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N A N E
E S T R E L L A X S

L A P I S L Á Z U L I
S A N D R A

3
E S T R E L L A X S

L A P I S L Á Z U L I
Obsesión navideña

1. Faith

2. Vincent

3. Faith

4. Vincent

4
5. Faith

6. Vincent

7. Faith

8. Vincent

9. Faith

10. Vincent

Epilogo

Sobre Darcy Rose


5
Obsesión Navideña

Durante meses, Vincent ha observado a su inocente y joven vecina


de al lado.

Sabe que está mal, pero puede tener suficiente.

Ella es su obsesión. Tímida, dulce e increíblemente ingenua. Una


verdadera tentación.

Su trabajo como sicario para la mafia es algo que no quiere que la


alcance nunca, así que mantiene las distancias obligándose a ignorar la
necesidad primitiva de tomarla.
6 Todo eso cambia en la víspera de Navidad cuando se encuentra cara
a cara con Faith.

Incapaz de olvidar su dulce aroma y su suave sonrisa, se ve abocado


a la locura.

Este año va a recibir el mejor regalo de Navidad... su obsesión.


Faith
Traducido por Nane
Corregido por Azu

Estoy en mi escritorio, mirando por la ventana en el segundo piso de


mi casa. Es Nochebuena y los árboles del exterior están cubiertos de nieve
blanca. El cielo está lleno de nubes y, aunque apenas ha anochecido las
luces de la calle se han encendido. Círculos dorados de luz caen sobre la
nieve reluciente, y veo las luces encendidas en casi todas las casas a la
vista... todas menos la de Vincent.
7 Vincent. Sólo pensar en él me produce un escalofrío. Nuestro vecino,
Vincent, es un enigma. Un enigma guapo, melancólico y, por desgracia,
demasiado mayor para mí. El simple hecho de pensar en él me parece
incorrecto y prohibido, así que intento no hacerlo.

En lugar de eso, fantaseo con el día en que salga de aquí, el día en


que finalmente pueda escaparme. Golpeo suavemente el dedo contra mis
labios mientras sueño despierta con un fuerte desconocido, un hombre que
me lleva a fantasear con un nuevo hogar. Una nueva vida, un nuevo
futuro...

Imagino a mi amante alto, con el pelo oscuro y bien recortado. Sus


venas palpitando a través de sus antebrazos cuando me toca, el ángulo
agudo de su mandíbula cuando presiona su frente contra la mía, la
sensación de sus dedos presionando los surcos de mi columna vertebral.
Enrollo un mechón de mi pelo castaño alrededor de un dedo
mientras mi fantasía se vuelve un poco más oscura. Ignorando la novela
que sigue abierta en mi escritorio, esperando a ser leída, cierro los ojos y
me concentro en mi ensoñación. Mi desconocido empieza a parecerme
cada vez más familiar, mientras me doy cuenta de quién desearía
realmente que me tocara...

―¡Faith! ―La estridente voz de mi madre suena en el hueco de la


escalera, haciéndome saltar medio metro en el aire. Mi ritmo cardíaco se
triplica, y elimino los pensamientos sucios de la cabeza.

Como si ella pudiera leer mi mente. Sé que no puede, pero a veces


me mira de forma tan sentenciosa y condescendiente que temo que pueda
oír mis pensamientos más íntimos. Que son, para ser justos, bastante
resentidos. No nos llevamos exactamente bien.
8 ―¿Qué pasa, mamá? ―le respondo, girando en mi asiento, pero sin
levantarme.

La costura de mis vaqueros presiona ligeramente mi clítoris, ahora


hinchado. Cruzo una pierna sobre la otra, tratando de ignorar las
palpitaciones, mientras mi madre aparece en la puerta de mi habitación.

Lleva el pelo rizado y tiene una mirada casi frenética. Hace un


ligero mohín y de repente, me acuerdo de sus días de concurso de belleza.
A veces sigue teniendo las mismas características de reina de belleza, es
decir, la sonrisa de megavatios y los movimientos perfectos y elegantes.
Solía avergonzarme mucho cuando me recogía en el instituto y me
saludaba desde el auto como si estuviera en una carroza de desfile o algo
así.
Intentó que participara en concursos de belleza cuando era una
niña. Después de que rompiera a llorar en el escenario en tres concursos
seguidos, renunció a ello. Incluso de niña, prefería quedarme en casa,
encerrada en mi habitación, con la nariz metida en un libro. Siempre ha
sido nuestro mayor punto de discordia.

―He invitado a Vincent a comer galletas de Navidad ―dice mamá,


entrando ligeramente en mi habitación. Todavía lleva puesta su gran bata
de leopardo, con el fajín atado a la cintura.

―¿Qué? ―replico, con la boca abierta―. ¿Por qué harías eso?

Vincent se mudó hace tres meses, y mi madre inmediatamente trató


de clavarle sus garras puntiagudas. Conduce un Porsche 911, y juro que
puedo ver el signo del dólar en los ojos de mi madre.
9 No puedo culparla, sin embargo. Vincent es hipnotizante. Alto, con
hombros anchos y ojos oscuros. Su mirada es intensa, incluso desde lejos.
Algunas mañanas, cuando salgo para la universidad comunitaria siento
sus ojos sobre mí, siguiéndome como un cazador sigue a su presa. Y me
gusta. Aunque nunca he estado con un hombre, sólo puedo pensar en
cómo sería tocarlo. Sentir su boca en la mía, que me abrace con sus
voluminosos brazos...

Sí, sí, tengo un tonto enamoramiento juvenil por él. Es una


estupidez. No hay ninguna posibilidad de que se fije en mí. ¿A quién le
interesa una chica de diecinueve años que aún vive con su autoritaria
madre? Después de todo, Vincent es un adulto; parece tener al menos
treinta años.

Probablemente quiera salir con mujeres adultas que ya tienen su


vida resuelta, no con la estudiante universitaria que fantasea con él en
lugar de hacer sus deberes. Ahora tendría que ver cómo mi madre intenta
seducirlo en mi propia casa. Se me hace un nudo en el estómago, pero me
muerdo la lengua, guardándome mi opinión.

Mi madre pone los ojos en blanco.

―¿Crees que voy a desperdiciar la oportunidad de casarme con un


tipo con un Porsche? ―Su tono es cortante, y siento una punzada en las
tripas. Son las cinco y media, y mi madre nunca hornea. Ya sé lo que
viene a continuación, pero se lo pregunto de todos modos.

―¿Cuándo has hecho galletas, mamá?

Hace una pausa, frunciendo los labios hacia mí. Se cruza de brazos
y me mira fijamente. Incluso con su pelo rubio en rulos, tiene buen

10
aspecto para su edad. Entre los tres divorcios, la crianza de una hija y la
adicción a la nicotina -dos veces-, siempre ha sacado tiempo para su rutina
de cuidado de la piel.

―No me hables así. Ya sabes lo que hacemos, Faith. Ni siquiera


estoy vestida todavía.

Suspiro profundamente, conteniendo las ganas de poner los ojos en


blanco. Siempre hace lo mismo. Invita a alguien, sin avisarme, y luego me
obliga a cocinar una comida impresionante en menos de una hora.

Dios, no puedo esperar a mudarme.

Cierro la novela y me froto la sien con una mano mientras me


levanto de la silla. Cruzo mi habitación y paso por delante de mi madre,
que sigue de pie en la puerta.

―Gracias, Faithie. Sé que siempre puedo contar contigo.


―¿No debería ser al revés? ―murmuro mientras camino por el
pasillo.

―¿Qué ha sido eso? ―dice mi madre tras de mí, pero bajo las
escaleras sin responder.

Nuestra casa es modesta y está completamente engalanada con


adornos navideños. Mamá abandonó la escuela de diseño de interiores
cuando se quedó embarazada de mí, pero se enorgullecía de mantener una
casa limpia y digna de una sala de exposiciones.

Tenemos un enorme árbol de Navidad, cubierto de adornos, cuentas


y oropel, pero todo está desprovisto de alma. Es como si alguien hubiera
tomado un post de Pinterest y lo hubiera llevado a la vida real. No hay
recuerdos felices, no hay alma en esta casa. Todo el oropel del mundo no
11 podría compensar a una madre borracha que sólo quiere casarse con un
hombre rico por cuarta vez.

Me recojo el pelo en una coleta al entrar en la cocina. Llevo varios


años dejándolo crecer y los mechones de color marrón claro me llegan casi
a la cintura. Agarro mantequilla, huevos, bicarbonato, harina y azúcar y
los coloco en la encimera antes de lavarme las manos.

Aunque me molesta que mamá me obligue a hacer esto con tan


poca antelación, me encanta hornear. Cuando era más joven, mi abuela
me enseñó su receta secreta de galletas de azúcar, y ya no tengo que mirar
una receta escrita para hacerlas. Esta receta está en mi memoria y me
pierdo en la meditación de hornear galletas.

Tarareo para mí misma mientras mezclo la mantequilla y el azúcar.


La Navidad es mi época favorita del año. Me encanta la nieve, las
decoraciones, los sentimientos de amor y buena voluntad que me rodean.
Es fácil perderme en la Navidad, dedicarme a sentirme alegre y encontrar
los regalos perfectos para mis seres queridos.

Antes de darme cuenta, la masa de galletas está lista. Extiendo la


masa sobre la encimera y me inclino para sacar los cortadores de galletas
cuando, de repente, me siento observada.

Me doy la vuelta y miro la ventana que da a la casa de Vincent. Sus


persianas están cerradas, ¿y por qué iba a mirarme? Observarme a través
de la ventana... Qué idea más estúpida. Ni siquiera sabe que existo.

Me sacudo el pensamiento de la cabeza y continúo horneando. En


poco tiempo, las galletas con forma de árbol y de estrella están en el
horno. Pongo el temporizador en mi teléfono y me miro. Mi jersey verde
de Navidad con dibujos de renos, y mis pantalones negros están cubiertos

12 de harina.

Por supuesto, lo están.

Rápidamente, me quito el jersey y me lo paso por encima de la


cabeza. Camino por el pasillo sólo con el chándal y el sujetador deportivo,
y me tomo un momento para colgar el jersey verde en el perchero. Lo
tomo y lo meto en la lavandería antes de que llegue Vincent. Subo las
escaleras de dos en dos y me dirijo a mi habitación para ponerme ropa
limpia.

Me pongo un par de leggings negros limpios. Podría ponerme unos


vaqueros, pero una parte de mí quiere que Vincent se me quede mirando.
Que vea lo apretados que están estos pantalones contra mi culo.

Tal vez eso lo aleje de mi madre...


Con sólo un sujetador y unos leggings, me miro en el espejo. Intento
imaginarme desde el punto de vista de Vincent. Ojos azules, pechos
pequeños, piernas largas. Pero con mi pelo largo y mi figura pequeña,
probablemente me ve como una niña en lugar de una mujer.

De repente, tengo una idea. Antes de que pueda detenerme, me


levanto el práctico sujetador deportivo por encima de la cabeza y corro
hacia mi tocador. Busco en el cajón de la ropa interior y tanteo el suave
tejido. Siento el aire fresco en mis pechos cuando lo agarro y lo saco: el
sujetador push-up negro de encaje que me compré por impulso en mi
decimoctavo cumpleaños. No sé por qué lo hice; no es que tenga que
ponérmelo para nadie.

Al menos, no hasta ahora.

13 Me pongo el sujetador y me maravillo en el espejo un momento


más. Este sujetador hace que parezca que tengo algo de lo que presumir
aquí arriba, y me siento sexy. Me paso una mano por cada pecho,
admirando la pequeña curva del escote. Me pregunto si Vincent se dará
cuenta o le importará.

El temporizador de mi teléfono empieza a sonar. Mierda, ¡las


galletas están listas! Me pongo un jersey rojo con dibujos de elfos
diminutos y me miro por última vez en el espejo, soltándome el pelo de la
coleta. Cuando salgo de mi habitación y camino a toda velocidad por el
pasillo, intentando llegar a la cocina antes de que llegue Vincent, mi
madre chilla desde el salón.

―¡Cariño! Vincent está de camino. Lo acabo de ver por la ventana.


―dice mientras bajo las escaleras y me dirijo rápidamente a la cocina.
Mi madre lleva un vestido de raso entallado de color verde
esmeralda y, aunque muestra demasiado escote para mi gusto, el vestido
le sienta bien. Lleva un gorro de Papá Noel de terciopelo y un labial rojo
brillante, con pestañas postizas de dos centímetros de largo. Si no fuera
por el feo gruñido de su cara al ver mi vestimenta, casi parecería hermosa.

―¿No podrías arreglarte un poco? ―sisea, agarrándome del


antebrazo.

―¡Suéltame, mamá! ―le digo, apartándome. Ella pellizca la tela de


mi jersey entre dos dedos y hace una mueca.

―De poliéster. Te crié mejor que los jerséis de Navidad de poliéster.


¿De dónde has sacado esto? ―Me habla como si el jersey fuera una afrenta
a toda su forma de vida. Lo cual es típico de ella.
14 ―Mamá, las galletas se van a quemar ―gruño justo cuando Vincent
llama a la puerta.

Se da la vuelta y suelta un chillido de emoción. Como si fuera una


niña pequeña que ve a Papá Noel. Pongo los ojos en blanco y corro hacia
el horno, donde saco las galletas justo a tiempo. Al sacarlas del horno, veo
que están un poco doradas por debajo, pero llegué a ellas justo a tiempo.
Un minuto más y se habrían estropeado.

Dejo escapar un suspiro mientras coloco las rejillas de enfriamiento


en nuestra isla de cocina. Oigo a mi madre abriendo la puerta principal y
poniendo la voz enfermizamente dulce que sólo utiliza cuando intenta
acostarse con alguien. Por desgracia, la conozco bien.
―¡Viiiiinceeeeeent! ―dice arrastrando cada vocal de forma
imposible―. Llegas justo a tiempo. Acabo de terminar de hacer las
famosas galletas de Navidad de mi madre. Tienes que venir a probarlas.

La ira y los celos me suben al pecho. No es que espere nada mejor


de mi madre, pero aun así me enfurece. Me obliga a hacer galletas sin
avisar y luego hace pasar el trabajo por suyo, todo para poder echar un
polvo.

Me tiemblan las manos de rabia mientras acomodo las galletas en


las rejillas de enfriamiento. No oigo lo que Vincent dice en respuesta, pero
mi rabia se convierte en pánico cuando me doy cuenta de que está
entrando. Mi corazón se acelera detrás de mi sujetador de encaje y me
quedo inmóvil, mirando con los ojos muy abiertos mientras mi madre y
mi enamorado secreto entran en la cocina.
15
Vincent
Traducido por Nane
Corregido por Azu

Al entrar en la cocina, me permito echar un vistazo a mi obsesión.


La sorprendo mirándome con curiosidad; hay algo en la mirada de sus
ojos que es fuerte, pero recelosa. Los años con su egoísta madre no han
roto su espíritu, pero su alma está maltrecha. Es inocente pero ya lo sabía,
y ocupa todos mis pensamientos.

16
Me gustaría poder hacerle entender lo especial, lo fuerte y valiente
que es. Ojalá pudiera hacer tanto por ella, tenerla a mi lado y darle todo lo
que pueda querer o necesitar, pero no puedo. No puedo tenerla.

Tuve que reprimir una burla cuando entré en la casa para que
Margaret presumiera de sus galletas navideñas mientras colgaba mi
chaqueta de cuero en un perchero. En lugar de buscar a la chica por la que
realmente estoy aquí, me concentré en contenerme para no llamar a
Margaret mentirosa -esa mujer no sabe hornear una pizza congelada, y
mucho menos hacer galletas desde cero- y la seguí hasta la cocina.

Incluso si no hubiera visto a Faith haciendo esas galletas, habría


sabido que Margaret es una mentirosa. Nadie con el pelo tan
perfectamente peinado "acaba de terminar" de hacer galletas de Navidad.
La desesperación de Margaret es casi palpable, y tal vez en una vida
pasada, le habría seguido la corriente. La hubiera llevado a la cama y
luego hubiera desaparecido sin contemplaciones.
Fantasma, como diría mi jefe. Pero ya no. Veo a través de sus
mentiras, y se necesita cada gramo de control en mi cuerpo para no fruncir
el ceño ante sus avances. Pero me hago el simpático porque es mi única
oportunidad.

La verdad es que no estoy aquí por ella. Estoy aquí por Faith. Desde
que me mudé a la casa de al lado, la he estado observando. Comenzó con
curiosidad y termine conociendo cada parte de su vida. Estoy obsesionado
con saber cada pequeño detalle sobre ella.

Va a la universidad comunitaria que está al final de la calle. Sale


hacia clase a las nueve de la mañana y vuelve a las cinco. Su color favorito
es el azul; le gusta leer libros románticos y comer helado de galleta.
Escucha discos de rock de los 70 en su auto, en CD, porque conduce un
sedán de hace quince años.
17 Mientras tanto, su madre, Margaret, conduce un Lexus y gasta todo
su dinero en alcohol y ropa. Tiene suficiente dinero para enviar a Faith a
una buena universidad, pero elige desperdiciar su dinero en cosas
materiales y egoístas. Me repugna. Lo único que quiero es alejar a Faith
de esta pequeña vida y darle todo lo que se merece.

Cuanto más aprendo sobre Faith, más sé que tengo que protegerla.
Vigilarla, cuidarla como pueda. Es tan pequeña y frágil que necesita que
alguien la cuide, y su madre está haciendo un trabajo de mierda.

Esta noche es mi única oportunidad de verla de cerca. Luego


volveré a mirar desde lejos. Volveré a anhelar a la única mujer que nunca
podré tener.

Vivo una vida de la que ella nunca podrá formar parte. Los sicarios
no se enamoran, especialmente los que trabajan para la mafia. Si la dejara
entrar en mi vida, se convertiría en un objetivo colateral, una debilidad
que mis enemigos utilizarían contra mí. Si la arrastrara a mi oscuridad,
ensuciando de algún modo su luminosidad, nunca me lo perdonaría.

Además, probablemente nunca se decantaría por mí de todos


modos. Soy mucho mayor que ella. Estoy curtido, en cuerpo y alma. Ella
es joven, llena de luz y totalmente inocente. Somos completamente
opuestos, y es imposible que me vea como algo más que su vecino.

Vuelvo al momento y mis ojos se fijan en Faith, de pie, con una


mancha de harina en la mejilla. Tiene los ojos muy abiertos, como si la
hubiéramos sorprendido en un acto indecente.

Oh, sí sólo...

