Está en la página 1de 70

Sotelo, gracias K.

Cross
316 ROSE RD.
A Cherry Falls Romance

Sotelo, gracias K. Cross


FRANKIE LOVE

Sotelo, gracias K. Cross


Sotelo, gracias K. Cross
Harper Higgins es demasiado dulce para un montañés como yo.
Pero cuando se presenta en mi campamento, alquilando una
cabaña para pasar un tiempo a solas, no puedo evitar desearla.
Cuando le pregunto por qué necesita ese tiempo a solas... se pone
rosa en las mejillas y se calla.
Esta chica tiene un secreto, y tengo la intención de descubrirlo.
Cuando lo hago, se desata el infierno. La necesito. Ahora.
El problema es que su padre es el predicador de Cherry Falls y
yo soy el hombre hosco de las montañas, que nunca será lo
suficientemente bueno para su niña.
Es hora de que cambie la opinión de todos.
Porque perder a Harper no es una opción.

Cherry Falls está llena de personajes que regresan y de destinos


emblemáticos que empezarán a sentirse como en familia. Cuando
dejas la ciudad y conduces hasta Cherry Falls, es como si
finalmente hubieras llegado a casa.

¿Y la guinda del pastel? Cada libro ofrece un romance digno del


desmayo.
Bienvenido a Cherry Falls, ¡esperamos que se quede un tiempo!

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 1
CLIFF

Ha sido un invierno muy largo y me alegro de que la nieve se


haya derretido por fin. La lluvia de la mañana ha pasado y el sol brilla
a través de los grandes pinos que se elevan sobre mí, lo que es un
buen augurio. Y uno que me vendría bien. Después de todos estos
meses encerrado en mi cabaña, estoy listo para un poco de cielo azul.
Y aunque no se lo admitiré a casi nadie, también ansío un poco de
conexión humana.
Lo sé, la mayoría de la gente me considera un montañés gruñón,
pero también soy un tipo normal con necesidades. Aunque estoy
familiarizado con lo básico para cuidar de mí mismo, admito que ahora
mismo no me importaría tener a una mujer en mi cama para cuidarla
también.
Maldita sea, quizá he estado demasiado tiempo solo este
invierno. ¿Desde cuándo me pongo poético sobre el cuidado de una
mujer?
Hay un frío en el aire matutino de la montaña y me froto las
manos para protegerme del frío mientras miro la zona de picnic que
hice limpiar a mi chico de mantenimiento, Charlie. Espero que el
tiempo aguante para los que han reservado esta zona para mañana.
Es mi época favorita del año en las montañas Wild Ridge. A
principios de la primavera no hay muchos otros huéspedes, solo un
par de cabañas reservadas en las afueras. Hace suficiente calor como
para no congelarte el culo cuando sales a la calle, pero lo
suficientemente frío como para mantener alejados a los veraneantes.
Paso las siguientes horas trazando mi camino habitual a lo largo
del exterior del área de picnic, hasta la cascada de Wild Ridge, mi lugar
favorito en el maldito mundo. Es mi trabajo mantener esta zona segura
y protegida, y me lo tomo en serio. Puede que sea un poco brusco, pero
entiendo el valor de algo precioso. Esta cordillera es precisamente eso.

Sotelo, gracias K. Cross


Y hasta que conozca a la mujer adecuada, supongo que es el único
tesoro que tengo.
Mientras me aseguro de que todo está como debe ser, observo
algo por el rabillo del ojo, a lo largo del camino de tierra que lleva a
una ruta de senderismo hacia las montañas. Me agacho para ver más
de cerca.
Huellas de puma. La lluvia de esta mañana casi las ha borrado,
pero he visto suficientes desde que empecé a trabajar aquí como para
reconocerlas a simple vista. Me enderezo y me cubro los ojos con la
mano para ver mejor el sendero, donde el sol cae con un brillo alegre.
No hay nada en el horizonte, pero aun así debería avisar. Por muy
tentador que sea dejar que esta gente de la ciudad se ocupe de ello por
su cuenta, sé que si ocurriera algo malo, nunca me lo perdonaría.
Me dirijo de nuevo a la zona de recepción. Una vez dentro de la
pequeña cabaña equipada con un escritorio y una mesa de registro,
tomo un café de la máquina y luego llamo a Miles en la estación de
bomberos. Él es quien se ocupa de todo esto, y sé que se va a irritar
por tener que venir hasta aquí para comprobar las cosas.
— ¿Hola?— me saluda después de un par de timbres, cortante y
directo.
—Hola, Miles. — respondo. —Tengo unas huellas de puma en el
campamento. Pensé que deberías saberlo antes de que lleguen los
invitados del fin de semana.
Suspira, con una ráfaga de estática en la línea. — ¿Puedes
manejarlo?— pregunta.
—Sabes, si odias tanto tu trabajo, puedes dejarlo. — bromeo.
Se ríe, cediendo a mi punto de vista. —Subiré a comprobarlo en
cuanto tenga la oportunidad. — responde. —Asegúrate de que la
máquina de café funciona, ¿de acuerdo? Quiero algo caliente cuando
suba...
—Lo haré. — respondo, y cuelgo el teléfono justo cuando se abre
la puerta principal. La mujer que entra lleva unas botas de tacón alto
terriblemente poco prácticas y un suéter rosa esponjoso que le ciñe el
pecho. Pero no es eso lo que me llama la atención. Es su sonrisa,

Sotelo, gracias K. Cross


brillante como el cielo, y sus ojos, que brillan como el agua de las
cataratas.
Me paso una mano por la mandíbula, preguntándome qué hace
esta mujer sola aquí. No hay otra alma en kilómetros. Solo ella y yo.
Maldita sea, mi polla se estremece al pensarlo. Como dije, ha
sido un invierno largo y solitario.
Me muestra una amplia sonrisa cuando la miro. Se aparta un
mechón de su pelo rojo intenso de la cara, con sus rasgos pecosos
como la guinda de un maldito pastel.
— ¡Hola!— Me saluda alegremente. — ¿Trabajas aquí?
—Depende. — respondo. — ¿Qué necesitas?
—Alguien que me registre en mi cabaña. — me explica. —Lo
tengo reservado para los próximos días. ¿Harper Higgins?
Frunzo el ceño al verla mientras me dirijo al escritorio y
compruebo las reservas que Charlie tiene garabateadas en el
cuaderno. Efectivamente, ahí está, Harper Higgins, en blanco y negro.
Levanto la mirada y la observo de nuevo. Nada de lo que lleva
puesto parece siquiera adecuado para esta parte del mundo, y me
pregunto si tiene alguna idea de lo que le espera.
—Pareces muy cómodo para alguien que no trabaja aquí. —
comenta sonriendo. Tiene una sonrisa ligeramente torcida, cálida y
genuina.
Me encojo de hombros. —Si haces algo suficientes veces, te das
cuenta. — respondo, y voy a buscar bajo el escritorio las llaves de la
cabaña que ha alquilado. Me observa mientras lo hago, y puedo sentir
esos penetrantes ojos azules sobre mí mientras trato de terminar esto.
—Gracias por ayudarme. — me dice cuando dejo las llaves
delante de ella.
—Vas a necesitar toda la ayuda posible. — le respondo antes de
poder detenerme. Inclina la cabeza hacia un lado, haciendo un mohín
juguetón y levantando las cejas.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Y qué se supone que significa eso?— exige. Podría haberme
detenido en ese momento y haberle dicho que lo olvidara, pero nunca
se me ha dado bien mantener la boca cerrada cuando debería hacerlo.
—No se ven muchas chicas como tú marchando por aquí en esta
época del año. — le explico. —Y las que lo hacen no duran mucho.
—En primer lugar, soy una mujer, no una chica. — responde con
buen humor. —Y en segundo lugar, tal vez si todos ustedes fueran un
poco más acogedores, vendrían más de nosotras aquí.
—Tal vez. — comento, y me doy cuenta de que sigue
sonriéndome.
—Entonces, ¿dónde está exactamente la cabaña?— pregunta.
—Hay señales afuera, solo tienes que seguir el camino que sale
de aquí hasta el marcador de piedra, y luego girar a la izquierda, y...
Por la expresión de su cara, veo que todo esto le entra por un
oído y le sale por el otro. Sé que no debería restregárselo, pero no
puedo evitarlo.
—No me digas que ya necesitas mi ayuda. — comento.
Hace una mueca. —Es que nunca se me han dado bien las
indicaciones y no quiero acabar vagando por el desierto cuando
debería estar descansando. — explica.
— ¿Quieres que te acompañe hasta ahí?— le pregunto.
Asiente, aliviada. —Si no te importa.
—Claro, puedo ver mi camino hacia eso. — acepto. Después de
todo, si se equivocara de camino, podría acabar en territorio de pumas.
Y ni siquiera sus botas de tacón alto podrían salvarla entonces.
Pero si soy completamente sincero, no son los pumas los que me
hacen ofrecerme como guía. Es el hecho de que no estoy dispuesto a
perder de vista a esta mujer.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 2
HARPER

—Espera, entonces, ¿tengo que dar otra vuelta aquí?— le


pregunto a Cliff mientras me guía por el estrecho camino hacia la
cabaña donde voy a pasar los próximos días.
Asiente. —No es difícil una vez que lo has hecho un par de veces.
— responde.
Sinceramente, no soy tan mala con las direcciones como he
hecho ver, pero solo quiero un poco de tiempo a solas con este fornido
y barbudo montañés. Tiene los hombros anchos y parece haber nacido
en estas montañas. Hay una mirada feroz en sus ojos. Un hambre.
Una que no entiendo del todo.
Y admito que quiero seguir escuchando su voz grave y profunda
durante un rato más antes de entrar en mi cabaña y empezar mi
tiempo de descanso. Incluso suena como un hombre de verdad.
Un hombre que sabe manejar mucho más que un hacha.
—Lo que tú digas. — respondo, y me ciño la chaqueta un poco
más y espero que no se dé cuenta de lo mucho que me molesta el frío.
No quiero que piense que soy más aficionada a esto del retiro en la
montaña de lo que ya piensa. Aunque, si eso significa que sigue
ayudándome así, tal vez pueda ver la manera de complacer sus
prejuicios un poco más...
— ¡Oh!— chillo cuando piso una roca suelta y mi talón patina.
Cliff se da la vuelta en un instante y me atrapa, con las manos a ambos
lados de mis hombros. Se mueve con confianza y está claro que lleva
mucho tiempo en estos lugares. Sus manos son fuertes y me pregunto
cómo serán los brazos que esconde bajo esa pesada chaqueta.
— ¿Estás bien?— pregunta bruscamente mientras me suelta
rápidamente, como si fuera fuego.

Sotelo, gracias K. Cross


—Estoy bien. — respondo, y me planteo resbalar con otra piedra
solo para que me agarre de nuevo. ¿Cuántas veces tengo que hacerlo
antes de que empiece a parecer deliberado? Estoy dispuesta a
averiguarlo.
Pero, antes de que pueda pensar en hacer otra estupidez,
llegamos a la cabaña que he reservado para los próximos días.
Sinceramente, me alegro mucho de estar aquí ahora mismo; el aire
fresco parece quitarme las telarañas que se me han pegado
últimamente, y estoy más que feliz de dejar que esto se desarrolle como
quiera.
—Aquí tienes. — comenta Cliff, metiendo las manos en los
bolsillos una vez más, como si supiera que es la única forma de
apartarlas de mí. Todavía puedo oler su piel, cerca de la mía, el aroma
del aire fresco de la montaña mezclado con algo masculino. Algo de él.
—Gracias por traerme. — le digo. —Y si necesito ayuda con algo
más, sé dónde encontrarte, ¿verdad?
—Sí, claro. — acepta, y mira a su alrededor. —Eso sí, quédate
en la cabaña durante un tiempo y vigila que no haya pumas. Hay
algunos animales salvajes en las montañas ahora mismo.
—Oye, esa no es forma de hablar de mí. — bromeo, y me mira
por un momento. Siento que se me cae el estómago, y me doy cuenta
de lo coqueta que ha debido de resultar.
¿Un animal salvaje? ¿Yo? Sí, la verdad es que no.
No con eso de ser la hija de un predicador. Tiene que contener
una sonrisa, y me pregunto si se está encogiendo por lo cursi que soy.
Se me enroscan los dedos de los pies en los zapatos.
—Debería... entrar. — suelto, y me apresuro a entrar antes de
que pueda decir algo más que me haga parecer aún más tonta de lo
que ya soy. Introduzco la llave a tientas en la cerradura y empujo la
puerta para abrirla y, cuando vuelvo a mirar a mí alrededor, veo a Cliff
de pie, con una sonrisa en la cara.
Estoy segura de que le divierte pensar que mi terrible broma
haya sido suficiente para entretenerle. ¿Por qué no puedo mantener la
boca cerrada a veces? Cierro la puerta tras de mí y me pregunto qué
piensa de mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Me paso las manos por el pelo y echo un vistazo a la cabaña a la
que me ha traído Cliff.
La rústica cabaña de una sola habitación es tan bonita como
esperaba. Hay un cómodo sofá en la esquina, una cama de
matrimonio, una cocina sencilla con una estufa de leña.
Sería aún más agradable con ese montañés para hacerme
compañía, pero oye, esto se supone que es sobre mí, ¿verdad? No de
nadie más.
Ni siquiera si todavía puedo sentir la huella de sus manos en mis
hombros, como una marca que me ha presionado.
Mientras recorro la pintoresca cabaña de madera, me pregunto
cuánto tiempo hace que no estoy en contacto con un hombre que no
conozco. En Cherry Falls, dado el trabajo que tiene mi padre, parece
imposible conocer a alguien nuevo.
Todo el mundo es el hijo de uno de los feligreses de mi padre, el
novio del instituto de una de mis antiguas amigas, no hay más que un
par de grados de separación entre todos nosotros, y en cierto
momento, una chica solo necesita algo nuevo, ¿no?
Exactamente por eso he venido hasta las Wild Ridge Mountains
para encontrarlo. Porque en mi vida real, no puedo evitar sentirme un
poco... atrapada.
Me siento culpable incluso de pensar esa palabra en mi cabeza,
pero es cierto. Desde que murió mamá, he hecho todo lo posible por
cuidar de mi padre, por asegurarme de que sabe que siempre me
tendrá ahí para cuidarle, y por asegurarme de que se recupera
después de haberla perdido. Pero empiezo a tener la sensación de que
se está acostumbrando demasiado a tenerme cerca estos días.
Tengo veinticinco años, ¡por el amor de Dios! Necesito un poco
de espacio para mí. Y aunque trabajar como recepcionista en The
Manor House Hotel me ha dado un poco de libertad, es más que eso.
Soy una mujer, con necesidades, y esas necesidades seguirán
total y absolutamente insatisfechas mientras siga durmiendo en el
dormitorio de mi infancia con las marcas en las paredes donde solían
estar mis posters de ponis.

