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Este trabajo fue hecho sin fines de lucro, por lo cual nadie
obtiene un beneficio económico del mismo, por eso mismo te
instamos a que ayudes al autor comprando su obra original,
ya sea en formato electrónico, audiolibro, copia física e
incluso comprar la traducción oficial al español si es que
llega a salir.
◊ BLACKTH➰RN ◊ Lyn♥
◊ Emma Bane ◊ Nea
◊ Haze ◊ -Patty
◊ Jeivi37 ◊ Roni Turner
Capítulo 1 Capítulo 15
Capítulo 2 Capítulo 16
Capítulo 3 Capítulo 17
Capítulo 4 Capítulo 18
Capítulo 5 Capítulo 19
Capítulo 6 Capítulo 20
Capítulo 7 Capítulo 21
Capítulo 8 Capítulo 22
Capítulo 9 Capítulo 23
Capítulo 10 Capítulo 24
Capítulo 11 Agradecimientos
Capítulo 13
Para mi esposo, mi Chiwwy, por escuchar
incansablemente todas mis locas ideas. Te amo.
Traducido por Liv
Corregido por -Patty
Editado por Roni Turner
—¡Se supone que tú eras mi amigo! —gritó Alicia—. ¡Se suponía que
estarías ahí para mí! ¿Dónde estabas Sombrerero? ¿Dónde estabas
cuando te necesité?
—Me fui hace veinticinco años —gruñó ella—. Tan pronto como dejé
el País de las Maravillas y empecé a escupir historias de flores parlantes
y conejos y Sombrereros, me arrojaron al asilo. Mis propios padres les
pagaron para que me llevaran por miedo y vergüenza. ¡Creyeron que
estaba loca! ¿Tienes una idea de lo que le hacen a la gente loca en mi
mundo?
Reviso entre mis notas. Cada movimiento de página hace que el Sr.
Gregory se estremezca por el ruido, como si estuviera esquivando balas.
—¿Entonces cómo sabe que fue uno de los desarrolladores? ¿No pudo
haber sido el Sr. Stanton, el acusado, quien dejó la investigación en su
escritorio?
—No lo sé.
—¿No fue el Sr. Stanton quién le insistió que saliera con el programa
lo más pronto posible, incitándole a evitar los procedimientos normales?
—No lo sé.
—¿En serio? —Sonreí—. ¿No sabía que la idea había sido robada?
—No.
—Lo saben. Saben que tomamos la idea. Saben sobre nosotros. ¿Qué
vamos a hacer?
—No, su Señoría.
—Entonces el jurado discutirá la evidencia, y ustedes pueden esperar
a ser llamados cuando ellos hayan tomado una decisión.
—¿No tienes mejores lugares donde estar? ¿Ir a lamer tus heridas a
algún lugar? —pregunto, mi voz entre la indiferencia y el aburrimiento.
Mis clientes saltan de sus asientos, la esposa me rodea con los brazos
y las lágrimas corren por sus mejillas. La sala del tribunal es una
cacofonía de sonidos, mis oídos zumban por los gritos de alegría y
sorpresa. Malcolm Stanton me mira mientras su abogado se apresura a
buscar, tratando de encontrar algo, cualquier cosa para usar. Una
objeción para, probablemente pedir un nuevo juicio, lo que no es raro en
casos como estos. Pero el veredicto es sólido. Cuando el juez firma la
entrada en vigor, los vítores triplican su volumen.
—No estoy segura. Solo llamó y dijo que necesitaba programar una
consulta. Imagino que traerá un nuevo caso.
—Gracias, Jessica.
Tengo mucho papeleo que hacer antes de tener que realizar las
numerosas llamadas telefónicas que debo hacer cada día. La tarde está
llena de citas. El esposo y esposa del caso del día anterior quieren venir
y discutir algunas de las acciones que querían tomar para protegerse a
sí mismos en el futuro. Son lindas personas. Tengo algunos casos en
marcha con citas y reuniones con un oficial de precinto.
—Sr. White, no creo que nos hayamos conocido antes. —Me levanto
de mi asiento y rodeo el escritorio para estrechar su mano. Dudo un
momento antes de colocar gentilmente sus dedos en los míos. Un
hormigueo sube por mi brazo, no del todo agradable. Un dolor comienza
en mis huesos, como si hubiese algo urgente de lo que me estuviese
olvidando. Es rápido, pasa tan rápido como llega, antes de que se alejara
y tomara asiento. Hago lo mismo y tomo mi pluma.
—No le voy a mentir, Sr. White. Este tipo de casos son difíciles,
especialmente sin pruebas. Tendremos que movernos rápido antes de
que los rumores se esparzan. Las palabras viajan rápido en el mundo de
los negocios.
Tomo la pluma de nuevo y anoto las cosas que está diciendo, haciendo
un seguimiento. Siempre me gusta recordar lo que les digo a mis clientes.
Levanto mi mirada de las notas hasta sus ojos, y mis ojos se abren.
Parpadeo y ahí están. Las orejas de conejo están tan claras como el día
en su cabeza. Miro alrededor por un momento, esperando que alguien me
esté jugando una broma. Tal vez mis empleados están jugando una
broma en celebración. Espero a que alguien salte y diga “¡Te tengo!”.
Nadie lo hace. Lo miro de nuevo. Hay una pequeña sonrisa curvando sus
labios.
Regreso mi atención a la mesa y veo una pequeña llave, una que casi
se mezcla con el mantel. Es ahí cuando realmente tomo nota del material.
Me inclino más cerca para inspeccionarlo. El olor me golpea un poco, un
aroma rancio, podrido, que hace que se me encrespen los vellos de la
1N. del T. Trippy hace referencia a cuando tomas alguna droga y ves las cosas
distorsionadas, sería como estar drogado.
nariz y que se me revuelva el estómago. Me estiro y toco el paño
ligeramente con la punta de mi dedo. El material es suave, una especie
de silicona esponjosa.
—¿Qué carajo?
Estrujo mi cerebro en busca de los detalles que recuerdo del libro. Tal
vez este es un rompecabezas de algún tipo. Si gano, viviría. ¿No es así
como las películas de terror funcionaban? Cómeme. Bébeme. Uno había
hecho que Alicia creciera y otro había hecho que se encogiera, ¿cierto?
Eso significa que tengo que beber lo que sea que esté en esa taza de té
para salir a cualquier lugar.
—Yo no haría eso si fuera tú. —Una voz hace eco detrás de mí.
—Por poco llego demasiado tarde. —Se vuelve hacía mi—. Regla
número uno: no bebas el té de aquí a menos que confíes en la persona
que te lo está dando.
Él sacude la cabeza.
—Mis orejas son una parte de mí. El hecho de que tú pudieras verlas
en tu mundo fue una revelación. Fue la razón por la que pude ser capaz
de descubrir quién eres.