18
―Tenía que pedirle a Faith que sacara las galletas del horno por mí.
Es una gran ayudante, ¿verdad, Faith?

El tono de Margaret está lleno de azúcar. Para mí, suena como


clavos en una pizarra. Nunca utiliza este tono en su hija, sólo susurros
condescendientes y gruñidos ásperos.

Lo sé porque no sólo las he observado desde mi ventana. Un día,


mientras Faith y Margaret estaban fuera, me colé en su casa para colocar
dos cámaras en la habitación de Faith. Una apunta a su cama. Otra
apunta al resto de su habitación. Cada noche desde entonces, la he
observado.

Sí, soy un maldito acosador. Sí, está mal y es pervertido. Es


completamente inmoral y retorcido, pero no me importa. Voy a ir al
infierno de todos modos, bien podría hacer que valga la pena.
La mayor parte del tiempo, sólo lee, hace los deberes o duerme. Veo
la transmisión en directo de forma obsesiva, analizando cada uno de sus
movimientos. Pero también miro cuando se toca. Esas son mis partes
favoritas.

No tiene juguetes, ni vibradores ni masajeadores. Incluso se


masturba inocentemente, con dos dedos frotando furiosamente su clítoris
hinchado hasta que jadea. Es casi primitivo. No debería mirar, pero nada
más me satisface. Tengo que verla, toda ella. Es mi única obsesión.

Pongo las cámaras a grabar cada vez que salgo de casa, para poder
llegar a casa y ponerme al día con todo lo que Faith ha hecho ese día. Ella
pasa la mayor parte del tiempo en su habitación, pero las ventanas de mi
casa me permiten ver también el salón y la cocina. Así es como he visto a
Faith haciendo estas galletas antes de venir.
19 Observo todo lo que hace. Todo.

Está mal. Sé que lo está. Pero soy adicto. Ella es una droga que no
puedo dejar. La necesito en todos los sentidos, aunque sé que no puedo
tenerla de verdad.

Por eso es tan surrealista estar en la misma habitación que ella. Oler
las galletas que ha hecho sólo para mí. Saber cómo es desnuda, cómo
suena cuando se viene con su mano, pero tener que presentarme como si
fuéramos extraños. Lo que, para ella, somos. No tiene ni idea de lo mucho
que sé de ella. Lo mucho que deseo desentrañarla, desnudarla y probar su
dulzura, sentirla bajo mi cuerpo, mi polla deslizándose dentro de ella,
llevándola al borde del orgasmo una y otra vez.

―Hola, Faith. ―saludo, con la voz baja mientras lucho por


mantener los latidos de mi corazón parejos.
Oh, claro, podría asesinar a los enemigos de la mafia sin pensarlo
dos veces, ¿pero saludarla a ella me pone nervioso? Claro que sí, joder. No
quiero que ella sepa de la oscuridad que vive dentro de mí. La alegría que
me produce matar a la gente, el calor de su sangre en mis manos, escuchar
sus gritos y súplicas.

Faith se gira para mirarme y veo cómo el rubor recorre sus mejillas.
Es tan jodidamente hermosa. Quiero besarla, extenderla aquí mismo en el
mostrador y reclamarla como mía.

―Hola, Vincent. Feliz Navidad ―responde tímidamente y sus ojos


azules se apartan de mí casi con nerviosismo. Me cuesta mucho no
acercarme.

No eres lo suficientemente bueno para ella. Demasiado oscuro. Demasiado

20 peligroso.

Por suerte, no tengo que detenerme porque Margaret se interpone


entre nosotros. Se aferra a mi brazo por un momento mientras le dice a su
hija.

―Nochebuena, Faith. Todavía no es Navidad. ―Intenta sonar como


si estuviera bromeando, pero oigo el filo en su voz.

Margaret se vuelve hacia mí con una sonrisa ganadora, levantando


el pecho con la esperanza de que me pierda en su amplio escote. No caigo
en la trampa, no cuando la única mujer de la habitación que tiene mi
atención es Faith.

―¿Realmente importa, mamá? ―responde Faith rápidamente.

Odio ver cómo la expresión de dolor aparece en su rostro y casi


arrojo a Margaret fuera de mí. Pero en lugar de eso, levanto suavemente
sus manos de mis brazos y la muevo hacia un lado. Margaret se queda
muda, sin saber cómo reaccionar al rechazo de sus avances, mientras yo
doy un paso adelante.

―Perdóname por querer ser precisa ―resopla Margaret.

Se coloca de puntillas en sus tacones de aguja negros -me pregunto


qué tipo de mujer los lleva voluntariamente en su propia casa- para abrir
un armario en el otro lado de la habitación. ―Deja que consiga una
bandeja para servir, y tendremos estas galletas.

Mientras Margaret se ocupa, me acerco a Faith. Desde aquí, puedo


olerla a ella, a las galletas de azúcar, a la vainilla, a todo lo dulce que
desprende su cuerpo. Se me hace la boca agua y lo único que quiero es
darle un mordisco. Su olor es embriagador, suficiente para ponerme de
21 rodillas.

Lleva un dulce jersey y unos ajustados leggings negros. Veo la suave


curva de su culo y casi dejo de respirar cuando se pone de puntillas y se
inclina sobre el mostrador, ofreciéndome una visión perfecta de sus
esculturales piernas. Lo único que quiero es subirla al hombro y llevarla a
mi casa, donde por fin podré hacerla mía.

¡Para! No puedo...

―Has hecho unas galletas maravillosas ―susurro en voz baja


mientras agarro una galleta con forma de suéter. Faith se endereza y me
mira sorprendida, como si no pudiera creer que la esté felicitando por las
galletas que sé que ha hecho.

Sus ojos azules se abren de par en par y, al estar tan cerca de ella,
me doy cuenta de que tiene manchas de pecas en la nariz. Se me tensa el
estómago y me siento como un animal. La miro fijamente mientras
muerdo la galleta, dejando que su dulzura baile por mi lengua.

Maldita sea. Tiene un sabor increíble. Faith es una repostera


increíble, y justo cuando pensaba que no podía ser más perfecta.

―Oh, yo... No, está bien. Mi madre lo hizo... ―tartamudea.

Entiendo por qué miente por su madre, pero me duele.

―Sé la verdad, Faith. No te preocupes. ―Le guiño un ojo. Es el


único avance que me permito hacer. Me comportaré el resto de la noche,
no porque quiera, sino porque debo hacerlo.

Margaret se interpone entre nosotros con una vistosa fuente de


plástico con hojas de acebo. Finge estar sorprendida cuando ve que ya he
22 dado un mordisco. Es exagerado, como si fuera una actriz en el escenario,
actuando para la última fila. De cerca, es molesto y poco sincero.

―¡Vincent! Tut, tut ―dice, dándome una palmada juguetona en la


mano―. No podías esperar a servirte de mí repostería, ¿verdad? Bueno, no
te culpo. Pero vamos a encender la chimenea.

Margaret se aleja hacia la sala de estar, y yo le hago un gesto a Faith


para que vaya delante de mí.

―Después de ti ―digo con una pequeño cortesía.

Me sonríe por debajo de un mechón de cabello en la cara y, antes de


que pueda detenerme, le limpio la franja de harina de la mejilla. Deja
escapar un suave jadeo cuando mi pulgar entra en contacto con su cara,
pero mantiene el contacto visual mientras su rostro se pone al rojo vivo.
Vuelve a sonreír, pero se da la vuelta rápidamente y sigue a su
madre. La sigo de cerca, sin perder de vista la parte posterior de su cabeza.
No quiero que Margaret me descubra mirando el culo de su hija. Debo
mantener cierta apariencia de decoro.

Margaret se sienta en el sofá con una pierna cruzada sobre la otra.


Su vestido verde se ha subido lo suficiente como para que pueda ver la liga
de encaje de sus medias. Faith también debe darse cuenta, porque suelta
una fuerte carcajada mientras se deja caer en el sillón frente al sofá.
Margaret palmea el cojín a su lado, pero yo me niego y me siento en el
extremo opuesto del sofá, dejando un asiento entre nosotros.

Una velada amistosa entre vecinos. Eso es todo lo que es.

23
Faith
Traducido por Nane
Corregido por Azu

No puedo creer que esté aquí. En nuestra sala de estar, en nuestro


sofá. Su gran cuerpo hace que el espacio parezca más pequeño. Su cuerpo
es tan musculoso que el sofá debería desmoronarse bajo su peso. Me
pregunto cómo sería sentir ese peso contra mí.

Mis mejillas se calientan al pensarlo y me obligo a pensar en otra

24
cosa... cualquier otra cosa.

Podría pellizcarme. Su labio superior se curva ligeramente en señal


de disgusto cuando mira a mi madre. No puedo creer que vea a través de
ella. Nadie me cree nunca, o tal vez a nadie le importa lo suficiente.

Vincent es diferente en todos los sentidos. Nunca he conocido a


nadie como él, y no creo que lo haga nunca. Parece controlar cada uno de
sus movimientos como si su cuerpo y su mente estuvieran bien
entrenados, pero cada vez que mira a mi madre, puedo ver su disgusto.
Cuanto más lo observo, me doy cuenta de que ella debe caerle realmente
mal para mostrar tanto desprecio en su rostro.

La pregunta es, ¿por qué vino entonces? Seguramente, no por mí.

Sólo pensar en esa posibilidad hace que me enamore mucho más de


él. Me hace creer que podría tener una oportunidad.
De cerca, es el hombre más guapo que he visto nunca. Tiene una
ligera barba en la cara, lo justo para sombrear sus mejillas y su mandíbula.
Lleva el pelo ligeramente desordenado, pero de forma atractiva. Nunca
había conocido a nadie como él. Todavía me parece una locura que esté
dentro de mi casa ahora mismo, que me haya tocado la cara, que haya
hecho un cumplido a mi repostería. Sigo pellizcándome en el mismo
punto de la palma de la mano hasta que me doy cuenta de que se ha
entumecido.

―Así que, Vincent ―dice mamá, todavía utilizando el tono sacarino


que me produce escalofríos―. ¿Cómo te has permitido ese Porsche de ahí
delante?

―¡Mamá! ―protesto―. Eso es muy grosero. ―Pero es tan típico de


ella. Lo único que le importa son los autos bonitos, los relojes llamativos y
25 los tipos ricos que la tratan como una mierda.

―Estoy conversando ―dice. Su mega sonrisa se convierte en dientes


desnudos en un instante, pero su máscara vuelve a aparecer una vez que se
enfrenta a Vincent.

―No importa. ―dice suavemente, levantando una mano hacia mí.


Me dedica una sonrisa ladeada, y mi estómago da una voltereta―. Mi
familia y yo tenemos una cadena de tintorerías, y yo dirijo las sucursales
del este.

―¿Qué tintorerías? ―pregunto.

Parece demasiado sofisticado para limitarse a gestionar tintorerías.


Su jersey gris es costoso y está perfectamente entallado, y lleva unos
vaqueros que le abrazan las piernas, mostrando su cuerpo. ¿Quién sabía
que las tintorerías eran tan lucrativas? Algo no cuadra.
―Fontanas ―responde, con un ligero acento italiano que se cuela en
su voz.

¿Fontanas? Ese nombre me resulta familiar, pero no se me ocurre de


dónde lo conozco. No puedo pensar en muchas cosas cuando Vincent me
distrae con su conversación.

Su voz es flexible, suave, como el cuero desgastado. Quiero hablar


con él toda la noche. Quiero quedarme dormida escuchando su voz.

―¿Qué tal la universidad, Faith? ―me pregunta. Mi nombre me


devuelve a la realidad.

Su mirada es intensa, como si quisiera devorarme. No sé por qué,


pero me hace sentir muy caliente por dentro. Probablemente debería tener

26
miedo de él, pero en cambio, simplemente me siento deseada.

―Todo va bien. El próximo semestre voy a tomar clases de dibujo al


natural.

Sus ojos se iluminan por un momento. ―Dibujo. ¿Eres muy


artística?

―Solía dibujar un poco en el instituto. ―Interviene mi madre.


Inclinándose hacia delante, poniendo una mano en la rodilla de Vincent
para que vuelva a prestarle atención.

Me lanza una mirada, y sé lo que significa: de mi casa: Vete. Mamá


está echando un polvo.

Ignoro a propósito su mirada. Me ha hecho hacer galletas; al menos


voy a pasar unos minutos hablando con el objeto de mi estúpido
enamoramiento hormonal.
―Se lo estoy preguntando a Faith ―dice Vincent de forma
contundente, retirando la mano de mi madre de su pierna.

¿Está mal que sienta una sacudida de felicidad al verlo hacer eso?

―Bueno, sí, creo que sí ―digo en tono tranquilo. Me encanta


dibujar, pero no suelo enseñárselo a nadie, no es que haya nadie a quien
enseñarle mis cosas de todos modos―. Llevo un tiempo dibujando por mi
cuenta y me entusiasma mejorar en ello.

―Seguro que ya eres maravillosa. ¿Qué más estás estudiando?


―Parece genuinamente interesado. Es como si realmente quisiera
conocerme más.

Se inclina hacia mí y no ha quitado sus ojos de los míos. Ni siquiera

27 estoy segura de que haya parpadeado. El tipo es más intenso de lo que


esperaba, pero no me asusta. De hecho, sólo despierta mi interés. Me dan
ganas de huir con él.

―Literatura, sobre todo ―respondo.

Tararea una aprobación y luego da otro mordisco a su galleta.


Finalmente aparta la vista de mí y se gira para admirar el árbol de
Navidad. Suelto un suspiro que ni siquiera sabía que estaba conteniendo.
Dios, este hombre me tiene en vilo.

Aprovecho los pocos segundos en los que aparta la mirada para


ordenar mis pensamientos. Es un momento agradable y tranquilo, así que,
por supuesto, mi madre tiene que arruinarlo.
―Faith, cariño, creo que ya es hora de que subas y nos dejes pasar
un rato de adultos ―dice con desprecio, hablando despacio como si fuera
una niña pequeña.

Abro la boca para protestar, pero algo en el hielo de la mirada de mi


madre me hace retroceder. No vale la pena luchar contra ella esta noche.
Es Nochebuena, así que mejor me voy a mi habitación y trato de no oír los
sonidos de mi madre follando con Vincent en el sofá. Me empujo para
ponerme en pie, agachando la cabeza mientras intento evitar mirarlos.

Ugh, por supuesto, me están mandando de paseo. Solo estaba


siendo amable conmigo porque quiere estar con mi madre. Soy una idiota
por pensar lo contrario. No soy más que una adolescente para Vincent, la
hija de una mujer a la que se quiere tirar.

28 ―No ―dice Vincent, con voz exigente y firme. Se gira hacia mi


madre, mirándola con desprecio, y por una fracción de segundo, veo algo
en sus ojos que no esperaba. Algo salvaje, oscuro y posesivo. Tan rápido
como aparece, desaparece, y me pregunto si estaba allí―. No quiero que
Faith se vaya. Estoy disfrutando de su compañía.

―Vincent, es una adolescente. Sólo se aburriría con la conversación


de los adultos.

Aprieto los puños a los lados, rechinando los dientes para no gritar a
mi madre. Dios, soy más inteligente de lo que ella nunca será.

―Faith es una mujer adulta, y no quiero que se vaya, Margaret.

Su tono es firme, sin dejar espacio para que mi madre proteste. Mi


estómago se revuelve de nuevo, y me siento casi mareada por el latigazo
emocional. Lo que daría por un suelo estable.
Mi madre parece enfadada y confusa, procesando lo que Vincent
está diciendo. Los lados de su boca se curvan en una mueca, y se levanta,
palmeando su vestido con rabia.

Se tambalea un poco sobre sus talones mientras avanza, pero en este


momento está alimentada por la ira. Nada la detendrá ahora.

―Bueno, está bien ―resopla, poniéndose de pie y controlando mis


hombros mientras me empuja.

Me mantengo firme contra ella, negándome a ceder bajo su peso,


pero eso la desequilibra. Trata de recuperarse cuando pierde el equilibrio,
pero los tacones de diez centímetros de alto de sus zapatos le fallan. Lanza
los brazos al aire y jadea, cayendo de espaldas con un grito. El sonido de
su cuerpo contra el suelo es un golpe sordo.

29 Todo queda en silencio por un momento. Se me escapa una risita


antes de que pueda detenerme.

―¡Maldita sea! ―grita, haciendo una mueca en el suelo por un


momento.

Vincent está medio de pie, mirando a mi madre en el suelo con


incredulidad. Tiene las manos ligeramente levantadas como si fuera a
atraparla.

De repente, una risa brota de él, desde un lugar profundo de su


pecho. La carcajada crece en él hasta que se ríe con todo el cuerpo. Mi risa
también crece, mezclándose con la suya de la manera más hermosa.

Mamá intenta darse la vuelta en el suelo, pero pierde el equilibrio y


vuelve a caer. Vincent y yo empezamos a perder el control, riendo a
carcajadas hasta que empezamos a jadear.
―¡Faith! ―grita mi madre desde el suelo―. ¡Tienes que llevarme al
hospital, Faith! Me duele mucho la espalda. Creo que está rota. Auchhh.

Si no supiera que está fingiendo, me sentiría desalmada por seguir


riéndome de ella. Simplemente la conozco demasiado bien, y
definitivamente está fingiendo.

―Estás bien, Margaret ―dice Vincent entre risas―. Levántate. No


hagas el ridículo.

En un momento, rozo el brazo de Vincent y siento que todo el lado


de mi brazo se electriza. Vincent deja de reírse y se queda inmóvil,
sorprendiéndome por la repentina mirada salvaje que me dirige.

Sus fosas nasales están abiertas y, por un momento, creo que podría

30
tomarme y llevarme.

Como en mi fantasía...

Inspira ligeramente y hasta mi madre deja de gemir en el suelo, con


los ojos puestos en nosotros. La tensión en el aire es tan densa que apenas
puedo respirar.

Me mira fijamente a los labios mientras respira entrecortadamente, y


creo que podría abalanzarse para besarme, como en las películas. Esa
burbuja imaginaria se desvanece casi al instante cuando Vincent se
endereza y se gira de repente, dirigiéndose a la puerta.

Se detiene en la entrada de nuestro salón, respirando con dificultad.


Mi madre se da por vencida en el acto de la espalda rota y se empuja para
sentarse.

―¿Vincent? ¿Estás bien? ―Su voz se quiebra ligeramente al final.


―Tengo que irme ―dice con voz tensa, y yo estoy demasiado
sorprendida para decir algo.

¿He hecho algo malo? ¿También se ha sentido electrizado?

