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2
TRADUCCIÓN
ZD

CORRECCIÓN
Shura

DISEÑO
Morgana

EPUB
Shura

3
ÍNDICE
Mensaje de OBSESIONES AL MARGEN
Staff
Índice
Título
Nota de la Autora
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 …..
…… Capítulo 44

4
DESPERTADA
Y
TRAICIONADA

LA CENTINELA PERDIDA
LIBRO 2
IVY ASHER

5
Nota de la autora.

Este libro es una historia de Harem Inverso, lo que


significa que el personaje principal termina con múltiples
parejas. Contiene palabrotas, sexo gráfico y violencia.

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Para todos los que se levantaron, después de que el mundo
intentara romperlos.

7
1

L os últimos árboles indómitos del bosque pasan junto a mi


ventana, sustituidos de repente por paisajes cuidados y
las visiones de ladrillo del centro de Solace. En mis
anteriores visitas al corazón de esta ciudad de Casters, la encontré
idílica y hogareña. Ahora, no encuentro ningún consuelo en las
ordenadas imágenes que deja tras de sí nuestro todoterreno en
movimiento. Knox aprieta nuestros dedos entrelazados, una acción
de apoyo, su intento de alejarme de la melancolía de mis
pensamientos.
—¿Qué deberíamos hacer cuando terminemos con los
ancianos?
Los chicos se encogen de hombros ante su pregunta, pero los
ojos de Valen encuentran los míos en el reflejo del espejo
retrovisor. Nos miramos fijamente durante un par de segundos
antes de que él vuelva a centrarse en la carretera, dejando la
pregunta de Knox sin respuesta y en el aire.
Han pasado tres días desde el ataque de los lamias. Tres días
desde que perdí a Talon. He pasado cada segundo de esos tres días
encerrada en mi habitación con los chicos, evitando a toda costa a
los demás. No me han molestado las visitas, ni sus golpes en la
puerta. Sin inmutarme por las palabras y las disculpas gritadas a
través de la barrera de madera y piedra. Todo lo que ha sucedido
fuera de mi habitación ha sido recibido con silencio.
Hasta ayer, cuando una citación se deslizó por debajo de la
puerta exigiendo mi presencia en una reunión convocada por el
Consejo de Ancianos. Parece que su paciencia se ha agotado ante
mi falta de respuestas y mi negativa a ver a nadie más que a los
chicos. La citación no decía exactamente que estuviera allí o de lo
contrario…. la redacción era más florida y adornada, pero el
mensaje subyacente era obvio.
El todoterreno baja por una rampa y Valen se dirige a una
plaza de aparcamiento. Salimos del vehículo, y nuestro
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movimiento y el cierre de las puertas de los coches resuenan en
todo el aparcamiento subterráneo. Me rodean mientras nos
dirigimos a una escalera y empezamos a subir.
No sé si sus posiciones son una decisión consciente o
inconsciente, pero hacen que mi magullado corazón se hinche de
tierno afecto. Valen y Bastien se colocan detrás de mí, Ryker está
a mi izquierda, Knox a mi derecha, y Sabin lidera el camino. Por la
forma en que me han rodeado y las miradas de sus rostros, no hay
duda de que me están protegiendo. Todo en su semblante grita:
tendréis que pasar por mí para llegar a ella.
Activo las runas de mi esternón para permitir que lo que
siento en este momento fluya hacia ellos. Es la primera vez que
activo estas runas en particular desde que descubrimos lo que
podían hacer la noche en que ellos obtuvieron sus marcas de
Elegidos. Pero necesito que sientan todo el afecto y la gratitud que
siento por lo que están haciendo, por lo que han estado haciendo
por mí.
Desde el momento en que me sacaron de la sangre y las
cenizas en la parte trasera del coche, me han cuidado, me han
escuchado pacientemente y me han apoyado de una forma que
nunca había experimentado.
He pasado gran parte de mi vida levantándome del suelo
cuando recibía un fuerte golpe del mundo. Con la excepción de
Talon, he sido yo quien ha confiado en mí. Pero eso está cambiando
ahora. Estoy aprendiendo que puedo compartir mi pena y mi dolor.
Que no tengo que ser yo contra el mundo. No si no quiero que así
sea.
Hacer partícipes a los chicos de lo que estoy sintiendo en este
momento, parece un millón de veces mejor que cualquier palabra
que pudiera encadenar para expresar lo que están llegando a
significar para mí. Las sonrisas de reconocimiento aparecen en los
rostros de todos, pero cada uno de nosotros permanece callado y
alerta.
Salimos del hueco de la escalera y desactivo rápidamente las
runas.
9
Un hechicero solitario nos espera. Nos saluda con una leve
inclinación de cabeza y nos indica que le sigamos. Respiro
profundamente y pongo mi cara de póker. No estoy deseando
enfrentarme a lo que está a punto de ocurrir. No quiero describir lo
que pasó, ni responder a las preguntas que puedan tener al respecto.
Ya lo revivo bastante cada día.
Estoy segura de que los ancianos han obtenido relatos
detallados de los otros que estaban allí esa noche. No sé por qué mi
versión de los hechos es tan necesaria. ¿Qué creen que voy a añadir
que no les hayan contado ya?
Pensamos que esto tiene menos que ver con mi versión de los
hechos y más con que el Consejo de Ancianos quiere detalles sobre
mis habilidades. Por desgracia, es muy posible que también quieran
más información sobre lo que es un centinela.
Por mucho que esperara que la atadura de mi lectura
mantuviera lo que soy bajo llave, estoy bastante segura de que los
malditos lamias acaban de hacer saltar esa esperanza por los aires.
Si Enoch y los otros estaban prestando atención, tendrán muchas
preguntas. Supongo que hay una pequeña posibilidad de que el
apodo de pequeña Centinela que Faron me lanzó en ese sótano
permanezca enterrado allí abajo, pero no estoy conteniendo la
respiración.
Entre el extraño nombre de mascota, el relato moribundo de
Talon sobre mi procedencia y la exhibición de algunas de mis
habilidades, dudo que nada de eso vaya a permanecer en las
sombras como yo quiero. Enoch parece el tipo de persona que no
guarda secretos a su querido padre. Es una mierda cuyo padre sea
miembro del consejo, y el jurado aún está deliberando sobre mi
posición en ese lote.
El hechicero que nos guía empuja a través de un conjunto de
puertas negras ornamentadas, y le seguimos a una sala que parece
ser una extraña combinación de sala de justicia y anfiteatro. A mi
izquierda, sentados en una fila de mesas elevadas, está el Consejo
de Ancianos. Reconozco a los tres que ya he conocido.

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El anciano Balfour, corpulento y calvo, me mira con aire de
"tengo cosas mejores que hacer". La sonrisa del anciano Nypan es
amistosa y brillante, y las luces del techo me guiñan desde su
cabeza de ébano, completamente calva. Tiene que hablar con el
anciano Balfour sobre el movimiento "La calvicie es bella".
Mientras que el anciano Nypan se parece a Seal y hace que la
calvicie se vea bien, el anciano Balfour parece una versión
regordeta de George Costanza.
El anciano Cleary me observa mientras nos acomodamos, sus
brillantes ojos azules acentuados por el pelo corto, expertamente
peinado, de color rubio sucio. Veo partes de Enoch en la cara de su
padre, pero son solo toques aquí y allá, y me hace preguntarme
cómo será su madre. Hay otros dos ancianos que no reconozco; uno
es el anciano Kowka y el otro el anciano Albrecht, pero no sabría
decir cuál es cada uno.
Retiro la mirada de la posición elevada de los ancianos y
encuentro a Lachlan y a su aquelarre de paladines sentados en una
especie de palco del jurado a un lado. Es la primera vez que veo a
alguno de ellos desde que se agruparon alrededor de la parte trasera
de aquel suburban negro. Mis ojos conectan con las miradas fijas
de Aydin y Silva, pero me apresuro a apartar la vista y cerrarme en
banda. Enoch, Nash y Kallan se sientan en un palco del jurado a
juego en el lado opuesto de la sala. Enoch me hace un gesto con la
cabeza y yo le respondo con una ligera elevación de la mía.
Los chicos y yo somos acompañados al interior de la sala
hasta situarnos en el centro de esta, frente a los ancianos. Todo en
este montaje rezuma intimidación y poder. Me veo obligada a mirar
a los ancianos en sus sillas elevadas tipo trono, colocadas
cuidadosamente detrás de una larga mesa. No me cabe duda de que
quieren que nos sintamos pequeños y menos importantes en esta
sala. Todo son juegos mentales, me digo, mientras el anciano
Balfour les indica que tomen asiento detrás de mí.
—Bienvenida, Vinna. Nos alegramos de que hayas podido
venir y de que tengas mucho mejor aspecto que la última vez que
te vimos. —Me saluda Balfour.

11
Nos evaluamos mutuamente durante un segundo antes de
decidir que está esperando que yo responda.
—Una citación es una citación, o eso me han dicho. Siento
que la sangre y la ceniza no fueran de tu agrado. Pensaba que lo
había conseguido. —Le digo con tono inexpresivo.
Un par de risas resuenan en la sala y el anciano Nypan
empieza a toser. Capto la sonrisa en su rostro antes de que se lleve
el puño a la boca y se la tape. A Balfour no le hace tanta gracia, a
juzgar por la forma en que se le arruga la piel de los ojos cuando
los estrecha hacia mí.
—Vinna, hemos solicitado tu presencia aquí hoy para tratar
un asunto que nos ha llamado la atención. —Hace una pausa
dramática y espero a que se explaye—. ¿Podrías decirnos por qué
te encontraron caminando por el arcén sin zapatos, medio de
transporte ni forma de contactar con nadie?
Inclino la cabeza hacia un lado mientras miro sin comprender
al anciano y analizo por qué me hace esta pregunta. Mis ojos se
dirigen a Enoch por iniciativa propia, y concluyo que él o su
aquelarre son la fuente de estos insignificantes detalles. Enoch
evita sospechosamente mirarme.
—Tenía un par de ruedas pinchadas y sólo una de repuesto.
No tenía mi teléfono, así que volví caminando para buscar ayuda.
—¿Y cómo es que te encontraste conduciendo sin zapatos y
sin teléfono? —pregunta, inclinándose hacia delante con
demasiada impaciencia en su silla.
—Lo siento, ¿es eso ilegal aquí? —pregunto, confundida, con
los ojos rebotando de un anciano a otro— ¿A quién le importa que
no tenga teléfono o zapatos? ¿Qué tiene que ver todo eso contigo,
o lo que pasó con los lamias?
—Vinna, nos han hecho saber que tu actual situación vital
puede no ser segura para ti. Lo que el Anciano Balfour está
preguntando nos ayudará a determinar si ese es el caso o no. —Me
informa con calma el anciano Nypan.

12
Su sonrisa es amable, y cruza las manos pacientemente frente
a él mientras contemplo lo que acaba de decir. Miro a Lachlan. No
sé qué importancia tiene, pero quiero ver lo que piensa de esta línea
de interrogatorio y de la acusación que ahora pende del cuello de
su aquelarre. Su postura es rígida y su atención no se aparta de los
ancianos. Lleva una máscara que oculta cualquier emoción, pero
puedo sentir la ira que se desprende de él en oleadas. Tiene que
sentir mis ojos sobre él, pero no se vuelve para recibirlos. No sé
por qué, durante unos breves segundos, pensé que lo haría. Quizá
fue el atisbo de compasión que vi en él en la parte trasera del
todoterreno, empapada de muerte. La forma en que me miró esa
noche, con empatía y brutal comprensión, ha jodido la categoría de
irredento en la que lo tengo.
—Hace dos días, ¿te pusiste en contacto con una tal Lucy
Barton, y le pediste ayuda para encontrar y comprar una propiedad?
Mi cabeza se dirige al anciano Cleary ante su pregunta.
¿Cómo demonios lo saben? Percibo el movimiento de los cuerpos
detrás de mí, y apuesto a que los chicos se están preguntando
exactamente lo mismo.
—Sí. —respondo, sin ofrecer más información.
Aydin se levanta de su silla.
—¡Vinna, por favor, tienes que escucharnos!
—¡Silencio! —Brama el anciano Balfour desde la habitación.
Aydin parece dolido y suplicante, pero vuelve a sentarse y
hace lo que se le ordena. La mirada de su rostro escuece. El dolor
que veo allí me llama, pero trato de ignorarlo mientras levanto aún
más mis defensas. No importa cómo mire las cosas, cómo las
analice, cómo las exponga a la luz con la esperanza de que haya
algo más que no esté viendo... Lo cierto es que no puedo confiar en
ellos y, sin eso, no hay esperanza de remediar nada.
Sus ojos suplicantes buscan grietas en mi armadura. ¿Qué
derecho tiene a mirarme así? Como si fuera yo la que inflige el
daño. Que se joda. Que se jodan.

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—Eres menor de edad, Vinna, y hasta que no hayas tenido tu
despertar, no se te permite estar sola. —Me dice educadamente el
anciano Nypan, sacándome de mis pensamientos.
Joder, ¡otra vez esto no! Tengo veintidós años, soy una
adulta a los ojos del país en el que vivimos, ¿no debería ser
suficiente?
—Llevo mucho tiempo sola; puedo cuidar de mí misma.
Tengo los medios y la capacidad para hacerlo, y no veo cuál es el
problema. La situación con Lachlan y su aquelarre se ha vuelto...
complicada. —Miro a cada uno de los ancianos de forma
implorante—. Digáis lo que digáis, no pienso quedarme allí mucho
más tiempo.
La sala se queda en silencio con mi declaración. Los ancianos
miran a Lachlan.
—¿Rescindirás de tu reclamo sobre ella?
Tan pronto como le hacen esa pregunta, mi esperanza de que
los ancianos pudieran ver las cosas a mi manera se desmorona. él
gruñe un rotundo "No", y es puntuado por el suspiro frustrado que
se me escapa.
¿Por qué no puede dejarme ir?

14
2

D
esafiamos la reivindicación de Lachlan Aylin sobre
Vinna Aylin, y pedimos presentar la nuestra. —La
— suave voz de Valen llena la habitación desde detrás de
mí.
Le devuelvo la mirada por encima del hombro y una pequeña
sonrisa se dibuja en mis labios ante su declaración. Lo sigo cuando
se acerca a mi lado, su nueva proximidad hace que me invada la
calidez y el confort. Es como estar en un montón de ropa limpia
recién salida de la secadora.
—Mi aquelarre y yo queremos presentar una Petición de
Vínculo. Sabemos que al consejo le gusta esperar hasta que todas
las partes hayan logrado su despertar, pero se han hecho
excepciones en el pasado, y solicitamos que se haga una excepción
hoy. —Valen mira brevemente a Silva y respira profundamente
antes de continuar—. Mi aquelarre y yo estamos de acuerdo en que
vivir con Lachlan y su aquelarre no es un buen lugar para Vinna.
Apenas termina esa frase antes de que Silva, Lachlan y el
resto se pongan en pie gritándole. Los chicos responden a la
indignación atacante con la suya propia, y la agresividad inunda la
sala. Veo cómo mis chicos me defienden y gritan las ofensas del
aquelarre contra mí. Agradezco que me cubran las espaldas, pero
también me siento mal por haber llegado a esto. No puedo entender
por qué la declaración de Valen les molesta tanto. Mi tío y los otros
están alucinando si creen que no se han ganado esto. Sí, este
escenario del Tribunal de Familia con los ancianos es extremo,
pero ¿cómo pensó alguno de los paladines que me quedaría y
seguiría aguantando su mierda?
Los gritos resuenan en la estancia, y las peticiones de silencio
del anciano Belfour no surten efecto. Otros paladines se han
apresurado a entrar en la sala, en un intento de recuperar una
apariencia de orden, pero su repentina presencia está aumentando
el caos.

15
El gran anciano de aspecto polinesio, cuyo nombre aún
desconozco, se levanta y extiende una mano hacia la agitación. Una
cuerda blanca de magia sale disparada de la palma de su mano hacia
Lachlan y su aquelarre, y se enrolla con fuerza alrededor del cuello
de cada uno de ellos. Inmediatamente se quedan en silencio. El
anciano levanta su otra mano y envía otra cuerda de magia, esta se
mueve rápidamente hacia mis chicos.
—Oh, no, no lo harás. —murmuro, mientras extiendo la mano
y agarro la cuerda mágica cuando intenta pasar por delante de mí.
La idea de que alguien asfixie a mis Elegidos hasta la
sumisión -que es exactamente lo que está ocurriendo con Lachlan
y su aquelarre- me cabrea muchísimo. Tiro del cordón mágico para
intentar agarrarlo mejor y, sorprendentemente, el cordón blanco se
desprende de la palma del anciano. Vuelve a girar hacia mí y se
enrosca como una serpiente en mi brazo. Lo miró fijamente,
esperando que la magia suba hasta mi garganta y empiece a
asfixiarme también, pero está quieta.
Agito el brazo como si intentara quitarme algo asqueroso,
pero el movimiento súper malo no mueve la bobina lechosa. Miro
al responsable de mi nuevo aferramiento mágico. Estoy a punto de
pedirle que me lo quite, pero la pregunta quejumbrosa se me atasca
en la garganta cuando veo la mirada de los ancianos.
Veo diferentes versiones de asombro observándome desde la
larga mesa tras la que están sentados. Poco a poco, se intercambian
miradas cargadas y queda claro que se está produciendo algún tipo
de conversación silenciosa entre ellos. Los paladines adicionales
que entraron en la sala al comienzo de la pelea a gritos se colocan
frente a los ancianos. Sus movimientos protectores dejan claro que
ahora me identifican como una amenaza.
Vaya. Mierda.
Saliendo de su estupor, el anciano de aspecto polinesio se
libera de la presión que ejerce sobre Lachlan y los demás. Vuelve
a sentarse lentamente y se aclara la garganta; sus ojos pasan de la
magia robada en mi brazo a mi cara.

16
—Lo siento. —ofrezco tímidamente—. ¿Quieres... um...
recuperarlo?
Espero que le parezca bien que me lo quede, porque no estoy
segura de cómo devolverlo si responde que sí. Las cosas raras que
hago son principalmente instintivas. La mayoría de las veces me
sorprende, y no podría decirte por qué algo funciona así.
Simplemente lo hace. Es algo que ocurre en el momento. Más
tarde, cuando intento replicar las cosas que he visto hacer a mi
magia, no puedo. Maldita magia inconstante.
Aunque estoy tan en la oscuridad sobre mis habilidades como
todos los demás, me siento obligada a devolverle este brazalete de
magia a su dueño. Tal vez tenga algo que ver con la mirada que
lanza a la magia que se aferra a mi brazo, como si le traicionara de
alguna manera. Pero antes de que pueda responder, las runas de mi
brazo se iluminan y comienzan a absorber el cordón mágico que lo
constriñe.
Esto es incómodo.
En el pasado, cuando me lanzaban magia ofensiva, aparecía
un escudo o dos para enfrentarse a ella, así que no sé muy bien qué
pensar del nuevo deseo de mis runas de comerse la magia. Trato de
actuar con total despreocupación y sin inmutarme por lo que sea
que haya sucedido.
El hecho de que los ancianos tengan asientos de primera fila
para presenciar algunas de mis habilidades únicas no es lo ideal.
No quiero que me cataloguen como una amenaza más, y no quiero
que sientan más curiosidad por mí de la que ya sienten.
Magia ¿en serio? le digo, y luego le doy una pequeña
palmadita. Ha evitado que los chicos se ahoguen, así que no puedo
enfadarme demasiado.
El anciano Balfour rompe el silencio ponderado y comienza
a llamar a todos al orden, reprendiendo al aquelarre de Lachlan y a
los chicos por su desagradable interrupción. Un repentino destello
de dolor me impide seguir lo que él y los demás ancianos están
diciendo. Intento jadear a través de la ardiente embestida con

17
discreción, y por suerte termina tras unos diez segundos, que es lo
más rápido que he tardado en conseguir nuevas runas.
Aliviada por el hecho de que nadie parece darse cuenta de mi
repentina distracción inducida por el dolor, miro casualmente hacia
abajo y encuentro una sola runa nueva en los lados de mis manos.
Por favor, no me digas que de alguna manera me he conectado
sin saberlo a este maldito anciano. Suplico en silencio a mi magia.
Escudriño las manos del misterioso anciano, pero no veo
ninguna marca en él. El hecho de que no haya empezado a gritar
por un repentino ataque de dolor apoya mi esperanza de que la
nueva runa sea sólo para mí. El peso de la mirada de alguien me
saca de mi introspección, y descubro que el anciano Cleary me
observa con astucia.
Aquí no hay nada que ver, repito en mi cabeza, antes de
intentar ignorarlo y comprobar lo que ocurre a mi alrededor.
—Gracias, Conscripto Fierro, por su franqueza. Aceptaremos
tu petición de Reclamación de Vínculo y revisaremos sus méritos.
Me vuelvo entusiasmada hacia Valen, pero la mirada de su
rostro me dice que me he perdido algo. Mi sonrisa flaquea, y el uso
de mi nombre hace que vuelva a prestar atención a los ancianos.
—Paladín Aylin, tu derecho a Vinna Aylin queda anulado.
Hasta que este consejo tome una decisión con respecto a la
reclamación de vínculo presentada por el recluta Fierro en nombre
de su aquelarre, se le asignará una reclamación temporal.
Hermanos, por favor, hablen de sus recomendaciones ahora.
Espero ansiosamente a que los ancianos empiecen a discutir
lo que van a hacer conmigo, pero no tardo en darme cuenta de que
la conversación vuelve a tener lugar en sus cabezas. Lanzo una
mirada de pánico a Valen mientras la habitación se llena de un
pesado silencio. Él se pasa discretamente el dedo por las runas que
tiene detrás de la oreja.
—No te preocupes, Vinna. Probablemente esto sólo dure un
par de semanas. No tardan mucho en decidirse por las
Reclamaciones de Votos. Pronto estarás de vuelta con nosotros.
18
Sus palabras no hacen nada para disminuir el pánico que
crece en mi interior. Un crujido anaranjado de magia se desplaza
por las palmas de mis manos y las cierro en puños para ocultarlo.
Dos semanas de convivencia con quién coño sabe, y eso si los
ancianos aceptan la Reclamación de Vínculo. Podrían rechazarla.
Entonces, ¿qué demonios se supone que debo hacer? Antes de que
pueda gritar mentalmente algo de esto a Valen, la voz del anciano
Nypan atraviesa el silencio.
—Se acuerda; la reclamación temporal se dará al Anciano
Cleary hasta que se tome una decisión sobre la petición de
Reclamación de Vinculo.
—¿Qué demonios? —exclamo en voz alta.
Mi indignación se ve ahogada por una ráfaga de actividad
cuando los ancianos se apresuran a abandonar sus tronos y salen
rápidamente por una puerta que tienen detrás. Más vale que
corran, malditos cobardes. Cuando el último anciano sale
corriendo de la sala, me giro para ir hacia mi Elegido. Un gran
grupo de extraños paladines me rodea, bloqueando mi acceso.
¿Qué demonios? Veo a Ryker entre los hombros de los dos
paladines que están justo delante de mí, y veo que otro grupo de
paladines se lo lleva a él y a los demás.
El pánico me inunda y mi magia responde a su llamada.
Destellos anaranjados, rosas y púrpuras patinan sobre mi piel, y
rápidamente rastreo mis opciones de escape como un perro
acorralado.
—¡Deteneos! —grita Ryker, pero lo ignoran y lo apartan—.
Ella va a perder la cabeza, malditos por la luna, dejadme hablar con
ella y luego me iré.
Busco la magia de las runas para mis espadas cortas. El tipo
a mi izquierda es más o menos de mi tamaño y parece el eslabón
más débil. Formulo un plan para acabar con él primero.
—¡Chillidos, para!
La voz de Ryker está más cerca que antes, y aparto los ojos
de mi primer objetivo. Ya estaba avanzando hacia él, y ni siquiera
19
me había dado cuenta. Detengo el avance y encuentro a Ryker. Los
paladines que lo rodean no dejan que se acerque más, pero ya no
intentan obligarlo a salir de la habitación.
—Está bien. No luches. Sólo empeorarás las cosas si
empiezas a matar gente.
Alguien suelta un bufido incrédulo, pero no aparto los ojos de
su mirada azul cielo para mirar a quien sea.
—Ve con ellos, Chillidos. Llámanos cuando te hayas
instalado. —Me hace un gesto tranquilizador con la cabeza, y yo
imito el movimiento, aunque en este momento no estoy nada
tranquila. Si me está diciendo que no luche, le haré caso, por
ahora—. Todo va a salir bien. —Me dedica una sonrisa triste y se
golpea el pecho con dos dedos, justo sobre las runas que se
encuentran entre sus pectorales. Luego se da la vuelta y sale de la
habitación, rodeado de paladines que lo escoltan.

20
3

M
e quedo mirando la puerta por la que salió Ryker. Las
imágenes de mis Elegidos alejados de mí empiezan a
mezclarse con los recuerdos y la impotencia de haber
perdido también a Talon y a Laiken. Tardo un par de minutos en
controlarme y frenar la pérdida que me golpea como un tsunami.
Uno de los paladines que me rodean se impacienta con mi falta de
movimiento, y una mano se posa en mi espalda como si el dueño
pensara que puede arrearme con un simple toque de guía.
Me giro para darle un puñetazo a quienquiera que me esté
tocando, pero salta a un lado evitando toda la fuerza de mi golpe.
Aun así, consigo golpearle, y tropieza con el paladín de su derecha,
provocando un efecto dominó de cuerpos vacilantes.
—Choca esos cinco por tener reflejos rápidos, pero como
vuelvas a tocarme, te voy a joder.
Miro fijamente al hombre rubio, que no parece mucho mayor
que yo. Ladea la cabeza y luego, con exagerada lentitud, se lleva
las manos a la espalda. Levanta las cejas y me lanza una mirada
que pregunta, Contenta ahora antes de que una sonrisa de listillo
se apodere de su rostro.
—Ten cuidado, Paladín Rock; ya has oído lo que Aydin ha
dicho de ella. —Le advierte un fornido hombre a mi izquierda.
—Eso no incluye lo que todos acabamos de ver pasar con el
anciano Kowka. —advierte otro tipo al rubio gilipollas, que
responde con una risita divertida.
Bueno, supongo que eso aclara el misterio. Kowka es el
anciano que acabo de secuestrar con magia. Fijo mi mirada en el
rubio idiota engreído.
—Será mejor que escuches a tu amigo, Guijarro*, parece
tener más sentido común que tú.
*Guijarro: piedra pequeña, Vinna llama al paladín de esta forma despectiva, ya que su apellido es Roca.

21
Un paladín que se ríe delante de mí empieza a moverse hacia
una salida, y le sigo como la niña buena que no soy. El grupo de
guerreros que me rodea se pone a la par, y me conducen a través de
varios pasillos hasta un garaje subterráneo. Éste es diferente del
que aparcamos esta mañana, y no consigo orientarme ni saber
exactamente dónde estoy. Me meto en un Range Rover negro y
trato de no estremecerme ante el breve recuerdo que me asalta.
Ya estoy harta de todoterrenos negros. El tipo que conduce
nos saca del aparcamiento y sale a las carreteras de la ciudad.
Entonces empieza a conducir como si nos persiguiera algo. Echo
un par de miradas por detrás de mi hombro para comprobar que no
nos siguen, pero no hay nada. Miro las caras de los demás en el
coche, pero no parecen alarmados por la recreación de Grand Theft
Auto.
Después de treinta minutos, y de más curvas y carreteras
sinuosas de las que puedo seguir, el todoterreno atraviesa un
conjunto de puertas y se detiene frente a una casa más elegante y
moderna que cualquier otra que haya visto antes. Se abre una
gigantesca puerta de madera que es el doble de grande que
cualquier otra que haya visto, y salen el anciano Cleary, Enoch,
Nash, Kallan y otro joven hechicero que no he visto nunca.
Suelto un suspiro frustrado y murmuro en voz baja una serie
de palabrotas de colores. Bueno, que empiece este espectáculo de
mierda. Salgo del asiento trasero y cierro la puerta del vehículo tras
de mí, lo que acalla las crecientes risas que llenan el coche a mi
paso. Supongo que no he sido tan silenciosa como pensaba al
expresar mi disgusto por esta situación.
Mis ojos se entrecierran automáticamente ante la calculadora
sonrisa del anciano Cleary, y mi mirada enfadada se abre paso entre
la fila de brujos que me esperan junto a la puerta principal. La grava
cruje bajo mis pies y avanzo a regañadientes hacia mis nuevos
anfitriones. Los paladines que me escoltan me alcanzan y se ponen
a mi altura. Ni siquiera me había dado cuenta de que ninguno de
ellos había bajado del coche.

22
—Vinna, estamos encantados de que estés aquí. —Los ojos
azules del Anciano Cleary brillan, y su voz excesivamente
acogedora se dirige a mí.
Me detengo a un par de metros de él. No digo nada. Me limito
a mirarle fijamente y sin emoción hasta que se retuerce por la
incómoda falta de respuesta. No estoy segura de lo que está
pasando realmente, pero no creo ni por un segundo que todo esto
provenga de una preocupación genuina por mi seguridad.
—Bueno, vamos a enseñarte el lugar y a instalarte. Ya he
organizado el traslado de tus cosas hasta aquí. Espero que las cajas
empiecen a llegar esta tarde. —anuncia, mientras se gira para
atravesar la gran puerta.
Sigo distraídamente a todos al interior de la casa, sin
prestarles atención mientras me guían. Es muy diferente a la mega
mansión de Lachlan, o a cualquier otro lugar en el que haya estado,
y no estoy segura de qué pensar al respecto. Los suelos son de
hormigón pulido, y el espacio es abierto y está rodeado de enormes
ventanas por todas partes. Los tonos cálidos de la madera y las
alfombras con textura ayudan a romper el frío hormigón y las
paredes blancas, pero hay un claro aire masculino en todo.
No es una casa enorme, lo que me sorprende. No conozco
bien a Cleary, pero supuse que su casa sería más ostentosa y
llamativa. La visita me lleva a una habitación que, según me dicen,
es ahora la mía. Una gran cama se apoya en la pared en el centro
de la habitación. Un cabecero de tela gris con mechones en la parte
superior y un sofá del mismo color a los pies. La ropa de cama y el
resto de la decoración de la habitación se han realizado en tonos
púrpura y salvia, y hay un enorme televisor montado en la pared
frente a la cama.
Es un lugar limpio y confortable, y sin duda me he alojado en
lugares peores. La alarma se dispara cuando veo la decoración
femenina. O esta es la habitación de otra mujer, o han estado
preparándose para mí durante más tiempo que los treinta minutos
de trayecto que me llevó llegar hasta aquí.

23
—Te dejo para que te instales, Vinna. Por favor, avisa a
Enoch si necesitas algo.
Ignoro al anciano Cleary mientras sigo mirando a mi
alrededor, pero mi falta de comunicación o reconocimiento ya no
parece molestarle tanto, y se da la vuelta.
—Enoch, te veré el domingo para cenar. Asegúrate de avisar
a Straten de cualquier restricción dietética que pueda tener.
—Papá, está ahí, pregúntale tú mismo. —refunfuña él desde
donde se apoya en la puerta de mi nueva habitación, espero que
temporal. El anciano Cleary vuelve a acercarse a mí.
—Vinna, todos los domingos hacemos una cena familiar en
mi casa. ¿Hay algo que no te guste comer?
Le miro confusa.
—Espera, ¿no vives aquí?
Él mira a su alrededor y se ríe.
—Claro que no, esta es la casa de Enoch que comparte con su
aquelarre. Pensé que estarías más cómoda aquí. —declara esto
inocentemente, como si mi comodidad fuera simplemente su
mayor preocupación, pero las piezas caen en su lugar.
—Yeguas de cría de flores delicadas. —murmuro en voz baja,
sacudiendo la cabeza con disgusto.
Los chicos me han hablado de los ancianos y de cómo les
gusta facilitar los emparejamientos que consideran apropiados.
Estos cabrones están intentando emparejarme con Enoch y su
aquelarre. Lo miró fijamente.
—¿Sabías que esto era lo que estaban tramando?
Él me devuelve la mirada desconcertado.
—¿Qué estaba tramando quién?
Muevo la barbilla hacia su padre.
—Papá querido. Los otros ancianos. —Doy un bufido
incrédulo—. ¿También estás tú metido en esto?
24
No le doy tiempo a responder antes de que me dirija a Cleary.
—¿Las otras hembras casters te dejan salirte con la tuya? No
importa, en realidad no me importa. No puedes señalarme en la
dirección de los machos que quieres que elija y pensar que
simplemente caeré de espaldas.
—Vinna eso no es lo que... —comienza a decir Enoch.
El anciano Cleary le corta.
—Sea lo que sea que yo, o mis compañeros ancianos
elijamos, siempre será lo que más te convenga. Tienes mucho que
aprender sobre ser una hechicera y todo lo que ello conlleva. Esta
es la mejor opción para tu fuerte magia.
—No existo para dar a luz a bebés llenos de poder para tu
maldita orden. —gruño.
—Sólo esa afirmación demuestra lo mucho que no sabes
sobre ser una maga, o sobre quiénes somos.
La reacción y la respuesta del anciano son crípticas y me
dejan confundida. No puedo saber si está diciendo que me equivoco
al pensar que sólo me quieren como yegua de cría. Que mi
suposición incorrecta demuestra lo mucho que no sé sobre ser una
hechicera. O que sólo valgo los hijos que puedo darles, y que me
equivoco al pensar que tengo alguna otra opción.
Antes de que pueda obtener alguna aclaración, o encontrar la
manera de salir del laberinto de sus palabras y mis pensamientos,
se ha ido. Miro fijamente la puerta ahora vacía, sin saber qué
demonios hacer con todo esto.
Toda esta gente que toma decisiones por mí se está volviendo
jodidamente desesperante. No hacen más que moverme de un lado
a otro, acomodándome como les parece, como un peón en una
partida de ajedrez. Bueno, he terminado de cuestionar mi próximo
movimiento. Me quedaré sentada hasta que sepa el final del juego.
Entonces, le daré la vuelta al tablero de ajedrez y joderé todas las
piezas. Peón no es una etiqueta con la que me sienta a gusto.

25
4

S
aco mi teléfono del bolsillo trasero e intento llamar a los
chicos. Tras varios intentos de sostenerlo en todos los
ángulos posibles, en cada centímetro cuadrado de la
habitación, reconozco que el indicador de ausencia de señal no me
miente.
Me dejo caer en la cama prestada y me paso el dedo por las
runas detrás de la oreja. Espero que la magia de mis runas tenga
mejor señal que mi teléfono.
—Centinela a Elegido, cambio y corto, cuhhhhhhhhhhhh.
—Asesina, ¿estás bien?
—Bruiser, esto no es una radio CB,* los cambio y corto no
son necesarios, y tampoco el ruido de estática que estás haciendo.
—Bastien, ¿por qué quieres estropearme la diversión? No
te has enterado, he tenido un día de mierda... se acabó.
Suspiro, y parte de mi tensión se desprende, mientras sus
voces se hunden en mí.
—¿Asesina, Knox? ¿En serio?
Se ríe, y hace más para lavar el trauma de hoy de lo que jamás
hubiera creído posible.
—¿Qué? Me gusta. Dura pero también adorable, y es
técnicamente preciso, lo que pensé que apreciarías.
—Supongo que es mejor que Chillidos. —refunfuño, y
Ryker se ríe.
—Vamos, sabes que secretamente te encanta Chillidos.
Doy un gemido juguetonamente molesto, y me maravilla lo
rápido que pueden sacarme de un estado de ánimo, momento o
recuerdo horrible, simplemente siendo ellos mismos.
*Radio CB: banda ciudadana es una radiocomunicación destinada a la comunicación entre el personal civil.

26
—¿Qué demonios ha pasado hoy? —pregunto—. Creía que
iba a responder a las preguntas de Lamias y Centinelas, no que
me iban a someter a una jodida audiencia sobre la custodia de los
hijos y que me iban a trasladar a la fuerza a la casa de Enoch.
—¿Qué mierda, te trasladaron a la casa de Enoch? —grita
Sabin en mi cabeza, y hago una mueca de dolor.
Los chicos deben haberle dicho algo porque rápidamente se
disculpa por el volumen. Odio que estén todos juntos y que no se
me permita estar allí.
—¡Todo esto es jodidamente ridículo! ¿Por qué demonios
tratan a los hechiceros como niños hasta su despertar? —
pregunto.
—Antes de un despertar, un lanzador de hechizos no tiene
el control total de su magia. No es seguro que estén solos antes
de que puedan controlar completamente sus habilidades.
Después de un despertar, hay mucho menos accidentes mágicos.
Es por eso por lo que los hechiceros son libres de ser
independientes y tomar sus propias decisiones una vez que tienen
acceso completo a su magia y el control que viene con ella.
Odiamos esto tanto como tú, pero como he dicho antes, sólo
debería ser durante un par de semanas. —Me tranquiliza Valen.
Me gustaría poder argumentar que puedo controlar mi magia
y que merezco estar sola. Pero secuestrar a un anciano
probablemente no sea el mejor ejemplo de ello. Tal vez si no
hubiera parecido tan sorprendida como los ancianos cuando
sucedió, podría haberlo interpretado como algo intencional. Me
concentro en las seguridades de Valen de que esto sólo será
temporal. De una forma u otra me aseguraré de ello.
—Si necesitas algo Bruiser, sólo tienes que usar ese nuevo
y práctico truco que descubrimos el otro día, y estaremos allí lo
antes posible.

27
Miro las runas de mi dedo anular ante su recordatorio.
Inmediatamente me siento mejor al saber que, si los necesito,
puedo invocarlas y ellos lo sentirán.
—Me dijeron que iban a traer mis cosas; ¿podéis quedaros
con Laiken y Talon? No quiero que les pase nada.
—Ya lo hicimos. También nos quedamos con la tablet y la
carpeta que los Lectores dejaron para ti. Pensamos que estarían
más seguros con nosotros.
—Gracias, Sabin.
Un fuerte golpe en la puerta abierta me saca de mi
conversación mental.
—Chicos, Enoch está llamando a la puerta, hablaré con
vosotros más tarde... cambio y corto.
Bastien se ríe, y una ronda de despedidas irritadas y promesas
de verme pronto suenan en mi cabeza. Me paso el dedo por las
runas detrás de la oreja, apagándolas, y me siento. Enoch presiona
las palmas de las manos a ambos lados de la puerta, su piel
bronceada y sus músculos se flexionan al empujar el marco. Sus
ojos azul grisáceo me recorren, y parece nervioso.
—Quiero presentarte a Becket. Todavía no lo conoces. —dice
señalando con la barbilla el pasillo, y el sol de la ventana refleja los
reflejos rubios y blancos de su cabello.
Se aleja de mi puerta y lo sigo hasta el salón, donde Nash y
Kallan están descansando. Intercambio un incómodo saludo con
ellos mientras me presentan la única cara desconocida del grupo.
Becket tiene un aspecto muy de chico de al lado. Pelo corto y
castaño ceniza, cejas rectas sobre ojos marrones oscuros y pómulos
altos con una pizca de pecas. Es guapo, pero no de una manera
abrumadora, como si mi cerebro dejara de funcionar porque él me
mirara.
—Beck es el cuarto miembro de nuestro aquelarre. —explica.
Le echo una mirada confusa.
—Creía que Parker estaba en vuestro aquelarre.
28
Enoch toma asiento en el sofá junto a Kallan y extiende la
mano para invitarme a sentarme también. Me quedo de pie.
—No, es un amigo con el que vamos a escalar de vez en
cuando. De eso veníamos cuando nos cruzamos contigo aquel día
en la carretera.
La sala se queda en silencio, y parece que ninguno de nosotros
sabe dónde meterse cuando se trata de hablar de lo que pasó ese
día. Justo cuando el silencio se tambalea, Nash lo rompe, su tono
jovial compensa los oscuros pensamientos que rodean el secuestro
de los lamias.
—Considérate advertida. —Bromea—. Después de que
Parker se despertara al día siguiente y le dijeran lo que habías
hecho, le entró una fuerte dosis de adoración a los héroes. —Se ríe
Nash, y sus ojos se iluminan con alegría. Por la expresión de su
cara, está claro que su amor por los chismes podría rivalizar con el
de cualquier vieja sureña que beba té dulce y posea una mecedora.
Su pelo oscuro está húmedo y me hace preguntarme si ha
tenido tiempo de ducharse o nadar antes de que yo llegara. Nash
tiene un poco de barba en la cara que no tenía la primera vez que
lo conocí. Parece cansado y, por primera vez, me pregunto cómo
les habrá afectado lo ocurrido. He estado tan metida en lo que
sucedió con Talon y en todo lo que me reveló, que no me he
molestado en salir de mi propia mierda para preguntarme qué
nuevas cicatrices podrían tener los otros que se llevaron.
—En realidad no hice nada. —ofrezco con desprecio,
apartando la burla de Nash—. Estoy segura de que Parker lo
superará cuando se dé cuenta.
Echo un vistazo a la sala de estar y capto la sombra de una
figura que pasa por delante de una ventana. Curiosa, me acerco a
la ventana para ver mejor.
—Um... no estuvimos en el mismo secuestro, porque no creo
que lo que hiciste se pueda clasificar como nada. —Me dice Kallan,
el tono y la mirada que me dirige son incrédulos.

29
Me encojo de hombros, sin saber qué más decir. Estoy tentada
de señalar que ninguno de ellos habría estado allí si no fuera por
mí, pero ese es un camino lleno de baches que no quiero recorrer
ahora mismo. Sigo buscando a quien acaba de pasar por la ventana
cuando se abre la puerta principal y entra alguien. Un hombre rubio
que me resulta familiar me sonríe mientras se dirige a la sala de
estar y se sienta en una silla. Miro de él a Enoch.
—¿Qué hace aquí Guijarro?
—Me llamo Elias Rock, y me han asignado como tu guardia.
Mi cara se frunce inmediatamente, como si acabara de oler
algo desagradable. ¿El consejo me ha asignado una maldita niñera?
Miro fijamente su sonrisa de pillo y sacudo la cabeza, dejando
escapar un suspiro de cansancio del alma. Me mordisqueo
distraídamente el labio inferior entre el pulgar y el índice. Todo lo
que rodea a esta situación me resulta de repente muy
claustrofóbico.
—Voy a dar un paseo. —Me dirijo hacia la puerta, pero Nash
se interpone en mi camino y me detengo. Le dirijo una mirada
irritada—. ¿Hay algún problema?
No se mueve ni responde, sólo lanza una rápida mirada a los
demás. Sigo su mirada y me doy cuenta de que cada uno de ellos
está en pie como si estuvieran listos y esperando para entrar en
acción.
—¿Soy una maldita prisionera aquí?
Enoch da un paso hacia mí y me tenso automáticamente.
—No exactamente, pero vagar por tu cuenta no es
probablemente el movimiento más sabio dado lo que pasó la última
vez.
—¿Y quién te dio dominio sobre mis movimientos y
decisiones? Seguro que yo no lo hice.
Él da otro paso hacia mí, con los ojos hirviendo de
frustración.

30
—Por la luna, Vinna, ¿no es la autopreservación una de tus
muchas habilidades?
Mis ojos rebotan rápidamente por la habitación antes de
fijarse de nuevo en su exasperada mirada.
—Supongo que no. —respondo con la cara seria, y luego
empujo a Nash fuera de mi camino.
Él suelta un grito de sorpresa mientras yo huyo hacia la
puerta. La abro de golpe y salgo corriendo al aire caliente y espeso.
Detrás de mí suenan maldiciones y gritos, pero me importa una
mierda. Sacudo los brazos y muevo las piernas, corriendo
rápidamente. No tengo tiempo de evaluar mi entorno y elaborar un
plan sólido de evasión, porque el fuerte golpeteo de las pisadas es
atronador y ominoso detrás de mí. Tendré que improvisar.
Un brillante muro verde de magia sale disparado a cuatro
metros delante de mí, y no hay forma de evitarlo a menos que me
detenga. Pero no voy a ceder tan fácilmente. Van a tener que hacer
mucho más que levantar un brillante muro mágico y pensar que eso
va a ser suficiente. Vamos runas, no me falléis ahora. Inclino mi
cuerpo para que golpee la barrera mágica con el hombro primero y
continúo cargando como un toro furioso.
Un hormigueo familiar me invade cuando golpeo la magia de
color verde. La barrera se resiste lo suficiente como para que me
pique el hombro y probablemente me deje un moratón. Pero sólo
me frena un poco antes de que la pared se rompa a mi alrededor
cuando me abro paso a la fuerza. Corro hacia el muro de piedra que
bordea la propiedad. Invoco las runas de mis piernas, obteniendo
de ellas un poder extra para poder saltar lo suficientemente alto
como para superar el muro de tres metros. De repente, con mi
siguiente zancada, el suelo deja de ser sólido. El agujero que se ha
formado bajo mis pies me desequilibra y tropiezo contra la tierra
con fuerza.
El impulso trata de forzarme a derrapar hacia delante por la
hierba, pero algo sólido me sujeta el pie, y soy sacudida y estirada
hasta una parada forzada. Duele, joder. Tanteo lo que sea que ahora
rodea mi pantorrilla y mi tobillo. Miro hacia abajo y veo que mi pie
31
está rodeado de hierba y tierra. ¿Qué demonios? Parece que he
crecido de alguna manera fuera de la tierra, como una puta flor lista
para florecer.
No recuerdo cuál de estos gilipollas tiene magia elemental,
pero sé que tengo que agradecérselo. Estúpido imbécil, podría
haberme roto el puto tobillo. Sé que Nash podría curarlo
técnicamente, pero estoy segura de que me dolería mucho antes de
que eso ocurriera. Tiro de la pantorrilla, pero no se mueve, y soy
consciente de que los demás corren hacia mí. La ventaja que tenía
desaparece como la arena entre los dedos.
Recordando todo lo que he leído hasta ahora sobre la magia
elemental, invoco la mía y empujo la palma de la mano hacia la
tierra que rodea mi pie. No ocurre nada. Vuelvo a intentar separar
la hierba y la tierra de mi pierna sepultada, pero mi incapacidad
para hacer que ocurra algo es risible. Suelto un gruñido de
frustración. ¿Cómo diablos puedo hacer la mitad de las cosas que
hago, pero no puedo hacer que el suelo suelte voluntariamente mi
pie cuando yo quiero?
Renuncio por intentar forzar la cooperación de mi caprichosa
magia y me concentro en sacar el pie del suelo. Tiro y me libero
con dificultad y luego tiro del pájaro hacia el agujero que queda en
la hierba.
Me levanto y me preparo. Tengo unos diez segundos hasta
que me rodeen los irritados y mandones hechiceros, y tengo toda la
intención de presentar al menos una pelea a medias. Al contrario
de lo que parece, no estoy intentando escapar. La jodida verdad es
que no tengo a dónde ir. Pero cuando cada uno de ellos se levanta
para detenerme, tan seguros de que no tendré más remedio que
obedecer, no puedo luchar contra la abrumadora necesidad de
darles, a ellos y a su intento de control, un poco de jódete.
Se cierran a mi alrededor, con las manos levantadas con
magia y listas para mantenerme a raya. Está claro que mi falta de
habilidad mágica me va a poner en gran desventaja. El hecho de
que la tierra me haya comido el pie y no haya podido hacer una

32
mierda al respecto es un recordatorio brutal de lo jodida que estoy
luchando contra la magia con la magia.
Mi selección de espadas no es una opción, ya que no estoy
tratando de matar o mutilar a nadie, y rápidamente repaso qué otras
cosas de mi arsenal podrían hacerles enfadar y darme una ventaja
sin hacerles sangrar... demasiado.

33
5

M
is nuevos guardianes de prisión forman un semicírculo
a mi alrededor, evaluando mi postura defensiva
mientras se detienen. Báculo en mano, espero a ver
quién va a hacer el primer movimiento. Me encuentro con ojos
entrecerrados y varias miradas de irritación. En un esfuerzo por
intimidar un poco más, hago girar y maniobrar el bastón a mi
alrededor de una forma que pondría celoso a Donatello.
Guijarro se acerca a mí, pero se detiene de repente cuando
Enoch y Kallan empiezan a gritarle.
—Si te acercas a ella cuando tiene un arma en la mano, estarás
fuera de esta pelea en segundos. —Le advierte Enoch.
Él me devuelve la mirada, y puedo ver el debate dubitativo
que se produce en su cabeza.
—Confía en nosotros, hermano, esa es una pelea que no
puedes ganar. Usa tu magia, es tu mejor opción.
Invoco un cuchillo arrojadizo y se lo lanzo a Kallan. Me
aseguro de golpearlo sólo con el mango de la pequeña hoja, pero lo
lanzo con la suficiente fuerza como para dejarle un feo moretón.
La empuñadura choca con su hombro con un sonido sordo y el
arma cae al suelo. Suelto la magia que sostiene la pequeña hoja, y
ésta desaparece antes de tocar el suelo.
—¿Qué demonios? —grita Kallan.
Deja caer la magia que tenía preparada en sus manos y se
masajea el hombro con una mueca de dolor.
—¿Vas a venderme así a Guijarro? —Le acuso, intentando
no sonreír—. Sólo lo habría golpeado un poco. Sólo lo suficiente
para borrar esa sonrisa arrogante de su cara.
En el momento en que todo el mundo mira al paladín, donde,
sorpresa, sorpresa, está sonriendo con esa sonrisa de exceso de
confianza, de sabelotodo.

34
—Podrías haberlo intentado, cariño. —Me reta, la arrogancia
de su tono coincide perfectamente con la de su sonrisa.
Pongo los ojos en blanco.
—Por favor, habrías estado de espaldas en cinco segundos.
—Si me lo pides amablemente, estaría encantado de ponerme
de espaldas en tres segundos. Me gustan las mujeres que quieren
estar encima.
Inclino la cabeza en señal de aprecio.
—Sí, ya lo veo. Pareces un poco perezoso.
Kallan lanza un brazo indignado en dirección a Enoch.
—¡Él también le advirtió, y no te veo lanzándole cuchillos!
—Enoch sólo le dijo que le iba a patear el culo. No estaba
exponiendo mis debilidades a un perfecto desconocido. Supongo
que no somos los hermanos forjados en la batalla que creía que
éramos. —Termino, tratando de no sonreír.
—Al menos ha fallado, ¿de qué te quejas? —comenta
Guijarro con suficiencia.
Otro cuchillo arrojadizo sale de mi mano en su dirección a
antes de que nadie pueda siquiera volverse hacia mí para seguir el
movimiento. La hoja se hunde en la parte carnosa de su muslo. Él
grita y mira el cuchillo y luego a mí. La ira reemplaza lentamente
la mirada de sorpresa en su rostro.
—Yo no fallo. Estaré encantada de seguir demostrando eso
durante el tiempo que sigas demostrando que eres un capullo
engreído.
Vuelvo a centrarme en un Kallan que ahora ríe. Nash se ríe y
se acerca lentamente a Guijarro para curar su nueva herida en la
pierna. Enoch resopla y se pasa una mano por la cara, la tensión le
abandona ahora que se da cuenta de que no estoy intentando
escapar.
—Pensé que mi padre iba a matarme. —murmura,
despeinándose con evidente exasperación.
35
—No te preocupes, aún hay mucho tiempo para eso. —Le
ofrezco con dulzura, mientras mi bastón desaparece y me quito
algunas briznas de hierba de la camisa y los pantalones. Me dirijo
de nuevo hacia mi nueva y elegante prisión e ignoro el dolor de mi
cuerpo por la caída.
—Vinna, es obvio que no vas a ponérnoslo fácil. —Me dice,
y el brillo de sus ojos me da la clara impresión de que eso podría
gustarle—. Pero estamos a cargo de tu seguridad. No puedes salir
corriendo. —Su tono es implorante, pero percibo una pregunta más
profunda que no puedo identificar.
—Enoch, yo estoy a cargo de mi seguridad. Y seamos
realistas, gracias a este jodido mundo de la magia, no tengo a dónde
huir. Pero eso no te convierte a ti, a tu aquelarre, o a tu querido
padre y a sus compañeros ancianos, en mis amos o comandantes.
Sí, pasamos por alguna mierda juntos, pero la verdad es que no me
conoces, y yo no conozco a ninguno de vosotros. Si buscáis
promesas de ser buena, o fe ciega y cumplimiento, buscad en otra
parte. Ninguno de ustedes se ha ganado mi respeto u obediencia.
Así que haré lo que me dé la gana.
Llegamos a la puerta principal, demasiado grande, y él se
adelanta al pomo de bronce y me abre la puerta. Sé que no debería
interpretar el gesto más que como una muestra de educación, pero
no puedo evitar sentirme molesta por ello. Cualquier otro día no
me lo pensaría dos veces a la hora de atravesar una puerta que
alguien me ha abierto. Estos malditos hechiceros me hacen leer
todo como si tuviera un significado oculto.
Dejo a Enoch con su turbia sujeción de la puerta y me dirijo
a la habitación que me han asignado. Me encierro y me enfurezco.
Si el suelo no fuera de hormigón pulido, se me abriría un surco de
tanto andar. Necesito hacer ejercicio y expulsar esta energía rabiosa
e inquieta, pero a la mierda si voy a preguntarles dónde está el
gimnasio por aquí. Por supuesto, es lo único que se ha quedado
fuera del recorrido que me han hecho antes.
Mis pensamientos se desvían hacia mis chicos, y me pregunto
qué estará pasando en la mega mansión. ¿Qué habrán hecho en casa

36
después de la audiencia con los ancianos? Si no hubiera
presenciado la pelea por la declaración de Valen, habría asumido
que Lachlan y los demás estarían aliviados de librarse de mí. Pero
entonces, ¿por qué Lachlan no renunció a su reclamo cuando se lo
pidieron? ¿De qué se trataba? ¿Por qué mantenerme si me odian?
Es el rompecabezas de Beth de nuevo. Aunque ahora sé que Beth
nunca me quiso, fue sólo la compulsión de Talon la que la obligó.
El dolor siempre presente en mi alma lucha en el primer plano
de mi mente al pensar en él. Justo cuando creo que estoy logrando
hacer agua en mi piscina de dolor, algo más sucede, y soy arrastrada
de nuevo para ahogarme en la desolación. He reproducido sus
últimas palabras una y otra vez. He escudriñado cada detalle y
examinado exhaustivamente cada revelación. De todas las locuras
que he vivido en el último mes, nunca vi venir lo que Talon
confesó.
Me ha sacudido hasta la médula, y no estoy segura de cómo
sentirme al respecto. Por un lado, estoy en deuda y más que
agradecida de que él estuviera pendiente de mí. No sería quien soy
hoy sin él, ni sin su influencia y orientación. Pero, por otro lado,
estoy jodidamente cabreada. No puedo evitar sentirme manipulada
y enfadada porque me mantuvo en la oscuridad.
Puedo aceptar que no pudiera decírmelo cuando estaba bajo
el techo de Beth, pero ¿por qué coño no dijo nada cuando me
encontró en la calle? Desde el primer día que Talon se presentó,
debería haberme dicho quién y qué era. Se podría haber evitado
tanta confusión y soledad si hubiera hecho lo correcto. Por no
hablar de toda la información que tenía sobre mis padres,
información que ahora se ha perdido para siempre.
Las voces en el resto de la casa se hacen cada vez más fuertes,
y eso desvía mi atención de mis pensamientos. ¿Quién demonios
está gritando? Salgo de la habitación y sigo las voces airadas y
elevadas hasta su origen.
—No deberías estar aquí. Tienes que respetar lo que ha
decidido el consejo y retirarte.

37
—Deja todo allí, porque te aseguro que no vas a entrar en la
casa.
Doblo la esquina dispuesta a echarles la bronca a Enoch y
Nash por gritarle a los chicos. Pero me congelo cuando no es
ninguno de mis elegidos el que está en la puerta, sino Aydin. Está
de pie entre pilas de cajas y, en cuanto me ve, es obvio que ya no
escucha la mierda que le dicen Enoch o Nash. Cruzo los brazos
sobre el pecho y nos miramos fijamente.
—He traído tus cosas.
—Ya lo veo. La pregunta es, ¿por qué sigues aquí?
Él se estremece como si mis palabras le hirieran físicamente,
y yo intento con todas mis fuerzas sacar lo que sea que haya dentro
de mí que se sienta mal por eso. Sabía que Lachlan me odiaba y
que Silva no confiaba en mí. Keegan estaba más empeñado en
apoyar a Lachlan a toda costa que en formarse su propia opinión
sobre mí, y Evrin era simpático, pero casi indiferente a mi
presencia.
Aydin era el que hacía más fácil dejar que toda su mierda se
deslizara por mi espalda. Él fue el que me dio esperanza. El que me
hizo pensar que tal vez algún día los otros entrarían en razón. Era
mi amigo, o al menos pensaba que podía serlo. Pero mientras me
siento aquí mirando al gigante pelirrojo, todo lo que puedo pensar
es... mentiroso.
—No me iré hasta que hables conmigo. —afirma Aydin.
—Siéntete libre de quedarte ahí fuera el resto de tu vida
entonces.
Me giro para alejarme e intento controlar las inestables
emociones que me salpican ante su presencia.
—¡Vinna, lo siento!
El fuerte estruendo de su grito magnifica el dolor en sus
palabras y su tono. Tal vez sea la pena con la que estoy luchando,
o el estrés de este día de mierda, pero algo en mí se rompe y se
arremolina contra él.

38
—¡Deberías sentirlo, joder! Pretendías ser mi amigo. Sabías
por lo que había pasado. Lo sabías porque te dejé entrar, te dejé ver
quién soy, pero no fue suficiente para ti. Te hiciste a un lado una y
otra vez y les diste tu permiso silencioso para desangrarme. Eres
un maldito cobarde y un mentiroso. Deberías estar más que
arrepentido. Deberías estar jodidamente avergonzado.
Me limpio con furia las lágrimas de rabia que me resbalan por
la cara. Enoch y su aquelarre se colocan junto a la puerta,
impidiendo que entre. Presencian en silencio el intercambio, con
los ojos fijos en el suelo mientras mi dolor y mi rabia se dirigen
hacia donde está Aydin. Odio que me abran emocionalmente y me
expongan delante de más gente en la que no estoy segura de poder
confiar.
—He dejado el aquelarre. He pedido que me reasignen. Evrin
también lo ha hecho.
De todas las cosas que anticipé que Aydin podría decir, esa
no era una de ellas. Maldita sea. Me mira fijamente, roto y
suplicante. Aparto la mirada de la intensidad de las preguntas que
veo en sus ojos y me paso los dedos por el pelo. Tiro de las raíces
en un intento de aferrarme a cualquier cosa y ponerme a tierra, pero
de repente me siento agotada hasta el punto de estar vacía. Cierro
los ojos y doy un estremecedor suspiro. Lentas lágrimas, que no
podría detener, aunque lo intentara, gotean por mis mejillas hasta
caer en picado desde mi mandíbula.
—¿Qué quieres, Aydin? —Abro los ojos y le miro fijamente,
mientras la pregunta hueca sale de mi boca.
Él cambia su peso de un pie a otro, y nos analizamos el uno
al otro, ambos intentando leer al otro, calibrar lo que va a salir de
esto.
—Tenías razón; dejé que te aplastara el peso del dolor de
Lachlan. Dejé que las dudas y el pasado empañaran mis propias
impresiones sobre ti, y sé que te fallé por eso. —Se le quiebra la
voz y se le llenan los ojos, pero no deja que se le caigan las
lágrimas.

39
Ojalá pudiera descubrir ese truco. Empiezo a estar muy
cansada de llorar espontáneamente. Tendré que añadirlo a la lista
de cosas que Aydin nunca me enseñará. Lo pondré junto a crear
fuego con magia, y la lealtad.
—Sólo quiero que sepas que todavía estoy aquí. No puedo
retirar lo que hice, ni el daño que causó, aunque haría cualquier
cosa por poder hacerlo. No puedo arreglarlo, pero puedo
demostrarte que te cubro las espaldas, de la manera que te mereces.
De la forma en que siempre debería haber estado ahí para ti.
Sus palabras luchan contra mis defensas, pero en última
instancia, no rompen el dolor y la traición que siento. Sacudo la
cabeza y miro más allá de él, hacia la noche.
—No creo que pueda confiar nunca en ti. No estoy hecha para
perdonar.
Nos miramos un momento antes de que Aydin me haga un
gesto triste con la cabeza, y parpadee para evitar las lágrimas. Las
mías siguen fluyendo libremente, ya que mi admisión nos destroza
a los dos.
—Está bien. —dice, con la voz entrecortada por el dolor y la
disculpa—. Pero voy a seguir aquí a pesar de todo. Me lo ganaré
tanto si puedes dármelo como si no.
Ambos nos quedamos ahí, ninguno de los dos seguros de qué
hacer ahora. Finalmente, le hago un leve gesto de asentimiento. No
sé qué más hay que decir o hacer en este momento. Me observa un
momento más antes de darse la vuelta y marcharse. Me quedo
mirando sin ver por la puerta abierta. Me esfuerzo por desenredar
la maraña de sentimientos que se enredan en mi interior mientras
Enoch y los demás llevan cajas a mi lado. No sé cuánto tiempo
permanezco allí, como una estatua, antes de abandonar mi
búsqueda de significado y respuestas en la puerta vacía que
enmarca la noche vacía.

40
6

U
n sol demasiado brillante y alegre para cómo me siento
esta mañana entra por las ventanas. Los cubiertos chocan
con los platos y cuencos mientras comemos, sofocados
en un incómodo silencio. Por lo visto, mi demostración emocional
de ayer con Aydin aumentó la incomodidad por aquí, y ninguno de
estos chicos sabe qué demonios hacer conmigo ahora. O tal vez la
realidad de esta jodida situación se ha hundido, y no hay mucho
que decir al respecto.
La leche gotea de mi cuchara mientras me meto otro bocado
de cereales en la boca, y formulo en silencio un plan para convencer
a las hermanas de que se vengan a vivir conmigo. Ya he roto el
aquelarre de Lachlan, ¿por qué no ir a la yugular y robar a las
hermanas también? No estoy segura de cuánto tiempo voy a tener
que quedarme en esta casa, pero cuando salga, las voy a necesitar,
sus maneras cariñosas y tranquilizadoras, y su increíble comida
para ayudarme a recuperarme.
—Así que, probablemente deberíamos repasar el plan para
hoy.
Las cabezas giran en mi dirección, y alzo la vista para
encontrar a Enoch hablándome. Sus ojos parecen un poco más
azules y menos grises hoy, y me pregunto si el tono cambia a
menudo y cuál es el catalizador.
—Los ancianos van a venir esta mañana y van a determinar
lo que necesitas para ponerte al día con lo que deberías hacer. —
explica, sus ojos se posan en mi boca durante un segundo y luego
se apartan.
Me limpio los labios y la barbilla asegurándome de que no
tengo un rastro de leche o algo así.
—Apuesto cien a que es paladina. —anuncia Kallan.

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—Acepto la apuesta. —contesta Becket—. Sé que habéis
dicho que es buena con las armas, pero si su magia es tan débil
como parecía ayer, no la querrán.
—Seguro que es una sanadora. Me curó heridas con las que
no tuvo contacto directo. Esa es su rama más fuerte sin duda. Puede
luchar, así que apuesto a que también es paladina. —argumenta
Nash.
Miran a Enoch y esperan que opine. Me estudia de forma
apreciativa y luego saca su cartera.
—Apuesto a que es paladín. ¿Qué opinas, Guijarro?
Guijarro pone los ojos en blanco y me mira. Al parecer, su
apodo se ha puesto de moda, y es muy divertido ver cómo se irrita.
—Está demasiado buena para ser una guerrera de verdad.
Creo que Aydin estaba siendo suave con ella, tratando de fortalecer
su frágil autoestima. Es imposible que sea tan buena como él dice.
Estoy con Becket.
—Cuidado chaval, que se te nota el cerdo sexista. —digo, y
me meto otra cucharada de cereales en la boca.
En realidad, no me importa lo que piense ninguno de ellos, y
no tengo energía para ofenderme ni para darle más importancia de
la que tiene a esta estúpida apuesta. Suena el timbre de la puerta y
mis ojos se entrecierran hacia Enoch cuando se mueve de la mesa
para contestar. Sospecho que serán los mayores, que han venido a
joderme la vida un poco más. Refunfuño internamente y debato
durante medio segundo si debo vestirme. Miro mis pantalones de
chándal y mi camiseta de tirantes y decido que me importa una
mierda. Termino lo último que queda de mi desayuno cuando un
gran grupo de casters entran arrastrando los pies por la puerta.
El resto de los chicos de la mesa se levantan y se acercan a
los recién llegados. Los saludos bulliciosos, que implican palmadas
en la espalda y una familiaridad exagerada, me siguen hasta el
fregadero donde lavo y seco los platos del desayuno. Una punzada
me golpea; echo de menos a las hermanas. No sólo su forma de
cocinar, sino también su calidez y sus bromas. Redoblo mi plan de
42
engatusarlas y secuestrarlas. Me doy la vuelta para mirar al grupo
responsable de mi actual situación de mierda.
—Es un placer volver a verte, Vinna. ¿Cómo te estás
adaptando? —Me pregunta el anciano Cleary, demasiado animado
para mi gusto. Al igual que ayer, le miro fijamente pero no digo
nada. Me sonríe y se deshace de mi hostilidad—. Espero que Enoch
te haya puesto al corriente de cuál es el plan para hoy. Estamos aquí
para observar y ayudar en lo que sea necesario para que te pongas
al día lo antes posible.
Se dirige a los demás de su grupo y comienza a presentar las
caras, en su mayoría desconocidas.
—Lamentablemente, ayer no llegamos a las presentaciones,
pero este es el anciano Kowka.
El anciano polinesio que secuestré ayer con magia me hace
un gesto con la cabeza que hace que los rizos salados y picantes de
su pelo de longitud media se tambaleen y oscilen. No es
increíblemente alto, pero sus muslos son del tamaño de un tronco
de árbol, y sus brazos son sólo ligeramente más pequeños. Aunque
no está definido como un culturista, es claramente un músculo
sólido bajo su piel de color rojizo.
—Y este es el Anciano Albrecht. —Señala a un hombre que
obviamente está relacionado con Becket, el cuarto miembro del
aquelarre de Enoch. Es como mirar al futuro y vislumbrar el
aspecto que tendrá Becket con mediana edad. Tiene el mismo pelo
castaño ceniza y ojos marrones. Su rostro está más arrugado y
decorado con el tiempo, pero prevalecen las mismas cejas rectas y
los pómulos altos. Su brazo rodea los hombros de Becket, y parecen
tener una relación más cercana que el otro dúo de padre e hijo,
Enoch y el anciano Cleary.
Un hombre bien musculado y con cicatrices se adelanta
cuando Cleary le hace un gesto con la cabeza. Su pelo es grueso y
está cortado con estilo, pero el color blanco como la nieve insinúa
su edad. Su piel es oscura y curtida, con pálidas cicatrices que le
atraviesan la ceja, la mejilla y los labios en el lado izquierdo de la
cara. No se trata de una sola cicatriz sólida, sino de múltiples líneas
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finas que dan la apariencia de una sola. Al instante quiero sentarme
a escuchar sus historias de batalla, sabiendo que probablemente
sean épicas.
—Hola, Vinna, soy Gideon Ender. El líder de los Paladines.
Nos damos la mano, ambos con firmeza, y noto más pequeñas
líneas de cicatrices en sus dos brazos. Es unos quince centímetros
más alto que mi metro sesenta y cinco, y está en forma.
Manteniendo mi voto temporal de silencio, no digo nada a su
saludo, y él me da lo que parece un asentimiento de aprobación
antes de retroceder entre el grupo.
El último hombre en ser presentado es un perfecto ejemplo de
Marilyn Manson. Con el rostro empolvado, sus ojos avellana
delineados en negro, sus labios oscuros y su fino cabello de ébano
me miran como si estuviera listo para salir al escenario. No sé cómo
se llama realmente, estoy tan atrapada por el parecido, pero me
saluda amistosamente con la cabeza, y es todo lo que puedo hacer
para no empezar a susurrarle lo de gente guapa, gente guapa. Me
entero de que, al parecer, es un profesor muy reputado en la
Academia, que es la escuela local de hechiceros, pero esto no me
sorprende, Marilyn Manson siempre fue muy inteligente.
—Bueno, hace un día precioso, así que ¿deberíamos trasladar
esto al patio trasero y empezar? Los reclutas tienen una instalación
de entrenamiento de última generación. —explica el anciano
Cleary, que se dirige a las grandes puertas correderas de cristal
antes de que nadie pueda responder.
Todo el mundo sale en fila y le sigue más allá de la cubierta,
a través de la hierba cortada profesionalmente y hacia abajo en una
pequeña arena de piedra.
—¿Qué dice de ti y de tu aquelarre que tengas un foso de
gladiadores en tu patio trasero? —Le pregunto a Enoch, mientras
caminamos lado a lado detrás del grupo de visitantes.
—Dice que los chicos de 300 no tienen nada que ver con
nosotros. —Bromea, y se frota los abdominales—. Los fosos de los
gladiadores están de moda ahora, ponte al día.

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Me río y le dirijo una mirada que dice sí, vale, y observo cómo
todo el mundo se acomoda en los asientos de piedra apilados en un
lado de la arena. El suelo cerrado es una especie de mezcla de tierra.
Me dirijo hacia el centro, pensando que es ahí donde me querrán,
ya que soy el entretenimiento de hoy. Marilyn Manson se acerca
despreocupadamente a mí y mira a los ancianos, esperando
obedientemente sus instrucciones. Estar aquí enfrentada a este
poderoso grupo de hechiceros parece un poco como estar frente a
un pelotón de fusilamiento. No tengo ni idea de lo que está a punto
de ocurrir ni de si será uno de esos días en los que mi magia quiere
cooperar o ser un grano en el culo.
—Muy bien Vinna, vamos a repasar lo que sabemos de tu
magia basándonos en el informe que presentó el lector Tearson.
Eso nos dará un punto de partida. Luego, el Caster Sawyer te
llevará a realizar varios ejercicios para poner a prueba tu
comprensión y tu capacidad del uso de tu magia. —Me dice el
Anciano Nypan, con sus ojos oscuros y su sonrisa dentada.
Asiento con la cabeza, pero al instante me siento nerviosa por
el informe que presentó el lector Tearson. ¿Podría haberme
mentido acerca de mantener en secreto mi condición de centinela?
Parecía tan digno de confianza y serio, pero ¿qué diablos sé yo ya?
—Aquí dice que eres portadora de múltiples ramas de la
magia. Más concretamente, que eres muy fuerte en magia ofensiva,
defensiva y elemental, y fuerte en magia curativa. También se
señala que presentas algo de magia de Hechizo, pero se clasifica
como débil. ¿Es eso correcto?
Asiento con la cabeza y abro la boca para expresar mi
confirmación.
—Pensé que mentía cuando nos dijo eso. —murmura Kallan,
antes de que yo pueda responder a Nypan.
Los demás intercambian miradas de sorpresa y gruñidos antes
de callarse y mirarme con los ojos muy abiertos.
—No recluta Fyfe, es cierto.

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—¿Cómo es posible? Nadie tiene más de dos ramas de la
magia, y si las tiene, es increíblemente raro que sea muy fuerte en
ambas. —Lanza Guijarro.
—Paladín Rock, ten cuidado. Estás aquí por motivos
profesionales, no personales. —Ladra el paladín Ender.
Su postura se endurece de inmediato y una mueca de
desapego se apodera de sus rasgos.
—Las habilidades de la hechicera Aylin no tienen parangón.
Es un hallazgo afortunado, por no decir misterioso. —anuncia el
anciano Albrecht, con un tono sospechoso, mientras aplana las
arrugas inexistentes de la parte delantera de su camisa abotonada.
No puedo evitar el resoplido de fastidio que se me escapa ante
la acusación de sus ojos. Parece que he vuelto a la mierda de las
amenazas. Marilyn Manson o Caster Sawyer, como parece que se
hace llamar estos días, me dedica una pequeña sonrisa de
complicidad ante mi sonido de irritación. Me encojo de hombros
en un movimiento de "qué se le va a hacer", y él se ríe.
—Puede que piensen que soy toda una poderosa que asusta,
pero están a punto de descubrir que no puedo hacer una mierda con
mi magia. No me hace caso. Es una adolescente muy angustiada
y sólo hace lo que quiere, cuando quiere. —Le susurro a Marilyn.
Su risa se convierte en una carcajada más profunda y sus ojos
se llenan de una comprensión amistosa.
—Para eso estoy aquí. Lo solucionaremos todo hoy, y te harás
con el mundo de los casters en poco tiempo. —dice, con un guiño
conspirador que sale de sus oscuros ojos.
—Caster Sawyer, puede comenzar su evaluación. —anuncia
el Anciano Balfour.
El murmullo de otras conversaciones en torno a los ancianos
se detiene, y todas las miradas se centran en mí y en el lanzador
que ahora tengo delante.
—Sé que es extraño tener público, pero tendrás que intentar
bloquearlo. —declara Marilyn, con sus labios pintados de negro

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levantados en una sonrisa—. Bueno Vinna, voy a guiarte a través
de algunas visualizaciones y actividades que me ayudarán a probar
tu control y dominio del poder que tienes. Comencemos con la
forma en que alcanzas las diferentes ramas de la magia que posees.
¿Puedes identificar los diferentes tonos o impresiones que cada
rama tiene en tu interior?
—He leído sobre todas ellas antes de tener mi lectura, estaba
tratando de averiguar qué rama podría tener...
—Apuesto a que eso fue confuso. —suelta Marilyn con un
bufido.
—Sí, eso sería un eufemismo. Nada de lo que sentía en mi
interior parecía coincidir con lo que decían los libros. Ahora me
doy cuenta de que probablemente sea porque tengo más de una
rama de la magia.
Él asiente con la cabeza y comienza a rodearme, mirándome
con ojo crítico.
—Cierra los ojos, por favor, Vinna. Antes de que podamos
hacer mucho en cuanto a la evaluación, tienes que aprender a
llamar a cada una de las ramas de la magia. Imagino que no estás
teniendo mucho éxito en este momento con su manejo porque estás
alimentando tu intención con múltiples ramas de poder, no todas
ellas capaces de hacer lo que les pides.
Considero sus palabras, y sorprendentemente lo que dice
tiene sentido para mí. Pienso en las veces que he intentado usar mi
magia y he fracasado. Tiene razón. Cuando intento hacer algo fuera
del uso de mis runas, a propósito, invoco todo lo que hay en mi
centro e intento forzarlo a hacer lo que quiero. Cierro los ojos y,
antes de que pueda instruirme, recurro a mi fuente de magia.
—Muy bien, eso es exactamente lo que tienes que hacer. —
afirma, como si fuera un pasajero en mi cuerpo y pudiera ver lo que
estoy haciendo—. Ahora que te has dado acceso, vamos a
identificar las diferencias en las ramas, empezando por la magia
ofensiva. Voy a enumerar diferentes formas en que los usuarios de

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la magia ofensiva han descrito la suya, y tú me dirás cuál resuena
mejor con tu poder, ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza.
—De acuerdo.
—La magia ofensiva o armamentística suele ser la más fácil
de identificar. Se siente agresiva, ansiosa y exigente. Los
lanzadores suelen verla en tonos rojos o rosas. Tiene una sensación
de frescura, no gélida, pero sí el toque de un fresco día de otoño.
Vendrá de buena gana cuando se la llame, pero puede ser la más
difícil de dominar y controlar.
Visualizo la magia en mi centro y me viene a la mente la
imagen de un ovillo de hilo enredado. Mientras lo escucho describir
lo que busco, examino entre los hilos revueltos y encuentro hebras
que coinciden con sus descripciones. La magia ofensiva que hay en
mí es magenta, y los hilos de color rosa intenso que se consumen
tienen un tacto inquieto. Hay una frescura tranquilizadora que me
roza de forma reconfortante cuando llamo a la magia hacia delante,
y no puedo evitar la emoción que me recorre cuando los zarcillos
magenta, agitados, escuchan y pasan a primer plano. Un zumbido
estático recorre al azar mi cuerpo, y sé que está iluminando mi piel
en forma de rayos.
—Muy bien hecho, Vinna. Ahora quiero que aproveches esa
magia y la uses para quitarme la vista.
Mis ojos se abren bruscamente ante su petición, pero me las
arreglo para mantener el control de la magia.
—Está bien. No hay una forma correcta o incorrecta de
hacerlo. Es un rompecabezas para tu lo resuelvas y lo que hagas no
será permanente. —Me tranquiliza Marilyn.
Me cuestiono por un segundo lo poco inteligente que es esto,
pero decido que es él quien lo pide, así que a quién le importa. Me
concentro en sus ojos ahumados de color carbón y en el rico color
marrón de sus iris. Me los imagino nublados con una película
blanca que impide que toda la luz penetre en la pupila. Le muestro
a la magia que tengo entre manos lo que quiero que haga y, cuando
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se inquieta, la suelto y observo atónita cómo los ojos de Marilyn
son marrones en un momento y blancos y sin visión al siguiente.
—Joder, lo he conseguido. —digo completamente
sorprendida.
En lugar de enloquecer como esperaría, Marilyn sonríe y
aplaude, elogiándome.
—¡Excelente! Ahora, busca los rastros de tu magia que ahora
forman parte de mí, debido a lo que acabas de lanzarme. Cuando lo
encuentres, llámalo de nuevo hacia ti, y tu hechizo se levantará.
Lentamente, sigo sus instrucciones y descubro cómo hacer lo
que me ha explicado. Sus ojos ciegos y blancos se vuelven más
profundos hasta que vuelven a ser marrones. Acaricio la magia de
color rosa intenso que vuelve a estar a mi alcance y la devuelvo a
mi centro con el resto. Él me dedica una sonrisa orgullosa, y no
puedo evitar que la mía la refleje. ¡Que empiecen las lecciones de
magia!