Sotelo, gracias K. Cross


Ni siquiera es que quiera un marido, exactamente. Aunque no
diría que no a uno si el tipo adecuado viniera de largo. Solo quiero
deshacerme por fin de mi virginidad y comenzar mi viaje hacia la vida
sexual satisfactoria que sé que merezco a estas alturas.
Nunca en mi vida he sido capaz de hacerme llegar al orgasmo, y
estoy cansada de preguntarme qué me estoy perdiendo, pero es muy
difícil ponerse de humor cuando sé que mi padre podría llamar a la
puerta y preguntarme si quiero un cacao caliente antes de acostarme.
De ahí la escapada hasta aquí. Un lugar para recuperar mi mojo.
O cazar la maldita cosa en primer lugar. Incluso fui a una pequeña
tienda para adultos en Syn City y compré un pequeño vibrador
púrpura que tiene tres ajustes de potencia distintos y zumba como un
enjambre de avispas cuando lo enciendo. He estado pensando en ello
durante todo el trayecto, y estoy deseando descubrir lo bien que
funciona.
Pero honestamente, ahora mismo, no puedo dejar de pensar en
Cliff. Tal vez sean las razones por las que hice este viaje en primer
lugar, pero la primera vez que lo vi en la recepción fue suficiente para
que se me retorciera el estómago. Es guapo, alto, con una mandíbula
fuerte, una barba oscura y un pelo castaño ligeramente desordenado
metido bajo la capucha de su chaqueta. Se adapta a las montañas,
exactamente a quien me imaginaría si tuviera que describir a un
hombre que viviera así en la naturaleza.
El mismo hombre al que acabo de hacer ese chiste tan cursi
sobre que yo misma soy un animal salvaje. Sí, eso es lo que les gusta
a los hombres, ¿no? ¿Cuando hablas de ti misma como si fueras un
oso pardo?
En fin. Ha sido un largo día y necesito ponerme ropa fresca y
cómoda. Me dirijo al cuarto de baño y pongo el agua, mirando por la
gran ventana que da a la montaña azotada por el viento más allá de
mí. La vista es realmente hermosa. Me siento como la única persona
del mundo en este momento, o lo haría si no supiera que Cliff está a
unos pocos metros.
Mientras empiezo a quitarme la ropa, no puedo evitar pensar en
lo bueno que sería sentir sus grandes manos haciéndolo en su lugar.
Sin duda están callosas, marcadas por el trabajo que tiene que hacer

Sotelo, gracias K. Cross


aquí; no parecía estar cómodo detrás de ese mostrador de recepción,
y está claro que está mucho más acostumbrado a estar fuera de casa,
a vivir su vida libre de las limitaciones que le impone el mundo real.
Casi puedo imaginar su mano rozando el tirante de mi sujetador
desde mi hombro, dejando que se deslice desde mi brazo, la forma en
que sus dedos podrían recorrer mi piel. ¿Cómo se sentiría su aliento
en mi cuello? Mmmm, casi puedo imaginarlo, su calor contra el frío
del aire que me inunda desde que llegué.
Y pronto me pregunto si voy a necesitar ese vibrador. Porque,
ahora mismo, la sola idea de ese hombre es suficiente para ponerme
toda caliente y mojada.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 3
CLIFF

Mientras camino hacia la cima de la colina, con la respiración


agitada y acelerada, me encuentro con una sonrisa. Eso no ocurre
muy a menudo, al menos no sin una buena razón.
¿Pero la chica de la cabaña? Sí, Harper me parece una muy
buena razón. No estoy seguro de qué es lo que me hace sentir así, pero
no me quejo. Solo estará aquí por unos días, y voy a disfrutar cada
momento de ver su buen culo paseando por aquí con sus botas de
tacón.
Ya que estoy aquí, pienso que también podría ir a la cima de la
colina y ver si hay más huellas de puma. Quiero saber dónde está esa
cosa - o tal vez no estoy listo para volver al campamento todavía.
Porque todo lo que quiero hacer en el campamento es comprobar que
Harper está bien, que tiene todo lo que necesita.
Soy lo suficientemente inteligente como para saber que lo último
que necesita una mujer capaz como ella es un hombre molestándola
cuando lo único que quiere es paz y tranquilidad.
No hay más huellas aquí arriba, gracias a Dios, pero eso no
significa que mi cabeza esté despejada todavía. Vuelvo a la zona de
acampada y vuelvo a mirar hacia la cabaña en la que acabo de dejar
a Harper y, por una fracción de segundo, estoy seguro de poder ver su
silueta a través de una de las ventanas: los brazos sobre la cabeza,
como si se estuviera quitando la camiseta.
Aparto la mirada de inmediato. ¿Qué mierda estoy haciendo?
Tengo que salir de aquí. Tengo que salir de aquí antes de hacer algo
de lo que no voy a poder retractarme.
De vuelta en mi propia cabaña, hago lo posible por alejar mi
mente de Harper. Intento leer un capítulo de un libro nuevo, pero me
rindo después de treinta minutos mirando la misma página. Harper

Sotelo, gracias K. Cross


no solo está jugando en el fondo de mi mente, sino que está en el
primer plano.
¿Qué pasa con ella? Hay algo en su voz dulce y cantarina que
hace difícil pensar en otra cosa... bueno, eso, y su magnífico cuerpo,
incluso oculto bajo las pocas capas que llevaba cuando nos
conocimos.
Tal vez una ducha me ayude a aliviar este maldito dolor de polla.
Pero mientras me desnudo, no puedo evitar pensar en ella... no puedo
evitar pensar en esta mujer, en cómo se veía su forma moviéndose
contra la luz de su cabaña. ¿Realmente se estaba desnudando? La
idea es suficiente para que me revuelva, y me meto en la ducha,
esperando que el agua fría sea suficiente para refrescarme.
Pero, en todo caso, solo empeora mi situación. Mi polla ya está
dura y la cojo con la mano, apretando suavemente mientras empiezo
a acariciarme. Cierro los ojos, dejo que mi cabeza se apoye en la pared
de azulejos detrás de mí y me imagino que es su mano la que está
sobre mí. Joder, sí: su pequeña mano rodeando mi polla, su dulce voz
en mi oído, la sensación de su aliento contra mi piel. Casi puedo sentir
sus pechos presionados contra mí, resbaladizos por el agua y el jabón,
y me cuesta todo lo que tengo no gruñir de deseo.
¿Cómo se sentiría su cuerpo contra el mío? Suave, flexible...
Hace mucho tiempo que no tengo a una mujer en este lugar conmigo
y me cuesta todo lo que tengo no cerrar la ducha y bajar a su casa
para decirle que se va a alojar aquí conmigo. Quiero ponerle las manos
encima, ver si sus curvas se sienten tan bien en persona como en mi
cabeza. Me acaricio más rápido, apretando la mandíbula, casi capaz
de sentir sus dedos moviéndose contra mi pecho desnudo mientras el
agua se desliza por mi piel.
Por la forma en que me mira, me doy cuenta de que piensa lo
mismo que yo. Que me desea. Que me quiere. No sé si tiene intención
de hacer algo al respecto, pero estoy más que feliz de complacer
cualquier pequeña fantasía que quiera vivir mientras esté aquí.
Mi respiración se acelera ahora, incapaz de ocultar mi deseo, y
no tardo en encontrar mi liberación, dejando escapar un gemido de
placer al terminar. Pensando en ella. Deseando que fuera su mano la
que rodeara mi polla en lugar de la mía.

Sotelo, gracias K. Cross


Me limpio y salgo de la ducha. Mierda, necesito un trago. Si voy
a ser capaz de superar todo lo que va a ocurrir en el transcurso de este
fin de semana, puede que necesite varios.
Le envío un mensaje de texto a Grant mientras me dirijo al Rusty
Nail, el bar al que siempre vamos cuando tenemos que hablar en serio.
Grant vive en Cherry Falls con su novia Goldie, pero es mi mejor amigo
desde casi siempre.
Es el tipo al que acudo cuando tengo cosas que resolver, y sé que
estará listo para burlarse de mí por haber dejado que un
enamoramiento pasajero de esta chica se apodere de mí. No quiero
dejar que se me meta en la piel. Necesito exorcizarlo antes de que haga
algo estúpido.
El Rusty Nail ya está medio lleno cuando llego, y Grant llega
tarde. Tomo asiento en la barra y el camarero se acerca a mí.
— ¿Puedo ofrecerte algo?— me pregunta. No es tan dulce como
la chica que suele trabajar aquí.
—Whisky. — le respondo, coincidiendo con su tono. Me mira por
un momento antes de retroceder y de ir a traerme la bebida. ¿Quién
demonios es él? He oído a algunas personas hablar del nuevo
propietario del bar -Sawyer algo, creo-, pero este tipo va a tener que
cambiar su actitud si quiere asegurarse de que la gente siga viniendo.
Pero no tengo mucho tiempo para pensar en eso antes de que
Grant aparezca a mi lado, me dé una palmada en el hombro y ocupe
el taburete contiguo al mío.
—Bueno, hola, forastero. — me saluda, levantando la mano para
llamar la atención del camarero y pidiendo él mismo una cerveza.
—Ha pasado demasiado tiempo. — comenta, tocando su botella
contra mi vaso nada más cogerla. — ¿Qué te hace bajar de las
montañas? ¿Los animales salvajes te persiguen o algo así?
—O algo. — respondo, y él inclina la cabeza hacia un lado con
interés.
— ¿Ah, sí?— insiste.
Asiento. —Hay una chica que se aloja ahí esta semana. — le
explico.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Cómo se llama?— pregunta. Sabe casi todo sobre todo el
mundo por estas partes, y sé que si alguien va a ser capaz de
conseguirme una cita con ella, es él.
—Harper. — respondo. —Harper Higgins.
Casi escupe el trago de cerveza que acaba de beber.
— ¡Harper Higgins!— exclama, lo suficientemente alto como para
que un par de personas miren a su alrededor para ver qué es la
conmoción.
—Sí, ¿qué pasa con ella?
—Es la hija de un predicador, Cliff. — responde, sacudiendo la
cabeza, con una sonrisa que le recorre la cara. —Tú... ¿realmente se
va a quedar ahí esta semana?
—Sí, así se llama. — respondo. No puedo evitar sentirme un poco
a la defensiva. No sé qué quería que dijera, pero esperaba algo un poco
más impresionante que esto.
—Estás enamorado de ella, ¿verdad?— me pregunta.
Niego. —Solo me preguntaba quién es...
—Han entrado y salido muchas personas desde que empezaste
a trabajar ahí, y creo que me has preguntado por tres de ellas. —
comenta. —Te gusta, ¿verdad? ¿Crees que es guapa?
— ¿Y qué si lo hago?
Se ríe, sacude la cabeza. —Mira, amigo, no es por quitarte el
viento de las velas ni nada por el estilo. — explica. —Pero es la hija de
un predicador. Es la definición de buena chica. No creo que tenga
mucha prisa por venir corriendo a las montañas a vivir contigo.
—Supongo. — murmuro, y recojo mi bebida y doy un largo sorbo,
tratando de que ese pensamiento no me afecte.
Charlamos un poco más, sobre lo que ha pasado en el teatro de
Goldie y en su taller de coches, antes de dar por terminada la noche.
Mientras conduzco a casa, mi mente vuelve a pensar en Harper una y
otra vez.

Sotelo, gracias K. Cross


Es dulce, eso está claro. Hay algo en ella que me interesa, que
me intriga, aunque sé que debería tener un poco más de cuidado con
quién dejo que se meta en mi piel. Es que... hay algo en ella que me
excita. Y ahora mismo, me vendría bien un poco de emoción en mi
vida.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 4
HARPER

Me tumbo en la cama, suelto un gruñido irritado y tiro el


vibrador a la mesilla de noche.
¿Está roto o algo así? Porque estoy segura de que ya debería
haber sido capaz de excitarme. Me parece que llevo horas probándolo,
girando de un lado a otro, tumbada de espaldas, de frente, intentando
excitarme. Intentando sentir algo más que este ligero e irritante
gruñido entre mis piernas.
Miro la cosa que está sentada en la mesa a mi lado y la maldigo
en silencio dentro de mi cabeza. ¿Por qué no puedo... correrme? Llevo
horas intentándolo. A estas alturas no estoy segura de lo que va a
hacer falta.
Tal vez solo tenga que salir de la cama y dejar de presionarme
tanto. Después de todo, se supone que esto debe ser divertido, y lo
estoy haciendo sentir como una tarea. Quizá necesite una ducha
caliente. He estado viajando todo el día y me vendría bien lavarme el
pelo. Puede que sea más fácil correrme si estoy recién frotada.
Me dirijo al baño y me veo en el espejo. Tengo el ceño fruncido y
las mejillas sonrojadas, y no puedo evitar preguntarme cuánto tiempo
voy a tener que esperar para que este viaje merezca la pena. Me he
esforzado mucho, muchísimo, por llegar a donde necesito, pero
todavía se me escapa.
Me mentiría a mí misma si dijera que no había otras cosas en mi
mente cuando me estaba masturbando, también. Cliff, para ser
precisos.
Sé que no debería pensar en él de esa manera, pero es difícil
cuando me miraba de la forma en que lo hacía, cuando sonreía con
esa sonrisa torcida. Me pregunto si ha estado pensando en mí desde
que se marchó, o si ha seguido su día con normalidad. En lugar de
pasárselo en este estado de fuga caliente.

