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STAFF
Goddessees of Reading & Sombra Literaria
TRADUCCIÒN
CORRECCIÒN
Beth Elke FerGonz Kerah
Lee LouLo -Patty VivianaG2509
AS Yuli
Pero si Jessie preguntaba por ella, eso sólo podía significar que su amiga se
había recuperado totalmente intacta. Fate se mordió el labio inferior,
preguntándose si Jessie recordaba las brutales peleas que habían tenido.
Su última pelea había sido especialmente cruel. Fate todavía se estremecía con
el recuerdo de los afilados puños metálicos de Jessie rompiendo los huesos de su
cara. El golpe habría matado a Fate, o la habría desfigurado de por vida, de no ser
por los poderes regenerativos que le otorgaba el Corsé de Hipólita. No es que Fate le
echara en cara nada de eso a Jessie. Su amiga no sabía lo que estaba haciendo.
Fate dobló una esquina, chocando accidentalmente con un hombre que era una
sólida pared de músculos nervudos.
Fate plantó su pie sobre su cuello y se inclinó hacia delante. Su frente se llenó
de sudor mientras sus ojos oscuros encontraban los de ella. Aplicó más presión
cuando captó el mismo brillo escarlata en sus ojos que había visto en Moria, su
Emperatriz Dragón Serpen, cuya sed de venganza había arruinado el Reino de Asgar.
—Cuida tus modales —le dijo Fate al hombre—. Recuerda que eres un invitado
aquí. Si no te comportas, te arrojaré al desierto.
El soldado, con la cara roja, echó humo y cerró la boca con fuerza mientras
asentía.
Fate le clavó el talón en la nuez de Adán, haciéndole forcejear para tomar aire
antes de levantar finalmente el pie. Los otros caballeros de Serpen le abrieron
rápidamente el paso mientras ella reanudaba su veloz marcha por el pasillo. El
gentío se agolpaba en el extremo inferior de las suites residenciales de la Fortaleza,
y Fate se vio obligada a abrirse paso entre la multitud una vez más.
Habían pasado tres semanas desde la Gran Guerra del Desierto —como
muchos se referían a ella— y seguía sintiéndose invadida por los miles de personas
que se arremolinaban entre los muros de la antigua estructura. Este último
encuentro con el soldado Serpen sirvió para magnificar la intrusión. Pero se trataba
de los restos supervivientes de las fuerzas aliadas. A pesar del gran número, en
realidad sólo ocupaban un pequeño porcentaje de las suites residenciales
disponibles en La Fortaleza. Si hubiera podido convencer a Brune de que abriera
una sección diferente, en lugar de ponerlos donde ella y sus amigos habían estado
viviendo.
Sin embargo, albergarlos no era el problema más urgente. Cada día que
pasaba, sus inesperados invitados empezaban a actuar como si fueran los dueños
del lugar. Por ejemplo, se apoderaron de la arena de combate, que Fate estaba
acostumbrada a tener para ella sola. También se tomaban libertades al traspasar las
secciones cerradas dentro de los colosales anillos.
Fate se metió en la enfermería y aceleró el paso al pasar por una cama tras otra
de soldados gravemente heridos. Cuando llegó a las habitaciones privadas del fondo,
se deslizó por la puerta y la cerró tras de sí.
Jessie estaba sentada en la cama hablando con Eustace. Su larga melena oscura
colgaba en suaves ondas sobre los hombros. Estaba sonriente y animada, un ser
humano de nuevo. Ya no era la autómata asesina en la que Kaliena la había
convertido.
Los dos se volvieron para mirarla. La sonrisa de Jessie se amplió y sus cálidos
ojos avellana se convirtieron en alegres medias lunas. Mareada por la emoción, le
hizo un gesto a Fate para que se acercara.
Ver el bello rostro de Jessie fue una visión bienvenida después de haber estado
oculta tras la maquinaria encantada durante tanto tiempo. Fate corrió hacia ella, con
los brazos abiertos para abrazarla.
—¿Cómo estoy? ¿Cómo estás? —Apretó a Jessie con fuerza, temiendo soltarla.
Fate la soltó.
—¡Oh, lo siento!
—Poco. Al parecer, me retienen para realizar más pruebas —le informó Jessie.
Fate se rió.
—No tanto. —Eustace se estiró para frotar la parte baja de su espalda con una
mueca de dolor—. Sobre todo, porque tengo una pila de investigación esperándome
en la biblioteca.
Fate frunció el ceño. ¿Por qué iba a estar nervioso por eso? Algo no cuadraba.
¿Qué estaba ocultando? El estómago se le apretó en un nudo de sospecha. Entornó
los ojos hacia él, observando cómo se retorcía bajo su mirada escrutadora.
Se sacudió, diciéndose a sí misma que dejara de estar paranoica con todos los
que la rodeaban. Incluso había empezado a preocuparse por si Finn era Finn. De vez
en cuando, percibía el mismo tipo de secretismo en él también. Este constante miedo
subyacente estaba causando estragos en su cordura.
Fate parpadeó.
—Lo haré —contestó Eustace, ofreciendo una sonrisa floja mientras les
devolvía la mirada.
Fate asintió.
—Sí.
—Bien, pero lo primero es lo primero. Quiero saber cómo has estado. —Jessie
acomodó las almohadas antes de volver a acomodarse en ellas.
—¿Se quita?
—Vaya, eso sí que es un asunto serio. ¿Estás de acuerdo con que sea un
accesorio permanente, pegado ahí bajo tu piel de esa manera?
Fate se rió.
—¡Tengo una idea! Tal vez tus venas salgan de tu cuello como largas patas de
araña y se arrastren por el suelo buscando tu cuerpo.
—Uh huh.
Jessie volvió a recostarse sobre sus almohadas, observando a Fate con el ceño
fruncido.
—¿Qué pasa contigo y los dioses de la guerra? ¿No dijiste que la chica Miranda
era una diosa de la guerra?
—¿Quién?
—Ya sabes, la que te dio todos esos increíbles poderes de viento y rayo.
—Murauda. —Fate sonrió con ironía—. Y sí, parece que tengo un imán cuando
se trata de deidades antiguas.
Fate vaciló, insegura de si debía compartir lo que Azrael le había dicho cuando
habían estado en el desierto de Dunebala.
Jessie se rió.
—Lo siento, Jess, si es demasiado reciente para hablar sobre eso, puedo esperar
hasta que estés preparada.
Cuando Jessie levantó la vista, sus ojos estaban vidriosos por las lágrimas.
—Sí, es demasiado pronto. Prefiero oír hablar de tus cosas.
—Por lo que he averiguado, los humanos son demasiado débiles para contener
la enorme energía que alberga un instrumento de un dios, como este precioso corse,
que, según los libros de historia, Ares hizo como regalo especial para su hija,
Hipólita. La única forma de que un humano sobreviva llevando o blandiendo un
objeto así es que sea descendiente de un dios.
Jessie la miró como si a Fate le hubiera salido de repente una nariz de más.
—Él. Él me lo dijo.
—¿Lo conoces? No he hecho más que mirarlo desde que me desperté. —Se
abanicó la cara—. No puedo dejar de ver ese largo pelo negro, la piel moka y la
preciosa cara. Es totalmente atractivo. Así que dime, ¿quién es?
—Es Azrael, y... estamos casados. —Fate murmuró la última parte en voz baja.
—¡Ya quisieras! Espera un momento. ¿Qué pasa con Finn? ¿Sabe que te has
enamorado de este tipo como para desear estar casada con él?
Jessie asintió con la cabeza, dando a entender que se acordaba y que era
plenamente consciente de la situación. Fate fingió no darse cuenta y continuó.
—De alguna manera fui arrojada aún más lejos y terminé en Dunebala, el
Desierto de las Arenas Vivas.
—No me hagas hablar de ese horrible lugar. Basta con decir que Dunebala era
un miserable, abrasador y polvoriento lugar lleno de monstruos de arena que
querían comerme. Y ahí es donde conocí a Azrael. Súper romántico, déjame decirte.
—Oh, yo era un desastre apestoso, seguro. Pero Azrael... estaba fresco como la
ropa seca, porque él se bañaba todos los días. —Fate levantó la mano cuando Jessie
empezó a preguntar por qué—. No nos llevábamos exactamente bien cuando nos
conocimos. De hecho, al principio lo odiaba. Sobre todo, porque me esclavizó por
haberme salvado la vida, pero también porque intentó matarme por no ser honesta,
cuando en realidad había perdido la memoria. Lo último que recordaba, antes de
hacer mi gran plantón en Dunebala, era la firma de libros en la biblioteca, así que
puedes imaginar lo asustada que estaba.
—¡No! —Fate sabía que la negación había llegado demasiado rápido y fuerte—
. No lo amo. Pero sí me importa.
—Cuéntamelo todo.
Ya no había escapatoria. Jessie era como un perro con un hueso cuando había
secretos que compartir. Fate se movió incómodamente mientras relataba cómo
Azrael la había salvado de convertirse en la merienda de un monstruo del desierto,
lo que resultó en el anillo del alma alrededor de su tobillo. `
—Déjame verlo.
Fate levantó su pierna para mostrar el grueso anillo de latón alrededor del
tobillo de su bota.
—Vaya, otra cosa mágica que no te puedes quitar. —Jessie negó con la cabeza,
y luego miró a Azrael—. Aunque supongo que podría ser peor.
—¿Cómo te lo imaginas?
—No es gracioso, Jess. Esto es serio. Mientras lleve el anillo del alma, Finn y
yo no podemos estar realmente juntos.
—He estado lista desde hace mucho tiempo. —Fate se preguntó si debía decirle
a Jessie lo que Finn le había dicho. Que habían hecho el amor antes de que él partiera
hacia Oldwilde para organizar el ejército que luchaba contra las legiones de muertos
vivientes de Kaliena. De todos los recuerdos que había perdido y que aún se le
escapaban, éste era el que más le dolía. Decidió aferrarse a este secreto personal y
continuó con lo que se sentía más cómoda contando a su amiga—. No recuerdo nada
de eso, pero Finn hizo rápido un par de brazaletes de mano para cada uno de
nosotros y nos declaramos casados.
—¿Qué? ¡De ninguna manera! —Chilló Jessie—. ¿Lo llevas puesto? Déjame ver.
Jessie se tapó la boca con la mano. Sus ojos eran redondos como canicas
cuando finalmente bajó la mano.
—¿Te das cuenta de que estás casada con dos tipos? Fate Floyd, eso te convierte
en bígama.
El fuego explotó en el vientre de Fate, ardiendo de rabia. Cerró los ojos y apretó
los puños.
—¡No digas eso! Ya es bastante difícil para mí estar casada. Y además con dos
tipos diferentes.
Fate aspiró suficiente aire para enfriar la ira que hervía bajo su piel.
—No sería tan malo si pudiera recordar que Finn me dio el brazalete y las
promesas que nos hicimos. ¿Sabes qué es lo raro? Me encantaba esa pulsera, aunque
no tuviera ni un solo recuerdo de Finn. Sin embargo, sabía que había sido hecha con
amor, porque podía sentirlo.
—La madre de Azrael me dijo que tengo un recuerdo demasiado doloroso, que
hizo que mi alma se rompiera en pedazos perdidos. —Cuando Jessie pareció
confundida, Fate le quitó importancia—. Fueron sus palabras, no las mías. De todos
modos, dijo que la parte más dañada de mi alma se alejó demasiado para que ella
pudiera recuperarla. Dijo que es una forma de autoprotección, y que lo que fuera ese
evento traumático debió ocurrir justo antes de que La Fortaleza atravesara el portal.
—Parece que Azrael y su madre fueron de gran ayuda para que volvieras a la
normalidad. —Jessie lo miró de nuevo—. ¿Fue entonces cuando empezó a gustarte?
—Digamos que con el tiempo llegué a respetar a Azrael después de saber más
sobre él. Pero nunca me enamoré de él. —Su pecho se apretó—. Finn es el único al
que amo.
Sorprendida por la voz de Finn, Fate se giró para verlo apoyado en el umbral
de la puerta luciendo una sonrisa burlona; sus brazos musculosos cruzados y las
ondas despeinadas de su pelo dorado y bronceado cayendo sobre sus ojos verde
esmeralda de la forma más irresistible.
Finn se inclinó y besó el costado del cuello de Fate. El cálido contacto de sus
labios le produjo un delicioso cosquilleo. Se puso de pie para mirar a Jessie con su
mano posada en el hombro de Fate.
—Hola, Jessie. Me alegro de que hayas vuelto. Fate ha sido miserable sin ti.
Jessie se retorció de placer.
—Ya veo por qué. Nadie más puede sacar brownies del simulador de comida
como yo.
Fate asintió.
Fate siguió asintiendo, pero lo que realmente quería decir era que nadie la
conocía en absoluto. Ni Finn. Ni Eustace. Ni Sithias. Y ni siquiera Jessie. Ella había
cambiado. Cambiado por el poder incrustado bajo su piel. Más aún, estaba siendo
cambiada por algo más, algo sin nombre que estaba enterrado en lo más profundo
de su ser. Algo que ella quería mantener enterrado. Pero estaba subiendo,
empujando a la superficie poco a poco, y eso la aterrorizaba.
Capítulo 2
Paranoica
Finn no se quedó mucho tiempo charlando con Jessie. Era obvio que Fate
quería a su mejor amiga para ella sola. No es que a él le importara. Esperaba que
tener a Jessie de vuelta ayudara a Fate a relajarse un poco. Creía que el final de la
guerra le había proporcionado cierto alivio, pero en lugar de eso, se había vuelto
cada vez más inquieta, más y más tensa con el paso de los días.
Se le retorcían las tripas cada vez que pensaba en lo que la verdad le haría a
Fate. Estaba convencido de que descubrirla la destruiría literalmente, lo que le daría
a Ananke la oportunidad que necesitaba para emerger por completo y borrar la
existencia de Fate. Junto con todo lo demás.
Finn aumentó su ritmo hasta el trote, como si quisiera dejar atrás sus propios
pensamientos, sin ver realmente con quién se cruzaba en los pasillos. No eran más
que formas insignificantes de color gris que se desdibujaban y todo lo que podía ver
más adelante era un futuro oscuro lleno de desesperación.
Caminó por el suelo de mármol, echando un vistazo a las seis terrazas que
rodeaban las paredes de la biblioteca, cada una de las cuales estaba repleta de todo
tipo de textos antiguos en forma de tablillas talladas, innumerables grimorios
encuadernados en cuero y montones de pergaminos. No había rastro de Sithias en
los niveles superiores.
—¿Has visto a Sithias por aquí? —le preguntó a Darcy.
Ella se sobresaltó, con sus ojos azules con montura de carbón muy abiertos,
con lo que casi podría describirse como pillada con las manos en la masa.
Darcy enderezó la espalda y frunció el ceño, una expresión que se hizo aún más
severa por las cejas cuidadosamente oscurecidas y depiladas en arcos arrogantes.
—¿Parezco su cuidadora?
—Nunca dije que lo fueras. Sólo pensé que, ya que estaban aquí juntos todo el
tiempo, podrías conocer su paradero. —Dejó caer su mirada hacia el pergamino.
Había ilustraciones de cálices en llamas, templos y mapas, todo eso rodeado de
columnas de texto escritas en una lengua antigua que no reconocía—. ¿Qué es eso?
—Nada. Sólo otro callejón sin salida. —Su voz se elevó, como si estuviera
nerviosa o enfadada. Era difícil saber con Darcy. La mayoría de las veces se inclinaba
por estar siempre malhumorada, pero Finn había visto suficientes histerias en ella
como para saber que eso podía ser una señal de agobio.
—No, no todavía.
Finn estaba a punto de preguntar hasta qué punto lo estaba sintiendo, cuando
el sonido de unos pasos resonó en el vasto espacio de la biblioteca. Se giró para ver
a Brune marchando hacia ellos, vestida con el uniforme completo de Guardián, con
la columna vertebral recta y el pelo rubio recogido en un moño apretado. Gerdie
saltaba a su lado, con el pelo encrespado suelto en torno a sus pícaras facciones, feliz
y contenta con su perrito con orejas de conejo rebotando al ritmo de cada paso.
Brune se detuvo frente a la mesa, hojeando los títulos de los libros que Darcy
había colocado en diferentes pilas.
—No veo aquí el Libro de los Hechizos de Paracelso. ¿Te has molestado en
buscarlo? —Hablando sólo con Darcy, no se molestó en reconocer a Finn. A Brune
nunca le habían gustado las sutilezas. Era todo negocios.
—Oh, ¿te refieres a investigar una entrada a una dimensión infernal llena de
demonios, junto con la elaboración de un plan para entrar en su precioso santuario
de posesiones muy importantes para que podamos robar la Llave de Dantalion de
debajo de sus salivantes colmillos?
—¿Tienes idea de lo que me espera al otro lado de esa puerta? —No esperó
respuesta—. Ahí fuera no hay ni de lejos tanta paz como aquí dentro. Tengo cinco
mil caballeros Serpen actuando como si fueran los dueños del lugar, y otros quince
mil soldados Asgar uniéndose. Todos se preguntan si somos los herederos legítimos
de La Fortaleza, desafiando constantemente mi posición como Guardián de la
Fortaleza y amenazando con asumir la propiedad. Lo único que frena una toma de
posesión hostil completa, son los Caballeros de Rudwor, que sólo son la mitad de
esos dos ejércitos combinados. Si añadimos eso a los pocos cientos de autómatas
que he conseguido reparar y reprogramar hasta ahora, ¡todavía nos superan
peligrosamente en número!
—Si puedes decirme en qué bóveda está ese libro, puedo atarme una mochila
de aeronauta y volar a la superficie con Fate y conseguirlo para ti —ofreció Finn. Su
ánimo se hundió aún más al recordar que había perdido su capacidad de volar,
además de su fuerza y velocidad sobrehumanas. Sin las runas de la raza de los
antiguos, era prácticamente inútil.
Finn se puso de pie y se dirigió a las altas puertas dobles, pero se detuvo a mitad
de camino cuando Sithias entró en la biblioteca. Sus alas de color marrón dorado se
hundieron, arrastrándose sobre la superficie de mármol, mientras la serpiente de
color marfil, demasiado grande, se deslizaba hacia él.
—¿No dijiste que morirías feliz si pudieras vivir en esta biblioteca? Pues mira
a tu alrededor. Has conseguido tu deseo.
—Sí, sí, sssí —siseó Sithias—. La culpa es mía. Fui yo quien decidió hacerse
pasar por Eustace... por mi cuenta, sin consultar a nadie más, como me lo sigues
recordando.
—Te lo mereces. —Dijo Brune mientras pasaba por delante de ellos con Gerdie
y el perrito a cuestas. Rápidamente hizo pasar a Gerdie por las puertas antes de que
Sithias pudiera decir algo en su defensa.
—¿Lo haré? Ya no estoy tan seguro. Estoy seguro de que Fate sssospecha de
mí. Cuando estaba en la enfermería visitando a Jessie como Eustace, ella hacía todo
tipo de preguntas que normalmente no haría. Me puse nerviossso y entonces ella
empezó a mirarme como si no creyera ni una palabra de lo que decía. ¡Creo que sabe
que no soy Eustace! Incluso volví a entrar como yo mismo para ver si actuaba de
forma diferente, y lo hizo. No recibí las veinte preguntas y esa mirada escalofriante.
Ella sabe que Eustace no es Eustace.
Los músculos del cuello y los hombros de Finn se tensaron hasta convertirse
en apretadas y dolorosas cuerdas.
—No, el hecho de que sigas en pie es la prueba de que no sabe que te has hecho
pasar por su padre. Si no, todos seríamos montones de ceniza.
Finn cerró los ojos, tomándose una fracción de segundo para calmar sus
nervios.
—¿Puedes hacer qué? —preguntó Fate mientras se acercaba por detrás de él.
—Eh... privación de sueño, supongo. —Cada mentira que Finn decía, por
pequeña que fuera, se sumaba como una roca a la cantera de mentiras que ya había
dicho. No sabía cuánto tiempo más podría durar antes de ceder bajo el puro peso de
la culpa.
—Quieres decir quemando la vela por los dos extremos —le corrigió Fate.
1
Técnica artística en la que se pinta sobre una capa de estuco húmedo con pigmentos minerales
diluidos en agua. Al secarse la cal, con el cambio químico, se aglutinan los pigmentos y se fijan los
colores volviéndose insolubles al agua.
—Eso también, y realmente debería volver a hacer sólo eso. —Cerrando los ojos
en señal de concentración, Sithias se transformó en lo que consideraba su personaje
de la biblioteca: un hombre alto y larguirucho de unos treinta años, con un chaleco
de sobre una camisa de cuello rígido y una pajarita de lunares. Levantó una mano
para alisar su fino flequillo blanco, cuidadosamente separado a un lado y mantenido
en su sitio con un gel brillante. Su mano tembló tanto que desprendió un trozo de
pelo de su molde.
—Está tramando algo, y sea lo que sea, estoy bastante segura de que implica a
mi padre.
La barbilla de Fate tembló como si fuera a romper a llorar, pero luego apretó
los labios con fuerza en una línea desafiante. Tras una tensa pausa, finalmente
habló.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? Engañó a Darcy y a Azrael, las dos únicas
personas que deberían haberlo sabido no tenían ni idea. Y mira dónde los dejó eso.
Azrael podría no despertar nunca, y Darcy... Bueno, Darcy ha vuelto a ser tan
gruñona y molesta como siempre, pero se quedó muy traumatizada al descubrir que
había estado acurrucada con Farouk y no con Mason.
—¿Entonces no me ocultas nada que deba saber? —La confusión formó un ceño
en su hermoso rostro—. ¿Estoy siendo paranoica?
El enorme agujero que Kaliena había hecho durante la guerra volvía a estar
lleno y sólido. La reparación del muro había sido la primera prioridad de Brune, que
había logrado reprogramar los robots de mantenimiento. Había sido un proceso
largo y arduo eliminar la directiva de muerte que Kaliena había infundido en las
máquinas, pero una vez que Brune limpió unas cuantas docenas de robots, les hizo
repetir el proceso con los otros miles de robots de mantenimiento infectados. Todos
ellos estaban asignados a la recuperación de las bóvedas enterradas en las dunas que
se habían desprendido en el aterrizaje de La Fortaleza en el desierto, así como a
reinstalar o reparar las bóvedas dañadas por el impacto.
—Parece que la bóveda está bajo el subsuelo. —Sonaba tan decepcionada como
se sentía Finn.
Él asintió con la cabeza, sabiendo que no podía ir con ella ya que le habían
quitado el dispositivo de teletransporte.
Su sonrisa era casi traviesa cuando se acercó y acercó sus labios a los de él. La
suave presión de su boca hizo que la sangre de él se acelerara. Ansioso por sentir el
cuerpo de ella contra el suyo, tiró de ella por la cintura, pero sus manos barrieron el
aire y dieron una palmada. Abriendo los ojos, frunció el ceño ante la brillante nube
de polvo de estrellas que Fate había dejado atrás.
Fate no se había ido más que unos minutos cuando la puerta del santuario se
abrió para que entraran Brune, Sithias y Rudwor. Brune se detuvo al ver a Finn.
Rudwor cruzó sus carnosos brazos sobre su pecho barrado con un guiño y una
sonrisa. Evidentemente, le hacía gracia lo que Finn tenía que decir acerca de haber
sido sorprendido en el santuario del Guardián de la Fortaleza sin el permiso de
Brune.
—Esperando a que Fate regrese con el Libro de los Hechizos de Memini que
tanto deseabas. La bóveda está debajo del subsuelo, así que se teletransportó hasta
allí.
—Hemos visto una flota de naves de Biraktar que se dirigen hacia aquí. Listos
para la batalla.
—Luchamos con ellos en la guerra. Son uno de nuestros aliados. ¿Por qué nos
atacarían?
Brune asintió.
—Uh huh, que resulta estar inconsciente y afectado por una misteriosa
condición cardíaca que pone en peligro su vida, provocada por un demonio que se
hacía pasar por su madre. Intenta explicarles eso cuando lleguen.
—Sí, ya veo por dónde vas —aceptó Finn—. ¿Cuál es el plan entonces?
Brune se acercó a la placa base y leyó el registro que Fate había dejado abierto.
Se volvió hacia los demás.
—Estará fuera unas horas. Fate tiene que abrir una caja de rompecabezas antes
de poder acceder al libro. Adelante, Sithias. Cuéntale el plan.
—Genial —refunfuñó— una caja rompecabezas. Voy a estar aquí para siempre.
—¿Qué...? —Fate frunció el ceño al ver el mango. Acercándose, jadeó al ver los
colmillos del dragón manchados con su sangre—. ¡Me has mordido!
El rugido sordo y abierto del dragón permaneció fijo, como si nunca se hubiera
movido.
Fate se limpió la sangre con el pulgar mientras las marcas de los pinchazos se
curaban.
—¡Qué asco! —Se estremeció mientras miraba el resto de las asas—. Sólo faltan
treinta y cuatro.
Agarrando cada lado de la caja, Fate recorrió cada fila de cajones y apretó cada
asa. Su inquietud aumentaba a medida que las heridas se producían más rápido de
lo que su piel podía curar. A mitad de camino, con los dedos y la palma de la mano
en carne viva y sangrando, empezó a evitar las que parecían más peligrosas para lo
que deberían ser criaturas más benignas. Pero se equivocó, pues fue apuñalada por
un unicornio, picoteada por un grifo y arañada por una sirena.
No fue hasta que llegó a una mano que agarraba un simple pomo de puerta que
no fue atacada. De hecho, la mano se abrió en un gesto de bienvenida, estrechando
su mano, con suavidad y firmeza. A continuación, la mano volvió a su posición
original y el cajón se abrió.
—¡Eureka! —Fate se arrodilló hasta el cajón a nivel del suelo para echar un
vistazo al interior. Estaba vacío—. ¿Y ahora qué?
No hubo respuesta.
Pero eso era porque no era la caja rota la que hacía todo el ruido. Era la caja
del rompecabezas que reorganizaba su orden de cajones, cada uno de los cuales se
movía para llenar el espacio vacío que ella había hecho en la esquina inferior,
encajándolos hasta que el hueco estaba en el centro de las nueve ranuras de los
cajones.
Fate se dirigió al siguiente lado de la caja, buscando un asa que no se pareciera
a ninguna de las otras, como la mano. Entonces vio un asa con forma de llave. Tiró
de la llave y ésta se soltó, revelando un ojo de cerradura detrás de donde había estado
anclada. Introduciendo la llave, la hizo girar y sonrió al oír el sonido de las
cerraduras del interior.
El cajón se abrió y ella lo sacó del todo. La caja del rompecabezas se reacomodó.
Una vez más, dejó el hueco en el centro de las nueve ranuras.
Sintiéndose animada, Fate corrió hacia el siguiente lado, encontrando esta vez
una linterna. En cuanto la tocó, la linterna se iluminó con una brillante luz dorada.
Fate corrió hacia el cuarto y último lado de la caja del rompecabezas, buscando
otra asa extraña. A estas alturas, era fácil de detectar y ésta tenía la forma de un
ancla florecida. Con los dedos, trató de moverla hacia delante, pero no se movió.
Enrollando su mano firmemente alrededor del mango, tiró, esperando que la parte
colgante del mango se moviera.
Con las dos manos, tiró del ancla y siguió sin conseguir que se moviera.
Exasperada, Fate se apartó para fruncir el ceño ante el mango.
—Oh, ya lo entiendo. Eres un ancla y tan pesada como una de verdad. —Se rió
amargamente—. Bueno, ¿adivina qué? Tengo superfuerza.
Fate volvió a agarrar el asa con ambas manos, puso el pie en la caja para hacer
palanca y tiró con toda la fuerza que pudo reunir. El gemido del hierro pesado resonó
en la cámara mientras el ancla se levantaba lentamente. El cajón cedió de repente y
se soltó por completo. Fate salió volando hacia atrás y se golpeó contra la pared con
tanta fuerza que se quedó sin aire en los pulmones.
—Lo tengo. —Le dio la vuelta al libro encuadernado en cuero para mirar el
lomo. No había nada destacable en él. Abriendo el libro, hojeó las páginas,
preguntándose si habría un hechizo que la ayudara a recuperar los recuerdos que
había perdido. Tener un agujero tan grande en sus bancos de memoria la
atormentaba a diario.
Frunció el ceño al ver el idioma extranjero en el que estaba escrito.
—Me suena a chino —refunfuñó, pero sonrió. Había cumplido su tarea y podía
dejar el descifrado a Brune.
Su sonrisa se amplió con la idea de volver con Finn para terminar ese beso y se
sintió lo suficientemente traviesa como para hacer un juego de ello. Apretando los
ojos, visualizó la gran sala circular del santuario y la alcoba sin usar que contenía
pilas de tomos que debían ser llevados a la biblioteca. Una vez que tuvo la sombría
alcoba claramente representada en su mente, activó el dispositivo de teletransporte.
—Yo... bueno —tartamudeó Sithias —exigiré que hablen en español por respeto
a los demás. Tendrán que obedecer. Azrael es un príncipe, después de todo.
Hubo una larga pausa, en la que Fate pensó que era mejor unirse a la
conversación. Pero entonces Finn dijo algo que la detuvo en seco.
—Eso está muy bien, pero ¿y si deciden quedarse en su lugar? ¿Cómo piensas
ser Azrael, Eustace y tú durante ese tiempo sin que Fate sospeche más de lo que ya
lo hace?
—Lo he hecho todo essste tiempo, ¿no? —Argumentó Sithias—. Te haré saber
que he representado muchos espectáculos unipersonales, con hasta doce personajes
diferentes en una obra. Tres no es nada para mí.
—No, Finn tiene razón —intervino Brune—. Apenas has podido aguantar con
los dos que interpretas ahora. No veo cómo puedes mantener tres identidades. La
decisión está tomada. Tienes que ser firme con la flota de Biraktar y ordenarles que
vuelvan a casa inmediatamente.
—Sí, lo secundo.
—Tal y como están las cosas, tenemos las manos llenas con los Serpens. Lo
último que necesitamos es otro ejército poderoso que piense que puede tomar
posesión de La Fortaleza.
Las piernas de Fate se convirtieron en piedra. No podía mover un solo pie hacia
adelante. No podía hablar. La sangre latía en su cráneo. Su cabeza estaba llena de
preguntas, sus tripas estaban atadas con nudos apretados y nauseabundos. El Libro
de los Hechizos de Memini se le escapó de las manos y cayó al suelo con un fuerte
golpe que la hizo saltar. Empezó a temblar.
Finn se acercó corriendo, y su paso se ralentizó al ver a Fate de pie bajo el alero
de la alcoba.
—¿Acabas de volver? —Su voz era débil, como si la culpa le hubiera robado el
aliento.
Fate negó con la cabeza mientras su rostro se desdibujaba tras las lágrimas.
—¿Qué está pasando aquí? —Cada palabra que pronunciaba Fate se cortaba
como fragmentos de cristal en su garganta constreñida—. ¿Por qué Sithias ha estado
fingiendo ser mi padre? —Hacer la pregunta en voz alta la mareó y la enfermó
físicamente. Se agarró el estómago y se puso a respirar en seco.
Finn se abalanzó sobre ella para atraparla antes de que cayera. La cogió en
brazos.
Fate empezó a asentir, pero se apartó de él con tanta fuerza que casi la deja
caer.
—¡Contesta! —Ella se retorció hasta liberar una pierna de su agarre, y luego la
otra. Se tambaleó hacia atrás, buscando la verdad en sus rostros—. ¿Dónde está mi
padre? Quiero ver a Eustace, ahora mismo.
Sithias se acercó. Sus ojos de color ámbar se veían enormes, llenos de pena.
—¿Dónde está? —La voz de Fate se convirtió en un grito que hizo que Sithias
se tapara los oídos. La tristeza que había en sus ojos fue rápidamente reemplazada
por el miedo.
—Cálmate, amor.
—Que alguien me diga dónde está mi padre. AHORA. —Su voz retumbó, con
un volumen chocante e inhumano que hizo temblar las paredes del santuario.
Sithias chilló y tembló, sus largas y flacas piernas golpeando las rodillas.
Finn se acercó.
—No te atrevas a decirme lo que tengo que hacer. —Ella respiraba con fuerza,
llenándose de un poder feroz, que lo consumía todo, que vivía para alimentarse de
debilidades del alma, elevándola mucho más allá de la insignificancia de las
preocupaciones humanas. La llamada a entregarse por completo a esta misteriosa
fuerza de voluntad pulsante era abrumadora, y Fate comenzó a ceder poco a poco.
Fate miró a Brune, indiferente pero aún afectada por unos últimos retazos de
interés humano.
—¿Qué demonios estás haciendo, Brune? —La voz de Finn era un gruñido bajo
de advertencia—. Eustace se ha ido.
Brune avanzó un poco por el pasillo y abrió una puerta a la que Fate nunca
había prestado atención. La habitación no tenía nada de especial. Estaba casi vacía,
salvo por un biombo de cobre deslustrado de color verde. Un cálido resplandor
proveniente del otro lado del biombo proyectaba pinceladas de luz dorada a través
de la filigrana, bruñendo las paredes con sombras cambiantes.
Fate se tragó un creciente pánico cuando Brune le indicó que mirara detrás del
biombo. Sus pies se volvieron pesados mientras se acercaba a lo que fuera que
aguardaba al otro lado. Dobló lentamente la esquina y vio un pedestal de madera, a
la altura de la cintura, que sostenía una caja de cristal larga y rectangular llena de
nubes de polvo dorado brillante.
—Fate, queríamos decírtelo, pero hay muchas cosas que no sabes. La magia del
Corsé de Hipólita te ha hecho vulnerable a ser…
—¿Qué tiene eso que ver con que estén mintiendo en este caso? —Fate no pudo
controlar el volumen de su voz. Estaba gritando—. ¿Qué es todo esto que está
nadando alrededor de él?
—No sé lo que es... No sabía que estaba aquí. —Finn estaba obviamente
desconcertado—. ¿Qué es esto, Brune? —preguntó—. ¿Qué has hecho?
—El cuerpo de Eustace está siendo preservado con magia. —El tono de Brune
era calmado y práctico.
—Todo fue destruido. —Brune parecía dispuesta a decir algo más sobre el tema,
pero desvió la mirada.
—¿Cómo? ¿Cómo sucedió esto? —La última palabra fue un sollozo confuso.
Finn fue a consolarla, pero Brune le tendió una mano para que esperara.
—Farouk lo hizo.
—Farouk... —Un doloroso sollozo le ahogó la voz y tuvo que tragarse el duro
nudo que tenía en la garganta antes de poder terminar la frase—. ¿Mató a Eustace?
Finn volvió a acercarse a Fate. Esta vez Brune lo agarró por el brazo. Sus rasgos
se tensaron con furia.
—Esto es cruel incluso para ti, Brune. ¿Por qué le enseñas esto sin prepararla
antes?
—No hay forma de preparar a nadie para este tipo de noticias. Deberíamos
habérselo dicho la primera vez que preguntó por Eustace. Nunca estuve de acuerdo
en mantener esto en secreto, pero gracias a Sithias, no tuvimos opción.
Fate los observó a través de una niebla de dolor cada vez más espesa, pero la
conmoción y la confusión fueron desapareciendo a medida que escuchaba. El calor
se agitaba en su interior, abrasando desde dentro hacia fuera. Una furia ardiente
corría por sus venas, explotando en su pecho, subiendo por su cuello y llegando a su
cara. Su respiración se entrecortaba y su corazón se llenaba de una traición caliente
y amarga. ¿Cómo pudieron hacerle esto? ¿Cómo podía volver a confiar en ellos?
—¡No la dejaré sola contigo! —Finn se quedó rígido, con los puños curvados
como si quisiera darle un puñetazo—. Eres la última persona a la que necesita ahora
mismo. Fate me necesita.
Su corazón se apagó y fue todo lo que Fate pudo hacer para mantener el poder
Señaló la puerta, donde Sithias permanecía, con su cuerpo temblando y los ojos
ámbar llenos de terror. Su voz era un rugido inhumano mientras fijaba su mirada en
Finn.
Fate aún no se había transformado del todo en el aterrador ser divino que era
cuando Eustace fue asesinado delante de ella —el ser que había hecho aparecer una
armadura dorada alrededor del cuerpo de Fate de la nada y que había atravesado
gruesos muros de hierro como si fueran aire. Brune no había sabido por qué en aquel
momento, solo pudo culpar al Corsé de Hipólita, pero era Ananke quien había
surgido. Jamás olvidaría la matanza de Ananke y la casi destrucción de las legiones
de muertos vivientes de Kaliena. Todo eso sin sudar lo más mínimo.
Brune levantó la tapa y sacó el primer libro de la pila de la caja. Lo abrió en una
página marcada con una cinta roja y sostuvo el libro para que Fate lo viera. Sus
brazos temblaron al acercarse.
Fate agitó la mano con indiferencia, un gesto que a Brune le resultaba molesto,
porque la mayoría de las veces significaba que su sobrina se mostraba demasiado
confiada.
—Phhh, soy adicta al peligro —dijo Fate—. Como si eso me hubiera detenido
alguna vez. Sólo dime lo que tengo que hacer.
—Dice que el unicornio negro vive en el Bosque de Feldoril. ¿Dónde está eso?
Fate miró la vitrina y todo el descaro anterior se desvaneció. Lo que quedó fue
una pena indecible apenas velada por la determinación. Cerró el bestiario, lo dejó
encima de los otros libros y cogió la caja.
—Leeré todas las páginas. Gracias, Brune. Gracias por no abandonar a Eustace.
—Se le llenaron los ojos de lágrimas—. Nunca olvidaré esto.
—No me llames así. —La voz de Fate era aguda y cortante—. No soy tu amor.
Ya no lo soy. No después de la forma en que me has mentido.
Por mucho que los dos tortolitos le dieran náuseas a Brune, lo sentía por Finn.
El chico estaba enamorado de Fate y ella sólo podía adivinar su dolor.
—Lo siento mucho, ssseñorita —dijo tras ella—. ¡Por favor, perdóname!
—¡Ustedes dos! Aléjense de Fate antes de que deshagan todo lo que he hecho
para calmarla. Necesita tiempo para calmarse.
Finn vio a Fate marcharse.
Brune le dio una torpe palmadita en el hombro, más que nada para evitar que
fuera tras Fate.
—He visto cómo son cuando están juntos. —Contuvo su mirada—. A ella se le
pasará pronto y tú volverás a darnos asco a todos con tus interminables abrazos y
besos sentimentales.
—No creo que me perdone nunca. —Bufó—. Me temo que nunca volveré a
sentir el calor de su amistad.
—Si hay algo que he aprendido sobre Fate, es que no guarda rencor. Yo soy la
prueba de eso. Recuerda que le di muchas razones para odiarme, pero al final lo
superó todo.
Finn asintió.
Brune apretó los labios para frenar una réplica de mal genio.
—Todos llevamos el suficiente tiempo en esto como para saber que no hay
garantías cuando se trata de magia. Basta con decir que le he dado a Fate una
esperanza frente a lo que de otro modo sería una pena insoportable. Ahora tiene una
misión en la que puede concentrar toda su energía, un propósito diferente a
cualquier otro. Por lo que veo, el deseo de Fate por recuperar a su padre vivo y sano
será más poderoso que el deseo de Ananke de llevar a cabo su gran plan. Todo lo que
tenemos que hacer es mantenerlo así. Así que eso significa que ustedes dos deben
mantenerse fuera del camino de Fate.
—Pero dijiste que era peligroso. No permitiré que sacrifiques a Fate sólo para
salvar al resto de nosotros. Nos merecemos lo que tenemos por mentirle.
—¿Ah sí?
—Quiero saberlo todo sobre esa supuesta misión con la que le has llenado la
cabeza de Fate —exigió Finn.
—Brillante, hazlo. Y si encuentro algo sospechoso, algo que parezca que estás
intentando que maten a Fate, pondré fin rápidamente a esta distracción que has
preparado para ella. ¿Me oyes?
Brune se cruzó de brazos.
Sithias se desplomó como una rosa marchita, con sus largos brazos flácidos
como hojas caídas.
Brune le rodeó.
—Oh, ahora me siento mucho mejor. —El sarcasmo en el tono de Sithias era
inconfundible.
Brune los dejó a ambos de pie en el vestíbulo y tomó el pasillo que conducía a
la sección residencial. Los pasillos estaban llenos de más soldados que como de
costumbre, estaban moviéndose en la misma dirección. Curiosa por saber adónde
iban, Brune los siguió hasta la arena de combate. Se detuvo cerca de la entrada
mientras los soldados pasaban en tropel, muchos de ellos chocando bruscamente
con sus hombros al pasar.
Ella entró en la sala principal de la armería, esperando encontrar que los robots
de mantenimiento habían repuesto el suministro de armaduras y armas. Pero el
espacio era de nuevo un desorden de piezas de armadura sobrantes esparcidas por
el suelo. Todas las espadas y sables anchos habían desaparecido. Sólo quedaban
algunas dagas pequeñas e indeseables entre el detritus.
Brune corrió hacia las taquillas, donde se guardaban las pistolas láser y los
rifles bajo llave. Las sólidas puertas de metal estaban deformadas por haber sido
forzadas y rotas de sus bisagras. Quienquiera que las hubiera abierto a la fuerza
había utilizado una gran fuerza bruta. No quedaba nada de valor. Ya era bastante
malo que no se devolvieran las armas después de las sesiones de entrenamiento,
pero esto era un robo y vandalismo descarados.
La rabia ardió en el pecho de Brune. ¿Cómo se atreven?
—Qué pereza. Te has dejado llevar por la pereza, Brune —se amonestó.
Los miles de soldados que los miraban constituían la totalidad del ejército de
Asgar. La mayoría iba vestida con los colores reales carmesí de su rey muerto,
aunque varios centenares de ellos llevaban armaduras de La Fortaleza, sus ladrones
al descubierto. Vio entre ellos a unas cuantas docenas de Jinetes de Halcón de
Eldunough, lo que significaba que eran partidarios, o posiblemente espectadores.
Lo que más le preocupaba era la ausencia total de los Caballeros de Beldereth de
Rudwor. Una señal segura de que esta reunión pretendía excluir a sus poderosos
guardianes de la paz.
—Los hemos reunido a todos aquí con un propósito. Para declarar que el
Imperio Serpen toma posesión de La Fortaleza.
Una orden fuerte y tajante los silenció, un grito autoritario que provenía de un
oficial de alto rango de Asgar.
Sabiendo que no podía hacer nada para detener la carnicería, Brune visualizó
el santuario y activó su dispositivo de teletransporte. En un segundo estaba allí,
corriendo hacia la placa base, pulsando la alarma y declarando un brote en la arena
de combate.
Sus dedos volaron sobre las teclas mientras activaba un holograma de la arena.
Era impactante ver cómo los Serpens serpenteaban por los confines abarrotados,
moviéndose como si tuvieran una sola mente, aunque se hubieran dividido en
unidades separadas. Por otro lado, los soldados de Asgar entraron en pánico, cada
uno luchando por su vida, ya no trabajando juntos como lo hacían los Serpens.
—Con sus acciones de hoy, han creado su propia prisión. A partir de ahora
permanecerán en esta sección bajo llave hasta nuevo juicio. —Empezó a marcharse,
pero se volvió hacia ellos—. Y a menos que quieran vivir con el hedor de la muerte
en sus narices, les aconsejo que amontonen los muertos junto a la puerta para su
eliminación.
Fate cerró la puerta de sus aposentos y dejó la caja de Brune junto a una de las
sillas acolchadas de la sala de estar. Se acurrucó en el sillón de enfrente y se abrazó
a una suave almohada, deseando tener en brazos a su gato Oz. Su ronroneo siempre
la había reconfortado, algo que necesitaba desesperadamente, como nunca antes.
Pero había sido Sithias el que se había hecho pasar por su padre.
Estaba demasiado aturdida y triste como para retener su ira. En todo caso,
quería pedirle a Sithias que entrara como Eustace ahora mismo, porque así podría
retrasar el afilado cuchillo de la pena listo para retorcerse en su corazón. No estaba
segura de poder sobrevivir a ese tipo de dolor.
Eustace había estado en su vida desde el principio. ¿Cómo podría irse? Él era
su roca. Su fuerza. Su hogar. Eustace siempre había estado ahí, cuidando de ella,
incluso cuando ella creía que no lo estaba.
Como la vez que ella y Jessie anunciaron que eran lo suficientemente grandes
para ir a pedir dulces solas. Se habían creído tan mayores corriendo de puerta en
puerta en la oscuridad de la noche sin la supervisión de sus padres. Después se
sintieron muy orgullosas de sí mismas. Hasta que, al día siguiente, Fate descubrió
la gran sábana impresa con la palabra "¡Boo!" en la parte delantera: el mismo disfraz
de fantasma que habían visto en un alto desconocido que seguía apareciendo
misteriosamente en cada esquina en aquella maravillosa noche de Halloween.
Dejando los pergaminos a un lado, Fate se quedó mirando los títulos: Feldoril
Bestias Silvam, Feldoril Historia Silvam Primo, y Flora et Feldoril Silvam Agri.
Eligió Bestias del bosque de Feldoril y lo abrió por la página marcada del unicornio
negro.
Fate estudió el dibujo entintado, trazando con un dedo la curva del cuello de
ébano del unicornio. La misma emoción la recorrió cuando su sueño del unicornio
volvió a ser vívido y fuerte. Cerró los ojos y respiró al instante el aroma meloso y
almizclado del unicornio al galope, sintiendo cómo sus músculos se agolpaban bajo
sus piernas. Suspiró, abandonando toda preocupación mientras el unicornio la
llevaba cada vez más alto, hasta que el brillante destello de las estrellas, las
nebulosas y los cometas fugaces se arremolinaron a su alrededor.
Cabalgaron hacia lo más profundo de los cielos, donde no había luz y sólo
oscuridad. Nada existía en aquella negra nada, excepto una sensación de paz. Lo
sentía incluso ahora. Nada contra lo que luchar. Nada que temer. Nada que perder.
El unicornio había percibido su anhelo, porque cuando su galope disminuyó hasta
el trote y luego se detuvo por completo, la tentación de deslizarse de su lomo y
permanecer en el vacío había sido irresistible.
—Esperaba que pudiéramos manejar esto por nuestra cuenta, ya que acabas de
enterarte de lo de Eustace y todo eso, pero el rey de Biraktar está aquí, exigiendo ver
a su hijo y a su esposa.
—Está bien. Hay mucho que cubrir en esos libros que me diste. No es que vaya
a leerlos todos en los próximos cinco minutos.
Estaban a punto de llegar al santuario, cuando Fate se dio cuenta de que los
pasillos estaban vacíos.
—Oh, claro. Te perdiste toda la acción de antes. Los Serpens anunciaron que
iban a tomar La Fortaleza y no compartir el botín con el ejército de Asgar.
Afortunadamente, pude llamar a los Caballeros de Rudwor para que interrumpieran
todo antes de que eso ocurriera, y ahora están siendo forzados a una gran pijamada
en la arena.
—Bonito. Aunque me gustaría haber visto a los Serpens recibir una buena
paliza. Llevan semanas sacándome de quicio.
Brune frunció el ceño con disgusto mientras empujaba la puerta del santuario.
—Oh —murmuró Fate. Se detuvo justo en el umbral cuando vio a Finn de pie
junto a Azrael, que por algún milagro estaba curado y había vuelto a la normalidad.
Por un medio segundo se alegró de ver que había despertado de su misteriosa
enfermedad del sueño, pero luego supo que era otra mentira y se puso furiosa de
nuevo.
La cálida tez de Azrael palideció mientras su largo pelo oscuro se volvía blanco,
y su musculoso físico se transformó rápidamente en la alta y larguirucha forma del
personaje bibliotecario de Sithias.
—¡El rey está esperando que Azrael haga su aparición en los próximos
momentos! —Sithias juntó las manos en un gesto implorante y se las llevó a la
barbilla—. Estás pidiendo una guerra abierta si se enteran de que...
—Deberías escucharlo, Fate. El rey debe estar seguro de que su hijo está vivo y
a salvo. Si nosotros...
—¡No puedo creerte! —La voz de Fate era un susurro furioso, pero bien podría
haber sido un grito por la forma en que golpeó a Finn—. ¿Cómo puedes estar tan
dispuesto a repetir el mismo error? ¿No te das cuenta de que tu débil disfraz nos
meterá en problemas inimaginables? Al menos conmigo, sólo tuviste que lidiar con
el dolor y la ira de una persona, ahora estarás frente a todo un reino.
—No le hagas caso. No sabe lo que dice. —Lanzó una mirada de advertencia a
Sithias, provocando otra ronda de preguntas para Fate.
—¿Está muerto?
—Está vivo —se apresuró a decir ella— y con los mejores cuidados. Pero ha
estado en coma.
La puerta del capitán se abrió y salió una mujer. El terror se apoderó de Fate
cuando vio su rostro. Era la madre de Azrael, Mahelia. Pero eso era imposible.
Farouk la había matado y había asumido su identidad, como había hecho con
Mason. Fate le había visto arrancar la piel de Mahelia de su forma bestial y desechar
la cáscara como si fuera basura.
—Habla de los Hinn y tiene todo el derecho a ser precavida. —Su mirada azul
se dirigió a Fate mientras sonreía cálidamente—. El Hinn vino a mí el día de tu boda
con mi hijo. Luchamos y perdí. El Hinn me arrojó al desierto, donde me vi obligada
a sobrevivir sólo con mi ingenio hasta que mis poderes agotados regresaron.
Demasiado sorprendida para hablar, Fate sólo pudo mirarla. La mujer que la
había obligado a casarse con Azrael utilizando cualquier medio de táctica de miedo
y manipulación emocional que pudiera. Mahelia le devolvió la mirada con calma,
una imagen de perfección, fuerza y belleza en la forma en que llevaba su atuendo
nativo del desierto con tanta facilidad, pero con el pelo oscuro y brillante y la piel
pulida de una reina.
—No quería añadir más problemas a los que ya tenía Biraktar. —Su voz era
firme y tranquilizadora mientras le hablaba, casi hipnótica—. Teníamos demasiadas
almas heridas que atender, y toda una ciudad y una flota entera que reconstruir.
Como sabes, soy de los Djinn, y perfectamente capaz de manejar lo peor de mi
especie.
—La historia es que se peleó con Farouk el día de la boda. —Fate no especificó
nada más sobre el día en que la obligaron a casarse con Azrael. Por muy furiosa que
estuviera con Finn por las mentiras que había dicho, no quería restregarle en la cara
su matrimonio con otra persona.
—Al parecer, Farouk le dio una patada en el culo y la arrojó al desierto con sus
poderes agotados. —Puso los ojos en blanco—. Por eso no había aparecido hasta
ahora. —Puede que no estuviera convencida de que esa fuera la verdad, pero matar
a "Mahelia" mientras la flota de Biraktar esperaba su regreso no era la opción más
sabia.
Sitihias salió de las sombras, para volver a retirarse cuando Brune se acercó a
Finn, con la espada desenvainada y una postura defensiva mientras miraba a la
mujer.
—Estoy con Finn en esto. Si hay alguna posibilidad de que sea Farouk, nos
ocuparemos de esto aquí y ahora.
Cargó y Fate la atajó para detener un ataque que iniciaría una guerra, pero no
antes de que Brune arrojara algo del tamaño de una granada a 'Mahelia'.
—Oh, es muy chulo. —Fate se levantó y se acercó a la jaula con una sonrisa de
satisfacción—. Así que esta es la jaula extensible que hiciste para Farouk. Buen
trabajo, Brune.
—Gracias.
Fate apenas podía creer que tuvieran a Farouk atrapado. Toda la pena y la rabia
que había estado conteniendo estalló con una ráfaga de calor que recorrió su núcleo.
—Hazlo.
Fate levantó el arma y apuntó entre los ojos azules de 'Mahelia'... tan parecidos
a los de Azrael. Su brazo empezó a temblar.
—No es Farouk.
—¿Qué? ¡Tiene que serlo, la verdadera Mahelia está muerta! —Fate miró a Finn
para respaldarla.
—Es cierto —confirmó Finn, con un tono abatido—. Estábamos allí cuando
Farouk se reveló. Mahelia nunca podría haber sobrevivido a lo que pasó. Su piel se
arrancó de su verdadera forma. Su cuerpo quedó completamente destruido por la
posesión de Farouk, igual que el de Mason.
—Si yo fuera el Hinn, ¿crees que podría hacer esto? —Los bordes del cuerpo de
Mahelia se convirtieron en oscuros zarcillos nebulosos. Su forma resplandeció en
transparencia y luego se disipó por completo en vetas nebulosas, que se tamizaron
por la jaula. En pocos segundos se materializó, entera y sólida, fuera de la jaula.
—He visto a Farouk desvanecerse en una apestosa niebla negra antes. Así que
sí, creo que podría hacer exactamente lo que tú acabas de hacer ahí.
Mahelia miró al techo antes de bajar su mirada hacia Fate con un suave
suspiro.
Cualquier alivio que sintiera Fate se vio eclipsado por su disgusto al estar de
nuevo en presencia de Mahelia.
—Es una Djinn, y es capaz de hacer mucho daño, así que todos debemos vigilar
nuestras espaldas cerca de ella.
—Yo también soy parte humana y no soy una amenaza, como mi hija quiere
hacer creer. Sólo he venido a recuperar a mi hijo.
—¡Deja de decir que soy tu hija! —La ira hervía en el interior de Fate,
disparando penachos de calor a su rostro. La única persona que podía llamarla así
era Eustace, y ahora mismo, Mahelia le estaba impidiendo hacer todo en su poder
para que su padre pudiera volver a hacer precisamente eso: llamarla su hija.
—Lamento que te sientas así. Me apena ver que puedes apartarte del lado de
Azrael aunque sea un segundo cuando está sufriendo. En Biraktar, se espera que una
buena esposa se siente a velar a su marido enfermo, ya sea hasta que se cure, o hasta
que muera.
—No creo que el hecho de que nos pongamos del lado de Fate en contra de
Mahelia haya cambiado en absoluto sus sentimientos hacia nosotros —le susurró
Sithias a Finn mientras iban detrás de Brune, Fate y Mahelia de camino a la
enfermería—. Todavía está furiosssa.
Sithias lo pensó.
—Sssí —admitió Sithias de mala gana—. Puede que necesite uno o dos años,
pero al final entraría en razón.
—¿Un año o dos? ¿De verdad crees que tardarás tanto tiempo?
—La madre de Azrael. —Fate habló lo suficientemente alto como para que la
mujer lo oyera, sin importarle que su tono goteara de malicia.
Mahelia se inclinó sobre Azrael, pasando sus manos lentamente por encima de
la cabeza, el pecho, el plexo solar y luego por las piernas hasta los pies. Volvió a su
pecho y se inclinó para escuchar su corazón. Un largo mechón negro se desprendió
de su tocado y cayó sobre su suave pómulo. El amor y la preocupación evidentes
mostraron en su rostro sin edad mientras continuaba su examen, y Finn pensó que
incluso podría ser hermosa si no estuviera tan resentido con la mujer por cómo había
tratado a Fate.
—Puedo curar a Azrael, pero tendré que llevarlo de vuelta a Biraktar para
hacerlo.
—Me alegra saber que se pondrá bien. —El alivio en el tono de Fate era
innegable, cortando a Finn en seco. Sus ojos se llenaron de repente de miedo—.
Espera, a Azrael no se le puede quitar el soporte vital. Lo mataría.
Mahelia frunció el ceño con desagrado ante los aparatos y cables, que brillaban
con magia multidimensional, atados a los brazos de Azrael.
—No te preocupes. Sé lo que hay que hacer para que mi hijo llegue sano y salvo
a Biraktar.
—Déjenme a solas con él. —Mahelia se puso en pie y frunció el ceño al mirar a
los robots médicos—. Y llévate estas máquinas.
