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Palabras claves:
Ortodoxia, triteísmo, irracional, supraracional, leyes de la lógica, esencia, sustancia,
naturaleza, subistencia, persona, Elohim, plural deliberativo, Shema, unidad, trinidad
ontológica, trinidad económica, analogías
Objetivo:
Establecer de manera intelectualmente convincente, coherente y consistente, más allá
de toda duda razonable, la doctrina exclusiva y distintivamente cristiana de la Trinidad
como uno de los aspectos doctrinales más característicos de la ortodoxia cristiana
revelados en las Escrituras y confirmados en la vivencia de la fe, alcanzando una
comprensión medianamente satisfactoria de ella desde el punto de vista racional que
pueda responder con la debida solvencia a los ataques que se le dirigen desde el
pensamiento secular acusándola de ser ilógica e irracional, así como desde el
monoteísmo rígido y estricto de judíos y musulmanes por igual que la señalan de incurrir
en un triteísmo politeísta no muy diferente de las mitologías paganas.
Resumen:
La doctrina de la Trinidad es fundamental en el cristianismo, constituyéndose en una de
las principales marcas de sana doctrina. Sin embargo, por cuenta de su carácter
misterioso que excede siempre las capacidades de explicación y comprensión de la
menta humana ha estado sujeta a todo tipo de ataques por parte de quienes la quieren
reducir y encajar dentro del espacio de su propia y limitada mente finita, por lo que se
requiere del cristiano un conocimiento metódico y sistemático de las diversas formas en
que esta doctrina se insinúa y anuncia ya en el Antiguo Testamento, así como las
distintas maneras en que se revela plenamente en el Nuevo Testamento, sin incurrir de
ningún modo en irracionalidad, incoherencia lógica o ambigüedad semántica; aunque
sin perder tampoco su carácter misterioso que excede siempre las más excelsas
capacidades de comprensión y explicación por parte de los seres humanos en línea con
1
la declaración de Josh McDowell en el sentido que: “… un Dios que pudiéramos
entender no sería un dios en el que valdría la pena creer”, razón por la cual en último
término hay siempre que aceptarla por fe.
5. La Santísima Trinidad
Ahora bien, existen, de entrada, dos circunstancias formales que obran en perjuicio
del correcto entendimiento de la doctrina de la Trinidad y de donde se surten de
munición los detractores de esta doctrina para tratar de impugnarla
2
sostenerse la doctrina de la Trinidad de una manera racional o lógica sin caer en
triteísmo o creencia en tres dioses diferentes coexistentes, lo cual descalificaría
al cristianismo para ubicarse dentro del monoteísmo y lo trasladaría al campo del
politeísmo pagano.
5.1.1. No es irracional
3
El problema es que algunos creen que la insuperable dificultad para
entender cabalmente la doctrina de la Trinidad es una excusa válida para
terminarla negando al pretender contenerla dentro de nuestra propia
mente finita y necesariamente limitada. Hay que diferenciar, entonces,
entre lo irracional (es decir, lo que está en contra de la razón), y lo que
hemos designado como suprarracional (lo que supera, lo que excede, lo
que va más allá de la razón o del intelecto humano sin contradecirlo
necesariamente).
4
que no viola la ley lógica de la no contradicción que establece que una
afirmación no puede ser falsa y cierta al mismo tiempo y en la misma
relación.
1
Hacemos esta claridad porque el modalismo ‒nombre que recibe una herejía que niega la
Trinidad‒ afirma que Padre, Hijo y Espíritu Santo son únicamente diferentes modos alternos en
que Dios se manifiesta al hombre y para ilustrar su punto de vista utiliza el mismo ejemplo que
utilizamos aquí para ilustrar, en nuestro caso, la ley lógica de no contradicción. Porque este
ejemplo es válido para ilustrar esta ley, pero es equivocado como analogía de la Trinidad, como lo
pretenden los modalistas.
5
Sproul: “La doctrina de la Trinidad no explica completamente el carácter
misterioso de Dios. En realidad lo que hace es fijar los límites que no
debemos trasponer”.
2
De mentalidad y cultura romana o latina expresada, justamente, en idioma latín
3
De mentalidad y cultura griega expresada en idioma griego
6
manera medianamente satisfactoria los términos técnicos y las formas de
expresión que la tradición teológica ha acuñado para referirse a esta doctrina.
No basta, pues, el conocimiento bíblico sobre el particular, aunque no sobra
decir que éste es absolutamente necesario, sino que la ignorancia sobre estos
asuntos semánticos y técnicos de la disciplina teológica genera mucha más
confusión y ambigüedad que la que pretende resolverse al abordar la discusión.
4
Valga decir que el primero en utilizar un nombre para el concepto evocado hoy con la palabra
“Trinidad” fue el obispo Teófilo de Antioquia quien en su obra apologética conocida como “Los Tres
libros a Autólico” utiliza la palabra griega Trias (que se traduciría en algo así como “Triada“) para
referirse a Dios. Pero por ser ésta una palabra de origen griego que al traducirse no es muy clara,
puesto que las “triadas” de divinidades también se encuentran en muchas religiones paganas y la
doctrina cristiana de la Trinidad es tan singular que tiene poco o nada en común con las triadas de
las mitologías antiguas; la tradición occidental latina considera más bien a Tertuliano de Cartago
como el primero en emplear y acuñar en el idioma latín la palabra “Trinidad” en su obra apologética
“Contra Práxeas”, palabra que desde entonces es aceptada como expresión técnica y definitiva en
el campo de la teología cristiana para referirse a esta doctrina fundamental.