—¿El Conejo Blanco? ¿Como el de «voy tarde, voy tarde para una cita
muy importante»3? ¿Ese conejo? —pregunto, estupefacta. Ignoro un poco
el hecho de quien soy yo. Eso solo parece demasiado por ahora. Si esto
es un sueño, tendría que darle crédito a mi imaginación. Esto no es como
nada que haya pensado antes.
Doy un paso adelante. Mis tacones golpean contra la losa y sus ojos
caen a mis pies.
2N. del T. En inglés, White, por lo cual en español es Sr. White, o sea señor Blanco.
3N. del T. Frase dicha por el Conejo Blanco de los libros originales.
—Esos van a ser un problema. Atravesamos un bosque denso.
Me encojo de hombros.
Vaya, entonces realmente no quiero ver como luce por la noche. Como
una pesadilla.
—El País de las Maravillas no es seguro. Nada aquí lo es. No dejes que
los insectos te toquen —explica—. La mayoría beben sangre.
—Les gusta la carne cruda. —Es la única respuesta que recibo. Siento
la sangre drenarse de mi cara. A la mierda eso. No voy a convertirme en
cena para la fauna.
Sacude la cabeza.
—Estabas predestinada a estar aquí.
—¿A dónde vamos? —pregunto, por qué, ¿por qué no? Quería estar
informada antes de ser comida por algo en la jungla. O peor.
—¿Y qué? ¿Cómo es que golpearme tiene algo que ver con eso?
—Eso era solo una semilla. Lo peor que pueden hacer es morderte.
Hay que tener cuidado con las grandes.
Miro el punto brillante en el suelo del bosque oscuro una vez más
antes de seguir a White, mis hombros tensos. No tenemos problemas con
más errores.
Hago lo que dice, entrecerrando los ojos con fuerza hasta que la vista
que tengo ante mí comienza a brillar y cambiar. Cuando la verdadera
casa se revela en el claro, siento que se me cae el estómago debajo de mí.
¿Esa sensación que tienes cuando estás en una montaña rusa y, de
repente, estás en caída libre? Eso es lo que siento cuando contemplo la
monstruosidad que es la casa del Sombrerero.
—La bruja sería más segura que el Sombrerero. Al menos con ella,
sabes qué esperar.
No parece inteligente encontrarse con alguien peor que una bruja que
se comió a unos niños. ¿O es una exageración? No estoy seguro de confiar
en la palabra de White. Podría estar burlándose de mí para su propia
diversión.
Me mira, sus manos todavía están sirviendo el té, como si fuera una
segunda naturaleza a estas alturas. Supongo que debería serlo. Debe
haber servido miles de teteras.
—Ha pasado tanto tiempo desde que tomé un buen té —gime, sus
ojos se cierran de placer. Tengo esta repentina sensación de desesperanza
del hombre rey, mientras saborea la bebida. Pasa rápidamente, más como
una mota residual de sus sentimientos anteriores.
6
N. del T. Abeja. Abejita
—¡Dije que bebas el té! —grita, enojado. Su rostro se suaviza cuando
ve lo tensa que estoy—. Por favor —agrega, encogiéndose.
Levanto la taza a mis labios y tomo un sorbo vacilante. Cierro los ojos
cuando el sabor golpea mi lengua. Estoy bastante segura de que gimo
cuando el sabor de la ambrosía inunda mi boca. Todo mi cuerpo se
calienta. No tengo idea de qué estoy bebiendo, pero ciertamente no puede
ser té. Nunca he probado nada parecido. Inclinando la cabeza hacia
atrás, bajo toda la taza de té antes de volver a colocarla en el platillo de
donde salió. Mi cabeza se siente un poco borrosa, las puntas de mis dedos
hormiguean. Abro los ojos lentamente, sintiendo que estoy bajando de lo
alto; mi visión es incluso borrosa. Una vez tuve la misma sensación
cuando probé algún tipo de píldora en mis días de universidad.
Irónicamente, mi amigo había dicho que se llamaba Maravilla.
—Ha pasado tanto tiempo desde que tomé el té con los vivos —
susurra—. Lo olvidé, lo olvidé.
—Si fuera por mí, la Srta. Clara Bee se sentaría para siempre y
tomaría un sorbo de mi té —canta en voz baja—. Milisegundos. Clara
Bee.
—Veneno.
—¿Qué?
—El antídoto para el Beezle —dice—. Está hecho con su veneno —Me
mira pensativo—. Clara Bee vivirá para ver otro día pasar conmigo.
—Cuando ella se una a ti, puedes decirle que todos lo hicimos. —Su
voz es cálida cuando lo dice, haciendo eco de recuerdos lejanos. No
pregunto, pero lo guardo para más tarde.
Y luego el Sombrerero los está guiando, más adentro del salón de baile
y hacia una sección particularmente cubierta de vegetación en la parte
de atrás. Los hongos gigantes se arquean sobre algo, pero no puedo ver
a dónde van exactamente. Supongo que hay una especie de puerta ahí.
Los hongos no se mueven; sin bocas abiertas mientras la gente camina
hacia ellos. Nos dejan a White y a mí en silencio.
—La fiesta del té del Sombrerero es la última parada antes del Más
Allá —responde White, con tristeza en su rostro—. El Sombrerero se
sienta con todos ellos.
—No estoy del lado de nadie más que del mío, señorita Clara Bee —
dice.
La puerta se abre de golpe y golpea la pared con tanta fuerza que creo
que podría haber un agujero en la pared desde el pomo, pero no aparto
la mirada de Cheshire. Sé que se supone que no debo darle la espalda a
un depredador o darle la oportunidad de atacar. La sonrisa en su rostro
está goteando malicia, ya sea por mí o por otra cosa, no lo sé. De
cualquier manera, no me arriesgaré. Levanta su mano hacia mi cuello,
con garras afiladas y malvadas en la punta de sus dedos. El pánico se
dispara a través de mí, y me sacudo con fuerza para liberar el candelabro.
Se suelta y lanzo la pesada pieza a Cheshire, apuntando a su cabeza. No
se acerca a dar en el blanco. Su puño lo envuelve, deteniendo el metal a
centímetros de su rostro, la sonrisa en su rostro se ensancha de manera
imposible.
No sé qué tiene el Sombrerero que me hace confiar en él. Tal vez sea
porque mi trabajo como abogada es ayudar a los vivos mientras el
Sombrerero ayuda a los muertos.
Respiro profundamente.
8 N. del T. En inglés es una rima: “The first of three is Clara Bee. Who will come to
set Wonderland free./She’ll tame the Hatter and down the Knave. Because Clara Bee
fights for the brave./A triad begins to destroy the Queen. Though nothing is ever easy,
it seems./She must lose her heart while taking a stand. To the first son of Wonderland.”
—Entonces, ya ve, señorita Clara Bee. —Inclina la cabeza hacia un
lado, observando mi reacción—. Estamos destinados el uno para el otro.