—Me vendría bien tu ayuda con el hechizo de memoria ahora que tengo el libro
que hemos estado necesitando.
—Pensándolo bien, creo que una noche en la que nos quedemos despiertas
comiendo chocolate será mucho más divertida que quedarnos aquí —añadió Jessie
apresuradamente.
Fate le sonrió con cariño a su amiga, pero al mismo tiempo había tristeza en
sus ojos.
—Si tú lo dices.
Dejando a Jessie para que la esperara más adelante, Fate volvió a caminar
hacia él. El pulso de Finn se descontroló al encontrarse con la gélida mirada de su
dulce muchacha.
—Espero que sepas lo mal que me he sentido. Todas las mentiras que he tenido
que contar. Nunca sabrás el daño que me ha hecho...
—Basta, Finn. No puedo escuchar lo mal que te sientes. Nada que puedas decir
va a compensar lo que hiciste. Sobre todo, tú, deberías haber sido sincero conmigo.
—Su voz era plana y su expresión inexpresiva—. Por favor... déjame en paz.
Las palabras de ella lo hirieron por sí solas, pero la ausencia total de emoción
en su voz se sintió como una púa clavada en su corazón. Finn se apoyó en la pared,
apenas capaz de respirar por la agonía de su pecho.
La había perdido.
Se deslizó hasta el suelo, mirando a la nada. Ya había conocido el vacío de estar
separado de Fate, pero esta vez era diferente, porque entonces había sentido el amor
que ella sentía por él. Esta vez no había nada. Ni siquiera el odio, que
soportaría de buen grado porque incluso eso era al menos una conexión. Todo lo que
quedaba ahora era un terrible vacío, un inmenso abismo entre ellos que temía no
poder salvar nunca.
Por supuesto, tampoco iba a pedirle que renovara los tatuajes. No había
hablado con él desde que terminó la guerra. Tove le culpaba de la pérdida de Grysla
y de su hermano, Leif.
Finn atravesó las enormes puertas dobles y se dirigió hacia donde Sithias y
Brune habían reunido todo lo que necesitaban para el hechizo de memoria. Un
montón de hierbas secas, pociones con corcho, un pilar de obsidiana del tamaño de
una estatua de medio metro y una hilera de varitas estaban repartidas por la
superficie de la enorme mesa.
Vio el gran libro de hechizos que Fate había recuperado hacía apenas una hora.
El sonido de ese libro al caer al suelo, cuando ella los había escuchado conspirar,
aún resonaba en sus oídos, agudo y hueco.
—¿Ya esss suficiente espino? —le preguntó a Brune. Agitó la muñeca con una
mueca de dolor.
Brune miró la pequeña cantidad que ya había vertido en el gran cuenco de latón
y luego el montón de hierbas. Se inclinó sobre las páginas abiertas del Libro de
Hechizos de Memini y frunció el ceño.
Sithias resopló.
—No...
—Tritúralo todo y luego haz lo mismo con esa caja de bayas —ordenó Brune
—No. Quería ayuda con los ingredientes. Le habría pedido a Darcy que lo
hiciera, pero está demasiado ocupada con la investigación. —Brune volvió su mirada
a las páginas del libro—. Eres libre de unirte a ella ahora que Finn se encarga de eso.
—Espero que sepas que soy muy capaz de realizar este hechizo.
2
Es tanto una unidad de volumen o capacidad como una unidad de superficie
Brune no se molestó en levantar la vista.
Sithias dio un pisotón, con sus largos y flacos brazos agitándose a los lados.
—¡Bueno, en ninguno!
—Está jugando con el perrito. —Se dio la vuelta y siguió a los caballeros,
dejándolos solos para que terminaran.
Finn vertió las últimas hierbas molidas en el cuenco y alcanzó la caja de bayas.
También estaban secas, pero duras como guijarros, lo que le obligó a poner más
músculo antes de que finalmente se convirtieran en un polvo arenoso.
—No me enseñó exactamente. Puede que sólo haya observado desde la barrera,
pero absorbí más conocimientos de esa manera que leyendo cualquiera de esos
libros en la biblioteca.
—Uh huh. —Finn volvió a moler con más fuerza para acabar con las bayas. Tras
sudar ligeramente, se secó la frente y vertió el polvo púrpura oscuro sobre las hojas
de espino verde salvia trituradas. Dejó el mortero a un lado y se sentó, cuando notó
que Sithias tenía una varita—. No te hagas ilusiones —le advirtió.
—Me gusta el peso de ésta. Una buena y sólida caoba. —Golpeó la gruesa base
de la varita sobre la mesa—. Vaya, vaya, la artesanía es exquisita. —La extendió hacia
Finn para verla mejor—. ¿Vesss? Está diseñada con un grupo de alas de plata
alrededor del cristal. Fíjate en la claridad de la piedra. Ni una sola imperfección.
—No puedo explicarlo, pero esta varita parece hecha para mí. —Sosteniendo la
varita como si fuera el hada madrina de alguien, o algo por el estilo, giró con poca
gracia y luego se detuvo frente al libro de hechizos, tambaleándose en su lugar.
Mirando la página, sonrió. Una sonrisa furtiva. Antes de que Finn pudiera
preguntarse qué estaba haciendo, Sithias golpeó el cuenco de hierbas molidas y
pronunció la primera línea del hechizo.
—Memoriam quoque terribili facie prodire…
—Oh, cielos. ¿Cómo pude olvidarlo? —Agitó la varita como si quisiera apagar
el brillo carmesí que emanaba del cristal, como haría con una cerilla. Pero la luz de
la varita no hizo más que aumentar y los vapores chispeantes se espesaron y se
acumularon a su alrededor.
—¡Lo hice! —La varita tembló en su mano mientras miraba con horror.
—Habla en ese otro idioma —sugirió Finn—. Tal vez la magia no entiende el
español.
—¡Hiberent! —gritó, su voz era más bien un graznido asustado. Pero todo lo
que hizo fue generar una nube roja brillante aún más grande—. ¡Oh, no!
—Oh, no. —Finn se cruzó de brazos—. Cuando Brune vuelva se pondrá furiosa
contigo.
—Tal vez no. —Sithias miró fijamente a Gerdie—. Terminaré el hechizo ahora
que Gerdie está aquí.
Finn abrió la boca para argumentar, pero antes de que pudiera respirar, se
formaron formas dentro de la niebla escarlata. Eran doce, y cada una de ellas se
dibujaba en el remolino de vapores para convertirse en formas claramente
femeninas. Los ojos de Sithias se abrieron de par en par con miedo cuando las
formas se transformaron en la misma mujer: una con largos cabellos de ébano, piel
clara, rasgos fríos pero hermosos y un largo vestido de gasa.
—¿Quién es Elsina?
—Mi cama ha estado miserablemente fría sin ti. —Le hizo cosquillas bajo la
barbilla, agitando su blanca y rala perilla—. ¿Dónde está mi musculoso y apuesto Sr.
Romance? Sabes que eso es lo que me gusta —canturreó con un mohín.
—¡Es una serpiente! —dijo otra Elsina—. ¡Nunca confíes en una serpiente!
Una de las Elsinas más cariñosas empujó a la que había abofeteado a Sithias.
Una cuarta Elsina, muy cariñosa, flanqueó a Sithias desde el otro lado.
Una quinta Elsina del equipo hostil conjuró una bola de fuego y la lanzó contra
la Elsina que llevaba el brazo de Sithias.
—Díselo a mi corazón roto —se quejó mientras se situaba sobre las cenizas de
su objetivo.
La turba lanzó varias bolas de fuego y se desató una batalla con las Elsinas
protectoras que resguardaban a Sithias contra las furiosas. Dos de sus protectoras
se desintegraron en montones de ceniza junto a sus pies. Con un chillido asustado,
se transformó en libélula y voló por encima del caos mientras se lanzaban sus
mortíferas bolas de fuego.
El zumbido de las alas pasó por delante del oído de Finn y Sithias se posó en
su hombro.
—¡Uf! Eso requirió una maniobra inteligente de mi parte para evitar morir.
—A un niño se le ocurran las cosas más locas. —Agitó un brazo largo y delgado
en dirección a Gerdie y se acercó a la puerta.
Se desplomó de vergüenza.
Brune se acercó a la mesa. Hizo una rápida inspección del humo rojo que salía
del cuenco de hierbas quemadas y una mirada a la primera línea del hechizo fue todo
lo que necesitó para comprender lo que había ocurrido.
Brune resopló.
—Ve a buscar más hojas y bayas de espino. Y esta vez serás tú quien las muela.
¿Me oyes?
—Finn. —La voz de Brune había perdido su filo—. Gracias por mantener a
Gerdie a salvo.
Jessie se dejó caer en una silla y apoyó los pies en el brazo curvo.
—¿Vas a contarme por qué se pelearon Finn y tú allí? Los vi a los dos juntos
hace unas horas y todo parecía perfectamente bien entre ustedess. ¿Qué demonios
ha pasado?
—¿Sobre qué?
—Eustace se ha... ido. —No podía decir la palabra en sí. No cuando aún había
esperanza. La palabra con "M" era demasiado definitiva.
—¿Estás diciendo que Sithias se hacía pasar por Eustace? ¿Por qué iba a hacer
eso?
Las llamas de la ira ardieron, abrasando las entrañas de Fate, subiendo hasta
su pecho.
—Porque Farouk mató a Eustace hace meses. —El calor fundido le subió por el
cuello, haciendo que su pelo volara alrededor de su cara.
—¿Eustace... murió?
—Oh, no. —Las lágrimas rebosaban en los ojos de Jessie, pero su conmoción
se había convertido en miedo porque se puso de pie y retrocedió para alejarse de
Fate.
—Porque tus ojos brillan de color blanco. Pareces radiactiva. Y hay suficiente
calor saliendo de ti como para derretir mi cara. —Jessie se abrazó a sí misma
mientras miraba frenéticamente la puerta. Pero no se movió. Fate se interponía
entre ella y la salida—. Siento mucho lo de Eustace. Yo también le quería. Era como
de la familia para mí, pero por favor, no te desquites conmigo. Yo... sé que tuvimos
nuestras diferencias cuando era la asesina personal de Kaliena y te hice cosas
horribles.
—Lo siento, Jess. No quise asustarte de esa manera. Por favor, vuelve a
sentarte.
Jessie se dejó caer en la silla, más por obediencia que por elección.
—No.
—¿Ves? Estoy bien. Ya puedes dejar de clavar las uñas en los brazos de la silla.
Jessie dejó que sus brazos colgaran rígidamente a los lados, mirando fijamente
a Fate como alguien acorralado por un perro rabioso.
—Puedes irte si quieres —ofreció Fate con tristeza—. No me molestaría que lo
hicieras.
—No, me quedaré.
—Bueno, ahora que has vislumbrado el lado oscuro de mis, por otra parte,
geniales poderes, ¿qué te parece?
—Que nunca jamás quiero hacerte enfadar. —Una sonrisa nerviosa se formó
en los labios de Jessie—. Y que probablemente no deberíamos hablar de Finn
durante un tiempo.
—De acuerdo. Nos centraremos en cosas más positivas, como devolver la vida
a Eustace. —Fate le dio la vuelta al libro para que Jessie pudiera ver el cuadro—. Y
lo voy a hacer con esto.
—Sí, Brune dice que tiene la capacidad de hacer que lo que está muerto vuelva
a estar vivo.
—¿Como en la nigromancia?
—No es lo mismo.
—Pero...
Jessie asintió.
—¡Sí! Te amaré para siempre si puedes ayudar con eso. ¿Has visto lo gruesos
que son estos libros?
Jessie miró con temor los cuatro grandes tomos y las pilas de pergaminos.
—Sí, no son precisamente de lectura rápida.
—¿Qué hay de tu desagradable suegra? Parece que tiene otros planes sobre
cómo vas a pasar tu tiempo. Por otra parte, supongo que podrías sacar esa tarjeta
radiactiva de tu bolsillo y mandarla a paseo.
—Te olvidas de esta bola y cadena atada a mi tobillo. Créeme, si pudiera luchar
contra esto, lo haría. Pero he experimentado cómo esta cosa anula mis poderes las
suficientes veces para saber que estoy a merced de Mahelia. Lo peor es que ella
también lo sabe.
—¿Y por qué toda esa discusión con la madre de Azrael si ya te has rendido?
—De ninguna manera voy a doblegarme ante Mahelia. Puede que le haya
lanzado amenazas vacías, pero al menos puedo hacerle la vida imposible si va a
insistir en contar con mi presencia.
—De ninguna manera, me llevo todo esto conmigo. Si tengo que velar junto a
la cama del enfermo Azrael, entonces voy a tener la nariz metida en estos libros y
voy a aprovechar el tiempo.
—Irás conmigo.
—A menos que... no quieras. —La necesidad de Fate de tener a Jessie con ella
durante el momento más difícil de su vida se intensificó. La idea de quedarse sin una
sola amiga en Biraktar la dejaba más hueca de lo que ya estaba.
—No estoy segura de que deba hacerlo. —La mirada de Jessie cayó al suelo.
—¿Por qué?
—Me tienes para protegerte. Te prometo que nunca dejaré que te pase nada
malo.
Fate asintió.
—Ya está decidido, te vas a casa —anunció Fate, haciendo lo posible por sonar
alegre.
—¿Cómo es Biraktar?
—La verdad es que es preciosa. Las calles están pavimentadas en oro, con
torres construidas en vidrio sólido de tono joya que brilla bajo el sol mientras la
ciudad flota entre nubes hinchadas de ranemita en lo alto del desierto.
—¿Qué es la ranemita?
—Suena fascinante.
—Shh, está bien, Jess. Te estás olvidando de la enorme diferencia horaria entre
este lugar y casa.
—¿Diferencia horaria?
Fate miró a Jessie con preocupación. Tal vez su memoria no estaba tan intacta
como se pensaba.
—Oh, sí, y recuerdo haberle dicho a mamá que iría a casa contigo y con Eustace
a pasar la noche, ya que no sabía hasta qué hora iba a durar todo. Eso significa que
probablemente tengo una década aquí antes de que se den cuenta de que he
desaparecido.
Fate retrocedió.
—¡Lo siento, lo siento! Échale la culpa a Kaliena. Ella debe haber revuelto mi
cerebro. —Jessie sonrió con picardía—. Pero toda esa mención de las nueces y los
plátanos me ha hecho desear un helado de banana con chocolate caliente y nueces
confitadas.
—Ooh, podría masticar eso. —Fate siguió a su amiga hasta la zona de estar y se
puso cómoda mientras Jessie hacía su magia con el simulador de comida—. ¿Qué
tan cerca crees que puedes llegar a la exquisitez de la cosa real? ¿Deberíamos hacer
una apuesta?
—Hmm, debo estar fuera de juego. Esto parece comida de bebé. —Pellizcando
una nuez entre los dedos, la probó e hizo una mueca—. Ew, eso no es una nuez
confitada. Creo que he hecho tierra.
—Bueno, no se lo digas.
—No se enterará por mí —prometió Fate—. Me preocupaba más que te
sintieras demasiada cómoda cerca de Mahelia y que te desahogaras, como sueles
hacer cuando estás molesta. O borracha de chocolate.
—Oh, por favor. —Jessie frunció el ceño ante Fate, pero terminó encogiéndose
de hombros—. De acuerdo, admito que he sido conocida por compartir demasiado.
—Me alegro de que lo hayamos aclarado. —Fate se puso su traje del desierto.
Después de abrocharse las correas que sujetaban su carcaj y su sable, se rodeó el
cuello con un pañuelo de algodón blanco y lo metió en el cuello de su ligera chaqueta
con capucha.
—Pareces extrañamente tranquila con todo esto. ¿No estás nada tensa por
haber recibido órdenes y ser prisionera de esa horrible mujer?
—Hmm, sé que debería estar nerviosa por esto, pero para ser honesta, estoy
contenta de alejarme de aquí. Lejos de Finn, Sithias y de todos los que me mintieron
sobre Eustace. —El fuego se encendió en su vientre, disparándose por sus venas.
—Más de lo que podrías imaginar. Y es por eso que necesito a "mi esclava". —
Aclaró Fate con comillas de aire—. Ya sabes, para evitar que me vuelva radiactiva.
La fría ira provocó una sonrisa decidida mientras Fate se dirigía a la puerta.
Unos suaves crujidos a cada lado del camino indicaban la presencia de las
pequeñas criaturas que habitaban el jardín. No estaba familiarizado con la fauna del
jardín como lo estaba con los animales que vivían en las tierras altas de su país. Estos
eran especialmente tímidos y esquivos. Sólo había visto algunos de ellos durante sus
visitas más frecuentes al jardín, cuando llegó a La Fortaleza. Su piel frondosa y sus
extremidades en forma de ramita se mezclaban con demasiada facilidad con la flora
circundante.
La aparición de varias setas de gran tamaño señaló el límite exterior del bosque
de setas gigantes. Finn reconoció inmediatamente el pequeño claro alfombrado de
musgo en flor. Unas frondas de helechos arqueadas y unos densos matorrales
cerraban el espacio. Se acercó a la seta más alta y se arrodilló para tocar el suave
musgo cubierto de rocío, con la sangre bombeando con fuerza al recordar la única
vez que había hecho el amor con Fate, exactamente en este lugar.
El recuerdo de la piel desnuda de ella contra la suya lo enrojeció de calor. La
visión de ella tumbada bajo él, con el pelo extendido sobre el musgo y los ojos
brillando con una pasión desenfrenada, había sido vertiginosa. Nunca se había
sentido más conectado con ella que en ese precioso lapso de tiempo. La unión de sus
cuerpos había sido la fusión misma de sus corazones y almas en uno solo.
Luchando contra la agonía que le asaltaba por dentro, Finn se puso en pie.
Se alejó del claro, volviendo a pisar el camino de piedra. Cuanto más avanzaba,
más grandes eran las setas. Muchos de ellos crecían en grupos y se alzaban sobre él
tan altos como poderosos robles. La parte inferior de sus amplios sombreros brillaba
con una suave luz bioluminiscente en tonos azules y verdes.
—Finn. ¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz tenía un tono de odio evidente.
Tove sacó su cuchillo, marchó hacia las lianas y cortó los zarcillos que sostenían
sus flechas.
—No te tengo. No desde que me dejaste por Fate. Y cuando por fin volviste a
aparecer, nos pediste que nos jugáramos la vida. —Su mano tembló mientras
devolvía las flechas a su carcaj—. También podrías haber matado a mi madre y a mi
hermano con tus propias manos.
—En eso te equivocas. He perdido toda una vida llena de gente que quiero.
Gente que no existe, excepto en el papel. No tengo un hogar en Escocia. Ningún
pasado que sea real. Mis recuerdos de mi familia están todos basados en la ficción.
Sin embargo, lloro a cada uno de ellos, aunque sé que nunca fueron verdaderamente
reales. Pero he aprendido a valorar las relaciones que he construido aquí. Tú y
Grysla, y Rudwor y Sithias, y...
—Sí, y Fate. Por favor, créeme cuando digo que todos ustedes significan más
para mí de lo que podría describir. Los considero a cada uno de ustedes mi familia.
—De Fate.
—No, lo has entendido mal. Era la guerra de todos. Había que detener a
Kaliena.
—No hagas esto, Tove. Por favor, perdona... —Pero ella desapareció en un
movimiento borroso antes de que él pudiera terminar su frase.
Más desesperado que nunca, Finn salió a duras penas del jardín. Apenas había
cruzado la puerta cuando Sithias se acercó corriendo, sonrojado y sin aliento.
—¡Fate se va! —Se volvió en la dirección por la que había venido, haciendo un
gesto para que Finn lo siguiera—. ¡Deprisa, la nave de Mahelia está a punto de
embarcar!
—¡Deténganlos! —roncó, demasiado falto de aliento para decir las palabras con
verdadero volumen.
—Lo siento, las ruedas están en movimiento. No hay nada que pueda hacer.
Finn miró impotente la nave real que se retiraba mientras toda la flota de
Biraktar giraba y la seguía. Jessie, Mahelia y el príncipe heredero estaban junto a
Fate en la popa de la nave. El sol del desierto brillaba, iluminando los reflejos rojos
del cabello de Fate mientras el viento azotaba sus mechones ondulados a su espalda.
Esperó a que se diera la vuelta. Que echara un último vistazo a lo que dejaba atrás.
—No te tortures más, ssseñor. —La voz de Sithias era poco más que un triste
susurro—. Déjalo estar.
—No podemos dejar que esto ocurra. Tenemos que ir tras ella.
—Cuento con que ustedes dos no hagan nada precipitado. Usen la cabeza y
dense cuenta de que quizá sea mejor que Fate se vaya por ahora. Tendrá tiempo para
calmarse sin que los constantes recordatorios de la pérdida de Eustace activen el
interruptor de esa bomba de relojería en la que se ha convertido.
—No lo digas.
—Pero...
Finn levantó una mano.
—Si crees que voy a dejar que Fate vaya sola a Biraktar, es que no me conoces
en absoluto.
—Así es, nada. Jessie no puede evitar que Fate sufra daños ahora que ha vuelto
a la normalidad.
—No, no hace falta. —Sithias suspiró—. Tienes razón, tenemos que hacer algo.
¿Pero qué? ¿Tienes alguna idea?
—No necesitamos una nave. Nos llevarás allí con las Palabras de Creación.
—Eh... supongo que sí. Un simple viaje de un lugar a otro no debería volverse
en nuestra contra.
—Bien, pero antes de hacerlo, voy a necesitar que me devuelvan mis poderes.
No seré más útil que Jessie si tengo que ir sin las runas de la raza anciana.
—Oh, no sé, señor. Essso es mucho más complicado que un simple viaje a
Biraktar. ¿No fue Tove la que te entintó las runas? Deberías preguntarle a ella.
Su voz salió como un gruñido despiadado, lo que hizo saltar a Sithias. Finn se
arrepintió inmediatamente de su tono.
—Lo siento, amigo mío. No era mi intención perder los nervios. No tenía
derecho a hablarte así. Estoy al límite de mis fuerzas... Me siento inútil para Fate sin
las runas de la raza anciana.
—Planeemos partir mañana con las primeras luces. Necesitaré el resto del día
para empacar mi equipo y mis armas. Estoy seguro de que puedo conseguir que
Brune me proporcione algunos artilugios que me den algún tipo de ventaja, sin que
se note que nos vamos de viaje.
—Creo que eso sería lo mejor, señor. Yo también iré a recoger mis cosas.
Inclinándose hacia atrás en la silla, Finn cerró los ojos, escuchando el arrastre
de los pasos de Sithias que se alejaban. En cuanto supo que estaba solo, miró el
desierto que se extendía más allá de la escotilla abierta.
Las agujas doradas de Biraktar brillaron a la vista. Fate tuvo que protegerse los
ojos contra el sol que brillaba en las torres de cristal, de tonos dorados. Jessie se
apoyó en la barandilla del barco y se quedó boquiabierta ante la maravilla de la
ciudad flotante rodeada por un mar de nubes espesas y arremolinadas.
—Se sabe que exageras. —Jessie le dio un codazo juguetón—. Vaya, es uno de
los lugares más bonitos que he visto nunca.
Mahelia y el príncipe heredero salieron del camarote del capitán e hicieron una
señal para que Fate y Jessie se unieran a ellos en la cubierta principal. Dos guardias
los siguieron, llevando a Azrael en una camilla entre ellos.
Ignorando su abierta antipatía hacia ella, Fate levantó la barbilla con orgullo.
Pero se estremeció por dentro. ¿Cómo había podido pensar que estar en Biraktar le
daría un respiro a su dolor e ira? Su ánimo se hundió más en el fango. Era una
tontería pensar que podría escapar de sus sentimientos. El dolor de la pérdida de su
padre la seguiría allá donde fuera. Lo mismo ocurría con el aguijón de la traición de
Finn y Sithias.
El Rey y sus hijos entraron unos minutos después. Se paró junto a Azrael,
mirando la expresión pacífica y dormida de su hijo como si debiera despertarse
porque el Rey lo deseaba. Los hermanos de Azrael se reunieron a los pies de la cama.
Ellos también miraron, pero no a Azrael. Fate era su objetivo.
Reprimió una sonrisa. Que asumieran que seguía ignorando sus palabras. Sin
duda le beneficiaría que se sintieran seguros para hablar libremente delante de ella.
—Azrael fue herido en la guerra, esposo. —Mahelia habló en un tono aún más
tranquilizador que el que había utilizado para someter al príncipe heredero a su
llegada a La Fortaleza. Esta vez su voz era musical y fascinante.
Fate miró de reojo a Mahelia. Su piel estaba suavemente iluminada con una luz
interior. Si Fate no lo supiera, diría que Mahelia parecía un ángel. Un ser bajado del
cielo.
Pero Fate lo sabía bien. Mahelia estaba envolviendo sus ilusiones de Djinn
alrededor del Rey, porque su ceño oscuro se había suavizado en amor y confianza.
—Mmm, la verdad es que no. Todo era balbuceos para mí. —No iba a decir que
había entendido una sola palabra. Tampoco iba a agradecer a Mahelia que la salvara
de una muerte segura por ser la "odiosa esposa" del hijo herido del Rey. Ella era la
inocente en esto. No era su culpa que Azrael la hubiera obligado a casarse con él.
Ciertamente, ella no tenía la culpa del daño que Farouk le había hecho a su corazón.
—Diré que tienes una forma de ser con tu esposo. ¿Sabe él que eres parte Djinn
y que eres capaz de manipular sus sentimientos con tus maneras de bruja?
—Por supuesto. Considera que mis considerables poderes son una ventaja para
nuestro reino.
—¿Crees que puedo salvar a Azrael? Si pudiera, ¿no crees que ya lo habría
hecho?
—No, no lo creo. Creo que has estado esperando la muerte de Azrael para poder
liberarte de su anillo de alma. Todo para poder volver con ese campesino que dices
amar.
—Me alegra oír eso. —Se levantó y se dirigió a una mesa llena de hierbas secas,
botellas de líquidos de varios colores y cuencos con piedras preciosas y cristales.
Mahelia volvió con algo en una bolsa de seda, que desató rápidamente.
Cuando Fate vio el contenido, levantó las manos y negó con la cabeza.
—Volveré en un momento.
Fate parpadeó para evitar las lágrimas no deseadas mientras Mahelia llevaba
a Jessie a la habitación.
Jessie no se movió, el pánico se formó en sus ojos al saber que no tenía ninguna
medicina y no sabía qué hacer.
—¿Ya la encontraste?
Jessie entornó los ojos, señal de que estaba enfadada. Casi había vaciado la
bolsa, cuando miró dentro de un recipiente, abiertamente sorprendida por el
contenido.
—Disfruta.
Fate suspiró.
—Todo lo que pueda. —Metiéndose una en la boca, cerró los ojos mientras el
rico y oscuro chocolate se derretía sobre su lengua. Fate miró a Jessie y sonrió—. Ya
está funcionando.
El calor calentó las mejillas de Fate al haber sido sorprendida en una mentira.
Le había dicho a Jessie que había tirado los chocolates. ¿Pero cómo podía hacerlo?
Sithias era un maestro a la hora de redactar las más deliciosas trufas con las Palabras
de Creación. Ella había intentado a menudo hacer lo mismo, pero nunca pudo
acercarse. Cuando se trataba de chocolate, sus habilidades descriptivas la
superaban.
Pero, de nuevo, era con Farouk con quien había estado tratando en ese
momento.
Tal vez esto podría funcionar después de todo. Le dio las tres trufas restantes
a Jessie.
—Una será suficiente. —Le guiñó un ojo a Jessie—. Empaca las demás.
—Confía en mí, lo haré. —Su amiga se retiró al borde de la habitación con las
trufas en la mano.
Fate alisó la hoja dorada sobre la cara encerada de la tableta y sostuvo el lápiz
óptico.
—Bien. Lo haremos a tu manera. —Fate aceptó más por querer dejar de pensar
en Finn, que por la irritación de discutir con Mahelia.
Las lágrimas pincharon los ojos de Fate mientras leía las palabras en voz alta.
Lentamente. Con cariño.
—Mi Azrael, el niño con ojos más brillantes que el cielo más azul y una sonrisa
más radiante que el sol, quito la daga que atraviesa tu corazón afligido, y te hago
sano y fuerte, vertiendo todo el amor que tengo para dar, de mi corazón al tuyo.
Azrael gimió y se estiró al abrir los ojos, congelándose en su lugar cuando vio
a su madre y a Fate inclinarse ansiosamente sobre él. Su mirada desconcertada se
movía de un lado a otro entre ellas.
—¿Debo creer que se ha producido un milagro? —preguntó, recurriendo a su
lengua materna—. ¿Mi madre y mi esposa se han hecho amigas?
Fate fingió no entender mientras Mahelia reía. Sus ojos brillaban, su sonrisa
se relajaba mientras le acariciaba el pelo.
—Me siento más fuerte que nunca. —Se volvió hacia su madre—. ¿Me pusiste
uno de tus tónicos en la comida antes de acostarme anoche?
Azrael se inclinó hacia su madre, susurrando algo que hizo reír a Mahelia, pero
con mucho menos humor que antes. Obviamente no estaba muy contenta con lo que
él había dicho. Mahelia le dio una palmadita en el brazo y le indicó que continuara
sin ella.
—Quizá un poquito.
Más incómodo que nunca, Fate miró a Jessie, que se quedó con la boca abierta.
—No se sentirá así cuando recuerde todo. Conoce mis sentimientos por Finn.
No puedo creer que me obligue a estar con él en contra de mi voluntad.
—Tal vez, pero esas palabras vinieron de ti, palabras entretejidas en un hechizo
inquebrantable. Uno que fue hecho para ti y para Azrael. —Ella cerró la puerta,
dejando que Fate absorbiera el impacto de haber caído en otra de las trampas de
Mahelia.
Capítulo 10
Todo lo que brille
—¡Oh, Dios! —Sithias jadeó—. Biraktar parece un verdadero cofre del tesoro
de las mejores joyas. Creo que nunca he visto una ciudad tan magnífica y lujosa como
ésssta. —Agitó un brazo largo y delgado en la luz danzante, divertido por cómo los
brillantes tintes de rosa, ciruela y mandarina añadían color a su pálida piel.
—¿No crees que todo esto es un poco exagerado? Quiero decir que hasta las
calles están pavimentadas con oro. Es un poco llamativo para mi gusto.
—¿A quién no le gusta el brillo y el resplandor de las cosas finas? ¿Qué te pasa?
—Has escrito sobre un lugar aislado para que aterricemos y evitar que nos
vean, Sithias. Si salimos ahí, seguro que destacaremos como dos turistas —susurró—
. Vuelve antes de que alguien se fije en nosotros.
—Hmm, creo que te pondré una túnica de seda de color esmeralda, rematada
con un fajín rojo rubí y elaborados adornos de oro.
3
Práctica de jardinería que consiste en dar formas artísticas a las plantas mediante el recorte con
tijeras de podar.
sorprendente como inquietante. Miró la túnica fluida y los pantalones de seda que
le llegaban a los tobillos y frunció el ceño.
—Ambos sabemos que eso se debe a que soy mucho más exigente con mi
vestuario. —Sithias estudió su descripción y sonrió—. Esssto servirá. Prepárate para
la revelación.
—Ahora estoy vestido con la más fina y última creación del sastre más
cotizado de Biraktar. Los azules reales son mi color. Lustrosas perlas sujetas con
hilo de oro se tejen en los más intrincados diseños simbólicos de importancia,
utilizando las mejores sedas, que visten mi piel, ahora del color del caramelo. Un
turbante de las mismas sedas, con una pluma de pavo real en la frente cubre mi
cabeza.
—Oh, cielos. Bueno, eso me pasa por ser apresurado tan apresurado.
—Mucho mejor, salvo que sigue existiendo el mismo problema. ¿Qué vamos a
hacer con mi cara pálida? Nadie se va a creer que soy de estos lares sólo porque voy
vestido como ellos.
—Eso podría funcionar. Si supiéramos con certeza que los invitados de rostro
pálido son algo común en Biraktar.
—Aunque eso no haya sido siempre así, no sería sospechoso ahora. No después
de que Biraktar luchara con aliados extranjeros en la guerra contra Kaliena. Diré que
eres un aliado que regresa a Oldwilde. A Beldereth. O a Asgar. Eso sería creíble.
El pulso de Finn se aceleró con la idea de verla. ¿Se sentiría aliviada de que
vinieran a buscarla? ¿O sentirían el agudo aguijón de su rabia? Apartó sus dudas. Lo
mejor era seguir a su corazón. Su corazón creía que encontrarían la manera de volver
a estar juntos, aunque su cabeza le dijera que todo había terminado.
Cogió su mochila para recuperar los transmoduladores que había robado del
santuario de La Fortaleza y le entregó uno a Sithias.
—Acuérdate de pulsar el interruptor para las traducciones bidireccionales. No
queremos que no puedan entendernos cuando les hablemos.
—Aquí, déjame hacerlo. —Finn se aseguró del ajuste, y luego tiró del turbante
de Sithias un poco hacia atrás para instalar el pequeño dispositivo detrás de su oreja.
—¡Ay! —gritó Sithias—. Nunca dijiste que fuera a doler. Y, por favor, ten
cuidado, no vayas a arruinarlo.
Finn apretó los labios en una apretada sonrisa mientras volvía a colocar el
material en su sitio.
—Todo está donde debe estar. —Siguió sonriendo para evitar el ceño fruncido
que sentía en su interior y empujó su transmodulador en la hendidura detrás de la
oreja. El pinchazo de las clavijas al encajarse en su sitio fue más sorprendente y
doloroso de lo esperado, pero actuó como si no fuera nada.
—Creo que sí. —Se dieron la vuelta para irse, pero se detuvieron bruscamente—
. Retiro lo dicho. ¿Cómo podría olvidarlo?
—No tenemos tiempo para que hagas un estudio sociológico. Resuelve esto
ahora —insistió Finn.
—¡No ayuda!
Sithias le señaló.
—Sí, esa es la primera regla de la escritura. Ve con lo que sabes. —Se quedó
mirando a Finn—. ¿Qué sabemos?
—Conocemos a Azrael. Más o menos. Fue un breve encuentro, pero por lo que
observé, diría que es un niño de mamá con derecho y misógino, con un complejo de
superioridad exagerado.
—Todavía no ayuda.
—Sí. Bueno, ambos hemos estado cerca de Mahelia. Diría que es incluso peor
que su hijo, pero tiene que haber algo que podamos...
—¡Eso es!
Sithias tenía una mirada maniática en sus ojos, pero Finn decidió permanecer
esperanzado.
—Mahelia es parte Djinn y lo sé todo sobre ellos. ¿Recuerdas cuando hice toda
esa investigación sobre los Djinn cuando entramos por primera vez en el desierto de
Marajaran? —Sithias asintió emocionado con las manos extendidas como si
estuviera a punto de atrapar una roca que cayera del cielo—. Viene hacia mí... sí, sí.
—Dejó escapar un suspiro aliviado y miró a Finn—. Lo tengo.
Finn esperó, pero Sithias se limitó a mirar al espacio con una sonrisa de
asombro.
—Oh, sí, por supuesto que sí. Estaba inmerso en mi nuevo papel. ¿Qué te
parece?
—En realidad, me gusta, porque no tendrás que preocuparte por intentar ser
un nativo de Biraktar. Sólo falta una cosa. ¿Cómo te llamas?
—Aradif.
—La misma. —Sithias cerró los ojos y sus rasgos se transformaron rápidamente
en los de la joven de piel oscura que habían conocido. Cuando Sithias abrió los ojos,
eran del mismo azul brillante que compartían Mahelia y Azrael.
—Me quedo con el azul. Debemos vestirnos para impresionar si queremos que
nos tomen en serio aquí en Biraktar.
—¿No has visto cómo se viste la gente de aquí? Phfff, realmente debes aprender
a prestar más atención a la moda. Recuerda que las mujeres adoran a un hombre
bien vestido.
—No encontrarás efigies más finas de nuestra gran estrella guía que éstas. Sólo
compro a los mejores escultores y pintores que ofrece Biraktar. Fíjate en la gracia y
la divinidad en la curva de las líneas.
Sithias asintió con la cabeza, sus ojos azules recién cambiados brillaban de
asombro.
—De acuerdo, pero no puedo irme sin antes comprar una de estas
extraordinarias obras de arte.
—Es una decisión difícil —dijo Sithias al mercader—. ¿Por qué no le explicas a
mi amigo extranjero la historia de la Estrella Guía? Así podrá apreciar lo importante
y auspiciosa que es esta compra.
—Por supuesto. —La expresión del comerciante se tornó molesta, pero estaba
claro que no iba a poner en peligro una venta—. Nuestra estrella guía es la
constelación sagrada que es la gran serpiente alada del cielo que llamamos, Aradif.
—¿No quieres una de las más pequeñas? —Fue una afirmación formulada por
Finn, no una pregunta.
—Oh no, Aradif me ha guiado hasta ésta. —Se la entregó al mercader—. Haz
que me empaquen esto. Enviaré a un sirviente para que la recoja por mí antes de la
puesta de sol.
Finn dejó escapar un tenso suspiro mientras se abrían paso por el bullicioso
mercado, con la mirada fija en el palacio nacarado que brillaba bajo el sol en lo alto
de los edificios circundantes.
—Admito que fue una gran coincidencia que nos encontráramos con una
deidad con tu aspecto y el nombre exacto que elegiste como fachada mientras
estábamos aquí, pero desde mi punto de vista, todo parecía más bien que te
admirabas a ti mismo.
—¿Lo harás ahora? —Finn captó las miradas suspicaces de los transeúntes. Su
discusión estaba llamando la atención—. Sigamos avanzando. Y recuerda que sólo
nos detenemos si alguien nos habla.
—Bien. —Descontento con las amonestaciones de Finn, Sithias giró sobre sus
talones y marchó delante de él.
Sithias suspiró.
Los guardias se detuvieron frente a ellos, sosteniendo sus lanzas cruzadas para
bloquear su camino. El que tenía más penachos en el turbante se adelantó.
El guardia sonrió.
—Encerrándolos.
Capítulo 11
Un mar de confusión
Azrael guió a Fate por una ornamentada escalera serpentina que parecía no
tener fin. Atravesar los peldaños con el largo vestido que llevaba resultó difícil. Tenía
que levantar el dobladillo para no tropezar, al tiempo que mantenía en su sitio la
parte superior del vestido, que era poco más que dos tiras de seda fruncidas que le
cubrían los pechos. Unos finos tirantes envolvían cada uno de los hombros y se
extendían hasta llegar a la larga y elegante cola de la cintura. Por suerte, Jessie había
domado el pelo de Fate en preciosos tirabuzones sueltos para ayudar a cubrir la
mayor parte de su espalda desnuda.
En lo que respecta a Fate, había demasiada piel expuesta. Este era un vestido
que nunca habría elegido, a pesar de lo mucho que le gustaba la tela de gasa, el color
de un atardecer rosado y la voluminosa falda que fluía a su alrededor con el más
mínimo movimiento.
Fate ocultó su sorpresa. Había supuesto que Mahelia había elegido el vestido.
Él pareció complacido.
Así que por eso llevaba una túnica sin mangas en lugar de su habitual atuendo
de manga larga. La curiosidad de Fate aumentó. No podía imaginarse a dónde iban
que no se refrescara con el frío del aire nocturno del desierto.
—¿Me vas a dar al menos una pista de lo que me voy a encontrar? —preguntó.
Fate estaba sólo a unos pasos de la veranda cuando un calor y una humedad
empalagosa se apoderaron de ella, empapando su piel. El aire era pesado, pero
vigorizante. Cada respiración parecía estar llena de energía vital. Azrael cerró la
puerta tras de sí mientras ella seguía paseando por el balcón.
La lluvia caía de las hojas, llenando el pequeño estanque que rodeaba el tronco,
cayendo en cascada sobre el anillo de oro en el estanque inferior y brillando con
burbujas efervescentes.
4
Galería o balcón cubierto generalmente con cristales, aunque puede estar abierto.
—¿Qué es esto? —Se quedó sin aliento por el asombro. Cuando Azrael no
respondió, se volvió para mirarlo.
—Esto es Aulbhala, nuestro árbol sagrado de la vida. Sin ella, no habría vida
para nosotros aquí en el desierto.
—Es increíble. Nunca me había planteado de dónde viene toda el agua, pero
tiene que venir de algún sitio. —Incapaz de afrontar la intensidad de su mirada,
volvió a mirar al árbol—. Entonces... ¿hay todo un bosque de estos árboles
productores de agua, o es solo uno de ellos? No puedo imaginar que sea nativo del
desierto. ¿Es de aquí?
—Gracias. —Necesitando algo que hacer con sus manos, hizo girar un mechón
de pelo alrededor de su dedo—. Mi amiga Jessie es exactamente igual.
Probablemente sea incluso más curiosa que yo. La única diferencia entre nosotras
es que su pelo no se encrespa con esta humedad y se convierte en un loco desastre
como el mío. —Se mordió el labio, sin saber por qué había dicho eso.
—Me gusta lo salvaje de tu pelo. —Pasó los dedos por uno de sus mechones
rizados—. Me recuerda que, en el fondo, eres salvaje de corazón. —Azrael le cogió la
mano—. Ven, nuestra cena está servida.
Hizo un gesto a los sirvientes para que se marcharan antes de guiar a Fate hacia
uno de los muchos cojines de seda dispuestos alrededor de una mesa de patas cortas.
Azrael se sentó a su lado, cogió el pan plano y arrancó un trozo para ella, que
mordisqueó mientras observaba la opulenta muestra de platos tentadores.
Con su propio trozo de pan, Azrael cogió pequeñas tiras de carne bañadas en
una salsa naranja oscura. En lugar de comérselo él mismo, se lo ofreció a Fate,
acercándoselo a la boca hasta que ella lo probó.
Sonrojada bajo su mirada relajada, pero fundida, apartó la mirada cuando una
explosión de sabores le llenó la boca. Toda la incomodidad que había sentido fue
reemplazada por su disfrute de una mezcla de dulce y ácido infundida con el sabor
de la naranja ahumada y las hierbas ácidas.
—¡Mmm, está delicioso! La carne es tan tierna que prácticamente se deshace
en mi boca. Nunca había probado nada igual. ¿Qué tipo de carne es?
Fate tosió.
—¿Un dragón del desierto? ¿Estás diciendo que acabo de comer una cosa
escamosa de cien pies de largo con colmillos suficientes para hacer carne picada de
un megalodón?
—Ah, te acuerdas.
—¿Cómo podría olvidarlo? Casi me come uno a los pocos minutos de aterrizar
en Dunebala.
—¿Y esto es uno de sus alimentos básicos aquí en Biraktar? ¿Como el pollo para
nosotros? —Fate tragó una creciente náusea.
—No estoy familiarizado con el pollo. Pero sí, el sulayfir es una fuente de
alimento común para nosotros. Uno alimenta a miles de personas. Utilizamos
muchas partes útiles del sulayfir. Nada se desperdicia.
—Me alivia escuchar eso. —Su tensión se relajó un poco mientras vertía un
líquido púrpura oscuro en su copa.
Fate tomó un pequeño sorbo y tragó más cuando probó las dulces y ricas bayas.
No parecía haber ningún indicio de alcohol, así que se lo terminó y pidió más.
Después de unas cuantas copas más, sus muchas preocupaciones se desvanecieron
en el fondo, junto con sus reservas hacia la comida. Se dedicó a degustar cada plato,
disfrutando de la magia culinaria que los había creado, mientras resistía el impulso
de preguntar por los ingredientes.
Azrael se recostó en los cojines con las manos detrás de la cabeza, sonriendo
mientras la veía comer a gusto. Fate nunca lo había visto tan relajado, lo que hizo
más fácil que ella bajara la guardia. Tal vez demasiado, porque se sorprendió a sí
misma mirando sus esculturales bíceps desnudos con un estremecimiento de placer.
—Uh, creo que ya es hora de que te diga que he estado un poco molesta contigo,
y por hace ya bastante tiempo.
—¿Dónde lo dejé?
—Bueno, veamos... —Se dio un golpecito en la barbilla—. Ah, sí. El Rey de los
Demonios, Dregkaan, se enamoró de Sarayna y se la robó a Kalael para hacerla reina
de su reino del inframundo. Ahí es donde me dejaste.
—Ah, es cierto. Hay más en la historia. —La mirada de Azrael se desvió hacia
las luces doradas y plateadas que danzaban sobre el techo abovedado mientras
ordenaba sus pensamientos.
El tiempo pasa de forma diferente en los reinos de los demonios. Lo que es un
año en nuestro mundo puede equivaler a mil años en el inframundo. Con el paso
del tiempo, Sarayna no conoció otra existencia que la vida que llevaba con
Dregkaan. Su breve matrimonio con Kalael se convirtió en un recuerdo tenue, pero
apreciado. Incluso llegó a preguntarse si Kalael había sido un producto de su
imaginación y podría haberse desvanecido por completo, si no fuera por la fuerza
de su amor por él. El corazón recuerda, aunque la mente olvide.
Puede que la vida de Sarayna con Dregkaan no haya sido de su elección, pero
nunca le guardó rencor, y de hecho, llegó a amarlo. Porque ella era un espíritu
brillante, bendecida con dones celestiales e incapaz de odiar. Esta misma bondad
es la que mantuvo a Dregkaan bajo el hechizo de Sarayna. Y así quedó atrapado
en un cautiverio irrompible, sin poder ser más que amable, protector y cariñoso
con su reina angelical.
—¡Es un final horrible! No puedo creer que haya esperado todo este tiempo
sólo para que termine de una manera tan deprimente.
—Así es como me lo contó mi madre. No hay otro final que yo conozca. —Se
levantó de las almohadas y se inclinó hacia ella, con sus ojos azules brillando de
diversión—. ¿Habrías preferido que Sarayna se hubiera quedado con Dregkaan?
—No, no si ella amaba más a Kalael. No entiendo por qué Dregkaan tuvo que
morir así. Es triste. Era bueno con ella.
—La quería mucho y sólo quería verla feliz. —Azrael sacó una bolsa de seda del
bolsillo, desató el cordón de satén y derramó el contenido sobre la palma de su
mano.
La fina cadena de oro brilló cuando Azrael la colocó alrededor del cuello de
Fate. Los dedos de Azrael se detuvieron en su piel, provocando un estremecimiento
involuntario en ella. Conteniendo la respiración, levantó el colgante, estudiando la
deslumbrante pieza con más interés del que realmente sentía. Pero su corazón se
aceleró bajo su contacto. Él retiró la mano cuando ella movió el hombro.
—Mi madre me dijo que te había prometido el collar como protección contra
los Hinn. Debes de darte cuenta de que fue el Hinn quien cambió los collares el día
de nuestra boda.
—Eso es lo que dijo Mahelia. Si su historia es creíble. —Fate murmuró la última
parte en voz baja.
—¿Puedes creer que todavía tengo hambre? —Tomó un gran bocado de fideos,
que masticó con deleite—. ¡Mmmm! Son celestiales. ¿Cómo consigue tu chef esos
trocitos crujientes dentro de la pasta?
—Yo no lo siento.
Otro rubor le calentó las mejillas y dio un paso atrás con poca gracia.
—Anguilas perladas. Si se les permite, llegan a ser casi tan grandes como un
sulayfir. El chef las recoge con frecuencia y las marina en barricas marcadas durante
meses para ablandar las espinas hasta conseguir la textura perfecta.
—Deja de negar lo que sientes por mí. —Su boca acarició la delicada concha de
su oreja. El calor de su aliento le produjo un tentador escalofrío.
Tenía que haber algo en él. Y no ayudaba el hecho de que no pudiera controlar
su corazón palpitante y su respiración acelerada. Incapaz de confiar en Azrael un
segundo más, le apartó las manos, retrocediendo hasta chocar con la balaustrada.
Cuando Azrael se acercó a ella, levantó las manos.
—No sé para qué me has traído aquí, pero no estoy preparada para lo que sea
que quieras hacer conmigo.
Fate se quedó atónita. Aunque una gran parte de ella quería abrirse a su
inesperada declaración de amor, había una parte muy obstinada que se aferraba a la
ira y el resentimiento que había sentido durante demasiado tiempo por ser su rehén.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que las venas de sus brazos y su
pecho se iluminaban con el poder del corsé.
—¿Así que eso es todo? ¿No me vas a liberar? —Le gritó Fate a su espalda
mientras marchaba hacia la puerta—. ¡Eres peor que el Rey Demonio! Al menos él
estaba dispuesto a dejar ir a Sarayna! —Su voz se convirtió en un gruñido furioso
que llenó el enorme espacio cerrado y le devolvió el eco.
—¡Suéltame, bufón! —Sithias exigió—. ¡No voy a ser manoseado! ¿Tienes idea
de quién soy?
—No es necesario nada de eso —insistió Sithias—. Puedo decírtelo ahora. Soy
la prima lejana de Mahelia. Ella me envió el pase real, que tenía en la mano, hasta
que me lo robaron de forma muy grosera. Si vas a arrestar y torturar a alguien,
¡debería ser al ladrón que me robó!
Al ver que sus palabras caían en saco roto, Sithias se resistió a ir con los
guardias tirando en dirección contraria, lo que provocó que le apretaran los brazos
y le levantaran del suelo. Con una mueca de dolor, Sithias agitó los pies.
Sithias torció el cuello para mirar a Finn. Seguía noqueado, con la cabeza
colgando y los pies arrastrando entre los dos guardias que lo llevaban.
El pobre Finn había dado una valiente pelea, como siempre, pero no había
tenido ninguna oportunidad contra seis hombres armados sin la velocidad y la
fuerza sobrenaturales que antes poseía.
—¡Es Aradif!
—Sígame, Su Santidad.
Los demás guardias se apresuraron tras él, dejando a Finn tirado en medio del
camino. La multitud siguió a los guardias, pasando por delante de su amigo
inconsciente sin cuidado. Si no hacía algo rápido, temía que Finn fuera pisoteado.
—¡Deténganse!
—Entiendo, Aradif. —Hizo una señal a sus hombres para que transmitieran el
mensaje a la multitud, que crecía en número con cada segundo que pasaba. Miró a
Sithias con el ceño fruncido y preocupado—. Perdóneme, Su Santidad, pero ¿por qué
ha tomado el favor de este humilde habitante de la Tierra, cuando no es digno de
estar en presencia de aquellos que han luchado contra todo pronóstico para vivir en
el cielo con ustedes?
Sithias asintió.
El guardia principal ladró una orden a uno de sus hombres y lo envió corriendo
en dirección al palacio. Una vez que Sithias se aseguró de la seguridad y el cuidado
de Finn, levantó el vuelo para dar una rápida vuelta por la ciudad. Sobrevoló la
ciudad varias veces mientras se maravillaba con la inusual arquitectura y la variedad
de colores y materiales utilizados en las torres, cúpulas y edificios. Las calles estaban
casi vacías, y la gente que quedaba se apresuraba en dirección al Templo.
Sithias bajó el vuelo cuando vio que Finn atravesaba las puertas del palacio.
Aterrizó en el jardín justo cuando la familia real se apresuraba a recibirlo.
Extendiendo sus alas, siseó para mostrar su descontento. El Rey y sus numerosos
hijos se quedaron quietos, aunque no sin miedo en sus ojos, mientras sus esposas e
hijos se escondían detrás de los hombres.
Todo el delicioso poder que Sithias había disfrutado hasta ese momento se
agotó cuando Fate no hizo nada para disuadir a Azrael. Sithias esperaba una señal
de que ella se sentía aliviada de verlo. Ella podría pensar que su acuerdo de estar allí
era voluntario, pero Sithias sabía que no era así. Mientras el anillo de alma la
controlara, Fate era una prisionera de esta gente. Aun así, eso no debería ser un
obstáculo para mostrar preocupación por el estado sangriento e inconsciente de
Finn. Pero Fate no mostró ninguna emoción. Nada.
El Rey se adelantó, un hombre alto y regio cuya barba blanca marcaba su edad.
Se arrodilló y levantó su rostro hacia Sithias.
Sithias utilizó toda la decepción e indignación que sentía por Fate para
alimentar su actuación. Se asomó al rey y siseó con fuerza.
Sithias bajó la cabeza hasta que su mirada estuvo a la altura de Fate y Azrael.
—Azrael. Cállate.
—Aradif, por favor, perdónanos. —El Rey juntó las palmas de las manos en
señal de súplica—. Por favor, ayúdanos a corregir este desequilibrio.
—He traído al hombre que esss el legítimo esssposo, a quien tusss guardiasss
han golpeado, sssimplemente por ssser un visitante aquí. Essstoy muy disssgustado.
—Haré que los castiguen —aseguró a Sithias—. Que los ejecuten si lo deseas.
El Rey hizo un gesto para que sus guardias de palacio se llevaran a los
infractores inmediatamente.
—Habla.
—Mi hijo y su... quiero decir esta mujer, fueron casados en el Templo y sellados
juntos. Como sabes, esto significa que están verdaderamente casados bajo los ojos
de la ley, independientemente de las afirmaciones de este otro hombre. Además,
están unidos por anillos de alma.
—Con su permiso, prepararemos las tres pruebas para que compitan mi hijo y
el demandante.
—Permissso concedido.
Capítulo 13
Tiempo de perdonar
Fate apretó los puños y mantuvo una expresión inexpresiva cuando el Rey
anunció la competición entre Azrael y Finn. Miró a Finn, con el corazón herido y en
estado de coma. ¿Por qué había venido a por ella? Había sido clara sobre su
necesidad de espacio. Que no podía mirarlo sin ver mentiras en todo lo que decía y
hacía. Le dolía demasiado entonces y le dolía demasiado ahora.
El Rey se inclinó.
Jessie miró con cautela el brillo ardiente que iluminaba la piel de Fate.
—Vamos, ¿una cena a la luz de las velas junto a una piscina y una cascada que
sale de un árbol con hojas que hacen agua de lluvia? Nooo, eso no es nada romántico.
—Todo fue confuso e incómodo, y no quiero seguir hablando de eso. —Se dejó
caer en la cama—. Además, ahora están pasando cosas más importantes.
Empezando por la inesperada llegada de Sithias y Finn.
—Lo es —admitió—. Pero nunca debió venir. Los guardias le dieron una paliza.
—Tragó saliva—. Está en mal estado, Jess.
—¿Qué?
Fate puso los ojos en blanco y le contó a Jessie la historia de Aradif, la estrella
guía que el pueblo de Biraktar ha adorado durante siglos. Y luego pasó a contarle a
Jessie sobre la próxima competición.
—Tal vez, tal vez no. Hay muchas maneras en que esto podría salir mal. Una
de ellas es que maten a Finn. —Fate se mordió el labio inferior—. Ahora es un
humano normal.
—En el caso de Finn, sí. No veo cómo puede ganar contra Azrael sin la fuerza y
la velocidad que le dieron las runas de la raza de los antiguos.
—No, es parte Djinn, lo que significa que tiene suficiente mojo sobrenatural
para hacer verdadero daño a los simples mortales.
—Oh, sí. Hizo una entrada bastante heroica cuando me salvó derribando un
dragón del desierto. —Fate frunció el ceño con el recuerdo de cuando había
intentado matarla poco después—. Es rápido, ágil y hábil con la espada. Sobre todo
cuando intentó matarme aquella vez. Tenía una forma de sacar lo mejor de él cuando
nos conocimos.
—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! Sé que no debería estar babeando así, pero él
está caliente. Sinceramente, no sé cómo te resistes a él. Si fuera yo, estaría encima
de él en un santiamén.
—Quizá sea tiempo de perdonar a Finn. Aferrarte a toda esa rabia es malo para
ti. Y es malo para todos si sigues guardando esto hasta que te vuelas loca.
—Es cierto.
—Un paso en la dirección correcta sería usar tus Palabras de Creación para
devolverle a Finn sus poderes. Al menos así no tendrías que preocuparte de que
Azrael lo matara.
—Supongo que eso significa que estamos atrapadas aquí por el resto del día
hasta la competencia de mañana por la mañana.
