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Cuentan los indios de Panamá que el Sol, la Luna y las estrellas forman una
numerosa familia. El Sol es el jefe supremo que dicta su voluntad en las
celestes regiones del cielo; la Luna es su mejor amiga; y las estrellas sus
primas, que brillan a lo lejos.
Un nuevo día había llegado y nuestro amigo el Sol ya estaba listo para salir.
Desde bien temprano, ya estaba preparándose para que fuese un Gran Día.
Sin darse cuenta llego su hora y el cielo se vistió de muchos colores. Nuestro
amigo el sol estaba contento, pues ninguna de esas nubes traviesas había
venido a tapar su resplandor el día de hoy.
Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque, la playa, la escuela...
y se sentía feliz porque sabía que en parte era gracias a él.
No cabe duda que uno de los astros más hermosos es la Luna. Es tan grande
y plateada que cualquiera podría perderse en su mirada.
Cuenta la leyenda que la Luna era una bella dama de piel clara y largos
cabellos color plata.
La dama Luna tenía un gran don: poseía una preciosa voz y también protegía
a cuantos seres habitaban aquel pequeño planeta azulado, el cual flotaba
en la inmensa oscuridad ignorando que allá, en lo más alto, los observaba
fascinada.