—No lo sé —susurro.
Más o menos.
Traducido por AS
Corregido por -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~
—Aliméntame, Seymour
—Es la hora del té, señorita Clara —dice antes de darse la vuelta y
marcharse.
Hay dos mujeres esta vez, o hembras debería decir. Una parece
normal, además de estar desnuda, hasta que veo los tentáculos que se
arremolinan a su alrededor, moviendo tazas de té alrededor de la mesa.
Dejan una película viscosa en todo lo que tocan, como hacen las babosas
en el balcón de mi casa. Cuando me miran su sonrisa es malvada, sus
dientes puntiagudos y dentados como los de un tiburón. Una película
parpadea en sus ojos. Le hago un gesto con la cabeza, pero no hablo; me
da escalofríos y, para ser sincera, no estoy segura de si me va a robar la
voz9 o no.
—Soy Tera. —Me ofrece una mano con garras, pero no dudo en
estrecharla. Su pelaje es la cosa más suave que he sentido nunca—. Es
un placer conocerte.
Su sonrisa se amplía.
—¿En qué puedo ayudarla, señorita Clara Bee? —Su voz ronca, me
atraviesa y me llega al corazón. Un calor se extiende en mi vientre
mientras aspiro el aroma del chocolate y el té de manzanilla.
En lugar de responder, me inclino ligeramente hacia adelante. Los
ojos del Sombrerero caen sobre mis labios11, y sonrío. Estoy segura de
que espera algo sexy, tal vez un susurro en voz alta o una frase picante
para ligar. ¿Qué hago en su lugar, en mi estupor de borracha? Le doy un
golpe en la nariz, riendo cuando una mirada de sorpresa cruza su cara.
Le quito el sombrero de copa de su cabeza y lo coloco en la mía, el moño
desordenado se ha caído hace mucho tiempo. Tengo el pelo suelto y
encrespado, pero no me molesta.
11N. del T. Wey, solo puedo ver en mi mente a Johnny Depp como el Sombrerero…
No me disgusta la imagen JAJAJAJAJA
—Sombra Literaria
o por mi excitación. Puede que esté un poco borracha de comida del País
de las Maravillas, pero eso no significa que no sepa lo que está pasando.
Me quedo ahí, casi frunciendo los labios, pero no pasa nada. Abro los
ojos confundida ante el rostro todavía serio del Sombrerero.
Salgo por las puertas del salón de baile, los efectos de la comida
desaparecen casi al instante. Respiro profundamente, las emociones de
hace unos segundos desaparecen. Todavía queda el escozor del rechazo,
apenas, pero soy capaz de ignorar y racionalizar lo inútil que era sentirse
así. El Sombrerero estaba siendo un caballero y tenía suficiente honor
para no aprovecharse. Debería respetar eso en lugar de desear saber a
qué saben sus labios. O la comida sólo tiene el efecto en el salón de baile
o yo abrazaba la sensación de zumbido un poco demasiado. Se me pasa
tan rápido que me quedo de pie fuera del salón de baile, frotándome la
frente, confundida.
—Allí. —Él asiente con la cabeza—. Ahora parece que estás preparada
para la guerra. —Él comienza a alejarse, hacia la puerta—. Solo dispara
a Bribón o a los naipes de la Reina. Y, solo si es necesario.
—White está fuera haciendo lo que sea que haga. El Sombrerero está
abriendo la puerta y mostrándoles el salón de té —responde, esa sonrisa
siniestra se extiende a través de su rostro. Al menos, los libros tienen eso
de correcto. La sonrisa de Cheshire es francamente aterradora.
—Espera aquí —susurra Cheshire tan bajo que tengo que esforzarme
por escuchar las palabras. Él se desliza alrededor de la esquina en
silencio.
Espero y espero, pero cuando no regresa después de largos minutos,
me pongo ansiosa. Saco el arma de mi cintura; es realmente mi opción
más segura entre las armas. Yo probablemente me cortaría el brazo con
una espada. Espero que el seguro funcione de la misma manera que mi
arma en casa. Me preparo, manteniendo mi hombro relajado y mis brazos
firmes mientras agarro la extraña pistola con fuerza. Respiro hondo y
asomo mi cabeza.
—¿Y quién podrías ser, cosita bonita? —pregunta, con una mueca en
su rostro. Estoy bastante segura de que su mueca es lo más cerca a una
sonrisa, pero parece tensa. El lado izquierdo de su cara ya no parece
funcionar. Sin embargo, su voz es hermosa. Es profunda y resuena, y me
pregunto la contradicción entre eso y su apariencia. Por cada paso lento
que da hacia mí, retrocedo, sin querer estar en cualquier lugar cercano a
él. No respondo a su pregunta, manteniendo el arma apuntada hacia él.
No parece preocupado en absoluto por el Rompecorazones, pero su cara
se transforma en rabia cuando sigo alejándome de él.
—¿Dije quién eres? —grita, golpeando su puño contra la pared a su
lado. Me estremezco, pero no salto, una victoria en mi libro.
—¿No crees que sabría si ella no fuera parte del País de las
Maravillas? —Sombrerero se encoge de hombros—. Los muertos están
muertos tanto si perdieron la cabeza como si perdieron el corazón.
Cuando pienso que seguirá para siempre “el Más Allá debe ser un
largo viaje” los colores se disipan, y salimos a una exuberante y verde
selva. El aire es húmedo, lo que hace que mi ropa sea diez veces más
sofocante. El cuello alto es lo peor, pero los pantalones de cuero le siguen
de cerca. Todo está empapado de humedad, casi como si acabara de
llover, lo suficiente para hacerla más húmeda. Tiro del cuello de mi
chaqueta, odiando todo mi atuendo que parece perfecto para el País de
las Maravillas, pero es terrible para el sofocante Más Allá.
—Pero tú estás aquí —señalo. Sé con certeza que está muy vivo. Él
es tan sólido como yo. Su brazo no se ha aflojado ni un poco, y tengo la
sensación de que no sabe lo que pasará si no me toca. Está mucho más
tenso que en el País de las Maravillas.
—Un hijo del País de las Maravillas no puede morir a menos que el
fin del País de las Maravillas esté cerca —canta, inclinando su cabeza
hacia mí.
—Me los dejaré puestos. —Se quita las botas de una patada, pero
no se quita el cuero.
Él sonríe.
—Tentar al destino sería genial, excepto que aún me debes un beso.
Si perdiera los pantalones, perdería mi oportunidad, de tocar tus labios
con mis labios.
Le devuelvo la sonrisa.
—Abrazar mi locura.
Es más alto que yo, así que nuestras caras no están a la altura, pero
me aseguro de que me presta atención mientras lo miro a los ojos. Lo
envuelvo en un abrazo, un poco incómodo con nuestras manos unidas,
pero lo abrazo tan fuerte como puedo. Huele a su chocolate normal y
manzanilla, una mezcla tentadora que me hace inhalar profundamente.