Sotelo, gracias K. Cross


Me desnudo y voy a abrir la ducha, pero me doy cuenta de que
este cuarto de baño solo tiene un inodoro y un lavabo. Bueno, dijeron
que era rústico. Ni siquiera se me ocurrió comprobarlo. Cojo el mapa
de papel de la mesita y lo miro. Las duchas están cerca del edificio
principal, son comunes para todos los huéspedes. No es exactamente
lo que había fantaseado para mi escapada de fin de semana sexy, pero
me quedo con lo que puedo conseguir ahora mismo.
Me visto apresuradamente una vez más, recojo mis artículos de
aseo y mi toalla, y me dirijo hacia las duchas a través del oscuro
campamento. Por suerte, todo está tranquilo y dudo que me encuentre
con alguien mientras me cambio. Puede que no sea una mojigata, pero
aún me quedan restos de haber sido la hija de un predicador, y no me
gusta mucho la idea de que otras personas me vean desnuda.
Cuando llego a las duchas, tiemblo un poco y rezo para que el
agua esté lo suficientemente caliente como para evitar el frío que me
rodea. En el interior del edificio reina el silencio, abro el grifo y veo
cómo sale el vapor de inmediato.
Me desnudo rápidamente, como si me fueran a coger en
cualquier momento, y me deslizo bajo el agua. Mmmm. Me siento tan
bien, el calor que me envuelve la piel. No recuerdo la última vez que
disfruté tanto de una ducha.
Por primera vez desde que llegué al campamento, me apoyo en
la pared de la ducha y dejo que el agua caliente me bañe. Con los ojos
cerrados, dejo que mi mente divague.
Y me viene a la mente Cliff.
Casi puedo imaginarme sus dedos sobre mi piel, recorriendo las
líneas de agua que quedan en mi cuerpo.
No. Intento apartar su imagen del fondo de mi mente, pero es
demasiado tarde, ya ha echado raíces ahí, y la conmoción es casi más
de lo que puedo soportar. Siento que estoy haciendo algo que no
debería, al imaginarlo así, pero no es como si pudiera apagar el deseo
que me late en este momento.
Puedo sentir que el deseo se apodera de mí, aunque sé que
debería reprimirlo. Apenas lo conozco. Sin embargo, la idea de sus

Sotelo, gracias K. Cross


manos sobre mi cuerpo me pone más nerviosa que cualquier cosa que
el vibrador haya podido hacer por mí.
Muevo la mano entre las piernas, agradeciendo la intimidad de
la cortina de la ducha, aunque no haya nadie. Mi coño está empapado,
como no lo había estado en todo el tiempo que estuve usando el
vibrador. No puedo evitar soltar un pequeño gemido de placer, con el
sonido que me rodea, llenando el espacio como si fuera mío.
Mis dedos se mueven contra mi clítoris, mi nódulo ya un poco
hinchado al pensar en sus manos sobre mí. Su boca en la mía.
Imagino su lengua bajando por mi cuello, por mis hombros, bajando,
bajando, bajando... Mis pezones se endurecen, se llenan bajo el agua,
y empujo un dedo dentro de mí, jadeando con fuerza.
Sí, sí, sí. Siento que el placer empieza a surgir desde lo más
profundo de mí. Me imagino su mano entre mis piernas en lugar de la
mía, la forma en que se movería contra mi piel, la forma en que me
tocaría como si supiera que le pertenezco, como si supiera que me
posee.
Sus ásperas manos se mueven por mi cuerpo, me agarran con
fuerza y me manosean, asegurándose de que entienda que cada
centímetro de placer que se me permite proviene de él y solo de él...
Muevo otro dedo dentro de mí y empiezo a apretar contra mi
mano. Me estoy acercando. Puedo sentirlo. Nunca he estado tan cerca
en mi vida, pero sé que estoy llegando a ese punto. Los músculos del
interior de mis muslos se contraen y aprieto los dientes para tratar de
contener otro gemido, pero sale de mí antes de que pueda detenerlo.
No me importa. Solo quiero dejar que esto me invada, que se
apodere de mí. Llevo demasiado tiempo esperando para detenerme.
Casi puedo sentir la aspereza de sus dedos entre mis piernas,
marcando el ritmo, asegurándose de que sé lo que es bueno para mí.
— ¿Hola?
Una voz atraviesa mi ensoñación y mis ojos se abren de golpe. Al
instante siento que la sangre se me sube a la cara. ¿Quién demonios
es? ¿Cómo diablos voy a explicar esto? Quienquiera que sea,
simplemente se acercaron a mí, básicamente, follándome la mano aquí
mismo, en medio del área de la ducha común.

Sotelo, gracias K. Cross


Cierro el grifo y cojo la toalla, la cojo y me envuelvo con ella. No
tengo tiempo para vestirme. Solo necesito salir. Sea quien sea, no
quiero que me vea bien. Doblo la esquina, con los ojos fijos en el suelo,
y, por supuesto...
— ¿Harper?
Es él.
Levanto la vista, sabiendo que no puedo ignorarlo por más
tiempo. Me siento como si lo hubiera conjurado por la fuerza de la
voluntad: aquí está, justo delante de mí, y puedo sentir el calor de mis
mejillas ardiendo bajo las luces fluorescentes que hay sobre nosotros.
— ¿Estás bien?— me pregunta.
Asiento, con las mejillas encendidas.
—Me ha parecido oír a alguien con dolor. — comenta,
mirándome con curiosidad. Dios mío, debe haberme oído gemir hasta
aquí...
—No... no sé qué ha sido eso. — miento rápidamente.
— ¿No lo has oído?
—No...
Intento pasar por delante de él y consigo salir. ¿Qué voy a hacer?
¿Correr todo el camino de vuelta a mi cabaña así? Si me mira, verá lo
avergonzada que estoy. Adivinará enseguida quién ha hecho esos
ruidos y qué demonios he estado haciendo ahí.
Pero no voy a ninguna parte, no tan pronto. Porque en el
momento en que mi pie toca el suelo, sale volando por debajo de mí, y
salgo disparada, con mi toalla volando mientras caigo hacia la tierra.
Dejo escapar un chillido de pánico, pero no tenía por qué
preocuparme por nada porque, un momento después, me coge en sus
brazos.
Y me doy cuenta de que estoy totalmente desnuda, en la
oscuridad de la noche, abrazada por un hombre que ha sido el centro
de todas mis fantasías desde que llegué aquí. Y no tengo ni idea de
qué diablos debo hacer a continuación.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 5
CLIFF

— ¿Estás bien?— le pregunto a Harper. Asiente y se aleja de mí


para coger la toalla. Apenas tiene la toalla envuelta de nuevo, deja
escapar un grito de dolor.
— ¡Ah!
— ¿Qué pasa?— Pregunto con preocupación.
—Mi tobillo. — hace una mueca de dolor, y lo prueba, poniendo
un poco de peso en él antes de sacudir la cabeza y retraerse de
inmediato.
—Tienes que vendarlo. — Es difícil no pensar en el hecho de que
ella está básicamente desnuda en este momento. Estoy bastante
seguro de que la oí dentro del bloque de duchas - no estoy seguro de
si era el dolor o algo más, pero era imposible de ignorar.
—Puedo volver a mi cabaña. — dice. —Estoy segura de que hay
un botiquín de primeros auxilios ahí...
—Eso está demasiado lejos. — respondo con firmeza. —La mía
está a la vuelta de la esquina. Vamos, te voy a curar.
—No pasa nada. — intenta protestar, pero intenta dar otro paso
en su pie y luego sacude la cabeza de inmediato. Sí, eso es lo que
pensaba.
—Ven aquí. — murmuro, y me inclino y la recojo en mis brazos.
Me rodea el cuello con los brazos y trato de no pensar en lo cerca que
estoy de su cuerpo desnudo. Huele bien, como el aire fresco y la ropa
limpia, y tengo que hacer un esfuerzo para no enterrar mi cabeza
contra su cuello e inhalar su dulce aroma de cerca.
Mi cabaña está a la vuelta de la esquina, y no tardo en llevarnos
a los dos hasta ahí. Se balancea sobre su pie bueno mientras abro la
puerta y entra de un salto, abrazando su toalla con fuerza.

Sotelo, gracias K. Cross


—Ten cuidado. — le advierto. —No quieras sacar al otro también.
—No soy una torpe total. — protesta.
—Podrías haberme engañado. — respondo, y se ríe. Tiene una
risa agradable, cálida, plena y sincera.
—Es cierto. — acepta, y le paso un brazo por la cintura y la
conduzco a la pequeña silla que hay frente a la chimenea. Se hunde
en ella y voy a buscar mi botiquín de primeros auxilios.
Está en mi casa. Mi casa. Los dos estamos solos en mi casa
ahora mismo. Intento apartar eso de mi mente. Ella es una invitada
en este lugar, eso es lo que tengo que recordar, y eso significa que esto
no se trata solo de lo mucho que la quiero. Solo estoy ayudando a
alguien que se metió en un pequeño problema, eso es todo. Aunque
pueda sentir sus ojos siguiéndome por la habitación mientras voy a
buscar todas las cosas que necesitaré.
Me arrodillo a sus pies, cruza las piernas con fuerza y me ofrece
el tobillo herido; no parece estar en muy mal estado, pero de todos
modos me voy a tomar mi tiempo.
Saco unas vendas y unas toallitas para limpiarle el barro que se
le ha pegado a la piel. No puedo evitar fijarme en lo bien formadas que
están sus piernas, fuertes y delgadas, como si pasara la mayor parte
del tiempo corriendo sobre ellas.
—Gracias. — murmura mientras le quito el barro de la piel y la
limpio con cuidado. Todavía está un poco húmeda por la ducha, y es
difícil no preguntarse dónde puede estar goteando el agua ahora
mismo. Pero me olvido de eso. Tengo que seguir con el mensaje.
Aunque lo único que quiero hacer es deslizar mi mano por debajo de
la toalla y sentir qué otras partes de ella pueden estar mojadas.
Observa cómo mis manos se mueven por su tobillo y estoy
seguro de que la oigo soltar un pequeño grito cuando mis dedos rozan
la planta de su pie.
— ¿Tienes cosquillas?— le pregunto.
Niega. —La verdad es que no. — responde. Veo que se ruboriza
un poco en sus mejillas. Sé que está disfrutando de mis caricias, quizá

Sotelo, gracias K. Cross


tanto como yo de las suyas. Y sé que los dos estamos entrando en un
territorio peligroso en este momento.
— ¿Vives aquí solo?— pregunta, mirando mi cabaña. No es gran
cosa, pero es mía, y me alegro de no tener que volver a compartir un
apartamento con compañeros de mierda mientras viva. Asiento.
—Sí, lo hago. — respondo.
—No sé si podría vivir aquí arriba sola. — comenta. —Tan lejos
del resto del mundo...
—Te acostumbras. — respondo. —Y además, para empezar,
nunca me ha gustado mucho el resto del mundo.
Se ríe y empiezo a ponerle una venda de apoyo alrededor del
tobillo para asegurarme de que no vuelva a rodar sobre él. Deslizo la
mano por su pantorrilla, apoyándola con cuidado. Sé que podría haber
terminado ya, pero en cuanto termine, no tendré más motivos para
seguir tocándola y no estoy seguro de estar cerca de estar preparado
para ello.
—Tienes mucha suerte de estar solo. — suspira, mirando a su
alrededor. —No tienes que preocuparte por lo que piensen los demás.
—No me pareces el tipo de chica que se preocupa mucho por lo
que los demás piensen de ella. — comento, y me hace una mueca.
—Ojalá. — responde. —Tengo muchos ojos puestos en mí. Y sé
que si hago algo mal, van a estar ahí para juzgarme.
— ¿De verdad no has oído nada ahí afuera en las duchas?— le
pregunto, y hace una pausa por un momento. Me doy cuenta de que
se está planteando decir la verdad, y presiono un poco más.
—Pensé que podría haber sido uno de esos pumas. — comento,
despreocupado, aunque sé que el sonido que había escuchado cuando
pasaba por ahí había sido cualquier cosa menos un animal.
—Tengo que asegurarme de que no hay nada merodeando por
aquí que pueda hacer daño a alguien. — continúo, y subo los ojos para
encontrarme de nuevo con los suyos. Se muerde el labio.
—No era un puma. — admite. —Eso lo sé.
— ¿Ah, sí?— le pregunto. Asiente.

Sotelo, gracias K. Cross


—Pensé que podrías estar en problemas ahí adentro, por los
ruidos que hacías. — continúo, sentándome de nuevo en mis rodillas
y mirándola. Soy muy consciente de que me costaría muy poco ver
toda ella en este momento; podría simplemente tirar de la toalla que
tiene envuelta y dejarla caer al suelo para siempre.
—Yo... supongo que lo era, en cierto modo. — responde, y no
puede evitar la pequeña sonrisa de su cara mientras habla.
— ¿Ah, sí?— insisto, devolviéndole la sonrisa.
— ¿Puedo ser sincera contigo?— pregunta, y asiento.
—Claro que puedes.
—Yo... no tenía dolor ni nada. — confiesa. —Estaba tratando
de... Estaba, bueno, estaba intentando...
Veo que le va a costar mucho salir a decir lo que le pasa por la
cabeza en este momento. Es la hija de un predicador, si el
reconocimiento de Grant es correcto, y no me cabe duda de que ha
pasado la mayor parte de su vida intentando olvidar que pudiera
existir algo impuro en su bonita cabecita. Pero cierra los ojos un
momento, se recompone y vuelve a mirarme.
—Estaba tratando de hacerme... ya sabes. — termina.
— ¿Venir?— termino por ella. Separa ligeramente los labios al
oír esa palabra salir de mi boca, pero no parece importarle demasiado.
Asiente. —Sí, venirme. — responde. —Yo nunca... Quiero decir,
vine aquí porque quería alejarme de toda la presión que he estado
poniendo sobre mí misma. Quería darme un respiro para variar, hacer
que no tuviera que preocuparme por hacer esto o aquello, y que
pudiera centrarme en mi placer.
Aparta la mirada de mí, y puedo ver la emoción que brilla en sus
ojos. Sé que nunca ha dicho esto en voz alta a nadie antes, y me
emociona saber que me lo está contando a mí. Porque significa que
cree que tengo motivos para saberlo.
—Supongo que mis ruidos sensuales necesitan un poco de
trabajo. — comenta con una risita, colocando un mechón suelto de su
pelo mojado detrás de la oreja y encontrándose con mi mirada una vez
más. —Dado que pensabas que era un puma.

Sotelo, gracias K. Cross


—No hay nada malo en ponerse un poco animal de vez en
cuando. — digo. Siento que mi polla empieza a endurecerse y necesito
todo lo que tengo para no abalanzarme sobre ella aquí y ahora. Tengo
que controlarme. Aunque la idea de introducir mi lengua en su boca
sea lo único en lo que puedo pensar ahora mismo.
—Solo quiero poder correrme como es debido. — explica,
mordiéndose el labio un momento. —Por eso estoy aquí. Y por eso
también estuve en las duchas. Solo... quiero tener un orgasmo. Saber
lo que se siente. También me estaba acercando, antes de que me
interrumpieras.
—Bueno, por eso, lo siento de verdad. — digo, dejando que mis
ojos recorran su cuerpo, tomando cada centímetro de su magnífica
forma. —Pero tienes que practicar para llegar a donde quieres ir,
¿verdad?
—Supongo que sí. — contesta, y sus preciosos ojos se levantan
para encontrarse con los míos. Luego, con una mirada descarada, deja
caer la toalla.
Tomo su mano y me muevo para besarla. Acaba de regalarme
este delicioso cuerpo suyo. Y no voy a dejar pasar la oportunidad de
aprovecharlo.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 6
HARPER

Mientras se mueve para besarme, mi cabeza da vueltas.


