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MEGAN WADE
Y no puedo esperar a usar esto como una excusa para volver al lago por más de
esas piedras...
Deslizo los dedos por mis labios, gimiendo cuando el dulce sabor
de ella toca mi lengua. Mi polla se estremece, y ya puedo sentir el
presemen que ensucia mis calzoncillos. Nunca había deseado tanto
estar dentro de una mujer como con esta.
—Dios mío, sabes bien. — murmuro, poniendo las manos en sus
caderas y levantándola sin esfuerzo sobre la encimera. Deja escapar
un ligero jadeo y, mientras bajo hasta las rodillas, le subo la falda por
encima de los muslos. —Apuesto a que estás goteando por mí.
Inhalando su embriagadora fragancia, introduzco mis dedos en
el borde de sus bragas y las hago a un lado, revelando unos labios
gruesos y brillantes que me invitan a entrar.
—Voy a hacer que te corras tan fuerte, Sugar.
Me inclino hacia ella y paso mi lengua por sus pliegues, gimiendo
cuando su sabor se apodera de mí y su excitación llena mis sentidos.
Enrollo mis brazos alrededor de sus muslos, gimiendo mientras chupo
su clítoris duro como una roca, manteniéndola quieta mientras sus
caderas follan contra mi cara, gemidos guturales, jadeos y gemidos
que se escapan de ella mientras le doy lo que quiere, lo que yo quiero:
un orgasmo que derrite los huesos.
—Rafe. Oh, Dios. Espera. Tengo... hay algo... ¡Dios! Hay algo que
necesito decirte.
— ¿Mmmm?— Ni siquiera levanto la cabeza, demasiado
concentrado en comerla como si fuera una comida.
—Estoy... Oh, joder. Me voy a correr. Soy... soy...
¡viiiiirrrggggeeennnn!
Apenas entiendo la palabra mientras ella se deshace contra mi
cara, y lamo y chupo y saco tanto placer de este momento como el que
—Rafffffeeeeeeee!!!!
Pero no se detiene ahí. En el momento en que mi orgasmo llega,
saca sus dedos de mi interior y envuelve sus brazos alrededor de mis
muslos, enterrando su cara tan profundamente que me sorprendería
que el hombre pudiera respirar. Sin embargo, eso no parece
molestarlo, ya que lame y chupa y me mantiene en lo más alto hasta
que me quedo ronca por mis gritos, suplicándole que me vuelva a
bajar.
Y lo hace, con un aspecto muy orgulloso de sí mismo mientras
yo jadeo y él levanta la vista y se limpia mis jugos en la barbilla con
una sonrisa de satisfacción. —Esa es mi chica. — retumba, subiendo
a besos por mi cuerpo hasta llegar a mis hombros, e inclinando la
cabeza para volver a tomar mi boca.
Gimo ante el sabor dulce y almizclado, y me encanta que lleve
mi placer en su lengua y lo comparta conmigo. Me hace querer hacer
lo mismo con él.
—Por favor, dame lo que necesito, Rafe. — susurro entre los
besos, mis caderas persiguiendo la punta de su polla mientras se
arrastra por el interior de mis muslos extendidos. —Por favor. Lo
necesito tanto.
Fin…