Él frunce el ceño.
Así que han llegado al Más Allá. Como supuse que lo habrían hecho,
enarco las cejas y sonrío.
—Me parece que has tenido la misma idea que nosotros —ríe, con un
sonido ronco—. Los chicos y yo estábamos a punto de bañarnos
desnudos.
Sonrío, aunque me sonrojo. Parece feliz, y eso me hace muy feliz por
ella.
No tengo ni idea de cómo era su vida en el País de las Maravillas, qué
dificultades tuvo que pasar para llevarla finalmente a la muerte, pero
aquí está despreocupada y segura. Me siento mucho mejor después de
verla.
Nota para mí misma: no volver al Más Allá a menos que esté muerta.
—Clara Bee —canta en voz baja, para que solo yo pueda oírlo—.
Tenemos compañía. —Realmente no me importa quién es, estaba
demasiado metida en mi placer para preguntar, pero no tengo que
hacerlo—. Conoce a Tweedledee y Tweedledum.
Traducido por Roni Turner
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Mrs. Carstairs~
Mientras que Dee es todo oro brillante, Dum es tonos de metálico azul
pavo real. Las escamas de su armadura le cubren igual que a Dee,
protegiendo su pecho y sus anchos hombros. Las escamas se detienen
en su cadera, donde se convierten en una larga falda. Unas largas hebras
parecen conectar a Tweedledee y Tweedledum bajo sus cinturas, casi
como hilo enrollado atándoles. Crea la ilusión de una red que los
escarabajos usan para escalar de arriba abajo entre ellos. La falda de
Dum está cubierta de insectos también. Contengo el escalofrío que me
recorre cuando los mellizos se centran en nosotros. Son hermosos y
terroríficos, todo a la vez. Me aferro más fuerte al Sombrerero.
—¿Es quien creo que es? —pregunta Dum, cuya voz hace eco con una
agonía olvidada hace mucho.
—Entonces tienen una oportunidad. —Mi voz toma el mismo tono que
ante el tribunal.
—Estoy aquí por un motivo, ¿no es así? —respondo igual de bajo, con
mi semblante serio.
Ladean sus cabezas de nuevo, pero esta vez hablan mucho más
rápido tras la pausa.
—¿Cómo sabes?
—Llegas tarde. —Su voz suena molesta, pero es toda la emoción que
puedo deducir.
—Té.
—El Bribón se fue hace horas. Se quedó por aquí durante unos
minutos, pero se fue cuando no regresaste inmediatamente —nos
informa el Lirón mientras vamos hacia el salón de baile—. Estaba en lo
cierto.
—Es comida normal. —Deja caer la tetera con estrépito y enhebra sus
manos colocándolas debajo de su barbilla mientras me mira. El
movimiento le da un toque inocente que no funciona del todo porque he
pasado suficiente tiempo con él. Puedo ver el brillo travieso en sus ojos y
el tic en su mandíbula, una señal que revela que es todo lo contrario.
—Como tú.
Me doy cuenta de que nuestras sillas están más cerca de lo que suelen
estar, así que nuestras rodillas se rozan entre sí debajo de la mesa. Lucho
contra el impulso de deslizar mi mano por su pierna hasta su regazo. Es
probablemente inapropiado para la hora del té.
Nos sirve más té cuando nuestras tazas están vacías. Está a tiempo,
mi té es de color rosa pastel y sabe a arándanos. Es dulce pero no
demasiado.
—Puedo mostrarte mejor de lo que puedo decirte —bromea con su voz
llena de pecado y sexo.
Aprieto mis muslos debajo de la mesa, pero pongo los ojos en blanco
hacia él.
—Tú sabes a lo que me refiero. —Tomo un sorbo del té, que resuena
en mi garganta ante el sabor. Mis ojos se fijan en el pecho desnudo del
Sombrerero antes de caer en su regazo. Cuando me doy cuenta de lo que
acabo de hacer, levanto los ojos de un tirón para ver la risa en su cara.
Mi cuerpo se calienta con sus palabras y eso viaja hacia mi rostro, así
que estoy segura de que hay llamas en respuesta. Hay un infierno furioso
dentro de mí, y quiero dejarlo salir.
El traje que está usando solía ser lujoso y hermoso. Eso es todo lo
que puedo decir. Ahora cuelga de él hecho jirones, comido por las polillas
y sucio. Tiene dos largas, marrones y grandes orejas de conejo en su
cabeza, pero a una de ellas le falta la mitad. Son rudas, como si hubiesen
sido masticadas, falta piel en parches aquí y allá. La oreja más intacta
está cubierta de piercings, pequeñas joyas destellando hacia nosotros.
Miro su cara y me doy cuenta de que todo su cuerpo imita a sus orejas.
Falta piel en algunos lugares o está podrida en otras; puedo ver sus
músculos y huesos, que no se supone que vea. Se parece a los zombis de
la televisión, solo agrégale las orejas de conejo. Dudo cuando el
Sombrerero comienza a caminar hacia el hombre.
—Sí.
—¿Qué le sucedió? —No tengo idea de cómo March sigue vivo con esa
apariencia.
Hay libros por debajo de una de las patas para mantenerla nivelada.
—Lo verás muy pronto. —Su voz es áspera mientras agarra frascos
de los armarios. Llena una tetera con agua y la pone en una estufa.
Vierte un poco de cada frasco en una taza de té y los mezcla juntos.
Cuando la tetera silba, vierte el agua hirviendo sobre los ingredientes y
una pequeña nube en forma de corazón sale. Trae la taza a la mesa y se
sienta delante de mí. Miro el líquido notando el color rojo sangre en él.
—¿Esto es seguro? —le pregunto al Sombrerero, mirando al líquido
opalescente.
—¿Funciona? —pregunto
Estoy volando, o flotando. Cómo sea que lo veas, mis pies no tocan el
suelo. Por un momento no tengo idea de dónde estoy, solo sé que me
siento como lo hice en el Más Allá. Me siento ligera. Miro hacia abajo con
pánico y veo que estoy entera, pero el sentimiento aún persiste. Estoy
flotando a un pie del suelo de cuadros blancos y negros, revoloteando.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en el mismo lugar en
el que aterricé cuando bajé de la Madriguera del Conejo. La mesa con la
taza de té «Tómame» y el caramelo «Cómeme» están colocados en el medio
de la habitación. Es exactamente lo mismo que cuando llegué, menos el
mantel de piel humana.
Un grito infantil llena el aire cuando una niña cae de un portal que
se abre en el techo. Aterriza fuertemente sobre su coxis. Hago una mueca,
conociendo el dolor. Mientras se sienta ,con terror en sus ojos, hago la
conexión. Cabello rubio, ojos azules y vestido azul y blanco, estoy viendo
a la Alicia original. Esta es la primera vez que entra al País de las
Maravillas.