¿Realmente estoy haciendo esto? ¿Puedo realmente estar haciendo
esto? Sí, lo estoy haciendo. Este momento es demasiado dulce y
demasiado tentador para resistirse.
La lengua de Cliff se encuentra con la mía mientras recorre con
sus manos mis brazos, tal y como imaginé que lo haría cuando estaba
en la ducha y soñaba con él. Me desea. Este hombre me desea. Y ya
puedo sentir que mi coño empieza a palpitar de deseo una vez más al
pensar en todo lo que me hará ahora que me tiene.
Acerca su boca a mi oreja, dejando que su aliento me caliente la
piel, y me estremezco: el dolor de mi tobillo ya casi ha desaparecido,
el deseo insistente entre mis piernas exige mucha más atención.
—Voy a hacer que te corras, Harper Higgins. — murmura contra
mi oído, y luego empieza a besarme el cuello. Me hundo de nuevo en
el asiento, el calor de su boca es casi más de lo que puedo soportar
mientras recorre mi garganta, hacia mis tetas. Me pasa la lengua por
los pezones, tomándose su tiempo con cada uno de ellos, como si no
tuviera ninguna prisa.
Sus manos se muestran seguras al separar mis piernas y rodear
con sus dedos mi coño empapado. Los pasa por mis labios y gimo,
mirando su mano entre mis muslos. No puedo creer que esto esté
ocurriendo de verdad. Todas las fantasías que he tenido a lo largo de
los años, todo lo que he imaginado, se está haciendo realidad en este
momento, con este hombre, este poderoso y salvaje montañés.
Se mueve para besarme de nuevo, con su lengua en mi boca, su
mano en la nuca mientras me acerca. Sus dedos se introducen en mi
interior por primera vez, y jadeo contra sus labios, sorprendida por lo
bien que se siente, por lo mucho que anhelo más. Sí, esto es lo que
necesito, esto es lo que quiero. Me agarro con fuerza a sus hombros,
aferrándome a la vida, mientras me abre con su mano.

Sotelo, gracias K. Cross


La conmoción de sentir a otra persona ahí abajo es casi más de
lo que puedo soportar, pero él es lento y cuidadoso, se toma su tiempo,
asegurándose de no precipitarse ni empujarme más de lo que necesito.
Aprieto mi cabeza contra su hombro y se desliza hacia abajo, besando
mi estómago, ese punto sensible bajo mi ombligo que hace que se me
enrosquen los dedos de los pies.
—Mmmm. — Gimo y le paso los dedos por el pelo, observando
cómo su boca esboza una sonrisa ante la respuesta que le doy. Ahora
soy suya, total y absolutamente suya, y sé que nada de lo que haga
podrá cambiarlo.
Me besa los muslos, el pliegue de las caderas, mientras mueve
los dedos dentro de mí; ya siento que mi humedad empieza a calentar
el interior de los muslos. Vuelve a mirarme y juraría que sus ojos son
más oscuros que antes.
—Quiero probarte. —murmura, y gimo en respuesta. Lo toma
como todo el permiso que necesita y, finalmente, presiona su boca
contra mi coño por primera vez.
La sensación de sus labios contra mi clítoris es casi más de lo
que puedo soportar. Todo mi cuerpo se levanta del asiento por un
momento, todo mi sistema se ve abrumado mientras mis nervios se
encienden de deseo por él. ¿Cómo puede sentirse tan bien? Me agacho
para tocar su cabeza, para asegurarme de que realmente está ahí y de
que no me estoy inventando nada. Lo quiero. Quiero esto...
Toda la tensión que se ha ido acumulando en mi interior parece
que va a convertirse en algo más en cualquier momento. Vuelve a
producirse ese cosquilleo en el interior de mis muslos mientras me
rodea suavemente con su lengua, tomándose su tiempo, con sus dedos
aún introducidos en mi interior. La presión, la mezcla de sensaciones,
es casi demasiado para mi cuerpo.
Siento que todo lo demás se ha apagado dentro de mí, excepto
los receptores de placer de mi cerebro, los que me dicen lo bien que
me siento, lo mucho que quiero más.
Me planta un beso en el coño y luego aplana su lengua,
recorriendo toda mi longitud unas cuantas veces y haciéndome
estremecer de deseo. Inclino la cabeza hacia atrás en el asiento, mis
piernas empiezan a temblar mientras me acerco. Aunque nunca lo he

Sotelo, gracias K. Cross


sentido antes, sé a qué me estoy acercando, y lo deseo, lo deseo tanto
que todo lo demás parece desaparecer así.
¿Cómo puede importar todo lo demás cuando tengo la boca de
Cliff contra mí de esta manera?
Me doy cuenta de que me vuelvo a empujar contra él, levantando
las caderas para poder apretarme contra su cara y sentir su lengua
moviéndose ansiosamente contra mí. Ahora ha empezado a meter y
sacar sus dedos, moviéndose un poco más rápido, dejándome marcar
el ritmo mientras me empujo una y otra vez contra él. Las olas de
placer están empezando a crecer en mí, empezando a llegar al límite
de lo que puedo soportar.
Esto va a suceder, por fin.
Estoy más allá del punto de no retorno cuando su lengua se
arremolina alrededor de mi clítoris una vez más, todo mi cuerpo se
agarrota y mi visión empieza a ser borrosa cuando finalmente, por
fin...
— ¡Oh!— grito. El placer me atraviesa como un incendio.
Comienza en la parte superior de mi cabeza y desciende en cascada
por todo mi cuerpo, alcanzando el punto máximo entre mis piernas
cuando los músculos se contraen y sufren espasmos. No aparta su
boca de mí, no retira sus dedos de mi interior, y el placer se eleva y se
eleva y se eleva hasta que siento que nada más importa en este
momento.
Todo mi cuerpo se estremece, el torrente que llega a los límites
de mi sistema, llenando los espacios oscuros de mi interior con una
luz que ni siquiera sabía que necesitaba. Me agarro a su pelo,
manteniéndolo en su sitio, sin querer que esto termine, sin querer
perder la intensidad de lo que siento, de lo que me hace sentir.
Lentamente, por fin, se separa de mí, me planta un beso en la
cara interna del muslo y sube su mirada para encontrarse con la mía
una vez más. Sus ojos arden de deseo por mí y lo único que necesito
es acercarme a él y besarlo de nuevo, saborear sus labios, recordarme
dónde ha estado y cuánto está dispuesto a hacer para llevarme a
donde necesito ir.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 7
CLIFF

Su coño es la perfección.
No hay otra forma de decirlo. Mientras nos besamos, mientras
comparto su sabor con mi lengua, mi polla está dura como una roca,
deseando moverse dentro de ella. Sé que acabo de hacer que se corra
por primera vez, y si eso es todo lo que está dispuesta a dejarme hacer
ahora, entonces viviré con ello. Pero, joder, su coño sabe a miel y nada
me apetece más que saber cómo se sentiría también.
Me arrima a su lado y me deslizo junto a ella en la silla. Luego la
subo a mi regazo para que pueda apoyar su cabeza en mi hombro.
Está hermosa y totalmente desnuda, su cuerpo me resulta tan
tentador que apenas puedo mantener la cabeza recta. Pero estoy
dispuesto a hacer esto exactamente como ella quiere. Sin prisas. Sin
empujarla antes de que esté preparada. Sé que es nueva en todo esto,
y lo último que quiero hacer es darle una razón para que se contenga
aún más.
—Ha estado muy bien. — susurra contra mi oído, y aún puedo
sentir cómo su cuerpo tiembla por las réplicas de lo que acabo de
hacerle. Sonrío y rozo con mis labios su mejilla. Huele delicioso, el
almizcle de su piel es demasiado tentador para ignorarlo.
— ¿Cómo te has imaginado tu primer orgasmo?— murmuro, y
asiente.
—Mejor de lo que imaginaba. — confiesa, y tengo que admitir
que la idea de ser el primer y único hombre que la saboree así me pone
muy cachondo.
Ese coño me pertenece ahora, bueno, mientras ella lo permita,
al menos.
—Así de bien, ¿eh?— le pregunto.

Sotelo, gracias K. Cross


Sonríe y me acaricia el cuello. —Creo que sabes la respuesta a
esa pregunta.
—Sí, pero quiero oírte decirla. — respondo.
Se ríe. —Entonces sí, estuvo bien. — responde. — ¿Y esta vez no
me has confundido con un puma o lo que sea?
Me río suavemente. —No lo he hecho. — Rozo mi nariz contra su
pelo, y me parece bien pasar el resto de la noche así, si eso es lo que
quiere. No me he sentido tan bien en mucho tiempo. Tenerla entre mis
brazos es como el destino.
Deja escapar un largo suspiro y se acurruca contra mí, y la rodeo
con más fuerza. Es difícil de creer que haya conocido a esta chica hoy
mismo. Es como si hubiera estado así de cerca de mí desde el
principio, como si siempre hubiéramos estado destinados a estar así
el uno con el otro. Me gusta la sensación de su suave y flexible
cuerpecito entre mis brazos, y nada me apetece más que aprenderme
cada centímetro de él lo mejor que pueda.
—Sabes, Cliff... quiero devolverte el favor. — comenta
juguetonamente.
— ¿Qué quieres decir?
—Es justo, ¿no?— responde, levantando la cabeza para poder
mirarme bien. —Quiero decir, me hiciste correr. Así que quiero
hacerte...
—No tienes que preocuparte por eso. — le aseguro. —Si no estás
preparada.
— ¿Y qué te hace pensar que no estoy preparada?— pregunta,
haciendo un mohín juguetón. Le paso un dedo por la espalda,
admirando la curva de sus hombros, la forma en que su cuerpo parece
hecho para encajar con el mío.
—Es tu primera vez. — respondo. No quiero mencionar el hecho
de que sé que es la hija de un predicador, pero eso también forma
parte de ello. Debe ser nueva en todo esto, y lo último que necesita de
mí en este momento es empujarla a algo de lo que no está segura.
— ¿Entonces?

Sotelo, gracias K. Cross


—Entonces, no hay razón para apresurarse. — señalo. Inclina la
cabeza hacia un lado y me mira por un momento.
— ¿Crees que necesito que marques el ritmo?— Hay un poco de
rebeldía en su voz. Tengo que admitir que esto es lo último que habría
imaginado si alguien me hubiera mencionado a la hija de un
predicador, pero me gusta que esté llena de sorpresas.
—No es eso. — respondo.
—Déjame adivinar. — suspira. — ¿Sabes quién es mi padre?
—Sí. — admito.
Sacude la cabeza, pero no parece enfadada ni nada por el estilo.
—Me lo imaginaba. — suspira, pasando sus dedos por mi pecho de la
forma más tentadora. —La mayoría de la gente se asusta un poco
cuando descubre quién soy.
—Me lo imagino.
—Pero parece que no entienden que soy mi propia mujer. —
continúa, sacudiendo la cabeza. —Y puedo tomar mis propias
decisiones. Que mi padre no apruebe todo lo que estoy haciendo con
mi vida no significa que esté loca por quererlo.
—No, lo entiendo. — estoy de acuerdo. No quiero que sienta que
soy condescendiente con ella, pero al mismo tiempo, necesito saber
que quiere esto tanto como yo.
—Bien. — lleva la mano a mi cabeza y me pasa los dedos por el
cuero cabelludo. Lo juro, siento que me estoy encendiendo cada vez
que pone una mano sobre mí. Es casi más de lo que puedo soportar,
pero consigo contener mi deseo primario de inclinarla sobre el asiento
y follarla aquí y ahora.
—He venido aquí para alejarme de eso. — continúa, un poco más
suave que antes. —No de mi padre, solo... solo de toda la presión que
supone ser vista como nada más que esta niña buena, ¿sabes?
—Lo entiendo. — respondo. —No creo que pueda soportar nada
de eso. Me volvería loco.

Sotelo, gracias K. Cross


—Sí, a mí también me vuelve loca a veces. — acepta con un
suspiro. —Deberías haber visto cómo era en mi colegio cristiano, oh,
esas cosas eran demasiado para mí.
— ¿Fuiste a un colegio cristiano?— pregunto. Sinceramente, me
cuesta imaginarme a alguien como ella en un lugar así.
Asiente. —Nada más salir del instituto. — explica. —Hice mi
primer par de años ahí, pero simplemente no era para mí. Y los
hombres... te juro que la mayoría de ellos solo trataban de superarse
unos a otros. Parecía que nadie quería divertirse o explorar el mundo,
¿sabes?
—Entonces, ¿por qué te quedaste tanto tiempo?— le pregunto.
—Mi padre. — admite. —No quería defraudarle.
— ¿Y no encontraste algún buen chico cristiano con el que
casarte?— le pregunto burlonamente. Me sonríe y niega.
—No, ninguno era de mi gusto. — Se encoge de hombros. —No
eran hombres de verdad. No eran como tú. — Sonríe y desliza un brazo
sobre mi pecho, como si todavía le costara creer que estoy aquí delante
de ella. —Todos eran frases enlatadas, ¿sabes?— comenta,
sacudiendo la cabeza. —Cada vez que alguno de ellos se acercaba a
mí, era como si hubieran planeado exactamente cómo sería la
conversación en sus cabezas. Y no podían soportar que no siguiera
esas reglas.
—Tengo la sensación de que no acostumbras a hacerlo. —
respondo, y niega.
—No si puedo evitarlo. — acepta, agitando las pestañas hacia
mí. Joder, está tan guapa ahora mismo que me cuesta todo lo que
tengo para no inclinarme y plantar mis labios contra los suyos.
— ¿Qué ha cambiado?— Le pregunto. — ¿Qué te hizo volver a
casa después de todo eso?
Hace una pausa y deja que sus ojos se desvíen hacia la izquierda.
Veo que hay algo que no quiere decirme, y no quiero presionarla para
que me cuente más de lo que se siente cómoda.
—Mi madre. — susurra finalmente. Dice esas palabras como si
le costara sacarlas, y sé enseguida lo que va a decir.

Sotelo, gracias K. Cross


—Se puso... enferma. — explica, con la voz ligeramente
quebrada. —Mientras yo estaba fuera. Pensé que se recuperaría
rápidamente -todos lo pensamos-, pero cuanto más tiempo pasaba,
más claro quedaba que ella... que no iba a mejorar.
Respira profundamente y deslizo mis manos sobre las suyas.
Puedo ver el dolor en su rostro, y me duele verla en tanta agonía. Sé
que debería decir algo, pero no tengo ni idea de lo que debo decir en
este momento.
—Me mudé a casa para ayudarla. — continúa. —Mi padre no
podía hacerlo todo solo. Y no quería que lo hiciera. Supongo que no lo
acepté realmente hasta que volví a estar con ella, pero en cuanto la vi,
supe...
Sacude la cabeza y aparta la mirada de mí. Sé que debe ser una
agonía para ella volver a pasar por todo esto. No quiero forzarla a que
me lo cuente, pero parece dispuesta a seguir hablando y no quiero
ponerle la zancadilla.
—Sabía que íbamos a perderla. — continúa. —Me quedé ahí,
hasta el final, y después de que ocurriera... bueno, después de que
ocurriera, supe que mi padre sufría demasiado para vivir solo, así que
me quedé ahí con él. He estado ahí desde entonces. Ayudando en la
iglesia, en casa, todo eso. Esta es la primera vez que tengo tiempo para
mí en... bueno, en demasiado tiempo.
Le paso un dedo por la mejilla y me ofrece una leve sonrisa; está
teñida de tristeza, y sé que debe ser duro para ella contar la verdad de
lo que pasó. Me pregunto cuántas personas la habrán visto así,
habrán visto la verdad de lo mucho que le duele cuando habla de su
madre.
—Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso, Harper.
No sé qué decirle, salvo ofrecerle mis sinceras palabras de
consuelo. Nunca he pasado por una pérdida así, y me parece injusto
que alguien tan brillante y tan burbujeante tenga que hacerlo. Odio
que haya sufrido de esa manera. Odio que le duela tanto como lo hace.
Sacude la cabeza.
—Yo también. — responde. —Pero sucedió. Y no estoy dispuesta
a pasar el resto de mi vida sentada en casa intentando que no ocurra.

