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NiñiNiNiñita de sólo 13 años se quitó la vida

Los paPadres de la menor acusaron la persecución que sufría su hija por parte de estudiantes del colegio.

Las constantes burlas y la golpiza recibidas por parte de


compañeras de colegio tenían agobiada a la escolar de 13 años de
edad, Pamela Pizarro Álvarez, quien luego de haber sido agredida
físicamente por alumnas del mismo establecimiento donde
estudiaba, tomó la drástica determinación de ahorcarse en la
soledad del dormitorio de su casa.

La menor esperó estar sola al interior de la vivienda ubicada en el


pasaje Los Chunchos para terminar con su vida. Minutos más tarde
fue su madre, María Alvarez, quien la encontró sin signos vitales.

PESADILLA 
La casa se transformó en un infierno, ya que los padres sabían que su hija no se había podido sobreponer
a las constantes burlas y la golpiza que un grupo de niñas del Octavo Año A del colegio municipalizado
Javiera Carrera le dieron a la adolescente. Esta situación fue confirmada por el padre de la liceana, Oscar
Pizarro Moraga, de 43 años de edad, quien llorando accedió a conversar con periodistas de La estrella
para hacer público el constante abuso del que era víctima Pamela Pizarro Alvarez.
"Los dos últimos años fue molestada y agredida. Le tenían envidia porque era bonita. La amenazaban",
sostuvo el padre de la escolar, que entre gritos de impotencia y llantos de familiares trataba de buscar
una explicación para la pesadilla que vivía.

CASO
Pizarro, informó que la directora del establecimiento, Magnolia Marabolí, se encontraba al tanto de los
ataques que sufría su hija y le aseguró que se encargaría de remediar la situación. Una de las alternativas
era expulsar a las protagonistas de las constantes agresiones que sufría Pamela, lo que hasta el día de su
fallecimiento no sucedió.
El padre de la escolar ya había tomado la determinación de retirarla del colegio, lo que no alcanzó a
materializar debido a la repentina decisión de la menor.
"Era una niña respetuosa, tranquila. Del colegio Javiera Carrera. Fue golpeada el miércoles en el colegio
por compañeras del Octavo Año A y los del colegio sabían lo que pasaba", señaló el padre de Pamela
Pizarro Alvarez, mientras se en el living de su casa se preparaba el velorio de la estudiante que pasado el
mediodía de ayer llegó en una urna.
 

APODERADAS 
Un grupo de apoderadas que llegó hasta el domicilio de la estudiante, reconocieron que en las reuniones
de curso el caso ya había sido expuesto por los familiares de la joven estudiante.
"Ella se iba a graduar a fin de año de Octavo y las compañeras la tenían amenazada que le iban a quemar
el vestido y la iban a ahogar en el paseo", especificó una de las apoderadas que declinó identificarse por
temor a represalias contra su hija. La misma madre, fue quien confirmó que Pamela Pizarro fue golpeada
por cuatro alumnas del Octavo Año A. "Le pegaron delante de la profesora", denunció.
Destacado por Alejandra Valle (https://www.elmostrador.cl/autor/alejandra-valle/) 15 marzo,
2017

Mamá de niño al que hicieron bullying por tener apellido repetido: “Mi error fue confiar en el
colegio”

Paola relata el horrible calvario por el que pasó su pequeño, a quien molestaban, entre
otras cosas, por no tener padre. “Huacho”, llegaron a decirle. “Es el dolor más grande que he
sentido en la vida”, dice ella, quien interpuso una demanda contra el colegio San Ignacio de Alonso
de Ovalle y ayer fue a dejar una carta en el Arzobispado de Santiago. Fueron prácticamente dos
años, dos años de constantes agresiones, a través del computador, en la sala de clases, en el
recreo. A J no lo dejaron tranquilo y hoy él trata de recuperarse de una depresión mayor que le
provocó el hostigamiento constante, el bullying. Tiene que tomar tres medicamentos diarios. Uno
de los más importantes, pastillas para dormir para controlar los terrores nocturnos. Así es que su
madre Paola, acompañada por el abogado Eduardo Arévalo, partió ayer al Arzobispado de
Santiago a dejar una carta dirigida al cardenal Ricardo Ezzati con el fin de obtener una respuesta
sobre el calvario que esta madre soltera y su hijo, en ese entonces en sexto básico en el colegio
San Ignacio de Alonso de Ovalle, cuentan que vivieron en este prestigioso colegio católico.

