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● Ando paseando por una ciudad a la que no conozco, veo calles y plazas
que me son extrañas. Después llegó a una casa donde yo vivo, voy a mi
habitación y halló una carta de mi mamá tirada ahí. Escribe que, puesto
que yo me he ido de casa sin conocimiento de los padres, ella no quiso
escribirme que papá ha enfermado “ahora ha muerto y si tú quieres,
puedes venir”. Entonces me encamino hasta la estación ferroviaria
(Bahnhof) y pregunto unas cien veces “Donde está la estación”. Todas
las veces recibo esta respuesta “cinco minutos”. Veo después frente a
mí un bosque denso; penetró en él y ahí pregunto a un hombre a quien
encuentro. Me dice: “todavía 2 horas y media”. Me pide que lo deje
acompañarme. Lo rechazó y marchó sola. Veo frente a mí la estación y
no puedo alcanzarla. Ahí me sobreviene el sentimiento de angustia
usual cuando uno en el sueño no puede seguir adelante. Después yo
estoy en casa; entretanto tengo que haber viajado, pero no sé nada de
eso… Llegué a la portería y pregunté al portero por nuestra vivienda. La
muchacha de servicio me abre y responde “la mama y los otros ya
están en el cementerio”.
● ¿Por qué durante los primeros días que sucedieron a la escena del lago
no dije nada acerca de ella?.
● ¿Por qué se lo conté repentinamente a mis padres?
● En cuanto al hecho de que pusiera a sus padres en conocimiento de lo
sucedido, yo le explicaba como una acción que ya se encontraba bajo la
influencia de una manía patológica de venganza. Una muchacha
normal, pensaba yo, había resuelto por sí sola unos asuntos de esa
clase.
● Ella deambula sola por una ciudad extraña, ve calles y plazas. Aseguro
que no era B
● Para navidad, le había enviado un álbum con postales de una ciudad
alemana de descanso y justamente ayer lo había buscado para
mostrárselo a unos parientes que estaban de visita en su casa. Le había
preguntado a su mamá “¿Dónde está la cajita?” Una de las imágenes
mostraba una plaza con un monumento. El remitente era un joven
ingeniero a quien Dora había conocido una vez de pasa en la ciudad
fabril. El joven había aceptado un puesto en Alemania para
independizarse más rápido; aprovechaba cuanta oportunidad se le
ofreciera para que Dora mantuviese vivo su recuerdo y era fácil colegir
que se proponía en su momento, cuando su posición mejorarse, a
parecérsele con un requerimiento amoroso.
● El deambular por una ciudad extraña estaba sobredeterminado.Para
las fiestas había recibido la visita de un primito a quien debió mostrar la
ciudad de Viena. Pero el primo le trajo a la memoria una breve estadía
en Dresde. Esa vez deambulo como extranjera, pero desde luego no
dejo de visitar la famosa galería. Otro primo que estaba con ellos y
conocía Dresde quiso hacer de guía en la recorrida por la galería. Pero
ella lo rechazó y fue sola, deteniéndose ante las imágenes que le
gustaban. Permaneció 2 horas frente a la Sixtina, en una ensoñación
calma y admirada. Cuando se le preguntó qué le había gustado tanto
en el cuadro, no supo responder nada claro. Al final dijo “la Madonna”.
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-Freud dice a Dora: “si nueve meses después de la escena del lago usted
pasó por un parto y hasta el día de hoy ha debido soportar las
consecuencias del mal paso, ello prueba que en el inconsciente usted
lamenta el desenlace de la escena. La corrigió entonces en su pensamiento
inconsciente. La premisa de la fantasía de parto es que esa vez ocurrió algo
que usted vivenció y experimentó todo lo que más tarde tuvo que tomar de
la enciclopedia. Su amor por el Señor K no terminó con aquella escena, sino
que prosiguió hasta el día de hoy, al menos en su inconsciente”. Dora ya no
contradijo.
- Dora notifica a Freud que era la última sesión y que tomó esa decisión 14
días atrás. Freud dice que suena como si se tratase de una muchacha de
servicio, de una gobernanta con un preaviso de 14 días.
Dora cuenta que una gobernanta también dio preaviso en casa de los K
cuando los visitó en L, junto al lago. Era una muchacha joven con una mala
conducta hacia el Señor K; no lo saludaba, no le daba respuesta alguna, y
él tampoco era cortés con ella. La gobernanta le cuenta a Dora que el
Señor K se le había acercado (en una época en que su mujer estaba
ausente) y la había requerido de amores, pidiéndole que gustase de él le
dijo que nada le importaba su mujer. Freud repara en que ésta frase era la
misma que le había dicho a Dora. Luego la gobernanta cedió pero el Señor
K ya no le hizo caso y desde entonces ella lo odiaba. La gobernanta esta
por dar el preaviso pero quiso esperar a ver si él cambiaba de opinión. En
cuanto ella se sintió abandonada les contó lo sucedido a sus padres y
abandonó la casa de los K.
- Freud le dice a Dora que quizá ella tomó su relación con el Señor K mucho
más en serio de lo que era. Dora cuenta que se hablaba de un posible
divorcio entre los K, pero que ella primero no quería por los niños, y ahora
ella quiere pero él ya no.
Freud deduce que el Señor K quiera divorciarse para casarse con Dora, pero
que ahora ya no quiere porque no tiene ninguna sustituta. Así hubiera
garantizado la libertad de la Señora K para que pueda estar con su papá.
Esta hubiese sido la solución si el final de la escena del lago hubiese sido
favorable.
Freud cree que por eso lamentó Dora el desenlace de la escena del lago
cuando no lo dejó terminar su propuesta y se fue, y lo corrigió en la fantasía
presentada como apendicitis.
Tuvo que haber sido un serio desengaño para Dora que en vez de un
renovado cortejo, sus acusaciones tuvieran por resultado la negativa y las
calumnias de parte del Señor K.
Por eso Dora confiesa que nada la enfurece más que se crea que imaginó
la escena del lago.
Pero en realidad no quiere que le recuerden que ella imaginó que el cortejo
iba en serio y que el Señor K no pararía hasta que ella se casara con él.
- Freud sabía que Dora no regresaría, fue un acto de venganza que ella
aniquilase las esperanzas de Freud en el momento en que tenía
expectativas de feliz término de la cura.
- Freud dice que si el Señor K no hubiese hecho caso del primer “no” de
Dora, representado por la cachetada, y hubiera continuado su cortejo el
resultado habría sido otro.