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TRADUCCIÒN

AS Beth Elke FerGonz


Ivashkov Lalyta LouLo Marii
Nicte -Patty -RompeMaldiciones- Tefy
VivianaG2509 Yuli

CORRECCIÒN
Beth Elke FerGonz Kerah
Lee LouLo -Patty VivianaG2509
AS Yuli

Revisión Final FORMATO


Matlyn & -Patty Sombra Literaria
CONTENIDO
MAPA SINOPSIS

Capítulo 1 Capítulo 21 Capítulo 41


Capítulo 2 Capítulo 22 Capítulo 42
Capítulo 3 Capítulo 23 Capítulo 43
Capítulo 4 Capítulo 24 Capítulo 44
Capítulo 5 Capítulo 25 Capítulo 45
Capítulo 6 Capítulo 26 Capítulo 46
Capítulo 7 Capítulo 27 Capítulo 47
Capítulo 8 Capítulo 28 Capítulo 48
Capítulo 9 Capítulo 29 Capítulo 49
Capítulo 10 Capítulo 30 Capítulo 50
Capítulo 11 Capítulo 31 Epílogo
Capítulo 12 Capítulo 32 GoR & SL
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Capítulo 36
Capítulo 17 Capítulo 37
Capítulo 18 Capítulo 38
Capítulo 19 Capítulo 39
Capítulo 20 Capítulo 40
MAPA
SINOPSIS
Una mentira no puede proteger, solo puede destruir.

El corazón de Fate se rompe cuando descubre la verdad de una pérdida


aplastante envuelta dentro de las mentiras de los más cercanos a ella.
Desesperada por escapar de su angustia y rabia, promete resucitar a los muertos,
por medio de cualquier nigromancia prohibida que pueda conseguir.
Pero la magia cuesta.
Su última adquisición de poder le otorgo habilidades inimaginables,
mientras la maldecía con un legado oscuro. Incrustada debajo de su piel, una
diosa primordial se eleva, conduciendo a Fate hacia un final desconocido.
Mientras Fate lucha por contener al leviatán en su interior, una búsqueda
imprudente en busca de un legendario Unicornio negro la lleva al boque más
oscuro de Oldwilde con sus feroces elfos y dríades mortales. Cuando los
secretos engañosos llenos de venganza salen a la luz, Fate se ve obligada a
enfrentarse a los pecados empapados en sangre de los errores pasados.
¿Podrá resistir la furia del fuego que silba por sus venas o sucumbirá y
hará arder la tierra y los cielos?

Her Dark Destiny#4, Fates Fury


Capítulo 1
Bajo la piel

Fate salió corriendo por la puerta de su suite personal, emocionada y contenta.


Por fin, una buena noticia. Jessie estaba despierta y hablaba. Su alivio era
abrumador después de verse obligada a aceptar la pérdida de su amiga de la infancia
a manos de Kaliena. Aunque el traje cibernético se había retirado sin problemas, la
espera para que Jessie despertara había sido insoportable. La posibilidad de que
fuera una cáscara vacía y sin sentido cuando despertara había sido una preocupación
constante.

Pero si Jessie preguntaba por ella, eso sólo podía significar que su amiga se
había recuperado totalmente intacta. Fate se mordió el labio inferior,
preguntándose si Jessie recordaba las brutales peleas que habían tenido.

Su última pelea había sido especialmente cruel. Fate todavía se estremecía con
el recuerdo de los afilados puños metálicos de Jessie rompiendo los huesos de su
cara. El golpe habría matado a Fate, o la habría desfigurado de por vida, de no ser
por los poderes regenerativos que le otorgaba el Corsé de Hipólita. No es que Fate le
echara en cara nada de eso a Jessie. Su amiga no sabía lo que estaba haciendo.

Fate dobló una esquina, chocando accidentalmente con un hombre que era una
sólida pared de músculos nervudos.

—Cuidado —gruñó el caballero Serpen, antes de empujarla tan fuerte que se


golpeó contra la pared.

Semanas de rabia reprimida ardieron en el corazón de Fate, un calor volcánico


que anuló todo sentido de la razón. Girando en un instante, utilizó la pared para
impulsarse en el aire con los pies por delante, con las botas dirigidas a la cabeza de
él. Sonrió cuando sus tacones golpearon su mandíbula y arrancaron la sonrisa de
sus labios. El golpe lo aplastó antes de que sus pies tocaran el suelo. Aturdido y
tumbado de espaldas, miró al techo.

Fate plantó su pie sobre su cuello y se inclinó hacia delante. Su frente se llenó
de sudor mientras sus ojos oscuros encontraban los de ella. Aplicó más presión
cuando captó el mismo brillo escarlata en sus ojos que había visto en Moria, su
Emperatriz Dragón Serpen, cuya sed de venganza había arruinado el Reino de Asgar.

—Cuida tus modales —le dijo Fate al hombre—. Recuerda que eres un invitado
aquí. Si no te comportas, te arrojaré al desierto.

El soldado, con la cara roja, echó humo y cerró la boca con fuerza mientras
asentía.

Fate le clavó el talón en la nuez de Adán, haciéndole forcejear para tomar aire
antes de levantar finalmente el pie. Los otros caballeros de Serpen le abrieron
rápidamente el paso mientras ella reanudaba su veloz marcha por el pasillo. El
gentío se agolpaba en el extremo inferior de las suites residenciales de la Fortaleza,
y Fate se vio obligada a abrirse paso entre la multitud una vez más.

Habían pasado tres semanas desde la Gran Guerra del Desierto —como
muchos se referían a ella— y seguía sintiéndose invadida por los miles de personas
que se arremolinaban entre los muros de la antigua estructura. Este último
encuentro con el soldado Serpen sirvió para magnificar la intrusión. Pero se trataba
de los restos supervivientes de las fuerzas aliadas. A pesar del gran número, en
realidad sólo ocupaban un pequeño porcentaje de las suites residenciales
disponibles en La Fortaleza. Si hubiera podido convencer a Brune de que abriera
una sección diferente, en lugar de ponerlos donde ella y sus amigos habían estado
viviendo.

Sin embargo, albergarlos no era el problema más urgente. Cada día que
pasaba, sus inesperados invitados empezaban a actuar como si fueran los dueños
del lugar. Por ejemplo, se apoderaron de la arena de combate, que Fate estaba
acostumbrada a tener para ella sola. También se tomaban libertades al traspasar las
secciones cerradas dentro de los colosales anillos.

Más alarmante aún era la entrada en las bóvedas de la superficie de la


Fortaleza. Afortunadamente, no podían entrar en la mayoría de ellas. Para eso,
necesitaban el sello del Guardián de La Fortaleza, que sólo ella tenía, así como Brune
y Jessie después de que los hubiera convertido en sus apoderados. Las bóvedas en
las que podían entrar estaban a salvo de los ladrones, ya que los tesoros del interior
estaban cerrados con llave y ocultos por un acertijo que había que resolver. Pero
Brune había encontrado entradas dañadas por los intentos fallidos de entrar a la
fuerza.

Mientras la situación preocupaba a Fate, Brune se había puesto absolutamente


lívida. Si Fate no hubiera cedido la tutela a Brune, sería ella la que sentiría la
implacable y dolorosa llamada a proteger La Fortaleza cualquier precio. Razón de
más para que Brune no estuviera tan malhumorada últimamente.
Al menos tenían el apoyo de Rudwor y sus caballeros de Beldereth. Fate
agradeció la decisión de Rudwor de quedarse más tiempo del previsto, asignando a
sus caballeros como guardianes de la paz para evitar que las cosas se agravaran cada
vez que estallaran las peleas. Hasta ahora, los soldados de Eldunough, que se
estaban recuperando de sus heridas, y los jinetes que se habían quedado en tierra
tras perder sus halcones, parecían ser civilizados y respetuosos. Aunque habían
permanecido neutrales en cuanto a qué lado se inclinaban.

Los Serpens estaban causando la mayoría de los problemas, abriéndose paso


por los pasillos, cortando las líneas de comida y acaparando las armas que
encontraban en las armerías. Sin embargo, eso no la sorprendió. Cuando se había
enfrentado a su Emperatriz Dragón en el Libro de Fábulas, había visto de primera
mano lo belicosa que era su raza. Pero su comportamiento grosero parecía ser
contagioso, porque el ejército Asgar también se estaba volviendo hostil. Habiendo
recibido el mayor golpe en número de soldados, la moral era la más baja entre ellos.
La muerte del Rey Tynan sólo había servido para dejarlos sin dirección y rebeldes.

Fate se metió en la enfermería y aceleró el paso al pasar por una cama tras otra
de soldados gravemente heridos. Cuando llegó a las habitaciones privadas del fondo,
se deslizó por la puerta y la cerró tras de sí.

Jessie estaba sentada en la cama hablando con Eustace. Su larga melena oscura
colgaba en suaves ondas sobre los hombros. Estaba sonriente y animada, un ser
humano de nuevo. Ya no era la autómata asesina en la que Kaliena la había
convertido.

—He oído que alguien preguntaba por mí —interrumpió Fate.

Los dos se volvieron para mirarla. La sonrisa de Jessie se amplió y sus cálidos
ojos avellana se convirtieron en alegres medias lunas. Mareada por la emoción, le
hizo un gesto a Fate para que se acercara.

—¡Esa soy yo! ¿Cómo va todo?

Ver el bello rostro de Jessie fue una visión bienvenida después de haber estado
oculta tras la maquinaria encantada durante tanto tiempo. Fate corrió hacia ella, con
los brazos abiertos para abrazarla.

—¿Cómo estoy? ¿Cómo estás? —Apretó a Jessie con fuerza, temiendo soltarla.

Jessie le dio un ligero toque en la espalda.

—Me cuesta respirar —jadeó.

Fate la soltó.
—¡Oh, lo siento!

Jessie se frotó los brazos.

—Whoa, ¿quién te convirtió en el Capitana Marvel?

Fate miró a su padre y suspiró.

—¿Cuánto tiempo tienes?

—Poco. Al parecer, me retienen para realizar más pruebas —le informó Jessie.

—Qué suerte tienes. —Fate se sentó en el extremo de la cama y cruzó las


piernas.

Eustace palmeó la mano de Jessie y se puso en pie.

—Las dejo para que conversen.

Fate se rió.

—¿Qué? ¿No quieres escuchar todo esto de nuevo?

—No tanto. —Eustace se estiró para frotar la parte baja de su espalda con una
mueca de dolor—. Sobre todo, porque tengo una pila de investigación esperándome
en la biblioteca.

—¿Qué tipo de investigación? —Fate no era consciente de ninguna necesidad


urgente de abrir los libros. ¿Estaba haciendo un trabajo innecesario para sí mismo?
Esperaba que no fuera así, porque no le gustaba lo cansado que parecía
últimamente.

La pregunta tomo a Eustace desprevenido. Se puso rígido y nervioso de


repente, lo que hizo que ella se tensara.

—Oh, yo... he estado ayudando a Brune a encontrar hechizos de memoria para


Gerdie.

Fate frunció el ceño. ¿Por qué iba a estar nervioso por eso? Algo no cuadraba.
¿Qué estaba ocultando? El estómago se le apretó en un nudo de sospecha. Entornó
los ojos hacia él, observando cómo se retorcía bajo su mirada escrutadora.

¿Estaba mirando a su padre, al que amaba con todo su corazón? ¿O estaba


mirando a Farouk? El demonio podía estar al acecho detrás de cualquier rostro.
Después de todo, Farouk había engañado a Azrael escondiéndose tras el rostro de su
madre. Y Darcy nunca había sospechado que se estaba acostando con el demonio
cuando éste se había hecho pasar por Mason.
Si había una imagen desagradable que no quería tener en su cabeza, era esa.

Se sacudió, diciéndose a sí misma que dejara de estar paranoica con todos los
que la rodeaban. Incluso había empezado a preocuparse por si Finn era Finn. De vez
en cuando, percibía el mismo tipo de secretismo en él también. Este constante miedo
subyacente estaba causando estragos en su cordura.

Jessie agitó su mano frente a los ojos de Fate.

—Oye, ¿A dónde te fuiste?

Fate parpadeó.

—Oh, estaba pensando en algo que tengo que hacer.

Miró a Eustace, que estaba a punto de escapar.

—Deberías pedirle a Sithias que te ayude con la investigación.

Eustace se congeló en la puerta sin volverse.

—Prácticamente ha estado viviendo en la biblioteca desde que volvió —


continuó Fate—. Ahora que lo pienso, no lo he visto en los últimos días. Yo realmente
necesito averiguar qué pasa con él. Es raro que sea tan antisocial.

—Lo haré —contestó Eustace, ofreciendo una sonrisa floja mientras les
devolvía la mirada.

—¿Soy yo, o tu padre parece un poco nervioso? —Jessie preguntó, después de


que él se fue.

Fate se quedó mirando la puerta vacía.

—Definitivamente no es él mismo. —Ella expresó por completo todos sus


pensamientos—. Creo que algo le preocupa.

—¿Vas a hablar con sobre eso?

Fate asintió.

—Sí.

—Bien, pero lo primero es lo primero. Quiero saber cómo has estado. —Jessie
acomodó las almohadas antes de volver a acomodarse en ellas.

—Bueno, probablemente sea más fácil mostrarte. —Fate se levantó la camisa


lo suficiente para que Jessie viera el Corsé de Hipólita iluminando su cintura desde
dentro.
Los ojos de Jessie se redondearon cuando se inclinó hacia delante para
estudiar el diseño entrelazado del corsé.

—¿Qué estoy viendo exactamente? ¿Es un patrón de serpientes y águilas?

—Es un corsé mágico.

—¡Pero está bajo tu piel!

—Sí, se fundió conmigo sólo unas horas después de ponérmelo.

—¿Se quita?

Fate negó con la cabeza, reprimiendo un creciente deseo de quitarse el corsé.


Irónicamente, lo que le había dado los poderes sobrehumanos que tanto deseaba
también se había convertido en su talón de Aquiles. ¿Cómo podía saber que cuando
Farouk decidiera revelarse por completo, sus poderes divinos se verían debilitados
por su presencia?

Los ojos verdes de Jessie se abrieron de par en par.

—Vaya, eso sí que es un asunto serio. ¿Estás de acuerdo con que sea un
accesorio permanente, pegado ahí bajo tu piel de esa manera?

Fate dejó caer su camisa en su lugar.

—Tengo que estarlo.

—¿Tienes otros poderes además de la superfuerza?

—Se podría decir que soy invencible.

—¿Como si nada pudiera matarte? ¿Cómo que si te cortan la cabeza te crecerá


una nueva?

Fate se rió.

—O eso, o seré una cabeza parlante rodando por el suelo.

—¡Tengo una idea! Tal vez tus venas salgan de tu cuello como largas patas de
araña y se arrastren por el suelo buscando tu cuerpo.

Jessie se rió ante la expresión de horror de Fate.

—¡Qué asco, no soy La Cosa! —Fate se encogió de hombros—. No sé lo que soy


exactamente. Soy básicamente lo mismo, excepto por este ardor en el vientre cada
vez que me enfado. Me dan ganas de atacar a la gente.
—Siempre has sido un poco mecha corta.

—Créeme, esto es más que un fuerte temperamento. Me enfado como Hulk. Es


porque el corsé fue hecho por Ares.

—¿El dios de la guerra?

—Uh huh.

Jessie volvió a recostarse sobre sus almohadas, observando a Fate con el ceño
fruncido.

—¿Qué pasa contigo y los dioses de la guerra? ¿No dijiste que la chica Miranda
era una diosa de la guerra?

—¿Quién?

—Ya sabes, la que te dio todos esos increíbles poderes de viento y rayo.

—Murauda. —Fate sonrió con ironía—. Y sí, parece que tengo un imán cuando
se trata de deidades antiguas.

—¿Eh, me pregunto por qué será?

Fate vaciló, insegura de si debía compartir lo que Azrael le había dicho cuando
habían estado en el desierto de Dunebala.

—Lo sabes, ¿no? —insistió Jessie.

—Va a parecer una locura —advirtió Fate.

Jessie se rió.

—¿Salir disparada a través de un portal secreto hacia un gigantesco almacén


de objetos mágicos y ser convertido en la perra cyborg de una hechicera hambrienta
de poder te parece algo cotidiano? Ya nada me parecerá una locura.

Fate también se rió, pero la curiosidad cortó su risa.

—¿Recuerdas todo lo que pasó mientras Kaliena te controlaba?

El brillo de los ojos de Jessie se desvaneció y bajó la mirada a sus manos.

—Lo siento, Jess, si es demasiado reciente para hablar sobre eso, puedo esperar
hasta que estés preparada.

Cuando Jessie levantó la vista, sus ojos estaban vidriosos por las lágrimas.
—Sí, es demasiado pronto. Prefiero oír hablar de tus cosas.

Fate agitó la mano para mostrar que no era gran cosa.

—Bien, volvamos a mí y a por qué soy un imán de dioses de la guerra. ¿Estás


preparada para esto?

Jessie asintió, pareciendo de repente la niña que Fate había conocido en el


jardín de infancia. Le dolía el corazón por lo que su amiga debió haber soportado
bajo el férreo control de Kaliena.

—Por lo que he averiguado, los humanos son demasiado débiles para contener
la enorme energía que alberga un instrumento de un dios, como este precioso corse,
que, según los libros de historia, Ares hizo como regalo especial para su hija,
Hipólita. La única forma de que un humano sobreviva llevando o blandiendo un
objeto así es que sea descendiente de un dios.

La confusión apareció en la cara de Jessie.

—¿Estás diciendo que eres descendiente de Ares?

—No lo sé, tal vez. No hay forma de saberlo con seguridad.

Jessie la miró como si a Fate le hubiera salido de repente una nariz de más.

—¡Eso es enorme! ¿Cómo lo supiste?

Fate señaló a Azrael, que estaba tumbado en la cama junto a la de Jessie.

—Él. Él me lo dijo.

Jessie se quedó con la boca abierta mientras miraba a Azrael.

—¿Lo conoces? No he hecho más que mirarlo desde que me desperté. —Se
abanicó la cara—. No puedo dejar de ver ese largo pelo negro, la piel moka y la
preciosa cara. Es totalmente atractivo. Así que dime, ¿quién es?

—Es Azrael, y... estamos casados. —Fate murmuró la última parte en voz baja.

Jessie se rió cínicamente.

—¡Ya quisieras! Espera un momento. ¿Qué pasa con Finn? ¿Sabe que te has
enamorado de este tipo como para desear estar casada con él?

Fate le devolvió la mirada.

—No es ninguna broma. Y sí, Finn lo sabe todo.


Jessie sacudió la cabeza con incredulidad. Entonces su mirada se posó en el
dorso de la mano de Fate, observando el tatuaje de henna que apenas empezaba a
desvanecerse. Miró los tatuajes del cuello de Azrael, marcas exóticas, que tenían un
diseño similar al de Fate.

—Vaya, ¿qué diablos paso mientras yo no estaba?

—Mucho. Demasiado, ahora que lo recuerdo —admitió Fate.

—Empieza por el principio. —Jessie cogió un vaso de agua y tomó un sorbo,


con los ojos muy abiertos por la expectativa de lo que Fate diría a continuación.

—Cuando el portal se abrió para enviar La Fortaleza a este mundo, no aterrizó


en Oldwilde como estaba previsto. En cambio, se estrelló en el Desierto de
Mirajaran, en el continente de Shalamoraize. Imagínatelo como si dispararas a las
Islas Británicas y dieras con Oriente Medio.

Jessie asintió con la cabeza, dando a entender que se acordaba y que era
plenamente consciente de la situación. Fate fingió no darse cuenta y continuó.

—De alguna manera fui arrojada aún más lejos y terminé en Dunebala, el
Desierto de las Arenas Vivas.

—Oh, vaya, ¿cómo fue eso?

—No me hagas hablar de ese horrible lugar. Basta con decir que Dunebala era
un miserable, abrasador y polvoriento lugar lleno de monstruos de arena que
querían comerme. Y ahí es donde conocí a Azrael. Súper romántico, déjame decirte.

Jessie hizo una cara.

—Ew sí, supongo que ambos estaban sudados y cubiertos de arena.

—Oh, yo era un desastre apestoso, seguro. Pero Azrael... estaba fresco como la
ropa seca, porque él se bañaba todos los días. —Fate levantó la mano cuando Jessie
empezó a preguntar por qué—. No nos llevábamos exactamente bien cuando nos
conocimos. De hecho, al principio lo odiaba. Sobre todo, porque me esclavizó por
haberme salvado la vida, pero también porque intentó matarme por no ser honesta,
cuando en realidad había perdido la memoria. Lo último que recordaba, antes de
hacer mi gran plantón en Dunebala, era la firma de libros en la biblioteca, así que
puedes imaginar lo asustada que estaba.

—¡Totalmente! —Jessie se cruzó de brazos y frunció el ceño ante Azrael con


decepción—. Así que es un imbécil con cara de ángel.
—Lo era al principio. —Fate lo miró, su corazón se ablandó al ver el constante
ascenso y descenso de su pecho—. No era tan malo una vez que lo conocí.

Jessie señaló a Fate y jadeó.

—¡Te gusta! ¿Estás enamorada de él?

—¡No! —Fate sabía que la negación había llegado demasiado rápido y fuerte—
. No lo amo. Pero sí me importa.

Jessie tomó otro sorbo de agua.

—Cuéntamelo todo.

Ya no había escapatoria. Jessie era como un perro con un hueso cuando había
secretos que compartir. Fate se movió incómodamente mientras relataba cómo
Azrael la había salvado de convertirse en la merienda de un monstruo del desierto,
lo que resultó en el anillo del alma alrededor de su tobillo. `

Jessie se inclinó hacia adelante.

—Déjame verlo.

Fate levantó su pierna para mostrar el grueso anillo de latón alrededor del
tobillo de su bota.

—Vaya, otra cosa mágica que no te puedes quitar. —Jessie negó con la cabeza,
y luego miró a Azrael—. Aunque supongo que podría ser peor.

—¿Cómo te lo imaginas?

—Podría haber sido un viejo desdentado con uñas largas y sucias.

—¡Asqueroso! —Fate torció la cara.

Jessie cayó de nuevo en sus almohadas, riendo.

—No es gracioso, Jess. Esto es serio. Mientras lleve el anillo del alma, Finn y
yo no podemos estar realmente juntos.

La sonrisa juguetona de Jessie se convirtió en curiosidad.

—¿Y cómo es eso? Especialmente cuando no hay forma de saber si Azrael


despertará alguna vez.

—Finn y yo no podemos estar juntos de verdad. —El rostro de Fate se calentó


de vergüenza—. El anillo del alma me quema la piel cada vez que nos acercamos más
que un abrazo y un beso, si sabes a qué me refiero.
Jessie se quedó con la boca abierta.

—¿Estás diciendo que en realidad estaban listos para ponerse horizontales el


uno con el otro?

—He estado lista desde hace mucho tiempo. —Fate se preguntó si debía decirle
a Jessie lo que Finn le había dicho. Que habían hecho el amor antes de que él partiera
hacia Oldwilde para organizar el ejército que luchaba contra las legiones de muertos
vivientes de Kaliena. De todos los recuerdos que había perdido y que aún se le
escapaban, éste era el que más le dolía. Decidió aferrarse a este secreto personal y
continuó con lo que se sentía más cómoda contando a su amiga—. No recuerdo nada
de eso, pero Finn hizo rápido un par de brazaletes de mano para cada uno de
nosotros y nos declaramos casados.

—¿Qué? ¡De ninguna manera! —Chilló Jessie—. ¿Lo llevas puesto? Déjame ver.

—Ya no tengo el mío. Me lo quitaron cuando me casé con Azrael

Jessie se tapó la boca con la mano. Sus ojos eran redondos como canicas
cuando finalmente bajó la mano.

—¿Te das cuenta de que estás casada con dos tipos? Fate Floyd, eso te convierte
en bígama.

El fuego explotó en el vientre de Fate, ardiendo de rabia. Cerró los ojos y apretó
los puños.

—¡No digas eso! Ya es bastante difícil para mí estar casada. Y además con dos
tipos diferentes.

—Lo siento —murmuró Jessie.

Fate aspiró suficiente aire para enfriar la ira que hervía bajo su piel.

—No sería tan malo si pudiera recordar que Finn me dio el brazalete y las
promesas que nos hicimos. ¿Sabes qué es lo raro? Me encantaba esa pulsera, aunque
no tuviera ni un solo recuerdo de Finn. Sin embargo, sabía que había sido hecha con
amor, porque podía sentirlo.

Jessie se movió nerviosamente. Tras un incómodo tramo de silencio,


preguntó—: ¿Cómo perdiste la memoria?

—La madre de Azrael me dijo que tengo un recuerdo demasiado doloroso, que
hizo que mi alma se rompiera en pedazos perdidos. —Cuando Jessie pareció
confundida, Fate le quitó importancia—. Fueron sus palabras, no las mías. De todos
modos, dijo que la parte más dañada de mi alma se alejó demasiado para que ella
pudiera recuperarla. Dijo que es una forma de autoprotección, y que lo que fuera ese
evento traumático debió ocurrir justo antes de que La Fortaleza atravesara el portal.

—Suena complicado. Pero al menos has recuperado la mayoría de tus


recuerdos, ¿no?

—La mayoría, supongo. —Fate se quedó mirando al espacio—. En cuanto a la


causa de la amnesia, probablemente nunca sabré qué fue.

—Parece que Azrael y su madre fueron de gran ayuda para que volvieras a la
normalidad. —Jessie lo miró de nuevo—. ¿Fue entonces cuando empezó a gustarte?

Fate resistió el impulso de mirar a Azrael. Verlo en un estado tan vulnerable la


entristecía y le despertaba sentimientos con los que no estaba del todo preparada
para lidiar. Sobre todo, por lo injusto que era para Finn dejarse llevar por emociones
que la hacían sentirse confundida y dividida.

—Digamos que con el tiempo llegué a respetar a Azrael después de saber más
sobre él. Pero nunca me enamoré de él. —Su pecho se apretó—. Finn es el único al
que amo.

—Es bueno oír eso.

Sorprendida por la voz de Finn, Fate se giró para verlo apoyado en el umbral
de la puerta luciendo una sonrisa burlona; sus brazos musculosos cruzados y las
ondas despeinadas de su pelo dorado y bronceado cayendo sobre sus ojos verde
esmeralda de la forma más irresistible.

El calor subió por el cuello de Fate, calentándole la cara.

—No se supone que es debido acercarse sigilosamente a dos chicas hablando.


Este es un espacio sagrado y no se permiten chicos —le amonestó.

Finn le dio un codazo en la barbilla a Azrael mientras entraba en la habitación.

—¿Qué pasa con él? Es un chico.

Fate frunció el ceño, a pesar de la sonrisa que le arrancaba la comisura de los


labios.

—Los chicos inconscientes no cuentan.

Finn se inclinó y besó el costado del cuello de Fate. El cálido contacto de sus
labios le produjo un delicioso cosquilleo. Se puso de pie para mirar a Jessie con su
mano posada en el hombro de Fate.

—Hola, Jessie. Me alegro de que hayas vuelto. Fate ha sido miserable sin ti.
Jessie se retorció de placer.

—Ya veo por qué. Nadie más puede sacar brownies del simulador de comida
como yo.

Fate asintió.

—Me conoces demasiado bien.

Jessie le guiñó un ojo.

—Siempre lo he hecho. Siempre lo haré.

Fate siguió asintiendo, pero lo que realmente quería decir era que nadie la
conocía en absoluto. Ni Finn. Ni Eustace. Ni Sithias. Y ni siquiera Jessie. Ella había
cambiado. Cambiado por el poder incrustado bajo su piel. Más aún, estaba siendo
cambiada por algo más, algo sin nombre que estaba enterrado en lo más profundo
de su ser. Algo que ella quería mantener enterrado. Pero estaba subiendo,
empujando a la superficie poco a poco, y eso la aterrorizaba.
Capítulo 2
Paranoica

Finn no se quedó mucho tiempo charlando con Jessie. Era obvio que Fate
quería a su mejor amiga para ella sola. No es que a él le importara. Esperaba que
tener a Jessie de vuelta ayudara a Fate a relajarse un poco. Creía que el final de la
guerra le había proporcionado cierto alivio, pero en lugar de eso, se había vuelto
cada vez más inquieta, más y más tensa con el paso de los días.

La pregunta principal era ¿por qué? ¿Estaba sospechando de la enorme y


terrible mentira que todos le habían contado? Su culpa pesaba más cada vez que
perpetuaba la mentira de que Eustace estaba vivo, cuando en realidad era Sithias
quien se hacía pasar por él.

Se le retorcían las tripas cada vez que pensaba en lo que la verdad le haría a
Fate. Estaba convencido de que descubrirla la destruiría literalmente, lo que le daría
a Ananke la oportunidad que necesitaba para emerger por completo y borrar la
existencia de Fate. Junto con todo lo demás.

Finn aumentó su ritmo hasta el trote, como si quisiera dejar atrás sus propios
pensamientos, sin ver realmente con quién se cruzaba en los pasillos. No eran más
que formas insignificantes de color gris que se desdibujaban y todo lo que podía ver
más adelante era un futuro oscuro lleno de desesperación.

Entró en la biblioteca y se detuvo en la entrada, examinando la amplia planta


principal y sus numerosas agrupaciones de mesas y sillas. Normalmente, Sithias se
encontraba allí enterrado detrás de una pila de libros. En cambio, vio a Darcy
absorta en el estudio de un largo pergamino extendido sobre una mesa de tres
metros.

Caminó por el suelo de mármol, echando un vistazo a las seis terrazas que
rodeaban las paredes de la biblioteca, cada una de las cuales estaba repleta de todo
tipo de textos antiguos en forma de tablillas talladas, innumerables grimorios
encuadernados en cuero y montones de pergaminos. No había rastro de Sithias en
los niveles superiores.
—¿Has visto a Sithias por aquí? —le preguntó a Darcy.

Ella se sobresaltó, con sus ojos azules con montura de carbón muy abiertos,
con lo que casi podría describirse como pillada con las manos en la masa.

—Eh... fue a ver a Jessie en cuanto se enteró de que se había despertado.

—Yo fui a verla, pero él no.

Darcy enderezó la espalda y frunció el ceño, una expresión que se hizo aún más
severa por las cejas cuidadosamente oscurecidas y depiladas en arcos arrogantes.

—¿Parezco su cuidadora?

Finn apretó la mandíbula y tomó aire para controlar su tono.

—Nunca dije que lo fueras. Sólo pensé que, ya que estaban aquí juntos todo el
tiempo, podrías conocer su paradero. —Dejó caer su mirada hacia el pergamino.
Había ilustraciones de cálices en llamas, templos y mapas, todo eso rodeado de
columnas de texto escritas en una lengua antigua que no reconocía—. ¿Qué es eso?

Darcy se dirigió al extremo de la mesa y comenzó a enrollar el pergamino con


bastante prisa.

—Nada. Sólo otro callejón sin salida. —Su voz se elevó, como si estuviera
nerviosa o enfadada. Era difícil saber con Darcy. La mayoría de las veces se inclinaba
por estar siempre malhumorada, pero Finn había visto suficientes histerias en ella
como para saber que eso podía ser una señal de agobio.

—¿Supongo que no estás más cerca de encontrar una forma de entrar en el


Reino de Hadean para robar la Llave de Dantalion?

Darcy tapó el pergamino y lo metió bajo el brazo.

—No, no todavía.

Finn se dejó caer en una de las sillas.

—No es exactamente lo que esperaba oír.

—Nos estamos acercando. Puedo sentirlo.

Finn estaba a punto de preguntar hasta qué punto lo estaba sintiendo, cuando
el sonido de unos pasos resonó en el vasto espacio de la biblioteca. Se giró para ver
a Brune marchando hacia ellos, vestida con el uniforme completo de Guardián, con
la columna vertebral recta y el pelo rubio recogido en un moño apretado. Gerdie
saltaba a su lado, con el pelo encrespado suelto en torno a sus pícaras facciones, feliz
y contenta con su perrito con orejas de conejo rebotando al ritmo de cada paso.

Brune se detuvo frente a la mesa, hojeando los títulos de los libros que Darcy
había colocado en diferentes pilas.

—No veo aquí el Libro de los Hechizos de Paracelso. ¿Te has molestado en
buscarlo? —Hablando sólo con Darcy, no se molestó en reconocer a Finn. A Brune
nunca le habían gustado las sutilezas. Era todo negocios.

Las oscuras cejas de Darcy se fruncieron en una mirada de desdén al estilo


Vulcano.

—No está en la biblioteca, lo que significa que depende de ti averiguar si está


en una de las bóvedas. —Cogió un libro que estaba a un lado—. Me las arreglé para
localizar el Alfabeto de los Magos, que necesitarás para descifrar los hechizos de
memoria de Paracelso.

Brune puso sus puños en las caderas.

—¿Qué voy a necesitar? Ya identifiqué el libro crucial. ¿Estás diciendo que no


puedes realizar esta última tarea?

—Oh, ¿te refieres a investigar una entrada a una dimensión infernal llena de
demonios, junto con la elaboración de un plan para entrar en su precioso santuario
de posesiones muy importantes para que podamos robar la Llave de Dantalion de
debajo de sus salivantes colmillos?

Brune resopló impaciente.

—Ya hemos hablado de esto. Nuestra primera prioridad es restaurar la


memoria de Gerdie. Con nuestra mejor investigadora de vuelta, tú y Sithias pueden
acabar más rápido con esta montaña de trabajo.

La mirada furiosa de Darcy se desvió hacia Gerdie, que ahora jugaba al


escondite con el perrito.

—Como he dicho, si estás tan ansiosa por librarte de hacer de niñera de tu


hermanita, ve a buscar el libro tú misma.

Brune cerró el espacio entre ellos y señaló la entrada de la biblioteca.

—¿Tienes idea de lo que me espera al otro lado de esa puerta? —No esperó
respuesta—. Ahí fuera no hay ni de lejos tanta paz como aquí dentro. Tengo cinco
mil caballeros Serpen actuando como si fueran los dueños del lugar, y otros quince
mil soldados Asgar uniéndose. Todos se preguntan si somos los herederos legítimos
de La Fortaleza, desafiando constantemente mi posición como Guardián de la
Fortaleza y amenazando con asumir la propiedad. Lo único que frena una toma de
posesión hostil completa, son los Caballeros de Rudwor, que sólo son la mitad de
esos dos ejércitos combinados. Si añadimos eso a los pocos cientos de autómatas
que he conseguido reparar y reprogramar hasta ahora, ¡todavía nos superan
peligrosamente en número!

Darcy miró tímidamente al suelo.

La expresión endurecida de Brune se calentó cuando miró a Gerdie y observó


a su hermana jugando sin importarle nada. Después de un momento, volvió a
prestar atención a Darcy.

—Créeme, preferiría dejar que mi hermana disfrutara de la infancia que le


robaron. Pero ninguno de nosotros puede permitirse ese lujo. No con Eustace fuera
de escena y la posibilidad de que Fate descubra que está muerto.

El sentimiento de culpabilidad que le revolvía el estómago a Finn regresó con


el contundente recordatorio de Brune. Quería desenredar la red de engaños que
habían tejido más que nunca, pero era demasiado tarde. Todo lo que podían hacer
ahora era seguir con las soluciones que habían estado buscando y esperar que las
pudieran llevar a cabo a tiempo.

—Si puedes decirme en qué bóveda está ese libro, puedo atarme una mochila
de aeronauta y volar a la superficie con Fate y conseguirlo para ti —ofreció Finn. Su
ánimo se hundió aún más al recordar que había perdido su capacidad de volar,
además de su fuerza y velocidad sobrehumanas. Sin las runas de la raza de los
antiguos, era prácticamente inútil.

La tensión en el rostro de Brune se alivió cuando asintió con la cabeza.

—Te conseguiré las coordenadas de la bóveda. —Eso fue lo más parecido a un


agradecimiento que Brune podría ofrecer.

Finn se puso de pie y se dirigió a las altas puertas dobles, pero se detuvo a mitad
de camino cuando Sithias entró en la biblioteca. Sus alas de color marrón dorado se
hundieron, arrastrándose sobre la superficie de mármol, mientras la serpiente de
color marfil, demasiado grande, se deslizaba hacia él.

—¿No deberías estar pareciéndote a Eustace ahora mismo? —preguntó Finn.

Sithias se enroscó y apoyó la cabeza en el anillo superior.

—Ser otra persssona todo el tiempo es agotador. —Dejó escapar un suspiro de


cansancio—. Y no ayuda que esté enterrado en la invessstigación cada minuto del
día. Toda esssta lectura y pensamiento está matando mi creatividad, por lo tanto,
me está matando a mí.

—¿No dijiste que morirías feliz si pudieras vivir en esta biblioteca? Pues mira
a tu alrededor. Has conseguido tu deseo.

—Lo retiro. —Sithias levantó la cabeza un centímetro para contemplar las


terrazas y la gran riqueza de conocimientos que albergaban—. He dessscubierto que
demasiado de algo bueno es algo muy malo.

Finn negó con la cabeza.

—Ya sabes lo que voy a decir.

—Sí, sí, sssí —siseó Sithias—. La culpa es mía. Fui yo quien decidió hacerse
pasar por Eustace... por mi cuenta, sin consultar a nadie más, como me lo sigues
recordando.

—Te lo mereces. —Dijo Brune mientras pasaba por delante de ellos con Gerdie
y el perrito a cuestas. Rápidamente hizo pasar a Gerdie por las puertas antes de que
Sithias pudiera decir algo en su defensa.

—Saldrás de esto... de alguna manera —le aseguró Finn.

Los ojos ámbar de Sithias se volvieron acuosos.

—¿Lo haré? Ya no estoy tan seguro. Estoy seguro de que Fate sssospecha de
mí. Cuando estaba en la enfermería visitando a Jessie como Eustace, ella hacía todo
tipo de preguntas que normalmente no haría. Me puse nerviossso y entonces ella
empezó a mirarme como si no creyera ni una palabra de lo que decía. ¡Creo que sabe
que no soy Eustace! Incluso volví a entrar como yo mismo para ver si actuaba de
forma diferente, y lo hizo. No recibí las veinte preguntas y esa mirada escalofriante.
Ella sabe que Eustace no es Eustace.

Los músculos del cuello y los hombros de Finn se tensaron hasta convertirse
en apretadas y dolorosas cuerdas.

—No, el hecho de que sigas en pie es la prueba de que no sabe que te has hecho
pasar por su padre. Si no, todos seríamos montones de ceniza.

Sithias se estremeció violentamente. Varias plumas se desprendieron de sus


alas y cayeron al suelo.

—Oh, Dios mío, estoy totalmente petrificado. Ya no puedo hacer esssto.


—Tienes que hacerlo —insistió Finn—. No tienes otra opción que llevar esta
farsa hasta el amargo final.

—¡El amargo final es lo que me asusta!

Finn cerró los ojos, tomándose una fracción de segundo para calmar sus
nervios.

—Puedes hacerlo, Sithias. Puede que sea la actuación más desafiante de tu


vida, pero sé que puedes hacerlo.

Sithias tragó saliva y asintió frenéticamente.

—Sssí, puedo hacerlo. Yo puedo... Yo puedo

—¿Puedes hacer qué? —preguntó Fate mientras se acercaba por detrás de él.

Sithias chilló y se lanzó al aire, batiendo sus alas furiosamente mientras se


elevaba hacia el techo arqueado. Por extraño que pareciera, encajaba perfectamente
con los antiguos frescos1 de criaturas mitológicas, dioses y ángeles pintados en el
techo.

—¿Qué te pasa? —gritó Fate.

Sithias la miró con horror.

—¡Nada! —chilló mientras varias plumas se soltaban de sus alas y revoloteaban


por el suelo.

Fate dejó caer su mirada hacia Finn.

—¿Por qué está tan nervioso?

—Eh... privación de sueño, supongo. —Cada mentira que Finn decía, por
pequeña que fuera, se sumaba como una roca a la cantera de mentiras que ya había
dicho. No sabía cuánto tiempo más podría durar antes de ceder bajo el puro peso de
la culpa.

Sithias aterrizó junto a ellos.

—Finn tiene razón. He estado quemando demasiadas velas a la vez.

—Quieres decir quemando la vela por los dos extremos —le corrigió Fate.

1
Técnica artística en la que se pinta sobre una capa de estuco húmedo con pigmentos minerales
diluidos en agua. Al secarse la cal, con el cambio químico, se aglutinan los pigmentos y se fijan los
colores volviéndose insolubles al agua.
—Eso también, y realmente debería volver a hacer sólo eso. —Cerrando los ojos
en señal de concentración, Sithias se transformó en lo que consideraba su personaje
de la biblioteca: un hombre alto y larguirucho de unos treinta años, con un chaleco
de sobre una camisa de cuello rígido y una pajarita de lunares. Levantó una mano
para alisar su fino flequillo blanco, cuidadosamente separado a un lado y mantenido
en su sitio con un gel brillante. Su mano tembló tanto que desprendió un trozo de
pelo de su molde.

—Si me disculpan —murmuró. Subiendo sus gafas redondas por el puente de


la nariz, se apresuró a acercarse a la mesa para reunirse con Darcy.

Fate lo vio partir con una expresión de desconcierto.

—Está tramando algo, y sea lo que sea, estoy bastante segura de que implica a
mi padre.

El pánico retumbó en las venas de Finn.

—¿Qué quieres decir?

—Eustace también ha estado actuando de forma extraña. Dijo que ha estado


investigando hechizos para ayudar a Gerdie a recordar, pero no me lo creo.

—¿Por qué no? —El corazón de Finn martilleó.

—¿Cuánto tiempo han estado buscando una manera de restaurar la memoria


de Gerdie? —Finn empezó a responder, pero Fate siguió hablando con la mirada
clavada en Sithias—. Cualquiera pensaría que ya habrían dado con algo. Y si no, ¿por
qué seguir dándole vueltas a ese caballo muerto? Yo digo que ya es hora de que
aceptemos que Gerdie va a tener que crecer de nuevo y crear nuevos recuerdos. En
realidad, le estamos haciendo un favor al evitar que recuerde los horrores de lo que
la Vieja Madre Grim hizo a todos esos pobres niños. ¿No crees?

—Sí, cuando lo pones de esa manera...

—Exactamente. Así que, dado este sólido razonamiento, estoy empezando a


pensar que Eustace y Sithias están investigando algo más. Algo que no quieren que
yo sepa. —Fate apartó su mirada de Sithias y miró a Finn—. ¿Qué crees que están
tramando?

Él tragó saliva con sequedad.

—¿Cómo voy a saberlo?

Fate se quedó mirando al espacio, mordiéndose el labio inferior. La


preocupación llenaba sus hermosos ojos marrones. ¿O era miedo?
—¿Qué más estás pensando? —preguntó él, conteniendo la respiración
mientras esperaba una respuesta.

La barbilla de Fate tembló como si fuera a romper a llorar, pero luego apretó
los labios con fuerza en una línea desafiante. Tras una tensa pausa, finalmente
habló.

—Cada vez que alguien se comporta de forma mínimamente extraña, me da


miedo que tal vez Farouk se esconda debajo. ¿Y si la razón por la que mi padre ha
estado nervioso es porque en realidad no es él?

Finn comenzó a respirar de nuevo y la atrajo hacia sus brazos.

—Eustace no es Farouk. Lo sé.

Fate apoyó la cabeza en su hombro.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? Engañó a Darcy y a Azrael, las dos únicas
personas que deberían haberlo sabido no tenían ni idea. Y mira dónde los dejó eso.
Azrael podría no despertar nunca, y Darcy... Bueno, Darcy ha vuelto a ser tan
gruñona y molesta como siempre, pero se quedó muy traumatizada al descubrir que
había estado acurrucada con Farouk y no con Mason.

Se inclinó hacia atrás para mirar a Finn.

—Incluso he llegado a preguntarme si tú eres Farouk a veces.

—¿Por qué demonios ibas a pensar eso?

Fate lo miró fijamente, él visiblemente sacudido por sus sospechas.

—De vez en cuando tengo la sensación de que me ocultas algo.

El pulso de Finn se disparó y su corazón palpitó con fuerza.

—Sólo he querido protegerte, Fate. Te lo prometo.

—¿Entonces no me ocultas nada que deba saber? —La confusión formó un ceño
en su hermoso rostro—. ¿Estoy siendo paranoica?

Finn se armó de valor y añadió otra mentira.

—Sí, aunque es un miedo comprensible, es una mera paranoia de todos modos.

Fate dejó escapar un profundo y pesado suspiro.

—De acuerdo, intentaré no...


—¿Qué están esperando? —gritó Darcy para que se le oyera desde el otro lado
de la biblioteca—. Ese Libro de Hechizos de Memini no va a aparecer mágicamente
por sí solo. Muévanse. Si Brune se entera de que no tengo el libro hoy, mi cabeza
estará en la guillotina.

—¿Qué está diciendo? —preguntó Fate.

Finn se dirigió a las puertas, llevando a Fate de la mano.

—Tenemos que volar a la superficie de La Fortaleza para buscar el libro que


quiere Brune.

—Encantada. Me vendrá bien la distracción.

Se abrieron paso entre la multitud de soldados en los pasillos y se dirigieron al


santuario. Fate agitó el sello de Guardián de la Fortaleza incrustado en su palma
sobre el panel para desbloquear la puerta y entraron.

El enorme agujero que Kaliena había hecho durante la guerra volvía a estar
lleno y sólido. La reparación del muro había sido la primera prioridad de Brune, que
había logrado reprogramar los robots de mantenimiento. Había sido un proceso
largo y arduo eliminar la directiva de muerte que Kaliena había infundido en las
máquinas, pero una vez que Brune limpió unas cuantas docenas de robots, les hizo
repetir el proceso con los otros miles de robots de mantenimiento infectados. Todos
ellos estaban asignados a la recuperación de las bóvedas enterradas en las dunas que
se habían desprendido en el aterrizaje de La Fortaleza en el desierto, así como a
reinstalar o reparar las bóvedas dañadas por el impacto.

Fate introdujo rápidamente el título del libro en la placa base. El registro


apareció al instante.

—Parece que la bóveda está bajo el subsuelo. —Sonaba tan decepcionada como
se sentía Finn.

Él asintió con la cabeza, sabiendo que no podía ir con ella ya que le habían
quitado el dispositivo de teletransporte.

—Supongo que tendrás que hacer esto sin mí entonces.

—Volveré en un instante —prometió ella.

Su sonrisa era casi traviesa cuando se acercó y acercó sus labios a los de él. La
suave presión de su boca hizo que la sangre de él se acelerara. Ansioso por sentir el
cuerpo de ella contra el suyo, tiró de ella por la cintura, pero sus manos barrieron el
aire y dieron una palmada. Abriendo los ojos, frunció el ceño ante la brillante nube
de polvo de estrellas que Fate había dejado atrás.

—Coqueta —gruñó él.

Fate no se había ido más que unos minutos cuando la puerta del santuario se
abrió para que entraran Brune, Sithias y Rudwor. Brune se detuvo al ver a Finn.

—¿Qué haces tú aquí? —Miró a su alrededor—. Solo.

Rudwor cruzó sus carnosos brazos sobre su pecho barrado con un guiño y una
sonrisa. Evidentemente, le hacía gracia lo que Finn tenía que decir acerca de haber
sido sorprendido en el santuario del Guardián de la Fortaleza sin el permiso de
Brune.

Finn les dirigió a ambos una mirada plana.

—Esperando a que Fate regrese con el Libro de los Hechizos de Memini que
tanto deseabas. La bóveda está debajo del subsuelo, así que se teletransportó hasta
allí.

Rudwor se acercó a Finn y le dio una fuerte palmada en el hombro.

—No vayas a sentirte como un bulto insensible en un tronco, muchacho. Puede


que seas tan normal como el resto de los humanos, pero no olvides que sigues siendo
el Primer Caballero de Beldereth, y te necesitamos con la cabeza en su sitio.

—Por qué, ¿qué está pasando? —Finn preguntó.

—Hemos visto una flota de naves de Biraktar que se dirigen hacia aquí. Listos
para la batalla.

Finn se encogió de hombros.

—Luchamos con ellos en la guerra. Son uno de nuestros aliados. ¿Por qué nos
atacarían?

—¿Tal vez porque tenemos a su príncipe? —le recordó Brune.

—No hemos hecho más que cuidar de Azrael.

Brune asintió.

—Uh huh, que resulta estar inconsciente y afectado por una misteriosa
condición cardíaca que pone en peligro su vida, provocada por un demonio que se
hacía pasar por su madre. Intenta explicarles eso cuando lleguen.
—Sí, ya veo por dónde vas —aceptó Finn—. ¿Cuál es el plan entonces?

Brune se acercó a la placa base y leyó el registro que Fate había dejado abierto.
Se volvió hacia los demás.

—Estará fuera unas horas. Fate tiene que abrir una caja de rompecabezas antes
de poder acceder al libro. Adelante, Sithias. Cuéntale el plan.

Sithias se preocupó de juntar las manos, con un aspecto totalmente miserable.

—Yo, ssseñor, soy el plan.


Capítulo 3
¿Conservas? ¿Como un pepinillo?

Fate estudió la enorme caja de madera oscura que se encontraba en la sencilla


bóveda. Era un cuadrado perfecto y tenía un metro y medio de altura. Lentamente,
rodeó la caja, contando nueve cajas cuadradas en filas de tres en los cuatro lados.

—Genial —refunfuñó— una caja rompecabezas. Voy a estar aquí para siempre.

Examinó los tiradores de los cajones de latón adornados. Todos eran


diferentes, la mayoría una abigarrada colección de bestias míticas intrincadamente
detalladas. Agarró el tirador de un dragón rugiente y lo agitó para ver si el cajón se
soltaba, pero se mantuvo firme. Un fuerte pinchazo en la palma de su mano le hizo
retroceder el brazo.

Se quedó mirando la sangre que brotaba de una pequeña marca de mordisco.

—¿Qué...? —Fate frunció el ceño al ver el mango. Acercándose, jadeó al ver los
colmillos del dragón manchados con su sangre—. ¡Me has mordido!

El rugido sordo y abierto del dragón permaneció fijo, como si nunca se hubiera
movido.

Fate se limpió la sangre con el pulgar mientras las marcas de los pinchazos se
curaban.

—¿Ves? —Levantó la palma de la mano hacia el dragón de bronce—. No puedes


asustarme. Soy como un Lobezno. Puedo hacer esto todo el día. —Dejó escapar un
suspiro—. Excepto que tengo cosas mucho mejores que hacer —murmuró, pensando
en el beso con el que se había burlado de Finn y que quería terminar cuanto antes.

Cerró los ojos, ofreciendo la pregunta de cómo abrir la caja al conocimiento


colectivo de todos los Guardianes de la Fortaleza que tenía delante y esperó a que la
respuesta le llegara como tantas otras veces.

La espera le pareció más larga de lo habitual y no tan clara como esperaba


cuando finalmente la información salió a la luz. Por lo poco que pudo averiguar,
ningún otro guardián había abierto esta caja rompecabezas en particular. Pero había
una regla general para abrir objetos mágicos de esta naturaleza, y era hacerlo por
pasos. Es decir, abrir primero una caja concreta que, una vez elegida correctamente,
permitiría abrir la siguiente en orden, y así sucesivamente.

Fate se dio un golpecito en la barbilla.

—Piensa, piensa. ¿Cuál se abre primero? —Miró el mango del dragón—.


Obviamente, tú no. Aunque... Supongo que podría ver si tus compañeros reaccionan
igual. Al menos así podré acabar con algunos más de ustedes.

Agarró un asa con forma de serpiente marina, soltándola mientras se deslizaba


y le acuchillaba la mano con sus afiladas escamas.

—¡Qué asco! —Se estremeció mientras miraba el resto de las asas—. Sólo faltan
treinta y cuatro.

Agarrando cada lado de la caja, Fate recorrió cada fila de cajones y apretó cada
asa. Su inquietud aumentaba a medida que las heridas se producían más rápido de
lo que su piel podía curar. A mitad de camino, con los dedos y la palma de la mano
en carne viva y sangrando, empezó a evitar las que parecían más peligrosas para lo
que deberían ser criaturas más benignas. Pero se equivocó, pues fue apuñalada por
un unicornio, picoteada por un grifo y arañada por una sirena.

No fue hasta que llegó a una mano que agarraba un simple pomo de puerta que
no fue atacada. De hecho, la mano se abrió en un gesto de bienvenida, estrechando
su mano, con suavidad y firmeza. A continuación, la mano volvió a su posición
original y el cajón se abrió.

—¡Eureka! —Fate se arrodilló hasta el cajón a nivel del suelo para echar un
vistazo al interior. Estaba vacío—. ¿Y ahora qué?

No hubo respuesta.

Por pura frustración, Fate sacó el cajón completamente de la caja y lo deslizó


por el suelo. El sonido de su golpe contra la pared resonó en la cámara hueca, con
mucho más estrépito del que debería.

Pero eso era porque no era la caja rota la que hacía todo el ruido. Era la caja
del rompecabezas que reorganizaba su orden de cajones, cada uno de los cuales se
movía para llenar el espacio vacío que ella había hecho en la esquina inferior,
encajándolos hasta que el hueco estaba en el centro de las nueve ranuras de los
cajones.
Fate se dirigió al siguiente lado de la caja, buscando un asa que no se pareciera
a ninguna de las otras, como la mano. Entonces vio un asa con forma de llave. Tiró
de la llave y ésta se soltó, revelando un ojo de cerradura detrás de donde había estado
anclada. Introduciendo la llave, la hizo girar y sonrió al oír el sonido de las
cerraduras del interior.

El cajón se abrió y ella lo sacó del todo. La caja del rompecabezas se reacomodó.
Una vez más, dejó el hueco en el centro de las nueve ranuras.

Sintiéndose animada, Fate corrió hacia el siguiente lado, encontrando esta vez
una linterna. En cuanto la tocó, la linterna se iluminó con una brillante luz dorada.

El cajón se abrió y la caja encajó inmediatamente en el agujero del centro.

Fate corrió hacia el cuarto y último lado de la caja del rompecabezas, buscando
otra asa extraña. A estas alturas, era fácil de detectar y ésta tenía la forma de un
ancla florecida. Con los dedos, trató de moverla hacia delante, pero no se movió.
Enrollando su mano firmemente alrededor del mango, tiró, esperando que la parte
colgante del mango se moviera.

Con las dos manos, tiró del ancla y siguió sin conseguir que se moviera.
Exasperada, Fate se apartó para fruncir el ceño ante el mango.

—Oh, ya lo entiendo. Eres un ancla y tan pesada como una de verdad. —Se rió
amargamente—. Bueno, ¿adivina qué? Tengo superfuerza.

Fate volvió a agarrar el asa con ambas manos, puso el pie en la caja para hacer
palanca y tiró con toda la fuerza que pudo reunir. El gemido del hierro pesado resonó
en la cámara mientras el ancla se levantaba lentamente. El cajón cedió de repente y
se soltó por completo. Fate salió volando hacia atrás y se golpeó contra la pared con
tanta fuerza que se quedó sin aire en los pulmones.

Se desplomó contra la pared, recuperando el aliento mientras observaba cómo


los cajones se desplazaban para hacer el agujero en el centro. Fate se levantó y se
acercó a la caja del rompecabezas para mirar en la abertura del centro, donde el
Libro de los Hechizos de Memini se encontraba dentro del túnel de cuatro vías que
corría por el centro de la caja.

Fate sacó el libro de su lugar de descanso.

—Lo tengo. —Le dio la vuelta al libro encuadernado en cuero para mirar el
lomo. No había nada destacable en él. Abriendo el libro, hojeó las páginas,
preguntándose si habría un hechizo que la ayudara a recuperar los recuerdos que
había perdido. Tener un agujero tan grande en sus bancos de memoria la
atormentaba a diario.
Frunció el ceño al ver el idioma extranjero en el que estaba escrito.

—Me suena a chino —refunfuñó, pero sonrió. Había cumplido su tarea y podía
dejar el descifrado a Brune.

Su sonrisa se amplió con la idea de volver con Finn para terminar ese beso y se
sintió lo suficientemente traviesa como para hacer un juego de ello. Apretando los
ojos, visualizó la gran sala circular del santuario y la alcoba sin usar que contenía
pilas de tomos que debían ser llevados a la biblioteca. Una vez que tuvo la sombría
alcoba claramente representada en su mente, activó el dispositivo de teletransporte.

La conciencia de Fate se desplazó a lo largo de las partículas dispersas de su


cuerpo que surcaban el espacio, durando sólo unos segundos antes de materializarse
en una forma sólida. La vertiginosa sensación del teletransporte se prolongó unos
pocos latidos mientras permanecía inmóvil, esperando a recuperar el equilibrio.

Sonriendo con malicia, Fate se puso de puntillas para no alertar a Finn de su


regreso. Había dado dos pasos, cuando oyó la voz de Sithias y se detuvo a escuchar.

—Cuando llegue la flota de Biraktar, me presentaré como Azrael para


mostrarles que está vivo y bien. Entonces les diré que vuelvan a casa sin mí, porque
soy muy feliz quedándome aquí con mi esposa.

—¿Has perdido la cabeza? —Preguntó Finn—. ¿Qué pasa cuando empiezan a


hablar en su propio idioma?

—Yo... bueno —tartamudeó Sithias —exigiré que hablen en español por respeto
a los demás. Tendrán que obedecer. Azrael es un príncipe, después de todo.

—La barrera del idioma no es un problema —dijo Brune—. Tenemos


transmoduladores para eso.

Hubo una larga pausa, en la que Fate pensó que era mejor unirse a la
conversación. Pero entonces Finn dijo algo que la detuvo en seco.

—Eso está muy bien, pero ¿y si deciden quedarse en su lugar? ¿Cómo piensas
ser Azrael, Eustace y tú durante ese tiempo sin que Fate sospeche más de lo que ya
lo hace?

Un sentimiento gélido y enfermizo se extendió por las entrañas de Fate. ¿Por


qué iba Sithias a hacerse pasar por Eustace?

—Lo he hecho todo essste tiempo, ¿no? —Argumentó Sithias—. Te haré saber
que he representado muchos espectáculos unipersonales, con hasta doce personajes
diferentes en una obra. Tres no es nada para mí.
—No, Finn tiene razón —intervino Brune—. Apenas has podido aguantar con
los dos que interpretas ahora. No veo cómo puedes mantener tres identidades. La
decisión está tomada. Tienes que ser firme con la flota de Biraktar y ordenarles que
vuelvan a casa inmediatamente.

—Sí, lo secundo.

La conmoción de escuchar la voz de Rudwor aumentó el malestar de Fate.

—Tal y como están las cosas, tenemos las manos llenas con los Serpens. Lo
último que necesitamos es otro ejército poderoso que piense que puede tomar
posesión de La Fortaleza.

Las piernas de Fate se convirtieron en piedra. No podía mover un solo pie hacia
adelante. No podía hablar. La sangre latía en su cráneo. Su cabeza estaba llena de
preguntas, sus tripas estaban atadas con nudos apretados y nauseabundos. El Libro
de los Hechizos de Memini se le escapó de las manos y cayó al suelo con un fuerte
golpe que la hizo saltar. Empezó a temblar.

—¿Quién está ahí? —gritó Brune. Se dirigió hacia el sonido y se detuvo—.


¿Fate?

Finn se acercó corriendo, y su paso se ralentizó al ver a Fate de pie bajo el alero
de la alcoba.

—¿Acabas de volver? —Su voz era débil, como si la culpa le hubiera robado el
aliento.

Fate negó con la cabeza mientras su rostro se desdibujaba tras las lágrimas.

Sithias y Rudwor se colocaron detrás de Brune mientras Finn se acercaba.

—¿Estás bien, amor? —preguntó—. No pareces...

—¿Qué está pasando aquí? —Cada palabra que pronunciaba Fate se cortaba
como fragmentos de cristal en su garganta constreñida—. ¿Por qué Sithias ha estado
fingiendo ser mi padre? —Hacer la pregunta en voz alta la mareó y la enfermó
físicamente. Se agarró el estómago y se puso a respirar en seco.

Finn se abalanzó sobre ella para atraparla antes de que cayera. La cogió en
brazos.

—Estás enferma, Fate. Te voy a llevar a la enfermería.

Fate empezó a asentir, pero se apartó de él con tanta fuerza que casi la deja
caer.
—¡Contesta! —Ella se retorció hasta liberar una pierna de su agarre, y luego la
otra. Se tambaleó hacia atrás, buscando la verdad en sus rostros—. ¿Dónde está mi
padre? Quiero ver a Eustace, ahora mismo.

Sithias se acercó. Sus ojos de color ámbar se veían enormes, llenos de pena.

—No puede, ssseñorita. Tu padre... ya no está aquí.

—¿Dónde está? —La voz de Fate se convirtió en un grito que hizo que Sithias
se tapara los oídos. La tristeza que había en sus ojos fue rápidamente reemplazada
por el miedo.

Rudwor dio varios pasos grandes hacia la puerta.

—Haz algo, muchacho, parece que está a punto de estallar.

Finn extendió la mano de Fate.

—Cálmate, amor.

Fate lo rechazó mientras la rabia ardía a través del miedo nauseabundo.

—Que alguien me diga dónde está mi padre. AHORA. —Su voz retumbó, con
un volumen chocante e inhumano que hizo temblar las paredes del santuario.

Sithias chilló y tembló, sus largas y flacas piernas golpeando las rodillas.

Finn se acercó.

—Fate, te lo contaré todo, pero primero tienes que…

—No te atrevas a decirme lo que tengo que hacer. —Ella respiraba con fuerza,
llenándose de un poder feroz, que lo consumía todo, que vivía para alimentarse de
debilidades del alma, elevándola mucho más allá de la insignificancia de las
preocupaciones humanas. La llamada a entregarse por completo a esta misteriosa
fuerza de voluntad pulsante era abrumadora, y Fate comenzó a ceder poco a poco.

—Te llevaré con tu padre.

Fate miró a Brune, indiferente pero aún afectada por unos últimos retazos de
interés humano.

—¿Qué demonios estás haciendo, Brune? —La voz de Finn era un gruñido bajo
de advertencia—. Eustace se ha ido.

El miedo y la ira brotaron de lo más profundo de su ser, destruyendo la


seductora atracción del poder a la que Fate casi había sucumbido. Su temor a la
verdad volvió con toda su fuerza, pero necesitaba saberlo. A pesar de lo tentador que
era permitir que el poder sin nombre se tragara su dolor.

—Hay algo que no les he contado a todos. —Brune se dirigió a la puerta—.


Síganme todos.

Rudwor y Sithias parecían sorprendidos mientras seguían a Brune. Finn tocó


la mano de Fate, pero ella le pasó rozando, caminando rápido para alcanzarle, pero
sobre todo queriendo dejarle atrás. Estaba tan enfadada con él por haberle mentido
que no podía mirarle.

Brune avanzó un poco por el pasillo y abrió una puerta a la que Fate nunca
había prestado atención. La habitación no tenía nada de especial. Estaba casi vacía,
salvo por un biombo de cobre deslustrado de color verde. Un cálido resplandor
proveniente del otro lado del biombo proyectaba pinceladas de luz dorada a través
de la filigrana, bruñendo las paredes con sombras cambiantes.

Fate se tragó un creciente pánico cuando Brune le indicó que mirara detrás del
biombo. Sus pies se volvieron pesados mientras se acercaba a lo que fuera que
aguardaba al otro lado. Dobló lentamente la esquina y vio un pedestal de madera, a
la altura de la cintura, que sostenía una caja de cristal larga y rectangular llena de
nubes de polvo dorado brillante.

Se le cortó la respiración. Un cuerpo yacía dentro de la espesa cubierta de


partículas centelleantes.

Incapaz de ver ningún rasgo distintivo, forzó las piernas y se acercó


rígidamente a la caja. En cuanto puso las manos sobre el cristal, el polvo dorado se
disipó, revelando el rostro de Eustace. Su siguiente inhalación fue un agudo jadeo,
que sintió como si el fuego le llenara el pecho. Su pelo plateado estaba
cuidadosamente peinado hacia atrás sobre su frente lisa y sus ojos cerrados. No
había ninguna expresión en su rostro, excepto quizás un pacífico reposo que hizo
que su siguiente respiración fuera un poco menos dolorosa.

—¿Está dormido o...? —La voz de Fate se quebró y se rompió. Se aclaró la


garganta—. ¿Está en algún tipo de coma? —Su corazón se estremeció cuando nadie
respondió.

Finn fue el primero en decir algo.

—Fate, queríamos decírtelo, pero hay muchas cosas que no sabes. La magia del
Corsé de Hipólita te ha hecho vulnerable a ser…
—¿Qué tiene eso que ver con que estén mintiendo en este caso? —Fate no pudo
controlar el volumen de su voz. Estaba gritando—. ¿Qué es todo esto que está
nadando alrededor de él?

—No sé lo que es... No sabía que estaba aquí. —Finn estaba obviamente
desconcertado—. ¿Qué es esto, Brune? —preguntó—. ¿Qué has hecho?

—El cuerpo de Eustace está siendo preservado con magia. —El tono de Brune
era calmado y práctico.

El pulso de Fate latía con fuerza en sus oídos.

—¿Conservado? ¿Como un pepinillo? ¿Por qué tendría que ser conservado?


Eso significaría que está... —Las náuseas se combinaron con un dolor palpitante en
el pecho cuando su mente se dirigió al único lugar al que podía ir. Perdiendo el
equilibrio, tuvo que agarrarse a la vitrina.

Brune asintió con tristeza.

—Tienes razón. Eustace está muerto.

—Espera... ¿Y el elixir de la vida? —Preguntó Fate—. ¿Por qué no lo usaste para


traerlo de vuelta? Había cubas del producto.

—Todo fue destruido. —Brune parecía dispuesta a decir algo más sobre el tema,
pero desvió la mirada.

Toda la fuerza se agotó en las extremidades de Fate y sus rodillas se doblaron.


Con la espalda apoyada en el pedestal, se deslizó hasta el suelo y se quedó mirando
la pared.

—¿Cómo? ¿Cómo sucedió esto? —La última palabra fue un sollozo confuso.

Finn fue a consolarla, pero Brune le tendió una mano para que esperara.

—Farouk lo hizo.

Las lágrimas distorsionaron el entorno de Fate mientras intentaba


concentrarse en el rostro de Brune.

—Farouk... —Un doloroso sollozo le ahogó la voz y tuvo que tragarse el duro
nudo que tenía en la garganta antes de poder terminar la frase—. ¿Mató a Eustace?

—Sí —respondió Brune.

Finn volvió a acercarse a Fate. Esta vez Brune lo agarró por el brazo. Sus rasgos
se tensaron con furia.
—Esto es cruel incluso para ti, Brune. ¿Por qué le enseñas esto sin prepararla
antes?

Brune negó con la cabeza.

—No hay forma de preparar a nadie para este tipo de noticias. Deberíamos
habérselo dicho la primera vez que preguntó por Eustace. Nunca estuve de acuerdo
en mantener esto en secreto, pero gracias a Sithias, no tuvimos opción.

Sithias dejó escapar un chillido asustado.

—Yo sólo quería ayudar. —Dirigió su ansiosa mirada a Fate—. No podía


soportar verte sufrir, señorita.

Fate los observó a través de una niebla de dolor cada vez más espesa, pero la
conmoción y la confusión fueron desapareciendo a medida que escuchaba. El calor
se agitaba en su interior, abrasando desde dentro hacia fuera. Una furia ardiente
corría por sus venas, explotando en su pecho, subiendo por su cuello y llegando a su
cara. Su respiración se entrecortaba y su corazón se llenaba de una traición caliente
y amarga. ¿Cómo pudieron hacerle esto? ¿Cómo podía volver a confiar en ellos?

La expresión de Finn se convirtió en una de espanto cuando miró a Fate. Se


desprendió del brazo de Brune.

—¡Todos fuera! ¡Salgan! Ahora.

Sithias y Rudwor se apresuraron hacia la puerta, pero Brune no se movió.

—No, me quedaré con Fate. Es mejor que te vayas.

—¡No la dejaré sola contigo! —Finn se quedó rígido, con los puños curvados
como si quisiera darle un puñetazo—. Eres la última persona a la que necesita ahora
mismo. Fate me necesita.

El aire caliente y abrasador se arremolinó alrededor de Fate cuando se puso en


pie. El poder interno ardía como un infierno, exigiendo ser liberado. Ardiendo a
través de la pena paralizante, abrasó la angustia de que le mintieran, especialmente
la única persona que creía que siempre sería sincera con ella.

Su corazón se apagó y fue todo lo que Fate pudo hacer para mantener el poder

Señaló la puerta, donde Sithias permanecía, con su cuerpo temblando y los ojos
ámbar llenos de terror. Su voz era un rugido inhumano mientras fijaba su mirada en
Finn.

—Vete ahora, o te juro, Finn, que no podré evitar matarte.


Capítulo 4
Apocalipsis evitado

Brune cerró la puerta y se apoyó en ella. El sudor le picaba en los ojos y le


goteaba por la punta de la nariz. Se secó la frente mientras se esforzaba por respirar
de manera uniforme, pero el aire era abrasador y sofocante. La pequeña cámara
estaba llena de ondas de calor que irradiaban del cuerpo de Fate, impregnando el
aire con el olor metálico del hierro fundido.

Haciendo acopio de todo su valor, Brune se volvió para encontrarse con la


penetrante mirada de Fate. El pelo castaño de su sobrina volaba alrededor de su cara
en un salvaje conjunto de rizos hacia arriba. Unas venas de luz ardiente se extendían
bajo la piel de Fate, iluminando su rostro, su pecho y sus manos con un brillo
preternatural. Sus ojos marrones, normalmente cálidos, brillaban tanto desde
dentro que casi eran blancos.

Fate aún no se había transformado del todo en el aterrador ser divino que era
cuando Eustace fue asesinado delante de ella —el ser que había hecho aparecer una
armadura dorada alrededor del cuerpo de Fate de la nada y que había atravesado
gruesos muros de hierro como si fueran aire. Brune no había sabido por qué en aquel
momento, solo pudo culpar al Corsé de Hipólita, pero era Ananke quien había
surgido. Jamás olvidaría la matanza de Ananke y la casi destrucción de las legiones
de muertos vivientes de Kaliena. Todo eso sin sudar lo más mínimo.

Ananke estaba cerca de volver a poseer completamente a Fate.


Aterradoramente cerca. Si Brune no actuaba ahora, no se sabía qué horrores
vendrían después.

—Puede haber una forma de devolverle la vida a Eustace. —A Brune le


disgustaba escuchar el nerviosismo en su propia voz. Tendría que controlar su miedo
si quería tener un mínimo de control sobre la situación. Una muestra de debilidad
en presencia de un ser tan poderoso podría ser su perdición.

La expresión de Fate seguía siendo fría e impasible. ¿Era demasiado tarde?


¿Estaba ya fuera de su alcance?
Brune se obligó a moverse, con la esperanza de no ser golpeada mientras
pasaba junto a Fate hacia la esquina más alejada de la habitación, donde había
guardado la caja. A diferencia de los demás, Brune sabía que este día llegaría
temprano que tarde. Había preparado una solución a la que esperaba que Fate se
aferrara y, a su vez, la fortaleciera contra la aparición de Ananke.

Brune levantó la tapa y sacó el primer libro de la pila de la caja. Lo abrió en una
página marcada con una cinta roja y sostuvo el libro para que Fate lo viera. Sus
brazos temblaron al acercarse.

—Este es un unicornio negro. Su cuerno es lo que necesitarás para resucitar a


Eustace.

La mirada de Fate se dirigió a la página y sus párpados se abrieron, como si la


reconociera.

—¿Sabes lo del unicornio? —preguntó Brune.

El calor que emanaba de Fate disminuyó ligeramente mientras inclinaba la


cabeza y miraba la ilustración. El unicornio, representado como un corcel de color
negro intenso, era a la vez hermoso y grotesco. Sus fuertes y ágiles músculos estaban
marcados por brillantes reflejos, sus pezuñas hendidas estaban bordeadas de pelo
ondulado. Las alas coriáceas se plegaban contra su caja torácica, interrumpiendo las
elegantes líneas de su forma equina. La cabeza escultural y la espesa crin fluida
podrían haber coincidido con la de Belleza Negra, salvo por los ojos blancos y vacíos
y los afilados colmillos que se vislumbraban tras su suave hocico. El largo cuerno en
espiral era más bien una lanza mortal en esta criatura, en comparación con el
elegante cuerno de su primo más gentil, el unicornio blanco.

Fate asintió a la pregunta de Brune.

Alentada por la respuesta, el nerviosismo de Brune se alivió ligeramente.


Aunque le extrañaba que Fate tuviera conocimiento de un unicornio negro. Esta
bestia en particular era tan rara como los dientes de gallina.

—¿Has visto esta imagen antes?

El fuego interior que iluminaba la piel de Fate se redujo a un brillo apagado


mientras parpadeaba y sacudía la cabeza.

—En un sueño —susurró—. Lo vi en un sueño.

Brune estaba aún más desconcertada.

—¿Hace cuánto tiempo?


Con la mirada fija en la ilustración, Fate frunció el ceño, concentrada.

—Creo que fue... después de que terminara la guerra.

—¿Qué hacía el unicornio en el sueño?

—Me llevaba a dar un paseo por las estrellas.

—Oh. —La sorpresa de Brune se mezcló con la preocupación. Su investigación


sobre el unicornio negro era limitada debido a la falta de textos escritos sobre la
bestia y al poco tiempo que tenía para buscar más sobre el tema. Aunque se sentía
aliviada de que el sueño de Fate no hubiera sido desagradable, tampoco se sentía
muy cómoda con que Fate tuviera sentimientos cálidos y difusos hacia la criatura.

—¿Puede realmente el unicornio negro devolver la vida a mi padre? —Fate


miró fijamente a Brune, con los ojos normales de nuevo, iluminados por la
esperanza, en lugar del terrible poder de Ananke. El viento caliente que se
desprendía de su piel cesó por completo y la habitación comenzó a enfriarse.

Brune suspiró aliviada. Apocalipsis evitado.

—Sí, pero la caza del unicornio negro será extremadamente peligrosa —


advirtió Brune.

Fate agitó la mano con indiferencia, un gesto que a Brune le resultaba molesto,
porque la mayoría de las veces significaba que su sobrina se mostraba demasiado
confiada.

—Phhh, soy adicta al peligro —dijo Fate—. Como si eso me hubiera detenido
alguna vez. Sólo dime lo que tengo que hacer.

Brune se aclaró la garganta, frunciendo el ceño cuando Fate le quitó el libro de


las manos. La Fate frívola había vuelto. Pero no podía quejarse. Era preferible que
fuera frívola a que estuviera furiosa.

—¿Ves esa caja? —Brune intentó dirigir la atención de Fate hacia su


contenido—. Por favor, léelo todo antes de salir a la caza del unicornio negro.

Fate no estaba escuchando, estaba leyendo atentamente el bestiario. Levantó


la vista de las páginas.

—Dice que el unicornio negro vive en el Bosque de Feldoril. ¿Dónde está eso?

—Es el bosque más antiguo de Oldwilde. Tendrás que estudiar el terreno y


todas las criaturas conocidas que viven allí. El bosque está lleno de bestias mágicas
salvajes y viciosas, muchas de las cuales nunca han sido registradas. Así de denso y
enorme es el Feldoril. La mayoría de los exploradores que se han adentrado en el
bosque se han perdido y nunca se les ha vuelto a ver.

Fate miró la vitrina y todo el descaro anterior se desvaneció. Lo que quedó fue
una pena indecible apenas velada por la determinación. Cerró el bestiario, lo dejó
encima de los otros libros y cogió la caja.

—Leeré todas las páginas. Gracias, Brune. Gracias por no abandonar a Eustace.
—Se le llenaron los ojos de lágrimas—. Nunca olvidaré esto.

Sorprendida por esta repentina efusión de gratitud, Brune se tragó su propia


pena.

—Tu padre era un hombre amable y cariñoso. Todos le queríamos mucho.

Abrió la puerta para Fate y encontró a Finn y Sithias de pie en el pasillo. El


alivio en sus rostros fue evidente cuando vieron que Fate había vuelto a la
normalidad.

—¿Cómo se siente, ssseñorita? —preguntó Sithias.

Fate siguió caminando.

Finn se puso a su lado mientras Brune se quedaba atrás.

—Nos tenías preocupados, amor. Es bueno ver que...

—No me llames así. —La voz de Fate era aguda y cortante—. No soy tu amor.
Ya no lo soy. No después de la forma en que me has mentido.

Finn dejó de caminar, golpeado como si le hubieran dado un puñetazo.

Por mucho que los dos tortolitos le dieran náuseas a Brune, lo sentía por Finn.
El chico estaba enamorado de Fate y ella sólo podía adivinar su dolor.

Fate miró fijamente a Sithias.

—¡Y tú! Fingiendo ser Eustace y mintiéndome en la cara de esa manera.

Sithias se encogió contra la pared mientras Fate se lanzaba al pasillo.

—Lo siento mucho, ssseñorita —dijo tras ella—. ¡Por favor, perdóname!

Brune se precipitó hacia ellos.

—¡Ustedes dos! Aléjense de Fate antes de que deshagan todo lo que he hecho
para calmarla. Necesita tiempo para calmarse.
Finn vio a Fate marcharse.

—Ella nunca me ha hablado así... así que...fin

Brune le dio una torpe palmadita en el hombro, más que nada para evitar que
fuera tras Fate.

—He visto cómo son cuando están juntos. —Contuvo su mirada—. A ella se le
pasará pronto y tú volverás a darnos asco a todos con tus interminables abrazos y
besos sentimentales.

Sithias hizo un sonido triste y chillón.

—No creo que me perdone nunca. —Bufó—. Me temo que nunca volveré a
sentir el calor de su amistad.

Brune aplastó su creciente irritación y le dio unas palmaditas a Sithias en su


huesudo hombro.

—Si hay algo que he aprendido sobre Fate, es que no guarda rencor. Yo soy la
prueba de eso. Recuerda que le di muchas razones para odiarme, pero al final lo
superó todo.

Finn asintió.

—Sí, realmente te odiaba. Todavía hay esperanza para nosotros, Sithias.

Sithias se inclinó hacia adelante y asintió con desgano.

Feliz de haber terminado de hacer de niñera de sus sentimientos heridos,


Brune se limpió las manos como si las hubiera empolvado.

—Muy bien, me aseguraré de que Fate se mantenga fresca y tranquila el tiempo


suficiente para que se convenza a fondo de que le he dado lo que necesita para
resucitar a Eustace.

Una nueva preocupación apareció en el rostro de Finn.

—Espera. ¿Qué había exactamente en esa caja?

Brune resopló con impaciencia.

—Libros. Nada más que libros.

—Espero que no te refieras a libros de nigromancia. —El rostro de Sithias se


volvió más pálido que de costumbre—. Eso es magia oscura, que podría muy bien
resultar en hacer las cosas mucho, mucho peores. Eustace podría volver mal.
—Obviamente, yo mejor que nadie lo sé después de soportar mi debacle zombi.
—Brune negó con la cabeza—. Hay otra forma. Es mucho más complicada y
peligrosa, pero no debería ser contraproducente como lo sería la nigromancia.

—¿No debería, o no lo hará? —La voz de Finn se convirtió en un gruñido.

Brune apretó los labios para frenar una réplica de mal genio.

—Todos llevamos el suficiente tiempo en esto como para saber que no hay
garantías cuando se trata de magia. Basta con decir que le he dado a Fate una
esperanza frente a lo que de otro modo sería una pena insoportable. Ahora tiene una
misión en la que puede concentrar toda su energía, un propósito diferente a
cualquier otro. Por lo que veo, el deseo de Fate por recuperar a su padre vivo y sano
será más poderoso que el deseo de Ananke de llevar a cabo su gran plan. Todo lo que
tenemos que hacer es mantenerlo así. Así que eso significa que ustedes dos deben
mantenerse fuera del camino de Fate.

—Pero dijiste que era peligroso. No permitiré que sacrifiques a Fate sólo para
salvar al resto de nosotros. Nos merecemos lo que tenemos por mentirle.

—¿Ah sí?

Los músculos de la mandíbula de Finn se tensaron.

—Tonto. No somos los únicos en riesgo aquí. —Brune se rió bruscamente


cuando la verdad se reveló en la expresión de Finn—. Vaya, en realidad permitirías
que el mundo entero, bueno, el universo entero, fuera destruido por la madre de
todos los dioses, antes que renunciar a tu preciada Fate.

El estrecho pasillo quedó en silencio mientras Brune y Finn se miraban. El


momento se prolongó hasta que Sithias rompió el silencio con un fuerte trago.

—Quiero saberlo todo sobre esa supuesta misión con la que le has llenado la
cabeza de Fate —exigió Finn.

Brune se encogió de hombros.

—Haré que te envíen la lista de libros a tu alcoba al anochecer. Sithias puede


averiguar qué contienen con la ayuda de los bibliotecarios. Como sabes, pueden
recitar todo lo que se ha almacenado en la biblioteca.

Finn se acercó a la cara de Brune.

—Brillante, hazlo. Y si encuentro algo sospechoso, algo que parezca que estás
intentando que maten a Fate, pondré fin rápidamente a esta distracción que has
preparado para ella. ¿Me oyes?
Brune se cruzó de brazos.

—Desgraciadamente, sí. ¿Hemos terminado aquí? Tengo que cuidar a Fate y la


flota de Biraktar está a punto de llegar en las próximas horas. —Señaló a Sithias—.
Reúnete conmigo en el santuario con tu mejor cara de Azrael. Estaré allí en una hora.

Sithias se desplomó como una rosa marchita, con sus largos brazos flácidos
como hojas caídas.

—Estoy tan cansado de ser otra gente.

Brune le rodeó.

—Mira el lado bueno. Al menos ya no tienes que ser Eustace.

—Oh, ahora me siento mucho mejor. —El sarcasmo en el tono de Sithias era
inconfundible.

Brune los dejó a ambos de pie en el vestíbulo y tomó el pasillo que conducía a
la sección residencial. Los pasillos estaban llenos de más soldados que como de
costumbre, estaban moviéndose en la misma dirección. Curiosa por saber adónde
iban, Brune los siguió hasta la arena de combate. Se detuvo cerca de la entrada
mientras los soldados pasaban en tropel, muchos de ellos chocando bruscamente
con sus hombros al pasar.

La enorme arena estaba ya medio llena de soldados.

Alarmada por esta inesperada concentración de masas, Brune avanzó con la


multitud, mientras se dirigía lentamente hacia la pared lateral en dirección a la
armería. Sus nervios se agitaron con urgencia, segura de que estaba a punto de
enfrentarse a algún tipo de rebelión. Había habido demasiadas disensiones,
especialmente entre los Serpens, como para pensar lo contrario.

Ella entró en la sala principal de la armería, esperando encontrar que los robots
de mantenimiento habían repuesto el suministro de armaduras y armas. Pero el
espacio era de nuevo un desorden de piezas de armadura sobrantes esparcidas por
el suelo. Todas las espadas y sables anchos habían desaparecido. Sólo quedaban
algunas dagas pequeñas e indeseables entre el detritus.

Brune corrió hacia las taquillas, donde se guardaban las pistolas láser y los
rifles bajo llave. Las sólidas puertas de metal estaban deformadas por haber sido
forzadas y rotas de sus bisagras. Quienquiera que las hubiera abierto a la fuerza
había utilizado una gran fuerza bruta. No quedaba nada de valor. Ya era bastante
malo que no se devolvieran las armas después de las sesiones de entrenamiento,
pero esto era un robo y vandalismo descarados.
La rabia ardió en el pecho de Brune. ¿Cómo se atreven?

Sacó su pistola láser de la funda y comprobó el indicador. Sólo estaba cargada


a medias. Sacudió la cabeza.

—Qué pereza. Te has dejado llevar por la pereza, Brune —se amonestó.

Respirando profundamente, calmó su pulso acelerado el tiempo suficiente


para hacer un balance de lo poco que tenía. Su revisión se hizo en una fracción de
segundo. Todo lo que tenía era el implante de teletransporte, el telégrafo que
utilizaba para controlar los robots de mantenimiento y una pistola láser a medio
cargar.

—Encantador. No sólo me superan en número, sino también en armamento.

Tensa y furiosa, Brune asomó la cabeza fuera de la armería antes de volver a la


arena abierta. Los Caballeros de Serpen se habían colocado en el fondo y miraban a
la horda que llenaba la arena hundida. Una posición dominante que les permitía
enfrentarse a cualquiera que entrara en la arena. Todos los Serpen llevaban una
armadura completa, de color negro con escamas, pinchos y cascos con cuernos.
Todos llevaban lanzas o espadas desenvainadas.

Los miles de soldados que los miraban constituían la totalidad del ejército de
Asgar. La mayoría iba vestida con los colores reales carmesí de su rey muerto,
aunque varios centenares de ellos llevaban armaduras de La Fortaleza, sus ladrones
al descubierto. Vio entre ellos a unas cuantas docenas de Jinetes de Halcón de
Eldunough, lo que significaba que eran partidarios, o posiblemente espectadores.
Lo que más le preocupaba era la ausencia total de los Caballeros de Beldereth de
Rudwor. Una señal segura de que esta reunión pretendía excluir a sus poderosos
guardianes de la paz.

Una voz retumbante interrumpió el estruendo de miles de voces que resonaban


en las paredes del espacio cavernoso mientras se congregaban.

—Los hemos reunido a todos aquí con un propósito. Para declarar que el
Imperio Serpen toma posesión de La Fortaleza.

Un escalofrío recorrió a Brune cuando una cacofonía de indignación se elevó


desde las filas de abajo.

Una orden fuerte y tajante los silenció, un grito autoritario que provenía de un
oficial de alto rango de Asgar.

—¡Asgar no renunciará a su legítima reclamación! Esta supuesta alianza se


basaba en la propiedad compartida. Será mejor que reconsideres tu elección de
palabras, porque no tendrás ninguna posibilidad de ganar contra los Caballeros de
Beldereth sin el poderío de Asgar detrás.

El líder de Serpen se acercó al borde de la arena. Era un hombre enorme, más


grande que cualquier otro de su legión. Su rostro estaba oculto entre las sombras de
un casco negro con forma de cabeza de dragón.

—No necesitamos que Asgar nos ayude a tomar La Fortaleza.

El oficial apuntó una de las pistolas láser robadas al líder de Serpen.

—¡Preparasen y apunten! —gritó a su ejército. Al menos la mitad de su ejército


levantó pistolas láser y rifles, mientras el resto clavaba flechas en los arcos y
levantaba espadas y hachas de guerra.

Los Serpens respondieron con un súbito y fluido movimiento de escudos, un


sólido muro que se encajó en su lugar con un clamoroso anillo de hierro golpeando
el suelo de granito. En el mismo momento, el ejército de Asgar disparó. Las flechas
rebotaron en los escudos de forma inofensiva, mientras que los rayos rojos chocaron
contra las crestas de los Serpens, quemando e iluminando sus retorcidos patrones
con un profundo resplandor rojo.

El oficial de Asgar gritó otra orden. Los soldados de la franja exterior de la


arena hundida corrieron hacia la rampa, pero se encontraron con otro muro de
escudos que los empujaba de vuelta al agujero en el que habían entrado tan
voluntariamente momentos antes.

En un movimiento unificado, los Serpens arrojaron sus enormes y pesados


escudos sobre los soldados de Asgar que estaban justo debajo y saltaron sobre los
escudos, aplastando a los soldados que estaban debajo. Los Serpens se lanzaron
inmediatamente sobre los soldados amontonados en el centro que todavía estaban
de pie. Se abrieron paso a hachazos a través del aturdido ejército de Asgar, a pesar
de ser superados en número por tres a uno, pisando a los muertos mientras
despejaban caminos sangrientos para que más caballeros Serpens entraran en tropel
desde los bordes de la arena.

Sabiendo que no podía hacer nada para detener la carnicería, Brune visualizó
el santuario y activó su dispositivo de teletransporte. En un segundo estaba allí,
corriendo hacia la placa base, pulsando la alarma y declarando un brote en la arena
de combate.

Sus dedos volaron sobre las teclas mientras activaba un holograma de la arena.
Era impactante ver cómo los Serpens serpenteaban por los confines abarrotados,
moviéndose como si tuvieran una sola mente, aunque se hubieran dividido en
unidades separadas. Por otro lado, los soldados de Asgar entraron en pánico, cada
uno luchando por su vida, ya no trabajando juntos como lo hacían los Serpens.

Los caballeros de Beldereth entraron en la arena, dividiéndose a ambos lados


para rodear la arena hundida. Las mujeres se alinearon alrededor de los bordes con
flechas apuntando y disparando todas a la vez. Sus flechas dieron en el blanco,
deslizándose entre las más pequeñas grietas de las armaduras para atravesar las
yugulares de cientos de cuellos. Derribaron a un número suficiente de caballeros
Serpens para llamar la atención de la mayoría, poniendo fin rápidamente a su
insurgencia.

Sus arcos estaban provistos de flechas frescas, apuntando a nuevas marcas


cuando Rudwor se acercó, flanqueado por sus oficiales. El corazón de Brune palpitó
en respuesta a uno de ellos. Miró la matanza de al menos un millar de caídos los
soldados de Asgar y los pocos cientos de caballeros Serpens que yacían muertos
entre ellos con las flechas de Beldereth clavadas en el cuello.

Uno de los oficiales de Rudwor se inclinó para hablarle y él asintió.

—Enhorabuena —anunció a ambos ejércitos.

—Con sus acciones de hoy, han creado su propia prisión. A partir de ahora
permanecerán en esta sección bajo llave hasta nuevo juicio. —Empezó a marcharse,
pero se volvió hacia ellos—. Y a menos que quieran vivir con el hedor de la muerte
en sus narices, les aconsejo que amontonen los muertos junto a la puerta para su
eliminación.

Se produjo un salvaje alboroto entre los Caballeros Serpens, muchos de los


cuales subieron la rampa para perseguir a Rudwor con las espadas en la mano. Pero
unas flechas rápidas y preparadas los eliminaron y cayeron muertos al suelo.

Brune se despidió de la horrible escena y se dejó caer en una silla, exhausta y


abrumada. Esto era sólo el comienzo de toda una serie de nuevos problemas.
Capítulo 5
Una invitada inesperada

Fate cerró la puerta de sus aposentos y dejó la caja de Brune junto a una de las
sillas acolchadas de la sala de estar. Se acurrucó en el sillón de enfrente y se abrazó
a una suave almohada, deseando tener en brazos a su gato Oz. Su ronroneo siempre
la había reconfortado, algo que necesitaba desesperadamente, como nunca antes.

La determinación ansiosa se arremolinaba y revoloteaba en su pecho mientras


miraba los libros. Había esperanza escrita en esas páginas, pero la pesadez de la
pena la hacía querer meterse en la cama y no despertar nunca del misericordioso
olvido del sueño.

Eustace había muerto.

La incredulidad se opuso a lo que le habían dicho y a lo que había visto. Verle


tumbado en aquella vitrina envuelto en una nube de brillante polvo dorado había
sido como un vago sueño. No podía asimilarlo. No después de haber hablado con
Eustace hacía menos de una hora, cuando había ido a ver a Jessie.

Pero había sido Sithias el que se había hecho pasar por su padre.

Estaba demasiado aturdida y triste como para retener su ira. En todo caso,
quería pedirle a Sithias que entrara como Eustace ahora mismo, porque así podría
retrasar el afilado cuchillo de la pena listo para retorcerse en su corazón. No estaba
segura de poder sobrevivir a ese tipo de dolor.

Eustace había estado en su vida desde el principio. ¿Cómo podría irse? Él era
su roca. Su fuerza. Su hogar. Eustace siempre había estado ahí, cuidando de ella,
incluso cuando ella creía que no lo estaba.

Como la vez que ella y Jessie anunciaron que eran lo suficientemente grandes
para ir a pedir dulces solas. Se habían creído tan mayores corriendo de puerta en
puerta en la oscuridad de la noche sin la supervisión de sus padres. Después se
sintieron muy orgullosas de sí mismas. Hasta que, al día siguiente, Fate descubrió
la gran sábana impresa con la palabra "¡Boo!" en la parte delantera: el mismo disfraz
de fantasma que habían visto en un alto desconocido que seguía apareciendo
misteriosamente en cada esquina en aquella maravillosa noche de Halloween.

El recuerdo curvó sus labios en una sonrisa melancólica, pero se desvaneció


justo cuando recordó que Eustace había prometido que siempre estaría allí para
protegerla. Fate sabía que, sin duda, había hecho todo lo posible por hacerlo. Pero,
¿cómo puede un padre proteger a un hijo contra la peor agonía posible del mundo?
Ni siquiera Eustace podría cumplir tal promesa, porque llega el día en que todos los
padres mueren.

Se tragó el sollozo desgarrado que se le estaba formando en la base de la


garganta y vació frenéticamente el contenido de la caja. Dos pergaminos y tres libros.
Desenrolló el primer pergamino: un mapa en el que se detallaba el bosque de
Feldoril y su enorme costa, numerosos ríos, lagos y extensas cadenas montañosas.
Por lo que pudo ver, no parecía haber un solo reino o pueblo establecido en el
bosque. El segundo pergamino detallaba la ampliación de una zona mucho más
pequeña llamada Valle de Mornavar.

Dejando los pergaminos a un lado, Fate se quedó mirando los títulos: Feldoril
Bestias Silvam, Feldoril Historia Silvam Primo, y Flora et Feldoril Silvam Agri.
Eligió Bestias del bosque de Feldoril y lo abrió por la página marcada del unicornio
negro.

Fate estudió el dibujo entintado, trazando con un dedo la curva del cuello de
ébano del unicornio. La misma emoción la recorrió cuando su sueño del unicornio
volvió a ser vívido y fuerte. Cerró los ojos y respiró al instante el aroma meloso y
almizclado del unicornio al galope, sintiendo cómo sus músculos se agolpaban bajo
sus piernas. Suspiró, abandonando toda preocupación mientras el unicornio la
llevaba cada vez más alto, hasta que el brillante destello de las estrellas, las
nebulosas y los cometas fugaces se arremolinaron a su alrededor.

Cabalgaron hacia lo más profundo de los cielos, donde no había luz y sólo
oscuridad. Nada existía en aquella negra nada, excepto una sensación de paz. Lo
sentía incluso ahora. Nada contra lo que luchar. Nada que temer. Nada que perder.
El unicornio había percibido su anhelo, porque cuando su galope disminuyó hasta
el trote y luego se detuvo por completo, la tentación de deslizarse de su lomo y
permanecer en el vacío había sido irresistible.

Una mano en el hombro de Fate rompió el hechizo. Desorientada, levantó la


vista hacia el redondo rostro de su abuela, cuya agradable sonrisa permanecía fija
mientras señalaba la puerta y los urgentes golpes del otro lado.
Fate se apresuró a cruzar la habitación y le abrió la puerta a Brune. Los
mechones de pelo rubio se habían soltado de su habitual moño y su expresión era
tensa.

—Esperaba que pudiéramos manejar esto por nuestra cuenta, ya que acabas de
enterarte de lo de Eustace y todo eso, pero el rey de Biraktar está aquí, exigiendo ver
a su hijo y a su esposa.

Fate salió al pasillo y cerró la puerta.

—Está bien. Hay mucho que cubrir en esos libros que me diste. No es que vaya
a leerlos todos en los próximos cinco minutos.

Estaban a punto de llegar al santuario, cuando Fate se dio cuenta de que los
pasillos estaban vacíos.

—¿Dónde se ha metido toda la gente molesta? ¿Ya es hora de cenar?

—Oh, claro. Te perdiste toda la acción de antes. Los Serpens anunciaron que
iban a tomar La Fortaleza y no compartir el botín con el ejército de Asgar.
Afortunadamente, pude llamar a los Caballeros de Rudwor para que interrumpieran
todo antes de que eso ocurriera, y ahora están siendo forzados a una gran pijamada
en la arena.

—Bonito. Aunque me gustaría haber visto a los Serpens recibir una buena
paliza. Llevan semanas sacándome de quicio.

Brune frunció el ceño con disgusto mientras empujaba la puerta del santuario.

—Fue una masacre, Fate. Murieron cientos de ellos.

—Oh —murmuró Fate. Se detuvo justo en el umbral cuando vio a Finn de pie
junto a Azrael, que por algún milagro estaba curado y había vuelto a la normalidad.
Por un medio segundo se alegró de ver que había despertado de su misteriosa
enfermedad del sueño, pero luego supo que era otra mentira y se puso furiosa de
nuevo.

—Uh-uh, no vamos a hacer esto más. —Fate marchó por la habitación—. No


más mentiras. No más fingir ser otra persona.

La cálida tez de Azrael palideció mientras su largo pelo oscuro se volvía blanco,
y su musculoso físico se transformó rápidamente en la alta y larguirucha forma del
personaje bibliotecario de Sithias.
—¡El rey está esperando que Azrael haga su aparición en los próximos
momentos! —Sithias juntó las manos en un gesto implorante y se las llevó a la
barbilla—. Estás pidiendo una guerra abierta si se enteran de que...

Finn puso una mano en el hombro de Sithias para callarlo.

—Deberías escucharlo, Fate. El rey debe estar seguro de que su hijo está vivo y
a salvo. Si nosotros...

—¡No puedo creerte! —La voz de Fate era un susurro furioso, pero bien podría
haber sido un grito por la forma en que golpeó a Finn—. ¿Cómo puedes estar tan
dispuesto a repetir el mismo error? ¿No te das cuenta de que tu débil disfraz nos
meterá en problemas inimaginables? Al menos conmigo, sólo tuviste que lidiar con
el dolor y la ira de una persona, ahora estarás frente a todo un reino.

Las cejas de Sithias se levantaron con miedo.

—Bueno, en realidad, ssseñorita, usted da más miedo porque...

Finn le dio un codazo en las costillas.

—No le hagas caso. No sabe lo que dice. —Lanzó una mirada de advertencia a
Sithias, provocando otra ronda de preguntas para Fate.

Ella entrecerró los ojos ante ellas.

—No sé lo que está pasando aquí, pero tengo la intención de averiguarlo


después de haber resuelto la situación de Biraktar.

Se dirigió a la escotilla y pulsó el botón. El iris se abrió en espiral con un bajo


gemido metálico, revelando toda una flota de naves aéreas de Biraktar flotando
dentro de la vasta circunferencia de los colosales anillos que rodeaban la Fortaleza.

La nave insignia flotaba justo fuera de la escotilla y se acercó cuando la vieron


de pie dentro de la puerta abierta. Fate podría volar fácilmente hasta la cubierta de
la nave, pero pensó que era mejor esperar a que extendieran una pasarela. No estaba
dispuesta a revelar los poderes que poseía. El elemento sorpresa era a menudo la
defensa más eficaz.

Unos minutos después, el barco estaba en posición, extendiendo la pasarela.


Fate cruzó y bajó a cubierta, donde varias filas de guardias formaban un muro de
protección. Se apartaron de forma ordenada, abriendo un camino para que ella
caminara hacia quien esperaba al otro lado.

Ella esperaba encontrar al rey, pero era el hermano de Azrael, el príncipe


heredero, quien estaba de pie frente al camarote del capitán. Dos soldados de alto
rango lo flanqueaban y tenía una expresión hostil. Él y Azrael compartían la misma
coloración oscura, la fuerte línea de la mandíbula y los altos pómulos, pero sus ojos
no podían ser más diferentes. Mientras que los de Azrael eran tan brillantes y azules
como el cielo, los del príncipe heredero eran de un marrón tan intenso que eran casi
negros.

—He venido a buscar a mi hermano —exigió en un cuidadoso español—. ¿Por


qué no está con usted?

—Fue herido durante la guerra —respondió Fate.

Su ceño se frunció en una mueca prohibitiva.

—¿Está muerto?

—Está vivo —se apresuró a decir ella— y con los mejores cuidados. Pero ha
estado en coma.

—No entiendo esa palabra, coma.

—Significa que está en un sueño profundo del que no ha podido despertar.

—Llévame con él —ordenó el príncipe.

—Puedo hacerlo —aceptó Fate —pero realmente no habrá ninguna diferencia.


Lleva semanas en coma.

La puerta del capitán se abrió y salió una mujer. El terror se apoderó de Fate
cuando vio su rostro. Era la madre de Azrael, Mahelia. Pero eso era imposible.
Farouk la había matado y había asumido su identidad, como había hecho con
Mason. Fate le había visto arrancar la piel de Mahelia de su forma bestial y desechar
la cáscara como si fuera basura.

Señalándola, Fate se apartó.

—¡Atrás, esa no es Mahelia! Ese es el demonio que mató a mi padre e hirió a


Azrael.

El príncipe heredero miró a Fate como si estuviera loca.

—¿Qué tontería es esa?

Poniéndose al lado del príncipe heredero, Mahelia le puso una mano en el


brazo para tranquilizarlo.

—Habla de los Hinn y tiene todo el derecho a ser precavida. —Su mirada azul
se dirigió a Fate mientras sonreía cálidamente—. El Hinn vino a mí el día de tu boda
con mi hijo. Luchamos y perdí. El Hinn me arrojó al desierto, donde me vi obligada
a sobrevivir sólo con mi ingenio hasta que mis poderes agotados regresaron.

Demasiado sorprendida para hablar, Fate sólo pudo mirarla. La mujer que la
había obligado a casarse con Azrael utilizando cualquier medio de táctica de miedo
y manipulación emocional que pudiera. Mahelia le devolvió la mirada con calma,
una imagen de perfección, fuerza y belleza en la forma en que llevaba su atuendo
nativo del desierto con tanta facilidad, pero con el pelo oscuro y brillante y la piel
pulida de una reina.

El príncipe heredero parecía realmente desconcertado.

—¿Por qué no me hablaste de esto, Mahelia? Y a mi padre, tu marido.

—No quería añadir más problemas a los que ya tenía Biraktar. —Su voz era
firme y tranquilizadora mientras le hablaba, casi hipnótica—. Teníamos demasiadas
almas heridas que atender, y toda una ciudad y una flota entera que reconstruir.
Como sabes, soy de los Djinn, y perfectamente capaz de manejar lo peor de mi
especie.

—Pero no lo hiciste —argumentó, aunque con menos furia en su tono—. Según


tus propias palabras, perdiste contra los Hinn.

—Perdí la última batalla, pero ganaré la siguiente si nos volvemos a encontrar.


—Mahelia le pasó la mano por el brazo como quien acaricia a un perro. El gesto le
relajó más de lo debido y se quedó mirando al espacio con una mirada perdida.

Mahelia lo dejó allí parado y se acercó a Fate.

—Ahora bien, hija, te agradecería que me acompañaras hasta dónde está mi


hijo.

Sin saber si podía creer que se trataba realmente de Mahelia, y no de Farouk,


Fate dio un paso atrás. Su corazón tronaba de desconfianza. Incluso si la historia era
cierta, y Mahelia realmente había sobrevivido a una batalla contra Farouk, Fate la
odiaba y no volvería a quedar atrapada en la pegajosa red de esta mujer.

—No soy tu hija —se quejó.

—Te casaste con mi hijo. Eso te convierte en mi hija.

Fate negó con la cabeza.

—Ya no nos considero casados.


—Decirlo no significa que sea así, especialmente en lo que respecta a todo un
reino. —Mahelia se adelantó y subió los escalones de la pasarela. Cuando Fate
continuó allí de pie, se volvió—. ¿Vienes?

Mahelia le dijo al sometido príncipe heredero y a sus dos oficiales que la


esperaran en el barco. Fate la condujo de mala gana por la pasarela hasta la escotilla.

—Espera aquí un momento —le dijo a Mahelia. Entró en el santuario y se


detuvo justo en el umbral—. Prepárense, tenemos una invitada inesperada. —Pero
Mahelia no esperó como se le había ordenado y entró junto a Fate.

Finn cogió la pistola láser de Brune de su funda.

—¡No te acerques más! —advirtió a Mahelia.

—¿Qué está pasando? —preguntó Brune alarmada.

Los músculos de los brazos de Finn se tensaron mientras se acercaba con el


arma apuntando.

—¡Es Farouk! —gritó Sithias y corrió hacia el fondo del santuario.

Fate se puso delante de Mahelia.

—Aún no se sabe, así que no dispares.

La confusión apareció en la cara de Finn, pero no bajó el arma.

—Apártate, Fate. Déjame dispararle.

—La historia es que se peleó con Farouk el día de la boda. —Fate no especificó
nada más sobre el día en que la obligaron a casarse con Azrael. Por muy furiosa que
estuviera con Finn por las mentiras que había dicho, no quería restregarle en la cara
su matrimonio con otra persona.

Finn se estremeció al oír la palabra "boda", con un estremecimiento apenas


perceptible en sus ojos que sólo ella notó. Fate miró a Brune y continuó.

—Al parecer, Farouk le dio una patada en el culo y la arrojó al desierto con sus
poderes agotados. —Puso los ojos en blanco—. Por eso no había aparecido hasta
ahora. —Puede que no estuviera convencida de que esa fuera la verdad, pero matar
a "Mahelia" mientras la flota de Biraktar esperaba su regreso no era la opción más
sabia.

Sitihias salió de las sombras, para volver a retirarse cuando Brune se acercó a
Finn, con la espada desenvainada y una postura defensiva mientras miraba a la
mujer.
—Estoy con Finn en esto. Si hay alguna posibilidad de que sea Farouk, nos
ocuparemos de esto aquí y ahora.

Cargó y Fate la atajó para detener un ataque que iniciaría una guerra, pero no
antes de que Brune arrojara algo del tamaño de una granada a 'Mahelia'.

—¡Aperta Captionem Reverti! —gritó Brune mientras Fate la arrastraba al


suelo.

Fate se giró horrorizada, esperando ver a 'Mahelia' estallar en horribles


pedazos, pero estaba ilesa, aunque atrapada dentro de una jaula octogonal de
barrotes de bronce. Al ponerse de pie, Fate se fijó en los brillantes sellos de atadura
grabados por todos los barrotes entrecruzados, reconociendo rápidamente que se
trataba de la versión en miniatura en la que Brune había estado trabajando meses
atrás.

—Oh, es muy chulo. —Fate se levantó y se acercó a la jaula con una sonrisa de
satisfacción—. Así que esta es la jaula extensible que hiciste para Farouk. Buen
trabajo, Brune.

Brune se levantó y se quitó el polvo del uniforme.

—Gracias.

Mahelia esperaba serenamente dentro de la jaula.

Fate apenas podía creer que tuvieran a Farouk atrapado. Toda la pena y la rabia
que había estado conteniendo estalló con una ráfaga de calor que recorrió su núcleo.

—Vas a pagar por lo que le hiciste a Eustace y a todos los demás.

Finn le entregó la pistola láser y se apartó.

—Hazlo.

Fate levantó el arma y apuntó entre los ojos azules de 'Mahelia'... tan parecidos
a los de Azrael. Su brazo empezó a temblar.

Brune le quitó el arma de la mano.

—No es Farouk.

—¿Qué? ¡Tiene que serlo, la verdadera Mahelia está muerta! —Fate miró a Finn
para respaldarla.

—Es cierto —confirmó Finn, con un tono abatido—. Estábamos allí cuando
Farouk se reveló. Mahelia nunca podría haber sobrevivido a lo que pasó. Su piel se
arrancó de su verdadera forma. Su cuerpo quedó completamente destruido por la
posesión de Farouk, igual que el de Mason.

Brune suspiró impaciente.

—¿Han terminado? —Cuando no contestaron, continuó—. El encantamiento


para activar la jaula debería devolver a Farouk a su antiguo y relativamente
inofensivo ser. —Hizo un gesto con la mano hacia Mahelia—. ¿Ves al enclenque
mono con cara de zorro que solíamos conocer y tolerar?

—De ninguna manera. —Fate no estaba convencida—. Creo que deberíamos


mantenerla ahí hasta que estemos mil veces seguros de que no es Farouk.

—Si yo fuera el Hinn, ¿crees que podría hacer esto? —Los bordes del cuerpo de
Mahelia se convirtieron en oscuros zarcillos nebulosos. Su forma resplandeció en
transparencia y luego se disipó por completo en vetas nebulosas, que se tamizaron
por la jaula. En pocos segundos se materializó, entera y sólida, fuera de la jaula.

Fate se preparó para luchar.

—He visto a Farouk desvanecerse en una apestosa niebla negra antes. Así que
sí, creo que podría hacer exactamente lo que tú acabas de hacer ahí.

Mahelia miró al techo antes de bajar su mirada hacia Fate con un suave
suspiro.

—Me refiero a si crees que podría escapar de la jaula tan fácilmente.

—Es una pregunta bastante justa —convino Brune—. Las protecciones de la


jaula habrían mantenido a Farouk bien encerrado. —A pesar de ello, agarró la
empuñadura de su espada mientras miraba fijamente a Mahelia—. ¿Qué eres?

Cualquier alivio que sintiera Fate se vio eclipsado por su disgusto al estar de
nuevo en presencia de Mahelia.

—Es una Djinn, y es capaz de hacer mucho daño, así que todos debemos vigilar
nuestras espaldas cerca de ella.

—Secundo eso —se unió Finn.

—Y yo lo secundo —añadió Sithias mientras se acercaba cautelosamente al


frente de la sala.

Ignorando el voto de la mayoría, Mahelia respondió a la pregunta de Brune.

—Yo también soy parte humana y no soy una amenaza, como mi hija quiere
hacer creer. Sólo he venido a recuperar a mi hijo.
—¡Deja de decir que soy tu hija! —La ira hervía en el interior de Fate,
disparando penachos de calor a su rostro. La única persona que podía llamarla así
era Eustace, y ahora mismo, Mahelia le estaba impidiendo hacer todo en su poder
para que su padre pudiera volver a hacer precisamente eso: llamarla su hija.

Mahelia inclinó la cabeza con simpatía en sus ojos.

—Lamento que te sientas así. Me apena ver que puedes apartarte del lado de
Azrael aunque sea un segundo cuando está sufriendo. En Biraktar, se espera que una
buena esposa se siente a velar a su marido enfermo, ya sea hasta que se cure, o hasta
que muera.

Fate se rió amargamente.

—Bueno, no estamos en Biraktar, ¿verdad?

La calidez fingida en los ojos azules de Mahelia se congeló.

—Oh, pero lo estarás, y pronto, hija. Muy pronto.


Capítulo 6
Recuerdos demasiado temibles para enfrentarlos

—No creo que el hecho de que nos pongamos del lado de Fate en contra de
Mahelia haya cambiado en absoluto sus sentimientos hacia nosotros —le susurró
Sithias a Finn mientras iban detrás de Brune, Fate y Mahelia de camino a la
enfermería—. Todavía está furiosssa.

—Sí, apenas puede mirarme. —Finn se tragó el dolor de su pecho—. Empiezo a


creer que tal vez nunca nos perdone por haberle mentido así.

Las cejas rubias y pálidas de Sithias se juntaron en dardos tristes.

—Tiene que hacerlo. Debe hacerlo, porque si no lo hace, seremos miserables


por el resto de nuestras vidas.

—Nos merecemos ser miserables. ¿Cómo te sentirías si todas las personas en


las que confías te mintieran sobre algo tan importante?

Sithias lo pensó.

—Si estuvieran realmente arrepentidos de haber mentido, tendría que


perdonarlos. No tendría otra opción.

—Pero probablemente no lo harías de inmediato, ¿verdad? Necesitarías tiempo


antes de empezar a repartir el perdón en gran cantidad. —Finn reprimió la duda que
se agitaba en sus entrañas.

—Sssí —admitió Sithias de mala gana—. Puede que necesite uno o dos años,
pero al final entraría en razón.

El pánico se apoderó de él.

—¿Un año o dos? ¿De verdad crees que tardarás tanto tiempo?

—¡Oh! No, no para Fate. Me refería a mí. —Sithias sonrió tímidamente.

Finn lanzó un suspiro de derrota y entró en la enfermería.


Fate se colocó junto a Brune en un lado de la cama de Azrael mientras Mahelia
ocupaba el otro lado.

—¿Quién es ella? —Preguntó Jessie en un tono bajo mientras se colocaba entre


Fate y Brune.

—La madre de Azrael. —Fate habló lo suficientemente alto como para que la
mujer lo oyera, sin importarle que su tono goteara de malicia.

Mahelia se inclinó sobre Azrael, pasando sus manos lentamente por encima de
la cabeza, el pecho, el plexo solar y luego por las piernas hasta los pies. Volvió a su
pecho y se inclinó para escuchar su corazón. Un largo mechón negro se desprendió
de su tocado y cayó sobre su suave pómulo. El amor y la preocupación evidentes
mostraron en su rostro sin edad mientras continuaba su examen, y Finn pensó que
incluso podría ser hermosa si no estuviera tan resentido con la mujer por cómo había
tratado a Fate.

Por fin, Mahelia se enderezó y se sentó en una silla.

—Puedo curar a Azrael, pero tendré que llevarlo de vuelta a Biraktar para
hacerlo.

—Me alegra saber que se pondrá bien. —El alivio en el tono de Fate era
innegable, cortando a Finn en seco. Sus ojos se llenaron de repente de miedo—.
Espera, a Azrael no se le puede quitar el soporte vital. Lo mataría.

Mahelia frunció el ceño con desagrado ante los aparatos y cables, que brillaban
con magia multidimensional, atados a los brazos de Azrael.

—No te preocupes. Sé lo que hay que hacer para que mi hijo llegue sano y salvo
a Biraktar.

Fate y Brune intercambiaron una mirada dudosa.

—Déjenme a solas con él. —Mahelia se puso en pie y frunció el ceño al mirar a
los robots médicos—. Y llévate estas máquinas.

Brune les hizo salir por la puerta y se detuvo junto a Sithias.

—Me vendría bien tu ayuda con el hechizo de memoria ahora que tengo el libro
que hemos estado necesitando.

—Desde luego. —Sithias se dio la vuelta y se fue con ella.

—Jess, puedes venir a mi habitación —ofreció Fate.

Jessie miró a Azrael con anhelo.


—Probablemente no debería irme. Todavía estoy esperando mis pruebas. —
Una mirada aguda de Mahelia borró la expresión de enamoramiento de la cara de
Jessie.

—Pensándolo bien, creo que una noche en la que nos quedemos despiertas
comiendo chocolate será mucho más divertida que quedarnos aquí —añadió Jessie
apresuradamente.

Fate le sonrió con cariño a su amiga, pero al mismo tiempo había tristeza en
sus ojos.

—Suena increíble, y exactamente lo que necesito ahora mismo…

—Esto no se tomará mucho tiempo, Fate —interrumpió Mahelia—. Es mejor


que aproveches para hacer las maletas para una larga estancia en Biraktar. Nos
iremos en breve.

Fate se volvió con las mejillas sonrojadas y los puños apretados.

—No voy a ir contigo.

Una fría sonrisa se formó en los labios de Mahelia.

—Si tú lo dices.

Fate giró bruscamente y salió de la habitación con Jessie persiguiéndola. Finn


dejó que Mahelia preparara a Azrael para el transporte y se apresuró a seguir a las
chicas.

—Fate —gritó—. ¿Podemos hablar?

Dejando a Jessie para que la esperara más adelante, Fate volvió a caminar
hacia él. El pulso de Finn se descontroló al encontrarse con la gélida mirada de su
dulce muchacha.

—Espero que sepas lo mal que me he sentido. Todas las mentiras que he tenido
que contar. Nunca sabrás el daño que me ha hecho...

—Basta, Finn. No puedo escuchar lo mal que te sientes. Nada que puedas decir
va a compensar lo que hiciste. Sobre todo, tú, deberías haber sido sincero conmigo.
—Su voz era plana y su expresión inexpresiva—. Por favor... déjame en paz.

Las palabras de ella lo hirieron por sí solas, pero la ausencia total de emoción
en su voz se sintió como una púa clavada en su corazón. Finn se apoyó en la pared,
apenas capaz de respirar por la agonía de su pecho.

La había perdido.
Se deslizó hasta el suelo, mirando a la nada. Ya había conocido el vacío de estar
separado de Fate, pero esta vez era diferente, porque entonces había sentido el amor
que ella sentía por él. Esta vez no había nada. Ni siquiera el odio, que
soportaría de buen grado porque incluso eso era al menos una conexión. Todo lo que
quedaba ahora era un terrible vacío, un inmenso abismo entre ellos que temía no
poder salvar nunca.

Lleno de desesperación, se levantó y caminó sin rumbo por el pasillo.


Consideró brevemente la posibilidad de ir a la habitación de Rudwor para encontrar
compañía en una noche de excesiva bebida hasta quedar insensible. Pero la mañana
llegaría, trayendo consigo un fuerte dolor de cabeza y una avalancha emocional que
lo enterraría en la oscuridad, una oscuridad de la que no estaba seguro de poder
recuperarse si no afrontaba esta ruptura con Fate de frente.

Lo mejor era mantenerse ocupado, pero no había ningún lugar al que ir


realmente. No era como si lo necesitaran en algún lugar en particular. Era
prácticamente inútil desde que el Orbe de Aeternitis lo había rehecho. Ya no podía
volar, y las runas de la raza de los antiguos que Tove había grabado en su piel habían
desaparecido.

Por supuesto, tampoco iba a pedirle que renovara los tatuajes. No había
hablado con él desde que terminó la guerra. Tove le culpaba de la pérdida de Grysla
y de su hermano, Leif.

La respiración de Finn se contrajo en su pecho mientras el dolor se duplicaba.


Él también lloraba la pérdida del sabio y compasivo trol de los árboles que lo había
acogido en su pequeño círculo familiar. A Leif nunca le había gustado Finn y no
habían sido amigos, pero le parecía horrible que el reencuentro de Tove con su
hermano hubiera durado poco. Finn agachó la cabeza. Nunca debió involucrarlos en
la guerra.

Otro profundo arrepentimiento con el que tendría que vivir.

Llegó a la rama del pasillo y comenzó a recorrer el que conducía a su


habitación, luego se detuvo. La idea de estar solo allí era más de lo que podía
soportar. Finn tomó el otro pasillo hacia la biblioteca, donde sabía que Sithias había
ido. Poco importaba que no lo necesitaran allí. Era preferible estar rodeado de gente
que pensar en Fate y en si ella lo perdonaría alguna vez.

Finn atravesó las enormes puertas dobles y se dirigió hacia donde Sithias y
Brune habían reunido todo lo que necesitaban para el hechizo de memoria. Un
montón de hierbas secas, pociones con corcho, un pilar de obsidiana del tamaño de
una estatua de medio metro y una hilera de varitas estaban repartidas por la
superficie de la enorme mesa.
Vio el gran libro de hechizos que Fate había recuperado hacía apenas una hora.
El sonido de ese libro al caer al suelo, cuando ella los había escuchado conspirar,
aún resonaba en sus oídos, agudo y hueco.

Sithias estaba moliendo unas hojas secas con un mortero.

—¿Ya esss suficiente espino? —le preguntó a Brune. Agitó la muñeca con una
mueca de dolor.

Brune miró la pequeña cantidad que ya había vertido en el gran cuenco de latón
y luego el montón de hierbas. Se inclinó sobre las páginas abiertas del Libro de
Hechizos de Memini y frunció el ceño.

—¿Te parece una fanega2?

Sithias resopló.

—No...

—Tritúralo todo y luego haz lo mismo con esa caja de bayas —ordenó Brune

—¿Todo? —preguntó Sithias consternado.

Finn se acercó a él y tomó el mortero del débil agarre de Sithias.

—Yo lo haré —ofreció.

—Pues gracias, señor. —Sithias levantó la barbilla y miró a Brune—. Eso me


liberará para elegir la varita que voy a usar para este hechizo.

Brune levantó la cabeza del libro.

—Tú no vas a hacer el hechizo. Lo haré yo.

Sithias se agarró el pecho, como si le hubieran disparado al corazón.

—¿No es por eso que me pediste ayuda?

—No. Quería ayuda con los ingredientes. Le habría pedido a Darcy que lo
hiciera, pero está demasiado ocupada con la investigación. —Brune volvió su mirada
a las páginas del libro—. Eres libre de unirte a ella ahora que Finn se encarga de eso.

Sithias lanzó un grito de indignación.

—Espero que sepas que soy muy capaz de realizar este hechizo.

2
Es tanto una unidad de volumen o capacidad como una unidad de superficie
Brune no se molestó en levantar la vista.

—¿En qué mundo?

Sithias dio un pisotón, con sus largos y flacos brazos agitándose a los lados.

—¡Bueno, en ninguno!

Dos Caballeros de Beldereth entraron en la biblioteca. Su disciplinada marcha


era apresurada cuando cruzaron la gran extensión y se detuvieron ante la mesa.

—Rudwor solicita su presencia en la arena. Hay Jinetes de Eldunough que


dicen no haber participado en el levantamiento. Necesitan saber lo que has
presenciado.

Brune asintió y se puso de pie.

—¿Terminarás de moler las hierbas? —le preguntó a Finn.

—Sí. ¿Puedo hacer algo más mientras estás fuera?

—No, eso es lo último. Todo lo demás está en su sitio y listo. —Empezó a


marcharse antes de volverse hacia Finn—. Vigila a Gerdie hasta que vuelva.

—¿Está aquí? —Finn miró a su alrededor en busca de ella.

Brune señaló el extremo más alejado de la biblioteca, hacia un arco que


conducía a una pequeña ala que albergaba galerías llenas de diferentes colecciones
de estatuas y obras de arte.

—Está jugando con el perrito. —Se dio la vuelta y siguió a los caballeros,
dejándolos solos para que terminaran.

Sithias la vio partir con un movimiento de cabeza ofendido.

—¡No puedo creer que no confíe en mí para hacer el hechizo!

Finn vertió las últimas hierbas molidas en el cuenco y alcanzó la caja de bayas.
También estaban secas, pero duras como guijarros, lo que le obligó a poner más
músculo antes de que finalmente se convirtieran en un polvo arenoso.

—No te lo tomes tan a pecho, Sithias. Ya deberías saber lo controladora que es


Brune.

—Hmmph. Cree que dirige el lugar.

—Bueno, en realidad lo hace. Brune es la Guardiana residente de La Fortaleza


ahora. Ya lo sabes.
—Ser guardiana no la convierte en maga —murmuró Sithias. Se acercó a la
selección de varitas y pasó un dedo enjuto por cada una de ellas—. ¿No sabe que
estudié con una hechicera? De hecho, fui el amante de una hechicera. Aprendí cosas
que Brune no podría ni imaginar.

Finn dejó de moler por un segundo para mirar hacia arriba.

—¿Supongo que te refieres a Elsina? —La pregunta era retórica y no requería


respuesta—. Pensé que eras su espía, no su aprendiz.

La postura de Sithias se endureció.

—Técnicamente, sssí, pero aprendí bastante sobre magia mientras estuvimos


juntos.

Finn levantó una ceja.

—¿Te enseñó a hacer hechizos?

—No me enseñó exactamente. Puede que sólo haya observado desde la barrera,
pero absorbí más conocimientos de esa manera que leyendo cualquiera de esos
libros en la biblioteca.

—Uh huh. —Finn volvió a moler con más fuerza para acabar con las bayas. Tras
sudar ligeramente, se secó la frente y vertió el polvo púrpura oscuro sobre las hojas
de espino verde salvia trituradas. Dejó el mortero a un lado y se sentó, cuando notó
que Sithias tenía una varita—. No te hagas ilusiones —le advirtió.

Sithias estaba demasiado ocupado admirando la varita como para responder.

—Me gusta el peso de ésta. Una buena y sólida caoba. —Golpeó la gruesa base
de la varita sobre la mesa—. Vaya, vaya, la artesanía es exquisita. —La extendió hacia
Finn para verla mejor—. ¿Vesss? Está diseñada con un grupo de alas de plata
alrededor del cristal. Fíjate en la claridad de la piedra. Ni una sola imperfección.

—Sí, lo veo bien, Sithias. Ahora baja la varita.

Sithias la sostuvo a la luz.

—No puedo explicarlo, pero esta varita parece hecha para mí. —Sosteniendo la
varita como si fuera el hada madrina de alguien, o algo por el estilo, giró con poca
gracia y luego se detuvo frente al libro de hechizos, tambaleándose en su lugar.

Mirando la página, sonrió. Una sonrisa furtiva. Antes de que Finn pudiera
preguntarse qué estaba haciendo, Sithias golpeó el cuenco de hierbas molidas y
pronunció la primera línea del hechizo.
—Memoriam quoque terribili facie prodire…

—¡Sithias! ¿Qué crees que estás haciendo?

Pero era demasiado tarde. El cuenco de hierbas estalló en llamas, encendiendo


la misma luz ardiente dentro del cristal de la varita. Sobresaltado, Sithias retrocedió
mientras la luz del cristal dejaba una estela de niebla roja atravesada por chispas
brillantes.

—¡Nunca interrumpas un hechizo! —Le amonestó Sithias—. ¿No sabes nada?

Anonadado, Finn le miró fijamente.

—Pero Gerdie ni siquiera está en la habitación para beneficiarse del hechizo.

Sithias sonrió con pesar.

—Oh, cielos. ¿Cómo pude olvidarlo? —Agitó la varita como si quisiera apagar
el brillo carmesí que emanaba del cristal, como haría con una cerilla. Pero la luz de
la varita no hizo más que aumentar y los vapores chispeantes se espesaron y se
acumularon a su alrededor.

—¡Para! —La orden de Sithias fue más bien un temblor nervioso.

Finn se alejó de la espesa niebla.

—¡Di lo que quieres decir como si fuera en serio!

—¡Lo hice! —La varita tembló en su mano mientras miraba con horror.