La historia comienza el 2015. En ese entonces, Paola cuenta que J insistía en que lo
molestaban. "Pero en el colegio me decían que se chasconeara, que se tomaba todo muy en serio.
Hasta que un día la enfermera me puso en alerta. Me dijo: 'Usted sabe que su hijo va todos los
días con dolor de guatita a la enfermería. Y ojo, porque en realidad él se va a esconder'. Ahí me di
cuenta que andaba decaído, gruñón, molesto. El profesor jefe me decía que era la edad. Pero
cuando realmente le tomé peso al asunto fue con la baja de notas. Mi hijo siempre estuvo entre
los primeros lugares y bajó ¡1 punto! Me puse más alerta, a escucharlo más abierta porque yo
escuchaba mucho al colegio, confiaba mucho en el colegio. No me imaginé nunca que las cosas
habían llegado al extremo en que estaban ocurriendo”, relata Paola, a quien no le pondremos el
apellido para resguardar la identidad del menor de edad. El 2015 terminó con la negativa de J a
querer ir al paseo de curso. “Supo que tenían planificado tirarle la mochila a la piscina. Tenía
mucho miedo”, sigue relatando Paola. La situación no cambió siquiera con las vacaciones. “Él tiene
un canal de Youtube y le ponían cosas como “oh, qué penca, quieres ser popular y nunca lo serás”,
“tus videos valen callampa” distintos niños y él respondió. Entonces llega marzo y yo decido hablar
con el profesor. Él me dice que no puede hacer nada porque fue fuera de clases y ya no estábamos
en el tiempo. Nunca estábamos en el tiempo”, dice con decepción esta matrona. El profesor tras
ver lo que pasó por internet, responde que J también contestó, así que es parejo. Paola responde
que 3 contra 1 no le parece parejo, a lo que el profesor jefe retruca con que si aplica sanción
también tiene que ser para J. “Yo estuve de acuerdo, le dije que también le aplicara a él la sanción.
Pero que hiciera algo”, exclama la mamá. - Hasta ese momento, ¿el colegio estaba de brazos
cruzados? - Durante todo el primer semestre del año 2016 no hubo encargado de convivencia
escolar. La psicóloga insistía en que tenía que chasconearse. Y dentro de todas estas cosas
empezaron a molestarlo con que no tenía papá. Un día, J sale muy molesto del colegio y me
cuenta que la profesora de inglés lo retó porque no tenía cómo trabajar. “Mi estuche
desapareció”, me explicó. “Yo empecé a buscarlo y la profesora me retaba porque no trabajaba,
pero no tenía lápiz”. Lo que había ocurrido era que a un compañero de J se le había caído un jugo
sobre su mesa, tomó el estuche, limpió su mesa con él y lo botó a la basura. Todos sabían. Así que
le mando esta información al profesor y le pongo que, si eso no es acoso escolar, yo vuelvo a
nacer. Y el profesor me responde que lo va a hablar. Días después, J llama a Paola llorando para
contarle que un niño le había dicho “¡huacho! ¿Qué se siente no tener papá?”. “Le mando de
forma inmediata un correo al profesor. Pero éste me responde ¡un mes después! diciendo que es
grave y lo va a investigar. Empecé a tratar de fortalecer a J por mi lado con un psicólogo. Mi gran
error fue confiar en el colegio. Nunca escribí un correo a un apoderado. Hablaba en el colegio
solamente”, cuenta. –

¿Nunca te enfrentaste a los papás de los niños que molestaban a tu hijo? - Nunca. Era tanto el
dolor que sentía que podía decir lo que no quería decir y, por otro lado, era transformar a mi hijo
en el acusete. No quería exponerlo y que se pusiera peor todo. Un apoderado que es abogado me
dice un día,

¿qué tendrá J que hace que lo molesten? Yo lo quedé mirando y no le contesté nada. Nada
justifica el maltrato.