Finn era su única esperanza ahora. Su rabia la había cegado ante sus
advertencias. Y sin embargo, él había venido a desafiar a Azrael y a la familia real, a
pesar de saber que ella había puesto deliberadamente todo el espacio posible entre
ellos y que tal vez nunca lo perdonaría.
Jessie aplaudió.
—¡Sí!
Fate leyó las palabras en voz alta.
Nada.
—Sí. Quizá he sido demasiado vaga. —Fate escribió varias frases con más
descripciones y leyó cada una en voz alta. Ni una sola línea funcionó para
transportarlas al lado de Finn.
Rompió a llorar.
—Creo que Finn podría estar... —un sollozo ahogó las palabras de Fate. No
podía recuperar el aliento.
—No. De ninguna manera. —Jessie la agarró por los brazos—. Mírame. Eso no
es lo que está pasando aquí. Después de todo lo que me contaste sobre cómo
reaccionó el Rey con Sithias, se encargará de que Finn viva para ver el amanecer. No
olvides que tiene demasiado miedo de esa tal Aradif que cree que es Sithias.
—Pensemos en esto con lógica. Tiene que haber alguna otra razón por la que
tus palabras no funcionaron. ¿Podría ser el corsé el que te lo impide?
Fate se limpió las mejillas húmedas con el dorso de la mano. Negó con la
cabeza.
—No lo creo.
—¿Y esa elegante pulsera para el tobillo que llevas? ¿No me dijiste que te
quemaba la piel cuando tú y Finn se ponían muy cachondos?
—¡Eso es, Jess! El anillo del alma no me deja hacer nada en contra de los deseos
de Azrael. ¿Cómo podría olvidarlo?
—Porque eres demasiado emocional para pensar con claridad, por eso. —Jessie
se cruzó de brazos y echó humo—. ¿Qué tan primitiva es esta gente? Quiero decir,
¡este asunto del anillo del alma es peor que un cinturón de castidad! Y esos eran
horribles. El factor de atracción que tenía por Azrael acaba de enfriarse a bajo cero.
No puedo creer que me haya enamorado de él. ¿En qué estaba pensando?
—¿Estás bien?
—No, porque si no pude hacer una cosa tan sencilla como meternos en la
habitación de Finn, eso significa que él tampoco recuperó sus poderes. —Fate se
estremeció—. Si conozco a esta gente, esto es una competición a muerte, y a la que
Finn no sobrevivirá.
Capítulo 14
Las pruebas de Sumnara
Él no estaría ni cerca de este roto, si todavía tuviera las Runas de raza anciana,
y el también se curaría el doble de rápido.
Finn trató de disipar sus crecientes dudas, pero fue inútil. Sus pensamientos
se oscurecieron aún más, especialmente cuando se preguntó si Fate estaría de pie y
permitiría ser sacrificado en cualquier manera decretada por Azrael y su gente.
Él no pudo pensar en nada más barbárico que traer a niños a una ejecución.
Más desanimado, Finn agachó la cabeza en fracaso.
—Siglos han pasado desde que nuestro pueblo, se ha reunido para las pruebas
de Sumnara. Nuestro pueblo ha seguido fielmente las sagradas leyes entregadas a
nosotros por nuestra Estrella Guía. —Hizo una pausa solemne—. Hasta ahora,
cuando la gran serpiente alada, Aradif, se me apareció con un mensaje.
¿Reclamada?
Finn frunció el ceño al rey que levantó su mano para silenciar a todos.
—No culpen al príncipe Azrael —el rey continuó—. Él no sabía nada de esto y
es inocente.
—Mentiroso —gruñó Finn en voz baja. Dolor floreció a través de su espalda del
golpe que le propinó un guardia por detrás.
—Traigan al demandante.
—Ahora presento a mi hijo, el príncipe Azrael —el rey se inclinó con un amplio
movimiento de su brazo cuando Azrael entró en la arena.
Él sabía que debía tener un aspecto terrible, y esperaba que se ella aún se
preocupara un poquito por que le pasó a él. Pero ciertamente entendería si ella
estaba principalmente asustada por sus circunstancias. Azrael la tenía encerrada
firmemente con ese maldito anillo del alma. Por todo el poder que ella poseía, era
incapaz de usar una sola gota para liberarse.
Finn apretó sus manos en puños hasta que sus brazos temblaron de furia. El
pelearía para liberar a Fate, independientemente de lo débil e impotente que estaba
en su estado actual. Sin duda sería la muerte de él, pero al menos el acto final de su
vida sería para la más digna de las causas.
Una procesión de lo que parecía trece sacerdotes entró a la arena. Doce de ellos
siguieron detrás del sacerdote sosteniendo un alto bastón de oro coronado con un
diamante del tamaño de un huevo, encerrado en dentro de un intrincado aro de
orfebrería con incrustaciones de zafiro. Pararon en frente a un pedestal de mármol
blanco con un agujero en el centro. Los doce sacerdotes se dividieron y pararon a
ambos lados mientras el sacerdote deslizó la parte inferior del bastón en el pedestal.
Finn espero a que pasara algo, aunque no lo hizo. Los sacerdotes simplemente
se volvieron en dirección de la salida del sol y cantaron. Azrael enfundó su sable e
hizo lo mismo, cantando al mismo tiempo que los sacerdotes su mirada fija en la luz
del sol cada vez más fuerte por encima de las paredes del coliseo. La multitud se unió
al canto hasta que eran una sola voz.
Un rayo de sol se deslizó sobre la parte superior del coliseo y un silencio cayó
sobre todos. Todos los ojos miraban a la luz mientras el sol lentamente subió más
alto en el cielo, ahuyentando los últimos restos de la noche. Una pequeña porción
del brillo total del sol golpeó el diamante en el bastón del sacerdote y un arcoíris de
colores salpicando el estadio, perforando las sombras de la madrugada con lo que
parecía un universo entero de estrellas.
La rabia rozaba el creciente miedo de Finn. Las injusticias que estos hombres
esclavizados sufrían eran intolerables. Pero no estaba en posición de ayudar. En
todo caso, actualmente estaba en más problemas que los esclavos, un pensamiento
que dirigió toda su atención al enorme agujero que se abría debajo de la plataforma
que se arrastraba a un lado.
Un gruñido gutural resonó desde algún lugar dentro del agujero, levantando
los pelos del brazo de Finn. Azrael caminó al borde, su expresión inquebrantable
mientras miraba fijamente la fuente del sonido amenazante.
Otro rugido resonó desde el agujero, pero todavía no había señales de la cosa
monstruosa de abajo. Pero entonces una espantosa cabeza en forma de oso salió a la
luz. Cuernos afilados y curvos sobresalían de su frente nudosa. Las orejas rotas se
crisparon y se volvieron como un caballo escuchando con cautela a su alrededor. La
enorme cabeza se inclinó hacia un lado mientras miraba hacia arriba, revelando un
hocico carnoso y arrugado y labios negros que se curvaban lejos de los colmillos
babeantes.
—Llegué desarmado porque vine aquí en paz —Finn miró a Azrael con su sable
y armadura—. No veo la justicia en que mi oponente esté completamente preparado
mientras se espera que entre indefenso.
—Si, la ley —Finn frunció el ceño ante el tono justo de Azrael—. Esta ley tuya
parece doblarse con suficiente facilidad para ti y tu familia.
—Lo prometo, morirás allí abajo —se giró abruptamente, marchó alrededor del
agujero y se detuvo frente a una escalera de cuerda colocada en su lugar mientras
discutían. También había una escalera para Finn. Cada uno colgaba hasta la mitad
del pozo.
Finn agarró la cuerda, mirando con la boca abierta al gigante, una enorme
pared de musculo puro cubierta de parches de pelaje enmarañado. Cualquier carne
expuesta era gris y atravesada con venas oscuras y abultadas. Los crecimientos
tumorales cubrían sus hombros y brazos. Las púas crecían de las rodillas de sus
patas traseras y las púas mortales sobresalían de los antebrazos.
La escalera de cuerda se sacudió hacia arriba sin previo aviso. Finn perdió su
agarre y cayó, el viento lo golpeó cuando se estrelló contra el suelo. El dolor perforó
su cuerpo dolorido, jadeó para respirar, levantó la vista justo a tiempo para ver
ambas escaleras tiradas por completo del pozo. Rodó hacia un lado, un movimiento
que lo salvó de ser ensartado por un pico en el brazo de la bestia.
Se movió, listo para dar el golpe mortal, cuando se dio cuenta del resbaladizo
charco rojo de sangre empapado sobre el pelaje irregular de su espalda. Azrael no
había infligido ninguna herida tan alta en el gigante y esto detuvo a Finn. Mahelia
debe haberse encargado de que el monstruo estuviera herido para facilitar que
Azrael sobreviva el tiempo suficiente para matar y ganar el juicio.
Finn sabía muy bien que no se había hecho por su seguridad, ya que nunca
había tenido la posibilidad de matarlo sin un arma. Eso habría funcionado y nadie
sería más sabio, excepto que ella no había previsto que Azrael quedara inconsciente.
No pudo resistir una sonrisa de suficiencia mientras disfrutaba exponiendo el
deshonroso intento de Mahelia de ayudar a Azrael a hacer trampa.
El chillido de dolor del monstruo fue ensordecedor. Finn se tapó los oídos con
las manos hasta que su grito torturado se desvaneció en jadeos ásperos. No pudo
evitar sentir pena por la bestia. A pesar de los huesos humanos esparcidos por el
suelo, esta era una criatura que simplemente intentaba defenderse de sus captores.
Y ahora estaba muriendo en una pelea injusta, lo que significaba que necesitaba
trabajar rápido. De lo contrario, atribuirían su muerte a la herida que Azrael le había
infligido.
Agachándose con ambos pies a cada lado de la herida, Finn agarró la púa y le
dio un fuerte tirón. La púa se desprendió con una facilidad tan sorprendente que
Finn perdió el equilibrio y se cayó de la espalda montañosa de la criatura. Golpeó
una pila de cráneos humanos. Arqueando su dolorida espalda, rodó fuera de ellos,
revisando rápidamente para ver si la bestia se había levantado, pero no se había
movido y la púa en su brazo todavía estaba atrapada en la pared.
Poniéndose de pie, Finn buscó la púa de hueso que yacía entre el cementerio
de huesos. El pánico subió a sus venas cuando no lo notó de inmediato. Revisó los
huesos, arrojándolos a un lado en su frenética búsqueda, luego se detuvo ante un
destello de metal ensangrentado. La punta ósea estaba unida a lo que parecía ser
una varilla de metal. Agarrando la púa, Finn sacó una lanza increíblemente larga de
los escombros. Era tan alto como él.
Un gemido desde atrás hizo que Finn se volviera hacia Azrael, quien se levantó
a una posición sentada. Se frotó la cabeza y miró al monstruo con los ojos
entrecerrados.
—No te hagas el tonto conmigo. Ambos sabemos lo que hizo tu madre para
salvar a su precioso hijo.
—Lo estamos jugando de esa manera, ¿verdad? —Finn se rio con dureza—.
Bien entonces. Ella metió esta cosa en la espalda de la criatura para que te fuera más
fácil acabar con ella, todo mientras evitaba que todos sospecharan que no eras lo
suficientemente bueno para ganar por tu cuenta —Hizo un gesto hacia el estadio de
ciudadanos absortos y silenciosos—. Sin embargo, diría que ahora lo saben.
Finn se puso rígido ante el aliento caliente y fétido que repentinamente golpeó
la parte de atrás de su cuello. Se volvió lentamente, sus rodillas se debilitaron
mientras miraba las fauces babeantes del monstruo.
Capítulo 15
El warlobear
Finn esperó a que ocurriera exactamente eso y, sin embargo, a cada segundo
que pasaba, la bestia no atacaba. Erguido y majestuoso, rugía al cielo con una rabia
justificada. Un rey por derecho propio, los brillantes cuernos negros que se curvaban
desde su frente como una corona no hacían más que confirmar su eminencia sobre
ellos, una visión que golpeó a Finn con una persistente familiaridad.
Finn recordaba haberlo visto a lo lejos, un oso gigante armado con colmillos,
cuernos, garras y púas. Su pelaje oscuro lo hacía resaltar sobre la nieve. Cuando el
warlobear los había visto a través de las colinas nevadas, se había se levantó sobre
sus patas traseras. Una acción que transformaba a la bestia en un guerrero gigante,
porque desde la distancia, esas púas que sobresalían de sus brazos habían parecido
espadas. Su poderoso rugido había provocado una avalancha en la zona más alta de
una montaña cercana.
—Quédate muy quieto —le había dicho Tove a Finn cuando hizo un
movimiento para escapar—. Debemos ganarnos su confianza demostrando nuestra
sumisión y respeto por entrar en su reino.
—Este es su castillo. Las montañas son sus muros, los picos sus torres. Este
bosque es su patio, y los animales que lo habitan, sus ciudadanos.
Ver a la bestia venir hacia ellos hacía más difícil mantener una posición tan
vulnerable.
—El warlobear sólo come pescado. Está hecho para cortar el hielo y arponear
sus capturas.
Finn tenía muchas más preguntas que hacer, pero el warlobear estaba sobre
ellos antes de que pudiera decir otra palabra. Había temblado en presencia de la
enorme bestia, a pesar de la fuerza y la velocidad sobrenaturales que Tove le había
dado con las runas de la raza de los antiguos.
La enorme cabeza del warlobear se cernía sobre ellos. De sus fosas nasales
salían bocanadas de aire blanco mientras olfateaba el espacio entre ellos. Todo el
tiempo los medía, con una inteligencia en sus ojos que Finn nunca podría haber
adivinado. Tras un momento de prolongada tensión y miedo, el warlobear se había
dado la vuelta y los había dejado ilesos.
—¿Qué estás...?
Justo cuando parecía que Azrael prefería morir antes que someterse a lo que
sin duda consideraba una bestia viciosa y descerebrada, hizo lo mismo y se arrodilló.
El warlobear fijó su mirada en Azrael, con un gruñido implacable en su garganta
mientras lo esperaba, con sus músculos enroscados y listos para defenderse si Azrael
echaba mano de su espada.
—¿Y ahora qué? —susurró Azrael cuando habían pasado varios minutos.
Finn sopló las primeras notas rúnicas de la Canción del Viento. La suave
música melódica puso fin de inmediato a los gruñidos y la mirada recelosa del
warlobear. Animado, Finn continuó tocando, con sus propios pensamientos llevados
a su tiempo con Tove y Grysla en el Bosque de Huesos Retorcidos. Volvió a sentir el
regocijo de vivir en aquellas duras pero hermosas montañas nevadas, el reverente
descubrimiento de sus poderes elementales y su profunda y sagrada conexión con la
tierra.
Los aullidos del warlobear terminaron con un bramido abrupto de dolor. Finn
dejó de tocar, momentáneamente desorientado, antes de ver a Azrael sacar toda la
longitud de su espada ensangrentado del vientre del warlobear.
La furia pura y ciega impulsó a Finn a actuar. Dejando caer la flauta, recogió la
lanza y se abalanzó sobre Azrael, que bloqueó el ataque con más velocidad y destreza
de las que poseía Finn. Asombrado por su fuerza, Finn estuvo a punto de perder el
agarre de la lanza, pero consiguió aferrarse a ella y bloquear el golpe de vuelta de
Azrael.
—Esta no es una bestia. —Finn negó con la cabeza—. Es un rey, y como sabes,
no hay que decirle a un rey lo que tiene que hacer.
El hocico del warlobear que gruñía se retiró de una hilera de largos colmillos
cuando se acercó a pocos centímetros de la cara de Azrael. Azrael se deslizó
instintivamente hacia el suelo para alejarse de su boca.
Antes de que Finn pudiera responder, el chirrido del metal llenó la fosa. La
puerta se abrió y Azrael se deslizó a través de ella. Finn corrió hacia la abertura a
tiempo de ver a Azrael precipitarse por un túnel hacia la luz en el otro extremo.
Finn puso una mano en el cuello del oso y le pasó los dedos por el suave pelaje.
El warlobear giró la cabeza y le devolvió la mirada con ojos suaves.
Sobresaltado por la voz, Finn levantó la vista para ver a un guardia, con su arco
enseñado y una flecha apuntando a su pecho.
El rápido disparo de una flecha pasó silbando por su oído, golpeó la pared y
vibró en el lugar.
—Por favor, que no sea eso lo que suena —murmuró Finn en voz baja, mientras
daba medio paso hacia adelante y se ponía de puntillas—. ¡Mierda! —Se retiró hacia
el interior de la abertura.
Finn no iba a compartir su arraigado desprecio por las serpientes desde que
una cascabel mató a su madre en una excursión por las montañas. No importaba
que el recuerdo hubiera sido fabricado por Fate cuando lo había creado en papel.
Los sentimientos eran brutalmente reales.
—De hecho, mi mejor amigo resulta ser una serpiente. —Se abstuvo de
compartir que había desconfiado mucho de Sithias cuando se conocieron.
—Te refieres a la serpiente que dice ser Aradif. —Una sonrisa cruel se formó en
sus labios—. ¿Dónde está esa serpiente ahora? ¿Qué clase de amigo te pondría en
peligro y luego te abandonaría en tu mayor momento de necesidad?
—Te engañas a ti mismo si crees que puedes sobrevivir a esta próxima prueba.
A menos que puedas volar, tu única forma de llegar a la siguiente puerta es atravesar
hasta la cintura el nido lleno de víboras azules, las serpientes más venenosas de todo
Shalamoraize. —Enfundando su espada manchada de sangre, Azrael se acercó al
borde de la plataforma y saltó.
—¿A qué esperas? —Azrael podría haber mantenido su voz baja para mantener
la conversación entre ellos dos, pero claramente quería que todo el mundo lo oyera—
. Nadie te culparía si renuncias a tu derecho sobre mi esposa.
Si Finn aún pudiera volar, se habría lanzado directamente hacia Azrael con
ambos puños y lo habría hecho caer en el nido de la serpiente. Desgraciadamente,
ese práctico poder había desaparecido con todos los demás. Si no hubiera estado tan
distraído con mantener el gran y feo secreto sobre Eustace de Fate, la habría hecho
restaurar todo lo que había perdido. Y ella lo habría hecho con gusto.
No es que esperara vivir mucho más tiempo. No veía ninguna forma de cruzar
que no implicara bajar con las serpientes. Las paredes de arcilla eran demasiado
lisas y escarpadas para trepar. Incluso si hubiera suficientes asideros en la pared
para que valiera la pena intentarlo, dudaba que su resistencia durara en su estado
de debilidad.
—Todo lo que puedo hacer es intentarlo. Pero tendré que hacer una buena
carrera. —Lanzó otro gran suspiro y se dio la vuelta para volver al interior del túnel.
—No lo entiendo.
5
Vara larga y flexible que utiliza para alcanzar grandes alturas
Apretando su hocico contra Finn con más brusquedad, el warlobear gruñó
débilmente.
—Lo siento, amigo mío. Podría ayudarte si tuviera mis medicinas conmigo. —
Finn se estremeció ante las manchas de sangre fresca que se extendían por debajo
del vientre del warlobear. Ninguna cantidad de medicinas podría ayudar a esa herida
fatal. La ira de Finn hacia Azrael se encendió de nuevo.
—¡Nooo! —gritó Finn, con el corazón roto mientras se agarraba a la cabeza del
oso.
El warlobear gemía de dolor mientras se abría paso entre las serpientes, cada
paso era una lucha dolorosa y temblorosa. Todas las serpientes del pozo se
deslizaban con una velocidad espeluznante hacia él, mordiéndose unas a otras para
alcanzar las gruesas y carnosas patas que sabían que estaban maduras para hundir
su veneno.
—No pasa nada. Lo has hecho bien, amigo mío. Ya puedes irte a dormir.
Quédate en paz y descansa tus ojos.
Finn se puso de pie y se subió a la parte más alta de la espalda del warlobear.
Pero algunas de las víboras levantaron la cabeza y se deslizaron por el gran
montículo peludo hacia él. El pánico disparó la adrenalina por las extremidades de
Finn. Sin pensarlo, corrió a lo largo de la espalda del warlobear, clavó la lanza en el
foso de las serpientes y se elevó en el aire con las piernas apuntando a la plataforma,
donde Azrael estaba de pie esperando que se abriera la siguiente puerta.
Nada podía salvarle ahora. Sólo esperaba que el veneno le provocara una
muerte rápida. La derrota aflojó su agarre del mango y Finn se deslizó
inexorablemente hacia su perdición.
Una racha de terror absoluto renovó su voluntad de vivir. Finn apretó el mango
tan fuerte como pudo, deteniendo el deslizamiento, pero había perdido la fuerza
para mantener el equilibrio por más tiempo. La lanza se inclinó hacia un lado. Una
pierna se deslizó de la plataforma. El siguiente pie se soltó. Apretando los ojos, Finn
esperó el inevitable enjambre de escamas frías y la venenosa picadura de
innumerables mordiscos.
Azrael tiró de él hasta la plataforma antes de soltarle las piernas. Finn rodó
rápidamente y se puso de pie, comprobando si Azrael tenía su espada desenvainada.
Cuando confirmó que su arma seguía enfundada, Finn apoyó la espalda contra la
pared, jadeando para recuperar el aliento.
Finn lo miró a los ojos.
—Gracias. Sé que no tenías que hacer eso. Podrías haberme dejado morir y
habrías ganado.
—No lo entiendo. ¿Por qué crees que gané las dos últimas pruebas? No maté al
warlobear y no logré cruzar el pozo sin ayuda.
—Después de ti.
Azrael no se movió.
Finn asintió.
—Absolutamente.
Azrael le devolvió la mirada como si fuera tonto, y luego se volvió hacia el gran
túnel y Finn lo siguió. El aire era fresco dentro del tenue pasillo. A medida que se
acercaban al final del túnel, la temperatura descendía bruscamente, enfriando el
sudor que le caía por la espalda y el pecho hasta el punto de hacerle temblar.
—Supongo que no tienes ni idea de lo que hay ahí dentro, ¿verdad? —susurró
Finn.
—¿Cuáles son?
—No las expresaré hasta que las sepa. —Azrael pronunció una palabra extraña
que Finn no entendió, y se golpeó las manos. Una luz dorada se encendió,
iluminando el interior durante una fracción de segundo, pero con toda la dureza de
una luz estroboscópica.
Finn fue testigo del horror en ese breve instante. Una criatura alta y nervuda,
parecida a un murciélago, se levantó de una percha cerca de la pared opuesta, donde
colgaba boca abajo. Era un reptil con rasgos que casi podrían confundirse con los de
un ser humano, si no estuvieran tan horriblemente distorsionados. Siseando ante la
luz, la criatura arqueó el cuello, mostrando unos colmillos de aguja diseñados para
perforar la carne blanda. Y esa carne blanda iba a ser la de Fate.
El corazón de Finn palpitaba de puro terror y rabia sin límites. Empujó a Azrael
contra la pared, clavándole el antebrazo en la garganta.
—¿Cómo has podido hacerle esto? —gruñó—. ¿No fue suficiente que la
esclavizaras y la obligaras a casarse contigo?
—No tenía ni idea de que fueran a hacer esto —confesó. Su mirada se dirigió al
centro de la fosa sombría, donde habían vislumbrado a Fate— . Si lo hubiera sabido,
con gusto la habría liberado tanto del anillo del alma como de sus votos. Nunca
arriesgaría su vida de esa manera.
—Ahora es un poco tarde para eso, ¿no? —Apartando el brazo, Finn se volvió y
miró a la oscuridad. Un gemido quejumbroso y un crujido vinieron de arriba. La
criatura se estaba moviendo—. Tenemos que sacar a Fate de ese plato de comida de
ahí abajo y llevarla al túnel. Después podremos trabajar para matar a esa cosa.
Los ojos de Azrael se llenaron de miedo mientras lanzaba una mirada hacia las
sombras.
Azrael bajó la mirada. Algo en sus ojos inquietó a Finn. Él sabía algo que Finn
no sabía.
—Mi madre solía contar una historia sobre una criatura maldita y sedienta de
sangre llamada Necrofa. Decía que era una cosa fea con escamas, pero que
conservaba restos de un humano, aunque sus brazos estaban palmeados a los lados
como las alas de un murciélago. El rostro es lo más inquietante, porque es ahí donde
verás al hombre que solía ser.
Más crujidos y maullidos hicieron que Finn volviera a mirar hacia la zona en la
que había visto a la criatura. Agarró su lanza con ambas manos, listo para saltar al
foso con Fate.
—Esto parece más un mito sin sentido que otra cosa. No importa cómo se
llame. Lo único que debería preocuparnos es proteger a Fate matando al
chupasangre.
Azrael asintió.
Finn se horrorizó.
—Eso significaría que tu padre le ordenó matar al primero. ¿Por qué le haría
eso a su amigo?
—¿Por qué me cuentas esto? Podrías haberte guardado esta información clave
para ti y dejarme hacer la hazaña. Tendrías la garantía de salir como ganador
indiscutible.
—Está dormida, drogada o algo así. —Finn mordió su ira. Esta gente seguía
tratándola como un objeto sin importancia. Pero este no era el momento ni el lugar
para presionar el tema—. ¿Cómo podría saberlo?
—Todo lo que sucede dentro de las pruebas está siendo transcrito por los
sacerdotes. Cada acción que hacemos y cada palabra que decimos se está
convirtiendo en un registro público para que todos lo vean.
—Oh. —Finn sacudió la cabeza. Debería haber sabido que los motivos de Azrael
no eran del todo altruistas—. La transparencia es la única razón por la que estás
siendo... franco.
El pozo se llenó con el sonido del batir de las alas coriáceas sobre él. Unas
ráfagas de aire helado golpearon la cara de Finn mientras se levantaba
dolorosamente hasta ponerse de pie. El Necrofa se lanzó en picado. Finn se agachó
cuando el frío contacto de su ala le rozó la nuca y la cabeza. Se lanzó frenéticamente
a la oscuridad con su lanza.
—La luz expondrá a Fate —gritó Azrael desde el otro lado de la fosa.
El Necrofa hizo otra pasada, esta vez tan cerca que Finn escuchó un bajo siseo
en su oído y olió el hedor de su aliento mohoso. Apuñaló el aire con frenesí, con la
esperanza de herirlo lo suficiente como para que cayera al suelo.
—Que así sea. —El sonido de mando en la voz de Azrael coincidió con una
explosión de luz sobre ellos. Una bola de llamas doradas se cernió en el lugar,
desterrando las espesas sombras en un instante.
Justo cuando Finn empezaba a pensar que la luz lo había cegado, la sagaz
mirada de la criatura se fijó primero en Azrael y luego se dirigió a Finn, antes de
posarse en Fate. La ceguera sólo había sido momentánea. Finn corrió hacia Fate y
se colocó frente a ella. En el momento en que levantó su lanza y apuntó la punta al
Necrofa, éste le siseó.
Azrael se colocó al otro lado de Fate y pasó las manos por las cadenas que la
inmovilizaban.
—Creo que podré quitar las cadenas. Si puedo liberarla, debemos trabajar con
rapidez. La Necrofa se ensañará más que nunca cuando vea que se llevan su
sacrificio. —Habló en voz baja para no provocar a la criatura.
Finn mantuvo los ojos fijos en el Necrofa. Ésta estiró el cuello para ver lo que
hacía Azrael.
—Haz lo que tengas que hacer —le dijo Finn.
Finn clavó la lanza en sus garras, un movimiento que sólo lo melló con un mero
rasguño. Pero la criatura chilló de dolor y voló más alto para escapar del alcance de
Finn. Finn miró de nuevo a Azrael, que saltó fácilmente a la plataforma con Fate y
se retiró al interior del túnel.
—Lo tengo. —Finn se apresuró a anclar su lanza dentro de la faja que llevaba
en la cintura y la empujó a su espalda. Agarrando la cadena con ambas manos, apoyó
un pie en la pared, luego el otro y probó su peso contra el tirón de la cadena.
Por algún milagro, aguantó. Finn siguió subiendo los pies, uno a uno. Agarró
el siguiente tramo de cadena y subió. Cuando llegó a la cima, su túnica estaba
empapada de sudor, a pesar de la temperatura glacial.
Azrael volvió a gritar. Ahora había dolor y terror en su voz. El Necrofa debía
estar ganando la batalla. Finn subió completamente a la plataforma. Todo lo que
podía ver desde este ángulo era el trasero y las alas de la criatura llenando el túnel.
Tenía a Azrael y a Fate acorralados en el otro extremo, donde no había otro lugar al
que ir que al pozo de las serpientes.
Finn tragó saliva, sabiendo muy bien que la maldición pasaría a él. Se
convertiría en el Necrofa, el mismo chupasangre del que intentaban salvar a Fate.
Pero ella lo era todo para él, tan vital como el aire que respiraba. La idea de vivir en
un mundo donde ella ya no existiera le resultaba insoportable.
Finn cargó hacia delante, con un rugido de furia, dolor y amor que le
desgarraba la garganta. En unos pocos segundos, ya estaba sobre la Necrofa,
clavando la larga punta de su lanza en su escamosa piel. Atravesó huesos, músculos
y órganos con la misma facilidad con la que se corta un trozo de pastel.
Azrael apartó las partículas de polvo con un gesto. Su brazo sangraba y tenía
cortes en la cara. Fate yacía aterradoramente inmóvil cerca del borde de la
plataforma.
—¿Está bien?
—Gracias.
Azrael levantó a Fate del suelo y volvió a caminar por el túnel hacia el tercer
pozo. Finn quería seguirlo, pero no sabía cuándo la maldición comenzaría a
cambiarlo. Podía ocurrir en cualquier momento, y sospechaba que la
transformación sería tan rápida como la desaparición de la criatura.
—Puede que hayas ganado la prueba, Azrael, pero deberías hacer lo correcto y
liberarla —dijo Finn—. Si realmente amas a Fate, la dejarás decidir si quiere estar
contigo.
Totalmente confundido, Finn lo siguió y salió a la luz del sol. La red había sido
arrancada y dos escaleras de cuerda colgaban con los extremos generosamente
cubiertos sobre la plataforma.
—No estás maldito. —Azrael frunció el ceño al ver la mano de Finn—. Suéltame
y llevaré a tu mujer por la escalera. A menos que quieras arriesgarte a dejarla caer
en tu debilitado estado.
Finn lo soltó y Azrael reanudó su ascenso. Oírle llamar a Fate su mujer supuso
una sacudida de energía para Finn. Sosteniendo la lanza en una mano, él subió
rápidamente la otra escalera para alcanzar a Azrael.
—Debería haberlo sabido. Pensé que esto era una prueba de fuerza y confié
demasiado fácilmente en mis poderes de Djinn.
Cuando llegaron a la cima, los guardias quitaron a Fate del hombro de Azrael.
Finn vio cómo se la llevaban.
—Debería ir con ella. —Una fila de guardias le bloqueó el paso. Miró fijamente
a Azrael—. ¿Qué es esto? Dijiste que era libre de estar con ella.
—Te aseguro que Fate está a salvo. Déjanos terminar la ceremonia y luego te
llevarán con ella. —Azrael despidió a los guardias e hizo un gesto a Finn para que se
enfrentara al rey, que ahora se levantaba de su trono.
Uno de los sacerdotes se acercó a Finn. Cuando alcanzó la lanza, Finn la sujetó
con fuerza. No por codicia ni por verdadera desesperación por poseerla, sino porque
el arma había sido fundamental para su supervivencia y se sentía unido a ella.
Un fuerte y sibilante siseo surgió del vasto público cuando dos guardias
agarraron a Finn por los brazos. Sabiendo que estaba en desventaja y tentando a la
suerte, soltó la lanza y dejó que el sacerdote la tomara.
El rey miró a Finn con desprecio antes de levantar su severa mirada hacia todos
los presentes en el estadio.
—Los sacerdotes han decretado que el matrimonio del Príncipe Azrael con la
mujer queda anulado. Ella es libre de irse con el pretendiente.
Su mirada se posó en los esclavos que tiraban de las pesadas plataformas sobre
las fosas, sepultando al warlobear en su interior con el horrible nido de víboras. Finn
estaba indignado. Si había algo de justicia, el cuerpo debía ser devuelto al Bosque de
Huesos Retorcidos, donde había nacido el warlobear.
Finn estaba demasiado agotado para seguir pensando en ello. Lo único que
quería era dormir y ocuparse de las secuelas una vez que hubiera recuperado un
mínimo de fuerzas.
—¡Paren! —La sibilante voz de Sithias llenó el estadio y parecía venir de todas
las direcciones.
Los guardias soltaron a Finn, y cada uno de ellos se giró lentamente con miedo.
Demasiado cansado para mantenerse en pie, Finn se raspó las rodillas en la arena al
darse la vuelta. La conmoción de ver a Sithias como un esclavo golpeado y
ensangrentado era una cosa, pero verlo transformarse de un hombre victimizado a
una serpiente alada que crecía hasta ser diez veces su tamaño normal era un nivel
completamente nuevo de conmoción.
—La única desssgracia que ha tenido lugar hoy aquí esss la forma en que han
tratado a mi compañero, al que pussse a su cuidado. —Sithias se alzaba sobre la
plataforma real, haciendo que el rey pareciera pequeño e insignificante en
comparación.
El rey se arrodilló.
—Nos limitamos a seguir las reglas. Cada competidor entra con lo que ha
venido. No es nuestra culpa que su compañero viniera con nada más que...
Sithias se deslizó sobre uno de los pesados discos que cubrían las fosas y
extendió sus alas emplumadas hasta alcanzar una longitud impresionante.
—Su santidad, Biraktar necesita sus esclavos para sobrevivir. —La voz trémula
del rey era tan impotente como sonaba.
—Como rey, debo seguir las leyes escritas en tu libro sagrado, que el pueblo de
las estrellas debe tener dominio sobre los de la tierra. Todos nuestros esclavos son
amantes de la tierra. —El desprecio por los "amantes de la tierra" era más que
evidente en el tono del rey.
—Entoncesss derogo esta ley aquí, ahora y para sssiempre —decretó Sithias—.
También revoco el ussso de los anillosss de alma. Ningún hombre o mujer debe
essstar en deuda con quien sssalva sssu vida.
Sithias bajó su gigantesca cabeza hasta estar lo suficientemente cerca del rey
como para morderle la cabeza.
Azrael se adelantó.
—Muéstrame. Sácala.
Mahelia se deslizó a través de las cortinas de una sala con carpas al fondo del
escenario inferior. Unos instantes después, volvió a salir, apartando la cortina. Fate
asomó la cabeza y miró a su alrededor somnolienta antes de que sus ojos se abrieran
de par en par sorprendidos al ver al colosal Sithias, que bajó la cabeza desde una
gran altura para escudriñarla.
Mahelia se puso rígida con una mirada enfurecida que ardía en el escenario,
donde estaba su marido.
La muralla de guardias que cubría las paredes del estadio asaltó a los de
esclavos y los liberaron de sus látigos antes de llevárselos. Todos los guardias
restantes trabajaron rápidamente para desencadenar los numerosos equipos de
esclavos desconcertados.
—¿Qué puedo hacer para que estés plenamente complacido? —preguntó el rey.
Finn lo observó con asombro, impresionado por lo lejos que Sithias estaba
llevando las cosas, pero ansioso de que su amigo estuviera a punto de sobrepasar ese
peliagudo límite que separa la victoria de la pérdida de su tapadera.
—Con losss mismosss derechosss de losss que siempre han gozado los
ciudadanosss originalesss de Biraktar —insistió Sithias.
—Su Santidad, me temo que eso sería pedir demasiado a su pueblo, que no ha
sido más que leal y devoto a usted y a su palabra. Este tipo de igualdad significaría
que un esclavo liberado podría ocupar un cargo, o incluso casarse con uno de
nosotros. El pueblo toleró amargamente el matrimonio de Azrael con la mujer de la
tierra por el anillo del alma. Se lo imploro. No les pidas que se dobleguen hasta el
punto de romperse. Habrá una guerra civil.
El miedo llenó de energía a Finn, empujándolo a correr hacia Sithias, que ahora
era una imponente bobina de escamas de marfil con alas que eclipsaban el sol. Gritó
y saltó para llamar su atención. Sithias bajó la cabeza lo suficiente como para poder
escuchar a Finn.
—¿No crees que es suficiente que hayas liberado a los esclavos aquí? —Susurró
Finn—. Tal vez sea mejor que dejes que se encarguen de los detalles para que
podamos seguir nuestro camino.
Sithias le devolvió la mirada, con el iris de sus ojos como dos enormes orbes
límpidos de color cerúleo. Al menos se había acordado de cambiar el color de sus
ojos para que coincidieran con los de Aradif.
Sithias parpadeó.
—Oh, sólo un poco. Esperemos que no sea demasiado tarde para dar marcha
atrás. Ve con cuidado —advirtió Finn.
—Gracias, Su Santidad.
—Decreto que cada nuevo ciudadano reciba una paga jusssta por un trabajo
jusssto, alojamiento y comida decente, y el derecho a sssalvar su salario duramente
ganado sin penalización.
—Está hecho, su santidad. —La expresión del Rey se había aplanado. El miedo
ya no lo dominaba. Si Finn tuviera que adivinar, diría que el hombre se estaba
volviendo... molesto.
Era el momento de irse.
El movimiento de las alas de Sithias generó una ráfaga de viento que hizo que
todo el mundo se cubriera la cara para evitar que le llovieran arena. Finn se tapó la
nariz y la boca con el cuello de la camisa para no inhalar el fino polvo que le rodeaba.
Cuando por fin se calmó el polvo, Sithias se había ido y los ciudadanos de Birakter
ya estaban desalojando el estadio. Finn percibió que la actitud general de la
población era de enfado y decepción. Tenía más ganas que nunca de marcharse.
Azrael salió de la habitación de la carpa y le hizo un gesto para que entrara. Era
un espacio pequeño con una cama, en la que Fate estaba sentada. Todavía estaba
somnolienta y desorientada. El corazón de Finn latía con una torturada mezcla de
alivio y aprensión. Pero cuando ella levantó la vista y se dio cuenta de su estado
golpeado, su rostro se llenó de preocupación. Se puso de pie, pero no se movió.
—¿Finn?
—Estás herido.
—Sólo unos rasguños y moratones, eso es todo. Nada que un baño caliente y
una buena noche de sueño no puedan arreglar —le aseguró él.
Fate se apartó de Finn y se volvió hacia Azrael. Fue sólo un ligero movimiento,
pero Finn sintió la separación de sus cuerpos con tanta intensidad como las heridas
combinadas que llevaba de las pruebas y la paliza que le habían dado los guardias la
noche anterior. Manteniendo un brazo alrededor de su cintura para mostrar que era
suya, se volvió de mala gana hacia Azrael.
—No lo sabía. Si lo hubiera sabido, te habría alejado antes de permitir algo así.
—Sí, ella administró la poción —confirmó Azrael—. Para ser justos, las pruebas
fueron diseñadas por los sumos sacerdotes. Ella se limitó a hacer lo que le dijeron.
—Mi opinión es que hizo con gusto lo que le dijeron. —Fate aspiró
profundamente y se separó del abrazo de Finn. Él se tragó su decepción mientras
ella probaba su equilibrio, se acercaba a un poste de madera y se apoyaba en él.
Finn dijo el nombre de Azrael al mismo tiempo que Azrael decía el nombre de
Finn.
La mirada de Fate revoloteó entre ambos con sorpresa.
—Vaya. Los dos están siendo bastante caballerosos entre sí. Realmente me
perdí, ya que estaba drogada y todo eso. ¿Alguno de los dos va a contarme cómo han
llegado a este festival de amor mutuo?
—No hay ningún festival de amor aquí. Nos vimos obligados a trabajar juntos
ahí abajo. A decir verdad, llegué a respetar a Azrael. Sólo en el momento, eso sí.
Fate sonrió.
—Hmm. —Fate dejó caer su mirada hacia sus pies descalzos—. Así que por eso
se me liberado el anillo del alma.
—¿Lo hizo ahora? —Fate levantó una ceja hacia Finn—. Supongo que esto
significa que espera echarme al hombro y arrastrarme de vuelta a la Fortaleza.
Finn no podía creer que estuviera deseando que el anillo del alma volviera a
estar en su sitio. Levantó las manos y dio un paso hacia ella.
Fate respiraba con dificultad, sus ojos estaban tan iluminados que lo miraban
fijamente.
Jessie entró corriendo en la tienda y algo pasó zumbando por la oreja de Finn:
una libélula blanca de ojos ámbar.
—He estado aquí todo el tiempo. Estabas demasiado ocupado con tu reunión
como para ver al ratoncito de la esquina.
—No sólo usted, señor. Los dos somos culpables de haberle mentido —añadió
Sithias.
En algún lugar del fondo, Sithias le contaba en voz baja a Azrael cómo Fate fue
testigo del asesinato de Eustace y de la repentina aparición de Ananke antes de que
Fate fuera arrojada al desierto a través del portal y perdiera la memoria. Finn volvió
a centrarse en los esfuerzos de Jessie cuando Sithias llegó a la parte en la que
mentían a Fate. Le dolía demasiado.
Finn dejó escapar un suspiro de alivio cuando sintió que el aire se enfriaba.
Jessie había salvado el día. El fuego en las venas de Fate se desvaneció y sus ojos
volvieron a ser del cálido y atrayente color marrón en el que le gustaba ahogarse.
Jessie mantuvo un brazo alrededor del hombro de Fate y miró a Finn con
atención.
—Le he dicho a Fate que tenemos que volver a la Fortaleza para que podamos
revisar los libros y ayudarla a descubrir qué es lo que la hace radiactiva. Algo se ha
estropeado con el corsé. ¿Saben de qué estoy hablando?
—No, quiero que Azrael venga con nosotros. —La voz de Fate sonaba pequeña
después del volumen antinatural de hace unos momentos. Pero Finn conocía ese
tono en su voz. No estaba dispuesta a dejarse convencer.
Se dio la vuelta, en silencio al saber que Fate sentía algo por Azrael, lo que en
su estado de agotamiento, le hacía desear haber muerto en las pruebas.
Capítulo 18
Más mentiras
Fate se sentía ella misma después de una noche de sueño tranquilo en su propia
cama, incluso con Jessie, quien se extendía a su lado pateando y acaparando la
mayor parte del espacio. Había insistido en pasar la noche por si el regreso a la
Fortaleza desencadenaba algún resentimiento persistente que Fate pudiera seguir
albergando.
Por eso debía alejarse de él. Su dolor era el combustible que necesitaba para
impulsar su búsqueda del unicornio negro. No podía arriesgarse a permitir que Finn
la consolara. Se sentiría satisfecha e incluso podría estar dispuesta a aceptar su
pérdida. Eso simplemente no era una opción. No si pretendía hacer todo lo posible
para revivir a Eustace.
—Eso sólo ocurrirá si empiezas a hacerle ojitos a Azrael, después de todo lo que
pasó Finn para liberarte —Jessie la miró de reojo—. Pero tú no harías eso. ¿O si?
El sentimiento de culpa atormentaba a Fate mientras se mordía el labio
inferior. Sabía que Azrael volvería con ellos cuando se lo pidiera, él le había
declarado sus sentimientos suficientes veces para que ella se convenciera de su
sinceridad. El hecho de que no se hubiera negado sólo lo demostraba. Azrael era
definitivamente una complicación de la que podía prescindir, pero también era el
muro que necesitaba poner entre ella y Finn en ese momento.
—Oh sí y fue horrible. Finn pasó por un infierno. Entró literalmente sin nada.
Nada, cero, nulo. A diferencia de Azrael, que entró con su armadura de lujo, sable,
súper fuerza y magia Djinn. Prácticamente pasó del asunto rápidamente, hubo
muchas veces en las que pensé que Finn iba a morir, pero sobrevivió sólo con su
ingenio y su valor. Supongo que hubo una vez que Azrael salvó a Finn —puso los ojos
en blanco—. Le doy puntos por eso.
—Azrael dijo que nunca le perdonarías por permitir que Finn muriera.
—No, eso fue durante. Los sacerdotes usaron algún tipo de magia para
transmitir todo lo que decían y hacían dentro de las fosas —Jessie dejó escapar un
resoplido exasperado—. También deberías saber que Azrael merece grandes puntos
por arriesgar su vida para defenderte contra el monstruo que quería chuparte la
sangre.
—Resulta que la lanza que extrajo de la bestia rabiosa en la primera prueba era
lo único que podía matar al chupasangre sin que la maldición pasara a su cazadora
—cuando Fate no dijo nada, Jessie la agarró por ambos brazos—. ¿No lo entiendes?
Finn se sacrificó cuando mató al monstruo para salvarte. Y no tenía ni idea de que
esa era la única forma de ganar.
—¿Finn hizo eso por mí? ¿Otra vez? —Fate ahogó la última palabra. Le dolía
físicamente pensar lo que podría haberle ocurrido. El amor de Finn no tenía límites.
Y sin embargo, había tardado tanto tiempo en perdonar las mentiras. Incluso ahora,
el ardor del resentimiento corría por sus venas, pero al menos comprendía que él
sólo había querido protegerla. Le dolía saber cuánto le habían castigado por ello.
No lo merecía y temía que lo único que le trajera a Finn fuera angustia.
—¿Por qué estás tan triste? Deberías estar feliz sabiendo lo mucho que te
quiere Finn —soltó de los brazos de Fate y suspiró.
—No seas tan tonta —Jessie volvió a girar a Fate en dirección a la biblioteca y
la empujó hacia delante.
Fate quería creer que era así de sencillo. Sería mucho más fácil culpar de su
comportamiento a los eventos traumáticos, pero no se lo creía. Había algo que no
funcionaba, algo que había empezado a surgir de un lugar oculto en su interior, que
impulsaba todas sus acciones sin tener en cuenta a los demás.
Antes de que Fate pudiera responder, la puerta se abrió y Gerdie les sonrió.
Fate buscó en los ojos de Gerdie y con toda seguridad, el sabio y viejo espíritu
que conoció por primera vez le devolvió la mirada en ese rostro de niña de seis años.
Fate sonrió.
—Sí, y hay mucho que cubrir —Gerdie les hizo un gesto para que entraran con
su pequeño brazo. La rápida marcha de sus zapatos chasqueó sobre el suelo de
piedra mientras el perrito saltaba a su lado, con sus patas metálicas golpeando fuerte
y fuera de tiempo con sus pasos.
Brune y Darcy estaban inclinados sobre un tomo en la gran mesa del centro del
santuario. Sithias estaba absorto con ellos, acariciando su barbilla pensativamente
y pareciendo todo el estudioso bibliotecario que le gustaba ser. Finn se paseaba de
un lado a otro, mientras Azrael examinaba los numerosos libros archivados en las
estanterías de la pared del fondo.
Gerdie se subió a una silla y se puso de pie en el asiento para mirar el libro
abierto que los demás estaban estudiando. Fate ocupó la silla de al lado y Finn se
dirigió a sentarse junto a ella, pero Jessie se sentó antes de que pudiera llegar. Azrael
se sentó en el lado opuesto de la mesa, lo que para Fate era peor que solo uno de
ellos se sentara junto a ella. Tendría que esforzarse el doble para evitar su mirada.
—¿Qué es esto?
—Tu tatara, tatara, tatara, tatara, tatara… —Sithias se quedó sin aliento y
aspiró más aire antes de continuar—. tatara tía por parte de tu madre. Era Guardiana
de la Fortaleza y se encargaba de registrar el árbol genealógico.
—Vaya, ¿en serio? —intrigada y feliz por la distracción de sus confusas
emociones respecto a Finn y Azrael, Fate hojeó las páginas de las notas manuscritas.
Jessie se colocó a su lado para leer la elegante letra. Fate se apoyó en su amiga
para tranquilizarse mientras empezaba a leer. La entrada trataba del
descubrimiento de un antepasado que fue sembrado a propósito por una antigua
deidad llamada Ananke. Sin embargo, la culminación de esta siembra no llegaría a
buen fruto durante muchas generaciones.
Fate casi se rió de lo ridículo de la historia. Sonaba como todos los mitos
inverosímiles que había leído durante su infancia. Por otra parte, había luchado
contra demasiadas criaturas míticas como para descartar la posibilidad por
completo.
—Santo cuervo. ¡Esto suena totalmente a ti! —Jessie miró a Fate como si fuera
un fenómeno de circo.
—No como tú. No conozco a nadie más a quien un meteorito le haya demolido
su flamante coche de regalo de cumpleaños. O a alguien que haya conseguido un
cómic de edición de coleccionista en una venta de garaje y lo haya vendido en Ebay
por unos cuantos miles de dólares, sólo para descubrir que valía medio millón.
—En realidad fueron 10.000 dólares por los que lo vendí, y podría haber
conseguido un cuarto, no medio millón. —Fate la miró fijamente—. ¿Muy
exagerado?
—Um, ex-fan, solo para que quede claro —Darcy miró fijamente a Fate—. No
hizo falta más de una hora de conocerte para no estar nada impresionado.
Jessie dudó durante una fracción de segundo antes de empujar el diario hacia
él a través de la mesa. Tuvo que inclinarse sobre la amplia superficie para alcanzarlo.
—Gracias —dijo.
Todos estaban callados, pero todas las miradas estaban puestas en Fate,
excepto Azrael, quien estaba ocupado leyendo.
—Bien —concedió Fate—. Digamos que este pariente lejano estaba en algo y
que mi linaje familiar está realmente contaminado por esta deidad Ananke. ¿Por qué
no se elegiría a Brune o Gerdie como recipientes? También están en la cola del
mismo árbol genealógico maldito.
—¿Acaso has leído lo que está escrito ahí, o lo has hojeado como siempre? —
exhaló impaciente—. Dice que el recipiente llevará el nombre de las hijas de Ananke,
conocidas como Fates. Tú eres la única de la familia con ese nombre.
Pero por todo lo que había aprendido en los últimos cinco minutos, su vida
nunca había sido suya. Todo había sido una cruel ilusión.
Fate se cubrió la cara para ocultar las lágrimas que no podía detener.
—Oh no, lo siento mucho, Fate. Fui demasiado dura contigo. No debería
haberte restregado los hechos de la forma en que lo hice —el abrazo de Jessie se hizo
más fuerte—. ¡Y tú, Brune! Siempre eres tan malo con Fate. Es tu sobrina. ¿No
puedes ser un poco más suave con ella de vez en cuando?
—Supongo que a veces puedo ser un poco duro —Brune sonaba reprendido—.
Sólo lo hago para fortalecerte, Fate. Si te sirve de algo, respeto lo hábil que te has
vuelto. Si alguna vez quieres recuperar tu puesto de Guardián de la Fortaleza, te lo
cederé sin rechistar.
—Supongo que eso es lo más parecido a una disculpa que vas a conseguir de
ella —murmuró Jessie.
Todo lo que Fate quería hacer era correr a sus brazos, ser sostenida por él y
perderse en el calor y la seguridad de su abrazo. Se limpió la vergüenza de las
lágrimas con la manga de su camisa y se inclinó hacia delante para ver alrededor de
Jessie.
—No, tengo que quedarme y ver esto —la decepción en sus ojos la mató y
retrocedió detrás de Jessie—. Quiero saberlo todo. ¿Pasó algo que despertó a esta
Ananke?
—Bueno, sssssí —Sithias jugueteó nerviosamente con su corbatín—.
¿Recuerdas cómo te ayudé a localizar el corsé mágico de Hipólita? Al parecer, llevar
el corsé, es lo que ha transformado tu cuerpo en un recipiente lo suficientemente
fuerte como para albergar la aparición completa de Ananke.
—Espera. ¿Me estás culpando por hacer lo que tenía que hacer? —Fate frunció
el ceño para combatir otra oleada de lágrimas punzantes—. El corsé de Hipólita es
exactamente lo que necesitaba para luchar en la guerra contra Kaliena y sobrevivir.
Sin ella habríamos perdido la guerra y todos lo saben.
—Nadie discute tu razonamiento. Pero todos hemos notado cómo el uso del
corsé te ha cambiado.
—Sé que lo hizo. Tengo afinación por la guerra porque el corsé fue hecho por
el dios de la guerra —el calor brotó de la boca del estómago, y Fate tuvo que respirar
profundamente para evitar que aumentara—. Por eso tengo mal genio, pero lucho
cada vez para mantenerla bajo control.
Ella suspiró.
—Sabemos la razón —Finn se inclinó hacia delante con ambos codos sobre la
mesa, intentando ver alrededor de Jessie detrás de quien Fate seguía escondiéndose.
Todos, excepto Jessie, Gerdie y Azrael eran unos mentirosos. Quería morir por
dentro sabiendo que Finn había formado parte de esta elaborada conspiración de
mentiras.
Un calor volcánico estalló en su centro, disparándose por sus venas como el
mercurio. Fate se levantó y golpeó con los puños la superficie de la mesa. La fuerza
del golpe dejó una grieta en la madera. Asustada, Jessie retrocedió y chocó con Finn.
Gerdie se cayó de la silla, agitando los brazos. Sithias la atrapó, pero no sin caerse él
mismo, aunque consiguió amortiguar a Gerdie para que no se golpeara contra el
suelo.
—¡MÁS MENTIRAS! —la voz de Fate tronó contra las paredes del santuario.
Brune y Darcy retrocedieron ante las ondas de calor que latían desde el cuerpo
de Fate. Finn y Jessie se quedaron donde estaban, pero levantaron las manos para
protegerse la cara del calor abrasador.
Azrael era el único que parecía no estar afectado. Se levantó de su silla y habló
con un tono dulce que la tranquilizó—: Entiendo tu enfado, Fate. Tienes todo el
derecho a estar enfadada con ellos.
Asintiendo con la cabeza, Fate estaba pendiente de cada una de sus palabras.
—Como alguien que no formó parte de este engaño, puedo ver claramente por
qué eligieron protegerte de la verdad durante las secuelas de la muerte de tu padre
—Azrael puso su mano sobre el diario cerrado—. Digo esto porque estos escritos
confirman lo que siempre he visto dentro de tu maraja, que eres el descendiente de
un dios. De lo contrario, nunca podrías ser el recipiente para el poder con el que te
ha dotado el corsé de Hipólita. Un instrumento de un dios como este te habría
destruido al contacto si no hubieras sido ya tocado por un dios.
—Es hora de que dejes de lado tus recelos y te enfrentes a lo que has llegado a
ser —le instó—. Permite que tus amigos te enseñen y todos estaremos aquí para
ayudarte en el camino.
Fate jadeó cuando se dio cuenta de que se estaba viendo a sí misma. Pero su
aspecto era sobrenatural, con una piel que brillaba con un fuego interior y unos ojos
de brillante luz blanca. Fate dejó de respirar al verse a sí misma haciendo lo
imposible y materializando una espada con una hoja de llamas negras. Quiso gritarle
a Brune que lo apagara, pero no había vuelta atrás. Tenía que llevar esto a cabo.
—No te culpes. No fuiste tú. Fue Ananke quien… —se puso rígida de repente
cuando vio quién atravesaba la Fortaleza, un borrón oscuro que golpeó a Fate contra
el lodo—. ¡Soy yo! —jadeó.
Cubierta con una armadura hechizada, Jessie se cernió sobre el lago negro,
esperando que Fate saliera a la superficie. Pasaron varios minutos antes de que
saliera del lago, un ser radiante al que la oscuridad no podía aferrarse. Unas enormes
alas de luz la suspendieron en el aire.
Jessie apuntó con sus brazos armados a Fate, perforándola con láseres.
Atravesaron la armadura dorada de Fate, pero ella permaneció ilesa. Moviendo sus
alas ligeras, Fate se lanzó contra Jessie, y el impacto fue tan tremendo que se estrelló
contra el piso superior. Fate se lanzó sobre Jessie antes de que ésta pudiera
levantarse de los escombros.
Fate se sintió enferma de culpa al ver cómo su puño con guantelete golpeaba
la cabeza de Jessie hasta que su esqueleto crepitó con pequeños rayos y se oscureció.