La Reina ríe.
—¡Vuelve aquí, White! —grita Alicia de rabia, corriendo tras él. Tiene
un gran cuchillo ensangrentado en la mano.
—Crecí —gruñe, dando un paso adelante. Solo hay tres metros entre
ellos—. Cuando me abandonaste a los males de la realidad.
—Ya no soy Alicia —le gruñe a la cara. Su otra mano deja una huella
de sangre en su mandíbula mientras toma su mejilla—. Soy la Reina Roja.
Grito y grito.
—¿Qué diablos había en ese té? —le pregunto a March. Mi voz todavía
es ronca, ya sea por los gritos o por el té, no estoy segura.
Él asiente con la cabeza, sus mejillas están calientes bajo mis palmas.
Siento que las lágrimas brotan de mis ojos de mala gana, al darme cuenta
de que debe haber sentido una agonía tan terrible, que, si yo no puedo
cumplir con mi parte en la profecía, él podría sentirla de nuevo,
demasiado. He estado en este mundo por unos pocos días, al menos, creo
que han pasado unos días, pero ya siento que pertenezco. No quiero
fallarles a todos. Una sola lágrima recorre mi rostro y él la mira con
asombro.
—No llores por mí, Clara Bee —susurra en voz baja—. No creo que
pueda soportarlo.
Toma mi mano con la suya antes de que me arregle. Sus ojos están
llenos de emoción mientras se inclina hacia adelante y besa la gota, sus
labios suaves contra mi piel. Es suficiente para asfixiarme de nuevo, pero
lucho contra eso. Se siente como una batalla perdida.
—Nunca sientas lástima. —Me mira a los ojos—. No para mí. Nuestro
mundo es un caos, todos sufrimos de alguna manera. Mi mente... —Se
da unos golpecitos en un lado de la cabeza—, es dónde sufro. Dentro de
mis pensamientos, hay caos, locura, miedo. No puedo luchar contra eso.
No puedo apartarlo. Pero dentro de todo ese caos, estás tú, brillando
intensamente, mi propia estrella para iluminar el camino y mostrármelo
para ir a casa. Nunca te arrepientas de quién eres —dice, más serio de lo
que nunca lo he visto—. Porque quién eres, lo es todo para mí.
Supongo que los Bandersnatch son las mismas bestias que vi montar
a la Reina Roja en la visión inducida por el té. Nadie me ha dicho
específicamente cómo son, pero el sonido que hacen es el mismo que
escucho ahora. Si realmente son las mismas criaturas, tenemos que
movernos rápido. No tengo ningún deseo de encontrarme con las bestias
de frente.
Vamos a morir.
—Sombrerero —resoplo, con el terror arañando mi garganta. Mis
piernas se mueven más despacio, mi cuerpo empieza a apagarse.
El Sombrerero está detrás de mí, con sus manos sobre mis hombros,
preparándome para el retroceso del arma. Asumo que va a ser fuerte.
Probablemente necesitaré toda la ayuda posible.
—No veo más que una mujer que es exactamente quién es. El
Sombrerero no te convirtió en un monstruo. Tú eres un monstruo —
gruño.
Aprieto el gatillo tres veces más, las balas se esparcen y giran tan
pronto como salen del cañón. La Reina Roja sonríe mientras esquiva cada
una de ellas, sus movimientos demasiado rápidos para seguirlos con la
vista. Una bala impacta en otro Bandersnatch, pero los otros dos
aprendieron de sus hermanos y las evitan.
Todo el interior del árbol parece una casa, todo tallado en la propia
madera. Las paredes son ásperas donde fueron talladas y hay puertas.
Los suelos están cubiertos con almohadas y alfombras. El único
accesorio que puedo ver es un extraño material que cuelga del techo en
una esquina, parece una especie de saco, y una pipa de agua de pie en
medio de una pila de almohadas.
Desde una puerta tallada en el lateral, sale otro hombre. Camina con
un bastón, encorvado sobre él mientras arrastra los pies hacia el interior.
Es claramente anciano, su piel es igual de azul que la del hombre más
joven, aunque más desgastada. Sus ojos son blancos, sin nada dentro de
las órbitas. No hay ninguna pupila nublada que indique ceguera. No lleva
nada más que una especie de taparrabos azul brillante, su pecho cubierto
de manchas de hígado y símbolos extraños que nunca he visto antes.
Una barba cae desde su barbilla hasta las rodillas. Parece musgo, y hay
todo tipo de bichos arrastrándose por ella, como si fuera un hábitat.
—Sí. —Mi voz es ronca y tengo que aclararme la garganta para decirlo
otra vez y ser escuchada.
Lo que sea que él vea, toma una decisión y hace un gesto hacia el
hombre más joven parado a un lado. El joven inmediatamente se acerca
y lo ayuda guiándolo hacia la Hookah, sentándolo en el medio de la
habitación. Hay almohadas alrededor. Toma asiento lentamente a un
lado antes de señalar los otros cojines. El Sombrerero nos guía y nos
hundimos en nuestros asientos. Las almohadas son increíblemente
suaves e instantáneamente siento la necesidad de recostar la cabeza y
tomar una siesta, el agotamiento me gana. Me obligo a abrir bien los ojos
y a concentrarme en el anciano.
La oruga se ríe.
Él se encoge de hombros.
Él se ríe.
—Solo uno.
—Entonces, ¿seremos tres? ¿Quiénes son los Hijos del País de las
Maravillas? —pregunto. Obviamente, el Sombrerero es uno de ellos, pero
quiero confirmar quiénes son los otros dos. Aunque creo saber de quienes
se trata.
Suspiro.
―No. ―Él mira al frente, su rostro sombrío―. Y sí, sus cuerpos están
vivos, pero sus almas han muerto. Pasaron al Más Allá. Son en su
mayoría envases vacíos.
―Eres maravilloso. ¿No está bien? ¿Si te miro así? ―Su rostro se torna
serio y frunzo el ceño―. ¿Sombrerero?
―Sombrerero.
Gruñe y me detengo ante la agonía en el sonido. Agonía de la cual soy
responsable. Espero que vuelva a hablar, pero no lo hace. No importa
cuánto suplico con mis ojos o tiro de su mano. El silencio está lleno de
tensión, la caminata de vuelta a casa es una tortura. En algún lado a lo
largo del camino dije algo equivocado. O hice algo malo y esto sacó un
lado del Sombrerero que no había visto antes. Es un lado que quiero
abrazar y sostener y decirle que todo estará bien si él me deja. Siento olas
de desesperación provenientes de él.
―Sí.
―Que soy la primera de las tres profecías para hacer que caiga la
Reina Roja.
―No. ―Me dedica una afilada mirada, sus ojos buscando los míos―.
Pero lo haré.
―¿Por qué?
Me giro al armario.