Sotelo, gracias K. Cross


—Has hecho algo muy bueno, ¿sabes?— le digo, apartando su
pelo de la cara. —Volver a casa, a Cherry Falls, para cuidar de tu
padre. No puede ser fácil, no cuando estás lidiando con toda esa
tristeza en ti misma, también.
—Es francamente horrible, a veces. — admite. —Pero yo... sé que
él me necesita. Y sé que mi madre hubiera querido que estuviera ahí
para él.
—Apuesto a que está orgullosa de ti. — le digo, y me sonríe.
—Sé que lo está. — responde suavemente. —Ella quería que
fuera feliz. Que hiciera lo que me hiciera feliz.
— ¿Y qué podría ser eso?— le pregunto. —Ahora mismo. ¿Qué te
haría feliz?
Me mira y sus ojos se iluminan en cuanto se fijan en los míos.
—Sabes, tengo algunas ideas. — dice mientras acerca su boca a
la mía. Y, en cuanto nuestros labios se encuentran, sé que mis
posibilidades de no enamorarme de esta chica son casi nulas.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 8
HARPER

Me rodea con sus brazos y me acerca, como si no quisiera otra


cosa que perderse en la forma en que nuestras bocas se sienten una
contra la otra en este momento. No puedo creer lo cerca que me siento
de él, lo cómoda que estoy. Normalmente, me habría asustado la idea
de que alguien tan perfecto me hubiera visto tan desnuda, pero con él
es diferente. Con él, no tengo nada que temer.
Su cuerpo es fuerte y musculoso, y me pierdo un poco en la
sensación de tenerlo apretado contra mí. Es difícil creer que es mío,
difícil creer que realmente me pertenece ahora mismo. Nuestras
lenguas se encuentran, lentamente, jugando una contra la otra, y
siento que empieza a endurecerse contra mi cadera.
Desciendo la mano por su estómago y noto, por encima de sus
pantalones, la dureza de su erección, justo ahí, como si me estuviera
esperando. Nunca había llegado tan lejos con un hombre, y parece que
estamos hechos para esto. Pensé que estaría más nerviosa cuando
llegara el momento, pero en cambio, me encuentro disfrutando,
disfrutando de la presión que ejerce bajo mis dedos, disfrutando de la
forma en que reacciona a mis caricias como si hubiera estado
hambriento de ellas durante demasiado tiempo.
—Quiero sentirte. — le digo, con la voz enronquecida por su
deseo. Mi cuerpo aún está un poco tembloroso e hipersensible por el
hecho de que acaba de hacerme correr, pero quiero dárselo todo ahora
mismo; quiero demostrarle que estoy tan dispuesta a dar como a
recibir.
Se agacha, se baja la cremallera de los pantalones y envuelvo
con mis dedos su erección por primera vez.
Jadeo: es grande, incluso más grande de lo que esperaba. Gime
en cuanto la toco por primera vez, y ese sonido profundo y masculino
que sale de su garganta me dice que estoy haciendo lo correcto.

Sotelo, gracias K. Cross


Intento recordar lo que leí en todas esas revistas, todas las que
me decían cómo complacer a un hombre, y empiezo a acariciarlo,
lentamente, tomándome mi tiempo, sin prisa para que esto termine.
Baja y envuelve su mano alrededor de la mía para que pueda
marcar el ritmo durante un rato, y estoy más que feliz de dejar que me
muestre lo que hay que hacer. Me besa mientras sube y baja
lentamente mi mano por su gruesa erección, y la sensación de su
mano sobre la mía es casi insoportablemente sensual: me está
mostrando cómo le gusta que le toquen, cómo quiere que le
complazcan, y estoy deseando demostrarle de todas las maneras
posibles que estoy dispuesta a hacer precisamente eso por él.
—Eso es tan bueno. — suspira contra mis labios, su barba
incipiente roza mi barbilla. Su aspereza, combinada con su suavidad,
hace que la cabeza me dé vueltas. Quiero más. Quiero darle el mismo
placer que me ha dado a mí.
— ¿Puedo bajar sobre ti?— le pregunto, un poco tímida. Ni
siquiera sé realmente qué haría ahí abajo, pero siento la sonrisa en
sus labios antes de que responda y sé que está tan preparado para
esto como yo.
—Deja que te enseñe cómo. — me responde, y me besa una vez
más antes de que empiece a bajar por su cuerpo, igual que él hizo
conmigo. De rodillas, ante él. Su polla está dura y lista para entrar en
mi boca.
Dios, huele tan bien. Y los músculos bajo su piel... Sabía que era
fuerte desde el momento en que salí de la ducha y me atrajo hacia sus
brazos, pero esto es algo totalmente distinto. Es tan poderoso que
podría hacer lo que quisiera conmigo.
Quiero que lo haga todo.
Le quito la camisa y la tira a un lado. Me siento un momento,
admirando su increíble torso, y extiende sus manos sobre mi cintura.
Por la forma en que me mira, es como si yo fuera una especie de regalo,
alguien que se le entrega por todas sus buenas acciones.
—Eres tan jodidamente hermosa. — murmura, y avanzo y le
beso de nuevo, sobre sus caderas, la línea de músculos que baja por
debajo de sus vaqueros. Se los quita, desnudándose completamente

Sotelo, gracias K. Cross


ante mí. Me cuesta creer que este hombre tan guapo esté realmente
desnudo delante de mí, y tengo que contener una pequeña risita de
incredulidad por el hecho de que esto pueda estar ocurriendo
realmente. Me imagino que eso podría arruinar el ambiente, pero
entonces me sonríe de nuevo, y sé que puede ver la excitación escrita
en mi cara.
Me inclino para metérmelo en la boca por primera vez, sin
apartar la mano de su base, y me pregunto cómo diablos voy a
meterme todo eso en la boca de una vez: debe de medir unos buenos
veinte centímetros de largo, y también de ancho. No tengo ningún
punto de referencia sobre lo que es normal para una polla, pero tengo
la sensación de que está por encima de la media en todos los aspectos
que importan.
Bueno, por algo hay que empezar. Le planto un beso en la punta
de su polla, y aspira con fuerza por encima de mí. Levanto la vista,
preocupada por si le he hecho daño.
— ¿Está bien?— pregunto, y me aparta el pelo de la cara.
—Es perfecto, eres perfecta. — me dice, y lentamente vuelvo a
acercar mi boca a su cabeza. Sabe un poco salado, un poco dulce,
total y completamente él mismo, y me encuentro deseando más. Tanto
como él esté dispuesto a darme.
Cierro los labios en torno a él y muevo mi boca un poco hacia
abajo, luego hacia arriba, experimentando cómo se siente y cómo
reacciona él. Al tocar sus muslos, noto cómo se tensan sus músculos
y sé que estoy haciendo algo bien.
Levanto la vista y lo encuentro mirándome, observándome como
si fuera la cosa más tentadora y deliciosa del mundo. Me da un
escalofrío saber lo mucho que me desea; ya puedo sentir el calor que
empieza a crecer entre mis piernas. Sé que no va a pasar mucho
tiempo antes de que necesite más de él, pero por ahora, necesito
mostrarle lo llena de deseo que estoy.
Utilizo mi lengua, lamiendo lentamente desde la base de su
erección hasta la parte superior y luego de nuevo hacia abajo. Ya me
estoy obsesionando con la forma en que reacciona ante mí. Sabe tan
bien, se ve aún mejor: hay un pequeño surco entre sus ojos que se

Sotelo, gracias K. Cross


intensifica cuando hago algo que le gusta, y lo uso como señal para
hacer justo lo que quiere.
Vuelvo a sellar mis labios en torno a él y empiezo a deslizarme
hacia arriba y hacia abajo una vez más, tomando todo lo que puedo
de él en mi boca. Trato de pensar en lo que debe sentir él, trato de
imaginar lo que se sentiría mejor. Flexiona sus caderas hacia mí,
empujándose un poco más dentro de mí, llenándome. Imagino que así
se sentirá cuando esté dentro de mí, cuando me folle por primera vez,
pero por ahora... por ahora, quiero prodigarle toda la atención que se
merece, de cualquier manera que pueda dársela.
Me coge la mano y la envuelve en su longitud, y la uso junto con
mi boca para acariciarlo. Me siento como si estuviera perdida para él.
No puedo pensar en nada anterior o posterior a esto, solo quiero
entregarme a él. Quiero que disfrute de esto tanto como yo he
disfrutado que mueva su lengua contra mí, y por la forma en que su
respiración empieza a entrecortarse me doy cuenta de que estoy
haciendo algo bien.
Voy un poco más rápido, acelerando el ritmo, disfrutando del
poder que parezco tener sobre él ahora mismo. No puedo parar ahora,
no quiero hacerlo. Necesito llevarle al límite y demostrarle que estoy
tan dispuesta a complacerle como él a complacerme. Puede que sea la
primera vez que tenga un orgasmo, pero voy a asegurarme de que esta
sea la primera noche en la que yo también dé uno.
—Joder. — gruñe, un sonido crudo y hambriento que parece
surgir de algún lugar de su interior. Sí, está cerca. Hundo los dedos
en su pierna, sintiendo cómo se tensa, y luego, finalmente, siento el
calor de su semilla cuando termina.
El sonido que hace cuando se corre es suficiente para decirme
que todo esto ha merecido la pena. No sabía lo excitante que podía ser
hacer que otra persona se corriera, saber que yo era suficiente para
llevar a alguien al límite, pero, mientras mantengo mi boca sobre él y
él termina, me trago cada gota de su semilla.
Levanto los ojos para encontrarme con los suyos, observando
cómo su rostro se suaviza y parece calmarse cuando llega a su
liberación.

Sotelo, gracias K. Cross


Me retiro lentamente y me paso la lengua por los labios; su sabor
es salado, dulce y delicioso, y sé que ya soy adicta a él.
—Ha sido increíble. — gime mientras baja y me levanta para que
me recueste contra su pecho. Me pasa la mano por la espalda
desnuda, dejando un rastro de cosquilleo en cada lugar que me toca.
Cierro los ojos y me acurruco contra él, inhalando el olor del aire de la
montaña, de la madera y la savia y los árboles, que parece
desprenderse de él en oleadas.
—Creo que necesito un poco más de práctica antes de estar
segura de que estoy dando lo mejor de mí. — le digo juguetonamente,
y me pasa los dedos por el pelo, me planta un beso en la mejilla y
cierra los ojos. Esto... esto es algo a lo que podría acostumbrarme. Me
siento tan deliciosamente perfecta, descansando en sus brazos
después de que los dos nos hayamos complacido mutuamente de la
mejor manera posible.
No estoy segura de cuánto tiempo nos quedamos ahí; de hecho,
ni siquiera recuerdo haberme dormido, pero cuando me despierto,
estoy tumbada en su cama, y estoy sola.
Me acerco al lugar en el que estoy segura de que dormía a mi
lado la noche anterior, y al instante vuelvo a sentir ese profundo deseo
por él. Debe de haberme traído hasta aquí mientras dormía, y puedo
recordar la forma en que sus brazos me envolvían con fuerza mientras
dormía.
¿Dónde está? Me incorporo y miro a mí alrededor, intentando
recordar si me despertó para decirme a dónde iba. Probablemente a
trabajar. Supongo que, para él, este es un día más; no puedo ser la
única mujer que ha estado envuelta en estas mantas.
Pero es el primer hombre con el que he estado, y hay algo en ello
que me parece especial. Es extraño pensar que ahora lo he
conseguido, no el sexo, sino que he logrado tener mi primer orgasmo.
Después de intentarlo durante tanto tiempo, después de esforzarme
tanto para llegar a donde tenía que llegar, había metido su cabeza
entre mis piernas y lo había conseguido en cuestión de minutos.
Y sé que estoy lejos de haber terminado con él. Me muero de
ganas de volver a verlo, de descubrir otras formas de complacernos
mutuamente. Bajar sobre él fue mucho más divertido de lo que pensé

Sotelo, gracias K. Cross


que sería; antes de él, no había pensado mucho en la forma en que
podría excitar a alguien, en cómo podría hacer sentir a alguien las
cosas que él me había hecho sentir. Pero parecía que me resultaba
fácil cuando estaba con él. Solo quiero excitarlo, demostrarle lo mucho
que lo deseo.
Me acerco a la mesilla de noche y descubro que ha colocado ahí
mi ropa y mi teléfono mientras yo dormía. Debe de haber ido a
recogerlos a la cabaña de ducha. Todavía no lo conozco bien, pero todo
lo que estoy aprendiendo de él me dice que es perfecto. Me escucha
atentamente, como si todo lo que digo le importara. Y cuando me
toca...
Mmmm. Necesito hablar con alguien más sobre esto. Antes de
caer demasiado en lo que sea que estoy cayendo cada vez que él está
cerca. Son poco más de las nueve de la mañana, y me envuelvo en la
sábana de la cama y miro por la cabaña, llamando a Cliff. Ya no me
duele el pie, y exhalo con alivio al desenvolverlo, agradeciendo que solo
tenga un leve moretón.
Sin embargo, la cabaña está vacía, así que decido llamar a
Juniper, porque necesito procesar la noche pasada con mi mejor
amiga.
Juniper contesta enseguida. Juniper, mi mejor amiga desde la
escuela secundaria, no tiene pelos en la lengua y no soporta a los
tontos, así que no está del todo clara por qué me tiene cerca, pero no
voy a quejarme por ello.
— ¡Hey!— exclamo en la línea. Incluso para mí misma, sueno
demasiado feliz para salirme con la mía tan fácilmente.
—Hola. — responde. — ¿Qué pasa? Suenas... diferente.
—Bueno, estoy llamando desde... en realidad estoy llamando
desde la cabaña del tipo con el que pasé la noche. — suelto.
Prácticamente puedo imaginar que sus cejas se disparan hacia su
flequillo, y tengo que morderme el labio para no soltar una risita de
placer.
— ¡Mierda, no puede ser!— exclama. — ¿Ahora mismo?
—Ahora mismo. — respondo, volviendo a la cama de Cliff y
dándome la vuelta. Apoyándome en los codos, entierro mi cara en la

Sotelo, gracias K. Cross


almohada sobre la que ha dormido toda la noche, y huelo su delicioso
aroma.
— ¿Ustedes... lo hicieron?— pregunta.
—No, no llegamos hasta el final. — respondo. —Pero lo hizo: me
llevó a donde tenía que ir, si sabes lo que quiero decir...
— ¡Bueno, enciende los fuegos artificiales!— responde con una
risita. —Bien por ti. ¿Quién es él?
—Trabaja en el campamento. — le explico. —Es... es como un
leñador, pero para las montañas.
—Entonces, ¿dices que está bueno?— pregunta.
—Lo hago. — respondo.
—Bueno, yo digo que vayas a por él. — responde. — ¿Cuánto
tiempo tienes ahí?
—Unos días...
—Es tiempo suficiente para que se enamore de ti. — comenta.
—No creo que vaya a llegar tan lejos. — me río, pero tengo que
admitirlo: la mención de la palabra amor hace que mi corazón pique
alegremente en mi pecho. Sí, podría arreglármelas. Podría soportar
que la forma en que me miraba durara un poco más...
— ¿Crees que debería ir a por ello?— Pregunto, bajando la voz
como si hubiera alguien escuchando en este momento.
—Creo que deberías seguir tu intuición. — responde. —Tú sabes
lo que es mejor para ti. Y si este tipo es lo mejor, ve a por ello.
—Creo que podría hacerlo. — respondo. No puedo evitar que se
me borre la sonrisa de la cara.
—No quiero entrometerme en tu sucio fin de semana. —
responde. —Así que te dejaré volver a ello. Llámame cuando necesites
chismear, ¿de acuerdo?
—Lo haré. — le prometo antes de colgar. Me doy la vuelta y miro
al techo, sin poder evitar que se me borre la sonrisa de la cara. Quiero
gritar, de la mejor manera posible. Me levanto de la cama y me dirijo
a la ducha, preguntándome cuándo volverá a aparecer Cliff.