—Habla en ese otro idioma —sugirió Finn—. Tal vez la magia no entiende el
español.

—Sssí, el hechizo está en latín. ¿Cuál es la traducción?

—¿Me lo preguntas a mí?

Sithias buscó frenéticamente en una pila de libros. Cuando encontró el que


buscaba, hojeó las páginas, con los ojos desorbitados y con pánico. Finalmente se
detuvo en una página y tragó saliva mientras buscaba la respuesta.

—¡Oh! ¡Lo he encontrado!

Agitó la varita humeante con un barrido dramático.

—¡Hiberent! —gritó, su voz era más bien un graznido asustado. Pero todo lo
que hizo fue generar una nube roja brillante aún más grande—. ¡Oh, no!
—Oh, no. —Finn se cruzó de brazos—. Cuando Brune vuelva se pondrá furiosa
contigo.

Gerdie volvió a entrar en la biblioteca con el perrito saltando a su lado. Cuando


vio la niebla que se arremolinaba alrededor de la mesa, corrió hacia delante dando
palmas.

—¡Mira qué bonitos destellos! ¿Qué es?

—Un terrible error —refunfuñó Finn.

—Tal vez no. —Sithias miró fijamente a Gerdie—. Terminaré el hechizo ahora
que Gerdie está aquí.

Finn se puso delante de Gerdie.

—No por tu vida.

—Confía en mí, puedo hacerlo. —Sithias no sonaba nada confiado.

Finn abrió la boca para argumentar, pero antes de que pudiera respirar, se
formaron formas dentro de la niebla escarlata. Eran doce, y cada una de ellas se
dibujaba en el remolino de vapores para convertirse en formas claramente
femeninas. Los ojos de Sithias se abrieron de par en par con miedo cuando las
formas se transformaron en la misma mujer: una con largos cabellos de ébano, piel
clara, rasgos fríos pero hermosos y un largo vestido de gasa.

—¡No, no, no, no puede ser! —gritó Sithias.

Finn estaba igualmente sorprendido.

—¿Es quien creo que es?

Sithias movió la cabeza de arriba abajo con un trago audible.

—¡Elsina! —Se giró lentamente en un círculo, con la boca abierta mientras


miraba a cada mujer duplicada—. ¿Cómo ha ocurrido esto?

Gerdie se asomó por la pierna de Finn.

—¿Quién es Elsina?

Antes de que Finn pudiera responder a la pregunta, las doce Elsinas se


arremolinaron alrededor de Sithias, atrapándolo dentro de un apretado anillo. Se
encogió sobre sí mismo.

—¿Dónde has estado? —preguntó una de las Elsinas.


Otra se frotó contra él, haciendo que Sithias se pusiera de pie por el terror.

—Mi cama ha estado miserablemente fría sin ti. —Le hizo cosquillas bajo la
barbilla, agitando su blanca y rala perilla—. ¿Dónde está mi musculoso y apuesto Sr.
Romance? Sabes que eso es lo que me gusta —canturreó con un mohín.

—Estess es el r-verdadero yo —tartamudeó.

—¿Cómo has podido dejarme? —gritó otra.

Una Elsina abofeteó a Sithias en la mejilla. Y él gritó de dolor al tocar la huella


carmesí de la mano en su pálida mejilla.

—¡Lo único que dejaste fue una nota! —gritó.

—¡Cobarde! —sollozó una de ellas—. No pudiste decírmelo a la cara. ¡Te


escabulliste!

—¡Es una serpiente! —dijo otra Elsina—. ¡Nunca confíes en una serpiente!

Una de las Elsinas más cariñosas empujó a la que había abofeteado a Sithias.

—¡Cómo te atreves a pegarle! Ya sabes lo sensible que es —le recriminó.

—Y artístico —coincidió otra mientras se acercaba a Sithias. Le acarició el brazo


y lo sujetó con más fuerza y él retrocedió horrorizado, tratando de liberarse—. Un
artista necesita su espacio.

Una cuarta Elsina, muy cariñosa, flanqueó a Sithias desde el otro lado.

—Los artistas necesitan experimentar el mundo. Por eso se fue.

Una quinta Elsina del equipo hostil conjuró una bola de fuego y la lanzó contra
la Elsina que llevaba el brazo de Sithias.

—Díselo a mi corazón roto —se quejó mientras se situaba sobre las cenizas de
su objetivo.

Sithias gritó y se separó de la Elsina que le acariciaba el brazo.

—¡Está armada! Todas están armadas. Corran por sus vidas.

—¿Se refiere a nosotros? —preguntó Gerdie a Finn.

—Sí, pero no te preocupes, muchacha —le aseguró Finn—. Sólo buscan a


Sithias.

Gerdie observó cómo las mujeres perseguían a Sithias por la biblioteca.


—¿Van a hacerle daño?

—No lo creo. —Finn la cogió en brazos y se dirigió hacia la puerta. En realidad,


no estaba seguro de nada, pero confiaba en que las cinco Elsinas, que aún amaban a
Sithias, lo protegerían de las Elsinas despechadas.

Sithias se adelantó a todas las peligrosas hechiceras, zigzagueando entre las


numerosas islas de mesas. Amagó con girar a la derecha y luego a la izquierda para
intentar engañarlas, pero no funcionó. Rápidamente lo acorralaron y sus gritos
resonaron en los altos techos antes de que desapareciera tras sus agitados brazos.

La turba lanzó varias bolas de fuego y se desató una batalla con las Elsinas
protectoras que resguardaban a Sithias contra las furiosas. Dos de sus protectoras
se desintegraron en montones de ceniza junto a sus pies. Con un chillido asustado,
se transformó en libélula y voló por encima del caos mientras se lanzaban sus
mortíferas bolas de fuego.

La aterradora lucha terminó en cuestión de segundos. El humo flotaba en el


aire sobre los restos cenicientos de cada una de las Elsinas que Sithias había
conjurado por error.

El zumbido de las alas pasó por delante del oído de Finn y Sithias se posó en
su hombro.

—¡Uf! Eso requirió una maniobra inteligente de mi parte para evitar morir.

Molesto con su amigo, Finn apartó a Sithias de un manotazo y dejó a Gerdie en


el suelo.

—Sobreviviste por pura suerte tonta y nada más.

Sithias se quedó flotando frente a él durante un segundo antes de que se


alargara de repente y volviera a su forma anterior.

—Quizá sea así —aceptó con pesar.

Brune entró en la biblioteca y se detuvo justo delante de la puerta cuando los


encontró apiñados cerca de la entrada. Miró con desconfianza a su alrededor.

—Huelo a humo. —Su mirada se fijó en Sithias—. ¿Qué hiciste?

Gerdie sonrió a su hermana, con sus ojos marrones brillando de emoción.

—Había un montón de bellas damas persiguiendo a Sithias por la biblioteca.


Estaban enojadas con él y trataban de matarlo. Pero entonces ellas...
Sithias soltó una fuerte carcajada, como si hubiera escuchado el chiste más
divertido de la historia.

—A un niño se le ocurran las cosas más locas. —Agitó un brazo largo y delgado
en dirección a Gerdie y se acercó a la puerta.

Los ojos de Brune se convirtieron en rendijas furiosas.

—Sithias... intentaste hacer el hechizo, ¿verdad?

Se desplomó de vergüenza.

—Sólo leí la primera línea.

Brune se acercó a la mesa. Hizo una rápida inspección del humo rojo que salía
del cuenco de hierbas quemadas y una mirada a la primera línea del hechizo fue todo
lo que necesitó para comprender lo que había ocurrido.

—¿Sabes siquiera lo que dice la primera línea?

—No exactamente —murmuró Sithias.

Brune frunció el ceño.

—Recuerdos demasiado temibles para enfrentarlos.

Sithias asintió como si debiera saberlo.

—No digasss más. Todo tiene sentido ahora.

Brune resopló.

—Ve a buscar más hojas y bayas de espino. Y esta vez serás tú quien las muela.
¿Me oyes?

—Atronadoramente sssí. —Sithias se lanzó hacia la salida y desapareció tras las


puertas.

—Supongo que ya no me necesitan. —Finn le dio una palmadita en la cabeza a


Gerdie y se dispuso a marcharse.

—Finn. —La voz de Brune había perdido su filo—. Gracias por mantener a
Gerdie a salvo.

Saludó amistosamente a Brune y se marchó bruscamente, con el ánimo más


bajo que nunca. Al parecer, el destructor de destructores ya sólo servía para hacer
de niñera. Eso simplemente no serviría. No con Mahelia amenazando con obligar a
Fate a volver a Biraktar. Necesitaba recuperar sus poderes si quería ayudarla a
enfrentarse a Mahelia.

Tanto si Fate quería su ayuda como si no.


Capítulo 7
Radioactividad

Jessie se dejó caer en una silla y apoyó los pies en el brazo curvo.

—¿Vas a contarme por qué se pelearon Finn y tú allí? Los vi a los dos juntos
hace unas horas y todo parecía perfectamente bien entre ustedess. ¿Qué demonios
ha pasado?

Fate se sentó en la silla junto a la caja que le había dado Brune.

—Me ha estado mintiendo, Jess. —La rabia se encendió, calentándose dentro


de su plexo solar—. Todos me han estado mintiendo.

Jessie dejó caer los pies en el suelo y se sentó recta.

—¿Sobre qué?

La pena amortiguó un poco la furia cuando la mirada de Fate se posó en el


bestiario que yacía abierto junto a la imagen del unicornio negro.

—Eustace se ha... ido. —No podía decir la palabra en sí. No cuando aún había
esperanza. La palabra con "M" era demasiado definitiva.

Jessie la miró confundida.

—¿Qué quieres decir con que se ha ido? ¿A dónde se ha ido?

Fate se tragó el nudo en la garganta.

—El Eustace con el que has charlado hoy era Sithias.

Jessie parpadeó en silencio durante unos segundos.

—¿Estás diciendo que Sithias se hacía pasar por Eustace? ¿Por qué iba a hacer
eso?

Las llamas de la ira ardieron, abrasando las entrañas de Fate, subiendo hasta
su pecho.
—Porque Farouk mató a Eustace hace meses. —El calor fundido le subió por el
cuello, haciendo que su pelo volara alrededor de su cara.

El rostro de Jessie se aflojó.

—¿Eustace... murió?

Fate apretó los puños y asintió.

—Oh, no. —Las lágrimas rebosaban en los ojos de Jessie, pero su conmoción
se había convertido en miedo porque se puso de pie y retrocedió para alejarse de
Fate.

—¿Por qué me miras así?

—Porque tus ojos brillan de color blanco. Pareces radiactiva. Y hay suficiente
calor saliendo de ti como para derretir mi cara. —Jessie se abrazó a sí misma
mientras miraba frenéticamente la puerta. Pero no se movió. Fate se interponía
entre ella y la salida—. Siento mucho lo de Eustace. Yo también le quería. Era como
de la familia para mí, pero por favor, no te desquites conmigo. Yo... sé que tuvimos
nuestras diferencias cuando era la asesina personal de Kaliena y te hice cosas
horribles.

Fate aspiró profundamente para enfriar su furia. Su mejor amiga estaba


aterrorizada de ella, mirándola como si fuera un monstruo. Sintiéndose mal por
haberle dado a Jessie semejante susto, Fate permitió que el aumento de la vergüenza
apagara por completo el fuego que ardía en su interior.

—Lo siento, Jess. No quise asustarte de esa manera. Por favor, vuelve a
sentarte.

Jessie se dejó caer en la silla, más por obediencia que por elección.

—Relájate —le dijo Fate—. Me he enfriado.

Jessie asintió nerviosa.

—¿Todavía parezco radiactiva? —preguntó Fate.

—No.

—¿Ves? Estoy bien. Ya puedes dejar de clavar las uñas en los brazos de la silla.

Jessie dejó que sus brazos colgaran rígidamente a los lados, mirando fijamente
a Fate como alguien acorralado por un perro rabioso.
—Puedes irte si quieres —ofreció Fate con tristeza—. No me molestaría que lo
hicieras.

La mirada de Jessie se dirigió a la puerta. Fate estaba segura de que aceptaría


la apertura, pero la sorprendió permaneciendo en su asiento.

—No, me quedaré.

Fate dejó escapar un tembloroso suspiro de alivio.

—Bueno, ahora que has vislumbrado el lado oscuro de mis, por otra parte,
geniales poderes, ¿qué te parece?

—Que nunca jamás quiero hacerte enfadar. —Una sonrisa nerviosa se formó
en los labios de Jessie—. Y que probablemente no deberíamos hablar de Finn
durante un tiempo.

—De acuerdo. Nos centraremos en cosas más positivas, como devolver la vida
a Eustace. —Fate le dio la vuelta al libro para que Jessie pudiera ver el cuadro—. Y
lo voy a hacer con esto.

Jessie se inclinó hacia adelante.

—Con un unicornio. ¿Un unicornio negro de aspecto espeluznante?

—Sí, Brune dice que tiene la capacidad de hacer que lo que está muerto vuelva
a estar vivo.

Jessie hizo una cara.

—¿Como en la nigromancia?

—No es lo mismo.

—Pero...

—Créeme, esto no es eso.

Jessie asintió.

—Bien. Quiero ayudar entonces. Nunca me ha gustado mucho la investigación,


pero ahora que vuelvo a ser normal, no tengo mucho más que ofrecer.

—¡Sí! Te amaré para siempre si puedes ayudar con eso. ¿Has visto lo gruesos
que son estos libros?

Jessie miró con temor los cuatro grandes tomos y las pilas de pergaminos.
—Sí, no son precisamente de lectura rápida.

—Será más rápido si las dos trabajamos en esto.

Jessie se acomodó en la silla.

—¿Qué hay de tu desagradable suegra? Parece que tiene otros planes sobre
cómo vas a pasar tu tiempo. Por otra parte, supongo que podrías sacar esa tarjeta
radiactiva de tu bolsillo y mandarla a paseo.

Fate levantó el pie y señaló el anillo del alma.

—Te olvidas de esta bola y cadena atada a mi tobillo. Créeme, si pudiera luchar
contra esto, lo haría. Pero he experimentado cómo esta cosa anula mis poderes las
suficientes veces para saber que estoy a merced de Mahelia. Lo peor es que ella
también lo sabe.

—¿Y por qué toda esa discusión con la madre de Azrael si ya te has rendido?

—De ninguna manera voy a doblegarme ante Mahelia. Puede que le haya
lanzado amenazas vacías, pero al menos puedo hacerle la vida imposible si va a
insistir en contar con mi presencia.

—¿Qué hay de salvar a Eustace? ¿Está eso de repente en un segundo plano?

—De ninguna manera, me llevo todo esto conmigo. Si tengo que velar junto a
la cama del enfermo Azrael, entonces voy a tener la nariz metida en estos libros y
voy a aprovechar el tiempo.

—Espera, ¿cómo se supone que voy a ayudar con la investigación entonces?

—Irás conmigo.

Jessie le devolvió la mirada, sorprendida y vacilante.

—A menos que... no quieras. —La necesidad de Fate de tener a Jessie con ella
durante el momento más difícil de su vida se intensificó. La idea de quedarse sin una
sola amiga en Biraktar la dejaba más hueca de lo que ya estaba.

—No estoy segura de que deba hacerlo. —La mirada de Jessie cayó al suelo.

—¿Por qué?

—Porque ahora soy normal, completamente corriente. Ya no tengo superfuerza


ni velocidad, ni una armadura invencible que me proteja. Si hay algún problema, no
podré hacer nada al respecto. Soy débil e indefensa en este mundo.
Fate alargó la mano y puso la suya sobre la de Jessie.

—Me tienes para protegerte. Te prometo que nunca dejaré que te pase nada
malo.

Jessie negó con la cabeza.

—No puedes hacer ese tipo de promesas y lo sabes.

Fate sí lo sabía. Ciertamente no había podido evitar que Jessie fuera


esclavizada por Kaliena. ¿Estaba siendo egoísta por querer a Jessie a su lado? Por
supuesto que sí. Lo mejor que podía hacer por su amiga era dejarla ir.

—Jess, ¿quieres ir a casa? —El pecho de Fate se apretó mientras esperaba la


respuesta de Jessie.

—¿Como en todo el camino de vuelta a Seattle?

Fate asintió.

Jessie la miró fijamente mientras consideraba la pregunta. El tiempo se alargó


agónicamente. Incapaz de permanecer sentada un segundo más, Fate se levantó y se
dirigió al gran armario de madera que contenía sus objetos personales favoritos.
Sacó su atuendo del desierto y lo colocó al pie de la cama.

—Ya está decidido, te vas a casa —anunció Fate, haciendo lo posible por sonar
alegre.

Jessie se puso de pie como si estuviera aturdida y se dirigió hacia la puerta. Se


detuvo con la mano en el pomo y miró a Fate.

—¿Cómo es Biraktar?

—La verdad es que es preciosa. Las calles están pavimentadas en oro, con
torres construidas en vidrio sólido de tono joya que brilla bajo el sol mientras la
ciudad flota entre nubes hinchadas de ranemita en lo alto del desierto.

—¿La ciudad flota en el cielo?

—Sostenida por la ranemita —confirmó Fate.

—¿Qué es la ranemita?

El horrible recuerdo de Moulghazel siendo masacrada por la flota de Kaliena


pasó por la mente de Fate, pero lo apartó para mantener la alegre sonrisa que estaba
forzando en beneficio de Jessie.
—La ranemita está hecha por una ballena sagrada del cielo, es lo que evita que
Biraktar se hunda en el desierto hambriento y hace que las naves de Biraktar vuelen.
La ranemita es lo que da vida al pueblo de Biraktar. —Esas fueron las palabras de
Azrael, pero no había mejor manera de describir lo vital que era Moulghazel y la
ranemita para su pueblo.

Jessie se apoyó en la puerta.

—Suena fascinante.

—¿Más fascinante que Seattle?

—Estoy pensando... definitivamente. —La emoción volvió a encenderse en los


ojos de Jessie, pero la tristeza se apoderó rápidamente de su mirada—. Sin embargo,
echo de menos a mis padres, especialmente a mi madre. Debe estar loca de
preocupación por mí. —Se cubrió la cara para reprimir un leve sollozo.

Fate cruzó la habitación y abrazó a su amiga.

—Shh, está bien, Jess. Te estás olvidando de la enorme diferencia horaria entre
este lugar y casa.

Jessie se apartó para mirarla.

—¿Diferencia horaria?

—Ya lo sabes —le recordó Fate.

—Haz como si no lo supiera.

Fate miró a Jessie con preocupación. Tal vez su memoria no estaba tan intacta
como se pensaba.

—Cuando estuvimos en la librería de la abuela, te dije que había estado fuera


durante seis meses desde que salí de la firma de libros. Pero dijiste que sólo habían
pasado unas horas desde que dejé Seattle. Así de diferente es el tiempo aquí, no hay
necesidad de preocuparse. No has estado fuera casi tanto tiempo, así que es seguro
decir que tus padres piensan que todavía estás de fiesta en la librería ahora mismo.

—Oh, sí, y recuerdo haberle dicho a mamá que iría a casa contigo y con Eustace
a pasar la noche, ya que no sabía hasta qué hora iba a durar todo. Eso significa que
probablemente tengo una década aquí antes de que se den cuenta de que he
desaparecido.

Se secó los ojos y sonrió.


—¡Uf, me olvidé completamente de todo eso! Supongo que es porque mi mejor
recuerdo es que pensaba que estabas totalmente loca cuando mencionaste lo del
salto temporal.

Fate retrocedió.

—¡Ay! Llámame nueces, banana o galleta, me da igual. Cualquier cosa menos


chiflada. Ya sabes lo que pienso de ese horrible apodo que me puso todo el
alumnado. Te juro que, si termina en el anuario de la escuela, voy a...

—¡Lo siento, lo siento! Échale la culpa a Kaliena. Ella debe haber revuelto mi
cerebro. —Jessie sonrió con picardía—. Pero toda esa mención de las nueces y los
plátanos me ha hecho desear un helado de banana con chocolate caliente y nueces
confitadas.

—Ooh, podría masticar eso. —Fate siguió a su amiga hasta la zona de estar y se
puso cómoda mientras Jessie hacía su magia con el simulador de comida—. ¿Qué
tan cerca crees que puedes llegar a la exquisitez de la cosa real? ¿Deberíamos hacer
una apuesta?

—Perderás. —Jessie sonrió con suficiencia mientras tecleaba la descripción y


giraba cada uno de los diales según las misteriosas especificaciones que, de alguna
manera, sabía elegir. Al pulsar el último botón, miró a Fate—. Prepárate para
limpiarte las babas de la barbilla.

La máquina sonó y Jessie abrió la puerta. Su sonrisa desapareció cuando se


inclinó para echar un vistazo.

—Hmm, debo estar fuera de juego. Esto parece comida de bebé. —Pellizcando
una nuez entre los dedos, la probó e hizo una mueca—. Ew, eso no es una nuez
confitada. Creo que he hecho tierra.

—Maldición. —Fate suspiró—. Tenía muchas ganas de babearme encima.

Jessie retiró el plato de papilla amarilla y marrón.

—Lo intentaré de nuevo. Usar el simulador es como hacer panqueques. La


primera tortita siempre es de usar y tirar porque sale quemada y fea hasta que
consigues la temperatura adecuada. —Volvió a ajustar los diales, pero antes de que
pudiera pulsar el botón de "hacer", llamaron a la puerta.

El robot de cámara con cara de abuelita salió de su armario y cruzó la misma


dando tumbos.
—Dile a quien sea que estoy dormida y que no me moleste —ordenó Fate. Ella
y Jessie guardaron silencio mientras el robot de cámara repetía la orden.

—No me importa lo que diga, despiértala. —Era la voz de Mahelia.

—No puedo —respondió el robot de cámara—. Gracias por la visita. Le


entregaré su mensaje cuando Fate se despierte.

La puerta se estrelló contra el robot de cámara, desequilibrando a la abuelita


mecánica de Fate antes de que el robot pudiera evitar que la puerta se estrellara
contra la pared con un fuerte golpe. Mahelia entró en la habitación con el rostro frío
como una piedra cuando vio a Fate cómodamente recostado en una silla.

—Azrael ha sido trasladado a la nave. Recoge tus pertenencias. Nos vamos.

Fate se puso de pie.

—Ya casi he terminado. Vuelve a la nave. Saldremos en breve.

Mahelia frunció el ceño.

—¿Saldremos? Si es Finn a quien te refieres, no puede venir.

—No lo es. Traigo a Jessie conmigo.

La rápida mirada que le echó a Jessie fue, como mucho, superficial.

—Bien, trae a tu esclava. Tenemos muchos sirvientes bien entrenados para


atenderte en Biraktar, pero si insistes en traer la tuya, puedes hacerlo.

—Jee gracias, es demasiado generosa.

Fate apretó la mandíbula.

Jessie se quedó con la boca abierta al ver salir a Mahelia.

—¿Esclava? ¿Por qué no la corregiste? No voy a empezar a limpiar tu...

—No te preocupes. No voy a empezar a darte órdenes. Créeme, es mejor que


no tengas importancia y seas básicamente invisible para Mahelia. Ella tendría un
gran problema contigo si supiera que eres la asesina personal de Kaliena y que
ayudaste en la matanza de su ballena sagrada del cielo y la destrucción de más de la
mitad de la flota de Biraktar.

—Bueno, no se lo digas.
—No se enterará por mí —prometió Fate—. Me preocupaba más que te
sintieras demasiada cómoda cerca de Mahelia y que te desahogaras, como sueles
hacer cuando estás molesta. O borracha de chocolate.

—Oh, por favor. —Jessie frunció el ceño ante Fate, pero terminó encogiéndose
de hombros—. De acuerdo, admito que he sido conocida por compartir demasiado.

—Me alegro de que lo hayamos aclarado. —Fate se puso su traje del desierto.
Después de abrocharse las correas que sujetaban su carcaj y su sable, se rodeó el
cuello con un pañuelo de algodón blanco y lo metió en el cuello de su ligera chaqueta
con capucha.

—¿Y dónde está mi ropa de desierto? —preguntó Jessie.

—Tendré que equiparte después de embarcar. De momento, pasaremos por tu


habitación y cogeremos tu uniforme habitual y tu equipo de combate de camino a la
nave. —Fate cogió los libros y pergaminos que le había dado Brune, los metió en su
mochila, se la colgó del hombro y cogió su arco.

—Pareces extrañamente tranquila con todo esto. ¿No estás nada tensa por
haber recibido órdenes y ser prisionera de esa horrible mujer?

Fate lo pensó un minuto, sorprendida por lo tranquila que se había quedado.

—Hmm, sé que debería estar nerviosa por esto, pero para ser honesta, estoy
contenta de alejarme de aquí. Lejos de Finn, Sithias y de todos los que me mintieron
sobre Eustace. —El fuego se encendió en su vientre, disparándose por sus venas.

Jessie dio un paso atrás.

—Vaya, realmente estás furiosa con ellos.

—Más de lo que podrías imaginar. Y es por eso que necesito a "mi esclava". —
Aclaró Fate con comillas de aire—. Ya sabes, para evitar que me vuelva radiactiva.

—Entendido. Ahora volvamos a Mahelia. ¿Y si te impide ir tras el unicornio


para salvar a Eustace?

La fría ira provocó una sonrisa decidida mientras Fate se dirigía a la puerta.

—Ella no puede detenerme. Nadie puede.


Capítulo 8
Rechazo en todo momento

Finn entró en el jardín de La Fortaleza y siguió el camino que serpenteaba entre


el espeso follaje. Respiró profundamente el rico aroma a rocío de la tierra mezclado
con la dulzura de las flores exóticas que perfumaban el aire. La tensión en la que
estaba encerrado desde que Fate le había dejado claro que no quería saber nada de
él se disipó ligeramente. Casi había olvidado lo relajante que era el jardín para sus
nervios, pero pasar tiempo en la naturaleza no era la razón por la que había venido.

Buscaba a Tove. Tras preguntar a algunos de los Caballeros de Beldereth con


los que la había visto últimamente, le dijeron que debía estar en el jardín. De
momento, no había ni rastro de ella.

Pensó en llamarla, pero rápidamente decidió no hacerlo. Sólo se salvaría de


estar en su presencia antes de que él la alcanzara. Ya no estaba a la altura de su
velocidad, pero esperaba pedirle perdón y preguntarle si consideraría la posibilidad
de volver a entintarlo con las runas de la raza de los antiguos.

Unos suaves crujidos a cada lado del camino indicaban la presencia de las
pequeñas criaturas que habitaban el jardín. No estaba familiarizado con la fauna del
jardín como lo estaba con los animales que vivían en las tierras altas de su país. Estos
eran especialmente tímidos y esquivos. Sólo había visto algunos de ellos durante sus
visitas más frecuentes al jardín, cuando llegó a La Fortaleza. Su piel frondosa y sus
extremidades en forma de ramita se mezclaban con demasiada facilidad con la flora
circundante.

La aparición de varias setas de gran tamaño señaló el límite exterior del bosque
de setas gigantes. Finn reconoció inmediatamente el pequeño claro alfombrado de
musgo en flor. Unas frondas de helechos arqueadas y unos densos matorrales
cerraban el espacio. Se acercó a la seta más alta y se arrodilló para tocar el suave
musgo cubierto de rocío, con la sangre bombeando con fuerza al recordar la única
vez que había hecho el amor con Fate, exactamente en este lugar.
El recuerdo de la piel desnuda de ella contra la suya lo enrojeció de calor. La
visión de ella tumbada bajo él, con el pelo extendido sobre el musgo y los ojos
brillando con una pasión desenfrenada, había sido vertiginosa. Nunca se había
sentido más conectado con ella que en ese precioso lapso de tiempo. La unión de sus
cuerpos había sido la fusión misma de sus corazones y almas en uno solo.

Pero Fate no compartía el recuerdo de su unión. Ella nunca conocería la euforia


de estar por fin verdadera y completamente juntos. Si tuviera siquiera una idea del
momento más sagrado de su relación, no podría darle la espalda. Porque el amor
que habían expresado juntos quedaría grabado en su alma, al igual que con él. Sólo
eso anularía su actual incapacidad para perdonarle.

Luchando contra la agonía que le asaltaba por dentro, Finn se puso en pie.

—No te rindas, muchacho. La recuperarás. Tienes que hacerlo.

Se alejó del claro, volviendo a pisar el camino de piedra. Cuanto más avanzaba,
más grandes eran las setas. Muchos de ellos crecían en grupos y se alzaban sobre él
tan altos como poderosos robles. La parte inferior de sus amplios sombreros brillaba
con una suave luz bioluminiscente en tonos azules y verdes.

Mientras Finn se adentraba en el bosque de setas, decidió que Tove no estaba


en el jardín. Empezó a dar la vuelta cuando oyó un golpe sordo más adelante. Avanzó
sigilosamente y se detuvo detrás de un grupo de palmeras con flores rojas que olían
a col hervida. Arrugando la nariz, separó ligeramente las hojas para ver mejor.

Tove tensó la cuerda de su arco hacia atrás, su mirada se centró en un grupo


de lianas colgantes, todas ellas con flechas empalmadas a través de cada delgado
zarcillo. Iba vestida con una túnica sin mangas y unos pantalones de cuero. Las
runas de la raza anciana marcaban su rostro y sus brazos desnudos. Su largo cabello
de ébano estaba atado hacia atrás por encima de sus finas facciones élficas. El
resplandor del dosel de hongos le daba a su piel aceitunada un brillo azul verdoso.
Su belleza siempre le había parecido de otro mundo, y seguía despertando un lugar
especial en su corazón.

Finn se hizo a un lado, pero su pie resbaló en la tierra húmeda. El sonido


interrumpió la concentración de Tove, haciendo que su flecha pasara volando por el
fino blanco de otra enredadera.

Giró la cabeza en su dirección, entrecerrando los ojos en la tenue luz.

—Finn. ¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz tenía un tono de odio evidente.

Finn se abrió paso entre las palmas.


—Buscándote.

Tove sacó su cuchillo, marchó hacia las lianas y cortó los zarcillos que sostenían
sus flechas.

—No tenemos nada que decirnos.

—Eso no es cierto —argumentó Finn—. Entiendo tus sentimientos, pero somos


una familia, y las familias solucionan las cosas.

—Mi familia está muerta, y tú no sabes nada de lo que siento. No me queda


nada. —La furia de Tove cambió el verde de sus ojos a un tono casi negro.

—Tove, me tienes a mí. Te he dado el espacio que necesitabas desde que


terminó la guerra, pero tienes que saber que estoy aquí para ti. Siempre.

Se rió con dureza mientras arrancaba las flechas de cada liana.

—No te tengo. No desde que me dejaste por Fate. Y cuando por fin volviste a
aparecer, nos pediste que nos jugáramos la vida. —Su mano tembló mientras
devolvía las flechas a su carcaj—. También podrías haber matado a mi madre y a mi
hermano con tus propias manos.

Finn la cogió por la muñeca y la giró hacia él.

—¿Cómo puedes decir eso? Lloro su pérdida tanto como tú.

Tove apartó la muñeca de un tirón.

—Nunca sabrás el dolor de lo que he perdido. Nunca.

—En eso te equivocas. He perdido toda una vida llena de gente que quiero.
Gente que no existe, excepto en el papel. No tengo un hogar en Escocia. Ningún
pasado que sea real. Mis recuerdos de mi familia están todos basados en la ficción.
Sin embargo, lloro a cada uno de ellos, aunque sé que nunca fueron verdaderamente
reales. Pero he aprendido a valorar las relaciones que he construido aquí. Tú y
Grysla, y Rudwor y Sithias, y...

—Fate —terminó por él.

—Sí, y Fate. Por favor, créeme cuando digo que todos ustedes significan más
para mí de lo que podría describir. Los considero a cada uno de ustedes mi familia.

La expresión de Tove se endureció aún más.

—Nada de eso me importa. Nunca te perdonaré que hayas involucrado a mi


familia en tu guerra.
—No era mi guerra, era...

—De Fate.

—No, lo has entendido mal. Era la guerra de todos. Había que detener a
Kaliena.

Tove se colgó el carcaj al hombro y recogió su arco.

—La guerra ha terminado. Hemos terminado. No me hables nunca más.

—No hagas esto, Tove. Por favor, perdona... —Pero ella desapareció en un
movimiento borroso antes de que él pudiera terminar su frase.

Más desesperado que nunca, Finn salió a duras penas del jardín. Apenas había
cruzado la puerta cuando Sithias se acercó corriendo, sonrojado y sin aliento.

—¡Fate se va! —Se volvió en la dirección por la que había venido, haciendo un
gesto para que Finn lo siguiera—. ¡Deprisa, la nave de Mahelia está a punto de
embarcar!

El corazón de Finn lanzó un repentino golpe de pánico. ¿Fate se marchaba sin


decirle ni una sola palabra? Echando a correr, pasó por delante de Sithias como si
estuviera quieto y derrapó por las afiladas esquinas de los largos pasillos,
golpeándose contra las paredes al hacerlo.

Atravesó la puerta del santuario y encontró a Brune de pie junto a la escotilla


abierta. Finn se precipitó a través de la sala, deteniéndose para agarrarse a los
bordes redondeados de la abertura mientras la pasarela se retiraba.

—¡Deténganlos! —roncó, demasiado falto de aliento para decir las palabras con
verdadero volumen.

Brune negó con la cabeza.

—Lo siento, las ruedas están en movimiento. No hay nada que pueda hacer.

Finn miró impotente la nave real que se retiraba mientras toda la flota de
Biraktar giraba y la seguía. Jessie, Mahelia y el príncipe heredero estaban junto a
Fate en la popa de la nave. El sol del desierto brillaba, iluminando los reflejos rojos
del cabello de Fate mientras el viento azotaba sus mechones ondulados a su espalda.
Esperó a que se diera la vuelta. Que echara un último vistazo a lo que dejaba atrás.

Los segundos se convirtieron en minutos mientras la veía partir, con la cara al


frente y sin mirar por encima del hombro, hasta que por fin la perdió de vista y toda
la flota se convirtió en puntos contra la extensión azul del horizonte.
La fuerza abandonó los miembros de Finn. Apretando los dientes, bloqueó las
rodillas para mantenerse erguido.

Una mano se apoyó en su hombro.

—No te tortures más, ssseñor. —La voz de Sithias era poco más que un triste
susurro—. Déjalo estar.

Finn se volvió rígidamente hacia el cielo vacío.

—No podemos dejar que esto ocurra. Tenemos que ir tras ella.

Brune frunció el ceño.

—¿Y hacer qué, además de que te maten por el esfuerzo?

—Mahelia obligó a Fate en contra de su voluntad —argumentó Finn—. No voy


a quedarme y dejar que esa malvada mujer se salga con la suya. No otra vez.

—Fate aceptó ir. —Brune dejó escapar un suspiro de cansancio—. Intenté


convencerla de que no lo hiciera, pero no me escuchó. Ella estaba extrañamente en
paz con todo esto. De hecho, tuve la clara impresión de que habría hecho cualquier
cosa por estar en cualquier lugar menos aquí.

—Conmigo —añadió Finn.

—Y conmigo. No eres el único culpable aquí —le recordó Sithias.

—Estoy igual de descontenta con este último acontecimiento —dijo Brune.

—Fate al menos nos ha resuelto un gran problema. Ya no tenemos al ejército


de Biraktar amenazando con hacernos desaparecer.

Brune se dirigió a la puerta antes de detenerse a mirarlos.

—Cuento con que ustedes dos no hagan nada precipitado. Usen la cabeza y
dense cuenta de que quizá sea mejor que Fate se vaya por ahora. Tendrá tiempo para
calmarse sin que los constantes recordatorios de la pérdida de Eustace activen el
interruptor de esa bomba de relojería en la que se ha convertido.

Sithias se preocupó de juntar las manos mientras observaba cómo se cerraba


la puerta tras ella.

—Odio decirlo, pero tengo que estar de acuerdo con...

—No lo digas.

—Pero...
Finn levantó una mano.

—Si crees que voy a dejar que Fate vaya sola a Biraktar, es que no me conoces
en absoluto.

—No está sola. Jessie está con ella.

—¿Qué puede hacer Jessie para protegerla?

Sithias abrió la boca, pero no salió nada.

—Así es, nada. Jessie no puede evitar que Fate sufra daños ahora que ha vuelto
a la normalidad.

—Sin embargo, Fate no es exactamente inofensiva. O impotente, para el caso.


—Sithias murmuró la última parte—. Después de todo, ambos hemos visssto de lo
que es capaz si se le presiona.

—¿Realmente tengo que recordarte que perderse con Ananke es la misma


razón por la que mentimos a Fate en primer lugar? —Finn se paseó de un lado a otro.

—No, no hace falta. —Sithias suspiró—. Tienes razón, tenemos que hacer algo.
¿Pero qué? ¿Tienes alguna idea?

Finn se detuvo frente a Sithias.

—Sí. Tú y yo iremos a Biraktar y traeremos a Fate a casa.

Sithias se estremeció visiblemente.

—¿Cómo? No puedo pilotar una nave. ¿Puedes?

—No necesitamos una nave. Nos llevarás allí con las Palabras de Creación.

—Eh... supongo que sí. Un simple viaje de un lugar a otro no debería volverse
en nuestra contra.

Finn sonrió por primera vez en mucho tiempo.

—Bien, pero antes de hacerlo, voy a necesitar que me devuelvan mis poderes.
No seré más útil que Jessie si tengo que ir sin las runas de la raza anciana.

Sithias se retorció con evidente incomodidad.

—Oh, no sé, señor. Essso es mucho más complicado que un simple viaje a
Biraktar. ¿No fue Tove la que te entintó las runas? Deberías preguntarle a ella.

—Lo hice. Ella se negó.


—Oh.

Finn esperó a que Sithias cediera a su petición, pero cuando permaneció en


silencio, su ira estalló.

—¿De verdad vas a negarte?

Su voz salió como un gruñido despiadado, lo que hizo saltar a Sithias. Finn se
arrepintió inmediatamente de su tono.

—Lo siento, amigo mío. No era mi intención perder los nervios. No tenía
derecho a hablarte así. Estoy al límite de mis fuerzas... Me siento inútil para Fate sin
las runas de la raza anciana.

—Está bien, señor. Lo entiendo.

Finn se sentó en la silla más cercana, cansado, pero aún decidido.

—Planeemos partir mañana con las primeras luces. Necesitaré el resto del día
para empacar mi equipo y mis armas. Estoy seguro de que puedo conseguir que
Brune me proporcione algunos artilugios que me den algún tipo de ventaja, sin que
se note que nos vamos de viaje.

Sithias asintió disculpándose.

—Creo que eso sería lo mejor, señor. Yo también iré a recoger mis cosas.

Rechazo en todo momento.

Inclinándose hacia atrás en la silla, Finn cerró los ojos, escuchando el arrastre
de los pasos de Sithias que se alejaban. En cuanto supo que estaba solo, miró el
desierto que se extendía más allá de la escotilla abierta.

—No me rendiré contigo, Fate —susurró—. Por favor, no me abandones.


Capítulo 9
Un hechizo inquebrantable

Las agujas doradas de Biraktar brillaron a la vista. Fate tuvo que protegerse los
ojos contra el sol que brillaba en las torres de cristal, de tonos dorados. Jessie se
apoyó en la barandilla del barco y se quedó boquiabierta ante la maravilla de la
ciudad flotante rodeada por un mar de nubes espesas y arremolinadas.

—Increíble —murmuró Jessie—. La ciudad realmente flota.

—¿Creías que me lo estaba inventando para que vinieras?

—Se sabe que exageras. —Jessie le dio un codazo juguetón—. Vaya, es uno de
los lugares más bonitos que he visto nunca.

—Es cierto, Biraktar es espectacular —coincidió Fate, con el pavor que le


producía que la flota se repartiera por los muelles inferiores, mientras la nave
insignia subía al muelle de desembarco en uno de los pisos superiores del palacio.

Mahelia y el príncipe heredero salieron del camarote del capitán e hicieron una
señal para que Fate y Jessie se unieran a ellos en la cubierta principal. Dos guardias
los siguieron, llevando a Azrael en una camilla entre ellos.

Fate ocupó su lugar junto a él mientras caminaban por la amplia pasarela.


Mahelia había dejado bien claro que su necesidad de aire fresco sería breve después
de haber estado encerrada en la habitación velando en silencio junto a Azrael y su
madre durante todo el viaje. Cinco minutos fueron definitivamente breves.

Un enorme grupo de sirvientes, también conocidos como esclavos, se puso en


fila a un lado mientras el Rey y toda la familia real, compuesta por los hermanos de
Azrael, sus numerosas esposas y su prole de hijos, salían a la cubierta para recibirlos.
El rostro del Rey se volvió severo cuando su mirada se posó en Fate y luego en su
hijo inconsciente.

Ignorando su abierta antipatía hacia ella, Fate levantó la barbilla con orgullo.
Pero se estremeció por dentro. ¿Cómo había podido pensar que estar en Biraktar le
daría un respiro a su dolor e ira? Su ánimo se hundió más en el fango. Era una
tontería pensar que podría escapar de sus sentimientos. El dolor de la pérdida de su
padre la seguiría allá donde fuera. Lo mismo ocurría con el aguijón de la traición de
Finn y Sithias.

Desfilaron por una cámara cavernosa de paredes ornamentadas y doradas que


conducía a una escalera de caracol. Tras subir varios tramos, entraron en una,
desprovista de la opulencia anterior. Una pared de puertas se abría al aire libre y a
una terraza con vistas a la ciudad. Unas cortinas vaporosas se agitaban con la brisa.
Las palmeras y las plantas con flores añadían color a las paredes, que por lo demás
eran de color arena. Varios sirvientes vestidos de blanco permanecían en silencio,
con la mirada fija en el frente, a la espera de cualquier orden pronunciada por sus
amos.

Azrael fue acostado en una estrecha cama colocada en el centro de la


habitación. Mahelia lo cubrió con una suave sábana de lino blanco y se sentó en una
silla a su lado. Miró a Fate, indicándole que tomara el único otro asiento disponible
junto a ella.

El Rey y sus hijos entraron unos minutos después. Se paró junto a Azrael,
mirando la expresión pacífica y dormida de su hijo como si debiera despertarse
porque el Rey lo deseaba. Los hermanos de Azrael se reunieron a los pies de la cama.
Ellos también miraron, pero no a Azrael. Fate era su objetivo.

Sintiéndose muy sola, miró a su alrededor buscando a Jessie, dándose cuenta


con un sobresalto de que no estaba en la habitación. Por mucho que quisiera saber
dónde estaba su mejor amiga, no era el momento de preguntar. Dejando caer su
mirada hacia su regazo, Fate jugueteó con sus manos, esperando que el padre y los
hermanos de Azrael se fueran pronto.

La aguda voz de su padre cortó el silencio.

—¿Qué le hizo su odiosa esposa a mi hijo?

A Fate se le tensó cada músculo, deseando no reaccionar abiertamente ante el


insulto. Ninguno de ellos sabía que llevaba un transmodulador en el oído y que podía
entender su lengua materna. A diferencia de la última vez que estuvo cautiva en el
palacio, cuando la excluyeron a propósito, sabiendo que sólo hablaba inglés.

Reprimió una sonrisa. Que asumieran que seguía ignorando sus palabras. Sin
duda le beneficiaría que se sintieran seguros para hablar libremente delante de ella.
—Azrael fue herido en la guerra, esposo. —Mahelia habló en un tono aún más
tranquilizador que el que había utilizado para someter al príncipe heredero a su
llegada a La Fortaleza. Esta vez su voz era musical y fascinante.

Fate miró de reojo a Mahelia. Su piel estaba suavemente iluminada con una luz
interior. Si Fate no lo supiera, diría que Mahelia parecía un ángel. Un ser bajado del
cielo.

Pero Fate lo sabía bien. Mahelia estaba envolviendo sus ilusiones de Djinn
alrededor del Rey, porque su ceño oscuro se había suavizado en amor y confianza.

Los hermanos no estaban tan entusiasmados como su padre, pero su


comportamiento se relajó definitivamente.

—Tengan paciencia —dijo Mahelia—. Azrael está ahora a mi cuidado y pronto


despertará.

El Rey sonrió tranquilamente.

—Muy bien. —Hizo un gesto a la familia para que le siguiera y todos se


despidieron, todos a los pocos minutos de tejer su hechizo.

Fate relajó su postura rígida.

—¿Qué fue todo eso?

Mahelia la miró con una ceja levantada.

—Creo que lo sabes.

Fate se hizo la tonta.

—Mmm, la verdad es que no. Todo era balbuceos para mí. —No iba a decir que
había entendido una sola palabra. Tampoco iba a agradecer a Mahelia que la salvara
de una muerte segura por ser la "odiosa esposa" del hijo herido del Rey. Ella era la
inocente en esto. No era su culpa que Azrael la hubiera obligado a casarse con él.
Ciertamente, ella no tenía la culpa del daño que Farouk le había hecho a su corazón.

Mahelia estrechó su mirada hacia Fate.

Era hora de desviar la atención.

—Diré que tienes una forma de ser con tu esposo. ¿Sabe él que eres parte Djinn
y que eres capaz de manipular sus sentimientos con tus maneras de bruja?

—Él sabe lo que soy.


—¿Y le parece bien?

—Por supuesto. Considera que mis considerables poderes son una ventaja para
nuestro reino.

—Excepto que él no sabe cuándo los usas porque te conviene.

La brillante y soleada habitación se oscureció de repente con sombras.


Sombras largas y retorcidas que emanaban de Mahelia.

—¿Crees que me conviene salvarte del mal? Si no te necesitara para salvar a


Azrael, habría permitido que mi esposo te dejara caer en el desierto, donde si la caída
no te matara, los dientes bajo las arenas ciertamente lo harían.

Fate ignoró el desagradable comentario.

—¿Crees que puedo salvar a Azrael? Si pudiera, ¿no crees que ya lo habría
hecho?

—No, no lo creo. Creo que has estado esperando la muerte de Azrael para poder
liberarte de su anillo de alma. Todo para poder volver con ese campesino que dices
amar.

—En primer lugar, Finn no es un campesino. —Le sorprendió la rapidez con la


que salió en su defensa, teniendo en cuenta lo molesta que estaba con él—. En
segundo lugar, nunca desearía que Azrael muriera. Me importa demasiado para eso.

Esto pareció apaciguar a Mahelia, porque las sombras deslizantes


retrocedieron, permitiendo que la luz del sol volviera a bañar la habitación con tonos
dorados.

—Me alegra oír eso. —Se levantó y se dirigió a una mesa llena de hierbas secas,
botellas de líquidos de varios colores y cuencos con piedras preciosas y cristales.
Mahelia volvió con algo en una bolsa de seda, que desató rápidamente.

Cuando Fate vio el contenido, levantó las manos y negó con la cabeza.

—De ninguna manera. No vamos a volver a hacer esto.

Mahelia agarró el brazo de Fate, sus dedos se clavaron en su carne mientras le


metía en la mano la tablilla con su superficie de cera flexible, seguida de una hoja de
oro enrollada y un estilete.

—Lo harás. —Los bordes exteriores de su cuerpo se distorsionaron, entrando


y saliendo de la vista mientras aquellas sombras amenazantes volvían a aparecer—.
Niégate una vez más y sentirás la ira del amor de una madre desesperada por su hijo.
Fate asintió.

—De acuerdo, lo haré. Pero sólo con una condición.

Las sombras brotaron de Mahelia.

—¡No habrá condiciones! Escribirás lo que yo te diga que escribas.

La furia ardió caliente y mercurial dentro de Fate. El deseo de poner a prueba


su propio poder salvaje e impredecible contra el de Mahelia se estaba acercando
peligrosamente a lo irresistible. Necesitaba que Jessie estuviera allí para calmarla.
Su mejor amiga era la única persona en su vida que no la hacía enloquecer.

—Haré lo que quieras, Mahelia. —Fate se quejó a través de los dientes


apretados—. Sólo tráeme a mi sirvienta.

—No necesitamos que haya otros aquí.

—Recházame y sentirás mi ira. —El gruñido inhumano en la voz de Fate al


escupir las palabras de Mahelia provocó un miedo inesperado en el rostro de la
mujer.

—Volveré en un momento.

Mahelia salió de la habitación mientras Fate se concentraba en respirar


profundamente. Miró a Azrael.

—Realmente la odio —refunfuñó—. Pero me alegro de que hayas recuperado a


tu madre, Azrael. —Se le hizo un nudo en la garganta—. Sé lo feliz que sería teniendo
a mi padre de vuelta.

Fate parpadeó para evitar las lágrimas no deseadas mientras Mahelia llevaba
a Jessie a la habitación.

—¿Preguntabas por mí? —El ceño fruncido de Jessie y su mirada indagadora


mostraron la preocupación en su rostro.

—Necesito... mi medicina. —Fate mantuvo su expresión en blanco, como había


visto hacer a Mahelia, siempre que hablaba con sus sirvientes.

—¿Qué te aflige? —preguntó Mahelia.

Tu. Todo, quiso decir Fate.

—Un estómago agrio y un caso masivo de acidez.

—Tengo tónicos para aliviar esas condiciones.


—No, no como mi medicina. Esta cosa es la bomba. Funciona en segundos —le
aseguró Fate.

Jessie no se movió, el pánico se formó en sus ojos al saber que no tenía ninguna
medicina y no sabía qué hacer.

—¿Olvidaste dónde lo empacaste? —preguntó Fate.

Jessie asintió con la cabeza.

Fate resopló con fingida molestia.

—Mira mi mochila. —Puso los ojos en blanco cuando Jessie se apresuró a


acercarse a su equipo, apartando su espada, carcaj y arco para llegar a la bolsa de
lona que había debajo—. No suele ser tan desorganizada. Lo atribuyo a tener que
salir con tanta prisa.

La mirada de Mahelia era impaciente.

—Puede ser sustituida.

—Gracias, pero no gracias. La mantengo alejada de los sentimientos más que


nada.

Jessie tosió. En voz alta.

Fate miró por encima de su hombro, murmurando una disculpa silenciosa a


Jessie.

—¿Ya la encontraste?

Jessie entornó los ojos, señal de que estaba enfadada. Casi había vaciado la
bolsa, cuando miró dentro de un recipiente, abiertamente sorprendida por el
contenido.

—Creo que sí. ¿Cuántas necesitas esta vez?

—Con cuatro debería bastar. —Fate se estaba quedando con un poco de


hambre.

Jessie entregó rápidamente la "medicina" de Fate y dejó caer cuatro trufas de


chocolate en su palma.

—Disfruta.

Fate suspiró.
—Todo lo que pueda. —Metiéndose una en la boca, cerró los ojos mientras el
rico y oscuro chocolate se derretía sobre su lengua. Fate miró a Jessie y sonrió—. Ya
está funcionando.

La sonrisa forzada de Jessie lo decía todo. Además de tener que hacer de


sirvienta obediente, su amiga había descubierto que Fate había acaparado las trufas
de chocolate que Sithias le había regalado con la esperanza de ser perdonada.

El calor calentó las mejillas de Fate al haber sido sorprendida en una mentira.
Le había dicho a Jessie que había tirado los chocolates. ¿Pero cómo podía hacerlo?
Sithias era un maestro a la hora de redactar las más deliciosas trufas con las Palabras
de Creación. Ella había intentado a menudo hacer lo mismo, pero nunca pudo
acercarse. Cuando se trataba de chocolate, sus habilidades descriptivas la
superaban.

—¿Podemos empezar? —La paciencia de Mahelia se había agotado y la luz de


la habitación se había vuelto a apagar.

El miedo le revolvió el estómago y su apetito se desvaneció. Tomar el dictado


de Mahelia era, en el mejor de los casos, peligroso. Recordó las soluciones
catastróficas de la mujer para acabar con la guerra. La muerte y la destrucción era
sobre lo único que sabía Mahelia.

Pero, de nuevo, era con Farouk con quien había estado tratando en ese
momento.

Tal vez esto podría funcionar después de todo. Le dio las tres trufas restantes
a Jessie.

—Una será suficiente. —Le guiñó un ojo a Jessie—. Empaca las demás.

—Confía en mí, lo haré. —Su amiga se retiró al borde de la habitación con las
trufas en la mano.

Fate alisó la hoja dorada sobre la cara encerada de la tableta y sostuvo el lápiz
óptico.

—Sabes, realmente no necesito tu hoja de oro alquimizada para amplificar las


Palabras de Creación. Puedo hacerlo sin magia extra.

Los pensamientos de Fate volvieron a su uso más exitoso de las Palabras de


Creación. No había utilizado ninguna herramienta de escritura de lujo. Había
utilizado la sangre de Kaliena para deletrear las palabras que salvaron a Finn de la
destrucción total. El corazón le palpitaba con un dolor sordo al recordar lo cerca que
había estado de perderlo. Y, sin embargo, no podía ver más allá de su rabia para
perdonarlo. Estaba literalmente partida por la mitad.

Mahelia negó con la cabeza.

—Seguirás mis indicaciones.

—Bien. Lo haremos a tu manera. —Fate aceptó más por querer dejar de pensar
en Finn, que por la irritación de discutir con Mahelia.

Mahelia se sentó junto a Fate, pero su atención estaba en Azrael. La tensión


apretó las esquinas de sus ojos azules cuando se inclinó hacia adelante y puso una
mano en su brazo. El amor de una madre debilitaba incluso a las mujeres más
fuertes.

El amor de un padre no era diferente. ¿Cuántas veces Fate había torturado a


Eustace con la misma preocupación y el mismo miedo? Demasiadas. Si pudiera
volver atrás en el tiempo para salvarle de lo que le había hecho pasar.

Se comprometió en silencio a hacerlo mejor cuando lo tuviera de vuelta.

Mahelia habló. Su voz tembló de emoción al recitar las palabras,


sorprendiendo a Fate al inscribirlas en la hoja de oro. Cuando Mahelia terminó el
dictado, Fate se quedó mirando el emotivo mensaje durante unos segundos. Esto iba
a funcionar. En el fondo lo sabía. Al igual que lo sabía cuándo Sithias había recitado
las palabras que habían puesto fin a la guerra de forma pacífica.

Las lágrimas pincharon los ojos de Fate mientras leía las palabras en voz alta.
Lentamente. Con cariño.

—Mi Azrael, el niño con ojos más brillantes que el cielo más azul y una sonrisa
más radiante que el sol, quito la daga que atraviesa tu corazón afligido, y te hago
sano y fuerte, vertiendo todo el amor que tengo para dar, de mi corazón al tuyo.

Fate contuvo la respiración mientras observaba el rostro de Azrael. Su pecho


subía y bajaba como antes, pero con mayor movimiento. Su respiración ya no era
superficial y apenas visible. Su suave frente se arrugó mientras movía los brazos por
encima de la cabeza y bostezaba.

Mahelia y Fate se levantaron al mismo tiempo, acercándose cada una a él.

Azrael gimió y se estiró al abrir los ojos, congelándose en su lugar cuando vio
a su madre y a Fate inclinarse ansiosamente sobre él. Su mirada desconcertada se
movía de un lado a otro entre ellas.
—¿Debo creer que se ha producido un milagro? —preguntó, recurriendo a su
lengua materna—. ¿Mi madre y mi esposa se han hecho amigas?

Fate fingió no entender mientras Mahelia reía. Sus ojos brillaban, su sonrisa
se relajaba mientras le acariciaba el pelo.

—El único milagro de hoy es que hayas abierto los ojos.

—Entonces esperaba demasiado. —Azrael se sentó, dirigiendo una de sus raras


y desarmantes sonrisas a Fate. El destello de sus dientes blancos contra su piel moka
le robó la concentración. Ver el brillo de sus ojos azules, llenos de alegría y algo
parecido al deseo, la congeló en su sitio.

Su corazón se aceleró y se sonrojó.

Azrael balanceó las piernas sobre el borde de la cama y se puso de pie.


Respirando profundamente, se estiró de nuevo.

—Me siento más fuerte que nunca. —Se volvió hacia su madre—. ¿Me pusiste
uno de tus tónicos en la comida antes de acostarme anoche?

Mahelia estaba a punto de responder cuando Azrael miró alrededor de la


habitación.

—¿Por qué estamos en la sala de sanación? —Escudriñó a su madre, y luego a


Fate. Su rubor se intensificó cuando su mirada se detuvo en ella—. Las dos están
bien, ¿verdad?

—Estamos perfectamente sanas —le aseguró Mahelia—. Paseemos por el jardín


y aclararé todas tus dudas. Hay muchas cosas que te has perdido y creo que es mejor
que lo escuches todo de mí. —Le puso la mano en el brazo y lo guió hacia la puerta.

Cuando estaban a medio camino hacia puerta, Fate habló.

—Hola ustedes dos ¿Adónde van?

Azrael se inclinó hacia su madre, susurrando algo que hizo reír a Mahelia, pero
con mucho menos humor que antes. Obviamente no estaba muy contenta con lo que
él había dicho. Mahelia le dio una palmadita en el brazo y le indicó que continuara
sin ella.

La mirada de Azrael se desvió hacia Fate. ¿Había diversión y emoción en su


mirada de partida? ¿O se había imaginado todo eso? Siempre había sido reservado
con ella. Apenas le permitía conocer sus verdaderos sentimientos. Había sido
especialmente cerrado después de haberla visto con Finn y haber llegado a
comprender la profundidad de lo que sentían el uno por el otro. Por supuesto, todo
eso había sido justo antes de presenciar cómo Farouk le arrancaba la piel a Mahelia
en su forma bestial. Eso era suficiente para arrojar a cualquiera al más profundo y
oscuro pozo de la desesperación.

Ella debería saberlo.

Mahelia se quedó en la puerta, estudiando a Fate.

—Gracias por devolverme a mi hijo.

—No lo hice por ti. Lo hice por Azrael.

—¿Ni por ti? —Preguntó Mahelia—. ¿Ni siquiera en lo más mínimo?

—Quizá un poquito.

La expresión de Mahelia permaneció plana, ilegible.

—Estoy segura de que comprenderás mi deseo de pasar un tiempo a solas con


mi hijo después de nuestra larga separación. Después será todo tuyo. Azrael está
ansioso por hacerte su esposa.

Más incómodo que nunca, Fate miró a Jessie, que se quedó con la boca abierta.

—No se sentirá así cuando recuerde todo. Conoce mis sentimientos por Finn.
No puedo creer que me obligue a estar con él en contra de mi voluntad.

—Ah, ¿pero es en contra de tu voluntad? Hiciste a Azrael sano y fuerte al verter


todo el amor que tienes para dar de tu corazón al suyo.

—¡Esas fueron tus palabras, no las mías!

—Tal vez, pero esas palabras vinieron de ti, palabras entretejidas en un hechizo
inquebrantable. Uno que fue hecho para ti y para Azrael. —Ella cerró la puerta,
dejando que Fate absorbiera el impacto de haber caído en otra de las trampas de
Mahelia.
Capítulo 10
Todo lo que brille

Los alrededores poco iluminados de la habitación de Finn se convirtieron en


un borrón gris antes de reconstruirse en un estallido de oro brillante. Se sombreó
los ojos, parpadeando mientras se adaptaba al brillo del sol que resplandecía en
todas las superficies doradas. Un arco iris de colores rebotó en las cúpulas de cristal,
salpicando brillantes patrones de diamantes sobre el exótico paisaje de la
impresionante arquitectura.

—¡Oh, Dios! —Sithias jadeó—. Biraktar parece un verdadero cofre del tesoro
de las mejores joyas. Creo que nunca he visto una ciudad tan magnífica y lujosa como
ésssta. —Agitó un brazo largo y delgado en la luz danzante, divertido por cómo los
brillantes tintes de rosa, ciruela y mandarina añadían color a su pálida piel.

Finn hizo una mueca.

—¿No crees que todo esto es un poco exagerado? Quiero decir que hasta las
calles están pavimentadas con oro. Es un poco llamativo para mi gusto.

Sithias parecía horrorizado.

—¿A quién no le gusta el brillo y el resplandor de las cosas finas? ¿Qué te pasa?

—Nada. —Finn frunció el ceño ante el esplendor—. Elijo no dejarme


impresionar fácilmente. Recuerda el sabio dicho de que no todo lo que brilla es oro.
Ese consejo se aplica especialmente aquí. Que Fate haya sido embaucada para
casarse con Azrael por esa bruja confabuladora, Mahelia, es todo lo que necesitamos
saber sobre cómo opera esta gente.

Finn se cruzó de brazos al notar que Sithias no estaba escuchando. En cambio,


estaba arrodillado clavando la punta de su daga en un adoquín dorado del camino.

—¿Qué estás haciendo?


—Comprobando si esto es oro macizo o no. —Sithias gruñó por el esfuerzo de
ponerse de pie, pero sonreía mientras lo hacía—. Es sólido. Probando que todo este
brillo es oro.

Finn miró al cielo y suspiró.

—No has entendido mi punto de vista por completo.

—Lo entiendo perfectamente, señor. Pero eso no me impedirá apreciar el


paisaje mientras estemos aquí. —Sithias dobló la esquina y desapareció.

Finn persiguió a Sithias, chocando con él en cuanto dobló la esquina. Lo único


que se interponía entre ellos y una concurrida calle llena de ciudadanos de Biraktar
era un topiario3 recortado en forma de ballena con aletas.

—Has escrito sobre un lugar aislado para que aterricemos y evitar que nos
vean, Sithias. Si salimos ahí, seguro que destacaremos como dos turistas —susurró—
. Vuelve antes de que alguien se fije en nosotros.

Sithias asintió y se apresuraron a volver al callejón vacío.

—Eso ha sido arriesgado —regañó Finn—. No te dejes llevar por tu curiosidad.

Sithias metió la mano en su mochila y sacó un bolígrafo y una libreta.

—Eso no era curiosidad. Bueno, tal vez un poco —murmuró rápidamente—.


Pero necesitaba conocer la cultura de aquí. Es la única manera de escribir un
atuendo apropiado. A esta gente le encanta el color. Mis distinguidos tweeds grises
y tus monocromáticos beiges no servirán.

Golpeando su pluma en la barbilla, miró a Finn de arriba abajo.

—Hmm, creo que te pondré una túnica de seda de color esmeralda, rematada
con un fajín rojo rubí y elaborados adornos de oro.

—¿De verdad? Acabas de describir un adorno de árbol de Navidad —refunfuñó


Finn.

—Oh, detente. Te va a encantar. —Sithias garabateó la descripción.

En el momento en que terminó de pronunciar las palabras en voz alta, el fresco


movimiento de la seda se deslizó sobre la piel de Finn, una sensación tan

3
Práctica de jardinería que consiste en dar formas artísticas a las plantas mediante el recorte con
tijeras de podar.
sorprendente como inquietante. Miró la túnica fluida y los pantalones de seda que
le llegaban a los tobillos y frunció el ceño.

—¿Zapatillas de raso? ¿Es realmente necesario?

—Lo es. —Sithias estaba ocupado escribiendo su propia descripción, pero


seguía tachando palabras y reescribiéndolas.

—No has tardado tanto en escribir la mía —señaló Finn.

—Ambos sabemos que eso se debe a que soy mucho más exigente con mi
vestuario. —Sithias estudió su descripción y sonrió—. Esssto servirá. Prepárate para
la revelación.

Finn le devolvió la mirada mientras Sithias daba un gran suspiro y hablaba.

—Ahora estoy vestido con la más fina y última creación del sastre más
cotizado de Biraktar. Los azules reales son mi color. Lustrosas perlas sujetas con
hilo de oro se tejen en los más intrincados diseños simbólicos de importancia,
utilizando las mejores sedas, que visten mi piel, ahora del color del caramelo. Un
turbante de las mismas sedas, con una pluma de pavo real en la frente cubre mi
cabeza.

Con las palabras pronunciadas en voz alta, Sithias transformó su semblante


pastoso en un joven de piel oscura, alto y espigado. La túnica azul real brillaba con
tonos más profundos de índigo y azules. Pequeñas perlas en forma de estrellas
adornaban los puños y el dobladillo de la túnica acampanada como las
constelaciones del cielo nocturno. Desde luego, parecía un noble, salvo por una cosa.

Sithias extendió los brazos y jadeó con asombro.

—¡Es impresionante! —Giró en su sitio—. ¿Qué te parece? No puedo verlo


entero sin un espejo. ¿Es tan asombroso como me lo imaginaba?

—No estoy seguro. —Finn ahogó una carcajada.

—¿Qué es tan gracioso?

Finn señaló y se echó a reír.

—Tus cejas. Son blancas.

—Oh, cielos. Bueno, eso me pasa por ser apresurado tan apresurado.

—¿Por qué no cambiaste como siempre lo haces?


—Quería asegurarme de tener todos los detalles perfectos, pero me dejé el
¡color del pelo! Debería haber sabido que la imaginación supera a las palabras
siempre. —Sithias cerró los ojos mientras Finn observaba cómo los pelos blancos de
sus cejas se oscurecían hasta volverse negros—. ¿Cómo se ve?

—Mucho mejor, salvo que sigue existiendo el mismo problema. ¿Qué vamos a
hacer con mi cara pálida? Nadie se va a creer que soy de estos lares sólo porque voy
vestido como ellos.

—Cierto. Eso es un problema. ¿Debería cambiar tu aspecto por completo?

A Finn no le gustaba la idea. No confiaba precisamente en que Sithias pudiera


deshacer un cambio drástico de apariencia.

—Preferiría mantener mi cara original.

Sithias se paseó unos minutos, sumido en sus pensamientos.

—¡Ya lo tengo! —Agarró un lado de su túnica, barriéndola majestuosamente


mientras se giraba para mirar a Finn—. Si alguien pregunta, diré que eres mi
invitado.

—Eso podría funcionar. Si supiéramos con certeza que los invitados de rostro
pálido son algo común en Biraktar.

Los ojos ambarinos de Sithias se iluminaron.

—Aunque eso no haya sido siempre así, no sería sospechoso ahora. No después
de que Biraktar luchara con aliados extranjeros en la guerra contra Kaliena. Diré que
eres un aliado que regresa a Oldwilde. A Beldereth. O a Asgar. Eso sería creíble.

—Sí, eso podría funcionar. Estoy impresionado.

—Gracias. —Sithias mantuvo su barbilla en alto—. Bien, entonces,


¿encontramos el camino hacia la corte real, donde estaremos un paso más cerca de
encontrar a Fate?

El pulso de Finn se aceleró con la idea de verla. ¿Se sentiría aliviada de que
vinieran a buscarla? ¿O sentirían el agudo aguijón de su rabia? Apartó sus dudas. Lo
mejor era seguir a su corazón. Su corazón creía que encontrarían la manera de volver
a estar juntos, aunque su cabeza le dijera que todo había terminado.

Cogió su mochila para recuperar los transmoduladores que había robado del
santuario de La Fortaleza y le entregó uno a Sithias.
—Acuérdate de pulsar el interruptor para las traducciones bidireccionales. No
queremos que no puedan entendernos cuando les hablemos.

Sithias lo giró en su mano.

—¿Dónde está el interruptor?

—Aquí, déjame hacerlo. —Finn se aseguró del ajuste, y luego tiró del turbante
de Sithias un poco hacia atrás para instalar el pequeño dispositivo detrás de su oreja.

—¡Ay! —gritó Sithias—. Nunca dijiste que fuera a doler. Y, por favor, ten
cuidado, no vayas a arruinarlo.

Finn apretó los labios en una apretada sonrisa mientras volvía a colocar el
material en su sitio.

—Todo está donde debe estar. —Siguió sonriendo para evitar el ceño fruncido
que sentía en su interior y empujó su transmodulador en la hendidura detrás de la
oreja. El pinchazo de las clavijas al encajarse en su sitio fue más sorprendente y
doloroso de lo esperado, pero actuó como si no fuera nada.

—¿Listo? —preguntó Finn.

Sithias se alisó las mangas con una sonrisa de satisfacción.

—Creo que sí. —Se dieron la vuelta para irse, pero se detuvieron bruscamente—
. Retiro lo dicho. ¿Cómo podría olvidarlo?

Finn lo miró de arriba abajo.

—No hay nada olvidado, Sithias. Estamos listos para irnos.

—No, no lo estamos. Tenemos tu historia de fondo, pero nada para mí. Ni


siquiera tengo un nombre. No puedo salir a dar la actuación de mi vida sin saber el
nombre y la historia de mi personaje.

La impaciencia de Finn se estaba agotando.

—¿Esta es la actuación de tu vida?

Sithias se agarró el pecho como si Finn le hubiera herido de muerte.

—Soy un actor y dramaturgo experimentado. Tengo normas a las que debo


atenerme. Lo que significa que cada nueva actuación debe ser mejor que la anterior.

—Bien. Inventa un nombre y una historia. Rápido.


Sithias se acarició la barbilla, con las cejas oscuras fruncidas en señal de
concentración. Murmuró en voz baja, luego frunció el ceño y dio un pisotón.

—Hay demasiada presión. No se me ocurre nada. Ayudaría si pudiera


investigar la cultura primero. Ni siquiera sé qué tipo de nombres son populares entre
esta gente.

—No tenemos tiempo para que hagas un estudio sociológico. Resuelve esto
ahora —insistió Finn.

—¡No ayuda!

—Muy bien, vamos con lo que sabemos.

Sithias le señaló.

—Sí, esa es la primera regla de la escritura. Ve con lo que sabes. —Se quedó
mirando a Finn—. ¿Qué sabemos?

—Conocemos a Azrael. Más o menos. Fue un breve encuentro, pero por lo que
observé, diría que es un niño de mamá con derecho y misógino, con un complejo de
superioridad exagerado.

—Todavía no ayuda.

—Sí. Bueno, ambos hemos estado cerca de Mahelia. Diría que es incluso peor
que su hijo, pero tiene que haber algo que podamos...

—¡Eso es!

Sithias tenía una mirada maniática en sus ojos, pero Finn decidió permanecer
esperanzado.

—Mahelia es parte Djinn y lo sé todo sobre ellos. ¿Recuerdas cuando hice toda
esa investigación sobre los Djinn cuando entramos por primera vez en el desierto de
Marajaran? —Sithias asintió emocionado con las manos extendidas como si
estuviera a punto de atrapar una roca que cayera del cielo—. Viene hacia mí... sí, sí.
—Dejó escapar un suspiro aliviado y miró a Finn—. Lo tengo.

Finn esperó, pero Sithias se limitó a mirar al espacio con una sonrisa de
asombro.

—¿Y bien? ¿A qué esperas? Vamos a escuchar tu idea.

—Espera. Me estoy tomando un momento para deleitarme con mi genialidad.

—Sithias, no me pongas a prueba ahora —gruñó Finn.


Sithias se volvió hacia Finn con una regia reverencia.

—Estás viendo a la prima lejana de Mahelia, que ha venido a comprobar el


bienestar de su hijo, Azrael, después de oír de parte de algunos familiares que había
caído en un misterioso mal. He traído conmigo al renombrado sanador druida, Finn
McKeen. Ese eres tú.

—Sé mi propio nombre.

Sithias parpadeó, como si volviera al momento presente.

—Oh, sí, por supuesto que sí. Estaba inmerso en mi nuevo papel. ¿Qué te
parece?

—En realidad, me gusta, porque no tendrás que preocuparte por intentar ser
un nativo de Biraktar. Sólo falta una cosa. ¿Cómo te llamas?

Sithias enderezó su columna vertebral y sonrió.

—Aradif.

—¿Como la Aradif que puso a prueba nuestro carácter cuando estábamos en el


desierto para ver si debíamos vivir o morir?

—La misma. —Sithias cerró los ojos y sus rasgos se transformaron rápidamente
en los de la joven de piel oscura que habían conocido. Cuando Sithias abrió los ojos,
eran del mismo azul brillante que compartían Mahelia y Azrael.

Finn sonrió con una suave risa.

—Me alegro de verte de nuevo, Aradif. ¿Seguirás llevando el azul real, o


deberías cambiarte a la túnica blanca que llevabas la última vez que nos vimos?

—Me quedo con el azul. Debemos vestirnos para impresionar si queremos que
nos tomen en serio aquí en Biraktar.

—Pareces muy seguro de eso.

—¿No has visto cómo se viste la gente de aquí? Phfff, realmente debes aprender
a prestar más atención a la moda. Recuerda que las mujeres adoran a un hombre
bien vestido.

—Tomo nota. Ahora vamos.

Salieron a la bulliciosa calle, mezclándose con la espesa multitud sin apenas


darse cuenta. Comprensible, ya que el lugar retumbaba con los vendedores gritando
sus mercancías.
—¡Ja! ¡Mira eso, ssseñor! —Sithias se acercó trotando a un pequeño puesto de
tallas y levantó una para que Finn la viera—. ¿Te recuerda esto a alguien que
conozcas?

Finn se quedó mirando la talla, procurando ocultar su sorpresa. La pequeña


estatua era una serpiente blanca con alas de color marrón dorado. Sithias podría
haber posado para el artista.

El mercader se adelantó con entusiasmo. Ignorando a Finn, sonrió a Sithias y


se lanzó a su discurso de venta.

—No encontrarás efigies más finas de nuestra gran estrella guía que éstas. Sólo
compro a los mejores escultores y pintores que ofrece Biraktar. Fíjate en la gracia y
la divinidad en la curva de las líneas.

Sithias asintió con la cabeza, sus ojos azules recién cambiados brillaban de
asombro.

—La gracia y la divinidad es exactamente lo que me llamó la atención. Estoy


muy impresionado. —Sonrió a Finn—. ¿No estás de acuerdo?

—Sí, es grandioso, pero debemos irnos.

—De acuerdo, pero no puedo irme sin antes comprar una de estas
extraordinarias obras de arte.

Finn se quedó en silencio, observando cómo Sithias se frotaba las manos


mientras examinaba la selección.

—Es una decisión difícil —dijo Sithias al mercader—. ¿Por qué no le explicas a
mi amigo extranjero la historia de la Estrella Guía? Así podrá apreciar lo importante
y auspiciosa que es esta compra.

—Por supuesto. —La expresión del comerciante se tornó molesta, pero estaba
claro que no iba a poner en peligro una venta—. Nuestra estrella guía es la
constelación sagrada que es la gran serpiente alada del cielo que llamamos, Aradif.

Sithias miró a Finn sorprendido. Finn mantuvo la cara seria mientras


escuchaba al mercader, aunque estaba tan sorprendido como Sithias. ¿Cuáles eran
las probabilidades?

—Aradif controla las fuerzas primarias tanto de la creación como de la


destrucción. Invocamos a la gran serpiente del cielo para que nos proteja, así como
la sabiduría necesaria para utilizar nuestros propios poderes creativos y destructivos
para el bien de todos, en esta humilde vida que llevamos bajo las estrellas.
—¡Yo no podría haberlo dicho mejor! —Sithias se esforzó por levantar la
estatua más grande de la colección. Con un metro de altura, era un poco incómoda.

Finn sabía exactamente quién acabaría cargándola.

—¿No quieres una de las más pequeñas? —Fue una afirmación formulada por
Finn, no una pregunta.

Sithias abrazó la estatua contra su pecho.

—Oh no, Aradif me ha guiado hasta ésta. —Se la entregó al mercader—. Haz
que me empaquen esto. Enviaré a un sirviente para que la recoja por mí antes de la
puesta de sol.

El mercader colocó la estatua en un banco detrás de su expositor. Cuando se


volvió, Sithias colgó una bolsa de monedas y la dejó caer en su mano. El hombre
parecía un poco confundido, pero luego probó su peso con unas cuantas sacudidas
e inclinó la cabeza con una sonrisa de suficiencia que a Finn no le interesaba.

—Ha sido un placer hacer negocios con usted.

Sithias inclinó la cabeza.

—Y con usted, amable señor.

Finn dejó escapar un tenso suspiro mientras se abrían paso por el bullicioso
mercado, con la mirada fija en el palacio nacarado que brillaba bajo el sol en lo alto
de los edificios circundantes.

—¿Era todo eso absolutamente necesario? —dijo, incapaz de contener su


temperamento por más tiempo—. Acordamos que no llamaríamos la atención. Sin
embargo, nos pusiste bajo una lupa allí atrás.

Sithias resopló y se detuvo para mirar a Finn, claramente ofendido.

—Te aseguro que fue una muestra asombrosa de investigación en su máxima


expresión. Conseguí información útil de ese hombre sin que sospechara nada.

Finn se rió amargamente.

—Admito que fue una gran coincidencia que nos encontráramos con una
deidad con tu aspecto y el nombre exacto que elegiste como fachada mientras
estábamos aquí, pero desde mi punto de vista, todo parecía más bien que te
admirabas a ti mismo.

Sithias gruñó mientras sacudía la cabeza con decepción.


—Te perdonaré por tu pequeño pensamiento.

—¿Lo harás ahora? —Finn captó las miradas suspicaces de los transeúntes. Su
discusión estaba llamando la atención—. Sigamos avanzando. Y recuerda que sólo
nos detenemos si alguien nos habla.

—Bien. —Descontento con las amonestaciones de Finn, Sithias giró sobre sus
talones y marchó delante de él.

Cuando llegaron al final del mercado, tomaron un camino menos transitado,


uno que les permitía ver completamente el palacio. Estaban a mitad de camino
cuando varios guardias se dirigieron a propósito en su dirección. El mercader al que
habían pagado se apresuró a ir junto a ellos, señalando a Finn y Sithias.

Finn apretó los puños a su lado.

—No sospechó nada, ¿eh?

Sithias suspiró.

—Oh, cielos. ¿Cómo se me pasaron las señales?

—Estabas demasiado ocupado adorando a tus pequeños ídolos, así es.

Los guardias se detuvieron frente a ellos, sosteniendo sus lanzas cruzadas para
bloquear su camino. El que tenía más penachos en el turbante se adelantó.

—¿Qué los trae por aquí?

Sithias inclinó la cabeza en una ligera reverencia.

—Hemos venido a ver a la esposa del Rey, Mahelia.

El guardia examinó su rostro de forma indagatoria y luego le tendió la mano.

—Su pase real.

El mercader soltó una risita.

—Si no tiene el pase comercial de la mancomunidad, apostaría que tampoco


tiene pase real.

—Captúrenlo —dijo el guardia principal, haciéndole una señal.

—¿Y mi recompensa? —gritó el mercader mientras lo escoltaban de vuelta al


mercado.
—Por supuesto que tengo mi pase real. —Sithias rebuscó en su mochila,
buscando algo que Finn sabía que no tenía.

—Estaba aquí, junto con mi pase comercial de la Mancomunidad. —Sithias


jadeó, con cara de víctima—. ¡Parece que me han robado! Probablemente cuando
estábamos en el mercado.

El guardia levantó una mano, haciendo dos movimientos de barrido. En


cuestión de segundos, los demás guardias se abalanzaron sobre Finn y Sithias,
agarrándolos bruscamente por los brazos.

—¿Qué están haciendo? —exigió Sithias con autoridad.

El guardia sonrió.

—Encerrándolos.
Capítulo 11
Un mar de confusión

Azrael guió a Fate por una ornamentada escalera serpentina que parecía no
tener fin. Atravesar los peldaños con el largo vestido que llevaba resultó difícil. Tenía
que levantar el dobladillo para no tropezar, al tiempo que mantenía en su sitio la
parte superior del vestido, que era poco más que dos tiras de seda fruncidas que le
cubrían los pechos. Unos finos tirantes envolvían cada uno de los hombros y se
extendían hasta llegar a la larga y elegante cola de la cintura. Por suerte, Jessie había
domado el pelo de Fate en preciosos tirabuzones sueltos para ayudar a cubrir la
mayor parte de su espalda desnuda.

En lo que respecta a Fate, había demasiada piel expuesta. Este era un vestido
que nunca habría elegido, a pesar de lo mucho que le gustaba la tela de gasa, el color
de un atardecer rosado y la voluminosa falda que fluía a su alrededor con el más
mínimo movimiento.

—¿Apruebas el vestido que he elegido para ti? —preguntó Azrael, como si


hubiera leído su mente.

Fate ocultó su sorpresa. Había supuesto que Mahelia había elegido el vestido.

—Lo apruebo. —Sonrió tímidamente—. Es un poco en el lado... aireado, pero


muy hermoso.

Él pareció complacido.

—Te alegrarás de tener aire en la piel cuando lleguemos.

Así que por eso llevaba una túnica sin mangas en lugar de su habitual atuendo
de manga larga. La curiosidad de Fate aumentó. No podía imaginarse a dónde iban
que no se refrescara con el frío del aire nocturno del desierto.

—¿Me vas a dar al menos una pista de lo que me voy a encontrar? —preguntó.

—No hay palabras para describir lo que se experimenta mejor.


Finalmente llegaron al último escalón y entraron en una sala iluminada con
cientos de velas colocadas a lo largo de las paredes. Una fila de sirvientes atendía al
otro lado de la sala. Desde una puerta abierta se percibía un olor a comida exótica
que Fate no podía identificar. Miró a través de la puerta y vio a los cocineros llenando
cuencos con una cantidad decadente de carnes, granos y verduras de colores.

Tenía hambre, pero no tanta. Parecía un despilfarro preparar tanta comida


para sólo dos personas, pero se contuvo. Estaba decidida a ganarse a Azrael. Hacerle
entender que mantenerla como rehén en un matrimonio al que había sido forzada,
era injusto para ambos. Cuanto antes ganara su libertad, antes podría dedicar toda
su atención a resucitar a su padre.

—¿Es este el comedor? —Preguntó Fate—. No veo una mesa.

—Comeremos en la veranda4. —Azrael señaló hacia un banco de puertas.


Estaban cerradas, y fue entonces cuando Fate se fijó en las vidrieras. Todas las
demás habitaciones en las que había estado, incluida la suya, no tenían cristales.
Eran simples aberturas en las paredes y las terrazas eran más bien una extensión de
la habitación, sin puertas, sólo cortinas para bloquear la luz.

Un resplandor palpitante fuera de las puertas iluminaba las vidrieras. Azrael


le abrió una de las puertas. Una luz dorada entró en la habitación, cálida y brillante,
pero antinatural por la forma en que brillaba y menguaba.

Fate estaba sólo a unos pasos de la veranda cuando un calor y una humedad
empalagosa se apoderaron de ella, empapando su piel. El aire era pesado, pero
vigorizante. Cada respiración parecía estar llena de energía vital. Azrael cerró la
puerta tras de sí mientras ella seguía paseando por el balcón.

Siguiendo el sonido de una fuente, Fate se acercó al borde y se asomó. Dejó


escapar un pequeño suspiro. En el centro de un enorme estanque había un anillo
dorado con forma de engranaje. En el centro abierto del engranaje había un árbol
gigantesco. El agua se acumulaba alrededor de su enorme tronco. Bajo el agua, su
enmarañada red de raíces serpenteaba hasta el estanque más grande que había
debajo. La frondosa copa del árbol era la fuente de luz. Cada hoja dorada y plateada
estaba iluminada y palpitaba en una sinfonía de luz.

La lluvia caía de las hojas, llenando el pequeño estanque que rodeaba el tronco,
cayendo en cascada sobre el anillo de oro en el estanque inferior y brillando con
burbujas efervescentes.

4
Galería o balcón cubierto generalmente con cristales, aunque puede estar abierto.
—¿Qué es esto? —Se quedó sin aliento por el asombro. Cuando Azrael no
respondió, se volvió para mirarlo.

Él estaba apreciando una vista diferente, observando su deleite con gran


interés.

—Esto es Aulbhala, nuestro árbol sagrado de la vida. Sin ella, no habría vida
para nosotros aquí en el desierto.

—Es increíble. Nunca me había planteado de dónde viene toda el agua, pero
tiene que venir de algún sitio. —Incapaz de afrontar la intensidad de su mirada,
volvió a mirar al árbol—. Entonces... ¿hay todo un bosque de estos árboles
productores de agua, o es solo uno de ellos? No puedo imaginar que sea nativo del
desierto. ¿Es de aquí?

—Tienes una mente inquisitiva. —Los ojos de Azrael se iluminaron con


diversión—. Me gusta eso de ti.

—Gracias. —Necesitando algo que hacer con sus manos, hizo girar un mechón
de pelo alrededor de su dedo—. Mi amiga Jessie es exactamente igual.
Probablemente sea incluso más curiosa que yo. La única diferencia entre nosotras
es que su pelo no se encrespa con esta humedad y se convierte en un loco desastre
como el mío. —Se mordió el labio, sin saber por qué había dicho eso.

Estaba buscando otro tema de conversación idiota, cuando los sirvientes


salieron a la terraza con bandejas en la mano.

—Me gusta lo salvaje de tu pelo. —Pasó los dedos por uno de sus mechones
rizados—. Me recuerda que, en el fondo, eres salvaje de corazón. —Azrael le cogió la
mano—. Ven, nuestra cena está servida.

Hizo un gesto a los sirvientes para que se marcharan antes de guiar a Fate hacia
uno de los muchos cojines de seda dispuestos alrededor de una mesa de patas cortas.
Azrael se sentó a su lado, cogió el pan plano y arrancó un trozo para ella, que
mordisqueó mientras observaba la opulenta muestra de platos tentadores.

Con su propio trozo de pan, Azrael cogió pequeñas tiras de carne bañadas en
una salsa naranja oscura. En lugar de comérselo él mismo, se lo ofreció a Fate,
acercándoselo a la boca hasta que ella lo probó.

Sonrojada bajo su mirada relajada, pero fundida, apartó la mirada cuando una
explosión de sabores le llenó la boca. Toda la incomodidad que había sentido fue
reemplazada por su disfrute de una mezcla de dulce y ácido infundida con el sabor
de la naranja ahumada y las hierbas ácidas.
—¡Mmm, está delicioso! La carne es tan tierna que prácticamente se deshace
en mi boca. Nunca había probado nada igual. ¿Qué tipo de carne es?

Azrael le dedicó una sonrisa de satisfacción.

—Es un sulayfir. Lo he puesto en el menú especialmente para ti.

Fate tosió.

—¿Un dragón del desierto? ¿Estás diciendo que acabo de comer una cosa
escamosa de cien pies de largo con colmillos suficientes para hacer carne picada de
un megalodón?

La sonrisa de Azrael se amplió.

—Ah, te acuerdas.

—¿Cómo podría olvidarlo? Casi me come uno a los pocos minutos de aterrizar
en Dunebala.

Él asintió con la cabeza.

—Pero te salvé de eso.

Fate no habría utilizado la palabra "salvar" exactamente. Recordaba


demasiado bien cómo había tenido que rogarle que la llevara en su barco.

—Podríamos no habernos conocido, si no fuera por el sulayfir. Me pareció un


ingrediente muy apropiado para la ocasión.

—Qué atento. —Fate miró el plato de carne, su apetito disminuyó


rápidamente—. Este no es el mismo, ¿verdad?

Azrael se rió suavemente.

—No es probable. Dunebala está llena de sulayfires.

—¿Y esto es uno de sus alimentos básicos aquí en Biraktar? ¿Como el pollo para
nosotros? —Fate tragó una creciente náusea.

—No estoy familiarizado con el pollo. Pero sí, el sulayfir es una fuente de
alimento común para nosotros. Uno alimenta a miles de personas. Utilizamos
muchas partes útiles del sulayfir. Nada se desperdicia.

—Genial. Súper ingenioso. —Fate se esforzó por devolver la sonrisa a su


rostro—. ¿Hay algún plato de verduras aquí? ¿Tal vez uno o dos sin carne?
—Estás disgustada. —Volvió a aparecer la expresión de cautela que se había
acostumbrado a ver en el rostro de Azrael.

—No, en absoluto —respondió apresuradamente—. La comida es increíble.


Agradezco todo esto—. Señaló el hermoso escenario. El movimiento le recordó la
extrema humedad que hacía que su vestido se pegara a su cuerpo en lugares
normalmente ocultos.

—Me alivia escuchar eso. —Su tensión se relajó un poco mientras vertía un
líquido púrpura oscuro en su copa.

Fate tomó un pequeño sorbo y tragó más cuando probó las dulces y ricas bayas.
No parecía haber ningún indicio de alcohol, así que se lo terminó y pidió más.
Después de unas cuantas copas más, sus muchas preocupaciones se desvanecieron
en el fondo, junto con sus reservas hacia la comida. Se dedicó a degustar cada plato,
disfrutando de la magia culinaria que los había creado, mientras resistía el impulso
de preguntar por los ingredientes.

Azrael se recostó en los cojines con las manos detrás de la cabeza, sonriendo
mientras la veía comer a gusto. Fate nunca lo había visto tan relajado, lo que hizo
más fácil que ella bajara la guardia. Tal vez demasiado, porque se sorprendió a sí
misma mirando sus esculturales bíceps desnudos con un estremecimiento de placer.

Rápidamente bajó la mirada, buscando algo que decir.

—Uh, creo que ya es hora de que te diga que he estado un poco molesta contigo,
y por hace ya bastante tiempo.

Azrael se sentó con preocupación y ella se apresuró a tranquilizarlo.

—Relájate, no estoy gravemente alterada. —Forzó una risa—. Sólo quería


hacerte pasar un mal rato por dejarme detenida en un momento culminante con la
historia de Sarayna y Kalael.

Él le dedicó una sonrisa irónica antes de volver a hundirse en las almohadas.

—¿Dónde lo dejé?

—Bueno, veamos... —Se dio un golpecito en la barbilla—. Ah, sí. El Rey de los
Demonios, Dregkaan, se enamoró de Sarayna y se la robó a Kalael para hacerla reina
de su reino del inframundo. Ahí es donde me dejaste.

—Ah, es cierto. Hay más en la historia. —La mirada de Azrael se desvió hacia
las luces doradas y plateadas que danzaban sobre el techo abovedado mientras
ordenaba sus pensamientos.
El tiempo pasa de forma diferente en los reinos de los demonios. Lo que es un
año en nuestro mundo puede equivaler a mil años en el inframundo. Con el paso
del tiempo, Sarayna no conoció otra existencia que la vida que llevaba con
Dregkaan. Su breve matrimonio con Kalael se convirtió en un recuerdo tenue, pero
apreciado. Incluso llegó a preguntarse si Kalael había sido un producto de su
imaginación y podría haberse desvanecido por completo, si no fuera por la fuerza
de su amor por él. El corazón recuerda, aunque la mente olvide.

Puede que la vida de Sarayna con Dregkaan no haya sido de su elección, pero
nunca le guardó rencor, y de hecho, llegó a amarlo. Porque ella era un espíritu
brillante, bendecida con dones celestiales e incapaz de odiar. Esta misma bondad
es la que mantuvo a Dregkaan bajo el hechizo de Sarayna. Y así quedó atrapado
en un cautiverio irrompible, sin poder ser más que amable, protector y cariñoso
con su reina angelical.

El día en que Kalael invadió el inframundo con su ejército se convirtió en una


pesadilla para Sarayna. Dregkaan no estaba preparado para el brutal ataque. Al
igual que Kalael había estado demasiado encantado con su seductora esposa como
para marcharse y luchar en una guerra contra la infestación de demonios,
Dregkaan se había mostrado igualmente reacio a abandonar el lado de Sarayna.
Hacía tiempo que el Rey Demonio había dejado de lanzar sus enjambres sobre la
raza humana y el propio Dregkaan se había ablandado.

Kalael se abrió paso en el castillo, dejando tras de sí una amplia franja de


sangre mientras se abría paso en la sala del trono. Cuando vio a Sarayna
temblando de miedo en los brazos del Rey Demonio, se volvió loco y masacró a la
guardia real hasta que sólo quedó el Rey Demonio.

Dregkaan la puso detrás de él y sacó su espada a tiempo para bloquear el


golpe de Kalael. Pero Kalael blandía la espada de los dioses y la hoja del Rey
Demonio se hizo añicos con una fuerza tan grande que lo hizo caer al suelo. El arma
divina de Kalael estaba diseñada para destruir lo que estaba corrompido por el
mal y nada podía resistir su golpe mortal. Kalael levantó la espada por encima de
la cabeza del Rey Demonio.

El grito de Sarayna detuvo a Kalael. Éste se volvió hacia ella, desconcertado


por sus llorosas súplicas de que perdonara al Rey Demonio. Dregkaan aprovechó
esta distracción para coger la espada de un guardia caído y se disponía a clavar
la punta en la caja torácica de Kalael, cuando Sarayna se interpuso. En ese
momento, Dregkaan supo que estaba dispuesta a morir por Kalael. Su corazón
había elegido, y a su vez, le rompió el corazón.
El dolor insoportable de perder su amor y devoción consumía a Dregkaan.
Sin embargo, no podía imaginarse obligando a su gentil reina a renunciar a Kalael
y quedarse con él. Si Sarayna hubiera estado dispuesta a morir por él, habría
luchado contra Kalael con toda la fuerza de su amor por ella, pero ella había
tomado su decisión. Y así, Dregkaan soltó su arma y cayó de rodillas, consolado
por una cosa. Que Sarayna lloró su muerte mientras Kalael bajaba su espada y lo
partía en dos.

Fate esperó más, pero aparentemente la historia había terminado.

—¡Es un final horrible! No puedo creer que haya esperado todo este tiempo
sólo para que termine de una manera tan deprimente.

Azrael se rió suavemente.

—Así es como me lo contó mi madre. No hay otro final que yo conozca. —Se
levantó de las almohadas y se inclinó hacia ella, con sus ojos azules brillando de
diversión—. ¿Habrías preferido que Sarayna se hubiera quedado con Dregkaan?

Ella miró su vaso y bebió otro sorbo.

—No, no si ella amaba más a Kalael. No entiendo por qué Dregkaan tuvo que
morir así. Es triste. Era bueno con ella.

—La quería mucho y sólo quería verla feliz. —Azrael sacó una bolsa de seda del
bolsillo, desató el cordón de satén y derramó el contenido sobre la palma de su
mano.

Fate reconoció inmediatamente el colgante incrustado con zafiros en forma de


serpiente alada. Era el talismán protector que Mahelia había prometido darle
después de casarse con Azrael. Ella había dicho que le ayudaría a estabilizar sus
poderes lo suficiente como para evitar que se debilitara y desorientara cuando
estuviera en presencia de Farouk.

La fina cadena de oro brilló cuando Azrael la colocó alrededor del cuello de
Fate. Los dedos de Azrael se detuvieron en su piel, provocando un estremecimiento
involuntario en ella. Conteniendo la respiración, levantó el colgante, estudiando la
deslumbrante pieza con más interés del que realmente sentía. Pero su corazón se
aceleró bajo su contacto. Él retiró la mano cuando ella movió el hombro.

—Me sorprende que Mahelia me deje tener esto —murmuró.

—Mi madre me dijo que te había prometido el collar como protección contra
los Hinn. Debes de darte cuenta de que fue el Hinn quien cambió los collares el día
de nuestra boda.
—Eso es lo que dijo Mahelia. Si su historia es creíble. —Fate murmuró la última
parte en voz baja.

—Entiendo tu desconfianza, Fate. Confías en mí, ¿no es así? —La mirada de él


era incisiva en más de un sentido.

El calor subió de nuevo a su rostro y rápidamente dejó caer su mirada hacia la


comida.

—¿Puedes creer que todavía tengo hambre? —Tomó un gran bocado de fideos,
que masticó con deleite—. ¡Mmmm! Son celestiales. ¿Cómo consigue tu chef esos
trocitos crujientes dentro de la pasta?

—Ven, te lo enseñaré. —Azrael se puso de pie y la ayudó a levantarse.

Súbitamente mareada, se tambaleó contra su musculoso pecho.

Ella soltó una risita.

—Lo siento por eso.

—Yo no lo siento.

La mirada apasionada de él despertó una avalancha de emociones de las que


temía no poder salir.

Otro rubor le calentó las mejillas y dio un paso atrás con poca gracia.

—¿No ibas a enseñarme el secreto para hacer esos deliciosos fideos?

—Sígueme. —Ella percibió la decepción en sus ojos antes de que él la dirigiera


hacia el borde del balcón—. Tus fideos están en el agua. ¿Los ves?

Fate se inclinó sobre la barandilla y entrecerró los ojos.

—¿Esos, como esos gusanos diminutos pero largos y escurridizos? —Se le


revolvió el estómago.

—Anguilas perladas. Si se les permite, llegan a ser casi tan grandes como un
sulayfir. El chef las recoge con frecuencia y las marina en barricas marcadas durante
meses para ablandar las espinas hasta conseguir la textura perfecta.

—Oh. —Fate tragó un inmediato torrente de bilis en la garganta y luchó por no


dejar de comer. Todo estaba saliendo demasiado bien como para que se estropeara
con un vómito ofensivo de toda su comida. El asunto de su libertad era demasiado
importante.
Tanto pensar y mirar a las anguilas que se lanzaban la mareaban más que
nunca. Fate se apartó de la piscina, inclinándose hacia atrás. Azrael la agarró por la
cintura, la atrajo contra él y apoyó la barbilla en su hombro mientras ella miraba al
frente.

—Deja de negar lo que sientes por mí. —Su boca acarició la delicada concha de
su oreja. El calor de su aliento le produjo un tentador escalofrío.

El corazón le palpitó, bombeando un ensordecedor rugido de sangre en sus


oídos, mientras luchaba contra el impulso de girarse y levantar su rostro hacia el de
él. No debería tener estos sentimientos. Estos sentimientos siempre habían estado
reservados a Finn, y sólo a Finn. Sin embargo, aquí estaban. Un deseo abrumador
de ceder ante Azrael. Tocar sus labios con los de él. De ser sostenida entre sus fuertes
y musculosos brazos y ser besada profundamente.

Una tormenta caótica de pensamientos se arremolinaba en la mente nublada


de Fate. No podía pensar con claridad. ¡Ese zumo de bayas!

Tenía que haber algo en él. Y no ayudaba el hecho de que no pudiera controlar
su corazón palpitante y su respiración acelerada. Incapaz de confiar en Azrael un
segundo más, le apartó las manos, retrocediendo hasta chocar con la balaustrada.
Cuando Azrael se acercó a ella, levantó las manos.

—¡No te acerques más!

Las oscuras cejas de Azrael se arrugaron en un ceño doloroso.

—Eres mi esposa. Yo soy tu esposo. Es hora de que estemos juntos.

Su transmodulador vibró, indicando que él había vuelto a su idioma nativo, y


ella agradeció poder fingir que no le entendía.

—No sé para qué me has traído aquí, pero no estoy preparada para lo que sea
que quieras hacer conmigo.

Repitió lo que había dicho en español.

Fate negó con la cabeza.

—¡No! ¡Ya me han obligado a casarme contigo, pero no me obligarás a estar


contigo de esa manera en contra de mi voluntad!

La mandíbula de Azrael se tensó cuando su mirada se dirigió a su pecho, donde


su vestido de seda se ceñía a sus pechos. Fate se cruzó de brazos y los cubrió con las
manos.
—Me confundes con un bruto. ¿Por qué? —El dolor nubló sus ojos—. No te he
puesto ni una sola mano desde nuestra boda. Todo lo que he hecho esta noche es
demostrar mi amor por ti.

Fate se quedó atónita. Aunque una gran parte de ella quería abrirse a su
inesperada declaración de amor, había una parte muy obstinada que se aferraba a la
ira y el resentimiento que había sentido durante demasiado tiempo por ser su rehén.

Levantó el dobladillo de su vestido, revelando el anillo del alma en su tobillo.

—¿Llamas a esto amor? Esto es esclavitud. Se llama esclavitud.

Azrael señaló su propio anillo de alma.

—Te pertenezco, igual que tú me perteneces a mí. No hay diferencia.

—¿No hay diferencia? —El poder en su núcleo surgió, despejando su cabeza de


la niebla embriagadora que había absorbido—. Tú elegiste que te pusiera ese anillo
del alma. A mí nunca me dieron esa opción. Me dijiste que era demasiado valiosa
para tu gente por lo que podía hacer con las Palabras de Creación. Soy un premio
para ti. Uno que te gusta, al menos por el momento. Bueno, déjame decirte algo, eso
hace toda la diferencia para mí.

Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que las venas de sus brazos y su
pecho se iluminaban con el poder del corsé.

—Estás alterada. Haré que te acompañen de vuelta a tu habitación.

—¿Así que eso es todo? ¿No me vas a liberar? —Le gritó Fate a su espalda
mientras marchaba hacia la puerta—. ¡Eres peor que el Rey Demonio! Al menos él
estaba dispuesto a dejar ir a Sarayna! —Su voz se convirtió en un gruñido furioso
que llenó el enorme espacio cerrado y le devolvió el eco.

Azrael cerró la puerta, dejando a Fate sola, perdida en un mar de confusión.


¿Estaba realmente enfadada con él por negarse a liberarla, o estaba furiosa consigo
misma por no rendirse a él?
Capítulo 12
Permiso concedido

—¡Suéltame, bufón! —Sithias exigió—. ¡No voy a ser manoseado! ¿Tienes idea
de quién soy?

—No, pero tenemos formas de obligarte a revelar tu identidad —dijo el guardia


principal.

—No es necesario nada de eso —insistió Sithias—. Puedo decírtelo ahora. Soy
la prima lejana de Mahelia. Ella me envió el pase real, que tenía en la mano, hasta
que me lo robaron de forma muy grosera. Si vas a arrestar y torturar a alguien,
¡debería ser al ladrón que me robó!

Al ver que sus palabras caían en saco roto, Sithias se resistió a ir con los
guardias tirando en dirección contraria, lo que provocó que le apretaran los brazos
y le levantaran del suelo. Con una mueca de dolor, Sithias agitó los pies.

A pesar de su incomodidad, no podía dejar de admirar la forma en que su


túnica azul real fluía elegantemente alrededor de sus piernas que pataleaban. Su
lujoso vestuario estaba siendo desperdiciado. Había imaginado una gran entrada al
palacio.

Sithias torció el cuello para mirar a Finn. Seguía noqueado, con la cabeza
colgando y los pies arrastrando entre los dos guardias que lo llevaban.

El pobre Finn había dado una valiente pelea, como siempre, pero no había
tenido ninguna oportunidad contra seis hombres armados sin la velocidad y la
fuerza sobrenaturales que antes poseía.

Sithias se sintió fatal, temiendo haberse precipitado al negar a Finn su petición


de restaurar sus runas de la raza de los antiguos. Corregiría ese error tan pronto
como se presentara la oportunidad. Aunque, por el momento, su supervivencia era
responsabilidad exclusiva de él, y Sithias sabía exactamente qué hacer. De hecho,
disfrutaba tanto de su plan que se reía en voz baja para sí mismo.
El guardia principal frunció el ceño hacia Sithias.

—Esto no es un asunto de risa. Harías bien en mostrar tu arrepentimiento por


tu entrada ilegal en Biraktar.

Sithias se puso sobrio de repente y miró con desprecio al hombre.

—Serás tú quien se arrepienta cuando revele mi verdadero poder.

Al guardia le tocó reírse.

—No aguantaré la respiración.

Sithias pasó a su estado natural, una transformación que le costó poca o


ninguna concentración, a excepción de un ligero cambio en la mente. Cuando sus
brazos se sellaron a los lados, su piel marrón palideció hasta convertirse en marfil y
se endureció con escamas brillantes, se concentró en el tamaño.

Los guardias que lo sujetaban gritaron y retrocedieron cuando Sithias aumentó


su tamaño y se elevó por encima de ellos. Dejó de crecer cuando estuvo a la altura
de la segunda terraza de un edificio cercano. Extendiendo sus enormes alas
emplumadas, Sithias proyectó su larga y sinuosa sombra sobre los hombres que se
encogían de rodillas y se inclinaban con la frente tocando los adoquines dorados.

—¡Es Aradif!

Todos gritaban de repente, dificultando la comprensión de lo que decían. El


ruido atrajo la atención de los que estaban en las calles y en el mercado, hasta que
se vieron rodeados por montones de gente, todos de rodillas, rezando y adorando a
pleno pulmón. Sithias no había pretendido reunir a un público tan numeroso, pero
lo único que importaba era la prueba del miedo y el respeto que necesitaba para
pasar a la siguiente fase de su plan.

—Sssilencio. —Desenrollándose ligeramente, Sithias bajó su gigantesca cabeza


frente al guardia principal—. Veré al hijo del rey, Azrael, y a sssu madre, Mahelia. —
Se concentró en no volver a añadir siseos a sus palabras, que no le salían tan
naturales como antes. Pero esto surtió un gran efecto, porque el hombre se
estremeció visiblemente mientras miraba aterrorizado a Sithias.

—¡Ahora! —exigió Sithias.

Sobresaltado por el susto, el guardia se cayó, y luego se puso en pie.

—Perdóname, Aradif. Estaba ciego a la verdad.


Sithias respiró con satisfacción por el poder puro, una sensación embriagadora
a la que podría acostumbrarse fácilmente.

—Mi misssericordia debe ssser ganada. Haz lo que te exijo, y consssentiré tu


petición.

El guardia principal asintió con ansiedad y se volvió hacia el palacio.

—Sígame, Su Santidad.

Los demás guardias se apresuraron tras él, dejando a Finn tirado en medio del
camino. La multitud siguió a los guardias, pasando por delante de su amigo
inconsciente sin cuidado. Si no hacía algo rápido, temía que Finn fuera pisoteado.

—¡Deténganse!

Todos los rostros de la multitud se volvieron al unísono. Sithias se deslizó hacia


delante, abriéndose paso bruscamente hasta llegar a los guardias.

—Han dejado a mi compañero para que lo pisoteen. Recupérenlo, y díganle a


misss adoradoresss que vayan al templo, donde me presentarán susss respetosss...
durante dosss díasss... sssin comida.

Una vez recuperado de su shock, el guardia principal se inclinó.

—Entiendo, Aradif. —Hizo una señal a sus hombres para que transmitieran el
mensaje a la multitud, que crecía en número con cada segundo que pasaba. Miró a
Sithias con el ceño fruncido y preocupado—. Perdóneme, Su Santidad, pero ¿por qué
ha tomado el favor de este humilde habitante de la Tierra, cuando no es digno de
estar en presencia de aquellos que han luchado contra todo pronóstico para vivir en
el cielo con ustedes?

Utilizando el silencio para inquietar al hombre, Sithias permaneció callado.


Esto era casi demasiado fácil, pero sobre todo porque ya había sido confundido con
Aradif antes y estaba familiarizado con su efecto sobre los adoradores de la deidad.

Casi había olvidado su encuentro con Sabirah, la hermosa pero malvada


hechicera que había envenenado a Finn con una rama del sanguinario roble
controlado por Mugloth. Su odio hacia Finn, el druida amante de la tierra, había sido
aterrador. Sin embargo, Sithias había dado con una forma de controlar a Sabirah
apelando a su absoluta devoción por Aradif, la gran serpiente alada del cielo.

—Te tomasss libertadesss conmigo que no te han sssido concedidasss. —Sithias


pensó en las palabras exactas que le había dicho a Sabirah, recordando la perfección
de su respuesta cuando había mostrado recelo por su preocupación por Finn—. Mi
misssericordia esss amplia y misssteriosa, y no debesss juzgarla.

El hombre se encogió abiertamente.

—Perdóneme, Aradif. Soy yo quien no es digno. Yo mismo me ocuparé de su


compañero.

Sithias asintió.

—Envía un mensssaje al palacio y dilesss de mi regressso. No toleraré másss


ofensasss de mi pueblo.

El guardia principal ladró una orden a uno de sus hombres y lo envió corriendo
en dirección al palacio. Una vez que Sithias se aseguró de la seguridad y el cuidado
de Finn, levantó el vuelo para dar una rápida vuelta por la ciudad. Sobrevoló la
ciudad varias veces mientras se maravillaba con la inusual arquitectura y la variedad
de colores y materiales utilizados en las torres, cúpulas y edificios. Las calles estaban
casi vacías, y la gente que quedaba se apresuraba en dirección al Templo.

Sithias bajó el vuelo cuando vio que Finn atravesaba las puertas del palacio.
Aterrizó en el jardín justo cuando la familia real se apresuraba a recibirlo.
Extendiendo sus alas, siseó para mostrar su descontento. El Rey y sus numerosos
hijos se quedaron quietos, aunque no sin miedo en sus ojos, mientras sus esposas e
hijos se escondían detrás de los hombres.

Dos mujeres permanecieron en su sitio. Mahelia y Fate. A diferencia de todos


los demás, que estaban asombrados y conmocionados, ellas no tenían el menor
miedo. Fate sabía exactamente quién era. Mahelia no lo reconoció, ya que nunca lo
había visto en forma de serpiente. Él habría esperado que ella reaccionara a su
poderosa apariencia con el mismo asombro, si no hubiera sido consciente de que
ella no era del todo humana.

Un hombre se acercó a Fate y le susurró al oído. Sithias tardó unos segundos


en darse cuenta de que era Azrael. Había sido curado, y por la forma en que estaba
con un brazo posesivo alrededor de la cintura de Fate, Azrael aún se consideraba su
marido. Sithias esperaba un indicio de que ella se sentía incómoda con el reclamo
abierto de Azrael hacia ella.

Todo el delicioso poder que Sithias había disfrutado hasta ese momento se
agotó cuando Fate no hizo nada para disuadir a Azrael. Sithias esperaba una señal
de que ella se sentía aliviada de verlo. Ella podría pensar que su acuerdo de estar allí
era voluntario, pero Sithias sabía que no era así. Mientras el anillo de alma la
controlara, Fate era una prisionera de esta gente. Aun así, eso no debería ser un
obstáculo para mostrar preocupación por el estado sangriento e inconsciente de
Finn. Pero Fate no mostró ninguna emoción. Nada.

Sithias casi se alegró de que Finn no estuviera presenciando esto. Estaría


destrozado, y Sithias odiaba pensar en lo mucho que podría caer el ánimo de Finn.

El Rey se adelantó, un hombre alto y regio cuya barba blanca marcaba su edad.
Se arrodilló y levantó su rostro hacia Sithias.

—Aradif, me siento honrado por tu gloriosa presencia. ¿Puedo preguntar por


qué has elegido bendecirnos de esta manera?

Sithias utilizó toda la decepción e indignación que sentía por Fate para
alimentar su actuación. Se asomó al rey y siseó con fuerza.

—Estoy aquí para corregir un desssequilibrio. Aquí ssse ha perpetrado una


injusssticia atroz.

El rostro del Rey se tensó de miedo.

—¿Qué injusticia, su santidad?

Sithias bajó la cabeza hasta que su mirada estuvo a la altura de Fate y Azrael.

—Permitissste que se celebrara un matrimonio ilícito entre tu hijo y esssta


mujer, que pertenece a otro.

Azrael sacó su espada y apuntó a Sithias.

—¡Mentiras! —gritó—. No escuches esto, padre. Ese no es Aradif. Es un


embaucador.

El Rey lanzó a su hijo una mirada aguda.

—Azrael. Cállate.

Sus hermanos se abalanzaron sobre Azrael, arrancándole la espada de la


empuñadura mientras luchaban por inmovilizarlo. Fate se llevó una mano a la boca,
observando cómo sometían a Azrael con preocupación y algo más. ¿Excitación, tal
vez? Sithias sólo podía esperar.

—Llévenselo de aquí —ordenó el rey—. Mahelia, ve con tu hijo. Somete su rabia


por los medios que sean necesarios.

Mahelia miró a Sithias, con los ojos entrecerrados por la sospecha.

—Ven conmigo —le dijo a Fate—. Tu lugar está junto a tu marido.


Sithias siseó a Mahelia.

—Ella debe quedarssse.

Mahelia le devolvió la mirada.

—Ya veo. —Las sombras oscurecieron su rostro durante un breve momento


antes de que se diera la vuelta y los siguiera al interior.

—Aradif, por favor, perdónanos. —El Rey juntó las palmas de las manos en
señal de súplica—. Por favor, ayúdanos a corregir este desequilibrio.

—He traído al hombre que esss el legítimo esssposo, a quien tusss guardiasss
han golpeado, sssimplemente por ssser un visitante aquí. Essstoy muy disssgustado.

Confundido, el Rey miró a Finn y luego a sus guardias.

—Haré que los castiguen —aseguró a Sithias—. Que los ejecuten si lo deseas.

—El castigo será sssuficiente.

El Rey hizo un gesto para que sus guardias de palacio se llevaran a los
infractores inmediatamente.

—Su santidad... —Se interrumpió, claramente en conflicto y con gran


confusión.

Sithias se acercó al rey, complacido por el hecho de que se estremeciera


visiblemente ante su proximidad.

—Habla.

—Nuestras leyes son claras y se basan en tus sagradas escrituras, Aradif.


Escritas en honor a ti, nuestra Estrella Guía...

—Sssí —presionó Sithias.

—Mi hijo y su... quiero decir esta mujer, fueron casados en el Templo y sellados
juntos. Como sabes, esto significa que están verdaderamente casados bajo los ojos
de la ley, independientemente de las afirmaciones de este otro hombre. Además,
están unidos por anillos de alma.

Sithias siseó en la cara del hombre, haciendo que se encogiera de miedo.


Teniendo en cuenta cómo se había desarrollado todo hasta el momento, Sithias no
había esperado una resistencia semejante. Tendría que ir con cuidado para no echar
más leña al fuego de las acusaciones de Azrael. Esto podría estallar en sus caras si
iba en contra de sus firmes creencias.
—No hay nada inquebrantable en mi presssencia. —Sithias contuvo la
respiración, esperando haber sido lo suficientemente vago pero contundente como
para que el Rey considerara la posibilidad de romper las leyes sagradas.

—Entiendo —respondió el Rey tras una prolongada pausa—. Debemos realizar


las Pruebas de Sumnara.

Sithias no sabía cómo responder a eso, ya que no sabía lo que significaba. Ni


siquiera con la ayuda del transmodulador. Afortunadamente, el rey continuó
hablando.

—Con su permiso, prepararemos las tres pruebas para que compitan mi hijo y
el demandante.

Sithias levantó la cabeza y miró al Rey.

—Permissso concedido.
Capítulo 13
Tiempo de perdonar

El fuego en el vientre de Fate ardía caliente y doloroso mientras luchaba por


contenerlo. Oír al Rey y a Sithias hablar de ella como si fuera una vaca preciada que
se subastaba, en lugar de una persona con todo el derecho a elegir su propio destino,
la irritó sobremanera. De todo lo que había sufrido y luchado por mantener, nunca
se había sentido más insultada que en ese momento. La belleza, el brillo de Biraktar
y las muchas maravillas que había llegado a apreciar, quedarían para siempre
empañadas por la suciedad de la discriminación.

Deseaba más que nunca rendirse a su poder furioso e interno y mostrarles


cómo era una mujer poderosa y liberada. Pero, ¿sería libre o la consumiría otra cosa?
Sospechaba lo segundo. Había tenido poco tiempo para buscar en su interior, pero
sus entrañas vibraban con un miedo cauteloso, diciéndole que no era el momento
de perder el control.

Fate apretó los puños y mantuvo una expresión inexpresiva cuando el Rey
anunció la competición entre Azrael y Finn. Miró a Finn, con el corazón herido y en
estado de coma. ¿Por qué había venido a por ella? Había sido clara sobre su
necesidad de espacio. Que no podía mirarlo sin ver mentiras en todo lo que decía y
hacía. Le dolía demasiado entonces y le dolía demasiado ahora.

—Procuren que el demandante esté listo para competir para el amanecer de


mañana. —El Rey hizo un gesto despectivo en dirección a Finn mientras los guardias
lo levantaban del suelo y lo llevaban al palacio.

Sithias inclinó su gigantesca cabeza mientras se dirigía al Rey.

—Confío en que ssse le curen lasss heridasss y en que se le cuide bien.

El Rey se inclinó.

—Tienes mi palabra, Gran Santo.


—Volveré al amanecer. —Sithias agitó sus enormes alas, despertando una
fuerte ráfaga de viento que los envolvió mientras levantaba el vuelo y se alejaba.

Fate volvió a su dormitorio, donde encontró a Jessie paseando por la


habitación. Se detuvo y corrió hacia Fate.

—Me estoy volviendo loca de aburrimiento. Si hubiera sabido que tú eras la


única que se divertiría, nunca habría venido. Por favor, cuéntame algo interesante
antes de que pierda la cabeza.

—¡Ja! ¿Crees que algo de esto es divertido para mí?

Jessie miró con cautela el brillo ardiente que iluminaba la piel de Fate.

—Whoa, cálmate. No me refería a la diversión actual ha-ha. Pero tienes que


admitir que vestirse como una princesa y tener una cena romántica con un príncipe
de verdad —que está más caliente que este desierto— es mucho mejor que estar
sentada sin hacer nada.

—No fue romántica.

—Vamos, ¿una cena a la luz de las velas junto a una piscina y una cascada que
sale de un árbol con hojas que hacen agua de lluvia? Nooo, eso no es nada romántico.

—Sí, pero no tuve la oportunidad de hablarte de la comida. Había anguilas con


gusanos en la piscina y me las comí pensando que estaba sorbiendo fideos. —Fate
hizo una mueca—. ¿Y he mencionado el plato principal, dragón del desierto sobre
una cama de arroz?

Jessie hizo un sonido de náuseas.

—Supongo que ahí es donde el humor cayó en picado.

—No hubo humor.

Jessie levantó una ceja escéptica.

—Tu cara roja dice lo contrario.

—Todo fue confuso e incómodo, y no quiero seguir hablando de eso. —Se dejó
caer en la cama—. Además, ahora están pasando cosas más importantes.
Empezando por la inesperada llegada de Sithias y Finn.

Jessie se sentó en la cama junto a ella, cruzando las piernas mientras se


inclinaba.

—¿Finn vino por ti? Oh, eso sí que es romántico.


El corazón de Fate se aceleró más.

—Lo es —admitió—. Pero nunca debió venir. Los guardias le dieron una paliza.
—Tragó saliva—. Está en mal estado, Jess.

—¿Se pondrá bien?

—Creo que sí. Biraktar tiene excelentes sanadores.

—¿Y Sithias? ¿También le han dado una paliza?

Fate se rió amargamente.

—Eh, no, Sithias apareció en su forma original de serpiente, sólo que


superdimensionada, y ahora tiene al Rey convencido de que es su dios.

—¿Qué?

Fate puso los ojos en blanco y le contó a Jessie la historia de Aradif, la estrella
guía que el pueblo de Biraktar ha adorado durante siglos. Y luego pasó a contarle a
Jessie sobre la próxima competición.

—¡Es una locura! —Jessie se rió—. Y brillante.

—Tal vez, tal vez no. Hay muchas maneras en que esto podría salir mal. Una
de ellas es que maten a Finn. —Fate se mordió el labio inferior—. Ahora es un
humano normal.

—Sé cómo es eso. —Jessie hizo un mohín—. Ser normal apesta.

Fate comprendía la frustración de Jessie, pero prefería que su mejor amiga


estuviera descontenta a que no lo estuviera.

—En el caso de Finn, sí. No veo cómo puede ganar contra Azrael sin la fuerza y
la velocidad que le dieron las runas de la raza de los antiguos.

—¿Azrael no es también un humano normal?

—No, es parte Djinn, lo que significa que tiene suficiente mojo sobrenatural
para hacer verdadero daño a los simples mortales.

—¿Lo has visto en acción?

—Oh, sí. Hizo una entrada bastante heroica cuando me salvó derribando un
dragón del desierto. —Fate frunció el ceño con el recuerdo de cuando había
intentado matarla poco después—. Es rápido, ágil y hábil con la espada. Sobre todo
cuando intentó matarme aquella vez. Tenía una forma de sacar lo mejor de él cuando
nos conocimos.

La expresión de Jessie se volvió soñadora.

—Me gustaría ver eso. —Ella se sacudió de la mirada—. No la parte de intentar


matarte.

El ceño de Fate se fijó en Jessie.

—Vaya, le tienes manía a Azrael.

—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! Sé que no debería estar babeando así, pero él
está caliente. Sinceramente, no sé cómo te resistes a él. Si fuera yo, estaría encima
de él en un santiamén.

—Admito que he tenido mis momentos de debilidad, pero no puedo dejarme


llevar por eso. No cuando estoy encadenada a él de esta manera. Si voy a estar con
alguien, tiene que ser por elección. No a la fuerza. —Fate suspiró—. Y luego está
Finn. Aunque quiero odiarlo por mentirme sobre Eustace, no puedo. Todavía lo amo
y siempre lo haré.

El dolor que había estado conteniendo desde que se enteró de la muerte de


Eustace salió a la superficie. Fate enterró la cara entre las manos, sin poder evitar
los sollozos. El dique se había roto y las lágrimas no podían detenerse. Jessie la
abrazó, sosteniendo sus hombros temblorosos hasta que estuvo demasiado agotada
para seguir llorando.

Le pasó a Fate un paño de algodón para que se secara la cara.

—Quizá sea tiempo de perdonar a Finn. Aferrarte a toda esa rabia es malo para
ti. Y es malo para todos si sigues guardando esto hasta que te vuelas loca.

—Es cierto.

—Un paso en la dirección correcta sería usar tus Palabras de Creación para
devolverle a Finn sus poderes. Al menos así no tendrías que preocuparte de que
Azrael lo matara.

Asintiendo, Fate se secó los ojos mientras se dirigía a su bolsa y sacaba un


cuaderno. Mantuvo el bolígrafo preparado, decidiendo no pensar demasiado en lo
que iba a escribir. De lo contrario, se arriesgaba a pensar en lo que podría salir mal
si no lo hacía bien. Unos minutos más tarde, estaba lista para pronunciar las
palabras en voz alta.
—Aquí va —dijo—. Las runas de los antiguos, originalmente entintadas en la
piel de Finn, regresaron con sus poderes restaurados exactamente como antes.

Jessie se quedó mirando en silencio.

—¿Cómo sabes si ha funcionado o no? —preguntó al cabo de unos minutos.

—No hay forma de confirmarlo sin que Finn esté en la habitación.

Jessie se dejó caer en el generoso montón de almohadas de la cama.

—Supongo que eso significa que estamos atrapadas aquí por el resto del día
hasta la competencia de mañana por la mañana.

Fate dejó el bloc de notas y salió a la terraza. La colorida y resplandeciente


ciudad de abajo no le levantó el ánimo. Una jaula dorada seguía siendo una jaula.
Odiaba la idea de que Biraktar fuera su hogar, pero mientras el anillo del alma la
anclara a Azrael, no podía marcharse.

Ciertamente no esperaba que él se lo quitara. No después de la última noche.


Había sido estúpida al pensar que podría convencer a Azrael de que la liberara. Él
era incapaz de entender por qué ella nunca sería feliz siendo esclavizada en un
matrimonio, incluso si estaba envuelto en los más finos lujos imaginados.

Finn era su única esperanza ahora. Su rabia la había cegado ante sus
advertencias. Y sin embargo, él había venido a desafiar a Azrael y a la familia real, a
pesar de saber que ella había puesto deliberadamente todo el espacio posible entre
ellos y que tal vez nunca lo perdonaría.

La dura coraza que rodeaba su corazón se resquebrajó. Finn la amaba lo


suficiente como para luchar por ella a pesar de tener todas las probabilidades en su
contra, sabiendo que podría morir en el proceso. Ella no podía permitir que eso
sucediera.

Fate volvió a entrar en la habitación y cogió el cuaderno de notas.

Jessie se levantó de la nube de almohadas y se sentó con la espalda recta.

—¿Qué estás haciendo?

—Tú y yo vamos a ver cómo está Finn. —Fate escribió apresuradamente—.


Tengo que asegurarme de que ha recuperado sus poderes.

Jessie aplaudió.

—¡Sí!
Fate leyó las palabras en voz alta.

—Jessie y yo estamos junto a la cama de Finn. —Esperó a que su entorno se


desdibujara y cambiara como siempre lo había hecho en el pasado, cada vez que
había utilizado las Palabras de la Creación para desplazarse de un lugar a otro.

Nada.

Jessie miró a su alrededor.

—¿No se supone que debería estar pasando algo ahora mismo?

—Sí. Quizá he sido demasiado vaga. —Fate escribió varias frases con más
descripciones y leyó cada una en voz alta. Ni una sola línea funcionó para
transportarlas al lado de Finn.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Jessie.

Un gran peso de desesperación se instaló en Fate. Esto sólo podía significar


una cosa. Las heridas de Finn eran mucho más graves de lo que ella pensaba, y él
debía estar...

Rompió a llorar.

Jessie se apresuró a darle unas palmaditas en la espalda.

—¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

—Creo que Finn podría estar... —un sollozo ahogó las palabras de Fate. No
podía recuperar el aliento.

—¿Muerto? —Preguntó Jessie—. No, ¿por qué piensas eso de repente?

—Porque la única manera de que las Palabras de Creación dejaran de funcionar


así antes entre nosotros fue porque nuestra conexión se cortó por completo. En
aquel entonces fue porque había sido envenenado por Mugloth, pero ese no es el
caso aquí. Esto tiene que ser algo más... definitivamente. Sé que a Azrael y a Mahelia
no les gustaría nada más que ver a Finn fuera de escena. Probablemente lo tenían...
—Los sollozos volvieron a consumirla.

—No. De ninguna manera. —Jessie la agarró por los brazos—. Mírame. Eso no
es lo que está pasando aquí. Después de todo lo que me contaste sobre cómo
reaccionó el Rey con Sithias, se encargará de que Finn viva para ver el amanecer. No
olvides que tiene demasiado miedo de esa tal Aradif que cree que es Sithias.

Fate tomó un largo y estremecedor aliento y se aferró a eso.


—Oh, sí.

—Pensemos en esto con lógica. Tiene que haber alguna otra razón por la que
tus palabras no funcionaron. ¿Podría ser el corsé el que te lo impide?

Fate se limpió las mejillas húmedas con el dorso de la mano. Negó con la
cabeza.

—No lo creo.

—¿Y esa elegante pulsera para el tobillo que llevas? ¿No me dijiste que te
quemaba la piel cuando tú y Finn se ponían muy cachondos?