¿Cuándo decidiste sacarlo del colegio? - El colegio hizo una intervención sin avisarme. Lo pasé a
buscar y me contó que llegó un grupo de psicólogos y profesores a hablarles de bullying y que era
por él. Que lo pusieron frente a su mesa e hicieron pasar a los niños a pedirle disculpas. 11 niños lo
hicieron. Y al final, la psicóloga del ciclo le pidió disculpas por no haberse dado cuenta y no haber
hecho lo que tenía que hacer. Llamo al psicólogo para saber si él sabía y no tenía idea de esta
“intervención”. “Eso no es reparador, eso es exponerlo”, me dijo. Ahí empecé a desilusionarme y
pedí en el colegio, ya que reconocieron por fin que mi hijo era víctima de acoso, la aplicación del
protocolo frente a eventos de violencia escolar, que es un protocolo del ministerio para todos los
colegios. En ese momento me entero que no había encargado de convivencia “Después de esta
intervención mi hijo pasó de ser el agredido a ser el ignorado. Nadie hablaba con él. Luego viene la
semana ignaciana y se provoca uno de los episodios más violentos, en que lo molestan tanto, que
termina encerrado en un baño mandándome mensajes que decían que ya no podía más, que sólo
quería morirse, que estaba pensando en suicidarse. De ahí en adelante fue una decepción tras
otra. Le solicité al rector que se aplicara justicia y que el manual de convivencia escolar decía que
aquel que ejerciera cualquier tipo de violencia sobre cualquier miembro de la comunidad escolar,
dentro o fuera del establecimiento o por redes sociales, era falta gravísima y que implicaba
condicionalidad o caducidad de la matrícula. Él me responde que no, claro, porque no habían
aplicado los protocolos”, continúa Paola.

¿Tu hijo cómo está ahora? - Está bien. Hizo una depresión mayor. Toma medicamentos,
antidepresivos y pastillas para dormir. Ha sido duro. Lo que me hizo decidirme a sacarlo del colegio
finalmente fue el pánico nocturno. Cuando se empezó a despertar gritando me decidí. El 14 de
septiembre fue el último día que fue a clases en el San Ignacio. Ahora está bien, estamos
reconstruyendo, si hicimos esta acción legal es porque hasta el día de hoy lo molestan por
internet. Tengo un denuncio en el ciber crimen por insultos que le llegaron a fines de diciembre.
Tengo que hacer algo para que esto se detenga y eso es que el colegio asuma su responsabilidad.

¿Tú eres católica? ¿Te esperabas algo así? - Nunca esperé que esto me ocurriera. Yo soy muy
católica. Y hasta ahora no lo habían discriminado. Pero si miro hacia atrás, en los 8 años que mi
hijo estuvo en el colegio siento que fuimos como una bandera para decir “oh, qué buenos somos.
Qué abiertos de mente”. ¡Nos usaron!

¿Qué siente una mamá cuando se da


cuenta que a su hijo le están haciendo
bullying? - Rabia, dolor, impotencia. Qué
ganas de hablar con otros papás y
preguntarles cómo no se dan cuenta de lo
que está haciendo su hijo. Pero no puedes
porque tienes que contenerlo a él. Es el
dolor más grande que he tenido en mi vida.
Es como si me hubieran sacado el alma, yo
me apagué. También tuve que ir a terapia.
Para mí no ha sido fácil, ha sido duro. Si
llegué al San Ignacio fue porque quiero criar
un hombre bueno. Porque siento que, si uno es bueno, te va bien y me di cuenta que ese no era el
lugar. Me decepcioné del colegio, es un dolor enorme. Me sentí muy culpable de lo que mi hijo
estaba pasando porque yo confié en el colegio. Fue tal mi confianza, que dejé de escucharlo. - En
algún momento te cuestionaste ¿por qué le puse mis dos apellidos? Siendo ésta una sociedad tan
discriminadora… - No. Nunca. Sentía que era tremendamente injusto, que, si yo lo voy a criar, si yo
lo voy a educar, si yo lo voy a amamantar ¿por qué le voy a entregar ese honor a otro? Y, por otro
lado, estaba la situación de pertenencia. Mi hijo se siente parte de mi familia, por lo cual no me
arrepiento. Sí, quizás por esta sociedad discriminadora me cuestioné y pensé en alternativas, pero
él se siente feliz y tiene identidad.

