitarlo la sangre manó

como de una fuente. Intenté detener la hemorragia

presionando mis manos contra la herida, pero tu ropa se

empapaba y la sangre seguía saliendo sin control. Estaba

tibia, y resbalosa, y...3

Hoseok se arrebujó en el asiento, descompuesto, mientras

Taehyung se cubría el rostro, horrorizado por sus

recuerdos.

-¿Por qué no pediste ayuda? -quiso saber, preguntando en

un susurro entrecortado.

-Creí que estabas muerto, estaba seguro de eso. Y de

haberme quedado alguna duda ni loco hubiera ido en

busca de nadie, hubiese sido ponerme la soga al cuello y

tirar yo mismo de ella -Hoseok lo miró atónito, pero

Taehyung continuó su relato sin prestarle atención-. No

pude mirar más. Comprendí que no debía perder más

tiempo, así que me lavé con mucho cuidado, limpié mis


huellas, me quité la ropa y la arrojé en mi bolso junto con

los patines. Volví a ponerme el traje de competición, me

cubrí con la campera y huí de allí.

El relato de aquella actuación a sangre fría dejó sin habla a

Hoseok. Por alguna razón hubiera preferido escuchar el

plan de un ataque con alevosía y no ese acto de egoísmo y

desinterés por parte de hombre al que había entregado su

cuerpo y su alma. Lejos de sentirse ofendido por la

agresión, sintió el profundo dolor del abandono y de su falta

de amor. Cuando pensaba que ya nada podría herirlo, una

nueva puñalada atravesaba su corazón.

-Al llegar al hotel escondí todo debajo de la cama -continuó

Taehyung, incapaz de detener su confesión-. Pasé dos

horas bajo la ducha, bebí una botella de vodka, tomé

pastillas para dormir y me acosté a esperar el sueño o la

muerte, lo que fuera que llegara primero. No fue hasta la

noche siguiente, cuando desperté, que me enteré de que

estabas vivo.
La pausa fue tal vez para ver por qué Hoseok estaba tan

silencioso. La verdad era que el castaño estaba acurrucado

contra la ventanilla, con una mano cubriendo su boca y la

mirada más encendida que Taehyung le hubiera visto

jamás. El ruso comprendió que aquella sería su última

oportunidad de hablar; no podía desaprovecharla.

-Cuando comprendí que aún estabas vivo, sentí que era

Dios que me daba una segunda oportunidad. Una

oportunidad para enmendar mi error, para salvarte, y

también para salvarme a mí mismo. No voy a mentirte, no

sabía en ese momento que eras el amor de mi vida y que

querría estar junto a ti para siempre... eso no lo supe hasta

mucho después... pero sí supe que lo que había sentido

contigo no lo había experimentado jamás con nadie, y no

iba a permitir que te me escaparas de entre las manos por

segunda vez. Iba a ir a ese hospital a verte, e iba a lograr

que salieras de allí caminando, costara lo que costara.6

Cuando hurgué bajo la cama, las cosas habían

desaparecido -continuó luego de una breve pausa-. Casi


me muero al pensar que el servicio de limpieza del hotel lo

había tomado, pero luego llegó Yoongi y sin decir una

palabra me entregó mis patines. Estaban perfectamente

limpios y les había colocado hojas nuevas. "No podías

patinar con el filo en ese estado". Eso fue lo único que dijo,

y no me permitió agregar nada más. Nunca volvió a tocar el

tema, y yo tampoco lo hice -admitió con un dejo de

vergüenza-. Él lo sabía -aseguró, y sus ojos brillaron con un

amor imposible de ocultar-. Lo supo todo el tiempo, y sin

embargo jamás me insinuó nada, ni en la más secreta

intimidad. Siempre me encubrió, siempre... aún después de

que lo abandonara, de que le dijera las cosas horribles que

le dije... -Taehyung hundió el rostro entre las manos. Un

nuevo dolor se agregaba a su lista de remordimientos, el de

haber hecho sufrir a Yoongi cuando no se lo merecía-. Por

qué lo perdonas, me preguntaste en la iglesia. Lo perdono

por eso. Porque a pesar de todo, me amaba, me amaba de

verdad, y me protegió con su vida. Esos disparos eran para


mí... eran para mí... Oh, Yoongi, mi dulce Yoongi, era

inocente de todo lo que lo acusaste. ¡Era inocente!52

-Claro, muy inocente, porque los policías alemanes

murieron de gripe, ¿no?10

-¡Eso lo hizo para traerme un poco de justicia! Para

vengarse de lo que tu padre, y seguramente tú también -

agregó con odio- habían mandado hacerme.

-No digas estupideces, Taehyung. Gracias a ti me estaba

muriendo, ¿cómo crees que pude decidir algo? Yo no tengo

la culpa de que burlaras a la ley y te castigaran por ello.

-¡Me arriesgué por ir a verte a ti! "Por favor, salva a mi hijo,

sólo tú puedes sacarlo de esto" -recitó, emulando la voz de

la difunta madre de Hoseok-. Dios, no puedo creer que

haya sido tan estúpido de caer en la trampa.

-¡Lo que te llevó a ese hospital no fue el amor por mí, sino

tu cargo de conciencia!

-¡Lo hice por ti, maldito! Fui a verte porque, según tu

madre, te morías. Me torturaron, me violaron salvajemente

por tu culpa, y ni siquiera lo reconoces.


-¿Qué quieres que reconozca? ¿Tus patéticos intentos por

borrar lo que habías hecho? ¿Por ocultar ante el mundo la

basura que eras?1

-Créeme, si hubiera sabido entonces lo que sé ahora, no

me hubiera molestado en enmendar nada. De hecho, no

hubiese sido necesario, pues hubiera acabado contigo esa

misma noche.

-De todos modos no necesitaste muchas excusas,

¿verdad?

-Muchas menos de las que necesitaste tú para asesinar a

una familia inocente y destrozarme la vida.

Las miradas se dirigieron, furiosas, en direcciones

opuestas. Ambos ardían de dolor, profundamente

ofendidos. Habían llegado a un punto muerto de imposible

retorno.

"Mi vida destruida por despecho" pensó Hoseok, soñando

con la gloria que ya nunca alcanzaría, recordando con

nostalgia y tristeza su salud de antaño, su cuerpo de atleta,

su nombre escrito en oro en la historia del patinaje artístico.


"Mis afectos muertos por envidia" pensó a su vez

Taehyung, recreando en su mente las tiernas imágenes de

su infancia, extrañando, en un súbito arrebato de cariño, los

abrazos de su padre y los besos de su madre, evocando la

sonrisa de su hermana, imaginando a ese sobrino que

nunca vería nacer.

-Jamás podré perdonarte.17

-¿Acaso crees que me importa? Te odio.

-...

-...

-¿Tienes algo más que decir?

-No.

Taehyung suspiró, en un gesto de aceptación. Luego, tras

un suave movimiento de su mano sobre el tablero, las

trabas de seguridad de las cuatro puertas saltaron con un

ruido seco. Hoseok echó un vistazo a su puerta libre y

comprendió. La indirecta había sido clara: era el fin, debía

bajarse.
Tuvo un pequeño momento de indecisión, un imperceptible

titubeo antes quitarse el cinturón de seguridad, cerrarse la

campera hasta el cuello y bajar del auto. El aire frío lo

recibió como una cachetada, pero igual azotó la puerta con

desprecio, sin volver la mirada.

De inmediato se echó atrás, escabulléndose en el

escaparate de una tienda cerrada. No fuera a ser cosa que

ese Taehyung desquiciado se abalanzara sobre él con

coche y todo, y lo dejara como estampilla contra la pared.

Pero a sus fantasías asesinas les sobrevino el silencio y la

tranquilidad. El auto se puso en marcha con inquietante

lentitud, y se perdió en la oscuridad. Nada más.

Luego de eso, todo fue silencio. Hoseok se encontró

escuchando el sonido de su propia respiración. Su aliento

se materializaba frente a sus labios mientras el frío le

calaba los huesos. De pronto comprendió la grandeza de la

soledad que lo rodeaba. No era hallarse solo en la ciudad

lo que lo asustaba, pues ya muchas calles le eran

familiares. Tampoco lo amedrentaba contar sólo con unos


pocos rublos en su bolsillo. Ni siquiera la terrible

perspectiva de que su estadía en aquel país ya no tenía

sentido lo ponía nervioso, pues todo se había derrumbado

demasiado rápido como para comprender el alcance de su

desgracia. La realidad más inmediata que aterró a Hoseok

fue saber que dependía de su rudimentario vocabulario en

ruso para dar el primer paso hacia su incierto futuro. La

experiencia le había enseñado que era un mito la idea de

que siempre hallaría a alguien que hablara inglés y

estuviera dispuesto a ayudarlo; sus expediciones en

solitario habían sido un fracaso, si no contaba con la ayuda

de Taehyung o Jisoo no era capaz ni de comprar un dulce.

Echó a andar contra el viento, con las manos en los

bolsillos y el corazón golpeándole con fuerza en el pecho.

Como había previsto, la primera persona que halló no

hablaba una palabra de inglés y se alejó de él con gesto

huraño. La segunda fue una muchacha que apresuró el

paso, asustada, antes de que él pudiera explicarle que no

iba a hacerle daño. Y luego fue él quien huyó del sórdido


personaje con quien se topó, seguro de que acabaría por

asaltarlo.

Desalentado, se detuvo en una esquina a ordenar sus

pensamientos. El sonido de las celebraciones le llegaba

sofocado por el viento y los esporádicos fuegos de artificio,

como si esa alegría no estuviera permita para él,

espectáculo destinado para otros, puertas adentro, donde

no tenía cabida. Suspiró, con los ojos cerrados y la espalda

contra un muro, intentando recordar lar arduas lecciones en

casa. Frases incoherentes o inservibles venían a su mente,

mezcladas con encantadores recuerdos en donde los

labios de Taehyung eran los responsables de abandonar su

tarea o acortar las lecciones. Sacudió la cabeza, intentando

ahuyentar esos pensamientos. Ahora no eran más que las

cenizas de su pasado esparciéndose en el tiempo.

-Где можно найти такси? (Gde mozhna nayti taxi? /

¿Dónde puedo encontrar un taxi?) -preguntó, cuando sus

sentidos se despertaron lo suficiente como para permitirle

hilar la frase. Por supuesto, no entendió lo que le


contestaban, pero guiado por los ademanes que le

indicaban ir hacia la izquierda, e incentivado por haberse

hecho entender en su primer intento, agradeció y siguió

adelante.