49
7

M
arilyn Manson y yo pasamos tres horas más
identificando mis diferentes ramas de magia y
consiguiendo que cooperen cuando se las llama. Mi
magia defensiva, que es de color naranja y se siente cálidamente
protectora, aparece con la misma facilidad que mi magia ofensiva.
Mi magia curativa, que es de color verde azulado, es más difícil de
encontrar y de retener en la enmarañada bola de zarcillos mágicos
de mi interior. El hecho de que mi magia de curación sea tan
molesta me sorprende. Parecía cooperar fácilmente cuando la
invocaba en el sótano con Nash y los demás mientras planeábamos
nuestra huida de los lamias. Ahora mismo, se siente espesa, pero se
me escapa de los dedos con tanta agilidad y rapidez que sé que
tengo mucho trabajo por delante para dominarla.
Sin embargo, el premio a la rama de la magia más obstinada
se lo lleva actualmente mi magia elemental. Es, con mucho, la más
difícil de convencer para que coopere. Es un precioso verde kelly*
que me recuerda a las plantas del bosque después de una tormenta.
Pero se comporta más bien como un duende escurridizo, que se
burla y se escapa justo cuando creo que lo tengo controlado.
—¡Sujétala! Imagina la magia envuelta en tu puño y mantenla
justo donde la quieres. —explica Marilyn con entusiasmo—. Será
más fácil a medida que vayas practicando, pero la elemental es
salvaje y siempre ha sido más difícil de dominar para sus usuarios.
Ahora, intenta de nuevo alcanzar la humedad del aire y utilizarla
para formar una bola de agua.
Intento formar una esfera de agua por cuarta vez, pero parece
que no puedo sujetar la hebra ondulante y evitar que se escape
mientras me concentro lo suficiente en lo que quiero que haga.
Abro los ojos exasperada.
*Verde Kelly: gama de colores verde amarillo, y el termino viene el nombre común de Irlanda “Kelly” en
referencia a la asociación de Irlanda con el color verde.

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—No funciona. No puedo unir mi intención y la magia con la
suficiente rapidez. Parece que no quiere hacer una bola de agua. —
confieso, intentando no distraerme demasiado con mi público y su
inquieto movimiento.
Tienen que estar aburridísimos y seguro que les duele el culo
de estar sentados en las gradas de piedra. Ese pensamiento me hace
sentir mejor, y espero que todos sus culos permanezcan
entumecidos y dormidos durante el resto del día.
—¿Qué quiere hacer? —pregunta.
Me concentro en la inquieta magia verde que hay en mi
interior y, en lugar de intentar forzarla a hacer lo que me dicen,
siento hacia dónde parece querer ir. Una imagen de Aydin haciendo
bolas de fuego aparece en mi cabeza y lo siguiente que veo,
flotando sobre mi palma y calentándome, es una pequeña bola de
llamas. No sé qué pensar de lo que acaba de ocurrir. Intento no leer
en la posibilidad de un significado más profundo detrás de lo que
acabo de hacer.
—¿Qué te hizo llamar al fuego en lugar de al agua?
—No lo sé. Lo he visto hacer un par de veces antes, pero
nunca he sido capaz de hacerlo. Simplemente me pareció que era
lo que la magia quería. —explico, dejando de lado cualquier
historia que pueda dar a esta pequeña bola de fuego más
importancia de la que quiero que tenga.
Él inclina la cabeza hacia un lado y me observa. Sus labios se
fruncen y chasquea la lengua distraídamente. Parece estar perdido
en sus pensamientos, y le dejo con ello mientras miro fijamente la
pequeña esfera de llamas que flota sobre mi mano. Muevo la palma
de la mano de un lado a otro y veo cómo la bola ardiente sigue el
movimiento como una mascota obediente. Es jodidamente
emocionante tener tanto control sobre algo tan destructivo.
De la nada, una fuerte y dolorosa presión se apodera de mí, y
mi pequeña pelota de fuego se apaga. La fuerza que me ataca es
fuerte y despiadada, e intento trabajar a través del pánico para
averiguar qué he hecho mal. Mi magia se está volviendo loca, pero

51
estoy demasiado confundida para saber cómo debo dirigirla. ¿Qué
coño está pasando? Mientras esa pregunta se apodera de mi
cerebro, me doy cuenta de que no soy yo quien está haciendo esto.
No puedo explicar cómo, pero sé que esto es el resultado de la
magia ofensiva, y no es mía.
La magia ofensiva se contrae viciosamente a mi alrededor,
impidiéndome moverme, y empieza a apretarme el cuello. Intento
que no cunda el pánico cuando la presión me corta las vías
respiratorias y mis pies abandonan el suelo mientras me elevan
lentamente en el aire y me estrangulan.
Es como si un gigante invisible me sujetara por el cuello y me
levantara lánguidamente hasta la altura de los ojos para poder
verme morir. Una imagen de Laiken parpadea en mi mente, pero
me niego a concentrarme demasiado en el motivo por el que está
aquí en este momento. La presión alrededor de mi garganta se
pulveriza, y los gritos que se producen a mi alrededor se
desvanecen al tiempo que un fuerte pitido comienza a sonar en mis
oídos. No puedo alcanzar ninguna de mis armas, que es mi primer
instinto, y sé que, si no averiguo algo pronto lo que sea esto, va a
acabar conmigo.
Utilizo toda mi magia para palpar la magia que me estrangula.
Mi magia ofensiva parece resonar con lo que rodea mi cuerpo y mi
garganta, así que la invoco y le sigo la corriente. Mi magia parece
captar un extraño zumbido, pero no puedo pensar mucho en él, ya
que se forman manchas negras en mi línea de visión. El zumbido
se hace más pronunciado y, antes de que pueda registrar lo que
ocurre, mi magia se desprende de algún lugar y con ella se va una
enorme oleada de poder de mi parte.
Mi ofensiva conecta con algo y, en cuanto lo hace, la fuerza
aplastante que me rodea estalla como una burbuja y se disipa. Estoy
al menos a metro y medio de altura y caigo como un saco de patatas
en el suelo cubierto de tierra de la arena. Toso y escupo y respiro
para llenar mis pulmones mientras parpadeo el agua de mis ojos y
me agarro el cuello para protegerlo de cualquier otro ataque.

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Todo el tiempo mantengo un control sobre mi magia, y puedo
sentirla ahora haciendo la constricción alrededor de quien me ha
atacado. El zumbido en mi oído se apaga y miro a mi alrededor para
ver el brillo azul de una barrera que rodea el interior de la arena.
Enoch y los demás la golpean sin poder evitarlo, con rostros que
mezclan la preocupación y la furia, mientras lanzan
infructuosamente bolas de distintos colores contra la ondulante
superficie mágica. Los ancianos parecen enfrascados en una
acalorada discusión, sin que ninguno de ellos haga ningún esfuerzo
por llegar hasta mí.
Escudriño el interior de la barrera erigida en busca de quien
me ha atacado, y me quedo quieta cuando veo la cara de mi atacante
flotando ahora en el aire. Manson está ahora a metro y medio del
suelo y se está poniendo morado. Este cabrón me ha atacado, pero
¿por qué?
Aturdida al darme cuenta de que es él quien acaba de intentar
matarme, siento que se me escapa el control de mi magia y Marilyn
cae al suelo exactamente igual que yo. Invoco las runas de mis
costillas y dos espadas cortas aparecen en mis manos. Me levanto
del suelo y me dirijo al instructor del infierno que tose y resopla.
—¡Levántate, pedazo de mierda! —Exijo, con la voz rasposa
y dolorosa por el daño que este cabrón acaba de hacerme en el
cuello.
Me mira suplicante, se sujeta la garganta con una mano y
levanta la otra palma para pedir clemencia. Intenta decir algo, pero
toco la punta de mi espada corta justo debajo de su barbilla, no me
interesa su defensa ni sus excusas.
—Quién te ha dicho que me mates, y no pienses ni por un
segundo que voy a creer que todo esto ha sido idea tuya.
Mueve la cabeza frenéticamente, cortándose con la punta de
mi espada, y trata de responder con un graznido. Alguien se acerca
a mí desde un lado y me tira al suelo. Sus brazos me rodean por la
cintura mientras intentan obligarme a bajar, e inmediatamente
empiezo a golpear su cabeza con el pomo de una de mis espadas
cortas mientras caemos. Libero la magia de mis armas antes de
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estrellarme contra la arena, y ruedo y me quito de encima el gran
cuerpo. Me levanto de un salto y veo cómo Guijarro se pone en pie.
Hazlo, bastardo traicionero. Empezamos a rodearnos mutuamente
de forma depredadora, y él vuelve a correr hacia mí.
Está claro que cree que su tamaño y su fuerza bruta van a
ganar esta pelea. Pero me favorece que este imbécil no escuche las
advertencias anteriores de Enoch y Kallan. Corro hacia él, imitando
su carga. Chocamos, y me inclino hacia atrás para ayudar a
absorber la fuerza y controlar la caída. Él es más grande y pesado
que yo, así que recurro a mis runas para obtener más fuerza y lo
hago caer sobre mí, dándole la vuelta para que caiga de espaldas.
A juzgar por la forma en que su cabeza rebota en el suelo, apuesto
a que también ve las estrellas.
Ruedo de espaldas a mi pecho y me pongo a horcajadas sobre
su torso para poder lanzarle una lluvia de golpes a la cara. Toda la
rabia que siento por haber sido atacada por mi instructor, y ahora
mi supuesto guardia, hierve en mi interior, y no hay ni un ápice de
piedad mientras lo golpeo. Su piel está amoratada y sangra por la
nariz, la boca y un corte en la ceja, pero mi sed de sangre exige
más. Quienquiera que me esté gritando me aparta bruscamente de
él, pero no me molesto en descifrar lo que dice. Estoy en modo
paliza mortal, y ahora mismo quiero que todo el mundo sufra.
Invoco un pequeño cuchillo arrojadizo y lo golpeo
brutalmente contra quienquiera que esté detrás de mí tratando de
contenerme. Que se joda quien quiera interponerse en mi camino.
Un aullido de dolor suena en mi oído, y su agarre en mi torso se
afloja. Intento girar para poder enfrentarme a ellos cuando la voz
de Enoch se abre paso entre mis pensamientos empapados de rabia.
—¡Vinna, para! Tienes que parar. No es lo que piensas. ¡Sólo
intentaba evitar que mataras a Sawyer!
Enoch y los demás están a tres metros de mí, y sus ojos
rebotan de Guijarro en el suelo, a quien está detrás de mí, y luego
de nuevo a mí.
—Estás a salvo, Vinna. Se acabó. Nadie va a hacerte más
daño.
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Se aleja del grupo, pero se detiene después de dar un par de
pasos más cerca de mí. Está claro que quiere que me centre en él,
pero también que entienda que no es una amenaza para mí. Le
observo con atención. Nadie más se acerca, y Enoch nunca intenta
forzar el contacto. De alguna manera, sabe que tiene que darme
espacio para evaluar la situación, para asentarme. Sus ojos grises y
azules son firmes y tranquilos, y me ayudan a atarme a la realidad.
Guijarro está negro y azul, sangrando, e inconsciente en el
suelo. Los ancianos han rodeado a Manson y las manos de ébano
del anciano Nypan están sobre él, curándolo. Suelto un pequeño
gruñido de frustración porque quiero llegar a Marilyn. Quiero
hacerle daño y sangrar tanto como lo está haciendo Guijarro.
Miro a mi alrededor, tratando de detectar una grieta o más
amenazas, y descubro que es el paladín Ender el que está sentado
en el suelo detrás de mí. Está intentando quitarse el cuchillo del
hombro, pero cada vez que lo agarra su mano atraviesa el arma
mágica. Suelto la magia y el cuchillo desaparece, dejando una
herida sangrante. Jadea y me mira.
—No puedo recordar la última vez que me tomaron por
sorpresa. Es una gran habilidad la que tienes. ¿Sólo puedes invocar
dagas y espadas pequeñas? —Me pregunta el líder de los paladines,
con interés y respeto en su tono y su mirada inquisitiva. Me
recuerda un poco a Aydin, y alejo ese recuerdo.
Me sorprende su extraña reacción al ser apuñalado. Ni
siquiera parece un poco molesto por eso. Por otra parte, tal vez esté
acostumbrado. Dudo que se llegue a una posición como la que tiene
él por ir a lo seguro. A juzgar por el mapa de cicatrices repartidas
por su piel visible, acostumbrado podría ser un enorme eufemismo.
Sigue mirándome fijamente esperando que responda a su pregunta.
—No. —grazno, tragándome el dolor del daño en la garganta.
No respondo a su pregunta como un intercambio amistoso de
información o un esfuerzo de camaradería. Es una clara
advertencia, y él me hace un gesto con la cabeza que me indica que
lo entiende. Un movimiento en mi periferia me pone nerviosa, pero
cuando me doy cuenta de que es sólo Nash acercándose al paladín
55
Ender, me vuelvo a relajar. Los ojos de Nash van y vienen entre su
líder y yo en una especie de debate silencioso, antes de centrarse
finalmente en él.
—¿Puedo, señor? —ofrece, acercando las manos a la herida
que supura en el hombro del anciano.
Él asiente, y Nash vuelve a tejer su piel morena en menos de
un minuto. El hombre de pelo blanco y en forma se gira el hombro
un par de veces y, al no encontrar ningún problema, le hace un
gesto de agradecimiento. Nash se acerca a mí, y yo me sobresalto
y retrocedo automáticamente.
—No pasa nada, Vinna. Sólo va a curarte. —Me dice el
anciano Cleary.
Me habla como si fuera demasiado estúpida para entender lo
que está pasando. Su tono condescendiente ahuyenta toda la calma
que los esfuerzos de Enoch habían creado, y me abalanzo sobre él.
—Vete a la mierda. Si crees que voy a dejar que alguno de
vosotros se acerque después de lo que acaba de pasar...
Mi voz es arenosa pero fuerte. Sé que necesito curarme, pero
no voy a dejar que ninguno de estos imbéciles se acerque a mí. Si
me engañas una vez, te avergüenzas; si me engañas dos veces, me
avergüenzas. Con una máscara de movimiento casual, repaso las
runas de mi dedo anular y espero que los chicos lleguen pronto. Si
los malditos ancianos creen que atribuyo este ataque únicamente a
Marilyn, entonces son más idiotas de lo que pensaba.
—Vinna, por favor. No había otra forma de saberlo con
seguridad. Ponerte en una situación amenazante era la mejor
manera de desencadenar lo que sospechaba. —suplica Marilyn,
mientras intenta eludir el círculo de ancianos que lo rodea y
acercarse a mí. Una parte de mí espera que le dejen pasar para poder
tener una oportunidad clara de intentar arrancarle la cabeza del
cuerpo.
—¿Y has conseguido las respuestas que buscabas? —
pregunta el anciano Kowka al caster.

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—Sí. Es, sin duda, una imitadora.
—¿Qué demonios es eso? —grita Enoch, mientras se acerca
a mí.
Me alejo de él, y no se me escapa el destello de resignación
frustrada en sus ojos antes de dirigir una mirada entrecerrada a su
padre.
—He visto el uso de la mímica más débil entre raros
hechiceros, pero nada a este nivel; no fuera de los libros y no desde
hace siglos. —responde Marilyn con entusiasmo.
Probablemente podría clavarle un cuchillo arrojadizo en la
garganta ahora mismo, pero rápido no es como quiero que muera
este pedazo de mierda. Él continúa con su explicación
completamente imperturbable por mi rabia.
—Un imitador tiene una capacidad muy rara de ver o sentir
cualquier tipo de magia y luego replicarla. El lector Tearson
mencionó que tenía una magia de hechizo poco desarrollada. Pero
me atrevería a decir que, si Vinna trabajara en ella con un lanzador
experimentado, sería capaz de imitar sus habilidades y absorber
una mayor afinidad por esa rama también.
—Entonces, ¿intentar matarme cómo responde a tu pregunta?
—Me quejo.
—No estaba tratando de matarte. Estaba tratando de ver si
podías replicar el nivel de magia que se estaba usando contra ti.
—Podrías haberme preguntado, maldito psicópata. Te habría
dicho que puedo ver cosas y luego hacerlas. No es un secreto
comercial ni algo que me llevaría a la tumba. Pero, de nuevo, lo
sabrías si me preguntaras, joder. —Le señalo—. Será mejor que te
cuides. Si vuelves a acercarte a mí, no te va a gustar lo que pasará,
y más vale que reces para que nunca te pille solo.
Parece arrepentido al instante, pero aprenderá el significado
del arrepentimiento si no se toma en serio mi advertencia.
—Caster Sawyer es a quien hemos seleccionado para ser tu
tutor. —anuncia el anciano Balfour, secándose el sudor de su

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cabeza parcialmente calva como si de alguna manera su
declaración debiera borrar todo lo que acaban de permitir que
ocurra.
—Sí, inténtalo de nuevo porque eso no va a suceder.
—No tienes motivos para estar asustada. No has corrido
ningún peligro real y puedes estar segura de que estás a salvo. —
continúa el anciano Balfour, ajeno y condescendiente.
Sin previo aviso, envío una oleada de magia ofensiva hacia
él. Le aplico el mismo hechizo que Marilyn Manson acaba de
utilizar conmigo. Balfour empieza a chisporrotear, y luego todo el
sonido se corta cuando comienza a ponerse rojo; tiene los brazos
inmovilizados a los lados y sus dedos se agarran inútilmente a los
muslos. El anciano Albrecht es el único que reacciona de inmediato
y me lanza algo granate y centelleante. Mis escudos se abren
cuando la magia entra en contacto, y se desvanece
inofensivamente. Suelto la magia que lo ahoga, y éste se inclina
inmediatamente resollando e intentando llenar sus pulmones de
nuevo.
—¿Cómo te atreves a atacar a un anciano, pequeña mierda
insolente? Podría hacer que te mataran por eso. —escupe el anciano
Balfour, entre toses sibilantes.
—¿Qué? ¿Me estás diciendo que no te sentiste seguro en ese
momento? —Tuteo con condescendencia, mi tono reflejaba el que
él me estaba dirigiendo anteriormente. Imbécil arrogante—.
Puedo asegurarle que no corrió ningún peligro y que está
perfectamente a salvo.
Me fulmina con una mirada asesina, pero su ira se reajusta
rápidamente cuando Nypan se echa a reír.
—Tiene razón, Phillip. —Le dice, antes de volverse hacia
mí—. Puedes confiar en nosotros, Vinna. Al fin y al cabo, somos
tus mayores.
—¿Y qué es exactamente lo que crees que has hecho para
ganarte mi confianza? Me habéis movido como a un peón en un
juego sin tener en cuenta cómo me sentiría o qué querría. Me miras
58
como un experimento que no sabes si va bien o mal, y te quedas
sentado viendo cómo me ataca alguien que has traído aquí.
—No sabíamos que eso iba a pasar. —Salta a la defensa el
anciano Cleary.
—Oh, que os jodan. ¿Creen que soy demasiado estúpida para
darme cuenta cuando están hablando entre ustedes en sus cabezas?
—Miro fijamente a cada uno de los ancianos por turno—. He
captado cada vez que os comunicabais entre vosotros mentalmente
durante las últimas tres horas, y eso es exactamente lo que estaba
haciendo antes de intentar estrangularme hasta la muerte. Para una
cultura que dice venerar a las mujeres, ¡seguro que tenéis una
jodida forma de demostrarlo!
Capto el débil sonido de la grava crujiendo bajo los
neumáticos. Mi mirada recorre rápidamente los alrededores para
calibrar lo difícil que será salir de aquí. Guijarro sigue inconsciente
en el suelo, y por mi cabeza pasa la idea de que alguien debería
revisarlo. Los ancianos están teniendo claramente otra
conversación mental, y Nash, Kallan, Becket y Enoch están
reunidos a un metro y medio de mí. El paladín Ender capta mi
calculada valoración y me dedica una pequeña sonrisa,
pronunciando la palabra vete.
No cuestiono sus instrucciones ni dudo ni un segundo.
Arranco y corro hacia la casa, ignorando el alboroto que provoca a
mis espaldas. Me paso el dedo por las runas de la cabeza, detrás de
la oreja.
—Hazme sitio y prepárate para salir pitando de aquí.
Atravieso la casa a la carrera hasta la puerta principal y salgo
volando, sin molestarme en cerrarla. El todoterreno blanco de
Ryker está parado, y la puerta trasera está abierta y esperando. Me
meto dentro y me encuentro con que me he subido al regazo de
Bastien. La puerta se cierra de golpe detrás de mí y el coche sale
de la calzada circular en dirección a la puerta.

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Le rodeo el cuello con los brazos y me acurruco en él,
sintiéndome inmediatamente más relajada que en las últimas
veinticuatro horas.
—Os he echado de menos, joder.

60
8

M
e acomodo contra el cuello de Bastien y lo respiro. La
paz y la seguridad apagan el pánico y la rabia que
hierven en mi interior, ahora que estoy rodeada de todos
ellos. Sabin y Valen me acarician las piernas y Bastien me aparta
de la cara los mechones de pelo de mi moño desordenado. Su mano
se detiene y sé que acaba de ver el daño que la magia de Marilyn
ha dejado en mi cuello.
—¿Qué coño, Bruiser? ¿Quién te ha hecho esto?
Me empuja ligeramente los hombros, desalojándome de mi
actual posición de acurrucado y me mira. Valen me pasa un dedo
suavemente por el cuello, y capto un crepitar amarillo intenso de la
magia que recorre su antebrazo. Es la primera vez que veo a alguno
de ellos perder el control de su magia. Lo miró fijamente,
sorprendida. Respira profunda y mesuradamente, y su magia que
gotea se detiene.
—Ryker, detente cuando estemos libres y sea seguro. Ella te
necesita. —anuncia Valen, con su pulgar rozando mi mejilla con
ternura.
No busco los ojos de Ryker en el espejo retrovisor, pero
puedo sentirlos en mí. El peso de su mirada y la proximidad de
todos ellos me hace sentir más ligera de una manera que no había
sentido desde que vi a los paladines apartarlos de mí. Hago girar
un mechón de pelo de Bastien alrededor de mi dedo, gustándome
que esté suelto y accesible. Contemplo los ricos mechones de color
cacao enredados en mi dedo y suelto un suspiro resignado.
—Los ancianos han venido a probar mi magia hoy.
Encuentro los ojos verdes de Sabin, y la mirada dura que lleva
se suaviza cuando nuestras miradas se encuentran.
—Al principio iba muy bien. Trajeron a un profesor de la
Academia, y me ayudó mucho a entender cómo separar las
diferentes ramas de la magia para reconocerlas. Al cabo de un par
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de horas de prueba, era capaz de hacer cosas que antes no podía.
Por fin empezaba a entender cómo funcionaba mi magia, y era
increíble. Fue la primera vez que no me sentí como una fracasada
o una lacaya de la magia. Entonces, el instructor me atacó.
Valen me tira del regazo de Bastien al suyo. Pasa las palmas
de sus manos por mis brazos, y Sabin y Bastien enroscan sus dedos
en cada una de mis manos.
—No me importa que sean nuestros mayores. Esto es una
mierda. La sacan de la casa de Lachlan porque no es segura, ¡y
luego permiten que le pase esto! —gruñe Knox desde el asiento
delantero.
La tensión se desprende de todos ellos, y de alguna manera
me permite soltar algo de la mía; la purgo en una larga exhalación.
—Bueno, apuñalé al paladín Ender, mandé a los ancianos a
la mierda y estrangulé mágicamente a uno de ellos para demostrar
mi punto de vista.
El todoterreno se queda en silencio, el zumbido de los
neumáticos sobre el pavimento es el único sonido lo
suficientemente valiente como para llenar el habitáculo. Sabin, de
entre todas las personas, rompe el incierto silencio cuando empieza
a reír. Poco a poco las risas llenan el coche y los otros chicos se
unen a ellas, y antes de darme cuenta, todo el mundo está aullando.
Personalmente, no me parece tan divertido como a ellos, pero su
alegría es innegablemente contagiosa, y un par de risitas desviadas
salen de mi boca.
—¡Por las estrellas, Bruiser, la mierda más loca sucede a tu
alrededor! ¿Qué hizo el paladín Ender cuando lo apuñalaste? —
pregunta Bastien, con sus ojos color avellana llenos de humor, y la
comisura de sus labios se inclina en una sonrisa.
—Sorprendentemente, parecía más impresionado que
enfadado. Ayudó a despejar el camino para esta pequeña huida, así
que no creo que esté albergando ningún resentimiento. Sin
embargo, dudo que el anciano Balfour sea tan indulgente. Estoy
bastante segura de que ahora estoy en su lista de mierda.

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—¿Es a quien estrangulaste? —pregunta Sabin, y asiento con
la cabeza.
—No hiciste nada que la mayoría de nosotros no hayamos
soñado durante años. Es un gilipollas. —admite Knox, y empieza
a desternillarse de nuevo—. Ojalá hubiera podido estar allí para ver
su cara cuando aprendiera a no joder a nuestra chica.
El coche frena y Ryker se desvía hacia un camino de tierra
apenas visible. Todos los que vamos dentro empezamos a rebotar
y a balancearnos mientras nos abrimos paso por un sendero
irregular. Atraviesa un pequeño claro y se detiene junto a un grupo
de árboles. En cuanto salgo del asiento trasero, Ryker me agarra y
empieza a recorrerme con sus manos y sus ojos azules, evaluando
mis heridas. Me aprieta las manos en el cuello, que se calientan
cuando su magia empieza a eliminar el dolor y los daños. Cuando
termina, me besa suavemente en todos los lugares en los que había
un moratón, y yo cierro los ojos y me inclino hacia él.
—Te he echado de menos, Chillidos. —Me susurra al oído.
Su aliento contra mi piel me hace estremecer y le rodeo la
cintura con los brazos, atrayéndolo hacia mí. Una caricia me
atraviesa el hombro y miro a Knox, cuyos ojos están llenos de
preocupación.
—¿Estás bien?
Se acerca a mí y miro sus profundos ojos grises. Muevo
lentamente la cabeza para decir que no.
—Fue horrible. Un minuto estábamos todos juntos, y al
siguiente te empujan bruscamente hacia la puerta. ¿Qué hacemos
si rechazan tu reclamación? Estoy bastante segura de que están
presionando para que haya algo entre el aquelarre de Enoch y yo.
Aunque, quién sabe qué va a pasar ahora que he atacado a uno de
ellos y me he ausentado. Joder, ¿van a intentar atar mi magia?
Knox me envuelve en un fuerte abrazo y me mantiene así
durante un par de minutos. Mi pánico disminuye lentamente,
ahuyentado por el contacto tranquilizador. Cuando se retira, me
coge la cara y se inclina para darme un dulce beso. Sus labios se
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separan de los míos y me encuentro inclinada hacia él, sin querer
que el beso termine. Su pecho retumba contra el mío con diversión.
—Asesina, ¿realmente crees que alguno de nosotros dejaría
que eso sucediera?
Me separan de él y me envuelve otro par de brazos fuertes.
Cada uno de mis Elegidos toma su turno para abrazarme, todos
necesitamos el recordatorio físico de que estamos bien y juntos. Me
siento reconfortada y protegida al instante, y una vez más
agradecida que, en todo este lío, al menos los tenga a ellos.
La frase de Knox resuena en mi cabeza, pero me cuesta
encontrar el consuelo que sé que está intentando proporcionarme.
¿Y si no pueden evitar que los ancianos hagan lo que quieran?
Todos nos dejamos arrastrar por los caprichos de otras personas y
nos dejamos llevar por la jodida corriente de eso, pero ¿cuándo se
acaba? ¿En qué momento trazamos una línea en la arena y decimos
no más?
Dejo de lado la inquietud y me concentro en todo lo que
tenemos que resolver para poder estar juntos. Un lugar donde vivir,
donde todos estemos seguros y libres, parece ser el mayor
obstáculo. Intento imaginarme cómo sería tener un lugar propio,
pero no dejo que mi mente divague demasiado en esa ensoñación.
La realidad es que no podré tener nada de eso hasta que pueda
liberarme de la reclamación de los ancianos.
¿Cómo voy a sobrevivir tres años hasta mi despertar? Tres
años más de restricciones, reglas y de ser manipulada para alejarme
de mis Elegidos. Me cuesta aceptar otros tres días sin hacerles las
cosas que quiero hacer. Soy consciente de que mi repentina
urgencia por una conexión física más profunda es un efecto
secundario innegable de que sus cuerpos estén apretados contra el
mío, mientras nos consolamos y tranquilizamos mutuamente. Su
sola presencia a mi alrededor me hace replantearme toda la
advertencia sobre el sexo en grupo que mencioné antes.
¡Contrólate, chica! Este no es el momento ni el lugar para
esa mierda.

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Tengo que dejar de ojear nuestros alrededores en busca de un
buen lugar para tumbarme y animar a que la cosa vaya a más. Su
llamada hacia mí siempre ha sido fuerte, pero después de
marcarlos, parece haber una dosis extra de deseo urgente. Si no
fuera por toda la locura que siempre parece estar ocurriendo a mi
alrededor, estaría presionando mucho más para introducir partes de
sus cuerpos en el mío.
—Vinna, sé que probablemente parezca aún más difícil de
aceptar después de lo que acaba de ocurrir, pero todo va a salir bien.
Tenemos todo el derecho a presentar una reclamación, y los
ancianos deberían tomárselo en serio. Pero, si por lo que sea
deciden jodernos, pasaremos al plan B. —afirma Valen, con su
sonrisa dulce y sus palabras seguras.
—¿Cuál es el plan B?
—Huir. Sólo hasta que tengas tu despertar. Después de eso,
no hay nada que puedan hacer para obligarte a nada que no quieras.
—explica Sabin.
Me paso las manos por la cara con una frustración agotada.
—Joder.
Valen me besa la parte superior de la cabeza.
—No creo que lleguemos a eso. Pero no quiero que pienses
que no estamos considerando nuestras opciones también.
—Pero ¿cómo es eso siquiera una opción? Vosotros tenéis
vuestro último año como reclutas que empieza en dos semanas. No
podéis abandonar eso sin más. Habéis trabajado casi toda vuestra
vida para ser paladines.
—Ninguno de nosotros dice que sea una decisión fácil de
tomar, pero todos hemos hablado, y si hay que llegar a eso, pues
llegaremos. —afirma Ryker, dedicándome una pequeña sonrisa.
Miro a cada uno de ellos por turnos. Los gemelos llevan el
pelo ondulado de color chocolate oscuro suelto, que enmarca sus
labios carnosos y sus ojos de color avellana con pestañas de color
marfil. La sonrisa de Ryker es dulce, cariñosa, y hace que sus ojos

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azules, brillantes como el sol, sean aún más hermosos. Knox está
de pie como el Centinela en el que pronto se convertirá. Su cuerpo
alto y cincelado está preparado para todo y sus ojos grises como la
lluvia irradian su actitud alegre. Y Sabin, con tatuajes que suben
por un brazo, el pelo perfectamente peinado y unos ojos verde
bosque que son las ventanas de un alma vieja con un corazón tierno.
No hay dudas ni vacilaciones en ninguno de sus ojos. Sólo
encuentro aceptación y una resolución tranquila.
—No sé si lo valgo. No lo digo porque esté buscando
seguridad o un aumento de ego, pero no sé si ustedes están
realmente pensando en esto. Quiero decir, sólo mirad lo que ya le
he hecho a tu familia. —Me dirijo a los gemelos—. He destruido
todo con lo que habéis crecido en poco más de un mes. Si alguna
vez nos unimos, básicamente estoy entregándoos una sentencia de
muerte. Mi mundo está jodido, y eso es lo que le va a pasar a
vuestro mundo también, si seguimos juntos. Podéis ver que ya está
sucediendo; los juegos de poder de los casters, los ataques de los
lamia. Os estoy condenando a todos a eso, para siempre.
—Vinna para. Detente, ahora mismo. —Sabin se acerca a mí,
y Valen se mueve para hacerle sitio—. No has arruinado ni
destruido nada. Lachlan y su aquelarre, ellos lo hicieron. Lo
jodieron todo por sus propias razones egoístas e ilusorias. No fuiste
tú. No tienes control sobre las acciones y elecciones que hacen
otras personas, para bien o para mal. —Sus ojos verde bosque son
implorantes. Me suplican que vea el mundo como él, pero no sé si
puedo.
—Yo maté a Talon, Sabin. Si no fuera por mí, mi madre, mi
padre, la madre y el padre de Bastien y Valen, todo su aquelarre,
Talon, y quién coño sabe cuántos más, estarían vivos.
Él resopla, y la extraña reacción me hace hacer una pausa.
—Bueno, ahora te estás poniendo un poco en evidencia,
Vinna. Sabía que antes tenías un buen concepto de ti misma, y con
razón. Quiero decir que todos pensamos que el sol y la luna salen
y se ponen contigo. ¡Pero este complejo de dios que tienes! Es

66
impresionante. Y pensar que una vez me acusaste de tener un gran
ego. Bueno, ahora puedo atribuirlo a la proyección.
Sus rasgos permanecen serios, pero le sale un ligero brillo de
los ojos. Se me escapa una burla divertida y le sacudo la cabeza.
Me pasa los dedos por detrás del cuello y me acerca a él, con sus
labios apenas fuera de mi alcance a menos que me ponga de
puntillas.
—Las cosas malas ocurren. No es tu culpa ni tu
responsabilidad. Sólo puedes atribuirte el mérito de tus propios
pensamientos y acciones. No tienes derecho a intentar reclamar el
de los demás. —Señala a los otros—. Puedes reclamarnos, porque
nos entregamos libremente, pero nuestros pensamientos y nuestras
acciones siguen siendo nuestros, como lo son los tuyos.
Sus cejas se levantan y la pregunta en su mirada es clara.
Asiento con la cabeza en señal de comprensión y dejo que lo que
acaba de decir me impregne.
—Ahora bien, si vuelves a intentar convencernos de que no
vales, habrá problemas. Así que recuerda eso la próxima vez que
las cosas se vayan a la mierda, y lo harán porque así es la vida. Y,
todos nosotros estamos más que de acuerdo con eso.
Se inclina hacia mí y reclama mi boca. Su beso es exigente e
intenso y todo lo que necesito en este momento. Sus labios me
dicen cosas que mi alma sólo puede entender desde este tipo de
comunicación. Todas las palabras del mundo sobre la aceptación,
el deseo, la pertenencia, se quedan cortas ante la forma en que los
labios de Sabin comunican esos sentimientos a los míos. Está en el
movimiento y el giro de su lengua contra la mía, la forma en que
da y toma lo que ambos necesitamos. Me consume y se deja
consumir, y es un beso que no quiero que termine ni que se olvide.
Es el momento en que mis dudas sobre mi relación con él, o sobre
cómo avanzar, se reducen a la nada.

67
9

N
uestro beso se ralentiza, pero ninguno de los dos parece
tener prisa por poner fin a la sesión de besos que está
teniendo lugar aquí, en medio del bosque, delante del
resto de los chicos. Nos separamos lánguidamente, y los ojos de
Sabin van de un lado a otro de los míos. Encuentra lo que busca y
asiente levemente antes de desatar sus manos de detrás de mi cuello
y dar un paso atrás.
Todo esto de las muestras de afecto delante del otro es todavía
bastante nuevo. Así que no sé muy bien qué esperar cuando él sale
de mi campo visual y vuelvo a ver a los demás. A ninguno de ellos
le parece que lo que acaba de ocurrir sea demasiado importante.
Me devuelven sonrisas y algunas miradas acaloradas, y yo rompo
mentalmente la regla de no tener sexo en grupo en pequeños trozos
y luego le prendo fuego. Me divertiré resolviendo la logística de
cómo quiero que funcione, pero confío en que mi sucia mente esté
preparada para la tarea.
—Así que... ¿qué pasa con la búsqueda de una casa? —
pregunto, intentando concentrarme en otra cosa, que no sea la
imagen de todos nosotros desnudos y follando junto al grupo de
árboles a mi izquierda—. Espero que hayan despedido a Lucy
Barton.
—Sí, ella juró hasta el cansancio que no dijo ni una palabra a
los ancianos sobre nuestra búsqueda de una propiedad, pero alguien
en su oficina lo hizo. Hemos contratado a un nuevo tipo esta
mañana, y ya ha enviado algunas opciones. —dice Ryker,
entregándome su teléfono.
Empiezo a mirar los listados de casas que ha sacado.
—Tu jeep está en el taller. Deberían terminar con él en algún
momento de hoy, así que me aseguraré de que te lo lleven a casa
de Enoch. —Me informa Sabin, con una pequeña y dulce sonrisa
que hace un buen trabajo ocultando el dominante y sexy hechicero

68
que sé que está acechando justo bajo la superficie. Refunfuño y
echo la cabeza hacia atrás.
—Realmente esperaba no tener que volver allí. —gimoteo,
con la barbilla cayendo sobre mi pecho en señal de frustrada
derrota.
Se escuchan suspiros y risas ante mis payasadas. Bastien me
pasa el nudillo por debajo de la barbilla, juguetonamente, y yo
levanto la mirada para encontrarlo. Sus ojos de color avellana
brillan de afecto y sus cejas se inclinan sobre ellos haciendo que
sus rasgos sean serios.
—Créeme, todos queremos que estés con nosotros. Pero hasta
que compremos una casa, llevarte a la de Lachlan no es una opción.
—Me recuerda Bastien.
—Estaríamos encantados de instalarte en una de las casas de
nuestra familia, pero los ancianos se han anticipado a ello. Nypan
y Albrecht hicieron una ronda y charlaron con todos nuestros
aquelarres. Nuestras familias están al tanto de lo que ocurre y no
van a ayudar ni a ignorar ningún desafío a las órdenes de los
ancianos —declara Knox, señalando a Ryker y a Sabin.
Mierda. ¿Qué deben pensar sus familias de mí, de toda esta
jodida situación? Estoy tan acostumbrada a no tener a nadie que se
preocupe por lo que hago, que olvido que no es el caso de estos
tipos. Silva parecía muy relajado e indulgente cuando se trataba de
los gemelos, pero sé que Sabin es muy cercano a su familia. Me
doy cuenta de que nunca he preguntado a Ryker o a Knox sobre su
situación en casa. En serio, ya apesto en todo esto de las relaciones.
—He visto a Aydin. —anuncio al azar.
—¿Qué coño quería? —refunfuña Knox.
—Disculparse. Otra vez. Me dijo que él y Evrin dejaron el
aquelarre. ¿Es eso cierto?
Los ojos se apartan de los míos, y varios de ellos se frotan las
sienes o la nuca. Una vez más me siento como una basura por
aparecer y destrozar sus felices vidas.

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—Lo siento. —susurro.
—No lo hagas, Vinna, no tienes nada que lamentar. —Me
dice Valen con severidad.
—Esto no es culpa tuya. El modo en que Lachlan se ha
comportado el último mes, más o menos, es muy diferente del
hechicero con el que crecimos. Quiero decir que sabíamos que la
desaparición de Vaughn le había jodido. Sé que nunca me
recuperaría si perdiera a Valen, pero lo que está haciendo contigo
no tiene sentido. Nadie parece ser capaz de hacerle entender eso. A
saber, cuál es su maldito problema. —Los ojos de Bastien están
llenos de pena y confusión, y lo envuelvo con mis brazos, deseando
poder ahuyentar todo eso de alguna manera.
—Creo que cada vez que me mira, lo único que ve es lo que
ha perdido, y no lo que podría ganar. Tal vez mi presencia aquí abre
todas sus heridas una y otra vez. No lo sé.
Sus palabras sobre lo horrible que sería perder a Valen me
duelen. No puedo ni imaginar lo devastador que sería. Intento
ponerme en el lugar de Lachlan; ¿qué haría yo en su lugar? ¿Cómo
me sentiría y actuaría? Quiero pensar que no sería desconfiada o
fría, pero no puedo afirmarlo con total certeza. Es una situación de
mierda y, por desgracia, no hay forma de evitarla.
Valen recorre su mano por mi brazo y enlaza sus dedos con
los míos.
—Las cosas en la casa están bastante tensas ahora mismo.
Hubo una gran explosión cuando todos volvieron después de la
reunión con los ancianos. Todo el mundo se dijo un montón de
cosas horribles, y ahora intentamos evitarnos los unos a los otros
en silencio. Aydin y Evrin se mudaron. Silva se ha mantenido al
margen, y Lachlan y Keegan parecen más decididos que nunca a
averiguar qué pasó con Vaughn y el otro paladín. —explica.
—Lachlan ahora sabe todo lo que hacemos, por lo que te dijo
Talon, y está trabajando en algunas nuevas pistas potenciales. Nos
mantenemos alejados de él, de todo ello. Nos hemos quedado en

70
casa de Sabin o de Knox y Ryker hasta que podamos encontrar algo
más permanente. —añade Bastien—. ¿Ves algo que te guste?
Vuelvo a mirar hacia abajo, donde sigo agarrando el teléfono
y los listados.
—Estas dos son buenas. Ambas tienen buenos gimnasios y
grandes bañeras.
Sabin se echa a reír.
—¿Has mirado algo más de su interior?
Me encojo de hombros.
—¿Qué? Mi criterio es más básico que el de la mayoría de los
vuestros. Soy la menos exigente de todos vosotros en lo que
respecta al lugar donde vivir. La que es de ladrillo con hiedra
creciendo en el exterior es bonita. Honestamente, sólo quiero un
lugar seguro, donde podamos estar todos juntos. Estoy súper
preparada para pasar un tiempo a solas. —murmuro la última parte
en voz baja, pero Knox empieza a reírse.
—¿Qué pasa, dulce Vinna? ¿Estás deseando algo que no estás
consiguiendo? —Se burla con una risita, mientras se acerca a mí.
Me pasa el dorso de los nudillos por la mejilla, su pecho roza el
mío, y de repente soy muy consciente de cada parte de mí que está
deliciosamente cerca de cada parte de él.
Me acaricio lentamente los labios, y luego abro los ojos
inocentemente y parpadeo hacia él.
—Sí. Sexo.
Ante mi respuesta, Sabin empieza a atragantarse con la nada,
y Knox se ríe aún más. Bastien le da un par de palmaditas en la
espalda a Sabin, tratando de ocultar su sonrisa ante la reacción de
su amigo. Lo miro.
—¿Qué? ¿Puedes besarme así delante de todos ellos, pero la
palabra sexo te asusta? Capitán, sabía que esto iba a pasar en algún
momento.

71
Una pequeña sonrisa se asoma a su rostro antes de ocultarla.
Le doy un rápido apretón a la mano de Valen y miro a los demás a
su vez.
—No quiero obligar a nadie a hacer algo que no quiera. Es
sólo que la atracción que ejercéis sobre mí se ha vuelto mucho más
fuerte desde que aparecieron vuestras runas. Me está volviendo
loca. Y, todos ustedes están jodidamente calientes. Como,
babeando sobre mí, mi cerebro ya no funciona, estoy ardiendo.
Se ríen, pero la sonrisa cae de mi cara mientras mis
pensamientos se vuelven más serios.
—Todos vosotros habéis sido increíbles. Toda la mierda que
ha pasado con Lachlan, los lamias y la pérdida de Talon. Nunca me
he sentido más unida a nadie que a vosotros. Estoy lista. Os quiero;
a todos. Si alguno quiere tomarse las cosas con más calma que yo,
lo respeto. Sólo quiero que todos sepáis a qué ateneros.
El agarre de Valen se escapa de mis dedos y lo siguiente que
sé es que me están columpiando por encima del hombro de alguien.
—Knox, ¿a dónde vas? —grita Valen tras nosotros.
—¿Qué? Ella está lista. Estoy listo. Carpe diem, cabrones.
Me río y le doy una palmada en el culo, animándole.
—Knox, vuelve aquí con nuestra hembra. Puedes esperar
hasta que tengamos una casa y una cama adecuada.
Aprieto la parte baja de su espalda y miro juguetonamente a
Sabin.
—¡Capitán, ocúpate de tus asuntos! A los árboles, Knox, he
visto antes una hierba de aspecto suave.
Él se ríe, pero luego empieza a refunfuñar para sí mismo.
Maldita sea. Parece que la advertencia de Sabin ha dado en el
blanco. Después de otro minuto, resopla y cambia de dirección,
dirigiéndose de nuevo hacia los chicos.

72
—Knox, la hierba está por allí. —Señalo detrás de él y tiro de
la parte trasera de su camisa como si pudiera dirigirlo como lo haría
con las riendas de Darcy.
—El capitán tiene razón, te mereces una cama para tu primera
vez. —admite a regañadientes—. Pero después de eso, Asesina,
será el momento y lugar que queramos todos. ¿Me entiendes?
Aprieto los muslos y reprimo el gemido que quiere colarse
entre mis labios.
Joder, sí, definitivamente estoy de acuerdo con eso.

73
10

L
a casa de Enoch está oscura y ominosa cuando me acerco
a la puerta principal. Dudo al alcanzar el pomo negro, y
mi mano cae a mi lado. Doy un paso atrás y observo
fijamente la entrada, como si mi mirada fuera a cambiar lo que hay
al otro lado. Oigo el arrastre de unos débiles pasos al otro lado de
la enorme puerta de madera, y me sorprende que haya alguien
levantado tan tarde.
Me he quedado fuera lo más tarde posible a propósito, con la
esperanza de evitar a cualquiera que pudiera estar esperándome
aquí. Las imágenes de los ancianos abalanzándose sobre mí en
cuanto pongo un pie dentro de esta casa y atando mi magia han
sonado en mi cabeza desde el momento en que Ryker condujo su
coche en esta dirección.
Observo cómo la enorme puerta se abre silenciosamente,
dejando ver a Enoch al otro lado. No puedo leer la expresión de su
rostro y no dice nada mientras me recibe. Nuestros ojos se cruzan
y veo que en ellos hay alivio y frustración. Se suavizan cuando mira
por encima de mi cuello, pero eso desaparece al ver las luces rojas
del coche de Ryker esfumarse a través de las puertas de su
propiedad.
El aire entre nosotros está cargado de preocupación, y una
parte de mí se siente mal por haberlo causado, mientras que la otra
no quiere preocuparse. Nos miramos en silencio durante lo que
parece una eternidad antes de atravesar el umbral y pasar junto a
él. Me quedo quieta cuando veo al resto de su aquelarre sentado
estoicamente en el salón, claramente esperándome. Joder. Se acabó
mi plan de colarme y tratar de evitar a todo el mundo hasta que
pueda largarme de esta casa.
Veo a Guijarro en un sillón. Está consciente y sin heridas.
Intento discernir cómo se siente respecto a mí, a mi llegada y al
hecho de que hoy casi haya acabado con su existencia. Su rostro es
inexpresivo, pero sus ojos brillan con alguna emoción

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inidentificable mientras me recorre y vuelve a recorrer mi cuerpo.
Me pongo de pie y espero que alguien rompa el silencio.
Enoch pasa junto a mí y baja a la sala de estar recuperando su lugar
en el sofá.
—¿Estás bien? —pregunta Nash, sus ojos escudriñan mi
cuello en busca de heridas.
—Ryker me ha curado.
Becket resopla y sacude la cabeza.
—Nos imaginamos que era allí donde te habías escapado.
Tengo muchas ganas de preguntar qué pasó con los ancianos
después de que me marchara, pero me muerdo la lengua y me trago
todas las preguntas que hay en ella.
—Caster Sawyer, el anciano Balfour y el paladín Ender están
bien, por si te lo estabas preguntando. —Me Suelta Guijarro, con
las manos apretadas mientras se agarran a los brazos de la silla en
la que está sentado.
—No lo hacía. —respondo, mi lenguaje corporal se tensa
automáticamente para reflejar el suyo.
No puedo saber qué quiere hacer ahora, pero sé que tiene
ganas de hacer algo. Mi magia comienza a extenderse lentamente
desde mi centro hacia mis extremidades, respondiendo a la
amenaza potencial. Me concentro en él, leyendo cada movimiento
y tensión de su cuerpo y sus rasgos.
—Así que hoy ha sido un lío de proporciones épicas. —
anuncia Kallan.
Las risas suenan en la sala y una sonrisa se dibuja lentamente
en el rostro de Guijarro. Mira a Kallan, perdiendo nuestro concurso
de miradas, y eso me permite relajarme un poco.
—El paladín Ender tiene una bonita forma de hablar,
¿verdad? —admite Nash, con una sonrisa divertida fijada en su
rostro, pero no se me escapa que no hay diversión evidente en sus
ojos—. Esas fueron sus palabras exactas cuando todo el mundo

75
dejó de pelearse después de que tú huyeras. Bueno, eso y... ¿qué
más dijo Guijarro?
Todos se vuelven hacia él, que pone los ojos en blanco y se
ríe.
—Creo que fue algo parecido a: bien hecho, cabrear a la
hechicera más fuerte que hemos visto en siglos.
No sé si quiero reír o gemir por lo que dijo Ender. Es bueno
saber que me ha defendido, pero tengo la certeza de que eso no va
a ser visto con buenos ojos por los ancianos. Por otra parte, yo
estaba haciendo un buen trabajo por mi cuenta para convencerlos
de que era la amenaza que Lachlan pensaba que era. Dudo que el
argumento de que ellos empezaron primero vaya a tener mucho
peso con ellos, independientemente de lo cierto que sea.
—Por si sirve de algo, los ancianos lamentaron
increíblemente que las cosas terminaran como lo hicieron. Caster
Sawyer estaba angustiado porque ya no querías trabajar con él. —
afirma Enoch.
Resoplo ante su declaración y entrecierro los ojos hacia él.
—¿Crees que eso me importa en absoluto? ¿Lo sienten? ¿Qué
parte? ¿Lamentan haber dejado que alguien que trajeron aquí me
atacara? ¿Lamentan que les hayan pillado mintiendo sobre ello? ¿O
lamentan que no haya ninguna posibilidad de que haga nada de lo
que quieren, ahora o en el futuro?
—Vinna, no es así. —insiste Becket—. Realmente sólo
intentan hacer lo mejor para ti.
—Gracias por tu propaganda, oops, quiero decir opinión.
¿Pero cómo es que todo esto es lo mejor para mí? —Hago un gesto
salvaje hacia ellos, hacia su casa, hacia el mundo en general—. Me
han amenazado, me han obligado, me han atacado y me han
desplazado, todo ello sin consultarme ni tenerme en cuenta. Lo que
es mejor para mí no es ni siquiera una puta idea de última hora, a
estas alturas.

76
—¿Quién te amenazó? —pregunta Enoch, moviéndose al
borde de su asiento como si se preparara para tomar medidas contra
cualquiera que nombre.
—Lachlan para empezar. Me dijeron que si no venía aquí por
voluntad propia los ancianos atarían mi magia y me obligarían a
cooperar.
Él se burla y sacude la cabeza, con una mirada de disgusto en
su rostro.
—No te pongas en plan prepotente, Enoch. Tu padre y los
demás ancianos me han quitado mis decisiones al igual que hizo mi
tío. —Becket abre la boca para discutir, pero le corto—. ¿Todos los
presentes van a fingir que los ancianos no dieron su permiso para
atacarme con magia hoy? ¿Cómo puedes seguir creyendo que los
casters se preocupan más por las mujeres que por cualquier otra
cosa después de presenciar lo que ha ocurrido hoy? Nada de lo que
he visto aquí hasta ahora me ha convencido de que las hembras
sean algo más que una puta mercancía con la que comerciar, cobrar
y destruir cuando sea conveniente.
Sacudo la cabeza con disgusto. Estos tipos están sentados en
una posición de poder en esta comunidad debido a quiénes son sus
padres y a quiénes están conectados. ¿Cómo no ven la verdad?
Puedo ver en sus caras que todavía creen honestamente que los
ancianos tienen motivaciones e intenciones puras. Mi mirada
revolotea entre todos ellos.
—Dejaron que ese instructor me estrangulara. —Me
estremezco al recordarlo y me tomo un momento para serenarme—
. Vi cómo cada uno de ustedes intentaba atravesar la barrera que se
había levantado para llegar a mí. Pero ¿alguno de vosotros vio lo
que hacían los ancianos?
—Estaban discutiendo sobre qué hacer. —ofrece Guijarro.
—Discutiendo. ¿Pero cuál de ellos levantó un dedo para
detener lo que estaba sucediendo? —Sus ojos se apartan de los
míos—. ¿Quién levantó la barrera? ¿Fue Caster Sawyer, o fue uno
de ellos? ¿Te has molestado en preguntar, en atar cabos, o lo normal

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es tragarse las chorradas que te dan sin preguntar, y luego pedir
más?
Becket se burla.
—Si mi padre dijo que lo que hizo Caster Sawyer era la única
forma de confirmar tu habilidad, entonces le creo. Soy consciente
de que tienes problemas con tu tío, pero no todos los casters son
como él, Vinna. Puedes confiar en los ancianos; puedes confiar en
nosotros.
—Como los cambiaformas confiaron en ti aquel día en los
acantilados. Cuando cada uno de vosotros se quedó mirando cómo
sus amigos les intimidaban.
—No podemos ir por ahí vigilando a todo el mundo. Los
cambiaformas tienen sus propias reglas y formas. No podemos
intervenir cuando los suyos deben hacerlo. —Me dice Kallan.
—¿Pensé que ustedes eran reclutas paladines? ¿No está eso
en la descripción de vuestro trabajo, vigilar y proteger, o eso sólo
se aplica a los de vuestra especie?
Becket se arrima al extremo de su asiento, con la frustración
coloreando sus rasgos.
—Todavía no somos paladines, y no tenemos vía libre para
hacer lo que queramos. Seguimos las reglas, como todo el mundo.
Bueno, quizá tú no, ya que pareces no tener lealtad ni respeto por
nadie.
Aprieto los puños y lucho por no morder su anzuelo.
—Yo doy respeto donde se gana.
—Entonces deberías dar a los demás la oportunidad de
ganárselo, en lugar de descartarlos a la primera de cambio. Siento
que te hayan herido. Todos los demás se sintieron igual de mal.
Dales la oportunidad de demostrarte que te cuidan. Que quizá sepan
lo que es mejor.
Entorno los ojos hacia él. ¿Cómo puede pensar que los
ancianos o cualquier otra persona sabe lo que es mejor para mí,
cuando ni siquiera me conocen?
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—Mi hermana pequeña fue asesinada de esa manera. —Le
digo, con voz uniforme, sin emoción. Estaba preparado para una
discusión, pero veo cómo la lucha se escapa de él, como un colador,
ante mis palabras. Su cara se llena de sorpresa—. Tenía trece años
cuando un maldito pedazo de mierda le puso las manos en el cuello
y le robó la vida. ¿Debo escribir a los ancianos y a Caster Sawyer
una nota de agradecimiento por haberme dado una imagen clara de
lo que vivió Laiken antes de morir? —Sacudo la cabeza y desvío
la mirada hacia Becket y los demás, concentrándome en todo y en
nada fuera de la oscura ventana—. Pero bueno, supongo que lo que
pasó fue lo mejor para mí, ¿no? Debería averiguar cómo confiar en
otros, que no saben nada de mí, para tomar mis decisiones.
Nadie dice nada. Me doy la vuelta y salgo del salón,
dirigiéndome al pasillo. Dejo que mis preguntas retóricas floten
torpemente entre ellos. Estoy demasiado cansada para continuar
esta conversación inútil. Me encierro en el dormitorio que me han
asignado, me quito los pantalones y me meto en la cama, donde el
sueño se apodera de mí como un ladrón, alejándome de mis
inquietantes y perturbadores pensamientos y recuerdos.

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11

S
iento la cabeza pesada y gimo al levantarla del pecho.
El aire frío me golpea, trayendo consigo el olor rancio
del moho. Abro los ojos y me quedo helada. Estoy en
el mismo sótano del que acabo de escapar. ¿Qué coño está
pasando? Invoco mis cuchillos arrojadizos, pero el calor familiar
y el flujo de la magia están ausentes de mis miembros. Lo intento
de nuevo. Nada. Busco en el lugar brillante que siempre ha existido
dentro de mí, preguntándome por qué mi magia no responde a mi
llamada. Pero es como si una estrella moribunda se sentara
cenicienta y se desmoronara dentro de mi pecho. El pánico intenta
apoderarse de mí, pero lucho contra él para controlarlo.
—Pequeña Guerrera.
La voz de Talon me roza la oreja desde atrás y me quedo
quieta. Cierro los ojos e intento encerrar el dolor que aflora en mi
interior. Un sollozo se me escapa, a pesar de mis esfuerzos por
mantenerlo encerrado dentro de mi pecho.
—Pequeña Guerrera, ¿qué haces aquí? Te he dicho que no
es seguro.
La voz de Talon pasa de un lado a otro de mí, y lo busco
frenéticamente detrás mía. Las lágrimas que resbalan por mis
mejillas se agitan a mi alrededor mientras muevo la cabeza de un
lado a otro en un esfuerzo por vislumbrarlo. Es un destello detrás
de mí, que nunca se detiene lo suficiente para que yo pueda
apreciar sus rasgos. Para verle. Gruño mi frustración y lucho
contra mis ataduras.
Mi desesperación me destroza y pierdo el control. Me agito y
grito con todas mis fuerzas. Ignoro cualquier necesidad de
escapar. Sólo necesito verle. La urgencia corre por mis venas y me
impide concentrarme en nada, aparte de mi necesidad de
encontrar el rostro de Talon. Nada de lo que hago me permite
enfocarlo. Ningún ruego lo mantiene inmóvil el tiempo suficiente
para que pueda ver que está bien. Poco a poco, mi energía se agota
80
y, finalmente, mi barbilla cae sobre mi pecho en señal de derrota.
Tiemblo con los sollozos que me sacuden el cuerpo, y jadeo
mientras intento atravesar la desolación y llenar mis pulmones de
aire.
—Vinna, no llores. —Me dice una voz pequeña y melodiosa.
Una voz que no he escuchado en casi ocho años. ¿Laiken?
Con ese pensamiento, se me pone la piel de gallina en cada
centímetro de mi cuerpo.
—¿Laiken? —pregunto en alto, con la voz temblorosa.
—Vinna, no puedes llorar. ¿Vinna? Vinna, ¿puedes oírme?
Su frágil voz aumenta el pánico con cada pregunta sin
respuesta.
—¡Laiken! ¿Dónde estás? —grito sin poder evitarlo.
No puedo salir de mis ataduras. No puedo ver nada más que
las paredes grises de hormigón de esta habitación. No puedo hacer
nada. ¿Por qué no puedo hacer nada?
—Vinna, no puedes llorar. Tienes que correr. ¿Me oyes?
¡Corre!
El espeluznante grito de Laiken resuena en mis oídos
mientras me arrojo de la cama. Me estrello contra la esquina de la
habitación, con la espalda pegada a la V que une las paredes. Mi
repentino movimiento asusta a quienquiera que esté junto a mí y se
arremolina para seguirme, manteniéndome en su punto de mira.
Una bola de magia magenta crece entre mis palmas antes de que
me dé cuenta de que la he conjurado. La luz rosada de mi magia
emite un suave resplandor que resalta el rostro de Enoch; sus rasgos
se fruncen con preocupación.
Un ruido atrae mi atención hacia la puerta, donde el resto de
su aquelarre y Guijarro tienen un aspecto cansado e igualmente
preocupado.
—¿Estás bien? —pregunta Enoch, atrayendo mi atención
hacia él. Lo miró fijamente, confundida—. Parecía que estabas
herida. Vinimos a ver cómo estabas, pero no conseguí que te
81
despertaras. Gritabas y llorabas. —Me señala la cara, y me paso la
mano por las huellas de las lágrimas—. ¿Qué ha pasado? —
pregunta, mientras da un paso tímido hacia mí.
Intento procesar lo que acaba de decir. Mi respiración agitada
y mi corazón palpitante me impiden concentrarme en algo más que
en la adrenalina que corre por mis venas. Observo la habitación.
No puedo evitar buscar a Talon y a Laiken, aunque empiezo a
pensar que nada de esto es real. Fue un sueño, me doy cuenta,
mientras la última confusión somnolienta me abandona.
—Debo de haber tenido una pesadilla. —digo entre dientes;
mi voz es más grave y pesada por el sueño.
No sé qué hacer ni qué pensar al respecto. Nunca he sido
propensa a tener pesadillas, ni siquiera cuando era más joven y
estaba atrapada con Beth y sus sesiones de tortura. El sueño
siempre fue un lugar seguro. Siempre un escape.
Kallan entra vacilante en la habitación.
—¿Quieres hablar de ello? —Se apoya en la pared junto a la
cabecera de la cama, con las manos ancladas contra el yeso justo
detrás de su espalda baja.
—¿Por qué? —pregunto, con un tono de sospecha.
—A veces ayuda a resolver lo que te molesta. —dice Nash.
Sigue el ejemplo de Kallan y entra también en la habitación. Se
apoya en la pared frente a mí y cruza los brazos sobre el pecho—.
Siempre me ha ayudado cuando mis pesadillas se ponían muy feas.
Me sorprende su confesión.
—¿De qué tratan tus pesadillas? —Suelto, en un susurro.
Al instante me doy cuenta de lo mal que está mi pregunta,
pero ya está ahí, y Nash no parece molestarse por ello.
—Mis padres murieron cuando yo tenía diez años. Durante
mucho tiempo, mis pesadillas eran sobre eso, sobre ellos. Se
redujeron casi hasta desaparecer cuando me hice mayor; es decir,
hasta hace una semana.

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—¿Qué las trajo de vuelta? ¿Los lamias? —pregunto, antes
de poder detenerme.
Nash sacude la cabeza, con su pelo negro ondeando y sus ojos
azul hielo fijos en mí.
—No. Tú lo hiciste. O, supongo que debería decir el ruido de
los gemidos que hiciste cuando tu amigo murió. Eso es lo que me
ha estado persiguiendo estos días. Parece que no puedo deshacerme
de ese sonido que destroza el alma, ni de lo roto que me siento cada
vez que se repite en mis pesadillas.
Aparto la mirada de su penetrante mirada, sin saber qué decir.
—Sí, pensé que toda la matanza se me quedaría más grabada,
pero cuando pienso en lo que pasó, hay dos cosas que no se me van
de la mente. Lo que sentí cuando me desperté atado a una silla en
ese sótano, y lo que pasó en la parte trasera del todoterreno esa
noche. —confiesa Kallan en voz baja.
Lo observo cuando sus palabras se apagan, pero está mirando
al suelo.
—Veo ceniza y sangre cuando cierro los ojos por la noche...
y a ti, acurrucada lo más pequeña posible en la parte trasera de la
camioneta. —Me dice Enoch, con su mirada atormentada fija en la
mía.
La bola de magia que tengo en las manos se desvanece y la
habitación se queda en silencio mientras las confesiones absorben
el peso y el dolor de los recuerdos que guardan.
—Estuve atada a una silla en ese mismo sótano. —digo
monótonamente, mirando las runas de mis manos—. No podía
liberarme. Talon me hablaba, me advertía. Pero no pude
encontrarlo, por más que lo intenté. Entonces, Laiken estaba allí.
—Me froto el pecho mientras un dolor empieza a crecer detrás de
mi esternón—. No pude llegar hasta ella. Ella gritaba, diciéndome
que tenía que correr. Estaba aterrorizada. —Mi voz se reduce a un
susurro—. Fue entonces cuando me desperté.

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Mi corazón comienza a latir con el recuerdo de su voz y el
terror que había en ella. Busco en la habitación su caja de cedro,
necesitando el consuelo que me ofrece, pero rápidamente recuerdo
que no está aquí. Está con Sabin.
No estoy segura de por qué les cuento lo que ha pasado. Tal
vez sea porque Nash lo compartió, y me siento obligada a hacer lo
mismo. O tal vez él tiene razón, y sólo necesito sacarlo; purgar el
sentimiento y el impacto de la pesadilla, a través de mis palabras.
—¿Crees que significa algo? —Me pregunta Becket,
mientras se desliza por el marco de la puerta hasta que su trasero
toca el suelo de hormigón pulido. Apoya los antebrazos en las
rodillas y espera mi respuesta.
Me encojo de hombros. Me restriego la cara con las manos,
cansada y tratando de elaborar mis pensamientos, sobre todo. No
estoy segura aquí. Esa sensación apremiante se ha hecho cada vez
más persistente desde el ataque de los lamias. Pero no consigo
entender qué significa exactamente. ¿No estoy segura en la casa de
Lachlan? Eso es lo que sentí inicialmente, pero ya no estoy allí. No
me siento amenazada por Enoch y este aquelarre, así que ¿esta
sensación significa que no estoy segura en Solace, entre los casters,
o son los ancianos los que provocan este malestar?
—¿Dónde está vuestro gimnasio? —No pregunto a nadie en
particular.
Sé que tiene que haber uno aquí en alguna parte. Estos tipos
están demasiado hechos y definidos como para no hacer ejercicio
regularmente.
—Te lo enseñaré. —anuncia Enoch, levantándose de donde
estaba sentado en la cama.
Me muevo para seguirlo y me doy cuenta de que todavía estoy
en ropa interior y camiseta de tirantes. Abro la puerta del armario
y cojo un par de pantalones de yoga de un cajón. Me los pongo y
busco un sujetador deportivo. Me bajo los tirantes de la camiseta y
me pongo el sujetador por encima de la cabeza. Aseguro todo en su
sitio y vuelvo a subir los tirantes de la camiseta. Me doy la vuelta

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para intentar averiguar en qué caja pueden estar mis zapatos y me
doy cuenta de que todo el mundo está congelado y me mira
fijamente. Actúan como si nunca hubieran visto la espalda de una
mujer. Sé que no les he enseñado nada más.
—¿Qué? —pregunto irritada.
¿Por qué siento que acabo de hacer algo que no debería haber
hecho? Enoch se aclara la garganta, y eso hace que los demás
salgan del trance en el que se encuentran. Sale de la habitación, y
uno a uno los demás le seguimos.

85
12

C
ierro la puerta y miro fijamente a Guijarro mientras se
abre paso alrededor del Jeep hacia mí. Cruzo la calle y
acelero el paso para poner la mayor distancia posible
entre él y yo. Refunfuño para mis adentros cuando sus pesadas
botas suenan detrás de mí. Cuando apareció mi Jeep esta mañana,
me subí de inmediato, deseosa de poner algo de espacio entre el
aquelarre con los que he compartido demasiado de mí misma en las
últimas veinticuatro horas, y yo.
Cada uno de ellos ha trabajado conmigo durante horas esta
mañana. Sólo quería eliminar la sensación de pánico y muerte de
mi sistema, pero en lugar de eso, era dolorosamente consciente de
sus ojos sobre mí y de una extraña energía en el aire. Me impuse
un ritmo agotador, en un esfuerzo por distraerme de lo que fuera
que estuviera pasando, pero no funcionó tan bien como esperaba.
Cuando todos se separaron para lavarse, me di la ducha más
rápida de la historia y elaboré un plan para alejarme de todos ellos
durante un rato. La visión de mi Jeep con tanque de bebé
atravesando la puerta principal fue toda la invitación que
necesitaba. Estaba en las nubes mientras escapaba sin que nadie se
diera cuenta. Bueno, hasta que un escurridizo Guijarro abrió la
puerta del pasajero y se subió. Tuve que tomar la decisión en una
fracción de segundo de intentar sacarlo del vehículo y echar a
perder mi oportunidad de tener un tiempo libre, o simplemente
aceptar que hoy tuviera una niñera.
Me acerco a la tienda de tatuajes y no puedo evitar reírme del
nombre. I’ll Get You My Pretty* está esparcido en las ventanas en
un color verde que coincide con la cara de la bruja ficticia que hizo
famoso el dicho. Abro la puerta y, en lugar de una campanada, un
cacareo estridente anuncia mi llegada. Un hombre bajito y calvo,
con un traje berenjena bien ajustado, me hace una rápida mirada.

*I’ll Get You My Pretty: “Te Conseguiré Bonita”, frase que hizo muy popular la Malvada Bruja del Oeste en
la película El Mago de Oz (1939).

86
—¿Con quién tienes una cita, cariño? —Me pregunta.
Su voz pondría celoso a James Earl Jones. Es profunda y
suave, y estoy completamente sorprendida. Nunca habría
imaginado que esa voz perteneciera a este hombre de bolsillo. Me
regala una cálida sonrisa y yo la correspondo. Estoy segura de que
no soy la primera, ni seré la última, en mostrarse sorprendida por
la dicotomía entre su tamaño y la profundidad de su voz.
—He venido a ver a Mave. —Le digo, justo cuando mi
esbelta amiga metamorfa de pelo rosa dobla la esquina.
—¡Vin! —Saluda emocionada, saltando hacia mí y tirándome
en un fuerte abrazo—. ¿Por fin estás aquí para esos piercings en los
pezones de los que hablamos?
Ella me guiña un ojo y sonríe burlonamente mientras nos
separamos. Pero un sonido de asfixia hace que ambos miremos
detrás de mí para encontrar a Guijarro dándose una fuerte palmada
en el pecho y tosiendo para despejar sus vías respiratorias. Ella le
hace un escrutinio apreciativo, y yo una mirada interrogativa.
—Nada de piercings para mí, pero aquí mi amigo ha estado
rogando por una cruz mágica. Pensé que serías la chica ideal para
el trabajo.
La sonrisa de Mave es cegadora y sacude la cabeza, divertida.
—Justo cuando creo que tengo claro tu nivel de perversión,
empiezas a soltar términos como cruz mágica. —Se ríe.
Agito las pestañas con inocencia y le sonrío dulcemente.
Vuelve a mirarlo y le guiña un ojo, indicándole que la siga. Él se
sonroja un poco y hace exactamente lo que se le ha ordenado, como
un cachorrito obediente.
Bueno, bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? reflexiono,
mientras veo que la mirada de él se posa en el culo de la cambiante.
Sus ojos se disparan hacia su cara cuando ella se da la vuelta y nos
hace pasar a una habitación pequeña y limpia.
Hay una silla que parece algo que encontraría en la consulta
del dentista, y le indica que tome asiento.

87
—Entonces, ¿querías hacerte los dos piercings al mismo
tiempo, o uno ahora y el otro cuando te hayas curado? —pregunta,
con su máscara profesional en su sitio.
Él me mira en busca de orientación, y es todo lo que puedo
hacer para mantener la cara erguida y no desternillarme.
—¿Qué es exactamente una cruz mágica? —pregunta
finalmente.
—Te lo enseñaré. —responde ella con dulzura, y se mueve
para coger algo de un armario que hay en un rincón.
Cuando Mave nos devuelve la palabra, él me lanza una
mirada fulminante, pues está claro que no le gusta estar fuera de
juego. Mi fachada excesivamente dulce se desmorona por completo
cuando ella se da la vuelta bruscamente sosteniendo una réplica
muy realista de la parte inferior del torso de un hombre; culo, polla,
pelotas y todo. Los ojos de Guijarro se agrandan, y se congela
cuando ella envuelve con una mano el generoso miembro protésico
y procede a clavar una aguja en la punta. La primera aguja pasa
verticalmente y luego ella añade otra aguja que atraviesa la punta
horizontalmente.
—Ves, una cruz mágica. —anuncia, mientras mueve
ligeramente el falo falso hacia él.
Éste se levanta de la silla y se aleja lo más posible de la réplica
de la polla con punta de aguja. Se cubre la entrepierna con ambas
manos y mira las agujas con puro pánico.
—Oh, joder, no.
Entrecierra los ojos hacia Mave, y luego hacia mí,
mientras ambas estallamos en carcajadas histéricas. Justo cuando
las risas empiezan a apagarse, Ella sacude la polla de las agujas
hacia Guijarro y el chillido que suelta al intentar zafarse de ella
avergonzaría a un Belieber*. Me limpio las lágrimas de los ojos
mientras me recompongo, y Mave saca las agujas de la polla falsa
y las deja caer en un contenedor de objetos punzantes. Él hace una
mueca de dolor y se retira a la esquina de la habitación.
*Belieber: llamados todos aquellos que son fan del cantante Justin Bieber.

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—Oh, chaval, eso ha sido demasiado fácil. —admito, mi risa
por fin empieza a disminuir.
—Deberías ser más amable con los lanzadores que estás
coleccionando para tu harén, Vinna. —Me regaña mi amiga
juguetonamente.
—Por favor, debería tener mucha suerte. —Le guiño un ojo a
mi custodio mientras me devuelve la mirada—. Mave este es
Guijarro; Guijarro, Mave. Es mi niñero asignado. No es un
contendiente para el estatus de futuro elegido.
La sonrisa de ella cae, y su cara se vuelve seria.
—¿Qué pasa, está todo bien?
Me paso los dedos por el pelo y resoplo resignada.
—Los ancianos me sacaron de la casa de mi tío. Las cosas no
me iban muy bien allí y eso les dio la oportunidad de empezar a
entrometerse en mi vida. —refunfuño, y le lanzo una mirada
mordaz a mi niñera.
No se inmuta por mi ira, está demasiado ocupado revisando a
Mave como para notar mi mirada.
—Traté de convencerlos de que estoy bien sola, pero al
parecer los hechiceros son tratados como niños sin cerebro hasta
que tienen su despertar. —Pongo los ojos en blanco y ella me hace
un gesto de comprensión—. Esta parte te va a encantar. —Le digo,
con un tono desbordante de sorna—. Me han enviado a vivir con el
aquelarre de Enoch Cleary y me han asignado al tipo aquí presente
para mi protección.
Me aseguro de poner comillas exageradas alrededor de la
última parte. Ya he demostrado que puedo soportar a este idiota
cuando se trata de presionar. Realmente no hay razón para que siga
siguiéndome. Ni para pretender que está aquí por otra razón que no
sea espiarme y evitar que haga algo que los ancianos no quieren
que haga.
—¿Por qué carajo te pusieron con ese aquelarre de imbéciles?
—exclama ella.