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Mas si tienen por palabras extrañas las que se inventan por curiosidad y se
sostienen supersticiosamente, las cuales sirven más de disputa que de
edificación, y se usan sin necesidad ni fruto y con su aspereza ofenden los oídos
de los fieles y pueden apartarnos de la sencillez de la Palabra de Dios, estén
entonces seguros de que yo apruebo con todo el corazón su sobriedad…
Con todo, algún medio hemos de tener, tomando de la Escritura una regla a la
cual se conformen todos nuestros pensamientos y palabras. Pero, ¿qué
inconveniente hay en que expliquemos con palabras más claras las cosas que la
Escritura dice oscuramente, con tal que lo que digamos sirva para declarar
fielmente la verdad de la Escritura, y que se haga sin tomarse excesiva libertad y
cuando la ocasión lo requiera? De esto tenemos muchos ejemplos. ¿Y que
sucederá si probamos que la Iglesia se ha visto ineludiblemente obligada a usar
las palabras “Trinidad” y “Personas”? Si alguno no las aprueba pretextando que
se trata de palabras nuevas que no se hallan en la Escritura, ¿no se podrá decir
de él con razón que no puede tolerar la luz de la verdad?; pues lo que hace es
condenar que se explique con palabras más claras lo mismo que la Escritura
encierra en sí…
Tal novedad de palabras si así se puede llamar hay que usarla principalmente
cuando conviene mantener la verdad contra aquellos que la calumnian y que,
tergiversándola, vuelven lo de dentro afuera… [a] los impíos… cualquier
oscuridad de palabras les sirve de escondrijo donde ocultar sus errores”. Así,
pues, la teología cristiana reconoce unánimemente en Dios la unidad y unicidad
de la esencia o, si se quiere, de la sustancia divina de tal manera que Dios no
sólo es uno sino también único. Pero al mismo tiempo afirma que en este Dios
único y uno hay tres subsistencias o personas diferentes. Damos así, por lo
pronto, escueta respuesta a las dos circunstancias que obran en perjuicio de un
recto entendimiento de la doctrina de la Trinidad, para acometer ahora sí el
tratamiento de esta doctrina tal cómo surge de su gradual revelación en las
Escrituras.
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5.3. La Trinidad en el Antiguo Testamento
Como quiera que sea y aún descartando a “Adonai” como una alusión
velada a la pluralidad evocada por la doctrina de la Trinidad; el nombre
“Elohim” no se puede descartar como tal por las razones ya mencionadas
9
cuando se trató este nombre. Esto es que este nombre, a pesar de ser
plural, cuando se refiere a Dios incluye indefectiblemente en el
complemento de la frase la conjugación del verbo en singular, lo cual
equivale a una premeditada, inspirada, y no propiamente equivocada,
construcción gramatical del siguiente estilo: “Dioses hace”, “Dioses dice”,
construcción verbal que indicaría que, de algún modo, el sujeto es en
realidad uno solo a pesar de que el sustantivo con el que se le identifica
sea plural, o lo que es lo mismo, que a pesar de que el verbo indique que
quien actúa es uno solo, el sustantivo plural da a entender que en la
unidad del sujeto hay sin embargo una pluralidad actuando.
10
Trinidad en lo que algunos estudiosos, superando ya las connotaciones
propias del “plural mayestático” que no dejan de ser inadecuadas para la
Trinidad, llaman mejor y de manera más exacta “plural deliberativo”.
5.3.2.3. “Pero el SEÑOR [YHWH] bajó para observar la ciudad y la torre que
los hombres estaban construyendo, y se dijo [verbo en singular
reflexivo]… Será mejor que bajemos [verbo en plural] a confundir
su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos.»”
(Gén. 11:5-7)
11
inspirado autor sagrado, cuya mejor explicación procede de la doctrina de
la Trinidad revelada ya sin lugar a dudas en el Nuevo Testamento.
Sin embargo hay que tener en cuenta que, por sí solo, el “plural
deliberativo” no puede esgrimirse como argumento a favor de una
pluralidad constituida exactamente por tres subsistencias diferentes, pero
sí puede esgrimirse a favor de una pluralidad, independiente del número
que ésta asuma. El profesor A. B. Davidson lo expresa así: “Si Dios, que
es quien habla en estas páginas, usa la primera persona del plural al
referirse a sí mismo, esta es una afirmación clara de que la deidad es una
pluralidad, sea dualidad, Trinidad o cualquier otro número. Cuando el
portavoz divino usa la primera persona del plural para referirse a sí
mismo, incluye el concilio celestial”.
5
Citar el Shema judío para sustentar la doctrina de la Trinidad no deja de ser algo tan audaz como
lo sería que en un juicio el abogado defensor apele al principal testigo del fiscal o del abogado de
la contraparte para ganar el caso.
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significa unidad compuesta o colectiva. La palabra Yahad nunca se utiliza
en el hebreo para designar a Dios, sino que se utiliza la palabra Ejad…
Siempre al referirse a que Dios es “Uno” se usa el término “ejad”… “uno”
en sentido que admite pluralidad; y no se usa el término “Yahad”… que
implica unidad absoluta”.
Antes de considerar este punto hay que dejar establecido que la postura a
este respecto no es unánime entre los teólogos cristianos y, por supuesto,
no la suscriben la generalidad de los eruditos judíos, además de que los
que entre estos últimos si lo hacen, matizan de manera significativa esta
postura. Sin embargo, también hay que decir que un mayoritario número
de teólogos a través de la historia, incluyendo entre ellos a los padres de
la iglesia y a los reformadores, han suscrito el punto de vista al que
vamos a referirnos.
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manifestaba y por las reacciones que suscitaba entre los testigos de su
manifestación, es evidente que en un representativo número de pasajes
(no en todos), este personaje, más que un ángel, se trata de Dios mismo.
Asimismo, los teólogos que afirman lo anterior van más lejos y declaran
que el “Ángel del SEÑOR” es una manifestación no tan sólo de Dios en un
sentido amplio e indiferenciado, sino una manifestación específica del
Verbo, el Hijo, o lo que es lo mismo, la Segunda Persona de la Trinidad
antes de su encarnación como hombre en la persona de Cristo,
anunciando así de manera anticipada su labor de mediación entre Dios y
los hombres, realizada de manera completa al encarnarse como hombre.