-Мне нужно в аэропорт (Mne nuzhna v aeraport / Tengo

que ir al aeropuerto) -indicó aliviado, cuando diez minutos

después se halló en el asiento trasero de un auto de

alquiler, una sonrisa de triunfo al ver ganada su pequeña

batalla.

Pero cuando el vehículo se puso en marcha, a los pocos

minutos de viaje comprendió que lo que intentaba hacer no

tenía ningún sentido. ¿Al aeropuerto? ¿Con qué dinero

pensaba comprar un pasaje? ¿Con qué documentos

pretendía abandonar el país? Llegarse hasta allí era una

pérdida total de tiempo y dinero.

-Направо (Naprava / A la derecha) -indicó de pronto al

conductor, quien lo miró ofuscado por los cambios de

planes. Sabía que no podía volver a la casa,

abandonándolo en plena ciudad Taehyung se lo había


advertido sin mucha sutileza. Pero debía recuperar al

menos su pasaporte y algo de dinero. Nada más, tomar lo

indispensable y marcharse. No podía negarle eso.

***

Tenía la esperanza de que Taehyung no estuviera en casa,

pero con lo primero que se topó a modo de irónica

bienvenida, fue con el Volkswagen negro mal estacionado

frente a la puerta. Primer signo de mal agüero: el ruso

amaba a ese auto, nunca hubiera consentido dejarlo afuera

sin protección; mucho menos aún salirse del camino y

avanzar hasta allí, arrasando a su paso con el cantero de

rosas amarillas, las preferidas de su madre.

Intentando ignorar aquel pequeño desastre, Hoseok subió

sin prisa los escalones del pórtico. Al entrar, comprobó que

la luz de recibidor estaba encendida, al igual que la de la

gran escalera de madera que comunicaba con los pisos

superiores. A su derecha, la enorme sala del hogar estaba

en penumbras, iluminada solamente por las intermitentes

luces del árbol de Navidad que reinaba en un rincón. En su


base aún podían verse varios regalos, brillantes paquetes

adornados con bonitos moños, que habían prometido

desenvolver en la intimidad de una noche junto al fuego,

luego de haberse amado hasta desfallecer de placer.

Deseando vaciar su mente de todo pensamiento, Hoseok

desvió la mirada antes de que aquella visión le rompiera el

corazón. Subió la escalera sin hacer ruido, rogando tener la

fortaleza para tomar sus cosas y partir lo más pronto

posible. No quería más peleas, no tendría el valor de

soportar un sólo golpe más.1

La luz del dormitorio estaba encendida, pero Taehyung no

se encontraba allí. La puerta del baño se hallaba cerrada, y

podía verse claridad bajo ella. Hoseok suspiró. Mejor, así

no tendría que verlo.

Rápidamente hizo una lista mental de las pocas cosas que

se llevaría. Dinero, documentos, artículos de higiene

personal y ropa. Poca, tal vez nada o lo más indispensable;

mientras menos cosas conservara de esta vida que

abandonaba como una víbora deja su piel, mejor.


De un vistazo recorrió la habitación. Había un desorden

extraño que por alguna razón no acababa de encajar por

completo: la ropa de Taehyung tirada en el piso, las puertas

de un placard abiertas, cajones revueltos, una botella de

vodka prácticamente vacía sobre el escritorio bajo la

ventana. Lentamente se acercó a la cama. Desparramadas

por todo el acolchado, las cientos de fotos tomadas a lo

largo de aquel año. Aquí y allá caras sonrientes, besos,

abrazos, bosques y montañas nevadas de trasfondo... Le

dieron ganas de llorar. Pero antes de que se acercara

conmovido a rozar las fotos con sus dedos, algo en el suelo

junto a la mesa de luz llamó su atención. Se inclinó para

verlo mejor... era su pasaporte hecho trizas.

Hoseok lo observó boquiabierto. ¡Ahora no podría salir del

país! Histérico, se puso de pie, se dirigió al baño y sin pedir

permiso abrió la puerta hecho una furia, dispuesto a

descargar con violencia la catarata de reproches que bullía

en su interior. Pero el pálido brazo que colgaba fuera de la

bañera y la sangre que chorreaba de la muñeca rebanada


alimentando el arroyo punzó que se esparcía por el prístino

suelo del baño... le indicaron que ya era demasiado

tarde.25

***

Semanas más tarde Hoseok aún intentaría recordar los

detalles de aquella noche funesta.

No importaba cuánto intentara, no podía unir las piezas, no

acababa de encajarlas en el rompecabezas de su memoria

para relatarse entera la perversa historia escrita con la

sangre de quien más amaba. No recordaba con exactitud

cómo había rescatado el exangüe cuerpo de la bañera,

aunque aún podía sentirse resbalar una y otra vez en el

mar de sangre bajo sus pies. Tampoco tenía muy claro

cómo había logrado envolverlo en una manta y descender

con él las escaleras, cuando Taehyung era mucho más alto

y pesado, más aún en ese momento en que la cabeza le

colgaba exánime hacia atrás, y los miembros caían en

lánguido abandono desde el sostén de sus brazos.


Muchos recuerdos caían en las sombras, pero uno de los

misterios más grandes era entender cómo había logrado

conducir hasta el hospital, teniendo en cuenta que sólo

había manejado una vez en su vida antes de aquella.

Horas más tarde, cuando intentó volver a hacerlo para

regresar a su casa, no tuvo forma de mantener el control

del vehículo; simplemente había sido su instinto el que lo

había guiado por el oscuro y peligroso camino hacia el

centro de la ciudad, la desesperación la mano que había

dirigido la suya en esa loca carrera contrarreloj.

Tal vez no pudiera recordar cómo había maniobrado aquel

auto, sin embargo no olvidaría jamás la última mirada de

Taehyung. Fue un regalo macabro que el destino le

obsequió a modo de burla, una rosa llena de espinas, tan

hermosa como lacerante, tan frágil como asesina. En

medio de ese viaje fugaz, hecho entre la inconsciencia y la

realidad, el rostro mortalmente pálido, arrebujado entre los

pliegues de la manta ensangrentada, revivió por unos

segundos para revelar sus dos cristalinas ventanas del


alma. Un efímero instante de paz que le permitió a Hoseok

perderse por última vez en el azul de aquellos ojos de

fuego, ahora totalmente extinguidos y débiles.

Terriblemente débiles.

La verdad se presentó desnuda y cruel ante la aterrada

mirada de Hoseok, y fue tan clara como los ojos que la

anunciaban: Taehyung moriría. Sin pausa, la vida se le

escapaba gota a gota; a pesar de respirar, ya no pertenecía

a éste mundo.

-¡Taehyung! -se escuchó gritar, acariciando el frío rostro

para recuperar la conciencia que lentamente se apagaba-.

Aguanta Taehyung, ¡aguanta!1

Pero los párpados cayeron con suavidad, y ya no hubo

grito en el mundo capaz de despertarlos.1

***

Los detalles se perdían en los grises matices del tiempo y

el miedo, pero con la indeleble persistencia de los malos

recuerdos, retenía en su memoria la nítida desesperación

de entrar en la sala de emergencias con aquel cuerpo


pálido y laxo en sus brazos, pidiendo a gritos que alguien lo

ayudara; el rostro de las enfermeras que lo miraron sin

entenderle una palabra, los gritos y órdenes indescifrables

al ver los profundos cortes en las muñecas de Taehyung, y

la insondable sensación de soledad cuando se lo

arrebataron de los brazos para arrojarlo en una camilla y

huir con él a la carrera, dejándolo solo, de pie y exhausto

en esa fría recepción.

No recordaba haberlos llamado, ni siquiera haber pensado

en ellos, pero sí el momento en que Jin y su esposa

arribaron al hospital; él lívido y silencioso, ella llorando

contra su pecho, cuando un médico alto y con cara de

agotamiento se quitó el barbijo para hablarles. Sí, muchas

cosas pasaron aquella noche que nunca recordaría, pero

pocas que jamás podría olvidar, como el rostro de Jin,

contorsionado de dolor y odio al emerger como un huracán

por la puertas tras las que había desaparecido Taehyung.

-Убийца! (Ubiítsa! / ¡Asesino!) -le había gritado,

señalándolo inequívocamente a él, mientras avanzaba en


su dirección-. Убийца! -volvió a llamarle con la voz hecha

sangre, cuando Jisoo se le arrojó al cuello presa de un

llanto histérico, intentando retenerlo-. Убийца! -continuó

resonado en la conciencia de Hoseok mientras salía

corriendo del hospital, tapándose los oídos para no

escuchar el grito acusador, incapaz de acallar su propia voz

interior que lo perseguía y amedrentaba con la justiciera

insistencia de la culpa.

La penetrante voz de Jin continuó torturándolo sin respiro

hasta que, como si atravesara el umbral hacia otro mundo,

el silencio de la gran casa vacía aplacó la dolorosa

acusación hasta reducirla a un mortificante murmullo en su

interior. Debió regresar en taxi, pues el Volkswagen negro

se había negado a obedecerle de nuevo, como si lo

considerara un extraño, como si fuera una mascota fiel que

supiera que él había hecho daño a su dueño. Algo parecido

percibió en la mirada de los perros, que se acercaron a

recibirlo no con la efusividad de siempre sino con una

delicada cautela, meneando sus colas en silencio,


olisqueándole la ropa en donde la sangre de Taehyung

había dejado su huella indeleble.

Hoseok se abrió paso entre ellos sin acariciarlos siquiera,

caminando pesadamente hacia la escalera, donde siguió el

camino de sangre que se abría irregular escalones arriba y

se adentraba en la habitación, impregnado ya para siempre

en la suave alfombra color arena. Las fotos seguían allí,

sobre la cama, en el mismo desorden encantador en que

las había encontrado horas atrás, como si hubiese

retrocedido en el tiempo, como si aún no hubiera

descubierto su pasaporte hecho pedazos en el piso ni a su

amor desangrado en el baño.