Traducido por Emma Bane
Corregido por Roni Turner
Editado por Mrs. Carstairs~
Empujo las puertas del salón de baile y el crujido me hace hacer una
mueca. Buena forma de anunciar que voy a entrar, supongo.
Inmediatamente mis ojos se dirigen hacia la silla del Sombrerero, y me
desinflo cuando la encuentro vacía. Suspirando, me dirijo lentamente
hacia el final de la mesa, pasando mi mano por el respaldo de las sillas
desiguales. Cuando llego al del Sombrerero, lo observo, admirándolo. Es
enorme, más un trono que una simple silla. Es de color negro mate, los
brazos y el respaldo están tallados con intrincados diseños de criaturas
grotescas y cráneos. Al final de los brazos, hay dos cráneos,
perfectamente colocados para agregar un poco más de amenaza. Los
cojines son de un material de terciopelo violeta y se ven cómodos. La silla
está rayada y gastada, pero eso no quita mérito a su impacto. Supongo
que tiene sentido que el Sombrerero tenga un trono. Después de todo, él
es el rey de la Hora del Té.
—Clara Bee, Oh, Clara Bee, ¿qué es lo que me estás haciendo? —Su
voz es áspera, atormentada. Cuando sus ojos se estrellan contra los míos,
sonrío.
Invoco la poca valentía que tuve antes de bajar las escaleras y hablo.
—Sombrerero, parece que estoy en problemas, creo que prometiste
hacerme gritar. —Lo miro profundamente a los ojos mientras lo digo, de
modo que entienda lo que quiero decir. Muerdo mi labio cuando se asoma
una sonrisa en sus labios.
—No debiste haber hecho eso. —Sus manos pasan de ser gentiles a
ser un poco rudas cuando me agarra con fuerza. Tira de mi cuerpo, la
acción golpea mi centro contra su erección. Las únicas barreras son sus
pantalones y mi tanga de encaje. Mi respiración se dificulta cuando cae
encima de mí. Trato de envolver mis brazos alrededor de su cuello, pero
él agarra mis muñecas con fuerza en su mano antes de sujetarlas por
encima de mi cabeza. Me muerde los hombros y el cuello, dejando
pequeños pinchazos que alivia con la lengua.
Se mueve hacia atrás lo suficiente para mirarme la cara, con sus ojos
un poco salvajes.
—¿Estás segura? —pregunta, su duda rompe el momento. Incluso
ahora, se preocupa por mí.
Lanzo mis manos sobre mi cabeza otra vez, agarrándome con fuerza.
Él lame mi entrepierna en recompensa, alternando entre pellizcar y usar
su lengua. Una mano libera mi cadera y se desliza hacia abajo, su dedo
se desliza a través de la humedad mientras se concentra en mi clítoris.
El dedo se desliza dentro y maúllo. Cuando agrega otro, comienzo a
moverme, tratando de acercarme más. Lo siento sonreír contra mí.
Él gruñe.
—Fóllame ya —gruño.
Esa sonrisa se extiende por su cara, la que es un poco psicópata.
—Ahí está esa oscuridad —dice con júbilo. Luego empuja dentro de
mí, y grito de placer, mis piernas se aprietan a su alrededor. Hace una
pausa por un momento, con éxtasis en su rostro mientras me mira.
Muevo mis caderas, muevo mis manos otra vez para envolverlas en
su cuello. Él muerde mi pecho antes de salirse y volver a penetrarme. Mi
respiración se interrumpe, mis uñas se aprietan con fuerza sobre sus
hombros. Hay un traqueteo cuando vuelve a empujar contra mí y otro
choque en algún lugar en la distancia. Sus labios aplastan los míos, y
puedo saborearme mientras le devuelvo el beso frenéticamente. Nuestros
dientes chocan mientras luchamos por acercarnos.
Sus ojos brillan antes de que los cierre y apoya su frente contra la
mía. Sus manos descansan en mis caderas.
—A mi habitación.
Otra fiesta del té nos pide que nos alejemos de los brazos del otro a la
mañana siguiente. Estábamos tan absortos el uno en el otro que no
escuchamos al Lirón llamando a la puerta, alertándonos. No es hasta que
golpea repetidamente la puerta con el puño que nos separamos. Me
siento presa del pánico en la cama, tomando las sábanas de seda púrpura
contra mi pecho. El Sombrerero se ríe, sus manos errantes tirando de
estas suavemente.
—Es la hora del té. —La voz aburrida del Lirón llega a través de la
puerta de madera—. Los espero a los dos en treinta minutos.
—Ah, sí. La hora del té. —Sus palabras son tristes por un momento
antes de animarse—. Todo lo que necesito son dos minutos para hacerte
olvidar —sonríe.
—¿En serio? —Lanzo mis tacones a un lado con un suave golpe que
resuena cuando aterrizan en la alfombra—. ¿No sabes llamar a la
puerta?
Él se encoge de hombros.
—¿Por qué iba a llamar a la puerta cuando puedo entrar sin más?
—¿Y bueno?
Su rostro se vuelve serio. Empiezo a pensar que no va a preguntar
cuando por fin se endereza y me mira a los ojos.
—¿Es porque sabes que estás destinada a estarlo? ¿Es por la profecía
por lo que te preocupas por él?
—¿No lo fue?
—No. Fue en la casa de la Liebre de Marzo, después de que bebiera el
Reali-Té, minutos antes de que el Bandersnatch aullara afuera. March
estaba siendo March. —Me río ante la imagen de él rodando por el suelo
riendo—. Acababa de ver la terrible historia de la Reina Roja, estaba
cubierta de un sudor frío y estaba llorando. ¿Y sabes lo que pasó?
—¿Qué?
—El sombrerero me dijo que soy su luz dentro de la locura. Que soy
la luz que lo trae a casa. —Sonrío al recordar las palabras—. Me enamoré
allí mismo. Esas palabras sellaron mi destino. Ese fue el momento en que
lo abracé. —Cheshire mira el techo por un momento. Tomo su mano, solo
sosteniéndola para confortarlo. El toque trae sus ojos de regreso a mí,
sus cejas se arrugan en confusión. Le da a su rostro una mirada inocente,
una que normalmente nunca usaría—. Entiendo que te asuste la idea de
una pareja destinada, Cheshire. Pero esta es la forma en que lo veo: La
profecía sabe qué dos personas son compatibles, seguro. Pero depende
de ti si el amor crece a partir de eso o no. Tú decides si quieres abrazar
ese destino. Nadie más lo hace.
—Te veré a la hora del té, Clara Bee. —Su voz resuena antes de que
sus brillantes ojos azules desaparezcan por completo.
Hay otra vestimenta en mi cama, similar a la primera. Pantalones de
cuero, una vez más en negro, están asentados en la parte superior. La
chaqueta es negra esta vez, con un bonito patrón de damasco dorado y
un corte mucho más bajo que el cuello alto de la primera chaqueta.