5.3.4.2. “El ángel del SEÑOR llamó a Abraham por segunda vez desde el
14
cielo y le dijo: Como has hecho esto, y no me has negado a tu
único hijo, juro por mismo afirma el SEÑOR…” (Gén. 22:15-16).
En este caso, lo que “el ángel del SEÑOR” le dice a Abraham
parece estarlo afirmando el SEÑOR al mismo tiempo.
5.3.4.4. “Y los bendijo con estas palabras: «Que el Dios en cuya presencia
caminaron mis padres, Abraham e Isaac, el Dios que me ha
guiado desde el día que nací hasta hoy, el ángel que me ha
rescatado de todo mal…” (Gén. 48:15-16). En este paralelismo
reiterativo, Israel (Jacob) da a entender que el Dios que lo ha
guiado y el ángel que lo ha rescatado son uno solo.
5.3.4.5. “Estando allí, el ángel del SEÑOR se le apareció entre las llamas
de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta
en llamas, pero que no se consumía, así que pensó: «¡Qué
increíble! Voy a ver por qué no se consume la zarza.» Cuando el
SEÑOR vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la
zarza: ¡Moisés, Moisés! Aquí me tienes respondió. No te
acerques más le dijo Dios. Quítate las sandalias, porque estás
pisando tierra santa” (Éxo. 3:2-5). La identificación aquí entre “el
ángel del SEÑOR” y Dios el SEÑOR es tan clara que no requiere
comentarios.
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se trataba del ángel del SEÑOR, exclamó: ¡Ay de mí, SEÑOR y Dios!
¡He visto al ángel del SEÑOR cara a cara! Pero el SEÑOR le dijo:
¡Quédate tranquilo! No temas. No vas a morir” (Jue. 6:12, 14,
16, 22-23). La Biblia da aquí a entender que cuando el ángel del
SEÑOR se dirige a Gedeón, es el SEÑOR mismo quien está
encarando y quien está respondiendo a este juez de Israel.
16
SEÑOR. Así que le preguntó: ¿Cómo te llamas, para que podamos
honrarte cuando se cumpla tu palabra? ¿Por qué me preguntas
mi nombre? replicó él. Es un misterio maravilloso. Entonces
Manoa tomó un cabrito, junto con la ofrenda de cereales, y lo
sacrificó sobre una roca al SEÑOR. Y mientras Manoa y su esposa
observaban, el SEÑOR hizo algo maravilloso: Mientras la llama
subía desde el altar hacia el cielo, el ángel del SEÑOR ascendía en
la llama. Al ver eso, Manoa y su esposa se postraron en tierra
sobre sus rostros. Y el ángel del SEÑOR no se volvió a aparecer a
Manoa y a su esposa. Entonces Manoa se dio cuenta de que
aquél era el ángel del SEÑOR. ¡Estamos condenados a morir! le
dijo a su esposa. ¡Hemos visto a Dios!” (Jue. 13:2-6, 15-22).
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Biblia como la Reina Valera Revisada la respuesta del ángel del
SEÑOR es la siguiente: “¿Por qué preguntas por mi nombre, que es
admirable?”, lo cual inevitablemente trae a nuestra mente el
anuncio hecho por el profeta Isaías en relación con el Mesías:
“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la
soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos
nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de paz” (Isa. 9:6), y también el episodio de Jacob
luchando con un hombre misterioso y enigmático durante toda
una noche en Peniel, antes de su crítico reencuentro con su
hermano Esaú.
6
A partir de este momento Jacob comenzó a llamarse Israel que significa nada más y nada menos
que “él lucha con Dios” (Gén. 32:28), dando así a entender que el oponente de Jacob era, en
realidad, Dios mismo.
18
misma línea trazada por la reacción de Jacob y de Gedeón
después de él: un aterrorizante temor de morir por haber visto a
Dios y un suspiro de alivio por haber sobrevivido al encuentro.
7
La palabra “ángel”, del hebreo mal’ach y el griego angelos, significa de manera primaria y llana
“mensajero”.
19
puede ubicarse dentro de los pasajes que hemos agrupado bajo
esta expresión, porque admite una interpretación similar, aunque
hay que decir que, popularmente, se ha abusado de él para hacer
inferencias forzadas, siempre polémicas y de ningún modo
unánimes ni bien fundamentadas a favor de la doctrina de la
Trinidad.
20
mayúscula de “Señor” utilizada por la Reina Valera Revisada y la
Biblia de Jerusalén, entre otras8, mayúscula imprescindible para
poder referir este término a Dios como nombre propio.
8
Hay incluso versiones como la Biblia en Lenguaje Actual y la paráfrasis “La Biblia al Día” que se
toman la libertad de traducir el saludo de Abraham en plural: “Señores” para hacer corresponder el
saludo con la pluralidad de visitantes que el texto identifica en número de tres. Libertad que, en
estricto rigor, no deja de ser cuestionable si se trata de salvaguardar la fidelidad e integridad del
texto bíblico al traducirlo a otros idiomas.
9
Término técnico que en teología se utiliza para referirse a una manifestación visible y corpórea de
Dios antes de la encarnación de Cristo.
21
versículos 15 y 17).
10
Reciben el nombre de “mesiánicos” los pasajes del Antiguo Testamento que se refieren
proféticamente a Cristo, anunciando de manera anticipada algún aspecto de su persona u obra que
tuvo cumplimiento literal durante su paso histórico por este mundo, rango de tiempo comprendido
entre su encarnación y ascensión.
11
Y no meramente sicológico, como sucede en algunas patologías del ser humano tales como el
llamado “Desorden de múltiple personalidad”. Estas distinciones en el seno de la divinidad también
se aprecian en otros pasajes como Isaías 48:16 en donde, si bien es Dios quien viene hablando
(así lo establece el versículo 12), dice Él sin embargo: “… Y ahora el SEÑOR omnipotente me ha
enviado con su Espíritu”, dando a entender que el Dios que habla, ha sido a su vez enviado por
Dios, junto con el Espíritu de Dios, en evocaciones que apuntan ya de cierto modo a la doctrina de
la Trinidad.