Cerró los ojos, tragando con dificultad. Quizás fuera así. Tal

vez en un iluminado rapto de premonición había visto las

imágenes de lo que vendría a continuación. Si se daba

prisa y entraba al baño en ese momento seguramente

podría ganar preciosos segundos de vida, o al menos

actuar de forma más sensata de lo que lo había hecho,

llamando de inmediato a emergencias, dedicándose a


recuperar la energía de ese cuerpo helado, animándolo, o

el en peor de los casos, disfrutar plenamente de esos

últimos momentos juntos... Pero abrió los ojos, resignado.

Era inútil torturarse así. Lo hecho, hecho estaba, y nada en

el mundo podría volver el tiempo atrás. Nada.

Con paso errático avanzó hasta el escritorio donde la

botella vacía se erguía como último legado de su artista. Se

acercó con la caprichosa idea de tomarla y rozar su borde

con los labios, tal vez así pudiera saborear algo de la última

boca que la había bebido, pero entonces hizo un hallazgo

inesperado: una nota, con trazo irregular y tembloroso,

escrita de puño y letra por Taehyung.

"Siempre te amé, desde aquella noche hasta hoy, y sé que

te amaré toda mi maldita vida, no puedo contra eso. Pero

ahora ya no puedo permitirlo, no debo hacerlo. Y no tengo

otra forma de evitarlo."11

Hoseok dejó caer la nota de sus manos, resignado,

cerrando los ojos mientras una lágrima moría en la

comisura de sus labios. ¿Cómo había hecho el destino


para asestar un golpe tan tremendo? ¿Cómo había logrado

destrozar su vida en cuestión de minutos? No entendía en

qué momento el pequeño paraíso que había logrado crear

con su amante se había vuelto un infierno. ¿Acaso era

ilícito sentir tanta felicidad? Tal vez Taehyung tenía razón

con eso de Dios. Quizás sí existía y se había propuesto

demostrárselo castigándolo por todos sus pecados. ¿Pero

qué rayos le importaba a él Dios o el diablo? Nada, sin

Taehyung ya absolutamente nada le importaba.

Permaneció allí parado quién sabe cuántos minutos. Tenía

la mente en blanco y el alma en tinieblas, pero el vacío que

lo invadía por dentro le impedía siquiera moverse. Cuando

al fin despertó del trance, arrastró sus pasos hasta el baño.

Todo el piso de la inmaculada habitación estaba cubierto

por sangre y agua, y las huellas de sus propios zapatos

aparecían aquí y allá, contando la muda historia de esa

noche de pesadilla: la desesperación y la prisa, las veces

que había resbalado y caído intentando rescatar el cuerpo


desmayado, el camino al arrastrarlo, manos rojas en las

paredes y espejos...

Abandonado ya al dolor, Hoseok avanzó despacio pero

despreocupado, y sin la trivial precaución de quitarse la

ropa primero, se sumergió en el agua sanguinolenta que

rebalsaba la bañera. Llenó la cuenca de sus manos con

esa solución rosácea y se la echó en la cabeza, dos, tres,

cuatro veces. Estaba fría como nieve, y aún así no tanto

como su alma. No le importaba impregnarse de sangre

ajena, no le interesaba encontrarle un sentido ni buscaba

una metáfora, ni siquiera quería pensar en que aquello era

un acto insano y asqueroso. Sólo deseaba tener el valor de

sumergir la cabeza y la fortaleza para no volver a sacarla,

hundirse para siempre y no sufrir más.

Con un suspiro, echó su cabello mojado hacia atrás, abrazó

sus rodillas y ocultó el rostro entre sus brazos deseando

morir. Pero entonces, navegando suavemente como un

barco de papel, algo llegó flotando hasta chocar y

detenerse contra su ropa. Una fotografía. Hoseok la


observó un momento y luego la tomó en sus manos,

desganado. Para su sorpresa, sus propios ojos le

devolvieron la mirada. Sí... él. Retratado en épocas

mejores, cuando si alguien le hubiera dicho que algún día

volvería a verse en condiciones tan terriblemente distintas,

se habría echado a reír, incrédulo. El último rostro que

Taehyung había querido ver antes de dejar éste mundo. Él.

Me viste por última vez en el auto, después de todo, pensó

cubriendo su llanto con una mano. Sí, ojalá haya sido él el

último rostro que su niño se llevara a la tumba, y no el de

algún desconocido en el hospital. Tal vez aún le quedaba

vida para registrar a alguna enfermera, o al médico de

guardia, quizás hasta llegó a ver a Jin...

La lucidez le cayó encima como una gota fría en la espalda.

Fue ahí, en algún vago instante durante aquellas

cavilaciones, que la ridícula y peligrosa idea surgió en su

mente. ¿Y si aún quedaba una posibilidad, una remota e

imposible posibilidad de que no hubiera muerto...? Sus

pulsaciones comenzaron a acelerarse, al igual que su


respiración. Se sentía corriendo una carrera, la más

importante de su vida, aunque no se había movido de su

sitio. La vida no podía ser tan despiadada. Si le había

concedido a él la gracia de no dejarlo morir en Munich,

salvándolos así a ambos, como había dicho Taehyung,

también podía darle una chance ahora y darles una

segunda oportunidad. Quien fuera que escribiera su historia

no podía ser tan cruel...8

Patinando en la consistencia resbaladiza del agua, salió de

la bañera casi corriendo hacia el dormitorio, donde tomó el

teléfono derribando todo a su paso.

-Un milagro, un pequeño milagro, ¡por piedad! -suplicó al

Dios que estuviera de turno en el universo esa noche,

mientras con los ojos nublados por las lágrimas marcaba el

número del teléfono celular de los Kim-. Por favor... por

favor...

El llamado no tenía fin. Casi no podía controlar la

fluctuación de sus latidos, el corazón le dolía dentro del

pecho.
-Jisoo -suspiró aliviado al escuchar al fin la voz femenina al

otro lado de la línea. Su milagro, sí, obtendría su milagro-.

¿Qué pasó? -preguntó temblando, casi con un hilo de voz.

No obtuvo respuesta. Nada, excepto un sollozo y luego un

llanto desgarrador.

-¡Jisoo, qué pasó con Taehyung! -repitió, desesperado.

Pero sólo escuchó más llantos y luego la voz de Jin, igual

de congestionada, atendiendo el teléfono.

Hoseok mordió su puño, los ojos llenos de lágrimas. En el

improbable caso de que el ruso aceptara hablarle, eso no

garantizaba que pudiera mantener una conversación con

él.

-джин, где Юнгкок? (Jin, gde Taehyung? / ¿Jin, dónde está

Taehyung?) -preguntó con la voz estrangulada, mientras

escuchaba el desconsolado llanto de Jisoo de fondo. Tal

como había supuesto, no iba a obtener ninguna respuesta,

a pesar de que su pregunta había sido entendida

perfectamente-. джин, счет... (Jin, schet / Jin, por favor) -


suplicó Hoseok, y ya sin poder contenerse, se echó a llorar

desbordado por la angustia-. Счет...

Y entonces Jin respondió. En inglés y de forma tan clara

que hubiera sido imposible no entenderle.

-Está muerto -dijo, y junto a su esposa, él también comenzó

a sollozar-. Está muerto -repitió quebrándose en llanto,

mientras Hoseok dejaba caer el teléfono, aturdido,

destrozado.26

Se había equivocado; quien manejaba sus destinos era

perverso y cruel como el mismo demonio. No habría

milagros para él, ni ahora ni nunca. Y mientras caía de

rodillas al suelo, deshaciéndose en lágrimas, la voz de

Taehyung le llegó desde otros tiempos, confirmándoselo.+

En la vida no hay magia como en las paredes de tu cuarto,

no te engañes.

Ninguno de esos magos que lees vendrá a arreglarlo todo

con su varita mágica, no hay mundos de fantasía en los

que puedas refugiarte.


Epílogo

Las horas pasan, entretejiéndose lentamente entre ellas

para formar el entramado interminable de los días. Es

curioso cómo el hombre puede hundirse hasta las

profundidades de su propia miseria y no reconocer la caída

hasta chocar de lleno contra las rocosas consecuencias de

sus actos. Allí, donde la soledad y la oscuridad son totales,

sin nada de qué asirse ni escapatoria posible. Porque caer

siempre es una salida, pero llegar al fondo, golpear de

frente contra la realidad, estrellarse contra uno mismo, es lo

peor y lo más difícil que podemos enfrentar.

Hoseok tocó fondo de la peor manera posible. Envuelto en

un silencio sepulcral, no volvió a salir de la casa ni a

levantar el teléfono para comunicarse con nadie. Jin y

Jisoo, los únicos verdaderos contactos que tenía, fueron

incapaces de perdonarle la muerte de su amigo y no

volvieron a llamarlo. Ni siquiera lo participaron a los

funerales, pero a Hoseok no le importó demasiado. Ya


nada podría volver a importarle, realmente. Su vida había

terminado esa misma noche, junto a la de Taehyung.

El deterioro anímico que sufrió en días lo convirtió en poco

más que una piltrafa humana. Sin noción del día o la

noche, pasaba las horas derramándose en lágrimas y

delirios sin sentido, pasando alternativamente del frenesí

irracional al sopor más profundo. En uno de sus arranques

de locura había quitado del placard toda la ropa de

Taehyung y la había desparramado sobre la gran cama,

donde tantas veces se habían amado en una maraña de

abrazos y besos, y desde entonces pasaba el día entero

llorando abrazado a ellas, hasta adormecerse entre el

perfume de ese cuerpo que ya no volvería a tener a su

lado.

Sólo el desesperado lamento de los animales pidiendo

agua y comida lograba movilizarlo en el final. Era entonces

cuando, como un zombi, arrastraba su cuerpo hasta la

cocina y con el mismo gesto ausente alimentaba a las

afligidas mascotas. Sólo en ese momento Hoseok advertía


que él mismo no había probado bocado en días, y obligado

por el primitivo instinto de supervivencia, engullía lo primero

que encontraba a su alcance, para luego volver a

derrumbarse sobre el santuario de ropa que había creado

en la alcoba.

La casa entera se convirtió en reflejo de su alma, como un

gran ser viviente sufriendo su misma desgracia. Las

moscas se paseaban orondas por las habitaciones,

atraídas en un principio por el olor nauseabundo que salía

de la heladera, y luego por la suciedad que iban dejando

los animales, aburridos y atrapados dentro de aquellas

paredes.