Un momento antes de que se dé la vuelta, mi madre vuelve a gemir


en el suelo. Voy a ayudarla a levantarse y Vincent se va.

Cuando mi madre me toma de la mano, oigo el portazo de la puerta


principal. La vergüenza, el arrepentimiento y la conmoción me invaden a
la vez. Mi madre parece tan sorprendida y avergonzada como yo.

La pongo en pie y se tambalea un momento antes de mantenerse


firme. Me cruzo de brazos y lucho contra las ganas de poner mala cara
como una niña.

31 ―Bueno, esto merece un poco de cabernet ―anuncia, quitándose los


tacones de aguja y dirigiéndose a la cocina. Pongo los ojos en blanco y me
voy a mi habitación, donde puedo intentar entender qué demonios ha
pasado.
Vincent
Traducido por Nane
Corregido por Azu

Aunque me dolía dejar a Faith tan repentinamente, no podía


quedarme ni un momento más. El sonido de su risa, la visión de su
sonrisa, la sensación de su delgado brazo contra el mío, me convirtieron
en una bestia. El sonido de los latidos de mi corazón retumbó en mis
oídos, y cada nervio de mi cuerpo gritó: ¡agárrala, tómala, es tuya! La sangre
acudió a mi polla, y temí que Faith o Margaret se dieran cuenta de la
32 erección que se estaba produciendo bajo mi cremallera.

Aunque no me hubiera importado que Faith viera lo mucho que la


deseaba...

En cambio, me fui. Salí corriendo como un puto cobarde, no sin


antes llevarme un pequeño... recuerdo, aunque no volveré a entrar en su
casa, sólo a mirar desde no muy lejos.

Cuando alcancé a tomar la chaqueta de cuero del perchero, vi un


suéter verde y blanco colgando a medias debajo de ella. Miré por encima
del hombro, asegurándome de que Margaret y Faith no me estaban
mirando y saqué el jersey del perchero.

Antes de que pudiera dudar de mí mismo, me fui. Casi corriendo


por el camino de entrada, comprobando de un lado a otro para
asegurarme de que no hay nadie en la calle. Mi aliento se agita en el aire
en una nube blanca, dejando claro que estoy jadeando como un perro. Me
obligo a ir más despacio mientras recorro la corta distancia entre las casas,
apretando el dulce jersey de Faith contra mi pecho como un talismán. Mi
polla sigue dura como una roca, y mi ritmo se acelera de nuevo cuanto
más cerca estoy de la puerta principal.

Busco a tientas las llaves en el bolsillo del pantalón, y mi mano roza


mi erección mientras las saco. Nunca he abierto una puerta tan rápido
como ahora, con el suave contrabando con olor a galleta contra mi pecho.

Rápidamente, abro la puerta principal y la vuelvo a cerrar detrás de


mí. Sin siquiera quitarme la chaqueta, me bajo la cremallera de los
pantalones y libero mi polla palpitante. La punta está hinchada y púrpura,
y me duelen los huevos, pidiendo una liberación.

33 Debería esperar, hacer esto en privado, pero una parte de mí espera


que Faith se asome a la ventana y me vea follandome la mano. Quiero que
sepa lo que significa para mí y lo mucho que la deseo.

Tomando mi polla con una mano, la acaricio desde la punta hasta la


base, al principio lentamente, antes de bombear furiosamente mi
miembro, deseando que sea el apretado coño de Faith el que lo envuelva.

Con la otra mano, me llevo el jersey a la cara. Huele a galletas y


tiene claras manchas de harina y mantequilla. Eso lo hace aún más
perfecto. Hay un ligero olor a sudor y perfume; puedo decir que Faith lo
llevaba pegado a su piel.

La idea me hace estremecer.

Mi polla salta en mi mano mientras la acaricio más fuerte y más


rápido. Imagino esta tela contra sus pechos turgentes. Sus duros pezones
rozando la tela. Joder. Alcanzo un trozo del jersey y lo muerdo, deseando
poder saborearla también. Deseando que mi lengua estuviera dentro de su
apretado agujero. La devoraría, comiéndola hasta que me rogara que
parara.

Mi mente se llena de visiones del cuerpo esbelto y desnudo de Faith,


una imagen con la que ya estoy increíblemente familiarizado. La he visto
desnuda muchas veces en la cámara, pero nunca he estado lo
suficientemente cerca como para sentirla u olerla. Las visiones de su
cuerpo, de su cara, de su amplia y abierta sonrisa me persiguen.

Me muerdo el labio inferior mientras agarro mi erección y bombeo


un par de veces más, observando cómo se estremece la punta de color
púrpura. El corazón me late en los músculos de la polla y sé que pronto
me voy a correr.

34 Imaginando el ligero rebote de los pechos de Faith, me pregunto


cómo sería poner esos pequeños y tiernos pezones dentro de mi boca. Mis
pensamientos se arremolinan y pienso en su boca caliente y húmeda, en su
culo y en su coño virgen, en lo apretado que estaría alrededor de mi polla.

Mierda, la deseo tanto, quiero desenvolverla como un regalo.


Quiero coger a esa chica inocente y ensuciarla, follar sus agujeros, hacerla
gritar mi nombre y rogar por mi polla.

Con mi cara enterrada en el jersey, mis rodillas se doblan y mis


pelotas se tensan mientras libero gruesos hilos de semen sobre el suelo de
baldosas. Un placer que nunca, nunca conocí.

En cuanto termino de correrme, me invade una profunda ola de


vergüenza. Acabo de robar el jersey de una chica y lo he utilizado para
masturbarme. ¿Y si me pide que se lo devuelva? ¿Y si ahora intenta
meterse en mi vida? ¿Acabo de autosabotearme por completo para
sostener un jersey durante unos minutos?

Nunca más, me prometo a mí mismo y hago las paces con el hecho


de que lo hecho, hecho está.

Mientras me subo la cremallera y voy a limpiar el desorden, pienso


en que mis habilidades como sicario me han preparado, en cierto modo,
para un amor como éste.

Soy experto en hacer las paces con mis pecados pasados; sólo
prometo hacerlo mejor mañana. Si hacerlo mejor significa disparar a un tipo
que intentó matar a Tony Fontana, que así sea.

Una vez limpio el desorden, me detengo al pie de la escalera y tomo

35
aire. Técnicamente, este es un piso franco que pertenece a los Fontana.
Después de llevar a cabo un golpe contra el jefe de los Polacos en la parte
alta de la ciudad, tuve que esconderme durante un tiempo. Era una rutina,
al menos para los sicarios. Te acostumbras a la temporalidad de todo,
incluida la vida humana.

Es una casa suburbana moderna, más adecuada para una familia de


tres o cuatro personas. La mayoría de las noches oigo el eco de mis pasos.
La cocina es grande y moderna y está completamente desaprovechada
para mí. La mayoría de las noches, pido comida para llevar. Estoy
demasiado cansado para cocinar.

La casa está bien decorada, en tonos verdes y marrones. Muy


terrenal. Sin embargo, el entorno me resulta indiferente. He tenido que
alojarme en lugares mucho peores para estar a salvo.

Y, además, éste venía con una cafetera francesa.


Subo las escaleras, dirigiéndome a mi dormitorio.

Aunque podría haber tomado el dormitorio principal, al otro lado


del pasillo, he optado por dormir en la habitación de invitados. Es más
pequeña y no tiene baño, pero tiene una ventana que da casi directamente
al dormitorio de Faith.

Si mantengo las luces apagadas, mi ventana está lo suficientemente


lejos como para que ella no me vea observándola. Faith suele cerrar bien
las cortinas; la mayoría de los momentos que veo son a través de la
cámara. Pero de vez en cuando, decide jugar o hacer cabriolas con las
persianas abiertas.

Tal vez Papá Noel bajó y me hizo un guiño. Tal vez sea un tipo con
suerte. Pero en cuanto entro en la habitación de invitados, me encuentro

36 con un espectáculo delicioso: Faith, con las persianas abiertas de par en


par, mientras se quita el jersey.

A pesar de la salvaje paja que acabo de hacerme abajo, mi polla


empieza a ponerse dura de nuevo. Puedo ver su pálido estómago, las
suaves curvas que desembocan en el dobladillo de sus ajustados
pantalones. Pero mi corazón se detiene cuando se quita el jersey y veo el
pequeño modelo de encaje negro que lleva.

Dios mío. Nunca habría soñado que mi inocente Faith tuviera algo
así. Pero hace su trabajo y hace que mi sangre se caliente. Se ve tan
jodidamente sexy en él. Sus pechos son redondos y casi sobresalen del
borde de las copas, mi obsesión.

Faith está de pie frente al espejo, admirándose con el sujetador. Mi


corazón late con fuerza, recorriendo mis venas por la excitación de verla.
Se toma la cintura de los leggings con ambas manos y empieza a doblarlos
hacia abajo.

Casi me preocupa que pueda verme por la lentitud con la que se


quita los pantalones. Apenas puedo ver el dobladillo superior de sus
braguitas rojas cuando me desabrocho los pantalones y los tiro al suelo, de
pie en medio de mi habitación de invitados sin más ropa que un jersey y
con mi palpitante erección colgando.

Faith sigue sin ver las persianas abiertas y, aunque no pierdo nada
cuando decide cerrarlas -gracias, cámaras-, espero con todo mi ser que se
quede ahí un poco más.

Se baja los pantalones hasta las rodillas y aprecio la suave curvatura


de su culo cuando se inclina. Su piel parece tan suave, intacta, sin marcas.

37 Tiene las manos casi en el suelo cuando se quita los leggings y se


coloca perfectamente para que yo pueda ver todo su culo. Apenas puedo
distinguir su coño desde aquí, lo único que aún no he visto de cerca, pero
se endereza antes de que pueda entrecerrar los ojos.

Tengo la mano en la polla mientras Faith se mira en el espejo un


momento más, rebotando ligeramente sobre las puntas de los pies. Sonríe
y se lleva las manos a los pechos, riendo y rebotando de nuevo. Puedo ver
la ondulación en el espejo.

Es el mejor regalo de Navidad que he recibido nunca.

De repente, Faith se detiene y jadea, dándose la vuelta para mirar


hacia su ventana. Retrocedo en silencio, alejándome instintivamente como
si pudiera oírme. Se da cuenta de lo que está sucediendo, se gira y cruza la
habitación en unas pocas zancadas. Tiene que inclinarse sobre el escritorio
para cerrar las cortinas, y me ofrece una vista de arriba abajo de su escote
que me deja sin aliento. Mi polla salta en mi mano, electrizada por la
perfecta visión. Veo cómo se le levanta el pecho por última vez antes de
que cierre las cortinas y me niegue el placer de seguir espiando.

Mi corazón sigue rebotando en mi pecho. Todavía siento algo de


vergüenza residual por mí depravada sesión de pajas en el vestíbulo, y
combinado con el miedo a que ella me haya sorprendido, es suficiente
para marearme. Dando un paso más hacia atrás, me apoyo en el marco de
la puerta. La madera pintada está fría y respiro profundamente. El efecto
que tiene Faith en mí es antinatural. Ninguna mujer ha ocupado nunca
mis pensamientos como ella. Muchas lo han intentado. Pero ninguna lo
ha conseguido como la dulce e inocente Faith.

Lo peor es que no tiene ni idea, y espero que nunca la tenga.

38 Confiando en que mi ritmo cardíaco vuelve a estar en una zona


normal, doy un paso adelante y saco los bóxers del charco de mis
pantalones. Mi polla se ha ablandado y la meto detrás de los calzoncillos.
De todos modos, no tardaré en volver a mirarla.

Me dirijo a mi cama y pulso un par de veces la barra espaciadora de


mi portátil. Hay una mesita de noche exactamente a la altura de mi cama
y, por la noche, pongo el portátil sobre ella. Me ayuda a dormir, a levantar
la vista y ver mi obsesión, casi como si estuviera durmiendo frente a mí.

Como en un viejo programa de televisión, la pantalla cobra vida y


yo introduzco una serie de contraseñas que sólo yo conozco. Nunca se
está demasiado seguro. Después de teclear los códigos, la imagen en
directo de la habitación de Faith llena la pantalla. La felicidad me invade
cuando entra en escena. Lleva una camiseta grande y holgada con las
mismas bragas rojas de antes. Puedo ver el sujetador negro en el suelo y
siento una punzada de arrepentimiento por no haber llegado antes al
portátil. He visto a Faith desnuda muchas veces a estas alturas, pero verla
quitarse ese modelito de encaje tan sucio habría sido divino.

El estómago se me revuelve ligeramente por la culpa y el hambre.


Rápidamente, saco mi teléfono y hago un pedido online de sopa de huevo
y pollo General Tso's. Probablemente, algún emprendedor millennial que
trabaje hoy estaba tratando de ganarse unos cuantos dólares en
Nochebuena, de todos modos. Sólo hace falta un par de toques para
completar el pago, y luego vuelvo a ver Faith. La culpa sigue ahí, pero
razono que simplemente debo aprender a vivir con ella. No voy a
renunciar a esta obsesión. Si no puedo tenerla físicamente, entonces la
tendré como sea.

Está sentada en el borde de la cama, hojeando un libro de bolsillo


maltratado. No puedo distinguir el título desde aquí, pero puedo ver cómo
39 murmura las palabras para sí misma mientras lee. Más que nunca, me
gustaría poder alcanzarla y abrazarla, peinar mis dedos por su cabello
mientras lee para sí misma.

Tal vez me leería a mí, pasaría sus dedos por mi piel, me rodearía
con sus brazos.

Sólo en el espacio oscuro y voyeurista de este dormitorio puedo


admitirlo, quiero que Faith cuide de mí tanto como yo quiero cuidar de
ella
Faith
Traducido por Nane
Corregido por Azu

No sé cómo ni por qué, pero anoche volví a tener esa extraña


sensación. Como si alguien me estuviera observando. Fue como cuando
estaba en la cocina; allí estaba, perdida en mis pensamientos cuando de
repente, pude sentir los ojos de alguien en mi espalda. Era como si toda mi
columna vertebral estuviera en vilo. Lo peor es que me había dejado las
cortinas abiertas.
40 Cuando fui a cerrarlas, me di cuenta de que todas las ventanas de la
casa de Vincent estaban a oscuras. Él no estaba allí. Mi ventana da en
parte al patio trasero de él y al de la casa de detrás de nosotros. ¿Tal vez el
tipo de atrás me había estado observando? O tal vez...

No, de ninguna manera. Sólo estoy siendo paranoica. A pesar de


que Vincent había parecido tan amable al principio de su visita, cuando
salió corriendo, me dolió. No quería estar cerca de mí. Entonces, ¿por qué
iba a espiarme? Por favor.

Me dije a mí misma mientras me quitaba el sujetador de encaje


negro y me ponía una vieja camiseta del campamento. La explicación más
sencilla es probablemente la correcta. Sólo estoy al límite y paranoica. Nadie me
vigila.
Antes de quedarme dormida, leí más de la novela en la que había
estado trabajando hoy.

Es un romance de fantasía sobre un Rey Elfo que lleva a una


campesina a su castillo y la trata con esplendores que ella nunca podría
haber imaginado. Todo lo que ella tiene que hacer es aceptar ser, en
esencia, su esclava sexual. Es una lectura sucia, pero este tipo de libros son
mi placer culpable. Puedo experimentar todo tipo de cosas -cosas que
nunca tendría el valor de pedir en la vida real- desde la comodidad de mi
cama.

Después de leer cómo el rey de los elfos vistió a la campesina con


nada más que cadenas de oro macizo y la paseó por la plaza del pueblo,
vuelvo a meter el marca páginas entre las páginas y me acuesto. Una parte
de mí quiere tocarse antes de quedarme dormida, pero me quedo dormida
41 antes de tomar una decisión. Después de todo, ha sido un día largo y
agotador.

Sueño con Vincent toda la noche. La mayoría de los sueños son


borrosos e incomprensibles: imágenes de su cara, su sonrisa, su intensa
mirada. Recuerdos de cómo me encendía cuando nos rozábamos.
Fantasías de sus fuertes brazos levantándome, inmovilizándome contra
una pared, vistiéndome sólo con cadenas de oro mientras me miraba
como si fuera una comida...

Cuando me despierto, puedo sentir la palpitación entre mis piernas


incluso antes de abrir los ojos. Las fantasías con Vincent siguen bailando
detrás de mis párpados cerrados, y quiero aferrarme a ellas el mayor
tiempo posible. Sin darme la vuelta ni abrir los ojos, uso una mano para
quitarme las bragas de algodón. Estoy tumbada de lado, así que pongo los
dos pies sobre el lateral de la cama para dejar caer las bragas al suelo.
Entonces abro las piernas de par en par, sintiendo el aire fresco de la
mañana en mi hendidura ya mojada.

Mi habitación siempre ha sido la más fría de la casa, y cuando miro


hacia abajo, puedo ver mis pezones asomando por la tela de mi camiseta.
Algo me pone aún más cachonda al saber que mi cuerpo está tan
obsesionado con la idea de que Vincent me toque como mi cerebro. Cada
nervio de mi cuerpo está en tensión cuando me siento y me echo la
camiseta por encima de la cabeza.

Lentamente, deslizo la mano desde el cuello hasta cada pecho.


Llevando ambas manos a mis senos, me pellizco suavemente los pezones,
haciendo rodar las puntas entre mis dedos.

Cierro los ojos e imagino las fuertes manos de Vincent sobre mí,

42 tocándome donde yo me toco. En mi mente, él se lleva mis pechos a la


boca, frunciendo sus suaves labios alrededor de mí, sin dejar de mirarme a
la cara mientras chupa mi duro pezón en su boca. Los pellizca y los
muerde, dejándome jadear y haciendo girar mis caderas.

Siento que mi coño se calienta y se humedece, y no puedo resistir el


impulso de frotarme la abertura palpitante. Pero, aún imaginando a
Vincent, me paso las manos por el estómago. Casi me torturo a mí misma
con la lentitud, pero la imagen de Vincent, desnudo y sin aliento,
recorriendo cada centímetro de mí es exquisita. Más caliente aún que la
idea de acostarme con él es la de hacer que se obsesione conmigo. Saber
que le encanto tanto como él me intriga a mí.

Cuando mis manos alcanzan por fin la humedad entre mis piernas,
pierdo el control. Mi clítoris está hinchado y demasiado sensible, listo para
hacerme venir de un momento a otro. Quiero ir despacio, de verdad, pero
mis dedos se mueven en círculos rápidos. Apoyando la espalda en el
colchón, levanto las caderas para encontrarme con mis dedos, que se
mueven lentamente hacia delante y hacia atrás. Los sonidos de mi sexo
húmedo llenan la habitación, y eso solo aumenta mi placer.

