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Criterios de análisis para la entrevista parental.

Siquier de Ocampo
(Síntesis)
1) Cómo habla la pareja de padres del niño:

Las distintas formas en que la pareja de padres, o uno de sus


componentes se refiere al niño nos permiten visualizar el lugar que se
le ha destinado en el mundo interno parental con todas las
implicaciones que esto pueda tener. Es muy importante poder ver la
concordancia o discordancia entre las nominaciones utilizadas y las
características reales de nuestro hipotético pacientito (edad, aspecto
físico, etc.)
La utilización de apelativos como “nena/e”, “criatura”, “bebé”;
apodos, apelativos como “el gordo/a”, “petiso/a”, etc., permanente o
con variaciones en el transcurso de la entrevista debe ser estrictamente
observado y registrado, ya que, quizás los papás a través de esto estén
mostrando qué significado tiene ese niño para ellos como estructura
grupal y para cada uno de ellos en particular.
El uso adecuado y significativo del nombre, suele denotar la
posibilidad de considerarlo más como una individualidad con
características propias, no meramente adjudicadas y, por lo tanto, una
posibilidad de permitir un juego de independización-individuación
saludable.

2) Grados de disociación de los aspectos del niño:

Es muy frecuente que nos encontremos que uno de los padres es el


portador frente a nosotros de los aspectos positivos del niño (o mejor
los considerados como tales) y otro de los aspectos negativos. Cuanto
más extrema se presenta esta situación más nos indica la existencia de
vínculos que se ofrecen como parciales y que pueden estar
dificultando el proceso integrativo que el niño debe realizar para
crecer. Más grave es la situación cuando uno de los aspectos está
escindido y a la vez negado, ausente en el discurso de los padres.
Observamos, a veces alelados, cómo para estos papás su hijo no es
más que un “dechado de defectos”, lo que trasluce al fin de cuentas la
existencia de heridas narcisistas profundas que estos padres creen que
han sido ocasionadas por el niño.
No menos grave es la situación inversa, el “dechado de virtudes”, la
frustración que produciría el encuentro con las dificultades infantiles
es tal que sólo una idealización extrema (lo que supone una negación
acompañante) puede amortiguar.
La posibilidad de que alternativamente uno de los miembros se haga
cargo de un aspecto cuando el otro miembro abandona ese aspecto,
muestra a una pareja que actúa complementariamente o, quizás
también, con cierta plasticidad, mientras que esto no sea sólo una
manera velada de oponerse al otro tras la fachada de rescatar al niño.
Sin duda la forma en que el niño funciona como una unidad
integrativa de aspectos positivos y negativos en la cabeza de cada
papá depende de la calidad del vínculo establecido hasta el momento
y de la propia salud mental de la pareja parental.

3) Caracterización y diferenciación con respecto a los otros


miembros de la familia:
He observado como una dificultad frecuente la incapacidad o quizás
mejor los déficits en la pareja parental para diferenciar al niño de sí
mismos y a éste en relación a sus hermanos.
Es bastante simple inferir que, si “desde afuera” NO se lo puede
caracterizar y definir, mucho más compleja se hace la ya laboriosa
tarea interna de diferenciación.
Indicadores de esta situación es el hecho de que los papás necesitan
apelar a oposiciones (con otros hermanos, amigos, etc.) para
describirnos al niño. Las comparaciones frecuentes en las entrevistas
iniciales, con algún miembro familiar o extrafamiliar, no son sino
búsquedas de parámetros desde los cuales VER al propio hijo y
muestran al fin de cuentas de que, en realidad, no se sabe de quien se
está hablando.
Un niño puede ser caracterizado por sus padres desde los padres
mismos y sus historias. Frases como “es igual que cuando yo era
chico” o “es idéntico a tu hermano”, etc. son reveladoras de esto
último.
Podemos encontrarnos también con confusiones mucho más graves
donde nos es dificultoso discernir de quien se está hablando ¿del niño,
de otro hermano, de un primo o de uno de los papás?, por ejemplo. Si
nos sustraemos a nuestra necesidad creciente de esclarecernos y NO
intervenimos, NO atendemos al dato, pero si nos quedamos con algo
más valioso: ver cómo se despliega ante nosotros mismos un juego de
relaciones confuso y desorganizado en el que el niño es una pieza más
del rompecabezas roto.
Sin duda es muy poco frecuente encontrarnos (sobre todo cuando se
trata de niños muy pequeños) con papás que son capaces de
diferenciar a su hijo desde el hijo mismo y es un indicador al menos
de la capacidad empática de estos papás, de la posibilidad de acercarse
y conocer desde dentro sin confundirse y, en última instancia fruto de
una renuncia de las necesidades narcisísticas de la pareja parental que
se permite pensar en el fruto de su vientre como irremediablemente
diferente y por lo tanto perdido como objeto de amor narcisístico.