Las ligeras alas de Ananke se desvanecieron cuando Kaliena avanzó, pero algo
detuvo a la hechicera, porque dejó caer sus armas y se aferró a su garganta. No podía
respirar. Ananke se mantenía en pie sin moverse, pero era ella quien estrangulaba a
Kaliena. Wodrid lanzó sus bolas de fuego contra ella. Ananke las desvió con la misma
fuerza invisible que estaba usando para matar a su amante.
—¿Y cómo esperas hacer eso? No hay forma de quitarse esta cosa una vez que
está puesta.
—En realidad, hay una llave que abre el cinturón —dijo Sithias—. La llave de
Dantalion, para ser exactos —se ajustó las gafas de montura redonda que llevaba en
la nariz y tragó saliva—. Pero primero, tenemos que viajar al inframundo para
recuperarlo.
—Ese es la único.
—No, de ninguna manera. No voy a perder el rumbo por una loca excursión al
infierno —miró a Azrael—. Ya me he desviado lo suficiente. El único lugar al que voy
es al Bosque de Feldoril para cazar al unicornio negro. La resurrección de Eustace
es mi única misión en este momento. Todo lo demás tendrá que esperar.
—Otra vez esto —Finn miró a Brune—. ¿Te has molestado en mencionar que
no estás cien por cien seguro de que esta teoría del unicornio funcione?
—Estaba haciendo control de daños en ese momento. Alguien tenía que evitar
que explotara y se convirtiera de nuevo en Ananke —los labios de Brune se apretaron
en señal de frustración.
Fate asintió.
—Bueno, creo que ambos sabemos que no. Está decidido entonces, vas a venir
conmigo para asegurarte de que el hechizo funcione.
Brune adoptó una postura desafiante que Fate conocía muy bien.
—No es así —se burló Brune—. ¿Hace falta que te recuerde tu trampa al
recordar el hechizo?
—Puedes venir, Sithias, pero por razones muy diferentes —le aseguró Fate—.
En cuanto a los demás que quieran venir, sólo puedo decir que lo pensaré.
Capítulo 19
El verdadero Aradif
Fate rozó las deslumbrantes arenas blancas del desierto de Mirajaran sin un
destino fijo en mente. El calor que surgía de las dunas habría sido intolerable, de no
ser por el viento que soplaba contra su cara y sus brazos. No recordaba la última vez
que había volado sin restricciones. El anillo de alma de Azrael había mantenido sus
alas cortadas durante demasiado tiempo. La libertad de volar a cualquier lugar que
quisiera era vertiginosa.
Incluso feliz.
Casi.
La pesadez regresó. ¿Cómo podía luchar contra una antigua diosa que ha
regido los destinos de los dioses menores y de los humanos por igual desde el
principio de los tiempos? Sólo era una chica que trataba de sobrevivir contra
probabilidades imposibles y que fracasaba miserablemente.
Fate aterrizó en el pico más alto de una duna de arena y se sentó. El calor
empeoraba sin la brisa del vuelo, pero no estaba preparada para volver a la
Fortaleza. Necesitaba tiempo a solas para pensar. Sin embargo, la soledad sólo
parecía magnificar la gravedad de su situación. Era un pequeño insecto aplastado
bajo el talón de un gigante.
Una de las historias más memorables de Finn habían sido sus aventuras en el
desierto con Sithias en busca de la división ardiente. Si recordaba correctamente, el
Mirajaran estaba protegido por la secta jann de los Djinn, cuyo líder resultó ser el
verdadero Aradif.
Según el relato de Finn, no era la deidad que los ciudadanos de Biraktar habían
exaltado en sus escrituras. Era un inmortal que probaba si los viajeros eran dignos
de atravesar el peligroso desierto. Al parecer, este Aradif adoptaba la forma de un
camello blanco o de un torbellino.
Fate consideró lanzarse al cielo mientras podía, pero la curiosidad pudo con
ella. Finn había dicho que Aradif le había predicho que lucharía contra Kaliena en el
desierto de Mirajaran mucho antes de que la guerra hubiera comenzado.
Tal vez Aradif podría mirar en su futuro y decirle cómo evitar que Ananke
consuma su cuerpo y su alma.
Fate pensó en fingir ignorancia, pero intuyó que Aradif no soportaba a los
tontos que jugaban.
—No he estado preparada para todo lo que ha pasado hasta ahora —dio un
encogimiento de hombros de derrota—. ¿Puede ser peor conocer mi futuro? Prefiero
estar preparada. Odio no saber. Estoy cansada de tener miedo todo el tiempo.
Aradif barrió su mano. Los temblores ondularon en el aire cuando las dunas
cambiaron de forma y los colosales aros de la Fortaleza, semienterrados en la arena,
aparecieron a la vista. Los titanes difuntos de Kaliena se alzaban dentro de los aros
como inútiles esculturas de hierro que un día serían desgastadas por las arenas del
tiempo. La Fortaleza flotaba en el centro de todo, justo por encima de la arena como
una joya plateada. Una joya diseñada para perdurar milenios y milenios.
Una luz blanca y dorada estalló por encima de todo. Más brillante que el sol
que seguramente incineraría a todo ser vivo. Los ejércitos de abajo se acobardaron
cuando el brillo tomó la forma de una mujer gigante con alas de luz pura. Su espada
y su escudo brillaban con poder. Su piel brillaba con el mismo fuego interior. El
resplandor era más intenso en su cintura, y en ese momento, Fate supo que se estaba
viendo a sí misma.
La cara y el cuerpo eran suyos, pero eso era todo lo que quedaba. Su alma había
sido quemada por el poder de Ananke. Fate había dejado de existir, porque si
quedaba una pequeña parte de ella, nunca hubiera podido hacer lo que sucedió
después.
Fate se tapó la boca con la mano para amortiguar el grito de horror que le subió
a la garganta. Esto era lo que Finn, Sithias y todos los demás habían temido. Sus
mentiras habían sido para evitar que esto mismo sucediera. No podía haber más
indignación por su parte porque por fin comprendía lo que las palabras y las
descripciones nunca podrían transmitir.
Fate se sentó en silencio, con los ojos cerrados contra la visión, pero nada podía
borrar esas imágenes de pesadilla. Estaban grabadas en su cerebro.
—Esto no puede suceder —dijo finalmente—. Tiene que haber algo que pueda
hacer para evitar que se haga realidad.
—No. No dejaré que esto ocurra. Puedo cambiar esto. Tengo las Palabras de la
Creación. Puedo reescribir todo.
—Sí, enséñame.
Aradif movió esta vez ambos brazos, un gesto que fue como abrir dos pesadas
cortinas. Fate retrocedió un paso cuando abrió el velo entre el tiempo y las
dimensiones, revelando un cielo del color de la sangre, envuelto en niebla ceniza.
Las dunas onduladas habían desaparecido, sustituidas por un lecho plano de arcilla
dura y agrietada que se extendía hacia un horizonte difuminado por el fuego en
todos sus lados.
Los seis aros que rodeaban la Fortaleza estaban rotos, sobresaliendo del lecho
de arcilla como las costillas esqueléticas de una bestia monumental. La Fortaleza
yacía destrozada y esparcida en innumerables pedazos, junto a los titanes
desmembrados de Kaliena. La terrible escena se asemejaba a las estatuas antaño
poderosas que yacían entre los escombros de una civilización olvidada por el tiempo.
A lo lejos, una forma gigantesca avanzaba, con su forma completa oculta por
las nubes de ceniza. Era una cosa enorme e irreconocible, pero familiar por sus
movimientos depredadores y sus ojos rojos brillantes.
Pero entonces una figura atravesó la ceniza, un gigantesco guerrero con alas
nocturnas orladas de llamas y una armadura de púas tan negra como la tinta. El
caballero alado descendió hasta una torre montañosa de cráneos humanos para
aterrizar junto a un trono situado en lo más alto, compuesto en su totalidad por
fémures humanos. Fate tragó bilis cuando vio los restos esqueléticos enrollados de
una gran serpiente que adornaba el respaldo del trono en forma de espiral. Le dolió
el corazón al pensar que podría ser Sithias.
Ella era el caballero oscuro y alado y estaba aliada con Farouk, el asesino de su
padre.
Aradif apareció junto a ella, sombreando sus ojos del deslumbrante sol.
Su boca se llenó del agrio sabor del odio cuando pronunció su nombre.
—Lo dices basándote en lo que conoces en este tiempo y lugar. Pero el perro
del diablo te persigue con un propósito desconocido, al igual que el deseo de Ananke
de emerger en este mundo como entidad física está más allá de nuestra
comprensión. Podrías pasar mil años reescribiendo lo que una vez fue en lo que
deseas y aun así serías incapaz de predecir ese punto de inflexión, que desencadena
el resultado final que has presenciado hoy aquí. No se puede reorganizar el orden
celestial según nuestros caprichos. Nuestros destinos están escritos en las estrellas,
y siempre lo estarán.
—¿Por qué no estás molesto? —gritó Fate—. ¿No te preocupa que tu desierto
se convierta en ese cementerio? ¿Has visto cuánta gente ha muerto para hacer ese
asqueroso trono?
—Las arenas del desierto albergan más huesos que eso. Aquí somos meros
invitados, independientemente del paisaje.
—¿Estás dispuesto a aceptar esto como tu futuro? ¿No tienes ningún deseo de
intentar evitar que se haga realidad?
—No tengo que hacer nada. Ya sé que no utilizarás el poder de la Palabra para
reescribir tu historia, no sea que te arriesgues a que tu alma se corrompa y el perro
del diablo suba al poder.
Fate también lo sabía. Estaba más aterrada que nunca de poner la pluma en el
papel.
—¿Por qué iba a intervenir? Estos son pequeños asuntos humanos, que Ananke
presidirá. Una vez que la batalla termine, me encargaré de que el desierto se trague
la Fortaleza. Sus tentadores secretos y seductores tesoros serán enterrados con otros
innumerables secretos y tesoros antes conocidos por la humanidad.
—Finn me dijo que les ayudaste a él y a Sithias. ¿Vas a darles la espalda después
de salvarlos?
Fate aterrizó justo dentro de la escotilla abierta del santuario y echó un vistazo
al interior. Las luces eran tenues y la habitación estaba vacía. Todos se habían ido a
la cama, tal y como ella esperaba. No podía hablar con nadie en ese momento. El
sueño la llamaba. No podía esperar a desmayarse y dejar atrás la agonía. Al menos
por una noche.
Suspirando con fuerza, Fate se giró para verle inclinado hacia delante en uno
de los sillones de lectura arrimados a la sombría pared del fondo del santuario.
—Yo puedo ayudar —su voz era poco más que un suave susurro—. Todo lo que
tienes que hacer es dejarme entrar.
—No hay nada que tengas que hacer ahora. Ni conmigo, ni con nadie más —
tomó su mano y ella se derritió bajo su tacto—. No deberías estar sola. No con lo que
sientes.
—Sí, la mayor parte del tiempo prefiero ocuparme de mi propia basura y dejar
que tú hagas lo mismo —se llevó la mano a los labios y le besó los dedos—. Como no
puedo volar detrás de ti estos días, no he podido resistirme a ver cómo estabas.
—¿Me dejarás cuidarte esta noche mientras duermes? —preguntó—. Por favor,
no digas que no.
—Sí —se quedó sin aliento cuando se giró y le tiró de la mano. El pulso de Fate
se aceleró mientras caminaban en silencio hasta su suite.
Permitirse el consuelo, tal vez incluso el fortalecimiento, era mejor que caer en
un pozo de desesperación. Finn era el único que había sido capaz de lograr esa
hazaña casi imposible.
El agua se cerró en el momento en que salió del grifo en cascada. Cogió una
toalla, se secó y deslizó la camiseta de Finn sobre su cabeza. La tela de algodón olía
a su piel enjabonada con sándalo y ella lo respiró profundamente. El corazón le latía
con fuerza.
Demasiado impaciente para hacer algo con su pelo, excepto peinar los enredos,
se deslizó por la puerta con sus largos y húmedos mechones empapando la camisa
verde musgo.
Finn se quedó con la boca abierta. Su mirada acarició las curvas que se
vislumbraban bajo la camiseta, que estaba suelta y terminaba justo por encima de
sus caderas. Se detuvo en sus piernas desnudas antes de volver a mirar su rostro,
ahora sonrojado.
—Sí, amor, lo hemos hecho —el tono de su voz vibró contra la piel de ella,
provocando escalofríos placenteros por todas partes.
Finn la cogió en brazos, el deseo en sus ojos era tan feroz que era casi salvaje.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —su voz era un susurro ronco, su
pecho se agitaba con cada respiración—. Dímelo ahora antes de que pasemos el
punto de no retorno.
—Sí —fue todo lo que pudo decir. Ya no tenía palabras. Todo lo que quería era
entregarse a él, a ellos, juntos.
El destino se arqueó hacia él cuando su boca encontró la suya con avidez y sus
lenguas se encontraron. Él sabía a agua con miel y ella bebió con una sed que sintió
que nunca sería saciada. Se apretó contra él, su cuerpo le dolía desde lo más
profundo para ser uno con él, para experimentar lo que sólo Finn recordaba de la
primera vez que habían hecho el amor. Esta vez no habría olvido. Cada dulce caricia,
cada delicioso beso se grababa en su corazón y en su alma, para que nada ni nadie
lo borrara nunca más.
Finn se levantó para mirarla a los ojos, con una expresión de amor que nunca
le había visto expresar. Acercó su mano a la base de la cabeza de ella y acercó
suavemente su cuello a sus labios. La calidez de su aliento sobre su piel y el cálido
roce de su lengua le provocaron escalofríos de deseo salvaje, encendiendo su sistema
nervioso con tentadoras corrientes de electricidad.
*****
Dos puntos de calor ardieron en sus mejillas. No sabía que podía ser tan voraz
en la cama. Apenas habían dormido porque ella simplemente no había sido capaz
de saciarse de él.
Retorciéndose contra él, trató de despertarlo para ver si tenía ganas de más.
Cuando Finn no se movió, suspiró, aunque con mucha más satisfacción que
cualquier frustración que pudiera sentir en ese momento.
Fate levantó la cabeza para encontrarlo despierto con una sonrisa somnolienta
pero lobuna en su rostro.
—¿Está funcionando?
Se rió.
—Eres una pequeña zorra malvada —la tiró encima de él—. Dímelo tú.
—¡Finn! —gritó Jessie. Cuando Fate abrió la puerta, su amiga tenía el ceño
fruncido y el puño levantado para dar otro golpe—. Uh… —su cara se quedó en
blanco por la sorpresa mientras miraba lo que llevaba Fate.
—No me digas —su voz era apagada pero su tono era curioso. Agarró a Fate por
el brazo y la sacó al pasillo—. Lo hiciste totalmente, ¿no?
Fate asintió.
—Vaya. Así que han vuelto a estar juntos. Volver a estar juntos en serio.
—Eso parece.
—Después de todo lo que aprendí ayer, entiendo por qué Finn y los demás
mintieron. Yo habría hecho lo mismo
Bueno, estaba pensando que ahora que has vuelto con Finn, y todo feliz y
tranquilo al respecto, ya no me necesitas cerca para ayudarte a mantener la calma.
—Sí, lo sé.
—¿Hay alguna razón real para que me quede? Soy pésima en la investigación y
ya no tengo superpoderes. Soy bastante inútil para ti y para todos los demás aquí.
—¿Cómo qué?
—No, no la tienes.
Fate tomó la mano de su amiga entre las suyas. Ella quería volver al dichoso
estado en el que se encontraba antes de abrir la puerta, pero Jessie no era la única
que se entrometería. La primera orden del día era tranquilizar a Jessie de su
importancia.
—Te necesito aquí, Jess, ahora más que nunca. Eres la única que recuerda a
Eustace desde hace tanto tiempo como yo —las lágrimas picaron en el fondo de sus
ojos—. Eres mi ancla a él, y la única familia que me queda. No puedo ir al Bosque de
Feldoril sin ti. No tengo ni idea de a qué nos enfrentaremos allí. Lo que sí sé es que
necesitaré a alguien que me acompañe para mantener el rumbo.
—Supongo que debería vestirme y hacer saber a Finn que la luna de miel ha
terminado.
—Uh, sí. Sólo llevas su camiseta y la suite de Azrael está al final del pasillo. Sé
que es tu ex y todo eso, pero probablemente sea demasiado pronto para restregarle
en la cara el reencuentro.
Finn se apartó para que Fate pudiera escabullirse en su suite. Cerró la puerta
y la miró con aire de sospecha.
Sus labios se curvaron en una sonrisa juguetona. La tensión que había notado
al principio había desaparecido.
Fate extendió las manos para detenerlo. No podía relajarse en la cama con él
sabiendo que Azrael estaba fuera, en el pasillo.
—¿De qué estás hablando? Esto no tiene nada que ver con él. Sabes que lo único
en lo que puedo concentrarme ahora son mis planes para recuperar a Eustace con
vida. Y eso significa hacer un viaje al Bosque de Feldoril. Una vez que tenga a mi
padre de vuelta, estaré lista para enfrentarme a cualquier dimensión infernal en la
que tenga que entrar para acabar con el gran plan de Ananke.
—Fate, no estás siendo sincera conmigo. Se me anudan las tripas por la maraña
de emociones que desprendes. Tenemos que hablar de esto. Sé que aún sientes algo
por Azrael.
Fate se mortificó.
—No importa. Pon tu escudo, o lo que sea que hagas para mantener mis cosas
separadas de las tuyas.
Fate corrió hacia su suite a la velocidad del rayo, como si quisiera dejar atrás
sus revueltas emociones. Pero nada pudo evitar que el maremoto se estrellara en el
momento en que cerró la puerta tras de sí.
Finn la acusó de seguir sintiendo algo por Azrael. ¿Tenía razón en eso?
No podía ignorar el hecho de que Azrael había demostrado su amor —un amor
del que ella lo creía incapaz— y había sufrido voluntariamente la desgracia de
casarse con ella. Incluso había pasado por las pruebas para seguir siendo su marido,
lo que demostraba aún más la profundidad de su compromiso. Si algo sabía de
Azrael era que era un hombre de honor.
Se arrepintió más que nunca de su petición, sobre todo después de haber visto
el dolor en los ojos de Azrael no hace menos de diez minutos. Incluso ahora, la
vergüenza la inundaba como si la hubieran pillado engañando a Azrael.
Pero, ¿cómo podía ser esto? Estar con Finn toda la noche —haciendo el amor,
abrazados, riendo, hablando y haciendo el amor una y otra vez— nunca se había
sentido tan bien. Era innegable que su corazón pertenecía a Finn.
Sin embargo, Azrael poseía una parte de ese precioso inmueble. En cuanto a
cuánto, no lo sabía. Fate tragó en seco. ¿También estaba enamorada de Azrael?
Capítulo 21
Dos terrones de azúcar
Finn golpeó la puerta de la suite de Sithias con una rabia reprimida que ya no
podía contener. El destino que lo había dejado así le había hecho un corte profundo,
un corte que desató una serie de frustraciones con las que había estado viviendo
durante demasiado tiempo.
Sithias abrió la puerta, con los ojos soñolientos, con un pijama sedoso y el pelo
blanco suelto que sobresalía en todas direcciones. Parpadeó ante Finn, sus largas y
flacas piernas se tambaleaban bajo él mientras agarraba el pomo de la puerta para
apoyarse.
—Ella lo entiende, pero ya conoces a Fate. Una vez que se ha decidido por algo,
no puede cambiar de opinión. Ahora mismo cree que recuperar a Eustace la
mantendrá lo suficientemente calmada para afrontar lo que sigue con la búsqueda
de la llave.
—Hmm, cuando lo pones así, creo que tengo que estar de acuerdo con ella.
Después de todo, ser testigo del trágico asesinato de Eustace fue lo que la
desestabilizó y abrió la puerta a Ananke.
—Dos tazas de café fuerte, por favor—señaló la silla frente a él—. Ven, siéntate
conmigo.
Finn redujo su frenético paso, pero sus nervios estaban demasiado al límite
como para sentarse todavía.
—Nada más que estar preocupado por Fate. Como siempre —él murmuró la
última parte.
—Mis habituales dos terrones de azúcar y una porción de crema —el bot hizo
lo que se le indicó y le entregó la taza de café bien caliente. Sithias tomó un sorbo,
sorbiendo con fuerza para no quemarse los labios, y sonrió al tragar—. Perfecto
como siempre, Hodgeworth.
—Negro está bien —Finn se sentó a regañadientes y tomó la taza de café que le
tendió Hodgeworth.
—Porque todo necesita un nombre. Nombrar algo le da espíritu. ¿Por qué crees
que se han dado nombres a los barcos a lo largo de los tiempos? Era para imbuir a
ese barco con el espíritu de la buena fortuna, por supuesto.
—Si es así, este café debe ser el mejor que he probado nunca —Finn tomó un
sorbo de la aromática infusión, sorprendido por el rico sabor a nuez—. No es terrible
—murmuró.
Su piel cobró vida con el recuerdo de la piel de Fate contra la suya. Ella había
sido tan abierta, tan suave y complaciente. Nunca habían estado tan cerca en todo
el tiempo que pasaron juntos como la noche anterior. Pero que ella cerrara la puerta
de su corazón y lo dejara fuera de nuevo fue como si le arrancaran una tira de su
piel, dejándole una herida cruda y dolorosa.
—¿Cómo es eso?
—No lo sé. Supongo que se remonta a cuando Kaliena utilizó el Orbe para
desmantelarme. Desde que me rehicieron, he estado perdido. Ya no puedo volar. Ya
no poseo el poder de las runas de la raza anciana, y Tove me odia demasiado como
para volver a entintarlas. Ha sido un infierno vivir con la culpa de haberla
involucrado a ella y a Grysla en la guerra. Tove perdió a su madre y a su hermano
por mi culpa. Y sé que no tengo que decirte lo horrible que ha sido mentirle al
Destino sobre Eustace. En definitiva, me he sentido como un saco de estiércol de
vaca.
—Tal vez aún sienta la fuerte paliza que recibí en las pruebas —apretó las
manos en puños mientras estrechaba la mirada hacia Sithias—. A la que me arrojaste
sin ninguna ayuda de tu parte, por cierto —la rabia no expresada se encendió en su
pecho—. ¿En qué estabas pensando? Casi muero, y no sólo una vez.
La repentina explosión de Finn sobresaltó tanto a Sithias que saltó y derramó
su café por la parte delantera del pijama. Graznando de dolor, pidió a Hodgeworth
que trajera una toalla. El mayordomo llegó al trote rápido y lo limpió.
—Me rescaté a mí mismo, en su mayor parte, y una vez por Azrael. Qué
sorpresa fue esa.
—Por favor, quiero que sepas que me dolió hacerte pasar por eso, señor, pero
supuse que estaría mucho más enojado conmigo si no hubiera ganado la libertad de
Fate.
—¿Se te ocurrió usar tus Palabras de Creación para darme las runas de la raza
er? Incluso la capacidad de volar de nuevo me habría dado lo que necesitaba para
cruzar ese pozo de víboras —Finn se estremeció involuntariamente.
—¿Y me perdonas?
—Eso es pedir mucho. Los cortes y los moratones están todavía un poco
frescos. Al menos tengo la satisfacción de saber que tú también tienes unos cuantos
por los azotes que recibiste en las pruebas.
Sithias se revolvió.
—¿Y la sangre?
—Te olvidas de que soy un artista consumado. Todo fue por el espectáculo. Tú
más que nadie deberías saber que nunca podría soportar esa cantidad de dolor.
—Sí, esa debería haber sido mi primera pista. En cualquier caso, estás sobre
aviso, Sithias. He terminado de ser arrastrado a más de sus planes desastrosos.
Finn no respondió. Quiso dejar que Sithias sudara durante los siguientes
minutos, pero Hodgeworth rompió el silencio con un mensaje abrupto e inquietante,
pronunciado con la voz de Brune. Sithias chilló y se encogió ante el robot
mayordomo, que se situó sobre ellos con los seis brazos plantados en la cintura,
como solía hacer Brune siempre que se ponía en plan oficial. O se exasperaba, que
era la mayoría de las veces.
La ira de Finn se evaporó por completo. No tenía el corazón para castigarlo por
más tiempo.
—Bueno, si estás tan empeñado en ello, hay una cosa que puedes hacer por mí.
Fate llegó al santuario ante un grupo que no parecía muy emocionado de estar
reunido alrededor de la mesa. Sin embargo, ella estaba encantada y ansiosa por
empezar a poner en marcha sus planes, colocó sus pergaminos y libros al frente y
levantó la vista, captando la mirada de Azrael. El hecho de estar completamente
vestida con una nueva muda de ropa no la protegía del bochorno y la vergüenza que
la atravesaban. La expresión estoica de él no hizo más que aumentar su sentimiento
de culpa.
Hacía meses que no lo veía. Entonces se fijó en las runas de la raza de los
antiguos tatuadas en su sien. El resto estaría en sus brazos y espalda, pero estaban
cubiertas por su camisa de manga larga. La mirada de Fate se dirigió a Tove, a quien
había pedido a Brune que invitara. ¿Había acudido Finn a Tove para que le pintara
las runas en la piel? Los celos ardían en su pecho al recordar la intimidad que había
presenciado entre los dos cuando habían estado juntos en el Bosque de Huesos
Retorcidos.
Su lógica volvió a funcionar, Tove no podía haber pintado esas runas. Eso
habría llevado más de la hora que había pasado desde que salió de la habitación de
Finn. Eso dejaba solo a Sithias como el responsable. A ella le habría gustado ser
quien le devolviera las runas y, desde luego, había tenido la intención de hacerlo, si
no hubiera estado tan atrapada en el torbellino que era su vida.
Jessie le guiñó un ojo y le indicó a Fate que se pusiera a su lado. Gerdie bostezó
y miró a su alrededor con ojos de sueño desde donde se encontraba en un taburete
junto a Brune. Darcy no parecía estar más despierta, seguía con la cabeza en la cama
y sostenía una taza alta de café con la mirada perdida en el espacio y malhumorada.
Su rostro parecía desnudo, sin la habitual capa de maquillaje al estilo gótico.
Fate se arrepintió de repente de haberlos convocado tan temprano,
probablemente habría sido mejor dejar que todos durmieran unas horas más para
que estuvieran espabilados y no un grupo de zombis. Sonrió, esperando despertarlos
con una alegre disposición.
Un robot de cámara entró con sus seis brazos llenos de bandejas de bollos y
café humeante con opciones de crema y azúcar. La sala se llenó del delicioso aroma
de la canela, la mantequilla y el café cuando el robot colocó las bandejas en el centro
de la mesa sin derramar ni una gota del preciado tónico matutino que todos querían
tomar a la vez.
—Sé que lo haces —un nudo se formó en su garganta, sabiendo que había sido
especialmente dura con su querido amigo—. Debí haberlo sabido antes.
—¿Podemos seguir con esto? —Darcy dio un mordisco a su bollo de canela, que
no hizo nada por endulzar su agrio carácter.
Fate asintió.
Darcy dejó la taza en el suelo con tanta fuerza que el café salpicó los lados.
—Si hay algo inútil aquí es esta búsqueda de unicornios —frunció el ceño hacia
Hodgeworth, que se interpuso para recoger el café derramado—. Te haré saber que
he investigado durante meses sobre todos los reinos del Infierno y cómo entrar en
el reino que tiene la Llave de Dantalion. En comparación con algunos libros de
hechizos específicos que Brune me hizo sacar de la biblioteca con referencia a un
escurridizo unicornio negro que podría ser el ingrediente principal de un hechizo de
resurrección, con énfasis en podría.
Fate contó hasta tres mientras respiraba profundamente dejando que Darcy la
desafiara delante de todos los demás.
—Sé qué crees que todo el universo gira a tu alrededor Fate, pero déjame
recordarte que no eres la única que ha perdido a un ser querido. ¿Recuerdas a
Mason, mi novio? ¿O es sólo uno de los muchos agujeros que faltan por llenar en ese
pedazo de queso suizo que llamas cerebro?
Darcy se llevó la taza a la boca sin apartar los ojos de Fate y dio un largo y
pausado sorbo. Finalmente, dejó la taza en el suelo y con una leve sonrisa en los
labios y un brillo maligno en sus fríos ojos azules, dijo—: Me quedo con una
condición.
—¿Cuál es?
—¿Quieres que continue agregando razones por las que no deberías ir? —
preguntó Fate.
—Soy una bruja de quinta generación, que ha tenido acceso a los grimorios más
poderosos que existen. Y mientras tú has estado fuera en todas tus pequeñas
aventuras, yo he estado estudiando y practicando mi oficio —Darcy le lanzó a Fate
unas comillas de aire condescendiente con sus dedos de uñas negras pulidas.
Fate quería golpear las garras de Darcy contra la mesa, incluso si eso
significaba romperle algunos dedos. Se cruzó de brazos para no hacerlo.
—¿Así que estás diciendo que puedes lanzar magia y hechizos a las amenazas
con las que inevitablemente nos encontraremos? —Fate reprimió las ganas de reírse
a carcajadas.
—Bien. Puedes venir, pero primero tenemos que ver pruebas de tus supuestos
poderes.
—Hmm, ¿qué será? —Darcy miro al techo mientras pensaba en algo. Una
inquietante sonrisa se formó en su rostro mientras enroscaba un mechón de pelo
alrededor de su dedo—. Tengo uno que llamará tu atención —se centró en Fate—.
Considera esto hecho a la medida para ti.
Entonces Finn se colocó detrás de Darcy y le rodeó la cintura con los brazos.
Los iris verdes de sus ojos estaban tan iluminados por el deseo que eran casi blancos.
Fate se sobresaltó cuando Finn acarició el cuello de Darcy y recorrió su piel con
la boca. Darcy inclinó la cabeza hacia un lado, permitiéndole un acceso completo.
Dejó escapar un suave gemido y se volvió hacia él, sus labios se encontraron con los
de Finn en un profundo y apasionado beso.
—¿Qué demonios?
Se limpió la boca.
Fate le devolvió la mirada, con el corazón latiendo tan fuerte que apenas podía
recuperar el aliento.
—¡Oh, oh, oh! ¡Lo entiendo! ¡Lo entiendo! Darcy dijo el verdadero nombre de
Finn mientras cantaba el canto de la sirena. No había nada que él pudiera hacer.
Estaba indefenso ante ella.
Fate recordaba muy bien cómo Finn había estado a punto de ahogarse cuando
una sirena lo había llamado al agua. Y nunca olvidaría cómo Mugloth había utilizado
el nombre del espíritu de Finn para controlarlo, esto era culpa suya. Debería haber
reconocido el nombre pronunciado en el encantamiento y haber impedido que
Darcy los pusiera en ridículo a ambos.
—¿Cómo puedes saber que el nombre del espíritu de Finn es Emrys? —Fate no
podía dejar de temblar de ira.
—Te lo dije, hago mis investigaciones y para que lo sepas he leído todo sobre el
unicornio negro. No es que haya una tonelada de información disponible sobre el
tema. Pero adelante, pregúntame lo que sea.
No ahora.
Le disgustaba aún más que Darcy le colgara esa zanahoria delante de ella.
—Creo que todos estamos de acuerdo en que Darcy está capacitada para unirse
a la partida de caza —Brune observó a Fate con preocupación y advertencia en su
mirada mientras continuaba—. Ella puede realizar el hechizo de resurrección, al
tiempo que se defiende de cualquier peligro que surja. A menos, por supuesto, que
prefieran hacer una votación.
Darcy asintió con la cabeza mirando su taza de café para escapar de la mirada
enfurecida de Fate.
—Muy bien entonces. Aparte de Darcy, necesito que levanten la mano para
saber quién más se une a la partida de caza.
Finn, Sithias y Jessie fueron los primeros en levantar la mano. Azrael se ofreció
tras unos segundos de duda y Fate le dedicó un rápido e incómodo asentimiento
antes de volverse hacia Tove. Ella había estado observando en silencio desde la
barrera con una expresión ilegible.
Como Tove no dijo nada, Finn habló—: Tove no lo dirá, pero no quiere ir si eso
significa estar cerca de mí —apretó la mandíbula obviamente dolido por la tensión
entre ellos—. Puedo hacerme a un lado si prefieres tener a Tove en la cacería —
ofreció.
—Volveré a casa.
Fate asintió.
—¿Cómo piensas llegar hasta allí? —El Bosque de Huesos Retorcidos estaba
muy lejos, en la región más al norte de Oldwilde.
—Lo siento, pero será una larga espera. Rudwor prometió mantener la paz aquí
hasta… bueno, hasta que podamos decidir cómo lidiar con los Serpens.
El verde de los ojos de Tove se oscureció, señal de la ira que bullía bajo la
superficie.
—Me parece justo —Fate apartó las bandejas con restos de bollos de canela y
café para hacer sitio al mapa. El pergamino era largo y grueso, por lo que fue
necesario colocar tazas vacías en los extremos para evitar que las esquinas se
doblaran sobre sí mismas—. Cómo puedes ver, este es el bosque de Feldoril. Se
extiende a lo largo de toda la costa oriental de Oldwilde y está completamente
deshabitado por los humanos —Fate pasó los dedos por la cadena montañosa del
centro del bosque—. Estas son las Montañas Glor'ner, completamente intransitables
a pie, pero no son un problema para nosotros. Afortunadamente, todavía tenemos
una aeronave y un capitán para pilotarla.
—Si los libros son correctos, este valle está repleto de tesoros invaluables de
magia poderosa. Hace varios miles de años, las legiones de Serpen avanzaron hacia
el bosque en busca del Valle de Mornavar.
—Se dice que marcharon durante más de noventa días sin llegar siquiera a la
base oriental de las montañas Glor'ner. La travesía estuvo plagada de cinturones de
pantanos sin huellas y de constantes ataques de las bestias del bosque. El viaje de
los Serpens terminó finalmente en una vasta arboleda de enormes robles y al parecer
los soldados se vieron invadidos por una terrible penumbra que enloqueció a la
mayoría de ellos, se volvieron unos contra otros y los que sobrevivieron fueron
masacrados por uno de los suyos, se perdieron o se convirtieron en alimento para
las bestias salvajes. La historia termina ahí, porque ninguno de ellos regresó.
—Me lo pregunto todo el tiempo —Gerdie puso los ojos en blanco con esa
sonrisa sabia y ladeada que Fate no había visto—. Los libros de la biblioteca están
llenos de historias como esa.
—Ooh, los productos botánicos nunca han sido mi especialidad. Soy terrible
recordando los nombres oficiales de las plantas y soy aún peor para distinguir la
diferencia entre especies sssimilares. Una vez recogí una orquídea silvestre para
Elsina —sonrió con nostalgia—. Diré que le encantan sus orquídeas, y que perfuman
una habitación como ninguna otra flor, excepto cuando esa orquídea es una flor
muerta. Créame, nada mata el ambiente como el olor a carne podrida.
Darcy le hizo un gesto a Sithias para que le entregara el libro, que hizo resbalar
por la mesa. Ella atrapó el libro antes de que cayera por el borde y sonrió.
—Se puede decir que los productos botánicos son mi taza de té. Es una cosa de
brujas.
El inquietante brillo de los ojos de Darcy hizo que Fate se retorciera por dentro,
pero al no haber más interesados, se vio obligada a aceptar la oferta.
Fate inclinó el último libro sobre su extremo, apretando el grueso lomo con
frustración.
—Ayudaré a Tove.
El filo de su voz le hizo vibrar el corazón y Fate se esforzó por mantener una
expresión impasible.
—Estoy en eso —le aseguró con naturalidad—. Dado que navegaremos por las
montañas Glor'ner evitando así los peligros de atravesar el bosque para llegar al
valle, nuestra principal preocupación serán los Falinorin. Se sabe poco sobre ellos
ya que ningún humano ha llegado hasta Mornavar, todo lo que tengo son referencias
a que son administradores del valle. He encontrado referencias de algunos textos
antiguos que deberían tener más información sobre ellos, pero no he tenido tiempo
de buscarlos.
—Me gustaría que averiguaras todo lo que puedas sobre ellos. Si estás
dispuesto.
Fate se sintió terrible por causarle dolor. Nunca debió pedirle a Azrael que
volviera con ellos, independientemente de su valor para el grupo de caza.
—No, te estoy pondré a cargo de la parte más importante de esta búsqueda mía
—no pudo resistirse a usar las palabras de Finn. No por despecho, sino porque eso
era realmente lo que era, una búsqueda de primer orden—. Tendrás que trabajar con
Brune en esto, pero transportaremos a Eustace con nosotros y necesito que te
asegures de que su cuerpo llegue a salvo y se mantenga así hasta que Darcy pueda
realizar el hechizo de resurrección.
Fate esperó a que Jessie dijera algo más. Cuando su amiga permaneció
incómodamente callada, Fate miró a los demás.
—Excelente reunión. Nos iremos mañana a primera hora, así que hagan lo que
tengan que hacer para prepararse.
—No puedo ayudarte en eso, muchacho. ¿Por qué crees que nunca he tenido
una esposa? No puedo ser rey y que mi cabeza dé vueltas hasta que no pueda pensar
con claridad. Esa no es forma de dirigir un reino.
—Sí, pero ¿no te sientes solo? ¿No preferirías tener a alguien a tu lado que te
ayudara a tomar esas difíciles decisiones? ¿Alguien a quien abrazar cada noche y con
quien compartir tu futuro?
Rudwor sonrió.
—Ah, me vendría bien una aventura, especialmente sabiendo que Darcy estará
a bordo. Ahora hay una muchacha tentadora que me ha dado la espalda más de una
vez. ¿Puedes creer que ella no tiene interés en esto? —Rudwor agitó las manos sobre
su pecho de barril con una mirada de desconcierto.
—Por su pérdida.
Rudwor asintió.
—Sí, no tiene ni idea de las delicias que ha dejado pasar. Pero eso está bien. He
puesto mis ojos en Brune últimamente, y ella necesita urgentemente mi ayuda, así
que debo quedarme por su bien —su expresión adoptó una mirada lejana—. Ahora
hay una mujer con la que podría considerar una vida después de romper esa
fortaleza de hielo que ha construido a su alrededor, por supuesto.
Finn estuvo a punto de reírse, pero se contuvo al ver que Rudwor hablaba en
serio.
Finn atravesó la puerta del santuario con Rudwor detrás, la sala estaba llena
de actividad y la mayor parte del grupo de caza estaba allí, además de Brune y
Gerdie. Media docena de robots iban y venían por la pasarela, cargando la aeronave
de Azrael con suministros, armas y armamento. Finn miró a su alrededor en busca
de Fate, que no estaba a la vista.
Finn intentó decirse a sí mismo que Fate y Azrael estaban repasando planes,
no intercambiando intimidades. Pero no podía calmarse. Ver sus ojos iluminados
mientras hablaba con Azrael, combinado con su mirada apasionada, era más de lo
que Finn podía soportar.
Rudwor dio una fuerte palmada en la espalda de Finn, casi haciéndolo caer.
—Puede ser, pero no lo mismo que tienes con ella —Finn no estaba convencido.
Su miedo le dominaba.
Sithias, Darcy y Jessie dejaron sus cajas sobre la gran mesa. Tove se dio la
vuelta desde donde había estado examinando arcos y apilando una provisión de
flechas.
—Los suministros están empacados, todo lo que queda ahora es lo que hay aquí
—Fate echó un vistazo a las últimas cajas llenas de libros de hechizos y a cuatro
mochilas de aeronauta con botes de combustible extra. Ordenó a los robots que
cargaran los suministros restantes en la aeronave y entró en el santuario para
permitirles el paso.
—Supongo que esto es un adiós por un tiempo. —Fate se agachó para abrazar
a Gerdie.
Fate se enderezó.
—¡Sí, estoy deseando volver a verlo! —Brune extendió su mano para estrechar
la de Fate—. Ten cuidado. Te necesito devuelta. Por razones más pragmáticas, por
supuesto.
—Bien —Fate le estrechó la mano, pero luego la sujetó con ambas manos, su
expresión se suavizó—. Gracias por hacer todo esto posible. Eustace va a volver a
nosotros gracias a ti y gracias por cuidar La Fortaleza mientras estamos fuera.
—Sí, señora —Fate saludó a su tía abuela con una sonrisa juguetona e hizo un
gesto a los demás para que subieran a la pasarela—. Bien, todos a bordo.
Finn esperó a que los demás subieran a bordo antes de dirigirse a la pasarela.
Se detuvo junto a Fate.
Finn reprimió las ganas de insistir. En su lugar, caminó por la pasarela y dejó
caer su mochila en la cubierta.
Fate le siguió a cubierta, retiró la pasarela y soltó la cuerda del santuario. Hizo
una señal a Azrael, que dirigió la aeronave con un movimiento constante hacia
arriba. Verlos trabajar en tándem con tanta facilidad fue un doloroso recordatorio
de lo unidos que se habían vuelto sin duda durante el tiempo que ella estuvo varada
con el príncipe del desierto.
Finn les dio la espalda y se agarró a la barandilla con una sensación de derrota.
Brune, Gerdie y Rudwor estaban dentro de la escotilla abierta del santuario,
despidiéndose con la mano. Levantó la mano, pero apenas fue un saludo, más bien
un gesto endeble para ocultar su decepción.
—¡Buen viaje! —iba vestido con un traje de caqui color crema y un casco de
safari de paja. Lo único que le faltaba para completar el aspecto de intrépido
explorador de la selva era un monóculo.
—¿Estás llorando?
Finn miró a Fate, que estaba de nuevo en el timón hablando con Azrael.
—Tal vez no en la forma más estricta de la palabra. Pero si hay algo que sé, es
que Fate te ama. No a Azrael.
—No, no lo ama.
Sithias jadeó.
—No estarás haciendo eso ahora, ¿verdad? Eso se consideraría una grave
invasión de la intimidad —miró por encima del hombro a Fate, que le devolvió la
mirada a Finn con una expresión preocupada—. Aunque hay que reconocer que está
justificado si yo estuviera en tu lugar.
—No, no estoy espiando. Cualquiera con ojos puede ver lo que está pasando —
Finn inclinó la cabeza, frotando la tensión en su cuello—. Además, es demasiado
doloroso saber lo que siente. Ya he terminado de torturarme.
—Para mejor, estoy seguro —Sithias frunció el ceño y negó con la cabeza—. Nos
espera un vuelo de cuatro días hasta el Valle de Mornavar, que para ti se sentirá
como cuatro meses si todo lo que haces es quedarte cavilando Fate.
—¿Esta es tu idea de una conversación para darme ánimo?
—Digo que nos asociemos y estudiemos para mantener tu mente alejada de...
asuntos más volátiles.
Lo último que le apetecía a Finn era enterrar la nariz en un libro, mientras Fate
y Azrael se reencontraban.
—Lo hice, por supuesto. Si hubiera sabido que iba a ser como comer una galleta
rancia, habría aguantado hasta que hubiera sido mucho más sssabroso. Pero, estoy
feliz de hundir mis colmillos en tu tarea.
—Ese no es el único desliz. El siseo se ha vuelto a colar cada vez más desde
Biraktar.
—Bueno, no hay tiempo que perder. Los libros están aquí —Sithias le hizo un
gesto para que le siguiera.
Finn luchó contra la tentación de girar la cabeza hacia Fate y, en su lugar, fijó
su mirada en la parte posterior del casco de Sithias y en los mechones de pelo blanco
que le rozaban su cuello.
Sithias rebuscó entre varias cajas de madera antes de encontrar la que buscaba.
—Ah, sí, aquí essstá. Uy, otro siseo. Lo siento —se sentó en una manta
enrollada y apoyó la espalda en la pared lateral curvada para aprovechar la poca
sombra que había en cubierta.
Finn hizo lo mismo, observando que Jessie, Tove y Darcy habían escapado del
sol abrasador retirándose al casco del barco. Aunque prefería hacer lo mismo, no iba
a dejar a Fate y Azrael solos en cubierta. Sudaría cubos de sal antes de hacerlo.
Finn se inclinó para echar un vistazo, pero no lo reconoció como tal. La Orden
de los Druidas enseñaba sus conocimientos del Discurso Oscuro de forma oral.
Nunca por escrito.
—Eso es intrigante. ¿El lenguaje está relacionado con las runas de la raza
antigua?
—Tal vez. Ambos idiomas son similares en cuanto a que se conectan con él,
aunque yo diría que las runas de la raza de los antiguos son mucho, mucho más
antiguas. Definitivamente son mucho más poderosas que el Discurso Oscuro.
Antes de que Finn pudiera responder, Fate y Azrael vinieron corriendo. Tove
subió a cubierta, seguida de Jessie. Darcy fue la última en salir, con una sábana que
utilizaba para proteger su piel pálida del sol.
—¿Qué has hecho? —preguntó Azrael. Miraba a Finn como si fuera una
amenaza, con la mano agarrando la empuñadura de su espada. Fate estaba a su lado,
con la cara dibujada por el miedo.
—¿Qué diablos fue eso? —preguntó Darcy—. Ese temblor casi hace caer la caja
de Eustace.
Tove era la única entre ellos que estaba tranquila. Estaba detrás de los demás,
pero miraba fijamente a Finn. Había una mirada cómplice en sus ojos.
—Finn activó el poder almacenado en el nombre de los antiguos con las runas.
Te mostraré cómo evitar que lo haga de nuevo.
El ceño de Fate se frunció con algo parecido al dolor o la ira, pero no rechazó
la oferta de Tove. Dando la espalda con una rápida mirada a Finn, regresó para
reunirse con Azrael.
Jessie le siguió.
—Yo también. Nos vemos cuando se ponga el sol —Tove se sentó con las
piernas cruzadas junto a Sithias y miró a Finn.
—Siéntate.
Tove agitó las manos garabateando graciosamente las runas en el aire mientras
hablaba la antigua lengua de la raza de los antiguos.
—Has olvidado cómo hablar de la forma en que te enseñó mi madre. Las runas
fueron un regalo que has tomado sin permiso
Sus ojos se oscurecieron, pero sólo durante unos segundos, antes de volver al
verde salvia que siempre le había parecido tan fascinante.
Finn estaba atónito. Nunca soñó que escucharía esas palabras de Tove. Se le
llenaron los ojos de lágrimas mientras sonreía y aceptaba su perdón con un gesto
que llevaba sus palabras al corazón. No podía expresar lo mucho que había echado
de menos esa conexión que sólo las runas de la raza de los antiguos podían crear.
Ningún otro lenguaje unía los corazones tan íntimamente. La única excepción era el
lenguaje de hacer el amor.
Tove no sonrió, pero la expresión pétrea que había reservado para él solo
desapareció y hubo una aceptación en sus ojos que él no había visto desde que
habían estado juntos en el Bosque de Huesos Retorcidos.
—Uh, perdón —interrumpió Sithias, con un susurro de disculpa—. Aunque el
lenguaje de signos es algo hermoso de ver, estoy bastante fuera de la conversación
por aquí. Llevo mi transmodulador, pero no parece funcionar para el lenguaje de tu
raza antigua. Me pregunto por qué será.
—Sí.
En sus labios se formó el más mínimo atisbo de sonrisa y Finn agradeció que
Tove le enseñara de nuevo la magia de la tierra.
—El poder de las runas de la raza de los antiguos corre por tus venas, al igual
que en la tierra. Las palabras han perdido su poder con el tiempo, concretamente las
palabras de los humanos. Han cambiado las palabras raíz acortándolas. Al hacer
esto, han cortado el poder Olde. Un humano puede decir el nombre Olde sin
encender la magia. Cuando pronunciaste el nombre Olde con el poder de las runas
de la raza anciana en tu lengua, la magia estalló porque no estabas sosteniendo o
dirigiendo el poder.
Finn asintió.
—Ah, eso tiene sentido. Ahora veo lo que pasó —se inclinó hacia adelante—. Vi
quiénes son. ¿Tú también los viste?
—Sí.
La brisa se levantó, moviendo las hebras de marta de Tove sobre su cara. Finn
los apartó suavemente y sus ojos se iluminaron de un verde ardiente, antes de dejar
caer su mirada apresuradamente hacia las páginas abiertas colocadas entre ellos.
—Este libro nunca nos mostrará lo que ya sabemos sobre los Falinorin.
—Sí, todo lo que necesitamos saber sobre ellos está en el nombre Olde.
Tove levantó la mirada. Los colores de sus iris habían vuelto a ser salvia, sólo
más oscuro.
—Me limito a observar las señales. Los dos tuvieron todos los obstáculos en el
camino. Como si el propio destino los hubiera separado a propósito el uno del otro.
Sin embargo, mientras estaban separados, cada uno encontró a alguien a quien amar
—hizo un barrido con el brazo, señalando a Finn y a Tove, a la aeronave y luego a
Fate, antes de llevarse la mano al pecho—. Ahora estamos todos aquí. Los cuatro,
juntos, resistiendo al plan del destino.
Fue un cambio de tema inesperado que pilló a Fate desprevenida, se las habían
arreglado para mantener sus conversaciones al viaje y a básicos asuntos en cuestión,
independientemente de lo avergonzada que seguía estando por el hecho de que
Azrael la hubiera sorprendido fuera de la habitación de Finn en un estado
comprometido sólo el día anterior. No había podido dejar de sonrojarse en su
presencia por ello.
—No quiero ser cruel aquí, pero ¿realmente necesito recordarte que Finn y yo
estamos juntos? Y me refiero a todas las formas.
—Lo siento. Nunca debí pedirte que volvieras con nosotros. ¿En qué estaba
pensando?
—Sólo tú puedes responder a esa pregunta. Tal vez deberías tomarte el tiempo
para hacerlo —Azrael volvió a su puesto en el timón y desató el volante, agarrando
las asas hasta que el blanco de sus nudillos asomó por su piel.
Fate buscó algo que decir para compensar su grave error y no encontró nada.
Se apartó de la fría expresión de Azrael, sólo para enfrentarse de nuevo a Finn y Tove
hablando su silencioso e íntimo idioma.
*****
El vuelo de Fate no duró mucho. El sol del mediodía en el desierto era
insoportable, lo que la obligó a regresar a la nave al cabo de una hora. Después de
eso, evitó tanto a Finn como a Azrael durante el resto del viaje ocupándose de la
investigación necesaria, que era más que suficiente para llenar las horas de un día.
Al cabo de un rato, ya no había nada que hacer. Con este tiempo extra en sus
manos, se sentó junto a la caja que contenía el cuerpo de Eustace, algo que no había
podido hacer cuando Brune le había revelado la verdad por primera vez. Había sido
demasiado doloroso saber que estaba viendo un cascarón vacío flotando dentro de
una nube de magia multidimensional.
Todo eso había cambiado desde entonces. Ahora que estaba en camino a
encontrar el ingrediente clave para llamar a su espíritu de vuelta a su cuerpo, Fate
encontró un gran consuelo al ver el rostro apacible de su padre, porque pronto
abriría los ojos. Su emoción crecía con cada día que pasaba, sabiendo que estaba un
paso más cerca de arreglar su mundo. Todo sería mucho mejor con Eustace allí para
guiarla.
Por la noche, dormía en una de las camas cerca de las otras chicas. En parte
para vigilar a Tove y asegurarse de que permaneciera en su propia cama, pero sobre
todo para mantener la distancia que había puesto entre ella y Finn.
Lo sorprendió mirando hacia ella más de una vez, y siempre, sus ojos verdes
estaban llenos de más dolor del que ella podía afrontar. Cada vez que se acercaba a
ella, encontraba a alguien a quien llamar y con quien entablar una conversación
informal, una de las pocas ventajas de estar en un barco pequeño.
Por otro lado, Azrael estaba haciendo un buen trabajo manteniendo las
distancias. Si le hablaba, era simplemente para indicarle el rumbo que debía seguir
la aeronave cuando se intercambiaban los turnos al timón. Esos eran los momentos
en los que la pregunta que él había planteado volvía a insistir en ella.
Fate había racionalizado sus razones para pedirle a Azrael que volviera con
ellos más veces de las que podía contar. Pero había algo de verdad en lo que Azrael
había dicho. Su presencia tenía un efecto innegablemente fuerte en ella. No tan
poderoso como el que compartía con Finn, pero estaba ahí de todos modos. Y no era
justo para Finn que ella no pudiera entregarle su corazón por completo.
Un cuerno sonó repentinamente desde la cubierta, haciendo que Fate dejara
de mirar el libro que tenía en blanco. Sithias gritó y dejó caer su libro. Jessie se
despertó de la siesta, somnolienta y desorientada.
Darcy maldijo en voz baja cuando derramó una botella de líquido púrpura que
estaba vertiendo en un cuenco.
—Azrael debe haber visto tierra —Fate se puso en pie de un salto, volcando la
pila de libros que tenía sobre el colchón. Sin detenerse a recogerlos, se apresuró a
acercarse a la escalera. Habían estado volando sobre el océano durante el último día
y medio y estaba ansiosa por ver los exuberantes bosques verdes de Oldwilde
después de haber estado en los desiertos de Shalamoraize durante tanto tiempo.
Aspiró los olores terrosos y se acercó a mirar el mapa abierto en una tabla junto
al timón. Se encontraban en la lanza más meridional del bosque de Feldoril. El resto
del vuelo consistiría en seguir el espinazo de las montañas de Glor'ner hasta llegar
al valle de Mornavar.
—Calculo que unas horas después de la puesta de sol —contestó Azrael, con un
tono cortante y práctico.
Ignorando la fuerte punzada que sentía cada vez que chocaba con su frío
exterior, Fate asintió. Debería estar aliviada de que no la presionara más, pero no lo
estaba.
—Sí, por supuesto que sí —Finn le devolvió la mirada desafiante—. ¿Qué crees
que hemos estado haciendo todo este tiempo?
—Bien —Fate resistió el impulso de usar signos ella misma—. Darcy ya nos ha
informado a todos sobre las plantas que necesita añadir al hechizo. Sithias ha
trazado exactamente dónde tenemos que saltar en paracaídas en el valle. Y Azrael
nos ha puesto al corriente de las criaturas de las que debemos cuidarnos. Todo por
su cuenta, debo añadir, ya que Tove ha estado trabajando exclusivamente contigo
en la investigación del Falinorin. Así que, ¿qué les parece si comparten lo que han
descubierto sobre ellos, suponiendo que puedan apartarse de sus absorbentes
conversaciones?
—Explícame cómo es posible que descubras algo sobre los Falinorin fuera de
los libros, sobre todo porque nunca los has visto.
—Como sabes, accidentalmente activé el poder del nombre por las runas de la
raza de los antiguos. Lo que no te dije es que Tove y yo supimos al instante el
significado del nombre y tuvimos visiones. No son lo que los libros nos dicen que
son, por eso me tomé el tiempo de leerlos todos para ver si podía encontrar alguna
similitud con lo que Tove y yo vimos —sacudió la cabeza—. No la encontré. Al menos
nada de verdadera importancia.
—Finn no dirá las palabras, así que lo haré yo —Tove miró fijamente a Fate,
con una expresión fría y de alerta—. No podemos entrar en el valle. Si lo hacemos,
tus supuestos administradores nos matarán.
—Finn me dijo que eso es lo que dirías —la mirada de Tove recorrió a Fate con
lo que le pareció lástima—. ¿Estás preparada para ser la culpable de la muerte de
todos tus amigos?
Jessie se precipitó hacia adelante, cerrando los ojos con Fate mientras ella
temblaba de rabia.
—Sigue mirándome —le dijo Jessie—. Respira. Sólo respira, recuerda por qué
estamos aquí. Estamos haciendo esto por Eustace. Nada se va a interponer en el
camino hacia eso.
Todos los demás se habían retirado al borde más alejado de la cubierta, todos
excepto Finn y Azrael. Ambos estaban junto a Jessie, tensos por la preocupación.
Fate se acercó a la barandilla y se puso de cara al viento, agradeciendo el aire fresco
en su piel. Unos minutos después, se volvió hacia los demás.