La mayor parte del tiempo las horas caían sobre él con la

monótona inclemencia de la lluvia, y Hoseok no podía

hacer más que resistirlas con los ojos abiertos y fijos en el

techo, o cerrados y ocultos entre las sábanas, apretados de

rabia y dolor, ardidos por las lágrimas y el insomnio. Pero

también había momentos, alucinantes momentos, en que le

parecía descubrir el rostro de Taehyung observándolo


desde las sombras. Era entonces cuando, desesperado, se

lanzaba hacia la oscuridad abrazando la nada,

desconcertado ante la ausencia que atrapaba contra su

pecho, la fragilidad con que la visión se desvanecía entre

sus dedos. Sucedía en los peores momentos, en aquellos

en que el dolor era insoportable, tan intenso que le quitaba

el aire y las últimas ganas de vivir. Dos veces había

convulsionado preso de la debilidad de su cuerpo, y en

ambas ocasiones la esbelta figura de su amante se había

materializado ante él, envuelto en un aura de luz

sobrenatural, hermoso y frío como un glaciar. "Sí amor, ven

a llevarme contigo" suplicaba sin palabras alargando las

manos trémulas hacia la etérea silueta, pero a la mañana

siguiente comprobaba con dolor que su deseo no se había

cumplido.

La muerte no se apiadaría tan fácil de él. Ese sería su

castigo.
***

El día en que ya no halló nada más que al gato para

alimentar a los perros, Hoseok comprendió que no podía

seguir así. Sin ser demasiado consciente de lo que hacía,

se levantó de la cama, tomó una ducha de horas (no en el

baño en donde había hallado a Taehyung , éste

permanecía cerrado desde aquella noche), se afeitó y

peinó por primera vez en semanas. El rostro que le

devolvió la mirada desde el espejo le resultó tan ajeno

como el de un extraño. Había perdido tanto peso que las

mejillas se le pegaban a los huesos de la cara, tan

demacrado que parecía enfermo. Tenía sombras oscuras

bajo los ojos, y éstos se veían irritados y sin brillo. Tal vez

fuera eso lo que más temor le había dado al ver su propia

imagen. Ese ente que decía ser él tenía ojos de muerto; no

había emoción alguna en su mirada, ni buenas ni malas.

Ese ser no tenía vida.


Vestido con ropas de Taehyung , como si aquella armadura

le infringiera algo de valor, se dirigió al centro. El sol que no

había visto en mucho tiempo le pareció chocante y

antinatural, como un vampiro resentido de la claridad del

día. Sintió el ritmo de la vida en la ciudad tan insultante que

casi se pone a llorar. El tránsito, las voces, las risas... todo

continuaba su rumbo aunque Taehyung ya no estuviera.

Todo seguía igual, como si nunca hubiera existido.

Tragándose la angustia, trató probar la primera comida

decente en mucho tiempo, sentado en el restaurante

preferido de su amante. Allí, a orillas del Neva, donde

tantas veces habían almorzado juntos, Hoseok intentó

enfrentar con la mayor coherencia posible la realidad que

amenazaba con devorar las últimas migajas de su cordura.

Tenía que actuar de forma racional o acabarían

encerrándolo en un manicomio. No volvería a ver a

Taehyung, jamás, y ninguna locura que hiciera lo iba

regresar; estaba muerto, tenía que asumirlo de una maldita

vez. Lo único que le quedaba por hacer era ir a la


embajada de los Estados Unidos, presentarse allí, dar

alguna excusa idiota sobre su pasaporte y esperar uno

nuevo, así podría escapar de aquel infierno y comenzar a

rearmar las piezas de su antigua vida. Pero cuando quiso

reflejarse en su pasado, vio un rostro desfigurado y

reflectado en mil pedazos. Ese espejo estaba hecho trizas

y era demasiado tarde para volver a unirlo. Llegar a su

país, ¿y luego qué? Ya no tenía casa, ni familia, ni amigos

allí. Estaría tan solo como en Rusia, más extranjero aún,

pues al menos en San Petersburgo había logrado construir

un hogar propio, en cambio en América jamás había sido

otra cosa que un títere manejado por sus padres.

Cambiar de prisión no significaba libertad. Llevaría los

barrotes consigo a donde fuera, estaba prisionero en su

propio interior. Escapar de sí mismo no era una posibilidad.

Mientras su mente fuera su cárcel, jamás hallaría una

salida.

3
***

No fue la puerta de la embajada de su país la que se

encontró golpeando unas horas más tarde, sino la de las

únicas personas que junto a Taehyung habían formado

parte de su mundo en aquel lugar. Jin no lo recibiría, eso

era seguro, pero Jisoo sí lograría perdonarlo; recurriría a

ese inexplicable instinto protector que en el fondo toda

mujer tiene, ese reflejo maternal que todo lo tolera y todo lo

comprende, y le daría la ayuda que necesitaba. Le gritaría,

lloraría un poco, tal vez hasta le daría un par de bofetadas,

pero en el final le abriría los brazos.

Volvió a llamar para que le abrieran. Un par de caritas

sonrientes se asomaron tras el vidrio de una de las

ventanas del segundo piso mientras esperaba que

respondieran a la puerta, y dos manitos se agitaron felices

cuando él les arrojó un beso a cada uno. Pero apenas si

había acabado de hacerlo cuando los dos niños fueron


arrancados de la ventana por una mano adulta, y las

cortinas se cerraron bruscamente frente a ellos. Bien, al

menos tenía la seguridad de que estaban en casa...

No insistió con la llamada. Rebuscando en su mochila,

tomó lápiz y papel y escribió una nota breve. Luego la

dobló y la deslizó por debajo de la puerta. Sin ninguna

explicación coherente que lo justificara, permaneció de pie

frente a la casa por varios minutos, observando con gesto

nostálgico las ventanas que habían sido cerradas

sistemáticamente frente a sus ojos en clara señal de

desprecio.

Hubiera dado cualquier cosa por escuchar el perdón de

Jisoo. En verdad se hubiese conformado con un abrazo.

Curioso momento aquel para darse cuenta que, de poder

usurpar la vida de alguien, ese alguien sería Jin. Cargarle

sobre los hombros la pesada mochila de haber arrastrado a

Taehyung a la muerte, y enviarlo lejos mientras él, liberado,

podría entrar a su casa, hacerle el amor a su mujer y

arropar a sus hijos por la noche.


-Sigues soñando, Hoseok -se dijo a sí mismo echando a

andar calle abajo, con la tranquila indolencia de quien a

pasado el límite de la locura-. Como si aún no hubieras

aprendido que los mejores sueños nunca se hacen

realidad. Sólo las pesadillas, mi amigo. Sólo las pesadillas.

***

De cara al Neva, con los ojos empañados y ausentes,

Hoseok tragaba el desconsuelo que rumiaba desde aquel

maldito día, intentando unir los pedazos rotos de su vida y

darle un sentido a esa supervivencia vacía que llevaba

desde que sus pecados le arrebataran a Taehyung.

El viento golpeaba impiadoso contra su rostro, pero él

parecía no sentirlo. Qué fría era aquella ciudad, y sin

embargo qué hermosa. Igual que Taehyung, frío y bello,

nieve y fuego, ángel guardián y exterminador... Con un


escalofrío recorriéndolo entero elevó sus ojos al cielo, gris y

pesado como plomo. ¿Dónde estaba ahora su amante?

¿Podía sonreír y sentir felicidad o le habían quitado ese

derecho para siempre, igual que a él? Deseó poder

abrazarlo otra vez, aunque más no fuera por un momento,

besar sus labios y acariciar su hermoso cuerpo como

hiciera tantas veces. Pero ya no tenía sentido seguir

soñando imposibles.

El cielo era cada vez más gris sobre La Plaza del Senado y

ante la mirada impasible de la gran estatua de Pedro el

Grande todo parecía más frío aún. La gente caminaba en

todas direcciones, enfundados en sus gruesos abrigos y

gorros de piel, inmunes ya al lacerante clima de su patria.

Almas sin rumbo aparente, cruzándose unas con otras en

la inmensidad de aquel espacio, viendo sin mirar. Y Hoseok

junto a ellos, ignorado, desangrando su dolor en silencio

como si fuera su alma y no su cuerpo la que es tuviera de

pie contemplando el río.


No hubiera sido justo culpar a nadie; ni a la pareja de

enamorados que caminaba tomados de la mano, ni al

anciano que distraído arrojaba migajas a las palomas a

unos metros de distancia, ni a la niña que contemplaba

contenta el globo rojo que acababa de comprarle su madre.

¿Cómo habrían podido adivinar lo que iba a hacer Hoseok?

Ninguno sospechó siquiera que ese muchacho solitario iba

a treparse a la protección, colgarse de la baranda y

arrojarse a las congeladas aguas sin más preámbulo que

una profunda mirada al cielo y un susurro que se llevó el

viento.

-Atrápame en tus brazos al llegar, Taehyung . Has que no

sienta el golpe.1

El primer grito de alarma reunió a todos mirando al río. Un

hueco en la semicongelada superficie evidenciaba el

impacto, mientras por debajo el agua se veía agitada, como

una gran pecera de cristal, en donde el cuerpo del

desafortunado se mecía con las olas chocando una y otra

vez contra la sólida superficie del hielo, impidiéndole el


retorno o la salida por ningún lado. Los hombres gritaban

dando órdenes que ninguno obedecía, las mujeres se

lamentaban sosteniendo sus gorros de piel al mirar para

abajo, todos siguiendo con la mirada el recorrido de la

mancha oscura que se alejaba cada vez más aprisa y que

nadie se aprontaba a rescatar.

Preguntas como qué, quién y cómo, iban expandiéndose

entre los presentes y los que se iban acercando intrigados

por la multitud. En pocos minutos todo se volvió un

pequeño e inservible caos.

Pero abajo las cosas eran tan distintas...

El tiempo había dejado de existir para Hoseok. No había

dolor ni cuestionamientos morales, sólo la conciencia de un

frío imposible desbordándole el alma y la espantosa

sensación de asfixia oprimiendo sus pulmones, de la

muerte arrastrándolo con la corriente en un confuso

remolino de aguas turbulentas y la sorda sensación de ser

alejado hacia la más profunda oscuridad. Ninguna luz

divina brilló para él en el final de aquel desolado trance,


ninguna, excepto el radiante y tangible rostro de

Taehyung... Al fin, allí junto a él, debajo del agua,

sujetándolo para bailar juntos la mortal danza del río. Cielo

o Infierno, le daba lo mismo. Si podía flotar toda la

eternidad junto a su amor, si podía yacer aferrado a su

cuello como lo hacía ahora, se daba por satisfecho. No

había medida de tiempo para calcular la duración de aquel

vals. Estaban allí abrazados y aunque el dolor del pecho ya

era insufrible, no le importó.