LA RESPUESTA DEL COLEGIO En un comunicado publicado en su página web, el colegio San Ignacio
de Alonso de Ovalle explica a su comunidad lo siguiente. "Nos dirigimos a ustedes para precisar
informaciones de prensa que han circulado en algunos medios de comunicación sobre una
situación que la Dirección del Colegio trató y analizó en su debido momento por los canales y
protocolos establecidos para ello: Tal como lo hemos informado en oportunidades anteriores,
como Colegio San Ignacio velamos por la integridad de todos nuestros estudiantes y
colaboradores. En relación al caso expuesto, les informamos que hemos actuado de acuerdo al
mismo principio, privilegiando el bienestar de las personas involucradas al estar en frente de una
situación delicada y dolorosa. Frente a cualquier requerimiento formal, como comunidad escolar
siempre estaremos dispuestos a aportar con la información que la autoridad nos solicite,
entendiendo que buscamos contribuir al esclarecimiento de cualquier hecho que pueda afectar a
uno de nuestros integrantes. Ante la denuncia realizada a la Superintendencia de Educación y que
está en curso, el colegio ha entregado toda la información que se le ha solicitado respecto del
proceso formativo interno, de las personas y equipos responsables, así como de la
implementación de protocolos y procedimientos internos que se ejecutaron en su debido
momento. Por el cuidado y respeto hacia todo estudiante y su núcleo familiar, no nos referiremos
con más detalle a situaciones particulares que expongan a menores de edad.
Murió el niño de 9 años víctima de bullying que se
enterró un lápiz en uno de sus ojos
15.06.2013 El pequeño, que estuvo con muerte cerebral, habría sido empujado
por un compañero que constantemente lo molestaba en un colegio de Recoleta.

Imagen de referencia (Agencia Uno)


El niño de 9 años que se encontraba con muerte cerebral
luego de enterrarse un lápiz en uno de sus ojos, falleció en el
Hospital Roberto del Río, en la Región Metrpolitana.
El menor, identificado como Benjamín Apablaza, habría sido
empujado por un compañero que constantemente lo
molestaba en el colegio Rafael Valentín Valdivieso de la
comuna de Recoleta, según detalló Biobio.
Benjamín cayó sobre una maqueta, enterrándose un lápiz en uno de sus ojos, lo que lo
dejó con una lesión craneal severa y muerte cerebral.
El padre del menor, Pedro Apablaza, había confirmado la versión de los hechos
producidos la tarde de este viernes. “Era tranquilo, el hijo perfecto. Había un muchacho
que le hacía bullying y el colegio lo sabía”, informó al canal 24Horas.