Darcy abrió la boca, probablemente para decir algo aún más incendiario, pero
Fate la cortó antes de que pudiera pronunciar una palabra.
—Finn y Tove, por favor, cuéntenos todo lo que sepan sobre los Falinorin. Así
podremos proceder con conocimiento de causa —miró a los demás—. ¿Es justo?
Finn le hizo una seña a Tove y siguió con una rápida traducción.
—Lo más importante es saber que esta raza de elfos es tan antigua como el
propio bosque —comenzó Finn—. Conocen cada centímetro de la tierra, desde sus
montañas hasta sus ríos y lagos. Sobre todo, están conectados al bosque y a todo lo
que vive en él. Pueden ver a través de los ojos de todas las criaturas, grandes y
pequeñas. Se comunican con las bestias y los árboles de la misma manera que Tove
y yo, porque hablan la lengua de los Antiguos.
—Así que lo que estás diciendo es que no se puede pasar a escondidas por el
valle.
—Si lo que dice Finn es cierto, ya sabrán que estamos aquí —añadió Azrael.
—Sí, eso es exactamente lo que estoy diciendo y se pone peor. Cuidan
celosamente el Valle de Mornavar.
—Eso no funcionará. Son elfos, pero hay dos razas: los Elrinye y los Darfal. Los
Elrinye viven en la luz del día. Los Darfal viven en la oscuridad de la noche—. Tuvo
cuidado de decir el nombre de cada raza con un tono de voz tranquilo.
Evidentemente, Tove le había enseñado a controlar la fuerza cuando hablaba en voz
alta la lengua de los Antiguos.
—Oh, que alegría. Los guardianes del reloj —Fate caminó—. Eso es un
problema.
—No vamos a dar la vuelta —insistió Fate—. Tendremos que hacer esto... de
forma diferente a como lo planeamos al principio.
—Uh... Bueno, tenemos dos personas aquí que hablan prácticamente el mismo
idioma que los Falinorin —miró a Finn—. Tove y tú tendrán que ser nuestros
embajadores oficiales y preguntarles si nos permiten entrar en el valle.
—Te prometo que los Falinorin nunca nos darán permiso. Lo mejor es que
demos la vuelta.
—Supongo que estabas demasiado ocupada soñando con el día para escuchar
lo que dije. No vamos a dar la vuelta.
Tove permaneció en silencio, pero se mantuvo firme a pesar del calor que
irradiaba Fate.
—Ya se nos ocurrirá algo —el miedo en sus ojos inquietó a Fate. Tenía miedo
de que ella fuera a herir a Tove.
Fate se sintió como un monstruo. Dolida y enfadada, giró la cabeza, sin querer
enfrentarse a él por más tiempo. El cielo abierto y pacífico la llamaba más que nunca
en ese momento.
—A solas.
Volviéndose hacia el sol, cerró los ojos y se empapó de los rayos vitales como
si hubiera vivido en una cueva durante el último año. Resultaba irónico, ya que había
pasado mucho tiempo en el desierto, donde había tenido que esconderse de los
mismos rayos abrasadores.
Fate perdió la noción del tiempo mientras flotaba por encima de sus
problemas. Parecían tan lejanos y deseaba poder quedarse allí hasta que se
resolvieran sin ella. Lamentablemente, ese era el deseo de una niña. Nadie más tenía
el impulso suficiente para encontrar soluciones y tomar las decisiones difíciles. Su
propia cordura dependía de que esto funcionara, porque si fallaba, Eustace se habría
ido de verdad. Para siempre.
Las lágrimas rebosaban en sus ojos. La luz del sol se reflejaba en ellos,
proyectando un prisma de colores sobre su visión. Por primera vez en mucho
tiempo, las dejó caer libremente por sus mejillas sin preocuparse de quién la vería
llorar.
—Fate.
La ira se impuso.
Fate no pudo evitar que le temblara la barbilla mientras luchaba contra otra
oleada de lágrimas.
—Sí, lo sé. Lo sé mejor que nadie aquí —se golpeó el pecho con el puño—. Hay
mucho que puedo evitar, pero no hay manera de hacer que tu dolor no salga por las
rendijas. Es demasiado fuerte.
La comprensión de sus ojos derritió sus defensas. Fate se lanzó contra él,
apoyando la cabeza en su pecho mientras él la acercaba. Los sollozos la sacudieron,
arrancados de lo más profundo de su ser, mientras liberaba la pena y la frustración
que había estado reprimiendo durante demasiado tiempo.
Finn le besó la parte superior de la cabeza, manteniéndola en su abrazo seguro
mientras ella se estremecía con lágrimas que temía que no cesaran.
Oírle decir eso la llenó de fuerzas renovadas. Levantó la cabeza para mirarle a
los ojos.
—Es cierto —empezó a sonreír, pero las dudas se apoderaron de ella—. Sin
embargo, esta vez se siente diferente. Como si estuviera sola en esto. Sobre todo,
porque parece que soy la única que tiene una motivación real para querer recuperar
a Eustace. Y... Sé que todos me tienen miedo. He visto el terror en sus ojos. En los
tuyos también.
—Sí, no voy a negar que hay una buena dosis de miedo en nosotros, pero no es
por ti. Es a Ananke a quien tememos.
—No, ellos también me tienen miedo. Empiezo a pensar que los obligué a todos
a venir aquí. Tenían miedo de lo que haría si decían que no.
—No seas tonta jovencita, todos te queremos. Por eso estamos aquí. Queremos
ayudar.
—Darcy no me ama.
Fate se quedó mirando las sombras de las montañas que se extendían por el
paisaje, alargadas por el sol poniente.
—No puedo hablar por Tove, pero ya no la quiero así —la emoción llenó su
voz—. Tú tienes mi corazón, para siempre.
—Pero... Mírense a los dos juntos estos últimos días... la forma en que se
comunican —parpadeando las lágrimas, negó con la cabeza—. Hay una cercanía en
lo que tú y Tove comparten que está más allá de lo que tú y yo hemos tenido.
Finn le inclinó la cara hacia arriba con un suave empujón bajo la barbilla.
—Sí, no voy a negar que las runas de la raza de los antiguos nos conectan a Tove
y a mí de una manera que trasciende todas las formas habituales de comunicación.
—No me importa eso. Puedo hacer otro —parecía afectado, como si ella le
hubiera apuñalado en el corazón—. ¿Estás tratando de decir que no piensas en
nosotros como casados?
Cerró los ojos y el rostro de Azrael apareció en su mente. Al abrirlos, retrocedió,
incapaz de responder a la pregunta de Finn.
—No lo haces —dijo Finn con rotundidad, cuando ella permaneció demasiado
tiempo en silencio.
Fate lo vio marcharse. Si había un momento para detenerlo, era ese. Pero lo
dejó ir, y en ese momento, su corazón se partió en dos.
Capítulo 25
El poder de la noche
El corazón de Finn rugía en sus oídos, ahogando las voces de los demás
mientras discutían los últimos detalles del plan de Fate. Había sido incapaz de
mirarla después de que ella regresara una hora después de haberla dejado. El sonido
de su voz, que volvía a ser la de siempre, lo torturó. Estaba claro que ella había
pasado la última hora urdiendo este nuevo plan, sin pensar en lo que habían dejado
entre ellos.
¿Cómo pudo seguir adelante tan rápida y fácilmente? Había estado tentado a
dejar caer sus escudos y abrirse a lo que ella realmente sentía en su interior.
Sospechaba que su incertidumbre y ambivalencia se centraban en Azrael. Confirmar
eso lo destrozaría por completo.
Finn se acercó a la barandilla arrastrando los pies y apoyó los codos en el borde.
Contempló el bosque, negro y sin rasgos bajo el cielo nocturno. Él y Tove debían
descender cerca del borde del valle y permitir que los elfos de Darfal hicieran el
primer contacto.
—Estoy lista.
Finn giró la cabeza para mirarla. El carcaj de Tove estaba lleno de flechas y
llevaba una espada y varias dagas. El verde de sus ojos brillaba con la amenaza del
peligro. Estaba dispuesta a jugarse la vida. Apartándose de la barandilla, se enfrentó
a ella.
—Quiero que te quedes atrás hasta que haya hecho el primer contacto con los
Darfal.
—No. Vamos juntos.
Sacudió la cabeza.
—Tove, soy firme con respecto al tema. No puedo pedirte que vuelvas a
arriesgar tu vida.
Tove hizo un gesto con los dedos para que el aire pasara entre ellos.
El miedo brilló en los ojos de Fate antes de que pudiera bajar la mirada para
ocultarlo. Cuando levantó la mirada hacia Tove, había vuelto a tomar el control. O
tal vez había imaginado lo que había visto.
—¿Estás de acuerdo con él en eso?
—Tan listo como puedo estar cuando me superan dos muchachas obstinadas
—Finn cogió a Tove en brazos. Su respiración se entrecortó mientras lo miraba
sorprendido—. ¿De qué otra forma esperas llegar allí abajo? —le preguntó a Tove.
—Estará bien sin ella —Finn se elevó, flotando a unos metros de la cubierta
mientras observaba a Fate. Disfrutó de la expresión de indignación en su rostro,
aunque sabía que no debía hacerlo.
Fate se sonrojó.
—Bájala, Finn —su voz tembló—. ¿Qué pasa si se separan el uno del otro? Tove
necesitará esto para volar de vuelta a la nave.
—Sí, no puedo discutir eso —Finn se dejó caer a cubierta y dejó a Tove en el
suelo. Ella se balanceó y comenzó a inclinarse. Él la agarró por la cintura para
estabilizarla—. Vaya, muchacha. Creo que todavía no tienes las piernas de mar bajo
tu espalda.
Tove asintió sin mirarle. Se quitó el arco y el carcaj para que Fate la ayudara a
atarse la mochila de aeronauta a la espalda. Finn nunca había visto a Tove, o a Fate,
moverse con tanta rigidez.
Fate dio un paso atrás para dejar que Tove terminara de abrochar las correas.
—Nos vamos entonces —miró fijamente a Fate, deseando más que nada que lo
despidieran con un beso, pero ella no se movió. En todo caso, su expresión se
endureció aún más.
—Apenas puedo creer que la misión comience ahora después de todo ese
estudio—. se abalanzó sobre Finn y le dio un incómodo abrazo—. Ten mucho
cuidado ahí abajo, señor. Los dos.
Jessie se unió a ellos. Azrael y Darcy se quedaron atrás, manteniendo cada uno
su distancia.
—Sí, hay que tener cuidado con los elfos —dijo Jessie con entusiasmo—. Por
todo lo que he leído sobre ellos, son luchadores superiores porque son rápidos como
un rayo y pueden oír cosas a kilómetros de distancia —se tiró de la oreja—. Debido
a los puntos en las orejas. Deben funcionar como antenas o algo así.
—¿Y eso lo sacas de los libros que hemos traído? —preguntó Fate—. Porque
Finn dijo que no había nada en ellos que fuera preciso.
—Oye, confío en que Tolkein sabía de lo que hablaba —miró a Finn—. Los
Falinorin tenían las orejas puntiagudas en tus visiones, ¿no es así?
—Sí y tienes razón en todo lo demás. Son rápidos y pueden luchar mejor que
cualquier humano.
—¿Ves? —Jessie le dio a Fate una sonrisa de satisfacción—. Siempre supe que
J.R.R. no se inventaba esas cosas. Apostaría todas mis ediciones de coleccionista en
cuero a que viajó a un lugar como este. ¿Crees que vino aquí a Oldwilde? ¡Eso tiene
que ser lo que pasó! Me pregunto dónde viven los hobbits.
Finn lo agradeció. Cada vez estaba más tenso. Había mucho más en los
Falinorin que las pocas cosas que Jessie había mencionado. Aunque comprendía a
las dos razas de elfos a un nivel profundamente intrínseco, ese conocimiento no
garantizaba ciertamente su seguridad. Tendrían que andar con cuidado.
Ella respondió con un giro de los engranajes y se lanzó hacia el cielo negro y
estrellado. Finn dirigió a Fate una última mirada de despedida. Durante un
brevísimo segundo, vio a su dulce muchacha en el suave ablandamiento de su rostro.
En esa pequeña fracción de tiempo pensó que ella correría a sus brazos. Pero la
puerta, ligeramente agrietada, se cerró de golpe.
Aplastado por la decepción, Finn saltó por el borde del barco y persiguió a
Tove.
*****
—Las viviendas de los Elrinye están iluminadas. Están despiertos. Sus poderes
serán débiles sin el sol. Deberíamos ir allí primero.
Tentado a aceptar, Finn firmó una respuesta contraria. Algo le decía que eso
sería un error mortal por su parte.
—Son más fuertes de noche. No me gusta lo que he visto de ellos —se puso una
mano sobre el corazón—. Son los que más me asustan.
—Los Darfal son los más hostiles de los dos. Por eso debemos enfrentarnos a
ellos primero.
Tove no discutió, pero él pudo ver cómo luchaba contra su miedo. Sus ojos eran
orbes oscuros, alertas mientras miraba la parte más oscura del bosque detrás de
ellos. Rápidamente se desabrochó las correas de la mochila del aeronauta y la deslizó
bajo unos espesos arbustos. Tove apenas había colocado su carcaj en su sitio cuando
se oyó un crujido en algún lugar de los árboles.
Sin embargo, Tove se arrastró hacia el sonido, con el arco tensado y la flecha
clavada. Finn le tendió la mano para calmarla lo suficiente como para que dejara de
apuntar, cuando un escalofriante rugido y un fuerte estruendo resonaron en la
noche. Finn sopló dos notas agudas en su flauta, con todos los músculos tensos en
preparación.
Las sombras se agitaron, velando lo que fuera que se les venía encima. Finn y
Tove retrocedieron hacia la pradera abierta. Una enorme forma salió de entre los
densos árboles y aterrizó a unos metros de distancia. La mayor parte de la figura
estaba oculta en los tonos grises de la noche, pero Finn vio lo suficiente para saber
que se trataba de un gigantesco puma con cuernos. La luz plateada de la luna
centelleaba en sus ojos feroces mientras un profundo gruñido retumbaba en su
garganta. El león, un depredador en la cima de la cadena alimenticia, se deslizó hacia
ellos, con sus músculos ondulando bajo su áspero pelaje.
Tove tiró con fuerza de la cuerda de su arco, preparándose para dejar volar la
flecha. En la fracción de segundo en que soltó los dedos, Finn la empujó hacia un
lado, desviando su puntería. Su mirada furiosa le atravesó como si le hubieran
disparado la flecha perdida. No podía permitirse el lujo de perder su confianza de
nuevo, pero sabía sin duda que matar a la bestia traería la calamidad absoluta sobre
ellos.
Hizo una seña, indicándole que hablara con el león como siempre había hecho
con los animales del Bosque de Huesos Retorcidos. Sus ojos oscuros se abrieron de
par en par con incredulidad, dudando un momento antes de hablar la lengua de la
raza de los antiguos.
Finn no había esperado que su reacción fuera tan explosiva. Cuando habían
cazado juntos, ella siempre había hablado con suavidad a los animales de su bosque
natal. Obviamente, el miedo era la raíz del poder que había detrás de sus palabras.
—Esperamos.
—¿Para qué?
Finn luchó contra el agarre que le rodeaba la cintura y los brazos. Incapaz de
levantar su espada de aire, se giró y vio un rostro masculino. No era más que una
mancha plateada que lo aprisionaba en la oscuridad. Invocando las runas de la raza
de los antiguos. Finn pronunció la invocación de Aire para atravesar el vórtice de
oscuridad.
—Silencio.
—La palabra era diferente, hablada en la lengua de los antiguos, pero no había
que confundir el significado.
No fue fácil, pero Finn dejó de resistirse por completo y permitió que el varón
elfo lo tomara prisionero. Su única esperanza en ese momento era que los Darfal, al
igual que los Elrinye, los escucharan antes de castigarlos por entrar sin autorización.
Esto era malo. Había esperado ser presentado a los Falinorin en su conjunto
en las ramas superiores, donde los Elrinye vivían y asistían a la Llama Eterna.
Se detuvieron de golpe y los pies de Finn tocaron suelo firme mientras el velo
de sombras se disolvía en cintas de niebla cada vez más finas. El varón elfo retiró su
espada y soltó a Finn. Luchando contra el malestar en las tripas y un cráneo lleno de
mareos, Finn amplió su postura para no caerse. Unos segundos más tarde, recuperó
el equilibrio y miró a su alrededor, esperando plenamente estar encerrado en una
celda.
Al final del gran salón, la reina elfa de los Darfal estaba sentada en un trono
tallado en un sólido bloque de cristal. Toda la corte real estaba presente justo debajo
de su trono. Llegaron más elfos en forma de tortuosos vórtices de vapor negro, que
arrojaron como túnicas de humo desmenuzado. Varios cientos de elfos se alinearon
al final de la sala y a lo largo de las paredes laterales.
Los Darfal eran seres de una belleza oscura. De huesos finos, con ojos rasgados,
pelo de cuervo y una piel que brillaba con un resplandor plateado, como si fuera
besada por la luz de las estrellas. Sus largas orejas se curvaban hacia arriba en forma
de punta, como la gruesa pero delicada flor de una cala. Parecían encarnar la noche,
la luna y las estrellas como nada que Finn hubiera visto antes.
Se volvió hacia su captor, que se había hecho a un lado, sosteniendo aún la daga
que había apretado contra la garganta de Finn. Recordando el apretado e
inquebrantable agarre del elfo, Finn se sorprendió del guerrero. Si comparaba sólo
el peso y los músculos, debería haber sido capaz de vencer al tipo. Sin duda, la fuente
de poder del elfo provenía de la noche, quizá incluso de la noche infinita que
albergaba las estrellas. Si ese era el caso, se trataba de un poder superior al que
podían proporcionar incluso las runas de la raza de los antiguos.
Una ráfaga helada de niebla sombría pasó junto a Finn y se detuvo. El manto
nocturno de una elfa se dividió en zarcillos neblinosos que se diluyeron rápidamente
en el aire. Tenía a Tove agarrada, que luchaba frenéticamente por liberarse. La
mujer la soltó de repente y Tove cayó de rodillas, jadeando, con los ojos desorbitados
por el terror.
—Acérquense.
Finn guió a Tove más allá de la larga mesa y de los cientos de elfos presentes.
Cuando rodearon la parte superior de la mesa, los guardias de la reina les impidieron
avanzar.
—¿Por qué están aquí? —su voz era también la de una niña, pero su tono era
firme, autoritario.
—El Valle de Mornavar es el único lugar del mundo donde podemos encontrar
los ingredientes para salvar la vida de un amigo.
—Plantas, sobre todo —el corazón de Finn comenzó a latir con fuerza.
—¿Y?
—No es probable que regresen esta noche —Azrael puso su mano sobre el brazo
de Fate y la giró para que dejara de mirar hacia el bosque oscuro—. ¿Cuándo fue la
última vez que comiste? —preguntó.
—No tengo hambre —¿Cómo podría comer sabiendo que la vida de Finn estaba
en peligro de muerte? Sobre todo, porque ella era la responsable de arrojarlo a dicho
peligro.
Finn merecía todo de ella. Ella lo amaba demasiado para fingir lo contrario.
Azrael suspiró.
Fate bajó la mirada, temerosa de que él viera lo que era mejor no decir. Miró
sus fascinantes ojos azules como el cristal.
—¿Cómo puede ser posible? Pensaba que se había caído al mismo tiempo que
el tuyo salió de mi tobillo.
—No, no lo hizo —Azrael apartó su larga túnica a un lado para revelar el anillo
del alma—. Como puedes ver, todavía estoy muy ligado a ti. Porque lo deseas.
—No lo hago —argumentó ella—. Nunca querría ser tu dueña o hacerte sentir
atado a mí en contra de tu voluntad. Te libero oficialmente —Esperó a que el anillo
del alma cayera, pero no fue así—. ¿Por qué no funcionó?
—Así no es cómo funcionan los anillos del alma. Si tus palabras no se alinean
con tus sentimientos, nada cambiará. Debes desear verdaderamente que sea libre de
ti.
—Pero lo hago.
—Me quedaría contigo incluso sin el vínculo del anillo del alma.
—¿Por qué? —preguntó, sin aliento mientras el aire se detenía entre ellos.
Fate apenas podía creer que estaba escuchando esto justo después de que Finn
le preguntara si todavía se consideraba casada con él. Los dos no podrían ser más
diferentes el uno del otro, sin embargo, eran exactamente iguales en el compromiso
y los votos que le habían hecho.
Si estaba siendo honesta, era este insondable amor profundo lo que la atraía.
¿Quién no quería ser amado y atesorado? Lamentablemente, los rasgos virtuosos
que cada uno de ellos poseía en igual medida la habían arrojado a un mundo de
confusión y angustia absoluta.
Tenía que dejar de torturarlos, a ellos y a sí misma. Era hora de tomar una
decisión y poner fin a esta miseria.
—Necesitamos hablar.
La voz de Darcy sorprendió a Fate lo suficiente como para hacerla saltar. Azrael
retiró la mano.
—En privado.
—Adelante.
—¿Hacer qué?
—¿Conseguir dos apuestos galanes como Finn y Azrael estén locos por ti? Para
colmo, se quedan a tu alrededor, aunque los enfrentes entre sí. Realmente debes
compartir tu secreto.
—Lo habrá, si todo lo que obtenemos del unicornio negro es un 'solo cabello de
su melena'. Lo que realmente necesitamos es su alicornio.
—Sí, mentí y lo hice para proteger a Finn y Tove. Tienen que creer que esta
búsqueda del unicornio negro es una búsqueda inofensiva. De esa forma, cuando le
digan a los Falinorin por qué hemos venido, será más probable que nos dejen entrar
al valle. Obviamente, tomar el alicornio del unicornio lo matará, y estoy bastante
segura de que los Falinorin estarán en contra de esa parte del plan.
El corazón de Fate martilleó, esta vez con un terror abyecto. ¿Finn le daría la
espalda por esto? No lo culparía si lo hiciera. No después de todo lo que le había
hecho pasar últimamente.
Un silencio inquietante cayó sobre el patio nocturno de los elfos. Finn miró
nerviosamente a Tove. Ella todavía estaba conmocionada por su captura. Nunca la
había visto tan asustada antes, y temía que pudiera arremeter y hacer que toda la
corte cayera sobre ellos.
El pánico recorrió las venas de Finn, una respuesta que hizo que quedarse
quieto fuera un desafío. Solo pelearía si lo obligaban. Fate contaba con él. Regresar
con las manos vacías significaba negarle a Fate la única oportunidad de traer de
vuelta a su padre. Simplemente no podía arriesgarse a sufrir la devastación que eso
provocaría.
—No estás invitado a quedarte —Miró con temor por encima del hombro a la
reina.
—No seré yo quien le diga a Fate que no puede revivir a su padre —Finn pasó
junto a Tove—. Por favor, permítame quedarme —suplicó a la reina—. Enséñeme
sus costumbres, para que pueda contribuir y cambiar mis esfuerzos por lo que he
venido aquí.
Uno de los hombres mayores se acercó a ella y susurró. Ella estiró su largo
cuello para escuchar, luego le indicó que se fuera.
—Permitiré que los dos se queden hasta que la luna esté completamente llena.
—Solo si los Elrinye están de acuerdo —agregó. La reina hizo un gesto a los
guerreros que habían sido los que los habían capturado y llevado al gran salón—.
Muestren a nuestros huéspedes dónde pueden dormir hasta el amanecer.
La elfa abrió una puerta grabada con runas similares a las runas de la raza
Antigua. Solo que estas eran mucho más intrincadas. Tove entró rápidamente,
mientras Finn se volvía y hacía señas con ambas manos en su corazón, seguido de
un golpecito en la boca para agradecerles. Los guerreros no devolvieron el gesto
amistoso y se fueron entre ráfagas heladas de niebla negra y agitada.
Siguió a Tove al interior y cerró la puerta. La suite era enorme y estaba
lujosamente llena de cortinas de seda de todos los colores de la noche, desde el ébano
hasta los índigos profundos y los grises suaves y apagados. Alfombras teñidas de
colores oscuros, tejidas con elaborados patrones de estrellas y fases lunares, cubrían
los suelos de tierra.
Había estado dando vueltas ansiosamente por la habitación, como si fuera una
prisionera en lugar de una invitada. Tove se detuvo de repente, mirándolo con algo
cercano al odio. No había visto esa mirada desde que perdieron a Grysla y Leif en la
guerra.
—No puedes saber eso —Su terror era más pronunciado que nunca—. Esto
puede ser una prueba. Para ver si somos más humanos de cómo nos presentamos.
—¿Por qué estás tan nerviosa? Por lo general, estás mucho más tranquila bajo
presión que ahora.
—¡Es por tu culpa! —gritó, en un español6 nada menos que perfecto y con el
acento nórdico que le había transmitido su hermano Leif cuando le enseñó—.
Cambias el plan cuando quieres, como desviar mi flecha del objetivo. Eres
impredecible —Se le llenaron los ojos de lágrimas—. No puedo confiar en ti porque
todo lo que haces es por ella.
6
Original es en inglés
—¿Lo es? —La expresión de Tove magnificó su duda—. No actúa como tu
esposa. He visto cómo mira a Azrael.
El pecho de Finn se contrajo ante sus crueles palabras. Pero Tove decía la
verdad. La energía abandonó sus extremidades y fue todo lo que pudo hacer para
llegar al borde de la cama y sentarse.
—¿Qué preguntó?
—Lo siento, debo haber estado soñando —Finn soltó su cintura y rodó sobre su
espalda, fijando su mirada en el techo—. ¿Alguna idea de la hora que es?
Tove se sentó y pasó las piernas por el borde de la cama.
—Amanecer.
—¿Cómo funciona?
—Crecí en una cueva con un árbol troll como madre —Su voz era aguda
mientras recogía su arco y su carcaj—. No sé cómo funciona. Así ha sido siempre
para mí —intentó explicar en un tono más suave.
El aire fresco entraba por delante, una señal bienvenida de que habían llegado
a la superficie. La luz difusa emanaba de una abertura en la distancia. Cuando por
fin llegaron al final del pasillo, sus escoltas los condujeron a través de un arco y Finn
salió al nuevo día.
El cielo era de un gris oscuro en el oeste, mientras que el sol brillaba en el este
detrás de la línea irregular de árboles, iluminando nubes distantes con brillantes
bordes anaranjados. Entraron en un camino de ramas elegantemente entrelazadas,
que giraban en espiral alrededor de la base del colosal roble.
Finn tuvo que inclinarse hacia atrás para contemplar la gran altura del árbol y
el enorme dosel que bloqueaba al cielo. La inmensidad del árbol era asombrosa. Era
al menos cuatro veces más grande que el Abuelo Oak en Innith Tine.
Siguieron a los guardias en una subida a lo largo de una escalera de caracol que
serpenteaba alrededor del tronco. Finn podría salvarles la larga y extenuante
caminata que les esperaba agarrando a Tove y volando hasta la cima. Dadas las
circunstancias, obviamente eso estaba fuera de discusión.
Las luces del interior iluminaban las vidrieras de color ámbar con un brillo
delicado. Aunque Finn admiraba la belleza oscura dentro del gran salón del Darfal,
el arte y la artesanía mostrados por los Elrinye eran mucho más deslumbrantes en
sus suaves curvas. A diferencia de los diseños duros y angulares de piedra y cristal
que preferían los Darfal.
Finn podía notar que sus poderes habían disminuido considerablemente. Sus
pieles pálidas como la luna habían perdido el lustroso brillo plateado que había
presenciado la noche anterior. La fuerza inquebrantable que había experimentado
cuando los capturaron los había abandonado. Les costaba respirar por la larga
subida.
Las preguntas de Finn fueron respondidas cuando llegaron a la cima y pisaron
una meseta cubierta de musgo del tamaño de un gran campo. Las ramas del Gran
Roble rodeaban el espacio abierto como dedos gigantes que se estiran desde una
palma extendida. Acunado en el centro mismo del agarre protector del árbol y el
dosel frondoso, estaba el Fuego Eterno.
Eran jóvenes como los Darfal, aunque mucho más vibrantes. Los Elrinye
emanaba una fuerza vital que pulsaba en el aire en ondas, zumbando sobre su piel
como el toque de miles de alas de abejas. La energía lo llamaba, tirándolo hacia
adelante. Sus escoltas Darfal no hicieron nada para evitar que Finn y Tove se
movieran hacia el círculo de Elrinye. Los elfos se separaron para dejarlos entrar en
su círculo.
La reina estaba sentada en un suave cojín de musgo verde fresco. Llevaba una
coraza de guerrera del oro más fino sobre un vestido vaporoso de colores rosa
ciruela. Su largo cabello rubio fresa caía en una trenza suelta por su espalda. Una
pequeña corona dorada de intrincados trabajos en metal comenzaba por encima de
la línea de sus cejas rubias y desaparecía debajo de su cabello. La luz del sol que
entraba a raudales a través de las ramas iluminaba las puntas de sus delicadas orejas
con cálidos tonos melocotón. Ella era a la vez pacífica y aterradora en su inquietante
belleza.
A diferencia de la reina Darfal, que podría haber pasado por una adolescente
en cualquier otro mundo, la reina Elrinye parecía una mujer de veintitantos años.
Lo que significaba que debía ser antigua.
—Me han dicho que deseas aprender nuestras costumbres para poder
convertirte en un miembro contribuyente de nuestras tribus —dijo la reina—. Todo
como un intercambio por lo que es sagrado y prohibido aquí en el Valle Mornavar.
A Finn no le gustó el sonido de eso. Dio un paso adelante, guiando a Tove para
que se pusiera detrás de él. —Sí, fui yo quien hizo esa oferta.
—Hemos tenido intrusos aquí que disimularon sus mentiras con buenas
intenciones. El engaño nos ha dejado un mal sabor de boca. No toleraremos las
mentiras.
Finn se tensó.
—Es muy tarde —La reina se volvió hacia un macho cuya apariencia coincidía
con la edad de Finn—. Ethlan, llévatela. Sabes qué hacer.
Finn se quedó allí de pie, destrozado y afligido por el dolor. Se volvió hacia la
reina.
—No está muerta —La serenidad de la reina enfureció a Finn—. No aún. Haz
lo que te pido y Ethlan te la devolverá.
La reina se levantó de su trono y se acercó a él, cada paso marcado con una
elegancia letal. Se detuvo a una distancia cercana, atrayendo a Finn hacia su vasta y
antigua mirada. Un fuego interior ardía dentro del oro de sus iris, llamas que
brotaban de los diminutos puntos de sus pupilas. Era como si estuviera mirando al
sol, cálido e ileso por sus rayos cegadores.
Esta era una fuerza sin nombre, aunque familiar: la fuente de la vida misma.
Eso que impregnaba todo lo que existía.
La disensión entre las dos razas no existió. El Gran Roble de la Llama Eterna
los unió, bendiciendo a cada tribu con un hogar. Dos reinos gobernados como uno
solo.
Extrañamente, aquí estaba ella, permitiendo que Finn la viera tanto como
quisiera. Sintió cansancio en su alma. Estaba cansada de luchar, tal vez incluso de
vivir después de existir durante eones. Aunque algo se había despertado. Su
presencia como un extraño inesperado había despertado en ella una curiosidad
latente durante mucho tiempo, y él compartía la misma emoción de un
descubrimiento nuevo y emocionante.
El fuego de Nueleth se desvaneció sin previo aviso. Finn volvió a ser sólido,
como si su cuerpo no se hubiera transformado en luz veloz hace solo unos segundos.
Finn estaba inmensamente agradecido por esta experiencia más placentera después
de haber sufrido el desmantelamiento de todo su ser dos veces antes. Aunque se
encontró anhelando la estimulante infusión de energía solar.
Finn nunca había visto nada tan hermoso y prístino como este valle.
—No, no lo estás.
—¿Qué te desconcierta?
La pregunta dolió.
—¿Cuestionas tu existencia?
—Todo el tiempo.
Su frente se alisó.
—Admiro tu coraje. No creo que yo pudiera vivir sin raíces. Mi linaje fluye a
través de mí, transmitiendo conocimientos ancestrales vitales. Sin eso, no tendría
ninguna guía ni propósito.
El viejo dolor regresó. Finn pensaba que había vencido el trauma de saber que
toda su historia era una mera fabricación. No lo había hecho.
—Tengo un propósito.
—Tienes su propósito.
—No, yo puedo…
—No me mientas. Tu miedo a ella es igual a tu amor por ella. Eso también te
hace peligroso.
—Nunca haría daño a los Falinorin —prometió Finn—. Sé lo que has sacrificado
para proteger el bosque y este valle. Si nos permites obtener lo que vinimos a buscar,
nos iremos y nunca regresaremos.
—Déjame ser clara. No estás aquí porque eres de los Druidas. La Orden no ha
sido bien recibida aquí desde que Mugloth profanó al Abuelo Oak. Estás aquí porque
derrotaste a Mugloth y sanaste al Abuelo Oak.
Finn asintió.
—Te daré el tiempo necesario para recolectar lo que necesitas antes de darme
tu respuesta final. Si dices que no, te irás con las manos vacías.
—No, ella se quedará con mi hijo hasta que tenga tu respuesta. Hasta entonces,
yo seré tu guía.
La reina se acercó hasta que sus brazos se tocaron. Su piel hormigueó por la
energía vibrante que ella irradiaba. Sonriendo ante su respuesta, tocó con un dedo
largo y delgado el dibujo del cardo. —
Conocemos esto como neanghaith. Crece en los campos cerca del lago.
Finn miró hacia el valle y el lago a lo lejos. Estaba a punto de sugerirle que
volaría y se reuniría con ella allí, pero ella lo envolvió dentro de su cono de fuego
antes de que él tuviera la oportunidad de hablar.
—Tienes una lengua afilada. Peor que cualquiera de estas espinas salvajes.
—La base del cardo es lo que necesitamos —Se elevó en el aire para ver por
encima de las plantas que atestaban su vista. Su ánimo decayó cuando se encontró
con un campo de flores púrpuras. Descendió lentamente, con cuidado de no volver
a arañarse—. Las flores aún no han dado semillas.
—No.
Finn suspiró. El solsticio de verano. Eso era al menos en dos semanas. Tendría
que encontrar una manera de escabullirse al barco para contarle a Fate y a los demás
sobre el retraso. No había forma de que Fate esperara más de una semana sin saber
de él antes de cargar con ambas armas encendidas. No quería pensar en el
derramamiento de sangre que resultaría de eso.
Solo un problema. Este era su primer día y era demasiado pronto para sacar a
relucir el tema de irse. Primero tenía que cimentar esta tenue alianza con Nueleth.
—Fodhael —Su boca se curvó con disgusto—. Crece en los estanques muertos.
No tiene propiedades que den vida.
¿Dónde había salido mal la conversación? Finn hizo todo lo posible por
controlar su pánico creciente.
—¿Debo creer que se irán sin tomar lo que vinieron a buscar? He escuchado
esto de humanos antes. Siempre mienten.
—Nos iremos con las manos vacías y en paz —Apenas alcanzó a hacer su
promesa antes de que ella lo arrastrara dentro de su energía ardiente. Esta vez no
hubo calidez, ninguna fusión pacífica. Fue excluido, catapultado a través del espacio
dentro de un huracán de ira, dolor y odio.
No tenía forma de luchar para salir. No tenía nada con qué luchar. Él era el
humo que cabalgaba tras la estela de su ardiente camino.
Capítulo 29
Tarde a la reunión
—No voy a esperar ni un segundo más —argumentó Fate—. Han pasado dos
semanas. Tenemos que bajar allí.
—¿Cómo propones que nos metamos con los Falinorin sin iniciar una guerra
muy desagradable? —preguntó Sithias. Miró a los demás en busca de apoyo, pero
nadie más habló.
Fate apretó los puños, luchando por evitar que el calor de su núcleo explotara
a la superficie. Estaba fuera de sí de preocupación por Finn. Él y Tove deberían haber
regresado al menos hace una semana. Ese fue el acuerdo. Una semana para negociar
una transacción pacífica con los Falinorin. Darles una semana más había sido
suficientemente tortuoso. No hacer nada era un infierno absoluto. Algo tenía que
haber salido mal ahí abajo. Por lo que ella sabía, ellos estaban...
Fate miró a Azrael que estaba sentado en el suelo de la cubierta afilando la hoja
de su sable. Había estado esperando en silencio un regreso a su última conversación,
pero ella había aprovechado cada oportunidad para asegurarse de nunca estar a
solas con él. Su preocupación por Finn había aumentado a un nivel insoportable.
Sus coqueteos con Azrael, sin importar cuán involuntarios fueran, la enfermaban de
culpa.
—Un líder debe aprender a reducir sus pérdidas para salvar lo que queda.
—¡Estoy de acuerdo! Todos nos vamos, o todos nos hundimos con el barco... —
Se calló, menos entusiasmada con la última parte.
Por mucho que Fate agradeciera el apoyo de su mejor amiga, sabía que Azrael
tenía razón. Ella no sería responsable de matarlos a todos.
—Esperaremos —Se atragantó con las palabras—. Les daremos una semana
más. Si no regresan para entonces, nos iremos.
—Whoa, whoa, whoa —Darcy había estado en la popa del barco, mirando el
bosque de espaldas a todos. No se había molestado en agregar una sola palabra a la
conversación hasta ese momento. Se volvió y caminó hacia adelante—. ¿Realmente
vas a ceder así?
—¿No lo es? —La mirada de Darcy se deslizó hacia Jessie—. Luchaste contra
Fate cuando Kaliena te tenía toda recargada. Sabes lo que puede hacer.
—Así es. Todos vimos lo que puede hacer Fate. Acabó con la mitad de la flota
de Kaliena. Decenas de miles de monstruos soldados destruidos en menos de diez
minutos.
—¡Esa no fui yo! —gritó Fate esta vez—. No recuerdo eso porque fue Ananke
quien arrasó con los ejércitos de Kaliena.
—Entonces sabes que es una mala idea dejarla salir. ¿Y no es eso lo que en
última instancia estamos tratando de prevenir al venir aquí? —señaló Fate.
Fate resopló.
—¿Cómo qué?
—Si todo lo que tuviéramos que hacer fuera redactar una solución, ninguno de
nosotros estaría aquí ahora mismo. Recuperaría a Eustace. Tendrías a Mason.
Lincoln también estaría vivo. Pero siempre hay consecuencias en el uso de las
Palabras de Creación. ¿Sabes por qué es eso, Darcy?
—¿Ahora lo entiendes?
—Usamos brujería. Te garantizo que los Falinorin no sabrán qué los golpeó.
—Estoy escuchando.
—Me gusta la idea, pero me sentiría más segura con los disruptores de
visibilidad que nos proporcionó Brune.
Lo que Darcy decía tenía demasiado sentido, algo que puso a Fate más nerviosa
que nunca.
—¿Por qué no les ofreciste esto a Finn y Tove? ¿Podrías habernos ahorrado
semanas de preocupaciones al mencionar esto antes de que bajaran allí?
—El cardo crece en el valle cerca del lago y la hierba al otro lado de las
montañas Glor'ner en los pantanos que bordean el robledal que nos mostraste en el
mapa.
Fate respiraba con dificultad, demasiado llena de furia ardiente para aguantar
mucho más tiempo.
—Oye, mírame.
Fate se inclinó hacia un lado para ver a su alrededor, pero Jessie se interpuso
en el camino.
—No hay necesidad de perder el control todavía. Estoy segura de que Darcy
tiene una explicación perfectamente buena para todo esto —Miró por encima del
hombro—. ¿Verdad, Darcy? ¿Qué Finn y Tove bajaran allí es parte de este plan
maestro tuyo?
—Entonces, ¿por qué no han vuelto? —dijo Fate a través de sus dientes
apretados.
El furioso calor disminuyó lo suficiente como para que Fate sintiera el aire
fresco en su piel y aclarara su cabeza.
—Será mejor que Finn y Tove estén vivos. E ilesos. ¿Me escuchas, Darcy?
—Fuerte y claro.
Fate miró a Azrael y Sithias mientras caminaba hacia el borde del bote. Sithias
estaba inquieto, como siempre que estaba ansioso. Azrael la miró con calma,
aparentemente imperturbable por su cercana detonación. Se volvió y apoyó la
espalda contra la barandilla.
—Una cosa es tomar algunas plantas sin que los Falinorin se den cuenta, pero
se darán cuenta con un unicornio raro y único. Y sabrán que fuimos nosotros.
Matarán a Finn y Tove por eso. Tenemos que liberarlos antes de ir tras el unicornio.
Él asintió.
—Como desees.
Como ella, su espeso cabello ébano estaba recogido en una larga trenza para
facilitar el uso del casco. Aunque el casco no hacía nada para evitar que las gotas de
lluvia le cayeran por la nariz. No es que pareciera molesto por el aguacero.
Él asintió.
—El agua del cielo es una rara bendición que disfruto mucho.
—El aire fresco es otra bendición bienvenida de la que no puedo verme cansado
—Levantó la mochila de aeronauta y pasó los brazos por las correas, intentando
abrochar la maraña húmeda, pero con poco éxito.
—No dirías eso si fuera invierno. El aire helado mezclado con lluvia es
miserable. Bueno, en realidad esa combinación suele significar nieve, pero créame,
no es buen tiempo para estar afuera a menos que haya un fuego tibio y una taza de
chocolate caliente esperándote después de una excursión convenientemente corta.
Como un paseo desde el coche hasta la casa.
—Aquí, déjame ayudarte con eso —Ella rodeó su cintura, sintiendo la correa
que necesitaba llevar a la hebilla del centro del frente. Con tan poco espacio entre
ellos, tuvo cuidado de mantener la mirada fija en sus manos. Cuando terminó, dio
un paso atrás. Dos puntos de calor ardieron en sus mejillas cuando se dio cuenta de
que él la miraba divertido.
—Gracias —dijo.
—No hay problema —Cogió la bolsa maloliente de hierbas y cristales que Darcy
había preparado para cada uno de ellos. Estaban atadas con largas tiras de cuero
para usar como collares. Fate hubiera preferido llevarla en su bolsillo para poner
cierta distancia entre la bolsa y su nariz.
Por supuesto, Darcy había insistido en que se usaran alrededor del cuello y
sobre sus corazones, algo sobre cómo debían estar en el centro de sus campos
áuricos para ser completamente efectivos. Sin embargo, Fate tenía sus dudas. Sería
muy propio de Darcy torturarla, incluso de alguna manera pequeña.
Fate guardó la bolsa dentro del peto de su armadura de cuero, con la esperanza
de eliminar el hedor a mermelada de dedos de los pies y mantequilla de maní rancia.
—No estoy segura de esto. ¿De verdad vamos a confiar en que estas bolsas
pútridas nos harán invisibles? En todo caso, los Falinorin seguramente nos olerán,
incluso si no pueden vernos.
—Mi madre ha trabajado con hierbas y piedras preciosas desde que tengo uso
de razón. Si se usan con conocimiento, son sorprendentemente poderosas.
Fate asintió de mala gana.
—¿Estás listo?
Azrael apretó el botón de encendido, haciendo que las delgadas alas metálicas
se convirtieran en un borrón vibrante. Fate había considerado usar las Palabras de
Creación para darle la habilidad de volar, tal como lo había hecho originalmente con
Finn. Sin embargo, cuando llegó el momento de hacerlo, no pudo seguir adelante.
Tal vez era culpa, pero por alguna razón parecía que sería desleal o superficial darle
a Azrael el mismo poder que le había dado a Finn.
Fate saltó a la barandilla antes de caer por el borde. Las gotas de lluvia le
picaron en la cara mientras se nivelaba para rozar las copas de los árboles. El aire de
la mañana era frío mientras aceleraba hacia el valle, con Azrael manteniendo el paso.
—Nunca había visto algo así —El asombro en la voz de Azrael le provocó otra
sonrisa.
—Habiendo vivido toda mi vida en el desierto, admito que este viaje a una
tierra de maravillas es una aventura bienvenida.
—Dice el chico nacido en una ciudad enjoyada que flota sobre un desierto lleno
de monstruos de arena.
Azrael sonrió ampliamente, algo que no hacía a menudo, una delicia
embriagadora que hizo que su corazón latiera con fuerza. Rápidamente volvió su
mirada hacia el Gran Roble.
Azrael se elevó más alto en el cielo para evitar el Gran Roble. Fate no esperaba
volar directamente sobre el árbol, pero podía ver claramente que él planeaba
hacerlo.
Su voz llegó a través de los auriculares del casco, baja pero decidida.
Mientras pasaba junto al árbol, la cálida luz ámbar del enorme cristal la
distrajo. Impresionada por las llamas que lamían los lados vidriosos, redujo la
velocidad, luchando contra el impulso de volar hacia la luz que le invitaba a
refugiarse de la lluvia fría y persistente.
Las ramas exteriores del Gran Roble eran tan gruesas como troncos de árboles
normales, y se hinchaban mientras ella lentamente flotaba más profundamente bajo
el dosel frondoso, donde la lluvia se disminuía a una ligera llovizna de suaves gotas
de lluvia. Ramas masivas acunaban un plano cubierto de musgo con el cristal en el
centro, creando un entorno impresionante similar a una catedral, completamente
protegido de los elementos.
Fate aterrizó en una rama tan grande como un puente de dos carriles, donde
finalmente pudo ver los rostros de los elfos. Eran hermosos y de otro mundo. Sus
ojos se iluminaban con las mismas llamas ámbar doradas que ardían en el cristal.
De la misma manera en que los ojos de Finn brillaban con un fuego interior cada vez
que estaba emocionado. Aunque con estos seres, la luminosidad de sus ojos se hacía
aún más sorprendente por la piel del color de la ceniza oscura con tintes terracota.
No había señales de la raza hostil que Finn y Tove habían temido que pudieran
ser. Estaban trabajando pacíficamente. Algunos estaban ensartando exuberantes
flores y vegetación de verano, mientras que otros colgaban las guirnaldas
terminadas alrededor de los bordes exteriores de la suave meseta cubierta de musgo.
Linternas con luces brillantes colgaban de las ramas más bajas y se colocaban
cristales brillantes alrededor de los bordes. Incluso había risas y conversaciones
entre los elfos, aunque el transmodulador le estaba dando a Fate traducciones tan
confusas que finalmente lo apagó.
Fate se relajó un poco. ¿Sus preocupaciones habían sido en vano? Escaneó los
diferentes grupos de elfos, buscando el cabello sable de Tove y el dorado oscuro de
Finn, mechones ondulados entre los variados tonos de cabello color fuego que todos
los elfos tenían en común.
Ahogó un grito ahogado cuando vio a Finn sentado lejos de los demás. Estaba
situado a un lado de un trono de ramas florecidas trenzadas en elaborados diseños.
La mujer sentada en el trono solo podía ser la reina. Ella observaba la actividad con
un aire de indiferencia complacida.
O un amante.
—Fate —La voz de Azrael hizo que se congelara en su lugar—. No hagas esto.
Una ruptura repentina del encantamiento puede dañar a Finn.
—Espérame —El rugido en los oídos de Fate apagó la voz de Azrael. Con la
mirada fija en la reina, se movió. Azrael la estrelló contra el suelo mientras su puño
pasaba a un pelo de golpear a su objetivo.
Furiosa, Fate lo empujó con tanta fuerza que Azrael se estrelló contra una de
las enormes ramas del roble, aplastando las alas de su mochila de aeronauta.
Gracias a su furia desbocada, los Falinorin sabían que estaban allí, incluso si
no podían verlos. Ella miró a Finn. No se había movido en absoluto. Sus ojos estaban
enfocados en las llamas del cristal, perdido en un sueño y completamente
inconsciente de su entorno.
Los guerreros no tardaron más de unos segundos en darse cuenta de que ella
y Azrael habían saltado a ramas más altas. Apuntaron hacia el dosel y dejaron volar
sus flechas.
Esquivándolas a través de las gigantes ramas, Fate voló más alto en el árbol
mientras Azrael saltaba de una rama a otra, trepando a las regiones más altas del
roble. Luego escuchó un gruñido de dolor a través de sus auriculares. Su corazón
casi se detuvo cuando miró hacia atrás y lo vio caer con una flecha alojada en su
pecho.
Fate se lanzó tras él, forzando sus músculos para ganar velocidad. Demasiadas
ramas la bloqueaban y él se perdió rápidamente de vista. En el momento en que salió
del dosel, lo vio caer en picado hacia el suelo. Impulsada por el pánico puro, voló en
picado, con los brazos extendidos, cerrando la distancia entre ellos con pura
voluntad.
Cuando lo alcanzó cerca del fondo del roble, se agarró a su cintura y tiró hacia
arriba. Pero era demasiado tarde para salir de la caída por completo y se estrelló
contra la tierra dura, torciendo su cuerpo debajo de él a tiempo para absorber el
impacto.
La lluvia cayó en sus ojos mientras examinaba el dosel del roble, rezando para
que los elfos pensaran que todavía estaban subiendo y no se dieran cuenta de que
habían caído. Parecían estar a salvo por el momento, pero eso no duraría.
Otros se movieron a la base del árbol, de espaldas a ella y demasiado cerca para
notar si ella tocaba el suelo. Esperar a que se fueran no era una opción. Necesitaba
sacar a Azrael de allí y rápido. Era un milagro que hubiera sobrevivido a la caída en
absoluto. Pero temía que cualquier movimiento repentino pudiera matarlo. Moverlo
tendría que hacerse con mucho cuidado y lentamente, y solo eso probablemente
revelaría su posición antes de que ella pudiera escapar.
Si no estuviera lloviendo, podría sacar su bloc de notas para usar las Palabras
de Creación para un escape seguro, pero la tinta se mancharía tan pronto como
pusiera la pluma sobre el papel.
Pasó una hora mientras se estremecía bajo la lluvia, viendo a los guerreros
buscarlos en círculos pequeños y repetitivos. Se inclinó sobre Azrael para protegerlo
tanto como pudo del implacable aguacero. La habitual calidez oscura de su piel se
había vuelto pálida. Se estaba quedando sin tiempo rápidamente.
Pasó otra hora antes de que las nubes oscuras se separaran y la lluvia
terminara. La luz del sol entró a raudales, disolviendo la penumbra gris y neblinosa,
revelando los colores vibrantes del bosque, pero aún así los guerreros se
mantuvieron firmes en su búsqueda restringida. En todo caso, la luz del sol parecía
haber aumentado su urgencia, porque escudriñaban el suelo como si esperaran
encontrarlos en cualquier momento.
Tensa y aún más en guardia, Fate buscó a tientas con dedos helados para
desabrochar uno de los bolsillos de su cinturón de herramientas. Sacó su libreta y
bolígrafo, le temblaban las manos mientras escribía las palabras que llevarían a
Azrael a un lugar seguro.
Fate tiró su mano hacia atrás. Al mismo tiempo, las convulsiones de Azrael
terminaron y se quedó aterradoramente inmóvil, todo mientras algo se movía
debajo de la capa que ella había arropado a su alrededor. Los pelos de la parte
posterior de su cuello se erizaron cuando agarró la capa y se la quitó.
Fate se estremeció y miró de un lado a otro. Los gusanos estaban por todas
partes, subiendo por el barro, deslizándose hacia ellos.
Fate notó que su bolígrafo sobresalía del barro y lo agarró. Apretó la punta en
la palma de su mano y gritó de frustración. La tinta no se pegaba a su piel húmeda.
Se pasó la mano por los pantalones húmedos y luego la agitó frenéticamente para
secarla. Empujó el bolígrafo con fuerza en su piel, lista para sacar sangre si era
necesario. Afortunadamente, la tinta se pegó esta vez.
—Oh, querida —Miró a Fate y se puso de pie—. ¿Qué pasó ahí abajo?
7
Película famosa de los 80 sobre unas pequeñas y extrañas criaturas peludas
madera agrietados tenían forma esquelética con bocas con largos colmillos.
Vadearon en las piscinas, sus largas piernas nudosas hundiéndose hasta las rodillas
anudadas mientras se abrían paso a través del lodo.
Metiendo la hierba del pantano en su bolso con una mano, Fate se puso de pie
y desenvainó su espada con la otra. Jessie ya había sacado su espada, su postura de
batalla lista para cuando cruzaran los pantanos.
Un fuerte golpe desde atrás envió a Fate a volar por el espacio. Antes de que
pudiera enderezarse, se estrelló contra una de las criaturas. La agarró, sus dedos se
alargaron, serpenteando como enredaderas alrededor de su pecho.
—¡Jessie, sal de aquí! ¡Consigue ayuda!
—¡De ninguna manera, no te voy a dejar! —Jessie esquivó el latigazo de una
criatura arbórea y devolvió el golpe, cortándole el brazo, una herida inútil, porque el
brazo volvió a crecer casi con la misma rapidez.
—¡Yo puedo cuidar de mí misma! —gritó Fate—. Ve, estaré justo detrás…
La criatura apretó su agarre, cortándole el aire.
Jessie se movió entre las criaturas de los árboles, sus movimientos
perfeccionados por las mejoras del Ojo de Dragón en su sistema nervioso.
El poder interno de Fate se encendió, pulsando calor y furia a través de su
torrente sanguíneo. Presionando sus brazos contra sus ataduras, gritó en un
esfuerzo por romperlas. El agarre de la criatura se aflojó lo suficiente como para
darle esperanza.
Una cosa espantosa de baba y lodo salió del agua y se aferró a la criatura del
árbol con garras afiladas. Goteando con lodo negro verdoso, su rostro espantoso se
acercó al de Fate. El horror se deslizó por sus entrañas mientras miraba a los ojos
globulares del color de la enfermedad y la muerte. Su boca se abrió, unas fauces
oscuras unidas por hilos de reluciente cieno.
Y luego exhaló, una niebla verde fétida y enfermiza que se aferró a la parte
posterior de la garganta de Fate y ardió con una sensación aterradora y
desgarradora. Sintió que las células y el tejido se inflamaban con la infección. Su
garganta se cerró, haciendo casi imposible respirar. Su cráneo palpitaba de fiebre.
Los golpes le nublaron el cerebro.
El monstruo del pantano giró su cabeza espantosa, fijando su mirada venenosa
en Jessie, quien se abrió camino a través de las criaturas de los árboles, cortando
ramas que volvían a crecer rápidamente. El monstruo saltó en dirección a Jessie,
agarrándose a otra criatura arbórea antes de saltar a la siguiente.
Jessie estaba de espaldas sin tener idea de lo que se avecinaba.
Fate abrió la boca y gritó una advertencia que no fue más que un leve gorgoteo.
Una oleada de náuseas se apoderó de ella mientras luchaba por levantarse. El
esfuerzo solo la debilitó aún más. De repente, la cabeza le pesaba demasiado para
levantarla y tenía las extremidades como plomo. Perdió de vista a Jessie y se
derrumbó en un tembloroso montón. Todo se había convertido en un borrón de
movimiento oscuro y difuso.
Los pensamientos de Fate se centraron en cada fracaso que la había llevado a
lo que sin duda era el final de su vida. ¿Dónde había ido tan terriblemente mal para
haberse perdido tan completamente? Cuando miraba hacia su pasado, todo lo que
vio fue un camino de obstinación y decisiones apresuradas. Ciertamente había
pagado por sus errores, aunque no tan caro como los más cercanos a ella. Ahora
Jessie moriría junto a ella en este pantano.
Su mayor arrepentimiento siempre sería Finn. Su amor por ella nunca había
vacilado, mientras que su amor por él había sido imperfecto, impuro. Anhelaba
decirle lo horriblemente equivocada que había estado. Que ella lo amaba y que
nunca dejaría de amarlo. Ni en este mundo ni en el próximo.
Un dolor insoportable pesaba sobre Fate, hundiéndola en la profunda y oscura
tumba de su mente. Era demasiado tarde para cambiar nada. Todo lo que pudo
hacer fue rendirse a la marea negra y fría que se alzó para tragarla.
Fate se dejó llevar y no supo más.