Pero finalmente todo comenzó a desdibujarse, y entonces

lentamente Taehyung, el agua, el mundo y su conciencia...

simplemente desaparecieron.

***

Hoseok parpadeó un par de veces antes de poder abrir los

ojos. La luz lo cegaba.


No la luz Divina, de eso estaba seguro; si estaba muerto,

claramente no había ido al Cielo. Aquello que lo rodeaba

era una escena más de lo que había sido el infierno para él

en el último tiempo de su vida: paredes blancas, una sala

aséptica, censores cardíacos en su pecho y una aguja

clavada en el brazo izquierdo, alimentada por un suero

desde lo alto junto a su cama. Un hospital. Otro maldito

hospital.

-hl6;k3;lml1; k6;kl5;n (Dobriy den / Buenos días) -dijo una

mujer a su lado, mirándolo con una sonrisa mientras le

tomaba la muñeca para chequear su pulso-. ¿Cómo se

siente? -agregó luego en un inglés bastante aceptable.1

Cómo se sentía... Mal, maldita sea, se sentía mal. ¿Qué

diablos era esto? No se suponía que estuviera en un

hospital, sino en un cementerio o en el condenado infierno.

Donde fuera, pero al menos con Taehyung.

-Se encuentra en un hospital -explicó la enfermera, como si

no fuera obvio-. Tuvo un accidente, cayó al río, ¿recuerda

cómo pasó? -Hoseok giró la cara hacia otro lado. No tenía


ningún interés de hablar sobre eso, menos aún en aquel

momento, en que se sentía como si una tropilla de caballos

salvajes le hubiera pasado por encima-. Llegó en muy mal

estado, ¿sabe? Con paro cardiorrespiratorio e hipotermia

grave. Tuvo la mejor atención, no tiene por qué

preocuparse, pero de todos modos luego van a hacerle

otros exámenes para comprobar si la exposición al frío

dañó su corazón, o si la falta de oxigeno...

-... o si la falta de oxígeno me jodió el maldito cerebro, ya lo

sé -interrumpió Hoseok de mal modo.

Si esa mujer hubiera sabido lo harto que estaba del mal

funcionamiento de su estúpido y maltratado cerebro, tal vez

no lo habría mirado de esa forma. Sintiendo que un mal

humor incontrolable se apoderaba de él, crispando las

manos sobre su rostro, maldijo al imbécil que le había

salvado la vida. ¿Por qué lo habían sacado del río? Su

amor estaba en aquellas frías profundidades, lo había

tocado, lo recordaba perfectamente, se había aferrado a su

cuerpo bajo el agua, no había sido una ilusión.


-Taehyung -susurró, y una angustia asfixiante comenzó a

cerrarle la garganta-. Taehyung...

-No se preocupe, todo estará bien -lo consoló la enfermera-

. Su amigo está afuera ocupándose de todo.27

Hoseok quedó paralizado. Lentamente, incrédulo, elevó la

mirada.

-¿Qué ha dicho?

-Su amigo -insistió la mujer con una sonrisa-. Él lo trajo

aquí y se está ocupando desde entonces. Ahora está

hablando con los médicos.20

-...

-¿Se siente bien?

-Mi amigo... ¿cómo es él?

-¿Que cómo es él? Alto, bien formado. Muy guapo, claro -

comentó en tono cordial mientras chequeaba los niveles del

suero y los medicamentos-. Y simpático como parecía en la

televisión. Fue un gusto conocerlo en persona. Verá, no sé

mucho de deportes, pero por aquí nuestros patinadores son


muy populares... Señor Jung, ¿qué le sucede? ¿No puede

respirar? Le pondré una máscara de oxígeno...

-No... no... Llámelo -susurró ahogadamente.

-¿Cómo ha dicho?

-Llámelo, llame a mi amigo, quiero que venga.

-Vendrá en un momento, pero ahora respire profundo y...

-¡Que venga ahora! ¡Necesito que...!

-¡Tranquilo! Ahí lo tiene -indicó la enfermera, señalando al

recién llegado que se acercó sin prisa hasta detenerse a

los pies de la cama.

Hoseok observó sin poder creer lo que veía, mientras

sentía que su corazón comenzaba a partirse en pedazos.1

-Jin-murmuró con una mezcla de incredulidad y decepción.

No era Taehyung, por supuesto que no. ¿Qué se había

pensado? Los muertos no resucitarían ni vendrían a

buscarlo por más que él quisiera unírseles.26

-Tenga. Presione este botón si necesita mi ayuda -dijo la

mujer luego de mirar a uno y a otro y sentir la incomodidad

que se había creado en el ambiente-. Estaré cerca.


Cuando hubo abandonado la habitación, Jin se acercó

lentamente hasta la cabecera. Con gestos callados le

indicó que le había traído un pequeño bolso con ropa y

algunas otras cosas que pudiera necesitar, y luego lo

depositó junto a la cama. Hoseok asintió en silencio,

mirándolo con los ojos llenos de lágrimas. Tan fuerte había

sido la decepción de que no fuera Taehyung quien

atravesara esa puerta que aún no había caído en la cuenta

de que Jin hubiera venido a ayudarlo. Entreabrió los labios,

intentando que su voz pronunciara palabras de

agradecimiento, pero en lugar de eso lo que quebró el

incómodo silencio entre ambos fue un sollozo. Un claro,

sincero e incontenible sollozo que desencadenó un torrente

de lágrimas, obligando a Hoseok a esconder el rostro entre

sus manos.

No sentía vergüenza. Qué le importaba llorar frente a su

enemigo si su vida era un infierno al que ni siquiera podía

dar fin. Estaba quebrado, sí, derrotado y desecho. Si el otro

quería gozar con su desgracia, que lo hiciera, no le


importaba. Pero tal vez el único hecho increíble que iba a

cumplirse fuera aquel. Con muda incredulidad vio cómo Jin

se acercaba, se sentaba a su lado, y sin ningún signo de

falsa misericordia, lo envolvía con sus brazos,

consolándolo.

Tal vez estuviera demasiado cansado. Tal vez el dolor

físico y espiritual ya habían pasado el límite de lo

soportable, o quizás fuera por obtener al fin el consuelo que

necesitaba con desesperación desde hacía semanas, pero

lo cierto es que casi con un suspiro de agradecimiento

Hoseok aceptó el abrazo y abandonó la cabeza sobre

aquel hombro a desahogar su pena.

Sólo entonces pudo comprender por qué la gente hablaba

maravillas de Jin. Su abrazo, por simple que pareciera,

contenía con la fuerza de un padre protector, dando

seguridad y confianza. Su calor consolaba y obligaba a

relajarse, y al mismo tiempo ayudaba a expulsar el dolor y

la pena que lo estrangulaban como manos invisibles.

Hoseok se aferró a su cuello con la desesperación de un


niño pequeño en busca de amor y amparo, aliviado porque

al fin alguien consolara su llanto, agradeciendo que

aquellas manos lo acariciaran y se hundieran lentamente

en su cabello, como tantas veces hiciera Taehyung para

confortarlo.

-Quiero morir -confesó entre lágrimas-. ¿Entiendes lo que

digo, Jin? Morir, ir con él. ¡Morir!

Jin lo acercó a él con mano suave, como si se tratara de

uno de sus hijos. Lo recostó contra su hombro mientras

susurraba suaves e incomprensibles palabras en ruso, y lo

meció conteniéndolo entre sus brazos, besándole el cabello

de forma paternal.

-Déjenme morir... -insistió Hoseok, gimiendo su súplica con

abandono y dolor.

-No. No más muerte, no -lo reconvino Jin con las pocas

palabras que sabía en inglés, ayudándose de rotundos

gestos de negación-. Basta. Mucha muerte. Con Taehyung

muchas lágrimas. Ya basta.


-Pero lo extraño, lo extraño mucho -sollozó con los ojos

apretados, mientras se dejaba acunar contra ese pecho

extraño.3

Jin le acarició el cabello en silencio, sin saber o sin poder

reconfortarlo de otra forma. Hoseok gimió desconsolado.

¿Qué sentido podía tener su vida sin Taehyung? ¿Cómo

podía continuar su historia sin él? ¿De qué le servía vivir si

no podía amar? Deseó saber decir todo aquello en ruso,

destruir la berrera idiomática y que sus palabras perdieran

ese manto de incomprensión que las cubría. Quiso decir

eso y mucho más. Pero el arrullo de Jin le quitó las fuerzas,

y su beso en la frente lo obligó a abandonarse.

***

Claramente era un error dejarse engañar por la aparente

fragilidad de Hoseok. Su cuerpo delicado demostró ser más


fuerte de lo que él mismo hubiera pensado jamás. La

endeble salud que acarreaba desde que Taehyung le

partiera la vida en Munich, desmejorada por el ayuno y las

penas de las últimas semanas, increíblemente había

logrado resistir los mortales embates del río y la hipotermia.

Irónicamente, el agua helada ayudó a que su vapuleado

cerebro no sufriera ningún nuevo daño, y las

consecuencias en su corazón fueron mínimas. De todos

modos, su estado general estaba tan debilitado que los

médicos decidieron que permaneciera internado por cinco

días.

Ese tiempo no le sirvió tan sólo para recuperar las fuerzas

de su cuerpo, comiendo y durmiendo como era debido, sino

también las de su espíritu. En la soledad de su habitación

pudo ordenar un poco el torbellino de sentimientos que lo

había arrastrado desde la noche de Navidad. Sin embargo,

fue Jin con su silenciosa presencia quien le enseñó algo

que su egoísmo no le había permitido comprender:

Taehyung no había muerto solamente para él. El ejemplo


más cercano de esto estaba sentado en una silla junto a su

cama: Jin había perdido más que un amante.