Sotelo, gracias K. Cross


Me lavo rápidamente y, en cuanto salgo del baño, Cliff está aquí
para saludarme.
—Bueno, buenos días. — me saluda Cliff, recostándose en la
cama y mirándome de arriba abajo con una sonrisa en la cara
mientras salgo de la ducha.
—Buenos días a ti también. — le respondo. — ¿Adónde has ido?
—Estaba ocupándome de algunas cosas en el sitio. — explica. —
Quería tener el resto del día libre.
— ¿Para qué?
—Depende de tu pie.
—Está como nuevo. — digo, levantando el pie y mostrándolo.
—Joder, tus piernas me la ponen muy dura, ¿lo sabías?
Me río. —No lo sabía, pero lo tendré en cuenta.
—Si estás como nueva, te enseñaré lo que estaba pensando. —
responde.
Levanto las cejas, pero le sigo la corriente. Me gusta la idea de
pasar el día con él, independientemente de lo que ocurra.
Me visto y nos dirigimos a mi cabaña para ponerme las zapatillas
que he metido en la maleta. Una vez que me las he puesto, se cuelga
la mochila al hombro. Se dirige a la puerta y la mantiene abierta para
mí, y me agacho bajo su brazo musculoso, inhalando una rápida
bocanada de su magnífico aroma y tratando de luchar contra el
impulso de arrastrarlo de nuevo a la cama que acabo de dejar.
—Entonces, ¿por qué la aventura?— le pregunto.
—Porque me dijiste que habías venido a hacer una cosa, y pensé
que tendrías tiempo en tu agenda para algo más. — responde. Me coge
la mano y rodea la mía con sus dedos. Es casi como si hubiéramos
hecho esto un millón de veces antes, como si estuviera acostumbrado
a estar conmigo así. Me pregunto si alguien nos está mirando en este
momento; espero que así sea. Quiero que la gente nos vea juntos. Que
vean que este magnífico hombre quiere ser visto conmigo.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿A dónde vamos?— Le pregunto. Sinceramente, mientras me
lleve de la mano, estoy dispuesta a seguirle prácticamente a cualquier
sitio al que quiera llevarme -seguro que no me quejo de ningún paso.
—Hay un camino, Rose Road, lleno de rosas silvestres. — me
explica, apretando un poco más mi mano y llevándosela a los labios
para poder plantar un beso en el dorso. —Lleva hasta las cataratas
cerca del lago, y es precioso. Pensé que te gustaría verlo mientras estás
aquí.
—Eso suena tan perfecto. — murmuro, y prácticamente estoy
saltando mientras sigo su ritmo. ¿Cómo es posible que un hombre sea
tan perfecto como todo esto? Me sonríe, y me doy cuenta de que su
sonrisa está ligeramente torcida. Le sienta bien. Le da a su cara un
poco más de carácter.
Llegamos a Rose Road, y me cuenta cómo se mudó aquí en
primer lugar, cuánto tiempo lleva aquí; habla de ello como si este
hubiera sido su hogar desde que tiene uso de razón, como si este fuera
el único lugar en el que ha estado y el único en el que quiere estar. Me
gusta oírle hablar. Tiene una voz profunda que se ilumina cuando me
habla de algo que le gusta. Podría escucharle hablar de cualquier cosa
y de todo durante todo el día si eso significara que puedo estar aquí
con él.
El camino hacia las cataratas es precioso: las rosas silvestres
trepan por la vegetación y se enroscan en los troncos de los árboles.
Cliff arranca una y me la pone en el pelo, haciéndome sentir como una
princesa de cuento, en el bosque con mi cazador.
Es un lugar precioso, tallado por la gente que ha venido aquí
antes que nosotros. Apenas puedo creer que sea real. Claro, apenas
vivo en una metrópolis, pero no estoy acostumbrada a que la
naturaleza sea tan accesible.
—Si viviera aquí, estaría aquí abajo todos los días. — suspiro,
mientras doblamos una esquina y llegamos frente al río que baja hasta
el lago del que me habló.
—Intento venir aquí siempre que puedo. — asiente. No me ha
soltado la mano ni una sola vez mientras caminábamos, confiado,
como si supiera que quiero que la sostenga.

Sotelo, gracias K. Cross


—Apuesto a que podrías haber hecho este camino tú solo. — me
burlo de él. —Eres un auténtico montañero, ¿verdad?
— ¿Así es como lo llaman hoy en día?— comenta, sacudiendo la
cabeza y haciendo como que no le gusta que le haya puesto un nuevo
apodo. Doblamos otra esquina, me ayuda a pasar por encima de un
pequeño tronco que se ha caído en el camino y, finalmente, los dos
estamos en las cataratas.
Y son realmente tan hermosas como él prometió que serían. El
agua cae en cascada desde una roca dentada que sobresale de un
saliente de la montaña y se precipita en un estanque de un azul
intenso bajo nosotros, cubierto por un dosel de árboles. Por un
momento, me quedo de pie, sin poder hacer nada más que admirar lo
realmente hermoso que es, lo impactante e impresionante que parece.
— ¿Te gusta?— Cliff me llama por encima del sonido del agua.
Asiento, sin poder evitar la sonrisa.
— ¡Es precioso!— exclamo, y me empuja hacia las rocas del
borde de la piscina.
—Conozco un lugar. — me explica mientras le sigo -con cuidado
de no resbalar- y me pone una mano en la espalda para estabilizarme,
para mantenerme cerca.
Y, efectivamente, no tardamos mucho en llegar los dos. Hay una
pequeña hendidura que se hunde en la roca, proporcionando algo de
cobertura del camino de arriba, y se agacha para guiarme al interior
de una pequeña cueva. En el momento en que entro detrás de él, es
como si le hubiera seguido a otro mundo. El suave sonido del agua
resuena a nuestro alrededor, y Cliff se quita la mochila y saca una
gruesa manta para nosotros.
—Toma. — murmura, y la arroja al suelo para que tenga un lugar
donde sentarme. Me recuesto en el suelo, con la suave manta bajo las
manos, y me maravilla la vista de la cascada que hay más allá de mí.
¿Cómo puede algo tan grande, tan enorme, tan poderoso, ser tan
hermoso al mismo tiempo? Parece que debería dar miedo, pero con él
a mi lado, es todo menos eso.
—Gracias. — respondo, y me quito de la mejilla un mechón de
pelo salpicado por el agua. Se planta a mi lado, con su brazo a la

Sotelo, gracias K. Cross


espalda. Me encanta la forma en que me toca, como si supiera que ya
le pertenezco, como si no tuviera que pensarlo dos veces.
—Este lugar es precioso. — le digo. —Gracias por traerme aquí.
—No hay mucha gente del campamento que venga aquí. —
comenta. —Es una pena. Es uno de los lugares más bonitos de todo
el estado.
Sonrío. Me trajo hasta aquí porque quería compartirlo conmigo,
porque quería asegurarse de que no me fuera sin conocerlo. No hay
nada más dulce en el mundo que eso. Apoyo la cabeza en su hombro,
sintiendo un cosquilleo en la planta de los pies, preguntándome si esto
es real, si esto puede estar pasando de verdad. Es imposible que me
haya tropezado por casualidad con el hombre de mis sueños. ¿Lo he
hecho?
— ¿Quieres algo de comer?— pregunta, alcanzando la mochila.
—Tengo algo de comida...
Se gira para mirarme y, antes de que pueda responder, me
pellizca la barbilla entre el pulgar y el índice y se inclina para besarme.
Cierro los ojos, sorprendida, pero más que feliz de seguirle la corriente.
Cuando se retira, sonríe y puedo saborear su dulzura en mis labios.
— ¿Por qué ha sido eso?— le pregunto.
—Te ves tan hermosa como las rosas silvestres del camino,
delicada pero lo suficientemente fuerte para este desierto. — responde,
pasando su mano por mi cuello, hasta mi hombro.
Su contacto me excita y, por la forma en que me habla, sé que a
él también le cuesta contenerse. Los dos queremos esto. Los dos lo
necesitamos. Y, cuando me besa de nuevo, me tumba en la manta
detrás de mí y se pone encima, sé que es lo correcto. Es el momento.
Lo rodeo con los brazos y sube mis piernas para que queden a
su altura, apretándose contra mí. Ya puedo sentir su dureza contra
mi cadera, la misma dureza que tenía en mi boca hace apenas unas
horas. Pero ahora se me antoja en otro lugar. Me apetece una parte
diferente de él, un borde diferente, algo fresco y nuevo y algo que
nunca antes había pensado en compartir con nadie.

Sotelo, gracias K. Cross


Pero, gracias a él, sé que estoy preparada. Lo beso con fuerza,
dejando que nuestras lenguas se junten lentamente, sintiendo ese
calor que empieza a crecer entre mis muslos mientras me rindo a la
dulce impotencia del deseo que siente por mí. Afuera, oigo el estruendo
de la cascada, pero parece estar a un millón de kilómetros de
distancia, tan lejos de nosotros dos cómo es posible en este momento.
Nada más importa en el mundo, nada en absoluto, que la presión
de su cuerpo contra el mío, la forma en que sus labios se encuentran
con los míos como si hubiera estado hambriento de mí todo este
tiempo.
—Joder. — gruñe contra mi boca, y baja la mano, la empuja por
debajo de los pantalones que me he puesto esta mañana; sé que ya
estoy empapada para él y, cuando mueve los dedos por debajo de las
bragas, él también lo nota. Gimo en cuanto me toca el clítoris, y todo
mi cuerpo se tensa mientras el alivio me recorre. Lo necesito. Lo
necesito todo. Cada parte de él que pueda conseguir.
Parece percibir lo que hay en mi mente. Antes de que me dé
cuenta, los dos nos estamos desnudando, tirando la ropa a un lado
hasta que los dos estamos desnudos, aquí en esta pequeña cueva, en
medio de la nada, pero juntos, el uno con el otro. Mientras lo tenga
aquí conmigo, sé que no tengo nada que temer. Nada que temer.
Mueve su cuerpo contra el mío, los dos desnudos, nuestros
cuerpos coincidiendo el uno con el otro como si hubieran sido hechos
para esto. Quiero sentir cada parte de él; el deseo que estalla en mi
interior casi me marea, y hundo mis dedos en su espalda y lo atraigo
hacia mí. Esto es lo que necesito. Esto es lo que siempre he necesitado,
aunque no lo haya sabido hasta este momento.
Introduce su mano entre mis muslos y separa mis piernas, guía
sus dedos dentro de mí, me hace gemir. Inclino la cabeza hacia atrás,
contra la manta, y mueve su boca hacia mi cuello, rozando sus labios
sobre mi garganta mientras me mete los dedos.
—Quiero estar dentro de ti. — murmura en mi oído. Las palabras
encienden un fuego en mi vientre que no puedo negar por más tiempo,
y abro un poco más las piernas, dándole todo el permiso que necesita
para empujar dentro de mí, para hacerme suya como quiera. Necesito
sentirlo. Necesito sentirlo moverse dentro de mí. Necesito saber qué se

Sotelo, gracias K. Cross


siente al estar con él como es debido. Lo necesito, más de lo que he
necesitado nunca en mi vida.
Un momento después, jadeo al sentir su polla entrando en mí.
La sensación es nueva, sin duda, pero no es dolorosa; no, en todo
caso, se siente... bien. Como si esto fuera lo que siempre he querido.
—Dime cómo lo quieres. — me dice, rodeándome con sus brazos
mientras flexiona lentamente sus caderas y se introduce cada vez más
dentro de mí. Miro fijamente la formación rocosa que hay sobre
nosotros, la que está justo después de su hombro, perdida en la pura
sensación de este momento. La conmoción de sentirlo dentro de mí.
Cómo se estira mi cuerpo para acogerlo. Se retira un momento y me
mira a los ojos, examinando mi cara para asegurarse de que no me
hace daño.
—Más. — le digo en voz alta, y no espera otra instrucción.
Empuja el resto de su cuerpo dentro de mí, llenándome hasta el tope,
y grito, con el sonido de la corriente de agua.
Me agarro con fuerza a sus hombros mientras él se mantiene
dentro de mí, dejando que me acostumbre a la sensación de su polla
enterrada hasta el fondo.
Y entonces, por fin, lentamente, empieza a moverse.
Me sorprende lo fácil que le resulta a mi cuerpo acoger a este
hombre. Me sorprende lo bien que me sienta su penetración. Va
despacio, como si estuviera saboreando cada segundo que pasa
conmigo. Su boca encuentra mi hombro, mi cuello y luego mi boca de
nuevo, y los dos nos besamos profundamente mientras se mueve
dentro de mí. Mis caderas se levantan y vuelven a rechinar contra él,
amando cada momento de su cuerpo contra el mío. Mis tobillos se
tensan detrás de su espalda, atrayéndolo profundamente, necesitando
más, necesitando todo lo que pueda darme.
—Te sientes perfecta. — me dice al oído, y solo puedo gemir en
respuesta. Ojalá pudiera decirle que también se siente increíble, que
es todo lo que siempre he querido, todo lo que he soñado desde que
imaginé perder mi virginidad con alguien. Pero lo único que puedo
hacer es aferrarme a él con fuerza y moverme contra él, saludarlo con
el mismo deseo con el que me saluda y esperar que le esté diciendo
todo lo que necesita saber.

