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TEXTO 1
Otra razón de utilidad hay en lo dicho por el Filósofo en el libro X de la Ética: Cierto
Simónides, queriendo persuadir al hombre a abandonar el estudio de lo divino y a aplicarse a las
cosas humanas, decía que "al hombre le estaba bien conocer lo humano y al mortal lo mortal". Y el
Filósofo argumentaba contra él de esta manera: "El hombre debe entregarse, en la medida que le
sea posible, al estudio de las verdades inmortales y divinas". Por eso en el libro XI de Acerca de
los animales dice que, aunque sea muy poco lo que captamos de las sustancias superiores, este poco
es más amado y deseado que todo el conocimiento de las sustancias inferiores. Si al proponer, por
ejemplo, cuestiones sobre los cuerpos celestes -dice también en el libro II de Sobre el cielo- son
éstas resueltas, aunque sea por una pequeña hipótesis, sienten los discípulos una gran satisfacción.
Todo esto manifiesta que, aunque sea imperfecto el conocimiento de las sustancias superiores,
confiere al alma una gran perfección, y, por lo tanto, la razón humana se perfecciona si, a lo
menos, posee de alguna manera por la fe lo que no puede comprender por estar fuera de sus
posibilidades naturales.
1. Santo Tomás afirma dos vías de conocimiento de las verdades divinas o superiores.
Piensa que la razón puede, y debe siempre que pueda, conocer a Dios. Es un saber limitado, debida
la limitación a la necesidad de usar los sentidos en todo conocimiento (empirismo aristotélico). La
razón puede conocer en parte la esencia de Dios, por su analogía con los seres sensibles, creados por
Él, y también demostrar su existencia (por medio de cinco vías que, además, nos dicen cinco
cualidades divinas). Todos estos conocimientos toman como punto de partida lo sensible y, se
quedan en aspectos mínimos de Dios. Por ello la fe es necesaria para alcanzar todas las verdades
divinas. La razón debe someterse a la fe, capacidad sobrenatural de acceso a las verdades, debe
acatar las creencias, sus dogmas revelados por Dios. Debe ser humilde y reconocer su limitación,
ayudarla en lo que pueda y no contradecirla. La fe, por otro lado, ayuda a la razón, mostrándole el
camino correcto a Dios.
2. Santo Tomás reflexiona, como los otros filósofos medievales cristianos, sobre las
relaciones entre la razón y la fe. Influido por el aristotelismo heredado de su maestro San Alberto
Magno y del averroísmo latino, afirma que la razón ha sido otorgada por Dios al ser humano y que,
por tanto, debe ser utilizada, si bien hay que asumir sus límites, sobre todo por la necesidad que
tenemos de utilizar los sentidos para llegar a adquirir conocimientos (de nuevo el aristotelismo). Es
una razón, pues, autónoma, capacidad natural humana, que tiene sus métodos propios y alcanza por
sí sola ciertas verdades, incluso sobre la divinidad.
Entre los siglos V y XII el predominio del agustinismo platónico fue absoluto en la filosofía
occidental cristiana. El platonismo defiende que la razón es ilimitada en cuanto al conocimiento de
las verdades divinas. Platón defendía la capacidad de la razón de llegar a las verdades más elevadas,
incluso a la idea de Bien, causa de todo ser y luz de todo conocimiento. San Agustín, influido por
esto, afirma la iluminación divina. Esto hace que no haya límites en el conocimiento. Pero la razón,
según este autor y sus seguidores, no posee autonomía alguna. Razón y fe van siempre unidas hacia
la única verdad: Dios. Una sola es la verdad y uno solo el alma y el camino de ésta a la verdad. El
conocimiento de Dios, pues, puede ser completo y a priori. En ese conocimiento la razón no tiene ni
método propio ni objeto propio. Santo Tomás, como decimos, da un paso hacia la independencia
entre razón y fe, y afirma la independencia de ambas y, por tanto, cierta autonomía de la razón.
Ambos, la razón, capacidad natural de conocer, y la fe, capacidad sobrenatural, se ayudan
mutuamente. La razón defiende a la fe, aclara sus conceptos y elabora la teología (tratado racional
sobre Dios); con ella podemos conocer su esencia y demostrar su existencia de forma a posteriori
(rechaza nuestro autor los argumentos a priori del agustinismo platónico). La fe ayuda a la razón
dando sentido a sus descubrimientos y mostrándole el camino correcto al impedir que se equivoque,
dado que no es posible que ambas digan lo contrario y la fe es infalible.
La autonomía de la razón que defiende Santo Tomás procede del averroísmo latino y su
teoría de la doble verdad, si bien nuestro autor, como cristiano no puede defender que haya
contradicción entre razón y fe y que ambas estén en lo cierto. Siempre es la fe la acertada en este
caso.
Frente a los místicos, que se oponen a la razón y la creen peligrosa e innecesaria, Santo
Tomás cree que Dios no nos puede haber dado algo tan perjudicial y que debemos usarla por tanto.
Y frente a los dialécticos, que creen que todas las verdades pueden ser descubiertas por la
razón, nuestro autor afirma que hay verdades no accesibles a la razón y algunas que sí lo son es
demasiado difícil descubrirlas para los humanos y que, por tanto, debe ayudarnos la fe.