Allí, pacífico y silencioso, sin escándalos ni actos de locura,

ese hombre sufría con admirable entereza por quien fuera

como un hermano menor, su consentido durante más de

doce años, su confidente y el único guardián de su más

profundo secreto. Jisoo también había perdido a su mejor

amigo; sus hijos al padrino al que adoraban. Muchos otros

amigos y colaboradores estarían llorando a Taehyung en

aquel momento. Quién sabe cuántos fans en el mundo

habrían derramado una lágrima por él, y sin embargo

ninguno se había enterrado en su propia casa ni arrojado a

un río helado esperando morir. "No lo amaban como yo", se

dijo tercamente, pero en el fondo sabía que no era cuestión

de medir el amor.2

Taehyung no se había matado por dolor, sino por orgullo. A

lo largo de su corta pero intensa vida no había hecho más

que demostrar que era un guerrero, un sobreviviente, y que

sin importar qué vientos lo derribaran, él siempre se


volvería a levantar. En cambio él, Hoseok, no había hecho

otra cosa más que demostrar su flaqueza, su cobardía y su

inseguridad. ¿Hasta qué punto hacía todo aquello por

Taehyung y no por él mismo? ¿Acaso podía jurar que era

más fuerte el deseo de volver a verlo que el miedo a vivir la

vida solo? Si tuviera la oportunidad de revivir a Taehyung

con la condición de no volver a verlo nunca más en su vida,

¿acaso no le daría exactamente lo mismo?

Llegar al fondo también implica que ya no podemos seguir

cayendo, y esa fue la soga de la que se asió Hoseok para

comenzar a escalar. La única opción que tenía era mirar

hacia arriba e intentar divisar la luz de su dignidad. Ya que

no había muerto por Taehyung, viviría por él.

***
Igual que su ánimo, el día que salió del hospital el clima no

podía ser más distinto del que había al ingresar. Aunque

siempre demasiado helado para su gusto, la mañana era

hermosa, con un cielo celeste y despejado, adornado con

algunas pomposas nubes blancas y un sol radiante. Sonrió.

Otra de sus románticas metáforas que Taehyung hubiera

tirado por tierra con su lógica de hierro.

Hoseok se estremeció de frío aún dentro del auto, y Jin lo

envolvió con una manta escocesa antes de arrancar.

Agradeciendo, se acurrucó a dormitar dentro de los

pliegues de la manta, observando el mundo de gente en las

calles. Tan convencido estaba de que iba a llevarlo a su

casa, con Jisoo y los niños, que se sintió totalmente

confundido cuando cambiaron de rumbo. Tal vez no pudo

reprimir su expresión de desconcierto, pero junto con la

tristeza le vino una fría sensación de calma. Comprendía.

Había pensado que sería Jin el que no le permitiría volver a

acercarse, pero al parecer era Jisoo la que no podría

perdonarlo jamás. No le culpaba. Igual se habría sentido él


si Taehyung se hubiera suicidado por culpa de el. Volvería

a su deshabitado infierno, solo, como era de esperarse, y

allí se quedaría, solo, como se merecía.

El auto se detuvo bastante lejos de la casa, justo donde

terminaba el camino y comenzaba el extenso parque que

les pertenecía. Hubiera preferido que lo dejara frente a la

puerta de entrada, pero luego recordó cómo odiaba

Taehyung que cualquier auto que no fuera el suyo

atravesara aquel camino, y agradeció que recordara ese

pequeño detalle.

Jin lo miró, tranquilo. No había hostilidad alguna en sus

ojos, sólo una calma y sencilla espera. Hoseok abrió la

puerta y detuvo el gesto, intentando prolongar de alguna

forma su compañía. Quería decirle que deseaba volver a

verlos, que no quería quedarse solo, que esperaba que

vinieran a visitarlo y le trajeran a los niños, que moría por

que lo dejaran quedarse con ellos en su casa... Pero la

invitación nunca llegó, y él no tuvo el valor de pedirla.


-il6;l2;k2; (Paka / Adiós) -dijo por inercia, aunque lo que

menos deseara fuera despedirse.

-il6;l2;k2; -repitió Jin con un suave asentimiento, pero nada

más que eso.

Cuando Hoseok cerró la puerta, puso nuevamente en

marcha su auto y se alejó con la misma sencillez con la que

había llegado.

Hoseok permaneció mirando el camino mucho después de

que el automóvil se hubiera perdido de vista. Así debía ser,

así era lógico que fuera, pero a pesar de que su raciocino

se esforzara en echar un manto de lógica, se sintió

terriblemente solo y triste, vacío de cualquier sentimiento

positivo, desalentado y temeroso del futuro.

No quería entrar a la casa, pero no podía quedarse allí

parado para siempre. Inspirando profundamente, giró para

enfrentarse a la gran prisión que alguna vez había sido su

hogar más feliz. Desde allí, iluminada por el sol y

custodiada por los altos árboles mecidos por el viento, se

veía tan hermosa como el primer día, cuando Taehyung,


con aire majestuoso, le había ofrecido el mundo entero y

más. Estremecido por una ráfaga de viento, se cerró al

cuello la manta que lo cubría, y comenzó a andar

lentamente por el bello pasaje arbolado. La nieve bajo sus

pies cedía con suavidad a cada paso. Quizás el invierno

quisiera retirarse tempranamente aquel año, o tal vez sólo

era él que había perdido demasiado peso. Como fuera,

ninguna de las dos cosas le importó demasiado.

Envolviéndose más, continuó caminando sin prisa. "Espero

que alguien haya alimentado a los perros, o de seguro ya

no tengo gato" se dijo, dando un suspiro, pero de pronto

sus pensamientos fueron interrumpidos por una extraña

imagen.

No tenía sus lentes, los había perdido en algún trayecto de

su loca aventura en el río, pero aunque no pudiera

distinguir bien lo que era, algo o alguien estaba

meciéndose en el sillón de madera que Taehyung había

hecho construir semejando el de la cabaña del sur. Hoseok

maldijo para sus adentros: con ropa prestada y abrigado


con una manta que olía a perfume de bebé seguramente

no amedrentaría a ningún intruso.3

-¡Ey, esto es propiedad privada, no puede estar aquí! -

exclamó con la voz más autoritaria que pudo, mientras

cambiaba su marcha en aquella dirección.

O el extraño no entendía inglés, o lo ignoró por completo.

Apresuró su paso. Sentía un frío extraño, algo raro sucedía

allí. De pronto, comenzó a aminorar su marcha y

entonces... se detuvo. Su aliento escapó de los labios

entreabiertos, condensándose frente a él. Por un momento

no hizo nada más que respirar, con las pupilas dilatadas

fijas en aquella figura. Luego continuó avanzando, sin prisa,

sintiendo que su corazón latía con más fuerza a medida

que la distancia se acortaba, hasta que finalmente se

detuvo frente a la hamaca.

Con un pie sobre la tierra, el otro doblado relajadamente

bajo su pierna, el hombre se mecía con apatía mientras lo

observaba serenamente. Nada en su postura demostraba

nerviosismo por lo que pudiera decir Hoseok, por el


contrario, su desinterés era tan manifiesto que era casi

ofensivo.

-Pareces muy triste -comentó sin dejar de hamacarse con

su ritmo lento.

Hoseok inspiró profundo, como si hubiera sido descubierto

en algo demasiado privado.

-Lo estoy -confesó con amargura.

-¿Por qué?

-...Perdí a una persona que amaba. A la que más amaba.

-Todos perdemos a alguien a quien amamos. Y la vida

continua igual.3

-No, no para mí... Si tuviera el coraje, me arrojaría de

nuevo a las aguas del río, así le demostraría lo arrepentido

que estoy por todo lo que hice.

-Lamento decirlo, pero no serías muy original.

-No -admitió Hoseok-. Hasta en eso él me ganó.

La expresión de su rostro podría haberse encontrado en la

beata representación de un santo frente a una visión divina.

La hamaca continuó meciéndose en silencio, lentamente,


hasta que un pie clavado de súbito en el suelo la detuvo

abruptamente. El hombre lo recorrió de arriba abajo con la

mirada severa, evaluándolo.

-Te ves horrible -dijo al fin.

Hoseok dejó escapar una breve risa, con los ojos llenos de

lágrimas.

-A ti, en cambio, la muerte te ha sentado bien...1

Taehyung sonrió, casi en un soplido, desviando la vista

hacia el costado. No era del todo cierto.

Estaba pálido y flaco, y aún podían verse vendas alrededor

de sus muñecas. No llevaba las alas blancas de un ángel,

ni la mortaja de un muerto, sino un pantalón y una simple

campera de jean. Atuendo bastante terrenal para quien

acaba de volver de la muerte.55

-Siéntate -ordenó, con una semioculta mueca burlona-.

Parece que estuvieras a punto de desmayarte. Ni que

hubieras visto un fantasma...

Por más que hubiera querido, Hoseok no hubiese podido ni

esbozar una sonrisa. Si era Dios quien le estaba haciendo


esa broma, tenía un pésimo sentido del humor. Muy

despacio, apoyándose en el respaldo para realmente no

desmayarse, tomó asiento lo más alejado posible de

aquella figura, mirándola fijamente. Aún no podía asegurar

si estaba en su mente o frente a sus ojos. Taehyung

también lo miraba.

-Si tienes dudas, puedo patearte el trasero. Así sabrás que

mi pie es sólido.

Hoseok entornó lentamente los ojos. Claro que era sólido.

Cada parte de su anatomía, cada uno de sus gestos, cada

centímetro de esa piel que tanto había extrañado y que

creía alimento de gusanos, era ahora perfectamente

palpable. Nunca había dejado de serlo.

-¿Cómo... cómo es posible? -preguntó con la boca seca-.

¿Qué es ésta... resurrección?7

-¿Bromeas? Convertiste la casa en una pocilga, chocaste

mi auto, casi matas de hambre a mis perros. Cualquiera

hubiera resucitado por mucho menos que eso.22


Hoseok lo miró, aletargado. Tenía el corazón tan acelerado

que temía que fuera a explotarle, en cambio sentía el

cuerpo pesado y dormido, como si no le perteneciera.

-Alimenté a los perros con el gato que tanto te disgustaba,

si eso te sirve de consuelo -confesó sin pestañear.3

-No hiciste tal cosa.

-¿Cómo puedes estar seguro?

-Estoy seguro, porque te he estado observando día y

noche.22

Los ojos de Hoseok se abrieron de súbito, grandes y

dolorosos, como si hubiera recibido una puñalada en el

corazón. El aire quedó atrapado en su pecho, y ya no pudo

respirar. Todo ese tiempo, el sufrimiento que había

padecido, el dolor... y Taehyung lo sabía...