—¡Eso es, Jess! El anillo del alma no me deja hacer nada en contra de los deseos
de Azrael. ¿Cómo podría olvidarlo?

—Porque eres demasiado emocional para pensar con claridad, por eso. —Jessie
se cruzó de brazos y echó humo—. ¿Qué tan primitiva es esta gente? Quiero decir,
¡este asunto del anillo del alma es peor que un cinturón de castidad! Y esos eran
horribles. El factor de atracción que tenía por Azrael acaba de enfriarse a bajo cero.
No puedo creer que me haya enamorado de él. ¿En qué estaba pensando?

—No se puede negar que es fotogénico —murmuró Fate. Se sentó en el fondo


de la cama, repentinamente agotada de energía.

Jessie se sentó a su lado.

—¿Estás bien?

—No, porque si no pude hacer una cosa tan sencilla como meternos en la
habitación de Finn, eso significa que él tampoco recuperó sus poderes. —Fate se
estremeció—. Si conozco a esta gente, esto es una competición a muerte, y a la que
Finn no sobrevivirá.
Capítulo 14
Las pruebas de Sumnara

Finn se despertó de un sueño misericordiosamente profundo y oscuro a un


fuerte dolor de cabeza. Abrió sus ojos para descubrir que apenas podía ver a través
de la estrecha hendidura de su magullado, hinchado párpado. Alcanzando hacia un
codo, gimió del dolor de sus costillas rotas. Miró alrededor adormilado a una
habitación sencilla sin ventanas o muebles además de la cama en la que estaba
acostado.

Dolor perforó a lo largo de su ablandada espalda y abdomen mientras


lentamente se alzaba en una posición sentada para checar el rango completo de
daño. Lo habían despojado de su ropa, dejándolo en sus calzoncillos. Vendajes
cubrían sus heridas. Moretones purpuras extendidos más allá de las tiras de la tela,
un signo alarmante de que podría haber sangrado interno.

Desplazó sus piernas al borde de la cama y cautelosamente colocó sus pies


sobre el suelo, haciendo muecas mientras se paraba. Un ataque de mareos lo tuvo
luchando por el aire un busca de apoyo. Temiendo una caída y el dolor añadido que
causaría, se dejó caer sobre el colchón, jadeando del esfuerzo y maldiciendo su
debilidad.

Él no estaría ni cerca de este roto, si todavía tuviera las Runas de raza anciana,
y el también se curaría el doble de rápido.

La puerta se abrió y un anciano en una bata de lino blanco entro a la habitación,


seguido de tres mujeres en batas color beige. El gesticulo a las asistentes femeninas.

—Vístanlo para el juicio.

Finn hizo una mueca mientras el transmulador vibraba en su oído un sonido


áspero que disparó una sacudida de dolor a través de su palpitante cabeza.

Las mujeres lo ayudaron a pararse. Él se balanceó en el lugar. Dos de las


mujeres evitaron que se cayera, mientras la tercera deslizó una prenda negra sobre
su cabeza y guio sus manos en las mangas. Ella metio sus pies en los pantalones y lo
ató a su cintura. Una faja del mismo material oscuro fue envuelta alrededor de su
cintura. El hizo una mueca, pero no hizo ningún sonido cuando lo apretó con fuerza.

El hombre abrió la puerta, hablando en un tono bajo a quien se encontraba


fuera de la habitación. Las tres mujeres se fueron y Finn estaba por volverse a sentar
cuando dos guardias entraron. Agarrándolo por los brazos, lo escoltaron fuera por
un estrecho pasillo hacia una escalera cerrada.

El corazón de Finn martilló de pánico y el esfuerzo de mantener el ritmo. Todo


esto fue demasiado similar a cuando él había sido prisionero de Asgar, y había sido
enviado al bloque de ejecución. Él sabía entonces que estaba siendo llevado a su
perdición y lo supo ahora. Afortunadamente, en esta vuelta, Sithias estaba
plenamente consciente de la situación y sin duda estaba trabajando para sacarlo de
este bochornoso predicamento.

¿Pero no debería el rescate haber ya ocurrido? Su sangre bombeó más rápido


con aún más miedo. Había siempre la oportunidad de que algo haya ido
horriblemente mal mientras él estaba inconsciente. Si Mahelia hubiera confirmado
que Sithias era un impostor, es posible que no hubiera escapado a tiempo.

Finn trató de disipar sus crecientes dudas, pero fue inútil. Sus pensamientos
se oscurecieron aún más, especialmente cuando se preguntó si Fate estaría de pie y
permitiría ser sacrificado en cualquier manera decretada por Azrael y su gente.

El pensamiento le provocó dolor y su pecho estaba cada vez más agonizante


que todas sus heridas combinadas, minaban lo poco de fuerza que le quedaba. Para
el tiempo que alcanzaron la cima del largo tramo de escalones, Finn estaba sin
aliento.

Los guardias lo empujaron a través de dos grandes puertas. Finn dio la


bienvenida al aire fresco en su rostro. Enfriando el sudor chorreando por su frente.
Todavía era de noche donde sea que mirara, excepto por un rayo de luz en el cielo
asomándose sobre los tejados. El sol estaba justo empezando a ascender.

Él estaba tambaleándose hacia adelante mientras los guardias lo dirigían a


través de un callejón principal en un largo túnel oscuro. Después de unos minutos,
emergieron de nuevo al aire libre una vez más, donde la piedra terminaba y
empezaba la arena. Finn entrecerró los ojos para ver los alrededores dentro de la
tenue luz del amanecer, lentamente dándose cuenta de que estaban en el borde
exterior de un vasto coliseo. En el centro docenas de esclavos se pararon junto a tres
plataformas redondas dispuestos en línea recta. Eran de tamaño masivo y cubiertos
con mosaicos. Incontables niveles escalonados rodeando la arena estaba llena de
gente. De lo que pudo decir, toda la población de Biraktar estaba presente. Se
sentaron en silencio; el ambiente en general era sombrío.
En un extremo del coliseo ovalado se encontraba una plataforma alta
iluminada con antorchas. Un elaborado trono estaba al frente y al centro. Finn
asumió que el hombre sentado en el era el rey. Parado a un lado de él estaba el
príncipe heredero, al igual que una línea de hombres que podían ser sus hermanos.
Sus edades variaron ampliamente, pero pudo ver el fuerte parecido familiar del
príncipe heredero y Azrael, quien Finn notó estaba ausente. Un grupo grande de
mujeres se paraban al lado opuesto de los hijos del rey, más probablemente sus
muchas esposas y su horda de hijos. Fate y Mahelia no estaban presentes entre ellas.

Él no pudo pensar en nada más barbárico que traer a niños a una ejecución.
Más desanimado, Finn agachó la cabeza en fracaso.

El rey se paró y dirigió a sus súbditos.

—Siglos han pasado desde que nuestro pueblo, se ha reunido para las pruebas
de Sumnara. Nuestro pueblo ha seguido fielmente las sagradas leyes entregadas a
nosotros por nuestra Estrella Guía. —Hizo una pausa solemne—. Hasta ahora,
cuando la gran serpiente alada, Aradif, se me apareció con un mensaje.

Jadeos de asombro ondularon a través del océano de personas. Igualmente


sorprendido por el anuncio, Finn alzó la cabeza, de repente alerta y esperanzado.

—Aradif me pidió que deshiciera un gran desequilibrio perpetrado por error


aquí en nuestra ciudad —el rey continuó—. Pareciera, sin que lo sepamos, que la
esposa de Azrael pertenecía a otro hombre quien reclama ser marido y mujer.

Shock e indignación surgieron de la multitud.

¿Reclamada?

Finn frunció el ceño al rey que levantó su mano para silenciar a todos.

—No culpen al príncipe Azrael —el rey continuó—. Él no sabía nada de esto y
es inocente.

—Mentiroso —gruñó Finn en voz baja. Dolor floreció a través de su espalda del
golpe que le propinó un guardia por detrás.

—Mi hijo está profundamente lastimado por este infortunado descubrimiento,


sin embargo, el desea honrar los votos que hizo a la mujer que considera su esposa
al participar en las pruebas de Sumnara. Ahora obedeceremos el decreto de Adarif
que las tres pruebas tomen lugar al amanecer.

Un escalofrío recorrió la columna de Finn mientras se preguntaba que


involucraban estas pruebas. La ira se apresuró a desvanecer el frío cuando se dio
cuenta que este fue el decreto de Sithias. ¿Qué demonios pensaba que estaba
haciendo?

El rey hizo un gesto a los guardias parados al lado de Finn.

—Traigan al demandante.

Los guardias condujeron a Finn al centro del patio. Siseos de desaprobación


sonaron en la audiencia, un inquietante sonido que empujó sus nervios al límite.

—Ahora presento a mi hijo, el príncipe Azrael —el rey se inclinó con un amplio
movimiento de su brazo cuando Azrael entró en la arena.

Vestido majestuosamente en un uniforme carmesí, adornado con adornos


dorados y una coraza dorada a juego, Azrael entro en la arena para unirse a Finn.
No se encontró con la mirada aguda de Finn, y en cambio, se volvió hacia el rey, con
su sable desenvainado y sostenido hacia el cielo—. He dedicado mi espada a
reclamar el honor de mi familia en este sagrado día de las pruebas de Sumnara —
Azrael gritó.

Los ciudadanos de Biraktar animaron y aplaudieron. El sonido reverberó a


través del coliseo. El rey les permitió seguir por algunos minutos antes de
silenciarlos de nuevo. Él señaló una directiva aun guardia.

—Traigan a la mujer en cuestión.

Finn tensó cada músculo adolorido en su maltrecho cuerpo, completamente


indignado por el termino despectivo del rey hacia Fate como “la mujer”. El guardia
escoltó a Fate hacia una plataforma situada directamente debajo el rey y la familia
real. Mahelia la siguió en su estela y vino a pararse a su lado. Más silbidos
espeluznantes emitidos por las multitudes.

Finn apretó la mandíbula, su indignación tan grande que quería gritar su


indignación por como estaban tratando a Fate como una humilde posesión para ser
vendida. Atrapó su mirada y tragó saliva. Había lágrimas en sus ojos mientras lo
miraba de vuelta. ¿Eran esas lágrimas de preocupación por él? ¿O por su propia
situación?

Él sabía que debía tener un aspecto terrible, y esperaba que se ella aún se
preocupara un poquito por que le pasó a él. Pero ciertamente entendería si ella
estaba principalmente asustada por sus circunstancias. Azrael la tenía encerrada
firmemente con ese maldito anillo del alma. Por todo el poder que ella poseía, era
incapaz de usar una sola gota para liberarse.
Finn apretó sus manos en puños hasta que sus brazos temblaron de furia. El
pelearía para liberar a Fate, independientemente de lo débil e impotente que estaba
en su estado actual. Sin duda sería la muerte de él, pero al menos el acto final de su
vida sería para la más digna de las causas.

—Traigan la estrella de la mañana —anunció el rey.

Una procesión de lo que parecía trece sacerdotes entró a la arena. Doce de ellos
siguieron detrás del sacerdote sosteniendo un alto bastón de oro coronado con un
diamante del tamaño de un huevo, encerrado en dentro de un intrincado aro de
orfebrería con incrustaciones de zafiro. Pararon en frente a un pedestal de mármol
blanco con un agujero en el centro. Los doce sacerdotes se dividieron y pararon a
ambos lados mientras el sacerdote deslizó la parte inferior del bastón en el pedestal.

Finn espero a que pasara algo, aunque no lo hizo. Los sacerdotes simplemente
se volvieron en dirección de la salida del sol y cantaron. Azrael enfundó su sable e
hizo lo mismo, cantando al mismo tiempo que los sacerdotes su mirada fija en la luz
del sol cada vez más fuerte por encima de las paredes del coliseo. La multitud se unió
al canto hasta que eran una sola voz.

Finn por otra parte, se mantuvo en silencio, su tensión casi insoportable


mientras se preguntaba donde se escondía Sithias. ¿Cuál era su plan por asegurar
su sobrevivencia a través de los horrores que estas tres pruebas le tenían reservadas?

Un rayo de sol se deslizó sobre la parte superior del coliseo y un silencio cayó
sobre todos. Todos los ojos miraban a la luz mientras el sol lentamente subió más
alto en el cielo, ahuyentando los últimos restos de la noche. Una pequeña porción
del brillo total del sol golpeó el diamante en el bastón del sacerdote y un arcoíris de
colores salpicando el estadio, perforando las sombras de la madrugada con lo que
parecía un universo entero de estrellas.

El ritmo de muchos tambores cortó el silencio, una clamorosa interrupción que


se disparó dolorosamente a través del torturado sistema nervioso de Finn. Cientos
de tamborileros marchaban hacia la arena. El fuerte ruidos continuó hasta que el sol
iluminó las paredes del coliseo. Los tamborileros pararon y el silencio regresó.

—Con la luz de la Estrella de la Mañana, vienen las pruebas de Sumnara —


anunció el rey—. ¡Déjenlos empezar!

Un hombre en una pesada armadura sosteniendo un látigo dio un paso


adelante y gritó una orden—: ¡Tiren!

El sonido de la piedra de moler resonó en todo el estadio, tensado contra las


pesadas cadenas unidas a la primera plataforma redonda. Finn supuso que la losa
debía pesar una tonelada para cuanta de tantos hombres asignados a tirar de
cadenas tan gruesas. No había suelo firme para caminar y sus pies encadenados
resbalaron en la arena. Cuando uno de ellos cayó, el amo de esclavos azotó
salvajemente al hombre hasta que su espalda goteó con sangre.

La rabia rozaba el creciente miedo de Finn. Las injusticias que estos hombres
esclavizados sufrían eran intolerables. Pero no estaba en posición de ayudar. En
todo caso, actualmente estaba en más problemas que los esclavos, un pensamiento
que dirigió toda su atención al enorme agujero que se abría debajo de la plataforma
que se arrastraba a un lado.

Un gruñido gutural resonó desde algún lugar dentro del agujero, levantando
los pelos del brazo de Finn. Azrael caminó al borde, su expresión inquebrantable
mientras miraba fijamente la fuente del sonido amenazante.

Los guardias de Finn lo empujaron hacia adelante, casi golpeándolo de


rodillas. Ocultando su dolor, recuperó el equilibrio y se unió a Azrael cerca del borde
del pozo.

El suelo de abajo era un cementerio de huesos humanos. La mayoría fueron


recogidos limpios, pero algunos todavía tenían carne aferrada a ellos en hebras
sangrientas, El terror se congeló a lo largo de sus venas mientras buscaba lo que
había creado la carnicería. Dentro de los huecos de la pared de arcilla dura había
una puerta de hierro, adyacente a la siguiente plataforma cubierta, sin duda la única
forma de salir de este espantoso pozo una vez que quedó atrapado dentro. Ni
siquiera quería pensar qué horrores le esperaban en el segundo juicio. Si es que
sobrevivía a la primera.

Otro rugido resonó desde el agujero, pero todavía no había señales de la cosa
monstruosa de abajo. Pero entonces una espantosa cabeza en forma de oso salió a la
luz. Cuernos afilados y curvos sobresalían de su frente nudosa. Las orejas rotas se
crisparon y se volvieron como un caballo escuchando con cautela a su alrededor. La
enorme cabeza se inclinó hacia un lado mientras miraba hacia arriba, revelando un
hocico carnoso y arrugado y labios negros que se curvaban lejos de los colmillos
babeantes.

El aliento de Finn se detuvo en sus pulmones cuando sus ojos salvajes lo


miraron fijamente. Dio un paso atrás, chocando con el guardia detrás de él.

—¿Supongo que no podría tomar prestada esa espada tuya?

Un fugaz atisbo de compasión cruzó el rostro del guardia antes de que su


expresión se volviera en blanco y sin emociones.
—Entras con lo que viniste.

—Llegué desarmado porque vine aquí en paz —Finn miró a Azrael con su sable
y armadura—. No veo la justicia en que mi oponente esté completamente preparado
mientras se espera que entre indefenso.

Azrael se volvió hacia él, su primer reconocimiento de la presencia de Finn.

—La ley es la ley.

—Si, la ley —Finn frunció el ceño ante el tono justo de Azrael—. Esta ley tuya
parece doblarse con suficiente facilidad para ti y tu familia.

Azrael dio un paso adelante, sus ojos fríos e insensibles.

—Avergüenzas aún más el honor de mi familia con tus falsas acusaciones.

—Tú y tu familia avergüenzan el honor de Fate al tratarla como una posesión


en esta farsa dudosa tuya.

El agarre de Azrael se apretó en la empuñadura de su sable, pero el guardia de


Finn se apresuró a intervenir.

—Príncipe Azrael, es hora de que tome su lugar en el otro lado.

Azrael se inclinó hacia Finn, su voz un silbido enojado cuando habló.

—Lo prometo, morirás allí abajo —se giró abruptamente, marchó alrededor del
agujero y se detuvo frente a una escalera de cuerda colocada en su lugar mientras
discutían. También había una escalera para Finn. Cada uno colgaba hasta la mitad
del pozo.

La voz del rey sonó.

—Comienza su descenso —ordenó.

Los tambores golpearon un ritmo tenso y rítmico, coincidiendo con el golpe


del corazón de Finn mientras se bajaba a la escalera. El hedor de la carne en mal
estado llenaba su nariz mientras descendia cada vez más.

Cuando llegó al peldaño inferior, se retorció para verificar la posición del


monstruo.

Azrael ya estaba en el suelo, su sable desenvainado mientras se acercaba


lentamente a la criatura. Se quedó contra la pared, observándolo desde las sombras.
El gruñido gutural del monstruo llenó el pozo, antes de lanzar un rugido cuando
Azrael deslizó su hoja y avanzó. Sin perder ni un segundo más, Azrael se abalanzó
sobre él, sus movimientos se difuminaron rápidamente antes de encontrar su marca.

La bestia aullaba, reaccionando con un golpe vicioso de sus enormes garras.


Azrael fue más rápido y usó la apertura para golpear de nuevo. Un chillido
espeluznante sonó fuerte en los oídos de Finn cuando el monstruo se paró sobre sus
patas traseras y se lanzó completamente a la luz.

Finn agarró la cuerda, mirando con la boca abierta al gigante, una enorme
pared de musculo puro cubierta de parches de pelaje enmarañado. Cualquier carne
expuesta era gris y atravesada con venas oscuras y abultadas. Los crecimientos
tumorales cubrían sus hombros y brazos. Las púas crecían de las rodillas de sus
patas traseras y las púas mortales sobresalían de los antebrazos.

Espió sangre que goteaba de cortes frescos a través de su torso moteado.

Azrael lo había herido.

La escalera de cuerda se sacudió hacia arriba sin previo aviso. Finn perdió su
agarre y cayó, el viento lo golpeó cuando se estrelló contra el suelo. El dolor perforó
su cuerpo dolorido, jadeó para respirar, levantó la vista justo a tiempo para ver
ambas escaleras tiradas por completo del pozo. Rodó hacia un lado, un movimiento
que lo salvó de ser ensartado por un pico en el brazo de la bestia.

La adrenalina se disparó a través de sus extremidades, alimentándolo con


energía inesperada. Saltó a sus pies, retirándose mientras la bestia se cernía sobre
él. Hebras gruesas de moco gotearon de su nariz y boca, vibrando grotescamente por
el gruñido que retumbó en su garganta.

La bestia se tambaleó contra Finn, apuntando la larga púa en su brazo


directamente en su pecho. Finn esquivó a un lado, apenas escapando del golpe
mortal por centímetros. Impulsado hacia adelante y en pleno movimiento cuando
falló, el monstruo perforó la punta de su púa profundamente en el muro de arcilla
dura. Sus gruñidos se convirtieron en un chillido enfurecido mientras luchaba para
hacer palanca para sacar la púa.

Aprovechando al máximo esto, Azrael dio un salto corriendo con su espada


arqueándose sobre el cuello del monstruo. Las orejas de la bestia pincharon de
nuevo en la dirección de Azrael mientras giraba alrededor, bloqueando el golpe con
su brazo libre. El impacto envió a Azrael volando a través de la longitud del pozo. Se
estrelló contra el otro lado, de cabeza. Cuando cayó al suelo, no se movió.
La bestia tiró frenéticamente para liberarse. Finn se acercó a la espada de
Azrael y lo recogió. Al escuchar sus movimientos, el monstruo gruñó, fijando a Finn
en la mira.

Agarrando la empuñadura de la espada de Azrael, Finn avanzó un poco,


agachándose para evitar ser decapitado. Retrocedió de su alcance y corrió al otro
lado del monstruo. Aullando, se golpeó salvajemente, tratando desesperadamente
de aflojar la punta, retorciéndose contra su brazo atrapado para ver dónde estaba
Finn. Pero no podo girar lo suficiente. Finn se quedó en su punto ciego.

Se movió, listo para dar el golpe mortal, cuando se dio cuenta del resbaladizo
charco rojo de sangre empapado sobre el pelaje irregular de su espalda. Azrael no
había infligido ninguna herida tan alta en el gigante y esto detuvo a Finn. Mahelia
debe haberse encargado de que el monstruo estuviera herido para facilitar que
Azrael sobreviva el tiempo suficiente para matar y ganar el juicio.

Finn sabía muy bien que no se había hecho por su seguridad, ya que nunca
había tenido la posibilidad de matarlo sin un arma. Eso habría funcionado y nadie
sería más sabio, excepto que ella no había previsto que Azrael quedara inconsciente.
No pudo resistir una sonrisa de suficiencia mientras disfrutaba exponiendo el
deshonroso intento de Mahelia de ayudar a Azrael a hacer trampa.

Los furiosos aullidos de la bestia se redujeron a un gruñido ronco. Jadeo duro,


cayó de rodillas, demasiado débil para mantenerse en pie por más tiempo. Fue
entonces cuando Finn vio la sangre brotar de una de las picas huesudas que
sobresale de su columna redondeada. La espiga se movía libremente dentro de la
fuente roja y pulsante con cada respiración irregular que tomaba la criatura.

Finn deslizó el sable dentro de la faja en su cintura y se subió a la bestia, usando


las púas huesudas en su espalda baja para trepar más alto hasta la punta
tambaleante cerca de la base de su cráneo. La criatura gruñó y se retorció
débilmente. Cuando Finn alcanzó el pico en su cuello, envolvió su mano alrededor
de la base, curioso por saber qué tan frío se sentía el hueso en su agarre, en
comparación con los otros picos, que habían estado calientes. Algo estaba mal.
Quizás esto era el equivalente a un diente suelto y podrido que necesita ser extraído.
Él tiró suavemente de él, probando para ver exactamente qué tan enraizado estaba.

El chillido de dolor del monstruo fue ensordecedor. Finn se tapó los oídos con
las manos hasta que su grito torturado se desvaneció en jadeos ásperos. No pudo
evitar sentir pena por la bestia. A pesar de los huesos humanos esparcidos por el
suelo, esta era una criatura que simplemente intentaba defenderse de sus captores.
Y ahora estaba muriendo en una pelea injusta, lo que significaba que necesitaba
trabajar rápido. De lo contrario, atribuirían su muerte a la herida que Azrael le había
infligido.

Agachándose con ambos pies a cada lado de la herida, Finn agarró la púa y le
dio un fuerte tirón. La púa se desprendió con una facilidad tan sorprendente que
Finn perdió el equilibrio y se cayó de la espalda montañosa de la criatura. Golpeó
una pila de cráneos humanos. Arqueando su dolorida espalda, rodó fuera de ellos,
revisando rápidamente para ver si la bestia se había levantado, pero no se había
movido y la púa en su brazo todavía estaba atrapada en la pared.

Poniéndose de pie, Finn buscó la púa de hueso que yacía entre el cementerio
de huesos. El pánico subió a sus venas cuando no lo notó de inmediato. Revisó los
huesos, arrojándolos a un lado en su frenética búsqueda, luego se detuvo ante un
destello de metal ensangrentado. La punta ósea estaba unida a lo que parecía ser
una varilla de metal. Agarrando la púa, Finn sacó una lanza increíblemente larga de
los escombros. Era tan alto como él.

Maldijo en voz baja. Mahelia ciertamente había disfrazado bien la lanza


haciendo que el extremo parezca una de las púas de la criatura en su espalda. Finn
miró a la bestia, inmóvil, pero respirando superficialmente. Se preguntó cómo había
sobrevivido tanto tiempo después de haber sido empalado por una lanza de tan gran
longitud.

Un gemido desde atrás hizo que Finn se volviera hacia Azrael, quien se levantó
a una posición sentada. Se frotó la cabeza y miró al monstruo con los ojos
entrecerrados.

—¿Está muerto? —Frunció el ceño cuando vio su sable atado a la cintura de


Finn y luego sus ojos se abrieron cuando notó la lanza—. ¿Cómo? Viniste desarmado.

—No te hagas el tonto conmigo. Ambos sabemos lo que hizo tu madre para
salvar a su precioso hijo.

Azrael negó con la cabeza.

—No sé a qué te refieres.

—Lo estamos jugando de esa manera, ¿verdad? —Finn se rio con dureza—.
Bien entonces. Ella metió esta cosa en la espalda de la criatura para que te fuera más
fácil acabar con ella, todo mientras evitaba que todos sospecharan que no eras lo
suficientemente bueno para ganar por tu cuenta —Hizo un gesto hacia el estadio de
ciudadanos absortos y silenciosos—. Sin embargo, diría que ahora lo saben.

Azrael se puso de pie, pero demasiado rápido y se vio obligado a agarrarse a la


pared para mantener el equilibrio.
—Te cortaré la lengua en el momento en que tenga mi sable de vuelta.

—Me encantaría verte intentarlo, compañero.

La cara de Azrael palideció y retrocedió.

—Parece que no tendré que hacerlo.

Finn se puso rígido ante el aliento caliente y fétido que repentinamente golpeó
la parte de atrás de su cuello. Se volvió lentamente, sus rodillas se debilitaron
mientras miraba las fauces babeantes del monstruo.
Capítulo 15
El warlobear

Finn apretó la empuñadura de la lanza, su brazo tembló mientras daba un


cuidadoso paso atrás. La mirada de la bestia pasó de él a Azrael y de nuevo a él con
un gruñido de advertencia. Estaba encorvada, pero no por debilidad esta vez. Finn
tenía la clara impresión de que estaba midiendo sus intenciones con respecto a la
lanza ofensiva.

Cientos de pensamientos pasaron por la mente de Finn a la vez. El principal


era que nunca debería haber sacado la lanza. Podía ver claramente que el monstruo
se estaba curando rápidamente. Los grandes tumores ya se habían reducido al
tamaño de guijarros y su pelaje marrón oscuro, ahora liso, volvía a crecer sobre la
piel, que ya no era gris sino de un saludable color rosa. La hilera de pinchos óseos
de su columna vertebral se había arrugado y caído, aunque las afiladas púas de sus
rodillas y los pinchos en forma de espada de ambos brazos seguían siendo robustos.
Por desgracia, con la recuperación de sus fuerzas, la bestia se había liberado de la
pared.

—Pásame mi espada —dijo Azrael desde su espalda—. Si trabajamos juntos,


podemos derribarlo.

Rugiendo al oír la voz de Azrael, la criatura se elevó hasta su inmensa altura.


Finn no se movió, aunque su cuerpo temblaba mientras miraba a la gigante criatura,
sabiendo que podía matarlo con un solo golpe.

Finn esperó a que ocurriera exactamente eso y, sin embargo, a cada segundo
que pasaba, la bestia no atacaba. Erguido y majestuoso, rugía al cielo con una rabia
justificada. Un rey por derecho propio, los brillantes cuernos negros que se curvaban
desde su frente como una corona no hacían más que confirmar su eminencia sobre
ellos, una visión que golpeó a Finn con una persistente familiaridad.

La criatura había sido irreconocible en su anterior estado de erosión, pero


viéndola ahora, Finn sabía que había puesto los ojos en esta misma bestia antes. En
el Bosque de Huesos Retorcidos, cuando cazaba con Tove. Ella lo había llamado
warlobear. Al igual que el león es el rey de la Selva, el warlobear es el rey de las
montañas más septentrionales de Oldwilde.

Finn recordaba haberlo visto a lo lejos, un oso gigante armado con colmillos,
cuernos, garras y púas. Su pelaje oscuro lo hacía resaltar sobre la nieve. Cuando el
warlobear los había visto a través de las colinas nevadas, se había se levantó sobre
sus patas traseras. Una acción que transformaba a la bestia en un guerrero gigante,
porque desde la distancia, esas púas que sobresalían de sus brazos habían parecido
espadas. Su poderoso rugido había provocado una avalancha en la zona más alta de
una montaña cercana.

Tove se había arrodillado inmediatamente en la nieve y le había dicho a Finn


que hiciera lo mismo. Él había hecho lo que se le había ordenado, esperando que
esto apaciguara al warlobear. Pero en lugar de marcharse, la bestia volvió a ponerse
a cuatro patas y cargó rápidamente hacia ellos.

—Quédate muy quieto —le había dicho Tove a Finn cuando hizo un
movimiento para escapar—. Debemos ganarnos su confianza demostrando nuestra
sumisión y respeto por entrar en su reino.

—¿Su reino? No veo ningún castillo en los alrededores.

—Este es su castillo. Las montañas son sus muros, los picos sus torres. Este
bosque es su patio, y los animales que lo habitan, sus ciudadanos.

Ver a la bestia venir hacia ellos hacía más difícil mantener una posición tan
vulnerable.

—Supongo que sus ciudadanos también son alimento.

—El warlobear sólo come pescado. Está hecho para cortar el hielo y arponear
sus capturas.

Finn se relajó un poco.

—Al menos no nos comerá.

—Sólo un warlobear afectado por la enfermedad nos mataría y nos comería. —


Tove lo había mirado de reojo cuando se había puesto visiblemente tenso—.
Quédate. Este no está enfermo.

Finn tenía muchas más preguntas que hacer, pero el warlobear estaba sobre
ellos antes de que pudiera decir otra palabra. Había temblado en presencia de la
enorme bestia, a pesar de la fuerza y la velocidad sobrenaturales que Tove le había
dado con las runas de la raza de los antiguos.
La enorme cabeza del warlobear se cernía sobre ellos. De sus fosas nasales
salían bocanadas de aire blanco mientras olfateaba el espacio entre ellos. Todo el
tiempo los medía, con una inteligencia en sus ojos que Finn nunca podría haber
adivinado. Tras un momento de prolongada tensión y miedo, el warlobear se había
dado la vuelta y los había dejado ilesos.

La mirada del warlobear volvió a dirigirse a Finn, y su rugido enfurecido se


redujo a un gruñido bajo e hirviente. Finn le devolvió la mirada, viendo la misma
inteligencia que antes. Sólo había una cosa que hacer.

Azrael volvió a hablar, con una voz baja y nerviosa.

—Finn, debes usar la lanza. Mátalo.

Los ojos del warlobear se clavaron en Azrael, gruñendo mientras su hocico


temblaba de malicia. Finn dejó caer la lanza, desviando la atención de la bestia hacia
Azrael. Lentamente, Finn aflojó su faja, permitiendo que el peso del espada se
deslizara de su cintura antes de caer al suelo con un fuerte golpe.

La voz de Azrael era incrédula, más fuerte que antes.

—¿Qué estás...?

—Arrodíllate. —Finn mantuvo su tono uniforme y calmado y mientras bajaba


a sus rodillas.

El warlobear observó a Finn con recelo, y luego su mirada se desvió hacia


Azrael. Finn lo miró por encima del hombro.

—Si quieres vivir, arrodíllate.

Azrael se levantó obstinadamente y Finn temió estar a punto de presenciar


cómo lo destrozaban. El warlobear sólo esperaría un tiempo antes de tomarse el
gesto como un desafío directo.

Justo cuando parecía que Azrael prefería morir antes que someterse a lo que
sin duda consideraba una bestia viciosa y descerebrada, hizo lo mismo y se arrodilló.
El warlobear fijó su mirada en Azrael, con un gruñido implacable en su garganta
mientras lo esperaba, con sus músculos enroscados y listos para defenderse si Azrael
echaba mano de su espada.

—¿Y ahora qué? —susurró Azrael cuando habían pasado varios minutos.

Buena pregunta. No había lugar para que el warlobear se retirara. Estaban


todos juntos atrapados dentro del pozo, hasta que los guardias tiraran las escaleras
de cuerda a una altura lo suficientemente baja como para que pudieran alcanzarlas,
o levantaran la misteriosa puerta de la pared, que probablemente se abriera en el
siguiente pozo donde tendría lugar la segunda prueba. ¿Por qué no lo habían hecho
todavía? La única razón que se le ocurrió a Finn fue que todavía esperaban que
mataran al warlobear.

Tenía que haber otra manera. Finn se negaba a participar en el asesinato de


esta noble criatura. No sólo lo habían arrancado de su dominio natural, sino que lo
habían torturado y envenenado hasta convertirlo en algo monstruoso.

Finn metió la mano en el bolsillo. La mirada del warlobear se dirigió a Finn y


su gruñido se hizo más fuerte. Finn sacó lentamente su flauta de madera con
inscripciones druídicas. Las runas de la raza de los antiguos que había grabado en
ella se habían borrado igual que se habían borrado de su piel, cuando fue rehecho
por el Orbe de Aeternitis y volvió a su ser original. Pero recordaba cómo tocar las
notas rúnicas que Tove le había enseñado. El poder detrás de las runas estaría
ausente, pero quizás había una pequeña posibilidad de que el warlobear las
reconociera.

Finn sopló las primeras notas rúnicas de la Canción del Viento. La suave
música melódica puso fin de inmediato a los gruñidos y la mirada recelosa del
warlobear. Animado, Finn continuó tocando, con sus propios pensamientos llevados
a su tiempo con Tove y Grysla en el Bosque de Huesos Retorcidos. Volvió a sentir el
regocijo de vivir en aquellas duras pero hermosas montañas nevadas, el reverente
descubrimiento de sus poderes elementales y su profunda y sagrada conexión con la
tierra.

Las lágrimas de alegría empañaron su visión, inundadas además por las


lágrimas de dolor al saber que nunca más volvería a experimentar tal libertad, ni el
sentido de la familia. El último troll de los árboles había desaparecido. No volvería
a escuchar la profunda voz retumbante de su querido amigo. Tampoco conocería el
calor de la amistad de Tove. Ella lo odiaba, y él se odiaría para siempre por haber
provocado la muerte de Grysla.

El warlobear levantó la cabeza hacia el cielo y aulló, un sonido lúgubre que


resonó dentro de las paredes de tierra. Toda la tristeza y la añoranza que Finn sentía
por su tiempo en el Bosque de Huesos Retorcidos se reflejaba en los aullidos
afligidos del warlobear. Una llamada espeluznante que resonaba dentro del estadio,
una y otra vez, hasta que sus aullidos se multiplicaron, como si procedieran de toda
una manada de warlobears.

Los aullidos del warlobear terminaron con un bramido abrupto de dolor. Finn
dejó de tocar, momentáneamente desorientado, antes de ver a Azrael sacar toda la
longitud de su espada ensangrentado del vientre del warlobear.
La furia pura y ciega impulsó a Finn a actuar. Dejando caer la flauta, recogió la
lanza y se abalanzó sobre Azrael, que bloqueó el ataque con más velocidad y destreza
de las que poseía Finn. Asombrado por su fuerza, Finn estuvo a punto de perder el
agarre de la lanza, pero consiguió aferrarse a ella y bloquear el golpe de vuelta de
Azrael.

Un rugido ensordecedor puso fin a la lucha y Azrael retrocedió hasta chocar


con la puerta. Gruñendo, el warlobear se puso a cuatro patas y avanzó hacia él.

Azrael miró a Finn.

—Tienes mi palabra de que no lucharé contra ti en lo que queda de las pruebas


si reprimes a esta bestia.

—Esta no es una bestia. —Finn negó con la cabeza—. Es un rey, y como sabes,
no hay que decirle a un rey lo que tiene que hacer.

El hocico del warlobear que gruñía se retiró de una hilera de largos colmillos
cuando se acercó a pocos centímetros de la cara de Azrael. Azrael se deslizó
instintivamente hacia el suelo para alejarse de su boca.

—Por favor —imploró.

Antes de que Finn pudiera responder, el chirrido del metal llenó la fosa. La
puerta se abrió y Azrael se deslizó a través de ella. Finn corrió hacia la abertura a
tiempo de ver a Azrael precipitarse por un túnel hacia la luz en el otro extremo.

Fue entonces cuando Finn se dio cuenta de la respiración agitada del


warlobear. No necesitó mirar más allá del charco de sangre en el suelo debajo de él
para saber qué pasaba. Finn se sintió enfermo de remordimiento. Al perderse en la
música, le había dado a Azrael la oportunidad que necesitaba para asestarle un corte
demasiado profundo.

Finn puso una mano en el cuello del oso y le pasó los dedos por el suave pelaje.
El warlobear giró la cabeza y le devolvió la mirada con ojos suaves.

—Perdóname. —Finn se atragantó con las palabras.

—¡Muévete hacia la puerta!

Sobresaltado por la voz, Finn levantó la vista para ver a un guardia, con su arco
enseñado y una flecha apuntando a su pecho.

—¡Ahora! —ordenó el guardia.


Finn miró desafiantemente al guardia. No iba a dejar que el warlobear muriera
solo.

El rápido disparo de una flecha pasó silbando por su oído, golpeó la pared y
vibró en el lugar.

—Muévete, o la siguiente se te clavará en la cabeza —gritó el guardia.

El warlobear empujó su hocico contra el brazo de Finn, empujándolo hacia la


abertura. Finn tomó la lanza con él en caso de que Azrael se retractara de su palabra
y dio unos pasos hacia adelante antes de mirar hacia atrás.

—Adiós, amigo mío.

Se apartó rápidamente y se obligó a continuar y a recordar por qué estaba


haciendo esto. Para liberar a Fate de sus ataduras.

Finn llegó al final del túnel y se quedó en el interior de la abertura. Azrael


estaba de pie en una estrecha plataforma justo fuera de la puerta. La cubierta ya
había sido apartada, permitiendo que la luz del sol entrara. Un ruido sibilante
sonaba desde abajo, un sonido incesante que rebotaba en las paredes.

—Por favor, que no sea eso lo que suena —murmuró Finn en voz baja, mientras
daba medio paso hacia adelante y se ponía de puntillas—. ¡Mierda! —Se retiró hacia
el interior de la abertura.

Azrael miró por encima del hombro.

—Supongo que no te gustan las serpientes.

Finn no iba a compartir su arraigado desprecio por las serpientes desde que
una cascabel mató a su madre en una excursión por las montañas. No importaba
que el recuerdo hubiera sido fabricado por Fate cuando lo había creado en papel.
Los sentimientos eran brutalmente reales.

Miró con desprecio a Azrael.

—De hecho, mi mejor amigo resulta ser una serpiente. —Se abstuvo de
compartir que había desconfiado mucho de Sithias cuando se conocieron.

Azrael frunció el ceño.

—Te refieres a la serpiente que dice ser Aradif. —Una sonrisa cruel se formó en
sus labios—. ¿Dónde está esa serpiente ahora? ¿Qué clase de amigo te pondría en
peligro y luego te abandonaría en tu mayor momento de necesidad?

Finn se había preguntado lo mismo.


—No necesito que me rescaten. Puedo cuidar de mí mismo.

—Te engañas a ti mismo si crees que puedes sobrevivir a esta próxima prueba.
A menos que puedas volar, tu única forma de llegar a la siguiente puerta es atravesar
hasta la cintura el nido lleno de víboras azules, las serpientes más venenosas de todo
Shalamoraize. —Enfundando su espada manchada de sangre, Azrael se acercó al
borde de la plataforma y saltó.

Aturdido por el audaz movimiento, Finn esperaba que Azrael aterrizara en


algún lugar del amplio foso. Pero eso no fue lo que ocurrió. A juzgar por la gran
altura de su salto, Azrael poseía obviamente más fuerza sobrenatural de la que había
creído en un principio, porque superó fácilmente la distancia y aterrizó sano y salvo
en el otro lado.

Los ciudadanos de Biraktar lanzaron una fuerte ovación. Habían permanecido


en silencio desde el comienzo de las pruebas, una presencia de la que Finn casi se
había olvidado, ya que su principal objetivo era la supervivencia. Azrael, por su
parte, hizo una reverencia, lo que provocó otra ola de aplausos más fuerte que la
anterior.

Cuando el estadio se calmó después de unos minutos, Azrael se apoyó en la


puerta cerrada, se cruzó de brazos y sonrió a Finn. El aire de confianza que
desprendía enfureció a Finn.

—¿A qué esperas? —Azrael podría haber mantenido su voz baja para mantener
la conversación entre ellos dos, pero claramente quería que todo el mundo lo oyera—
. Nadie te culparía si renuncias a tu derecho sobre mi esposa.

Si Finn aún pudiera volar, se habría lanzado directamente hacia Azrael con
ambos puños y lo habría hecho caer en el nido de la serpiente. Desgraciadamente,
ese práctico poder había desaparecido con todos los demás. Si no hubiera estado tan
distraído con mantener el gran y feo secreto sobre Eustace de Fate, la habría hecho
restaurar todo lo que había perdido. Y ella lo habría hecho con gusto.

Finn suspiró. A decir verdad, no había preguntado porque su culpabilidad no


se lo permitía.

—¿Te rindes? —gritó un guardia desde arriba.

Finn miró al guardia cuya flecha apuntaba a su dolorido corazón.

—¡Nunca! —gruñó. No podría vivir consigo mismo si se rendía.

No es que esperara vivir mucho más tiempo. No veía ninguna forma de cruzar
que no implicara bajar con las serpientes. Las paredes de arcilla eran demasiado
lisas y escarpadas para trepar. Incluso si hubiera suficientes asideros en la pared
para que valiera la pena intentarlo, dudaba que su resistencia durara en su estado
de debilidad.

Lo único que tenía era la lanza.

Armándose de valor, Finn se asomó al borde de la plataforma y miró hacia


abajo, al retorcido y deslizante charco de miles de serpientes. De color azul intenso,
sus escamas iridiscentes brillaban bajo el sol en tonos cambiantes de verde mar y
turquesa. Si no le diera tanto asco y terror, se deleitaría pensando que sería mejor
utilizarlas para hacer zapatos y bolsos.

Un escalofrío de repulsión le recorrió cuanto más tiempo miraba a las víboras.

—Bueno, apuñalarlas a todas está definitivamente descartado —murmuró para


sí mismo—. Saltar con pértiga5, sí.

Finn sostuvo la lanza horizontalmente en ambas manos, midiendo el peso y la


longitud lo mejor que pudo. La lanza era larga, sin duda, pero no tenía ni idea de si
la longitud era matemáticamente correcta para saltar la distancia. Tampoco estaba
seguro de si habría suficiente flexibilidad para ganar el impulso adecuado.

—Todo lo que puedo hacer es intentarlo. Pero tendré que hacer una buena
carrera. —Lanzó otro gran suspiro y se dio la vuelta para volver al interior del túnel.

Finn se detuvo al ver al warlobear que se acercaba a él. Toda su circunferencia


llenaba el gran túnel, haciéndolo muy estrecho mientras empujaba su peso más allá
de las paredes. Cuando por fin llegó al final, el warlobear se detuvo justo dentro de
la abertura. Respiraba con dificultad y su gran cabeza colgaba baja, como si su peso
fuera demasiado.

—Deberías estar descansando. No moverte. Tienes que darte la oportunidad de


curarte. —Finn acarició el lado de la cabeza del warlobear, justo debajo de la oreja.

El warlobear gimió y parpadeó cansado. Su jadeo se alivió un poco, pero sólo


aumentó cuando se impulsó más a través de la abertura hasta que sus patas se
apoyaron en el borde de la plataforma. Entonces bajó al suelo y golpeó las espinillas
de Finn con su nariz.

Finn se arrodilló junto a él.

—No lo entiendo.

5
Vara larga y flexible que utiliza para alcanzar grandes alturas
Apretando su hocico contra Finn con más brusquedad, el warlobear gruñó
débilmente.

—Lo siento, amigo mío. Podría ayudarte si tuviera mis medicinas conmigo. —
Finn se estremeció ante las manchas de sangre fresca que se extendían por debajo
del vientre del warlobear. Ninguna cantidad de medicinas podría ayudar a esa herida
fatal. La ira de Finn hacia Azrael se encendió de nuevo.

El warlobear gruñó con más fuerza y dio un zarpazo a la pierna de Finn,


haciéndolo caer sobre sus hombros. Finn empezó a apartarse, pero el warlobear se
puso a cuatro patas. Girando hacia un lado, Finn se vio obligado a enroscar los dedos
en el pelaje del warlobear con la mano libre, mientras sujetaba la lanza para evitar
que cayera al pozo. Comenzó a deslizarse hacia abajo para bajar, pero tuvo que
volver a sujetarse cuando el warlobear se puso de pie sobre sus patas traseras y saltó
de la plataforma.

—¡Nooo! —gritó Finn, con el corazón roto mientras se agarraba a la cabeza del
oso.

El warlobear gemía de dolor mientras se abría paso entre las serpientes, cada
paso era una lucha dolorosa y temblorosa. Todas las serpientes del pozo se
deslizaban con una velocidad espeluznante hacia él, mordiéndose unas a otras para
alcanzar las gruesas y carnosas patas que sabían que estaban maduras para hundir
su veneno.

Finn apuñaló frenéticamente a las víboras, golpeando a algunas con la lanza,


pero fallando la mayoría. Las serpientes eran demasiado rápidas, y cuando vio
cuántas de ellas golpeaban al warlobear con las fauces abiertas y los colmillos
goteando veneno amarillo, lloró.

Estaban a más de la mitad de la fosa cuando el warlobear se tambaleó. Dejó


escapar un gemido lastimero mientras caía de rodillas.

Finn abrazó la cabeza del oso y le acarició el pelo.

—No pasa nada. Lo has hecho bien, amigo mío. Ya puedes irte a dormir.
Quédate en paz y descansa tus ojos.

El lamento del warlobear se convirtió en un suave gemido. Al no poder resistir


el enorme envenenamiento de las víboras, el warlobear cayó hacia adelante.
Empujado por el impacto, Finn se sujetó para no caer. Las víboras se arremolinaron
en torno al cuerpo, cubriendo la cabeza y las extremidades, mordiendo y mordiendo.

Finn se puso de pie y se subió a la parte más alta de la espalda del warlobear.
Pero algunas de las víboras levantaron la cabeza y se deslizaron por el gran
montículo peludo hacia él. El pánico disparó la adrenalina por las extremidades de
Finn. Sin pensarlo, corrió a lo largo de la espalda del warlobear, clavó la lanza en el
foso de las serpientes y se elevó en el aire con las piernas apuntando a la plataforma,
donde Azrael estaba de pie esperando que se abriera la siguiente puerta.

Finn se agarró con fuerza a la lanza mientras se catapultaba en el aire. El dolor


le mordió los talones cuando golpeó la dura superficie y se deslizó por la plataforma
con tanto ímpetu que se estrelló contra la puerta. Su agarre se aflojó en la lanza, que
rodó hasta el borde de la plataforma. Finn se lanzó a por ella, y su cintura sobrepasó
el borde antes de atrapar la lanza, pero no hubo nada que le impidiera lanzarse de
cabeza al pozo de las serpientes.
Capítulo 16
La lanza de karthala

Finn clavó la lanza directamente en el nido de víboras mientras se retorcía para


detener la caída, con el cuerpo rígido y los pies enganchados en el borde de la
plataforma. El sudor le caía por la nariz mientras se mantenía en equilibrio en una
rígida posición de tabla, con los brazos temblando por el esfuerzo de sujetar el
áspero mango de hueso de la lanza. Movió las caderas con la esperanza de mover los
pies hacia atrás para recuperar unos centímetros más en la plataforma, pero casi
perdió el equilibrio en el esfuerzo cuando la lanza se tambaleó debajo de él. Sus
hombros, su torso y sus piernas temblaban por el esfuerzo de mantener su cuerpo
recto. El dolor le recorría los músculos hasta llegar a sus manos doloridas.

Nada podía salvarle ahora. Sólo esperaba que el veneno le provocara una
muerte rápida. La derrota aflojó su agarre del mango y Finn se deslizó
inexorablemente hacia su perdición.

Una racha de terror absoluto renovó su voluntad de vivir. Finn apretó el mango
tan fuerte como pudo, deteniendo el deslizamiento, pero había perdido la fuerza
para mantener el equilibrio por más tiempo. La lanza se inclinó hacia un lado. Una
pierna se deslizó de la plataforma. El siguiente pie se soltó. Apretando los ojos, Finn
esperó el inevitable enjambre de escamas frías y la venenosa picadura de
innumerables mordiscos.

Un fuerte tirón de su tobillo lo sacudió hacia arriba, haciéndolo chocar contra


la pared. Confundido, Finn abrió los ojos e inclinó la cabeza para ver quién lo
sujetaba. Para su sorpresa, era Azrael quien lo levantaba lo suficiente como para
doblar sus piernas sobre la plataforma. Finn se aferró a su lanza, sin saber si lo
estaban salvando por piedad o para matarlo finalmente en la batalla.

Azrael tiró de él hasta la plataforma antes de soltarle las piernas. Finn rodó
rápidamente y se puso de pie, comprobando si Azrael tenía su espada desenvainada.
Cuando confirmó que su arma seguía enfundada, Finn apoyó la espalda contra la
pared, jadeando para recuperar el aliento.
Finn lo miró a los ojos.

—Gracias. Sé que no tenías que hacer eso. Podrías haberme dejado morir y
habrías ganado.

Azrael inclinó ligeramente la cabeza en señal de reconocimiento.

—Ganaste la primera prueba y ya habías ganado la segunda también. Si voy a


ganar esto, quiero que sea porque he superado la prueba final sobre ti —arremetió—
. Es la única manera de demostrar que sólo yo soy digno de reclamar a Fate.

Finn prefirió ignorar ese último comentario. Estaba demasiado preocupado


por lo que había dicho Azrael.

—No lo entiendo. ¿Por qué crees que gané las dos últimas pruebas? No maté al
warlobear y no logré cruzar el pozo sin ayuda.

Antes de que Azrael pudiera responder, el sonido chirriante de la tercera


puerta que se estaba abriendo hizo que ambos se volvieran hacia la grieta cada vez
más amplia de la abertura.

—Atraviesen la puerta —ordenó el guardia desde arriba.

Finn miró a Azrael y le hizo un gesto para que fuera el primero.

—Después de ti.

Azrael no se movió.

—Para que quede claro, la ayuda que te he prestado no nos convierte de


ninguna manera en amigos. ¿Entendido?

Finn asintió.

—Absolutamente.

Azrael le devolvió la mirada como si fuera tonto, y luego se volvió hacia el gran
túnel y Finn lo siguió. El aire era fresco dentro del tenue pasillo. A medida que se
acercaban al final del túnel, la temperatura descendía bruscamente, enfriando el
sudor que le caía por la espalda y el pecho hasta el punto de hacerle temblar.

Azrael se detuvo justo dentro de la abertura, con la espada desenvainada


mientras observaba con cautela el enorme pozo. Finn entró a su lado, arrugando la
nariz ante el desagradable olor a moho que llenaba el espacio. A diferencia de las
otras dos fosas abiertas, ésta estaba cubierta con una fina red que filtraba la luz del
sol. Parecía más bien un crepúsculo dentro del profundo pozo, lo que hacía que fuera
fácil olvidar que era una mañana clara y soleada en el exterior del estadio.
Los nervios de Finn volvieron a ponerse en marcha. No le gustaban las sombras
añiles que ocultaban lo que les esperaba. Otro escalofrío le recorrió, no por el aire
gélido que aspiraba a sus pulmones, sino por su incapacidad para ver lo que
acechaba en la oscuridad.

—Supongo que no tienes ni idea de lo que hay ahí dentro, ¿verdad? —susurró
Finn.

Azrael se quedó callado un momento.

—Tengo mis sospechas.

—¿Cuáles son?

—No las expresaré hasta que las sepa. —Azrael pronunció una palabra extraña
que Finn no entendió, y se golpeó las manos. Una luz dorada se encendió,
iluminando el interior durante una fracción de segundo, pero con toda la dureza de
una luz estroboscópica.

Finn fue testigo del horror en ese breve instante. Una criatura alta y nervuda,
parecida a un murciélago, se levantó de una percha cerca de la pared opuesta, donde
colgaba boca abajo. Era un reptil con rasgos que casi podrían confundirse con los de
un ser humano, si no estuvieran tan horriblemente distorsionados. Siseando ante la
luz, la criatura arqueó el cuello, mostrando unos colmillos de aguja diseñados para
perforar la carne blanda. Y esa carne blanda iba a ser la de Fate.

Estaba tumbada, inmóvil e inconsciente, sobre un zócalo de piedra en el centro


de la fosa.

El corazón de Finn palpitaba de puro terror y rabia sin límites. Empujó a Azrael
contra la pared, clavándole el antebrazo en la garganta.

—¿Cómo has podido hacerle esto? —gruñó—. ¿No fue suficiente que la
esclavizaras y la obligaras a casarse contigo?

Azrael agarró el brazo de Finn pero se abstuvo de usar la fuerza.

—No tenía ni idea de que fueran a hacer esto —confesó. Su mirada se dirigió al
centro de la fosa sombría, donde habían vislumbrado a Fate— . Si lo hubiera sabido,
con gusto la habría liberado tanto del anillo del alma como de sus votos. Nunca
arriesgaría su vida de esa manera.

—Ahora es un poco tarde para eso, ¿no? —Apartando el brazo, Finn se volvió y
miró a la oscuridad. Un gemido quejumbroso y un crujido vinieron de arriba. La
criatura se estaba moviendo—. Tenemos que sacar a Fate de ese plato de comida de
ahí abajo y llevarla al túnel. Después podremos trabajar para matar a esa cosa.

Azrael sacudió la cabeza.

—No se puede mover. ¿No has visto? La tienen encadenada.

—Entonces bajamos allí.

Los ojos de Azrael se llenaron de miedo mientras lanzaba una mirada hacia las
sombras.

—No es momento de perder el valor —arremetió Finn.

Azrael bajó la mirada. Algo en sus ojos inquietó a Finn. Él sabía algo que Finn
no sabía.

—¿Qué no me estás contando?

—Mi madre solía contar una historia sobre una criatura maldita y sedienta de
sangre llamada Necrofa. Decía que era una cosa fea con escamas, pero que
conservaba restos de un humano, aunque sus brazos estaban palmeados a los lados
como las alas de un murciélago. El rostro es lo más inquietante, porque es ahí donde
verás al hombre que solía ser.

Finn hizo una mueca.

—No puede ser. Esa cosa nunca fue humana.

Azrael exhaló un pesado suspiro. El calor de su aliento enhebró el aire helado


como volutas de vapor.

—Reconocí al hombre de su cara. Era el guardaespaldas personal y buen amigo


de mi padre. No hay ningún error. Lo conozco desde que era un niño.

Finn miró a Azrael con incredulidad.

—Pero ¿cómo pudo convertirse en eso?

—Se convirtió a causa de la maldición.

Más crujidos y maullidos hicieron que Finn volviera a mirar hacia la zona en la
que había visto a la criatura. Agarró su lanza con ambas manos, listo para saltar al
foso con Fate.
—Esto parece más un mito sin sentido que otra cosa. No importa cómo se
llame. Lo único que debería preocuparnos es proteger a Fate matando al
chupasangre.

—No lo entiendes. —Azrael se apartó de la pared y se puso al lado de Finn—.


La maldición pasa a quien mata a la criatura.

Finn lo miró con el ceño fruncido.

—Espera, ¿estás diciendo que uno de nosotros se va a convertir en eso,


dependiendo de quién lo mate?

Azrael asintió.

—Sí. Así es como el amigo de mi padre se convirtió en la criatura.

Finn se horrorizó.

—Eso significaría que tu padre le ordenó matar al primero. ¿Por qué le haría
eso a su amigo?

—Creo que le pidió a su amigo que se sacrificara para que lo reconociera y


supiera que no debía ser él quien matara a la criatura.

Finn miró a Azrael, desconcertado y sorprendido.

—¿Por qué me cuentas esto? Podrías haberte guardado esta información clave
para ti y dejarme hacer la hazaña. Tendrías la garantía de salir como ganador
indiscutible.

—Ya te lo he dicho. Quiero demostrar mi valía a Fate. —Azrael se estremeció


visiblemente—. Ella todavía siente algo por ti. Si tengo algo que ver con tu muerte,
puede que nunca me perdone.

—Está dormida, drogada o algo así. —Finn mordió su ira. Esta gente seguía
tratándola como un objeto sin importancia. Pero este no era el momento ni el lugar
para presionar el tema—. ¿Cómo podría saberlo?

—Todo lo que sucede dentro de las pruebas está siendo transcrito por los
sacerdotes. Cada acción que hacemos y cada palabra que decimos se está
convirtiendo en un registro público para que todos lo vean.

—Oh. —Finn sacudió la cabeza. Debería haber sabido que los motivos de Azrael
no eran del todo altruistas—. La transparencia es la única razón por la que estás
siendo... franco.

—Hay otras razones...


Un grito espeluznante ahogó las palabras de Azrael. Ambos salieron
disparados de la plataforma. Incapaz de ver la profundidad del salto, los pies de Finn
golpearon el suelo antes de lo previsto. El dolor le atravesó las espinillas y sus
rodillas se hundieron bajo él.

El pozo se llenó con el sonido del batir de las alas coriáceas sobre él. Unas
ráfagas de aire helado golpearon la cara de Finn mientras se levantaba
dolorosamente hasta ponerse de pie. El Necrofa se lanzó en picado. Finn se agachó
cuando el frío contacto de su ala le rozó la nuca y la cabeza. Se lanzó frenéticamente
a la oscuridad con su lanza.

—¡No veo nada! —Gritó Finn—. ¡Necesitamos luz!

—La luz expondrá a Fate —gritó Azrael desde el otro lado de la fosa.

El Necrofa hizo otra pasada, esta vez tan cerca que Finn escuchó un bajo siseo
en su oído y olió el hedor de su aliento mohoso. Apuñaló el aire con frenesí, con la
esperanza de herirlo lo suficiente como para que cayera al suelo.

—¡Estamos luchando a ciegas aquí! Y creo que puede vernos.

—Que así sea. —El sonido de mando en la voz de Azrael coincidió con una
explosión de luz sobre ellos. Una bola de llamas doradas se cernió en el lugar,
desterrando las espesas sombras en un instante.

El chillido desgarrador del Necrofa parecía amplificado mientras se agitaba


contra las paredes, sus patas con garras arañando la superficie lisa, buscando algún
anclaje. Cuando finalmente lo encontró, se balanceó boca abajo, girando la cabeza
hacia el interior del pozo.

Justo cuando Finn empezaba a pensar que la luz lo había cegado, la sagaz
mirada de la criatura se fijó primero en Azrael y luego se dirigió a Finn, antes de
posarse en Fate. La ceguera sólo había sido momentánea. Finn corrió hacia Fate y
se colocó frente a ella. En el momento en que levantó su lanza y apuntó la punta al
Necrofa, éste le siseó.

Azrael se colocó al otro lado de Fate y pasó las manos por las cadenas que la
inmovilizaban.

—Creo que podré quitar las cadenas. Si puedo liberarla, debemos trabajar con
rapidez. La Necrofa se ensañará más que nunca cuando vea que se llevan su
sacrificio. —Habló en voz baja para no provocar a la criatura.

Finn mantuvo los ojos fijos en el Necrofa. Ésta estiró el cuello para ver lo que
hacía Azrael.
—Haz lo que tengas que hacer —le dijo Finn.

Escuchó a Azrael pronunciando un conjuro que sonaba extraño. El primer


juego de cadenas se desprendió, cayendo al suelo con un fuerte estruendo de metal.

Un chillido llenó la fosa cuando el Necrofa se impulsó desde la percha,


barriendo sus gruesas alas membranosas hacia abajo, levantando una nube de polvo
putrefacto a su paso.

—Date prisa —dijo Finn—. Depende de ti sacarla de aquí.

Azrael soltó el último juego de cadenas y la levantó en sus brazos. La cabeza de


Fate se inclinó hacia un lado y su cuerpo quedó inerte mientras él se alejaba de la
plataforma. El Necrofa se dejó caer, con sus alas batiendo furiosamente y sus patas
con garras listas para arrancar a Fate de los brazos de Azrael.

Finn clavó la lanza en sus garras, un movimiento que sólo lo melló con un mero
rasguño. Pero la criatura chilló de dolor y voló más alto para escapar del alcance de
Finn. Finn miró de nuevo a Azrael, que saltó fácilmente a la plataforma con Fate y
se retiró al interior del túnel.

El Necrofa los vio, se precipitó hacia abajo y aterrizó en la plataforma. Saltó


hacia delante y bajó la cabeza para encajar en la abertura del túnel. Finn no podía
ver a Azrael, pero podía oírle gritar y luchar. Las alas del Necrofa se agitaban y se
sacudían con cada golpe del espada de Azrael, pero su hoja obviamente no estaba
causando ninguna herida grave porque seguía adentrándose en el túnel.

Finn corrió hacia la plataforma, pero estaba demasiado alta. Ya no poseía la


misma habilidad que Azrael para saltar a tal altura. Preso del pánico, miró a su
alrededor, buscando algo en lo que apoyarse o con lo que trepar. Lo único disponible
era un zócalo de piedra, que era demasiado pesado para moverlo. Su mirada se
dirigió a las cadenas. No eran muy largas, pero tenían ganchos en el extremo.

—Es mejor que nada —gruñó en voz baja.

Agarró dos trozos de cadena, enganchó una a otra y corrió de nuevo a la


plataforma. Tenía que hacer que esto funcionara. Había verdadero miedo en los
gritos de Azrael. Finn giró la cadena y lanzó el extremo enganchado a la plataforma.
Tiró lentamente de ella, con la esperanza de atrapar el gancho en el borde, pero el
gancho estaba tumbado de lado. Se deslizó por el borde y cayó al suelo.

Finn se estremeció de frustración.

—Cálmate, chico —se dijo a sí mismo—. Puedes hacerlo.


Respirando profundamente, volvió a lanzar la cadena a la plataforma. Esta vez
hubo un ligero arrastre cuando tiró suavemente de ella.

—Eso es bueno. Se está clavando en la arcilla. —Tiró de la cadena con cuidado,


apretando la mandíbula al ver que el extremo del gancho se inclinaba sobre el borde.
Le dio un fuerte tirón y la curva puntiaguda del anzuelo se agarró.

—Lo tengo. —Finn se apresuró a anclar su lanza dentro de la faja que llevaba
en la cintura y la empujó a su espalda. Agarrando la cadena con ambas manos, apoyó
un pie en la pared, luego el otro y probó su peso contra el tirón de la cadena.

Por algún milagro, aguantó. Finn siguió subiendo los pies, uno a uno. Agarró
el siguiente tramo de cadena y subió. Cuando llegó a la cima, su túnica estaba
empapada de sudor, a pesar de la temperatura glacial.

Azrael volvió a gritar. Ahora había dolor y terror en su voz. El Necrofa debía
estar ganando la batalla. Finn subió completamente a la plataforma. Todo lo que
podía ver desde este ángulo era el trasero y las alas de la criatura llenando el túnel.
Tenía a Azrael y a Fate acorralados en el otro extremo, donde no había otro lugar al
que ir que al pozo de las serpientes.

Finn se soltó la faja y liberó la lanza, apretando fuertemente el mango de hueso


con ambas manos. Aquí tenía ventaja. El túnel era muy estrecho para la criatura. No
podría darse la vuelta fácilmente. Todo lo que tenía que hacer era clavar la lanza en
su espalda.

Finn tragó saliva, sabiendo muy bien que la maldición pasaría a él. Se
convertiría en el Necrofa, el mismo chupasangre del que intentaban salvar a Fate.
Pero ella lo era todo para él, tan vital como el aire que respiraba. La idea de vivir en
un mundo donde ella ya no existiera le resultaba insoportable.

Finn cargó hacia delante, con un rugido de furia, dolor y amor que le
desgarraba la garganta. En unos pocos segundos, ya estaba sobre la Necrofa,
clavando la larga punta de su lanza en su escamosa piel. Atravesó huesos, músculos
y órganos con la misma facilidad con la que se corta un trozo de pastel.

Un chillido escalofriante resonó en los confines del túnel y el Necrofa se puso


rígido, con sus duras escamas descomponiéndose rápidamente alrededor del lugar
donde la lanza había atravesado su piel. El moho negro se extendió sobre sus
escamas, llenando el aire con el hedor de la podredumbre. El moho se extendió sobre
sus alas, arrugándolas hasta que se desmenuzaron como un tejido y se
desprendieron. El cuerpo de la Necrofa se dobló sobre sí mismo, como si sus
entrañas se hubieran vaciado. Unas motas oscuras se esparcieron por el suelo, hasta
que, de repente, su forma ya no tenía sustancia.
La lanza cayó al suelo. La empuñadura de hueso, que se asemejaba a uno de
los pinchos óseos de la espalda del warlobear, se desprendió de un mango de acero
de fina orfebrería. Finn la recogió y limpió el polvo de hueso molido de las ranuras
forjadas en el mango.

Azrael apartó las partículas de polvo con un gesto. Su brazo sangraba y tenía
cortes en la cara. Fate yacía aterradoramente inmóvil cerca del borde de la
plataforma.

Finn no podía saber si respiraba o no.

—¿Está bien?

Azrael asintió cansado.

—Me las arreglé para mantenerla alejada de ella.

Finn exhaló un suspiro de alivio, pero no se movió.

—Gracias.

Azrael levantó a Fate del suelo y volvió a caminar por el túnel hacia el tercer
pozo. Finn quería seguirlo, pero no sabía cuándo la maldición comenzaría a
cambiarlo. Podía ocurrir en cualquier momento, y sospechaba que la
transformación sería tan rápida como la desaparición de la criatura.

—Puede que hayas ganado la prueba, Azrael, pero deberías hacer lo correcto y
liberarla —dijo Finn—. Si realmente amas a Fate, la dejarás decidir si quiere estar
contigo.

Azrael se detuvo y se dio la vuelta.

—¿No entiendes lo que ha pasado aquí? Fate es libre de estar contigo.

—¿Qué? Pero la maldición. Yo di el golpe mortal. Ahora estoy maldito.

Azrael sacudió la cabeza y salió a la plataforma.

Totalmente confundido, Finn lo siguió y salió a la luz del sol. La red había sido
arrancada y dos escaleras de cuerda colgaban con los extremos generosamente
cubiertos sobre la plataforma.

Azrael se echó cuidadosamente a Fate sobre un hombro y empezó a subir por


la escalera de cuerda.

Finn lo agarró por el brazo.


—Espera ahí. ¿Estás diciendo que no estoy maldito?

—No estás maldito. —Azrael frunció el ceño al ver la mano de Finn—. Suéltame
y llevaré a tu mujer por la escalera. A menos que quieras arriesgarte a dejarla caer
en tu debilitado estado.

Finn lo soltó y Azrael reanudó su ascenso. Oírle llamar a Fate su mujer supuso
una sacudida de energía para Finn. Sosteniendo la lanza en una mano, él subió
rápidamente la otra escalera para alcanzar a Azrael.

—No lo entiendo. ¿Cómo es posible?

Azrael no dejó de subir.

—Tenías la Lanza de Karthala desde la primera prueba. Siempre creí que la


lanza era un mito. Me equivoqué, sobre todo en el planteamiento de la primera
prueba. Los sacerdotes diseñaron las pruebas para que fueran una prueba kármica.
Le mostraste al... warlobear, como lo llamaste, compasión al quitarle la lanza, lo que
fue la clave para ganar las dos pruebas siguientes, y también para protegerte de la
maldición.

Los músculos apretados de la mandíbula de Azrael traicionaron su ira.

—Debería haberlo sabido. Pensé que esto era una prueba de fuerza y confié
demasiado fácilmente en mis poderes de Djinn.

—Bueno, por mi parte estoy agradecido por esos poderes. No habría


sobrevivido si no hubieras evitado que cayera en el pozo de las serpientes —le
recordó Finn.

Cuando llegaron a la cima, los guardias quitaron a Fate del hombro de Azrael.
Finn vio cómo se la llevaban.

—Debería ir con ella. —Una fila de guardias le bloqueó el paso. Miró fijamente
a Azrael—. ¿Qué es esto? Dijiste que era libre de estar con ella.

—Te aseguro que Fate está a salvo. Déjanos terminar la ceremonia y luego te
llevarán con ella. —Azrael despidió a los guardias e hizo un gesto a Finn para que se
enfrentara al rey, que ahora se levantaba de su trono.

Uno de los sacerdotes se acercó a Finn. Cuando alcanzó la lanza, Finn la sujetó
con fuerza. No por codicia ni por verdadera desesperación por poseerla, sino porque
el arma había sido fundamental para su supervivencia y se sentía unido a ella.

Azrael se inclinó hacia él.


—Debes soltar la lanza. No te pertenece.

Finn negó con la cabeza.

—No me siento cómodo entregándosela. No después de lo que les he visto


hacer con un arma como esta.

Un fuerte y sibilante siseo surgió del vasto público cuando dos guardias
agarraron a Finn por los brazos. Sabiendo que estaba en desventaja y tentando a la
suerte, soltó la lanza y dejó que el sacerdote la tomara.

El rey miró a Finn con desprecio antes de levantar su severa mirada hacia todos
los presentes en el estadio.

—Que se sepa que el demandante es el vencedor —declaró.

Un aire de amargo resentimiento surgió de sus ciudadanos, todos los cuales


silbaron mucho más fuerte.

El rey levantó las manos, haciéndolos callar inmediatamente.

—Los sacerdotes han decretado que el matrimonio del Príncipe Azrael con la
mujer queda anulado. Ella es libre de irse con el pretendiente.

A Finn le importaba poco la referencia irrespetuosa del rey hacia él como


reclamante, pero odiaba cómo el hombre se negaba continuamente a usar el nombre
de Fate. Finn no podía esperar a sacarla de este horrible lugar, donde la gente es
prescindible.

Su mirada se posó en los esclavos que tiraban de las pesadas plataformas sobre
las fosas, sepultando al warlobear en su interior con el horrible nido de víboras. Finn
estaba indignado. Si había algo de justicia, el cuerpo debía ser devuelto al Bosque de
Huesos Retorcidos, donde había nacido el warlobear.

Uno de los esclavos cayó al suelo. Finn lo reconoció por su espalda


ensangrentada como el hombre que había sido azotado por caerse cuando las
pruebas habían comenzado. El guardia más cercano azotó con su látigo aquellas
heridas recientes. Finn se estremeció cuando el hombre se estremeció y gritó.

Incapaz de quedarse mirando, Finn se acercó al sacerdote, le arrebató la lanza


y cargó contra el guardia con el látigo.

—¡Detengan esto! —gruñó.

Varios guardias se abalanzaron sobre Finn a la vez. Éste se defendió de sus


golpes con la lanza, pero le superaban en número y le desarmaron rápidamente. Un
golpe por detrás le hizo salir disparado hacia delante. Finn tropezó y cayó en la
arena, donde aterrizó junto al esclavo golpeado. El esclavo le miró con unos tristes
ojos ambarinos que Finn conocía demasiado bien.

Sithias había estado presente desde que comenzaron las pruebas.


Capítulo 17
Libertad para todos

—El reclamante ha deshonrado esta ceremonia sagrada y a sí mismo como


vencedor. Enciérrenlo. —El Rey hizo una señal a los guardias con un gesto irritado
de su brazo.

Los guardias levantaron bruscamente a Finn y lo arrastraron hacia la entrada


que habían utilizado para llevarlo a la ceremonia. El agotamiento se había
apoderado de él. Cada gramo de energía que Finn había logrado mantener durante
las pruebas se había evaporado.

Su desconcierto al descubrir que Sithias se había quedado de brazos cruzados


y le había permitido pasar por toda esa miseria lo agotó aún más. El motivo por el
que Sithias se había hecho pasar por un esclavo y se había dejado golpear era
totalmente desconcertante. ¿También lo habían hecho prisionero?

Finn estaba demasiado agotado para seguir pensando en ello. Lo único que
quería era dormir y ocuparse de las secuelas una vez que hubiera recuperado un
mínimo de fuerzas.

—¡Paren! —La sibilante voz de Sithias llenó el estadio y parecía venir de todas
las direcciones.

Los guardias soltaron a Finn, y cada uno de ellos se giró lentamente con miedo.
Demasiado cansado para mantenerse en pie, Finn se raspó las rodillas en la arena al
darse la vuelta. La conmoción de ver a Sithias como un esclavo golpeado y
ensangrentado era una cosa, pero verlo transformarse de un hombre victimizado a
una serpiente alada que crecía hasta ser diez veces su tamaño normal era un nivel
completamente nuevo de conmoción.

Una cacofonía de gritos y jadeos asustados provino del público.

—La única desssgracia que ha tenido lugar hoy aquí esss la forma en que han
tratado a mi compañero, al que pussse a su cuidado. —Sithias se alzaba sobre la
plataforma real, haciendo que el rey pareciera pequeño e insignificante en
comparación.

El rey se acobardó ante la furiosa mirada de Sithias.

—¡Hemos curado sus heridas, su santidad!

—Essso esss todo lo que hicieron —siseó Sithias—. Lo enviaron a lasss


pruebasss debilitado, desssprotegido y desssarmado, mientrasss tu hijo, que essstá
dotado de una fuerza antinatural, llevaba una armadura y su propia arma.

El rey se arrodilló.

—Nos limitamos a seguir las reglas. Cada competidor entra con lo que ha
venido. No es nuestra culpa que su compañero viniera con nada más que...

—¡Sssilencio! —Sithias miró fijamente al Rey tembloroso—. Essstoy


gravemente decepcionado. Este hombre no sssólo ha sssoportado las pruebasss,
sssino que ha vencido cada una de ellasss exactamente como essstaba previsssto. Y,
sssin embargo, lo encarcelan y cassstigan por defender a un esssclavo oprimido
porque mossstró la misma compasssión que susss sssacerdotes dissseñaron para los
juiciosss.

Sithias se deslizó sobre uno de los pesados discos que cubrían las fosas y
extendió sus alas emplumadas hasta alcanzar una longitud impresionante.

—Despuésss de haber sssufrido persssonalmente los latigazosss de un


monssstruo a un esssclavo, ya no me quedaré de brazosss cruzadosss ni permitiré
másss abusosss indiscriminadosss. Ciudadanosss de Biraktar, decreto que la
esssclavitud queda abolida a partir de hoy. Habrá libertad para todosss.

Los gritos de resistencia surgieron del pueblo. Un siseo ensordecedor de


Sithias los silenció.

—¡Cualquiera que sssea sssorprendido practicando la esssclavitud en Biraktar


sssufrirá el cassstigo de la muerte!

—Su santidad, Biraktar necesita sus esclavos para sobrevivir. —La voz trémula
del rey era tan impotente como sonaba.

Sithias se volvió para mirarlo.

—Corrección. La supervivencia de Biraktar depende ahora de encontrar una


manera de vivir sssin esssclavitud. Pueden empezar por pagar a sssusss peonesss y
servidoresss.
El rey se puso en pie, pero mantuvo la cabeza inclinada.

—Sólo se puede pagar a los ciudadanos de Biraktar.

Sithias se elevó hacia el cielo con un poderoso movimiento de sus gigantescas


alas. Nubes de polvo y arena irradiaron en poderosas ráfagas, golpeando los rostros
de todos los que estaban en el nivel del suelo. Aterrizó de nuevo frente al escenario
real, haciendo que el rey cayera de rodillas.

—Sssugiero que haga ciudadanosss a todosss y cada uno de los antiguosss


esclavosss de Biraktar.

—Su santidad. Lamento decir que no está en mí poder hacerlo.

—Usssted esss el rey, ¿no esss asssí?

—Como rey, debo seguir las leyes escritas en tu libro sagrado, que el pueblo de
las estrellas debe tener dominio sobre los de la tierra. Todos nuestros esclavos son
amantes de la tierra. —El desprecio por los "amantes de la tierra" era más que
evidente en el tono del rey.

—Entoncesss derogo esta ley aquí, ahora y para sssiempre —decretó Sithias—.
También revoco el ussso de los anillosss de alma. Ningún hombre o mujer debe
essstar en deuda con quien sssalva sssu vida.

Otra ráfaga de silbidos y gritos furiosos surgió del público.

Sithias bajó su gigantesca cabeza hasta estar lo suficientemente cerca del rey
como para morderle la cabeza.

—Esto se aplica al Príncipe Azrael. Liberará a la esssposa del reclamante del


anillo de alma que le colocó. —Sithias se volvió para mirar a Azrael, que estaba en el
escenario inferior junto a Mahelia.

Ambos miraron a Sithias con abierta malicia.

—¡Veré que se haga ahora! —exigió Sithias.

Azrael se adelantó.

—Liberé a Fate en el momento en que perdí las pruebas.

—Muéstrame. Sácala.

Mahelia se deslizó a través de las cortinas de una sala con carpas al fondo del
escenario inferior. Unos instantes después, volvió a salir, apartando la cortina. Fate
asomó la cabeza y miró a su alrededor somnolienta antes de que sus ojos se abrieran
de par en par sorprendidos al ver al colosal Sithias, que bajó la cabeza desde una
gran altura para escudriñarla.

—¿Ssse ha quitado el anillo del alma? —preguntó, manteniendo un tono


distante y distanciado, como si estuviera hablando con un extraño.

Fate levantó el dobladillo de la sencilla túnica de algodón que llevaba y dejó al


descubierto ambos tobillos. El anillo del alma había desaparecido. Finn sonrió. Fate
se había liberado por fin del control de Azrael. Cada cosa horrible que había sufrido
durante las pruebas había valido la pena. Había logrado lo que se había propuesto.

Sithias levantó la cabeza, dirigiendo su mirada al Rey.

—Essstoy sssatisfecho. ¿Tengo tu palabra de que mi compañero y sssu esssposa


ssson libresss de abandonar Biraktar asssalvo?

—Tiene mi palabra, Su Santidad. —El Rey se levantó tembloroso—. Para


demostrar mi promesa, haré que mi precioso hijo, Azrael, los escolte a salvo hasta
su casa.

Mahelia se puso rígida con una mirada enfurecida que ardía en el escenario,
donde estaba su marido.

Sithias ladeó la cabeza con un brillo desconfiado en los ojos. Permaneció en


silencio para permitir que la tensión aumentara.

—¿Y qué hay de los esssclavos? —Volvió a deslizarse hacia el centro de la


arena—. Siguen encadenadosss.

El rey dio una palmada autoritaria.

—¡Suelten a los esclavos de inmediato! —ordenó a sus guardias.

Los amos de los esclavos se aferraron a sus látigos y se quedaron quietos,


negándose a obedecer.

—¡Arréstenlos! —gritó el Rey.

La muralla de guardias que cubría las paredes del estadio asaltó a los de
esclavos y los liberaron de sus látigos antes de llevárselos. Todos los guardias
restantes trabajaron rápidamente para desencadenar los numerosos equipos de
esclavos desconcertados.

El rey lanzó una mirada nerviosa a Sithias.

—¿Está satisfecho, Su Santidad?


Sithias se abrió paso hasta el escenario real.

—Mi placer sssigue sssiendo insatisssfecho.

—¿Qué puedo hacer para que estés plenamente complacido? —preguntó el rey.

—Considera a estos esclavos emancipados y a todos los demás de Biraktar


como tus queridos ciudadanos.

Finn lo observó con asombro, impresionado por lo lejos que Sithias estaba
llevando las cosas, pero ansioso de que su amigo estuviera a punto de sobrepasar ese
peliagudo límite que separa la victoria de la pérdida de su tapadera.

El Rey se aclaró la garganta mientras se dirigía al estadio lleno.

—Que se sepa, por la omnipotente autoridad de nuestra gran y santa Estrella


Guía, que todos los esclavos liberados son considerados ciudadanos de Biraktar.

El público siseó su desaprobación.

—Con losss mismosss derechosss de losss que siempre han gozado los
ciudadanosss originalesss de Biraktar —insistió Sithias.

—Cuidado, Sithias —murmuró Finn en voz baja.

Por primera vez, el Rey frunció el ceño ante Sithias.

—Su Santidad, me temo que eso sería pedir demasiado a su pueblo, que no ha
sido más que leal y devoto a usted y a su palabra. Este tipo de igualdad significaría
que un esclavo liberado podría ocupar un cargo, o incluso casarse con uno de
nosotros. El pueblo toleró amargamente el matrimonio de Azrael con la mujer de la
tierra por el anillo del alma. Se lo imploro. No les pidas que se dobleguen hasta el
punto de romperse. Habrá una guerra civil.

Sithias aumentó su tamaño hasta que su cuerpo enroscado amenazó con


aplastar a los pequeños humanos que estaban cerca de los bordes de la arena contra
las paredes. Despejaron la zona a toda prisa, gritando alarmados.

—¿Te atreves a desafiarme? —Su estruendosa voz resonó en el estadio y


sacudió el suelo.

El miedo llenó de energía a Finn, empujándolo a correr hacia Sithias, que ahora
era una imponente bobina de escamas de marfil con alas que eclipsaban el sol. Gritó
y saltó para llamar su atención. Sithias bajó la cabeza lo suficiente como para poder
escuchar a Finn.

—¿Qué passsa? Estoy en medio de una negociación —susurró Sithias


Finn reprimió un estremecimiento de repulsión. Ver a Sithias en forma de
serpiente a cincuenta veces su tamaño normal era más de lo que incluso Finn podía
soportar.

—¿No crees que es suficiente que hayas liberado a los esclavos aquí? —Susurró
Finn—. Tal vez sea mejor que dejes que se encarguen de los detalles para que
podamos seguir nuestro camino.

Sithias le devolvió la mirada, con el iris de sus ojos como dos enormes orbes
límpidos de color cerúleo. Al menos se había acordado de cambiar el color de sus
ojos para que coincidieran con los de Aradif.

Sithias parpadeó.

—Me pasé de la raya, ¿no?

—Oh, sólo un poco. Esperemos que no sea demasiado tarde para dar marcha
atrás. Ve con cuidado —advirtió Finn.

—Déjalo en mis manos. —Sithias le guiñó un ojo, y Finn escuchó realmente el


húmedo golpe de sus párpados al cerrarse antes de que la serpiente levantara la
cabeza hacia el cielo.

—En el essspíritu de la paz, mi compañero me ha pedido que me apiade de ti.


—Sithias bajó la cabeza, deteniéndose por encima del rey para obligar al hombre a
mirarle—. Permitiré que la ciudadanía original de Biraktar decida sobre los
derechosss que se otorgan a la nueva ciudadanía de esclavosss liberadosss.

El Rey se inclinó ante Sithias.

—Gracias, Su Santidad.

Finn dejó escapar un suspiro de alivio.

—Uh-uh, no había terminado. Tengo essstipulaciones debido a la negativa


anterior.

—¿Qué estás haciendo? —Finn gruñó.

—Decreto que cada nuevo ciudadano reciba una paga jusssta por un trabajo
jusssto, alojamiento y comida decente, y el derecho a sssalvar su salario duramente
ganado sin penalización.

—Está hecho, su santidad. —La expresión del Rey se había aplanado. El miedo
ya no lo dominaba. Si Finn tuviera que adivinar, diría que el hombre se estaba
volviendo... molesto.
Era el momento de irse.

Sithias extendió sus enormes alas.

—Me dessspido. Pero te advierto. Volveré en el momento que yo decida para


confirmar que están obedeciendo misss nuevasss leyesss.

—Como desee, Su Santidad —respondió el rey.

El movimiento de las alas de Sithias generó una ráfaga de viento que hizo que
todo el mundo se cubriera la cara para evitar que le llovieran arena. Finn se tapó la
nariz y la boca con el cuello de la camisa para no inhalar el fino polvo que le rodeaba.
Cuando por fin se calmó el polvo, Sithias se había ido y los ciudadanos de Birakter
ya estaban desalojando el estadio. Finn percibió que la actitud general de la
población era de enfado y decepción. Tenía más ganas que nunca de marcharse.

Se dirigió al escenario inferior, buscando a Fate. Su ánimo se desplomó.


¿Seguía tan enfadada con él que no podía esperar para enfrentarse a él?

Azrael salió de la habitación de la carpa y le hizo un gesto para que entrara. Era
un espacio pequeño con una cama, en la que Fate estaba sentada. Todavía estaba
somnolienta y desorientada. El corazón de Finn latía con una torturada mezcla de
alivio y aprensión. Pero cuando ella levantó la vista y se dio cuenta de su estado
golpeado, su rostro se llenó de preocupación. Se puso de pie, pero no se movió.

—¿Finn?

Asintió con la cabeza, esperanzado pero sin más expectativas.

—Sí, estoy aquí, amor.

Ella se apresuró a acercarse, su cuerpo chocó suavemente con el de él mientras


rodeaba su cintura con los brazos y apoyaba la cabeza en su pecho. Finn se inclinó
hacia ella, acercándola mientras acosaba su rostro en la sedosa curva de su cuello.
Puro cielo.

Después de unos minutos preciosos, Fate inclinó la cabeza hacia atrás. Su


frente se arrugó por la preocupación mientras lo miraba.

—Estás herido.

—Sólo unos rasguños y moratones, eso es todo. Nada que un baño caliente y
una buena noche de sueño no puedan arreglar —le aseguró él.

Mahelia dejó escapar un resoplido impaciente desde detrás de ellos.


—Azrael, saca a estos amantes de la tierra de nuestra ciudad sagrada. Su
presencia aquí se ha vuelto intolerable. —La mirada que les dirigió al separar las
cortinas estaba llena de desprecio.

Fate se apartó de Finn y se volvió hacia Azrael. Fue sólo un ligero movimiento,
pero Finn sintió la separación de sus cuerpos con tanta intensidad como las heridas
combinadas que llevaba de las pruebas y la paliza que le habían dado los guardias la
noche anterior. Manteniendo un brazo alrededor de su cintura para mostrar que era
suya, se volvió de mala gana hacia Azrael.

—Mi nave está esperando. —Azrael mantuvo la barbilla en alto y miró


fijamente a la pared del fondo.

Fate se mordió el labio inferior, la confusión llenaba sus ojos.

—¿Qué ha pasado? No recuerdo nada desde el momento en que ambos bajaron


al primer pozo. —Se tocó la cabeza—. No me siento bien. ¿Por qué me siento tan
mareada?

El pecho de Finn se calentó con rabia instantánea.

—Te drogaron, Fate, y te metieron ahí abajo con un monstruo sediento de


sangre.

Fate se quedó con la boca abierta.

—¿Qué? ¿Por qué? —Miró a Azrael con incredulidad—. ¿Permitiste esto?

La expresión noble y reservada de Azrael se desmoronó cuando la miró.

—No lo sabía. Si lo hubiera sabido, te habría alejado antes de permitir algo así.

Fate se tambaleó y Finn se puso detrás para sostenerla y estabilizarla.

—¿Fue esto obra de Mahelia?

—Sí, ella administró la poción —confirmó Azrael—. Para ser justos, las pruebas
fueron diseñadas por los sumos sacerdotes. Ella se limitó a hacer lo que le dijeron.

—Mi opinión es que hizo con gusto lo que le dijeron. —Fate aspiró
profundamente y se separó del abrazo de Finn. Él se tragó su decepción mientras
ella probaba su equilibrio, se acercaba a un poste de madera y se apoyaba en él.

—¿Quién de ustedes me ha salvado? —preguntó ella.

Finn dijo el nombre de Azrael al mismo tiempo que Azrael decía el nombre de
Finn.
La mirada de Fate revoloteó entre ambos con sorpresa.

—Vaya. Los dos están siendo bastante caballerosos entre sí. Realmente me
perdí, ya que estaba drogada y todo eso. ¿Alguno de los dos va a contarme cómo han
llegado a este festival de amor mutuo?

Finn hizo una cara.

—No hay ningún festival de amor aquí. Nos vimos obligados a trabajar juntos
ahí abajo. A decir verdad, llegué a respetar a Azrael. Sólo en el momento, eso sí.

Azrael asintió con severidad.

—Sí, estoy de acuerdo con eso.

Fate sonrió.

—¿Se hicieron amigos?

Finn sacudió la cabeza con vehemencia, al igual que Azrael.

—No, no somos amigos —confirmó Finn.

Fate los observó a ambos con el ceño fruncido.

—Vale, ayúdenme a entender chicos. ¿Ambos ganaron las pruebas? ¿Hubo un


empate o algo así?

—Finn fue el vencedor —respondió Azrael rápidamente.

—Hmm. —Fate dejó caer su mirada hacia sus pies descalzos—. Así que por eso
se me liberado el anillo del alma.

No podía faltar el dolor en los ojos de Azrael.

—Sí. Finn se ganó el derecho de tomarte como esposa.

—¿Lo hizo ahora? —Fate levantó una ceja hacia Finn—. Supongo que esto
significa que espera echarme al hombro y arrastrarme de vuelta a la Fortaleza.

¿Qué acaba de pasar? Finn tragó saliva.

—¿Tenías otros planes? —preguntó.

Las venas del cuello de Fate se encendieron con un fuego interior y se


dispararon hacia sus sienes, iluminando su piel con un brillo antinatural.
—La verdad es que sí. —Habló en un tono bajo y enfadado, pero había una
inquietante amplificación en su voz, como si otra voz se hubiera unido a la suya—.
Pienso ir al Bosque de Feldoril para encontrar al unicornio negro y así poder
deshacer lo que le hicieron a Eustace.

El aire caliente irradiaba de su cuerpo. Las ondas de calor le apartaron el pelo


largo de la cara. Toda la ira y el resentimiento que había albergado contra él habían
regresado. Era tan hermosa como aterradora en su rabia. Y ahora que se había
quitado el anillo del alma, la voluntad de Azrael ya no era una fuerza que le impidiera
ir a donde quisiera.

Finn no podía creer que estuviera deseando que el anillo del alma volviera a
estar en su sitio. Levantó las manos y dio un paso hacia ella.

—Está bien. Te acompañaré y te ayudaré con eso.

Fate respiraba con dificultad, sus ojos estaban tan iluminados que lo miraban
fijamente.

—No necesito tu ayuda. —El volumen de su voz consumía el pequeño espacio


mientras el calor abrasaba el aire.

Jessie entró corriendo en la tienda y algo pasó zumbando por la oreja de Finn:
una libélula blanca de ojos ámbar.

—Buena decisión, Sithias —dijo Jessie—. Está a punto de detonar de nuevo.

Sithias se quedó en su sitio.

—¡Oh, Dios! ¿Es demasiado tarde?

Jessie se acercó a Fate.

—Ustedes retrocedan y déjenme hablar con ella hasta que la convenza.

—¿Cómo sabías lo que estaba pasando? —Finn preguntó a Sithias mientras


Jessie distrajo a Fate—. Ni siquiera estabas aquí.

Sithias se acercó a Finn.

—He estado aquí todo el tiempo. Estabas demasiado ocupado con tu reunión
como para ver al ratoncito de la esquina.

Azrael se acercó a Finn mientras ambos se alejaban de Fate, hablando en un


susurro.
—Siempre he sabido que Fate ha estado tocada por un dios, pero esto, yo no lo
había visto de ella antes.

El aire de la tienda era sofocante. Finn se secó la frente.

—Ella es más que un dios —susurró—. Es la descendiente de Ananke, una


antigua diosa que está esperando para emerger completamente. Perderemos a Fate
si Jessie no puede calmarla, y es probable que todos seamos destruidos en el
proceso. Tal vez incluso el universo entero junto con nosotros.

Azrael frunció el ceño con preocupación.

—¿Qué ha cambiado? ¿Qué hizo que Fate se enfadara tanto?

—Yo. Yo lo hice —confesó Finn.

—No sólo usted, señor. Los dos somos culpables de haberle mentido —añadió
Sithias.

—¿Sobre qué? —preguntó Azrael.

Demasiado cansado para explicarlo, Finn se quedó mirando a Fate mientras


Jessie la distraía con una historia de uno de sus recuerdos compartidos de la
infancia. Estaba animada y gritaba a propósito para asegurarse de que Fate se
centrara únicamente en ella.

En algún lugar del fondo, Sithias le contaba en voz baja a Azrael cómo Fate fue
testigo del asesinato de Eustace y de la repentina aparición de Ananke antes de que
Fate fuera arrojada al desierto a través del portal y perdiera la memoria. Finn volvió
a centrarse en los esfuerzos de Jessie cuando Sithias llegó a la parte en la que
mentían a Fate. Le dolía demasiado.

Finn dejó escapar un suspiro de alivio cuando sintió que el aire se enfriaba.
Jessie había salvado el día. El fuego en las venas de Fate se desvaneció y sus ojos
volvieron a ser del cálido y atrayente color marrón en el que le gustaba ahogarse.

Fate se tambaleó en su sitio cuando Jessie se acercó a abrazar a su amiga. Las


lágrimas resbalaron por el rostro de Fate mientras miraba a Finn por encima del
hombro de Jessie. Él le asintió con la cabeza, pero ella rápidamente cerró los ojos
contra él.

Jessie mantuvo un brazo alrededor del hombro de Fate y miró a Finn con
atención.
—Le he dicho a Fate que tenemos que volver a la Fortaleza para que podamos
revisar los libros y ayudarla a descubrir qué es lo que la hace radiactiva. Algo se ha
estropeado con el corsé. ¿Saben de qué estoy hablando?

—Sí, lo sabemos. —Finn no podía estar más agradecido por la participación de


Jessie participación de Jessie.

—¿Debería usar las Palabras de Creación para llevarnos allí? —preguntó


Sithias.

—Me parece un plan —respondió Finn apresuradamente—. Así Azrael no


tendrá que ponerse a sí mismo volando de vuelta en su nave.

—No, quiero que Azrael venga con nosotros. —La voz de Fate sonaba pequeña
después del volumen antinatural de hace unos momentos. Pero Finn conocía ese
tono en su voz. No estaba dispuesta a dejarse convencer.

Se dio la vuelta, en silencio al saber que Fate sentía algo por Azrael, lo que en
su estado de agotamiento, le hacía desear haber muerto en las pruebas.
Capítulo 18
Más mentiras

Fate se sentía ella misma después de una noche de sueño tranquilo en su propia
cama, incluso con Jessie, quien se extendía a su lado pateando y acaparando la
mayor parte del espacio. Había insistido en pasar la noche por si el regreso a la
Fortaleza desencadenaba algún resentimiento persistente que Fate pudiera seguir
albergando.

Jessie volvió a la habitación, recién duchada y vestida para el día. Salieron al


pasillo y se dirigieron al santuario.

—¿Estás listo para esto? —preguntó Jessie.

—¿Preparado para ir por los libros? —Fate asintió—. Absolutamente.

—No, me refiero a estar en la habitación con Finn y Azrael al mismo tiempo.

El pulso de Fate se aceleró. Su piel seguía hormigueando desde el día anterior


por el tacto de los brazos de Finn a su alrededor. Sumergirse en su abrazo, absorber
el calor de su cuerpo apretado contra el suyo era tan natural como respirar. Sobre
todo, estar abrazada a él aliviaba la constante agonía de echar de menos a Eustace.
Finn era para ella un hogar como lo había sido siempre su padre.

Por eso debía alejarse de él. Su dolor era el combustible que necesitaba para
impulsar su búsqueda del unicornio negro. No podía arriesgarse a permitir que Finn
la consolara. Se sentiría satisfecha e incluso podría estar dispuesta a aceptar su
pérdida. Eso simplemente no era una opción. No si pretendía hacer todo lo posible
para revivir a Eustace.

—No es gran cosa —respondió Fate—. La verdadera pregunta es si Finn y


Azrael pueden soportar estar juntos en la misma habitación sin llegar a los golpes.

—Eso sólo ocurrirá si empiezas a hacerle ojitos a Azrael, después de todo lo que
pasó Finn para liberarte —Jessie la miró de reojo—. Pero tú no harías eso. ¿O si?
El sentimiento de culpa atormentaba a Fate mientras se mordía el labio
inferior. Sabía que Azrael volvería con ellos cuando se lo pidiera, él le había
declarado sus sentimientos suficientes veces para que ella se convenciera de su
sinceridad. El hecho de que no se hubiera negado sólo lo demostraba. Azrael era
definitivamente una complicación de la que podía prescindir, pero también era el
muro que necesitaba poner entre ella y Finn en ese momento.

—¿Viste las pruebas? —preguntó Fate.

—Oh sí y fue horrible. Finn pasó por un infierno. Entró literalmente sin nada.
Nada, cero, nulo. A diferencia de Azrael, que entró con su armadura de lujo, sable,
súper fuerza y magia Djinn. Prácticamente pasó del asunto rápidamente, hubo
muchas veces en las que pensé que Finn iba a morir, pero sobrevivió sólo con su
ingenio y su valor. Supongo que hubo una vez que Azrael salvó a Finn —puso los ojos
en blanco—. Le doy puntos por eso.

Fate no se sorprendió. Azrael era despiadado con quien consideraba su


enemigo, pero también era capaz de mostrar piedad cuando estaba motivado.
Ciertamente lo había experimentado cuando se conocieron.

—Huh... Me pregunto por qué hizo eso.

—Azrael dijo que nunca le perdonarías por permitir que Finn muriera.

—¿Dijo eso después de las pruebas?

—No, eso fue durante. Los sacerdotes usaron algún tipo de magia para
transmitir todo lo que decían y hacían dentro de las fosas —Jessie dejó escapar un
resoplido exasperado—. También deberías saber que Azrael merece grandes puntos
por arriesgar su vida para defenderte contra el monstruo que quería chuparte la
sangre.

—Si ese es el caso, ¿cómo es que Finn ganó?

—Resulta que la lanza que extrajo de la bestia rabiosa en la primera prueba era
lo único que podía matar al chupasangre sin que la maldición pasara a su cazadora
—cuando Fate no dijo nada, Jessie la agarró por ambos brazos—. ¿No lo entiendes?
Finn se sacrificó cuando mató al monstruo para salvarte. Y no tenía ni idea de que
esa era la única forma de ganar.

—¿Finn hizo eso por mí? ¿Otra vez? —Fate ahogó la última palabra. Le dolía
físicamente pensar lo que podría haberle ocurrido. El amor de Finn no tenía límites.
Y sin embargo, había tardado tanto tiempo en perdonar las mentiras. Incluso ahora,
el ardor del resentimiento corría por sus venas, pero al menos comprendía que él
sólo había querido protegerla. Le dolía saber cuánto le habían castigado por ello.
No lo merecía y temía que lo único que le trajera a Finn fuera angustia.

Jessie la sacudió suavemente.

—¿Por qué estás tan triste? Deberías estar feliz sabiendo lo mucho que te
quiere Finn —soltó de los brazos de Fate y suspiró.

—Y Azrael probablemente te ama igual. Ya ha demostrado que moriría por ti.

—Soy mala. Simplemente malvada.

—No seas tan tonta —Jessie volvió a girar a Fate en dirección a la biblioteca y
la empujó hacia delante.

—Estoy hablando en serio. Soy totalmente perversa. Le pedí a Azrael que


viniera con nosotros porque se sintió demasiado increíble estar con Finn ayer. Él me
hizo olvidar lo triste que estoy por Eustace. No puedo permitirme el lujo de volverme
complaciente. Nada puede interponerse en el camino de ir a Feldoril y encontrar ese
unicornio negro.

Jessie se puso a su lado, agitando la mano hacia Fate.

—Pff, no eres malvada o perversa. Sólo estás mal de la cabeza. ¿Y quién no lo


estaría después de todo lo que has pasado?

Fate quería creer que era así de sencillo. Sería mucho más fácil culpar de su
comportamiento a los eventos traumáticos, pero no se lo creía. Había algo que no
funcionaba, algo que había empezado a surgir de un lugar oculto en su interior, que
impulsaba todas sus acciones sin tener en cuenta a los demás.

Jessie se detuvo y se puso delante de la puerta del santuario.

—Volviendo a mi pregunta original. ¿Estás lista para esto?

Antes de que Fate pudiera responder, la puerta se abrió y Gerdie les sonrió.

—Ahí estás. Iba a ir a buscarlas.

—¿Te acuerdas de nosotros? —preguntó Fate.

La sonrisa de Gerdie se volvió interrogativa.

—Por supuesto. Eres Fate y tú eres Jessie.

Fate buscó en los ojos de Gerdie y con toda seguridad, el sabio y viejo espíritu
que conoció por primera vez le devolvió la mirada en ese rostro de niña de seis años.

—Tu memoria ha vuelto.


—Eso es lo que todo el mundo me dice. Las cosas no me parecen muy
diferentes, excepto que no tengo ningún interés en jugar con esta lata que rebota —
el perro saltó a su lado—. Parece que no puedo conseguir que se vaya. Me sigue a
todas partes. No me importaría tanto si pudiera hacer que me ayudara con mi
trabajo.

Fate sonrió.

—Por lo que veo estás de vuelta en modo de investigación.

—Sí, y hay mucho que cubrir —Gerdie les hizo un gesto para que entraran con
su pequeño brazo. La rápida marcha de sus zapatos chasqueó sobre el suelo de
piedra mientras el perrito saltaba a su lado, con sus patas metálicas golpeando fuerte
y fuera de tiempo con sus pasos.

Brune y Darcy estaban inclinados sobre un tomo en la gran mesa del centro del
santuario. Sithias estaba absorto con ellos, acariciando su barbilla pensativamente
y pareciendo todo el estudioso bibliotecario que le gustaba ser. Finn se paseaba de
un lado a otro, mientras Azrael examinaba los numerosos libros archivados en las
estanterías de la pared del fondo.

Su corazón se aceleró cuando cada uno de ellos se volvió para mirarla. La


expresión tensa de Finn se suavizó con amor y anhelo, mientras que la mirada de
Azrael se calentó con deseo. Su rostro se calentó al instante y su mirada huyó hacia
la mesa repleta de libros. Esto iba a ser mucho más difícil de lo que había imaginado.

Gerdie se subió a una silla y se puso de pie en el asiento para mirar el libro
abierto que los demás estaban estudiando. Fate ocupó la silla de al lado y Finn se
dirigió a sentarse junto a ella, pero Jessie se sentó antes de que pudiera llegar. Azrael
se sentó en el lado opuesto de la mesa, lo que para Fate era peor que solo uno de
ellos se sentara junto a ella. Tendría que esforzarse el doble para evitar su mirada.

Brune cerró el libro que tanto interesaba a todos y se colocó en la cabecera de


la mesa. Darcy y Sithias tomaron asiento al otro lado con Azrael. Brune deslizó un
diario encuadernado en cuero por la superficie lisa y pulida.

Fate lo miró fijamente.

—¿Qué es esto?

—Tu tatara, tatara, tatara, tatara, tatara… —Sithias se quedó sin aliento y
aspiró más aire antes de continuar—. tatara tía por parte de tu madre. Era Guardiana
de la Fortaleza y se encargaba de registrar el árbol genealógico.
—Vaya, ¿en serio? —intrigada y feliz por la distracción de sus confusas
emociones respecto a Finn y Azrael, Fate hojeó las páginas de las notas manuscritas.

—Ve a la página marcada —instruyó Finn—. Ahí es donde encontrarás la razón


de lo que te ha estado pasando.

El peso de su tono preocupaba a Fate, pero su curiosidad era mayor que su


inquietud. ¿Qué podían tener que ver los escritos de un pariente muy lejano con su
estado actual?

Jessie se colocó a su lado para leer la elegante letra. Fate se apoyó en su amiga
para tranquilizarse mientras empezaba a leer. La entrada trataba del
descubrimiento de un antepasado que fue sembrado a propósito por una antigua
deidad llamada Ananke. Sin embargo, la culminación de esta siembra no llegaría a
buen fruto durante muchas generaciones.

Fate casi se rió de lo ridículo de la historia. Sonaba como todos los mitos
inverosímiles que había leído durante su infancia. Por otra parte, había luchado
contra demasiadas criaturas míticas como para descartar la posibilidad por
completo.

—Vaya, esto es salvaje —murmuró Jessie, en voz baja.

Fate asintió al pasar la página. Los pelos de la nuca se le pusieron de punta


cuando leyó el último párrafo, que describía la profecía del descendiente de Ananke
—conociendo su fecha de nacimiento—, que se convertiría en el recipiente lo
suficientemente fuerte y digno como para albergar la plena presencia y el inmenso
poder de Ananke.

—Santo cuervo. ¡Esto suena totalmente a ti! —Jessie miró a Fate como si fuera
un fenómeno de circo.

—No, uh-uh. Esa no soy yo —Fate apartó el diario.

Jessie cogió el libro.

—¿Leíste la parte sobre la casualidad fortuita y desafortunada? Toda tu vida ha


estado llena de la mejor y peor suerte.

—Todo el mundo tiene buena y mala suerte —argumentó Fate.

—No como tú. No conozco a nadie más a quien un meteorito le haya demolido
su flamante coche de regalo de cumpleaños. O a alguien que haya conseguido un
cómic de edición de coleccionista en una venta de garaje y lo haya vendido en Ebay
por unos cuantos miles de dólares, sólo para descubrir que valía medio millón.
—En realidad fueron 10.000 dólares por los que lo vendí, y podría haber
conseguido un cuarto, no medio millón. —Fate la miró fijamente—. ¿Muy
exagerado?

—¿Quién está exagerando? Tu ensayo escolar te consiguió un contrato editorial


inaudito, y el libro fue un best seller instantáneo con giras de libros y grandes fans,
como Darcy aquí.

—Um, ex-fan, solo para que quede claro —Darcy miró fijamente a Fate—. No
hizo falta más de una hora de conocerte para no estar nada impresionado.

—Exactamente —continuó Jessie—. Todo eso de que los sueños se hacen


realidad se esfumó en el momento en que te metieron en el Libro de las Fábulas.
¿Ves? Todo tiene sentido —Jessie marcó varios puntos en el aire con el dedo
mientras Fate la miraba con el ceño fruncido—. ¿Debo continuar? ¿O tengo que
recordarte lo de los gusanos?

—No, ya te has explicado —refunfuñó Fate. Azrael extendió una mano—.


¿Puedo leer el pasaje?

Jessie dudó durante una fracción de segundo antes de empujar el diario hacia
él a través de la mesa. Tuvo que inclinarse sobre la amplia superficie para alcanzarlo.

—Gracias —dijo.

Todos estaban callados, pero todas las miradas estaban puestas en Fate,
excepto Azrael, quien estaba ocupado leyendo.

—Bien —concedió Fate—. Digamos que este pariente lejano estaba en algo y
que mi linaje familiar está realmente contaminado por esta deidad Ananke. ¿Por qué
no se elegiría a Brune o Gerdie como recipientes? También están en la cola del
mismo árbol genealógico maldito.

Frunciendo el ceño, Brune se cruzó de brazos.

—¿Acaso has leído lo que está escrito ahí, o lo has hojeado como siempre? —
exhaló impaciente—. Dice que el recipiente llevará el nombre de las hijas de Ananke,
conocidas como Fates. Tú eres la única de la familia con ese nombre.

La verdad se agitaba en lo más profundo de su ser, pero Fate se resistía a


admitirla en voz alta. Eso significaría que realmente era la definición de su nombre:
El desarrollo de los acontecimientos más allá del control de una persona,
considerado como determinado por un poder sobrenatural. Había memorizado
esas palabras a una edad temprana, cuando empezó a darse cuenta de que su suerte
era extraordinariamente asombrosa o extraordinariamente horrible.
Pero ya no se puede negar. Algo mucho más grande que ella había estado
trabajando tras bambalinas todo el tiempo. Todas sus acciones habían sido
impulsadas por el miedo. Su aterradora caída en el despiadado reino de los cuentos
del Libro de las Fábulas no sólo había puesto a prueba su cordura, sino que la había
hecho sentir indefensa e impotente. Su decisión de entrar en la Fortaleza había sido
al menos suya. Lo había hecho pensando que era la única manera de rescatar a Finn
y quizás, a su vez, recuperar el control de su vida.

Pero por todo lo que había aprendido en los últimos cinco minutos, su vida
nunca había sido suya. Todo había sido una cruel ilusión.

Fate se cubrió la cara para ocultar las lágrimas que no podía detener.

Jessie la rodeó con sus brazos.

—Oh no, lo siento mucho, Fate. Fui demasiado dura contigo. No debería
haberte restregado los hechos de la forma en que lo hice —el abrazo de Jessie se hizo
más fuerte—. ¡Y tú, Brune! Siempre eres tan malo con Fate. Es tu sobrina. ¿No
puedes ser un poco más suave con ella de vez en cuando?

—Supongo que a veces puedo ser un poco duro —Brune sonaba reprendido—.
Sólo lo hago para fortalecerte, Fate. Si te sirve de algo, respeto lo hábil que te has
vuelto. Si alguna vez quieres recuperar tu puesto de Guardián de la Fortaleza, te lo
cederé sin rechistar.

—Supongo que eso es lo más parecido a una disculpa que vas a conseguir de
ella —murmuró Jessie.

—Fate, si necesitas algo de tiempo para asimilar todo esto, entenderemos si


quieres tomarte un descanso —la voz de Finn se quebró por la emoción—. Puedo ir
con ustedes…

Todo lo que Fate quería hacer era correr a sus brazos, ser sostenida por él y
perderse en el calor y la seguridad de su abrazo. Se limpió la vergüenza de las
lágrimas con la manga de su camisa y se inclinó hacia delante para ver alrededor de
Jessie.

Los ojos verdes de Finn brillaban con esperanza.

Sacudió la cabeza, resistiendo la tentación de correr hacia él.

—No, tengo que quedarme y ver esto —la decepción en sus ojos la mató y
retrocedió detrás de Jessie—. Quiero saberlo todo. ¿Pasó algo que despertó a esta
Ananke?
—Bueno, sssssí —Sithias jugueteó nerviosamente con su corbatín—.
¿Recuerdas cómo te ayudé a localizar el corsé mágico de Hipólita? Al parecer, llevar
el corsé, es lo que ha transformado tu cuerpo en un recipiente lo suficientemente
fuerte como para albergar la aparición completa de Ananke.

—Espera. ¿Me estás culpando por hacer lo que tenía que hacer? —Fate frunció
el ceño para combatir otra oleada de lágrimas punzantes—. El corsé de Hipólita es
exactamente lo que necesitaba para luchar en la guerra contra Kaliena y sobrevivir.
Sin ella habríamos perdido la guerra y todos lo saben.

Sithias se rindió con las dos manos en alto.

—Nadie discute tu razonamiento. Pero todos hemos notado cómo el uso del
corsé te ha cambiado.

—Sé que lo hizo. Tengo afinación por la guerra porque el corsé fue hecho por
el dios de la guerra —el calor brotó de la boca del estómago, y Fate tuvo que respirar
profundamente para evitar que aumentara—. Por eso tengo mal genio, pero lucho
cada vez para mantenerla bajo control.

—¿De verdad crees que lo tienes controlado? —preguntó Finn. No había


ninguna acusación en su tono. Fate sintió que realmente quería saber si ella lo creía.

Ella suspiró.

—No, cada vez es más difícil de contener.

—Sabemos la razón —Finn se inclinó hacia delante con ambos codos sobre la
mesa, intentando ver alrededor de Jessie detrás de quien Fate seguía escondiéndose.

—Tu espíritu se rompió cuando presenciaste la muerte de Eustace. Fue


entonces cuando Ananke se hizo cargo. Ya no eras tú. Te habías ido. Sé que no lo
recuerdas, pero todos lo hemos visto con nuestros propios ojos y es hora de que tú
también veas lo que pasó.

El estómago de Fate se enroscó cuando Brune llamó a una imagen holográfica.


Aquella horrible sensación de estar rodeada de mentiras volvió a invadirla. Le
habían ocultado mucho más de lo que jamás hubiera podido sospechar. De repente
se sintió aterrorizada por lo que iba a ver, y a la vez furiosa por estar descubriéndolo
ahora.

Todos, excepto Jessie, Gerdie y Azrael eran unos mentirosos. Quería morir por
dentro sabiendo que Finn había formado parte de esta elaborada conspiración de
mentiras.
Un calor volcánico estalló en su centro, disparándose por sus venas como el
mercurio. Fate se levantó y golpeó con los puños la superficie de la mesa. La fuerza
del golpe dejó una grieta en la madera. Asustada, Jessie retrocedió y chocó con Finn.
Gerdie se cayó de la silla, agitando los brazos. Sithias la atrapó, pero no sin caerse él
mismo, aunque consiguió amortiguar a Gerdie para que no se golpeara contra el
suelo.

—¡MÁS MENTIRAS! —la voz de Fate tronó contra las paredes del santuario.

Brune y Darcy retrocedieron ante las ondas de calor que latían desde el cuerpo
de Fate. Finn y Jessie se quedaron donde estaban, pero levantaron las manos para
protegerse la cara del calor abrasador.

Azrael era el único que parecía no estar afectado. Se levantó de su silla y habló
con un tono dulce que la tranquilizó—: Entiendo tu enfado, Fate. Tienes todo el
derecho a estar enfadada con ellos.

Asintiendo con la cabeza, Fate estaba pendiente de cada una de sus palabras.

—Como alguien que no formó parte de este engaño, puedo ver claramente por
qué eligieron protegerte de la verdad durante las secuelas de la muerte de tu padre
—Azrael puso su mano sobre el diario cerrado—. Digo esto porque estos escritos
confirman lo que siempre he visto dentro de tu maraja, que eres el descendiente de
un dios. De lo contrario, nunca podrías ser el recipiente para el poder con el que te
ha dotado el corsé de Hipólita. Un instrumento de un dios como este te habría
destruido al contacto si no hubieras sido ya tocado por un dios.

La intensidad de la furia de Fate disminuyó, pero no quería desprenderse de


ella por completo. La furia era lo único que se interponía en el camino de la
desesperación que se rompía en un millón de pedazos. A pesar de su resistencia, se
quedó encerrada en la mirada de Azrael, escuchando con renovada confianza, pero
aterrorizada por la verdad.

—Es hora de que dejes de lado tus recelos y te enfrentes a lo que has llegado a
ser —le instó—. Permite que tus amigos te enseñen y todos estaremos aquí para
ayudarte en el camino.

Fate renunció a su ira y se desplomó en la silla, agotada. Jessie se sentó y le


cogió la mano. Finn y los demás volvieron a ocupar su lugar en la mesa. Brune dudó
antes de pulsar el botón del panel de control y miró a Fate.

—¿Estás lista? —preguntó.

—Tócalo —graznó Fate mientras las mariposas se estrellaban en su estómago.


El vasto paisaje de la superficie de la Fortaleza se hizo visible cuando el objetivo
se acercó a un gigantesco coliseo con un lago azul reluciente en su centro. El destino
sabía sin duda que se trataba de un vasto almacén del elixir de la vida que Kaliena
había acumulado. Una luz brillante apareció de repente en la orilla del agua y tomó
la forma de alguien con una brillante armadura dorada.

Fate jadeó cuando se dio cuenta de que se estaba viendo a sí misma. Pero su
aspecto era sobrenatural, con una piel que brillaba con un fuego interior y unos ojos
de brillante luz blanca. Fate dejó de respirar al verse a sí misma haciendo lo
imposible y materializando una espada con una hoja de llamas negras. Quiso gritarle
a Brune que lo apagara, pero no había vuelta atrás. Tenía que llevar esto a cabo.

Agarrándose a la mano de Jessie como si fuera un salvavidas, Fate vio cómo


hundía la espada en el elixir. El fuego oscuro de la hoja corrió sobre la superficie,
matando la luz vivificante del elixir hasta que todo lo que quedó fue un lodo negro y
viscoso.

Fate se aferró al sollozo en su pecho. Podrían haber utilizado el elixir para


revivir a Eustace. Sólo tenía que culparse a sí misma por haberle robado la vida y
seguir adelante. ¿Pero por qué? ¿Qué motivos pudo tener en ese momento? ¿Lo
había hecho por puro deseo de destrucción?

Jessie apretó la mano de Fate.

—No te culpes. No fuiste tú. Fue Ananke quien… —se puso rígida de repente
cuando vio quién atravesaba la Fortaleza, un borrón oscuro que golpeó a Fate contra
el lodo—. ¡Soy yo! —jadeó.

Cubierta con una armadura hechizada, Jessie se cernió sobre el lago negro,
esperando que Fate saliera a la superficie. Pasaron varios minutos antes de que
saliera del lago, un ser radiante al que la oscuridad no podía aferrarse. Unas enormes
alas de luz la suspendieron en el aire.

Jessie apuntó con sus brazos armados a Fate, perforándola con láseres.
Atravesaron la armadura dorada de Fate, pero ella permaneció ilesa. Moviendo sus
alas ligeras, Fate se lanzó contra Jessie, y el impacto fue tan tremendo que se estrelló
contra el piso superior. Fate se lanzó sobre Jessie antes de que ésta pudiera
levantarse de los escombros.

Fate se sintió enferma de culpa al ver cómo su puño con guantelete golpeaba
la cabeza de Jessie hasta que su esqueleto crepitó con pequeños rayos y se oscureció.

Se puso la mano sobre la boca y miró a Jessie.

—Yo... no sabía que había hecho eso. Jess, lo siento.


Las lágrimas goteaban de la barbilla de Jessie.

—No, yo soy la que lo siente —Jessie se estremeció—. Me has preguntado si


recuerdo algo de lo que hice mientras estaba bajo el control de Kalilena. Bueno, lo
recuerdo todo. Sabía lo que estaba haciendo todo el tiempo, pero no me importaba.
No sentía nada por ti, ni por nada.

Jessie cayó en un inconsolable ataque de lágrimas. El destino abrazó a su


amiga, susurrando que la comprendía. Ambas habían sido víctimas de fuerzas que
escapaban a su control. Lo único importante ahora era que se perdonaran y se
abrazaran como las hermanas que siempre habían sido, sin culpa ni
remordimientos.

La grabación continuó. Se aferró a Jessie, observando cómo Ananke


sobrevolaba la extensión de la Fortaleza y asediaba a la armada de Kaliena,
utilizando su espada llameante para encenderla en un fuego furioso. Innumerables
naves aéreas se precipitaron a la superficie de la Fortaleza antes de que Ananke
aterrizara en la cubierta de la enorme nave insignia de Kaliena. Una horda de
soldados no muertos atacó, pero Ananke se abrió paso entre ellos. Wodrid cargó
contra Ananke con una bola de fuego, pero Kaliena llegó primero, armada con seis
cimitarras en cada una de sus muchas manos.

Jessie se giró para ver lo que había captado la atención de Fate.

—Oh, Dios mío —susurró.

Las ligeras alas de Ananke se desvanecieron cuando Kaliena avanzó, pero algo
detuvo a la hechicera, porque dejó caer sus armas y se aferró a su garganta. No podía
respirar. Ananke se mantenía en pie sin moverse, pero era ella quien estrangulaba a
Kaliena. Wodrid lanzó sus bolas de fuego contra ella. Ananke las desvió con la misma
fuerza invisible que estaba usando para matar a su amante.

Una explosión de luz borró la escena y se convirtió en estática.

—Eso es todo lo que tenemos —dijo Brune—. La grabación terminó cuando la


torre pasó por el portal y se estrelló aquí en el desierto.

Fate se quedó mirando al espacio, atónita y sin palabras. Su cabeza daba


vueltas.

Ananke era real.

La deidad había secuestrado su cuerpo y, a diferencia de Jessie, que recordaba


lo que había hecho, Fate no recordaba nada de lo que había sucedido.
—¿Fate? —Finn se puso de pie y caminó alrededor de Jessie—. Sé que esto es
mucho para asimilar, pero hay más cosas que necesitas saber.

—¿Más? —Fate se hundió en su silla—. ¿Cómo es posible que haya más?

Apoyó la mano en su hombro. Su tacto era cálido y demasiado atractivo.

—Tenemos que quitar el corsé de Hipólita. Como ya sabes, es la única forma


de evitar que Ananke pueda volver a poseerte por completo.

Fate se escabulló de su tentador contacto.

—¿Y cómo esperas hacer eso? No hay forma de quitarse esta cosa una vez que
está puesta.

—En realidad, hay una llave que abre el cinturón —dijo Sithias—. La llave de
Dantalion, para ser exactos —se ajustó las gafas de montura redonda que llevaba en
la nariz y tragó saliva—. Pero primero, tenemos que viajar al inframundo para
recuperarlo.

—¿Inframundo como en Hades? —repitió Fate—. ¿O te refieres al infierno con


I mayúscula?

—Ese es la único.

Todo era demasiado. Fate se sentía como si estuviera siendo arrastrado en


cientos de direcciones diferentes. Sólo había una dirección en la que quería ir.

—No, de ninguna manera. No voy a perder el rumbo por una loca excursión al
infierno —miró a Azrael—. Ya me he desviado lo suficiente. El único lugar al que voy
es al Bosque de Feldoril para cazar al unicornio negro. La resurrección de Eustace
es mi única misión en este momento. Todo lo demás tendrá que esperar.

—Otra vez esto —Finn miró a Brune—. ¿Te has molestado en mencionar que
no estás cien por cien seguro de que esta teoría del unicornio funcione?

—Estaba haciendo control de daños en ese momento. Alguien tenía que evitar
que explotara y se convirtiera de nuevo en Ananke —los labios de Brune se apretaron
en señal de frustración.

—Espera —Fate se dirigió a Brune—. ¿Estás diciendo que me has estado


diciendo un montón de tonterías?

El miedo se movió en los ojos de Brune, pero se mantuvo firme.


—Por supuesto que no. El libro de hechizos que te di resume todo lo que
necesitas saber —su mirada nerviosa se desplazó hacia Finn—. La parte incierta es
si eres capaz o no de realizar el hechizo correctamente.

Fate asintió.

—Bueno, creo que ambos sabemos que no. Está decidido entonces, vas a venir
conmigo para asegurarte de que el hechizo funcione.

Brune adoptó una postura desafiante que Fate conocía muy bien.

—No puedo dejar la Fortaleza. Estoy muy ocupado con el levantamiento de


Serpen. Todavía no sé si podemos confiar en el ejército de Asgar, y Rudwor ha estado
haciendo ruidos sobre la necesidad de regresar a Beldereth —el cansancio se reflejó
en su rostro mientras suspiraba—. No quiero ni pensar en lo que pasará si pierdo a
los caballeros de Beldereth.

—Iré contigo y haré el hechizo —se ofreció Gerdie.

—¡No! —Fate y Brune dijeron al unísono.

—Será un viaje peligroso —se apresuró a explicar Fate al ver el aspecto


desanimado de Gerdie—. Confía en mí, tendrás mucho que hacer aquí. Brune va a
necesitar tu ayuda.

—Estoy bien educado en hechizossss —Sithias parpadeó esperanzado.

—No es así —se burló Brune—. ¿Hace falta que te recuerde tu trampa al
recordar el hechizo?

—Sí, tengo que estar de acuerdo en eso —añadió Finn.

Sithias agitó los brazos.

—¡Todo el mundo comete errores!

—Puedes venir, Sithias, pero por razones muy diferentes —le aseguró Fate—.
En cuanto a los demás que quieran venir, sólo puedo decir que lo pensaré.
Capítulo 19
El verdadero Aradif

Fate rozó las deslumbrantes arenas blancas del desierto de Mirajaran sin un
destino fijo en mente. El calor que surgía de las dunas habría sido intolerable, de no
ser por el viento que soplaba contra su cara y sus brazos. No recordaba la última vez
que había volado sin restricciones. El anillo de alma de Azrael había mantenido sus
alas cortadas durante demasiado tiempo. La libertad de volar a cualquier lugar que
quisiera era vertiginosa.

Incluso feliz.

Nada podía agobiarla en ese momento. Ni siquiera las horribles visiones de la


destrucción de Ananke. Volar le levantó el ánimo como nada lo había hecho en
mucho, mucho tiempo. Casi podía convencerse de que esta libertad era real.

Casi.

La pesadez regresó. ¿Cómo podía luchar contra una antigua diosa que ha
regido los destinos de los dioses menores y de los humanos por igual desde el
principio de los tiempos? Sólo era una chica que trataba de sobrevivir contra
probabilidades imposibles y que fracasaba miserablemente.

Fate aterrizó en el pico más alto de una duna de arena y se sentó. El calor
empeoraba sin la brisa del vuelo, pero no estaba preparada para volver a la
Fortaleza. Necesitaba tiempo a solas para pensar. Sin embargo, la soledad sólo
parecía magnificar la gravedad de su situación. Era un pequeño insecto aplastado
bajo el talón de un gigante.

Las lágrimas amenazaban con salir, cuando vislumbró movimiento en la


distancia. El delgado remolino giratorio de una nube de polvo se abría paso a través
de las dunas. Con los ojos tapados, observó, medio interesada, hasta que la nube
cambió de dirección repentinamente y se dirigió hacia ella.

Sonrió con el recuerdo de cómo solía recostarse en los brazos de Finn y


escuchar las historias de lo que le había sucedido mientras habían estado separados.
En ese momento, el anillo de alma de Azrael les había impedido acercarse más que
a un abrazo. Contar historias se convirtió en una forma neutral de pasar las horas
juntos.

Una de las historias más memorables de Finn habían sido sus aventuras en el
desierto con Sithias en busca de la división ardiente. Si recordaba correctamente, el
Mirajaran estaba protegido por la secta jann de los Djinn, cuyo líder resultó ser el
verdadero Aradif.

Según el relato de Finn, no era la deidad que los ciudadanos de Biraktar habían
exaltado en sus escrituras. Era un inmortal que probaba si los viajeros eran dignos
de atravesar el peligroso desierto. Al parecer, este Aradif adoptaba la forma de un
camello blanco o de un torbellino.

