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ESCUELA DE EDUCACIÓN BÁSICA”VÍCTOR EMILIO ESTRADA”

PLAYAS – ECUADOR
Telf.: 042761088 cebveeplayas@hotmail.com
“Lideramos con experiencia educativa, confianza y excelencia para triunfar”

SEMANA DE ACTIVIDADES PREVENCIÓN EN FAMILIAS DEL ACOSO ESCOLAR DEL 21-25-11-


2022

LECTO-ESCRITURA

CAMPAÑA: ¡A parar el acoso escolar: dame un abrazo y no un golpe!


Objetivo:
Sensibilizar a la comunidad educativa sobre la importancia de prevenir el acoso escolar a
través de la triple acción preventiva: detectar, afrontar, anticipar. La campaña busca modificar
falsas creencias de que la “violencia es natural” y garantizar el derecho de NNA a una vida
libre de violencia en casa, en la institución educativa y en el mundo virtual.

TESTIMONIO N°

ACTIVIDAD PARA COMPARTIR PADRESCON HIJOS/AS

TESTIMONIO N° 1 CASO LETICIA

Me llamo Leticia, tengo 24 años y os voy a contar lo que me pasó en la infancia, desde los seis hasta
los dieciocho años.

Todo empezó cuando a los seis años, un día, a las tres de la tarde, un niño me cortó con una cuchilla
queriendo.

A partir de entonces, otro niño me dijo que estaba enferma, ese fue el detonante del acoso escolar.
Se metían conmigo, me llamaban fea, cuatro ojos… cuando mis compañeros me invitaban a los
cumpleaños me trataban como un objeto de risa, se reían de mi y me dejaban sola, eso sí, los
regalos los aceptaban. Me hacían sentir muy mal, triste… no lloraba pero eso se me quedaba dentro
y dolía.

Yo, aún así, intentaba integrarme para tener amigos y lo que recibía eran insultos y más acoso
escolar (bullying). En los recreos, al estar sola, me lo montaba como podía, cerraba la puerta del
baño y cuando no había nadie me ponía a jugar con el papel higiénico, me lo ponía como una cinta
en la cabeza y jugaba a ser karateka.

Unos años más adelante, estando ya en el instituto tuve nuevos compañeros, ¿y cuál fue la
conclusión?, más acoso. Nada más empezar, sufrí nuevos insultos, otra vez, me llamaban bicho raro,
bicho feo, fea, no me dejaban acercarme a ellos…

Ya en cuarto de la E.S.O engordé un poquito y en la clase de hostelería un compañero me llamó


foca, a raíz de eso me tiraban gominas, garbanzos, tizas…, al suelo para que me lo comiera. Por
todo esto empecé a adelgazar hasta quedarme en 42 kilos. La gente que me quiere me decía que no
estaba gorda, sino normalita, pero yo me había creído los insultos de mis compañeros.

Lo peor es que lo pagaba con la gente que quiero, porque con la anorexia tenía mal humor, lloraba,
no disfrutaba…

Lo mejor de todo esto que he vivido es que ahora soy una mejor persona y aprendí a no hacer lo que
me habían hecho a mí. Así que, si alguna vez se meten con vosotros, por mucho miedo que tengáis,
por favor, contadlo. Esto no tiene que ocurrir bajo ningún concepto. Ponte en la piel del otro o al
menos intenta entenderle. No hay que brillar pisoteando a los demás.
Para concluir podríamos decir que estas personas sufren un gran malestar tanto físico como
psicológico durante la etapa escolar, con mayor importancia, puesto que hay una gran rivalidad y
desigualdad entre los compañeros del colegio. Pero las personas acosadas tras salir de esta etapa
salen a la vida real en la cual pueden estar más incluidos socialmente sin prejuicios, por lo que se
hacen más fuertes y con el paso del tiempo pueden superar estos hechos (aunque nunca se les
olvidarán).

Para finalizar, os dejo una reflexión ¨La voz del enemigo te acusa, el silencio del amigo te condena¨.