Mi hijo no sabía lo que era pelear". Con esas palabras, Pedro Apablaza, el padre de Benjamín -
quien permanece con muerte cerebral en el Hospital Roberto del Río tras incrustársele un lápiz en
ojo- lamentó la tragedia que hoy vive su familia luego que ayer el menor de 9 años sufriera un
derrame tras un confuso incidente con un compañero de curso. "Era tranquilito y por tranquilito,
había un muchacho que le hacía bullying", reveló, agregando que la Escuela Rafael Valentín
Valdivieso, ubicada en Recoleta, tenía conocimiento de las agresiones de las que era víctima su
hijo. El padre del niño -quien ayer recibió la visita de apoderados y compañeros que le detallaron
cómo ocurrió el hecho- enfatizó que al alumno en cuestión "lo suspendían por día, molestaba a
otros niños en forma agresiva y creo que también rayaba autos". Según aclaró "mi niñito andaba
con una maqueta que habíamos hecho la noche anterior y este niño, el que es agresivo -contra
quien no tengo rencor- le quería botar su trabajo". Relató que -de acuerdo a la versión que le
entregaron sus "amiguitos"- mientras esperaban ver una película en la sala de clases, Benjamín
protegía su maqueta con una mano en la que tenía un lápiz y con la otra abrazaba a un
compañero.  "El niño agresor que le quitó la vida mi hijo, sin que él quisiera, lo empuja con tal
fuerza, que su ojo se incrusta en el lápiz, dañándole el cerebro", contó. "Ahora, en este momento,
el corazón de mi hermoso está palpitando, pero tiene sus minutos, sus horas contadas, y estoy
recordando lo grande que fue, el amor que me dio y la oportunidad que tuve para amarlo",
continuó. Asimismo, reafirmó que "mi hijo era un niño muy tranquilo y por tranquilo, lo miraban por
'pajaroncito'. Él no me contaba quizás por vergüenza y por mi hijo, estoy revelando esta verdad
dicha por sus compañeros". Por último, Apablaza agradeció las gestiones del alcalde de Recoleta,
Daniel Jadue, "porque ha movilizado a mis familiares que tengo en el Sur", argumentando que "soy
de una familia humilde". "Los ha instalado en algunos lados y me ha prestado el apoyo
incondicional a gastos que nunca pensé tener y que tampoco estoy en condiciones de pagar",
aseguró, estableciendo que la situación por la que hoy atraviesa "no se la deseo a nadie, es un
trago muy amargo y me estoy hundiendo en la tierra". Este mediodía, en tanto, el hospital
entregará un parte médico con el pronóstico del menor.

Fuente: Emol.com - https://www.emol.com/noticias/nacional/2013/06/15/603903/nino-lapiz-en-el-


ojo.html
NACIONAL

Estremecedor caso de bullying: “Mi hija me decía ‘prefiero hacerme daño


que hacerle daño a otras personas’”
Una mujer relata los difíciles momentos que vivió su hija de doce años en el Colegio Amanda
Labarca de Vitacura, lo que la llevó, incluso, a intentar quitarse la vida.
Por  Rodrigo León @rodripipe 24 de Marzo de 2017
Hace algunos días conocimos la historia de Daniela Chávez, quien en
conversación con Bío Bío denunció el caso de bullying del que fue
víctima su hija Fernanda de 12 años, quien producto de las cicatrices en
su cuerpo por las múltiples operaciones a las que se ha enfrentado por su
cardiopatía compleja, recibió las risas y burlas de sus compañeros
del colegio Amanda Labarca, ubicado en Vitacura.
Producto de esto, la niña comenzó a desmayarse y a presentar vómitos
sin explicación alguna. Con el tiempo y tras varios diagnósticos, los médicos pudieron comprobar que
todo se debía a un estrés provocado por los malos momentos que vivió en el colegio. Ante la no
respuesta que le brindó el establecimiento en su momento más allá de cambiarla de
curso, decidió sacarla y hoy la mantiene con sus estudios en su hogar, con la opción de dar
exámenes libre.
La menor afectada tenía nueve años cuando comenzaron los problemas. Debido a que usaba anteojos,
su nariz y su aspecto físico comenzó a ser blanco de burlas de parte de algunos compañeros. Sus
padres nada sabían del tema y poco a poco comenzó a dar luces de que algo pasaba.
“Ella empezó con dolores de estómago, empezamos a buscar qué era lo que le pasaba. Le
preguntamos a muchos médicos y no nos decían nada, y mi hija nunca dijo ‘tengo que hacer un
trabajo sola’ o ‘me dejan sola’, nada”, cuenta su madre, Ingrid. Luego, “el año 2015, siguieron estos
dolores de estómago, empezó a llegar a la casa diciendo que tenía que hacer un trabajo y
no la incluyeron en ningún grupo y que lo iba a hacer sola”.
Lo que ella no sabía es que la menor era víctima de agresiones verbales que, para la edad, eran
de grueso calibre: “tucan” y “morsa” eran solo algunos de los calificativos que le dedicaban sus pares.
Del caso que sí tienen noción Ingrid, es que “una vez una compañera le mandó una carta
diciéndole que la odiaba, que ella era lo peor. En ese momento la profesora jefe que tenía llamó al
apoderado, habló y se solucionó. Pero fue LA profesora. Después de eso, los otros profesores que tuvo
nunca nos llamaron a nosotros para decirnos algo. Del colegio. nada”.