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Doy un bufido incrédulo.
—¿Por qué crees? —Pongo los ojos en blanco—. Le dieron
al anciano Cleary mi tutela temporal. Consideró que el aquelarre
de su hijo era donde me sentiría más cómoda, ya que son grandes
y fuertes hechiceros y su magia es la más compatible con la mía.
Ella se burla y me lanza una mirada cómplice.
—A mí me parece completamente inocente y nada egoísta.
Estoy segura de que el Anciano Cleary y el Anciano Albrecht no
esperan que te tropieces y aterrices en el pene de uno de sus hijos,
justo en medio de una ceremonia de unión.
Me río, y Guijarro tose, obviamente incómodo con el rumbo
de esta conversación y con que hablemos mal de sus jefes.
—Oh, vamos, Pedrusco, ponte los calzoncillos de niño grande
y quítate las anteojeras. Sabes tan bien como nosotras lo que
realmente está pasando aquí.
Me sacude la cabeza, pero no se me escapa que no dice nada
para refutar nuestras afirmaciones y sospechas.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta Mave.
—¿Qué puedo hacer? Los chicos presentaron una
Reclamación de Vínculo, pero te voy a dar una idea de quién decide
si puedo estar con ellos o no. Si los ancianos lo deniegan, estoy
jodidamente atascada hasta mi despertar, y llegar a mi pleno poder.
—¡Mierda! Eso fue rápido. Esos tipos no pierden el tiempo
intentando encerrarte. —exclama Mave con las cejas alzadas y una
mirada entre impresionada y sorprendida.
—Qué puedo decir, mi magia trae a todos los chicos al patio.
—Empiezo a cantar el resto de la canción y a bailar.
Mave se ríe, y su sonido tintineante rompe la tensión que se
estaba acumulando dentro de mi pecho. La idea de estar atrapada
sin control sobre mi vida durante los próximos dos años me pesa.
—Bueno, obviamente necesitas desahogarte, y por suerte
para ti, mi manada tiene una ceremonia de la luna esta noche.

90
Podemos ir de fiesta, emborracharnos como locas y olvidarnos de
los problemas de la vida. Tru ha estado preguntando por ti. —Se
burla.
—Tru no habla, Mave, y lo último que necesito es otro tipo
husmeando donde no hay oportunidad.
Se ríe.
—Él habla en el enlace de la manada. Ya nadie quiere ir a
correr con él porque sólo quiere recordar como jodiste a esos
capullos de los casters. Creo que es menos un enamoramiento y
más que realmente quiere verte luchar de nuevo.
Me río ante esa revelación y su mirada pasa de la diversión
inocente a la picardía.
—Pero ahora que lo mencionas, si esos deliciosos chicos
hechiceros tuyos están a punto de ponerte una correa mágica, tal
vez deberíamos organizar una pequeña pila de cachorros para ti.
Ya sabes lo que dicen, una vez que te conviertes en lobo nunca te
vas... bueno... joder. Iba a intentar idear algo sobre la marcha, pero
nada rima con lobo. —Las dos soltamos una carcajada—. Pero en
serio, son grandes, viriles, mandones y expertos en arrancar un
buen aullido, ya me entiendes. —Me da un codazo y mueve las
cejas.
—¿A alguien de tu manada le va a importar que una bruja se
cuele en su fiesta?
—Joder, no. No cuando soy yo quien responde por ti.
Además, ambas sabemos que puedes manejarte.
Me guiña un ojo y se acerca a mi guardián. Le pasa un dedo
por la parte delantera de su camiseta negra y le mira directamente
a los ojos. Sus labios se fruncen ligeramente y veo cómo su
respiración se acelera.
—¿Vas a portarte bien y ser un buen chico esta noche? Porque
si empiezas cualquier mierda con mi manada, me aseguraré de que
Vinna te sujete mientras introduzco oficialmente tu polla en la cruz
mágica.

91
Él traga visiblemente, y sus pupilas se dilatan. No puedo decir
si está nervioso o excitado por su amenaza. Tengo la ligera
sospecha de que él tampoco lo sabe.
Esto va a ser divertido.

92
13

U
na brisa fresca me roza y un escalofrío me recorre la piel.
Me arrepiento seriamente de la camiseta blanca de
hombros caídos que Mave me obligó a llevar.
—¿Por qué no puedo volver a ponerme la camiseta? Hace un
poco de frío aquí arriba. —Me quejo, por milésima vez desde que
empezó a lanzarme ropa desde su armario. Me he peinado el pelo
liso por arte de magia, y una brisa atrapa los gruesos mechones
castaño-oscuros y los empuja hacia atrás y aparatándolos de mi
cara.
—Vin, no me importa lo que digas, pero una camiseta que
dice que Tryna se parece a una de esas novias de los chicos del
rap no da el tono apropiado para cómo va a ser esta noche. Ahora,
deja de quejarte. En cuanto te metamos un par de sorbos del alcohol
de luna de Cyrus, te alegrarás de haberte puesto algo ligero y de la
brisa.
Se alisa el maxi vestido, me coge de la mano y me arrastra
tras ella. Guijarro, mi omnipresente y odiosa sombra, se pone a mi
lado. Nos abrimos paso desde el grupo de casas en el que reside la
manada, a través de los árboles, y hacia un claro. La pradera a la
que voy medio arrastrada tiene luces de hadas cruzando en lo alto.
Los hilos de bombillas blancas parpadeantes se han colgado en las
altas ramas de los árboles circundantes. Es precioso y crea un
ambiente relajado e íntimo. Las mesas con comida y bebida rodean
a la gran multitud de personas que están de pie y socializan en el
centro del claro.
Veo la gran figura de Kaika con un grupo de cambiantes más
jóvenes. Está jugando con ellos, lo que me sorprende. La vez que
lo conocí en la excursión de buceo en el acantilado, era la versión
cambiante del lobo del Gato Gruñón. Me paso las palmas de las
manos por los muslos enfundados en vaqueros, sintiéndome un
poco insegura mientras nos acercamos a la gran reunión de
metamorfos. Mave insiste en que está bien que esté aquí, y su

93
familia no ha hecho más que darme la bienvenida desde que aparecí
en su porche, pero no puedo evitar preocuparme de que en
cualquier momento mi bienvenida vaya a esfumarse. Sé que las
cosas suelen ser tensas entre cambiantes y hechiceros, y no sé muy
bien qué esperar esta noche.
Sus padres nos saludan desde el otro lado del claro, pero se
quedan de pie con sus amigos charlando y riendo. La familia de
Mave es todo lo que ella describió: ruidosa, caótica y alborotada.
Pero son cariñosos y solidarios, están unidos de una manera que
me da envidia. Pasar la tarde con ellos mientras bromean y se
acosan unos a otros me hace echar de menos a mis chicos más que
nunca.
Al final de la tarde salí para intentar llamarlos de nuevo, pero
seguía sin haber respuesta de nadie. Cuando robé mi pequeño trozo
de libertad esta mañana, los llamé por primera vez. Ninguno de
ellos ha estado localizable en todo el día, y nadie me ha devuelto la
llamada.
Estoy empezando a ponerme un poco nerviosa, pero cada vez
que voy a usar mis runas para contactar con ellos, me convenzo a
mí misma de no hacerlo. Tienen vidas y probablemente estén
metidos en algo. Me repito a mí misma que no debo ser esa clase
de chica. La que necesita saber dónde están y qué hacen cada
segundo del día.
Ella tira de nuestras manos entrelazadas cuando parece que
no me muevo lo suficientemente rápido para ella.
—Primero te presentaré al Alfa. Una vez que nos quitemos
eso de encima, podemos empezar el desenfreno.
Me empuja directamente hacia un grupo de machos, cada uno
más alto y con más músculos que el otro. Mave se abre paso a
codazos y empujones, y ellos se ríen y se apartan lentamente para
dejarle paso. Se detiene frente a un hombre que parece que podría
ser el hermano de Idris Elba. Es grande e irradia una cruda rudeza.
Sus ropas están bien cortadas, no tiene barba y su pelo parece recién
salido de una peluquería, las líneas y la decoloración son nítidas y

94
limpias. Sus ojos negros se posan en ella, y noto que ella lo mira,
pero sus miradas no se conectan.
—Alfa, esta es mi amiga Vinna. Ella es la que ayudó a Tru
cuando se metió en problemas. Vinna, este es Trent Silas. Alfa de
la manada Silas.
Se aleja de la gran e imponente figura de su alfa y baja la
cabeza respetuosamente. Sin saber qué hacer exactamente, espero
que diga o haga algo que signifique un saludo; ofrecer un apretón
de manos tal vez, o dar un asentimiento malhumorado de tolerancia
al menos. Pero se queda parado en silencio. Observo sus pantalones
chinos azul marino y su camisa vaquera de manga corta abotonada
hasta arriba. Su mirada me recorre lentamente, hasta llegar a la mía.
Cuando sus ojos negros se cruzan con los míos, de color verde
agua, se queda quieto. Tengo la sospecha de que estoy cometiendo
algún tipo de faux-pas* cambiante, y quiero darme un puñetazo a
mí misma, y luego a Mave, por no haber repasado lo que era
apropiado al conocer al alfa de la manada.
Sospecho que el contacto visual con ciertos miembros de la
manada está prohibido para los metamorfos. Pero, a la mierda, ya
está sucediendo, y no hay mucho que pueda hacer realmente al
respecto ahora. Se me pasa por la cabeza la idea de que tal vez
debería hacerme la simpática y dejar de mirarlo, pero no me ha
dicho ni una palabra ni ha hecho ningún esfuerzo para que esta
presentación sea menos incómoda. Me ha observado como si fuera
un juguete de perro masticable y cubierto de babas, y eso me
molesta mucho. Así que mantengo mis ojos fijos en los suyos.
—¿Me estás desafiando por mi manada, Vinna? —pregunta,
su lenguaje corporal es tranquilo y seguro de sí mismo. Su voz es
suave y sin acento.
Qué pena, realmente esperaba que sonara británico.

*Faux-pas: un paso en falso dentro de las normas sociales o de etiqueta, en este caso en el protocolo de la
manada.

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—No, señor. Simplemente te estoy desafiando por tu respeto.
—Levanta una ceja en forma de pregunta—. He visto lo que ha
pensado de mí cuando me ha examinado, o tal vez sea mi clase la
que le molesta, pero yo no soy como ellos. —Le explico, con un
tono desenfadado que coincide con el suyo.
Sus orificios nasales se abren y una sonrisa se dibuja en la
comisura de sus labios.
—Supongo que el tiempo demostrará si eso es cierto.
Me hace un gesto casi imperceptible con la cabeza, y yo dejo
de mirarle inmediatamente. El tenso silencio que nos envolvía se
rompe y los cambiaformas que nos rodean se relajan y retoman sus
conversaciones. El alfa emite una risa profunda y retumbante.
—Vinna, permíteme presentarte a mis Betas.
Trent Silas pone una gran mano en el hombro de un hombre
enorme con una camiseta verde. El tipo termina la conversación en
la que está involucrado en este momento y se da la vuelta ante el
toque.
—Este es mi segundo Mateo...
—¿Torrez? —Interrumpo.
La cara de Torrez muestra su sorpresa, y me choca lo
diferente que parece de la última vez que lo vi. Su mohawk de
rastas ha desaparecido. Su pelo de ébano está ahora corto y
recortado limpiamente en un elegante corte rockabilly. También le
falta la barba, dejando en su lugar una ligera capa de rasposilla
sexy. Lleva unos vaqueros oscuros que parecen hechos para él y
una camiseta que dice Rasgado para su placer.
Me vuelvo hacia Mave después de ver su camiseta y la
fulmino con la mirada. ¿Así que él puede llevar camisetas que
dicen mierdas, pero yo no? Siguiendo mi línea de pensamiento, ella
pone los ojos en blanco y sonríe, pronunciando las palabras pila de
cachorros hacia mí. Intento no resoplar y me vuelvo hacia él. Sus
ojos marrones oscuros se iluminan y una sonrisa se apodera de su
rostro.

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—¿Perra Bruja?* De todos los garitos de ginebra, en todos
los pueblos, en todo el mundo, ¿entras en el mío?
Me río de su interpretación de la famosa frase de la película.
—Bueno, tienes mucho mejor aspecto que la última vez que
te vi.
Se ríe, y los ojos de todos los que nos rodean pasan de él a mí
y viceversa.
—¿Qué me estoy perdiendo aquí? ¿Cómo os conocéis? —
pregunta Mave, la confusión en su voz coincide con la mirada del
Alfa.
—Esta pequeña Zorra y yo nos enfrentamos en el ring hace
un par de semanas. Acabó con mi racha de victorias invictas al casi
partirme la cara. —explica Torrez. Se ríe como el lunático que es y
se frota la mandíbula para asegurarse—. Hace menos de una
semana que empecé a comer sólidos. —Me dice.
Descarto su juego de simpatía y saco el labio inferior en un
exagerado puchero falso. Levanto las manos delante de mí y hago
la mímica de tocar un pequeño violín.
—Esos fue un descanso hombre lobo. Te advertí de tu
inminente pérdida. No es mi culpa que no me escucharas
Él suelta una carcajada y Silas me mira con renovado interés.
Preguntas y murmullos de incredulidad suenan a nuestro alrededor,
y miro a Torrez confundida.
—¿No le has dicho a nadie que una hembra te había pateado
el culo?
—Sí, pero no puedo evitar que decidan no creerme. —Me
guiña un ojo y se vuelve hacia el grupo que rodea al alfa—. Este
pequeño escupitajo entró en el ring y dijo: voy a joder tu récord de
imbatibilidad. Pensé que seguro que uno de vosotros, cabrones, me
estaba gastando una broma. —Le da una palmada en el pecho al
metamorfo que está a su lado y hace un gesto al resto con la otra
*Perra bruja: película (1988) que narra los misterios sucesos en un gimnasio, la referencia de Torrez por su
estatus de bruja y el sitio donde se conocieron, en un ring.

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mano—. No pude oler ningún rastro de mentiras en el aire. No
había ni siquiera una pizca de miedo o vacilación. No sabía qué
pensar. —Mira desde los rostros divertidos de los grandes
cambiantes masculinos que nos rodean, hasta el mío—. Quiero la
revancha, bruja.
—En cualquier momento. En cualquier lugar. Hombre lobo.
—acepto con una dulce sonrisa mientras le acaricio la mejilla.
Sus ojos se calientan ante mi declaración, y tengo que admitir
que la idea de pelear con él de nuevo me excita.
—Vinna, me gustaría invitarte a correr con la manada esta
noche. —anuncia el Alfa Silas.
Las cabezas se dirigen a él asombrados. La conversación a
nuestro alrededor se apaga como si alguien hubiera bajado el
volumen de la fiesta. El Alfa parece no estar sorprendido por la
reacción de su manada.
—No solemos dar la bienvenida a los forasteros, pero algo
me dice que serás capaz de seguir el ritmo.
Tengo la sensación de que lo que me ofrece es algo
importante, pero no estoy segura de qué pensar al respecto. Siento
una presión en el codo y miro para encontrar un Guijarro de aspecto
rígido. Había olvidado por completo que estaba aquí.
—No creo que esto sea una buena idea. —Me amonesta. No
me mira cuando dice esto. En cambio, mira más allá de mí, hacia
el Alfa y los metamorfos que nos rodean. Sólo eso me ayuda a
decidirme.
—Bueno, es una pena que nadie te haya pedido tu opinión
entonces, ¿no es así, Pedrusco? —Retiro los ojos de donde me
agarra el codo y me encuentro con su mirada agravada.
—No es una buena idea, y estoy seguro de que los ancianos
estarán de acuerdo. —aprieta los dientes.
—La cosa es que no me importa en lo que estarían o no de
acuerdo. Si los ancianos tienen un problema con mis decisiones,
pueden irse a la mierda, y si no me sueltas el brazo en sesenta
98
segundos, voy a darte a ti y a este grupo una demostración de cómo
jodí a uno de sus Betas.
Él resopla un suspiro.
—No se trata de los ancianos Vinna; se trata de tu seguridad.
—Puedo cuidar de mí misma. —Le recuerdo de nuevo,
arrancando mi brazo de su agarre.
Da un paso hacia mí, y una reacción en cadena de gruñidos
amenazantes comienza a retumbar a nuestro alrededor. Sus ojos
lanzan dagas a los metamorfos que lo rodean, y su lenguaje
corporal me indica que se está preparando para enfrentarse a ellos.
—Piensa en lo que estás haciendo. Estás en su terreno y te
superan en número. Puedes empezar una mierda que no tienes
posibilidad de ganar, o puedes retirarte y volver a cuidarme como
te han ordenado... tú decides.
Vuelve a mirar a mi lado y luego a mí. Le suplico con los ojos
que no haga ninguna estupidez. No voy a poder quedarme sentada
viendo cómo le hacen trizas los cambiaformas, y te aseguro que no
quiero morir de esa manera.
—Cruz mágica. —dice Mave con indiferencia.
Tengo que luchar contra mi sonrisa ante su amenaza velada,
pero se me escapa cuando él finalmente se relaja y se aleja de mí.
Alguien se acerca justo detrás de mí y siento la vibración de un
gruñido que irradia cuando su pecho roza mi espalda. Me doy la
vuelta para encontrarme a Torrez imponiéndose sobre mí. Le miro
fijamente hasta que baja sus ojos de los de Guijarro a los míos.
—Tú más que nadie deberías saber que puedo defenderme.
—Le recuerdo.
—Oh, lo sé. Pero no significa que debas hacerlo.
Esperaba un comentario sarcástico o algún otro tipo de réplica
burlona e ingeniosa, ya que esa ha sido nuestra dinámica hasta
ahora cuando nos comunicamos. Así que su declaración y la mirada
feroz en sus ojos cuando lo dice, me desconciertan un poco.

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—Mave. Mateo. Asegúrate de que nuestra invitada esté bien
atendida. —El Alfa Silas les asiente, y luego a mí, antes de alejarse
de nosotros desapareciendo suavemente entre la multitud de
metamorfos.

100
14

D
evoro rápidamente el trago de luz de luna que me acaban
de entregar. Esperaba que supiera a ácido de batería, pero
el sabor de los ositos de goma me cubre la lengua, y
suelto un chillido de sorpresa al tragarlo. Mave me da otro
enseguida, y chocamos los vasos y los volvemos a vaciar. Joder,
esta cosa debe ser letal. Sabe a caramelo y patea como una mula.
Torrez intenta pasarme otro trago, y lo miro como el demonio
furtivo que es.
—Con dos es suficiente para mí. —confieso, con un
movimiento de cabeza cuando intenta entregarme el chupito de
nuevo.
Estoy calentita por las seis onzas* que acabo de consumir. No
hay manera de que deje pasar más de ese elixir deliciosamente
potente por mis labios. Mave se encoge de hombros y le roba el
chupito, tragándoselo primero y luego siguiendo con el que tenía
en su otra mano. Se lame los labios con aprecio y mueve las cejas
hacia mí.
—Está muy bueno, ¿verdad?
—Como si estuviera bebiendo Kool-Aid* superdulce. —
admito, con una risita que me hace juzgarme al instante.
Ella se ríe de mí y me pasa un brazo por los hombros.
—¿Cómo puedes ser un peso ligero cuando eres tan malvada?
Creía que luchar y beber iban de la mano.
Me encojo de hombros, lo que le parece divertidísimo. Torrez
se echa otro trago y nos sonríe a las dos.
—Entonces, Vin, ¿estás lista para correr con los perros
grandes? Me refiero a los lobos. Como lobos realmente grandes.
Enormes. Más grandes de lo que nunca has visto.
*Seis onzas: 170 gr.

*Kool-Aid: mezcla en polvo de sabores para preparar bebidas, conocida como el refresco oficial de Nebraska.

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Los ojos de Mave se agrandan mientras sus manos se separan
más.
—¿Has visto lo grandes que son? Demasiadooooo grandes.
—Ella mira sus manos extendidas y empieza a desternillarse—. No
estoy hablando de eso, pajarita pervertida. Aunque el tamaño de las
pollas de esta manada está por encima de la media. —Mueve las
cejas hacia mí, pero parece distraerse con el movimiento de sus
manos de nuevo.
—Y tú estás borracha. —Le dice Torrez cuando ella hace un
gesto para coger otra copa.
Le quita la bebida de su alcance. Ella resopla su
desaprobación, pero no pone más resistencia que eso. Él hace un
gesto entre nosotras y se inclina hacia mí.
—Entonces, ¿de qué os conocéis?
Abro la boca para responder, pero Mave se me adelanta.
—La gente increíble siempre encuentra el camino hacia otra.
Nuestra amistad está escrita en las estrellas, fue por eso. —declara.
Echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos ante el cielo
estrellado, como si sintiera que el destino la está mirando en este
preciso momento. Lentamente empieza a inclinarse hacia atrás, y
yo me apresuro a cogerla antes de que se caiga de la silla. Consigo
enderezarla mientras ella se ríe y me acaricia la cara. Me río.
Aparentemente, buscando una explicación mejor que la que acaba
de darle, Torrez me mira en busca de una respuesta coherente a su
pregunta. Le sonrío y señalo con el pulgar a Mave.
—Lo que ella ha dicho.
Mave me abraza y luego echa la cabeza hacia atrás y aúlla.
Los aullidos de respuesta suenan por toda la fiesta, y algo en eso
me reconforta. ¿Cómo sería llamar así y saber que siempre hay
alguien que te responde? Me doy cuenta de que Torrez me está
mirando mientras pestañeo, y siento el repentino deseo de activar
mis runas y llegar a los chicos.

102
—¿Qué? —Le pregunto, mientras sigue observándome con
esa misma intensidad que tenía justo después de mi charla con
Guijarro. Me limpio la cara, preguntándome si tengo algo ahí.
—¿De verdad vas a correr con nosotros? —pregunta.
—¿Por qué no lo haría?
—No lo sé. Es que nunca he conocido a una bruja que quisiera
hacerlo, y mucho menos que la invitaran. —admite.
—Bueno, en realidad no soy una bruja, así que eso
probablemente sigue siendo válido.
En cuanto las palabras salen de mi boca, quiero agarrarlas y
volver a metérmelas por la garganta. ¿Por qué demonios acabo de
decir eso? Él ladea la cabeza, y puedo ver las preguntas escritas en
su cara y derramando su mirada.
—¿Qué quieres decir?
—Eh... yo... eh... sólo quería decir que no fui criada como
una. No pienso como ellos ni tengo los mismos complejos.
Me mira fijamente durante un par de segundos y luego me
hace un gesto de comprensión. No se me escapa el leve resplandor
de sus fosas nasales antes de que desvíe la mirada hacia un grupo
que grita y se alborota. ¡Mierda! ¿Puede oler la media verdad en
lo que acabo de decir? Controlo mi pánico pensando que él también
lo olerá si me dejo llevar por él. Reviso mis rasgos y miro a mi
alrededor en busca de una distracción.
Me quedo boquiabierta por un momento, cuando me giro y
encuentro a Mave acurrucada en el regazo de mi guardaespaldas.
No me sorprende demasiado por parte de él, ya que la ha estado
observando desde la tienda de tatuajes, pero no sabía que a ella
también le atraía. Observo a los cambiantes que los rodean para ver
si la cercanía de los dos tortolitos molesta a alguien, sobre todo
después de la jugada de la polla que intentó hacer antes, pero nadie
parece prestarles atención.
Un dedo se desliza sobre la línea de runas en mi hombro
expuesto, y una ola familiar de calor viaja a través de mí. Sonrío.

103
¿Cómo demonios me han encontrado aquí? El contacto me
produce un escalofrío y me giro, esperando ver a uno de mis
Elegidos. Me quedo helada cuando el dedo que me pasa por el
hombro pertenece a Torrez y no a uno de ellos.
Le quito la mano de un manotazo y me levanto del tronco en
el que estoy encaramada. Él se pone de pie al mismo tiempo, y yo
doy un paso para encararlo.
—¿Qué coño crees que estás haciendo?
Mi postura agresiva ha acercado involuntariamente nuestros
rostros, y veo que sus ojos bajan a mis labios durante una milésima
de segundo antes de que vuelvan a subir para encontrarse con mi
mirada. Lo empujo lejos de mí antes de que pueda hacer algo que
haga que lo apuñale. Me abro paso a través de la multitud y me
introduzco en la arboleda circundante. Vuelvo a dirigirme hacia la
casa de Mave, donde está aparcado mi coche.
Me debato por un segundo si debo decirle a Guijarro que
estoy lista para irme, pero a la mierda. Él y Mave parecían
adorablemente cómodos. ¿Quién soy yo para entrometerme en el
sexo caliente que, con suerte, tendrán más tarde? Las hojas crujen
detrás de mí y me giro para encontrarme a Torrez.
—Has cruzado una puta línea. ¿En qué estás pensando?
Estaba siendo amigable. No mandándote vibraciones para que
hagas un movimiento. ¿Nadie puede notar la diferencia en esta
ciudad? —Le grito. Lanzo las manos al aire como si esperara que
el universo respondiera a mi pregunta. Cuando no lo hace, me doy
la vuelta y continúo caminando a trompicones en dirección a mi
Jeep.
—Vinna, me siento atraído por ti.
Me giro hacia él.
—No digas eso. No digas eso, joder. No estoy disponible. No
me interesa atraer a nadie más. Tengo Elegidos. No sé dónde está
ninguno de ellos hoy, pero eso no viene al caso. Ellos son míos. Yo
soy de ellos. Eso es todo. Tienes que ir a buscar a otra persona para
rascarte tu picazón de bruja, o lo que sea que te haya interesado.
104
Él no parece disuadido en absoluto por mis incoherentes
declaraciones. De hecho, sólo sonríe y se atreve a dar un paso más
hacia mí.
—Creía que a los hechiceros les gustaba compartir. No veo
cuál es el problema de sentirse atraído por ti.
—No soy una maldita barra libre. Lameculos con pulgas. Esto
no es el buffet de Vinna. —Me señalo a mí misma con una mano,
pero estoy segura de que no entiende mi punto de vista cuando sus
ojos marrones se llenan de calor—. Tienes que ir hasta mis
Elegidos para llegar a mí. Espera, eso no suena bien. ¿Pasar por
ellos? ¿Ir hacia ellos? Joder, ¿cuál es la amenaza? Me refiero a que
te van a patear el culo. A la mierda; Yo te voy a dar una patada en
el culo.
Levanta las manos con las palmas hacia fuera cuando doy un
paso hacia él con los puños.
—Vale, me retiraré hasta que pueda ir a por ellos.
—No. No me refiero a eso. Esto... —Hago un gesto de mí a
él—, no está en discusión.
Su sonrisa se hace más grande, confundiéndome aún más.
¿Por qué no lo entiende?
—¿Qué carajo? ¿Los lobos no se aparean de por vida? Como
un compañero para siempre. Si te involucraras con una hechicera,
eso te alejaría de tu manada. ¿Eres qué, el segundo en la línea para
tomar el control? Creo que el alcohol de luna te ha adormecido el
cerebro. O tal vez necesites un snickers;* no eres tú mismo cuando
tienes hambre... o al menos eso es lo que dicen los anuncios.
Me tapo la boca con una mano para evitar que se me escapen
más tonterías.
¡Maldito alcohol ilegal!

*Snickers: barra de chocolate rellena de caramelo y pequeños trozos de cacahuete.

105
No más licor con sabor a gominola para mí. Jamás. Se le
escapa una carcajada, y me doy cuenta de que se esfuerza por
retener las que le siguen, pero está luchando una batalla perdida.
Cabrón. Un aullido desgarra la noche y, de repente, el aire se llena
de los hermosos e inquietantes sonidos de otros aullidos que le
responden.
—¿Vas a correr con nosotros o a huir asustada, Brujita? —
Me reta.
—Por favor, ¿va a ser el siguiente en desafiarme y llamarme
gallina?
Vuelve a reírse y sacude la cabeza.
—Quizá quieras ponerte algo con lo que puedas correr, a
menos que quieras ir desnuda. Así es como empezaremos; podrías
considerarlo como abrazar a tu loba interior.
Lo fulmino con la mirada, pero su sonrisa se amplía. Vuelvo
a mirar en dirección a la casa de Mave. Realmente debería irme,
pero a juzgar por el vómito de palabras que acabo de regurgitar,
puede que esté un poco más borracha de lo que pensaba.
—Estoy seguro de que a Mave no le importará que asaltes su
armario rápidamente. —Ofrece, como si pudiera leer el debate que
pasa en mi mente.
Una carrera podría ser mi mejor opción para estar lo
suficientemente sobria como para salir de aquí.
—Bien. —Concuerdo—. Pero quédate aquí fuera mientras
me cambio, y mantén las manos quietas de aquí en adelante. Esa es
la única advertencia que vas a recibir de mí.
Me doy la vuelta y cierro la distancia entre la cabaña y yo.
Espero que tengamos la misma talla de zapatos, porque estas
sandalias no van a servir para correr.

*Seis onzas: 170 gr.

*Kool-Aid: mezcla en polvo de sabores para preparar bebidas, conocida como el refresco oficial de Nebraska.

*Snickers: barra de chocolate rellena de caramelo y pequeños trozos de cacahuete.

106
107
15

L
a noche se siente aún más gélida que antes, pero
desestimo la mordedura del frío sabiendo que tan pronto
como me ponga en movimiento, desaparecerá. Todos los
que me rodean empiezan a despojarse de sus trajes de fiesta. Dirijo
mis ojos al cielo en un esfuerzo por evitar todas las partes del
cuerpo que no son de mi incumbencia. Después de un par de
minutos de parecer una idiota inmadura, considero que la situación
es segura y agacho la cabeza e intento evitar que mis ojos se posen
en algo durante demasiado tiempo.
Una buena parte de los metamorfos ya han cambiado a sus
formas de lobo, donde esperan ansiosamente para ponerse en
marcha. Me concentro en ellos y en los diferentes rasgos y colores
de pelaje que los distinguen como individuos, en lugar de mirar con
demasiada atención a los que aún permanecen en cueros. Al
parecer, les gusta cambiarse más a última hora o a mitad de la
carrera, eso dijo Torrez.
Todos los lobos varían en tamaño y color, pero cada uno de
ellos desprende un poder salvaje y una innegable destreza
depredadora. Con cada individuo que se transforma, más magia
salvaje empapa el aire, y siento que empieza a impregnarse en mí.
El poder salvaje se mezcla con mi magia de centinela, y el remolino
hace que un escalofrío recorra mi espina dorsal y la urgencia
recorra mi sangre. Me siento inquieta y dispuesta a poner mis
músculos a trabajar.
A mi lado se produce una pelea de lobos, y el lobo gris del
tamaño de un caballo, que es Torrez, gruñe una advertencia que
pone fin inmediatamente a la agresión.
Un aullido lejano suena y se eleva hasta las estrellas, y todos
los lobos inclinan la cabeza hacia atrás y responden a la llamada.
Abandonando toda conciencia de sí misma, apunto mi cara al cielo
y dejo salir mi propio aullido de respuesta. El lobo gris de Torrez
choca con mí, y yo empujo su enorme estructura y refunfuño para

108
que mantenga sus manos y patas para sí mismo. Me pregunto de
pasada dónde están Mave y Guijarro, pero no tengo tiempo para
concentrarme en eso, ya que las bestias que me rodean empiezan a
galopar en la dirección en que su alfa dirige la manada.
El paso comienza siendo lento. Los lobos que van delante del
grupo empiezan a alargar sus zancadas y a coger velocidad y pronto
toda la manada se lanza a través de los árboles densamente
agrupados. Corro a toda velocidad, pero sus cuatro patas superan
fácilmente a las mías y empiezo a quedarme rezagada. Invoco un
poco de energía extra de mis runas, y mientras se estimulan mis
músculos, empiezo a correr a través de los lobos que están en la
retaguardia. Torrez se queda conmigo todo el tiempo, y puedo
sentir su excitación mientras empujo más magia en mis piernas y
aumento la velocidad.
El viento fuerte me echa el pelo hacia atrás y siento que se me
ruborizan las mejillas. A mi alrededor, las patas de los lobos
golpean casi en silencio el suelo del bosque. El sonido del pelaje
rozando los árboles, el golpeteo de mis pasos y los jadeos son los
únicos sonidos que me rodean, mientras encuentro un paso firme
en medio de la manada. Aquí fuera, en el bosque bañado por la luz
de la luna, siento la conexión de todos entre sí y con la tierra, de
una manera sorprendente.
Mi visión de su conexión me llena de una aguda sensación de
anhelo y acentúa lo forastera que soy. El aire besado por la escarcha
entra y sale de mis pulmones y bombeo los brazos y las piernas a
un ritmo relajante. La sonrisa en mi cara es automática, me encanta
presionar a mi cuerpo, pero esto es mucho más que eso. Me siento
salvaje, depredadora y libre de una manera única. Con cada presión
de mis pies en el rico suelo, con cada bocado de aire fresco de la
montaña, me dejo llevar.
Me despojo del estrés y la confusión de los últimos días.
Aprieto el anhelo de mis Elegidos. Desenrollo la angustia
asfixiante de la pérdida de Talon y me despojo del dolor dejado por
Lachlan. Siento que todo se desvanece mientras me concentro en
el aquí y el ahora; en esta carrera besada por la luna con una manada
de metamorfos. Me siento más y más ligera con cada zancada
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estirada. Torrez me empuja a moverme más rápido, y yo acepto su
reto, deleitándome con la potencia y la velocidad. Pronto me
encuentro zigzagueando hacia el frente, para correr codo a codo
con el Alfa y el resto de sus Betas.
Torrez me mira y no se me escapa una sonrisa lobuna
mientras nos abrimos paso por la noche en tándem. Me resuelvo al
hecho de que voy a tener que cortar de raíz lo que sea que piense
que está pasando entre nosotros. Pero no sé exactamente cómo
hacerlo. Creí que había sido clara antes cuando le dije que no tenía
ninguna posibilidad, que yo estaba cogida.
Pero tengo la clara impresión de que se lo está tomando como
un reto o una especie de juego para hacerse el duro. No tengo ni
idea de lo que está pasando en esta ciudad. ¿Estoy filtrando algún
tipo de feromonas mágicas o algo así? Sé que no es mi arrolladora
personalidad la que atrae a todos estos tipos, así que ¿qué demonios
es?
Noto el más mínimo cambio en la energía que me rodea, y el
Alfa Silas atraviesa la manada y comienza a cargar en una dirección
completamente diferente. Con facilidad, la manada le sigue, pero
ahora hay una sensación de nerviosismo en el movimiento
colectivo. Las lenguas ya no salen alegremente de las bocas de los
lobos despreocupados y relajados mientras disfrutan de una carrera
conjunta. Los ojos concentrados y los músculos tensos sustituyen
los pasos fáciles de antes. Empiezo a escudriñar los alrededores,
tratando de captar lo que les hace reaccionar.
Al principio no lo percibo ni lo detecto. Pero el sonido de
ramas que se rompen y un resoplido ronco mientras pasos pesados
se alejan de nosotros, me hace localizar una masa de color canela a
unos quince metros delante de nosotros. ¿Están cazando un oso?
El Alfa comienza a gruñir, y los pelos de mi cuerpo se erizan
inmediatamente y prestan atención a la advertencia.
Presiona con más fuerza para acortar la distancia entre la
manada y el enorme animal que huye, lo cual no es tarea fácil. No
tenía ni idea de que los osos pudieran moverse tan rápido. Aunque,
probablemente, una manada de lobos cazadores podría motivar al

110
más perezoso de los animales a quitárselo de encima a lo Usain
Bolt*. Torrez empieza a presionar contra mí, y yo me alejo de él
para evitar tropezar y caer de culo en la tierra o ser pisoteada por el
lobo gris del tamaño de un caballo.
Después de que lo haga un par de veces más, me doy cuenta
de que me están alejando de la manada y de su presa. Supongo que
la invitación a correr con ellos no incluía también cazar con ellos.
Intento alejar mi decepción momentánea. Habría sido increíble ver
cómo la manada se enfrentaba a un rival tan feroz. Sí, el oso está
huyendo ahora, pero empezará a luchar cuando no pueda hacer
nada más.
Él me da un empujón más en la dirección opuesta, y me
vuelvo para mirarlo. Ya está bien. Ya lo he entendido, joder. Las
palabras mueren en mi boca cuando un destello de cabello rubio
dorado se aleja de mí a mi derecha. Inmediatamente cambio de
dirección para seguirlo. Torrez no parece haber captado lo que
acabo de ver, y se separa para volver a la caza con su alfa.
Sé que debería llamarle, alertarle de lo que estoy
persiguiendo, pero se ha ido en un instante, y todo en mi interior
me exige que no pierda de vista a mi nueva presa. Los flashes del
lamia grande, rubio y de aspecto vikingo que estaba en el sótano
cuando yo estaba atada a una silla me atraviesan. Agito las piernas
y los brazos con más fuerza mientras lucho por mantener el ritmo
de Sorik mientras se aleja de mí a través de los árboles. Me
mantengo sobre él. No parece que intente perderme, y eso hace
saltar inmediatamente más alarmas en mi mente y me pone en
guardia.
Jadeo mientras aprieto aún más en un intento de ganarle
terreno, al tiempo que trato de estar atenta a cualquier cosa que se
me acerque por detrás. Activo las runas de la hélice de mi oreja, así
tengo la ventaja extra de poder escuchar mejor todo lo que me
rodea. Esto es una trampa. Tiene que serlo, pero la rabia por lo
ocurrido la última vez que lo vi en ese sótano me aviva mientras
me acerco al lamia de pelo dorado.
*Usain Bolt: exatleta jamaiquino. Ostenta once títulos mundiales y ocho olímpicos, posee récords mundiales
en los 100 y 200 m. lisos y en carrera de relevos 4x100, considerado uno de los grandes en la historia del atletismo.

111
Sorik gira bruscamente a la izquierda y se escapa detrás de un
enorme tronco de árbol muerto. Le sigo sin dudar, pero me detengo
de golpe cuando se agacha de repente en medio de un pequeño
bosquecillo. Tiene los brazos extendidos y murmura algo mientras
se levanta lentamente de su posición encorvada. Sus brazos se
elevan constantemente hasta que da una palmada. El sonido es
estruendoso, en la quietud de la noche, y una barrera mágica surge
del suelo para cubrirnos.
¿Qué demonios? ¿Acaba de usar magia?

112
16

M
e quedo mirándolo completamente sorprendida durante
un segundo antes de recomponerme e invocar las
armas. Dos espadas cortas se hacen sólidas en cada una
de mis manos, y sus ojos se dirigen a ellas antes de fijar su mirada
en la mía. Sus ojos están llenos de algo que no puedo ubicar.
—No he venido a hacerte daño. —Me tranquiliza. Levanta las
manos en señal de rendición, como si eso fuera todo lo que necesito
para confiar en él.
—¿Cómo coño has levantado una barrera? Creía que los
lamias no tenían esa magia.
Probablemente debería preguntarle qué demonios está
haciendo aquí o algo por el estilo, pero lo único en lo que puedo
concentrarme es en el hecho de que este vampiro corpulento acaba
de usar la magia como un hechicero.
—No podemos. Normalmente. Por eso estoy aquí. Lleva sus
manos al dobladillo de su camisa y comienza a subirlo.
—Vaya, Magic Mike*. Esta no es esa clase de fiesta. —
Desvío la mirada justo a un lado para no enfocar su espectáculo de
striptease, pero todavía sigo atenta por si va a atacar. No estoy
segura de qué demonios está tramando. ¿Qué clase de trampa es
esta? ¿Tenerme a solas y desnudarme? Malditas feromonas
mágicas, ¿nadie es inmune?
—Lo siento, probablemente sea la forma más fácil de explicar
lo que está pasando. —Me dice, mientras se pasa la camisa por la
cabeza. Sus largos mechones dorados caen en cascada detrás de él
mientras saca la cabeza de la tela.
Le miro atónita.
—¿Qué coño está pasando?
*Magic Mike: película (2012), Mike un joven que persigue el sueño americano con varios trabajos, pero el
más rentable de ellos es el de stripper.

113
Sorik tiene runas.
Tiene tres colocadas entre los pectorales y runas que bajan en
una línea a ambos lados de las costillas. Doy un paso automático
hacia delante, con los ojos muy abiertos por la confusión mientras
intento asimilar lo que estoy viendo. Miro sus manos en busca de
las runas que deberían decorar sus dedos anulares, pero la piel
parece dañada, tal vez quemada.
—¿Cómo?
Sólo consigo pronunciar esa sílaba. Recorro con la mirada los
tatuajes de su cuerpo, una y otra vez. ¿Significa esto lo que creo
que significa?
—Grier y yo no creíamos que fuera posible una transferencia.
Nunca había oído hablar de que ocurriera fuera del vínculo
centinela o de un hechicero. Nos amábamos y pensábamos que
éramos cuidadosos. Nadie lo sabía. Pero entonces ocurrió esto. —
Señala las runas que recorren sus pectorales.
—¿Ella te marcó? —pregunto, y él asiente.
—Ambos entramos en pánico cuando aparecieron las marcas
de los Elegidos. Significaba que lo que Adriel había intentado hacer
durante décadas era realmente posible. Hasta ese momento, Grier
había pensado que no importaba lo que le hiciera, no había forma
de que le quitara lo que quería. Pero de repente era la prueba de que
todo lo que le habían dicho era un error. —Sus ojos se llenan de
una profunda tristeza, y llega hasta mí y conecta con los míos. —
Intenté cortar las runas de mis dedos. Todas las demás podían
ocultarse, pero esas nos delataban. Mi piel seguía regenerándose
hasta que finalmente las quemé y sellé la herida con saliva de
cambiaformas, que es tóxica para nosotros.
Su confesión me devuelve a la noche en que Talon murió,
cuando me dijo algo parecido.
—Me han estado dosificando con la toxina de los
cambiaformas. Está impidiendo que me cure. —La voz de Talon
resuena en mi cabeza, y tengo que sacudirme el recuerdo y volver
a concentrarme.
114
Las que tiene en las costillas son las mismas que las mías, y
caigo en la cuenta de que debe tener armas como yo. Parece que mi
madre también le ha transmitido la magia defensiva, a juzgar por
la barrera de buen tamaño bajo la que nos encontramos.
Suelto mis espadas cortas, dejando que la magia que
contienen sea reabsorbida por mis runas. Me paso las manos por la
cara, agotada y exasperada, sin saber qué pensar de todo esto. Un
aullido rompe el silencio que nos rodea y nuestro encuentro
adquiere un tono más urgente.
—¿Mi padre sigue vivo?
—Sinceramente, no lo sé. Lo sentí cuando Grier murió, pero
nunca sentí nada parecido después. Tal vez la conexión sólo
funciona de Grier a sus Elegidos. Si ese es el caso, no habría
percibido si algo le hubiera pasado a Vaughn. Simplemente no lo
sé. No le he visto en todos estos años, ni he oído a Adriel hablar de
él en absoluto.
Al mencionar el nombre de Adriel, me pongo rígida. Otro
aullido atraviesa la noche, este más cercano que el anterior. ¿Ya
han terminado de cazar?
—Vinna, no estás a salvo aquí. —Me dice Sorik—. Viene a
por ti. No sé cómo, pero está preparando algo. Tienes que irte.
Lo miro durante un minuto y luego a las sombras, justo a su
izquierda, intuyendo algo allí.
—No tengo ningún sitio al que ir. Incluso si lo hiciera, ¿qué
le impide encontrarme? Dime dónde estoy cien por cien a salvo y
me plantearé huir, pero hasta entonces...
Él mira hacia otro lado, y no estoy segura de sí es porque la
respuesta no es ningún lugar, o porque está tratando de pensar en
algún sitio.
—Que venga Adriel. No estoy indefensa. Trabajaré y
entrenaré. Estaré preparada para él.
Se aproxima a mí, haciendo que me ponga automáticamente
en tensión. Veo que la reacción le molesta y no se acerca más.

115
—Te pareces tanto a los dos. Todavía no puedo decidir a
quién te pareces más, a Vaughn o a Grier. La primera vez que te vi
no pude dejar de mirarte. Te reías y bailabas con tus Elegidos. Es
bueno que los tengas. Tu madre esperaba que, de alguna manera,
algún día te rodearas de esa fuerza.
Su voz se suaviza cuando habla de mi madre. Hace que me
duela no sólo la pérdida de ella, sino también la suya. Levanta la
mano como si fuera a tocarme, pero la suelta inmediatamente. A su
izquierda, de entre las sombras, aparece otro lamia. Es la
personificación de la inquietante belleza perfecta que son todos
ellos. Éste tiene la piel de tono aceitunado, unos impresionantes
ojos azules como el cristal y el pelo castaño, corto por los lados y
en punta, ligeramente por encima. Al instante, vuelvo a colocar mis
espadas cortas en mis manos y me agacho a la defensiva.
—Sorik, tenemos que irnos. —advierte.
—¿Quién coño es este? —pregunto, con un tono acusador y
sospechoso.
—Es un amigo, Vinna, y puedes confiar en él.
—Ni siquiera estoy segura de poder confiar en ti. Así que el
hecho de que respondas por otro vampiro, que acaba de colarse en
nuestra conversación, no me sirve de mucho. —desafío.
Sorik parece no inmutarse por mis palabras, ya que su cabeza
se mueve hacia la derecha y se inclina de una manera que me indica
que está escuchando algo. Miro en la misma dirección, con mis
runas en la hélice de mi oreja aún activadas. Trato de identificar lo
que le hace detenerse. Oigo un par de gruñidos y el suave sonido
de unas patas acolchadas golpeando la tierra húmeda.
—Sorik, tenemos que irnos. Si nos encuentran en sus tierras,
probablemente nos harán pedazos sin dudarlo.
Él mira a su amigo y luego vuelve a mirarme, su rostro está
lleno de una tristeza impenetrable.
—Siento lo de Talon. —susurra—. No pude detenerlos. No
sin delatarme.

116
Las imágenes del vampiro de pie, mientras Faron torturaba a
Talon en ese sótano, apuñalan mi mente y mi corazón. Miro
fijamente al gran lamia de pelo dorado, y me pregunto si se puede
confiar en algo de lo que dice. ¿Por qué iba a importar si se delataba
a sí mismo? Mi madre está muerta. Probablemente Vaughn
también lo esté. ¿Quién le queda para proteger? Aparto todas las
dudas y sospechas repentinas que me invaden. Las analizaré más
tarde, pero ahora mismo él y su amigo tienen que irse. Lentamente,
asiento con la cabeza en señal de comprensión, esperando que la
acción le dé lo que necesita para huir.
—Volveré. Cuando tenga un plan mejor para mantenerte a
salvo, mandaré a buscarte. Tengo algunas cosas puestas en marcha,
pero desafortunadamente, va a llevar más tiempo.
—¡Sorik, ahora! —Exige el vampiro de ojos azules.
Múltiples aullidos de lobo atraviesan la orden de su amigo, y
él se vuelve a poner la camisa. Me mira fijamente como si quisiera
decir algo más. Pero en lugar de eso, se da la vuelta y corre a través
de la barrera y se pierde en las sombras de la noche. La magia de
la barrera se rompe a su alrededor, y la oscuridad supera
gradualmente la luz de la magia que se desvanece.
Suelto mis armas. No tengo ni idea de cómo procesar lo que
acaba de suceder ni lo que significa para mí la revelación de Sorik.
Los centinelas pueden transferir magia fuera de las líneas de sangre
de los centinelas y de los casters.
¡Mierda!
¿Es por esto por lo que los centinelas se escondieron y nunca
resurgieron? ¿Era algo más que el hecho de que estaban siendo
asesinados? ¿Estaban siendo forzados a atar y transferir su magia
a cualquiera lo suficientemente fuerte como para tomarla? ¿Pueden
ser obligados a marcar y transferir su magia? ¡Joder! ¡Realmente
necesito leer esa tablet que me dejaron los Lectores!
Torrez es el primer lobo que me encuentra. Irrumpe en el
claro y deja caer su nariz al suelo. Olfatea a mi alrededor y suelta
un gruñido bajo seguido de un gemido. Su enorme cuerpo de lobo

117
se acerca a mí, pero estoy demasiado aturdida y abrumada por todo
lo que acaba de ocurrir como para responder de alguna manera. El
Alfa Silas se abre paso entre los árboles y se detiene junto a Torrez.
Su lobo es negro como el carbón, y sus ojos brillan amarillos y
reflectantes. Varios otros se acercan a grandes zancadas detrás de
él y se mueven para rodearme. No hay rastro del resto de la manada.
Los dos se colocan frente de mí, y culpo a la conmoción por
no apartar la mirada.
—¿Estás bien? —Me pregunta Torrez.
—¿Dónde está?
La pregunta de Mateo está flanqueada por la de Silas, y no
estoy segura de a quién debo responder primero. Me paso los dedos
por el pelo, sin saber qué decir o cómo responder. Un lobo pardo
nos rodea, da un aullido, y otros dos lobos se separan del grupo que
me rodea y se dirigen en la dirección en la que Sorik y su amigo
huyeron.
Torrez coloca sus manos en la parte exterior de mis brazos y
se inclina. Su rostro imponente rompe la imagen de los que ahora
persiguen al Elegido de mi madre. ¿En qué le convierte eso para
mí? ¿En otro padre? ¿En un tío? El rostro de Lachlan pasa por mi
mente y enseguida dejo de pensar en él. Vuelvo a centrarme en el
rostro bronceado y los ojos marrones oscuros que tengo delante.
—Se ha ido. No pasa nada. Estoy bien.
Intento zafarme de su agarre, pero no me deja. Sigue aferrado
firmemente a la parte superior de mis brazos mientras se vuelve
hacia su Alfa.
—¿Estaban trabajando juntos? ¿Uno distrae, mientras el otro
se acerca a ella?
Silas me mira mientras contempla la críptica pregunta de su
Beta.
—¿Qué te dijeron las sanguijuelas, Vinna? ¿Por qué pareces
tan...? —Las fosas nasales de Silas se agitan y respira
profundamente antes de continuar— ... ¿inquieta?

118
Me encuentro con su mirada interrogativa y debato qué hacer.
Pueden oler las mentiras. Así que no tiene sentido intentar encubrir
lo que acaba de ocurrir. Opto por la vaguedad.
—No es nada por lo que debas preocuparte. No tiene nada
que ver contigo ni con tu manada.
Silas estrecha los ojos ante mi escasa explicación. Cruza sus
grandes brazos sobre el pecho, su lenguaje corporal obstinado
coincide con el tono de mi explicación despectiva.
—Las sanguijuelas acaban de entrar en nuestro territorio por
primera vez en la historia de la manada. Yo diría que eso tiene que
ver conmigo y con los míos. Lo que acaba de ocurrir debería haber
sido imposible, y eso es definitivamente algo por lo que vale la
pena preocuparse. No veo, ni huelo, ninguna ceniza, lo que
significa que estaban aquí con una razón suficiente para
convencerte de que los dejaras vivir. Ahora, te preguntaré de
nuevo, ¿qué querían?
Deja entrever algo de mordacidad en su tono al exigir de
nuevo una respuesta. Puedo sentir la amenaza en el aire, y sé que
no voy a salir ilesa de esto si no suelto algo. Siete lobos me rodean,
incluidos el Alfa y el Beta. Intento imaginarme cómo sería luchar
contra siete versiones de Torrez al mismo tiempo. Una parte de mí
burbujea de emoción por el desafío que podría suponer, intentar
enfrentarme a todos ellos y ganar. Pero ¿podría hacerlo sin matar a
ninguno de ellos? Por mucho que a una buena parte de mí le guste
la idea de luchar para salir de esto, no quiero matar a ninguno de
ellos, o ya sabes, morir.
—Joder, creo que se ha excitado con tu amenaza. —gime
Torrez, y sus pupilas se dilatan al olerme.
Parece estar luchando internamente consigo mismo por algo.
Unos cuantos gemidos suenan a mi alrededor, y Silas tiene un brillo
divertido en los ojos.
—Definitivamente es única. —refunfuña en voz baja.
Tan silenciosamente, que, si no tuviera ya activadas mis runas
para aumentar mi capacidad auditiva, me lo habría perdido. Silas
119
ladea la cabeza mientras me considera, y yo decido hacer lo único
que satisfará su curiosidad y me sacará de aquí lo antes posible. Le
digo la verdad.
—Estaba aquí para advertirme. Tengo cierta historia con su
nido. Conocía a mis padres, y sentía que se lo debía, así que vino a
hacerme saber que no estoy a salvo aquí.
Tanto Torrez como Silas perfuman mi admisión.
—¿Y qué respondiste a eso? —Me pregunta el Alfa, con una
sonrisa que lucha por aparecer en su rostro.
¿Por qué le hace tanta gracia de repente?
—Le he dicho que dejemos que la amenaza llegue. Me
ocuparé de ella cuando la tenga delante.
Silas me hace un gesto de aprobación, y Torrez me agarra por
los hombros con más fuerza. Levanto la mano y le pellizco el pezón
en un esfuerzo por hacer que me suelte. En lugar de dolerle y hacer
que se estremezca como pensaba, parece que ocurre lo contrario.
Estoy segura de que le gusta, y la gran erección que tiene, apoya
esa teoría. Me atrae hacia él y hunde su cara en mi cuello. Inspira
profundamente y yo me retuerzo contra él en señal de protesta.
Se acurruca contra mí, sin darse cuenta, o simplemente sin
importarle una mierda mis esfuerzos por alejarme de él. Joder, es
fuerte. Así que hago lo único que se me ocurre hacer en esta
situación. Invoco una pequeña daga y muevo la mano hacia su polla
exageradamente dura como una roca. Presiono la parte plana de la
hoja contra la base de su erección y espero a que se dé cuenta. Pasan
unos segundos y se queda paralizado al notarlo y luego ríe
divertido.
¿Tiene alguna reacción anormal ante el dolor o las amenazas?
Pfft, mira quien habla, Vinna.
Sin dejarse disuadir por mi clara falta de interés, pasa la
punta de su nariz por las runas de la parte superior de mi hombro.
Este hijo de puta de Balto*. Deslizo mi mano y la daga hacia un
lado, cortándolo, y él grita.

120
—¡Bruja! ¿Qué coño? —grita, sus manos pasan de mis
hombros hacia abajo para protegerse.
Vuelve a subir una mano y me mira fijamente, cuando ve
sangre en las yemas de los dedos.
—Escucha atentamente, Colmillo Blanco.* No sé qué clase
de agresión sexual pasa por afecto por aquí, pero no me interesa
averiguarlo. Cuando una hembra te empuja, te alejas de una puta
vez. Y no vuelvas a tocar mis runas.
Me dirige una sonrisa cómplice que me hace enrojecer. Que
se joda. Me retracto; me parece bien matar al menos a un
metamorfo esta noche. En menos de un segundo, la daga que aún
estoy empuñando sale volando hacia él. Silas saca la mano,
robando la hoja del aire y evitando que conecte con su Beta. La
mirada de suficiencia que se colaba en la cara del Alfa cae cuando
la segunda daga que llamé y lancé, aterriza en el hombro de Torrez.
Este grita y empieza a maldecir, lo que efectivamente borra la
sonrisa de comemierda que acababa de llevar su cara.
Se lo advertí, carajo.
—Bueno, gracias por la carrera, las amenazas y el completo
desprecio por mi cuerpo y mis límites. Creo que ya he tenido
suficiente de tu hospitalidad, y me voy a ir.
Le hago un gesto lacónico al Alfa Silas, que no parece saber
si debe ocuparse de mí o de Torrez. No espero a que decida antes
de darme la vuelta y empezar a caminar. Un gigantesco lobo blanco
y gris me gruñe cuando doy un paso hacia él esperando que se
aparte de mi camino. Unas rayas magenta crepitan sobre mi piel
cuando invoco mi magia ofensiva en respuesta a la amenaza.
Los ojos del lobo se dirigen rápidamente detrás de mí y luego
vuelve a bajar los labios sobre sus caninos y se aparta. Lanzo una
mirada por encima del hombro y doy un gesto de agradecimiento a
Silas por haber intervenido.
*Balto: husky siberiano, perro de trineo, famoso por liderar a su equipo en el último tramo de la Carrera del
Suero a Nome (Gran Carrera de la Misericordia).

*Colmillo Blanco: novela del Jack London que narra la historia de domesticación de un perro salvaje.

121
—El lamia no volverá. Siento que mi drama me haya seguido
hasta aquí.
Hago un saludo ausente, pero no espero respuesta, antes de
volver a recorrer el camino entre los árboles. Ahora tengo que
encontrar mi Jeep y salir de aquí.

122
17

M
e acurruco más contra el gran cuerpo que tengo a mi
espalda. La madera de la mañana me aprieta el culo y
froto mi mejilla contra el musculoso bíceps que tengo
bajo la cabeza. Otro brazo me rodea la cintura y me acerca a quien
está detrás de mí. A juzgar por los brazos bien bronceados que me
rodean, es Valen o Bastien quien está aquí conmigo. Ha tenido
suerte de que me haya fijado en las runas de sus dedos antes,
cuando me he despertado acurrucada por mi sorprendente
compañero de cama.
Aprieto el culo contra los buenos días que me saludan en los
pantalones de este gemelo y lucho contra una sonrisa. Una gran
mano se mueve hacia abajo en mi abdomen mientras él gime y se
restriega contra mí desde atrás.
—Joder, Bruiser. Te sientes tan jodidamente bien. —retumba
Bastien en mi oído, antes de mordisquearme el lóbulo de la oreja.
Inclino la cabeza para permitirle un mejor acceso. Mi risa
burlona muere en mi garganta cuando me chupa el cuello y empuja
su polla deliciosamente cerca de donde la quiero. Suelto un gemido
de agradecimiento y vuelvo a apretarme contra él un par de veces
más antes de contonearme entre sus brazos para que estemos frente
a frente. Por las lunas, es guapísimo.
Pienso rápidamente en mi aliento matutino, pero la
preocupación desaparece cuando los labios de Bastien se apoderan
de los míos. Me pasa los dedos por el pelo y profundiza el beso. Su
lengua acaricia la mía. Sus labios me mordisquean y chupan, y cada
terminación nerviosa de mi cuerpo se despierta por completo. Me
pone boca arriba, y me dejo de buen grado, abriendo las piernas en
señal de invitación.
Me chupa el labio inferior con fuerza y lo suelta con un
chasquido. Me besa por el cuello mientras me sube la camiseta.
Mueve sus caderas entre mis muslos abiertos y la fricción hace que
mi ropa interior empapada se roce deliciosamente con mis labios y
123
mi clítoris. Mi gruñido femenino de aprobación se convierte en un
lánguido gemido cuando se lleva mi pezón a la boca y lo chupa con
fuerza. Joder, va a hacer que me corra sólo con eso. Alterna los
lengüetazos con las succiones profundas y duras y me pellizca el
otro pezón con los dedos. Se aparta y roza suavemente con sus
labios carnosos mis pechos sensibles y puntiagudos.
—Por las estrellas, no puedo esperar a despertarme contigo
así todo el tiempo. Aunque no sea yo, me levantaré cada mañana
sabiendo que uno de los otros está aquí haciéndote esto.
Acentúa su confesión intercambiando los pezones y reanuda
sus ministraciones. Me arqueo hacia él, alentando cada cosa que
hace. Mis manos se enredan en sus ondas oscuras, mientras jadeo
y gimo, y mi orgasmo aumenta. Un destello púrpura de magia me
recorre los brazos y pasa de mí a él. Su cabeza se levanta,
sorprendido cuando la magia se dirige hacia su cuerpo. Sus ojos se
cierran y deja escapar un gemido de felicidad cuando mi poder
violeta le empapa.
Si no hubiera experimentado ya mi magia sexual inductora de
orgasmos con Valen, probablemente estaría enloqueciendo ahora
mismo. Pero sé que se siente jodidamente increíble en lugar de
dolorosa como pensé la primera vez que ocurrió. Ese recuerdo me
saca momentáneamente del momento de confusión hormonal.
—Bastien, ¿dónde están los demás y cómo demonios has
entrado aquí?
Emite un profundo gemido y vuelve a apretarse contra mí,
mientras otra oleada de magia púrpura le empapa. Coño. Se toma
un momento para asimilar que le he preguntado algo y trata de
controlar su concentración.
—Los chicos están todos en casa. Cogí mi noche para venir a
intentar entrar, así que por eso estoy aquí.
Le miro confusa.
—Knox intentó entrar la primera noche y Valen la segunda.
Tu paladín niñero los atrapó a ambos y los mandó a paseo. Me
imaginé que me pasaría lo mismo, pero anoche, cuando aparecí, no
124
se le veía por ninguna parte. Así que me dejé llevar. —Me acaricia
el pezón con la punta de la nariz—. Los ancianos son unos malditos
ilusos si creen que este lugar es seguro. La puerta se abre para
cualquiera, y yo abrí la ventana por arte de magia, y ni siquiera
saltó la alarma. Estoy seguro de que Enoch y Becket probablemente
piensan que son intocables por ser sus padres, pero después de lo
que pasó con los lamias, deberían saberlo mejor.
Se inclina para volver al lio, pero yo le ahueco las mejillas
cubiertas de rastrojos y le subo la cabeza. Mierda. ¿Por qué la
realidad tiene que joder las necesidades de mi libido?
—Bas, si no hubiera pasado tanta mierda anoche, estaría
exigiendo ahora mismo que me follaras hasta el próximo martes.
Pero hubo mucha basura, así que ¿podemos parar este festival de
sexo durante diez minutos? —Me sonríe, sus ojos se iluminan con
humor—. Hablo en serio; es sólo una pausa porque esto... —Me
agacho y le toco la polla— Necesita estar dentro de mí lo antes
posible.
Él gime y rechina contra mi palma, y es todo lo que puedo
hacer para no meter la mano en sus pantalones y darle a su polla un
saludo apropiado.
—Bruiser, no vamos a tener sexo aquí en la casa del aquelarre
de Enoch Cleary.
Me incorporo sobre los codos y le pongo mi mejor cara de
WTF.*
—Eh... ¿por qué cojones no?
—Porque tu primera vez y nuestra primera vez no va a ser
bajo su techo. —afirma con naturalidad.
—Bueno... qué demonios, aguafiestas. —Me enfurruño, y me
bajo la camiseta por encima de mis pechos expuestos.
Bastien se ríe de mi indignación.
*WTF: ¿what the fuck? ¿Qué demonios? & Pero qué me estás contando?, demostrando sorpresa, indignación.

125
—Iba a hacer que te corrieras. Ver lo que podía hacer para
que gritaras mi nombre, bien fuerte para que todos pudieran oír la
prueba de que eres mía.
Sus palabras llegan hasta mi clítoris, y tengo que luchar
contra un gemido y el repentino deseo de dejar que lo haga. Maldita
sea.
—Escucha, ya estoy harta de que todos vosotros os dediquéis
a tocarme el coño. Quiero decir, sí, por toda vuestra caballerosidad
y consideración y esa mierda. ¡Pero pongamos en marcha este
espectáculo! Y, para que no haya confusión, por espectáculo,
quiero decir sexo, y por marcha quiero decir, mucho sexo. Vosotros
me habéis estado ocultando desde que pasó toda la mierda con los
vampiros. Ahora estoy atrapada en esta casa, y no queréis tocarme,
¿qué mierda?
Decido cerrar la boca antes de que mi tono se vuelva más
quejoso de lo que ya es. Bastien me coge la cara y me obliga a
mirarle cuando intento apartar la mirada.
—Bruiser, acababas de ser atacada y tuviste que ver morir a
tu amigo. Todos estábamos aterrorizados y enfadados por lo
sucedido, e intentábamos ayudarte a superar el espectáculo de
horror que acababas de vivir. Vamos, sabes que no era el momento
de llevar las cosas más allá. ¿Qué está pasando? ¿Por qué esa
urgencia repentina?
Miro de un lado a otro sus ojos avellana e intento leer lo que
se esconde en sus profundidades. ¿Por qué me siento tan
presionada por esto? Podría culpar fácilmente a mi magia;
definitivamente hay una atracción allí siempre que los chicos están
cerca. Perder a Talon también podría ser un factor. Todo parece tan
limitado tras su muerte, y hay mucha tristeza y dolor que me
gustaría ahuyentar con orgasmos y placer sin sentido. Pero esta
necesidad es más que eso.
—No sé. Aunque suene raro, ustedes me hacen sentir como
en casa. Hay tanto caos ahora mismo. Sólo quiero sentirme
asentada, anclada de alguna manera, supongo. —Intento taparme

126
la cara con las manos. Lo que digo no tiene sentido y parezco una
idiota.
—Bruiser, no hagas eso. No hay nada de qué avergonzarse.
—Me besa suavemente el dorso de las manos—. Lo entiendo.
Nunca me di cuenta de que eras una parte de mí que faltaba. No
hasta que llegaste. Hasta que encajaste en mí de una manera que
me hizo darme cuenta de que no estaba completo, sin ti. Soy más
de una manera que es difícil de explicar. Pero soy más contigo, y
ahora que me doy cuenta de eso, no quiero volver a cómo eran las
cosas antes.
Separo los dedos y miro a través de ellos para observarlo
mientras habla. Su expresión y sus palabras tatúan su nombre en
mi alma. Y sé que acaba de marcarme tan permanentemente como
yo a él.
—Todos odiamos que no estés con nosotros, Bruiser.
Créeme; estamos haciendo todo lo posible para arreglarlo cuanto
antes.
—¿Incluso el capitán Cockblock? —Me burlo, mientras me
quito las manos de la cara.
Él se ríe y me da un dulce beso.
—Incluso el capitán. —Empieza a decir algo más y se detiene
de repente.
—Será mejor que lo sueltes, Bastien. Si quieres oír todo lo
que pasó anoche, y créeme que lo quieres, será mejor que sueltes
lo que tengas guardado.
Me sacude la cabeza, pero su pecho vibra contra el mío con
su risa.
—Joder, los chicos me van a matar, pero qué se supone que
voy a hacer cuando me presionas para tener sexo y nos llamas casa.
¿Quién puede enfrentarse a eso?
Me río y aprieto mis muslos alrededor de sus caderas.
—Ayer compramos una casa. Por eso nos quedamos en
silencio. Queríamos sorprenderte.
127
Me incorporo tan rápido que casi le doy un cabezazo.
—¿Hablas en serio? ¿Era una de las que me enseñasteis el
otro día?
Él hace la mímica de cerrar los labios y tirar la llave. Chillo
de emoción, sin importarme que no vaya a darme más detalles. Esto
es enorme. Significa que, aunque me vea obligada a vivir con
Enoch y su aquelarre durante un tiempo, podré estar con los chicos
en nuestra casa.
Mierda, que raro suena eso. Ahora somos un nosotros y una
nuestra. Reboto en la cama.
—¿Cuándo os vais a mudar? —Me sacude la cabeza y lo
fulmino con la mirada—. Vamos, al menos puedes decirme eso.
Vuelve a reírse y da un suspiro de alivio.
—Esta semana. Pero no voy a decir nada más. Ya me van a
patear el culo lo suficiente. Ahora te toca a ti. ¿Qué es toda la
mierda que pasó anoche?
Le paso los dedos por el pelo y por la nuca.
—Vale, ¿recuerdas ese lamia rubio, Sorik, del que te hablé?
¿El que parecía que intentaba ayudarme de alguna manera extraña
en el sótano? Bueno, él y yo tuvimos una charla de lo más loca
anoche. Nunca vas a adivinar la mierda mental que descubrí.
Bastien se empuja fuera de mí y no se detiene hasta que está
fuera de la cama. Parece cabreado, que no era precisamente la
reacción que esperaba.
—¿Qué coño están haciendo estos idiotas? Quiero decir,
¿hasta qué punto hay que tener la cabeza metida en el culo para
dejar que otro puto chupasangre se acerque a ti? ¿Dónde coño está
tu paladín? Voy a estrangularlo, joder.
Me pongo de pie en la cama para intentar que se calle, ya que
a estas alturas está prácticamente gritando.
—Bas, cierra la boca. Si despiertas a toda la casa, no puedo
decirte lo que he aprendido. Es una mierda de centinela.

128
Se pasea enfadado por el extremo de la cama, pero no dice
nada más, lo que tomo como una buena señal.
—Bien, para resumir la historia. Mave me invitó a una cosa
de la luna que su manada estaba haciendo anoche. Así que fui. El
Alfa me invitó a correr con ellos, así que lo hice. Mave y Guijarro
desaparecieron, y tengo la certeza de que algo de sexo sucio fue la
razón. Esa es también la razón por la que pudiste entrar aquí
anoche, porque estoy bastante segura de que están desmayados
juntos en algún lugar. El alcohol de los cambiaformas no es una
broma.
Él intenta decir algo, pero le pongo el dedo sobre la boca para
callarlo.
—Bien, entonces corrí con la manada, lo cual fue más que
increíble. Estoy noventa por ciento convencida de que nunca me
dejarán hacerlo de nuevo porque apuñalé a uno de los Betas y lo
amenacé con cortarle la polla. Pero la parte de la carrera fue
jodidamente increíble.
Abre la boca para hacer todas las preguntas que rebosan en
sus ojos, pero le tapo los labios con la palma de la mano para que
se calle.
—Así que ahí me encontré con Sorik. La manada se fue a
cazar y no me permitieron quedarme para esa parte. Cuando volvía,
él pasó corriendo a mi lado. Cuando lo alcancé, se quitó la camiseta
y adivina qué coño llevaba encima.
Bastien estrecha los ojos y se señala la mano que le cubre la
boca. La dejo ahí porque, de todos modos, nunca va a adivinarlo.
—Tiene putas runas, Bas. Runas. Sorik era uno de los
elegidos de mi madre. ¿Puedes creerlo?
Bastien me lame la palma de la mano, y yo la alejo de un tirón
al contacto.
—¿Qué mierda? ¿Un lamia puede ser un Elegido?

129
Tardo un minuto en procesar su pregunta porque lo único en
lo que puedo pensar ahora es en todos los otros lugares que quiero
que chupe.
—Joder Bastien, por qué tienes que lamerme, ahora sólo
puedo pensar en tu lengua y en todo ese objetivo de gritar tu
nombre que has mencionado antes.
—Vinna, céntrate.
El hecho de que me haya llamado por mi nombre, y no el
apelativo cariñoso que ha usado prácticamente desde el primer día,
me saca de mis sucios pensamientos.
—Bien. Al parecer, la magia de los centinelas no se limita a
los hechiceros y a los centinelas. Podemos vincularnos y
transferirnos con cualquiera.
Bastien se pasa las manos por el pelo y me mira fijamente.
—Mierda.
—Exactamente lo que pienso. Bas, tiene que haber más
centinelas por ahí. Es imposible que los hayan eliminado a todos.
Quiero decir, ¿de dónde carajo salió Grier? Necesito la tablet.
Necesito empezar a revisar todo lo que hay ahí. Tal vez haya una
forma de encontrarlos. Algo ahí dentro que sólo un centinela sabría
o sería capaz de dar sentido.
Comienza a caminar de nuevo, mientras piensa en todo lo que
le estoy contando. Espero a que vuelva en sí y, cuando nuestras
miradas se cruzan, se detiene.
—Bastien, puede que no sea la última centinela.

130
18

A
lguien golpea la puerta y yo me separo del esperanzador
beso que me da Bastien, y mi cabeza se gira en dirección
a la puerta. ¿Qué demonios? Me acerco y la abro de
golpe justo cuando la mano de Enoch vuelve a golpear la puerta.
Me mira rápidamente.
—Perdona que te despierte, pero ¿está Guijarro aquí contigo?
No se presentó esta mañana y su aquelarre está aquí para ver qué
sucede. —aprieta la mandíbula, y yo capto su lenguaje corporal
tenso y sus puños apretados.
—No, no lo he visto desde anoche. ¿Qué quieres decir con
que no se ha presentado?
—Está aquí por una misión, Vinna. A todo su aquelarre se le
ha encomendado tu protección, pero él está actuando como líder.
No se ha presentado desde ayer por la mañana.
El pomo de la puerta al que aún me aferro es arrancado de mi
mano cuando Bastien abre la puerta de un tirón.
—¿Me estás diciendo que tiene todo un aquelarre de putos
paladines para protegerla, y aun así un lamia se le coló anoche?
Le doy un fuerte codazo en las costillas y él emite un
satisfactorio y doloroso pitido. Maldito exaltado. Tiene que
aprender a mantener la boca cerrada.
—¿De qué demonios está hablando, Vinna? ¿Y qué demonios
haces tú aquí, Fierro?
—¡Soy su maldita pareja! Eso es lo que hago aquí, y menos
mal que lo soy, porque la seguridad de aquí es una broma. No hay
alarmas. No hay barreras. ¿Están tratando de que la maten o se la
lleven de nuevo? ¿Esta broma de seguridad es intencionada, o es
que sois tan incompetentes?
—¡Cuidado con lo que dices, imbécil! ¿Quién coño te crees
que eres para meterte...?

131
Ignoro el resto de los gritos indignados de Enoch y salgo de
la línea de fuego alimentada por la testosterona. Cojo unos leggins,
me los pongo y me pongo un sujetador bajo la camiseta. Tomo mi
teléfono de la mesa auxiliar y abro el contacto de Mave mientras
los gritos y las amenazas aumentan de volumen detrás de mí.
Yo: Dile a Guijarro que tiene que volver aquí
cuanto antes.
Mi teléfono suena con un mensaje de texto entrante segundos
después.
Mave: Se fue hace veinte minutos. ¿Preparado para
hablar de porquerías y repetir detalles sucios?
Yo: Lo sabes.
No tengo el número de Guijarro, así que no tengo forma de
avisarle, pero si se ha saltado su control habitual, tiene que saber
que se va a meter en una tormenta de mierda. Me acerco a la puerta,
donde Bastien y Enoch están codo con codo, uno desafiando al otro
a dar el primer puñetazo. Le doy un pellizco en el culo a mi elegido
mientras me abro paso entre ellos hasta el pasillo, donde está el
resto del aquelarre de Enoch.
El hecho de que se limiten a apoyar en silencio a Bastien, pero
no a arremeter contra él, aumenta mi nivel de respeto por todos
ellos. Saludo con dos dedos al grupo y paso por delante de ellos
hasta llegar a la sala de estar, donde espera el aquelarre de
Pedrusco. Están nerviosos, lo que tiene sentido dado que no se ha
registrado. Los gritos en el pasillo no ayudan en absoluto, pero está
claro que esos dos tienen cosas que resolver, así que es lo que hay.
—¿Quieren algo de beber o comer? —pregunto, al grupo de
siete paladines todos de pie torpemente en la sala de estar. Me
miran como si hubiera dicho algo en otro idioma—. Como queráis.
—Me encojo de hombros y me giro hacia la cocina—. Guijarro
volverá pronto. Nos hemos encontrado con un par de lamias esta
mañana y los ha ahuyentado. Estábamos cerca del territorio de la
manada de Silas cuando ocurrió, y él estaba allí dándoles un aviso.