En mi mente, Vincent me agarra por las caderas, acercándome cada


vez más a él, enterrando su polla en lo más profundo de mi ser,
quitándome la virginidad. Jadeo y me froto el clítoris furiosamente
mientras mi espalda se arquea y los dedos de mis pies se curvan. Desearía
que el momento durara para siempre, que pudiera retener mi orgasmo,
pero no puedo. Corro hacia el borde del acantilado y lo sobrevuelo. Entre
jadeos, susurro y grito al aire frío de la mañana.

―¡Vincent!

La cresta de mi orgasmo se desploma y se desvanece, y siento que

43 los músculos de mi cuerpo se aprietan y se tensan a su propio ritmo. Las


yemas de mis dedos se mueven en algunos círculos más perezosos,
sintiendo cómo la humedad es expulsada fuera de mí.

Mi montículo es suave contra la palma de mi mano; me afeité ayer


por la mañana. Abro los ojos y veo los labios rosados que apenas asoman.
Impulsivamente, me meto los dos dedos en la boca. Nunca me he probado
a mí misma, pero los dedos húmedos contra mi lengua son dulces y
pegajosos al mismo tiempo. No es un sabor desagradable, casi como el de
los limones y la nata, con un poco de sal.

La vergüenza me invade cuando me incorporo y me doy cuenta de


la pequeña marca húmeda que he dejado en las sábanas. Puta, pienso para
mis adentros. Eso es lo que diría mi madre si supiera que estoy deseando
al vecino. Qué manera de empezar mi día de Navidad.
Estoy segura de que mi madre sigue abajo; anoche no la oí subir a su
habitación. Seguramente está borracha en el sofá, otra vez.

Sacudiendo la cabeza, quito las sábanas de mi cama antes de


vestirme, tirando de cada esquina por turnos. Tengo que inclinarme sobre
el colchón para liberar la otra mitad de la sábana y noto que mis pechos
rebotan ligeramente cuando muevo los brazos de un lado a otro.

Después de poner la sábana en el cesto, recojo el sujetador de encaje


negro y un par de cómodas bragas negras lisas y las coloco sobre el
colchón desnudo. Me dirijo al cuarto de baño adjunto a mi habitación y
me doy una ducha caliente, queriendo quitarme la vergüenza y la
confusión de encima. El agua caliente me escuece la piel y canto en voz
baja mientras me lavo.

44 Una vez que he terminado, me seco y me envuelvo el pelo en una


toalla y me la pongo encima de la cabeza. Cuando vuelvo a mi habitación,
me pongo la ropa interior negra y me abrocho el sujetador. De mi
armario, escojo una camisa de franela roja a cuadros y un par de
pantalones de yoga con forro polar. Es probable que mamá no esté lúcida
hasta dentro de unas horas, así que mejor me pongo cómoda. Otra
Navidad a solas con mi madre.

No puedo esperar a mudarme.

Cuando tenga mi título, me mudaré lejos de aquí. Escribiré y


dibujaré en mi tiempo libre y tendré mi propio apartamento para mí sola.
Podré decorarlo y convertirlo en mi propio espacio, en lugar de sentirme
como si viviera en una revista sin alma.

Ya vestida, me quito el pelo mojado de la toalla y me hago dos


trenzas francesas a ambos lados del cuero cabelludo. Las trenzas cuelgan
justo debajo de los omóplatos. Tomando aire para prepararme para el lío
que probablemente me ha dejado mamá abajo, abro la puerta y salgo al
pasillo.

Me detengo al llegar al salón. Parece que mamá se quitó los tacones


en algún momento de la noche; están tirados al azar junto al árbol. Está
roncando en el sofá, con el pelo revuelto cubriéndole la cara. Dos botellas
de vino vacías yacen en el fondo del sofá. Tacha eso: una botella de vino
vacía y otra medio vacía. Pongo los ojos en blanco y voy a la cocina.

―Feliz Navidad para mí ―murmuro mientras me sirvo un bol de


cereales.

Me siento en la mesa de la cocina, mirando por la ventana que da al


patio trasero. Había mantenido un pequeño jardín en primavera, pero

45 ahora todo el patio está cubierto de nieve sin tocar.

Sonrío ligeramente para mis adentros mientras como mis cereales.


La entrepierna de mi ropa interior está mojada y me remuevo en el
asiento. Todavía estoy un poco hinchada. Se me aprieta el estómago
cuando recuerdo la forma en que me he frotado furiosamente antes. Me
estremezco ante los pensamientos sucios y depravados que han ocupado
mi mente. ¿He sido una mala persona por pasar la mañana de Navidad
pensando en ser follada -no en tener sexo, sino en ser follada- por mi vecino
mucho más mayor que yo?

Me sacudo los pensamientos de la cabeza. Aunque sé que es normal


que una chica de mi edad se toque y tenga sexo, me sigue asustando la
idea de acostarme con un hombre.

No es que nunca haya hecho nada con un chico. El último día del
undécimo curso, accedí a hacerle una mamada a mi entonces novio en la
parte trasera de su coche. Duró unos cinco minutos antes de que terminara
en mi boca, y me la tragué porque no sabía qué más hacer. No fue
necesariamente una mala experiencia, pero tampoco me excitó.

Ese chico y yo rompimos dos semanas después, y desde entonces no


he vuelto a besar a nadie. Me metí de lleno en la escuela, me gradué con la
esperanza de obtener una beca completa. Desgraciadamente, eso no
ocurrió, así que fui a la universidad comunitaria para ahorrar dinero.

No es que no quiera perder la virginidad, pero todos los chicos de mi


edad parecen tan... superficiales. Las novelas eróticas y mis dedos son
todo lo que necesito en este momento. Si aparece la persona adecuada, me
encantaría tener sexo con ella. Pero nadie lo ha hecho todavía.

Mi madre se revuelve en el salón. Oigo su gemido y el sonido de las

46 botellas de vino chocando entre sí. Ella es todo lo contrario a mí; mamá
ha sido una chica fiestera toda su vida. Le gustan los hombres, la ropa
cara y el alcohol, en ese orden.

Creo que realmente se esforzó por ser una ama de casa y una buena
madre cuando nací, pero luego mi padre se fue, y ella perdió todo el
control. Crecí con un carrusel de hombres de mala muerte que venían a
verla, y me juré a mí misma que nunca sería así.

La oigo salir del salón y escucho para ver si se dirige hacia arriba o
hacia la cocina. Cuando oigo el chirrido de su paso por la escalera, grito―:
¡Feliz Navidad, mamá!

―No grites ―me responde antes de dirigirse a su dormitorio.

Me encojo de hombros. No debería haber esperado nada mejor. Esa


es la cuestión, Faith, si mantienes tus expectativas bajas, nunca te decepcionará.
Con aire pensativo, termino de comer mis cereales. Mi mente está
en otra parte, pensando en las clases que tomaré el próximo semestre y
esperando poder pasar la mayor parte del día lejos de mi madre otra vez.
Las vacaciones de invierno son un regalo del cielo para la mayoría de los
estudiantes, pero me gustaría tener alguna tarea para mantener mi mente
ocupada o al menos un trabajo.

Cuando termino de comer y coloco mi cuenco en el fregadero,


suena el timbre de la puerta. Desconcertada, me dirijo a la puerta
principal, sin saber quién podría visitarnos a las nueve de la mañana del
día de Navidad. A no ser que mi madre haya invitado a alguien... ugh. Me
preparo antes de abrir la puerta, esperando a medias que uno de los
espeluznantes caballeros de mi madre esté al otro lado. Pero cuando abro
la puerta, el invitado que está en el porche es alguien que ya conozco.

47 ―¿David? ―pregunto con un tono confuso. Sonríe ampliamente,


aunque un poco nervioso, y sostiene una caja envuelta en papel de regalo
verde brillante.

David y yo nos conocemos desde el séptimo grado y siempre hemos


sido competitivos. Él fue el mejor alumno de nuestra promoción, con una
nota media sólo un punto inferior a la mía. Teníamos algunas cosas en
común: libresco, impetuoso, motivado. Pero él era un extrovertido natural
y el rey del baile mientras yo comía mis almuerzos en la biblioteca. Aun
así, no me había dejado sola como yo esperaba, sobre todo después de
convertirse en capitán del equipo de fútbol.

Sólo vivía a unas manzanas de distancia y estudiábamos juntos al


menos una vez a la semana. Por aquel entonces éramos una buena
influencia mutua; tener a alguien con quien competir me hacía
preocuparme más por mis notas. No es que a mamá le importara. Siempre
tuve la sensación de que David estaba ligeramente enamorado de mí, pero
nunca le correspondí ni coqueteé con él más allá de las ligeras bromas
sobre las notas.

Pero hacía casi dos años que no nos veíamos. Se había ido a la
universidad fuera del estado, con una beca de fútbol, y no solía venir a
casa en los descansos. Sin embargo, aquí está, con el pelo castaño oscuro
recogido en un gorro de punto rojo y las mejillas sonrosadas por el frío.

―Hola, Faith ―dice nervioso, mostrando una sonrisa perfecta.


Había llevado ortodoncia durante casi todo el instituto, pero ahora tenía la
sonrisa cegadora de un actor o un modelo.

―¿Qué haces aquí? ―pregunto con cautela. David es simpático, pero


siempre ha sido... intenso. Vi cómo trataba a algunas de sus novias en el
48 instituto; podía llegar a ser muy prepotente, y sé que me engañó al menos
una vez. En parte por eso nunca lo consideré románticamente. Me quedé
con la puerta parcialmente abierta, apenas lo suficiente para asomar la
cara.

―Es Navidad y quería venir a celebrarlo contigo. Sólo unos minutos


―dice, mostrando de nuevo esa amplia sonrisa. Va de un pie a otro, con la
respiración ligeramente agitada―. ¿Puedo entrar?

Lo último, lo último que quiero es que entre y vea a mi madre


resacosa. Probablemente intentaría ligar con él de todos modos. Esta
Navidad ya era decepcionante; no quería que se convirtiera en algo
totalmente deprimente.

―Uh… ―Me inclino hacia atrás para coger mi abrigo de lana gris
del perchero―. Espera, um, mi madre aún está durmiendo. Voy a salir.
Vuelvo a cerrar la puerta antes de que David pueda responder y me
pongo un par de zapatillas que tengo junto a la puerta. Me abrocho el
abrigo y me quito el pelo de la cabeza, abro la puerta de nuevo y salgo a
ver a David. Mis pies crujen en la nieve cuando nos encontramos frente a
frente y David me tiende la caja envuelta. Sonríe con toda la emoción e
inocencia de un Golden Retriever, y sus ojos marrones apenas parpadean.

―Feliz Navidad, Faith ―dice, agitando un poco la caja. No es


grande, probablemente seis pulgadas de largo y tres de profundidad.
Parece una caja para un collar, o una pulsera, o algo así. Por encima del
hombro de David, puedo ver la ventana del salón de Vincent. ¿Me lo estoy
imaginando, o veo que la cortina se abre y se cierra de repente?

―¿Qué es esto? ―Tomo con cautela el regalo en mis manos. Es muy


ligero, y tiene una pequeña pegatina blanca con "PARA FAITH :)" escrita
49 en tinta azul.

―Un regalo ―Bromea, con una voz llena de sarcasmo. Vuelve a


meter las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero, con la mascota
de su universidad en el pecho―. ¡Ábrela!

―David, apenas hemos hablado desde la graduación... ―digo,


intentando devolverle el regalo―. Sea lo que sea, es demasiado.

Empuja el regalo, sacudiendo la cabeza sin romper el contacto


visual. David es unos buenos quince centímetros más alto que yo, y siento
que no puedo decir que no.

―Insisto, Faith. Además, te he estado siguiendo por internet. No es


que seamos extraños.
No me gusta el tono engatusador de su voz, pero supongo que
puedo ver lo que hay dentro. Deshago el lazo que rodea la caja, un bonito
detalle, debo admitir, y deslizo mi dedo suavemente bajo la costura del
papel de regalo. David respira con demasiada fuerza y veo las nubes de
vapor que bajan.

Bajo el papel de regalo hay una pequeña caja de cartón. Levanto la


tapa y dentro hay un delicado collar de plata y dos billetes de avión. Me
quedo boquiabierta cuando lo miro más de cerca; es un viaje en primera
clase a las Bahamas este mes de mayo.

―¿Qué...? ―digo en voz baja. David no me oye y se inclina hacia


delante con entusiasmo.

―Mis compañeros y yo nos vamos a las Bahamas para las


50 vacaciones de primavera. Un grupo de chicos va a llevar a sus novias, y yo
estoy perpetuamente soltero, así que he pensado en arriesgarme con la
chica que siempre ha cautivado mi corazón. ¡Tú!

Casi suena como si hubiera escrito esto o lo hubiera leído de una


tarjeta. Como si me estuviera dando un argumento de venta. No es dulce
ni romántico; es... viscoso.

Algo se me revuelve en el estómago. No quiero hacer un viaje largo


con alguien que apenas conozco y con un montón de extraños. Hace años
que ni siquiera nos chateamos. ¿Y si sólo está tratando de robar mis
órganos? Esto es increíblemente sospechoso.

―David, no ―digo, mirándole con expresión suplicante―. Me siento


realmente incómoda con esto.
―¿Por qué? ¿No crees que te mantendré a salvo? ―Cruza los brazos
sobre el pecho, y yo doy un paso atrás, girando, de modo que mi espalda
queda de cara a la puerta principal.

―No es eso, David, pero esto es demasiado extravagante, y apenas


te conozco ya.

―Vamos, Faith, si crees que no me conoces bien, esta es la


oportunidad perfecta para conocernos. ―Se acerca a mí mientras habla,
frunciendo ligeramente el ceño. Apenas parpadea, y el efecto es
espeluznante.

―David, por favor, retira esto.

―No. ―Da otro paso hacia mí, imponiéndose sobre mí en este

51 punto, con los brazos cruzados. Estoy inmovilizada contra la puerta de mi


casa. El corazón me late en el pecho; David es más grande y más fuerte
que yo, y mi puerta está abierta. No tengo ni idea de lo que podría hacer.

―Me estás asustando. Basta ya.

Con el pulso retumbando en mis oídos, me parece oír un portazo,


pero no puedo estar segura. Me tiene atrapada en el pequeño hueco de mi
puerta, donde estoy atascada a los dos lados por columnas de ladrillo.
David pone su brazo en cada columna, inclinándose hacia delante hasta
que su aliento se hace visible en mi cara. Ahora está casi escupiendo, con
la boca curvada en un feo gesto.

―¡Cristo, Faith, te he deseado desde que tenía doce años! Me he


pasado años siendo amable contigo. Tratando de entrar en tus pantalones,
¿y no puedes hacerme un favor?
―Te haré un favor, amigo ―dice una voz detrás de David.

Da un salto y se gira, sólo para ser recibido por un gancho de


izquierda en la cara. Grito mientras David se echa a un lado, saltando
hacia atrás antes de ver al agresor.

Es Vincent, sólo con unos vaqueros y una camiseta blanca, con una
mirada salvaje. Una mirada que me hace pensar que podría matar a
David.

52
Vincent
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Lapislazuli

Fue pura suerte que atrapara al chico universitario dirigiéndose por


el camino de entrada de Faith. Había estado sentado en la ventana de mi
sala de estar, admirando la nevada, tomando mi primera taza de café del
día. Preparándome para salir para mi próxima tarea. Entonces lo vi.

No podría haberse parecido más a un personaje de la película de

53
John Hughes si lo hubiera intentado. Cabello resbaladizo, jeans caros,
chaqueta letterman de colores escolares, por el amor de Cristo. Cuando vi
a Faith entrar en el porche, salí de la ventana e hice una línea recta hacia
la puerta principal, abriendo lo suficiente para escuchar su conversación.

Simplemente quería escuchar, no intervenir, pero en el momento en


que escuché a Faith decir que estaba asustada, vi rojo. No era humano en
ese momento, simplemente una torre de rabia y celos. Mi mente se vuelve
hacia sus instintos animales mientras la sangre se calienta en mis venas.
Abro la puerta principal y la golpeo detrás de mí sin pensarlo, casi
gruñendo mientras corro de mi puerta a la de ella.

Acorto mi camino por mi césped delantero, saltando sobre la cerca


baja que separa nuestros caminos de entrada. El chico, ese idiota, le grita.
Vociferando que se la merece. Que se lo debe. Que mi obsesión, mi mujer,
mi Faith le debe algo solo porque se volvió loco pensando en ella en la
escuela secundaria.
—... no puedes hacerme un favor? —grita, y doy los últimos pasos
para ponerme detrás de él. El tipo está alrededor de mi altura y se cierne
sobre Faith en su puerta. No sé quién coño cree es que la está abarrotando
y levantando la voz, pero está a punto de estar en un mundo de dolor.

—Te haré un favor, amigo. —Las palabras salen en un gruñido


ronco, raspándome la garganta. Salta ante el sonido de mi voz, y no
pierdo el tiempo al enroscar mi puño izquierdo.

Hay un golpe satisfactorio ya que la piel se encuentra con la piel.

El momento se mueve en cámara lenta: mi puño se encuentra con su


cara, su rostro registra conmoción, sorpresa y luego dolor. Se dobla hacia
atrás, agarrándose la nariz. Vuelvo a poner mi brazo a mi lado y veo a mi
hermosa Faith, con la boca abierta en una apretada O. Su cabello está en

54 coletas trenzadas, y su rostro es fresco y sereno. Pero incluso la visión de


mi amor no pudo sacarme de esta rabia en la que estoy.

—¿Infiernos, hermano? —dice el universitario, medio arrodillado en


el porche.

Estoy respirando con dificultad y puedo sentir mi pecho subiendo y


bajando.

—No soy tu hermano —gruño mientras doy un paso más cerca. El


niño intenta dar un paso atrás, pero tropieza con sus pies. Agarro el cuello
de su chaqueta y lo tiro hacia mí. Pierde el equilibrio al salir del pequeño
porche y tropieza aún más cerca de mí. Con la tela de su chaqueta cliché
envuelta alrededor de mi mano, traigo mi cara al nivel de la suya.
—Oye, vamos, esto es solo un malentendido —suplica, con la cara
roja ardiente. Está asustado y es una mierda. Puedo olerla en él. Esta no es
la primera vez que sacude a alguien.