Muchas gracias.

TESTIMONIO N° 2 CASO SEBASTIAN

Tengo recuerdos desde los cuatro o cinco años en los que los niños y niñas no querían jugar conmigo.
Yo no les había hecho nada, pero simplemente me decían que conmigo no querían estar. 
Un día una niña me dio con un vaso en la boca y me hizo una herida. Mi madre se asustó mucho, pero
en el cole le dijeron que era cosas de críos. La verdad es que esa niña en cuestión no me dejaba jugar
con nadie. Años después dejó el colegio, pero a mí me seguían haciendo vacío mis compañeros/as. 
Estaba sola en los recreos y no sabía por qué me lo hacían. Mis padres iban día sí día también a
hablar con profesores, dirección, incluso con madres de hijas que se metían conmigo, pero nadie les
hacía caso ni les ayudaban.
 
En 6º de primaria un niño me empezó a llamar “Chihuahua”. Ese año repetí curso y ese chico pasó,
pero coincidí con su hermano. El mayor le dijo al pequeño que si me insultaba con esa palabra me
molestaría mucho y se partiría de risa. 
Cuando pasamos a la ESO creí que ya se pararía todo, pero me tocó con una amiga de este chico. Al
parecer les gustaba reírse de mí. No me llevaba bien con ella, así que la tenía bloqueada en redes
sociales. 
Un día me viene otra chica de clase y me enseña el móvil mientras me pregunta “oye, ¿eres tú esta
chica?” Y me quise morir: la otra chavala había hecho un montaje con mi cara y una pegatina de
hocico de perro, y lo había subido y difundido por Snapchat. Todo el colegio lo había visto y se
mofaban de mí. 
Me ladraban cuando pasaba al lado de grupos de gente en el patio, pasillos, por la calle… Pero fue
aumentando todo: me insultaban, me quitaban cosas y me llegaron a tirar ropa por un puente que da a
la autopista. 
Recuerdo un momento difícil en mi familia en el que ingresaron a mi abuela. No podíamos llevar
móviles a clase, pero dada la situación mis padres pidieron permiso en dirección para que yo lo pudiera
llevar por si pasaba algo en el hospital y accedieron. Me cogieron la móvil gente de clase que se metía
conmigo, le quitaron la batería y me lo tiraron a un arroyo. Como no aguantaba más empecé a
contestar a quienes me decían cosas y eso ya no les gustaba. 
Ahí se complicó todo más y me llegaron a amenazar de rajarme, pegarme… En una ocasión me
empujaron y yo lo devolví. Un profesor me pidió explicaciones y encima me culpó de todo. Lo curioso
era que, desde hacía años, cuando contaba algo que me pasaba era como si me culparan a mí de lo
ocurrido. 
Un día me enteré de casualidad por una pegatina en la calle sobre un teléfono de ayuda a víctimas de
acoso escolar y llamé. Todo mejoró mucho. Allí super bien, me dejaron desahogarme y abrieron un
expediente. Estuvieron siguiendo la evolución del caso, en el que intermediaron con el colegio. Por fin,
tras recibir llamada de esta entidad, se implicaron desde mi colegio para ayudarnos.
 
La mejoría en mí fue importante: ya no me sentía sola. Me dijeron que no me callara nunca y que
plantase cara a quienes me insultaran. Desde entonces, aunque me siguen llamando “Chihuahua” y
muchas cosas más, no tengo miedo. 
Sí es verdad que mis padres y yo hablamos de cambiarnos de colegio, pero vivo en una pequeña
localidad al lado de la ciudad: nos conocemos todos y no les quiero dar el gustazo a quienes me
martirizan de irme con la cabeza agachada, ¿por qué tengo que irme? ¿Tienen más poder que yo y
mandan sobre mí? Lo que sí he hecho es cambiarme de clase.
 
Les diría a otros chicos y chicas que como yo están sufriendo esto que lo cuenten, que no tengan
miedo.

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