132
El aquelarre se tensa ante mi explicación, y agradezco que no
sean cambiaformas y no puedan oler la dosis de mentiras que les
estoy soltando. Si sólo estuviera involucrado mi niñero,
probablemente le dejaría enfrentarse al pelotón de fusilamiento por
su cuenta, pero mi encubrimiento es por Mave. Ella explicó antes
que su Alfa -Trent Silas- trabajaba con el consejo de ancianos de
los casters. No quiero ningún problema con él, por lo que haya
pasado entre esos dos. Tampoco quiero quitarle a mi amiga su
nuevo juguete, no cuando acaba de empezar a jugar con él.
Me sirvo un bol de cereales y me apoyo en la pared del salón
para comérmelos. Los gritos procedentes del pasillo se han
calmado, pero no oigo ningún signo revelador de pelea, así que lo
tomo como una buena señal.
—¿Por qué no nos llamó el Paladín Rock para decir que
necesitaba refuerzos? —pregunta una voz ruda, perteneciente a un
hombre de aspecto aún más rudo.
—Tendrías que preguntárselo a él. —ofrezco sin dudar,
mientras me meto otro bocado de cereales en la boca.
Joder, echo de menos a las hermanas.
—¿Por qué no nos has llamado para contarnos lo que ha
pasado? —pregunta un larguirucho, mientras se apoya en el brazo
del sofá.
—Hasta hace cinco minutos, no sabía que existíais. Y antes
de que me preguntes por qué no alerté inmediatamente a Nash,
Enoch, Kallan o Becket, la respuesta es porque puedo cuidar de mí
misma y no había nada que ninguno de ellos pudiera hacer en ese
momento.
Aprieto otro bocado de cereales y miro fijamente la puerta,
deseando que mi custodio la atraviese. Con suerte, será lo
suficientemente inteligente como para darse cuenta rápidamente y
seguirme el juego. Kallan, Becket, Nash, Enoch y Bastien salen en
fila del pasillo. Bastien todavía parece enfadado y, a juzgar por la
mirada de Enoch, no han resuelto del todo sus problemas. Bastien

133
se acerca a mí y desvía una cucharada de cereales que iba a mi boca
hacia la suya.
—Tienes suerte de estar tan bueno, ladrón. —Lo fulmino con
la mirada y su ceño se transforma en una sonrisa burlona. Se lo
traga y me da un rápido beso antes de robarme más cereales. Le
doy la espalda para guardar el resto de mi desayuno, siseando como
una gata—. Las hermanas te hacen todas las comidas, ¿y tú me vas
a robar mi Capitán Crunch? No eres el hombre que creía que eras.
Él se ríe y me pellizca la nariz.
—Eso es porque soy un hechicero, nena.
La puerta principal se abre y entra el perdido. No parece
sorprenderse al ver el numeroso grupo que espera su llegada. Me
adelanto y sus ojos se posan en mí.
—¿La manada atrapó al lamia? —pregunto
despreocupadamente, mientras trato de no ser demasiado obvia con
la mirada que le sigue.
Hace una pausa.
—No. El rastro se alejó del pueblo. Dejaron de rastrear en el
límite.
Bueno, al menos es consciente de que hubo un problema de
vampiros anoche. Con suerte, puede usar esa información para salir
del agujero que ha cavado.
—¿Por qué no pediste ayuda? —pregunta el rudo paladín, con
los ojos llenos de sospecha.
—Mi teléfono estaba muerto.
La habitación se vuelve silenciosa y cargada de dudas no
expresadas.
—Nos gustaría hablar con el paladín Rock afuera. —anuncia
otro, con los ojos puestos en Enoch, pero sus palabras y su sospecha
dirigidas a Guijarro.

134
Enoch asiente con la cabeza y mi niñero y su malhumorado
aquelarre salen dando un portazo. Nash se adelanta con cara de
confusión.
—¿Qué coño está pasando, Vinna? ¿Qué pasó anoche?
—Tendrás que hablar con Guijarro sobre lo que pasó con él.
Pero salí con un amigo y me encontré con un vampiro, y eso es
todo.
—Oh, ¿eso es todo? Sólo me encontré con unos supers que
pertenecen a una raza que intentó secuestrarme hace una semana,
pero oye, no es para tanto. —Kallan se sopla las uñas y se las limpia
en el pecho con fingida indiferencia—. Quiero decir, a quién le
importa que ni siquiera se supone que puedan atravesar la barrera
de la ciudad ahora mismo, pero todo está bien, chicos.
Lo miró fijamente, sin que me haga ninguna gracia su aguda
imitación de mí.
—Joder, tengo que llamar a mi padre y decirle que ha habido
una brecha. Tienes que irte. —Enoch le hace un gesto a Bastien con
una mano, mientras con la otra saca su teléfono del bolsillo.
—Puede quedarse el tiempo que quiera. —defiendo,
terminando lo último de mis cereales.
—Está bien, Bruiser; de todas formas, debería ir a avisar a los
chicos de lo que ocurre.
—Valeeee. —refunfuño, ya sin ganas de su ausencia.
Me siento mucho más cómoda cuando uno o todos mis chicos
están cerca. Odio sentirme como una invitada y andar de puntillas
por esta casa porque no pertenezco a ella. Fuera de mis Elegidos,
no confío en las motivaciones de nadie, y odio tener que estar en
guardia todo el tiempo. Es jodidamente agotador. Lo sigo hasta la
puerta como un cachorro que no quiere que su dueño se vaya. Me
pasa un mechón de pelo por detrás de la oreja y me acaricia la
mejilla.
—No estés tan triste, Bruiser. Me estás matando. Podemos
pasar el rato más tarde. Y no te preocupes, todo esto acabará pronto.

135
Asiento con la cabeza. Él se inclina y me besa. Sus manos se
deslizan para acariciar mi culo, y el beso se transforma en algo que
está entre fóllame ahora y adiós, cariño. Soy completamente
consciente de que Bastien está abrazando al cavernícola que lleva
dentro y disfrutando del espectáculo que está montando tanto como
está disfrutando de mí en este momento. Está marcando a
conciencia su territorio, y me gusta. Empiezo a reírme del brillo de
sus ojos cuando nos separamos. Me lanza una sonrisa de oreja a
oreja y se gira para abrir la puerta.
—Oh, casi lo olvido. —añade por encima de su hombro—.
Knox me dijo que te dijera que te recogerá esta noche para una cosa
en la casa del aquelarre de su familia.
Con eso, se va. Veo que Guijarro y su aquelarre siguen
enzarzados en una acalorada discusión en el exterior antes de que
la puerta se cierre, alejándolos otra vez a ellos y a su conversación.
Una vez más me quedo sola para lidiar con Enoch y su aquelarre,
ninguno de los cuales parece muy satisfecho por todo lo que acaba
de ocurrir.
Suena el teléfono de Enoch y lo contesta sin dejar de mirarme.
No estoy muy segura de qué decirle a ninguno de ellos en este
momento, así que paso junto a sus imitaciones de turistas en un zoo
viendo algún tipo de animal salvaje enjaulado y me dirijo a la
cocina para limpiar mi cuenco de cereales, ahora vacío. Se me eriza
la piel por los ojos que siento que me siguen a la espalda.
—Se supone que hoy vamos a empezar a instruirte en el uso
de la magia. Caster Sawyer me ha explicado que, con tu capacidad
de imitación, tenemos que enseñarte sobre todo lo que es posible
mágicamente con cada rama. Una vez que lo veas, deberías ser
capaz de replicarlo.
Mis ojos se entrecierran cuando Becket menciona el nombre
real de Marilyn Manson. Pero mi irritación por tener que pensar en
ese imbécil se disipa con el plan de entrenar mi magia. Me doy la
vuelta y veo que Kallan, Becket y Nash me han seguido hasta la
cocina, con todos los ojos todavía incómodamente puestos en mí.
Estrecho la mirada hacia ellos.

136
—Me parece bien. Pero considérense advertidos. Si alguno
de vosotros intenta hacer lo que los ancianos y ese gilipollas
hicieron el otro día, os mataré, joder. No me importa con quién
estéis conectados. Estoy harta de que me ataquen. O me cubrís la
espalda, o no lo hacéis.
—Te cubrimos la espalda. Puedes confiar en nosotros.
Enoch entra desde la sala de estar, sus ojos intensos. Su
declaración queda suspendida en el aire entre los asentimientos de
confirmación del resto de su aquelarre. Suelto un profundo suspiro.
Parece que ha llegado el momento de ver si es cierto.

137
19

M
iro mi reflejo críticamente una última vez,
preguntándome de nuevo si debería cambiarme. Al
principio pensé que un vestido era lo más adecuado
para conocer a los padres del hechicero que he reclamado y
marcado permanentemente como mío para siempre y para toda la
eternidad. Luego, pensé que tal vez parecía que me esforzaba
demasiado, así que me puse unos vaqueros y una camiseta, pero
eso me hacía parecer que no me importaba nada. Así que ahora
estoy aquí con unos vaqueros oscuros, una camiseta blanca
ajustada y un cárdigan estilo kimono de color lavanda que me he
puesto encima.
Me retuerzo de un lado a otro, mirándome en el espejo de
cuerpo entero, tratando de captar todos los ángulos de mi atuendo.
El cárdigan, casi transparente, es de color gris oscuro y tiene
grandes flores blancas y granates. Espero que grite divertida,
cariñosa y que lamento haber marcado a su hijo y haberlo forzado,
sin saberlo, a tener una relación conmigo.
¡Mierda! Nunca he pensado tanto en nada que me haya
puesto antes.
Me paso los dedos por los rizos sueltos, me aliso la parte
central y suelto un suspiro. Por las estrellas, espero que no me
odien. No sé por qué mi mente me lleva automáticamente en esa
dirección cuando pienso en conocer a la familia de alguno de ellos.
Tal vez tenga algo que ver con la respuesta menos que estelar que
he recibido de cualquiera que diga ser mi familia, pero me he
pasado todo el tiempo que he estado preparándome,
convenciéndome de que, si sus familias me odian, de alguna
manera encontraremos la forma de sobrevivir.
En el fondo, no me creo ni una palabra de mis delirantes
afirmaciones, pero me las sigo repitiendo de todos modos. Tal vez
si lo digo lo suficiente, si lo expongo al mundo, puede que se haga

138
realidad. Miro al exterior, al molesto cielo azul, ¿dónde hay una
estrella para pedir un deseo cuando lo necesitas?
Veo la extraña arena que hay en el patio trasero y su visión
me trae recuerdos de la mierda que fue mi primer tutorial de magia.
—Vinna, ni siquiera lo estás intentando. Enoch, enséñaselo
otra vez. —Insiste Becket.
Él exhala un suspiro resignado y vuelve a concentrarse en un
trozo de tierra justo a mi izquierda. Comienza a agitarse
lentamente, dando vueltas hasta que se produce un pequeño
remolino. Entonces la arena se levanta del suelo y se convierte en
un ciclón. Por encima de mi cabeza se forman nubes de tormenta
de color humo y, de la nada, un rayo cae en el centro del tornado
de tierra, que inmediatamente se derrumba.
Sweet Home Alabama mintió, porque no queda ninguna
bonita estructura de cristal en la estela de los rayos y la arena al
besarse, y una vez más me siento estafada, aunque es como la
sexagésima vez que presencio este truco mágico.
—Bien, ahora inténtalo tú. —ordena Becket, y por
sexagésima primera vez en el día, me concentro en mi pozo de
magia e invoco mi poder elemental.
La hebra resbaladiza de color verde claro se resiste, pero al
final consigo sujetarla imaginariamente con los nudillos blancos.
Le muestro el tornado de arena que quiero, sin preocuparme por
la presión extra del espectáculo de los rayos. Suelto la magia para
que se una al épico ciclón de arena que le acabo de ordenar, pero
una vez más lo único que ocurre es que se forma un pequeño cono
de polvo de la forma más patética y dolorosamente lenta.
Joder, a estas alturas me quedaría con un castillo de arena
épico, pero no, una vez más me sale el puto cono de la vergüenza.
Maldita magia quisquillosa.
Becket y Kallan gimen su desaprobación, y Enoch levanta las
manos en el aire en señal de frustración. Nash me dedica una
sonrisa de simpatía, lo que sólo hace que quiera darle una patada
en las pelotas. No necesito simpatía; necesito averiguar por qué
139
mi magia me odia y cree que es divertidísimo hacerme parecer una
idiota furiosa.
—Dijeron que si lo ves entonces deberías ser capaz de
hacerlo, así que ¿cuál es la desconexión? ¿Simplemente no te gusta
esto, o cuál es el problema? —exige Kallan.
—¿Tengo el pelo blanco? —pregunto, levantando un mechón
oscuro que se ha escapado de mi moño desordenado—. ¿Acaso mis
ojos brillan de repente de color blanco y no soy consciente de ello?
—Kallan niega con la cabeza, la confusión inunda sus rasgos—.
Así es, porque no soy Tormenta ni un puto X-man. No sé hacer
tornados de arena ni disparar rayos por el culo.
Pone los ojos en blanco y Enoch levanta las manos
desafiando.
—Oh, es cierto, los cuchillos de mierda son más tu estilo.
—Prefiero mis cuchillos de mierda a tu espectáculo de luces
de aspirante a Zeus cualquier día de la semana.
Ambos damos un paso amenazante hacia el otro antes de que
Nash se interponga entre nosotros y nos diga que nos calmemos.
Manteniendo las cosas maduras, le doy la espalda a Enoch
mientras me alejo, abandonando la lección de magia que no va a
ninguna parte, y me dirijo de nuevo a la casa.
—No hemos terminado con esto, Vinna. Tienes que seguir con
ello hasta que lo resuelvas. —Me grita Enoch a mi espalda.
—Ve a sentarte en un pararrayos. —grito por encima del
hombro, mientras abro la puerta de cristal que da acceso de nuevo
a la casa y desaparezco por ella.
Me sacudo del recuerdo y me aliso la rebeca. Suena el timbre
de la puerta y el sonido funciona como un desfibrilador que acaba
de enviar una corriente eléctrica directamente a mi corazón, lo que
hace que el latido se convierta en un frenesí preocupante. Me aplico
rápidamente el brillo de labios, meto el tubo en el bolso y salgo del
dormitorio hacia la puerta principal. Doblo la esquina justo cuando
Nash abre la puerta, demasiado grande, y procede a fruncir el ceño

140
ante mi Elegido al otro lado. Knox me dedica una enorme sonrisa,
y la felicidad que irradia me parece contagiosa.
Por un momento, la preocupación que me invade se
desvanece y la emoción ocupa su lugar mientras me dirijo a él en
la puerta. Me mira con una mirada decidida y evaluadora y, cuando
se encuentra con la mía, veo el deseo y no puedo evitar sonreír. Con
Knox, no ha habido un solo momento en el que no me haya sentido
deseada y devorada.
—¡Hola, preciosa! —Me arrulla cuando me acerco a él.
Me pasa un brazo por la cintura y me atrae hacia él, dándome
un beso suave y agradecido en los labios. Es el tipo de beso que me
roba un poco de brillo de labios, pero no me lo embadurna por toda
la cara, lo que me impresiona y me hace levantar una ceja y asentir
con aprobación mientras sus deliciosos labios se separan de los
míos. Un ligero brillo acentúa ahora sus carnosos labios, y me río
de la idea de dejarlo ahí, sin que él lo sepa.
Intento evitar que mi sonrisa me delate mientras me imagino
a este fornido deportista caminando con la apariencia de estar
metiendo un dedo del pie, o sus labios más bien, en la piscina del
metro y coqueteando con un brillante lado femenino.
De repente, me viene a la cabeza la imagen de una mujer
vestida con un delantal que se golpea con un rodillo en la palma de
la mano mientras me mira. Me estremezco ante la imagen mental
de la madre de Knox, que me desaprueba, y rápidamente levanto la
mano para limpiar los restos de brillo transparente. Él no se da
cuenta de que está maquillado ni de la mirada avergonzada que se
posa en mi cara mientras intento pedirle perdón a la imagen mental
malhumorada de su madre.
—¿Estás lista para irnos, preciosa? —Me pregunta, sin
molestarse ni estar preocupado lo más mínimo por presentarme a
su familia.
En realidad, no debería sorprenderme su tono desenfadado y
su actitud de no pasa nada. Parece que hace falta mucho para que
se altere. Su corona de estoy preparado para cualquier cosa se

141
asienta firmemente en su hermosa cabeza, y mantiene su brazo
alrededor de mí mientras me conduce fuera de la casa. Pasamos por
delante de Nash, que está de pie en todo su malhumorado
esplendor, con la desaprobación desprendiéndose de él en oleadas.
No puedo molestarme en resolver lo que sea que se le haya metido
en el culo, así que lo saludo con la mano al salir y me quito de la
cabeza todos los pensamientos sobre él y su aquelarre mientras me
dirijo al Range Rover blanco aparcado en la entrada circular.
¿Por qué Knox conduce el coche de Ryker? Me doy cuenta
de que es definitivamente de Ryker y no un Range Rover gemelo -
lo que es una posibilidad, dada la predilección de Knox por esta
marca de vehículos- por la música que empieza a sonar cuando
enciende el motor. Es la misma banda que Ryker estaba
escuchando la noche que robé su coche. Tal vez Knox no tenga un
vehículo... hmm, cada día aprendo algo nuevo sobre ellos. No me
molesto en preguntar de una manera u otra, porque realmente no
me importa. Yo tampoco tendría uno si Aydin no me hubiera
obligado.
—¿Así que ahora somos los orgullosos propietarios de una
casa? —Trato de preguntar de manera informal, pero un toque de
vértigo se asoma.
Salimos del camino de y nos dirigimos al pueblo. Él se ríe de
mi pregunta y me lanza una mirada juguetona.
—Estuvo mal usar tus artimañas femeninas contra Bastien de
esa manera. —Me acusa.
Me aferro al pecho y finjo inocencia.
—No hice tal cosa, y me molesta la insinuación. No puedo
evitar que esta información se haya filtrado en el calor de un
momento cercano. Tal vez es que es pésimo guardando secretos.
—Me encojo de hombros y lo miro con coquetería. No se cree nada
de lo que le estoy vendiendo, a juzgar por el resoplido incrédulo
que hace.

142
—Hablando de hablar con la almohada, quiero saber todos
los detalles de lo que pasó con Sorik. ¿En serio tenía runas? —
indaga, y su esfuerzo por cambiar de tema no pasa desapercibido.
—Knox, dame más crédito que eso, no puedo ser disuadida
tan fácilmente. —Se ríe—. Es bonito que intentéis sorprenderme
con todo esto de la casa, pero ahora que el gato está fuera de la
bolsa, me muero por saber cada pequeño detalle. Soy demasiado
entrometida para no saber exactamente lo que está pasando.
Me pongo de espaldas a la puerta del coche, de cara a su
perfil, para que pueda ver el efecto de mi mohín. Desde que Bastien
reveló el gran secreto, he estado imaginando cómo podría ser
nuestra nueva casa. He tenido que evitar ser demasiado detallista
en mis fantasías, porque ¿qué pasa si lo que eligen no está a la altura
del cuadro que estoy pintando en mi mente? Debería estar contenta
con la que hayan comprado porque significa que todos estaremos
juntos cuando queramos. ¿Y qué pasa si no tiene trampolín? ¿Es
realmente algo por lo que desmayarse o decepcionarse si no está
ahí? Seguirá siendo el lugar al que eventualmente pueda llamar
hogar con mis Elegidos y realmente, eso es todo lo que necesito.
Bueno, eso, y un gimnasio, y tal vez podamos conseguir una
piscina y añadir un trampolín, ya sabes, si no lo tiene ya, que puede
ser.
—Sólo dime una cosa. —Intento negociar. Él me mira de
reojo—. ¿Tiene un trampolín y un gimnasio?
Se ríe y me sacude la cabeza.
—Nunca habías dicho que querías un trampolín.
—Lo sé, ni siquiera sabía que quería uno hasta hoy.
Levanto la mano en un movimiento de "qué se le va a hacer"
y pongo los ojos en blanco. Knox ladea la cabeza un momento y
luego me mira furtivamente.
—Joder. Ahora sé cómo has llegado a Bastien tan rápido.
Deja de ser tan jodidamente adorable.

143
—No soy adorable. Soy una bestia viciosa que sólo puede ser
domada por un trampolín y un gimnasio... y una pelea ocasional,
tal vez con un metamorfo, porque a partir de ahora es con lo que
más me divierto, luchando contra ellos.
Él se ríe aún más.
—Asesina, dame una oportunidad para domar a tu bestia, y
veremos si todavía necesitas todo lo demás.
Su voz se vuelve de alguna manera más gruesa con una
promesa sensual y la combinación de su tono profundo y sus suaves
palabras lanza un hechizo sobre mí que me tiene babeando y lista
para pedirle que se detenga. Echo una mirada furtiva por la
ventanilla y envío un desafío silencioso al universo: si realmente
me quiere, el lugar perfecto para aparcar estará justo delante. Sé
que los demás han expresado su opinión sobre las camas y las
primeras veces, pero sé que puedo convencer a Knox de que
abandone todas esas tonterías para intentar domar la necesidad que
me recorre ahora mismo.
Lanzo un puño al estilo de las abuelas enfadadas al universo
cuando, en lugar de revelarse el lugar perfecto para aparcar justo
delante, me doy cuenta de que estamos en un barrio suburbano y
rodeados de casas. ¿Por qué el universo quiere impedirme echar
un polvo?
Knox se ríe a carcajadas y se inclina hacia delante.
—¿De qué estás hablando? ¿Cómo es que el universo te
impide echar un polvo? —consigue decir, entre carcajadas.
Entorno los ojos hacia él, sin que me hagan ninguna gracia
los pensamientos que se me escapan y que aparentemente acabo de
expresar en voz alta.
—¿Qué tan cerca estamos de la casa de tus padres?
—A unos cinco minutos.
—Ves, hay poderes trabajando en contra de las necesidades
de mi libido. No puedes ponerme una voz sexy y decir mierdas
como déjame domar a tu bestia y luego no cumplir. Eso está

144
jodidamente mal a muchos niveles. ¡Y ahora tengo que ir a conocer
a tu familia después de que me hayas puesto nerviosa! Ya estaba
jodidamente nerviosa, pero ahora estoy muyyy jodidamente
nerviosa, y encima tengo que añadir que estoy cachonda.
—Joder, no digas cachonda, no cuando ahora mismo no
puedo hacer nada para arreglarlo. —gime y se remueve en su
asiento. Yo sonrío—. No sonrías por eso, Asesina, no puedo entrar
a presentarte a mi familia con una erección.
Mi sonrisa se hace más grande y trato de morder la risa que
quiere escapar de mí.
—Bien, se acabó la charla sobre que estoy cachonda. —
Concedo, y él vuelve a gemir—. Háblame entonces de tu familia.
¿Qué va a pasar esta noche y cómo de nerviosa debo estar? —
Respiro profundamente y trato de calmar el enjambre de abejas
furiosas en mi estómago—. Nunca he conocido a la familia de
nadie y nuestras circunstancias no son precisamente habituales.
¿Qué saben ya de mí? ¿Me odian por haberte marcado? —Me
aprieto contra los recuerdos de Silva y su evidente desaprobación
sobre mi vinculación con cualquiera de los chicos.
Él se acerca y me agarra la mano, dándole un apretón
tranquilizador.
—No le hemos dicho a nadie exactamente lo de los marcados
o elegidos.
Una mirada adorablemente tímida se apodera de su rostro
masculino, y las abejas furiosas de mi estómago se suavizan hasta
convertirse en mariposas.
Entonces, sus palabras calan.
La calma que empezó a burbujear prematuramente en mi
interior se desvanece, y mi corazón se hunde.

145
20

N
o me mires así, Asesina. No es que lo estemos ocultando.
Vale, es así, pero no porque nos avergoncemos de ti, o
tengamos algún problema con lo que ha pasado. Es sólo
que no sabemos lo inteligente que es dar pistas a alguien sobre lo
diferente que eres, o exactamente lo que eso significa para nosotros
como tus Elegidos.
Sus palabras son precipitadas, y puedo ver en su rostro la
preocupación de que, de alguna manera, me lo esté tomando a mal.
Vuelve a concentrarse en la carretera durante un minuto, y el
silencio impregna el coche.
—Quiero a mi familia, pero confían en los ancianos. Pensarán
que ocultarles secretos está mal. No verán las cosas como nosotros,
y desconfiarán de nuestra forma de ser. Todavía tenemos la
esperanza de que los ancianos tomen una decisión que sea en el
mejor interés de todos, pero con ellos trasladándote a la casa de
Enoch, estamos divididos sobre si eso sucederá o no. Todos
acordamos mantener esto en secreto hasta que sepamos más.
Asiento con la cabeza, entendiendo que manejar lo que soy
así es lo mejor para todos, pero cuando miro su mano en la mía,
veo un enorme fallo en el plan.
—Entonces, ¿cómo explicaste esto? —pregunto, levantando
su mano y señalando las runas en su dedo anular.
—Bueno, hemos estado jugando un sólido juego de evasión.
Si tenemos que hablar cara a cara con alguien de nuestras familias,
tenemos algo que nos cubre las manos, como una toalla o ropa.
Hasta ahora ha funcionado, pero esta noche es una noche familiar
obligatoria, y probablemente no habrá ninguna manera de evitar lo
que está a punto de ocurrir.
Dirijo la cabeza hacia él y lo fulmino con la mirada.
—Knox, ¿estás bromeando? ¡Por favor, dime que estás
bromeando! No puedes llevarme a conocer a tu familia por primera
146
vez sabiendo que vamos a reventar sus vidas. Se supone que
tenemos que convencerles de mi genialidad, no destrozar todo lo
que creían saber. ¡Ya iba a hacer falta un milagro para caerle bien
a tu madre! No sé cocinar, digo joder cada dos palabras y me gusta
pelear... ¡mucho! ¿Ahora quieres seguir y anunciar todo lo de los
marcados? Oye, ella no es una hechicera sino una Centinela. Si
hacemos eso, entonces no hay forma de que me gane a tu familia.
¡Estoy jodida! Me acabas de joder, y no de la manera que yo quería.
Exasperada, vuelvo a dejar caer la cabeza contra el cuero
marrón del asiento. Jodida es un eufemismo, tendré suerte si salgo
de esta noche sin tener que pelearme con los miembros de su
familia, lo que estoy segura me haría quedar muy bien.
Él se ríe, pero no veo qué tiene de gracioso esta situación.
—No te estreses, Asesina, todo va a salir bien.
Entramos en la entrada de una gran casa victoriana, es
modesta comparada con el vistoso castillo de Lachlan y el moderno
rancho de Enoch, pero sigue siendo grande para los estándares de
cualquier persona normal. La casa y el terreno que la rodea parecen
bien cuidados, y Knox arrastra el Range Rover detrás de una fila
de otros coches. Apoya una gran mano en mi muslo y me dedica
una de sus alucinantes sonrisas. Sus dientes blancos y rectos y sus
labios llenos de promesas de besos hacen que sus ojos grises se
iluminen de una forma deliciosa que me hace querer sumergirme
en ellos y no salir nunca. Si tan sólo sobrevivir a esta noche
destinada al desastre fuera así de fácil.
—No te preocupes; te van a querer, sólo tienes que seguir la
corriente y confiar en nosotros.
A duras penas evito poner los ojos en blanco ante su intento
de tranquilizarme, que no consigue calmarme en absoluto. Por
supuesto, él cree que todo va a ir bien; se trata de Knox. Podríamos
estar en medio de un apocalipsis zombi, y este tipo sería todo
sonrisas y entusiasmo, mientras corta cabezas y discute
despreocupadamente lo que hay para cenar.

147
Cierra su puerta, y yo salgo de un salto mientras él rodea la
parte delantera del todoterreno viniendo hacia mí.
—Se supone que tienes que dejarme ser todo caballeroso y
esa mierda delante de mi familia. —Me regaña juguetonamente.
—¡Pshhh, por favor! Estás a punto de echarme a los lobos, no
puedo dar la sensación de damisela necesitada, no cuando estoy a
punto de enfrentarme a la supervivencia del más fuerte aquí arriba.
Se ríe y le doy una palmada en el pecho, coqueta. Me coge la
mano y me da un beso en la palma, y la pura dulzura del gesto me
hace vibrar momentáneamente. Nuestras miradas se posan la una
en la otra, y me siento tan abrumada por la gratitud que siento por
él y por cómo aligera la pesadez que me oprime perpetuamente los
hombros. Una suave sonrisa levanta sus labios y entrelaza sus
dedos con los míos. Me tira de la mano y me saca del momento en
el que se agolpan los sentimientos que no estoy segura de reconocer
correctamente y que, por supuesto, no sé cómo manejar.
Me aleja del coche, pero en lugar de dirigirse a la puerta
principal de color ciruela, me lleva por el lateral de la casa y al
enorme patio trasero cerrado. Las conversaciones y risas
bulliciosas rebotan hacia nosotros mientras caminamos hacia un
grupo de personas reunidas en torno a largas mesas cargadas de
comida. Estoy tan concentrada en mi respiración y tratando de
calmar los nervios que recorren mi cuerpo, que me sorprendo
cuando mis ojos se posan en una cara que reconozco. Los labios de
Ryker se perfilan en una hermosa y acogedora sonrisa, y deja un
plato de comida y se acerca a nosotros. Miro rápidamente a mi
alrededor para ver si hay algún otro chico, pero sólo me miran los
restantes rostros extraños.
Ryker llega hasta nosotros, me coge la cara y me da un beso
que es algo más que un pico. Es un saludo perfecto y me deja con
ganas de más cuando sus suaves labios se separan de los míos. Me
abraza, pero Knox mantiene mi mano entre las suyas, así que es un
poco raro.

148
—Bastien nos contó lo que pasó con los metamorfos. ¿Estás
bien? —Me pregunta, inclinándose con su boca cerca de mi oído,
de modo que sólo yo le oigo.
Se aparta y alzo la mano para poner la palma en su mejilla y
calmar la preocupación que veo en él. Asiento con la cabeza, pero
es todo lo que puedo decir antes de que la gente nos rodee, y no me
atrevo a soltar nada sobre Sorik y lo que ha pasado. Él retrocede y
enseguida me inundan de apretones de manos y abrazos hasta que
Knox me levanta, apartándome de todo el revuelo, y exige que
dejen de asustarme. Me río mientras me deja en el suelo y apoya su
fornido brazo sobre mis hombros de forma protectora.
—¡Montón de animales, se diría que nunca han visto a una
hembra bonita, actuando de esta manera!
Las risas rebotan alrededor del grupo y se calman con el
escarmiento de Knox. Señala a un hombre de piel oscura que se
adelanta del grupo de casters y me ofrece su mano. La tomo; su
agarre es firme y su sonrisa es tranquilizadora.
—Asesina, este es Blake, mi padre; papá, esta es Vinna. —
Me presenta.
Los ojos de Blake son de un intenso color ámbar, y su mirada
es profunda y reconfortante. Otro hombre, que parece tener algún
tipo de ascendencia mediterránea, se adelanta y reemplaza la mano
de Blake con la suya.
—Soy Rodrick, el padre número dos. —ofrece con una
sonrisa descarada.
La igualo, pero no tengo la oportunidad de hacer más que eso,
ya que Rodrick está encajonado y el papá número tres agarra mi
palma aún extendida.
—Soy Jason.
Sus profundos ojos marrones están iluminados con calidez y
curiosidad, y tengo la sensación de que tiene tantas preguntas en su
mente como yo.

149
Knox señala a un hechicero nativo americano, que se adelanta
respondiendo a su llamada. Retira mi mano de la de Jason y le
dedica una sonrisa burlona a su competidor mientras golpea su
cadera y aparta a Jason de su camino.
—No vayas a acaparar todo lo bonito. —Se burla, y mi
sonrisa crece aún más—. Nos morimos de ganas de conocer a la
mujer que ha capturado los corazones de nuestros chicos, pero no
puedes elegir un padre favorito hasta el final de la noche, ¿vale?
—Me dice el padre número cuatro con un guiño—. Soy Merlín,
pero todos me llaman Lin.
Se me escapa un resoplido sin control, e inmediatamente me
siento como una gilipollas por reírme de su nombre. Me da un
apretón de manos tranquilizador y una sonrisa que lo acompaña, y
mi disgusto se desvanece ligeramente.
—No pasa nada; está claro que mis padres tenían un sentido
del humor enfermizo. —Me susurra conspiradora mente, y me río.
—¿Era una persona real, Merlín, ¿quiero decir? —pregunto,
sin poder evitarlo.
Su cara se sonroja ligeramente.
—No, sus orígenes están firmemente en la tierra de la
fantasía. Mi hermano mayor era un gran fan de La Espada y la
Piedra, y mi nombre es su contribución para dar la bienvenida al
nuevo bebé. —responde, encogiéndose de hombros.
—Podría ser peor, podrías haber acabado siendo un
Arquímedes. —Le digo con una mueca.
Él suelta una carcajada, y el grupo que nos rodea también. Me
atrae en un abrazo que me saca el aire y luego se aleja riendo y
murmurando: Arquímedes, eso es bueno, para sí mismo y para los
demás. Abraza a Ryker y a Knox uno tras otro, anunciando:
—¡Oh, definitivamente es una guardiana, chicos!
Su anuncio me confunde por un momento, y vuelvo a
preguntarme por qué Ryker está aquí y nadie más; ¿no dijo Knox
que esto era algo familiar? Otro padre se adelanta con una risita

150
mientras se limpia una lágrima de sus ojos dorados. El tono de sus
iris es impresionante, un tono fundido uno entre un millón. Sonríe
y en su mirada dorada brilla un destello familiar. Es idéntico al
brillo descarado que he visto en la mirada de Knox desde el primer
día que lo conocí.
Apostaría cualquier cosa a que este hombre es su padre
biológico. Aunque tengo la clara impresión de que todos los
hombres de este aquelarre reclaman la paternidad,
independientemente de la genética.
—Soy Trace. —Se presenta el padre número cinco con un
abrazo—. Y estos son nuestros otros dos hijos. Kace es el mayor,
luego Kiere, Ryker y Knox. —explica.
Intercambiamos saludos, mientras intento mantenerme en el
momento y no centrarme en el hecho de que, al parecer, Knox y
Ryker son hermanos y yo no tenía ni idea. Kace parece una versión
más delgada de Knox, pero con un tono de piel un poco más claro
y un tono rojizo-bronce en el pelo. Kiere es moreno como papá uno,
Blake, pero de alguna manera tiene los rasgos y la estructura ósea
de nativo americano de Merlín.
Me guardo todas mis apremiantes preguntas, no queriendo
dar a su familia un asiento en primera fila de lo poco que
claramente conozco a sus hijos. Especialmente cuando el plan es
dejar caer la bomba de los Centinelas y los marcados de por vida.
Dejarles saber lo poco que sé de todo, incluso de mí misma, puede
que no sea lo más tranquilizador.
Una vez hechas las presentaciones, me conducen a dos largas
mesas repletas de comida y se me hace la boca agua de inmediato
ante la increíble barbacoa que tengo delante. Empiezo a cargar un
plato, ya haciendo planes para el plato número dos, cuando veo a
dos mujeres bajando las escaleras del porche con tartas en las
manos. No estoy segura de quién es una de ellas, pero sé enseguida
que la otra es la madre de Knox.
Su mirada se posa en la mía y, mientras que los ojos de él son
de un gris tormentoso, los de su madre son del rico gris-marrón de
una inundación repentina. Sus tonos de piel son iguales, del color
151
de la arena besada por el agua, y sé de inmediato, con una sola
mirada, que no quieres estar en su lado malo.
Su rostro se suaviza al verme, dejo mi plato y me alejo de la
comida para saludarla. Sin perder el tiempo, le entrega las tartas a
una de sus parejas y, al instante, me envuelve en un fuerte abrazo.
No me dice ni una palabra y, sin embargo, puedo sentir la
bienvenida, la preocupación y la esperanza en su abrazo. No evito
el contacto con ella. En cambio, aprieto más fuerte, esperando que
pueda sentir mi promesa y mi compromiso de ser todo lo que sus
hijos se merecen. No sé cómo puede llenarse un abrazo con todo lo
que intento transmitir, pero ella me da un cálido asentimiento
mientras se aparta, y sé que ambas experimentamos el mismo
fenómeno; que nos entendemos.
—Soy Reese, pero creo que es mejor que me llames mamá.
Me da un suave apretón en los hombros antes de que atraiga
hacia sí el enorme armazón de Knox y luego agarre a Ryker para
darle otro también. Los dos reciben besos en la mejilla antes de que
ella se acerque y reclame los pasteles de las manos de papá tres.
Con eso, comienzan los empujones en torno al banquete, y el
pesado peso del rechazo que ha estado sentado en mi corazón, se
levanta y vuela como el intruso no deseado que es.

152
21

O
bservo cómo las llamas consumen los nuevos troncos
que acaban de añadirse a la hoguera. La madera se
carboniza y se ennegrece a medida que el fuego la
consume sin piedad, llevándose todo lo que tiene, sea o no gratuito.
La familia de Knox y Ryker ríe y bromea, y los sonidos joviales
llenan el aire de la noche mientras todos comen y disfrutan del
fuego bajo el cielo besado por las estrellas.
Me inclino hacia atrás en la silla de campamento en la que
estoy encaramada, intentando hacer un poco más de espacio en mi
estómago para mi cuarto trozo de tarta de melocotón.
—¿Cómo te va por ahí, Chillidos? —Me pregunta Ryker,
limpiando con su pulgar una mancha de relleno de tarta de la
comisura de mi boca.
Se lleva la mano a la suya y veo con atención cómo se chupa
el trozo de melocotón con el pulgar. Joder, qué calor.
Absurdamente, me meto en la boca otro delicioso bocado de
corteza hojaldrada y mantecosa y de melocotones glaseados con
azúcar y especias, y le dedico una sonrisa de enamorada de la tarta.
Se ríe, y puedo sentir el estruendo correspondiente de Knox en mi
otro lado.
—Creo que la hemos emborrachado de felicidad, ¿qué te
parece, Knox?
Inclina la cabeza de un lado a otro mientras me toma en
cuenta, haciendo una demostración de contemplar la pregunta de
Ryker.
—Sí, está borracha de tarta-feliz. Yo diría que es un caso
bastante grave de glotonería el que tenemos entre manos.
Me río y les doy un codazo a los dos mientras me meto el
último trozo de tarta en mi golosa boca. Tarareo mi aprobación y
me pregunto si estoy lo suficientemente unida a su familia como

153
para poder desabrocharme los pantalones y dejar salir a mi bebé en
todo su esplendor.
—No me extraña que tú y tus hermanos estéis tan macizos,
con una comida así, tendrías que pasarte todo el día en el gimnasio
solo para trabajar las calorías que tragas.
Ellos se ríen, y yo saco las piernas poniéndome lo más
cómoda posible en mi silla. Miro a nuestro alrededor para
asegurarme de que nadie nos presta atención y me sumerjo en la
pregunta que me corroe desde que conocí a la familia.
—Así que, no me juzguéis demasiado, pero ¿cómo se me ha
escapado que sois hermanos? —pregunto, bajando la voz hasta casi
un susurro.
Ryker me sonríe dulcemente y se ríe mientras sacude la
cabeza.
—No somos parientes. Somos hermanos de alma y
circunstancia, pero no de sangre.
Él y Knox se tocan los nudillos, y yo arrugo las cejas en señal
de confusión. Ryker me atrae hacia él y me besa dulcemente la
frente arrugada.
—Mi madre y uno de mis padres murieron en un accidente
cuando yo tenía cuatro años; ella estaba embarazada. —empieza—
. Mis otros dos padres no se lo tomaron bien. Uno de ellos dejó
Solace por razones que desconozco, y el único que me quedaba no
sabía qué hacer conmigo. Lo intentó, a su manera, pero estaba
deprimido y había perdido mucho. Desgraciadamente, parece que
eso le rompió de una manera de la que no pudo recuperarse.
Me inclino hacia él, atraída por el dolor que oigo bajo las
palabras desenfadadas de su historia. Sé lo que es hablar de algo
como si fuera normal, porque es normal para ti, y sin embargo
sabes lo malo que es, sientes su dolor, de una manera que nunca
puede deshacerse.
—Tenía siete años cuando los ancianos anularon la demanda
de mi padre sobre mí. Fui amigo de Knox en la escuela, pero nunca

154
tuvimos contacto fuera de las clases por mis problemas con el
hogar. Pero cuando necesité un lugar al que ir, ellos dieron un paso
adelante y pidieron que le dieran mi tutela. Desde entonces estoy
con ellos. Reese es mi madre, y ellos son mis padres en todos los
sentidos, aparte del biológico.
—¿Ves a ese papá en algún momento, el que se quedó? —
pregunto vacilante.
Sus ojos se apartan de los míos durante unos brevísimos
segundos, y cuando vuelve a levantar la vista, caigo en la
profundidad de su dolor teñido de azul.
—Se suicidó un par de semanas después de perderme.
Me levanto de la silla antes de saber lo que estoy haciendo.
Me muevo hacia su regazo, y él me atrae hacia él y me asegura allí.
—Lo siento mucho. —Le susurro, y las palabras están llenas
de todas las formas en que desearía poder quitarle el dolor.
Me dedica una pequeña sonrisa, del tipo que se da cuando no
se puede hacer o decir nada para cambiar la mierda que hay en tu
vida, así que intentas desestimarla y arrojar el dolor a tu interior.
Conozco esa sonrisa. La doy cada vez que hablo de Beth, o de
Laiken... y ahora, de Talon. Es la sonrisa que les das a los que echan
un vistazo a las cicatrices que llevas por dentro. Odio que tenga esa
sonrisa. Le retiro el pelo rubio, que le llega casi hasta los hombros,
de la cara. Paso los dedos por las suaves hebras y desearía poder
decir algo que mejorara la situación. Pero sé que las palabras nunca
pueden suavizar las heridas que nos deja la vida. Me inclino y
reclamo sus labios. Suavemente, y a propósito, dejo que mi beso le
diga lo increíble que me parece y lo mucho que se merecía una vida
mejor. No es suficiente, pero es todo lo que tengo para darle; es
todo lo que tengo para demostrarle que cuidaré de su corazón y de
su alma y que lo atesoraré como siempre debió ser.
Sus manos suben por mi espalda, aprisionándome e
impidiendo que me aleje demasiado cuando separo mis labios de
los suyos. Me regala otra sonrisa, y esta irradia felicidad y
agradecimiento. Me prometo a mí misma que cuando vuelva esa

155
sonrisa rota, haré todo lo posible para luchar por esta otra en su
lugar. Knox se aclara la garganta y miro hacia él, dándome cuenta
de que, en algún momento, hemos conseguido audiencia. Reese
está acurrucada al lado de papá tres, pero toda la familia me mira y
sonríe de una manera que no puedo interpretar. Les dedico una
incómoda sonrisa de labios cerrados y un extraño saludo, sin saber
qué más hacer. Ryker se ríe y Knox viene en mi ayuda.
—Entonces, ¿deberíamos tocar algo de música o algo así? —
pregunta, con ese brillo descarado que me encanta en sus ojos.
Sus palabras deben de estar llenas de magia porque sacan a
todo el mundo de su fijación en Ryker y en mí. Skylar, la otra
cocinera de tartas y compañera de Kace, empieza a aplaudir y a
rogarle a mis elegidos que jueguen a los músicos. Se acerca y me
coge de la mano, apartándome de los chicos y sentándome a su
lado.
—¿Ya los has visto tocar juntos? —Me pregunta, con su
entusiasmo contagioso.
—No, pero me han dicho que los dos son increíbles.
—Es como tener al mismísimo Ed Sheeran dando un
concierto privado. Estoy deseando ver tu cara cuando escuches a
Knox y a los demás. Es mi parte favorita de las reuniones
familiares.
Ella suelta un adorable chillido de emoción y mantiene un
firme agarre de mi mano. Me río mientras rebota en su silla, y
Reese se acerca y reclama la silla al otro lado de mí. Kiere sale de
la casa y le entrega a Ryker una guitarra acústica, y luego procede
a sentarse en una caja de madera blanca junto a Knox. Ryker saca
una púa de las cuerdas y toca una antes de ajustar la afinación del
instrumento. Cuando encuentra el sonido que busca, le hace un
gesto a Knox y empieza a tocar.
No reconozco la canción hasta que la primera línea de la letra
sale de sus labios. Me quedo con la boca abierta por voluntad
propia y me impresiona la increíble voz que sale de Knox. Skylar
se ríe y puedo sentir sus ojos en mí, pero no puedo apartar los míos

156
de él y Ryker. Éste toca como si estuviera hecho para eso. Hay alma
en la voz de Knox, tonos suaves y sedosos con una pizca de arena.
Es increíble.
Uno es el complemento perfecto para el talento del otro. Justo
cuando pienso que no puede ser mejor, Kiere empieza a golpear un
ritmo en la caja en la que está sentado y lleva la canción a otro
nivel. La voz de Knox sube, y Kace empieza a cantar, su tono más
grave crea una armonía perfecta con el suyo, y la piel se me pone
de gallina.
Cantan y se divierten juntos, y ahora estoy completamente de
acuerdo con Skylar, esta es mi nueva parte favorita de la noche
familiar. La canción termina y ella se vuelve hacia mí, expectante.
—Increíble, ¿verdad?
—El eufemismo del siglo, definitivamente le debo a Knox
mis bragas ahora. —murmuro, y ella rompe a reír.
Reese se ríe, y de repente soy dolorosamente consciente de
que su madre está sentada a mi lado y acaba de oírme decir esa
burrada. La miro avergonzada y se ríe aún más. Me planteo si debo
explicarle lo que quiero decir, pero pienso que señalar las
habilidades de Knox para derretir las bragas no es el mejor tema
para discutir con su madre. Me da una palmadita en la pierna y me
lanza una dulce mirada que me dice que me he librado.
Skylar pasa un dedo por las runas de mi mano y se inclina
ligeramente hacia mí.
—¿Vais a decirnos qué significan y por qué todos tenéis las
mismas, o se supone que debemos seguir fingiendo que no las
vemos?
La alarma se dispara a través de mí cuando sus palabras se
hunden. Me vuelvo hacia ella, sin estar segura de qué responder,
pero al mirar la dulce mirada de Skylar, me doy cuenta de que no
quiero que ellos dos sientan que tienen que ocultar nada a personas
que obviamente se preocupan tanto por ellos. Tampoco quiero que
se sientan responsables de cualquier cosa que pueda pasar si
revelamos mis secretos y sale mal. Si lo saco todo a la luz, es de
157
esperar que el riesgo y las consecuencias recaigan sobre todo en
mí.
—Son runas. Hacen un montón de cosas diferentes, como
crear armas y canalizar diferentes tipos de magia. —Hago una
pausa por un momento—. Así que... eh... mi magia funciona un
poco diferente, lo hemos descubierto, y marcó a los chicos como
míos, por lo que ahora estamos todos emparejados y demás.
Miro de una a otra mientras la confesión silenciosa se filtra
desde mí para envolverlas, cambiando su mundo con cada palabra
reverente y nerviosa que digo. Me preocupa lo que pueda encontrar
en sus ojos cuando mi verdad salga a la luz, pero todo lo que veo
es la misma esperanza y aceptación que ha estado ahí toda la noche.
—¿Cómo las conseguiste? —Me pregunta una voz profunda,
y alzo la vista para descubrir que la voz pertenece a Merlín y que
no es el único que escucha la confesión.
Todos lo hacen. Respiro profundamente y me preparo para
soltar la bomba sobre todos ellos. Reese debe sentir y ver mi
vacilación, y toma mi otra mano y la aprieta.
—Soy una Centinela. Es una raza de usuarios de la magia
diferente a los casters. Ya no hay muchos de nosotros, o eso me
han dicho. Según los lectores, podría ser la último de mi especie,
pero espero que de alguna manera se equivoquen.
—¿Así que las runas acaban de marcar a mis hijos, y ahora
tienes que reclamarlos? —pregunta Reese, sus ojos trazando los
símbolos en la mano que sostiene.
—Sí. No sabía que las runas o mi magia funcionaban así,
pero, aunque lo hubiera sabido, no cambiaría mi reclamo sobre tus
hijos. Son increíbles, y me importan mucho. Los elegiría sin
importar que mi magia me ganara. Yo soy de ellos, ellos son míos,
y no lo querría de otra manera.
Mi confesión pende precariamente en el silencio que cubre al
grupo. El silencio sólo se rompe con el sonido de los troncos
crepitantes, tocados por el fuego, y los grillos que nos dan una
serenata con su canto nocturno.
158
—Sólo dinos una cosa, Vinna, y quiero que pienses mucho
antes de contestar... —Me dice Trace, con su mirada dorada seria e
intimidante—. ¿Eres del Equipo Edward o del Equipo Jacob?
Su pregunta me coge completamente por sorpresa, y no tengo
ni idea de a dónde quiere llegar.
—Totalmente del Equipo Jacob. —anuncio, con una mínima
duda.
Sacude la cabeza, con una mirada de decepción.
—¿Acaso has leído los libros? ¿Cómo has podido elegir a
Jacob? Edward es superior en todos los aspectos posibles.
Y así, sin más, la bomba que me preocupaba que fuera a
estropearlo todo para mí y para esta familia, se convierte en una
guerra entre vampiros relucientes y hombres lobo calientes.
—Edward era un idiota. ¡Simplemente tomó todas estas
decisiones sin pensarlas realmente! Oh, déjame abandonarte
porque decido que es lo mejor, ¿de qué va? Jacob estuvo ahí para
ella; la amó de una manera hermosa que la construyó y la hizo
mejor.
—¿Cómo te atreves a atacar así a mi Edward? La amaba más
que a sí mismo; ¡estaba dispuesto a tomar las decisiones difíciles!
Mis ojos traicionan la risa que intento reprimir ante la
apasionada confesión de Trace y su claro amor de fangirl por
Edward Cullen. Poco a poco, un cántico de sumo resuena a mi
alrededor hasta que la demanda es ensordecedora, y Trace levanta
las manos para acallar a los exigentes miembros de su familia.
—¡Nosotros sumo! —anuncia, y el resto de la familia ulula y
vitorea su aprobación. Miro a Knox y a Ryker sin saber qué
demonios acaba de pasar, y Knox me dedica una sonrisa del gato
que tiene la crema.
—¡Oh, Asesina! nuestro padre no tiene ni idea del dolor que
acaba de desatar sobre sí mismo. ¡Esto va a ser épico!
Treinta minutos después, me estoy riendo tanto que me
preocupa que vaya a orinarme en los pantalones dentro del enorme
159
traje de sumo que llevo puesto. Me quito el casco negro con forma
de moño de la cara y veo cómo Trace se balancea de un lado a otro
tratando de encontrar la manera de levantarse de donde acaba de
caer de espaldas. Se parece a ese pequeño cachorro de Bulldog
francés de YouTube que no sabe cómo levantarse de la espalda, así
que se balancea de lado a lado de una manera históricamente
adorable.
Desde el momento en que me obligaron a ponerme el traje de
sumo, hasta la primera vez que golpeé al papá número cinco y lo vi
salir volando, no he podido dejar de reír. Me tambaleo hacia Knox,
que está agachado riéndose. Hago el movimiento de orinar, aunque
con este traje probablemente parezca que estoy moviendo mis
grandes pechos de hombre en su dirección.
—¡Knox, tengo que orinar! Ayúdame a salir de esta cosa
antes de que la profane y le rompa el corazón a tu padre.
Él se ríe aún más, pero él y Ryker empiezan a separar el velcro
y a bajar la cremallera. Ambos se limpian las lágrimas de los ojos
y luego intercambian besitos en mis mejillas mientras me saco el
traje y me desabrocho el enorme casco.
—¡Exijo la revancha! —grita Trace desde donde sigue
moviéndose de lado a lado sobre su espalda.
—Reconoce cuándo te han vencido, viejo. —Le grita Knox a
su padre entre risas llenas de lágrimas.
—¿Quién ha dicho eso? ¿Viejo? Te voy a enseñar viejo...
¡Exijo un sumo! —grita desde el suelo.
—Me metí de lleno en esa. —admite con un gemido, mientras
me quita el traje y empieza a meterse en él.
La mejor noche familiar de la historia.

160
22

— D e nuevo, Vinna. —Me grita Kallan.

Puede que se parezca a un joven Jared Leto, pero el parecido


es sólo superficial. He tenido el placer de descubrir que su
verdadera vocación en la vida debería ser la de instructor de
instrucción. Tiene una extraña habilidad para los insultos, los gritos
y los resultados a prueba de presión. Ha sido implacable cuando se
trata de mi entrenamiento.
Al principio, era sólo cuando entrenaba con él, pero ahora se
ha unido a mí en mis otras sesiones de tutoría y también me grita
durante todas ellas. Si no fuera tan jodidamente eficaz, ya le habría
arrancado las cuerdas vocales. Para mi disgusto y molestia, he
descubierto que funciono mejor bajo presión. Al parecer, un estado
de estrés y de ira constantes son los ingredientes clave que necesito
para dominar mi magia.
Durante la semana pasada, entrené todos los días con todo el
aquelarre de Enoch. Paso las mañanas con Becket practicando la
magia defensiva. La media tarde la paso con magia Ofensiva y
Elemental con Enoch. Después de la comida, el instructor
residente, Kallan, me enseña magia elemental, ofensiva y
defensiva, y luego me pongo a entrenar. El combate es mi momento
favorito del día. Me emparejan con uno de los otros, y trabajamos
a través de varias carreras de obstáculos que crea Kallan. Nos
abrimos paso como si estuviéramos en una batalla, y
simultáneamente atacamos y nos defendemos del resto del
aquelarre a medida que se acercan a nosotros.
Se siente más como un juego que como un trabajo, y después
de una semana de batallas simuladas, estoy descubriendo que todos
nosotros estamos empezando a actuar como una máquina de guerra
bien engrasada. Una vez terminadas las batallas mágicas, trabajo
en la curación con Nash durante el resto de la tarde. Cuando llega
la hora de la cena, estoy tan agotada que apenas tengo energía para

161
masticar. La situación está mejorando considerablemente, pero
ayer Kallan insistió en que empezara a entrenar para utilizar varias
ramas de la magia al mismo tiempo, y desde entonces he vuelto a
un estado de zombi a las seis de la tarde.
—Vinna, estás distraída. Concéntrate. Ahora, inténtalo de
nuevo.
Miro fijamente a Kallan, pero él no se inmuta ante las
amenazas vacías que se cuecen en mis ojos. Observo nuestro
entorno y veo el arma perfecta. No dejo que mis ojos se posen en
ella demasiado tiempo; no quiero delatarme. Mantengo la
apariencia de que aún estoy escudriñando mi entorno, y él simula
de que sólo me está observando y no se está preparando para lo que
sea que esté a punto de lanzarle.
Invoco mi magia y me esfuerzo por mantenerla contenida y
centrada en lo que quiero, en lugar de permitir que se dispare por
todo mi cuerpo. Antes pensaba que quedarme de pie como un
presagio de la muerte mientras la magia de colores crepitaba por
todo mi cuerpo, era la definición de lo que es una malota. Ahora
me doy cuenta de que en realidad es una prueba de falta de control.
He trabajado como una loca para no dejar escapar mi magia, pero
lo he hecho sin saberlo durante tantos años que es un hábito difícil
de romper.
Mis dedos se agitan y me esfuerzo por mantenerlos quietos.
Me resulta natural utilizar gestos para dirigir mi magia, pero
también me muestra como la bruja amateur que soy. Vaya, Harry
Potter hizo que esto pareciera mucho más fácil de lo que es. Si
sólo se tratara de usar varitas y conjuros. La magia inunda mis
extremidades y, justo cuando está a punto de desbordarse y salirse
de mi cuerpo, disminuyo mi tirón.
Casi de la nada, el tronco del árbol muerto que yacía de lado
sale disparado hacia Kallan. Abro el grifo de mi magia y la dejo
fluir, haciendo que el árbol muerto desde hace tiempo coja
velocidad. Sin esfuerzo, él lo hace estallar con su poder y la corteza
seca cae sobre nosotros. Las rocas empiezan a volar y grandes
trozos de corteza de árbol se detienen a mitad de la caída cuando

162
ambos empezamos a atacarnos mutuamente con proyectiles
suministrados por la naturaleza.
Parezco un personaje de videojuego mientras esquivo,
incinero, exploto y redirijo las cosas que me envía. Una roca del
tamaño de un hombre sale disparada de la nada, y mis instintos me
piden a gritos que me lance y evite ser aplastada. En lugar de eso,
me agarro a través de la ráfaga de magia que se necesita para
obligar a la roca a cambiar de dirección. Se estrella contra un árbol
que se rompe y cae hacia Kallan.
Su atención se desplaza de mí al árbol que se precipita hacia
él. Acentúo mi ventaja lanzando también la enorme roca en su
dirección. En un intento de distraerlo aún más, abro el suelo debajo
suyo y luego lo cierro, atrapando sus pies. Kallan lanza
mágicamente el tronco lejos de él y hace lo mismo con la roca. Se
libera del agarre del suelo de sus piernas y se gira para renovar su
ataque contra mí. Se congela cuando percibe los afilados trozos de
corteza que levitan a su alrededor. Los trozos del árbol explotado,
que he afilado mágicamente, se acercan a él dejando clara la
amenaza.
—Bien hecho. —Me felicita, con una sonrisa orgullosa en su
rostro.
Suelto mi agarre mágico sobre las armas de madera que lo
rodean. Caen al suelo del bosque con ligeros golpes, y tanto él
como yo tratamos de eliminar de nuestras ropas las pruebas de esta
batalla.
—Tu control elemental ha mejorado mucho en los últimos
dos días, y tu capacidad para improvisar con lo que te rodea es
excelente.
Intento no sonreír ante los elogios mientras Kallan se acerca
a mí. Me saca un trozo de corteza de árbol del pelo y empezamos a
dirigirnos a la pista de obstáculos que ha creado para el día.
—¿En qué habéis trabajado Becket y tú esta mañana? —Me
pregunta con su voz de profesor.

163
—El blindaje de otras personas, la percepción de los demás y
las ilusiones.
—¿Y con Enoch?
—El agua, la creación de nubes, la dirección de los
relámpagos y la creación de barreras mágicas.
Se inclina hacia la casa, y lo miro confundida.
—Es domingo. El anciano Cleary nos ha invitado a cenar. —
Me recuerda.
Arrugo la nariz con desagrado y me muerdo el gemido que se
me quiere escapar.
—Vamos; no es tan malo. Todas nuestras familias estarán allí
esta noche. Te perdiste el domingo pasado, y eso no estuvo bien, y
técnicamente, el Anciano Cleary es tu tutor, así que aguántate. —
Se burla.
Faltar a la temida cena del domingo de Cleary la semana
pasada fue completamente involuntario. Pero tengo que encontrar
la manera de volver a repetirlo, porque no se me ocurre nada que
prefiera hacer menos que ir a sentarme y fingir amistad con
cualquiera de los ancianos. Tal vez ser capturada por Adriel, pero
honestamente, están a la par en este punto. El asunto de mi ausencia
en la cena de la semana pasada pareció perderse en el drama de
Guijarro y los lamias que surgió a la mañana siguiente.
Fue retirado del servicio de liderazgo, y ahora él y su
aquelarre me vigilan desde lejos. Al parecer, se decidió que yo era
una mala influencia para el pobre y dulce Pedrusco, y su aquelarre
consideró que la protección a distancia era la mejor manera de
avanzar. Tuve que morderme el interior de la mejilla para no reírme
cuando su aquelarre entró y me lo anunció la mañana de su
ausencia. Si supieran lo que realmente estaba haciendo, pero el
secreto está a salvo conmigo. Me muevo bajo la adoptada ilusión
de que ya no tengo niñera. Al menos no una que pueda ver todo el
tiempo como solía ver al siempre acechante Guijarro.

164
No es que Enoch y los demás me hayan dado tiempo para mí
o la oportunidad de alejarme y tener algún tipo de vida. Ha sido
entrenamiento, entrenamiento y más entrenamiento. Empiezo a
pensar en excusas y escenarios que podrían sacarme de esta cena,
pero me quedo con la mente vacía. Joder. ¿Por qué no se me ocurre
nada?
—Sé lo que significa esa mirada, Vinna. Ni siquiera lo
pienses. Enoch ya nos ha dicho a todos que hoy no te perdamos de
vista ni un segundo. No vas a tener la oportunidad de escabullirte
de nuevo. Todo el mundo está en alerta máxima, lo que significa
que vas a venir a esta cena, te guste o no.
Le miro fijamente y maldigo mentalmente a Enoch y a su
padre.
—No me conoces lo suficiente como para saber lo que
significan las expresiones de mi cara. —refunfuño—. Lo único que
pensaba es que estoy cansada y quiero echarme una siesta.
Es como si el hecho de pronunciar esas palabras les hubiera
dado algún tipo de control sobre mí, porque el cansancio me invade
aún más. De repente me siento completamente aletargada y
aturdida. Me detengo a mitad de camino, sin saber qué ha pasado.
Mis miembros se sienten pesados, y hay un dolor en mi cuerpo que
no estaba allí hace unos segundos. ¿Qué demonios?
Él se inclina y pone su cara a la altura de la mía. Sus ojos
azules van de un lado a otro entre mis iris verde claro-
desenfocados.
—¿Qué acaba de pasar? ¿Estás bien?
Con la misma rapidez con la que me invade el cansancio, éste
desaparece de repente y me sacudo el eco en mis extremidades.
—Sí, estoy bien. Sólo... agotada.
Su mirada de preocupación se queda grabada en su rostro,
pero me hace un gesto con la cabeza y ambos seguimos hacia la
casa. Tal vez necesite comer algo. Todo este uso de la magia me ha
afectado esta semana.

165
****

Otro bostezo se me escapa, y me tapo la boca con una mano


para evitar el gemido de cansancio que quiere acompañarlo. Es
todo lo que puedo hacer para mantener los ojos abiertos mientras
esperamos que las puertas se abran y nos concedan la entrada a la
Mansión Cleary. Me crujo el cuello de lado a lado y trato de
recomponerme. El anciano Cleary es demasiado astuto y calculador
como para no estar alerta. Tengo que estar preparada para lo que
sea que me vaya a lanzar.
Sólo necesito sacudirme este cansancio. La magia me ha
pasado factura esta semana. Juro que no he estado tan agotada
desde que empecé a entrenar para luchar con Talon cuando tenía
quince años. Quizá ni siquiera entonces. La cara de Talon aparece
en mi mente, y me reconforta ver sus rasgos familiares y fuertes.
Me he esforzado por ver esta versión suya cuando pienso en él, en
lugar del recuerdo demacrado y torturado de su aspecto antes de
morir.
El dolor que siento por su pérdida está siempre presente en
mi mente y pesa en mi alma. Al igual que con Laiken, estoy
aceptando que la tristeza y el dolor nunca desaparecerán. Sé que
con el tiempo aprenderé a funcionar con eso, y algunos días será
más fácil que otros.
Enoch se aparca a un lado de la monstruosidad colonial, con
columnas y todo, y yo suelto la profunda respiración que he estado
conteniendo. Las puertas de los coches se cierran de golpe a mi
alrededor, indicando la salida de todos del auto. Me siento y miro
por la ventana el revestimiento de la casa mientras, una vez más,
intento idear alguna forma de salir de esta cena. Mi puerta se abre
de golpe y Nash me lanza una mirada que dice: ni lo intentes.
Resoplo y me quito el cinturón de seguridad, cogiendo su cálida
mano mientras salgo del coche.

166
Nos dirigimos a la puerta principal. Casi espero que Enoch
llame al timbre, pero coge el pomo y entra. Me recuerdo a mí
misma que probablemente haya crecido aquí. Todo el interior de la
mansión es de color crema y dorado, y por mucho que lo intente,
no puedo imaginarme a un joven Enoch y sus amigos corriendo por
estos pasillos.
Entramos en un salón formal y baja el ruido de múltiples
conversaciones. El Anciano Cleary y el Anciano Albrecht están
hablando entre sí en un lado de la sala, y hay grupos de otros brujos
repartidos por la fastuosa habitación. Kallan y Becket se adentran
en la sala y reciben abrazos y besos de mujeres que supongo que
son sus madres. Supongo que eso hace que el resto de los hombres
mayores de esta sala formen parte de los diferentes aquelarres de
los que proceden Becket, Kallan y Nash. Los ojos del anciano
Cleary se fijan en los míos cuando entro en la sala, antes de que su
mirada se desplace lentamente por mi brazo y se deposite en él.
Tardo un minuto en averiguar qué está mirando. Pero pronto
me doy cuenta de que Nash sigue sujetando mi mano desde que me
ayudó a salir del coche. Mierda. ¿Cómo demonios no me he dado
cuenta? Me arranco los dedos de entre los suyos. Nash me mira,
pero no respondo a su mirada interrogativa.
Maldita sea.
Prácticamente puedo sentir la petulancia de Cleary desde
aquí. Aprieto los dientes y me reprendo por ser tan estúpida. No
puedo evitar pensar que, de alguna manera, lo he jodido todo. Si
los ancianos creen que hay siquiera un atisbo de posibilidad de que
mis chicos no sean las parejas que yo elijo, entonces podrían negar
su Reclamación de Vínculo. Podría haberles dado el combustible
que necesitan para seguir intentando controlarme y forzarme a un
encuentro con Enoch y su aquelarre.
¡Hijo de puta!

167
23

M
e alejo involuntariamente de Enoch y Nash, tratando de
crear la mayor separación posible entre ellos y yo. No
parecen darse cuenta, o si lo hacen, no reaccionan. Una
mujer de baja estatura, con el pelo rubio y un vestido burdeos, entra
y se dirige a Enoch. Lo abraza y le pone las mejillas en las manos.
—¿Pareces cansado? ¿No estás durmiendo?
Él se ríe y le da unas palmaditas en las mejillas.
—Estoy bien, mamá; te preocupas tanto.
Sus ojos se arrugan ligeramente con preocupación, pero
asiente con la cabeza y les da un pellizco a sus mejillas antes de
soltarlo. Se vuelve hacia Nash y lo colma de un afecto maternal
similar antes de que sus ojos se posen en mí. No estoy segura de
qué hacer exactamente, ni de lo que realmente esperaba cuando se
trataba de su madre. Me imaginaba que sería muy parecida al
anciano Cleary; fría, calculadora, digna sólo de desconfianza, pero
las primeras impresiones me llevan a creer que es todo lo contrario.
Eso me parece aún más inquietante. ¿Por qué una mujer así estaría
con alguien como el Anciano Cleary?
—Mamá, esta es Vinna. Vinna, esta es mi madre, Isla
Winifred.
Su sonrisa se ilumina y me tiende la mano. La agarro, y ella
coloca su otra palma sobre nuestras manos unidas y da un suave
apretón.
—Es un placer conocerte por fin, Vinna. Has sido la comidilla
de mis compañeros desde tu llegada, y estoy encantada de poder
ponerle una cara tan bonita a tu hermoso nombre.
Sus palabras me hacen detenerme un poco antes de devolverle
la sonrisa y decirle que también es un placer conocerla. Sé que los
casters son poliándricos, y no tengo ni idea de por qué pensé que
los Ancianos serían diferentes, pero así fue. Me imaginé a Enoch

168
en esta casa prístina y estirada comiendo en silencio y con cenas
incómodas con su padre intrigante y hambriento de poder y su
madre igualmente sedienta y codiciosa. Empiezo a darme cuenta
de que no podría estar más equivocada.
Una cara conocida entra en la habitación y su presencia me
tranquiliza como hasta ahora.
—Ah, ahí está uno de mis compañeros. Creo que ya os
conocéis.
Miro fijamente a Isla Winifred y apenas consigo evitar que se
me desencaje la mandíbula y se me caiga la boca al suelo. El
paladín Ender entra en la habitación y se acerca a nosotros. Rodea
la cintura de Isla con un brazo y le besa la mejilla cariñosamente.
Ella le sonríe, y yo me quedo completamente sorprendida por la
interacción. Me vuelvo para mirar a Enoch con mi mejor expresión
de ¿qué coño? Él se encoge de hombros y vuelve a explorar la
habitación, sin inmutarse por la muestra de afecto. Su madre está
unida a un anciano y al líder de los paladines. Maldita sea, ¿quién
más está en su aquelarre, Dumbledore?
—Me alegro de volver a verte, Vinna. —El paladín Ender me
hace un gesto amistoso con la cabeza—. Será un placer conocerte
mejor y en circunstancias mucho más amistosas que la última vez...
Le doy un hmm sin compromiso, y mis ojos encuentran a
Cleary mientras flota por la sala hablando con sus otros invitados.
Vuelvo a centrar mi atención en el Ender y le dedico una sonrisa
anodina.
—Ser amigable sería un buen cambio, pero no estoy
conteniendo la respiración.
Se ríe, lo que por alguna razón hace que me guste aún más.
De repente me doy cuenta de que acabo de insultar a la pareja de
Isla, y me vuelvo hacia ella preparada para recibir una mirada
fulminante o algún otro tipo de ofensa. Me sorprende que no
parezca molestarse por mi comentario. Quizá no me haya oído.
Está charlando con Nash sobre algo que no entiendo, y su brazo

169
está colocado alrededor de la parte baja de la espalda del paladín
Ender.
—Gracias por tu ayuda el otro día en mi huida. —Le digo al
cicatrizado y canoso líder.
—Era lo menos que podía hacer después de lo sucedido.
Lamento lo que ocurrió aquel día. No fue la decisión correcta, hacer
lo que hicieron.
La luz de los candelabros dorados resplandece en su pelo
blanco como la nieve y profundiza el bronceado de su piel.
—¿Cómo eres su contrarío? No recibo de ti las mismas
vibraciones de imbécil manipulador que recibo de él.
¿Simplemente lo ocultas mejor?
Nash me da un codazo en el costado, el movimiento es una
clara advertencia. No estoy segura de cuándo sintonizó la
conversación, pero al parecer, captó lo suficiente de mi pregunta
como para decidir que necesito su censura. El paladín Ender se ríe
y se frota la sombra de las cinco de la tarde en las mejillas. Antes
de que pueda ofrecerme una respuesta o decirme que me ocupe de
mis asuntos, un hombre con un corbatín y un frac aparece en la
puerta y anuncia que la cena está servida. El numeroso grupo
comienza a caminar hacia el comedor formal, y me encuentro de
nuevo rodeada por Enoch, Nash, Kallan y Becket.
Me guían hasta un lugar situado a pocos asientos de la
cabecera de la mesa y Kallan me acerca la silla. Me siento y
observo cómo los otros veinticinco invitados se acomodan
cómodamente en el enorme comedor. Enoch se sienta a mi
izquierda, Becket a mi derecha, y Kallan y Nash cierran el grupo.
Los veo sentarse y acercar sus sillas a la mesa y me pregunto por
qué no están al lado de sus familias.
Vuelvo a echar un vistazo a la mesa y me doy cuenta de que
cada una de las mujeres que hay se sienta ahora en medio de sus
compañeros. Isla está sentada al final de la mesa, el paladín Ender
a su izquierda y el anciano Cleary a su derecha. Otro hombre se
sitúa junto al paladín Ender, y él e Isla se ríen de algo. No se me

170
escapa nada de la disposición de los asientos, y busco una
distracción para mi creciente frustración. Me inclino hacia Enoch
y le susurro con dureza.
—¿En qué momento ibas a decirme que el paladín Ender era
tu segundo padre?
Me mira, y no puedo decir si siente disgusto o diversión.
—No me lo has preguntado. —Se limita a contestar.
—Así que, a ver si lo entiendo, se supone que tengo que
proporcionarte todos los detalles de mi existencia, ¿pero tú no te
molestas en decirme quiénes son los miembros de tu familia?
Genial, es bueno saberlo.
—No es así. Creía que lo sabías. Todo el mundo sabe quién
es mi familia.
Su afirmación y el tono arrogante que la acompaña me hacen
resoplar.
—Oh, bueno, lo siento. No estoy al tanto de quién es quién
en Solace. Culpa mía.
—¿No preguntaste por nosotros después de nuestro encuentro
en el lago? —Me pregunta Becket, introduciéndose en la
conversación.
—No, no lo hice. ¿Por qué iba a estar interesada en saber
sobre un grupo de idiotas que se quedaron mirando cómo sus
amigos se comportan como imbéciles? Crees que vi esa muestra de
cobardía y pensé ooohh, apuesto a que es divertido salir con ellos;
me pregunto quiénes son.
Intento sonar lo más superficial posible mientras termino de
despotricar. Tomo un sorbo de agua de una pretenciosa copa de
cristal, y en lo único que puedo pensar es que me encantaría
destrozar esta cosa en medio de la mesa y largarme de aquí. Pero
por mucho que odie esta situación, todavía tengo que vivir en esta
comunidad, y las rabietas seguro que no van a solucionar nada. El
anciano Cleary se levanta y un crescendo de golpes en el cristal se

171
mueve alrededor de la mesa hasta que todos se callan. Sonríe, y es
como si pudiera ver el carisma que desprende.
—Hablo en nombre de mi aquelarre cuando digo que nos
sentimos muy honrados y satisfechos de que todos ustedes puedan
unirse a nosotros esta noche. Este es un raro regalo, y estamos
encantados de poder reunirnos todos para celebrar a nuestros
increíbles niños. Así que levantemos una copa y brindemos. Por
ellos y por su brillante futuro; donde, juntos, la esperanza y las
posibilidades son infinitas.
Las copas de cristal se elevan por toda la mesa y los cánticos
de "aquí, aquí" se abren paso. Tengo un vaso de agua en la mano,
pero no me lo llevo a los labios. Eso sería demasiado parecido a
una rendición, y ese no es mi estilo. Un ligero parloteo salpica la
mesa mientras los camareros inundan el comedor con platos de
comida elegante. Después de un par de platos, he llegado a la
conclusión de que no soy el tipo de chica de la alta cocina. Me
muero por algo que parezca comestible. Si me entregan uno más
con más cucharadas de reducción de lo que sea, que, de comida,
voy a perderme.
—Entonces, Vinna. ¿Qué te parece Solace? Estoy seguro de
que debe ser una gran adaptación desde... dónde estaba... —La
mujer rubia platino, que estoy bastante segura de que es la madre
de Becket, se vuelve hacia su compañero y le lanza una mirada
interrogante.
—En Nevada. Las Vegas, para ser exactos. —suministra con
desinterés.
—Así es, Las Vegas. —Mira hacia mí y me ofrece una
sonrisa. No hay nada cálido o amistoso en sus profundidades.
Parece que no soy la única descontenta con este acuerdo, pero eso
parece extraño, ya que, si ella es la madre de Becket, uno de sus
compañeros es el anciano Albrecht. Echo un vistazo a su alrededor
y lo veo un par de asientos más abajo de ella.
—Sí, todo un ajuste. —ofrezco vagamente, e igualmente fría.

172
—Es una pena lo de tu tío. Ha sido todo un shock en la ciudad.
—Sus turbios ojos azules dan una chispa de placer, y sé que no me
va a gustar a dónde va con esto.
—¿Y qué asunto sería ese?
Todos los que están alrededor de la mesa observan el
intercambio. Hay una mezcla de tensión, desaprobación y
excitación flotando. El torbellino de emociones en la sala hace que
sea difícil determinar quién está en desacuerdo con lo que ella
intenta hacer, y quién quiere que me baje los humos.
—Bueno, entre el desmoronamiento del aquelarre y el
despojo de su rango… —Hace una pausa a mitad de la frase y mira
a sus parejas y a los demás alrededor de la mesa. Algunos la miran,
reflejando su diversión. Otros mantienen una fachada inexpresiva,
sin ofrecerle la validación que obviamente está buscando. Deja
escapar un pequeño y divertido resoplido—. No me extraña que se
haya escondido. Yo tampoco daría la cara. —La Barbie Bruja me
dedica una sonrisa que pretende parecer inocente, pero que no
acierta ni de lejos.
—Bueno, con una cara así, nadie te culparía si quisieras pasar
más tiempo dentro de casa.
Nash se atraganta con el vino que está bebiendo y Becket se
tensa a mi lado. La cara de su madre se arruga indignada,
haciéndola aún más fea de lo que su personalidad por sí sola
lograba. Becket tiene suerte de haber heredado la mirada de su
padre.
Hago un gesto en su dirección con el tenedor, manteniendo la
clase y la madurez.
—Mira, esa cara. Nadie debería tener que vivir con las
pesadillas que debe causar.
Comienza a ponerse de un tono púrpura más intenso.
—Ya basta. —reprende el anciano Albrecht, mientras se
vuelve hacia su pareja, siempre enrojecida, y murmura algo en su
dirección.