En mayo de ese mismo año, la niña comenzó a dar luces de que las cosas ya no estaban dentro de lo
normal, pues comenzó a rasguñarse las muñecas. “Cuando me di cuenta le dije ‘oye, ‘¿qué pasa, ¿te
molestan?’, ‘sí pero no voy a decir nada’, me decía. ‘ Es que, si te molestan, defiéndete’, ‘no, es
que no puedo, prefiero hacerme daño yo, que hacerles daño a otras personas’. Esa fue en
ese momento su respuesta”.
Inmediatamente, Ingrid llevó a su hija a la psicóloga y comenzó con citas a la gastroenteróloga, para
saber si los dolores de estómago tenían algo que ver con el bullying, lo que efectivamente así fue:
hasta el día de hoy, ella sufre de gastritis por estrés.
Ingrid relata otro episodio vivido meses más tarde que recuerda hasta el día de hoy, el que ocurrió
cercano al mes de noviembre: “Mi hija nos dijo ‘mamá una compañera me amenazó’. Mi hija le dijo
qué te pasa y la tomó del hombro, entonces esta niñita la agarró y le dijo ‘no me vuelvas a tocar o te
va a pasar algo grave’.
En esa oportunidad, mi hija fue a hablar con la inspectora general, que se llama Lucía –no
sé si es la misma el día de hoy-, y le dijo que no le dijera nada a los papás porque lo iban a solucionar
ahí. Mi hija le dijo que no, que nos iba a contar y así fue. Yo fui al otro día a conversar con esta señora
y nos dijo que ‘tengo niñitas que se odian desde primero básico y ahora van en tercero
medio y se siguen hablando’. Entonces le dije que ‘para mí no es normal’ y me dice ‘esto pasa
todos los días’. En ese momento esa fue la respuesta de la inspectora del colegio”.
Psicosis e intento de suicidio
Fue a principios de noviembre del 2015 cuando todo ya cambió radicalmente. Pocos días antes, Ingrid
había logrado cerrarle el año escolar a la menor, producto de sus buenas notas, pero posteriormente
la situación se complicó.
Recuerda que en ese entonces, la menor sufrió un ataque de angustia y uno psicótico. En pocas
palabras “mi hija andaba escuchando que alguien le decía que se matara”.
“Estuvo grave por definición de la psiquiatra. Nos dijeron que teníamos que hospitalizarla. Fueron
varios episodios en que ella se rasguñaba la muñeca, se hacía daño. Partió en la muñeca y
llegamos hasta el antebrazo”, cuenta.
El diagnóstico fue depresión severa, el mismo que mantiene hasta el día de hoy, junto con el
tratamiento psiquiátrico. Nunca lograron hospitalizarla por su temprana edad y tampoco la acogieron
en el Auge, ya que la petición la reconocen solo para los jóvenes desde 15 años en adelante. En ese
entonces tenía 13.
“Mi hija cumple 15 en dos semanas y hasta el momento todo ha sido particular. Nosotros corrimos
con todos los gastos. Mi hija estuvo con muchos medicamentos, la tuvimos en la casa con cuidadora,
porque no podía estar sola. Además de eso, tuvimos que cambiar el sistema de vida porque
tuvimos que guardar con candado todo con lo que ella pudiera hacerse daño: detergente, cuchillos,
tenedores, cualquier cosa que tuviera punta, había que tenerla con llave”, afirma.
Aún así, eso no fue impedimento para que intentara quitarse la vida. Ingrid toma un respiro antes de
relatar lo sucedido en mayo de 2016, luego continúa: “Desarmó un sacapunta y con la gilette del
sacapunta se cortó la muñeca. Se cortó como tu ves en las películas como la sangre salta, así fue. En
ese momento yo hablé con la siquiatra y nos dijo que mi hija estaba grave y que había que
hospitalizarla”.