—No lo creo. Ella te dijo que retrocedieras. No escuchaste. ¿Qué es


lo que estoy malinterpretando? —Mantengo mi tono parejo, pero la rabia
burbujea debajo.

El chico traga pesadamente, dándose cuenta de la profunda mierda


en la que se encuentra. Es mejor que este tipo se alegre de que estemos a la
intemperie porque si estuviéramos solos, ya estaría muerto.

—Te vas a ir —le digo en voz baja, esperando que Faith no


escuche—, y no vas a volver. Si lo haces, trataré contigo, y no tan
suavemente la próxima vez. Ella quiere que la dejes en paz. ¿Vas a

55 escuchar? ¿O necesito enseñarte otra lección?

—Me iré. Me iré. —Su voz está llena de pánico, casi como si
supiera lo que estoy pensando. Porque en mi mente, ya lo estoy matando.
Voy a hacerle sufrir por tocarla.

Sus ojos están muy abiertos y trata de levantar las manos para
rendirse. Nuestras caras están lo suficientemente cerca para que pueda
sentir su aliento, pero lo miro a los ojos, sin pestañear, durante un largo
momento antes de soltar su cuello y alejarme. El chico tropieza de nuevo,
tratando de recuperar el equilibrio.

Una vez que está de nuevo de pie, cruzo mis brazos sobre mi pecho
y lo miró fijamente. Faith todavía está de pie en silencio en el porche y
una mano choco sobre su boca en estado de shock. El chico se ajusta la
chaqueta, tratando de salvarse la cara frente a su enamorada de la escuela
secundaria.
Es gracioso, en cierto modo. Él piensa que es tan fácil y adulto, pero
lo volví a convertir en un colegial en segundos. Resisto el impulso de
hinchar mi pecho mientras me doy la vuelta para verlo caminar por la
calle nevada.

No es hasta que está de vuelta al volante de su auto que me doy


cuenta de lo fría que se siente la piel en mis brazos. Mi sangre ha
comenzado a enfriarse y ya no uso una cálida capa de ira.

Vuelvo a Faith. Su mano ya no tapa su boca, pero me mira con


expresión desconcertada. Puedo leer sus ojos como un libro: está asustada,
agradecida, nerviosa y feliz al mismo tiempo.

Dios, ella no tiene idea de cómo enmascarar sus sentimientos. Me


duele el corazón, la forma en que cada emoción juega claramente en su

56 rostro. Veo cómo la preocupación supera a todos los demás sentimientos.


No. Ella no me ve como un protector; ella me ve como una bestia. Tengo
que demostrarle que no hay nada que temer cuando se trata de nosotros.

—Um... gracias —susurra. Noto que está en zapatillas y pantalones


de pijama y no quiero nada más que llevarla adentro, calentarla junto al
fuego y electrificar cada centímetro de su piel...

—No lo menciones —digo en un tono indiferente, tratando de no


traicionar lo salvaje que todavía me siento por dentro—. Mereces ser
tratada con respeto.

Faith sonríe tímidamente ante eso, mirando hacia sus pies. Mi


cerebro me grita que vaya a ella, que la tome en mis brazos, que tome su
barbilla con hoyuelos entre el pulgar y el índice y que la levante para que
me mire. Mirarla profundamente a los ojos y asegurarle que todo estará
bien, para desenfundar sus miedos, pero no. Eso sería demasiado. Salté a
su césped para protegerla de un adolescente sociópata, no para tomarla
como propia.

—Déjame ver tu teléfono celular. —Me acerco, extendiendo mi


mano hacia ella. No le doy la oportunidad de decir que no. Ella se
encuentra con mis ojos de nuevo y saca el teléfono del bolsillo de su
abrigo, desbloqueándolo rápidamente antes de entregármelo. Ya no hay
miedo en sus ojos, lo que me hace sentir un poco mejor.

Rápidamente toco sus contactos, ingreso mi nombre y escribo mi


número. Toco el pequeño botón verde 'guardar' y se lo devuelvo. Todavía
está respirando con inhalaciones atascadas, tratando de procesar lo que
está pasando. Pero también noto un rubor rosa profundo que se arrastra
por su cuello y sé que está abierta a mis avances.

57 —Llámame si necesitas algo, Faith. Y quiero decir cualquier cosa —


digo, mirándola profundamente a los ojos por un momento.

—Lo haré, Vincent. Gracias de nuevo. —Suena tan tímida, pero


todavía me derrito, escuchando mi nombre en sus labios. Es más suave y
dulce que la miel—. Feliz Navidad también.

—Feliz Navidad —digo con un asentimiento, girando bruscamente


sobre mis talones en la nieve. Mido mis pasos mientras camino por su
camino de entrada, dándole un último saludo antes de darme la vuelta
para bajar por la acera que conduce a mi jardín; no tiene sentido saltar
vallas de nuevo. No quiero asustarla.

Faith me devuelve el saludo y siento una gran atracción por ella.


Como si hubiera una cuerda invisible entre nosotros, una que siempre ha
estado ahí, esperando a que finalmente nos unamos.
Se da la vuelta y abre la puerta de su casa, disparándome una tímida
sonrisa sobre su hombro antes de volver a entrar. La puerta se cierra detrás
de ella, y observo la corona de plástico balancearse hacia adelante y hacia
atrás por un momento antes de regresar a mi casa.

Una vez dentro, reviso mi reloj. Maldita sea. Si iba a hacer este
golpe bien, necesitaba irme ahora mismo. El objetivo vive en la siguiente
ciudad, y tendré que subirme a la interestatal para llegar allí. No puedo
permitirme apostar por el tráfico bajo, incluso el día de Navidad.
Afortunadamente, ya guardo todo mi equipo en mi automóvil, escondido
en el asiento trasero hueco para nunca despertar sospechas.

Respiro hondo, apoyado contra la barandilla de la escalera, tratando


de volver a acoplar mi cabeza hacia el trabajo. Si esto no pasa, Tony
nunca me perdonará. El tipo al que se supone que debo disparar hoy,
58 Dave Sobaski, había engañado a Tony con mucho dinero en un negocio
turbio. No está afiliado a ninguna otra mafia o pandilla, solo es un
estafador emprendedor que enamoró a los hombres equivocados. Soltero y
vive solo, será un éxito fácil.

Sin moverme, pienso en el trabajo y en Faith. Realmente no quiero


dejarla, pero tengo mi teléfono y puedo ver las cámaras en su habitación.
Todo lo que necesitaba ahora era abrigarse.

A toda prisa, me pongo mi chaqueta de cuero y envuelvo una


bufanda alrededor de mi cuello. Me ayudará a ocultar mi cara mientras
replanteo al tipo.

Mi mente está en Faith mientras conduzco por el centro de la


ciudad, escuchando música antigua en la radio. Carole King canta sobre
estar junto a tu hombre mientras pienso en cómo sería probar a mi joven
vecina. Estoy tan perdido en mis pensamientos que casi conduzco más
allá del edificio al que se supone que debo ir.

Mierda, nunca estoy tan distraído.

Me estaciono en el último piso de un estacionamiento, cerca de una


escalera que conduce al techo y frente al apartamento tipo estudio de
Dave. Decidiendo que no necesitaré usar mi chaqueta de camuflaje para
permanecer oculto en un techo, me inclino en el asiento trasero y empaco
todo mi equipo en una bolsa de lona sin iluminadores. Después de cerrar
mi auto y envolver mi bufanda sobre mi boca y nariz, subo la escalera que
conduce a una simple trampilla en el techo. Hay una gruesa capa de nieve,
y el viento azota ferozmente alrededor de mi cara. Meto los extremos de
mi bufanda en la chaqueta para evitar que soplen.

59 Afortunadamente, hay un pequeño radiador justo a lo largo de la


pared que me da una vista del apartamento de Dave. Estará en el
domicilio 406, cuarto piso, segunda ventana a la izquierda. Me acomodo
en el radiador y desabrocho mi bolso, agradecido por el sonido del viento
y el tráfico para cubrir el ruido de una pistola y un trípode que se están
armando. Este proceso es memoria muscular para mí ahora; después de
todo, esto es lo que he estado haciendo durante los últimos doce años de
mi vida.

Una vez que mi francotirador y mi visor están configurados con un


disparo muerto a la ventana de Dave, me relajo en mi asiento y dejo que
mi mente divague. Como hago a menudo, recuerdo cómo encontré trabajo
como asesino en primer lugar.

Es una historia trágica, de verdad. Pero supongo que estoy viviendo


el final feliz.
Cuando tenía dieciséis años, mis padres murieron en un accidente
automovilístico. Se dirigían a casa después de tomar algo para llevar para
la familia. El sobrino de Tony, Frederico, estaba navegando por la ciudad
con un par de prostitutas y una cabeza llena de drogas. Se pasó un
semáforo en rojo, se estrelló de frente contra mis padres, matándolos en el
impacto. Él y sus prostitutas sobrevivieron con menos de un rasguño.

Al día siguiente, Tony llegó a mi puerta. Era un hombre regordete e


intimidante, con un traje a rayas a pesar de que era agosto en ese
momento. Había estado despierto toda la noche, preocupándome por
dónde podían estar mis padres. Había llamado a la policía varias veces,
pero no me ayudaron. Tony me informó que mis padres estaban muertos,
pero que me haría un trato. Si nunca hiciera público quién los mató y
aceptara no demandar, él se aseguraría de que estuviera protegido y

60
provisto por el resto de mi vida.

—Es mi sobrino, ya ves —había dicho, agitando las manos como


para descartar el hecho—. Es un buen chico que toma algunas malas
decisiones. Pero los Fontana protegen a su familia, pase lo que pase. Te
protegeremos a ti también, Vincent.

Me dijo que durmiera y me entregó una botella llena de Ambiens.

—Sobreviví con ello cuando mi mama falleció —había dicho con un


brillo comprensivo en sus ojos. Incluso a los dieciséis años, no me hacía
ilusiones sobre lo que Tony me pedía que hiciera. Me estaba dando toda
una vida de seguridad financiera para perdonar y olvidar que su sobrino
mató a mis padres.

Terminé tomando el trato, pero nunca perdoné ni olvidé. Frederico


todavía murió por mi mano. A veces, creo que Tony lo sabe, a pesar de
que lo hice parecer un accidente.
Durante los primeros cuatro años, hasta que cumplí veinte años,
Tony me tuvo trabajando en pequeños trabajos. No hice mucho dinero,
pero fue suficiente para salir ganando y me permitió demostrar mi lealtad
y confiabilidad.

Un día, me dijo que tenía algo divertido que hacer. Me llevó al


campo de tiro el mismo día. Esa corta hora en el campo de tiro cambió mi
vida por completo. Acerté en todos los objetivos perfectamente.

Al día siguiente, realicé mi primer golpe.

Han pasado doce años desde entonces, y no podía imaginarme


haciendo otra cosa. Sí, he tenido hombres y mujeres tratando de matarme.
He tenido casi rasguños con la muerte y momentos que no estaba seguro
de poder superar. Pero lo hice, cada vez. Últimamente, he estado

61 pensando que tal vez la razón por la que me mantuve con vida fue para
encontrar a Faith. Para salvarla.

Sacudo los pensamientos de mi cabeza y vuelvo al presente. Dave


Sobaski aparentemente ha regresado a casa mientras una luz cálida brilla
detrás de sus cortinas. Puedo ver la sombra de él moviéndose dentro de su
apartamento, pero no es suficiente para obtener una imagen clara. Tendré
que esperar a que abra sus cortinas. Maldita sea.

Sin quitar los ojos de la ventana de su apartamento, saco mi teléfono


del bolsillo de mi abrigo. Coloco la visera para que todavía pueda ver la
ventana de Dave y abrir la alimentación de las cámaras de Faith en su
habitación.

Está dormida en su cama. Frente a mí, bueno, a la cámara que


instalé en un marco de fotos frente a su cama. Su cabello cae ligeramente
en su cara. La veo respirar arriba y abajo y desearía poder envolver mi
cuerpo alrededor de ella.

De repente, la pantalla se congela cuando llega una llamada.

Es Tony.

Confiado en que nadie de abajo me escuchará, respondo a la


llamada, poniéndome el teléfono en el oído. El viento sigue aullando a mi
alrededor, así que me llevo la mano a la boca y el altavoz para bloquear el
sonido.

—Bueno, Feliz Navidad, Tony.

—Para ti también. Ahora, Vicent. ¿Ya está hecho? —gruñe, yendo


directo al grano.
62 —Todavía no —respondo, apretando los dientes. Tony se pone de
un humor como este últimamente, donde cree que todo podría hacerse
mejor, incluso si ya eres el mejor en el trabajo.

De repente, Dave abre las cortinas de su ventana.

—Espera, Tony. Disparo claro —le digo al teléfono antes de ponerlo


en el suelo y reanudar mi posición con el rifle. Dave Sobaski está sin
camisa, apoyado contra su ventana, una mejilla presionada directamente
contra el vidrio. Admirando la nieve, sin duda.

Tonto hijo de puta.

Detonante. Tiro. Pssssh. Una pequeña grieta.

—Felices malditas fiestas —murmuro bajo mi aliento mientras la


bala zumba a través de la ventana.
Con un nuevo agujero en la frente, Dave cae hacia atrás en el suelo
de su habitación alquilada. Levanto mi teléfono de nuevo.

—Está bien, Tony. Hecho.

—Bien. Necesito hablar contigo sobre algo.

Me detengo, ni siquiera pregunto qué. Sé que Tony continuará con


o sin mi reconocimiento.

—Te has distraído últimamente, Vincent. No eres tú mismo. ¿Hay


algo mal? —No me lo pregunta por preocupación. El borde de su voz es
una amenaza. No quiere decir, dime tus problemas; quiere decir mantente en
línea.

—Estoy bien. Hice el trabajo, ¿no?


63 —Seguro que lo hiciste. Solo trato de cuidarte. Asegurarme de que
no haya ningún problema, ya sabes.

—No hay problema —le aseguro, enfadándome mucho por lo


personal que se está poniendo conmigo.

—Bien. —Cuelga sin despedirse.

Una sensación incómoda me está carcomiendo. Tony está actuando,


y mi mente se dirige inmediatamente a Faith. Si alguien se entera de mi
obsesión con ella, estará en peligro, y eso incluye a mi jefe. La vería como
mi debilidad, y eso sería una debilidad para él por defecto.

Antes de comenzar a empacar mi rifle, decido eliminar la aplicación


de transmisión en vivo de mi teléfono. En el camino a casa, prometo que
lo borraré de mi computadora tan pronto como llegue a mi lugar.
Me duele renunciar a eso, pero no la pondré en peligro.

Es hora de dejar de fumar. Por el bien de Faith.

64
Faith
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Lapislazuli

Después de ese desastre con David y Vincent, estoy demasiado


agotada para funcionar, así que subo las escaleras y entro en mi
habitación, donde caigo en la cama. Me acuesto mirando hacia mi techo
durante unos minutos, reviviendo el extraño enfrentamiento del porche
delantero una y otra vez. Fue vergonzoso, pero ver a Vincent respirar con
dificultad, las venas saliendo de su cuello, mirando a David como si
65 quisiera matarlo... bueno, fue aterrador. Pero también estaba muy, muy
caliente. Parte de mí esperaba que perdiera el control, me levantara sobre
su hombro y me llevara al otro lado de la calle y a su casa.

No sé cómo llegó a mi patio tan rápido.

¿Estaba escuchando? ¿Me estaba prestando atención? No es posible.


No hay forma de que me haya estado mirando como yo lo he estado
mirando a él.

A menos que... lo haya hecho. Entre lo amable que fue anoche y la


forma en que rechazó a mi madre... dios mío, esas veces juré que alguien
me estaba mirando.

¿Era él? ¿Probablemente no estaba loca?

Los pensamientos se arremolinan en mi cabeza hasta que se funden,


y finalmente asiento con la cabeza. Sueño con la forma en que Vincent
miró a David, hablándole como si no fuera más que un insecto en la parte
inferior de su zapato. Vincent se abalanzó para protegerme.

Nadie me ha protegido así antes.

Cuando me despierto, la casa está vacía y el auto de mamá se ha


ido. Pongo los ojos en blanco, pensando que ella ha salido a buscar a su
propio Santa Claus para emborracharse. Tal vez esta sea una de sus
escapadas más largas, y pueda tener la casa para mí por un tiempo. Una
chica puede soñar, ¿verdad?

Sentada en mi cama y estirándome, recuerdo que ahora tengo el


número de teléfono de Vincent. En cualquier momento que quiera, podría
llamarlo o enviarle un mensaje de texto. Solo para escuchar su voz. Sin
embargo, no es que lo haría. Eso me haría parecer una novia pegajosa.

66 Dios, ni siquiera estamos saliendo.

Sacudo los últimos fragmentos de sueño de mi cabeza antes de


ponerme de pie, agarrar mi novela romántica y bajar las escaleras. Me
puse un par de calcetines desvanecidos de muñeco de nieve, bajé las
escaleras y me acurruqué en el sofá frente al árbol de Navidad.

Con la nieve afuera, el sol poniente y el cálido resplandor de las


luces navideñas, me siento acogedora por una vez. Esta, sinceramente, es
mi Navidad ideal. Leyendo en el sofá, nadie que me moleste, un hermoso
árbol para mirar. Respiro hondo y me relajo, leyendo vorazmente. Antes
de darme cuenta, me estoy perdiendo en la historia.

Casi he terminado con la novela del Rey Elfo, pero leo lentamente
para tomar cada pedacito de depravación que el rey somete a su princesa
campesina. En la escena con la que empiezo, él la invita a un día completo
de tratamientos de spa mágico rejuvenecedores, pero ella se ve obligada a
hacer el amor con cada sirviente y mago que le aplica los tratamientos.
Todo mientras el Rey Elfo observa.

A pesar de que el Rey Elfo es descrito como astuto y rubio, imagino


los hombros abultados y los ojos oscuros de Vincent mientras leo. Me
imagino a mí misma como la campesina, soltada en un mundo nuevo y
descubriendo su sexualidad floreciente. Todo para el placer visual de un
rey fuerte y todopoderoso. Sabiendo que, si se niega, él la enviará a ella y
a su familia de vuelta a la pobreza. Sabiendo que, para sobrevivir, ella
debe ceder a todos sus caprichos.

La idea de ser sumisa me atrae. Tal vez por ninguna otra razón que
no tendría idea de qué hacer en la cama una vez que llegara allí, pero creo
que es más que eso. Toda mi vida, he tenido que cuidarme.