173
—Lo siento. Estoy confundida. Pensé que estábamos
empezando la parte de la noche de hablar de basura. ¿No me digas
que puede darla, pero no puede aceptarla? —respondo a su mirada
con un rostro inexpresivo y una ligera inclinación de cabeza.
Enoch le da un par de palmadas en la espalda a Nash, que
intenta contener el ataque de tos provocado por la aspiración de su
vino. La madre de Becket tira la servilleta sobre su plato y me lanza
una mirada asesina. Su silla choca con el suelo de mármol cuando
se levanta de forma dramática y sale de la habitación dando
pisotones. Ninguno de sus compañeros se mueve para
acompañarla.
Me recuesto en mi silla y miro a los demás invitados, la mitad
de los cuales no me han presentado.
—¿Alguien más quiere probar? A diferencia de otros,
prometo que puedo estar con los mejores. Denme vuestro mejor
golpe.
—No, creo que ya es suficiente dramatismo y entretenimiento
entre plato y plato. —El anciano Cleary levanta las cejas y me
dedica una sonrisa condescendiente—. Entonces, ¿cómo va el
entrenamiento? —pregunta, rápido para cambiar de tema.
Pongo los ojos en blanco por el hecho de que pregunte por
mí, pero no se dirija a mí. Su pregunta se dirige a su hijo, como si
Enoch fuera mi maestro. Como buen soldadito que es, él empieza
a poner a todos al corriente de lo que hemos estado haciendo y de
mis progresos en general. No le prestó atención. Hago todo lo que
puedo para no mostrar que lo que dijo la madre de Becket dio en el
blanco. No voy a mostrar ninguna debilidad ante esta gente, pero
no puedo evitar que sus palabras den vueltas en mi cabeza.
¿Qué quiso decir con que Lachlan fue despojado de su rango?
¿Ya no es un paladín? ¿Por qué demonios han hecho eso? Hago
una nota mental para llamar a los chicos en cuanto esté fuera de
aquí y lejos de Enoch y los demás. Necesito saber de qué demonios
estaba hablando esa zorra.

174
Desde que los ancianos me sacaron de su casa, me he
esforzado por no pensar en él y en los demás de su aquelarre.
Supongo que sentí que no tenía sentido hurgar en esa herida
preguntando los porqués de todo; eso seguro que no va a ayudar a
curar nada. Lachlan nunca me pareció del tipo que se esconde o se
lamenta. Así que, si ha desaparecido, eso me hace saltar algunas
alarmas. Asumiría que los chicos me habrían dicho algo. Pero tal
vez no. Con mi intenso entrenamiento y su mudanza a nuestra
nueva casa, las noticias sobre mi tío podrían haber pasado
fácilmente a un segundo plano. Probablemente no ayude el hecho
de que hablar conmigo sobre Lachlan y los demás siga siendo
extraño. Todos intentamos evitarlo a toda costa.
El resto de la cena transcurre sin incidentes. Gracias a Dios,
el postre parecía y sabía a tarta de queso, o estaría mucho más
cabreada mientras espero a que Enoch y los demás se despidan para
poder largarme de aquí. Me muero de hambre. A excepción del
postre, sólo he probado un par de bocados de los nueve mil platos
diferentes que han servido esta noche. Me debato entre que estos
gilipollas paren en algún sitio para que pueda coger algo para llenar
el agujero que me corroe el estómago, o si debiese llamar a alguno
de los chicos para ver si me traen algo.
El anciano Cleary se pone a mi lado, y yo intento no ponerme
visiblemente rígida ante su proximidad.
—Has hecho que la noche sea mucho más animada de lo que
suele ser. —Me dice, con la diversión brillando en sus ojos—.
Normalmente tenemos reuniones más pequeñas e íntimas para la
cena del domingo, pero todos se morían por conocerte y no
pudimos resistirnos a reunirlos para tu primera cena oficial. La
próxima semana no será tan intensa.
Resoplo. Para ser gente que se moría por conocerme, sólo un
puñado de ellos se presentó realmente. ¿Se supone que esta es la
corteza superior de los Casters? Tienen unos modales de mierda, y
me encantaría no tener que volver a ver a la mayoría de ellos. Como
si pudiera leer mi mente, Cleary se ríe en voz baja.

175
—Te acostumbrarás a ellos. Enoch y los demás te enseñarán
a desenvolverte mejor para la próxima vez.
Abro la boca para discutir cuando sus palabras y su tono me
hacen darme cuenta de algo. Me giro y miro sus astutos ojos azul
cobalto.
—Vas a negar la Reclamación de Vínculo, ¿verdad? —Se me
escapa una risa hueca—. Debería haberlo visto venir. Pero los
chicos estaban muy seguros de que tú y los otros ancianos serían
justos e imparciales. —Me acerco un paso más a él, cuadrándome,
y él sólo parece divertirse más con eso—. Permíteme aclararte algo,
y siéntete libre de transmitirlo a los demás. No soy tuya para
mandarme. Nada de lo que hagas, o digas, me hará elegir a tu hijo
o a su aquelarre. Lo que estás presionando, a lo que estás tratando
de forzarme, nunca va a suceder.
Su sonrisa disminuye ligeramente, y baja la voz para
asegurarse de que nadie más que yo pueda oírle.
—Vamos, Centinela. Tú más que nadie deberías saber lo
posible que puede ser lo imposible. Tu mera existencia demuestra
que nunca hay que decir nunca.
Se me escapa la sangre de la cara y todos los músculos de mi
cuerpo se tensan por el miedo. ¿Cómo sabe él lo que soy? Sabía
que el apodo de pequeña centinela que me puso Faron podría
llegar a los Ancianos, pero no esperaba que supieran lo que
significaba. Alejo el pánico y las preguntas que zumban en mi
interior y me pongo una máscara en blanco.
—Te aconsejo encarecidamente que no me amenaces. Nunca
le ha ido bien a nadie que lo haya hecho en el pasado.
Él me mira con ojos de lince.
—Ya, ya, Vinna. Creo que me has entendido mal. Sólo busco
llegar a un entendimiento mutuo. Soy tu guardián, después de todo,
sólo tengo tu mejor interés en el corazón.
Un destello de magenta crepita sobre mis manos mientras él
nos miramos fríamente. El color de la magia se intensifica hasta el

176
violeta cuanto más tiempo dura nuestro enfrentamiento, y no me
molesto en intentar refrenarlo.
—¿Qué parece estar pasando aquí? —pregunta Isla.
El sonido de la voz de su compañera le arranca la mirada
desafiante de la mía. Sus duros ojos se suavizan cuando le ofrece
una sonrisa, y ella se arropa a su lado. Respiro profundamente un
par de veces mientras están concentrados el uno en el otro. Necesito
calmarme y evitar que esto vaya a más.
—Sólo estábamos hablando, cariño. No hay nada de qué
preocuparse. —Le asegura, y ambos se vuelven expectantes hacia
mí.
Me encojo de hombros sin comprometerme.
—Hablar, amenazar, probablemente sea lo mismo para él.
Le tiendo la mano a la madre de Enoch, y ella la toma
automáticamente.
—Fue un placer conocerla. No tengo ninguna intención de
volver aquí. Al igual que no tengo intención de tomar a tu hijo
como elegido. Sin embargo, eso no tiene nada que ver contigo. Has
sido muy amable y te lo agradezco más de lo que puedo expresar.
—Le aprieto la mano y me alejo de las caras de sorpresa de ambos.
El aire fresco de la noche me acaricia la cara mientras me
dirijo al exterior. No me alejo más de un metro y medio de la puerta
principal antes de que Enoch y los demás me llamen por mi nombre
y corran tras de mí. Estoy harta de ellos, de esta pesadilla de cena
y de toda esta situación. Cuando Enoch me alcanza, me pone una
mano en el hombro para detenerme. Me abalanzo sobre él,
empujándolo lejos de mí.
—¿Desde cuándo sabes lo que soy? —Le grito.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué acaba de pasar ahí dentro?
—No me mientas, Enoch. Es imposible que tu padre lo sepa,
pero tú no. ¿Quién más lo sabe? ¿Los otros ancianos? ¿Vosotros?
—Miro al resto del aquelarre—. ¿De verdad creías que podías
amenazarme para que me vinculara?
177
Él vuelve a acercarse a mí y le lanzo una mirada mordaz que
le advierte que no se acerque más.
—¿Quién te ha amenazado? ¿De qué demonios estás
hablando? —grita Nash, mientras señala a los demás de su
aquelarre.
—Nunca te elegiré a ti. Nunca tendréis acceso a mi magia.
Así que todos vosotros, ¡manteneos jodidamente alejados de mí!
Un destello de magia púrpura sale disparado de mi núcleo y
pulsa lejos de mí. Pasa a través de Enoch y los otros y desaparece
en la noche. El pulso silencia mi ira y me roba lo último de mi
energía, mis rodillas se doblan, negándose a sostenerme por más
tiempo. Enoch se lanza hacia delante y me atrapa antes de que me
derrumbe en el suelo. Me rodea con sus brazos, asegurándome
contra él, y empiezo a temblar y a estremecerme en su abrazo.
¿Qué coño acaba de pasar?
Me castañetean los dientes con tanta fuerza que no puedo
hablar, y siento la cabeza como si estuviera envuelta en mil capas
de algodón, amortiguando todo. Él y los demás están gritando a mi
alrededor, pero sólo puedo distinguir fragmentos. Me coge en
brazos y mi cabeza se apoya en su pecho, mientras me pasa un
brazo por las rodillas y otro por la espalda. Se dirige hacia la casa,
y me cuesta todo lo que hay en mí para intentar alejarme de él. No
me importa si me muero aquí en el cuidado césped -y con lo que
siento de repente, es una posibilidad-, pero no voy a volver a entrar
en esa casa. Él parece darse cuenta de lo que me angustia y deja de
caminar. Hay más gritos a mi alrededor, pero no puedo
concentrarme en ellos. Lucho contra la necesidad de desmayarme,
sabiendo que, si lo hago, me llevarán de nuevo al interior, y no
puedo dejar que eso ocurra.
Mis escalofríos empiezan a transformarse en convulsiones y,
a juzgar por su mirada aterrorizada, algo va muy mal en mí. Mis
respiraciones son rápidas y superficiales, y me esfuerzo por hablar,
pero mi boca no coopera.
¿Me han envenenado?

178
Los pensamientos sobre Talon y la saliva tóxica de los
metamorfos flotan en mi nublado cerebro, y trato de pensar en
cuándo alguien podría haberme pasado algo. Lo único que
realmente comí fue el postre. La maldita tarta de queso, y maldito
Anciano Cleary por arruinarme la tarta de queso. Tuvo que ser él.
Las puertas del coche se cierran de golpe a mi alrededor y me doy
cuenta de que me acunan en el asiento trasero. Siento que el
vehículo empieza a moverse, y Nash se inclina y coloca sus manos
sobre mi cabeza y mi pecho.
Cuando se calientan para intentar curarme, lo siento como
una marca contra mi piel. No puedo reprimir el grito de dolor que
sale de mi garganta. Retira las manos, pero el dolor no se va con él.
Me inunda y me ahoga, no puedo respirar ni gritar a través de él, y
en ese momento me doy cuenta de que, sea lo que sea, creo que va
a matarme.

179
24

T
odo duele. No sé si eso es bueno o malo. Significa que no
estoy muerta, pero cada vez es más difícil no desearlo. El
dolor es inflexible. A veces parece que me estoy
quemando viva, otras veces siento que me están desollando. Creía
que conseguir mis runas era malo, pero esto -lo que sea- es
infinitamente peor. Quien me sujeta me aparta el pelo de la cara y
me habla cerca del oído. Su aliento se siente como agujas contra mi
cuello, y sus palabras se pierden en el dolor que satura cada
centímetro de mí.
No puedo controlar los gritos. Tengo la garganta en carne
viva y mi voz se va apagando poco a poco. Mi cuerpo no puede
decidir si quiere derrumbarse sobre sí mismo o arquearse para
escapar del dolor, y me retuerzo de una posición a otra. El aire frío
me roza la piel y siento que me pasan a otra persona. Me obligo a
abrir los ojos, esperando ver a uno de mis elegidos, pero en su lugar
Becket me devuelve la mirada. Grita a los demás y de repente
dejamos de movernos. Enoch, Nash y Kallan me miran,
preguntándome si estoy bien, pero estoy tan lejos de eso como
puedo estarlo.
Paso una mano temblorosa por la otra y recorro con un dedo
tembloroso y lleno de dolor las runas que llamarán a mis hombres.
Beckett y los demás me observan confundidos, pero no soy capaz
de darles ninguna respuesta. Es todo lo que puedo hacer para
mantener los ojos abiertos, para concentrarme en la tarea de llamar
a mis Elegidos. Ellos vendrán. Sólo espero poder aguantar hasta
entonces.
Becket comienza a moverse de nuevo. Cierro los ojos contra
el dolor que provocan sus movimientos y aprieto los dientes contra
el grito que intenta salir de mí.
—¡Deberíamos haberla llevado a nuestros padres, al menos
ellos podrían saber qué demonios hacer! ¿Qué coño vamos a hacer
por ella aquí?

180
—Becket, ¡cállate la boca! Por lo que sabemos, ellos le
hicieron esto. ¡Por algo ella no quería volver a esa casa!
—¡Vete a la mierda, Nash! ¡Puedes meterte tus acusaciones
de mierda por el culo!
Algo frío me aprieta la espalda y me doy cuenta de que me
están metiendo en una cama.
—¡Parad los dos! Becket, ella está aquí ahora, así que piensa
en algo más útil que quejarte de eso. Hasta que sepamos qué
demonios está pasando, Nash, guárdate tus problemas con los
ancianos. Kallan llama a Aydin, a ver si tiene alguna idea de lo que
está pasando. —La voz de Enoch retumba en la habitación, y los
demás se callan ante sus órdenes.
La cama se hunde a mi lado, y él me pasa la mano por la frente
y por la mejilla. Intento apartarme de él, pero no puedo moverme.
No puedo hablar. Mi voz, maltratada por los gritos, finalmente me
ha abandonado. Lo único que puedo hacer es gemir y esperar que,
de una forma u otra, esto acabe pronto.

****

—¿Qué cojones está pasando? Aléjate de ella.


El profundo barítono de Knox rompe el silencio, astillándolo
como un cristal y sacándome de la negrura en la que he estado
flotando. Mi ritmo cardíaco se acelera, sabiendo que está cerca, y
trato de luchar contra el dolor y la pereza de mi cuerpo para llegar
a él.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntan varias voces a la
vez, y oigo movimiento en la habitación.
—¡He dicho que te alejes de ella!
El cuerpo que ocupa el espacio a mi lado es arrancado. Parece
que se produce una refriega a juzgar por los gritos y el movimiento.
El colchón vuelve a hundirse a mi lado y me atraen unos brazos
181
grandes y fuertes, rodeados de un olor que reconocería en cualquier
parte. Knox.
—Asesina, ¿qué está pasando? —Su voz me acaricia la cara,
y oigo una ligera pausa en el tono mientras sus brazos me rodean
con fuerza.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Ryker, con su voz cercana.
Siento que se inclina sobre mí mientras coloca sus manos sobre mi
cabeza y mi cuello.
Antes de que nadie pueda detenerlo, sus palmas se calientan
y trata de presionar la magia curativa en mí. Me quema como lava.
Mi espalda se arquea en agonía y mi boca se abre en un grito
silencioso.
—¡No hagas eso, joder; le hace daño! ¿Crees que no lo hemos
intentado ya? —Le grita Nash, que aparta sus manos de mí.
—Joder, Chillidos. Lo siento mucho. ¿Qué demonios está
pasando?
—No puede hablar. Hasta hace veinte minutos gritaba de
dolor, pero creo que ya no tiene voz. No sabemos qué ha pasado.
En un momento nos gritaba, y al siguiente la magia le salía a
borbotones, y desde entonces está así. —relata Enoch.
—Ella está pasando por su Despertar. —anuncia Aydin,
desde otro lugar de la habitación.
—¿Qué hacéis vosotros dos aquí? —gruñe Bastien.
—Lo llamamos para pedir ayuda. Todavía no nos habéis
explicado qué demonios hacéis vosotros aquí. —Suelta Kallan
desde la esquina.
—¡Nos ha llamado ella! —replica Valen.
—Podéis medir la magia y las pollas después. ¿Cuándo
empezó a suceder? —pregunta Evrin.
Otro pulso de magia sale de mí, y el sonido apresurado que
llena mis oídos bloquea todo lo demás que se dice. Ryker me pasa
los dedos por el pelo y cada vez que su mano roza mi cuero

182
cabelludo mi dolor retrocede una cantidad minúscula. Cada pasada
de la mano supone un milisegundo de alivio de la constante agonía.
Intento levantar la mano, pero sólo puedo hacerlo un par de
centímetros antes de que caiga sin fuerzas en mi regazo.
—¿Qué pasa, Bruiser?
Bastien levanta mi mano, que no coopera, entre las suyas.
Apoya sus labios en la palma de mi mano y entrelaza sus dedos con
los míos. El contacto ahuyenta cualquier duda que tuviera en mi
mente. Cuando me tocan, me duele menos.
—Vinna, ¿puedes oírme? Veo que te duele, pero no debería
durar mucho más. Te vas a poner bien. Estás experimentando tu
Despertar.
Las palabras de Evrin flotan por la habitación y encima mía,
y se mezclan y se pierden en el dolor. Intento captarlas, pero lo
único que puedo retener es la necesidad de mi Elegido.
—¿No es joven para un Despertar? Deberían pasar un par de
años más al menos. —pregunta Nash.
—Sí, con Vinna, las cosas tienden a ser diferentes. —Ofrece
Aydin torpemente.
Si pudiera decirle al paladín que mi secreto ha salido a la luz,
lo haría, pero estoy tratando de concentrarme en Valen y Sabin y
de alguna manera acercarlos a mí. No está funcionando. Están
demasiado concentrados en la discusión que está teniendo lugar
ahora entre Aydin, Evrin, Enoch y los demás. Me concentro en las
runas de mi esternón. Hasta ahora, cuando las he activado he
utilizado el tacto, pero sé que, si me concentro lo suficiente, puedo
invocarlas igual que hago con las runas de mis armas.
Imagino cada uno de los símbolos en mi mente y los relaciono
con los individuos únicos que representan. Imagino que atraigo la
magia hacia mí y la devuelvo a esas marcas específicas de mi
pecho. Gemidos y gritos de dolor me rodean de repente. Odio tener
que compartir esta agonía con ellos, pero no se me ocurre otra
forma de hacerles entender lo que necesito. No puedo hablar,

183
apenas puedo moverme. Es una lucha sólo para seguir pensando a
través de este tormento.
—Maldita sea, ¿qué está pasando?
Knox se arruga encima de mí, y Bastien me agarra la mano
con fuerza mientras me responde.
—Bruiser, ¿eres tú? Joder, ¿es esto lo que sientes?
—¡Lunas, va a matarla! ¿Estás seguro de que esto es un
Despertar? Parece que algo está intentando destrozarla. —grita
Ryker.
—Si se va, creo que nos vamos con ella. —anuncia Valen.
Ryker me apoya la mano en la frente y el dolor disminuye
ligeramente. Espero contra toda esperanza que uno de ellos sienta
el cambio. Pero acabo de golpearlos con una puta tonelada de
sufrimiento; tal vez no capten la sutil diferencia.
—¿Qué acaba de suceder? Algo la ha afectado. No mucho,
pero lo suficiente. ¿Qué acaba de hacer uno de vosotros? —grita la
pregunta Sabin.
Su voz es más baja que antes, y me hace pensar que ahora está
en el suelo en lugar de estar de pie como antes. Me siento fatal por
hacerles pasar por esto, pero necesito que se den cuenta.
La mano de Ryker se aleja de mi frente y siento que su cuerpo
se hunde en el suelo a mi lado. El dolor se intensifica al perder el
contacto, y los chicos gimen y aúllan ante el nuevo nivel de tortura
abrasadora. Una mano me aprieta el pecho, y de nuevo el dolor se
retira sólo una fracción.
—Ryker vuelve a ponerle la mano encima. —grita Sabin, y
su mano vuelve a presionar la piel húmeda de mi cara.
El dolor disminuye.
Los gemidos de alivio resuenan a mi alrededor y, sin
necesidad de que me lo digan, siento que Valen empuja su mano
por debajo del dobladillo de mi camisa para apoyarla en mi
apretado estómago. La angustia afloja aún más su agarre.

184
—Knox, la sostienes, pero encuentra piel. Piel con piel parece
ser lo que mejor funciona. —Instruye Ryker.
Me desabrocha los pantalones y los baja lentamente por las
caderas. Knox apoya un brazo sobre mis muslos mientras el otro
serpentea bajo mi camisa y se apoya en mi espalda. En cuanto Knox
se acomoda contra mí, la agonía se apaga hasta convertirse en una
palpitación manejable. El cambio es tan drástico que
inmediatamente se me escapa un jadeo de sorpresa. Poco a poco, a
medida que pasan los minutos y el dolor se estabiliza en este nivel,
mi respiración rápida y superficial empieza a estabilizarse a medida
que mis pulmones se expanden y cooperan.
No sé cuánto tiempo pasa, mientras nos acurrucamos unos
contra otros con avidez para disfrutar del respiro. Abro los ojos y
me encuentro con cinco conjuntos que me miran intensamente, y
nunca he estado tan agradecida de verlos como en este momento.
La comisura de mi boca intenta esbozar una sonrisa, pero
probablemente parezca más bien un mal imitador de Elvis.
—Está bien, lo sentimos. Nosotros también estamos
jodidamente contentos de verte. Sentimos haber tardado tanto en
darnos cuenta, en ayudarte.
Me concentro en los ojos de color avellana de Valen mientras
sus palabras me tranquilizan, e intento llevarme la mano al pecho.
Me sorprendo cuando funciona, y rozo la gran mano de Sabin en
mi pecho mientras desengancho mis runas. Cada uno de ellos se
relaja aún más mientras robo el dolor hacia mí.
—¡Todos fuera! —grita Bastien, y me estremezco ante su voz
estruendosa cuando atraviesa el pesado silencio que cubre la
habitación.
—¿Quién coño te crees que eres para decirnos lo que tenemos
que hacer en nuestra propia casa? —exige Becket.
—Ella necesita el contacto piel con piel de nosotros para
controlar el dolor. No necesitas estar ahí para eso. Así que vete a la
mierda.

185
Antes de que se produzcan más discusiones, Aydin y Evrin
empiezan a sacar a Enoch y a los demás de la habitación.
—Muéstrame lo que tienes por aquí para comer. Ella va a
necesitar una tonelada de calorías si su Despertar es lo
suficientemente mágico como para causar un dolor como ese. —
explica Aydin. Los hace salir contra sus pequeños ruidos de
protesta, y la puerta se cierra tras ellos.
—Chillidos. —La voz de Ryker atrae mi atención hacia él, y
vuelvo a centrarme letárgicamente en sus ojos azul cielo—. Vamos
a desnudarnos, y luego haremos lo mismo contigo. Así podremos
tener todo el contacto posible contigo. Cada uno de nosotros va a
tratar de mantener una mano sobre ti, para que el dolor no sea tan
fuerte, pero esto probablemente va a doler hasta que todos podamos
colocarnos a tu alrededor.
Asiento lentamente en señal de comprensión, y él aparta su
mano y se quita la camiseta tan rápido como puede. Una nueva
oleada de agonía me golpea al perder su tacto, y todo lo que me
rodea es afortunadamente tragado por la oscuridad.

186
25

M
e despierto con un dolor sordo en cada centímetro de
mi cuerpo, pero es una sensación bienvenida en
comparación con la agonía que experimentaba antes.
Estoy caliente y casi desnuda, apretada contra cuerpos igualmente
calientes y casi desnudos. Inhalo profunda e inmediatamente sé que
Knox está presionado contra mi frente. Tiene un olor increíble que
es todo él, y me obsesiona. Una barbilla desaliñada me acaricia el
cuello desde atrás y un zumbido de satisfacción sale de mí.
—¿Cómo te sientes? —La voz de Ryker sube desde abajo
mientras su mano me acaricia suavemente la pantorrilla.
Es entonces cuando me doy cuenta de que cada uno de mis
Elegidos me envuelve como si llevara mi propio conjunto de
hombres calientes. Estoy tumbada de lado sobre Sabin. Knox está
acurrucado en mi frente, Bastien está a mi espalda, y Valen y Ryker
están sujetando cada uno mis piernas como si fueran almohadas
para el cuerpo.
—Estoy bien. —digo entre dientes, sorprendida de que mi
voz pueda hacer eso.
—Te he curado la garganta. —explica Ryker, leyendo mi
confusión—. Una vez que todos canalizamos la enorme cantidad
de magia que fluye a través de ti, mi magia no te hizo daño como
antes. Creo que cuando lo intenté antes sólo se sumó a la sobrecarga
con la que ya estabas lidiando.
Le dedico una débil sonrisa, y tengo que apartar la mirada de
la preocupación y la simpatía en sus ojos.
—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
—Casi una hora. —El pecho de Sabin retumba debajo de mí,
y su mano se enrosca suavemente en mi pelo—. La mayoría de los
Despertares no duran más de un par de horas, así que deberías estar
en la recta final. Aunque podría ser diferente para los centinelas.

187
Eres una persona precoz para los estándares de los casters, así que,
sinceramente, no tenemos ni idea de lo que es normal o no.
Le acaricio el pecho musculoso y juego distraídamente con la
línea de vello que va desde su ombligo hasta sus calzoncillos.
—Estoy bastante seguro de que Enoch sabe lo que soy. Estaba
en proceso de averiguarlo cuando ocurrió toda esta mierda del
Despertar.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Bastien, su aliento calienta
mi espalda entre mis omóplatos.
—El anciano Cleary me amenazó esta noche. Escogía a
Enoch y su aquelarre, o mi condición de Centinela podría no
permanecer en secreto. No estoy segura de sí los otros ancianos lo
saben, me sorprendería que no lo supieran. También me imaginé
que, si Cleary padre estaba al tanto, probablemente también metió
a Cleary hijo.
Gruñidos y resoplidos de frustración suenan a mi alrededor y
el ambiente se tensa con la creciente tensión.
—Voy a mandar a la mierda a toda esa familia si te pasa algo
porque están hambrientos de poder. —declara Valen.
—A la mierda con esperar a que hagan un movimiento; yo
digo que empecemos a sentar las bases de que no nos jodan, ahora.
Paso la mano por el musculoso antebrazo que Bastien ha
rodeado mi cintura.
—Esperemos a ver cuál es el siguiente movimiento de Cleary.
Tengo la certeza de que acabo de joderles lo que ellos creían que
era algo seguro. —Miro a los ojos grises como nubes de tormenta
de Knox y veo confusión—. Él pensó, como mi tutor asignado, que
tendría el control sobre mí durante los próximos dos años. No
tienen intención de tomarse en serio vuestra Reclamación de
Vínculo. —Froto la palma de la mano contra la barba incipiente de
su mejilla—. Si hubiera tenido que esperar hasta mi Despertar, a
los veinticinco años más o menos, no habría podido hacer mucho
para evitar que los ancianos me movieran de un lado a otro como

188
el peón que creen que soy, pero ahora se me considera oficialmente
independiente según sus reglas. No pueden obligarme a quedarme
aquí.
Los ojos de Knox se iluminan cuando las piezas encajan en
su sitio, y una hermosa sonrisa se extiende por su rostro. Se ríe y se
inclina, reclamando mis labios en un dulce beso.
—¡Oye! ¡No te beses con nuestra compañera semidesnuda
mientras nos acurrucamos y ella aún está pasando por su Despertar!
—Se queja Bastien.
—Bas, no odies que yo tenga acceso a estos deliciosos labios
y tú no.
—Si muevo mi mano 15 centímetros hacia abajo, tengo
acceso a otro conjunto de labios que estoy seguro son igual de
deliciosos. —desafía él.
Valen suelta una carcajada, y el sonido ahoga el pequeño
gemido que estoy segura de que se me acaba de escapar. Todavía
me duele, pero tendría que estar muerta para no mojarme ante las
palabras de Bastien. No es de extrañar que mi conciencia de la
proximidad de estos deliciosos machos se convierta de repente en
lo único en lo que puedo concentrarme.
Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos, y siento
que todos se congelan ligeramente a mi alrededor. Aydin asoma la
cabeza en la habitación oscura. Me doy cuenta de que es él porque
es un gigante y está haciendo esa incómoda maniobra de agacharse
bajo la puerta.
—He oído voces, ¿está despierta?
Ninguno de los chicos responde, como si me dieran tiempo
para decidir qué quiero hacer. Sabin me da una camiseta y me la
pongo rápidamente por encima de la cabeza.
—Estoy despierta. —anuncio, después de acomodarme entre
los chicos.
Él entra en la habitación, seguido de Evrin. La puerta se cierra
tras ellos mientras se encierran con nosotros.

189
—¿Cómo te sientes, Pequeña Peleona?
Su pregunta se queda en la habitación un segundo más de lo
que es cómodo. No estoy segura de cómo interactuar con ellos
después de todo lo que ha pasado.
—¿Es normal que los Despertares duelan así? Todo lo que he
leído hasta ahora lo hacía parecer como una oleada o un subidón, y
eso seguro que no es lo que me pasó a mí.
—No se habla mucho de ello, probablemente porque nadie
quiere asustar a los jóvenes hechiceros sobre lo que pueden o no
pasar, pero ocurre. Cuanta más magia se despierta en ti, más
doloroso puede ser. —Evrin se restriega con la palma de la mano
la parte posterior de su cuello fuertemente tatuado—. Nadie sabe
realmente por qué les pasa a unos y a otros no.
Aydin se acerca a la cama mientras Evrin responde a mi
pregunta, y de repente me encuentro deseando que las cosas entre
nosotros vuelvan a ser como antes. Odio que no pueda darme el
beneficio de la duda y verme como realmente soy, no la jodida
versión amenazante que cree Lachlan. Y odio que su presencia se
sienta ahora como una incómoda intrusión, en lugar de la fácil
amistad que teníamos antes. Nos miramos fijamente el uno al otro
durante un minuto, mientras las preguntas que estoy cansada de
tragar me suben a la garganta.
—¿Por qué Aydin? —preguntó en voz baja—. Deberías
haberme conocido mejor que ninguno de ellos. Me pediste que
confiara en ti, pero ¿por qué ibas a pedir algo que no estabas
dispuesto a dar a cambio?
Él tiene una mirada de impotencia, y sus manos se restriegan
en la cara antes de caer derrotadas a su lado.
—Pequeño Peleona, siento que cualquier cosa que diga en
este momento sólo va a pasar de puntillas por el terreno de las
excusas.
—Necesito que intentes ayudarme a entender. Porque si
nunca lo haces, siempre pensaré que lo que hiciste conmigo fue una

190
mentira, una especie de truco. No quiero pensar así de ti. Pero no
puedo salir del pozo del dolor y la desconfianza por mí misma.
Sus ojos siguen en los míos, pero puedo sentir una repentina
desconexión. Como si, a pesar de estar aquí, frente a mí, sus
pensamientos estuvieran en otro lugar. Se deja caer en el borde de
la cama como si lo que lleva se hubiera vuelto de repente
demasiado pesado para seguir soportándolo. Todos los chicos se
agarran a mí casi al mismo tiempo, preparándose y apoyándome
literalmente para lo que sea que está a punto de descargar.
Aydin mira a Evrin y éste le hace un gesto con la cabeza.
—Hace poco más de diez años, estábamos siguiendo a unos
lamias. Habían estado engatusando a los humanos para sacarles
dinero, y nos encargaron que los elimináramos. Cuando finalmente
alcanzamos el nido, las cosas dieron un giro extraño. Había ocho
lamias, y no hubo mucha pelea, pero cuando Lachlan fue a matar a
uno de ellos, lo reconocieron. El chupasangre seguía preguntando
cómo estaba allí. Al principio, parecía una tontería. Habíamos
buscado a Vaughn y a los demás por todas partes, sin conseguir
nada. Creo que la mayoría de nosotros, en ese momento, habíamos
aceptado el hecho de que se habían ido, asesinados de alguna
manera. Así que cuando empezó a divagar sobre cómo estaba
Lachlan, ninguno de nuestros pensamientos se dirigió directamente
a Vaughn. No fue hasta que dijo el nombre de Adriel que hizo clic.
Este lamia no estaba viendo a Lachlan. Estaba viendo a Vaughn en
la cara de tu tío. Era la primera pista con la que nos habíamos
topado que podría darnos alguna indicación sobre lo que les pasó a
Vaughn, Eden y Lance, y a sus compañeros de vínculo. —Aydin
asiente hacia los gemelos, y registra que Eden y Lance eran los
nombres de sus padres.
—Trabajamos en ese lamia durante casi un mes, pero era
como el puto Joker y Riddler en uno. Nada de lo que decía tenía
sentido. Gritaba una y otra vez que nos iban a robar la magia, pero
lo descartábamos fácilmente como una amenaza vacía. Hacia el
final, sin embargo, comenzó a hablar de cómo un bebé destruyó a
Vaughn. O que el bebé no era lo que pensábamos.

191
—Nunca conseguimos nada más que tonterías de él, y Silva
acabó con él cuando ninguno de nosotros pudo aguantar más las
idioteces. Salimos de esa situación aún más derrotados. Lachlan no
fue el mismo después de que su hermano desapareciera, pero el mes
que pasamos con ese maldito lamia loco pareció romper algo en él.
Los años enterraron esos recuerdos, y entonces un día, de la nada,
apareciste tú. Tan pronto como tu nombre salió en ese coche,
desenterró las locas divagaciones de esa sanguijuela. Ninguno de
nosotros sabía qué hacer con eso, qué hacer contigo, y nos puso a
todos en guardia.
Aydin sacude la cabeza y mira sus grandes manos antes de
volver a mirarme, con ojos suplicantes.
—Eres muy poderosa. Lo eras antes de tu Despertar, y sólo el
tiempo dirá de qué serás capaz ahora que toda tu magia se ha
abierto. Cada vez que intentaba verte como una hembra inocente
en todo esto, hacías algo increíble, y no podía evitar preguntarme
qué significaba lo que dijo. Estaba claro que eras el bebé del que
hablaba, así que ¿qué quería decir cuando decía que no eras lo que
pensábamos? Me pareció casi imposible no sospechar y, por lo
tanto, ser cauteloso a tu alrededor. Antes nos faltaban tantas piezas
del rompecabezas, y luego ahí estabas tú, más o menos echando por
tierra todo lo que creíamos saber. ¿Qué se suponía que teníamos
que hacer, Pequeña Peleona?
Aparto la mirada de sus ojos suplicantes y me encuentro con
los orbes de color avellana de Bastien esperándome. Sus emociones
están enmascaradas y no puedo saber exactamente lo que siente en
este momento. Sospecho que no quiere que lo que siente influya en
mi decisión sobre cómo seguir adelante con Aydin, o incluso si
creo que eso es posible.
—Yo era un bebé, Aydin. Si de alguna manera mi existencia
mató a Vaughn, y probablemente lo hizo, ¿qué habría sabido yo de
ello? ¿Cómo podrían verme a mí, o al bebé, como el villano en ese
escenario?
—No fue eso, Vinna. —suplica Evrin.

192
Levanto las cejas e inclino la cabeza, dirigiéndole la mirada,
e inmediatamente replantea sus palabras.
—Quiero decir que tal vez eso sea parte del problema de
Lachlan, pero ese no era el problema conmigo ni con Aydin. Era la
advertencia de que, de alguna manera, no eras lo que parecías.
Después de tu lectura, lo que eras quedó claro. Nuestra sospecha
pasó de la posibilidad de que fueras algún tipo de espía, a entender
que eras más de lo que cualquiera de nosotros creía posible: una
Centinela. Por primera vez, lo que eras no era una amenaza, al
menos no de la manera que habíamos pensado. Por fin teníamos
algunas respuestas.
Suelto un profundo suspiro, sin estar segura de cómo me
siento con todo lo que me acaban de contar. Me ayuda a entender,
pero no me ayuda a sentirme mejor. Esperaba que, fuera lo que
fuera lo que Aydin tenía que decir, que de alguna manera borrara
mágicamente todo el dolor. Ya debería saber que no hay soluciones
rápidas cuando se trata de confianza rota; cuando algo se rompe,
no siempre se pueden pegar las piezas.
—Eso no hace que la forma en que os habéis comportado sea
aceptable. Esto no excusa a ninguno de vosotros de actuar sin
compasión y empatía. —Le dice Valen, expresando perfectamente
lo que siento.
Aydin se encuentra con su mirada.
—Lo sé. Como he dicho, no quiero que esto suene como si
estuviera poniendo excusas. No soy perfecto. Evrin no es perfecto.
Ninguno de nosotros ha estado en esta posición antes; la hemos
cagado. Pero aprendemos y lo hacemos mejor, así es como
funciona la vida, o debería hacerlo.
Intento ponerme en su lugar. ¿Habría sido yo diferente?
¿Podría haber visto a través de la sospecha y la duda la verdad?
Joder. Ni siquiera sabía cuál era la verdad; cómo puedo esperar que
lo hayan previsto. Quiero quejarme de que debería habérmelo
dicho. Pero ¿habría hecho eso, habría puesto todas mis cartas al
descubierto para alguien que no estaba seguro de que las usaría en
mi contra? No lo sé.
193
Miro a mi alrededor mientras considero lo que han dicho, y
aterrizo en la mirada profunda y marrón de Evrin.
—¿Por qué nunca me curaste? Ryker me lo preguntó una vez,
y nunca pude averiguar la respuesta.
—Lo intenté, un par de veces, justo después de que Lachlan
te atacara, y después de aquel incidente en el coche, cuando
golpeaste a Kegan. No querías que me acercara a ti. —Da un paso
vacilante para acercarse—. Estaban pasando muchas cosas, y lo
último que quería hacer era forzarte a hacer algo sólo porque creía
que había que hacerlo. No quería presionarte ni quitarte la
posibilidad de elegir, no como vi que hizo tu tío. Quizá debería
haberme esforzado más en explicarte. No sabía cómo hacer para
establecer una conexión. Siempre he sido callado, y tiendo a
permanecer en un segundo plano. Supuse que sabías que podía
curar y que acudirías a mí si decidías que lo necesitabas. —Me
ofrece una pequeña sonrisa.
Pienso en la biblioteca cuando trató de acercarse a mí después
del ataque, o en cómo reaccioné cuando volví al coche después de
haber golpeado mágicamente a Kegan, o en cualquiera de las otras
veces que Evrin curó a Aydin cuando nos enfrentamos. Tiene
razón, le dije que no quería que él ni nadie se acercara a mí. Estaba
indecisa y desconfiada a su lado por todo lo que estaba pasando con
los demás, y a mi alrededor en general.
—¿Hay algo más que deba saber antes de trabajar para dejar
atrás toda la mierda? —Les pregunto a ambos—. Piensa bien antes
de contestar porque no puedo lidiar con más secretos de aquí en
adelante. No después de lo que pasó con Talon, y con vosotros. He
llegado a mi límite. Así que, si alguna vez hubo un momento para
sacarlo todo, es ahora.
La habitación se queda en silencio y siento el subir y bajar de
los pechos de los chicos a mi alrededor. El ritmo constante y
sincronizado me tranquiliza, y encuentro más consuelo en el simple
contacto de lo que nunca pensé que podría. Estamos conectados, y
la certeza de eso me calma de una manera que necesito
desesperadamente.

194
—No hay más secretos, y prometo que no los habrá de nuevo.
—dice Aydin.
—Lo haremos mejor, Vinna.
Asiento con la cabeza a sus declaraciones. Por muy incómoda
y rígida que sea toda esta conversación, también se lleva algo del
dolor que me pesa. Ahora hay esperanza donde antes sólo había
una amarga angustia, y supongo que con todo lo que ha pasado en
el último mes, más o menos, eso ya es algo.

195
26

M
i estómago suelta un aullido que haría desconfiar a un
gato salvaje, y todos me miran con algún tipo de
sorpresa en la cara.
—Dejadme en paz; me muero de hambre. —Me río de mi
broma, pero se pierde bajo otro gruñido feroz de mi estómago
enfadado y vacío. Aydin se ríe y sacude la cabeza.
—Aquí no tienen una mierda para comer, así que iremos a
buscar algo para ti, Pequeña Peleona.
No me da tiempo a responder ni a pedir nada antes de que él
y Evrin se escabullan por la puerta y desaparezcan por el pasillo.
—Bueno, por mucho que me guste este cúmulo de cuerpos
desnudos en el que estoy envuelta, me siento mejor y quiero salir
de aquí de una puta vez. —anuncio.
Me muevo para salir del capullo de mis Elegidos y los
cuerpos a mi alrededor vibran con risas y gruñidos de acuerdo.
Valen y Ryker son los primeros en saltar de la cama. Me quito la
camiseta de Sabin por la cabeza y se la devuelvo. Valen me da el
sujetador y la camisa, y me los pongo mientras los demás salen de
la cama a mi alrededor y se ponen sus propios pantalones y
camisetas. Me abrocho los vaqueros y me doy un rápido repaso. No
me veo diferente, por lo que parece. No veo ninguna runa nueva, y
aparte de estar un poco temblorosa y muy hambrienta, me siento
como yo.
Miro alrededor de la habitación por primera vez y me doy
cuenta de que no estoy en el dormitorio que me tenía antes. No
estoy segura de a quién pertenece éste, con sus cálidos tonos
naranja quemado y sus alfombras y muebles texturizados
distribuidos por el amplio espacio. Hay una pared de estanterías
repletas de libros, y estoy tentada de ir a ver la colección, pero un
beso en el cuello me desvía de ese plan. Levanto la vista hacia los
cálidos ojos avellana de Valen y correspondo a su tierna sonrisa.

196
—Nos has dado un susto de muerte. —Acentúa la afirmación
con otro breve beso en mis labios—. Estoy muy aliviado de que
estés bien. Todos lo estamos. —declara, con sus labios contra los
míos.
—Sólo te mantengo alerta. No quiero que te sientas
demasiado cómodo y seguro, pensando que las cosas van a ir sobre
ruedas de aquí en adelante. —Bromeo.
Él se ríe.
—Es cierto. Las cosas más locas parecen ocurrir a tu
alrededor. —Me besa la punta de la nariz.
—Sí, ¡y me encanta, joder! —anuncia Knox, mientras me
arranca del agarre de Valen y me da un ruidoso y rápido beso en
los labios. Me río y me guiña un ojo.
—Ahora, vamos a sacarte de esta casa para que puedas
instalarte en la tuya. —declara Bastien, antes de darme un rápido
beso.
Muy bien, parece que besarse delante de los demás es algo
oficial. Es bueno saberlo. Los chicos empiezan a salir de la
habitación al pasillo, y me encuentro protegida justo en medio de
ellos. Vuelven a estar en ese modo protector que vi por primera vez
la noche de mi lectura. Su postura me alegra el corazón, como la
primera vez que lo noté y cada vez que ha aparecido desde
entonces. Nuestro grupo se dirige a la sala de estar, donde Enoch,
Nash, Kallan y Becket se levantan de donde están sentados en los
sofás y las sillas.
—¿Estás bien? —pregunta Nash, dando pasos hacia mí como
si sólo pudiera tranquilizarse si lo viera por sí mismo. Los chicos
se tensan a mi alrededor infinitamente, pero a él no se le escapa—.
Yo no le haría daño. —Se defiende, y el resto de su aquelarre se
acerca a él en señal de apoyo.
Ninguno de los chicos dice nada mientras hacen su mejor
imitación del puto servicio secreto.

197
—¿Estás bien? —pregunta Kallan, reiterando la pregunta sin
respuesta.
—Lo estaré...
—Vinna, tenemos que hablar. —Interrumpe Enoch,
adelantándose para tomar el mando de su aquelarre.
Bastien y Valen se acercan el uno al otro frente a mí, cortando
su línea de visión.
—¡Quieren dejarlo ya, joder! No vamos a hacerle daño, así
que dejad de tratarnos como si fuéramos amenazas. —Les grita
Becket.
—Vinna, ¿qué pasó en la casa? ¿Por qué saliste furiosa, qué
te alteró tanto? —La pregunta de Enoch corta la creciente pelea que
pica entre estos dos grupos de hechiceros.
Me adelanto y pellizco los culos de Valen y Bastien. Agarro
bien las nalgas de ambos y las uso para guiarlos y tener espacio
para avanzar. Entiendo que se sientan territoriales, pero hablar con
Enoch y los demás como si fueran voces incorpóreas que flotan en
el éter no me va a servir de mucho. Necesito ver sus caras cuando
esta conversación se desarrolle. Mis ojos se posan en los de Enoch.
—¿Qué te ha contado tu padre de mí? —pregunto,
manteniendo mis emociones bajo control y mi cara en blanco.
Sus cejas bajan ligeramente en señal de confusión.
—Nada.
Mi mirada vacía se vuelve incrédula.
—Bueno, supongo que, si vamos a mentirnos mutuamente,
esta conversación ha terminado.
Intento moverme para irme, pero estoy encajonada por
grandes cuerpos musculosos, así que acabo dando una especie de
rebote hasta que los chicos captan la indirecta y empiezan a
dirigirse hacia la puerta. Definitivamente vamos a tener que
trabajar en nuestra salida sincronizada.

198
—Eres poderosa. Probablemente el Centinela más poderosa
que se haya visto desde El Abandono, que es como lo llamaron mis
antepasados cuando los Centinelas se separaron de los casters y
desaparecieron. —confiesa Enoch, y yo me giro.
Su lenguaje corporal es resignado, pero sus ojos son
suplicantes.
—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunto. Al mismo tiempo,
Kallan y Becket se vuelven hacia él y exigen saber de qué demonios
está hablando. No se me escapa que Nash no parece tan confundido
como el resto de su aquelarre.
—Lo sospeché cuando te vi por primera vez en la playa aquel
día, pero lo supe cuando cogiste a Harris por el cuello y lo tiraste
al suelo. Mis antepasados han transmitido historias sobre los
usuarios de la magia de antaño, desde siempre. Cuando era más
joven, eran cuentos de hadas que mi madre me contaba a la hora de
dormir. Pero cuando vi tus marcas y lo que podías hacer, los
cuentos que me gustaban de niño se hicieron realidad.
Su explicación no me sorprende tanto como antes de la
amenaza de su padre. Me imaginé que su familia había visto e
interactuado con mi especie lo suficientemente reciente como para
que el conocimiento aún estuviera fresco, o de alguna manera las
historias de otra raza de usuarios de la magia no estaban tan muertas
y enterradas como los lectores parecían pensar.
—En serio, ¿de qué coño estás hablando? —exige Kallan de
nuevo, mirando de él a mí cuando su pregunta no recibe respuesta
inmediata.
—No soy una caster. —Le digo—. Al parecer, pertenezco a
una raza diferente de usuarios de la magia llamada Centinelas. Por
eso puedo hacer las cosas que puedo, y por eso los lamias me
persiguen.
Él me mira fijamente. Sus ojos azul agua recorren cada
centímetro de mi cara, y creo que está tratando de calibrar si le
estoy tomando el pelo. Se vuelve hacia Enoch.

199
—¿Lo sabías todo el tiempo y no dijiste nada? —Le pregunta
Kallan, con una voz desbordante de dolor y un remolino de ira.
Enoch suspira y se pasa una mano cansada por la cara.
—Mi padre me dijo que no lo hiciera.
—¡Somos tu puto aquelarre! —Le grita Becket—. ¿Me estás
diciendo que no confías en nosotros?
—No fue así. Esta información es peligrosa. Intentaba
protegerte, como es mi deber.
—¿De verdad crees eso, Enoch? —Intervengo, hablando por
encima de las discusiones y acusaciones que se lanzan entre ellos—
. ¿Acaso era mi seguridad lo que preocupaba a tu padre cuando me
amenazó con que o te elegía a ti y a tu aquelarre, o me arriesgaba a
ser expuesta como Centinela?
Lo observo con atención, buscando cualquier señal de que
supiera que éste era el plan de su padre. O bien es un actor de
increíble talento, o bien la conmoción que lleva en estos momentos
es genuina. Hombre, lo que daría por ser capaz de oler una mentira
como lo hacen los cambiaformas. Mi estómago me grita su
descontento, sonando muy parecido a los gruñidos de los lobos en
los que estaba pensando. Ryker me pone una mano en la espalda y
se inclina hacia mí.
—Vamos a alimentarte y a descansar. Podemos ocuparnos de
toda esta mierda otro día.
Asiento con la cabeza y le doy una sonrisa cansada. Mataría
por tres hamburguesas del tamaño de un plato y un baño caliente
en una tina.
—Bueno, parece que tenéis algunas mierdas que tenéis que
solucionar entre vosotros. Y si no como pronto, el hambre va a
hacer acto de presencia, y con las baterías extras que acaba de
adquirir mi magia, eso probablemente no va a ser agradable para
nadie. Vendré a recoger mis cosas esta semana si te parece bien, y
luego nos vemos por ahí, supongo.

200
Me siento incómoda e inquieta cuando intento despedirme.
Me sale más bien una pregunta incoherente, y casi les guiño el ojo
y les hago un dedo de pistola mientras hago un extraño chasquido
con la lengua. ¿Por qué es esto tan raro?
—¿A qué te refieres con recoger tus cosas? —pregunta Nash,
hablando por primera vez desde que la bomba de la verdad de los
centinelas explotó por toda la habitación.
—Ya he despertado, así que se acabaron los guardianes
mágicos manipuladores para mí. Ahora puedo ir a donde quiera, y
eso siempre será con ellos.
Nash mira a cada uno de los chicos que me rodean uno por
uno y luego vuelve a mí, separa los labios para decir algo, pero
Enoch le corta.
—Todavía necesitas entrenar y trabajar en tu magia,
especialmente ahora que tendrás acceso a más de ella. Este es el
mejor lugar para hacerlo. Mira lo lejos que has llegado ya. ¿Qué te
enseñaron todo el tiempo que estuviste en casa de tu tío? Somos el
mejor aquelarre para ayudarte. —Hace un gesto a los chicos que
me rodean—. No dejes que te convenzan de que son tu única
opción.
—Escucha, pedazo de mierda arrogante...
Me interpongo en el camino de Sabin cuando se mueve por
detrás de mí para cuadrarse ante él. Me echo hacia atrás y agarro
sus manos y las pongo firmemente en mi culo, esperando que eso
le dé algo más en lo que pensar aparte de querer hacerle pedazos.
Knox da un paso adelante, y yo enlazo su mano con la mía. La
levanto para que Enoch y los demás la vean.
—Si sabes lo que soy, entonces sabes lo que son para mí. —
Señalo las runas en el dedo anular de Knox—. Son míos. Yo soy
de ellos. Es un trato hecho. —Bajo su mano, pero mantengo mis
dedos entrelazados con los suyos—. Gracias por traerme aquí en
lugar de a la casa de tu padre. —Hago una pausa—. Quizá tu padre
no tenía las mejores intenciones, pero tenía razón al decir que saber

201
de mí es peligroso. Dijeron que podía confiar en vosotros.
Realmente espero que eso sea cierto.
—¡Vinna, espera! —Me gritan varias voces, mientras me giro
hacia la puerta. Miro hacia ellos y el paso hacia nosotros que todos
parecen haber dado—. No tenemos que ser ni nosotros ni ellos. —
dice Kallan, cuyos ojos se dirigen a Enoch durante unos breves
segundos.
La mirada de éste desciende ante sus palabras, pero cuando la
habitación vuelve a quedar en silencio, sus ojos de color
aguamarina se fijan de nuevo en mí.
—Estamos aquí pase lo que pase. —ofrece.
Su mano se extiende hacia mí por un momento, pero la obliga
a bajar. El lenguaje corporal de Enoch cambia cuando se produce
en su interior algún tipo de decisión o aceptación. Levanta la vista
hacia mí y no veo la súplica o la disculpa que vi antes; me devuelve
la determinación y no sé qué pensar al respecto. Les dirijo a él, a
Nash, a Kallan y a Becket un gesto de asentimiento, sin saber qué
más hay que decir. Esta vez, cuando me dirijo a la puerta, no hay
objeciones ni palabras suplicantes que me hagan retroceder.
Aprieto la mano de Knox y lo miro radiante.
—Llévame a casa.

202
27

L
a oscuridad besa todo lo que me rodea, y me recuesto en
el reposacabezas, feliz de ver cómo los rayos de luz de la
luna revolotean por la cara de Valen mientras conduce el
Jeep hacia donde sea que esté mi hogar. Este momento me parece
surrealista, pero me aferro a esa sensación demasiado buena para
ser verdad, sabiendo que puede ser fugaz y difícil de encontrar de
nuevo, o al menos lo ha sido para mí en el pasado.
Cada uno de nosotros mira hacia la noche, perdido en sus
propios pensamientos y sin sentir ningún impulso por invadir la
tranquila calma del momento con palabras. La carretera en la que
estamos serpentea hacia arriba y luego hacia abajo, y un buzón
aparece en la distancia. Valen aminora la marcha cuando nos
acercamos al buzón y giramos por un largo camino pavimentado
hacia una casa iluminada como un faro en la oscuridad.
Las luces exteriores pintan la casa de ladrillo de dos pisos con
tonos cálidos y dorados, y veo toques de hiedra trepando por los
lados de la estructura. El ladrillo ha sido tratado con algo, y tiene
tonos más cremosos que el rojo intenso que probablemente tuvo
antes. Nos acercamos a dos puertas de garaje, y una de ellas se
levanta, iluminando el espacio vacío que ahora reclama mi Jeep.
Entramos en el garaje, y me doy cuenta de que debe haber
otro conjunto de puertas de garaje al otro lado del edificio, porque
hay muchas plazas para vehículos abiertas delante de mí. En el
espacio caben fácilmente más de seis coches, y veo que hay
todoterrenos aparcados en la esquina. Enseguida pienso en todas
las cosas divertidas que añadiremos aquí a lo largo de los años, los
juguetes que adquiriremos y la vida que construiremos.
Siento la mirada de Ryker sobre mí y veo que Valen también
me mira de reojo.
—¿Qué te parece? —pregunta finalmente Valen, y puedo oír
un toque de nerviosismo en su voz.

203
—Me encanta la hiedra y el ladrillo. ¡No puedo esperar a verla
a la luz del día si ya es así de bonita en la oscuridad! —exclamo,
mientras una enorme sonrisa se apodera de mi rostro.
A él se le escapa la preocupación de sus facciones y me dedica
una sonrisa asesina que me desconcierta el cerebro y me revuelve
las hormonas. Alargo una mano para acariciar su mejilla,
maravillada por lo increíblemente hermoso que es. Paso el pulgar
por sus labios carnosos mientras mis ojos recorren con avidez sus
rasgos. Me tiembla la mano, y finjo que es más por la bajada de
azúcar que por la constatación de que todos los obstáculos que me
han alejado de mis Elegidos acaban de quedar obsoletos. Por fin
estamos solos ellos y yo. Valen me coge la mano y me besa el
interior de la palma, sus ojos están llenos de algo profundo e
infinito que no estoy segura de estar preparada para nombrar
todavía.
Ryker sale del asiento trasero y se acerca a mi lado del auto.
Abre la puerta y veo cómo Sabin, Knox y Bastien se bajan del de
Sabin en el lugar contiguo al Jeep. Ryker me coge de la mano y me
lleva a través de una puerta hacia la casa. Atravesamos un pequeño
pasillo con puertas que no señala ni explica, hasta llegar a la cocina,
donde Birdie, Lila y Adelaide están ocupadas preparando algo que
huele a gloria.
Me detengo en la entrada y observo cómo las hermanas se
mueven por la cocina, sin parar, mientras trabajan. Me produce tal
sensación de bienestar que se me pone la piel de gallina y se me
llenan los ojos de lágrimas. No espero a que se den cuenta de que
tienen público, me meto en medio del tumulto y abro los brazos de
par en par. Un chillido jadeante resuena en la gran cocina y tres de
mis personas favoritas en todo el mundo se abalanzan sobre mí
mientras me apresan y me rodean de amor de hermanas.
Nos abrazamos, lloramos, nos achuchamos y nos decimos
cosas sin sentido sobre lo mucho que sentimos y lo mucho que nos
hemos echado de menos. No estoy segura de a qué se deben las
disculpas, pero capto las menciones a Lachlan, al aquelarre, a
Talon, a mis padres, a ellos. Pero nada de eso me importa ahora
mismo. Las he echado mucho de menos, y están aquí, y ahora
204
mismo, en este momento, todo parece ser exactamente como
debería ser.
Nos limpiamos los rastros de lágrimas de las mejillas de los
demás y luego nos reímos de nuestra propia tontería. Miro a los
chicos que se han reunido alrededor de la cocina para observar
nuestra particular locura, y todos están radiantes.
—¡Gracias! —Les digo, más que agradecida porque de
alguna manera han conseguido convencerlas para que estén aquí
esta noche.
Por dentro espero que sea para siempre, pero, aunque sólo sea
por esta noche, es exactamente lo que necesitaba para sentirme
completa y en casa aquí. Knox levanta los hombros y los encoge.
—No nos des las gracias, dáselas a ellos. —Hace un gesto
detrás de mí.
Me giro para ver a Aydin y Evrin, apoyados en una pared que
da acceso al comedor. No sé cómo he podido pasar por alto el
enorme cuerpo del gigante pelirrojo o la presencia tatuada de Evrin.
Dudo durante unos breves segundos antes de dejar atrás la
incertidumbre y actuar según el instinto que me mueve. Me acerco
a donde está Aydin, le miro a los ojos gris oscuro y abro los brazos.
Sus ojos brillan de sorpresa y su nuez de Adán se balancea en su
garganta mientras trata de tragar la emoción que ahora hierve en su
mirada.
—Lo siento, Pequeña Peleona. —Se disculpa de nuevo, y se
agacha y me coge en un abrazo gigante. Las lágrimas caen
libremente por sus mejillas hacia su barba castaña y se aplastan
contra mi hombro. Me aprieta con fuerza y se endereza,
levantándome del suelo y poniéndome a su altura—. Lo siento
mucho, joder. —murmura una y otra vez, y dejo que sus disculpas
me inunden.
No puedo decirle que está bien, porque no lo está, pero puedo
sentir y oír lo mucho que lo siente, y es suficiente para convertir
ese resquicio de esperanza al que me he estado aferrando en una
ventana de posibilidades. Podemos trabajar para volver a un lugar

205
mejor, y sé que lo hará. Me quedo abrazada a él durante un rato,
hasta que los dos rebosamos de las silenciosas seguridades que
necesitábamos para poder avanzar de verdad.
Me deja en el suelo e inmediatamente me pongo delante de
Evrin, con las manos extendidas y ofreciendo el mismo perdón. Tal
vez la teoría del abrazo no sea tan extraña después de todo. Él
parece inseguro durante un segundo antes de aceptar mi oferta y
acercarse a mí, dándome un abrazo fuerte y tranquilizador.
También se disculpa y promete hacerlo mejor y esforzarse más. Me
parece más fácil dejar de lado la parte de Evrin en toda esta mierda.
No sé por qué, pero me da la esperanza de que, después de todo,
puedo hacer esto del perdón.

****

Todos estamos sentados en la mesa, llenos, contentos y


recostados después de consumir el enorme banquete que las
hermanas nos han preparado. Me puse en plan tejón salvaje y
rabioso en cuanto la comida estuvo a mi alcance, prácticamente
gruñendo a cualquiera que se acercara demasiado a mi plato lleno.
Creo que lo vacié y lo volví a llenar cinco veces, pero el coma
alimentario que sufro en estos momentos me impide recordar los
detalles con precisión. Todo el mundo se ríe y bromea, me pone al
corriente de viejas historias o se llama la atención sobre cosas
embarazosas, y todo parece tan perfecto que estoy luchando contra
mi agotamiento con uñas y dientes para que esta noche no se acabe.
Bostezo ruidosamente, dando una palmada sobre el ataque
furtivo que traiciona mi cansancio. Un bostezo se convierte
rápidamente en otro, y mi cuerpo me pide que ondee la bandera
blanca en esta noche y me meta inmediatamente en algún lugar
suave y cálido y duerma durante una semana. Me inclino hacia
Ryker, que me rodea con un brazo para sostener la parte superior
de mi cuerpo, repentinamente plomizo. Me pregunto si puedo
convencerle de que me lleve a donde se supone que voy a dormir

206
esta noche, porque no creo que pueda convencer a mis piernas de
que funcionen.
—Creo que Chillidos está lista para dar por terminada la
noche, chicos. —anuncia.
Le doy una pequeña sonrisa de cansancio porque tiene toda
la razón, pero al mismo tiempo, no quiero que esta noche termine.
Es como si temiera que, si la diversión y la facilidad de esta noche
se detienen de repente, de alguna manera nunca podría recuperarla.
Sólo quiero quedarme aquí, encerrada en este momento en el que
nada malo está sucediendo, y todo el mundo está feliz y riendo.
Como si Valen pudiera leer mi mente, o sintiera la batalla que se
libra en mi interior para no dejar que esta noche se convierta en un
ayer, se le ocurre un plan para mantener a todos aquí.
—¿Por qué no se queda todo el mundo aquí esta noche?
Tenemos mucho espacio y camas, gracias a las hermanas y sus
increíbles habilidades para ordenar muebles. —Se ríe, y el resto de
los chicos se unen—. Knox y Ryker, podéis enseñar a Vinna su
habitación. Bastien y Sabin, ¿por qué no lleváis a Evrin, Aydin y
las hermanas a instalarse, y yo me encargo de limpiar la cena... y
eso no se discute? —regaña juguetonamente a las mujeres, que
simultáneamente abren la boca para discutir sobre la parte de la
limpieza en el plan.
Me río y lanzo una sonrisa victoriosa a las hermanas mientras
añado una cuenta a mi favor al marcador mental que mantengo para
nuestra guerra de lavado de platos. Su margen de derrota sigue
siendo enorme, pero tengo grandes esperanzas de darles la vuelta
al guion ahora que controlo mejor mi magia y he estado trabajando
en algunas habilidades furtivas que me ayudarán en esta guerra.
Knox se levanta de la mesa y me tiende la mano para que la
coja. Me ayuda a levantarme de la silla y luego se da la vuelta y se
agacha, dándome la espalda. Sonrío y salto sobre él, rodeando su
cuello con los brazos y su cintura con las piernas. Él me pasa los
brazos por debajo de los muslos y las rodillas, dándome un apoyo
extra, y le beso el lateral del cuello en señal de agradecimiento.

207
Todo el mundo se pone de pie estirándose y gimiendo y dando las
gracias a las hermanas por otra comida increíble.
Mi sonrisa crece aún más cuando Knox me lleva ante todos
para darles las buenas noches. Se reparten abrazos y recibo besos
suaves y dulces de Bastien, Valen y Sabin antes de que él me lleve
por la sala de estar, pasando por la puerta principal, y por un pasillo.
Ryker nos conduce hasta el final y se detiene ante la alta puerta
negra que hay. Con dramática lentitud, agarra el pomo y la empuja
para abrirla. Le hace un gesto a Knox para que vaya primero, y me
lleva a la habitación justo cuando las luces se encienden.
Al igual que en el resto de la casa, los suelos son de madera
clara, y las paredes son increíblemente altas y están pintadas de un
color bronceado suave. Mis ojos se dirigen a los altos techos con
recuadros que tienen hermosos e intrincados dibujos blancos. Una
lámpara de araña cuelga por encima de la cama, dando a la
habitación un toque femenino que complementa la sensación de luz
y aire del espacio. La cama es enorme. Tiene que estar hecha a
medida porque parece apenas dos colchones de tamaño king
empujados juntos. El cabecero es de color crema, y la ropa de cama
tiene un estampado de melocotón y crema que resulta suave e
increíblemente acogedor. El largo banco acolchado a los pies y las
mesitas auxiliares son de color crema, y todo se asienta sobre una
gran alfombra del mismo color.
Hay dos juegos de puertas francesas que conducen a un
amplio patio. Delante de un juego de puertas hay una hermosa zona
de estar con cómodos sofás y sillas. Puedo imaginarme fácilmente
los días de pereza descansando en los acogedores muebles,
durmiendo la siesta, leyendo o simplemente disfrutando del cálido
sol que entra en la habitación durante el día. Es precioso y perfecto
en aspectos que nunca habría pensado y que me encantan.
Me deslizo por la espalda de Knox y me adentro más en la
habitación, captando aún más detalles preciosos. Ryker se frota la
nuca mientras mira de mí a el dormitorio y viceversa.
—Las hermanas nos ayudaron a elegir los colores, pero todos
nosotros elegimos todo lo demás. Una vez que lo tuvimos todo

208
aquí, nos preocupaba un poco que sea demasiado femenino. ¿Está
bien?
Su admisión me sorprende. Suponía que tenía que
agradecerles a ellas esta perfección, pero saber que mis chicos
seleccionaron todo lo que hay en esta habitación hace que sea aún
más increíble de lo que ya pensaba. Mi cara de asombro se
convierte en una sonrisa radiante, y su preocupación por si me
gusta lo que han hecho me parece adorable.
—Bueno, soy una chica, así que lo femenino me viene bien.
—Bromeo, mientras echo un último vistazo a la habitación—. ¡Es
perfecta! Más que perfecta, en realidad. Me encanta todo lo que
tiene, y me gusta un millón de veces más porque lo habéis hecho
vosotros.
Ambos se lanzan sonrisas de orgullo a juego, y su repentina
excitación me hace reír. Me acerco a Ryker y le aparto un mechón
de pelo rubio de la cara. Me empapo de sus preciosos ojos azules y
paso el dorso de mis dedos por su mejilla.
—Gracias. —Le digo en voz baja, con la gratitud y el aprecio
que irradia mi mirada.
Me pongo de puntillas y atraigo sus labios hacia los míos.
Intenta escaparse con un pico ligero, pero ya he superado estos
besos demasiado rápidos y dejo que mi boca exija más. Primero
reclamo su labio superior, deliberadamente lento, mientras le
acaricio la nuca y la cabeza con las manos. Mis dedos se hunden en
su espeso pelo dorado. Duda durante unos segundos antes de rodear
mi espalda con los brazos y acercarme. Profundizo el beso y me
muerdo un gemido de satisfacción cuando por fin deja de
contenerse.
Le pido más con cada movimiento de mi lengua y cada
mordisco de sus labios antes de volver a sumergirme en un beso
que lo consume todo. Demasiado pronto, siento que empieza a
cerrar el beso y comienza a alejarse. Resoplo mi irritación contra
sus suaves labios, pero eso no impide que se aleje. Me vuelvo hacia
Knox y el calor que veo en sus ojos me provoca una deliciosa
punzada entre los muslos. Me acerco a él y, en dos grandes pasos,
209
se encuentra conmigo, cogiendo mi cara con sus fuertes manos y
pegando sus labios a los míos. Knox no pierde el tiempo y me besa
sin pensar. Se adueña de mi boca sin vacilaciones ni reservas, y yo
igualo su reclamo y su fervor.
La palabra gracias nunca sale de mi boca, así que las pongo
en mi beso en su lugar, y puedo saborearlas en sus labios y en los
míos. Llevo la mano al dobladillo de mi camisa y empiezo a
subirla.
—Vinna. —dice Ryker, y Knox detiene nuestro beso,
dándome un último mordisquito antes de parar.
Miro a Ryker, sin perder de vista el conflicto en sus rasgos.
—Chillidos, acabas de pasar por tu Despertar. Necesitas
descansar y recuperarte. No hay prisa, no vamos a ninguna parte, y
ya habrá tiempo de sobra para intensificar las cosas cuando estés al
cien por cien y no vengas de una experiencia traumática con tu
magia.
Lo considero por un momento. Sé que tiene buenas
intenciones, pero ya no piso el freno. Antes estaba cansada, pero
ahora no lo estoy, y si estos dos se van de aquí después de haberme
puesto tan nerviosa, podría perder la cabeza. Miro la cara de
disculpa de Ryker hacia Knox. Mi rey de la corriente, dispuesto a
todo, el que siempre me apoya en todo lo que quiero hacer. Me
alejo de sus brazos, ignorando el pequeño destello de decepción
que veo allí antes de que lo cubra.
Retrocedo un par de pasos para poder observarlos a los dos.
Me agarro a la parte inferior de la camiseta y la subo lentamente
por encima de la cabeza. Cae al suelo junto a mí. Me agacho y me
desabrocho los vaqueros, bajo la cremallera y me los bajo por los
muslos, pasando por las pantorrillas, y me los quito de los pies.
Levanto la vista, la intensidad de mis ojos coincide con lo que veo
en las acaloradas miradas de ambos.
—¿Están dentro o fuera?

210
28

O
igo a Ryker murmurar algo parecido a un puto infierno,
pero queda ahogado por una embestida de Knox. Me
agarra por el culo, me levanta para ponerme a horcajadas
sobre él y anuncia dentro antes de besarme. Su agarre en mi culo
es contundente, su beso es un castigo, y me encanta cada segundo.
No hay que contenerse, no hay que dudar, sólo una necesidad cruda
y agresiva en su máxima expresión. Chupo su lengua, y él choca
con mis piernas abiertas haciéndome gemir por el contacto. Me
alejo de él saltando de su agarre y voy directamente al botón de sus
pantalones.
Se ríe y se quita la camisa por encima de la cabeza, dejándola
caer para unirse a la mía en el suelo. Se quita los pantalones de una
patada y vuelve a acercarse a mí, tirando de mí en otro profundo
beso que derrite las bragas. Chillo de sorpresa cuando siento que
Ryker me aprieta la espalda y pasa lentamente sus manos por el
lado de mis caderas y por las costillas. Sinceramente, pensé que se
iba a ir después de decirme que creía que debía esperar. Le miro
por encima del hombro, con la pregunta clara en la cara.
—Dentro. Siempre estaré dentro cuando se trate de ti.
Su declaración se filtra en mí mientras se inclina y me besa
con tanta ternura y devoción que me hace cantar el alma.
Knox me rodea la espalda y me desabrocha el sujetador. Los
tirantes se deslizan por mis hombros y me lo quita del todo. Llevo
la mano a sus calzoncillos y empujo la parte superior hacia abajo.
Ryker aparta sus labios de los míos y sus besos se mueven
lánguidamente por mi cuello y sobre las runas de mi hombro.
Cuando su lengua serpentea y conecta con mis runas, un destello
de magia púrpura recorre mi piel. Es como si su lengua estuviera
de algún modo en contacto directo con mi clítoris, en lugar de
recorrer mis runas, cada beso y cada roce envía una descarga de
placer directamente entre mis muslos. Estoy empapada de deseo y
ganas, y vuelvo a apretar el culo contra la erección de Ryker, que

211
sigue frustrantemente atrapada en sus vaqueros. Gimo mientras él
cambia las runas de un hombro por las del otro, lo que hace que se
dispare más magia sobre mí.
Knox me coge los pechos y me pasa los pulgares por los
pezones más sensibles. Me arqueo hacia sus grandes manos y veo
cómo un destello de color violeta sube por mi torso hasta conectar
con sus palmas. Gime al absorber la magia y empuja sus caderas
contra mí. Ryker deja escapar un breve gemido de placer al recibir
también su primera dosis de poder inductor del orgasmo.
—¿Qué es eso? —pregunta, con una voz profunda y sensual.
—Ni idea, solo pasa cuando me ponéis muy cachonda o me
cabreáis mucho.
Sus manos sustituyen a las de Knox en mis pechos, y me
pellizca los pezones entre sus dedos y me chafa el culo.
—¡Por las estrellas, te sientes tan jodidamente bien!
Jadeo, y mi magia se dispara ante todas las increíbles
sensaciones que sus manos y su boca están creando. Knox
retrocede y termina lo que yo intenté empezar, quitándose la ropa
interior. Se pone delante de mí, orgulloso como un pavo real, feliz
de dejarme mirar hasta la saciedad. Mis ojos lo absorben con
avidez. Toda esa perfección es, sin duda, algo de lo que estar
orgulloso. Su piel color moca es lisa y suave, su cuerpo es grande,
musculoso, ondulado y definido. Su polla sobresale de forma
tentadora, y lo deseo tanto dentro de mí que podría gritar.
Siento que Ryker, detrás de mí, empieza a desvestirse y los
nervios comienzan a romper mi lujuria. He estado presionando por
esto deseando esto, prácticamente desde el momento en que los vi
por primera vez, pero se siente raro que esté a punto de pasar de la
fantasía a la realidad. Knox se adelanta y me besa tan a fondo que
sólo puedo pensar en su increíble cuerpo contra el mío y en cómo
conseguir más de él. Me levanta de nuevo, pero en lugar de
posarme contra su pecho, me lanza sobre la cama.
Salgo volando con un chillido. Los dos se ríen mientras yo
reboto en el gran lecho. Joder, qué calor. Knox sube por mi cuerpo
212
y engancha sus dedos en la parte superior de mi ropa interior,
tirando deliberadamente de ella hacia abajo de mis piernas. Se toma
un momento para empaparse de mi desnudez antes de que su
mirada se eleve para encontrarse con la mía.
—Eres lo más bonito que he visto nunca.
Sus ojos grises se quedan clavados en los míos, la adoración
y la calidez que encuentro en ellos se filtran lentamente en mi alma,
reclamando un trozo de ella. Abro la boca para responder, y me
sorprende la palabra que quiere salir. ¿Amor? No puede ser. Es
demasiado pronto para hacer ese tipo de declaración. Ni siquiera
estoy segura de saber lo que significa. Intento encontrar algo más
que encaje con lo que siento por Knox, Ryker y los demás, pero
nada encaja. Nada capta lo que significan para mí y al mismo
tiempo deja espacio para lo que está por venir.
Sin inmutarse por mi falta de respuesta, Knox separa mis
piernas, baja la cabeza y chupa mi clítoris en su boca.
—¡Santo cielo! —gimo en voz alta.
Se ríe, me separa aún más y me lame desde el fondo de mi
abertura hasta arriba, girando su lengua en pequeños círculos
alrededor de mi clítoris.
¡Maldita sea!
La cama se hunde a mi lado y el hermoso cuerpo desnudo de
Ryker se arrastra hacia mí. Aparta sus mechones rubios de la cara
y se apodera de mis labios, besándome profundamente. Lucho por
no correrme ante lo que sus bocas me están haciendo. Gimo dentro
de su beso cuando Knox me hace no sé qué cosas en el clítoris; me
retuerce y me hace chocar con su cara mientras intento aprovechar
mi orgasmo. La magia púrpura se extiende por todo mi cuerpo, y
ellos se unen a mis gemidos mientras lo absorben y me devuelven
el placer.
Ryker me chupa el labio inferior, lo suelta con un chasquido
y se mueve para hacer lo mismo con mi pezón. Knox me acaricia
el clítoris con la lengua y siento su dedo rodeando mi abertura,
presionando más y más con cada revolución. Me arqueo sobre la
213
cama y grito mi liberación cuando las bocas de ambos me llevan al
límite.
Ryker cambia a mi otro pezón, chupando y lamiendo
simultáneamente uno y pellizcando el otro con la cantidad perfecta
de presión. Knox desliza un dedo dentro de mi apretado coño y
comienza a bombear dentro y fuera, trabajando para extender mi
orgasmo. Mi clítoris se vuelve sensible a medida que mi orgasmo
disminuye, y me retuerzo en un esfuerzo por separar mi clítoris de
su boca.
Se ríe, pero cede y se aleja de mis nervios, ahora sensibles.
Sin embargo, desliza otro dedo dentro de mí y continúa bombeando
dentro y fuera de mí. Me aprieto y me desprendo de sus dedos y me
encanta la fricción y la sensación que me produce. Él canta su
aprobación y empieza a moverlos aún más rápido. El talón de su
palma golpea mi clítoris y los nervios que lo rodean cada vez que
penetra. Y aunque soy sensible en esa zona, el repetido y fugaz
contacto de su palma contra mi nudo hace que otro orgasmo se
acumule rápidamente. Gimoteo para animarlo mientras Knox me
mete los dedos con fuerza.
—Mmmmm, eso es, Asesina, córrete para mí otra vez. Ponte
bien mojada y preparada para nosotros. —ordena, mientras se
inclina y me muerde el interior de los muslos, con un ritmo
deliciosamente agresivo; sus palabras y su tono prometen mucho
más.
Ryker me chupa con fuerza el pezón y luego se aparta para
reclamar mi boca justo cuando otro orgasmo me atraviesa. Se traga
mis gritos con avidez, y cuando estoy agotada empieza a
mordisquearme el lóbulo de la oreja. Knox saca sus dedos de mí y
nuestros ojos se clavan el uno en el otro. Se lleva los dedos a la
boca y los chupa, sin que sus ojos grises como una tormenta
abandonen los míos.
—Joder, ¡qué sexi! —Admito, y él sonríe mientras sigue
lamiendo mis orgasmos de sus dedos.
—Está lista para ti. —anuncia Knox a Ryker.