Capítulo 32
Las Dríadas de Glyndaer
Al mismo tiempo, estaba por encima de todo, distante como estaba el sol del
planeta. Libre de recuerdos tristes y del corazón roto que recordaba las batallas que
había luchado para aferrarse a lo que nunca había sido suyo. La pérdida era extraña
en este elevado plano. Aquí, solo había pertenencia.
—Finn.
—Lo siento.
Su voz era tan débil ahora. De manera alarmante. Algo estaba terriblemente
mal. Finn ya no podía volar por encima de todo, como tampoco un pájaro podía
resistir la fuerza de la gravedad cuando se le cansaban las alas.
—Soy tuya. Siempre he sido tuy...
—Luz del Verano —confirmó Finn. El día de luz más largo, cuando el sol está
en su mayor fuerza. Cerrando los ojos por un segundo, recordó la euforia de bañarse
en las energías del sol. A pesar de lo hermoso y sagrado que era este lugar, palidecía
en comparación con el lugar de donde se había separado hace solo unos segundos.
—Tú eres fuerte —Se quedó de pie con una mirada de nostalgia en sus ojos
luminosos—. No he conocido a nadie que se haya liberado del sueño tan pronto.
—El tiempo no tiene sentido aquí. Dejamos que la tierra, la luna y el sol nos
muestren el paso del tiempo a través del cambio de estaciones.
La desesperación tensó los músculos del pecho y los brazos de Finn. Todavía
estaba en la niebla. No había forma de saber cuánto tiempo había estado "soñando".
Ciertamente no era nuevo en el concepto de tiempo perdido. Todas las leyendas de
antaño hablaban de humanos atrapados en el reino de las hadas durante lo que
pareció un día, pero había sido toda una vida o más. Muchos habían regresado para
encontrar las tumbas desgastadas de sus familias.
Finn estaba plagado de dudas y confusión. ¿Había escuchado la voz de Fate
hacía solo unos momentos? ¿O había sido hace siglos?
—¿Detectaron?
—No. Los perforamos. Ellos cayeron. Creemos que los luhgmoors acabaron
con sus vidas.
El primer pensamiento de Finn fue mentir y decir que nadie más vendría.
Desafortunadamente, el lenguaje antiguo era transparente. No había lugar para el
engaño.
—Tres, a menos que Tove escapara. Entonces habría cuatro —Esperó a que ella
le hiciera más preguntas. Cuando ella no lo hizo, presionó para obtener más
respuestas propias—. ¿Tove escapó?
—No. Mi hijo le ha tomado simpatía.
Tove nunca se acomodaría en los brazos de un extraño tan rápido. Apretó los
dedos en puños, con ganas de golpear algo.
—Encuentro eso difícil de creer, dado lo temerosa que era de los de tu clase.
—No somos injustos —Dio un paso adelante y le pasó una mano por el pelo.
Finn toleró su toque solo porque quería más información—. Como mi hijo, me he
ablandado contigo, a pesar de que ambos son humildes humanos. Si lo deseas,
puedes hacer un hogar aquí. Conmigo. Con la tribu y el Gran Roble.
¿Podía confiar en sus sentimientos? ¿O estaba bajo algún tipo de hechizo? Las
dudas volvieron a invadirlo para nublar su pensamiento. Mientras luchaba por la
claridad, las enseñanzas de su abuelo regresaron.
Nueleth pasó un dedo por un lado de su cara. Un cálido hormigueo palpitó bajo
su toque. Una promesa de más placeres sensoriales, si él lo desea. —Sí, serás tan
libre como cualquier Elrinye aquí —respondió.
Finn asintió.
Nueleth hizo un gesto con el brazo ante la belleza que los rodeaba.
—Te ofrezco una vida de mucho más valor que cualquier cosa que hayas
conocido anteriormente.
Ella se quedó callada un momento y él supo que estaba viendo lo que había en
su corazón. Que su preocupación por Fate y ayudarla era todo lo que podía ver en
ese momento.
—Planeas irte.
Finn miró hacia el cielo. La mano de Nueleth en su brazo atrajo una mirada
reacia hacia ella.
—Esperaré una respuesta a tu regreso —Toda ternura había desaparecido de
su voz.
—Y la tendrás —Con eso, se disparó a través del dosel, trepando hacia el cielo
azul, donde finalmente fue libre. Por el momento.
Voló lejos, esperando hasta que pasó el Valle de Mornavar antes de aterrizar
en una loma, donde el bosque se extendía más allá de él hasta donde alcanzaba la
vista. Arrodillándose, colocó su mano en el suelo, hundiendo los dedos en la tierra
húmeda mientras empujaba sus sentidos profundamente en la tierra, a través de
rocas sólidas y cuevas subterráneas atravesadas por manantiales frescos y
cristalinos.
Por lo general, su conexión con Fate era inmediata, pero no había nada. Su
concentración tartamudeó cuando el miedo se apoderó de él.
Finn voló sobre la arboleda, buscando un claro en algún lugar entre los robles,
desde donde tendría una vista de hacia dónde estaría volando. Finalmente encontró
una abertura en el centro mismo del dosel sólido de hojas exuberantes.
Inclinándose sobre una rodilla, hundió los dedos en la tierra blanda debajo de
una manta de bellotas y hojas secas y quebradizas del verano pasado. Su conciencia
recorrió la tierra en busca de Fate. Se preparó para otro diluvio de emociones, pero
el violento maremoto nunca llegó.
Tan pronto como Finn rompió la conexión, sintió una restricción dolorosa
alrededor de sus tobillos. Raíces lo ataron al suelo y estaba furioso por estar
demasiado distraído para darse cuenta.
Gruñendo de rabia, luchó por romper las raíces solo con resistencia y fuerza.
Esto solo las hizo apretar su agarre hasta que temió que sus costillas se aplastaran
contra sus pulmones. Hambriento de oxígeno, las estrellas bailaron a través de su
visión.
Finn finalmente dejó de luchar y las raíces se aflojaron lo suficiente como para
permitirle respirar de nuevo. Fue entonces cuando finalmente se revelaron.
Tenían una buena forma, especialmente las hembras, con rasgos finos y
agradables y cuerpos flexibles. Cualquier similitud con los humanos terminaba ahí.
Sus ojos eran grandes, como los de un ciervo y de un color cálido y oscuro, que
variaba del castaño al ébano y de todos los matices intermedios.
Dríadas. Finn los conocía por las enseñanzas de su abuela. Se sabía que eran
pacíficos siempre que los árboles y la tierra que tendían permanecieran vírgenes.
Cualquier descripción, como hacha contra árbol o cosechar plantas sin un
intercambio justo, provocaba su ira.
—Soy el Rey Lorberos de Glyndaer. ¿Por qué has traspasado mis dominios?
—Como es nuestro camino. Aunque matar a este intruso resulta difícil cuando
no debería.
Hace un tiempo sin edad, las dríadas de Glyndaer nacieron del Gran Roble.
El árbol conectaba a estas dríadas nobles con las Shrilgresh, las dríadas salvajes
nacidas de los muchos y variados árboles del bosque de Feldoril. La paz y la
armonía era todo lo que habían conocido.
—Sí, lo hice. Vine a pedir permiso para cosechar las semillas de cardo y un
pequeño corte de las hierbas de los pantanos. —Empezó a explicar que para eso
había venido Fate, pero el ceño del rey Lorberos se profundizó.
Brairdul.
Luego vinieron los Primeros Árboles, los Abuelos de los bosques y la voz de la
Mente Terrestre. La tierra misma dio a luz seres mágicos fae conocidos por
algunos como dríadas, sprites, duendes, faunos, gnomos y ninfas que cuidaban la
flora emergente y los cuerpos de agua prístinos. A medida que la magia
aumentaba, aparecieron más criaturas. Una de esas criaturas fue el unicornio.
La muerte no era parte de esta edad dorada de magia y unidad. No hasta que
el Eldritch Gloom emergió al mundo. De repente, hubo oscuridad donde solo había
luz. Nadie sabe de dónde vino, solo que la paz puede convertirse en caos y la magia
puede volverse distorsionada y siniestra.
El Eldritch Gloom se extendió, corrompiendo lo que una vez había sido puro
en cosas horribles. Nació una horda malvada, dando a luz al más vil de los
monstruos, criaturas sedientas de sangre que acechaban en las sombras y
atacaban a los inocentes.
El rey unicornio perdió gran parte de su rebaño a causa del Eldritch Gloom.
Aquellos que no pudieron escapar de su alcance contaminado se convirtieron en
kelpies, criaturas marinas hambrientas de la carne de cualquiera lo
suficientemente tonto como para ser engañados para que cabalguen sobre sus
malvadas espaldas y los arrastren a una muerte oscura y acuosa.
Se celebró un consejo entre la gente de las hadas, los Antiguos, los Primeros
Árboles y el rey unicornio. Pasaron muchos días de deliberación antes de que
llegaran a una terrible solución. El Eldritch Gloom debe estar contenido dentro de
un recipiente viviente lo suficientemente poderoso como para contener la
oscuridad y detener la propagación.
El dolor se apoderó de la tierra el día en que este valiente y noble corcel corrió
precipitadamente hacia la oscuridad total del Eldritch Gloom. Cuando todo lo que
quedó fue oscuridad, se pensó que el rey unicornio se había sacrificado por nada.
Las estaciones pasaron una tras otra antes de que se hiciera evidente que Eldritch
Gloom estaba disminuyendo, poco a poco. Hasta que llegó el día en que todo lo que
quedó fue un unicornio, negro como la noche y horrible de ver.
Así fue cómo surgió Brairdul. Un salvaje unicornio negro que galopaba entre
los pliegues del crepúsculo, donde pocos podían seguir. Y así, el Brairdul se volvió
loco, rey de la noche, tan inalcanzable como las estrellas.
Los Primeros Árboles enviaron una llamada por toda la Tierra a cualquier
hada lo suficientemente fuerte como para atrapar y acorralar al Brairdul. Para
entonces, los humanos estaban conquistando el desierto y algún día podrían
encontrarse con Brairdul y matarlo, como era su manera. Esto era impensable.
Destruir el recipiente liberaría el Eldritch Gloom, lo que le permitiría terminar de
barrer el mundo en la oscuridad y todos los males que crearía a su paso.
Por fin, los Falinorin atraparon al Brairdul, pero exigieron una recompensa
por sus esfuerzos. Deseaban el Valle de Mornavar y el Gran Roble como su nuevo
hogar. El Gran Roble y el consejo de los Primeros Árboles estuvieron de acuerdo.
Este fue un pequeño precio a pagar por garantizar la seguridad del mundo.
Lamentablemente, los Glyndaer pagaron el precio más alto al verse obligados a
abandonar su árbol de nacimiento.
La historia del Brairdul se desvaneció cuando el rostro furioso del rey Lorberos
se enfocó nítidamente. Todas las piezas habían caído en su lugar. Finn entendió
ambos lados. Aunque estaba molesto con Nueleth por no pronunciar nunca el
nombre de Brairdul. Si alguien fue culpable de mentir por omisión, era la reina
Elrinye. Ella nunca tuvo la intención de llevarlo a ningún lado cerca del unicornio
negro y esto lo enfureció.
—No vine aquí para cazar al Brairdul —dijo Finn—. Vine a tomar un solo pelo
de su melena.
—Tu intención de querer lo que crees que es una pequeña cosa, es noble, pero
nada bueno vendrá de ninguna parte del Brairdul. No te haré responsable de la
transgresión del otro. Te puedes ir —La dríada empezó a alejarse.
—Muy bien. Retendremos al prisionero hasta que hayas devuelto lo que alguna
vez fue nuestro.
La consternación de Finn fue tan grande que apenas podía pensar con claridad.
—¿Cómo esperas que haga que los Falinorin abandonen el Gran Roble? Nunca
entregarán el árbol.
—Está hecho.
—¿Desconfías de mi palabra?
El rey hizo una pausa y luego hizo un gesto para que lo liberaran.
—Sígueme.
El paso del rey Lorberos fue rápido y firme mientras conducía a Finn a través
de la arboleda. Las otras dríadas presentes aparentemente desaparecieron detrás de
ellos. En el camino otros dieron a conocer su presencia alejándose de los troncos de
los enormes robles para verlos pasar. Los Glyndaer estaban por todas partes dentro
de la arboleda, pero optaron por permanecer ocultos en su mayor parte.
Cuanto más viajaban, más crepitaban los silenciosos rincones del pantano
desde todas las direcciones con el sonido de la madera al romperse, mientras
innumerables dríadas salvajes se despegaban de los árboles sin vida para darse a
conocer.
Entraron en la torre, donde la atención de Finn fue atraída hacia arriba por el
brillo de la luz en lo alto. Las paredes interiores estaban cubiertas con las alas
luminiscentes y revoloteantes de millones de polillas, la fuente del resplandor
amarillo verdoso que había visto desde más lejos.
Su mirada cayó al suelo y su corazón casi se detuvo cuando vio a Fate. Corrió y
se arrodilló a su lado. Aspiró puro terror cuando vio su rostro. Su piel era de un
blanco hueso, sus labios incoloros. Sostuvo su oreja junto a su boca. Cuando escuchó
el más leve suspiro, sus pulmones se llenaron de alivio.
Ninguna respuesta.
—A menos que me permitas curarla antes de que sea demasiado tarde, nuestro
acuerdo está cancelado.
—¡Entonces hazlo!
—¿Y si ella muere antes de que yo pueda hacer mi parte? —A Finn le mató
incluso decir las palabras.
—Tienes mi palabra de que se mantendrá viva y será completamente sanada
tras el cumplimiento de nuestro acuerdo.
—Tu palabra —refunfuñó Finn en español. Se inclinó y besó los labios de Fate,
su pecho dolía por lo fría que estaba al tacto—. Mantente viva, amor. Volveré por ti.
Finn se puso de pie y entrecerró los ojos en el rey, que dio un paso hacia atrás.
Finn sabía que sus ojos se habían oscurecido como siempre lo hacían cuando se
sentía asesinamente enojado.
Cualquier indicio de miedo que el rey Lorberos había mostrado ahora había
desaparecido. La misma expresión inflexible regresó cuando le dio a Finn un
resuelto asentimiento, hecho desdeñoso por una abrupta salida.
Luchando contra el deseo de tomar a Fate en sus brazos y escapar con ella,
Finn abandonó la torre a regañadientes y saltó en el aire. Su corazón ardía de rabia
mientras atravesaba la niebla y se liberaba del dosel enredado que mantenía el
pantano en la sombra.
Finn no tenía idea de cuánto tiempo había pasado cuando el barco apareció a
la vista. Solo que el sol comenzaba a ponerse cuando aterrizó en la cubierta detrás
de Sithias, quien caminaba y murmuraba para sí mismo.
Sithias se dio la vuelta con el ligero golpe de las botas de Finn y gritó.
—¡Oh mí! Señor, ¿de dónde vienes? ¡Eres la última persona que esperaba ver!
—No quise decirlo de esa manera —Sithias palmeó a Finn con delicadeza en los
brazos—. Me siento aliviado de verte, por supuesto. Hemos estado terriblemente
ansiosos por ti y Tove —Miró a su alrededor—. ¿Está ella contigo?
—No, ella está siendo retenida por los Falinorin hasta que yo regrese. Pero no
es por eso que he venido. Fate está en problemas.
—¡Lo sabía! —Sithias tembló—. Ella y Jessie fueron a los pantanos y
prometieron regresar antes del anochecer —Miró su reloj de bolsillo—. Que es
menos de una hora a partir de ahora.
—¿Sabes sobre eso? Fate dijo que estabas en trance o algo así. Temía que
estuvieras encantado, tal vez incluso enamorado de la hermosa reina de los elfos —
Guiñó un ojo con complicidad—. Le aseguré a Fate que tu corazón le pertenece a ella
y solo a ella.
Finn encontró consuelo al saber que Fate estaba celosa. Probablemente más de
lo que debería, pero estaba bien con eso, dadas las circunstancias.
—Siempre puede contar conmigo, señor —Sithias sonrió con afecto mientras
bajaba la escalera delante de Finn—. ¡Mira quién está atrás! —anunció alegremente.
Finn se sentó en uno de los colchones que rodeaban el centro abierto, ahora
lleno de libros, mochilas y armas.
—Vengo con noticias urgentes.
—Sí. No puedo decir qué le pasó a Jessie. Solo que no la vi allí. Pero Fate fue
capturada y envenenada por Shrilgresh, las dríadas salvajes de los pantanos.
—¿La dejaste allí? —Azrael se apresuró a ponerse de pie, pero sus piernas
cedieron y cayó sobre el colchón. Frunció el ceño a Finn—. Eres un cobarde.
—No lo entiendes. Los Shrilgresh están por todas partes en los pantanos y son
despiadados. No serán forzados. Solo terminaremos muertos por nuestros
esfuerzos.
—La muerte no me asusta. Es mejor que muera tratando de salvar a Fate que
vivir y nunca intentarlo.
—¿Te asusta saber que Fate seguramente morirá si luchamos contra ellos? —
preguntó Finn.
—Eso pensaba —Finn se inclinó hacia adelante—. Créeme, Fate está lo más
segura que puede estar por el momento. Hice un acuerdo con el rey dríada —
continuó contando a Azrael, Sithias y Darcy sobre su descubrimiento de los
Glyndaer y su historia con los Falinorin.
—¿Cómo planeas expulsar a los Falinorin del Gran Roble? Por lo que has
descrito, están firmemente arraigados al árbol.
—Eso es para lo que estoy aquí. Tenemos que poner nuestras cabezas juntas en
esto y elaborar un plan infalible.
—¿Soy la única aquí que está dispuesta a decir la verdad? —Darcy miraba a
cada uno de ellos—. Una antigua diosa que ha estado determinando destinos desde
los más débiles hasta los más poderosos, a lo largo del tiempo, ha poseído a Fate y
espera emerger para poder destruir el mundo tal como lo conocemos. Fate apenas
es capaz de controlarlo. Ella es una bomba de tiempo. ¿Quién necesita enemigos
cuando tienes amigos así?
—Los amigos no se dan por vencidos con los amigos —Sithias se cruzó de
brazos, pareciendo a punto de estallar en lágrimas en cualquier momento.
—Sólo digo.
—Está bien, Sithias. Estar de acuerdo con lo que es no significa que me rindo
—Finn dirigió una mirada acalorada a Darcy—. Fate es más fuerte de lo que podrías
imaginar. Una persona más débil habría perdido la pelea con Ananke hace mucho
tiempo. El hecho de que Fate haya resistido tanto tiempo es asombroso. ¿Sabes por
qué todavía no ha sucumbido?
—Es porque Fate está rodeada de personas que la aman. Por eso hemos venido
en esta búsqueda para ayudar a revivir a Eustace. Fate será mucho más fuerte una
vez que recupere a su padre. Después de eso, es solo cuestión de tiempo antes de que
liberemos el Corsé de Hipólita de Fate y acabemos con la amenaza de Ananke para
siempre.
—No estoy familiarizado con el Tarot, pero estas cartas parecen ser lo opuesto
a la buena fortuna. Mira a este pobre tipo, ha sido apuñalado por... —Se interrumpió
y contó suavemente en voz baja—. ¡Diez espadas!
—Muerte.
—¡Oh! —Sithias pasó del alivio y luego volvió a preocuparse de nuevo—. ¿Cómo
el fin de Fate y el renacimiento de Ananke? —Su voz chilló alto al final, puntuando
el mismo razonamiento al que Finn llegó en el mismo momento.
—¡Guárdalos! —La voz de Finn sonó aguda y sorprendente dentro del espacio
cerrado, incluso para él—. Tenemos que ser más constructivos que esto. La vida de
Fate está en juego aquí. Al igual que la de Tove y Jessie.
—Uh Huh. Nos bajamos y nos ensuciamos en los pantanos. ¿Dónde está Fate?
Ella dijo que estaba justo detrás de mí. No hay forma de que la derroté hasta aquí —
Jessie miró a Azrael y Darcy, sorprendida cuando vio a Finn—. ¡Vaya, Finn, estás
aquí!
—Sí —Él sonrió con tristeza—. Feliz de ver que has vuelto a salvo.
—Yo también. Se puso muy peludo en los pantanos, pero tenemos la hierba del
pantano —Jessie se quitó la ropa y el uniforme y se quedó con pantalones cortos y
una camiseta sin mangas. Tocándose el pelo rígido y embarrado, hizo una mueca,
agrietándose el barro seco pegado a sus mejillas—. Uf, necesito un baño —Le dio a
Sithias una dulce sonrisa—. ¿Serías un amor y escribirías uno para mí?
—Haré algo mejor que eso —Sithias sacó su bloc de notas, tachó una frase y la
leyó en voz alta—. Jessie ahora está limpia y fresca como la brisa del mar.
Cuando Jessie deslizó los brazos por la bata y la ató a la cintura, finalmente
notó el estado de ánimo solemne de los demás. —¿Qué ocurre?
—Me duele decirte que Fate nunca logró salir del pantano. —Sithias miró a
Jessie con preocupación mientras se tambaleaba y se dejaba caer sobre el colchón
frente a Finn.
Pero este no era momento para comportamientos imprudentes. Tenían que ser
estratégicos al respecto. Un movimiento en la dirección equivocada podría significar
la posible destrucción de una o ambas razas antiguas con las que se había enredado.
Esto debe ser la muerte, decidió Fate. En ese mismo momento de revelación,
recordó al monstruo del pantano y su aliento fétido que la ahogaba. Envenenándola.
Quería luchar, pero estaba enferma, demasiado enferma para reunir siquiera
una gota de fuerza de voluntad. ¿Era realmente así como iba a terminar su vida?
Sola en un pantano frío, húmedo y maloliente. O tal vez no estaba sola. ¿Estaba
Jessie acostada en algún lugar cercano muriendo... o ya muerta?
Su presencia hizo que su sangre fluyera un poco más rápido. Su toque fue un
bálsamo sobre la herida en carne viva que era su cuerpo cuando le susurró al oído.
"Sigue viva. Volveré por ti".
¿Por qué la dejaba allí? Si Fate hubiera podido hablar, ella le habría suplicado
que la llevara. Pero él se fue. Finn la dejó atrás.
Seguramente ella debe haberlo soñado todo. Esa era la única explicación.
Fate esperó a que volviera del sueño misericordioso, pero ella se quedó
despierta, atormentada por el dolor de cuerpo y de espíritu. La furia que había
mantenido enjaulada durante tanto tiempo estalló. El fuego divino surgió desde lo
más profundo de su ser, recorriendo su sangre, quemando la enfermedad de su
sistema.
Sus ojos se abrieron con un tono de luz esmeralda teñida de oro. Ella apretó
los párpados, liberando su visión de la película aceitosa que la empañaba. Su
entorno se enfocó con nitidez. Estaba encerrada entre paredes redondeadas que se
extendían a gran altura. Cada superficie ondulaba con encantador brillo. Tardó un
momento en darse cuenta de que estaba mirando las alas luminosas de
innumerables polillas. Sus alas parpadeantes brillaban y se convertían en un destello
como el titilar de las estrellas mientras se posaban sobre las nudosas raíces de la
torre hueca. Era un espectáculo hermoso a pesar de la fealdad del oscuro pantano.
Fate giró lentamente la cabeza hacia un lado, con cuidado de no alertar a sus
captores de que la parálisis había desaparecido. Al no ver nada, miró en otra
dirección, aliviada al descubrir que estaba sola. Se sentó y esperó un segundo antes
de ponerse de pie. Las criaturas que la habían puesto allí obviamente la creían
incapacitada.
La nuca se le erizó con una sensación de peligro que se arrastraba desde atrás.
Se giró a tiempo para esquivar un cruel golpe de las garras de la mano huesuda del
monstruo del pantano. Su boca se estiró hacia atrás de forma espantosa y las
emanaciones tóxicas fluían entre cuerdas viscosas de baba amarillenta.
Eran demasiados y el brillo radiante de sus alas era cegador. El Fate tocó las
paredes curvas, buscando una abertura entre el muro de raíces. Por fin encontró una
y salió disparada, medio corriendo, medio volando sobre el suelo.
Quería creer que no había tenido otra opción, pero no podía empezar a
adivinar la razón. Hubo un tiempo en que Finn habría muerto antes de dejarla en
peligro. ¿Qué había cambiado? ¿Era posible que él estuviera todavía bajo la
esclavitud de la reina Elrinye? Si ese fuera el caso, habría vuelto al Gran Roble, no
al barco.
Volvió la advertencia de Azrael. Acabar con un hechizo sin saber con qué
podía dañar a Finn. Se consoló con el hecho de que él no estaba en peligro inmediato.
Ahora sólo quedaba una cosa por hacer. Continuar sin Finn y ocuparse de extraerlo
con seguridad de las garras de la de la reina Elfa.
El Alicornio.
Podía hacerlo sola. Ella poseía poderes ilimitados, listos para hacer su
voluntad. Era su culpa por creer que no podía controlarlos. Ella se había vuelto
demasiado dependiente de los demás y había permitido que sus miedos limitaran
sus acciones.
El cielo ardía con la luz dorada y mandarina del sol hundiéndose detrás de
los picos negros de las montañas. Fate giró en círculo hasta que divisó la luz del Gran
Roble en la lejanía, un brillante pinchazo en medio de las largas sombras que se
extendían sobre el Valle de Mornavar. El unicornio negro estaba allí abajo, en alguna
parte. ¿Pero dónde?
El bosque de Feldoril rebosaba de vida. La mirada sin vista de Fate tocó todas
y cada una de las criaturas del bosque algunas gentiles, otras salvajes, aunque
ninguna tenía la magia que ella buscaba. No sabía qué era específicamente, sólo que
sería única, diferente a todo lo demás en el Feldoril. Ampliando su alcance hasta los
límites del bosque, su atención se centró en el estrechó con el golpeteo de cascos de
un lugar que no era de este mundo.
Las olas oscuras y ondulantes llenaron su visión, las crestas brillantes rotas
por la silueta de un semental al galope, negro como el carbón. Debajo de su elegante
pelaje había una red de venas que brillaban de color escarlata por la magia. Los ojos
eran de un blanco lechoso, vacíos como la misma muerte. Su larga melena fluía en
ascuas humeantes arrastradas por el viento. Sus pezuñas deformes se clavaban en
las húmedas orillas arenosas con un fuerte estruendo.
Fate inhaló el aire salado del océano, agradeciendo el rocío de las olas contra
su piel. Abrió los ojos, emocionada y un poco asustada al descubrir que estaba de pie
en la oscura playa sin ninguna intención. Miró hacia la noche, donde sólo el
movimiento del agua captaba los trozos plateados de luz del último rayo de sol que
quemaba el cielo en el lejano oeste.
El tambor del galope del unicornio era cada vez más fuerte, trayendo consigo
un mareo nauseabundo en la boca del estómago mientras escudriñaba la oscuridad
en busca de su presencia. El corcel era uno con la noche aquí en este lado del
crepúsculo y estaba sobre ella sin previo aviso. Se levantó sobre sus cuartos traseros,
y el unicornio lanzó un grito agudo. Fate retrocedió sorprendida cuando dos alas
coriáceas se extendieron desde sus lados como las velas negras de un barco pirata.
Sus pálidos ojos se pusieron plateados, horrorizados por haber sido sorprendidos.
Pero no lo era.
Luchando por respirar, miró la larga punta del cuerno, brillando con su
sangre y asomando por el otro lado de su caja torácica.
¿Qué había pasado aquí? Ninguna espada podía atravesar su armadura. Pero
esto no era una espada. Había sido corneada con el cuerno de una bestia llena de
magia corrupta. El poder de la fuerza divina en su centro luchó contra su energía
demoníaca.
Hecho de las mismas emanaciones asquerosas que Farouk había usado para
debilitarla. Sólo esta era más fuerte, una concentración absoluta de pura maldad.
Una ola de oscuridad la tragó dentro de un mar tan negro y que se preguntó
si alguna vez había existido. Su pasado fue borrado como la tinta derramada sobre
las páginas de la historia. Se aferró a sus recuerdos más queridos recuerdos más
queridos, aferrándose a las imágenes de Finn y Eustace, Jessie y Sithias, pero sus
rostros se perdieron en las sombras.
Te hice invencible, hija mía. Nada puede dañarte a menos que lo permitas.
Fate no recordaba el amor de una madre, pero la idea de ser una decepción
para una madre que nunca había conocido era insoportable. Se hundió más
profundamente en el negro.
Toma mi fuerza. Úsala para levantarte y luchar. Que este sea mi mayor
regalo como tu madre.
Hasta ese momento, no sabía que había estado viviendo con un enorme
agujero en su corazón. El amor incondicional de una madre era todo lo que Fate
había deseado. No estaba sola. Esto, por encima de todo, la llenaba de fuerza.
Una luz irregular arañó la visión de Fate, y con ella, el dolor punzante, del
cuerno alojado en sus costillas y órganos vitales.
¡Levántate!
Fate hizo caso a la orden de su madre lanzándose al aire para escapar de ser
pisoteada. Un calor palpitante penetró en la herida de la puñalada, aliviando la
angustia cruda y desgarradora que la hacía jadear con cada respiración. La fuerza
vital fluyó hacia sus células y tejidos dañados, deteniendo el flujo de sangre que
llenaba sus pulmones. Se estaba curando y fortaleciendo, más rápido que nunca.
¡Mata al unicornio!
La bestia bramó, un grito infernal que sin duda se escuchó hasta los confines
del bosque y tal vez incluso a través de las aguas en tierras lejanas.
Agarró el cuerno y se levantó del suelo para alejarse del horrible olor.
El cuerno de ébano era más pesado que su espada y tan largo como una lanza.
Levantándolo hacia la luna, admiró su forma elegante y ligeramente curvada hasta
la punta mortal que había estado tan cerca de matarla. La balanceó de un lado a otro,
atraída por el poder oscuro y salvaje que zumbaba en su de su base.
Cuando la oscura inundación empezó a reducirse, Fate tiró del embudo hacia
abajo hasta que los reconfortantes sonidos del océano amortiguaron el amenazante
rugido del poder. Lo que había sido un torrente de materia oscura, se redujo a un
goteo, hasta que las últimas briznas de la siniestra energía retrocedieron
obstinadamente, como si quisieran evadir la contención total.
Este nuevo regalo la espada de Alicornio fue una bendición inesperada. Con
esta arma remediaría cada error, empezando por la liberación de Finn del hechizo
de la reina Elrinye, así como la liberación de Tove. Una vez que estuviera segura de
todo, ella cazaría a Farouk y lo destruiría. Fate lo sabía sin una sombra de duda,
porque esta vez estaba bajo la protección de su madre, prestando atención a la
sabiduría de su guía en cada paso del camino.
No tuvo que buscar mucho. Una sombra se alzó desde la costa, un cuerpo
amorfo de niebla negra que serpenteaba por el cielo, separándose como dedos
agarrando con hambre la brillante extensión de la luz del sol que se alejaba tras las
montañas Glor'ner.
—El unicornio negro está muerto y el Eldritch Gloom está suelto de nuevo.
—¿Por qué iba a matar al unicornio? —preguntó Finn, sin poder evitar el
gruñido de ira en su voz—. Ella dijo que todo lo que se necesitaba era un pelo del
unicornio.
—Uy, parece que el gato está fuera de la bolsa —Darcy se rio detrás de su
mano.
—No queríamos mentir, pero sabíamos que sus vidas estarían en peligro si los
Falinorin sabían que el hechizo requería el cuerno del animal. Por supuesto, esto se
hizo sin saber la verdadera historia detrás del unicornio negro —Miró fijamente a
Darcy.
—¿Lo está? —preguntó Darcy, con una ceja expertamente arqueada con
escepticismo.
—Créeme, Darcy. Fate apenas estaba viva cuando la dejé —A decir verdad, no
había pensado en la asombrosa habilidad de Fate para recuperarse de las heridas
mortales.
—Mmhmm.
—Yo diría que Fate se curó muy rápido, le dio una patada en el culo a la dríade
y fue a por el unicornio.
—Por mucho que me duela decirlo, creo que Darcy puede tener razón —
admitió Sithias, con el rostro tenso por la tristeza.
—Nada bueno.
—Eh, chicos, miren quién está aquí. Darcy estaba mirando en el cielo detrás
de Finn. El miedo había borrado la mueca de su cara.
Esto no era Fate. Ananke los miraba fijamente a través de sus ojos.
—¡Fate! —gritó Jessie. Ella saltó y agitó sus brazos, una acción que atrajo la
aterradora mirada de Fate hacia ella—. ¡Baja aquí, tenemos que hablar contigo!
—Veo que tienes el cuerno —Jessie forzó una risa nerviosa—. Eso es genial.
Ahora podemos hacer el hechizo de resurrección.
Fate parpadeó y Finn creyó vislumbrar la calidez de sus ojos marrones canela
fundirse a través de esa mirada blanca y deslumbrante.
—Sigue hablando, Jessie.
—Um, claro —Su sugerencia hizo que Jessie se pusiera aún más ansiosa
mientras la observaba buscar una idea en su cabeza. Finalmente miró a Fate,
temerosa, vacilante—. Fate, hay algo que debes saber. Yo... He comprobado la caja
que guarda a Eustace y he encontrado una pequeña grieta en el cristal. La magia
multidimensional que lo mantiene... fresco se ha filtrado. Si no lo llevamos a la
Fortaleza de inmediato y rellenamos el tanque, si no lo hacemos rápido, no se
decantará antes de que podamos hacer el hechizo de resurrección.
—Sí, es cierto, tenemos que volver, lo antes posible —añadió Darcy, desde el
otro extremo de la nave—. El hechizo tarda en establecerse. La semilla de cardo no
estará completamente destilada hasta dentro de unos días. Y todavía tengo que
preparar la hierba de los pantanos y el cuerno —Rápidamente se ocultó en las
sombras ante la mirada de Fate.
Fate plegó sus enormes alas mientras desaparecían de la vista por completo.
Pero no era la nave. Era la cabeza de Finn dando vueltas por un severo ataque
de vértigo. Una fuerza nauseabunda tiró de su plexo solar. Se dobló por la cintura,
agarrándose las tripas mientras su entorno se cambiaba en una serie de
movimientos vertiginosos.
Sithias se llevó las manos a la boca y tuvo arcadas mientras luchaba por
retener el contenido de su estómago. Con un aspecto más fantasmal que nunca, si
es que eso era posible, Darcy se agarró al borde de la mesa principal para no caerse.
Jessie se puso de pie con las piernas tambaleándose en su lugar con las manos
ahuecadas sobre cada sien. Azrael yacía en el suelo, acurrucado sobre sí mismo. No
sin duda en la agonía de la misma miseria física que el resto de ellos.
Al oír un suave gemido por detrás, Finn se volvió esperando ver a Fate, pero
era Tove. Estaba de rodillas y se sujetaba el estómago.
—Es Fate. Nos trasladó a todos aquí. Ninguno de nosotros lo esperaba —Él
se acercó a ella, pero ella se alejó de su contacto. Fue entonces cuando se dio cuenta
del hermoso vestido de coral que llevaba, un rico tejido brillante con hilo de plata
tejidos en remolinos por las talentosas manos de los Elrinye. Su pelo negro estaba
trenzado y sujeto en las puntas con finos cordones dorados. Acostumbrado a su
habitual vestuario de cazador, Finn se sintió más que sorprendido por un atuendo
tan femenino.
—¿Por qué?
—Tove, no tenía ni idea. Temí que estuvieras en peligro todo este tiempo.
Tove lo miró, enfurecida incluso mientras las lágrimas corrían por su rostro.
—No puedo estar aquí en estos muros de acero. ¡Haz que me envíe de vuelta!
Necesito estar en el bosque con...
Ella asintió.
—La reina me dijo que le habías gustado y que tú le correspondías a sus
sentimientos —Sacudió la cabeza—. No confié en ella lo suficiente como para creer
lo que lo que decía.
Entrecerró los ojos ante el resplandor del desierto, bañado en carmesí por el
sol de la mañana. Un repentino y agudo contraste con el cielo nocturno que habían
dejado atrás hace unos momentos.
Finn salió disparado hacia el arco más alto del anillo más cercano de la
Fortaleza y aterrizó, aturdido mientras observaba al dragón. Tonos aceitosos de azul
violáceo brillaba sobre sus escamas de ébano mientras sus grandes alas coriáceas
batían para mantener su posición. Rugidos lejanos resonaron sobre las dunas,
atrayendo la atención de Finn hacia el horizonte, donde otros tres dragones
reclamaban los cielos.
Tumbado de frente, Finn deslizó los brazos por el borde, utilizando el filo
para evadir el suelo. Más abajo se detuvo ante la primera señal de un campamento.
Lentamente, enfocó las innumerables tiendas y los caballeros Serpen que se movían
entre ellas. Estaban por todas partes, una mancha oscura que se extendía sobre
sobre la prístina arena blanca.
El fuego rozó la superficie metálica, golpeando a Finn con una ola de calor
abrasador. Rodando sobre su espalda, saltó en el aire; escapando por poco de un
chorro de llamas que volaba el espacio que había ocupado una fracción de segundos
antes. Cuarto dragones bloquearon el sol, proyectando una enorme sombra sobre
Finn mientras se abalanzaban sobre él. El jinete se retorció en su silla, manteniendo
a Finn en la mira mientras el dragón volvía a dar la vuelta para correr de nuevo hacia
él. Finn saltó de la parte superior del anillo, tejiendo entre los chorros de fuego
mientras el dragón lo perseguía. Fijando su mirada en la escotilla, golpeó su objetivo
con toda la velocidad que pudo reunir. Las llamas le arañaban los talones, con un
calor tan intenso, Finn estaba seguro de que las suelas de sus botas se estaban
derritiendo.
Salió disparado por la escotilla, se estrelló contra el suelo y se deslizó por la
sala mientras una ráfaga de fuego entraba en el santuario. Volviendo a la carrera
hacia la entrada, Finn apretó el botón para cerrar la escotilla. Un rugido furioso
resonó desde el otro lado.
—Cierra, maldita sea —gruñó Finn en voz baja mientras la espiral de metal
se movía con demasiada lentitud. Las llamas salieron disparadas a través del cierre
que se encogía, cortadas abruptamente en zarcillos de humo cuando la escotilla
finalmente se cerró.
—Dime que no hay dragones que respiran fuego por ahí —Sithias se quedó
mirando la escotilla con horror.
—Yo diría que ya lo sabe. Hay un ejército entero de Serpens acampado ahí
abajo, y según mis cuentas, han traído cuatro dragones más con ellos —Abrió la
puerta para salir, pero se detuvo cuando escuchó el gemido de dolor de Azrael—.
Sithias, será mejor que te ocupes de Azrael mientras yo busco a Fate.
Jessie lo alcanzó.
Finn miró a Darcy. Un color tenue rosado había vuelto a sus mejillas
normalmente sin sangre.
—¡Finn me dijo que le diera a Fate algo urgente de lo que preocuparse y eso fue
lo primero que se me ocurrió!
—Darcy tiene razón en esto —Jessie sonó arrepentida por estar de acuerdo.
—He visto a los dragones y al ejército de Serpens fuera —Se giró bruscamente
antes de que el reconocimiento aliviara su expresión feroz—. ¿Cuánto tiempo han
estado aquí? —preguntó.
Ella asintió.
—Pero los Serpens estaban encerrados y bajo fuerte vigilancia, —dijo Jessie—
. ¿Cómo diablos pidieron refuerzos?
—Sí —coincidió Finn—, los Serpens son los más pacientes planificadores.
Debería haber sabido que no los habría invitado a la alianza.
—No, yo iré tras Fate —insistió Jessie—. Soy la única que ha sido capaz de
convencerla últimamente.
Brune se echó el pelo hacia atrás y se lo ató en una cola de caballo suelta.
—Todos hemos tenido que doblar las camas desde la invasión —Un brillante
tono de rosa inundó las hermosas mejillas de Brune.
—Uh, Finn y yo tenemos mucho que discutir —le dijo Brune—. Reúnete
conmigo en el santuario con el último informe de tus tropas en una hora.
Sorprendido por esta novedad, Finn sonrió y se dio la vuelta para dejarles un
poco de intimidad. Unos segundos más tarde, Brune marchó rápidamente pasando
por delante de él.
—No hay razón. Supongo que me he acostumbrado tanto a estar sola que
compartir mi espacio personal con alguien es extraño. Y me llena de emociones
confusas.
Finn apenas sabía por dónde empezar. Una vez que comenzó a relatar los
acontecimientos recientemente, y cada nuevo detalle aumentaba el horror en los
ojos de Brune. Ella le dirigió a un pasillo sin salida, sin tráfico de personas, donde
podían hablar sin la interrupción de ser empujados.
—¿Cómo ha ocurrido esto? El objetivo del viaje era hacer que Fate centrara a
Ananke —Ella resopló con frustración—. Si tienes todos los ingredientes del bosque
de Feldoril, ¿por qué no han realizado el hechizo de resurrección inmediatamente?
—No hubo tiempo. Fate apareció después de matar al unicornio. Era obvio que
estaba perdiendo contra Ananke, así que Jessie le dio una razón para estar
preocupada por perder a Eustace diciendo que la caja de cristal estaba agrietada y
tenía una fuga.
—Sí, lo fue, siempre y cuando la razón por la que Fate volviera a conectar el
caso de Eustace con el suministro de magia multidimensional de la Fortaleza. Ahí es
donde fue Jessie. Ella ha sido la única capaz de llegar a Fate últimamente.
Finn siguió el paso apresurado de Brune con un arrastre en su paso. Una parte
de él no quería encontrar a Fate. No si eso significaba que la había perdido a manos
de Ananke.
Capítulo 36
La sombra en el hechizo
—Sí, ¿no es genial? —Asintió a Brune con una sonrisa exagerada que contenía
una advertencia—. Supe que el Alicornio era mío en el momento en que lo tuve en la
mano. Siempre se supuso que me pertenecía.
El aire despreocupado de su voz puso a Finn en vilo.
—Sí —respondió Fate sin apartar los ojos del rostro de Eustace—. Tengo todo
lo que necesito ahora. Es hora de realizar el hechizo. Ya he esperado lo suficiente.
Darcy apareció desde los pliegues del espacio vacilante. Ella se agarró el
estómago y se secó. Todavía agachada con las manos apoyadas en sus rodillas,
levantó la cabeza, mirando a su alrededor para ver dónde estaba.
—¿Qué demonios? —Su mirada se fijó en Fate—. Oh, por supuesto. Fate me
llama. Podrías haber usado el intercomunicador y esperar los diez minutos extra.
—No hay que esperar más —La luz de los ojos de Fate consumió el cálido
marrón de sus iris—. Realiza el hechizo de resurrección.
Darcy miró a Fate con nerviosismo y se arrodilló junto a la tela. Ella rebuscó
entre los libros con manos temblorosas. Un notable alivio suavizó su frente cuando
encontró el libro que buscaba en el fondo de la pila. Lo abrió en una página marcada
con una cinta de raso negra deshilachada y leyó en silencio las instrucciones.
—¿Siguiente?
—Siéntate allí. De hecho, todos ustedes siéntense allí. Necesito espacio para
trabajar.
Pasaron varios segundos antes de que Fate sacará de mala gana el Alicornio de
su funda y puso su preciada nueva arma en manos de Darcy. Cuando Fate soltó la
empuñadura, Darcy casi dejó caer el cuerno.
—Vaya, esta cosa es mucho más pesada de lo que parece —Darcy puso el
Alicornio frente a sus rodillas, refiriéndose a las páginas del libro de nuevo—. Bien,
aquí vamos —Respirando profundamente, Darcy pronunció una orden,
encendiendo las velas a la vez.
No tuvo que explorar con sus sentidos para saber que estaba asustada de lo que
la sombra estaba haciendo a su padre. Finn anhelaba tomarla en sus brazos. Para
abrazarla en caso de que sus esperanzas se vieran brutalmente frustradas en los
próximos segundos.
Jessie había recibido el mismo golpe en la espalda que Finn. Darcy se levantó
de donde había estado sentada, con un brazo incrustado con trozos de vidrio y
sangrando. Había conseguido protegerse la cara, salvo la parte superior de la frente,
que goteaba roja por un largo fragmento que se clavaba en el hueso. Un lado del
cuerpo de Brune, principalmente su brazo y su hombro presentaban las mismas
múltiples heridas que el resto.
Fate, en cambio, no había sido tocada por una sola astilla. La armadura
sobrenatural que llevaba la había protegido. Incluso su cara, que debería haber
recibido al menos un golpe. Se acercó a la vitrina. Los cristales rotos cayeron bajo
sus botas mientras volcaba distraídamente el cuenco de latón, derramando sus
ingredientes carbonizados sobre la tela de seda.
Finn se apresuró a ir a su lado, asustado cuando Eustace abrió los ojos. Jessie,
Darcy y Brune se movieron por el otro lado, cada uno en silencio y sin duda
preguntándose qué había despertado exactamente el hechizo.
—Estoy aquí.
Eustace le dio una fuerte palmada en la cabeza mientras ella enterraba la cara
en su camisa y lloraba.
—¿Qué pasa? —Miró a Finn y luego a los demás—. ¿Por qué están todos de pie
en mi...? —Su confusión se hizo más profunda—. Esta no es mi habitación. ¿Dónde
estoy?
Eustace se esforzó por levantarse. Finn tomó un codo, sorprendido por el frío
de su piel. Brune se acercó al otro lado y le ayudó. En el momento en que Eustace se
quedó mirando a Finn, visiblemente molesto y repugnante
—Gracias.
—¡No puedo hacer esto! —Fate retrocedió y luego se dio la vuelta y salió
corriendo de la habitación.
—Sí, ve —le animó Jessie—. Le explicaremos todo —Ella tragó saliva y miró a
Eustace.
Agradecido por haberse liberado de la difícil tarea, Finn persiguió a Fate. Ella
no estaba fuera de la puerta, así que corrió hacia los pasillos abarrotados, gruñendo
disculpas al chocar con los guerreros que se preparaban para la guerra, pero
ordenadamente. Volvió a recordar la difícil situación de Rudwor y el deseo urgente
de rescatar a su amigo.
Localizar a Fate tenía que ser su primera prioridad. Resucitar a Eustace debía
darle el consuelo y el equilibrio que tanto necesitaba. Finn entendía la fuerte
reacción emocional, pero no esperaba que Fate huyera de sus sentimientos después
de todo lo que había hecho para traer de vuelta a Eustace.
¿Había sentido Fate la sombra del hechizo antes de que entrara en el cuerpo
de Eustace? Finn apretó los puños mientras marchaba por el estrecho pasillo, ya no
veía a los guerreros con los que se cruzaba. La desconfianza ardía en su mente. No
podía quitarse de encima la sensación de que había participado en nigromancia, la
más oscura de las artes que iba en contra del orden natural del universo.
Finn sacudió la cabeza, deseando desesperadamente despejar una avalancha
de dudas. El acto estaba hecho. Tenía que confiar en que el hechizo de resurrección
no era del todo siniestro.
Pasó por delante de la suite de Fate y tuvo que detenerse y dar la vuelta.
Golpeando en la puerta, esperó con impaciencia, cada segundo pasaba demasiado
lento. Por fin, el bot de Fate abrió la puerta.
—No quiere que la molesten —respondió el bot con una sonrisa siempre
amable.
—¡Fate! —gritó—. Voy a entrar —Dio un paso adelante, pero el bot de la cámara
le puso una mano en el pecho, un bloqueo que no cedió por mucha fuerza que
pusiera detrás.
—Déjalo entrar —murmuró Fate desde algún lugar del tenue interior de su
suite.
Ella le devolvió la mirada, cansada y agotada, pero había algo más en sus ojos
que lo inquietaba. Algo agudo, punzante.
—No tengo ganas de hablar —Su voz estaba apagada detrás de la almohada,
pero él captó el resentimiento en su tono.
—No estoy de acuerdo contigo en eso. Siento que tienes mucho qué decir, y a
mí en particular.
Finn asintió.
—No veo a nadie más aquí aparte del bot de la cámara. ¿Quieres que llame a
Jessie?
—De que no sea el mismo Eustace que conocí —Su barbilla temblaba—. ¿Soy
yo o parece diferente?
—Sí, ahora no es él mismo —aceptó Finn con reticencia—. Pero tienes que
recordar lo que ha pasado. Podría pasar un tiempo antes de que vuelva a la
normalidad.
—¿Y si el hechizo no dura? No puedo pasar por perderlo todo otra vez.
Simplemente no puedo. Creo que es mejor que me mantenga alejada hasta que
sepamos con seguridad.
Eso era lo último que Finn esperaba escuchar, pero no quería presionarla. No
mientras ella estaba en un estado de angustia. En su lugar, la atrajo en sus brazos.
Esta vez no hubo resistencia. Fate se derrumbó contra él, temblando,
sollozando en su hombro. Finn la abrazó, besando la parte superior de su cabeza,
acariciando su espalda. El tiempo se detuvo mientras él le susurraba palabras
tranquilizadoras de amor en su oído. No tenía ni idea de cuánto tiempo la había
abrazado, sólo de que podía abrazarla eternamente sin cansarse.
—¿Qué pasa? —La respiración de Fate fue corta mientras miraba con los ojos
muy abiertos ante una mancha roja en sus manos—. ¿Estás sangrando?
Finn hizo lo que le dijeron. El robot de cámara se acercó con una bandeja y la
puso en la mesita de noche. Fate le quitó con cuidado la camisa de la piel. Finn
mordió el dolor mientras usaba las tijeras para cortar la camisa de su cuerpo. El
robot le entregó un cuenco de agua humeante y se llevó la camisa ensangrentada.
Fate sumergió uno de los paños en el agua caliente antes de escurrirlo sobre su
espalda. El agua caliente se derramó sobre su piel, picando los cortes en carne viva.
Finn apretó la mandíbula mientras ella le enjuagaba lentamente la espalda.
—¿Cómo ha pasado esto? —preguntó mientras dejaba caer otro trozo de vidrio
en la bandeja.
—¿No te acuerdas?
—Claro... pasaron muchas cosas —Su voz vaciló y él supo que estaba
mintiendo.
Pensó en mencionar que ella era la única en la habitación que no había sido
tocada por la explosión, pero decidió no hacerlo. Estaba más cerca de ser ella misma
que nunca. No sería bueno perturbarla con la preocupación por la aparición de
Ananke.
Ella sonrió.
—Sí, amor, lo estoy haciendo —Finn la arrastró hasta la cama, permitiendo que
todos los pensamientos persistentes se desvanecieran al dejar de lado todas sus
preocupaciones y se rindió a este raro y precioso momento
Capítulo 37
Poderes divinos aparte
Fate se negó a moverse. Todo lo que quería era permanecer acurrucada junto
a Finn, donde no tuviera que enfrentarse al mundo y sus problemáticas
complejidades.
'Los chicos guapos son diversiones placenteras, pero debes tener cuidado con
los deseos humanos. Están por debajo de ti. Recuerda sus mentiras y cómo te dejó
en el pantano'
—Fate, ¿qué haces aquí? Deberías estar con Eustace. Él ha preguntado por ti
—Brune agitó una mano frente a la cara de Fate. —¿Hola?
Fate dudó, sin saber cómo responder a eso. Ananke habló a través de ella.
—Sé muy bien de lo que eres capaz, pero defender la Fortaleza es mi trabajo.
—Y el mío.
—Ya no —Pequeñas gotas de sudor brillaban en el labio superior de Brune. Fate
se centró en los latidos de Brune. Su pulso latía con fuerza.
—Es mejor trabajar juntos que por separado. Los generales se están reuniendo
en el santuario. Fate debería unirse a nosotros.
'QUÉDATE'
—¿Y bien?
—Adelante. Estoy justo detrás de ti. Sólo necesito un momento —Fate señaló
con un gesto casual de la mano.
El odio de Ananke hacia los hechiceros llenó la boca de Fate de bilis ácida. Se
la tragó, haciendo suyo el odio.
Los hechiceros se retiraron a las sombras más oscuras del corredor, haciendo
espacio para que los caballeros de Serpen cargaran contra Fate. El tiempo cambió a
su alrededor. Ella corrió por el espacio, mientras que sus movimientos se
ralentizaron hasta el punto de que parecía que caminaban bajo el agua mientras
trataban de golpearla con sus espadas.
Fate se abrió a lo que Ananke ofrecía, permitiendo que el poder fluyera a través
de ella, un torrente limpiador que disolvió sus miedos y despejó su mente. Por fin
pudo pensar, miró más allá de los maliciosos espectros y fijó su vista en los
hechiceros.
Apenas pronunciadas las palabras, la fila de hechiceros se puso rígida, con las
bocas abiertas por el horror. Fate cerró el espacio entre ellos más rápido de lo que
tardó en intentar el movimiento. Los brujos se retorcieron y se alejaron de ella
mientras emitían sonidos ininteligibles, incapaces ya de pronunciar su asquerosa
magia negra en el aire.
Repelida por su presencia, Fate los abatió con el alicornio, con la misma
facilidad con la que se derriba una fila de bolos. Sus rostros marchitos se encogieron
hacia dentro mientras se desmoronaban sobre sí mismos, dejando atrás montones
de túnicas negras en medio de una ráfaga de manchas de ceniza.
Fate se fijó en las suites residenciales ocupadas por los Serpen, sondeando cada
largo y sinuoso pasillo, cada habitación en la arena de combate. Aparte de donde ella
estaba, no había ni un centímetro de espacio que un caballero de Serpen no estaba
presente. Habían utilizado sus dragones para volar a todos los caballeros que
pudieron hasta el anillo de la Fortaleza.
Cerró los ojos y amplió sus sentidos, enfurecida al descubrir que habían estado
asaltando la superficie de la Fortaleza. Varios cientos de bóvedas habían sido
abiertas a la fuerza. No se sabía qué clase de objetos mágicos habían robado. Su sed
de sangre surgió, desencadenando un deseo de arrasar.
Brune se giró para ver lo que él y todos los demás estaban mirando.
—¿Fate? ¿De dónde has venido? —Su mirada se dirigió a Rudwor, que estaba
pálido con náuseas y se agarraba el pecho con barretas como quien sufre un ataque
al corazón.
—¿Cómo...?
—Un grupo duro, gracias a ese salvaje jefe suyo —Finn guiñó un ojo,
recordando la paliza que había recibido cuando fue llevado por los Bane para
suplicar la misericordia de Rudwor.
Rudwor sonrió.
—Sí, bueno, los Serpens hacen que los Bane parezcan gatitos de peluche.
—¿Cómo lo lograste?
Finn escudriñó la habitación. Su mirada confusa pasó por encima de Fate antes
de volver a mirar con una expresión de asombro. Obviamente había asumido que
ella era uno de los otros oficiales, también vestido con armadura. Cuando vio la
armadura reluciente, sus ojos verdes se llenaron de alarma.
—Así que ahí es donde te has ido —No se molestó en ocultar su decepción
—Así que es a ti a quien tengo que agradecer el haberme sacado de ese aprieto
—Su rostro se suavizó con aprecio mientras inclinaba la cabeza en su dirección—.
Gracias, muchacha.
—Odio ser rescatado y correr, pero tendrás que disculparme. Me han dicho que
necesito un baño caliente. Algo que mi dolorida espalda agradecerá.
Ananke frenó el irresistible tirón que sentía Fate para ir hacia él. 'Rechaza.
Tenemos asuntos más importantes que atender'
—Tendrás que esperar —El dolor en los ojos de Finn la acuchilló en el pecho—
. Estoy aquí para discutir los planes de defensa de la Fortaleza.
—Yo puedo ayudar con eso —ofreció Finn—. Si alejas a los dragones de aquí,
invocaré una tormenta de arena que los retendrá el tiempo suficiente para dar a las
tropas un buen comienzo.
Brune asintió.
—Me gusta, pero tendríamos que colgar suficiente cebo tentador para
conseguir que los ocho dragones abandonen sus posiciones.