¿Era posible que la visitara ese mismo ser?

Fate consideró lanzarse al cielo mientras podía, pero la curiosidad pudo con
ella. Finn había dicho que Aradif le había predicho que lucharía contra Kaliena en el
desierto de Mirajaran mucho antes de que la guerra hubiera comenzado.

Tal vez Aradif podría mirar en su futuro y decirle cómo evitar que Ananke
consuma su cuerpo y su alma.

Largos remolinos de polvo se desprendieron del torbellino mientras corría por


la última duna. El torbellino redujo su velocidad y se detuvo frente a ella. Las fuertes
ráfagas le echaron el pelo hacia atrás y le salpicaron la cara con motas de arena.
Levantando el brazo para protegerse la cara, Fate entrecerró los ojos cuando el
torbellino se diluyó, revelando una figura con túnica en el centro del remolino.

La arena se arremolinó hasta detenerse y flotó alrededor de un joven no mayor


que Finn. Tenía los mismos ojos azul cielo que Azrael, así como el profundo y cálido
color de la piel, realzado por su túnica de lino blanco. Fate reconoció el alma antigua
que habitaba en su interior, un inquietante contraste con un rostro
desarmantemente juvenil.

Inclinó ligeramente la cabeza.

—Soy Aradif. No podía ignorar la llamada de tu alma.

Fate pensó en fingir ignorancia, pero intuyó que Aradif no soportaba a los
tontos que jugaban.

—Sí, quiero conocer mi futuro.

Consideró su petición con una mirada de advertencia.


—Saber lo que está por venir, antes de estar preparado, puede grabar tu destino
en piedra. No saber permite flexibilidad en la punta de acero que inscribe lo
inminente. ¿Estás preparada para que tu futuro se convierta en una certeza absoluta,
Fate?

Oírle pronunciar su nombre la sorprendió por alguna razón y sólo aumentó su


aprensión.

—No he estado preparada para todo lo que ha pasado hasta ahora —dio un
encogimiento de hombros de derrota—. ¿Puede ser peor conocer mi futuro? Prefiero
estar preparada. Odio no saber. Estoy cansada de tener miedo todo el tiempo.

Asintió con calma.

—Muy bien, te lo mostraré.

Aradif barrió su mano. Los temblores ondularon en el aire cuando las dunas
cambiaron de forma y los colosales aros de la Fortaleza, semienterrados en la arena,
aparecieron a la vista. Los titanes difuntos de Kaliena se alzaban dentro de los aros
como inútiles esculturas de hierro que un día serían desgastadas por las arenas del
tiempo. La Fortaleza flotaba en el centro de todo, justo por encima de la arena como
una joya plateada. Una joya diseñada para perdurar milenios y milenios.

Una sangrienta batalla se libró en tierra y flotas de naves aéreas cubrían el


cielo. Fate no había reparado en ellas al principio. Eran mucho más pequeñas en
comparación con la gigantesca estructura. Había tantos ejércitos como en la guerra
contra Kaliena, pero esta vez luchaban entre sí. Era una batalla salvaje y frenética
por la supervivencia.

Una luz blanca y dorada estalló por encima de todo. Más brillante que el sol
que seguramente incineraría a todo ser vivo. Los ejércitos de abajo se acobardaron
cuando el brillo tomó la forma de una mujer gigante con alas de luz pura. Su espada
y su escudo brillaban con poder. Su piel brillaba con el mismo fuego interior. El
resplandor era más intenso en su cintura, y en ese momento, Fate supo que se estaba
viendo a sí misma.

La cara y el cuerpo eran suyos, pero eso era todo lo que quedaba. Su alma había
sido quemada por el poder de Ananke. Fate había dejado de existir, porque si
quedaba una pequeña parte de ella, nunca hubiera podido hacer lo que sucedió
después.

Ananke se abalanzó sobre los ejércitos, y su ardiente espada cortó a miles de


guerreros, hombres y mujeres por igual. El toque de su espada los incendiaba,
consumiéndolos en cuestión de segundos y convirtiendo la arena en cristal. Nubes
oscuras de ceniza y brasas rodaron por el aire, una espesa envoltura de muerte que
se extendía con cada golpe de la espada de Ananke.

Fate se tapó la boca con la mano para amortiguar el grito de horror que le subió
a la garganta. Esto era lo que Finn, Sithias y todos los demás habían temido. Sus
mentiras habían sido para evitar que esto mismo sucediera. No podía haber más
indignación por su parte porque por fin comprendía lo que las palabras y las
descripciones nunca podrían transmitir.

—Para —suplicó ella—. Por favor, para. No puedo mirar más.

—Como quieras —Aradif borró la escena con un movimiento de su brazo y


volvieron las amplias dunas del pacífico desierto.

Fate se sentó en silencio, con los ojos cerrados contra la visión, pero nada podía
borrar esas imágenes de pesadilla. Estaban grabadas en su cerebro.

—Esto no puede suceder —dijo finalmente—. Tiene que haber algo que pueda
hacer para evitar que se haga realidad.

Aradif sacudió la cabeza con tristeza.

—Por desgracia, el miedo que esta visión ha infundido en ti ya está forjando un


camino hacia el mismo destino que deseas evitar.

El terror martilleaba el pecho de Fate. Aunque estuvo a punto de dejar que la


paralizara, luchó contra él. Se negaba a creer que era completamente impotente en
esto.

—No. No dejaré que esto ocurra. Puedo cambiar esto. Tengo las Palabras de la
Creación. Puedo reescribir todo.

La excitación frenética recorrió su organismo y su respiración se convirtió en


un jadeo superficial. Unas gotas de sudor le resbalaban por la frente y le escocían los
ojos mientras miraba el horizonte. Había estado reprimiendo la tentación de utilizar
las Palabras de la Creación para traer de vuelta a Eustace. Todo por miedo a
empeorar la situación. Pero por lo que Aradif le había mostrado, todos estaban
condenados.

—¿Deseas ver lo que el poder de la Palabra hará si el miedo piensa en esta


nueva versión de la historia? —Aradif esperó su respuesta. Su túnica ondeaba con la
brisa, que parecía reservada sólo para él, un respiro del calor agobiante que ella
habría apreciado mucho.
Fate se puso de pie, caminando nerviosamente, su esperanza disminuyendo
ante la presencia de otra visión horripilante. Pero, ¿y si Aradif se equivocaba? ¿Y si
realmente pudiera arreglar todo? Desde luego, no lo haría sola. Conseguiría que
Sithias y Finn, y tal vez incluso Brune y Gerdie, la ayudaran a descubrir todas las
formas posibles de que las cosas se torcieran.

Se tragó el miedo y asintió.

—Sí, enséñame.

Aradif movió esta vez ambos brazos, un gesto que fue como abrir dos pesadas
cortinas. Fate retrocedió un paso cuando abrió el velo entre el tiempo y las
dimensiones, revelando un cielo del color de la sangre, envuelto en niebla ceniza.
Las dunas onduladas habían desaparecido, sustituidas por un lecho plano de arcilla
dura y agrietada que se extendía hacia un horizonte difuminado por el fuego en
todos sus lados.

Los seis aros que rodeaban la Fortaleza estaban rotos, sobresaliendo del lecho
de arcilla como las costillas esqueléticas de una bestia monumental. La Fortaleza
yacía destrozada y esparcida en innumerables pedazos, junto a los titanes
desmembrados de Kaliena. La terrible escena se asemejaba a las estatuas antaño
poderosas que yacían entre los escombros de una civilización olvidada por el tiempo.

La Fortaleza demolida, junto con todos sus preciosos artefactos de magia,


destripó Fate. ¿Era éste el resultado final de la destrucción de Ananke? ¿Cómo es
que el desierto se había convertido en un páramo ardiente? ¿Este mundo infernal
estaba aislado en los desiertos de Shalamoraize? El estómago se le apretó en un nudo
de náuseas. ¿Qué hay de Oldwilde? ¿Se había extendido esta desolación a todos los
reinos mágicos? Le daba asco pensar en aquellos frondosos bosques arrasados,
rodeados por un muro de fuego eterno.

A lo lejos, una forma gigantesca avanzaba, con su forma completa oculta por
las nubes de ceniza. Era una cosa enorme e irreconocible, pero familiar por sus
movimientos depredadores y sus ojos rojos brillantes.

La sangre de Fate se convirtió en hielo en el momento en que la cabeza de lobo


de Farouk emergió a la vista. Tenía un tamaño descomunal, un sabueso infernal
cuyo reino era este desierto. ¿Pero cómo? Después de presenciar el aterrador poder
de Ananke, a Fate le costaba creer que Farouk pudiera triunfar sobre esa clase de
poder.

Pero entonces una figura atravesó la ceniza, un gigantesco guerrero con alas
nocturnas orladas de llamas y una armadura de púas tan negra como la tinta. El
caballero alado descendió hasta una torre montañosa de cráneos humanos para
aterrizar junto a un trono situado en lo más alto, compuesto en su totalidad por
fémures humanos. Fate tragó bilis cuando vio los restos esqueléticos enrollados de
una gran serpiente que adornaba el respaldo del trono en forma de espiral. Le dolió
el corazón al pensar que podría ser Sithias.

Farouk se acercó a la horripilante estructura, con su colmillo a la altura de la


cima del montículo. El caballero se sentó en el trono y se quitó el casco con cuernos.

La garganta de Fate se contrajo y dejó de respirar por completo.

Ella era el caballero oscuro y alado y estaba aliada con Farouk, el asesino de su
padre.

Al no poder respirar, Fate se tambaleó hacia atrás, perdió el equilibrio y cayó


por la duna, la caída fue tan rápida y vertiginosa que se precipitó hasta el fondo. Su
mente estaba adormecida. No podía pensar ni moverse.

Las estrellas cruzaron su visión y tuvo que aspirar conscientemente una


bocanada de aire para no desmayarse. Jadeando, miró al cielo azul, temblando a
pesar del sol que la golpeaba.

Aradif apareció junto a ella, sombreando sus ojos del deslumbrante sol.

—¿Lo ves ahora?

—Sí, lo sé —su voz era un graznido reseco mientras se levantaba para


sentarse—. No entiendo cómo pudo suceder algo así. Nunca formaría parte de la
creación de ese reino infernal. ¡Y yo definitivamente no me pondría del lado de
Farouk!

Su boca se llenó del agrio sabor del odio cuando pronunció su nombre.

—Lo dices basándote en lo que conoces en este tiempo y lugar. Pero el perro
del diablo te persigue con un propósito desconocido, al igual que el deseo de Ananke
de emerger en este mundo como entidad física está más allá de nuestra
comprensión. Podrías pasar mil años reescribiendo lo que una vez fue en lo que
deseas y aun así serías incapaz de predecir ese punto de inflexión, que desencadena
el resultado final que has presenciado hoy aquí. No se puede reorganizar el orden
celestial según nuestros caprichos. Nuestros destinos están escritos en las estrellas,
y siempre lo estarán.

Fate se levantó con dificultad.

—¿Qué estás diciendo? ¿Qué me rinda? ¿Juego terminado?


Aradif la miró con la misma expresión plácida. ¿Cómo podía estar tan
tranquilo por lo que habían visto?

—¿Por qué no estás molesto? —gritó Fate—. ¿No te preocupa que tu desierto
se convierta en ese cementerio? ¿Has visto cuánta gente ha muerto para hacer ese
asqueroso trono?

—Las arenas del desierto albergan más huesos que eso. Aquí somos meros
invitados, independientemente del paisaje.

Fate le miró con incredulidad.

—¿Estás dispuesto a aceptar esto como tu futuro? ¿No tienes ningún deseo de
intentar evitar que se haga realidad?

Aradif negó con la cabeza.

—No tengo que hacer nada. Ya sé que no utilizarás el poder de la Palabra para
reescribir tu historia, no sea que te arriesgues a que tu alma se corrompa y el perro
del diablo suba al poder.

Fate también lo sabía. Estaba más aterrada que nunca de poner la pluma en el
papel.

—¿Y la batalla que vimos? ¿Vas a quedarte de brazos cruzados mientras el


mundo lucha por la Fortaleza, para que al final Ananke te destruya por completo?

—¿Por qué iba a intervenir? Estos son pequeños asuntos humanos, que Ananke
presidirá. Una vez que la batalla termine, me encargaré de que el desierto se trague
la Fortaleza. Sus tentadores secretos y seductores tesoros serán enterrados con otros
innumerables secretos y tesoros antes conocidos por la humanidad.

La rabia se encendió en su interior, un calor bienvenido que ahuyentó el frío


del miedo de sus huesos.

—Finn me dijo que les ayudaste a él y a Sithias. ¿Vas a darles la espalda después
de salvarlos?

—Se salvaron demostrando su valía.

—¿Estás diciendo que no soy digna?

Aradif inclinó la cabeza y la miró de arriba abajo, un gesto sentencioso que a


ella le molestó.

—Tu valor no es importante en esto. No tienes importancia, del mismo modo


que no importa en qué jarra elijo verter el agua que da vida.
Capítulo 2O
Ya hemos hecho esto antes, ¿verdad?

Fate esperó hasta la noche para regresar a la Fortaleza. Después de su


desgarrador encuentro con Aradif, había volado hasta el océano para contemplar las
olas en una playa de arena blanca. La fresca brisa y el relajante sonido del agua no
le habían proporcionado la paz y el descanso que esperaba. Porque las palabras de
Aradif no dejaban de resonar en su cabeza.

No eres importante. No eres importante. No eres importante.

Era la marioneta de Ananke. Siempre lo había sido. Siempre lo será.

Fate aterrizó justo dentro de la escotilla abierta del santuario y echó un vistazo
al interior. Las luces eran tenues y la habitación estaba vacía. Todos se habían ido a
la cama, tal y como ella esperaba. No podía hablar con nadie en ese momento. El
sueño la llamaba. No podía esperar a desmayarse y dejar atrás la agonía. Al menos
por una noche.

Estaba a medio camino de la habitación cuando una voz la sobresaltó,


congelándola en su lugar.

—¿Fate? —era Finn.

Suspirando con fuerza, Fate se giró para verle inclinado hacia delante en uno
de los sillones de lectura arrimados a la sombría pared del fondo del santuario.

—Ahora no, necesito dormir.

Se levantó y se acercó a ella. Sus ojos verdes estaban llenos de la misma


dolorosa derrota que la carcomía por dentro.

—Yo puedo ayudar —su voz era poco más que un suave susurro—. Todo lo que
tienes que hacer es dejarme entrar.

Ella retrocedió, sacudiendo la cabeza.


—No puedo. Tengo que…

—No hay nada que tengas que hacer ahora. Ni conmigo, ni con nadie más —
tomó su mano y ella se derritió bajo su tacto—. No deberías estar sola. No con lo que
sientes.

—No tienes ni idea de cómo me siento.

Finn le golpeó suavemente el esternón.

—Oh, pero yo sí, muchacha. ¿Has olvidado nuestra conexión? Nada ha


cambiado. Sabes que puedo sentir lo que hay dentro de tu corazón como si fuera
mío.

—¿No tienes tu escudo? Pensé que no te gustaba que mis emociones se


mezclaran.

Asintió con la cabeza.

—Sí, la mayor parte del tiempo prefiero ocuparme de mi propia basura y dejar
que tú hagas lo mismo —se llevó la mano a los labios y le besó los dedos—. Como no
puedo volar detrás de ti estos días, no he podido resistirme a ver cómo estabas.

El calor de su aliento y el tacto de su boca le provocaron el más exquisito


cosquilleo en el brazo.

—¿Me dejarás cuidarte esta noche mientras duermes? —preguntó—. Por favor,
no digas que no.

—Sí —se quedó sin aliento cuando se giró y le tiró de la mano. El pulso de Fate
se aceleró mientras caminaban en silencio hasta su suite.

Empujó la puerta y se detuvo al ver a Jessie despatarrada en medio de la cama,


profundamente dormida. Retrocedieron hasta el pasillo y cerraron la puerta en
silencio.

—Tu habitación —susurró.

Sonriendo, Finn le apretó la mano y se apresuraron a bajar por el pasillo hasta


su suite. Cerró la puerta y se apoyó en ella.

—No tengo camisones, pero puedo darte una camiseta.

Ella sonrió tímidamente.

—Con eso bastará.


Finn sacó una camisa del armario, pero ella tomó la que estaba colgada en el
respaldo de una silla y se dirigió al lavabo.

—He estado en el desierto todo el día y necesito seriamente una ducha.

La mirada de Finn se calentó con el deseo mientras cerraba la puerta.


Temblando de excitación, se quitó la ropa manchada de sudor y se metió en el agua
caliente. ¿Qué estaba haciendo? ¿Realmente iba a pasar la noche con Finn?

Cada centímetro de su cuerpo gritaba que sí.

¿Y por qué no? Su firme decisión de mantenerse alejada de él se había


desmoronado ante lo que Aradif le había mostrado. Todas las razones para
mantener su distancia parecían débiles, innecesarias. Su constante dolor por la
pérdida de Eustace nunca desaparecería. Tampoco desaparecería su miedo a un
futuro terrible e ineludible.

Permitirse el consuelo, tal vez incluso el fortalecimiento, era mejor que caer en
un pozo de desesperación. Finn era el único que había sido capaz de lograr esa
hazaña casi imposible.

El agua se cerró en el momento en que salió del grifo en cascada. Cogió una
toalla, se secó y deslizó la camiseta de Finn sobre su cabeza. La tela de algodón olía
a su piel enjabonada con sándalo y ella lo respiró profundamente. El corazón le latía
con fuerza.

Demasiado impaciente para hacer algo con su pelo, excepto peinar los enredos,
se deslizó por la puerta con sus largos y húmedos mechones empapando la camisa
verde musgo.

Finn se quedó con la boca abierta. Su mirada acarició las curvas que se
vislumbraban bajo la camiseta, que estaba suelta y terminaba justo por encima de
sus caderas. Se detuvo en sus piernas desnudas antes de volver a mirar su rostro,
ahora sonrojado.

El calor de su rostro inundó su cuerpo, encendiendo su piel cuando él cruzó la


habitación. Atrapada en el fervor de su mirada, se perdió en la miríada de tonos
verdes de sus iris, desde el verde bosque profundo de los bordes exteriores, hasta el
prado de hierba brillante salpicado de motas doradas alrededor de cada pupila.

El calor de las manos de Finn empapó la fina tela de la camiseta mientras la


acercaba. Sus manos temblaban de pasión. Ella sintió que se estaba conteniendo,
que estaba siendo demasiado suave cuando ella habría preferido un agarre más
fuerte para igualar las olas de excitación que le recorrían el cuerpo.
—Hemos hecho esto antes, ¿verdad? —le susurró al oído mientras él le besaba
el cuello.

—Sí, amor, lo hemos hecho —el tono de su voz vibró contra la piel de ella,
provocando escalofríos placenteros por todas partes.

Finn la cogió en brazos, el deseo en sus ojos era tan feroz que era casi salvaje.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —su voz era un susurro ronco, su
pecho se agitaba con cada respiración—. Dímelo ahora antes de que pasemos el
punto de no retorno.

Fate tragó, con la garganta apretada por el deseo desenfrenado.

—Sí —fue todo lo que pudo decir. Ya no tenía palabras. Todo lo que quería era
entregarse a él, a ellos, juntos.

Finn la llevó hasta la cama y la acostó. Los músculos de su mandíbula se


flexionaron cuando se colocó sobre ella. La mirada de él era tan abrumadora en su
intensidad que ella se sonrojó con otra oleada de calor. Fate apretó el labio inferior
entre los dientes, mirando sus brazos musculosos y sus anchos hombros. Cruzando
los brazos, se levantó la camisa por encima de la cabeza y la tiró al suelo.

Un pequeño grito se atascó en su garganta cuando vio los moretones que


cubrían su torso, la innegable evidencia de su amor por ella. Entristecida, se acercó
para tocar las manchas moradas, pero él la detuvo con un movimiento de cabeza.

—No pienses en eso. Mira más allá y quédate conmigo, amor.

Cuando sus manos se movieron para desabrocharle los pantalones, el corazón


de ella chocó contra su caja torácica, saltándose los latidos hasta que apenas pudo
respirar. Finn se despojó de los bóxers y se subió encima de ella, con la mano
recorriendo suavemente la cresta de su muslo hasta llegar a su cintura.

El destino se arqueó hacia él cuando su boca encontró la suya con avidez y sus
lenguas se encontraron. Él sabía a agua con miel y ella bebió con una sed que sintió
que nunca sería saciada. Se apretó contra él, su cuerpo le dolía desde lo más
profundo para ser uno con él, para experimentar lo que sólo Finn recordaba de la
primera vez que habían hecho el amor. Esta vez no habría olvido. Cada dulce caricia,
cada delicioso beso se grababa en su corazón y en su alma, para que nada ni nadie
lo borrara nunca más.

Finn se levantó para mirarla a los ojos, con una expresión de amor que nunca
le había visto expresar. Acercó su mano a la base de la cabeza de ella y acercó
suavemente su cuello a sus labios. La calidez de su aliento sobre su piel y el cálido
roce de su lengua le provocaron escalofríos de deseo salvaje, encendiendo su sistema
nervioso con tentadoras corrientes de electricidad.

—Ahora —respiró ella—. Te quiero ahora.

El peso del cuerpo de Finn la presionaba mientras se abría a él. El calor de su


cuerpo la empapó hasta que ya no pudo distinguir dónde empezaba ella y dónde
terminaba él. Eran uno, y por primera vez desde que toda la oscuridad había
descendido sobre ella, Fate conoció el cielo puro.

*****

Fate se despertó a la mañana siguiente en los brazos de Finn. Levantó la cabeza


para ver si estaba despierto. Tenía los ojos cerrados y el sonido rítmico de su
respiración indicaba que seguía profundamente dormido. Volvió a apoyar la cabeza
en su pecho y se acurrucó cerca de él, sonriendo con el recuerdo de la noche anterior.

Su sangre bombeaba con un deseo renovado mientras los flashes de sus


relaciones sexuales se repetían en su mente. Nunca se había dejado llevar de esa
manera y Finn había estado más que dispuesto a darle lo que quisiera, cuando lo
quisiera.

Dos puntos de calor ardieron en sus mejillas. No sabía que podía ser tan voraz
en la cama. Apenas habían dormido porque ella simplemente no había sido capaz
de saciarse de él.

Retorciéndose contra él, trató de despertarlo para ver si tenía ganas de más.
Cuando Finn no se movió, suspiró, aunque con mucha más satisfacción que
cualquier frustración que pudiera sentir en ese momento.

—No estarás intentando seducirme de nuevo, ¿verdad?

Fate levantó la cabeza para encontrarlo despierto con una sonrisa somnolienta
pero lobuna en su rostro.

—¿Está funcionando?

Se rió.

—Eres una pequeña zorra malvada —la tiró encima de él—. Dímelo tú.

—No tengo que hacerlo —acariciando su boca contra su cuello, le hizo


cosquillas con la lengua. Finn gimió y empujó contra ella.

Un frenético golpe en la puerta los sobresaltó a ambos.


—¡Finn! —Jessie llamó desde el otro lado—. ¡Abre la puerta, Fate no volvió a
su suite anoche! —ella reanudó su golpeteo.

—Tendrás que responder a eso, amor —Finn se sentó y ajustó cuidadosamente


las mantas sobre su regazo—. Estoy demasiado comprometido en este momento.

Fate se rió mientras alcanzaba su camisa y se retorcía dentro de ella.

—Probablemente sea mejor que tome esto. Jessie ya se va a escandalizar


bastante.

—¡Finn! —gritó Jessie. Cuando Fate abrió la puerta, su amiga tenía el ceño
fruncido y el puño levantado para dar otro golpe—. Uh… —su cara se quedó en
blanco por la sorpresa mientras miraba lo que llevaba Fate.

—Siento no haberme registrado —Fate sonrió tímidamente—. He estado


distraída.

Jessie se tapó la boca con la mano.

—No me digas —su voz era apagada pero su tono era curioso. Agarró a Fate por
el brazo y la sacó al pasillo—. Lo hiciste totalmente, ¿no?

Fate asintió.

—Y no sólo una vez —Jessie jadeó—. ¡Eres traviesa!

—Si esto es lo que es la picardía, me parece bien.

Jessie se quedó mirando con asombro.

—Vaya. Así que han vuelto a estar juntos. Volver a estar juntos en serio.

—Eso parece.

—¿Y ya has superado lo de mentirte?

Las predicciones de Aradif pasaron por la mente de Fate, amortiguando su


sonrisa.

—Después de todo lo que aprendí ayer, entiendo por qué Finn y los demás
mintieron. Yo habría hecho lo mismo

Jessie movió la cabeza hacia arriba y hacia abajo con rigidez.

—Genial. Estoy súper contenta de que hayas solucionado todo.

Fate no estaba tan segura.


—¿De verdad? Porque tu cara no parece feliz. ¿Qué pasa?

Jessie la despidió con un gesto.

—No es nada. Estoy siendo estúpida.

—Dime —presionó Fate—. Si esto te molesta, quiero saberlo.

Bueno, estaba pensando que ahora que has vuelto con Finn, y todo feliz y
tranquilo al respecto, ya no me necesitas cerca para ayudarte a mantener la calma.

—Sí, lo sé.

Jessie parecía escéptica.

—Vamos. No te he visto tan feliz desde... Cielos, no puedo recordar cuándo.

Fate empezaba a preocuparse.

—¿Qué estás diciendo? ¿Estás pensando en volver a casa?

Jessie se encogió de hombros.

—¿Hay alguna razón real para que me quede? Soy pésima en la investigación y
ya no tengo superpoderes. Soy bastante inútil para ti y para todos los demás aquí.

—Eso no es cierto —argumentó Fate—. Hay mucho que hacer aquí.

—¿Cómo qué?

Fate lo pensó, pero se quedó en blanco.

—¿Ves? Sabes que tengo razón.

—No, no la tienes.

Fate tomó la mano de su amiga entre las suyas. Ella quería volver al dichoso
estado en el que se encontraba antes de abrir la puerta, pero Jessie no era la única
que se entrometería. La primera orden del día era tranquilizar a Jessie de su
importancia.

—Te necesito aquí, Jess, ahora más que nunca. Eres la única que recuerda a
Eustace desde hace tanto tiempo como yo —las lágrimas picaron en el fondo de sus
ojos—. Eres mi ancla a él, y la única familia que me queda. No puedo ir al Bosque de
Feldoril sin ti. No tengo ni idea de a qué nos enfrentaremos allí. Lo que sí sé es que
necesitaré a alguien que me acompañe para mantener el rumbo.

El suspiro de Jessie fue de alivio.


—Puedo hacerlo.

Fate abrazó a Jessie, parpadeando hasta que las lágrimas disminuyeron. La


soltó y sonrió a su amiga.

—Supongo que debería vestirme y hacer saber a Finn que la luna de miel ha
terminado.

—Uh, sí. Sólo llevas su camiseta y la suite de Azrael está al final del pasillo. Sé
que es tu ex y todo eso, pero probablemente sea demasiado pronto para restregarle
en la cara el reencuentro.

Las palabras no habían salido de la boca de Jessie cuando Azrael salió de su


suite. Estaba a medio camino cuando se percató de su presencia y se detuvo
bruscamente. Sus ojos se cruzaron con los de Fate. Se estremeció visiblemente al ver
la camiseta de gran tamaño que llevaba, que obviamente no era suya.

Fate quería derretirse en el suelo. Tirando de la parte inferior de la camisa


hacia abajo, hasta donde le llegaba por encima de las piernas desnudas, retrocedió
hasta la puerta y se topó con Finn, que estaba completamente vestido.

—La incomodidad no es suficiente para describir cómo me siento ahora mismo


—murmuró.

—Yo me encargo —dijo Jessie, con la comisura de la boca—. ¡Hola Azrael!


¿Cómo te va? —se dirigió hacia él, aunque su mirada permanecía en Fate y Finn, de
pie en la puerta—. ¿Has dormido bien? ¿No son las camas de aquí las mejores?

Finn se apartó para que Fate pudiera escabullirse en su suite. Cerró la puerta
y la miró con aire de sospecha.

—Tienes la cara más roja que un tazón de cerezas.

—¡Bueno, aquí estoy casi medio desnuda!

Sus labios se curvaron en una sonrisa juguetona. La tensión que había notado
al principio había desaparecido.

—Puedo desnudarte del todo, si quieres —ofreció Finn.

Fate extendió las manos para detenerlo. No podía relajarse en la cama con él
sabiendo que Azrael estaba fuera, en el pasillo.

—¡No! Si volvemos a la cama, estaremos aquí el resto del día.

—Puedo manejar eso.


Fate tomó sus pantalones polvorientos, dando saltos mientras se los subía por
las piernas y se abrochaba la cintura. Se puso la chaqueta manchada de sudor por
encima de la camiseta de Finn y se metió rápidamente los extremos en los
pantalones. Se metió los pies en las botas sucias y se dirigió a la puerta sin atárselas.

Finn la cogió de la mano.

—Vaya, ¿cuál es la prisa?

—Quiero reunir a todo el mundo y averiguar quién va a ir conmigo al bosque


de Feldoril lo antes posible.

Finn se puso rígido.

—Espera, ¿qué está pasando realmente aquí? ¿Se trata de ¿Azrael?

—¿De qué estás hablando? Esto no tiene nada que ver con él. Sabes que lo único
en lo que puedo concentrarme ahora son mis planes para recuperar a Eustace con
vida. Y eso significa hacer un viaje al Bosque de Feldoril. Una vez que tenga a mi
padre de vuelta, estaré lista para enfrentarme a cualquier dimensión infernal en la
que tenga que entrar para acabar con el gran plan de Ananke.

La mandíbula de Finn se tensó mientras la miraba fijamente.

—Fate, no estás siendo sincera conmigo. Se me anudan las tripas por la maraña
de emociones que desprendes. Tenemos que hablar de esto. Sé que aún sientes algo
por Azrael.

—¿Me estás leyendo? —dijo Fate.

—No me he cerrado, porque no creí que lo necesitara. He estado abierto a ti,


en cuerpo y alma, desde anoche.

Fate se mortificó.

—Pues no lo hagas. ¡No tienes derecho a invadir mi intimidad de esa manera!

—Yo... no estaba intentando a propósito...

—No importa. Pon tu escudo, o lo que sea que hagas para mantener mis cosas
separadas de las tuyas.

La boca de Finn se inclinó hacia abajo en una línea de dolor, el equivalente a


una daga en el corazón. De repente se sintió monstruosa y cruel. Una nueva capa de
culpa impulsó a Fate hacia la puerta.

—Iré a convocar la reunión y te veré en el santuario más tarde.


Cerró la puerta antes de que Finn pudiera decir algo más. Afortunadamente,
Jessie había logrado lo que se había propuesto, porque el pasillo estaba vacío. Azrael
no estaba a la vista.

Fate corrió hacia su suite a la velocidad del rayo, como si quisiera dejar atrás
sus revueltas emociones. Pero nada pudo evitar que el maremoto se estrellara en el
momento en que cerró la puerta tras de sí.

Abrumada, se tambaleó en medio de la habitación. ¿Cómo podía pasar de una


noche de absoluto cielo a la pura tortura de ser despedazada de nuevo? Ahogarse en
la agonía de haber perdido a Eustace era una corriente subterránea contra la que
luchaba constantemente. Pero ver la reacción de Azrael al verla de pie fuera de la
habitación de Finn, con su camiseta y nada más, había añadido una nueva
dimensión de confusión y culpabilidad.

Finn la acusó de seguir sintiendo algo por Azrael. ¿Tenía razón en eso?

Fate se quedó mirando el suelo, apretando la mano sobre el pecho y la creciente


agitación que le provocaba su pregunta. Siempre estaría agradecida a Azrael por
haberla salvado en Dunebala, a pesar de lo mucho que se habían odiado al principio.

No podía ignorar el hecho de que Azrael había demostrado su amor —un amor
del que ella lo creía incapaz— y había sufrido voluntariamente la desgracia de
casarse con ella. Incluso había pasado por las pruebas para seguir siendo su marido,
lo que demostraba aún más la profundidad de su compromiso. Si algo sabía de
Azrael era que era un hombre de honor.

¿Cómo se lo había agradecido? Dándole poco o nada de importancia desde el


momento en que había perdido el desafío contra Finn. Peor aún, la única razón por
la que le había pedido que la acompañara era para ser un obstáculo entre ella y Finn.

Hasta aquí esa idea egoístamente ridícula.

Se arrepintió más que nunca de su petición, sobre todo después de haber visto
el dolor en los ojos de Azrael no hace menos de diez minutos. Incluso ahora, la
vergüenza la inundaba como si la hubieran pillado engañando a Azrael.

Pero, ¿cómo podía ser esto? Estar con Finn toda la noche —haciendo el amor,
abrazados, riendo, hablando y haciendo el amor una y otra vez— nunca se había
sentido tan bien. Era innegable que su corazón pertenecía a Finn.

Sin embargo, Azrael poseía una parte de ese precioso inmueble. En cuanto a
cuánto, no lo sabía. Fate tragó en seco. ¿También estaba enamorada de Azrael?
Capítulo 21
Dos terrones de azúcar

Finn golpeó la puerta de la suite de Sithias con una rabia reprimida que ya no
podía contener. El destino que lo había dejado así le había hecho un corte profundo,
un corte que desató una serie de frustraciones con las que había estado viviendo
durante demasiado tiempo.

Sithias abrió la puerta, con los ojos soñolientos, con un pijama sedoso y el pelo
blanco suelto que sobresalía en todas direcciones. Parpadeó ante Finn, sus largas y
flacas piernas se tambaleaban bajo él mientras agarraba el pomo de la puerta para
apoyarse.

—¿Qué hora esssss?

—Es hora de despertarse —Finn lo empujó y entró en la sala de estar.

Sithias cerró la puerta, se acercó a la silla más cercana y se tumbó.

—¿Hay alguna emergencia? ¿Ha convocado Brune una reunión que


desconozco?

Finn se paseó por el suelo.

—No, pero Fate nos convocará a una reunión en cualquier momento.

—¿Ha vuelto? Gracias a Diosssss —el suspiro aliviado de Sithias se convirtió en


un bostezo somnoliento.

—Sí, pero todavía tiene en la cabeza que va a ir al Bosque de Feldoril a cazar


ese maldito unicornio. Si es que existe —Finn se rió burlonamente—. Ella también
podría estar cazando el conejo de pascua.

Sithias se metió la barbilla en el cuello, tirando de su puntiaguda barbilla con


el ceño fruncido y preocupado.
—¿Crees que podemos convencerla de que nuestra primera prioridad es
encontrar la Llave de Dantalion? ¿No entiende que es la única manera de quitarle el
corsé a Hippolyta y, a su vez, asegurar que Ananke no pueda emerger?

—Ella lo entiende, pero ya conoces a Fate. Una vez que se ha decidido por algo,
no puede cambiar de opinión. Ahora mismo cree que recuperar a Eustace la
mantendrá lo suficientemente calmada para afrontar lo que sigue con la búsqueda
de la llave.

—Hmm, cuando lo pones así, creo que tengo que estar de acuerdo con ella.
Después de todo, ser testigo del trágico asesinato de Eustace fue lo que la
desestabilizó y abrió la puerta a Ananke.

Sithias dio una palmada y su mayordomo de cámara entró en la habitación.

—Dos tazas de café fuerte, por favor—señaló la silla frente a él—. Ven, siéntate
conmigo.

Finn redujo su frenético paso, pero sus nervios estaban demasiado al límite
como para sentarse todavía.

—¿Qué mássss te está molestando, señor? —preguntó Sithias.

—Nada más que estar preocupado por Fate. Como siempre —él murmuró la
última parte.

El mayordomo bot apareció con una bandeja y la puso en la mesa frente a


Sithias.

—Mis habituales dos terrones de azúcar y una porción de crema —el bot hizo
lo que se le indicó y le entregó la taza de café bien caliente. Sithias tomó un sorbo,
sorbiendo con fuerza para no quemarse los labios, y sonrió al tragar—. Perfecto
como siempre, Hodgeworth.

El robot mayordomo inclinó la cabeza en forma de reverencia, y sus circuitos


parpadearon más intensamente durante una fracción de segundo, como si estuviera
satisfecho con el cumplido. Hodgeworth se volvió hacia Finn expectante.

—Negro está bien —Finn se sentó a regañadientes y tomó la taza de café que le
tendió Hodgeworth.

—Gracias, Hodgeworth. Puedes volver al planchado de mi guardarropa —


instruyó Sithias.

—¿Le pusiste nombre a tu robot? —Finn lo observó salir de la habitación.


—¿Claro, todavía no hassss nombrado el tuyo? —Finn se encogió de hombros—
. ¿Por qué iba a hacerlo?

—Porque todo necesita un nombre. Nombrar algo le da espíritu. ¿Por qué crees
que se han dado nombres a los barcos a lo largo de los tiempos? Era para imbuir a
ese barco con el espíritu de la buena fortuna, por supuesto.

—Si es así, este café debe ser el mejor que he probado nunca —Finn tomó un
sorbo de la aromática infusión, sorprendido por el rico sabor a nuez—. No es terrible
—murmuró.

—Un eufemisssssmo, por lo menossss —acercando las manos a su taza, Sithias


miró a Finn a través del vapor que salía de su café—. ¿Cómo estás realmente, señor?
—preguntó tras unos instantes de silencio.

—He estado mejor —los pensamientos de Finn volvieron a la noche anterior.

Su piel cobró vida con el recuerdo de la piel de Fate contra la suya. Ella había
sido tan abierta, tan suave y complaciente. Nunca habían estado tan cerca en todo
el tiempo que pasaron juntos como la noche anterior. Pero que ella cerrara la puerta
de su corazón y lo dejara fuera de nuevo fue como si le arrancaran una tira de su
piel, dejándole una herida cruda y dolorosa.

—¿Cómo es eso?

Finn dejó su café.

—No lo sé. Supongo que se remonta a cuando Kaliena utilizó el Orbe para
desmantelarme. Desde que me rehicieron, he estado perdido. Ya no puedo volar. Ya
no poseo el poder de las runas de la raza anciana, y Tove me odia demasiado como
para volver a entintarlas. Ha sido un infierno vivir con la culpa de haberla
involucrado a ella y a Grysla en la guerra. Tove perdió a su madre y a su hermano
por mi culpa. Y sé que no tengo que decirte lo horrible que ha sido mentirle al
Destino sobre Eustace. En definitiva, me he sentido como un saco de estiércol de
vaca.

Finn suspiró con fuerza.

—Tal vez aún sienta la fuerte paliza que recibí en las pruebas —apretó las
manos en puños mientras estrechaba la mirada hacia Sithias—. A la que me arrojaste
sin ninguna ayuda de tu parte, por cierto —la rabia no expresada se encendió en su
pecho—. ¿En qué estabas pensando? Casi muero, y no sólo una vez.
La repentina explosión de Finn sobresaltó tanto a Sithias que saltó y derramó
su café por la parte delantera del pijama. Graznando de dolor, pidió a Hodgeworth
que trajera una toalla. El mayordomo llegó al trote rápido y lo limpió.

—Gracias, Hodgeworth, ya estoy bien —Sithias envolvió la toalla alrededor de


sus hombros—. No tenía ni idea de que albergaras tantos resentimientos, señor.
Pensé que entendíassss lo que estaba en juego con los juiciosssss. Pero, por favor,
sepa que yo estaba preparado para rescatarte si tenía que hacerlo.

Finn se inclinó hacia delante, clavando los antebrazos en los muslos.

—Me rescaté a mí mismo, en su mayor parte, y una vez por Azrael. Qué
sorpresa fue esa.

—¡Exactamente! Nunca tuve que romper el personaje, porque tú llevabas el


tuyo ahí dentro.

—No ayudas, Sithias.

—¿No lo ves? Si hubiera intervenido en tu favor, Azrael habría ganado los


juicios y posiblemente todo lo que había puesto en marcha como Aradif se habría
puesto en duda. Si me hubieran desenmascarado como impostor, Fate seguiría
casado con Azrael y atado a él por el anillo del alma.

Sithias se dejó caer en la silla.

—Por favor, quiero que sepas que me dolió hacerte pasar por eso, señor, pero
supuse que estaría mucho más enojado conmigo si no hubiera ganado la libertad de
Fate.

El enfado de Finn se enfrió, pero no estaba completamente satisfecho con la


explicación de Sithias.

—¿Se te ocurrió usar tus Palabras de Creación para darme las runas de la raza
er? Incluso la capacidad de volar de nuevo me habría dado lo que necesitaba para
cruzar ese pozo de víboras —Finn se estremeció involuntariamente.

—Sí pensé en eso —Sithias le devolvió la mirada con preocupación—. Lo que


no sabes es que me metí en el templo e investigué las pruebas que los sacerdotes
habían diseñado. Tras traducir los textos con las Palabras de la Creación, descubrí
que las pruebas no eran de fuerza y poder. Como ya sabes, la compasión era la clave
para ganar las tres pruebas y temía que se recurriera por defecto a la fuerza y el poder
si se volvía a dotar de las runas. Una vez que hice ese descubrimiento crucial, supe
que ganarías. Porque ¿quién tiene más compasión que usted, señor? Nadie que yo
conozca. Eres un druida y no puedes evitarlo. Eres de buen corazón hasta los huesos.
Sithias sonrió nerviosamente mientras se preocupaba de juntar las manos.

—¿Podrás perdonarme alguna vez?

Finn se dejó caer de nuevo en la silla.

—Sí, ahora lo veo todo. No me gusta, pero lo entiendo.

—¿Y me perdonas?

—Eso es pedir mucho. Los cortes y los moratones están todavía un poco
frescos. Al menos tengo la satisfacción de saber que tú también tienes unos cuantos
por los azotes que recibiste en las pruebas.

Sithias se revolvió.

—Eh... sobre eso. Me protegí la espalda con la gruesa piel de un armadillo.

—¿Y la sangre?

—Te olvidas de que soy un artista consumado. Todo fue por el espectáculo. Tú
más que nadie deberías saber que nunca podría soportar esa cantidad de dolor.

Finn asintió con gesto adusto.

—Sí, esa debería haber sido mi primera pista. En cualquier caso, estás sobre
aviso, Sithias. He terminado de ser arrastrado a más de sus planes desastrosos.

—¿Tal vez pueda compensarlo? —Sithias contuvo la respiración.

Finn no respondió. Quiso dejar que Sithias sudara durante los siguientes
minutos, pero Hodgeworth rompió el silencio con un mensaje abrupto e inquietante,
pronunciado con la voz de Brune. Sithias chilló y se encogió ante el robot
mayordomo, que se situó sobre ellos con los seis brazos plantados en la cintura,
como solía hacer Brune siempre que se ponía en plan oficial. O se exasperaba, que
era la mayoría de las veces.

—Reunión en el santuario. Diez minutos. No lleguen tarde.

Sithias se apretó el pecho mientras luchaba por recuperar la compostura.

—Intercomunicador apagado, Hodgeworth.

El robot mayordomo retomó su postura normal y se retiró a la otra habitación.

—¿Qué fue eso? —Finn negó con la cabeza.

Sithias se abanicó la cara como si estuviera a punto de desmayarse.


—No es nada. Simplemente me divierte ver a Hodgeworth imitando a quien
sssssea que esté hablando por el intercomunicador. Brune suele ser mi favorito,
junto a Darcy. Pero hoy no —puso una cara de luto—. Hoy, estoy más preocupado
por el perdón. Es decir, el tuyo, y realmente debo saber qué puedo hacer para
enmendarlo.

La ira de Finn se evaporó por completo. No tenía el corazón para castigarlo por
más tiempo.

—Bueno, si estás tan empeñado en ello, hay una cosa que puedes hacer por mí.

Sithias se sentó erguido, ansioso como un perro preparado para un paseo.

—Por favor, dime qué esssss. Haré lo que sea.


Capítulo 22
La Gran Cacería

Fate llegó al santuario ante un grupo que no parecía muy emocionado de estar
reunido alrededor de la mesa. Sin embargo, ella estaba encantada y ansiosa por
empezar a poner en marcha sus planes, colocó sus pergaminos y libros al frente y
levantó la vista, captando la mirada de Azrael. El hecho de estar completamente
vestida con una nueva muda de ropa no la protegía del bochorno y la vergüenza que
la atravesaban. La expresión estoica de él no hizo más que aumentar su sentimiento
de culpa.

Finn se situó en el otro extremo de la mesa, lo más lejos posible de Azrael. Su


pulso se aceleró cuando él le devolvió la mirada. En el momento en que se miraron,
el verde de sus iris brilló.

Hacía meses que no lo veía. Entonces se fijó en las runas de la raza de los
antiguos tatuadas en su sien. El resto estaría en sus brazos y espalda, pero estaban
cubiertas por su camisa de manga larga. La mirada de Fate se dirigió a Tove, a quien
había pedido a Brune que invitara. ¿Había acudido Finn a Tove para que le pintara
las runas en la piel? Los celos ardían en su pecho al recordar la intimidad que había
presenciado entre los dos cuando habían estado juntos en el Bosque de Huesos
Retorcidos.

Su lógica volvió a funcionar, Tove no podía haber pintado esas runas. Eso
habría llevado más de la hora que había pasado desde que salió de la habitación de
Finn. Eso dejaba solo a Sithias como el responsable. A ella le habría gustado ser
quien le devolviera las runas y, desde luego, había tenido la intención de hacerlo, si
no hubiera estado tan atrapada en el torbellino que era su vida.

Jessie le guiñó un ojo y le indicó a Fate que se pusiera a su lado. Gerdie bostezó
y miró a su alrededor con ojos de sueño desde donde se encontraba en un taburete
junto a Brune. Darcy no parecía estar más despierta, seguía con la cabeza en la cama
y sostenía una taza alta de café con la mirada perdida en el espacio y malhumorada.
Su rostro parecía desnudo, sin la habitual capa de maquillaje al estilo gótico.
Fate se arrepintió de repente de haberlos convocado tan temprano,
probablemente habría sido mejor dejar que todos durmieran unas horas más para
que estuvieran espabilados y no un grupo de zombis. Sonrió, esperando despertarlos
con una alegre disposición.

—Hola chicos. Gracias por arrastrarse fuera de la cama a estas horas…

–Hora intempestiva —Darcy dirigió su ceño de disgusto hacia Fate—. ¿Esto no


podía esperar hasta después de la ducha y el desayuno?

—Sí, bueno, supongo que debería haber…

—Ssssiento llegar tarde —dijo Sithias desde la puerta mientras la mantenía


abierta—. Tuve un pequeño problema para preparar los bollos de canela para la
reunión. Pero les alegrará saber que están calientes, suaves, pastosos, y chorreando
mantequilla derretida. Vamos, Hodgeworth.

Un robot de cámara entró con sus seis brazos llenos de bandejas de bollos y
café humeante con opciones de crema y azúcar. La sala se llenó del delicioso aroma
de la canela, la mantequilla y el café cuando el robot colocó las bandejas en el centro
de la mesa sin derramar ni una gota del preciado tónico matutino que todos querían
tomar a la vez.

—Gracias, Sithias —susurró Fate, mientras se apretaba entre ella y Jessie.

—Siempre le cubro la espalda, ssseñorita —sonrió, aunque con nerviosismo.

—Sé que lo haces —un nudo se formó en su garganta, sabiendo que había sido
especialmente dura con su querido amigo—. Debí haberlo sabido antes.

Fue todo lo que pudo decir.

Sithias le dio una palmadita en la mano.

—No digas más.

—¿Podemos seguir con esto? —Darcy dio un mordisco a su bollo de canela, que
no hizo nada por endulzar su agrio carácter.

Fate asintió.

—Como saben, he decidido dar caza al unicornio negro antes de lanzarme a


buscar una llave en el infierno.

Darcy dejó la taza en el suelo con tanta fuerza que el café salpicó los lados.
—Si hay algo inútil aquí es esta búsqueda de unicornios —frunció el ceño hacia
Hodgeworth, que se interpuso para recoger el café derramado—. Te haré saber que
he investigado durante meses sobre todos los reinos del Infierno y cómo entrar en
el reino que tiene la Llave de Dantalion. En comparación con algunos libros de
hechizos específicos que Brune me hizo sacar de la biblioteca con referencia a un
escurridizo unicornio negro que podría ser el ingrediente principal de un hechizo de
resurrección, con énfasis en podría.

Fate contó hasta tres mientras respiraba profundamente dejando que Darcy la
desafiara delante de todos los demás.

—No te preocupes Darcy, tu investigación no se desperdiciará. Tengo toda la


intención de ir en busca de la Llave de Dantalion, pero estoy segura que sabes que
recuperar a mi padre es mi primera preocupación.

Darcy puso ambas manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante.

—Sé qué crees que todo el universo gira a tu alrededor Fate, pero déjame
recordarte que no eres la única que ha perdido a un ser querido. ¿Recuerdas a
Mason, mi novio? ¿O es sólo uno de los muchos agujeros que faltan por llenar en ese
pedazo de queso suizo que llamas cerebro?

—No he olvidado a Mason. Si pudiera deshacer lo que le pasó, lo haría sin


dudarlo —Fate luchó por mantener un tono calmado, pero el calor que se acumulaba
en su interior estaba siendo difícil de contener.

—Muy bien —intervino Brune—. Bajemos un poco el tono. Discutir no nos


llevara a ninguna parte. Nos guste o no, vamos a seguir adelante con el plan de Fate
de enviar un grupo de caza al Bosque de Feldoril. Darcy, eres libre de salir de esta
reunión si lo deseas, y solicitaremos tu ayuda más tarde cuando sea el momento de
recuperar la Llave de Dantalion.

Darcy se llevó la taza a la boca sin apartar los ojos de Fate y dio un largo y
pausado sorbo. Finalmente, dejó la taza en el suelo y con una leve sonrisa en los
labios y un brillo maligno en sus fríos ojos azules, dijo—: Me quedo con una
condición.

Fate abrió la boca para objetar, pero Brune habló primero.

—¿Cuál es?

—Iré a la caza del unicornio negro y a buscar la Llave de Dantalion.

Fate odiaba la idea.


—Eres una investigadora, no un... agente de campo o como quieras llamarte.

—Ya he hecho toda la investigación que había que hacer, y me he cansado de


estar encerrada en la biblioteca. Es hora de estirar las piernas.

—¿Incluso si te cortan las piernas? —preguntó Fate—. Porque eso es lo que


pasará. No tienes habilidades de lucha ni superfuerza. ¿Cómo esperas defenderte?

—Puedo mantenerme en pie.

Ahora sólo estaba siendo arrogante. Y estúpida.

—¿Quieres que continue agregando razones por las que no deberías ir? —
preguntó Fate.

—Soy una bruja de quinta generación, que ha tenido acceso a los grimorios más
poderosos que existen. Y mientras tú has estado fuera en todas tus pequeñas
aventuras, yo he estado estudiando y practicando mi oficio —Darcy le lanzó a Fate
unas comillas de aire condescendiente con sus dedos de uñas negras pulidas.

Fate quería golpear las garras de Darcy contra la mesa, incluso si eso
significaba romperle algunos dedos. Se cruzó de brazos para no hacerlo.

—Entiendo que seas una bruja —sonrió ante el significado personal de la


palabra—. ¿Pero esperas que me crea que eres una bruja con poderes?

—Eso es lo que he dicho.

—¿Así que estás diciendo que puedes lanzar magia y hechizos a las amenazas
con las que inevitablemente nos encontraremos? —Fate reprimió las ganas de reírse
a carcajadas.

—Sí. Y puedo hacer ese hechizo de resurrección que tanto necesitas.

La diversión de Fate se evaporó, sintiéndose de repente como si estuviera


sentada frente a un estafador que jugaba al poker. Era el momento de llamar a la
fanfarrona de Darcy y hacer que pusiera todas las cartas sobre la mesa.

—Bien. Puedes venir, pero primero tenemos que ver pruebas de tus supuestos
poderes.

Le devolvió las comillas al aire a Darcy.

La inquebrantable confianza de Darcy persistió.

—Puedo hacerlo. ¿Alguna petición sobre lo que te gustaría ver?


—No. Dejaré que tú decidas —Fate hizo poco por ocultar una sonrisa de duda.
Darcy era una chica corriente que sólo deseaba tener poderes. Lo único
extraordinario de Darcy era que estaba extremadamente molesta.

—Hmm, ¿qué será? —Darcy miro al techo mientras pensaba en algo. Una
inquietante sonrisa se formó en su rostro mientras enroscaba un mechón de pelo
alrededor de su dedo—. Tengo uno que llamará tu atención —se centró en Fate—.
Considera esto hecho a la medida para ti.

Darcy respiró hondo y empezó a entonar un cántico bajo y jadeante. Las


palabras eran extrañas para los oídos de Fate y por lo que pudo ver el conjuro ni
siquiera incluía el latín habitual que parecía ser común en la mayoría de los hechizos.
En todo caso, sonaba como si Darcy estuviera diciendo un galimatías.

Fate quería estallar en una risa incontrolable, pero su diversión se desvaneció


cuando las palabras de Darcy salieron de su boca en bocanadas de niebla verde. De
hecho, el canto transformó el agudo chirrido de la voz de Darcy en tonos melosos
que eran dulces y melódicos incluso para los oídos de Fate.

Los brumosos zarcillos se enroscaron hacia fuera, ondulando hipnóticamente


hacia cada uno de ellos. Fate parpadeó con sueño bajando sus defensas mientras sus
músculos se relajaban, empezaba a preguntarse por qué había juzgado a Darcy con
tanta dureza. Tal vez no era tan mala después de todo.

Entonces Finn se colocó detrás de Darcy y le rodeó la cintura con los brazos.
Los iris verdes de sus ojos estaban tan iluminados por el deseo que eran casi blancos.

Fate se sobresaltó cuando Finn acarició el cuello de Darcy y recorrió su piel con
la boca. Darcy inclinó la cabeza hacia un lado, permitiéndole un acceso completo.
Dejó escapar un suave gemido y se volvió hacia él, sus labios se encontraron con los
de Finn en un profundo y apasionado beso.

Paralizada momentáneamente por la conmoción Fate los observó, incapaz de


encontrar su voz. Pero a medida que el beso continuaba, los celos estallaron en cada
molécula de su ser. Lanzó uno de sus libros contra la pared, rompiendo el hechizo
con un estruendo y un grito furioso.

Finn se apartó, mirando a Darcy, confundido e indignado.

—¿Qué demonios?

Se limpió la boca.

Darcy le sonrió con una mirada apreciativa que recorría su cuerpo.


—Gracias por ofrecerte, Finn —Dirigió su sonrisa autocomplaciente a Fate—.
Supongo que he captado toda tu atención. ¿Aprobé?

Fate le devolvió la mirada, con el corazón latiendo tan fuerte que apenas podía
recuperar el aliento.

—Ni siquiera sé qué fue eso —se quejó.

—Un hechizo de canto de sirena superpuesto a una invocación de nombre


verdadero —explicó Darcy—. No es que espere que entiendas nada de eso.

Gerdie levantó la mano y dio un salto.

—¡Oh, oh, oh! ¡Lo entiendo! ¡Lo entiendo! Darcy dijo el verdadero nombre de
Finn mientras cantaba el canto de la sirena. No había nada que él pudiera hacer.
Estaba indefenso ante ella.

Fate recordaba muy bien cómo Finn había estado a punto de ahogarse cuando
una sirena lo había llamado al agua. Y nunca olvidaría cómo Mugloth había utilizado
el nombre del espíritu de Finn para controlarlo, esto era culpa suya. Debería haber
reconocido el nombre pronunciado en el encantamiento y haber impedido que
Darcy los pusiera en ridículo a ambos.

—¿Cómo puedes saber que el nombre del espíritu de Finn es Emrys? —Fate no
podía dejar de temblar de ira.

—Sí —gruñó Finn—. A mí también me gustaría saberlo.

Darcy parecía no inmutarse por su indignación.

—Te lo dije, hago mis investigaciones y para que lo sepas he leído todo sobre el
unicornio negro. No es que haya una tonelada de información disponible sobre el
tema. Pero adelante, pregúntame lo que sea.

El calor recorrió el torrente sanguíneo de Fate, ardiendo como un ácido. Darcy


debió de adivinar la falta de investigación de Fate, dados los acontecimientos de los
últimos tiempos. La tentación de taladrar a Darcy con preguntas sobre el unicornio
negro era fuerte, pero no estaba dispuesta a admitir sus defectos.

No ahora.

Le disgustaba aún más que Darcy le colgara esa zanahoria delante de ella.

—Creo que todos estamos de acuerdo en que Darcy está capacitada para unirse
a la partida de caza —Brune observó a Fate con preocupación y advertencia en su
mirada mientras continuaba—. Ella puede realizar el hechizo de resurrección, al
tiempo que se defiende de cualquier peligro que surja. A menos, por supuesto, que
prefieran hacer una votación.

—No, puedes venir con nosotros, Darcy —concedió Fate a regañadientes—.


Pero si vuelves a jugar con nosotros como marionetas, no me contendré.

Darcy asintió con la cabeza mirando su taza de café para escapar de la mirada
enfurecida de Fate.

—Muy bien entonces. Aparte de Darcy, necesito que levanten la mano para
saber quién más se une a la partida de caza.

Finn, Sithias y Jessie fueron los primeros en levantar la mano. Azrael se ofreció
tras unos segundos de duda y Fate le dedicó un rápido e incómodo asentimiento
antes de volverse hacia Tove. Ella había estado observando en silencio desde la
barrera con una expresión ilegible.

—Tove, ¿estarías dispuesta a unirte a nosotros? —preguntó Fate. Para ser


sincera, no le entusiasmaba la idea de tener a la ex de Finn con ella, pero era
innegable que Tove sería un activo para el equipo. Era rápida, fuerte y una excelente
cazadora y luchadora.

Tove cambió su peso de un pie a otro.

—Me inclino por decir que no.

—Oh. ¿Puedo preguntar por qué?

Como Tove no dijo nada, Finn habló—: Tove no lo dirá, pero no quiere ir si eso
significa estar cerca de mí —apretó la mandíbula obviamente dolido por la tensión
entre ellos—. Puedo hacerme a un lado si prefieres tener a Tove en la cacería —
ofreció.

—No, nosotros también te necesitamos —la reacción de Fate había sido


instintiva y su cara se calentó. Miró a Tove—. ¿Hay algo que pueda decir para que
cambies de opinión?

Tove negó con la cabeza.

—Volveré a casa.

Fate asintió.

—¿Cómo piensas llegar hasta allí? —El Bosque de Huesos Retorcidos estaba
muy lejos, en la región más al norte de Oldwilde.

—Rudwor se ofreció a darme transporte cuando regrese a Beldereth.


Brune se aclaró la garganta.

—Lo siento, pero será una larga espera. Rudwor prometió mantener la paz aquí
hasta… bueno, hasta que podamos decidir cómo lidiar con los Serpens.

Recuperó el libro que Fate había lanzado y lo volvió a colocarlo en la pila.

—¿Considerarías unirte a nosotros si después te llevamos al Bosque de Huesos


Retorcidos? —le preguntó Fate a Tove.

El verde de los ojos de Tove se oscureció, señal de la ira que bullía bajo la
superficie.

—Consideraré tu oferta después de saber más.

—Me parece justo —Fate apartó las bandejas con restos de bollos de canela y
café para hacer sitio al mapa. El pergamino era largo y grueso, por lo que fue
necesario colocar tazas vacías en los extremos para evitar que las esquinas se
doblaran sobre sí mismas—. Cómo puedes ver, este es el bosque de Feldoril. Se
extiende a lo largo de toda la costa oriental de Oldwilde y está completamente
deshabitado por los humanos —Fate pasó los dedos por la cadena montañosa del
centro del bosque—. Estas son las Montañas Glor'ner, completamente intransitables
a pie, pero no son un problema para nosotros. Afortunadamente, todavía tenemos
una aeronave y un capitán para pilotarla.

Miró a Azrael y rápidamente dejó de mirar el mapa, señalando para apartar la


atención de todos de su rostro enrojecido.

—Este gran claro de aquí, en la parte costera de las Montañas Glor'ner, es el


Valle de Mornavar —tomó el pergamino más pequeño y lo extendió sobre el mapa
principal—. Este mapa muestra todo lo que hay en el Valle de Mornavar, sus ríos,
cascadas, lagos y la red de cuevas.

Fate acarició la pila de tres libros que había traído a la reunión.

—Si los libros son correctos, este valle está repleto de tesoros invaluables de
magia poderosa. Hace varios miles de años, las legiones de Serpen avanzaron hacia
el bosque en busca del Valle de Mornavar.

—Me imagino que fueron los Serpens —refunfuñó Brune.

Fate asintió con un movimiento de cabeza.

—Se dice que marcharon durante más de noventa días sin llegar siquiera a la
base oriental de las montañas Glor'ner. La travesía estuvo plagada de cinturones de
pantanos sin huellas y de constantes ataques de las bestias del bosque. El viaje de
los Serpens terminó finalmente en una vasta arboleda de enormes robles y al parecer
los soldados se vieron invadidos por una terrible penumbra que enloqueció a la
mayoría de ellos, se volvieron unos contra otros y los que sobrevivieron fueron
masacrados por uno de los suyos, se perdieron o se convirtieron en alimento para
las bestias salvajes. La historia termina ahí, porque ninguno de ellos regresó.

—¿Alguien se ha preguntado alguna vez cómo se registraron esas historias si


supuestamente no hubo sssobrevivientes? —preguntó Sithias.

—Me lo pregunto todo el tiempo —Gerdie puso los ojos en blanco con esa
sonrisa sabia y ladeada que Fate no había visto—. Los libros de la biblioteca están
llenos de historias como esa.

Fate abrió el libro que registraba la historia del bosque.

—Según esto, el antiguo bosque y todos sus misterios han atraído a


exploradores e historiadores por igual. Muchos de ellos nunca regresaron, pero unos
pocos sobrevivieron para relatar sus hallazgos —cerró el libro y apoyó la mano en la
cubierta encuadernada en cuero con el título en relieve en oro descolorido y
astillado—. Eso es todo lo que sé hasta ahora. ¿Quién está interesado en profundizar
en la historia?

—¡Oh, me lo llevo! —se apresuró a decir Sithias.

Fate apiló otro libro sobre el de historia y lo deslizó por la mesa.

Sithias los alcanzó con entusiasmo.

—¿Qué es este segundo?

—Un registro de todas las especies botánicas conocidas en el bosque.

Parecía como si le hubiera tirado un calcetín maloliente a Sithias.

—Ooh, los productos botánicos nunca han sido mi especialidad. Soy terrible
recordando los nombres oficiales de las plantas y soy aún peor para distinguir la
diferencia entre especies sssimilares. Una vez recogí una orquídea silvestre para
Elsina —sonrió con nostalgia—. Diré que le encantan sus orquídeas, y que perfuman
una habitación como ninguna otra flor, excepto cuando esa orquídea es una flor
muerta. Créame, nada mata el ambiente como el olor a carne podrida.

—Tomo nota —Fate miró alrededor de la mesa—. ¿Cualquier otro voluntario?

Darcy le hizo un gesto a Sithias para que le entregara el libro, que hizo resbalar
por la mesa. Ella atrapó el libro antes de que cayera por el borde y sonrió.
—Se puede decir que los productos botánicos son mi taza de té. Es una cosa de
brujas.

El inquietante brillo de los ojos de Darcy hizo que Fate se retorciera por dentro,
pero al no haber más interesados, se vio obligada a aceptar la oferta.

Fate inclinó el último libro sobre su extremo, apretando el grueso lomo con
frustración.

—Por último, pero definitivamente no menos importante, tenemos el Bestiario


del Bosque de Feldoril, sólo he leído sobre el unicornio negro, que no es mucho. Pero
como pueden ver por el tamaño de este gran libro, el bosque está lleno de vida salvaje
mágica y peligrosa. No hay mucho que no sea inofensivo en el Bosque de Feldoril.
De hecho, el libro sugiere que no todas las criaturas son conocidas y están
registradas aquí, así que necesito a alguien que tenga experiencia con las bestias
salvajes para que se encargue de esto.

—Yo lo haré —ofreció Tove—. Sé cómo hablar con los animales.

Fate se quedó mirando sorprendida.

—Impresionante, tenemos nuestro propio Dr. Doolittle.

Tove frunció el ceño, evidentemente no estaba familiarizada con el nombre.

—Pásalo —murmuró Fate mientras le entregaba el pesado libro a Jessie, que


se esforzaba por no reírse a carcajadas.

—Ayudaré a Tove.

Fate se puso rígida al oír la voz de Azrael.

—¿También puedes hablar con los animales? —preguntó, y su pecho se apretó


al pensar que él trabajaría en estrecha colaboración con Tove.

—No —Azrael no sonrió, pero ella notó una chispa de diversión en el


arrugamiento de sus ojos—. Como sabes, estoy bien versado en la lucha contra las
bestias salvajes de Dunebala.

Ella no podía discutir eso.

—Claro. Está decidido entonces. Tú y Tove se encargarán del control de las


bestias—. Fate evitó mirar a Finn, sabiendo que sonaba más optimista de lo que la
conversación requería, un intento poco convincente de compensar una inesperada
punzada de posesividad. ¿Podría superar alguna vez sus inseguridades en lo que
respecta a Tove?
—Sí, está decidido —el tono de Finn estaba impregnado de ira—. ¿Podemos
seguir adelante? —sus ojos habían pasado de un verde brillante a un salvia ahumado
mientras miraba a Jessie—. Todavía hay algunos de nosotros que no tenemos ningún
propósito particular en esta búsqueda.

El filo de su voz le hizo vibrar el corazón y Fate se esforzó por mantener una
expresión impasible.

—Estoy en eso —le aseguró con naturalidad—. Dado que navegaremos por las
montañas Glor'ner evitando así los peligros de atravesar el bosque para llegar al
valle, nuestra principal preocupación serán los Falinorin. Se sabe poco sobre ellos
ya que ningún humano ha llegado hasta Mornavar, todo lo que tengo son referencias
a que son administradores del valle. He encontrado referencias de algunos textos
antiguos que deberían tener más información sobre ellos, pero no he tenido tiempo
de buscarlos.

Fate levantó una hoja de papel en la que había escrito la lista.

—Me gustaría que averiguaras todo lo que puedas sobre ellos. Si estás
dispuesto.

—Puedo encargarme de eso —Finn se acomodó en su silla, con los brazos


cruzados y la mirada fija en el frente.

Fate se sintió terrible por causarle dolor. Nunca debió pedirle a Azrael que
volviera con ellos, independientemente de su valor para el grupo de caza.

Era débil y estaba dividida por la mitad, incapaz de comprometer


completamente su corazón con una persona.

—¿Y yo qué? —preguntó Jessie—. ¿Debo ayudar a Finn?

—No, te estoy pondré a cargo de la parte más importante de esta búsqueda mía
—no pudo resistirse a usar las palabras de Finn. No por despecho, sino porque eso
era realmente lo que era, una búsqueda de primer orden—. Tendrás que trabajar con
Brune en esto, pero transportaremos a Eustace con nosotros y necesito que te
asegures de que su cuerpo llegue a salvo y se mantenga así hasta que Darcy pueda
realizar el hechizo de resurrección.

—Claro... Puedo hacerlo…

Fate esperó a que Jessie dijera algo más. Cuando su amiga permaneció
incómodamente callada, Fate miró a los demás.
—Excelente reunión. Nos iremos mañana a primera hora, así que hagan lo que
tengan que hacer para prepararse.

El éxodo que siguió fue sorprendentemente rápido, dejando a Fate sola y


sintiéndose dolorosamente sola.
Capítulo 23
Buen viaje

—El corazón de una mujer es un instrumento delicado y complejo, muchacho


—Rudwor pasó un brazo fornido por encima de los hombros de Finn mientras
caminaban por el largo pasillo—. Por mucho que creas que has dominado su corazón
hasta que te cante hermosas canciones de amor, es igual de capaz de emitir sonidos
que te harán sangrar los oídos si tocas el acorde equivocado.

—Bueno, no me atrevería a decir que Fate nunca me ha gritado —Finn sonrió


con conocimiento de causa—. No de la forma en que te han gritado muchas de las
doncellas a las que has molestado con tus desplantes. Es más bien que no puedo
seguir el ritmo de lo que siente. Me sorprende constantemente con miles de
emociones que nunca veo venir, todo lo cual puede ocurrir en el transcurso de una
hora o menos. ¿Por qué crees que sea?

Rudwor tiró de su barba trenzada.

—No puedo ayudarte en eso, muchacho. ¿Por qué crees que nunca he tenido
una esposa? No puedo ser rey y que mi cabeza dé vueltas hasta que no pueda pensar
con claridad. Esa no es forma de dirigir un reino.

—Sí, pero ¿no te sientes solo? ¿No preferirías tener a alguien a tu lado que te
ayudara a tomar esas difíciles decisiones? ¿Alguien a quien abrazar cada noche y con
quien compartir tu futuro?

Rudwor sonrió.

—Nunca me sentiré solo mientras tenga el cuerpo suave y cálido de una


muchacha dispuesta en mi cama para evitar que el frío del invierno se cuele en mis
huesos. En cuanto a tomar esas decisiones difíciles, para eso están mis consejeros.
Pero así soy yo. Soy un hombre sencillo con necesidades sencillas.

Se detuvieron frente a la puerta del santuario y Rudwor giró a Finn para


mirarlo.
—Tú, en cambio, estás hecho de una tela totalmente diferente, tela de Fate. Tu
vínculo con ella es más fuerte que la sangre y tu alma fue tallada en su corazón. Ella
es tan parte de ti como tú de ella —Rudwor golpeó con un dedo carnoso el esternón
de Finn—. Y eso es lo que sigues olvidando, Fate está ligada a ti de maneras que ella
aún desconoce. Independientemente de lo que se traiga con ese príncipe del desierto
que tanto te preocupa.

La mochila de Finn se sintió de repente más pesada de lo que debería. Se la


cambió al otro hombro, apretando la correa.

—¿Es mi inseguridad tan obvia?

—Sólo para mí —Rudwor se encogió de hombros—. Y probablemente para


Azrael, somos hombres y tendemos a ser territoriales cuando se trata de nuestras
mujeres. Se han librado guerras por el sexo débil, mientras las mujeres se preguntan
por qué los hombres nos comportamos tan mal —sacudió la cabeza—. No tienen ni
idea de las víctimas indefensas que somos ante su belleza y su tacto suave. Las
necesitamos como el aire que respiramos.

—Nunca se dijeron palabras más verdaderas —coincidió Finn—. Si no hay nada


más, será un viaje interesante. Uno en el que me gustaría que vinieras.

—Ah, me vendría bien una aventura, especialmente sabiendo que Darcy estará
a bordo. Ahora hay una muchacha tentadora que me ha dado la espalda más de una
vez. ¿Puedes creer que ella no tiene interés en esto? —Rudwor agitó las manos sobre
su pecho de barril con una mirada de desconcierto.

—Por su pérdida.

Rudwor asintió.

—Sí, no tiene ni idea de las delicias que ha dejado pasar. Pero eso está bien. He
puesto mis ojos en Brune últimamente, y ella necesita urgentemente mi ayuda, así
que debo quedarme por su bien —su expresión adoptó una mirada lejana—. Ahora
hay una mujer con la que podría considerar una vida después de romper esa
fortaleza de hielo que ha construido a su alrededor, por supuesto.

Finn estuvo a punto de reírse, pero se contuvo al ver que Rudwor hablaba en
serio.

—Bueno, buena suerte con eso, amigo mío. La necesitarás.

Finn atravesó la puerta del santuario con Rudwor detrás, la sala estaba llena
de actividad y la mayor parte del grupo de caza estaba allí, además de Brune y
Gerdie. Media docena de robots iban y venían por la pasarela, cargando la aeronave
de Azrael con suministros, armas y armamento. Finn miró a su alrededor en busca
de Fate, que no estaba a la vista.

Que, por cierto, tampoco estaba Azrael.

Fate no había acudido a su habitación para pasar juntos su última noche en la


Fortaleza, como él esperaba.

¿Había pasado la noche con él?

Finn escudriñó la cubierta del barco, y el ardor en su pecho aumentó cuando


los vio de pie cerca del timón, inmersos en una conversación. Fate iba vestida con el
traje del desierto, suelto a lo largo de las extremidades, pero el chaleco de cuero con
capucha se ceñía a la seductora curva de su cintura. El largo cabello oscuro de Azrael
estaba envuelto en capas de tela de color marfil y llevaba una túnica regia hecha de
una tela ligera. La túnica brillaba en los bordes dependiendo de cómo le diera la luz.
Se adaptaba perfectamente al desierto, aunque Fate parecía haberse adaptado con
bastante facilidad, gracias a su ayuda.

Finn intentó decirse a sí mismo que Fate y Azrael estaban repasando planes,
no intercambiando intimidades. Pero no podía calmarse. Ver sus ojos iluminados
mientras hablaba con Azrael, combinado con su mirada apasionada, era más de lo
que Finn podía soportar.

Respirando profundamente Finn dejó caer sus escudos, permitiendo que su


conciencia tocara ligeramente a Fate. Su esencia, aunque siempre fuerte, lo era más
que nunca, agravada por una ráfaga de emociones salvajes, una fuerza que lo hizo
perder el equilibrio.

Rudwor dio una fuerte palmada en la espalda de Finn, casi haciéndolo caer.

—No lo hagas, muchacho —sostuvo a Finn con firmeza—. Sólo estás


mendigando.

Finn apretó los puños, llamando a sus paredes protectoras de nuevo a su


alrededor.

—Está por todas partes... feliz y triste... emocionada y culpable... queriendo y


no queriendo.

—La muchacha es un desastre —confirmó Rudwor—. Lo mejor es dejar que se


arregle sola, mientras tú haces lo mismo. Lo más importante es que confíes en el
vínculo que los une. Puedo garantizar que Azrael no tiene eso con ella.
—Yo no estaría tan seguro. Solían compartir anillos de alma. Eso tiene que
dejar algún tipo de marca.

—Puede ser, pero no lo mismo que tienes con ella —Finn no estaba convencido.
Su miedo le dominaba.

Fate cruzó la pasarela y atravesó la escotilla abierta. Cuando sus ojos se


encontraron con los de Finn, su expresión despreocupada se convirtió en una
sonrisa cortés.

—Parece que estamos todos aquí.

El aire salió de los pulmones de Finn.

Sithias, Darcy y Jessie dejaron sus cajas sobre la gran mesa. Tove se dio la
vuelta desde donde había estado examinando arcos y apilando una provisión de
flechas.

—Los suministros están empacados, todo lo que queda ahora es lo que hay aquí
—Fate echó un vistazo a las últimas cajas llenas de libros de hechizos y a cuatro
mochilas de aeronauta con botes de combustible extra. Ordenó a los robots que
cargaran los suministros restantes en la aeronave y entró en el santuario para
permitirles el paso.

—Supongo que esto es un adiós por un tiempo. —Fate se agachó para abrazar
a Gerdie.

Ella asintió con tristeza.

—No me importa el tiempo que tardes, siempre y cuando vuelvas.

Fate se enderezó.

—Puedes contar con eso. Y Eustace estará con nosotros también.

La expresión de Gerdie se iluminó.

—¡Sí, estoy deseando volver a verlo! —Brune extendió su mano para estrechar
la de Fate—. Ten cuidado. Te necesito devuelta. Por razones más pragmáticas, por
supuesto.

—Bien —Fate le estrechó la mano, pero luego la sujetó con ambas manos, su
expresión se suavizó—. Gracias por hacer todo esto posible. Eustace va a volver a
nosotros gracias a ti y gracias por cuidar La Fortaleza mientras estamos fuera.

Brune parecía estar a punto de atragantarse, pero se aclaró la garganta con un


gesto cortante.
—Vete. Cuanto antes te vayas, antes volverás. Y no hagas que tenga que ir a
buscarte. No te va a gustar el temperamento que tengo.

—Sí, señora —Fate saludó a su tía abuela con una sonrisa juguetona e hizo un
gesto a los demás para que subieran a la pasarela—. Bien, todos a bordo.

Rudwor empujó a Finn hacia la escotilla.

—Ve a buscar a tu chica, muchacho.

Finn esperó a que los demás subieran a bordo antes de dirigirse a la pasarela.
Se detuvo junto a Fate.

—Amor, tenemos que hablar.

La emoción en sus ojos se desvaneció.

—Más tarde, Finn. Más tarde.

Finn reprimió las ganas de insistir. En su lugar, caminó por la pasarela y dejó
caer su mochila en la cubierta.

Fate le siguió a cubierta, retiró la pasarela y soltó la cuerda del santuario. Hizo
una señal a Azrael, que dirigió la aeronave con un movimiento constante hacia
arriba. Verlos trabajar en tándem con tanta facilidad fue un doloroso recordatorio
de lo unidos que se habían vuelto sin duda durante el tiempo que ella estuvo varada
con el príncipe del desierto.

Finn les dio la espalda y se agarró a la barandilla con una sensación de derrota.
Brune, Gerdie y Rudwor estaban dentro de la escotilla abierta del santuario,
despidiéndose con la mano. Levantó la mano, pero apenas fue un saludo, más bien
un gesto endeble para ocultar su decepción.

Sithias se apresuró a entrar junto a Finn y se inclinó sobre la barandilla,


agitando su largo y flaco brazo de un lado a otro.

—¡Buen viaje! —iba vestido con un traje de caqui color crema y un casco de
safari de paja. Lo único que le faltaba para completar el aspecto de intrépido
explorador de la selva era un monóculo.

Finn se volvió y se apoyó en la barandilla.

—Sabes que eso es lo que se le dice a la persona que se va de viaje, ¿no? No al


revés.
—Sí, pero me gusta cómo suena. Además, podemos usar toda la buena suerte
que podamos conseguir. Aunque sea de la persona que se va —Sithias resopló y se
limpió los ojos llorosos.

—¿Estás llorando?

Sithias asintió tímidamente.

—¿Qué puedo decir? Las despedidas me hacen llorar.

Finn suspiró con desgana.

—¿Qué pasa, señor?

Finn miró a Fate, que estaba de nuevo en el timón hablando con Azrael.

En su rostro se reflejaba un delator rubor que él conocía muy bien.

Sithias siguió su mirada.

—Oh, ya veo —bloqueó la inquietante escena con la cabeza—. No tienes nada


de qué preocuparte. Te lo puedo asegurar.

—No puedes asegurar nada —arremetió Finn.

—Tal vez no en la forma más estricta de la palabra. Pero si hay algo que sé, es
que Fate te ama. No a Azrael.

—Ella también lo ama.

—No, no lo ama.

—Sí, lo hace. ¿Olvidaste que puedo sentir lo que ella siente?

Sithias jadeó.

—No estarás haciendo eso ahora, ¿verdad? Eso se consideraría una grave
invasión de la intimidad —miró por encima del hombro a Fate, que le devolvió la
mirada a Finn con una expresión preocupada—. Aunque hay que reconocer que está
justificado si yo estuviera en tu lugar.

—No, no estoy espiando. Cualquiera con ojos puede ver lo que está pasando —
Finn inclinó la cabeza, frotando la tensión en su cuello—. Además, es demasiado
doloroso saber lo que siente. Ya he terminado de torturarme.

—Para mejor, estoy seguro —Sithias frunció el ceño y negó con la cabeza—. Nos
espera un vuelo de cuatro días hasta el Valle de Mornavar, que para ti se sentirá
como cuatro meses si todo lo que haces es quedarte cavilando Fate.
—¿Esta es tu idea de una conversación para darme ánimo?

—Digo que nos asociemos y estudiemos para mantener tu mente alejada de...
asuntos más volátiles.

Lo último que le apetecía a Finn era enterrar la nariz en un libro, mientras Fate
y Azrael se reencontraban.

—Supongo que una distracción sería lo mejor —admitió finalmente—. No me


dieron precisamente mucho tiempo para hacer los deberes.

—¡Oh! He echado un vistazo a la literatura sobre el Falinorin mientras


empaquetaba los libros de la biblioteca. Un tema fascinante —Sithias se inclinó con
un susurro de lado—. Mucho más interesante que mi tarea. Ya estoy aburrido de la
historia de Feldoril, dado que la mayor parte del bosque es territorio desconocido y
lo que está registrado parece ser una conjetura suelta.

—Recuerdo que te ofreciste con entusiasmo para eso.

—Lo hice, por supuesto. Si hubiera sabido que iba a ser como comer una galleta
rancia, habría aguantado hasta que hubiera sido mucho más sssabroso. Pero, estoy
feliz de hundir mis colmillos en tu tarea.

—¿Colmillos? —la aversión de Finn a las serpientes se mantenía,


independientemente del tiempo que llevaba conociendo a Sithias. Además, tenía el
recuerdo fresco en su mente de Sithias en forma de serpiente gigante, mientras
estaba en Biraktar.

—Un simple lapsus. A veces me olvido de que no estoy vestido de escamas.

—Ese no es el único desliz. El siseo se ha vuelto a colar cada vez más desde
Biraktar.

—Trabajaré para remediarlo —Sithias miró expectante—. A menos que


prefieras que no te ayude.

—Oh, por supuesto, hazlo.

—Bueno, no hay tiempo que perder. Los libros están aquí —Sithias le hizo un
gesto para que le siguiera.

Finn luchó contra la tentación de girar la cabeza hacia Fate y, en su lugar, fijó
su mirada en la parte posterior del casco de Sithias y en los mechones de pelo blanco
que le rozaban su cuello.

Sithias rebuscó entre varias cajas de madera antes de encontrar la que buscaba.
—Ah, sí, aquí essstá. Uy, otro siseo. Lo siento —se sentó en una manta
enrollada y apoyó la espalda en la pared lateral curvada para aprovechar la poca
sombra que había en cubierta.

Finn hizo lo mismo, observando que Jessie, Tove y Darcy habían escapado del
sol abrasador retirándose al casco del barco. Aunque prefería hacer lo mismo, no iba
a dejar a Fate y Azrael solos en cubierta. Sudaría cubos de sal antes de hacerlo.

Sithias hojeó las páginas antes de dar con la que buscaba.

—Aquí está. El Falinorin... Hmm, esto es interesante. El nombre tiene sus


raíces en el Discurso Oscuro. Me pregunto qué es eso.

Finn se inclinó para echar un vistazo, pero no lo reconoció como tal. La Orden
de los Druidas enseñaba sus conocimientos del Discurso Oscuro de forma oral.
Nunca por escrito.

—El Discurso Oscuro es el lenguaje secreto de los druidas. Lo utilizamos para


hablar con las energías elementales y los espíritus.

—Eso es intrigante. ¿El lenguaje está relacionado con las runas de la raza
antigua?

—Tal vez. Ambos idiomas son similares en cuanto a que se conectan con él,
aunque yo diría que las runas de la raza de los antiguos son mucho, mucho más
antiguas. Definitivamente son mucho más poderosas que el Discurso Oscuro.

Sithias asintió con entusiasmo.

—¡Esto es excelente! ¿Te das cuenta de lo que significa?

Finn se encogió de hombros.

—No exactamente. Que entienda el Discurso Oscuro no significa que sepa lo


que significa esa palabra al leerla.

—¿Y si lo hablas tú? —Sithias le entregó el libro.

Finn se quedó mirando la palabra y respiró profundamente. Canalizando toda


su energía en la garganta, como le habían enseñado cuando usaba el Discurso
Oscuro, pronunció el nombre en voz alta. Falinorin. El poder salió de sus labios,
cargando el aire con su potencia. Las imágenes llegaron en forma de destellos de una
raza real, una de luz y otra de oscuridad, y en ese momento supo quiénes y qué eran.

Sithias parpadeó sorprendido.

—¿Qué? —preguntó Finn.


—Tu voz. Era tan fuerte. Increíble —Sithias se frotó los oídos—. Su fuerza me
empujó contra las paredes y sacudió el barco. ¿No sentiste eso?

Antes de que Finn pudiera responder, Fate y Azrael vinieron corriendo. Tove
subió a cubierta, seguida de Jessie. Darcy fue la última en salir, con una sábana que
utilizaba para proteger su piel pálida del sol.

—¿Qué has hecho? —preguntó Azrael. Miraba a Finn como si fuera una
amenaza, con la mano agarrando la empuñadura de su espada. Fate estaba a su lado,
con la cara dibujada por el miedo.

—¿Qué diablos fue eso? —preguntó Darcy—. Ese temblor casi hace caer la caja
de Eustace.

—¡Está bien! —Jessie aseguró a Fate, cuya expresión de miedo se convirtió en


pánico absoluto.

Tove era la única entre ellos que estaba tranquila. Estaba detrás de los demás,
pero miraba fijamente a Finn. Había una mirada cómplice en sus ojos.

Finn se puso de pie.

—Perdón por haber causado un revuelo, fue un experimento.

—Por favor, abstente de cualquier otro experimento —Azrael regresó al timón.

—¿Con qué estabas experimentando? —Fate se llevó la mano al pecho mientras


trabajaba para volver a respirar con normalidad.

—Estábamos estudiando el... —Sithias miró a su alrededor, nervioso antes de


susurrar—. Falinorin —cuando no pasó nada, palmeó las páginas del libro abierto—
. Tal y como pediste.

La mirada de Fate pasó de Sithias a Finn.

—Sigo sin entender lo que ha pasado. ¿Me estoy perdiendo de algo?

Tove dio un paso adelante.

—Finn activó el poder almacenado en el nombre de los antiguos con las runas.
Te mostraré cómo evitar que lo haga de nuevo.

El ceño de Fate se frunció con algo parecido al dolor o la ira, pero no rechazó
la oferta de Tove. Dando la espalda con una rápida mirada a Finn, regresó para
reunirse con Azrael.

Darcy abanicó la pequeña parte de su cara que asomaba bajo la sábana.


—Bueno, me voy de aquí. Si alguien me necesita, estoy abajo.

Jessie le siguió.

—Yo también. Nos vemos cuando se ponga el sol —Tove se sentó con las
piernas cruzadas junto a Sithias y miró a Finn.

—Siéntate.

Él volvió a sentarse en la manta enrollada, sorprendido y confundido por su


disposición a ayudar.

Tove agitó las manos garabateando graciosamente las runas en el aire mientras
hablaba la antigua lengua de la raza de los antiguos.

—Has olvidado cómo hablar de la forma en que te enseñó mi madre. Las runas
fueron un regalo que has tomado sin permiso

Sus ojos se oscurecieron, pero sólo durante unos segundos, antes de volver al
verde salvia que siempre le había parecido tan fascinante.

Su reproche llenó a Finn de vergüenza, estaba tan desesperado por recuperar


sus poderes, independientemente de quién se los concediera, que nunca pensó en lo
ofensivo que sería para Tove. Respondió por señas, tartamudeando sobre las
palabras pronunciadas en la lengua de la raza antigua, dándose cuenta de que
realmente había olvidado cómo hablar como le habían enseñado originalmente.

—Yo... dices la verdad, Tove. No tenía... derecho a pedirle a Sithias que me


regresara las runas. Tú eres la única que podía concederme ese regalo por segunda
vez. Por eso, lo siento de verdad.

Ella asintió solemnemente mientras llevaba sus manos hacia su corazón.

—Te perdono —sus ojos se llenaron de tristeza—. Por todo.

Finn estaba atónito. Nunca soñó que escucharía esas palabras de Tove. Se le
llenaron los ojos de lágrimas mientras sonreía y aceptaba su perdón con un gesto
que llevaba sus palabras al corazón. No podía expresar lo mucho que había echado
de menos esa conexión que sólo las runas de la raza de los antiguos podían crear.
Ningún otro lenguaje unía los corazones tan íntimamente. La única excepción era el
lenguaje de hacer el amor.

Tove no sonrió, pero la expresión pétrea que había reservado para él solo
desapareció y hubo una aceptación en sus ojos que él no había visto desde que
habían estado juntos en el Bosque de Huesos Retorcidos.
—Uh, perdón —interrumpió Sithias, con un susurro de disculpa—. Aunque el
lenguaje de signos es algo hermoso de ver, estoy bastante fuera de la conversación
por aquí. Llevo mi transmodulador, pero no parece funcionar para el lenguaje de tu
raza antigua. Me pregunto por qué será.

Sin querer romper el hechizo, Finn mantuvo su mirada en Tove.

—Déjanos un rato, Sithias. Tove y yo tenemos mucho de qué hablar.

—Oh... ciertamente. Estaré abajo cuando estés disponible para mí de nuevo —


Sithias sonó decepcionado, pero se dirigió a la escalera y bajó a la galera.

Los ojos de Tove brillaron, pasando de verdes brillantes a un color salvia


terroso. Finn sonrió aún más. Nunca había sido una persona que ocultara sus
emociones. Tove era un libro abierto y era un placer leerla cuando estaba feliz y
tranquila. Firmó y habló.

—¿Quieres que te explique el error que cometiste al pronunciar el nombre de


Olde?

—Sí.

En sus labios se formó el más mínimo atisbo de sonrisa y Finn agradeció que
Tove le enseñara de nuevo la magia de la tierra.

—El poder de las runas de la raza de los antiguos corre por tus venas, al igual
que en la tierra. Las palabras han perdido su poder con el tiempo, concretamente las
palabras de los humanos. Han cambiado las palabras raíz acortándolas. Al hacer
esto, han cortado el poder Olde. Un humano puede decir el nombre Olde sin
encender la magia. Cuando pronunciaste el nombre Olde con el poder de las runas
de la raza anciana en tu lengua, la magia estalló porque no estabas sosteniendo o
dirigiendo el poder.

Finn asintió.

—Ah, eso tiene sentido. Ahora veo lo que pasó —se inclinó hacia adelante—. Vi
quiénes son. ¿Tú también los viste?

—Sí.

—No tenía ni idea de que existiera una carrera así.

La brisa se levantó, moviendo las hebras de marta de Tove sobre su cara. Finn
los apartó suavemente y sus ojos se iluminaron de un verde ardiente, antes de dejar
caer su mirada apresuradamente hacia las páginas abiertas colocadas entre ellos.
—Este libro nunca nos mostrará lo que ya sabemos sobre los Falinorin.

Tuvo cuidado de firmar el nombre, en lugar de pronunciarlo en voz alta.

—Sí, todo lo que necesitamos saber sobre ellos está en el nombre Olde.

Tove levantó la mirada. Los colores de sus iris habían vuelto a ser salvia, sólo
más oscuro.

—No nos darán la bienvenida.

—No, no lo harán —Finn suspiró—. Sin embargo, no importará. Fate está


preparada para una batalla.

—Entonces lucharán contra nosotros, y probablemente ganarán.


Capítulo 24
Resistiendo a los planes del destino

Fate trató de no mirar a Finn y a Tove haciendo señas y hablando el idioma de


la raza de los antiguos entre sí, pero su mirada se deslizaba continuamente hacia
ellos. Desde su posición, el resto del mundo parecía haberse alejado de ellos.
Dejándolos solos en un lugar privado en el que sólo ellos existían.

El dolor en su pecho aumentó cuando Finn alargó la mano para apartar el


oscuro cabello de Tove con una suave y cariñosa caricia. Tove le devolvió la mirada,
con el deseo iluminando el verde de sus ojos. Su belleza siempre había sido
impresionante, pero su aspecto de otro mundo era mucho más profundo. Tove
desprendía un carácter salvaje tan imprevisible como la propia naturaleza, un
encanto del que Finn se estaba enamorando de nuevo.

Azrael se colocó detrás de Fate, agachando la cabeza para hablarle suavemente


cerca del oído.

—Están cerca. Veo que eso te molesta.

Fate se apartó de la dolorosa visión.

—Estuvieron juntos una vez. Sucedió porque Finn no se acordaba de mí en ese


momento.

Las comisuras de los labios de Azrael se curvaron en una sonrisa inquisitiva.

—Es extraño. ¿No es eso lo que te pasó cuando nos conocimos?

—Hubo circunstancias atenuantes en el caso de Finn. Totalmente diferentes de


por qué perdí la memoria —Fate dejó escapar un suspiro tortuoso—. Sin embargo,
supongo que entiendo tu punto de vista. Parece que Finn y yo tenemos un extraño
patrón cósmico entre nosotros.

—Algunos dirían que tú y Finn no están destinados a estar juntos.

Esto le hizo fruncir el ceño.


—¿Quiénes son exactamente estos misteriosos calumniadores? Veamos,
¿Serías tú uno de ellos?

La diversión de Azrael se desvaneció, aunque su mirada siguió siendo amable.

—Me limito a observar las señales. Los dos tuvieron todos los obstáculos en el
camino. Como si el propio destino los hubiera separado a propósito el uno del otro.
Sin embargo, mientras estaban separados, cada uno encontró a alguien a quien amar
—hizo un barrido con el brazo, señalando a Finn y a Tove, a la aeronave y luego a
Fate, antes de llevarse la mano al pecho—. Ahora estamos todos aquí. Los cuatro,
juntos, resistiendo al plan del destino.

Fue un cambio de tema inesperado que pilló a Fate desprevenida, se las habían
arreglado para mantener sus conversaciones al viaje y a básicos asuntos en cuestión,
independientemente de lo avergonzada que seguía estando por el hecho de que
Azrael la hubiera sorprendido fuera de la habitación de Finn en un estado
comprometido sólo el día anterior. No había podido dejar de sonrojarse en su
presencia por ello.

—No quiero ser cruel aquí, pero ¿realmente necesito recordarte que Finn y yo
estamos juntos? Y me refiero a todas las formas.

El dolor arrebató la calidez de los ojos azules de Azrael.

—No, no necesito recordármelo.

El remordimiento golpeó el corazón de Fate.

—Lo siento. Nunca debí pedirte que volvieras con nosotros. ¿En qué estaba
pensando?

—Sólo tú puedes responder a esa pregunta. Tal vez deberías tomarte el tiempo
para hacerlo —Azrael volvió a su puesto en el timón y desató el volante, agarrando
las asas hasta que el blanco de sus nudillos asomó por su piel.

Fate buscó algo que decir para compensar su grave error y no encontró nada.
Se apartó de la fría expresión de Azrael, sólo para enfrentarse de nuevo a Finn y Tove
hablando su silencioso e íntimo idioma.

Abrumada por un diluvio de emociones que no podía empezar a separar, su


pulso se agitó caóticamente.

—Al diablo con esto —murmuró y se lanzó al cielo despejado, demasiado


dispuesta a volar cerca del sol y dejar que éste la quemara.

*****
El vuelo de Fate no duró mucho. El sol del mediodía en el desierto era
insoportable, lo que la obligó a regresar a la nave al cabo de una hora. Después de
eso, evitó tanto a Finn como a Azrael durante el resto del viaje ocupándose de la
investigación necesaria, que era más que suficiente para llenar las horas de un día.

Desgraciadamente, sólo podía sentarse a leer durante un tiempo antes de


inquietarse y tener que buscar otras tareas para ocupar su tiempo. Si no estaba
discutiendo los detalles del hechizo con Darcy, estaba limpiando los rifles de caza y
afilando las hojas de todas las espadas y dagas del arsenal.

Al cabo de un rato, ya no había nada que hacer. Con este tiempo extra en sus
manos, se sentó junto a la caja que contenía el cuerpo de Eustace, algo que no había
podido hacer cuando Brune le había revelado la verdad por primera vez. Había sido
demasiado doloroso saber que estaba viendo un cascarón vacío flotando dentro de
una nube de magia multidimensional.

Todo eso había cambiado desde entonces. Ahora que estaba en camino a
encontrar el ingrediente clave para llamar a su espíritu de vuelta a su cuerpo, Fate
encontró un gran consuelo al ver el rostro apacible de su padre, porque pronto
abriría los ojos. Su emoción crecía con cada día que pasaba, sabiendo que estaba un
paso más cerca de arreglar su mundo. Todo sería mucho mejor con Eustace allí para
guiarla.

Nada se interpondría en su camino. Su vida amorosa podía esperar.

Por la noche, dormía en una de las camas cerca de las otras chicas. En parte
para vigilar a Tove y asegurarse de que permaneciera en su propia cama, pero sobre
todo para mantener la distancia que había puesto entre ella y Finn.

Lo sorprendió mirando hacia ella más de una vez, y siempre, sus ojos verdes
estaban llenos de más dolor del que ella podía afrontar. Cada vez que se acercaba a
ella, encontraba a alguien a quien llamar y con quien entablar una conversación
informal, una de las pocas ventajas de estar en un barco pequeño.

Por otro lado, Azrael estaba haciendo un buen trabajo manteniendo las
distancias. Si le hablaba, era simplemente para indicarle el rumbo que debía seguir
la aeronave cuando se intercambiaban los turnos al timón. Esos eran los momentos
en los que la pregunta que él había planteado volvía a insistir en ella.

Fate había racionalizado sus razones para pedirle a Azrael que volviera con
ellos más veces de las que podía contar. Pero había algo de verdad en lo que Azrael
había dicho. Su presencia tenía un efecto innegablemente fuerte en ella. No tan
poderoso como el que compartía con Finn, pero estaba ahí de todos modos. Y no era
justo para Finn que ella no pudiera entregarle su corazón por completo.
Un cuerno sonó repentinamente desde la cubierta, haciendo que Fate dejara
de mirar el libro que tenía en blanco. Sithias gritó y dejó caer su libro. Jessie se
despertó de la siesta, somnolienta y desorientada.

Darcy maldijo en voz baja cuando derramó una botella de líquido púrpura que
estaba vertiendo en un cuenco.

—¿Qué demonios ha sido eso? —refunfuñó.

—Azrael debe haber visto tierra —Fate se puso en pie de un salto, volcando la
pila de libros que tenía sobre el colchón. Sin detenerse a recogerlos, se apresuró a
acercarse a la escalera. Habían estado volando sobre el océano durante el último día
y medio y estaba ansiosa por ver los exuberantes bosques verdes de Oldwilde
después de haber estado en los desiertos de Shalamoraize durante tanto tiempo.

El olor a cedro y pino perfumaba el aire húmedo y fresco cuando asomó la


cabeza por encima de la cubierta y subió hasta el final. Cuando Fate vio a Finn y a
Tove asomados a la barandilla, se giró bruscamente y se acercó a Azrael. Se detuvo
junto a él, sin palabras, cuando vio las montañas nevadas en la distancia y el verde
esmeralda de un antiguo bosque tropical que se alzaba en las colinas más bajas a
cada lado de ellas.

Aspiró los olores terrosos y se acercó a mirar el mapa abierto en una tabla junto
al timón. Se encontraban en la lanza más meridional del bosque de Feldoril. El resto
del vuelo consistiría en seguir el espinazo de las montañas de Glor'ner hasta llegar
al valle de Mornavar.

—¿Cuánto falta para que lleguemos?

—Calculo que unas horas después de la puesta de sol —contestó Azrael, con un
tono cortante y práctico.

Ignorando la fuerte punzada que sentía cada vez que chocaba con su frío
exterior, Fate asintió. Debería estar aliviada de que no la presionara más, pero no lo
estaba.

—Reuniré a la tripulación para que podamos repasar toda la investigación y


ultimar nuestros planes.

Jessie, Darcy y Sithias ya estaban en la cima y admiraban la vista. Fate se


acercó a ellos.

—Reúnanse todos —miró fijamente a Finn y a Tove—. Tenemos hasta la puesta


de sol para repasar los últimos hallazgos y grabar en piedra nuestro mejor plan de
acción.
Azrael ató la rueda y se unió al círculo. Finn y Tove se acercaron,
intercambiando una mirada reservada que molestó a Fate. Se puso las manos en las
caderas.

—¿Estoy percibiendo algo malo aquí? —preguntó a Finn—. Has terminado tu


investigación sobre los Falinorin, ¿no es así?

—Sí, por supuesto que sí —Finn le devolvió la mirada desafiante—. ¿Qué crees
que hemos estado haciendo todo este tiempo?

Fate se rió cínicamente.

—¿Cómo voy a saberlo? Estaban acurrucados hablando por señas, y cuando


hablan en voz alta, nadie puede entender lo que dicen.

—Hemos estado hablando la lengua de la raza de los antiguos —Finn apretó la


mandíbula—. Sin embargo, gran parte es en signos.

—Bien —Fate resistió el impulso de usar signos ella misma—. Darcy ya nos ha
informado a todos sobre las plantas que necesita añadir al hechizo. Sithias ha
trazado exactamente dónde tenemos que saltar en paracaídas en el valle. Y Azrael
nos ha puesto al corriente de las criaturas de las que debemos cuidarnos. Todo por
su cuenta, debo añadir, ya que Tove ha estado trabajando exclusivamente contigo
en la investigación del Falinorin. Así que, ¿qué les parece si comparten lo que han
descubierto sobre ellos, suponiendo que puedan apartarse de sus absorbentes
conversaciones?

Finn apretó los labios en una línea apretada y asintió.

—Tove y yo queríamos ser minuciosos en nuestra investigación antes de


compartir lo que hemos descubierto fuera de los libros que nos has proporcionado.

Fate frunció el ceño.

—Explícame cómo es posible que descubras algo sobre los Falinorin fuera de
los libros, sobre todo porque nunca los has visto.

—Como sabes, accidentalmente activé el poder del nombre por las runas de la
raza de los antiguos. Lo que no te dije es que Tove y yo supimos al instante el
significado del nombre y tuvimos visiones. No son lo que los libros nos dicen que
son, por eso me tomé el tiempo de leerlos todos para ver si podía encontrar alguna
similitud con lo que Tove y yo vimos —sacudió la cabeza—. No la encontré. Al menos
nada de verdadera importancia.

A Fate no le gustó la reticencia que percibía en él.


—Admito que he hojeado esos libros. Todo lo que sé es que los Falinorin son
administradores del valle y posiblemente una raza de elfos tímida, escurridiza pero
inofensiva —se había imaginado a gente pequeña, de orejas puntiagudas, con ropas
hechas de hojas, pero decidió guardarse eso para sí misma.

—Son elfos —confirmó Finn—. Son cualquier cosa menos inofensivos.

—Finn no dirá las palabras, así que lo haré yo —Tove miró fijamente a Fate,
con una expresión fría y de alerta—. No podemos entrar en el valle. Si lo hacemos,
tus supuestos administradores nos matarán.

Fate miró fijamente a Tove.

—En primer lugar, esa no es tu decisión. En segundo lugar, todo el mundo en


esta nave es una fuerza a tener en cuenta, de una manera u otra. Así que déjame ser
clara. Vamos a entrar en el valle y obtendremos lo que hemos venido a buscar.

—Finn me dijo que eso es lo que dirías —la mirada de Tove recorrió a Fate con
lo que le pareció lástima—. ¿Estás preparada para ser la culpable de la muerte de
todos tus amigos?

El aire salió de los pulmones de Fate, ya se culpaba de haber perdido a Mason


y a Lincoln, y en última instancia de lo que le había ocurrido a Eustace. El calor
estalló en su núcleo, disparándose por sus venas, estallando brillantemente bajo su
piel.

Sithias se tapó la boca.

—Oh, Dios, ¡va a reventar!

Jessie se precipitó hacia adelante, cerrando los ojos con Fate mientras ella
temblaba de rabia.

—Sigue mirándome —le dijo Jessie—. Respira. Sólo respira, recuerda por qué
estamos aquí. Estamos haciendo esto por Eustace. Nada se va a interponer en el
camino hacia eso.

Fate cerró los ojos, imaginando el momento en que Eustace se despertara y la


rodeara con sus brazos, el lugar más seguro de todo el universo. La paz la invadió.
Respirando profundamente por última vez, Fate abrió los ojos.

—Gracias, Jess —susurró.

Todos los demás se habían retirado al borde más alejado de la cubierta, todos
excepto Finn y Azrael. Ambos estaban junto a Jessie, tensos por la preocupación.
Fate se acercó a la barandilla y se puso de cara al viento, agradeciendo el aire fresco
en su piel. Unos minutos después, se volvió hacia los demás.

—Ya estoy bien. No quise asustarlos a todos.

Darcy puso los ojos en blanco.

—Uh, más bien nos aterrorizó. Realmente necesitas controlarte, chica.

Su ira volvió a brotar, pero Fate la contrarrestó poniendo una sonrisa en su


rostro. Aunque una sonrisa falsa.

—Tal vez no deberías hablar ahora, Darcy.

Darcy abrió la boca, probablemente para decir algo aún más incendiario, pero
Fate la cortó antes de que pudiera pronunciar una palabra.

—Finn y Tove, por favor, cuéntenos todo lo que sepan sobre los Falinorin. Así
podremos proceder con conocimiento de causa —miró a los demás—. ¿Es justo?

Todos, excepto Darcy, asintieron.

Finn le hizo una seña a Tove y siguió con una rápida traducción.

—Yo me encargo de esto.

La única respuesta de Tove fue subirse a la barandilla, ligera como un pájaro.


Su larga melena oscura se agitó con las corrientes de aire mientras se equilibraba
con facilidad y miraba el bosque. Un viejo sentimiento de inferioridad regresó y se
retorció en las entrañas de Fate. Tove llamaba la atención, pronunciara o no una
sola palabra.

—Lo más importante es saber que esta raza de elfos es tan antigua como el
propio bosque —comenzó Finn—. Conocen cada centímetro de la tierra, desde sus
montañas hasta sus ríos y lagos. Sobre todo, están conectados al bosque y a todo lo
que vive en él. Pueden ver a través de los ojos de todas las criaturas, grandes y
pequeñas. Se comunican con las bestias y los árboles de la misma manera que Tove
y yo, porque hablan la lengua de los Antiguos.

A Fate no le gustó lo que estaba escuchando.

—Así que lo que estás diciendo es que no se puede pasar a escondidas por el
valle.

—Si lo que dice Finn es cierto, ya sabrán que estamos aquí —añadió Azrael.
—Sí, eso es exactamente lo que estoy diciendo y se pone peor. Cuidan
celosamente el Valle de Mornavar.

—Entonces cazaremos por la noche, cuando estén durmiendo —insistió Fate—


. Es cuando el unicornio negro sale.

Finn sacudió la cabeza con tristeza.

—Eso no funcionará. Son elfos, pero hay dos razas: los Elrinye y los Darfal. Los
Elrinye viven en la luz del día. Los Darfal viven en la oscuridad de la noche—. Tuvo
cuidado de decir el nombre de cada raza con un tono de voz tranquilo.
Evidentemente, Tove le había enseñado a controlar la fuerza cuando hablaba en voz
alta la lengua de los Antiguos.

—Oh, que alegría. Los guardianes del reloj —Fate caminó—. Eso es un
problema.

—A mí me parece que se acabó el juego —Darcy se encogió de hombros cuando


Fate le frunció el ceño.

—No vamos a dar la vuelta —insistió Fate—. Tendremos que hacer esto... de
forma diferente a como lo planeamos al principio.

—¿Cómo…? —preguntó Sithias.

Fate buscó una respuesta.

—Uh... Bueno, tenemos dos personas aquí que hablan prácticamente el mismo
idioma que los Falinorin —miró a Finn—. Tove y tú tendrán que ser nuestros
embajadores oficiales y preguntarles si nos permiten entrar en el valle.

Finn levantó las cejas sorprendido.

—Realmente no entiendes cómo funcionan las runas de la raza de los antiguos.


No habrá que ocultar nuestras razones para venir al valle, porque las palabras
transmiten nuestras intenciones a través de visiones.

La frustración de Fate se triplicó.

—Entonces supongo que tendremos que arrojarnos a su merced y esperar que


nos den permiso para atrapar al unicornio. Seguro que nos dejarán tomar un solo
pelo de su crin para que podamos…

—Pensé que necesitábamos el…

—Darcy, sé exactamente lo que necesitamos del unicornio negro —Fate miró


fijamente a Darcy, su centro estallando con calor fundido mientras imponía
silenciosamente su voluntad—. Tal vez deberías ir a los libros y refrescar tu
memoria.

Darcy le devolvió la mirada y permaneció sorprendentemente callada.

Tove saltó a la cubierta, aterrizando sin hacer ruido.

—Te prometo que los Falinorin nunca nos darán permiso. Lo mejor es que
demos la vuelta.

Fate se acercó a ella.

—Supongo que estabas demasiado ocupada soñando con el día para escuchar
lo que dije. No vamos a dar la vuelta.

Tove permaneció en silencio, pero se mantuvo firme a pesar del calor que
irradiaba Fate.

Finn se interpuso entre ellas.

—Ya se nos ocurrirá algo —el miedo en sus ojos inquietó a Fate. Tenía miedo
de que ella fuera a herir a Tove.

Fate se sintió como un monstruo. Dolida y enfadada, giró la cabeza, sin querer
enfrentarse a él por más tiempo. El cielo abierto y pacífico la llamaba más que nunca
en ese momento.

—Necesito tiempo para pensar en esto —su respiración se entrecortó en la


garganta mientras ahogaba un sollozo.

—A solas.

Fate se lanzó hacia el cielo, y cada músculo de su cuerpo se tensó para


aumentar su velocidad. Cuando se detuvo y miró hacia abajo, la aeronave era un
pequeño punto en el verde oscuro del bosque que cubría todos los picos y valles.

Volviéndose hacia el sol, cerró los ojos y se empapó de los rayos vitales como
si hubiera vivido en una cueva durante el último año. Resultaba irónico, ya que había
pasado mucho tiempo en el desierto, donde había tenido que esconderse de los
mismos rayos abrasadores.

Fate perdió la noción del tiempo mientras flotaba por encima de sus
problemas. Parecían tan lejanos y deseaba poder quedarse allí hasta que se
resolvieran sin ella. Lamentablemente, ese era el deseo de una niña. Nadie más tenía
el impulso suficiente para encontrar soluciones y tomar las decisiones difíciles. Su
propia cordura dependía de que esto funcionara, porque si fallaba, Eustace se habría
ido de verdad. Para siempre.

Las lágrimas rebosaban en sus ojos. La luz del sol se reflejaba en ellos,
proyectando un prisma de colores sobre su visión. Por primera vez en mucho
tiempo, las dejó caer libremente por sus mejillas sin preocuparse de quién la vería
llorar.

—Fate.

El sonido de la voz de Finn la sobresaltó. Fate perdió toda la concentración en


el vuelo y se dejó caer. Antes de que pudiera enderezarse, él la atrapó entre sus
fuertes brazos. Una sonrisa lenta y fácil se formó en su hermoso rostro.

—Lo siento, amor, no era mi intención darte semejante susto.

La conmoción, la rabia y el alivio se agitaron en su interior, la paz que ansiaba


se hizo añicos en un instante. ¿Cómo era posible que quisiera besarlo y abofetearlo
al mismo tiempo?

La ira se impuso.

—¿Qué parte de, necesito pensar sola, no entendiste?

Fate se apartó de él.

La confusión ahuyentó la sonrisa de sus labios mientras se mantenía en su


sitio.

—Pensé que agradecerías un poco de apoyo. Sé lo destrozada que estás al


pensar que le has fallado a Eustace.

Fate no pudo evitar que le temblara la barbilla mientras luchaba contra otra
oleada de lágrimas.

—No voy a fallar. No puedo.

—Sí, lo sé. Lo sé mejor que nadie aquí —se golpeó el pecho con el puño—. Hay
mucho que puedo evitar, pero no hay manera de hacer que tu dolor no salga por las
rendijas. Es demasiado fuerte.

La comprensión de sus ojos derritió sus defensas. Fate se lanzó contra él,
apoyando la cabeza en su pecho mientras él la acercaba. Los sollozos la sacudieron,
arrancados de lo más profundo de su ser, mientras liberaba la pena y la frustración
que había estado reprimiendo durante demasiado tiempo.
Finn le besó la parte superior de la cabeza, manteniéndola en su abrazo seguro
mientras ella se estremecía con lágrimas que temía que no cesaran.

—No te preocupes, amor. Lo resolveremos. Siempre lo hacemos.

Oírle decir eso la llenó de fuerzas renovadas. Levantó la cabeza para mirarle a
los ojos.

—¿De verdad crees que podemos?

Finn limpió suavemente las lágrimas de sus mejillas húmedas.

—Sinceramente, no tengo ni idea. Pero, ¿cuándo nos ha detenido eso?

—Es cierto —empezó a sonreír, pero las dudas se apoderaron de ella—. Sin
embargo, esta vez se siente diferente. Como si estuviera sola en esto. Sobre todo,
porque parece que soy la única que tiene una motivación real para querer recuperar
a Eustace. Y... Sé que todos me tienen miedo. He visto el terror en sus ojos. En los
tuyos también.

Finn asintió de mala gana.

—Sí, no voy a negar que hay una buena dosis de miedo en nosotros, pero no es
por ti. Es a Ananke a quien tememos.

—No, ellos también me tienen miedo. Empiezo a pensar que los obligué a todos
a venir aquí. Tenían miedo de lo que haría si decían que no.

La diversión bailó en los ojos de Finn mientras sacudía la cabeza.

—No seas tonta jovencita, todos te queremos. Por eso estamos aquí. Queremos
ayudar.

—Darcy no me ama.

—Bueno no, pero aquí me tienes a mí.

Fate se quedó mirando las sombras de las montañas que se extendían por el
paisaje, alargadas por el sol poniente.

—Apostaría una moneda en serio a que Tove tampoco me quiere.

Finn no respondió, pero su silencio lo decía todo.

—Ella todavía te ama.


La mirada preocupada de Finn la asustó y Fate se arrepintió al instante de
haber abierto esa puerta. ¿Estaba a punto de confesar que estaba dividido entre Tove
y ella otra vez? No creía que su corazón pudiera soportar oírle decir eso.

—No puedo hablar por Tove, pero ya no la quiero así —la emoción llenó su
voz—. Tú tienes mi corazón, para siempre.

Fate dejó caer su mirada.

—Pero... Mírense a los dos juntos estos últimos días... la forma en que se
comunican —parpadeando las lágrimas, negó con la cabeza—. Hay una cercanía en
lo que tú y Tove comparten que está más allá de lo que tú y yo hemos tenido.

Finn le inclinó la cara hacia arriba con un suave empujón bajo la barbilla.

—Sí, no voy a negar que las runas de la raza de los antiguos nos conectan a Tove
y a mí de una manera que trasciende todas las formas habituales de comunicación.

Fate intentó apartarse, pero él no la dejó.

—Mírame, Fate —el verde de sus iris se convirtió en un ardiente oro


esmeralda—. Nada de eso se compara con lo que hemos compartido cuando nuestros
cuerpos se han convertido en uno. Íntimo no empieza a describir la unión de
nuestros corazones y almas cuando estamos juntos de esa manera. Lo que tú y yo
tenemos es sagrado. ¿Has olvidado que estamos casados?

El pecho de Fate se estrechó con una tormenta de emociones, un amor


profundamente apasionado y plagado de ambigüedades. Apenas podía respirar.

—Técnicamente, sí. Por cierto, todavía no tengo ningún recuerdo de eso, ni de


la noche de bodas.

—Estamos casados, Fate.

—¿De verdad lo estamos?

—¿Cómo puedes preguntar eso? —la voz de Finn se convirtió en un gruñido


furioso.

Su corazón martilleaba detrás de su esternón.

—Perdí el brazalete de matrimonio que me hiciste.

—No me importa eso. Puedo hacer otro —parecía afectado, como si ella le
hubiera apuñalado en el corazón—. ¿Estás tratando de decir que no piensas en
nosotros como casados?
Cerró los ojos y el rostro de Azrael apareció en su mente. Al abrirlos, retrocedió,
incapaz de responder a la pregunta de Finn.

—No lo haces —dijo Finn con rotundidad, cuando ella permaneció demasiado
tiempo en silencio.

—Finn, no es tan sencillo.

—Lo es para mí —las líneas de dolor se grabaron en las hermosas llanuras de


su rostro. Se dio la vuelta, hundiéndose en la tenue luz del crepúsculo—. Te veré en
el barco.

Fate lo vio marcharse. Si había un momento para detenerlo, era ese. Pero lo
dejó ir, y en ese momento, su corazón se partió en dos.
Capítulo 25
El poder de la noche

El corazón de Finn rugía en sus oídos, ahogando las voces de los demás
mientras discutían los últimos detalles del plan de Fate. Había sido incapaz de
mirarla después de que ella regresara una hora después de haberla dejado. El sonido
de su voz, que volvía a ser la de siempre, lo torturó. Estaba claro que ella había
pasado la última hora urdiendo este nuevo plan, sin pensar en lo que habían dejado
entre ellos.

¿Cómo pudo seguir adelante tan rápida y fácilmente? Había estado tentado a
dejar caer sus escudos y abrirse a lo que ella realmente sentía en su interior.
Sospechaba que su incertidumbre y ambivalencia se centraban en Azrael. Confirmar
eso lo destrozaría por completo.

Finn se acercó a la barandilla arrastrando los pies y apoyó los codos en el borde.
Contempló el bosque, negro y sin rasgos bajo el cielo nocturno. Él y Tove debían
descender cerca del borde del valle y permitir que los elfos de Darfal hicieran el
primer contacto.

Normalmente, una situación así le llenaría de energía nerviosa. Estaba


poniendo literalmente su vida en peligro con la posibilidad de ser asesinado en el
acto. El abatimiento había destruido todo sentido de la autopreservación y la idea
de que lo sacaran de su miseria no lo perturbaba.

Tove puso su mano en el hombro de Finn.

—Estoy lista.

Finn giró la cabeza para mirarla. El carcaj de Tove estaba lleno de flechas y
llevaba una espada y varias dagas. El verde de sus ojos brillaba con la amenaza del
peligro. Estaba dispuesta a jugarse la vida. Apartándose de la barandilla, se enfrentó
a ella.

—Quiero que te quedes atrás hasta que haya hecho el primer contacto con los
Darfal.
—No. Vamos juntos.

Sacudió la cabeza.

—Tove, soy firme con respecto al tema. No puedo pedirte que vuelvas a
arriesgar tu vida.

—Tú no me lo pediste, Fate lo hizo.

Finn exhaló su frustración, lentamente, con rabia.

—Una razón más para no hacer esto.

Tove miró a Fate, que seguía hablando con los demás.

Ella hizo algunos signos y dijo una palabra.

—¿Qué pasó entre ustedes dos?

—No importa —respondió en español.

Tove hizo un gesto con los dedos para que el aire pasara entre ellos.

—Háblame sólo en la lengua de la raza de los antiguos. No uses las palabras de


los humanos. Así es como sobreviviremos allí abajo.

Finn se cruzó de brazos, negándose hacer signos.

—No vas a ir conmigo.

—¿Qué está pasando? —preguntó Fate, sobresaltando a Finn.

Tove levantó una mano.

—Resolviendo una diferencia.

Fate buscó en el rostro de Finn.

—¿Por qué no quieres que Tove vaya contigo?

—Creo que es mejor que vaya yo primero —Finn se tragó el instantáneo


aumento de angustia que sólo con mirarla causó—. No tenemos ni idea de cómo
reaccionarán los Darfal. Al menos, si me pierden, aún tendrán a Tove para
comunicarse con ellos.

El miedo brilló en los ojos de Fate antes de que pudiera bajar la mirada para
ocultarlo. Cuando levantó la mirada hacia Tove, había vuelto a tomar el control. O
tal vez había imaginado lo que había visto.
—¿Estás de acuerdo con él en eso?

—No, no lo sé —respondió Tove.

—Entonces está decidido. Los dos bajarán. ¿Están listos?

—Tan listo como puedo estar cuando me superan dos muchachas obstinadas
—Finn cogió a Tove en brazos. Su respiración se entrecortó mientras lo miraba
sorprendido—. ¿De qué otra forma esperas llegar allí abajo? —le preguntó a Tove.

Fate se aclaró la garganta y levantó una mochila de aeronáutica.

—Con esto. Para eso he venido aquí.

—Estará bien sin ella —Finn se elevó, flotando a unos metros de la cubierta
mientras observaba a Fate. Disfrutó de la expresión de indignación en su rostro,
aunque sabía que no debía hacerlo.

Fate se sonrojó.

—Bájala, Finn —su voz tembló—. ¿Qué pasa si se separan el uno del otro? Tove
necesitará esto para volar de vuelta a la nave.

—Sí, no puedo discutir eso —Finn se dejó caer a cubierta y dejó a Tove en el
suelo. Ella se balanceó y comenzó a inclinarse. Él la agarró por la cintura para
estabilizarla—. Vaya, muchacha. Creo que todavía no tienes las piernas de mar bajo
tu espalda.

Tove asintió sin mirarle. Se quitó el arco y el carcaj para que Fate la ayudara a
atarse la mochila de aeronauta a la espalda. Finn nunca había visto a Tove, o a Fate,
moverse con tanta rigidez.

Fate dio un paso atrás para dejar que Tove terminara de abrochar las correas.

—¿Recuerdas todo lo que te enseñó Brune sobre el vuelo de la mochila


aeronáutica?

—Si —Tove tiró de la última hebilla, comprobando el ajuste, antes de encender


el motor. Las alas metálicas en forma de libélula zumbaron en un movimiento
reluciente y plateado.

Satisfecha, Fate volvió a sus asuntos y se colocó un auricular detrás de la


concha de su oreja.

—Vamos a probar tus comunicaciones.


Finn ya llevaba su audífono, pero Tove aun tanteaba el suyo. Sintiendo la
impaciencia de Fate, él apartó el pelo de Tove y la ayudó a colocarse el delicado
instrumento de metal. Cuando estuvo en su sitio, se elevó en el aire, poniendo al
menos diez metros de distancia entre él y las chicas.

—¿Pueden oírme las dos? —preguntó en voz baja.

—Claro como el agua —respondió Fate.

—Sí —añadió Tove.

Finn se dejó caer y aterrizó junto a ellas.

—Nos vamos entonces —miró fijamente a Fate, deseando más que nada que lo
despidieran con un beso, pero ella no se movió. En todo caso, su expresión se
endureció aún más.

Sithias se apresuró a acercarse, preocupándose de juntar las manos cuando vio


que estaban a punto de partir.

—Apenas puedo creer que la misión comience ahora después de todo ese
estudio—. se abalanzó sobre Finn y le dio un incómodo abrazo—. Ten mucho
cuidado ahí abajo, señor. Los dos.

Jessie se unió a ellos. Azrael y Darcy se quedaron atrás, manteniendo cada uno
su distancia.

—Sí, hay que tener cuidado con los elfos —dijo Jessie con entusiasmo—. Por
todo lo que he leído sobre ellos, son luchadores superiores porque son rápidos como
un rayo y pueden oír cosas a kilómetros de distancia —se tiró de la oreja—. Debido
a los puntos en las orejas. Deben funcionar como antenas o algo así.

—¿Y eso lo sacas de los libros que hemos traído? —preguntó Fate—. Porque
Finn dijo que no había nada en ellos que fuera preciso.

Jessie frunció el ceño.

—Oye, confío en que Tolkein sabía de lo que hablaba —miró a Finn—. Los
Falinorin tenían las orejas puntiagudas en tus visiones, ¿no es así?

—Sí y tienes razón en todo lo demás. Son rápidos y pueden luchar mejor que
cualquier humano.

—¿Ves? —Jessie le dio a Fate una sonrisa de satisfacción—. Siempre supe que
J.R.R. no se inventaba esas cosas. Apostaría todas mis ediciones de coleccionista en
cuero a que viajó a un lugar como este. ¿Crees que vino aquí a Oldwilde? ¡Eso tiene
que ser lo que pasó! Me pregunto dónde viven los hobbits.

—Debo saber todo sobre este personaje de Tolkein. Háblame de él —Sithias le


guiñó un ojo a Finn mientras llevaba a Jessie en dirección contraria.

Finn lo agradeció. Cada vez estaba más tenso. Había mucho más en los
Falinorin que las pocas cosas que Jessie había mencionado. Aunque comprendía a
las dos razas de elfos a un nivel profundamente intrínseco, ese conocimiento no
garantizaba ciertamente su seguridad. Tendrían que andar con cuidado.

—¿Listo? —le preguntó a Tove.

Ella respondió con un giro de los engranajes y se lanzó hacia el cielo negro y
estrellado. Finn dirigió a Fate una última mirada de despedida. Durante un
brevísimo segundo, vio a su dulce muchacha en el suave ablandamiento de su rostro.
En esa pequeña fracción de tiempo pensó que ella correría a sus brazos. Pero la
puerta, ligeramente agrietada, se cerró de golpe.

—Vuelve —Fate enderezó sus hombros—. Los dos.

Aplastado por la decepción, Finn saltó por el borde del barco y persiguió a
Tove.

*****

Aterrizaron donde terminaba la espesura del bosque y comenzaban las amplias


praderas del valle. No había mucha luz bajo la luna creciente. Desde su posición, el
resplandor de la luna incidía en los picos de las colinas cubiertas de hierba, que se
alejaban de ellos en un constante descenso. Un lago oscuro brillaba bajo las estrellas
en el fondo del valle. Más allá del lago y aún más lejos, ardía un fuego.

Finn hizo algunos signos y señaló.

—Esa debe ser la Llama Eterna del Gran Roble.

Tove hizo un gesto golpeando los dedos en el aire.

—Las viviendas de los Elrinye están iluminadas. Están despiertos. Sus poderes
serán débiles sin el sol. Deberíamos ir allí primero.

Tentado a aceptar, Finn firmó una respuesta contraria. Algo le decía que eso
sería un error mortal por su parte.

—¿Por qué no? —preguntó Tove.


—Nos verán como agresores. Es mejor que esperemos a que los Darfal se
presenten.

La luz de la luna rozaba el pliegue asustado de la frente de Tove.

—Son más fuertes de noche. No me gusta lo que he visto de ellos —se puso una
mano sobre el corazón—. Son los que más me asustan.

Finn hizo un gesto de corte con el lateral de la mano.

—Los Darfal son los más hostiles de los dos. Por eso debemos enfrentarnos a
ellos primero.