3. Tras varios siglos de Escolástica platónico-agustiniana y de unidad de razón y fe,
Santo Tomás, en pleno apogeo de este movimiento cultural medieval (s. XIII) da la vuelta a esta
situación. Los árabes han vuelto a poner en circulación a Aristóteles y, aunque en principio no encaja
bien con el cristianismo, Santo Tomás, influido por su maestro San Alberto Magno, va a realizar la
fusión entre el Estagirita y la religión cristiana. A la unidad entre razón y fe va a oponer la
autonomía de la razón y, eso sí, la limitación en su acceso a la verdad, influido por el autor griego
citado.
El platonismo, sobre todo en su versión neoplatónica, encajaba bien con el cristianismo. Las
teorías de Platón sobre el alma y su inmortalidad, la teoría del mundo de las ideas separado del
sensible, el demiurgo, la idea de Bien, todo esto se presta a una lectura cristiana con facilidad. Por
ello, San Agustín une ambo, defendiendo una razón unida inseparablemente a la fe y, por ello,
ilimitada en cuanto al conocimiento de la divinidad. Los agustinianos defenderán también la
necesidad de conocer para creer y de creer para conocer (San Buenaventura). Y afirmarán el
conocimiento a priori y las pruebas a priori de la existencia de Dios, como el argumento ontológico
de San Anselmo.
Los filósofos judíos y árabes, siglos después, van a rescatar las obras originales griegas y a
copiarlas y traducirlas. Entre estas obras se encuentran las de Aristóteles y algunas obras platónicas
no tan fáciles de unir al cristianismo. Uno de esos filósofos árabes fue Averroes, aristotélico que
defiende la doble verdad. Debido a todo esto, la filosofía escolástica va a cambiar, sobre todo, a
partir de Santo Tomás. Influido, como decimos, por su maestro San Alberto, va a asumir la mayoría
de las teorías aristotélicas, si bien va a rechazar la doble verdad, la mortalidad del alma y la eternidad
del mundo, que no encajan nada bien con el cristianismo. Aceptará casi toda la metafísica, la física,
la psicología, la teoría del conocimiento, la lógica, etc. Y, aunque critica la doble verdad averroísta,
ello le va a influir en la teoría del texto que defiende cierta autonomía de la razón.
La época de Santo Tomás, por otro lado, es una época de completo dominio de lo religioso
en todos los aspectos de la vida humana. La cultura entera se halla dentro de los monasterios en esta
época en que está en su apogeo el movimiento cultural llamado Escolástica. La iglesia domina sobre
el poder civil y la fe sobre la razón, como vemos afirmar a Santo Tomás. Esa razón autónoma debe
sin embargo ser complementada por la fe, sin la cual ciertas verdades no se alcanzarían. Y debe
someterse a ella en caso de llegar a conclusiones distintas. La razón debe ser humilde y conformarse
con ciertas verdades, las que, según el aristotelismo tomista, se puedan alcanzar tomando como
punto de partida los sentidos. La fe supera a la razón y sin ella la vida humana no sería completa.
Para finalizar, vemos en el texto otro elemento típico de la época y de la actitud escolástica
ante la verdad. Santo Tomás recurre constante mente al Filósofo (Aristóteles) para demostrar sus
afirmaciones. Esto es el recurso a la autoridad, que será rechazado completamente por el mundo
moderno.
TEXTO 2
2. La ley natural es consecuencia de la naturaleza humana. Y la naturaleza humana,
aunque múltiple en partes, es una en cuanto al todo. Por consiguiente, o es uno solo el precepto de
la ley natural, en virtud de la unidad que posee el todo de la naturaleza humana, o. son muchos, por
razón de la multitud de partes de la misma, y en este caso hasta las inclinaciones del apetito
concupiscible habrían de pertenecer a la ley natural.
3. La ley, como hemos probado. es algo propio de la razón. Pero la razón del hombre es
una sola. Por tanto, el precepto de la ley natural será también único.
Por otra parte, los preceptos de la ley natural en el hombre son en el orden práctico lo que
los primeros principios en el orden especulativo. Pues bien, los primeros principios son múltiples;
luego también lo son los preceptos de la ley natural.
Y puesto que el bien tiene naturaleza de fin, y el mal naturaleza de lo contrario, todas las
cosas hacia las que el hombre siente inclinación natural son aprehendidas naturalmente por la
inteligencia como buenas y, por consiguiente, como necesariamente practicables; y sus contrarias,
como malas y vitandas. Por tanto, el orden de los preceptos de la ley natural es paralelo al orden
de las inclinaciones naturales. En efecto, el hombre, en primer lugar, siente una inclinación hacia
un bien, que es el bien de su naturaleza; esa inclinación es común a todos los seres, pues todos los
seres apetecen su conservación conforme a su propia naturaleza. Por razón de esta tendencia,
pertenecen a la ley natural todos los preceptos que contribuyen a conservar la vida del hombre y a
evitar sus obstáculos.
1. Santo Tomás sostiene la teoría aristotélica de que los seres naturales, creados por Dios,
poseen, unida a la materia, una esencia o naturaleza, que, como todas las esencias de los seres,
determina sus comportamientos. En dicha forma o naturaleza hay, pues, leyes naturales, que hacen
que los humanos tengan ciertos bienes o fines (o tendencias). Todos ellos han sido establecidos por
Dios y, por eso, y porque el Creador nos ha hecho racionales y libres de elegir, se presentan dichas
leyes naturales como preceptos, normas morales a cumplir. Une así Santo Tomás la teoría
hilemórfica de Aristóteles (que todo es materia y forma) y la teoría física de las causas (una de ellas
la final) al concepto cristiano de pecado.
NOTA DEL PROFESOR: Obviamente, se puede y debe decir más y mejor. Pero, creo, como
orientación puede valer.