22
Pero para el monoteísmo rígido de la tradición judía este pasaje
no deja de ser problemático, al punto que, no por nada, fue este
justamente el versículo escogido por el Señor Jesucristo para
confundir a los maestros de la ley, eruditos rabínicos de su
tiempo, al plantearles una pregunta que éstos no supieron
responder y que buscaba hacerlos conscientes de la divinidad y
consecuente superioridad del mesías sobre el rey David, en una
cultura que consideraba que el ascendiente tenía por fuerza la
prioridad sobre su descendiente, siendo el mesías descendiente
de David en lo que toca a su condición humana, no obstante lo
cual el mesías se encontraría siempre por encima de su
ascendiente en virtud de su condición divina, como lo reconoce el
mismo rey David al llamar a su descendiente en la carne “mi
Señor” (ver Mt. 22:41-46; Mr. 12:35-37; Lc. 20:41-44).
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inmediatamente después de la otra en el mismo pasaje, anticipando las
doxologías12 del Nuevo Testamento y de la iglesia primitiva.
Curiosamente, son justo tres los que sobresalen por encima de los
demás. Veámoslos, entonces, con algo de detenimiento:
12
Fórmulas de alabanza a Dios que sugieren o expresan aspectos de la Trinidad y que se fueron
incorporando formalmente en las liturgias oficiales de la iglesia cristiana.
13
Una de las principales corrientes del esoterismo judío constituida por una tradición oral que
pretende explicar y fijar el sentido de la Sagrada Escritura
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SEÑOR te mire con agrado y te extienda su amor; el SEÑOR te
muestre su favor y te conceda la paz." (Nm. 6:24-26). Esta
bendición, tan central en la liturgia judía como el Shema, vuelve a
mencionar tres veces el nombre de Dios de una manera que no
puede calificarse menos que inquietante, por no decir más, y que
tampoco ha pasado de ningún modo desapercibida por los judíos,
los cuales han procurado, en el Talmud14, dar sentido y
profundidad interpretativa a esta triple mención de Dios de
formas análogas a la cita de la Cábala traída a colación hace
unos momentos, aunque cuidándose de no apoyar
interpretaciones trinitarias del pasaje, cuidado que la iglesia
considera innecesario, no solamente por lo difícil que resulta no
ver aquí indicios trinitarios, sino porque a la luz de la revelación
del Nuevo Testamento sobre la Trinidad Divina, estos cuidados
resultan ya por completo obsoletos.
14
Voluminosa colección oficial de las tradiciones y comentarios rabínicos a la Ley y, en general, a
los escritos del Antiguo Testamento.
15
Valga decir que el ángel Gabriel (Lc. 1:35) y aún los demonios reconocían a Cristo como: “el
Santo de Dios” (Mr. 1:24, Lc. 4:34 Ver también Hechos 3:14).
25
que una descripción de cómo es Dios, se trata de una
identificación de quién es Él; la triple mención de esta palabra
en el contexto de la visión de Dios experimentada por el profeta
Isaías es una triple mención de Dios, quien sería entonces tres
veces Santo o, lo que es lo mismo: tres veces Dios.
16
Recordamos aquí, de nuevo, esta fórmula: “Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas
diferentes, un solo Dios verdadero”. La única declaración en este sentido en el Nuevo Testamento
es el versículo conocido como “la coma juanina” que reza así: “Tres son los que dan testimonio en
el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno…” (1 Jn. 5:7), pero ya está
establecido y es cada vez más comúnmente aceptado que este versículo no formaba parte de los
originales, sino que fue una piadosa pero no muy afortunada interpolación añadida por cristianos
de posteriores generaciones que creyeron, de este modo, estarle prestando un buen servicio al
cristianismo, al dejar establecida sin lugar a discusión la doctrina de la Trinidad en el Nuevo
Testamento, pasando por alto la solemne advertencia consignada por el mismo apóstol Juan en el
libro del Apocalipsis: “A todo el que escuche las palabras del mensaje profético de este libro le
advierto esto: Si alguno le añade algo, Dios le añadirá a él las plagas descritas en este libro” (Apo.
22:18). Sea como fuere, este versículo ajeno a los originales no es necesario para dejar
establecida firmemente la doctrina de la Trinidad en el Nuevo Testamento, como esperamos
demostrarlo a continuación.
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puede poner en duda, pues no consiste ya en veladas insinuaciones únicamente,
como en el Antiguo Testamento, sino en múltiples y muy diversas afirmaciones
extractadas de la propia vida de la iglesia apostólica que conducen
inexorablemente a la Trinidad como conclusión indiscutible.
El teólogo B. B. Warfield también hizo referencia a ello con estas palabras: “La
Doctrina de la Trinidad no se escucha sino en una forma muy natural y casual en
las declaraciones de las Escrituras. No aparece en el Nuevo Testamento como
en formación sino como que ya ha sido formulada… Por doquier se supone que
la doctrina era una posesión fija de la comunidad cristiana; y el proceso por el
cual llegó a ser una posesión de la comunidad se halla tras el Nuevo
Testamento… nos mantenemos en continuo contacto con tres personas que
actúan cada una como una persona distinta, pero son en un sentido profundo y
fundamental un solo ser”.
Primero que todo, hay que llamar la atención al hecho de que el Nuevo
27
Testamento ratifica con suficiencia y sin lugar a equívocos el monoteísmo
ya revelado en el Antiguo Testamento, de donde no se puede afirmar que
la doctrina de la Trinidad sea una forma de triteísmo. Veamos los más
representativos versículos al respecto:
5.4.1.3. “¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los
demonios lo creen, y tiemblan” (St. 2:19)
Con todo, las distinciones entre las tres personas de la Trinidad también
aparecen página tras página en el Nuevo Testamento y la condición divina
de cada una de ellas se afirma de manera explícita más de una vez.