—Si estás pensando en jinetes de halcón, no hay suficientes para hacer eso —
respondió un oficial de Eldunough—. Para eso, necesitaríamos a toda la legión de
todas las islas de Eldunough. Incluso si pudiéramos avisar al Príncipe Kelare, nunca
permitiría que las islas quedarán completamente desprotegidas para defender una
tierra extranjera.
—Los jinetes de halcón combinados con todas las flotas de aeronaves del
desierto que rodean la Fortaleza serán más que suficiente para atraer a los dragones.
—¿Qué significa esto? —le gritó a Fate—. ¡Haré que te ejecuten por esto!
Ananke notó la feroz preocupación de Fate por su salud. ¿Deseas que se cure?
Sí.
—Se llama Fate —le corrigió Azrael—. Por favor, refiérete a ella con respeto.
—¡Padre! —La voz de Azrael tenía el filo de una navaja que detuvo de
despotricar a su padre. Miró a Fate—. ¿Por qué has traído a mi padre aquí? Por favor,
dime que no se trata de una venganza.
Extrañamente, Fate no tenía ninguna animosidad hacia el rey que la había
reducido a un objeto de premio para ser ganado en las pruebas.
Azrael tradujo esto a su padre, mientras ella observaba la reacción del príncipe.
La expresión serena del príncipe Kelare resultó ilegible mientras la miraba
fijamente. Uno de sus oficiales se acercó a su lado para susurrar las razones de la
petición. La alarma se reflejó ligeramente en su rostro, antes de volver rápidamente
a la frialdad.
Fate abrió la boca para responder con lo que Ananke le había mostrado, pero
Azrael levantó una mano para detenerla.
—Bueno, creo que podemos llamar a esta reunión suspendida por ahora. La
reanudaremos cuando tengamos sus decisiones.
—¿Vienes?
Brune empezó a sonreír, pero su expresión se volvió seria y negó con la cabeza.
—Muy bien, voy a decirlo. ¿Con quién estamos hablando? ¿Fate o Ananke?
—Ya está. No más armadura que brilla en la oscuridad. ¿Te sientes mejor
ahora?
—El hecho de que hayas cambiado la materia pura en otra cosa en menos de
dos segundos es igualmente preocupante —Brune le devolvió la mirada con gesto de
mal humor—. Lo peor es que crees que está bien.
—Sí, esto no es normal, Fate —Finn se acercó un paso más, pero mantuvo una
cierta distancia.
—Soy la persona que conoces y amas —le dijo a Finn—. Y odias, en tu caso,
Brune.
La dura declaración de Brune mordió con fuerza. Fate buscó los ojos de Finn.
'Hay un momento y un lugar para todo, hija mía. Ahora es el momento para
la guerra. Tu padre entenderá esto una vez que hayamos mostrado al mundo el
martillo de la justicia'
—¡No! ¡Estás equivocada! —gritó Fate, sin saber con quién estaba discutiendo.
¿Era Finn o Ananke? Desesperada por escapar de la confusión, cerró los ojos y se
entregó a la vasta nada del éter y dejó el santuario muy atrás.
Capítulo 38
Cenizas de un hombre muerto
—Necesitamos hacer algo con ella. Y rápido —Brune se hizo eco de sus
pensamientos mientras apoyaba la espalda contra la mesa y miraba al techo—. Es
hora de ir tras la Llave de Dantalion.
—¿Te estás rindiendo con ella? Porque si te rindes, seguro que todo está
perdido —La garganta de Finn se apretó con suficiente dolor para acabar con él. El
rostro de Brune se suavizó con compasión—. Lo entiendo. Todos llegamos a un
punto de ruptura. Pero, ¿Serás el vidrio que se rompe o la espada forjada en acero?
Por muy mal que se sintiera, sabía que no era el momento de ceder ante la
derrota.
—¿Cómo se siente, señor? —Finn estudió a Eustace, notando con algo de alivio
su característico atuendo ordenado y su cabello cuidadosamente peinado.
Su tez era un poco tiza y había una pizca de sombra alrededor de sus ojos, pero
Finn supuso que era de esperar después de haber estado muerto durante meses.
—Oh… La alcancé, pero ella tiene las manos ocupadas con la invasión Serpen.
Sin embargo, no se preocupe. Me aseguró que quiere venir a verlo tan pronto como
esté libre.
Esperó una respuesta que nunca llegó. Jessie pasó junto a Finn y se sentó.
—¿Ves lo que quiero decir? —Sithias le indicó a Finn que se acercara al final de
la mesa—. Eustace ha retomado donde lo dejó —Movió la cabeza significativamente
en dirección a Eustace.
—Uh huh, hemos estado investigando todos los viejos grimorios para obtener
toda la primicia sobre el Gran Duque del Infierno antes de irrumpir en su reino —
Gerdie se cruzó de brazos, señalando a Sithias con un obstinado ceño—. El único
problema es que nos falta uno de ellos. Pero alguien aquí sigue insistiendo en que el
grimorio ya está en la lista y que consulte las notas.
—No estaba destinado a ser así, solo estoy siendo minuciosa como siempre.
—Bien entonces. Lo aceptaré como una disculpa.
Gerdie puso los ojos en blanco. Sithias respiró hondo y sonrió cortésmente al
recuperar su dignidad.
—Sssi, es el relato del plan de Ananke de hace eones de crear una vasija lo
suficientemente fuerte como para sostener su inmenso poder.
—Bien. Es un alivio saber que está ultimando los planes para recuperar la Llave
de Dantalion.
Jessie, Sithias y Gerdie asintieron con complicidad. Aunque Finn podía ver las
preguntas que querían hacer, pero no estaban expresando. Darcy se levantó de
detrás de las torres de libros apilados alrededor de su área de trabajo.
—Eso es una novedad para mí. ¿Cuándo sucedió esto exactamente? He estado
con Eustace bastante tiempo desde ayer.
—¿Está seguro de que es prudente que se vaya, señor? —preguntó Finn—. ¿No
debería esperar para recuperarse por completo?
—Necesita más que una bruja novata para protegerlo contra una dimensión
podrida por los demonios —argumentó Finn.
—¿Quién crees que controla a los demonios? —Darcy se señaló a sí misma con
el pulgar—. Brujas. Los demonios han sido secuaces de las brujas desde los albores
de los tiempos. Seguro que estás familiarizado con el concepto.
Eustace miró de Sithias a Darcy. Ella le asintió con la cabeza antes de que
continuara—: Supongo que no está de más tener a Finn.
—No —dijo Finn, al unísono con Eustace y Darcy. Jessie miró a Finn con el
ceño fruncido.
—Entiendo por qué dirían que no, pero no puedo creer que estés de acuerdo.
—Gracias.
Gerdie agitó su pequeño brazo hacia adelante y hacia atrás desde el otro
extremo de la mesa.
—Créeme, está completa —Darcy empujó su libro de torres a un lado, sacó una
mochila de lona de debajo de la mesa y la puso frente a ella. Le guiñó un ojo a
Gerdie—. Solo te estaba dando algo que hacer.
—¿Algo inútil que hacer? ¿Parezco un niño al que hay que darle crayones para
mantenerse ocupado?
A Finn le sorprendió lo rápido que Darcy y Eustace estaban haciendo que todo
avanzara.
—Sé mejor que nadie la necesidad de la urgencia, pero esto se siente demasiado
apresurado. No les hemos dicho a Fate y Brune lo que estamos planeando.
—¿Qué hay de Brune? —preguntó Finn—. Ella debe saber lo que planeamos
hacer.
—No —Darcy tiró la mochila de la mesa, se colgó las correas de los hombros y
caminó en dirección a una de las muchas galerías de la biblioteca, obligando al resto
a seguirla.
—¿Por qué no? —Finn estaba cada vez más inseguro del plan de acción
improvisado de Darcy.
—Nos acabas de decir que Fate, también conocida como Ananke, está más
preocupada por la guerra con los Serpens. En realidad, es la distracción perfecta —
Darcy sonrió—. Excepto que eso significa que ella trabajará en estrecha colaboración
con Brune, por lo que tenemos que dejar a Brune al margen de esto. Ananke no
puede captar ni una pizca de lo que se le avecina.
Darcy dobló una esquina hacia el espacioso pasillo. Pasaron por una miríada
de galerías llenas de hermosas pinturas y estatuas, antes de llegar a un gran arco
cerrado por dos puertas corredizas al final. Las puertas eran sencillas y estaban
pintadas de negro, como si las hubieran añadido apresuradamente, aunque solo
fuera para cerrar esa sección en particular. Se había colocado una gran cerradura
circular inscrita con protectores en el centro donde los dos paneles se unían. Los
pelos de los brazos de Finn se erizaron mientras miraba la cerradura.
Inmediatamente sintió que la cerradura era más un sello para evitar que el
contenido se escapara.
Finn vaciló, luego siguió sus instrucciones. Ella apretó la cuerda en la bolsa y
se la entregó.
—Guárdate esto en caso de que salga lo que tienes en la cara —Tomó la bolsa y
le tendió la mochila a Darcy para que la tomara—. Demasiado pesado. Sé un
caballero y llévalo por mí —Ella sonrió tímidamente, obviamente olvidándose de las
poco atractivas manchas de polvo gris en su rostro. Finn suspiró mientras metía los
brazos a través de las correas, ajustando las longitudes cuando se hundían con fuerza
en sus hombros.
—Tiendes a tener una piel gruesa después de pasar toda tu vida cuidándote de
una bruja que quiere comerte para la cena y usar tu piel para hacer su ropa —Gerdie
negó con la cabeza.
—Porque solo los muertos pueden entrar al infierno. Usar las cenizas es
nuestro boleto de entrada. Además, enmascara el olor de los vivos y debería
mantenernos ocultos de los demonios.
Darcy se volvió hacia las puertas, con las manos preparadas para descorchar la
botella de niebla.
—Sí, lo necesitas. De hecho, exijo saber exactamente lo que has planeado. Eres
tonta si crees que te seguiré ciegamente a una dimensión infernal sin tener ni idea
de qué esperar.
—Bueno, eso tiene sentido —admitió Finn—. Pero todavía necesito conocer el
plan.
—¿Y te sientes completamente cómodo con esto? —le preguntó Finn a Eustace.
Gerdie se inclinó hacia un lado para ver más allá de Finn y entrar en la galería
con sus siniestras pinturas.
—Lo retiro, Sithias. Mi piel no es tan gruesa como pensaba —Ella abrazó sus
brazos y los frotó—. No entres ahí, Finn.
—Saben que tengo que hacerlo —les dijo—. Debería haber sabido hacer esto
antes de poner un pie en el bosque de Feldoril. Todo cambió en el segundo que Fate
mató al unicornio negro. Ella se ha convertido en una vasija aún más poderosa para
Ananke ahora que tiene el Alicornio. Es sólo cuestión de tiempo antes de que no
quede nada de ella.
—Gracias.
Sithias observó a Eustace mientras cerraba las puertas, más perturbado que
nunca por el vacío de su expresión. No cabía duda de que Eustace había vuelto
cambiado. Pudo haber dicho las palabras de un padre amoroso decidido a proteger
a su hija, pero se habían quedado sin emociones, con la excepción de ese arrebato
de ira. La mirada cruel y vengativa en los ojos de Eustace era igualmente inquietante,
si no más. Algo andaba mal con Eustace y Sithias estaba decidido a averiguar qué
era eso. Mejor pronto que tarde.
—¿Realmente vas a quedarte ahí hasta que regresen? —gritó Gerdie desde el
otro extremo del pasillo.
—Iré a ver a Fate y haré todo lo posible para desviarla del rumbo si comienza a
dirigirse en tu dirección.
—Estoy preocupado por todo esto. Eustace es... diferente. Darcy es... también…
—¿Extraña?
—Sí, a falta de una palabra mejor. ¿Sabías que me ofrecí a usar las Palabras de
Creación para recuperar la Llave de Dantalion de la dimensión del infierno y Darcy
me rechazó?
—¡Es lo que pensaba! Hasta que empezó a hablar sobre que las Palabras de
Creación podían ser contraproducentes.
—¿Cómo qué?
—Oh, Dios mío, Darcy tenía una larga lista de los peores escenarios. Lo más
aterrador fue la posibilidad de que una horda de demonios descendiera sobre
nosotros en busca de la llave. Se habló mucho del fuego del infierno y la destrucción
total de todo lo que hemos llegado a conocer —Sithias se abanicó la cara—. Sabes lo
imaginativo que soy. Sus descripciones fueron escalofriantes. Eso fue suficiente para
retractarme de la oferta.
—Creo que tiene algo que ver con ese grimorio perdido. Darcy se puso muy
resbaladiza cuando le pregunté dónde estaba —Hizo una seña a la bibliotecaria de
la Fortaleza. Uno de los robots altos y delgados se dio la vuelta y bajó de cabeza desde
la terraza superior al piso principal, listo para la siguiente solicitud—. Nombra el
volumen que falta del Tríptico Infernal —dijo Gerdie.
Una gran cantidad de redes negras cubría una cama deshecha de ropa de cama
de seda rosa oscuro y chillona. Un candelabro colgaba en el centro de la cama, su luz
tenue y proyectaba un resplandor fantasmal a través de las cortinas transparentes.
Cojines negros peludos cubrían el suelo, junto con ropa sucia tirada a un lado en
montones arrugados. Platos cubiertos de comida de hace semanas estaban
esparcidos alrededor del perímetro de la cama. El olor odioso de las sobras rancias
impregnaba el aire.
Sithias retrocedió hacia la puerta. Gerdie se abrió camino entre los escombros
y dobló la esquina hacia la sala de estar.
—¿Tengo que?
—Sí.
—¿Podrías dejar de jugar y venir a ver esto ya? —Lo regañó Gerdie.
—Esa es la Dama de las Sombras, Santa Muerte. Rezarle garantiza que los
muertos sean entregados a salvo al más allá.
Gerdie se arrodilló junto a una pila de libros para leer el lomo. Sithias se sentía
más confuso a cada minuto.
—Debe ser algo de familia. Dijo que era una bruja de quinta generación.
8
Okaaay, Sithias dice Witch, que significa Bruja en español. Y Gerdie si lo dice al Español y se lo aclara
—¿Darcy alguna vez habló sobre la Aguja Espacial? Me encantaría ir allí algún
día.
—Créame, no es gran cosa —Gerdie estaba de pie con las manos en las caderas,
luciendo frustrada—. ¿Por qué querrías ir a un mundo sin magia real?
—¿Cómo qué?
—Literatura para uno. Algunas de las mejores historias por las que he tenido
el placer de derramar lágrimas provienen de ese mundo.
—No vas a dejar pasar esto, ¿verdad? —Sithias negó con la cabeza—. Bien. Hay
magia en la Aguja Espacial. ¿Te sientes mejor?
Sithias no se sentía mejor, pero antes de que pudiera decirlo, Gerdie estaba
investigando un gran libro abierto en una de las sillas.
Gerdie se tambaleó asustada, casi dejando caer el pesado tomo sobre una de
las velas que había junto a su pie. Sithias agarró el libro antes de que pudiera caer e
inclinar la vela. No se sabía qué catástrofes podrían sobrevenirles si interrumpían el
hechizo antes de comprender completamente en qué etapa se encontraba.
—No puedo creer esto —Gerdie miró al vacío—. Darcy llamó a Farouk. ¿Por
qué? No entiendo.
—Eh. Pensé que habría una forma de controlar a Farouk en este hechizo, pero
no la hay. Trabajar con demonios es bastante peligroso, pero hacerlo sin usar una
correa y un bozal es suicida.
—¿Crees que Darcy tiene deseos de morir? —Sithias miró la foto de Mason—.
Sé que ha estado terriblemente afligida por la muerte de Mason. Debe haber caído
en picado en la más abyecta desesperación. Eso explicaría estas deplorables
condiciones de vida.
—¿Qué pasa si Darcy no es Darcy? ¿Qué pasa si hemos estado trabajando con
Farouk todo este tiempo?
Gerdie apuntó con el extremo masticado del lápiz al centro del pentagrama.
Sithias se enderezó.
Gerdie corrió hacia la pila de libros más cercana, tirando cada uno a un lado
antes de correr a la siguiente pila. Sus mejillas estaban brillantes y enrojecidas de
un rosa brillante, dándole una mirada febril mientras hurgaba en los libros.
—Lo encontré.
—Nope. No puedo creer que no noté esto —Gerdie negó con la cabeza con
pesar—. Supuse que Darcy tenía todos estos libros sobre nigromancia porque estaba
investigando concienzudamente los hechizos de resurrección.
Sithias resopló.
Gerdie se detuvo en una página y golpeó con su lápiz mutilado sobre la tinta
antigua, ahora descolorida a un marrón opaco.
—Aquí está.
—Ella lo hizo.
—Oh querida. No me gusta cómo suena eso. ¿Qué hay de Finn? Está en medio
de todo esto sin tener ni idea de lo que está planeando hacer Darcy. Tenemos que
darle las noticias.
—¿Cómo hacemos eso sin avisar a Darcy de que sabemos lo que ha hecho?
—No lo sé, pero tenemos que hacer algo. Cuanto más esperemos, peor será
para Finn —Cerró la tapa de golpe y la volvió a guardar en su bolsillo—. Esto es
demasiado grande para que lo manejemos nosotros mismos. Tenemos que
involucrar a Brune en esto.
Sithias frunció el ceño ante la goma de borrar masticada y las marcas de dientes
que había dejado en la madera.
—Esta mojado.
—Tú estás… —Apretó los labios con frustración, escribió un mensaje rápido y
lo pronunció en voz alta—: Brune está ahora a nuestro lado.
Gerdie asintió.
—Veo la lógica, pero algo todavía está mal —agregó Brune—. Darcy podría
fácilmente haber convocado a Farouk aquí y atraparlo en el pentagrama para dejar
que su Renacido lo matara. ¿Por qué entrar en la dimensión del infierno y arriesgar
su propia vida si pudiera hacer el trabajo en la seguridad de su propia habitación?
Sithias sintió que debería saber la respuesta, pero por mucho que lo intentara,
no se le ocurrió ninguna. Se encogió de hombros con un movimiento de brazos. —
No puedo pensar en por qué. Parece que no tengo revelaciones.
—Sí, tiene que ser eso —respondió Gerdie, sonriendo con satisfacción.
—No sabía que los demonios no tienen poderes de donde vienen —dijo Sithias,
aún más desconcertado por esta nueva información.
—¿Es enserio? —Gerdie arrugó la cara—. Con toda la investigación que has
hecho, ¿Nunca has leído sobre cómo los demonios son tan comunes como los
humanos en sus propias dimensiones?
—No, no lo hice.
—La única razón por la que este mundo está plagado de demonios es porque
pueden entrar y salir de esta dimensión y manipular la realidad. Así es como se
meten con nosotros —La mirada de exasperación de Gerdie fue ofensiva—.
Realmente necesitas mejorar tu demonología.
—Lo haré a partir de ahora —refunfuñó Sithias—. ¿De verdad crees que Darcy
es tan diabólica como la haces parecer?
—Es hora de destrozar este lugar. Estamos buscando algo que nos muestre qué
tipo de trato hizo Darcy con Farouk.
El peso del alma de Fate se disipó ante la mera idea de escapar de sus
problemas. Se había cansado completamente de estar partida por la mitad, obligada
a elegir un bando, empujada y arrastrada en todas las direcciones por todos y todas
las circunstancias de su vida. La tentación de aceptar la oferta de Ananke era
abrumadora.
Fate se relajó con la idea, anhelando volver a la alegría y la facilidad que había
conocido de niña. Las imágenes de su encantador dormitorio de la infancia la
invadieron de inmediato. De repente, se encontraba en su antigua habitación,
tumbada sobre su gran cama de matrimonio, envuelta en generosas capas de
brillante tul rosa. Su edredón de mariposas blancas estaba lleno de lápices de
colores, bolígrafos con purpurina y blocs de dibujo.
Que le arrancaran el corazón con el más burdo de los cuchillos habría sido
menos doloroso que perder a su padre. La segura fortaleza mágica que Eustace había
construido cuidadosamente a su alrededor se había desvanecido con demasiada
facilidad, tan frágil y temporal como un castillo de arena destruido por la inevitable
subida de las mareas. Puede que su dolor no la haya matado, pero una gran parte de
ella murió con él. Se había convertido en un fantasma de sí misma, persiguiendo una
vieja vida que ya no existía.
Yo rijo los destinos de todos los mortales y puedo ver el principio y el final de
cada vida.
—Si te preocupas por mí, te asegurarás de que mi padre tenga una larga vida.
—¿Primero dices que gobiernas todos los destinos, y luego dices que no puedes
cambiarlos?
—¡Apártate de mi camino!
—Realmente tienes que dejar de hacer eso. Está asustando a todo el mundo.
Yo incluida.
—Sí, lo sé.
—Nunca esperé explotar en un lío emocional cuando vi a Eustace abrir los ojos.
Pero he superado un montón de cosas y quiero volver a ser quien solía ser.
Jessie asintió.
—Estoy lista para verlo ahora —Fate plantó ambos pies en el suelo y se inclinó
hacia delante—. ¿Vas a ir conmigo? No quiero hacerlo sola.
—¿Ha pasado algo? ¿Llego demasiado tarde? Por favor, dime que sigue vivo.
—No es nada de eso. Eustace sigue levantado y por ahí —Jessie se retorció en
su asiento. Algo que sólo hacía cuando trataba de no mentir.
—¿Puedes?
—Eh... eso es un eufemismo. En todo caso, yo diría que has sido Ananke
últimamente.
—Ouch.
—Lo siento, pero ya es hora. Te contaré todo sobre Eustace después de que
compartas lo que ha estado pasando contigo —Jessie le lanzó una mirada de
advertencia—. No te contengas. Quiero escucharlo todo. Lo bueno, lo malo y lo
horrible.
—Algo cambió para mí cuando maté al unicornio negro. Las fuerzas dentro del
Alicornio desbloquearon algo en mi interior. Creo que fue entonces cuando mis
poderes se fusionaron con... —Ananke apretó la garganta de Fate, cortándole la voz.
Fate se tocó el cuello, luchando por hablar.
Esta era una pelea que ella no podía ganar. Fate se rindió a Ananke. La tensión
alrededor de sus cuerdas vocales se liberó.
—¿Actuando como una pícara? Somos un equipo aquí. Eso significa hablar con
nosotros sobre cuál debe ser el siguiente paso. Brune ha estado trabajando horas
extras para deshacer el daño que hiciste a nuestra potencial alianza con Eldunough
y Biraktar después de que arrancaste al príncipe y al rey de sus hogares y los trajiste
aquí. Por suerte, Azrael estuvo aquí para suavizar las cosas con su padre —Fate miró
tímidamente al suelo—. Brune dijo que curaste a Azrael con sólo mirarlo.
—¿Qué intentas decir, Jess? ¿Qué debería sentirme culpable por lo que hice
para traer a Eustace de vuelta a nosotros?
—No, no lo hago. Para que sepas, ese unicornio salió de la nada y me corneó.
Si no tuviera los poderes regenerativos del Corsé de Hipólita, habría estado tocando
un arpa junto a Eustace.
—Oh, no lo sabía.
—No hay una manera fácil de decir esto, así que voy a ir a por todas. Eustace
fue con Darcy y Finn a la dimensión infernal para encontrar la Llave de Dantalion.
Porque te temen más que a los Serpens. ¿Ves por qué quiero llevar esta carga
por ti, dulce hija?
—Se podría decir que morir tuvo un efecto en Eustace —Jessie frunció el ceño—
. Volvió más en el lado duro.
—Para que sepas, Finn trató de convencerlo de que no fuera, pero Eustace no
estaba dispuesto a que lo detuvieran.
—¿Cuándo se fueron?
—Pasar de un lugar a otro puede ser muy fácil para ti. Para el resto de nosotros,
simples mortales, es tan malo como viajar en el Gravitrón. Yo me quejé la última vez
que nos moviste.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Fate mientras abría la puerta para
Jessie.
Brune recorrió los restos que cubrían el suelo con una mirada escrutadora.
—Parece más bien que quieres detenerlos antes de que consigan lo que se
proponen.
—Otra vez esto no —Fate levantó los brazos y miró a su mejor amiga—. Diles
que lo único que quiero es ayudar a encontrar la Llave de Dantalion y sacarlos a
salvo.
Jessie asintió.
—Le creo.
Fate no se lo creía.
Nadie dijo una palabra. El único ruido fue el fuerte y nervioso trago de Sithias.
Fate le devolvió la mirada a cada uno de ellos, permitiendo que el silencio llenara la
habitación, sabiendo que acabaría siendo insoportable, al menos para uno de ellos.
—¡Ya no puedo hacer esto! —Brune le lanzó una mirada de advertencia—. No,
ya hemos pasado el punto de no retorno. Se lo voy a contar todo a Fate —argumentó
Sithias.
Fate escuchó con toda la paciencia que pudo mientras él relataba los
descubrimientos del grimorio desaparecido y la acumulación de libros sobre
hechizos de nigromancia que habían encontrado en la suite de Darcy. Su confianza
en Darcy siempre había sido tenue, en el mejor de los casos, así que no le sorprendió
que no hubiera sido del todo sincera. Pero Fate no se estaba formando una imagen
completa a partir de las piezas de información que le estaba dando. Sithias parecía
estar omitiendo detalles importantes.
—Si vas a escuchar esto de alguien, debería ser yo, ya que fui quien instigó esto
desde el principio —El arrepentimiento en el rostro de Brune indicaba que estaba a
punto de confesar algo horrible.
—Le pedí a Darcy que investigara los hechizos de resurrección por mí. No lo
hice yo misma, como podría haberte hecho creer. Darcy averiguó lo del unicornio
negro y recopiló los libros que te di —La línea recta de sus hombros se hundió—. Con
toda la disensión que había en la Fortaleza, nunca comprobé su investigación y
supuse que lo que hizo con Eustace era un hechizo de resurrección. Resulta que
lanzó un hechizo de creación de Renacidos.
—El espíritu de una víctima de asesinato renacido, cuyo único propósito para
resucitar es vengarse del asesino.
¿Y si había algo tan simple como ese vaso de agua que arreglara a Eustace?
Tenía que averiguar si tal cosa existía. ¿Cómo podría vivir consigo misma si no lo
intentaba?
Fate dejó el vaso en el suelo con un fuerte golpe que hizo saltar a todos.
—Tiene que haber una forma de deshacer esta maldición de los Renacidos. Una
que haga que Eustace esté vivo de verdad. ¿No es cierto?
—No sabemos si hay una manera de deshacer lo que le han hecho a Eustace —
dijo Brune.
—Bien, señorita, recogeremos todos los libros que Darcy robó de la biblioteca.
Cerró la puerta e inclinó la barbilla hacia la otra habitación, donde las paredes
parpadeaban con el suave resplandor de la luz de las velas.
Un demonio estuvo aquí —La pura repulsión y el odio de Ananke erizaron los
pelos de los brazos de Fate. Vio el cepillo de Farouk y el pañuelo de Eustace debajo.
En ese instante, supo lo mismo que Ananke. El hechizo estaba activo y estaba
diseñado para conectar a Eustace con Farouk.
No había forma de explicar que el odio de Ananke hacia los demonios había
magnificado su propio odio hacia Farouk. Ananke sólo la bloquearía si lo intentaba.
—Cuando vi lo que Darcy había hecho, vi rojo. Haré todo lo posible para no
volver a perderme.
La furia volvió a arder, pero esta vez se apresuró a sofocarla. ¿Cómo se había
dejado engañar por Darcy? Una bruja es una bruja con cualquier otro nombre. Sólo
podía culparse a sí misma por haber confiado en Darcy.
—Sabemos que Darcy convocó a Farouk para hacer algún tipo de trato con él
—Suspiró con fuerza—. Si supiéramos cuál es ese trato exactamente, sabríamos
nuestro siguiente paso.
—Estaba así cuando llegamos —Brune frunció el ceño con disgusto—. Resulta
que a Darcy le gusta vivir como un cerdo.
—Eso explica los variados y vagos olores fétidos que hay aquí.
Innumerables veces.
Un escalofrío le recorrió la piel. ¿Qué debió de sentir Darcy cuando se dio
cuenta del horror que suponía saber que había acogido en su cama a un demonio
que llevaba la piel de su amante? La idea era demasiado horrible para imaginarla.
Fate apretó sus puños. El deseo de venganza lo consumiría todo y una bruja
sabría exactamente cómo vengarse. Durante un breve segundo, Fate comprendió
por qué Darcy había elegido criar a Eustace como su ángel vengador. Era la víctima
del asesinato de Farouk. Todas las piezas habían estado en su lugar para llevar a
cabo el plan perfecto de retribución.
Pero esto era personal ahora. Darcy había utilizado el dolor de Fate y la ciega
necesidad de salvar a su padre para obtener el Alicornio para un hechizo de creación
de un Renacido. Esto, nunca podría perdonarlo.
Darcy se había convertido en una enemiga de por vida. La rabia fundida estalló
dentro del núcleo de Fate. Se concentró en volver a respirar profundamente. Inhalar.
Exhalar. Inhalar. Exhalar.
—Por ahora. Aunque no puedo prometer que me contenga la próxima vez que
vea a Darcy.
—Yo tendría cuidado con lo que le haces —advirtió Brune—. Ella dejó este
hechizo abierto, lo que puede significar que puede ser deshecho. Pero sólo por la
bruja que lanzó el hechizo.
—Hemos terminado aquí —Fate estaba igual de ansiosa por irse—. Lástima que
no podamos ver la repetición de lo que pasó con Farouk.
Jessie asintió.
—Fate, si puedes atravesar paredes y pasar de un lugar a otro con sólo pensarlo,
¿quién dice que no puedes retroceder en el tiempo hasta cuando Darcy convocó a
Farouk?
—Puedo intentarlo.
Empezando por el final del libro, Fate pasó una página tras otra hacia el
principio. Al principio no hubo cambios notables, pero luego se dio cuenta de que
las velas colocadas alrededor del pentagrama, que habían ardido poco, estaban
creciendo, alcanzando su altura original. Entonces apareció Darcy en el centro
del pentagrama. Estaba arrodillada junto al cepillo de Farouk. Cogió el cepillo y sacó
el pañuelo de Eustace. No fue hasta que se puso de pie y caminó hacia atrás fuera
del círculo que Fate comprendió plenamente que estaba viendo cómo el hechizo se
rebobinaba de principio a fin delante de sus propios ojos.
Darcy estaba fuera del pentagrama. Tenía un libro de hechizos junto a sus pies,
que había sido puesto en el suelo, pero al revés, porque solo parecía que lo estaba
recogiendo. Cuando pronunció el conjuro, las palabras de Darcy salieron al revés,
sonando distorsionadas y espeluznantes.
Unos zarcillos oscuros de humo se cernieron sobre la maleza. Darcy dejó a un
lado el libro de hechizos cuando el humo se expandió, una masa retorcida que se
solidificó en una forma corpulenta y bestial. El miedo se apoderó de Fate al ver cómo
Farouk se materializaba por completo hasta situarse por encima de la maleza. Con
sus tres metros de altura, era un goliat dentro de los confines de la alcoba, obligado
a agachar la cabeza por debajo de los límites del techo.
—Escuchen con atención —dijo a Brune y a Jessie—. Sólo quiero tener que
hacer esto una vez.
Cada uno de ellos asintió en silencio mientras ella pasaba la página, esta vez en
la dirección correcta.
—Todo está en su sitio y está sucediendo como lo habías planeado. Tengo que
decir que fue casi demasiado fácil. Todos cayeron en la fila como los idiotas útiles
que dijiste que serían —La mente de Fate se adormeció por el shock. Este no era el
primer encuentro de Darcy con Farouk. ¿Cuánto tiempo llevaba trabajando con el
demonio…?—. Fate no tiene ni idea de que matar al unicornio negro corrompió la
pureza del Corsé de Hipólita —Darcy sonrió—. ¿Puedes creer que se haya quedado
con el Alicornio? Lo ha convertido en su espada personal.
En el momento en que Fate se preguntó qué era ese Eldritch Gloom, Ananke
respondió—: Mentiras. Todo es mentira para hacerte dudar del verdadero poder
que ejercemos juntas. No escuches a la bruja.
Fate quería creer, pero el nudo helado que crecía en la boca del estómago la
llenaba de dudas. Antes de que pudiera presionar para obtener más respuestas,
Farouk se abalanzó sobre Darcy.
Las llamas azules se dispararon alrededor del borde del círculo, reteniéndolo
dentro del pentagrama. Enfurecido, arremetió con sus garras plateadas, rayando la
barrera con una luz crepitante, haciendo crujir sus colmillos.
Farouk gruñó.
—No, vamos a hacer esto según las reglas. Si quieres que siga adelante con esto,
vas a tener que abrirte una vena y cerrar el contrato con sangre.
Agazapado, Farouk clavó una garra en la esquina de la página, tiró del contrato
por el suelo y se encorvó sobre él. Tras unos minutos de lectura, miró a Darcy, con
el hocico curvado hacia atrás mientras movía su gran cabeza con un firme no.
Fate se estremeció con un odio sin límites. Nunca había estado tan cerca de la
rabia asesina como en ese momento. Fate cruzó los brazos y los bajó con un fuerte
golpe, arrancando la escena de los pliegues del tiempo. Darcy y Farouk se
convirtieron en pedazos borrosos antes de desaparecer por completo.
—¿Por qué lo has terminado? —Brune miró a Fate con incredulidad—. ¡Podría
haber habido más! ¿Por qué siempre dejas que tus emociones anulen el sentido
común?
—No podía soportar escuchar una palabra más de esa retorcida conversación.
—Fate se concentró en su respiración para enfriar el calor que le abrasaba las
entrañas.
—Lo mismo digo —coincidió Jessie—. Oímos lo suficiente para saber lo que
Darcy está planeando.
Azrael estaba en la biblioteca hablando con Sithias y Gerdie cuando llegó Fate
con Jessie y Brune. El pulso de Fate se aceleró al verlo, una reacción que aún no
podía domar. Su presencia siempre había cautivado su atención de una manera que
era a la vez exasperante y emocionante, y se odiaba a sí misma por ello. Sobre todo,
después de la noche celestial que había pasado con Finn.
¿Cómo era posible que cada vez que creía haber elegido firmemente a Finn
como su único hombre, Azrael apareciera para hacer tambalear su determinación?
¿Qué iba a hacer falta para sacar a Azrael de su sistema de una vez por todas?
—Nada —La culpa se mezcló con el calor que enrojecía las mejillas de Fate—.
¿Han encontrado ya algo para deshacer la maldición de los Renacidos? —preguntó
a Sithias y Gerdie. Era mejor ir al grano antes de perder el control de sus emociones.
Fate se alejó de la mesa, contando hacia atrás desde cien para evitar escuchar
el relato de Jessie sobre la traición de Darcy.
—Justo cuando crees que las cosas no pueden empeorar, siempre lo hacen —
refunfuñó Gerdie.
—Por lo general —coincidió Brune—. Pero en el caso de Darcy, creo que se trata
de amor. Ella sabe que Finn fue creado con el Orbe. También sabe que su existencia
era inestable sin las fuerzas de equilibrio de la Vara para estabilizar la energía
creativa del Orbe. Es decir, hasta que O'Deldar integró la Vara en su esencia.
—¡Duh, Darcy planea recrear a Mason! Por eso quiere que Farouk destroce a
Finn. ¿Por qué no lo vi antes?
—La misma.
—Me gusta más fácil —Fate la metió en uno de los bolsillos de su cinturón de
herramientas y cerró la solapa.
—¿Qué?
—Dudo que lo necesite, pero gracias —Fate frunció el ceño. Sentía que iba a
detonar si no entraba en acción en los próximos segundos—. ¿Adónde llevó Darcy a
Finn y a Eustace exactamente? —preguntó a Sithias.
—Si está aquí, averiguaré dónde —ofreció Gerdie—. Muéstrale a Fate la galería
con el portal que utilizó Darcy.
Sithias asintió.
—Sígueme, señorita.
—Ten cuidado ahí dentro, Fate —advirtió Brune—. Los demonios no tienen
poderes reales en sus propias dimensiones, pero eso no significa que no puedan
hacerte daño.
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Referencia a Godzilla. Wolf(lobo)Zilla.
Fate se quedó atónita.
—¿Estás diciendo que Farouk será normal? ¿Es decir, que no puede cambiar
de forma o desvanecerse en una nube de humo mientras intento apuñalarlo?
—Más o menos —respondió Brune con el ceño fruncido—. Sólo recuerda que
nació con garras y colmillos, y lo más importante, con una mente retorcida.
—Guíanos, Sithias.
Antes de que pudiera irse, Jessie la detuvo tirando de ella hacia un lado.
—Temo por ti —Las lágrimas llenaron sus ojos y su voz se redujo a un ronco
susurro—. Sé que tienes que irte, pero tengo miedo de no volver a verte.
Jessie asintió.
—Lo sé. Pero, ¿y si llegas demasiado tarde para detener a Darcy y Farouk? No
estaré allí para ayudarte a bajar del borde si ocurre lo peor. Debería ir contigo.
—Iré.
—¿Estás seguro de que no quieres ir a casa con él? —preguntó Fate. Su pulso
se aceleró mientras esperaba su respuesta.
El rostro de Fate se calentó mientras le miraba a los ojos, embelesada más allá
de lo razonable.
—Di que sí. Me sentiría mucho mejor sabiendo que no estás sola.
Azrael no se movió.
—Primero mi padre.
—Oh, claro —Fate cerró los ojos, extendiendo su conciencia hacia el exterior
hasta localizar al rey. Durante un breve segundo, centró toda su atención en el
reluciente palacio perlado que era el hogar del rey y lo visualizó de pie en los
aposentos de la familia real. Abrió los ojos—. Hecho.
—Supongo que pensé que debía hacer esto según las normas y empezar a
trabajar con el equipo en lugar de ir libre —dijo Fate.
—Yo también la llamé así —admitió Brune—. Y para que quede claro, no lo
retiro. Pero estoy de acuerdo con Fate en que necesita nuestra ayuda en este caso.
Es peligroso andar hurgando en la dimensión infernal a nivel etérico. Es una
invitación abierta para que los demonios del otro lado regresen y causen estragos
aquí en nuestro lado.
Sorbiendo por la nariz, Jessie se despidió con la mano mientras Fate se giraba
con Azrael para seguir a Sithias hacia la galería. Fate no miró hacia atrás, no fuera a
ser que se le saltaran las lágrimas tanto como a Jessie.
Sithias se detuvo al final del pasillo, frente a dos puertas negras con un disco
de metal agrietado y grabado con símbolos. Les entregó a cada uno sendas bolsas.
—¡Asqueroso!
—Exactamente mi opinión —Sithias hizo una mueca—. Un asunto
desagradable, ciertamente.
Fate cerró los ojos mientras él le espolvoreaba suavemente las mejillas, la nariz
y la frente con la ceniza arenosa. Azrael hizo lo mismo para sí mismo, apretó la
cuerda y se metió la bolsa dentro del fajín de su cintura.
Sithias deslizó una de las puertas hacia atrás y se hizo a un lado para
permitirles ver el tenue interior. A Fate le desagradó de inmediato la imagen
aterradora de los cuadros que colgaban de las paredes.
—Una vez que entren, estarán solos —les informó Sithias—. Eustace cerró las
puertas antes de que Darcy activara el portal. Al parecer, cada cuadro alberga un
portal, pero en cuanto a cuál eligió ella para entrar, no tengo ni idea.
Su declaración era conmovedora, pero le dolía pensar que él muriera por ella.
—En realidad, Brune cree que no hemos visto a Farouk porque Darcy encontró
la forma de desterrarlo al Reino de Reaverneth —Sithias sonrió disculpándose.
—Sí, tengo la palabra de mi madre sobre las cualidades protectoras del colgante
—Azrael vaciló un momento, con los ojos nublados por la duda, antes de continuar—
. Aunque, debo estar de acuerdo en que puede haber cierta validez en las
preocupaciones de Sithias con respecto a tus poderes.
—¡No, no digas eso! —resopló Fate—. No importa. Con poderes o sin ellos, voy
a entrar. ¿Vienes?
Sithias parecía que iba a saltar hacia Fate con un abrazo de despedida. En
cambio, se puso repentinamente muy serio. —Me niego a decir adiós. En cambio,
digamos que nos veremos muy pronto.
Fate le saludó. —Volveré tan rápido que apenas sabrás que me he ido.
Sithias asintió, con los labios temblorosos. Antes de que se le escapara una
lágrima, giró sobre sus talones y volvió a trotar hacia la biblioteca.
Fate se estremeció al mirar el arte enmarcado que cubría las altas paredes de
la galería de arriba a abajo. Cada uno de los óleos representaba una entrada de algún
tipo, ya fuera un arco, un espejo, una puerta, incluso una grieta en una montaña o
una escalera hacia las nubes. El paisaje que rodeaba cada entrada era brillante y
exuberante de vida, pero los paisajes a los que se abrían las puertas eran lugares
oscuros y terribles, llenos de páramos sombríos, lagos ardientes o fosas de formas
retorcidas y monstruosas.
—No tengo ni idea de qué portal abrió Darcy, pero si no lo encontramos rápido,
voy a vomitar.
—Quítate el colgante.
—Camina por los bordes de la habitación, cerca de cada pared. Dime si sientes
algo.
Sin dejar de taparse la nariz, Fate se dirigió a la esquina de la pared más lejana
y la recorrió a lo largo. Se detuvo para mirar a Azrael con el ceño fruncido. —Nada.
¿Estás seguro de que sabes lo que estás haciendo?
—No.
—Estás sintiendo las emanaciones dañinas que dejó el portal que abrieron.
—Mucho mejor.
Sonrió.
—Sólo si tú lo estás.
—Lo sé, no lo digas. —Levantó una mano para evitar que él se disculpara por
hacerla pasar por la miseria de quitarse el colgante protector, cuando deberían haber
estado buscando pistas visibles en su lugar.
Las hojas quebradizas pasaron junto a ella cuando Fate entró en el cuadro y
subió los escalones de piedra hasta el arco. El árido viento se hizo más cálido cuando
se detuvo en el umbral y miró a través de la abertura. Un sombrío páramo cubierto
de humo negro se extendía ante ella hasta donde alcanzaba la vista.
—¿Debo ir yo primero?
—No, lo haré yo —Pero Fate le cogió la mano antes de dar el primer paso en la
oscuridad.
Capítulo 43
Traición nigromántica
—¿Cuántas veces tengo que decirlo? —espetó Darcy—. Este es el único camino
y lleva hacia un solo lado —Estaba más malhumorada que de costumbre,
arrastrando los pies por la tosca carretera hecha enteramente de huesos humanos
aplastados. Su pie se enganchó en un hueso que sobresalía y tropezó. De nuevo.
Eustace, el único que no sudaba cubos de sal preciosa, la agarró del brazo antes de
que cayera.
Finn frunció el ceño ante el atroz camino, con los nervios al límite por el
siempre presente hedor a azufre y el malestar general de los bajos ánimos.
—Es una falta de respeto pisotear los huesos de las personas de esta manera.
Darcy le lanzó una mirada venenosa, oscurecida por el rímel manchado debajo
de sus ojos.
—¿Quién es la que hizo toda la investigación sobre este lugar? yo. Y el libro
decía que permaneciéramos en la carretera después de pagar el peaje.
Finn tuvo que preguntarse sobre eso. El pago había sido una de las camisetas
viejas de Mason. Darcy había murmurado algo sobre entregar un objeto de
tremendo valor. Excepto que ni siquiera había estado presente un encargado del
peaje para recibir el pago. Simplemente había hecho una bola con la camisa y la
había colocado debajo de una gran roca grabada con un símbolo desgastado.
—¿Alguna idea, señor? Después de todo, fue el primero en investigar todo esto.
Eustace estaba erguido como un roble, inflexible bajo el viento brutal. Sacudió
la cabeza sin decir una palabra y se volvió para seguir a Darcy.
Finn se quedó atrás, más preocupado que nunca por el persistente silencio de
Eustace y la forma en que seguía cada movimiento de Darcy. Era espeluznante, como
si estuviera en trance. Finn había notado indicios de comportamiento servil de él
antes de entrar al portal, pero lo atribuyó a una cooperación enfocada. Después de
pasar más tiempo con ellos dos juntos, este era claramente un maestro moviendo
los hilos de su títere.
—¡Ahí está!
—Si.
Darcy caminaba más rápido ahora, su cabeza inclinada hacia el viento, más
fuerte que nunca, como para desafiar su intención de continuar. Arena y trozos de
hueso afilados se agitaron en el aire y arañaron la piel de Finn.
—¿Qué tal si me adelanto y examino las cosas? —sugirió, impaciente por poner
fin a esta miserable caminata.
—¡De ninguna manera! —gritó Darcy—. No he venido hasta aquí para que
arruines las cosas justo antes de la línea de meta —Hizo un gesto a Eustace para que
caminara frente a ella para bloquear la arena.
Solo podía culparse a sí mismo por estar tan mal equipado al permitir que
Darcy lo apresurara a irse sin una preparación completa. Todo en esta misión estaba
horriblemente mal. Eustace no era él mismo y Darcy lo estaba controlando. Eso
estaba claro, pero Finn sintió que había más. Ella estaba escondiendo algo.
Había sido un tonto al pensar que ella había sido completamente honesta con
él.
La piel de gallina apareció en la piel de Finn a pesar del calor sofocante. Este
era el lugar más desolado y vacío en el que jamás había tenido la pura miseria de
estar. ¿De dónde habían venido todas las pobres almas que habían sido sacrificadas
para construir ese abominable arco macizo y la carretera de huesos?
—¿Cuál es el problema, Darcy? ¿Hay algo ahí que no quieres que vea?
—¿Qué es este lugar? No parece el reino de un duque del infierno. En todo caso,
se parece más a una jaula.
Una voz profunda y gutural invadió la mente de Finn, una que reconoció de
inmediato. “Criaturas curiosas. ¿No es así como te referiste a mí una vez? Creo que
10
La tintura es un método de extracción de los principios activos de una planta que se realiza
dejando la planta en alcohol etílico o etanol
tus palabras exactas fueron: hay una razón por la que las criaturas curiosas en
jaulas no pueden vagar libremente ".
Farouk inclinó la cabeza para mirar a Finn. Llamas plateadas brotaban de las
puntas de sus garras mientras su mortal cola con puntas de púas serpenteaba
hipnóticamente detrás de él. “Nunca hubo palabras más verdaderas. Mi especie
siempre ha estado enjaulada”. Sus labios negros se curvaron hacia atrás. El humo
se arremolinaba más allá de sus colmillos cuando un gruñido amenazante salió de
su garganta. "Como bien puedes ver, nadie podría mantenernos enjaulados".
Las orejas de Farouk se aplanaron hasta su cabeza. “Te destriparé para que te
desangres lentamente. Te quiero vivo el tiempo suficiente para ver morir a Fate
ante tus ojos".
Farouk le enseñó los colmillos a Darcy, como el perro con correa que quiere
desgarrar a su amo.
—¿Hiciste un trato con este demonio? —El shock se extendió por Finn, frío
como la escarcha—. Nunca buscamos la Llave de Dantalion. ¿De qué se trata
realmente esto y dónde diablos estamos, Darcy? —Cuando ella no le respondió, miró
a Eustace—. ¿Sabías sobre esto?
Eustace lo ignoró. Se quedó rígido e inmóvil como una piedra, mirando a
Farouk. Se veía mal. Sus ojos estaban amarillentos y había una mirada cruel y de
odio en ellos que Finn no creía que Eustace pudiera jamás ser capaz de tener.
La ardiente mirada de Farouk se deslizó hacia Eustace. “Yo maté a este. ¿Cómo
está vivo?" Olió el aire, gruñendo cuando captó el olor. Se volvió hacia Darcy.
"¿Trajiste un Renacido?"
Otra ola de conmoción golpeó a Finn. Estudió a Eustace a través de una lente
completamente nueva, una que puso al hombre en un enfoque nítido.
Finn no sabía nada de lo que era un Renacido. Solo que explicaba la repulsión
que había sentido durante el hechizo de resurrección: la sombra que había surgido
al mezclar los tres ingredientes del hechizo. El Encantamiento Siniestro. Todo había
sido exactamente lo que temía.
La espada de viento de Finn cayó y vio con horror silencioso cómo la piel de su
brazo se desprendía en brillantes granos de polvo de oro y se alejaba flotando.
Capítulo 44
La Venda esta fuera
Fate voló muy por encima del espantoso camino de los huesos, sacudida por
fuertes corrientes en el viento aullante, donde al menos estaba libre de la arena.
Azrael, por otro lado, se vio obligado a caminar por el camino con la tormenta de
arena enfureciendo contra él. Afortunadamente, su atuendo tradicional del desierto
proporcionó un amplio material para envolver su cabeza y rostro para una
protección adecuada. Aunque tuvo problemas para detectarlo ya que la tela de su
túnica reflejaba su entorno, haciéndolo casi invisible.
—El camino está llegando a su fin. Hay una cúpula de aspecto extraño más
adelante.
Azrael miró desde los pliegues de sus envoltorios para estudiar el horizonte
lleno de humo.
—Sí la veo.
—Vi luz que venía del interior. Volaré adelante y me aseguraré de que sea
seguro entrar.
Se quedó sin aliento, como si un puño cruel apretará sus pulmones, duro y
doloroso. Todo el cuerpo de Finn estaba iluminado de adentro hacia afuera. Sus ojos
eran casi orbes blancos ardiendo dentro de su cráneo. Sus venas y huesos
resplandecían bajo los músculos que se quemaban rápidamente en brillantes
chispas de polvo dorado.
Su sangre se heló aún más cuando vio a Farouk. El monstruoso titán estaba
encorvado sobre la delicada cadena de oro que sostenía el Orbe de Aeternitis
enganchado en una garra. Darcy se quedó de pie con una mirada maníaca en sus
ojos. Eustace tenía la cara de piedra mientras observaba el doloroso
desmoronamiento de Finn.
La última vez que Fate vio esta luz destructiva fue cuando Kaliena usó el Orbe
para separar la Vara de Finn. Farouk le estaba haciendo lo mismo.
Fate voló hacia Farouk, lista para hundir la longitud del Alicorn
profundamente en su columna vertebral. El pelaje de su grueso cuello se erizó en
respuesta. Girando su cabeza lobuna, le chasqueó la enorme mandíbula. Fate se
apartó del chasquido de sus colmillos rechinantes y dio la vuelta. Haciendo uso de
toda la fuerza y la velocidad que pudo reunir, apuntó con la punta afilada de la
espada al pecho de Farouk y saltó por los aires.
El demonio fijó su mirada roja sangre en ella. “Juntos de nuevo al fin. Estaba
empezando a pensar que tal vez nunca llegarías".
—¿Por qué estás haciendo esto? —le gritó Fate a Darcy mientras corría para
encontrar la espada—. ¿Qué te hizo Finn para merecer esto?
Darcy se rio.
—Típica obtusa, Fate. ¡Nunca has podido ver lo que te está mirando a la cara!
Quítate las gafas y mira a tu alrededor.
—La venda está afuera, Darcy. ¿Y sabes lo que veo? Alguien tan lleno de odio
que está dispuesta a sacrificar a dos personas perfectamente inocentes. ¿Cómo
pudiste hacerle esto a Finn? ¡Nunca te hizo nada! ¿Y Eustace también? Trabajabas
codo a codo con él en la biblioteca todos los días —Ahogó las últimas palabras
mientras miraba a Eustace, un caparazón vacío que solo se parecía a su padre.
Fate trató de no dejar que el aluvión sádico de Darcy la afectara, pero estaba
fallando.
—No pensé que jamás dejaría de llorar el día que murió Eustace. Era la única
persona que quedaba a la que le importaba cómo me sentía.
—Si eso es lo que sentías por Eustace, ¿por qué lo traerías de vuelta como este...
caparazón vacío? —Luchó Fate contra un torrente de lágrimas.
—¿Y Finn?
—Todavía llevas la venda. Piensa bien, Fate. ¿Por qué querría alejar a tu novio
de ti?
—No es verdad. Obviamente has olvidado cómo nos conocimos —La amargura
en la expresión de Darcy se suavizó mientras miraba al pasado por un breve segundo
antes de que su ceño de odio regresara—. Te admiraba en ese entonces. Pero eso
terminó cuando mis amigos empezaron a caer como moscas. Incluyendo a mi novio.
Conocerte fue lo peor que me pasó.
La culpa que sentía Fate por la pérdida de Lincoln y Mason pesaba más que
nunca. Quizás Darcy tenía razón. Es posible que Fate no estuviera completamente
preparada para los problemas que encontraron al llegar por primera vez a la
Fortaleza, pero ciertamente había experimentado suficientes peligros durante el
tiempo que estuvo atrapada dentro del Libro de Fábulas para saber que Darcy y los
demás estaban fuera de su alcance. Debería haber insistido en que los enviaran a
todos a casa, a pesar de los argumentos de Brune y Farouk en su contra. Eso incluía
a Jessie y Eustace.
Por primera vez, Fate comprendió la profundidad del dolor de Darcy al ser
víctima de ese nivel de insidia. Pero ¿por qué Darcy negociaría con el mismo
monstruo que la había violado?
Fate miró a Farouk. Los negros labios de su hocico se estiraron hacia atrás en
una mueca macabra. Parecía estar disfrutando mucho del arrebato emocional de
Darcy.
—¿Sabes qué? Creo que me disgustas incluso más que este espectáculo de raro
de pelos. Has tenido el poder de deshacer todas las cosas horribles que nos han
sucedido. ¿Pero tú? Oh no, estás demasiado ocupada lloriqueando por el miedo que
tienes de usar las Palabras de Creación —Sacudió su cabeza—. Puedes tener los
poderes de un dios, pero eres solo una débil salsa, una burbuja de mocos.
—Y tú eres incapaz de aceptar una disculpa —Los dedos de Fate tocaron la jaula
expandible que Brune le había dado.
—¿Crees que una disculpa puede compensar todo lo que he perdido? —Darcy
volvió a reír, esta vez con un tono histérico en la voz—. ¡Eso es gracioso!
—Por favor, no hagas más daño a Finn. No necesitas la Vara. Usaré las Palabras
de Creación para recrear a Mason para ti. Aquí y ahora. Solo llama a tu perro del
infierno.
Farouk gruñó.
—Es demasiado tarde para eso. Quiero más que Mason ahora y solo puedo
tenerlo todo con el Orbe y la Vara.
—Lo siento, pero no puedo dejar que eso suceda —En el mismo aliento, Fate
apretó con más fuerza la jaula y se la arrojó a Farouk. El movimiento le causó un
dolor casi insoportable, haciéndola jadear de agonía—. ¡Apertta Captionem Reverti!
—grito Fate.
Farouk se golpeó contra las barras delgadas e inflexibles, que Fate supuso que
debían de ser afiladas como navajas, porque le cortaron la piel y le abrieron heridas
ensangrentadas en la espalda y los brazos. Aullando de dolor, Farouk giró en
círculos, sus mandíbulas chasqueando como si estuviera mordiendo algo detrás de
él. Parecía estar persiguiendo su cola.
Se alegró por eso. Haría que matarlo fuera mucho más satisfactorio.
¿Por qué no había visto lo que tenía delante? Sabía que estaba fuera de juego,
pero esto demostró que no estaba pensando con claridad. Debería haber sido obvio
que Azrael era el asaltante invisible de Farouk.
Había atrapado a Azrael dentro de una jaula con un demonio cuyo deseo del
alma era aumentar su sufrimiento.
Capítulo 45
Consentimiento
Farouk apretó su agarre. Azrael luchó por respirar, incapaz de levantar su sable
ensangrentado para matar al monstruo cuya mandíbula se abrió de par en par para
morder.
—Vaya, una oferta de dos por uno. Esta venganza es cada vez mejor —La
mirada ardiente de Farouk se deslizó hacia Fate, haciendo una demostración de
balancear el Orbe para mostrarle que tenía el poder de la vida y la muerte sobre dos
vidas. Su fea voz serpenteó en su cerebro. "¿Cuál?"