Mostrará un poco de escote y hará que sea menos estirado. Es sin
mangas, se detiene en la parte superior de mis hombros. La parte
posterior de la chaqueta es menos formal que la primera. Solo me llega a
las rodillas, y parece más una larga cola de abrigo que la mitad trasera
de una falda. Hay un par de botas de combate diferentes para completar
el atuendo, de color dorado gastado. Me pongo el conjunto antes de
atarme el cabello en un moño desordenado. Me vuelvo a atar todas las
armas al cuerpo, tropezando con la forma de abrochar las hebillas, y me
dirijo al salón de baile. De nuevo, es fácil orientarse por la casa. No tengo
problema para encontrar el camino.
También hay otros invitados, los de los fallecidos. Hay más de los que
he visto nunca a la vez. Esta vez cuento catorce. Otras catorce criaturas
y personas han muerto a manos de la Reina. Está aumentando la
cantidad, probablemente porque logramos huir de ella. Debe estar tan
furiosa porque nos escapamos, que la Oruga nos ayudó.
—Déjalos ver.
Suspiro.
—Genial. Así que eso es imposible. Tal vez no tenga que ser un amor
romántico. ¿Tal vez podría ser amor Maternal?
—Podría ser capaz de actuar como una especie de faro, capaz de atar
a la Reina a este mundo de la misma manera que fui capaz de atar a
Clara en el Más Allá.
—Ellos son amigos —les digo de nuevo, solo para ponerlo en evidencia
en caso de que intenten sacar la carta de “no lo sabíamos”—. Todo el
mundo en esta casa en este momento es un amigo. —Definitivamente voy
a poner un cartel.
El Más Allá puede quitarles una vida a los muertos, agrega Dum. Si
tomas un alma de los muertos.
—Diamantes.
—¿Cómo es posible?
Él se encoge de hombros.
—Magia, supongo.
Es una respuesta del País de las Maravillas, una que realmente no
entiendo, pero ya no cuestiono. Hay algunas cosas que escapan a mi
comprensión.
—Tienes que mirar más de cerca. El Más Allá solo te mostrará lo que
quieres ver. Tienes que querer ver a todos para poder verlos.
—Sombrerero —exclama, con una gran sonrisa—. Qué bueno que nos
visites.
El Sombrerero resopla.
Mi corazón se detiene.
—¡Oh, querido! ¡No queremos eso! ¿Hay algo que pueda hacer por ti
entonces? No viniste al Más Allá para arriesgar su vida por nada.
Su rostro se endurece.
—La profecía dice que seré la ruina de Bribón —digo en voz baja.
—Sí, pero Alexander es una víctima en todo esto sin importar lo que
haya hecho bajo la influencia de la Reina Roja. Si puedo salvarlo sin
matarlo, preferiría hacerlo.
Ella parpadea antes de tomar mis mejillas suavemente entre sus
manos. Sus ojos brillan.
—Te agradezco por eso, Clara. Eres todo lo que imaginé que serías. —
Ella me deja ir y pone sus manos en sus caderas—. Ahora dime cómo
juego en todo esto.
—Lo entiendo. —Ella se vuelve a mí—. ¿De verdad crees que mi amor
puede sacarlo de la prisión de su mente?
Me sonríe con cariño antes de entrar corriendo para dejar una nota.
Cuando ella regresa, hacemos la caminata de regreso a través de la
jungla, los animales una vez más parlotean y nos siguen. La Reina les
habla dulcemente, instándoles a que se acerquen y se sienten sobre sus
hombros.
Yo hago mi propio destino, pero a veces, está bien ser feliz con alguien
que cae en tu vida. O al revés, en este caso. A veces, el Destino sabe lo
que hace.
¿Y esa persona que entra en tu órbita? Bueno, puede que sea el amor
de tu vida, después de todo. Aunque estén un poquito locos.
Traducido por Nea
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Banana_mou
Los ojos de Cheshire se mueven hacia los míos, con una emoción lo
suficientemente fuerte como para hacer que me duela el corazón. Lucho
contra el dolor allí, sabiendo que Cheshire no aceptará mi empatía.
—Era —roe Cheshire—. Ella era increíble. Era hermosa. Ahora, solo
está muerta.
—Pero ella está ahí, y parece feliz. Puede que no esté en este mundo,
pero existe. Cuando sea tu momento, la volverás a ver.
Estoy demasiado lejos del Sombrerero. Él está al otro lado del salón
de baile y yo estoy muy lejos. Es el primer pensamiento que se me
atraviesa por la cabeza cuando gira y corre hacia mí. Todo se mueve en
cámara lenta, los sonidos desaparecen hasta que se siente como si
estuviera en un túnel, como si mis oídos estuvieran cubiertos de algodón.
La reina se levanta de su asiento, su rostro refleja horror mientras mira
fijamente la apariencia de su hijo, en las rosas. Tengo un pensamiento
fugaz de que debí advertirle. Tweedledum y Tweedledee apenas
reaccionan. Ni siquiera se levantan de sus asientos. La única razón por
la que supongo que saben que algo está sucediendo es porque los veo
sonreír al mismo tiempo, su concentración está en las Cartas que caen
en la habitación. Es seguro decir que saben que las Cartas no son amigas.
No sucede nada.
La Reina está al lado de la Sota cuando saca una espada que nunca
había visto. Está dirigida a su cuello, pero pasa de la misma manera que
lo había hecho White. No tiene que ser algo para hacerle daño, los ojos
de la Sota se abren un poco, y veo los primeros signos de reconocimiento
en sus profundidades. La Reina, para su sorpresa, no ralentiza ni
muestra ninguna reacción percatándose que la espada pasa a través de
ella. Ella sigue caminando hasta que se pone de pie a nuestro lado.
Él se ríe y yo me tenso.
—No, hijo mío. Eras un príncipe. Ahora, no eres nada más que una
marioneta.
—Tú no sabes nada. Todos morirán por las mentiras que se derraman
de tus labios. Les quitaré las cabezas y se las daré a la Reina en bandeja
de plata. —La Sota mira al Sombrerero—. ¿Podrás sobrevivir a una
decapitación, Sombrerero? ¿Lo ponemos a prueba?
—No puedo morir. —La voz del Sombrerero es áspera y no tengo duda
de que los recuerdos que vienen de regreso no son nada más que
horripilantes.
White, Cheshire y los Tweedles están luchando duro, pero las Cartas
los superan en número diez a uno. Cuanto más matan, más se
multiplican, como una hidra. Corta una cabeza y salen dos cabezas más.
Veo a los Tweedles dejar un rastro de carnicería detrás de ellos, pero
incluso entonces, no parece ser suficiente. Tweedledum está sangrando
por una gran herida en su pecho, la armadura de escamas de dragón
abierta. Tweedledee tiene sangre goteando por sus cuernos.
Ensangrentados, hacen una horripilante vista.
