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Cross
SUNSHINE & THE RECLUSE
¡Rnnnnnnnngggggg!
— ¿Qué...?— El rugido de una motosierra que se pone en marcha
y se detiene me devuelve al presente. Tiro la leña al lado de mi estufa
y agacho la cabeza para escuchar antes de que el sonido de la
motosierra comience de nuevo.
Millie.
—Sol y tenacidad. — murmuro mientras inclino la maceta de un
lado a otro, examinando la precisión de sus trazos pintados mientras
tengo cuidado de no alterar la tierra recién empaquetada, sabiendo
que probablemente contenga una de sus preciadas semillas en su
interior. Sin ninguna señal o vista que me indique que está por aquí,
me levanto con un suspiro y me llevo la pequeña maceta a mi cabaña.
— ¿Dónde diablos voy a poner un girasol?
Recorro la cabaña, buscando el lugar perfecto para la plantita -
donde sea feliz, con la mayor cantidad de sol a lo largo del día- y pienso
en lo que Millie me dijo ayer. A los veinticuatro años sigue siendo una
niña y, sin embargo, ha convertido en la misión de su vida difundir la
felicidad y la alegría a través de su arte. Debería haber más gente así
en el mundo.
Termino de nuevo en la cocina, me muevo hasta el alféizar de la
ventana, encima del fregadero, y me cierro sobre la luz del sol que
brilla e ilumina el acero inoxidable.
Mi...
Tengo que dejar de hacer eso. Ella no es mi nada. Bueno, excepto
por ser mi vecina. Aparte de eso, es solo Millie. Y realmente necesito
arreglar mi cabeza y dejar de soñar con que sea diferente.
Un relámpago atraviesa el cielo, el trueno le sigue casi
inmediatamente mientras la lluvia cae con más fuerza. Quédate donde
estás. Está bien.
Camino por la pequeña cocina, intentando convencerme de que
es cierto. Pero algo en mis entrañas me dice que salga a ver cómo está.
Y cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que puedo interpretarlo
como que me estoy asegurando de que la tormenta no arruina mi duro
trabajo. Perfecto.
Agarrando mi abrigo y mis llaves, me subo a mi camioneta,
dirigiéndome hacia la casa de Millie mientras encaro como puedo la
tormenta. La entrada de su casa es un pozo de barro, así que estaciono
a un lado de la carretera y salgo de la camioneta con el abrigo puesto
Gracias, señor...
— ¡Dyyyylaaaaaaannnnn!
—Joder, qué bien sabes. Podría comerte toda la noche.
—Oh, Dios. Creo que me moriría si hicieras eso; felizmente, pero
muerta al fin y al cabo.
Riéndose, me vuelvo para mirarlo mientras se tumba a mi lado
después de haberse limpiado la barba con su camisa arremangada. —
Yo también estoy enamorado de ti, Millie. — susurra, deslizando su
mano sobre mi vientre y hasta mi cintura mientras me vuelvo hacia
él, todavía desesperada y con ganas de más cuando nuestras bocas se
unen, las lenguas bailando, la respiración entrecortada.
—Gracias por acercarme en lugar de alejarme —susurro
finalmente, pasando los dedos por el costado de la cara, con las uñas
rozando su barba, antes de posar la palma de la mano sobre el mechón
¿Es un asesino?
¡Santa mierda!
Oh, Dios.
Mi mente recorre un millón de escenarios mientras la trama de
cada misterio de asesinato nocturno o documental de asesinos en
serie revolotea por mi cabeza. Apenas puedo respirar mientras el
pánico se apodera de mí, y cuando oigo un ruido de arrastre en el
dormitorio, mi lucha por la huida se pone en marcha.
Salgo corriendo.
La luz del sol en mi cara hace que mis ojos se abran, los
recuerdos de tener a Millie en mi cama inundan mi mente y me hacen
sonreír. Felicidad, la he vuelto a encontrar.
Rodando, estiro los brazos para encontrarlo sorprendentemente
frío y vacío donde debería haber un cuerpo cálido y desnudo. —
¿Millie?— Me incorporo y llamo en la cabaña desde la cama, solo para
ser recibido por un silencio total, demasiado silencio. Mi corazón se
hunde cuando mis instintos de policía entran en acción y me arrastro
fuera de la cama, poniéndome los vaqueros y acercándome a la puerta
entreabierta del dormitorio.
— ¿Millie? ¿Dónde estás? —Grito mientras salgo del dormitorio.
Todavía no hay respuesta.
Mis oídos se alarman mientras me muevo por la cabaña en busca
de ella. No está en el baño. Ni en el salón. Y cuando llego a la cocina,
encuentro una masa a medio hacer en la encimera, pero ninguna
Millie a la vista. ¿Dónde está?
— ¿Millie?— grito, llevándome una mano a la boca para
aumentar el volumen mientras miro por la ventana de la cocina para
ver si tal vez está recogiendo provisiones de mi jardín. Pero cuando mi
pie choca con algo de plástico y miro hacia abajo, se me revuelve el
estómago. Joder. Ha encontrado los recortes de periódico.
— ¡Mierda!— Sin pensarlo ni un segundo, corro. Tan rápido
como me permiten mis piernas, corro por el bosque hacia la casa de
Millie. Esto no puede estar pasando.
Fin…