-Todas las veces que me pareció ver tu rostro en las

sombras, cada vez que yo... -jadeó, incapaz de creerlo-.

Estabas allí... estuviste allí todo el tiempo...14

Esa mirada silenciosa le indicaba que así había sido.


Un odio visceral comenzó a trepar desde el interior de su

ser, magma de un volcán que había creído extinto y que

ahora resurgía con la fuerza de una indignación imposible

de contener.

-Te parece gracioso, ¿verdad? -masculló con los puños y

las mandíbulas apretadas-. Para ti fue todo una broma,

jugar a hacerte el muerto...11

La expresión de Taehyung se heló sutilmente. Si había

habido un tinte divertido en su gesto, éste había

desaparecido. Hoseok comenzó a temblar levemente,

como si su misma sangre entrara en ebullición.

-¿Pues sabes qué? ¡No fue gracioso! -gritó con los ojos

llenos de lágrimas. Taehyung continuó mirándolo en

silencio, sin mudar su expresión indiferente-. ¡No fue

gracioso caer en ese abismo! -continuó Hoseok , señalando

la casa-. ¡Fue un infierno! Pasé los días y las noches en

terrible angustia, sufriendo, y tú muy tranquilo observando

la función. Fue mi vida con lo que jugaste, ¡mi vida! ¿Te

resultó divertido? ¿Qué hacías, te reunías con tus


amiguitos cada día para reírte de mí? Vaya que resultaron

buenos actores esos dos, malditos sean.

-No metas a Jisoo y a jin en esto, ellos no tienen nada que

ver. Sólo hicieron lo que yo les pedí que hicieran.

-Oh, grandioso plan, Taehyung, te felicito -celebró

aplaudiendo con amargura. Las lágrimas brillaban furiosas

en sus ojos oscuros, retenidas en el umbral de sus

pestañas. Parecía querer reprochar tantas cosas que

finalmente no pudo decir nada.-. Casi muero por ti -acusó

finalmente, dolido, sintiendo que todo sacrificio había sido

inútil.4

-Yo también casi muero por ti -le recordó Taehyung,

elevando sus muñecas vendadas.3

-¡Pero yo intenté salvarte la vida, no me quedé cruzado de

brazos a tu lado, riendo mientras morías! Hice lo imposible

para salvarte y tú te sentaste a verme morir.

-Yo también te salvé la vida, ¿o quién crees que te sacó del

agua? ¿Una sirena? -espetó Taehyung de pronto. Hoseok

quedó atónito-. Fui yo quien se arrojó al río helado a


rescatarte, ¿o acaso pensaste que había sido Jin? No, ni él

ni nadie de los que estaban allí hubiera arriesgado su

propia vida por salvarte.27

Quedaron atrapados en un denso silencio. A pesar de la

sorpresa, Hoseok pareció aliviado por la noticia. Sí había

visto a Taehyung bajo las aguas después de todo. Lo

sabía, sabía que no había sido una ilusión, se había

aferrado a su cuerpo, al físico y no al espiritual como había

creído, pero había sido real. Aún después de todo lo que

había sucedido entre ellos, Taehyung había descendido a

esa trampa submarina, dispuesto a perder la vida para

rescatarlo... ¿pero por qué? Si le había permitido enterrarse

vivo en la casa como si fuera un gran mausoleo, y al

parecer no pensaba hacer nada por ayudarlo. ¿Para qué

arriesgar su propia vida para salvar a alguien al que estaba

dejando morir? ¿Tan lejos llegaba su cinismo? ¿Tan

profunda era su sed de venganza?1

-Dime una cosa... ¿era necesario hacerme pasar por éste

infierno? -preguntó entonces, con la voz casi quebrada por


el llanto que intentaba contener-. ¿Era necesario hacerme

sufrir así?

Taehyung desvió la mirada al frente, con su más fría

expresión de indiferencia. Hubiera parecido cruelmente

insensible a los ojos de cualquiera, pero Hoseok lo conocía

demasiado bien como para saber que cuando no sostenía

su mirada férrea y arrogante, era por no mostrar el

profundo dolor que lo invadía.

-Necesitaba verlo -respondió escuetamente, aún sin

mirarlo.

-¿Ver qué?

-Al verdadero Hoseok -dijo entonces, clavando sus ojos

azules en él-. Tenía que descubrir quién eras, verte sin

máscaras, sin disfraces. Saber lo que en verdad sentías

por mí...15

Permanecieron en silencio, sosteniendo sus miradas.

Cobalto y azabache fundiéndose el uno en el otro.

Finalmente Hoseok respiró profundo, e hizo un gesto de

aceptación.
-¿Y puedo saber qué viste? -preguntó casi en un susurro.

Taehyung no respondió. Desvió su mirada hacia los árboles

y la deslizó por las ramas, las hojas, las altas copas...

-Vi desesperación -dijo al fin, con una voz calma y pacífica-,

dolor... y amor.

Hoseok bajó la mirada, cohibido. Se sintió desnudo y

violado, espiado en su privacidad más íntima. Sin embargo

agradeció no tener que poner en palabras lo que había

sufrido esos días, y sobre todo, no tener que probar que lo

que decía era cierto. Al menos ahora no podría acusarlo de

fingir sus sentimientos. Cruel método de comprobación el

del ruso, pero efectivo sin dudas.1

-¿Cómo supiste que pensaba arrojarme al río? -preguntó,

su voz mucho más serena-. ¿Me estabas siguiendo?

-No hizo falta... "Jisoo, por favor, alimenta a los perros. No

te olvides que hay un gato" -recitó Taehyung,

rememorando la nota que Hoseok había deslizado por

debajo de la puerta-. Y luego te marchas rumbo al río. No


podía ser más obvio que ibas a matarte, te faltaba la piedra

al cuello y la carta al juez.5

Hoseok suspiró mirando al cielo. Al parecer, había sido

demasiado obvio en demasiadas cosas, y lo

suficientemente estúpido para ser el último en darse

cuenta.

-¿Por qué lo hiciste? -quiso saber-. ¿Por qué me salvaste?

-Tú también me sacaste del agua -respondió Taehyung,

señalando vagamente la casa-. Estamos a mano, ¿no lo

crees?

-No, yo sigo en deuda.

-No me parece...

Hoseok sonrió tristemente, volviéndose hacia la figura que

permanecía junto a él.

-¿En verdad piensas eso? -preguntó esperanzado.

Taehyung lo observó de soslayo con una sonrisa velada.

Sus mejillas estaban sonrosadas por el clima, pero fuera de

eso parecía ajeno al frío glacial que lo rodeaba. Hoseok en

cambio no paraba de tiritar. Ni el abrigo ni la manta que lo


envolvía parecían ser capaces de evitar que muriera de

frío, aunque intentara ignorarlo. Al notarlo, Taehyung le

echó una ojeada y sonrió suavemente, volviendo su vista al

horizonte.

-Lástima que sufras tanto el frío... Siempre frío ¿te has

dado cuenta? Seguimos el invierno a través del mundo.

-Yo creo que el invierno me sigue a mí.

-Me encantaría que vieras la ciudad en verano -continuó

Taehyung soñando despierto, sus ojos brillantes como si

pudiera ver la belleza de la que hablaba-, cuando el sol no

nos abandona por casi veinte horas al día, y todo es dorado

y hermoso... Noches Blancas, así le llaman, pues la

oscuridad no nos cubre ni cuando el sol se oculta. Es todo

tan bello, con las cúpulas doradas, el río centelleando cual

si estuviera repleto de estrellas. Entonces todo es alegría,

la gente sale a pasear sin sus abrigos, y puede visitar los

parques, que quedan verdes y no blancos como ahora,

caminan con sus hijos, disfrutan y ríen... Me hubiera

gustado que lo vieras.


-Lo veré -dijo entonces Hoseok, y Taehyung lo miró, sin

atreverse a sacar ninguna conclusión anticipada-. Sólo

debo esperar que pase el invierno...

El viento silbó su melodía y ambos callaron para

escucharla. El silencio volvió a arrullarlos como una suave

canción de cuna. Cada uno en un extremo del asiento,

esperando sin mirarse mientras sus corazones se

aceleraban. Los segundos pasaron como siglos hasta que

al fin Taehyung volvió su mirada, tan firme y penetrante

como en sus viejos tiempos, y sin mediar palabra extendió

sus brazos, ofreciendo una invitación que Hoseok no pudo

resistir. Sin desperdiciar un instante, el castaño se

desprendió de sus miedos y se arrojó sobre él,

zambulléndose entre esos brazos que lo envolvieron con

fuerza, enmascarando a duras penas la dulce

desesperación que los consumían.

-Perdóname, perdóname, perdóname -suplicó Hoseok en

un rosario de arrepentimiento, mientras hundía el rostro

contra el tibio pecho que lo confortaba, escuchando los


latidos del corazón que había creído silenciado para

siempre-. Tuve que verte casi muerto para comprender que

no existe nada que no pueda perdonarte. Siempre te dije

que te amaba, pero no supe realmente lo que significaba

hasta que te perdí; entonces entendí que habían sido

palabras huecas, que nunca te lo había dicho realmente, y

que ya no podría hacerlo. Oh, Señor -gimió abrazándolo

con fuerza, mientras sus lágrimas caían mojando las ropas

de ambos-, creí que estabas muerto... muerto... no sabes lo

que es eso, no tienes idea de la angustia que fue vivir

sabiendo que nunca más volvería a verte.

-Te extrañé mucho -admitió a su vez Taehyung con la voz

sofocada, negándose a derramar las lágrimas que lo

estrangulaban, aferrando a Hoseok como si quisiera

hacerlo parte de su cuerpo para no dejarlo ir-. Nunca nada

me costó tanto como resistir la tentación de acercarme a ti

en éste tiempo. Pensé que te odiaba, que te aborrecería

por siempre, que nunca podría perdonarte... pero entonces

entendí que no te odiaba, no a ti. Me odiaba a mí mismo


por amarte más que a mis padres. Sí -aseguró cuando

Hoseok sollozó más fuerte contra su pecho-. Me hice la

pregunta: si Dios me diera la oportunidad de resucitarlos a

cambio de tu vida ¿lo aceptaría? Lo pensé por días y no

pude responderme. Sólo me alegré de que Dios no me

pusiera en ese dilema. Entonces comprendí que ahí tenía

la respuesta. Me alegró que no se me ofreciera esa

oportunidad para no tener que soportar el cargo de

conciencia de declinarla. Porque, aunque amé y amaré

siempre a mi familia -aseguró con lágrimas en los ojos-, no

podría dejarte morir por ellos ni por nadie.43

El llanto de Hoseok era intenso y desconsolado. Se

aferraba con tanta fuerza a Taehyung que casi le hacía

daño, hundiendo el rostro en la tibieza de es cuello tierno,

pues se sentía incapaz de mirarlo a los ojos. Las manos de

Taehyung bajaban y subían por su espalda, acariciaban

sus mejillas y volvían a hundirse en su cabello.