67 Cuando encuentre a un hombre que me desflore, quiero que me


cuiden. Tal vez sea extraño, pero realmente quiero que un hombre tome el
control, que me diga qué hacer y cuándo hacerlo. Parece casi... liberador.
No tener que preocuparse por nada porque alguien te está cuidando en
todos los sentidos.

Cierro el libro de golpe y escondo la cubierta debajo de mi muslo


cuando escucho una llave en la puerta. Ugh, la llave de mamá. Puedo
escuchar sus risas borrachas tan pronto como abre la puerta, dejando que
un rayo de luz débil entre en el pasillo.

—¡Fa-aa-ith! —grita con voz de canto borracho.

Pongo los ojos en blanco, confiada en que no puede verme hasta que
tropieza con un hombre extraño en su brazo. Todavía lleva el vestido
verde esmeralda de anoche, pero ahora está tan arrugado y manchado que
parece que lo encontró en la cuneta. O tal vez se acostó en la cuneta ella
misma. El tipo en su brazo tiene los ojos entreabiertos.

No sé qué es lo que tiene ese tipo. Pero en el momento en que entra


en la habitación, se me hiela la sangre. Está encorvado, con una buena
cantidad de hinchazón alrededor de la mandíbula. Me mira con aire ebrio,
pero sus ojos son demasiado agudos, oscuros y fríos. No creo que esté tan
borracho como mamá. Puede que no esté borracho en absoluto.

—Faithie, cariño —desprecia mi madre, con un ojo caído medio


cerrado. Le da unas palmaditas en la cara al tipo, pero él no me quita los
ojos—. Este es Franco. Es italiano.

—Rico —me dice, rodando ligeramente el sonido R.

68
—Faith, este es Rico —dice, tropezando a un lado—. Rico, voy a ir
a buscarnos un poco más de vino, vuelvo en seguidaa.

Mamá le da palmaditas en la cara y el pecho de nuevo antes de


tropezar. Rico se queda de pie en la entrada de la sala de estar, mirándome
con esos ojos fríos. Con mi madre fuera de la vista, aparentemente
abandona el acto de borracho.

—Eres muy hermosa, Faith —dice, y algo en el tono frío de su voz


me hace sentir un escalofrío. Todas mis terminaciones nerviosas gritan:
¡sal de aquí, AHORA!

Me pongo en pie rápidamente y decido salir corriendo, tratando de


caminar lo más lejos posible de él. Me observa todo el tiempo e intento
agachar la cabeza, pero en el momento en que estoy a su alcance, se lanza
hacia delante y me agarra por la muñeca. Grito, pero se lleva otro dedo a
los labios.
—No querrás alarmar a Margaret ahora, ¿verdad? —canturrea,
saliva volando sobre mi cara. Trato de alejarme de su agarre, pero me
sostiene con más fuerza. De repente, sus ojos se fijan en mi novela.

—Por favor, suéltame —le digo, alejándome. Agarra mi novela con


una mano e inspecciona la portada, una pintura de la campesina
semidesnuda aferrada a su rey. Sus cejas tupidas se elevan hasta la mitad
de su rostro mientras toma la sensual cubierta.

—La formación de una princesa —lee sarcásticamente—. Eres muy


traviesa.

—Solo déjame ir, ¿de acuerdo? Tú y mi mamá pueden hacer lo que


quieran. Solo déjame fuera de eso.

69
—No, no, no, cariño —ronronea Rico, haciendo un leve gesto. Me
roza la mejilla con el libro y me sobresalto, pero sigue agarrando mi
muñeca.

—Verás, cariño, tu madre me debe mucho dinero. Y quiero decir


mucho. Ella hará cualquier cosa para pagarme. Darme cualquier cosa.

La forma en que gruñe envía escalofríos por mi columna vertebral.


Sus labios están brillantes por la saliva, y aunque ya no actúa borracho, su
aliento está lleno de whisky. Todas las posibles campanas de advertencia
están sonando en mi cabeza cuando me doy cuenta de que estoy en serios
problemas. Mi estómago se tuerce en nudos, y mi pulso comienza a correr
en mis oídos.

—Está bien, claro, genial, por favor, déjame ir —gimo. Quiero


reunir toda mi fuerza interior, pero solo tengo miedo. No hay fuerza de la
que tirar. Las últimas veinticuatro horas han sido una montaña rusa, y
estoy demasiado agotada para sentir cualquier cosa menos miedo. Pero
estoy temblando en mis calcetines desvanecidos, tratando de alejarme de
este hombre.

—Me temo que no entiendes —dice en un tono casi jovial,


inclinando la cabeza hacia adelante para mirarme desde debajo de su
frente. No es mucho más alto que yo, pero significativamente más fuerte.
Es mayor, tal vez a mediados de los cuarenta. Las arrugas en su rostro
insinúan un fuerte consumo de drogas. O una vida dura. De cualquier
manera, necesito alejarme de él en este momento. Pero no me deja ir y
continúa dándome una conferencia mientras mi mamá se mueve en la
cocina.

—Verás, cara mía, tengo un apetito bastante grande. Así que tu


mamá hizo un trato conmigo. Una vez que ella y yo hayamos terminado,
70 me dirigiré a ti, y si quieres mantener tu hogar, me satisfarás.

Mi sangre se enfría cuando me doy cuenta de lo que está pasando.


Mi madre, posiblemente intencionalmente, me ha destrozado.

—Si cierras la puerta con llave, princesa, arruinaré la vida de tu


madre. Y la tuya. Estoy muy bien conectado. ¿Entiendes?

—¡Yoohoo, Rico! —grita mi madre desde la cocina. No me deja ir


ni deja de mirarme.

—¡Ya voy, cara mía! —dice, volviendo a poner el tono de borracho


en su voz. Por fin, me suelta la muñeca y corro instintivamente hacia las
escaleras. Era luchar o huir, y yo había elegido la huida. Lágrimas
calientes caen por mi cara mientras subo las escaleras de dos en dos, sólo
queriendo alejarme de ese asqueroso infeliz
Una vez en mi habitación, cierro la puerta tras de mí y me hundo en
el suelo, con la espalda pegada a la puerta. ¿Podría estar fanfarroneando?
Tal vez sólo quería asustarme, todo ladrido y nada de mordida.

Pero por mucho que traté de convencerme a mí misma, sabía que


eso no era cierto. Cuando lo miré a los ojos, no había empatía. Sin
humanidad. Tenía la mirada en blanco y sin alma de un tiburón. En mi
alma, sabía que no estaba mintiendo.

Un sollozo desgarrador recorre mi cuerpo al darme cuenta de lo


horrible que es esta situación. Mi madre me ha prostituido para pagar sus
deudas. En el mejor de los casos, ha traído a casa a alguien increíblemente
peligroso. Si no dejo que este hombre me tome como un trozo de carne, lo
perderemos todo. ¡Todo! Lloro entre las manos, intentando pasar
desapercibida y en silencio. Oigo a mi madre y a Rico reírse borrachos en
71 el piso de abajo, y me da escalofríos. Cómo la ha engañado. O ella ve a
través de él y no le importa. ¿Qué he hecho para merecer una vida sin
amor?

Pero, ¿qué hago?

Me siento atrapada. Podría salir de casa mientras Rico se distrae con


mi madre. Correr por el pasillo, salir por la puerta y conducir lejos, muy
lejos. ¿Pero adónde iría? ¿Cómo pagaría mi viaje? Mi única experiencia
laboral fue un semestre de estudio y trabajo en el comedor.

—Oh no, oh no, oh no —murmuro en voz baja, sintiendo que el


pánico aumenta y se apodera de mí. Nunca he sido buena con el miedo.
No puedo mantener la cabeza. Los pensamientos corren por mi mente
demasiado rápido para que pueda entenderlos, y se escucha la risa de
Franco en el piso de abajo.
De repente, recuerdo algo. Algo que tengo ahora.

Un protector.

Saco mi teléfono y llamo.

72
Vincent
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Lapislazuli

Mi polla está dura desde hace horas, y aunque me sigo


masturbando, no parece bajar. Sigo repitiendo en mi mente la mañana de
hoy, cuando vi a Faith correrse. Oír su dulce voz gimiendo mi nombre
cuando llegó al clímax tiene el mismo efecto en mí que medio frasco de
Viagra. Sólo que no hay una línea telefónica a la que pueda llamar para
que la erección dure más de cuatro horas.

73 Estoy a media hora de casa cuando suena mi teléfono,


interrumpiendo mi línea de pensamiento. Estoy agradecido por la
distracción, ya que había estado sumido en la autocompasión por tener
que renunciar a Faith.

La voz de Tony resuena en mi cráneo, diciéndome una y otra vez


que me he estado haciendo el distraído. No haciendo mí trabajo tan bien.
No ocultando mi obsesión. Cristo, probablemente significaba que Faith ya
había visto a través de mí, también. Ella no era estúpida. Todas nuestras
interacciones hasta ahora sólo habían parecido buenas porque yo llevaba
gafas de color de rosa. Ella lo sabía. Sabía que yo era un monstruo.

No reconozco el número que parpadea en la pantalla LCD de mi


automóvil, pero el código de área es local. Mi línea celular es
increíblemente segura, por lo que esta persona debe conocerme. Me
acerco y toco la pantalla de mi teléfono para responder a la llamada. Tan
pronto como se conecta, el sonido de una respiración pesada y en pánico
se reproduce desde los altavoces de mi automóvil.

—¿Hola? —pregunto, bajando ligeramente la perilla de volumen.

—¿Vicent?

El corazón me sube a la garganta y casi freno en medio de la


autopista. Es Faith. Parece aterrorizada. El pánico se ha apoderado de
toda su voz, de su respiración y de su mente. Inmediatamente, aprieto más
el acelerador, pisando los setenta.

Justo cuando renuncié a ella para siempre...

—¿Faith? —digo en voz baja, no estoy seguro de que mi teléfono lo


capte.
74 —Vincent, necesito tu ayuda —se queja—. Dijiste que te llamara si
necesitaba algo, y no sabía a quién más llamar.

—Por supuesto. Dime qué pasa.

—Hay un hombre aquí. Mi mamá... —Se atraganta con las palabras


y deja escapar un sollozo silencioso. Todo mi pecho se enciende de fuego
cuando me doy cuenta de que está en peligro. Esa puta de Margaret la ha
puesto en peligro.

—Tengo miedo... —Sus palabras me golpean como un camión


dejando un profundo dolor en el pecho.

Todo lo que quiero hacer es envolverla en mis brazos y mantenerla


protegida de todo lo que podría asustarla. Tengo que salvarla. Entonces la
dejaré ir. Esta es la última vez, lo juro. Faith suelta otro chillido agudo, y
mi mandíbula se cierra.
—Estoy en camino, Faith. Te lo prometo. Todo saldrá bien.

Moquea y respira con fuerza. Oigo risas estridentes detrás de ella y


me hierve la sangre. ¿Cómo se atreve Margaret a reírse cuando su propia
hija está muerta de miedo? Cómo se atreve. Casi piso los frenos cuando el
velocímetro pasa a setenta y cinco, ochenta, ochenta y dos...

—Mi mamá le debe mucho dinero, y él dijo que iba a… él va a


entrar en mi habitación... —Su voz se rompe y vuelve a sollozar, pero
luego me silencia—. Están arriba, no hables —susurra.

Oigo que llaman a su puerta y Faith toma aire para tranquilizarse.


Tiene un ligero hipo. Todos los músculos de mi cuerpo están tan tensos
como una goma elástica estirada. Ahora tengo visión de túnel, sólo veo lo
suficiente para saber que no atropello a nadie y que ningún policía me

75 persigue. Mientras escucho, me invade una rabia primitiva y bestial. Sólo


Dios sabe a qué velocidad estoy conduciendo.

—Faith. — Se oye la voz de Margaret, débil en la llamada. Pero la


rabia ha hecho que mi oído sea sobrenatural, y cada sílaba es clara para
mí—. ¿Hay más galletas?

Está arrastrando las palabras. Borracha como el infierno. Mi


descripción interior se dispara.

Puta, perra, coño, idiota, desviada, reina del baile, zorra.

—No lo sé, mamá —responde Faith, apenas manteniendo el nivel


de voz. Ya casi estoy en la salida. Ya casi he llegado. Bajo los ojos al
velocímetro y me doy cuenta de que estoy casi a cien kilómetros por hora.
Respiro profundamente y suelto el acelerador, dejándome caer de nuevo a
setenta. Por suerte, hoy las carreteras están casi despejadas. La mayoría de
la gente se queda en casa.
Margaret murmura algo poco claro y luego hay unos momentos de
silencio. Oigo un susurro cuando vuelvo a la ciudad y Faith toma el
teléfono.

—Por favor, ayúdame, Vincent. Me va a hacer daño.

—No te preocupes, Faith. Te mantendré a salvo. Estaré allí en unos


minutos.

Moquea de nuevo, y a través de la rabia, siento un suave hilo de


amor. El instinto de proteger y cuidar. Tal vez la mejor manera de
proteger a Faith es manteniéndola conmigo.

—Gracias, Vincent —dice—. ¿Estás casi aquí?

—Cinco minutos, cariño. Entonces te llevaré a un lugar seguro.


76 Empaca cualquier cosa que necesites desesperadamente en este momento.
Te compraré todo lo demás.

—¿Lo dices en serio? —Su voz suena tan esperanzada, casi como si
esto fuera exactamente lo que quería, que me la llevara.

—Por supuesto, lo digo en serio, solo quédate en tu habitación hasta


que llegue allí, ¿de acuerdo?

—Está bien. Yo, puedo hacer eso.

Faith deja escapar una exhalación firme, y sonrío. A través de una


luz roja, sabiendo que estaré con mi chica en cuestión de segundos. Casi
en casa. Casi allí.

—Voy a colgar ahora —dice con voz más firme. Su respiración


suena menos aterrorizada. Sonrío suavemente mientras me detengo en
nuestro vecindario, cayendo a una velocidad más lenta para atravesar la
nieve.

—Estaré allí en sesenta segundos —digo en voz baja. Luego cuelga.

En cuarenta segundos, llego a la entrada de mi casa, aparco, apago


el auto y corro hacia la casa de Faith. La puerta principal ni siquiera está
cerrada. Esta perra borracha ni siquiera puede cerrar su propia puerta.

Le doy una patada. Me encuentro con la visión de una Margaret


borrada y con la mandíbula abierta. Grita sin palabras, cayendo de nuevo
en los brazos de su amante.

A quien reconozco inmediatamente.

¿Tienes que estar bromeando?


77 Rico. El hermano de mi jefe. Padre de Frederico. Mierda. Me salí
con la mía al matar a su hijo, pero ¿me saldré con la mía con este? Tony
nunca le tuvo cariño a su sobrino, razón por la cual probablemente nunca
investigó su muerte, pero Rico es un asunto diferente. Esto es peor de lo
que esperaba.

—¡Vincent! —dice en un tono falso-jovial.

—Rico —gruño. Mis puños están apretados a mi lado. Su rostro


engreído e hinchado está especialmente desgastado hoy. Tiene cuarenta y
tantos años, pero los años de fiesta y sin consecuencias le han pasado
factura. No parece borracho, pero eso no significa que no lo esté—. Qué
sorpresa tan deliciosa. ¿Te gustaría compartir?

—¿Eh...? —dice Margaret, mirando entre los dos. Tropieza de


nuevo a un lado y me mira de arriba abajo—. Bueno, no me importaría.
—Cierra la boca —chasqueo, sacudiendo un dedo hacia ella—. No
estoy aquí por ti.

La boca de Rico se abre con la realización. Es un bastardo malo,


pero está lejos de ser estúpido.

—Me pareció que la casa de al lado me resultaba familiar. —Sonríe,


golpeando un dedo contra su cara flácida—. Tienes algo con la zorrita de
arriba, ¿no?

No digo nada. Margaret se balancea en su sitio, tratando


desesperadamente de entender las cosas, pero se rinde después de un
momento y se da la vuelta, entrando en el salón. Con un suspiro, se deja
caer en el sofá y empieza a roncar.

78
La madre del maldito año.

—Bueno, parece que estamos aquí por lo mismo, Vincent. Ya que la


has visto primero, te dejaré que observar. —Ninguna cantidad de drogas,
alcohol o dinero podría aliviar esa mirada cruel detrás de sus ojos. Una
mirada que quiero apagar.

Me abalanzo hacia delante y sujeto con una mano el gordo cuello de


Rico. Soy más joven, más alto y más fuerte que él, y apenas se resiste. El
whisky barato está en su aliento, y resisto las ganas de vomitar. Lo
estampo contra la pared y aprieto más. Empieza a escupir y a jadear, y veo
cómo se le pone la cara roja.

—Si la tocas, mueres. No me importa quién sea tu hermano. Nadie


le hace daño.
Rico vuelve a toser y trata de decir las palabras con la boca.
Respondo con un apretón. El rojo empieza a ponerse morado, y sus ojos
comienzan a abultarse.

—Si te encuentro abajo después de ir por ella, tu vida está acabada.

Lo suelto. Se desploma en el suelo, respirando profundamente, y yo


me dirijo a la escalera.

—Te... arrepentirás... de esto... —dice entre jadeos. Lo ignoro y


subo de un salto las escaleras, dirigiéndome a mi amor.

Aunque no hubiera sabido ya cuál es su puerta, mi alma la habría


encontrado. Llamo a la puerta apresuradamente.

—Faith... Soy yo. Estoy aquí —grito, con la desesperación en mi


79 voz. Desde el piso de abajo, oigo el portazo de la puerta principal. Se ha
ido.

La puerta se abre y Faith salta a mis brazos. Me estremezco, sobre


estimulado por su repentina embestida. La huelo. La siento. Su cara está
enterrada en mi pecho. Es como un sueño. Lleva una pequeña mochila y
su pelo empieza a salir de sus trenzas.

Me mira con lágrimas en los ojos. Me doy cuenta de que lleva


mucho tiempo llorando, pero los bordes rojos de sus ojos los hacen
parecer aún más azules. Le limpio una lágrima de debajo del ojo y sonrío
suavemente.

—Por favor, llévame —susurra, con el labio inferior temblando.


Me impulso y la levanto por las piernas. La llevo como si fuera mi
novia, bajando las escaleras con pies firmes. Me rodea el cuello con los
brazos y me apoya la frente.

—Como quieras, princesa —susurro mientras salgo de su antigua


casa y la llevo a la mía.