28
mismo, la divinidad del Padre es la más documentada de las tres
y no está de ningún modo en discusión, toda vez que en muchos
pasajes (como por ejemplo los citados y transcritos arriba de 1
Cor. 8:4-6 y Efe. 4:3-6), se sobrentiende que Dios y el Padre son
términos idénticos.
29
Dios como tales; sino que Él es identificado como el Hijo de
Dios. Y aquí el artículo definido y la mayúscula establecen una
diferencia cualitativa insuperable entre los hijos de Dios
(humanos o angélicos) y el Hijo de Dios (divino).
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manera combinada, brindan un amplio e innegable apoyo a la
divinidad de Cristo, confirmándola y estableciéndola con
abundante solvencia. Pero aún si estos no existieran, las
inspiradas declaraciones del apóstol Pablo en sus epístolas son
tan concluyentes al respecto que no admiten duda sobre la
divinidad de Cristo.
17
Recordemos lo ya dicho en cuanto a que el nombre “Señor”, del hebreo Adonai, es un nombre
propio exclusivo de Dios.
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¡Envíame a mí! Él dijo: Ve y dile a este pueblo: »"Oigan bien, pero
no entiendan; miren bien, pero no perciban." Haz insensible el
corazón de este pueblo; embota sus oídos y cierra sus ojos, no
sea que vea con sus ojos, oiga con sus oídos, y entienda con su
corazón, y se convierta y sea sanado” (Isa. 6:8-10)
32
Al citarlo, el inspirado autor de la epístola a los Hebreos dice:
“También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Primero
dice: «Éste es el pacto que haré con ellos después de aquel
tiempo dice el Señor: Pondré mis leyes en su corazón, y las
escribiré en su mente.» Después añade: «Y nunca más me
acordaré de sus pecados y maldades.»” (Heb. 10:15-17).
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siguiente a Ananías: “Ananías le reclamó Pedro, ¿cómo es
posible que Satanás haya llenado tu corazón para que le
mintieras al Espíritu Santo… ¡No has mentido a los hombres sino
a Dios!” (Hc. 5:3-4). Esta afirmación si es del todo concluyente por
sí sola en lo que tiene que ver con la divinidad del Espíritu Santo,
así no existieran todas las demás afirmaciones en esta misma
dirección que ya hemos citado o mencionado.
34
bien bajo cediendo su innegable protagonismo en favor de la mayor
concreción y centralidad que para los seres humanos tiene la figura del
Padre y, sobre todo, la del Hijo, en virtud de su encarnación como
hombre18 para, mediante su muerte y resurrección, hacer posible la
redención del género humano, cuyos beneficios son, por cierto, aplicados
por el Espíritu Santo a todas las posteriores generaciones de creyentes.
18
No por nada los creyentes recibimos a partir del Nuevo Testamento el nombre de “cristianos”,
indicando así la centralidad que Cristo tiene en nuestra fe como Aquel que, justamente, nos revela
al Padre. El cristiano debe ser, de manera obvia, cristocéntrico. Y aunque el papel del Espíritu
Santo es también fundamental en todo este cuadro, éste no necesita estar en la primera línea
visual cuando el Padre y el Hijo también lo están, sino que puede desempeñar sus, de cualquier
modo, divinas funciones permaneciendo tras bambalinas, permitiendo e incluso fomentando que,
en la economía divina, el crédito mayor sea para el Padre y el Hijo siempre que así sea
conveniente o necesario. Esto explicaría también por que las doxologías asocian frecuentemente al
Padre y a su Hijo Jesucristo, pero no al Espíritu Santo con ellos. Aunque también hay que decir
que, así como Dios Padre y Jesucristo, su Hijo, se encuentran asociados entre sí en plano de
igualdad en un significativo número de versículos; también Jesucristo y el Espíritu Santo lo están
en otro tanto número de versículos. El número se reduce ostensiblemente únicamente cuando se
trata de mencionarlos a los tres en el mismo contexto, pero aún así los pasajes que lo hacen, son
suficientes para reafirmar la doctrina de la Trinidad.
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llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos el Padre”? ¿Acaso
no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las
palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el
Padre, que está en mí, él que realiza sus obras” (Jn. 14:8-10). La idea que
domina de forma abrumadora en estos pasajes es, indiscutiblemente, la
de una unidad íntima e indisoluble entre el Padre y el Hijo.
5.4.4.1. “Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese
momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como
una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo [la del Padre]
decía: «Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él.»”
(Mt. 3:16-17).
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un versículo muy fuerte a favor de la unidad entre ellas, pues
gramaticalmente hablando la construcción correcta de la frase
que correspondería naturalmente a una pluralidad de personas
sería “en los nombres” (plural) y no “en el nombre” (singular),
como de manera consciente e intencional nos instruye el Señor a
hacerlo cada vez que se lleve a cabo el bautismo en agua.
5.4.4.4. “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y
vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios” (Hc.
7:55). El primer mártir del cristianismo muere lapidado pero en
comunión íntima con el Dios trino.
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5.4.4.6. “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la
comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes” (2 Cor.
13:14). Volvemos a tener aquí otro pasaje que muestra a las tres
personas de la Trinidad actuando simultáneamente en la iglesia.
38
5.4.4.7. “Les ruego hermanos, por nuestro Señor Jesucristo, y por el amor
del Espíritu, que se unan conmigo en esta lucha y que oren a
Dios por mí” (Rom. 15:30).
5.4.4.8. “Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han
sido santificados, ya han sido justificados en el nombre de
Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:11).
5.4.4.9. “Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay
diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas
funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en
todos” (1 Cor. 12:4-6).
5.4.4.11. “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron
llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un
solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre
todos y por medio de todos y en todos” (Efe. 4:4-6).
39
por medio de Jesucristo nuestro Salvador” (Tito 3:4-6)
19
Aunque hay que decir que, a pesar del silencio bíblico al respecto, la teología no ha dejado nunca
de especular sobre el particular.