Sotelo, gracias K. Cross


Con cada empujón dentro de mí, es como si estuviera
despertando algo, algo que vive en lo más profundo de mí, algo que ni
siquiera sabía que existía hasta el momento en que le puse los ojos
encima. No es que tenga mucha práctica en orgasmos, pero no
necesito mucha, no cuando estoy con él. Me duele el cuerpo por él, me
duele mientras se tensa, mientras se acerca cada vez más a lo que
necesito, a esa liberación que parece que me está volviendo
completamente loca. Jadeo y me aferro a él con fuerza cuando siento
que me golpea, el torrente del orgasmo, la liberación que tanto
necesito.
Cuando estalla, me quedo paralizada, sintiéndolo mientras sigue
moviéndose dentro de mí, moviéndose contra mi apretado coño,
aferrándome a él como si fuera lo único que existe en el mundo. Mi
piel estalla de sensaciones, cada extremo de los nervios se enciende a
la vez para iluminar su camino hacia mí. Unos instantes después, lo
siento quieto, y entonces su polla se retuerce dentro de mí y me inunda
con el calor de su semilla.
Y lo abrazo con fuerza, sin querer perder ni un momento de esto.
Necesito recordar cada segundo de esto, la primera vez que he estado
con él, con alguien. Juré que me reservaría para alguien especial y,
ahora que lo he conocido, estoy segura de que es eso. La persona que
he estado esperando.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 9
CLIFF

Caminamos, de la mano, de vuelta a la cabaña, y me pregunto


si ella está sintiendo la mitad de lo que yo siento ahora.
No puedo dejar de pensar en lo que compartimos en la cueva.
Hacía mucho tiempo que no estaba con alguien así, y nunca me había
sentido tan bien como con Harper.
— ¿Estás bien?— le pregunto, y me sonríe, un poco tímidamente,
claramente sin querer revelar demasiado. Asiente.
—Ha sido un bonito paseo. — responde tímidamente, y sonrío.
Hay tantas cosas que quiero preguntarle, pero no sé ni por dónde
empezar. Mientras esté aquí conmigo, es lo mejor que puedo esperar.
Y voy a disfrutar cada segundo.
Ni siquiera menciona la posibilidad de volver a su cabaña; la
llevo a mi casa y pongo agua en la tetera para que podamos tomar un
té para calentarnos. Harper me observa mientras me muevo por la
cocina.
—Llevas mucho tiempo solo aquí, ¿verdad?— me pregunta de
repente. Miro por encima del hombro.
— ¿Cómo lo has sabido?
—Solo por la forma en que te comportas. — responde
encogiéndose de hombros. —Tienes el aspecto de alguien que no ha
tenido que preocuparse de que otra persona le vigile durante mucho
tiempo.
— ¿Es esa tu manera de decir que parezco tonto?— le pregunto,
y se ríe y sacude la cabeza.
—No, en absoluto. — responde. —Me gusta. No dejas que nadie
te moleste. Creo que eso es maravilloso.

Sotelo, gracias K. Cross


Vuelvo a sentarme a su lado en mi pequeño sofá y le tiendo una
taza del té que acabo de preparar; normalmente le pongo whisky al
mío, pero estoy jugando a ser bueno, al menos por ahora. No es que
ella parezca estar demasiado preocupada por parecer la perfecta niña
del predicador.
— ¿Te gusta?— me pregunta.
— ¿Gustar qué?
—Estar sola aquí. — responde. — ¿Te gusta la tranquilidad?
—Sobre todo. — respondo. —Pero a veces me vendría bien algo
de compañía.
—Viniste hasta aquí para evitar estar pegada a la gente y
terminaste cargando conmigo. — comenta, con ligereza. —No me
parece justo...
—Oye, creo que eres tú la que se ha quedado conmigo. — señalo,
deslizando un brazo por el respaldo del sofá para pasar una mano por
sus hombros. Se estremece cuando la toco; me gusta que tenga ese
efecto en ella. La forma en que reacciona ante mí es muy excitante y,
además, entrañable. No quiero que se canse nunca de mis caricias.
—Siento que te he encontrado. — murmura, y sus ojos se
suavizan al mirarme.
Joder, cuando me mira así, es difícil concentrarse en otra cosa,
es difícil pensar con claridad. No es solo lujuria, aunque eso es una
parte. También hay algo más. Algo más sólido debajo del deseo.
—Lo que hicimos en esa cueva. — me dice, en voz baja. —Nunca
he hecho eso con nadie antes. Y yo...
Se detiene, me mira, sus ojos van y vienen entre los míos. Sé que
hay muchas cosas que quiere decir en este momento, pero no está
segura de cómo hacerlo. Así que decido quitarle las palabras de la boca
y me inclino para plantar un beso en sus labios, rozando mi boca con
la suya suavemente.
Y en cuanto nuestros labios se juntan, siento que el deseo
urgente vuelve a apoderarse de mí. La rodeo con mis brazos, la subo
a mi regazo y la beso con fuerza, la necesidad vuelve a surgir en mí.
No quiero contenerme. No quiero ocultarlo. Simplemente... la deseo.

Sotelo, gracias K. Cross


La levanto del sofá, con sus piernas rodeando mi cintura, y los
dos nos dirigimos a mi dormitorio, sin que nuestros labios se separen
del otro ni un segundo. La acuesto en la cama y me tira encima de ella
como si estuviera hambrienta de mí. Nuestras lenguas chocan y, antes
de darme cuenta, los dos nos estamos desnudando de nuevo.
Nuestras piernas se enredan en cuanto estamos desnudos. Ya
estoy empalmado, ya estoy deseando estar dentro de ella. Me mete la
mano entre las piernas y me atrae hacia ella, de modo que mi cabeza
queda plantada justo en su entrada.
—Por favor. — maúlla, la necesidad en su voz me calienta tanto
que apenas puedo soportarlo. Pero tengo otras ideas, otros planes. Y
tengo la intención de aprovecharlos al máximo.
Le doy la vuelta, para que se ponga a cuatro patas, y me vuelvo
a alinear contra ella. Apenas tiene tiempo de acomodarse antes de que
vuelva a penetrarla, empujando profundamente dentro de ella,
agarrando sus caderas para tirar de ella contra mí como si fuera la
única cosa en la tierra que necesito en este momento. Gime, echa la
cabeza hacia atrás y suelta un grito de placer.
Le subo la mano por la espalda y le enrosco los dedos en el pelo
para atraerla de nuevo hacia mí, con fuerza y rapidez.
Esto no es como en la cueva, cuando fuimos lentos, tiernos y
cuidadosos. No, los sonidos que emite ahora me indican sin lugar a
dudas que quiere que esto sea duro y constante, que necesita sentirme
moviéndome dentro de ella tan fuerte como pueda. Su coño rosado
está apretado alrededor de mi polla, abriéndose para recibir todo lo
que pueda de una vez.
La forma en que arquea la espalda, la forma en que empuja
contra mí, es como si estuviera hambrienta de mí. No la culpo. Desde
el primer momento en que empujé dentro de ella, en aquella cueva, he
sido capaz de ver que estábamos destinados a esto, que nuestros
cuerpos estaban hechos para ir juntos de esta manera, y que nada va
a cambiar eso. Gime suavemente y le tiro del pelo, moviendo mi otra
mano entre sus piernas para poder jugar con su clítoris mientras la
follo.
Se siente tan bien que sé que no voy a poder aguantar mucho
más. Todo mi cuerpo se tensa, al igual que el suyo, como si

Sotelo, gracias K. Cross


estuviéramos pasando este placer de un lado a otro. Su coño empieza
a apretarse a mí alrededor, y me doy cuenta de que se está arqueando
hacia el límite. Sus labios se separan, sus ojos están vidriosos, su
cabeza se inclina hacia atrás mientras su cuerpo se mueve contra el
mío, y entonces, finalmente...
— ¡Oh!— grita, y siento que su cuerpo cede a mí alrededor. En
cuanto se corre, siento el mismo placer que me recorre a mí. Saber
que se está excitando, saber que desea esto tanto como yo, es todo lo
que necesito para llegar a donde tengo que llegar.
Me meto hasta el fondo dentro de ella y me mantengo ahí durante
un largo rato, dejando que las pulsaciones de su coño alrededor de mi
longitud me lleven a donde necesito ir. Unos instantes después de que
se haya corrido, siento un hormigueo en mis bolas mientras suelto
una ola de esperma en su coño, uniéndonos, atrayéndonos el uno al
otro.
Y, aunque ya he terminado, no quiero retirarme todavía. Porque
no estoy preparado para admitir que esto ha terminado. No estoy listo
para admitir que hemos terminado aquí. Necesito a esta mujer, la
necesito cerca de mí. Aunque sé que solo le quedan unos días en este
lugar, estoy decidido a demostrarle que no tiene motivos para irse.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 10
HARPER

Abro los ojos y sonrío al oír a Cliff en la cocina. Está cantando


para sí mismo, alguna canción que no reconozco, pero, en su voz
profunda, suena a hogar.
No sé hasta qué hora nos quedamos juntos anoche, hablando,
abrazándonos, tonteando, conociendo cada centímetro del cuerpo del
otro de la mejor manera que sabemos. Pero una cosa que tengo clara,
una cosa que sé con certeza, es que soy feliz, aquí mismo, en su cama.
La luz del sol entrando por la ventana a mi lado, iluminando todo,
haciendo que todo parezca salido de un cuento de hadas.
—No vayas a ningún lado. — me llama desde la cocina, como si
percibiera que ya estoy despierta... ¿cómo lo sabe? Sonrío y me
recuesto en las almohadas.
—Voy a prepararte el desayuno. — continúa, y cierro los ojos. No
quiero que esto acabe nunca.
Pero sé que pronto tendré que volver a mi vida en Cherry Falls.
Mi padre me necesita. Y además, Cliff lleva mucho tiempo aquí solo.
¿Realmente quiere una mujer en su vida después de todo este tiempo?
Quiero preguntárselo, pero no sé cómo expresarlo con palabras. No
sin que suene profundamente necesitada y extraña, eso es seguro.
Pero me siento necesitada de él. No puedo negarlo. Cuando le
miro, me rodea una sensación de quietud, incluso entre las olas de mi
vida normal. Me da una base que he estado buscando.
No tengo ni idea de cómo se supone que debo navegar por esos
sentimientos. ¿Es esto lo que ocurre la primera vez que tienes sexo
con alguien? Quizá piense que estoy loca. O tal vez la suavidad en sus
ojos, la forma en que me mira, tal vez eso significa que siente lo mismo
que yo. Tal vez...

Sotelo, gracias K. Cross


Sigo oyendo cómo se mueve en la cocina y decido que voy a
unirme a él y a ayudar; es justo que aporte mi granito de arena, ¿no?
No quiero que piense que estoy dando por sentada su amabilidad...
Pero justo cuando estoy a punto de salir del dormitorio, oigo que
llaman a la puerta y me contengo. No quiero que nadie más sepa que
estoy aquí, ¿quién sabe lo que podrían decir si se enteran de que Cliff
se está enrollando con uno de los huéspedes? Me muerdo el labio para
contener una pequeña risa ante esa idea, y espero a que se ocupe de
quienquiera que esté esperando allí.
Escucho cómo se abre la puerta y, un momento después, cómo
Cliff saluda a quien quiera que esté al otro lado. Bien, todo normal,
nada de qué preocuparse...
Y luego, la persona que ha venido a buscarlo responde. Y se me
cae el estómago.
Reconozco esa voz, sé quién es.
Es mi padre.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 11
CLIFF

—Siento molestarle tan temprano. — comenta el hombre. —


Estoy buscando al gerente, y uno de los otros campistas de aquí me
dijo que usted era la mejor persona para hablar.
—Sí, por supuesto. — respondo, pasándome la mano por el pelo
y esperando no parecer demasiado alterado por ser molestado a
primera hora. No puedo dejar de pensar en Harper, desnuda, en la
cama, esperándome. Quiero ponerle las manos encima, pero primero
me ocuparé de esto.
—Soy Harrison Higgins. — explica el hombre, extendiendo su
mano hacia mí. —Soy el predicador que hará la ceremonia esta tarde...
Lo miro fijamente por un momento. Espera. Espera un momento.
Harrison... ¿Higgins? ¿Un predicador? Eso solo puede significar...
Salgo de la cabaña y cierro la puerta detrás de mí, esperando
que Harper no haya oído lo que está pasando aquí afuera. Mi mente
se acelera. Entonces, ¿él es parte del grupo que estábamos
organizando a principios de la semana? Mierda. Está aquí. He pensado
en conocer a la familia de Harper, claro que sí, pero esto es un poco
antes de lo que imaginaba...
—Siento mucho molestarle, pero no estaba seguro de qué zona
cubierta estaba reservada para nosotros. — dice mientras le
acompaño de nuevo hacia el despacho principal.
—Por supuesto que puedo ayudarte con eso. Es la que está
arriba de la carretera principal, a la derecha. La zona número cuatro.
Creía que ibas a venir dentro de unas horas o habría estado ahí.
—Al que madruga, Dios le ayuda. — bromea, pero luego se
detiene en seco. El estómago se me revuelve de pánico. ¿Se ha dado
cuenta? ¿Ha adivinado que he estado con su hija?

Sotelo, gracias K. Cross


Se queda mirando al frente, y sigo su mirada hacia un coche
estacionado justo detrás de la oficina.
—Ese es el coche de mi hija. — murmura, y se dirige hacia él
antes de que pueda detenerlo.
— ¿Qué hace ella aquí?— comenta mientras me apresuro a
alcanzarlo.
— ¿Estás seguro?— le pregunto. —Parece una coincidencia, tal
vez...
—Sí, estoy seguro. — responde, y señala una calcomanía en la
ventana trasera. — ¿Ves? Aquí dice. Hija del predicador. Se la regalé
la pasada Navidad...
—Oh, bueno, eh. — suelto. Tengo que pensar en algo, y rápido.
Tengo que asegurarme de que no se dé cuenta de lo bien que he llegado
a conocer a su hija desde que está aquí.
—Harper Higgins. — me dice. Pronuncia su nombre como si
fuera la cosa más preciada del mundo para él; tengo que admitir que
es bastante dulce.
—Oh, sí, creo que hemos tenido a alguien que ha pasado por
aquí con ese nombre. — respondo.
—Seguro que sí. — asiente. — ¿En qué cabaña se hospeda? Me
gustaría pasar a saludar.
—Creo que es esa. — respondo, señalando vagamente en
dirección a la casa de Harper. —Pero ha salido de excursión esta
mañana a primera hora. No sé si llegarás a verla.
—Oh, bien por ella. — comenta, animándose. —Supongo que
podré alcanzarla cuando vuelva. Dijo que se iba a ir unos días, pero
pensé que reservaría un lugar en Kissme Bay o... bueno, supongo que
no necesitas escuchar todo esto.
—No te preocupes. — digo, y luego me doy la vuelta para volver
rápidamente a la cabaña donde he dejado a Harper.
Rezo para que no se haya dado cuenta de que su padre está aquí,
pero en cuanto abro la puerta, la veo con los ojos muy abiertos y una
expresión de pánico en toda la cara.

Sotelo, gracias K. Cross


Y sé que tiene perfectamente claro que su padre ha aparecido y
que probablemente no va a poder escabullirse de aquí sin ser
descubierta por al menos una persona que sabe exactamente quién
es.
Y que no tiene miedo de ir a informar a papá en la primera
oportunidad que tenga.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 12
HARPER

— ¡Oh, Dios mío!— Gimoteo en cuanto Cliff atraviesa la puerta.