-Lo siento...

-No hables ahora.


-... lo siento tanto... -gemía el americano, acurrucado como

un niño.

-Basta, no llores -dijo entonces Taehyung, elevándole el

rostro con ambas manos, limpiando con una caricia una

lágrima que le delineaba la mejilla-. Ya no quiero verte

llorar -insistió, recogiendo con sus besos las que siguieron

cayendo-. Estoy cansado de verte sufrir.

-Taehyung -gimió Hoseok casi sin fuerzas, incapaz de creer

el roce de esos labios contra su piel-. Taehyung -volvió a

decir en un suspiró sin voz al sentirlos sobre su boca,

atrapándolo primero con mucha lentitud para luego, preso

de un rapto de pasión, introducirse con un frenesí

irrefrenable al que él respondió con toda la delicadeza que

su desesperación le permitió.

El beso fue largo, profundo, apasionado y febril. Se

sujetaron con fuerza, impidiendo la separación, sin respiro

hasta que poco a poco las lágrimas cesaron y la efusión

contenida se calmó un poco. Cuando al fin se separaron,

Hoseok estaba tan exhausto que resbaló suavemente


hasta el pecho de Taehyung y allí permaneció un momento,

rendido, con los ojos cerrados, envolviéndole la cintura por

debajo del abrigo. Con mucha suavidad, tomó la mano que

lo acariciaba y observó las vendas de la muñeca herida.

Ahora los dos estaban marcados por el dolor y la sangre.

En el final, las cicatrices del alma se les reflejaban en el

cuerpo.

-¿Podrás perdonarme algún día? -murmuró contra el tibio

cuerpo al que se aferraba.13

-Supongo que sí -respondió el ruso, depositando besos

suaves contra su pelo. Hoseok elevó la mirada,

avergonzado e incrédulo-. Lo haré -afirmó Taehyung

mirándolo a los ojos-. Créeme, lo he pensado mucho. ¿Qué

son ellos para mí más que un hermoso y lejano recuerdo? -

preguntó con una triste resignación-. La separación tan

temprana, luego Yoongi interponiéndose entre nosotros...

Los amo, pero convivimos tan poco tiempo que si he de ser

sincero, te conozco más a ti de lo que jamás pude

conocerlos a ellos. No es fácil para mí, pero si tú perdonas


lo que te hice, y encima vences el miedo de que vuelva a

hacerlo, ¿cómo podría negarme?6

Hoseok se estremeció, presa de los malos recuerdos.

-No tengo miedo de que vuelvas a hacerlo, porque sé que

no lo harás, y yo tampoco lo haré. ¿Sabes por qué? -

preguntó incorporándose un poco-. Porque los que nos

incitaban a convertirnos en esos monstruos ya no están

aquí. Y nunca volverán. No, no tengo miedo de lo malo que

podamos hacer en el futuro, sino de lo que hicimos en el

pasado -confesó avergonzado-. ¿Lograremos limpiar

nuestras manos alguna vez? ¿Podremos lavar nuestras

culpas?

Taehyung lo pensó un momento.

-¿Sabes lo que creo? Creo que hemos llorado lo suficiente

como para que nuestras lágrimas limpien la sangre que

hemos derramado.43

Hoseok se tomó un momento para meditar aquellas

palabras. Lentamente se limpió el rostro con el dorso de la

mano, sopesando qué tan cierta era aquella metáfora. Sus


miradas volvieron a cruzarse, y con un cosquilleo extraño

en el vientre descubrieron que seguían siendo los mismos.

Después de la locura y la muerte, simplemente ellos

mismos.

-¿Crees que podríamos empezar de cero? -preguntó, y una

luz extraña, casi esperanzadora, brilló en sus ojos negros-

¿Podremos comenzar de nuevo?

-Volver el tiempo atrás -concordó Taehyung, ilusionado con

la idea, mirándolo risueño mientras le acariciaba el cabello-.

Como si acabáramos de competir en Munich y yo bajara a

buscarte a ese feo vestuario donde discutías con tu padre.

Como si recién estrecharas mi mano mirándome a los ojos,

desafiante.

-No, no -replicó Hoseok, como si no le gustara ese

comienzo-, así no -se rehusó, acomodándose mejor sobre

Taehyung, para poder observarlo bien de frente, rozar

suavemente sus ojos, su boca con la yema de sus dedos,

mientras pensaba la historia que hubiera querido

protagonizar de haber tenido la oportunidad de elegir-.


Como si fuéramos solamente dos jóvenes que se conocen.

Ni campeones, ni enemigos, ni siquiera patinadores... sólo

dos chicos de nuestra edad, que acaban de empezar la

universidad juntos o que cruzaron sus miradas en una

discoteca -explicó mirándolo con ternura, imaginando ese

momento de silenciosa seducción-. Algo normal, Taehyung

-recalcó, acariciándolo-. Estoy cansado de que nuestras

vidas sean tan diferentes del resto, siempre todo tan difícil,

pagando cada minuto de felicidad con sufrimiento. Quiero

ese comienzo. Quiero que seamos simplemente nosotros,

sin fama ni medallas, sólo dos adolescentes normales

viviendo una vida normal... ¿Qué? ¿Qué pasa, qué dije?

-Me temo que ya estamos demasiado viejos para pretender

eso.

-¡No, no lo estamos! -exclamó Hoseok, y su cuerpo tomó

una postura animada, tomándole el rostro con ambas

manos, mirándolo a los ojos. Esos ojos que expresaban

tanto sufrimiento, tantos sacrificios, que reflejaban un alma

tan vieja y gastada como la suya-. Por Dios, tienes apenas


24 años y yo 21 -le recordó, y Taehyung congeló un gesto

de negación inconcluso, como si hubiera estado a punto de

corregir un error y se hubiera dado cuenta que el errado era

él-. Sí, sólo 24, acepta que todos éstos años no tenías la

obligación de ser un hombre maduro y perfecto en vez de

un joven despreocupado, común y corriente. Concédete un

respiro, Taehyung -el rubio cerró los ojos, los labios

apretados. Sabía que tenía razón-. Nos obligaron a

arruinarnos la vida, pero fue sólo el comienzo, podemos

arreglarlo. Podemos arreglarlo -aseguró, echándole los

brazos al cuello, respirando profundo el aroma de su piel-.

Aún estamos a tiempo, por favor, aún podemos hacerlo...

Taehyung cerró los brazos alrededor del cuerpo que lo

rodeaba tibiamente. Hoseok tenía razón. Dios, tal vez sólo

había gastado el 30% de su tiempo en esta tierra, aún tenía

la vida entera por delante. Suspiró. "Todo lo que deba ser,

será" se dijo, y por primera vez en su vida desistió de

programar fríamente cada paso de su futuro. Era hora de

aprender a vivir la vida y no sólo sobrellevarla.


Apretando su abrazo, olisqueó el cuello de su amado y

comenzó a besarlo. Oh, Señor, cómo había extrañado la

suavidad de esa piel, el calor de ese cuerpo contra el suyo,

el perfume que volvía loco sus sentidos...

Hoseok cerró los ojos, gimiendo suavemente de placer

mientras disfrutaba de las suaves caricias, del aliento cálido

descendiendo por su garganta, de las manos colándose

bajo su ropa, despertando su pasión con cada roce.1

-Apuesto a que nunca estuviste tanto tiempo sin hacer el

amor -susurró, ocultando su sonrisa traviesa entre los

suaves mechones de pelo rubio, mientras le mordisqueaba

con delicadeza el lóbulo de la oreja.1

-Ya te lo he dicho antes, Jung... nunca hagas apuestas

conmigo si no quieres perder...

-¿Y eso qué significa?

-Que si tú hace mucho tiempo que no tienes sexo, no

significa que yo...

Hoseok lo interrumpió de un puñetazo en el pecho.


-Te odio -murmuró, mientras simulaba querer escapar de

los brazos que lo tenían dominado.

-No es verdad, me amas -repuso Taehyung con seguridad,

como siempre que Hoseok le decía eso, excitándose con el

pequeño juego del gato y el ratón-. Y yo también.

-¿Tú también me amas?

-No, yo también me amo.28

-¡Taehyung!

-¿Sí, Hoseok?

-...

-...

-Te amo.

-Es lógico.

-Maldito, ¿no vas a decirme que me amas?

Taehyung retrocedió, una mirada libidinosa bailando en sus

ojos mientras se mordía los labios.

Luego echó su lacio cabello hacia atrás, mirándolo con

fingido desinterés, y volvió su rostro al sol como si no le

importara la propuesta.
-Sí, lo haré... -dijo al fin, reprimiendo a duras penas una

sonrisa-. Pero sólo cuando te tenga encadenado a la cama,

esclavizado bajo mi cuerpo, y gimas mi nombre mientras te

posea...

-¿Sólo eso? Entonces, ¿qué esperas? ¡Date prisa! -le

exigió Hoseok poniéndose de pie, deshaciéndose de la

manta, que abandonó sobre la nieve-. Y será mejor que me

amarres rápido; quiero escucharte decir que me amas en

menos de diez minutos, te lo advierto...

El insolente americano le volvió la espalda y echó a andar

hacia la casa. Taehyung permaneció estupefacto por un

momento, incrédulo ante semejante desfachatez. Luego,

incapaz de contenerse, sonrió, satisfecho.

Hoseok hizo un gesto de sensual invitación desde la

puerta. El ofrecimiento era un cóctel de amor, diversión y

placer en proporciones tan perfectas que prometía elevarlo

a la cima del cielo y no abandonarlo jamás.

Demasiado delicioso para ser rechazado.

Y él, por supuesto, aceptó.


1Fin.

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