—No... no puedo.
Farouk aflojó su agarre. Azrael tosió, aspirando aire precioso cuando Farouk
presionó su rostro entre los barrotes.
—¡No hagas esto! —suplicó Fate—. Haré cualquier otra cosa que me pidas, pero
no elegiré entre ellos.
—Fate —dijo Azrael con voz ronca—, saca al perro del infierno de tu mente. No
hagas trueques con él. No temas por mí. Destruye a los Hinn y recupera el...
Farouk golpeó la frente de Azrael contra la jaula para silenciarlo. “Dime qué
darías para no tener que elegir".
Fate apartó la mirada de la sangre que corría por los ojos azules de Azrael y
endureció su mirada en Farouk. —Usaré las Palabras de Creación para construir tu
reino. Pero solo si liberas a Azrael y recupero a Finn.
Farouk la miró.
El amor obligó a calmar las ganas. Aún quedaba esperanza. Sithias estaba
esperando con una fórmula alquímica para restaurar a Eustace si podía devolver el
cadáver ambulante de su padre a la Fortaleza sin daños. Lo que significaba que no
había violencia.
—Parece que finalmente lo estás entendiendo —La voz de Darcy nunca sonó
más engreída.
—Te daré todo lo que quieras y más —Su garganta se apretó, haciendo de cada
palabra un doloroso esfuerzo—. Primero tengo que ver una demostración de buena
fe. Haz que Finn esté completo. Y me refiero ahora mismo, o el trato se cancela.
El corazón de Fate dio un vuelco cuando Finn abrió los ojos, más verde que un
prado primaveral y mucho más atractivo. Miró a su alrededor, momentáneamente
confundido hasta que la miró a los ojos. Empezó a sonreír, hasta que vio la sangre
acumulada alrededor de sus pies.
Corrió hacia ella y la agarró mientras ella se balanceaba vertiginosamente. Fate
respiró hondo cuando le tocó la herida abierta. —Estás herida —dijo, frunciendo el
ceño ante la sangre en su mano—. Y no te estás curando como de costumbre.
Darcy aplaudió.
—Lo retiro —agregó Darcy—. Azrael tampoco está obteniendo lo que quiere.
"Parece que no". Farouk levantó a Azrael de un tirón, se llevó el cuello a la boca
y hundió los colmillos profundamente en la suave y vulnerable carne.
Fate gritó cuando los ojos azules de Azrael se abrieron de par en par y su boca
se estiró hacia atrás en agonía. La sangre de su vida inundó el hocico de Farouk
mientras sacudía su enorme cabeza de un lado a otro, temblando hasta que los
brazos y piernas de Azrael se agitaron como una muñeca de trapo. Desatándose la
mandíbula, Farouk dejó que Azrael cayera a sus pies en un montón arrugado.
¿Había elegido? Su respuesta llegó cuando el anillo del alma que había
colocado en el tobillo de Azrael salió de la jaula. El tintineo de las cuentas en el
interior empeoró su remordimiento. La tobillera de latón no tenía roturas ni
bisagras, por lo que era imposible quitarla. Lo único que desbloquearía el anillo del
alma era una decisión sincera de romper el vínculo.
Cuando se vio obligada, su corazón había elegido a Finn. El pobre Azrael había
muerto conociendo la verdad más profunda de su alma. Ella lo había lastimado de
la peor manera posible.
—Te voy a sacar de aquí —le susurró Finn al oído—. Estás herida. Has perdido
demasiada sangre.
—No —Se secó los ojos con brusquedad y miró el cuerpo sin vida de Azrael.
Enfrentar lo que había hecho era lo mínimo que podía hacer—. No podemos dejarlo
aquí en este horrible lugar. No lo haré. Y Eustace. También tengo que llevarlo de
vuelta a la Fortaleza. Sithias encontró una manera de arreglarlo.
—Volveremos por ellos una vez que seas fuerte de nuevo. —Finn se movió para
levantarla en sus brazos.
Fate lo apartó.
La risa gruñona de Farouk llenó a Fate de rabia venenosa. Si tan solo sus
palabras no la llenaran de dudas. Ella nunca le creería si no fuera por la visión de
Aradif de una increíble alianza con el demonio. ¿Cómo podría haber visto Farouk el
mismo futuro posible? Debía saber algo que ella no.
—Ella nunca lo oirá de estos labios —Se inclinó lo suficiente para que le sacaran
un ojo, en caso de que Farouk optara por clavar una garra a través de la pequeña
abertura—. De los tuyos, para el caso.
Fate se quedó dónde estaba, aterrorizada por lo que sabía que vendría después.
Finn la giró y ella enterró la cara contra su pecho. Su agarre era feroz, su
respiración se tensaba mientras temblaba de ira.
—Cuidado con cómo me hablas —advirtió Darcy con voz cantarina—. Mira
quién tiene el Orbe.
—Darcy, me rindo —sollozó—. Tú ganas. Por favor, deja a Finn fuera de esto.
—¿De verdad eres tan despiadada? ¿No he perdido lo suficiente para hacerte
feliz?
—Boohoo —Darcy movió los puños frente a sus ojos con los movimientos
dramáticos de un mimo callejero. Dejando caer los brazos a los costados, se encogió
de hombros—. Phff. Vamos, Fate. Ni siquiera es un chico de verdad. No como lo era
Mason.
—¡Suficiente!
Una luz dentada brillante explotó desde el Orbe. Finn se puso rígido,
paralizado cuando las venas de sus brazos y rostro se iluminaron en redes ardientes
de luz ardiente y el terremoto que había invocado terminó tan repentinamente como
había comenzado. Fate observó impotente cómo se estremecía de agonía, atrapado
dentro del doloroso ciclo de la des-creación una vez más.
Fate se arrastró hacia la espada Alicornio. Tiró del extremo puntiagudo para
liberar la empuñadura del fuerte agarre de Eustace. No se soltaría. Avanzando poco
a poco, tocó su mano fría y muerta para soltar sus dedos, pero tiró de su brazo hacia
atrás. Lo intentó de nuevo, detenida por una repentina aparición de náuseas que la
hizo vomitar.
¿Podría ella?
“Tenía que darte una lección, mi querida y dulce hija. Necesitabas ver que sin
mí no eres nada ".
Fate negó con la cabeza, confundida, herida. ¿Qué madre haría esto?
“Muy bien." El poder de Ananke se filtró, una pequeña infusión para que Fate
supiera que estaba realmente presente. “Primero, debes aceptarme completamente.
¿Aceptas fusionarte conmigo, hija mía?
Fate no entendió.
La mirada turbia de Fate se desvió hacia Eustace. Sus ojos ya estaban vidriosos
con una película lechosa. Ahora que la magia se había ido, la inevitable decadencia
había comenzado, encaneciendo su piel, marchitándola en grietas parecidas al
papel.
Se dio la vuelta con un sollozo seco mientras un dolor insoportable arañaba los
frágiles y magullados restos de su corazón. Su mirada se posó en Azrael, impulsando
la angustia más profundamente con tanta seguridad como una espada enterrada en
su pecho. Su rostro estaba escondido debajo de los pliegues de su capa y ella estaba
agradecida por eso. Pero cuando miró a Finn, ardiendo de adentro hacia afuera, su
tormento se intensificó y suplicó que la muerte se la llevara también.
"No puedes rendirte". Ananke presionó a Fate con todo el peso del leviatán que
realmente era. Fate nunca se había sentido tan pequeña e insignificante antes.
"Fuiste criada para resistir todos los desafíos y dificultades que he puesto en tu
camino. He esperado eones por un descendiente lo suficientemente digno para
albergar mi poder. Tú, por encima de todos los demás, has demostrado tu valía.
Acépteme ahora ".
"No, estoy cansada de pelear", dijo Fate con voz ronca. "No puedo hacerlo
más. No me queda nada por lo que luchar ". Ella se acurrucó en una bola, metiendo
su rostro bajo sus brazos, queriendo solo esconderse. Pero no podía esconderse de
la ineludible presencia de Ananke.
“¿Qué hay de Finn? No es demasiado tarde para él. ¿Te rendirías ahora y
dejarías que perezca?
Ananke nunca había usado el nombre de Finn. Escuchar su nombre conmovió
a Fate lo suficiente como para levantar la cabeza.
“Di que sí y restauraré a Finn con todos los poderes que ha poseído y más.
Nacerá de nuevo, bendecido con su propia fuerza vital. El Orbe será impotente
sobre él porque ya no será la fuente de su creación ".
Todo lo que Fate siempre había querido para Finn era que fuera su propio ser
soberano. Ella lo había deseado tanto como él. Nada más era tan importante como
eso.
Una agonía al rojo vivo abrasó los nervios de Finn. Sus ojos estaban en llamas,
su visión cegada por una lluvia de radiantes chispas doradas. Estaba atascado,
incapaz de conectarse con su cuerpo. No parecía haber nada sustancial que mover.
Todo lo que quedaba era un dolor insoportable, abrasando cada vía de su sistema
nervioso. Trató de gritar, de hacer el más mínimo sonido. Su voz se había ido, como
si su garganta y sus cuerdas vocales se hubieran hecho añicos en un millón de
partículas diminutas.
Él estaba muriendo. Eso era lo que sabía. Pero, ¿qué era esta luz asesina? Buscó
un recuerdo. Algo que le dijera qué estaba pasando y por qué.
No había nada. Su mente estaba vacía. En blanco. Una luz blanca brillante
superó la llamarada ardiente y dorada que llenaba su visión. El calor se vertió a
través de los últimos vestigios de su cuerpo, reparando el daño, calmando el dolor
rabioso.
La luz curativa fluyó hacia sus ojos, apagando el insoportable fuego. Como un
jarabe de miel, la luz inundó su cerebro, bajó por su garganta, llenando los miembros
fantasmas con una energía preciosa y vivificante. El peso de sus brazos y piernas
regresó. Sus pulmones se expandieron con aire.
Finn se pasó las manos por los brazos, agradecido de estar tocando piel,
músculos y huesos. Un alivio abrumador curvó su boca en una sonrisa mientras
abría los ojos.
Todo lo que había sucedido se derrumbó de una vez. Farouk había asesinado a
Azrael. Eustace había matado al demonio y había muerto como consecuencia. Finn
recordó haber intentado evitar que Darcy usara el Orbe con él. El odio regresó
cuando recordó la tortura que ella le había infligido.
La ira de Finn se evaporó con el recuerdo de la herida de Fate. Ella había estado
débil e incapaz de curarse. No la veía por ningún lado.
Finn siguió su mirada y su boca se secó tanto como la cama de arcilla bajo sus
pies.
Fate flotaba muy por encima de ellos. Solo que no era Fate. Esta era Ananke,
una enorme giganta, que vestía la armadura de un caballero negro. El aire caliente
se elevó desde el centro rojo ardiente de su cintura iluminada, volando su largo
cabello hacia el cielo en ondas relucientes. Ella los miró con una mirada ardiente. El
humo como la tinta, salpicado de brasas humeantes, se desvanecía en las puntas
llameantes de enormes alas tan oscuras como la noche. Un calor abrasador lo
azotaba con cada poderoso movimiento de esas temibles alas, levantando nubes de
polvo en el aire que se elevaban para oscurecer su vista.
¿Dónde estaba la armadura plateada de Ananke? ¿Por qué era tan enorme? ¿Y
dónde estaban sus alas de luz blanca y dorada? ¿Era esta la verdadera forma de
Ananke?
Este rostro de pesadilla golpeó más pavor en su corazón que cualquier cosa que
hubiera presenciado hasta ahora.
Sin embargo, Finn no se atrevía a creer que estaba perdida. Fate todavía estaba
dentro de esa pesadilla alada. ¡Tenía que estarlo!
Darcy miró al suelo, gritando las extrañas palabras repetidamente hasta que el
suelo se agrietó y se desmoronó en un enorme agujero. Ella estaba usando el Orbe
para escapar. Si tan solo entendiera el idioma que hablaba, podría saber
exactamente adónde la transportaría el Orbe.
—Podría acabar contigo aquí mismo —amenazó; listo para provocar una
tormenta que aniquilaría a la bruja.
—¡Obviamente nunca has visto mi lado malo! —Finn invocó Aire, convocando
a los vientos en sus manos.
Fate se había ido. Consumido por un ser todopoderoso que no podía comenzar
a comprender, y mucho menos esperar derrotar. Ananke se movía por el espacio y
el tiempo como se movía por el aire. Poseía el poder supremo para crear vida o
destruirla, y ordenar a las estrellas que gobiernen los destinos.
Quizás no lo haría. Se odiaba a sí mismo por siquiera pensarlo. ¿Qué más podía
pensar? No había podido salvar a Fate.
Finn miró los restos. Su mirada reacia se posó en Eustace y Azrael. No podía
dejar sus cuerpos en este espantoso lugar. Por supuesto, no tenía idea de cómo iba
a hacer que eso sucediera. Suspiró profundamente, resuelto a llevar cada cuerpo de
regreso a la puerta de entrada uno a la vez si llegaba a eso.
Miserable por la tarea que tenía por delante, Finn se acercó a Eustace y Azrael.
Cerró los párpados de Eustace, incapaz de mirar sus ojos vidriosos. Se inclinó para
levantarlo, reprimiendo aún más su repulsión cuando los huesos de su brazo rígido
se partieron. Finn colocó a Eustace sobre su hombro derecho con una mueca. El
cuerpo era más ligero de lo que hubiera esperado para un hombre de la altura de
Eustace. Había sido poco más que una cáscara seca.
Finn se tambaleó, golpeado por un repentino mareo. Se puso de pie con una
postura amplia para evitar caer, pensando que estaba más enfermo de lo que
pensaba. Lo último que quería era dejar caer a Eustace y escuchar el crujir de los
huesos cuando su frágil cadáver golpeó el suelo.
Esperó a que su cabeza dejara de dar vueltas, una sensación que solo empeoró.
Su entorno se volvió borroso y giraba a su alrededor como un tornado. Todo se volvió
negro, poniendo fin al incesante chillido de los vientos salvajes que golpeaban las
paredes exteriores de la cúpula. Por un momento aterrador, pensó que Ananke lo
había empujado a través del espacio para terminar lo que había comenzado. Luego,
para su alivio, las luces se encendieron, revelando la biblioteca.
—¡Lo hiciste Sithias! ¿Ves? Toda esa preocupación sobre el uso de las Palabras
de Creación fue una pérdida de tiempo. Los sacaste —Su sonrisa se desvaneció
cuando vio a Finn con Eustace colgado del hombro y Azrael en el suelo.
—¿Qué le pasó a Fate? —preguntó trémulo—. ¿Yo…? —Cerró los ojos y lloró.
—No tuviste nada que ver con esto, excepto el traernos aquí —le aseguró Finn.
—Entonces, ¿dónde está ella? —Sithias se sentó y volvió la cabeza hacia los
cuerpos que yacían en el suelo. Sus hombros temblaron con más sollozos.
—Farouk mató a Azrael. Fue demasiado para Fate. No le quedaba nada para
luchar contra Ananke —apenas capaz de pronunciar las últimas palabras, Finn
ayudó a Sithias a ponerse de pie.
Él suspiró.
—Sabemos.
—¡Y mira lo que pasó! —Finn lo regañó—. Nunca debiste dejarlos ir.
Gerdie caminó con cautela a través de los asientos de las sillas que se alineaban
en la mesa hasta que alcanzó a Finn. Ella tomó su mano entre las suyas y la apretó.
—Hola chicos, han pasado siete horas. ¿Ya han vuelto? —corrió por el suelo de
mármol y luego patinó hasta detenerse cuando vio que se llevaban a Eustace.
— ¡No! —las lágrimas brotaron de sus ojos cuando detuvo a los bots médicos
para mirar su rostro gris y calcáreo. Ella se apartó rígidamente. Su tez palideció
cuando vio la otra camilla cubierta con una sábana. Le temblaba la mano mientras
la retiraba para ver quién era. Jadeando con una mezcla de horror y alivio, soltó la
tela y se hizo a un lado para dejar que los bots médicos se llevaran los cuerpos.
—Pobre Azrael. Pensé con certeza que era Fate. ¿Dónde está ella?
—Ananke se hizo cargo —respondió Finn—. Estoy bastante seguro de que fue
tras Darcy.
—Espera. ¿Por qué Ananke perseguiría a Darcy? Eso suena como algo que
haría Fate.
—Sí —asintió Finn, sintiendo el más mínimo rayo de esperanza—. Ahora que
lo pienso, estoy bastante seguro de que Ananke impidió que Darcy usara el Orbe
para destruirme.
Jessie asintió.
—Ahí tienes. Esa es una señal segura de que Fate todavía está a bordo.
Finn miró más allá de ella mientras la duda se movía para desterrar la
esperanza.
—Quiero que eso sea cierto más que nada —insistió Finn—. Pero algo sucedió
cuando me conecté con Ananke para ver si podía alcanzar a Fate. Había tanta
oscuridad dentro de Ananke y sentí una presencia escondida en su interior antes de
que cortara la conexión.
—No.
—Ananke debe haberte echado antes de que pudieras acercarte a ella —la voz
de Jessie sonó con desesperación. Ella no iba a dejar pasar esto.
—Eso es posible —admitió Finn.
—Maldita sea, es posible —insistió Jessie—. Ananke tiene todas las razones
para aislar a Fate, especialmente de ti. Ella puede controlarla mejor de esa manera.
Evita que se rompa.
Gerdie se subió a la mesa, dejando que sus piernas colgaran sobre el borde.
—No —Finn se apresuró a decir—. Vi y sentí de qué está hecha Ananke. Créame
cuando digo que nos enfrentamos a una fuerza incalculable, pero ella no es malvada
en el verdadero sentido de la palabra. Ananke se considera la gran madre de todos y
está furiosa con sus hijos. Ella está disgustada con su apatía y mediocridad, incluso
cuando las estrellas están alineadas para favorecerlos. Sobre todo, aborrece su
debilidad para hacer el mal.
—¿Fate rebobina el tiempo? —asombrado, Finn agitó una mano cuando Jessie
comenzó a explicar—. No importa. Lo que estás diciendo se alinea con lo que sentí.
Tuve la clara sensación de que la oscuridad estaba permitiendo a Ananke usar su
poder, mientras la infectaba lentamente.
Sithias parecía horrorizado.
Finn se dirigió al otro lado de la mesa y apretó los puños contra la superficie
dura.
Sithias levantó la mano como un tímido alumno de primer grado que le tiene
miedo a su maestra.
—No estoy segura —Gerdie gateó por la mesa hasta una pila de libros tan alta
como ella estaba sentada junto a ellos. Cuando notó que Finn fruncía el ceño, dejó
de leer el lomo con la cabeza inclinada hacia un lado—. ¿Qué? Necesito saber más
sobre Eldritch Gloom antes de poder responder a eso.
—No se parece a ninguna llave que haya visto antes. En todo caso, diría que es
una varita
—En realidad, eso es exactamente lo que es —Sithias agitó la varita con toda la
delicadeza de un hada de los dientes de dibujos animados. Todo lo que faltaba eran
los destellos—. Solo se llama llave porque su único propósito al ser hecha era
desbloquear el Corsé de Hipólita simplemente apuntándola. Solo asegúrate de
señalar el final con el rubí.
—Pero... —De repente se enojó—. Espera un minuto. Toda esta charla sobre la
Llave y la tuviste todo...
—¡Lo encontramos hace unas horas, aquí mismo en la biblioteca! Una vez que
descubrimos que Darcy no tenía planes de llevarte al reino de Hadean, pensamos
que debía haber encontrado la llave y la escondió junto con todas sus otras mentiras.
El mérito es realmente de Gerdie. Ella es quien averiguó las notas de Darcy y el
nuevo nombre que le dio a la Llave para mantenerla registrada en los registros y
almacenada en el relicario de la biblioteca sin que nosotros sospecháramos nada.
Una alarma clamó, un sonido agudo que resonó por toda la biblioteca,
haciendo que todos saltaran.
—¿Por qué tienes que ir y decir eso? —resopló Gerdie—. Nos engañaste.
Finn suspiró.
—¿Qué tan malo es? —preguntó Finn mientras se acercaba a la mesa con Jessie
a su lado.
—Dame lo bueno.
Finn miró la proyección de dragones que volaban por el cielo, arrojando ríos
de fuego a los jinetes de halcones de Eldunough y las aeronaves Biraktar. La línea
del frente de la flota de Biraktar se inclinó hacia abajo en llamas, habiendo recibido
un fuerte golpe para que la segunda línea pudiera disparar a los dragones con fuego
de cañón. Dos dragones cayeron en picado y se estrellaron contra las dunas de abajo.
—Al menos contamos con la ayuda de Biraktar. Eso es algo —dijo Finn.
Brune negó con la cabeza, con la mirada fija en los horrores que se
desarrollaban ante ellos.
—Mira de nuevo.
Los arqueros que se alineaban en las cubiertas de Biraktar rociaron el cielo
oscuro con flechas, no a los dragones, sino a los caballeros de Beldereth y los jinetes
de halcones de Eldunough. Los caballeros que no fueron asesinados
instantáneamente, se salieron de control, saliendo en espiral desde tremendas
alturas hasta su muerte. Los arqueros de Biraktar apuntaron a los majestuosos
halcones gigantes con cientos de flechas para derribar a las aves rapaces, al mismo
tiempo que atravesaron a sus jinetes con la misma cantidad de flechas.
—¿Qué demonios? —exclamó Jessie—. ¿Por qué nos atacan? Brune, también
estabas en la biblioteca. Dime que no estoy perdiendo la cabeza. Escuchaste a Azrael
decir que su padre estuvo de acuerdo con la alianza. ¿Correcto?
—No hay forma de que la flota haya llegado hasta aquí tan rápido —afirmó
Brune—. Esto fue planeado, incluso antes de que Fate trajera al rey aquí. Azrael,
obviamente, mintió para que su padre volviera a estar a salvo —Brune se agarró al
borde de la mesa.
—Azrael está muerto —le informó Jessie—. Farouk lo mató. Y en caso de que
no lo hayas notado, Finn es el único que logró salir.
—Te lo diré, pero primero quiero aclarar las cosas sobre Azrael —Finn apenas
podía creer que estaba a punto de defender al tipo que le había causado tanta
confusión—. Nunca le habría mentido a Fate sobre las verdaderas intenciones de su
padre. La amaba demasiado para eso.
—Eustace mató a Farouk. Darcy se salió con la suya con el Orbe. Ananke se
apoderó de él y desapareció —Finn reprimió el dolor, siempre ahí, justo debajo de la
superficie.
Jessie lo siguió.
—Fate no está aquí y no sabemos si alguna vez volverá —Los ojos de Jessie se
llenaron de lágrimas y parpadeó con fuerza para detener la inundación—. No puedo
quedarme quieta y retorcerme las manos. Tengo que hacer algo. Créame, sé pelear.
Puedo cuidar de mí misma.
—Lo recuerdo, pero eso fue cuando eras una máquina de matar.
—Los pocos halcones y jinetes que quedan se han retirado. Supongo que en
algún lugar fuera del perímetro visual, porque ya no podemos verlos. Dos dragones
fueron tras ellos. Eso deja a cuatro dragones en las cercanías y se mantienen
ocupados con la flota de Biraktar —Miró a Rudwor con expresión de dolor—. Según
el último recuento, Beldereth ha perdido la mitad de sus números. Les hemos
ordenado que se retiren y no enviaremos más hasta que tengamos un plan sólido.
Lo cual, para responder a su pregunta, no tenemos.
—No tengo un plan exactamente, pero puedo convocar una tormenta de arena
que destruirá esas aeronaves, lo que nos librará de sus arqueros —ofreció Finn—.
Con ellos desaparecidos, los halcones tendrán una mejor oportunidad contra los
dragones.
—Si puedes hacer eso —dijo una de las mujeres—. Podremos desplegar fuerzas
para atacar a las tropas de Serpen en el terreno.
—Estás olvidando que los Serpens los traicionaron y el baño de sangre que
sufrieron como resultado —dijo Brune—. Créame, el ejército de Asgar está muy
motivado para aniquilar a los Serpens.
—¿Cómo vas a llevar a todo el ejército Asgar allí sin que los Serpens los vean
venir? —preguntó Finn.
—Sithias usará las Palabras de Creación y las colocará estratégicamente —
Brune miró alrededor de la habitación—. Hablando de eso, ¿dónde está la serpiente?
Finn se lanzó a una mentira descarada. —Voy a hacer que Sithias y Gerdie
confirmen si la Llave de Dantalion está en el reino de Hadean. Dado que Darcy
mintió sobre casi todo lo demás, pensamos que era mejor asegurarnos de que esto
no fuera otra —Miró a Jessie y luego a Brune.
—Buena idea —coincidió Brune—. ¿Qué tan rápido puedes invocar esa
tormenta de arena?
Los dragones, tan grandes como los barcos, esquivaban los cañones con una
inteligencia que le erizaba los pelos a los brazos a Finn. Desde donde estaba parado,
parecía que algunas de las serpientes aladas actuaban a propósito como cebo, dando
a los otros dragones la oportunidad de atacar desde un ángulo más alto. Chocaron
contra los barcos y siguieron luchando, escupiendo fuego sobre la cubierta y las
velas. Los gritos lejanos de los soldados en llamas fueron horribles.
Finn saltó en el aire, aceleró hacia el anillo más cercano y aterrizó en la cresta
más alta. Desde allí pudo ver el alcance total de las flotas y alianzas hermanas de
Biraktar volando bajo los colores de muchos estandartes diferentes.
—Tú misma lo dijiste, es peor aquí de lo que parece desde la seguridad del
santuario —Finn se volvió hacia la batalla de abajo y fijó su mirada en el horizonte.
Tomando una respiración profunda, invocó la Tierra y el Aire. Los poderes de las
runas explotaron desde el interior con calor, saliendo de su boca en olas calientes de
chispas ardientes.
Los vientos llenos de polvo azotaron a Finn. Dándole la espalda, se puso las
gafas y se lanzó hacia arriba en una carrera para escapar del ataque total de la
tormenta. Un grito de pánico detuvo su ascenso. Redujo la velocidad, escaneando
las arenas agitadas antes de ver a Jessie cayendo fuera de control.
Finn se zambulló, agarrándola por la cintura, salvándola por poco de
estrellarse contra el costado del ring y la levantó con él. El viento aullante y la arena
los golpearon, cortando la piel expuesta mientras se esforzaba con fuerza para
elevarse por encima de las feroces corrientes.
Por fin, Finn atravesó la cima de la tormenta de arena hacia un cielo despejado
y tranquilo. Jessie estaba colgando con tanta fuerza con su brazo alrededor de su
cuello que casi lo estaba estrangulando.
—¿Eh?
—Ya sabes, la historia del escorpión y la rana, donde la rana ofrece un paseo...
—Jessie —comenzó Finn a regañarla por ir tras él, luego apretó los labios—.
Estás loca.
—Podrías decir eso —Al ver que las alas de la mochila de aeronauta estaban
funcionando y sin daños, la soltó, lo que le permitió flotar frente a él.
Jessie probó los engranajes, moviéndose hacia arriba, hacia abajo y hacia los
lados.
—¡Uf! Parece que estoy lista para irme —Ella miró la masa que se arremolinaba
debajo de ellos—. Tan pronto como pase la tormenta. Todavía está algo agitado ahí
abajo en este momento. Esperaré aquí, si no le importa.
—Ese es un poder súper loco que tienes allí con esas runas de Aliso, o como sea
que las llames.
—Correcto. Sabía que estaba equivocada —Jessie sonrió con pesar—. Ya sabes,
desde que te tengo aquí y todo, siempre me he preguntado si los poderes vienen con
el conocimiento incorporado de cómo usarlos o si alguien tiene que enseñarte.
—Tove me enseñó lo básico, el resto vino por instinto.
—Sí, lo es.
—Maldita sea —murmuró con sentimiento de culpa. Tove le había pedido que
Fate la enviara de regreso al Bosque Feldoril. Se había olvidado por completo de su
petición entre lágrimas, con los problemas que siguieron a su regreso. Realmente es
una excusa terrible. Si estaba siendo verdaderamente honesto, Tove no se le había
pasado por la cabeza hasta ese mismo momento.
—No, creo que lo tienes todo mal. Si Tove realmente quisiera irse, ella misma
se lo habría preguntado a Sithias.
—Vaya, ¿por qué los chicos nunca ven lo obvio? —Cuando Finn no tenía nada
que ofrecer, continuó—: Fate me contó todo sobre Tove y lo que siente por ti. La
chica todavía está locamente enamorada de ti y por eso se quedó. Ella quiere estar
aquí para recoger los pedazos cuando las cosas no funcionen entre tú y Fate.
—No, no, no —argumentó Finn—. Tove está enamorada del príncipe Ethlan.
—La línea entre el amor y el odio es fina y nítida, pero puedo decir con absoluta
confianza que Tove todavía te ama. Tenía todo en la cara cuando te vio pasar.
—Quizás tengas razón, pero eso no cambia nada —confesó—. Ambos sabemos
a quién pertenece mi corazón.
—Supongo que es hora de aclarar las cosas —Ambos sabían que no se refería a
Tove. Irónicamente, poner fin a la furiosa tormenta de arena era lo único que podía
abordar en este momento.
Fiel a su palabra, Brune había ordenado a Sithias que dividiera sus fuerzas en
cientos de pequeñas tropas y las colocara donde los Serpens estuvieran más
dispersos. Esencialmente bloqueando cualquier intento de unificación en sus
formaciones de batalla habituales, que de otro modo habrían cambiado el rumbo a
su favor.
El pulso de Finn latía con fuerza con la necesidad de unirse a la refriega, luchar
codo a codo con sus aliados. Tomando su flauta, sopló las notas, transformándola
en su espada de viento.
—¿Entonces estamos haciendo esto? —Ella esperó a que él dijera la palabra con
una mirada febril en sus ojos que apagó la pelea en él.
—No tendrás ninguna oportunidad ahí abajo —él se encogió por dentro ante el
dolor que se mostraba en su rostro.
—Sí, seguro que eras formidable. Pero eso fue cuando eras un súper soldado
lleno de energía. Sé real, Jessie. Ya no eres tú.
—Mira, he estado donde estás ahora y entiendo lo que estás sintiendo. Poseer
ese tipo de poder y luego que te lo quiten es paralizante. Pero ese poder se fue y
nunca ha sido sobre tu valía. Tienes todo para ofrecer al mundo solo por ser tú. Es
así de simple.
Jessie levantó la mirada, triste al principio, pero repentinamente asustada.
Finn se volvió a tiempo para ver las fauces de un dragón que se ensanchaban.
Capítulo 48
La Llave de Dantalion
Jessie aceleró las marchas y salió disparada hacia un lado. Tensándose Finn se
preparó para enfrentarse a la bestia, pero los ojos amarillos del reptil siguieron a
Jessie, con las pupilas dilatadas por la excitación.
—¡Más rápido, Jessie, vuela tan rápido como puedas! —gritó Finn, sabiendo
muy bien que la mochila de aeronauta estaba a máxima aceleración. No había forma
de que ella fuera a dejar atrás al dragón. Apretando su cuerpo tan recto como una
tabla, Finn se lanzó tras el dragón. Alcanzó la cola con púas cuando estaba casi sobre
ella. La mandíbula del dragón se desencajó, arrojando fuego volcánico que
incineraría a Jessie hasta convertirla en un bloque de ceniza
Finn arqueó la hoja de viento hacia abajo, cortando la punta de la cola del
dragón. El dragón sacudió su cabeza con cuernos para mirarlo con un gruñido de
dolor. Las llamas salieron de sus colmillos antes de que sus mandíbulas se cerraran.
Ya no estaba interesado en Jessie, el dragón cambió de dirección, sus correosas alas
coriáceas se agitaron con rabia, empujando hacia abajo, catapultando su gran peso
a través del aire con una velocidad aterradora.
Flotando en su lugar, Finn esperó, midiendo la distancia, observando el brillo
revelador del fuego fundido que viajaba desde el vientre del dragón a lo largo de su
cuello de serpiente. Las crestas de luz ardiente se dispararon a través de las grietas
de la boca cerrada del dragón. Todos los instintos de Finn le gritaron que corriera,
pero se mantuvo en su posición.
Finn salió disparado hacia arriba, corriendo por la explosión de calor fundido.
El dragón levantó la cabeza, desperdiciando el fuego que salía de su garganta en un
inútil esfuerzo por engullirlo. Afortunadamente para Finn, el behemoth no pudo
corregir el rumbo tan rápidamente como él y evitar que barriera por encima de su
cabeza para permanecer oculto tras el punto ciego del dragón
Otro dragón se abalanzó desde arriba, haciendo llover fuego sobre él.
Liberando la espada, Finn saltó, escapando a duras penas de un muro de llamas
abrasadoras. El fuego golpeó al dragón que estaba tratando de matar, brillando
inofensivamente en sus gruesas escamas mientras ambos monstruos daban la vuelta
y se acercaban a él desde ambos lados.
Aparecieron seis halcones más con jinetes. Los soldados volaron por debajo de
los dragones, disparando una flecha tras otra en sus vulnerables vientres. Los
dragones bramaron mientras la sangre salpicaba de demasiadas heridas mortales.
Los halcones se amontonaron alrededor de ellos, arrastrándolos hacia abajo hasta
que los dragones se quedaron inertes y se precipitaron desde el cielo.
—Uf, eso estuvo cerca
—Me has visto. Me he largado mientras te peleabas con los dragones —Ella
señaló hacia abajo en un intento de distraerlo—. Hey, parece como si pudiéramos
ganar esta cosa.
La bruma que se extendía por el cielo azul se deformó y onduló de repente, una
inexplicable perturbación que inquietó a Finn por razones que no reconocía. El aire
que se agitaba se arremolinaba hacia el interior, embriagándose en un punto central,
una visión antinatural que sabía que no presagiaba nada bueno
Sacó la llave de su bolsillo. Cuando dudó, Jessie le dio un golpe en el brazo, casi
tirándola de su mano.
—¿Qué esperas? —gritó.
El rubí explotó con luz, disparando un sólido rayo rojo directamente a través
de la línea del horizonte. Ananke lanzó sus alas, catapultándose hacia arriba para
evitar el rayo. La luz roja del rubí se curvó en la misma dirección, como un misil de
calor, persiguiéndola implacablemente antes de cerrar el espacio en una ráfaga de
chispas carmesí.
Algo enorme pasó por delante de Finn, haciéndole caer a un lado. No podía
imaginar que algo más que un dragón volara en medio de esta vorágine, a menos
que fuera a propósito para perseguir a Fate. Finn persiguió a la bestia con todo lo
que tenía, liberándose de la arena a los pocos segundos de cambiar de dirección
Se quitó las gafas y corrió hacia Fate. Estaba tumbada de lado a lado, con los
ojos cerrados, hecha un ovillo. Su piel estaba roja, quemada por la arena, pero
respiraba con normalidad. Finn se quitó rápidamente la chaqueta para cubrirla. Su
pelo castaño, casi rojo por el sol, se derramaba sobre la arena. Nunca había estado
más guapa.
Finn deseó saber la respuesta. Fate estaba a salvo y viva, pero inconsciente y
eso le preocupaba.
—Me gustaría pensar que está durmiendo una buena siesta después de lo que
ha pasado, pero no podemos estar seguros hasta que no la veamos —La envolvió
completamente en su abrigo y la levantó en sus brazos.
—Parece bastante tranquila —coincidió Sithias
—Sí, así es —Finn besó la parte superior de su cabeza y miró hacia atrás desde
donde habían llegado, buscando dragones o cualquier otra forma de peligro. La
arena plomiza era lo único que perturbaba el horizonte y estaba disminuyendo por
falta de atención. Liberó los elementos por completo y las arenas se desplomaron en
la quietud.
—Jessie me dijo que Tove estaba preparada para luchar. Me gustaría que lleves
a Fate de vuelta al santuario para que pueda buscarla. Le debo eso.
—Hmm, no estoy seguro de que ella será feliz con eso. Tove me dijo que quería
vivir con los Falinorin.
—Creo que ambos sabemos que los faes son criaturas inconstantes y no son de
confiar. Si Tove realmente pertenece a ellos, no será capaz de permanecer lejos del
Bosque Feldoril. Al menos de esta manera, ella tendrá tiempo para pensar y volver
a sus raíces.
Finn asintió.
—Sithias, no los tienes a menudo, pero cuando tienes ese raro momento de
sabiduría, siempre me quedo boquiabierto.
—Nos encontramos de nuevo —La sonrisa de Aradif era como la de una esfinge,
recordando a Finn sus últimas palabras. La próxima vez que nos encontremos será
en circunstancias menos agradables.
Capítulo 49
Manchado
—¿Y qué profecía sería esa? ¿Aquella en la que me dijiste que era el destructor
de los destructores y que lucharía contra Kaliena hasta la muerte? Tu Oráculo estaba
muy equivocado. Yo no destruí a Kaliena. En realidad, fue al revés. Ella me destruyó
a mí. Y Sithias fue quien ideó cómo enviarla de vuelta al lugar de donde vino.
—Dije que habría una gran guerra y que lucharías con Kaliena hasta la muerte
aquí en el desierto de Marajaran. No dije de quién sería la muerte.
—¿No destruiste a Ananke, la madre de todos los dioses, hace unos momentos?
—Yo no iría tan lejos como para decir que fue destruida —argumentó Finn—.
Hice imposible que siguiera utilizando a Fate como su recipiente. Y eso se logró con
un movimiento de varita. Literalmente. Difícilmente diría que merezco algún gran
título por lo que me costó lograr esa pequeña hazaña.
—Olvidas el viaje que hiciste para llegar a ese logro. ¿O dirías que fue un viaje
suave y fácil que cualquiera que no sea un campeón podría soportar?
—No me siento triunfante. Estoy cansado hasta los huesos y preocupado por
mi...—Estaba a punto de decir esposa, pero no sabía si Fate sentía lo mismo—. Estoy
preocupado por Fate. Hay algo mal. Ya debería haber despertado.
Sithias hacía ruidos de agradecimiento mientras comía con los ojos cerrados,
masticando y sonriendo a la vez. Señaló su plato.
Finn miró hacia las cortinas, ansioso por saber qué hacían los sanadores con
Fate.
Sithias se quedó con la boca abierta, dispuesto a dar otro bocado a su comida.
—Lo siento, pero no podemos devolverlo al lugar de donde vino. O tal vez
podamos. Sithias, podrías usar las Palabras de Creación para enviarla allí. ¿Verdad?
Sithias dejó su comida con una caída decepcionada de sus enjutos hombros.
—Digamos que nos vamos. ¿Qué harás con la Fortaleza? ¿Mudarte y tomar sus
tesoros para ti?
—No necesito los tesoros ni el poder que encierran. Ya tengo esas cosas —La
serenidad volvió a suavizar los rasgos de Aradif—. El desierto se llevará la Fortaleza.
—Esto no está oculto por la ilusión. Lo que ves a tu alrededor existe en otra
parte. Simplemente separé los pliegues dimensionales para permitirte la entrada a
mi hogar.
—¡Fascinante!
Finn no podía imaginar la profundidad que tendría que tener ese agujero para
cubrir completamente la Fortaleza y sus gigantescos anillos.
Finn le creyó.
—¡No, no, no me mires! —protestó Sithias—. Son demasiados nombres que hay
que anotar y enumerar para asegurarse de que cada persona sea enviada a donde
quiera ir. Fue una pesadilla cuando Brune me hizo posicionar todas esas tropas por
separado en el suelo. Me llevó una eternidad. Por eso llegué tan tarde.
—No llegaste tarde. Apareciste en el momento justo —Finn suspiró, agotado
por la idea de resolver otro problema más.
—Me encargaré de que tengas todas las naves aéreas necesarias para llevar tus
números —ofreció Aradif.
—Puede que haya ayudado a un viajero hace mucho tiempo que luego
construyó un mito en torno a una serpiente alada que le salvó de perecer en el
desierto. Lo hago de vez en cuando si considero que el humano merece el esfuerzo.
La forma en que aparezco depende de mi estado de ánimo en ese siglo en particular.
—Tú más que nadie deberías entender las apariencias caprichosas —bromeó
Finn.
Una de las sanadoras se coló entre las cortinas, captando la atención inmediata
de Finn. Se acercó sigilosamente a Aradif y se inclinó para susurrarle al oído.
Las cortinas se abrieron y Finn se puso de pie, ansioso, mientras los sanadores
salían en fila y se marchaban por una solapa en el extremo de la gran tienda. Su
corazón, que latía rápidamente, se le subió a la garganta cuando Fate salió de las
sombras a la luz.
Era una visión en blanco plateado. El pálido vestido con el que la habían
vestido sería sencillo si no fuera por la seda translúcida que lo cubría. Unas
enredaderas aireadas y enroscadas, cosidas con innumerables cuentas de plata,
fluían sobre la falda y se dirigían hacia arriba, donde se agrupaban en un corpiño
sólido y brillante.
Finn se apresuró a acercarse a ella cuando vio que sus ojos marrones brillaban
de tristeza. Se detuvo frente a ella y la obligó a mirarla con un suave empujón en la
barbilla.
—¿Qué pasa?
El Eldritch Gloom.
—Debe haber alguien que sepa cómo curar esto —insistió Finn.
—Es posible. Pero sólo si puedes encontrar a ese alguien antes de que la
mancha llegue a su corazón.
—No lo sé.
—No sabría qué escribir exactamente... ¿En qué estoy pensando? Sí, claro que
lo haré —Rebuscó en su bolsillo y sacó una pequeña libreta y un bolígrafo.
—No.
—Aradif me enseñó que no puede salir nada bueno de usar las Palabras de
Creación cuando se escriben por miedo —Se secó las lágrimas con el dorso de su
mano normal y miró a Finn desafiante.
—Tenemos que hacer algo —arremetió Finn. Empezó a acercarse a ella, pero
ella levantó la mano manchada para evitar que se acercara más.
Echó los hombros hacia atrás, no con orgullo, sino con una determinación
dolorosa.
—…No pondré más vidas en peligro para salvarme. Tienes que dejarme ir.
Todo el peso de sus palabras aplastó a Finn. Un Gigante de Roca bien podría
haberle pisado el pecho. Apenas podía respirar, por no hablar de responder.
El dolor se movió detrás de los ojos de Fate cuando apartó su mirada de él para
mirar a Aradif.
—Como quieras —Aradif cerró los ojos durante un breve instante—. Ya está
hecho.
—Entiendo. Supongo que ahora nos iremos. Tenemos mucho que hacer antes
de que salga el sol.
Aradif agitó el brazo, un gesto que borró el lujoso entorno de la tienda, dejando
las dunas que se extendían ante ellos. El aire se agitó a su alrededor cuando se
desvaneció, desapareciendo en cuestión de segundos sin una palabra de despedida.
El sol estaba bajo, hundiéndose hacia una puesta de sol a la que sólo le faltaban
unas horas. Fate estaba de espaldas a Finn, mirando el horizonte. Una suave brisa
atrapó el dobladillo de su vestido, agitando la tela vaporosa alrededor de sus piernas.
Los últimos rayos de sol brillaban sobre las cuentas de plata, rodeando su silueta de
destellos.
De repente se sentía etérea, demasiado perfecta para este mundo cruel y brutal,
y todo lo que Finn quería hacer era estrecharla entre sus brazos. Protegerla.
Fate rogaba que estuviera en paz y con su madre en algún lugar detrás de ese
misterioso velo llamado Muerte. Imaginarlos felices y juntos de nuevo podría haber
sido reconfortante si ella pudiera sentir algo más que una abyecta desesperación.
Su lucha por convertir su mundo en lo que ella necesitaba había sido inútil.
Nada de eso la había salvado de tener que enfrentarse al dolor de una angustia
incalculable.
¿Adónde la había llevado todo eso? A ninguna parte. Al menos, a ningún lugar
que ella quisiera.
Toda la charla de Ananke sobre gobernar destinos era una gran broma. Al final,
ni siquiera ella había conseguido forjar su propio destino. Una prueba de que el
destino no era más que un curso aleatorio de los acontecimientos dejados al azar.
—Wow, ella está tomando esto mucho mejor de lo que pensé que lo haría.
—A Beldereth.
—Ese es el plan.
Finn abrió la boca para discutir, pero ella lo silenció poniéndole el dedo en los
labios.
—Por favor, deja de intentar hacerme cambiar de opinión. Tengo que hacer
esto. Necesito hacerlo.
El corazón de Fate dio un vuelco. Había estado preparada para ir sola y sólo
ahora se dio cuenta de lo terriblemente temerosa que había estado de que él no
quisiera acompañarla.
—¿Estás seguro?
—Sí quiero.
Fate se estremeció al ver lo mucho que lo había herido con sus emociones
encontradas sobre Azrael.
—Shhh —Finn se inclinó hacia atrás para mirarla. Sus ojos se iluminaron con
una esmeralda brillante mientras su boca se curvaba en una sonrisa—. No te
arrepientas. Ahora estamos juntos y eso es lo único que cuenta.
—Siempre —respondió ella sin aliento. La alegría chocó con la pena que se
había instalado en su corazón.
—Sí —aceptó él—. Mejor irnos ahora antes de que te arrastre a esa cama y
pierda la noción del tiempo —La mirada de anhelo en sus ojos reflejaba la de ella.
Finn cogió sus maletas. Cuando Fate llegó a la puerta, echó una última mirada
a su habitación y al bot de la cámara mientras cerraba la puerta.
—Nos acercamos un poco, ¿no? ¿Sabes que hay camas en el barco, eh,
muchacho?
Finn comenzó la larga explicación. El cansancio que Fate había sentido antes
se derrumbó de nuevo mientras todos escuchaban, cada uno lanzando miradas
preocupadas hacia ella mientras eludía su inquietante condición.
—En realidad, esperaba que vinieras con nosotros. Siempre que quieras.
—Me molesta que pienses que no lo haré —El ceño de Jessie se volvió
juguetón—. Tenía ganas de visitar Beldereth, pero casa suena mejor. Por supuesto,
lo primero que vamos a hacer es arrancar los pósters de unicornios de las paredes
de tu habitación.
—Sé lo que quieres decir. No puedo prometer que me abstendré de chocar por
detrás con cualquier coche con pegatinas de: Freno a los unicornios.
—No puedo estar segura, pero puede que ahora no sea así —Brune dejó su
anillo de llaves de Guardiana de la Fortaleza sobre la mesa con un fuerte ruido—.
Falta la llave que abre el Libro de Fábulas y la Cerradura de la Torre. Me di cuenta
cuando estaba empacando mis cosas. Sospecho que Darcy la robó.
—Esta parece ser una conversación que va a durar más que mis brazos —Sithias
se puso en cuclillas, se tambaleó bajo el peso de los libros y los dejó caer al suelo.
—Usa esto —Gerdie le acercó una gran bolsa de lona para sus libros y le ayudó
a llenarla.
—He considerado varias razones y ninguna es buena. Puede que Darcy quiera
viajar por el Libro de Fábulas como lectora, lo que significa que creará finales
terribles para cada historia.
—Puede que simplemente quiera robársela a nuestra familia como último acto
de venganza —Brune apretó las llaves—. Sigo pensando en todo el tiempo que Darcy
pasó con Wodrid en la biblioteca, cuando lo conocíamos como Steve. Apostaría cada
tesoro guardado en la Torre del Tesoro a que le pasó un truco o dos. Dominaba la
magia demasiado rápido para alguien de su edad y experiencia.
—Si Darcy entra en el Libro de Fábulas como próxima lectora, recibirá el poder
de las Palabras de Creación.
—Ya te dije por qué lo hice —El arrepentimiento llenó los ojos de Brune—.
¿Sigues guardando ese rencor?
—Será mejor que enciendas el portal para que podamos investigar —le dijo
Finn a Brune.
—Tienen unos quince minutos antes de que no haya energía para hacer
funcionar el portal —advirtió.
—Lo prometo.
Parecía que iba a asfixiarla con uno de sus carnosos abrazos. En lugar de eso,
se giró bruscamente y cruzó la pasarela hacia la aeronave que esperaba fuera de la
escotilla del santuario.
—En realidad, no lo rompí —Brune levantó la mano para mostrar que el sello
de guardián estampado bajo la piel de su palma era un pálido destello y apenas
estaba activo—. Ya no estoy atada y no puedo decirte por qué.
—Por lo que parece, diría que nuestra línea familiar está libre de la Fortaleza.
No tendrás que preocuparte de que los hijos que decidas tener sean llamados a filas
—Brune sonrió, una rareza que siempre resultaba sorprendente.
Fate se quedó atónita. —Eso es increíble. Sin embargo, me gustaría saber cómo
ha ocurrido esto. ¿Es obra de Darcy?
—Ese es un misterio que quizá nunca resolvamos —admitió Brune—. Sólo estoy
agradecida de no estar ya atada a la Fortaleza. La idea de ser enterrada con ella no
es precisamente atractiva.
—No seas tonta —regañó Fate—. Me encantaría tenerte allí conmigo y creo que
te encantaría estar de vuelta en casa. Podemos repasar todas las viejas fotos tuyas y
de la abuela. Y Brune y Oma y todos los demás parientes que nunca conocí. Ah, y
puedo llevarte a ver todos los lugares a los que solías ir. Han cambiado muchas
cosas, pero hay muchas que no, como la vieja tienda de refrescos y la panadería.
—Yo también —Los ojos marrones de Gerdie brillaron con lágrimas mientras
metía la mano en el bolsillo de su falda y sacaba el gato en miniatura con forma de
reloj que Eustace le había regalado a Fate en su cumpleaños—. Deberías recuperar
a Poz.
—¿Estás segura? —Fate sonrió cuando el pequeño gato se estiró y la miró con
sus brillantes ojos verdes.
11
Dulces Sueños
Gerdie señaló a Sithias.
—Gracias, creo.
Finn se puso detrás de ella y la acercó a su pecho. Ella cerró los ojos mientras
él le susurraba al oído—: No te preocupes, amor. Haremos una buena vida juntos.
Te lo prometo —Habló con tanta seguridad que ella casi se permitió creerle.
—Y así comienza —dijo Finn con gravedad mientras se miraban el uno al otro.
El suelo tembló bajo sus pies y las paredes traquetearon. Los cuadros chocaron
contra las paredes de bronce del santuario hasta que los marcos dorados se
agrietaron y los lienzos se desprendieron. Las estatuas de mármol chocaron y se
rompieron en pedazos. Los libros salieron volando de los estantes de las pesadas
librerías de madera al tambalearse y volcarse.
Aunque el temblor era prueba suficiente, la evidencia era clara mientras Fate
observaba el holograma. Los gigantescos anillos no se habían movido desde que
aterrizaron en el desierto. Ahora estaban alineados, uno al lado del otro, como
brazaletes apilados y colocados sobre la arena. Las misteriosas fuerzas magnéticas
que los anillos habían generado para mantener suspendida en el aire la enorme
construcción redonda de la Fortaleza cesaron por completo y ésta se estrelló contra
las dunas.
Un desierto hambriento, como Azrael había dicho una vez del Desierto
Dunebala. Ella había supuesto que se refería a las criaturas monstruosas que
habitaban bajo las dunas, pero tal vez se refería al desierto en sí. ¿Cuántas ruinas
había vislumbrado bajo las cambiantes arenas oceánicas de Dunebala desde la
aeronave cuando navegaron juntos por el desierto? Más de las que le gustaría
admitir.
Según todos los indicios, el Desierto de Mirajaran era tan voraz cuando un ser
como Aradif lo ordenaba.
—Es hora de salir antes de que perdamos el portal —Sithias miró con ansiedad
los escombros que repiqueteaban y rebotaban sobre el suelo tembloroso.
Sithias arrastró la bolsa de lona, pesada por los libros, hasta el portal y la arrojó
al túnel. Unos rayos de electricidad crepitaron a su alrededor, antes de que la bolsa
desapareciera en un parpadeo. Se volvió hacia ellos con una mueca.
—Si insistes —Jessie le agarró del brazo levantado y le arrastró hacia el portal—
. ¡Nos vemos al otro lado! —gritó por encima del grito de pánico de Sithias. Que duró
una fracción de segundo antes de que desaparecieran dentro del vórtice crepitante.
—¿Lista, amor?
Fate miró el holograma por última vez. No había rastro de los anillos
gigantescos. Una masa arremolinada de arena crepitaba sobre los últimos vestigios
de la Fortaleza, succionando la estructura redonda hacia las profundidades del
oscuro vientre del desierto. Cualquier duda que pudiera tener de que Aradif
pretendía poseer la Fortaleza para sí mismo se borró. Le asombraba saber que
estaban enterrados bajo toneladas de tierra. La Fortaleza se había convertido en una
tumba y ellos ya no pertenecían a ella. Las luces chisporrotearon y todos los objetos
rotos que abarrotaban el suelo rodaron de repente hacia los lados. La enorme mesa
en el centro del santuario se deslizó, lentamente al principio, luego tomó velocidad
y se estrelló contra la pared del fondo.
—Nuestros quince minutos han terminado —le dijo—. Todo se está apagando,
incluido el oscilador que mantiene el nivel del santuario dentro del anillo.
Finn voló hacia el portal, frenando antes de entrar. La luz azul que se
arremolinaba se reflejó y se fundió con el verde luminoso de sus ojos cuando se
inclinó para besarla. El tacto de sus labios se apoderó de los sentidos de Fate,
ahuyentando todos los pensamientos perturbadores, aliviando las heridas más
profundas de su alma como ninguna otra cosa podría hacerlo en este mundo o en el
siguiente.
Sithias apareció en la puerta abierta, iluminando sus caras con una linterna. —
¿A qué están esperando? Salgan de aquí —Arrastró sus maletas fuera del armario
hasta el almacén de la librería.
Las luces estaban encendidas, igual que la última vez que Fate había estado en
la librería.
El olor a polvo y a cartón viejo flotaba en el aire cuando Fate salió al almacén.
Cuando Finn cerró la puerta del armario del conserje, comprobó la cerradura del
portal. Todavía estaba anclado al exterior de la puerta. Volvió a abrir la puerta que
daba a un armario poco profundo lleno de artículos de limpieza.
—El portal se cerró al otro lado. Esto es lo que hay cuando no está activo.
Fregonas y escobas.
Esto era problemático, ya que el… cartel, había estado anclado a la pared
exterior del edificio la última vez que había estado allí. Además, la librería se había
llenado de fans disfrazados de los personajes de su libro. Un acontecimiento
inoportuno que había marcado el comienzo de todas las tragedias que siguieron.
El miedo presionaba a Fate desde todos los ángulos. ¿Por qué estaba la llave
apoyada al lado de ese libro maligno?
Jessie levantó una etiqueta ordinaria atada a las volutas del arco filigranado de
la llave. Fate la reconoció entre los suministros del almacén.
—Hay un mensaje escrito en ella —dijo Jessie.
Jessie desató la etiqueta y se la tendió a Sithias como si fuera una rata muerta.
—Léela tú.
¿O acaso Darcy sólo la hacía creer que había entrado en el Libro de Fábulas?
¿Estaba en este mundo planeando hacer daño a Finn, Jessie y a Sithias?
Fate se apretó los dedos contra sus palpitantes sienes. Se suponía que esto no
debía ocurrir. Se suponía que debía estar cosiendo los pedazos rotos de su vida
destrozada en algo manejable. En paz.
Pero Darcy le había lanzado el guante. Este era un desafío directo que ella no
podía ignorar. Desde el punto de vista de Fate, se trataba de un duelo a muerte,
porque no podía, no quería, quedarse de brazos cruzados y dejar que Darcy hiciera
daño a alguien a quien quería.
De repente todos hablaban a la vez. Sus voces se volvieron débiles como si Fate
estuviera flotando en el espacio.
12
En inglés todas comienzan con D: `D for Devil! Diablo! Daughter of Judas`
—Hey, amor, ¿puedes oírme?
—Fate... ¿Fate?
Continuará…