214
Se mueve de entre mis piernas y se tumba de lado junto a mí,
observándome con tanto calor acumulado en su mirada que
prácticamente puedo ver el vapor que sale de él. Ryker lo sustituye
entre mis piernas y me pasa las manos por el interior de los muslos
mientras sus ojos me recorren. Su polla está dura, con la punta
reluciente, y por mucho que quiera enterrarla en mi interior, no
puedo evitar sentirme también un poco nerviosa.
—¿Necesitamos protección o algo así? —Pregunto, con la
voz entrecortada por los nervios y el deseo.
—Te prepararé una poción anticonceptiva por la mañana si
eso es lo que te preocupa. —explica Knox.
Ryker me pasa una mano por el abdomen, por encima de las
runas entre mis pechos, y luego vuelve a acariciar hacia abajo,
pasando sus dedos ligeramente por los labios de mi coño. Las
manos de Knox suben suavemente por las runas de la parte exterior
de mi brazo y sus caricias me hacen enloquecer a mí y a mi magia.
—Puedo conseguir preservativos si no estás segura de tener
sexo sin protección. —ofrece Ryker.
—No, me preocupaban los bebés, no con vosotros. —admito.
Me incorporo un poco sobre los codos y lo veo pasar sus
dedos por mi humedad mientras separa mis labios.
—¿Va a doler tanto como dicen algunas chicas?
Sus ojos azules se llenan de calidez y me dedica una dulce
sonrisa.
—Espero que no; voy a intentar hacer todo lo posible para
que no lo haga.
Me acerco a su polla, paso el pulgar por su liquido preseminal
y lo hago girar alrededor de su punta mientras pienso en lo que voy
a hacer. Se agita en mi mano y emite un zumbido de aprobación.
Me recuesto y abro más las piernas en señal de invitación.
—Averigüemos si esto va a ser una mierda o va a ser
increíble. —anuncio, y ambos sueltan una carcajada.

215
Knox se inclina y me besa lenta y tiernamente. Cierro los ojos
y me pierdo en la sensación de sus labios y su lengua chupando y
sacándome de mi nerviosismo. Se separa y prácticamente puedo
saborear la adoración y el deseo en su lengua. Se vuelve a tumbar
de lado, aparentemente feliz de ver cómo su amigo reclama mi
virginidad, y se toca la polla y empieza a acariciarla lentamente.
Ryker me besa sin prisa por el torso. Traza las runas de mi
esternón con su lengua mientras me pellizca los pezones con ambas
manos, y casi me corro de nuevo sólo por eso. Mis gemidos se
hacen más fuertes, mi aliento más contundente, cuando coloca la
cabeza de su polla en mi entrada y empieza a bombear
superficialmente dentro y fuera. Me estiro lentamente a su
alrededor mientras él se sumerge cada vez más dentro de mí, y la
sensación es diferente, pero buena. Pensaba que los dedos de Knox
dentro de mí eran increíbles, pero esto, sentirlo abrirse camino
dentro de mí, podría ser adictivo. Saca su talentosa lengua de las
runas de mi pecho y nuestras miradas se encuentran.
—¿Estás bien?
—Más que bien. —respondo, y lo atraigo hacia un beso.
Me penetra profundamente. Me tenso ante la ligera sensación
de escozor y él se queda quieto. Retira la cara y me mira, midiendo
mi reacción.
—Estoy bien. —Le aseguro.
Se queda quieto, dentro de mí, dándome tiempo para
adaptarme a su sensación. Introduce una mano entre nosotros y la
coloca en mi estómago. Su mano se calienta y me quita cualquier
incomodidad que pueda sentir al tenerlo dentro de mí. Lo miro con
asombro.
—Vaya, es un truco genial.
Él se ríe, y se transforma en un profundo gemido cuando se
retira y vuelve a empujar dentro de mí. Grito mi aprobación cuando
sus movimientos adquieren un ritmo constante. Me besa, me
pellizca y me chupa los labios y la lengua, el cuello, los pechos, las
runas, mientras entra y sale de mí. Su sensación es increíble, y me
216
pierdo en las sensaciones de sus embestidas, su lengua y mi magia,
que se desplaza por todo mi cuerpo, elevando todo a un nivel del
que no quiero bajar nunca.
El sonido de la piel chocando con la piel es cada vez más
fuerte y rápido, y mis gritos y exclamaciones van a la par. Extiendo
una mano hacia Knox, e incluso sus gemidos aumentan a medida
que mi magia fluye dentro de él, aumentando las sensaciones de
todos.
—¡Joder, Vinna! —gruñe Ryker, mientras choca con mí
lentamente un par de veces antes de reanudar ese increíble ritmo
más rápido—. No puedo durar mucho más con tu magia
haciéndome eso. —admite, y grito y le exijo que siga cuando sus
empujones alcanzan un punto dulce dentro de mí.
—Está bien. Acabaré con ella, pero date prisa. Quiero estar
dentro de mi compañera. —Insiste Knox.
Ryker bombea dentro de mí tres veces más antes de gruñir su
liberación y quedarse tan profundamente dentro de mí como puede.
Los golpes de violeta se extienden por toda su piel, y me besa
dulcemente antes de salir y derrumbarse en la cama a mi lado. Sus
músculos se crispan al absorber mi extraña magia sexual, y me
dedica una sonrisa perezosa mientras se aprieta contra las
almohadas. Knox se sube encima de mí y la sonrisa que me dedica
es salaz y llena de todo tipo de promesas.
—¿Te duele? Me muero por estar dentro de ti, pero si no estás
dispuesta a ello, lo entiendo.
Le sonrío y me incorporo. Tomo su hermoso rostro entre mis
manos y lo beso. La magia púrpura pasa de mis manos a su cara y
él gime en mi boca. Me inclino hacia él, y él se inclina hacia atrás
para acomodarse a mí hasta que está de espaldas y yo sobre él. Me
subo encima suya y me acaricia suavemente por todo el cuerpo.
Puedo sentir la adoración en su tacto y me deleito en su intimidad.
Me pongo a horcajadas sobre sus caderas y me agacho para
palparlo y colocarlo en mi entrada.

217
Sus ojos siguen cada uno de mis movimientos y se relame los
labios mientras lo agarro y bajo lentamente sobre él. Gimo en
agradecimiento por cómo se siente al penetrarme. Mis muslos se
juntan con sus caderas cuando nos conectamos por completo, y él
se levanta de la cama penetrándome más profundamente. Los dos
gemimos a la vez, pongo las palmas de las manos en su pecho y me
inclino un poco hacia delante utilizando su fuerte cuerpo como
palanca. Él me sube las manos por los costados y se inclina para
robarme los labios y darme otro beso profundo y apasionado.
Aprieto las caderas contra las suyas y el beso se va apagando
mientras nos perdemos en los gemidos y las sensaciones que me
produce cabalgar sobre él. Me río un poco, y él me mira con los
ojos llorosos e interrogantes.
—No tengo ni idea de lo que estoy haciendo. —admito—.
¿Se supone que tengo que usar las piernas y hacer esto al estilo
pogo*, o simplemente machacarme sobre ti a mi gusto?
Él se ríe, lo que hace que yo también me parta de risa.
Ninguna lectura de novelas románticas me ha preparado para la
realidad. Intento ser sexy, pero me doy cuenta de que después de
deslizarme sobre Knox no tengo ni idea de cómo conseguirlo.
Vuelve a levantar las caderas de la cama, empujando más dentro de
mí, y mi risa se transforma en una exclamación de agradecimiento.
—Haz lo que te parezca bien, te prometo que no oirás ninguna
queja de mi parte. —Me anima.
Con eso, se inclina hacia delante y se lleva un pezón a la boca.
Echo la cabeza hacia atrás para absorber el éxtasis que me provocan
su boca y su polla, y muevo las caderas hacia arriba y hacia abajo
encima de él, mientras de vez en cuando me golpeo el clítoris
contra los rizos negros que se asientan en la base de su pene. Él
suelta mi pezón, sustituyendo su boca por dedos que lo pellizcan,
y yo aumento mi ritmo. Knox me agarra por las caderas y empieza
a apretarme cada vez que me abalanzo sobre él.

*Pogo: un tipo de baile caracterizado por sus saltos.

218
Nuestras miradas calientes se conectan, y observamos el
placer del otro mientras perseguimos nuestra liberación. Sus manos
recorren mi espalda y, de repente, cambia nuestras posiciones.
Abro la boca para objetar, pero él la cubre con un beso, saliendo de
mí y volviendo a entrar bruscamente. Me penetra implacablemente
una y otra vez, y mis objeciones mueren en medio de sensaciones
que no quiero que terminen nunca.
—¡Joder, Knox! —exclamo con un grito, incapaz de hilvanar
algo más coherente.
Él tararea satisfecho en mi oído.
—Mmmm, justo ahí, Asesina, ¿es ahí donde me quieres? —
Me pregunta, penetrando profundamente en mí y haciendo girar sus
caderas contra las mías antes de retirarse y volver a penetrarme con
fuerza.
Jadeo y jadeo, y él gruñe con sus embestidas. Se mete entre
nosotros y me toca el clítoris, y eso es todo lo que necesito para
llegar al límite. Con un grito, llego al clímax y me aprieto alrededor
de su polla, y él ruge su liberación, hundiéndose profundamente
dentro de mí.
Me da un par de empujones más superficiales antes de
besarme de nuevo y retirarse. Se tumba encima de mí, pero se
desplaza hacia abajo para que no me aplaste su peso ni su tamaño.
Apoya su cabeza entre mis pechos y deja escapar un suspiro de
satisfacción. Con una mano le paso los dedos y la palma por el pelo
revuelto, y con la otra busco a Ryker.
Éste se acerca a mi lado y me roba un dulce y cansado beso.
—¿Estás bien, Chillidos? ¿Necesitas algo?
Le doy una sonrisa lenta y satisfecha.
—Necesito que nos echemos una siesta rápida y que nos
despertemos para volver a hacerlo.
Los dos se ríen contra mí y yo cierro los ojos, sucumbiendo a
la calma y la paz que me invitan a dormir.
219
29

M
e despierto rodeada de calor. Estoy empapada de sudor
y metida entre dos grandes cuerpos musculosos. El
antebrazo y la mano de Knox descansan sobre mi
estómago, y él está acurrucado a mi lado, sus profundas
respiraciones se hunden en mi pelo y mi cuello. Ryker está de
espaldas, al otro lado de mí. Ha pasado una pierna por encima de
mis muslos, y los dedos de una mano están entrelazados y apoyados
en sus abdominales.
Una suave luz entra en la habitación desde los grandes
ventanales, y supongo que es muy temprano. Estoy tentada de
intentar volver a dormirme, pero me siento algo pegajosa y
asquerosa, lo que hace que mi único objetivo ahora mismo sea una
ducha. Salgo primero de debajo de la pierna de Ryker y muevo con
cuidado el brazo de Knox hacia su pecho. Me arrastro de debajo de
las sábanas y, por suerte, ninguno de los dos se mueve. Me desplazo
lentamente hacia el extremo de la cama, me escabullo y me dirijo
a las puertas cerradas de uno de los extremos de la habitación, una
de las cuales espero que conduzca a un baño.
¡Premio gordo!
La primera puerta a la que llego me lleva exactamente a
donde quería, y entro en la habitación en penumbra y busco a
tientas la luz en la pared. Enciendo el interruptor y me quedo
boquiabierta al ver lo que la iluminación revela. Delante de mí hay
una bañera que probablemente sea mejor clasificar como una
pequeña piscina. Todos los chicos y yo podríamos caber en ella a
la vez y aún quedaría espacio para probablemente los dos caballos
de Sabin. Hay una gran ducha que ocupa prácticamente toda una
pared a la derecha de la bañera y un largo tocador con dos lavabos
a mi izquierda.

220
Me meto en la enorme ducha y giro los mandos hasta que se
enciende la alcachofa que hay sobre mí y el agua se funde como a
mí me gusta. Me meto bajo el chorro y me quedo de pie mientras
el agua elimina cualquier rastro de las actividades de la noche
anterior. Me observo a mí misma, buscando de nuevo mi magia y
tratando de determinar si hay algo diferente, ahora que he tenido
mi Despertar. Donde antes visualizaba un ovillo de hilos mágicos
enredados, ahora hay un agujero oscuro.
El abismo sin profundidad en mi pecho sorprendentemente
no me preocupa. No representa el vacío, sino más bien una fuente
infinita de la que ahora puedo tirar. Recurro a mi magia elemental
y el poder verde kelly surge en mi centro como una legión
preparada para la guerra. Me concentro en el agua que me rodea y
entrelazo mi intención con la magia anormalmente ávida. Una bola
de agua flota en el aire a la altura del pecho frente a mí, y veo cómo
aumenta de tamaño a mi orden. Salta una enorme sonrisa a mi cara,
extasiada porque mi magia elemental no se me resiste tanto como
en el pasado.
Unos fuertes brazos me rodean por detrás y me dan un gran
susto. Doy un chillido de alarma y mi gigantesca bola de agua
estalla y desaparece por la pared y el suelo de la ducha. Me giro
para ver quién está detrás de mí. Los suaves labios de Ryker se
medió giran en señal de disculpa, pero sus ojos brillan con
diversión mientras me acerca a él.
—Lo siento, Chillidos, no quería asustarte. Es que parecías
tan húmeda y tentadora, y no pude resistirme a meterme aquí
contigo.
—Avisa a una chica la próxima vez. ¿Y si te hubiera dado un
zapping o un puñetazo o algo así?
Se ríe y se inclina para besar mi cuello.
—Lo siento. Me considero advertido. Si me dan un puñetazo
en el futuro, asumo toda la responsabilidad.
Recorro con mis manos la piel dorada y húmeda de sus
brazos, apreciando las curvas y los picos de sus músculos, que se

221
flexionan y me acercan aún más. Doy un paso atrás y lo llevo
conmigo, él grita e inmediatamente salta hacia atrás.
—¡Mierda, lo siento!
Me apresuro a ajustar los mandos y a enfriar el chorro
constante que sale del cabezal de la ducha en el techo. Supongo que
la temperatura de ebullición no es la que prefiere. Sabiamente, él
mete la mano bajo el chorro de agua antes de volver a pasar por
debajo. Observo, hipnotizada, cómo el agua oscurece su cabello
dorado y él inclina la cabeza hacia atrás con aprecio y cierra los
ojos.
Ryker es impresionantemente bello, y parece que no puedo
dejar de mirarlo. Mis ojos recorren las estelas de agua que pasan
por sus largas pestañas, su nariz esculpida, su mandíbula cincelada
y sus labios carnosos. Él inclina la cabeza hacia abajo y me
sorprende mirándole fijamente.
—Deja de mirarme, cisne. —imita, y yo me parto de risa con
la imitación de Billy Madison. Me besa la nariz y me da un bote de
champú—. Yo me encargo del tuyo, si tú te encargas del mío.
No puedo evitar hacer un movimiento de cejas, ya que me
gusta la insinuación. Se ríe y abre la tapa del champú, exprimiendo
un poco en mi mano y luego en la suya. Levanto la mano y se lo
aplico en el pelo hasta que está enjabonado y blanco y puedo hacer
formas con sus mechones que casi les llegan a los hombros.
—¿Cómo te sientes hoy? —Me pregunta, mientras le doy una
vuelta a su pelo que cualquier Villaquien* estaría orgulloso de
lucir.
—Bien. Mi magia ya no se siente enredada. Mi centro, o
núcleo de poder, o como se llame, se siente diferente, menos
limitado quizás. —Intento explicarme, pero suena más como una
pregunta que como una respuesta—. Aparte de eso, todo parece
igual, pero tampoco tengo idea de lo que se supone que debo
buscar.
Asiente en señal de comprensión.

222
—¿Qué tal físicamente? ¿Necesitas alguna curación? ¿Algo
que te duela?
*Villaquien: pueblo ficticio de la película El Grinch (2000), donde sus habitantes lucen unos peinados muy
elaborados y extravagantes.

No puedo evitar la risa que se me escapa.


—Mi vagina está bien, si eso es lo que estas preguntando.
Se ríe y coge algunas burbujas de su pelo y procede a
lanzarlas hacia mí antes de entrar en el chorro y dejar que el agua
se lleve el champú y su peinado empapado. La ducha huele a
madreselva, y la respiro con aprecio.
—Hoy vas a oler a chica y a flores. —Me mofo.
Se aferra a mis caderas y se inclina hacia mí mientras procedo
a aplicar el acondicionador en sus mechones.
—Me parece bien. Demonios, este podría ser mi nuevo aroma
favorito. —admite con una risa. Lo miro confundida—. Ahora,
cuando huela a madreselva, me recordará a ti desnuda en la ducha
chorreando y hermosa.
Sube una mano y me roza la mejilla con el pulgar, mientras
con el resto de la palma me acaricia un lado de la cara. Hay mucha
profundidad en el tierno afecto de sus ojos. Antes de que pueda
decir nada, me hace girar y se echa champú en la mano. Me lo
aplica en el cabello, y es imposible ignorar los músculos de su
pecho cuando me rozan los omóplatos, o la dura polla que se me
clava en la espalda. Me inclino hacia él, amando la intimidad de
este momento, aunque la intensidad de los sentimientos que se
agolpan aquí me pone nerviosa.
Me enjuago el champú del pelo y sus manos empiezan a
frotarme por todo el cuerpo con la excusa de extender el lavado
corporal. Me impresiona que me deje lavarme un poco antes de
abalanzarse sobre mí. Personalmente, he estado trabajando en la
logística del sexo en la ducha desde el momento en que él entró en
ella.
Ryker frota sus palmas enjabonadas con un movimiento
circular por las runas de mis costados y luego rodea mi torso para
223
enjabonar generosamente mis pechos. No pasa tanto tiempo ahí
como me gustaría, sino que sube y pasa por mis hombros para
masajear algo de la tensión que ha estado acumulándose durante
demasiado tiempo. Nos meto a los dos bajo el chorro de agua que
elimina sus esfuerzos y luego giro en sus brazos, cansada del ritmo
pausado que está marcando.
Me agarro a su dura polla y la acaricio con facilidad mientras
el agua cae sobre nosotros. Sus ojos se calientan y se clavan en los
míos mientras suelta un gemido sexy y mueve sus caderas hacia
delante, empujando mi mano. Comienza a acercarme lentamente a
la pared de la ducha, y un zumbido me recorre el estómago hasta
llegar a las piernas cuando mi cuerpo comienza a anticipar lo bien
que se va a sentir al tenerlo de nuevo dentro de mí.
—Rodea mi cuello con los brazos. —Me pide antes de
agarrarme por el culo y levantarme, apretándome contra la pared
de la ducha.
El mármol está frío contra mi espalda, pero sus labios
carnosos se estrellan contra los míos, y lo único en lo que puedo
pensar es en su lengua, su boca y su polla, y en dónde quiero que
estén todos ellas. Gimo en su boca cuando se alinea y empieza a
presionarme. Me estiro a su alrededor y él se toma su tiempo para
penetrarme mientras me besa a fondo. Me muerde el labio inferior
justo cuando se retira y vuelve a introducirse profundamente, y yo
hundo las manos en su pelo y le pido más.
Me aferro a él con fuerza mientras me agarra por el culo y
entra y sale de mí a un ritmo que nos hace jadear a los dos. Me
penetra profundamente y, de repente, se paraliza. Le pellizco la
mandíbula y me presiono a él con las caderas para animarle a
seguir, pero no se mueve. Cada músculo de su cuerpo está rígido y
tenso, y no sé qué demonios está pasando.
—Ryker, ¿estás bien? —Le pregunto, intentando apartarme y
ver su cara, pero ha apretado su cabeza contra mi hombro.
Gime, pero no es del tipo sexy que se oye cuando alguien está
disfrutando. Empujo contra su pecho, tratando de apartarlo de mí
para poder averiguar lo que está pasando, pero su agarre en mi culo
224
se convierte en un moratón, y algo en ello hace que empiece a sentir
pánico. Recurro a la fuerza extra de mis runas y empujo con fuerza
contra él presionando mi espalda contra el mármol de la pared de
la ducha para hacer aún más palanca.
Me escapo de su agarre y él se derrumba mientras mis pies
tocan el suelo de la ducha. Me acerco a él apartando los mechones
húmedos de su cara. Tiene los ojos cerrados con fuerza, la
mandíbula apretada y me está dando un susto de muerte. Llamo a
gritos a Knox mientras mis dedos intentan, sin éxito, calmar lo que
sea que le esté sucediendo. Le paso una mano por el brazo y noto
cada centímetro de músculo bloqueado y rígido. Vuelvo a gritarle
a Knox, pero la puerta sigue vacía. Me paso un dedo tembloroso
por las runas de detrás de la oreja y grito mentalmente pidiendo
ayuda.
—Ryker, ¿puedes oírme? ¿Qué coño está pasando? ¿Estás
herido? ¿Te he hecho daño de alguna manera?
Mis manos revolotean sobre él, pero no las pongo en ningún
sitio por miedo a que, de alguna manera, pueda empeorar lo que
está ocurriendo. Un grito de tensión empieza a salir de sus dientes
apretados, y el sonido agonizante me mata. Unas fuertes pisadas
golpean el exterior del baño y oigo voces que se acercan. Valen
atraviesa la puerta primero y, sin dudarlo, se dirige directamente
hacia nosotros.
—No sé qué ha pasado. Un minuto estaba bien y luego se ha
quedado así. Está herido, Valen, pero no puedo decir de qué.
Su mirada preocupada abandona la mía mientras se agacha
junto a Ryker e intenta hablarle sin éxito.
—Sea lo que sea, también está jodiendo a Knox; lo
encontramos retorciéndose en la cama cuando entramos aquí.
Sus palabras son interrumpidas por Bastien que entra
corriendo en el baño.
—Knox está agonizando. No creo que pueda hablar.

225
Abro la boca para preguntarles qué coño está pasando cuando
la verdad me golpea como un mazo.
¡Oh, mierda, yo hice esto!

226
30

O
bservo el cuerpo de Ryker, congelado por el dolor, sus
ojos cerrados, su incapacidad para responder o
interactuar con algo más allá de lo que está sintiendo en
este momento, y lo reconozco de cuando me ocurrió a mí a los
dieciséis años. Va a salir de lo peor, y entonces empezarán los
gritos, y las runas se grabarán en él y en Knox, la magia los alterará
para siempre.
¡Mierda! ¿Pensé que teníamos que vincularnos o como sea
que se llame para que esto suceda?
—¡Valen, son las runas! —Le digo, con el pánico claro en mi
voz.
Él se vuelve hacia mí, y frenéticamente sus ojos recorren mis
runas.
—No son las mías, son las runas que están recibiendo. —
Hago un gesto frenético hacia Ryker, que sigue rígido de agonía en
el suelo de la ducha.
Bastien se apresura a entrar y cierra el agua.
—Creía que teníamos que estar atados o algo así para que
transfiriera mi magia, pero parece que no. Eso es lo que les está
pasando. Es la transferencia.
La comprensión aparece en las caras de los gemelos, y se
mezcla inmediatamente con el shock y luego con la preocupación.
—Llevémoslo a la cama. —anuncia Bastien, y sin más
discusión se agachan y lo levantan del suelo.
Hace un ruido de dolor, y yo me rompo un poco, sabiendo lo
mucho que le duele ahora mismo. Los gemelos lo sacan fácilmente
de la gran ducha, y yo cojo rápidamente unas toallas y lo envuelvo.
Lo llevan a la cama, donde mi corazón se rompe aún más al ver la
agonía que se ha apoderado también de Knox.

227
No está tan encerrado como Ryker, al menos su cuerpo no lo
está, pero su cara está congelada en un grito silencioso mientras
aprieta las sábanas bajo sus manos y se retuerce todo lo que le
permiten sus músculos llenos de dolor. Dejan a Ryker en la enorme
cama y yo me subo a ella, mojando todo lo que toco. Siento pánico
y no sé qué hacer ahora. Este momento reafirma que ver sufrir a
alguien que me importa es infinitamente peor que cualquier
cantidad de dolor o sufrimiento que haya experimentado
personalmente.
—Todo va a estar bien, chicos. Pronto se acabará. —Les dice
Valen, y las palabras parecen más una oración en la habitación que
una oferta de tranquilidad.
Bastien y Valen permanecen impotentes a un lado de la cama,
y puedo oír a Sabin hablando con alguien al otro lado de la puerta.
Un pensamiento pasa por mi mente, y me acerco a Knox y a Ryker
poniendo las palmas de mis manos en el pecho de ambos. Esperaba
que mi tacto les aliviara como el suyo durante mi despertar, pero si
sienten algo bueno de mi mano húmeda contra su piel, no son
capaces de demostrarlo.
Cierro los ojos y me sumerjo en el abismo de mi interior. Le
ruego a mi magia curativa que me ayude a hacer algo. Suelto un
gemido de agradecimiento cuando las gruesas y suaves hebras de
poder cooperan sin vacilar. El torrente de esperanza que me recorre
cuando mi magia responde a mi llamada se seca rápidamente
cuando los alimento con magia curativa y no ocurre nada. Me
siento cruda y destripada por tener que verlos pasar por esto. Sé
que terminará. Sé que estarán bien. Pero no ofrece ningún consuelo
mientras Knox grita con la mandíbula apretada, su voz es un sonido
de agonía que me perseguirá el resto de mi vida.
Sé por experiencia personal que en cuanto puedes gritar a
través del dolor, estás en las etapas finales de este jodido proceso,
pero eso no lo hace menos brutal. Me arrodillo entre Knox y Ryker
en la cama y me niego a apartar los ojos de ellos. Yo hice esto, y
me merezco tener que vivir con los recuerdos de cómo les dolió.
Los otros chicos me llaman por mi nombre, pero no puedo mirarlos.
La imagen es ahora muy clara para ellos, y ya no se puede negar
228
que lo que soy les va a hacer daño. Al igual que les duele ahora a
ellos dos. Al igual que le hizo daño a Talon. No puedo soportar ver
ese conocimiento y entendimiento escrito en sus caras.
Quiero darme una paliza por dejar que algo así ocurra. Tengo
una maldita tablet con información que podría haberme dado una
pista sobre cómo funciona la transferencia, pero ¿la he abierto
siquiera una vez? No.
Miro de uno a otro y viceversa dejando que sus gritos de dolor
me marquen de la manera que me merezco. No puedo seguir
esperando que de alguna forma la vida se suavice y se convierta a
algo parecido a la normalidad. Soy una Centinela, y el dolor y la
lucha están escritos en las estrellas para mí y para todos los que me
importan.
Soy una maldita jodida plaga.
Las marcas negras flotan en la superficie de su piel, como si
el sufrimiento hubiera salido a la superficie. El color se profundiza
lentamente, y las runas adquieren cada vez más claridad a medida
que los gritos de dolor resuenan en la habitación. Una gota de agua
gotea de mí al costado de Knox, y traza un camino más allá de las
runas que se forman en sus costillas. Me sigue otra lágrima y me
limpio furiosamente la cara para evitar que más de mí, lo manche
a él o a Ryker.
Los gritos se convierten en gemidos dolorosos y, si no
estuviera tan enfadada y disgustada conmigo misma, podría sentir
algún tipo de alivio porque esto casi ha terminado. Limpio el sudor
de la frente de Knox e intento tapar a Ryker con las sábanas y el
edredón, para que no tenga frío cuando salga de esto. Una parte de
mí quiere rastrear sus runas, nunca las he visto tan cerca en nadie
más que en mí, pero le doy una patada en la cara a ese impulso y lo
mando a la mierda.
Ambos comienzan a calmarse, la tensión se filtra por sus
músculos apretados y el retorcimiento se convierte en un balanceo.
Jadean con respiraciones superficiales, y observo el rápido ascenso
y descenso de sus pechos hasta que empieza a suavizarse. El ritmo
entrecortado de sus respiraciones se vuelve más tranquilo; sus
229
inhalaciones se vuelven más profundas a medida que cada uno de
ellos se libera del dolor precisamente en el mismo segundo.
—Vinna. —Me llama Valen, pero lo ignoro.
Sólo soy capaz de concentrarme en el ceño de Knox, que se
suaviza, y en las líneas alrededor de los ojos de Ryker, que
desaparecen cuando el dolor los abandona a ambos, y la necesidad
de fruncir la frente y cerrar los párpados se evapora. Ryker es el
primero en abrir los ojos. Levanta las manos y retuerce el brazo
para contemplar la línea de runas que ahora existen allí. Sus ojos
encuentran los míos y me dedica una media sonrisa.
—¡Ay! —Se ríe, y oigo una respiración aliviada y una risa
forzada que se les escapa a Bastien y a los demás.
Me gustaría poder apreciar su intento de frivolidad, pero esa
simple palabra bien podría ser un martillo, y gran parte de mí es de
cristal ahora mismo. El dorso de una mano fuerte me acaricia el
brazo y me giro para ver a Knox. Me mira a la cara y el pánico se
apodera de él. Se apresura a sentarse mientras yo me alejo de los
dos. Sus movimientos son temblorosos, y hay un toque de rigidez
todavía en sus miembros. Un eco de lo que siente resuena en mí al
recordar cómo me sentí después de que aparecieran mis runas.
—¿Por qué lloras? ¿qué ha pasado? —pregunta Knox,
confundido.
Me bajo de la cama y se me escapa un bufido de rabia e
indignación. Sus ojos me siguen y se estrechan cuando me encojo
al acercarse Bastien a mí.
—¿Qué coño ha pasado? —Exige con más fuerza, mirando a
los demás mientras trata de salir con brazos inestables del cómodo
abrazo de la cama.
Ryker mira a su alrededor confundido, asimilando más
lentamente que todo no está ni remotamente cerca de estar bien en
este momento.
—¿A qué te refieres con lo que ha pasado? —pregunta.

230
—Vinna. Mírala. Tiene el mismo aspecto que después del
ataque de los lamia. Esa misma mirada rota, dolorida y perdida que
nos mató; la que empezamos a ahuyentar.
Los ojos de Ryker se dirigen a los míos, y me toman en
cuenta. Siento todos sus escrutadores ojos mientras recorren mi
cuerpo aún desnudo. Colectivamente, dan un paso hacia mí, y yo
retrocedo, tratando de mantener la distancia que de repente me
parece vital en este momento. Rápidamente me doy cuenta de que
estoy acorralada y de que no hay ningún lugar al que pueda ir, y me
encuentro de repente ahogada por el pánico. Me aferro la garganta
desesperadamente en busca de aire, frenética por escapar del terror
que me invade. Jadeo entre enormes bocanadas de nada mientras
trato de encontrar oxígeno, pero parece que el aire está
repentinamente desprovisto de él.
Unos brazos me agarran con fuerza y me atraen hacia el pecho
de Valen. Bastien me empareda y ambos se aprietan fuertemente
contra mí. El espacio entre mi existencia y la de ellos desaparece,
y la línea entre lo que no puedo y lo que no quiero, se disuelve tan
rápidamente que no puedo calibrar lo que quiero o lo que necesito
en este momento. Respiro a grandes bocanadas, luchando por el
aire, luchando por el control de las emociones masivas y
consumidoras que tratan de escapar de mí en este momento.
¿Cómo puedo hacerles esto? ¿Cómo puedo condenarlos a esta
vida? No quería estar sola, así que me abrí a lo que podríamos ser,
pero ¿cómo pude ser tan egoísta?
Mi autodesprecio aumenta aún más mientras lucho contra lo
bien que me siento al estar rodeada de todos ellos mientras intentan
calmarme y entender lo que está pasando. Knox me acuna la cara
entre sus manos y la mirada furiosa que tiene me hace reflexionar.
Es entonces cuando me doy cuenta de que he estado balbuceando
que lo sentía y que no podía hacerles esto.
—Deja de decir esa mierda ahora mismo. ¿Me entiendes?
Eres mía. —Knox golpea con un puño las runas de su pecho, y sus
ojos se llenan de fuego y frustración—. Estás aquí, estás en mi

231
alma, y no hay una mierda que puedas hacer al respecto. ¡No eres
una puta plaga! Eres nuestra, ¡y lo queremos así!
—¡Pero te estoy haciendo daño! —Le grito, esperando de
alguna manera que el volumen ayude a incrustar en él la verdad de
lo que estoy diciendo.
—No, nos estás lastimando. Seremos más fuertes gracias a ti.
Conectados gracias a ti. Mejores porque tú eres nuestra y nosotros
somos tuyos. Pero no si cada vez que las cosas se ponen difíciles,
nos dejas fuera. ¿Por qué no confías en nosotros? —Su voz se
quiebra con la pregunta, y el argumento en mi boca se convierte en
cenizas.
—Sí confío en vosotros.
—No, no confías. Si confiaras en nosotros, no descartarías lo
que decimos y queremos tan fácilmente. Te decimos que
entendemos lo que significa estar contigo, ser Elegidos, pero lo
echas por tierra porque tú decides que sabes más. Decides por
nosotros que estar juntos no vale la pena. Cada uno de nosotros te
ha dicho que estamos dentro. ¿Crees que tomamos esa decisión a
la ligera, que no pensamos en lo que significaba para nosotros, para
ti?
Le miro fijamente, y sus palabras retumban como un trueno
en mi interior.
—No tuvisteis elección. Os marqué y os obligué a sacar lo
mejor de una situación complicada.
—Oh, ¿es eso lo que somos, una situación complicada?
—¡No me refería a eso, y lo sabes, joder! —Le gruño.
Knox se acerca aún más a mí. Pone su cara a la altura de la
mía, sus labios a un pelo de distancia, sus largas pestañas besando
las mías mientras parpadea una vez antes de que sus ojos se fijen
en los míos.
—Ahora escúchame... puede que seas una Centinela muy
mala, pero adivina qué, yo también lo soy ahora. Deja de cuestionar
tu lugar en nuestras vidas. Deja de dudar de nosotros cuando

232
decimos que, pase lo que pase, esto es lo que queremos. Tú eres lo
que queremos. ¿La quemadura que acabo de recibir de esas runas?
Eso no es nada comparado con el dolor cuando dudas de mí, dudas
de tu lugar con nosotros. Así que ponte las pilas, Asesina. O estás
dentro, o estás fuera. —Su rostro permanece serio, pero un brillo
entra en sus ojos.
Sabe que me ha pillado, maldito descarado que utiliza mis
propias palabras en mi contra. Permanezco en silencio, y mis ojos
rebotan entre las grises nubes de tormenta de su mirada. Dentro o
fuera. El desafío resuena en cada parte de mí, y pisotea los pedazos
de mierda que hay en mí y que insisten en que no soy digna ni
merezco lo que me ofrecen. Pateo las dudas y la inseguridad inútil
y decido de una vez por todas.
—Dentro.

233
31

E
ntro en la cocina abierta y me fijo en los detalles en los
que no me fijé la noche anterior. Los armarios y las
encimeras de color crema se combinan con las paredes de
ladrillo visto. Hay una mezcla de lo viejo y lo nuevo en toda la casa,
y de alguna manera se siente perfecto y complementario.
Las hermanas están apoyadas en las encimeras de la cocina
conversando sobre algo que hace que sus manos vuelen
apasionadamente y sus miradas sean intensas. Me apoyo en mi
propia encimera y trato de captar lo que están hablando, pero en
cuanto me descubren, la conversación se apaga.
—Hola mi amor, ¿cómo estás esta mañana? —Me pregunta
Birdie, su dulce sonrisa y sus ojos amables me recorren, evaluando
ella misma la situación.
—Estoy bien. Una locura dramática menos, y espero que no
haya muchas más. —Le suelto despreocupadamente, puntuándolo
con una risa ligeramente hueca.
La sonrisa de Adelaida se torna empática, e inclina la cabeza
ligeramente hacia un lado, mientras me observa.
—No seas tan dura contigo misma, amor. Con todo lo que ha
pasado, todo en tan poco tiempo, es una maravilla que lo estés
llevando tan bien.
Todas guardamos un silencio reflexivo durante un par de
segundos.
—Entonces, ¿de qué estáis hablando, señoras? —pregunto,
buscando algo que cambie de tema y me aleje de mis pensamientos
sobre todo lo que ha pasado desde que me encontré con el paladín
hace casi dos meses.
Las hermanas se lanzan una mirada cargada, y es como si
pudiera ver la conversación silenciosa que se desarrolla en sus ojos.

234
Lila respira profundamente y me mira de una manera que me dice
que acaba de elegir la paja más corta.
—Estábamos hablando de Lachlan, y los demás, y de lo que
vamos a hacer.
Asiento con la cabeza, aunque no tengo ni idea de lo que
significa exactamente.
—Lachlan, Keegan y Silva se fueron hace una semana para
seguir algunas pistas. La casa está vacía, y aparte de mantenerla
limpia, realmente no hay necesidad de que estemos allí, al menos
no mientras ellos no estén. Pero estamos discutiendo si debemos
quedarnos o no cuando regresen, aunque falte mucho tiempo.
Las observo confundida.
—¿Por qué no os ibais a quedar? Creía que llevabas mucho
tiempo trabajando para los Aylin.
Birdie asiente con la cabeza y su sonrisa se vuelve dolorosa.
—Lo llevamos, es cierto, pero teniendo en cuenta todo lo que
ha pasado, quedarnos allí mientras tu tío se comporta como lo hace
parece que le estamos dando nuestra aprobación, y eso no nos
gusta.
Aparto la mirada de sus serios ojos azules y proceso sus
palabras. No puedo evitar preguntarme cuáles son las pistas que
están investigando.
—¿Le quitaron el título de paladín a Lachlan? —pregunto,
recordando de repente lo que insinuó la zorra de la madre de Becket
en la cena del infierno.
—Le dieron un descenso de categoría por un comportamiento
no acorde con las creencias del paladín. Cuando los ancianos no
quisieron sancionar la reapertura del caso de Vaughn, renunció por
completo.
Contengo el bufido que intenta salir de mí al mencionar las
creencias del paladín. Hasta ahora, la mayoría de los paladines que
he conocido apestan a mierda sexista y controladora. Su
comportamiento parece estar en línea con eso.
235
—¿Por qué no estás casada? —Suelto, ya que aparentemente
cada pensamiento que me viene a la cabeza ahora tiene que salir de
mi boca—. Puedes decirme que no es de mi incumbencia y me
callaré, pero creía que las hembras casters eran raras y preciosas y
todo eso, aunque no creo que nadie lo crea. Al menos, no he visto
ninguna prueba de que los hechiceros veneren a las hembras.
¿Reverenciar significa controlar aquí? ¿Existe una barrera
lingüística de la que no soy consciente? ¿Significa precioso
realmente, mercancía en caster? —Miro sus caras de desconcierto
y me doy cuenta de que estoy divagando—. Sí, entonces, ¿cómo te
libraste de todo el asunto de la imposición de una unión?
Las hermanas se ríen y sus rasgos, antes preocupados, se
suavizan con su tintineante diversión.
—Somos nulas, Vinna. —dice Lila, como si yo debiera saber
lo que eso significa. Al leer mi expresión de desconcierto,
continúa—. Casi no tenemos magia. Y no tener magia significa que
no tienen interés en unirse a nosotras o formar un aquelarre.
Mis cejas se arrugan y mi boca se abre ligeramente por la
frustración que siento por la afirmación de Lila.
—¡Pero si eres jodidamente increíble! —exclamo. Todas me
dedican una dulce sonrisa, y Adelaida se limita a encogerse de
hombros—. ¿Cómo es que eso se pasa por alto y se entierra bajo
lo que pueden o no ser tus habilidades mágicas? —Esta vez Lila
me da el encogimiento de hombros—. Que se jodan los hechiceros
entonces, vamos a buscar a las señoras unos zorros plateados de la
variedad humana.
Me empujo de la encimera como si estuviera dispuesta a ir a
buscarles algo de amor ahora mismo, pero sus risitas me hacen
detenerme, y el hecho de que ninguna se haya movido para
seguirme también me da una pista de que tal vez no estén tan
involucradas en mi plan como yo. Bastien entra en la cocina,
observa mi expresión y sus risas y se acerca a mí como si fuera mi
refuerzo para lo que sea que esté pasando.
—¿Qué es lo que tiene a las hermanas cacareando? —
pregunta, antes de apretar un beso en mi sien.
236
Knox, Ryker, Sabin y Valen entran en la habitación, y Evrin
y Aydin se quedan atrás. Su llegada sincronizada hace que me
pregunte momentáneamente qué hacían todos juntos. La última vez
que hablamos, se dirigían a vestirse antes del desayuno. Pero la
repentina entrada del grupo me hace sentir que me he perdido una
especie de reunión improvisada. Las risas de las mujeres
disminuyen y me distraen de mis sospechosos pensamientos.
—Nos gusta nuestra vida, Vinna. Somos felices con lo que
tenemos, y ningún macho, humano o no, podría mejorar las cosas.
—dice Lila con una cálida sonrisa.
—¡Sexo! —exclamo—. El sexo puede mejorar muchas cosas.
Aydin escupe el agua que acaba de tomar de un trago y
empieza a toser incontroladamente. Evrin le da un par de fuertes
palmadas en la espalda, y puedo sentir la risa de Bastien
retumbando en su pecho junto a mí. Me doy cuenta de que quizá
las hermanas no estén precisamente por la labor de hablar de su
vida sexual, o de la falta de ella, delante de todos estos tipos, pero
en serio, no me equivoco.
No es que sea una especie de experta, ya que mi primera vez
fue anoche y resultó con dos de las tres partes retorciéndose de
dolor, pero intento no centrarme en eso. Aydin se recupera de su
ataque de tos, y ellas empiezan a moverse por la cocina para
preparar el desayuno. Mi declaración queda en el aire como si no
estuviéramos teniendo una conversación. Me vuelvo hacia Sabin.
—Los hechiceros afirman que las hembras son valoradas y
atesoradas, pero ¿cómo se puede creer eso cuando se comercializan
como acciones valiosas si son poderosas, y se descartan como
insignificantes si no lo son?
Él abre la boca para decir algo, pero me doy cuenta, por la
mirada que tiene, de que va a defender las creencias con las que se
ha criado. Hago todo lo posible por no poner los ojos en blanco y
me esfuerzo por escucharle. Quiero saber por qué muchos de ellos
dicen creer en una cosa, pero la acción de su cultura muestra algo
muy diferente.

237
—Todas nuestras costumbres giran en torno a la magia y a
mantenerla fuerte. Es la base de nuestras tradiciones y prácticas.
Puede parecer arcaico, pero ¿dónde estaríamos si la magia
desapareciera?
—No digo que la magia no sea importante, pero ¿por qué
parece ser lo único? Los ancianos me empujan hacia un aquelarre
de su elección porque quieren una unión poderosa, pero ¿por qué
nuestra unión —señalo a él y a los demás—, es menos poderosa
que la que tendría con Enoch y su aquelarre?
Lo observo mientras reflexiona sobre lo que digo.
—No creo ni por un segundo que lo sea. —afirmo—.
Sinceramente, creo que asumen que Enoch y su grupo me
controlarían mejor, lo que a su vez da a los ancianos un acceso más
directo a mí y a lo que puedo hacer. No puedes decirme que lo que
pretenden es mantener una magia segura y fuerte.
Sabin no dice nada, y me doy cuenta de que está buscando
alguna otra explicación o forma de demostrarme que lo que pienso
no es así en absoluto, pero no creo que vaya a encontrarla. Estoy
segura de que no debe ser fácil cuestionarse cosas y a personas que
nunca has tenido que cuestionar. La duda que veo en su cara no me
hace sentir triunfante, me hace sentir triste. Triste porque el mundo
que creía que existía se desmorona ante él bajo el peso de su
fachada de mierda.
Me vuelvo hacia Knox.
—Hablando de hembras de flores delicadas, vamos a
arreglar esa poción anticonceptiva que mencionaste.
Me regala una cálida sonrisa, pero cuando ésta baja
ligeramente, una alarma suena en mi cabeza.
—No creo que deba intentar hacer el hechizo, no con la nueva
magia que nos acaba de dar. No quiero hacer algo y descubrir
después que no ha funcionado, porque mi magia no funciona como
estoy acostumbrado.

238
—UH, vale, entonces qué significa eso. ¿Podemos encontrar
a alguien más que lo haga? —pregunto y miro alrededor de la
habitación en busca de voluntarios porque estoy segura de que no
voy a tener ningún bebé.
Sabin se frota la nuca torpemente mirando hacia otro lado y
luego hacia mí.
—Podemos ir a la tienda de mi aquelarre familiar; allí tendrán
algo para ti. —Se ofrece, y no se me escapa que las puntas de sus
orejas se ponen más rojas ni el rubor que se cuela por sus mejillas.
Es tentador burlarse de él por eso, hasta que me doy cuenta
de que posiblemente voy a conocer a parte de la familia de Sabin
por primera vez y será cuando me lleve a recoger los
anticonceptivos.
Bueno, ¡esto debería ser divertido!

239
32

P
aso la mano por el interior de cuero cremoso del viejo
Bronco de Sabin, restaurado con esmero. Nos sentamos
en un agradable silencio mientras el familiar grupo de
edificios que conforman la parte principal de la ciudad de Solace
se acerca en la distancia. Diviso el campanario de la Academia y
me doy cuenta de que no he oído la hora ni una sola vez desde que
estoy aquí.
—Tu último año de entrenamiento comienza... ¿el próximo
lunes? ¿Estás listo para empezar a entrenar de nuevo? —pregunto.
Sus facciones se transforman en una mirada indescifrable
mientras busca una respuesta a lo que yo creía que era una pregunta
inocente.
—Sí, no estoy seguro, para ser sincero. La mayor parte de mi
vida he imaginado un futuro como paladín, pero ahora me pregunto
si eso será realmente una posibilidad para nosotros.
Me vuelvo hacia él perpleja.
—¿Por qué no iba a serlo?
—El Anciano Cleary sabe lo que eres, y ahora, también lo
sabe Enoch y su aquelarre, y la familia de Knox y Ryker, pero hasta
donde sabemos, eso es todo. Si todos nosotros conseguimos runas
y empezamos a manifestar magia que nunca habíamos tenido,
¿cuánto tiempo pasará antes de que los secretos salgan a la luz y
tengas una diana aún más grande en la espalda?
Escudriño sus palabras durante un minuto buscando una
salida, o una forma de evitar que el futuro que está describiendo
ocurra.
—Ahora mismo sólo Ryker y Knox tienen las runas. Los tres
podemos seguir el camino de la reclusión, lo que no sería muy
difícil ya que la casa tiene todo lo que podríamos desear. Podemos
asegurarnos de que tú, Bastien y Valen no adquieran ninguna runa

240
o poder nuevo. Ustedes pueden cumplir su sueño de paladín,
mientras yo entreno a Knox y a Ryker. Y cuando os graduéis,
seremos un aquelarre medio paladín, medio centinela, que luchará
contra el crimen. —Le digo con ojos esperanzados y un
asentimiento tranquilizador—. Podemos hacer que eso funcione.
Se ríe y extiende una mano para acariciar mi mejilla.
—Estoy aprendiendo que tal vez este no sea el lugar que me
he pasado la vida creyendo que era. Esperaba que, de alguna
manera, cuando saliera a la luz lo que eres y lo que puedes hacer,
la comunidad simplemente te abrazaría y te trataría como si fueras
uno de ellos. Pero, aunque la mayoría lo hiciera, el pequeño número
que no lo aceptara o que quisiera utilizarte, como hace Adriel,
como hacen los ancianos, siempre serían una amenaza para
nosotros. Siempre estaríamos mirando por encima del hombro.
Su admisión apesta al escucharla. Es aún peor por la verdad
que pesa en cada sílaba. Me ha dicho que no asuma la culpa que no
me pertenece, pero ¿qué hago con la culpa que sí me pertenece?
—Sabin, ¿cómo no me siento culpable por eso? No quiero
que tu vida se convierta en esa cosa irreconocible que te tiene
siempre huyendo, siempre cuidando tu espada. ¿No crees que
finalmente te resentirás por eso? No quiero robarte todo lo que
siempre has querido. No soy suficiente para llenar los huecos que
dejaría en lo que eres.
Sé que, de todos ellos, esta relación y la forma en que subo la
apuesta con el aspecto de Centinela es probablemente la más difícil
de aceptar para él. La pérdida de control, que parece tan importante
para él, y la velocidad a la que estoy impulsando las cosas es un
problema. Estoy segura de que Sabin está aquí por su propia
elección, y de que se preocupa por mí, pero todavía me preocupa
que lo esté empujando demasiado lejos y demasiado rápido fuera
de su zona de confort.
—Vinna, tu presencia en mi vida no está creando agujeros.
Sólo está abriendo posibilidades que antes no veía. Tal vez el
objetivo del paladín se desplaza a ser un malvado vigilante de la
paz. Tal vez sea necesario un mayor equilibrio en lo que respecta a
241
quién toma las decisiones sobre lo que está bien y lo que está mal.
No lo sé, y no creo que sepamos cuál es el mejor movimiento para
todos nosotros hasta que nos enfrentemos a él.
—Pero ¿qué pasa con vuestras familias? ¿Qué pasa con
vuestro hogar aquí? —Insisto.
Él se encoge de hombros.
—No lo sé. Todavía no tengo ni idea de cómo encajar todas
las piezas. Todos hemos hablado de ello esta mañana, pero ninguno
de nosotros cree haber llegado a ese punto de inflexión en el que
sabemos de un modo u otro, por dónde van a ir las cosas.
Levanto las manos en señal de exasperación.
—Habéis tenido una reunión supersecreta sin mí, ¡lo sabía,
joder!
Se ríe.
—Es que no queríamos que te sintieras culpable ni que te
preocuparas demasiado. Toda esa mierda acaba de suceder con los
chicos y las runas, y no queríamos llevarte al límite sacando a
relucir un montón de hipótesis que ninguno de nosotros tiene la
certeza de que puedan suceder. Ya estás lidiando con bastante; no
queremos seguir aumentando el estrés.
Recorro con la mirada su perfil mientras conduce y me
confiesa por qué me han mantenido al margen. Mi reacción inicial
es enfadarme, pero cuando habla de lo ocurrido con Knox y Ryker
esta mañana, me doy cuenta de que yo les estaba haciendo lo
mismo. Tomando decisiones que creía que eran lo mejor para ellos,
apartándoles del estrés, poniendo el peso de todo sobre mi espalda,
para que no se embarraran.
—Entiendo por qué tomasteis esa decisión, pero no quiero
que volváis a hacerlo. También voy a asegurarme de no hacer lo
mismo con ninguno de vosotros.
Me acerco y agarro su mano, y él me la cede de buen grado.
La pongo en mi regazo y trazo las líneas de su palma mientras
pienso en cómo explicarle lo que necesito.

242
—Lo que estamos afrontando es mucho. Es una mierda. No
es fácil, y es muy probable que no haya muchas cosas en nuestras
vidas que lo sean. Pero me he dado cuenta de que tenemos que
analizar cosas como mi Despertar. Sola, sentía que me moría, no
podía soportar el dolor, pero cuando lo compartíamos, era
manejable para todos.
Su mano se cierra en torno a la mía, se la lleva a los labios y
me da un suave beso en el dorso. Sonrío ante el gesto que deja al
descubierto el romanticismo que se esconde en el cuerpo de un
chico malo.
—Tienes razón; siento haberte dejado fuera, y me aseguraré
de que no vuelva a ocurrir. —Me dice, y mi corazón se hincha.
—Bueno, eso fue fácil, pensé que tendría que poner más
empeño en salirme con la mía. —admito.
Él se ríe y conduce el Bronco hacia la calle principal de
Solace.
—La próxima vez lo pondré más difícil. —Bromea, y yo
muerdo el chiste de: he dicho.
Mi cara debe ser obvia porque él se ríe aún más.
—Me he metido en un lio, ¿no? —pregunta, y yo me parto de
risa.

****

Cierro la puerta del Bronco tras de mí y atravieso el


aparcamiento lateral hasta la tienda de hechizos de Gamull. La
fachada es de cristal impoluto, es la tienda de la esquina adjunta a
una franja de otras tiendas situadas en la calle principal del centro
del pueblo. Sabin me hace entrar en la tienda de hechizos de su
familia, y el olor a clavo con un leve matiz de madera llena mis
sentidos. No es abrumador ni provoca dolor de cabeza, sino que es
acogedor y relajante. Observo el espacio bien organizado y los

243
estantes con diferentes cosas a la venta. Él tenía razón: parece una
tienda de artículos para el baño y el cuerpo.
—¡Bean! —chilla una chica, y lo aborda de una forma que
haría sentirse orgulloso a un linier ofensivo. Sabin se tambalea
hacia atrás mientras la atrapa y absorbe el impulso del golpe.
—¿Qué haces aquí? ¿No tienes colegio hoy? —Le pregunta
él a la bola de energía de ojos verdes que en ese momento intenta
separar su torso del resto del cuerpo mediante el abrazo más fuerte
que jamás haya visto.
—Me han expulsado. —Hace un mohín, y es como si pudiera
ver cómo se le escapa toda la emoción anterior.
—¿Por qué? —exige él, y tanto la niña como yo nos
encogemos ante su tono.
—¡Las hermanas Alson se meten conmigo todo el tiempo!
Dicen tonterías y me empujan. Hoy le he tirado agua a una de ellas
para que se retirara, ¡y soy yo la que se mete en líos!
—Cyndol, ya lo hemos hablado, si empiezan algo, se lo dices
a un instructor. —Ella pone los ojos en blanco y se centra en mí
como si acabara de darse cuenta de que estoy a su lado.
—Pareces dura; si algunas chicas se metieran contigo, ¿qué
harías? —Me pregunta.
—Iría a por la nariz.
—¡Vinna! —Me regaña Sabin.
—Qué Bean, yo lo haría. —Vuelvo a mirar a Cyndol, que he
deducido que es su hermana pequeña o está emparentada con él de
alguna manera.
Parece tener unos once años, pero soy una calamidad a la hora
de juzgar las edades. Sus ojos verdes son más bien de color
esmeralda, frente al verde bosque de él, pero el resto de sus rasgos
y su coloración son demasiado parecidos como para que no estén
emparentados de algún modo.

244
—Si te tocan físicamente primero, es simple defensa
personal. —Le digo.
Ella me dedica una amplia sonrisa, y Sabin se frota las manos
por la cara, exasperado.
—Díselo primero a un instructor, Cyn; ellos las mantendrán
alejadas de ti.
Ignorándolo, Cyndol se acerca a mí.
—¿Me enseñas a pelear?
Abro la boca para responder, pero el sonoro "no" de mi
elegido me corta.
Un hombre pronuncia el nombre de Sabin y éste mira hacia
el hechicero que se dirige hacia nosotros. En cuanto él gira la
cabeza, le digo a Cyndol que sí, y ella vuelve a encenderse de
emoción. Como una carterista nata, me pone en la mano un teléfono
desbloqueado. Tecleo rápidamente mi número y mi nombre
mientras Sabin saluda al otro hombre con un abrazo. Le devuelvo
el teléfono y ella lo guarda mientras él se gira para presentarme a
uno de sus padres. Enfoca sus ojos hacia mí, con una mirada llena
de sospecha. Yo parpadeo inocentemente.
—Vinna, este es mi padre Luke; papá esta es Vinna, mi
pareja. Y esta es mi hermanita Cyndol, a la que ya has corrompido
en los tres segundos que la conoces. —Mira juguetonamente a la
niña, y yo me río de su tono burlón.
Los ojos de Luke se abren un poco de sorpresa, pero hace un
trabajo encomiable para disimularlo mientras me da la mano.
—¿Hay alguien más aquí? —Le pregunta a su padre, mientras
mira a su alrededor.
—No, están fuera haciendo entregas, no volverán hasta
dentro de un par de horas probablemente. Sólo estamos yo y... —
Mira a Cyndol, que intenta pasar desapercibida justo detrás de
Sabin—. Missy, se supone que tienes que reponer los estantes
como castigo, ahora ponte a ello.

245
Hace un mohín y sus hombros se encogen mientras abraza a
su hermano de lado y se dirige a una puerta que, supongo, conduce
a una habitación trasera. Sabin y su padre hablan de lo que pasó
con ella en la escuela, y yo levanto la mano en el signo universal
de "llámame". Cyndol asiente con entusiasmo y desaparece por la
puerta. Me acomodo un mechón de pelo detrás de la oreja tratando
de disimular mi movimiento cuando noto que Sabin me mira.
No hay nada que ver aquí, capitán. Me encojo de hombros
inocentemente.
—Entonces, ¿qué te trae por aquí, ya que asumo que no estás
aquí para hacer presentaciones? —Se burla Luke.
Las puntas de las orejas de Sabin vuelven a enrojecer, y lo
encuentro completamente adorable hasta que recuerdo por qué
estamos aquí.
—Necesitamos una poción anticonceptiva. —murmura, y los
ojos de su padre se llenan de humor.
—Lo siento, no lo he pillado, ¿qué necesitáis?
Me río, decidiendo ya que Luke y yo somos almas gemelas,
y él se pone aún más rojo. Antes de que pueda unirme a la burla,
veo el frasco de champú y acondicionador de madreselva del que
estaba provista mi ducha.
—¿Esto ha salido de aquí? —pregunto, cogiendo el frasco e
inhalando profundamente su increíble aroma.
—Sí, es de nuestra línea premium. Se llama Madreselva con
un toque de Jazmín; es genial para agudizar tu intuición, estimula
la creatividad, atrae y aumenta el amor, y es útil para aumentar la
sexualidad.
Miro hacia Sabin.
—Capitán, ¿me has dado un champú sexual?
Pone los ojos en blanco.
—De todas las cosas que dijo que hace, por supuesto, esa es
en la que te centras.

246
Luke, que es mi alma gemela y mi nuevo padre, aprovecha la
oportunidad para acosar a su hijo.
—Totalmente, te dio champú para el sexo.
—¡Lo hizo!
—Así que, sobre esa poción. —interpone él, deteniéndonos
antes de que podamos empezar a acosarlo realmente.
Luke se ríe.
—Venid conmigo.

247
33

L
uke pasa la tarjeta de Sabin y saca una caja con asas que
contiene todos los potingues y pociones que vamos a
comprar. Soy como una niña en una tienda de caramelos
mágicos; hay tantas cosas chulas aquí. Me he abastecido de
anticonceptivos para el próximo año y sólo tengo que tomar un
brebaje que sabe a té azucarado una vez al mes. Me llené de
champú y acondicionador para el sexo, compré una pócima
llamada Copal para Knox cuando Luke me dijo que ayudaba con la
ortografía, y algunos hechizos para teñir el pelo, porque es una
broma que me va a encantar hacer.
—Muy bien, Vinna, ya está todo listo. —dice Luke—.
Preparemos una cena o algo con la familia pronto; ¡van a estar tan
celosos de que sea el primero en conocer a tu increíble compañera!
—Le dice a su hijo mientras lo envuelve en un abrazo de despedida
y le besa la mejilla. Me abre los brazos y yo me meto en ellos.
—Aviso que los padres de Knox te van a hacer sumo cuando
les diga que eres mi nuevo favorito.
Él se ríe a carcajadas y me dedica una sonrisa radiante.
—Me los cargaré a todos, no te preocupes, ¡tú favoritismo
está bien puesto! Ah, y he metido ahí un delicioso aceite de masaje
de albaricoque, enebro y sangre de dragón; es un afrodisíaco muy
potente, que promueve la virilidad, la pasión y el amor.
—¡Ooh! —Le arrullo, y ambos nos reímos cuando las orejas
de Sabin se ponen rojas.
—Primero Cyndol la elige a ella por encima de mí, y ahora
vosotros dos sois compinches, perfecto... simplemente, ¡perfecto!
—Ay, ¡Capitán, nosotros también te queremos! —Me burlo,
y luego me congelo al instante cuando me doy cuenta de que acabo
de dejar escapar la palabra con "Q".

248
Intento disimular mi reacción de "oh, mierda" gritando un
adiós a Cyndol, que sigue reponiendo los estantes en la parte de
atrás. No me arriesgo a mirar a Sabin para ver qué piensa de mi
desliz. Estaba bromeando, pero ¿pensará que hablo en serio? Joder.
De todos los tipos con los que podría habérseme escabullido, tiene
que ser con el que quiere tomarse las cosas con calma.
Bien, Vinna.
La pequeña se despide a gritos y Luke nos acompaña a la
puerta. Nos dirigimos por el aparcamiento hacia el Bronco. Sabin
inhala rápidamente, del tipo que la gente hace cuando está a punto
de decir algo, algo que puedes o no querer oír, y eso hace que mi
adrenalina se dispare.
—¡Vinna! —Alguien grita mi nombre. Me vuelvo para ver
quién es, y veo a una mujer mayor con tres hombres caminando a
toda velocidad hacia mí.
—¿Eres Vinna Aylin? —Me grita de nuevo.
Antes de que pueda siquiera separar los labios para responder.
Guijarro está frente a mí en posición de defensa. No tengo ni puta
idea de dónde acaba de salir, y me giro hacia Sabin para preguntarle
si ha visto de dónde, y veo al resto del aquelarre de mi antiguo
niñero acercándose a nosotros. Es como si hubieran aparecido de
la nada. De hecho, me olvidé por completo de que todavía estaban
asignados a vigilarme. No estoy segura de dónde está la amenaza
en este momento, podría ser la hembra que aún se dirige hacia mí
o, honestamente, también podrían ser estos paladines.
Mi elegido gira para que su espalda esté contra la mía, e
inmediatamente siento que me recorre una cálida tranquilidad.
Invoco mi magia y siento que él hace lo mismo. Experimento una
intensa sensación de prisa cuando saco la magia defensiva de mi
fuente, y me atraviesa como un tren de mercancías. Mierda, mi
magia tiene una gran fuerza ahora. Gracias a que Sabin está detrás
de mí, su gran estructura me impide ir a ninguna parte; de lo
contrario, probablemente estaría de culo ahora mismo.

249
La mujer que viene hacia mí ve al paladín y parece estar tan
sorprendida como yo por su repentina aparición, pero veo una firme
determinación en su rostro mientras sigue adelante.
—Deténgase señora, no se acerque más. —Le advierte
Guijarro, y los tres lanzadores que la rodean la detienen.
Ella no parece contenta con eso, y le suelta a uno de ellos algo
que no puedo oír. El macho parece debatirse entre cabrear a la que
supongo que es su pareja, o que la iluminen los paladines que me
rodean, porque parece que quiere atravesarlos. La miro de arriba a
abajo, intentando ver si puedo situar su cara o la de sus tres
compañeros, pero no me resulta familiar. Quién sabe qué habré
hecho para enfadarla.
—¿Eres Vinna Aylin? —Vuelve a preguntar, sin aliento, y
lanza otra mirada a su otro compañero cuando éste le pone una
mano en el hombro.
—Sí, ¿puedo ayudarte en algo?
Uno de los paladines del aquelarre de Guijarro, un hombre
calvo más bajo, se acerca un paso a mí. No me gusta, así que en
lugar de centrarme en la mujer mientras intenta recuperar el aliento
para responder a mi pregunta, me vuelvo hacia él.
—Demasiado cerca, Phil Collins, demasiado jodidamente
cerca. —Le advierto.
—Estamos aquí para protegerte, no para hacerte daño. —
replica.
—Te asignaron los ancianos, y no confío en ellos, así que lo
siento…. Espera, no lo siento, eso significa que yo tampoco confío
en ti. Retrocede, o tú y Guijarro podéis intercambiar historias para
dormir sobre lo buenas que son mis habilidades con el cuchillo.
Guijarro resopla.
—Retrocede, Brody; créeme, no querrás enterarte.
Le sonrío al pedrusco.

250
—Ay, Guijarro ... se te puede enseñar. ¿Cómo estás, amigo?
Hace tiempo que no te veo. ¿Sigues con el tiempo muerto?
Siento que Sabin se ríe detrás de mí, y él suspira.
—¿Podemos ocuparnos de esto primero, antes de que
empiece la sesión de cotilleo e intentes trenzarme el pelo y
pintarme las uñas?
Pongo los ojos en blanco.
—Está bien, pero cuando todo esto termine, me toca hacerte
los dedos de las manos y de los pies.
Vuelvo a centrarme en la mujer que ha sido el catalizador de
toda esta reunión, y cuando mis ojos se posan en ella, empieza a
hablar como si hubiera estado esperando a que la llamara.
—Me llamo Olivia Steward; tú salvaste a nuestro hijo, Parker
Steward. —Una imagen mía agachada sobre Parker mientras
intento desesperadamente curar su herida de lamia en el cuello,
pasa por mi mente—. Acabo de verte salir de la tienda y quería
darte las gracias. No era mi intención causar todo esto. —Señala a
los paladines.
Me muevo para rodear a Guijarro, pero él se anticipa al
movimiento y me bloquea el paso.
—Pedrusco, relájate, bájale la intensidad... cualquiera que sea
el nivel de no amenaza. Conozco a su hijo.
—Sí, pero tú no la conoces a ella.
—Creía que estabais aquí para protegerme de los lamias; ¿por
qué iba a necesitar protección de los brujos? ¿Qué me estoy
perdiendo aquí? —pregunto, confundida.
Qué tiene la situación para que se disparen tanto sus alarmas,
para que salgan del modo acosador y se muestren. Miro a los
paladines que me rodean y me fijo en su posición. Guijarro está
frente a mí, de espaldas a lo que supongo que es la amenaza. El
resto de su aquelarre me está dando sus perfiles, lo que significa
que me están observando a mí y a este grupo de hechiceros que
acaba de acercarse a mí. Suspiro y me acerco a mi custodio. Sabin
251
sigue mi movimiento para que nuestras espaldas queden en
contacto. Bajo la voz para que sólo Sabin y él puedan oírme.
—Guijarro, ¿también estás en la parte de la misión de Vinna
no es de fiar, o es sólo tu aquelarre?
Él gira ligeramente la cabeza hacia mí, pero mantiene su
cuerpo alineado con la señora Steward y sus compañeros.
—¿De qué estás hablando?
—Mira tú aquelarre. Si me estuvieran vigilando, me estarían
dando la espalda ahora mismo. ¿Ves alguna espalda? —Su mirada
revolotea sobre los miembros de su aquelarre que están en su línea
de visión, y sus ojos se entrecierran—. Sí, probablemente deberías
investigar por qué no te informan lo que pasa. —Le aconsejo.
Vuelvo a coger la mano de Sabin para poder comunicarle de
alguna manera hacia dónde me voy a mover, para que me
acompañe. Tenemos que hacer un entrenamiento de campo como
grupo, me doy cuenta. Sí, podemos hablar entre nosotros en
nuestras cabezas, pero hasta que dominemos la charla mental en
medio de una pelea de una manera que no distraiga ni haga daño a
nadie, tenemos que elaborar un sistema de comunicación fuera de
eso. Me aclaro la garganta y alzo la voz para que todos los paladines
de alrededor puedan oírme.
—Voy a pasar por delante de Guijarro y hablar con la familia
de mi amigo. No soy una amenaza para ellos ni para vosotros. Pero
si alguno de vosotros intenta impedir que se produzca esta inocente
interacción, haré que os arrepintáis de haber intervenido. ¿Está
claro?
Un par de resoplidos incrédulos suenan a mi alrededor. Pero
Guijarro se aparta para dejarme pasar. Al pasar junto a él, me
inclino y murmuro.
—No sé si estás bien, o qué pasa con tu aquelarre, pero si
necesitas un lugar donde quedarte, mi casa es un lugar seguro.
Sabin te dará la dirección.

252
Sabin enumera rápidamente los números y la información
sobre la carretera, y él hace un gesto casi imperceptible con la
cabeza. Me dirijo hacia adelante y ninguno de los paladines intenta
detenerme. Supongo que no pueden enfrentarse a mí a no ser que
empiece algo, dudo que mi pequeña amenaza tenga algún efecto
real. Se creen grandes paladines asignados a cuidar a una niña
demasiado pagada de sí misma. No me van a tomar en serio hasta
que se recuperen de una lección de digo lo que quiero decir y
quiero decir lo que digo.
Le tiendo la mano a la Sra. Steward, pero cuando me acerco
a ella, renuncia al apretón de manos que le ofrezco y me atrae con
un fuerte abrazo. La rodeo con mis brazos para no caer por la
diferencia de altura. Le froto la espalda y ella me susurra gracias
una y otra vez.
Se retira después de un par de minutos y se limpia las huellas
de humedad en la mejilla. Sabin saca un pañuelo de su bolsillo y se
lo entrega. Al verlo, me viene a la memoria un recuerdo de cuando
un amable desconocido me ofreció un pañuelo cuando era más
joven. No sé por qué este recuerdo se me ha quedado grabado, pero
recuerdo que pensaba que la gente que lleva pañuelos es buena
gente.
Atrapo sus ojos con los míos y le dedico una enorme sonrisa.
Me doy cuenta de que está tratando de entender por qué le miro así,
pero sus ojos se llenan de afecto y me devuelve una dulce sonrisa.
—¿Cómo está Parker? He querido ver cómo está, pero las
cosas han estado un poco locas.
Para demostrar lo que digo, me dirijo hacia donde acaban de
estar los paladines y veo que ya no están. Es todo lo que puedo
hacer para no escudriñar los alrededores y localizarlos donde sea
que se estén escondiendo y observando en este momento.
—Está muy bien, gracias a ti. No va a seguir con el programa
de paladín, creo que la experiencia con los lamias le demostró que
no es lo que quiere hacer. —dice, y yo asiento con comprensión—
. Perdona que esté tan alterada, ni siquiera te he presentado a mis
compañeros. Sólo vi tus marcas y supe que tenías que ser tú, y sólo
253
tenía que darte las gracias. Realmente las gracias no alcanzan a
cubrir lo agradecidos que estamos y lo mucho que te debemos por
haberlo salvado.
Me agarra la mano con las dos suyas y me mira con una
ferocidad maternal tan hermosa que siento que los ojos me
empiezan a escocer un poco.
—Se lo debía, de verdad. —admito—. Llevó a mi amigo
fuera, y me dio la oportunidad de despedirme. —Hago una pausa
para poder controlar mis emociones, y la señora Steward me atrae
en otro abrazo—. Siento que Parker se encontrara en esa situación
en primer lugar. —Le digo, y ella me hace callar y me aprieta más
fuerte.
—Bueno Vinna, ahora eres un miembro de nuestra familia, y
si alguna vez necesitas algo acudes a nosotros, ¿vale? No me
importa lo que sea; puedes contar con nosotros. Ahora dame tu
teléfono, que voy a poner nuestros números. —Me dice, mientras
nos separamos de nuestro abrazo.
Intercambiamos los teléfonos y los números, y cuando todo
está hecho, me hace un gesto de aprobación y se alisa el pelo
oscuro.
—Gracias por hablar con nosotros, no te robaremos el resto
del día, pero lo decimos en serio. Si necesitas algo, llama, ¿vale?
Me pone una cara de madre severa, y yo le devuelvo el visto
bueno.
—Saluda a Parker de mi parte, y si necesita hablar o cualquier
otra cosa, puede llamarme cuando quiera.
Nos despedimos y ellos siguen con lo que estaban haciendo
antes de vernos salir de la tienda de hechizos. Recojo la caja de
pociones que tengo a mis pies y escudriño todo lo que nos rodea,
divisando a tres de los cinco miembros del aquelarre de vigilantes.
Miro hacia Sabin y él hace lo mismo.
—Eres un buen tipo, Sabin Gamull. —Le digo, con una
enorme sonrisa que se apodera de mi rostro. Me mira confundido

254
por un momento antes de inclinarse y darme un dulce beso—.
Pareces el tipo de hombre del que las madres deberían esconder a
sus hijas, pero por dentro eres un romántico que lleva pañuelos,
amante de Orgullo y Prejuicio, que mira las estrellas y que me
cubre la espalda... literalmente. Soy una chica afortunada.
Él abre la parte trasera del coche y me quita la caja de
hechizos de la mano para meterla dentro. Suelto un chillido de
sorpresa cuando, de repente, me agarra de la nada, me hace pivotar
para que soporte mi peso y me echa hacia atrás hasta que estoy a
medio metro del pavimento. Me besa profunda y minuciosamente
mientras me sumerge, como si fuéramos parte de un gran final de
baile de los años cincuenta.
Cuando me ha besado bien y sin sentido, me levanta, me
estabiliza y me golpea la nariz.
—¿Ahora te das cuenta de la suerte que tienes? —Me
pregunta, con un tono descarado en su voz juguetona—. Tienes que
espabilar más rápido. Ahora volvamos y pensemos qué hacer con
los ancianos y tu conjunto de paladines acosadores.
Hace girar las llaves alrededor de su dedo mientras se acerca
al lado del pasajero y me abre la puerta. Observo su culo mientras
se mueve, y cuando se da la vuelta recorro con mi mirada lasciva y
sin pudor su cuerpo.
¡Joder, lo de chica con suerte es un eufemismo muy serio!

255
256
34

M
ierda. —exclama Knox, mientras llama a una espada
corta en su mano y la hoja aparece en su palma en
— lugar de la empuñadura.
Echa la mano hacia atrás y la espada cae al suelo,
desapareciendo antes de que pueda hacer contacto con la tierra.
Mira el corte en su mano, como si fuera un traidor que le ha
traicionado de la forma más profunda, antes de extenderme la
palma. Sujeto su mano intentando luchar contra mi sonrisa y
empujo la magia curativa hacia él. Veo cómo mi magia coopera y
la piel se une. Me da pena que le cueste descifrar las armas mágicas,
pero me ha servido para practicar con mi magia curativa.
—¿Por qué sigue pasando eso? —pregunta, con una pizca de
queja en su tono.
—Es la secuencia que estás llamando. Si empujas demasiada
magia, demasiado rápido, en las runas que quieres activar, entonces
la secuencia se jode. Por eso te sigue saliendo la hoja primero, o el
arma entera de lado. Tienes que ralentizar el flujo, introducirlo en
cada runa hasta conseguir la combinación que quieres. No inundes
la secuencia.
Knox deja escapar un resoplido frustrado y tuerce el brazo
para mirar las runas que hay allí. Los músculos de su brazo se
tensan con el movimiento, y eso me hace sentir una ráfaga de deseo.
Ver su magnífico cuerpo con mis marcas por todas partes me hace
sentir algo primario, como de neandertal. ¡Por las estrellas, quiero
desnudarlo! Aprieto los muslos contra ese pensamiento. No es el
momento ni el lugar, Vinna. Me alejo de mis planes llenos de sexo
para más tarde y vuelvo a concentrarme.
Él está mirando las runas de su brazo y juraría que les está
dando un sermón. Me río porque yo también hablo con mi magia.
Me mira, con el disgusto filtrándose en sus rasgos por haber sido
atrapado.