80
Faith
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Lapislazuli

Cuando Vincent me carga por el umbral de su casa, pellizco la


palma de mi mano para asegurarme de que esto sea real. ¿Fue ayer
cuando estuvo en mi casa, hablándome por primera vez? ¿Que lo vi probar
mis galletas y lo escuché felicitarme?

No puedo creer que me haya salvado. Hace dos minutos, me puse

81
mi viejo abrigo prominente, empaqué una bolsa y Vincent me salvó del
malvado amante de mi madre. No sé qué le pasó a Rico, pero él se había
ido cuando me llevó abajo. Mi madre estaba durmiendo borracha, pero no
me importaba. Estoy lista para dejarla atrás para siempre.

Vincent me levantó como si no pesara más que una pluma y no


tropezó ni dio un solo paso en falso en el camino desde mi habitación
hasta su casa. Pero podía oír los latidos de su corazón golpeando en su
pecho. Era salvaje, rápido. A pesar de su conducta fría y firme, estaba
nervioso. Excitado, incluso.

Una vez que estamos a salvo en el interior, Vincent me deja en el


suelo con suavidad. Enciende las luces y me quedo quieta, asimilando
todo. Por primera vez en todo el día, siento que puedo respirar
tranquilamente.
—Tus zapatos, cariño —dice, asintiendo con la cabeza hacia mis
pies.

—Oh. —Rápidamente los pateo, me saco de los hombros mi


mochila y la pongo junto a ellos. Cuando me levanto, me tropiezo con
Vincent. Está cerca de mí y me pone una mano suavemente en el hombro.
Puedo sentir su aliento en mi nuca y me inclino hacia él.

—¿Estás bien? —me pregunta, susurrándome al oído. Apenas puedo


sentir el movimiento de su boca contra mi piel, y me estremezco. Se siente
demasiado bien, y no puedo detenerme y pensar si debería o no estar
haciendo esto. Todo lo que sé es que se siente bien.

De repente, la sangre corre entre mis piernas y siento que mi coño


pulsa y se hincha. ¿Soy solo yo, o siento algo rígido contra mi espalda

82 baja? No... seguramente, solo me ve a mí como una niña, la niña de al


lado.

—Sí —le susurro. La mano derecha de Vincent se mueve lentamente


sobre mi hombro, a lo largo de mi clavícula, hasta que pellizca la
cremallera de mi abrigo entre sus dedos. Pone su otra mano justo en la
parte superior de mi cadera, apenas tocándome con las yemas de los
dedos. Con una lentitud angustiosa, baja la cremallera, diente a diente,
hasta que el abrigo queda completamente abierto.

Ya respiro de forma superficial y estremecedora. Mueve sus manos


hacia la parte superior de mi abrigo y lo desliza en un movimiento suave.
A pesar de que todavía estoy completamente vestida, me siento
completamente desnuda frente a él. Tiemblo en mis calcetines viejos.

—Te voy a llevar lejos de este lugar. Muy lejos donde estaremos a
salvo, y tú serás feliz, pero primero....
Sin pensarlo, me doy la vuelta, inclinando mi cara hacia la suya.
Los ojos de Vincent están muy abiertos y se está mordiendo el labio
inferior. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, y él no duda en
acercarme a él. Sus ojos se lanzan de un lado a otro como si no pudiera
decidir qué parte de mi cara mirar. Me siento segura en sus brazos.
Protegida. Lejos de cualquier peligro, aunque apenas conozco a este
hombre. No debería tener sentido, no debería sentirse bien, pero lo hace.
Me siento bien.

No sé quién se inclina primero, él o yo. Todo lo que sé es que


nuestros labios se encuentran e instintivamente se mueven juntos y que él
sabe a aire fresco y menta. Puedo sentir cada parte de mi cuerpo en
hiperrealidad; es como si pudiera sentir cada célula sanguínea individual
corriendo por mis venas. Mis caderas están contra las suyas, y me levanto

83
ligeramente sobre los dedos de mis pies para acercarme a él. El beso de
Vincent me prende fuego de la cabeza a los dedos de los pies, y no me
sorprendería alejarme y encontrar mi cabello de punta.

Su lengua aparece contra la mía, cálida y húmeda en mis labios.


Levanta una mano para cubrir la parte posterior de mi cabeza,
imposiblemente arrimándome más. Acercándonos más.

Pero de repente, se congela y sus brazos se tensan. Apartando su


cara de la mía, me suelta, tratando de alejarse.

—Faith, yo....

No puedo soportar escuchar lo que tiene que decir a continuación.


Me abalanzo sobre él, atrapando su cara entre mis manos. Al parecer, le
he tomado por sorpresa, porque se queda paralizado ante mi contacto.
Deja de hablar y me mira con la boca ligeramente separada y los ojos muy
abiertos.
—Vincent, tengo algo que decirte —le digo, con la voz aún
temblorosa. Estoy excitada, encendida, y no voy a dejar que me diga que
no. Soy una mujer adulta. Sé lo que quiero. Respiro profundamente y
continúo—: He estado... observándote desde que te mudaste. Pienso en ti
todo el tiempo. Durante meses, he fantaseado contigo. Acerca de... —
Miro hacia otro lado, parpadeando rápidamente.

Dudo en admitirle algo más por temor a que me rechace. ¿Y si es


demasiado para él? ¿Si se ha asustado por esto? Pero me acosé, lo miro a
los ojos y encuentro la confianza que nunca supe que tenía.

—Te quiero, y quiero compartir mi primera vez contigo, Vincent.


Quiero decir, si quisieras eso —digo en un susurro ronco, dejando la boca
ligeramente abierta. Actuando como las mujeres sobre las que he leído: las
princesas sumisas y las campesinas desesperadas. Su rostro todavía está
84 entre mis manos, pero está mirando mis labios con una mirada casi
enloquecida en sus ojos. Como si estuviera loco de lujuria.

—Oh, Faith —gruñe, extendiendo la mano y agarrándome por las


caderas con una fuerza sorprendente—. Sería mi más grande honor.

Sonrío, pero antes de que pueda procesar del todo que ha aceptado,
Vincent mete la mano por debajo de mi culo y me levanta. Me levanta por
encima de sus caderas con facilidad, y envuelvo mis piernas alrededor de
su cintura, cruzándolas por los tobillos. Aunque los hombros y los brazos
de Vincent son voluminosos, su cintura es fina y delgada, el tamaño
perfecto para rodearla.

Muevo mis manos hacia la parte posterior de su cabeza y tiro de su


cara hacia la mía mientras da tres pasos rápidos hacia adelante y me clava
contra la puerta principal. Grito mientras la parte posterior de mi cabeza
golpea la puerta, pero suspiro profundamente cuando Vincent rompe el
beso y mueve su boca hacia mi cuello.

—Princesa —gime contra mí antes de morderme la piel detrás de la


oreja. Instintivamente, arqueo la espalda, presionando mis caderas contra
sus sólidos abdominales. Sus dos manos están en mí y sus dedos se
hunden tan fuerte que casi duele. Suavemente, lentamente, chupa y
mordisquea el costado de mi cuello, ocasionalmente tomando
respiraciones estremecedoras.

—No tienes idea de cómo he soñado con esto —susurra,


presionando su mejilla contra la mía—. Por supuesto, seré gentil.

—No quiero que seas amable —le susurro, sorprendida de estar


diciéndolo. Pero en el momento en que las palabras salen de mis labios, sé

85 que son ciertas. No quiero que sea suave conmigo. Quiero ver su poder.
Quiero ser suya.

Vincent se retira, con una ceja levantada.

—¿Ah, sí? No sé si puedes soportar eso todavía.

—¿Por qué no lo averiguamos? —respondo, mordiéndome el labio y


sonriendo.

Vincent sonríe a su vez con una mirada salvaje. Presionando sus


caderas contra las mías para mantenerme pegada a la pared, me lleva una
mano al cuello y me obliga a subir la mandíbula. Empieza a aumentar la
presión en los lados de mi cuello, viendo cómo mis ojos empiezan a
agitarse. Todavía puedo respirar en su mayor parte, pero empiezo a
marearme, y unos puntos negros nadan ante mis ojos antes de que él libere
toda la presión.
Jadeo para respirar, pero le sonrío, lamiéndome los labios para
demostrar que me ha gustado. Él me devuelve la sonrisa, aparentemente
satisfecho con mi reacción. Se retira y me deja suavemente en el suelo.
Vincent me agarra de la muñeca y me empuja ligeramente hacia las
escaleras.

—Vamos. Sígueme —dice, guiñándome un ojo antes de adelantarse.


Me tropiezo para seguirle el ritmo, pero me encanta la sensación de ser
llevada.

Vincent me traslada hasta las escaleras y todo el pasillo hasta lo que


presumiblemente es el dormitorio principal. Está decorado de forma
exuberante, con una cama king de cuatro postes en el centro de una
alfombra verde oscura. Las sábanas son marronas con bordados dorados,
y me maravilla el buen gusto de Vincent.
86 Me suelta la muñeca y me rodea con sus brazos, tirando
inmediatamente del dobladillo de mi jersey hacia arriba. Sin mediar
palabra, me levanta la parte superior por encima de la cabeza y la echa
hacia atrás, mirando descaradamente mis pechos. Me alegro mucho de
haber elegido llevar el sujetador negro de encaje hoy.

Vincent mueve sus manos a ambos lados de mis pechos y me


acaricia suavemente, acercando su cara a mi escote. Arqueo ligeramente la
espalda para acercar mis pechos a su cara, deseando sentir su piel contra la
mía. Un profundo gemido sale de su pecho cuando besa a su vez la parte
superior de mis pechos, y luego lleva sus manos a la cintura de mis
pantalones. Con un solo movimiento, Vincent tira de mis pantalones hasta
el suelo y estoy de pie frente a él sin más ropa que mi sujetador y mis
bragas.
—Sube a la cama —dice, y sé que nunca podría desobedecerle.
Rápidamente, sintiendo cómo mis pechos rebotan dentro del sujetador,
me dirijo a la cama y me subo a ella. Me doy la vuelta para mirar a
Vincent y me encuentro con que se quita el jersey y la camisa de un tirón.
Se agacha y desenreda la camiseta blanca del jersey, retorciéndola entre
cada mano hasta que queda como una cuerda.

Pone las dos manos sobre la cama y se inclina hacia delante,


besándome suavemente. No es más que un roce antes de apartarse y
acercarme la camiseta enrollada a la boca.

—Abre —me ordena, y yo obedezco. Mirándome fijamente a los


ojos, mete la camiseta en mi boca y me pone el pulgar y el índice en la
barbilla para que la muerda—. No dejes que esto se caiga, o tendré que
castigarte, Faith.
87 Asiento con la cabeza, tarareando detrás de la mordaza. Mi mente
evoca inmediatamente todo tipo de cosas que podría hacer para
castigarme y, por un momento, pienso en dejar escapar la mordaza,
simplemente para saber qué haría.

—Pon las manos por encima de la cabeza y déjalas ahí. —Apenas


ha pronunciado su orden, mis brazos vuelan hacia arriba y obedezco.

—Buena chica —dice con una sonrisa de satisfacción, acercándose a


mi espalda y desabrochando el pasador de mi sujetador. Jadeo cuando mis
pechos se liberan, rebotando ligeramente. Mis pezones se ponen firmes al
sentir el aire frío, y Vincent cierra inmediatamente su boca alrededor de mi
pecho izquierdo. Toma el pezón opuesto con los dedos, y yo arqueo la
espalda mientras gimo dentro de la camiseta. Su lengua gira bruscamente
alrededor de mi pezón, chupando y mordiendo a su vez. Cambia al otro
lado y sus manos presionan con fuerza mi columna vertebral.
Sentir el aire frío contra mis húmedos pezones es una tortura cuando
Vincent se aparta y desliza sus manos hacia mis caderas.

—Recuéstate. —Mete los dedos en mis bragas negras de algodón, y


yo hago lo que me dice, entrelazando los dedos por encima de la cabeza
para demostrar lo obediente que puedo ser. Me sonríe y me quita la ropa
interior de un tirón.

Saboreo el sudor de su camiseta y eso me excita aún más. Inclino la


cabeza hacia abajo y veo cómo Vincent se aparta de la cama y se
desabrocha los pantalones. Sus dedos se mueven lentamente. Sabe lo
mucho que lo deseo; después de todo, estaba mirando directamente la
palpitante abertura entre mis piernas.

Pero entonces se quita los pantalones y los calzoncillos a la vez, y

88 me encuentro con su enorme erección.

Mis ojos se abren de par en par al ver su longitud y su grosor. Por un


momento, no sé si seré capaz de soportarlo. No sólo es larga, sino también
es ancha, y me va a llevar al límite. Vincent se ríe al ver mi expresión y se
adelanta. Recorre con un dedo la longitud de mi raja, separando los
labios. Cuando siente la humedad de mi abertura, desliza su dedo hasta el
fondo sin avisar.

Grito cuando lo introduce en mi interior, llegando a un punto de


placer que no sabía que existía. Su dedo emana calor dentro de mí
mientras mis caderas se agitan para encontrarse con su mano. Me folla
con su dedo, añadiendo un segundo dígito a medida que me mojo más y
mis gemidos se hacen más fuertes.
Estoy al borde de la locura, a punto de explotar, cuando saca todo
de una vez y retrocede, llevándose los dos dedos a los labios antes de
chupar mis jugos.

—No te preocupes —dice mientras se sube a la cama, con su cuerpo


cubriendo el mío. Levanto las piernas para rodear sus caderas,
mostrándole dónde lo necesito—. Tu coño puede soportarlo.

Estoy mojada y muy necesitada. Podría rogarle que me follara ahora


mismo. Me besa la frente y acaricia la punta de su polla contra mi entrada,
deslizándose desde mi abertura hasta mi clítoris y de vuelta. Gimo detrás
de la mordaza y cierro los ojos, vigorizada por la sensación de ser tocada
por él, finalmente.

—Te preguntaría si quieres que use un condón, pero me importa un

89 carajo. Te quiero embarazada, e hinchada por mis hijos —gruñe. Su tono


posesivo y su necesidad de hacerme suya no hacen más que avivar el
infierno que se está formando entre mis piernas. Necesito que me folle
ahora, o podría morir.

Mis ojos se ponen en blanco cuando empieza a deslizarse


lentamente dentro de mí, con sus manos a ambos lados de mi cabeza, y su
cuerpo haciendo un acto de equilibrio que hace que sus músculos se
tensen.

Separo más las piernas para dejarle un amplio espacio y le clavo los
talones en el culo para incitarle a ir más rápido mientras se hunde
lentamente en mi interior.

Cuando estoy segura de que no puedo aguantar ni un centímetro


más, las paredes y los músculos de mi coño se estiran para acogerlo. Es
tan grande y yo tan pequeña. Estoy segura de que no le costaría mucho
partirme en dos.

Al poco tiempo, sus caderas están al ras de las mías, y miro hacia
abajo para verme estirada alrededor de su polla. Mirándome fijamente, se
retira del todo y vuelve a introducirse en mí, dejando escapar un gemido
tenso mientras sus caderas me presionan.

—Tu coño es tan estrecho, tan jodidamente perfecto. Quiero


correrme dentro de ti ahora mismo —dice entre dientes—, pero primero
voy a darte el polvo de tu vida.

Sin previo aviso, se retira por completo.

—Ponte de rodillas —me ordena, y yo lo hago, levantando el culo

90
en el aire.

Sin dudarlo, se desliza dentro de mí, empujando toda su longitud en


mi interior más rápido que antes. Su miembro late y palpita dentro de mí,
y yo arqueo la espalda para recibir aún más. Empieza a empujar a un
ritmo constante, moviéndose cada vez más rápido al compás de mí.
Jadeo, mis manos empujan las sábanas y un grito se apodera de mi
garganta.

No pasa mucho tiempo antes de que me penetre con fuerza y me


envíe ondas de placer por todo el cuerpo. Se siente tan caliente y tan
grande dentro de mí que me siento llena y estirada. Es increíble. Podría
volverme adicta a la sensación de ser follada así.

De repente, me da una palmada en el culo con una mano firme. Un


escozor me recorre la mejilla, pero es sustituido por un calor abrasador
que se abre paso por mi coño. Grito, pero inmediatamente después emito
un gemido para demostrarle que quiero más.
Sin dejar empujar con rapidez, me golpea la otra mejilla con más
fuerza. Gimo más fuerte, sintiendo que la piel arde donde me ha azotado.
Vincent me agarra del pelo y tira de él, obligándome a echar la cabeza
hacia atrás. Me arqueo y él golpea más fuerte, tan fuerte que hay un poco
de dolor mezclado con el placer.

Luego me suelta y me golpea la cara contra el colchón con la mano.

Como si quisiera recompensarme, Vincent rodea mis caderas con


una mano y entierra su erección completamente dentro de mí. Deja de
empujar y follar, para hacerme sentir toda la fuerza de su polla dentro de
mí. Con dos dedos, empieza a acariciar pequeños círculos alrededor de mi
clítoris hinchado.

Me inclino hacia delante, apretando el culo para acercar mis caderas

91 a las yemas de sus dedos. Presiona con más fuerza contra mí y, entre la
plenitud de mi interior y la presión sobre mi clítoris, gimo con fuerza
contra la tela de su camisa. Siento que las paredes de mi vientre se tensan
y se liberan en rápida sucesión mientras mis caderas se mueven y los
dedos de mis pies se curvan.

Grito dentro de la mordaza mientras el orgasmo me atraviesa,


llenándome de placer. Vincent no deja de acariciar mi clítoris, frotándome
hasta que creo que no puedo más.

Me corro durante más tiempo del que nunca me había corrido y


siento cómo la polla de Vincent salta y palpita dentro de mí. Mi coño se
llena de su semen caliente, y siento cómo su semilla escapa de mi abertura
y gotea por mi clítoris. Vincent gime en voz baja y empieza a dejar de
presionar mi clítoris, dándole unos pequeños roces antes de salirse y
desplomarse a mi lado.
—Deja que te traiga una toalla —dice en voz baja y se baja de la
cama antes de dirigirse al baño. Me dejo caer a un lado, sintiendo su
semen caliente filtrándose entre mis piernas y extendiéndose por mis
muslos. Estoy sudando y respirando con dificultad.

Mierda, ¿realmente ha pasado eso?

Ya no soy virgen. Acabo de perder mi virginidad con mi vecino más


caliente que el pecado y mucho más viejo. Y fue jodidamente increíble.

Vincent vuelve del baño, con su erección todavía moviéndose con


fuerza delante de él. Estoy segura de que va a darme la toalla y a
marcharse, pero no lo hace. Me separa las piernas y me limpia
suavemente los muslos y el coño sensible.