40
Padre debe tener la prioridad sobre el Hijo, puesto que por simple
analogía (analogía entis. Ver nota de pie de página 69), extrapolando la
prioridad que los padres siempre han tenido sobre los hijos en la
experiencia humana histórica y universal, se deduce que con todo y las
abismales diferencias y superioridad que existen o puedan existir entre
Dios y los seres humanos, de cualquier modo Dios no se nos revelaría
como Padre e Hijo contraviniendo con estos nombres lo que la
experiencia y el sentido común de la humanidad nos indican en primera
instancia a través de estos nombres.
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para que se justifique siquiera designarlos como padre e hijo.
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Afirmar la prioridad jerárquica del Padre sobre el Hijo es incurrir en “subordinacionismo”,
entendimiento erróneo de las relaciones trinitarias al que no escaparon algunos de los campeones
en la defensa de la doctrina de la Trinidad, como el mismo Tertuliano de Cartago.
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en la persona de Jesucristo.
Y el engendramiento del Hijo por parte del Padre es “antes de todos los
siglos”, como reza el Credo, por lo cual ni siquiera es teológicamente
correcto decir que Cristo fue engendrado por el Padre en la virgen María,
pues esto, la concepción y el nacimiento de Cristo, es un hecho
histórico que se puede ubicar en el tiempo. En lo que tiene que ver con la
encarnación y no con su preexistencia eterna, Cristo, en cuanto Hijo de
Dios hecho hombre, no fue entonces engendrado por el Padre, pues
Cristo es un personaje histórico nacido en un periodo de tiempo
determinado y repetimos que el Hijo es engendrado por el Padre desde la
eternidad.
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Las diferentes versiones varían en la traducción al español de Mateo 1:20 y algunas, como la
Reina Valera Revisada y la Biblia de Jerusalén, utilizan aquí el participio del verbo engendrar para
referirse a la concepción virginal de Cristo, desconociendo a la tradición teológica plasmada en los
Credos que ha reservado la asignación exclusiva de este participio al Cristo preexistente y no al
Cristo encarnado. La Nueva Versión Internacional que nosotros seguimos (a menos que se indique
lo contrario), lleva a cabo una traducción que, además de estar ceñida a los originales griegos y
ser, por tanto, legítima y fiel, utiliza verbos más apropiados y claros para el lector común que,
adicionalmente, respetan también la tradición teológica recogida en los Credos y que asigna el
participio “engendrado” únicamente al Cristo preexistente. Lo mismo podría decirse de pasajes
como Juan 1:13; 1 de Juan 5:1 y 1 Juan 5:18 en donde la Reina Valera Revisada y la Biblia de
Jerusalén también utilizan el verbo engendrar de manera algo inconveniente al no tener en cuenta
a la tradición teológica de los Credos, pudiendo llegar a generar una innecesaria confusión en lo
que tiene que ver con las convenciones acordadas y utilizadas por la teología cristiana para
referirse a las relaciones trinitarias en el seno de la divinidad.
43
Hijo de Dios” (Lc. 1:35).
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Valga decir aquí también que el orden asignado a las tres personas de la Trinidad como Primera
(el Padre), Segunda (el Hijo) y Tercera (el Espíritu Santo), no implica tampoco prioridad cronológica
ni jerárquica de la una sobre la otra, sino tan sólo lógico/semántica.
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Expresión muy conocida en Colombia para referirse al episodio aparentemente irrelevante de la
historia nacional que, a pesar de su presunta intrascendencia, fue sin embargo el detonante que
dio inicio formal a la gesta de independencia que concluyó con la emancipación del dominio político
de España sobre sus territorios, adquiriendo así la soberanía nacional.
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en ello al enviarlo.
O como lo expresa con algo más de detalle el teólogo Charles Ryrie: “(1) El
Padre engendra al Hijo y Él es de quien el Espíritu Santo procede, aunque
el Padre ni es engendrado ni tampoco procede de nadie. (2) El Hijo es
engendrado y Él es de quien el Espíritu Santo procede, pero él ni
engendra ni procede. (3) El Espíritu Santo procede de ambos, del Padre y
del Hijo, pero Él ni engendra ni de Él procede alguno.”
Este aspecto de la Trinidad tiene que ver con la manera en que Dios opera
hacia fuera de sí mismo (ad extra), es decir, la manera en que se
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relaciona con sus criaturas y su creación en general. En otras palabras,
tiene que ver con su plan de acción y las variadas asignaciones de los
diferentes aspectos de ese plan a una o a otra persona de la Trinidad
indistintamente.
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obstante, son mucho menos numerosos comparativamente hablando que
los múltiples pasajes en que se asocia el acto de crear con Dios Padre.
Habría que estar aquí de acuerdo don el Dr. Ropero cuando afirma entonces que:
“La grandeza y la miseria de la teología consiste en querer atrapar en conceptos
el misterio divino”. Sin embargo, su utilidad concreta tiene que ver con el hecho
de dejar establecido que la idea de tres en uno y uno en tres, no es extraña a la
experiencia humana ni mucho menos ilógica o irracional.
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Durante la escolástica medieval cobró gran importancia la llamada “analogía entis” (analogía del
ser) para tratar de explicar los temas trascendentales de la fe, relegando en buena medida a la
“analogía fidei” (analogía de la fe) en la interpretación y comprensión de los temas revelados en las
Escrituras. La “analogía entis” le da demasiada importancia a la razón, buscando correspondencias
para los temas escriturales en el lenguaje y el mundo natural, en vez de en la Biblia misma. El
catolicismo le ha dado mayor relevancia a la “analogía entis” que el protestantismo, que sin
desecharla necesariamente, suele mirarla con sospecha en el mejor de los casos, privilegiando
entonces a la “analogía fidei” que afirma que para comprender los temas bíblicos no hay que salir
de la Biblia misma, pues ella es su propio intérprete.