Tove no discutió, pero él pudo ver cómo luchaba contra su miedo. Sus ojos eran
orbes oscuros, alertas mientras miraba la parte más oscura del bosque detrás de
ellos. Rápidamente se desabrochó las correas de la mochila del aeronauta y la deslizó
bajo unos espesos arbustos. Tove apenas había colocado su carcaj en su sitio cuando
se oyó un crujido en algún lugar de los árboles.

Finn cogió su flauta, dispuesto a transformarla en una espada de viento en el


lapso de unos segundos. Luego lo pensó mejor. Habían venido en son de paz y así
debían presentarse.

Sin embargo, Tove se arrastró hacia el sonido, con el arco tensado y la flecha
clavada. Finn le tendió la mano para calmarla lo suficiente como para que dejara de
apuntar, cuando un escalofriante rugido y un fuerte estruendo resonaron en la
noche. Finn sopló dos notas agudas en su flauta, con todos los músculos tensos en
preparación.

Las sombras se agitaron, velando lo que fuera que se les venía encima. Finn y
Tove retrocedieron hacia la pradera abierta. Una enorme forma salió de entre los
densos árboles y aterrizó a unos metros de distancia. La mayor parte de la figura
estaba oculta en los tonos grises de la noche, pero Finn vio lo suficiente para saber
que se trataba de un gigantesco puma con cuernos. La luz plateada de la luna
centelleaba en sus ojos feroces mientras un profundo gruñido retumbaba en su
garganta. El león, un depredador en la cima de la cadena alimenticia, se deslizó hacia
ellos, con sus músculos ondulando bajo su áspero pelaje.

Tove tiró con fuerza de la cuerda de su arco, preparándose para dejar volar la
flecha. En la fracción de segundo en que soltó los dedos, Finn la empujó hacia un
lado, desviando su puntería. Su mirada furiosa le atravesó como si le hubieran
disparado la flecha perdida. No podía permitirse el lujo de perder su confianza de
nuevo, pero sabía sin duda que matar a la bestia traería la calamidad absoluta sobre
ellos.
Hizo una seña, indicándole que hablara con el león como siempre había hecho
con los animales del Bosque de Huesos Retorcidos. Sus ojos oscuros se abrieron de
par en par con incredulidad, dudando un momento antes de hablar la lengua de la
raza de los antiguos.

Su voz tronó, resonando sobre el bosque mientras salían chispas de su boca.

Finn no había esperado que su reacción fuera tan explosiva. Cuando habían
cazado juntos, ella siempre había hablado con suavidad a los animales de su bosque
natal. Obviamente, el miedo era la raíz del poder que había detrás de sus palabras.

El león se encogió ante el sonido. Bajando su gran cabeza, el león se tumbó en


el suelo en obediencia inmediata a su orden. Tove se acercó a Finn, respirando con
dificultad mientras miraba al león. Él le cogió la mano y la apretó, con la esperanza
de calmarla.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó.

—Esperamos.

—¿Para qué?

Fuertes ráfagas de viento gélido azotaron a su alrededor, de forma repentina y


aterradora. Algo agarró a Finn por detrás, arrancando la mano de Tove de su agarre.
El silencio lo envolvió. Dondequiera que mirara había oscuridad. El bosque y las
estrellas se habían borrado.

Finn luchó contra el agarre que le rodeaba la cintura y los brazos. Incapaz de
levantar su espada de aire, se giró y vio un rostro masculino. No era más que una
mancha plateada que lo aprisionaba en la oscuridad. Invocando las runas de la raza
de los antiguos. Finn pronunció la invocación de Aire para atravesar el vórtice de
oscuridad.

La afilada punta de una espada se clavó dolorosamente en su cuello, cortando


su invocación.

—Silencio.

—La palabra era diferente, hablada en la lengua de los antiguos, pero no había
que confundir el significado.

El pánico corría por las venas de Finn. La oscuridad total le desorientaba y le


impedía pensar. Necesitaba controlar su miedo. Esta oscuridad que se extendía no
formaba parte de las visiones que había visto de los Falinorin. Esto sólo podían ser
los Darfal. Su captor definitivamente estaba recurriendo al poder de la noche.
El plan había funcionado.

No fue fácil, pero Finn dejó de resistirse por completo y permitió que el varón
elfo lo tomara prisionero. Su única esperanza en ese momento era que los Darfal, al
igual que los Elrinye, los escucharan antes de castigarlos por entrar sin autorización.

Miró a su alrededor, esperando vislumbrar a Tove. El velo de sombras que le


rodeaba parecía haberse diluido, ya que una débil fuente de luz penetraba ahora en
el manto. Entrecerrando los ojos para ver la luz colocada en un plano más alto, se
dieron cuenta de que navegaban velozmente hacia ella. Unas gruesas formas en que
parecían una rama atravesaban la luz, que parpadeaba como el fuego.

Esto sólo podía ser la Llama Eterna del Gran Roble.

La luz del fuego se apagó de repente, sumiendo a Finn de nuevo en la


oscuridad. La violenta sensación de los movimientos en círculos hacia abajo le
provocó náuseas instantáneas. Su miedo volvió con toda su fuerza cuando se dio
cuenta de que estaban descendiendo a las profundidades del subsuelo, donde los
Darfal vivían dentro de las raíces del Gran Roble.

Esto era malo. Había esperado ser presentado a los Falinorin en su conjunto
en las ramas superiores, donde los Elrinye vivían y asistían a la Llama Eterna.

Se detuvieron de golpe y los pies de Finn tocaron suelo firme mientras el velo
de sombras se disolvía en cintas de niebla cada vez más finas. El varón elfo retiró su
espada y soltó a Finn. Luchando contra el malestar en las tripas y un cráneo lleno de
mareos, Finn amplió su postura para no caerse. Unos segundos más tarde, recuperó
el equilibrio y miró a su alrededor, esperando plenamente estar encerrado en una
celda.

En su lugar, se encontraba en una gran sala de paredes de tierra tosca


atravesadas por raíces ramificadas que brillaban con polvo plateado. Una luz suave
y difusa emanaba de las propias raíces, la única fuente de iluminación de la vasta
sala. El techo era alto y redondeado como una catedral. Una larga mesa de piedra se
encontraba en el centro, con sillas formadas por elaboradas ramas dobladas y
trenzadas a cada lado.

Al final del gran salón, la reina elfa de los Darfal estaba sentada en un trono
tallado en un sólido bloque de cristal. Toda la corte real estaba presente justo debajo
de su trono. Llegaron más elfos en forma de tortuosos vórtices de vapor negro, que
arrojaron como túnicas de humo desmenuzado. Varios cientos de elfos se alinearon
al final de la sala y a lo largo de las paredes laterales.
Los Darfal eran seres de una belleza oscura. De huesos finos, con ojos rasgados,
pelo de cuervo y una piel que brillaba con un resplandor plateado, como si fuera
besada por la luz de las estrellas. Sus largas orejas se curvaban hacia arriba en forma
de punta, como la gruesa pero delicada flor de una cala. Parecían encarnar la noche,
la luna y las estrellas como nada que Finn hubiera visto antes.

Se volvió hacia su captor, que se había hecho a un lado, sosteniendo aún la daga
que había apretado contra la garganta de Finn. Recordando el apretado e
inquebrantable agarre del elfo, Finn se sorprendió del guerrero. Si comparaba sólo
el peso y los músculos, debería haber sido capaz de vencer al tipo. Sin duda, la fuente
de poder del elfo provenía de la noche, quizá incluso de la noche infinita que
albergaba las estrellas. Si ese era el caso, se trataba de un poder superior al que
podían proporcionar incluso las runas de la raza de los antiguos.

—¿Dónde está mi amiga? —Finn tuvo cuidado de hablar en el idioma de la raza


de los antiguos y con un tono de respeto.

El elfo guerrero le devolvió la mirada, distante y despreocupado. No parecía


mayor de dieciséis años. De hecho, todos eran sorprendentemente jóvenes. El mayor
de ellos parecía tener como mucho unos veinte años. No había ningún anciano a la
vista.

Una ráfaga helada de niebla sombría pasó junto a Finn y se detuvo. El manto
nocturno de una elfa se dividió en zarcillos neblinosos que se diluyeron rápidamente
en el aire. Tenía a Tove agarrada, que luchaba frenéticamente por liberarse. La
mujer la soltó de repente y Tove cayó de rodillas, jadeando, con los ojos desorbitados
por el terror.

Finn se apresuró a ayudarla a levantarse. Tove se agitó a ciegas, rozándole la


barbilla con un puño cerrado. Ignorando el duro golpe, volvió a entrar. Cuando Tove
lo reconoció, se tranquilizó lo suficiente como para ponerse de pie. Se estremeció
visiblemente cuando Finn le hizo una señal.

—Quédate quieta. Pelear no servirá de nada.

—Acérquense.

La orden vino de la reina.

Finn guió a Tove más allá de la larga mesa y de los cientos de elfos presentes.
Cuando rodearon la parte superior de la mesa, los guardias de la reina les impidieron
avanzar.

El vestido oscuro de la reina brillaba con diamantes negros triturados y su


corona era de cuarzo ahumado con capas de piedras lunares. Se comportaba de
forma regia, como una mujer que ejerce su autoridad. Sus ojos, del color de las nubes
de trueno con pupilas felinas, transmitían la sabiduría y la experiencia de siglos. Sin
embargo, parecía tener quince años, y aún lucía la tez de melocotón y crema de una
niña.

—¿Por qué están aquí? —su voz era también la de una niña, pero su tono era
firme, autoritario.

Finn se tragó su nerviosismo.

—Hemos venido a pedir permiso para estar aquí en su valle.

Ella se inclinó hacia delante, sus pupilas en forma de hendidura se agrandaron


hasta convertirse en discos negros mientras le miraba fijamente. A través de él.

—¿Por qué razón?

—El Valle de Mornavar es el único lugar del mundo donde podemos encontrar
los ingredientes para salvar la vida de un amigo.

—¿Qué son esos ingredientes?

—Plantas, sobre todo —el corazón de Finn comenzó a latir con fuerza.

La reina enderezó su columna vertebral, apoyándose en el respaldo de su duro


y brillante trono.

—¿Y?

Finn le devolvió la mirada. ¿Sabía ya la reina la respuesta a su pregunta? ¿Lo


estaba poniendo a prueba para ver si decía toda la verdad? Este era el momento, el
temido momento en el que sus próximas palabras sellarían su destino.
Capítulo 26
Otra mentira descarada

—No es probable que regresen esta noche —Azrael puso su mano sobre el brazo
de Fate y la giró para que dejara de mirar hacia el bosque oscuro—. ¿Cuándo fue la
última vez que comiste? —preguntó.

—No tengo hambre —¿Cómo podría comer sabiendo que la vida de Finn estaba
en peligro de muerte? Sobre todo, porque ella era la responsable de arrojarlo a dicho
peligro.

La culpa y el miedo hicieron nudos en su estómago. No podía deshacerse de su


última conversación. El dolor en los ojos de Finn la perseguía. Si tan solo ella pudiera
haber dicho lo que él quería escuchar. Pero, ¿cómo podría hacerlo, cuando todo lo
que sentía era estar perdida y partida por la mitad?

Finn merecía todo de ella. Ella lo amaba demasiado para fingir lo contrario.

Azrael suspiró.

—Te dejaré en paz si así lo deseas.

Cuando se volvió para irse, ella lo detuvo.

—Por favor, quédate.

Azrael la miró a los ojos, profunda e inquisitivamente.

—¿Por qué quieres que me quede?

Fate bajó la mirada, temerosa de que él viera lo que era mejor no decir. Miró
sus fascinantes ojos azules como el cristal.

—Tu presencia me consuela —admitió, esperando que esta confesión parcial


fuera inofensiva para todos los involucrados.

Él asintió con la más leve sonrisa.


—Este consuelo que buscas debe ser la razón por la que tu anillo del alma
permanece en mi tobillo.

Fate quedó anonada.

—¿Cómo puede ser posible? Pensaba que se había caído al mismo tiempo que
el tuyo salió de mi tobillo.

—No, no lo hizo —Azrael apartó su larga túnica a un lado para revelar el anillo
del alma—. Como puedes ver, todavía estoy muy ligado a ti. Porque lo deseas.

—No lo hago —argumentó ella—. Nunca querría ser tu dueña o hacerte sentir
atado a mí en contra de tu voluntad. Te libero oficialmente —Esperó a que el anillo
del alma cayera, pero no fue así—. ¿Por qué no funcionó?

—Así no es cómo funcionan los anillos del alma. Si tus palabras no se alinean
con tus sentimientos, nada cambiará. Debes desear verdaderamente que sea libre de
ti.

Fate se tragó el rápido latido de su corazón en su garganta.

—Pero lo hago.

Él le pasó un dedo suavemente por un lado de su rostro, enviando un escalofrío


culpable por su espalda.

—Me quedaría contigo incluso sin el vínculo del anillo del alma.

—¿Por qué? —preguntó, sin aliento mientras el aire se detenía entre ellos.

—Porque te entregué mi riqueza, mi posición real, mi protección y mi amor el


día de nuestra boda. Eres mi princesa. Honraré esos regalos que te di hasta el día de
mi muerte.

Fate apenas podía creer que estaba escuchando esto justo después de que Finn
le preguntara si todavía se consideraba casada con él. Los dos no podrían ser más
diferentes el uno del otro, sin embargo, eran exactamente iguales en el compromiso
y los votos que le habían hecho.

Si estaba siendo honesta, era este insondable amor profundo lo que la atraía.
¿Quién no quería ser amado y atesorado? Lamentablemente, los rasgos virtuosos
que cada uno de ellos poseía en igual medida la habían arrojado a un mundo de
confusión y angustia absoluta.

Tenía que dejar de torturarlos, a ellos y a sí misma. Era hora de tomar una
decisión y poner fin a esta miseria.
—Necesitamos hablar.

La voz de Darcy sorprendió a Fate lo suficiente como para hacerla saltar. Azrael
retiró la mano.

—¿Acerca de qué? —Fate se dio la vuelta con el ceño fruncido.

Darcy arqueó una ceja perfectamente delineada mientras miraba a Azrael y


luego a Fate con una sonrisa burlona en sus labios de color rojo vivo.

—Sobre el hechizo. ¿Debo hablar libremente, o prefieres hacerlo en privado?

Fate miró a Azrael y tragó saliva.

—En privado.

—Las dejaré para que hablen —respondió él—. Buenas noches.

Fate esperó a que él bajara debajo de la cubierta.

—Adelante.

—Vaya, vaya, ¿cómo lo haces, Fate?

—¿Hacer qué?

—¿Conseguir dos apuestos galanes como Finn y Azrael estén locos por ti? Para
colmo, se quedan a tu alrededor, aunque los enfrentes entre sí. Realmente debes
compartir tu secreto.

Fate quería borrar la sonrisa de suficiencia de Darcy de una bofetada.

—Solo ve al grano. ¿Hay algún problema con el hechizo?

—Lo habrá, si todo lo que obtenemos del unicornio negro es un 'solo cabello de
su melena'. Lo que realmente necesitamos es su alicornio.

—Me aseguraré de que consigamos el cuerno.

—Oh, entonces le mentiste a Finn y a todos los demás —Darcy fingió


desconcierto—. ¿Por qué mentirías sobre eso, Fate? Honestamente, no entiendo tus
astutas motivaciones.

El pulso de Fate se aceleró con irritación ligada al miedo.

—Creo que lo sabes.

Los ojos azules de Darcy se llenaron de una fingida ingenuidad.


—No es así. Necesito que me lo expliques. A menos que prefieras que lo
mencione...

—Sí, mentí y lo hice para proteger a Finn y Tove. Tienen que creer que esta
búsqueda del unicornio negro es una búsqueda inofensiva. De esa forma, cuando le
digan a los Falinorin por qué hemos venido, será más probable que nos dejen entrar
al valle. Obviamente, tomar el alicornio del unicornio lo matará, y estoy bastante
segura de que los Falinorin estarán en contra de esa parte del plan.

Darcy asintió con satisfacción.

—Gracias por tu honestidad. Tu secreto está a salvo conmigo. Pero... —Aspiró


aire entre los dientes y negó con la cabeza—. Seguro que no querría ser tú cuando
Finn descubra que mentiste. Por otra parte, todo el infierno se desatará cuando
mates al unicornio, y es un misterio a qué te enfrentarás cuando eso suceda.

—Tengo planes de contingencia preparados para cuando llegue ese momento


—Esta, por supuesto, era otra mentira descarada.

—Supongo que uno de esos planes de contingencia es Azrael, ya que las


probabilidades de que pierdas a Finn después de que todo esté dicho y hecho son
altas.

El corazón de Fate martilleó, esta vez con un terror abyecto. ¿Finn le daría la
espalda por esto? No lo culparía si lo hiciera. No después de todo lo que le había
hecho pasar últimamente.

—¿Hemos terminado aquí?

—Seguro —Darcy se acercó a la escalera y lentamente comenzó a descender por


debajo de la cubierta. Se detuvo—. Realmente apesta cuando no obtienes todo lo que
quieres, ¿no?

Cuando Fate no respondió, una sonrisa de suficiencia regresó a los labios


pintados de Darcy mientras descendía hasta perderse de vista.
Capítulo 27
Los Elrinye

—Hemos venido en busca del unicornio negro.

Un silencio inquietante cayó sobre el patio nocturno de los elfos. Finn miró
nerviosamente a Tove. Ella todavía estaba conmocionada por su captura. Nunca la
había visto tan asustada antes, y temía que pudiera arremeter y hacer que toda la
corte cayera sobre ellos.

La reina rompió el incómodo silencio.

—¿Primero entran en nuestro bosque, luego desean entrometerse en nuestro


valle sagrado y tomar sus regalos? —Se puso de pie, una figura alta y ágil bajo la luz
tenue—. Invasores anteriores han muerto por menos.

El pánico recorrió las venas de Finn, una respuesta que hizo que quedarse
quieto fuera un desafío. Solo pelearía si lo obligaban. Fate contaba con él. Regresar
con las manos vacías significaba negarle a Fate la única oportunidad de traer de
vuelta a su padre. Simplemente no podía arriesgarse a sufrir la devastación que eso
provocaría.

La reina descendió lentamente del estrado, sus movimientos tan elegantes y


medidos como una pantera.

—A diferencia de los intrusos de hace mucho tiempo, ustedes continúan vivos


porque hablan la lengua Antigua —Se detuvo en el último escalón para estudiar a
Finn—. Aunque eres de la línea Druida, veo que tus intenciones son honorables.

Finn inhaló, habiendo dejado de respirar durante varios segundos, e inclinó la


cabeza en una leve reverencia.

—Estoy agradecido por su misericordia.

—Eso es todo lo que puedo concederles —respondió—. Pueden irse en paz.

Tove tiró de su brazo cuando no se movió.


—Finn, debemos irnos.

—Vete tú. Yo me quedaré.

Tove negó con la cabeza.

—No estás invitado a quedarte —Miró con temor por encima del hombro a la
reina.

—No seré yo quien le diga a Fate que no puede revivir a su padre —Finn pasó
junto a Tove—. Por favor, permítame quedarme —suplicó a la reina—. Enséñeme
sus costumbres, para que pueda contribuir y cambiar mis esfuerzos por lo que he
venido aquí.

La reina lo miró con interés.

—Para ser humano, eres más decidido que la mayoría.

Uno de los hombres mayores se acercó a ella y susurró. Ella estiró su largo
cuello para escuchar, luego le indicó que se fuera.

—Permitiré que los dos se queden hasta que la luna esté completamente llena.

Finn comenzó a soltar un suspiro de alivio demasiado pronto.

—Solo si los Elrinye están de acuerdo —agregó. La reina hizo un gesto a los
guerreros que habían sido los que los habían capturado y llevado al gran salón—.
Muestren a nuestros huéspedes dónde pueden dormir hasta el amanecer.

Antes de que Finn pudiera agradecerle, la reina y toda su corte se


desvanecieron entre ciclones arremolinados de las sombras más oscuras. Un frío
invernal rugió por todo el pasillo. Finn se abrochó el abrigo y siguió a sus escoltas.

Atravesaron varios pasadizos sinuosos, todos iluminados por las brillantes


raíces del roble gigante. Finn inhaló el olor omnipresente a tierra fértil. Había
echado de menos su profunda conexión con la tierra y la abundancia de vida que
brotaba de ella después de pasar meses en la Fortaleza en lo alto del desierto, árido
y sin vida. No derramaría lágrimas si nunca regresara a los desiertos de
Shalamoraize.

La elfa abrió una puerta grabada con runas similares a las runas de la raza
Antigua. Solo que estas eran mucho más intrincadas. Tove entró rápidamente,
mientras Finn se volvía y hacía señas con ambas manos en su corazón, seguido de
un golpecito en la boca para agradecerles. Los guerreros no devolvieron el gesto
amistoso y se fueron entre ráfagas heladas de niebla negra y agitada.
Siguió a Tove al interior y cerró la puerta. La suite era enorme y estaba
lujosamente llena de cortinas de seda de todos los colores de la noche, desde el ébano
hasta los índigos profundos y los grises suaves y apagados. Alfombras teñidas de
colores oscuros, tejidas con elaborados patrones de estrellas y fases lunares, cubrían
los suelos de tierra.

También había una cama muy grande.

—Puedes quedarte con la cama. Me quedaré en el suelo —anunció Finn,


deseando solo evitar cualquier malentendido incómodo por parte de Tove.

Había estado dando vueltas ansiosamente por la habitación, como si fuera una
prisionera en lugar de una invitada. Tove se detuvo de repente, mirándolo con algo
cercano al odio. No había visto esa mirada desde que perdieron a Grysla y Leif en la
guerra.

—Acordamos no usar el habla humana aquí. Nunca. Nuestras vidas dependen


de ello.

—Estamos solos, Tove. Nadie está escuchando.

—No puedes saber eso —Su terror era más pronunciado que nunca—. Esto
puede ser una prueba. Para ver si somos más humanos de cómo nos presentamos.

Finn agarró una almohada de la cama y la tiró al suelo.

—¿Por qué estás tan nerviosa? Por lo general, estás mucho más tranquila bajo
presión que ahora.

—¡Es por tu culpa! —gritó, en un español6 nada menos que perfecto y con el
acento nórdico que le había transmitido su hermano Leif cuando le enseñó—.
Cambias el plan cuando quieres, como desviar mi flecha del objetivo. Eres
impredecible —Se le llenaron los ojos de lágrimas—. No puedo confiar en ti porque
todo lo que haces es por ella.

—¿Te refieres a Fate?

—¿Quién más? Ella es todo lo que ves.

—Ella es mi esposa —La aguda punzada de duda en el corazón de Finn decía lo


contrario.

6
Original es en inglés
—¿Lo es? —La expresión de Tove magnificó su duda—. No actúa como tu
esposa. He visto cómo mira a Azrael.

El pecho de Finn se contrajo ante sus crueles palabras. Pero Tove decía la
verdad. La energía abandonó sus extremidades y fue todo lo que pudo hacer para
llegar al borde de la cama y sentarse.

La ira y el miedo de Tove se disolvieron mientras se acercaba a él. Sus manos


revolotearon desde su corazón al de él.

—Perdóname —suspiró—. No tenía derecho a ser cruel.

—Solo estás diciendo lo que yo he estado negando —Finn bajó la cabeza—. Le


pregunté a Fate si todavía nos consideraba casados. En lugar de decir lo que sentía,
respondió con su propia pregunta.

—¿Qué preguntó?

—Quería saber si estábamos realmente casados si ella no recordaba los votos y


la noche de bodas —La pena que se acumulaba en su garganta lo hizo ahogarse con
las últimas palabras.

Tove recogió su almohada del suelo y la volvió a colocar sobre la cama. Se


arrastró hasta el medio y apoyó la cabeza en la almohada de satén. Su largo cabello
ébano se extendió sobre el material reluciente mientras abría los brazos.

—Ven, recuéstate conmigo. Debemos dormir. El amanecer llegará en breve.

Finn se subió a la cama, y encontró el abrazo de Tove con el suyo.

La mañana llegó demasiado pronto y, con su rápida llegada, llegó el


reconfortante toque de dedos que pasaban suavemente por el cabello de Finn.
Aturdido por el sueño, sonrió con los ojos aún cerrados y apretó a Fate contra su
cuerpo.

—Oh, eres una descarada. Sabes cómo despertarme —Metió su rostro en la


curva sedosa de su cuello, besando y mordiendo su piel. Ella se apretó contra él con
un leve gemido que no era la voz de Fate.

Los ojos de Finn se abrieron de golpe, sus movimientos rígidos mientras se


apartaba para mirar a Tove. La pasión iluminaba el verde brillante de sus ojos
mientras le sonreía.

—Lo siento, debo haber estado soñando —Finn soltó su cintura y rodó sobre su
espalda, fijando su mirada en el techo—. ¿Alguna idea de la hora que es?
Tove se sentó y pasó las piernas por el borde de la cama.

—Amanecer.

Finn examinó la habitación tenuemente iluminada. Las raíces relucientes que


recorrían las paredes de tierra del dormitorio estaban un poco más brillantes,
aunque no mucho.

—¿Cómo puedes saberlo?

Tove se puso de pie y se ajustó la ropa con la que había dormido.

—La tierra me despierta cuando sale el sol.

—¿Cómo funciona?

—Crecí en una cueva con un árbol troll como madre —Su voz era aguda
mientras recogía su arco y su carcaj—. No sé cómo funciona. Así ha sido siempre
para mí —intentó explicar en un tono más suave.

El sonido de la puerta deslizándose sobre el suelo de tierra hizo que ambos se


pusieran firmes.

—Justo a tiempo —murmuró Finn.

Con un gesto de su mano en el aire, Tove le lanzó una mirada de advertencia.

—¡No habla humana!

Él asintió con la cabeza mientras los guardias designados aparecían afuera en


el pasillo, haciéndoles un gesto frío para que salieran. Finn y Tove los siguieron a
regañadientes a través de los pasillos redondeados, que poco a poco cambiaron a
una pendiente ascendente.

Pasando su mano a lo largo de las paredes, Finn se conectó con la tierra,


empujando su oscura vista profundamente dentro de la red subterránea. Las raíces
del Gran Roble se extendían por millas bajo la tierra, una vasta red que sangraba
más allá de sí misma hacia todos los árboles del Bosque Feldoril.

Un zumbido incesante atrajo su conciencia hacia el centro, donde el latido del


corazón del roble irradiaba un poder demasiado cegador para mirarlo. Finn se retiró
de inmediato, obligado a usar las paredes para estabilizarse. El Gran Roble era de
hecho el corazón y el cerebro del bosque, una conexión de la que los Falinorin eran
una parte integral.

Llegaron a muchas bifurcaciones en los pasillos, todas en diferentes


direcciones. Cada una estaba marcada con grandes pilares de cristal grabados con
las mismas runas desconocidas. Sin sus guías, él y Tove estarían perdidos en este
laberinto subterráneo. Posiblemente para siempre.

El aire fresco entraba por delante, una señal bienvenida de que habían llegado
a la superficie. La luz difusa emanaba de una abertura en la distancia. Cuando por
fin llegaron al final del pasillo, sus escoltas los condujeron a través de un arco y Finn
salió al nuevo día.

El cielo era de un gris oscuro en el oeste, mientras que el sol brillaba en el este
detrás de la línea irregular de árboles, iluminando nubes distantes con brillantes
bordes anaranjados. Entraron en un camino de ramas elegantemente entrelazadas,
que giraban en espiral alrededor de la base del colosal roble.

Finn tuvo que inclinarse hacia atrás para contemplar la gran altura del árbol y
el enorme dosel que bloqueaba al cielo. La inmensidad del árbol era asombrosa. Era
al menos cuatro veces más grande que el Abuelo Oak en Innith Tine.

Tove dejó escapar un pequeño grito ahogado mientras miraba el árbol.

Siguieron a los guardias en una subida a lo largo de una escalera de caracol que
serpenteaba alrededor del tronco. Finn podría salvarles la larga y extenuante
caminata que les esperaba agarrando a Tove y volando hasta la cima. Dadas las
circunstancias, obviamente eso estaba fuera de discusión.

Afortunadamente, el arduo viaje fue interesante. A medida que llegaban más


alto, pasaron frente a viviendas del tamaño de mansiones, hechas enteramente de
ramas tejidas muy juntas en intrincados patrones trenzados similares a los nudos
celtas.

Las luces del interior iluminaban las vidrieras de color ámbar con un brillo
delicado. Aunque Finn admiraba la belleza oscura dentro del gran salón del Darfal,
el arte y la artesanía mostrados por los Elrinye eran mucho más deslumbrantes en
sus suaves curvas. A diferencia de los diseños duros y angulares de piedra y cristal
que preferían los Darfal.

Sin embargo, extrañamente, no veía a ninguno de los Elrinye, con el sol


alzándose en el cielo. Aún más extraño era por qué los escoltaban dos elfos Darfal,
ambas criaturas nocturnas, claramente fuera de su elemento.

Finn podía notar que sus poderes habían disminuido considerablemente. Sus
pieles pálidas como la luna habían perdido el lustroso brillo plateado que había
presenciado la noche anterior. La fuerza inquebrantable que había experimentado
cuando los capturaron los había abandonado. Les costaba respirar por la larga
subida.
Las preguntas de Finn fueron respondidas cuando llegaron a la cima y pisaron
una meseta cubierta de musgo del tamaño de un gran campo. Las ramas del Gran
Roble rodeaban el espacio abierto como dedos gigantes que se estiran desde una
palma extendida. Acunado en el centro mismo del agarre protector del árbol y el
dosel frondoso, estaba el Fuego Eterno.

Aturdido por la impresionante escena, Finn miró fijamente las llamas,


hipnotizado por cómo parpadeaban desde dentro y alrededor de un imponente
cristal ámbar, la fuente del Fuego Eterno. Este no era un fuego mortal. Eran llamas
radiantes de luz vivificante.

Este era un lugar sagrado, un lugar sagrado como ningún otro.

Bolas de fuego aparecieron de repente en filas de círculos concéntricos,


flotando y vibrando en su lugar hasta que hubo cientos alrededor del cristal. Las
luces se alargaron rápidamente hasta convertirse en seres vivos iluminados.
Estallaron a partir de nubes de chispas de oro rojo antes de solidificarse en elfos de
piel oscura con cabello de color tan ardiente como las llamas del cristal.

Eran jóvenes como los Darfal, aunque mucho más vibrantes. Los Elrinye
emanaba una fuerza vital que pulsaba en el aire en ondas, zumbando sobre su piel
como el toque de miles de alas de abejas. La energía lo llamaba, tirándolo hacia
adelante. Sus escoltas Darfal no hicieron nada para evitar que Finn y Tove se
movieran hacia el círculo de Elrinye. Los elfos se separaron para dejarlos entrar en
su círculo.

Finn no pudo evitar mirar a cada elfo mientras pasaba. Le devolvieron la


mirada con ojos de oro luminoso, cada uno mirándolo directamente, llegando a su
corazón y alma. Normalmente, habría despreciado tal invasión a su persona, pero
sintió que esto era natural para ellos. No podían mirarlo sin conocer su esencia en
ese caso. Del mismo modo que él no podría mirar su propia mano y no reconocerla
como suya.

Finn tomó la mano de Tove en la suya mientras rodeaban el Fuego Eterno.


Llegaron a un majestuoso trono compuesto de ramas de árboles jóvenes rojos, muy
vivos y brillantes con corteza nueva, trenzados y entretejidos en un fondo
arremolinado delineado por una profusión de diminutas flores naranjas.

La reina estaba sentada en un suave cojín de musgo verde fresco. Llevaba una
coraza de guerrera del oro más fino sobre un vestido vaporoso de colores rosa
ciruela. Su largo cabello rubio fresa caía en una trenza suelta por su espalda. Una
pequeña corona dorada de intrincados trabajos en metal comenzaba por encima de
la línea de sus cejas rubias y desaparecía debajo de su cabello. La luz del sol que
entraba a raudales a través de las ramas iluminaba las puntas de sus delicadas orejas
con cálidos tonos melocotón. Ella era a la vez pacífica y aterradora en su inquietante
belleza.

A diferencia de la reina Darfal, que podría haber pasado por una adolescente
en cualquier otro mundo, la reina Elrinye parecía una mujer de veintitantos años.
Lo que significaba que debía ser antigua.

Su mirada brillante e impasible se posó primero en Finn, sondeando más


profundamente que cualquiera de los otros que habían echado un vistazo dentro.
Esto fue invasivo. Él se puso rígido cuando el punto helado de su mirada atravesó su
mente, arañó su corazón y desgarró su plexo solar.

Se trasladó a Tove. El terror puro dibujó líneas en el rostro de Tove cuando la


reina irrumpió y registró su alma. Finn le dio un apretón tranquilizador a la mano
de Tove para hacerle saber que no estaba sola. Cuando la reina la soltó, Tove tembló.
Aunque sus ojos se habían vuelto negros de furia. Finn tiró de ella más cerca y
envolvió su brazo alrededor de su cintura para evitar que se lanzara hacia la reina.

—Me han dicho que deseas aprender nuestras costumbres para poder
convertirte en un miembro contribuyente de nuestras tribus —dijo la reina—. Todo
como un intercambio por lo que es sagrado y prohibido aquí en el Valle Mornavar.

A Finn no le gustó el sonido de eso. Dio un paso adelante, guiando a Tove para
que se pusiera detrás de él. —Sí, fui yo quien hizo esa oferta.

La mirada de la reina parecía aún más vacía mientras lo estudiaba.

—Hemos tenido intrusos aquí que disimularon sus mentiras con buenas
intenciones. El engaño nos ha dejado un mal sabor de boca. No toleraremos las
mentiras.

Finn se tensó.

—¿Cómo puedo convencerla de mi sinceridad?

La reina lo miró y se puso de pie.

—Ven conmigo —Tomando a Tove de la mano, Finn comenzó a seguirla, pero


la reina frunció el ceño—. Solo.

Finn negó con la cabeza.

—No, no dejaré a mi compañera atrás.

Las suaves facciones del rostro de la reina se retorcieron de rabia.

—Lo harás si quieres que viva.


Temiendo por Tove, el corazón de Finn se estrelló contra sus costillas.

—Por favor, déjenos ir. No la molestaremos nunca más.

—Es muy tarde —La reina se volvió hacia un macho cuya apariencia coincidía
con la edad de Finn—. Ethlan, llévatela. Sabes qué hacer.

En un rápido movimiento, Tove tenía su flecha desenvainada y apuntada, pero


Ethlan estaba sobre ella en una ráfaga de chispas de oro rojo. Finn se dirigió hacia
el elfo, cuando una repentina ráfaga de brasas y llamas envolvió a Tove. Ella se había
ido en un abrir y cerrar de ojos.

Finn se quedó allí de pie, destrozado y afligido por el dolor. Se volvió hacia la
reina.

—¡La mataste! ¡Vinimos en paz, pero la mataste!


Capítulo 28
Estas espinas salvajes

—No está muerta —La serenidad de la reina enfureció a Finn—. No aún. Haz
lo que te pido y Ethlan te la devolverá.

Finn se estremeció de rabia, deseando devolver el golpe por amenazar la vida


de Tove. Su propio miedo e ira nunca coincidirían con lo que Tove debía estar
sintiendo. Ella había estado inquiera desde que aterrizaron en el bosque. No quería
imaginarse por lo que estaba pasando.

La reina se levantó de su trono y se acercó a él, cada paso marcado con una
elegancia letal. Se detuvo a una distancia cercana, atrayendo a Finn hacia su vasta y
antigua mirada. Un fuego interior ardía dentro del oro de sus iris, llamas que
brotaban de los diminutos puntos de sus pupilas. Era como si estuviera mirando al
sol, cálido e ileso por sus rayos cegadores.

Demasiado hipnotizado para apartar la mirada, se quedó muy quieto, incapaz


de recordar las muchas preocupaciones que lo atormentaban. Nunca había conocido
tanta paz. Disfrutar de esta luz solar que todo lo abarcaba era a la vez energizante y
relajante. Ansiaba más.

Ella tomó su mano. En el instante de su toque, llamas de brasas brillantes


volaron ante sus ojos, oscureciendo todo lo demás. Ausente de calor, el fuego
consumió cada parte de él, quemando cada molécula y átomo. No tenía forma, pero
no estaba deshecho. Era parte de algo más grande que incluso aquello a lo que se
había conectado dentro de la naturaleza.

Esta era una fuerza sin nombre, aunque familiar: la fuente de la vida misma.
Eso que impregnaba todo lo que existía.

La conciencia de Finn se mezcló con la de la reina. Nueleth, ese era su nombre.


Su esencia ardiente se fusionó con la de él, explorando todo lo que él era. Esta no era
la misma invasión dolorosa. Esta era una puerta abierta entre ellos, suavizada por la
vulnerabilidad de su parte en la forma en que permitió el mismo acceso íntimo a su
alma.
En el lapso de unos pocos segundos, él viajó a través de incontables siglos,
viendo su vida. Nacida de los Elrinye, había sido criada para vivir en armonía con
los Darfal, sus opuestos en todos los sentidos, aunque igualmente vitales para la
administración del bosque. Una jerarquía dentro de los Falinorin había sido
establecida mucho tiempo atrás por generaciones anteriores, dejando a los Elrinye
exaltados por encima de los Darfal.

La disensión entre las dos razas no existió. El Gran Roble de la Llama Eterna
los unió, bendiciendo a cada tribu con un hogar. Dos reinos gobernados como uno
solo.

No se podía decir lo mismo del Bosque Feldoril. Los humanos e incluso


aquellos nacidos de la magia les invadieron. Se libraron incesantes batallas por los
tesoros del bosque. El reino sagrado que Nueleth nació para proteger la convirtió en
una de las guerreras más fuertes. Había aprendido a gobernar a las rodillas de su
madre, que había sido una reina justa pero despiadada. Los forasteros se
convirtieron en escoria que los Falinorin aprendieron a odiar.

Extrañamente, aquí estaba ella, permitiendo que Finn la viera tanto como
quisiera. Sintió cansancio en su alma. Estaba cansada de luchar, tal vez incluso de
vivir después de existir durante eones. Aunque algo se había despertado. Su
presencia como un extraño inesperado había despertado en ella una curiosidad
latente durante mucho tiempo, y él compartía la misma emoción de un
descubrimiento nuevo y emocionante.

El fuego de Nueleth se desvaneció sin previo aviso. Finn volvió a ser sólido,
como si su cuerpo no se hubiera transformado en luz veloz hace solo unos segundos.
Finn estaba inmensamente agradecido por esta experiencia más placentera después
de haber sufrido el desmantelamiento de todo su ser dos veces antes. Aunque se
encontró anhelando la estimulante infusión de energía solar.

Tardó unos segundos en darse cuenta de que ya no estaba en el Gran Roble.


Estaban de pie sobre altos acantilados con vistas a un exuberante valle verde con un
río que serpenteaba a través de él. Altísimas columnas de roca erosionada cubiertas
de vegetación interrumpían el extenso paisaje, tapizando un lado de la orilla del río
como una valla colosal e irregular. El horizonte terminaba en un gran lago azul,
donde terminaba el río.

Finn nunca había visto nada tan hermoso y prístino como este valle.

—Gracias por mostrarme este lugar.


El cabello rojo dorado de Nueleth brillaba más a la luz del sol. Mechones
sueltos volaron alrededor de su rostro mientras inclinaba la cabeza, mirándolo con
un leve ceño fruncido.

—Eres un misterio para mí.

Finn no sabía cómo responder a eso.

—No estoy ocultando nada.

—No, no lo estás.

Su silencio lo hizo sentir incómodo.

—¿Qué te desconcierta?

—¿Cómo vives sabiendo que no naciste de padre y madre?

La pregunta dolió.

—Lo mejor que puedo.

—¿Cuestionas tu existencia?

—Todo el tiempo.

Su frente se alisó.

—Admiro tu coraje. No creo que yo pudiera vivir sin raíces. Mi linaje fluye a
través de mí, transmitiendo conocimientos ancestrales vitales. Sin eso, no tendría
ninguna guía ni propósito.

El viejo dolor regresó. Finn pensaba que había vencido el trauma de saber que
toda su historia era una mera fabricación. No lo había hecho.

—Tengo un propósito.

—Tienes su propósito.

—Eso es todo lo que necesito.

Nueleth volvió a fruncir el ceño, agudo, amenazador.

—Ella es un peligro para todos nosotros.

—No, yo puedo…

—No me mientas. Tu miedo a ella es igual a tu amor por ella. Eso también te
hace peligroso.
—Nunca haría daño a los Falinorin —prometió Finn—. Sé lo que has sacrificado
para proteger el bosque y este valle. Si nos permites obtener lo que vinimos a buscar,
nos iremos y nunca regresaremos.

—No puedes tomar sin retribuir.

—Sí, como druida, entiendo la práctica del intercambio justo.

—Déjame ser clara. No estás aquí porque eres de los Druidas. La Orden no ha
sido bien recibida aquí desde que Mugloth profanó al Abuelo Oak. Estás aquí porque
derrotaste a Mugloth y sanaste al Abuelo Oak.

Finn asintió.

—¿Qué puedo darte a cambio de lo que vinimos a buscar?

El fantasma de una sonrisa suavizó el rostro de Nueleth.

—A ti. Ese es el precio.

—Uh... no puedo acceder a eso —Finn se tensó, esperando que su humor


voluble cambiara a una ira abrasadora.

Ella lo sorprendió al mantener la calma.

—Te daré el tiempo necesario para recolectar lo que necesitas antes de darme
tu respuesta final. Si dices que no, te irás con las manos vacías.

—Sí, me tomaré el tiempo —accedió—. ¿Puedo ver a Tove ahora?

—No, ella se quedará con mi hijo hasta que tenga tu respuesta. Hasta entonces,
yo seré tu guía.

Finn se mordió la lengua por el momento. Le gustara o no, esto era un


progreso. Metió la mano en su bolsillo y sacó un papel arrugado. Alisándolo, le
mostró a Nueleth las dos plantas que Darcy había esbozado.

—¿Conoces estas plantas?

La reina se acercó hasta que sus brazos se tocaron. Su piel hormigueó por la
energía vibrante que ella irradiaba. Sonriendo ante su respuesta, tocó con un dedo
largo y delgado el dibujo del cardo. —

Conocemos esto como neanghaith. Crece en los campos cerca del lago.
Finn miró hacia el valle y el lago a lo lejos. Estaba a punto de sugerirle que
volaría y se reuniría con ella allí, pero ella lo envolvió dentro de su cono de fuego
antes de que él tuviera la oportunidad de hablar.

Su esencia se fusionó con la de él de nuevo, esta vez con un fervor que él no


pudo igualar. A ella no le molestaba que él rechazara su evidente deseo. Por el
momento, Nueleth se contentó con ofrecer la seducción de estar empapado con las
energías expansivas y calmantes de la fuente de luz, a la que Finn se rindió por
completo.

Nueleth lo soltó. Ligeramente mareado por el rápido cambio de escenario, se


balanceó en la punta afilada de varias espinas contra su antebrazo desnudo. Las
plantas eran enormes, mucho más altas que él, asomando como una versión
prehistórica de lo que él conocía como una planta de cardo. Las gruesas hojas color
verde grisáceo eran tan anchas y largas como las alas de un halcón y las cabezas
erizadas eran más grandes que la suya. Se quitó la sangre que goteaba de un rasguño
en su piel.

—No los hacen crecer tanto de donde yo vengo.

—No vienes de ningún lado.

Finn frunció el ceño.

—Tienes una lengua afilada. Peor que cualquiera de estas espinas salvajes.

Perpleja, la reina sacó su daga.

—Yo haré el corte. ¿Qué parte del neanghaith necesitas?

—La base del cardo es lo que necesitamos —Se elevó en el aire para ver por
encima de las plantas que atestaban su vista. Su ánimo decayó cuando se encontró
con un campo de flores púrpuras. Descendió lentamente, con cuidado de no volver
a arañarse—. Las flores aún no han dado semillas.

—¿Por qué las semillas?

—No me dijeron por qué —confesó Finn.

—¿No tienes pensamientos? ¿Ni preguntas?

—No.

Nueleth lo miró con esa mirada distante e inquisitiva.

Temiendo que volviera a sospechar, Finn comprendió lo que su abuelo le había


enseñado sobre el cardo.
—El cardo en mi mundo tarda dos años en florecer finalmente. Luego da
semillas y muere. Por esa razón, nunca me impresionó el cardo. Hasta que supe que
es la semilla la que lleva el legado de su obstinado control sobre la tierra, su desafío
para prosperar en condiciones hostiles e incluso florecer —Miró su rasguño—. A
pesar de sus salvajes espinas. El cardo es un símbolo de la creación de la vida a partir
de la muerte. Supongo que tales características podrían convertir al cardo en un
ingrediente principal para el remedio de la muerte misma.

Nueleth pareció complacida con su respuesta.

—Las semillas vienen con un clima más cálido.

—¿Cuánto tiempo tardará?

—No sabría decir, solo que dan semillas durante Lithamas.

Finn suspiró. El solsticio de verano. Eso era al menos en dos semanas. Tendría
que encontrar una manera de escabullirse al barco para contarle a Fate y a los demás
sobre el retraso. No había forma de que Fate esperara más de una semana sin saber
de él antes de cargar con ambas armas encendidas. No quería pensar en el
derramamiento de sangre que resultaría de eso.

Solo un problema. Este era su primer día y era demasiado pronto para sacar a
relucir el tema de irse. Primero tenía que cimentar esta tenue alianza con Nueleth.

Finn le mostró el dibujo de la segunda planta.

—¿Qué hay de esta? Tiene hojas en forma de corazón y crece en el agua.

—Fodhael —Su boca se curvó con disgusto—. Crece en los estanques muertos.
No tiene propiedades que den vida.

—¿Qué son los estanques muertos?

—Agua estancada de los ríos y arroyos por el vicioso crecimiento de Fodhael.


Ahogan todas las demás plantas. Vuelven el agua negra con podredumbre. Beber de
los estanques es beber la muerte.

—Quizás el hecho de que Fodhael prospera en un entorno de muerte lo hace


tan potente como el neanghaith para esta poción en particular que estamos
haciendo para nuestro amigo.

El comportamiento de Nueleth pasó de relajado a agitado.

—Es peligroso ir a los estanques muertos.

—Puedo ir solo. Por favor. Muéstrame dónde encontrarlos.


—No. Te prohíbo que vayas a los estanques muertos.

¿Dónde había salido mal la conversación? Finn hizo todo lo posible por
controlar su pánico creciente.

—Entonces debo regresar al barco en el que vine. Con Tove —¿Caería en el


anzuelo? Su corazón martilleaba con incertidumbre.

La desconfianza se apoderó de los rasgos de ella como nubes oscuras de una


tormenta repentina.

—¿Debo creer que se irán sin tomar lo que vinieron a buscar? He escuchado
esto de humanos antes. Siempre mienten.

—Nos iremos con las manos vacías y en paz —Apenas alcanzó a hacer su
promesa antes de que ella lo arrastrara dentro de su energía ardiente. Esta vez no
hubo calidez, ninguna fusión pacífica. Fue excluido, catapultado a través del espacio
dentro de un huracán de ira, dolor y odio.

No tenía forma de luchar para salir. No tenía nada con qué luchar. Él era el
humo que cabalgaba tras la estela de su ardiente camino.
Capítulo 29
Tarde a la reunión

—No voy a esperar ni un segundo más —argumentó Fate—. Han pasado dos
semanas. Tenemos que bajar allí.

—¿Cómo propones que nos metamos con los Falinorin sin iniciar una guerra
muy desagradable? —preguntó Sithias. Miró a los demás en busca de apoyo, pero
nadie más habló.

Fate apretó los puños, luchando por evitar que el calor de su núcleo explotara
a la superficie. Estaba fuera de sí de preocupación por Finn. Él y Tove deberían haber
regresado al menos hace una semana. Ese fue el acuerdo. Una semana para negociar
una transacción pacífica con los Falinorin. Darles una semana más había sido
suficientemente tortuoso. No hacer nada era un infierno absoluto. Algo tenía que
haber salido mal ahí abajo. Por lo que ella sabía, ellos estaban...

No. No podía permitirse pensar lo peor.

Fate miró a Azrael que estaba sentado en el suelo de la cubierta afilando la hoja
de su sable. Había estado esperando en silencio un regreso a su última conversación,
pero ella había aprovechado cada oportunidad para asegurarse de nunca estar a
solas con él. Su preocupación por Finn había aumentado a un nivel insoportable.
Sus coqueteos con Azrael, sin importar cuán involuntarios fueran, la enfermaban de
culpa.

—¿Qué piensas, Azrael? —preguntó.

Él dejó su espada a un lado para mirarla.

—Estoy preparado para luchar a tu lado, si decides ir a la batalla.

Su culpa se agravó. Azrael no era diferente de Finn en lo dispuesto que estaba


a sacrificar su propia vida para apoyar su campaña. Una campaña que estaba
empezando a pensar era desesperada e inútil. Eustace nunca querría que otros se
pusieran en riesgo por él. Tove, Jessie, Sithias e incluso Darcy estaban aquí porque
ella lo había querido.

Todo porque ella no podía manejar su dolor y aceptar su pérdida.

—Esa no es una respuesta a mi pregunta. Quiero saber qué crees tú que


deberíamos hacer —Fate se mordió el labio inferior para evitar las lágrimas que le
picaban detrás de los ojos.

Azrael se puso de pie.

—Los Falinorin nos superan en número. No sería prudente traspasar su tierra.


Nos verán como invasores, al igual que Finn y Tove fueron sin duda percibidos como
invasores. Si estuviera a cargo, abortaría esta misión.

Su respuesta golpeó a Fate como un puñetazo en el corazón. Las lágrimas se


precipitaron para nublar su visión.

—¿Abandonarías a Finn y Tove?

—Un líder debe aprender a reducir sus pérdidas para salvar lo que queda.

El pecho de Fate se apretó.

—No. No haré eso. No dejamos a ningún soldado atrás.

Jessie saltó de la caja en la que estaba sentada.

—¡Estoy de acuerdo! Todos nos vamos, o todos nos hundimos con el barco... —
Se calló, menos entusiasmada con la última parte.

Por mucho que Fate agradeciera el apoyo de su mejor amiga, sabía que Azrael
tenía razón. Ella no sería responsable de matarlos a todos.

—Esperaremos —Se atragantó con las palabras—. Les daremos una semana
más. Si no regresan para entonces, nos iremos.

—Whoa, whoa, whoa —Darcy había estado en la popa del barco, mirando el
bosque de espaldas a todos. No se había molestado en agregar una sola palabra a la
conversación hasta ese momento. Se volvió y caminó hacia adelante—. ¿Realmente
vas a ceder así?

—Llegas tarde a la reunión —Fate luchó por mantener la voz tranquila—. La


decisión está tomada.

Darcy negó con la cabeza.


—Eso es patético. Aquí estás, con el poder de un dios, pero estás admitiendo la
derrota contra un grupo de elfos del bosque a los que ni siquiera has visto.

—No es tan simple, Darcy.

—¿No lo es? —La mirada de Darcy se deslizó hacia Jessie—. Luchaste contra
Fate cuando Kaliena te tenía toda recargada. Sabes lo que puede hacer.

Jessie asintió tímidamente con la cabeza.

Darcy sonrió con satisfacción.

—Así es. Todos vimos lo que puede hacer Fate. Acabó con la mitad de la flota
de Kaliena. Decenas de miles de monstruos soldados destruidos en menos de diez
minutos.

—¡Esa no fui yo! —gritó Fate esta vez—. No recuerdo eso porque fue Ananke
quien arrasó con los ejércitos de Kaliena.

—Lo sé —Darcy la sorprendió al estar de acuerdo tan fácilmente—. No necesito


ningún recordatorio. A diferencia de ti, yo estaba allí cuando ella se hizo cargo. Fue
más que aterrador. Todavía me estoy recuperando de la quemadura de ese recuerdo.

—Entonces sabes que es una mala idea dejarla salir. ¿Y no es eso lo que en
última instancia estamos tratando de prevenir al venir aquí? —señaló Fate.

—No es necesario decir lo obvio. Aunque parece que tú misma necesitas


algunos recordatorios.

Fate resopló.

—¿Cómo qué?

—Bueno, tienes suficientes superpoderes del cinturón de Hipólita para ser


seriamente peligrosa para los Falinorin. Además, tienes el poder de las Palabras de
Creación. No solo tú, sino también Sithias.

Fate miró a Darcy sin verla realmente. Estaba reproduciendo la aterradora


visión que Aradif le había mostrado y los horrores provocados por el uso de las
Palabras de Creación para resolver sus problemas.

—Si todo lo que tuviéramos que hacer fuera redactar una solución, ninguno de
nosotros estaría aquí ahora mismo. Recuperaría a Eustace. Tendrías a Mason.
Lincoln también estaría vivo. Pero siempre hay consecuencias en el uso de las
Palabras de Creación. ¿Sabes por qué es eso, Darcy?

—No, pero veo que estás a punto de decírmelo.


—Porque tendría que ser una genio matemática para poder predecir el efecto
dominó al usarlas sin saber cuáles serán todos los posibles resultados. Eso es porque
el remedio para un problema puede ser lo que desencadene otro. Uno incluso peor
que el problema que estábamos tratando de solucionar.

Darcy estaba callada. Finalmente.

Fate dejó escapar un suspiro de cansancio.

—¿Ahora lo entiendes?

—Sí —admitió Darcy.

Fate miró al cielo.

—¡Gracias a los poderes!

—Lo entiendo, pero eso no significa que haya terminado.

La energía de Fate se desvaneció como si Darcy le hubiera metido una pajita y


la hubiera succionado.

—¿Qué más podrías tener que decir? —preguntó llanamente.

La sonrisa de Darcy era desconcertante.

—Usamos brujería. Te garantizo que los Falinorin no sabrán qué los golpeó.

Intrigada más de lo que quería admitir, Fate se quedó callada un minuto.

—Estoy escuchando.

Los ojos de Darcy brillaron de emoción.

—Ya que no podemos simplemente entrar en territorio Falinorin sin provocar


un alboroto, puedo encubrirnos para que seamos invisibles. De esa forma podemos
buscar a Finn y Tove sin que nos detecten.

—Me gusta la idea, pero me sentiría más segura con los disruptores de
visibilidad que nos proporcionó Brune.

Darcy dejó de sonreír.

—Esos no funcionarán. El hecho de que los Falinorin no puedan vernos


físicamente no significa que no nos perciban. Puedo encubrirnos para que nunca
sepan que estuvimos allí. Tendremos rienda suelta en el lugar para caminar justo
debajo de sus narices.
Fate se le quedó mirando sin decir una palabra.

—Podrás cazar al unicornio negro sin interferencias.

Lo que Darcy decía tenía demasiado sentido, algo que puso a Fate más nerviosa
que nunca.

—¿Por qué no les ofreciste esto a Finn y Tove? ¿Podrías habernos ahorrado
semanas de preocupaciones al mencionar esto antes de que bajaran allí?

Darcy levantó la mano e hizo el signo de la paz. O eso pensó Fate.

—Dos razones —comenzó Darcy—. Uno: Finn y Tove no estaban dispuestos a


colarse en el valle. Todos sabíamos que no iban a ceder en eso. Dos: si supieran que
teníamos esta opción, los Falinorin sabrían que planeábamos usar brujería tan
pronto como Finn y Tove hicieran el primer contacto. Dejaron bastante claro que
cualquier intento de engaño sería razón suficiente para que los Falinorin los
mataran.

—Cierto —admitió Fate, aunque a regañadientes—. No estoy de acuerdo aquí,


pero digamos que lo hacemos a tu manera, ¿cómo ubicamos las plantas que
necesitas para el hechizo? No hay forma de saberlo sin hablar con Finn y Tove, pero
es muy posible que hayan determinado que necesitaremos que los Falinorin nos
muestren dónde buscar. El bosque Feldoril es enorme. Estas plantas podrían estar
creciendo en cualquier lugar.

—El cardo crece en el valle cerca del lago y la hierba al otro lado de las
montañas Glor'ner en los pantanos que bordean el robledal que nos mostraste en el
mapa.

—¿Sabes exactamente dónde encontrarlos? —Fate miró a Darcy con


incredulidad—. Me parece que no había absolutamente ninguna razón para enviar a
Finn y Tove a negociar con los Falinorin —Una fiebre estalló debajo de su piel
mientras se tensaba contra su rabia—. ¿Me estás diciendo que podríamos haber
evitado esto? ¿También sabes dónde encontrar el unicornio negro?

—Todavía estoy trabajando en eso —La seguridad en sí misma de Darcy se


desvaneció mientras miraba a Fate con un miedo creciente.

Fate respiraba con dificultad, demasiado llena de furia ardiente para aguantar
mucho más tiempo.

Jessie corrió, bloqueando la vista de Fate de Darcy.

—Oye, mírame.
Fate se inclinó hacia un lado para ver a su alrededor, pero Jessie se interpuso
en el camino.

—No hay necesidad de perder el control todavía. Estoy segura de que Darcy
tiene una explicación perfectamente buena para todo esto —Miró por encima del
hombro—. ¿Verdad, Darcy? ¿Qué Finn y Tove bajaran allí es parte de este plan
maestro tuyo?

—Exactamente —Había un temblor en la voz de Darcy—. Necesitamos gente en


el suelo para distraer a los Falinorin mientras nos colamos y conseguimos lo que
vinimos a buscar. Es una situación en la que todos ganan. Los Falinorin pensarán
que protegieron su tierra al rechazar a Finn y Tove, lo que solo puedo suponer que
es lo que sucedió.

—Entonces, ¿por qué no han vuelto? —dijo Fate a través de sus dientes
apretados.

—Eso es lo que tenemos que averiguar —Darcy se mantuvo escondida detrás


de Jessie—. Eso será lo primero que haremos. Una vez que confirmemos que ambos
están vivos y bien, sin dejarles saber que estamos allí, por supuesto, agarraremos las
plantas y luego iremos tras el unicornio.

El furioso calor disminuyó lo suficiente como para que Fate sintiera el aire
fresco en su piel y aclarara su cabeza.

—Gracias, Jess. Estoy bien —Respiró hondo.

Jessie asintió y se hizo a un lado. Fate dio un paso adelante.


Sorprendentemente, Darcy se mantuvo firme.

—Será mejor que Finn y Tove estén vivos. E ilesos. ¿Me escuchas, Darcy?

—Fuerte y claro.

Fate miró a Azrael y Sithias mientras caminaba hacia el borde del bote. Sithias
estaba inquieto, como siempre que estaba ansioso. Azrael la miró con calma,
aparentemente imperturbable por su cercana detonación. Se volvió y apoyó la
espalda contra la barandilla.

—Una cosa es tomar algunas plantas sin que los Falinorin se den cuenta, pero
se darán cuenta con un unicornio raro y único. Y sabrán que fuimos nosotros.
Matarán a Finn y Tove por eso. Tenemos que liberarlos antes de ir tras el unicornio.

Azrael finalmente habló—: Liberarlos provocará una búsqueda. Nuestra


cacería del unicornio terminará antes de que comience.
—Entonces nos dividimos en dos equipos y hacemos ambas cosas al mismo
tiempo —Fate miró a Darcy—. ¿Cuánto tiempo tardará tu brujería vudú en localizar
al unicornio negro?

—Un día. Quizás dos.

—¿Puedes localizar a Finn y Tove de la misma manera? —preguntó Fate.

—No es probable. Es diferente con la gente. Necesitaría un corte de pelo o un


objeto al que estén apegados. ¿Tienes algo como eso?

El primer pensamiento de Fate fue el brazalete de matrimonio que Finn le


había hecho. Hubiera sido perfecto para lo que Darcy necesitaba.

—No, no lo tengo —Suspiró profundamente—. En ese caso, Azrael y yo


bajaremos con tu hechizo de camuflaje y los buscaremos mientras trabajas en
localizar al unicornio —Miró a Azrael—. ¿Sí?

Él asintió.

—Como desees.

—Lo hago. Saldremos al amanecer —Fate se volvió hacia el bosque y sus


majestuosas montañas. El sol se estaba poniendo por el oeste, proyectando rayos de
oro bruñido sobre el bosque verde oscuro. Los colores le recordaron a los ojos de
Finn cuando la miraba con entusiasmo y amor. Se dio la vuelta con un dolor
agonizante en su corazón que sabía que solo empeoraría hasta que lo tuviera de
vuelta.
Capítulo 30
El Hechizo de Camuflaje

Fate se despertó con el sonido de la lluvia golpeando el suelo de la cubierta del


barco. Gimió y se frotó los ojos. Estaban hinchados de llorar en su almohada y una
noche de sueño horrible. Su imaginación la había llevado a lugares espantosos con
respecto a la búsqueda del día siguiente de Finn y Tove. Las imágenes de encontrar
sus cuerpos la atormentaron. Cuando finalmente logró apartar los pensamientos de
su mente, pasó a la posibilidad de no encontrarlos y nunca saber lo que les había
sucedido.

Miró al otro lado de la habitación hacia la cama de Azrael. Estaba vacía y


pulcramente hecha. Los demás estaban profundamente dormidos y no había razón
para despertarlos. Conocían el plan. Además, no quería despedidas entre lágrimas.
Había derramado suficientes lágrimas la noche anterior.

Fate caminó de puntillas entre los colchones y se vistió silenciosamente con su


armadura. Cogió sus armas y se apresuró a subir la escalera. Un viento lateral le
arrojó lluvia en la cara en el instante en que levantó la escotilla y asomó la cabeza.
Agachándose hacia el interior, se puso el casco antes de salir del todo.

Azrael se apartó de la barandilla mientras ella bajaba la escotilla. Iba vestido


con la armadura que Brune les había preparado. Era extraño verlo sin su habitual y
holgada ropa de desierto. Aunque tenía que admitir que le gustaba cómo la
armadura de cuero ajustada mostraba su poderoso físico.

Como ella, su espeso cabello ébano estaba recogido en una larga trenza para
facilitar el uso del casco. Aunque el casco no hacía nada para evitar que las gotas de
lluvia le cayeran por la nariz. No es que pareciera molesto por el aguacero.

No pudo evitar sonreír mientras caminaba hacia él.

—Veo que todavía te encanta la lluvia.

Él asintió.
—El agua del cielo es una rara bendición que disfruto mucho.

—Mmhmm, veremos cuánto disfrutas la lluvia después de que empiecen los


escalofríos.

—El aire fresco es otra bendición bienvenida de la que no puedo verme cansado
—Levantó la mochila de aeronauta y pasó los brazos por las correas, intentando
abrochar la maraña húmeda, pero con poco éxito.

—No dirías eso si fuera invierno. El aire helado mezclado con lluvia es
miserable. Bueno, en realidad esa combinación suele significar nieve, pero créame,
no es buen tiempo para estar afuera a menos que haya un fuego tibio y una taza de
chocolate caliente esperándote después de una excursión convenientemente corta.
Como un paseo desde el coche hasta la casa.

Perplejo por el comentario, Azrael volvió a desenredar las correas.

—Aquí, déjame ayudarte con eso —Ella rodeó su cintura, sintiendo la correa
que necesitaba llevar a la hebilla del centro del frente. Con tan poco espacio entre
ellos, tuvo cuidado de mantener la mirada fija en sus manos. Cuando terminó, dio
un paso atrás. Dos puntos de calor ardieron en sus mejillas cuando se dio cuenta de
que él la miraba divertido.

—Gracias —dijo.

—No hay problema —Cogió la bolsa maloliente de hierbas y cristales que Darcy
había preparado para cada uno de ellos. Estaban atadas con largas tiras de cuero
para usar como collares. Fate hubiera preferido llevarla en su bolsillo para poner
cierta distancia entre la bolsa y su nariz.

Por supuesto, Darcy había insistido en que se usaran alrededor del cuello y
sobre sus corazones, algo sobre cómo debían estar en el centro de sus campos
áuricos para ser completamente efectivos. Sin embargo, Fate tenía sus dudas. Sería
muy propio de Darcy torturarla, incluso de alguna manera pequeña.

Fate guardó la bolsa dentro del peto de su armadura de cuero, con la esperanza
de eliminar el hedor a mermelada de dedos de los pies y mantequilla de maní rancia.

—No estoy segura de esto. ¿De verdad vamos a confiar en que estas bolsas
pútridas nos harán invisibles? En todo caso, los Falinorin seguramente nos olerán,
incluso si no pueden vernos.

—Mi madre ha trabajado con hierbas y piedras preciosas desde que tengo uso
de razón. Si se usan con conocimiento, son sorprendentemente poderosas.
Fate asintió de mala gana.

—¿Estás listo?

Azrael apretó el botón de encendido, haciendo que las delgadas alas metálicas
se convirtieran en un borrón vibrante. Fate había considerado usar las Palabras de
Creación para darle la habilidad de volar, tal como lo había hecho originalmente con
Finn. Sin embargo, cuando llegó el momento de hacerlo, no pudo seguir adelante.
Tal vez era culpa, pero por alguna razón parecía que sería desleal o superficial darle
a Azrael el mismo poder que le había dado a Finn.

Sin embargo, no necesitaba preocuparse por Azrael. No podía volar


exactamente, pero tenía la capacidad de saltar a alturas increíbles y era
asombrosamente fuerte y rápido. Azrael estaba más que equipado para cuidarse a sí
mismo. Sin embargo, si las circunstancias lo exigían, sin duda le daría el poder de
volar.

Fate saltó a la barandilla antes de caer por el borde. Las gotas de lluvia le
picaron en la cara mientras se nivelaba para rozar las copas de los árboles. El aire de
la mañana era frío mientras aceleraba hacia el valle, con Azrael manteniendo el paso.

Después de cubrir una distancia considerable, la espesa arboleda comenzó a


escasear, y finalmente se abrió en campos de hierba salpicados de grupos de árboles.
El Valle Mornavar se extendía ante ellos, atravesado por un río que se ramificaba.
Nubes grises de tormenta colgaban bajas como si estuvieran cargadas con lluvia. A
lo lejos, un enorme lago envuelto en parches de niebla brumosa reflejaba el cielo
opaco.

Fate redujo la velocidad hasta detenerse, flotando en su lugar cuando vio el


roble titánico arraigado en el centro del valle. El Gran Roble de la Llama Eterna. Su
tamaño la asombró. El árbol hacía que el Abuelo Oak pareciera un brote.

—Vaya, los esbozos en el libro ni siquiera le hacen justicia al árbol.

—Nunca había visto algo así —El asombro en la voz de Azrael le provocó otra
sonrisa.

—Estás disfrutando demasiado de esto —Hizo un gesto hacia la lluvia


torrencial y negó con la cabeza como si estuviera loco.

—Habiendo vivido toda mi vida en el desierto, admito que este viaje a una
tierra de maravillas es una aventura bienvenida.

—Dice el chico nacido en una ciudad enjoyada que flota sobre un desierto lleno
de monstruos de arena.
Azrael sonrió ampliamente, algo que no hacía a menudo, una delicia
embriagadora que hizo que su corazón latiera con fuerza. Rápidamente volvió su
mirada hacia el Gran Roble.

—¿Probamos este hechizo de camuflaje con un paseo al vuelo?

—Una elección muy sabia y cautelosa —Azrael se adelantó a ella en dirección


al Gran Roble.

Fate se impulsó hacia adelante, su pulso cambiando a un ritmo más caótico.


Esta era la verdadera prueba de la magia de Darcy. ¿Serían disparados por las
flechas de los Falinorin? ¿O pasarían volando a salvo?

Fate escudriñó el suelo en busca de movimiento mientras se acercaban al Gran


Roble. No parecía haber nadie fuera. Probablemente porque estaba lloviendo.
¿Quién en su sano juicio querría salir con este terrible clima?

Azrael se elevó más alto en el cielo para evitar el Gran Roble. Fate no esperaba
volar directamente sobre el árbol, pero podía ver claramente que él planeaba
hacerlo.

—Azrael —Habló suavemente por el micrófono de su casco—. No vayas por ese


camino. Circulemos primero.

Su voz llegó a través de los auriculares del casco, baja pero decidida.

—Tú circula. Volaré directamente sobre él.

—No, espera —Pero era demasiado tarde. Azrael ya estaba apresurándose


sobre el roble. Asustada por él, Fate rodeó el exterior, igualando su velocidad,
mirándolo con atención.

Mientras pasaba junto al árbol, la cálida luz ámbar del enorme cristal la
distrajo. Impresionada por las llamas que lamían los lados vidriosos, redujo la
velocidad, luchando contra el impulso de volar hacia la luz que le invitaba a
refugiarse de la lluvia fría y persistente.

No pudo resistirse a detenerse por completo cuando vio figuras reunidas


alrededor del cristal. Parecían pequeños desde su posición ventajosa, hechos
miniatura por el enorme cristal de fuego. Se acercó, curiosa por ver a los misteriosos
Falinorin.

Las ramas exteriores del Gran Roble eran tan gruesas como troncos de árboles
normales, y se hinchaban mientras ella lentamente flotaba más profundamente bajo
el dosel frondoso, donde la lluvia se disminuía a una ligera llovizna de suaves gotas
de lluvia. Ramas masivas acunaban un plano cubierto de musgo con el cristal en el
centro, creando un entorno impresionante similar a una catedral, completamente
protegido de los elementos.

Fate aterrizó en una rama tan grande como un puente de dos carriles, donde
finalmente pudo ver los rostros de los elfos. Eran hermosos y de otro mundo. Sus
ojos se iluminaban con las mismas llamas ámbar doradas que ardían en el cristal.
De la misma manera en que los ojos de Finn brillaban con un fuego interior cada vez
que estaba emocionado. Aunque con estos seres, la luminosidad de sus ojos se hacía
aún más sorprendente por la piel del color de la ceniza oscura con tintes terracota.

No había señales de la raza hostil que Finn y Tove habían temido que pudieran
ser. Estaban trabajando pacíficamente. Algunos estaban ensartando exuberantes
flores y vegetación de verano, mientras que otros colgaban las guirnaldas
terminadas alrededor de los bordes exteriores de la suave meseta cubierta de musgo.
Linternas con luces brillantes colgaban de las ramas más bajas y se colocaban
cristales brillantes alrededor de los bordes. Incluso había risas y conversaciones
entre los elfos, aunque el transmodulador le estaba dando a Fate traducciones tan
confusas que finalmente lo apagó.

Independientemente de lo que estuviera sucediendo allí, parecía que los


Falinorin se estaban preparando para una especie de celebración festiva.

Fate se relajó un poco. ¿Sus preocupaciones habían sido en vano? Escaneó los
diferentes grupos de elfos, buscando el cabello sable de Tove y el dorado oscuro de
Finn, mechones ondulados entre los variados tonos de cabello color fuego que todos
los elfos tenían en común.

Ahogó un grito ahogado cuando vio a Finn sentado lejos de los demás. Estaba
situado a un lado de un trono de ramas florecidas trenzadas en elaborados diseños.
La mujer sentada en el trono solo podía ser la reina. Ella observaba la actividad con
un aire de indiferencia complacida.

Con una mano apoyada en la cabeza de Finn.

Desconcertada por la vista, el pecho de Fate se contrajo dolorosamente


mientras trataba de darle sentido a lo que estaba viendo. Flotó hacia él, incapaz de
detenerse hasta que aterrizó suavemente a su lado. Manteniéndose muy quieta,
esperó una reacción, pero ni Finn ni la reina notaron su presencia.

El hechizo de camuflaje estaba funcionando.

Arrodillándose junto a Finn, Fate miró su expresión en blanco. Sus ojos


brillaban, al igual que los elfos, mientras miraba distraídamente las llamas del
cristal. Ella frunció el ceño cuando la reina pasó sus largos y delicados dedos por el
cabello de Finn, afectuosamente. Acariciándolo como a un perro.

O un amante.

La ira se disparó en el pecho de Fate, haciendo que su respiración se hiciera


entrecortada y desigual. ¿Qué le había hecho la reina? ¿Estaba bajo algún tipo de
hechizo? Fate apretó los puños, sus brazos temblaron mientras veía a la reina
acariciar la cabeza de Finn. Él, por otro lado, parecía ajeno a su toque. Nada cambió
en su expresión. Estaba atrapado en una mirada interminable, como atrapado
dentro del mismo cristal del que parecía incapaz de apartar la mirada.

La energía en guerra brotó del Corsé de Hipólita, ardiendo contra su caja


torácica. Fate canalizó la fuerza destructiva en sus puños y echó un brazo hacia atrás.

—Fate —La voz de Azrael hizo que se congelara en su lugar—. No hagas esto.
Una ruptura repentina del encantamiento puede dañar a Finn.

El calor que se agitaba en su núcleo la mantuvo allí, exigiendo que atacara.

—Espérame —El rugido en los oídos de Fate apagó la voz de Azrael. Con la
mirada fija en la reina, se movió. Azrael la estrelló contra el suelo mientras su puño
pasaba a un pelo de golpear a su objetivo.

Furiosa, Fate lo empujó con tanta fuerza que Azrael se estrelló contra una de
las enormes ramas del roble, aplastando las alas de su mochila de aeronauta.

La reina se puso de pie abruptamente, gritando una orden que atrajo la


atención de toda la tribu. Entrecerrando sus ojos luminosos en dirección a Azrael, la
reina se acercó a él con la espada desenvainada. Hizo descender la larga hoja, y lo
habría cortado si él no hubiera saltado a una rama más alta en el mismo instante.

El miedo enfrió la ira de Fate. Se había perdido de nuevo en el poder.

Gracias a su furia desbocada, los Falinorin sabían que estaban allí, incluso si
no podían verlos. Ella miró a Finn. No se había movido en absoluto. Sus ojos estaban
enfocados en las llamas del cristal, perdido en un sueño y completamente
inconsciente de su entorno.

La reina gritó otra orden. De repente aparecieron bolas de fuego,


convirtiéndose en guerreros armados con arcos y flechas en ráfagas de luz. La reina
dibujó un círculo de luz brillante y nítida, que fluyó hacia afuera en círculos
concéntricos. Antes de que el anillo de luz golpeara a Fate, ella voló hacia el dosel.
En el segundo en que la luz pasó por el lugar donde había estado, reveló una brillante
impresión de dónde había estado junto a Finn. La luz inundó el lugar donde Azrael
había golpeado la rama, iluminando los cortes agudos en la corteza que había dejado
su mochila de aeronauta, incluidas sus huellas.

Los guerreros no tardaron más de unos segundos en darse cuenta de que ella
y Azrael habían saltado a ramas más altas. Apuntaron hacia el dosel y dejaron volar
sus flechas.

Esquivándolas a través de las gigantes ramas, Fate voló más alto en el árbol
mientras Azrael saltaba de una rama a otra, trepando a las regiones más altas del
roble. Luego escuchó un gruñido de dolor a través de sus auriculares. Su corazón
casi se detuvo cuando miró hacia atrás y lo vio caer con una flecha alojada en su
pecho.

Fate se lanzó tras él, forzando sus músculos para ganar velocidad. Demasiadas
ramas la bloqueaban y él se perdió rápidamente de vista. En el momento en que salió
del dosel, lo vio caer en picado hacia el suelo. Impulsada por el pánico puro, voló en
picado, con los brazos extendidos, cerrando la distancia entre ellos con pura
voluntad.

Cuando lo alcanzó cerca del fondo del roble, se agarró a su cintura y tiró hacia
arriba. Pero era demasiado tarde para salir de la caída por completo y se estrelló
contra la tierra dura, torciendo su cuerpo debajo de él a tiempo para absorber el
impacto.

La lluvia cayó en sus ojos mientras examinaba el dosel del roble, rezando para
que los elfos pensaran que todavía estaban subiendo y no se dieran cuenta de que
habían caído. Parecían estar a salvo por el momento, pero eso no duraría.

Dirigiendo su atención a Azrael, Fate pronunció su nombre. Él no respondió.


Ella se escabulló de debajo de la mochila de aeronauta, con cuidado de evitar que su
cuerpo inerte rodara y partiera la punta de la flecha. Él tenía los ojos cerrados
mientras ella se quitaba la mochila de aeronauta, lo depositaba suavemente en el
suelo húmedo y le ponía su capa sobre la mitad inferior con la esperanza de
mantenerlo un poco más abrigado.

La flecha que sobresalía de su pecho la hizo desmayarse de miedo. Rezó para


que su armadura hubiera evitado que la punta de la flecha fuera demasiado
profundo. Aún respiraba y sobreviviría siempre que ella lo devolviera al barco de
inmediato.

Fate comenzó a tomar a Azrael en sus brazos, cuando aparecieron docenas de


bolas de fuego, chisporroteando bajo la lluvia mientras las luces se alargaban hasta
convertirse en elfos guerreros altos y delgados. Ella se mantuvo quieta mientras se
repartían en todas direcciones, extendiéndose en un patrón metódico para no perder
terreno. Una señal segura de que sabían que estaban buscando intrusos invisibles.

Otros se movieron a la base del árbol, de espaldas a ella y demasiado cerca para
notar si ella tocaba el suelo. Esperar a que se fueran no era una opción. Necesitaba
sacar a Azrael de allí y rápido. Era un milagro que hubiera sobrevivido a la caída en
absoluto. Pero temía que cualquier movimiento repentino pudiera matarlo. Moverlo
tendría que hacerse con mucho cuidado y lentamente, y solo eso probablemente
revelaría su posición antes de que ella pudiera escapar.

Si no estuviera lloviendo, podría sacar su bloc de notas para usar las Palabras
de Creación para un escape seguro, pero la tinta se mancharía tan pronto como
pusiera la pluma sobre el papel.

Pasó una hora mientras se estremecía bajo la lluvia, viendo a los guerreros
buscarlos en círculos pequeños y repetitivos. Se inclinó sobre Azrael para protegerlo
tanto como pudo del implacable aguacero. La habitual calidez oscura de su piel se
había vuelto pálida. Se estaba quedando sin tiempo rápidamente.

Pasó otra hora antes de que las nubes oscuras se separaran y la lluvia
terminara. La luz del sol entró a raudales, disolviendo la penumbra gris y neblinosa,
revelando los colores vibrantes del bosque, pero aún así los guerreros se
mantuvieron firmes en su búsqueda restringida. En todo caso, la luz del sol parecía
haber aumentado su urgencia, porque escudriñaban el suelo como si esperaran
encontrarlos en cualquier momento.

Tensa y aún más en guardia, Fate buscó a tientas con dedos helados para
desabrochar uno de los bolsillos de su cinturón de herramientas. Sacó su libreta y
bolígrafo, le temblaban las manos mientras escribía las palabras que llevarían a
Azrael a un lugar seguro.

Azrael se puso tensó cuando comenzaron las convulsiones, sus talones se


clavaron en el barro, golpeando el bloc de notas de su débil agarre en un charco. Fate
miró a los guerreros más cercanos. Miraban al frente, pero no pasaría mucho tiempo
antes de que uno de ellos notara que el suelo embarrado se movía.

El guerrero directamente frente a ellos se volvió, como si fuera una señal. El


pulso de Fate tronó en sus oídos mientras el elfo miraba al suelo. Gritó en un tono
agudo, pero extrañamente temeroso. A los pocos segundos de su clamor, todos los
guerreros desaparecieron dentro de bolas de fuego, sin dejar nada más que finas
volutas de humo y brasas.

Tan desconcertada como estaba Fate por su repentina partida, no perdió el


tiempo preguntándose qué acababa de suceder. Inclinándose sobre Azrael, colocó
sus manos debajo de él para levantarlo del suelo, cuando algo frío y resbaladizo se
retorció contra su piel.

Fate tiró su mano hacia atrás. Al mismo tiempo, las convulsiones de Azrael
terminaron y se quedó aterradoramente inmóvil, todo mientras algo se movía
debajo de la capa que ella había arropado a su alrededor. Los pelos de la parte
posterior de su cuello se erizaron cuando agarró la capa y se la quitó.

Fate se puso de pie de un salto, congelada de terror.

Azrael estaba cubierto de lombrices de tierra del tamaño de pequeñas


serpientes. Solo que estas no eran como las de casa. Estos gusanos de gran tamaño
tenían bocas redondas y rechinantes alineadas con hileras de colmillos puntiagudos.
Las manos y el cuello de Azrael, donde la armadura no cubría su piel, estaban
plagados de pinchazos rojos e inflamados.

Fate se estremeció y miró de un lado a otro. Los gusanos estaban por todas
partes, subiendo por el barro, deslizándose hacia ellos.

Por eso los guerreros se habían ido tan rápido.

El instinto la instaba a alzar vuelo, escapar de estos horrores, pero no dejaría


Azrael. Se inclinó para levantarlo y se detuvo. Los gusanos estaban sobre él. Su fobia
de la infancia se estrelló de nuevo contra ella, paralizándola.

Fate notó que su bolígrafo sobresalía del barro y lo agarró. Apretó la punta en
la palma de su mano y gritó de frustración. La tinta no se pegaba a su piel húmeda.
Se pasó la mano por los pantalones húmedos y luego la agitó frenéticamente para
secarla. Empujó el bolígrafo con fuerza en su piel, lista para sacar sangre si era
necesario. Afortunadamente, la tinta se pegó esta vez.

Fate garabateó un mensaje y lo gritó en voz alta—: ¡Azrael y yo estamos a salvo


a bordo del barco, AHORA!

Su entorno de pesadilla afortunadamente cambió y desapareció de la vista


mientras la cubierta del barco se enfocaba rápidamente. Saltó en el aire, flotando
sobre las tablas del piso mientras los gusanos se deslizaban fuera de Azrael, sus
bocas con colmillos chasqueando en busca de nuevas víctimas.

Sacando su espada, Fate aterrizó, atacando a los gusanos con un frenesí


salvaje, cortando sus pieles carnosas y gelatinosas, derramando sus entrañas
ensangrentadas sobre la cubierta. Los chillidos agudos de los gusanos despertaron
a los demás de debajo de la cubierta. Sithias, Jessie y Darcy se acercaron lentamente
a la espantosa escena, con cuidado de no pisar la carnicería.
Sithias se arrodilló junto a Azrael, sacudiendo la cabeza ante la flecha y la
palidez mortal de su piel.

—Oh, querida —Miró a Fate y se puso de pie—. ¿Qué pasó ahí abajo?

Conmocionada y débil por la preocupación, Fate dejó caer su espada. El fuerte


ruido al caer la hizo estremecerse.

—Todo es culpa mía, Sithias. Nunca deberíamos haber venido aquí.


Capítulo 31
Donde crecen las hierbas de pantano

—Señorita, no debe preocuparse más —Sithias agitó sus alas emplumadas—.


Azrael se está recuperando muy bien de su herida y las mordeduras de los gusanos
venenosos, gracias a los suministros del equipo de rescate de Farouk.
—¡No digas ese nombre! —Fate no tenía la intención de estallar, pero si no
volvía a oír el nombre del asesino de su padre, sería demasiado pronto—. Por lo que
sabemos, él podría estar detrás de toda esta debacle en la que nos he metido a todos.
Aterrizaron en medio del campo de cardos gigantes. Sithias usó su cola para
entregarle una bolsa de lona para recolectar cardo. Estaba en forma de serpiente
debido a su necesidad de alas para volar allí.
—Apenas veo cómo podría ser eso. Él habría tenido que alterar de alguna
manera los textos antiguos que hemos estado usando como guías para llegar tan
lejos.
—¿Por qué tomarse tantas molestias, cuando todo lo que tiene que hacer es
señalar a alguien en la dirección equivocada? Sin duda, Finn pensó que este plan era
una farsa. Tal vez todo esto sea una gran broma orquestada por Farouk y él está
sentado y se está riendo mucho de eso en este momento.
—Dijiste su nombre —Sithias se encogió cuando ella le frunció el ceño—. Lo
siento, ssseñorita.
—No, soy yo quien lo siente. Cada nervio de mi cuerpo está en el filo de una
navaja —Fate suspiró—. No viste a Finn. Estaba en una especie de trance. Hechizado
o algo así. En cuanto a Tove, no tengo ni idea de dónde la tenían. Y casi perdemos a
Azrael. Honestamente, Sithias, la culpa me está matando.
Inclinó la cabeza con una mirada triste en sus ojos ámbar.
—No nos obligó a ninguno de nosotros a venir aquí. Cada uno de nosotros
estuvo de acuerdo por nuestra propia voluntad.
—Debería haber venido sola.
—No hables así, ssseñorita. Estamos juntos en esto y lo veremos juntos. Un día
a la vez. Una tarea a la vez.
Asintiendo con cansancio, Fate se elevó en el aire y alcanzó los suaves
mechones que coronaban la planta de cardo más cercana.
—Cuidado —advirtió Sithias—. Manténgase alejada de las espinas. Ser rayado
por uno de esos te hará entrar en un estupor.
Fate no pudo evitar sonreír ante eso.
—Hmm, un estupor suena bastante bien ahora mismo. Mucho mejor que ser
un desastre agotado la mayor parte del tiempo.
—No si eso significa que estarás en uno durante semanas, meses o
posiblemente años.
—Bien, debidamente anotado —Fate se movió por encima de las copas de más
cardos, recogiendo el suelo hasta que el saco estuvo lleno. Se dejó caer junto a
Sithias—. ¿Crees que esto es suficiente?
—Más que suficiente. Destilaremos todas estas semillas hasta una gota de
aceite. Yo diría que aquí hay al menos cuatro gotas.
Fate esbozó una leve sonrisa.
—Una tarea menos. Quedan tres.
—Ese es el espíritu, señorita. ¿Lista para regresar al barco? Ciertamente yo lo
estoy. No sé cuánto tiempo más podré soportar llevar este hechizo de camuflaje
alrededor de mi cuello. Esto apesta positivamente.
—Sí, estoy bastante segura de que Darcy eligió las hierbas con peor olor a
propósito para atormentarme.
—Si lo hiciera, eso sería en efecto miserable.
—En efecto —Fate enderezó sus hombros—. Sabes, en realidad estoy preparada
para pasar a la siguiente tarea. Gracias por la charla de ánimo, Sithias. Yo necesitaba
eso.
—Me siento aliviado de escucharlo —Sonrió con los ojos llorosos y olfateó—.
No estaba seguro de que alguna vez volviéramos por completo a cómo solía ser entre
nosotros.
—Todo está bien, Sithias. Tú y yo somos sólidos.
Parpadeó para quitarse las lágrimas y asintió.
—¿Carrera de regreso? —Fate se lanzó al cielo como un cohete, dejando a
Sithias aleteando furiosamente y quejándose por la falta de advertencia que le había
dado.
Ella le ganó de vuelta al barco por unos buenos cinco minutos. Jessie vestía
pantalones cortos y una camiseta sin mangas, tomando el sol en la cubierta y leyendo
uno de los libros de Sithias de su colección de literatura clásica. Ella levantó la vista
de las páginas y bostezó.
—¿Ya regresaste? Eso fue rápido.
Fate dejó caer el saco de cardo al suelo.
—Sí, fue fácil por una vez. Las cosas han ido tan increíblemente mal
últimamente, lo fácil me pone nerviosa. Y sospechosa.
—Toma la victoria —Jessie la saludó con desdén—. Al menos no te estás
muriendo de aburrimiento.
—¿Aburrimiento? ¿Qué es eso?
—Sentada con el pulgar hacia arriba en tu...
Sithias se lanzó en picado, patinando sobre las tablas del suelo antes de
detenerse tambaleante.
—Me niego a reconocerte como la ganadora porque hiciste trampa —
Totalmente descontento, se transformó rápidamente en el bibliotecario alto y
desgarbado al que todos se habían acostumbrado y rápidamente se quitó el hechizo
de invisibilidad de su cuello.
Fate sofocó una risa aclarándose la garganta.
—Admito que hice trampa.
—Te perdono —Lanzó el amuleto al suelo con disgusto y se enderezó la pajarita.
Darcy asomó la cabeza desde abajo, entrecerrando los ojos con la expresión de
dolor de un vampiro a punto de ser incinerado por el sol.
—¿Eso es el cardo?
—En toda su abundancia —Sithias recuperó el saco y se lo entregó a Darcy. Ella
lo tomó sin decir una palabra y se retiró a las sombras.
—¿Necesitas que te acompañe a los pantanos? —preguntó Sithias, incapaz de
mantener oculta su repulsión por la idea—. ¿O debería ayudar con la destilación?
—Supervisa a Darcy —le dijo Fate—. Voy a llevar a Jessie en la próxima carrera.
—¿Qué es? —Jessie saltó del suelo como un cachorro emocionado listo para
jugar.
—Ve a ponerte el equipo. Y trae el Ojo de Dragón, por si acaso.
—¿Estás segura? —preguntó Jessie. Ninguna de las dos necesitaba expresar el
problema que eso les había metido con Kaliena.
—Absolutamente. Quiero a la súper Jessie a mi lado si las cosas se ponen feas
allí.
Jessie se agachó para recoger el hechizo de invisibilidad descartado de Sithias.
—Supongo que necesitaré esto.
—No a dónde vamos. Los pantanos están lejos del Valle de Mornavar, al otro
lado de las montañas. —Fate contuvo la respiración mientras sacaba el hechizo al
aire y lo dejaba caer junto al otro hechizo maloliente.
—Bien, porque eso huele peor que un zorrillo en el patio trasero. —Jessie pasó
rápidamente junto a Sithias y subió a la cubierta.
—¿No deberías descansar un poco y esperar hasta mañana por la mañana? —
él preguntó.
—Estoy bien. Además, creo que es mejor mantener las cosas en marcha
mientras estoy en una racha ganadora.
Sithias tiró de la cadena de su reloj de bolsillo y abrió la tapa de bronce.
—Son casi las tres en punto —Cerró la tapa de golpe y se la guardó en el
bolsillo—. Es demasiado tarde. No puedes arriesgarte a quedarte atrapada en los
pantanos después de la puesta del sol.
—Esto es verano. El atardecer está a más de cinco horas de distancia. Eso es
mucho tiempo.
Jessie irrumpió por la escotilla con la armadura completa, sorprendiendo a
Sithias con su repentina aparición.
—¿Cómo podrías cambiarte tan rápido? — Agarró su pecho y abanicó su rostro.
—No es como si me estuviera preparando para un desfile de modas, Sithias —
Jessie puso los ojos en blanco mientras caminaba hacia los paquetes de aeronauta.
Se ató la mochila sin ningún problema y se volvió hacia Fate con una luz ansiosa en
los ojos—. Vamos, vámonos ya.
Fate miró tímidamente a Sithias.
—Usaré las Palabras de Creación para llevarnos de ida y vuelta. De esa manera
ahorraremos tiempo.
Sithias le dio un asentimiento tentativo.
—Si insistes. Asegúrate de estar de regreso antes del atardecer. Realmente no
quiero tener que ir a buscarte a los pantanos. Sabes lo que siento por desordenarme.
—Lo hago —Fate le guiñó un ojo y luego escribió un simple mensaje—. Nos
vemos en unas horas —le aseguró y leyó las palabras en voz alta—: Jessie y yo
estamos juntas en los pantanos, donde crecen las hierbas de los pantanos.
El cielo azul y el suave aleteo de las velas del barco se alejaron en espiral en un
movimiento borroso convirtiéndose rápidamente en una niebla gris que cubría las
siluetas de los árboles enredados. La luz del sol se filtraba a través de un dosel
densamente tejido de ramas sin hojas, difusa y débilmente reflejada dentro de
estanques tranquilos de agua oscura y salobre alfombrados con parches de hierba
de los pantanos.
El hedor a descomposición flotaba en el aire húmedo. Con la excepción del olor
repugnante, el lugar parecía bastante tranquilo. Nada se movió. No había indicios
de vida, aparte del verde vivo de la hierba del pantano contra los colores aburridos
y apagados de su entorno. Incluso los árboles parecían muertos. Sin duda, sus raíces
se sumergieron y ahogaron por el agua de los pantanos.
Jessie se tambaleó y Fate se acercó para estabilizarla.
—Mira, la hierba del pantano está aquí. ¿Ves? Sithias solo estaba siendo
paranoico.
—Pan comido —Jessie presionó una mano sobre su diafragma y tragó saliva—
. Lo que significa que puedo evitar este malestar estomacal volando de regreso.
—Claro, si eso es lo que quieres. Tendremos tiempo —Arrodillándose, Fate
metió la mano en el agua viscosa y agarró un puño lleno de resbaladizos tallos de
hierba de la hierbas—. Ew, asqueroso —murmuró mientras le daba un fuerte tirón.
Pero las plantas se mantuvieron obstinadamente enraizadas—. ¿Qué en el...? Dame
uno de tus cuchillos, Jess.
Soplaba una brisa que traía consigo el sonido de las hojas secas que soplaban
sobre el suelo.
—Whoa, ¿qué es eso?
—¿Eh? —Fate retiró la mano y se sacudió la baba y el hedor—. No escuché nada,
excepto un poco de viento.
Jessie negó con la cabeza.
—Estoy bastante segura de que vi algo. Por ahí. —Señaló al otro lado de los
pantanos.
Fate buscó en los bordes del pantano y estaba a punto de descartar las
preocupaciones de Jessie cuando vio una pequeña cabeza deformada por
protuberancias parecidas a ramas. Pareció verla al mismo tiempo y desapareció
entre las sombras de los árboles. Los escalofríos recorrieron su columna vertebral.
¿Había sido imprudente su decisión de dejar atrás los hechizos de invisibilidad?
—Supongo que no estamos tan solas como pensé que estaríamos.
—¿Qué debemos hacer?
—Dale una palmada al Ojo de Dragón. Mi visión ha mejorado
exponencialmente desde mi actualización, pero no puedo separar los detalles de la
oscuridad como lo hace el Ojo de Dragón. ¿Recuerdas?
—No hay necesidad de recordatorios. Sé exactamente lo que puede hacer —
Jessie sacó el arnés de su cinturón de herramientas y se lo puso sobre un ojo. Su
columna se enderezó en el segundo en que el Ojo de Dragón se clavó en su cerebro
y sistema nervioso. Movió la cabeza suavemente, casi de forma robótica mientras los
intrincados mecanismos giraban alrededor del ojo de piedra preciosa de aspecto
reptil y escaneaban el otro lado de los árboles en sombra.
El recordatorio de cuando Jessie había sido la asesina cyborg personal de
Kaliena golpeó a Fate con más fuerza de lo que esperaba. Ella negó con la cabeza,
alejando la angustia que la acompañaba.
Jessie jadeó.
—Los veo —susurró.
—¿Hay más de uno?
Jessie asintió.
—Sí, están por todos lados. —Ella se encogió cuando el Ojo de Dragón los
enfocó con más nitidez.
—¿Qué son?
—No sé. ¿Gremlins7 de árboles pequeños y feos?
Fate frunció el ceño ante la vaga descripción.
—¿Parecen peligrosos?
Jessie pensó un minuto.
—No, creo que nos tienen más miedo. Están haciendo todo lo posible por
permanecer ocultos. Es casi gracioso lo claro que puedo verlos sin que ellos lo sepan.
Fate desenvainó una de sus dagas.
—Vigílalos mientras obtengo lo que vinimos a buscar. —Tomando la hoja,
metió la mano debajo del agua y cortó los tallos.
El caos estalló en el mismo momento de cortar las plantas. Sonidos que se
parten y se rompen, como el desgarro de árboles, resonaban en el aire. La tierra
tembló bajo sus rodillas. La tranquila superficie del estanque se estremeció y onduló.
Enormes criaturas hechas de madera con cartílago y corteza pelada de los
árboles muertos, un ejército de ellos, delgados y altos como edificios. Sus rostros de

7
Película famosa de los 80 sobre unas pequeñas y extrañas criaturas peludas
madera agrietados tenían forma esquelética con bocas con largos colmillos.
Vadearon en las piscinas, sus largas piernas nudosas hundiéndose hasta las rodillas
anudadas mientras se abrían paso a través del lodo.
Metiendo la hierba del pantano en su bolso con una mano, Fate se puso de pie
y desenvainó su espada con la otra. Jessie ya había sacado su espada, su postura de
batalla lista para cuando cruzaran los pantanos.
Un fuerte golpe desde atrás envió a Fate a volar por el espacio. Antes de que
pudiera enderezarse, se estrelló contra una de las criaturas. La agarró, sus dedos se
alargaron, serpenteando como enredaderas alrededor de su pecho.
—¡Jessie, sal de aquí! ¡Consigue ayuda!
—¡De ninguna manera, no te voy a dejar! —Jessie esquivó el latigazo de una
criatura arbórea y devolvió el golpe, cortándole el brazo, una herida inútil, porque el
brazo volvió a crecer casi con la misma rapidez.
—¡Yo puedo cuidar de mí misma! —gritó Fate—. Ve, estaré justo detrás…
La criatura apretó su agarre, cortándole el aire.
Jessie se movió entre las criaturas de los árboles, sus movimientos
perfeccionados por las mejoras del Ojo de Dragón en su sistema nervioso.
El poder interno de Fate se encendió, pulsando calor y furia a través de su
torrente sanguíneo. Presionando sus brazos contra sus ataduras, gritó en un
esfuerzo por romperlas. El agarre de la criatura se aflojó lo suficiente como para
darle esperanza.
Una cosa espantosa de baba y lodo salió del agua y se aferró a la criatura del
árbol con garras afiladas. Goteando con lodo negro verdoso, su rostro espantoso se
acercó al de Fate. El horror se deslizó por sus entrañas mientras miraba a los ojos
globulares del color de la enfermedad y la muerte. Su boca se abrió, unas fauces
oscuras unidas por hilos de reluciente cieno.
Y luego exhaló, una niebla verde fétida y enfermiza que se aferró a la parte
posterior de la garganta de Fate y ardió con una sensación aterradora y
desgarradora. Sintió que las células y el tejido se inflamaban con la infección. Su
garganta se cerró, haciendo casi imposible respirar. Su cráneo palpitaba de fiebre.
Los golpes le nublaron el cerebro.
El monstruo del pantano giró su cabeza espantosa, fijando su mirada venenosa
en Jessie, quien se abrió camino a través de las criaturas de los árboles, cortando
ramas que volvían a crecer rápidamente. El monstruo saltó en dirección a Jessie,
agarrándose a otra criatura arbórea antes de saltar a la siguiente.
Jessie estaba de espaldas sin tener idea de lo que se avecinaba.
Fate abrió la boca y gritó una advertencia que no fue más que un leve gorgoteo.
Una oleada de náuseas se apoderó de ella mientras luchaba por levantarse. El
esfuerzo solo la debilitó aún más. De repente, la cabeza le pesaba demasiado para
levantarla y tenía las extremidades como plomo. Perdió de vista a Jessie y se
derrumbó en un tembloroso montón. Todo se había convertido en un borrón de
movimiento oscuro y difuso.
Los pensamientos de Fate se centraron en cada fracaso que la había llevado a
lo que sin duda era el final de su vida. ¿Dónde había ido tan terriblemente mal para
haberse perdido tan completamente? Cuando miraba hacia su pasado, todo lo que
vio fue un camino de obstinación y decisiones apresuradas. Ciertamente había
pagado por sus errores, aunque no tan caro como los más cercanos a ella. Ahora
Jessie moriría junto a ella en este pantano.
Su mayor arrepentimiento siempre sería Finn. Su amor por ella nunca había
vacilado, mientras que su amor por él había sido imperfecto, impuro. Anhelaba
decirle lo horriblemente equivocada que había estado. Que ella lo amaba y que
nunca dejaría de amarlo. Ni en este mundo ni en el próximo.
Un dolor insoportable pesaba sobre Fate, hundiéndola en la profunda y oscura
tumba de su mente. Era demasiado tarde para cambiar nada. Todo lo que pudo
hacer fue rendirse a la marea negra y fría que se alzó para tragarla.
Fate se dejó llevar y no supo más.
Capítulo 32
Las Dríadas de Glyndaer

Finn flotó felizmente dentro de la luz de la Llama Eterna, calentado y


reconfortado. Este era mi hogar. Pertenecía a este océano resplandeciente de fuego
ámbar y dorado. La luz era todo lo que existía y su conciencia era parte de ella,
expandiéndose sobre la tierra, toda la naturaleza misma y todos los seres vivos.

Al mismo tiempo, estaba por encima de todo, distante como estaba el sol del
planeta. Libre de recuerdos tristes y del corazón roto que recordaba las batallas que
había luchado para aferrarse a lo que nunca había sido suyo. La pérdida era extraña
en este elevado plano. Aquí, solo había pertenencia.

—Finn.

Él volvió su conciencia hacia la voz familiar.

—Lo siento.

El dolor y el arrepentimiento en su voz tiraron de él, sacando su espíritu de


donde deseaba permanecer. No hubo resistencia a la atracción del deseo. El amor y
el anhelo se habían despertado.

Pero regresar significaba la promesa de angustia.

—Finn, te amo. Te amaré por siempre.

El corazón de Finn gritó, exigiendo responder a su llamada. Sin embargo, el


atractivo de ser parte de un todo mayor era más fuerte. Este era el camino de menor
resistencia. El viejo camino no había sido más que lucha, pérdida y dolor. Él ya no
quería más dolor. Quería paz.

—Eres a quien pertenezco.

Su voz era tan débil ahora. De manera alarmante. Algo estaba terriblemente
mal. Finn ya no podía volar por encima de todo, como tampoco un pájaro podía
resistir la fuerza de la gravedad cuando se le cansaban las alas.
—Soy tuya. Siempre he sido tuy...

La conexión se rompió y Finn estaba cayendo. Cayendo en un abismo de miedo


oscuro y rugiente.

Se despertó de un sobresalto, aferrándose al dolor que le atravesaba el pecho.

—Fate —siseó en voz baja.

Una mano le acarició el cabello, un toque suave que lo sobresaltó lo suficiente


como para ponerse de pie. La reina elfo sonrió con frialdad desde su trono.

—Finalmente te has despertado del rasguño del neanghaith.

Finn miró a su alrededor y se tomó un minuto para darse cuenta de dónde


estaba. Guirnaldas festivas de flores se envolvieron alrededor de las gruesas ramas
del Gran Roble. Los elfos estaban ocupados tejiendo más y ensartándolos desde las
ramas más altas. La adición de cientos de linternas indicó una celebración de algún
tipo.

—Lithamas está cerca de nosotros —explicó la reina cuando notó su


confusión—. Creo que los druidas se refieren a él como Alban Hefin.

—Luz del Verano —confirmó Finn. El día de luz más largo, cuando el sol está
en su mayor fuerza. Cerrando los ojos por un segundo, recordó la euforia de bañarse
en las energías del sol. A pesar de lo hermoso y sagrado que era este lugar, palidecía
en comparación con el lugar de donde se había separado hace solo unos segundos.

Finn miró a la reina.

—¿Dijiste que estaba dormido? Te lo aseguro, no lo estaba.

—Tú eres fuerte —Se quedó de pie con una mirada de nostalgia en sus ojos
luminosos—. No he conocido a nadie que se haya liberado del sueño tan pronto.

—¿Cuánto tiempo estuve... dormido?

—El tiempo no tiene sentido aquí. Dejamos que la tierra, la luna y el sol nos
muestren el paso del tiempo a través del cambio de estaciones.

La desesperación tensó los músculos del pecho y los brazos de Finn. Todavía
estaba en la niebla. No había forma de saber cuánto tiempo había estado "soñando".
Ciertamente no era nuevo en el concepto de tiempo perdido. Todas las leyendas de
antaño hablaban de humanos atrapados en el reino de las hadas durante lo que
pareció un día, pero había sido toda una vida o más. Muchos habían regresado para
encontrar las tumbas desgastadas de sus familias.
Finn estaba plagado de dudas y confusión. ¿Había escuchado la voz de Fate
hacía solo unos momentos? ¿O había sido hace siglos?

—¿Alguien ha venido a buscarme?

La expresión afectuosa de Nueleth se transformó en desdén.

—Lo hicieron. Detectamos a dos intrusos.

—¿Detectaron?

—No podíamos verlos, oírlos ni olerlos.

—¿Son prisioneros ahora también?

—No. Los perforamos. Ellos cayeron. Creemos que los luhgmoors acabaron
con sus vidas.

El idioma antiguo destellaba visiones de gusanos grandes con colmillos en su


mente. Fate habría sido una de los dos que mencionaba la reina. Conocía su terror a
los gusanos. Deben haber sido una pesadilla. Si había algo con lo que podía contar,
Fate era demasiado terca para haber sido atacada por una fobia. Al menos eso era lo
que se iba a decir a sí mismo hasta que supiera lo contrario. Fate estaba viva y
actualmente en problemas.

Todavía necesitaba saber exactamente cuándo había sucedido esto, mientras


de alguna manera eludía el sentido abstracto del tiempo de la reina.

—¿Vinieron aquí en este día?

Nueleth negó con la cabeza.

—Los luhgmoors salen después de la lluvia. ¿Eso fue hace un sueño?

La reina parecía aburrida, su expresión rayaba en la irritación.

—Basta de preguntas. Yo tengo mis propias. Sabemos de su barco en el cielo.


¿Cuántos más vendrán por ti?

El primer pensamiento de Finn fue mentir y decir que nadie más vendría.
Desafortunadamente, el lenguaje antiguo era transparente. No había lugar para el
engaño.

—Tres, a menos que Tove escapara. Entonces habría cuatro —Esperó a que ella
le hiciera más preguntas. Cuando ella no lo hizo, presionó para obtener más
respuestas propias—. ¿Tove escapó?
—No. Mi hijo le ha tomado simpatía.

—Si él pone una mano sobre ella, yo…

—Ella le devuelve sus sentimientos —Evidentemente, Nueleth dijo la verdad


tal como la entendía.

Tove nunca se acomodaría en los brazos de un extraño tan rápido. Apretó los
dedos en puños, con ganas de golpear algo.

—Encuentro eso difícil de creer, dado lo temerosa que era de los de tu clase.

—No somos injustos —Dio un paso adelante y le pasó una mano por el pelo.
Finn toleró su toque solo porque quería más información—. Como mi hijo, me he
ablandado contigo, a pesar de que ambos son humildes humanos. Si lo deseas,
puedes hacer un hogar aquí. Conmigo. Con la tribu y el Gran Roble.

Su inesperada invitación tenía cierto atractivo. La paz que había conocido


desde que llegó al bosque lo atraía incluso ahora. Fácilmente podía verse a sí mismo
adoptando una vida con los Falinorin. La intimidad que había conocido con Nueleth
cuando ella lo había transportado al campo de cardos había sido casi tan fuerte como
su conexión con Fate.

¿Podía confiar en sus sentimientos? ¿O estaba bajo algún tipo de hechizo? Las
dudas volvieron a invadirlo para nublar su pensamiento. Mientras luchaba por la
claridad, las enseñanzas de su abuelo regresaron.

—El amor verdadero nunca está manchado por el miedo y la confusión. El


corazón siempre sabe la verdad. Es la mente la que elige ignorar sus honestas
impresiones. Confía en tu corazón para que te muestre el camino.

—Si elijo quedarme contigo, ¿seré libre de ir a donde me plazca? —preguntó.

Nueleth pasó un dedo por un lado de su cara. Un cálido hormigueo palpitó bajo
su toque. Una promesa de más placeres sensoriales, si él lo desea. —Sí, serás tan
libre como cualquier Elrinye aquí —respondió.

Finn asintió.

—¿Qué pasa si Tove y yo deseamos volver con nuestra gente?

Las más tenues líneas de disgusto interrumpieron la suave superficie de su


hermoso rostro.

—No podemos permitir que te vayas.

Sus palabras generaron imágenes de oscuridad. De nada.


—No me ofreces libre albedrío. O vivo aquí o muero si me niego.

Nueleth hizo un gesto con el brazo ante la belleza que los rodeaba.

—Te ofrezco una vida de mucho más valor que cualquier cosa que hayas
conocido anteriormente.

—Sí, lo haces —asintió Finn—. La vida que he conocido fue de mi propia


creación al menos.

—¿Era qué? —Su pregunta fue profunda. Disfrutaba demasiado volviendo a


sus dolorosos orígenes.

—Ninguno de nosotros elige cómo entrar en este mundo. Nuestras elecciones


son las que hacen nuestras vidas nuestras —Sacudió la cabeza—. Has sido una reina
demasiado tiempo si esperas que los demás cumplan solo con tus elecciones.

Nueleth le devolvió la mirada, aparentemente aturdida.

—¿Me harías daño con insultos?

—No tengo ningún deseo de hacerte daño. Estoy diciendo mi verdad. Si


realmente quieres que me quede contigo, entonces la decisión debe ser mía sin
temer por mi vida.

Ella se quedó callada un momento y él supo que estaba viendo lo que había en
su corazón. Que su preocupación por Fate y ayudarla era todo lo que podía ver en
ese momento.

—Planeas irte.

—Yo debo. Me necesitan.

—¿Qué hay de Tove? ¿Volverás por ella?

Esta manipulación tenía que detenerse, pero no estaba en posición de regañar


a la reina elfo. Esta debilidad que tenía por él probablemente era temporal y no
necesariamente se transferiría a Tove.

—Sí, lo haré —Nunca dejaría a Tove atrás.

Nueleth pareció apaciguarse.

—Entonces tienes mi permiso para salir.

Finn miró hacia el cielo. La mano de Nueleth en su brazo atrajo una mirada
reacia hacia ella.
—Esperaré una respuesta a tu regreso —Toda ternura había desaparecido de
su voz.

—Y la tendrás —Con eso, se disparó a través del dosel, trepando hacia el cielo
azul, donde finalmente fue libre. Por el momento.

Voló lejos, esperando hasta que pasó el Valle de Mornavar antes de aterrizar
en una loma, donde el bosque se extendía más allá de él hasta donde alcanzaba la
vista. Arrodillándose, colocó su mano en el suelo, hundiendo los dedos en la tierra
húmeda mientras empujaba sus sentidos profundamente en la tierra, a través de
rocas sólidas y cuevas subterráneas atravesadas por manantiales frescos y
cristalinos.

Por lo general, su conexión con Fate era inmediata, pero no había nada. Su
concentración tartamudeó cuando el miedo se apoderó de él.

—Sigue mirando —se dijo a sí mismo—. Ella está viva.

Finn sondeó más profundo, más amplio, irradiando su conciencia en oleadas,


anhelando su esencia espiritual. Recorrió el denso bosque, sobre su vasta cadena
montañosa. El bosque era enorme, espeso y lleno de vida salvaje, la mayor parte
salvaje y mortal. Temiendo lo peor, avanzó a través de un territorio demasiado
peligroso para que cualquiera pudiera atravesarlo a pie.

Finn ralentizó su búsqueda cuando llegó a un bosque de robles poderosos.


Nunca antes había visto tantos robles sagrados cubriendo tanta tierra. Estaba a
punto de seguir adelante, cuando la conexión con Fate subió por su brazo, estallando
en su pecho en una explosión de calor fundido y llamas.

La fuerza fue asombrosa, impactando su sistema mientras su esencia se agitaba


dentro de él, una tormenta de fuego abrasador, humo y cenizas. La luz centelleante
de su dulce alma inocente se había atenuado, manchada por la oscuridad del dolor,
la tristeza y la culpa. La pesadez de todo eso empapó cada partícula de él hasta que
sintió como si se estuviera ahogando.

Finn apartó la mano de la tierra, cortando la conexión. Temblando por la


embestida de las emociones de Fate, luchó por sacudirse y aclarar su mente. Sabía
que estaba sufriendo, pero no tenía idea de lo consumida por el dolor que ella había
estado.

Estaba atormentada por la misma culpa agonizante con la que Mugloth lo


había infectado. El poder que Mugloth había ejercido sobre él lo había empujado a
cometer actos oscuros que lamentaba hasta el día de hoy. ¿Cómo podría no haberse
dado cuenta de que Fate estaba pasando por lo mismo? Ananke siempre estaba
imponiendo su voluntad sobre ella, obligando a Fate a tomar un camino que no era
de su elección.

Finn se elevó hacia el cielo, respirando profundamente en un intento de


despejar sus pulmones de la angustia debilitante en la que casi se ahoga. Volando
lentamente al principio, Finn finalmente ganó velocidad, su determinación de
encontrar a Fate más fuerte que nunca mientras se dirigía hacia el robledal.

Después de volar más de lo esperado, aterrizó de nuevo, reconectándose


brevemente para asegurarse de que todavía estaba apuntando en la dirección
correcta. No fue hasta que despejó la cordillera y se dirigió al norte que finalmente
divisó la arboleda, un vasto bosque de robles gigantes rodeado por un pantano de
estanques negros y árboles muertos de cedro, pino y aliso. El paisaje pantanoso era
un desconcertante círculo de muerte alrededor de la próspera arboleda verde, como
si estuviera diseñado a propósito, como un foso alrededor de un castillo.

Finn voló sobre la arboleda, buscando un claro en algún lugar entre los robles,
desde donde tendría una vista de hacia dónde estaría volando. Finalmente encontró
una abertura en el centro mismo del dosel sólido de hojas exuberantes.

Descendió lentamente, mirando en todas direcciones, atento al menor


movimiento. El bosque estaba quieto cuando sus botas tocaron el suelo, una
inquietante quietud que le erizó los pelos de la parte posterior de los brazos. No se
escuchaba ni un sonido. ¿Dónde estaba el canto de los pájaros que había oído desde
arriba?

Inclinándose sobre una rodilla, hundió los dedos en la tierra blanda debajo de
una manta de bellotas y hojas secas y quebradizas del verano pasado. Su conciencia
recorrió la tierra en busca de Fate. Se preparó para otro diluvio de emociones, pero
el violento maremoto nunca llegó.

Empujando más, amplió su búsqueda, irradiando su vista oscura hasta el


borde mismo del bosque de robles. Fue allí, en la frontera, entre la arboleda y el
pantano, la vida y la muerte, donde escuchó su débil y superficial jadeo. Dejó escapar
un grito ahogado cuando vio el rostro de Fate, gris pálido como un cadáver. Algo
monstruoso se inclinó sobre ella, exhalando vapores venenosos en su boca abierta
mientras luchaba por respirar. Ella estaba muriendo.

Tan pronto como Finn rompió la conexión, sintió una restricción dolorosa
alrededor de sus tobillos. Raíces lo ataron al suelo y estaba furioso por estar
demasiado distraído para darse cuenta.

Sacando su flauta, sopló dos notas rúnicas afiladas, transformando el aire en


el tubo en una hoja de viento. Cortó las raíces, rebanándolas a la fuerza. Más
serpentearon de la tierra y se agarraron para sujetar con fuerza alrededor de sus
piernas. Finn las atacó, cortando completamente, solo para que otras reemplazaran
a las que él cortaba. Cientos de raíces brotaron del suelo, retorciéndose alrededor de
su torso, envolviéndose alrededor de sus brazos hasta que no pudo moverse.

Finn invocó el elemento Tierra. Chispas ardientes brotaron de su boca, pero


fue amordazado sumariamente antes de que pudiera convocar al suelo para
endurecerse alrededor de las raíces invasoras. La suciedad le raspó la cara cuando
la raíz apretó, forzándose sobre su lengua para hacer imposible completar su
comando.

Gruñendo de rabia, luchó por romper las raíces solo con resistencia y fuerza.
Esto solo las hizo apretar su agarre hasta que temió que sus costillas se aplastaran
contra sus pulmones. Hambriento de oxígeno, las estrellas bailaron a través de su
visión.

Finn finalmente dejó de luchar y las raíces se aflojaron lo suficiente como para
permitirle respirar de nuevo. Fue entonces cuando finalmente se revelaron.

Seres de madera y hoja se apartaron de los troncos de los robles gigantes.


Habían estado allí todo el tiempo, mezclándose con los árboles como si hubieran
nacido de ellos. Formaban parte de este lugar que Finn no había sentido su
presencia.

Tenían una buena forma, especialmente las hembras, con rasgos finos y
agradables y cuerpos flexibles. Cualquier similitud con los humanos terminaba ahí.
Sus ojos eran grandes, como los de un ciervo y de un color cálido y oscuro, que
variaba del castaño al ébano y de todos los matices intermedios.

Su piel lisa y pulida poseía espirales con vetas de madera, aunque lo


suficientemente flexible y suave como para mover la expresión. Las elegantes líneas
de sus orejas puntiagudas coincidían con las amplias curvas de los cuernos parecidos
a ramas que crecían como coronas de sus cabezas. Delgados zarcillos de enredaderas
con diminutas hojas verdes colgaban espesos como cabellos y caían en cascada sobre
sus hombros.

Dríadas. Finn los conocía por las enseñanzas de su abuela. Se sabía que eran
pacíficos siempre que los árboles y la tierra que tendían permanecieran vírgenes.
Cualquier descripción, como hacha contra árbol o cosechar plantas sin un
intercambio justo, provocaba su ira.

Un majestuoso macho se adelantó, su cabeza impresionantemente coronada


con enormes espinas curvas y con púas. Las hojas que enmarcaban su rostro eran
grandes y agrupadas, como una espesa melena. Era musculoso y de miembros más
gruesos que la mayoría de los otros machos. Cuando llegó a Finn, él se paraba una
cabeza más alto, una figura formidable mientras miraba su orgullosa y aguileña
nariz.

Runas de razas antiguas grabadas en su piel, irradiadas de una bellota


incrustada en su pecho, tan verdes como el día en que la semilla cayó del roble. Del
mismo modo, la dríada miró las runas escritas en tinta en la sien de Finn. Hizo un
pequeño gesto, que soltó las raíces de la boca de Finn y alrededor de su pecho.
Aunque, no lo suficiente para liberarlo. Finn tosió, obligado a tragar una cantidad
no deseada de tierra.

La voz profunda de la dríada se quebraba como la curvatura de la madera


mientras hablaba y hacía señas en el idioma de la raza antigua.

—Soy el Rey Lorberos de Glyndaer. ¿Por qué has traspasado mis dominios?

—Alguien a quien amo está muriendo en los pantanos fuera de tu arboleda y


vine a ayudarla. Por favor, debes liberarme.

La amplia frente de la dríada se frunció en un ceño imponente.

—Eres un intruso, como el otro, y bajo el dominio de mi autoridad.

—¿Sabes que ella está aquí?

—El Shrilgresh tiene al intruso. Se está imponiendo el castigo.

—La ejecución es lo que es.

—Como es nuestro camino. Aunque matar a este intruso resulta difícil cuando
no debería.

Finn tenía esperanzas al mismo tiempo, pero no estaba seguro de cuánto


tiempo podría sobrevivir Fate a un bombardeo constante de veneno, incluso con sus
poderes regenerativos.

—¿Me harás lo mismo a mí? —preguntó, esperando ser llevado al Shrilgresh y,


a su vez, a Fate—. Si la entrada ilegal es motivo de castigo, exijo que se me dé el
mismo trato.

—La transgresión no es la transgresión. Se trata de quitarle la tierra sin


retribuir a cambio.

Cuanto más hablaba el rey en la lengua de la raza Antigua, fragmentos de


información e imágenes se hundían en la conciencia de Finn. Una historia se estaba
formando rápidamente, una historia muy diferente del Bosque Feldoril y el Gran
Roble de la que inicialmente había recopilado de Nueleth.

Hace un tiempo sin edad, las dríadas de Glyndaer nacieron del Gran Roble.
El árbol conectaba a estas dríadas nobles con las Shrilgresh, las dríadas salvajes
nacidas de los muchos y variados árboles del bosque de Feldoril. La paz y la
armonía era todo lo que habían conocido.

Hasta que los Falinorin llegaron al Bosque Feldoril.

La raza élfica invadió el Gran Roble al clavar el cristal de la Llama Eterna en


el corazón del árbol. La introducción de esta ardiente energía cristalina cambió el
roble, haciendo imposible que los Glyndaer vivieran más en su hogar.

La muerte les llega a las dríadas que abandonan el árbol de su nacimiento,


pero para quedarse, también significaba la muerte. El Glyndaer no tuvo más
remedio que abandonar el Gran Roble. Para sobrevivir y permanecer unida al
Gran Roble, cada dríada incrustó una bellota viva y fértil dentro de la suave piel
de madera de sus pechos.

Los Falinorin reclamaron su derecho sobre el Valle de Mornavar y el Gran


Roble mediante el uso de la magia de las sombras para arrojar una tristeza sobre
las tierras fronterizas del Bosque Feldoril, incluido el bosque de robles. Estos
lugares se convirtieron en pantanos. Si bien los Glyndaer no pudieron disipar la
penumbra, su presencia imbuyó al robledal con la fuerza suficiente para evitar que
el bosque se convirtiera en un pantano como todas las demás áreas infectadas del
bosque.

Los árboles infectados por la penumbra se marchitaron y murieron, lo que


debería haber cobrado la vida de las dríadas salvajes. Los Shrilgresh vivieron,
pero fueron cambiados por la magia de las sombras, se volvieron monstruosos en
su forma y más salvajes que nunca. Las dríadas salvajes continuaron
respondiendo al rey Lorberos, aunque se mantuvieron en los pantanos, lo que los
convirtió en un lugar traicionero para cualquiera lo suficientemente tonto como
para cruzar al bosque de Feldoril.

Que es exactamente lo que los Falinorin deseaban lograr.

—Permíteme enmendar esta transgresión —ofreció Finn—. Devolveré a la


tierra en su lugar. Pero solo si la sueltas.

La ferocidad en los ojos oscuros del Rey Lorberos permaneció.

—¿Por qué iba a confiar en un Druida que se alía con mi enemigo?


—No tengo ninguna lealtad a los elfos. Fui hecho prisionero.

—Buscaste parlamentar con ellos, ¿no es así?

—Sí, lo hice. Vine a pedir permiso para cosechar las semillas de cardo y un
pequeño corte de las hierbas de los pantanos. —Empezó a explicar que para eso
había venido Fate, pero el ceño del rey Lorberos se profundizó.

—Eso no es todo lo que buscas. ¿Te atreves a insultarme ocultando tu intención


de cazar al Brairdul por omisión?

Brairdul.

El nombre antiguo del unicornio negro se estrelló contra el cráneo de Finn.


Visiones inquietantes y una historia que debería haberle contado se convirtió en una
pesadilla.
Capítulo 33
Cómo El Brairdul Llegó a Ser

Mucho antes de que existieran los humanos, cuando el aire estaba


impregnado de magia, la armonía reinaba entre los primogénitos del mundo.
Estos eran la raza Antigua, conocidos como gigantes y antepasados de todos los
seres vivos, los moldeadores de la tierra y los sabios guardianes del conocimiento
más antiguo de la Tierra.

Luego vinieron los Primeros Árboles, los Abuelos de los bosques y la voz de la
Mente Terrestre. La tierra misma dio a luz seres mágicos fae conocidos por
algunos como dríadas, sprites, duendes, faunos, gnomos y ninfas que cuidaban la
flora emergente y los cuerpos de agua prístinos. A medida que la magia
aumentaba, aparecieron más criaturas. Una de esas criaturas fue el unicornio.

Nacido en una época de pureza e inocencia, el unicornio encarnó estas


cualidades y más. El pináculo de su poder residía dentro de su Alicornio, el de la
curación y la inmortalidad absoluta. El unicornio era la más salvaje de las bestias,
indomable e imposible de capturar. Liderados por el rey semental, grandes
manadas de unicornios galopaban por los campos abiertos, sagrados y libres.

La muerte no era parte de esta edad dorada de magia y unidad. No hasta que
el Eldritch Gloom emergió al mundo. De repente, hubo oscuridad donde solo había
luz. Nadie sabe de dónde vino, solo que la paz puede convertirse en caos y la magia
puede volverse distorsionada y siniestra.

El Eldritch Gloom se extendió, corrompiendo lo que una vez había sido puro
en cosas horribles. Nació una horda malvada, dando a luz al más vil de los
monstruos, criaturas sedientas de sangre que acechaban en las sombras y
atacaban a los inocentes.

El rey unicornio perdió gran parte de su rebaño a causa del Eldritch Gloom.
Aquellos que no pudieron escapar de su alcance contaminado se convirtieron en
kelpies, criaturas marinas hambrientas de la carne de cualquiera lo
suficientemente tonto como para ser engañados para que cabalguen sobre sus
malvadas espaldas y los arrastren a una muerte oscura y acuosa.

Se celebró un consejo entre la gente de las hadas, los Antiguos, los Primeros
Árboles y el rey unicornio. Pasaron muchos días de deliberación antes de que
llegaran a una terrible solución. El Eldritch Gloom debe estar contenido dentro de
un recipiente viviente lo suficientemente poderoso como para contener la
oscuridad y detener la propagación.

El rey unicornio dio un paso adelante para ser este recipiente.

El dolor se apoderó de la tierra el día en que este valiente y noble corcel corrió
precipitadamente hacia la oscuridad total del Eldritch Gloom. Cuando todo lo que
quedó fue oscuridad, se pensó que el rey unicornio se había sacrificado por nada.
Las estaciones pasaron una tras otra antes de que se hiciera evidente que Eldritch
Gloom estaba disminuyendo, poco a poco. Hasta que llegó el día en que todo lo que
quedó fue un unicornio, negro como la noche y horrible de ver.

Sus ojos castaños y brillantes se habían convertido en orbes lechosos y sus


poderosas pezuñas estaban rajadas y disminuidas de tamaño, como las patas de
una cabra. Sus fosas nasales ensanchadas emitían una neblina azul enfermiza que
se deslizaba alrededor de su lanza afilada como una alicornio. Atrás quedó el
majestuoso semental de marfil con su suave Alicornio en espiral y su suave melena.

Así fue cómo surgió Brairdul. Un salvaje unicornio negro que galopaba entre
los pliegues del crepúsculo, donde pocos podían seguir. Y así, el Brairdul se volvió
loco, rey de la noche, tan inalcanzable como las estrellas.