Futuro promisorio
Tras el hecho que conmovió a su familia, la mujer asegura que pese a seguir con tratamiento
psiquiátrico y psicológico, su hija se encuentra mejor. De hecho, el año pasado  logró terminar su
octavo básico gracias al Centro de Aprendizaje Cooperativo, donde reciben niños que han
tenido algún problema en el sistema escolar.
“Por cualquier cosa. Este centro de aprendizaje lo que hacía es que ella iba a clases de 12 a 4 de la
tarde. Son cursos muy chicos, eran cinco alumnos en total, con enseñanza personalizada, con
psicólogos de forma permanente. En caso de cualquier crisis está el psicólogo que los
contiene mientras llaman a los médicos”, relata.
Tras todo un proceso, este año la menor que está próxima a cumplir 15 años,  ingresó a un colegio
particular donde, hasta el momento, todo ha marchado a la perfección,según cuenta
Ingrid, no sin antes haber tomado todas las medidas del caso.
“Tuvimos reunión con el director, antes de que entraran a clases con el profesor jefe, con el
coordinador que es como el inspector general de la enseñanza media, y le contamos todo. En eso
fuimos súper abiertos, ellos saben los medicamentos que toma, saben el nombre de la
psicóloga, tienen los teléfonos para comunicarse, saben cuándo tiene que ir al médico.
Hemos estado en contacto desde que entró”, afirma.

Amanda Labarca
Pese a las intenciones de la directora, quien le aseguró que le tiene las puertas abiertas en caso de
querer volver a matricular a su hija, Ingrid se fue molesta del Colegio Amanda Labarca.
Y es que antes de que comenzara todo esto, su hija era “una niñita alegre, buena para conversar, le
gustaba cantar, muy amiga de sus amigas”. Pero con el tiempo se transformó e n alguien que “le
tenía miedo a todo. O sea, ella no ha vuelto a andar en micro, porque le tenía miedo a todo: a que
la gente se le acercara, a que la miraran, miedo a qué le van a decir”.
Asegura que pese a que sostuvo conversaciones tanto con la inspectora y la directora, no recibieron
mucha ayuda de parte del establecimiento. “En una oportunidad que la amenazaron, la inspectora
dijo que llamarían a los padres de la niñita para conversar con ellos. Eso nunca pasó.  Después nos
encontramos en el mall con los papás y nos saludamos y fue todo. Nada más”.
En ese entonces, preguntó en la Superintendencia de Educación cuál era el procedimiento para
presentar una denuncia y, según nos explica, “lo que hace la Superintendencia, ir al colegio,
ver si los protocolos están establecidos, si hay un manual de convivencia, un encargado
de convivencia… Revisan eso, si eso lo cumplen, no hay multa”.
“Cuando me explicaron bien el procedimiento, yo dije que a mí eso no me sirve, porque mi hijo sigue
en el colegio y no van a hacer nada. Yo quería que fueran al colegio, que intervinieran, que hablaran
con los profesores, que hicieran alguna dinámica, pero eso no se hace”, sostiene.
Es ahí cuando hice un sentido llamado, no solo a los padres de los niños que causan todo este
problema, sino también a los colegios y, en especial, a los profesores.
“Yo no sé si finalmente son solo los padres los que tienen influencia. O sea uno trae de la casa
también. Estos niños que hacen esto, es porque algo pasa en la casa. Yo más que nada, apuntaría al
colegio, a las señales que te dan los niños, porque no solo el niño que hace desorden trae problemas,
el niño que está más callado, el niño que va a hacer un trabajo y lo hace solo. El profesor tiene que
estar alerta. El único nexo entre el apoderado y el colegio es el profesor, y hoy los
profesores no están capacitados para hacerse cargo. Se asustan. 

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