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Una vez las consideremos veremos que estas analogías extraídas de la realidad
que nos rodea no pueden explicarse de ningún modo afirmando simplemente
que ellas son sólo la manifestación de una tendencia humana universal que se
inclina a agrupar, sistematizar y sintetizar sus observaciones de la realidad que
le rodea en unidades de tres elementos. Y aún si así fuera, no dejaría de ser
inquietante preguntarse por qué el pensamiento humano tiene esta inclinación,
como si estuviera predispuesto a ello por una realidad que se encontrara más
allá de sí mismo, o como si intuitivamente presintiera que la realidad última del
universo posee este rasgo distintivo que se proyecta en todo lo creado.
Como lo expresa bien el Dr. Ropero para dar fe de ello y justificar, de paso, el
recurso a las analogías de la Trinidad: “Los mitos y las religiones antiguas hablan
constantemente de grupos ternarios, se expresan en esquemas triádicos.
También hay dioses con tres cabezas y tres cuerpos. ¿Pura fabulación pagana
del hombre pecador, ajeno a la revelación? Ni mucho menos. El esquema
trinitario… obedece a un aspecto de la realidad de carácter triforme, por eso, el
teólogo y místico medieval, San Buenaventura, se complacía en hallar la „huella
de la Trinidad‟ en todo el universo. El „tres‟, dicen los estudiosos, es la forma
más simple y al mismo tiempo la más perfecta de la multiplicidad. Representa
un orden en la multiplicidad y, por tanto, la unicidad constitutiva de la
multiplicidad. Aristóteles lo califica como „el número de la totalidad‟. Aunque la
doctrina cristiana de la Trinidad no deriva de estas especulaciones y símbolos,
no hay duda que, a la hora de comunicar la fe trinitaria en círculos ilustrados por
la cultura antigua, la Iglesia recurre a ilustraciones tomadas de la mitología y la
filosofía…”. Una vez hechas estas observaciones previas y necesarias, las
siguientes son analogías que indican que la idea de tres en uno y uno en tres
presente en el misterio de la Trinidad no es extraña a la realidad ni a la razón
humana:
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El agua es una sola, pero se encuentra en la naturaleza en tres estados
diferentes: sólido, líquido y gaseoso.
La luz es una sola, pero está compuesta de rayos infrarrojos, rayos visibles y
rayos ultravioleta.
El ser humano es uno solo, pero está formado por el espíritu, el alma y el
cuerpo.
El alma humana es una sola, pero está compuesta por la mente, las
emociones y la voluntad (memoria, inteligencia y voluntad, al decir de San
Agustín).
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Trinidad que merece también mención, a pesar de su grado de abstracción.
Dijo él que: “El Padre es Dios en sí mismo, el Hijo es Dios objetivándose a sí
mismo, el Espíritu Santo es Dios de regreso a sí mismo”.
Pero tal vez la analogía más cercana a lo que en realidad sería la doctrina de
la Trinidad es la que planteara Agustín desde la antigüedad cristiana en su
clásico Tratado sobre la Santísima Trinidad al afirmar lo siguiente: “La
trinidad ves, si ves el amor. Porque el amor implica tres cosas: el amante, el
amado y el amor”. Sobre todo si tomamos en cuenta la escueta pero
profunda definición de la esencia de Dios revelada por el apóstol Juan en sus
escritos, en el sentido que “Dios es amor”.
A esto también hace alusión el Dr. Ropero con estas palabras: “Por eso
dijimos que la definición de Dios como „amor‟ es una de las consecuencias
lógicas de la visión cristiana del Dios trino. Dios ama al mundo con el mismo
amor que es él mismo desde la eternidad, por eso entrega a su Hijo, que es
la expresión divina de ese amor. El amor no puede ser realizado por un
sujeto solitario. Pero se dice que Dios es amor porque no es un ser solitario,
sino que es el amante, el amado y el amor al mismo tiempo”.
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estaría más que consignando una consecuencia lógica y hasta obvia de la
experiencia misma de la iglesia primitiva. La experiencia de comunión
amorosa íntima y personal con el Dios uno y trino que sería entonces
anterior a la creencia tal y como ésta es formulada posteriormente, tanto en
los escritos inspirados del Nuevo Testamento, como en las confesiones de fe
y los tratados teológicos elaborados con base en el Nuevo Testamento.
Concluimos así el tratamiento que aquí hemos hecho de esta doctrina fundamental
del cristianismo que, no obstante, ha sido víctima de tanta incomprensión,
menosprecio, indiferencia e incluso ataques por parte de sectores de la misma
cristiandad, tal como lo señala el Dr. Alfonso Ropero de nuevo: “La confesión de un
Dios en tres Personas… lo propio y específico de la religión cristiana… ha sido desde
el principio objeto de incomprensiones, controversias y agrias polémicas… A los ojos
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de muchos la unicidad de Dios sin trinidad es una fe más pura… El protestantismo
liberal sobre todo ha sospechado siempre de la Trinidad”.
Parecería entonces que la Trinidad poco o nada tiene que ver con la vida práctica y
cotidiana del creyente, al punto que: “Los críticos… consideran que el cristianismo
podría despachar tranquilamente el dogma de la Trinidad, que tantos problemas
crea en personas poco dadas a la reflexión, sin que afecte para nada la
espiritualidad y la práctica de la fe cristiana. Que Dios sea uno o trino no parece
tener consecuencias en el plano de la fe y la práctica personal. Al parecer, muchos
cristianos se comportan unas veces como monoteístas y otras como triteístas o casi
politeístas, al menos en la religiosidad popular de corte católico. Hay quien considera
que la doctrina de la Trinidad es superflua, está de más. Es suficiente con hablar de
Dios Padre como el Dios único, Jesucristo su Hijo como mediador, y el Espíritu Santo
como santificador, sin detenerse a considerar relaciones e implicaciones de esta
manera de expresarse. Lo que importa es la práctica de la fe. Sin saberlo están
dando la razón al filósofo Immanuel Kant cuando elevó la praxis ética a la categoría
de auténtica norma interpretativa de todas las doctrinas bíblicas y tradiciones
eclesiales…”
Continúa diciendo enseguida: “Pero el problema es, como hace notar Jürgen
Moltmann, que la reducción de la fe a la praxis no ha venido a enriquecer la fe, sino
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que la ha empobrecido”. Por eso, hay que apresurarse a suscribir con el Dr. Ropero
que: “Lo interesante del dogma trinitario no es el alto nivel de especulación que
alcanzó… Lo realmente importante son las implicaciones que tiene para la vida
cristiana”. La dinámica del amor, o lo que es lo mismo, la dinámica, la vida, la
vitalidad, la riqueza, la plenitud de Dios, no pueden entenderse sino en contexto
trinitario o por referencia a la Trinidad, como ya lo decíamos en la última de las
analogías citadas.