92
—Vincent, de verdad... —empiezo, pero me interrumpe el ruido de
los cristales que se rompen en el piso de abajo.

Me levanto de la cama y me pongo de pie. Los dos nos giramos


hacia la puerta. La mirada de Vincent pasa entre la puerta y yo, sus ojos
rebosando de preocupación, y sé que algo va muy mal.

Deja caer la toalla y se vuelve hacia mí. Me toca la mejilla, la


acaricia suavemente con el pulgar, y luego su boca está sobre la mía. Sus
firmes labios son cálidos y me consumen. El fuego se extiende por todas
las terminaciones nerviosas de mi cuerpo.

El momento se acaba antes de que tenga la oportunidad de empezar,


entonces rompe el beso, y yo me quedo con nada más que el corazón
retumbando en mi pecho.

—Vístete, no hagas ruido y deja que me ocupe de ellos —dice antes


de separarse.
En el momento en que sus manos abandonan mi cara, todo su
comportamiento cambia. Sus ojos pasan de ser de color chocolate al negro
más oscuro. Un escalofrío me recorre la espina dorsal y el miedo se
apodera de mi garganta mientras lo veo vestirse a toda prisa.

Corre hacia la cómoda que hay frente a la cama y saca dos pistolas,
un grito ahogado burbujea en mi garganta. Se mete una en el cinturón y
sostiene la otra en la mano derecha.

—Vístete —ordena con una voz que no reconozco.

Aturdida, voy a ponerme la ropa interior, sintiendo todavía su


semen dentro de mí.

¿Con quién demonios me he acostado?

93
Vincent
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Lapislazuli

¡Mierda!

Esto es exactamente de lo que quería protegerla. ¿Cómo se atreven?


Es demasiado pronto. Ni siquiera podían darme unos minutos de alegría.
Unos minutos con mi obsesión. Qué rápido he pasado del mejor momento
de mi vida al peor.

94 Faith se aterrorizó cuando me vio sacar las armas. Mi corazón se


hunde. Ya se ha acabado. Follamos una vez, eso es todo. No puedo
ocultar mi vida de ella por más tiempo.

Paso de un pie a otro mientras Faith se viste, mientras se pone el


jersey por encima de la cabeza en silencio.

—Tengo que decirte algo, Faith —le digo una vez que está
completamente vestida.

Me meto la segunda pistola en la cintura y le agarro las manos. —


Cuando abra la puerta, tienes que quedarte detrás de mí. Ese tipo que tu
madre trajo a casa es el hermano de mi jefe. Es un hombre malo, muy
malo. No quiero asustarte, pero nos matará si tiene la oportunidad. Sólo te
digo esto para que me escuches. Nadie nunca, nunca te hará daño. Yo te
protegeré. ¿Me escuchas, Faith?
Traga saliva y luego asiente. Sus ojos siguen siendo cautelosos, y
estoy seguro de que no sabe qué pensar, pero su duda se tiene que quedar
en suspenso. Todo lo que necesito que haga ahora es escuchar.

Con la certeza de que esto puede funcionar, abro la puerta.

Dos de los matones de Rico ya están en el pasillo, avanzando hacia


mí, echan mano a sus armas al mismo tiempo que yo, pero soy más
rápido. En el tiempo que tardo en dar dos pasos hacia delante, ya tengo la
pistola desenfundada. Levantando el cañón, disparo dos veces,
alcanzando a ambos hombres en la frente.

La sangre estalla contra la pared detrás de ellos y caen al suelo.


Vuelvo a mirar a Faith y me estremezco al ver la expresión de su rostro:
puro terror.

95 Tragándome la culpa, le digo a Faith que espere allí. Paso alrededor


de los dos cadáveres y no me atrevo a volver a mirar su cara, demasiado
preocupado por lo que pueda ver.

Estoy casi al final del pasillo cuando Rico cruza delante de mí.
Agarro la pistola con más fuerza.

—Bueno, Vincent. —Se burla, con una expresión de suficiencia en


el rostro—. Te dije que te arrepentirías de haberte cruzado conmigo.

—No lo he hecho y no lo haré. Ahora sólo estamos nosotros. Tus


otros hombres están muertos, como puedes ver. —Hago un gesto detrás de
mí hacia el suelo.

—¿Trajiste a la chica aquí, Vincent? Si me la entregas ahora, puede


que te deje vivir.
Se me hiela la sangre ante la idea de que le ponga las manos encima
a Faith.

—Tómame —interfiere Faith como un manso ratón—. Sólo, por


favor... no le hagas daño.

—Cállate, Faith. No vas a ir a ninguna parte con él —gruño.

—Aww, ¿su primera pelea de amantes? Lástima que no tendrás la


oportunidad de tener sexo enojado de reconciliación —se ríe—, no te
preocupes, Vincent. Me aseguraré de echarle un buen polvo después de
meterte una bala en el cráneo. Apuesto a que estára muy apretada.

Respiro profundamente, estremeciéndome. Mi mente no tiene más


pensamientos. Me alimenta la rabia y sólo la rabia.

96 Salto hacia delante con un grito primitivo, con la mano derecha


preparada para golpear a Rico en la nariz. Lo inmovilizo contra la pared y
lo golpeo repetidamente. Intenta débilmente levantar las manos contra mí,
pero es demasiado gordo y débil para poder golpear.

Le pongo una mano en la nuca y le retuerzo el cuello. Nunca tuvo


una oportunidad, no contra mí. Con un rápido movimiento, le rompo la
columna vertebral y lo tiro por la escalera. Unas cuantas salpicaduras de
sangre quedan atrás mientras rueda por los escalones.

De pie en lo alto de la escalera, estabilizo mi respiración. La niebla


de mi mente empieza a despejarse cuando me doy cuenta de que acabo de
someter a mi amor a este tipo de violencia. Ya he fracasado.

Vuelvo a mirar por el pasillo. Faith está iluminada en la puerta del


dormitorio principal, y la distancia que nos separa parece kilométrica. Los
cuerpos de los matones de Rico yacen entre nosotros.
—Tú los has matado. —Le tiembla el labio inferior y algo parecido
a la confusión parpadea en sus ojos azules.

Suspiro y dejo que mis hombros se hundan.

—Sí, Faith. Los maté, y lo volvería a hacer. Eso es lo que se


merecen por intentar hacerte daño.

—Parece que ya has hecho esto antes. Casi como si lo hicieras todo
el tiempo.

—Sí, he matado a mucha gente. Es mi trabajo —explico, sin querer


ocultar nada. No tiene sentido ocultar quién soy ahora—. Hay más...

—¿Más que ser un sicario? ¿Qué más puede haber?

97
—Deja que te lo enseñe. —Vuelvo a mi habitación y agarro el
portátil de la cómoda. Lo abro y tecleo todos los códigos para llegar a la
transmisión en directo de su habitación.

La oigo jadear detrás de mí, y lo único que puedo hacer es agachar


la cabeza en señal de derrota. Nunca me va a perdonar por esto. Me va a
odiar.

—He estado... obsesionado contigo desde que me mudé. Nunca


quise que te expusieras a nada de esto. Así que... te observé desde lejos.
Nunca planeé hacer nada. Juré alejarme de ti para siempre.

Le suplico en silencio que me perdone. Se queda callada durante un


largo momento, y yo aún no tengo el valor de mirarla.

—Entiendo que ahora me odies. Si quieres que te deje en paz. Te


sacaré de esta casa y te dejaré en paz para siempre. Te prometo que, si eso
es lo que quieres, lo haré. Puede que sea imposible, pero lo haré por ti...
—¿Me has oído decir tu nombre esta mañana? —Su pregunta me
toma desprevenido.

Me doy la vuelta para poder ver su cara. Espero encontrar miedo,


asco y quizás incluso odio. En cambio, parece... aliviada.

—¿No estás enfadada conmigo?

—Sé que debería estarlo, pero por alguna razón, no lo estoy. —Ante
sus palabras, siento como si me hubieran quitado una roca de mil kilos del
pecho—. No has respondido a mi pregunta.

—Sí. —Sonrío ligeramente—. Me encantó cuando me nombraste


mientras te frotabas el clítoris con furia.

Nos miramos fijamente durante un largo momento y, por primera


98 vez, dejo volar mi mente. Imagino un futuro con la pequeña mujer que
tengo delante. Ella acaba de verme, mi verdadero yo, todos los rincones
oscuros y sucios, y sigue aquí. Sigue mirándome con sus ojos de fóllame.

—Te deseo tanto que me duele.

Apenas puedo pronunciar las palabras antes de que me eche los


brazos al cuello y entierre su cara en mi pecho. Lla rodeo con mis brazos,
enterrando mi cara en sus mechones castaños. Siento su olor. A galletas, a
lavanda y a felicidad.

Dios mío. No cree que sea un monstruo.

Se retira y levanta la cara para mirarme, y yo miro sus ojos azules


con amor. La amo, carajo. La amo.

—Nunca quiero que me dejes sola, Vincent. Te quiero.


Se pone de puntillas y aprieta su boca pertinaz contra la mía, y yo le
devuelvo el beso a mi obsesión.

Por fin, es mía.

99
Vincent
Un año después
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Lapislazuli

Después de aquella noche de hace un año, tomé a Faith y me fui de


la ciudad.

Tenía suficiente dinero ahorrado para mantenernos durante mucho


100 tiempo. Ahora ella iba a una universidad a la que quería ir, y vivíamos la
mejor vida. Para protegerla, pensé que tendría que dejar de trabajar como
sicario. No quería que nadie de mi pasado interfiriera en nuestro futuro,
pero me conecté con la mafia local aquí, y he estado trabajando para los
Valentino durante los últimos seis meses, y mis preocupaciones han
disminuido con cada semana. La familia está liderada por Ace Valentino,
que es el mayor de seis hermanos, pero aún es más joven que yo. Su padre
murió justo antes de que me mudara aquí.

A diferencia de Tony, ellos creen en los valores familiares. Pueden


ser despiadados en las calles, matando a sus enemigos sin piedad, pero
respetan a las mujeres. No las ven como una debilidad. En lugar de
utilizar a Faith contra mí, Ace me aseguró que la protegerían, y yo le creo.

Con ese conocimiento en mi mente, estoy listo para hacer mía a


Faith para siempre. El anillo se siente como mil kilógramos en mi bolsillo.
Me siento en el sofá de nuestro salón, con el estómago hecho un nudo de
nervios.

Miro el árbol de Navidad que acabamos de poner la noche anterior


y sonrío. La Navidad es la fiesta favorita de Faith y ahora también la mía.
El sonido de una llave en la puerta me saca de mis pensamientos. Ya está
en casa. El suave resplandor del árbol de Navidad es la única luz de la
habitación.

La puerta se abre y ella entra. Juro que puedo olerla por toda la
habitación, su dulce y embriagador aroma me hace la boca agua. Mi polla
se endurece en mis vaqueros, deseando estar dentro de ella.

—¿Por qué estás sentado solo en la oscuridad? —dice, encendiendo


el interruptor de la luz.

101 La luz brillante me obliga a entrecerrar los ojos. —Ven aquí. Quiero
hablar contigo. —Mi voz es gruesa y áspera debido al nerviosismo que
siento.

Deja el bolso sobre la mesa, se quita los zapatos y se acerca a mí con


un movimiento de caderas que atrae mi atención. Olvida el anillo.
Necesito estar dentro de ella ahora mismo.

De pie, me levanto del sofá y me encuentro con ella a mitad de


camino. Como cada vez que me ve, salta a mis brazos y la arrastro contra
mi pecho, enterrando mi nariz en su cabello. Ella lo es todo para mí.

Cuando se retira y me mira, aprieto mis labios contra los suyos. Sus
manos empujan mi camisa y siento sus pechos rozándome el pecho.
Joder, mi polla está tan dura que me preocupa que pueda explotar. Sus
labios se separan con un suave jadeo cuando le doy una palmada en el
culo vestido de vaqueros. Introduzco mi lengua en su boca y me trago sus
gemidos de placer mientras nos dirijo hacia el sofá.

Al llegar al sillón, separo nuestros cuerpos y la acuesto contra el


cojín. Sus grandes ojos azules están llenos de amor y adoración cuando
me mira. Me desabrocho el botón de los vaqueros y me los bajo por las
piernas.

La mirada de Faith se dirige a mi polla y su lengua rosada sale por


encima de su labio inferior. Está hambrienta, y yo también. Alcanzo la
cintura de sus pantalones de yoga, se los bajo por las piernas y los lanzo
por encima del hombro.

—¿Me has echado de menos? —Su tono es sensual y ya sabe la


respuesta.

102 —¿Qué te parece? —gruño, pellizcando uno de sus pezones


endurecidos a través de la tela de su camisa—. Quítate esto —le ordeno,
sin poder contenerme más.

No tardamos en darnos cuenta de que a Faith le gustaba ser sumisa


y que yo controlara su placer. De hecho, eso le excitaba más.

—¿Vas a follarme? —ronroneó, buscando mi polla.

—No sólo voy a follarte. Voy a mostrarte lo mucho que te quiero.


Ahora, ponte de manos y rodillas.

A mi orden, se pone en su sitio. Sus manos se agarran al respaldo


del sofá y me mira por encima del hombro mientras su pelo castaño cae en
su espalda en suaves ondas.
—Creía que querías hablar. —Se burla, moviendo el culo hacia mí.
Sus mejillas blancas y cremosas rebotan, y yo les doy una palmada a cada
una, disfrutando del suave suspiro que emite Faith.

—Oh, quiero hablar... con tu coño. Ahora, déjame hacer lo que he


querido hacer todo el día. —Arrastrando una mano por su columna
vertebral, le masajeo las nalgas antes de bajar hasta llegar a su apretado
coño. Introduciendo dos dedos en su agujero, la encuentro empapada.

—Ya está jodidamente mojada. —Me río—. Ni siquiera me


sorprende. Antes eras tan inocente, tan virginal. ¿Qué ha pasado?

—Tú. Tú has pasado. —Empuja hacia atrás contra mis dedos, y


dejo que se folle a sí misma en mi mano durante un rato hasta que su
excitación empieza a cubrir mi palma.

103 Retirando mis dedos, tomo mi polla en mi mano, guiando la cabeza


a su entrada antes de hundirme en ella con un rápido empuje.

—Carajo. —Un placer eufórico me recorre la espina dorsal, la tomo


por las caderas y empiezo a follarla, duro y rápido. El sonido de nuestras
pieles chocando entre sí me llena los oídos.

—¡Oh, Dios! Vincent. —empieza a jadear Faith casi de inmediato.

Sonrío y le doy una palmada en el culo sin dejar de empujar. —


¿Quieres mi semen dentro de tu apretado agujerito?

—¡Sí! Llena mi apretado agujero —grita Faith y echa la cabeza


hacia atrás.

Todo su cuerpo se estremece cuando dejo de empujar, aprieto mis


caderas contra su culo y provoco mi polla dentro de ella como sé que le
gusta. Introduciendo una mano entre nuestros cuerpos, encuentro su
clítoris hinchado y empiezo a frotarlo cada vez más rápido, hasta que
siento que se aprieta a mi alrededor, sujetando mi polla con tanta fuerza
que me mareo.

Mi nombre sale de sus labios en un grito—: ¡Vincent!

Me retiro y vuelvo a empujar dentro de ella un par de veces,


disfrutando de la forma en que su vientre sigue convulsionándose a mí
alrededor.

—Dime que lo quieres —grito, sintiendo mi orgasmo en el


horizonte.

—Lo quiero. Quiero que te corras dentro de mí. Por favor... por

104
favor, Vincent. —Sus pequeñas y suaves súplicas me llevan al límite, y con
un rugido, exploto. Chorros pegajosos de mi cálido semen llenan su
estrecho canal. Hay tanto semen que empieza a gotear de ella y de mi
polla.

Mierda, no hay nada como lo que tengo ante mis ojos. Después de
unos instantes, me desprendo de ella, la tomo en brazos y me derrumbo en
el sofá. Se recuesta con la cabeza contra mi pecho y mis dedos recorren
sus suaves mechones durante lo que parece una eternidad antes de que
interrumpa el silencio.

—¿De qué querías hablarme antes? —susurra, con sus ojos azules
brillando de alegría.

Los nudos nerviosos de antes vuelven a aparecer. Mierda. —Oh,


sí... —Me quedo sin palabras y me siento, obligándola a moverse. Sus
cejas se fruncen y parece confundida.
Busco en mis vaqueros y saco la caja de terciopelo del bolsillo. Estoy
parcialmente desnudo, y Faith está completamente desnuda, pero el
momento para esto nunca se ha sentido mejor.

Tomando su mano entre las mías, le digo—: Faith, cuando nos


juntamos hace un año, pensé que era un sueño. Pensé que seguirías siendo
para siempre mi obsesión, la única cosa que más quería pero que nunca
podría tener.

—Oh, Vincent... te amo. —Las lágrimas llenan sus ojos y los latidos
de mi corazón resuenan en mis oídos.

—Eres lo mejor que me ha pasado, y quiero que seas mía para


siempre. Sé mi esposa, Faith. —Abro la caja y se la entrego.

105
Sus ojos se abren de par en par y su boca se abre. Durante un largo
segundo, el más largo del mundo, no dice nada. Se queda mirando el
anillo de diamantes de tres quilates de corte princesa como si fuera una
trampa.

—¿Esto es... es real? —susurra, con los ojos desviados entre el anillo
y yo.

Asiento. —Es real, nena. Sé mi esposa. Hazme el hombre más feliz


del mundo.

Debe haber caído en cuenta porque empieza a asentir con la cabeza.


Sus manos tiemblan cuando saco el anillo de la caja y se lo pongo en el
dedo.

La tomo por las mejillas y arrastro su cara hacia la mía. —Necesito


tus palabras. ¿Quieres ser mi esposa?
—Sí, sí, seré tu esposa. Te quiero mucho. —Empieza a llorar, y sé
que soy el hombre más afortunado del mundo. Tengo el mejor regalo, no
un año, sino dos años seguidos.

Sus labios encuentran los míos y volvemos a caer en el sofá,


nuestros cuerpos enredándose de nuevo. No hay nadie con quien preferiría
pasar el resto de mi vida.

Fin

106
Darcy Rose
Si te gustan tus historias cortas, tabú y pervertidas, entonces un libro
de Darcy Rose es perfecto para ti. Escribe sobre heroínas tímidas e
inocentes, para emparejarlas con héroes oscuros e intensos que solo tienen
ojos para una chica.

107
Créditos

108

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