—¿Hay algo que puedas decirle? ¿Algo que haga que recuerde el
tiempo antes de convertirse en la Sota? ¿Algo que desencadenará una
fuerte emoción? Lo que sea. —Es mi última excusa antes de tener que
llamar al plan un fracaso y volver a la idea de que tengo que matar al
hombre que es más víctima que villano. Si puedo evitar eso, lo haré, pero
las probabilidades no se ven bien.
Ella asiente a pesar de que le acabo de decir que podría tener que
matar a su hijo. Hay demasiado en juego, y la Sota es el arma más
poderosa de la Reina Roja. Si fallamos, El País de las maravillas muere.
Ella entiende aunque su corazón se rompe. No hay otra opción.
Tranquilo, mi bebé.
Tranquilo, amor, no llores más.
Es hora de descansar tus cabellos dorados.
Dragones te persiguen
Mi dulce caballero
Cuando te acuestas en tu cama.
Vences el mal,
Ayudas a los débiles
Porta tu humilde corona con orgullo.
Mi niño fuerte,
Sé fiel a ti mismo
No hay razón para esconderse.
Silencio ahora, mi bebé
Descansa tus cabellos dorados
Y voltea tu rostro hacia el sol.
Todas esas sombras
Se quedarán atrás, mi estrella,
Tu viaje apenas ha comenzado.
El ojo que puedo ver es negro, el color azul está oculto por el intenso
poder de la reina, la oscuridad se traga la pupila y todo lo demás dentro.
Miro con asombro cómo la negrura se desvanece, revelando un azul tan
claro que parece el agua de folletos de viajes. Doy un paso atrás
sobresaltada. El ojo de la Sota se mueve hacia mí y la comprensión cruza
su rostro. Hay asombro ahí dentro, sorpresa, esperanza. La esperanza
me hace arrugar la cara en un intento de contener las lágrimas.
—Está en alguna parte, luchando por salir. Eres más fuerte que esto.
Eres un rey.
Le creo. Una rosa roja brillante florece en su frente, solo una. Siento
la escala en la que estamos parados, actuamos en este equilibrio
mientras luchamos para ver quién puede acumular más peso. Por un
momento creí que habíamos inclinado la balanza a nuestro favor. Creí
que podíamos hacer esto sin el derramamiento de sangre. Cuando veo
otra rosa roja floreciendo. Mis ojos buscan los del Sombrerero. Él también
nota las rosas. Su rostro está angustiado y me doy cuenta que esto es
algo que él tampoco quería que pasara. Ambos depositamos toda nuestra
esperanza en este plan. Ambos luchamos duro para salvar una vida que
no está destinada a morir. Es demasiado pronto. Alexander necesita vivir.
Estamos tan cerca pero no lo suficientemente cerca. Estamos perdiendo
la batalla.
—Deja de hablar.
—¡Basta! —La Sota está gritando ahora, sus manos toman puñados
de su cabello. Tira brutalmente de las raíces. Las venas de su cuello
comienzan a hincharse por la tensión de la lucha contra la influencia de
la Reina Roja. Me encojo, apretando los puños. Me duele el pecho, mi
corazón late frenéticamente por dentro.
Hay una luz cegadora en la habitación, una que causa que mis ojos
se cierren. No puedo ver más allá de las estrellas en mi visión, no puedo
respirar por miedo a que venga algo peor. Cuando miro más allá de mis
pestañas otra vez, Dánica está a mi lado en toda su gloria, su cola
curvándose alrededor de mis tobillos, su forma indulgente. Lleva el
mismo vestido dorado, la misma sonrisa serena. Un ruido estrangulado
proviene de algún lugar de la habitación, como si alguien no pudiera
respirar. No miro, pero sé que es Cheshire, sé que los ruidos se ahogan
con los sollozos. Lucho contra la sorpresa de mi cara, sin revelar nada
mientras me preparo para lo que sea que esto signifique.
—No pudiste evitar lo que hiciste. Eres una víctima. Mereces vivir.
Dánica se inclina hacia adelante y coloca sus labios contra los de él.
Es el más mínimo de los toques y, donde se tocan, hay un brillo verdoso.
El viento se levanta y escucho que las cosas comienzan a chocar contra
la mesa, las ráfagas lo atraviesan todo. Cuando ella se aleja, su mirada
me encuentra de nuevo.
Apenas y puedo ver, las lágrimas que derraman mis ojos, vuelven mi
vista borrosa pero el Sombrerero me ayuda a dar un paso adelante y luego
otro, hasta que estamos frente a Alexander y Dánica, y la Reina.
Otra luz cegadora llena la habitación, tan poderosa que puedo sentir
su calor. Cierro los ojos, pero cuando los vuelvo a abrir, manchas bailan
a través de mi visión. Cuando finalmente puedo parpadear, Alexander se
arrodilla ante nosotros en la gloria dorada, la espada aún sobresale de su
pecho. Aquí está el hombre de mis visiones, el que estaba destinado a ser
Rey.
No está el Lirón.
Abro las puertas gigantes del salón, el chillido inquietante que hacen
siempre alertando a todos dentro de que estoy entrando. El Sombrerero
me mira, una cálida sonrisa en su rostro incluso aunque sus ojos están
tristes. No logro regresársela, las emociones flotando debajo de la
superficie de mi piel tiene prioridad. Todo duele, mi cuerpo, mi alma, mi
corazón. Enfrentándome a las personas que forman parte de ese
sufrimiento, que son el motivo por el que me duele, no puedo forzarme a
mostrar felicidad.
Luego, después de que todos han llenado sus rostros con pastel y
dulces y se han atragantado con té, me aventuro a la pregunta que
empezaba a preguntarse.
―Así que, ¿ahora qué? ―Soy solo la primera de tres. Hemos ganado
una batalla, pero no hemos ganado la guerra.
Miro hacia White que está revisando su reloj por milésima vez.
―No, gracias.
―Mejor me voy a encontrar a la segunda ―se gira para irse pero mira
sobre su hombro hacia mí―. Deséame suerte.
―¿Hay mucho más sobre White de lo que yo sé, eh? ―Miro hacia el
Sombrerero que ya está mirándome. El amor brilla de sus ojos. Se inclina
y besa mis labios suave y brevemente antes de regresar a su posición.
―Alexander ―lo llamo. Se detiene y mira hacia mí, los colores del
portal iluminándolo desde atrás, dándole una apariencia celestial―.
Siento que no pude salvarte.
—¿Sobre qué?
—Mi casa.
Gracias a mis padres, por apoyarme pase lo que pase. Estoy segura
de que se preguntarán qué pasa por mi cabeza a veces, pero no se
preocupen, estoy publicado ahora, así que es legítimo. Los quiero mucho
a todos.
Gracias por darme una oportunidad con una nueva autora y espero
que te quedes en el viaje. Sin ti, este libro no estaría en ninguna parte.