— ¿Era ese...?
— ¿Tu padre?— Asiente. —Sí, lo era. Está aquí con un grupo de
la iglesia, creo. No sabía que eran ellos los que venían este fin de
semana...
—Oh, no. — gimo, y me hundo en el sofá y pongo la cabeza entre
las manos. — ¡Esto es... esto es horrible!
— ¿Por qué?— responde. —No tiene por qué saber que estás
aquí.
—Se va a enterar. — le respondo. —Y cuando lo haga...
—Y cuando lo haga, tendrá que recordar que eres una mujer
adulta y propia, ¿no?
—No lo entiendes. — murmuro. —Mi padre es tan protector. Y
no quiero defraudarle.
Ni siquiera sé cómo expresar esto con palabras. La idea de que
mi padre se dé cuenta de un ápice de la verdad de lo que ha estado
pasando aquí me parece una locura. ¿Cómo voy a ser capaz de mirarlo
a los ojos? ¿O al resto de la congregación? Me van a juzgar, eso es
seguro...
—Ahora puedes tomar tus propias decisiones, ya me lo has
dicho. — me recuerda, arrodillándose frente a mí y agarrando mis
brazos.
Su tacto es suficiente para que me quede en tierra, aunque solo
sea por un momento, y le miro, tratando de recuperar el aliento,
tratando de bajarme a este momento, a este instante.
—Lo sé, pero no estoy segura de que lo sepa. — admito. —Es
que... Nunca he estado con nadie antes. Nunca ha tenido que hacer

Sotelo, gracias K. Cross


todo el tema de padre de lidiar con eso. Y si lo hace, no sé cómo va a
reaccionar.
—Bueno, eso no es algo de lo que tengas que preocuparte. — me
dice Cliff. —Lo afrontas como quieras, y así es como va, ¿de acuerdo?
Él no puede decirte lo que tienes que hacer, ni con quién tienes que
pasar tu tiempo.
Le miro, realmente miro al hombre que tengo delante, el hombre
que está haciendo todo lo posible para asegurarse de que sé que está
aquí para mí. Y siento una punzada en el corazón, porque sé que no
va a pasar mucho tiempo antes de que tenga que volver a la realidad,
al mundo que existe sin él, aunque pensar en ello es suficiente para
que me duela el pecho.
—No lo entiendes. — susurro, y me coge la cara con la mano, la
inclina para que no tenga más remedio que mirarle mientras habla.
— ¿Qué es lo que no entiendo?— pregunta. —Has dedicado tanto
tiempo, energía y esfuerzo a cuidar de ese hombre. ¿No te mereces algo
que sea solo tuyo?
—No lo sé. — admito, y lo digo en serio. Quería ser un poco
egoísta cuando vine aquí, pero no había imaginado que ese egoísmo
me llevaría a la cama de un hombre como Cliff. A un hombre que hizo
que todo en mi vida se sintiera un poco más clara, un poco más
abierta.
Todavía recuerdo la forma en que me abrazó en la cueva, me
estrechó como si yo fuera lo más preciado que ha entrado en su vida,
y no sé si alguna vez podré olvidarlo.
Tal vez esto tiene menos que ver con el hecho de que mi padre
esté aquí, y más con el recordatorio de que tengo una vida en Cherry
Falls, una vida de la que Cliff no forma parte.
— ¿Qué pasa realmente?— Cliff pregunta, y lo miro. Se da
cuenta de que hay algo en lo que no estoy siendo honesta, y hace que
mi corazón se derrita un poco al darse cuenta de que me entiende tan
profundamente.
—No quiero que esto termine. — confieso finalmente. —No
quiero... no quiero volver a mi vida en Cherry Falls. No sin ti. Y sé que
esto solo iba a ser una aventura, algo a corto plazo, pero yo... creo que

Sotelo, gracias K. Cross


hay algo entre nosotros, Cliff. No sé si tú también puedes sentirlo, pero
yo sí, y no creo que pueda alejarme de ello tan fácilmente.
Deja escapar un suspiro, como si hubiera tocado algo en lo más
profundo de su ser que esperaba guardar para sí mismo. Examino su
rostro, buscando respuestas, buscando una explicación de lo que está
pasando por su cabeza en este momento. Necesito saberlo. Cada
palabra, cada detalle. Quiero saberlo. Quiero conocer cada parte de él
que me permita y sé que no podré descansar hasta que lo haga.
— ¿De verdad pensabas que esto era algo de una sola vez?— me
pregunta mientras me pasa el pulgar por la mejilla, su tacto es suave,
tan tierno y cuidadoso que hace que mi corazón cante. —No hago
cosas de una sola vez. — dice con su voz perfectamente ronca. —
Espero que lo sepas.
— ¿Qué quieres decir?— le pregunto, aunque me doy cuenta, por
el nudo en la garganta, de que entiendo perfectamente lo que dice.
Puede que aún no sea capaz de aceptarlo, pero puedo oír las palabras
que intenta decir, aunque aún no las haya dicho.
Porque los dos estamos en la misma longitud de onda.
Trabajamos en la misma frecuencia. Desde el primer momento en que
le vi, supe que nos entendíamos, y desde entonces he sentido esa
certeza.
Pero ahora sé que él está a punto de decirlo, y estoy dispuesta a
escucharlo.
—Quiero decir. — murmura, y toma mi mano entre las suyas,
arrodillándose ante mí. —Que quiero que te cases conmigo, Harper
Higgins.
Siento que el corazón me estalla en cuanto oigo esas palabras
salir de su boca. No puedo evitar la sonrisa en mi cara.
¿Casarme con él?
Cuando lo vi por primera vez, lo último que se me ocurrió fue
casarme. Pero ahora, mientras estamos sentados aquí, bajo la suave
luz de la mañana en su cabaña, sé que no podré volver a Cherry Falls
sin que él esté a mi lado.

Sotelo, gracias K. Cross


—Yo también quiero casarme contigo. — le respondo, y siento
que una explosión de alegría recorre mi cuerpo. Me tapo la boca con
la mano, sintiendo la oleada de alegría que me invade, y me levanta
del sofá y me abraza mientras las lágrimas empiezan a correr por mi
cara.
Y no tenemos nada más que decirnos, al menos, no todavía.
Ahora tenemos otras cosas en las que pensar. Como el hecho de que
acaba de pedirme que pase su vida con él, y que yo he dicho que sí,
sin pensarlo dos veces.
Porque sé que es lo correcto. Sé que es el indicado. Y sé que no
quiero nada más que pasar el resto de mis días a su lado.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo Uno
HARPER

Dos meses después...


Juniper aparece en la puerta, con el vestido de dama de honor
de color rosa que elegí para ella; está preciosa, incluso ha elegido una
montura para sus gafas que hace juego con el rosa de su vestido.
— ¿Estás lista?— me pregunta.
Me muerdo el labio, me miro por última vez en el espejo y asiento.
—Creo que sí. — respondo, y me coge de la mano y me empuja hacia
la puerta.
Apenas puedo creer que esto esté sucediendo. Los últimos dos
meses han sido los más locos de toda mi vida: organizar una boda
desde cero. Pero Juniper me ha ayudado a elegir los colores, Cliff ha
opinado sobre la tarta y, por supuesto, cuando llegó la cuestión de la
iglesia, solo había una respuesta: mi padre nos va a casar en su
preciosa parroquia, con la luz del mediodía destacando los destellos
de oro esparcidos por los bancos mientras todos esperan mi llegada.
Mi padre sigue creyendo que Cliff y yo hemos sido castos hasta
el matrimonio; no hace falta que se entere de que la primera vez que
conoció a su futuro yerno, yo estaba desnuda en su cabaña, esperando
que no me atrapara.
Lo único que me importa es que mi padre parece quererlo tanto
como yo, que Cliff encaja tan bien en el mundo de Cherry Falls,
aunque tenga la intención de vivir en su cabaña con él, para tener un
poco de espacio y descubrir quién soy fuera de las expectativas de aquí
abajo.
Pero por ahora, tengo la intención de satisfacer todas esas
expectativas, y dar a todos una boda para recordar. Sé que esto es
rápido, pero es lo correcto: Cliff y yo no tenemos ninguna razón para
esperar a compartir nuestro amor con el mundo, y no pienso pasar ni
un día más sin poder llamarlo mi marido.

Sotelo, gracias K. Cross


Goldie, mi otra dama de honor, nos está esperando en la entrada
de la capilla.
Está radiante cuando me ve. —Estás muy guapa. — me dice, y
le echo un último vistazo a mi vestido. Me encanta. Blanco y con
encaje en la parte superior, con preciosas flores rosas -como las rosas
silvestres del sendero de la montaña que lleva al lugar donde entregué
mi virginidad al hombre de mis sueños- cosidas por toda la falda, es
perfecto. No puedo esperar a que Cliff me vea con él...
Y, un momento después, cuando la puerta se abre, lo hace.
Dios, está tan guapo con su traje. Él y los padrinos de boda
llevan corbatas rosas a juego con el tema; no es que espere poder
convencer a Cliff de que se vista de rosa en el futuro, pero me parece
bien. Mi fornido montañés, todo envuelto en su precioso traje y su
corbata rosa.
La ceremonia, tal y como le pedimos a mi padre, es rápida y
directa: Cliff me coge de la mano en el momento en que me uno a él
en el altar y no me quita los ojos de encima ni siquiera cuando mi
padre habla. Sé cómo se siente. Es difícil creer que esto sea real. Que
nos hayamos encontrado de verdad.
Cuando mi padre da la orden de besar a la novia, Cliff me coge
por la cintura y me acerca. Sé que tiene muchas intenciones para mí
esta noche, y sonrío en el beso, dejando que me abrace. Hoy tengo una
última sorpresa para él, una última cosa que compartir antes de que
acabe el día. Aunque voy a esperar a que estemos solos para hacerlo.
La recepción es un torbellino de gente que nos felicita, que nos
dice que somos una pareja preciosa, y por la mirada de Cliff me doy
cuenta de que quiere salir de aquí y tenerme sola lo antes posible. No
nos hemos molestado en elegir un destino para la luna de miel,
simplemente nos vamos a su cabaña a pasar los próximos días sin que
nadie nos moleste. Él es todas las vacaciones que necesito.
Me lleva de vuelta, con una mano en el muslo todo el tiempo, en
la primera oportunidad que tiene, y me lleva por encima del umbral y
hasta la sala de estar, con sus fuertes brazos rodeándome.
—Tengo algo que enseñarte. — digo riendo mientras me pone de
pie.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Ah, sí?
Busco en mi bolso y le entrego la pequeña tira de plástico que
llevo allí desde ayer; no estoy segura de cómo he podido ocultar la
noticia durante tanto tiempo, pero ahora no tengo que preocuparme
por eso ni un segundo más.
— ¿Qué es...?— empieza, pero al mirarlo, algo hace clic en su
cabeza. Es un test de embarazo positivo, un anuncio de que nuestra
familia comienza aquí.
Lentamente, levanta la mirada para encontrarse con la mía, con
los labios entreabiertos por la sorpresa. Le paso los brazos por los
hombros y me acurruco contra él.
— ¿Listo para ser un marido y un padre? — le pregunto, y me
planta un beso en la comisura de la boca.
—Siempre que estés ahí para ayudarme. — murmura, y me coge
de nuevo y me lleva al dormitorio. Y sé que los dos podemos aguantar
todo lo que nos venga encima. Como ha dicho, siempre que nos
tengamos el uno al otro.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo Dos
CLIFF

Un año después...
La llamamos Rose.
Es única, en todo el sentido de la palabra. Hermosa y delicada
como su mamá. Un poco salvaje, como su papá.
Y Dios, cómo amo a mis chicas. El abuelo Higgins acaba de irse.
Pasó por la cabaña con unos guisos que nos hicieron las señoras de
la iglesia. No importa que Rose esté ya de tres meses, siguen
mimándonos cada vez que pueden.
Para ser completamente honesto, me gusta. Antes de Harper no
tenía mucha familia. Así que tener a toda la congregación de su padre
cuidando de nosotros se siente muy bien.
—Me pregunto qué habrán hecho. — Harper quita el papel de
aluminio de un molde para hornear. —Oh, lasaña. ¿Deberíamos
comerla esta noche cuando Goldie y Grant vengan?
—Suena bien, oh, y Grant acaba de enviar un mensaje de texto.
— digo, revisando mi teléfono con la mano libre. Mi otra mano está
firmemente plantada en la espalda de Rose. — ¿Te importa si Holt
Stone viene a cenar también?
—No me importa. Goldie dice que es un gran tipo. Aunque dice
que necesita una esposa. — dice Harper con una sonrisa.
Me encojo de hombros. —Solo lo he visto un par de veces. Fue a
la escuela en Cherry Falls con Grant, creo. Supongo que vive en el
Rancho Rosewood.
—Bueno, Goldie dice que es un poco salvaje. Le encanta ir a
bailar al Tipsy Cow la mayoría de las noches, al parecer.
Paso mi mano por la espalda de Harper, besando su cuello. —
¿Estás celosa, quieres salir a bailar?

Sotelo, gracias K. Cross


—En absoluto. — Se gira, con sus manos en mis mejillas,
besándola con fuerza. —Prefiero mucho más pasar mis noches con mi
montañés y mi bebé en el bosque.
—Dios, te amo. — digo.
Harper sonríe, luego alcanza a nuestra pequeña, que ha
comenzado a chillar. Coge a Rose de mi brazo y se dirige al sofá para
amamantarla antes de que empiece el llanto en toda regla.
—Espero que no le molesten los bebés. — dice Harper riendo
mientras calma a nuestra hija.
Frunzo el ceño. — ¿Cómo no le van a gustar los bebés?
Harper se ríe. —A veces me olvido de lo fornido que eras antes.
Ahora eres un padre hasta la médula.
Me río. —Es difícil creer que alguna vez quise vivir solo. —
Inclinándome hacia Harper, que está sentada en un sillón reclinable
con Rose en brazos, le doy un beso a mi mujer. No puedo resistirme a
sus labios. — ¿Por qué no te vas a la cama a echar una siesta? Y yo
voy a limpiar la cabaña y a meter la lasaña en el horno.
—Gracias Cliff, me vendría bien descansar un poco.
Levanto a nuestro bebé de los brazos y Harper se dirige a nuestro
dormitorio. Hago eructar a Rose suavemente antes de envolverla y
acostarla en su cuna.
Limpio la casa, me aseguro de que esté lista para la compañía y
luego compruebo cómo está la bebé. Sigue durmiendo. Miro el reloj,
falta media hora para que lleguen nuestros amigos.
Aprovecho el tiempo libre, me quito las botas y me tumbo en la
cama junto a mi mujer. Sigue durmiendo y me coge del brazo para
cubrirse con él. Me acerco a ella y la acurruco, sabiendo que lo único
que quiero es tenerla entre mis brazos.
Ella es mi rosa salvaje, y soy su hombre de montaña, para
siempre.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross


Sotelo, gracias K. Cross

También podría gustarte