4) Concepción de la enfermedad psíquica y sus causas:

La pareja parental concurre a la consulta psicológica con una teoría


conformada sobre la normalidad y anormalidad en cuanto al
desarrollo infantil se refiere, así como de las causas que originan las
dificultades o “anormalidades” observadas por ellos. De una manera
sistemática en el curso de la o las entrevistas iniciales desarrollan ante
nosotros estas teorías, parte de las cuales son conscientes y una gran
parte de ellas inconscientes.
Cuando los papás nos remarcan los “problemitas” de su hijo y lo
comparan con otros niños (hermanos, vecinos, etc.) o en el relato del
desarrollo recuerdan con detalle algunos aspectos, (por ej.
locomoción, lenguaje, etc.) mientras otros son levemente descriptos,
y muchas veces olvidados, están desplegado frente a nosotros su
concepción de un “niño sano” y un “niño enfermo”. El conocimiento
lo más ampliado posible de estas teorías es fundamental para el
psicólogo porque de ellas dependen las expectativas de la pareja
parental respecto a una posible psicoterapia. La posibilidad de la
pareja de poner en duda sus propias concepciones y ponerlas a juicio
del profesional consultado es un indicador favorable para un trabajo
posterior.
Directamente conectado con este punto se encuentra el de las causas
de la patología psíquica que explícita o implícitamente los papás traen
a la consulta.
En términos amplios dividimos los causales frecuentemente aludidos
en:
causas orgánicas (congénitas, genéticas, accidentes post-parto) y
causas psíquicas (localizadas en los padres, en el nacimiento de algún
hermanito o fuera del núcleo familiar)
Cuanto más lejos del niño mismo, de la pareja parental y del área de
lo psíquico contraen los problemas más renuentes son los papás a
intervenciones psicológicas y más desfavorable se torna el pronóstico.

5) Estilo comunicativo de la pareja parental:

Tomo para este punto la concepción de D. Liberman sobre la


posibilidad del Yo de moverse en diferentes circunstancias con un
repertorio estilístico amplio y plástico fruto de un desarrollo armónico
de sus funciones: el concepto de “Yo idealmente plástico”.
La pareja parental tiene un repertorio comunicativo complementario
o no dentro del cual ha nacido y crecido el niño traído a consulta y,
que ha servido y sirve de modelo comunicativo para él mismo. Si me
ubico como “observador participante” (como Bleger propone para la
entrevista psicológica) puede observar y diagnosticar las pautas
estilísticas de cada uno de los miembros de la pareja y de la pareja
como unidad. El qué y el cómo de cada miembro y de ambos me
permite hacer un diagnóstico respecto al qué y cómo, de esta pareja
con su hijo y conmigo como profesional a cargo del niño.
Puedo, de esta manera, hacer ya inferencias hipotéticas respecto a las
falencias posibles de los repertorios estilísticos del niño en base a los
modelos fundantes recibidos y tal como lo propone Liberman realizar
un diagnóstico del par comunicativo yo-psicóloga – pareja parental.
He sintetizado en estos cinco puntos básicos las observaciones y
conclusiones a realizar a través de una entrevista inicial en un proceso
psicodiagnóstico en niños. No agota esto la riqueza que un material
de esta índole brinda, sólo he pretendido remarcar lo que a mi criterio
puede “pasarse por alto” con otra modalidad de trabajo.
Al final de la llamada inicial propongo a los papás una metodología
de trabajo para el diagnóstico, la cual ha surgido de las observaciones
realizadas en el transcurso de las primeras entrevistas. Ya señalé que
son muy diversos los caminos a seguir y que no poseo un plan
predeterminado, sino que lo elaboro en base al acercamiento previo
con la problemática. Junto con la propuesta de trabajo fijo las
variables (contrato) necesarias, siendo también un dato útil las
reacciones que estas propuestas despiertan en los papás.

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