257
—¿Cómo coño haces que parezca tan fácil? —pregunta.
Me río y levanto el dedo índice.
—Uno, porque soy una malota, y dos, porque tengo seis años
de práctica más que tú. El caso es que no tenía a nadie cerca con
magia curativa para arreglar todas mis meteduras de pata, así que
¡Centinela arriba, y hagamos esto, joder!
Le doy un golpe en el pecho con el dorso de la mano y le
enarco una ceja en señal de desafío. La risa de Bastien rebota hacia
nosotros desde la silla en la que está encaramado en el patio trasero,
y Knox le dirige una mirada.
—Ríete, risitas, ya veremos con cuántos cortes acabas cuando
tengas tus runas. —amenaza.
—Estoy bastante seguro de que podré averiguar qué extremo
de la espada no hay que coger —replica.
—¡Esas son palabras de pelea, Fierro! ¿Apostamos por ello?
La sonrisa de Bastien se amplía.
—Sí, Howell, creo que una apuesta amistosa está en orden; di
tu apuesta.
—La mierda se está volviendo real si estáis usando apellidos.
—anuncia Valen, mientras atraviesa a grandes zancadas la puerta
corrediza de cristal y se deja caer en un asiento junto a su gemelo—
. ¿Qué me he perdido?
—A Knox le gusta el lado afilado y puntiagudo de sus armas,
el ego de Bastien está a un nivel que debería preocuparnos a todos,
y Vinna es una malota. —Sonrío a Ryker mientras resume lo que
está sucediendo para Valen, pero parece singularmente
concentrado en la tarea que acabo de asignarle.
La magia amarillo-naranja brillante crepita en su piel
mientras intenta activar las runas en su espalda que crean el bastón.
Hasta ahora le ha ido muy bien con la invocación de sus espadas
cortas y dagas, y se ha graduado en lo que me parece la más difícil
de las secuencias, la espada larga y el báculo.

258
—Estás goteando. —Le digo.
Él frunce el ceño en señal de concentración, y el crujido de la
magia se dispara, pero no aparece ningún bastón en su mano. Me
acerco a él.
—Estas armas eran más difíciles para mí; a veces me ayudaba
si tocaba físicamente el primer par de runas, como si eso ayudara a
mis instintos o a mi cerebro a darse cuenta del conjunto de runas
que necesitaba. Puedes intentarlo si quieres, pero ten cuidado;
ahora se ha convertido en un hábito para mí llamar a estas runas de
esa manera, y eso podría no ser algo bueno. Debes asegurarte de
que puedes llamarlas sin tocarlas. Así que concéntrate en cómo se
siente cada runa al llamarla, memoriza esa sensación y será más
fácil conectar con a esa runa en particular o ponerla en una
secuencia cuando la necesites.
Asiente con la cabeza y vuelve a centrarse en la tarea. El grito
inflexible de Knox de "no" roba mi atención de nuevo hacia él.
—No voy a renunciar a ningún tiempo con Vinna, y ni
siquiera hemos resuelto si vamos a hacer un horario. —discute con
Bastien—. Sigo pensando que deberías tener que afeitarte la cabeza
cuando gane.
Me imagino a Bastien con la cabeza rapada. Es guapísimo y
estoy segura de no le restaría atractivo. Pero la idea de no tener más
ondas largas por las que pasar mis dedos, o la pérdida de mi fantasía
sobre sus oscuros y sedosos mechones acariciando mi piel mientras
se abre paso entre mis muslos para reclamarme con su boca, hace
que no sea un mundo en el que quiera vivir.
—Eso no va a pasar, joder. —digo, intentando contener el
deseo y el pánico que resuenan en mi voz. Se dirigen a mí—. Me
gusta su pelo tal y como está, ¡no se lo va a cortar! —Los gemelos
intercambian sonrisas—. Quiero decir, córtalo si realmente quieres,
quién soy yo para impedírtelo, pero si te da igual, a mí me gusta
largo. —afirmo más despreocupadamente, esperando que eso
cubra la forma desesperada en que acabo de anunciar que no quiero
que tengan autonomía corporal cuando se trata de su pelo.

259
—Simplemente haz que el perdedor conceda la grandeza del
ganador cada vez que llame a un arma o algo así. —Propone Sabin,
colocando la tablet que los lectores me dieron en la mesa de café
exterior en la que tiene un pie apoyado—. Tienes razón Vinna; no
hay nada aquí sobre la transferencia o incluso sobre cómo se
seleccionan realmente los Elegidos. Hay alguna pequeña mención
a los lazos de los Elegidos, pero es en relación con las heridas o la
muerte. El resto es genealogía, información sobre inversiones y un
montón de cosas sobre los posibles orígenes de los Centinelas, los
casters y algunos otros sobrenaturales.
—¡Claro! No sé por qué esperaba algo más, pero la mayor
parte de lo que hay parece irrelevante. Sí, los centinelas solían tener
posesiones en Kazajistán y Rusia, pero ¿cómo me ayuda eso a
averiguar algo sobre lo que soy y lo que puedo hacer?
Él asiente mientras mira fijamente la tablet, como si el mero
peso de su exigente mirada pudiera hacer aparecer por arte de
magia más información en el texto que dejaron los lectores.
—Voy a rastrear el número que te dejaron. A ver si tienen
alguna información que puedan enviar que sea más útil.
—Sigue tu instinto, pero si tuvieran algo, uno pensaría que lo
habrían incluido ahí. —Le digo, señalando la tablet—. Sabían que
no tenía ni idea de lo que era, quizás esto es todo lo que tienen.
—Ese es un buen punto. No parecía exactamente que
estuvieran en el entorno de los centinelas. —añade Sabin,
pensativo.
Bastien coge la tablet y empieza a hojearla.
—¿A qué te refieres con conceder la grandeza del ganador?
—Le pregunta Knox, volviendo a los términos indecisos de la
apuesta.
Sabin se encoge de hombros.
—No sé, tal vez el que pierda tenga que gritar Aquí tenéis,
aquí tenéis, el gran y formidable ganador ha invocado su arma,

260
bañémonos en su gloria y acobardémonos de miedo. O alguna
otra cosa igual.
Me río de su sugerencia y de lo ridícula que es, pero cuando
me vuelvo hacia Knox la sonrisa de su cara me dice que le gusta.
Miro a Bastien y lleva una sonrisa similar.
—¡Joder, sí! —grita Ryker, y todas las miradas se dirigen a
él. Su sonrisa es eléctrica, y el orgullo en sus ojos brilla como el sol
mientras sostiene el bastón en su mano.
Todos gritamos para apoyarle y animarle, y él, emocionado,
le da una vuelta al bastón. Da media vuelta antes de golpear su
antebrazo y resbalarse de su mano. Intenta cogerlo antes de que
caiga demasiado lejos y desaparezca, pero eso sólo consigue que le
golpee en la cara de alguna manera, antes de que el bastón se
evapore en la nada y sus runas reabsorban la magia. Se me escapa
una pequeña risa antes de taparme la boca con la palma de la mano.
Tal vez tuve suerte de que no hubiera nadie cerca para verme
intentar descifrar esas runas.
—No puedes reírte. —Me regaña, mientras se frota la mancha
roja de la mejilla en la que el bastón le acaba de dar un puñetazo.
Por supuesto, eso sólo me hace reír aún más. Se acerca a mí,
y su mirada es juguetona y llena de promesas traviesas. Un destello
de su misma mirada cuando se deslizó dentro de mí me hace
mojarme, pero otro destello de sus rasgos llenos de dolor y sus
músculos apretados mientras está tumbado en el suelo de la ducha,
golpea mi lujuria en la cara y la sustituye por el pánico. Llamo a mi
bastón mientras él avanza y lo hago girar de la misma manera que
Ryker acaba de intentar.
—Presumida. —Me suelta, deteniéndose cuando le apunto
con el extremo del bastón a la garganta.
Muerdo la sonrisa que me provoca los labios.
—Sea lo que sea lo que tengas pensado como castigo, ponlo
sobre la mesa. Tenemos que entrenar. Eso significa que no hay
distracciones. Tenéis que saber utilizar vuestra nueva magia. Ahora
sois Centinelas, lo que significa que sois objetivos. Si no podéis
261
defenderos cuando llegue el momento, estamos todos jodidos. El
día que podáis quitarme este báculo de las manos será el día en que
podamos relajarnos un poco, pero hasta entonces, vamos a ir a saco
todos los días.
Knox se ríe, pero deja de hacerlo cuando le dirijo una mirada
severa.
—Y no habrá nada conmigo hasta que vosotros dos podáis
hacer todo lo que yo pueda... tan bien como pueda.
Eso me dará algo de tiempo para superar el trastorno de estrés
postraumático relacionado con el sexo que parece que estoy
sufriendo después de ver cómo Ryker y Knox obtuvieron sus runas.
Sabin ya quiere tomarse las cosas con calma, y yo me las arreglaré
con Bastien y Valen. Mis ojos se posan en los gemelos por sí solos
y ambos me observan de una manera que me hace pensar que
pueden leer mis pensamientos como si estuvieran escritos en el aire
alrededor de mi cabeza. Desvío la mirada antes de que me absorban
demasiado sus observadores orbes de color avellana.
La sonrisa descarada de Knox decae.
—Vaya, eso no está bien, Asesina. Llevo todo el día
trabajando en esto. Quién sabe cuánto tiempo podría tardar en
llegar al nivel en el que estás tú; como has dicho, nos llevas seis
años de ventaja.
—Entonces trabaja más duro, o ven hacia mí, tal vez eres
como yo, y te desenvuelves mejor bajo presión...
—No voy a pelear contigo. Me darías una patada en el culo,
y aunque pudiera hacer todo lo que tú puedes, siempre tiraría de
mis golpes. Y puedes olvidarte de que vaya a por ti con armas, eso
nunca va a ocurrir. —anuncia Knox.
Lo fulmino con la mirada.
—Luchar contra mí es la única forma en que vas a aprender.
Soy la única maestra que vas a tener, así que tendrás que superarlo.
Sacude la cabeza.

262
—No, no lo haré. Lucharé con Ryker hasta que los demás
consigan sus runas. Entonces pelearemos y entrenaremos entre
nosotros. Puedes entrenarnos y corregirnos, pero ninguno de
nosotros luchará contigo. —Cruza los brazos frente a su pecho, en
una pose de esto es definitivo. Miro alrededor a los otros chicos, y
todos llevan miradas similares de no hay nada más que discutir en
sus caras.
—¿Estáis todos de acuerdo con él? —pregunto, sorprendida.
No contestan, pero no hace falta, lo veo escrito en sus caras y
en su lenguaje corporal.
—Bien, haced que os maten o que os cojan unos lamias
psicóticos y ávidos de poder, todo porque no queréis luchar contra
una chica. Eso tiene mucho sentido. —Levanto las manos y me doy
la vuelta para dar un paso hacia la casa.
—No salgas corriendo porque estás cabreada. Pensé que
estábamos entrenando. —Me desafía Knox.
—¿Cómo puedo entrenarte, joder, si ya has decidido lo que
vas a escuchar y lo que no, o lo que vas a hacer?
—No puedo hacerte daño. No podría hacerlo. Haría ineficaz
un entrenamiento así. —declara Knox.
—Oh, pero yo puedo hacerte daño, y eso está bien porque te
hace más fuerte. ¿Cuál es la palabra que usaste? Oh, eso es, te estoy
calentando.
—Eso es diferente, Vinna. Tu no grabas realmente las runas
en nosotros. Golpearte o tratar de apuñalarte con un cuchillo es un
nivel completamente diferente.
—¿Cómo puedes ver mis runas como algo bueno, pero no ver
el entrenamiento conmigo de la misma manera? Si consigues
darme un golpe, entonces aprenderé a evitar que eso ocurra de
nuevo. No es que no tengamos un sanador. Nada es permanente; es
sólo dolor, ¡y temporal!

263
—No puedo hacer eso, Vinna; ¿por qué presionas? ¿Estás
realmente enfadada porque ninguno de nosotros está de acuerdo en
hacerte daño?
—Talon se entrenó conmigo; aprendí toneladas de lo que sé
ahora, de recibir golpes y volver a levantarme.
—¡Bueno, eso va de la mano con que Talon era un imbécil!
Pronuncia esas palabras con la misma calma y autoridad con
la que ha estado manejando toda esta discusión, pero bien podría
habérmelas gritado y luego haberme dado un puñetazo en el
estómago, porque eso es lo que parece que acaba de ocurrir. Espero
que una mirada de disculpa aparezca en su cara cuando vea lo
herida que estoy por lo que ha dicho, pero no llega.
—Knox. —grita Valen en señal de advertencia.
—No, todos vosotros también lo pensáis, ni siquiera intentéis
negarlo. ¿Cuánto tiempo, joder, tuvo para decirle a Vinna la
verdad? Nunca lo hizo, no hasta que tuvo que hacerlo. —Se vuelve
hacia mí—. Estuviste matando a Lamias desde los catorce años;
¿crees sinceramente que él no lo sabía? Te enseñó a luchar, pero
¿por qué no te dijo contra quién luchabas y por qué? No lo
conviertas en un mártir cuando no lo era, Vinna.
Sus declaraciones se hacen eco de algunas de mis propias
frustraciones, pero suena mucho más despiadado saliendo de su
boca que en mi cabeza. Él no conocía a Talon. Tal vez yo tampoco,
pero me mata saber que estos tipos piensan tan mal de él. No saben
de qué me salvó o en qué me ayudó a convertirme. Mis ojos se
posan en Sabin.
—¿Dónde están las cenizas de Talon?
—Las puse en tu habitación. Están en una caja de tela verde
junto a la caja de Laiken. —Asiento con la cabeza y me giro para
alejarme—. Acompañadme todos, por favor. —Llamo por encima
del hombro mientras me encamino de nuevo a la casa.

264
Cojo una bolsa del armario y me dirijo a la estantería que
contiene las dos cajas. Coloco primero la caja de Talon y luego la
de Laiken encima antes de cerrar la bolsa y colocarla a mi espalda.
Es hora de despedirse.

265
35

E
l estruendo de los vehículos todoterreno a mi alrededor
bloquea los sonidos de la naturaleza que me saludaron la
primera vez que estuve aquí, pero las pequeñas flores
blancas esparcidas por la hierba descuidada siguen pareciendo un
feliz saludo. Una ligera brisa arrastra mechones de mi pelo hacia el
borde del acantilado, donde el oscuro lago me devuelve el brillo.
Apago el todoterreno y me bajo mientras los demás se
acercan a mí. Me meto el mapa que me dibujaron las hermanas en
el bolsillo trasero y observo cómo todos los chicos se bajan de los
quad y echan un vistazo a los alrededores. Salgo a la acogedora
hierba salpicada de flores y abro mi bolsa para sacar la caja de
Laiken. Decidí en el camino que Laiken debería ser la primera en
llegar a su lugar de descanso final entre las flores silvestres que se
sienten libres y pacíficas de una manera que no creo que ella haya
sido nunca.
Los chicos mantienen la distancia, permaneciendo callados y
vigilantes. Sé que las palabras de Knox flotan en la mente de todos.
Tal vez no estén seguros de qué decir, o de si me interesa
escucharlo, o tal vez puedan sentir mi necesidad de paz, pero hasta
este momento nadie ha cuestionado lo que estoy haciendo, y estoy
agradecida por ello.
Me arrodillo en el suelo y abro la caja de cedro. Saco la bolsa
de cenizas y destapo la tapa. Dejo la bolsa en la hierba mientras
pienso en lo que quiero comunicarle, en cómo quiero darle el adiós
que nunca tuve la oportunidad de decirle. He pensado mucho en
este momento en mi búsqueda del lugar perfecto para ella, pero
ahora que lo he encontrado, no sé por dónde empezar.
—Cuando Laiken nació, Beth no me dejaba tocarla. —Les
digo a los chicos porque, de alguna manera, hablar de ella ahora
mismo me parece más fácil que hablar con ella—. Tenía un aspecto
tan suave y frágil, y esperaba que no viera todas las cosas malas

266
que hacía Beth. Una noche, ella no dejaba de llorar, así que Beth
entró en mi habitación, me la entregó y se fue a dormir.
—Tenía cinco años y no sabía qué hacer con ella. Pensé que
tal vez estaba triste porque quería una amiga, igual que yo. Así que
la acosté en mi manta en el suelo y me acurruqué junto a ella. Le
prometí que siempre sería su amiga y que me aseguraría de que mi
maldad no se le pegara. Le prometí que si Beth encontraba algo
malo en ella se la robaría y haría que no pudiera encontrarla nunca
más. Laiken eructó y se calmó, y mi yo de cinco años lo tomó como
una señal de que seríamos amigas para siempre.
Sonrío al pensar en todas las veces que inventé historias para
ayudarla a dormir, o que cantábamos canciones tontas de un lado a
otro y nos reíamos y reíamos hasta que nos metíamos en problemas.
Ella me llevaba comida a escondidas y, a medida que crecía, me
contaba historias y me decía cosas reconfortantes si yo estaba
demasiado dolorida para hablar después de una de las palizas de
Beth. No creo que hubiera sobrevivido emocionalmente a esa
mujer tan bien como lo hice si no hubiera sido por la pequeña Laik.
Me pongo de pie y la traigo conmigo. Avanzo hacia la hierba
y lentamente inclino la bolsa y observo cómo lo que queda de mi
hermana se encuentra con las pequeñas flores blancas que asoman
entre la frondosa hierba.
—Te quiero, Laik. Te amaré para siempre, hasta el infinito y
más allá, más de lo que puedas decir mil veces. —Hago una pausa
mientras un sollozo estremecedor se abre paso a través de mí—.
Siento muchísimo haberte fallado. Nunca dejaré de lamentar no
haber podido encontrarte. No haber podido protegerte. —Las
lágrimas caen por mis mejillas y las dejo caer sin control. Veo
cómo trozos de mí se mezclan con la esencia de mi hermana—.
Siempre serás mi mejor amiga, y nunca olvidaré que fuiste la
primera en quererme y demostrarme que no estaba hecha de nada
malo.
La bolsa se vacía y el viento lleva partes de Laiken a
descansar con los árboles de alrededor. A ella le encantaría estar
aquí, y aunque me duele el recuerdo de su pérdida y de todo lo que

267
era para mí, también me reconforta que esté aquí y que pueda seguir
viniendo a estar con ella en este lugar que alivia mi alma, y no dudo
que también aliviará la suya.
Me limpio el dolor por mi hermana pequeña de las mejillas.
Respiro hondo y me acerco a coger la caja verde en la que está
Talon. La pongo junto a la caja de cedro que albergaba a Laiken y
quito la tapa de tela. Saco la bolsa con las cenizas de Talon y la
contemplo un momento antes de mirar a los chicos.
—Laiken fue la primera persona que me enseñó que no estaba
hecha de cosas malas, pero Talon es quien me enseñó de qué estaba
hecha realmente. Era duro y brutal, y gracias a eso, descubrí que
podía exigirme más de lo que nunca creí posible. Él me enseñó el
equilibrio. Me permitió enfurecerme cuando esa era la única forma
de sacar la mancha de Beth de mi alma, y luego me enseñó a
encontrar la paz y la calma, y el poder que se esconde en ellas. —
Mis ojos se posan en Knox, y veo cómo se limpia una lágrima—.
Era un gilipollas. —Hago una pausa mientras una pequeña sonrisa
levanta mis labios, y entonces los sollozos comienzan de nuevo en
mi pecho—. No sé por qué no me dijo lo que sabía hasta que lo vi
morir. Estoy segura de que hay un millón de maneras de ver lo que
pasó y de encontrar una forma mejor de haberlo gestionado, pero
no tiene sentido hacerlo. No quiero enfadarme con él por no
decírmelo. No quiero enfadarme con él por irse, aunque sé que no
quería hacerlo. Así que en lugar de centrarme en lo que no hizo
bien, voy a centrarme en todo lo bueno que hizo. —Mis ojos se
dirigen a la bolsa que tengo en la mano—. Puedes pensar que era
un imbécil, pero también quiero que te des cuenta de que no hay
forma de que yo estuviera delante de ti ahora mismo si no fuera por
él. Todo lo que soy, todo lo que dices que es digno de ti, Talon me
ayudó a encontrarlo.
Me doy la vuelta y me acerco al borde del acantilado rocoso.
Abro la parte superior de la bolsa y la inclino hacia el borde. La
brisa recoge las cenizas y las lleva por encima del agua.
—Talon, tuvimos que despedirnos, lo que se sintió como mi
final, pero viviré el resto de mi vida agradecida por haber podido
mirarte a los ojos y decirte lo que significabas para mí. Eras un
268
idiota, pero de alguna manera eras mi idiota, y viviré el resto de mi
vida echándote de menos.
La bolsa vacía de alguna manera se siente pesada en mis
manos, como si en lugar de plástico vacío ahora sostuviera el denso
peso de la pérdida.
—Voy a matar a Adriel, por mi madre, por mi padre y por ti.
—Le prometo a sus cenizas en el viento, mientras éste se lleva mis
palabras y a mi amigo, para siempre lejos de mí.
Unos fuertes brazos me rodean por detrás y me recuesto en
Valen. Nos quedamos así, observando tranquilamente cómo baja el
sol hasta que se me entumecen las piernas por la falta de
movimiento, y me duelen un poco menos los tristes recuerdos que
pasan por mi mente. Mis músculos gimen en señal de protesta
cuando me giro en sus brazos y miro su hermoso rostro.
—Gracias. —susurro, agradecida por su tranquilo consuelo.
Se inclina y apoya su frente en la mía.
—Ojalá pudiera quitarte todo el sufrimiento. —Me susurra, y
ese dulce sentimiento me hace sonreír.
—No sería quien soy sin todo eso.
—Lo sé, pero es duro ver cómo te duele, saber lo que viviste,
lo que sigues viviendo. Gracias por traernos aquí, por dejarnos
verlo y entenderte mejor.
El viento le echa el pelo a la cara, y se lo retiro con los dedos.
—Gracias por venir y por querer verme y entenderme mejor.
Valen me pasa el pulgar por la mejilla, y la mirada de sus ojos
me atraviesa el alma.
—Siempre, Vinna; siempre estaremos aquí, siempre te
querremos, y entenderemos mejor. Te tengo, te tenemos. Somos
nosotros contra el mundo para siempre, y ninguno de nosotros lo
querría de otra manera.
Cualquier otra cosa que intente decir se pierde en mi beso
mientras tomo sus labios, sus seguridades y sus promesas, y dejo
269
que echen raíces y florezcan dentro de mí. Puedo saborear la verdad
de su siempre en mis labios y en mi lengua, y sin preguntar ni
dudar, se la devuelvo. Termina el beso antes de que yo quiera, y se
ríe de mi chillido de protesta mientras me besa la punta de la nariz.
Me quita la bolsa de la mano y la coloca dentro de la caja de Talon
y vuelve a colocar la caja verde y la de cedro en la bolsa.
—¿Tienes algún plan para lo que quieres hacer con esto? —
pregunta, mientras cierra la bolsa y se cuelga una correa sobre su
musculoso hombro.
Me pone a su lado y debajo de su otro brazo, y nos dirigimos
hacia donde están sentados los demás. Los ojos de Knox siguen
nuestro camino, y veo la disculpa y la pena escritas en su rostro.
—Voy a quemarlas en la próxima noche familiar en casa de
Knox y Ryker, mientras cantan una hermosa canción que roba la
tristeza por un rato.
Knox se levanta y se acerca a mí. Aprieto el costado de Valen
durante un rápido segundo y me escabullo por debajo de su brazo
para ir hacia él. Enrollo mis brazos alrededor de su grueso cuello y
él me levanta.
—Lo siento, Asesina...
—No, Knox, no has dicho nada que no fuera cierto, sólo
quería que supieras también la otra cara de la moneda.
Me da besos juguetones por las mejillas y el cuello, su
rastrojo rasposo me hace cosquillas, y me retuerzo y chillo para
alejarme de él. Se ríe y empieza a hacerlo más cuando un
movimiento entre los árboles me llama la atención. Él debe sentir
inmediatamente el cambio en mis emociones o en mi cuerpo
mientras intento concentrarme en lo que acaba de llamar mi
atención. Me baja, su cara ahora es todo concentración mientras
sigue mi mirada hacia los árboles circundantes.
Los dos escudriñamos el bosque que nos invade, pero soy yo
quien capta el indicio de color gris que se abre paso lentamente,
casi imperceptiblemente, entre dos árboles cercanos. Empiezo a
correr y él me pisa los talones.
270
—No corras, lobo. —grito en señal de advertencia, mientras
veo que sus músculos se paralizan al darse cuenta de que voy
directa hacia él.
¿Y qué hace? Huye.
¡Hijo de puta!
Invoco mis runas y empujo el poder en mis piernas. Llego a
la línea de los árboles y zigzagueo peligrosamente rápido, a través
de los grandes troncos en persecución de Torrez. Es muy rápido,
pero aprendí en la carrera con su manada que yo también puedo
serlo, y le exijo aún más a los músculos de mis piernas a medida
que me acerco más y más. La gran cabeza gris del lobo de Torrez
mira hacia atrás para medir lo cerca que estoy, y me da la
oportunidad que necesito para acercarme a él los últimos metros.
Me despego del suelo y vuelo hacia sus patas traseras. Le rodeo la
cintura con los brazos y meto la cabeza para protegerla de la caída
que vamos a dar contra el suelo.
Él gruñe, pero por suerte rodamos antes de que pueda echar
la mano atrás y hundir alguno de sus afilados dientes en algún
lugar. Nos detenemos y la gravedad me hace el favor de aterrizar
sobre él y medio inmovilizarlo. En cuestión de segundos, Torrez
vuelve a ser él mismo y me mira fijamente, con sus músculos tensos
y ondulados y sin una pizca de ropa que lo oculte.
—Bueno, eso fue grosero, Bruja.
—¿Qué coño haces aquí? ¿Me estás siguiendo? —Exijo,
mientras empujo contra sus hombros. Hasta ahora no está
oponiendo resistencia, pero si esto es un acto para adormecerme
antes de que ataque, estaré preparada.
—Sí. Me gusta llamarlo vigilar tu espalda, pero supongo que
seguirte también es correcto. —Se encoge de hombros con
indiferencia.
—¿Por qué has huido? ¿Quién más está aquí contigo?
Un carraspeo, y mis ojos se dirigen a la izquierda para
encontrar a Knox de pie, con el pecho hinchado por la persecución

271
que acaba de darse. Veo a los otros chicos corriendo entre los
árboles justo detrás de él.
—¿Quién... coño... es... esto? —pregunta Knox entre jadeos
de aire, su mirada entrecerrada recorriendo a Torrez.
Vuelvo a mirar hacia abajo para encontrármelo dirigiéndome
una sonrisa salaz. En un instante, sus manos se mueven hacia mis
caderas y se inclina hacia mi cara.
—Correr era la forma más fácil de ponerte encima de mí. Dejé
que me abordaras, bruja, pero la próxima vez me tocará a mí
ponerme bien duro.
Su agarre en mis caderas se intensifica y sus ojos se llenan de
fuego, sus fosas nasales se agitan al olerme. Me empujo contra sus
hombros y me zafo de él. Se ríe, pero me suelta.
Knox estira la mano y me aparta del metamorfo,
adelantándose ligeramente a mí. Me quito la suciedad, las agujas
de pino y las hojas de mi camiseta y mis leggins y siento que los
otros chicos llegan y se colocan a mi alrededor.
—¿Recuerdas al metamorfo al que le di una paliza? —Le
pregunto a Knox.
—Sí. —responde.
Señalo a Torrez, que está apoyado en sus manos, todavía
sentado en el suelo.
—¿Ese es el lobo feroz? —pregunta, y yo suelto una
carcajada ante la involuntaria referencia a un libro de cuentos.
Torrez pone cara de indignación y se levanta. Alguien me
tapa los ojos con la mano, impidiendo que vea su cuerpo desnudo.
No sé si quiero reírme o molestarme por el gesto.
—Ahora que hemos establecido quién soy, ¿quiénes son
ustedes? Un poco sobreprotectores para ser guardaespaldas, ¿no
crees? Quiero decir, esto no es nada que no haya visto antes, ¿no
es así, Bruja?

272
Aparto la mano que me protegía los ojos y la dejo caer sobre
mi hombro. Le miro fijamente.
—¿Qué demonios haces aquí? —Le pregunto, al tiempo que
Bastien anuncia: ¡Somos sus compañeros!
Él ignora mi pregunta y la mirada amenazante que le dirijo y
se dirige a Bastien en su lugar.
—Oh, perfecto, justo con quienes quería hablar.
—¿Sobre qué? —gruñe Sabin desde detrás de mí con su mano
flexionada sobre mi hombro. Debería haber sabido que el Capitán
Cockblock sería el que literalmente me bloqueara protegiendo mis
ojos.
El cambiante hace un gesto a los chicos.
—¿Cómo hago para solicitar ser uno, ya sabes, un
compañero?

273
36

E
— spera, ¿qué? —pregunta Valen, tan confundido como yo.
—Me dijo que tenía que hablar con vosotros para que me
añadieran al grupo. ¿Cómo funciona eso? Los metamorfos suelen
hacer el uno contra uno, de vez en cuando lo mezclamos con un
dos contra uno, pero no sé cómo establecéis el grupo. En la manada,
probablemente lucharíamos y elegiríamos en función de los
ganadores, pero no me da la impresión de que sea así como hacéis
las cosas los casters.
Todos los ojos se vuelven hacia mí como si de alguna manera
fuera a ofrecer una aclaración a lo que sea que esté pasando aquí.
Estrecho la mirada hacia Torrez.
—Yo no te dije que podías solicitar ser mi pareja. Dije que
ya tenía compañeros y luego estoy bastante segura de que te
amenacé con darte una patada en el culo. Así que siéntete libre de
ir a derribar alguna otra casa; ésta es de ladrillo.
Para puntualizar mi mensaje, todos los chicos dan un paso
hacia mí.
—Ahora, Bruja, tengo que discrepar de tu versión de los
hechos. Recuerdo las cosas de manera muy diferente. Toqué las
runas de tu hombro, y te gustó, pero eso te preocupó, así que te
largaste. Te seguí para asegurarme de que llegaras bien a tu destino,
y entonces me dijiste que tenía que ir a ver a tus compañeros para
llegar a ti.
Mis ojos van y vienen entre sus iris marrones. No puedo decir
si está tratando de empezar una pelea o si realmente cree que las
cosas fueron así.
—¿Activó tus runas? —Me pregunta Bastien, y no se me
escapa la ira teñida de dolor en su voz.
—No sabía que era él. Pensé que uno de ustedes había
aparecido de alguna manera. Me di la vuelta y vi que no era uno de

274
vosotros, y le dije que no volviera a tocarme. No sabemos una
mierda de cómo funcionan mis runas; podría ocurrir en cualquier
momento que alguien se meta con ellas. No leas más que eso.
—Bruja...
—¡Deja de llamarla así! —exige Ryker.
Torrez respira profundamente, y me pregunto qué estará
oliendo ahora. ¿Está este grupo de hechiceros a cinco segundos
de darme una paliza?
—Vinna, me deseas. Puede que lo niegues en tu cabeza, pero
el resto de ti grita deseo alto y claro. Puedo ver que estás
preocupada por tus compañeros, pero por eso estoy hablando con
ellos, para que todos podamos resolverlo. Entonces... ¿qué pasa
ahora?
Los chicos empiezan a discutir con él, y por alguna razón
entre ellos. Saco el teléfono de Knox de su bolsillo y marco el
número de Mave, y ella contesta al tercer timbre.
—¿Hola?
—Mave, soy Vinna.
—Hola, ¿qué tal? ¿Estás libre para comer? Tenemos que
ponernos al día.
—Ahora mismo no, pero más tarde esta semana
probablemente estaría bien.
—Genial, comprobaré mi agenda de citas y me pondré en
contacto contigo. ¿Qué pasa?
—¿Puedes llamar a tu Alfa y hacer que cancele a su perro
guardián? No necesito otro acosador, especialmente uno que cree
que puede solicitar ser mi compañero.
Espero que ella se ría o algo así, pero cuando la línea está en
silencio, me asusta.
—Hola, ¿estás ahí?
—Sí, estoy aquí. Estás hablando de Torrez ¿verdad?

275
—El mismo.
—Um Vin, Torrez dejó la manada. Tuvo que hacerlo para
poder perseguirte. Pensé que lo sabías.
—¿Él hizo qué? —grito en el teléfono, y mis ojos se dirigen
a los de Torrez.
—¿Dejaste la manada? ¿Por qué coño has hecho eso?
—No eres una metamorfa. No puedo reclamar mi rango y
también reclamarte a ti. —Me dice con indiferencia, como si de
alguna manera debiera saber que esto funciona así.
—¿Pero no eras el segundo para tomar el mando o algo así?
—pregunto, sorprendida de que se aleje de eso por cualquier
motivo.
Él vuelve a encogerse de hombros. Su actitud displicente ante
toda esta situación está empezando a irritarme. Mave me llama
desde el teléfono, y vuelvo a sintonizar su voz.
—¿Has oído lo que he dicho? —pregunta.
—No, lo siento, estaba un poco ocupada alucinando.
—Vin, Torrez no puede volver a la manada. Si no lo aceptas
como compañero, tendrá que encontrar otro lugar donde ir, y no
hay garantía de que otra manada lo acepte. —Se queda callada por
un momento—. Básicamente, lo que quiero decir es que esto es un
maldito gran problema.
Suelto una risa hueca y me paso los dedos por el pelo.
—Más bien, esto es una puta gran pesadilla.
—Es un buen macho. Podríais ser realmente increíbles juntos.
—Mave, ya tengo cinco compañeros... ¡cinco!
—¡Y ahora puedes tener seis! —Se ríe ella.
—¿Por qué los cambiantes actúan como si sólo estuviera
añadiendo fruta a una cesta? No es una manzana. Es un ser, un
macho, un individuo.

276
—Sí, un individuo al que cualquier hembra en su sano juicio
querría darle un mordisco. —refunfuña Mave.
—No estás ayudando. —Le digo, la exasperación se filtra en
cada palabra.
—Vamos, Vin. —Se burla ella seductoramente—. Deja que
te dé un mordisco, o mejor aún, una buena y larga lamida. Prueba
cómo les gusta hacerlo a los metamorfos, y luego llámame y dime
que no ves el beneficio de añadir un sexto a tu colección de
magníficos machos. Ni siquiera sé por qué te quejas; eres un poco
ingrata si me preguntas. Cambiaría de lugar contigo en dos puntos
cinco milisegundos, y pasaría el resto de mi vida foll...
La corto.
—Te voy a colgar ahora.
—Bien, voy a pasar un rato conmigo mientras fantaseo con
la orgía en grupo que estaría haciendo ahora mismo si estuviera en
tu lugar. —Me cuelga, y sacudo la cabeza ante el teléfono mientras
se lo doy a Knox y veo cómo se lo vuelve a meter en el bolsillo.
¿Qué coño voy a hacer?
Me enrosco las dos manos en el pelo y lucho contra el impulso
de empezar a pasearme. No puede volver a su manada, pero
tampoco puede unirse a mis Elegidos, así que ¿dónde coño le deja
eso? Mi mirada preocupada encuentra sus cálidos ojos marrones.
Los miro fijamente, y es como si pudiera oler la rica tierra en la que
se hunden mis pies mientras corro por el bosque en una noche de
luna. Puedo sentir el aire fresco que pasa junto a mí y las risas y la
alegría que suben por mi garganta. ¿Por qué me siento atraída por
él?
Torrez da un paso hacia mí, pero me veo sacada del momento
cuando Bastien se pone delante mía, apartándolo de mi campo de
visión. Vuelvo a la realidad. Nuestra vida ya es bastante
complicada. No puedo añadir esto a todo lo que ya tenemos.
Esquivo a Bastien y los ojos de Torrez vuelven a mirarme. Su
pecho se desploma ante lo que ve en mi mirada, y sacude la cabeza.

277
—No decidas esto ahora. No así. Necesitas tiempo para ver
la verdad que te oculta tu preocupación. Puedo esperar.
Abro la boca para discutir, pero antes de que pueda siquiera
inhalar para preparar una respuesta, se transforma en su lobo y se
aleja entre los árboles. Le grito para que vuelva, no tiene sentido
retrasar lo inevitable. Pero mi llamada resuena a través y alrededor
de los árboles y luego cae al suelo del bosque sin respuesta.
—¿Qué coño acaba de pasar? —pregunta Sabin.
Pero cualquier respuesta, o más bien la falta de ella, se pierde
en el sonido del timbre del teléfono de alguien. Valen saca su
teléfono y se lo lleva a la oreja. Contesta y luego guarda silencio,
sus ojos se fijan en los míos, su mirada buscando.
—Ahora mismo vamos. —dice a quién está al otro lado antes
de desconectar—. Era Aydin; supongo que hay alguien llamado
Guijarro en la casa. Dice que necesita hablar contigo enseguida

****

Sigo a los chicos hasta el salón, donde Aydin y Evrin están


de pie, con los brazos cruzados, dominando a Guijarro mientras
éste está sentado rígidamente en una silla. Él me ve cuando
entramos en la habitación y se levanta.
—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? —Le pregunto,
acercándome a él.
—No sabía que les habían ordenado actuar contra ti si te
consideraban una amenaza, pero sé quién dio la orden.
Todos en la sala parecen contener la respiración mientras
esperamos que continúe.
—Cleary fue a quien escuché en la llamada, dando
instrucciones. Cuando llevasteis los quad por el bosque no pudimos
rastrearos, y un miembro de mi aquelarre le llamó. Debieron

278
olvidar que yo no estaba al tanto, o pensaron que el gato estaba
fuera de la bolsa después de lo que pasó en el estacionamiento. Pero
definitivamente fue él quien llamó.
—¿Está alguno de los otros ancianos al tanto de esto, o crees
que está actuando solo? —pregunta Aydin, con los ojos duros y un
lenguaje corporal que grita que quiere hacer daño a alguien.
—No lo sé. Cuando tomó la llamada, hizo que el líder de mi
aquelarre esperara hasta estar en un lugar más privado donde
pudiera hablar. Podría estar ocultando esto a los otros ancianos, o
podría haber estado rodeado de hechiceros que no están al tanto de
lo que hacen los ancianos como colectivo, es difícil de decir. Pero
en cuanto lo supe, vine a decírtelo.
—¿Qué va a hacer tu aquelarre cuando descubran que has
estado aquí? —Le pregunto, consciente de que está arriesgando
mucho por ayudarme.
—Me importa un carajo en este momento. No sé lo que está
pasando, pero rastrear y recibir órdenes de actuar contra
ciudadanos que no han infringido ninguna ley, no es para lo que
firmé cuando me hice paladín. Si así es como va a ser, entonces
estoy fuera.
Se mueve hacia la puerta, está claramente ansioso por irse, y
no lo culpo. Yo tampoco querría estar en el radar del anciano si se
puede evitar.
—¿Tienes algún sitio al que ir? —pregunta Evrin, mientras
Guijarro se acerca al pomo de la puerta.
—Ya me las apañaré. —dice por encima del hombro.
—Gracias, Eli. —grito hacia él, mientras da un paso fuera de
la casa.
Se queda quieto un momento y se vuelve hacia mí.
—Soy Guijarro, si no te importa, y siento haber sido tan
gilipollas antes. —Sonríe con esa sonrisita arrogante que le
caracteriza, y me río.

279
—¡Sé bueno con Mave, imbécil! —grito, mientras la puerta
empieza a cerrarse. Él me hace un gesto antes de que la puerta se
cierre, y no puedo evitar la sonrisa que se apodera de mi cara.
¿Quién iba a pensar que iba a madurar conmigo? Mave se lo
va a comer vivo.
—¿Y ahora qué? —pregunta Ryker.
—Ahora nada. —respondo, y luego levanto las manos en un
gesto de "escuchadme" cuando todos los ojos tensos de la sala
dirigen sus miradas irritadas hacia mí.
—Ya sabíamos que el anciano Cleary era un problema. —
Hago un gesto hacia la puerta por la que acaba de salir Guijarro—
. En realidad, no nos ha dado información nueva. Todavía no
sabemos si los otros ancianos están involucrados, y ya tenemos el
plan B preparado en caso de que las cosas se vayan a la mierda
aquí.
Todos asienten con la cabeza, pero me doy cuenta de que
odian no poder hacer más. Este juego de espera es brutal. ¿Quién
hará un movimiento primero? ¿Serán los ancianos en su conjunto
o sólo uno de ellos? ¿Qué tiene Adriel bajo la manga? Estaba
preparando algo que tenía a Sorik lo suficientemente nervioso
como para venir a advertirme y arriesgarse a ser atrapado, pero no
he visto a ningún lamia aquí, aparte de Sorik y quienquiera que
fuera su amigo.
Me encuentro inquieta por la expectación.
—Knox, Ryker y Sabin. ¿Por qué no preparáis copias de
seguridad de las cuentas bancarias para nosotros y vuestras
familias, y os aseguráis de que hay suficiente dinero en varios
lugares para que cualquiera de nosotros pueda acceder a él si lo
necesita? Escoged un lugar al que vuestras familias puedan huir, si
es necesario, y una contraseña que podamos decirles para que sepan
que deben ponerse en camino.
Asienten y se separan para coger lo que necesiten para
empezar a trabajar en eso.

280
—Aydin y Evrin, vosotros haced lo mismo si tenéis a alguien
que queráis mantener a salvo. Bastien y Valen, quizá sea el
momento de contactar con Silva y averiguar qué están haciendo él,
Keegan y Lachlan. Si tienen una pista sobre Vaughn o Adriel, esa
información podría ser útil en el futuro. No creo que la compartan,
pero podría valer la pena intentarlo.
Me dirijo en dirección a mi habitación.
—¿Qué vas a hacer? —Me pregunta Valen.
—Voy a llamar a Enoch.
—¿Por qué coño le vas a llamar? —exige Bastien.
—Porque su padre quiere que lo elija. Tal vez si el Anciano
Cleary piensa que lo estoy considerando, nos dará algo de tiempo
y un poco de protección temporal de cualquier otra cosa que pueda
venir en nuestro camino.
—Bruiser, no puedes confiar en Enoch y su aquelarre.
Mis ojos se mueven de un lado a otro entre sus pupilas
anilladas de color verde y la seria preocupación que irradian sus
rasgos. Hace semanas habría estado de acuerdo con él, pero mi
instinto y mi cabeza están en guerra en este asunto. Lógicamente,
teniendo en cuenta todo lo que ha pasado, probablemente no
debería confiar en ellos, pero mi instinto me dice lo contrario, y yo
siempre escucho al instinto.
—Esperemos que estés equivocado, Bastien.

281
37

C
onecto mi teléfono a los altavoces interconectados a toda
la sala. Believer de Imagine Dragons llena el espacio
mientras me dirijo a la cinta de correr y la pongo en
marcha. Elijo la carrera que quiero y empiezo a trotar lentamente
mientras el ritmo de la batería de la canción me ayuda a hacer
circular la sangre. No estoy segura de cuánto tiempo corro, pero
Hit the Floor de Linkin Park acaba de empezar cuando se detiene
de repente, y el único sonido que llena el gimnasio es el zumbido
de la pista de la cinta de correr mientras se mueve y el golpe de mi
larga zancada cuando mis pies conectan con la máquina. Miro hacia
el lugar en el que está acoplado mi teléfono y encuentro a Bastien
apoyado en la pared.
—¿De qué huyes, Bruiser?
—¿Qué te hace pensar que estoy huyendo de algo?
—Porque sólo corres así cuando estás enfadada. ¿Qué te
molesta?
Apago la cinta de correr y me pongo a trotar. Cuando la pista
se detiene, me bajo y me tomo un momento para recuperar el
aliento.
—Escoge lo que quieras. Ya ni siquiera estoy segura de
saberlo, hay tanto para elegir.
Él suelta una risita sin humor y se dirige hacia las colchonetas
negras que hay en un rincón de la sala. Coge unas almohadillas
diseñadas para combos de puñetazos y patadas y me indica con la
cabeza que me acerque a él.
—¿Quieres darle una paliza a algo? —Se burla, y yo resoplo.
—No sé Bastien, ¿puedes aguantar esto? —Le devuelvo la
broma, y hago un movimiento hacia abajo por mi cuerpo.
Él se toma su tiempo para mirarme de arriba a abajo antes de
que sus ojos vuelvan a los míos.

282
—Creo que puedo aguantar; después de todo, soy un recluta
paladín. —Hincha el pecho y adopta una postura defensiva.
Empieza a gritar combos de puñetazos, y me impresiona
descubrir que sabe lo que hace y que puede seguir el ritmo.
Empieza a añadir patadas, y ambos entramos en una coreografía.
Yo dando puñetazos y patadas a las almohadillas, y Bastien
indicando diferentes maneras de ayudarme a liberar mi agresividad
mientras él absorbe los golpes.
Me sorprende la facilidad con la que se sincroniza conmigo.
No he visto a los chicos en su elemento, entrenando para ser
paladines, pero puedo ver que él probablemente sobresale en los
aspectos físicos. Una punzada de culpabilidad me recorre al pensar
que ellos probablemente tendrán que dejar eso atrás, pero reprimo
la culpa. El hecho de que su entrenamiento en la Academia se
detenga no significa que el entrenamiento en general lo haga.
Trabajaremos juntos para convertirnos en un equipo de habilidad
y poder inigualables.
Pide un combo de Jab, hook, roundhouse* y debo ir
demasiado rápido porque me doy cuenta demasiado tarde de que
mi roundhouse está a punto de aterrizar en su torso en lugar de en
la almohadilla porque aún no está en su sitio. Mi patada aterriza
brutalmente contra sus costillas, y suelta un gruñido de dolor y se
derrumba en el suelo.
—¡Joder! Bastien, lo siento mucho. ¿Estás bien?
Él responde con un gruñido, pero yo no hablo cavernícola y
no tengo ni idea de lo que significa ese gruñido en particular.
Apoyo una mano en su costado e invoco mi magia curativa
empujándola hacia él. No noto que se haya roto nada, pero sí el
profundo moratón que se ha formado mientras se cura. Se recuesta
contra la esterilla y veo cómo su cara de dolor se suaviza y su
respiración se hace más profunda a medida que su cuerpo se adapta
a la repentina ausencia de dolor y lesiones. Me arrastro hacia su
cabeza y le retiro el pelo de la cara.
*Jab, Hook, Roundhouse: golpes usados en artes marciales, Jab para mantener la distancia e iniciar una
combinación como golpe de engaño, Hook golpe que tiene su aplicación al mentón, Roundhouse patada giratoria.

283
—¿Estás bien? Lo siento mucho, iba demasiado rápida.
Abre los ojos y me alivia encontrar humor en las
profundidades de color avellana.
—Sabes lo que significa esto, ¿verdad?
Le miro confusa.
—¿Que no puedes aguantar mi ritmo? —Me burlo.
Él suelta una carcajada y, de repente, se abalanza sobre mí.
Declara su represalia mientras me empuja sobre mi espalda y sopla
besitos contra mi cuello. Chillo y me contoneo para alejarme,
haciéndole cosquillas en el costado en un intento de ganar ventaja.
—¿Puedes aguantar esto? —Se mofa, mientras me devuelve
las cosquillas sin piedad. Intento apartarlo de mí, pero me río tanto
que apenas puedo respirar, y no puedo poner mucha fuerza en mis
esfuerzos por escapar.
—¡Tregua! —Jadeo y chillo hasta que él cede y se tumba de
nuevo sobre su espalda riéndose.
Los dos aguantamos la risa y la habitación se queda en
silencio mientras nos tumbamos uno al lado del otro.
—Bruiser, ¿por qué no me hablaste de Torrez?
Me vuelvo hacia mi lado para poder verle la cara mientras su
pregunta queda suspendida en el aire entre nosotros. Su tono no
delata ninguna emoción, y su rostro sólo muestra curiosidad y no
el dolor que temía encontrar allí.
—No era mi intención no decírtelo. Es que esa mañana
estaban pasando muchas cosas. Lo que pasó con él no se elevó a la
cima de la lista de prioridades; no después de Sorik, y las noticias
de la casa, y luego Enoch derribando la puerta, y todo el drama con
el aquelarre de Guijarro.
Me hace un gesto de comprensión y vuelve a quedarse
callado. Le paso el dedo por la mandíbula y empiezo a trazar
distraídamente los bellos ángulos de su rostro. Cierra los ojos
contra mi contacto y me pierdo por un momento en su belleza. Sus

284
labios carnosos me llaman, y me inclino hacia él para saborearlos
de la forma en que piden ser saboreados. Gime profundamente en
el beso, y el sonido de su placer vibra a través de mí hasta aterrizar
justo entre mis muslos. Profundizo el beso, necesitando más de él,
y él responde a mi demanda tirando de mí sobre él mientras domina
mis labios y mi lengua.
Me levanta la camisa por encima de la cabeza, apartando sus
labios de los míos, y pasa las palmas de sus manos por las runas de
mis costillas. Su tacto hace arder mis runas, cada caricia se dispara
hasta mi clítoris, y jadeo un gemido de aprobación ante las
sensaciones.
—¿Se sintió así con Torrez?
Su pregunta me desconcierta y me quedo quieta. Bastien
sigue acariciando mis runas mientras me observa.
—Me alejaron de él. Mave estaba en el regazo de Guijarro, y
me preocupaba que los otros metamorfos pudieran tener problemas
con eso. Pasó su dedo por las runas de mi hombro... —Hago una
pausa mientras las sensaciones del recuerdo me recorren—. Sí, me
sentí así cuando me tocó. Por eso pensé que era uno de ustedes.
Él nos hace rodar, cambiando nuestras posiciones y
presionándome contra las frías colchonetas.
—¿Lo quieres, Bruiser?
Se frota contra mí, su dureza se desliza perfectamente contra
mi clítoris.
—Bastien, te aseguro que no estoy pensando en él ahora
mismo. ¿Por qué me preguntas esto? —La irritación asoma por mis
palabras y mis ojos, y me dedica una sonrisa descarada.
—Porque si tiene razón, y lo quieres, pero estás demasiado
preocupada para admitirlo incluso ante ti misma, entonces es algo
que tenemos que tratar.
—Prefiero que te ocupes de quitarme el sujetador. Entonces
puedo ocuparme de desnudarte, y luego ambos podemos ocuparnos

285
de que me des un par de orgasmos, mientras yo hago lo mismo a
cambio. Eso es todo lo que me interesa hacer ahora.
Él se ríe, pero no necesita convencerse de nada más, ya que
me quita el sujetador deportivo de la cabeza y de los brazos. Se saca
su propia camiseta y ambos nos tomamos nuestro tiempo para
apreciar los torsos desnudos del otro. Recorro con los ojos y luego
con la yema del dedo las hendiduras de sus abdominales, y él
recorre con su mirada acalorada mis pechos. Engancha sus dedos
en mis leggings y los baja por mis caderas, llevándose mi ropa
interior con ellos.
La tela me roza los muslos y las pantorrillas, y estoy más que
excitada sólo con que me quite la ropa. Me extiendo ante él y
observo con avidez cómo se baja el chándal. Su dura polla se libera
y envía una sacudida de anticipación directamente a mi abertura.
Me inclino hacia delante y, sin pensarlo ni dudarlo, saco la lengua
y lamo el brillo del presemen de la cabeza de su erección. Bastien
gime y bombea su pene con la mano mientras yo le robo otro sabor.
Es más salado de lo que esperaba, y él se ríe de la cara que pongo
al probarlo.
Se arrodilla y me coge la cara para besarme tan
profundamente que ya no hay separación entre el principio y el
final. Me empuja contra la colchoneta mientras me chupa y
mordisquea los labios. Se aprieta contra mis piernas abiertas y
vuelve a hundir su lengua en mi boca. Nuestros gemidos se enredan
y entrelazan, reflejando nuestras lenguas. Se alinea con mi entrada,
y su punta entra y sale de mí a poca profundidad. Se burla de mí y
se niega a penetrarme más profundamente. Me aferro a la parte baja
de su espalda para que me dé lo que quiero, mientras me golpea.
Se separa de mis labios y se dirige a mis pechos. Estimula un
pezón con la lengua y frota el otro en círculos con los dedos,
haciéndome cosquillas y burlas y volviéndome deliciosamente
loca. Su boca y su mano se intercambian, chupando y aplicando la
presión perfecta para llamar a la humedad entre mis muslos. Le
paso los dedos por el pelo mientras me lame, sus labios y su lengua
despiertan todas las terminaciones nerviosas de mi sexo.

286
Bastien me mira y nos observamos mutuamente mientras baja
por mi cuerpo hasta que su cabeza se cierne sobre mi resbaladiza
raja. Está muy sexy cuando me mira fijamente mientras extiende
su lengua y da un largo lametón, cubriendo su boca con mi
excitación. Me rodea con sus enormes brazos por los muslos y las
caderas, atrapándome contra su boca, y empieza a devorarme.
Jadeo cuando me chupa el clítoris, pero no subo la cabeza y me
pierdo en la sensación, porque verlo enterrar su cara en mi coño es
una visión que quiero recordar.
Gimo y le animo cuando consigue la combinación perfecta de
succión y presión y un orgasmo surge en mi interior, tan cerca de
llegar al límite. Aprieto su cabeza contra mí y me agarro a su cara
para tratar de llegar a mi orgasmo, y él gime para animarme. Me
pellizca el clítoris y agita la cabeza de un lado a otro con rapidez,
y la sensación estalla en mí mientras me empuja al clímax y
directamente a un orgasmo que me hace gemir su nombre y
cabalgar sobre su cara.
Me pellizco los pezones mientras Bastien me chupa los labios
del coño y vuelve a subir por mi cuerpo. Me abro de par en par para
acomodar su gran cuerpo musculoso, y él pone sus codos a cada
lado de mi cabeza. Me besa las runas de la parte superior del
hombro y siento que su dureza se alinea conmigo y me penetra
profundamente. Los dos gemimos y recorro con las manos los
músculos de su fuerte espalda cuando se retira y vuelve a llenarme.
Sus labios se apoderan de los míos y se traga mi deseo mientras
aumenta su ritmo.
—¡Joder, Bastien! —grito cuando me penetra, y el sonido de
nuestras pieles al chocar resuena en las paredes del gimnasio.
De repente, disminuye el ritmo de castigo que estaba
disfrutando y lo cambia por una embestida más lenta y profunda.
Hace girar sus caderas contra mí y golpea mi clítoris de una forma
perfecta que me hace suplicar más.
—Vuelve a correrte para mí, cariño. —Me pide, entrando y
golpeándome profundamente un par de veces más antes de que un
nuevo orgasmo me invada. Empiezo a gritar mi liberación, y él

287
mueve sus brazos por debajo de mis rodillas, empujándolas hacia
arriba por mis hombros. La explosión de sensaciones que se
produce en mi clítoris se extiende por todo mi cuerpo, y entonces
él sacude mi puto mundo cuando empieza a penetrarme con fuerza
y rapidez desde este nuevo ángulo. Duro.
—¡Sí, amor, apriétate a mi alrededor, así! Sí, eso se siente…
tan jodidamente… bien.
Me aferro a sus bíceps mientras me folla profunda y
duramente, su ritmo y su ángulo extienden el orgasmo que acaba
de darme, y todo se siente tan increíble. Su respiración es cada vez
más agitada, y sus gemidos y exclamaciones son cada vez más
fuertes, su ritmo es cada vez más intenso dentro de mí, hasta que
de repente se detiene, gritando su liberación mientras se corre
dentro de mí. Acabo de salir de mi orgasmo, y mis paredes se
aprietan y contraen alrededor de su grueso pene, y él gruñe
aprobándolo.
Me besa profundamente, contento de permanecer enterrado
dentro de mí. Introduce una mano entre nosotros y me rodea el
clítoris, lo que me hace reaccionar inmediatamente. Me arqueo
hacia él y me pellizca un pezón entre los dedos, mientras sigue
masajeando mi clítoris con la otra mano. Susurra todo tipo de cosas
contra mis labios mientras gimo durante otro orgasmo demoledor,
diciéndome lo hermosa que soy y lo bien que se siente estar
enterrado dentro de mí, lo feliz que es. Me pierdo entre sus palabras
y las sensaciones que me provoca, deseando que esto no acabe
nunca.

288
38

N
unca sabré por qué hago otra cosa que no sea quedarme
en la cama con mis Elegidos, o en las colchonetas del
gimnasio como ahora. Paso mis manos por las ondas
oscuras de Bastien mientras él apoya su cabeza en mi estómago,
deslizando sus dedos sin prisa por las diversas líneas de runas de
mi cuerpo. No sé cuánto tiempo pasará antes de que empiece el
dolor. Me siento nerviosa por él, pero parece relajado. Cada uno de
sus movimientos irradia calma y satisfacción.
—¿Qué te ha hecho cambiar de opinión sobre el sexo? —Me
pregunta, mientras traza perezosamente los patrones de mis runas.
—¿Qué quieres decir?
—Me dio la impresión de que ibas a evitar marcarnos más si
podías.
Me río y sacudo la cabeza.
—Tú, Bastien Fierro, eres demasiado observador.
Se ríe.
—Me lo dicen mucho. ¿Qué puedo decir? Soy un tipo
emocionalmente sensible.
Me río, pero, aunque él intenta hacerlo pasar por una broma,
me doy cuenta de que realmente es así. Se da cuenta de pequeñas
cosas que a la mayoría de la gente se le escapan y me lee a mí, y a
los demás que le rodean, con una precisión espeluznante que nunca
había visto antes. Detrás de sus acciones espontáneas y su actitud
de vivir para divertirse, hay un alma increíblemente sensible.
—Estoy tratando de no ser Edward Cullen.
Me mira confundido.
—¿Quién es ese?
Sonrío.

289
—Vamos a descargarnos algunos libros y leerlos juntos.
Se encoge de hombros y me besa el estómago.
—Edward es una criatura ficticia brillante que estaba llena de
angustia y tomaba todas esas decisiones que lo jodían todo. Estoy
intentando no hacer eso. No quiero que os duela, pero no puedo
hacer nada al respecto. Puedo pensar en formas de posponerlo, pero
en algún momento, va a suceder. Dije que estaba dentro, y eso
significa para las cosas buenas y las difíciles. Todos saben lo que
pasará cuando tengamos intimidad. Si estás iniciando el sexo
conmigo, entonces lo tomo como que me estás diciendo que estás
listo para el siguiente paso difícil. ¿Quién soy yo para decirte que
no lo hagas?
La barba incipiente de su mejilla me roza la piel mientras
asiente con la cabeza.
—Además, he descubierto que me gusta mucho el sexo. Así
que también está eso.
Los dos soltamos una carcajada y luego volvemos a caer en
un silencio acompañador durante un rato, simplemente tocando y
aprendiendo los entresijos del cuerpo del otro con las yemas de los
dedos.
—¿Cuál es tu color favorito?
Sonrío ante la pregunta al azar.
—El morado. ¿Y el tuyo?
—Azul, también me gusta mucho el gris, pero Valen dijo que
no es un color, así que nunca me dejó elegirlo mi favorito cuando
éramos niños. —Se ríe.
—El gris es totalmente un color. —Le desafío—. Puedes
tenerlo como favorito; no se lo diré a Valen.
Él sonríe y me acaricia los abdominales. La luz del sol
poniente se asoma por las ventanas e ilumina sus rasgos,
haciéndolo brillar y aún más impresionante.
—¿Comida favorita?

290
—Ooh, esa es una pregunta difícil. —admito, pensando en
eso por un momento—. Quizá hamburguesas, siempre me apetece
una hamburguesa. Y la tarta de zanahoria; ooh y un buen rollo de
canela pegajoso.
Se ríe.
—Bueno, supongo que eso también cubre el postre favorito.
—¿Y tú?
—Pasta, todo tipo de pasta. Postre... probablemente brownies
y helado.
—Mmmmm. —gemimos los dos al mismo tiempo y luego
nos reímos.
—¿Cómo fue crecer aquí? —pregunto, trazando el pelo
oscuro de sus cejas.
—Cuando Silva no estaba en una misión, siempre estaba
haciendo cosas con nosotros, enseñándonos ago. A todos nos gusta
la naturaleza, y nos enseñó a arreglar coches y a luchar. Nos
preparaba para ser paladines incluso antes de que entendiéramos lo
que era eso. —Se ríe—. Las hermanas, Lachlan y los demás, son
familia, al menos la única familia que Valen y yo hemos conocido.
Nuestra educación fue bastante relajada. En su mayor parte,
podíamos hacer lo que quisiéramos siempre y cuando nos fuera
bien en la escuela y no causáramos demasiados problemas.
Me río y Bastien me mira con un brillo descarado en los ojos.
—¿Por qué tengo la sensación de que Valen y tú habéis
causado más problemas de los que os han pillado?
Se ríe.
—Porque tienes razón. Te sorprendería lo que puedes hacer
cuando la gente no puede distinguirte, o se sienten mal porque eres
un pobre niño sin madre y no puedes evitar tus formas
asilvestradas. —resopla.
—¿Te acuerdas de tus padres? Sé que eras pequeño cuando
desaparecieron...

291
—Tengo algunos recuerdos, pero es difícil saber si son
auténticos, o si es una mezcla de los deseos de mi cerebro y de las
imágenes que he visto en fotos. Silva siempre nos contaba historias
sobre nuestra madre. Era alocada, siempre se metía en una cosa o
en otra, y daba guerra a sus parejas. Era independiente y obstinada,
y creo que, si estuviera cerca, te habría querido.
Sus ojos se abren de repente y, al principio, creo que es
porque ha soltado la palabra con "Q" y se siente raro por eso, pero
su respiración se acelera de repente y presiona su cara contra mi
estómago y se agarra con fuerza a mis caderas.
—¡Creo que está pasando! —grita, y me siento y me envuelvo
en él.
—¿Quieres que hable, o que me calle la boca y esté solo aquí?
—pregunto, tratando de averiguar qué le ayudará más mientras
intento ocultar el pánico en mi voz.
—¡Habla... dame... algo... más... para... enfocarme!
Su mandíbula se aprieta y mete las rodillas debajo de él. Se
repliega sobre sí mismo mientras se apoya en mi pecho y me rodea
la cintura con los brazos. Le aparto el pelo de la cara con una mano
y lo atraigo hacia mí con la otra.
—Respira, Bas. Pronto se acabará. No durará, te lo prometo.
Estoy aquí. Siempre estaré aquí. Sólo respira.
Repito mi intento de consuelo una y otra vez y lo veo luchar
contra lo que está sucediendo en su interior. La puerta del gimnasio
se abre con un gran estruendo que resuena en las paredes. Valen
entra corriendo, su cara irradia puro pánico mientras busca en la
habitación. Nos ve en las colchonetas y se da cuenta de lo que está
pasando.
—Mi adrenalina se disparó de la nada, y supe que algo iba
mal. —Se apresura, y me doy cuenta de que no está seguro de si
debe irse o quedarse.

292
—Joder, lo siento, Valen. Ni siquiera pensé en cómo te
sentirías cuando aparecieron sus runas. No tuve en cuenta el
aspecto de los gemelos, o te habría avisado.
Él duda otro segundo y luego se acerca y se arrodilla junto a
nosotros. Pone la mano en el hombro de Bastien y se inclina hacia
su gemelo.
—Estoy aquí, Bas.
—¡Joder! —grita de dolor y aprieta su agarre en torno a mí.
Intento calmarlo con más promesas de que todo acabará
pronto, mientras las runas negras se arremolinan en símbolos
sólidos que forman una línea y luego otra por su columna vertebral.
Vuelve a gritar, mientras las marcas negras se estampan por todo
su cuerpo y el ardor de la magia se instala permanentemente allí.
—¡Lo siento, Bruiser! —grita, y me inclino hacia atrás para
verle la cara.
—¿Por qué coño lo sientes? Yo te hice esto.
—¡Merece la pena! —Resoplo ante su dolorosa
declaración—. ¡Lo haría... un... millón... de veces... por... ti...
Bruiser! Tú... vales... la pena.
Muerde contra un gemido, y yo lucho contra el repentino
escozor de mis ojos. Deja que se preocupe por mí cuando es él
quien está pasando por un infierno ahora mismo. Valen se inclina
hacia su hermano y coloca su mano en su nuca.
De la noche que me cubre,
Negra como el abismo,
Agradezco a los dioses que sean
Por mi alma inconquistable.
En la caída de las circunstancias
No me he quejado ni he gritado.
Bajo los golpes del azar

293
Mi cabeza está ensangrentada, pero no se ha doblado.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
no hay más que el horror de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cómo de cargado de castigos esté el pergamino.
Soy el dueño de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
—¡Otra vez! —Le exige a su hermano y Valen cumple,
repitiendo el poema una y otra vez hasta que yo también lo tengo
memorizado y me uno al canto poético.
Poco a poco, Bastien me agarra por la cintura y noto que los
músculos tensos de su espalda empiezan a aflojarse. Valen me
regala una enorme sonrisa y me llena de tierno afecto lo aliviado
que está.
—¿De quién es ese poema? —pregunto, sin poder reprimir
mi curiosidad.
Nunca habría considerado a ninguno de los dos como
aficionados a la poesía.
—Es de William Ernest Henley. Se llama Invictus. Silva no
conocía nanas ni canciones infantiles, pero sí poemas. Por la noche,
cuando éramos pequeños, nos dormíamos con él leyendo o
recitando cosas. Este siempre fue uno de nuestros favoritos. Se
convirtió en algo que hacíamos el uno por el otro cuando estábamos
asustados o teníamos problemas con algo; elegíamos un favorito y
lo recitábamos hasta que el otro se sentía mejor.
Me dedica una sonrisa tímida y luego mira a Bastien cuando
gruñe y empieza a incorporarse. Se miran a los ojos y veo cómo se
produce una conversación tácita entre ellos, llena de preocupación,
tranquilidad y amor. Es como si pudiera ver físicamente la increíble

294
y única conexión que tienen mientras se comunican y se calman
mutuamente, sin decir ni una sola palabra.
Bastien se vuelve hacia mí. No estoy segura de lo que espero
ver en sus ojos, pero el asombro que encuentro allí no lo es. Se
abalanza sobre mí, y mi chillido de sorpresa se pierde contra sus
labios cuando chocan con los míos. Me sigue hasta la colchoneta y
me besa tan a fondo que dejo de preguntarme por qué me besa y
me dejo llevar. Se aparta y sus ojos color avellana rebotan entre los
míos de color verde claro.
—¡Mierda, eres jodidamente poderosa! Quiero decir, lo
sabía, creía que lo sabía de todos modos, pero no realmente. Ahora
que puedo sentirlo aquí... —Frota las runas entre sus pectorales—.
Nunca podría haber comprendido que esto era lo que nos esperaba.
Gracias, Bruiser, gracias por elegirme... a nosotros. —Hace un
gesto hacia Valen, que se limita a sonreír, sin inmutarse por nuestra
exhibición de desnudez. Le da una fuerte palmada en el culo a
Bastien y me guiña un ojo.
—Tienes que ir a comer, Bas; necesitarás las calorías de
inmediato, igual que Ryker y Knox. Veo esa mirada en tus ojos, y
no, no me refiero a comerte a Vinna.
Él se ríe y me da un pico. Se baja de mí y se levanta
ofreciéndome una mano mientras se frota la nalga con la otra. Se
tambalea ligeramente y tanto Valen como yo nos apresuramos a
asegurarnos de que no se caiga.
—Joder, qué mareo.
Recojo sus pantalones de chándal y le ayudo a ponérselos
mientras su hermano lo mantiene firme. Me pongo la ropa y levanto
la vista para encontrar a los dos mirándome, con el calor en sus
ojos. Señalo a Bastien.
—Ve a comer y luego descansa, estarás temblando el resto de
la noche, pero mañana empezaremos a entrenar. Y tú... —Señalo a
Valen—. Necesito que me ayudes a elaborar un programa de
entrenamiento. Necesito saber lo que habéis aprendido en vuestro

295
entrenamiento de paladín, y tenemos que combinarlo con lo que yo
sé, y cómo uso mi magia.
Ambos sonríen y me saludan exactamente al mismo tiempo.
Valen ayuda a un Bastien ligeramente tembloroso a salir por la
puerta, y yo observo descaradamente sus culos mientras se van.
Tres menos, quedan dos.

296
39

— ¡ Hijo de puta! —grita Bastien.

Saca la mano del bolsillo y mira el cuchillo arrojadizo que


tiene en ella. Todos los que están en el coche intentan no reírse,
pero Knox y Valen están a punto de perder la batalla. Desde que se
ha levantado esta mañana empuñando una espada larga, llama a sus
armas por accidente, y al resto de los chicos les cuesta no echarle
mierda al respecto.
—Sólo estoy alcanzando mi teléfono, magia, no estoy
llamando a ningún arma por el amor de Dios. —argumenta con el
nuevo poder que ahora fluye a través de él.
Mira la pequeña daga que tiene en la mano antes de dejarla
caer hacia el suelo y verla desaparecer. Lanza una mirada alrededor
del coche desafiando a cualquiera que se atreva con él, y eso es lo
que finalmente me hace saltar por los aires. Me río a carcajadas.
Me mira, con rasgos incrédulos, pero eso me hace reír más. Aúllo
mi diversión, y contagio a todo el vehículo, ni siquiera él puede
evitar que se le escapen algunas carcajadas. Es exactamente lo que
necesitamos para ayudar a romper parte de la tensión que ha ido
aumentando desde que anuncié que íbamos a entrenar en casa de
Enoch esta mañana. Nadie parece estar contento, pero después de
explicar lo del anillo de entrenamiento y el plan que Valen y yo
ideamos, no había mucho que pudieran discutir.
Preferiría dejar a Enoch y su aquelarre fuera de esto. Todavía
no estoy segura de cómo están las cosas con ellos, y su conexión
con los ancianos tampoco es ideal, pero los chicos y yo necesitamos
ayuda. Me cuesta explicar cómo funciona la magia centinela lo
suficientemente bien como para que puedan trabajar para
dominarla, y tengo una gran necesidad de formación en todos los
aspectos de la magia en general. Mi tiempo con Kallan, Nash,
Enoch y Becket estuvo lleno de todo tipo de locuras e
incertidumbres, pero una cosa que hicimos bien juntos... fue
entrenar.
297
Cuando hablé ayer con Enoch, parecía sorprendido de saber
de mí, pero dispuesto a volver al trabajo. No he hablado con nadie
más de su aquelarre, pero espero que todos sientan lo mismo. Lo
último que necesitamos hoy es un drama, o un puñado de exaltados
y egos enfrentados, cuando tres de mis chicos tienen magia
centinela poderosa y no saben de qué son capaces. También estoy
extrañamente nerviosa por lo que él y los demás van a decir cuando
algunos de los chicos aparezcan con un juego de mis runas por todo
el cuerpo.
Enoch y su padre saben lo que soy, pero no sé si conocen los
entresijos de ser un Centinela y todo lo que conlleva, o cuánto ha
compartido con el resto de su aquelarre. Algunos de ellos parecían
bastante cabreados porque había estado guardando secretos, y si yo
fuera ellos, habría exigido saberlo todo antes de considerar siquiera
perdonarle por ocultarme cosas. Tiene suerte de que no esté en su
aquelarre, probablemente lo habría apuñalado.
Me acerco y le saco el dedo a Bastien de su boca. Le curo el
pequeño corte en la yema del dedo y luego beso el lugar donde ha
desaparecido el corte. Le sonrío dulcemente y él me atrae hacia sí
y me da un suave beso en los labios. Me acaricia la nariz con la
suya, pero la apertura de las puertas de Enoch nos devuelve a la
realidad. Respira profundamente y yo le doy otro beso.
—Lo conseguirás. No han pasado ni veinticuatro horas desde
que recibiste tus runas y lo estás haciendo mejor que yo; me
apuñalé durante semanas. Mi magia sigue haciendo cosas que no
tenía ni idea de que pudiera hacer, así que no te preocupes.
Sonríe contra mis labios.
—Gracias, Bruiser, no puedo perder esta apuesta con Knox.
Me río, habiendo olvidado toda la mierda que hablaron el uno
del otro y la posterior apuesta que siguió.
—Bueno, tal vez eso evite que tu boca escriba cheques que tu
culo no puede cobrar.
Los ojos de Bastien se llenan de alegría.

298
—Dejemos de lado esta reunión con el imbécil y su aquelarre
de imbéciles, y te cobraré ahora mismo.
Pongo los ojos en blanco.
—Vamos a entrenar, Bas, no a tener una fiesta de té. Pensé
que vivías para toda esa mierda de entrenamiento y los paladines.
Eso es todo lo que es. Pero mejor, porque ahora vas a ser un
Centinela malote, y seamos realistas, eso supera a un paladín
cualquier día.
—No dejes que el paladín Ender te oiga decir eso. —Se burla
Valen.
—No sé; creo que podría con él.
Todos los chicos se ríen, y Bastien me pellizca la nariz.
—¿Ahora quién escribe cheques que su culo no puede cobrar?
—exclama.
—¿Qué?, ya me lo he cargado antes.
Knox me da una palmadita en la rodilla.
—Vinna, ese hombre es una máquina. Nunca he visto a nadie
hacer lo que él puede, ni siquiera a ti o a tu dulce culito.
Nos detenemos frente a la casa, y Enoch, Nash, Kallan y
Becket salen a saludarnos. Me da una sensación de déjà vu y me
lleva al recuerdo del viaje en coche con Guijarro y su aquelarre
justo después de que me obligaran a alejarme de mis Elegidos. Es
un momento extraño que cierra el círculo, y algo resuena en mi
interior, haciéndome sentir que algo de esto es importante o
fundamental. Es una sensación extraña, como si de alguna manera
debiera estar viendo algo que está justo delante de mí, pero no
puedo enfocarlo y captar los detalles necesarios. Es esa molesta
sensación de saber una palabra, pero que se encuentra en el lado
equivocado de la lengua, y no puedes pronunciarla.
El ambiente desenfadado que acababa de llenar el coche se
evapora. Los chicos ponen su cara de juego y respiran
profundamente antes de que todos salgan del vehículo y se
enfrenten a Enoch y a los demás. Hay una larga e incómoda pausa
299
en la que parece que nadie sabe qué hacer o decir. Como si
estuviéramos parados en lados opuestos de una línea y no
pudiéramos decidir si vale la pena cruzar o es peligroso de alguna
manera. En cambio, ambos grupos se quedan inmóviles tomándose
la medida mutuamente.
Cruzo primero la invisible línea divisoria y me dirijo a la
derecha hacia la puerta. Yo vivía aquí, más o menos, así que decido
que puedo entrar en la casa y pasar justo por delante de lo que sea
que estos tipos se estén gritando en silencio, mientras se cuadran,
con los brazos cruzados sobre el pecho, y se miran unos a otros.
Atravieso la casa y salgo por las puertas traseras, dirigiéndome
directamente al foso de entrenamiento.
El concurso de medición de pollas termina antes de lo que
pensaba, y Enoch me alcanza. Prácticamente puedo sentir el debate
dentro de su cabeza, sobre qué decir.
—Me alegro de que hayas llamado. No sabía si querías saber
de mí o de nosotros. —Se frota la nuca, buscando claramente una
forma de hacer esta interacción menos incómoda—. ¿Cómo van las
cosas?
Me detengo a mitad de camino, sorprendiéndolo, y lo miró
fijamente por un momento.
—Enoch, no estoy segura de cómo responder a eso.
Su cara se llena de confusión.
—Puedes contarme cualquier cosa, Vinna. Puedes confiar en
mí.
—Esa es la cuestión, sin embargo, no sé si puedo. Lo intento,
pero me haces una simple pregunta cómo qué tal va todo, y en lugar
de decirte la verdad sobre toda la locura que está pasando, me
debato si puedo contarte algo. Ahora mismo, estoy sopesando los
riesgos en mi cabeza sobre si tú o tu padre pueden usar lo que
quiero decirte en mi contra de alguna manera, o si me están
tendiendo una trampa por algo que no puedo ver venir.