Los Primeros Árboles enviaron una llamada por toda la Tierra a cualquier
hada lo suficientemente fuerte como para atrapar y acorralar al Brairdul. Para
entonces, los humanos estaban conquistando el desierto y algún día podrían
encontrarse con Brairdul y matarlo, como era su manera. Esto era impensable.
Destruir el recipiente liberaría el Eldritch Gloom, lo que le permitiría terminar de
barrer el mundo en la oscuridad y todos los males que crearía a su paso.

En respuesta a la llamada, los Falinorin navegaron a través de los mares


desde una tierra lejana. Cazaron sin descanso, con los Elrinye cubriendo la tierra
durante el día y los Darfal acechando al Brairdul dentro de su propio dominio
oscuro de la noche.

Por fin, los Falinorin atraparon al Brairdul, pero exigieron una recompensa
por sus esfuerzos. Deseaban el Valle de Mornavar y el Gran Roble como su nuevo
hogar. El Gran Roble y el consejo de los Primeros Árboles estuvieron de acuerdo.
Este fue un pequeño precio a pagar por garantizar la seguridad del mundo.
Lamentablemente, los Glyndaer pagaron el precio más alto al verse obligados a
abandonar su árbol de nacimiento.

La historia del Brairdul se desvaneció cuando el rostro furioso del rey Lorberos
se enfocó nítidamente. Todas las piezas habían caído en su lugar. Finn entendió
ambos lados. Aunque estaba molesto con Nueleth por no pronunciar nunca el
nombre de Brairdul. Si alguien fue culpable de mentir por omisión, era la reina
Elrinye. Ella nunca tuvo la intención de llevarlo a ningún lado cerca del unicornio
negro y esto lo enfureció.

—No vine aquí para cazar al Brairdul —dijo Finn—. Vine a tomar un solo pelo
de su melena.

La expresión del rey Lorberos se agudizó.

—Tu intención de querer lo que crees que es una pequeña cosa, es noble, pero
nada bueno vendrá de ninguna parte del Brairdul. No te haré responsable de la
transgresión del otro. Te puedes ir —La dríada empezó a alejarse.

—No puedo dejarla atrás.

El rey Lorberos le devolvió la mirada. Un leve atisbo de arrepentimiento se


reflejó en sus ojos mientras lo enfrentaba de lleno.

—Muy bien. Retendremos al prisionero hasta que hayas devuelto lo que alguna
vez fue nuestro.

Finn lo miró con incredulidad.

—¿Quieres que te dé el Gran Roble?

—Estos son mis términos.

La consternación de Finn fue tan grande que apenas podía pensar con claridad.

—¿Cómo esperas que haga que los Falinorin abandonen el Gran Roble? Nunca
entregarán el árbol.

—Estos son mis términos —repitió el rey—. Confío en que encontrarás la


manera. Después de todo, derrotaste al druida descarriado que se hacía llamar
Mugloth y que una vez poseyó al Abuelo Oak.

Si alguna vez hubo un momento en el que a Finn le disgustó el lenguaje de la


raza Antigua y la absoluta incapacidad de mantener en privado todo su pasado, era
ahora. Discutir con el rey solo empeoraría las cosas.
—Si esos son sus términos, entonces los acepto —admitió finalmente—.
Aunque espero que me ayudes si es necesario. Nos superan en número.

—Tienes mi palabra de que te ayudaremos, si es necesario —prometió el rey.

—¿Vas a detener el envenenamiento ahora? —preguntó Finn.

—Está hecho.

—Tengo que verla con mis propios ojos.

—¿Desconfías de mi palabra?

—Llévame con ella —insistió Finn.

El rey hizo una pausa y luego hizo un gesto para que lo liberaran.

—Sígueme.

El paso del rey Lorberos fue rápido y firme mientras conducía a Finn a través
de la arboleda. Las otras dríadas presentes aparentemente desaparecieron detrás de
ellos. En el camino otros dieron a conocer su presencia alejándose de los troncos de
los enormes robles para verlos pasar. Los Glyndaer estaban por todas partes dentro
de la arboleda, pero optaron por permanecer ocultos en su mayor parte.

Cuando llegaron al borde del robledal, se encontraron con un muro de niebla.


Los árboles detrás de la cortina de niebla estaban desnudos y retorcidos. Un hedor
supurante golpeó a Finn en la nariz en el momento en que cruzó el umbral y siguió
al rey hacia el pantano turbio. Sus botas hundidas y absorbidas por el barro, lo que
le impidió caminar mientras se concentraba en seguir el ritmo del rey Lorberos.

Los sonidos de la tierra mojada y cambiante y el rumor del agua alertaron a


Finn del movimiento a su alrededor. Formas distorsionadas surgieron de la tierra
en reconocimiento a su rey. Criaturas del pantano de rocas, musgo y ramas
enredadas se inclinaron rígidamente mientras Finn se adentraba más en el pantano.
Enormes serpientes de corteza viscosa con espinas de ramas puntiagudas
emergieron de los estanques negros para deslizarse hacia la tierra, mirando a su rey
con ojos de un rojo brillante.

Cuanto más viajaban, más crepitaban los silenciosos rincones del pantano
desde todas las direcciones con el sonido de la madera al romperse, mientras
innumerables dríadas salvajes se despegaban de los árboles sin vida para darse a
conocer.

Los Shrilgresh se alzaban sobre ellos, gigantes de madera muerta nudosos y


afilados. Ojos verdes enfermizos miraban desde rostros de forma esquelética y
moteados de liquen. Feroces por naturaleza, fueron sometidos en presencia de su
rey.

Desde el interior de la luz tenue, un resplandor amarillo verdoso apareció en


la distancia mientras el rey Lorberos lo guiaba hacia adelante. Entraron en un
camino de grandes raíces desnudas que se elevaban cada vez más alto y se alejaban
del fangoso pantano, uno que serpenteaba hacia una enorme columna de raíces
enredadas y en espiral.

Entraron en la torre, donde la atención de Finn fue atraída hacia arriba por el
brillo de la luz en lo alto. Las paredes interiores estaban cubiertas con las alas
luminiscentes y revoloteantes de millones de polillas, la fuente del resplandor
amarillo verdoso que había visto desde más lejos.

Su mirada cayó al suelo y su corazón casi se detuvo cuando vio a Fate. Corrió y
se arrodilló a su lado. Aspiró puro terror cuando vio su rostro. Su piel era de un
blanco hueso, sus labios incoloros. Sostuvo su oreja junto a su boca. Cuando escuchó
el más leve suspiro, sus pulmones se llenaron de alivio.

—Fate, estoy aquí —susurró.

Ninguna respuesta.

Él apartó un mechón de cabello mojado que cubría la mitad de su rostro e hizo


una mueca al ver los huecos azulados de sus ojos. Colocando su mano en la nuca de
su cuello, abrió sus sentidos, midiendo su fuerza vital. El débil hilo de la vida que
tocó trajo otra ola de miedo. Finn miró al rey.

—¡Puede que el sangriento envenenamiento se haya detenido, pero ella está al


borde de la muerte! —gritó en español.

El rey Lorberos le devolvió la mirada, confundido. Finn se repitió en el idioma


de la raza Antigua.

—A menos que me permitas curarla antes de que sea demasiado tarde, nuestro
acuerdo está cancelado.

—No puedes curarla. Solo la dríada que la envenenó puede hacerlo.

—¡Entonces hazlo!

—Cumple con el trato y se hará.

—¿Y si ella muere antes de que yo pueda hacer mi parte? —A Finn le mató
incluso decir las palabras.
—Tienes mi palabra de que se mantendrá viva y será completamente sanada
tras el cumplimiento de nuestro acuerdo.

—Tu palabra —refunfuñó Finn en español. Se inclinó y besó los labios de Fate,
su pecho dolía por lo fría que estaba al tacto—. Mantente viva, amor. Volveré por ti.

Finn se puso de pie y entrecerró los ojos en el rey, que dio un paso hacia atrás.
Finn sabía que sus ojos se habían oscurecido como siempre lo hacían cuando se
sentía asesinamente enojado.

—Recuerde, su hogar depende del regreso de ella sana y salva.

Cualquier indicio de miedo que el rey Lorberos había mostrado ahora había
desaparecido. La misma expresión inflexible regresó cuando le dio a Finn un
resuelto asentimiento, hecho desdeñoso por una abrupta salida.

Luchando contra el deseo de tomar a Fate en sus brazos y escapar con ella,
Finn abandonó la torre a regañadientes y saltó en el aire. Su corazón ardía de rabia
mientras atravesaba la niebla y se liberaba del dosel enredado que mantenía el
pantano en la sombra.

Su mente se aceleró con preguntas mientras se disparaba sobre el bosque,


volando cada vez más rápido para llegar a la nave. ¿Cómo iba a luchar contra el Gran
Roble bajo el tenaz agarre de los Falinorin sin derramar sangre? ¿Y qué hay de Tove?
Ella era inocente en todo esto, atrapada en medio de lo que sin duda se convertiría
en un baño de sangre. Necesitaba que los demás le ayudaran a pensar. Para ayudar
a encontrar una solución que no terminaría en la aniquilación completa de ninguno
de los lados.

Finn no tenía idea de cuánto tiempo había pasado cuando el barco apareció a
la vista. Solo que el sol comenzaba a ponerse cuando aterrizó en la cubierta detrás
de Sithias, quien caminaba y murmuraba para sí mismo.

Sithias se dio la vuelta con el ligero golpe de las botas de Finn y gritó.

—¡Oh mí! Señor, ¿de dónde vienes? ¡Eres la última persona que esperaba ver!

—Encantado de verte también, Sithias.

—No quise decirlo de esa manera —Sithias palmeó a Finn con delicadeza en los
brazos—. Me siento aliviado de verte, por supuesto. Hemos estado terriblemente
ansiosos por ti y Tove —Miró a su alrededor—. ¿Está ella contigo?

—No, ella está siendo retenida por los Falinorin hasta que yo regrese. Pero no
es por eso que he venido. Fate está en problemas.
—¡Lo sabía! —Sithias tembló—. Ella y Jessie fueron a los pantanos y
prometieron regresar antes del anochecer —Miró su reloj de bolsillo—. Que es
menos de una hora a partir de ahora.

—¿Jessie fue con ella?

Sithias asintió frenéticamente con la cabeza.

Otra persona de la que preocuparse.

—No vi a Jessie. Solo a Fate. Ha sido envenenada.

—Oh querido —Sithias le devolvió la mirada, completamente desconcertado—


. Entonces, ¿por qué no la trajiste contigo? Estoy seguro de que podría crear un
antídoto para cualquier veneno que sea. Debes regresar y…

—Sithias, por favor —Finn dejó escapar un suspiro de cansancio—. Es más


complicado que eso. Te lo explicaré, pero es mejor que incluyamos a Azrael y Darcy.
Necesitaremos que todos piensen mejor en esto.

—Tendremos que ir debajo de la cubierta entonces. Azrael está mejor, pero


todavía se está recuperando de las picaduras de gusanos venenosos.

—Entonces él estaba con Fate cuando vino a buscarme.

—¿Sabes sobre eso? Fate dijo que estabas en trance o algo así. Temía que
estuvieras encantado, tal vez incluso enamorado de la hermosa reina de los elfos —
Guiñó un ojo con complicidad—. Le aseguré a Fate que tu corazón le pertenece a ella
y solo a ella.

Finn encontró consuelo al saber que Fate estaba celosa. Probablemente más de
lo que debería, pero estaba bien con eso, dadas las circunstancias.

—Gracias, Sithias. Eres un buen amigo.

—Siempre puede contar conmigo, señor —Sithias sonrió con afecto mientras
bajaba la escalera delante de Finn—. ¡Mira quién está atrás! —anunció alegremente.

Azrael se dio la vuelta, luchando por incorporarse a una posición sentada.


Cuando vio a Finn, una fracción de segundo de decepción cruzó por su rostro antes
de asentir con un breve saludo. Darcy levantó la vista de las cartas del tarot
esparcidas en la colcha de su cama, algo sorprendida pero definitivamente no
emocionada.

Finn se sentó en uno de los colchones que rodeaban el centro abierto, ahora
lleno de libros, mochilas y armas.
—Vengo con noticias urgentes.

—¿Sobre Fate? —preguntó Azrael.

—Y Jessie —añadió Darcy, sacudiendo su cabeza como si él fuera una persona


terrible por olvidarla.

—Sí. No puedo decir qué le pasó a Jessie. Solo que no la vi allí. Pero Fate fue
capturada y envenenada por Shrilgresh, las dríadas salvajes de los pantanos.

—¿La dejaste allí? —Azrael se apresuró a ponerse de pie, pero sus piernas
cedieron y cayó sobre el colchón. Frunció el ceño a Finn—. Eres un cobarde.

La acusación fue profunda, especialmente porque Azrael había estado allí


cuando él estuvo dispuesto a sacrificarse para salvar a Fate durante las Pruebas de
Sumnara.

—Si te calmas, te lo explicaré. Es cierto. Podría haberme escapado con Fate.


Pero no habría servido de nada, ya que el antídoto contra el veneno debe provenir
de la dríada que la envenenó.

—Entonces vamos allí y hacemos que la cure —argumentó Azrael.

—No lo entiendes. Los Shrilgresh están por todas partes en los pantanos y son
despiadados. No serán forzados. Solo terminaremos muertos por nuestros
esfuerzos.

El ceño fruncido de Azrael se oscureció.

—La muerte no me asusta. Es mejor que muera tratando de salvar a Fate que
vivir y nunca intentarlo.

—¿Te asusta saber que Fate seguramente morirá si luchamos contra ellos? —
preguntó Finn.

La rabia de Azrael se desvaneció ante su peor miedo.

—Eso pensaba —Finn se inclinó hacia adelante—. Créeme, Fate está lo más
segura que puede estar por el momento. Hice un acuerdo con el rey dríada —
continuó contando a Azrael, Sithias y Darcy sobre su descubrimiento de los
Glyndaer y su historia con los Falinorin.

Sithias parpadeó hacia Finn.

—¿Cómo planeas expulsar a los Falinorin del Gran Roble? Por lo que has
descrito, están firmemente arraigados al árbol.
—Eso es para lo que estoy aquí. Tenemos que poner nuestras cabezas juntas en
esto y elaborar un plan infalible.

Darcy se echó a reír.

—¡Hombres! No te lo puedo creer. ¿Estás dispuesto a comenzar una guerra con


una raza elfo, que puede montar en las sombras en un abrir y cerrar de ojos o
moverse a la velocidad de la luz? —La sonrisa en su rostro se convirtió en una mirada
en blanco inquietantemente rápida—. Todo para salvar a una chica sin la que todos
sabemos que el mundo estaría mejor.

Sithias jadeó de horror.

—¿Cómo puedes decir eso? ¡Fate es nuestra amiga!

—¿Soy la única aquí que está dispuesta a decir la verdad? —Darcy miraba a
cada uno de ellos—. Una antigua diosa que ha estado determinando destinos desde
los más débiles hasta los más poderosos, a lo largo del tiempo, ha poseído a Fate y
espera emerger para poder destruir el mundo tal como lo conocemos. Fate apenas
es capaz de controlarlo. Ella es una bomba de tiempo. ¿Quién necesita enemigos
cuando tienes amigos así?

Finn atrapó a Azrael mirando a la pared, su expresión torturada, tan torturada


como Finn se sentía. Por duro que fuera escucharlo, Darcy estaba expresando lo que
todos habían estado pensando durante meses. Pero eso no significaba que estuviera
dispuesto a renunciar a Fate. Ella nunca se rindió con él cuando Mugloth lo había
contaminado con odio e influenciando sus pensamientos y acciones con oscuridad.
Su fe en él le había dado fuerza cuando más la necesitaba. Si no fuera por Fate,
habría perdido la batalla contra Mugloth.

—Los amigos no se dan por vencidos con los amigos —Sithias se cruzó de
brazos, pareciendo a punto de estallar en lágrimas en cualquier momento.

Darcy se encogió de hombros.

—Sólo digo.

—No te equivocas, Darcy —admitió Finn.

La boca de Sithias se abrió.

—Señor, no puedes estar…

—Está bien, Sithias. Estar de acuerdo con lo que es no significa que me rindo
—Finn dirigió una mirada acalorada a Darcy—. Fate es más fuerte de lo que podrías
imaginar. Una persona más débil habría perdido la pelea con Ananke hace mucho
tiempo. El hecho de que Fate haya resistido tanto tiempo es asombroso. ¿Sabes por
qué todavía no ha sucumbido?

Darcy le devolvió la mirada sin pestañear.

—Oh, por favor, ilumíname.

—Es porque Fate está rodeada de personas que la aman. Por eso hemos venido
en esta búsqueda para ayudar a revivir a Eustace. Fate será mucho más fuerte una
vez que recupere a su padre. Después de eso, es solo cuestión de tiempo antes de que
liberemos el Corsé de Hipólita de Fate y acabemos con la amenaza de Ananke para
siempre.

—Ese es un sentimiento encantador —Darcy miró sus cartas del tarot, el


destello de un secreto en sus ojos mientras estudiaba el diseño—. Es una lástima que
las cartas digan lo contrario.

—Esas no significan nada —se burló Sithias antes de tragar saliva lo


suficientemente fuerte como para que todos lo oyeran.

Finn quería estar de acuerdo, pero sintió curiosidad. La mirada de Azrael se


dirigió a Darcy.

—¿Qué dicen ellas? —preguntó.

Darcy tocó una tarjeta de una mujer en un trono. Estaba al revés.

—Esta es la Emperatriz en la posición invertida. Representa la pérdida de


fuerza de voluntad y fuerza de Fate —Se movió hacia la tarjeta que estaba a un lado
de la Emperatriz—. Las influencias de Fate son la Luna, también invertida, y el
Diablo del otro lado. Estas dos cartas juntas significan que Fate está envuelta en una
ilusión. Ella solo ve lo que el diablo quiere que ella vea. Se podría decir que está
siendo engañada por el ángel equivocado sentado en su hombro.

Sithias se acercó y se sentó junto a Darcy, atraído por su propia naturaleza


curiosa.

—¿Podría ser Farouk la carta del Diablo?

—Posiblemente, pero el significado más común es el propio autoengaño —


Darcy miró a Finn—. ¿Qué opinas? ¿Es Farouk o Fate se ha estado mintiendo a sí
misma?

Finn negó con la cabeza.

—Eso es para que lo responda Fate.


Sithias chasqueaba.

—No estoy familiarizado con el Tarot, pero estas cartas parecen ser lo opuesto
a la buena fortuna. Mira a este pobre tipo, ha sido apuñalado por... —Se interrumpió
y contó suavemente en voz baja—. ¡Diez espadas!

—Derrota total y absoluta —explicó Darcy.

Sithias hizo una mueca.

—¿Y esto? —Señaló al esqueleto montado en un caballo.

—Muerte.

—¿Como si Fate fuera a morir? —La barbilla de Sithias tembló.

—No es probable. La carta de la Muerte trata más sobre el final de algo y el


renacimiento de algo nuevo.

—¡Oh! —Sithias pasó del alivio y luego volvió a preocuparse de nuevo—. ¿Cómo
el fin de Fate y el renacimiento de Ananke? —Su voz chilló alto al final, puntuando
el mismo razonamiento al que Finn llegó en el mismo momento.

—Eso es lo que me parece.

—¡Guárdalos! —La voz de Finn sonó aguda y sorprendente dentro del espacio
cerrado, incluso para él—. Tenemos que ser más constructivos que esto. La vida de
Fate está en juego aquí. Al igual que la de Tove y Jessie.

—¿Escuché a alguien decir mi nombre?

Todos se volvieron para ver a Jessie bajando la escalera. Estaba cubierta de


barro seco, musgo y ramitas. Sithias corrió y la abrazó. La soltó abruptamente
cuando olió el pantano sobre ella.

—¡Ew, eres un desastre maloliente! —dijo, arrugando la nariz mientras


retrocedía.

—Uh Huh. Nos bajamos y nos ensuciamos en los pantanos. ¿Dónde está Fate?
Ella dijo que estaba justo detrás de mí. No hay forma de que la derroté hasta aquí —
Jessie miró a Azrael y Darcy, sorprendida cuando vio a Finn—. ¡Vaya, Finn, estás
aquí!

—Sí —Él sonrió con tristeza—. Feliz de ver que has vuelto a salvo.

—Yo también. Se puso muy peludo en los pantanos, pero tenemos la hierba del
pantano —Jessie se quitó la ropa y el uniforme y se quedó con pantalones cortos y
una camiseta sin mangas. Tocándose el pelo rígido y embarrado, hizo una mueca,
agrietándose el barro seco pegado a sus mejillas—. Uf, necesito un baño —Le dio a
Sithias una dulce sonrisa—. ¿Serías un amor y escribirías uno para mí?

—Haré algo mejor que eso —Sithias sacó su bloc de notas, tachó una frase y la
leyó en voz alta—. Jessie ahora está limpia y fresca como la brisa del mar.

—¡Oh! ¡Eso da cosquillas! —Jessie se rio cuando el barro desapareció de su


rostro y su cabello volvió a tener un brillo lustroso.

Sithias le entregó una túnica de seda.

—Ahora bien, querrás tomar asiento. Hay mucho que discutir.

Cuando Jessie deslizó los brazos por la bata y la ató a la cintura, finalmente
notó el estado de ánimo solemne de los demás. —¿Qué ocurre?

—Me duele decirte que Fate nunca logró salir del pantano. —Sithias miró a
Jessie con preocupación mientras se tambaleaba y se dejaba caer sobre el colchón
frente a Finn.

—¿Estás seguro? —le preguntó a Sithias.

Afortunadamente, Sithias le ahorró a Finn la angustia de explicar las complejas


circunstancias de la condición de Fate. No tenía el corazón para escuchar, y mucho
menos para contar la historia de nuevo. Tampoco tenía paciencia. No cuando estaba
luchando contra esta urgente necesidad de entrar en acción.

Pero este no era momento para comportamientos imprudentes. Tenían que ser
estratégicos al respecto. Un movimiento en la dirección equivocada podría significar
la posible destrucción de una o ambas razas antiguas con las que se había enredado.

Si eso sucediera, la muerte de Fate ya no sería una posibilidad. Sería inevitable.


Capítulo 34
El Unicornio Negro

Fate se despertó de un sueño sin sueños ni conciencia de sí misma. La agonía


se abalanzó sobre ella. No había una parte de su cuerpo que no gritara de dolor. Un
peso insuperable la asfixiaba. No podía abrir los ojos, emitir sonido o levantar un
dedo. Su sangre parecía espesa, incapaz de fluir y ella sabía que era cierto por el
lento latido de su corazón, que era un ruidoso y difícil sonido en sus oídos.

Esto debe ser la muerte, decidió Fate. En ese mismo momento de revelación,
recordó al monstruo del pantano y su aliento fétido que la ahogaba. Envenenándola.

Quería luchar, pero estaba enferma, demasiado enferma para reunir siquiera
una gota de fuerza de voluntad. ¿Era realmente así como iba a terminar su vida?
Sola en un pantano frío, húmedo y maloliente. O tal vez no estaba sola. ¿Estaba
Jessie acostada en algún lugar cercano muriendo... o ya muerta?

Fate prefería morir sola a que esa fuera la verdad.

La tristeza apretó su debilitado corazón y se dejó llevar hacia la bienvenida


de la muerte. Estaba cansada de luchar, cansada de intentar deshacer todo lo terrible
que había sucedido y agotada por la auto recriminación. Era mejor dejarlo todo y
permitir que el final la consumiera.

Entonces oyó la voz de Finn, que hablaba en la lengua de la raza de los


Antiguos. La otra voz le sonaba inquietantemente inhumana. No entendió lo que
Finn decía, pero su tono sonaba tenso y desesperado.

Su presencia hizo que su sangre fluyera un poco más rápido. Su toque fue un
bálsamo sobre la herida en carne viva que era su cuerpo cuando le susurró al oído.
"Sigue viva. Volveré por ti".

¿Por qué la dejaba allí? Si Fate hubiera podido hablar, ella le habría suplicado
que la llevara. Pero él se fue. Finn la dejó atrás.

Seguramente ella debe haberlo soñado todo. Esa era la única explicación.
Fate esperó a que volviera del sueño misericordioso, pero ella se quedó
despierta, atormentada por el dolor de cuerpo y de espíritu. La furia que había
mantenido enjaulada durante tanto tiempo estalló. El fuego divino surgió desde lo
más profundo de su ser, recorriendo su sangre, quemando la enfermedad de su
sistema.

Sus ojos se abrieron con un tono de luz esmeralda teñida de oro. Ella apretó
los párpados, liberando su visión de la película aceitosa que la empañaba. Su
entorno se enfocó con nitidez. Estaba encerrada entre paredes redondeadas que se
extendían a gran altura. Cada superficie ondulaba con encantador brillo. Tardó un
momento en darse cuenta de que estaba mirando las alas luminosas de
innumerables polillas. Sus alas parpadeantes brillaban y se convertían en un destello
como el titilar de las estrellas mientras se posaban sobre las nudosas raíces de la
torre hueca. Era un espectáculo hermoso a pesar de la fealdad del oscuro pantano.

Fate giró lentamente la cabeza hacia un lado, con cuidado de no alertar a sus
captores de que la parálisis había desaparecido. Al no ver nada, miró en otra
dirección, aliviada al descubrir que estaba sola. Se sentó y esperó un segundo antes
de ponerse de pie. Las criaturas que la habían puesto allí obviamente la creían
incapacitada.

La sed de sangre le corría por las venas. Había estado suprimiendo su


verdadero poder durante demasiado tiempo. Todo porque no quería asustar a sus
amigos. Este era el precio que había pagado por jugar a lo pequeño. Ella poseía el
poder de un dios. Era una guerrera invencible, no una víctima indefensa.

Fate juró que nunca más la harían débil e indefensa.

La nuca se le erizó con una sensación de peligro que se arrastraba desde atrás.
Se giró a tiempo para esquivar un cruel golpe de las garras de la mano huesuda del
monstruo del pantano. Su boca se estiró hacia atrás de forma espantosa y las
emanaciones tóxicas fluían entre cuerdas viscosas de baba amarillenta.

Fate saltó por encima de la criatura, con cuidado de no ser apuñalada en la


espina dorsal, los hombros y la cabeza. Agarrando las púas más largas de la cabeza,
plantó su bota en su espalda y tiró con fuerza. El monstruo del pantano chilló,
liberando gruesas nubes verdes de gas venenoso en el aire. El sonido estridente y
sobrenatural de su doloroso rugido fue ensordecedor, una alarma que sin duda
resonó en los más lejanos del pantano.

Fate puso fin al ruido desgarrador arrancando su cabeza de sus hombros. La


sangre negra y coagulada le salpicó la cara mientras arrojaba la cabeza contra la
pared, dispersando las polillas en el aire, hasta que, al mismo tiempo, todo el
número de polillas se elevó en un caótico revuelo.
Atraídas por la luz que ardía en su núcleo, las polillas la rodearon, las afiladas
puntas de sus alas le cortaron la piel como miles agujas.

Eran demasiados y el brillo radiante de sus alas era cegador. El Fate tocó las
paredes curvas, buscando una abertura entre el muro de raíces. Por fin encontró una
y salió disparada, medio corriendo, medio volando sobre el suelo.

Se estrelló contra una criatura gigante hecha de madera muerta. La criatura


se abalanzó sobre ella, lista para atraparla en sus garras. Fate se aferró a las lianas
que se extendían, manteniéndose firme mientras se lanzaba hacia arriba. De un
tirón despiadado, arrancó el brazo del torso de la criatura, dejando caer el apéndice
sobre su cabeza antes de atravesar el dosel de ramas que mantenía el pantano en
sombra.

Cuando Fate se liberó, fijó su mirada en el cielo que se oscurecía. Ejerciendo


su nueva libertad, subió cada vez más alto. Ella pensó en romper la atmósfera, pero
finalmente se estabilizó cuando el aire se volvió gélido y delgado en sus pulmones.
Perder la conciencia y caer en aquel horrible pantano era lo último que quería.

Lentamente, Fate se dejó hundir hasta que el aire se calentó a una


temperatura más tolerable. Ya no estaba alimentada por la adrenalina, sino que
agradecía la paz y la tranquilidad que siempre le proporcionaba el cielo solitario.
Pensó en volver a la nave, donde probablemente Finn había ido después de
abandonarla.

Quería creer que no había tenido otra opción, pero no podía empezar a
adivinar la razón. Hubo un tiempo en que Finn habría muerto antes de dejarla en
peligro. ¿Qué había cambiado? ¿Era posible que él estuviera todavía bajo la
esclavitud de la reina Elrinye? Si ese fuera el caso, habría vuelto al Gran Roble, no
al barco.

Fate se estremeció de rabia. Tenía que romper el encantamiento.

Volvió la advertencia de Azrael. Acabar con un hechizo sin saber con qué
podía dañar a Finn. Se consoló con el hecho de que él no estaba en peligro inmediato.
Ahora sólo quedaba una cosa por hacer. Continuar sin Finn y ocuparse de extraerlo
con seguridad de las garras de la de la reina Elfa.

Fate metió la mano en la mochila que llevaba en la cintura, agradecida de


encontrarla a pesar de la húmeda hierba de los pantanos. Sólo quedaba un
ingrediente para completar el hechizo de resurrección.

El Alicornio.
Podía hacerlo sola. Ella poseía poderes ilimitados, listos para hacer su
voluntad. Era su culpa por creer que no podía controlarlos. Ella se había vuelto
demasiado dependiente de los demás y había permitido que sus miedos limitaran
sus acciones.

El cielo ardía con la luz dorada y mandarina del sol hundiéndose detrás de
los picos negros de las montañas. Fate giró en círculo hasta que divisó la luz del Gran
Roble en la lejanía, un brillante pinchazo en medio de las largas sombras que se
extendían sobre el Valle de Mornavar. El unicornio negro estaba allí abajo, en alguna
parte. ¿Pero dónde?

Fate se abrió al poder que la habitaba, abriendo la puerta de su prisión para


abrazarla por completo. La energía se desenrolló en un súbito estallido y se extendió
a lo largo de su médula espinal hasta su tronco cerebral. Las estrellas brillaron en su
visión cuando su red neuronal se activó hasta alcanzar un estado de conciencia
elevado, irradiando en todas direcciones, en busca del unicornio.

El bosque de Feldoril rebosaba de vida. La mirada sin vista de Fate tocó todas
y cada una de las criaturas del bosque algunas gentiles, otras salvajes, aunque
ninguna tenía la magia que ella buscaba. No sabía qué era específicamente, sólo que
sería única, diferente a todo lo demás en el Feldoril. Ampliando su alcance hasta los
límites del bosque, su atención se centró en el estrechó con el golpeteo de cascos de
un lugar que no era de este mundo.

A medida que el crepúsculo se fortalecía, la puerta entre la noche y el día se


abría paso, donde las costas arenosas se encontraron con el choque salvaje del
océano, y la magia que buscaba el destino inundó el aire.

Las olas oscuras y ondulantes llenaron su visión, las crestas brillantes rotas
por la silueta de un semental al galope, negro como el carbón. Debajo de su elegante
pelaje había una red de venas que brillaban de color escarlata por la magia. Los ojos
eran de un blanco lechoso, vacíos como la misma muerte. Su larga melena fluía en
ascuas humeantes arrastradas por el viento. Sus pezuñas deformes se clavaban en
las húmedas orillas arenosas con un fuerte estruendo.

Fate inhaló el aire salado del océano, agradeciendo el rocío de las olas contra
su piel. Abrió los ojos, emocionada y un poco asustada al descubrir que estaba de pie
en la oscura playa sin ninguna intención. Miró hacia la noche, donde sólo el
movimiento del agua captaba los trozos plateados de luz del último rayo de sol que
quemaba el cielo en el lejano oeste.

El tambor del galope del unicornio era cada vez más fuerte, trayendo consigo
un mareo nauseabundo en la boca del estómago mientras escudriñaba la oscuridad
en busca de su presencia. El corcel era uno con la noche aquí en este lado del
crepúsculo y estaba sobre ella sin previo aviso. Se levantó sobre sus cuartos traseros,
y el unicornio lanzó un grito agudo. Fate retrocedió sorprendida cuando dos alas
coriáceas se extendieron desde sus lados como las velas negras de un barco pirata.
Sus pálidos ojos se pusieron plateados, horrorizados por haber sido sorprendidos.

De la criatura irradiaba un poder diferente a todo lo que Fate había


encontrado, más inmenso que el océano que bañaba sus pies. Era inalcanzable. La
profundidad y la oscuridad de esta magia no tenían fin. Tan infinita como el universo
y tan fría, vacía e inhóspita para la vida, este poder la presionaba.

La poderosa presencia dentro de Fate reaccionó instintivamente, pulsando a


través de ella con azogue. En un parpadeo, su armadura de cuero se transformó en
una armadura blanca y plateada de platino puro, que se fundió con su cuerpo como
una segunda piel. No estaba segura de cómo sabía que ninguna espada podía
penetrar esta armadura. Era cierto

Pero no lo era.

Una agonía dura y punzante le atravesó el torso. Fate se elevó en el aire, no


por su propia voluntad, sino porque el unicornio levantó su enorme cabeza.

Luchando por respirar, miró la larga punta del cuerno, brillando con su
sangre y asomando por el otro lado de su caja torácica.

Sorprendida y consternada, Fate miró a las estrellas.

¿Qué había pasado aquí? Ninguna espada podía atravesar su armadura. Pero
esto no era una espada. Había sido corneada con el cuerno de una bestia llena de
magia corrupta. El poder de la fuerza divina en su centro luchó contra su energía
demoníaca.

Hecho de las mismas emanaciones asquerosas que Farouk había usado para
debilitarla. Sólo esta era más fuerte, una concentración absoluta de pura maldad.

Una ola de oscuridad la tragó dentro de un mar tan negro y que se preguntó
si alguna vez había existido. Su pasado fue borrado como la tinta derramada sobre
las páginas de la historia. Se aferró a sus recuerdos más queridos recuerdos más
queridos, aferrándose a las imágenes de Finn y Eustace, Jessie y Sithias, pero sus
rostros se perdieron en las sombras.

Estaba sola de nuevo. Abandonada. Perdida en un vacío, un lugar terrible


vaciado de calor y amor. La desolación empapó el alma de Fate, hundiéndola en un
pozo negro sin fondo, estancado y malévolo. Esto era todo lo que había, una
existencia infernal que se extendía hasta la eternidad.
¿Aceptaras la derrota tan fácilmente?

La pregunta habría sonado como una acusación si la suave si la voz femenina


no hubiera tenido una preocupación maternal.

Te hice invencible, hija mía. Nada puede dañarte a menos que lo permitas.

Fate no recordaba el amor de una madre, pero la idea de ser una decepción
para una madre que nunca había conocido era insoportable. Se hundió más
profundamente en el negro.

Toma mi fuerza. Úsala para levantarte y luchar. Que este sea mi mayor
regalo como tu madre.

La esperanza regresó, el primer rayo de luz en una oscuridad interminable.

Estaré contigo. Juntas, libraremos al mundo de este mal.

La promesa del apoyo de una madre ahuyentó la soledad de Fate.

Hasta ese momento, no sabía que había estado viviendo con un enorme
agujero en su corazón. El amor incondicional de una madre era todo lo que Fate
había deseado. No estaba sola. Esto, por encima de todo, la llenaba de fuerza.

Una luz irregular arañó la visión de Fate, y con ella, el dolor punzante, del
cuerno alojado en sus costillas y órganos vitales.

El unicornio se sacudió violentamente. Fate gritó de dolor cuando la longitud


de su cuerno tiró de su cuerpo, la punta afilada arrastrando sus desgarradas
entrañas. Ella cayó sobre la arena húmeda, tosiendo por la sangre que le entraba por
la boca mientras rodaba entre las olas para evitar que una pezuña hendida le partiera
su cráneo.

¡Levántate!

Fate hizo caso a la orden de su madre lanzándose al aire para escapar de ser
pisoteada. Un calor palpitante penetró en la herida de la puñalada, aliviando la
angustia cruda y desgarradora que la hacía jadear con cada respiración. La fuerza
vital fluyó hacia sus células y tejidos dañados, deteniendo el flujo de sangre que
llenaba sus pulmones. Se estaba curando y fortaleciendo, más rápido que nunca.

¡Mata al unicornio!

La empuñadura enjoyada de una espada la llenó. La hoja se estiró en un cono


afilado, brillando a la luz de la luna mientras se convertía de la nada en forma sólida.
Fijando la vista en el monstruoso corcel, Fate se lanzó, apuntando la espada donde
la raíz de su cierno sobresalía de la frente. La hoja de acero chocó contra el hueso
petrificado de granito.

La bestia bramó, un grito infernal que sin duda se escuchó hasta los confines
del bosque y tal vez incluso a través de las aguas en tierras lejanas.

El unicornio se tambaleó, su cabeza se hundió mientras la sangre negra


rezumaba del talón. El brillo palpitante de sus venas carmesí se atenuó cuando el
caballo luchó por ponerse en pie, con sus gruesas alas de reptil batiendo con
dificultad. Cuando el esfuerzo de emprender el vuelo fue demasiado, el unicornio se
desplomó. Las olas salpicaron contra su espalda en brillantes rociadas de espuma,
las mareas movían sus alas sin vida en un rítmico empujar y tirar.

El unicornio negro estaba muerto. La oscuridad brotó de la herida fatal, que


se apresuró a llenar el cielo, consumiendo las estrellas en su rápida propagación.

El Fate se arrodilló junto a la cabeza, repelido por los vacíos de la criatura,


ojos globulares de la criatura y el hedor a azufre que emanaba del charco de
sangrante.

Agarró el cuerno y se levantó del suelo para alejarse del horrible olor.

El cuerno de ébano era más pesado que su espada y tan largo como una lanza.
Levantándolo hacia la luna, admiró su forma elegante y ligeramente curvada hasta
la punta mortal que había estado tan cerca de matarla. La balanceó de un lado a otro,
atraída por el poder oscuro y salvaje que zumbaba en su de su base.

Este poder es nuestro para conquistarlo y aprovecharlo, hija mía.

El Fate soltó la espada, dejando que se desintegrara en polvo de estrellas


antes de dispersarse en la suave brisa en un abrir y cerrar de ojos.

Reúne el poder del cuerno. Tómalo todo.

Fate voló hacia la oscuridad que se extendía en lo alto y clavó el extremo


cortado del cuerno en la sustancia negra y sin profundidad. La punta del cuerno
vibró con tanta fuerza que tuvo que agarrarse fuertemente con ambas manos. Sus
brazos temblaron cuando el poder fluyó hacia el extremo cortado. La energía que
surgía con fuerza, un sonido profundo y resonante que la heló hasta la médula. Ella
ignoró las notas tormentosas, diciéndose a sí misma que estaba buscando problemas
donde no debería haberlos.

Cuando la oscura inundación empezó a reducirse, Fate tiró del embudo hacia
abajo hasta que los reconfortantes sonidos del océano amortiguaron el amenazante
rugido del poder. Lo que había sido un torrente de materia oscura, se redujo a un
goteo, hasta que las últimas briznas de la siniestra energía retrocedieron
obstinadamente, como si quisieran evadir la contención total.

El cuerno se calmó y la energía se redujo a un zumbido constante. Fate giró


el cuerno, preguntándose cómo sellar el extremo cortado, pero la gruesa base se
estrechó de repente, moldeando los bordes crudos en una empuñadura lisa. Ella
envolvió la empuñadura con los dedos, sonriendo ante el perfecto agarre. Al mismo
tiempo, delgadas trenzas del cuero negro brotaron del éter, tejiéndose en una
hermosa vaina que colgaba de su espalda.

Satisfecha con su nueva y atrevida arma, Fate se lanzó hacia el cielo


resplandeciente. La paz fluyó a través de ella. Tenía todo lo que necesitaba para
completar el hechizo de resurrección. Su corazón casi saltó de su pecho la idea de
que su padre se reuniera con los vivos.

Este nuevo regalo la espada de Alicornio fue una bendición inesperada. Con
esta arma remediaría cada error, empezando por la liberación de Finn del hechizo
de la reina Elrinye, así como la liberación de Tove. Una vez que estuviera segura de
todo, ella cazaría a Farouk y lo destruiría. Fate lo sabía sin una sombra de duda,
porque esta vez estaba bajo la protección de su madre, prestando atención a la
sabiduría de su guía en cada paso del camino.

Juntas, purgarían el mundo de todo su mal.


Capítulo 35
Dragón escupe fuego

Un grito escalofriante resonó fuera del casco de la nave. Finn se levantó, se


puso en pie y subió apresuradamente la escalera. El miedo le erizó la piel al salir al
aire libre. Algo terrible se había desatado. Eso lo sabía, pero ¿qué?

No tuvo que buscar mucho. Una sombra se alzó desde la costa, un cuerpo
amorfo de niebla negra que serpenteaba por el cielo, separándose como dedos
agarrando con hambre la brillante extensión de la luz del sol que se alejaba tras las
montañas Glor'ner.

Sithias corrió a su lado.

—¿Qué cosa impía es esa?

Jessie le siguió, asustada, mientras miraba la siniestra oscuridad.

Darcy se acercó a ellos, asintiendo con asombro.

—El unicornio negro está muerto y el Eldritch Gloom está suelto de nuevo.

—¿Qué es el Eldritch Gloom? —Sithias parecía tan perdido como se sentía


Finn—. ¿Es eso lo que es esa espantosa oscuridad? ¿Cómo está conectada con el
unicornio negro?

Finn estudió a Darcy.

—¿Cómo sabes lo del Eldritch Gloom?

Sus ojos se desviaron furtivamente.

—Leí sobre ello en los libros.

—¿Qué libros? —preguntó Sithias—. Nunca encontré ninguna mención de un


Eldritch Gloom.

Darcy se encogió de hombros.


—En realidad, lo leí en una fábula algo sobre un rey unicornio que se convirtió
en el recipiente de una oscuridad amenazante que habría consumido el mundo. Me
imaginé que era pura ficción, así que no lo añadí a la colección —Miró el cielo
ennegrecido—. Aparentemente, es real, lo que significa que el unicornio negro está
muerto y es muy probablemente que Fate sea la responsable.

—¿Por qué iba a matar al unicornio? —preguntó Finn, sin poder evitar el
gruñido de ira en su voz—. Ella dijo que todo lo que se necesitaba era un pelo del
unicornio.

—Uy, parece que el gato está fuera de la bolsa —Darcy se rio detrás de su
mano.

Las tripas de Finn se retorcieron de rabia. —¿Todos me han estado


mintiendo? ¿Por qué?

Sithias se encogió ante la mirada de Finn.

—No queríamos mentir, pero sabíamos que sus vidas estarían en peligro si los
Falinorin sabían que el hechizo requería el cuerno del animal. Por supuesto, esto se
hizo sin saber la verdadera historia detrás del unicornio negro —Miró fijamente a
Darcy.

Finn fijó su mirada en el suelo de la cubierta mientras intentaba calmarse.

—Mentiras aparte —arremetió—, analicemos esto con lógica. Incluso si eso es


el Eldritch Gloom, no pudo haber sido Fate quien mató al unicornio. Ella está
luchando por su vida mientras hablamos.

—¿Lo está? —preguntó Darcy, con una ceja expertamente arqueada con
escepticismo.

—¿Qué quieres decir exactamente con eso?

Darcy miró a Finn como si debiera saberlo.

—Piénsalo. ¿Puede realmente ser asesinada mientras lleva ese vestuario de


amazona? Yo por mi parte no he olvidado el hecho de que ella tiene poderes
regenerativos desde que se puso esa cosa.

—Créeme, Darcy. Fate apenas estaba viva cuando la dejé —A decir verdad, no
había pensado en la asombrosa habilidad de Fate para recuperarse de las heridas
mortales.

Darcy examino su esmalte de uñas rojo.


—¿No dijiste que el rey de las dríadas detuvo el envenenamiento para darte
tiempo a cumplir tu parte del trato?

Cuando Finn no respondió, levantó la mirada con una sonrisa cruel.

—Mmhmm.

—Yo diría que Fate se curó muy rápido, le dio una patada en el culo a la dríade
y fue a por el unicornio.

Todo lo que había descubierto sobre el Eldritch Gloom volvió a perseguir a


Finn. Sacudió la cabeza, incapaz de encontrar un argumento contra las
especulaciones de Darcy. Debería haberlo visto venir. Una vez más, sus sentimientos
por Fate habían anulado el razonamiento sólido.

Incluso ahora estaba dividido. La ira por haberse convertido en un


ingrediente más del hechizo de resurrección, lo hacía sentir enfermo y culpable por
haber jugado un papel en tan desatada pesadilla que ahora se arrastraba por el cielo.
Y puro terror por haber perdido Fate a manos de Ananke para siempre.

Y, sobre todo, un pavor incalculable ante la idea de verse obligado a luchar


contra Ananke, quien llevaba el rostro de la chica que amaba por encima de todo.

—Por mucho que me duela decirlo, creo que Darcy puede tener razón —
admitió Sithias, con el rostro tenso por la tristeza.

—Están equivocados —gritó Jessie—. Mira, se va a ir.

Finn corrió hacia la barandilla, mirando mientras la penumbra descendía a


lo largo de la costa. El miedo que le punzaba la piel disminuyó. Lo que sea que se
había desprendido, ahora estaba contenido.

Azrael subió a la cubierta, sin aliento.

—¿Qué está pasando?

Finn sacudió la cabeza.

—Nada bueno.

—Eh, chicos, miren quién está aquí. Darcy estaba mirando en el cielo detrás
de Finn. El miedo había borrado la mueca de su cara.

Finn se giró, con la respiración entrecortada en su pecho mientras miraba a


Fate cerniéndose sobre ellos, como un faro dorado de luz radiante sobre el cielo
nocturno.
Era tan hermosa como aterradora. Vestida con la brillante armadura
plateada de un dios, enormes alas se extendían desde su espalda, incandescentes
con un resplandor ardiente. Las ondas de calor ondulaban en las alas, haciendo volar
su larga cabellera castaña hacia el cielo como un fuego salvaje. Su piel era
luminiscente, brillaba con un fuego interior, sus ojos estaban tan iluminados que
brillaban de blanco.

Su mirada era inquietantemente distante e inhumana.

Esto no era Fate. Ananke los miraba fijamente a través de sus ojos.

El dolor que le causaba mirar su rostro era casi insoportable. La mirada de


Finn se dirigió a la larga espada en forma de lanza que tenía en la mano. Cuando se
dio cuenta de que era el cuerno del unicornio, todos sus temores se confirmaron y
su corazón implosionó.

—¡Fate! —gritó Jessie. Ella saltó y agitó sus brazos, una acción que atrajo la
aterradora mirada de Fate hacia ella—. ¡Baja aquí, tenemos que hablar contigo!

El más mínimo ceño fruncido rompió los planos lisos de su expresión.

Jessie tragó saliva con fuerza.

—¿Qué estas esperando? Date prisa y trae tu trasero hasta aquí.

Fate se plantó de repente ante ellos en la cubierta del barco, un movimiento


imperceptible a través del espacio que daba miedo presenciar.

Sithias chilló y sus rodillas chocaron al retroceder.

Darcy se quedó con la boca abierta mientras se deslizaba hacia el extremo


opuesto de la nave. Azrael no se movió, pero parecía tan desgarrado como Finn se
sentía.

—Veo que tienes el cuerno —Jessie forzó una risa nerviosa—. Eso es genial.
Ahora podemos hacer el hechizo de resurrección.

La mirada fría y remota de Fate no cambió.

—Apuesto a que no puedes esperar a ver a Eustace levantándose por ahí —


Jessie esperó una reacción. Continuó cuando aún no había respuesta—. Él va a estar
tan feliz de verte. Y sé que vas a estar en la luna por tenerlo de vuelta. ¿No será
estupendo no volver a estar triste?

Fate parpadeó y Finn creyó vislumbrar la calidez de sus ojos marrones canela
fundirse a través de esa mirada blanca y deslumbrante.
—Sigue hablando, Jessie.

—¿Recuerdas lo que dijimos que haríamos cuando Eustace despertara? —


Jessie no esperó una respuesta—. Vamos a hacer uno de nuestros famosos
maratones de películas con tu padre, como solíamos hacer antes. Tendremos todo
tipo de palomitas de maíz de todos los sabores que se hayan inventado y lo
remataremos con brownies recién horneados. Comeremos todo el día hasta que
estemos tan llenos que nos sintamos miserables. Eustace se quejará de su acidez y
se tragará un frasco de antiácidos, mientras jura que nunca volverá a cometer ese
error.

Jessie lanzó una mirada nerviosa a Finn.

—No voy a llegar a ella —dijo en voz baja.

—No, creo que sí —Se acercó a Jessie, mientras mantenía su voz en un


susurro bajo—. Tal vez ella necesita escuchar algo urgentemente importante para
sacarla del todo.

—Um, claro —Su sugerencia hizo que Jessie se pusiera aún más ansiosa
mientras la observaba buscar una idea en su cabeza. Finalmente miró a Fate,
temerosa, vacilante—. Fate, hay algo que debes saber. Yo... He comprobado la caja
que guarda a Eustace y he encontrado una pequeña grieta en el cristal. La magia
multidimensional que lo mantiene... fresco se ha filtrado. Si no lo llevamos a la
Fortaleza de inmediato y rellenamos el tanque, si no lo hacemos rápido, no se
decantará antes de que podamos hacer el hechizo de resurrección.

—Sí, es cierto, tenemos que volver, lo antes posible —añadió Darcy, desde el
otro extremo de la nave—. El hechizo tarda en establecerse. La semilla de cardo no
estará completamente destilada hasta dentro de unos días. Y todavía tengo que
preparar la hierba de los pantanos y el cuerno —Rápidamente se ocultó en las
sombras ante la mirada de Fate.

Fate plegó sus enormes alas mientras desaparecían de la vista por completo.

De repente, el barco se inclinó, como si una mano gigante lo hubiera volcado.

Pero no era la nave. Era la cabeza de Finn dando vueltas por un severo ataque
de vértigo. Una fuerza nauseabunda tiró de su plexo solar. Se dobló por la cintura,
agarrándose las tripas mientras su entorno se cambiaba en una serie de
movimientos vertiginosos.

Finn estuvo a punto de vomitar cuando lo que lo sujetaba lo soltó con la


misma rapidez violenta. Tragándose la bilis, levantó su dolorida cabeza y miró a su
alrededor.
Todos estaban dentro del santuario de la Fortaleza.

Sithias se llevó las manos a la boca y tuvo arcadas mientras luchaba por
retener el contenido de su estómago. Con un aspecto más fantasmal que nunca, si
es que eso era posible, Darcy se agarró al borde de la mesa principal para no caerse.
Jessie se puso de pie con las piernas tambaleándose en su lugar con las manos
ahuecadas sobre cada sien. Azrael yacía en el suelo, acurrucado sobre sí mismo. No
sin duda en la agonía de la misma miseria física que el resto de ellos.

Al oír un suave gemido por detrás, Finn se volvió esperando ver a Fate, pero
era Tove. Estaba de rodillas y se sujetaba el estómago.

—¡Tove! —Se arrodilló junto a ella, su alivio era igual a su sorpresa.

—¿Cómo he llegado hasta aquí? —Su voz era tenue, débil.

—Es Fate. Nos trasladó a todos aquí. Ninguno de nosotros lo esperaba —Él
se acercó a ella, pero ella se alejó de su contacto. Fue entonces cuando se dio cuenta
del hermoso vestido de coral que llevaba, un rico tejido brillante con hilo de plata
tejidos en remolinos por las talentosas manos de los Elrinye. Su pelo negro estaba
trenzado y sujeto en las puntas con finos cordones dorados. Acostumbrado a su
habitual vestuario de cazador, Finn se sintió más que sorprendido por un atuendo
tan femenino.

Sus ojos verdes se llenaron de lágrimas.

—¿Por qué?

Finn le devolvió la mirada, sin palabras, confundido.

—¿Por qué no me dejó allí? —Ella rompió en un sollozo silencioso—. Yo era


feliz allí.

—Tove, no tenía ni idea. Temí que estuvieras en peligro todo este tiempo.

Tove lo miró, enfurecida incluso mientras las lágrimas corrían por su rostro.

—No puedo estar aquí en estos muros de acero. ¡Haz que me envíe de vuelta!
Necesito estar en el bosque con...

—¿El príncipe Ethlan? —preguntó Finn, recordando el nombre del hijo de la


Nueleth.

Ella asintió.
—La reina me dijo que le habías gustado y que tú le correspondías a sus
sentimientos —Sacudió la cabeza—. No confié en ella lo suficiente como para creer
lo que lo que decía.

—Ella dijo la verdad. Estoy enamorada de Ethlan. Íbamos a casarnos en


Lithamas. Iba a convertirme en miembro de la Elrinye —Su cara se oscureció con la
misma rabia imperdonable que le había mostrado cuando perdió a perdió a Grysla
y a Leif—. Despreciaste mi amor. Destruiste mi familia. Y ahora me arrancaste la paz
y la alegría que pensé que nunca sería mía de nuevo. ¿Por qué buscas arruinarme a
cada paso?

La culpa roía un agujero en el pecho de Finn.

—Lo siento, Tove. Nunca quise hacerte daño. Jamás.

—Si lo dices en serio, encontrarás a Fate y harás que me envíe de vuelta al


bosque Feldoril.

—Iré a buscarla. Quédate aquí con los demás.

Finn corrió hacia la escotilla, esperando encontrar a Fate en la nave, si es que


estaba incluso allí. Golpeó el botón, impaciente mientras el iris metálico se abría en
espiral.

Entrecerró los ojos ante el resplandor del desierto, bañado en carmesí por el
sol de la mañana. Un repentino y agudo contraste con el cielo nocturno que habían
dejado atrás hace unos momentos.

El barco estaba atracado junto a la escotilla, pero no había rastro de Fate en


la cubierta. ¿Estaba en el interior del casco, donde habían guardado el maletín con
el cuerpo de Eustace? Finn voló hacia el barco, descendiendo apresuradamente a el
camarote inferior.

La caja de cristal había desaparecido. Fate debió de haberla movido, pero


¿dónde? El único lugar en el que Finn podía pensar era la habitación en la que Brune
la había guardado originalmente en ella. Finn se agarró al último peldaño de la
escalera, cuando un golpe repentino en el barco le hizo retroceder. El barco se
levantó con el chirrido de la madera al partirse. Finn se estrelló contra la pared
opuesta.

El otro lado del casco se derrumbó. La niebla vaporosa se derramó a través


de las tablas rotas del suelo y salió por el agujero. Finn se levantó, revoloteando
dentro la cabina de la nave, sin saber si debía salir por la salida recién hecha. Su
respuesta llegó en forma de una enorme piel escamosa que pasó volando por el
agujero.
Finn se lanzó a la escalera, subiendo rápidamente hacia la cubierta superior,
cuando un calor abrasador le golpeó el trasero. Tensando cada músculo, Finn salió
disparado por la abertura, acelerando hacia el cielo hasta que se sintió lo
suficientemente seguro como para mirar hacia abajo. El humo negro salía de las
llamas furiosas mientras un dragón soplaba fuego en el vientre de la nave de Azrael.

Finn salió disparado hacia el arco más alto del anillo más cercano de la
Fortaleza y aterrizó, aturdido mientras observaba al dragón. Tonos aceitosos de azul
violáceo brillaba sobre sus escamas de ébano mientras sus grandes alas coriáceas
batían para mantener su posición. Rugidos lejanos resonaron sobre las dunas,
atrayendo la atención de Finn hacia el horizonte, donde otros tres dragones
reclamaban los cielos.

Eran dragones de Serpen. No le cabía duda después de haber visto a uno de


ellos en acción durante la guerra contra Kaliena. Pero, ¿por qué había más de
repente? Los Serpens encerrados deben haberlos convocado de alguna manera a
ellos.

Con las manos temblorosas, recuperó su catalejo, enfocando al dragón que


quemaba las naves de Azrael. Respiró con fuerza cuando vio a un caballero Serpen
sentado a horcajadas sobre el lomo de la bestia. Fácil de pasar por alto desde la
distancia debido a la forma en que su armadura oscura y su silla de montar se
mezclaban con la con la piel negra del dragón. Levantó el catalejo hacia los tres
dragones que barrían el horizonte. Cada uno tenía un jinete de dragón, lo que sólo
podía significar una cosa. El ejército Serpen había llegado.

Tumbado de frente, Finn deslizó los brazos por el borde, utilizando el filo
para evadir el suelo. Más abajo se detuvo ante la primera señal de un campamento.
Lentamente, enfocó las innumerables tiendas y los caballeros Serpen que se movían
entre ellas. Estaban por todas partes, una mancha oscura que se extendía sobre
sobre la prístina arena blanca.

El fuego rozó la superficie metálica, golpeando a Finn con una ola de calor
abrasador. Rodando sobre su espalda, saltó en el aire; escapando por poco de un
chorro de llamas que volaba el espacio que había ocupado una fracción de segundos
antes. Cuarto dragones bloquearon el sol, proyectando una enorme sombra sobre
Finn mientras se abalanzaban sobre él. El jinete se retorció en su silla, manteniendo
a Finn en la mira mientras el dragón volvía a dar la vuelta para correr de nuevo hacia
él. Finn saltó de la parte superior del anillo, tejiendo entre los chorros de fuego
mientras el dragón lo perseguía. Fijando su mirada en la escotilla, golpeó su objetivo
con toda la velocidad que pudo reunir. Las llamas le arañaban los talones, con un
calor tan intenso, Finn estaba seguro de que las suelas de sus botas se estaban
derritiendo.
Salió disparado por la escotilla, se estrelló contra el suelo y se deslizó por la
sala mientras una ráfaga de fuego entraba en el santuario. Volviendo a la carrera
hacia la entrada, Finn apretó el botón para cerrar la escotilla. Un rugido furioso
resonó desde el otro lado.

—Cierra, maldita sea —gruñó Finn en voz baja mientras la espiral de metal
se movía con demasiada lentitud. Las llamas salieron disparadas a través del cierre
que se encogía, cortadas abruptamente en zarcillos de humo cuando la escotilla
finalmente se cerró.

—Dime que no hay dragones que respiran fuego por ahí —Sithias se quedó
mirando la escotilla con horror.

—Lo haría si pudiera —Finn se apoyó en la pared, recuperando el aliento.

La expresión de Sithias se convirtió en una de preocupación.

—¿Has visto a Fate ahí fuera? No está aquí. No sé dónde está.

—Revisé la nave antes de que el dragón la redujera a cenizas. Ella no estaba


en ella. Eustace también se fue.

—¡Oh, gracias a Dios!

Un terrible chillido de garras de dragón reverberó a través de la pared


exterior. Finn saltó al centro del santuario, medio esperando que se abriera paso en
cualquier momento.

—¿Puede entrar? —chilló Sithias.

Jessie se apresuró a la escotilla y pasó la palma de la mano por el panel de


control, activándolo con el sello Guardián.

—Aguantará —les aseguró mientras una mientras una luz resplandeciente


bañaba las paredes del santuario. La desgastada superficie de bronce se volvió
translúcida, revelando la enorme y oscura forma del dragón fuera de la escotilla,
haciendo todo lo posible por desgarrar el metal. Las protecciones del exterior
resplandecían de oro con cada golpe de las garras.

Sithias se abanicó la cara.

—Decir que estoy aliviado sería un eufemismo.

Jessie se quedó mirando al dragón mientras se alejaba.

—¿Dónde está Brune? Ella necesita saber de esto.


Finn se dirigió a la puerta.

—Yo diría que ya lo sabe. Hay un ejército entero de Serpens acampado ahí
abajo, y según mis cuentas, han traído cuatro dragones más con ellos —Abrió la
puerta para salir, pero se detuvo cuando escuchó el gemido de dolor de Azrael—.
Sithias, será mejor que te ocupes de Azrael mientras yo busco a Fate.

Jessie lo alcanzó.

—Yo también voy.

—¿No puede hacerlo Darcy? —preguntó Sithias—. Prefiero ir contigo.

Finn miró a Darcy. Un color tenue rosado había vuelto a sus mejillas
normalmente sin sangre.

—¿Puedes atender a Azrael? —le preguntó.

—Sithias debería hacer de enfermera para que yo pueda empezar a preparar


el hechizo.

—Quédate por el bien de Azrael —susurró Finn a Sithias.

—Bien —Sithias se hundió—. Pero quiero estar enterado del momento


preciso en el que encuentres a Fate.

—Yo también —añadió Darcy—. Necesito la hierba de los pantanos y el


alicornio —Ella sonrió secretamente—. Sólo para que sepas, le mentí a Fate acerca
de que necesitaba tiempo para preparar. Ya tengo más que suficiente aceite de las
semillas de cardo para hacer el trabajo.

—¿Cómo es eso una mentira? —preguntó Jessie con evidente sospecha—. Tú


has estado diciendo que el hechizo tardaría semanas después de reunir todos los
ingredientes.

—Eso es lo que pensé en un principio. Resulta que calculé mal —Darcy


frunció el ceño—. No me mires así. Mentiste sobre la filtración del caso.

Jessie parecía lo suficientemente ofendida como para darle un puñetazo.

—¡Finn me dijo que le diera a Fate algo urgente de lo que preocuparse y eso fue
lo primero que se me ocurrió!

—Que es exactamente por lo que añadí a tu falsa emergencia unas cuantas


mentiras blancas más inofensivas —Darcy sonrió con suficiencia—. Trabajemos
juntos aquí, gente.
Finn había perdido toda la paciencia.

—¡El hechizo no es importante ahora! Todo lo que me importa es averiguar si


Ananke se ha apoderado del Fate completamente. Y quiero saber más sobre el
Eldritch Gloom y cualquier posible efecto que pueda tener en Fate.

Darcy se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

—Es una orden excesiva.

—Indagaré en los libros en cuanto termine aquí —Sithias arrastró el gran


equipo de rescate de madera hacia Azrael, casi dejándolo caer cuando se arrodilló
con la pesada caja en sus brazos.

—Supongo que podría cambiar de trabajo y ayudar con la investigación —


ofreció Darcy a regañadientes—. Pero primero quiero que conste que, conseguir que
Fate traiga a Eustace de vuelta a la vida sigue siendo nuestra mejor opción.

—Darcy tiene razón en esto —Jessie sonó arrepentida por estar de acuerdo.

—Bien, haremos el hechizo —concedió Finn—. Jessie, puedes ayudarme a


encontrar a Fate.

Corrieron por el pasillo, doblaron la esquina y se detuvieron rápidamente


cuando vieron la presión de los caballeros de Beldereth, los guerreros de Eldunough
y los jinetes de halcón que llenaban el estrecho espacio. Estaban preparados para la
guerra, vestidos con armadura completas y cargados de armas. Finn llamó la
atención de uno de los caballeros de Beldereth.

—He visto a los dragones y al ejército de Serpens fuera —Se giró bruscamente
antes de que el reconocimiento aliviara su expresión feroz—. ¿Cuánto tiempo han
estado aquí? —preguntó.

—Tres días. Llegaron al mismo tiempo que los prisioneros de Serpen


liberando y tomando al Rey Rudwor.

La adrenalina chamuscó los nervios de Finn, ya fritos, hasta hacerlos crujir.

—¿Aún está vivo?

La duda se movió en sus ojos.

—No podemos estar seguros — admitió.

Su respuesta golpeó como una bala de cañón en el pecho.


—El golpe ocurrió de un momento a otro —Sacudió la cabeza con el ceño
fruncido—. Una legión entera de Serpens atacó desde el exterior, utilizando ocho
dragones para entrar.

Finn se quedó mirando con horror.

—¿Ocho? Creía que cinco era un numero malo.

Ella asintió.

—Arrancaron las paredes exteriores de la sección principal de las suites


residenciales. No lo vimos venir. Nuestro único recurso fue la barricada de esta
sección con las salas. Sin embargo, no durará. Los dragones han estado debilitando
las barreras con fuego, dientes y garras.

—Pero los Serpens estaban encerrados y bajo fuerte vigilancia, —dijo Jessie—
. ¿Cómo diablos pidieron refuerzos?

—No podemos asegurarlo —respondió el caballero—. Pero parece que


planearon la invasión mucho antes de la Gran Guerra. El ataque fue simplemente
demasiado bien orquestado para ser de otra manera.

Volvieron los recuerdos no deseados de la emperatriz dragón y su plan de casi


dos décadas de llevar al reino de Asgar a la ruina absoluta.

—Sí —coincidió Finn—, los Serpens son los más pacientes planificadores.
Debería haber sabido que no los habría invitado a la alianza.

—Demostraron ser útiles contra el enemigo en su momento.

—El caballero miró por encima de su hombro, asintiendo a alguien más


adelante en el pasillo—. Disculpen, me necesitan.

—¿Dónde está Brune en todo esto? —preguntó Jessie a Finn, buscando en la


barricada de soldados.

—Buena pregunta. Vamos a dividirnos. Yo buscaré a Fate mientras tú buscas


a Brune.

—No, yo iré tras Fate —insistió Jessie—. Soy la única que ha sido capaz de
convencerla últimamente.

—Sí, no hay discusión —Finn suspiró cansado—. Revisa la habitación donde


estaba Eustace antes de que lo trasladáramos a la nave.

Jessie salió corriendo, desapareciendo rápidamente entre los soldados que


abarrotaban los pasillos.
Finn se abrió paso entre la multitud. La tensión que crecía en los soldados
era palpable. Su mente se tambaleaba con las noticias de Rudwor y el peso de la
guerra sobre una alianza que ya se tambaleaba. El momento no podía ser peor, con
la matanza del unicornio negro por parte de Fate y la aparición de Ananke. Se sintió
arrastrado en un millón de direcciones diferentes, queriendo desesperadamente
ayudar, pero sin saber qué problema atender primero.

Llamó a la puerta de la suite de Brune, y su puño golpeó la superficie metálica


con más con más urgencia de la prevista. Ella abrió la puerta completamente
desalineada. Su pelo rubio despeinado colgaba suelto alrededor de su camisa medio
abotonada estaba desabrochada. Finn no podía recordar un momento en que Brune
no estuviera completamente vestida con su uniforme de Guardiana con el pelo
recogido en un moño.

—¿Finn? ¿Cuándo has vuelto? —Frunciendo el ceño, terminó de abotonarse la


camisa y se la metió por dentro, aunque de forma descuidada.

—Hace menos de treinta minutos.

Brune se echó el pelo hacia atrás y se lo ató en una cola de caballo suelta.

—¿Cómo te las has arreglado para pasar los dragones en la nave?

—Fate nos transportó al santuario —Un movimiento en el fondo de la


habitación de Brune distrajo a Finn. Cuando vio que era Meara, una de las caballeros
de Beldereth que había llegado a conocer durante su estancia en el reino, le saludó
amistosamente.

—Hola, Finn —La hermosa rubia se ató la túnica y caminó a través de la


habitación.

—Todos hemos tenido que doblar las camas desde la invasión —Un brillante
tono de rosa inundó las hermosas mejillas de Brune.

Meara le guiñó un ojo a Finn.

—Uh, Finn y yo tenemos mucho que discutir —le dijo Brune—. Reúnete
conmigo en el santuario con el último informe de tus tropas en una hora.

Sorprendido por esta novedad, Finn sonrió y se dio la vuelta para dejarles un
poco de intimidad. Unos segundos más tarde, Brune marchó rápidamente pasando
por delante de él.

—No digas nada —le advirtió.


—¿Qué? —Él se puso a su lado—. Meara es una chica encantadora. Me alegro
por las dos.

La mirada de soslayo de Brune estaba llena de desconcierto.

—¿No te parece extraño?

—¿Por qué habría de hacerlo?

Brune enderezó los hombros y frunció el ceño.

—No hay razón. Supongo que me he acostumbrado tanto a estar sola que
compartir mi espacio personal con alguien es extraño. Y me llena de emociones
confusas.

—Creo que la mayoría de la gente se siente así, no importa lo salvajemente


enamorados que estén.

La rigidez de la postura de Brune se relajó momentáneamente y luego volvió a


ser toda negocios.

—Ponme al corriente de tu viaje, concretamente de por qué has vuelto mucho


antes de lo esperado.

Finn apenas sabía por dónde empezar. Una vez que comenzó a relatar los
acontecimientos recientemente, y cada nuevo detalle aumentaba el horror en los
ojos de Brune. Ella le dirigió a un pasillo sin salida, sin tráfico de personas, donde
podían hablar sin la interrupción de ser empujados.

—¿Eso es todo? —le preguntó.

—No, no te he contado lo peor. Ananke está a punto de hacer su aparición


permanente, si no lo ha hecho ya.

—¿Cómo ha ocurrido esto? El objetivo del viaje era hacer que Fate centrara a
Ananke —Ella resopló con frustración—. Si tienes todos los ingredientes del bosque
de Feldoril, ¿por qué no han realizado el hechizo de resurrección inmediatamente?

—No hubo tiempo. Fate apareció después de matar al unicornio. Era obvio que
estaba perdiendo contra Ananke, así que Jessie le dio una razón para estar
preocupada por perder a Eustace diciendo que la caja de cristal estaba agrietada y
tenía una fuga.

Brune consideró la solución.

—Esa fue una buena idea por parte de Jessie.


Finn asintió con gesto dudosa.

—Sí, lo fue, siempre y cuando la razón por la que Fate volviera a conectar el
caso de Eustace con el suministro de magia multidimensional de la Fortaleza. Ahí es
donde fue Jessie. Ella ha sido la única capaz de llegar a Fate últimamente.

—Vamos a ver si la encontró. —Brune le pasó por encima.

Finn siguió el paso apresurado de Brune con un arrastre en su paso. Una parte
de él no quería encontrar a Fate. No si eso significaba que la había perdido a manos
de Ananke.
Capítulo 36
La sombra en el hechizo

—Oigo voces —Brune pegó la oreja a la puerta con el ceño fruncido y


desconcertado. —Y risas.

El alivio inundó a Finn, desterrando el temor que lo agobiaba.

—Jessie la ha encontrado. Abre la puerta.

Dudando, Brune abrió la puerta y se asomó. La voz de Fate se filtró en el pasillo.


Sonaba normal, incluso feliz. Finn siguió a Brune al interior. En cuanto vio la luz
brillante que rodeaba la forma de Fate, su corazón cayó en picada. Ella se giró para
mirarlos, con los ojos todavía encendidos. Al menos aún podía ver el color de sus
ojos y agradeció que la mirada no estuviera vacía.

Finn se fijó en la vitrina que sostenía a Eustace al fondo de la habitación. Jessie


estaba apoyada en ella, con una pierna cruzada sobre la otra en un intento de parecer
despreocupada. Estaba nerviosa. Finn lo notaba por la forma en que se mordía el
pulgar.

—¿Cómo está Eustace? —preguntó.

—A salvo —Los labios de Fate se curvaron en una sonrisa pacífica mientras


volvía su mirada inquietante a Eustace.

Brune observó al Alicornio enfundado sobre el hombro de Fate.

—¿Hiciste del Alicornio una espada?

Jessie rió con un tono nervioso cercano a la histeria.

—Sí, ¿no es genial? —Asintió a Brune con una sonrisa exagerada que contenía
una advertencia—. Supe que el Alicornio era mío en el momento en que lo tuve en la
mano. Siempre se supuso que me pertenecía.
El aire despreocupado de su voz puso a Finn en vilo.

—¿Seguirás usándolo en el hechizo de resurrección?

—Sí —respondió Fate sin apartar los ojos del rostro de Eustace—. Tengo todo
lo que necesito ahora. Es hora de realizar el hechizo. Ya he esperado lo suficiente.

Jessie se apartó de la vitrina con un afán inquietante.

—Voy a ir a buscar a Darcy.

—No es necesario —Fate agitó una mano, trazando un resplandor en el aire.

Darcy apareció desde los pliegues del espacio vacilante. Ella se agarró el
estómago y se secó. Todavía agachada con las manos apoyadas en sus rodillas,
levantó la cabeza, mirando a su alrededor para ver dónde estaba.

—¿Qué demonios? —Su mirada se fijó en Fate—. Oh, por supuesto. Fate me
llama. Podrías haber usado el intercomunicador y esperar los diez minutos extra.

—No hay que esperar más —La luz de los ojos de Fate consumió el cálido
marrón de sus iris—. Realiza el hechizo de resurrección.

—Necesito mis cosas.

Fate señaló el suelo, sorprendiendo a todos con el contenido del hechizo


extendido a sus pies. Una tela de seda azul real con símbolos cosidos en hilo de oro
yacía perfectamente lisa en el suelo con unas cuantas docenas de velas colocadas en
los bordes. Una pila de libros de hechizos, un gran cuenco de plata, una pila viscosa
de hierba de los pantanos y varias botellas de aceite de semilla de cardo estaban
perfectamente alineados junto a las velas.

Darcy sacudió la cabeza, más por miedo que por obstinación.

—No puedo trabajar bajo este tipo de...

—Yo ayudaré —intervino Jessie—. No queremos molestar a nadie, ¿verdad? —


Dejó escapar otra risa nerviosa.

Darcy miró a Fate con nerviosismo y se arrodilló junto a la tela. Ella rebuscó
entre los libros con manos temblorosas. Un notable alivio suavizó su frente cuando
encontró el libro que buscaba en el fondo de la pila. Lo abrió en una página marcada
con una cinta de raso negra deshilachada y leyó en silencio las instrucciones.

—Pon el cuenco en el centro —dijo con su habitual tono mandón, lo que


indicaba que se había recuperado rápidamente de su miedo a Fate.
Jessie hizo lo que se le dijo.

—¿Siguiente?

Darcy le dio un empujón con la barbilla a la pared.

—Siéntate allí. De hecho, todos ustedes siéntense allí. Necesito espacio para
trabajar.

Fate fue la única que no se movió.

—O no —refunfuñó Darcy. Levantó el brazo y chasqueó los dedos sin mirar a


Fate—. Voy a necesitar ese Alicornio ahora

Cuando Fate no respondió, Darcy inclinó la cabeza para mirarla.

—Eso depende de ti, pero no puedo hacer el hechizo sin el Alicornio.

Pasaron varios segundos antes de que Fate sacará de mala gana el Alicornio de
su funda y puso su preciada nueva arma en manos de Darcy. Cuando Fate soltó la
empuñadura, Darcy casi dejó caer el cuerno.

—Vaya, esta cosa es mucho más pesada de lo que parece —Darcy puso el
Alicornio frente a sus rodillas, refiriéndose a las páginas del libro de nuevo—. Bien,
aquí vamos —Respirando profundamente, Darcy pronunció una orden,
encendiendo las velas a la vez.

Tomando la hierba de pantano, la sostuvo sobre el cuenco, susurrando el


primer verso del hechizo mientras arrancaba las hojas en forma de corazón de los
tallos y las dejaba caer en el cuenco. Al pronunciar el segundo verso, vertió el aceite
de semilla de cardo sobre las hojas.

Unos zarcillos de color violeta salieron de la mezcla y se espesaron mientras


ella recitaba las misteriosas y susurradas palabras mágicas. La niebla se elevó y se
convirtió en una nube púrpura brillante que se cernía varios metros sobre el cuenco.

Levantando el Alicornio con cierto esfuerzo, Darcy se inclinó hacia delante y


pronunció la tercera estrofa a todo volumen. Sus brazos temblaban por el esfuerzo
de sostener la afilada punta del Alicornio sobre el cuenco. Clavó el cuerno en la
mezcla en la última palabra

Cintas negras de humo estallaron del cuenco, atravesando la niebla púrpura,


una forma sombría sensible que puso los pelos de punta de los brazos de Finn. Se
puso en pie cuando la oscuridad se abalanzó sobre la vitrina que contenía a Eustace.
En un instante, la sombra se filtró a través del cristal, absorbiendo el polvo de oro
brillante que conservaba el cuerpo de Eustace.
Incapaz de ver el cuerpo bajo la espesa oscuridad, Finn miró a Fate,
preguntándose si ella también había sentido las mismas emanaciones que ahora lo
llenaban de una sensación de fatalidad. Fate se quedó quieta, con su postura tensa
mientras esperaba que su deseo más profundo se hiciera realidad.

No tuvo que explorar con sus sentidos para saber que estaba asustada de lo que
la sombra estaba haciendo a su padre. Finn anhelaba tomarla en sus brazos. Para
abrazarla en caso de que sus esperanzas se vieran brutalmente frustradas en los
próximos segundos.

El sonido de los cristales al romperse atrajo su atención de nuevo hacia la


vitrina. Las grietas se extendían rápidamente por los lados y la parte superior. El
cristal se hizo añicos en una repentina explosión de fragmentos brillantes. Finn se
apartó, haciendo una mueca de dolor por los cortes que le perforaban la espalda.

Todo estaba en silencio cuando se volvió lentamente hacia la vitrina. Eustace


yacía inmóvil en la plataforma, con el cuerpo completamente ileso.

Jessie había recibido el mismo golpe en la espalda que Finn. Darcy se levantó
de donde había estado sentada, con un brazo incrustado con trozos de vidrio y
sangrando. Había conseguido protegerse la cara, salvo la parte superior de la frente,
que goteaba roja por un largo fragmento que se clavaba en el hueso. Un lado del
cuerpo de Brune, principalmente su brazo y su hombro presentaban las mismas
múltiples heridas que el resto.

Fate, en cambio, no había sido tocada por una sola astilla. La armadura
sobrenatural que llevaba la había protegido. Incluso su cara, que debería haber
recibido al menos un golpe. Se acercó a la vitrina. Los cristales rotos cayeron bajo
sus botas mientras volcaba distraídamente el cuenco de latón, derramando sus
ingredientes carbonizados sobre la tela de seda.

Alcanzó la mano de Eustace, miró su rostro y luego puso la palma de la mano


sobre su pecho.

—Está respirando —Su voz era temblorosa, infantil. Había desaparecido el


tono distante que había mostrado minutos antes.

Finn se apresuró a ir a su lado, asustado cuando Eustace abrió los ojos. Jessie,
Darcy y Brune se movieron por el otro lado, cada uno en silencio y sin duda
preguntándose qué había despertado exactamente el hechizo.

Eustace miró al techo, parpadeando con sueño.

—¿Papá? —Fate se inclinó sobre él, atrayendo su mirada hacia su rostro.


—Doodles —Su voz era un graznido seco.

Las lágrimas llenaron los ojos de Fate.

—Estoy aquí.

—¿Estaba dormido? —roncó

—Podría decirse que sí —dijo ella entre sollozos.

Eustace le dio una fuerte palmada en la cabeza mientras ella enterraba la cara
en su camisa y lloraba.

—¿Qué pasa? —Miró a Finn y luego a los demás—. ¿Por qué están todos de pie
en mi...? —Su confusión se hizo más profunda—. Esta no es mi habitación. ¿Dónde
estoy?

Nadie parecía querer responderle y Fate estaba demasiado emocionada para


dar explicaciones.

—Probablemente tengas sed —Finn no tenía ni idea de por dónde empezar—.


¿Podemos traer un poco de agua?

Fate se enderezó y se limpió los ojos.

—Sí, que alguien traiga algo de agua.

—Yo la traeré —Jessie salió corriendo de la habitación.

Eustace se esforzó por levantarse. Finn tomó un codo, sorprendido por el frío
de su piel. Brune se acercó al otro lado y le ayudó. En el momento en que Eustace se
quedó mirando a Finn, visiblemente molesto y repugnante

Jessie se apresuró a entrar con el agua chapoteando sobre el borde de un vaso


alto.

Eustace tomó un sorbo y se lo devolvió.

—Gracias.

Fate se estremeció con otro torrente de lágrimas.

—¿Por qué lloras? —preguntó Eustace.

Finn notó una pizca de irritación en su tono llano, pero lo atribuyó a la


desorientación.
Fate abrió la boca para hablar, pero lo único que pudo hacer fue llorar y sacudir
la cabeza.

Eustace frunció el ceño con severidad.

—¿Podría alguien decirme por qué mi hija está tan alterada?

—¿Cuál fue su último recuerdo, señor? —preguntó Finn, esperando encontrar


un punto de partida seguro. Lo último que quería hacer era sorprender a Eustace
comenzando con que había estado muerto durante meses.

Eustace se quedó con la mirada perdida.

—Recuerdo un pastel y velas —Miró a Fate—. Era para tu cumpleaños. No el


día actual, pero yo quería...

—¡No puedo hacer esto! —Fate retrocedió y luego se dio la vuelta y salió
corriendo de la habitación.

Su abrupta salida no hizo nada para cambiar la expresión de madera de


Eustace.

—Debería ir tras ella —ofreció Finn.

—Sí, ve —le animó Jessie—. Le explicaremos todo —Ella tragó saliva y miró a
Eustace.

Agradecido por haberse liberado de la difícil tarea, Finn persiguió a Fate. Ella
no estaba fuera de la puerta, así que corrió hacia los pasillos abarrotados, gruñendo
disculpas al chocar con los guerreros que se preparaban para la guerra, pero
ordenadamente. Volvió a recordar la difícil situación de Rudwor y el deseo urgente
de rescatar a su amigo.

—Un problema a la vez, boyo —murmuró para sí mismo.

Localizar a Fate tenía que ser su primera prioridad. Resucitar a Eustace debía
darle el consuelo y el equilibrio que tanto necesitaba. Finn entendía la fuerte
reacción emocional, pero no esperaba que Fate huyera de sus sentimientos después
de todo lo que había hecho para traer de vuelta a Eustace.

¿Había sentido Fate la sombra del hechizo antes de que entrara en el cuerpo
de Eustace? Finn apretó los puños mientras marchaba por el estrecho pasillo, ya no
veía a los guerreros con los que se cruzaba. La desconfianza ardía en su mente. No
podía quitarse de encima la sensación de que había participado en nigromancia, la
más oscura de las artes que iba en contra del orden natural del universo.
Finn sacudió la cabeza, deseando desesperadamente despejar una avalancha
de dudas. El acto estaba hecho. Tenía que confiar en que el hechizo de resurrección
no era del todo siniestro.

Pasó por delante de la suite de Fate y tuvo que detenerse y dar la vuelta.
Golpeando en la puerta, esperó con impaciencia, cada segundo pasaba demasiado
lento. Por fin, el bot de Fate abrió la puerta.

—¿Está ella aquí? —preguntó.

—No quiere que la molesten —respondió el bot con una sonrisa siempre
amable.

—¡Fate! —gritó—. Voy a entrar —Dio un paso adelante, pero el bot de la cámara
le puso una mano en el pecho, un bloqueo que no cedió por mucha fuerza que
pusiera detrás.

—Déjalo entrar —murmuró Fate desde algún lugar del tenue interior de su
suite.

—Bienvenido. Puede entrar —dijo alegremente el bot y se hizo a un lado.

Finn entró y encontró a Fate acurrucada en su cama abrazando una almohada.


La reluciente armadura de Ananke no se veía por ninguna parte y Fate estaba vestida
con un sencillo jersey de algodón, con aspecto de estar preparada para dormir a
pesar de la hora de la mañana. Lo miró con los ojos rojos e hinchados. No podía
recordar la última vez que había visto su lado femenino y vulnerable.

Todas las defensas de Finn cayeron mientras se sentaba en el borde de la cama.

—He estado preocupado por ti, amor

Ella le devolvió la mirada, cansada y agotada, pero había algo más en sus ojos
que lo inquietaba. Algo agudo, punzante.

—Habla conmigo. Estoy aquí para escuchar —le dijo.

—No tengo ganas de hablar —Su voz estaba apagada detrás de la almohada,
pero él captó el resentimiento en su tono.

—No estoy de acuerdo contigo en eso. Siento que tienes mucho qué decir, y a
mí en particular.

Fate se sentó de repente, su pelo castaño cayendo sobre su cara en largos


mechones ondulados, enmarcando unos ojos enfadados.
—No todo tiene que ver contigo. Tengo otras cosas en la cabeza, como ver a mi
padre volver de entre los muertos.

Finn asintió.

—Por eso he venido. Sé que estás abrumada y no quería no quería que


estuvieras sola.

—No estoy sola

Finn echó un vistazo superficial a la habitación.

—No veo a nadie más aquí aparte del bot de la cámara. ¿Quieres que llame a
Jessie?

—No. No necesito a nadie más.

—¿Qué hay de Eustace? Sé que lo necesitas

Las lágrimas rebosaban en sus ojos.

—Lo necesito —Su voz era pequeña de nuevo, desprovista de ira.

Finn apartó suavemente un mechón perdido que ensombrecía su rostro. Ella


era hermosa, incluso con todo su desorden.

—¿De qué tienes miedo, amor?

—De que no sea el mismo Eustace que conocí —Su barbilla temblaba—. ¿Soy
yo o parece diferente?

—Sí, ahora no es él mismo —aceptó Finn con reticencia—. Pero tienes que
recordar lo que ha pasado. Podría pasar un tiempo antes de que vuelva a la
normalidad.

Fate asintió frenéticamente.

—Tiempo, sólo necesita tiempo para curarse —Ella se deshizo en lágrimas de


nuevo.

—Fate, ¿qué es lo que no dices? No voy a juzgar. Puedes decírmelo.

—¿Y si el hechizo no dura? No puedo pasar por perderlo todo otra vez.
Simplemente no puedo. Creo que es mejor que me mantenga alejada hasta que
sepamos con seguridad.

Eso era lo último que Finn esperaba escuchar, pero no quería presionarla. No
mientras ella estaba en un estado de angustia. En su lugar, la atrajo en sus brazos.
Esta vez no hubo resistencia. Fate se derrumbó contra él, temblando,
sollozando en su hombro. Finn la abrazó, besando la parte superior de su cabeza,
acariciando su espalda. El tiempo se detuvo mientras él le susurraba palabras
tranquilizadoras de amor en su oído. No tenía ni idea de cuánto tiempo la había
abrazado, sólo de que podía abrazarla eternamente sin cansarse.

Fate finalmente se acomodó en sus brazos y se encontró con su mirada con un


anhelo que él que no había visto desde antes de viajar al bosque de Feldoril. Sus ojos
bajaron a su boca. Lamiéndose los labios, levantó la cara, esperando su beso.
Anhelando el dulce sabor de su boca, Finn se inclinó hacia ella.

Sus labios se encontraron, al principio con suavidad, y luego se convirtieron en


algo voraz, necesitado. El hambre de Fate correspondía con la suya. Apretando su
cuerpo contra el suyo, deslizó los brazos alrededor de su cintura, recorriendo con los
dedos su espalda. El dolor le acuchilló el trasero. Finn respiró con fuerza, sin poder
evitar liberarse de su abrazo

—¿Qué pasa? —La respiración de Fate fue corta mientras miraba con los ojos
muy abiertos ante una mancha roja en sus manos—. ¿Estás sangrando?

—Estoy bien. Tengo unos pequeños cortes, eso es todo.

Fate saltó de la cama para echar un vistazo a su espalda y jadeó.

—Estoy seguro de que parece peor de lo que es.

—Finn, hay vidrios que sobresalen de tu espalda y tu camisa está empapada de


sangre —Señaló al bot de la cámara—. Trae agua caliente, ropa y vendas. Ah, y tijeras
y pinzas. Acuéstate sobre tu estómago —le indicó.

Finn hizo lo que le dijeron. El robot de cámara se acercó con una bandeja y la
puso en la mesita de noche. Fate le quitó con cuidado la camisa de la piel. Finn
mordió el dolor mientras usaba las tijeras para cortar la camisa de su cuerpo. El
robot le entregó un cuenco de agua humeante y se llevó la camisa ensangrentada.

Fate sumergió uno de los paños en el agua caliente antes de escurrirlo sobre su
espalda. El agua caliente se derramó sobre su piel, picando los cortes en carne viva.
Finn apretó la mandíbula mientras ella le enjuagaba lentamente la espalda.

—Ahora viene la peor parte —advirtió ella.

—¿Quieres decir, además de dejar ese beso sin terminar?

—Pinzar estos fragmentos de vidrio, tonto. ¿Quieres algo para morder?

—Puedo soportarlo. ¡Ay!


—¿Decías?

Finn se tensó durante la siguiente cadena de extracciones.

—¿Cómo ha pasado esto? —preguntó mientras dejaba caer otro trozo de vidrio
en la bandeja.

Finn frunció el ceño.

—Cuando la vitrina de Eustace explotó.

Fate no dijo nada.

—¿No te acuerdas?

—Claro... pasaron muchas cosas —Su voz vaciló y él supo que estaba
mintiendo.

Pensó en mencionar que ella era la única en la habitación que no había sido
tocada por la explosión, pero decidió no hacerlo. Estaba más cerca de ser ella misma
que nunca. No sería bueno perturbarla con la preocupación por la aparición de
Ananke.

—Este es el último —dijo Fate. El pequeño trozo de cristal tintineó en la


bandeja mientras dejaba las pinzas en el suelo y buscaba un frasco. Finn se relajó
mientras le aplicó una pomada en los cortes.

Se levantó de la cama, dándole un ligero empujón para que se sentara y así


poder envolver un amplio rollo de vendas alrededor de su torso. Él respiraba el
aroma floral de su cabello cada vez que ella tenía que acercarse para alcanzar su
cintura. Cuando terminó, se apartó para ver su trabajo. —Hmm, no está mal para
alguien que no tiene ni idea de lo que está haciendo. ¿Cómo se siente estar casi
momificado?

—Mejor de lo que esperas —Finn alcanzó su cintura y la tiró a su regazo.

Ella sonrió.

—¿Estás tratando de decirme algo?

—Sí, amor, lo estoy haciendo —Finn la arrastró hasta la cama, permitiendo que
todos los pensamientos persistentes se desvanecieran al dejar de lado todas sus
preocupaciones y se rindió a este raro y precioso momento
Capítulo 37
Poderes divinos aparte

'Despierta, hija mía. Hay trabajo que hacer'

La voz de Ananke sacó a Fate de un profundo y tranquilo sueño. Parpadeando,


se estiró y se retorció, quedándose quieta cuando su cadera rozó la pierna de Finn.
Sonrió, recordando las últimas horas de felicidad que habían disfrutado antes de
dormirse juntos. Girando sobre su lado, Fate apoyó la barbilla en la mano para
contemplar su rostro. Sereno como un ángel y tan irresistible. Se inclinó para
besarlo, pero se detuvo cuando Ananke habló de nuevo.

'No le molestes. Escápate antes de que se despierte

Fate se negó a moverse. Todo lo que quería era permanecer acurrucada junto
a Finn, donde no tuviera que enfrentarse al mundo y sus problemáticas
complejidades.

'Los chicos guapos son diversiones placenteras, pero debes tener cuidado con
los deseos humanos. Están por debajo de ti. Recuerda sus mentiras y cómo te dejó
en el pantano'

El resentimiento que Fate había decidido dejar sin expresar se reafirmó.


Hablar de ello era lo mejor. Finn debía tener una buena razón para lo que había
hecho. Sólo necesitaba escucharlo.

'Sólo te mentirá de nuevo'

El dolor y la ira se hincharon en el pecho de Fate. Ella no quería creer a Ananke,


pero su madre decía la verdad. Finn había mentido sobre Eustace, la mentira más
hiriente que alguien pudiera decir. Ella creía que lo había perdonado, pero su
corazón aún le dolía por los moretones de esas mentiras. No importaba que Eustace
estuviera vivo de nuevo. La vida era demasiado frágil para confiar en ella. Era mejor
permanecer lejos de los apegos humanos que la debilitaban.
Fate dejó escapar un pesado suspiro y se deslizó fuera de las sábanas. Cuidando
de no hacer ruido, se vistió, cruzó de puntillas la habitación y cerró la puerta
suavemente tras ella.

Los guerreros de Beldereth y Eldunough se detuvieron para inclinar la cabeza


en respeto al paso. Un poco desconcertada por esto, Fate les agradeció haciendo lo
mismo mientras se dirigía a la barrera protegida. No fue hasta que miró hacia abajo
y vio la armadura blanca y dorada, supo por qué. El Corsé de Hipólita brillaba en su
cintura, iluminando el metal esculpido con un resplandor etéreo que llamaba la
atención. La espada de alicornio estaba de nuevo en su lugar, enfundada sobre su
hombro. Un arma impresionante que los guerreros admiraban con abierta envidia.

Los centinelas apostados para defender la barrera se apartaron para recibir a


Fate. Se detuvo frente al enorme muro de metal destrozado y escombros, fusionados
mágicamente para mantener al enemigo fuera. Inclinando la cabeza, Fate escuchó,
oyendo el rítmico golpe de los mazos al otro lado de la sólida barrera.

—Fate, ¿qué haces aquí? Deberías estar con Eustace. Él ha preguntado por ti
—Brune agitó una mano frente a la cara de Fate. —¿Hola?

Fate desvió la mirada hacia Brune, completamente vestida con su uniforme de


Guardiana y con una mirada de preocupación, casi de miedo.

—¿Cómo está? —preguntó Fate.

—En estado de conmoción —respondió Brune—. Una reacción perfectamente


natural al ser que le digan que ha estado muerto durante los últimos meses.

A Fate se le hizo un nudo en la garganta por el dolor persistente.

—Quiero verlo —confesó, sorprendida por un momento de debilidad. Ananke


empujó al primer plano—. Pero más tarde. Después de que me ocupe de los Serpens.

La mirada de Brune recorrió la armadura de Fate.

—¿Todo por tu cuenta y sin una palabra de advertencia a aquellos de nosotros


que hemos estado planeando estrategias de contraataques?

Fate dudó, sin saber cómo responder a eso. Ananke habló a través de ella.

—¿Dudas de lo que puedo hacer?

Brune se cruzó de brazos.

—Sé muy bien de lo que eres capaz, pero defender la Fortaleza es mi trabajo.

—Y el mío.
—Ya no —Pequeñas gotas de sudor brillaban en el labio superior de Brune. Fate
se centró en los latidos de Brune. Su pulso latía con fuerza.

—¿Niegas que necesitas mi ayuda?

—Me he encargado de ello.

Un guerrero de Beldereth, que estaba a unos metros detrás de Brune, dió un


paso hacia adelante. Era Meara. Fate había hecho amistad con muchos guerreros de
Beldereth durante su tiempo allí, pero todo lo que recordaba de Meara era lo cerca
que había bailado con Finn en el baile de coronación.

—Brune, podemos usar cualquier ayuda que podamos conseguir —insistió.

Brune se puso rígida.

—Necesitamos aliados, no soldados deshonestos.

Meara deslizó una mano sobre el hombro de Brune y le habló suavemente al


oído, un gesto íntimo que Fate notó con curiosa sorpresa.

—Es mejor trabajar juntos que por separado. Los generales se están reuniendo
en el santuario. Fate debería unirse a nosotros.

—Bien —concedió Brune. Giró sobre sus talones—. Vamos.

'QUÉDATE'

Cuando Brune se dio cuenta de que Fate no la seguía, se volvió.

—¿Y bien?

—Adelante. Estoy justo detrás de ti. Sólo necesito un momento —Fate señaló
con un gesto casual de la mano.

Sospechosa, Brune miró a Fate sin moverse. Meara tiró de su brazo.

—Vamos Brune, ¿en qué problemas se puede meter antes de la reunión?

—Muchos —argumentó Brune mientras Meara la arrastraba por el pasillo.

Fate esperó a que desaparecieran de la vista antes de volverse hacia la barrera.


Fijando su mirada en la pared, dirigió sus sentidos hacia el exterior, escaneando el
otro lado. Unos hombres con túnica estaban de pie en medio círculo, frente a la
barrera, recitando siniestros conjuros. Las palabras oscuras de energía corrupta
salían de los dientes podridos y las lenguas negras. El humo salía de sus feas bocas,
asfixiando el metal, descomponiendo la estructura y facilitando a los caballeros de
Serpen pulverizar el frágil metal hasta convertirlo en polvo.

El odio de Ananke hacia los hechiceros llenó la boca de Fate de bilis ácida. Se
la tragó, haciendo suyo el odio.

Fate reorganizó los átomos de la barrera y abrió un túnel que se arremolinaba


con partículas sueltas de materia brillante. Se adentró en la retorcida jungla de metal
sólido con la misma facilidad con la que se mueve a través de una espesa ráfaga de
copos de nieve. Cuando llegó al otro lado, desenvainó la espada de alicornio,
atravesando el velo de la magia oscura, su toque destrozó el humo corrosivo y rico
de hechizos en motas inofensivas.

Los hechiceros se retiraron a las sombras más oscuras del corredor, haciendo
espacio para que los caballeros de Serpen cargaran contra Fate. El tiempo cambió a
su alrededor. Ella corrió por el espacio, mientras que sus movimientos se
ralentizaron hasta el punto de que parecía que caminaban bajo el agua mientras
trataban de golpearla con sus espadas.

La rabia se encendió en su vientre. Su núcleo se encendió de color carmesí


cuando la sed de sangre de Ares y la furia de Ananke palpitaba caliente en sus venas.
Fate tejió entre los Serpens más rápido de lo que podían detectar, atravesando la
espada del alicornio a través de los torsos, clavándose profundamente hasta que las
costillas y las espinas dorsales rasparon contra el cuerno. La sangre salía de los
agujeros mientras ella arrancaba el pincho de sus cuerpos y atravesó con su lanza al
siguiente caballero y al siguiente.

Se tambaleaban hacia atrás en el dolor, desconcertados por los agujeros


ennegrecidos que crecían rápidamente. A los pocos segundos del toque putrefacto
del alicornio, los hombres se transformaron en cáscaras desecadas que se
desintegraron en un estallido de escamas. Nubes de motas oscuras se dispersaron
mientras sus esqueletos blindados se desplomaban al suelo en montones rotos.

El poder de Ananke se expandió, dirigiendo la atención de Fate hacia los


hechiceros Serpen. Habían salido de las sombras y estaban presionando, lanzando
maldiciones de magia negra que se deslizaban a su alrededor como espectros de
muerte.

Fate atravesó a la alicornio entre el enjambre de espectros, helada por su toque.


Rostros malignos con pozos negros por ojos chillaron contra ella, rodeándola con un
muro de maldad concentrada, llenando su cabeza de terror. Agitando su espada,
Fate trató de rechazarlos, pero no les afectó. Carne y sangre. Ella sabía cómo
destruir, pero estas cosas eran humo hecho de malicia.
'No temas, hija mía. La fuerza es inútil en este nivel. Debes usar el poder. Mi
poder'

Fate se abrió a lo que Ananke ofrecía, permitiendo que el poder fluyera a través
de ella, un torrente limpiador que disolvió sus miedos y despejó su mente. Por fin
pudo pensar, miró más allá de los maliciosos espectros y fijó su vista en los
hechiceros.

'¿Qué quieres que les haga, hija mía?'

—Quítales la lengua negra para que pueda acercarme a ellos.

Apenas pronunciadas las palabras, la fila de hechiceros se puso rígida, con las
bocas abiertas por el horror. Fate cerró el espacio entre ellos más rápido de lo que
tardó en intentar el movimiento. Los brujos se retorcieron y se alejaron de ella
mientras emitían sonidos ininteligibles, incapaces ya de pronunciar su asquerosa
magia negra en el aire.

Repelida por su presencia, Fate los abatió con el alicornio, con la misma
facilidad con la que se derriba una fila de bolos. Sus rostros marchitos se encogieron
hacia dentro mientras se desmoronaban sobre sí mismos, dejando atrás montones
de túnicas negras en medio de una ráfaga de manchas de ceniza.

'Es hora de conseguir lo que hemos venido a buscar'

Fate se fijó en las suites residenciales ocupadas por los Serpen, sondeando cada
largo y sinuoso pasillo, cada habitación en la arena de combate. Aparte de donde ella
estaba, no había ni un centímetro de espacio que un caballero de Serpen no estaba
presente. Habían utilizado sus dragones para volar a todos los caballeros que
pudieron hasta el anillo de la Fortaleza.

Cerró los ojos y amplió sus sentidos, enfurecida al descubrir que habían estado
asaltando la superficie de la Fortaleza. Varios cientos de bóvedas habían sido
abiertas a la fuerza. No se sabía qué clase de objetos mágicos habían robado. Su sed
de sangre surgió, desencadenando un deseo de arrasar.

'Paciencia. Los destinos se deciden en su momento. Concéntrate'

Fate retiró su conciencia de la superficie de la Fortaleza, buscando lo que había


venido a buscar. Por fin, lo encontró en el extremo opuesto. Encerrado en la
oscuridad, encadenado, hambriento y furioso. Miles de caballeros Serpen se
interponían entre ellos, pero eso no importaba.
Imaginando los grilletes en sus muñecas y tobillos, Fate los imaginó
desaparecidos, percibiendo el olor a hierro en el mismo instante. Abrió los ojos a la
oscuridad.

Un movimiento de pies en la habitación no la desconcentró.

—¿Quién está ahí?

Fate ignoró la pregunta y recordó el santuario, la gran mesa rectangular con su


pesado tablero de madera y las paredes curvas de bronce con estanterías. Brune
estaba en la cabecera de la mesa, frente a Beldereth y los oficiales de mayor rango
de Eldunough.

—Necesitamos más defensas en el aire antes de poder atacar —dijo Brune—.


Hay demasiados dragones. ¿Alguien sabe si el jinete de halcón que enviamos con un
mensaje de ayuda desde las Islas Eldunough ha regresado ya?

Un oficial de Eldunough negó con la cabeza.

—Ya deberíamos tener noticias. Me temo que el mensajero no ha conseguido


pasar la...—Se puso rígido cuando vio a Fate aparecer detrás de Brune.

Brune se giró para ver lo que él y todos los demás estaban mirando.

—¿Fate? ¿De dónde has venido? —Su mirada se dirigió a Rudwor, que estaba
pálido con náuseas y se agarraba el pecho con barretas como quien sufre un ataque
al corazón.

Sus oficiales se apresuraron a su lado para ayudarle a sentarse. Rudwor miró


alrededor del santuario, desaliñado y desorientado.

—¿Cómo...?

Finn irrumpió por la puerta, tenso y alterado.

—¿Alguien ha visto...? —Se calló al ver a su amigo—. ¡Rudwor, te has escapado!


—Se apresuró hacia el rey, mirándolo con preocupación—. ¿Cómo te sientes?

Rudwor se alisó la palma de la mano, grasienta de mugre, sobre su calva.

—Como si un troll de la ciénaga me hubiera sumergido en el agua del pantano


después de bailar sobre mi columna vertebral.

Finn sonrió con ironía.

—Sí, lo pareces. Y lo hueles —Le dio una palmadita en el hombro a Rudwor—.


Me alegro de verte igualmente.
Rudwor se frotó la piel rozada de sus muñecas e hizo una mueca de dolor.

—¿Qué tan grave fue? —preguntó Finn.

—¿Recuerdas a los Bane?

—Un grupo duro, gracias a ese salvaje jefe suyo —Finn guiñó un ojo,
recordando la paliza que había recibido cuando fue llevado por los Bane para
suplicar la misericordia de Rudwor.

Rudwor sonrió.

—Sí, bueno, los Serpens hacen que los Bane parezcan gatitos de peluche.

Finn asintió solemnemente.

—¿Cómo lo lograste?

—Ni idea —Rudwor se encogió de hombros—. Un minuto estaba allí en la


oscuridad y al siguiente estaba aquí.

—Fue Fate —dijo Brune

Finn escudriñó la habitación. Su mirada confusa pasó por encima de Fate antes
de volver a mirar con una expresión de asombro. Obviamente había asumido que
ella era uno de los otros oficiales, también vestido con armadura. Cuando vio la
armadura reluciente, sus ojos verdes se llenaron de alarma.

—Así que ahí es donde te has ido —No se molestó en ocultar su decepción

Rudwor la miró con recelo.

—Así que es a ti a quien tengo que agradecer el haberme sacado de ese aprieto
—Su rostro se suavizó con aprecio mientras inclinaba la cabeza en su dirección—.
Gracias, muchacha.

—De nada —respondió Fate con frialdad mientras miraba a Finn.

Rudwor se levantó y arqueó la espalda con una mueca de dolor.

—Odio ser rescatado y correr, pero tendrás que disculparme. Me han dicho que
necesito un baño caliente. Algo que mi dolorida espalda agradecerá.

—Sí, te veré más tarde —le dijo Finn.

Rudwor atravesó la habitación con dos de sus oficiales preparados para


atraparlo en caso de que se volcara. —Mucho más tarde, muchacho. Estaré ocupado
absorbiendo la simpatía de mucha compañía femenina durante los próximos días.
Lanzó a Finn una sonrisa traviesa mientras miraba a las dos hermosas mujeres
que le ayudaban.

La sonrisa divertida de Finn desapareció cuando miró a Fate.

—Tenemos que hablar. En privado.

Ananke frenó el irresistible tirón que sentía Fate para ir hacia él. 'Rechaza.
Tenemos asuntos más importantes que atender'

Fate negó con la cabeza.

—Tendrás que esperar —El dolor en los ojos de Finn la acuchilló en el pecho—
. Estoy aquí para discutir los planes de defensa de la Fortaleza.

—Entonces me quedaré a ayudar —Finn apretó la mandíbula mientras se


acercaba a la mesa—. ¿Alguien quiere informarme?

—Necesitamos refuerzos en el cielo —dijo Fate—. Para distraer a los dragones


cuando hagamos nuestro primer ataque, tanto aquí dentro de la Fortaleza como en
la tierra.

Brune la miró con dureza, aunque no insistió en la cuestión de quién estaba a


cargo.

—Yo puedo ayudar con eso —ofreció Finn—. Si alejas a los dragones de aquí,
invocaré una tormenta de arena que los retendrá el tiempo suficiente para dar a las
tropas un buen comienzo.

Brune asintió.

—Me gusta, pero tendríamos que colgar suficiente cebo tentador para
conseguir que los ocho dragones abandonen sus posiciones.

—Si estás pensando en jinetes de halcón, no hay suficientes para hacer eso —
respondió un oficial de Eldunough—. Para eso, necesitaríamos a toda la legión de
todas las islas de Eldunough. Incluso si pudiéramos avisar al Príncipe Kelare, nunca
permitiría que las islas quedarán completamente desprotegidas para defender una
tierra extranjera.

—Quizá deberías preguntar al Príncipe Kelare antes de hablar por él —Fate se


quedó mirando al hombre, ligeramente sorprendido mientras Ananke seguía
hablando por ella—. Su respuesta podría sorprenderte si viera la Fortaleza y sus
incontables tesoros de magia poderosa. ¿Realmente querría que todo ese poder
acabara en manos de la raza Serpen?
El oficial frunció el ceño.

—Puedo prometerte que no lo haría. Los Serpens son un antiguo enemigo de


Eldunough.

La satisfacción de Ananke fluyó a través de Fate.

—Los jinetes de halcón combinados con todas las flotas de aeronaves del
desierto que rodean la Fortaleza serán más que suficiente para atraer a los dragones.

Brune dejó escapar una risa frustrada y burlona.

—Biraktar nunca responderá a nuestra llamada después de la enorme pérdida


que sufrieron en la guerra.

Ananke presentó a Fate un flash de Biraktar y el impresionante número de


nuevas flotas que habían construido en los últimos meses.

—Confía en mí, Biraktar responderá a la llamada.

Brune puso los puños en las caderas y miró a Fate.

—Todo son conjeturas sin la presencia de los jefes de cada imperio.

—Fácilmente remediable —El poder de Ananke se hinchó dentro de Fate,


impulsando su conciencia en el éter, corriendo rápidamente a través de las dunas en
expansión, dividiéndose en dos partes. Una para correr a través de los mares hasta
que el aire se humedeció sobre densas selvas. La otra se arqueó hacia el cielo,
surcando los cielos despejados hasta que se sumergió en las brumosas nubes de
ranemita que rodeaban Biraktar y atravesó los muros nacarados del palacio real
blanco.

El rostro seductor de un príncipe de pelo lino apareció. Estaba con su mentor,


sus ojos grises se movían con una gracia letal. Sus rasgos juveniles eran
hipnotizantes en su belleza, recordando a Fate a otra persona que había visto antes.
Recordó a la princesa Kaura, dándose cuenta de que era su hermano en el mismo
momento en que Ananke lo arrancó de su hogar, extendiendo su propia esencia a
través del espacio y el tiempo.

Simultáneamente, Fate captó la mirada de ojos oscuros del padre de Azrael y


la mirada de desconcierto en su rostro cuando Ananke lo arrebató de Biraktar.

Ambos aparecieron dentro del santuario, alterando la sala de oficiales ya en


alerta. Se apartaron de ella mientras el rey de Biraktar y el príncipe de Eldunough
luchaban por recuperar el equilibrio y orientarse.
El rostro del rey estaba ceniciento mientras miraba a su alrededor. Fue el
primero en expresar su indignación al ver a Fate. Gritó en su lengua materna sin que
nadie presente le entendiera más que Fate. Ella conocía el significado de las
palabras, no con la ayuda de un transmodulador para interpretar sus palabras, sino
porque Ananke entendía todos los idiomas

—¿Qué significa esto? —le gritó a Fate—. ¡Haré que te ejecuten por esto!

—Cálmate —respondió ella en su lengua materna.

Él estaba visiblemente sorprendido por su nueva y sorprendente habilidad


para hablar su idioma, aunque eso no le hizo callar.

—¿Dónde está Azrael? ¿Qué has hecho con mi hijo?

El poder de Ananke atravesó las paredes y atrajo a Azrael hacia delante,


mientras mantenía toda su atención en el rey. Cuando Azrael apareció frente a ellos,
se puso de pie y vaciló en su lugar, con el rostro aún gris por el envenenamiento del
que se estaba recuperando lentamente. El rey se apresuró a acercarse a Azrael,
atrapándolo mientras se desplomaba débilmente por la cintura.

Ananke notó la feroz preocupación de Fate por su salud. ¿Deseas que se cure?

Sí.

Que así sea.

Ananke amplificó el afecto en el corazón de Fate, usando la fuerza de su


emoción para hacer fluir la curación en el cuerpo de Azrael.

Levantó la cabeza, sus ojos azules se llenaron de asombro mientras miraba a


Fate. Se enderezó y se puso de pie con fuerzas renovadas mientras su padre lo
acosaba con preguntas.

—No te preocupes, padre. Estoy bien.

—¿Sabes lo que ha hecho esta mujer? —gritó su padre.

—Se llama Fate —le corrigió Azrael—. Por favor, refiérete a ella con respeto.

—¡Ella le pertenece! —El rey apuntó con un dedo en dirección a Finn—. Te


rebajas al permanecer en presencia de la mujer que te avergonzó a ti y a nuestra
familia.

—¡Padre! —La voz de Azrael tenía el filo de una navaja que detuvo de
despotricar a su padre. Miró a Fate—. ¿Por qué has traído a mi padre aquí? Por favor,
dime que no se trata de una venganza.
Extrañamente, Fate no tenía ninguna animosidad hacia el rey que la había
reducido a un objeto de premio para ser ganado en las pruebas.

—Necesitamos que Biraktar se reincorpore a la alianza —Miró al Príncipe


Kelare—. Así como a Eldunough. Necesitamos todos los jinetes de halcón de los que
puedas disponer.

Azrael tradujo esto a su padre, mientras ella observaba la reacción del príncipe.
La expresión serena del príncipe Kelare resultó ilegible mientras la miraba
fijamente. Uno de sus oficiales se acercó a su lado para susurrar las razones de la
petición. La alarma se reflejó ligeramente en su rostro, antes de volver rápidamente
a la frialdad.

—Veré esta invasión de Serpen por mí mismo antes de aceptar cualquier


alianza —El príncipe Kelare hizo un gesto a sus oficiales para que le indicaran el
camino.

La puerta se cerró tras ellos y el padre de Azrael se lanzó a otra diatriba.

—¡Biraktar nunca será tu aliado! —Sus rasgos se contrajeron en líneas tensas e


implacables—. Mi pueblo aún no se ha recuperado de la pérdida que sufrimos en la
última guerra que nos hicieron sufrir. ¿Y ahora esperas quitarles más? Cómo te
atreves.

Fate abrió la boca para responder con lo que Ananke le había mostrado, pero
Azrael levantó una mano para detenerla.

—Hablaré con él —le aseguró—. Ven conmigo, padre.

El santuario quedó en silencio con la pronta retirada del iracundo padre de


Azrael.

Brune suspiró cansada.

—Bueno, creo que podemos llamar a esta reunión suspendida por ahora. La
reanudaremos cuando tengamos sus decisiones.

Los oficiales despejaron el santuario. Meara miró a Brune expectante.

—¿Vienes?

Brune empezó a sonreír, pero su expresión se volvió seria y negó con la cabeza.

—Todavía no. Tengo que repasar algunas cosas con Fate.

—Yo también —añadió Finn.


Fate se tensó, sabiendo que estaba a punto de ser atacada.

Brune miró de Finn a Fate y entrecerró los ojos.

—Muy bien, voy a decirlo. ¿Con quién estamos hablando? ¿Fate o Ananke?

Finn asintió con inquietud.

—Soy yo, chicos —Fate se encogió de hombros con indiferencia

—Entonces, ¿a qué viene esa armadura brillante? —Brune se abalanzó sobre el


impresionante equipo de Fate—. ¿Y los poderes divinos que estás lanzando como si
fuera tan normal como estornudar?

Fate no tenía ninguna respuesta que les satisficiera. En su lugar, se concentró


en su interior y volvió a ensamblar la armadura en un uniforme normal de
Guardiana, mientras mantenía la espada de alicornio enfundada en su espalda.

—Ya está. No más armadura que brilla en la oscuridad. ¿Te sientes mejor
ahora?

—El hecho de que hayas cambiado la materia pura en otra cosa en menos de
dos segundos es igualmente preocupante —Brune le devolvió la mirada con gesto de
mal humor—. Lo peor es que crees que está bien.

—Sí, esto no es normal, Fate —Finn se acercó un paso más, pero mantuvo una
cierta distancia.

Verle contenerse le dolía más de lo que quería admitir.

—Soy la persona que conoces y amas —le dijo a Finn—. Y odias, en tu caso,
Brune.

—No te odio —admitió Brune—. Me aterrorizas.

La dura declaración de Brune mordió con fuerza. Fate buscó los ojos de Finn.

—¿Acaso tú sientes lo mismo?

Finn desvió la mirada y tragó saliva. Cuando finalmente se encontró con su


mirada de nuevo, ella temió lo que diría.

—Siempre te querré. Eso nunca cambiará, pero no eres la misma persona de la


que me enamoré. A parte de los poderes divinos, la muchacha que conocí nunca se
alejaría de su padre tras su milagroso regreso. No después de llorar su pérdida como
lo hiciste tú. Sé… lo destrozada que has estado. Honestamente, Fate. ¿Qué estás
haciendo aquí, tirando tu peso por ahí cuando deberías estar con tu padre ahora
mismo?

Las lágrimas cruzaron la visión de Fate, distorsionando todo a su alrededor.


Finn no estaba equivocado. Había perdido de vista lo más importante para ella.
Eustace estaba vivo. Era todo lo que ella quería y ahora que él había vuelto, no había
hecho otra cosa que evitarlo.

'Hay un momento y un lugar para todo, hija mía. Ahora es el momento para
la guerra. Tu padre entenderá esto una vez que hayamos mostrado al mundo el
martillo de la justicia'

—¡No! ¡Estás equivocada! —gritó Fate, sin saber con quién estaba discutiendo.
¿Era Finn o Ananke? Desesperada por escapar de la confusión, cerró los ojos y se
entregó a la vasta nada del éter y dejó el santuario muy atrás.
Capítulo 38
Cenizas de un hombre muerto

El abrupto acto de desaparición de Fate dejó a Finn destrozado. ¿Cómo podía


pasar de der la apasionada amante que había sido la noche anterior a esta fría y
distante extraña centrada únicamente en la guerra? Los asombrosos poderes que
había demostrado con tanta facilidad fueron simplemente demasiado repentinos.
¿Cómo podía Fate no ver que Ananke estaba detrás de todo esto? La respuesta se
derrumbó sobre él, pesada y dolorosa. Fate no podía verlo porque su alma estaba
siendo absorbida por Ananke, lenta pero seguramente. La terrible verdad exprimió
la esperanza en su corazón.

—Necesitamos hacer algo con ella. Y rápido —Brune se hizo eco de sus
pensamientos mientras apoyaba la espalda contra la mesa y miraba al techo—. Es
hora de ir tras la Llave de Dantalion.

—Ya no sé nada de eso. No tenemos idea de cuánto tiempo llevará encontrar la


llave en la dimensión del infierno. Dada la rapidez con la que está cambiando Fate,
no puedo evitar preguntarme si quedará algo de ella para salvar cuando regresemos.
Si regresamos.

El ceño fruncido de Brune estaba lleno de preocupación.

—¿Te estás rindiendo con ella? Porque si te rindes, seguro que todo está
perdido —La garganta de Finn se apretó con suficiente dolor para acabar con él. El
rostro de Brune se suavizó con compasión—. Lo entiendo. Todos llegamos a un
punto de ruptura. Pero, ¿Serás el vidrio que se rompe o la espada forjada en acero?

Por muy mal que se sintiera, sabía que no era el momento de ceder ante la
derrota.

—Hablaré con los demás— Se dirigió a la puerta y se volvió cuando la abrió—.


Gracias.

Las alentadoras palabras de Brune se demoraron mientras Finn se dirigía a la


biblioteca. Fate lo necesitaba, se diera cuenta o no. La promesa que le había hecho
antes de que partieran hacia el Bosque Feldoril pasó a primer plano. “Estaré a tu
lado mientras haya vida en mí.”

¿Cómo podría vivir consigo mismo si no cumplía su palabra? Rendirse no era


una opción. Finn empujó la puerta de la biblioteca y se detuvo en seco, sorprendido
por una inesperada sensación de déjà vu.

Reunidos alrededor de una de las muchas mesas grandes colocadas en medio


de la enorme biblioteca, estaba toda la pandilla. Sithias y Gerdie estaban discutiendo
y señalando con vehemencia las páginas de un libro abierto. Darcy estaba a un lado
de la mesa, sentada detrás de pilas de grandes tomos y pergaminos. Jessie se sentó
apoyando la barbilla en su mano, aparentemente aburrida con cualquier libro que le
habían asignado que leyera, mirando a los robots bibliotecarios de muchos brazos
que trepaban a niveles más altos en busca de los títulos que les habían enviado para
recuperar.

Y luego estaba Eustace, inclinado sobre un grueso pergamino, aplanado con


las esquinas sostenidas por libros. Estaba tan absorto en lo que estaba estudiando
que fue el único que no se volvió para ver quién había entrado, algo a lo que Finn se
había acostumbrado desde épocas anteriores. Era como si Eustace nunca se hubiera
ido. Finn casi podía engañarse a sí mismo pensando que nada había cambiado. Pero
muchas cosas habían cambiado. Empezando por Fate. Finn cruzó el suelo de
mármol, preguntándose cómo abordar el tema sin alarmar a Eustace sobre la
urgente situación de Fate. Jessie saltó de su asiento, demasiado ansiosa, y se
encontró con Finn antes de que llegara a la mesa. Ella lo condujo hacia un lado,
mirando nerviosamente por encima del hombro a los demás.

—¿Dónde has estado? —Finn empezó a responder, pero estaba demasiado


impaciente para dejarlo hablar—. No podemos dejar que Fate se acerque a Eustace.

—Espera. ¿Qué? —Finn pensó que estaba escuchando mal.

—Hay algo que no está bien con él —susurró Jessie.

Finn miró a Eustace, sorprendido cuando levantó la vista del pergamino en el


que había estado tan completamente absorto. ¿Había escuchado el susurro de
Jessie? Finn descartó el pensamiento como ridículo. Estaban demasiado lejos para
que eso fuera posible. Sithias y Gerdie detuvieron su acalorado debate, cada uno
mirando con curiosidad. Darcy bostezó y volvió a leer. Preocupado por suscitar
sospechas, Finn saludó con la mano y se acercó a la mesa.

—¿Cómo se siente, señor? —Finn estudió a Eustace, notando con algo de alivio
su característico atuendo ordenado y su cabello cuidadosamente peinado.
Su tez era un poco tiza y había una pizca de sombra alrededor de sus ojos, pero
Finn supuso que era de esperar después de haber estado muerto durante meses.

—Me sentiría mejor si todos dejaran de preguntarme eso —La sonrisa de


Eustace fue contenida—. ¿Encontraste a Fate? Pensé que la habrías convencido de
que viniera a verme ahora.

—Oh… La alcancé, pero ella tiene las manos ocupadas con la invasión Serpen.
Sin embargo, no se preocupe. Me aseguró que quiere venir a verlo tan pronto como
esté libre.

Finn sostuvo la mirada de Eustace directamente, esperando que el hombre no


sintiera la cadena suelta de medias verdades que se había visto obligado a decir.

—Probablemente sea lo mejor.

Eustace volvió a estudiar el pergamino. Finn no podría haber estado más


sorprendido.

—Uh, ¿por qué es eso?

Esperó una respuesta que nunca llegó. Jessie pasó junto a Finn y se sentó.

—¿Ves lo que quiero decir? —Sithias le indicó a Finn que se acercara al final de
la mesa—. Eustace ha retomado donde lo dejó —Movió la cabeza significativamente
en dirección a Eustace.

—Uh huh, hemos estado investigando todos los viejos grimorios para obtener
toda la primicia sobre el Gran Duque del Infierno antes de irrumpir en su reino —
Gerdie se cruzó de brazos, señalando a Sithias con un obstinado ceño—. El único
problema es que nos falta uno de ellos. Pero alguien aquí sigue insistiendo en que el
grimorio ya está en la lista y que consulte las notas.

Sithias se agachó y la señaló con el ceño fruncido.

—Copias de notas que tomé. Yo mismo. Personalmente.

Gerdie se encogió de hombros.

—Como sigo diciendo, prefiero leer los grimorios, personalmente, en caso de


que te pierdas algo importante.

Sithias se enderezó, parpadeando con indignación.

—¿Eso es un insulto? Porque me siento insultado.

—No estaba destinado a ser así, solo estoy siendo minuciosa como siempre.
—Bien entonces. Lo aceptaré como una disculpa.

Gerdie puso los ojos en blanco. Sithias respiró hondo y sonrió cortésmente al
recuperar su dignidad.

—De vuelta al grimorio perdido. Te lo sigo diciendo, el que quieres es parte de


un tríptico, así que no puede faltar. En todo caso, diría que está fuera de lugar y todo
lo que tenemos que hacer es localizarlo.

—No está en la biblioteca —insistió Gerdie.

—Tiene que estar.

—¿Puede esperar esto? —preguntó Finn. Más preocupado por el pergamino


desgastado y amarillento lleno de texto antiguo presentado ante Eustace—. ¿Es ese
el Papyri Graecae Magicae del que me hablaste? —le preguntó a Sithias.

—Sssi, es el relato del plan de Ananke de hace eones de crear una vasija lo
suficientemente fuerte como para sostener su inmenso poder.

—Bien. Es un alivio saber que está ultimando los planes para recuperar la Llave
de Dantalion.

—¿Ha pasado algo más? —preguntó Jessie.

Finn miró a Eustace y asintió.

—Es mejor que avancemos rápido en esto.

Jessie, Sithias y Gerdie asintieron con complicidad. Aunque Finn podía ver las
preguntas que querían hacer, pero no estaban expresando. Darcy se levantó de
detrás de las torres de libros apilados alrededor de su área de trabajo.

—Puedes abandonar la rutina de la capa y la daga. Ya le conté a Eustace lo


último sobre Fate, razón por la cual decidió tomar la iniciativa en la expedición a la
dimensión del infierno.

Jessie se puso de pie después de unos segundos de silencio conmocionado, que


Finn compartió.

—Eso es una novedad para mí. ¿Cuándo sucedió esto exactamente? He estado
con Eustace bastante tiempo desde ayer.

—¿Realmente importa? —La conducta frívola de Darcy era más problemática


de lo habitual, pero Finn no podía precisar por qué. Eustace apartó su atención del
pergamino.
—Como sabes, la velocidad es esencial si vamos a tener éxito en liberar el Corsé
de Hipólita de Fate antes de que el asidero de Ananke se vuelva permanente. Darcy
ha encontrado un camino hacia la dimensión del infierno y ha trazado un camino
directo al Reino de Hadean.

—¿Está seguro de que es prudente que se vaya, señor? —preguntó Finn—. ¿No
debería esperar para recuperarse por completo?

El desafío transformó la superficie tranquila de la expresión de Eustace en una


máscara de líneas duras. —Mis días de quedarme atrás mientras otros luchan contra
el mal han terminado. Seré yo quien ponga fin a esto.

Inquieto por el estallido inusual de Eustace, Finn decidió no discutir.


Claramente, no cambiaría de opinión.

—Comprendido. ¿Cuándo nos vamos?

—Inmediatamente, pero no irás —le dijo Eustace—. Darcy y yo nos


encargaremos de esto.

—No se ofenda, señor, pero no puedo dejarlo ir sin protección. Va a necesitar


todo el músculo que pueda conseguir allí.

—Tiene protección —dijo Darcy—. Yo.

—Necesita más que una bruja novata para protegerlo contra una dimensión
podrida por los demonios —argumentó Finn.

—¿Quién crees que controla a los demonios? —Darcy se señaló a sí misma con
el pulgar—. Brujas. Los demonios han sido secuaces de las brujas desde los albores
de los tiempos. Seguro que estás familiarizado con el concepto.

—Estoy de acuerdo con Finn —intervino Sithias—. Debería ir. Si algo te


volviera a suceder, Eustace, arruinaría irremediablemente a Fate.

Eustace miró de Sithias a Darcy. Ella le asintió con la cabeza antes de que
continuara—: Supongo que no está de más tener a Finn.

—Y a mí —Jessie se movió para pararse junto a Finn.

—No —dijo Finn, al unísono con Eustace y Darcy. Jessie miró a Finn con el
ceño fruncido.

