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El documento describe un aborrajado, un platillo típico del Valle del Cauca en Colombia. Consiste en plátano maduro frito relleno con queso o guayaba. La autora recuerda comer este platillo con su hermana cuando eran niñas y disfrutar de sus diferentes capas de textura y sabor. Aunque originalmente proviene de África, el aborrajado se ha modificado a través de los años y varía según la región de Colombia. A pesar de ser alto en calorías, la autora lo considera un recuer
El documento describe un aborrajado, un platillo típico del Valle del Cauca en Colombia. Consiste en plátano maduro frito relleno con queso o guayaba. La autora recuerda comer este platillo con su hermana cuando eran niñas y disfrutar de sus diferentes capas de textura y sabor. Aunque originalmente proviene de África, el aborrajado se ha modificado a través de los años y varía según la región de Colombia. A pesar de ser alto en calorías, la autora lo considera un recuer
El documento describe un aborrajado, un platillo típico del Valle del Cauca en Colombia. Consiste en plátano maduro frito relleno con queso o guayaba. La autora recuerda comer este platillo con su hermana cuando eran niñas y disfrutar de sus diferentes capas de textura y sabor. Aunque originalmente proviene de África, el aborrajado se ha modificado a través de los años y varía según la región de Colombia. A pesar de ser alto en calorías, la autora lo considera un recuer
Facultad de Humanidades Escuela de Estudios Literarios Licenciatura en Literatura
Lenguaje y Comunicación I. Grupo 01
Prof. Hernando Urriago Benitez
Danna Valentina Contreras García
202224310
Caprichos: sabores en el mundo
Una grasosa tentación
Recuerdo a mi hermana, que en aquella época en la que aun éramos colegialas, siempre me hablaba de ese delicioso aborrajado que vendían al frente de su colegio, en el momento en el que el sol se escondía y la noche refulgía enalteciendo los olores de la grasosa comida que los vendedores ambulantes, conscientes del cansancio y el apetito de los estudiantes, se disponían a ofrecer. La señora que, con manos rápidas, tanto en su deseo de laborar como en la experiencia que solo se adquiere a través de los años, entregaba cada aborrajado a los estudiantes y padres de familia quienes, con absoluto deleite, degustaban la combinación de sabores que este frito era capaz de regalarles. No me considero una persona que disfrute mucho la comida grasosa, o en su defecto, la frita. Pero he de aceptar que luego de la constante insistencia de mi hermana y los elogios que soltaba a cada minuto acerca de aquel ‘manjar’ (como lo llamaba ella) fue inevitable que mi curiosidad creciera; por lo que una noche, luego de terminar mi jornada escolar, me dirigí al colegio de mi hermana y juntas compramos el frito que comimos una vez llegamos a casa. Sería un delito ignorar la bomba de emociones y sabores que atravesaron mi cuerpo una vez di el primer bocado. Lo crocante de su exterior que era dado por la mezcla de la harina de trigo tradicional, las dos cucharadas de azúcar para no perder el dulzor, su pizca de sal para mantener el balance de sabores, los huevos y por último la leche, creaban la masa perfecta en la que se sumergía el plátano maduro, previamente cortado, sofreído y aplanado, para ser, por última vez, hundido en el aceite caliente que aseguraría ese terminado dorado. La suavidad que se sentía una vez traspasabas la capa crocante y, su centro, relleno de dulce de guayaba o del delicioso queso mozzarella, generaba una explosión de sensaciones que, o bien te llevaba al cielo por su exquisitez o, en el peor de los casos, por la muerte más que anunciada. Aunque no lo parezca, el aborrajado se remonta a tiempos pasados. Se trata de una tradición africana, oriunda del país Ghana, que llegó con la sazón que cargaban las esclavas encargadas de la cocina por los años del siglo XIX. Originalmente eran conocidos como fufú y se trataba de una masa que variaba entre diferentes tubérculos con altos contenidos de almidón como el plátano o la yuca. Una vez llegó a tierras sudamericanas, se comenzó a preparar con plátano verde frito relleno de carne de cerdo (conocido como marranita) o con queso campesino. Sin embargo, a través del tiempo y con la influencia española luego de la conquista, este alimento se transformó en el plato típico que hoy conocemos.
De igual forma, este platillo tiende a cambiar dependiendo de la zona en la que se consuma. En magdalena son conocidos bajo el nombre de cayeye; puré de guineo verde mezclado con queso costeño y mantequilla, mientras que en chocó son conocidos como jujú; bolitas de plátano verde o maduro rellenos de queso fresco o costeño.
En definitiva, a pesar de la extensa historia detrás de esta exquisitez vallecaucana, la gran
variedad de alteraciones que ha sufrido y sus más que angustiantes 488 calorías; 16,87 de proteína; 90,68 de carbohidratos y 10,87 de grasas, el aborrajado sigue y seguirá siendo para mí, tanto un recuerdo de mi niñez como una historia que deseo que mis venideros conozcan y saboreen en el futuro de la misma forma en la que yo lo hice.
Referencias
Pacifico. (2021, 20 de mayo)
. Aborrajado vallecaucano-Historia de nuestra joya culinaria. https://www.pacificorestaurante.com/aborrajado-vallecaucano-historia-de-nuestra-joya-culinaria/
Ortega, C. (2007, 30 de junio). El aborrajado, la joya de la culinaria valluna.