300
Él se pasa los dedos frustrados por su cabello rubio y da un
paso hacia mí. Cuando se acerca a mí, veo que Sabin, por el rabillo
del ojo, se mueve para interceptarlo, pero le hago un pequeño gesto
con la mano para que espere y deje que lo que sea que esté a punto
de ocurrir, ocurra.
—Hizo un juego de poder, Vinna; eso no hace que mi padre
sea malvado, ni que yo no sea de fiar.
—¡No soy una pieza de ajedrez, Enoch! ¿No entiendes eso?
—Lo sé... ahora. No sabía quién eras cuando te vi en el lago.
Sólo sabía lo que eras y lo que eso podía significar para mí. —
Señala al resto de su aquelarre—. Para nosotros, si estabas abierta
a ello. Pero entonces empecé a conocerte, y ya no se trataba del
poder y la política, porque empecé a verte a ti. Tú eres lo
importante para mí.
—Para nosotros. —añade Nash.
—Pero entonces, ¿por qué no me dijiste lo que sabías? ¿Por
qué no ser honesto? —pregunto, frustrada y confundida.
—Porque no parecía que quisieras que nadie lo supiera. —
Señala hacia donde están reunidos Sabin y los chicos—. No sabía
que ellos lo sabían, ni que tu tío y su aquelarre lo sabían. Cuando
Faron te llamó Pequeña Centinela, y parecías más asustada que
confundida, me di cuenta de que claramente, sabías lo que eras,
pero no quería asustarte sacando el tema.
Voy a discutir ese punto, pero él se me adelanta.
—¿Qué se supone que debía hacer, pavonearme ante ti y
soltare, así que eres una Centinela ¿quieres ser amiga?
—Quiero decir que dejes de lado la extraña voz de Eeyore* y
Elvis que acabas de hacer, pero sí, ¡eso habría sido mucho mejor
que dejar que tu padre me sorprendiera en la cena familiar semanal!
Él se lleva las manos a los lados en una pose medio defensiva,
medio exasperada.

301
*Eeyore: Ígor amigo de Winnie the Pooh, generalmente se le representa como un viejo burro gris bastante pesimista y
melancólico

—¡No sabía que iba a hacer eso! Te juro que no sabía que
iba a atacarte de esa manera. Eres testaruda y no te doblegas ante
él; no creo que esté acostumbrado a eso..
Doy un paso hacia él, con la rabia hirviendo a fuego lento
bajo la superficie.
—No me defiendas a tu padre, Enoch. Me amenazó con
desenmascararme porque no me subí a tu polla y te entregué mis
habilidades. No voy a encontrarlo redimible porque esté
emparentado contigo, o porque tenga problemas con que una mujer
tenga voz y voto en su puta vida, o con quien elija estar.
—Bien. Dejémosle fuera de esto. ¡Esto es sobre ti y sobre mí
de todos modos! Siento no haber salido con que sé lo que eres. No
sabía cómo enfocarlo; creía que los centinelas eran sólo historias y
entonces ahí estabas tú, y eras... tú. —Hace un gesto de arriba abajo
hacia mí y se encoge ligeramente de hombros. Nash se ríe.
—¿Qué significa eso... que yo era yo?
—Quiere decir que estás caliente. —dice Kallan,
Pongo los ojos en blanco.
—He visto a las chicas que te acompañaban en la playa; no
voy a caer en la mierda de que no puedo hablar con las chicas
guapas.
Valen interviene acercándose y rodeando mis hombros con
un brazo. Le miro fijamente, y sus ojos color avellana arden con
una emoción ilegible mientras se quedan fijos en los míos.
—No eres bonita, Vinna... lo eres todo. Todo lo que
podríamos haber esperado, y mucho más. —Antes de que pueda
sacarme de mi estupor y pensar en una respuesta, se dirige a
Enoch—. Es estupendo que vosotros también veáis eso en ella,
pero es nuestra compañera y estamos aquí para trabajar, así que
vamos al lio.

302
Con eso, me guía lejos de ellos, cerrando la distancia hacia el
área de entrenamiento. Su mandíbula se mueve mientras
caminamos, la irritación irradia de él.
—Valen, él sabe lo que ustedes son para mí.
—Sí, no creo que lo sepa. —Me dice, y una sonrisa tensa se
extiende por su boca—. No pasa nada, tus Elegidos estarán
encantados de aclararle las cosas; se lo recordaremos a él -y a ellos-
durante el tiempo que necesiten. —afirma, y su tensa sonrisa se
suaviza hasta convertirse en algo lascivo.
Me río.
—No empieces con tanta mierda, necesitamos que nos
ayuden, ¿vale?
Mi súplica se la tragan sus labios cuando se detiene en la
entrada del campo de entrenamiento y me besa. No es un beso del
tipo necesito estar dentro de ti ahora mismo, pero lo insinúa, y
puedo saborear el recuerdo en mis labios de quién es él para mí y
quién soy yo para él.
Nash pasa entre nosotros murmurando.
—También podría orinar sobre ella.
Su refunfuño me aleja de las preguntas que ha suscitado su
beso, y me río.
—No, las duchas doradas no son mi afición. —anuncio,
mientras Valen se separa de mí y seguimos a Nash hacia el foso de
entrenamiento de arena y piedra.
Doy una palmada fuerte y los ojos de todos se posan en mí.
—Bien, esto es lo que va a pasar. —Me concentro en Enoch
y su equipo—. Vosotros vais a hacer lo que hacemos normalmente,
construir un campo y tratar de evitar que lo atraviese.
Kallan sonríe diabólicamente, y el resto asiente su
comprensión. Me vuelvo hacia las caras serias que ponen cada uno
de mis chicos.

303
—Voy a activar unas runas para que podáis sentir y oír lo que
hago cuando invoque mi magia. Valen y yo pensamos que esta será
la forma más fácil de que conozcáis las diferentes ramas de la
magia y cómo llamo a las armas. Haré su curso hasta que sintáis
que estáis preparados para uniros, y entonces formaremos un
equipo y trataremos de eliminarnos mutuamente. ¿Os parece bien?
—pregunto, mirando a todo el mundo.
Asienten con la cabeza, pero todo el mundo está callado, y es
incómodo. Los chicos van a sentarse en los bancos de piedra y los
observo acomodarse. ¿Por qué tratan a Enoch y a los demás como
si fueran una amenaza para lo que tenemos juntos? No me molestan
los gestos territoriales, pero sí la niebla de duda que parece haber
impregnado a mis Elegidos. Kallan se acerca a mí y dejo de lado
mis preguntas para concentrarme en lo que hemos venido a hacer.
Me da un codazo con el hombro y me sonríe.
—Si te doy un abrazo, ¿me va a apuñalar uno de ellos? —
bromea.
—No voy a mentir, es una posibilidad. —admito, recorriendo
con la mirada otra vez a los chicos.
Él se ríe y me abraza de todos modos.
—Vale la pena el riesgo. —anuncia, mientras me aprieta con
fuerza en un abrazo que me hace levantar los pies del suelo.
Me río, pero le lanzo una mirada de reprimenda cuando me
vuelve a poner los pies en el suelo. Nos dirigimos hacia la línea de
árboles para que el resto de su aquelarre pueda elaborar el recorrido
que quieren hacer sin que yo vea o escuche nada.
—Entonces, ¿han sacado al menos la cabeza del culo y han
empezado a trabajar contigo y tu magia? —pregunta
despreocupadamente—. ¿Sigues con los simulacros que
establecimos, o te tienen trabajando en un plan diferente?
—Principalmente he estado tratando de ayudarles a utilizar su
nueva magia. No me he centrado demasiado en lo que tengo que
desarrollar.

304
Él suelta un gruñido de fastidio y me sacude la cabeza.
—Vinna, no puedes dejar que lo que quieren se interponga en
lo que tienes que hacer. No puedes confiar siempre en la fuerza
bruta o en las cuchillas. Tienes que trabajar en el dominio de tu
poder, ahora más que nunca de tu despertar. Lo estabas haciendo
bien aquí; ¡tienes que mantener ese impulso!
—Kallan, lo sé. Hay mucha mierda en marcha, pero te
prometo que no he perdido de vista lo que tengo que hacer. ¿Por
qué crees que os he llamado? Necesito ayuda. Estoy fuera de mi
alcance para averiguar de qué soy capaz, y ahora tengo que
ayudarles a resolverlo también. Por eso estoy aquí.
Me atrae para darme otro abrazo. Hace un gesto con la
barbilla hacia mis Elegidos.
—No te preocupes tanto por ellos. Se darán cuenta, han
vivido toda su vida sabiendo lo que es la magia y cómo usarla. Todo
lo que necesitan saber ahora es cómo reconocer las diferentes
ramas y separarlas. Son paladines. Saben cómo trabajar duro, y
todo encajará en su sitio. ¿Pero quién te va a ayudar a hacer lo
mismo, Vinna? Te prometo que no estoy tratando de empezar una
mierda. Realmente estoy tratando de cuidar de ti, pero siempre que
estás con ellos, te alejas de lo que necesitas hacer. ¿Por qué es eso?
—No lo hagas sonar como si me alejara de lo que necesito,
por ellos. No es así. Simplemente no he encontrado el equilibrio de
todo. Trabajar, jugar, estudiar, entrenar, luchar contra enemigos
vistos y no vistos, lo estoy averiguando. Si tienes un manual de
instrucciones que quieras entregarme, me apunto, pero si no, no me
juzgues, sólo ayúdame a resolverlo.
Él se ríe y deja escapar un suspiro.
—Me parece justo. Quería decirte lo mucho que lamento lo
que pasó en la casa del Anciano Cleary, y lamento que Enoch te
ocultara la verdad... y a nosotros.
Su tono tiene una cadencia amarga, y me tomo un momento
para mirarlo, para mirarlo de verdad. Enoch es parte de su aquelarre

305
y su futuro competidor, y no puedo imaginar cómo me sentiría yo
en su lugar.
—Siento que te haya hecho eso. ¿Cómo estáis vosotros?
¿Cómo van las cosas?
—Para ser honesto, ninguno de nosotros ha estado hablando
con los demás. Bueno, Enoch y Nash sí, pero Nash no estaba en el
mismo barco que yo y Becket. Enoch le dijo lo que estaba pasando.
Es la primera vez que estamos juntos durante un tiempo desde la
noche en que te fuiste.
Me sorprende su admisión y me lleva un momento pensar en
algo que decir al respecto.
—¿Crees que lo superaréis?
Se encoge de hombros.
—Si Enoch nos estaba ocultando esto, no puedo evitar
preguntarme si hay algo más que nos está ocultando. Becket siente
lo mismo. Sé que algunos paladines y aquelarres no son cercanos,
y que tratan el trabajo conjunto más bien como eso, un trabajo, pero
nunca quisimos que nosotros fuéramos así...
Miro hacia los árboles. Observo nuestro entorno y asiento con
la cabeza. Empatizo con la situación de mierda en la que se
encuentra y desearía poder hacer o decir algo más para mejorar la
situación. Detrás de nosotros suena un silbido de la pista de
entrenamiento y Kallan se vuelve hacia mí expectante.
—¿Deberíamos hacer esta primera carrera juntos, ya que
estás toda oxidada y claramente necesitas que te dé una patada en
el culo?
Me paso el dedo por las runas del esternón y las de detrás de
la oreja. Le hago un simulacro de saludo.
—¡Sí, sargento instructor! —grito en mi mejor imitación de
un soldado.
Se ríe, y entonces veo cómo su personalidad de aceptar
bromas se apaga en su cara. Sus rasgos se endurecen y su lenguaje
corporal se vuelve rígido e inflexible.
306
—¡Hagamos esto, joder, ahora muévete!

307
40

L
a arena vuela hacia mí desde todas las direcciones
posibles, y el viento me hace girar la cola de caballo
alrededor de la cara y me araña la ropa. Parece que Enoch
está haciendo uso de su sentido del humor en esta ronda de
combate, ya que está lanzando tornados de arena y relámpagos.
Invoco mi magia elemental y alejo la arena de mis vías respiratorias
y mi cara.
Joder, limpiar esta mierda de todos mis rincones va a ser un
dolor de cabeza, refunfuño para mis adentros. Tal vez uno de los
chicos me ayude con eso. Se grita mi nombre, y el sonido de éste
azota el ciclón que me rodea, arremolinándose antes de que el
viento lo ahuyente. Coño, Kallan, ¿cómo sabe siempre cuando no
estoy concentrada? Debe tener algún tipo de radar raro o algo así.
Aprovecho la cobertura de la tormenta mágica para rastrear
dónde están Kallan, Becket y Enoch en relación conmigo. Alcanzo
mi magia defensiva y me hago una idea de lo que me esperan
cuando salgo de la trampa actual de Enoch. Tiene zarcillos que se
hunden en la tierra además del tornado que está creando, pero
parecen un respaldo y no un esfuerzo activo por joder el suelo bajo
mis pies. Becket tiene su magia defensiva centrada en Kallan, lo
que me hace pensar que esconde algo especialmente brutal
esperándome mientras lo protege.
Pero no caigo en ello. Kallan es un excelente estratega, pero
no ha utilizado ningún hechizo en ninguna de las cuatro batallas
anteriores, y ese es el tipo de magia que tiene. Vuelvo a robar el
aire a mi alrededor, y el remolino se detiene mientras la arena
vuelve a caer al suelo. No voy a por Kallan o Enoch, las amenazas
más evidentes en esta ronda, sino que me centro en Becket.
Un pulso de magia fucsia sale de mí hacia él y Becket arranca
el escudo de Kallan y lo levanta a su alrededor. Mi magia golpea la
barrera y comienza a recubrirla. Alcanzo los zarcillos que Enoch
tiene esperando en el suelo y fuerzo mi magia hacia ellos forzando

308
un muro de tierra hacia arriba y alrededor de él. La magia ofensiva
rodea por completo la barrera de Becket y fuerzo un rayo hacia ella.
La barrera convertida en jaula se ilumina con energía
atrapando a Becket en su interior. Siento que las runas de los
escudos de mi cuerpo se ponen en alerta máxima, y un escudo
estalla en mi costado y una bola roja de magia se estrella contra él.
Me vuelvo hacia Enoch y le lanzo a su vez orbes de magia fucsia,
iluminando la atmósfera que nos rodea con magia ofensiva
mientras los orbes chocan entre sí y luchan por conectar con la otra
persona.
Se forman zarcillos de tierra en forma de serpiente a mi
alrededor y vienen a por mí, tratando de envolverse y encontrar
acomodo en cualquier lugar que puedan, para enjaularme. Esquivo
y me muevo, corriendo hacia Enoch mientras salto, giro y atravieso
las secciones de la tierra que intentan reclamarme y alejarme de mi
objetivo. Extraigo la magia de la barrera de Becket mientras lucho
hacia Enoch. Suelto cuchillos arrojadizos en dirección a Becket y
envío un pulso de magia naranja a Kallan, haciéndolo retroceder
desde donde está corriendo hacia mí.
Levanto la vista justo cuando Enoch está a unos metros de mí,
y chocamos a toda velocidad. Suelto un gruñido de dolor por el
contacto e instintivamente empujo mis dos manos contra su pecho.
El poder sale disparado de mis palmas cuando conectan con él, y
en cuanto registro el color, intento apartar las manos y detenerme,
pero no puedo moverme.
La magia violeta golpea su pecho, y a juzgar por la expresión
de su cara, lo que sea que estoy haciendo le está haciendo daño.
Grito mi esfuerzo por alejarme de él y conseguir controlar lo que
estoy haciendo. Llevo la mano a mi núcleo e intento constreñir el
flujo de magia centinela que me inunda. Cierro los ojos y concentro
todo lo que tengo en dominarme. Unas manos se enredan en mis
muñecas y mis ojos se abren para encontrar a Valen mirándome
fijamente, con pánico en sus ojos.

309
—No puedo detenerme. —Le grito, pero no sé si puede oírme
más allá del fuerte sonido que proviene del poder que estoy
forzando en Enoch.
De repente, toda la magia centinela que inunda al chico, sale
de él, golpeando a todos los demás antes de seguir saliendo hacia
los árboles, y desaparecer. Retiro las manos temblorosas de su
cuerpo, y se desploma en el suelo mientras yo me alejo de él. Valen
me rodea con sus brazos, impidiendo que me aleje más y los otros
chicos se apresuran a rodearnos. Los chicos se amontonan a mi
alrededor, pasando sus manos y ojos por encima de mí para
asegurarse de que estoy bien, cada uno de ellos con una mirada de
alarma.
—Oh, joder, ¿lo he matado? ¿Está bien? Sentí que lo estaba
matando.
Me aterra la respuesta, pero tengo que saberlo. Ryker se une
a Becket, Nash y Kallan, que se inclinan y arrodillan alrededor de
Enoch.
—Está despierto y respira, Chillidos. Está bien.
El alivio me inunda y me miro las manos sintiéndome
traicionada. No tengo ni idea de lo que acaba de pasar. Nunca había
sentido algo así.
—¡Joder, eso ha dolido! —anuncia Enoch.
Veo cómo intenta incorporarse, y Nash le ayuda a inclinarse
hacia delante y a sentarse. Se palpa a sí mismo como si se asegurara
de que todo lo que se supone que está ahí sigue estando ahí. Sus
ojos azules buscan a su alrededor hasta que se posan en mí.
—Lo siento mucho, joder; no tengo ni idea de lo que ha
pasado. —digo, con la culpa inundando mi cuerpo.
—¿Estás bien? —Me pregunta.
Asiento con la cabeza y veo cómo Nash pasa las manos por
encima de su compañero de aquelarre, comprobando si hay alguna
zona que necesite ser curada.

310
—No siento ninguna herida. ¿Ocurre algo en tu interior que
te indique lo contrario?
Él se mira los brazos, el torso y luego las piernas.
—Estoy bien, sólo tengo una puta tonelada de adrenalina
bombeando a través de mí en este momento. Nada me duele ni se
siente diferente.
Knox se pone en mi línea de visión, bloqueándolo de mi vista.
—¿Acabas de marcarlo?
Su pregunta me sacude, y me lleva un segundo responder.
—No, no se sintió como lo que pasó con vosotros. Cuando te
doy magia centinela, se siente bien para ti, y para mí. Eso no es lo
que acaba de pasar.
La furia que llena su rostro al oír mis palabras me
desconcierta. Se gira sobre Enoch justo cuando su aquelarre le
ayuda a levantarse del suelo.
—¿Acabas de intentar obligarla a marcarte? ¿Qué coño has
hecho, Cleary? —acusa, dando un paso hacia él. Bastien y Sabin lo
agarran impidiendo que avance demasiado.
—¿Qué mierda? Yo nunca haría algo así, incluso si fuera
posible, ¡que no creo que lo sea!
—Todos sentimos lo que ella sintió; era como si alguien se
llevara la magia y no pudiera detenerla. Así que te preguntaré de
nuevo, y si descubro que estás mintiendo, ¡te mataré, joder!
¿Hiciste tú, o tu padre, algo para que esto sucediera, para intentar
forzarla?
Sus facciones se oscurecen de rabia, e intenta cuadrarse con
Knox, su aquelarre lo retiene al igual que Sabin y Bastien a mi
chico.
—Ya te he dicho, joder, que no le haría eso. Si me cuestionas
una vez más, vamos a tener un puto problema serio, Howell.
Salgo del agarre de Valen y me pongo entre ellos dos. No
estoy segura de qué decir. La acusación de Knox me ha dejado en
311
silencio. Antes de que dijera nada, lo habría atribuido simplemente
a otro episodio de magia espantosa, pero no puedo quitarme de la
cabeza la mancha de sus palabras. ¿Podrían haberme hecho eso?
Intento sacudirme la duda. Si fuera posible forzar un marcaje, ¿no
se habría dado cuenta Adriel cuando intentaba obtener magia de mi
madre? Me vuelvo hacia Enoch. La mirada que pongo convierte su
enfado en alarma.
—Vinna, yo no haría eso. Mi padre es muchas cosas, pero no
haría eso. Tienes que creerme.
—Te creo.
—Vinna, no puedes...
Corto el argumento de Knox cuando me vuelvo hacia él y alzo
la mano para ahuecar su cara. Sus ojos se fijan en los míos, y odio
la mirada desesperada y preocupada que veo allí.
—Mi poder ha hecho cosas más raras. Tuve magia centinela
brotando de mí durante mi Despertar, y no marcó a ninguno. ¿De
acuerdo? —Asiento con la cabeza de arriba abajo y Knox refleja el
movimiento.
Acerco su cara a la mía y le doy un suave beso en los labios,
enviándole toda la seguridad que puedo. Me alejo y sus ojos grises
se mueven entre los míos, buscando cualquier indicio de duda en
mi mirada. Se relaja entre mis manos y reclama otro beso antes de
retroceder y alejarse de Enoch y su aquelarre. Bastien me dedica
una pequeña sonrisa cuando nuestras miradas se cruzan antes de
que me vuelva hacia Enoch y los demás.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí, en el momento me ha dolido, pero ya me encuentro
bien.
Miro más allá de él y escudriño los árboles y la casa que nos
rodean. Busco en nuestro entorno respuestas que sé que no están
ahí, pero no puedo evitarlo. ¿Está el aquelarre de Guijarro
vigilándonos ahora mismo? Sé que él cree que su padre no haría lo
que Knox acusa, pero yo no estoy convencida.

312
El trino de un tono de llamada rompe el pesado silencio y la
duda que me acucian. Me giro para ver cómo Bastien saca el
teléfono del bolsillo y se lo acerca a la oreja, con una mirada
curiosa.
—Hola, ¿qué pasa? —Saluda a quien está en la otra línea.
Todos miran la llamada, y Valen da un paso hacia su hermano
justo antes de que la cara de Bastien se vea afectada por la alarma.
—¿Qué quieres decir; qué ha pasado?
Me acerco a él justo cuando le dice a la persona que llama
que estamos en camino ahora mismo. Se le cae el teléfono de la
oreja y, antes de que nadie pueda preguntar, nos mira.
—Era Aydin, ha pasado algo y tenemos que volver a la casa.
—¿Qué...? —intenta indagar Ryker.
—No quiso decirlo por teléfono, pero tiene que ver con Silva.
—Sus ojos se posan en su gemelo, y le comunica algo en silencio
antes de que ambos se vuelvan hacia mí—. Y Lachlan.

313
41

T
odo el mundo está en silencio todo el camino a casa,
perdido en el pensamiento o corriendo a través de todos
los escenarios posibles de lo que podría estar pasando.
¿Han encontrado una pista, algo sólido, y Aydin está a punto de
informarnos de lo que han estado haciendo? Mi ritmo cardíaco se
acelera. ¿Y si encontraron a Vaughn? Eso sería definitivamente
algo que no revelarías por teléfono. Me opongo a la esperanza que
intenta posarse en mi alma. No te hagas ilusiones, Vinna. No te
prepares para el choque si te equivocas.
Ryker se acerca y me coge la mano. Me ofrece una dulce
sonrisa y entrelaza sus dedos con los míos. Gira hacia la carretera
que lleva a casa y mi adrenalina se dispara. Aprieto su mano sin
poder evitarlo, y nos acercamos a la puerta de la casa, sin
molestarnos en el garaje, ya que estamos demasiado ansiosos por
saber qué está pasando. Salimos del coche y entramos llamando a
Aydin. Sale de la cocina y nos hace señas para que entremos. Doblo
la esquina y me detengo de golpe cuando encuentro a las hermanas
secándose los ojos rojos y llenos de lágrimas. Miro a Aydin y su
rostro demacrado y preocupado.
—Ha llamado Silva. —Hace una pausa, claramente luchando
con lo que va a decir a continuación. El corazón se me desploma
en el pecho—. Se han llevado a Lachlan y Keegan. Los tiene
Adriel.
Mi cerebro tartamudea por un momento, recalibrando los
pensamientos de mi padre y procesando lo que acaba de decir.
—¿Cómo lo han encontrado? ¿Sabe Silva dónde están? —
pregunto rápidamente, tratando de entender este acontecimiento.
—Encontraron una pista. —Levanta la mano deteniendo las
preguntas que están en la punta de la lengua de todos—. No sé qué
era ni cómo han acabado en Bielorrusia, pero allí es donde están.
Silva necesita ayuda y suministros y nosotros tenemos que hacer
las maletas y llegar allí lo antes posible.
314
—¿Has fletado algo, o tenemos que reservar los billetes
todavía? —pregunta Valen, cayendo en el modo de plan de batalla
que descubrí que tenía, cuando tramamos nuestro plan de
entrenamiento.
—He alquilado un avión. El piloto y la tripulación deberían
llegar más o menos al mismo tiempo que nosotros si salimos en la
próxima hora.
Aydin comienza a asignar tareas y suministros a todos, y yo
me alejo del caos y analizo cuál es la mejor manera de actuar.
Estamos a punto de enfrentarnos a un monstruo que ha acabado con
los aquelarres de los paladines y que codicia todo lo relacionado
con los centinelas. Vamos a hacerlo con tres paladines, que acaban
de separarse entre sí, y no en buenos términos por lo que parece, y
un grupo de reclutas paladines, tres de los cuales tienen nuevas
runas y magia que aún no saben usar.
¡Esto es una jodida mala idea!
—¡Espera! —grito, mientras todos se agitan a mi alrededor,
haciendo planes y listas de suministros que necesitan conseguir
antes de que salgamos.
—No podemos entrar ahí con la magia ardiendo, pensando
que eso nos va a llevar a alguna parte. Mira todas las pruebas que
hay que demuestran que hacer eso no es efectivo. Tenemos que ser
inteligentes en esto. Más inteligentes que los otros que nunca
volvieron, y más inteligentes que el maldito estúpido de Lachlan
que pensó que podía hacerlo todo por su cuenta.
—¿Qué sugieres entonces? —pregunta Aydin.
—No lo sé, pero necesitamos tiempo o más ayuda, tal vez
ambas cosas.
Evrin se adelanta, negando con la cabeza.
—No tenemos tiempo. No sabemos qué hará con ellos.
—Los utilizará en su beneficio, o eso, o ya están muertos de
cualquier manera. —Señalo a los chicos—. No pueden entrar en
esto tanteando con su magia y habilidades. Eso es una maldita

315
sentencia de muerte. —Hago una pausa tratando de encontrar la
forma más delicada de decir lo que tengo que decir a
continuación—. A la mierda; no hay una forma agradable de decir
que Lachlan no vale sus vidas.
La habitación se llena con el peso de los argumentos que sé
que se están acumulando en todas sus mentes. Entiendo que
Lachlan ocupa un lugar diferente en sus corazones que, en el mío,
pero no voy a lanzar a mis Elegidos a los lamias por él.
—Bruiser, tenemos que hacer esto. No podemos dejarlo con
el mismo destino que tuvieron nuestros padres y los tuyos. No es
correcto. Nos dijiste que no podíamos evitar que lucharas las
batallas que necesitabas luchar, y ahora lo mismo se aplica a
nosotros.
—No estoy tratando de detenerte. Sólo intento hacerte ver
que necesitas entrenar más y estar preparado. Este cabrón no es
ninguna broma, y no podemos llegar a él como lo han hecho todos
los paladines y casters que faltan.
—Bien, lleguemos allí y luego elaboremos un plan de ataque.
Con suerte, Silva tendrá más información para nosotros entonces.
Si Adriel va a utilizarlos como moneda de cambio, entonces
podremos tener tiempo para entrenar y prepararnos.
Asiento con la cabeza, admitiendo que, por mucho que odie
esto, tengo que confiar en los chicos cuando eligen sus batallas. Si
eso es lo que espero, entonces eso es lo que tengo que dar, por
mucho que mis instintos griten y mi corazón me suplique que se
me ocurra una forma mejor.
Sabin se acerca a mí y traza la línea de mi mandíbula con el
dorso de la mano.
—Tengo que ir al almacén de mi familia para recoger algo de
saliva de cambiaformas, ¿quieres acompañarme? Sería bueno salir
del caos por un momento y tomar un respiro.
Le doy una sonrisa hueca y un asentimiento. Me coge de la
mano y me aleja de todo el ruido, la planificación y el ajetreo, y
cuando la puerta que lleva al garaje se cierra tras de mí, me
316
envuelve al instante el silencio. Subimos a su Bronco y trato de
salir de este estado de entumecimiento en el que estoy flotando.
—Sabin, tienes que ver que todo esto es una idea horrible.
Me vuelvo para mirarlo mientras conduce hacia donde sea
que vayamos.
—Sí, nada de esto es ideal, pero ¿qué opción tenemos?
Mientras Lachlan y Keegan estén vivos, tenemos que luchar por
ellos. Al igual que lo hicieron por tu padre, y los padres de los
gemelos, y el aquelarre familiar. Esto es lo que pretendemos, para
lo que hemos estado entrenando la mayor parte de nuestras vidas,
patear culos y llevar ante la justicia a los capullos que infringen las
leyes.
Me dedica una sonrisa descarada que estoy más
acostumbrada a ver en la cara de Knox o en la de Bastien, y me
quita parte del peso de la preocupación que me aprieta. No puedo
evitar responderle con una sonrisa. Suspiro y vuelvo a apoyar la
cabeza en el reposacabezas. El sol empieza a acercarse al horizonte
y este día parece de repente demasiado largo. La amenaza de
muchos días más, interminables en todos los peores sentidos, se
cierne en el aire.
Hace más frío por la noche, y parece que el verano finalmente
abandona su dominio mientras el otoño se abre paso. Intento pensar
en cosas mundanas, como el aspecto de los árboles de los
alrededores a medida que sus hojas cambian de color, en lugar de
centrarme en el pozo que me corroe el estómago. Nos desviamos
por una pequeña carretera que está tan oculta por los árboles que te
la perderías si parpadeas. Nos lleva a una zona despejada de árboles
donde se encuentra un pequeño almacén.
Aparca cerca de una puerta, y yo salgo del coche y le sigo al
interior del edificio, que tiene filas y filas de estanterías llenas de
inventario para la tienda de su familia. Las luces fluorescentes
parpadean furiosamente por encima de nosotros; su irritado
zumbido al ser encendidas, el único sonido en el espacio. Encuentra
lo que busca y comienza a colocar frascos de saliva de
cambiaformas en una caja que debe haber cogido cuando yo estaba
317
demasiado ocupada mirando otras cosas. Probablemente podría
pasar todo el día aquí aprendiendo sobre todos los artículos de las
estanterías. Sería divertido venir aquí y aprender todo lo que pueda
algún día, cuando las cosas se calmen.
Apaga las luces y le sigo por la puerta. Me aseguro de que se
cierre tras de mí y me doy la vuelta para chocar con su espalda. Él
maldice mientras avanza a trompicones y mi disculpa se convierte
en vinagre en mi boca cuando asimilo lo que le ha dejado helado.
Entre nosotros y su coche hay cuatro malditos y enormes osos
pardos. Nos observan a nosotros y nosotros a ellos, y no tardo en
darme cuenta de que no hay nada normal en esta reunión de osos.
Recorro rápidamente mis bancos de memoria tratando de recordar
si hay osos cambiantes que vivan aquí, pero sólo recuerdo que me
hablaron de lobos y pumas.
Levanto lentamente una mano para activar las runas que
tengo detrás de la oreja y poder hablar con Sabin sin que lo sepan
estos cambiaformas, pero un gruñido profundo de uno de ellos me
hace detenerme. Un oso pardo mucho más grande de lo que sería
si fuera sólo un oso, se levanta sobre sus patas traseras, y lo
siguiente que sé es que el oso ha desaparecido y en su lugar hay un
hombre de tamaño medio. Espero a ver si va a explicar por qué nos
mantienen aquí cuando otro se levanta también y parpadea hasta
convertirse en una persona.
El reconocimiento me da un puñetazo en la cara, y todo
pensamiento de que este asalto al oso va a terminar bien se
desvanece. Salgo de detrás de Sabin, pero no me pongo delante de
él como quisiera, porque uno de los osos se acerca a nosotros y
decido no empujarlo... todavía.
—Más vale que estés aquí para dar las gracias, porque si estás
aquí por lo que creo, te vas a unir a tus compañeros. —advierto, y
miro fijamente al enorme y fornido imbécil.
Rescaté a este cabrón de Lachlan y su paladín la noche que
los conocí, y ahora ha vuelto demostrando que ninguna buena
acción queda impune. ¡Que se joda mi conciencia! Se ríe y da un

318
paso hacia mí. Invoco mis espadas cortas, y éstas brillan sólidas en
mi mano.
—Cuidado, Yogi, antes te di una oportunidad para escapar,
pero no se repetirá mi misericordia si te acercas más.
El otro metamorfo que tiene forma de hombre se ríe y se gana
una mirada del tipo que salvé.
—Un viejo amigo se puso en contacto conmigo con la
esperanza de que le ayudara a conseguir algo que llevaba mucho
tiempo buscando. Imagínate mi sorpresa cuando recibo la
descripción de la preciada carga y sé exactamente dónde
encontrarla. Así que gracias, mascota, acabas de hacerme ganar una
tonelada de dinero. Diría que el destino me entregó tu dulce trasero,
pero no creo en esa mierda.
El recuerdo de Lachlan diciéndome que los cambiaformas
que estaban matando eran traficantes pasa por mi mente, y estoy
noventa y cinco por ciento segura de que tengo que agradecerle a
Adriel la reaparición de este imbécil en mi vida.
—Ahora guarda tus bonitos cuchillos, mascota, y sé amable
y dulce con nosotros, y no destrozaremos lentamente a tu amigo en
pedacitos.
Con eso, los dos cambiantes que aún son osos se acercan a
nosotros, y tenemos que decidir rápidamente si luchamos o
acatamos. Me concentro en mi mente en las runas que representan
a cada uno de los chicos y alimento la magia en ellas activando el
enlace en nuestras cabezas. Estoy tan acostumbrada a tocarlas para
activarlas, que tengo que concentrarme demasiado en el proceso de
hacerlo sin tocarlas y un oso se pone a tiro.
—Joder, Sabin, ¿crees que podrás con un cambiaformas?
¿O al menos aguantar contra uno hasta que llegue la ayuda?
El oso se acerca aún más, y la magia rosa y naranja destella
en mi piel como advertencia.

319
—Pórtate bien, mascota, si luchas, será aún más doloroso. —
El gran y corpulento idiota se lame los labios, y su significado no
se me escapa.
La voz de Sabin es silenciosa en mi cabeza, y me doy cuenta
de que no puede activar las runas sin tocarlas.
—Chicos, estamos en problemas. Estamos en el almacén de
Sabin y rodeados de cambiaformas de oso. Decidle a Aydin que
son los osos de nuestra primera pelea juntos, él sabrá a qué me
refiero. Vamos a luchar, así que no empecéis a gritar en mi
cabeza. Sólo venid aquí.
Sabin asiente con la cabeza casi imperceptiblemente, y yo
invoco mi magia elemental y lanzo un muro de tierra frente a
nosotros. Un gruñido vibra a través de mí cuando un oso pardo del
tamaño de un auto choca con el muro de tierra atravesándolo con
sus garras para llegar hasta nosotros. Sabin está usando su magia
elemental para defendernos justo detrás de mí, pero no puedo
concentrarme en lo que está haciendo, ya que los dientes y las
garras vienen en mi dirección. Cambio mis espadas cortas por una
espada larga. Aprieto mi mano vacía contra la empuñadura para
crear dos del arma.
El oso ruge su desafío y yo grito en respuesta mientras corro
hacia él. Aplico la magia a mis extremidades y doy dos enormes
zancadas antes de saltar en el aire, esquivando por poco las garras
que se dirigen a mi torso. Giro en el aire y golpeo con mis espadas
la espalda del oso grizzly. Se deslizan profundamente en el
cambiante tirando de mí en el aire y en su espalda. Gruñe de dolor,
e inmediatamente invoco nuevas espadas y me pongo a trabajar
para intentar cortarle la cabeza a este cabrón.
A duras penas consigo evitar las garras cuando se estira
alrededor de su espalda tratando de desalojarme, mientras atravieso
el grueso músculo y el pelaje que protege su garganta. Sus
bramidos se convierten en aullidos de dolor y, justo cuando creo
que va a derrumbarse en el suelo y aceptar la muerte, sorprendo a
otro oso que viene directamente hacia mí.

320
Hago un último esfuerzo para matar a la bestia que tengo
debajo y me preparo para enfrentarme a otro del tamaño de un
elefante. ¿Qué han estado comiendo estos imbéciles, maldito
mutágeno? Me tenso, mi cuerpo se prepara para un mordisco que
es inevitable, sólo espero que la promesa de una gran paga impida
que me parta en dos.

321
42

D
e la nada, un enorme lobo gris oscuro se abalanza sobre
el oso, haciéndolo perder el equilibrio, y ambos caen en
una maraña de dientes, zarpas y gruñidos.
Desestimo la conmoción, el cabreo y la mierda de
agradecimiento que me produce ver a Torrez, e invoco mi espada
larga, dando un último golpe en el cuello del oso herido. Su cabeza
se separa del cuerpo y lanzo una súplica silenciosa para que llegue
la ayuda cuando miro hacia arriba y veo a dos osos acercándose a
Sabin. Corro hacia él y lanzo cuchillos arrojadizos contra el más
cercano, apuntando a los ojos y la nariz. Disparando una cuchilla
tras otra, espero que él pueda mantener a raya al otro oso porque es
imposible que pueda con dos a la vez.
Mi objetivo da un manotazo a los pequeños cuchillos que le
salen de la cara, y se levanta para proteger su cabeza. Invoco mis
espadas cortas y caigo de rodillas deslizándome entre sus patas
mientras corto los músculos que lo sostienen. Mis espadas se
encuentran con el hueso, y las suelto invocando sustitutos
inmediatos para empujar hacia el vientre mientras éste se desploma
sobre mí. Mis pulmones renuncian a todo su aire cuando la masa
peluda que pesa una puta tonelada me golpea contra el implacable
suelo. Me obligo a concentrarme en medio del pánico y golpeo la
parte inferior aplastándome tanto como puedo.
Estoy cubierta de sangre y vísceras, y el agarre de mis
cuchillos se vuelve resbaladizo cuando doy una última puñalada y
siento que el oso que tengo encima muere. Jadeo con necesidad de
oxígeno y salgo por arte de magia de debajo del enorme cambiante.
Me levanto con las manos y las rodillas y me libero por completo,
y llego justo a tiempo para mirar hacia arriba y ver cómo el oso
pardo con el que luchaba Torrez le abre el estómago. Intento gritar,
pero no sale nada mientras mis pulmones trabajan para inflarse y
servir a mi cuerpo privado de oxígeno. Me destrozo por dentro
mientras Torrez grita de dolor y el oso pardo se acerca para acabar
con él.
322
La desesperación y la rabia surgen en mi interior mientras veo
cómo su lobo trata de alejarse arrastrándose por los charcos de su
propia sangre, sus órganos desparramándose desde donde se
supone que están dentro de él. Mis runas se iluminan con furia
violeta. La magia centinela se acumula en mi interior y luego sale
disparada, golpeando al oso. El metamorfo se ve envuelto en llamas
púrpuras y la magia lo aleja de él. Corro y me arrastro hacia mi
lobo sangrante, pero cuando me acerco a él no sé dónde tocarlo ni
cómo ofrecerle consuelo, está tan maltrecho y cubierto de cortes y
mordiscos.
¡Oh, mierda! ¡Oh, joder! Oh, ¡joderrrrr! grito para mis
adentros, mientras recojo sus intestinos y trato de introducirlos de
nuevo en su cuerpo. No se mueve, y me aterra lo que eso pueda
significar. Un sollozo estrangulado sale de mi garganta, mientras
recorro con la mirada su pecho destrozado tratando de detectar
algún movimiento allí. Le impongo la magia curativa, pero no hace
efecto en ninguna de las heridas, y grito de frustración. Me
abalanzo hacia su rostro y con las manos cubiertas de sangre le paso
las palmas por el pelaje que rodea sus ojos.
—¡Quédate conmigo! ¡Por favor, quédate! —suplico,
impotente, acariciando su cara y dándome cuenta de que soy una
maldita idiota.
Tenía razón, me siento atraída por él, y no es ningún misterio
de dónde viene esto. Me gusta. Lo quiero. Y ahora voy a perderlo.
—Márcalo, Vinna. —Me grita Bastien en mi cabeza.
—¡No sé cómo! —grito.
La confesión se estrella contra los árboles justo delante de mí
y rebota para desgarrarme el alma.
—Teje tu intención con la magia, Vinna. Lo leí en lo que te
dieron los lectores. Los elegidos tienen una conexión que podría
salvarlo, pero tienes que decidir qué quieres.
Llamo a mi magia centinela por segunda vez esta noche y le
ruego que salve a Torrez. No tejo mi intención. Le exijo que me
obedezca. Mis manos brillan con un intenso color púrpura mientras
323
coloco una contra su cabeza y la otra sobre su maltrecho cuerpo.
Lo inundo de poder centinela y lo reclamo como mío. Se sacude
contra mis manos mientras lo inundo de magia, y veo cómo
empieza a unirse. Me aferro a la pequeña cantidad de esperanza que
crece en mi interior de que, de alguna manera, esto funcionará.
Un gruñido reclama mi atención, y mi cabeza se levanta
cuando el oso chamuscado al que he atacado vuelve a acercarse a
nosotros. Un grito de guerra posesivo suena en mi interior, y me
niego a dejar que ese cabrón se acerque a mi lobo de nuevo. Envío
otro fuerte pulso de magia a Torrez y espero que sea suficiente,
mientras me levanto de su cuerpo y me enfrento al metamorfo.
Invoco las runas de mis dedos y dos mazas con pinchos se forman
en mis manos. El metal del arma carece del brillo azul de mi magia
rúnica que tiene normalmente, y en su lugar está saturado del
púrpura de mi magia centinela.
Este pedazo de mierda va a sangrar.
Corro hacia el oso, con la magia violeta a mi estela, y me
deslizo hacia un lado mientras le golpeo ambas mazas en la cara en
un combo de uno y dos que lo hace tambalearse. Una de las mazas
se le clava en un lado del cráneo, y yo suelto la magia para invocar
otra. No es el arma más práctica de mi arsenal; podría hacerlo
rápido cortándolo con cuchillas, pero necesito que sufra. Necesito
que sepa con cada puto pincho que este pedazo de mierda se acerca
a la muerte, que no se jode con lo que es mío.
Me golpea, pero ni siquiera siento las garras cuando me
destrozan el costado. Le aporreo en la cabeza con mi maza y le sigo
con un uppercut* en el hocico. Le aplico una bola de púas en la
pata cuando vuelve a atacarme y los huesos se rompen primero en
la mano y luego en el antebrazo, donde también aplico la otra maza
con fuerza. Me doy la vuelta y aprovecho el impulso de mi giro
para clavarle una maza en la cara y la otra en la garganta. Su cráneo
cede ante mi venganza de púas y el oso se desploma en el suelo.
Levanto mis armas para dar el golpe final cuando veo que dos
personas se acercan lentamente a mí.
*Uppercut: golpe rápido con mucha fuerza y puede noquear al oponente.

324
Mi neblina de rabia se despeja el tiempo suficiente para ver
que se trata de Sabin, y que tiene un cuchillo en el cuello.
Inmediatamente suelto las mazas y se evaporan en la nada mientras
mis runas reabsorben su magia.
—Ah, ah, ah, mascota. Si un arma nueva siquiera parpadea
cerca de ti, ¡le cortaré la garganta!
El Gran Corpulento Imbécil acentúa su afirmación aplicando
presión a la hoja, y los ojos de Sabin se abren de par en par por el
miedo. Trata de apartarse cuando la hoja le corta la garganta, pero
con el metamorfo de pie detrás de él usándolo como escudo, no hay
ningún lugar al que pueda ir para escapar del cuchillo y éste se
adentra aún más en su piel.
—¡Detente! —Exijo, y levanto las manos—. No más armas.
Te acompaño a donde quieras, pero para.
Da un gruñido de satisfacción y mueve la barbilla hacia el
camino que lleva al almacén.
—Empieza a caminar, cariño. Quédate donde pueda verte y
Harry Potter no tendrá una muerte agónica aquí mismo, delante de
ti.
Empiezo a caminar en la dirección que me indica, y unos
cinco minutos después veo una furgoneta negra aparcada a un lado
de la carretera.
—Abre las puertas y saca la cinta y la capucha.
Hago lo que me dice y luego se los entregó a Sabin como me
han indicado. Extiendo las manos mientras mi elegido me envuelve
las muñecas y los antebrazos con una gruesa cinta adhesiva
plateada. Mis ojos no se apartan de los suyos mientras me encinta,
y me rompe el corazón ver lo impotente que está ahora.
—Lo siento. —Le digo mentalmente, y me esfuerzo por
parpadear las lágrimas que me llenan los ojos—. No te he
protegido. Lo siento muchísimo, Sabin.

325
Un sollozo me sacude el pecho, mientras él me tapa la cabeza
con una capucha y mi mundo se vuelve negro.
—No sé lo cerca que estáis, pero nos están llevando.
Estamos en una furgoneta negra, pero no puedo decir a dónde
iremos desde aquí.
—¿Podéis entretenerlos? Estamos a menos de cinco
minutos. —Me ruega Knox.
—Tiene un cuchillo en la garganta de Sabin. Estoy
encintada en la parte trasera de la furgoneta. No puedo hacer
nada sin arriesgarlo a él.
Las lágrimas corren por mi cara, y me muerdo el
estremecedor lamento que quiere escapar de mí.
—La he cagado. Intenté salvar a Torrez, pero creo que no
funcionó y me enfrasqué tanto en querer castigar al metamorfo
que le hizo daño, que no cuidé su espalda. Lo dejé a su suerte.
—Vinna, no hagas eso. No es tu culpa; vamos a sacaros de
esto. Evrin y Aydin están en un coche detrás de nosotros, van a ir
a ver a Torrez. Buscaremos la furgoneta y os seguiremos hasta
donde os lleve. Estamos aquí, no estáis solos, y en cuanto
podamos os liberaremos. —Las palabras de Valen atraviesan mi
desolación, y trato de calmar mi respiración y conseguir controlar
mis emociones.
No sé a dónde vamos, pero llorar por lo que he jodido puedo
hacerlo más tarde. Ahora mismo, tengo que mantener la calma y
ayudar a los chicos a sacarnos de esto. Trato de recordar a qué
distancia está el aeropuerto más cercano y me pregunto si el Gran
Corpulento Imbécil tratará de llevarnos a Adriel en persona, o si
nos entregará a otro grupo de lamias como hizo Faron.
Una pequeña chispa de esperanza se enciende en mi interior
al pensar que, de alguna manera, Sorik podría formar parte del
grupo responsable de traerme, tal vez pueda ayudar y los chicos
tengan más posibilidades de rescate. Intentó advertirme de que
Adriel tenía algo planeado, pero pensé que de alguna manera sería
otro ataque de lamias de algún tipo.
326
Con ese pensamiento, me viene a la cabeza un flash de lobos
persiguiendo a un oso en su carrera de manada. Gruño de
frustración contra mí misma. ¿Cómo carajo no hice la conexión?
¿Desde cuándo me observan estos cabrones?
Mi cuerpo se inclina hacia delante cuando la furgoneta hace
un giro y reduce ligeramente la velocidad. No estoy segura de
cuánto tiempo llevamos en marcha, pero no parece suficiente para
haber salido de los límites de Solace. Los frenos chirrían cuando la
furgoneta se detiene y la puerta se abre de golpe. Alguien se acerca
a mí, y yo me muevo para alejarme de sus manos, pero el conductor
que sujeta a Sabin a punta de navaja me da un toque.
—Mascota, se aplican las mismas reglas, sé amable o si no...
Sabin da un grito de dolor y me imagino el cuchillo
clavándose aún más en él. Toda la resistencia se desvanece en mí,
y me quedo sin fuerzas por la conformidad. Me sacan de la
furgoneta y me tiran por encima del hombro de alguien. La capucha
se levanta ligeramente y me libera la boca, pero la gravedad no
ayuda a que se levante más, y mi entorno sigue siendo un misterio.
Me llevan a una casa o un edificio silencioso, y unos pasos rasposos
resuenan a mi alrededor mientras me suben por las escaleras. Me
quitan del hombro de quienquiera que sea y me dejan caer sin
contemplaciones al suelo. Gruño de dolor cuando mi hombro y mi
cadera chocan con el suelo.
Huelo a limpiador de suelos de algún tipo y me hace pensar
que definitivamente estoy en una casa. No me dirijo a los chicos,
sino que me esfuerzo por escuchar lo que ocurre a mi alrededor,
intentando reunir cualquier pista sobre dónde estoy y quién está
aquí. Una puerta se cierra con un chasquido y al otro lado se oyen
voces apagadas. No puedo distinguir nada de lo que se dice, y lo
ignoro.
—¿Sabin? —pregunto mentalmente.
No responde.
Me opongo al pánico que surge en mi interior y, en su lugar,
invoco un pequeño cuchillo arrojadizo y lo dirijo lentamente hacia

327
la cinta adhesiva de mis muñecas. Consigo que la hoja toque la
cinta con gran esfuerzo, pero no consigo la fricción necesaria para
dañarla y liberar mis manos. Abandono el plan de cortarme y me
levanto para quitarme la capucha de la cabeza y poder ver dónde
estoy. Sabin me ha pegado las muñecas y los antebrazos con cinta,
pero por suerte aún puedo moverlos. Alcanzo la capucha y suenan
pasos al otro lado de la puerta. Bajo las manos de un tirón, justo
cuando la puerta se abre con un chirrido y una pesada pisada se
abre paso en la habitación.
—Como prometí. —Exclama el Gran y Corpulento Imbécil.
—Sí, ya lo veo, gracias. —exclama una voz masculina, y algo
en ella me hace reconocerla, pero no tengo ni idea de dónde la he
oído.
—Quiero el doble de lo que acordamos.
Al oír eso, una burla llena la sala.
—¡Prácticamente se ha cargado a todos mis detectives!
—¡Entonces deberías haber conseguido su colaboración
antes! Su incompetencia es tuya, y yo no tengo ninguna
responsabilidad en eso. —exclama la voz familiar.
—Bueno, entonces tal vez debería ver quién más está
interesado en mi mascota. Con el esfuerzo que has hecho para
conseguirla, estoy seguro de que hay otros por ahí que estarían más
que contentos de pagar mi precio.
Unos pasos se dirigen hacia mí y se grita la palabra alto. Los
pasos hacen lo que se les ordena y la voz familiar se mueve hacia
donde parece que está el cambiante.
—Como agradecimiento por tus servicios, acepta esto como
muestra de mi gratitud. —dice la voz familiar.
Un grito ahogado llena la habitación, y el sonido de la tela
moviéndose contra la tela se siente extrañamente fuerte en el
espacio. Se prolonga durante un par de minutos y luego la
habitación se queda en silencio. Un golpe suena delante de mí, y el
fuerte ruido me hace saltar.

328
—Sucio metamorfo. —exclama irritado otro macho, y
entonces la habitación vuelve a quedar en silencio.
—¿Sabin? —Lo intento de nuevo, pero el silencio en mi
cabeza y a mi alrededor es ensordecedor.
El aire a mi lado cambia y la presencia de alguien junto a mí
es ahora lo único en lo que puedo concentrarme. Me quitan
suavemente la capucha de la cara y parpadeo ante la escasa
iluminación de la habitación. Me doy la vuelta para ver quién está
aquí conmigo, pero veo a un Sabin inmóvil en una gran silla
apoyada en una de las paredes de la habitación con paneles de
madera oscura. Antes de que pueda siquiera pensar en atacar, el
aire pasa por delante de mí y veo cómo sus ojos se abren y empieza
a agarrarse la garganta. Me pongo en pie y grito para que se detenga
cuando siento un cuchillo presionado contra la mía.
—Sólo dime si está bien. —ruego, mientras una figura sale
de la esquina oscura.
Cuando las sombras se alejan del rostro del anciano Albrecht,
la confusión lucha con la ira en mi interior. Parece que la pregunta
sobre mi posición ante los ancianos acaba de ser respondida.

329
43

L
o que sea que esté estrangulando a Sabin cede, y él
empieza a toser y a luchar por aspirar grandes bocanadas
llenas de aire. La rabia impotente se apodera de mí y miro
fijamente al anciano Albrecht. Me sonríe amablemente y me señala
un grupo de sillas de terciopelo verde en el lado opuesto de la sala.
El cuchillo se aleja de mi cuello y me siento tentada de hacer un
movimiento, pero necesito a Sabin más recuperado y listo en caso
de que no pueda llegar hasta el Albrecht y el calvo lo
suficientemente rápido.
Así que le sigo hasta el grupo de sillas designado y me hundo
en una con una derrota exagerada.
—Se ha dado un desafortunado golpe en la cabeza, pero está
vivo y bien, como puedes ver. —Me tranquiliza, mientras se hunde
en su propia silla, cruzando las piernas y recostándose como si
fuera el puto rey del mundo.
El hombre calvo que lleva un cuchillo se acerca a Sabin y se
cierne sobre él, con una clara amenaza. Echo un último vistazo a
mi elegido, mientras su respiración se suaviza un poco, y me aferro
con fuerza al alivio momentáneo que me invade. Vuelvo mi
atención hacia el anciano, dispuesta a que me explique qué
demonios quieren los viejos ahora.
—Vinna, debo recordarte que está completamente bajo tu
control si el recluta Gamull sigue vivo y sano. Espero que nuestro
desafortunado conocido te haya aclarado al menos eso.
Se vuelve para mirar algo en el suelo, y yo sigo su mirada
hacia abajo para encontrar al cambiador de raza que me trajo aquí
muerto junto a la puerta. No siento ninguna compasión por los ojos
anchos y sin vida que estaban claramente llenos de miedo en sus
últimos momentos. Sólo desearía haber podido impartir justicia yo
misma.

330
Se abre la puerta de la habitación y el anciano Balfour entra
con confianza, cerrando la puerta tras de sí y apenas echando una
mirada al cambiante muerto en el suelo, o a Sabin en el sofá.
—Le he llamado; llegará pronto, aunque quiero que conste
que no me gusta la falta de planificación por tu parte para esto. —
anuncia, moviendo los dedos en mi dirección, indicando que
claramente soy yo a quien se refiere.
Me trago la réplica que me sube por la lengua. Lo único que
quiero es soltarles cuatro cosas a estos imbéciles y luego matarlos,
pero ya le he fallado a Sabin una vez. No dejaré que le hagan daño
de nuevo porque no puedo controlar mi temperamento.
—Te preocupas demasiado. Todo está funcionando, a pesar
de tener que adelantar nuestro calendario; él no será diferente. En
situaciones como ésta, no se puede controlar todo. Hay que tomar
las cosas como vienen. —asegura el anciano Albrecht, mientras el
anciano calvo y achaparrado se hunde en un asiento frente a mí.
Le clavo una mirada asesina y me pregunto cuánto tardarán
en aparecer el resto de los vejestorios.
—No respondáis, tengo que estar concentrada en lo que
está pasando aquí, pero son los ancianos los que están detrás de
esto. Ahora mismo estoy mirando a Balfour y a Albrecht. —Les
informo a los chicos.
No sé qué van a poder hacer con esa información, pero quizá
se les ocurra algo que a mí no. Respiro a través de la creciente rabia
que supura en mi interior mientras lucho contra mi necesidad de
actuar, de matar a cada uno de estos hombres corruptos. El anciano
Balfour no me mira, pero Albrecht me observa como un gato que
acecha a su presa.
—Pronto nos reuniremos, y entonces tendrás que tomar una
decisión muy importante. —Me informa, mientras empina las
manos frente a él.
Hace que cada centímetro suyo se convierta en el típico
villano, y lucho por no poner los ojos en blanco.

331
—Sabemos lo que eres, y posteriormente lo que puedes hacer,
y tu decisión es sencilla, comparte tu magia con nosotros, o niégate,
y mataremos a tus compañeros. Luego, te entregaremos a cierto
lamia que ha estado deseando ponerte las manos encima. No puedo
imaginar que la vida sea muy agradable para ti, pero supongo que
en última instancia es elección tuya.
Albrecht se sacude una pelusa imaginaria de la rodilla de sus
piernas cruzadas, su tono casual y su lenguaje corporal dan la
impresión de que hablar de que yo entregue mi magia o sea
torturada por ella, es el tipo de conversación casual en la que
participa todos los días.
—Sigo sin entender por qué no podemos aceptarla. —
murmura el anciano Balfour, que sigue negándose a mirarme.
Él lo mira con desprecio, y su personalidad tranquila y
paciente se resquebraja, dejando traslucir la irritación que siente
por su compañero de consejo.
—Si decido compartir, ¿qué pasa entonces? —pregunto,
atrayendo de nuevo la atención del anciano Albrecht hacia mí.
—Una vez completada la transferencia, serás libre para vivir
la vida con tus compañeros.
Bloqueo mis músculos contra el escalofrío que intenta
liberarse al pensar en lo que tendría que hacer con esos asquerosos
parásitos ávidos de poder para darles mi magia. Si piensa por un
segundo que creo que después de eso seré libre para seguir con mi
vida, entonces es un maldito idiota.
La puerta se abre de nuevo, revelando al único anciano que
no me sorprende ver aquí. Cuando me ve, se detiene un par de pasos
en la habitación, y creo que capto la sorpresa en sus ojos. Aparta su
mirada de mí demasiado rápido para que pueda leer lo que está
escrito en su rostro y observa a Sabin y al cambiante muerto. Mira
a sus compañeros del consejo y una pequeña sonrisa se dibuja en
la comisura de sus labios.
—Bueno, por lo que parece, alguien se ha divertido.

332
El anciano Albrecht se ríe profundamente y luego le dedica
al anciano Balfour una sonrisa de autosatisfacción que apesta a
superioridad. Mientras se concentran unos en otros, miro a Sabin.
—En cuanto estos cabrones terminen de besarse el culo
unos a otros y de contarme sus planes para dominar el mundo,
voy a matarlos. Tú elimina al calvo y frena a quien puedas, ¿vale?
Sus ojos se clavan en los míos, y da un asentimiento casi
imperceptible. El anciano Cleary entra en la sala y toma asiento
junto a mí. Aparto la mirada de Sabin y vuelvo a centrarme en mis
objetivos. Cleary me recorre con la mirada y se detiene en la cinta
que me rodea los brazos.
—¿Quieres ponerme al corriente de lo que pasa? —pregunta,
mientras se acerca y pasa la punta del dedo índice por las gruesas
bandas grises.
Con un toque, corta la cinta y luego procede a separarla de mi
piel. Afortunadamente, se desprende con facilidad; supongo que
había demasiada sangre cubriéndome para que la cinta se adhiriera
mejor. La forma metódica y despreocupada en que el anciano
maneja la liberación de mis brazos me sorprende, casi tanto como
sus palabras.
—Siento haberte soltado esto, de esta manera, pero sé que
somos personas afines y que ésta es una oportunidad única en la
vida. —explica el Anciano Albrecht.
Cleary no responde de inmediato, mientras hace una bola con
la cinta adhesiva en sus manos y recorre la sala con la mirada.
—Quiere decir que necesita tres hechiceros para la unión y
pensó que yo era su mejor opción para subir a bordo.
Los ojos del anciano Albrecht se estrechan ligeramente.
—También está eso.
La palabra unión hace que el miedo me recorra la columna
vertebral, y miro la habitación con más atención, tratando de ver lo
que sea que haya puesto al Anciano Cleary al corriente de lo que
está ocurriendo. La habitación es escasa, con sólo las sillas de

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terciopelo verde, así que me concentro en los paneles de madera
oscura de las paredes y el suelo, y es entonces cuando veo las runas
grabadas en el suelo. Forman un gran círculo alrededor de donde
me dejaron caer cuando me trajeron aquí. No tengo ni idea de lo
que significa el montaje, pero basándome en lo que acaba de
revelar Cleary, van a atarse a mí, o a atar mi magia, y no voy a
permitir que ocurra ninguna de las dos cosas.
Mis brazos están libres, y ya nadie sostiene un cuchillo en la
garganta de Sabin. Si voy a hacer un movimiento, es mejor hacerlo
ahora que esperar y tener que lidiar con los otros ancianos cuando
lleguen, y tenga más magia con la que enfrentarme. Empiezo a
invocar las runas de mis cuchillos arrojadizos cuando las palabras
del anciano Cleary me detienen en seco.
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando con Adriel, Seth?
La cabeza del anciano Albrecht se dirige hacia él, y puedo ver
cómo se esfuerza por mantener su máscara imperturbable en su
sitio.
—Hace tiempo que sospechaba que el aquelarre de lamias de
Adriel tenía ayuda interna, pero nunca pude identificar la conexión.
Tengo que tragarme la furia que me invade, exigiendo acción.
Ha estado trabajando con Adriel todo este tiempo, vendiendo a su
propia gente y haciendo quién sabe qué más.
—¡Sabin, ahora!
Con eso, me levanto de mi asiento en un instante, clavando
dagas en el pecho del anciano Albrecht. Lo inmovilizo contra la
silla de terciopelo verde, manchándola con la sangre de un
monstruo que ha herido a los que debía proteger. Se produce una
refriega a mi lado, pero el pedazo de mierda al que estoy clavando
mi odio y mis cuchillas tiene toda mi atención. Me lanza una ráfaga
de magia granate que activa mis escudos, y presiono aún más
contra él.
Los rostros de los gemelos pasan por mi mente, seguidos de
Silva y su madre, que me sonríen desde la foto enmarcada que
Bastien tiene en su habitación. Me imagino a Lachlan y a Vaughn
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abrazados, riendo y diciendo gilipolleces, y luego me imagino a mi
madre. Este cabrón les ha arruinado la vida a todos. Saco mi daga
de su pecho, y me aferro a los rostros de los que amo, y nunca
llegué a amar, mientras le atravieso las costillas para perforarle el
pulmón.
—Ellos confiaron en ti, y tú los vendiste ¿para qué? ¿Más
poder? —Sacudo la cabeza, hirviente, y le clavo otra cuchilla
lentamente en el otro lado del pecho—. Bueno, ahora pueden mirar
a través de mis ojos y verte morir... lentamente... dolorosamente...
meándote encima. —Le miro fijamente a la cara hasta que se afloja
y la vida de sus ojos se desvanece.
Me levanto y encuentro el cuerpo del anciano Balfour en un
montón en el suelo y al anciano Cleary ayudando a Sabin a
levantarse del suelo, donde el calvo yace en un charco de su propia
sangre. Me acerco a ellos a grandes zancadas, cierro el puño y
golpeo a Cleary en la cara. Sabin se mueve a mi lado mientras el
anciano aparta las manos para proteger su nariz ahora rota.
—¡No estoy en esto, Vinna! Intentaba ayudar. —grita, con
voz dolorosa y nasal mientras la sangre gotea a través de sus manos
ahuecadas.
—¡No te convenzas de que eres el bueno! Tú también te
arriesgaste a intentar jugar y manipularme. Alégrate de que sólo
tengas la nariz rota; podría ser peor.
El anciano sigue mi mirada hacia Albrecht muerto. Vuelve a
mirarme y me lanza su mejor mirada de no estoy intimidado. Así
que le doy mi mejor mirada de no estoy bromeando, te apuñalaré.
Nos quedamos así un momento antes de que Cleary saque su
teléfono del bolsillo y pida ayuda. Guío a Sabin fuera de la
habitación ignorando la orden de no ir demasiado lejos. Sabin no
ha dicho ni una palabra, y eso me está asustando, así que me
detengo justo fuera de la habitación, ahora cubierta de muerte. Le
tomo las mejillas y le miro fijamente a los ojos verdes.
—Háblame, ¿estás bien?

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No le pregunto dónde le duele, sino que aplico magia curativa
en mis manos y dejo que empiece a trabajar en sus heridas. Me mira
fijamente, con algo ilegible en sus ojos.
—Lo siento mucho. No debería haberte dejado solo así.
Debería haber sido más consciente de lo que ocurría a tu alrededor.
Por favor, di algo, lo que sea, aunque tengas que gritarme...
—Te quiero, Vinna.
No sé qué esperaba que saliera de sus perfectos labios, pero
no era eso. Le envío otro pulso de magia curativa, segura de que
debe de haber una grave lesión en la cabeza que se me ha pasado
por alto, pero me aparta las manos de la cara.
—No es una confesión de conmoción cerebral. —Me dice,
con la boca torcida en una sonrisa de satisfacción, pero no se me
escapa el destello de inseguridad en sus ojos.
—No, Sabin. —Le contesto, y me mira confundido—. No
cuando estoy cubierta de sangre y apesto a muerte.
Me coge la mejilla.
—Sé que esas palabras deberían pronunciarse bajo cielos
estrellados y acompañadas de suaves besos, pero no son menos
ciertas cuando estamos cubiertos de sangre y apestando a muerte.
Te quiero.
Antes de que pueda decir nada más, se inclina y me besa.
Puede que no quiera oírle decir te quiero, no así, no cuando no
estoy segura de poder responderle. Pero me lo dice de todos modos,
sus labios sobre los míos, su alma exigiendo su lugar con mi alma.
Puede que no sepa cómo se supone que es el amor, o si estoy
preparada para decir esas palabras, pero dejo que lo que siento por
él se filtre en mis labios, y me sorprende cuando mi beso empieza
a sentirse como el suyo.

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44

S
abin y yo salimos por la puerta principal de la
monstruosidad palaciega que el anciano Albrecht
llamaba casa. Hemos sido interrogados y ahora liberados
por el paladín enviado a investigar y limpiar lo que ha ocurrido aquí
esta noche. Estoy agotada. La pesadez de mis pies y miembros
cansados empeora por el hecho de que los tiempos difíciles no
mueren dentro de esta casa esta noche. Todavía hay mucha más
muerte y destrucción esperándome en el mundo, y estamos a punto
de tomar un vuelo directo justo en medio de ella.
Veo a los chicos acurrucados justo al lado de una guardia de
paladines que han recibido instrucciones de no dejar entrar a nadie
en el recinto. Tomo carrerilla arrastrando a Sabin conmigo,
atravieso la fila de guardias y salto en medio de mi montón de
Elegidos. Ryker me atrapa y me acribilla a besos mientras pasa sus
manos por encima de mí confirmando que estoy bien. Ya he visto
a un sanador dentro, y le aseguro que la sangre no es mía y que
estoy bien.
No consigo dar más explicaciones antes de que me roben y el
proceso beso-barra-comprobación-si-estoy-bien comience de
nuevo y se repita tres veces más. Cuando los chicos no me
controlan a mí, controlan a Sabin.
—Por las estrellas, eso fue horrible. Saber lo que estaba
pasando y no poder hacer nada es, con diferencia, la peor sensación
de mi vida. —confiesa Knox, tirando de Sabin hacia un lado de él
y de mí hacia el otro.
Nos tomamos un momento para respirar y tratar de
deshacernos de la ansiedad y la preocupación que nos ha rodeado
a todos durante toda esta experiencia. Subimos al coche y nos
dirigimos a casa, y yo intento ordenar todo lo que ha pasado esta
noche.

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—¿Aydin y Evrin llegaron a Torrez? —pregunto, aterrada de
que digan que no, y de alguna manera igualmente aterrada de que
digan que sí.
Bastien se vuelve hacia mí, y no puedo leer lo que está escrito
en su cara.
—Necesitaba más curación, de la que se encargó Evrin, y está
descansando en la casa.
Me recorren tantos sentimientos diferentes que no sé a cuál
aferrarme: ¿alivio, miedo, intriga, preocupación? Finalmente me
decido por la culpa.
—Lo siento, chicos. —anuncio en el silencio del coche.
—¿Por qué? —pregunta Bastien.
—Por querer marcar a alguien más que a vosotros. No sabía,
hasta que creí que era demasiado tarde, que quería hacerlo. Pero
Torrez tenía razón, estaba ahí, y no quise mirarlo demasiado. Me
atraía, pero era diferente, no sé cómo explicarlo... Debería haber
hablado más con vosotros. Tratar de averiguar lo que estaba
pasando, para que todos pudiéramos tomar una decisión, y ahora
he ido y os he obligado a otra cosa más. —Confieso, sintiéndome
mal porque, una vez más, mi falta de autoconciencia ha hecho un
desastre.
—Tendremos que adaptarnos, Vinna. Todos confiamos en tu
magia, y si lo encontró digno, entonces encontraremos la manera
de hacerlo también. —afirma Sabin, y me sorprende que cada uno
de los chicos exprese su acuerdo.
Siento que debería decir más, explicar más, pero cuando
reviso las palabras en mi cabeza, nada me parece correcto. No sé
qué frases podría encadenar, que me hicieran sentir mejor sobre lo
que ha pasado. O qué podría decir que me hiciera más fácil creer
que esta transición será tan sencilla como sus palabras lo hacen
parecer. Así que en lugar de buscar una solución que no parece
existir, me quedo callada y me empapo de la calma y la aceptación
que siempre siento con sólo estar en su presencia.

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Volvemos a aparcar delante de la casa, sabiendo que estamos
aquí para ducharnos, hacer las maletas y partir hacia el aeropuerto.
Aydin, Evrin y las hermanas salen por la puerta principal y todos
nos envolvemos en abrazos y saludos aliviados.
—Bueno, Pequeña Peleona, a este paso probablemente
deberíamos dejar de dejarte salir de casa. ¿Habéis conocido alguna
vez a alguien más problemático? —Se burla Aydin, después de
soltarme de un abrazo que le aplasta los huesos y limpiarse unas
cuantas lágrimas de la mejilla.
Evrin me pasa un brazo por los hombros mientras entramos
en la casa y nos preparamos para salir de nuevo. Miro a mi
alrededor, nerviosa de que Torrez esté apoyado en una pared
sonriendo y exigiendo que se solucione nuestra nueva situación
inmediatamente, pero no se le ve por ninguna parte.
—Está durmiendo en una habitación de invitados. Las
hermanas lo limpiaron, le dieron de comer y lo cuidaron. Se
desmayó bastante rápido después de eso. No sé cómo funciona la
magia centinela con otros tipos de seres, pero parecía estar bastante
aniquilado.
Le doy a Evrin una sonrisa de agradecimiento.
—Gracias por curarlo. No sabía si había hecho lo suficiente,
así que gracias por asegurarte de que saliera adelante. —Él me da
un abrazo incómodo y me río—. Eres peor que yo en eso. —Me
burlo, y él se ríe—. ¿Tengo que echarte encima a las hermanas?
Son buenas en la terapia del abrazo.
Vuelve a reírse y me señala la dirección de mi habitación.
—Ve a ducharte; estás asquerosa.
Me río, pero me doy cuenta de que tiene razón.
—Hermanas, Evrin realmente necesita un abrazo. Se siente
muy emocionado. —grito por encima del hombro, y me precipito
a mi habitación justo a tiempo para ver a las tres rodearlo.
—¡Muchas gracias! La venganza es una mierda. —Me grita.

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Me río hasta el baño, donde me desnudo y tiro todo lo que
llevo puesto. No sé cuánto tiempo paso bajo el chorro de agua
hirviendo que cae del techo de la ducha, pero nadie viene a
meterme prisa, así que me tomo mi tiempo. Me libero por arte de
magia de la mayor parte del vello de mi cuerpo y luego me seco
con una toalla, me peino y respiro profundamente antes de salir del
santuario del baño y volver al mundo real.
Me visto y me dirijo a preguntar si tengo que hacer la maleta
cuando unos gritos furiosos me hacen correr por el pasillo hasta la
parte delantera de la casa. Salgo al salón y me encuentro con un
caos total. Aydin y algunos de los chicos están tratando de apartar
a Knox y Bastien de... ¿Enoch?
¿Qué coño está pasando?
Me apresuro a ponerme delante de Knox y Bastien mientras
los tiran hacia atrás, y cuando veo las miradas en sus caras, me
asusto. Nunca los había visto tan enfadados.
—¡Maldito mentiroso de mierda, te voy a matar! —brama
Knox por encima de mí, mientras lucha por librarse del agarre de
Aydin y Sabin.
Menos mal que aún no tiene ni idea de cómo usar su fuerza
de centinela, o estaríamos en serios problemas. Me doy la vuelta,
enfocando a un Enoch de ojos hinchados y labios ensangrentados.
—¿Qué coño está pasando aquí?
—Lo juro por todo, Vinna; no tengo ni idea de cómo ha
ocurrido. Simplemente aparecieron.
Estoy jodidamente confundida sobre lo que está divagando.
¿Simplemente aparecieron? ¿Quiénes aparecieron? Enoch se
frota la sangre en el labio, y todo dentro de mí cae en picado, al ver
las marcas negras en su dedo.
De ninguna. Jodida. Manera.
Me abalanzo sobre él, mi sed de sangre exige acción. La
traición que siento grita en cada parte de mí. Le alcanzo con un
gancho de derecha en la mejilla, y él cae hacia atrás evitando mi

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siguiente golpe. Me enfurezco por dentro, pero no digo nada
mientras me abalanzo sobre él dispuesta a romperle la cara. Kallan
se pone delante de mí, y yo me muevo para rodearlo hasta que veo
lo que hay en sus manos también. Mis ojos hirvientes encuentran
los suyos, y lo único que me impide matarlo es el terror en sus ojos.
—¡Cómo coño tienes tú también runas! —Exijo.
Unos brazos me rodean por detrás y me alejan de las personas
que tienen que darme respuestas, ahora mismo. Puede que mis
Elegidos aún no sepan de lo que son capaces, pero yo sí, y empujo
la magia en todos mis miembros y lucho para alejarme de quien me
retiene. Me retuerzo, me agito y hago todo lo que no sea golpear y
apuñalar a mi captor, pero, joder, es fuerte. Sus labios se acercan a
mi oído.
—Puedo hacer esto todo el día, bruja. Pero si dejas de
restregarte por encima de mí sólo un segundo, me gustaría señalar
algo.
Los brazos de Torrez me rodean con fuerza, y la conmoción
de su voz profunda me hace detenerme. Me pasa una mano por
delante de la cara y me acaricia el cuello.
—Ellos no son lo mismo.
Sus palabras y su tono sedoso resuenan en mí, y tardo un
minuto en comprender lo que quiere decir. Me quedo mirando el
tono moreno de su piel y las runas que marcan todo su dedo anular.
La segunda runa, la que lo marca como mío, se asienta negra y
prominente en su dedo. Su presencia empuja hacia abajo el resto de
las runas que representan a mis otros Elegidos, la última de las
cuales descansa en su nudillo. Mueve ligeramente la palma de la
mano, y miro a través de sus grandes dedos separados,
concentrándome en la mano de Enoch.
Tiene razón... Las runas en el dedo de Enoch no son mías.
Entonces, ¿de quién carajo son?

Final del libro 2…

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