—Entiendo por qué dirían que no, pero no puedo creer que estés de acuerdo.

—Necesito que te mantengas cerca de Fate mientras estamos fuera.


—Sabes que es como intentar estar cerca de un rayo, ¿verdad? —Finn le
devolvió la mirada suplicante—. Está bien. Me quedaré con ella —murmuró.

—Gracias.

Gerdie agitó su pequeño brazo hacia adelante y hacia atrás desde el otro
extremo de la mesa.

—Um, me gustaría señalar que no he terminado mi investigación. ¿No sería


prudente esperar hasta que esté completa?

—Créeme, está completa —Darcy empujó su libro de torres a un lado, sacó una
mochila de lona de debajo de la mesa y la puso frente a ella. Le guiñó un ojo a
Gerdie—. Solo te estaba dando algo que hacer.

—¿Algo inútil que hacer? ¿Parezco un niño al que hay que darle crayones para
mantenerse ocupado?

—Bueno, sí, en realidad lo haces —Darcy se rió disimuladamente mientras


escogía algunos libros de las pilas y los metía en el paquete.

Una expresión infeliz se apoderó de los rasgos traviesos de Gerdie.

—¿Sabías sobre esto? —le preguntó a Sithias.

—No. Aparentemente, también me dieron crayones.

Darcy les indicó que se fueran.

—Oh, dejen de lucir como si hubiera insultado a sus madres.

A Finn le sorprendió lo rápido que Darcy y Eustace estaban haciendo que todo
avanzara.

—Sé mejor que nadie la necesidad de la urgencia, pero esto se siente demasiado
apresurado. No les hemos dicho a Fate y Brune lo que estamos planeando.

—El objetivo de ir ahora es porque Fate no esperará que hagamos el


movimiento tan pronto. No puedes decírselo, Finn —insistió Darcy—. Ananke sabe
todo lo que sabe Fate. Lo último que Ananke quiere es que le quitemos su vasija
humana cuidadosamente cultivada.

Eustace permaneció tranquilamente a su lado, indiferente a las conversaciones


sobre el uso que Ananke hacía del cuerpo y la mente de su hija. Finn sabía que
Eustace era un padre profundamente cariñoso cuya única prioridad en la vida había
sido garantizar la seguridad y la felicidad de Fate. Eustace nunca había ocultado su
confusión por Fate cuando ella se había ido para enfrentar el peligro en el pasado.
Hasta ahora, todo lo que Finn notó de Eustace fue un cambio extremo entre el
desapego perturbador y la ira volátil. Ninguno de los dos caracterizaba al hombre
que había llegado a conocer.

—¿Qué hay de Brune? —preguntó Finn—. Ella debe saber lo que planeamos
hacer.

—No —Darcy tiró la mochila de la mesa, se colgó las correas de los hombros y
caminó en dirección a una de las muchas galerías de la biblioteca, obligando al resto
a seguirla.

—¿Por qué no? —Finn estaba cada vez más inseguro del plan de acción
improvisado de Darcy.

—Nos acabas de decir que Fate, también conocida como Ananke, está más
preocupada por la guerra con los Serpens. En realidad, es la distracción perfecta —
Darcy sonrió—. Excepto que eso significa que ella trabajará en estrecha colaboración
con Brune, por lo que tenemos que dejar a Brune al margen de esto. Ananke no
puede captar ni una pizca de lo que se le avecina.

Darcy dobló una esquina hacia el espacioso pasillo. Pasaron por una miríada
de galerías llenas de hermosas pinturas y estatuas, antes de llegar a un gran arco
cerrado por dos puertas corredizas al final. Las puertas eran sencillas y estaban
pintadas de negro, como si las hubieran añadido apresuradamente, aunque solo
fuera para cerrar esa sección en particular. Se había colocado una gran cerradura
circular inscrita con protectores en el centro donde los dos paneles se unían. Los
pelos de los brazos de Finn se erizaron mientras miraba la cerradura.
Inmediatamente sintió que la cerradura era más un sello para evitar que el
contenido se escapara.

—¿Qué hay adentro? —preguntó Finn, con los nervios al límite.

—Una especie de estación de paso. Sostén esto —Darcy le entregó su mochila.


Finn frunció el ceño mientras hurgaba en uno de los bolsillos delanteros. Sacó una
botella llena de niebla oscura y arremolinada y dos bolsitas de seda.

—Extiende tu mano —instruyó. Finn de mala gana le permitió verter un fino


polvo gris en su palma—. Pasa eso en tu cara —le dijo, mientras hacía lo mismo.

Finn vaciló, luego siguió sus instrucciones. Ella apretó la cuerda en la bolsa y
se la entregó.

—Guárdate esto en caso de que salga lo que tienes en la cara —Tomó la bolsa y
le tendió la mochila a Darcy para que la tomara—. Demasiado pesado. Sé un
caballero y llévalo por mí —Ella sonrió tímidamente, obviamente olvidándose de las
poco atractivas manchas de polvo gris en su rostro. Finn suspiró mientras metía los
brazos a través de las correas, ajustando las longitudes cuando se hundían con fuerza
en sus hombros.

—¿Te importaría dejarme saber qué hay en la bolsa? —gruñó mientras se lo


metía en el bolsillo.

—Las cenizas de un hombre muerto.

—¡Ew! —Sithias hizo una mueca.

Gerdie lo miró como si estuviera siendo un completo marica.

—¿Qué hay de asqueroso en eso? No es como si le hubiera entregado una bolsa


de sangre para untarle la cara.

—¿Hay algo que te moleste? —Sithias le devolvió la mirada con horror.

—Tiendes a tener una piel gruesa después de pasar toda tu vida cuidándote de
una bruja que quiere comerte para la cena y usar tu piel para hacer su ropa —Gerdie
negó con la cabeza.

—Lo siento, lo olvidé —murmuró Sithias.

—¿Por qué las cenizas del hombre muerto? —preguntó Finn.

—Porque solo los muertos pueden entrar al infierno. Usar las cenizas es
nuestro boleto de entrada. Además, enmascara el olor de los vivos y debería
mantenernos ocultos de los demonios.

Darcy se volvió hacia las puertas, con las manos preparadas para descorchar la
botella de niebla.

—Espera un segundo —Finn se movió frente a las puertas—. No le diste una


bolsa a Eustace.

La mirada de Darcy se dirigió a Eustace antes de volver a fijarse en Finn.

—¿Realmente necesito decir lo obvio?

—Sí, lo necesitas. De hecho, exijo saber exactamente lo que has planeado. Eres
tonta si crees que te seguiré ciegamente a una dimensión infernal sin tener ni idea
de qué esperar.

Comenzó a quitarse la mochila. Darcy le puso una mano en el brazo para


detenerlo.
—Eustace no necesita las cenizas de un muerto. No después de haber sido
resucitado de la muerte.

—Bueno, eso tiene sentido —admitió Finn—. Pero todavía necesito conocer el
plan.

—No puedo decirte eso —La bravuconería habitual de Darcy desapareció—.


Este es un territorio inexplorado para mí también. Todo lo que puedo decir es que
he tenido en cuenta todas las contingencias que se me ocurren, que están guardadas
en esa mochila. Así que guárdalo con tu vida.

Esa no era la respuesta que esperaba.

—¿Y te sientes completamente cómodo con esto? —le preguntó Finn a Eustace.

—Déjame ponerlo de esta manera —respondió Eustace—. Me sentiría


completamente incómodo si no hiciera todo lo que esté a mi alcance para evitar que
mi hija sea aniquilada.

—Sí, siento lo mismo —Finn exhaló un suspiro y se hizo a un lado—. Lidera el


camino.

Darcy se movió frente al sello, sacó el corcho de la botella y habló. Finn


distinguió algunas palabras en latín, pero la mayor parte del encantamiento era un
lenguaje tosco y gutural que no reconoció. Cada vez que ella pronunciaba una de
esas palabras que parecían primitivas, él sentía un escalofrío contra su piel que le
erizaba el pelo. Una niebla oscura salió de la botella y fluyó sobre el sello. Las
protecciones grabadas se iluminaron en rojo brillante cuando el gran disco de hierro
giró en sentido contrario a las agujas del reloj y se partió por la mitad en una línea
afilada e irregular. Impulsado por una mirada de Darcy, Eustace abrió las puertas,
revelando una galería de pinturas, cada una de las puertas de entrada a mundos
horribles. Todo dentro de Finn gritó que se girara y corriera hacia el otro lado.
Sithias puso una mano sobre el hombro de Finn.

—Señor, por favor no haga esto. Mis escamas están temblando.

Finn esbozó una valiente sonrisa.

—Eso es que estás usando es tweed, Sithias. No escamas.

—Sabes a lo que me refiero —Se preocupó Sithias.

—Estoy con Sithias —estuvo de acuerdo Jessie—. Se me pone la piel de gallina.

Gerdie se inclinó hacia un lado para ver más allá de Finn y entrar en la galería
con sus siniestras pinturas.
—Lo retiro, Sithias. Mi piel no es tan gruesa como pensaba —Ella abrazó sus
brazos y los frotó—. No entres ahí, Finn.

—Saben que tengo que hacerlo —les dijo—. Debería haber sabido hacer esto
antes de poner un pie en el bosque de Feldoril. Todo cambió en el segundo que Fate
mató al unicornio negro. Ella se ha convertido en una vasija aún más poderosa para
Ananke ahora que tiene el Alicornio. Es sólo cuestión de tiempo antes de que no
quede nada de ella.

Jessie asintió solemnemente.

—Entra y sal. ¿Escuchaste?

—Sí, ese es el plan.

Sithias le dio unas palmaditas en la cabeza a Gerdie.

—Te estaremos esperando aquí —Gerdie le apartó la mano—. Buena suerte. La


vas a necesitar.

—Gracias.

Finn se volvió y siguió a Darcy y Eustace al interior. En el segundo en que cruzó


el umbral, pasó una brisa malsana, helada y fétida de rencor. Escalofríos se
deslizaron por su columna como dedos fríos y húmedos. El hedor a azufre y
descomposición flotaba en el aire, retorciendo sus entrañas en nudos de terror. Se
volvió para reconsiderarlo, pero Eustace ya había cerrado las puertas.
Capítulo 39
Daemonium Conjuratio

Sithias observó a Eustace mientras cerraba las puertas, más perturbado que
nunca por el vacío de su expresión. No cabía duda de que Eustace había vuelto
cambiado. Pudo haber dicho las palabras de un padre amoroso decidido a proteger
a su hija, pero se habían quedado sin emociones, con la excepción de ese arrebato
de ira. La mirada cruel y vengativa en los ojos de Eustace era igualmente inquietante,
si no más. Algo andaba mal con Eustace y Sithias estaba decidido a averiguar qué
era eso. Mejor pronto que tarde.

—¿Realmente vas a quedarte ahí hasta que regresen? —gritó Gerdie desde el
otro extremo del pasillo.

Sorprendido de sus pensamientos, Sithias se apresuró a alcanzarla a ella y a


Jessie. Jessie se bifurcó hacia la entrada principal.

—Iré a ver a Fate y haré todo lo posible para desviarla del rumbo si comienza a
dirigirse en tu dirección.

—Buena suerte con eso —respondió Sithias, distraídamente.

—Sí, la va a necesitar —murmuró Gerdie—. ¿Cómo es que estás tan callado?

—Estoy preocupado por todo esto. Eustace es... diferente. Darcy es... también…

—¿Extraña?

—Sí, a falta de una palabra mejor. ¿Sabías que me ofrecí a usar las Palabras de
Creación para recuperar la Llave de Dantalion de la dimensión del infierno y Darcy
me rechazó?

—Eso no tiene ningún sentido.

—¡Es lo que pensaba! Hasta que empezó a hablar sobre que las Palabras de
Creación podían ser contraproducentes.

—¿Cómo qué?
—Oh, Dios mío, Darcy tenía una larga lista de los peores escenarios. Lo más
aterrador fue la posibilidad de que una horda de demonios descendiera sobre
nosotros en busca de la llave. Se habló mucho del fuego del infierno y la destrucción
total de todo lo que hemos llegado a conocer —Sithias se abanicó la cara—. Sabes lo
imaginativo que soy. Sus descripciones fueron escalofriantes. Eso fue suficiente para
retractarme de la oferta.

Gerdie arrugó la cara.

—¿Quién en su sano juicio querría ir a la dimensión del infierno si no es


necesario? Debería haber aceptado la oferta. Entonces, ¿por qué no lo hizo ella?

—Estoy desconcertado. No puedo comprender una sola razón.

—Creo que tiene algo que ver con ese grimorio perdido. Darcy se puso muy
resbaladiza cuando le pregunté dónde estaba —Hizo una seña a la bibliotecaria de
la Fortaleza. Uno de los robots altos y delgados se dio la vuelta y bajó de cabeza desde
la terraza superior al piso principal, listo para la siguiente solicitud—. Nombra el
volumen que falta del Tríptico Infernal —dijo Gerdie.

Las luces y las bobinas de cobre detrás de la cara de porcelana de la


bibliotecaria parpadearon y se encendieron.

—Daemonium Conjuratio, un compendio de demonios y cómo convocarlos.

—¿Dónde puedo encontrar el Daemonium Conjuratio?

—El volumen fue prestado y eliminado por... —Las luces parpadeantes de la


bibliotecaria y los golpes eléctricos aumentaron. Después de unos segundos de esto,
el robot inclinó la cabeza—. No tengo registro de un nombre.

Gerdie miró a Sithias.

—¿Qué quieres apostar a que fue Darcy quien borró su nombre?

—¿Crees que tiene el grimorio en la mochila que lleva Finn?

—Tal vez, pero creo que deberíamos husmear un poco en su habitación en


busca de pistas.

—¿De verdad? ¿No sería eso...? ¿Sensible?

—Vamos, Sithias —Gerdie se cruzó de brazos con impaciencia—. Haz lo tuyo y


ponnos en su habitación. ¡Necesitamos respuestas ahora!

Sithias tomó un lápiz, garabateó algunas palabras rápidas y las pronunció en


voz alta—: Gerdie y yo estamos ahora en la suite de Darcy.
El brillante entorno de la biblioteca se desvaneció en los lúgubres confines del
dormitorio de Darcy.

Una gran cantidad de redes negras cubría una cama deshecha de ropa de cama
de seda rosa oscuro y chillona. Un candelabro colgaba en el centro de la cama, su luz
tenue y proyectaba un resplandor fantasmal a través de las cortinas transparentes.
Cojines negros peludos cubrían el suelo, junto con ropa sucia tirada a un lado en
montones arrugados. Platos cubiertos de comida de hace semanas estaban
esparcidos alrededor del perímetro de la cama. El olor odioso de las sobras rancias
impregnaba el aire.

—¡Oh! —Sithias se tapó la nariz—. Creo que encontramos nuestras pistas.


Darcy es una vaga de la peor clase.

—¿Su robot de cámara está roto?

—Una suposición probable es que los engranajes del robot se erosionaron


después de que Darcy lo hizo coser toda esta decoración atroz y exagerada.
Probablemente esté enterrado en algún lugar debajo de este montículo de escoria.

Sithias retrocedió hacia la puerta. Gerdie se abrió camino entre los escombros
y dobló la esquina hacia la sala de estar.

—¡Woah! Entra aquí, Sithias. Necesitas ver esto.

—¿Tengo que?

—Sí.

La urgencia en el tono de Gerdie impulsó a Sithias hacia adelante con


curiosidad y pavor mientras se abría paso entre la basura de Darcy. Estaba casi allí,
cuando la punta de su zapato se enganchó en algo, lo que hizo que cayera sobre una
pila de cojines. El que estaba al lado de su cara estaba bordado con la frase
"Muérdeme" debajo de un par de colmillos.

—Muérdeme, de hecho —se quejó mientras se levantaba del suelo.

—¿Podrías dejar de jugar y venir a ver esto ya? —Lo regañó Gerdie.

—No estaba jugan…

Sithias se congeló en estado de shock cuando entró en la sala de estar. Los


muebles se empujaron contra las paredes para dejar espacio para un círculo de
invocación ceremonial. Dibujado en el centro del piso con ónix triturado había un
pentáculo. Las piedras preciosas de ébano molidas brillaban oscuramente a la luz de
cinco velas encendidas, cada una colocada en las cinco puntas de la estrella. En el
rincón más alejado de la habitación había un altar a una estatua vestida con una
túnica con la cara de un esqueleto. Velas en votivas altas y delgadas parpadeaban
entre calaveras sonrientes y ramos de rosas que alguna vez fueron rojas, ahora
encogidas y doradas como sangre seca. Una foto enmarcada del novio fallecido de
Darcy, Mason, se encontraba entre las rosas desmoronadas. El monumento habría
sido conmovedor, si no fuera por la siniestra deidad a la que parecía estar dedicado
el santuario.

—¿Reconoces la estatua espeluznante? — preguntó Sithias.

—Esa es la Dama de las Sombras, Santa Muerte. Rezarle garantiza que los
muertos sean entregados a salvo al más allá.

Gerdie se arrodilló junto a una pila de libros para leer el lomo. Sithias se sentía
más confuso a cada minuto.

—Hmm, no pensé que Darcy fuera del tipo supersticiosa.

—Debe ser algo de familia. Dijo que era una bruja de quinta generación.

—Recuerdo específicamente que ella dijo “bruja8".

—“Bruja” es español para bruja.

Gerdie pasó a la siguiente pila de libros.

—No sabía que Darcy era española. No tiene acento.

—Ella no es de España. Sus abuelos se mudaron de México. Darcy nació en


Seattle, el mismo lugar de donde es Fate.

—¿Cómo sabes tanto?

—Darcy solía presumir de su herencia de bruja y de lo poderosa que era la línea


de brujas de su familia cuando solo estaba yo en la habitación. Se sentía muy sola
después de la muerte de Mason y principalmente hablaba de lo miserable que era.
Pero otras veces, cuando estaba realmente interesada en los libros, se jactaba de las
cosas de brujas. Supongo que pensó que no recordaría lo que había dicho una vez
que mi memoria estuviera restaurada. —Gerdie sonrió con picardía—. Pero lo hago.
Lo recuerdo todo.

Sithias se dio la vuelta, emocionado por la idea de explorar un mundo entero


del que solo había oído hablar.

8
Okaaay, Sithias dice Witch, que significa Bruja en español. Y Gerdie si lo dice al Español y se lo aclara
—¿Darcy alguna vez habló sobre la Aguja Espacial? Me encantaría ir allí algún
día.

—Créame, no es gran cosa —Gerdie estaba de pie con las manos en las caderas,
luciendo frustrada—. ¿Por qué querrías ir a un mundo sin magia real?

—Hay magia. Un tipo diferente de magia, pero magia de todos modos.

—¿Cómo qué?

—Literatura para uno. Algunas de las mejores historias por las que he tenido
el placer de derramar lágrimas provienen de ese mundo.

Gerdie agitó la mano con desdén.

—La biblioteca de la Fortaleza está llena de excelente literatura.

—Algunos de los cuales vinieron de ese mundo.

—No vas a dejar pasar esto, ¿verdad? —Sithias negó con la cabeza—. Bien. Hay
magia en la Aguja Espacial. ¿Te sientes mejor?

Sithias no se sentía mejor, pero antes de que pudiera decirlo, Gerdie estaba
investigando un gran libro abierto en una de las sillas.

—¡Eso es todo! —anunció emocionada—. Daemonium Conjuratio, el grimorio


perdido.

Se apresuró a echar un vistazo a la página en la que estaba abierto el libro.


Cuando leyó el título, se le heló la sangre.

—"Cómo convocar a un demonio persa Shedreakai".

Gerdie se tambaleó asustada, casi dejando caer el pesado tomo sobre una de
las velas que había junto a su pie. Sithias agarró el libro antes de que pudiera caer e
inclinar la vela. No se sabía qué catástrofes podrían sobrevenirles si interrumpían el
hechizo antes de comprender completamente en qué etapa se encontraba.

—No puedo creer esto —Gerdie miró al vacío—. Darcy llamó a Farouk. ¿Por
qué? No entiendo.

—Tal vez fue un demonio Shedreakai diferente el que convocó.

Gerdie señaló algo en medio del pentagrama.

—¿No es ese el cepillo de pelo de Farouk?


Sithias tragó saliva en voz alta, recordando las muchas veces que había visto al
pequeño, en su mayoría inofensivo, Farouk con cara de zorro sentado en su jaula
acicalándose con ese mismo cepillo.

—Ella convocó a Farouk —Tembló mientras escudriñaba los rincones oscuros


de la habitación—. ¿Crees que está aquí?

—Déjame ver el hechizo.

Gerdie tomó el grimorio de sus manos temblorosas y se sentó en el suelo con


él. Pasó el dedo por las palabras entintadas, articulándolas en silencio hasta que
llegó a la última línea del encantamiento. Ella levantó la mirada de la página, más
perpleja que nunca.

—Eh. Pensé que habría una forma de controlar a Farouk en este hechizo, pero
no la hay. Trabajar con demonios es bastante peligroso, pero hacerlo sin usar una
correa y un bozal es suicida.

—¿Crees que Darcy tiene deseos de morir? —Sithias miró la foto de Mason—.
Sé que ha estado terriblemente afligida por la muerte de Mason. Debe haber caído
en picado en la más abyecta desesperación. Eso explicaría estas deplorables
condiciones de vida.

—Quizás. Excepto que, si ese fuera su deseo, estaría muerta.

Sithias comenzó a asentir con la cabeza, cuando de repente lo asaltó un


pensamiento aterrador.

—¿Qué pasa si Darcy no es Darcy? ¿Qué pasa si hemos estado trabajando con
Farouk todo este tiempo?

Igualmente asustada, Gerdie acercó sus rodillas a su pecho y abrazó sus


piernas.

—¿Por qué tienes que ir y poner eso en mi cabeza?

—¡Tenemos que encontrar una manera de advertir a Finn y Eustace!

Metió la mano en el bolsillo del pecho de su chaqueta de tweed y sacó su bloc


de notas y su lápiz. Gerdie se puso de pie de un salto.

—¿Qué crees que estás haciendo con eso?

— ¡Tengo que ir tras ellos! ¡Decirles que Darcy es Farouk!

Gerdie le arrebató el lápiz de la mano.


—Espera. No lo sabemos con certeza.

—No sabemos que ella tampoco es Farouk.

Sithias tomó su lápiz, pero Gerdie lo mantuvo fuera de su alcance.

—¡Dame eso! —Corrió hacia el otro lado del pentagrama.

—No, necesito pensar en esto antes de que empieces a hacer un lío.

Sithias pisoteó con el pie.

—Estoy tratando de arreglar las cosas, muchas gracias.

Gerdie mordió el borrador, absorta en sus pensamientos mientras miraba el


cepillo para el cabello en el medio del pentagrama.

—¡Deja de destrozar mi lápiz!

Gerdie apuntó con el extremo masticado del lápiz al centro del pentagrama.

—¿Qué es eso debajo del cepillo?

Sithias se inclinó y entrecerró los ojos para ver mejor.

—¿Quizás un trozo de papel? Espera, no, es un pañuelo doblado —Inclinó la


cabeza hacia un lado—. Con las letras EF bordadas en la esquina.

—¿Cómo: Eustace Floyd?

Sithias se enderezó.

—Sí, Eustace es el único EF que conozco. Y el único otro lo suficientemente


caballeroso como para llevar siempre un pañuelo en su persona —Se aclaró la
garganta mientras tiraba de la punta crujiente del pañuelo almidonado que
sobresalía del bolsillo de su chaqueta—. ¡Todo esto se ve mal!

Gerdie corrió hacia la pila de libros más cercana, tirando cada uno a un lado
antes de correr a la siguiente pila. Sus mejillas estaban brillantes y enrojecidas de
un rosa brillante, dándole una mirada febril mientras hurgaba en los libros.

—Lo encontré.

Sithias se movió detrás de ella mientras hojeaba las páginas.

—¿Qué estás buscando?

—Un hechizo de resurrección.


—¿Te refieres al hechizo usado para resucitar a Eustace?

—Nope. No puedo creer que no noté esto —Gerdie negó con la cabeza con
pesar—. Supuse que Darcy tenía todos estos libros sobre nigromancia porque estaba
investigando concienzudamente los hechizos de resurrección.

Ella estaba murmurando para sí misma.

Sithias resopló.

—Bueno, estoy perdido.

Gerdie se detuvo en una página y golpeó con su lápiz mutilado sobre la tinta
antigua, ahora descolorida a un marrón opaco.

—Aquí está.

Inclinándose para leer sobre su hombro, Sithias se tambaleó hasta ponerse de


rodillas cuando la fuerza abandonó sus piernas. Se le puso la piel de gallina al darse
cuenta de lo que había hecho Darcy.

—¡Dime que ella no hizo esto! —dijo con voz áspera.

Gerdie asintió solemnemente.

—Ella lo hizo.

—Pero eso significaría que Eustace no está... vivo. Él es...

—Un Renacido. Un hombre muerto resucitado el tiempo suficiente para llevar


a cabo una misión de venganza. —Gerdie señaló con la barbilla hacia el cepillo. —
Darcy convirtió a Farouk en el objetivo. Debo darle crédito por ser creativa. Elegir
un Renacido para perseguir a Farouk podría funcionar. Los Renacidos son difíciles
de matar y no se detendrán hasta que su misión esté completa.

— ¿Qué sucede una vez que se completa la misión?

Preguntó Sithias, pensando en Fate. La expresión del rostro de Gerdie no era


esperanzada.

—El espíritu de venganza abandona el cuerpo.

Sithias se sintió enfermo.

—Lo que significa que Eustace muere de nuevo.

La boca de Gerdie se inclinó hacia abajo en líneas tristes.


—Ese no es Eustace. Realmente no. El Eustace que conocimos murió hace
meses. Su cuerpo está siendo animado por algo que Darcy conjuró y controla.

Se puso de pie y ayudó a Sithias a levantarse cuando sus miembros se pusieron


rígidos por la derrota. Se secó el dolor de rodillas.

—Fate quedará devastada. ¿Qué vamos a hacer con todo esto?

—Dejamos que se desarrolle y esperamos que Eustace, me refiero al Renacido,


mate a Farouk.

—Oh querida. No me gusta cómo suena eso. ¿Qué hay de Finn? Está en medio
de todo esto sin tener ni idea de lo que está planeando hacer Darcy. Tenemos que
darle las noticias.

Gerdie parecía dudosa.

—¿Cómo hacemos eso sin avisar a Darcy de que sabemos lo que ha hecho?

Sithias miró alrededor de la habitación, buscando una respuesta que no


llegaría. Sacó su reloj de bolsillo, anotando la hora.

—No lo sé, pero tenemos que hacer algo. Cuanto más esperemos, peor será
para Finn —Cerró la tapa de golpe y la volvió a guardar en su bolsillo—. Esto es
demasiado grande para que lo manejemos nosotros mismos. Tenemos que
involucrar a Brune en esto.

Gerdie le entregó su lápiz.

—Haz tus cosas.

Sithias frunció el ceño ante la goma de borrar masticada y las marcas de dientes
que había dejado en la madera.

—Esta mojado.

—Supéralo. Es solo un poco de saliva.

—Tú estás… —Apretó los labios con frustración, escribió un mensaje rápido y
lo pronunció en voz alta—: Brune está ahora a nuestro lado.

Brune apareció en la habitación, alarmada y confundida, hasta que notó a


Sithias y Gerdie a su lado. Su confusión se transformó en ira instantánea.

—¡Cómo te atreves a sacarme de las delicadas negociaciones con el Rey de


Biraktar y el príncipe Eldunough como si fuera un sirviente al que llamaste!
Sithias levantó las manos en señal de rendición y luego señaló a Gerdie.

—Fue idea suya.

Brune volvió su mirada acalorada hacia su hermana pequeña.

—Es mejor que esto sea importante.

—Créeme, es una emergencia.

Gerdie le indicó a Brune que mirara el pentagrama. La ira de Brune solo


aumentó mientras estudiaba los elementos con impaciencia. Pero cuando vio el
cepillo de pelo de Farouk, el miedo desvaneció el color de su rostro. Gerdie se explicó
rápidamente antes de que Brune se lanzara a una larga lista de preguntas. Mientras
Sithias escuchaba el relato del plan de Darcy para recuperar la Llave de Dantalion y
la inquietante revelación de la verdadera condición de Eustace, recorrió el
pentagrama, molesto por una pregunta que aún no se había formado por completo
en su mente. La conmoción había sido demasiado grande para pensar con claridad,
pero ahora que estaba escuchando todo de nuevo, se dio cuenta con repentina
claridad de lo que le había estado molestando.

—¡Darcy no va tras la Llave de Dantalion! —Gerdie y Brune lo vieron corretear


hacia el grimorio, cargando el pesado libro en sus brazos con un gemido—. Los
Demonios Persas Shedreakai vienen de... —Pasó el dedo por la descripción detallada
del demonio en cuestión—. ¡Ah! El reino de Reaverneth. El reino de Hadean está en
el reino de Ghodroh. ¡Dos ubicaciones muy distintas!

Gerdie asintió.

—Darcy va a llevar a su Renacido directamente a Farouk.

—Veo la lógica, pero algo todavía está mal —agregó Brune—. Darcy podría
fácilmente haber convocado a Farouk aquí y atraparlo en el pentagrama para dejar
que su Renacido lo matara. ¿Por qué entrar en la dimensión del infierno y arriesgar
su propia vida si pudiera hacer el trabajo en la seguridad de su propia habitación?

Sithias sintió que debería saber la respuesta, pero por mucho que lo intentara,
no se le ocurrió ninguna. Se encogió de hombros con un movimiento de brazos. —
No puedo pensar en por qué. Parece que no tengo revelaciones.

Brune intercambió una mirada de complicidad con su hermana pequeña.

—Sí, tiene que ser eso —respondió Gerdie, sonriendo con satisfacción.

—¿Te importaría dejarme entrar en tu conversación telepática? —preguntó


Sithias con frustración.
—Darcy debe estar trabajando en ambos extremos del medio —explicó Brune—
. Es lo único que tiene sentido. Debe haber descubierto una manera de desterrar a
Farouk a su dimensión hogareña. Eso explicaría por qué no ha aparecido y también
la necesidad de convocarlo aquí en el círculo —Brune caminó lentamente alrededor
del pentagrama—. Después de que ella lo envió de regreso, Darcy superpuso la
maldición del Renacido sobre los rastros de energía que dejó dentro del pentagrama,
uniendo efectivamente a su Renacido a Farouk. Ella sabría que Farouk no tiene
poderes en su propia dimensión, por lo que es el mejor lugar para jugar su doble
cruz.

—No sabía que los demonios no tienen poderes de donde vienen —dijo Sithias,
aún más desconcertado por esta nueva información.

—¿Es enserio? —Gerdie arrugó la cara—. Con toda la investigación que has
hecho, ¿Nunca has leído sobre cómo los demonios son tan comunes como los
humanos en sus propias dimensiones?

Sithias meneó la cabeza.

—No, no lo hice.

—La única razón por la que este mundo está plagado de demonios es porque
pueden entrar y salir de esta dimensión y manipular la realidad. Así es como se
meten con nosotros —La mirada de exasperación de Gerdie fue ofensiva—.
Realmente necesitas mejorar tu demonología.

—Lo haré a partir de ahora —refunfuñó Sithias—. ¿De verdad crees que Darcy
es tan diabólica como la haces parecer?

—Te sorprendería lo que el dolor y el deseo de venganza le hacen a una persona.

Brune suspiró mientras caminaba hacia el dormitorio.

—Es hora de destrozar este lugar. Estamos buscando algo que nos muestre qué
tipo de trato hizo Darcy con Farouk.

Sithias lo siguió, arrugando la nariz mientras se inclinaba para recuperar una


camisa arrugada con un trozo de salami pegado a ella. Pasando con pinzas un
pedacito de tela entre el pulgar y el índice, sostuvo la repugnante camisa con el brazo
extendido.

—Por favor, encontrémoslo rápidamente.


Capítulo 40
Lo bueno, lo malo y lo horrible

Un manto de estrellas titilaba detrás de nubes de colores arremolinados


mientras Fate navegaba lentamente a través de ellas. Deslumbrantes tonos de
violeta, azul y carmesí se transformaban en rosas de algodón de azúcar, dorados del
atardecer y verdes del bosque. Fate no tenía ni idea de dónde estaba. Sólo sabía que
estaba en paz en este lugar lejano, lejos de la insoportable agitación que la había
hecho huir del santuario.

Aquí había una sensación de posibilidad ilimitada y de nuevos comienzos

Bienvenida al vientre de la creación, querida hija. Aquí es donde encontrarás


la renovación que buscas. Quédate, mientras yo asumo la carga de los asuntos
terrenales por ti.

El peso del alma de Fate se disipó ante la mera idea de escapar de sus
problemas. Se había cansado completamente de estar partida por la mitad, obligada
a elegir un bando, empujada y arrastrada en todas las direcciones por todos y todas
las circunstancias de su vida. La tentación de aceptar la oferta de Ananke era
abrumadora.

Sin embargo, tenía que preguntarse. ¿Resolvería realmente sus problemas


decir que sí?

Mejor fluir con la corriente que nadar contra ella.

Fate se relajó con la idea, anhelando volver a la alegría y la facilidad que había
conocido de niña. Las imágenes de su encantador dormitorio de la infancia la
invadieron de inmediato. De repente, se encontraba en su antigua habitación,
tumbada sobre su gran cama de matrimonio, envuelta en generosas capas de
brillante tul rosa. Su edredón de mariposas blancas estaba lleno de lápices de
colores, bolígrafos con purpurina y blocs de dibujo.

Oz, su gatito de rayas naranjas, estaba acurrucado a su lado. Jessie también


estaba allí, sosteniendo un dibujo de dos chicas sonrientes, una con el pelo naranja
y la otra con el pelo negro, cogidas de la mano en medio de un fondo de estrellas de
purpurina dorada.

Eustace entró con su delantal de repostería manchado de huellas de manos


harinosas. Puso un plato de galletas de chocolate y dos grandes vasos de leche con
chocolate en la mesita de noche para ellas. Su sonrisa cariñosa llenó su visión y ella
anheló tocar su cara como lo había hecho cuando era pequeña. ¿Había notado
entonces el amor ilimitado en sus ojos? No estaba segura. En todo caso, había dado
por sentado el amor incondicional de su padre.

Nunca se le había ocurrido que no existiera lo ilimitado.

Todo y todos tienen un final ineludible.

Que le arrancaran el corazón con el más burdo de los cuchillos habría sido
menos doloroso que perder a su padre. La segura fortaleza mágica que Eustace había
construido cuidadosamente a su alrededor se había desvanecido con demasiada
facilidad, tan frágil y temporal como un castillo de arena destruido por la inevitable
subida de las mareas. Puede que su dolor no la haya matado, pero una gran parte de
ella murió con él. Se había convertido en un fantasma de sí misma, persiguiendo una
vieja vida que ya no existía.

El alma de Fate gritó, recordándole: ¡Eustace está vivo!

Se le había concedido una segunda oportunidad. No había forma de saber


cuánto tiempo estaría él en su vida, pero era hora de dejar de huir de su miedo a
perderlo de nuevo.

Lo perderás de nuevo —prometió Ananke.

La punta afilada y dolorosa de esas crueles palabras caló hondo.

—¿Por qué dices eso?

Sólo deseo protegerte, hija mía.

—¿Cómo puedes conocer el futuro de Eustace?

Yo rijo los destinos de todos los mortales y puedo ver el principio y el final de
cada vida.

El pánico corrió por las venas de Fate.

—Si te preocupas por mí, te asegurarás de que mi padre tenga una larga vida.

Los destinos están entrelazados. Aflojar los hilos de un destino significa


desenredar los hilos de otros, hasta el infinito. Hay reglas cósmicas que incluso yo
debo cumplir. Por eso te creé para unirte a mí. La sangre de mis primeras hijas,
las Furias, corre a través de ti. A las Furias se les dio el poder de cambiar los
destinos a su antojo. Las leyes universales a las que me veo obligada a adherirme
no las obligaban. Si deseas cambiar el destino de tu padre, debemos hacerlo juntas.

—¿Primero dices que gobiernas todos los destinos, y luego dices que no puedes
cambiarlos?

El asunto es complejo. Lo entenderás con el tiempo. Por ahora, aclara tu


mente y cura tu alma. Por eso debes permanecer aquí.

—No —Fate percibió la sorpresa de Ananke—. Quiero ver a mi padre.

Te ordeno que te tomes este tiempo para renovarte.

La voluntad de Ananke se abatió sobre Fate con el peso de un planeta.

Fate empujó hacia atrás.

—¡Apártate de mi camino!

La rabia la invadió, despertando una fuerza indomable alimentada por su amor


a Eustace. Unos salvajes rayos de energía crepitaron sobre el cuerpo de Fate,
expandiendo su conciencia en todas las direcciones mientras buscaba su objetivo.

En el momento en que su oscura vista se fijó en la Fortaleza, Fate estaba allí,


atravesando las paredes, en busca de su mejor amiga. La única persona que Fate
sabía que la ayudaría a volver con la chica que su padre conocía como su hija.

Fate encontró a Jessie paseando por su suite, tensa y sumida en sus


pensamientos. Cuando giró sobre sus talones y vio a Fate de pie en la habitación,
gritó.

—Lo siento, no quería asustarte así.

Jessie se agarró el corazón.

—Realmente tienes que dejar de hacer eso. Está asustando a todo el mundo.
Yo incluida.

Fate se dejó caer en una silla y colgó su pierna sobre el brazo.

—Sí, lo sé.

Jessie se sentó con recelo frente a ella.

—¿Dónde has estado? Te he buscado por todas partes.


—Salí un rato. Necesitaba despejar mi cabeza —Fate omitió la parte de estar en
el centro del universo luchando con la tentación de tomar un descanso indefinido de
la vida.

—Parece que te sirvió de algo —admitió Jessie, su expresión se relajó un poco—


. Ya no tienes ese brillo radiactivo sobre ti.

—Nunca esperé explotar en un lío emocional cuando vi a Eustace abrir los ojos.
Pero he superado un montón de cosas y quiero volver a ser quien solía ser.

Jessie asintió.

—Lo entiendo. Verle volver a la vida fue... intenso.

—Estoy lista para verlo ahora —Fate plantó ambos pies en el suelo y se inclinó
hacia delante—. ¿Vas a ir conmigo? No quiero hacerlo sola.

—Oh, lo haría, pero...

El miedo volvió a aparecer.

—¿Ha pasado algo? ¿Llego demasiado tarde? Por favor, dime que sigue vivo.

—No es nada de eso. Eustace sigue levantado y por ahí —Jessie se retorció en
su asiento. Algo que sólo hacía cuando trataba de no mentir.

—¿Qué pasó, Jess? Dime la verdad. Me enteraré de todos modos, y prefiero


oírla de ti —Fate pudo ver que buscaba las palabras adecuadas—. Cuéntame. Puedo
soportarlo.

—¿Puedes?

El miedo en los ojos de Jessie entristeció a Fate.

—Mira, sé que no he sido yo misma últimamente.

—Eh... eso es un eufemismo. En todo caso, yo diría que has sido Ananke
últimamente.

Esta vez fue Fate quien se revolvió.

—Sé que probablemente lo parezca, pero he estado aquí todo el tiempo.

—No estoy segura de creerte.

—Ouch.
—Lo siento, pero ya es hora. Te contaré todo sobre Eustace después de que
compartas lo que ha estado pasando contigo —Jessie le lanzó una mirada de
advertencia—. No te contengas. Quiero escucharlo todo. Lo bueno, lo malo y lo
horrible.

Te prohíbo hablar de mis secretos.

La decisión de Fate de seguir su corazón ardió más que nunca. La sinceridad


con su mejor amiga de confianza era lo que la liberaría de esta incesante confusión.

—Algo cambió para mí cuando maté al unicornio negro. Las fuerzas dentro del
Alicornio desbloquearon algo en mi interior. Creo que fue entonces cuando mis
poderes se fusionaron con... —Ananke apretó la garganta de Fate, cortándole la voz.
Fate se tocó el cuello, luchando por hablar.

—¿Qué ocurre? —preguntó Jessie alarmada.

Esta era una pelea que ella no podía ganar. Fate se rindió a Ananke. La tensión
alrededor de sus cuerdas vocales se liberó.

—Nada. Debí haber inhalado un bicho —Se aclaró la garganta—. ¿Dónde


estaba?

Jessie entrecerró los ojos en Fate.

—No hay bichos aquí.

—Hmm, no sé lo que era —Fate se encogió de hombros, forzando un aire


casual—. En fin, volviendo a mis poderes. Se han puesto en marcha por razones que
ni siquiera yo comprendo del todo. Y sé que los he asustado a todos con ello, pero
no ha habido tiempo para facilitarles a todos el acceso a ellos. No con los Serpens
respirando en nuestras nucas. Yo sólo quería ayudar.

Jessie no parecía convencida.

—¿Actuando como una pícara? Somos un equipo aquí. Eso significa hablar con
nosotros sobre cuál debe ser el siguiente paso. Brune ha estado trabajando horas
extras para deshacer el daño que hiciste a nuestra potencial alianza con Eldunough
y Biraktar después de que arrancaste al príncipe y al rey de sus hogares y los trajiste
aquí. Por suerte, Azrael estuvo aquí para suavizar las cosas con su padre —Fate miró
tímidamente al suelo—. Brune dijo que curaste a Azrael con sólo mirarlo.

—No podía soportar verlo débil y enfermo.

—¿Cómo eres capaz de hacer todas estas cosas?


—Como dije, no entiendo cómo funciona. Sólo que ahora puedo hacer más que
nunca.

Fate mordió su frustración. Ananke la obligaba a omitir tantas cosas.


Jessie señaló la espada de Alicornio enfundada sobre el hombro de Fate.

—¿Así que esa es la fuente de estos nuevos y aterradores poderes?

—No es la fuente. Yo diría que es más bien un catalizador.

—¿Es porque tuviste que matar para conseguirlo?

—¿Qué intentas decir, Jess? ¿Qué debería sentirme culpable por lo que hice
para traer a Eustace de vuelta a nosotros?

Jessie le devolvió la mirada. —¿Lo haces?

—No, no lo hago. Para que sepas, ese unicornio salió de la nada y me corneó.
Si no tuviera los poderes regenerativos del Corsé de Hipólita, habría estado tocando
un arpa junto a Eustace.

—Oh, no lo sabía.

—¿Has terminado de interrogarme? Porque tengo una pregunta candente que


necesito que me respondan, y ahora. ¿Dónde está mi padre?

Jessie dejó escapar un fuerte suspiro.

—No hay una manera fácil de decir esto, así que voy a ir a por todas. Eustace
fue con Darcy y Finn a la dimensión infernal para encontrar la Llave de Dantalion.

La noticia surgió de la nada y se clavó en Fate, tan impactante y dolorosa como


su encuentro con el unicornio negro. Su cabeza daba vueltas a las preguntas,
formando una bola de confusión y traición. ¿Finn y Eustace estaban trabajando
juntos para desmantelar sus poderes? ¿Por qué seguirían queriendo eso después de
que ella hubiera rescatado a Rudwor y demostrado lo vitales que eran sus poderes
para derrotar a los Serpens?

Porque te temen más que a los Serpens. ¿Ves por qué quiero llevar esta carga
por ti, dulce hija?

—Oye, ¿me has oído? —preguntó Jessie.

Fate asintió. —Te he oído.

—¿Estás molesta? Ya no puedo decirlo contigo.


—Sí, estoy molesta —admitió Fate—. Mucho.

—Pero todos hablamos de conseguir la Llave de Dantalion tan pronto como


trajéramos a Eustace.

—Exactamente. Hablamos de ello, pero no esperaba que Finn y mi padre se


escabulleran en cuanto me diera la espalda. No sé si estar furiosa o frenética.
¿Eustace nunca ha salido de la seguridad de la biblioteca y ahora se adentra en una
dimensión infernal como si fuera un guerrero experimentado?

—Se podría decir que morir tuvo un efecto en Eustace —Jessie frunció el ceño—
. Volvió más en el lado duro.

—¿Estás diciendo que Eustace volvió mal?

—No está mal. Diferente —respondió Jessie apresuradamente. Con


nerviosismo—. Su primera prioridad siempre ha sido ser un buen padre. Sólo que
esta vez, es un padre que quiere proteger a su hija a cualquier precio. Si tuviera que
adivinar, eso requiere un lado duro que nunca habíamos visto en Eustace.

El pulso acelerado de Fate se calmó un poco.

—Eso tiene sentido.

—Para que sepas, Finn trató de convencerlo de que no fuera, pero Eustace no
estaba dispuesto a que lo detuvieran.

Fate se puso de pie.

—Tengo que ir tras ellos.

Jessie la miró con desconfianza.

—¿Para impedir que encuentren la Llave de Dantalion, o para ayudarles a


encontrarla?

—Para ayudarles. Cielos, ¿cómo puedes preguntarme eso?

—Todavía no me he acostumbrado a tu nuevo yo.

Fate dejó pasar eso.

—¿Cuándo se fueron?

—Hace como una hora.

—Debería estar con ellos.


—Claro, pero no deberías ir con cero conocimiento, lo que significa hablar con
Sithias y Gerdie para ver qué es lo que hay. Eso es lo que haría un jugador de equipo
—añadió Jessie.

—Bien —Fate cerró los ojos, escudriñando las dependencias de la Fortaleza en


busca de Sithias y Gerdie—. Qué raro. Están en la suite de Darcy haciendo un
verdadero desastre. Brune también está allí —Abrió los ojos y miró a Jessie,
dispuesta a arrastrar a su amiga por el espacio con ella.

—¡Oh, no, no lo harás! —gritó Jessie—. La habitación de Darcy está a tres


puertas de aquí. Vamos a caminar —Marchó hacia la puerta.

—Sólo estoy tratando de ahorrar tiempo.

—Pasar de un lugar a otro puede ser muy fácil para ti. Para el resto de nosotros,
simples mortales, es tan malo como viajar en el Gravitrón. Yo me quejé la última vez
que nos moviste.

—Oh, vamos —reprendió Fate—. El Tilt-A-Whirl solía hacerte volar en


pedazos.

Sin inmutarse, Jessie cerró la puerta detrás de ellas, recorrió el ajetreado


pasillo y se detuvo frente a la suite de Darcy. Probó el pomo de la puerta y llamó
cuando la encontró cerrada.

Cuando nadie contestó, Fate se introdujo en el interior para ver a Sithias,


Gerdie y Brune con cara de ladrones pillados in fraganti. Fate atravesó la gruesa
puerta de metal, asustando a los tres con su repentina aparición.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Fate mientras abría la puerta para
Jessie.

Sithias se estremeció visiblemente mientras la miraba fijamente. Gerdie no


movió ni un músculo de donde estaba agazapada detrás de una pila de almohadas
desechadas como un ratón esperando no ser detectada. Brune se recuperó del susto
e hizo lo que siempre hacía: responder con una pregunta propia—: ¿Qué haces aquí?

—Buscando a Sithias y Gerdie, porque pienso ir tras Finn y Eustace antes de


que hagan alguna estupidez. Como hacer que los maten.

Brune recorrió los restos que cubrían el suelo con una mirada escrutadora.

—Parece más bien que quieres detenerlos antes de que consigan lo que se
proponen.
—Otra vez esto no —Fate levantó los brazos y miró a su mejor amiga—. Diles
que lo único que quiero es ayudar a encontrar la Llave de Dantalion y sacarlos a
salvo.

Jessie asintió.

—Le creo.

La expresión de desconfianza de Brune se mantuvo, gracias al deslucido


respaldo de Jessie.

—Creo que es mejor que nos deje manejar esto.

Gerdie se levantó de detrás de la pila de almohadas, sus movimientos eran


tímidos pero decididos.

—Sí, nosotros nos encargamos de esto.

Sithias movió excesivamente la cabeza.

—Así es, señorita.

Fate no se lo creía.

—Todo lo que veo es a los tres rebuscando en la habitación de Darcy.

Nadie dijo una palabra. El único ruido fue el fuerte y nervioso trago de Sithias.
Fate le devolvió la mirada a cada uno de ellos, permitiendo que el silencio llenara la
habitación, sabiendo que acabaría siendo insoportable, al menos para uno de ellos.

Sithias fue el primero en ceder.

—¡Ya no puedo hacer esto! —Brune le lanzó una mirada de advertencia—. No,
ya hemos pasado el punto de no retorno. Se lo voy a contar todo a Fate —argumentó
Sithias.

Fate escuchó con toda la paciencia que pudo mientras él relataba los
descubrimientos del grimorio desaparecido y la acumulación de libros sobre
hechizos de nigromancia que habían encontrado en la suite de Darcy. Su confianza
en Darcy siempre había sido tenue, en el mejor de los casos, así que no le sorprendió
que no hubiera sido del todo sincera. Pero Fate no se estaba formando una imagen
completa a partir de las piezas de información que le estaba dando. Sithias parecía
estar omitiendo detalles importantes.

—Espera. Te estás dejando algo —interrumpió Fate mientras tartamudeaba


torpemente—. ¿Qué no me estás contando?
Sithias miró a Gerdie.

—Me retracto. No puedo ser yo quien lo diga... —Su voz se interrumpió en un


gemido.

Gerdie empezó a hablar, pero Brune la cortó.

—Si vas a escuchar esto de alguien, debería ser yo, ya que fui quien instigó esto
desde el principio —El arrepentimiento en el rostro de Brune indicaba que estaba a
punto de confesar algo horrible.

El pavor se apoderó de Fate en su fría garra.

—¿Qué hiciste, Brune?

—Le pedí a Darcy que investigara los hechizos de resurrección por mí. No lo
hice yo misma, como podría haberte hecho creer. Darcy averiguó lo del unicornio
negro y recopiló los libros que te di —La línea recta de sus hombros se hundió—. Con
toda la disensión que había en la Fortaleza, nunca comprobé su investigación y
supuse que lo que hizo con Eustace era un hechizo de resurrección. Resulta que
lanzó un hechizo de creación de Renacidos.

—No entiendo. ¿Qué es un Renacido? —El estómago de Fate se enroscó con


náuseas.

—El espíritu de una víctima de asesinato renacido, cuyo único propósito para
resucitar es vengarse del asesino.

El dolor apuñaló las sienes de Fate mientras la bilis le quemaba la parte


posterior de la garganta. Se iba a poner enferma.
Capítulo 41
Una bruja ES una bruja

Las piernas de Fate se doblaron. Cayendo de rodillas, vomitó. Jessie corrió a


sujetarle el pelo mientras vomitaba hasta que su estómago se vació. Las náuseas
pasaron, pero el dolor nauseabundo de la pena permaneció.

Lo único que le había permitido superar el dolor de la pérdida de Eustace era


su misión de devolverle la vida. Su amable y cariñoso padre era ahora una cosa
antinatural y siniestra. Saber que había contribuido a convertirlo en eso era más de
lo que podía soportar.

Jessie la ayudó a levantarse y la guió hasta una silla.

—Te traeré un poco de agua.

Déjame quitarte este dolor, hija.

El deseo de rendirse surgió en Fate. La tentación de volver al pacífico santuario


que Ananke le había mostrado era más fuerte que nunca. Gotas de sudor goteaban
de la frente de Fate sobre su regazo mientras luchaba con la decisión.

El olor a vómito mezclado con el olor a podrido de la habitación le provocó otro


ataque de náuseas. Un amargo recordatorio de lo feo que podía ser este mundo.
Abrazando su cintura, Fate tragó la bilis creciente, agradecida por el vaso de agua
que Jessie le ofreció. Lo engulló, enjuagando el sabor ácido de su boca. Un acto
sencillo, pero muy purificador.

¿Y si había algo tan simple como ese vaso de agua que arreglara a Eustace?
Tenía que averiguar si tal cosa existía. ¿Cómo podría vivir consigo misma si no lo
intentaba?

Fate dejó el vaso en el suelo con un fuerte golpe que hizo saltar a todos.

—Tiene que haber una forma de deshacer esta maldición de los Renacidos. Una
que haga que Eustace esté vivo de verdad. ¿No es cierto?

Buscó en sus rostros la seguridad.


Todo lo que vio fue una horrible duda.

Fate se negó a aceptar un no como respuesta. Se puso de pie. Demasiado


rápido, porque Jessie tuvo que cogerla antes de que se volcara por el mareo.

—¡No me miren así! —gritó mientras encontraba el equilibrio—. Los quiero a


todos en la biblioteca y en esto mientras voy a por ellos.

—¿Todavía vas a entrar? —La preocupación de Jessie sólo aumentó la


desesperación de Fate.

—¿Por qué no lo haría?

—Porque no estás... lo suficientemente bien —insistió Jessie.

—Estoy bien —espetó Fate, arrepintiéndose al instante de su tono cortante


cuando Jessie se estremeció. Suavizó su voz—. Realmente estoy bien. Fue una
reacción violenta a una noticia terrible. Pero no me voy a dejar abatir por ello, no
mientras haya esperanza.

—No sabemos si hay una manera de deshacer lo que le han hecho a Eustace —
dijo Brune.

—¿Alguno de ustedes ha investigado? —Fate miró también a Sithias y Gerdie—


. Eso es lo que pensaba. Hasta que no hayan buscado en cada rincón de esa biblioteca
y me digan que no hay nada que hacer, entonces Eustace tiene una oportunidad. A
menos, por supuesto, que piensen que debería usar las Palabras de Creación para
deshacer la maldición de los Renacidos.

—No, no —se apresuró a responder Sithias—. Lo investigaremos


inmediatamente.

—Sí —estuvo de acuerdo Gerdie.

—Bueno, ¿qué esperan? —preguntó Fate cuando no se movieron—. Pónganse


a ello.

—Bien, señorita, recogeremos todos los libros que Darcy robó de la biblioteca.

Sithias desapareció por la esquina con Gerdie pisándole los talones.


Reapareció con todos los libros que pudo cargar, mientras Gerdie lo seguía,
arrastrando un enorme tomo hacia la cámara de la cama saqueada.

Fate les abrió la puerta.


—Nos vemos en la biblioteca en menos de una hora —El monstruoso dolor de
su corazón se calmó, aunque sólo ligeramente—. Puede que se enfrenten a una causa
perdida, pero hacer algo, lo que sea, es mejor que rendirse.

Cerró la puerta e inclinó la barbilla hacia la otra habitación, donde las paredes
parpadeaban con el suave resplandor de la luz de las velas.

—¿Qué hay ahí detrás?

—La sala de lanzamiento de hechizos de Darcy.

Brune condujo a Fate y a Jessie hasta la esquina.

Fate se tensó al ver el pentagrama encendido.

Un demonio estuvo aquí —La pura repulsión y el odio de Ananke erizaron los
pelos de los brazos de Fate. Vio el cepillo de Farouk y el pañuelo de Eustace debajo.
En ese instante, supo lo mismo que Ananke. El hechizo estaba activo y estaba
diseñado para conectar a Eustace con Farouk.

La rabia estalló en el vientre de Fate, un fuego salvaje de odio que martilleaba


sus venas. El calor se desprendía de ella en oleadas.

—Darcy convocó a Farouk.

Su voz retumbó y sacudió las paredes.

Brune se quedó rígida.

La cara de Jessie se llenó de miedo. Se acercó, pero tocó el brazo de Fate y se


estremeció por el calor.

—Oye —susurró—, ¿sigues con nosotros?

La respiración de Fate se entrecortaba mientras se concentraba en el ligero


toque de su amiga. El contacto humano. Jessie sabía exactamente cómo mantenerla
con los pies en la tierra.

—Mírame —Jessie sonrió con inquietud—. Mantén la calma.

El ardor en el núcleo de Fate se apagó al escuchar la voz tranquilizadora de


Jessie. Su concentración regresó cuanto más se relajaba y se dejaba llevar.

—Gracias, Jess. Estoy bien ahora.

Jessie sopló en las puntas de sus dedos.


—¡Uf! Pensé que te habíamos perdido por un momento.

Brune dejó escapar un suspiro de alivio y asintió.

No había forma de explicar que el odio de Ananke hacia los demonios había
magnificado su propio odio hacia Farouk. Ananke sólo la bloquearía si lo intentaba.

—Cuando vi lo que Darcy había hecho, vi rojo. Haré todo lo posible para no
volver a perderme.

—¿Cómo sabías que Darcy había convocado a Farouk? —preguntó Brune—. No


estás precisamente muy instruida en la magia de los hechizos.

—Pistas obvias —Fate señaló el cepillo y el pañuelo.

La furia volvió a arder, pero esta vez se apresuró a sofocarla. ¿Cómo se había
dejado engañar por Darcy? Una bruja es una bruja con cualquier otro nombre. Sólo
podía culparse a sí misma por haber confiado en Darcy.

Brune rodeó el pentagrama.

—Sabemos que Darcy convocó a Farouk para hacer algún tipo de trato con él
—Suspiró con fuerza—. Si supiéramos cuál es ese trato exactamente, sabríamos
nuestro siguiente paso.

—Supongo que por eso destrozaste su habitación —dijo Fate.

—Estaba así cuando llegamos —Brune frunció el ceño con disgusto—. Resulta
que a Darcy le gusta vivir como un cerdo.

Jessie hizo una mueca.

—Eso explica los variados y vagos olores fétidos que hay aquí.

Fate se acercó al altar de la esquina. Un monumento dedicado con amor a la


insoportable cantidad de dolor que Darcy había tenido desde la muerte de Mason.
La espeluznante estatua y las calaveras no las entendía, pero Fate sabía lo que era
perder a alguien que había sido todo su mundo.

Farouk estaba en el centro de todo esto.

Fate se quedó mirando la foto de Mason, recordando cómo Farouk había


adoptado su forma. ¿Cuántas veces se había preguntado desde entonces si Farouk
se escondía detrás de la cara de otro amigo de confianza?

Innumerables veces.
Un escalofrío le recorrió la piel. ¿Qué debió de sentir Darcy cuando se dio
cuenta del horror que suponía saber que había acogido en su cama a un demonio
que llevaba la piel de su amante? La idea era demasiado horrible para imaginarla.

Fate apretó sus puños. El deseo de venganza lo consumiría todo y una bruja
sabría exactamente cómo vengarse. Durante un breve segundo, Fate comprendió
por qué Darcy había elegido criar a Eustace como su ángel vengador. Era la víctima
del asesinato de Farouk. Todas las piezas habían estado en su lugar para llevar a
cabo el plan perfecto de retribución.

Pero esto era personal ahora. Darcy había utilizado el dolor de Fate y la ciega
necesidad de salvar a su padre para obtener el Alicornio para un hechizo de creación
de un Renacido. Esto, nunca podría perdonarlo.

Darcy se había convertido en una enemiga de por vida. La rabia fundida estalló
dentro del núcleo de Fate. Se concentró en volver a respirar profundamente. Inhalar.
Exhalar. Inhalar. Exhalar.

—¿Todo bien por ahí? —preguntó Jessie.

Fate se apartó del altar.

—Por ahora. Aunque no puedo prometer que me contenga la próxima vez que
vea a Darcy.

—Yo tendría cuidado con lo que le haces —advirtió Brune—. Ella dejó este
hechizo abierto, lo que puede significar que puede ser deshecho. Pero sólo por la
bruja que lanzó el hechizo.

—Encantador —murmuró Fate.

—¿Hemos terminado aquí? —Jessie apartó de una patada un montón de ropa—


. Este lugar no sólo es asqueroso, sino también deprimente.

—Hemos terminado aquí —Fate estaba igual de ansiosa por irse—. Lástima que
no podamos ver la repetición de lo que pasó con Farouk.

Los ojos de Jessie se abrieron de par en par.

—¿Estás completamente segura de que no podemos?

Fate se rió amargamente.

—¡Ojalá! El único problema es que no veo un reproductor de vídeo cósmico por


ahí. ¿Y tú?

—Quizá esté enterrado bajo toda la basura de Darcy.


—Vamos chicas —La voz de Brune era aguda con impaciencia mientras elegía
su camino hacia la puerta.

—No, espera —dijo Jessie—. Hablaba en serio sobre lo de la repetición.

Brune se detuvo y la miró.

—Hazlo rápido. Tengo que volver a la guerra.

Jessie asintió.

—Fate, si puedes atravesar paredes y pasar de un lugar a otro con sólo pensarlo,
¿quién dice que no puedes retroceder en el tiempo hasta cuando Darcy convocó a
Farouk?

—Puedo intentarlo.

Fate miró fijamente el pentagrama, deseando que los acontecimientos que


habían tenido lugar dentro del círculo se rebobinaran hasta el principio. Cuando no
ocurrió nada, tensó los músculos y contuvo la respiración hasta que le ardieron los
pulmones. Aspiró aire con un movimiento de cabeza.

Forzar no te llevará a ninguna parte, hija. Para desplegar el tiempo, debes


combinar la imaginación con nuestro poder y canalizar ambos a través de una
intención clara.

Fate relajó sus miembros y suavizó su mirada en el pentagrama. El poder de


Ananke no tardó en crecer hasta estallar, dispuesto a cumplir su voluntad. Buscando
una imagen del tiempo en la que pudiera envolver su mente, visualizó un libro lleno
de páginas escritas con los eventos detallados del hechizo.

Empezando por el final del libro, Fate pasó una página tras otra hacia el
principio. Al principio no hubo cambios notables, pero luego se dio cuenta de que
las velas colocadas alrededor del pentagrama, que habían ardido poco, estaban
creciendo, alcanzando su altura original. Entonces apareció Darcy en el centro
del pentagrama. Estaba arrodillada junto al cepillo de Farouk. Cogió el cepillo y sacó
el pañuelo de Eustace. No fue hasta que se puso de pie y caminó hacia atrás fuera
del círculo que Fate comprendió plenamente que estaba viendo cómo el hechizo se
rebobinaba de principio a fin delante de sus propios ojos.

Darcy estaba fuera del pentagrama. Tenía un libro de hechizos junto a sus pies,
que había sido puesto en el suelo, pero al revés, porque solo parecía que lo estaba
recogiendo. Cuando pronunció el conjuro, las palabras de Darcy salieron al revés,
sonando distorsionadas y espeluznantes.
Unos zarcillos oscuros de humo se cernieron sobre la maleza. Darcy dejó a un
lado el libro de hechizos cuando el humo se expandió, una masa retorcida que se
solidificó en una forma corpulenta y bestial. El miedo se apoderó de Fate al ver cómo
Farouk se materializaba por completo hasta situarse por encima de la maleza. Con
sus tres metros de altura, era un goliat dentro de los confines de la alcoba, obligado
a agachar la cabeza por debajo de los límites del techo.

Fate ralentizó el paso de cada página, desviada momentáneamente por su


horrible visión, y luego aumentó la velocidad, deseando más que nunca reproducir
la escena desde el principio para conocer el significado de la conversación al revés.

Brune se colocó junto a Jessie para ver cómo se desarrollaba la inquietante


escena. Fate se detuvo en la página en la que Farouk comenzaba a disolverse en
humo de nuevo.

—Escuchen con atención —dijo a Brune y a Jessie—. Sólo quiero tener que
hacer esto una vez.

Cada uno de ellos asintió en silencio mientras ella pasaba la página, esta vez en
la dirección correcta.

Coronas de humo negro se disiparon alrededor de la gran cabeza de lobo de


Farouk. Fijó su roja y ardiente mirada en Darcy y gruñó. Era un sonido despiadado
y feroz que carecía de lenguaje, lo que le recordó a Fate que invadía las mentes para
comunicarse. Sólo podrían escuchar la parte de la conversación de Darcy. Con
suerte, eso sería suficiente. Darcy devolvió la mirada impávida a la mirada
torva de Farouk.

—Todo está en su sitio y está sucediendo como lo habías planeado. Tengo que
decir que fue casi demasiado fácil. Todos cayeron en la fila como los idiotas útiles
que dijiste que serían —La mente de Fate se adormeció por el shock. Este no era el
primer encuentro de Darcy con Farouk. ¿Cuánto tiempo llevaba trabajando con el
demonio…?—. Fate no tiene ni idea de que matar al unicornio negro corrompió la
pureza del Corsé de Hipólita —Darcy sonrió—. ¿Puedes creer que se haya quedado
con el Alicornio? Lo ha convertido en su espada personal.

A Fate le entró un sudor frío. ¿Se estaba convirtiendo en algo horrible? La


visión de pesadilla de Aradif volvió a atormentarla, llenando su cabeza con imágenes
del caballero de alas oscuras en el que temía convertirse: una abominación de su
antiguo ser destinada a gobernar en un mundo infernal con Farouk.

De la garganta de Farouk salió un gruñido grave y retumbante. La tensión


borró la sonrisa arrogante del rostro de Darcy.
—Te equivocas. Sólo parece que Fate es más poderosa que nunca. El poder de
Ananke debe estar ralentizando el ritmo de corrupción del Corsé. Pero créeme,
ocurrirá una vez que Ananke sucumba a la fusión con el Eldritch Gloom. No debería
pasar mucho tiempo antes de que tengas a Fate justo donde la quieres.

En el momento en que Fate se preguntó qué era ese Eldritch Gloom, Ananke
respondió—: Mentiras. Todo es mentira para hacerte dudar del verdadero poder
que ejercemos juntas. No escuches a la bruja.

Fate quería creer, pero el nudo helado que crecía en la boca del estómago la
llenaba de dudas. Antes de que pudiera presionar para obtener más respuestas,
Farouk se abalanzó sobre Darcy.

Las llamas azules se dispararon alrededor del borde del círculo, reteniéndolo
dentro del pentagrama. Enfurecido, arremetió con sus garras plateadas, rayando la
barrera con una luz crepitante, haciendo crujir sus colmillos.

Darcy dio un paso atrás, aunque Farouk estaba claramente atado al


pentagrama. Esperó a que se calmara antes de volver a hablar—: Ahora que he
cumplido con todo lo que me has pedido, me toca nombrar lo que quiero —Alcanzó
una larga hoja de papel llena de una sorprendente cantidad de texto escrito a mano
y la colocó dentro del círculo—… Una lista de mis demandas.

Farouk gruñó.

—No, vamos a hacer esto según las reglas. Si quieres que siga adelante con esto,
vas a tener que abrirte una vena y cerrar el contrato con sangre.

Agazapado, Farouk clavó una garra en la esquina de la página, tiró del contrato
por el suelo y se encorvó sobre él. Tras unos minutos de lectura, miró a Darcy, con
el hocico curvado hacia atrás mientras movía su gran cabeza con un firme no.

Darcy se cruzó de brazos.

—Esas son mis condiciones. Yo te traigo a Finn, tú usas el Orbe de Aeternitis


para quitarle la Vara y me entregas a los dos.

La piel de Fate se erizó con un terror desenfrenado, recordando cómo Kaliena


había utilizado el Orbe para desmantelar a Finn con la intención de volver a montar
la Vara para ella misma. Sabía que Darcy era fría, pero nunca pensó que no tuviera
corazón. ¿Cómo podía alguien pretender estar en el mismo equipo y, al mismo
tiempo, planear la cruel muerte de aquellos con los que había trabajado tan
estrechamente? Farouk se levantó lentamente con un gruñido amenazante
que se convirtió en un rugido espeluznante.
Darcy se tapó los oídos, esperando que terminara su rabieta.

—¿Has terminado? —El pecho de Farouk se hinchó y se agitó con rabia


mientras miraba a la bruja que lo tenía cautivo—. Sé lo que estás pensando —
continuó Darcy—. Quieres usar el Orbe y la Vara de Aeternitis para construir tu gran
reino aterrador en este mundo, donde serás todo poderoso. ¿Estoy en lo cierto? —
Farouk miró amenazadoramente—. Todo músculo de bestia y nada de cerebro —
Darcy sonrió y le sacudió la cabeza como si estuviera haciendo una tontería—.
Permíteme recordarte que no los necesitarás, porque tendrás a Fate para que todo
eso ocurra por ti. Sus poderes serán tuyos para que los manejes a tu antojo una vez
que esté totalmente corrompida.

Fate se estremeció con un odio sin límites. Nunca había estado tan cerca de la
rabia asesina como en ese momento. Fate cruzó los brazos y los bajó con un fuerte
golpe, arrancando la escena de los pliegues del tiempo. Darcy y Farouk se
convirtieron en pedazos borrosos antes de desaparecer por completo.

—¿Por qué lo has terminado? —Brune miró a Fate con incredulidad—. ¡Podría
haber habido más! ¿Por qué siempre dejas que tus emociones anulen el sentido
común?

—No podía soportar escuchar una palabra más de esa retorcida conversación.
—Fate se concentró en su respiración para enfriar el calor que le abrasaba las
entrañas.

—Lo mismo digo —coincidió Jessie—. Oímos lo suficiente para saber lo que
Darcy está planeando.

Exhalando lentamente, Fate asintió.

—Eustace no es el único que necesita ser salvado. Finn está en un problema


igual.
Capítulo 42
Ábrete Sésamo

Azrael estaba en la biblioteca hablando con Sithias y Gerdie cuando llegó Fate
con Jessie y Brune. El pulso de Fate se aceleró al verlo, una reacción que aún no
podía domar. Su presencia siempre había cautivado su atención de una manera que
era a la vez exasperante y emocionante, y se odiaba a sí misma por ello. Sobre todo,
después de la noche celestial que había pasado con Finn.

¿Cómo era posible que cada vez que creía haber elegido firmemente a Finn
como su único hombre, Azrael apareciera para hacer tambalear su determinación?
¿Qué iba a hacer falta para sacar a Azrael de su sistema de una vez por todas?

Él se quedó mirando cómo se acercaba, con su deseo crudo y claramente


expuesto a la vista de todos. Fate sintió que se ahogaba en las claras profundidades
azules de sus ojos. Quería pasar sus dedos por su largo y sedoso cabello, sentir su
hermosa boca contra los labios de ella.

Apartó su mirada de Azrael.

—Soy despreciable —murmuró.

—¿Qué? —preguntó Jessie.

—Nada —La culpa se mezcló con el calor que enrojecía las mejillas de Fate—.
¿Han encontrado ya algo para deshacer la maldición de los Renacidos? —preguntó
a Sithias y Gerdie. Era mejor ir al grano antes de perder el control de sus emociones.

—Hemos encontrado una fórmula alquímica que parece bastante prometedora


—respondió Sithias, con una sonrisa forzada.

—El énfasis en el aspecto —Gerdie miró a Sithias con reproche—. No le des


esperanzas antes de que lo sepamos con seguridad.

—Está bien —les aseguró Fate—. Prefiero las promesas a un no rotundo


cualquier día de la semana. Ustedes dos sigan con el buen trabajo, mientras yo saco
a Eustace y a Finn lo antes posible.
—¿Darcy también? —preguntó Sithias.

—¡Darcy puede pudrirse en el infierno! —La furia se agitó en el núcleo de Fate.


Cuando vio que Sithias retrocedía ante ella, forzó el calor abrasador, con la intención
de guardarlo para cuando alcanzara a la bruja—. Jess, cuéntales su trato con Farouk.

Fate se alejó de la mesa, contando hacia atrás desde cien para evitar escuchar
el relato de Jessie sobre la traición de Darcy.

Sithias jadeó con horror.

—¡No puedo creer esto!

—Justo cuando crees que las cosas no pueden empeorar, siempre lo hacen —
refunfuñó Gerdie.

—¿Por qué Darcy nos traicionaría así? —Sithias comenzó a llorar.

—Venganza. Y algo más...

Cuando Brune se interrumpió, Fate se unió a ellos.

—¿Qué clase de algo más? —preguntó Fate.

La expresión de Brune se endureció.

—Aparte del imperdonable engaño y la traición que ya conocemos, está el


asunto del Orbe y la Vara de Aeternitis. Darcy ha tomado medidas extremas para
asegurarse de acabar con ambos. Lo que lleva a la pregunta: ¿Qué planea hacer con
ellos?

—Gobernar el universo —dijo Fate—. ¿No es ese el objetivo principal de todo


archivillano?

—Por lo general —coincidió Brune—. Pero en el caso de Darcy, creo que se trata
de amor. Ella sabe que Finn fue creado con el Orbe. También sabe que su existencia
era inestable sin las fuerzas de equilibrio de la Vara para estabilizar la energía
creativa del Orbe. Es decir, hasta que O'Deldar integró la Vara en su esencia.

Fate se dio una palmada en la frente.

—¡Duh, Darcy planea recrear a Mason! Por eso quiere que Farouk destroce a
Finn. ¿Por qué no lo vi antes?

—Porque no eres diabólica —Brune sonrió con cansancio—. Eres impulsiva,


imprudente y testaruda, pero no diabólica —Sacó de su cinturón un objeto octogonal
del tamaño de un ping-pong y se lo entregó a Fate.
—¿No es esta la jaula expandible que usaste con Mahelia cuando creíamos que
era Farouk? —preguntó Fate.

—La misma.

—No la quiero. Esta es una misión de búsqueda y destrucción. No una de


capturar y revertir a wolfzilla9 en el Gato con Botas. —Fate intentó devolvérsela, pero
Brune no la aceptó.

—Farouk probablemente no volverá a ser lo que solía ser. Creo que ya es


demasiado tarde para eso. Usa la jaula para atraparlo. Así será más fácil matarlo.

—Me gusta más fácil —Fate la metió en uno de los bolsillos de su cinturón de
herramientas y cerró la solapa.

—Aperta Captionem Reverti.

—¿Qué?

—Ese es el encantamiento para activar la trampa.

—Dudo que lo necesite, pero gracias —Fate frunció el ceño. Sentía que iba a
detonar si no entraba en acción en los próximos segundos—. ¿Adónde llevó Darcy a
Finn y a Eustace exactamente? —preguntó a Sithias.

—Al Reino de Reaverneth, la dimensión demoníaca a la que Farouk está ligado


por nacimiento —respondió Sithias apresuradamente—. Darcy, por supuesto, nos
hizo creer que iba a llevar a Finn y a Eustace al Reino de Hadean, en el Reino de
Ghodroh, donde dijo que encontrarían la Llave de Dantalion —Nos miró
ansiosamente—. A menos que eso también fuera una mentira. La Llave de Dantalion
podría estar en cualquier parte. Aquí en la Fortaleza, por lo que sabemos.

—Tal vez quieras investigar eso —sugirió Fate.

—Si está aquí, averiguaré dónde —ofreció Gerdie—. Muéstrale a Fate la galería
con el portal que utilizó Darcy.

Sithias asintió.

—Sígueme, señorita.

—Ten cuidado ahí dentro, Fate —advirtió Brune—. Los demonios no tienen
poderes reales en sus propias dimensiones, pero eso no significa que no puedan
hacerte daño.

9
Referencia a Godzilla. Wolf(lobo)Zilla.
Fate se quedó atónita.

—¿Estás diciendo que Farouk será normal? ¿Es decir, que no puede cambiar
de forma o desvanecerse en una nube de humo mientras intento apuñalarlo?

—Más o menos —respondió Brune con el ceño fruncido—. Sólo recuerda que
nació con garras y colmillos, y lo más importante, con una mente retorcida.

El ánimo de Fate se levantó ante esta reveladora noticia.

—Guíanos, Sithias.

Antes de que pudiera irse, Jessie la detuvo tirando de ella hacia un lado.

—Temo por ti —Las lágrimas llenaron sus ojos y su voz se redujo a un ronco
susurro—. Sé que tienes que irte, pero tengo miedo de no volver a verte.

Un doloroso nudo se formó en la garganta de Fate.

—No te preocupes. Puedo cuidarme sola.

Jessie asintió.

—Lo sé. Pero, ¿y si llegas demasiado tarde para detener a Darcy y Farouk? No
estaré allí para ayudarte a bajar del borde si ocurre lo peor. Debería ir contigo.

—No, ya estoy lo suficientemente ansiosa por Finn y Eustace. Si te añado a la


lista, me volveré loca de preocupación,

Azrael dio un paso adelante.

—Iré.

El corazón de Fate martilleó contra su esternón mientras consideraba su


oferta. ¿Qué tan equivocado estaba?

—Perdona, Azrael —intervino Brune—, pero te necesito aquí para que me


ayudes a negociar con tu padre.

—Hubo muchas discusiones, pero me sorprendió aceptando la alianza —Azrael


mantuvo su mirada fija en Fate—. Por eso he venido a verte. Mi padre agradecería
que se le devolviera a Biraktar, donde puede hacer arreglos para enviar más flotas.

—¿Estás seguro de que no quieres ir a casa con él? —preguntó Fate. Su pulso
se aceleró mientras esperaba su respuesta.

—Ya he tomado mi decisión. Deseo ir contigo. ¿Quién mejor para acompañarte


en el reino de los demonios que quien se enfrentó a los Hinn contigo en el desierto?
—Sus labios se curvaron en una sonrisa reservada que hizo que el corazón de Fate
palpitara con más fuerza—. ¿Hace falta que te recuerde que me crié con la sabiduría
de los demonios? Como las historias nocturnas de Sarayna y el rey demonio que
disfrutaste y me pediste más de una vez.

El rostro de Fate se calentó mientras le miraba a los ojos, embelesada más allá
de lo razonable.

Jessie le dio un codazo, rompiendo el hechizo.

—Di que sí. Me sentiría mucho mejor sabiendo que no estás sola.

—Supongo que no puede hacer daño tener un demonio historiador —Fate se


esforzó por sonar dubitativa, pero su voz temblaba de entusiasmo. Apartó la mirada
de la sonrisa complacida de Azrael antes de que su rubor aumentara—. Vamos
entonces.

Azrael no se movió.

—Primero mi padre.

—Oh, claro —Fate cerró los ojos, extendiendo su conciencia hacia el exterior
hasta localizar al rey. Durante un breve segundo, centró toda su atención en el
reluciente palacio perlado que era el hogar del rey y lo visualizó de pie en los
aposentos de la familia real. Abrió los ojos—. Hecho.

—Un rey menos, un príncipe más —Brune empezó a marcharse y luego se


volvió hacia Fate—. Haz lo posible por no morir ahí dentro. Estoy segura de que el
príncipe Kelare agradecerá que le devuelvan a sus islas en cuanto haya tomado su
decisión final.

—Claro, Brune. Intentaré no estropear las negociaciones estando muerta


inoportunamente.

—¡Deja eso! —gritó Jessie—. No puedo quedarme escuchando a mi mejor


amiga hablar de morir como si no fuera gran cosa —El color se precipitó a su rostro,
febril y con pánico—. ¿Por qué tienes que ir tras Eustace y Finn y poner tu vida en
peligro cuando podrías localizarlos con tu mente y sacarlos con un pensamiento?
¿En qué se diferencia eso de lo que acabas de hacer con el rey?

—Supongo que pensé que debía hacer esto según las normas y empezar a
trabajar con el equipo en lugar de ir libre —dijo Fate.

La barbilla de Jessie tembló.


—¿Por eso estás arriesgando tu vida y haciendo esto por las malas? ¿Porque te
llamé astuta?

—Yo también la llamé así —admitió Brune—. Y para que quede claro, no lo
retiro. Pero estoy de acuerdo con Fate en que necesita nuestra ayuda en este caso.
Es peligroso andar hurgando en la dimensión infernal a nivel etérico. Es una
invitación abierta para que los demonios del otro lado regresen y causen estragos
aquí en nuestro lado.

—Oh —La decepción en la voz de Jessie era desgarradora.

—Me alegra que hayamos aclarado eso. Estaré en el santuario si me necesitas.


—Brune marchó hacia la puerta.

—Todo irá bien, Jess —le aseguró Fate.

—Realmente odio esto —protestó Jessie.

—Oye, vamos, he estado en situaciones peores —Fate se encogió de hombros y


le dedicó una sonrisa juguetona—. Como dijiste, no estaré sola.

Azrael tomó la mano de Fate e inclinó ligeramente la cabeza. —Gracias por


permitirme acompañarte.

Fate asintió, retirando con culpa su mano de su ligero agarre. Jessie se


acercó para darle un abrazo lleno de lágrimas.

—Vaya —susurró—. Está tan metido en ti que es casi demasiado doloroso de


ver.

—¡Shhh, te va a oír! —Fate apretó a su amiga y la soltó con un guiño—. No te


preocupes más. Volveré en un santiamén.

Sorbiendo por la nariz, Jessie se despidió con la mano mientras Fate se giraba
con Azrael para seguir a Sithias hacia la galería. Fate no miró hacia atrás, no fuera a
ser que se le saltaran las lágrimas tanto como a Jessie.

Sithias se detuvo al final del pasillo, frente a dos puertas negras con un disco
de metal agrietado y grabado con símbolos. Les entregó a cada uno sendas bolsas.

—Esto es ceniza de hombre muerto. Deben untársela en la cara para entrar en


la dimensión infernal y permanecer ocultos de los demonios.

Fate sostuvo la bolsa a la distancia del brazo.

—¡Asqueroso!
—Exactamente mi opinión —Sithias hizo una mueca—. Un asunto
desagradable, ciertamente.

Azrael abrió la bolsa y vertió una pequeña cantidad de ceniza en su palma. —


Permíteme.

Fate cerró los ojos mientras él le espolvoreaba suavemente las mejillas, la nariz
y la frente con la ceniza arenosa. Azrael hizo lo mismo para sí mismo, apretó la
cuerda y se metió la bolsa dentro del fajín de su cintura.

Sithias deslizó una de las puertas hacia atrás y se hizo a un lado para
permitirles ver el tenue interior. A Fate le desagradó de inmediato la imagen
aterradora de los cuadros que colgaban de las paredes.

—Una vez que entren, estarán solos —les informó Sithias—. Eustace cerró las
puertas antes de que Darcy activara el portal. Al parecer, cada cuadro alberga un
portal, pero en cuanto a cuál eligió ella para entrar, no tengo ni idea.

—Hay formas de detectar qué portal se abrió —le aseguró Azrael.

—Eso es alentador —dijo Sithias, aunque parecía dudoso—. Ojalá pudiera


hacer algo más para ayudar. Aquí está el conjuro para abrir el portal —Fate cogió el
papel doblado que le ofrecía y se lo metió en el bolsillo. Sithias miró a Fate con ojos
redondos y acuosos—. Estoy con Jessie. Yo también agradezco que no vayas sola,
señorita —Se volvió hacia Azrael—. Cuida de ella por nosotros.

—La protegeré con mi vida, si la situación lo requiere —prometió Azrael.

Su declaración era conmovedora, pero le dolía pensar que él muriera por ella.

—Hey —reprendió ella—, guerrera experimentada con poderes increíbles aquí


mismo. Puedo cuidarme sola, muchas gracias.

—¿Cómo puedes saberlo con seguridad? —preguntó Sithias—. Los poderes a


los que has recurrido podrían estar neutralizados en la dimensión demoníaca.

—Que los demonios sean impotentes en su dimensión no significa que yo lo


vaya a ser. —Fate se mordió el labio inferior, repentinamente menos confiada.

—¿Estás tan segura de eso? —Sithias le devolvió la mirada con pesar—. No


pretendo sacudir tu confianza, pero tus poderes provienen de los dioses. ¿Has
olvidado que los demonios son su única debilidad?

Fate tiró de la cadena de plata de su colgante protector, colocándolo fuera de


su uniforme para que Sithias lo viera.
—¿Reconoces esto?

—Ciertamente, el símbolo de Aradif, la gran serpiente del cielo. Mi semejanza


exacta, de la que retraté a la perfección, debo añadir —Sithias levantó la barbilla con
orgullo.

—Esto protege mis poderes de debilitarse cuando estoy en presencia de


demonios. Boom —Fate sonrió al ver la sorpresa de Sithias—. De hecho, me atrevería
a decir que esta ingeniosa pieza de joyería podría ser un repelente de demonios.
Explicaría por qué Farouk no me ha hecho ninguna visita.

—En realidad, Brune cree que no hemos visto a Farouk porque Darcy encontró
la forma de desterrarlo al Reino de Reaverneth —Sithias sonrió disculpándose.

—Oh —Fate se sintió momentáneamente desinflada—. Bueno, el collar


ayudará. ¿Verdad, Azrael?

—Sí, tengo la palabra de mi madre sobre las cualidades protectoras del colgante
—Azrael vaciló un momento, con los ojos nublados por la duda, antes de continuar—
. Aunque, debo estar de acuerdo en que puede haber cierta validez en las
preocupaciones de Sithias con respecto a tus poderes.

—¡No, no digas eso! —resopló Fate—. No importa. Con poderes o sin ellos, voy
a entrar. ¿Vienes?

—Por supuesto —Sin esperarla, Azrael entró en la galería. Su espalda se puso


rígida al pasar el umbral, como si algo le hubiera tocado. Cuando se dio la vuelta,
tenía la mandíbula apretada por la tensión.

Sithias parecía que iba a saltar hacia Fate con un abrazo de despedida. En
cambio, se puso repentinamente muy serio. —Me niego a decir adiós. En cambio,
digamos que nos veremos muy pronto.

Fate le saludó. —Volveré tan rápido que apenas sabrás que me he ido.

Sithias asintió, con los labios temblorosos. Antes de que se le escapara una
lágrima, giró sobre sus talones y volvió a trotar hacia la biblioteca.

Tragándose su propia inquietud, Fate entró en la galería. Se detuvo en seco


cuando un hedor a cementerio le asaltó la nariz. Un escalofrío mortal se filtró a
través de su uniforme hasta los huesos. Temblando y mareada, se abrazó a sus
brazos.

—¿Por qué hace tanto frío aquí?

Azrael sacudió la cabeza con disgusto.


—Sospecho que los cuadros son la fuente.

Fate se estremeció al mirar el arte enmarcado que cubría las altas paredes de
la galería de arriba a abajo. Cada uno de los óleos representaba una entrada de algún
tipo, ya fuera un arco, un espejo, una puerta, incluso una grieta en una montaña o
una escalera hacia las nubes. El paisaje que rodeaba cada entrada era brillante y
exuberante de vida, pero los paisajes a los que se abrían las puertas eran lugares
oscuros y terribles, llenos de páramos sombríos, lagos ardientes o fosas de formas
retorcidas y monstruosas.

—No tengo ni idea de qué portal abrió Darcy, pero si no lo encontramos rápido,
voy a vomitar.

Fate se cubrió la nariz y tragó saliva.

—Quítate el colgante.

Fate frunció el ceño. —¿Recuerdas la conversación sobre la protección que


tuvimos allí?

—Créeme, esta es la única manera.

—Bien, pero tendrás que quitármelo. Mi mano se queda en la nariz.

Azrael se colocó detrás de ella y soltó la cadena.

Fate se quedó mirando su colgante protector, sorprendida por lo vulnerable


que se sentía sin él.

—¿Y ahora qué?

—Camina por los bordes de la habitación, cerca de cada pared. Dime si sientes
algo.

Sin dejar de taparse la nariz, Fate se dirigió a la esquina de la pared más lejana
y la recorrió a lo largo. Se detuvo para mirar a Azrael con el ceño fruncido. —Nada.
¿Estás seguro de que sabes lo que estás haciendo?

—Por favor, continúa.

Fate recorrió la siguiente pared.

—No.

Azrael la animó a seguir con un paciente gesto de la mano. Fate empezaba


a dudar de sus métodos, pero hizo lo que le pedía. A mitad de la tercera pared, su
visión se nubló y toda la fuerza abandonó sus miembros. Se tambaleó mareada y
buscó algo para sostenerse, pero sus piernas cedieron y cayó.

Azrael se apresuró a ayudarla a levantarse. Apoyada en él, rodeó su cintura con


los brazos, asustada por la debilidad que la invadía.

—¿Qué está pasando? —jadeó.

—Estás sintiendo las emanaciones dañinas que dejó el portal que abrieron.

Fate le soltó un brazo y se presionó la sien palpitante.

—Esto se siente exactamente como cuando estaba cerca de Farouk. Si no lo


supiera, juraría que estaba en la habitación.

Sosteniéndola cerca, Azrael empujó su barbilla hacia el cuadro que tenían al


lado.

—Debe ser éste.

Fate estudió el cuadro, impresionada por el benigno escenario de una escalera


de piedra cubierta de hojas secas de otoño. En lo alto de los escalones había un arco
envejecido y puntiagudo, y la puerta de madera se había dejado abierta. La entrada
en sí no estaba unida a ningún edificio. Estaba sola contra un cielo gris y nublado.
La puerta se abría a un suelo agrietado del desierto. Capas de niebla oscura en la
distancia ocultaban formas irreconocibles que ella esperaba que fueran viejas ruinas
y no monstruos que esperaban comerlos.

Azrael se giró para encarar a Fate, equilibrándola contra su pecho mientras se


ponía el collar y abrochaba el cierre.

—¿Cómo te sientes ahora?

El inesperado torrente de energía fue un alivio bienvenido. Fate probó su


fuerza soltando a Azrael y dio un paso atrás. El mareo había desaparecido y sus
piernas volvían a sentirse fuertes.

—Mucho mejor.

—¿Debo decir el conjuro? —preguntó Azrael.

—Puedo hacerlo —Fate buscó el papel en su bolsillo. Sonrió a Azrael—.


¿Quieres apostar a que dice Ábrete Sésamo?

Él levantó una ceja.

—¿Por qué diría eso?


—Ya sabes, Las mil y una noches, de los viejos cuentos de hadas persas. ¿No te
suena?

Azrael sacudió la cabeza.

—Definitivamente vas a querer leer esos cuentos cuando regresemos.

Sonrió.

—Lo haré. Si me prometes dejar que te los lea.

Tentada por su invitación, Fate se sonrojó y rápidamente dejó caer su mirada


hacia la pulcra letra de Sithias.

—Hmm, no podía estar más equivocado sobre el encantamiento. Es el aburrido


latín de siempre. ¿Listo?

—Sólo si tú lo estás.

Fate se volvió hacia el cuadro y leyó las palabras.

—Aperiam inter mundos.

Un viento caliente y sulfuroso sopló desde el cuadro. La fuerte ráfaga provenía


del arco del cuadro, dispersando las crujientes hojas otoñales en un revuelo. Algunas
de las hojas salieron del cuadro y entraron en la galería. Fate las vio revolotear hasta
el suelo de mármol y aterrizar junto a otras.

Azrael se fijó en las hojas al mismo tiempo y la miró con pesar.

—Lo sé, no lo digas. —Levantó una mano para evitar que él se disculpara por
hacerla pasar por la miseria de quitarse el colgante protector, cuando deberían haber
estado buscando pistas visibles en su lugar.

Las hojas quebradizas pasaron junto a ella cuando Fate entró en el cuadro y
subió los escalones de piedra hasta el arco. El árido viento se hizo más cálido cuando
se detuvo en el umbral y miró a través de la abertura. Un sombrío páramo cubierto
de humo negro se extendía ante ella hasta donde alcanzaba la vista.

Azrael se quedó quieto detrás de ella.

—¿Debo ir yo primero?

—No, lo haré yo —Pero Fate le cogió la mano antes de dar el primer paso en la
oscuridad.
Capítulo 43
Traición nigromántica

—Llevamos horas caminando por este camino espantoso —Finn bebió el


último sorbo de agua en su cantimplora. Entrecerrando los ojos en la turbia
distancia llena de humo, se secó la frente antes de que otro diluvio de sudor le picara
en los ojos. El calor opresivo y el viento abrasador que los azotaba estaban pasando
factura y ahora estaba fuera del agua—. ¿Estás segura de que no estamos perdidos?
Me parece que ya deberíamos haber encontrado el reino de Hadean.

—¿Cuántas veces tengo que decirlo? —espetó Darcy—. Este es el único camino
y lleva hacia un solo lado —Estaba más malhumorada que de costumbre,
arrastrando los pies por la tosca carretera hecha enteramente de huesos humanos
aplastados. Su pie se enganchó en un hueso que sobresalía y tropezó. De nuevo.
Eustace, el único que no sudaba cubos de sal preciosa, la agarró del brazo antes de
que cayera.

Finn frunció el ceño ante el atroz camino, con los nervios al límite por el
siempre presente hedor a azufre y el malestar general de los bajos ánimos.

—Es una falta de respeto pisotear los huesos de las personas de esta manera.

—Están muertos. Ya no les importa.

—Todavía no veo por qué no podemos caminar hacia un lado en la cama de


arcilla, donde es más suave. ¿No preferirías dejar de tropezar con trozos de fémur y
costillas?

Darcy le lanzó una mirada venenosa, oscurecida por el rímel manchado debajo
de sus ojos.

—¿Quién es la que hizo toda la investigación sobre este lugar? yo. Y el libro
decía que permaneciéramos en la carretera después de pagar el peaje.

Finn tuvo que preguntarse sobre eso. El pago había sido una de las camisetas
viejas de Mason. Darcy había murmurado algo sobre entregar un objeto de
tremendo valor. Excepto que ni siquiera había estado presente un encargado del
peaje para recibir el pago. Simplemente había hecho una bola con la camisa y la
había colocado debajo de una gran roca grabada con un símbolo desgastado.

—¿Quién va a saber si nos apartamos? —presionó Finn—. ¿El encargado del


peaje ausente?

Darcy se detuvo para mirarlo.

—¿Qué tal si no probamos las reglas saliéndonos de una carretera en la


dimensión del infierno? ¿Puedes hacer eso? —Se volvió y avanzó con dificultad.

Finn miró a Eustace.

—¿Alguna idea, señor? Después de todo, fue el primero en investigar todo esto.

Eustace estaba erguido como un roble, inflexible bajo el viento brutal. Sacudió
la cabeza sin decir una palabra y se volvió para seguir a Darcy.

Finn se quedó atrás, más preocupado que nunca por el persistente silencio de
Eustace y la forma en que seguía cada movimiento de Darcy. Era espeluznante, como
si estuviera en trance. Finn había notado indicios de comportamiento servil de él
antes de entrar al portal, pero lo atribuyó a una cooperación enfocada. Después de
pasar más tiempo con ellos dos juntos, este era claramente un maestro moviendo
los hilos de su títere.

—¡Ahí está!

La emoción en la voz de Darcy hizo que Finn escudriñara el horizonte. La


implacable tormenta de viento llena de humo había revelado solo rocas afiladas
arrastradas por el viento que se levantaban del interminable lecho de arcilla desde
el principio. De repente, vislumbró una forma diferente y mucho más grande más
adelante. La carretera de los huesos parecía conducir directamente allí.

Finn levantó el brazo para protegerse la cara.

—¿Es ese el reino más adelante?

—Si.

Darcy caminaba más rápido ahora, su cabeza inclinada hacia el viento, más
fuerte que nunca, como para desafiar su intención de continuar. Arena y trozos de
hueso afilados se agitaron en el aire y arañaron la piel de Finn.

—¿Qué tal si me adelanto y examino las cosas? —sugirió, impaciente por poner
fin a esta miserable caminata.
—¡De ninguna manera! —gritó Darcy—. No he venido hasta aquí para que
arruines las cosas justo antes de la línea de meta —Hizo un gesto a Eustace para que
caminara frente a ella para bloquear la arena.

—Qué error tan estúpido fue este —refunfuñó Finn.

Dándole la espalda al viento, se arrancó unas tiras estrechas de la parte inferior


de su camisa y se ató una sobre la nariz y la boca para evitar que le entraran más
arena en los pulmones. Hizo dos agujeros en el otro y ajustó la tela en su lugar sobre
sus ojos llorosos. No era tan bueno como las gafas, pero al menos reducía el aluvión
de arena.

Solo podía culparse a sí mismo por estar tan mal equipado al permitir que
Darcy lo apresurara a irse sin una preparación completa. Todo en esta misión estaba
horriblemente mal. Eustace no era él mismo y Darcy lo estaba controlando. Eso
estaba claro, pero Finn sintió que había más. Ella estaba escondiendo algo.

Había sido un tonto al pensar que ella había sido completamente honesta con
él.

La colosal estructura quedó a la vista cuando se acercaron al final de la


carretera. De cerca, parecía que las zarzas gigantes habían crecido juntas en una
cúpula de espinas retorcidas, petrificadas desde hacía mucho tiempo durante eones
de tiempo. La última parte del camino terminaba en hueso tan pulverizado que bien
podría haber sido arena. Una entrada alta y tosca lo suficientemente grande como
para que pasaran los gigantes se alzó frente a ellos. Incrustados en los bordes del
arco había innumerables cráneos humanos. Dos puertas de piedra estaban cerradas
en la entrada, representando tallas de figuras gemelas encapuchadas gigantes de pie
sobre una masa retorciéndose de demonios feroces y gruñendo. Una de las puertas
estaba rota en la esquina inferior, una grieta lo suficientemente grande como para
permitirles la entrada.

La piel de gallina apareció en la piel de Finn a pesar del calor sofocante. Este
era el lugar más desolado y vacío en el que jamás había tenido la pura miseria de
estar. ¿De dónde habían venido todas las pobres almas que habían sido sacrificadas
para construir ese abominable arco macizo y la carretera de huesos?

Otra pregunta más inquietante se abrió paso a la vanguardia de su mente. Una


que se había estado preguntando desde que atravesaron el portal. ¿Dónde estaban
todos los demonios que se suponía que habitaban este reino? ¿Y por qué untarles la
cara con ceniza de hombre muerto si no había demonios alrededor de los que
esconderse?

Algo andaba muy, muy mal aquí.


Dejaron atrás el viento tortuoso tan pronto como entraron por la rendija de la
puerta. Finn se quitó las tiras de tela de la cara, dejándolas colgar alrededor de su
cuello en caso de que las necesitara más tarde. El cabello negro de Darcy estaba tieso
y gris a causa del polvo, al igual que el de Eustace. Las arrugas de piel se veían a
través de la película cenicienta que cubría sus rostros. Finn no necesitaba un espejo
para saber que estaba tan sucio como ellos. No es que le importara un comino, pero
podía prescindir del sabor reseco y polvoriento de su boca.

Se quitó las correas de la mochila de los hombros, la dejó y abrió la cremallera


del compartimento superior en busca de más agua.

—¿Qué estás haciendo? —La aguda voz de Darcy sonó de pánico.

—Tomando un poco de agua.

—Toma de la mía —Eustace empujó su cantimplora frente a Finn. Darcy agarró


la mochila del agarre de Finn al mismo tiempo.

Finn se puso de pie y tomó la cantimplora llena. Eustace no había bebido ni un


trago. Si bien esto era inquietante, estaba más preocupado por el secretismo de
Darcy.

—¿Cuál es el problema, Darcy? ¿Hay algo ahí que no quieres que vea?

—No —Ella lo fulminó con la mirada—. No quiero que bebas de la botella


equivocada. Tengo tinturas10 y pociones ahí.

Finn no estaba convencido, pero se abstuvo de presionarla. Tomó un sorbo de


agua, se la pasó por la boca y la escupió.

—¿Qué es este lugar? No parece el reino de un duque del infierno. En todo caso,
se parece más a una jaula.

Estudió los enormes pilares de roca que se curvaban en lo alto.

—¿Ves todos los rasguños profundos en la roca? Esto definitivamente fue


construido para mantener las cosas adentro. Y por lo que parece, se abrieron camino
con garras y salieron por la parte superior —Señaló una gran abertura irregular cerca
del centro del techo abovedado—. La pregunta es, ¿qué estaba enjaulado aquí?

Una voz profunda y gutural invadió la mente de Finn, una que reconoció de
inmediato. “Criaturas curiosas. ¿No es así como te referiste a mí una vez? Creo que

10
La tintura es un método de extracción de los principios activos de una planta que se realiza
dejando la planta en alcohol etílico o etanol
tus palabras exactas fueron: hay una razón por la que las criaturas curiosas en
jaulas no pueden vagar libremente ".

Finn sacó su flauta de su bolsillo, buscando ansiosamente a Farouk. Todo lo


que vio fue a Darcy y a Eustace. Ambos se volvieron hacia una enorme pila de
escombros en el centro de la cúpula.

La enorme cabeza de altramuz de Farouk apareció a un lado, sus omóplatos se


deslizaron bajo el pelaje erizado mientras se escondía a cuatro patas hacia el frente.
El brillo ardiente e incandescente de los ojos del demonio llenó de terror a Finn
mientras se ponía de pie en toda su estatura. Farouk tenía el doble de tamaño que
Finn recordaba de su último encuentro.

Farouk inclinó la cabeza para mirar a Finn. Llamas plateadas brotaban de las
puntas de sus garras mientras su mortal cola con puntas de púas serpenteaba
hipnóticamente detrás de él. “Nunca hubo palabras más verdaderas. Mi especie
siempre ha estado enjaulada”. Sus labios negros se curvaron hacia atrás. El humo
se arremolinaba más allá de sus colmillos cuando un gruñido amenazante salió de
su garganta. "Como bien puedes ver, nadie podría mantenernos enjaulados".

Finn sopló dos notas rúnicas afiladas, transformando la flauta en su espada de


viento. —Tal vez no, pero por lo que puedo decir, los de tu especie perdieron la
guerra hace mucho tiempo y tú eres el único que queda. Pero no te preocupes, estoy
feliz de hacerlo para que no tengas que vivir una eternidad solo.

Las orejas de Farouk se aplanaron hasta su cabeza. “Te destriparé para que te
desangres lentamente. Te quiero vivo el tiempo suficiente para ver morir a Fate
ante tus ojos".

—¡Farouk, tu negocio es conmigo! —gritó Darcy—. Es hora de cumplir con su


parte del trato o me aseguraré de que permanezca atrapado en esta horrible
dimensión para siempre. Sabes qué puedo hacerlo. ¿O necesito recordarte que fui
yo quien te desterró aquí?

Farouk le enseñó los colmillos a Darcy, como el perro con correa que quiere
desgarrar a su amo.

—¿Hiciste un trato con este demonio? —El shock se extendió por Finn, frío
como la escarcha—. Nunca buscamos la Llave de Dantalion. ¿De qué se trata
realmente esto y dónde diablos estamos, Darcy? —Cuando ella no le respondió, miró
a Eustace—. ¿Sabías sobre esto?
Eustace lo ignoró. Se quedó rígido e inmóvil como una piedra, mirando a
Farouk. Se veía mal. Sus ojos estaban amarillentos y había una mirada cruel y de
odio en ellos que Finn no creía que Eustace pudiera jamás ser capaz de tener.

—¡Eustace! —gritó Finn para llamar su atención—. ¿Lo sabías?

La ardiente mirada de Farouk se deslizó hacia Eustace. “Yo maté a este. ¿Cómo
está vivo?" Olió el aire, gruñendo cuando captó el olor. Se volvió hacia Darcy.
"¿Trajiste un Renacido?"

Darcy parecía tan sorprendida como Finn estaba confundido.

“¿De verdad pensaste que no olería la venganza que deletreaste en su carne


muerta? ¿Qué traición nigromántica es esta?”

—Llámalo un seguro —La voz de Darcy tembló, traicionando su miedo.

Farouk se acercó a centímetros de su rostro. El humo que pasaba por sus


colmillos babeantes se enroscó alrededor de su cabeza.

—Yo llamo a esto un incumplimiento de contrato.

Darcy se apartó de él, ahogándose con el humo nocivo.

—No hay brecha. El Renacido no atacará mientras yo decida retenerlo. Todo lo


que tienes que hacer es cumplir con tu parte del trato y destruiré al Renacido.

Otra ola de conmoción golpeó a Finn. Estudió a Eustace a través de una lente
completamente nueva, una que puso al hombre en un enfoque nítido.

El conjunto inmutable de su expresión desde el segundo en que había cobrado


vida, la resistencia inhumana al fuerte viento y las respuestas robóticas a Darcy, todo
tenía sentido ahora.

Finn no sabía nada de lo que era un Renacido. Solo que explicaba la repulsión
que había sentido durante el hechizo de resurrección: la sombra que había surgido
al mezclar los tres ingredientes del hechizo. El Encantamiento Siniestro. Todo había
sido exactamente lo que temía.

Darcy había utilizado la nigromancia, la más negra de las artes oscuras.

El cuerpo de Eustace había sido tomado por un espíritu vengativo conjurado


para extraer recuerdos preciosos de la materia de su cerebro con el fin de pasar por
el hombre que una vez fue. Incluso cuando el Renacido no había logrado una
actuación convincente, Finn había pasado por alto voluntariamente la falsedad que
estaba justo frente a él. La esperanza lo había cegado. Quería que Fate recuperara a
su padre.

Finn finalmente entendió por qué no había podido enfrentar a Eustace a su


regreso. Debió haber sentido la abominación pretendiendo ser su padre. Admitirlo
habría significado aceptar que Eustace realmente se había ido.

Finn se pateó a sí mismo. Debería haber confiado en sus instintos. Debería


haber detenido la abominación...

Un tirón violento en el centro de Finn lo hizo doblar en un dolor insoportable.


Tragó saliva en busca de aire mientras los átomos de su cuerpo se deshacían como
un suéter de tejido suelto. Levantando la cabeza, miró a su alrededor en busca de
ayuda.

Farouk balanceó el Orbe de Aeternitis, gruñendo un encantamiento siniestro


mientras Darcy estaba parada, mirando con una mezcla de horror y fascinación.

La espada de viento de Finn cayó y vio con horror silencioso cómo la piel de su
brazo se desprendía en brillantes granos de polvo de oro y se alejaba flotando.
Capítulo 44
La Venda esta fuera

Fate voló muy por encima del espantoso camino de los huesos, sacudida por
fuertes corrientes en el viento aullante, donde al menos estaba libre de la arena.
Azrael, por otro lado, se vio obligado a caminar por el camino con la tormenta de
arena enfureciendo contra él. Afortunadamente, su atuendo tradicional del desierto
proporcionó un amplio material para envolver su cabeza y rostro para una
protección adecuada. Aunque tuvo problemas para detectarlo ya que la tela de su
túnica reflejaba su entorno, haciéndolo casi invisible.

Aterrizó frente a él de espaldas al viento.

—El camino está llegando a su fin. Hay una cúpula de aspecto extraño más
adelante.

Azrael miró desde los pliegues de sus envoltorios para estudiar el horizonte
lleno de humo.

—Sí la veo.

—Vi luz que venía del interior. Volaré adelante y me aseguraré de que sea
seguro entrar.

Asintiendo, inclinó la cabeza hacia el viento y siguió adelante.

Con la esperanza de encontrar a Finn y Eustace en la cúpula, Fate tensó sus


músculos para aumentar su velocidad. Sus poderes sobrehumanos de fuerza y
velocidad disminuyeron enormemente, pero estaba lo suficientemente feliz de haber
conservado su capacidad para volar.

Sithias tenía razón al preocuparse. La dimensión demoníaca había debilitado


todos los poderes derivados de los dioses antiguos, incluso el más antiguo de ellos.
Desde que cruzaron el portal, su guía maternal había estado extrañamente
silenciosa. Fate estaba empezando a pensar que Ananke había sido obligada a volver
al letargo.
Tocó el colgante protector que Azrael le había dado; agradecida de no tener
que sufrir el efecto enfermizo y desorientador que la dimensión demoníaca tendría
en ella de otra manera.

Cuando llegó a la formación rocosa extrañamente abovedada, siguió la luz


dorada que se disparaba entre las grietas del techo de la estructura enredada. La
hermosa luz no pertenecía a este desolado lugar de humo y huesos. Eso era lo que
Fate sabía con certeza.

Al ver una abertura escarpada en la parte superior, descendió y se inclinó sobre


el borde irregular, buscando la fuente de luz.

Se quedó sin aliento, como si un puño cruel apretará sus pulmones, duro y
doloroso. Todo el cuerpo de Finn estaba iluminado de adentro hacia afuera. Sus ojos
eran casi orbes blancos ardiendo dentro de su cráneo. Sus venas y huesos
resplandecían bajo los músculos que se quemaban rápidamente en brillantes
chispas de polvo dorado.

Su sangre se heló aún más cuando vio a Farouk. El monstruoso titán estaba
encorvado sobre la delicada cadena de oro que sostenía el Orbe de Aeternitis
enganchado en una garra. Darcy se quedó de pie con una mirada maníaca en sus
ojos. Eustace tenía la cara de piedra mientras observaba el doloroso
desmoronamiento de Finn.

La última vez que Fate vio esta luz destructiva fue cuando Kaliena usó el Orbe
para separar la Vara de Finn. Farouk le estaba haciendo lo mismo.

El pánico caótico chocó con la pura incredulidad; nublando su mente con un


revoltijo de preguntas que no tuvo tiempo de separar. Lo espantoso de todo esto fue
suficiente para paralizarla de miedo, pero se obligó a moverse, para alcanzar la
espada de Alicornio y saltar por el agujero.

Fate voló hacia Farouk, lista para hundir la longitud del Alicorn
profundamente en su columna vertebral. El pelaje de su grueso cuello se erizó en
respuesta. Girando su cabeza lobuna, le chasqueó la enorme mandíbula. Fate se
apartó del chasquido de sus colmillos rechinantes y dio la vuelta. Haciendo uso de
toda la fuerza y la velocidad que pudo reunir, apuntó con la punta afilada de la
espada al pecho de Farouk y saltó por los aires.

Farouk rugió, un chillido aterrador que retumbó a través de la cúpula mientras


atacaba con un brazo. Garras tan largas como espadas rastrillaron su campo de
visión, las puntas mortales la fallaron por unos centímetros.
Fate se disparó hacia arriba, pero no lo suficientemente rápido. Un dolor
punzante le recorrió el trasero a causa de un brutal golpe por detrás. Dando vueltas
por el aire, se estrelló contra la pared de roca y cayó al suelo.

La sangre inundó su boca, cubriendo su lengua con un nauseabundo olor


metálico. Alargó la mano para sentir el daño y se estremeció cuando tocó la carne
desgarrada. Farouk había cortado su armadura de cuero como si nada. Respiró
temblorosamente, sabiendo que sus poderes regenerativos eran débiles y
posiblemente inexistentes.

Agarrando la espada de Alicornio, Fate luchó por levantarse. Le dolían los


huesos hasta la médula y le dolían todos los músculos. La sangre le corría por las
piernas por la herida abierta en la espalda. Cada movimiento que hacía le causaba
un dolor insoportable mientras se levantaba del suelo y se volvía hacia Farouk.

El demonio fijó su mirada roja sangre en ella. “Juntos de nuevo al fin. Estaba
empezando a pensar que tal vez nunca llegarías".

Con la atención de Farouk desviada, Finn permaneció en un estado de


destrucción parcial. La mataba pensar en la agonía física en la que debía estar, pero
prolongar la distracción era lo único que podía hacer. Tenía que ganarle el tiempo
que necesitaba para arrancar el Orbe de las manos de Farouk.

Con suerte, Azrael llegaría en cualquier momento. Una distracción adicional le


daría la oportunidad que estaba buscando.

—¡Farouk, termina lo que empezaste! —chilló Darcy—. Acaba con él ahora.


¡Quiero que Fate vea cada segundo de esto!

La mirada de Farouk se dirigió a Finn mientras reiniciaba la oscilación mortal


del Orbe. Fate se abalanzó sobre él. En su debilidad, blandió la espada demasiado
pronto, golpeándolo torpemente, pero con la fuerza suficiente para hacerle perder
el equilibrio.

La pequeña cadena se deslizó de su garra y cayó en una grieta en el suelo de


arcilla. Gruñendo, se agachó, mirando con cautela a Fate mientras buscaba el Orbe.

Fate volvió a hundirse, pero Farouk retrocedió y le quitó la espada de Alicornio.


Ella se volvió presa del pánico, buscando dónde había aterrizado.

—¿Por qué estás haciendo esto? —le gritó Fate a Darcy mientras corría para
encontrar la espada—. ¿Qué te hizo Finn para merecer esto?

Darcy se rio.
—Típica obtusa, Fate. ¡Nunca has podido ver lo que te está mirando a la cara!
Quítate las gafas y mira a tu alrededor.

Enfurecida por el balbuceo de Darcy, Fate continuó su búsqueda y finalmente


vio su espada. Apresurándose para recuperarla, miró a Farouk, que todavía estaba
cavando en busca del Orbe. Agarró la espada de Alicornio y corrió hacia atrás para
acabar con Farouk.

Cuando la vio venir, abandonó su búsqueda, enfrentándola con los colmillos al


descubierto. No iba a llegar a ningún lado siendo tan débil. Lo mejor que podía hacer
era mantener ocupado a Farouk hasta que llegara Azrael.

Fate desaceleró y se cernió sobre Farouk amenazadoramente.

—La venda está afuera, Darcy. ¿Y sabes lo que veo? Alguien tan lleno de odio
que está dispuesta a sacrificar a dos personas perfectamente inocentes. ¿Cómo
pudiste hacerle esto a Finn? ¡Nunca te hizo nada! ¿Y Eustace también? Trabajabas
codo a codo con él en la biblioteca todos los días —Ahogó las últimas palabras
mientras miraba a Eustace, un caparazón vacío que solo se parecía a su padre.

La sonrisa maníaca en el rostro de Darcy se desvaneció.

—Para que lo sepas, me gustaba Eustace. De hecho, se tomó el tiempo para


hablar conmigo. Entendió mi dolor. No tienes idea de la suerte que has tenido de
tener un padre así. Pero fuiste mala con él. Siempre alejándolo y haciendo rabietas
solo por ser un padre preocupado. No todo el mundo llega a nacer como un mocoso
malcriado. No recibí el trato de princesa de mi padre como tú, Fate. Así que puedo
decir honestamente que diste por sentado a Eustace.

Fate trató de no dejar que el aluvión sádico de Darcy la afectara, pero estaba
fallando.

Darcy miró a Eustace con genuina pena.

—No pensé que jamás dejaría de llorar el día que murió Eustace. Era la única
persona que quedaba a la que le importaba cómo me sentía.

—Si eso es lo que sentías por Eustace, ¿por qué lo traerías de vuelta como este...
caparazón vacío? —Luchó Fate contra un torrente de lágrimas.

—Porque lo querías de vuelta. Así que te di exactamente lo que deseabas.

Fate se estremeció de furia.

—¿Y Finn?
—Todavía llevas la venda. Piensa bien, Fate. ¿Por qué querría alejar a tu novio
de ti?

—¡Porque siempre he sido odio a primera vista para ti!

—No es verdad. Obviamente has olvidado cómo nos conocimos —La amargura
en la expresión de Darcy se suavizó mientras miraba al pasado por un breve segundo
antes de que su ceño de odio regresara—. Te admiraba en ese entonces. Pero eso
terminó cuando mis amigos empezaron a caer como moscas. Incluyendo a mi novio.
Conocerte fue lo peor que me pasó.

—¡Nunca te pedí que me siguieras a la Fortaleza! —gritó Fate—. Hiciste todo


eso por tu cuenta.

—¿No lo entiendes? ¡Éramos tus fans! —chilló Darcy—. ¡Estábamos dispuestos


a seguirte a cualquier parte!

La culpa que sentía Fate por la pérdida de Lincoln y Mason pesaba más que
nunca. Quizás Darcy tenía razón. Es posible que Fate no estuviera completamente
preparada para los problemas que encontraron al llegar por primera vez a la
Fortaleza, pero ciertamente había experimentado suficientes peligros durante el
tiempo que estuvo atrapada dentro del Libro de Fábulas para saber que Darcy y los
demás estaban fuera de su alcance. Debería haber insistido en que los enviaran a
todos a casa, a pesar de los argumentos de Brune y Farouk en su contra. Eso incluía
a Jessie y Eustace.

Fate suspiró, dispuesta a aceptar toda la responsabilidad y decirlo. No se le dio


la oportunidad porque Darcy continuó su diatriba—: En cuanto a Finn, me es útil de
muchas maneras maravillosas —Darcy fijó la mirada en su expresión angustiada. No
hubo ni una gota de compasión en sus ojos por el incesante bucle de fiero tormento
en el que se encontraba Finn—. Él lleva la Vara de Aeternitis y yo la quiero —Las
lágrimas brillaron en la dura mirada de Darcy—. La justicia es dulce, porque,
irónicamente, hay que destrozar a Finn para conseguir la Vara —Ella soltó una risa
áspera—. Finalmente sentirás la misma agonía desgarradora que paso todas las
noches cuando cierro los ojos y veo a Mason estallar en llamas... su piel ardiendo,
carbonizándose y desmoronándose. ¡Nada borrará jamás el repugnante sonido de
sus huesos al romperse cuando su cuerpo se rompió y se estiró en esa cosa
monstruosa! —Señaló a Farouk y pincho con vehemencia con el dedo.

Los ojos de Darcy se pusieron vidriosos con un odio helado.

—¿Tienes idea de lo repugnante que estaba al descubrir que me habían


engañado para que pensara que ese horrible demonio era mi Masón?
Farouk soltó una carcajada profunda “Estoy herido. Solo tengo los mejores
recuerdos de nuestros tiernos momentos juntos”.

—¡Cállate! —chilló Darcy.

Por primera vez, Fate comprendió la profundidad del dolor de Darcy al ser
víctima de ese nivel de insidia. Pero ¿por qué Darcy negociaría con el mismo
monstruo que la había violado?

Fate miró a Farouk. Los negros labios de su hocico se estiraron hacia atrás en
una mueca macabra. Parecía estar disfrutando mucho del arrebato emocional de
Darcy.

—Lamento todo lo que has pasado, Darcy —Deslizando su mano discretamente


en uno de los bolsillos de su cinturón de herramientas, Fate voló un poco más bajo—
. Si hubiera alguna forma de deshacerlo todo, lo haría.

El odio en la expresión de Darcy se hizo más profundo.

—¿Sabes qué? Creo que me disgustas incluso más que este espectáculo de raro
de pelos. Has tenido el poder de deshacer todas las cosas horribles que nos han
sucedido. ¿Pero tú? Oh no, estás demasiado ocupada lloriqueando por el miedo que
tienes de usar las Palabras de Creación —Sacudió su cabeza—. Puedes tener los
poderes de un dios, pero eres solo una débil salsa, una burbuja de mocos.

—Y tú eres incapaz de aceptar una disculpa —Los dedos de Fate tocaron la jaula
expandible que Brune le había dado.

—¿Crees que una disculpa puede compensar todo lo que he perdido? —Darcy
volvió a reír, esta vez con un tono histérico en la voz—. ¡Eso es gracioso!

La paciencia de Fate había llegado a su límite. Finn estaba sufriendo. No


merecía pagar por sus errores. No otra vez.

—Por favor, no hagas más daño a Finn. No necesitas la Vara. Usaré las Palabras
de Creación para recrear a Mason para ti. Aquí y ahora. Solo llama a tu perro del
infierno.

Farouk gruñó.

Darcy se estremeció de rabia.

—No quiero una versión rehecha de Mason. Quiero el original.

—Hecho. Dame una descripción detallada y lo haré realidad.


Fate curvó sus dedos alrededor de la jaula. Darcy guardó silencio un momento
y Fate pensó que podría estar tentada a aceptar la oferta.

—Es demasiado tarde para eso. Quiero más que Mason ahora y solo puedo
tenerlo todo con el Orbe y la Vara.

—Lo siento, pero no puedo dejar que eso suceda —En el mismo aliento, Fate
apretó con más fuerza la jaula y se la arrojó a Farouk. El movimiento le causó un
dolor casi insoportable, haciéndola jadear de agonía—. ¡Apertta Captionem Reverti!
—grito Fate.

En el instante en que la jaula se estrelló contra su áspero pelaje, las barras


cerradas se abrieron en un instante y se alargaron como patas de araña,
extendiéndose alrededor de la inmensa altura y circunferencia de Farouk. En unos
pocos segundos estaba completamente encerrado dentro de una red de barras
entrecruzadas grabadas con sigilos vinculantes activados y resplandecientes.

Farouk se golpeó contra las barras delgadas e inflexibles, que Fate supuso que
debían de ser afiladas como navajas, porque le cortaron la piel y le abrieron heridas
ensangrentadas en la espalda y los brazos. Aullando de dolor, Farouk giró en
círculos, sus mandíbulas chasqueando como si estuviera mordiendo algo detrás de
él. Parecía estar persiguiendo su cola.

Disfrutando de su miseria, Fate se acercó, preguntándose si Farouk podría


volver a su antiguo yo diminuto. Pero no lo hizo. Brune había adivinado
correctamente. Ya era demasiado tarde para eso. Farouk seguiría siendo el enorme
monstruo que Fate había llegado a odiar con cada fibra de su ser.

Se alegró por eso. Haría que matarlo fuera mucho más satisfactorio.

Fate se detuvo en seco, succionando puro terror en sus pulmones cuando la


capucha de la túnica de camuflaje de Azrael se deslizó de su cabeza. Farouk no había
estado mordiendo nada. ¡Se había estado defendiendo del ataque de Azrael!

¿Por qué no había visto lo que tenía delante? Sabía que estaba fuera de juego,
pero esto demostró que no estaba pensando con claridad. Debería haber sido obvio
que Azrael era el asaltante invisible de Farouk.

Había atrapado a Azrael dentro de una jaula con un demonio cuyo deseo del
alma era aumentar su sufrimiento.
Capítulo 45
Consentimiento

Farouk apretó su agarre. Azrael luchó por respirar, incapaz de levantar su sable
ensangrentado para matar al monstruo cuya mandíbula se abrió de par en par para
morder.

—¡Detente! —suplicó Fate—. Por favor, no le hagas daño.

Darcy se rió maniáticamente.

—Vaya, una oferta de dos por uno. Esta venganza es cada vez mejor —La
mirada ardiente de Farouk se deslizó hacia Fate, haciendo una demostración de
balancear el Orbe para mostrarle que tenía el poder de la vida y la muerte sobre dos
vidas. Su fea voz serpenteó en su cerebro. "¿Cuál?"

—¿Qué quieres decir? —Fate presionó su palma contra el dolor punzante en su


pecho.

“Uno morirá. Uno vivirá. Escoge."

—No... no puedo.

Farouk aflojó su agarre. Azrael tosió, aspirando aire precioso cuando Farouk
presionó su rostro entre los barrotes.

—Míralo. Dile a quién eliges.

—¡No hagas esto! —suplicó Fate—. Haré cualquier otra cosa que me pidas, pero
no elegiré entre ellos.

Farouk se inclinó hacia adelante, sus hombros temblando de risa silenciosa.


"¿Y cómo ha funcionado eso?"

—Fate —dijo Azrael con voz ronca—, saca al perro del infierno de tu mente. No
hagas trueques con él. No temas por mí. Destruye a los Hinn y recupera el...
Farouk golpeó la frente de Azrael contra la jaula para silenciarlo. “Dime qué
darías para no tener que elegir".

Fate apartó la mirada de la sangre que corría por los ojos azules de Azrael y
endureció su mirada en Farouk. —Usaré las Palabras de Creación para construir tu
reino. Pero solo si liberas a Azrael y recupero a Finn.

—¡No! —Azrael empujó ciegamente su sable detrás de él, apuñalando al


enorme demonio en su pata trasera.

Farouk agarró a Azrael con un gruñido furioso y lo golpeó de costado contra la


pared de la jaula. La cabeza de Azrael rebotó hacia adelante. Su cuerpo quedó flácido
y el sable se le escapó de la mano. Farouk pateó el arma ofensiva a través de los
barrotes.

—Vuelve a lastimarlo y el trato se acaba —advirtió Fate, con el corazón


martilleando de preocupación.

—“Está aturdido. Nada más. Continúa con tu oferta ".

—Perdóneme —Darcy se acercó a la jaula—. No habrá acuerdos aquí. Yo soy la


que está a cargo —Extendió una mano hacia arriba—. Farouk, dame el Orbe.

Farouk la miró.

—Tu jurisdicción sobre mí termina al otro lado de esta jaula.

—¿Cómo lo sabes? —Darcy le indicó a Eustace que se acercara.

Su respuesta tranquila e inmediata le dolió a Fate más allá de todo


razonamiento. Apuntó con la punta afilada del Alicornio a Darcy.

—Deja a mi padre fuera de esto.

—Ese ya no es tu padre. Acéptalo ya —Darcy puso los ojos en blanco.

Eustace pateó el brazo de Fate, aturdiéndola tanto que soltó su espada. La


agarró por la empuñadura antes de que la punta tocara el suelo y retrocedió. La
mirada asesina en sus ojos amarillentos la inmovilizó, una presencia maliciosa que
no era Eustace. Los pelos de su cuello se erizaron, lo que provocó el instinto de
destruir la malvada cosa dentro de la cáscara que una vez fue su padre.

El amor obligó a calmar las ganas. Aún quedaba esperanza. Sithias estaba
esperando con una fórmula alquímica para restaurar a Eustace si podía devolver el
cadáver ambulante de su padre a la Fortaleza sin daños. Lo que significaba que no
había violencia.
—Parece que finalmente lo estás entendiendo —La voz de Darcy nunca sonó
más engreída.

Fate se tambaleó hacia adelante, su puño se curvó para golpear la sonrisa en el


rostro cubierto de polvo y costroso de Darcy. Golpeó y falló cuando Darcy se apartó
del camino. Mareada y débil, Fate se puso las manos en las rodillas para no caerse.
Respirando con dificultad, miró la sangre que se acumulaba alrededor de las suelas
de goma de sus botas.

—Suficiente de ti —La respiración de Fate llegó en jadeos superficiales, pero lo


dijo con suficiente rabia como para silenciar momentáneamente a Darcy.

Fate se enderezó y miró a Farouk.

—Te daré todo lo que quieras y más —Su garganta se apretó, haciendo de cada
palabra un doloroso esfuerzo—. Primero tengo que ver una demostración de buena
fe. Haz que Finn esté completo. Y me refiero ahora mismo, o el trato se cancela.

Farouk levantó el brazo, balanceando el Orbe por su cadena en pequeños


círculos. Cuanto más rápido se movía, más amplios eran los círculos. Gruñó una
palabra rica en hechizos, encendiendo un brillo suave y luminiscente desde el
interior del diminuto y todopoderoso objeto. Los trazos de luz dorada brillaban con
cada suave oscilación y se deslizaban hacia abajo. La neblina brillante se acumuló,
fluyó sobre el suelo y se encontró con los pies de Finn.