Tanto el apóstol Pablo (1 Cor. 13), como el apóstol Juan se detuvieron de manera
expresa en la práctica del amor como señal distintiva y característica de la vida
cristiana. Y en esta línea el último de ellos hizo declaraciones de este tipo: “Queridos
hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el
que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios
es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito
al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que
fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Queridos
hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los
unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los
otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado
plenamente. ¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en
nosotros? Porque nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y declaramos
que el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo. Si alguien reconoce que
Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos
llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor,
permanece en Dios, y Dios en él… Nosotros amamos a Dios porque él nos amó
primero. Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un
mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a
Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios,
ame también a su hermano” (1 Jn. 4:7-17, 19-21).
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misterio de la Trinidad divina, así no esté aún en condiciones de formular su creencia
trinitaria de manera discursivamente racional. Pero esto no quita que, sea como
fuere, la práctica del amor debe vivirse necesariamente en clave trinitaria. No por
nada el mismo Señor Jesucristo nos dijo que el mandamiento y la práctica del amor
condensa toda la enseñanza de la ley y los profetas: “Maestro, ¿cuál es el
mandamiento más importante de la ley? „Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con todo tu ser y con toda tu mente‟ le respondió Jesús. Éste es el primero y el
más importante de los mandamientos. El segundo se parece a esto: „Ama a tu
prójimo como a ti mismo.‟ De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los
profetas” (Mt. 22:37-39).
En este pasaje el Señor también nos enseña que el amor cubre tres aspectos en la
experiencia humana: el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a sí mismo. La
doctrina de la Trinidad tiene, pues, enorme valor práctico y cotidiano para la fe del
creyente, orientando la práctica del amor a tal grado que, tarde o temprano, todo
creyente que haya experimentado y continúe experimentando de manera creciente la
enriquecedora comunión con Dios en su vida, deberá suscribir de forma necesaria la
doctrina de la Trinidad de manera consciente y voluntaria, o exponerse en su defecto
a que la práctica cotidiana de su fe termine siendo muy pobre, plana, deficiente y
extraviada.
A fin de cuentas, ¿es posible no creer indefinidamente en algo que se está viviendo
de manera personal? ¿Pueden ir la mente y el corazón de una persona por lados
diferentes de manera indefinida? ¿El conocimiento y la experiencia vital de un
individuo pueden estar disociados entre sí de forma permanente? ¿La razón y la
existencia son aspectos independientes el uno del otro en el ser humano? ¿Las
creencias y las vivencias no tienen entre sí ninguna relación de tal modo que pueden
ir en contravía las unas de las otras?
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persona sana, equilibrada y sobretodo integrada en una unidad armónica en su ser
personal (como deben serlo los creyentes), la creencia debe ser consecuente con la
vivencia, la mente debe seguir al corazón, el conocimiento debe estar acorde con la
experiencia, la razón y la existencia deben ir de la mano de tal modo que si estás
viviendo en comunión con el Dios Trino, debes también terminar creyendo
conscientemente en un Dios Trino.
Por tanto, si hemos creído en Jesucristo como Señor y Salvador, hemos creído
también en la Trinidad de manera implícita, si es que sabemos en quién hemos
creído. Pero esta creencia implícita e intuitiva en un principio debe volverse explícita y
discursiva a medida que el creyente avanza y madura en su fe. Por eso, es
esperanzador al respecto la manera en que el Dr. Ropero concluye sus reflexiones
sobre el tema, así: “… poco a poco, se va abriendo camino el entendimiento
dinámico de la Trinidad, con lo que esto implica en el orden de las relaciones
interpersonales y sociales…”.
Y cierra la conferencia sobre el tema que hemos venido citando así: “Quizá estemos
en el comienzo de un renacer de la Trinidad divina en la vida de la iglesias, que
suponga un soplo de aire nuevo y vital en la espiritualidad y vida de los creyentes, del
mismo modo que lo fue el descubrimiento de la persona del Espíritu Santo en estos
últimos años. Para ello es necesario situar la Trinidad divina en la cabeza de nuestra
comprensión de la fe. No asustarse de sus aparentes dificultades lógicas y bíblicas,
sino sumergirse de lleno en su estudio para despertar a una nueva dimensión de la
comunión con el Dios que es comunión por excelencia”.
Cuestionario de repaso
1. ¿Cuáles son y en qué consisten las dos circunstancias formales que obran en
perjuicio del correcto entendimiento de la doctrina de la Trinidad’
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tratamiento de la doctrina de la Trinidad?
8. ¿Cuáles son las convenciones adoptadas por la teología en cuanto a los verbos
autorizados para referirse a las tres personas de la Trinidad en el contexto de la
Trinidad ontológica, distinguiéndolas entre sí?
Recursos Adicionales:
Diapositivas La Santísima Trinidad
Bibliografía Básica:
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La Santísima Trinidad.pdf
Bibliografía complementaria:
Lockyer Herbert, Enciclopedia de Doctrinas Bíblicas, Logoi, Miami, 1979
Criterios de Evaluación:
Adquisición de una comprensión bíblica y racionalmente satisfactoria de la doctrina de
la Trinidad junto con una convicción sólida y bien fundamentada alrededor de ella que le
permita incorporarla a su práctica de fe, de modo que ésta se vea enriquecida
ostensiblemente a la hora de relacionarse con Dios en los términos correctos y asumir
con ventaja sus responsabilidades para con Él en el mundo.
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