La luz destructiva que crepitaba por todo el cuerpo de Finn se calmó y se


transformó en un brillo cálido. Sus rasgos torturados se suavizaron a una expresión
pacífica cuando la luz dorada líquida de la creación se transformó en el color de la
carne, extendiéndose rápidamente sobre su forma perfectamente esculpida.
Afortunadamente, la ruina no había sido lo suficientemente completa como para
destruir las runas de la raza Antigua con tinta oscura que corrían por sus musculosos
brazos.

Por fin, las energías reconstituyentes alcanzaron el suave brillo de su cabeza,


que se moldeó fluidamente en largos mechones de cabello dorado bronceado que
caían en ondas alrededor de la seductora curva de sus labios, las puntas rozando la
fuerte línea de su mandíbula.

El corazón de Fate dio un vuelco cuando Finn abrió los ojos, más verde que un
prado primaveral y mucho más atractivo. Miró a su alrededor, momentáneamente
confundido hasta que la miró a los ojos. Empezó a sonreír, hasta que vio la sangre
acumulada alrededor de sus pies.
Corrió hacia ella y la agarró mientras ella se balanceaba vertiginosamente. Fate
respiró hondo cuando le tocó la herida abierta. —Estás herida —dijo, frunciendo el
ceño ante la sangre en su mano—. Y no te estás curando como de costumbre.

Darcy aplaudió.

—Bueno, bueno, no es esto conmovedor. Todos aquí obtienen lo que quieren


—Dejó caer sus brazos—. Excepto yo.

Azrael gimió cuando volvió en sí.

—Lo retiro —agregó Darcy—. Azrael tampoco está obteniendo lo que quiere.

"Parece que no". Farouk levantó a Azrael de un tirón, se llevó el cuello a la boca
y hundió los colmillos profundamente en la suave y vulnerable carne.

Fate gritó cuando los ojos azules de Azrael se abrieron de par en par y su boca
se estiró hacia atrás en agonía. La sangre de su vida inundó el hocico de Farouk
mientras sacudía su enorme cabeza de un lado a otro, temblando hasta que los
brazos y piernas de Azrael se agitaron como una muñeca de trapo. Desatándose la
mandíbula, Farouk dejó que Azrael cayera a sus pies en un montón arrugado.

Se acabó así de rápido. Una preciosa vida terminada en cuestión de segundos.


Azrael estaba muerto y Fate estaba lo suficientemente afligida como para querer
morir.

—¿Por qué? —gritó al fin.

"Te dije que eligieras y lo hiciste". El hocico manchado de sangre de Farouk se


arrugó en una mueca espantosa.

—No, no lo hice. No lo haría... no podría —Fate se derrumbó contra Finn, sin


lágrimas, energía y esperanza.

¿Había elegido? Su respuesta llegó cuando el anillo del alma que había
colocado en el tobillo de Azrael salió de la jaula. El tintineo de las cuentas en el
interior empeoró su remordimiento. La tobillera de latón no tenía roturas ni
bisagras, por lo que era imposible quitarla. Lo único que desbloquearía el anillo del
alma era una decisión sincera de romper el vínculo.

Cuando se vio obligada, su corazón había elegido a Finn. El pobre Azrael había
muerto conociendo la verdad más profunda de su alma. Ella lo había lastimado de
la peor manera posible.

—Te voy a sacar de aquí —le susurró Finn al oído—. Estás herida. Has perdido
demasiada sangre.
—No —Se secó los ojos con brusquedad y miró el cuerpo sin vida de Azrael.
Enfrentar lo que había hecho era lo mínimo que podía hacer—. No podemos dejarlo
aquí en este horrible lugar. No lo haré. Y Eustace. También tengo que llevarlo de
vuelta a la Fortaleza. Sithias encontró una manera de arreglarlo.

—Volveremos por ellos una vez que seas fuerte de nuevo. —Finn se movió para
levantarla en sus brazos.

Fate lo apartó.

—Teníamos un trato, Farouk, pero lo rompiste. Puedes despedirte de tu reino


con un beso. Ahora nunca te daré lo que quieres. ¡Nunca!

"Espera y verás. Me darás mi reino y será por tu propia voluntad ".

La risa gruñona de Farouk llenó a Fate de rabia venenosa. Si tan solo sus
palabras no la llenaran de dudas. Ella nunca le creería si no fuera por la visión de
Aradif de una increíble alianza con el demonio. ¿Cómo podría haber visto Farouk el
mismo futuro posible? Debía saber algo que ella no.

—Explícame cómo podría suceder eso jamás. —La desesperación la obligó a


hacer una pregunta que no esperaba que él respondiera nunca.

Farouk rascó sus garras plateadas a lo largo de los barrotes de su jaula,


provocando relámpagos en miniatura. "¿Quieres decírselo o debería hacerlo yo?" le
preguntó a Darcy.

Darcy se acercó casualmente a su jaula.

—Ella nunca lo oirá de estos labios —Se inclinó lo suficiente para que le sacaran
un ojo, en caso de que Farouk optara por clavar una garra a través de la pequeña
abertura—. De los tuyos, para el caso.

Las volutas de humo negro se enroscaron entre los colmillos de Farouk


mientras gruñía amenazadoramente. Pero ese gruñido salvaje y grave terminó
abruptamente, interrumpido por un gorgoteo en su garganta. Dejó caer el Orbe y se
agarró a los barrotes de su prisión, rugiendo de dolor cuando la punta afilada del
Alicornio estalló a través de la mitad inferior de su caja torácica.

La podredumbre negra se extendió desde la herida a un ritmo increíble,


despellejándole la piel. Nubes de piel se elevaron en el aire. Farouk miró fijamente
a Fate, temblando y estremeciéndose cuando el fuego detrás de su mirada
incandescente se atenuó como si las baterías se estuvieran agotando en una linterna.
Rió de nuevo. Solo que esta vez era más un balido, un sonido áspero que era
casi lastimero. “Escucha con atención, Fate. Nadie... ni siquiera Ananke es inmune
al Eldritch Gloom. Ya puedo verlo carcomiendo… "

Una grotesca implosión de su cráneo puso fin a su poder de traspasar e


imponer sus pensamientos en la mente de todos los presentes. Su hocico con
colmillos se derrumbó en cenizas que se desmoronaban. Segundos más tarde, todo
lo que quedó fue un esqueleto en descomposición. Estos últimos restos en
descomposición se tambalearon, luego se estrellaron contra la jaula y se
desintegraron, cubriendo a Azrael con una espesa capa de fina ceniza negra.

Eustace estaba al otro lado de la jaula empuñando la espada de Alicornioio. Se


quedó inmóvil como una piedra, mirando las ascuas arremolinadas que flotaban
entre los barrotes. Su propósito al resucitar estaba completo. Se había vengado de
su asesino.

Fate se quedó dónde estaba, aterrorizada por lo que sabía que vendría después.

Eustace cayó al suelo en el mismo momento en que su fuerza la abandonó. Finn


estaba allí para atraparla antes de que cayera al suelo. Ella se desplomó contra él,
insensible a la dolorosa herida en su espalda. La agonía de un dolor incalculable fue
todo lo que pudo sentir mientras miraba los ojos muertos de su padre.

Finn la giró y ella enterró la cara contra su pecho. Su agarre era feroz, su
respiración se tensaba mientras temblaba de ira.

—Darcy, vas a pagar por toda la miseria que has causado.

—Cuidado con cómo me hablas —advirtió Darcy con voz cantarina—. Mira
quién tiene el Orbe.

La adrenalina se disparó a través de Fate cuando se volvió para ver a Darcy


colgando el Orbe con una sonrisa maliciosa. Se apartó de Finn y se tambaleó hacia
Darcy, demasiado débil para luchar, esperando piedad.

—Darcy, me rindo —sollozó—. Tú ganas. Por favor, deja a Finn fuera de esto.

Darcy la señaló con un dedo.

—Sabes que no puedo hacer eso. Él tiene algo que yo quiero.

—¿De verdad eres tan despiadada? ¿No he perdido lo suficiente para hacerte
feliz?

—Estamos así de cerca de hacerme feliz —Darcy apretó el pulgar y el dedo—.


Finn es el que te romperá por completo. Y luego estaré... extasiada, en realidad.
—Es inocente en esto

—Boohoo —Darcy movió los puños frente a sus ojos con los movimientos
dramáticos de un mimo callejero. Dejando caer los brazos a los costados, se encogió
de hombros—. Phff. Vamos, Fate. Ni siquiera es un chico de verdad. No como lo era
Mason.

—¡Suficiente!

El filo en la voz de Finn sobresaltó a Darcy. Dando un paso atrás, balanceó el


Orbe. Antes de que ella pudiera pronunciar una palabra de su encantamiento
destructivo, él habló en la lengua de la raza Antigua. Su voz retumbó con tal volumen
y poder que Fate tuvo que taparse los oídos.

El suelo tembló cuando enormes losas de tierra se movieron violentamente


debajo de ellos, derribando a Fate. Darcy tropezó, perdiendo todo el impulso con el
movimiento del Orbe. Parecía asustada pero obstinadamente decidida.

Recuperando el equilibrio, hizo girar el Orbe en círculos completos mientras


gritaba el encantamiento.

Una luz dentada brillante explotó desde el Orbe. Finn se puso rígido,
paralizado cuando las venas de sus brazos y rostro se iluminaron en redes ardientes
de luz ardiente y el terremoto que había invocado terminó tan repentinamente como
había comenzado. Fate observó impotente cómo se estremecía de agonía, atrapado
dentro del doloroso ciclo de la des-creación una vez más.

Fate se arrastró hacia la espada Alicornio. Tiró del extremo puntiagudo para
liberar la empuñadura del fuerte agarre de Eustace. No se soltaría. Avanzando poco
a poco, tocó su mano fría y muerta para soltar sus dedos, pero tiró de su brazo hacia
atrás. Lo intentó de nuevo, detenida por una repentina aparición de náuseas que la
hizo vomitar.

Cuando terminaron las convulsiones, estaba demasiado débil para moverse.

La desesperanza se estrelló contra ella, amenazando con dejarla caer en un


pozo sin fondo de desesperación.

“¿Ahora ves lo que es estar sin mi poder y sabiduría?"

Fate pensó que debía estar delirando. La pérdida de sangre y el dolor la


hicieron oír cosas, porque seguramente Ananke nunca la habría abandonado tanto
tiempo.

¿Podría ella?
“Tenía que darte una lección, mi querida y dulce hija. Necesitabas ver que sin
mí no eres nada ".

Fate negó con la cabeza, confundida, herida. ¿Qué madre haría esto?

“Este no es el momento para la negación. No si deseas salvarlo a tiempo ".

—Lo hago. Quiero salvarlo.

“Muy bien." El poder de Ananke se filtró, una pequeña infusión para que Fate
supiera que estaba realmente presente. “Primero, debes aceptarme completamente.
¿Aceptas fusionarte conmigo, hija mía?

Fate no entendió.

“Finalmente nos convertiremos en una. Di que sí y nunca tendrás que


experimentar las debilidades de la fragilidad humana y el dolor interminable que
las acompaña ".

La mirada turbia de Fate se desvió hacia Eustace. Sus ojos ya estaban vidriosos
con una película lechosa. Ahora que la magia se había ido, la inevitable decadencia
había comenzado, encaneciendo su piel, marchitándola en grietas parecidas al
papel.

Se dio la vuelta con un sollozo seco mientras un dolor insoportable arañaba los
frágiles y magullados restos de su corazón. Su mirada se posó en Azrael, impulsando
la angustia más profundamente con tanta seguridad como una espada enterrada en
su pecho. Su rostro estaba escondido debajo de los pliegues de su capa y ella estaba
agradecida por eso. Pero cuando miró a Finn, ardiendo de adentro hacia afuera, su
tormento se intensificó y suplicó que la muerte se la llevara también.

"No puedes rendirte". Ananke presionó a Fate con todo el peso del leviatán que
realmente era. Fate nunca se había sentido tan pequeña e insignificante antes.
"Fuiste criada para resistir todos los desafíos y dificultades que he puesto en tu
camino. He esperado eones por un descendiente lo suficientemente digno para
albergar mi poder. Tú, por encima de todos los demás, has demostrado tu valía.
Acépteme ahora ".

"No, estoy cansada de pelear", dijo Fate con voz ronca. "No puedo hacerlo
más. No me queda nada por lo que luchar ". Ella se acurrucó en una bola, metiendo
su rostro bajo sus brazos, queriendo solo esconderse. Pero no podía esconderse de
la ineludible presencia de Ananke.

“¿Qué hay de Finn? No es demasiado tarde para él. ¿Te rendirías ahora y
dejarías que perezca?
Ananke nunca había usado el nombre de Finn. Escuchar su nombre conmovió
a Fate lo suficiente como para levantar la cabeza.

“Di que sí y restauraré a Finn con todos los poderes que ha poseído y más.
Nacerá de nuevo, bendecido con su propia fuerza vital. El Orbe será impotente
sobre él porque ya no será la fuente de su creación ".

Todo lo que Fate siempre había querido para Finn era que fuera su propio ser
soberano. Ella lo había deseado tanto como él. Nada más era tan importante como
eso.

Fate se rindió con cada fibra de su ser y gritó—: ¡SÍ!


Capítulo 46
La penumbra sobrenatural

Una agonía al rojo vivo abrasó los nervios de Finn. Sus ojos estaban en llamas,
su visión cegada por una lluvia de radiantes chispas doradas. Estaba atascado,
incapaz de conectarse con su cuerpo. No parecía haber nada sustancial que mover.
Todo lo que quedaba era un dolor insoportable, abrasando cada vía de su sistema
nervioso. Trató de gritar, de hacer el más mínimo sonido. Su voz se había ido, como
si su garganta y sus cuerdas vocales se hubieran hecho añicos en un millón de
partículas diminutas.

Él estaba muriendo. Eso era lo que sabía. Pero, ¿qué era esta luz asesina? Buscó
un recuerdo. Algo que le dijera qué estaba pasando y por qué.

No había nada. Su mente estaba vacía. En blanco. Una luz blanca brillante
superó la llamarada ardiente y dorada que llenaba su visión. El calor se vertió a
través de los últimos vestigios de su cuerpo, reparando el daño, calmando el dolor
rabioso.

La luz curativa fluyó hacia sus ojos, apagando el insoportable fuego. Como un
jarabe de miel, la luz inundó su cerebro, bajó por su garganta, llenando los miembros
fantasmas con una energía preciosa y vivificante. El peso de sus brazos y piernas
regresó. Sus pulmones se expandieron con aire.

Finn se pasó las manos por los brazos, agradecido de estar tocando piel,
músculos y huesos. Un alivio abrumador curvó su boca en una sonrisa mientras
abría los ojos.

Todo lo que había sucedido se derrumbó de una vez. Farouk había asesinado a
Azrael. Eustace había matado al demonio y había muerto como consecuencia. Finn
recordó haber intentado evitar que Darcy usara el Orbe con él. El odio regresó
cuando recordó la tortura que ella le había infligido.

Darcy todavía estaba balanceando el Orbe, encendido con el mismo fuego


terrible que lo había cegado cuando sus ojos ardían fuera de su cráneo. Por alguna
razón, el fuego mortal no tenía poder sobre él. Darcy perdió toda concentración
cuando llegó a la misma comprensión. El Orbe se detuvo colgando.

—¿Por qué esto no funciona? —Miró al Orbe y luego a Finn.

Ella nerviosamente se volvió en la dirección opuesta.

—¿Dónde está Fate?

La ira de Finn se evaporó con el recuerdo de la herida de Fate. Ella había estado
débil e incapaz de curarse. No la veía por ningún lado.

—¡Dios mío! —la voz de Darcy era un jadeo asustado.

Finn siguió su mirada y su boca se secó tanto como la cama de arcilla bajo sus
pies.

Fate flotaba muy por encima de ellos. Solo que no era Fate. Esta era Ananke,
una enorme giganta, que vestía la armadura de un caballero negro. El aire caliente
se elevó desde el centro rojo ardiente de su cintura iluminada, volando su largo
cabello hacia el cielo en ondas relucientes. Ella los miró con una mirada ardiente. El
humo como la tinta, salpicado de brasas humeantes, se desvanecía en las puntas
llameantes de enormes alas tan oscuras como la noche. Un calor abrasador lo
azotaba con cada poderoso movimiento de esas temibles alas, levantando nubes de
polvo en el aire que se elevaban para oscurecer su vista.

¿Dónde estaba la armadura plateada de Ananke? ¿Por qué era tan enorme? ¿Y
dónde estaban sus alas de luz blanca y dorada? ¿Era esta la verdadera forma de
Ananke?

Este rostro de pesadilla golpeó más pavor en su corazón que cualquier cosa que
hubiera presenciado hasta ahora.

Los ánimos de Finn se marchitaron, haciéndolo caer de rodillas. Su mayor


temor se había cumplido. Fate había perdido la batalla contra Ananke. Perder a
Eustace de la forma más horrenda posible la había acabado. Todo lo que había
hecho, todas las mentiras que le había dicho para protegerla, había sido en vano.

Sin embargo, Finn no se atrevía a creer que estaba perdida. Fate todavía estaba
dentro de esa pesadilla alada. ¡Tenía que estarlo!

Darcy chilló y corrió en la dirección opuesta cuando Ananke aterrizó cerca de


ellos.
Al ver que esta podría ser su única oportunidad de conectarse, Finn puso su
mano sobre la arcilla dura y empujó su conciencia a través de la tierra, tocando las
plantas de los pies de Ananke, buscando el espíritu de Fate.

La oscuridad inundó sus sentidos, arrojándolo sobre violentas corrientes que


temía que lo ahogaran. Luchó por salir, pero la resaca era demasiado grande. Algo
horrible se escondía en la marea oscura, arrastrándolo hacia abajo, hacia abajo,
hacia abajo.

Ananke estaba repentinamente sobre él, apartando su mente, abriendo su


alma. Nada podría haberlo preparado para la enorme enormidad de su presencia
mientras ella hurgaba en sus pensamientos y recuerdos privados más sagrados. La
angustia que esto causó fue una tortura. Se obligó a soportar la violación con la
esperanza de encontrar a Fate y miró dentro. Las compuertas se abrieron, vertiendo
el valor de un eón de conocimiento sobre Ananke en Finn en el lapso de un segundo
de mirada.

El diluvio fue abrumador, más de lo que pudo asimilar conscientemente. Esta


fue una vez una entidad sin nombre de inmensidad tan incomprensible que se
enroscó alrededor del universo, creando mundos, controlando los cielos,
gobernando destinos a través de la alineación de planetas y estrellas. La historia
antigua que habita en su esencia se remonta a un vacío sin fin. No parecía haber
ningún momento en el que Ananke no hubiera existido.

La conexión se rompió sin previo aviso, terminó abruptamente por Ananke.


Finn se puso de pie tembloroso, seguro de que sería abatido por su transgresión.
Para su alivio, ella parecía haber terminado con él, descartándolo como un pedazo
de basura. O tal vez Fate había intercedido. Solo podía esperar.

—¡Usted! —la voz atronadora de Ananke sacudió la cúpula, sorprendiendo a


Finn mientras apuntaba con el Alicornio a Darcy—. Un paso adelante.

Darcy retrocedió, murmurando encantamientos en voz baja. Una defensa que


Finn asumió sería inútil contra una deidad de tal magnitud, pero su suposición
resultó sorprendentemente errónea.

Ananke se movió rápidamente, arqueando el Alicornio hacia la bruja. El aire


se retorció alrededor de Darcy cuando Ananke empujó contra un campo de fuerza
bien conjurado. Finn podría haber esperado la habitual bravuconería de Darcy, pero
estaba claramente aterrorizada mientras cantaba el escudo protegido una y otra vez.
Su cabello oscuro se aferraba a su frente húmeda mientras se concentraba. Con la
palma de la mano frente a la gigante, su brazo temblando por la tensión.
Con un poderoso empuje de sus enormes alas, Ananke se elevó directamente
sobre Darcy, esta vez empujando el Alicornio hacia abajo. Cuando la punta golpeó
el escudo, el fuerte impacto sacudió la empuñadura del agarre de Ananke. Se volvió
y corrió tras el Alicornio mientras caía en picado por la gran extensión de la cúpula.

Darcy hizo girar el Orbe en círculos rápidos y duros, pronunciando dos


palabras una y otra vez. Sonaba árabe, pero Finn no podía estar seguro. Los
trazadores violetas se formaron en el aire, oscureciéndose hasta convertirse en un
vapor de color púrpura oscuro. Brillando con polvo de estrellas, la vaporosa niebla
se enroscó en el suelo y se arremolinaba frente a ella. Temblando de miedo, Darcy
miró hacia arriba el tiempo suficiente para ver a Ananke agarrar la espada y girarse.

Darcy miró al suelo, gritando las extrañas palabras repetidamente hasta que el
suelo se agrietó y se desmoronó en un enorme agujero. Ella estaba usando el Orbe
para escapar. Si tan solo entendiera el idioma que hablaba, podría saber
exactamente adónde la transportaría el Orbe.

Darcy miró a Finn y se rio.

—Apesta ser tú.

Finn miró el rápido e inminente regreso de Ananke.

—Ruego diferir contigo, muchacha.

Darcy se inclinó sobre el agujero, listo para saltar.

—Realmente no tienes idea de lo que viene, ¿verdad? —La confianza absoluta


había reemplazado el miedo en sus ojos y eso lo inquietaba. Darcy sabía algo que él
no.

—Haz lo decente por una vez. Dime lo que sabes.

—No puedo, no hay tiempo.

—Podría acabar contigo aquí mismo —amenazó; listo para provocar una
tormenta que aniquilaría a la bruja.

—Aunque no lo harás. Tú eres el decente aquí.

—¡Obviamente nunca has visto mi lado malo! —Finn invocó Aire, convocando
a los vientos en sus manos.

—Ooh, ojos negros. De miedo —Darcy le guiñó un ojo—. Ven a atraparme si


puedes —Con eso, se dejó caer en el oscuro y reluciente agujero.
La voz de los gigantes habló a través de Finn mientras gritaba su orden y
desataba los vientos cortantes. El sonido ensordecedor chocó con el rugido furioso
de Ananke mientras corría para detener la fuga de Darcy. Las reverberaciones
sacudieron la cúpula, rompiendo la piedra. Polvo y escombros caían del techo.

El suelo se selló sobre el portal reluciente de Darcy en el mismo momento en


que el puño de Ananke chocó contra la tierra, abriendo un agujero propio. Finn se
agachó cuando trozos de arcilla volaron en todas direcciones, agravados por la
tormenta de viento que había conjurado.

Ananke se elevó a toda su altura imponente y miró fijamente el agujero poco


profundo que había perforado en el suelo. El surco de ira en su frente se suavizó
cuando cerró los ojos y desapareció.

—¡Fate! —gritó Finn.

Destripado, bajó la cabeza y débilmente ordenó a los vientos que se fueran. El


aire se asentó y el polvo se diluyó, pero el sonido de los vientos constantes fuera de
la cúpula permaneció para reflejar su desesperación con sus gritos desolados.

Fate se había ido. Consumido por un ser todopoderoso que no podía comenzar
a comprender, y mucho menos esperar derrotar. Ananke se movía por el espacio y
el tiempo como se movía por el aire. Poseía el poder supremo para crear vida o
destruirla, y ordenar a las estrellas que gobiernen los destinos.

La comprensión se estrelló en que su destino nunca fue el suyo para dirigir. El


destino de Fate seguramente nunca fue el de ella. Nunca habían tenido una
oportunidad.

¿Cómo se suponía que iba a luchar contra eso?

Quizás no lo haría. Se odiaba a sí mismo por siquiera pensarlo. ¿Qué más podía
pensar? No había podido salvar a Fate.

Finn miró los restos. Su mirada reacia se posó en Eustace y Azrael. No podía
dejar sus cuerpos en este espantoso lugar. Por supuesto, no tenía idea de cómo iba
a hacer que eso sucediera. Suspiró profundamente, resuelto a llevar cada cuerpo de
regreso a la puerta de entrada uno a la vez si llegaba a eso.

Esto al menos honraría el último deseo de Fate.

Miserable por la tarea que tenía por delante, Finn se acercó a Eustace y Azrael.
Cerró los párpados de Eustace, incapaz de mirar sus ojos vidriosos. Se inclinó para
levantarlo, reprimiendo aún más su repulsión cuando los huesos de su brazo rígido
se partieron. Finn colocó a Eustace sobre su hombro derecho con una mueca. El
cuerpo era más ligero de lo que hubiera esperado para un hombre de la altura de
Eustace. Había sido poco más que una cáscara seca.

Finn se tambaleó, golpeado por un repentino mareo. Se puso de pie con una
postura amplia para evitar caer, pensando que estaba más enfermo de lo que
pensaba. Lo último que quería era dejar caer a Eustace y escuchar el crujir de los
huesos cuando su frágil cadáver golpeó el suelo.

Esperó a que su cabeza dejara de dar vueltas, una sensación que solo empeoró.
Su entorno se volvió borroso y giraba a su alrededor como un tornado. Todo se volvió
negro, poniendo fin al incesante chillido de los vientos salvajes que golpeaban las
paredes exteriores de la cúpula. Por un momento aterrador, pensó que Ananke lo
había empujado a través del espacio para terminar lo que había comenzado. Luego,
para su alivio, las luces se encendieron, revelando la biblioteca.

Gerdie aplaudió alegremente desde el extremo superior de la mesa de la


biblioteca.

—¡Lo hiciste Sithias! ¿Ves? Toda esa preocupación sobre el uso de las Palabras
de Creación fue una pérdida de tiempo. Los sacaste —Su sonrisa se desvaneció
cuando vio a Finn con Eustace colgado del hombro y Azrael en el suelo.

Sithias chilló a todo pulmón.

—¡Mis palabras los asesinaron! —Balanceándose, sus ojos se pusieron en


blanco y cayó hacia atrás en el suelo, rígido como una tabla de madera. La hoja de
papel que sostenía cogió aire y cayó sobre su pecho.

Finn bajó el cadáver de Eustace suavemente al lado de Azrael, luego se


apresuró hacia Sithias. Gerdie dobló el papel y lo usó para abanicar su rostro.

Los ojos de Sithias se abrieron. Desorientado y conmocionado, miró al techo


antes de que su mirada errante se fijara en Finn.

—¿Qué le pasó a Fate? —preguntó trémulo—. ¿Yo…? —Cerró los ojos y lloró.

—No tuviste nada que ver con esto, excepto el traernos aquí —le aseguró Finn.

—Entonces, ¿dónde está ella? —Sithias se sentó y volvió la cabeza hacia los
cuerpos que yacían en el suelo. Sus hombros temblaron con más sollozos.

Finn contuvo su propio dolor.

—Ananke ha poseído completamente a Fate. Sucedió después de que Eustace


matara a Farouk y muriera.
—¿Cómo Azrael…? —Gerdie se apagó.

—Farouk mató a Azrael. Fue demasiado para Fate. No le quedaba nada para
luchar contra Ananke —apenas capaz de pronunciar las últimas palabras, Finn
ayudó a Sithias a ponerse de pie.

Finn volvió sus pensamientos a Darcy, recurriendo a la rabia para fortalecerlo.

—Darcy estuvo trabajando con Farouk todo el tiempo —enfureció—. Nunca


fuimos al reino de Hadean. No tengo idea de dónde estábamos, excepto que Darcy
me llevó a una trampa para que Farouk pudiera usar el Orbe para destrozarme y
conseguir la Vara. Todo el tiempo allí Eustace estuvo actuando de manera extraña y
luego vengo a averiguar por qué. ¡Darcy lo resucitó como un Renacido! Eustace
nunca volvió a la vida. Por eso parece que ya lleva varios días muerto, pobrecito.

Él suspiró.

Sithias sacó su pañuelo y se sonó la nariz.

—Sabemos.

—¿Lo saben? —Finn bajó la voz cuando Sithias se encogió—. ¿Cuándo se


enteraron?

—Poco después de que te fueras. Encontramos un rastro de pistas detrás en la


deplorable suite de Darcy —explicó Sithias—. Es por eso que Fate y Azrael entraron
tras de ti.

—¡Y mira lo que pasó! —Finn lo regañó—. Nunca debiste dejarlos ir.

Gerdie se paró frente a Sithias para evitar que Finn se acercara.

—Dices eso como si pudiéramos haber detenido a Fate.

—Lo siento —murmuró Finn—. No debería culparte —golpeó su puño en la


palma de su mano—. Estoy perdido. No sé qué hacer.

Gerdie caminó con cautela a través de los asientos de las sillas que se alineaban
en la mesa hasta que alcanzó a Finn. Ella tomó su mano entre las suyas y la apretó.

—Descubriremos algo. Pero primero tenemos que mostrar algo de respeto a


nuestros amigos caídos.

Finn asintió mientras ella saltaba al suelo y trotaba hacia el intercomunicador,


llamando a varios bots médicos. Llegaron en minutos con dos camillas flotantes.
Finn les dio la espalda mientras recogían los cuerpos y Gerdie les indicó que los
prepararan para el entierro.
Las puertas de la biblioteca se abrieron ruidosamente. Era Jessie.

—Hola chicos, han pasado siete horas. ¿Ya han vuelto? —corrió por el suelo de
mármol y luego patinó hasta detenerse cuando vio que se llevaban a Eustace.

— ¡No! —las lágrimas brotaron de sus ojos cuando detuvo a los bots médicos
para mirar su rostro gris y calcáreo. Ella se apartó rígidamente. Su tez palideció
cuando vio la otra camilla cubierta con una sábana. Le temblaba la mano mientras
la retiraba para ver quién era. Jadeando con una mezcla de horror y alivio, soltó la
tela y se hizo a un lado para dejar que los bots médicos se llevaran los cuerpos.

—Pobre Azrael. Pensé con certeza que era Fate. ¿Dónde está ella?

—Ananke se hizo cargo —respondió Finn—. Estoy bastante seguro de que fue
tras Darcy.

Jessie se secó las lágrimas de los ojos.

—Espera. ¿Por qué Ananke perseguiría a Darcy? Eso suena como algo que
haría Fate.

—Sí —asintió Finn, sintiendo el más mínimo rayo de esperanza—. Ahora que
lo pienso, estoy bastante seguro de que Ananke impidió que Darcy usara el Orbe
para destruirme.

Jessie asintió.

—Ahí tienes. Esa es una señal segura de que Fate todavía está a bordo.

Finn miró más allá de ella mientras la duda se movía para desterrar la
esperanza.

—¿Qué? —Jessie le frunció el ceño—. No me digas que no lo crees de repente.

—Quiero que eso sea cierto más que nada —insistió Finn—. Pero algo sucedió
cuando me conecté con Ananke para ver si podía alcanzar a Fate. Había tanta
oscuridad dentro de Ananke y sentí una presencia escondida en su interior antes de
que cortara la conexión.

—¿Sentiste a Fate? —preguntó Sithias.

Finn negó con la cabeza.

—No.

—Ananke debe haberte echado antes de que pudieras acercarte a ella —la voz
de Jessie sonó con desesperación. Ella no iba a dejar pasar esto.
—Eso es posible —admitió Finn.

—Maldita sea, es posible —insistió Jessie—. Ananke tiene todas las razones
para aislar a Fate, especialmente de ti. Ella puede controlarla mejor de esa manera.
Evita que se rompa.

Animado, Finn asintió.

Gerdie se subió a la mesa, dejando que sus piernas colgaran sobre el borde.

—Cuéntanos más sobre esta presencia oscura.

Jessie resopló con impaciencia.

—No tenemos tiempo para esto. Obviamente era Ananke y te acercaste lo


suficiente para ver el mal del que realmente está hecha.

—No —Finn se apresuró a decir—. Vi y sentí de qué está hecha Ananke. Créame
cuando digo que nos enfrentamos a una fuerza incalculable, pero ella no es malvada
en el verdadero sentido de la palabra. Ananke se considera la gran madre de todos y
está furiosa con sus hijos. Ella está disgustada con su apatía y mediocridad, incluso
cuando las estrellas están alineadas para favorecerlos. Sobre todo, aborrece su
debilidad para hacer el mal.

Finn se apoyó en el borde de la mesa junto a Gerdie.

—Fate es el boleto de Ananke para involucrarse directamente en la


determinación de destinos a través del castigo al verter todo su fuego en Fate. El
mismo fuego que una vez extendió entre sus tres hijas, las Furias. Solo que esta vez,
Ananke poseerá la suma total de ese poder aquí en el plano físico.

—¿Qué pasa con la presencia oscura que sentiste? —preguntó Sithias

—Eso era algo completamente diferente y creo que es el Eldritch Gloom.


Farouk dijo que ni siquiera Ananke es inmune a él. Fue tan lejos como para decir
que podía ver cómo la devoraba, pero Darcy lo calló antes de que pudiera terminar.

—¡Eso es correcto! —intervino Jessie—. Cuando Fate hizo un rebobinado al


tiempo y reprodujo el último encuentro de Darcy con Farouk, Darcy dijo que era
solo cuestión de tiempo antes de que Ananke sucumbiera al Eldritch Gloom.

—¿Fate rebobina el tiempo? —asombrado, Finn agitó una mano cuando Jessie
comenzó a explicar—. No importa. Lo que estás diciendo se alinea con lo que sentí.
Tuve la clara sensación de que la oscuridad estaba permitiendo a Ananke usar su
poder, mientras la infectaba lentamente.
Sithias parecía horrorizado.

—¡Qué espantoso! ¿Qué propones que hagamos?

Finn se dirigió al otro lado de la mesa y apretó los puños contra la superficie
dura.

—Volvemos a nuestro plan original. Conseguir la Llave de Dantalion y


desbloquear el Corsé de Hipólita. Al hacer imposible que Fate sea el recipiente,
Ananke será desterrada y la oscuridad con ella.

Sithias levantó la mano como un tímido alumno de primer grado que le tiene
miedo a su maestra.

—¿Qué pasa, Sithias?

—Podemos desterrar a Ananke, pero Fate todavía tendrá el Alicornio. Ella se


infectará y quién puede decir que sobrevivirá una vez que sea un humano normal.

Jessie señaló a Sithias.

—Sí, buen punto.

—Entonces obtenemos la espada Alicornio de Ananke antes de usar la Llave.

—Tomar el Alicornio primero es lo mejor, pero es posible que Fate ya esté


infectada —Gerdie se sentó frente a él, sumida en sus pensamientos mientras movía
un diente flojo—. Sin saber más sobre el Eldritch Gloom, es difícil decir si la
propagación de la infección sería lenta o rápida. Rápido significa que podría matarla.

Finn la miró, incrédulo.

—¿Estás diciendo que no deberíamos abrir el Corsé? —gruñó.

—No estoy segura —Gerdie gateó por la mesa hasta una pila de libros tan alta
como ella estaba sentada junto a ellos. Cuando notó que Finn fruncía el ceño, dejó
de leer el lomo con la cabeza inclinada hacia un lado—. ¿Qué? Necesito saber más
sobre Eldritch Gloom antes de poder responder a eso.

—Sí, entonces te lo dejamos a ti —Finn se volvió hacia Sithias—. Sé que no te


gusta usar las Palabras de Creación para asuntos complicados como este, pero te
ruego que las uses para entrar y salir del Reino de Hadean para que pueda encontrar
esa llave confusa.

Sithias se enderezó y sus ojos se iluminaron.


—Oh, no hay necesidad de eso, señor —corrió hacia una estrecha caja de
madera, dio la vuelta con un dramático movimiento de su brazo y levantó una varilla
larga y delgada, labrada en delicada filigrana de oro con incrustaciones de joyas—.
¡La tengo aquí mismo!

Finn estaba aturdido y desconcertado.

—No se parece a ninguna llave que haya visto antes. En todo caso, diría que es
una varita

—En realidad, eso es exactamente lo que es —Sithias agitó la varita con toda la
delicadeza de un hada de los dientes de dibujos animados. Todo lo que faltaba eran
los destellos—. Solo se llama llave porque su único propósito al ser hecha era
desbloquear el Corsé de Hipólita simplemente apuntándola. Solo asegúrate de
señalar el final con el rubí.

Finn apenas podía creer este increíble golpe de buena suerte.

—Pero... —De repente se enojó—. Espera un minuto. Toda esta charla sobre la
Llave y la tuviste todo...

Sithias le dio un golpecito en la nariz con la punta de la varita.

—¡Lo encontramos hace unas horas, aquí mismo en la biblioteca! Una vez que
descubrimos que Darcy no tenía planes de llevarte al reino de Hadean, pensamos
que debía haber encontrado la llave y la escondió junto con todas sus otras mentiras.
El mérito es realmente de Gerdie. Ella es quien averiguó las notas de Darcy y el
nuevo nombre que le dio a la Llave para mantenerla registrada en los registros y
almacenada en el relicario de la biblioteca sin que nosotros sospecháramos nada.

Jessie se acercó a Sithias para ver más de cerca la varita.

—¡Sí, ya es hora de que las cosas empiecen a ir como queremos!

Una alarma clamó, un sonido agudo que resonó por toda la biblioteca,
haciendo que todos saltaran.

—¿Por qué tienes que ir y decir eso? —resopló Gerdie—. Nos engañaste.

Finn suspiró.

—Vamos, Jessie. Veamos cuál es la emergencia esta vez.

—¿Qué hay de mí? —preguntó Sithias.

—Quédate y ayuda a Gerdie. Descubra todo lo que pueda sobre el Eldritch


Gloom y que sea rápido. No se sabe cuándo, ni siquiera si tendré la oportunidad de
usar la llave —Finn arrancó la varita de los dedos de Sithias y la metió en el bolsillo
más largo de sus pantalones militares—. No esperaré si llega la oportunidad. Fate ya
se ha ido y si puedo usar esta llave para intentar recuperarla, entonces tengo que
hacerlo. De lo contrario, también podríamos despedirnos de Fate para siempre.
Capítulo 47
La lucha entre Cuernos y Halos

El santuario estaba repleto de caballeros Beldereth fuertemente armados.


Tenían mochilas de aeronauta abrochadas y estaban esperando en fila para saltar
por la escotilla abierta. Los rugidos feroces de los dragones Serpen y el estallido de
los cañones resonaron más allá de los gruesos muros de bronce. Brune, Rudwor y
sus oficiales estaban reunidos alrededor de la mesa de reuniones, absortos en
observar una proyección holográfica de lo que estaba sucediendo afuera.

Los Serpens habían lanzado un ataque completo.

—¿Qué tan malo es? —preguntó Finn mientras se acercaba a la mesa con Jessie
a su lado.

—¿Cuál quieres primero? ¿Las buenas o las malas noticias? —refunfuñó


Rudwor.

—Dame lo bueno.

Rudwor se pasó una mano carnosa por la nariz y la barba, frustrado.

—No hay ninguna, muchacho. Esa es la mala noticia.

Finn miró la proyección de dragones que volaban por el cielo, arrojando ríos
de fuego a los jinetes de halcones de Eldunough y las aeronaves Biraktar. La línea
del frente de la flota de Biraktar se inclinó hacia abajo en llamas, habiendo recibido
un fuerte golpe para que la segunda línea pudiera disparar a los dragones con fuego
de cañón. Dos dragones cayeron en picado y se estrellaron contra las dunas de abajo.

—Al menos contamos con la ayuda de Biraktar. Eso es algo —dijo Finn.

Brune negó con la cabeza, con la mirada fija en los horrores que se
desarrollaban ante ellos.

—Mira de nuevo.
Los arqueros que se alineaban en las cubiertas de Biraktar rociaron el cielo
oscuro con flechas, no a los dragones, sino a los caballeros de Beldereth y los jinetes
de halcones de Eldunough. Los caballeros que no fueron asesinados
instantáneamente, se salieron de control, saliendo en espiral desde tremendas
alturas hasta su muerte. Los arqueros de Biraktar apuntaron a los majestuosos
halcones gigantes con cientos de flechas para derribar a las aves rapaces, al mismo
tiempo que atravesaron a sus jinetes con la misma cantidad de flechas.

Finn maldijo en voz baja y desvió la mirada.

—¿Qué demonios? —exclamó Jessie—. ¿Por qué nos atacan? Brune, también
estabas en la biblioteca. Dime que no estoy perdiendo la cabeza. Escuchaste a Azrael
decir que su padre estuvo de acuerdo con la alianza. ¿Correcto?

—No hay forma de que la flota haya llegado hasta aquí tan rápido —afirmó
Brune—. Esto fue planeado, incluso antes de que Fate trajera al rey aquí. Azrael,
obviamente, mintió para que su padre volviera a estar a salvo —Brune se agarró al
borde de la mesa.

—Azrael está muerto —le informó Jessie—. Farouk lo mató. Y en caso de que
no lo hayas notado, Finn es el único que logró salir.

Arrancando su mirada de la terrible batalla, Brune soltó su agarre y miró a


Finn. La comprensión lenta reemplazó la rabia amarga en su rostro.

—¿Qué pasó? —ella le preguntó.

—Te lo diré, pero primero quiero aclarar las cosas sobre Azrael —Finn apenas
podía creer que estaba a punto de defender al tipo que le había causado tanta
confusión—. Nunca le habría mentido a Fate sobre las verdaderas intenciones de su
padre. La amaba demasiado para eso.

La expresión de Brune no cambió.

—Eso es conmovedor. No es que importe mucho ahora. Lo que quiero saber es


qué pasó con Farouk.

—Eustace mató a Farouk. Darcy se salió con la suya con el Orbe. Ananke se
apoderó de él y desapareció —Finn reprimió el dolor, siempre ahí, justo debajo de la
superficie.

—Lo siento, muchacho —Rudwor le dio una palmada a Finn en el hombro,


haciéndolo perder el equilibrio antes de agarrarlo para mantenerlo en pie—. Debes
ser miserable.
—Sí, sólo puedo esperar que Fate encuentre su camino de regreso a nosotros.

Brune golpeó la mesa con el puño.

—Suficiente sobre Fate. Hizo su cama y es hora de que la dejemos acostarse en


ella. Tenemos asuntos más urgentes que atender. La gente está muriendo ahí fuera.

Finn reprimió el impulso de defender a Fate. A pesar de lo insensible que


estaba Brune, no se equivocaba acerca de su desesperada situación. Podía ver a
Jessie luchando con el mismo deseo de salir en defensa de Fate. Ella siguió su
ejemplo y permaneció en silencio.

—Me vestiré —Finn se acercó al arsenal de armaduras y armas apiladas en la


parte trasera del santuario. No estaba dispuesto a quedarse de brazos cruzados y ver
morir a otros. Pelear la buena batalla era mejor que quedarse sentado y ser devorado
vivo por la angustia de no saber si alguna vez volvería a ver a Fate.

Jessie lo siguió.

—Yo también estoy peleando —Revisó la armadura y se decidió por un abrigo


de cuero incrustado con mejoras cibernéticas.

—No tú no lo estas —Finn le quitó el abrigo—. Fate nunca me perdonará si dejo


que algo te suceda.

—Fate no está aquí y no sabemos si alguna vez volverá —Los ojos de Jessie se
llenaron de lágrimas y parpadeó con fuerza para detener la inundación—. No puedo
quedarme quieta y retorcerme las manos. Tengo que hacer algo. Créame, sé pelear.
Puedo cuidar de mí misma.

—Lo recuerdo, pero eso fue cuando eras una máquina de matar.

—Gracias por el doloroso recordatorio —Jessie le devolvió la mirada herida y


Finn se sintió terrible por su comentario irreflexivo.

—Supongo que no es mi lugar decirte lo que puedes y no puedes hacer.

Volvió a buscar un casco, pero no quedaba ninguno. Agarrando un par de gafas,


se pasó la correa por la cabeza y la dejó colgar de su cuello. Le tendió un par de gafas
a Jessie como ofrenda de paz.

—Toma esto, lo necesitarás durante la tormenta de arena.

Se vistieron en silencio y regresaron a la mesa, donde los generales de Brune y


Rudwor hablaron en voz baja.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Finn.


Brune se enderezó. Los anillos oscuros que rodeaban sus ojos parecían más
profundos, más pronunciados.

—Los pocos halcones y jinetes que quedan se han retirado. Supongo que en
algún lugar fuera del perímetro visual, porque ya no podemos verlos. Dos dragones
fueron tras ellos. Eso deja a cuatro dragones en las cercanías y se mantienen
ocupados con la flota de Biraktar —Miró a Rudwor con expresión de dolor—. Según
el último recuento, Beldereth ha perdido la mitad de sus números. Les hemos
ordenado que se retiren y no enviaremos más hasta que tengamos un plan sólido.
Lo cual, para responder a su pregunta, no tenemos.

—No tengo un plan exactamente, pero puedo convocar una tormenta de arena
que destruirá esas aeronaves, lo que nos librará de sus arqueros —ofreció Finn—.
Con ellos desaparecidos, los halcones tendrán una mejor oportunidad contra los
dragones.

Rudwor sonrió con orgullo.

—Ese es mi Primer Caballero hablando —Le dio una palmada a Finn en la


espalda, sacándole el aire de los pulmones.

Sus oficiales asintieron con aprobación.

—Si puedes hacer eso —dijo una de las mujeres—. Podremos desplegar fuerzas
para atacar a las tropas de Serpen en el terreno.

Finn miró la proyección y la alarmante expansión de legiones Serpen que


cubrían kilómetros de arena dentro y alrededor de los colosales anillos de la
Fortaleza.

—No tienes los números para eso.

—Beldereth no lo hace, pero el ejército de Asgar sí.

Finn frunció el ceño.

—Pensé que no se podía confiar en ellos después de que se unieron a los


Serpens en el intento de adquisición.

—Estás olvidando que los Serpens los traicionaron y el baño de sangre que
sufrieron como resultado —dijo Brune—. Créame, el ejército de Asgar está muy
motivado para aniquilar a los Serpens.

—¿Cómo vas a llevar a todo el ejército Asgar allí sin que los Serpens los vean
venir? —preguntó Finn.
—Sithias usará las Palabras de Creación y las colocará estratégicamente —
Brune miró alrededor de la habitación—. Hablando de eso, ¿dónde está la serpiente?

—En la biblioteca, investigando por mí —Finn decidió omitir el tema de la


investigación.

Ella entrecerró los ojos.

—¿Qué más hay para investigar?

Finn se lanzó a una mentira descarada. —Voy a hacer que Sithias y Gerdie
confirmen si la Llave de Dantalion está en el reino de Hadean. Dado que Darcy
mintió sobre casi todo lo demás, pensamos que era mejor asegurarnos de que esto
no fuera otra —Miró a Jessie y luego a Brune.

—Buena idea —coincidió Brune—. ¿Qué tan rápido puedes invocar esa
tormenta de arena?

—Al poco tiempo.

—Excelente. Entonces, hazlo —Brune hizo un gesto a uno de los oficiales—.


Envía por Sithias.

Finn se perdonó a sí mismo mientras se abría paso entre la densa multitud de


caballeros que bloqueaban su camino hacia la escotilla. Saltó fuera del camino
cuando varios caballeros heridos entraron volando por la abertura, apenas capaces
de pararse cuando aterrizaron. Los guerreros que esperaban dentro del santuario se
apresuraron a llevar a sus camaradas ensangrentados al médico.

Por fin, la plataforma se despejó y Finn se acercó al borde mismo de la escotilla.


Agarrándose con una mano, se inclinó para mirar. Se veían parches de cielo azul a
través de una neblina de humo cada vez más espesa que velaba las formas sombrías
de las aeronaves Biraktar que rodeaban la Fortaleza. El fuego de Canon estalló desde
los enormes cascos de los buques de guerra. Algunos se movieron dentro de los
gigantescos anillos, mientras que la mayor parte de la flota se colocó más lejos a lo
largo del horizonte.

Los dragones, tan grandes como los barcos, esquivaban los cañones con una
inteligencia que le erizaba los pelos a los brazos a Finn. Desde donde estaba parado,
parecía que algunas de las serpientes aladas actuaban a propósito como cebo, dando
a los otros dragones la oportunidad de atacar desde un ángulo más alto. Chocaron
contra los barcos y siguieron luchando, escupiendo fuego sobre la cubierta y las
velas. Los gritos lejanos de los soldados en llamas fueron horribles.
Finn saltó en el aire, aceleró hacia el anillo más cercano y aterrizó en la cresta
más alta. Desde allí pudo ver el alcance total de las flotas y alianzas hermanas de
Biraktar volando bajo los colores de muchos estandartes diferentes.

Brune había conjeturado correctamente, esto había sido planeado.


Probablemente desde el momento en que terminó la última guerra. Solo que esta
batalla no era para salvar a un mundo entero de la destrucción total cuando lucharon
juntos contra Kaliena, sino para conquistar a otros que tomarían la Fortaleza y la
reclamarían para su propia nación.

Jessie aterrizó junto a Finn, dándole un respiro.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Cuidando tu espalda mientras haces lo tuyo —apagó la mochila de aeronauta


y miró a su alrededor—. Vaya, todo parece mucho peor desde aquí que en el
santuario. Esa proyección es mucho más pequeña. Es una especie de engaño, y no
en el buen sentido.

—¿Eso crees? —Finn apretó el encendido de la mochila de aeronauta, lo que


provocó que las alas metálicas en forma de libélula se convirtieran en un brillante
movimiento borroso—. Cambié de opinión. Tienes que volver.

Jessie le frunció el ceño mientras la levantaban involuntariamente.

—¡Estás siendo un idiota!

—Tú misma lo dijiste, es peor aquí de lo que parece desde la seguridad del
santuario —Finn se volvió hacia la batalla de abajo y fijó su mirada en el horizonte.
Tomando una respiración profunda, invocó la Tierra y el Aire. Los poderes de las
runas explotaron desde el interior con calor, saliendo de su boca en olas calientes de
chispas ardientes.

Las dunas distantes se hincharon como maremotos, elevándose a alturas


increíbles tan altas que bloquearon el sol. Los vientos se apresuraron para
encontrarse con la pared de arena que se elevaba, una colisión de elementos que
convirtió la ola masiva en una nube titánica y ondulante que se estrelló contra las
flotas de Biraktar y se las tragó enteras.

Los vientos llenos de polvo azotaron a Finn. Dándole la espalda, se puso las
gafas y se lanzó hacia arriba en una carrera para escapar del ataque total de la
tormenta. Un grito de pánico detuvo su ascenso. Redujo la velocidad, escaneando
las arenas agitadas antes de ver a Jessie cayendo fuera de control.
Finn se zambulló, agarrándola por la cintura, salvándola por poco de
estrellarse contra el costado del ring y la levantó con él. El viento aullante y la arena
los golpearon, cortando la piel expuesta mientras se esforzaba con fuerza para
elevarse por encima de las feroces corrientes.

Habría ordenado a los elementos que se detuvieran si otras vidas no estuvieran


en juego. Pero despejar los cielos de las naves Biraktar les daría a su lado una ventaja
muy necesaria.

Por fin, Finn atravesó la cima de la tormenta de arena hacia un cielo despejado
y tranquilo. Jessie estaba colgando con tanta fuerza con su brazo alrededor de su
cuello que casi lo estaba estrangulando.

—Jessie, relájate —gruñó.

Ella aflojó su agarre.

—Vaya, no quise ser el escorpión en tu espalda.

—¿Eh?

—Ya sabes, la historia del escorpión y la rana, donde la rana ofrece un paseo...

—Jessie —comenzó Finn a regañarla por ir tras él, luego apretó los labios—.
Estás loca.

—Podrías decir eso —Al ver que las alas de la mochila de aeronauta estaban
funcionando y sin daños, la soltó, lo que le permitió flotar frente a él.

Jessie probó los engranajes, moviéndose hacia arriba, hacia abajo y hacia los
lados.

—¡Uf! Parece que estoy lista para irme —Ella miró la masa que se arremolinaba
debajo de ellos—. Tan pronto como pase la tormenta. Todavía está algo agitado ahí
abajo en este momento. Esperaré aquí, si no le importa.

Finn asintió con gravedad.

—Ese es un poder súper loco que tienes allí con esas runas de Aliso, o como sea
que las llames.

—Runas de raza antigua.

—Correcto. Sabía que estaba equivocada —Jessie sonrió con pesar—. Ya sabes,
desde que te tengo aquí y todo, siempre me he preguntado si los poderes vienen con
el conocimiento incorporado de cómo usarlos o si alguien tiene que enseñarte.
—Tove me enseñó lo básico, el resto vino por instinto.

Jessie asintió, claramente insatisfecha con su respuesta cortada.

—Tove es una auténtica luchadora.

—Sí, lo es.

—La vi en los pasillos vestida. Me pareció que se estaba uniendo a la batalla.

Finn frunció el ceño.

—¿Cuándo fue esto?

—Hace media hora, cuando veníamos de la biblioteca. Ella te estaba mirando


directamente. Pensé que tú también la habías visto.

—Maldita sea —murmuró con sentimiento de culpa. Tove le había pedido que
Fate la enviara de regreso al Bosque Feldoril. Se había olvidado por completo de su
petición entre lágrimas, con los problemas que siguieron a su regreso. Realmente es
una excusa terrible. Si estaba siendo verdaderamente honesto, Tove no se le había
pasado por la cabeza hasta ese mismo momento.

—¿Qué ocurre? —preguntó Jessie.

—Esta no es la pelea de Tove. Odia estar en la Fortaleza. Tove quería quedarse


en el bosque de Feldoril y se suponía que yo debía hacer que eso sucediera. Debería
haberle pedido a Sithias que lo hiciera, pero estaba distraído y finalmente lo olvidé.

¿A quién estoy engañando? Estaba demasiado involucrado con mis propias


preocupaciones.

—No, creo que lo tienes todo mal. Si Tove realmente quisiera irse, ella misma
se lo habría preguntado a Sithias.

Finn le devolvió la mirada con sorpresa.

Jessie puso los ojos en blanco con una risa divertida.

—Vaya, ¿por qué los chicos nunca ven lo obvio? —Cuando Finn no tenía nada
que ofrecer, continuó—: Fate me contó todo sobre Tove y lo que siente por ti. La
chica todavía está locamente enamorada de ti y por eso se quedó. Ella quiere estar
aquí para recoger los pedazos cuando las cosas no funcionen entre tú y Fate.

—No, no, no —argumentó Finn—. Tove está enamorada del príncipe Ethlan.

Jessie negó con la cabeza, molestando a Finn sin fin.


—Ella me odia por romper su corazón y la pérdida de su familia en la guerra —
agregó Finn—. No puedo decir que no estoy de acuerdo con ninguno de los
anteriores. Yo también me odiaría.

—La línea entre el amor y el odio es fina y nítida, pero puedo decir con absoluta
confianza que Tove todavía te ama. Tenía todo en la cara cuando te vio pasar.

Unos nudos de culpa se retorcieron en el estómago de Finn. Se preocupaba


profundamente por Tove y lo último que quería hacer era causarle más dolor del que
ya le había causado. Y ciertamente no quería que ella pusiera su vida en peligro por
algo que nunca podría ser.

—Quizás tengas razón, pero eso no cambia nada —confesó—. Ambos sabemos
a quién pertenece mi corazón.

—Lo hacemos —estuvo de acuerdo Jessie.

—Supongo que es hora de aclarar las cosas —Ambos sabían que no se refería a
Tove. Irónicamente, poner fin a la furiosa tormenta de arena era lo único que podía
abordar en este momento.

Finn susurró su gratitud a los elementos y retiró su comando, liberándolos de


su voluntad. Los vientos feroces se disiparon de repente, luego se calmaron por
completo. La arena caía al suelo en capas gruesas y blancas, hasta que todo lo que
quedaba eran montones de polvo fino.

Él y Jessie descendieron lentamente mientras las nubes de polvo se diluían,


permitiéndoles una vista más clara. El jadeo agudo de Jessie coincidió con el propio
horror de Finn por la devastación que se produjo en las aeronaves. Sabía que el daño
sería tremendo, pero nunca dejaba de sorprenderse por lo completas que podían ser
las fuerzas destructivas elementales.

Solo un pequeño número de barcos había escapado de la tormenta, algunos de


ellos se estaban hundiendo, perdiendo demasiada Ranemita para regresar a casa. La
mayor parte de la armada y las fuerzas aliadas de Biraktar habían sido
despedazadas. Las dunas estaban llenas de muerte y escombros hasta donde
alcanzaba la vista: cascos rotos por la mitad, velas destrozadas y cadáveres por todas
partes. Las tropas terrestres de Serpen estaban esparcidas en un estado de completo
desorden entre los escombros, después de haber sido golpeadas por la tormenta y
luego bombardeadas con enormes buques de guerra que caían del cielo.

—Estoy completamente impresionada de ti —comentó Jessie—. Y un poco


aterrorizada. ¿Quién necesita armas de destrucción masiva cuando te tenemos a ti?
—No veo ninguna señal de los dragones —dijo Finn, ignorando su sombrío
elogio. Escudriñó el horizonte, su búsqueda interrumpida por los repentinos
sonidos de la batalla debajo.

Jessie se deslizó más abajo.

—Aquí vamos. La lucha entre cuernos y halos está en marcha.

Fiel a su palabra, Brune había ordenado a Sithias que dividiera sus fuerzas en
cientos de pequeñas tropas y las colocara donde los Serpens estuvieran más
dispersos. Esencialmente bloqueando cualquier intento de unificación en sus
formaciones de batalla habituales, que de otro modo habrían cambiado el rumbo a
su favor.

Los guerreros Beldereth barrieron entre grupos dispersos aleatoriamente de


Serpens desorientados, sus capas azules fáciles de detectar entre las armaduras
negras que llevaba el enemigo. Usando el elemento sorpresa, lanzaron sus flechas
con precisión mortal. Los escudos carmesí de los soldados de Asgar se derramaron
sobre los Serpens, una matanza rápida y brutal que dejó lagos de sangre a su paso.

El pulso de Finn latía con fuerza con la necesidad de unirse a la refriega, luchar
codo a codo con sus aliados. Tomando su flauta, sopló las notas, transformándola
en su espada de viento.

Jessie desenvainó su espada.

—¿Entonces estamos haciendo esto? —Ella esperó a que él dijera la palabra con
una mirada febril en sus ojos que apagó la pelea en él.

—No tendrás ninguna oportunidad ahí abajo —él se encogió por dentro ante el
dolor que se mostraba en su rostro.

—Puedo luchar. Has visto lo que puedo hacer.

—Sí, seguro que eras formidable. Pero eso fue cuando eras un súper soldado
lleno de energía. Sé real, Jessie. Ya no eres tú.

Los hombros de Jessie se hundieron.

—Lo sé. Soy inútil.

—Mira, he estado donde estás ahora y entiendo lo que estás sintiendo. Poseer
ese tipo de poder y luego que te lo quiten es paralizante. Pero ese poder se fue y
nunca ha sido sobre tu valía. Tienes todo para ofrecer al mundo solo por ser tú. Es
así de simple.
Jessie levantó la mirada, triste al principio, pero repentinamente asustada.

—¡Cuidado! —ella gritó.

Finn se volvió a tiempo para ver las fauces de un dragón que se ensanchaban.
Capítulo 48
La Llave de Dantalion

Unos colmillos viciosos enmarcaban una garganta de fuego ardiente. Finn


agarró el brazo de Jessie y salió disparado hacia arriba. Un calor abrasador los
envolvió. Las llamas quemaron las suelas de sus botas mientras se esforzaba por
elevarse por encima de la ardiente corriente del chorro.

Después de que alcanzó una altura suficiente el dragón aparentemente se


rindió y observaron cómo el gigantesco reptil pasaba por debajo de ellos. El
resplandor del sol iluminaba la textura de sus alas membranosas, resplandeciendo
sobre sus aceitosas escamas negras hasta el final de su cola serpenteante. El dragón
rugió, dando vueltas y subió más alto, su vientre brilló de color escarlata mientras
generaba otro infierno.

Agarrando su espada de viento, Finn empujó a Jessie a un lado. —¡Vete! ¡Sal


de aquí, Jess!

Jessie aceleró las marchas y salió disparada hacia un lado. Tensándose Finn se
preparó para enfrentarse a la bestia, pero los ojos amarillos del reptil siguieron a
Jessie, con las pupilas dilatadas por la excitación.

—¡Más rápido, Jessie, vuela tan rápido como puedas! —gritó Finn, sabiendo
muy bien que la mochila de aeronauta estaba a máxima aceleración. No había forma
de que ella fuera a dejar atrás al dragón. Apretando su cuerpo tan recto como una
tabla, Finn se lanzó tras el dragón. Alcanzó la cola con púas cuando estaba casi sobre
ella. La mandíbula del dragón se desencajó, arrojando fuego volcánico que
incineraría a Jessie hasta convertirla en un bloque de ceniza

Finn arqueó la hoja de viento hacia abajo, cortando la punta de la cola del
dragón. El dragón sacudió su cabeza con cuernos para mirarlo con un gruñido de
dolor. Las llamas salieron de sus colmillos antes de que sus mandíbulas se cerraran.
Ya no estaba interesado en Jessie, el dragón cambió de dirección, sus correosas alas
coriáceas se agitaron con rabia, empujando hacia abajo, catapultando su gran peso
a través del aire con una velocidad aterradora.
Flotando en su lugar, Finn esperó, midiendo la distancia, observando el brillo
revelador del fuego fundido que viajaba desde el vientre del dragón a lo largo de su
cuello de serpiente. Las crestas de luz ardiente se dispararon a través de las grietas
de la boca cerrada del dragón. Todos los instintos de Finn le gritaron que corriera,
pero se mantuvo en su posición.

Las fauces del dragón se abrieron y se extendieron. Una explosión de fuego,


tan caliente que era blanco en el centro, surgió en un spray de llamas rojas
entrelazadas en oro y naranja.

Finn salió disparado hacia arriba, corriendo por la explosión de calor fundido.
El dragón levantó la cabeza, desperdiciando el fuego que salía de su garganta en un
inútil esfuerzo por engullirlo. Afortunadamente para Finn, el behemoth no pudo
corregir el rumbo tan rápidamente como él y evitar que barriera por encima de su
cabeza para permanecer oculto tras el punto ciego del dragón

Habiendo agotado su reserva de fuego, el dragón inhaló, avivando las llamas


de su horno interno. Su cabeza giró hacia un lado y otro, buscando a Finn. Él se
mantuvo oculto, volando justo por encima de la cabeza del dragón, donde podía
apuntar mejor la hoja de su espada de viento.

Eligiendo el hueco entre sus cuernos, Finn clavó la hoja profundamente en el


cráneo del dragón. El dragón se sacudió, aullando y siseando de dolor, arrojando a
Finn de un lado a otro. Se aferró a la base de su espada, decidido a mantener la hoja
enterrada en su cerebro hasta que el dragón estuviera muerto.

No tuvo esa oportunidad.

Otro dragón se abalanzó desde arriba, haciendo llover fuego sobre él.
Liberando la espada, Finn saltó, escapando a duras penas de un muro de llamas
abrasadoras. El fuego golpeó al dragón que estaba tratando de matar, brillando
inofensivamente en sus gruesas escamas mientras ambos monstruos daban la vuelta
y se acercaban a él desde ambos lados.

Cinco halcones gigantes de Eldunough aparecieron como de la nada,


desgarrando a los dragones con afiladas garras y picos desde todas las direcciones.
No tenían ningún jinete. Algunos clavaron sus garras y no los soltaron. Ninguna
cantidad de estar retorciéndose y golpeando podía sacudirlos.

Aparecieron seis halcones más con jinetes. Los soldados volaron por debajo de
los dragones, disparando una flecha tras otra en sus vulnerables vientres. Los
dragones bramaron mientras la sangre salpicaba de demasiadas heridas mortales.
Los halcones se amontonaron alrededor de ellos, arrastrándolos hacia abajo hasta
que los dragones se quedaron inertes y se precipitaron desde el cielo.
—Uf, eso estuvo cerca

Sobresaltado y todavía muy nervioso, Finn se volvió mientras Jessie volaba


junto a él.

—Pensé que te había dicho que te fueras de aquí.

—Me has visto. Me he largado mientras te peleabas con los dragones —Ella
señaló hacia abajo en un intento de distraerlo—. Hey, parece como si pudiéramos
ganar esta cosa.

Molesto, Finn miró el campo de batalla. Los ejércitos de Beldereth y Asgar


habían expulsado a los restos rezagados de las tropas terrestres de Serpen hacia el
centro, donde los tenían rodeados y superados en número. No había muy pocos
recursos para ellos que no fuera la rendición.

Finn sonrió por primera vez en mucho tiempo.

—Sí, puede que tengas razón en eso.

Un sonido ensordecedor le arrebató la sonrisa de la cara, helándole con su


familiaridad. El ruido era como el de innumerables trompetas discordantes que
retumban en los cielos, combinado con el chirrido de acero de una gigantesca
locomotora retumbando sobre la tierra. El terrible estruendo parecía provenir de
todas partes, por lo que resultaba imposible determinar la fuente.

La bruma que se extendía por el cielo azul se deformó y onduló de repente, una
inexplicable perturbación que inquietó a Finn por razones que no reconocía. El aire
que se agitaba se arremolinaba hacia el interior, embriagándose en un punto central,
una visión antinatural que sabía que no presagiaba nada bueno

El fuego y el humo estallaron desde el centro del vórtice, irradiando hacia el


exterior en gruesos zarcillos negros que rápidamente se convirtieron en alas. Una
figura gigante tan brillante como el sol se formó entre las oscuras alas que se
retorcían y Finn tuvo protegerse los ojos.

El clamor sobrenatural cesó, al igual que la luz deslumbrante. La figura se


transformó en un caballero con armadura negra, salvo por el resplandor iluminado
del Corsé de Hipólita que brillaba a través de la coraza

Jessie se tapó la boca con la mano.

—¡No, no puede ser!


Finn no habló. La opresión en el pecho le oprimía los pulmones cuando los
rasgos de Fate se hicieron visibles. Su largo cabello fluía hacia el cielo, desordenado
por el calor que desprendía su cuerpo.

Ananke dirigió su fría y dura mirada al campo de batalla

—¿Intentamos hablar con ella, ver si podemos llegar a Fate? —preguntó


Jessie—. Tal vez podamos mantenerla distraída el tiempo suficiente para que Sithias
traiga cualquier información que Gerdie pueda haber desenterrado sobre la
infección de Eldritch Gloom.

Finn miró a su alrededor con pánico.

—No creo que esa información venga hacia nosotros en camino.

—Supongo que Brune mantuvo a Sithias demasiado ocupado con la obtención


de nuestras fuerzas en el suelo —Jessie miró a Ananke y tragó saliva—. Volvemos al
plan A. Voy a intentar hablar con ella.

—No, es demasiado peligroso. Esperaremos hasta que no podamos esperar


más...

Ananke descendió sobre los ejércitos de abajo, clavando la punta de la espada


de Alicornio en las arenas ensangrentadas, abriendo una profunda zanja en la tierra
que cortó a los soldados que intentaban escapar. El ataque fue indiscriminado,
acuchillando a los guerreros de Beldereth y a los Serpens por igual.

La misma sustancia oscura y humeante que las alas de Ananke surgió de la


trinchera, separándose antes de asumir rápidamente la forma de caballeros negros.
El fuego ardía como el carbón en su núcleo mientras avanzaban hacia los vivos. Su
tamaño era humano, pero eran cualquier cosa menos eso. Las espadas que
empuñaban desintegraban la carne en cenizas y brasas, dejando sólo esqueletos
carbonizados vestidos con armadura para ensuciar el suelo

El ejército de Ananke se convirtió en una horda monstruosa que inundó el


campo de batalla. Los gritos de terror resonaban en el suelo del desierto mientras
enemigos y aliados intentaban escapar desesperadamente. Pero no había lugar a
donde correr y el aire se llenó de nubes de ceniza.

Jessie empujó a Finn, despertándolo de su aturdimiento.

—¡Usa la llave antes de que nos mate a todos!

Sacó la llave de su bolsillo. Cuando dudó, Jessie le dio un golpe en el brazo, casi
tirándola de su mano.
—¿Qué esperas? —gritó.

—Esa es la oscuridad de Eldritch en el trabajo allí abajo. Es peor de lo que


pensamos. Me atrevería a decir que Ananke podría ya no existir. Si Ananke no es lo
suficientemente poderosa para evitar que la consuma por completo, Fate está
seguramente perdida.

—¡Eso no lo sabemos! —argumentó Jessie mientras las lágrimas se apoderaban


de ella—. Todo lo que sabemos es que tenemos una oportunidad de tal vez cambiar
esto. Tenemos que tomarla, incluso si eso significa que podríamos perder a Fate.

Finn devolvió su mirada a Ananke, donde se había elevado de nuevo al cielo


para observar a su legión oscura desde arriba y fijó su vista en la reluciente luz del
Corsé de Hipólita. Enfocando toda su atención en el centro mismo, apuntó con el
extremo de rubí de la varita.

La Llave de Dantalion vibró en su mano y emitió una nota musical al mismo


tiempo. Ananke apartó su mirada del suelo y enfocó a Finn con una ferocidad
aterradora.

El rubí explotó con luz, disparando un sólido rayo rojo directamente a través
de la línea del horizonte. Ananke lanzó sus alas, catapultándose hacia arriba para
evitar el rayo. La luz roja del rubí se curvó en la misma dirección, como un misil de
calor, persiguiéndola implacablemente antes de cerrar el espacio en una ráfaga de
chispas carmesí.

Ananke chilló, agarrándose a su cintura, agarrando el Corsé de Hipólita. Pero


la antigua arma de los antiguos dioses perdió su luminoso brillo. Las ardientes alas
de humo de Ananke se diluyeron y cayó, su gigantesco cuerpo se redujo a su tamaño
normal. La armadura negra se disolvió en rasgados en volutas de humo, hasta que
lo único que quedó fue Fate.

Desnuda, inconsciente y a punto de caer al vacío.

La adrenalina recorrió el cuerpo de Finn mientras corría para atraparla. Pero


ella estaba cayendo rápidamente y él estaba demasiado lejos. Tensando cada
músculo hasta que le dolió todo el cuerpo, Finn se impulsó, llegando a su límite
absoluto, y luego se esforzó más allá de eso para cerrar la brecha en el tiempo.

Su corazón se hundió con Fate, sabiendo que no podía salvarla. Un rugido de


puro terror salió de su pecho, abrasando su garganta mientras invocaba a la Tierra,
ordenando a las arenas que se levantaran, aunque sólo fuera para detener su caída.
Las dunas obedecieron y se elevaron en un gran penacho montañoso.
Fate se desvaneció entre las arenas. Subiendo el largo cuello de su chaqueta
sobre la nariz y la boca, Finn se zambulló en el penacho, su velocidad se vio reducida
por la velocidad de la arena que le golpeaba con fuerza. Agradecido por las gafas,
buscó a Fate, pero era imposible ver nada más allá de la longitud de su brazo. Le
dolía mucho saber que la arena estaba pasando por encima de su piel desprotegida.

Algo enorme pasó por delante de Finn, haciéndole caer a un lado. No podía
imaginar que algo más que un dragón volara en medio de esta vorágine, a menos
que fuera a propósito para perseguir a Fate. Finn persiguió a la bestia con todo lo
que tenía, liberándose de la arena a los pocos segundos de cambiar de dirección

Uno de los gigantescos halcones de Eldunough voló delante de él con Fate


agarrada en sus garras. Finn no sabía si sentirse aliviado o preocupado cuando vio
que el halcón se alejaba de la Fortaleza, lejos del campo de batalla. No tenía jinete y
no se parecía a la mayoría de los demás halcones. Carecía de una rica coloración
rojiza. Este era de color marrón claro en las alas, con la cabeza y el cuerpo de color
marfil.

—¡Detente! —gritó Finn mientras corría para alcanzarlo.

El halcón descendió lentamente, aleteando más vigorosamente mientras


suavemente dejó a Fate en la cresta más alta de una duna lisa e intacta. Bajando de
un salto a un lado, la rapaz se volvió para mirar a Finn y éste reconoció los ojos
ámbar de su amigo.

—Siento llegar tarde, señor. Brune me mantuvo bastante ocupado

Finn soltó un profundo suspiro de alivio al aterrizar.

—Tu momento no podría ser más perfecto, Sithias.

Se quitó las gafas y corrió hacia Fate. Estaba tumbada de lado a lado, con los
ojos cerrados, hecha un ovillo. Su piel estaba roja, quemada por la arena, pero
respiraba con normalidad. Finn se quitó rápidamente la chaqueta para cubrirla. Su
pelo castaño, casi rojo por el sol, se derramaba sobre la arena. Nunca había estado
más guapa.

—¿Cómo está? —preguntó Sithias.

Finn deseó saber la respuesta. Fate estaba a salvo y viva, pero inconsciente y
eso le preocupaba.

—Me gustaría pensar que está durmiendo una buena siesta después de lo que
ha pasado, pero no podemos estar seguros hasta que no la veamos —La envolvió
completamente en su abrigo y la levantó en sus brazos.
—Parece bastante tranquila —coincidió Sithias

—Sí, así es —Finn besó la parte superior de su cabeza y miró hacia atrás desde
donde habían llegado, buscando dragones o cualquier otra forma de peligro. La
arena plomiza era lo único que perturbaba el horizonte y estaba disminuyendo por
falta de atención. Liberó los elementos por completo y las arenas se desplomaron en
la quietud.

Sus pensamientos volvieron a la horrible batalla que había presenciado. Con


Fate entregada en sus brazos, sus preocupaciones se volvieron inevitablemente
hacia Tove y las devastadoras pérdidas a las que estaban a punto de regresar. Sólo
podía esperar que ella no estuviera entre los muertos.

—Jessie me dijo que Tove estaba preparada para luchar. Me gustaría que lleves
a Fate de vuelta al santuario para que pueda buscarla. Le debo eso.

—Oh, no es necesario, señor. Devolví a Tove al Bosque de Huesos Retorcidos

Finn no podía estar más sorprendido.

—¿Ella te pidió que hicieras eso

—No, de hecho, ella fue bastante inflexible en cuanto a ir a la batalla. Pero yo


no me atreví a hacerlo. No en buena conciencia, de todos modos. La querida chica
esperaba claramente el fin de su tormento. Ella simplemente no lo ha superado,
señor. O a la pérdida de su familia. La ha destrozado.

Finn no sabía si sentirse aliviado o preocupado.

—Hmm, no estoy seguro de que ella será feliz con eso. Tove me dijo que quería
vivir con los Falinorin.

—Creo que ambos sabemos que los faes son criaturas inconstantes y no son de
confiar. Si Tove realmente pertenece a ellos, no será capaz de permanecer lejos del
Bosque Feldoril. Al menos de esta manera, ella tendrá tiempo para pensar y volver
a sus raíces.

Finn asintió.

—Sithias, no los tienes a menudo, pero cuando tienes ese raro momento de
sabiduría, siempre me quedo boquiabierto.

Sithias se ofendió inmediatamente.

—¿Perdón? Soy sabio más a menudo que no, muchas gracias.


—¿Es necesario que te recuerde el problema en el que te metió el Sr. Romance?
¿Y más recientemente, el hechizo recordatorio de demasiadas Elsina`s? Si eso no es
suficiente, ¿qué tal si ayudas a Fate a encontrar el Corsé de Hipólita...?

—¡No digas más!

Finn se rió mientras su nervioso amigo intentaba recuperar su compostura

—Volvamos, Sithias —Empezó a despegar, dudando cuando un torbellino


apareció en la distancia. Se deslizó a través de las dunas hacia ellos, con la intención
de que se quedarán dónde estaban.

Sithias inclinó la cabeza.

—Ese miniciclón me resulta curiosamente familiar.

—¿Verdad que sí? —coincidió Finn.

El polvo se esparció sobre ellos cuando el torbellino se detuvo. Cuando las


arenas se detuvieron en medio del torbellino y flotaron alrededor de un hombre
vestido de blanco, Finn supo exactamente quién era.

—Nos encontramos de nuevo —La sonrisa de Aradif era como la de una esfinge,
recordando a Finn sus últimas palabras. La próxima vez que nos encontremos será
en circunstancias menos agradables.
Capítulo 49
Manchado

Sithias cambió su forma de halcón por su habitual apariencia humana,


aunque eligió el vestuario de un cazador de safaris con el tradicional casco de paja
para proteger su delicada tez pálida.

—¿Qué te trae por aquí, Aradif? —preguntó con un tembloroso temblor en la


voz.

Aradif dirigió su respuesta a Finn.

—Has cumplido la profecía del Oráculo. Ha llegado el momento de abandonar


el desierto de Marajaran. Tú y los de tu clase ya no son bienvenidos aquí.

Sithias tragó saliva audiblemente.

Finn frunció el ceño.

—¿Y qué profecía sería esa? ¿Aquella en la que me dijiste que era el destructor
de los destructores y que lucharía contra Kaliena hasta la muerte? Tu Oráculo estaba
muy equivocado. Yo no destruí a Kaliena. En realidad, fue al revés. Ella me destruyó
a mí. Y Sithias fue quien ideó cómo enviarla de vuelta al lugar de donde vino.

La expresión de calma de Aradif no cambió.

—Dije que habría una gran guerra y que lucharías con Kaliena hasta la muerte
aquí en el desierto de Marajaran. No dije de quién sería la muerte.

—Bueno, supongo que cuando lo pones así...—murmuró Finn—. Pero te


equivocaste al decir que yo era el destructor de los destructores.

—¿No destruiste a Ananke, la madre de todos los dioses, hace unos momentos?

—Yo no iría tan lejos como para decir que fue destruida —argumentó Finn—.
Hice imposible que siguiera utilizando a Fate como su recipiente. Y eso se logró con
un movimiento de varita. Literalmente. Difícilmente diría que merezco algún gran
título por lo que me costó lograr esa pequeña hazaña.
—Olvidas el viaje que hiciste para llegar a ese logro. ¿O dirías que fue un viaje
suave y fácil que cualquiera que no sea un campeón podría soportar?

—Tiene razón, señor —dijo Sithias—. Usted es un verdadero campeón y debería


estar orgulloso de este triunfo.

Finn frunció el ceño hacia Sithias.

—No me siento triunfante. Estoy cansado hasta los huesos y preocupado por
mi...—Estaba a punto de decir esposa, pero no sabía si Fate sentía lo mismo—. Estoy
preocupado por Fate. Hay algo mal. Ya debería haber despertado.

—Haré que mis sanadores la atiendan si lo deseas —ofreció Aradif.

Finn se quedó mirando sorprendido.

—Sí, se lo agradecería mucho.

Aradif se apartó a un lado, juntando ambas manos antes de separarlas como si


estuviera retirando las solapas de una tienda. Y en efecto, lo estaba haciendo, porque
el fondo de arena contra el horizonte azul se ondulaba como cortinas, abriéndose al
interior de una enorme tienda llena de ricas y lujosas alfombras, almohadas de seda
y linternas que brillaban suavemente. En el centro de la tienda había un festín de
comida suntuosa. El delicioso aroma de las especias que flotaba en el aire era
tentador. Apartando las solapas, Aradif les hizo un gesto para que entraran y
le indicó a Finn que recostara a Fate en una habitación separada por generosas capas
de seda. La dejó suavemente en el suelo y retrocedió mientras varias mujeres con
velo y vestidas de blanco se reunían a su alrededor. Una de ellas le indicó que saliera
y cerró las cortinas.

—Ven, partamos juntos el pan mientras esperamos noticias sobre la salud de


Fate —Aradif tomó asiento y sirvió tres copas de una jarra de vino. Finn se
dejó caer sobre un cojín y tomó un sorbo del vino púrpura oscuro. En cuanto el
líquido dulce y refrescante llegó a su garganta reseca, se bebió la copa entera de dos
tragos más. El vino se le subió a la cabeza, haciendo que se relajara vertiginosamente
a pesar de su tensión. Como no recordaba la última vez que había comido, arrancó
un trozo de pan plano y cogió un bocado del plato de arroz que le tendió uno de los
criados.

—Gracias —dijo entre un bocado de comida.

Sithias hacía ruidos de agradecimiento mientras comía con los ojos cerrados,
masticando y sonriendo a la vez. Señaló su plato.

—¡Esto está riquísimo!


Aradif sonrió.

—Me alegro de que te guste la comida.

Finn miró hacia las cortinas, ansioso por saber qué hacían los sanadores con
Fate.

Aradif se dio cuenta.

—Tranquilízate. Mis sanadores sabrán cómo ayudarla —Llenó la copa de Finn


con más vino—. Bebe mientras discutimos el asunto del éxodo de tu pueblo en mi
desierto.

Sithias se quedó con la boca abierta, dispuesto a dar otro bocado a su comida.

—Me preguntaba cuándo volverías a hablar de eso —Finn dejó su taza—. No


podemos dejar que la Fortaleza caiga en manos equivocadas. Es nuestra para
protegerla. Por si no te has dado cuenta, hasta ahora hemos hecho un buen trabajo.

—Me he dado cuenta —Aradif dio un sorbo a su vino—. Déjame preguntarte.


¿Estás preparado para una vida de guerra?

—Por supuesto que no, y no veo por qué lo preguntas.

—Las fuerzas hambrientas de poder siempre serán atraídas para apoderarse de


la Fortaleza. Esta guerra que has ganado hoy es la primera de muchas más que
vendrán. Este será un lugar de guerra mientras la Fortaleza esté aquí, y no puedo
permitirlo.

Finn rió, una risa cansada que terminó en un pesado suspiro.

—Lo siento, pero no podemos devolverlo al lugar de donde vino. O tal vez
podamos. Sithias, podrías usar las Palabras de Creación para enviarla allí. ¿Verdad?

Sithias dejó su comida con una caída decepcionada de sus enjutos hombros.

—Supongo que podría, pero no estoy tan seguro...

—La Fortaleza no debería existir —Unas severas líneas agudizaron la antes


plácida expresión de Aradif—. El poder que alberga es un imán para la guerra y la
lucha, independientemente de dónde resida. Eres consciente de su historia, ¿no?

Reacio a aceptar, Finn asintió, demasiado consciente de la guerra de mil años


que se libró por el derecho a ocupar la Fortaleza.

—Digamos que nos vamos. ¿Qué harás con la Fortaleza? ¿Mudarte y tomar sus
tesoros para ti?
—No necesito los tesoros ni el poder que encierran. Ya tengo esas cosas —La
serenidad volvió a suavizar los rasgos de Aradif—. El desierto se llevará la Fortaleza.

Finn se inclinó hacia delante, dudoso pero intrigado.

—¿Significa eso que taparás la Fortaleza, igual que esta tienda?

Aradif rió suavemente.

—Esto no está oculto por la ilusión. Lo que ves a tu alrededor existe en otra
parte. Simplemente separé los pliegues dimensionales para permitirte la entrada a
mi hogar.

Sithias se sentó erguido por la emoción.

—¡Fascinante!

—En cuanto a la Fortaleza, quedará enterrada en las profundidades de las


arenas del desierto, para no volver a ser vista.

Finn no podía imaginar la profundidad que tendría que tener ese agujero para
cubrir completamente la Fortaleza y sus gigantescos anillos.

—Si estamos de acuerdo, ¿nos das tu palabra? —Estrechó su mirada hacia


Aradif—. Si esto es algún tipo de truco para tomar la Fortaleza para ti, las cosas irán
mal entre nosotros.

—Si quisiera quedarme con la Fortaleza ya sería mía y tú no estarías aquí


sentado participando de mi generosidad.

Finn le creyó.

—Necesitaremos al menos siete días para desalojarla, tal vez más.

—Tienen hasta el amanecer.

—Eso es imposible —argumentó Finn—. Tenemos muertos que enterrar y


heridos que atender antes de que puedan ser trasladados a una gran distancia. Y
tenemos que lidiar con cualquier cantidad de Serpens que queden. Luego está el
pequeño asunto de cómo vamos a viajar —Volvió a mirar a Sithias, decidiendo que
las Palabras de Creación eran la única manera de satisfacer la escandalosa demanda
de Aradif.

—¡No, no, no me mires! —protestó Sithias—. Son demasiados nombres que hay
que anotar y enumerar para asegurarse de que cada persona sea enviada a donde
quiera ir. Fue una pesadilla cuando Brune me hizo posicionar todas esas tropas por
separado en el suelo. Me llevó una eternidad. Por eso llegué tan tarde.
—No llegaste tarde. Apareciste en el momento justo —Finn suspiró, agotado
por la idea de resolver otro problema más.

—Me encargaré de que tengas todas las naves aéreas necesarias para llevar tus
números —ofreció Aradif.

—¿Vas a robar naves de la flota de Biraktar? —Sithias arrugó la cara con


desaprobación—. Puede que ahora sean nuestros enemigos, pero esa gente son tus
devotos adoradores. Tu nombre se pronuncia con la mayor reverencia en Biraktar.
Hacen efigies de ti, bueno, de ti como una serpiente con alas. Una buena elección,
debo añadir.

—Soy muy consciente de las creencias religiosas en torno a mi nombre —


confirmó Aradif—. Desafortunadamente, los humanos nunca han entendido a los
Djinn. Nos consideran dioses inmortales porque, a diferencia de ellos, vivimos fuera
del tiempo y podemos cambiar de forma, entre otras muchas habilidades
aparentemente milagrosas.

—¿No eres su estrella guía? —Sithias parecía decepcionado.

—Puede que haya ayudado a un viajero hace mucho tiempo que luego
construyó un mito en torno a una serpiente alada que le salvó de perecer en el
desierto. Lo hago de vez en cuando si considero que el humano merece el esfuerzo.
La forma en que aparezco depende de mi estado de ánimo en ese siglo en particular.

—Supongo que éste es el siglo de un camello maloliente y maleducado —Sithias


se cruzó de brazos, pareciendo más desilusionado por momentos—. No puedo creer
que toda una religión se haya formado en torno a una apariencia caprichosa que
elegiste al azar.

—Tú más que nadie deberías entender las apariencias caprichosas —bromeó
Finn.

A Sithias no le hizo ninguna gracia.

Una de las sanadoras se coló entre las cortinas, captando la atención inmediata
de Finn. Se acercó sigilosamente a Aradif y se inclinó para susurrarle al oído.

—¿Qué ha dicho? —Finn se puso tenso, dispuesto a levantarse y tirar de las


cortinas si no le gustaba la respuesta.

—Fate se está vistiendo y saldrá en un momento.

—¿Cómo está? ¿Han encontrado algo malo?


—Su salud está bien... —La forma en que Aradif se interrumpió sugirió que
había algo más.

—Percibo un pero en esa frase —Finn apretó la mandíbula.

—Yo también —coincidió Sithias.

Las cortinas se abrieron y Finn se puso de pie, ansioso, mientras los sanadores
salían en fila y se marchaban por una solapa en el extremo de la gran tienda. Su
corazón, que latía rápidamente, se le subió a la garganta cuando Fate salió de las
sombras a la luz.

Era una visión en blanco plateado. El pálido vestido con el que la habían
vestido sería sencillo si no fuera por la seda translúcida que lo cubría. Unas
enredaderas aireadas y enroscadas, cosidas con innumerables cuentas de plata,
fluían sobre la falda y se dirigían hacia arriba, donde se agrupaban en un corpiño
sólido y brillante.

Le habían cepillado el pelo, dejándolo caer por la espalda en suaves y lustrosas


ondas. Le habían limpiado la piel de la arenilla del desierto y sus mejillas brillaban
con el más suave rubor rosado. Se quedó tímidamente ante ellos, con las manos
juntas detrás de ella.

Finn se apresuró a acercarse a ella cuando vio que sus ojos marrones brillaban
de tristeza. Se detuvo frente a ella y la obligó a mirarla con un suave empujón en la
barbilla.

—Hola, cariño. Háblame.

Ella apretó los labios y apartó la mirada.

—¿Qué pasa?

Los hombros de Fate se estremecieron mientras se llevaba las manos a la cara


y sollozaba suavemente. Cogiéndola por las muñecas, Finn le bajó los brazos. El
miedo se le clavó en el corazón cuando se fijó en las yemas de los dedos de su mano
con la espada, manchadas de negro hasta los primeros nudillos.

Un chillido de alarma salió de Sithias cuando Finn extendió la mano de Fate


para que la vieran.

—Aradif, ¿sabes qué es esto?

Fate le quitó la mano de encima y se llevó el brazo a la espalda. La vergüenza


llenó sus ojos mientras se alejaba de Finn.
Aradif se puso en pie.

—Está contaminada por lo que había dentro del unicornio negro.

El Eldritch Gloom.

—¿Pueden tus sanadores curarla?

—Me gustaría poder decir lo contrario, pero no puedo.

—Debe haber alguien que sepa cómo curar esto —insistió Finn.

—Es posible. Pero sólo si puedes encontrar a ese alguien antes de que la
mancha llegue a su corazón.

El terror se apoderó del corazón de Finn.

—¿Qué pasa si... se nos acaba el tiempo?

Aradif negó con la cabeza.

—No lo sé.

Finn miró a Sithias.

—Puedes escribir una cura para ella. Hazlo ahora.

La mirada preocupada de Sithias se dirigió a Aradif, luego a Fate y de nuevo a


Finn.

—No sabría qué escribir exactamente... ¿En qué estoy pensando? Sí, claro que
lo haré —Rebuscó en su bolsillo y sacó una pequeña libreta y un bolígrafo.

—No.

Todos miraron sorprendidos a Fate.

—Aradif me enseñó que no puede salir nada bueno de usar las Palabras de
Creación cuando se escriben por miedo —Se secó las lágrimas con el dorso de su
mano normal y miró a Finn desafiante.

—¿Cuándo ha ocurrido esto? Ha estado con nosotros todo el tiempo que


estuviste allí con los sanadores —Finn frunció el ceño confundido cuando Fate
permaneció en silencio. Miró a Aradif—. ¿De qué está hablando? No ha hablado con
Fate de nada. Nunca.

Aradif notó la sorpresa de Finn, pero prefirió ignorarla.


—Como he dicho, los humanos no entienden a los Djinn. Yo estaba aquí,
mientras también estaba allí con Fate. Ahora lo saben todo.

—Tenemos que hacer algo —arremetió Finn. Empezó a acercarse a ella, pero
ella levantó la mano manchada para evitar que se acercara más.

—Las guerreras de Beldereth, mujeres que yo conocía, yacen muertas en la


arena junto con prácticamente todos los soldados que lucharon a su lado. Yo soy la
responsable de eso.

Echó los hombros hacia atrás, no con orgullo, sino con una determinación
dolorosa.

—…No pondré más vidas en peligro para salvarme. Tienes que dejarme ir.

—¿Dejar que te vayas? —Finn se quedó perplejo—. No puedo. No. Lucharemos


juntos contra esto como siempre lo hemos hecho.

—Esta es mi elección, Finn. Ananke me la arrebató al forzar su voluntad sobre


mí. Tengo que ejercer mi propia fuerza de voluntad. Es todo lo que me queda. Si no
puedes respetar mi derecho a elegir, desapareceré y no volverás a verme.

Todo el peso de sus palabras aplastó a Finn. Un Gigante de Roca bien podría
haberle pisado el pecho. Apenas podía respirar, por no hablar de responder.

El dolor se movió detrás de los ojos de Fate cuando apartó su mirada de él para
mirar a Aradif.

—Antes de irnos, hay una última cosa que me gustaría pedirte.

—Muy bien —respondió Aradif.

—Por favor, devuelve el cuerpo de Azrael a su madre en Biraktar. Puede que no


me guste la mujer, pero estaba muy unida a su hijo. Debería ser ella quien lo entierre
—Una lágrima resbaló por una mejilla.

—Como quieras —Aradif cerró los ojos durante un breve instante—. Ya está
hecho.

—Gracias —susurró Fate.

—¿Puedes hacer lo mismo por todos nuestros soldados caídos? —preguntó


Sithias.

—Pones a prueba mi generosidad. Azrael es de sangre Djinn. Nuestra especie


no limpia lo que dejan los humanos. Eso les corresponde a ustedes, a menos que
decidan dejar que el desierto entierre a sus muertos con la Fortaleza.
Sithias se retorció bajo la mirada distante de Aradif.

—Entiendo. Supongo que ahora nos iremos. Tenemos mucho que hacer antes
de que salga el sol.

Aradif agitó el brazo, un gesto que borró el lujoso entorno de la tienda, dejando
las dunas que se extendían ante ellos. El aire se agitó a su alrededor cuando se
desvaneció, desapareciendo en cuestión de segundos sin una palabra de despedida.

El sol estaba bajo, hundiéndose hacia una puesta de sol a la que sólo le faltaban
unas horas. Fate estaba de espaldas a Finn, mirando el horizonte. Una suave brisa
atrapó el dobladillo de su vestido, agitando la tela vaporosa alrededor de sus piernas.
Los últimos rayos de sol brillaban sobre las cuentas de plata, rodeando su silueta de
destellos.

De repente se sentía etérea, demasiado perfecta para este mundo cruel y brutal,
y todo lo que Finn quería hacer era estrecharla entre sus brazos. Protegerla.

Protegerla de cualquier daño. Pero entonces su mirada se desvió hacia las


puntas de sus dedos manchados y tembló, porque esta vez no podía salvarla.
Capítulo 50
Regreso a casa

Fate se quedó mirando la pequeña botella de cristal llena de ceniza, tapada


con un corcho y sellada con cera negra. Una placa redonda de plata del tamaño de
una moneda de 25 centavos estaba incrustada en un lado del cuello encerado. En su
superficie brillante estaba grabado: Eustace Floyd, en mayúsculas, y la fecha de su
primera muerte en números romanos. Sus gafas de lectura estaban al lado de la
botella. Esto era la suma total de lo que quedaba de su padre. No había
quedado nada de él para enterrar. Su cuerpo se había desmoronado en una taza de
polvo fino unas horas después de que su espíritu vengador abandonara el cadáver.

Fate rogaba que estuviera en paz y con su madre en algún lugar detrás de ese
misterioso velo llamado Muerte. Imaginarlos felices y juntos de nuevo podría haber
sido reconfortante si ella pudiera sentir algo más que una abyecta desesperación.

Su lucha por convertir su mundo en lo que ella necesitaba había sido inútil.
Nada de eso la había salvado de tener que enfrentarse al dolor de una angustia
incalculable.

¿Adónde la había llevado todo eso? A ninguna parte. Al menos, a ningún lugar
que ella quisiera.

Había sido impotente para moldear su realidad de nuevo en el ideal perfecto,


donde todos los que amaba y le importaban estaban vivos, felices y seguros. Qué
tonta había sido al pensar que podía someter el universo a su voluntad.

Toda la charla de Ananke sobre gobernar destinos era una gran broma. Al final,
ni siquiera ella había conseguido forjar su propio destino. Una prueba de que el
destino no era más que un curso aleatorio de los acontecimientos dejados al azar.

Fate se rió amargamente de su antigua arrogancia, un sonido que sólo oyó el


robot de cámara que empaquetaba sus pertenencias. El robot se detuvo y volvió su
rostro de abuela de porcelana y su incesante sonrisa en su dirección.

—¿Te apetece un sabroso manjar antes de irte?


—No, gracias —La idea de comer le daba náuseas.

Las luces de la habitación se redujeron repentinamente a un débil resplandor


y los movimientos del robot se detuvieron por completo. Desconcertada por la
inesperada disfunción, Fate envolvió el frasco con las cenizas de su padre y las gafas
en un paño y metió el paquete en una de sus bolsas.

Un suave golpe en la puerta la sobresaltó y se apresuró a abrirla. Finn la saludó


con una mirada de preocupación, midiendo atentamente su estado de ánimo con un
barrido de sus ojos verdes.

—¿Qué pasa con las luces? —preguntó ella—. Y mi robot de cámara se ha


apagado.

—Brune programó los ajustes de la Torre para que se apagaran. Le preocupaba


que los desafiantes de la gravedad alrededor de la Fortaleza hicieran imposible que
el desierto la enterrara.

—Wow, ella está tomando esto mucho mejor de lo que pensé que lo haría.

—Brune está llena de sorpresas últimamente —Finn se quedó callado un


momento, casi como si estuviera esperando que Fate dijera algo—. ¿Has hecho las
maletas y estás preparada? —preguntó cuándo ella permaneció callada—. Las naves
están cargadas con todo lo que pudimos reunir de la tierra, con el tiempo y los
recursos limitados. Rudwor ya envió la primera nave en camino. Está esperando que
subamos a bordo. Jessie y los demás también están allí. Haremos el viaje todos
juntos.

—A Beldereth.

—Ese es el plan.

Finn la siguió dentro mientras ella se ponía la chaqueta. Dándole la espalda, se


puso un par de guantes ligeros para ocultar la mancha de sus pecados en la mano
derecha. Levantó sus maletas y se giró hacia él.

—No voy a Beldereth —anunció rotundamente.

Los músculos de su mandíbula se tensaron mientras tragaba con fuerza.

—No puedes quedarte aquí.

—Pienso llevar el portal de vuelta a la Librería de Fábulas.


—¿Por qué? Sin Eustace, no queda nada allí para ti. Podemos hacer una buena
vida en Beldereth. Puedo llevarte a Almsdeep. Estoy seguro de que los monjes
sabrán cómo curar... tu mano.

Fate negó con la cabeza.

—Aradif me dijo que tengo que ir donde no hay magia. Si lo hago, la


propagación se ralentizará. Posiblemente incluso lo suficiente para que muera de
vieja.

Finn hizo una mueca.

—No hables así.

—Me parece bien, Finn. De hecho, me apetece la normalidad. No quiero estar


más cerca de la magia. La magia es... es demasiado tentadora. Mientras sepa que
existe la más mínima posibilidad de recuperar a mi padre y deshacer todo lo malo
que ha pasado, acabaré abusando de mis poderes otra vez —Las lágrimas ardían
detrás de sus ojos—. Volver a casa es la única manera en que podré aceptar que
Eustace se ha ido para siempre.

—No te quedan poderes de los que abusar.

—Todavía tengo las Palabras de Creación.

Finn abrió la boca para discutir, pero ella lo silenció poniéndole el dedo en los
labios.

—Por favor, deja de intentar hacerme cambiar de opinión. Tengo que hacer
esto. Necesito hacerlo.

Su resistencia cayó y asintió.

—Entonces iré contigo.

El corazón de Fate dio un vuelco. Había estado preparada para ir sola y sólo
ahora se dio cuenta de lo terriblemente temerosa que había estado de que él no
quisiera acompañarla.

—¿Estás seguro?

—Soy tu marido. ¿A qué otro lugar podría ir si no es contigo? —El miedo se


apoderó de los bordes de sus ojos—. Eso si todavía quieres estar casada conmigo.

—Sí quiero.

Finn la atrajo hacia sus brazos y la estrechó.


—No sabes cuánto tiempo he esperado para oírte decir eso sin vacilar.

Fate se estremeció al ver lo mucho que lo había herido con sus emociones
encontradas sobre Azrael.

—He sido horrible...

—Shhh —Finn se inclinó hacia atrás para mirarla. Sus ojos se iluminaron con
una esmeralda brillante mientras su boca se curvaba en una sonrisa—. No te
arrepientas. Ahora estamos juntos y eso es lo único que cuenta.

Metió la mano en el bolsillo y sacó dos pulseras de ayuno de mano. Hacían


juego con las originales, con la preciada cinta de seda blanca que le había regalado
hacía tanto tiempo, trenzada con una tira de tartán gris del kilt de su uniforme de
Primer Caballero. De las trenzas colgaban los amuletos de plata del Árbol de la Vida
y del Nudo de Amor Celta. Finn deslizó el brazalete en su muñeca y tiró del
cordón para que quedara perfectamente ajustado. Fate cogió su pulsera y la colocó
en la suya.

—Estamos unidos, siempre.

El amor en sus brillantes ojos se hinchó hasta desbordarse.

—Siempre —respondió ella sin aliento. La alegría chocó con la pena que se
había instalado en su corazón.

Finn la atrajo hacia su fuerte abrazo, calmando su temblor interno como


ninguna otra cosa podría hacerlo. Si tan sólo pudieran atrapar el momento en
ámbar.

El tiempo era un lujo que no tenían. La implacable cuenta atrás hacia el


amanecer pasaba sin piedad.

—Deberíamos irnos —susurró ella.

—Sí —aceptó él—. Mejor irnos ahora antes de que te arrastre a esa cama y
pierda la noción del tiempo —La mirada de anhelo en sus ojos reflejaba la de ella.

Finn cogió sus maletas. Cuando Fate llegó a la puerta, echó una última mirada
a su habitación y al bot de la cámara mientras cerraba la puerta.

Se apresuraron a atravesar los oscuros y vacíos pasillos hasta llegar al


santuario. Allí les esperaban sus amigos, que se volvieron todos a la vez cuando la
puerta golpeó contra la pared cuando Finn la abrió de una patada con más fuerza de
la necesaria.
Rudwor los miró con una sonrisa irónica.

—Nos acercamos un poco, ¿no? ¿Sabes que hay camas en el barco, eh,
muchacho?

—Estábamos hablando —Finn puso las maletas de Fate junto al portal—. Y


hemos decidido que no vamos a ir con ustedes.

—¿Qué? —graznó Sithias—. ¿Adónde van a ir?

Finn comenzó la larga explicación. El cansancio que Fate había sentido antes
se derrumbó de nuevo mientras todos escuchaban, cada uno lanzando miradas
preocupadas hacia ella mientras eludía su inquietante condición.

Jessie se acercó a Fate. Estaba enfadada.

—¿Planeabas irte a casa sin mí?

—En realidad, esperaba que vinieras con nosotros. Siempre que quieras.

—Me molesta que pienses que no lo haré —El ceño de Jessie se volvió
juguetón—. Tenía ganas de visitar Beldereth, pero casa suena mejor. Por supuesto,
lo primero que vamos a hacer es arrancar los pósters de unicornios de las paredes
de tu habitación.

Fate sonrió a medias.

—Sé lo que quieres decir. No puedo prometer que me abstendré de chocar por
detrás con cualquier coche con pegatinas de: Freno a los unicornios.

—Ese es el espíritu —Jessie movió sus bolsas hacia el portal.

—Cuenta conmigo en tu viaje a casa —Sithias se apresuró a acercarse, con la


espalda arqueada mientras balanceaba una pesada pila de libros en sus brazos—. Te
alegrará saber que he reunido todo lo que tiene que ver con el Eldritch Gloom. Estoy
decidido a encontrar una solución a tu aflicción.

—Eres un buen amigo, Sithias, pero esto es un viaje de despedida. Además, no


veo cómo serías capaz de cambiar de forma. Desafortunadamente, aparecer como
una enorme serpiente alada podría hacer que te disparen.

—Al contrario, señorita. Tengo mi glamour para casos de emergencia —Sithias


agitó un collar de coral hacia ella. Era el glamour de sirena que había utilizado para
cambiar de forma antes de que Fate le diera el poder de cambiar de forma—. Aunque
no espero tener que usarlo. Había suficiente magia en la librería como para cambiar
de forma la última vez que estuve allí.
—Es cierto —coincidió Finn—. La magia provenía del Libro de Fábulas.

—No puedo estar segura, pero puede que ahora no sea así —Brune dejó su
anillo de llaves de Guardiana de la Fortaleza sobre la mesa con un fuerte ruido—.
Falta la llave que abre el Libro de Fábulas y la Cerradura de la Torre. Me di cuenta
cuando estaba empacando mis cosas. Sospecho que Darcy la robó.

—¿Por qué querría Darcy esa llave? —preguntó Fate.

—Esta parece ser una conversación que va a durar más que mis brazos —Sithias
se puso en cuclillas, se tambaleó bajo el peso de los libros y los dejó caer al suelo.

—Usa esto —Gerdie le acercó una gran bolsa de lona para sus libros y le ayudó
a llenarla.

Brune cogió el llavero.

—He considerado varias razones y ninguna es buena. Puede que Darcy quiera
viajar por el Libro de Fábulas como lectora, lo que significa que creará finales
terribles para cada historia.

—¡Espera! —bramó Rudwor—. ¡Eso significaría la perdición de Beldereth de


nuevo! No podemos dejar que eso ocurra. No después de todo lo que hemos perdido
en las guerras.

—Lo investigaremos en cuanto volvamos a la librería —aseguró Finn a su


amigo—. ¿Qué otras razones piensas que Darcy podría tener al robar la llave? —
preguntó a Brune.

—Puede que simplemente quiera robársela a nuestra familia como último acto
de venganza —Brune apretó las llaves—. Sigo pensando en todo el tiempo que Darcy
pasó con Wodrid en la biblioteca, cuando lo conocíamos como Steve. Apostaría cada
tesoro guardado en la Torre del Tesoro a que le pasó un truco o dos. Dominaba la
magia demasiado rápido para alguien de su edad y experiencia.

—Sí, recuerdo a Wodrid soltando lo de maldecir el Libro de Fábulas —La


expresión de Finn se tensó con preocupación—. Fue él quien creó las Palabras de
Creación.

Fate tragó saliva.

—Si Darcy entra en el Libro de Fábulas como próxima lectora, recibirá el poder
de las Palabras de Creación.

—Combina eso con el Orbe —añadió Brune—, y tienes...


—Caos y monstruos como la Vieja Madre Grim —intervino Gerdie.

—Ya te dije por qué lo hice —El arrepentimiento llenó los ojos de Brune—.
¿Sigues guardando ese rencor?

—No —refunfuñó Gerdie—. Te perdono.

—Será mejor que enciendas el portal para que podamos investigar —le dijo
Finn a Brune.

Asintiendo con gesto adusto, se acercó a la puerta redonda de hierro con


símbolos grabados y tiró de la palanca. El iris se abrió en espiral, revelando un túnel
circular de anillos interiores, cada uno de los cuales giraba en direcciones opuestas.
Olas de luz azul neón giraron en una trayectoria de flujo ciclónico que los llevaría de
vuelta a la librería.

Brune miró su reloj.

—Tienen unos quince minutos antes de que no haya energía para hacer
funcionar el portal —advirtió.

Rudwor tiró de Finn en un aplastante abrazo de oso.

—Que Dios te acompañe, muchacho. Que nos reunamos un día en el camino y


que sea pronto. Ese día lo celebraremos hasta el olvido —Soltó a Finn, con sus ojos
marrones claros empañados por la emoción.

—Sí, lo espero —La duda se movió en los ojos de Finn.

Frotándose la nariz, Rudwor se sacó las lágrimas y miró a Fate.

—Prométeme que se cuidarán mutuamente.

—Lo prometo.

Parecía que iba a asfixiarla con uno de sus carnosos abrazos. En lugar de eso,
se giró bruscamente y cruzó la pasarela hacia la aeronave que esperaba fuera de la
escotilla del santuario.

—¿Volverás a la librería con nosotros? —preguntó Fate a Brune—. Sabes que


eres bienvenida. Pienso volver a poner en marcha la librería y me encantaría que me
ayudaras —Se sorprendió de lo mucho que esperaba que Brune aceptara su
invitación. Lo único que habían hecho era discutir entre ellas, pero también había
llegado a comprender y respetar a Brune. Nunca había sido la tía abuela amable que
Fate hubiera preferido, pero Brune era de la familia.
Una repentina punzada de comprensión golpeó a Fate. Brune y Gerdie eran la
única familia que le quedaba.

La expresión siempre severa de Brune se suavizó.

—No tengo vida en ese mundo. Siempre he pertenecido a la Fortaleza —Con la


mirada desgarrada, miró por encima del hombro en dirección a la aeronave—. Por
muy duro que sea dejar de ser Guardiana de la Fortaleza, creo que puede haber una
nueva vida esperándome.

—Oh —Fate ocultó su decepción cambiando de tema—. ¿Cómo te las arreglaste


para romper el juramento de Guardiana de la Fortaleza? Nunca olvidaré lo
dolorosamente vinculante que era el juramento.

—En realidad, no lo rompí —Brune levantó la mano para mostrar que el sello
de guardián estampado bajo la piel de su palma era un pálido destello y apenas
estaba activo—. Ya no estoy atada y no puedo decirte por qué.

Fate retiró el guante y comprobó su palma. El reluciente sello de Guardiana


que le habían estampado el día de su iniciación como Guardiana de la Fortaleza, era
también un tenue parpadeo.

—El mío también está casi agotado —dijo Jessie.

—Por lo que parece, diría que nuestra línea familiar está libre de la Fortaleza.
No tendrás que preocuparte de que los hijos que decidas tener sean llamados a filas
—Brune sonrió, una rareza que siempre resultaba sorprendente.

Fate se quedó atónita. —Eso es increíble. Sin embargo, me gustaría saber cómo
ha ocurrido esto. ¿Es obra de Darcy?

—Ese es un misterio que quizá nunca resolvamos —admitió Brune—. Sólo estoy
agradecida de no estar ya atada a la Fortaleza. La idea de ser enterrada con ella no
es precisamente atractiva.

—Lástima que Darcy no esté ligada a la Fortaleza —Un malvado deleite se


asomó a las comisuras de la boca de Fate—. Que la entierren viva aquí sería una
satisfactoria recompensa kármica.

La sonrisa de Brune desapareció.

—¿Darcy enterrada con acceso a todo el poder almacenado aquí? Ni pensarlo


—Miró la hora y volvió a ponerse tensa. Señaló a Gerdie con un toque en la esfera
del reloj—. Vamos, el reloj está corriendo.
—¿Vas a ir con Brune? —preguntó Fate a Gerdie. La invitación tácita a volver
a la librería con ella pesaba entre ellos.

Gerdie le dedicó esa sonrisa ladeada a la que Fate se había aficionado.

—Sí, voy a ir con Brune. Me gustaba Beldereth. La biblioteca de allí es decente,


y además no me importaría retomar los tratamientos herbales que estaba mezclando
para la sobrina de Rudwor. Siempre me sentí mal por dejar la recuperación de
Valesca sin terminar. Además, no necesitas a una centenaria de seis años cerca para
retrasarte.

—No seas tonta —regañó Fate—. Me encantaría tenerte allí conmigo y creo que
te encantaría estar de vuelta en casa. Podemos repasar todas las viejas fotos tuyas y
de la abuela. Y Brune y Oma y todos los demás parientes que nunca conocí. Ah, y
puedo llevarte a ver todos los lugares a los que solías ir. Han cambiado muchas
cosas, pero hay muchas que no, como la vieja tienda de refrescos y la panadería.

—La panadería Sweet Dreams11 —añadió Brune—. Está exactamente igual.


Hice suficientes recorridos de rosquillas para Farouk como para saberlo.

—A mí me gustaba Sweet Dreams —La sonrisa melancólica de Gerdie se


entristeció—. Todo eso suena muy bien, pero yo sólo sería un pez fuera del agua allí.
No puedo imaginarme que me traten como a un niño durante el tiempo que me lleve
empezar a parecer lo suficientemente mayor como para que me respeten como a un
adulto.

Fate se tragó el doloroso nudo en la garganta y le dio un abrazo a su pequeña


tía abuela.

—Te echaré mucho de menos.

—Yo también —Los ojos marrones de Gerdie brillaron con lágrimas mientras
metía la mano en el bolsillo de su falda y sacaba el gato en miniatura con forma de
reloj que Eustace le había regalado a Fate en su cumpleaños—. Deberías recuperar
a Poz.

—¿Estás segura? —Fate sonrió cuando el pequeño gato se estiró y la miró con
sus brillantes ojos verdes.

—Segura —Gerdie colocó el ronroneante gato en la mano de Fate. Miró a


Finn—. Cuida de ella.

—Sí, sabes que lo haré.

11
Dulces Sueños
Gerdie señaló a Sithias.

—¡Y tú! Haz tus deberes y arregla a esta chica.

La cara de Sithias se pellizcó de desaprobación.

—Me opongo a eso. Yo siempre hago mis deberes.

Fate palmeó el brazo de Sithias.

—Estoy en buenas manos —le aseguró.

Brune se adelantó con la mano extendida.

—Saldrás bien de esto. Eres demasiado testaruda para no hacerlo.

Fate estrechó la mano de Brune con una risa triste.

—Gracias, creo.

Brune se aclaró la garganta, parpadeando lo que podría haber sido el primer


signo de una lágrima. Asintiendo, se dio la vuelta y se marchó con Gerdie
correteando tras ella.

Finn se puso detrás de ella y la acercó a su pecho. Ella cerró los ojos mientras
él le susurraba al oído—: No te preocupes, amor. Haremos una buena vida juntos.
Te lo prometo —Habló con tanta seguridad que ella casi se permitió creerle.

Jessie se quedó junto a la escotilla, observando cómo retiraban la pasarela


hacia el barco y se alejaban. Los primeros destellos del amanecer atravesaban la
oscuridad del desierto, perfilando el horizonte con una tenue silueta de las dunas
lejanas. Golpeó el botón con el lateral de su puño, provocando el cierre de la escotilla.

Brune había dejado el holograma del exterior de la Fortaleza funcionando.


Todos se reunieron a su alrededor, con una tensa curiosidad por ver si Aradif
cumpliría su promesa de enterrar la Fortaleza.

La luz del sol salpicaba las dunas, resplandeciendo en la superficie brillante de


los colosales anillos y de los altísimos titanes de hierro, que proyectaban largas y
esbeltas sombras sobre las innumerables y antiguas bóvedas que ajardinaban la
superficie de la Fortaleza.

Un súbito temblor hizo que Fate se agarrara al borde de la mesa.

—Y así comienza —dijo Finn con gravedad mientras se miraban el uno al otro.
El suelo tembló bajo sus pies y las paredes traquetearon. Los cuadros chocaron
contra las paredes de bronce del santuario hasta que los marcos dorados se
agrietaron y los lienzos se desprendieron. Las estatuas de mármol chocaron y se
rompieron en pedazos. Los libros salieron volando de los estantes de las pesadas
librerías de madera al tambalearse y volcarse.

Aunque el temblor era prueba suficiente, la evidencia era clara mientras Fate
observaba el holograma. Los gigantescos anillos no se habían movido desde que
aterrizaron en el desierto. Ahora estaban alineados, uno al lado del otro, como
brazaletes apilados y colocados sobre la arena. Las misteriosas fuerzas magnéticas
que los anillos habían generado para mantener suspendida en el aire la enorme
construcción redonda de la Fortaleza cesaron por completo y ésta se estrelló contra
las dunas.

Fate se encogió ante la visión de innumerables maravillas arquitectónicas que


se rompían y rompían en pedazos: los tesoros de aquellas bóvedas aplastadas se
destruían o eran arrojados a las arenas que habían cobrado vida de repente. Las
dunas se arremolinaban alrededor de la Torre y los anillos, ensanchándose en un
enorme agujero agitado para abarcar la estructura montañosa.

Un desierto hambriento, como Azrael había dicho una vez del Desierto
Dunebala. Ella había supuesto que se refería a las criaturas monstruosas que
habitaban bajo las dunas, pero tal vez se refería al desierto en sí. ¿Cuántas ruinas
había vislumbrado bajo las cambiantes arenas oceánicas de Dunebala desde la
aeronave cuando navegaron juntos por el desierto? Más de las que le gustaría
admitir.

Según todos los indicios, el Desierto de Mirajaran era tan voraz cuando un ser
como Aradif lo ordenaba.

—Es hora de salir antes de que perdamos el portal —Sithias miró con ansiedad
los escombros que repiqueteaban y rebotaban sobre el suelo tembloroso.

—Lo secundo —coincidió Jessie.

Sithias arrastró la bolsa de lona, pesada por los libros, hasta el portal y la arrojó
al túnel. Unos rayos de electricidad crepitaron a su alrededor, antes de que la bolsa
desapareciera en un parpadeo. Se volvió hacia ellos con una mueca.

—Todavía funciona. Aunque la desagradable sensación de ser estirado como


una banda elástica a través del espacio y el tiempo ha vuelto de repente a la mente
—Agitó sus largos y delgados brazos—. ¿En qué estaba pensando al aceptar hacer
esto?
—No es demasiado tarde para unirse a Rudwor y a los demás —dijo Fate,
odiando la idea de otra despedida desgarradora—. Puedes escribirte en la nave aquí
y ahora.

—¿Y perder la oportunidad de descubrir un mundo completamente nuevo y las


maravillosas aventuras que ofrece? —Sithias levantó un puño en el aire—. No dejaré
que el miedo me detenga.

—Si insistes —Jessie le agarró del brazo levantado y le arrastró hacia el portal—
. ¡Nos vemos al otro lado! —gritó por encima del grito de pánico de Sithias. Que duró
una fracción de segundo antes de que desaparecieran dentro del vórtice crepitante.

Finn arrojó sus maletas al portal y se volvió hacia Fate.

—¿Lista, amor?

Fate miró el holograma por última vez. No había rastro de los anillos
gigantescos. Una masa arremolinada de arena crepitaba sobre los últimos vestigios
de la Fortaleza, succionando la estructura redonda hacia las profundidades del
oscuro vientre del desierto. Cualquier duda que pudiera tener de que Aradif
pretendía poseer la Fortaleza para sí mismo se borró. Le asombraba saber que
estaban enterrados bajo toneladas de tierra. La Fortaleza se había convertido en una
tumba y ellos ya no pertenecían a ella. Las luces chisporrotearon y todos los objetos
rotos que abarrotaban el suelo rodaron de repente hacia los lados. La enorme mesa
en el centro del santuario se deslizó, lentamente al principio, luego tomó velocidad
y se estrelló contra la pared del fondo.

Al mismo tiempo, el suelo se inclinó y Fate perdió el equilibrio, cayendo hacia


la pared más lejana. Antes de que se le ocurriera levantar el vuelo, Finn saltó al aire
y la cogió de la mano. La cogió en brazos con un movimiento rápido y ella sintió el
martilleo de su corazón bajo su pecho musculoso.

—Nuestros quince minutos han terminado —le dijo—. Todo se está apagando,
incluido el oscilador que mantiene el nivel del santuario dentro del anillo.

Finn voló hacia el portal, frenando antes de entrar. La luz azul que se
arremolinaba se reflejó y se fundió con el verde luminoso de sus ojos cuando se
inclinó para besarla. El tacto de sus labios se apoderó de los sentidos de Fate,
ahuyentando todos los pensamientos perturbadores, aliviando las heridas más
profundas de su alma como ninguna otra cosa podría hacerlo en este mundo o en el
siguiente.

Profundizando el beso, Finn llevó a Fate a través del umbral y se lanzaron


juntos por el espacio, fundiéndose en un solo corazón que latía.
Epílogo
Los brazos de Finn seguían rodeando a Fate cuando atravesaron un oscuro
pasillo al otro lado y se deslizaron hasta detenerse. El viaje de vuelta había sido una
colisión extática de placer y dolor. Forjados juntos por amor y un beso que había
lanzado deliciosas chispas a lo largo de su espina dorsal, el bombardeo de los
calientes rayos de electricidad del portal que salían en todas direcciones no sólo
había sido soportable, sino también extrañamente estimulante.

Finn la ayudó a ponerse en pie.

—Ha sido interesante.

—Sólo un poco —Todavía mareada, soltó una risita.

Sithias apareció en la puerta abierta, iluminando sus caras con una linterna. —
¿A qué están esperando? Salgan de aquí —Arrastró sus maletas fuera del armario
hasta el almacén de la librería.

Las luces estaban encendidas, igual que la última vez que Fate había estado en
la librería.

Jessie asomó la cabeza a través de las gruesas cortinas de terciopelo.

—Dense prisa. Tienen que ver esto.

El olor a polvo y a cartón viejo flotaba en el aire cuando Fate salió al almacén.
Cuando Finn cerró la puerta del armario del conserje, comprobó la cerradura del
portal. Todavía estaba anclado al exterior de la puerta. Volvió a abrir la puerta que
daba a un armario poco profundo lleno de artículos de limpieza.

Sithias se quedó mirando el contenido del armario.

—¿Cómo han llegado ahí?

—El portal se cerró al otro lado. Esto es lo que hay cuando no está activo.
Fregonas y escobas.

Jessie resopló impaciente.


—¡Oigan! Me estoy haciendo vieja esperándolos —Desapareció tras las
cortinas.

Tejieron a través del laberinto de cajas apiladas, hacia el piso principal. El


familiar crujido del viejo suelo de cedro bajo los pasos de Fate y los acogedores
rincones de lectura escondidos en las esquinas más cómodas llenaron a Fate de
nostalgia y añoranza.

Cogió la mano de Finn, reconfortada sin medida por su presencia mientras


pasaban junto a las estanterías repletas de los coloridos lomos de cientos de libros.

Cuando rodearon la última fila de estanterías, Fate se detuvo. Cada músculo se


tensó con repugnancia al ver el gigantesco Libro de Fábulas, de tres metros de
altura, apoyado en la escalera que conducía al segundo piso. Parecía que hacía toda
una vida que Fate no veía la cubierta de madera marcada, con el relieve de un roble
tallado y el título escrito en letras doradas. Se estremeció cuando su mirada se dirigió
a la deslustrada cerradura redonda de hierro forjado con un diseño de volutas de
hojas que rodeaba una gran cerradura. Para cualquier otra persona, el candado era
un adorno más en lo que había sido el elaborado y anticuado cartel de la librería
Fabulas desde que se estableció el negocio. Nadie sospecharía nunca que el libro era
un objeto maldito a la espera de devorar al primer desprevenido que tuviera la suerte
de leer en sus páginas.

Esto era problemático, ya que el… cartel, había estado anclado a la pared
exterior del edificio la última vez que había estado allí. Además, la librería se había
llenado de fans disfrazados de los personajes de su libro. Un acontecimiento
inoportuno que había marcado el comienzo de todas las tragedias que siguieron.

Jessie se situó junto al Libro de las Fábulas, gesticulando con impaciencia.

—Mira lo que hemos encontrado.

Sithias se apresuró a colocarse al otro lado, señalando enfáticamente la llave


perdida de Brune. Ahora era tan larga como un bastón, volviendo a su tamaño
original, tal y como era cuando Fate la descubrió la primera vez. Puede que Finn
fuera el que utilizara la enorme llave para abrir el Libro de Fábulas, pero ella había
pronunciado las palabras en la página que los atrapaba dentro de las historias.

El miedo presionaba a Fate desde todos los ángulos. ¿Por qué estaba la llave
apoyada al lado de ese libro maligno?

La dejaron allí como un regalo espeluznante.

Jessie levantó una etiqueta ordinaria atada a las volutas del arco filigranado de
la llave. Fate la reconoció entre los suministros del almacén.
—Hay un mensaje escrito en ella —dijo Jessie.

—Léelo en voz alta —sugirió Finn, cuando Fate no se movió.

Jessie desató la etiqueta y se la tendió a Sithias como si fuera una rata muerta.

—Léela tú.

Sithias parecía igualmente reacio a tocarla.

Finalmente, se la arrancó a Jessie y leyó las palabras lentamente—: Fate. Me


lo has quitado todo. No pararé hasta que te haya hecho lo mismo. D.

Jessie dio un pisotón.

—¡D de Demonio! ¡Diablo! ¡Hija de Judas12!

La cabeza de Fate se llenó de un áspero zumbido que crecía a cada segundo.


¿Qué más podría perder? Se le heló la sangre, frenando en sus venas. ¿Amenazaba
Darcy a Gerdie y a Brune? ¿Los últimos miembros de su familia?

¿O acaso Darcy sólo la hacía creer que había entrado en el Libro de Fábulas?
¿Estaba en este mundo planeando hacer daño a Finn, Jessie y a Sithias?

Fate se apretó los dedos contra sus palpitantes sienes. Se suponía que esto no
debía ocurrir. Se suponía que debía estar cosiendo los pedazos rotos de su vida
destrozada en algo manejable. En paz.

Pero Darcy le había lanzado el guante. Este era un desafío directo que ella no
podía ignorar. Desde el punto de vista de Fate, se trataba de un duelo a muerte,
porque no podía, no quería, quedarse de brazos cruzados y dejar que Darcy hiciera
daño a alguien a quien quería.

—Parece que te está incitando a volver al Libro de Fábulas —Finn sonaba a lo


lejos.

Sithias se unió desde ese mismo lugar lejano.

—Oh, querida, no puedo imaginar la destrucción que causará en Oldwilde.

—¿Deberíamos ir tras ella? —preguntó Jessie.

De repente todos hablaban a la vez. Sus voces se volvieron débiles como si Fate
estuviera flotando en el espacio.

12
En inglés todas comienzan con D: `D for Devil! Diablo! Daughter of Judas`
—Hey, amor, ¿puedes oírme?

—¿Estás bien, ssseñorita?

—Fate... ¿Fate?

Continuará…

Permanece atentx al quinto y último


libro de la serie Her Dark Destiny,
FATE’S RETURN.
Sobre la autora

La autora de bestsellers T. Rae Mitchell es una incurable adicta a la


fantasía que pasó gran parte de su juventud soñando con mundos y
dando vida a personajes como el misterioso Sr. Nobody que dejaba notas
de ánimo bajo las almohadas de sus hermanas pequeñas. Mientras que
la mayoría de los niños se olvidan de esas cosas, T. Rae no lo hacía y a
veces llevaba el juego de la fantasía un poco lejos. Como la vez que un
mago escondió un frasco de judías de dragón en el patio trasero y dejó a
su hijo convencido de que podía cultivar sus propios dragones. No hace
falta decir que las judías no produjeron y que se llevó un chasco. Fue
entonces cuando T. Rae decidió canalizar su loca imaginación hacia la
escritura. Desde entonces ha comenzado su serie para jóvenes adultos,
Fate's Fables, Libro Uno de Fate's Journey, que puede encontrarse en
numerosas listas de los 100 más vendidos de Amazon, como Coming of
Age Fantasy y Fairy Tales & Folklore.
UN PROYECTO
TRADUCIDO EN
COLABORACIÒN POR:

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